Es difícil escribir una crítica de una película así. Por un lado tenemos a los fanáticos (mayormente chicas) y por el otro los detractores (mayormente chicos...). De un lado y del otro están a la espera de que ponga lo que quieren leer… que es maravillosa o que es una porquería. Y ni una ni otra. Como conté en su momento, he leído Crepúsculo, y la primer película tenía en contra sus actuaciones de madera, su pobre realización y una dirección floja. Además de que daba la sensación de un resumen muy rápido para contar la película, que tenía una historia interesante, que era agradable de leer. En Luna nueva no puedo hacer la comparación con el libro, por eso voy por otro lado. Los errores de la primer película se solucionaron en gran parte, o van en camino de hacerlo. ¿Cómo cuales? El presupuesto fue mayor, y eso permitió mejores efectos y una mejor filmación en general. Además el director es mucho más idóneo, y se luce en varios planos (las escenas en general del bosque) y en la forma en que filmó muchas otras cosas. Además no creo que Robert Pattinson haya aprendido a actuar, pero seguramente el director supo darle las órdenes precisas, y sumado a que está menos expuesto, el resultado lo dejar mejor parado. Kristen Stewart hace años que trabaja bien, y sigue dándole el toque necesario a Bella para hacerla real. La parte en contra de la película, quizás sea el mismo libro, porque si bien no lo lei, se por varias “referentes” que es el menos atractivo de los 4, y me dio la sensación de que muchas cosas fueron estiradas o contadas muy lentamente. En definitiva, al contrario de los resumido y rápido de la primera, acá me pareció alargada y lenta, y eso en la duración se nota. No es una película que sirva a extraños para entender el fenómeno Twilight. Pero por el lado de la técnica y la realización, los productores dejan en claro que las próximas tienen un futuro promisorio para acompañar tanta expectativa y seguramente ofrecerán un mejor espectáculo al promedio de los espectadores. Independientemente de esto, queda claro que las fanáticas saldrán super contentas y emocionadas, y los que consideran a Twilight algo super meloso, terminarán poniendo las mismas caras que Edward Cullen en la primera…
Hoy pude ver una de las películas más esperadas del año "Luna Nueva", la segunda película de la saga de "Crepúsculo". Antes de empezar a comentar qué me pareció la película, quiero aclarar que no leí ninguno de los libros (no es la clase de libros que me gusta leer), así que mi opinión se basa unicamente en lo que ví en la pantalla grande. "Luna Nueva" creo que logra mejorar bastante todo lo que había quedado flojo en "Crepúsculo", desde las actuaciones hasta lo efectos especiales. Es un cambio importante. Hay un poco de todo, escenas románticas, otras que los harán reir, y algunas pocas de "suspenso". Me gustó mucho más que la primera, la noté un poco más ágil, y entretenida. La historia más que nada apunta al público adolescente, y sobre todo a las chicas. Ojo! con esto no quiero dejar afuera a los hombres o los/as que tienen 30 y pico y siguen la saga eh! :) "Luna Nueva" no será una de mis películas favoritas, pero me hizo pasar un buen rato, y me enganché con la historia. Sin dudas a los fans les encantará, y apenas salgan de la sala ya querrán ver la próxima entrega! :P
Los condenaditos A la salida de la función de prensa (en realidad, no fue de prensa ya que habían sido invitados al Cinemark Palermo decenas de adolescentes que, intuyo, integran el club de fans local de la saga vampírica), los críticos -sin demasiado ánimo para la discusión- nos consultábamos si esta segunda entrega de la franquicia nos había resultado "más" o "menos" entretenida (o aburrida) que la primera. "Un poco más", dijeron unos; "un poco menos", agregaron otros. Nos saludamos y nos fuimos silbando bajito. No teníamos más nada que decirnos. Y tampoco -debemos admitirlo- tenemos mucho para escribir ¿A quién le interesa si esta segunda entrega no alcanza a conmovernos en lo más mínimo? ¿A los cientos de miles de incondicionales seguidores de la saga literaria/cinematográfica que la irán a ver una, tres o cinco veces como en una procesión religiosa? ¿A los millones que jamás irán a verla aunque alguien opine que es la mejor heredera de Bram Stoker? Diría, entonces, que (casi) a nadie. Pero, como somos profesionales y obstinados, dejaremos nuestro parecer para la posteridad (que en este caso será bien efímera). La cosa es así: Bella (Kristen Stewart, la deliciosa protagonista de Adventureland, un verano memorable) cumple 18 años y, a pesar de su fobia a los festejos (entre muchas otras fobias que tiene), empieza a recibir regalos de todos, menos de su amado vampiro Edward (el carilindo, pálido e inexpresivo Robert Pattinson), que tiene... 109 años. Entre quienes sí le entregan un obseguio figura Jake (Taylor Lautner), un morocho de origen indio que también está enamorado de ella y que, según comprobaremos a los pocos minutos, es en realidad un hombre-lobo cazavampiros. La lucha entre lobos y vampiros es uno de los ejes de esta segunda entrega. El otro, claro, es ese amor ¿imposible? entre Bella y Edward. El huye apelando a una mentira que ella se cree y, mientras Bella sufre pesadillas y ataques de angustia, encuentra consuelo en Jake, aunque en el fondo sigue obsesionada con el rubio (o sea, el triángulo amoroso más básico posible), que se le aparece en visiones a cada instante. Entre apelaciones permanentes a Romeo y Julieta (la película intenta alcanzar sin suerte las cimas de la épica melodramática sobre amores condenados), el esperable despliegue de efectos visuales, imágenes en cámara lenta, torsos desnudos y miradas a cámara más propias de un comercial de desodorantes que del cine, y decenas de canciones que intentan tapar los baches dramáticos y narrativos (ver detalles de la banda sonora aquí), transcurren los extensos 130 minutos de un film que, como sus vampiros, parece siempre sediento de sangre y que, como sus protagonistas, nos deja con las ganas. Una amor pasional narrado con absoluta frialdad. Dicho esto, pasaremos a cubrir desde mañana, los reportes sobre los cientos de millones de dólares que Luna Nueva recaudará en todo el mundo. Y, una vez más, los ejecutivos de marketing se reirán de lo que nosotros, los críticos, hayamos escrito. Como se dice: son las reglas del juego.
Amar o morir, esa es la cuestión Después del Crepúsculo (Catherine Hardwicke, 2008), sale la Luna Nueva (Chris Weitz, 2009). No hablamos del calendario lunar, hablamos del segundo lanzamiento de La Saga Crepúsculo. La fervorosa historia de amor entre un vampiro y una humana creada por la escritora Stephenie Meyer, tiene su segundo round. Habrá algo de sangre, pero más que nada, habrá amor. Bella Swan (Kristen Stewart) no quiere envejecer más porque teme la llegada del día final, y con eso, su separación definitiva de su amado vampiro, Edward Cullen (Robert Pattinson). Pero esta preocupación se vuelve un detalle menor cuando el día de su cumpleaños Jasper, uno de los hermanos Cullen, intenta atacar a Bella. Edward no soporta verla en peligro, y toma una decisión drástica: alejarse de quien tanto ama. Bella no soporta la pérdida, su vida deja de tener sentido, apenas si respira. Pero su amigo Jacob Black (Taylor Lautner) hará latir nuevamente su débil corazón. Y como nada es normal en la vida de Bella, resulta que su amigo Jacob es nada menos que un hombre lobo. Entre desencuentros y confusiones, Edward a la distancia cree a Bella muerta. No está dispuesto a seguir en este mundo sin ella. Los Volturi son los únicos capaces de acabar con su pena, pero Bella llegará a tiempo para aclararle la confusión y salvarlo. Esto es cine. Pochoclero o comercial, pero con un fin que lo define como tal: es un entretenimiento masivo. Esta película lo logra, acá y en casi todo el mundo. Es un mérito que no se puede discutir. Ahora, de qué tipo de cine hablamos, esa sí es una cuestión que lleva a un eterno debate. Cine de autor no es, claramente. Pero tampoco tiene esas pretensiones. Esta película es una parte más que se desprende del fenómeno causado por el best seller. Es una herramienta para saciar el hambre de los fanáticos, y por qué no, entretener a muchos otros. Esto no la hace ni mala ni buena, la calidad del film no se subordina a su condición de producto masivo. Veamos, lo primero a considerar es que se trata de una adaptación. Es decir, se traspone una obra escrita a una audiovisual. ¿Cómo resulta? Fantástico. De un libro de más de 500 páginas, tenemos un film de aproximadamente dos horas. No está nada mal. Quien haya leído el libro y ahora vea la película, se encontrará atravesando emociones que se condicen con lo que ya conoce de la historia. La Bella en la pantalla, es la Bella de las páginas de libro. Edward, igual. Lo más importante de una adaptación es mantener la esencia y el tono del texto original. Luna Nueva, la película, lo hace con creces. ¿Dijimos que es una historia de amor? Sin dudas, el romance de la película puede llegar a incomodar a algunos. Y no es que Bella y Edward se andan besuqueando las dos horas -de hecho él aparece sólo al principio y al final de la película– lo que pasa es que la pasión que los une en un amor tan poderoso puede causar algo de envidia. Ambos están dispuestos a dar su vida por el otro. Esto es romanticismo en su sentido más filosófico. Los que no siguen la historia, pueden ir a ver una película que funciona y entretiene de principio a fin, incluso sorprende por momentos en lo que hace a su realización. Los seguidores de la historia estarán satisfechos por un rato, el amor de Bella y Edward está a salvo. Pero la sed aún no estará saciada. Hay mucho más de La Saga Crepúsculo por venir.
Suena lógico que esta secuela de Crepúsculo haya caído en manos de un director capaz como Chris Weitz (AmericanPie, Un gran chico) en lugar de la inimputable Catherine Hardwicke (A los trece) cuando Crepúsculo se transformó en el gran fenómeno del Hollywood actual. El cine y la televisión se llenaron, de un día para otro, de fogosos (aunque pacatos) vampiros adolescentes, que se pueden usarse como metáforas sobre sexo, religión, drogas o tema polémico juvenil de turno. Luna nueva llega para llevar esa moda a otro lado porque no son los vampiros quienes deslumbran en esta segunda adaptación de la franquicia de Stephenie Meyer: los lobizones le ponen el pecho y sus cinematográficos pectorales a las balas y se hacen cargo de buena parte de la película. Luna nueva es una película atractiva mientras se centra en las a venturas de un malón de hombres lobo e intenta de olvidarse de los vampiros, como trata el personaje de la menudita Kristen Stewart con el carapálida de Robert Pattinson. Taylor Lautner, aquel simpaticón Niño Tiburón que descubrió hace unos años Robert Rodriguez hoy devenido en bombonazo absoluto, es la gran figura de esta Luna nueva: él saca a la película de esos constantes y adormecedores susurros vampíricos y la transforma en algo mucho más primario y lleno de vida.
Luna nueva, sacrificios en nombre del amor Segunda parte de la saga basada en la obra de Meyer La -hasta ahora- tetralogía literaria debida a Stepehnie Meyer está destinada a un público bien específico -en su mayoría femenino y adolescente-, que seguramente esperaba esta segunda adaptación fílmica con ansiedad que supo ser multiplicada por una hábil campaña de lanzamiento: mucha promoción, mucho merchadising, mucho misterio y unos pocos anticipos administrados en dosis breves y esporádicamente. Quizás hacía falta semejante operación ya que lo que la historia traía de novedoso -vampiros buenos, vegetarianos y vírgenes; indios licántropos en eterna guerra con ellos, el amor concebido como una fatalidad que justifica cualquier sacrificio, la visión idealizada del dominio que cada personaje puede ejercer sobre sus impulsos, adolescentes capaces de defender sus propias elecciones más allá de la opinión de los adultos, etc.- ya había sido expuesto en Crepúsculo . Pasada la novedad, sólo queda en Luna nueva averiguar cómo podrá avanzar el romance entre la simple mortal y el pálido muchacho que ya pasó los cien, pero sigue aparentando 18 y así lo será por los siglos de los siglos salvo que ella, mordisco mediante, se pase al otro bando. Este segundo capítulo es casi un torneo de renunciamientos románticos. El de Edward, vampiro generoso, que miente su desamor por Bella como en el tango: "A conciencia pura" y nada más que por salvarla. Y el del quileute amigo que siempre la amó en silencio y la acompaña en su obligada viudez, pero también se aparta antes de que en algún rapto de malhumor el lobo que lleva dentro desfigure el bonito rostro de la chica. Todo esto -matizado por alguna disputa entre vampiros y hombres lobo, una visita muy vistosa a la aristocracia vampírica (en Volterra, Italia), un par de salvamentos de último momento, algún humor involuntario (la oportuna llamada telefónica del galán vampiro) y bastante exhibición de musculosos torsos masculinos (a pedido de las chicas, se supone)-, no alcanza sino para completar las largas dos horas de película con mucha, demasiada conversación y una intensidad romántica más declarada que perceptible.
La novelita calientapavas Filmada a desgano, con poses publicitarias y puro lugar común, el segundo film de la saga de Crepúsculo sigue abogando por la virginidad. Hace mucho tiempo, el sexo en las telenovelas era aludido y elidido porque, bueno, no se podía. La gente “lo hacía” pero fuera de cámara. Las historias eran todas variaciones de Romeo y Julieta con final feliz (siempre suelen serlo). Luna nueva es eso mismo salvo por algunos detalles nada pequeños. En primer lugar, su falta absoluta de creatividad a la hora de usar una pantalla gigantesca. En segundo, que el sexo es una maldición terrible que puede matar a la chica (nunca al caballero). En tercero, en las telenovelas había personajes que parecían seres humanos. Diseñada para que el público teen femenino vea histéricamente músculos masculinos y miradas lánguidas alla cantante flaquito de grupo pop (entre esos dos modelos se debate la dizque heroína), el film cuenta que el vampiro vegetariano (salivador precoz que al cuarto beso frena porque, bueno, se puede comer –literalmente– a su amada) tiene que rajarse con su familia de vampis buenos y finge que no ama a la chica. La chica se queda varios meses encerrada esperando noticias de este imitador prostético de Lord Byron. Finalmente, se refugia en el cariño de su amiguito de infancia, hoy más musculado que Rubén Peucelle en sus buenas épocas y con una mirada que recuerda de algún modo la de Carlitos Tevez. El pibe le da un poco de aire a la señorita pero también la abandona porque, claro, es un hombre lobo. ¡Pobre Bella Swan, encima el otro festejante que tiene padece de la torpeza de una momia! En fin: mientras la pobre chica sufre por haberse ido a vivir a esta camuflada colonia transilvana, enamorándose de monstruos sin querer queriendo –su virginidad protegida, claro, gracias a esta afortunada desgracia–, aparece una vieja vampira que la quiere hacer boloñesa por haberle reventado el novio. Los lobos (de aspecto no más feroz que el de Lassie) la protegen en ese lugar frío del estado de Washington. Bella anda de bosque en bosque, bajo la lluvia, incluso se tira al mar desde un acantilado y ni una angina. Claro: con la temperatura corporal que lleva encima, tentada por el vampi lánguido y el lobo musculoso, como para sentir el frío. En fin: al final el verdadero amor reaparece, el lobito se queda con la sangre en el ojo y se abre la puerta para el capítulo que viene. Todo esto sería pasable si por lo menos una secuencia no pareciera propaganda de champú o de perfume para hombres. Si la tensión sexual no se concentrara en el gesto del labio trémulo. Si las secuencias de acción fueran por lo menos comprensibles. Si hubiera algo de cine, de humanidad, de mínima reflexión aunque sea cínica –pedir ironía implicaría una inteligencia que los realizadores no imaginan en el espectador– acerca de esta sarta de lugares comunes carente de suspenso o misterio. Que por otro lado continúa esparciendo su discurso a favor de la abstinencia sexual: algo que no sería malo –las ideas son libres– si aquí la excitación que se le produce en cada plano a la protagonista no transformara la película en la exhibición de una perversión enorme. Un film tranquilizador, reaccionario y calientapavas que desmerece a los vampiros, a los hombres lobo y al querido –y extrañado– Alberto Migré. Peor que la anterior y sin visos de que la próxima tenga alguna mejoría.
Decadencia de la patria chupasangre Novio vampiro la deja y ella se enamora de hombre lobo. La posible placa de Crónica TV hubiera sido infinitamente más divertida que las dos horas diez de Luna nueva, nueva entrega de la saga Crepúsculo, que la película homónima inauguró (en cine) el año pasado. Lo que anuncia la placa es lo que sucede en este segundo episodio de la saga creada por la escribidora Stephenie Meyer, haciendo presumir que en las próximas entregas la heroína podría llegar a curtir con un zombie y un fantasma. No, perdón, curtir no: ya se sabe que hasta los piquitos se entregan con cuentagotas en esta saga exangüe. Saga ultrapuritana, a la medida de la religión mormona que practica Mrs. Meyer. “Condenada a no apretar”, sería otra posible placa de Crónica, teniendo en cuenta el sudor y las lágrimas (sangre no, ya se sabe) que esos pocos piquitos le cuestan a la pobre Belle (Kristen Stewart), tironeada esta vez entre el vampiro Edward (Robert Pattinson) y el hombre lobo Jake (Taylor Lautner). Que es como decir, también, entre la melanco palidez new romantic de uno y los schwarzeneggerianos músculos del otro. En el momento más involuntariamente gracioso de una de las películas menos graciosas vistas en bastante tiempo, suena un teléfono justo en el momento en que los labios de Belle y Jake se hallan, finalmente, a unas pulgadas de distancia. Luna nueva es, como el resto de la saga, un canto a la represión y la abstinencia sexual. No sólo los vampiros vienen sin colmillos (lo cual es como una película cómica protagonizada por Santo Biasatti), sino que también se cuidan de dejarse arrastrar por el deseo, sabedores de que si lo hacen se convertirán en bestias sedientas de sangre. Otro tanto sucede con los hombres-lobo-patovica, que para alegría de la afición adolescente andan por el bosque luciendo sus bíceps (cuando no se convierten en lobos digitales y mal articulados, claro). Las teenagers son, como se sabe, el target principal de este aséptico producto, en el que todo se dirime, como en la tele, a pura charla. Melodrama romántico con amantes condenados a no poder amarse (él, porque es vampiro; ella, porque no lo es; el otro, para no dejarla hecha un estropajo si se calienta demasiado), entre otras herejías a la mitología fantástica Luna nueva incluye una familia de vampiros (con papá vampiro, mamá vampira y su cría), oferta de matrimonio de un vampiro a una posible conversa... y hasta vampiros demócratas, que plebiscitan educadamente la incorporación de un nuevo miembro. En otras palabras, la corrección política arrasando uno de los últimos bastiones de rebeldía, el de la patria chupasangre.
Amor y fantasía El segundo capítulo de la saga "Crepúsculo" ofrece acción y romance, cada uno por separado. La estructura en la que descansa el éxito de la saga de Crepúsculo es tan simple como contundente: el amor de dos personas diferentes, la necesidad de protección de uno por el otro, el despertar sexual y el entregarse por amor, y la lucha entre sociedades enfrentadas desde hace años, al menos en el mundo fantástico creado por la escritora -creyente y vegetariana- Stephenie Meyer. Bella volvía con su padre, separado de su madre, y al reinsertarse en el pueblito Forks, conocía a Edward, el vampiro del cual quedaba perdidamente enamorada en Crepúsculo, la primera de las cuatro entregas. En Luna nueva, Bella cumple 18 y Edward no tiene mejor regalito que decirle que la abandonará, por protección. Nunca han pasado más que de los besos, y para Edward, no sería una salvación que Bella se transformara en vampira, sino "una tragedia". Por lo que -y las fanáticas lo saben- Robert Pattinson no está tanto tiempo en pantalla, aunque regresa en esa imagen que se aparece a la desangelada Bella, cada vez que ella asume ponerse en peligro y acrecentar su adrenalina sólo para saber que cuenta con su (ex) amado. Kristen Stewart y Taylor Lautner (Jacob), sí, y las desavenencias románticas y el debatirse entre dos mundos nuevos para Bella -el de los chupasangres y el de los hombres lobo- harán que la muchacha deba definirse. "Estás a punto de cruzar una línea", se escucha. Todo tiene sus riesgos. Así las cosas, en Luna nueva tendremos dos películas, algo que estaba mejor balanceado y lograba una conjunción más homogénea en Crepúsculo, donde el romance daba lugar a la acción. Aquí, todo lo romántico -el abandono, el flirteo entre Bella y Jacob, el licántropo, la esperanza de la protagonista de sentirse protegida a la distancia por la imagen de Edward- va por un lado, y la acción y violencia -las peleas, la aparición de los hombres lobos, el suspenso- por otro. Con Chris Weitz al mando del proyecto, se buscó quien uniera el mundo más fantástico que alumbra en Luna nueva con el de los personajes sensibles. Y el director de La brújula dorada y Un gran chico parecía el indicado. Es tan notoria la diferencia entre un estilo y otro que quienes se acerquen a Luna nueva por el conflicto amoroso ansiarán que las escenas de acción -mejor resueltas que las de Crepúsculo- terminen de una vez y viceversa. La guionista Melissa Rosenberg -que ya había adaptado Crepúsculo e hizo lo mismo con Eclipse, a estrenarse a mediados de 2010- no ha modificado la sustancia de la novela, y los fanáticos no se sentirán traicionados. Ni siquiera algún pedido de Edward sonará fuera de lugar: es que aquí todo está donde debe estar. La buena creación de climas y las participaciones de Michael Sheen y Dakota Fanning como dos "nuevos" vampiros suman a un fenómeno que cosecha allí donde pocos veían frutos: el corazón de las espectadoras, siempre sediento de los fuegos eternos.
Cuando el vampiro no está... Ante todo, si tiene algún interés en ver este filme primero debe mirar "Crepúsculo". Se hace indispensable la visión de la primera película de la saga para ppder ver esta segunda entrega. Una vez cumplido ese trámite podrá adentrarse al universo de Bella y su inmortal amado Edward. La continuidad espacial y temporal respecto a la primera entrega se respeta desde el inicio cuando vemos a la protagonista en su colegio con sus compañeros y a punto de festejar su cumpleaños número dieciocho con la familia de su novio. Pero no todo sale bien y días después Edward le comunica a Bella una decisión que pondrá a la joven ante una situación decisiva y reveladora. El vampiro enamorado se aleja y el amigo de la infancia de Bella, Jacob, se convierte en su inseparable compañía y paño de lágrimas. Sin embargo, el muchacho también tiene un secreto reservado para la jovencita, que confirmará que lo suyo no son las parejas normales. Si se tiene en cuenta que el filme está basado en un best seller, que no es precisamente una joya de la literatura, se puede entonces aceptar que los diálogos, abundantes, sean de una profundidad inexistente aunque dichos con una seriedad y solemnidad subrayada por la morosidad que el director le imprime al relato. Y es que el ritmo quedó para unas pocas escenas suficientes para evitar el inminente sopor que cada espectador evaluará de acuerdo a su límite de tolerancia. La saga está presentada, quedan dos libros más por adaptar, y según parece el cuarto podría convertirse en otra trilogía cinematográfica. De manera que Bella estará en pantalla por un tiempo más, también su histeria y una relación por demás asexuada que hasta ahora mantiene a raya las hormonas adolescentes de quienes son los principales consumidores de este producto.
Segundo capítulo de la saga “Crepúsculo”, romántica historia de vampiros para público adolescente. El film original, basado en el texto de Stephenie Meyer (72 millones de ejemplares vendidos en 39 países), recaudó 351 millones de dólares. La clave del éxito: el registro de un amor adolescente que no puede ser. Se conocen en el colegio secundario, se atraen, se desean, pero él, Edward, pertenece a una raza de vampiros. Si la besa y la muerde la perderá para siempre. Y no hay nada más atractivo que el amor imposible. Edward cuida y protege a Bella, pero no puede hacerla suya. Mientras tanto, a su alrededor crecen los riesgos y las acechanzas. Un hombre-lobo ingresa en el conflicto, y también una vampiresa vengativa y los Vulturi italianos, todas criaturas de cuidado. Edward pertenece a una familia de vampiros que ha sabido adaptarse a los tiempos que corren. Pueden mostrarse sin riesgo a la luz del día y se han impuesto no morder a los humanos. Se alimentan de animales. Edward y los suyos deciden abandonar el lugar para proteger a la muchacha, pero Bella se siente devastada por esa repentina ausencia. En ese estado de puro desconcierto traba relación con el seductor Jacob Black, sin sospechar el secreto que esconde. Con su ayuda, remodela una vieja motocicleta y se interna en aventuras cada vez más peligrosas. Como en el film anterior, la propuesta funciona. Esa mezcla de romanticismo y terror, de sexo no consumado, pasiones a punto de estallar y el juego atractivo e inquietante de amor y muerte, se potencia una vez más. Robert Pattinson se ha convertido en el James Dean del Siglo XXI.
Una adolescente cuyo novio es un vampiro y su mejor amigo un lobo no puede pasarla bien en este mundo. Sufre Bella. Ama y sufre. Y su amor y su sufrimiento son la materia casi exclusiva de Luna nueva, una película a la que le caben adjetivos tan contradictorios como sublime, fantasiosa, poética, ridícula y tediosa. La saga Crepúsculo es un fenómeno cultural de la época y como tal no se reduce a una serie de libros, largometrajes o productos diseñados por un departamento de merchandising. Como Harry Potter, ha creado un mundo paralelo poblado por millones de personas. No importa si es una moda. No importa si es fugaz. Mientras dura tiene sentido. Y la verdad es que Luna nueva se beneficia de ese sentido que viene más desde afuera que desde adentro de su propia historia. Si careciera de esa energía adicional sería una película medio lograda, medio fallida, sobre los dilemas del amor adolescente. Sus vampiros y sus lobos podrían definirse como seres fantásticos convencionales o como metáforas de dos tipos opuestos de virilidad masculina. Pero el poder de sugestión de la saga Crepúsculo consiste en mantener viva esas dos posibilidades y encarnarlas en personajes lo suficientemente complejos como para suponer que son personas. Personas, sí, Bella, la humana; Edward, el vampiro, y Jacob, el lobo, los tres vértices de este triángulo de amor sobrenatural, son personas. Eso significa que tienen la libertad de aceptar o rechazar las fuerzas que determinan sus conductas, por más que estas fuerzas sean oscuras, negativas y milenarias. No es causal que Edward envidie lo fácil que es suicidarse para los humanos. Su razonamiento evidencia la lógica de la pasión: si no puede amar a una joven mortal prefiere renunciar a la inmortalidad. Luna nueva hace equilibrio sobre esa pulsión de muerte. Plantea qué difícil es vivir para aquellos a los que la vida no les alcanza. Pero incluso la angustia tiene una cara luminosa. Cuando Edward abandona a Bella, no la deja sola en el mundo, la acompaña a la distancia como un fantasma protector, y permite que ella descubra que Jacob es mucho más que un amigo, con todo lo bueno y lo malo que eso pueda significar. Un punto a favor de la película es que en la comparación física entre Edward y Jacob, este último sale favorecido. El vampiro es pálido, adusto, frío y repulsivo, con sus labios sanguinolentos y sus ojos irritados. En cambio, el lobo es musculoso, cálido y hermoso. Ese contraste vuelve más valiosa y más difícil la elección de Bella. ¿El mensaje de Luna Nueva se reduce a que para una chica cualquier chico es un vampiro o un lobo en potencia? Tal vez. Pero los componentes morales de la película no impiden que se desarrollen los elementos más significativos de la historia: sus personajes y sus conflictos existenciales. Pese a la fauna sobrenatural que la rodea, Bella siempre es el foco de la narración, y en ese sentido, la actuación de Kristen Stewart resulta decisiva para que este melodrama fantástico se cargue de emociones reales. Para no quedar afuera de un fenómeno de la cultura popular. Una virtud: la actuación de Kristen Stewart. Un pecado: se hace demasiado larga.
La primera película de la saga (Crepúsculo) había dejado en la mayoría de las personas, un gustito dulce, y con ganas de ver esta segunda parte. Dejando de lado toda la parafernalia rosa que gira en torno a los protagonistas, la saga tiene algunas cosas interesantes, las cuales pensé que se iban a explotar más en esta segunda entrega. Pero no fue así. Luna Nueva es una película aburrida. Es un producto para teens, enamoradas del sexy vampirito Edward Cullen (Robert Pattinson), que solo quieren verlo mostrar sus abdominales o caminando en cámara lenta. En lo que refiere a la trama, la película no ofrece nada nuevo y se podría decir que básicamente es la premisa de la primera parte con algunos agregados y menos onda. Bella (Kristen Stewart) es abandonada por Edward, ya que no es seguro, para la vida de ella, que ellos sigan juntos. Desde ese momento y por el transcurso de una hora, Robert Pattinson desaparece de la película, así que las adolescentes que van al cine sólo para saciar su sed y ver al nuevo carilindo Holliwodense, se desilusionarán un poco. Para compensar esto, la saga les muestra al otro enamorado de Bella, el morochón devenido en hombre lobo, Jacob (Taylor Lautner), con el cual se sucederán un sinfín de idas y vueltas amorosas. Vale la pena aclarar que Bella histeriquea (y mucho) al pobre Jacob. Con respecto a la realización, la sensación es ambigua. Se nota una mejora realizativa en cuanto a como se filmó, ya que es un poco más arriesgada, la cámara no está tan anclada y se encuentra algunas cosas interesantes. Pero también se observan algunas decisiones muy flojas, dignas de un estudiante de cine que empobrecen mucho el producto. El film es lento, pero no solo su ritmo narrativo, sino todo el conjunto. Los personajes caminan despacito, hablan parsimoniosamente (la mayoría de las veces diciendo cosas sin sentido) y casi todo el tiempo están mirando al horizonte, esto es algo que yo no me explico. Supongo que quisieron darle un toque de misticismo y romance a los diálogos, pero los personajes no se miran a la cara, siempre tienen la vista perdida en cualquier parte, dicen sus líneas como cuando la mamá de un nene lo obliga que abrace a la abuela y este lo hace de mala gana. Hablando de las actuaciones, no descubro América si digo que Robert Pattinson es de madera balsa, pero por suerte (y este es otro acierto del director) no se nota tanto. Kristen Stewart es buena actriz, pero al parecer se contagió del resto y para hacer juego con sus compañeros está media dura. La sorpresa es Taylor Lautner, que está muy bien y, para los que tienen buena memoria, ya había trabajado de niño con Robert Rodriguez en Las Aventuras del Niño Tiburón y la Niña de Fuego. Por partes, el film me hizo acordar a algunos pasajes de la reciente película de “terror” Diabólica Tentación, donde los temas musicales de la banda de sonido están muy fuertes, tratando de imprimirle sentimientos a una imagen que carece totalmente de ellos, asemejándose a un video clip gigante. En síntesis, una película totalmente inconexa, es como si el libro les hubiera quedado largo y quisieron meter pedacitos de todos los capítulos, haciéndose larga y teniendo muchas partes de más. Ya que, si vamos al grano, es un cuento de amor con lobos y vampiros muy simplón que se cuenta en un horita. Está más que claro que los fanáticos de la saga, van a salir chochos y esperarán ansiosos la tercer parte, donde dicen que la historia levanta mucho. Con respecto a esta, cada vez queda se confirma más el viejo dicho que dice que las segundas partes nunca son buenas.
“Luna nueva” tiene lo necesario para seducir a la platea adolescente: amores imposibles, amantes separados y promesas eternas. Si todo lo bueno sucediese fácilmente, la saga hoy no sería un fenómeno que llena las salas de suspiros por el protagonista Robert Pattinson. El joven actor interpreta al vampiro enamorado de la humana a cargo de Kristen Stewart que decide tomar distancia para protegerla. En el medio quedan enfrentamientos entre vampiros y sus enemigos jurados, los hombres lobo, y el desarrollo de una peligrosa amistad entre la heroína y un joven licántropo, todo con un aire de tragedia inminente. No es casualidad que en una de las primeras escenas se ve una vieja filmación de las últimas escenas de Romeo y Julieta ni que el protagonista sepa las líneas de esa historia de memoria.
Romance con brillantina Hay -o hubo- un malentendido con respecto a la serie Crepúsculo, libros y films,: y es que por el hecho de tener un protagonista vampiro eso la haría tener aunque sea una lejana relación con el género de terror. Bueno, no, ni la más remota. Se trata de un culebrón romántico, y eso lo saben bien quienes lo producen, que tienen muy claro qué están vendiendo y a quién; lo saben bien las adolescentes que constituyen su público mayoritario y masivo; y ya lo fueron aprendiendo a la mala los fans del género, a quienes desagradan profundamente estos vampiros human-friendly que se niegan a beber sangre humana, salen durante el día y brillan a la luz del sol. Hecho este último que se exacerba en esta nueva entrega haciendo que el protagonista parezca cubierto de brillantina como una vedette o una bolita de navidad. El problema con esa utilización espuria de la criatura clásica no está en el contexto adolescente (La hora del espanto o Que no se entere mamá ya lo habían hecho con gracia), si no en que el tono sea tan –pero tan- ñoño, y que se llame vampiro a cualquier cosa, demostrando el total desconocimiento sobre el tema de la autora de las novelas, Stephanie Meyer, quien ya declaró que no había leído ni el Drácula de Bram Stocker porque le impresiona la sangre (?¡). Un trato que en esta segunda parte se extiende a otro monstruo clásico, el Hombre Lobo, que acá son más bien unos lobos grandotes que se transforman no por influencia de la luna llena, sino cuando se enfurecen como el Increíble Hulk. Pero dejemos de lamentarnos por los monstruos maltratados, ya que no se trata de ellos la cosa, sino del amor romántico y apasionado entre Bella Swan, una adolescente humana, y Edward Cullen, un vampiro de mas de cien años pero con apariencia adolescente (y comportamiento idem,). En este segundo episodio la pareja debe separarse forzosamente y Bella, presa de un enamoramiento incondicional, sufre la ausencia del ser amado sin el cual la vida no tiene sentido. Ausencia que también da lugar a un triangulo amoroso con un joven hombre lobo. El referente es Romeo y Julieta, no solo citada explícitamente, si no tomando de la obra el modelo de amor incondicional entre dos adolescentes cuya intensidad puede llevar a la tragedia. Una cita que no conoce de sutilezas y que al final del film se transforma en remedo, Este romanticismo se evidencia en unos diálogos cargados que traspasan cómodamente las fronteras del ridículo y que si no fuesen presentados con tanta gravedad uno ya se podría imaginar las risotadas de la guionista mientras los redactaba. El ridículo dice presente también en unos afectados vampiros europeos (posible influencia de Anne Rice quien, aclaramos, no tiene la culpa) a quienes se quiere presentar como sofisticados y elegantes y lucen más bien pomposos y amanerados. Y si quedaba alguna duda que el target de espectadores es de chicas adolescentes, baste comprobarlo con la explotación de jóvenes carilindos y/o musculosos, y con la continua, y muchas veces forzada, exhibición de sus físicos trabajados, caminando en cámara lenta y aprovechando cualquier excusa para sacarse la remera. A los varones en tanto hay que avisarles que, si bien hay chicas bonitas, de carne femenina no van a ver ni una pantorrilla. Así y todo, si hay algo que caracteriza a la saga es el mensaje moralista impreso desde el vamos por Meyer, que es mormona y ya aclaró que el tema de su obra es la tentación, o más bien la lucha contra ella. Por eso Edward, (cuya familia de vampiros es tan ridículamente perfecta como los Brady) se niega a convertir a Bella en Vampiro pese a que ella se lo reclama (igual le aclara que tiene que ser él el que desvirgue su cuello). Una moralina que se hace más que notoria en el llamado a la abstinencia y a no hacer nada antes del matrimonio: ni tener sexo ni chuparle la sangre al otro. Un mensaje tranquilizador y ATP que dejará tranquilos a los padres de adolescentes sabiendo que aquí, aunque muestren el pecho, vampiros y hombres lobos ladran pero no muerden.
Este film tiende más al romanticismo que a la acción, ya que en Crepúsculo estaban más equilibrados, y tiene más protagonismo el personaje de Jacob (Taylor Lautner), que el de...
Onanismo sentimental Caía de maduro que en la franquicia Crepúsculo los días de la realizadora Catherine Hardwicke estaban contados. Su desempeño en el film del 2008 había sido un tanto inconsistente y en general sus devaneos no convencieron a nadie. Parece que en Summit Entertainment con la llegada de Chris Weitz planearon un reemplazo del tipo “anodino standard por anodina insípida”: hoy arriba a las salas de todo el mundo la primera secuela del lote, la curiosamente inferior Luna Nueva (The Twilight Saga: New Moon, 2009). Si recordamos que ya la anterior era un refrito simplificado de Buffy, la cazavampiros, no podemos exigir originalidad aunque sí un poco de vuelo. Ahora el tópico “adolescente embelesada con un vampiro” se expande gracias a un triángulo amoroso con un hombre lobo… El desarrollo narrativo aporta diálogos ajustados, cortesía de la reincidente Melissa Rosenberg, pero no consigue hacer avanzar la historia (sabemos que Stephenie Meyer no tenía experiencia previa, sin embargo el relato no va más allá del arquetipo del melodrama). Formuladas estas consideraciones, nos volvemos a topar con una película lánguida, melosa, sincera en su parsimonia, de excesiva duración y dirigida al público femenino de corta edad. Por supuesto regresan Bella Swan (Kristen Stewart), Edward Cullen (Robert Pattinson) y Jacob Black (Taylor Lautner), los tres vértices en conflicto. Resulta hilarante presenciar la sucesión de escenas, todas muy similares: ella está triste porque se fue su amor, luego entra en una depresión y finalmente prueba con varios intentos de suicidio. La propuesta repite la estructura a rajatabla: poquísimos enfrentamientos, algunos detalles generacionales y cada situación con su correspondiente verborragia explicativa, bien explícita en su onanismo sentimental. Nunca nadie se complicó tanto la vida por dos personas con las que apenas se besó un par de veces (no olvidemos que el sexo tampoco estuvo ni estará involucrado, Meyer es una cristiana devota...). Cullen se borra al principio “para protegerla”, Black aprovecha para mostrar los colmillos y la señorita sigue cabizbaja. En esta ocasión se incrementó el número de secuencias de acción y los CGI en consonancia mejoraron bastante, sin llegar a lucirse ni mucho menos. A pesar de estas “concesiones” destinadas a hacer más digerible un combo esencialmente romántico, los espectadores masculinos están advertidos sobre la naturaleza lacrimógena del film. Uno no deja se sorprenderse de cómo las mujeres pueden disfrutar de dos horas de histeriqueo cruzado. El elenco cumple dentro de un producto torpe y demasiado cursi, aunque eficaz a su manera...
Una película a la que le sobran cuarenta y cinco minutos, que transita por los lugares más habituales del cliché de adolescentes y que para aquellos que ahora pueden ver la serie "The Vampires Diaries" resulta más que morosa...-
Yo fui un Drácula adolescente Para ver la saga Crepúsculo uno debe armarse de mucha mucha paciencia. Paciencia de que el argumento nunca arranque, paciencia de que en algún momento quizás los actores dejen de sobreactuar y mostrar gratuitamente sus abdominales y anabólicos tórax, y paciencia de que a pesar del leve incremento de presupuesto, los horribles efectos especiales siguen siendo dignos de una película clase B. Pero aun la persona más paciente del mundo está destinada a llevarse la peor decepción. Mientras que a mitad de año algunos aseguraban que Transformers 2 iba a ser la película más “pochocleramente” desagradable del 2009, seguramente ya estén retractándose si es que tuvieron la oportunidad de ver Crepúsculo. No hace falta haber leído la novela para darse cuenta que evidentemente ha habido una mala interpretación de la principal línea argumental. La película se trata única y exclusivamente de la empalagosa relación entre los vampiritos Bella y Edward, siendo el tema del vampirismo algo completamente circunstancial y por momentos tomado con indiferencia. Cada vez que aparece un hecho sobrenatural tanto los personajes como los espectadores lo toman como algo totalmente normal e inocuo. Nueva Luna NO es una película de vampiros u hombres lobo, es un endulzadísimo drama adolescente (dos términos sumamente sobrevalorados y contradictorios hoy en día) que solo puede emocionar a un jovencito en pleno proceso hormonal. En lo que a la banda sonora respecta, una vez más hicieron un uso que no tiene absolutamente nada que ver con ningún momento del film. La música está supuesta a acompañar y contribuir a cada momento de tensión o emoción, pero en vez de eso, lo único que hace es darle cierto aire “cool” a los personajes con el presunto fin de que el adolescente público sienta identificación para con la pareja protagonista. Por más que haya bandas contemporáneas de cierto renombre, de la talla de Muse y Tom Yorke, las canciones se encuentran absolutamente fuera de lugar. Si hay algo que el mercenario director Chris Weitz (quien de entrada dijo que solo hacía esta película por dinero) interpretó perfectamente es que tenía en sus manos una suerte de best seller multiplataforma en el cual indiferente del producto final y sus infinidades de falencias, habría de ser un gran éxito comercial. Basta con mencionar que en Estados Unidos, tan solo en la pre-venta ha superado con creces los números de Harry Potter, Star Wars III, y hasta la última Batman de Christopher Nolan.
ACÁ SÍ QUE NO SE COJE Antes que nada, para algún distraído, el título es un homenaje al brillante sketch del programa “Peter Capusotto y sus videos” que todavía me causa gracia cuando me acuerdo. A propósito, me acordaba de el a medida que avanzaba la proyección de este bodrio dirigido por Chris Weitz donde el sexo aparece reprimido, sacralizado, y los personajes están en un extraño estado de histeria (pienso en “Hysteria” de Muse, banda que tanto le gusta a la autora) que es ecuánime, ya sea Bella (Kristen Stewart), Edward (Robert Pattison) o Jacob (Taylor Lautner). Lo que me resulta más alarmante, sensación que experimente cuando junto a mi colega Mex comentábamos la película, es que éramos los únicos en la sala que parecíamos críticos (es decir, un comentario negativo automáticamente nos hacia críticos) y la gente había salido completamente convencida de que el producto era bueno. Industrial y patético como es, esperaba mayor disenso en el público, aunque sea alguna decepción, pero no, ese entusiasmo era de una uniformidad alarmante. Quiero rescatar de Weitz Un gran chico (2002), película donde demostraba que puede hacer cosas interesantes, y La brújula dorada (2007), donde a pesar de todas las desprolijidades entretiene y mantiene cierta coherencia. Ahora, por partes: a diferencia de la primera película, Crepúsculo, basada en los poco interesantes libros de Stephenie Meyer (que leí, aclaro), técnicamente Luna Nueva es superior por un trabajo más prolijo dese la escenografía. Evidentemente Weitz, que viene de realizar La brújula dorada, tiene mejor pulso con la cámara y mejor idea de la narración en montaje a la hora de filmar secuencias de acción, además de ser más claro desde la fotografía. Pero, ya sea por la pobreza del material original o por la propia incompetencia de la guionista (hay casos de malos libros transformados en buenas películas) esta secuela es de una pobreza casi absoluta desde el contenido. Cada línea es insólita y ridículamente cursi (“sos como un Sol”, “te amo, sos la única razón por la cual vivo”, y así…), la trama carece más mínimo ápice de emoción –salvo quizá ciertos segmentos de suspenso- y los personajes son herramientas del guión, chatos y superficiales, que incurren en arbitrariedades dignas de la más patética novela melodramática. A ver: no hay nada que tenga en este relato relieve o desarrollo y el subtexto es preocupante con un solo ojo y probablemente reaccionario con los dos. Es el terror sin sangre, el romance sin erotismo y la represión llevada a niveles masoquistas. Es como si a una sitcom adolescente inofensiva de Disney le hubieran puesto vampiros en portada y le hubieran chupado toda la sangre (literalmente) a sus personajes hasta transformarlos en caricaturas inmersas en una trama más inofensiva y menos oscura que “Hanna Montana”. Es más, a su lado Harry Potter, cualquiera de sus partes, es el Necronomicón de H.P.Lovecraft musicalizado por Opeth. Y no me quiero extender más porque sería seguir revolviendo en cuestiones poco felices, para otras reflexiones encuentro sumamente interesante este articulo en inglés de la página Killer Film escrito por Serena Whitney o está gran reflexión del crítico Leonardo M. D'Espósito. Nada más que agregar.
Luna Nueva es la secuela de Crepúsculo, el hit taquillero del 2008. Al parecer el filme de Catherine Hardwicke funcionó mejor en video que en la taquilla (donde ya le había ido muy bien), y sembró una masiva recomendación boca a boca. Esto terminó por generar una enorme expectativa que motivó que Luna Nueva arrancara con una recaudación extraordinaria de 141 millones de dolares en su primer fin de semana, rompiendo los antiguos records de estreno que sustentaban Batman: El Caballero De la Noche y los filmes de Harry Potter. Es obvio que las plateas se atestaron con muchachas enamoradas de Robert Pattinson; pero la impresionante perfomance de boletería no termina de camuflar de que es un filme mediocre y muy inferior a la Crepúsculo original. Ciertamente el primer filme me había gustado mucho, más allá de sus defectos. Como este vampiro no era un monstruo atemorizante, había terminado en convertirse en una historia de amor entre una chica tímida y un superhéroe a lo Superman, que tenía una buena porción de ternura. En la secuela, los personajes mantienen el carisma intacto y ese es el atractivo de la película. Pero si ya habíamos dicho en el primer filme que la historia fantástica de fondo era algo floja, acá directamente es terrible. Luna Nueva ha terminado por transformarse en un culebrón adolescente que bordea lo ridículo y con detalles de mal gusto. El primer tercio está ok, y todo parece indicar de que el filme va a seguir los mismos carriles de Crepúsculo. El problema es la escritora del libro original, Stephenie Meyer, que no tiene idea de cómo generar drama, y se manda un estofado de aquellos. Después de que Bella se corta accidentalmente en su fiesta de cumpleaños en casa de Los Munsters, los vampiros se les hace agua la boca por la anfitriona. Edward decide que es mejor cortar por lo sano, y decide mudar a su familia a otro lado, antes que su parentela convierta a su novia en el postre de la cena. Y a partir de allí, la película empieza a descarrilarse lentamente hasta que al final agarra toda velocidad y se estrella contra un muro. Rebuscado e incoherente son calificativos suaves para identificar lo que ocurre con el resto de la historia. El problema fundamental del filme es que genera conflicto dramático sacando cosas absurdas de la galera. La tierna relación entre Bella y el joven indio Jacob (que siempre está semidesnudo, como si fuera la publicidad de una revista gay) empieza bien hasta que se revela que el muchacho es un hombre lobo. Mal día para dejar la zoofilia; primero vampiros y después lobos. Esto no sería tan malo, estúpido o ridículo si después de hacer la revelación y presentarse como una amenaza para la vida de Bella, la manada de muchachos lobos no se transformara en un grupito de cachorros simpáticos que le piden disculpas a la muchacha por haber querido fagocitársela en algún momento. No conforme con ese giro idiota, el guión se empeña a mostrar de que Bella está devastada e intenta suicidarse a cada rato, ya que es la única manera de tener visiones de su amado Edward. Eso sin contar con el deseo ferviente de que la muerdan y la conviertan en vampiro para toda la eternidad. Para colmo Robert Pattinson está ausente en el 75% del filme y reaparece sobre el final, con otro giro absurdo y rebuscado; porque esta gente va y viene de Europa como si estuviera a la vuelta de la esquina, y porque la historia precisaba mostrar algún tipo de clímax aunque suene idiota. Luna Nueva podría haber hecho las cosas mucho mejor. Desde el primer filme (en donde habían detalles que daban para pensarlo), podrían haber seguido un camino interesante poniendo a los indios como cazadores de demonios (o de vampiros) y hubiera sido más coherente y menos estúpido que transformarlos en lobizones. El resto de la historia hubiera sido similar per se habría desarrollado mejor. Pero entre los lobos, el aberrante mensaje de que las chicas abandonadas por sus novios solo encuentran consuelo en la muerte, y el rebuscado viaje a Europa, Luna Nueva se transforma en un aborto cinematográfico. Entiéndanme: los personajes están bien hechos y los dialogos oscilan entre lo muy bueno y lo ridículo, pero la historia de fondo es abismal. Y por esta trama miles de adolescentes cachondas pagaron 141 millones de dolares para verlo. Realmente, es algo que no vale la pena.
Recuerdo que a propósito del estreno de Crepúsculo, en Cinemarama Radio hablamos de vampiros, así generalizando grosso modo. La película no había cautivado a nadie, sino más bien todo lo contrario, pero se presentaba como una buena excusa para hablar de un tema que a todos nos resultaba atractivo y, a pesar de que no se sacó ninguna conclusión de tal caótica charla, quedaba claro que todos teníamos (tenemos) un vampiro favorito; por supuesto, ninguno era Edward Cullen. Edward Cullen (Robert Pattinson) es el peor vampiro de la historia del cine, y es que básicamente Crepúsculo y Luna nueva son las peores películas de vampiros que existen, y antes de que algún exaltado me diga que en realidad son películas románticas o algo por estilo, les digo que tienen razón, y que Crepúsculo y Luna nueva son dos de las peores películas románticas que existen. En la primera, este aspecto tenía mayor peso, la película presentaba a los personajes y el enamoramiento entre ellos, su descubrimiento mutuo. El romanticismo era telenovelesco y absurdo y el erotismo era una ilusión, pero al menos se esbozaba una historia de amor entre un vampiro y una mortal: era claramente una película introductoria. En Luna nueva, en cambio, por su carácter de continuación de la anterior, los personajes ya están establecidos y el amor declarado. Lo que se presenta entonces es el desamor, la desilusión y el dolor que éste produce, entremezclado con el componente fantástico (por llamarlo de alguna manera amable). Edward debe dejar a Bella (Kristen Stewart), no importan los porqués, de hecho todo el argumento de esta segunda parte es un delirio absoluto que no vale la pena mencionar en detalle, pero hay hombres lobo, organizaciones democráticas de vampiros y hasta tratados bilaterales entre unos y otros. En síntesis: una trama enredada aunque no compleja, un show-off de efectos algo burdos en varias escenas y no mucho más, pero sí mucho menos. A Luna nueva le falta algo fundamental (además de vampiros atractivos): erotismo y sexo. Edward no puede besar a Bella sin “tentarse” y como no la quiere “convertir” no la toca, se desean (algo que parece más real y palpable en ella, aunque forzado), pero no pueden concretar. Edward es como un Jonas Brothers de los vampiros: casto, asexuado, susurrante como Pablo Echarri en una mala novela, un modelito pálido, objeto de deseo inalcanzable, una imagen para decorar un cuarto adolescente. Y abandona a Bella, y ella queda sumida en el más profundo dolor y desconcierto, en el único momento destacable de la película, donde el paso del tiempo se mide en sufrimiento de manera cinematográfica, un momento en el que parece haber un director detrás de cámara. Es durante esa etapa donde hace irrupción el personaje de Jacob (aparecía sin mucha importancia en la primera), moreno, alto y anabólicamente musculoso, tratando de ocupar el lugar vacío que deja el vampiro, pero con la misma tesitura que su contrincante (porque es un hombre lobo): te besaría pero me da miedo achurarte en un momento de pasión, y por eso tampoco con él habrá otra cosa que un “apenas me acerco”, de hecho, en el momento en el que finalmente quizá, por ahí, quién te dice se dan un beso, suena el teléfono, y lo que podría ser no es. Y a raíz de esto es que pienso y me pregunto (sin respuestas, quizá lo podamos debatir): ¿por qué esa absoluta carencia de tensión sexual, de erotismo, de despertar sensual incluso, en una película destinada al público adolescente y femenino? ¿Por qué se hace eco del mero culto a la imagen, en especial la masculina, sin profundidad, sin otro espesor que el del cuerpo mismo, y sin hacerse cargo de lo que provoca? Es decir, tanto en Crepúsculo como en ésta, hay una exaltación de la imagen masculina; podemos acordar en la convención de que el vampiro es un ser hermoso por naturaleza (ahí está Gary Oldman en Drácula para confirmarlo), aunque Edward tenga el sex-appeal de mi muñeco patas largas de River, Sabela, pero no se hace nada con eso más que declamarlo, mostrar su delgadez de tanto en tanto y hacerlo caminar en cámara lenta. Algo similar sucede con el personaje de Jacob, al que Bella le dice, como poniendo en palabras el pensamiento de la platea: “sos hermoso”, y cual publicidad de Colbert se saca la remera (ante el gritito histérico de las chicas en la sala) para no ponérsela nunca más, exhibiendo sus músculos pero conteniendo toda la sexualidad que un adolescente puede tener a flor de piel. Entonces, ¿la castidad vende? ¿Cuánto tiene que ver en todo esto que la autora de las novelas sea mormona? ¿Es por eso que Edward solo acepta “convertir” a Bella si se casan primero? Y finalmente, ¿Cómo es posible que esto, una película mala, aburrida, y que en lugar de personajes presenta pósters para admirar, bajo una concepción retrógrada, conservadora y rancia, sea un éxito de taquilla?
Segunda parte de la saga “Crepúsculo”. Continúa la historia de Bella Swan (Kristen Stewart) y Edward Cullen (Robert Pattinson),ya establecidos como pareja y ella haciendo buenas migas con la familia del muchacho vampiro. Pero la historia nos sorprende al descubrir que Edward y su familia deben mudarse del pueblo donde vive Bella, ya que la gente empieza a sospechar sobre la edad del padre vampiro (ellos no envejecen). Finalmente Edward y su familia se van, Bella entra en un pozo depresivo de melancolía, llanto y pesadillas, al mejor estilo de nuestra “Andrea Del Boca” en sus ya memorables lloronas novelas. Entonces ella busca refugio en su amigo Jacob Black (Taylor Lautner), que es mecánico y se proponen juntos arreglar unas motos de carrera y así, corriendo en estas veloces maquinas, ella busca la adrenalina que le haga olvidar a Edward, pero no hace más que ver su imagen por todas partes como si fuera un fantasma. Cuando ella logra olvidarse se Edward, intenta tener un romance con Jacob, pero este se niega, ya que esta sufriendo raras modificaciones involuntarias de su conducta. Luego Bella, descubre que Jacob, es un “hombre lobo” (pobre chica parece condenada a enamorarse de “freaks”) y como ya estaba acostumbrada a lo raro acepta su condición e intenta ayudarlo. También ocurre que los “vampiros malos” se enteran que el clan Cullen ha dejado el lugar y mandan a sus secuaces a comprobar si es cierto. Entonces Bella deberá escapar de ellos sin la ayuda de su protector vampiro bueno, pero vigilada por su ahora novio –hombre lobo, lo que provoca un gran enfrentamiento entre las dos especies. Y mucho mas no se puede contar..,historia mucho mas “novelesca” que la primera, digna de cualquier “culebrón” que podemos ver por la tarde en la TV, lo único que en vez de ser mucamas, mayordomos y niños ricos los protagonistas son vampiros, hombres lobos, etc. El “final” demasiado abierto, habrá que esperar la tercera parte a ver si se reivindican o siguen apuntando al público adolescente que les gusta llorar.
Mixtura, ¿para bien o para mal? “And so the lion fell in love with the lamb…”, he murmured. I looked away, hiding my eyes as I thrilled to the word. “What a stupid lamb”, I sighed. “What a sick, masochistic lion.” He started into the shadowy forest for a long moment, and I wondered where his thoughts had taken him. No hay otra frase que pueda recorrer en su totalidad la historia, el relato literario y fílmico de la saga Crepúsculo. “Qué león enfermo y masoquista” es una frase que quedó grabada en mi cabeza para replantear momentos en que uno actúa sin pensar y el instinto animal es lo único que queda. Esto fue en la primera película. Lo que terminó generando y abriendo un fenómeno que a veces cuesta descifrar pero que nos terminamos dando cuenta que las cosas son como son porque las hacemos como son. Vivimos en una época de crisis (frase repetida y estereotipada) y eso justifica a muchos para presentar sus teorías. Así que hoy quiero enfocarme primero en la película en sí, explicando su trama, argumento, transposición literaria, y comparándola con su antecesora. Y después me interesa indagar un poco en esta especie de “fenómeno social” que produce esta saga. I Advertencia: se revelan detalles del argumento y la trama. No se puede negar, a simple vista, que Chris Wietz aprendió luego del fracaso de La brújula dorada y pudo adaptar Luna nueva a la pantalla grande agarrándose, obviamente, del éxito de Crepúsculo, dirigida por Catherine Hardwicke (A los trece). Por lo tanto, la pregunta es: ¿qué podía fallar? La respuesta sería: muchas cosas para un espectador curioso y nada para un espectador cegado por la figura supuestamente estelar de Edward Cullen (que aparece veinte minutos en la duración total del film –2hs 10min) y el protagonismo muscular del mismísimo Jacob Black (preparado físicamente para esta segunda presentación). Comentemos un poco la historia para los que no están ubicados en ella: Bella es una chica solitaria que decide mudarse con su padre, quien vive en Fork (Washington), ya que su madre debe viajar con su actual pareja, un entrenador de beisbol, por todo el país. En este pueblo nublado y lluvioso conoce a nuestro famoso Edward (Robert Pattinson –ex Cedric de Harry Potter) y se enamora perdidamente. ¿Qué es lo que nos gusta de esto? En principio, que Cullen es un vampiro paliducho y de ojos dorado que amará a Bella (a pesar de querer comérsela) pero que no querrá transformarla en el monstruo que es él. Entonces en esta entrega veremos los mismos obstáculos que en la anterior, pero esta vez se suman el amor de Jacob, que no durará para siempre (lamento informar), y el descubrimiento de una nueva familia vampírica no vegetariana, los Volturi, uno de cuyos jefes es nuestro ex-lycan revolucionario de Underworld. Sin embargo, todos estos puntos serán pasados más que por alto en esta adaptación ya que el director, al contrario que Catherine Hardwicke, se centra en los momentos claves del libro pero resaltando desmesuradamente su dimensión sentimental y sin poder alcanzar el efecto de sentido que el relato en su totalidad debería producir. En Luna nueva hay tres cosas que la perjudican desde el comienzo hasta el final: la primera, los excesivos travellings al cielo al término de cada secuencia y, a veces, repetidamente dentro de una misma secuencia. La segunda, y algo que es esencial en esta segunda parte de la saga, es la música. La musicalización del film es abusiva, depravada, y humilla cada secuencia donde es ubicada. Es decir, si escuchamos por un lado el soundtrack y por el otro vemos la película le encontraríamos más sentido a ambos que el que producen estando juntos. El director al parecer habría encontrado un enamoramiento con la mezcla del tecno, rock funk, country, y podríamos seguir nombrando estilos. En comparación con su antecesora en la que la música, en su mayor parte, provenía del interior de la diégesis y muy pocas veces era usada como telón de fondo para reforzar miradas (ver más adelante), momentos de tensión o la conjunción de Bella y Edward, ya que ambos son una composición musical tanto dentro de la novela como del film. Además, hay algo que falta dentro de la banda sonora: “Lullaby” (canción de cuna), la canción que compone el personaje de Pattinson a Bella y que ella en su angustiante soledad es una de las cosas que más extraña ya que esa canción es Edward. En Luna nueva la sobreutilización de música saca al espectador del ambiente, de la situación presentada en la pantalla. Por ejemplo, cuando Bella es abandonada por Cullen el transcurso de los meses, que en el libro son páginas vacías, y donde a partir de la imagen y el sonido uno tendría que compartir la angustía y el sufrimiento en que se encuentra Bella, la utilización de la cámara en conjunto con la música da náuseas. Por último, dentro de estos tres punto que no favorecen a la película y retomando un poco lo que decía Marina sobre las miradas en Los amantes, las miradas son lo que faltan en Luna nueva, y más teniendo en cuenta que su antecesora produjo lo que produjo justamente por las miradas. La directora de Crepúsculo, aunque se le haya criticado su adaptación de la literatura al cine, logró extraer la esencia del texto y llevarla a la pantalla a través de las miradas y los diálogos. Los personajes cinematográficos dicen las mismas palabras que los personajes de Stephanie Meyer. Y las miradas entran junto con los diálogos, dejando interiorizarnos con esos personajes que comienzan a vivir un amor prohibido. Sin esos planos-detalle en los ojos de Bella y Edward nos perderíamos en un abismo. Todo esto nos hace preguntarnos quién es realmente el director que filmó Un gran chico porque últimamente está perdido “in a galaxy far far away”. La transposición de una novela al cine no consiste en dejar las cosas como son y agregarles imágenes y sonido sino que debería ser la transformación de ese texto anterior para generar algo nuevo, es decir, deberíamos ver algo que alimente nuestro mundo imaginario pero que transmita un mensaje cerrado. La brújula dorada sufrió la falta de la crítica interiorizada en su hipotexto sobre la relación de la religión y el gobierno. Hoy Luna nueva pierde su sentido entre los travellings, la música y “los chicos lindos”. II Muchas personas están cansadas de ver, en menos de un año, tanto de lo mismo. La palabra “vampiro” ya no encuentra el mismo significado simbólico que tenía años atrás. La abundancia de los mismos tanto en la pantalla chica como en la grande es atroz, podríamos decir, pero vale la pena preguntarnos por qué. En el 2009 presenciamos Crepúsculo, Inframundo –la rebelión de los lycan, Let the right one in (Criaturas de la noche), la segunda temporada de True Blood en HBO, hace un mes, el comienzo en la Warner de The vampire diaries, y la semana pasada el estreno de Luna nueva, y podemos seguir contando. Todas estas series y películas, atravesadas con miles de géneros, de temas, de críticas sociales, entre otras cosas, representan lo que intriga al ser humano y que él mismo convierte en fenómeno. Pero este fenómeno se produce en dos direcciones: la primera, y la más obvia, es la vía económica. La segunda tiene que ver con el distanciamiento de los miedos, las figuraciones, la innovación y el período de tiempo. Empecemos de atrás para adelante. Los miedos nacieron con el hombre y morirán con él pero lo interesante es cómo vivimos con esos miedos el día a día. El vampiro es uno de los monstruos que se vienen reivindicando desde el siglo XIX y antes también. Es ese ser hermoso, cortés, fuerte, con aire a protección, hipnótico, provocativo, sexual. Es la fantasía de cada persona viva pero una fantasía que se puede convertir en terror, en sangre, y la cuestión es cómo lidiar con esa sed de sangre. El hombre trata de perder los miedos naturalizándolos. Esta naturalización es uno de los componentes elementales de nuestra época. Los vampiros viven entre nosotros, caminan a nuestro alrededor, van a la escuela con nosotros, se enamoran, sienten dolor, poseen alma, lloran, se divierten, se enojan, estudian, aprenden, lidian con su vida como cualquiera podría lidiar con la suya, entonces, ¿cuáles son las diferencias con nosotros, aparte de que pueden leer la mente, volar, ser veloces, etc. Porque en realidad todas esas cualidades y la incorporación de las virtudes y valores humanos es lo que nos atrae a ellos. ¿Y cómo implementar esta naturalización sino es con el grupo de adolescentes del momento que se encuentra en su etapa de cambio hormonal, de tomas de desiciones, de orientación, de la aparición de responsabilidades cada vez más duras, de acercarse a la realidad a través de una fantasía? Lo que vemos en la pantalla grande es cada vez, y para nosotros, más cercano a nuestra verdad, a nuestro verosímil. Además, la novela le agrega (cosa que toma el film) el deseo sexual o, para decirlo burdamente, la “calentura” adolescente que se encuentra en cada palabra que uno va leyendo y que lo desespera. Para ir terminando, la primera vía, la económica, va por el lado de la sinergia del cine, lo que el marketing plantea como “la presencia de dos elementos unidos que pueden crear un valor superior al de la mera suma de los resultados de ambos por separado”. Es decir que dentro de la etapa de producción, y luego en la distribución, se piensa la mejor manera de atrapar de una manera centrífuga a la gente, sin dejarla reaccionar y ganando mayor cantidad de capital. Estos estrategias se centran en acciones como sacar a la venta el soundtrack antes o después del estreno de la película (pero dentro de los seis meses), el merchandising, los videosjuegos, y tienen como consecuencia en este caso que suban las ventas del libro en el cual se basó la película y, al ser una saga, también las de sus sucesores. Dentro de esta sinergia, el fenómeno fue de tal magnitud por producir efectos a corto plazo, efectos que actúan funcionalmente en estos rangos: los libros se empezaron a emitir en el 2005, la primer película salió en enero del 2009 junto con el soundtrack y la revista, y en menos de un mes ya existían los muñecos de Bella y Edward. En septiembre ya estaba a la venta el soundtrack de la segunda película, tres meses antes ya estaba la primera en DVD, y hace cuatro día se vivió el estreno mundial con salas agotados en todo Buenos Aires.
Ninguna película debería ser impugnada por su ideología, pero lo de Nueva luna es insostenible porque al no funcionar como entretenimiento, es innegable que el ojo se va a posar sobre aquello que dice, sobre cómo mira el mundo. Vampiro enamorado quiere poseer a una chica “normal”, pero no puede, se lo impide la moral (?). Hombre lobo enamorado quiere poseer a la misma chica “normal”, pero no puede, se lo impide el hecho de que si se llegara a enojar, le dejaría la cara con el relieve de una pasa de uva. Chica, enamorada del vampiro y del hombre lobo, quiere poseerlos a ambos pero no puede, se lo impide su histeria galopante. Es demasiado. Se dice habitualmente que ninguna película puede ser impugnada por su ideología, pero lo de Nueva luna es insostenible. Porque al no funcionar como entretenimiento, es innegable que el ojo se va a posar sobre aquello que dice, sobre cómo se mira el mundo. Y en ese río de mensajes que fluye por debajo de vampiros, licántropos, sangres, razas y complicaciones sentimentales, brilla en la cima la idea del amor romántico y platónico; y lo carnal, las pulsiones sexuales, como lo impúdico, sensaciones a reprimir. Luego del arranque de la saga con Crepúsculo, uno suponía que la presencia de Chris Weitz -de quien recordamos con mucho cariño su Un gran chico- podía darle nuevos bríos por el lado de la ironía. Nada que ver. Se nota que el texto de Stephenie Meyer es lo suficientemente exitoso como para conceder interpretaciones erróneas. La castidad a la que apela resulta ridícula, anticuada y bastante perversa: hay formas y formas, pero excitar continuamente a los protagonistas y a los espectadores (es un decir porque el “juego sexual” genera menos sensualidad que estar en una bicicletería), para luego recordarles lo conveniente de no sucumbir…. apesta. Usted podrá decir que estamos sobreinterpretando. No sólo la iconografía de vampiros y hombres lobo está licuada (quien suscribe es impresionable, no resiste ni dos segundos una de zombies de Romero, pero esta la puede ver sin problemas) como para que sea apta para todo público, sino que además hay demasiados instantes de esos en los que un cartel rojo nos dice “no desearás”, porque sino la chica puede morir y el chico, matar. Se sabe, en este mundo coger es muy peligroso. Y la fanática dirá que no, que no es así, que es una historia romántica, que las cosas van por otro lado, por la tragedia. Perfecto. Pero recuérdeme una película en la que la cama sea suplantada tantas veces con abrazos torpes, con besos a medias, con señales sobre lo peligroso del asunto, como cuando el patético Pattinson se le aparece a la heroína para recordarle lo que no debe hacer. Para peor, hay tan pocas ideas dando vueltas en esta historia que los 130 minutos que dura son una sucesión de diálogos repetidos:” te quiero”, “no puedo”,” no te quiero más”, “sufro”. El asunto es demasiado deliberado como para hacerse el distraído. Y no nos pongamos a hablar de la grasitud de las frases del estilo “sin vos no puedo respirar”. Arjona vampirizado. Lo peor que propone Meyer para justificar el mundo injustificable que ha construido, es que tenga que recurrir a una serie de personajes histéricos, sin cuya indecisión e indefinición el asunto no funcionaría, o sí, funcionaría, pero para el lado de la aventura y la emoción. Algo que aquí es eliminado con recaudo hipertenso. Y lo que más llama la atención es que este producto funcione en determinado público. Me pregunto, ¿qué opinarían de sus padres estas chicas que suspiran por el vampiro o por el hombre lobo si aquellos les impusieran el mismo mensaje retrógrado y reaccionario cada sábado antes de salir? A veces uno queda asombrado preguntándose porque funcionan algunas cosas.
La fórmula entre romance adolescente y criaturas de la noche encuentra su punto débil en esta continuación de Crepúsculo. La adolescente Bella y el irresistible vampiro Edward (el ascendente Robert Pattinson) enfrentan nuevos obstáculos: la amenazante presencia de lobos rondando en los bosques de Forks, la terrorífica amenaza de una vampiresa y un siniestro clan de vampiros que reina en Italia, los Vulturi. Una de las incorporaciones de esta secuela es la crecidita Dakota Fanning, la actriz de La guerra de los mundos y Mente siniestra. LUNA NUEVA CON POCA LUZ Por su parte, la mano del director Chris Weitz encuentra un libro del que no saca tanto provecho ni crea los climas necesarios para que la tensión crezca lo suficiente. Prefiere mostrar la lucha de dos lobos (demasiado plástico para los tiempos que corren) con personajes que amagan durante más de dos horas y no concretan. Vampiros muy enamoradizos, light y en versión descremada. ¿Dónde quedaron los inmortales colmillos de Christopher Lee?. Acá seguro que no.
Una nueva saga hollywoodense llega a la pantalla, de esas que acaparan fanáticos alrededor del mundo leyendo las novelas, vistiendose de acorde al film en las premieres, chicas a los gritos con posters del protagonista masculino en mano, clubs de fans por doquier, merchandising, muñequitos, pulseritas, cds, una moda pasajera… Nueva Luna es la primer continuación de Crepúsculo, en ella tenemos a la pareja inicial, una humana y un vampiro, un amor incontrolable que a la adolescente tiene completamente entregada a su amado, un hombre de cientos de años en un cuerpo flaquito, pálido y veinteañero. Ellos son Bella Swan y Edward Cullen. En Crepúsculo habiamos visto un rezago de lo que una nueva camada de vampiros, familias de ellos, con un modo de vida particular, vivian entre los humanos, con codigos, devoción por la sangre aunque acordada convivencias con otros, los “hombres-lobo”. En Luna Nueva, se deja de lado el gran hincapié sobre la familia, para pasar a otro terreno, el de los “hombres-lobo”, gente también simpática, mas ruda y con sentido de unidad, enemistados con vampiros y teniendo que cumplir un acuerdo a rajatabla, acuerdo del que una delgada linea los separa y estàn a punto de quebrantar continuamente. Frente a los obstáculos que los alejan, Bella y Edward se separan, por decision de Ed, es ahí donde entra el tercero en discordia, el “amigo” Taylor Lautner, quien ha cumplido su tarea a la hora de realizar ejercicios de abdominales para lucir en esta continuación. El adolescente cuyo cambio fisico todo el tiempo deambula entre si proteje o no a Bella de quien està enamorado sin correspondencia desde el film anterior. Ahora resulta que tambien hay un clan de vampiros que pueden quitar la vida a sus pares, y un monton de novedades más. Soy consciente que estoy escribiendo esta critica con hastio, por que sé que una vez mas me han tomado el pelo con una historia mal llevada a la pantalla, con situaciones imperdonables, inverosímiles, un galan de cuarta, dialogos impresentables, resoluciones sobrecomentadas de esas que no dejan lugar al espectador para resolverlas sino como alguna vez escuché a un par, decir que te las dan “ya masticadas” y a todo esto, lo que mas me enoja es que Nueva Luna me entretuvo. Sólo queda decir que, la semana que viene se estrena tardíamente Criaturas de la Noche (Let The Right One In), un film de vampiros en serio, que atemoriza, presentado el año pasado en el BAFICI, sobre la historia de dos niños que tambien se enamoran, historias similares, pero ésta ultima sin la descomunal publicidad y copias que Nueva Luna cuenta. Esa es mi recomendación, no pierdan el tiempo en un film que a las escasa horas de haberlo visto, olvidaran.
Allá por 2005 salía a la venta Crepúsculo, una novela acerca del romance entre la joven Bella Swan y el aparentemente joven pero vampirizado Edward Cullen. Esta especia de nueva versión de Romeo y Julieta enganchó a los adolescentes. Enseguida aparecieron las continuaciones que componen la saga: Luna Nueva, Eclipse y Amanecer. La autora Stephenie Meyer pasó de ser una simple ama de casa a una celebridad comparable a J. K. Rowling, mamá literaria de Harry Potter. Y es que ambos universos tienen muchos puntos en común (para empezar, apuntan a los mismos lectores). La Meyer se convirtió en una figura controversial cuando declaró ser mormona, algo que se nota en sus libros: los personajes no beben alcohol, no fuman y no tienen sexo. Sin embargo, nada frenó el suceso mundial de sus creaciones. El cine no iba a dejar pasar semejante fenómeno. Hace menos de un año se estrenó Crepúsculo, adaptación de la primera novela. Dirigida con muy buen pulso por la especialista en teenagers Catherine Hardwicke, la película fue un golazo de arco a arco, incluso entre los siempre exigentes fanáticos. La Bella y el Edward de la pantalla grande (Kristen Stewart y Robert Pattinson, respectivamente) adquirieron fama mundial, y ahora todo el tiempo aparecen en revistas para quinceañeras. Ahora llega Luna Nueva, basada en la segunda novela de la serie. En esta oportunidad, Edward y el resto del clan Cullen no aparecen demasiado. En cambio, cobra preponderancia el personaje de Jacob, quien pretende algo más que una amistad con Bella. El tema es que Jacob y los suyos suelen transformarse en lobos gigantes, por lo que la sufrida muchacha no pega una con las relaciones. Pero, a pesar de lo mucho que quiere y respeta al lobuno jovencito, Bella sigue loca por Edward. El resultado: una historia de amor no correspondido (temática que comparte con 500 Días Con Ella, otro estreno de la semana). Kristen Stewart sigue siendo un tanto inexpresiva, pero el papel le queda perfecto. Lo mismo con Robert Pattinson, el galán del momento, a quien se las arreglaron para que esté más en pantalla aunque más no sea como visiones. Quien lo opaca momentáneamente en el film es Taylor Lautner. El otrora Niño Tiburón en aquella peli infantil de Robert Rodríguez, que en Crepúsculo tenía un papel muy secundario, pela sus trabajados abdominales a la menor oportunidad, muchas veces de manera gratuita (desde el punto de vista de un varón heterosexual, claro). Siguiendo con los actores, es gracioso el caso del galés Michael Sheen. En la saga de Inframundo interpretó a Lucien, líder de los Lycans. En Luna Nueva se pasa para el bando de los chupasangres, ya que es Aro, el más pesado de los Volturi, vampiros refinados que residen en Italia. Dentro de esa sociedad cuasimasónica está Jane, una aniñada pero poderosísima vampira, encarnada por la ahora adolescente Dakota Fanning. Jane aparece menos de diez minutos en pantalla, pero provoca nerviosismo y ganas de verla más en acción (lo que ocurrirá en Eclipse, tercera parte de la saga crepuscular). Una prueba de que el talento de Dakota continúa intacto. Se suponía que la Hardwicke iba a dirigir esta película, pero las ya típicas diferencias creativas con los productores (en este caso, Summit Entertainment) la hicieron dar un paso al costado y ahora se dedica a una nueva versión cinematográfica de Hamlet protagonizada por Emile Hirsch. Pero Luna Nueva contó con la dirección del también talentoso Chris Weitz, co-creador de American Pie y responsable de Un Gran Chico. Lo cierto es que el neoyorkino estuvo a la altura del desafío que implicaba meterse en una franquicia como esta, y lo hizo sin imitar el estilo del film anterior. Ayudó mucho la tarea del director de fotografía español Javier Aguirresarobe, quien supo iluminar Los Otros y Mar Adentro. Esta segunda parte de Crepúsculo tal vez no pase a la historia en términos de calidad, pero es un entretenimiento tan logrado como su predecesora, y ya sabemos que las historias de amor nunca dejan de cautivar. La terca parte correrá por cuenta de David Slade, director de Hard Candy y 30 Días de Noche, una de vampiros muy malos. Veremos qué pasa.
El hecho de que gracias a una película una gran cantidad de adolescentes se incorporen a la literatura, hoy en día es un gran logro, pero dejando de lado esta increíble virtud que junto con demás obras populares, así como "Harry Potter", han desarrollado en los últimos años, la calidad de la adaptación cinematográfica de esta película es correcta, irregular y sin el potencial cronológico como para extenderse por más de dos horas.
Una histeria de amor... Cuando me vi obligado a ver Twilight presentí que estaría ante una obra completamente profunda y romántica. Por supuesto, me equivoqué, ya que no sólo ni siquiera rozaba esa idea sino que además estaba ante un producto típico de la audiencia Mtv como los que tanto aborrezco. No obstante, la historia había sido lo suficientemente empalagosa como para que le rinda tributo a las más de dos horas de vida que me había arrebatado, por lo que dije: "Voy a ver la segunda". Así fue, y me pasó lo que hace mucho no me pasaba yendo al cine: me aburrí. New Moon, aunque con bastante más acción que su predecesora, peca de larga y densa (le sobran, al menos, 40 minutos), y ya no tiene esa cuasi poesía en sus líneas (nos tenemos que quedar con las frases cursis de Robert Pattinson, tan insulso e idiota como en la anterior). Ahora vemos un triángulo amoroso que, no conforme con la parafernalia vampirezca copiada de Buffy, la cazavampiros, suma a un hombre lobo -bien logrado por los CGI- que es interpretado pésimamente por Taylor Lautner. Lo peor de todo es que ésta es una historia que está pensada para las muchachitas menores de 15 o 16 años, y sus protagonistas ni siquiera intentan representar lo que identificaría a su audiencia (¿Quién se cree el verso de que el irritable personaje encarnado -correctamente- por Kristen Stewart, Bella, tiene 18?). La película no emociona, y por lo menos advierto a los muchachos que, como yo, deben asistir a ver este bodrio de 2 horas y media para acompañar a sus novias/amigovias/amantes, que estén prevenidos de un par de escenas insignificantes que llamaría "cebollas cinematográficas" (no tienen mucho sabor pero si se cortan hacen llorar seguro). Las actuaciones son regulares, o por lo menos para lo que el filme ahora dirigido por Chris Weitz pretende. Pattinson es un malísimo actor, que está más preocupado por poner esa cara de lindito escuálido que por su actuación propiamente dicha. Stewart está aceptable, la pobre tiene que lidiar con un personaje de porquería, que en la primera entrega era hasta normal pero que ahora por momentos queda como una histeriquita que va y viene según su conveniencia, que encima se vuelve una suicida adicta a la adrenalina por culpa del abandono de Edward Cullen (¿?). Su química con Pattinson es inexistente, y no transmite nada. Cuando les toca hacer escenas de "amor" juntos, no tienen nada de conexión, y eso que, de última, la trama avalaría esta cuestión, pero ni así se justifica tamaña indiferencia entre ambos. El resto del elenco está a ese nivel, lidiando con lo que les tocó. Y el mejor ejemplo para esto último es el de la talentosísima Dakota Fanning, quien en sus 10 minutos de aparición no genera absolutamente nada. ¿Lo rescatable? La fotografía, tan hermosa como en la primera. Ciertas escenas románticas tienen un dejo de emoción sólo gracias a este apartado. Así lo mismo con los recuerdos/delirios de Bella, muy poéticos icónicamente, pero que no pasan de ser un complemento del quilombo central, cuando para que la película tome vuelo debiera ser al revés. Después de todo, estamos ante una romántica fantástica, y lo único que tiene de esto último es el concepto global. En fin, habrá que ver la tercera para demostrar si esta peli es tan mala como aparenta a simple vista. Y esto lo digo porque, si hay algo que me dejó como enseñanza Luna Nueva, es que al fin y al cabo Crepúsculo no fue tan mala.
EL OCASO DE LOS VAMPIROS Cuando uno escucha que hay vampiros y hombros lobo en una misma película inmediatamente se nos viene a la mente la gótica y sangrienta saga UNDERWORLD, o tal vez la no tan exitosa aventura con Hugh Jackman VAN HELSING (2004). Pero como estamos en tiempos en que los vampiros brillan a la luz del sol, los hombres lobo “explotan” para transformarse (haya luna llena o no), las adolescentes gritan como desquiciadas y la masa de espectadores cree que una mala película es una obra maestra, seguramente estamos hablando de CREPÚSCULO, la sensación cinematográfica del momento basada en los libros de escritora Stephenie Meyer, quien supo cómo hacerse millonaria con solo hacer que un seductor chupasangre se enamore de una humana. Pero esa historia de amor, que comenzó hace varios meses cuando se estrenó TWILIGHT (2008), pasa ahora por momentos difíciles. Luego de un incidente en la casa de los Cullen que pone en peligro la vida de Bella (Kristen Stewart), Edward (Robert Pattison) decide marcharse para poder protegerla. Emocionalmente destrozada, ella encontrará consuelo en su amistad con Jacob (Taylor Lautner). Pero el regreso de dos vengativos vampiros, la aparición de una manada de hombre lobo de la que Jacob forma parte, las visiones que tiene de Edward y su deseo de volver a verlo harán que arriesgue su vida. Creyendo que Bella ha muerto, Edward decidirá sacrificarse. Al enterarse de esto, ella viajará hasta Italia para salvarlo de los Volturi (Michael Sheen, Dakota Fanning, entre otros), un antiguo clan de despiadados vampiros. Primero que nada hay que aclarar que LA SAGA CREPÚSCULO: LUNA NUEVA (2009) de Chris Weitz es más compleja, madura y superior a su pésima predecesora en muchos aspectos, pero aún así comete varios errores que la convierten en una película que no termina de convencer ni de entretener. Un mal paso (o un traspaso casi nulo) de las páginas del libro a las del guión hacen que, al igual que en CREPÚSCULO (2008), esta secuela no se siente como una película per se. Su estructura narrativa, mas tirando a la de un libro, posee varios momentos en los que la trama decae y aburre con situaciones y personajes innecesarios que no contribuyen ni llevan a ningún lado. Puede ser que lo hagan en el futuro pero, por ahora, estoy aquí para criticar esta entrega. Entre los errores más importantes del film puedo mencionar como Edward, tal vez el personaje más interesante de la primera parte, es ignorado por completo; los hombres lobo le dan frescura a la saga, pero su aporte a la historia es casi nulo; la vampiresa Victoria, que al final de TWILIGHT (2008) daba entender que su venganza tendría un papel importante en la segunda parte, apenas participa; los Volturi, los “villanos” del film, aparecen recién al final, al igual que los de la primera parte; y, como si fuera poco, el protagonismo cae una vez más en el insoportable personaje de Bella. En lo que THE TWILIGHT SAGA: NEW MOON falla gravemente es en su guión. Más allá de que los diálogos puedan ser demasiado cursis en algunos momentos, el film no tiene una historia lo suficientemente solida como para crear una estructura e interesar y sostenerse durante sus dos horas y media sin cansar al espectador. De hecho, casi no hay historia. LA SAGA CREPÚSCULO: LUNA NUEVA (2009) es solo una sucesión de acontecimientos que van dando paso nuevos personajes y diálogos sin un rumbo aparente. Recién cuando se empieza a notar que el film se dirige en una dirección es cerca de la escena en Volterra, ya casi al final de la película. Por suerte un evidente progreso en la calidad actoral de los protagonistas ayudan a que la película no sea un completo desastre. Robert Pattison se defiende muy bien interpretando una vez más al perfecto Edward, mientras que Kristen Stewart evolucionó bastante y ya no tiene que refugiarse en los insufribles tics que tenía CREPÚSCULO (2008) para esconder que en realidad no sabe actuar. Del resto, Taylor Lautner, Billy Burke (Charlie Swan, el padre de Bella), Edi Gathegi (Laurent), Peter Facinelli (Carlisle) y Ashley Greene (Alice Cullen) logran buenas interpretaciones y hacen que nos olvidemos por momentos el gigantesco error que cometieron los realizadores de no darle mas protagonismo a los personajes interpretados por actores de la talla de Michael Sheen (UNDERWORLD, FROST/NIXON), con un papel ridículo y mal actuado, y Dakota Fanning (GUERRA DE LOS MUNDOS, MAN ON FIRE), con nada más que un par de diálogos. A pesar de todo LA SAGA CREPÚSCULO: LUNA NUEVA acierta con una bella fotografía y un manejo de colores más cálido, atrayente y bien tratado, lejos de la frialdad de la primera película. Los efectos especiales han mejorado pero los gigantescos lobos no terminan de convencer. Por lo menos, el aporte del nuevo director Chris Weitz, un verdadero amante y abusador de la cámara lenta, le otorga un poco más de acción a la saga, tal vez no la quisiéramos, pero la suficiente como para disfrutar de algunas peleas mejor coreografiadas, persecuciones por los bosques bien filmadas y un poco más de violencia, como la breve genial escena en que Aro (Michael Sheen) le arranca la cabeza a otro vampiro. Todo esto, junto a la tensa relación entre Edward y Jacob, compone lo mejor del film. Esa relación culmina con una interesante e intensa escena final que empieza a acomodar las piezas para la tercera parte. Sin embargo, como esto es LA SAGA CREPÚSCULO y está hecho exclusivamente para las adolescentes, los vampiros no son vampiros y los hombres lobo no son hombres lobo. Atrás quedaron los tiempos de Bella Lugosi, su Drácula y el peludo Lon Chaney Jr. Aquí solo hay jóvenes enfrentados por el amor de una chica. Hay mucho drama y romance y no una violenta pelea final. No hay sangre, garras, trajes de cuero ni colmillos. (SPOILERS) Solo está Bella evitando que se maten entre sí, Jacob huyendo y Edward proponiéndole inmortalidad a cambio de casamiento en un final que, al igual que su predecesora, no te deja desando más (FIN DE SPOILERS) Y bueh. LA SAGA CREPÚSCULO: LUNA NUEVA está muy lejos de ser una película de vampiros, lejos de ser una película de hombres lobo y más lejos aún de ser una gran película. Lo peor de todo es que THE TWILIGHT SAGA: ECLIPSE (30 de Junio de 2010) está cada vez más cerca.
Continuación de la exitosísima (por lo taquillera) "Crepúsculo", esta "Luna nueva" trae nuevas complicaciones para la joven Bella (Kristen Stewart) que, extasiada de amor por el vampiro Edward (el galán tierno Robert Pattinson) recibe la peor noticia imaginable: éste ya no la ama más. En realidad es una treta para protegerla, ya que debe abandonar el pueblo. Bella queda desolada meses enteros, deseando ansiosamente volver a estar con su amado, escribiendo diariamente mails a Alice, su cuñada vampira; mails que le son regresados sin respuesta alguna. Ante la promesa de Edward de cuidarla siempre que se meta en problemas, la jovencita busca situaciones de riesgo para, aunque sea, visualizar a su amor, que se aparece en forma de imagen virtual. Con la ayuda de Jacob (Taylor Lautner), su amigo de la infancia, Bella va descongelando su corazón poco a poco, pasando días enteros en su compañía, aunque... éste también guarda su propio secreto sobrenatural, relacionado justamente con el título de esta segunda entrega. Además, en la Toscana, Italia, se encuentra el cuartel general de los Volturi, la más antigua y poderosa familia vampira del mundo, que tendrá un papel fundamental en el desarrollo de esta parte 2. Los largos 130 minutos del filme no ayudan a generar el mejor de los ritmos, y los momentos álgidos, aunque son varios, en este metraje algo excesivo, se diluyen en parte. Es de destacar una gran secuencia en exteriores, llena de extras vestidos con sotanas rojas, en la que Bella va a salvar a Edward del suicidio. Las actuaciones no son el fuerte de esta película, aunque la joven Stewart sale airosa, dado que se carga el protagónico ella solita en esta entrega. Los muchachos, en cambio, se ocupan de mostrar sus bellos cuerpos semidesnudos, exigidos por un guión que sabe a qué público está dirigido; guión que, dicho sea de paso, abusa de la voz en off de Bella, para explicar acontecimientos de la trama y sus sentimientos . Lógicamente, el fuerte resulta la batería de efectos especiales, además de la última escena con final abierto, que deja a los fans con ganas de más, lo más pronto posible. A la espera de la tercera, entonces...