Radiografía de La Pampa Los Olvidados (2017), el tercer largometraje de los hermanos Onetti, Luciano y Nicolás, es un film de terror de corte slasher sobre un grupo de jóvenes acosado por una familia de psicópatas durante la filmación de un documental sobre Epecuén, un pueblo inundado completamente en 1985 debido al desbordamiento de las aguas de la Laguna homónima, conocida por su inusual nivel de salinidad. A través de una idea trillada típica del género slasher, seis jóvenes, tres mujeres y tres hombres viajan en una vieja camioneta desde la Ciudad de Buenos Aires hasta Epecuén para realizar un documental sobre la historia del pueblo abandonado y en ruinas tras la inundación. Gracias al retroceso de las aguas ocurrido en 2009, que permite acceder al pueblo que antes estaba bajo el agua, los documentalistas filman a una mujer que viaja con ellos desde la Capital que tuvo que huir del pueblo cuando comenzó la evacuación a mitad de los años ochenta cuando era una niña y nunca pudo volver hasta ese momento. Diversas señales de peligro de distinta índole les advierten que se mantengan alejados del lugar a donde se dirigen pero los jóvenes indolentes al peligro hacen caso omiso a las exhortaciones y continúan con su camino. Rápidamente llegan a una estación de servicio cerca de Epecuén, donde conocen a una extraña y escabrosa familia del lugar con la que no tienen el mejor de los encuentros. Cuando van hacía el cementerio tras filmar unas escenas en el pueblo descubren que alguien ha cortado la manguera de la gasolina y además conocen a un extraño hombre que se ofrece a llevar a uno de ellos al pueblo más cercano. A partir de allí los jóvenes se ven envueltos en la espeluznante trama de los últimos habitantes de la ciudad en ruinas. Los Olvidados adentra así al espectador a una serie de torturas, asesinatos, descuartizamientos, salpicaduras de sangre y vísceras, producto de una violencia desatada por parte de la locura causada por el odio sobre el porteño que permitió la tragedia en Epecuén, un encorno canalizado ahora hacía el nuevo turismo que viene a contemplar las ruinas sin gastar y hacía el turismo tradicional que ya no acude a ese pueblo que supo ser otrora un centro turístico importante al extremo oeste de la provincia de Buenos Aires, lindante con La Pampa. Con una excelente dirección de arte a cargo de Sebastián Del Prado y una extraordinaria fotografía de Facundo Nuble, las imágenes cobran vida con desoladoras panorámicas y angustiantes primeros planos de una tierra yerma que se yergue amenazante ante los protagonistas. Se destacan principalmente las imponentes imágenes del matadero de la Villa Epecuén, obra arquitectónica de estilo futurista, emblemática del estilo de Francisco Salamone, celebre arquitecto a partir del estudio de su obra, construida principalmente como parte de un plan de modernización de la obra pública en distintas localidades de la Provincia de Buenos Aires durante la década del treinta, conocida como la década infame. El film cuenta también con una gran banda sonora acorde con la propuesta y con las escenas y además con un gran elenco del que se destacan Mirta Busnelli, Gustavo Garzón, Agustin Pardella y Germán Baudino como víctimas y victimarios de esta historia de terror. La película de los hermanos Onetti remite a través de pequeños gestos como una remera, por ejemplo, a sus films anteriores, Francesca (2015) y Sonno Profondo (2013), dos films del subgénero de terror Giallo, pero también hay una fuerte impronta de las secuelas de la Guerra de Malvinas, acontecimiento político y militar traumático de la historia nacional y herida aún abierta, en la construcción de la idea de Nación, episodio relacionado desde esta cuestión con el abandono de Epecuén. Ambos eventos se relacionan como capítulos de un abandono por parte del Estado que comenzó con las dictaduras militares y confluyó con la crisis de los años ochenta producto de la estatización de la deuda privada. Los Olvidados es así un ejercicio de memoria que parte de una premisa sobre el abandono, la desidia, la falta de compromiso y de solidaridad que recorre la Argentina como una enfermedad como si Radiografía de la Pampa, el libro de Ezequiel Martinez Estrada, cobrara vida como legado a través del terror. Con la idea de crear un film de terror para un público masivo los realizadores utilizan distintos recursos, efectos especiales y visuales que dan como resultado una obra de gran carácter, excelente calidad en todos los rubros técnicos pero demasiado previsible en su narración. Aunque el opus remita indefectiblemente a La Masacre de Texas (The Texas Chain Saw Massacre, 1974), no deja de ser un excelente de ejercicio de adaptación a la idiosincrasia nacional con elementos propios, pero sin tener en cuenta el paso del tiempo ni el carácter poco innovador. Los Olvidados es así una buena película nacional de terror que sube las apuestas de un género que sigue experimentado en la búsqueda de su obra maestra que la defina y marque el horizonte.
Tierra arrasada, almas en ruinas. Era más que evidente tras los buenos antecedentes de dos películas Giallo como Sonno profundo y Francesca, un buen resultado al adaptar el subgénero del slasher a una nueva pesadilla con acento argentino y de una calidad técnica impecable. Nos referimos, claro está, a los hermanos Luciano y Nicolás Onetti (Ver entrevista) quienes se instalaron en las ruinas de Epecuén para dejar bien en alto al cine de género argentino gracias al apoyo del INCAA, entre otras cosas, pero más aún sembrar desde la ficción apostillas de carácter social y político para una anécdota de alto corte comercial, una apuesta al público masivo donde las logradas actuaciones de un reparto sólido, creíble y muy bien dirigido cierran el círculo. Es realmente un alivio que una fórmula tan trillada encuentre en Los Olvidados y más precisamente en esta locación apocalíptica, producto de una catástrofe ambiental en los ’80, desidia de las autoridades y abandono absoluto del Estado, el pretexto ideal para desarrollar una trama deudora de La Masacre de Texas, con la prototípica llegada de jóvenes a pueblo desconocido y la no grata bienvenida de un grupo de lugareños, resentidos y perversos, quienes hacen las delicias de todo tour de torturas, desmembramientos y gritos de féminas en aprietos. Los valores de producción son una de las claves del buen uso de los recursos cinematográficos con inteligencia y la eficaz administración entre el dramatismo y escenas espeluznantes en que la fotografía y la puesta en escena resulta tan meticulosa como atractiva en términos visuales. Sin dejar de mencionar una banda sonora climática y que estalla en los momentos más álgidos de la trama. Si a eso se le suma una galería de personajes bien escritos, secundarios que hacen honor al género como Mirtha Busnelli, es realmente difícil encontrar huecos o costuras en una película que asume desde el primer minuto la partitura que ejecuta, aunque preocupadísima -enhorabuena- por no desentonar o desafinar ni siquiera una nota.
Los olvidados: La balada de los incautos. “Sin lágrimas, por favor. Es un desperdicio de buen sufrimiento”. The Hellbound Heart – Clive Barker Luciano y Nicolás Onetti, dejan por un momento su amado giallo para internarse en los oscuros desmanes del sanguinario slasher en este film que también se permite recorrer parte de la historia, un ensayo que aúna macabramente a unos malditos locos con hechos acaecidos no hace tanto en tierras bonaerenses y que solo dejó atrás los blanqueados huesos de unas ruinas. Villa Epecuén El escenario elegido, lejos de ser al azar es el olvido mismo, no solo por su condición de ruinas, sino, porque es un hueso blanco abandonado en medio de las tierras bonaerenses. En 1985 la provincia de Buenos Aires pasaba por una de las peores inundaciones de su historia. Cuatro millones y medio de hectáreas habían quedado anegadas por un desborde del Río Salado. El terraplén que contenía la laguna lindante al pueblo, de alto contenido salitroso, cedió y los excedentes inundaron el pueblo, que tuvo que ser evacuado. El trabajo de evacuación duró 15 días y no hubo ninguna fatalidad. Epecuén se fue cubriendo de agua lenta y paulatinamente y sus casi 1.500 residentes estables perdieron todo. Dos años después llegó a su pico máximo de inundación; las ruinas quedaron bajo el agua durante dos décadas. Hasta que el retroceso, descubrió ese inmenso cementerio. Negligencia, corrupción, un gigantesco desastre que ahora vuelve a ser el escenario de una historia siniestra. Estas ruinas se convirtieron en un paseo turístico que viajeros y fotógrafos frecuentan hasta el día de hoy, un enclave perfecto para el macabro relato que los hermanos Onetti encaran en “Los Olvidados”. Porque de esa manera comienza la odisea; un grupo de jóvenes parte a las ruinas de Epecuén para filmar un documental sobre los fatídicos acontecimientos. Lo que ellos ignoran es que allí habitan, en medio de la desolación, una extraña familia, cuyos apetitos destructivos son insaciables. Retomando las viejas formulas del género, recrean en tierras argentinas el cuento del asesino del camino, como bien lo hiciera The Texas Chain Saw Massacre (1974) y porqué no House of 1000 Corpses (2003) del irredento Rob Zombie. Y si nombramos en particular estos films es porque sobre todo hablan de la desvirtuada revancha; de asesinos perdidos en un aquelarre de sangre, que alguna vez supo tener un sesgo vindicativo que llevar a cabo. Y así en parte lo plantean en este film; esos provincianos olvidados y desechados por la sociedad por sus actos impíos y porque de alguna manera les recuerdan sus instintos más primitivos. Con una excelente factura técnica en la que destacan la fotografía de Facundo Nuble (Corazón Muerto – 2015) con esos extensos paramos de agua y desérticos despojos. La utilización de los edificios, como el emblemático “Matadero” retorciendo su significado, trastocando aún más la lamentable realidad del abandono y el olvido. Es también la resuelta composición que los hermanos han diseñado en esa cámara que no descansa, utilizando los planos como parte de la narración. El sostenido homenaje a las películas de la década de los setentas, ciertas composiciones que lo acercan al western, el cine exploitation y el consabido gore. Eso y un elenco entregado a los divertimentos del género, cumpliendo con los clásicos roles; la victima, el galán, la hueca y el introvertido, el loco y el deforme. Más allá de todo esto, lo interesante es ver esos paisajes familiares teñidos de un terror que siempre supusimos lejano. En estos años en que el cine de género realmente está teniendo una oportunidad en las pampas australes, es un interesante ensayo, que puede todavía nos resulte algo manido en sus tópicos y giros, pero que no pierde el norte, sosteniéndose con soltura en las premisas que establece este tipo de films.
Nada nos puede pasar El guion de Los olvidados, película dirigida por Nicolás y Luciano Onetti, fue el ganador del Primer Concurso de Cine de Género Fantástico organizado por el INCAA. Ya arrancaba su rodaje con un enorme voto de confianza. Un equipo documentalista, encabezado por el director que encarna Damian Dreizik, arriba a la localidad perdida de Epecuén, con intenciones de grabar una película sobre el desastre natural que dejó el pueblo bajo el agua allá por 1985. Pero se topan con un grupo de lugareños sádicos y desequilibrados, que terminan convirtiendo la empresa en una carnicería. Una combi Volkswagen, inadecuada para el hostil terreno epecuense, transporta al equipo de rodaje interpretado por Agustín Pardella, Victorio D´Alessandro, Paula Brasca y Paula Sartor, además del mencionado Dreizik. Los acompaña una lugareña exiliada tras el desastre, interpretada por Victoria Maurette. En una estación de servicio en medio de la nada se cruzan con una extraña familia, compuesta por Mirta Busnelli, Chucho Fernandez y Germán Baudino. Es el primer contacto que los extranjeros tienen con lugareños, y es tan hostil como como el paraje mismo. Este primer encontronazo es solamente la punta del iceberg y terminan sumándose a una larga lista de personas atraídas por la locación y luego masacradas. Los olvidados tiene varios puntos a destacar. En primer lugar la fotografía, de Facundo Nuble, premiada en el último Buenos Aires Rojo Sangre, que aprovecha las ruinas y las irregularidades del paisaje para pintarlo con colores y generar climas escalofriantes. Las actuaciones alcanzan un gran nivel, sobre todo Mirta Busnelli, que incluso ha sido distinguida en festivales: y es que es genial ver a una actriz que uno por lo general relaciona con la comedia componiendo a una mujer sucia y desalineada, terroríficamente fuera de sus cabales. Con La masacre de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, 1977) o Las colinas tienen ojos (The Hills Have Eyes, 1982) como principales referencias, la película de los Onetti logra fusionar el subgénero del slasher a la idiosincrasia argentina integrando tanto en la trama como en la dirección de arte elementos que son 100% locales: un banderín de Chicago en el espejo retrovisor de la camioneta, la aparición recurrente de las empanadas o algunos rasgos del carácter de los personajes hacen de la historia algo tan nuestro como el mate.
Los hermanos Onetti, que vienen de realizar “Francesca” (2015), dejan momentáneamente el giallo para hacer un típico largometraje al estilo slasher que nos remite bastante al argumento y a los acontecimientos relatados en “The Texas Chainsaw Massacre” (1974). La propuesta de género nacional nos recuerda al cine de terror de bajo presupuesto de la década del ’70 donde primaba el ingenio por sobre los recursos. La acción se desarrolla en el atractivo pueblo abandonado de Villa Epecuén, donde se nos cuenta el periplo en el que se embarca un grupo de jóvenes hacia las ruinas del lugar para filmar un documental sobre los fatídicos acontecimientos que borraron del mapa a esa localidad argentina en los años ochenta. Ignorando las advertencias, quedan varados allí. Contrariamente a lo que pensaban, comienzan a darse cuenta de que realmente no están solos. En ese contexto, tendrán lugar ciertos hechos sangrientos que rodearán al grupo de cineastas, quienes irán sucumbiendo ante un grupo de individuos extraños con cierta sed de sangre humana. La cinta contiene varios momentos cruentos y cargados de hemoglobina bastante logrados, donde se destaca el maquillaje y los efectos visuales. Otro acabado técnico muy bien conseguido tiene que ver con la dirección de fotografía a cargo de Facundo Nuble, que nos ofrece una estética bien marcada y cargada de colores saturados en un paisaje árido, abandonado y desolador. Los climas están bien alcanzados gracias al perfecto aspecto visual de la obra reflejado en un armónico trabajo entre el departamento de cámara y el de arte y vestuario. Por el lado narrativo, los eventos se desarrollan correctamente aunque sin sorpresas, ya que aplican la vieja fórmula de “grupo de jóvenes que acude a un lugar aislado y la pasa mal”, con los típicos sucesos de ese estilo de historias. Los personajes tomarán malas decisiones que harán que sus propios amigos vayan siendo liquidados por la fuerza antagónica. La mayor debilidad del relato lo compone ese aire de familiaridad del film que nos remite al viejo clásico de Tobe Hopper del ‘74. Además, sobre el final se van desarrollando algunas vueltas de tuerca predecibles pero efectivas. Las interpretaciones están en consonancia con el estilo de relato audiovisual que se nos ofrece, componiendo roles clásicos, como por ejemplo el del cineasta snob personificado por Damian Dreizik, dando rienda suelta a cierto grado de sobreactuación y/o exageración que no desentona con lo establecido desde un primer momento. Lo más llamativo del ofrecimiento de los hermanos Onetti tiene que ver con el lugar donde se desarrolla la narración que es sumamente atractivo e invita a desarrollar una historia de este estilo. Un film que nos remite a varias propuestas del cine norteamericano pero que logra dotar, por medio de sus paisajes y su trasfondo, cierto aire de sentimiento propio y autóctono. “Los Olvidados” es un film de horror bastante entretenido y disfrutable que pese a no mostrarnos nada novedoso resultará interesante para los amantes del género. Una historia sencilla pero sumamente atrayente que gracias a ciertas fórmulas preestablecidas y probadas, una lograda atmósfera y un excelente desempeño técnico, terminará redondeando una amena salida al cine con amigos.
Dentro de los exponentes del cine de terror argentino, los hermanos Luciano y Nicolás Onetti de destacaron por su estética formal y su conocimiento en profundidad del género. Sonno Profondo (2013) y Francesca (2015) funcionan como estupendos homenajes al giallo. Los Olvidados (2017) es su apuesta más ambiciosa, tanto por sus recursos como por la incursión en otros derroteros. Un grupo de cineastas viaja a Villa Epecuén, un pueblo que quedó abandonado y en ruinas debido a una inundación ocurrida en 1985. La idea es filmar un documental sobre una muchacha (Victoria Maurette) que de niña sobrevivió a la tragedia que casi borró del mapa a su gente. Pronto descubrirán que allí ah algo más que árboles pelados, escombros y devastación en general: son acechados por unos individuos con máscaras de cráneos de animales e intenciones de puro sadismo. La película jamás oculta su sabor a El Loco de la Motosierra (The Texas Chainsaw Massacre, 1974) y La Colina de los Ojos Malditos (The Hills Have Eyes, 1977). Hay un grupo de víctimas a merced de un clan de asesinos desquiciados, en un paraje alejado de la civilización. Los códigos de aquellas obras maestras son respetados a rajatabla, y con respeto, dejando en claro que los directores conocen y aman lo que están contando. No es la primera vez que se realizan film así en Argentina: el español Adrián García Bogliano supo dirigir largometrajes como Habitaciones para Turistas (2004), y Nicolás Amelio-Ortíz debutó con El Bosque de los Sometidos (2012). Los Olvidados cuenta con un poco más de presupuesto, actores conocidos (Victorio D´Alessandro, Damián Dreizik, Gustavo Garzón, Mirtha Busnelli), y una locación a la que los Onetti saben sacarle el jugo: Epecuén existe y sus restos son tan reales que perturban. Los Olvidados no representa ninguna innovación dentro del género, pero sus valores formales, su clima inconfortable (gran trabajo de fotografía y arte) y los momentos de horror extremo la vuelven una experiencia indispensable y aterradora, para entendidos y para quienes estén dispuestos a tiritar frente a la pantalla. Además, demuestra que en Argentina se puede hacer terror al nivel de los Estados Unidos, Asia y Europa, y que estas producciones contribuyen a que se consoliden a nivel industrial.
En un año en el que hay varios exponentes del cine de terror nacional, los hermanos Luciano y Nicolás Onetti, de buen desempeño en Francesca, claro homenaje al cine giallo que acuñó Darío Argento, afrontan ahora su nueva película, un slasher con todas las de la ley, que entretiene y suena como un "deja vú" de La masacre de Texas. Una ruta desolada, una chica corriendo y pidiendo ayuda marca el comienzo de una historia macabra que une a un grupo de amigos -compañeros de trabajo- que llegan a bordo de una camioneta a Epecuén para filmar un documental sobre la terrible inundación que barrió con toda la localidad bonaerense en 1987, y con una de las sobrevivientes -Victoria Maurette, un rostro conocido dentro del género- que regresa al pueblo de su infancia para dar su testimonio. Todo está servido para desatar una ola de terror vernáculo que se alimenta de los resortes conocidos por el público masivo y recrea un relato que fusiona momentos de humor y miedo sin concesiones. En ese sentido, los jóvenes -Victorio D´Àlessandro, Agustín Pardella-, el director del documental -Damián Dreizik, un cinéfilo con la obligada remera de Francesca- y las chicas de turno -Paula Brasca y Paula Sartor- se detienen en una estación de servicio para cargar combustible sin imaginar lo que les espera. "Hay cosas peores que la muerte" adelanta alguien en la trama y no es para menos. Tomas cenitales que muestran un lugar arrasado, un viejo cementerio y El Matadero, que también funciona como un personaje más, son claves en esta historia por la que también desfilan un cazador taciturno -Gustavo Garzón- y una familia sádica y peligrosa -liderada por -Mirta Busnelli Un filme de terror pensado para el público adolescente que no da treguas con sus dosis de violencia, destripe y sexo, y propone un giro sobre el final. La película funciona en sus rubros técnicos -fotografía, dirección de arte y música- y entrega lo que promete con su galería de villanos de turno -Chucho Fernandezentre ellos-, que con cuchillo y sierra en mano, hasta se permiten escuchar tangos. Un subgénero que tiene su público propio y fiel, amante de los crímenes y de las torturas, aún con sus reiteraciones y convencionalismos y los homenajes que los hermanos Onetti quisieron llevar adelante.
Pasión por los clásicos Ya se puede afirmar, sin ningún tipo de dudas ni miedo a sonar exagerado: el cine de género argentino está atravesando, sino la mejor, una de las mejores etapas de su historia. Atrás quedaron los tiempos en los que se lo veía como un género menor, en los que “se podían dejar pasar determinados detalles” porque todo era más artesanal, y porque suponíamos que siempre se corría con desventaja y detrás de filmografías más fructuosas y géneros más favorecidos. A fuerza de grandes talentos en todos los rubros y también de un esfuerzo de producción mayor, se cuenta en los últimos años con títulos que pueden ser considerados bisagra para las realizaciones a venir. Los olvidados puede ser uno de ellos. Los hermanos Luciano y Nicolás Onetti, repartiéndose siempre la labor entre dirección y producción, considerándose un gran conjunto, vienen desde abajo hace años entregando una serie de películas que bien merecen mención. Mientras lo tradicional es que se traslade el estilo de terror actual o el clásico slasher de los ’80, ellos tienen una gran experiencia dentro del mundo del giallo. Sonno Profondo y Francesca son de los mejores exponentes del cine de género argentino de los últimos diez años. Es evidente que su estilo es único y hasta, acá entre nosotros, ambas pueden ser consideradas mejores que algunas de las producciones recientes de los más encumbrados del subgénero, como Darío Argento. Por eso sorprendió cuando para su tercer película, Los olvidados, eligieron apartarse del giallo para homenajear a otro estilo. Frente a los resultados podemos asegurar que los Onetti no perdieron ni su pasión por los clásicos del terror, ni menos su talento. Donde todo comenzó No, Los olvidados no es un film de terror del estilo de los ’80, con campamentos, un asesino enmascarado, adolescentes con las hormonas ardiendo y una lección moral encubierta. El slasher no nació con Halloween o Martes 13, y a esa época anterior se remonta la experiencia de Los olvidados pese a estar ubicada en tiempo y espacio en la actualidad. Mucho se habló desde la presentación de proyecto (es ganadora del primer concurso de cine género fantástico organizado por el INCAA) de su similitud con El loco de la Motosierra (conocida popularmente como La Masacre de Texas) de Tobe Hooper. Sin embargo, habrá que decir que Los olvidados bebe de muchos otros lados, más que de la mencionada: hay mucho del estilo de La colina de los ojos malditos de Wes Craven, o de la fundacional 2000 maníacos de Herschell Gordon Lewis. Sí, los Onetti viajaron hasta los ’70, a los orígenes. ¿Es este parecido con un puñado de clásicos un inconveniente? No, porque si bien las comparaciones son odiosas pero ineludibles, habrá que reconocer que aporta mucho gusto local, y en la contienda no sale mal parada. Carretera perdida La Villa Epecuén es quizás uno de los parajes argentinos más extraños y particulares. Poseedora de un balneario que la hacía muy popular durante el verano; en 1985 sufrió la crecida de su lago salado, con la consecuente inundación que arrasó con todo el lugar, haciendo que todos los habitantes deban abandonar sus casas, levantando y sumergiendo varias construcciones, dejando solo ruinas y un agua crecida aún muchos años después. Ahora Epecuén es un destino turístico pero fantasmagórico, para aquellos que opten por lo no tradicional. Cinco jóvenes de entre veinte y treinta años (Paula Brasca, Victorio D’Alessandro, Paula Sartor, Agustín Perdella y Victoria Maurette) más un director (Damián Dreizik) se dirigen a este pueblo para filmar un ambicioso documental sobre su historia y la tragedia, en boca de una ex habitante (Maurette). Todos transitan el desierto arriba de la típica combi, pero algo sucede. Deben hacer una parada y cargar nafta. Es allí cuando se cruzan con una particular familia. Lo que suceda de ahí en más será mejor apreciarlo en sala. Nada como ir juntos a la par A base de una estructura que lejos de huirle a los clichés los abraza y utiliza a su favor, Los olvidados es un gran homenaje a ese tipo de películas que hicieron grande al género. No hay que confundirse. Los olvidados homenajea a los clásicos, pero no corre detrás de ellos. El cine de género fuera de Hollywood suele correr en esa vorágine de realizar imitaciones, de querer hacer en ese país lo que se hizo con gran éxito en EE.UU. No, Los olvidados no es eso, básicamente porque una imitación siempre está a la sombra de lo que imita, y el film de los Onetti se pone a la par de ellos, tal como hacían a la hora de sus giallos. Luego de los hitos de El Loco de la motosierra y La colina de los ojos malditos, subsiguieron muchísimos films que beben de ese estilo de terror de carretera; aún hasta el día de hoy siguen llegando. Los Olvidados se ubica muy cómodamente entre ellos, sin quedar despareja ni en inferioridad de condiciones. Es más, pueden observarse algunos detalles que nos llevan a un admirado realizador actual como Alexandré Ajá en sus mejores películas. Más allá de algún problema de encuadre propio de una reconversión, y de algunos tramos en los que se dispersa, ningún detalle opaca la gran calidad técnica que presenta, ni al guion sencillo, directo al grano, sin inconvenientes. Los olvidados matiza con humor y algunas escenas de incómodo naturalismo para bajar el frenesí constante, pero sin jamás perder el ritmo. Cada personaje cumple su función y tiene su momento. A los mencionados habrá que agregar a Gustavo Garzón como otro visitante con algo que revelar. Rodada con tomas aéreas haciendo un gran aprovechamiento de la zona, y una fotografía de tonos verdes, azules y ocres sucios, el impacto visual es inmediato y podemos observar que estamos frente a algo mayor. Los intérpretes representan todos con soltura y frescura cada uno de sus roles, con especial atención a Victoria Maurette que logra desplegar varias capas sin sentirse forzado. Quienes se llevan las palmas serán Chucho Fernández (leé nuestra entrevista con él, ACA), Germán Baudino y Mirta Busnelli como esa familia que se negó a abandonar Epecuén y ahora persigue a cualquier visitante curioso. Sus villanos son crueles, sádicos, asquerosos, pero a la vez queribles. Tienen algo de mundanos, de infantiles e inmaduros, que los transforman en perfectos personajes para una saga que no debería terminar en esta película. Conclusión Los olvidados marca otro de esos momentos fundamentales dentro del cine de género en Argentina. La calidad de su realización, el compromiso de sus intérpretes y la solvencia con que presenta su narrativa sencilla de lugares comunes, la convierten en una propuesta que debería tener destino de clásico local inmediato.
Los hermanos Luciano y Nicolás Onetti realizan una obra de terror del subgénero slasher en la tradición de un grupo familiar asesino y sádico, que ubica a un grupo de jóvenes, tres hombres y tres atractivas chicas en un lugar perfecto, con destino terrible cantado. Es que este subgénero de las películas necesita asesinatos con cuchillos, sierras, trampas, sangre, vísceras y mutilaciones. Ellos eligieron como escenario un lugar inmejorable: lo que queda de la ciudad de Epecuén, que quedó bajo las aguas en los 80 y ahora fantasmal y olvidada es perfecta para este film. Los jóvenes llegan para filmar un documental y no cuentan con un grupo terrible que los cazará sin piedad. El toque nacional esta dado por poner elementos que van desde el odio por el abandono a las secuelas de la guerra de Malvinas. La fotografía, la dirección de arte y la música son de primer nivel. Los personajes siniestros. El guion de Carlos Goitía con los directores plantea las situaciones casi desde el vamos, sin desarrollo, de los personajes, ni muchas sorpresas, es el punto mas débil de la película. En el elenco Mirtha Busnelli, Gustavo Garzón, Agustín Pardella, Victoria Maurette, Vitorio D´Alessandro, Damian Dreizik, Tamara Garzón. Para los amantes del género un plato fuerte.
Los hermanos Onetti (“Francesca”) juegan con el slasher tras haber incursionado en el giallo y el terror más clásico. En esta oportunidad un grupo de jóvenes llega a un pueblo arrasado por las aguas y “olvidado” sin saber que el destino les jugará una mala pasada. Una primera etapa contundente, sólida, visualmente atractiva, termina por disolverse en resoluciones obvias y clichés, debilitando la propuesta con lugares comunes y estereotipos. Loable el trabajo de Mirta Busnelli como esa madre que alberga monstruos en su hogar.
En noviembre de 1985 cedió el terraplén que separaba al lago Epecuén del pueblo al que daba su nombre: así, quedó totalmente inundado el que durante sesenta años había sido un próspero balneario conocido por las propiedades curativas de su agua salada. En 2005 el agua empezó a bajar y, al retirarse, dejó al descubierto las ruinas de Epecuén, un paisaje posapocalíptico ideal para filmar una película de ciencia ficción o de terror. Y esto último es lo que hicieron los hermanos Luciano y Nicolás Onetti. Después de incursionar en el giallo con Sonno Profondo (2013) y Francesca (2015), incursionan en el slasher, el subgénero que nació al calor de la influencia del terror italiano. La inspiración más evidente de Los olvidados es esa piedra fundacional llamada La masacre de Texas (1974): aquí también hay una familia de maníacos asesinos que ataca, sin mayor justificativo, a un grupo de jóvenes (que viajó hasta Epecuén con el objetivo de rodar un documental). El lugar es tan fascinante como estremecedor: los vestigios de un pueblo fantasma, en el que hasta el cementerio quedó sumergido, de modo que -tal como cuenta uno de los personajes- los pobladores tuvieron que contratar a buzos para recuperar los cuerpos de sus muertos. En esa escenografía natural radica lo mejor de la película: las escenas en exteriores -incluidas tomas aéreas con drones- aprovechan ese marco, que parece haber emergido para ser filmado. Pero esa es casi la única característica distintiva, la única marca de identidad propia de Los olvidados. El resto respeta tan a rajatabla al género y a su título más emblemático, que se limita a ser una reproducción de situaciones ya vistas infinidad de veces. No alcanza con meter un par de tangos, unas empanadas o unas fotos de Malvinas para darle sabor local. La historia, como suele suceder en estos casos, es casi inexistente: la mayor parte se limita a sadismo, sangre, pornografía de la tortura. Con una realización digna: sí, estas películas también se pueden hacer en la Argentina. La pregunta es para qué.
Un grupo de jóvenes viajan en una camioneta rumbo a las ruinas de Epecuén para filmar un documental sobre los fatídicos acontecimientos que la hicieron desaparecer, en los años 80. Lo que no saben es que allí los espera la demostración de que hay cosas peores que la muerte. La historia creada por los directores Luciano y Nicolás Onetti tiene como principal atractivo la inusual ambientación: tras arribar allí, comienzan a sucederse remanidas situaciones, típicas del género, y la trama se desvanece en los sucesivos temores de cada uno de los protagonistas, perseguidos por las armas más temibles esgrimidas por sádicos individuos que se nutren de sangre y de carne humana.
Más allá de su impronta bonaerense, este nuevo film de los hermanos Onetti no se escapa demasiado de las estructuras convencionales de las slasher movies. Luciano Onetti venía de filmar Francesca. Allí partía de la base de los giallos italianos de los ’60 y ’70 para homenajear a un cine que ya prácticamente no se hace. En esa misma línea de réplica de modelos ya probados se inscribe Los olvidados, codirigida junto a su hermano y habitual coguionista Nicolás. El nuevo molde de los Onetti es el de las slasher movies, con la seminal La masacre de Texas (Tobe Hooper, 1974) como máxima referencia. Aquí habrá tres chicos y tres mujeres viajando hasta Villa Epecuén para filmar un documental sobre aquella pequeña localidad bonaerense que durante 20 años estuvo sumergida bajo el agua. Con la bajada quedaron descubiertas las ruinas de los lugares que en su momento de esplendor albergaron a más de 25.000 turistas por temporada. El problema con Los olvidados es que, más allá de esa particularidad geográfica, su estructura es demasiado parecida a la de una porción importante de películas del género norteamericanas que se estrenan semana tras semana. El resultado es un film hecho con profesionalismo, pero que nunca despega de los lugares comunes, más allá de ese escenario distópico esté en plena provincia de Buenos Aires.
Lo que el agua nos dejó Los hermanos Onetti se alejan del giallo italiano para abrazar el slasher en Los olvidados (2017), su nueva película de terror que se centra en un grupo que va a filmar un documental a la abandonada Villa Epecuén y quedará a merced de una familia poco convencional. A bordo de una van, un director de cine, su novia, la camarógrafa, el sonidista, un ayudante y una antigua pobladora de Villa Epecuén, llegan a la ciudad que quedó bajo el agua luego de la inundación de 1985. Con la intención de filmar un documental que narre los hechos que ocurrieron hace treinta años, irán recorriendo los distintos lugares que recuerda la protagonista. No pasará mucho tiempo para que comience el horror y este grupo quede sometido a la voluntad de una familia oriunda del lugar, comandada por Mirta Busnelli. Asimismo, un misterioso hombre interpretado por Gustavo Garzón, conectado con el funesto clan, se cruzará en el camino de estos. Esta vez detrás de cámara encontramos a los dos hermanos Onetti. Si las dos películas anteriores, Sonno Profondo (2013) y Francesca (2015), la primera dirigida y escrita por Luciano y la segunda dirigida por él y coescrita con su hermano, eran un homenaje al giallo, en Los olvidados exploran el slasher. Y esto es bastante consecuente con la carrera de los Onetti debido a que el slasher se nutre del giallo. La película cumple con todos los requisitos del género y posee una gran calidad técnica. Sin embargo, los hermanos se guardan una sorpresa para el final que vendría a cambiar la característica de la final girl (última chica), aquella que sobrevive luego de enfrentar al asesino enmascarado. Si en Sonno Profondo y Francesca (aquí hay una referencia en la remera que usa el personaje de Damián Dreizik) se limitaban a homenajear sin agregar alguna cualidad distintiva, es en Los olvidados donde se animan a cambiar un poco las reglas del juego y dejar su marca propia.
Epecuén era una fiesta Ubicada a 530 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, la localidad de Villa Epecuén supo ser uno de los puntos turísticos más importantes del interior profundo de la provincia de Buenos Aires gracias a sus aguas termales de alta salinidad, hasta que en noviembre de 1985 ocurrió lo que ocurre cuando la negligencia y la desidia meten la cola. Después de años de obras públicas truncas y promesas incumplidas, las lluvias intensas provocaron el desborde de la laguna y el posterior hundimiento del pueblo bajo siete metros de agua. Tal como recuerda Josefina Licitra en su muy buen libro El agua mala, recién con las obras para evitar el ingreso del caudal realizadas a mediados de los ‘90 el nivel empezó un descenso progresivo que, quince años después, dejó al descubierto el esqueleto del pueblo donde supieron vivir más de mil quinientas personas y veranear casi 25 mil por temporada. Desde entonces Epecuén se ha convertido en objeto de series fotográficas e innumerables notas periodísticas, además de locación ideal para rodajes necesitados de escenarios distópicos, tal como ocurre en Los olvidados. No deja de ser una iniciativa loable imaginar una ficción allí, sobre todo en un país con un cine de género (terror, pero también comedias) acostumbrado a borrar cualquier marca de tiempo y espacio concretos. En ese sentido, el film de los hermanos Nicolás y Luciano Onetti (los mismos de Sonno profondo, Francesca) encuentra su principal mérito en la imposibilidad de trasladar las particularidades de su desarrollo en un lugar distinto al que sucede. El tema es que las particularidades no son demasiadas, puesto que la estructura, el tono y la búsqueda estética son típicas de las slasher movies, subgénero que desde La masacre de Texas (Tobe Hooper, 1974) viene construyendo un largo linaje de familias retorcidas que despachurran jóvenes como mecanismo para acallar los traumas del pasado, y que aquí encuentra su encarnación argenta en el grupo encabezado por Mirta Busnelli. Los protagonistas son tres hombres y tres mujeres cortados con las tijeras del estereotipo que llegan hasta Epecuén para filmar un documental sobre una joven que huyó durante la inundación y recién ahora vuelve por primera vez. Las cosas empiezan a salir mal muy rápido para ellxs, con la rotura de la manguera de nafta primero y la aparición de lugareños con supuestas intenciones de ayudarlos después. Uno a uno irán cayendo en las fauces de la familia, que como base de operaciones usa el matadero diseñado por Francisco Salamone en la década de 1940. Ver en pantalla grande la majestuosidad expresionista, casi mefistofélica, de la obra de aquel arquitecto maldito redescubierto en los ‘90 y conocido entre los cinéfilos por el segmento de Historias extraordinarias es uno de los módicos placeres que entrega esta película “geográficamente” original, pero demasiado para parecida a otras tantas.
The Epecuén Chainsaw Massacre Después de incursionar en el giallo con Sonno Profondo y Francesca, los hermanos Luciano y Nicolás Onetti hincan el diente en el slasher con Los Olvidados, película que antes de llegar a los cines comerciales viene de una buena recorrida por festivales, con premio en Sitges incluido. Y es fácil ver porqué, al menos durante una importante porción del metraje.
Los olvidados, de Luciano Onetti y Nicolás Onetti Por Marcela Barbaro Si algo viene caracterizando a los hermanos Luciano y Nicolás Onetti es su capacidad para hacer un cine abiertamente intertextual. Así lo demostraron en sus primeras películas Sonno Profondo (2013) y Francesca (2015). En ambas, el homenaje está en la reconstrucción del giallo italiano, un subgénero de los 70 que tuvo como exponentes a Mario Bava y a Dario Argento, principalmente. Siguiendo un camino similar, y luego de un vasto recorrido por los diversos festivales, los realizadores argentinos presentan Los olvidados. Film ganador del Primer Concurso de Cine de Género Fantástico, organizado por el INCAA, junto a otros reconocimientos que fueron cosechando. Los olvidados que sólo comparte el mismo nombre de aquel gran film de Luis Buñuel, toma como punto de partida al pueblo de Epecuén, en la provincia de Buenos Aires. Una localidad recordada por haber sufrido la mayor catástrofe hídrica del país en 1985, la cual dejó como saldo a un pueblo entero sumergido bajo el agua. Hoy, en un lugar donde sólo quedan ruinas, nada mejor que aprovechar ese escenario apocalíptico para un film de género. Mientras las tomas aéreas sobrevuelan el lugar devastado, un grupo de jóvenes llegan al lugar para filmar un documental sobre lo sucedido, tomando como testimonio a una lugareña que los acompaña y los guía a través de las ruinas. Durante una breve estadía, se cruzarán con personajes extraños que los alertan del grave peligro que corren. La película se narra en base a aquella tragedia. Epecuén se vuelve una protagonista más que carga con el resentimiento de haber sido abandonada, y va en busca de venganza. En ese espacio, se inserta una historia de ficción cargada de violencia, locura y sadismo, que recuerda a muchos pasajes de La masacre de Texas (1974) de Tobe Hooper. Dejando de lado el subgénero italiano, los Onetti incursionan en el slasher, otro subgénero del cine de terror, en una versión propia basada en aquel film de culto. Con la participación de Gustavo Garzón en un rol de lugareño vengador, una Mirta Busnelli haciendo de desquiciada y Damian Dreizik, como un director de cine histriónico que luce una remera con la foto de Francesa, se suma un elenco de jóvenes actores con interpretaciones algo forzadas. Si bien el mal está afuera acechándolos con un ensañamiento descarnado, los realizadores no dejan de lado el contexto político-económico que permitió el surgimiento de tanta violencia. La cámara varias veces hace un paneo por recortes de diarios de la época que hablan sobre la guerra de Malvinas (tres años antes de la inundación), del pueblo que lo perdió todo borrándose del mapa, y de un Estado ausente que no previó medidas de precaución para evitar la catástrofe. Las consecuencias parecen a la vista a través de esa locura desatada en los habitantes. En Los olvidados el énfasis está en el diseño estético de las imágenes, destacando el trabajo de fotografía de Facundo Nuble que genera un clima de extraña belleza exterior, como claustrofóbico, en los interiores a partir de los encuadres. Desde lo narrativo, el relato intercala una historia de ficción menor que no supera ni aporta nada nuevo, con un importante registro documental. Tomas aéreas, fotos, imágenes de archivo y audios con la cobertura periodística de aquella tragedia, dan cuenta de la importancia que tiene el hecho, en sí mismo sobre cualquier enunciado. Sin embargo, la cinefilia de los hermanos Onetti y la reescritura que vienen trabajando sobre el cine de género, forman un estilo visual y auditivo de alto impacto para el espectador, al que nunca dejan afuera. LOS OLVIDADOS Los olvidados. Argentina, 2017. Dirección y guión: Luciano Onetti y Nicolás Onetti. Intérpretes: Mirta Busnelli, Gustavo Garzon, Damian Dreizik, Agustin Pardella, Victoria Maurette, Victorio D`Alessandro, Paula Brasca, Paula Sartor, Chucho Fernandez, German Baudino , Evan Leed , Tamara Garzon. Música: Luciano Onetti. Fotografía: Facundo Nuble. Montaje: Luciano Onetti. Duración: 98 minutos.
Un grupo de jóvenes se encamina a Epecuén, un pueblo que tuvo que ser evacuado tras una inundación, y fue olvidado de la memoria de todos. La idea de ellos es simple, llegar a dicha zona para filmar un documental con una de las sobrevivientes de dicho desastre. Pero algo raro pasa en el lugar, y de apoco el grupo de cineastas empezará a ser acechados por varias personas trastornadas. Hoy les vamos a hablar de un film de terror nacional, género que de a poco intenta establecerse en el público local, y que necesita si o si contar con una buena película si los realizadores de estos films quieren que se tome en serio a este movimiento. Y si bien no estamos ante un desastre, Los olvidados se queda a medias aguas (perdón por el mal chiste) en lo que promete. Sin dar demasiadas vueltas y siéndoles sinceros, les decimos que estamos ante la versión argentina de La masacre de Texas. Y no porque la temática sea parecida; sino porque simplemente, es la misma película, con cada uno de los puntos emblemáticos de la saga creada por Tobe Hooper (ese que se olvidaron de poner el en In Memorial en los Oscar). Y no tiene nada de malo seguir los pasos de un film mítico en la historia del cine de terror, pero tampoco para que no se le agregue ninguna vuelta de tuerca a nivel guión. Guión que además está poblado de chistes que no funcionan ni como humor negro, ni como gags en sí, y más de una vez dan más vergüenza ajena que humor. Pero a favor tenemos una de las mejores fotografías vistas en tiempo en lo que se refiere al cine local, con algunos planos del atardecer que nos transmiten de forma inmediata al lugar donde se encuentran los protagonistas; con una paleta de colores de esas que con solo ver un fotograma, ya sabemos que estamos ante un film de horror. Y ni hablar de lo bien que está aprovechada la locación; tétrica de por sí, y que el director le saca el máximo provecho desde su cámara. Es una lástima que a nivel trama (y ni hablar de las actuaciones), Los olvidados ofrezca tan poco, y se conforme con copiar una formula no solo ya hecha, sino reconocida por casi cualquier fan del cine. Parece bastante inconformista; pero cuando por fin tenemos una cinta de terror con una dirección que nos incomoda a cada momento, no es acompañada por una historia entretenida. Los olvidados es entonces una película que a los seguidores del horror les va a gustar, pero a los que piden algo más que un remake encubierto, les va a dejar una sensación de que se podría haber hecho algo mejor con los recursos que se tenían.
Los hermanos Onetti (“Sonno Profondo” de 2013 y “Francesca” de 2015) nos presentan una nueva historia con un guion bien construido, efectos especiales y un maquillaje que ayuda mucho a la historia. Todo transcurre en Villa Epecuén, ubicada en Adolfo Alsina en la Provincia de Buenos Aires, lugar que tuvo unos 1.500 habitantes y que era visitado por unos 25 mil turistas durante el verano. En 1985 una inundación provocada por una creciente del lago sumergió a la ciudad completamente bajo el agua, obligando a su evacuación total. Después de varios años las aguas retrocedieron, dejando todo en ruinas, allí se encuentra un cementerio y unos pocos habitantes bastante extraños. Este lugar resulta misterioso, intrigante, siniestro, raras veces el lugar es visitado por fotógrafos o periodistas o algunos buscando algo de aventuras. De esta manera ingresan los protagonistas de esta historia para filmar un documental muy especial, estos seis personajes (Agustin Pardella, Victoria Maurette, Victorio D´Alessandro, Paula Sartor, Paula Brasca y Damián Dreizik), se enfrentan a pobladores raros, poco amigables, estos los miran como invasores, por lo tanto quienes viven allí los trataran como tal. Se pueden observar varios personajes siniestros entre ellos un ser extraño que escucha tangos mientras comete hechos atroces. Su desarrollo no se prohíbe de nada, hay sexo, torturas, asesinatos, muertes, sangre y canibalismo, con momentos perturbadores, con bastante tensión, acompaña muy bien la música que fue seleccionada para cada situación, con toques de humor negro, muy buena dirección de arte, estética y fotografía. La escena de las empanadas tiene cierta similitud a “Sweeney Todd: El barbero demoníaco de la calle Fleet”. Un buen homenaje a la película “Masacre de Texas” de Tobe Hooper, falta el hombre de la motosierra que en realidad la reemplaza por otra acción, también tiene algo del film “La casa de los mil cuerpos”. Los hermanos Onetti tuvieron una gran tarea, conocer muy bien las locaciones, escribir una historia, dirigirla, producirla e editarla, le dan una vuelta de tuerca y entre los créditos finales hay escenas extras. Ideal para los fanáticos del género.
Después de sus homenajes al giallo, los hermanos Luciano y Nicolás Onetti, con un guión co escrito junto a Carlos Goitia, regresan ahora apostando a otro subgénero del terror: el slasher, bien puro al mejor estilo "La masacre de Texas". La hermosa y exótica Epecuén (un pueblo que desapareció tras una inundación en 1985 y que al bajar el agua se convirtió en una especie de cementerio de viviendas) se convierte en escenario y un personaje más de la película que gira en torno a un grupo de jóvenes que viajan hasta esas ruinas todos juntos en una combi con el propósito de rodar un documental (como guiño, el director viste una remera de "Francesca", la película anterior de los Onetti). La idea en un principio es contar la historia de una joven que de niña logró sobrevivir a la tragedia que hizo desaparecer a una ciudad, pero no tardan en quedarse varados y, luego, ser atacados por extraña gente del lugar. Los olvidados, los abandonados, los que se quedaron. El film tiene de hecho pequeños momentos de documental que funcionan más que nada para ponernos en contexto sobre Epecuén, lo que sucedió y cómo llegó a ese estado, para quien no está al tanto. Probablemente este punto esté pensado más en función del público internacional, acá es un curioso destino turístico que suele funcionar para viajes cortos y cercanos. Como todo slasher de manual, hay cosas que vimos en muchas películas ya, varios clichés del subgénero y personajes excéntricos como villanos, con mucha personalidad pero nunca tan carismáticos como, por poner uno de mis ejemplos favoritos más actual, "Los renegados del Diablo" de Rob Zombie, otro homenajeador del cine de terror setentoso. Y aun así la novedad radica en que ese tipo de cine no es algo que se suela ver (y menos con esta calidad) dentro del cine argentino. A nivel actoral cada uno de los intérpretes logra aprovechar sus personajes, siendo imposible no destacar, justamente, el de los villanos, Mirta Busnelli, Chucho Fernández y Germán Baudino. Y después, ella, Victoria Maurette, uno de los rostros imprescindibles del cine de género nacional hoy en día. Hay un muy notable trabajo de fotografía, con unas tomas aéreas que retratan Epecuén como si fuese un lugar de película, y buen uso de la banda sonora para terminar de darle vida a estos climas. Mientras el film se toma un buen tiempo para ir presentando a cada uno de sus protagonistas y crear un necesario aire de misterio alrededor del lugar, luego llega el momento en que se tira toda la carne al asador y ahí sí, el gore está servido. Aun con sus lugares comunes y clichés (clichés que muchas veces uno espera o necesita en ciertos subgéneros), el guión funciona por lo efectivo, en su simpleza, lo redondo, donde todo termina cerrando. Sin embargo el plus principal se lo brinda Epecuén y sus escenarios reales, con el emblemático matadero de Salamone incluido. Recomendada para quienes disfrutan de los slashers y el cine de terror perturbador, no apto para impresionables.
Lo que el agua no se llevó. La película anterior de Luciano y Nicolás Onetti era un ejercicio brillante de imitación del género giallo y sus mejores exponentes. Pero Francesca era más que eso, porque el ejercicio formal no se conformaba con la copia y logra tener vida propia. La película delataba un presupuesto limitado y un corazón tan cinéfilo como de clase B. Ahora en esta nueva película la apuesta sigue siendo buscar un referente inicial para luego armar un relato propio. Los olvidados parte, sin duda alguna, de El loco de la motosierra (La masacre de Texas/The Texas Chainsaw Massacre, 1974) de Tobe Hopper. Un grupo de documentalistas viaja en una combi (¿En qué otro medio de transporte viajarían para empezar esta película?) hacia Villa Epecuén, pueblo abandonado luego de que una inundación arrasara con todo. Qué el pueblo realmente exista y que las historias que allí ocurrieron sean tan terribles como las de un prólogo de film de terror, no hacen más que confirmar el gran acierto de haber elegido ese punto de partida. Recordemos el juego con los hechos reales que también tenía El loco de la motosierra. Lo que sigue cumple con las reglas, respetadas con precisión cinéfila, del cine de terror, en particular del subgénero slasher, es decir de asesinos seriales que atacan a jóvenes con cuchillos, motosierras, hachas y demás armas. Este género siempre ha sido polémico por llevar al límite la forma explícita en la que se muestran los crímenes. Esta idea gore del cine de terror puede producir rechazo, pero en su exceso está su verdadera esencia. Los olvidados es de las películas más gore de la historia del cine argentino, no solo por la cantidad de escenas violentas, sino por la efectividad de trucos visuales. Tan oscura e inquietante como La masacre de Texas la película juega entre el homenaje, la copia fiel y la identidad propia. Las tres cosas funcionan perfectamente, un poco como ocurría con Brian De Palma y sus relecturas de las películas de Alfred Hitchcock. El cine de terror en Argentina es el género que más ha crecido en el siglo XXI, pero siempre se ha mantenido en los márgenes de la distribución y, con pequeñas excepciones, siempre con la sensación de que le faltaba algo para conseguir que las películas sean perdurables. Los olvidados es de las pocas películas de género que alcanza la calidad técnica y artística como para convertirse en un clásico del género en nuestro país. Dos películas hacen de los hermanos Onetti un dúo de cineastas a seguir. Es de esperar que la línea que han asumido y que claramente va en ascenso, no traiga nuevas grandes películas en el futuro. Por ahora Los olvidados es un gran film de terror para disfrutar en el cine.
Centrando su historia en el incidente de Epecuén Los Olvidados da un enfoque en lo oculto sobre este territorio y juega con las posibilidades del horror. Dirigida por los hermanos Onetti, Los Olvidados sigue la historia de una crew de filmación buscando información y recordando los hechos pasados de Epecuén. El joven grupo de realizadores se mete de lleno en un viaje nostálgico buscando reconocimiento fruto de su documental; el problema es que detrás de la tragedia se esconde una necesidad voraz de venganza. La película introduce al espectador a una historia que utiliza un lenguaje sádico y sin frenos desde el primer minuto. Los jóvenes protagonistas (Victoria Maurette,Victorio D’Alessandro, Agustín Pardella, Paula Sartor, Paula Brasca y Damian Dreizik) van de la mano sobre el manual de estereotipos de género; tenemos personajes que se hacen odiar en su primer línea de diálogo, también aquellos que sin exclamar una sola palabra dictan su destino. Los Olvidados sigue una línea de manual, de todas formas logra mantenerse erguida gracias a que utiliza – y juega – con elementos y mitología autóctona; es interesante ver cómo unas simples empanadas resultan extremadamente eficaces puestas en el lugar exacto, en el momento preciso, o como el lenguaje – o ocurrencias – de los diferentes protagonistas marcan una identidad argenta absoluta en la totalidad del film. Los Olvidados es terror argento sin discusiones. La historia, que recuerda bastante a The Hills have Eyes del gran Wes Craven, posibilita un entretenimiento en el público local al tener semejanzas de clásicos del horror internacional, pero lo atractivo, lo que mueve, es ver cómo este largometraje busca encasillar piezas importadas y conseguir algo de totalidad local. En Los Olvidados tenemos una historia básica no obstante lo que da sus latidos críticos – y extremadamente positivos – es la locación. Hay que destacar el apartado fotográfico de la película a cargo de Facundo Nuble, Los Olvidados se ve hermosa y logra exactamente lo que quiere sobre la visión de cámara. Estamos ante una película que muestra sin pelos en la lengua lo que la gente quiere ver; Epecuén posee un protagonismo absoluto, casi demostrando que los restos de ese pueblo turístico son parte vivas de un paraíso olvidado. Sangre y diversión visceral en grandes dosis se suman a lo antes mencionado y todo esto da como resultado una combinación ganadora en el cine de género. Si quieren una película con un desarrollo rápido y accesible, que muestre el horror tras una tragedia local y explore nuevos horizontes en el cine de terror argentino, Los Olvidados es esa película. El 2018 es un gran año para el cine de terror en nuestras tierras.
Aguas turbias En los últimos quince años se hizo evidente la intención de varios nuevos cineastas de mejorar las condiciones de producción del cine de terror nacional. Se trató de una búsqueda integral; no sólo había que contar con más fondos u optimizarlos, sino que además era necesario pensar al género a partir de la propia idiosincrasia. Aparecieron una serie de directores, guionistas y productores (los hermanos Bogliano, Nicanor Loretti, Hernán Moyano, Daniel de la Vega, Gabriel Grego y tantos más) que ampliaron el espectro del terror “hecho en casa”. Los olvidados (2017), de los hermanos Luciano y Nicolás Onetti, viene a sumar su grano de arena, esta vez transportando el modelo slasher (furor en el cine norteamericano de los ’80) a un territorio vernáculo. En Los olvidados el escenario es un protagonista más. Se trata de las ruinas de la ciudad bonaerense de Villa Epecuén, tristemente célebre por una inundación de 1985 que la dejó sepultada y en estado de inhabitabilidad. Conocida y frecuentada antes del desastre por sus aguas termales, Villa Epecuén se transformó en el escenario de rodajes sobre relatos apocalípticos; tal es el panorama de su penosa (y potente) imagen. Hacia allí se trasladan seis jóvenes que filmarán un documental sobre esa ciudad. Son bastante estereotipados (está el “canchero”, el cineasta snob, el muchacho sensible y, obviamente, las bellas chicas que los acompañan), aspecto que refiere al slasher. En el modelo genérico que adscribe el film están los aciertos y las debilidades. Por un lado, se hace evidente el profesionalismo puesto en los rubros técnicos, tanto en la imagen como en la banda sonora. Hay una serie de tomas cenitales que muestran las ruinas y a los personajes circulando por ellas, útiles para señalarlos como “conejillos de indias” puestos en las garras de un grupo de dementes sobrevivientes que se las arreglarán para asustarlos, primero, y desmembrarlos después. El problema es que más allá de las marcas nacionales no hay un reciclaje de formas sólido que le aporte al relato una vuelta de tuerca más significativa. En cuanto a la creación de personajes, del lado de los villanos las mejores escenas son las que los muestran en su propia convivencia, antes de que pongan “manos a la obra”. Son secuencias en donde el patetismo y el delirio solapado le agregan al film una dimensión más grotesca y genuina, en oposición de lo que sucede con las víctimas. Se destaca el aporte de Mirtha Busnelli, en un rol bastante infrecuente y revulsivo. Los amantes del género sabrán disfrutar de este cóctel de emociones fuertes. Los que no son tan fanáticos encontrarán un escenario muy bien explotado, que también recurre a la iconografía del arquitecto Francisco Salamone, imponente per se, espacio ideal para el clímax que llega sin demasiadas sorpresas pero, claro, con la contundencia a la que debe aspirar.
Cacería humana. Los hermanos Luciano y Nicolás Onetti (Sonno Profundo; Francesca) se corren del subgénero neo giallo que los caracteriza para entregarnos un filme de terror que homenajea a La Masacre de Texas al mismo tiempo que bordea la trágica historia del pueblo de Epecuén. Un grupo de jóvenes amigos deciden viajar a las ruinas de Epecuén para grabar un documental sobre la inundación que desbasto a la localidad bonaerense en 1985. Junto a ellos se encuentra Carla (Victoria Maurette), una ex habitante de la pequeña villa turística que no tuvo más opción que huir cuando apenas era una niña, dejando atrás su hogar y su familia. Las cosas comenzaran a complicarse cuando en el camino se crucen con unos extraños y temibles pobladores que al igual que esta ciudad fantasma han quedado en el olvido. Los Olvidados es un slasher tradicional, género popularizado en los ochenta gracias a las sagas de Pesadilla y Martes 13 y que hoy agoniza con los reebots y secuelas innecesarias de los clásicos de aquella década dorada. A través de imágenes postapocalípticas de lo que en algún momento fue el balneario argentino predilecto de las familias aristocráticas, la cinta nos va introduciendo en una sensación de pesadumbre y resquemor como solo el abandono del Estado puede causar. Una antigua estación de servicio al costado de la ruta custodiada por un perturbador clan marcará el punto de no retorno en la vida de estos jóvenes intrépidos. Para los amantes del gore es importante saber que el nuevo filme de los hermanos Onetti no escatima en sangre, desmembramientos, torturas y asesinatos por doquier. Los demenciales lugareños interpretados de forma magistral por Mirtha Busnelli, Germán Baudino y Chucho Fernández, emplean todo el sadismo necesario para este tipo de relato que además se ve beneficiado por una destacada elección de vestuario y maquillaje. Filmada con dispositivos Freefly Movi, la cinta presenta una dirección de arte de excelente nivel, acompañada de una cuidada fotografía a cargo de Facundo Nuble (Corazón Muerto) que le imprime tonos fríos e imponentes a esta locación colmada de tierra, escombros, suciedad y cadáveres. La película hace un gran aprovechamiento de la zona a través de las tomas aéreas, los viejos establecimientos como el matadero y los registros fílmicos de la época de la inundación. Una de las características más notables tiene que ver con el hecho de evitar calcar a rajatabla los recursos y modismos norteamericanos tan propagados por los filmes de culto ochenteros. En este caso, la narración logra transmitir al espectador cierta autonomía y aquella idiosincrasia argentina combinada con elementos previos a la etapa de explotación del género slasher. De hecho, cabe resaltar que además de la obra de Tobe Hopper otra de las referencias claves para este road movie ha sido nada menos que La Colina de los Ojos Malditos de Wes Craven, estrenada allá por 1977. En resumidas cuentas, Los Olvidados es una película de género que goza de un presupuesto y una calidad inusuales para estas pampas. A pesar de tratarse de una historia trillada, los aspectos visuales y técnicos, la atmósfera inquietante, las armoniosas actuaciones y el excelente uso del contexto geográfico, colocan a esta cinta dentro de las producciones terroríficas nacionales más destacadas de los últimos tiempos.
Resulta que Olguita era la prima que solía venir de visita. Una vez se acostaba con uno, otra vez con otro, finalmente con un hombre casado. La prima, pobre, apareció flotando en el lago. Y vos, sí, vos, ¡te parecés a Olguita!, advierte la vieja sin años que compone Mirta Busnelli. Sucia, desarrapada y malhablada. Atiende el bar mugriento de la estación de servicio donde para la camionetita del grupo protagonista. Estos chicos y chicas -de viaje, rock y marihuana, alguno más alegre, otro taciturno, ellas bonitas‑ van en plan de rodaje con el objetivo puesto en documentar el presente lúgubre, ominoso, que desprende Epecuén, vuelto ruinas de un pueblo fantasma. Les acompaña una testigo del hecho trágico, con los recuerdos de infancia intactos, perdida ahora en silencios largos. Lo cierto es que tras la inundación bestial sufrida en 1985, Epecuén semeja ahora el sueño perfecto de una película de horror. Habrá sido esta experiencia visual, sensorial, la que prendió de lleno en el ánimo de los hermanos Luciano y Nicolás Onetti. De este modo, Epecuén es locación real y alterada para Los olvidados, la tercera de las películas del binomio hermano, luego de las declaraciones de afecto al giallo que fueran Sonno Profondo (2013) y Francesca (2015). Con el pulso puesto en el slasher (género primo del giallo, con sus maníacos y homicidas), el inicio de Los olvidados sacude la iconografía de las películas previas a partir de una imagen más directa, cuasi documental, decididamente gore. Advertencia: la secuencia primera no ahorra sangre. Los olvidados tiene matriz evidente, señalada ipso facto en las truculencias y climas macabros que perfilaran las pioneras películas -acá retomadas‑ de Tobe Hooper (El loco de la moto sierra) y Wes Craven (La última casa de la izquierda, La colina de los ojos malditos). Si bien es cierto que los Onetti apelan a estas citas de manera casi textual, lo también cierto es que los hermanos ya tienen un bagaje propio, y saben asumir las referencias como parte de un sentir cinéfilo que les distingue: si en Francesca la localidad de Azul se vuelve maleable en función de la necesidad de época trastocada (volverla una ciudad italiana en los '70, con sus personajes doblados al italiano y subtitulados), con Epecuén sucede un procedimiento similar, pero desde otras características. La diferencia destaca en que la alteración oficia ahora a través de la inserción ‑en el espacio real‑ de interiores oxidados, carniceros, más o menos inventados. En esos ámbitos abandonados -indudables, vistos en sus fachadas ciertas‑ habitan los seres imaginados y roídos, que a nadie importan: es ésta la intervención estética, la inserción de cita cinéfila, que la película de los Onetti propone. Y lo que surge, así como un nuevo ejercicio de estilo ‑en tanto diálogo con películas preexistentes y paradigmáticas‑, es también una mirada distintiva, que permite un comentario crítico y sarcástico. Hay elementos de la puesta en escena que permitirán, así como distinguir a una familia lunática -en donde la Busnelli es la madre de unos hombretones brutos, malolientes, que visten cráneos animales‑, darle al film sus matices urticantes. Así, fotos de la Guerra de Malvinas adornan o recuerdan desde las paredes (recortes nada ingenuos de la revista Gente son preferentemente elegidos), algunas recopiladas en un álbum escondido prolijamente en el matadero. Allí va a parar también ese personaje lugareño y fantasmal que interpreta Gustavo Garzón: si bien él descubre para el espectador algunas de estas cuestiones, lo que tiene dentro es un dolor en silencio. En algún momento averigua qué le ha pasado, así como la falta de salida y el desánimo consecuente. Esta incomodidad, que está sugerida, esbozada, alcanza una sensibilidad mayor cuando las escenas de tortura, caníbales, sucedan. Algunas de las fotos aludidas permiten entrever algo más, como nexo macabro, posible: los estaqueamientos que los militares argentinos practicaran con sus propios soldados aparecen sugeridos. Alguna gorra militar, de hecho, adorna un cráneo entre el amontonamiento de baratijas y porquerías que pululan por la casa de la familia carnicera. Y todavía más: escuchar un tango de Julio Sosa mientras sucede una escena cruenta es un hallazgo estético, no sólo por el contrapunto que suscita, sino porque evidentemente es un momento en donde se alegoriza la radio a todo volumen con la cual los procedimientos de tortura eran silenciados, durante el terrorismo de estado argentino. Que se trate de un tango, con voz viril, "bailado" por un macho asesino que confunde partenaire con víctima, es un procedimiento bien arriesgado, que vale destacar. Es por esto que Los olvidados encierra mucho más que lo aparente; no se trata -solamente‑ de una exposición de momentos crueles -algo que el cine carga consigo desde sus inicios, que ha validado de forma conceptual‑, sino sobre todo de una película de terror que expone un estado de malestar por el cual el cine argentino de este género no ha transitado demasiado: el malestar suscitado por las heridas sociales perpetradas durante la última dictadura cívico‑militar. La familia de muerte que Los olvidados propone, evidentemente, es expresión iconográfica que refleja la del film genial de Hooper, pero también excusa para una relectura que apela a la historia cercana -social y familiar‑, vestida de inundación letal, real, con sus restos de muerte todavía a la vista.
Con una visual más que interesante, Los olvidados parte de un escenario “natural” muy particular para poner en puesta un género poco explotado en el país: el slasher. Sin embargo, machetazo va, machetazo viene, los hermanos Onetti terminan mutilándose a sí mismos. Para una generación de realizadores audiovisuales que nacimos en la década de los ’80, Epecuén siempre fue un lugar atractivo y seductor. Tarde o temprano, generalmente cuando se hablaba de una historia que precisaba filmarse en un ambiente desolado, alguien te preguntaba, con entusiasmo, si conocías esa localidad bonaerense. Todos aspiramos, aunque sea brevemente, a Epecuén… o bien la volvimos paradigma de lo que buscábamos, usando sus fotos de referencia directa. Es fácil entender por qué: en 1985 una gran inundación rompió los diques de contención y borró del mapa a toda esa ciudad que, incluso, había logrado convertirse en atracción turística por sus aguas saladas revitalizadoras. Una atracción turística que ya fue olvidada como tal, que quedó sepultada en sus propios escombros y que ahora se erige como ruina impactante, totalmente abandonada, cargando en su aura la desgracia, el triste abandono forzado de quienes antes fueron sus habitantes, la sobrecogedora poética del espacio vacío: casi un templo. En la película de los hermanos Onetti, un grupo de adolescentes (y no tanto) se dirigen a Epecuén para filmar un documental sobre lo que allí sucedió, con ansias de revivir el drama que significó la fatídica inundación para las personas que todo lo perdieron bajo las aguas. Para eso llevan con ellos a Carla (Victoria Maurette), que de niña vivió en el lugar y, aún con recuerdos borrosos, puede dar un rico testimonio en primera persona de lo acontecido. Lo que no sospechan, claro, es que una vez que estén en Epecuén serán abordados por una familia de psicópatas al mejor estilo La Masacre de Texas (Tobe Hooper, 1974), psicópatas que intentan imitar el universo aggiornado que Rob Zombie (músico y fan del cine de terror y sus vertientes como evidenció y evidencia en toda su carrera) le dio a esa clase de películas con La casa de los 1000 cuerpos (2003) y su continuación Los renegados del diablo (2005). Hace quince años, Rob Zombie logró revisionar a los clásicos villanos perturbados de motosierra en mano que, si bien terribles, eran ajenos a producir cualquier regusto de empatía. Con claridad en sus objetivos y una estética bien definida, sus películas se adentraron en ese grupo para ofrecernos personajes ricos en sus desequilibrios, morbosamente atractivos, igual de repudiables pero, por complejidad, más peligrosos: más reales por más actuales, al tiempo que más pop y entrañables. Personajes aún perturbados pero con cínicas visiones sobre lo “no perturbado”. Rob Zombie encontró, se podría decir, el modo de dimensionar la turbiedad para ya no sólo usarla de contracara sino de anclaje para el desarrollo y poder así darle frescura y fluidez a un género cuyos engranajes parecían atascados por litros y litros de sangre reseca. Los olvidados tiene presente a Rob Zombie y eso se nota en esbozos de una técnica que resulta identificable pero insuficiente por ausencia de concepto ulterior. Mientras que con Rob Zombie ya se sabe que los buenos no van a ganar y el acercamiento al clímax casi que inclina a pedir que por favor mueran de una vez para que ya no sufran, en la película, los asesinatos, si bien fuertes y manejando cierta visceralidad, no te ofrecen un lugar desde dónde consumirlos. Ese es el principal problema: ya ni siquiera deseás el triunfo de los malos para liberarte de la tortuosa sensación de que todo está perdido. Sólo esperás lo inevitable: el final. La violencia gratuita queda en primer plano y desbarata cualquier otro plan. Podría pensarse que la enorme expectativa que genera una producción de género con recursos no menores en Epecuén es uno de los factores que le juega en contra a Los olvidados. La realidad es más simple: la película hace su propio mérito para resultar insatisfactoria, proponiendo un slasher poco definido en tono, a pesar de hacer homenaje latente a un modo de contar historias.
Crítica emitida por radio.