De haberse dedicado al periodismo, Néstor Frenkel sería un hábil proveedor de lo que en la jerga se conoce como "notas de color". Sus inquietudes como documentalista lo llevaron a bucear en curiosas historias mínimas, aquellas que circulan por los márgenes y con protagonistas para muchos invisibles. Una banda de rock con un baterista con síndróme de down (Buscando a Reynolds), los habitanes de una ciudad del interior anegada por el agua (Construcción de una ciudad) y un excéntrico mago al que le falta un brazo (El ilusionista) fueron algunos de los personajes tratados por Frenkel, siempre dejando lugar a la ambiguedad sobre cuánto de interés genuino y cuánto de ironía y/o cinismo hay en aquellos abordajes.
Construcción de un premio El cine de Néstor Frenkel siempre se encuentra en un punto intermedio entre el homenaje y la parodia, en una línea muy delgada que en algunos casos, como en el de este film, es difícil de dilucidar. Frenkel remite a uno de sus grandes films, Amateur (2011), en el que su personaje principal, un curioso y prolifero realizador del formato amateur Súper 8, era el centro y cuestionable artista de su relato. Entre otras cosas, la legitimación de este hombre estaba dada por la variedad de premios obtenidos en dudosos eventos. En ellos indaga Los ganadores (2016), buscando cuáles son y quiénes los organizan. Tras un interesante recorrido, elige centrarse en la gestación de los premios “Estampas de Buenos Aires”. El director toma distancia de sus personajes, los organizadores del evento y dueños de un programa radial de tango. Los observa y deja que frente a la cámara surjan sus contradicciones, su hipocresía, su verdadera cara detrás de la carismática fachada promocional. Para eso asiste al evento y en la observación, indaga en la cocina de los premios, quiénes los reciben y qué se celebra realmente con ellos. El distanciamiento también genera el humor sobre lo observado, reforzado por el tono justo que pone el director para abordar a sus personajes, entre patéticos y adorables. Claro que es una mirada urbana sobre personas del interior, que celebran otros rituales generadores de extrañeza en el observador. En este film más que en ningún otro, Frenkel los expone como si tratara de descubrir su accionar corrupto. Pero el director de Construcción de una Ciudad (2007) va más allá de los personajes y se centra en el fenómeno, mostrando las conductas sociales que trascienden la propia entrega de premios. Sobre el final, y como en una suerte de documental de búsqueda, la película llega a los ganadores, la parte fundamental de la premiación. Ellos conocen la farsa detrás del premio obtenido y la aceptan sin broncas ni rencores, de hecho se prestan y forman parte, siendo el mayor descubrimiento del documental que también obtiene su premio. Estos ganadores necesitan de la legitimación sea del orden que sea y del micrófono para expresar aquello que tienen para decir, por más ridículo que parezca. En esta misma línea, esperamos con ansias un futuro trabajo de Frenkel sobre otro curioso y enigmático fenómeno llamado “El Show de Johnny Allon”.
El lado B de los premios Los ganadores, película dirigida por Néstor Frenkel, se introduce en una realidad que para muchos puede pasar desapercibida, consistente en el sistema de validación y construcción de prestigio que proponen las entregas de premios. El film nace a partir de su anterior, El amateur, donde Frenkel escucha la mención de una suma de galardones prácticamente desconocidos para él y el gran público. Es así que se propone ver qué existe detrás de ese mundo, quiénes organizan los premios, los motivos y bajo qué criterios de selección entregan las estatuillas. Ya desde el principio el narrador es partícipe de esta historia. Una voz en off nos presenta el proyecto como si se tratara de una tesis de investigación, con un tono extravagante como los personajes que presenta. Dentro de ese mundo de premios, tenemos un evento organizado por el conductor de un programa de tangos de una radio entrerriana cuyo negocio pasa no solo por hacerse notar con los premios que gana frecuentemente sino por organizar cada año un encuentro donde todos los que se postulan terminan siendo ganadores. En los Premios Estampas de Buenos Aires se entregan estatuillas para cuanta disciplina exista en una ceremonia larga duración. Obviamente a los discursos de agradecimientos, a la emoción y a los imprevistos no les faltan los sanguchitos de miga y la gaseosa en vasos de plástico. El resultado es un film divertido donde prima el gran trabajo de montaje notable en el que el límite entre “reírse con” y “reírse de” es muy fino, pero premiados y premiadores logran exponer sus sentimientos sin juzgarlos. Los ganadores son personas que necesitan reconocimiento, que pelean por su ego, midiendo su valía personal. Quieren ser famosos y no pierden la oportunidad para lograrlo. Una forma de crearse un prestigio y sentir que lo que hacés vale la pena para el resto. Cualquier parecido con la realidad no es mera coincidencia.
Los ganadores es un documental que muestra un desfile de personajes atractivos y extravagantes y los vuelve carne de cañón. Siguiendo cierta obsesión por algunas personas “particulares” el director se topa con un mundo bastante excepcional que es el de los premios. Infinidad de asociaciones que otorgan distinciones y de personas que quieren ser reconocidas con ellas. Después de hallar al protagonista, el documental se centra en él, en su programa de radio y televisión y en la ceremonia de premiación “Estampas de Buenos Aires” -desde la convocatoria, pasando por la organización y el mismo evento de entrega-, mostrando el negocio que rodea al evento y las distintas situaciones que se deben sortear en cada paso para participar y triunfar. Néstor Frenkel en Los ganadores se desliza por una delgada línea que siempre está al límite entre construir una especie de comedia descriptiva de un mundo desconocido y un menosprecio evidente para con el universo documentado. La mayoría de las veces triunfa esto último que se refleja en el material finalmente seleccionado, en las situaciones editadas, en la música con la que refuerza esa mirada, en la posición de la cámara, en la repetición de errores, transas y gustos de clase que llevan a una risa fácil y despreciativa, la decisión de reírse del otro y no con el otro. La escena de la presentación de una persona (más allá de las razones que demuestran su calidad de cuestionable organizador de premios) casi al comienzo del filme sosteniendo durante un tiempo prolongado su rostro a cámara, delata lo que el director -más allá de sus fines enunciados-, finalmente ofrece como producto final. Cualquiera de esos momentos, sostenidos en unos hombres y mujeres que defienden valores conservadores y reaccionarios o simplemente vacuos y llenos de lugares comunes, podrían haber sido filmados con una cámara que observe a la misma altura y no con el cinismo y la superioridad que lamentablemente termina siendo la forma elegida. Y donde además se cuela cierta mirada clasista que pareciera estar tiñéndolo todo si se elige, como se hace, contarlo desde ellos y no poniendo la lupa en tantas otras premiaciones con más renombre que también adolecen de los mismos vicios, rumores y desaguisados.
Y el ganador es… Sabemos que se entregan una cantidad impresionante de premios, en todos los rubros posibles, en todos los ámbitos de todas las profesiones. Es por eso que Néstor Frenkel nos trae Los Ganadores, un documental en el que conoceremos toda la movida que existe detrás de estos galardones, llegando algunos –la mayoría, para ser honestos– a ser bastante curiosos. Tanto como lo son sus vencedores. Sí, es verdad, es un tanto hipócrita decir que nos reímos con ellos. A veces es todo lo contrario: nos reímos de ellos, de aquellos premiados que tan orgullosamente muestran su logro como si de un reconocimiento de magnitud estratosférica se tratase. Uno de los puntos fuertes de Los Ganadores es el abordaje propuesto por el director. Si bien la cinta arranca como un documental cargado de humor, el film poco a poco va girando hacia un lado más bizarro e introspectivo, haciendo a un costado las risas y cediéndole el paso a la reflexión. Es que los personajes entrevistados por el director son tan curiosos y peculiares como entrañables. En Los Ganadores conoceremos todo lo que ocurre detrás de escena en estas entregas de premios, situando el ojo particularmente sobre un locutor y conductor de televisión que ha sido multipremiado, y que es quien organiza y entrega el premio Estampas de Buenos Aires, un reconocimiento a los programas de radio con una diversidad increíble de rubros. Tanto es así que los premios entregados llegan a ser 250. Una locura. Conclusión: Los Ganadores maneja muy bien el humor sin llegar a ser un documental netamente cómico. El enfoque de Frenkel brinda un espacio para la reflexión una vez que dejamos de lado las risas: la necesidad de ser reconocido, la ambición por coleccionar trofeos sin más valor que un efímero sentimiento de satisfacción una vez obtenido el premio, y tantas otras aristas más que se desprenden de este documental que, aunque con sus falencias, termina siendo absolutamente recomendable.
Unos "Winners" que pagan por serlo. El realizador de Amateur y El gran simulador se interna en el infinito mundo de los premios berreta y revela el hecho de que en este circuito, poniendo unos pesos, todos ganan. Y que estos premios sólo les importan a los propios interesados. Los ganadores es una película discutible, no por el tema que trata sino por la forma en que lo hace. Siempre interesado por especímenes raros, Néstor Frenkel había dedicado un documental (Amateur, 2011) a un señor llamado Jorge Mario, excéntrico cineasta solitario y conductor de un programa radial en Concordia, Entre Ríos, además de montones de cosas más. Multicoleccionista también, una de las cosas que Mario colecciona, en cantidad, son premios. Frenkel, realizador de Construcción de una ciudad (2007) y El gran simulador (2013, sobre René Lavand), decidió emprender una investigación sobre el tema. Esa investigación dio por resultado Los ganadores, documental sobre todos los premios berretas habidos y por haber (debe haber muchos más, en verdad), que funciona a la vez, si se quiere o si vale la pena, como una denuncia sobre el hecho de que en este circuito de premios, poniendo unos pesos todos ganan. Pero eso no es lo que importa, porque estos premios sólo les importan a quienes los ganan. Lo que muestra Frenkel es un submundo habitado por esa clase de gente que fatiga puertas de canales de televisión y pasillos de radios en busca de una oportunidad, hasta que después de años consiguen tener un programa sobre peluquería, corvinas, tradiciones criollas o rock evangélico, en radios llamadas La Trucha o canales locales, donde tal vez consigan algún canje con la pizzería de la esquina o la tienda de la vuelta. Gente que retrotrae a una televisión argentina de los 60 o 70, de Roberto Galán y “Si lo sabe cante”. Gente con exceso de peso, con exceso de tintura, con exceso de maquillaje y escasez de sentido autocrítico. Evidentemente, el roce con un material así conlleva el peligro de la sorna, el desprecio incluso (peligros de los que este párrafo no queda excluido) y Los ganadores no está del todo a salvo de ellos. Pero a la vez sucede otra cosa con la película de Frenkel. Sin negar que en ocasiones cae en la chanza cruel (el minuto y medio que encuadra en silencio a un pobre diablo que se queda forzando una sonrisa sin saber qué más hacer), Los ganadores representa la incursión en un planeta desconocido, cuya economía libidinal es motorizada por la industria del premio. Algunos de los productos de esta industria activísima son los premios Galena, los Faro de Oro, los Dorado de Oro (la mayoría son de oro, claro), los Lanín, los Faro del Fin del Mundo, los Gaviota de Oro, los Santa Fe de Oro… Los que más importan para el caso, porque son los que el realizador filma en vivo a lo largo de las ocho horas y media que duran (¡tomá, Oscar!), son los Estampas de Buenos Aires, que entrega la productora Garufa Producciones, fundada por un señor que tiene un programa de tango en radio y otro en televisión, y que además de pasársela ganando premios ajenos entrega sus propios premios. Doscientos cuarenta premios, para ser más precisos. Todos los concurrentes ganan. “Sin fines de lucro”, se llena la boca el hombre, mientras cobra religiosamente 200 patacones per cápita.
(Replicada en Radio Rivadavia y www.partedelshow.com.ar) En el MALBA se estrenó ayer sábado el documental Los ganadores, de Néstor Frenkel, que desde el jueves exhibirá el Gaumont. El director de Amateur entrega aquí una irónica e irreverente revelación sobre un peculiar sistema de premios y premiaciones que sucede en nuestro país. Con agudeza, Frenkel da cuenta de cómo funciona un sistema en el que el ego, el negocio y la incompatibilidad lógica de un Jurado (algunos premian y son premiados al mismo tiempo). Un documental fascinante, desopilante que desnuda las operaciones más bajas (y habituales) de la desesperación humana por el reconocimiento. Notable.
YO YA GANE Néstor Frenkel aprovecha a uno de los personajes de sus documentales anteriores (Amateur) y su participación en entregas de premios como puntapié inicial para su nuevo film, Los ganadores. En esta nueva película, el director recurre a una investigación por Internet para descubrir varios eventos en los que personajes del ámbito de la radio y la TV de cable de diferentes ciudades compiten por premios cuyos nombres causan gracia. Frenkel sigue a uno de estos personajes y su mundo relacionado con el armado de uno de estos eventos. Siempre al límite, logrando dividir aguas, en Los ganadores se observa cómo esta gente necesita ser premiada, y toda la farsa que eso conlleva. Incómoda, hasta parece burlarse de los personajes, el retrato de este entorno daría de comer a varias temporadas de una sitcom gracias a lo patético de algunas situaciones. La manipulación de las imágenes lleva a grandes gags involuntarios (el personaje principal olvidándose una cosa en su auto, yendo a buscarla mientras trasmite su programa en vivo desde la radio sin importar lo que sale al aire). También hay caprichos: un plano al comienzo que sostiene la mirada de un personaje está de más. Pero Los ganadores genera varios momentos de comedia que lo llevan invariablemente a uno a la risa: como diría algún slogan de campaña política “yo ya gané”.
DEMASIADA DISTANCIA Hay un plano que resume buena parte de los problemas del nuevo film de Néstor Frenkel. Allí se le pide a un hombre que pose frente a cámara, sonriendo. El plano podría haber durado apenas unos segundos, pero en vez de eso se estira mucho más, evidenciando el grotesco de la situación y ridiculizando al hombre. La única meta para eso parece ser causar la risa en el espectador, a costa del sujeto que se ve en pantalla, quien no tiene chance de defenderse. Hay muchos ejemplos más de similar tenor en Los ganadores, documental que hace foco en los particulares rituales de las entregas de premios: todo está construido en base a una mirada distanciada y hasta paternalista, donde el montaje -muy hábil, por cierto- está configurado para exhibir el patetismo de los protagonistas. Y es una pena, porque ese distanciamiento, paternalismo y sarcasmo impiden que ese micromundo que encuentra Frenkel termine de expresarse en toda su dimensión y complejidad. De hecho, hay un interrogante que flota a lo largo de todo el metraje, relacionado con las motivaciones y pulsiones detrás de la necesidad imperiosa de reconocer y ser reconocido. Sin embargo, ese tópico sólo es abordado superficialmente, quedándose en la mera burla. La comicidad y parodia necesarias para darle una mayor entidad a los personajes y las situaciones que protagonizan sólo surgen de a ratos. Los ganadores es una película diseñada para un público que mira cómodamente y con un dejo de superioridad lo que ve en pantalla, y que termina ofreciendo respuestas demasiado facilistas, en vez de animarse a hacerse preguntas más complejas e inquietantes. Hay un documental (y una comedia) que pudo ser, pero que se quedó en las meras insinuaciones.
Hay un mundo que desconocemos y que Néstor Frenkel descubre para nosotros: el de las entregas ignotas de premios a programas de radio y de cable. Los ganadores empieza con la narración de Frenkel (en la voz de Federico Figueroa) de cuando filmó el documental Amateur (2011), sobre un excéntrico habitante de Concordia, cineasta aficionado, cinéfilo pertinaz y coleccionista apasionado. Una de las cosas que coleccionaba eran premios: a sus películas amateur pero también a su programa de radio. Cuando Frenkel empieza a investigar esos premios, se da cuenta de que hay toda un mundo subterráneo de entregas de premios en sociedades de fomento del interior, y que muchas veces los premiados en una son los organizadores de otra. La película tiene mucho que ver con el espíritu de Amateur. Es divertida, muestra personajes que nos provocan entre pena y ternura, y podemos contar entre sus referentes a otras películas como Balnearios o Todo sobre el asado (el documental de Mariano Cohn y Gastón Duprat que pasó por el BAFICI y se estrenó la semana pasada). Pero se nota que Frenkel tiene corazón, y aunque empiece su película amagando con burlarse de sus personajes (dejándolos en plano demasiado tiempo, mostrando sus enojos y confusiones), termina fascinándose por ese mundo hasta que al final casi que lo homenajea con la canción de Beto Orlando en los títulos. Lo mejor de la película está en la segunda mitad, cuando Frenkel abandona el formato entrevista a los protagonistas (en las que es inevitable que pisen el palito y muestren la hilacha) y se larga a registrar la entrega de los premios Estampas de Buenos Aires, organizada por un maestro y una maestra jubilados que a su vez conducen un programa de radio (Al compás del tango) y uno de cable (El tango es el tango). Ahí Frenkel descubre pequeñas historias, detalles organizativos, discusiones y aunque viéndolo con cierta distancia todo es bastante patético, la narración va ganando empatía. Ese grupo de personas al fin y al cabo hacen lo que les gusta, y si no pueden ganarse un premio en serio se inventan y dan premios entre ellos. La película pasa de la burla al respeto, pero el espíritu final siempre estuvo en el título. Son todos ganadores.
La filmografía de Néstor Frenkel puede dividirse en películas sobre colectivos (Buscando a Reynols, Construcción de una ciudad, El mercado) o sobre individuos (El amateur, El gran simulador). Los ganadores pertenece al primer grupo, con el agregado de que esta vez el director tiene que vérselas con una comunidad efímera y difícil de localizar con precisión: la de las personas que hacen programas de radio o televisión y, parece, ganan premios todo el tiempo. La película encuentra un hábitat singular al que va rodeando y conociendo de a poco, como un documentalista de la vida salvaje que debe descubrir la guarida del animalito y acercarse con precaución para no espantarlo. La curiosidad de Los ganadores, el tono con el que mira y se formula preguntas, adquiere un aire casi científico: ¿qué hace toda esta gente que se congrega para dar y recibir galardones? ¿Cómo sobrevive? ¿Cómo es que estos sujetos andan de premiación en premiación, y cuáles son los criterios necesarios para acceder a esos reconocimientos? Con su conocido ánimo burlón, que a veces raya en la crueldad, Frenkel investiga esos espacios e inspecciona a sus criaturas siempre atento al detalle cómico, ya se trate de la seriedad con la que la comunidad sostiene sus propios rituales o de la arbitrariedad con la que varios de sus participantes explican su misterioso funcionamiento. La película halla personajes y momentos notables, como la entrevista inicial al locutor que tiene un programa de radio sobre ecología y que cuenta en su haber con una galería interminable de premios de carácter internacional. Algunas situaciones resultan ridículas desde un principio y el director se limita solo a aprovechar su potencial para la comedia (como la entrega de premios que se realiza en un viaje en catamarán), pero otras son fabricadas visiblemente por la película, como pasa con la seguidilla de discursos de agradecimiento en la que el montaje rápido pone de manifiesto la pomposidad y la sobreactuación de las palabras y los gestos de los premiados. Esa solemnidad convive, a su vez, con las transacciones más espurias, como puede verse cuando uno de los protagonistas reúne gente para armar su propia premiación y, en pleno evento, vende abiertamente las nominaciones y los galardones. En general, los entrevistados y el resto de los habitués de esas ceremonias no parecen tener mucha consciencia del tono kitsch de la comunidad, pero eso mismo es lo que vuelve fascinante el tema del documental, el poder entrar y conocer las formas de ese grupo algo cerrado, seguro de sus actos y convencido del valor de sus rituales. Néstor Frenkel vuelve a desplegar esa antropología lúdica que ya es la marca indeleble de su cine.
A esta altura de la carrera de Frenkel debo admitir que o bien no entiendo su sentido del humor o hay algo que se me escapa en sus películas. Me pasó varias veces y me vuelve a suceder en este documental centrado en una serie de personas de distintos puntos del interior del país que tienen desconocidos programas de radio y de televisión por cable y que, según parece, tienen la costumbre de organizar ceremonias de premios y dárselos los unos a los otros. Se trata de premios de un valor nominal y sin ningún sentido real, pero los conductores de estos programas se vanaglorian de ellos y los exhiben y cuentan por decenas. La película no investiga mucho en cómo funciona el sistema pero queda claro que son casi arreglos comerciales entre todos estos programas: uno de ellos organiza un evento con comida y números musicales, los demás viajan allí y pagan una entrada, el organizador cubre gastos (y tal vez se haga algún dinerillo) y todos se aseguran un premio en la ceremonia. Y luego se hará lo mismo en otro lugar. Y todos contentos. La película se toma en broma o de manera condescendiente a estos personajes que, si bien pueden no ser la salvación de la radiofonía o la televisión argentina (queda claro que no aparentan ser grandes programas los que hacen), no le hacen daño a nadie y se ocupan de lo suyo de la mejor manera que saben o pueden hacerlo. Sí, se entregan mutuamente sus premios y eso los alegra o les sirve de raro y autogenerado estímulo. Y punto. Tampoco el filme los acusa de estafar a ninguna entidad pública: es un juego al que todos juegan y en el que todos saben las reglas. Nadie engaña a nadie o al menos eso parece. No me queda claro si la mirada de Frenkel es de simpatía, de condescendencia, de parodia o directamente si se burla de ellos. Preferiría entenderla de la primer manera (como es el caso del cine de Christopher Guest) pero por algún motivo en la manera en la que estos personajes están filmados y las respuestas que dan a las preguntas que se les hacen tengo la impresión que la película se burla un poco de ellos. Tal vez no sea eso lo que busca Frenkel, pero me resulta imposible no verlo ahí, en cada plano. O, tal vez, es un tipo de humor que a mí no me terminará nunca de cerrar.
El director de Construcción de una ciudad y El gran simulador ratifica que es uno de los más valiosos documentalistas nacionales. Tras su estreno en el Festival de Mar del Plata 2016, su más recientes trabajo se estrena en el MALBA. Los ganadores (Argentina/2016). Guión, edición y dirección: Néstor Frenkel. Fotografía: Diego Poleri. Música: Gonzalo Córdoba. Sonido: Fernando Vega, Hernán Gerard. Duración: 78 minutos. Los sábados de mayo, a las 22, en el MALBA (Figueroa Alcorta 3415). Es muy probable que si alguien dijera que Los ganadores está dirigida por Christopher Guest, más de uno lo creería sin cuestionárselo demasiado. Igual que en Mascots, el flamante trabajo del realizador de Best in Show, A Mighty Wind y For Your Consideration que puede verse en Netflix desde hace algunas semanas, el film de Néstor Frenkel se adentra en una realidad minúscula para explorar la dinámica y desglosar las motivaciones de los protagonistas de, en este caso, una particular premiación. Solo que aquí, a diferencia de la película de Guest, todo es real. Una voz en off explica los orígenes del proyecto. Mientras filmaba a Jorge Mario, aquel particular superochista de Concordia que protagonizó El amateur, Frenkel escuchó la enunciación de un sinfín de galardones prácticamente desconocidos para él y el gran público. Lo que hizo, entonces, fue proponerse ver qué hay detrás de ellos, quiénes los organizan, por qué y, sobre todo, con qué criterios entregan sus estatuillas. Lo que descubrió es francamente increíble y por momentos graciosísimo. Tanto que a Guest difícilmente podría habérsele ocurrido algo mejor. Los ganadores va lo de general a lo particular, presentando primero algunas ceremonias por demás curiosas y a varios de sus protagonistas, para después centrarse en los Premios Estampas de Buenos Aires, que entrega centenares de estatuillas para cuanta disciplina exista en una ceremonia que dura, mínimo, tres veces más que la del Oscar y se ameniza con sanguchitos y gaseosa en vasos de plástico. En el interín, discursos emocionados, imprevistos técnicos y agradecimientos francamente insólitos. Los criterios de premiación en principio parecen regidos por la generosidad, hasta que se evidencia su mecanismo: el que se postula para participar, gana, lo que obliga a los organizadores (una pareja de ancianos que conduce un programa de tango en una radio entrerriana) a serenar a los invitados con la promesa de que el suyo está al caer. Todo esto es mostrado por Frenkel sin intervención directa pero sí desde el montaje. Consciente de que mueve en el finísimo límite moral y ético entre “reírse con” y “reírse de”, el director de Construcción de una ciudad y El gran simulador apuesta a que sean ellos, los elegidos y los premiadores, los encargados de exponer una serie de sentimientos que el film felizmente respeta, convirtiendo a estas criaturas en seres particulares entrañables.
Los ganadores, de Néstor Frenkel Se permite una bienvenida polémica debido a un documental como Los ganadores, nuevo expresión dentro del género de Néstor Frenkel. Ocurre que el director de Construcción de una ciudad, Buscando a Reynolds y El gran simulador (sobre el gran René Lavand) escarba en las vidas de anónimos personajes, exitosos y felices, debido a la obtención de premios amateurs se trate del rubro que se trate.El disparador argumental ocurrió durante el rodaje de El amateur del mismo cineasta en donde Frenkel descubrió que su personaje acumulaba y coleccionaba premios. De allí que Los ganadores se mete en las rutinarias vidas de un grupo de personas del interior, encargadas de programas de radio y televisión de cable y organizadoras de premios (muchos, muchísimos) que se reparten con la finalidad de conformar a todos. Es curioso un trabajo como el de Frenkel: Los ganadores es un documental de observación, ameno y de poco riesgo sobre una fauna particular que alegra la vida de otra fauna específica dentro de un sistema de evaluaciones excesivamente pluralista y democrático en donde ni ahí se permite el arreglo, el soborno, el galardón obtenido a base de presión o el chanchullo entre bambalinas. Entre entrevistas, relatos breves a cámara, algunas zonas simpáticas e irónicas, ceremonias elementales que registran cómo se entregan esos premios y apuntes discretos sobre algunos de los personajes aludidos, Los ganadores se expresa a través de un destino de orden conformista que se compadece con el perfil bajo de la propuesta. Pero claro, el matiz polémico o discutible surgiría en relación a la mirada del realizador al abordar un mundo pequeño, nada agresivo y de un vuelo poético de corto alcance. Desde allí aparecen los interrogantes: ¿la película se mofa de los personajes entrevistados? ¿Subyace un aire de superioridad del cineasta en relación a estos particulares “ganadores”? ¿Los ganadores pertenece a esa región de films argentinos recientes en donde el director “cancherea” y ridiculiza a sus sujetos, como ocurre con algún ilustre ciudadano de los últimos meses? El film de Frenkel corroboraría esta nueva tendencia temática, eso sí, desde la levedad argumental y la ligereza que propone un documental en donde los personajes están ahí, al servicio de una cámara que los desnuda sin necesidad de herirlos. LOS GANADORES Los ganadores. Argentina, 2016. Dirección, guión y edición: Néstor Frenkel. Fotografía: Diego Poleri. Música: Gonzalo Córdoba. Sonido: Fernando Vega y Hernán Gerard. Producción: Sofía Mora. Duración: 78 minutos.
Argentinians truchos aguords. Toda entrega de premios -por más seria que parezca- siempre levanta polémicas o sospechas sobre cierto favoritismo hacia alguien. En la mayoría de las ocasiones nadie se pregunta quién otorga ese premio o qué miembros componen el jurado para distinguir a los ganadores y dejar afuera a aquellos que no reciben más que un diploma por la nominación. El lugar común de que ser nominado ya es un premio es tan falso como la sonrisa de alguien que aplaude a otro cuando una cámara captura el único momento de verdad. Ni qué hablar si se trata de concursos en los que hay que pagar una inscripción y también abonar para la supuesta premiación. Ese mundo, alejado de la meritocracia, palabra arcaica y en desuso en los tiempos de la inmediatez y la frivolidad, cuenta con su propia fauna, sus innumerables entregas de premios y algo que es mucho más triste: lo desapasionado de sus galardonados. Si hay algo que caracterizaba a los documentales de Néstor Frenkel, ese plus sin lugar a dudas se relacionaba no con el pintoresquismo de sus personajes y sus particularidades, sino con esa entrega por lo que realmente amaban. La pasión por un oficio, por un trabajo o por un hobby no tiene muchas veces buena prensa y entonces se pierde de vista que el fin no es el premio, pues lo que realmente importa es el medio. Todo lo contrario a lo que una sociedad exitista persigue. Si no hay ganadores, no sirve. Si no te conocen, menos. Por eso un documental como Amateur trasciende al propio Jorge Mario, ese apasionado coleccionista, que es el embrión conceptual de Los ganadores, la nueva radiografía del realizador de Construcción de una ciudad, quien vuelve a sortear con inteligencia la difícil zona de mofarse del ridículo con cierto aire de superioridad y la mera descripción de un fenómeno desconocido. En ese sentido, la estructura que divide en dos partes el documental encuentra la justificación perfecta al ubicar la mirada del director desde lo asombroso hasta lo reflexivo, pero sin acotar o apuntar algún discurso más allá de la elección buscada de los testimonios y las imágenes de una ceremonia que dura ocho horas, entrega más de 200 premios y en la que la premisa se acomoda perfectamente con ese juego de antaño llamado perinola en el que todos ganan, de acuerdo a una de las caras de ese trompo que giraba al compás de la expectativa de los jugadores. El primer dato curioso es que en estas entregas se autopremian los mismos y entonces no hay sorpresa ni caras de derrota y para parafrasear a Wharhol un programa de tango y un sitio de internet cuentan con sus cinco minutos de fama, la foto, el videíto de Youtube y esa larga lista de agradecimientos que hicieron posible este premio. Paradojas que hacen del mundo en que vivimos una gigante hoguera de vanidades, por suerte Néstor Frenkel no tiene miedo a quemarse.
El precio de la felicidad En su nuevo documental, Néstor Frenkel retrata con ojo crítico el cada vez más extendido circuito de premios a comunicadores y artistas. Hay un problema del orden de las intenciones en Los Ganadores, el nuevo documental de Néstor Frenkel (El Amateur) que indaga en la cada vez más extendida industria de los premios a comunicadores y artistas. Y es que presume de una inocencia que el relato condena. La voz en off que habla en nombre del cineasta declara puro ánimo de curiosidad y llano interés por conocer ese mundo de autocelebración y de ganas de festejar un reconocimiento, cualquiera sea. Pero el filme toma decisiones narrativas que contradicen toda ingenuidad. Esa dicotomía, ese doble lenguaje, queda patente en varios pasajes pero especialmente cuando le pide a un entrevistado que sonría a cámara sosteniendo la medalla que recibió por su programa de radio, y mantiene la toma fija durante dos minutos. La incomodidad del protagonista que se siente en ridículo se traslada directo al espectador, que duda del interés exploratorio del filme y queda preso de un ejercicio cinematográfico demasiado cruel. Es un hecho que en el mundo de los comunicadores levantar una estatuilla se ha vuelto algo habitual, y Frenkel releva el circuito de premiaciones por ciudades y pueblos de todo el país: allí está el premio Río de los Pájaros en el interior de Entre Ríos, El Dorado en El Chaco, el Cuna de la Bandera en Rosario, el Tehuelche en Puerto Madryn o los Estampa de Buenos Aires en Villa Devoto, por citar solo algunos. En cada lugar los organizadores replican dentro de su presupuesto y de sus posibilidades la liturgia y la pompa de las grandes ceremonias del mundo del espectáculo. Gran observador de detalles, hábil narrador, Frenkel releva la trastienda de estos eventos hechos a pulmón que entregan galardones de Plata, Oro y Platino en el salón del gimnasio comunitario, en el que los agasajados vestidos de brillo comparten las mesas donde se sirve jugo en vasitos de plástico. Ficción y realidad juegan con sus propias reglas en estas ceremonias que se multiplican en selfies, discursos y abrazos emocionados, con categorías que parecen a medida y de las que nadie se va con las manos vacías. Aunque no está en el plan de trabajo declarado, la cámara trabaja con astucia y capta conversaciones que dejan al descubierto las malas artes de los que venden la ilusión. La música refuerza la parodia.Todo sea por la autocelebración y el reconocimiento de los demás. Los Ganadores, el nuevo documental de Frenkel, puede ser entretenido, ágil, sólido, mordaz y políticamente incorrecto. Pero nunca, inocente.
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Incluida en la sección competitiva argentina del Festival de Mar del Plata, la última película de Frenkel retoma su anterior documental Amateur (2011), particularmente un fragmento, como punto de partida para encarar en Los ganadores un seguimiento a la insólita cantidad de concursos y de premios entregados que existen en la Argentina. El resultado es desopilante gracias a un trabajo de montaje notable en el que la suma de momentos rescatados logra construir una comedia con material documental. El director vuelve a confirmar su capacidad para captar historias y retratos extravagantes, en este caso, de una galería de personajes ávidos por exponerse con sus premios y eventos en internet, de ser visibles bajo un modo de espectáculo que no le teme al ridículo ni a las cámaras. Dentro de ese heterogéneo mundo, la segunda mitad se concentra en un evento organizado por el conductor de un programa de radio cuyo negocio pasa no solo por hacerse notar con los premios que gana frecuentemente sino por hacer realidad un encuentro anual donde todos los que participan son galardonados. La cámara de Frenkel se mete en todos los recovecos y selecciona de manera inteligente aquellos fragmentos que le sirven para los mejores gags gestuales y verbales. De este modo, el protagonista se transforma en el pilar de un prototipo argentino que condensa la doble moral, la picaresca, la simpatía y el oportunismo. Y si bien se pueden rastrear ciertos signos que ponen sobre el tapete qué hay detrás de todo esto de los concursos y los premios, el filme se ocupa de continuar siempre por los carriles de la comedia. Al término de la función, se generó una polémica entre colegas quienes, con argumentos atendibles, reprochaban la mirada del director con respecto a la manera en que observaba a las personas involucradas. Reparaban en su lugar de enunciación y de poder detrás de la cámara para disponer de las acciones y las palabras, para llevarlas hacia el terreno de lo ridículo con una pose cool si se quiere, y en algunos casos clasista. Si bien es cierto que la película se mantiene siempre en una delgada línea entre la burla y el retrato, además de incluir un innecesario y largo plano de un hombre mirando a cámara, desde un ángulo contrapicado, es cierto, pero estirado en el tiempo para buscar la complicidad risueña del espectador, no creo que se advierta una intención de discriminación ni desprecio al respecto. El primer argumento es que el propio Frenkel incluye su registro de manera paródica. Al comienzo, una voz en off nos presenta el proyecto como si se tratara de una tesis de investigación pero el tono que le imprime a la locución es de la misma índole que sus personajes, extravagante, al borde del disparate. Es decir, se incluye el narrador mismo como parte de esta historia. Luego, el humor no se arma con víctimas sino con seres que representan los sueños de muchísimas personas de clase media que quieren ser famosas y no escatiman ni por un segundo perderse la posibilidad de mostrarse en videos de pésima calidad, mediante fotos desencuadradas y en otros de los múltiples accesos que ofrece nuestro mundo de multipantallas. Las carcajadas de las platea son un muestrario de que muchos comparten tal actitud. Otra crítica que se hizo es por qué no aplica el mismo procedimiento con figuras importantes en eventos de peso. El mismo Frenkel dijo algo cuando terminó la función: basta echar una mirada a lo que pasa en las aperturas y clausuras de los festivales de cine para comprobar que ocurre algo parecido. Ante la inquietud, respondo: las entregas de premios de eventos importantes son repetidos a ultranza por canales de televisión, comentados ad infinitum por otros programas; aquí pasa por descubrir otros modos fuera de la esfera oficial, con personajes ignotos, listos para ser descubiertos y potenciados en pantalla. Yo agregaría que basta ver el spot institucional del Festival con ese ridículo desfile costumbrista de estrellas para cubrir la demanda de mis colegas y darle la razón al director. Por Guillermo Colantonio @guillermocolant
La nueva película del realizador Néstor Frenkel es una mirada lúcida sobre concursos que tienen “ganadores” y que a su vez otorgan entidad y significativo a luchas personales enmarcadas en certámenes. Depende desde dónde uno lo mire para analizarlo, ya que en la lucidez de algunas imágenes, y en el cinismo de otras se configura un panorama y un estado de la sociedad bien adentro, en esos espacios en donde nada importa más que ganar.
Pareciera que ganar un premio ya no es algo tan inusual. El director Néstor Frenkel se propuso con este documental retratar los entretelones y los efectos de esos momentos de emoción que parecen ser únicos, pero que en realidad son una suerte de producción seriada. Para ello fijó su cámara en varios seres anónimos que, de alguna manera, lograron alguna distinción en clubes barriales y se interna así en un nivel de perplejidad que permite tanto el apunte sociológico como el humor. Frenkel apostó tanto a la caricatura como a la calidez para desarrollar su tema, el de estas ceremonias de ganadores que transforman al mundo en un gran sainete.
Todo por un premio El nuevo documental de Néstor Frenkel bucea en el desopilante mundo de las entregas de premios. Ya nadie podrá volver a ver una ceremonia de premiación con los mismos ojos después de haber pasado por la experiencia de Los ganadores. Aunque se les vean los hilos por todos lados, aunque ocurran papelones como el de los últimos Oscar, los premios todavía funcionan eficazmente como herramienta de construcción de prestigio y siguen siendo un ancho de espadas del marketing. Pero Néstor Frenkel los demuele desde las bases: se sumerge en un insólito mundo de “premios, premiaciones, premiadores y premiados” para descubrir una galería de personajes desopilantes que desnuda el absurdo de estos rituales de legitimación. Buscando a Reynols, Construcción de una ciudad, Amateur, El gran simulador: películas que convirtieron a Frenkel en uno de los grandes documentalistas argentinos, con una mirada cargada de un sentido del humor agudo, a veces irónico, a veces tierno, y un profundo amor por las criaturas antiheroicas y las situaciones bizarras. Eso está llevado a su máxima expresión en Los ganadores, que empieza haciendo un paneo sobre premios como el Antena Vip, el Rosa de Cristal, o el Ancla Dorada, y termina haciendo foco en el Estampas de Buenos Aires, que se desarrolla en una sociedad de fomento barrial. Un premiado serial –y, a la vez, organizador de un premio- exhibe una medalla que lo acredita como el mejor periodista de Latinoamérica y un diploma que lo nombra personalidad destacada de la Argentina; está la mujer que agradece la estatuilla por un disco que, admite, no terminó; el que ganó por un programa radial sobre “efemérides, santoral, cronograma de pagos”; la que colecciona distinciones por un ciclo basado en la música “de Beto Orlando, el más grande”. Es gente que mueve a risa y ternura, y que nos hacen preguntarnos en cuánto se diferencian de las celebridades “verdaderas”. Los discursos que pronuncian al recibir esas estatuillas toscas por las que, en muchos casos, pagaron, dejan expuesta la necesidad de reconocimiento de los seres humanos. Es una puesta en escena que refleja, a escala pobretona y berreta, lo mismo que sucede en los premios de renombre: la danza de egos, los tejes y manejes en bambalinas, la euforia de alzar al cielo un objeto legitimador. A nadie le importa que los premios suelan responder a intereses económicos, políticos o sociales más que a méritos de los premiados: esos instantes aplausos y reconocimiento -y los negocios o trabajos que surjan después- justifican todo.
Mar del Plata 2016: casas, fantasmas, fugas y rebeldías. El documental de Frenkel es una divertida indagación sobre la diversidad de premios de dudosa categoría que mantienen activos y entusiasmados a sus organizadores y beneficiarios, a lo largo y ancho del país, pero el hecho de detenerse repetidamente en personas poco agraciadas o alejadas de ciertos cánones de elegancia y modales institucionalizados (sin un manto de afecto felliniano, digamos), despierta sospechas. En un momento, el viejo conductor de un programa radial dice al aire “Me olvidé los CD en mi auto, los voy a buscar”, despertando las risas de los espectadores: ¿pasaría lo mismo si Andy Kusnetzoff hiciera ese mismo comentario en una FM cool con auspiciantes caros? En otro, el público ríe al ver a una señora arrastrando ruidosamente una silla por un salón de fiestas: ¿resulta gracioso que una mujer mayor arrastre una silla porque no puede levantarla? Frenkel aclaró que para él los premios de los que se ocupa Los ganadores no son más ridículos que los del festival de Mar del Plata, pero en su documental se ocupa sólo de galardones entregados en competencias poco o nada prestigiosas. Curiosamente, cuando finalmente ganó el premio DAC, la conductora de la ceremonia Andrea Frigerio (actriz de El ciudadano ilustre, film con el que Los ganadores tiene puntos en común) le preguntó jocosamente qué haría con el dinero. “Pagar deudas” contestó Frenkel, dubitativo, como si estuviera recibiendo de su propia medicina.
Esta película es la historia de unos premios (los Estampa de Buenos Aires) que se entregan a cientos de personas en una ceremonia gigantesca, donde abundan los ganadores. Es, también, a su modo, una mirada tierna sobre el ridículo cotidiano y sobre la necesidad de destacarnos en algo. Aunque en oportunidades parece burlarse de sus criaturas, el film en realidad pasea por la curiosidad y la rareza de que exista un mundo dentro del nuestro, al que no le prestamos atención.
Es un documental excepcional. Néstor Frenkel se interna en un mundo desconocido por la mayoría que es el circuito de los premios amateurs. Hace años hizo un documental sobre un hombre que coleccionaba cosas, entre ellas premios que se otorgan en todo país. Eso le hizo descubrir el entramado de una red de distinciones sin el glamour de los premios famosos, sin una entidad que los organice, pero que se entregan en eventos que parece una parodia de alfombras rojas y distinciones codiciadas. Esas fiestas y sus protagonistas son un espejo monstruoso que permite toda una reflexión sobre la naturaleza de esos ganadores, y los premiados en general, la necesidad de un momento de protagonismo y supuesta gloria en una sociedad enferma de exitismo. Los mismos vestidos brillosos, los remedos de emociones y gloria, los mismos sanguchitos, las palabras gastadas de agradecimiento. Y el sentirse por segundos en un mundo un poco mejor. Mucho humor, la mirada sarcástica pero también la ternura de un trabajo que no hay que perderse.
Gracias a documentales como Buscando a Reynolds (2004), Construcción de una Ciudad (2007) y El Gran Simulador (2013), Néstor Frenkel genera una especial expectativa con cada uno de sus documentales. El ojo siempre está puesto en individuos fuera de lo común -incluso si son públicos, tal es el caso de René Lavand en EGS-, y Los Ganadores (2016) no es la excepción. Premiaciones hay en todas partes, para todos los rubros. ¿Quiénes son las personas que acostumbran a recolectar estatuillas, diplomas y otros elementos que significan una caricia para el esfuerzo? (y, no en pocos casos, para el ego). Tomando como punto de partida los premios acumulados por Jorge Mario -cinéfilo y tema central de Amateur (2011), también de Frenkel-, la película se sumerge en hombres y mujeres que, gracias a programas de radio y de televisión (zonales o del interior) y otros emprendimientos, consiguen juntar una buena cantidad de trofeos. Frenkel se detiene en los conductores de un programa de radio dedicado al tango, que comienzan narrando sus logros, para luego emprender ellos mismos la organización de una ceremonia de premiaciones. Como es habitual, el director mezcla el seguimiento de las actividades de los “ganadores” y entrevistas con cada uno, aun cuando algunos manifiesten su incomodidad. El retrato honesto de estas personas, sus pasiones y sus intenciones, no incluye un juicio de valor, de manera que el espectador es quien debe completar el film con la lectura que haga. Este detalle hará que Los Ganadores genere opiniones dispares, pero eso habla de la riqueza de un film que, por sobre todas las cosas, presenta una especie de subcultura que vale la pena descubrir.
Después de ver este documental muchos espectadores ya no verán de la misma manera los distintos premios que se otorgan. Nos encontramos frente a todos los preparativos con vistas a un evento tan importante, donde se retrata la felicidad y el desánimo. El documental de Frenkel (“Amateur”, “El gran simulador”) es: ágil, entretenido, dinámico, crítico, contiene humor e ironía.
Crítica publicada en la edición impresa.
El documentalista Diego Frenkel observa el mundo de los premios amateurs a artistas y comunicadores, de los que él -como dice la voz en off- ni probablemente nosotros teníamos noticia. Premios Galena, Faro, Quijote, Lanín, añádase De Oro a todos ellos, o los centenares de premios que entrega Garufa producciones, ese tipo de cosas. Entrevista gente que gana siempre y acumula premios. Gente que se encuentra con otra gente multipremiada. Mezclando videos de youtube con sus testimonios, y dedicando casi la mitad de la película a mostrar el antes, durante y después en los preparativos de una ceremonia de entrega de 240 premios, Frenkel invita a la risa, a lo desopilante. Y lo hace poniendo en evidencia ese cierto patetismo, esa ridiculez, desde una mirada que parece en el límite entre el respeto y la burla, usando el off the record como parte del material (y hasta dejando las sospechas de los entrevistados de que ya están siendo grabados, como chiste), dejando la cámara fija durante minutos en el rostro de un multipremiado -que al final se enoja, y no sin cierta razón- y marcando deliberadamente, de una forma que lo acerca a ciertos films de la dupla Cohn-Duprat (en cierto modo, da lo mismo si se trata de gente común o de ex presidentes de la Nación), todos los detalles bizarros que pueden tener los que están frente a su cámara. Como pretendida reflexión acerca del éxito y la felicidad, Los Ganadores parece reírse de los otros, de los protagonistas de la película.
El mercado de los premios La gran diferencia entre Los Ganadores (2016) y los anteriores documentales de Frenkel es que acá no hay cariño. Si algo relaciona a Buscando a Reynols (2004), a Amateur (2011) y a El Gran Simulador (2013), es la admiración que parece sentir Frenkel por sus protagonistas. Una admiración y una fascinación que nos la transmite desde los planos y desde la narración. En Los Ganadores, por el contrario, con la elección de algunos planos nos transmite su antipatía; pensemos en el plano eterno que se roba la sonrisa impostada de “el mejor periodista de Latinoamérica” que más tarde se enoja con el director y corta una entrevista; o en el plano de una señora taconeando en el barro en la entrada de unos premios que se entregan en un tenedor libre. Porque Los Ganadores es sobre las premiaciones de los márgenes; pero no esos márgenes románticos de un underground idealizado (como podría pasar con Buscando a Reynols), sino sobre aquellos que bordean una industria mediática que los ignora pero a la cual admiran. Claro que también se podría hacer un documental sobre lo decadente y bizarro de las premiaciones más populares, pero Frenkel es un curioso, y nos adentra en un submundo que lo sorprende y que, creemos, nadie había retratado. Comunidad de premiadores y premiados que conoció gracias al protagonista de Amateur, Jorge Mario, aquel personaje pura pasión y todo terreno, director -entre mil cosas más- del western criollo en Súper 8 Winchester Martín. Por un lado, el director logra captar muy bien lo decadente de la cotidianidad (y seguramente podría hacerlo a partir de casi cualquier realidad), y, por otro, demuestra un ojo experto en retratar al aparato; el aparato como aquel que tiene un comportamiento con un registro diferente. Y asimismo sabe manejar bien sus habilidades sociales, su apariencia y demás características que lo emparentan mejor con el statu quo y con la aparente normalidad de la sociedad. En su crudo retrato de lo que está corrido del registro regular, se podría percibir una burla; y, tal vez, sea la primera película de Frenkel en que la haya, sobre todo por la falta de cariño que se percibe y de la que hablábamos al comienzo del texto. De todos modos, esa falta de cariño no parece aplicar al objeto del documental ni a todos sus protagonistas (de hecho, uno de los ganadores es Jorge Mario) sino, sobre todo, al personaje principal, un mercachifle de los premios que organiza una premiación en la que el que paga, gana. Estamos seguramente ante la película más antipática de Frenkel, algo no necesariamente negativo, así como ante una muy buena comedia narrada desde esas decisiones formales un poco desprolijas y despojadas de solemnidad que suele emplear. Elecciones estéticas que dejan al descubierto ciertas costuras y que son fundamentales para transmitir la sensación de verdad del submundo de turno.
El realizador de este documental, Néstor Frenkel, había hecho anteriormente otro film sobre una persona que coleccionaba diferentes clases de objetos, entre ellos, premios, como ser trofeos, medallas, plaquetas, etc., todas distinciones no conocidas para el público masivo, pero que a él le llamó mucho la atención. Eso que había visto en la casa del entrevistado le quedó dando vueltas en la cabeza, hasta que se decidió a hurgar en ese mundo desconocido, del que tienen noción de su existencia, los que pertenecen a esa comunidad. Lejos de la fama y de los famosos, lejos de las tapas de revistas y los diarios, donde no hay alfombra roja para los invitados, los canales de televisión no cubren el evento y la entrega de premios. Se desarrolla en lugares como un parador de una ruta, una sociedad de fomentos o un club de barrio, hay otro mundo para los marginados de las grandes luminarias, que están orgullosos con sus trabajos de comunicación, que pueden ser de radio, televisión, medios gráficos, páginas web, etc., que pertenecen al conurbano bonaerense, a pueblos de Buenos Aires, o de otras provincias, y que lo hacen con tanto amor y dedicación como las “figuras”, y que están aglutinados en esta sociedad que de vez en cuando organiza una entrega de premios a la que acuden prácticamente los mismos invitados. Para ellos, la entrega de premios tiene un valor emocional, es un mimo a sus almas, un reconocimiento a su labor que cada tanto viene bien ser distinguida. De algún modo, es casi, casi, bizarro, sería como el lado B de la fama y el glamour, donde todo se hace a pulmón, pero los concurrentes van muy ilusionados con poder recibir un premio y vivir su instante de gloria. Lástima que el realizador se quedó en la comodidad de entrevistar y acompañar el trabajo y el derrotero de una pareja de personajes que tienen un programa de tango en una radio y un canal de televisión local, que, a la vez, ellos mismos crearon una premiación anual, lo que permitió conocer la intimidad de la preparación, los problemas y la entrega de las distinciones, pero que no continuó con la investigación del origen ni el porqué de otros galardones que se otorgan en el país, para poder hacer una comparación, y no quedarnos con una sola campana de esta historia.
Los ganadores es la continuación de ese homenaje al cine no profesional, que fue Amateur, documental que narra una sensible y creativa historia del Super 8, desde las videografías de tradición familiar. Y cuyo objetivo era también contarnos la historia de Jorge Mario, un odontólogo entrerriano, y polifacético artista, que hace 40 años había realizado un western, y estaba dispuesto a realizar su remake. Esta vez Frenkel quiere contarnos la historia de un premio. Y para hacerlo parte de la curiosidad que le genera comprobar que existen decenas de premios, y por lo tanto centenares de premiados, casi todos del interior de la provincia de Buenos Aires y del interior del país. Los Ganadores es en algún sentido un film discretamente desopilante, que genera risa, porque existen ciertos supuestos que giran alrededor de cómo nos vestimos, qué comemos, cómo nos comunicamos, cómo y por qué recibimos un premio, cómo es que llegamos a obtenerlo, de qué manera juega nuestro ego, que tan visible es, cómo le comunicamos al otro esa alegría, cómo la compartimos, y … así siguiendo. Esta es la razón que generó en mí la asociación con el film francés El gusto de los otros de Agnes Jaoui y Jean Pierre Bacri, (2000) donde también hay más de una decena de historias que contribuyen a que veamos cómo se cristalizan las pautas culturales de una sociedad, -donde saber, deseo y poder se asocian- y hacen espejo con todos los prejuicios y presupuestos, que nos preceden. Y esos resultan luego los códigos que nos manejan, aunque no todos sean aquellos con los cuales nos manejamos. Y todo esto que parece algo así como un juego de palabras es lo que hizo que muchos espectadores se preguntasen: si su director tenía una opinión formada al respecto. Cuando fue en todo caso algo que lo había impactado emocionalmente, al asistir a la entrega de un premio que iba a recibir Jorge Mario, y donde vio que allí había una película. Sí estos realizadores (Los Ganadores) eran conscientes de que los otros los percibían con algo más que irónico? Cuando hubo un acuerdo previo, donde a ellos seguramente no les importe esto. Porque por una parte, esta no fue la mirada de su director. Aunque sí piense que la mirada irónica puede resultar resbalosa, y la mirada resbalosa puede ser irónica. Y que justamente sea ese juego el que le interesa, el de la incomodidad. Y porque no encuentra demasiada diferencia con otras galas…. y porque ellos en todo caso se sienten felices con este logro, y así lo comparten. Porque todos somos ganadores en algún sentido. Y de esto puede hacerse un estudio antropológico, que se leerá en dependencia del lugar en el cual nos paramos como espectadores. Y también esta el fraude y la estafa que los premios fuesen comprados, que es lo primero con que su director se encontró. Aunque después se fue conectando desde otro lugar con sus personajes – reales-. Seguramente este documental moverá a la reflexión: las historias que se cuentan son historias que no especulan con las emociones, ni tampoco son grandilocuentes, son simplemente historias de personas que hacen cosas a veces muy particulares, por momentos increíbles, y allí reside gran parte de lo desopilante. Pero lo más importante es que son historias de personas. Y dentro de lo humano hay también mucho de ternura, de gente que se conecta, que la pasa bien, y que encima se emociona. Y que puede ser más importante, que exista algo que logre emocionarnos. Y porque eso es también el cine, sino no lo es. Y porque…sabemos, el mundo no es ni más feo, ni más bello, sino sencillamente lo que es, y hay que apreciarlo por lo que es.
Los trabajos de Néstor Frenkel son documentales únicos. Exploran aspectos delicados y poco visibles de algunas actividades que parecen pasar desapercibidas a la gran mayoría. Frenkel muestra su percepción sagaz para adentrarse en el mundo de las entregas de premios con su humor habitual y nos vuelve espectadores de un universo particular, el del momento de la premiación y el triunfo, en escenas cotidianas y lejos de las grandes luces. Aquí acompañaremos a varios ganadores y estaremos presentes en las galas en que son reconocidos. Cenas elegantes (y no tanto), micrófonos, escenarios y locutores. Palabras leídas, a veces espontáneas, escuchadas o no, y aplausos forzados, entusiastas o casi inexistentes. Es importante el reconocimiento? Que negocio se instala para aprovechar esa necesidad? Cuánta energía hay puesta en ese evento? Qué se dispara en cada uno de los premiados? Muchas preguntas que surgen del desfile de material que Frenkel propone. Algunas serán contestadas, pero quizás la cuestión no sea mas que establecer ese encuadre para curiosear y adentrarse en la emoción de cada festejo. Con tintes de abordaje sociológico (aunque sea un documental de observación, duro y puro), "Los ganadores" es una buena muestra de lo divertido que puede ser mirar relajados y expectantes reuniones sociales en las que algo, se juega. Una nueva propuesta a descubrir,sin dudas. Aprobada.