Pajaritos y pajarones La imagen y la maravillosa voz de Victor Hugo Morales (como una suerte de presentador a la vieja usanza) abren y cierran esa delirante, irreverente, lúdica fábula que es Pájaros volando, la más reciente apuesta del director de Cómplices, Soy tu aventura y El regreso de Peter Cascada (en cine) y Todo por dos pesos (en TV), quien se reencuentra con Diego Capusotto y Luis Luque para filmar un guión original de Damián Dreizik. El resultado de esta nueva incursión del equipo en el largometraje es desparejo, pero al mismo tiempo tiene tantos aciertos parciales, regala tantos pequeños buenos momentos, que el balance termina siendo positivo. La irregularidad del film es inevitable. Me explico: resulta casi imposible sostener durante 110 minutos una trama construida a fuerza de gags (físicos, verbales o visuales), de cameos (los hay muchos y divertidos) y de raptos de inspiración de los protagonistas. Estoy convencido de que el humor de Capusotto funciona mejor en pequeños sketches y con distintos personajes (el esquema de Todo por dos pesos) que cuando tiene que sostener, como aquí, una historia, por más absurda y zarpada que esta sea: aquí, DC interpreta a José, un músico bastante petético (vive con su padre y mantiene una banda que tuvo un hit ocasional hace ya demasiado tiempo) que deja su trabajo en una agencia de remises para trasladarse a la casa de su desquiciado primo Miguel (un desatado y querible Luis Luque) en un pueblito serrano, donde vive una comunidad de hippies / cultores de la new-age / viejos rockeros / artesanos / ecologistas, varios de los cuales creen haber sido abducidos por extraterrestes y se preparan para un inminente viaje en plato volador. El "sentido", la solidez de la trama, de todas formas, es lo de menos: todo está servido para un festival del deborde, del ridículo, de la incorrección política, del guiño cómplice para la generación de treinta y cuarentaypico. Además de Victor Hugo, por la pantalla desfilan desde Juan Carlos Mesa hasta Norberto “Ruso” Verea, pasando por Miguel Cantilo, Claudio Puyó y Miguel Zavaleta. A nivel de nostalgia rockera, es un placer escuchar a una superbanda de veteranos (Rodolfo García, Willie Quiroga, Ciro Fogliatta y Héctor Starc. o algo así como la mixtura entre Vox Dei, Los Gatos, Almendra y Aquelarre) acompañando en vivo al dúo Capusotto-Luque en el tema homónimo y leit-motiv del film compuesto por DC y David Lebón. Además de ese y otros placeres, cabe destacar el ambicioso despliegue visual (con mucha posproducción y creativas CGI) para esta sátira sobre antihéroes, adultos que parecen eternos adolescentes, que no hace otra cosa que amplificar el desparpajo de una propuesta que, por momentos, hasta coquetea con el cómic y el cine de animación. Estamos, por lo tanto, frente a una de esas comedias fumonas que tan bien funcionan en la taquilla de los Estados Unidos o en España, un film con inevitable destino de culto. Habrá quienes logren sumergirse en este universo lunático y quienes, en cambio, se queden afuera. Más allá de la mayor o menos adhesión, lo cierto es que Pájaros volando es un largometraje con no pocos méritos, que no se burla del espectador sino que, por el contrario, lo invita a ser parte de una fiesta llena de humor negro y desprejuicio.
Admiro a Diego Capusotto como comediante y el grupo que lo sigue desde Cha Cha Chá y Todo por $2, que dirigía justamente el mismo Néstor Montalbano, pero nunca fui un seguidor fidedigno de sus programas o unitarios televisivos. En cambio sí he visto Soy Tu Aventura, donde el dúo Luque / Capusotto era acompañado por el finado Luis Aguilé y El Regreso de Peter Cascada (aunque en realidad Montalbano debutó con el thriller Cómplices con Oscar Martínez y Jorge Marrale). Lo cierto es que las tres obras previas del director hacen hincapié, mucho más que su trabajo televisivo, en la nostalgia, en la cultura y humor argentino de fines de los ‘60s hasta mediados de los ‘80s. Lo cual no está mal. Los resultados son, quizás, dispares : por momentos vemos humor disparatado, bizarro, burdo, mezclado con escenas más sentimentales, oscuras, profundas, e incluso críticas con la identidad de los argentinos. Sus historias intentan rescatar la cultura de pueblo chico alterado por personajes de ciudad, que se escapan del contexto urbano y encuentra “un lugar en el mundo” en dicho pueblo del interior del país o personajes que regresan a sus raíces, y descubren que no pueden alejarse del sitio donde se criaron y se formaron . En este sentido, Montalbano es un nostálgico, sentimental incurable, en el buen sentido de la palabra, que transmite este “mensaje” en toda su obra, por lo cual deberíamos considerarlo como uno de los “autores” más subvalorados del cine argentino. Si bien hay bastante referencia de Enrique Carreras en sus películas, el director toma los mejores aspectos de sus obras, las mejores intenciones, las imágenes más recordadas, y las transforma en íconos de un cine sin retorno, que pareciera que muchos realizadores contemporáneos se niegan a admitir que existió. Soy defensor de la frase que dice: “un cine que no mira el pasado, no mira su historia, no mira sus orígenes, no tiene futuro”. Ciertamente, pocos se acuerdan hoy en día que el cine de Carreras fue el cine con el que se criaron. Pocos saben que no existiría hoy un Diego Capusotto, sino habría existido, por ejemplo, un Alberto Olmedo. Pero no nos vayamos por las ramas y hablemos de Pajaros Volando. Absurdo absoluto, mezclado con sensibilidad hippie, el guión del actor y humorista Damián Dreizik tiene una estructura bastante sólida, y nunca cae en golpes bajos, sentimentalismo barato o situaciones forzadas. Un abanico de personajes desfilan por el pueblo, evocando al extremo el carácter del estereotipo del hippie (Cantilo), el rockero, el socialista vegetariano anticapitalismo (el propio Dreizik), los artesanos provincianos, los músicos norteños (Oski Guzmán en una caracterización grotesca) o el gaucho (Mesa). Los personajes le aportan color, diversidad y múltiples subtramas que alargan un poco innecesariamente el relato. Todos estos , los cuáles algunos solo están incluidos para aportar gags, cómplices del conocimiento que tiene el espectador sobre el actor que los interpretan, pueden terminar agobiando un poco. Simplemente porque no todos los chistes son igual de efectivos y porque durante la segunda hora, algunas situaciones se tornan un poco monótonas y repetitivas. Aún así, por momentos afloran escenas de mucho ingenio (especialmente al final) y gags lisérgicos imprevisibles. El trabajo técnico es destacable. Teniendo en cuenta que la fotografía reposa en el veterano Marcelo Iaccarino, se puede apreciar un tono visual elaborado, mezclado con efectos especiales, en general muy bien diseñados. Si bien, las noches impostadas resaltan demasiado, las naves espaciales y la interacción de actores con animación es bastante creíble. El mayor problema de la película en sí, no son los aspectos cinematográficos, sino la sensación de podría haber sido todavía más bizarra, más grotesca, satírica, ocurrente y transgresora de lo que termina siendo. Si bien el personaje de Capusotto remite al trabajo que el comediante realiza actualmente en Peter Capusotto y sus Videos, el asiduo espectador sabe que el actor puede volar más alto aún. Tiene demasiada competencia desaforada de Luis Luque, que con su apariencia, completamente inusual a la que se le conoce, y la prepotencia que lo caracteriza termina “tapando” al protagonista. Para decirlo llana y directamente, Luque es un monstruo que se come la película. Entre los secundarios quedan muy bien parados, Verónica Llinás, que dentro de un mundo surrealista le aporta naturalidad a su personaje y Damián Dreizik, en un personaje que escribió a su medida. Desaprovechados aparecen Guzmán, Mesa y Flechner, como una comisaria que no termina de destacarse. Por otro lado, los pequeños aportes de Lola Berthet, el Ruso Berea, Cafiero y Victor Hugo Morales son mucho más acertados y efectivos en cuanto a comicidad. Más allá de sus desniveles narrativos, de tono y artísticos, Pájaros Volando es una comedia con remanentes del cine clase B y los primeros video clips, que viene a rescatar dos décadas perdidas del cine nacional; que apuesta por un lenguaje muy argentino, por la nostalgia. Que no tiene mayores intenciones que provocar risas fáciles. Teniendo en cuenta, que el resto de las comedias argentinas comerciales que se estrenan en esta época, terminan abrumando y aburriendo por su falta de imaginación, y sus remanentes televisivos, una película como la de Montalbano es un verdadero hallazgo, ya que a pesar de usar fórmulas que fueron efectivas en televisión, su director le agrega un lenguaje cinematográfico, lamentablemente inusual en este tipo de propuestas. Mejor pájaro en mano, que cine volando.
Delirio cósmico argentino El dúo protagonista de Soy tu aventura (2002) vuelve a las andadas con Pájaros Volando (2010), otra vez bajo la dirección de Néstor Montalbano. En esta oportunidad, el pueblo en cuestión no será revolucionado por la llegada de un cantante popular sino por extrañas apariciones extraterrestres. El equipo de Todo por dos pesos realiza una película tan divertida como difícil de catalogar. José (Diego Capusotto) es cantante y compositor del tema hit de los años ochenta Pájaros volando. Hoy en día intenta sin suerte rearmar su banda Dientes de Limón mientras atiende el teléfono en una agencia de remis. Su primo Miguel (Luis Luque) tiene el cerebro quemado por las drogas y vive haciendo artesanías en el pueblo Las Pircas (alusión al Bolsón) mientras asegura haber sido abducido por extraterrestres. José viaja al pueblo y conocerá a una gama de personajes tan chiflados como queribles. Escrita por Damián Dreizik -quien interpreta a un curioso naturalista/trotskista- Pájaros Volando viene a relatar una historia subversivamente divertida, donde los delirios de la trama se apoyan en la acumulación de escenas, una más ridícula que otra. Por supuesto el film no sería tal sin la aparición de figuras icónicas de la cultura popular argentina de la talla de Antonio Cafiero, Miguel Cantilo, Claudia Puyó, Víctor Hugo Morales, Norberto “Ruso” Verea, Juan Caros Mesa; todos componiendo personajes que parodian su figura pública. Estamos frente a una de las apuestas más divertidas que ha dado el cine argentino en años. No hay manera de establecer en la película una línea temática que la encasille con alguna historia semejante. Pájaros Volando es única en su afán de generar tanto delirio siempre con justificación, con motivo. No es el delirio por el delirio mismo –por más que ello parezca- sino que tiene en su esencia un halo de crítica social (entiéndase crítica como la virtud de parodiar cada una de las situaciones y lugares que representen algo de la idiosincrasia nacional). En este aspecto la película protagonizada por Diego Capusotto es absolutamente argentina. Todo lo que sucede en el film, cada uno de sus personajes, apariciones de figuras icono, hechos y dialectos, son bien criollos. En todo caso el tono irreverente está plantado por la exageración de cada momento representado, exageración siempre desde la argentinidad. Así vemos a Antonio Cafiero interpretando al dueño de una empresa de ómnibus con un discurso de justicia social y popular; a Miguel Cantilo vendiendo artesanías a precio euro en una feria hippie; al intendente del pueblo paseándose con un gay en moto por un descampado a medianoche, etc. Pero lo maravilloso de Pájaros Volando, vale aclarar, es su capacidad de mezclar todos los condimentos necesarios para lograr un cóctel tan explosivo como desopilante. Diego Capusotto en su mejor momento, Luis Luque descabellado como nunca, y el resto del elenco -que no se queda atrás- componen un film alucinógeno de principio a fin.
Fabio Zerpa tenía razón… Resulta muy atractivo la idea de ver una película que tenga como disparador esos mitos y leyendas que giran en torno al enigmático Valle de Punilla. Generador de varios relatos y anécdotas que han sido motivo de interesantes charlas, y hacen que cada año lleguen más visitantes curiosos por descubrir experiencias esotéricas. El encargado de plasmar estas vivencias a través de una disparatada y atrevida comedia fue Néstor Montalbano, quien integró la camada que renovó la manera de hacer humor en Argentina. Tuvo a su cargo la dirección de clásicos éxitos televisivos que forman parte de una memoria colectiva de culto: De La Cabeza, Cha Cha Cha y Todo por Dos Pesos. En cine se destacó en filmes como Cómplices y el divertido Soy Tu Aventura, cuya pareja protagonista fue Luis Luque y Diego Capusotto. Ahora con Pájaros Volando se vuelve a repetir la dupla, y la fórmula sigue dando buenos frutos, aunque desparejos. Se intenta aprovechar el suceso Capusotto, quien ya desde hace varios años viene brillando con su programa Peter Capusotto y sus Videos, cuyos personajes parodian a estrellas del rock y a la idiosincrasia argentina. De todos modos, no es lo mismo mantener el humor en la televisión con varios segmentos cortos que en un film de casi dos horas de duración. La idea es muy buena, el guión original estuvo a cargo de Damián Dreizik, quien también actúa. Es la historia de un músico de rock (José), exitoso en los 80s, pero venido a menos en la actualidad; trabaja en una remiseria; vive con un padre bastante siniestro, y sigue anclado a un pasado que ya no volverá, aquel que le dio cierta notoriedad, en la banda que conformaba junto a su primo Miguel (Luis Luque). Es así como decide aceptar la propuesta de su primo, e irse a un pueblo ubicado en plenas sierras de Córdoba: Las Pircas. Allí se vive una vida bohemia en contacto con la naturaleza y con fuerzas sobrenaturales que vienen desde alguna otra parte del Universo. Estos extraterrestres convocan a un grupo de personas para llevarlos al más allá, pero necesitan un músico que les transmita el arte de combinar sonidos. Rodada en su mayor parte en escenarios naturales del Valle de Punilla, aquellos que algunas vez estuvimos por esas bellas geografías, nos re encontraremos con el encantador pueblo San Marcos Sierras y el magnético Cerro Uritorco. Durante todo el film, desfilan personajes muy pintorescos y algunos realmente adorables, quienes parodian diferentes roles sociales. Desde la mujer policía obsesionada por descubrir una red de narcotráfico, hasta el hippie místico adorador del cannabis; desde el adolescente replegado en la web, hasta el macrobiótico obsesivo y fanático. Para ello, Montalbano, se vale de un estelar reparto, algunos realizan muy logradas interpretaciones, de otros se esperaba más. Capusotto y Luque vuelven a tener química como dupla actoral y Verónica Llinás demuestra una vez más su gran oficio de actriz; pero también apela, como es su estilo, a participaciones especiales con personajes de distintos estratos de la cultura vernácula, que no tienen que ver con el mundo de la actuación y el cine, siendo esto el mayor acierto del la obra. Es así como vemos y nos deleitamos con periodistas como Víctor Hugo Morales y el “Ruso” Verea, conocidos músicos de Rock tales como Miguel Cantilo, Miguel Zavaleta y Claudia Puyó y la bizarra pero acertadísima participación del legendario y popular político justicialista, Antonio Cafiero, quién brinda un momento altísimo, en la piel de ese vendedor de pasajes que intenta ayudar a José apelando a frases célebres del movimiento peronista. ¡Para aplaudir de pie! Pero el largometraje decae un poco, a pesar de lo descabellado de ciertas escenas, se complica sostener los gags y las ocurrencias durante 110 minutos, se torna monótono y la historia se hace larga. Aunque claro, por momentos salen de la galera algunas situaciones o diálogos muy desopilantes y la película vuelve a repuntar. Un punto interesante son los efectos especiales, están muy bien logrados para lo desfachatado que intenta ser el film Se nota que hubo mucho trabajo de pre y post producción y le aporta cierta calidad técnica a la obra. Personajes, diálogos y situaciones que están adornados por el hippismo; rock & roll; misticismo; cannabis, y lo absurdo, le hacen gala a esta comedia, que sufre de algunos altibajos pero no deja de ser inteligente, bizarra y novedosa. Eso sí, puede llegar a limitarse a un público seguidor de cierto humor de culto, no obstante el resultado final es satisfactorio y bastante entretenido.
Una que sepamos todos "Pájaros Volando" funciona a fuerza de guiños, en la complicidad con el público. Que uno de los momentos más desopilantes sea el que tiene al político Antonio Cafiero como protagonista no hace más que confirmar eso. Los cameos de Miguel Cantilo, el "Ruso" Verea o Miguel Zavaleta, entre otros, sirven para establecer familiaridad y sorprender, dos puntos a tener en cuenta cuando de hacer una comedia se trata. Pero la trama se estira demasiado, va más allá de lo aconsejable para el género y al terminar, ante un remate poco digno para tamaño esfuerzo, queda la sensación de que algo bueno se diluyó hacia el final; se escurre como arena entre los dedos la chance de salir del cine con una carcajada. A cambio, el estribillo de la canción final durará un rato en nuestros oidos; aquella que décadas atrás fue un hit, mediocre, de una ni siquiera mediocre banda de rock formada por dos primos llamada "Dientes de Limón". José (Diego Capusotto) ahora trabaja en una remisería y sigue tocando. Es un típico perdedor de barrio, cuarentón y sin futuro. Miguel (Luis Luque) hace tiempo se radicó en Córdoba y vive de la venta de artesanías y gracias a los crédulos que van a las sierras en busca de ovnis. Los extraños sucesos que se viven en su pueblo hacen que Miguel viaje a Buenos Aires para convencer a José de unirse a él en un viaje cósmico. El director Néstor Montalbano vuelve a reunir a la pareja de "Soy tu Aventura" y hace funcionar una vez más la química entre Capusotto y Luque. El veterano Juan Carlos Mesa hace de cada participación suya un momento memorable que sirve, dicho sea de paso, como reivindicación y llamado de atención para tener en cuenta a nuestros artistas, aunque pasen los treinta. El filme es puro delirio, del bueno, con efectos especiales muy berretas que ayudan a completar el chiste, y que sirve para posicionar a Diego Capusotto como el capo cómico que ya es, aunque por decisión personal prefiera mantenerse lejos de lo masivo y sólo accesible a un público fiel y bien determinado.
Una comedia como de otro planeta Pájaros volando tiene un guión muy original y desopilantes actuaciones de su numeroso elenco Platos voladores, seres de otros planetas y el misterio que produce su aparición en la Tierra son presa fácil para el humor si se dispone de la necesaria habilidad para convertir las disquisiciones filosóficas en una alocada aventura con aire bizarro y estrafalarios personajes. Esto es, precisamente, lo que el director Néstor Montalbano logró en este film, basado en un original guión de Damián Dreizik, que fija su eje en José, un músico que en tiempos mejores había integrado una exitosa banda de rock. Este hombre que sueña con reeditar aquellos tiempos de esplendor es hoy un simple empleado que un día se reencuentra con su primo Miguel, que le propone trasladarse con él a un pequeño pueblo serrano para cambiar su vida. Tras algunas dudas, acepta el ofrecimiento, pensando en volver a transformarse en un músico de prestigio. Y hacia aquel lugar se traslada el dúo, pero la sorpresa de este hombre es mayúscula cuando se encuentra en ese pueblito con una comunidad hippie en la que casi todos sus habitantes hablan de seres de otro planeta al que ellos esperan viajar. José se deja tentar por el entusiasmo de quienes lo rodean y se transformará, también, en uno de los posibles candidatos a dejar nuestro planeta. La trama no deja nunca de lado los disparates más absurdos y se apoya siempre en un guión construido sobre la base de situaciones que dan lugar a la sonrisa espontánea y a un entretenimiento que nunca decae en su alocado transcurrir. El director Néstor Montalbano, que ya había dado muestras de su eficacia en Cómplices y en Soy tu aventura, logró imponer el exacto ritmo que pedía esta travesura que muestra a una fauna humana alejada de la simple cotidianeidad para esperar recorrer otros alejados mundos. El realizador halló en el elenco otro punto a favor para contar su anécdota. Diego Capusotto logró con auténtica simpatía ponerse en la piel de ese José que deberá cambiar sus ansias musicales para ser otro pasajero más de un viaje soñado, en tanto que Luis Luque se lució en su papel de hippie empeñado en que su plan llegue a buen film. No menos atractivos son los trabajos de Verónica Llinás, de Alejandra Flechter y de Damián Dreizik, en tanto, y como un original guiño, aparecen en la pantalla las figuras del periodista Víctor Hugo Morales o del político Antonio Cafiero. Pájaros volando queda, pues, como una muestra atípica en la cinematografía local, apoyada, además, por una excelente fotografía y por una música que, con nerviosos ritmos, redondea esta aventura que divierte de principio a fin.
Otro encuentro con el absurdo y la risa Para los que se sienten afines al tipo de humor desplegado por el director y los actores, es fácil simpatizar con esta película desde antes de verla. Afortunadamente, el film devuelve con creces esa confianza y entrega algunas escenas memorables. Para bien o para mal, es imposible disponerse a la contemplación de cualquier manifestación artística (dando por descontado que el cine muchas veces lo es) obviando la experiencia previa, las simpatías estéticas o las afinidades ideológicas. Por eso la cosa se pone difícil cuando se trata de decir algo sobre un trabajo del que participan tantos amigos de la casa. Y sobre todo si “la casa” es apenas uno y “amigos” sólo involucra diferentes clases y grados de cariño por tipos con los que no se tiene relación alguna, más que la que surge entre artista y espectador. Si algo puede decirse a priori de Pájaros volando, segunda película del trío Diego Capusotto–Luis Luque–Néstor Montalbano, siete años después de Soy tu aventura, es que quien elija verla irá al cine como yendo a juntarse con amigos. Y no sólo por la presencia ineludible de un Capusotto que goza del sostenido ascenso de su popularidad, a partir del éxito de su programa televisivo, sino por el largo listado de personas que intervinieron en el rodaje con papeles secundarios y pequeños cameos. El Ruso Verea, Juan Carlos Mesa, Víctor Hugo Morales o los músicos Miguel Zavaleta, Claudia Puyó y Miguel Cantilo son algunos nombres destacados, que con su participación siembran el terreno de lo inesperado. (Falta en la lista un nombre muy importante, dueño de la mejor y más sorpresiva de todas las apariciones en la película, que no conviene arruinar desde aquí.) Hecha esta enumeración, habría que ser invitado del palco de la Rural para que Pájaros volando no caiga simpática, aun sin haberla visto. Tan cierto como que todo lo anterior se iría directo al tacho si la película no lo respaldara con sustancia, con carne. El asado, en este caso, corre por cuenta del guión de Damián Dreizik, actor formado en el caldo nutritivo del under porteño de los años ’80, cuando junto a Carlos Belloso integraban el dúo Los Melli. Del mismo recetario salen las Gambas al Ajillo, inolvidable troupe de chicas comediantes que aporta a la película la presencia de Verónica Llinás y Alejandra Flechner. Y Oski Guzmán, surgido de los Match de Improvisación de Mosquito Sancineto. Pájaros volando rezuma un tono de oda al humor (y al imaginario) de esa época, que luego explotó en los ’90 con el colectivo De la cabeza (después Cha cha cha) donde aparecieron Capusotto y Montalbano. De esa estética vintage es subsidiaria la película, que comienza con la cabezota de Víctor Hugo flotando en el espacio –emulando a los anfitriones de esos programas de la televisión norteamericana que en los ’50 desbordaban ciencia ficción y clase B–, para avisarle al público lo que ya todos saben: que “no estamos solos en el universo”. Frente a esa apertura cabe esperar cualquier cosa y Pájaros volando cumple en entregar cuatro o cinco gemas de lo impensado y lo absurdo, que devuelven con creces el valor de la entrada. Es por eso que no es urgente decir que José es músico –violero– y que junto a su primo Miguel tuvieron una banda con la que metieron un hit (cuándo no) en los ’80; ni que Miguel se fue mal de la banda y con problemas de drogas, para radicarse en un pueblito hippón de las sierras cordobesas (igual que Luca Prodan recién llegado de Europa, antes de transmutar en líder carismático de Sumo); o que en la actualidad José sobrevive atendiendo el teléfono en una remisería. Como tampoco importa que Miguel regrese a la ciudad para convencer al primo de que se vaya con él, so pretexto de participar de un místico encuentro cercano de cuarto tipo. Todo eso queda en segundo plano cuando un gorila entra en escena sin aviso y con una tonada cheta que recuerda a cierto jefe de Gobierno bosteño pregunta: “¿Cómo salió Boca?”; o si un payador “de las cosas nuestras” despotrica en una peña parroquial contra el avance de los chilenos y los putos, y pide con sus rimas que los chinos se vuelvan con el sushi a su país. No interesa si el film se tiñe de berretismo, porque se entiende que ahí se juega desde la ironía con el estereotipo de un cine que en los ’70 reducía a los hippies a simples nenes de mamá encaprichados. Tampoco importa mucho si tras una andanada de gags que atraviesan todo el arco de humores posibles –desde lo inteligente hasta lo tonto, pasando por lo político, lo inocente y lo grosero–, la película cae en algunos baches o llega a un desenlace unos escalones por debajo de lo anterior. Ya no importa nada, porque habemus risa. Y porque tras tantos bañeros taquilleros pero empobrecedores, la comedia es, al fin, otro espacio recuperado para la causa. Entonces, ¡viva Perón! y nada más.
Con vuelo propio Diego Capusotto y Luis Luque, dos delirantes que se embarcan en una aventura interestelar. José (Diego Capusotto) vive en Buenos Aires con su padre (Atilio Pozzobón), con quien no tiene una buena relación. Él es músico, pero se mantiene con las ganancias que le da su remisería, y cuando puede toca con su banda en algún pub. Y allí, sobre el escenario, siente nostalgia de la época en que lo acompañaba su primo Miguel (Luis Luque): despues de todo, con él había logrado cierto éxito con el tema "Pájaros volando", de su banda Dientes de limón. Después de mucho tiempo sin verse, Miguel -que vive en Las Pircas, un pueblito en las sierras cordobesas- visita a su primo en la ciudad y lo invita a que se vaya con él y abandone los trajines de la ciudad. Con su guitarra a cuestas, José llegará a este lugar donde se preparará para completar el grupo de elegidos por los extraterrestres para realizar un viaje interplanetario. Pájaros volando repite la dupla de protagonistas de Soy tu aventura (2003), y como en ese entonces, la historia vuelva a parodiar la idiosincrasia nacional. Una idiosincrasia que se dibuja en un pueblo movilizado, en aquella oportunidad por el secuestro del cantante Luis Aguilé, ahora por una suerte de competencia absurda por quien viaja a otra galaxia a enseñarle música a los extraterrestres. La vida en aquella comunidad serrana, los distintos personajes que allí habitan, y sus ambiciones y delirios, hacen de la película un retrato exagerado, pero no menos cierto de nuestra identidad. Así, el guión establece un guiño cómplice con el espectador, apoyado en la relación cariñosa y de necesidad que se va forjando entre los dos primos protagonistas, quienes en su momento se habían distanciado por diferencias en la banda que habían fundado. Una sucesión de situaciones cómicas bien actuadas, con un elenco secundario que acompaña con mucho oficio. Momentos desopilantes son también los que brindan las apariciones de figuras populares como Antonio Cafiero, Víctor Hugo Morales, Juan Carlos Mesa, Norberto "Ruso" Verea, Miguel Cantilo y Claudia Puyó. Del mismo modo, cabe destacar los muy bien logrados efectos especiales y el despliegue visual, que denota un buen trabajo de producción y le otorga al film cierta calidad técnica. Hippies, platos voladores, rock y cameos varios hacen de esta película, dirigida por Néstor Montalbano, una comedia bien argentina y sumamente divertida.
Personajes en viaje alucinado Sátira, con Diego Capusotto, que mezcla hippismo y futurismo. La adoración a Diego Capusotto, la justa adoración a Diego Capusotto, será un arma de doble filo para Pájaros volando . Por un lado, funcionará como imán, como gancho; por otro, forzará una comparación -tal vez injusta- con el imbatible programa Peter Capusotto y sus videos . Pero la nueva película de Néstor Montalbano, quien ya dirigió a la dupla Capusotto-Luis Luque en el filme Soy tu aventura , y brilló al frente de Cha, cha, cha , Todo por dos pesos y De la cabeza en TV, tiene méritos y lagunas propias. Y un resultado disfrutable, pese a los reparos. El libro es de Damián Dreizik. Con el equipo mencionado, más un elenco ecléctico (desde el ex Titanes...) Julio César, pasando por Miguel Zavaleta y Miguel Cantilo hasta Antonio Cafiero), la base de locura, irreverencia, bizarría y antiheroísmo está garantizada. El filme luce, además, un despliegue visual y una resolución técnica -la fotografía y la cámara son de Marcelo Iaccarino- notables para el cine nacional. La historia, en cambio, es irregular: por momentos, alcanza picos de delirio y humor; por otros, parece diluirse en los 110 minutos de película. Claro que Capusotto y Luque, de notable manejo del absurdo, funcionan siempre (causan gracia siempre) en sus roles de “adolesdultos”. Verónica Llinás los acompaña muy bien, con un registro menos desmesurado. Juan Carlos Mesa, Osqui Guzmán y el propio Dreizik secundan al trío protagónico. Luego, una enorme lista de personajes -la mayoría de fulgor setentista y ochentista- desplegada en gags, a través de cameos que cooptan la atención y la distraen -de la trama- al mismo tiempo. La película, una sátira en clave de ciencia ficción sobre el hippismo, o viceversa, es rockera en su temática y concepción. Capusotto y Luque interpretan a dos primos (José y Miguel) que, en el pasado remoto, tuvieron una banda apenas recordada por (algo así como) un hit: Pájaros volando . Ahora, José vive amargado con su padre y trabaja en una remisería. Hasta que deja Buenos Aires y viaja hacia Las Pircas, Córdoba, donde Miguel -que reemplazó las drogas por el misticismo- vive haciendo artesanías de extraterrestres. Ah, además jura que lo abdujeron seres de otro mundo, quienes, por efecto de la realidad o de las sustancias tóxicas, podrían ser percibidos más adelante como... ¡peronistas! En resumen: la esencia del Capusotto televisivo ronda este filme. Pero, a la vez, se recomienda no buscar a Peter Capusotto en la película. Los guiones brillantes -breves, condensados- y la variedad interpretativa del programa no son extrapolables a un largometraje. Mejor disfrutar de las virtudes de Pájaros... Y del tema del mismo nombre -letra de Capusotto; música de Lebón- en vivo, con los protagonistas en voces, más los galácticos Héctor Starc, Rodolfo García, Willy Quiroga y Ciro Fogliatta.
Mismo humor, misma risa La idea de huir del mundo a un lugar lejano y exterior no sólo da para el romanticismo. Diego Capusotto vuelve con la comedia Pájaros volando, recargado por el guión de Damián Dreizik, la dirección de Néstor Montalbano y la energía inagotable que logra con Luis Luque frente a cámara. Los compañeros de delirio cuentan una historia que parece una postal de algunas comunidades serranas cordobesas, refundadas por porteños huidos del cemento. Además, la película apunta al delirio, a la fantasía colectiva de un grupo de habitantes de Las Pircas que aseguran que los extraterrestres los llevarán a su planeta, abducción mediante. De esa fantasía se alimentan los muñequitos ojudos que Miguel (Luque), rebautizado Freedom, vende en la feria del pueblo. José (Capusotto) llega para quedarse, tentado por su primo Miguel, ex compañero de la banda de rock Dientes de Limón. Juntos vivieron el hit Pájaros volando, cuando las entradas se pagaban con australes. Como ocurría con los personajes de Soy tu aventura, no tienen nada y están fuera del sistema, pero aquí, en lugar de urdir un delito, imaginan un viaje interplanetario que termine con las pálidas. Pájaros volando cultiva el humor de Montalbano-Capusotto, incluida la cuota de ternura, y para eso acude a comediantes estupendos y personalidades que el espectador descubre entre hippies, artesanos y campesinos. La presencia de Juan Carlos Mesa es un placer incomparable. Todo ocurre para esos tipos autoexiliados, con una naturalidad desconcertante, en medio de la belleza del paisaje. Verónica Llinás, con sus matices; Alejandra Flechner, impresionante policía a la caza de narcos; y la médium (Vanesa Weinberg) son locas lindas, junto a Damián Dreizik que se luce como el dueño de la granja orgánica, y Osqui Guzmán, el jujeño que llevará la música del altiplano al cosmos. Sea por la felicidad, la aventura, la revolución permanente o el ideario de Perón, todos buscan subirse a la nave por una vida mejor.
Encuentro cercano con humor de otro tipo Cuando hace 7 años se estrenaba Soy tu aventura, film presentación de la sociedad Néstor Montalbano-Diego Capusotto-Luis Luque, el cine argentino volcado a la comedia por fin incorporaba el humor inteligente y paródico; el guiño autorreferencial como marca indeleble; el uso del lenguaje con fines humorísticos y por sobre todas las cosas la ruptura con viejas prácticas y códigos emblemáticos de una época dotada de películas huecas, mediocres y mal realizadas. Como toda novedad, esa apuesta trajo acarreadas aristas positivas y negativas en la misma proporción, encontrándose entre las negativas la sensación inequívoca de que debería hallarse en el futuro un público dispuesto a la complicidad y a la decodificación poco sencilla de este tipo de películas, cuya base de experimentación no fue otra que la televisión y su introducción de programas como Cha cha cha (anteriormente De la cabeza) y en su última etapa el boom de Todo por dos pesos que indiscutiblemente elevó la figura de Diego Capusotto al rango de capo cómico. Afortunadamente ese público cautivo de los primeros años se fue acrecentando gracias a la internet (entre otras cosas) y a la gran cantidad de fanáticos que adoptaron este estilo como un rasgo de identidad caracterizado sin lugar a dudas por el desborde, lo bizarro, el absurdo y la ironía, revestida de una pátina de melancolía o nostalgia por un pasado mucho más ingenuo que el presente fragmentado y oscuro ya instalado entre nosotros. Por todas estas características mencionadas anteriormente resultaba prácticamente imposible que Pájaros volando, segunda entrega del tándem Montalbano-Capusotto-Luque, defraudara a aquellos que gozaron a rabiar con Soy tu aventura y sedujese tibiamente a un segmento del público que ya conoce las andanzas de Capusotto y compañía. Desde ese punto de vista el objetivo está más que cumplido porque se trata de una historia en registro de parodia al cine de clase B en cuanto a las películas sobre extraterrestres; un homenaje inesperado al rock argentino con figuras representativas de diferentes etapas, como por ejemplo Miguel Cantilo por los 70, Miguel Zavaleta (vocalista del grupo Suéter) por los 80 y Claudia Puyó, la Janis Joplin argentina por antonomasia, sin dejar de lado por supuesto a la banda de rock integrada por grandes músicos como Rodolfo García, Willie Quiroga, Ciro Fogliatta y Héctor Starc, quienes acompañan a Capusotto y Luque en el tema de la película (escrito por el mismo Capusotto con música de David Lebón). Por otro lado, resulta innegable la referencia constante a la televisión argentina, contando entre el elenco con nada menos que Juan Carlos Mesa, quien le presta a Montalbano su entrañable gaucho Matildo con una generosidad conmovedora; la sorprendente actuación del luchador de Titanes en el ring que personificaba a Julio César y el cameo del actor que interpretaba al boxeador maltrecho Ñoqui en el mítico programa hiperhumor (un verdadero hallazgo que pasa desapercibido). Pero los nombres no cesan en esta convocatoria hecha por Montalbano, ya sea en carácter de cameo o de personaje pequeño, donde se pueden encontrar a Norberto ‘Ruso’ Berea, Víctor Hugo Morales y hasta Antonio Cafiero, que se lleva el mejor fragmento del film dejando traslucir su madera de político y su aire campechano representando no sólo una ideología a la cual adscribe el film sino el humor sobre la clase política en contraposición con la burla habitual. Sin embargo, si faltaba algo para remarcar la idea del absurdo es el pretexto de la historia en sí misma el que lo consigue. Puede sintetizarse como el encuentro de un grupo de hippies, asentados en las sierras cordobesas, con unos extraterrestres que los abducen y el reencuentro -tras varios años de ausencia- de José (Diego Capusotto) y Miguel (Luis Luque), primos que en un pasado compartían un grupo de rock que había llegado al éxito con un hit en los 80 y luego se pelearon y alejaron mutuamente tomando cada uno rumbos diferentes. De esa columna vertebral en la que no se puede negar la capa melancólica y la capacidad de Montalbano para imbuir al relato en una atmósfera pueblerina, se desprenden ramificaciones diversas que a veces tienen resolución y otras simplemente irrumpen sorpresivamente como el viraje hacia lo onírico, el coqueteo constante con la apología del consumo de marihuana y la fuerte presencia de iconos del teatro under argentino como Verónica Llinas, Alejandra Flechner (ex Gambas al ajillo) y Damian Dreizik (ex Melli), quien además de escribir el guión se reserva el papel de antagonista de Luis Luque: un ecologista de izquierda que pretende educar y aleccionar a un niño producto del sistema de consumo que prefiere productos artificiales más que naturales en clara mirada irónica hacia los cultores de la era de Acuario y la filosofía New age. No conviene seguir adelantando aspectos de la trama sin antes terminar diciendo que Pájaros volando es entretenida y creativa, aunque inevitablemente despareja en cuanto a los remates de comicidad que muchas veces se pierden en el homenaje o la intención y otras aciertan en el blanco, como por ejemplo la secuencia con el payador ultranacionalista y sus rimas que no riman. Cabe destacar que Capusotto esta vez aparece en un escalón por debajo de las expectativas (quizá el personaje de José no le ayuda) confirmando que se desenvuelve mucho mejor cuando se apela a su versatilidad y espontaneidad, que aquí brillan por su ausencia.
En buena medida el lamentable cine argentino merece el ninguneo del que es objeto por parte del público local, reacción lógica que va desde la simple indiferencia hasta la burla lisa y llana. Sin embargo por suerte siempre encontramos excepciones esporádicas: Pájaros Volando (2010), la última realización del equipo responsable de Soy tu aventura (2003), es otra comedia satírica que en este caso hace mella sobre el cine de ciencia ficción, la cultura basura nacional, los ideales setentistas, el ambiente del rock y cierta estupidez desproporcionada que define tan pero tan bien al argentino promedio (no hay lugar para distinciones, tanto al pajuerano como al citadino). Con momentos sumamente lúcidos, mucha apología de las drogas y algunos cameos memorables, Néstor Montalbano aprovecha a Diego Capusotto y Luis Luque en un combo a puro absurdo costumbrista basado sobre todo en remates cortantes, una trama melancólica y un sinnúmero de citas musicales, sociales, televisivas y políticas (desde ya que los pobres iletrados que no compartan las referencias quedarán fuera del convite). Nunca mejor dicho: “¡viva Perón, carajo!”…-
Encuentro cercano con la diversión Una eficaz parodia al cine de ciencia-ficción es llevada adelante por la dirección de Montalbano, un elenco ecléctico y una buena resolución técnica acompañada por efectos especiales. Una comunidad hippie aparece como el lugar donde se desarrolla la acción y para que algunos de sus integrantes se conviertan en los "elegidos" que viajarán a un mundo mejor. Esta artillería visual y delirante gracias al guión de Damián Dreizik es puesta en funcionamiento por un realizador que conoce los resortes del disparate como la palma de su mano y hacia allí encamina a sus personajes: un rockero (Capusotto) que conoció un pasado mejor y su primo (Luque) que lo convence para que se instale en la comunidad hippie. La película resulta interesante desde el comienzo, con la participación de Juan Carlos Mesa como un hombre de campo que se encuentra con un fenómeno OVNI, pasando luego por por las locuras que atraviesan los primos conviviendo con la esposa que prepara dulces (Verónica Llinas) y un hijo adolescente poco comunicativo. Las escenas que se desarrollan en la feria son divertidas: desde la participación de Miguel Cantilo como un hombre que vende arbolitos hechos en serie y contra quien se lanza el resto de artesanos verdaderos o la policía (Alejandra Flechner) que no investiga y sospecha de todos. Entre platos voladores, aires de rock and roll y mucho delirio, Pájaros volando encontrará su nicho de espectadores y, hasta se da el lujo al principio de mostrar un video clip (bien logrado) que no es otra cosa que una pesadilla del protagonista. Mientras tanto, los ecos de ET y de Encuentros Cercanos del tercer tipo dicen presente en rutas desoladas y encuentros con seres de otro planeta.
Película tonta, roba subsidio, sin razón de ser, mal filmada, pésimo sonido, sin musicalización, con un elenco malo, no le interesa a nadie... Todo eso podría haber sido Pájaros volando... y fue una linda sorpresa que muy lejos estuviera de serlo. Voy a empezar por lo que la película marca una diferencia con gran parte del cine nacional: es muy profesional. Desde el vamos me sorprendió el laburo de cámaras y de edición. Lamentablemente quizás por cuestiones de presupuesto o de ignorancia cinematográfica, muchas películas argentinas de bajo presuesto resuelven una escena de un diálogo con un plano que abarca a las dos personas y así lo dejan con lo que dura la charla. En el cine internacional no es así, y en Pájaros volando tampoco. La película indudablemente ha llevado bastante tiempo de preparación en la planificación de las escenas, y lograron hacerla rica visualmente con el recurso simple de usar bien la cámara. Además usaron todas las variables posibles... cámaras en gruas, en desplazamiento, etc, etc, para hacer las cosas como se deben, y lamentablemente esto que debería ser habitual en el cine, no es tan común, y el mérito de Pájaros volando que podría haberse hecho de manera mucho más simple, es doble y para aplaudir. Técnicamente se destaca con dos cosas más, el sonido se escucha muy bien siempre. Estimo que en muchos casos fueron tomas directas y en otros doblajes de las que no era posible capturarlo, pero en todos los casos se escucha bien! Y cuando es regrabación de sonido no hay diferencia con el movimiento de labios. El otro punto para destacar, son sus efectos especiales... muy bien ahí! La fotografía o colores usados no fueron de mi agrado y se podría haberle dado algo más actual. Mucha gente irá a ver a Capusotto, y eso es otra cosa donde se podrían haber dormido en los laureles, y marcan una gran diferencia. Don Peter está muy bien. Compone muy bien un personaje y la interacción con los otros actores le da mucha credibilidad a todos los diálogos. Todo el elenco que acompaña está maravilloso y sigo con lo mismo, se han tomado su trabajo en la película muy en serio. Las "estrellas" que aparecen son brillantes. Lo de Victor Hugo es perfecto porque nadie mejor que el para cumplir lo pedido, y el mejor momento de toda la película es cuando aparece Antonio Cafiero. Esa escena es la esencia de la película, y muestra todo el profesionalismo y el trabajo que hizo la producción. Cuando lo veas a este personaje de la película, mirá los cuadros de la habitación, escuchá la música incidental, mirale la ropa y el peinado a la chica que está en la escena y escuchá bien las palabras que dice este muchacho peronista... Gran laburo!! Para que la película sea ideal, le deberían haber sacado 20-30 minutos, porque tiene una parte cercana al final que se hace un poco larga Pájaros volando tiene un público claramente destinado, y ojalá que no esperen a que aparezca en alguna lonita o en Taringa para ir a verla, porque si quieren tener más películas asi, hay que apoyarlas y felicitar el trabajo que han realizado comprando una entrada de cine. Pájaros ha sido una gran sorpresa realmente y me pongo de pie para aplaudir su laburo.
VideoComentario (ver link).
Un puñado de personajes extraños en busca de un lugar en el mundo. Al guionista Damián Dreizik le gusta reírse de los clichés. Así lo muestra en “Pájaros volando”, película de la cual es responsable de los diálogos y en la que también compone un personaje que es un ejemplo de su desparpajo. Para hacer humor Dreizik se sirve desde la toponimia, hasta el nacionalismo, el folclore, los hippies, el rock y una sutil referencia a la política en el personaje interpretado con calidez por Antonio Cafiero. ?Con esa actitud iconoclasta, Dreizik y el director Néstor Montalbano dieron forma a una comedia bastante delirante y bizarra, con pinceladas de humor naif. Para interpretar a los personajes se reunió un elenco ecléctico, que incluye desde actores de larga trayectoria hasta referentes del rock. ?La historia transcurre en un pueblo de Córdoba donde va a parar José, el personaje de Diego Capusotto. Llega hasta allí convocado por su primo Miguel, a cargo de Luis Luque. Ambos tuvieron una banda en los 80, Dientes de Limón, y un hit, “Pájaros volando”, del que sólo unos pocos se acuerdan. ?Miguel es parte de un grupo de “delegados” elegidos por los extraterrestres para hacer un viaje interestelar que será algo así como un intercambio cultural en el cual les enseñarán a los humanos cómo preservar la Tierra. Algunos de los numerosos y extravagantes personajes de la película están forzados hasta el límite de la parodia y el absurdo, pero nunca dan el paso hacia el ridículo. Aunque son reconocibles, todos parecen fuera de la realidad en ese lugar en medio de la nada, donde se dedican a sostener como sea sus fantasías de un mundo ideal a pesar de los evidentes roces y un nivel de agresividad y recelos que no siempre pueden ser contenidos ni disimulados. El plan de Dreizik y Montalbano era ambicioso y desmesurado. Ese cóctel de humor disparatado que es la película hubiese naufragado sin el aporte de un grupo de actores que nunca cede a la tentación de apelar a la caricatura. Si alguien pretende ver alguno de los personajes de Capusotto quizás lo encuentre, pero Juan es original y por momentos no tiene nada de humorístico sino que resulta conmovedor por la certeza que tiene del fracaso en el que se convirtió su vida. Y así ocurre con el resto, como la criatura desaforada de Luis Luque, la muy eficaz Verónica Llinás o Claudia Puyó, con una breve y contundente intervención. Ellos son los que hacen creíble ese gran equívoco de un grupo de personajes que intenta con humor darle algún sentido a sus vidas.
Si es fanático del humor de Alfredo Casero, Diego Capusotto y Fabio Alberti es porque de algún modo le gusta el humor de Néstor Montalbano. Este humor bizarro mantiene de todos modos la estructura del cine narrativo. No es que se ande buscando el surrealismo, sino más bien parodiar(nos). José (Diego Capusotto) es un hombre frustrado y patético – su banda de rock toca en los peores tugurios, trabaja medio día como recepcionista de una remisería y su padre consigue mujeres jóvenes y bellas mientras él es como un adolescente de 40 años. Hasta que llega su primo Miguel (Luis Luque), un hippie detenido en la época del sexo libre y las drogas, y le propone viajar con él a Las Pircas, en el sur, para poder ser abducido por los extraterrestres. José viaja, obviamente, y allí no parará de encontrarse con personajes delirantes, interpretados por figuras de la cultura popular argentina (el ‘ruso’ Verea, Juan Carlos Mesa, Antonio Cafiero, Miguel Cantilo, Claudia Puyó, entre otros). El mayor conflicto es que hay dos músicos candidatos y por tanto hay que convencer a los extraterrestres cuál de ellos es más merecedor de la abducción. Tomás (Diego Dreizik- guionista del film) propone a un músico peruano. Miguel propone a su primo, con el que compartió en la banda ‘Dientes de limón’ el hit de los ’80 “Pájaros volando”. La competencia será desleal y desopilante. Un film que sin tomarse nada muy en serio, está hecho con un humor inteligente, con un trasfondo de crítica social, al mejor estilo del programa televisivo del protagonista.
Tramitando la licencia de vuelo Naves espaciales, marcianos verdes, gallinas abducidas, ex estrellas de rock, drogones y el movimiento new age se mezclan en Pájaros Volando, la nueva obra de Néstor Montalbano que, con una combinación excéntrica de elementos, nos trae una nueva comedia llena de referencias nacionales que inicia y concluye con Víctor Hugo Morales en el papel de narrador-presentador y cuenta, además, con la actuación de personajes célebres de nuestro país como Antonio Cafiero (en el rol del dueño de una empresa de autobuses) o Miguel Cantilo (interpretando a un artesano hippie). Los elementos fantásticos se nos muestran desde el primer momento con una estética muy kitsch, con colores saturados y con algunos efectos especiales en 3D que resultarán un poco chocantes para el espectador acostumbrado a las producciones de Hollywood, pero que serán totalmente aceptados por los fanáticos de Todo x 2 pesos y de las obras de Montalbano. La historia, tiene como protagonista, una vez más, a Diego Capusotto quien, en esta oportunidad, encarna un cantante de rock de un sólo éxito que alcanzó su estrellato dos décadas antes con un hit que da el nombre a la película y, actualmente, se encuentra en total decadencia: vive en la casa de su padre, está soltero, su nueva banda es un fracaso y trabaja como telefonista en una remisería de barrio. Por una “llamada del destino” se reencontrará con su ex baterista y desquiciado primo (Luis Luque) y comenzará a vivir una aventura extraterrestre en un pueblito pequeñísimo de las Sierras de Córdoba plagado de personajes desopilantes, como los extraños vendedores de la feria, el ermitaño que vive con su perro “culo”, la masajista que interpreta los mensajes extraterrestres o el productor de vegetales orgánicos vegetariano que detesta todo elemento capitalista y obliga a su hijo a comer extrañas viandas naturales (interpretado por el guionista de la película, Damian Dreizik). Aunque esta combinación de elementos bizarros presagie el desarrollo de una comedia en la cual uno debería descostillarse literalmente de risa, los momentos de mayor comicidad tardarán en llegar y no serán muchos. La historia se desarrolla por medio de situaciones absurdas que contrastan con algunos momentos de realismo en los cuales los chistes parecen bastante forzados y no muy originales. Todos estos gags parecen casi agregados a la fuerza para dar una mayor extensión a la película que, por momentos, se nos hace demasiado larga y solo alcanza cierta intensidad con el desenlace final. El film se salva gracias a las buenas actuaciones, en particular las de Verónica Llinás y Luis Luque, y por algunos buenos momentos con invitados de lujo, como en la canción inicial, compuesta e interpretada por Capusotto y David Lebon. Termina siendo una película medianamente entretenida, con una fauna muy pintoresca, estereotipos y elementos muy nacionales, que hubiera necesitado quizás un desarrollo más uniforme para lograr articular sus buenos momentos de comicidad.
Muchos pájaros en un film disperso Hay una complicidad que preexiste a Pájaros volando, y es la que ocurre desde el nexo televisivo que el humorista Diego Capusotto viene desarrollando con tanto éxito y talento. Los seguidores fieles del ritual televisivo de Peter Capusotto y sus videos -entre quienes se cuenta este cronista sostienen un idilio con el actor que fuerza a la película de Néstor Montalbano como un ligamen más, aspecto que el film -por otro lado parece no pretender desmentir, mientras reitera un mismo gusto narrador, que remite a films anteriores como Soy tu aventura (2003) y El regreso de Peter Cascada (2005). En este sentido, no se encontrará el espectador con un Capusotto fuera de lugar, extraño al gusto del televidente, sino con una de las tantas reformulaciones posibles del que su humor camaleónico es capaz. Pero lo que es hallazgo en el medio televisivo es reiteración para el ámbito del cine. En este sentido, es el esquema narrativo tan propio de la televisión el que se manifiesta de manera evidente desde la pantalla grande. Es así que lo que funcionaría como segmento o mediometraje se convierte, por momentos, en un fastidio de casi dos horas. El argumento se estructura desde la posibilidad que a José (Capusotto) le representa el ofrecimiento de su primo, Miguel (Luis Luque): viajar a Las Pircas y ser el próximo tripulante privilegiado de un plato volador. Dado un presente musical apagado, apergaminado por un viejo hit de los '80 (aquí el título del film), José no duda demasiado en seguir la ruta hacia el mas allá, donde un pueblito de montañas con aires hippies y naturistas lo espera. Hay momentos hilarantes, para celebrar. Y son aquellos que tienen que ver con la mirada -irrespetuosa- o, mejor, políticamente incorrecta. Desde esta situación, desfilarán entonces, y por orden de aparición, todos los clichés de la sociedad reaccionaria o asumidamente progresista: hippies canosos y de, digamos, ánimos alterados post lisergia, artesanos de procederes mafiosos, un botánico de izquierda extrema que defiende -claro las raíces culturales, y un pseudo Horacio Guaraní que no duda en entonar ser argentino hasta la p... madre. Es desde estos lugares cuando el film se disfruta, merced al desacartonamiento que provoca, a la ofensa adrede que provoca al tradicionalismo vetusto y regional. Pero cuando el relato debe sostenerse, hilvanarse, es poco lo que queda por ofrecer. Sólo situaciones aisladas. Es entonces cuando éstas se reiteran o, todavía, se extralimitan. Allí cuando ni siquiera los mismos intérpretes parecen recordar la necesidad de resultar creíbles. En última instancia, sirvan estas líneas para rescatar la labor demente de Luis Luque, quien parece no tener inconveniente alguno para componer un papel cualquiera. De cabeza rapada y túnica blanca, Luque es capaz de cualquier cosa; como de, por ejemplo, entablar diálogo con lucecitas aluciernagadas. Luque, por sí solo, es todo un síntoma de gran actor.
Comedia fumeta El cine marihuano no tiene mucha historia en nuestro país y acaso Pájaros volando sea una película destinada a abrir ese camino. José (Diego Capusoto) y Miguel (Luis Luque) son primos y fueron estrellas de rock, bueno en realidad pegaron con un hit en los ochenta y eso no les alcanzó ni para ser Miguel Mateos. Hoy, José atiende el teléfono en una remisería, vive con el padre que es tanguero y sale con chicas que tienen menos edad que José. Miguel está en Córdoba en un poblado entre hippie y esotérico, vendiendo muñequitos de extraterrestres y esperando que los extraterrestres se lo lleven de viaje. En el comienzo se ve la miserable vida de José que sigue con una banda de rock tocando en boliches de mala muerte por lo que cuando es convocado por su primo para que vaya a Córdoba con él, luego de una noche particularmente desastrosa, José acepta el convite y se va en busca de los extraterrestres. Las películas de culto se toman o se dejan, no hay nada que uno pueda decir que penetre la caparazón del fanático que es incapaz de encontrar una falla en el objeto a adorar. Pájaros volando es para fanáticos del ¿género? marihuano, y de Capusotto. Los fanáticos de ambas cosas estarán de parabienes. Los cameos que se han contado ya por todos lados, la participación de Victor Hugo Morales, los efectos digitales berretas, las citas a distintas películas de culto, que a veces funcionan y a veces no, son un regalo para los espectadores. No hay mucho más para decir, solo resta tomar el morral y entrar en el juego.
El nuevo film de Néstor Montalbano es un delirio bien medido, poco prolijo, que desarrolla aspectos técnicos muy bien logrados, especialmente lo que respecta a la fotografía y efectos especiales, que no aprovecha al máximo el talento de sus actores y que cuyo guión, aunque tiene sus continuos aciertos, se alarga, da vueltas sobre un mismo hecho innecesariamente y pierde, poco a poco, la chispa que caracteriza a sus interpretes.
Fresco disparate bizarro con rockeros autóctonos, platos voladores y otras yerbas Néstor Montalbano ha encontrado la senda de los platos voladores y la comedia disparatada sin ninguna duda volviendo de la mano de Diego Capusotto y Luis Luque al cine. El realizador que comenzó su carrera cinematográfica dirigiendo “Cómplices” (1998) y luego con “Soy tu aventura” (2003), venerada comedia bizarra con Luis Aguilé, regresó con todo. En primer lugar supo elegir elenco. A los mencionados Capusotto y Luque se suman: rockeros veteranos como Willy Quiroga, Ciro Fogliata, consagrados actores del under como Verónica Llinás, Alejandra Flechner y grandes figuras de la televisión y la radio como Víctor Hugo Morales y Juan Carlos Mesa, quien debuta en cine a sus 80 años personificando a un gaucho de antología. Si bien las estrellas de la peli son los platos voladores (se filmó en el Uritorco), también aparece por ahí el político octogenario, actualmente senador nacional, Antonio Cafiero en un paso de comedia de antología. Contar este delirio en donde también puede verse a Miguel Cantilo, Claudia Puyó, Miguel Zavaleta entre otros rockeros argentos es imposible. Montalbano consigue hacernos reír durante gran parte de la proyección con ese humor absurdo, disparatado, ácido y delirante que hace mucho no se veía en el cine argentino. “Pájaros volando” ya se inscribe dentro del cine bizarro, autóctono y peronista que supo tener chapa gracias a Capusotto y sus secuaces. “Pájaros volando” es un aire fresco dentro de nuestra pantalla vernácula que aporta inteligencia y entretenimiento, algo que hemos perdido en el cine nacional. Celebremos este delirio místico que habla de platos voladores y rock and roll con humor. Advertencia para su director: Aquí está el camino y aquí están los protagonistas que pueden llegar a ser uno de los dúos más cómicos de este milenio.
Encuentros fumados del Tercer Tipo Tremendamente delirante, con algunos gags muy buenos, rápidos, bien hecha en lo artístico, con buenos efectos, actuaciones acordes al desquiciado guión de Dreizik (que labura en la peli como un naturalista despótico) y por sobre todo reinvidación del género comedia en el cine nacional, tan vapuleado por engendros del tipo "Bañeros", o "Brigada explosiva". Capussoto es un fracasado músico, que labura en una agencia de remises y soporta un padre terrible ("Nene, en vez de músico hubieses sido Ginecólogo, hoy estaríamos llenos de minass..." le dice en una parte), que decide aceptar el ofrecimiento de un delirante primo (Luis Luque al borde como siempre en sus personajes), y así viaja a las sierras cordobesas donde alternan: una feria de artesanos de no creer, personajes absolutamente limados, y la posibilidad de contactar en un improbable "Cerro Pájaro" a unos visitantes extraterrestres que los llevarian con ellos. La riqueza mayor de esta historia divertida son los marcados y disparatados inetgrantes del "Cast", aparecen desde músicos de antes reciclados en ellos mismos pero aumentando su potencia: Claudia Puyó, Miguel Zavaleta, Miguel Cantilo, otros personajes esporádicos de no creer: la titiritera de Lola Berthet, el hermitaño Magallanes y su perro "Culo", el ex luchador Julio César -ya heredado de "Todo por dos pesos"-, la policía de ALejandra Flechner, el paisano de Juan Carlos Mesa y por sobre todo la desopilante intervención del Dr. Antonio Cafiero que es uno de los momentos cumbres del relato. y habrá más: como el Intendente "Bufarra", o el payador exagerado en la parroquia cantando, cosas que apenas salen y van en forma de gag verbal, veloz, como antes había hecho Nestor Montalbano en "Soy tu aventura", y clásicamente en "Todo por dos pesos" en la TV. Pero acotemos que la peli no es para cualquiera, a quienes les "divierte" Fort en Tinelli (pobre de ellos) no les cabe. Este humor es diferente por ello contundente y efectivo, recurre a la marihuana y a la truchada, al Peronismo y a la ecología, y sobre todo a la incredulidad masiva, todos "Items" de nuestra actual y bienamada situación social. Nuestro amigo y colaborador y ademas de excelente critico: Elbio Córdoba sostiene que se hace también una especie de tomadura de pelo al personaje de un jujeño, el cual denota cierta "fobia" a los pueblos originarios, no creemos que sea asi ya que este tipo de humor se presta para el juego delirante; de ser asi entonces habría que pensar que el guion se ríe de los fumados, de los fracasados, de los rockeros, de la policía, de los payadores, de los gay, etc etc no intentemos ver la maledicencia donde no cabe, al caso Tinelli es mucho más peligroso en su "Idiotización" del género humano.
Es algo curioso lo que pasa con Pájaros Volando. Héroe moderno de Youtube pero aún de culto para la televisión, paradigma del humor 2.0, de espíritu marginal aunque de llegada masiva, Diego Casusotto era el máximo atractivo de su segunda participación cinematográfica con Néstor Montalbano. Como pocas veces en los últimos años del cine argentino, una película quedó absorbida por el magnetismo de un actor en boga: Pájaros volando no es sino La de Capusotto. Por eso la expectativa de quienes lo aman (amamos) era enorme, desmedida. Craso error el nuestro. Si hay algo que caracteriza a este actor es su humor punzante, crítico y ácido en dosis tan pequeñas como justas: los tres a cinco minutos que dura cada sketch es el tiempo ideal para deglutir el mundo y regurgitarlo en forma de estiletazos que apuntan directo al hipotálamo de los espectadores durante una hora semanal, no más de dos meses al año. Más es el equivalente a una reducción del efecto cómico. Porque Peter Capusotto y sus videos lleva al extremo la empatía entre espectador-personaje, uno de los pilares sobre los que se asienta el humor visual, gráfico o literario. Mientras que algunos se valen del primitivismo sexual, latente en todo espectador, de culos y tetas enarcados en peleas básicas y orquestadas entre criaturas circenses y amorfas, los cortos apelan a un feed-back constante con un receptor empapado en una variopinta gama de códigos, tanto sociales (Micky Vainilla), etarios (el Emo) y fundamentalmente culturales, con el rock como estandarte que atraviesa cada uno de los personajes. Por eso la factura orgullosamente básica de la puesta en escena puede engañar transmitiendo una idea errónea de improvisación y falta de planeamiento: Peter Capusotto y sus videos es una rara avis del humor, un mix justo entre elitismo y bienvenida masividad. El primer detalle curioso de Pájaros Volando es su duración. Casi dos horas suena a demasiado para una comedia en general, más aún para una que apuntala la narración en una premisa absurda y delirante como pocas, donde se entremezclan ovnis, hippies, porros y Cafiero (sí, Antonio). Esto se nota cuando la película arranca tratando de imponer una imagen bien capusottiana del protagonista: peluca afro, gesticulación grandilocuente, ojos redondos y ropa retro, cantando sobre un escenario el tema que da título al film. Pero la apoteosis iniciática merma y arranca un film que oscila entre la dispersión temática y el encanto de ese gran comic relief que resultó ser Luis Luque, actor capaz de cabecear cualquier centro que le caiga. Es él, pelado y con mechón y túnica, quizás el descubrimiento más grande de Pájaros volando, un film cuyo resabio no se orienta tanto a la desaprobación sino a la decepción. De allí que el error quizás no esté tanto en las valoraciones artísticas del film como de las erróneas expectativas con que fui al cine.
Abducidos por la risa y el delirio El título de la película de Néstor Montalbano bien puede tener varias vías de interpretación: primero y principal, el hit que marcó a fuego a los consumidores de la música de esa Argentina de los '80 que nos intenta ilustrar el director de Soy tu aventura (2003), aún cuando se manipulan algunas cuestiones históricas para fines exclusivamente cómicos y se conservan otras para avalar la base ideológica que cimienta toda la desfachatez del guión; y segundo, ya en un plano más interpretativo, una alusión a las creencias de las cuales el pueblo de Las Pircas está absolutamente acostumbrado y que, en un contexto ajeno y plenamente etnocéntrico como del que proviene el protagonista (un excelente y atípico Diego Capusotto), puede denominarse "de locos". Si bien ya estoy harto de que a cada comedia -de procedencia nacional o internacional- que pase por las carteleras argentinas se le adjudique el adjetivo "loco/a" en el título, la mejor forma de describir a Pájaros volando es diciendo que es una comedia loca, de locos, y para reír como locos. Aún cuando el film carece de solvencia técnica (montaje medio pelo, con errores grosos, y una edición de sonido bien argentina, o sea, también medio pelo), se asegura la buena relación con el público gracias a un guión bien dotado, sin estereotipos notables, actuaciones acertadas (Luis Luque y Capusotto nuevamente la rompen juntos, Osky Guzmán está genial, y las conversaciones entre Juan Carlos Mesa y el personaje Magallanes son monumentales), y un desfile de parodias, insultos y autoreferencias que caen muy bien paradas en el momento justo. Si alguien sale de la sala sin haber reído aunque sea dos o tres veces con Pájaros volando es porque, o bien no sabe digerir el único e inigualable estilo de la única gran comedia que hoy por hoy disfruta el arte audiovisual argentino, o no logra captar la esencia prejuzgada de un humor que a vuelo de pájaro (no es un chiste fácil) se ve ridículo y grotesco pero que en el fondo guarda una inteligencia poética, estilística y política riquísima, que no todos están acostumbrados a consumir y (lamentablemente), por ende, entender. Para demostrar esto me valgo de las diferentes interpretaciones que cada personaje le atribuye al platillo volador en el desenlace; la gloriosa conversación con el gorila estando en estado de abducción -tener a un peronista de raza hablando de fútbol con ese animal cuando menos resulta curioso-, con la intervención de Pedro Saborido en la escena (he allí la fórmula mágica de lo mejor en comedia argentina del momento, como lo es Peter Capusotto y sus videos); o las participaciones de un sinfín de personajes de renombre dentro del mundillo artístico y mediático argentino, algunos apareciendo de forma obvia (como la buenísima secuencia con Antonio Cafiero), y otros traídos a colación con una simple mención tal como "que la sigan mamando". Aunque limitada por ser tan, pero tan argenta, Pájaros volando se disfruta en grande por un humor único, que describe y testífica fielmente la jungla que es nuestro país. Además, invita a la doble lectura: la risa fácil como mero divertimento (que no está nada mal, y si se la juzga sólo por esto es una obra maestra hecha y derecha), o la posibilidad de un mensaje que nos indica que quizás no sólo estamos ante una re-delirante de hippies drogones que creen en extraterrestres, sino toda una radiografía de nuestra sociedad y sus matices, la cual nos hace pensar que más le vale a Dios que no nos haya dejado sólos en el Universo.
Delirio guionado e inteligente, ágil y entretenido Diego Capusotto es el único actor cómico que ha transformado el gag en un delirio inteligente y amable. En este film que dirige Néstor Montalbano se hace un collage armonioso de incoherencias bien guionadas sobre la época de los hippies. Aquí la locación elegida es un pueblo en las Sierras de Córdoba donde vive una comunidad hippy con el rock, con presencias de OVNI en el Cerro Uritorco y con una suerte de “peronismo extraterrestre”, todo esto generado en un guión sustentable y orgánico escrito por Diego Capusotto. Al film, frenético, dinámico, se le añadieron cameos de personalidades del mundo del espectáculo como Víctor Hugo Morales y otras del mundo de la política como Antonio Cafiero; también aparecen Miguel Cantilo, el Ruso Verea, Claudia Puyo, en medio de las excelentes actuaciones de Luis Luque, Verónica Llinás, Juan Carlos Mesa, y el resto del elenco. En el caso de Diego Capusotto hay que resaltar su actuación, además de su creatividad, y el movimiento de su cuerpo, que en este film es necesario, a la perfección, o bien ese andar casi en puntas de pie por el suelo serrano con un gesto reflexivo y debilucho que lo hacen querible y más que risueño. Entre otras bondades, Capusotto es un actor muy vinculado al rock y también compositor de temas por lo que el principal del film le pertenece: está titulado Pájaros Volando, con música de David Lebón, además del aporte de una banda integrada por músicos como Starc, Fogliatta, García y Urquiza. Entre los extraterrestres que han venido a la tierra a llevarse a unos pocos elegidos- en una secuencia memorable donde un “suspendido plato volador” muestra el rostro de Perón mientras se escucha la Marcha Peronista- hay que destacar una narración audiovisual muy lograda, compacta, con muy buenas actuaciones y un excelente clima de delirio “guionado”. El rock y el hippismo de la mano de Diego Capusotto tienen su logro en esta película que va a gustar no solo a los seguidores del actor sino también a todos los que buscan una película nacional familiera pero no tonta, disfrutable y para reír. Nos encantó y redescubrimos a un notable Capusotto.
Feliz cumpleaños entre hippies y platos voladores Hoy se estrena la película de Néstor Montalbano que protagonizan Diego Capusotto y Luis Luque. El film cuenta cómo dos ex rockers compiten con los habitantes de un pueblito de las sierras para ver a quién abducen los extraterrestres. Bienvenidos a la película-cumpleaños. O a la fiesta demencial que propone Pájaros volando. Los anfitriones son Capusotto y Montalbano, pero también Damián Dreizik, el guionista del film, que además encarna a uno de los personajes desquiciados por la inminente llegada de los platos voladores. El pretexto argumental es el siguiente: José es un rockero sin suerte que sólo embocó un hit, un clásico que quedó en el recuerdo, en tanto su primo, el gurú-profeta Miguel, lo convoca a través de una señal como uno de los elegidos para aguardar el arribo de los extraterrestres. Pero hay otros que desean lo mismo y entonces se establecerá una competencia porque sólo uno, entre tantos alucinados por las circunstancias, será el abducido por los marcianos. Sin embargo, hay más hasta llegar a la secuencia final, delirante como muchas anteriores: breves intervenciones rockeras (Cantilo, Zavaleta, Puyó), efímeros narradores (Víctor Hugo Morales como presentador de la historia) y cameos intensos y simpáticos, como el de Antonio Cafiero, donde Beckett y Perón van juntos por la misma senda. Y por si fuera poco, la banda soporte de José y Miguel (Capusotto y Luis Luque, claro) está integrada por gente de Aquelarre, Vox Dei, Almendra, aquellas bandas de los inicios del rock nacional. En efecto, Pájaros volando puede verse como Peter Capusotto y sus videos en versión de casi dos horas, con sus subidas y bajadas, sus momentos festivos y originales, y también algunos de menor interés. Como ocurre en una fiesta o cumpleaños donde los anfitriones desean que los invitados se sientan cómodos y compartan sus homenajes a la música, su mirada sobre el hippismo, su inclinación por el absurdo llevado al extremo, su inagotable catarata de ideas y chistes visuales y verbales. No hay impedimento posible, ni tabú o cuestión moral alguna en la historia que cuenta Pájaros volando. Y, justamente, en su falta de límites y en su obsesión por no temerle al ridículo se encuentran muchas de sus virtudes. Un ejemplo, entre tantos, de extrema adrenalina al servicio del disparate: la conversación, vía trip, que tienen Capusotto y un gorila. En fin, eso es Pájaros volando: una fiesta donde la torta no sólo está allí para comerla, sino también para tirarle una porción en la cara al que se tiene al lado. El cine español tiene desde hace tiempo sus películas de culto, como El día de la bestia y Torrente. Se tardó pero al fin llegó la primera hecha acá. Hasta el próximo cumpleaños.
Hippies, rockeros y volados Si pensáramos en un término para definir este nuevo experimento nacional llamado “Pájaros volando” el primero en aparecer sería frescura. Porque si bien la utilización de los recursos expuestos en el film son descendiente directo de los productos under de sus responsables, las virtudes de éste lo convierten en, por lo menos, un título destacable. Para entrar en detalles. Néstor Montalbano ya había trabajado con la dupla Luque-Capusotto en la más que interesante “Soy tu aventura” (¿Se acuerdan del secuestro al recordado Luis Aguilé?) y aquí vuelve a mostrar esa eficiente receta que utilizó en programas como De la cabeza, Todo x $2 y Cha Cha Cha durante su paso por la pantalla chica. Otra vez el director se mete en un pequeño pueblo para relatar la historia de Juan (Capusotto) quien llega desde la ciudad como un frustrado cantante de rock que logró un irrelevante hit en los años 80 junto a su primo baterista (Luque) quien lo convence de trasladarse a las sierras para establecer contacto con seres de otro planeta que estudian a los humanos. Por curioso que parezca, la trama (por momentos difícil de sostener) va perdiendo terreno en pos de los constantes gags que encabezan los actores protagónicos junto a un irreverente elenco de invitados/secundarios. Así, desde un promisorio inicio a puro CGI con el gran Víctor Hugo Morales parafraseando a Fabio Zerpa (“no estamos solos en el universo”) veremos un festival de caras conocidas entre las que se incluyen algunas sorpresas muy divertidas que no vale la pena arruinar aquí. De esta manera, la apuesta de Montalbano es ambiciosa y simple a la vez. El hecho de intentar mantener una comedia durante 110 minutos es una apuesta excesiva y por momentos el relato cae en un abismo del cual reflota gracias al grotesco e inteligente guión de Damián Dreizik (quien también aparece como uno de los personajes del film). Por supuesto que la diferencia -la atención, el interés, la curiosidad- está dada por el protagonismo de Diego Capusotto, hoy devenido en la cara más reconocible del ejemplo a seguir en televisión. Sin embargo la versatilidad del actor permite escapar de su enorme abanico de personajes, ultra popularizados desde internet hasta convertir al humorista en todo un fenómeno, para dar rienda libre a la propia química que genera con el siempre carismático Luque y, especialmente con Verónica Llinás, con quien comparte alguno de los pasajes más graciosos del film. Debido a la mezcla del desquicio, la estética, el culto rockero, el absurdo y la ciencia ficción, por momentos “Pájaros volando” sigue la línea de títulos como los de Farsa producciones (Filmatrón y Todoterreno: la película de Kapanga, a la cabeza) pero también logra mantener el humor que hizo a estos actores, escritores y guionistas crecer hasta alcanzar la inminente categoría “de culto”. La presencia de los músicos Rodolfo García, Willie Quiroga, Ciro Fogliatta y Héctor Starc terminan por darle forma a ese hit de los ‘80 que da nombre a la película y con el cual finaliza la historia, acompañado en las voces por los dos protagonistas durante los créditos. “Pájaros volando” se convierte gradualmente en una comedia irreverente, políticamente absurda y hasta -por qué no- bizarra. Con grandes invitados, muchas sorpresas y momentos más precisos que otros, no es la gran cinta que prometía, pero sí tiene destino seguro en el corazón de todos aquellos que aman esta siempre recomendable otra cara del cine nacional.