Al mejor estilo de la saga Prime Suspect, nos mantiene en vilo hasta el final, aunque algunos quizás adivinen como se resuelve la historia, pero no creo que lo haga la mayoría. Además es...
La trilogía literaria Millennium ha vendido millones y millones de ejemplares en todo el mundo, su autor Stieg Larsson, periodista devenido en escritor, murió antes de ver como su obra se convertía en auténtico best seller. Soren Staermose, un productor, que imagino, ávido de aumentar su cuenta bancaria, contrata al director Niels Arden Polev para que lleve a la pantalla grande, la primera parte de estos tres libros que han cosechado tanto fanáticos alrededor del planeta. Los Hombres que NO Amaban a las Mujeres es el producto cinematográfico que inaugura la mega-exitosa trilogía sueca, se trata de un thriller psicológico con altos contenidos dramáticos, policiales y muchos giros en la historia que por momentos se transforma en un perturbador rompecabezas. Debo ser sincero y admito que no he leído el libro, con lo cual es una ventaja, porque me encuentro con ante una narrativa nueva, libre de prejuicios, pero una desventaja a la hora de analizar la calidad de la adaptación respecto a la obra original. Mikael Blomkvist es un periodista que ha denunciado a una multinacional por sus negociados ilegales, pero el poder económico se encargó de borrar cualquier tipo de prueba y es condenado a prisión por investigación falsa. Todos los pasos de Blomkvist, son seguidos por Lisbeth, experta hacker informática, un tanto border, con rasgos antisociales y un pasado que la condena, por lo cual está a su cargo un tutor, ya que ella se encuentra inhabilitada para administrar de sus propios bienes. Un integrante del clan Vanger, contrata a Blomkvist para que investigue la desaparición de su sobrina, hace ya 40 años, debido a que la justicia no ha hecho nada, confía en las habilidades de este incorruptible periodista investigador. Mientras Mikael avanza en la enredada investigación, Lisbeth no lo pierde de vista y comienza una averiguación paralela, hasta que inevitablemente se crucen en la reconstrucción del entramado siniestro que oculta esta familia. Lo más interesante del film es la primera hora, cuando se van presentando los personajes, donde adquiere un alto monto de intensidad e incertidumbre, en especial, el modo en que se va relatando la vida de Lisbeth, joven oscura y enigmática, aunque un tanto estereotipada, interpretada de manera muy lograda por Noomi Rapace. Las escenas en la cual es violada por su tutor y la posterior revancha son los puntos más elevados del metraje, su magnitud es tal que uno no deja de sentirse incómodo pero atraído a la vez por lo que está presenciando. Luego decae un poco, se hace largo, dura casi dos horas y media, aunque hay que tener en cuenta que el libro consta de unas 600 páginas. Aparecen innumerables pistas que sólo pueden resolverse en una ficción en la que el azar tiene que estar del lado de los heroicos protagonistas. Los malos terminan siendo muy malos y a los buenos no les queda otra que enfrentarse a la “Legión del Mal”, compuesta por una variada constelación de personajes perversos, donde desfilan violaciones, incesto, sadomasoquismo, misoginia y antisemitismo. La estética del film, no parece ser una película oriunda de la tierra de Bergman, excepto por los paisajes geográficos con su eterna nieve escandinava y el idioma. Se resaltan mucho los primeros planos y abundan las imágenes de escenarios naturales. Tanto la edición, como la fotografía y la música por momentos resultan muy televisivas, también hay un par de actuaciones un tanto obvias y mediocres. En síntesis, un film por momentos entretenido pero que puede acotarse a los amantes del género; a los fanáticos de la novela que quieran conocerles las caras a esos personajes que imaginaron, con lo decepcionante que esto pueda llegar a ser; o para ver en dvd, algún domingo a la tarde, ese tipo de películas donde hay que encontrar al asesino y todos son sospechosos, incluida la víctima.
Twin Peaks en la gélida Suecia Esta primera entrega de la trilogía basada en la exitosa saga literaria de Millennium escrita por el fallecido Stieg Larsson (1954-2004), que vendió más de 15 millones de ejemplares en todo el mundo (luego vendrán las transposiciones de La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire), es un atrapante -aunque no demasiado original- thriller que tiene una estructura propia de las novelas de Agatha Christie, aunque -claro- con mucha mayor perversión (casi al borde del trash) y personajes modernos que la hacen sintonizar con las exigencias del público actual. Los protagonistas absolutos del relato son Mikael Blomkvist (Michael Nyqvist), un periodista maduro, idealista y divorciado que trabaja para una revista de izquierda y es sentenciado a una condena de tres meses por cuestionar (calumniar) en sus investigaciones a un influyente financista, y Lisbeth Salander (Noomi Rapace), una joven punk, hacker, bisexual y rebelde que también sufre el acoso de la Justicia. Ambos -más allá de sus muy diversos problemas- unirán fuerza para investigar la misteriosa desaparición, ocurrida 40 años atrás, de una adolescente ligada a un poderoso grupo de industriales (el anciano patriarca de la familia es quien los contrata). Más allá de la apuntada similitud con la literatura de Agatha Christie, también se podrían establecer vinculaciones con el cine de David Lynch, muy especialmente con ese escabroso universo de pueblo chico-infierno grande plagado de oscuros secretos de Twin Peaks. Claro que aquí no hay tanto vuelo artístico ni apuestas surrealistas sino una necesidad casi compulsiva de impactar al espectador con perversiones sexuales que se esconden tras la supuestamente impoluta imagen de la sociedad sueca (las apariencias, por supuesto, engañan). Más allá de los golpes de efecto, de cierto amarillismo demasiado obvio y de su excesiva duración -quizás por exigencias de no "traicionar" al libro original-, Los hombres que no amaban a las mujeres se sigue con bastante interés, especialmente cuando ambos protagonistas establecen una extraña relación profesional (y afectiva). No tengo idea respecto de cuán popular son aquí las novelas póstumas de Larsson (más allá de figurar en los rankings de venta de los suplementos literarios) y si eso es suficiente como para generar un éxito comercial en las salas argentinas, pero Los hombres... no deja de ser un digno producto con ciertos excesos, estereotipos y manipulaciones, pero también con múltiples atractivos.
Hombres necios que acusáis… La transposición de la primera entrega de la saga Millenium (fenómeno editorial a escala mundial) funciona como un noble entretenimiento, sobre todo cuando adscribe al más férreo clasicismo cinematográfico. Conocida en todo el mundo no como uno sino como tres best-sellers, esta entrega llevaba inscripta en su éxito la inmediata versión en pantalla grande. Tanto en una variante como en la otra, su autor, Stieg Larsson, no disfrutará del suceso, puesto que murió poco antes de la publicación del primer libro. Los hombres que no amaban a las mujeres (Män som hatar kvinnor, 2009) es un clásico thriller que –como a la vieja usanza- mixtura un drama familiar con hechos de connotaciones políticas. A tono con un relato de la Agatha Cristhie más hermética, la trama del film se centra en la investigación que emprende el periodista Mikael Blomkvis (Michael Nyqvist), convocado por un anciano millonario. Recientemente condenado por calumnias e injurias, el hombre pondrá toda su capacidad deductiva para resolver el posible asesinato de su sobrina, desaparecida cuarenta años atrás. Al poco tiempo, de una forma que no develaremos, una joven y enigmática hacker llamada Lisbeth (sólida labor de Noomi Rapace) se sumará en la búsqueda de la verdad, involucrándose sentimentalmente con Blomkvis. Si bien la vinculación de ese drama familiar tiene una conexión maniqueísta con el apartado social, la película posee el timming necesario para que a medida que avance la investigación el espectador no pierda su interés. A excepción del mayordomo resentido, aquí hay al menos un vínculo paternal ambiguo, una prueba material que esconde sorpresas, un árbol genealógico lleno de secretos, motivaciones pasionales y también económicas. Y como “plus”, un romance entre el periodista y la outsider Lisbeth, el personaje más interesante y mejor diagramado de la historia. Pese a estar ligado con la sub-trama más efectista del film (una relación entre la joven y su tutor perversa y bastante endeble ideológicamente), los matices que componen la personalidad de la peculiar hacker le dan una entidad clave en el desarrollo del relato, que por lo visto tendrá su continuidad en la segunda parte. Correcta en sus rubros técnicos, la película hace uso y abuso de una banda sonora altisonante pero efectiva, que en algunos momentos realza a la imagen pero en otros le roba protagonismo. No hay que dejar de reconocerle al realizador Niel Arden Oplev un par de secuencias de persecución en donde la relación entre el campo y el fuera de campo genera suspenso del mejor. Drama social embestido de thriller, finalmente Los hombres que no amaban a las mujeres es un film de mirada bien contemporánea, crítico con una sociedad del Primer Mundo como lo es Suecia, en donde aquello que parece bienestar y modernidad puede encubrir vestigios de males como el nazismo y el capitalismo en su vertiente más feroz.
Suspenso sueco Los hombres que no amaban a las mujeres es una extraña mezcla de novela de protesta, perversión, romanticismo moderno y género negro. Ingredientes que unidos han dejado una muy comercial y entretenida película. Esta es la primera parte de la trilogía de novelas Millennium, escrita por Stieg Larsson, y que ha vendido más de diez millones de ejemplares en todo el mundo. Por desgracia, Larsson no vivió para ver el fenómeno en que se han convertido sus obras y murió repentinamente en 2004 poco después de entregar los manuscritos a su editor sueco. La película en Europa recaudó más de 100 millones de dólares y fue vista por siete millones y medio de personas. En esta entrega la historia se basa en el esclarecimiento de un confuso caso de hace casi cuarenta años, en el que una joven llamada Harriet Vanger, de una muy poderosa y adinerada familia, desaparece. Su tío la cree muerta y sabe que alguien del clan está implicado. Para resolver este hecho contrata a Mikael Blomkvist (Michael Nyqvist), un periodista con serios problemas legales. Al que luego se le suma una atormentada joven hacker llamada Lisbeth Salander (Noomi Rapace). Con este argumento y una visual muy de serie televisiva, la cinta va logrando captar la atención en la historia, al mejor estilo de las novelas suspenso de Hadley Chase o Agatha Christie, con el agregado, obviamente, de las nuevas tecnologías de búsqueda de información para resolver el caso. El director Niels Arden Oplev, más acostumbrado a las series que a los films, olvidó el reloj e hizo correr la cinta. Pero los 150 minutos que dura la proyección son muy llevaderos y dejó todo bien preparado para su continuación. (La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire).
Lo primero que debo reconocer es que suelo ser prejuicioso respecto de los best sellers, e incluso admito que este sentimiento se potencia cuando la intención es ver una película basada en un éxito de ventas literario. Sin embargo, Los hombres que no amaban a las mujeres generó en mi la agridulce sensación de haber visto algo bueno que seguramente hubiera disfrutado mucho más en su versión textual. Se trata de un atrapante policial, en donde no faltan todos los condimentos que uno está acostumbrado a requerirle a este género en largometrajes (creo que esto tiene que ver con que nos hemos malacostumbrado a hollywood), pero además tiene una cuota de sadismo y oscuridad -que yo le adjudicaría a su origen europeo-, lo que la hace todavía más interesante. Vamos a la historia: ambientada en Suecia, el reconocido periodista de investigación Mikael Blomkvist -Michael Nyqvist- pierde un juicio por calumnias ante un poderoso empresario, lo que lo obliga a abandonar su trabajo en la revista Millenium. Sin embargo, y gracias a su fama de gran rastreador de datos y pistas sueltas, el millonario Henrik Vanger lo contrata para un trabajo personal. Este hombre lo que quiere es averiguar qué ha sucedido con su sobrina, desaparecida hace unos 40 años, pero que sigue enviándole señales de que está viva. Vanger sospecha de alguien de su familia, un numeroso clan que vive desperdigado en diversas mansiones en una isla sueca. Paralelamente está la historia de Lisbeth Salander -Noomi Rapace-, una hacker adolescente que trabaja en una empresa de espionaje por encargo que uno de sus trabajos ha tenido que espiar a Mikael. Esto en cuanto a su ámbito profesional, porque en el personal Lisbeth tiene una vida muy dura: está tutelada por obligación judicial, tras haber realizado acciones violentas en el pasado. Y su tutor es un sádico que la obliga a realizar sexo con él para conseguir el dinero que le corresponde. Sin embargo, logra deshacerse de él, y finalmente conecta con el caso de Mikael. Así, los dos se embarcan en el misterio de los Vanger, que obviamente será mucho más complejo de lo que uno creería en el principio. Sinceramente, la película logra mantener la atención del espectador en todo momento. El manejo de la tensión está muy bien llevado, y las casi dos horas y media de duración ni se sienten. Insisto: pocas veces me había pasado eso de lamentar no haber leído la novela. Aquí hago un parate, y perdonen la extensión del texto, pero es necesario un breve repaso al responsable de la novela. La película está basada en el primer libro de la trilogía “Millenium“, escrita por el sueco Stieg Larsson. Los libros se convirtieron en un fenómeno editorial que superaron los 15 millones de ejemplares vendidos, logrando fanáticos alrededor del planeta… y sin embargo el escritor no vivió para ver su éxito. Larsson tuvo una vida más que agitada, trabajó como periodista, investigó a los grupos neonazis en su país, militó en el troskismo y murió de un ataque al corazón a los 50 años, poco después de entregarle a un editor el final de la trilogía pero antes de que el primero de los libros fuese publicado. No conoció el éxito, y también por eso su figura se acrecentó. Pero volvamos a la película. No crean que se van a encontrar con la versión sueca de El Código Da Vinci: el nivel es muy superior, tanto desde las actuaciones (aunque lo lamente por los geniales Hanks, Reno y Tatou) como en lo respectivo al guión. En definitiva, Los hombres que no amaban a las mujeres es una gran opción para un policial con contenido y moderno.
Algo huele mal en una isla de Suecia Fiel adaptación del best seller al cine. Las expectativas con respecto a la primera novela de Stieg Larsson adaptada al cine eran enormes. El best seller que sigue al periodista Mikael Blomkvist y la hacker punk Lisbeth Salander -y que continuará en dos entregas más, ya filmadas sobre sendas novelas del autor sueco fallecido- tuvo una traslación exitosa. Allí donde Larsson era explícito en cuanto a vejaciones y ultraje, la película de Niels Arden Oplev no se queda atrás. Toda adaptación es compleja, como también le sucedió a Peter Jackson en Desde mi cielo, otro estreno de esta semana, pero está claro que si se apropia de un tema más que de una trama, el resultado puede ser satisfactorio. Siendo adolescente, Harriet desapareció en un carnaval. El hecho fue hace cuatro décadas, pero su acaudalado tío no pudo resolver el misterio. Allí entra en juego Mikael, que está lamiendo sus heridas tras ser desprestigiado por investigar un hecho de corrupción. Alejado de la revista Millennium en la que trabajaba, es contactado por el millonario para investigar la supuesta muerte y hallar al asesino. Larsson reparte en la novela el protagonismo entre Mickael y Lisbeth, que lo ayuda en la pesquisa, teniendo ambos mucho que refunfuñar en sus pasados. En pantalla, Oplev se entretiene -y bien- en cómo Lisbeth debe sobrellevar el acoso de su tutor legal, que administra sus bienes luego de que haya salido de prisión, por algún hecho delictivo que ya se sabrá. Siendo Los hombres que no amaban a las mujeres la primera parte de la trilogía de Millennium, hasta es bienvenido y necesario contar el background de los protagonistas. El suspenso, pese o contando a favor todos los enrevesados de la trama, con tantos personajes y sospechosos, no da respiro en ninguno de los 151 minutos que dura la película. La utilización de los ambientes naturales -la acción transcurre en una isla, no tan siniestra como la de la película de Scorsese por venir, pero hasta ahí nomás- y la puntillosidad en los detalles y las líneas que se van abriendo no hacen más que sumar atractivos. Los distintos finales que simula tener el filme -a diferencia de quien lee un libro, que sabe cuándo termina porque le faltan páginas por leer- sí parecen apurados, resueltos a las corridas. Pero allí donde Noomi Rapace (Lisbeth) esté, no hay manera de quitar los ojos de la pantalla. Su personaje termina siendo el mejor delineado, empezando como un arquetipo más de la mujer abusada. Fuerte y polémico, es un filme para mantenerse atento y atado a la butaca.
La otra cara de un best-seller Los suecos le ganaron de mano a Hollywood, con el traslado al cine de la taquillera “trilogía Millenium”, saga escrita por el fallecido Stieg Larsson. La primera parte atraviesa con suerte dispar distintas variantes del policial, incluyendo ingredientes de tinte político. Desde hace un tiempo se ha constituido, en todas partes del mundo –Buenos Aires incluida, desde ya–, un culto semisecreto. Identifica a sus profesantes la ávida, fanática lectura de una Biblia que se presenta en tres imponentes volúmenes, de tapas negras y títulos largos. Se trata de la llamada “trilogía Millenium”, saga policial-social escrita por el ya fallecido Stieg Larsson e integrada por Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire. Lleno de fe o de olfato marketinero, el proyecto original de este ex periodista y novelista sueco aspiraba a reunir nada menos que diez tomos, todos orillando las 600 o 700 páginas. La muerte se interpuso, pero Larsson no deliraba: Millenium es uno de los más fenomenales éxitos de venta de los últimos años. A la hora de pasarla al cine, los suecos le ganaron de mano a Hollywood y la filmaron al estilo El señor de los anillos: las tres al mismo tiempo. Estrenadas con considerable éxito en Europa, ahora llega hasta aquí Los hombres que no amaban a las mujeres, única rodada por el danés Niels Arden Oplev, que no quiso hacerse cargo de las otras dos. Aunque Millenium suene a discoteca o jueguito de compu, así se llama, en la ficción, la revista donde trabaja el protagonista, Mikael Blomkvist (Michael Nyqvist). Tras meterse con un tortuoso megagrupo económico, Blomkvist se ganó una condena de prisión por calumnias. Antes de cumplirla, otro poderoso, miembro de un clan tradicional –algunos de cuyos miembros fueron en su momento nazis de rompe y raja–, lo convoca para hallar a la hija, desaparecida desde hace nada menos que 40 años. Mientras tanto otra trama discurre en paralelo, protagonizada por Lisbeth Salander (Noomi Rapace), que parece la heroína de un comic dark. Lisbeth tiene veintipico, está llena de piercings y tatuajes, es hacker y su look combina lo dark y lo punk. Dura, lacónica, perspicaz y con un historial familiar más que complicado, la chica tiene el infrecuente oficio de investigadora privada. No es difícil adivinar que terminará uniéndose a Blomkvist, en la investigación del enigma planteado por el podrido clan Vanger. No es fácil comprender las razones del culto, viendo Los hombres que no amaban a las mujeres. Nutrido plato de la cocina posmoderna, sobre un fondo de cocción integrado por distintas variantes del policial (el noir, el whodunit à la Agatha Christie, la película de asesino serial en general, El silencio de los inocentes en particular), Los hombres que no amaban... dora una agenda política (el poder de las grandes corporaciones, las secuelas del nazismo, la pervivencia de una ética de izquierda clásica, representada por Blomkvist) y las sella en política sexual. El tema del abuso a las mujeres atraviesa toda la historia y produce una serie de ecos, transferencias y reflejos entre distintos personajes, el primero de los cuales no es otro que Lisbeth. En estos casos la eficacia depende de dos cosas. Una es la mano del cocinero o director. Formado en la televisión danesa, Niels Arden Oplev no exhibe más que una burocrática eficacia. El otro asunto definitorio es la forma en que se dosifican y combinan los ingredientes. A gusto del cronista, el costado Agatha Christie, con su trillado desfile de sospechosos, le quita interés a esta primera entrega. Pero ya en las novelas de la vieja dama inglesa, Hércules Poirot solía tener más color que el gastado mecanismo que lo contenía, y algo parecido sucede aquí. No con Blomkvist, demasiado ético (y épico) para tener verdadero relieve dramático, pero sí con Lisbeth Salander. Que tal vez sea (fans de los libros así lo confirman) la gran creación de Larsson. Tan capaz de quemarse las pestañas hackeando datos imposibles como de tomarse brutal venganza de sus abusadores –venganza que a algunos les parecerá reprobable y a otros comprensible–, cada vez que la chica interviene, la película crece. En la misma medida decae durante los largos tramos (dura 2 horas 20’) en los que Blomkvist se pregunta si el culpable de la desaparición o muerte de Harriet Vanger será uno u otro miembro de su familia. Dicen los connaisseurs que, tal como sus títulos hacen sospechar, el protagonismo de Lisbeth es más acusado en las dos entregas siguientes. En meses más se sabrá si eso realza sus respectivas versiones cinematográficas.
La violencia negada La saga "Millenium" consta de tres libros que lideran desde hace tiempo los rankings de ventas y ha sido leída por millones de personas en el mundo. Su autor, el sueco Stieg Larsson, falleció de un infarto luego subir diez pisos por escalera y no llegó a conocer el éxito de su obra presentada en tres partes: "Los Hombres que no Amaban a las Mujeres", "La Chica que Soñaba con una Cerilla y un Bidón de Gasolina" y "La Reina en el Palacio de las Corrientes de Aire". La adaptaciones cinematográficas de obras literarias tan populares siempre representan un desafío difícil de superar y el público, invariablemente, se divide en dos: los que leyeron el libro y los que no. Obviamente la expectativa de cada espectador es diferente. Los que leyeron la obra tienen en su cabeza a los personajes que imaginaron de acuerdo a lo descripto por el autor, se trata entonces de una creación única de los carácteres y situaciones; por el otro lado sólo cabe la expectación por ver una película, sin pre-concepto alguno. Para ambos públicos vale esta crítica basada en lo que se ve en pantalla, puesto que se trata de otra obra, nacida a partir de una anterior, pero el cine es un concepto en sí mismo y tiene su propio lenguaje. Por eso no es comparable el carácter del protagonista en el contexto del libro que el dado en el filme, afectado por el ambiente y las circunstancias re-creadas por el guionista y la visión del director. La historia trata sobre el periodista de investigación Mikael Blomkvist (Michael Nyqvist) que está condenado a pasar algunos meses en prisión por difamar a un poderoso empresario. Antes de cumplir su condena es contactado por un anciano millonario que desea saber el paradero de su sobrina desaparecida cuarenta años atrás. Al mismo tiempo, una hacker llamada Lisbeth Salander (Noomi Rapace) sigue los pasos del periodista por el ciberespacio y, como es obvio, acabará trabajando junto a él en la investigación. Sin embargo, hay algo más allá de la trama principal, subyace la propia historia de Lisbeth, plagada de abusos que está dispuesta a vengar. En su vida, como la de tantas otras chicas, se ha topado con hombres que no aman a las mujeres, sino que las desprecian visceralmente. La película que nos presenta el realizador danés Niels Arden Oplev es de sólida factura, alcanza a transmitir una sordidez lacerante, como el clima que impera en el lugar donde transcurre la acción. El tono del filme consigue captar el ambiente de un país, y porque no decir un continente, que oculta una violencia brutal detrás de la fachada de orden y prolijidad social asfixiante que detenta. Algunas escenas son de crudeza extrema y alto nivel interpretativo. Oplev juega al límite; ilustrativo mas no obsceno, tensa los climas y saca provecho de los buenos actores con los que cuenta. Es en el tramo final que pierde por un momento el ritmo, inserta una escena que rompe el clima e intenta aclarar lo que no es necesario. Ligero traspié que no invalida lo andado. Queda para los lectores del libro evaluar qué se aprovechó y qué no de lo escrito por Larsson. Los que vean el filme vírgenes de él podrán disfrutar de un thriller que es, sin dudas, muy diferente en su concepción al que planea producir proximamente la Sony Pictures. Por ahora no se pierdan esta versión y prepárense para las dos partes que siguen.
Eficaz traducción de un popular best seller Llega Los hombres que no amaban a las mujeres, la primera parte de Millennium, la trilogía del escritor sueco Stieg Larsson Tal vez fue un acierto confiar esta versión del primer libro de la serie de Stieg Larsson a un cineasta que en principio rechazó el compromiso porque ni siquiera lo había leído. Niel Arden Oplev actuó con cautela, buscó respetar en lo primordial y hasta donde le fue posible la estructura narrativa del original y puso el acento en el avance de la compleja trama policial y en la descripción de los personajes centrales más que en el examen del mundo cínico, misógino, condicioso e indiferente (síntesis de todos los males de la época, en Suecia y fuera de ella) que sirve como fondo de la historia. Con tal actitud y con un lenguaje no demasiado original pero bastante elegante, logró al menos que su film pueda ser disfrutado por quienes no conocen el original y que los fanáticos de Larsson lo acepten al menos como una ilustración, obviamente no muy completa y tal vez tampoco muy personal, pero eficaz. (Lo cual no evitará la clásica discusión al comparar libro y film). Se ha hablado y escrito tanto de Larsson y de la obra que dejó inconclusa al morir en 2004 que no cabe detallar el argumento. Hay un periodista insobornable, Mikael Blomkvist, cuyas tenaces pesquisas sobre corrupción lo han llevado a la cárcel por difamación; un veterano magnate que sabiendo de su integridad lo contrata para indagar en el turbio pasado de su poderosa familia (en especial la muerte de su sobrina predilecta) y entre los dos, un inesperado tercer personaje que es el gran hallazgo: Lisbeth Salander. Se trata de una rebelde joven punk llena de piercings, tatuajes y rencor y tan experta como hacker que parece habilitada para acceder a cualquier red y resolver cualquier enigma por muy cifrado que esté. Independiente, bisexual, también ella víctima del sistema pero capaz de defenderse por sí misma, tiene su sentido de la justicia. Es la socia ideal para Blomkvist y la presencia que domina el film en un papel tradicionalmente masculino (él queda algo descolorido, un poco porque su personaje ha sufrido modificaciones y otro poco por la mesura casi excesiva de Michael Nyqvist). La notable composición de Noomi Rapace es uno de los puntales del film y una complicación para Hollywood, que planea una remake: será difícil soslayarla. Menos thriller que whodunit a la manera de Agatha Christie, pero con dosis de sexo, violencia, crudeza y perversión, el film abusa un poco de las pistas falsas sobre el final y tal vez se prolonga más de la cuenta, pero atrapa la mayor parte del tiempo y ofrece suficientes atractivos.
Apostarle a una película que se llama “MILLENIUM 1: LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LAS MUJERES”, es ya de arranque una locura. Apostarle como productor, una demencia. Salvo, que claro, sepas que es un Best Seller, que podés y vas a hacer una trilogía y que tiene el ingrediente fundamental para ser un suceso: mujeres, asesinatos, sangre y el autor del libro, muerto. Durante las más de dos horas sentado en el cine tuve varias sensaciones encontradas pero hay una que resaltó sobre todas las demás: la furia absoluta. Notar a medida que avanza la película que el título es una enorme ironía, y que lo que vemos es a un montón de señores que no aman a las mujeres sino que las vejan en nuestras caras y en pantalla gigante, no nos hace más que convertirnos en fanáticos barrabravas de la dupla protagonista y pedirles, por lo menos, justicia. Tenemos: una chica cyberpunk extraña, bien definida, dura y sexy, como investigadora underground. Y a su lado, a un periodista de un diario (Millenium), que es acusado de mentir en un informe sobre un político y que luego de que su credibilidad cae (obviamente, en verdad es inocente y es todo una enorme trampa), es contratado por un misterioso hombre que le propone resolver el caso de su hija desaparecida hace decenas de años. El periodista, es EXACTAMENTE IGUAL A ROLANDO GRAÑA, lo cual hace que la película a veces sea graciosa: en muchas de sus apariciones, actúa como actuaría Rolando Graña, sin ninguna virtud actoral. Luego, la historia: es grato encontrarse con buenas vueltas de tuerca, con aquella añorada oscuridad de El Silencio de los Inocentes y con realismo del bueno en la resolución de los casos. Ahora: no le pidamos al director que filme bien una escena de acción. Parece salido de la Vieja Escuela de Brigada A, primera camada. En líneas generales, esta película sueca tiene todos pero todos los ingredientes para que la agarre un norteamericano y haga una innecesaria remake que será técnicamente “parodia”, dentro de muy poco tiempo. Y la iremos a ver de nuevo, claro está. Me relamo de sólo pensar el título que le pondrán: “Los Hombre Malos”, o algo así. Y aquí la titularán “La Venganza”, mientras en el más allá, Stiegg Larsson, el autor de los libros, se revolcará en su tumba y se preguntará porqué. En fin. Es algo digno de ver. Dinámico. Con buenos recursos de edición. Con la cara enorme de la víctima apareciendo siempre, en un zoom lento a la única foto que hay de ella, la víctima del caso a resolver. Y a medida que va develando y se acercan a una resolución (o no), esa misma foto, siempre ella, siempre igual, se ve… diferente aunque sea siempre la misma toma, la misma foto, la misma velocidad del zoom. Y ese es merito para el director. En un año, o antes, llegará a la Argentina “Millenium 2: La chicaba que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina”. Y estaremos ahora sí, ante, posiblemente, la película con el título más largo en la historia del cine. Pero a no preocuparse. Acá seguro, le ponen “La Venganza 2”.
No leí Los hombres que no amaban a las mujeres (ni ningún otro libro de Stieg Larsson), pero me animo a decir que la película Los hombres… es una simple y correcta ilustración en imágenes de lo que sucede en el libro. No es que Los hombres… esté mal, la verdad es que entretiene, varios de sus personajes son interesantes (sobre todo el de Lisbeth, verdadero núcleo de la película –y supongo, también del libro), la intriga está bien construida (con un desenlace que no por presentirse deja de tener algo de fuerza) y el film, en líneas generales, funciona. Pero hay cosas que todo el tiempo parecen reenviar al universo de la literatura, como el peso que se le confiere a algunas frases, la marcada apatía y falta de personalidad del personaje de Mikael (atributos que suelen aprovecharse mejor en una novela que en una película), el uso mecánico y muchas veces torpe de la música (el único rasgo netamente audiovisual, la música en off, está sobreexplotado y forzando los climas), la inclusión desprolija de escenas que solamente agregan información a destiempo sobre algún personaje (como la visita de Lisbeth a su madre, totalmente descolgada) o la tendencia a los primeros planos, que parecieran querer indagar únicamente en las caras y las impresiones de los personajes sin preocuparse demasiado por el espacio, los cuerpos y los lugares que se recorren. No estoy tratando (sería inútil, además) de agotar las posibilidades que tienen el cine y la literatura a la hora de cruzar relatos y lenguajes, pero sí señalo que hay un ineludible aire de “escritura” en la película Los hombres.., de respeto a un texto que ancla al film y lo encierra en un universo cinematográfico muy reducido donde no queda mucho lugar para nada que no sean planos cercanos, música estridente y líneas aparatosas. De hecho, es notable la capacidad del danés Niels Arden Oplev para eludir la descripción de los lugares que podrían sumarle a la película una atmósfera propia, como Estocolmo o el campo sueco. Todo lo que no sea narración, acción o tensión dramática, parece que no tiene cabida en Los hombres… La encarnación más evidente de esto es Lisbeth, que vive crispada y con la cara rígida, como si a cada instante la actriz Noomi Rapace se estuviera jugando la interpretación de su vida. La sordidez del mundo de Lisbeth es otra cosa que se desperdicia: no conocemos más que unos pocos ambientes por los que transita (por ejemplo, casi no se nos muestra su casa), y los pocos que se presentan suelen repetirse (como el sucucho de su hacker amigo o la oficina y el departamento de su tutor). De tomarse el tiempo necesario para retratar con más detalle la vida de Lisbeth, Oplev seguramente habría tenido en sus manos una película distinta, menos arraigada en su antecedente literario y más cinematográfica. A pesar de todo, las desventuras de Lisbeth son los únicos estallidos de la película y que rompen ocasionalmente con la monotonía general de la trama. Sin Lisbeth, con su pasado misterioso, su oscuridad y sus arranques punk a cuestas, Los hombres… no nos mantendría en la butaca ni cuarenta minutos. No es para despreciar que Oplev logre sostener el interés durante las dos horas y media de metraje, pero hay mucho de artilugio, de mecanismo de relojería, que hace que Los hombres… nunca despegue de la mera prolijidad narrativa. Es destacable que una película de una duración como la de Los hombres… entretenga y mantenga un buen ritmo la mayor parte del tiempo (aunque, por otra parte, es lo mínimo que se le puede pedir a una película de investigación), pero el automatismo y falta de riesgo que trasluce Oplev terminan por configurar un producto gris, mediocre, al que solamente le cabe, como elogio máximo, una vieja y remanida afirmación crítica (ya utilizada al comienzo de este texto) que suele aparecer cuando no hay mucho para rescatar de una película: efectivamente, puede decirse de Los hombres… que “funciona”.
Érase una película anclada por un libro Más de 700 páginas escritas por Stieg Larsson se condensan en este thriller policial de dos horas, con una dirección tan apegada al texto que debilita el peso del misterio. Pero aun a pesar de cierto automatismo, el personaje de Lisbeth Salander impresiona. Esto suele pasar en las adaptaciones al cine de libros tan famosos y tan largos (en este caso, casi 700 páginas): la bendita fidelidad a la obra original no permite a la historia adaptarse al formato. Como sucede con las Harry Potter, el thriller policial basado en el primero de los libros de Stieg Larsson es un film de más de dos horas en el que se comprimen los detalles de la historia (y hasta se descartan algunos, con lo que la citada fidelidad tampoco queda del todo cubierta), con lo cual la mayoría de sus problemas son de índole narrativa. El director Niels Arden Oplev (hombre de la TV sueca) no se despega de lo que dicta el libro y lo pone en escena, literalmente y sin demasiada imaginación: no existe un plano que cuente más que lo que verbalizan los actores. Quien no haya leído el libro se preguntará por qué se desvía tanto la trama de la protagonista, la famosa Lisbeth Salander (Noomi Rapace), o por qué se dilata tanto la resolución del misterio, cuyo esclarecimiento se hace cada vez más obvio conforme se retrasa el gran momento revelador. Es que los elementos que construyen la trama, en el libro, son demasiados como para sostener en suspenso la película. Aquí deben ordenarse personajes con demasiada suciedad encima: nazismo, racismo, corrupción, violación, violencia de género, incesto. La categorización de las piezas que conforman el misterio va dejando lugar al aburrimiento, tras una genuina intriga inicial, según se suman más y más detalles macabros a los sospechosos. La estructura es la del whodunit (el “quién lo hizo”), la búsqueda del asesino. Un periodista condenado a tres meses de cárcel por fraude es contratado por un viejo millonario, jefe de una enorme empresa familiar, para que encuentre a su sobrina, desaparecida hace cuarenta años, en el tiempo que tiene antes de cumplir su sentencia. Paralelamente, una chica con un pasado muy turbio, Lisbeth Salander, hackea la computadora del periodista para más tarde ayudarlo a resolver el caso. Es la investigación de la mujer desaparecida, Harriet Vanger, el hilo argumental que va desplegando las diferentes ramificaciones de la trama. Pero la narración cae en el automatismo y en ciertas subtramas mal resueltas, necesarias para la construcción de los personajes, no ya del misterio. Así, el pasado y la vida tortuosa del mejor personaje, la joven hacker, son cosas molestas en la película. Lo cual implica toda una ironía: lo que resulta un verdadero misterio (éste sí) es cómo, a pesar de su peso y a falta de economía narrativa, Los hombres que no amaban a las mujeres logra que ese personaje increíble por momentos aparezca.
Anodino pasaje al cine Transcribir una novela a la pantalla grande no es fácil, y es mucho más complicado cuando se trata de textos populares y de alto impacto como las tres novelas de la Trilogía Millennium del sueco Stieg Larsson: La reina en el palacio de las corrientes de aire (2007), La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (2006), y Los hombres que no amaban a las mujeres (2005). Es cierto que al terminar el tercero al lector le queda la sensación de que al bueno de Larsson le quedaba hilo en el carretel y que en la cuarta novela seguramente hubiéramos terminado de conocer todo lo que necesitábamos conocer de Lisbeth Salander, la detective, punk y bisexual de áspero pasado. Pero Larsson se murió por un infarto y su obra quedó en tres libros de alto impacto y muy gancheros. Con el éxito de librería que resultó ser la trilogía era obvio que debían pasar al cine y los suecos lo hicieron. Los hombres que no amaban a las mujeres - Millennium 1 es una película correcta que trata de ser fiel a la novela y esa es la peor decisión que podían tomar. Porque lo que en el libro son momentos de suspenso insoportable, en el film resultan pueriles y la profundidad de los caracteres de los protagonistas no llega a reflejarse. Un periodista de investigación famoso pierde un juicio por calumnias e injurias, el periodista se come el garrón de una sentencia en contra por culpa de una trampa tendida por un magnate. Mientras se apresta a cumplir la sentencia otro grupo poderoso contrata al investigador por una cuestión personal. El periodista se ve envuelto en una trama familiar de corrupción, racismo, incesto y durante la pesquisa aparece en el camino Lisbeth Salander, que es una hacker punk, con problemas de conducta, bisexual y con un pasado que en esta primera parte apenas se vislumbra. Repito, la primera parte de la saga es correcta pero anodina y rutinaria para quienes leyeron la novela, mientras que para los que no tienen idea de la existencia de la trilogía, será apenas una rareza sueca.
Aproximación a la violencia misógina El sueco Stieg Larsson (1954- 2004), autor de la llamada “trilogía Millennium”, trasladó gran parte de sus obsesiones a su escasa obra literaria. En una entrevista su viuda comentó que a los 14 años presenció impasible cómo sus amigos violaban a una chica. Cuando días después se acercó a la joven para disculparse por no haber hecho nada, ella lo rechazó y desde entonces el feminismo se convirtió en una de sus constantes ideológicas. Periodista y militante trotskista, en la década del 90 fue uno de los creadores de la “Fundación Expo”, dedicada al estudio de las tendencias sociales de extrema derecha, y director de la revista del mismo nombre. Sin apoyo los proyectos pronto fracasaron y por su cuenta comenzó a escribir varios libros de investigación sobre las conexiones entre los grupos nazis locales y el establishment político- financiero, convirtiéndose en un verdadero experto en el tema. Aunque le sobraban amenazas de muerte por parte de las huestes neo- fascistas, falleció a los 50 años de un infarto. Como la ley de su país le exigía dejar asentada su residencia, nunca pudo casarse con su pareja Eva Gabrielsson ya que hacerlo hubiese significado exponerla a posibles ataques. Su fama arribó póstuma a través de una serie de novelas que escribía durante las noches como diversión: la primera de ellas se conoce en castellano como Los hombres que no amaban a las mujeres, las siguientes son La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire. No pudo verlas transformadas en best sellers mundiales porque murió al poco tiempo de entregar el tercer episodio a un amigo editor. Ahora nos llega la versión cinematográfica del comienzo de esta exitosísima saga orientada al policial negro de cuño posmoderno. Los responsables de la adaptación varían según el caso: en esta oportunidad son los guionistas Rasmus Heisterberg y Nikolaj Arcel y el realizador Niels Arden Oplev, para los otros dos volúmenes fueron Jonas Frykberg y Daniel Alfredson respectivamente (los tres eslabones ya han sido estrenados en Suecia durante el 2009 con algunos meses de diferencia uno del otro). La historia de Los hombres que no amaban a las mujeres (Män som hatar kvinnor, 2009) está dividida en dos partes. En la primera se presenta en paralelo a los dos protagonistas principales, el reportero en crisis de la revista Millennium Mikael Blomkvist (Michael Nyqvist) y la joven dark e investigadora freelance Lisbeth Salander (Noomi Rapace). Él acaba de perder un juicio contra el todopoderoso industrial Hans-Erik Wennerström y ella sufre de abusos sexuales a manos de su nuevo tutor legal Nils Bjurman. Llegando la segunda mitad ambos se conocen y trabajan en conjunto para resolver el caso que Blomkvist se ve obligado a aceptar para garantizar el buen pasar de los suyos durante los seis meses de prisión que le esperan fruto de la sentencia. Precisamente Henrik Vanger (Sven-Bertil Taube), el anciano líder de un consorcio de empresas controladas por una oscura dinastía familiar, lo contrata para hallar al asesino de su sobrina Harriet (Ewa Fröling), desaparecida cuatro décadas atrás. La adolescente nunca más fue vista luego de una reunión en la isla propiedad del clan Vanger, una cofradía singular en la que cada miembro es sospechoso o por lo menos “partícipe necesario”... El film administra con sabiduría el suspenso a la vez que ofrece un desarrollo de personajes muy interesante, combinando rasgos sutiles con elementos manifiestos de una imprevista dureza existencial. Podemos afirmar que el eje está puesto tanto en la resolución del crimen como en la extraña relación que mantienen Blomkvist y Salander. En la construcción del maravilloso verosímil juegan un papel central las actuaciones del elenco y la sobriedad del guión, alejado por suerte de sermones ridículos y frases altisonantes. Los personajes atrapan desde el inicio y los hechos hablan por sí solos sin necesidad de mayores aclaraciones. Oplev impone un ritmo narrativo cargado de distendida frialdad, le da un tratamiento hardcore a algunos tópicos siempre candentes y no teme llevar el misterio ideado por Larsson hacia regiones bastante más densas que lo que suele ser habitual en el género. A fuerza de un estilo pulcro que se abre camino en un contexto de envilecimiento social, la película constituye una aproximación nada complaciente a la violencia misógina y los brotes racistas escandinavos.
Si bien este thriller de origen sueco no escapa a algunos lugares comunes del género eso no significa que no tenga ritmo y peso específico en una trama lo suficientemente sofisticada para atrapar la atención del espectador. Las reminiscencias al Twin Peaks de David Lynch son evidentes aunque sin el entramado simbólico que en este caso cambia por elementos trash matizado por una galería de personajes simples y oscuros donde el juego de las apariencias gana protagonismo a lo largo de la trama y en una segunda lectura apunta sus dardos más venenosos tras desnudar la hipocresía de una sociedad que parece liberal pero que en realidad es ultra reaccionaria. Habrá que esperar la segunda entrega de esta trilogía que ha sido un boom editorial en Europa...
El sexo débil Entretenido thriller con opiniones certeras sobre femicidio, violencia de género, prejuicios, machismo y un entramado que alía actualidad y un pasado nazi que parece latente. Cuando Millennium, la trilogía policial del malogrado Stieg Larsson, trepó a los primeros puestos de venta en las librerías, -al mejor estilo best sellers-, uno podía intuir el filón que el cine no iba a dejar perder. Y así fue. Corridos por los derechos (y el dinero q podría acarrear la venta de los mismos a sus herederos, más la pelea legal entre la familia y la esposa) ya se hicieron las tres películas correspondientes. Y lo bueno es que Hollywood no llegó a tiempo (aunque ya se anunció la remake). Y que la producción sea sueca suma al resultado final que de por sí es un entretenido y bien llevado thriller con opiniones certeras sobre femicidio, violencia de género, prejuicios, machismo y un entramado que alía actualidad y un pasado nazi que parece seguir latente. En Los hombres que no amaban a las mujeres, un periodista, Mikael Blomkvist, que ha perdido un juicio de difamación por sus notas contra un importante empresario (le han tendido una trampa vendiéndole “pescado podrido”) y una joven bastante freak, (punk, hacker y sumamente capaz en su rol de investigadora privada) se verán envueltos en la historia de una poderosa familia que cuenta en su haber muchos millones, una desaparecida y varios sucios secretitos. Como era de prever una adaptación de un libro de casi 700 páginas debe dejar afuera muchas cosas y aligerar personajes y situaciones para conseguir una película de una duración “normal”, y lo asombroso no sólo es que lo consigue sino que emparda en más de un sentido a su origen literario. Literatura que si bien no se agota en contar la trama policial a veces abusa de los detalles o la enumeración de cotidianeidades que recrean un mundo verosímil pero suman datos superfluos o extremadamente secundarios. La adaptación comprime, reduce el material manteniendo la trama central y potenciándola así mucho más. Y no traiciona la esencia de sus personajes ni el llamado de atención a una sociedad (la sueca, en particular, pero la mundial en general) masculina que ejerce la dominación a través de la violencia de género. Quizá la compresión del material coadyuva a que ciertos encuentros resolutivos parezcan más productos del azar del guión que de la concatenación de los hechos pero no se llega al nivel de, por ejemplo, El código Da Vinci y definitivamente estos personajes son humanos, demasiado humanos y eso es lo que provoca más interés. Lisbeth es una (anti)heroína que atrapa nuestra atención y se constituye rápidamente en un personaje inolvidable, magnético y misterioso, revirtiendo prejuicios y asumiendo riesgos personales que cuestionan arraigados pensamientos sobre la vida y el obrar humano.
Infierno escandinavo Es conocida la fórmula del thriller, y conocidas las bases sobre las cuales debe cimentarse el género para que una película atraiga al espectador, para que lo deje sin respiro intentando saber que diablos sucede. Si esa fórmula hace que su trama se torne derivativa o arroje demasiada información, o simplemente resulte confusa, la película se torna fallida o, en todo caso, en un ejercicio irregular que, sin abandonar algunas virtudes resulta poco clara o –lo peor que puede pasar en un thriller- es aburrida. Los hombres que no amaban a las mujeres de Niels Arden Oplev, basada en la conocida saga Milenio del fallecido Stieg Larsson, parece abrumada por el deseo de decir cosas, de dejar símbolos y abrir espacios para la reflexión pero falla en la superficie ya que, como thriller parece desarrollarse bajo una estructura tan primaria como la de películas como El código Da Vinci pero con un subtexto mucho más sofisticado y elaborado. Por supuesto, la comparación con la aberración de Ron Howard se remite únicamente a la estructura: el film de Oplev es convencional (por momentos demasiado) desde lo estético pero contiene una historia que el director sabe como contarla secuencia tras secuencia sin abrir baches groseros. Que los hay, los hay, pero esto es prácticamente como comparar el material original en el que se basan ambas películas. Nada tiene que hacer el bodrio de Dan Brown con el interesante texto que abre la trilogía Milenio. La introducción nos remite a dos arcos narrativos: el primero es la vida del periodista Mikael Blomkvist (Michael Nyqvist) y su condena tras ser acusado de calumnia por un empresario multimillonario, el segundo es el de la joven hacker Lisbeth Salander (Noomi Rapace), quién tuvo una vida colmada de abusos físicos y morales y está sujeta a un sistema perverso personificado en su tutor. Ambos personajes se encuentran en la trama central del film cuya estructura es la de un policial clásico, con pistas, sospechosos y un cierre “tranquilizador” (o eso pretende ser) en torno a una dinastía familiar que encierra terribles secretos – horribles, jodidos, todo lo que se les ocurra-. Luego la película se extiende un poco para darle más dinámica a los personajes, pero es un desenlace tan anticlimático que probablemente pase desapercibido. El problema central de la historia en su desarrollo es que la química entre nuestros protagonistas se limita a unos pocos momentos fragmentarios que se suceden, de una manera episódica, entre los momentos de mayor tensión en los que se van revelando las pistas de Harriet Vanger. En consecuencia la dupla protagónica queda sublimada a ser una herramienta mecánica del guión, sumergida en la trama de intrigas disparadas por las anotaciones de la joven. Esta punta del ovillo nos abre a una serie de eventos que se van desenvolviendo de manera esquemática y que se cierran en un sospechoso que, desafortunadamente, hacia el final aparece como una vaga caricatura. Lo que es peor, en la dinámica del film se aísla a Martin Vanger (Peter Haber) y se lo hace parecer fuera de una estructura familiar que posibilitaba que los crímenes ocurrieran. Con esto se pierde de vista a toda una dinastía que era igual de culpable, perdiendo con esto la fuerza del discurso contra el nazismo, la misoginia y las oscuras operaciones de los lobbys empresarios para que no se sepan las cosas que podrían “mancharlos”. Pero afortunadamente las cosas quedan dichas de una manera clara, el principal perjuicio es contra la estructura del thriller, no contra el contenido (muchas veces amparándose en elecciones de dirección un tanto mediocres, como algunos planos detalles sostenidos). El problema es que se cae en una tibieza que hace del relato algo efímero que dice cosas: utiliza estructuras de diálogo (abusos que se repiten marcando la familia de Lisbeth, ya que madre e hija dialogan, y lo mismo sucede en el caso de los Vanger), retórica (después de todo, hay cierta adjetivación en planos detalles) y algunas líneas que ocasionalmente fluyen para hablar sobre cuestiones referentes a cierto machismo y un nivel de corrupción que avala que eso continúe existiendo. No hay nada de malo en eso, pero se descuida el texto en función del subtexto, cosa que no sucede en el material original. En todo caso, un film interesante, un tanto extenso y con secuencias innecesarias pero que no pierde su mayor virtud: denunciar y medianamente cautivar sin decepcionar sobre su resultado final.
La trilogía “Millennium” del sueco Stieg Larsson está en las librerías y justo llega la película basada en la primera parte de esa novela. Un periodista es contratado para investigar la desaparición hace 40 años de una mujer. Con la colaboración de una joven outsider encara una pesquisa que lo lleva a sorprendentes conclusiones. Pero esto se trata de cine y no de literatura. Aquí cuenta el guión, la escenificación y los intérpretes. A primera vista se trata de un thriller con un asesino suelto, pero rápidamente impulsa un debate sobre las relaciones de la burguesía industrial sueca con el nazismo. Y hasta abusa de las escenas de violencia (sobre todo en el caso de una violación). Aunque su fuerte está en la ética de los personajes que deciden exponer sus vidas para dilucidar la intriga. Para ver.
Un periodista, sin laburo luego de ser acusado de calumnias e injurias, recibe un encargo muy curioso: resolver la desaparición de una adolescente millonaria ocurrida hace más de treinta años en la parte más alejada de Suecia. Para ayudarlo está una emo muy pilas, una hacker brillante y bastante degeneradita. El caso los va a enfrentar con una red de pedófilos neonazis muy brava. Basada en un best seller, que es una trilogía y que ya está editado en Argentina. Imperdible.
VideoComentario (ver link).
Así como las sagas de Harry Potter o Crepúsculo, la trilogía policiaca "Millennium", de Stieg Larsson, se ha convertido en un colosal best-seller internacional. El primero de sus libros, "Los hombres que no amaban a las mujeres" ya se ha llevado al cine y las otras dos partes no tardarán en llegar. La trama tiene un interesante planteo: en 1966, Harriet Vanger desapareció en la mansión del poderoso clan de los Vanger. Su cuerpo nunca fue hallado pero, cuatro décadas después, su tío está convencido de que fue asesinada y que el homicida es un miembro de su propia familia. Contrata a Mikael Blomkvist, periodista caído en desgracia que dirige una publicación, "Millennium", dedicada a destapar escándalos financieros. Por una serie de azares, Mikael conoce a una extraña, huraña y marginada hacker informática, Lisbeth Salander, que lo ayudará en la investigación del caso. A lo largo de su búsqueda logran unir la desaparición de Harriet con una serie de chocantes asesinatos cometidos hace cuarenta años, desentrañando una oscura y horrible historia familiar en el seno de los Vanger. El director de la adaptación ha sido Niels Arden Oplev, que ha partido del guión de Nikolaj Arcel y Rasmus Heisterberg. Noomi Rapace interpreta el papel de la enigmática Lisbeth, mientras Michael Nyqvist da vida al protagonista. Si bien el filme tiene un buen arranque y una interesante presentación del personaje protagonista femenino, además de una brillante dirección de fotografía, la poca agraciada presencia de Nyqvist (¡¡es demasiado notoria su cabellera teñida!!) y ciertos lugares comunes ya vistos en cientos de filmes con asesinos seriales, la hunden. Lamentablemente incluye la clásica escena del protagonista atrapado por el asesino que, a punto de matarlo, le explica, mediante un caricaturesco monólogo, los motivos de su accionar. Por suerte, todo termina bien, ¡¡¡así se puede continuar con Millenium 2 y 3!!!
Venturosa carta de presentación de un nuevo realizador escandinavo “Los hombres que no amaban a las mujeres” es la primera parte de la trilogía de novelas “Millennium”, escrita por Stieg Larsson, que ha vendido más de diez millones de ejemplares en todo el mundo. Por desgracia, Larsson no vivió para ver el fenómeno en que se ha convertido su obra pues murió repentinamente (a los 50 años, el 02 de septiembre de 2004), poco después de entregar los manuscritos a su editor sueco. La historia está centrada en la primera etapa de la saga, de complejo entramado, crudo y violento, formulando una severa crítica a una sociedad turbia, discriminatoria e insensible. Primero de noviembre, Henrik Vanger (Sven-Bertil Taube), cumple 82 años. Se encuentra abriendo ese regalo anónimo que recibe en cada cumpleaños desde hace ya casi cuatro décadas. Como cada año, el paquete, sin ninguna carta, contiene una flor prensada puesta sobre papel, enmarcada con un cristal y un marco sencillo de 29 x 16 cm., un marco que cualquiera podría hacerlo en su casa. La clase de flor varía en cada envío, pero siempre se trata de especies hermosas y, en general, relativamente rara. Esta vez es una flor blanca. Mikael Blomksist (Michael Nyqvist) es declarado culpable por calumnias, injurias y difamación siendo condeno a tres meses de prisión y al pago de 150 mil coronas de indemnización por daños y perjuicios al empresario Wennerström. La carrera periodística de Mikael es amplia y prestigiosa, habiendo publicado numerosos trabajos acompañados de sólida documentación. En el juicio, ni siquiera se defendió, algo que no cierra con su perfil. Es evidente que en “el caso Wennerström” le tendieron una trampa. Mikael junto a Erika Berger (Lena Endre) son los dueños de la revista “Millennium”, lo que da nombre a la trilogía escrita por Stieg Larsson, una revista comprometida con una sociedad.donde los integrantes no temen denunciar cualquier situación a riesgo de su propia vida La participación de Erika en la trilogía es importante. Gracias a ese personaje conocemos las características emocionales de dos personajes principales de la saga: Mikael Blomkvist y Lisbeth Salander (Noomi Raàce). Los guionistas y el realizador al relativizar el rol de Erika en la adaptación, le quita a dichos personajes de emociones que derivan en un final diferente al sustentado por el libro. El 22 de septiembre de 1966, día del niño, Harriet Vanger, sobrina de Henrik Vanger, desaparece. Al día de hoy su cuerpo no fue hallado. No se sabe nada, aunque se sospecha que fue asesinada. Henrik -propietario de las empresas Vanger, empresas libres de toda sospecha y que proveen a Suecia de elementos para el confort y bienestar social-, con sus 82 años de edad sabe que le queda poco de vida, por eso le pide a Mikael que lo ayude a resolver el misterio. Mikael está completamente seguro de que no logrará resolverlo, pero cede ante la presión de Henrik. Una de las condiciones que pone el empresario es que tiene que pasar el año en Hedestad, en la isla de Hedeby, salvo los tres meses en que debe cumplir la sentencia judicial. El periodista acepta la propuesta y comienza su investigación respecto de la desaparición de Harriet. En estas circunstancias conoce a Lisbeth Salander, (protagonista de la trilogía “Millennium”). Se trata de una mujer de 24 años, pero por su aspecto parece una adolescente. Pálida, casi anoréxica, aunque come mucho, pelo corto y piercings en la nariz y en las cejas., y en el cuello lleva tatuada una abeja de dos centímetros de largo y su espalda está casi cubierta por el tatuaje de un dragón. Una investigación que pondrá sus vidas en peligro y que mostrará las formas más crueles del maltrato y la violencia hacia la mujer. Lisbeth, después de ocurrido “todo lo malo” debe someterse a un tutor. “Todo lo malo” es uno de los ingredientes a descubrir a lo largo de la trilogía. Se le asigna un tutor a alguien que es declarado incapacitado legalmente. El punto es que, desde 1989, ya no existe el concepto de “incapacidad legal” para las personas adultas. Sin embargo, el gobierno sueco sigue aplicándolo hacia la persona de Lisbeth. Hay dos maneras de ejercer el tutelaje: con un tutor y con un administrador. Un tutor actúa de forma voluntaria prestando ayuda a personas que, por diferentes motivos, tienen problemas para apañárselas en su vida diaria, pagar las facturas o cuidar de su higiene personal. Por lo general, se designa como tutor a un familiar o a un conocido. Si tal persona no existiera, son las autoridades sociales las encargadas de designarlo. El tutor ejerce una forma leve de tutelaje en la cual, el principal afectado –la persona declarada incapacitada- controla sus bienes y en la que las decisiones se toman de mutuo acuerdo. La otra manera es aquella en la cual el administrador ejerce una forma de control más estricta, en la que el sujeto en cuestión es privado de su derecho a disponer de su dinero y de tomar decisiones en diferentes asuntos. En Suecia, hay más de cuatro mil personas con administradores. Las razones más frecuentes suelen ser una enfermedad psíquica manifiesta o una enfermedad psíquica combinada con graves abusos de alcohol o narcóticos. Una pequeña parte la componen individuos con demencia senil y un número llamativamente alto de personas jóvenes de 35 años o menores. Una de ellas es Lisbeth Salander. Privar a una persona del control de su propia vida –de su cuenta corriente- es una de las medidas más humillantes a las que puede recurrir una democracia. Lisbeth no sólo será humillada, sino, además, abusada por un tutor nuevo que le asignan: Nils Bjurman (Peter Andersson).Dicho abuso tendrá bastantes consecuencias que llegarán a su climax en “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” (Millennium 2), para tendrán un desenlace sorprendente en “La reina en el palacio de las corrientes de aire” (Millennium 3). Larsson no duda en mostrar una Suecia que no es la del cuento de hadas. Que, también, como en otros lugares del mundo, oprime a sus habitantes en nombre de la democracia. Una Suecia oscura y corrupta. Los guionistas Nicolaj Arcel y Rasmus Herderberg realizaron una muy buena adaptación, más allá de las diferencias narrativa que se puede observar en relación con la novela, las que no afecta la esencia del original Respeta sustancialmente el tema, la historia desarrollada y el objetivo que aflora en la obra literaria. Por su parte Niels Arden Oplev (dinamarqués de 49 años) encaró su quinto largometraje (el primero que se estrena en el circuito comercial de la Argentina) “como un drama mezclado con misterio” considerando a “Lisbeth una oscura rebelde y Blomqvist un perro guardián de izquierdas”. Se propuso “hacer una película con emociones fuertes, personajes fuertes y contravertidos, una historia intrigante Ese es mi sello, y es algo que ya estaba presente en los libros.” Además “quería que todas las pequeñas pistas y detalles del libro de Larsson estuvieron ahí, viejas fotos, viejas filmaciones del accidente del puente, Lisbeth con su memoria fotográfica... quería que la película fuera atrevida como el libro, que es capaz de mostrar una cara oscura de la sociedad.” Al ver esta producción se puede apreciar que el resultado es ampliamente positivo por la densa atmósfera que persiste con singular dramatismo, manteniendo en el espectador un sostenido interés durante los 151 minutos sin desperdicio, sustentados con inteligencia y claridad desde los encuadres hasta la compaginación, incluidas fotografía, ambientación y música, con un elenco integrado por actrices y actores de buen nivel y equilibrada calidad. Lo que Larsson quiso sugirió y propuso literariamente, Niels lo respetó traduciéndolo en imágenes que no dejan indiferente al cinéfilo. La expectativa queda abierta para la llegada de Millennium 2: “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina”, cuyo estreno podría tener lugar antes de fin de este año, y Millennium 3.” La reina en el palacio de las corrientes de aire”, que llegaría a los cines durante el 2011. Las historias nos van a presentar, por un lado, toda una investigación sobre el trafficking –trata de blancas- y la forma más cruel e impune de este delito; por otro, una investigación que lleva a la muerte al periodista Dag Svensson y a la criminóloga Mia Bergma. Esto, a su vez, llevará a una red intrincada donde Milton Security, Mikael Blomksist, Erika Berger, Lisbeth Salander y nuevos personajes se verán atrapados en la misma, culminando la tercera y última parte en juego de intrigas donde todas las partes parecen llevar las de ganar y nos mantendrá en vilo hasta las hojas finales de esta historia. Millennium, es una trilogía recomendable para ser leída y, al menos en la traslación a imágenes del primer libro, para ser vista y mirada con detención..
Primero fue una trilogía de novelas policiales que cautivaron a 12 millones de lectores en todo el mundo. “Millennium”, escrita por el periodista sueco Stieg Larsson no podía demorarse en llegar a la pantalla. “Los hombres que no amaban a las mujeres” es la adaptación del primero de estos relatos y está a la altura del original con todos los honores. Se trata de un thriller tenso que arrastra de la naríz al espectador desde las primeras imágenes, a lo largo de más de dos horas. El protagonista, Mikael Blomkvist, es un arriesgado periodista que se dedica a destapar negocios nada santos. Acaba de perder un juicio y, mientras aguarda una condena en suspenso, le llega una oferta tentadora. Henrik Vanger, octogenario, cabeza de una dinastía poderosa en la región, lo contrata para que averigue qué ocurrió con Harriet, miembro de la familia, desaparecida 40 años atrás sin dejar rastro. En la tarea lo secundará Lisbeth Salander, una muchacha de 24, de aspecto punk, embutida en pantalones y chaqueta de cuero negro, llena de piercings. Lisbeth, de pasado muy oscuro, puesta frente a la computadora es una hacker imbatible. Mikael, divorciado, cuarentón, melancólico, parece su contrafigura. Apenas avanza la encuesta, aparecen una serie de asesinatos anteriores, todos sin resolver. Crímenes de mujeres que podrían comprometer seriamente a la familia Vanger. Como en “El secreto de sus ojos”, las fotos que van apareciendo, con sus rostros de miradas cruzadas, van iluminando las conductas de unos y otros. El pasado cobra protagonismo y se vuelve inquietante. Una intriga cargada de sorpresas.
Esa mujer me hace sufrir... La trilogía de Millenium comienza con esta primera entrega, Los hombres que no amaban a las mujeres. Adaptada de la denominada como obra maestra literaria de Stieg Larsson, y dirigida casi en piloto automático por Niels Arden Oplev, la película logra cautivar por dos condimentos: las odas al film noir y la descomunal actuación de Noomi Rapace, quien se entrega en cuerpo y alma a su personaje, la intrépida hacker Lisbeth Salander. Partiendo de una base policial, la historia intenta abarcar ciertos temas propios de la época de las guerras mundiales, o teñir de cultura nórdica una trama que lamentablemente será copiada (porque, en definitiva, eso es una remake) en los cada vez menos originales estudios de Hollywood de la manera más fincheriana posible: dirigida por David Fincher. Pero volviendo a los méritos de una historia cautivadora como Millenium 1... (2009), hay que destacar también lo bien logrado que está el producto técnicamente, en especial desde el apartado sonoro (partitura, montaje de sonido y sonidos ambientes), haciendo de la manipulación de la información un recurso narrativo harto usado por otros autores -más ligados a lo literario, por supuesto- pero bien logrado aquí. La dirección de arte es otro factor a favor, ya que la ambientación y la puesta en escena se nota que están cuidadas y bien preparadas, no así tanto el aspecto fotográfico o la ya mencionada dirección general. El reparto está muy bien, pero Rapace se devora la pantalla. En sí, Los hombres... es un film que se apoya tanto en su personaje protagónico que termina diluyendo la idea general a fin de enaltecer el peso icónico del mismo. La historia es muy interesante, y su desenlace también, pero la construcción está pensada para el desarrollo psicológico de Salander y la continuidad de una trama que se dará en episodios y escapándole como pueda al telefilm. Las secuelas, con títulos más largos que llamativos, decidirán hacia dónde desemboca todo.
La vida tiene amargas ironías y la saga Millennium fue una de ellas. Esta es una trilogía de thrillers escritos por un periodista sueco, Stieg Larsson, los cuales se convirtieron en un fenómeno de ventas a nivel mundial a partir de la publicación del primer libro en el 2005. El chiste es que Larsson había fallecido en el 2004 y no alcanzó a ver el enorme fenómeno que había generado con sus obras. Editadas post mortem, las mismas han sido llevadas al cine y Los Hombres que no Amaban a las Mujeres es el primer título que aquí comentamos. En sí, la saga Millennium está plagada de detalles autobiográficos del mismo Larsson. El héroe es otro periodista de investigación como era él, trabajando en una revista fundada por él - la Millennium del título en el libro, Expo en la vida real -, y un individuo apasionado por una variedad de temas que le eran muy cercanos, que van desde el abuso de menores hasta el colaboracionismo de los locales con el régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Las tres obras funcionan en esa misma vena. En sí, Los Hombres que no Amaban las Mujeres es un thriller competente. La dirección de Niels Arden Oplov tiene el aplomo propio de un veterano, y el elenco es más que solvente. Pero lo que mas sorprende es el cuidado por la puesta en escena, que se maneja con un equilibrio excepcional. El relato está plagado de momentos fuertes - hay violaciones, mutilaciones y mucha violencia - pero la dirección nunca se regodea con lo repulsivo o cae en los límites de lo intolerable como podría haberlo hecho, por ejemplo, un giallo. Acá lo que importa es la historia y los detalles fuertes son mostrados sin extenderse en ellos. Ciertamente Los Hombres que no Amaban las Mujeres tiene mucho de policial negro. El héroe no es un detective privado, pero termina investigando el pasado turbio de una familia adinerada, descubriendo que todos están salpicados de corrupción. La intriga es buena, y la misma avanza sobre una serie de puzzles / enigmas que dejó la chica desaparecida, lo cual es un recurso que suena excesivamente artificial - yo no conozco a demasiadas chicas de 16 años que hubieran llevado a cabo su propia investigación sobre una serie de asesinatos y hubieran encriptado sus descubrimientos de manera indescifrable -. El otro punto que desluce la trama es el climax, que si bien sorprende, al verlo en perspectiva con el resto de la historia suena poco creíble. ofertas en software de facturacion para empresas de Sistema Isis Pero el punto fuerte del filme no es la intriga en sí, sino el background de los personajes principales, en especial la chica dark que acompaña al protagonista y que termina por robarle toda la película luego de un par de escenas. Lisbeth es oscura, andrógina, brillante, violenta y con un pasado estremecedor - que incluye violencia familiar y abuso sexual -. La película le dedica la primera hora a desarrollar la historia de fondo de los protagonistas y, en el caso de Lisbeth, resulta dolorosamente fascinante - en un momento, ella comienza a ser abusada por su oficial de control y rápidamente comienza a elaborar un plan de venganza que uno termina aplaudiendo -. Es un personaje de múltiples facetas y uno siempre descubre algo nuevo cuando ella aparece en el escenario. Es un alma atormentada que parece haber encontrado en Mikael a un hombre bueno y honesto, aunque su desconfianza le impide entregarse plenamente a él. En realidad toda la historia de Los Hombres que no Amaban las Mujeres trata sobre poder y misoginia. Es una cadena de abuso marcada por la testosterona. El industrial corrupto que usa su poder para doblegar (y callar) al periodista decente. El oficial de control que usa su poder para someter a la chica a su cargo. Los criminales nazis que usaron su poder para corromper adolescentes y destrozarlos. Cualquiera de las tramas del filme siempre termina en uno de estos modelos, mostrando la relación entre abusadores y abusados; quienes se someten sin chistar, quienes carecen de herramientas para enfrentarlos, y quienes se plantan frente a sus opresores. Hay una obsesión de Larsson con el tema del poder, como si dijera que resulta imposible que alguien con un poco de poder no se descarrile y comience a explotarlo en beneficio propio. Los Hombres que no Amaban las Mujeres es un filme muy sólido. El final no me resulta tan satisfactorio, me suena muy artificial, pero el resto de la película tiene tantos méritos que uno termina por perdonárselo. A mi juicio es una gran versión y me suena innecesaria la remake agendada para finales del 2011, con Daniel Craig como protagonista.
Cuando una película de suspenso mantiene al espectador pegado a la silla, con un interés genuino por mirar lo que sigue después de cada escena, entonces el guionista y el director han conseguido su objetivo. Los guionistas de «Los hombres que no amaban a las mujeres» son Nikolaj Arcel y Rasmus Heisterberg, y se basaron para escribirlo en la novela del mismo nombre, de Stieg Larsson. Pero esta película también tiene un toque policial, investigativo y de búsqueda de la verdad, que proporciona esperanzas de justicia, en un mundo oscuro en donde el poder del dinero retuerce las cosas a su antojo. No he visto todavía la versión hollywoodense («La muchacha con el tatuaje del dragón», que se estrenó en el 2011), pero la película de la que hoy escribo vio la luz en el año 2009 y fue dirigida de una manera espectacular por Niels Arden Oplev. Hay dos personajes principales en la trama, que son: Mikael Blomkvist (interpretado por Michael Nyqvist) y Lisbeth Salander (Noomi Rapace). No es mi intención contar el argumento de la película aquí; sino más bien, destacar el personaje Lisbeth Salander y la actriz que le dio vida: ambas, personaje y actriz están fusionadas totalmente, de tal manera que Salander resulta tan creíble física como psicológicamente. El personaje de la chica inteligente, astuta, sufrida, anti-social, atrevida, observadora, vengativa, está tan bien construido y asumido por Noomi Rapace, que su sola presencia en la pantalla es ya una fuerza incontenible y de sostén de la historia, que atrapa al espectador inevitablemente. Pero no se vayan a creer que la película gira sólo alrededor de esta chica. Para nada. El argumento es rico en personajes y está lleno de bellas imágenes que lo refuerzan. La verdad que al terminar la película quedé impactado por varias horas. La prueba final para mí es que si ese impacto continúa hasta el día siguiente, entonces vale la pena escribir sobre ella, vale la pena recomendarla. Y sí, «Los hombres que no amaban a las mujeres» es una película que no deben perderse.