Un viaje intenso Marcos, un joven escritor de relatos para niños obsesionado con la muerte en sus historias, ambiciona escribir una novela, lo que lo conduce a renunciar a su trabajo en una editorial infantil para dedicarse a escribir su gran obra. Cuatro años después, mientras su novela y su vida social naufragan, su negocio de venta ilegal de una droga transgénica derivada de las flores de eritrina prospera como para mantenerlo a flote en su mediocridad. Cuando un amigo le señala que su novela está estancada debido a su falta de experiencias, Marcos decide viajar a Montreal gracias a la invitación de un colega y descubre que la planificación de la emigración puede ser el tema de su dilatado proyecto novelístico. La novela lo llevará de esta manera a caminos insospechados y a tomar decisiones que intensificarán su experiencia de vida, en una sorprendente metáfora sobre los efectos de las drogas. El realizador y guionista Santiago Van Dam construye así una comedia romántica bizarra con mucha acidez y un gran humor cáustico en una propuesta que se desenvuelve alrededor de la comunidad consumidora de flores y cannabis de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El film también contiene muy buenas animaciones y un gran elenco, destacándose la labor de sus protagonistas, Ezequiel Tronconi, Julián Calviño y Giselle Motta. Ojalá Vivas Tiempos Interesantes (2017) trabaja de forma magistral el relato del progreso de una novela como crónica de una realidad que, al igual que la literatura, va escapando de las manos de su autor para convertirse en otra cosa, encontrando en una filosofía hedonista sobre la intensidad como carácter paradigmático de la experiencia el hilo conductor que une toda la narración y el accionar del protagonista, quien rápidamente ve cómo la escritura lo va transformando. Parafraseando a uno de los personajes sobre las capas de análisis de esta excelente ópera prima de Van Dam, el sentido siempre está oculto y hay que aprender a esperar para descubrirlo.
Agradable ópera prima que permite refrescar dentro del panorama actual del cine un tipo de películas centradas en escritores (al mejor estilo Analizando a Philip, por mencionar sólo una) y las viscisitudes que conllevan la creación de una obra. Acá son situaciones completamente bizarras las que disparan un relato ficcional que poco a poco comienza a ser cada vez más realista y que, además, vuelan configurando una narración dinámica, plagada de ideas, que destila cine y cinefilia en cada fotograma.
LA MALDICIÓN DEL ESCRITOR En más de una oportunidad, hemos afirmado que el cine argentino se destaca por su producción de ficción de corte realista, con la abundancia de un realismo social que colma la ficcionalidad cinematográfica en general. Desde hace ya algunos años, la oferta en comedias livianas, comedias surrealistas o absurdas, dramas de personajes y demás está equiparando la oferta nacional, expandiendo los límites de nuestra propia cinematografía y abriendo nuevos horizontes en la historia del cine argentino. Ojalá vivas tiempos interesantes es prueba de lo enunciado anteriormente. La película mezcla un suspenso algo absurdo (en el buen sentido), lo trágicómico y una tímida reflexión del quehacer artístico. El film presenta la historia de Marcos, un escritor que alguna vez fue exitoso en la publicación de libros infantiles, pero quien ahora se haya buscando la escritura de una “novela seria”, indagando e intentando descubrir su propia voz autoral. A partir de esta decisión, un devenir de situaciones problemáticas lo invade: pierde su trabajo, su novia lo abandona, su situación económica decae considerablemente, aunque una salida laboral ilegal intentará remendar dicha condición. Y esto lo lleva, en parte, a su perdición. El protagonista está rodeado de personajes singulares que lo ayudan y al mismo tiempo obstaculizan su camino del héroe: un vecino hippie, un portero acosador, unos clientes extrañísimos, una kioskera atractiva, una bailarina enmascarada de flamenco y un amigo que trabaja en un supermercado chino para aprender de esa cultura milenaria. Tal elemento toma vital importancia en el giro dramático de la película: sin causa alguna, y en parte pareciera en respuesta al consejo de su amigo de que para escribir hay que vivir experiencias y cosas interesantes, una anciana china le suelta una antiquísima maldición. Súbitamente, envuelto en una vorágine experimental, nuestro protagonista se encuentra a sí mismo haciendo cosas que nunca pensó que haría, pero que sin embargo le permiten avanzar en su obra literaria. El film construye de forma correcta la trama: el cambio del estatuto del protagonista, el tratamiento singular y performativo de cada personaje (singular y único dentro de la película), la mezcla entre realidad y ficción literaria – que permite dudar de la historia que se nos está mostrando-, la intervención de la animación como forma de expresión del mundo interno del fallido héroe y una musicalización atinada que permite no solo acompañar el tenor dramático de cada escena, sino también generar climas y atmosferas. Las actuaciones son sólidas y la utilización de la voz en off del protagonista permite construir un relato subjetivo que, junto con la desdibujada realidad dentro de la construcción de la novela, consienten un interesante juego de interpretación por parte de los espectadores. En síntesis, Ojalá vivas tiempos interesantes es sencilla, entretenida y divertida de ver. La dirección está a cargo de Santiago van Dam, joven director, que estrenó este film en el BAFICI de este año y que cuenta en su anterior producción fílmica con el documental La peli de Batato (2011) que, en su rol de guionista, se centra en la interesante actividad artística de Batato Barea en la década de los 80’s.
INSTINTO OBSESIVO _ ¿Sabés qué? Tu verdadera voz desentona – lo apremia el dueño de la editorial. Marcos, quien experimenta una combinación de ira, instinto creador, ego herido y rebeldía ante semejante comentario, decide que ya es hora de abandonar la literatura infanto-juvenil y la editorial, que los días de fama obtenidos por sus personajes de detectives ya no tienen más sentido. Porque lo que Marcos quiere no es sólo poder matar personajes, sino escribir una obra seria; una que demuestre talento, habilidad y, por sobre todas las cosas, su auténtica voz. Sin embargo, el ímpetu y el hambre de gloria se estancan con el tiempo frente al síndrome de la hoja en blanco y a la falta de inspiración. Por lo tanto, durante los cuatro años siguientes, el único cultivo provechoso del protagonista serán las erithinas holandesas gracias a la implementación de un sofisticado método invernadero en su departamento. Dicho sistema no sólo se convierte en el sustento económico de Marcos, sino que actúa como herramienta central constitutiva del relato de la ópera prima de Santiago Van Dam puesto que es a través de la venta de las flores que el protagonista se relaciona con los numerosos personajes secundarios, se conforma a sí mismo a partir de las vivencias que necesita para recuperar la inspiración y trabaja los límites de la ficción / no ficción de su trunca novela. Tal vez los más influyentes sean la anciana del supermercado chino que le echa una maldición (más bien un insulto antiguo), el amigo que está en Canadá y lo insta para que viaje, el vecino hippie que se entera de su negocio prohibido o la hija del portero; todos ellos como detonantes de quiebres del protagonista y del vínculo autor / obra. A medida que transcurren los minutos, Ojalá vivas tiempos interesantes se torna más negra, siniestra y ambigua ya que se dificulta separar la construcción de los futuros capítulos del libro de las obsesiones de un hombre cegado por la pasión. Y esta mixtura y oscuridad vuelven a la película interesante y llamativa. Quizás la voz de Marcos desafina pero la tenacidad y convicción con la que lleva a cabo su idea la transforman en algo armónico. Por Brenda Caletti @117Brenn
Ojalá vivas tiempos interesantes: Deseo concedido. “Si te sientes realmente feliz, deberías escribir una tragedia; si te sientes verdaderamente desgraciado, deberías escribir una comedia”. Billy Wilder Santiago Van Dam escribe y dirige su primer film y hay que ser justos lo hace con garra y aplomo. Una historia que hace de la ficción una realidad alterna, una posibilidad. Esta es la historia de Marcos, un exitoso escritor de libros infante-adolescente que comprende haber llegado a su límite y decide comprometerse con una escritura adulta, literatura “seria”. De ahí en más la vida de este escritor en ciernes se convertirá en una larga e intrascendente historia que sólo podrá sobrellevar como náufrago sobre una balsa. Nos encontramos cuatro años después de aquel cambio abrupto para hallar al personaje perdido en la búsqueda de su historia. Un autor sin ideas, sin novia y que dedica su tiempo a cultivar una flor narcótica llamada Erytrina o “Birimbao”, con la que comercia. Hasta que un llamado y una maldición le darán las herramientas para su historia. El juego propuesto por el film es un interesante cruce entre la ficción que el escritor propone ante la realidad que convoca con sus acciones. Los personajes irán surgiendo ante él, un Luigi Pirandello de barrio porteño que deberá darles el espacio en su relato, su vida, hasta que las mismas acciones comienzan a desarrollarse por su cuenta. Una comedia negra, un drama existencialista, una historia que promete una debacle y llega a ella de manera armónica, tal vez en su segundo acto se pierda un poco en los sucesos, pero el mismo divague, ese caos en ciernes logra intrigar a los espectadores. Un guión construido con acierto, una interpretación perfecta de Ezequiel Tronconi (Soldado argentino, sólo conocido por Dios – 2016), con ese sujeto patético con ínfulas de autor que más que comprender los sucesos los asume como una oportunidad creativa. Y una dirección que sabe utilizar los recursos cinematográficos hacen de este primer trabajo del director una promesa en ciernes. En conclusión, es una interesante aproximación, en clave irónica, al mundo privado del artista y el proceso creativo, haciendo del consabido; escribe sobre aquello que conoces pero miente si fuera necesario, una alegoría de la vida misma como una ficción que construimos cotidianamente.
La novela de mi vida La ópera prima de Santiago Van Dam sigue el derrotero de un joven escritor en su obsesión por escribir una novela que lo saque de la medianía en la que vive. Marcos (Ezequiel Tronconi, en una labor soberbia) ha sido el prolífico escritor de una saga infanto-juvenil. Hasta que un día decide convertirse en un “escritor serio”, decisión que a su editor no le interesa en absoluto. Convencido de que su inminente obra lo consagrará, abandona su trabajo y se aventura en la tarea de escribir una novela para adultos. Las cosas no serán tan fáciles y espontáneas, y el único oficio que podrá cultivar –valga la redundancia- es el de las flores psicotrópicas, mientras intenta avanzar en sus objetivos literarios. Ojalá vivas tiempos interesantes (2017) es una comedia negra, cualidad que profundiza a partir del trayecto de su personaje protagónico. La actividad de la escritura le resulta difícil al comienzo. Pero luego se verá encauzada mediante una simple lista de actividades escrita por el propio Marcos. Las obsesiones del autor serán cada vez más subsidiarias y dependientes de su mente enrarecida, frenética, lentamente inmoral. Pero al mismo tiempo que el relato se repliega en las conductas erráticas del joven autor, amplía su mirada sobre el contexto. Los personajes secundarios operan aquí como una “caja de resonancia” de Marcos; ninguno parece ofrecer un punto de vista positivo en términos de satisfacción personal. Y el único que lo hace, un amigo que vive en Canadá, suena tan optimista que parece irreal. Película “de personaje”, Ojalá vivas tiempos interesantes no descuida la definición de los secundarios y ofrece una galería de seres erráticos, patéticos, ambiguos en su definición moral capaz de darle identidad (se destaca del vecino de Marcos, un outsider demasiado interesado en su actividad como productor de “pimpollos”). Tal vez, el mayor problema de la película sea el rol un tanto decorativo", que esquematizan un poco el devenir del relato (definitivamente concentrado en el escritor). Si bien hay poco de “querible” en Marcos, al menos sí hay una mirada del film cercana, que antes que juzgarlo para reírse de él lo comprende y trasforma sus acciones en comedia cuando las pone en entredicho con lo que ocurre en el mundo circundante. Que, podrán imaginar, también sabe afilar sus colmillos.
Marcos solía escribir una serie de exitosos libros infantiles. Pero dejó eso atrás ante la tentación de escribir una novela más seria y artística. Hoy, cuatro años después, se verá envuelto en una serie de inconvenientes, delirios y crímenes que lo llevarán cada vez más cerca de sus objetivos. “Ojalá vivas tiempos interesantes” es la ópera prima del director Santiago Van Dam, un relato sobre un intento de artista que de a poco estará dispuesto a todo por alcanzar sus objetivos autoimpuestos. Luego de amagar con un comienzo a los tumbos que auguraba un esfuerzo nacional común y corriente, la historia toma impulso, las variadas y entretenidas secuencias van ganando confianza y los personajes, tan interesantes como bien interpretados, logran un rodaje que imbuye a la película de una intriga sostenida. Algo de animación y mucha cámara en mano son dos de los puntos más destacables superficialmente, con un tono de drama bastante ligero y un humor que repta constantemente por la cinta. Quizás el punto más flojo sería en el montaje, sufriendo un poco la falta de transiciones: los saltos entre escena y escena terminan sintiéndose forzados, incluso aún cuando se pasa de una secuencia a otra. El buen uso de la música y la clara visión que dicta el ritmo de la historia terminan redondeando un buen esfuerzo desde la parte técnica y el detrás de cámara. Además alcanzan a destacar algunas labores actorales, particularmente las de Julian Kartun, Giselle Motta y Julián Calviño. Los tres interpretando de gran manera personajes muy bien definidos y que logran no solo capturar estereotipos sino también condimentar a la perfección el mundo que rodea a nuestro protagonista. Protagonista que lleva bien la historia, a pesar de impactar al film algo negativamente con la excesiva e improductiva narración, que aunque apropiadamente snob, termina sacando de quicio. Con un espíritu jóven, y una voluntad de jugar con los elementos del film para entregar una entretenida historia, “Ojalá vivas tiempos interesantes” termina siendo una recomendable propuesta para todo aquel que esté dispuesto a zambullirse en los delirios artísticos de un sátrapa determinado a todo por escribir la próxima gran novela argentina. Dispuesto a todo excepto a realmente sentarse a escribirla, por supuesto. ¿Y hay acaso algo más tentador para la juventud ambiciosa que la procrastinación?
El codirector de La peli de Batato debuta en solitario con las desventuras afectivas y laborales de un joven escritor en busca de concebir la gran novela de su vida. La ópera prima en solitario del guionista y director Santiago Van Dam tiene como perfecto antihéroe a Marcos (Ezequiel Tronconi), un exitoso escritor de cuentos infantiles que decide que ya es tiempo de ponerse a trabajar en esa gran novela que lo convierta en un autor respetado. Rompe con la editorial que le publica sus trabajos, con su novia y se convierte en un ser huraño y torturado (mantiene conflictivas relaciones con vecinos, amigos y mujeres) que vive en un departamento que se inunda a toda hora y rodeado por las plantas de marihuana que luego procesa (en brownies piscotrópicos, por ejemplo), vende y, claro, consume. La película regala pasajes inspirados, graciosos y de los otros (como el encuentro de corte surrealista con una seductora bailarina de flamenco enmascarada interpretada por una Emilia Attias de patético acento español), pero -más allá de sus desniveles e irregularidades- tiene una fuerza y una audacia para romper con el realismo minimalista que se agradecen. El codirector de La peli de Batato comienza en una línea que remite al existencialismo juvenil de Ezequiel Acuña, pero con el correr del relato los conflictos se van deformando cada vez más y apuesta a incomodar con un tono entre desatado y paranoico. Esa búsqueda de acumulación y provocación se percibe también en una duración cercana a las dos horas que en varias situaciones no se justifica. De todas maneras, siempre es preferible el exceso con talento (y Van Dam lo tiene) que el recato conservador.
Oportunidad para la mala suerte. Dentro de la positiva oleada de cine de género proveniente de nuestro país en los últimos años, la comedia no ha sido un material esquivo. Una camada de directores jóvenes renovaron la pantalla con comedias que no se apegan al costumbrismo, buscando un público generacional cercano a la edad de sus realizadores. Ojalá Vivas Tiempos Interesantes es un más que digno ejemplo de ellas. Realizada de modo independiente, con reciente paso por el BAFICI, y con la originalidad como bandera a enarbolar; hablamos de una comedia que aplica a la fórmula del género sin encajar dentro de los moldes tradicionales. Hay un único protagonista, Marcos, en la piel de Ezequiel Tronconi, un escritor al que en un primer momento podríamos encontrarle algún punto en común con aquella Charlize Theron de Young Adults. Es un escritor que se dedica a una serie de novelas infantiles muy livianas. Ese presente no lo satisface en absoluto: su idea es dedicarse al público adulto. Debito a que esta serie pareciera no permitírselo, decide abandonar todo y comenzar de cero; sin tener demasiada idea de cómo hacerlo. Pasan los años y esa próspera novela adulta no prosperó, las ideas no fluyen, y lo único que floreció es un negocio de venta ilegal de una droga derivada de los pimpollos de eritrina, una planta psicotrópica. De esta manera Marcos se mantiene vivo, aunque hundido en su patetismo. Más perdido que antes, sin inspiración para darle cuerpo a esa novela, decide (por consejo de un amigo) escribir sobre sus propias vivencias. El problema es que, en la vida de Marcos, los hechos interesantes parecen no ocurrir. Esa suerte (o desgracia) comenzará a cambiar a partir de dos hechos: toma la decisión de planificar un viaje a Canadá y, paralelamente, una mujer asiática le lanzará la maldición que da título al film. Caos y delirio cómico: Ojalá Vivas Tiempos Interesantes hace una apuesta fuerte por el caos y el delirio. Van Dam realiza una introspección por la mente de su protagonista, y apostando a una estética fuerte de alto impacto por la sumatoria del ritmo, realiza un viaje tan personal como el de su criatura. Todo respira aire fresco. Se apunta a un público joven desde las líneas de diálogo, la banda sonora, el montaje, y hasta la elección del elenco; algo que quizás nos haga recordar a un estilo cercano al de Gabriel Nesci, desde un costado más independiente. Ezequiel Tronconi vuelve a demostrar ser un intérprete al que nunca habrá que perderle pisada. Se carga la película al hombro, la hace propia, y si Marcos es un personaje rescatado del patetismo es gracias a su personificación. De alguna forma, este ser que hace todo mal y hace poco por cambiarlo para bien, se vuelve querible en el hacer. Esta presencia tan fuerte del protagónico quizás relegue parcialmente un punto fuerte de las comedias: los personajes secundarios en donde apoyarse cuanto el lineamiento general comienza a fagocitarse. Aquí los secundarios cumplen una función circundante, se relacionan pura y exclusivamente con el protagonista, están a su disposición; todos en la misma línea caótica muy funcional y efectiva a la propuesta. Lo llamativo de Ojalá Vivas Tiempos Interesantes es cómo su realizador logró sobrevolar permanentemente una idea superadora por sobre la directa historia de comedia. Quienes pertenezcan o están interesados en el mundo de las creaciones literarias y artísticas en general, podrán encontrar apuntes muy logrados sobre la vida de los creadores y los momentos de terrible bloqueo, que pueden durar horas, días o décadas. Con una pátina de humor muy ácido y una mirada algo triste que disimula un drama en medio del frenesí, Ojalá Vivas Tiempos Interesantes se eleva en su planteo y utiliza varios elementos como metáforas de esa maldición en la que pareciera todos caemos alguna vez Conclusión: Ojalá Vivas Tiempos Interesantes se impone dentro del panorama actual de comedias nacionales con una apuesta original, divertida, algo incómoda, y un trasfondo para dejar pensando como un espejo de hechos vividos. La fuerza interpretativa de Ezequiel Tronconi y la estética llamativa sin perder su simpleza, terminan de redondear un producto más que convincente para todo aquel que busque algo diferente.
Una propuesta distinta dentro del cine nacional: la crisis creativa de un escritor, con buenas ideas, cierto clima onírico que nos permite sospechar si lo que ocurre es realidad o ficción, intensa, con buenas ideas pero que peca por ser un poco larga y por momentos episódica. Es la historia de un escritor de literatura infantil que un buen día renuncia para dedicarse a escribir una novela seria. Cuatro años después, abandonado por su novia sobrevive cultivando unos capullos especiales que utiliza para cocinar brownies psicotrópicos. Y en el momento en que su vida se complica, con una maldición, una inundación, consejos de amigos, amores tormentosos con una enmascarada flamenca, vecino hippie, portero acosador, hija de portero pulposa y deseable, su creatividad por fin se plasma en la escritura. Con un elenco donde sobresale especialmente el protagonista Ezequiel Tronconi, con participaciones de Emilia Attias, Julián Calviño, Benjamin Rojas, Mario Alarcón y muchos otros. El director y guionista Santiago van Dam es osado y creativo.
La huella de Polanski. Si la anciana del “chino” donde suele hacer las compras es o no es la culpable de las extrañas aventuras en las que comienza a verse envuelto Marcos es lo de menos. En otras palabras: la maldición que la mujer profiere en mandarín, y que parece prestarle el título a la película, podría ser o no ser el disparador esencial de la trama. Algo razonable teniendo en cuenta que Ojalá vivas tiempos interesantes entrecruza, sin fronteras a la vista, los terrenos de la realidad y la ficción, el particular día a día de su protagonista con los engranajes de la narración que su mente comienza a dictarle a los dedos. Marcos (interpretado por Ezequiel Tronconi) es, lógicamente, creador de historias. Un escritor. De cuentos para niños, para mayor precisión. Aunque en el prólogo que abre el film, cuatro años antes de los hechos interesantes, decide abandonar esa carrera para dedicarse de lleno a la literatura para adultos, sección policiales. Abandonado por su pareja, solitario y casi final, el tiempo lo ha transformado en un literato ignoto, un sobreviviente cuyo sostén económico es una cuidada colección de plantas con poderes psicotrópicos, que vende puerta a puerta e incluso de forma ambulante bajo la forma de brownies. El primer largometraje de Santiago Van Dam (guionista del documental La peli de Batato) lo encuentra desarrollando varios géneros cinematográficos en una apuesta ambiciosa, bajo el manto de un aire que sólo puede describirse como polanskiano. No tanto agorafóbico como ajeno al contacto con otros seres humanos, más allá del intercambio comercial de sus creaciones psico-culinarias, el departamento que habita hace las veces de útero protector. Es por ello que cualquier intromisión del portero o de ese molesto vecino medio jipi y fumón (Julián Calviño) es capaz de encender la mecha de un explosivo peligro para el precario equilibrio de su universo. Las miradas por los visores de la puerta, casi un topos en el cine del realizador polaco, están aquí a la orden del día, como así también las escuchas detrás de puertas ajenas o las esperas ante un pasillo desértico apenas iluminado. Teniendo en cuenta lo tónica de aquello que Marcos vuelca en el procesador de texto, la muerte violenta llegará más tarde o más temprano, y el film se da una vuelta por los caminos del gore antes de que el extrañamiento comience a tomar por asalto cualquier atisbo de naturalismo. A diferencia de muchos thrillers y policiales locales con ínfulas industriales, la película de Van Dam encuentra en un presupuesto moderado y escasas locaciones la libertad necesaria para no caer en la acumulación de lugares comunes. Incluso el encuentro con una sugerente y enigmática bailarina española (Emilia Attias bajo rigurosa máscara) posee un cierto misterio que nunca cae en el erotismo de diseño. Y si bien es cierto que casi dos horas de metraje parecen un poco excesivas para los escasos elementos que sostienen el relato (hay varias subtramas que aparecen y desaparecen rápidamente), el guion escrito por el mismo realizador posee el suficiente ingenio como para que el interés nunca decaiga e ingrese en el terreno del tedio.
Paranoia trip Santiago Van Dam debuta en el largometraje con este film híbrido, de interesante factura técnica, y que cuenta con el protagonismo del ascendente Ezequiel Tronconi en el rol de un joven escritor con ambiciones demasiado extremas, que se ve involucrado en una serie de situaciones límites en medio de una crisis existencial, producto de su fracasado presente y del hartazgo de escribir libros infantiles. La singularidad de Ojalá vivas tiempos interesantes, frase alusiva a una maldición de origen chino, obedece en primer término a que la trama va tomando forma hacia el grotesco e incorpora elementos de género para construir climas enrarecidos. Esos climas no están supeditados inequívocamente a la percepción del protagonista, ni a su contacto y relación directa con las drogas que cultiva de forma clandestina en un departamento de mala muerte, sino que se fusionan con la realidad planteada por el cineasta. Lo onírico llega a cuenta gotas, mientras que las situaciones más ligadas con el realismo atraviesan el derrotero de Marcos y su paulatino descenso a los infiernos. Una serie de personajes secundarios variopintos, algunas dosis de humor negro y la creatividad al servicio de la puesta en escena, donde debe destacarse un esmerado tratamiento de la imagen, son los puntos a favor para esta ópera prima extraña y sugerente. Tal vez el único punto en contra sea la excesiva duración, el alargamiento en escenas que podrían haberse reducido sin perder el sentido y el peso dramático que el guión deparaba. No obstante, debe mencionarse una ajustadísima actuación de Ezequiel Tronconi, exponente de la nueva camada de actores argentinos que a fuerza de papeles secundarios en distintas propuestas independientes se gana este merecido personaje para nutrirlo de piel, mente y algo de corazón.
La ópera prima de Santiago Van Dam, Ojalá vivas tiempos interesantes, utiliza como punto de partida la maldición china que da título al film. Marcos (Ezequiel Tronconi) es un escritor de series juveniles que quiere escribir algo diferente que esas historias felices donde nadie muere. Pero si quiere mantener su trabajo tiene que resignarse a seguir haciendo lo mismo. Cansado y confiado en que puede hacer algo mejor que eso, decide renunciar para dedicarse a su novela. De repente, además de sin trabajo, se queda sin novia. Pasan cuatro años y sigue deambulando, intentando encontrar su novela. Mientras tanto se mantiene con la venta de unas flores especiales, unas drogas poco comunes. Cuando un amigo lo invita a Canadá, decide que es ahí donde radica su historia. Que lo que tiene que contar son sus propias vivencias, que van desde conseguir la visa para ir a Canadá hasta despedirse de la mujer que alguna vez amó. En el medio, una señora china en el supermercado le lanza una maldición y a partir de ese momento todo se irá sucediendo de manera extraña y poco favorable. Nadie dijo que escribir una novela sea trabajo fácil, pero para Marcos es mucho más que sentarse a escribir. En su vida, de a poco, comienza a presentársele un conflicto tras otro: unas cañerías que no funcionan, unas plantas que se le ahogan, el vecino hippie y fumeta que le descubre sus drogas y la joven de la cual se enamora que, a su vez, está enganchada con otro. Mientras esto amenaza constantemente con hacer tambalear su aburrida pero tranquila vida, al mismo tiempo le sirve de inspiración para esa novela que de a poco comienza a acercarse a su final. Ojalá vivas tiempos interesantes presenta un relato de casi dos horas que tiene como protagonista exclusivo a este escritor que, en realidad, no quiere más que terminar su novela. Si bien el guion acierta a la hora de crear conflictos, por momentos divaga y se pierde un poco entre ellos. Incluso la escena de la maldición parece aleatoria e intrascendente. Hay una cierta reflexión sobre la figura del escritor y su proceso de creación, pero también queda relegada a un segundo plano.
Entre humo de marihuana Comedia negra sobre un treintañero que quiere ser escritor y, mientras, sobrevive vendiendo droga. Hipótesis: Santiago van Dam creció viendo esas películas del Nuevo Cine Argentino donde apáticos jóvenes palermitanos agobiados por sus conflictos existenciales viajaban a playas bonaerenses fuera de temporada y, harto del tedio, decidió vengarse con su opera prima. Porque en Ojalá vivas tiempos interesantes parte de una premisa parecida -un treintañero porteño sin rumbo- y la hace estallar en mil pedazos con dinamita de comedia fumona. Es más: el propio Marcos (Ezequiel Tronconi) podría ser una burla a uno de esos directores que intentaban filmar algo trascendente basado en la nada de la vida cotidiana. Porque es un escritor de libros infantiles que decide que está para más y renuncia a su trabajo en pos de abocarse a su gran novela para adultos. El resultado es que se queda pedaleando en el aire y, más que nunca, depende de la venta de sus pimpollos alucinógenos para sobrevivir, mientras trata de tener experiencias vitales que le sirvan para su literatura. La primera hora es un viaje delirante. Las microaventuras de Marcos son impredictibles, ridículas, coprotagonizadas por grandes personajes: su vecino hippie (Julián Calviño), su amigo cajero de supermercado chino (Julián Kartún), el insólito jefe de un amigo (Daniel Tunnard). A esta frescura se le agregan unas logradas animaciones que apuntalan ese logrado tono, tal vez deudor de la época Lebowski de los hermanos Coen. Por eso, es una lástima que el guión vire hacia el thriller. La pátina surrealista se mantiene, pero la liviandad queda por el camino y empieza otra película, menos divertida. Como si de repente se hubiera evaporado el desparpajo y la oscuridad se hubiera apoderado de todo. O, para decirlo en términos más apropiados, como si el porro se hubiera terminado y hubiera llegado el temido bajón.
Bizarras aventuras de un escritor angustiado Un escritor de libros infantiles decide cambiar de género (literario), por lo que se queda sin trabajo, y luego sin novia. Cuatro años más tarde, intenta infructuosamente escribir una novela, mientras sobrevive como vendedor de drogas. Para salir del bloqueo creativo, viaja a Canadá, y de golpe descubre que la lista de cosas que debe hacer antes de sacar la visa podría ser la novela que hace tanto intenta escribir. "Ojalá vivas tiempos interesantes" es una comedia del absurdo que se vuelve más y más negra a medida que avanza la enroscada trama que, hacia la mitad, se enfoca en lo policial y macabro. En realidad, el director Santiago Van Dam no parece decidirse en hacer foco en nada en particular, salvo el personaje central, bien interpretado por Ezequiel Tronconi, casi el protagonista absoluto que prácticamente ocupa cada plano del film. Como no hay intención naturalista, el asunto funciona mejor cuando el desvarío fluye lejos de la trama principal dando lugar a escenas asombrosas, como una de baile flamenco que justifica por sí sola el precio de la entrada. Luego, si bien el conjunto tal vez no sea homogéneo, siempre está bien filmado y actuado, e incluye momentos visuales creativos, como un par de atractivas escenas de animación.
Este es el primer largometraje de Santiago Van Dam, protagonizado por Ezequiel Tronconi (“Soldado argentino solo conocido por Dios”, “La leyenda”). Contiene imágenes atractivas e ingeniosas, surrealistas, con buena fotografía, algunas situaciones que llevan a la reflexión y correctas actuaciones. Le sobran algunos minutos, con un desenlace predecible y un guión poco sólido.
Su título remite a una antigua maldición china y es en parte el primer atractivo de este filme raro, psicodélico. Empieza bien, engancha con su plot un tanto naif, que se va oscureciendo y enredando como las plantas que dan el "pimpollo", la Erytrina, ese producto natural pero ilegal que acompañará a Marcos en la aventura de escribir su primera novela policial y dejar para siempre a los gemelos detectives de la editorial "Panza Roja". Santiago Van Dam es el director y guionista de "OVTI", su primer trabajo en largometraje por el que recibió una nominación en la sección de Vanguardia y Género del último BAFICI. Como decía, la película es interesante y remite de cierta manera a la "Tiendita del Horror", o un "Trainspotting" autóctono por la presencia y el peso que le pusieron al tema de la droga en el argumento. En mi opinión es un tanto excesivo el humo que se esparce en la pantalla y no permite que la propuesta sea más redondita. Al frente del elenco, el atribulado Marcos un escritor que no termina de inspirarse pues su vida es un tanto normal para un tipo de su edad, interpretado por Ezequiel Tronconi ("La Tigra, Chaco", "Congreso"); se puede decir de él que en el cine independiente está haciendo muy buenas migas. Las participaciones de Emilia Attias y Benjamín Rojas hacen más que nada al cartel, ya que sus minutos en pantalla son pocos. Un poco truculenta y con un arma que puede encontrarse en cualquier cocina, entonces, se desarrolla la trama entre listas que deben cumplirse para avanzar de capítulo, máscaras que dan escalofríos, una bailarina de flamenco, un cajero de un supermercado chino, un jefe norteamericano, un hippie, el encargado y la vecina, la hija del encargado y... los pimpollos secándose y convirtiéndose en moneda de cambio para Marcos que se enfrenta a un desafío: terminar la novela y no morir en el intento. El montaje está a cargo de Lourdes Miere, también del equipo de "Congreso", y que combina muy bien la animación con las escenas con personajes de carne y hueso. Me gustaron los planos cerrados y detalle, aquél manejo de cámara no tan convencional para crear climas, romper con el tiempo y el espacio. No me terminó de convencer la recurrente apelación al consumo de drogas, que no lleva a un buen camino en este filme ni en la vida misma, que entiendo que tiene que ver con la intoxicación del personaje principal y su entorno pero que podría haberse construido con menos para exponer más a los verdaderos actores. Resumiendo, una propuesta distinta del cine nacional que se anima al cine de género y le sale más que aceptable.
Marcos es una promesa de escritor que se gana la vida vendiendo la marihuana que cultiva en su departamento mientras espera la idea genial que lo transformará en autor exitoso. Es la premisa de esta divertida comedia fumona a la argentina, con un muy buen trabajo de Ezequiel Tronconi. Va perdiendo frescura con su duración excesiva y a medida que se aleja del realismo, pero tiene buenas ideas y elige, felizmente, un camino poco tarnsitado por el cine local.
La historia del escritor sin inspiración que cuenta "Ojalá vivas tiempos interesantes" parece una ironía sobre la mismísima película: un relato anodino que nunca encuentra un desarrollo interesante. Marcos, el protagonista, fue alguna vez un exitoso autor de libros infantiles, pero llega un día en que quiere convertirse en un escritor serio y encara la obra que lo redima, mientras en su departamento cultiva flores alucinógenas -erythrinas- que luego seca para fumarlas y/o comercializarlas. Lo cierto es que el joven escritor no encuentra ni las musas ni la historia que intenta contar. Y a la película de Santiago van Dam le ocurre lo mismo. Aunque, es preciso aclararlo, el fracaso del filme no es consecuencia de la ausencia de relato en la novela que está escribiendo el protagonista. En cine, se sabe, puede perdonarse la falta de historia o relato literario, pero es imprescindible un relato cinematográfico. Algo de lo que carece esta película, donde apenas sobreviven algunos sketchs graciosos, la mayoría gracias a un vecino hippie y seductor de mujeres. El resto se vuelve laxo e insustancial, a pesar del intento del director de convertir una comedia fumona en un thriller sangriento.
“Para escribir una buena novela hay que vivir intensas experiencias”, le dice Walter, un amigo (Julian Kartún), al protagonista del filme, Marcos (Ezequiel Tronconi), quien venía viviendo aparentemente muy bien como escritor de literatura infantil y un día decidió que quería escribir para adultos, novelas en las que hubiera muertes y cosas así. No le fue muy bien con eso y cuatro años después ha perdido a su pareja, se lo ve notoriamente desmejorado, su novela no ha avanzado nada y sobrevive como dealer de poderosos y populares brownies psicotrópicos. Es ahí, en medio de su crisis (su casa se inunda, tiene un vecino hippie irritante y mujeriego, no logra salir de su bloqueo) que acepta, o es llevado por una vieja maldición china (la que da título al filme), a atravesar experiencias peligrosas, que pueden ser o no las recomendadas por su amigo. ¿Le permitirán escribir una novela fascinante? Posiblemente. Pero también lo pondrán en situaciones en las que su vida correrá peligro. La película de Van Dam –nacido en Honduras, radicado hace mucho en la Argentina, codirector de LA PELI DE BATATO— trata de crear un relato de suspenso a partir de esta premisa. La sangre tendrá que aparecer y el vecino insoportable es toda una tentación. Las salidas extrañas y el sexo fuera de lo común también y para eso se topará con una misteriosa y sexy mujer enmascarada (Emilia Attias, con un dudoso acento español) que lo llevará a vivir experiencias inesperadas dentro de ese terreno. Estará el portero que trata de husmear en su departamento todo el tiempo y su bonita hija. Y otras desventuras que irán apareciendo con el correr de los minutos y que le darán al filme un claro aire de paranoico encierro “polanskiano”. El filme de Van Dam posee ideas originales en cuánto a puesta en escena –casi todo transcurre en interiores y departamentos– y tiene, en la creciente desesperación de Tronconi, a un sólido sostén del relato. El problema es que, con 110 minutos de duración, la película excede por bastante su arco narrativo lógico y se vuelve excesivamente larga y episódica, dando la sensación de que ni el personaje ni el director saben muy bien cuándo y cómo cerrar sus historias. Más allá de esos excesos, se trata de una “opera prima solista” atendible, de las pocas apuestas locales por el suspenso psicológico y salen más o menos bien paradas.