Las películas de la familia unida en Navidad que pretenden demostrar que las fiestas son en realidad un horror necesario podrían conformar un género en sí mismo. Aquí la gran virtud es la cantidad de buenos comediantes por metro cuadrado (Diane Keaton, John Goodman, Ed Helms, incluso la diletante Amanda Seyfried). Y el gran defecto, como siempre, no es tanto la previsibilidad de la trama -por supuesto que la familia tiene sus resentimientos, por supuesto que hay elementos que hacen inviable en principio la convivencia, por supuesto que habrá peleas, discusiones y momentos incómodos de todo tipo- sino la necesidad de que todo cierre, de que todo se encamine a una reivindicación de la familia más allá de que, en principio, se la ponga en cuestión. Así las cosas, esta película, que no carece de buenos momentos, queda como una más de las tradiciones navideñas: el espejo de lo que nos pasa en las fiestas interpretado por gente famosa.
Pasa en las mejores familias. Las películas corales son una debilidad del cine comercial desde tiempos inmemoriables: pocos caminos son más directos para llegar a un público heterogéneo que a través de una historia que involucre los vaivenes de un grupo familiar promedio, aquello cotidiano y fácilmente identificable… y si sumamos el elemento navideño a esa formula multitarget, el film en cuestión se convierte en una de esas producciones por la cual a los estudios se les cae la baba. Navidad con los Cooper (Love the Coopers, 2015) cae dentro de este formato que traza múltipes líneas argumentales dentro del mismo seno familiar, confluyendo en el marco temporal de la celebración navideña, ocasión que une a cuatro generaciones de Coopers bajo el mismo techo: el abuelo Bucky (Alan Arkin), mamá Charlotte (Diane Keaton), papá Sam (John Goodman), la tía Emma (Marisa Tomei), los hijos Hank (Ed Helms) y Eleanor (Olivia Wilde), y los nietos. El director Jessie Nelson deja de lado experiencias dramáticas más profundas como Mi Nombre es Sam (I Am Sam, 2001) y comanda una historia donde no faltan las crisis amorosas, la incomunicación familiar y los vaivenes cotidianos de la clase media-alta promedio norteamericana, según la perspectiva de un producto ATP. El guión de Steven Rogers (Posdata, te amo, 2007; Quédate a mi Lado, 1998) busca dotar a la trama de momentos cómicos y dramáticos en igual medida, aunque el tercer acto termine inclinando la balanza un poco a favor de lo segundo. Definitivamente la línea argumental Keaton-Goodman es la que consigue más tiempo de pantalla y consecuentemente mayor profundidad, dejando al resto de las subtramas como una suerte de complemento que se intercala donde es necesario llenar un vacío. Desde un narrador en off que homenajea a ¡Qué Bello es Vivir! (It’s a Wonderful Life, 1946) hasta aquellos conflictos cotidianos en clave Feriados en Familia (Home for the Holidays, 1995), la película de Nelson se percibe demasiado confiada jugando a lo seguro con los clichés navideños y las actuaciones de un reparto clase A, donde no todos tienen un tratamiento equitativo. Este exceso de confianza en sí misma le juega en contra en aquellos momentos donde intenta salirse de los parámetros establecidos y exhibir algo de originalidad, como sucede con la revelación de quién es la voz en off que nos guía dentro del relato. En resumidas cuentas, Navidad con los Cooper en su carácter de película per se, se parece bastante a las fiestas familiares de cualquiera de nosotros, simples mortales: llega, tenemos una idea bastante concreta de cómo se va a desarrollar todo, se mantiene dentro de esos carriles aceptables y para cuando termina volvemos a la vida normal, sabiendo que antes de darnos cuenta vamos a experimentar algo similar nuevamente, y así todos los años (o todas las navidades).
Mejor mal acompañado que solo Navidad: Época en donde los sentimientos y la familia marcan el pulso de los días. Las reuniones se multiplican y los reencuentros obligatorios son aquellos que más nos impulsan a querer improvisar resoluciones, o a buscar alternativas para no terminar mal la temporada de festejos. Como una reflexión de la etapa, Navidad con los Cooper (Love the Coopers, 2015) intenta recuperar aquellos films con espíritu navideño que a partir de situaciones van configurando un reflejo exacto de lo que sucede en la vida real para las fiestas. En esta oportunidad, un matrimonio de 40 años de casado decide separarse, y deberán comunicar esa información a sus hijos justo para navidad, momento en el que toda la familia se reúne en su casa desde tiempos que ya ni recuerdan. Al principio Charlotte Cooper (Diane Keaton) se muestra segura de transmitirlo, pero cuando su marido Sam Cooper (John Goodman) comienza a pensar la manera, cree que lo mejor será seguir esperando para comunicar la decisión, al menos luego de Navidad. La postergación eterna de los sueños (un viaje a África que nunca hicieron) y anhelos personales provocaron la fisura de la sólida pareja. Pero la navidad hay que festejarla, y pese a cualquier problema actual, Sam y Charlotte quieren reunir a sus hijos a la mesa porque esperan que el clima festivo ayude a que todo se solucione o -al menos- se olvide. El guión de Steven Rogers le sirve a la directora Jessie Nelson (Quédate a mi lado, Corina Corina, Mi nombre es Sam) para construir un relato dinámico y entretenido, a partir de imágenes y algunos recursos cinematográficos (la pantalla dividida, ralentíes, contrapuntos, punchlines y gags). Lo que les sucede a Sam y Charlotte es tan solo el puntapié para que puedan desfilar por la pantalla personajes que intentarán a toda costa llegar al 24 de Diciembre de la mejor manera, unos aparentando algo que no son, como su hija Eleanor (Olivia Wilde) que en un desesperado manotazo de ahogado decide hacer pasar a un militar (Jake Lacy) por su novio, a quién recién conoció en un aeropuerto, o Hank (Ed Helms) el hijo mayor, que esconde a sus padres sus problemas económicos luego de quedar desocupado y tratar por sí solo de criar a sus hijos. Pero Sam y Charlotte no sólo tienen hijos, ella tiene una hermana llamada Emma (Marisa Tomei) con un leve problema de autoestima y cleptomanía, y él una tía, Fishy (June Squibb), que además de sufrir una incipiente demencia senil, es capaz de recordar los peores momentos familiares y traerlos cuando puede a través de comentarios inesperados. Navidad con los Cooper explorará los vínculos entre ellos, en la previa a la Navidad, y lo hace a partir de la sonrisa y la lágrima, apoyándose en la brillante construcción de personajes, algo que Nelson sabe realizar por su largo trabajo como directora de actores en sus producciones anteriores. La solvencia de los intérpretes, además le ofrecen la posibilidad de emancipar e independizar a cada uno de los roles, sumando al patriarca de todos, el abuelo Bucky (Alan Arkin), enamorado de una moza (Amanda Seyfried), con una salud un tanto débil pero con las ganas que la familia entera pueda pasar una navidad en paz y armonía a pesar de las diferencias. Con momentos de una lucidez única Navidad con los Cooper llega para ocupar un lugar en aquellos clásicos que uno puede ver una y otra vez en las fiestas, aportando su mirada ácida sobre las reuniones, la familia, la convivencia, y principalmente, el comprender a los vínculos como determinantes de todo lo que cada uno es.
Los héroes de la navidad Navidad con los Cooper (Love the Coopers, 2015) es una típica película para ver en familia o en pareja en épocas navideñas. ¿Por qué? Bueno, tal como el título en español indica, el film narra las desventuras de los Cooper en vísperas de una festividad que intenta reunir a cuatro generaciones de familiares en casa de Charlotte (Diane Keaton) y Sam Cooper (John Goodman), un matrimonio desde hace cuatro décadas, que planea divorciarse. Sin embargo no todo resulta tan alegre como se espera, ya que cada uno de los asistentes, incluídos los anfitriones, oculta algo, todo esto con la intención de tener la perfecta cena de nochebuena que mamá Charlotte sueña. Completan el elenco el abuelo Bucky (Alan Arkin), la tía Emma (Marisa Tomei), los nietos de Bucky: Eleanor (la siempre encantadora Olivia Wilde) y Hank (Ed Helms), y los tres hijos de éste, además de algunos personajes por fuera del seno familiar. Sin bien el film está plagado de clichés tales como las separaciones, engaños amorosos, fracasos laborales, o despertares sexuales, Navidad con los Cooper resulta una simpática película de temporada acotada, que conoce sus limitaciones -la principal es la previsibilidad- pero que a pesar de ellas, genera momentos de comedia y por qué no, de reflexión. Como dato de color, la película cuenta con Steve Martin como narrador, quien gracias a su voz característica, potencia aún más las intenciones dramáticas y de enredos que el guión de Steven Rogers persigue.
Crónica de un divorcio abortado Los distintos cruces que tienen los miembros de esta numerosa familia, permiten combinar un mensaje social, navideño y una buena comedia. Partiendo desde un matrimonio en la última instancia previa al divorcio, sus nietos, hijos y padres logran ir repasando que los llevó hasta esa situación y tocar temas como responsabilidad familiar, o atención a los hijos que muchas veces son los que debilitan los lazos entre una pareja. Con muchísimo respeto y al mismo tiempo profundidad, el guión logra hablarle a cada uno de los espectadores, aprovechando la época navideña para dejar un mensaje de amor y reconexión familiar muy necesario en las distintas sociedades modernas. Desde la puesta en escena y la iluminación, las comedias tienden a relajarse en las enormes capacidades técnicas de Hollywood y este caso no es la excepción. Sin errores ni imágenes impresionantes la película se centra en atrapar al espectador desde cada personaje y la trama que los une más que con imágenes llamativas o un ritmo acelerado. Las actuaciones respetan la misma norma de no sobresalir demasiado, pero tampoco dejar pasar ningún error o falta de profesionalismo. Muchos de los nombres del elenco llevan en su currículum grandes títulos y mucha experiencia que les permiten resolver cada escena de manera sencilla. Diane Keaton quizás por su rol protagónico es quien mejor performance logra mostrar, levantando cada escena en que le toca participar.
La directora Jessie Nelson lleva a cabo una película navideña que, con el reconocido elenco que tiene, no llega a estar a la altura de la circunstancias. La navidad es la época del año en que muchas familias de todo el mundo se contagian de un espíritu alegre y se juntan en torno a esa fiesta, para compartir un momento especial y olvidar los problemas cotidianos. Esto les pasa a los Cooper, un matrimonio interpretado por Diane Keaton y John Goodman quienes intentan pasar una última celebración en paz, mientras a escondidas del resto de la familia, están por iniciar su divorcio luego de 40 años de casados. Sus hijos tampoco se encuentran en una situación de estabilidad: por un lado Sam (Ed Helms) está recién separado, se acaba de quedar sin trabajo y tiene que hacerse cargo de sus tres hijos. Por el otro, su hermana Eleanor (Olivia Wilde) no está feliz con su vida, tiene una relación con un hombre casado y prefiere quedarse horas bebiendo en el bar del aeropuerto antes que ir a la casa de sus padres para que la juzguen por sus pocos logros. Hay también otros personajes dentro de la familia, que suman más historias a este formato donde hay varias líneas argumentales que luego se unen con el correr de la película: Marisa Tomei, como la hermana de Keaton, es arrestada por robar un broche en una tienda y pasa varias horas en un patrullero con un oficial (Anthony Mackie) que también tiene sus propios conflictos. Por su parte, el padre de ambas (Alan Arkin) se siente desilusionado ante la noticia de que su camarera preferida del bar donde es habitué y con quien tiene una conexión especial (Amanda Seyfried) , se irá a trabajar a otra ciudad. A pesar de que están bien representados los sentimientos que afloran en las personas en esta época del año, Navidad con los Cooper cae en situaciones previsibles, momentos forzados y personajes poco carismáticos. Además, la película se demora demasiado en unir a todos los integrantes de la familia bajo un mismo techo, y una vez que lo hace, también da la sensación de que desde ese punto, pasa mucho tiempo en llegar hasta el final. La única sub trama que vale realmente la pena es la de Olivia Wilde y Jake Lacy, dos personas que se conocen en un aeropuerto y que a pesar de tener una personalidad y creencias muy distintas, sacan juntos lo mejor de cada uno. Wilde y Lacy logran una química y una frescura inmediatas desde su primera escena compartida. La película dirigida por Jessie Nelson (I am Sam) y escrita por Steven Rogers (P.S. I love you) no logra generar muchas risas a pesar de ser planteada como una comedia y tampoco provoca una emoción genuina. Más allá de eso, tiene algunos momentos positivos que hacen que no sea una total pérdida de tiempo. Si se busca una historia familiar y de amor con un final que no tiene demasiadas sorpresas, puede ser una opción. Para películas navideñas, mejor quedarse con otros clásicos.
Jessie Nelson es una sólida guionista de la industria, que si bien incursionó con la dirección en pocas oportunidades (la más conocida con "I am Sam") siempre estuvo en proyectos centrados en temas familiares, con registros predominantes de comedia. Sorpende su elección ( producida por CBS + Groundswell + Imagine) para dirigir este proyecto, pero a la luz de los resultados, fue totalmente acertada. Probablemente estén un poco cansados (o no) de esas cintas americanas que se estrenan en navidad, corales, románticas o familiares, que se presentan como alternativa sólo para pasar un buen momento. Ha habido excepciones, y las dos primeras que vienen a mi mente son "Love Actually" y "The Family Stone", simpáticas, queribles, accesibles pero a la vez, con cierto aire de reflexión sobre las relaciones personales en tiempos de celebración. "Love the Coopers" va en esa dirección. Quizás sin el brillo de las anteriores, pero elige presentarnos un mosaico divertido y melancólico de perfiles, que funciona muy bien a lo largo de sus 107 minutos de duración. Steven Rogers fue el responsable de escribir un guión equilibrado, que busca no caer en la simpleza de los films navideños clásicos, dotandolo de vínculos más intensos y abriendo el espectro para que personajes de todas las edades armen una estructura coral atractiva para todo espectador. El elenco es importante, desde el tándem Diane Keaton - John Goodman (el matrimonio de muchos años en crisis y a punto de separarse), pasando por la candidez de Alan Arkin y Marisa Tomei, sin dejar de olvidar roles importantes para Amanda Seyfried, Dan Amboyer, Ed Helms y la encantadora Olivia Wilde. Digamos, para no complicarles mucho la lectura, que tenemos una pareja de padres ya grandes que sienten que las cosas ya no son las mismas entre ellos y quieren pasar una última navidad como familia, antes de que todo cambie. En las horas previas a esa reunión, conoceremos a los distintos miembros de ese grupo, mientras se va armando el menú festivo nocturno: que les anticipamos, tendrá de todo. Desde los pequeños hasta los ancianos, habrá lugar para que cuenten que les afecta y se presten a resolver esas cuestiones, bajo el influjo de la conexión que la fecha presenta. Nelson saca provecho de la calidad de su cast y logra proponer un film mejor que lo que Hollywood nos trae habitualmente en esta época del año. En el debe, hay que decir que algunos roles (especialmente el de Keaton) comparten demasiadas características de otros films. Sin embargo creo que la mayor dificultad era el tema del tiempo, manejar tantas pequeñas historias conectadas en pocos tiempo físico, eso provocó ciertas restricciones en lo que cada pareja aportó a la construcción general. Pero más allá de eso, le reconozco al director que logra resolver bastante de esos vínculos con tomas simples y directas. "Love the Coopers" es una cinta que intenta fusionar la comedia romántica y la familiar bajo el muérdago de la navidad. Y lo logra, la mayor parte del tiempo. Si buscan algo para estas fechas para pasar un buen momento, esta es su película.
Un elenco brillante mal aprovechado Los Cooper han tenido abundantes predecesores. Son una de esas familias numerosas que se reúnen cuando llega la Navidad, el Día de Acción de Gracias o cualquier otra fecha que amerite el encuentro de varias generaciones del mismo clan en torno de una mesa, presuntamente para celebrar la alegría de estar juntos, pero también para compartir el recuerdo de viejas anécdotas, pasarse facturas, ventilar rencillas, intercambiar nostalgias de fiestas similares vividas en el pasado y ponerse al día respecto de la actualidad de cada uno. En fin, historias de familia que en otras épocas hasta terminaron constituyendo una especie de subgénero. Una tradición, la cinematográfica, no tan frecuentada en los últimos tiempos y cuya puesta al día, como casi todo en el Hollywood actual, responde a su correspondiente formato, bastante inspirado en los que impone la TV. Lo que significa que habrá más estereotipos que personajes, más situaciones breves y presumiblemente cómicas apoyadas en profusos diálogos que una historia más o menos estructurada que sirva de enlace, y sobre todo muchos actores conocidos y con la suficiente experiencia para sacarle a cada línea el poco jugo que contiene. En ese sentido, Navidad con los Cooper es llamativamente generosa. Más aún: podría decirse que desaprovecha la gracia de sus talentosos comediantes en un guión que no es más que una suma de sketches desparramados durante los 107 minutos y apenas enlazados por la famosa reunión de Nochebuena, donde por supuesto se producirá otro milagro. Pero éste es obra de Hollywood: donde en el principio había disgusto, al final habrá felicidad y los que estaban solos habrán encontrado su pareja. La reunión, por supuesto, recién se pone en escena en la segunda parte de la película. Hasta ahí, todo ha sido la presentación de personajes (en la que tampoco se invirtió demasiado ingenio, habida cuenta de la no identificada voz en off que proporciona abundante información acerca de cada uno) y otros breves apuntes sobre los conflictos que sobrellevan algunos o afligen a otros. A Diane Keaton, Alan Arkin, John Goodman, Marisa Tomei, Olivia Wilde y Jack Lacy, por solo nombrar a algunos, les alcanza y sobra con el carisma y el oficio para otorgarles a sus partes el interés que el original de Steven Rogers no supo proporcionarles. Cuando se llega a los tramos finales, después de haber ensayado varios desenlaces fallidos; de haber probado suerte con unos toquecitos de drama, sentimentalismo y emotividad, y cuando ya cada actor tuvo sus correspondientes minutos de lucimiento, ya puede hablarse no tanto de generosidad, sino de franco despilfarro.
Estrellas no alineadas Ni la suma de nombres rutilantes (Keaton, Goodman, Seyfried, Wilde, Helms) remonta esta floja comedia. Quién más, quien menos, cuando llegan las Fiestas de fin de año cada uno hace su balance, a veces se encuentra sentado a la mesa y, antes o después del brindis, se desencadenan allí peleas, pases de facturas y reproches la mayoría de las veces previsibles y/o frenables. No es el caso de Navidad con los Cooper, la comedia de Jessie Nelson que desperdicia un elenco de esos que Hollywood suele reunir cuando en el productor llamar al director de casting después de desglosar el guión y advertir que es mejor reunir talento delante de la cámara, porque de movida la mano viene algo complicada. Y no es porque Nelson haya demostrado no tener agallas. Mi nombre es Sam era una película muy emotiva, pero en una cuerda completamente diferente a la que tensa ahora. Charlotte y Sam (Diane Keaton y John Goodman, dos de los muchos nombres desperdiciados en la película) son un matrimonio que está junto desde que eran hippies. Están por divorciarse, pero no desean hacerlo antes de pasar la última Navidad en familia, con sus hijos, sus nietos y algún abuelo (Alan Arkin, por caso). No queda en claro cuál es el motivo por el cual estos sesentones desean seguir cada uno por su lado, porque la no realización de un viaje que vienen arrastrando sería como demasiado poco. Tampoco importa. Porque si ellos dos son el centro, hay varios satélites dándoles vuelta, desde una hija que “engancha” un marine (Jake Lacy, de Girls) en un aeropuerto para llevar a alguien a la reunión, y no la miren con cara rara porque no tiene novio (y eso que es Olivia Wilde). Ed Helms (¿Qué pasó ayer?) es el otro hijo, recientemente divorciado, a su vez con dos hijos algo rebeldes. Y el abuelo se sienta siempre en un restaurante donde la atiende la misma mesera (Amanda Seyfried), que quiere algo más que servir café caliente. Hay más personajes, como el de la hermana que interpreta Marisa Tomei, pero si los contamos en bloque no queda nada por sorprenderse, si usted decide ir al cine. El problema con Navidad con los Cooper no es la trama, que sería en este caso lo de menos, sino los diálogos, ni la conglomeración de estrellas, sino que la conjunción precisamente no se da. No se alinearon las estrellas, ya no los planetas, los gags se caen de maduros, la banda sonora mezcla más que combina clásicos navideños, y un largo etcétera.
Como los Benvenuto, pero con nieve El film de Jesse Nelson muestra los sucesos vividos por una familia en las horas previas a la Nochebuena, con un arco narrativo circular en el que se hace obvio que todos los integrantes del clan terminarán brindando felices por el bienestar de los suyos. Si en lugar del mofletudo John Goodman estuviera Guillermo Francella, si la responsabilidad de los acordes finales cayera sobre Ignacio Copani, si se mutara el espíritu de conciliación por una buena dosis del humor costumbrista argento más rancio en stock, y si se cambiara la siempre idílica postal invernal de un suburbio norteamericano por un estudio televisivo del Gran Buenos Aires, los Cooper podrían ser tranquilamente los Benvenuto. Al igual que el de aquel programa dominguero emitido durante la primera parte de los 90 por Telefe, el arco narrativo propuesto por la realizadora Jessie Nelson (la misma de, ay, Mi nombre es Sam) edifica una sensación de circularidad que imposibilita suponer algo distinto a lo que finalmente ocurre. Esto es, que todos los integrantes del clan terminen brindando felices por el bienestar de los suyos, aun cuando esto implique resolver en apenas un par de horas aquello que al común de los mortales le demandaría años, quizá décadas, de charlas con amigos, consumo de whisky y terapia.Empalagoso como turrón de pasta de almendras y portador de un desenlace tanto o más difícil de digerir que un pedazo de lechón caliente el 25 al mediodía, el film de Nelson muestra los sucesos vividos por los distintos personajes en las horas previas a la Nochebuena. El menú, ideado junto al guionista Steven Rogers, incluye a un matrimonio herido por el paso del tiempo y la convivencia (John Goodman y una llamativamente controlada Diane Keaton), sus hijos (Olivia Wilde y Ed Helms), la hermana acomplejada por la volatilidad de sus emociones de ella (Marisa Tomei), el papá de ambas (Alan Arkin), enamorado secretamente de una joven y acomplejada camarera (Amanda Seyfried) y la tía senil de él (June Squibb). La voz en off, suerte de ¿homenaje? a esa madre putativa de todas las películas navideñas que es ¡Qué bello es vivir!, está siempre lista para subrayar aquello que la dinámica propia de cada escena dejaba clarito de por sí. El personaje a su cargo es... bueno, mejor no adelantarlo porque se trata de una de las vueltas de guión más involuntariamente cómicas del año.Navidad con los Cooper circulará por los carriles habituales de los relatos corales destinados a convertirse en una celebración de la unión y la familia a como dé lugar, pase lo que pase, caiga quien caiga. La oferta incluye una buena cantidad de pases de facturas, algunos gestos de buena voluntad, confesiones imposibles (atención a la del policía negro) y una enseñanza para cada uno de los protagonistas. Los nombres dentro de los paréntesis del párrafo anterior dejan en claro que hay elenco para cuatro películas y que si había algo en lo que Navidad con los Cooper no podía fallar era justamente en la parte actoral. A favor, entonces, debe decirse que el oficio generalizado de los intérpretes, en su mayoría de probada soltura en el terreno de la comedia, consigue poblar la pantalla con seres por momentos parecidos a los humanos. Por eso, y porque un redondeo para arriba no se le niega a nadie en estas fechas, el film llega raspando al cinco.
Las películas de familias unidas por imposición de las fiestas conforman un género en sí mismo, y Navidad con los Cooper es otro eslabón de la larga cadena de films que podrían encuadrarse allí dentro. Y se encuadra con una convicción firme, cayendo en todos los lugares comunes habidos y por haber. El largometraje de la realizadora Jessie Nelson (la misma de Mi nombre es Sam) es un relato coral que campea en derredor de la familia comandada por el matrimonio interpretado por John Goodman y Diane Keaton. Casados hace más de media vida, las cosas no andan del todo bien para ellos y planean divorciarse después de las fiestas. También están sus hijos (Olivia Wilde y Ed Helms: ella, soltera contra su voluntad y él, recientemente divorciado y desocupado), la hermana del personaje de Keaton (Maria Tomei) y el padre de ambas (Alan Arkin), secretamente enamorado de una joven camarera (Amanda Seyfried). Navidad con los Cooper muestra los sucesos de todos ellos en la previa a la cena de Nochebuena. Cena que incluirá, claro está, una cantidad notable de pases de facturas, reproches y varias verdades reveladas después de años de silencio. Sin demasiado más que ofrecer, el resultado apenas se sostiene por la enorme potencia actoral de su elenco, pero cae por el propio peso de la forma burda con la cual enaltece los valores de la unión y la familia.
Cada vez que se estrena una película como Navidad con los Cooper uno no puedo dejar de sentir una enorme tristeza por la pérdida de John Hughes. Un artista que sabía llegar al corazón de la gente con personajes humanos y queribles con los que te podías conectar aunque pertenecieran a una cultura diferente. Dentro del género navideño, Mejor sólo que mal acompañado (1987) sigue siendo uno de los grandes clásicos que combinó a la perfección el drama con la comedia. Son esa clase de películas que las podés ver 30 años después de su estreno y las disfrutás por el guión y la labor de los protagonistas. Una situación diferente presenta Navidad con los Cooper, una producción que quedará en el olvido antes del 31 de diciembre. El film se vende como una comedia, tanto en el póster como en los trailers, pero en realidad se enfoca más en la drama y relega el humor a un plano secundario. Los Cooper son una familia integrada por personajes que no generan empatía y llevan vidas insulsas que no tienen ningún atractivo dentro de un relato de ficción. A lo largo del film El director Jessie Nelson (Mi nombre es Sam) se encarga de narrar distintas subtramas que confluyen en una cena navideña. Un anciano (Alan Arkin) que se enamora de una joven camarera (Amanda Seyfried), un hombre separado (Ed Helms) que no sabe que hacer con su vida luego de perder un trabajo, una escritora liberal (Olivia Wilde) que lleva un desconocido a su casa para presentarlo ante sus familiares como su novio, un matrimonio que le oculta a los hijos su inminente divorcio para pasar las fiestas tranquilos ( John Goodman y Diane Keaton) y una mujer madura (Marisa Tomei) que acarrea viejos resentimientos hacia su hermana mayor desde la infancia. El problema es que ninguna de estas historias logran a ser interesantes y tienen un desarrollo acelerado. Es decir, se trata de personas que cuentan con serios conflictos emocionales y solucionan todos sus inconvenientes en una breve reunión familiar para descubrir que sus mediocridades después de todo no son un gran problema. El reparto reúne muchos artistas talentosos que lamentablemente se encontraron en este proyecto donde el único personaje agradable es el perro de los Cooper. El resto de los integrantes la verdad que no son la mejor compañía para pasar una noche de Navidad. Por otra parte, el sentimentalismo del conflicto resultó forzado y el humor tampoco consigue que la película sea más llevadera. En apenas 56 minutos, Soffia Coppola este año brindó una propuesta mucho más entretenida en el especial navideño que filmó con Bill Murray para Netflix. Una producción que recomiendo disfrutar antes que este estreno que es un intento fallido por emular Realmente amor, la gran película de Richard Curtis que capturó con más honestidad sentimental el espíritu navideño.
De manual para estas épocas. Juntamos un gran elenco con actores talentosos (Alan Arkin, John Goodman, Diane Keaton, Ed Helms, Amanda Seyfried, Marisa Tomei, Olivia Wilde) y creamos una familia disfuncional que se reúne para Navidad. Agitamos bien y listo. Pero no siempre sale un contenido fresco ni se borran las intenciones comerciales con legítima emoción.
Navidad con los Cooper, nos presenta a Sam (encarnado por John Goodman) y Charlotte (papel que compone Diane Keaton) un matrimonio a punto de separarse que planea una última y perfecta Navidad en familia. Pero, los parientes invitados (hijos, tíos y abuelos) tampoco parecen tener un buen día, y el espíritu de la Navidad deberá trabajar doble turno para que el encuentro familiar no termine en un desastre. La típica comedia de familia disfuncional ambientada en la Nochebuena hace base en la pericia de un elenco de veteranos actores que logran combinar con pericia momentos de comedia absurda con secuencias dramáticas. La estructura narrativa a base de flashbacks narrados por Steve Martin nos presenta algunas dosis de comedia legítima, y momentos emotivos, lacrimógenos en una historia que suena conocida y trillada. Típico film "de milagro navideño con moraleja", que se disfruta en esta época del año pero que después del 25 de diciembre deja de funcionar para convertirse en un producto anacrónico.
Pavo relleno y vitel toné con toda la parentela Si bien es una historia que no renueva el género del film navideño, gracias a su elenco de comediantes cumple con su función de entretener un rato. Con Diane Keaton, John Goodman, Marisa Tomei, Olivia Wilde y Amanda Seyfried. La lógica de las películas navideñas es imperturbable a cualquier línea de cuestionamiento que altere su objetivo. Es decir que, casi sin excepción, los relatos centrados en las festividades de diciembre en general presentan familias más o menos disfuncionales, con personajes que están atravesando algún conflicto-bisagra que se ven obligados a juntarse a pesar de que casi ninguno quiere sentarse en compañía de abuelas, padres y tíos que no quiere ver. El esquema clásico es que hay algún protagonista que lucha para que todos estén presentes, a pesar de que en su fuero íntimo sepa que no es más que un intento desesperado por mantener la ilusión de que la familia se sostiene sigue unida a pesar de las diferencias. Y ahí va la historia, dedicándole un ratito a cada unos de los protagonistas, dando cuenta de sus miserias hasta que al final, a la hora del pavo relleno -intercambiable por un suculento lechón o en su defecto el infaltable vitel toné-, las cosas se acomodan y las copas chocan con alegría porque es Navidad y una segunda oportunidad no se le niega a nadie. Navidad con los Cooper cumple a rajatabla con los postulados implícitos del género, con mamá Charlotte (Diane Keaton) que quiere tener una última cena con toda la parentela antes de separarse de Sam (John Goodman), ambos sin rumbo por el nido vacío. Y no es que sea reciente, porque Hank (Ed Helms) ya bordea los 40 años y no logra reinsertarse en el mundo laboral, mientras que Eleanor (Olivia Wilde) está sola y ya no soporta contestar ni una pregunta más sobre su soltería. Por ahí también anda la tía Emma (Marisa Tomei), siempre a la sombra de su perfecta hermana Charlotte y claro, está el abuelo Bucky (Alan Arkin), que mira con estupor la profunda infelicidad de su familia, en la que incluye a la camarera Ruby (Amanda Seyfried), con la que no lo liga ningún lazo de sangre, pero con la que sin embargo se siente cercano, sobre todo en ese momento mágico del día cuando la chica le sirve café y charlan por un momento y comparan impresiones sobre añejas películas de Chaplin. En el combo no falta un amor de tía que ya no es la que era, un adolescente que odia todo y a todos, un falso novio republicano y cómo no, un perro que al final es el que cuenta la historia (?). Lo dicho, una trama que no renueva el género porque entiende que no hace falta y le alcanza con un elenco de grandes comediantes para cumplir con el entretenimiento, el director Jessie Nelson acepta que no es Frank Capra, sabe que el clásico ¡Qué bello es vivir! es insuperable y claro, es Navidad.
EL LARGOMETRAJE CON DIANE KEATON Y ALAN ARKIN TIENE VIRTUDES, PERO NO EVITA LUGARES COMUNES Y CONVENCIONALISMOS Navidades de cine eran las de antes Al final de "Cigarros", de Wayne Wang, hay un episodio llamado "Augie Wreng's Christmas Story", de apenas cinco minutos, en blanco y negro, acompañado por una canción desgarradora, donde un hombre comparte un pollo con las manos con una vieja negra ciega, sola y desconocida. ¿Fue tal vez esa la última película norteamericana de verdadero espíritu navideño? Porque todo lo demás, de un tiempo a esta parte, solo son despilfarros de lucecitas, regalos comprados, comida hasta reventar y parientes reventados. Lo que ahora vemos se salva parcialmente, y hasta puede más o menos recomendarse, pero más por su elogio de la vida y la tolerancia entre familiares. Salvo el folklore de arbolitos, disfraces y besos bajo el muérdago, daba lo mismo si se hubiera ambientado en Año Nuevo o en el Dia de Acción de Gracias. En fin, la cosa es que en esta historia Sam y Charlotte, 40 años de casados a punto de no llegar ni de lejos a las Bodas de Oro, convocan a la cena de rigor al hijo separado (y sin trabajo) con la ex y los tres vástagos, la hija fracasada y sin novio, la hermana resentida y sin pareja de la señora, el abuelo, y la tía vieja que se invita sola. El perro de la casa se invita solo. Por supuesto, algunos de estos personajes tienen sus afectos fuera de casa. Una chiquilina a la espera del primer beso, un tipo casado, una camarera demasiado joven, un soldado en tránsito, un policía de "viril hipocresía", como diría Machado, el sueño de un viaje a tierras lejanas, sueño que se mantiene anclado mientras la vida se va, etc. Algunos, aunque sea por esa noche, tratan de ser como los demás quisieran. A veces no es posible, y algo va a reventar un poquito. Hay escenas de humor, pero a cierta altura inciden más las reflexiones sobre el amor en diversas etapas de la vida. Hay unos flashbacks bien ubicados para evocar lo que la gente fue cuando niña o más joven, hay lindas observaciones, buen elenco y mucha música (villancicos, gospels, etc.), todo lo cual compensa otras cosas que desgraciadamente también hay escenas fallidas, descripciones innecesarias, lugares comunes. Falta una buena tijera de podar. Diane Keaton, John Goodman, el recordado Alan Arkin, Marisa Tomei, la vieja June Squibb, Amanda Seyfried, Jake Lacy, que compone muy bien al soldado, etc., etc., buen elenco. Steve Martin como narrador omnipresente, después veremos que eso es imposible pero no importa. Guión de Steven Rogers, dirección de Jessie Nelson, que ya habían hecho atendibles aportes en el drama "Quédate a mi lado". Se trata de una película para toda la familia, aunque conviene dejar a los chicos menores de diez en otro lado. No porque haya nada inconveniente, sino solo para que no molesten.
Es una comedia coral con toques dramáticos y de humor. Durante su presentación se desarrollan una diversidad de situaciones, personajes y la banda sonora que acompañamuy bien. Rinden muy bien la presencia de: Diane Keaton (“El padrino”) además de productora, John Goodman (“Argo”), Marisa Tomei (“El luchador”), Alan Arkin (“Argo”) y Amanda Seyfried (“Los miserables”), y aunque su papel no se luce demasiado son increíbles los ojos y las miradas de Olivia Wilde (“Tron El legado”), entre otros. Habla de la familia, las peleas, las hipocresías, las mentiras y el amor, entre encuentros y desencuentros. A pesar de que en algunos momentos cae, entretiene y resulta un buen pasatiempo. Después de los créditos tenes escenas extras.
Riñas familiares un poco desabridas Las películas navideñas son un fenómeno mayormente del cine norteamericano, que aquí no terminan de asentarse y, de hecho, progresivamente han dejado de estrenarse para encontrar un destino más acorde en el mercado del dvd o en la televisión por cable. Tal vez -uno piensa- se deba a que nuestro cinismo sudamericano repele estas historias plagadas de buenas intenciones y mensajes esperanzadores sobre lo particularmente bueno de nuestra esencia humana, capitalista y occidental: que el espíritu navideño termina operando como un controlador de aquellas cuestiones que parecen salirse del cauce de la vida en familia y la paz hogareña. En ese sentido, la comedia (y también el terror, corriendo el mito de Santa Claus unos centímetros para profundizar en las posibilidades de lo hominoso) logró que un poco ese espíritu se revele como algo falso, al menos un momento antes de que el final de la película termine por confirmar el status quo. Navidad con los Cooper es la película navideña que nos llega este año, y que termina por confirmar todos los prejuicios que tenemos sobre este tipo de propuestas. No siquiera un elenco numeroso, y especialmente talentoso para la comedia, puede hacer demasiado con el material que aporta este film de Jessie Nelson: Alan Arkin, John Goodman, Ed Helms, Diane Keaton, Anthony Mackie, Amanda Seyfried, June Squibb, Marisa Tomei, Olivia Wilde integran la lista de padres, abuelos, tíos, hijos que viajan para encontrarse en la cena familiar de Nochebuena. Porque lo que es Navidad con los Cooper, también, es un clásico film coral de reunión familiar (Acción de Gracias, Navidad, algún velorio), otro subgénero que la industria del cine norteamericano ha sabido explotar con mejor olfato comercial que cinematográfico. Un matrimonio adulto va a recibir a toda la prole en la casa, mientras atraviesa una crisis profunda que podría llevarlos al divorcio. Pero hijos, abuelos y demases no se las llevan fácil y también tienen sus pesares que ocultar en la cena familiar: como verán, nada que no se haya visto. Lo que la película tiene para ofrecer como mayor novedad, incluso como resguardo anti-cinismo, es una voz en off (que tendrá su revelación al final) que atraviesa el relato y reconstruye los episodios como si de un cuento navideño se tratase. Un cuento navideño con su tono naif y aleccionar, como tiene que ser. Incluso hay una idea muy interesante, que es la omnipresencia de unos típicos Papá Noel de tienda que recorren distintos espacios de la ciudad, hombres comunes que con su integridad algo chusca representan una suerte de ángeles guardianes de una cultura consumista y pequeña. En todo caso podemos cuestionarle algunas cosas a la película, pero su honestidad respecto de sus ambiciones es clara: la melancolía sobre cómo una reunión familiar es la memoria de los que ya no están y de lo que ya no somos es otra de las cuerdas que la película toca levemente y luego se olvida. Lo peor que tiene para ofrecer Navidad con los Cooper es su previsibilidad, no tanto en la falsa felicidad que termina alumbrando finalmente cada subtrama (hay un exceso de espíritu navideño en su prepotencia para que todo termine bien y amable), algo que en definitiva suponíamos desde un comienzo, sino especialmente en la elección de un reparto que cumple roles similares al de otras películas: Keaton es otra vez la madre sobreprotectora y un poco insatisfecha, Helms es otra vez el profesional tenso, Tomei es otra vez la tía piola, Arkin es otra vez el viejo un poco sabio y así. Y también hay un detalle extra-película: hacía 14 años, desde Mi nombre es Sam, que la directora Nelson no se ponía detrás de cámaras, y no sólo que vuelve a exhibir un universo edulcorado, sino una falta de timing que hace ver a la película desprolija, a la comedia tardía, y al drama desabrido.
Un regalito sin moño Jessie Nelson es un maestro de la comedia melodramática. En los años noventa dirigió un film que hoy es de culto en ese sub-subgénero: Mi nombre es Sam, la historia de un muchacho con retraso cognitivo (interpretado por Sean Penn) que superaba obstáculos gracias a la música de Los Beatles. Navidad con los Cooper retoma algunos fundamentos bizarros de aquel film, sobre todo, en la disparatada idea de que el narrador del melodrama de la familia Cooper es un perro. Cuya voz proporciona el legendario Steve Martin. Y Martin no es el único talento desaprovechado, ya que el film cuenta con un elenco de notables, con figuras de la talla de Diane Keaton, John Goodman, Ed Helms, Marisa Tomei, Alan Arkin y Olivia Wilde. La idea inicial de la película no es mala: se trata del clásico cuento navideño, donde varias generaciones de una familia se reúnen para descorchar junto al arbolito y compartir el momento. Lo malo es que la problemática de los personajes y la pretensión del estilo narrativo, vagamente asociado a Short Cuts de Robert Altman, no cuajan con la trivialidad de los diálogos y la madeja dramática del guión. En el centro de la historia –y del arbolito– están Charlotte (Keaton) y Sam Cooper (Goodman). Una pareja que tras largos años de matrimonio decidió separarse. Su último deseo es, obviamente, compartir la Navidad en familia. Y uno diría, ¿para qué? Emma (Tomei), la hermana de Charlotte, es una cleptómana; la hija de la pareja, Eleanor (Wilde), está quebrada por una vieja relación y para simular un nuevo noviazgo se trae a un soldado del aeropuerto. El abuelo Cooper (Alan Arkin) es un mujeriego veterano y asiste con la veinteañera que le sirve café en el bar por las mañanas. Los personajes son patéticos, pero el final, claro, es feliz. Así es en Hollywood, sobre todo en Navidad.
Si cada familia es un mundo, en navidad se potencia todo. Para bien o para mal, según el ojo con que se mire, pero todo se potencia. Si lo saben los Cooper que están organizando una cena navideña en la víspera de una separación, porque uno quiere viajar y el otro no (¿qué?). Pero claro, como el guión no se molesta en explicar toda la historia que los precede como para entender que la cosa viene de antes, y bastante pesada el sustento, no tiene más asidero que algunas frases aisladas en los diálogos que invitan al espectador a suponer más de lo que se supone que debería. Es cierto que después de muchas nochebuenas en el cine, algunos parámetros culturales están ya instalados por lo cual, si de verdad se profundizase en esta relación matrimonial entre (Sam) John Goodman y (Charlotte) Diane Keaton, estaríamos frente a un dramón de aquellos que jamás sería aprobado por un productor de Hollywood que quiera conservar su trabajo para el año entrante. “Navidad con los Cooper” es, por antonomasia, la típica comedia familiar que el público recibe año a año. No concordamos con la idea de la liviandad, o sea la “comedia liviana”, si ésta tiene poco sustento como para que el espectador tenga elementos mejor construidos de los cuales agarrarse y pueda empatizar. Aunque más no sea por una idea central que funcione como gancho, por ejemplo aquella de “El regalo prometido” (Brian Levant, 1996) que enfrentaba a Arnold Schwarzenegger con su antagónico eventual en la lucha por conseguir el último muñeco del superhéroe de moda. Esa lucha externa manejaba la acción, pero de fondo teníamos a dos padres que intentaban lograr la admiración de sus hijos, no por el juguete; sino por poder cumplir lo prometido. Aquí en cambio la directora Jessie Nelson se conforma con contar con un elenco multiestelar que “garantice” por peso propio la posibilidad de darle vida a diálogos y situaciones algo traídas de los pelos. Un logro parcial, si se quiere, porque hay momentos que funcionan bien y otros que se diluyen al seguir incorporando personajes a la trama que no necesariamente están balanceados todo el tiempo, esto de abarcar mucho y apretar poco ayuda a definir el tema. Es decir, si es por el elenco, se puede ir tranquilo aunque la historia vaya decayendo como cuando se enfría el pavo y se descubre que en realidad estaba un poco seco.
Una película más sobre la Navidad y la familia, dos términos correlativos y en conjunto rara vez ideales para incluir en un relato. Los Cooper están en las antípodas de los Puccio, pero constituyen un clan. Si la familia elegida en el filme de Pablo Trapero representa ominosamente una época y una cultura del delito que no es prerrogativa de ese solo apellido vernáculo, en el filme de Jessie Nelson, el director de ese énfasis en el lugar común que fue Yo soy Sam, los Cooper canalizan una cultura y el imaginario que tiene esta sobre la institución familiar, valor supremo aunque contingente entre la mayoría de los mortales. La secuencia de créditos al inicio promete: los preparativos generales de toda una ciudad estadounidense en torno a la Navidad adelantan una búsqueda que será traicionada: divisar el detalle y prestar atención a los signos laterales de la celebración. El plano fugaz en el vagón de un tren, en el que se ve a varios hombres vestidos de Santa Claus que van o vienen de interpretar al ícono de la Navidad, denota cierta sensibilidad. Los trabajadores de la Navidad están en el radar de lo visible. Pero una vez que la voz en off (del gran Steve Martin) arranque con el relato en sí y la familia encabezada por los personajes de John Goodman y Diana Keaton se adueñe de la trama, la cantinela del lugar común fagocitará todo. La Nochebuena y las horas previas a celebrarla estarán dedicadas a sellar y afirmar los valores inmortales de una sociedad sostenida en una fiesta desvergonzada del estereotipo. En efecto: está la hija menos querida de la familia y su correlato necesario, la más consentida; el abuelo sabio, como la abuela pícara y un poco desvariada; el matrimonio eterno de 40 años y el que apenas ha durado unos años; el adolescente freak, el niño travieso y la joven desamparada. Y también se apuesta con dos presuntas innovaciones en materia de estereotipos, de un liberalismo lábil y poco sutil: dos personajes, un militar republicano sensible y un policía gay. Por más de una hora veremos a los miembros de la familia en situaciones aisladas que sirven para conocer a cada uno de los Cooper. Luego, llegará la cena navideña, aunque un corte de luz traerá sorpresas (y una cuota de sadismo inocente) para darle un nuevo giro existencial a la cosa. A no temer: en el final todos bailan y la vida triunfa. Las buenas películas son aquellas que siempre dan lugar a las preguntas y aspiran a una cierta indeterminación que facilita la indagación y la curiosidad. Los estereotipos son ineludibles como punto de partida, y según cómo se utilicen incitan al cuestionamiento o a su reaccionaria confirmación. En Navidad con los Cooper un personaje critica a la Navidad como el tiempo en el que se nos insta “a una felicidad fabricada”. Es justamente lo que Nelson lleva adelante: su filme refrenda las supersticiones y el lugar de la sagrada familia; incluso hasta el perro de los Cooper tiene consciencia de la inmaculada institución. Perro que habla y no ladra miente.
Diane Keaton, John Goodman, Ed Helms, Amanda Seyfried, Alan Arkin, Marisa Tomei, Olivia Wilde, Jake Lacy, June Squibb y Anthony Mackie son algunos de los actores que protagonizan esta película. Cuando Steven Rogers (Posdata: Te Amo – 2007) decidió escribir una historia de Navidad diferente a las que nos tienen acostumbrado en las fiestas. En las que vemos a la familia reunida y una noche fuera de lo normal, no se dió cuenta que quizás iba a ser un poco complicada tratar de generar empatía con TODOS los personajes. El film habla de una familia que está más desarmada que unida y durante todo la película tratamos de unirlos para ver si todo lo que dicen es cierto. Cada integrante de esta familia, llega a la cena de Navidad por distintos lugares y antes de llegar ahí tienen que solucionar algo.
Una película fallida y un elenco desperdiciado. El ritmo no es malo, pero el guión es tan tedioso que por momentos se hace interminable y si bien tiene algunos momentos bien logrados no alcanzan para compensar la gran cantidad de...