Sin derechos ni beneficios, pero con un pibe en el medio ¿Tiene algo nuevo para contar el cine “Indie” estadounidense? Últimamente pareciera que si uno desea buscar mayor originalidad o experimentación debe remitirse al cine pochoclero. Vivimos una era de decadencia y repetición del cine “Indie”. Mientras que la industria grande empieza a lanzar autores, que tratan de desarrollar nuevas formas para narrar un viejo cuento, el cine “Indie” se ha estancado. O al menos, eso confirma Plan Perfecto. Jennifer Westfeld pertenece a un grupo de cineastas neoyorkinos, que a principios de la década pasada trató de transgredir la manera en que son analizadas las relaciones amorosas, a través de una comedia dramática llamada Besando a Jessica Stein. En su doble rol de guionista y protagonista, Westfeldt demostró que se podía hacer una comedia romántica clásica y crítica, con influencias del cine de Woody Allen, acerca de la manera en que se ve y prejuicia las relaciones homosexuales en este siglo. Esta vez, Westfeldt debuta como directora en una propuesta similar, que al igual que la anterior, se disfraza de transgresora para terminar previsiblemente conservadora. ¿Cuál es el problema? El planteo. Sus protagonistas son Jason y Julie (Scott y Westfeldt), dos amigos y vecinos solteros, que se conocieron en la Universidad a los veintitantos y ahora ya bordean los cuarenta. Ambos son testigos que sus mejores amigos, dos matrimonios (Jon Hamm y Kristen Wig; Chris O’ Dowd y Maya Rudolph), se hayan desmoronado a partir de que empezaron a criar chicos. La conclusión es que los hijos destruyen a las parejas, por lo tanto plantean por qué dos amigos no pueden tener un niño en común, pero sin las ataduras que conlleva el matrimonio, y después seguir buscando “el amor de la vida”. Por lo tanto, ambos lo ponen en práctica, antes que se termine su reloj biológico. A través de diálogos inteligentes y dinámicos, Westfeldt lleva una narración fluida con momentos muy divertidos. El carisma de Adam Scott (un gran actor siempre relevado como secundario) y la gracia de la propia Westfeldt provocan que el film sea atractivo y vistoso. A la vez, el resto del elenco es sólido, aunque termina un poco desperdiciado. No se trata de un film coral, y Westfeldt decide olvidarse de los conflictos del resto de los personajes a medida que se desarrolla el film. Es una lástima que excelentes comediantes como Rudolph, O’Dowd y Wig no logren darle más vuelo a sus personajes. En este sentido, sorprende gratamente que Megan Fox, aún con sus limitaciones interpretativas, se vea más cómoda en su personaje. Por otro lado Edward Burns, especialista en dirigir este tipo de comedias, tiene un rol secundario que logra desarrollar, pero sin conclusión. Todos se mueven alrededor del conflicto de Jason y Julie: ¿se puede criar un hijo entre dos amigos que no se aman? Dejemos de lado la cursilería e inocencia de la moraleja. El mayor problema del film radica en que es previsiblemente conservador. Ya no nos pueden engañar. Vimos demasiado veces esta película. Solo Woody Allen ha logrado romper estas convenciones (ver Maridos y Esposas). A pesar de que el planteo satiriza la mirada romántica que tienen los estadounidenses sobre las relaciones y las crianzas, al final todo sucede de la manera más clásica. Es imposible erradicar la fórmula en este sentido. Algunos críticos plantearon que no le dejaron los productores dar a Westfeldt un final acorde al planteo inicial. Yo no estoy de acuerdo. Westfeldt es la procutora (junto a Hamm, su marido) y quiso hacer una comedia clásica con un discurso, y lenguaje contemporáneo, pero que dejó de ser provocador. El humor funciona, el peso de película recae sobre la verosimilitud de las interpretaciones, visualmente es completamente transparente. Nada más, nada nuevo. Sin sorpresas, sin beneficios, sin derechos. Ni Ivan Reitman con Ashton Kutcher y Natalie Portman, ni Will Gluck con Justin Timberlake y Mila Kunis el año pasado, lograron un producto más original que el de Westfeldt. La moraleja sigue siendo la misma. Plan Perfecto, divierte y entretiene sin demasiadas pretensiones, pero esta película ya la vimos hace 20 años. Vamos a extrañar tanto a Nora Ephron…
El amor es más fuerte Interesante y polémico el planteo que hace esta comedia que explora los sentimientos de treintañeros que están cerca de pasar la barrera de una nueva década con todo lo que ello implica. Plan Perfecto (Friends with Kids) hace foco en Jason y Julie (Adam Scott y Jennifer Westfeldt, también realizadora), dos amigos que ven cómo cambia la realidad de sus amigos más cercanos con la llegada de los hijos. Quizás la llegada de un niño también de nuevos aires a sus vidas pero ellos llevan adelante una relación sin compromisos que escapa a los dramáticos días que atraviesan sus allegados. El "plan perfecto" está en marcha, tienen un bebé, y ambos lo comparten mientras disfrutan con sus respectivas relaciones: él con una bailarina encarnada por la infartante Mega Fox, y ella, conoce a un recién divorciado, papel a cargo de Edwards Burns. El relato tiene gags y situaciones logradas que se apoyan básicamente en diálogos que transforman una situación dramática en una aguda y encantadora mirada sobre la pareja, las relaciones, el sexo, la fidelidad y la paternidad. Los protagonistas Adam Scott, quien viene de la serie Parks and Recreation, y Jennider Westfeldt (la serie 24) entregan dos interpretaciones ajustadas a sus personajes cambiantes y amoldados a una relación sin ataduras. Pero el amor es más fuerte. CALIFICACIÓN: BUENA
El plan perfecto es una muy buena historia para no dejar pasar y disfrutar en el cine solo, en pareja o con amigos. El guión, que narra una historia muy original, está muy bien construido y mantiene siempre el interés. Recién cerca del final se alinea con las premisas clásicas de las comedias románticas, pero como de todas formas el cuento está bien contado no molesta. Los diálogos...
Ser padres hoy El film de Jennifer Westfeldt adopta algunos temas (y clichés) muy en boga por estas épocas: la crisis de los matrimonios, las nuevas parejas del siglo XXI, la posibilidad e imposibilidad de amistad entre el hombre y la mujer, los hijos y los amigos. Todo esto, aunque interesante, está mediatizado por el tono de la comedia romántica, para así conformar a un amplio público. Aunque con escasa innovación argumental, la directora propone una comedia dinámica y entretenida. Jason (Adam Scott), un neoyorquino soltero de Manhattan vive en el mismo edificio que July (Jennifer Westfeldt), otra soltera treintañera. Sus vidas no son sólo cercanas por la distancia física sino que los une una amistad de casi veinte años. En medio de una cena con sus dos parejas amigas, todos acuerdan no modificar su forma de vivir si llegaran a tener hijos. Cuatro años después todo resulta al revés y las dos parejas ven revolucionadas sus vidas y su relación. Jason y July permanecen invictos, pero reconocen que no desean eso para su futuro. Deciden entonces tener un hijo juntos para evitar los típicos conflictos matrimoniales. Su plan perfecto llevado a la práctica generará la desconfianza de sus amigos y los conducirá a ellos a situaciones impensadas, no contempladas por su ideal de padres, supuestamente, deserotizados. Plan Perfecto (Friends with kids, 2011) tiene resonancias de las conocidas series norteamericanas (y, específicamente, neoyorquinas) como Friends o Sex and the city, sobre todo en la manera de retratar los vínculos: siempre tan endogámicos y llenos de humor, ironías, y frescura; pero dentro del marco estandarizado, y políticamente correcto, de las clases medias altas, tan ajenas al contexto sociopolítico y cultural más que por algún chiste sobre Bush. Sin embargo la directora utiliza esos rasgos tan característicos para plantear el tema de los hijos concebidos fuera del matrimonio, y los cuestionamientos que dicha postura produce en un círculo de amigos que se dicen progresistas. Westfeldt intenta mostrar que algunas estructuras no se cambian fácilmente. Aunque enraizada en la comedia, construye un guión donde enfatiza los conflictos y las tensiones que le sirven a su argumento, y consigue que los diálogos adquieran nivel dramático en los momentos apropiados. Sufre el mal de este tipo de comedias que se preocupan por una estética agradable (tanto en los escenarios como con los actores) sin mostrar algo que pudiera resultar de mal gusto, y que terminan banalizando alguna historias que podrían ser innovadoras o, al menos, distintas.
Una película que aunque de comedia tiene solo la premisa está bastante bien armada. El dilema de los hijos. Un tema que ha sido tratado incontables veces en el cine y que sin importar cuál sea el género, adquiere ribetes trágicos. El año pasado se estrenaron dos comedias en carteleras sobre dos parejas que deciden ser “amigos con derecho a roce”; o sea mantener un vínculo íntimo constante sin vincular al romance. La película que nos compete parte de la misma tesitura solo que cambia al sexo por una de las consecuencias directas del mismo. ¿Qué cuentan y cómo lo cuentan? A nivel guión, debo decir que esta película si bien tiene la premisa de una comedia romántica no se desarrolla como tal. Lo que no quiere decir que sea malo. Toma un tema y lo desarrolla: En este caso, la necesidad no solo de tener hijos, sino el dificultoso objetivo de traerlos al mundo y criarlos en un ambiente de amor. Que está ahí cuando llega la criatura, pero que corre el peligro de desaparecer entre quienes la concibieron. Los personajes deciden darle amor a un hijo pero sin perder la platónica y profundamente afectiva amistad que los une. Y esta tesis es la que da a la película un leve atractivo: Si la idea es tener un hijo dentro de una familia con amor, ¿Dónde está escrito que el amor de quienes lo conciben debe ser exclusivamente romántico? Pero ¿Por qué llamar a esto comedia? Tiene la premisa de una comedia, hay algún momento que otro que te saca una risita, hay respuestas irónicas, pero no es una comedia. Lo que le resta puntos a la película es que la pareja no pasa por ningún conflicto real. Salen airosos del desafío desde el vamos, y no es hasta el 3er acto que empiezan a surgir los conflictos y adoptan una resolución que es lo única característica que tiene de una comedia hecha y derecha. Hasta los conflictos que tienen con las parejas con las que salen por separado (Megan Fox y Edward Burns) están tratados superficialmente. El que los padres de los protagonistas estén involucrados pudo haber traído a la mesa un conflicto más que interesante; pero como son presentados aquí, se podía haber prescindido completamente de ellos. A nivel técnica, no hay nada que decir, los rubros están puestos al servicio de contar esta historia, resaltando lo mejor de las interpretaciones. Nada más. Altos Actores A nivel actuación la pareja protagonista, Adam Scott y la guionista-directora de esta película, Jennifer Westfeldt, entregan una química creíble que se palpa en todo momento y con los diálogos justos la historia previa que une a sus personajes; lo que lleva a buen puerto la película pero sin ir más lejos. Hay muy buenas actuaciones de soporte de Maya Rudolph y Chris O’Dowd (de The IT Crowd) pero no pasan de ahí. Jon Hamm y Kristen Wiig (protagonista y guionista de Bridesmaids) están casi de adorno hasta el 3er acto de la película donde sus personajes terminan por dar solidez a la tesis que propone la película. Pero me permito hacer una pequeña nota al pie para destacar que el Sr. Hamm, a pesar de su poca presencia, nos convence nuevamente que es un personaje de esta película y no una versión aggiornada de Don Draper, su personaje de Mad Men; la manera en la que con cada título cinematográfico consigue exitosamente alejarse del personaje que lo encumbró, habla muy bien de su versatilidad y su rango como actor. Conclusión Una película correcta en su concepción y ejecución. No hay muchas risas pero toman un tema y lo exponen lo suficientemente bien para que el espectador se aguante los 107 minutos de su duración.
Esperaba con entusiasmo este debut en la dirección de Jennifer Westfeldt. Reconozco que me había llamado la atención su promisorio guión en "Kissing Jessica Stein", cinta que amé (y que ella protagonizó) así que luego de "Ira & Abby" (que también escribió y protagonizó), estaba preparado para recibir su opera prima de la mejor manera posible. Y no me defraudó. La pasé realmente bien con "Friends with kids". Es de esos films que de tanto en tanto aparecen y uno disfruta desde el primer al último minuto. Sin dudas, una gran comedia romántica, inteligente, reflexiva y por sobre todas las cosas, a la vez, tradicional y respetuosa de los cánones del género. Westfeldt tiende históricamente a posicionarse en subrayar la importancia de no dejarnos llevar por los prejuicios y mostrarnos a personajes que eligen vivir historias donde transgresoras, dentro de una clase social acomodada. Su mirada, como cineasta, responde a esa línea: sus temáticas son, ligeramente controversiales, agudas y presentan conflictos con los que es fácil identificarse. Pero sus personajes, siempre van más allá. Destilan ironía y ternura, así como igual dosis de acidez, en sus enfoques pero con sobrada elegancia. Muchos dicen que la directora tiene un estilo inspirado en Woody Allen y si bien no arriesgo tanto, quienes sigan su cine se sentirán, muy cómodos. ason (Adam Scott) y Julie (Westfeld) son amigos desde la universidad. Viven en el mismo edificio en Manhattan. Están grandes, son solteros, y todos sus amigos están casados: Leslie y Alex (Maya Rudolph y Chris O'Dowd) y Ben y Missy (Jon Hamm y Kristen Wiig) y tienen hijos. Ellos ven que los pequeños, han alterado bastante el humor de esas parejas y no están muy convencidos de encarar un matrimonio que los instale allí. Sin embargo, desean ser padres. Es así que después de un par de charlas vagas sobre el tema, deciden encararlo en serio y plantearse que pueden tener un hijo, y hacerse cargo la mitad del tiempo de su cuidado. El resto del tiempo, les quedará libre para seguir su vida como prefieran. Como se conocen, y hay mucha confianza, qué mejor opción que esa? Así es que, en poco tiempo, Julie queda embarazada y ellos comenzarán una relación parental (no romántica) que moverá mucho la estantería del resto de sus amigos... Sobre todo porque vivirán este "compromiso", como un "no-compromiso Ya les dije, "Plan perfecto -Friends with kids", es muy divertida. Y cuando no lo es, trasmite una calidez, llamativa para ser un producto americano. Esta es una comedia ideal para las parejas de más de 30 quienes entenderán mucho más que los jóvenes, la naturaleza de los conflictos que se juegan. Y si bien el final es demasiado convencional y la última parte del film pierde algo de fuerza cuando intenta "encajar" en los cánones de la rom com clásica, eso no le quita mérito al recorrido previo. De lo más entretenido en el género que ví este año.
Casados con (sin) hijos La escritora de "Besando a Jessica Stein" y de la inédita "Ira & Abby" se lanza no sólo a escribir el guión y protagonizar su nuevo film, sino también se pone detrás de las cámaras y hace su debut como directora en "Plan Perfecto" una casi caprichosa adaptación del título original "Friends with Kids" - "Amigos con Hijos". Y obviamente es mucho más acertado su título original -quien sabe porqué lo habrán cambiado porque el original tenía mucho más "gancho"- que se refuerza además con la propuesta del afiche comercial en donde dice: " "Amor" "Felicidad" "Hijos" / Elegi Dos " como dando por sentado que pareciera ser que el amor y la felicidad de la pareja no es tan compatible en ese preciso momento en el que aparecen los hijos para desequilibrarlo todo. Partiendo desde un punto interesante y original a nivel argumental, Westfeldt arma un eficiente guión en base a la realidad que viven tres parejas de amigos en tres etapas diferentes de sus relaciones de pareja. Por un lado está la pareja que hace rato ha probado las delicias de la maternidad/paternidad en la piel de Leslie (Maya Rudolph, una de las "Damas en Guerra" cuyo elenco tiene gran presencia en esta película y protagonista por ejemplo del inédito film de Sam Mendes "Away we go" disponible en DVD) y Alex (Chris O'Dowd también visto en "Los viajes de Gulliver" y la version americana de "La Cena de los tontos"). ? ?Se presenta una segunda pareja en pleno "noviazgo" y a punto de casarse, con la actividad sexual en completa ebullición que hasta dan un poco de envidia sana al resto del grupo. Ellos son: Missy (Kristen Wiig, otra de las "Damas en Guerra/Bridesmaids" y componente del elenco del mítico Saturday Night Live) y Ben (John Hamm, marido de la directora en la vida real y protagonista de la existosa serie de TV "Mad Men"). Y quedan dos personajes para presentar, justamente los protagonistas del film. Dos amigos íntimos que no han encontrado aún su media naranja pero que tendrían muchisimas ganas de poder hacerlo y de incluir en este proyecto el hecho de ser padres. Ella es Julie (justamente la guionista y directora del film Jennifer Westfeldt) y su amigo es Jason (Adam Scott), quienes casi en un impulso deciden mantener su relación de amigos pero se plantean tener un hijo... juntos. La propuesta parece, en un primer momento, completamente descabellada, pero dado que no han sentido durante todos estos años de amistad un deseo sexual profundo, ellos podrían proponerse tener un hijo juntos y poder al mismo tiempo guardar lo mejor de su vinculo de amistad. Esto les ahorraría supuestamente, tener que pasar por el deterioro normal y natural y las diferentes desaveniencias que sufren las parejas que ellos conocen, ante la llegada de un nuevo integrante de la familia. Con un aire a las comedias de Judd Apatow como "Ligeramente Embarazada" y con un ritmo en sus diálogos con un aire del Woody Allen noyorkino y a las mejores sitcoms, Westfeldt estructura su comedia tratando los tópicos principales que atraviesan a toda una generación, aquellos que ha pasado largamente los '30 e incluso los '40. Y dentro de las tres parejas que utiliza para ir armando su relato, se las ingenia para mostrar un caledoscopio bastante completo de las diferentes formas de atravesamiento del tema de los hijos en la pareja. ??????? Una de ellas sigue encontrando la forma y el momento para seguirse conectando aún cuando se sabe que con la llegada de los chicos es todo mucho más complicado, otra en la que la llegada del hijo ha roto todo el encanto y el mundo sexual que tenían armado y finalmente esta nueva posibilidad de que estos dos amigos puedan criar un hijo juntos, cada uno cumpliendo con su rol, pudiendo escapar al rol de la pareja más tradicional, con una apertura mental diferente en tiempos de pluralidad y familias ensambladas. Al igual que en "Besando a Jessica Stein", Westfeld trata de romper con algunos esquemas, de mostrar otros vínculos que el cine, en su gran mayoría, no suele transitar y esta idea de que dos amigos pacten poder realizarse como padres sin cumplir con ningun cánon social, es realmente novedosa. Cada uno de ellos, además, intentará armar una pareja con la dificultad de presentarse con este tema adicional ("Soy padre pero no tengo esposa" "Soy madre pero no tengo ni tuve marido"). Julie caerá en los brazos del personaje de Edward Burns, quien ya viene con una experiencia anterior y con hijos e intentará ensamblar a esta nueva pareja en su vida y por su parte, Jason encuentra refugio en los brazos de una hermosisima estrella ascendente de Broadway encarnada por Megan Fox. Pero ese amor filial y casi platónico que se tenían los dos amigos, no es realmente tal y por lo tanto los problemas amorosos, los celos, los rencores y la crianza del hijo en común, harán que se encuentren permanentemente en diferente disyuntivas sentimentales que es lo más rico de la segunda mitad de esta comedia. Quizás en este planteo y sobre todo en el tramo final sea donde el guión no logra tener esa chispa novedosa del arranque tan original y peque por entrar en un terreno de comedia romántica más arquetípica y conocida. No obstante, gana mucho más el ritmo que le imprime Westfeldt a las diferentes situaciones que atraviesan estos amigos y la idea de un retrato exacto y preciso de una generación que no muchas veces se muestra en el cine, animándose a meterse con el tema de que no todo en la maternidad/paternidad es tan color de rosa como se plantea desde afuera. El elenco es sólido y compacto. Así como en la vida real todos los integrantes del elenco han trabajado juntos y tienen un vínculo por fuera de la pantalla, dentro del film funcionan como un gran equipo y la suma de las partes es mucho más que el todo porque hay como un plus de naturalidad y de camadería que se transmite en la propuesta. Es una pena que el rol de Kristen Wiig no haya sido tan beneficado en las líneas del guión y que una comediante como ella se vea un poco desaprovechada, tal como pasa con Chris O'Dowd, aunque brillan de todos modos en sus pequeñas intervenciones. Megan Fox despliega todo su encanto en su papel aunque no logra presentar las dudas que sobrevienen a su personaje en cuanto a plantearse hijos en su vida, mientras que Edward Burns, Maya Rudolph y John Hamm están precisos y sueltos cada uno en sus papeles, muy diferentes entre sí. La pareja central de Scott y Westfeldt tienen mucha química en pantalla y transitan por situaciones de diversa índole con total naturalidad y frescura, agilizando una comedia que no sólo sirve para pasar un buen rato, sino para reflexionar sobre la pareja, los hijos y las realizaciones personales.
La familia ideal Jason (Adam Scott) y Julie (Jennifer Westfeld) son los solteros de un grupo de seis amigos, cuyos otros miembros son dos matrimonios. El tiempo pasa, esos matrimonios empiezan a tener hijos, dejan de ser lo que eran, y ellos, que no son pareja, ni tienen compañero estable, ven que la idea de la familia feliz no es tan ideal como parecía. Se plantean entonces cómo tener hijos y lograr a la vez pasión en las relaciones amorosas, y deciden que si adelantan un factor de la ecuación, es decir, tener el hijo de antemano, luego va a ser más sencillo encontrar a esa persona ideal que cada uno espera, sin nada que pueda opacar la relación en el camino. Conciben a ese hijo juntos, y luego siguen sus caminos amorosos personales, compartiendo la custodia del chico. En varios momentos la película recuerda forzosamente a "Cuando Harry Conoció a Sally". Si bien allí el desafío era mantener la amistad a pesar de haber tenido sexo, mientras que en "Plan Perfecto" el desafío es tener una familia sin perder el romance, en ambas se cuestiona el delgado límite entre la amistad profunda de hombre y mujer, y el amor romántico. Y es en este punto donde esta comedia, escrita y dirigida por la misma Westfeld, no despega, y se mantiene en los carriles de la tradición. Con un planteo en principio novedoso, y hasta polémico si se quiere (incluso dentro del filme la idea de tener un hijo fuera del canon de la familia "normal" es criticada por algunos personajes), el filme no logra romper los esquemas ya que no propone una alternativa también para el final. Con el resto de los amigos en función de casos-testigo como para comparar situaciones, esta comedia romántica con protagonistas mayores de 35, cuenta con actuaciones muy frescas y espontáneas, y eso es parte de lo que funciona bien en la película. Los planteos sobre el romance y la paternidad son agudos, inteligentes, y por momentos hasta dolorosamente acertados. Agradable, simpática y con situaciones con las que es fácil empatizar e incluso identificarse, "Plan Perfecto" cumple su objetivo, sin arriesgarse demasiado ni romper tradiciones románticas.
Solteros con hijo Jennifer Westfeldt ya había demostrado sus condiciones para la comedia en su doble función de actriz y escritora con Besando a Jessica Stein (2001) y Cásate conmigo otra vez (2006). Si algo le faltaba a la blonda dama era pegar el salto artístico y dirigir algún guión propio. Como todo llega en la vida a Westfeldt se le dio la oportunidad de debutar como realizadora con Plan perfecto, título menos exacto que el original Friends with kids (Amigos con hijos), vehículo para el lucimiento de sus protagonistas (la misma Jennifer y el brillante Adam Scott) y más allá de ciertos convencionalismos un válido acercamiento a las relaciones de pareja en el siglo XXI. La temática que aborda como autora Westfeldt seguramente no va a causar indiferencia entre el público argentino: para ciertas cuestiones afines las fronteras tienden a desdibujarse con toda razón. Lo que queda es un espejo común en donde cada quien puede reflejarse de acuerdo a su experiencia de vida. La película describe a un grupo de treintañeros integrado por dos matrimonios (interpretados por Chris O'Dowd & Maya Rudolph por un lado y Kristen Wiig & Jon Hamm por el otro) y los mejores amigos Jason (Adam Scott) y Julie (Westfeldt) que se conocen desde muy jóvenes y se apoyan en todas sus decisiones. Jason es un publicista a quien las mujeres le duran lo que un suspiro mientras que Julie sufre del clásico apuro por conseguir un marido y tener familia antes de que el reloj biológico de señales de agotamiento. A Jason le gustaría ser padre pero sin el desgaste que genera el vínculo –y sus amistades son prueba feheciente de ello- y a Julie le ocurre algo parecido. Surge entonces la idea de concebir un hijo juntos de la manera tradicional –es decir, sin fertilización in vitro- y criarlo a medias. Llamar progresistas a estos dos es en verdad quedarse cortos… Tras algunas idas y venidas el proyecto se cristaliza con el resultado esperado y aquí empiezan las peripecias para estos padres primerizos. La trama los acompaña íntima y cotidianamente desde mucho antes de la concepción hasta un par de años después del nacimiento del pequeño Joe. En el devenir diario cada uno forma su pareja –él con la bailarina que anima la operadísima Megan Fox y ella con un divorciado bien encarnado por el ya madurito Edward Burns- pero de a poco algo cambia en la relación entre ambos y la eterna pregunta vuelve a reflotarse: ¿puede existir la amistad entre el hombre y la mujer después de una experiencia extrema como la que se plantea aquí? La respuesta viene de la mano con la puesta en marcha de una fórmula que, aún funcional, reduce los riesgos y elimina de cuajo la controversia que se avizoraba en el siempre interesante e inteligente guión. Hubiese preferido que el conflicto derivara en algo menos obvio pero el cine comercial cobra sentido llenando butacas. Para formar a potenciales psicólogos o sociólogos existen canales más adecuados que el cine… Para Jennifer Westfeldt el mayor desafío como artista debería haber sido sostener la premisa inicial y ver en qué derivaba sin necesidad de apelar al sentimentalismo de una crowd pleaser. La película era factible que rumbeara en esa dirección pero cuánto más la retendríamos en la memoria si la en teoría postmoderna propuesta no degenerara en una trillada historia de amor. Lo que salva a esta producción de las tantas comedias románticas que manufactura a diario Hollywood es el buen gusto de su directora –excelsamente rodeada por un equipo técnico de primera línea-, la impecable elección de los exteriores en la ciudad de Nueva York, el cuidado desarrollo de unos personajes notablemente escritos por la autora (los diálogos, la ambientación y el estilo denotan de a ratos la influencia de Woody Allen) y, por sobre todas las cosas, la química existente entre los protagonistas que se entregan en cuerpo y alma a sus roles; tan contradictorios, caprichosos y falibles como puede serlo cualquier ser humano.
Peligro: bebé a bordo En tono de comedia transgresora, dos amigos deciden tener un hijo, pero no casarse. La comedia romántica tiene siempre sus valores y uno sabe más o menos cómo va a terminar el asunto. No es una historia de amigos con beneficios , aunque el tema se roce (el verbo vale doble). Veamos. Jason y Julie (Adam Scott y la actriz y directora del filme Jennifer Westfeldt) se quieren como amigos. Sienten algo así como un amor, si cabe, platónico. Viven en distintos departamentos de un mismo edificio en Manhattan. No sienten atracción sexual, no son amantes, sólo amigos. Tanto que cuando otros amigos en común los invitan a cenar, es imposible que no los inviten juntos. Ben y Missy (Jon Hamm, esposo de la directora, y Kristen Wiig) son una pareja lujuriosa, pero cuando perciben que la pasión decayó, empiezan a reprocharse todo uno al otro, casi a odiarse. Y también están Leslie y Alex (Maya Rudolph y Chris O’Dowd), que viven en Brooklyn y anuncian a sus amigos que están embarazados. Eso –no otra cosa- despierta, activa el reloj biológico de Julie y de Jason, que se preguntan por qué no tener un hijo juntos. Pero no quieren caer en lo que denominan la trampa del matrimonio: un desgaste progresivo del amor, sea por desatención, falta de pasión o lo que el lector prefiera elegir. Ven al matrimonio como una obligación contractual, y prefieren escaparle a eso y gozar del beneficio del hijo propio. Así, cada uno seguirá saliendo con otras y otros, compartirán 50% el cuidado del bebé, y listo. Y lo tienen. Pero Jason conoce una bomba sexual como Mary Jane (Megan Fox), mientras a Julie le presentan a Kurt (Edward Burns). Y la unión tan poco ortodoxa, cómo no, empezará a traer complicaciones. De hecho, la responsabilidad de criar a un hijo –juntos o separados- implica eso, un compromiso. Está claro que el sentimiento será diferente si uno tiene hijos o no. Y que el riesgo de Plan perfecto pasa por ser distinta, transgresora, como se presenta en las primeras escenas, y no terminar siendo igual a las otras comedias románticas. La actriz y directora ofrece unas cuantas buenas preguntas al público –desde la monogamia y/o la rigidez moral hasta cómo criar un niño preocupándose por lo que a futuro será lo mejor para él, las desigualdades de género, los problemas de los hijos de padres divorciados y así hasta casi el infinito-. Luego de su guión de Besando a Jessica Stein , la acidez no le ha menguado. La película tiene sus pasos de drama, y ahí es donde Westfeldt, con mucha gimnasia como actriz de TV, desde su propio guión, la pifia. Como si necesitara que los seis personajes tuvieran que alternar sus dosis de comicidad y seriedad. Acertó en no dar el papel de su amigo/padre de su hijo a su marido en la vida real, el actor de Mad Men . Ya es algo.
Provocativa comedia con filosos diálogos sobre los dilemas de la maternidad / paternidad moderna Esta ópera prima de la reconocida actriz y guionista Jennifer Westfeldt aborda en clave de comedia (al menos en su primera parte) y en sus múltiples matices el tema de la paternidad/maternidad. A mitad de camino entre la acidez de cierto cine independiente norteamericano y el desenfado de la sitcom televisiva, Plan perfecto apuesta al imperio del diálogo, por momentos inteligente y provocativo, casi siempre ingenioso, aunque también algo abrumador, agotador. En este aspecto, es incuestionable la capacidad de Westfeldt para la escritura de cada una de las líneas y de sus posteriores remates, así como la de su dream team actoral (ella se reserva uno de los papeles protagónicos) a la hora de la dicción, la entonación y la convicción (siempre a la velocidad de la luz) de cada frase. En toda esta "ingeniería" verbal hay mucho de talento, de sólidos recursos interpretativos, pero también -a nivel autoral- bastante de regodeo y de ostentación. El film narra la historia de tres parejas de amigos que viven entre Manhattan y Brooklyn. Ben y Missy (Jon Hamm, pareja de la directora en la vida real, y Kristen Wiig) son el ejemplo del matrimonio con la pasión menguante y el reproche creciente por el desgaste propio del paso del tiempo, mientras que Leslie y Alex (Maya Rudolph y Chris O'Dowd) son aquellos que pierden la simpatía y la gracia por los rigores de la crianza. Como contracara aparecen Jason y Julie (Adam Scott y la propia Westfeldt), que son mejores amigos desde la universidad y vecinos del mismo edificio. Ya en sus treinta y pico, deciden tener un hijo juntos, pero sin mantener una relación afectiva "normal". En un principio, como indica el título en castellano, el plan es perfecto y, mientras comparten con responsabilidad y eficacia el cuidado de su bebe, inician sendos romances (él, con una seductora bailarina interpretada por Megan Fox; ella, con un sensible padre divorciado que encarna Edward Burns). A estas alturas, el film ya empieza a manotear estereotipos y lugares comunes, extraña la audacia, el delirio de la reciente Damas en guerra (buena parte del elenco es el mismo) y abandona ya casi por completo la comedia para ponerse "emotiva" e "importante". No es una buena decisión porque deja de lado su costado más irónico para apelar a una resolución convencional y condescendiente. Una pena.
Amigos son los amigos Una pareja de amigos casi entrados en los 40 (Jennifer Westfeld, Adam Scott) se conocen hace mucho tiempo y llegan a la conclusión de que ser padres es una opción a tener en cuenta, aunque manteniendo una relación afectiva sin compromiso de pareja ni amor de por medio. El entorno que los contiene, en tanto (parejas que parecen hacer del fracaso un estandarte), conforma una buena excusa para llevar adelante este plan, lejos de las formalidades y el mandato social. Así es que, de común acuerdo, Jason y Julie concretan su empresa pero continúan saliendo con otra gente, haciendo sus correspondientes vidas de solteros aunque dedicándole el tiempo necesario a la crianza del recién llegado al mundo. La actriz Jennifer Westfieldt (de las series 24 y Grey's Anatomy) debuta en la dirección con una comedia romántica efectiva desde su punto de partida, en su idea basal, que además logra resolver situaciones elaboradas con inteligencia y por afuera de los lugares comunes con los que realizadores de poca monta han atiborrado al género del melodrama. Su personaje, la soltera en cuestión que quiere tener un hijo antes que la biología se lo impida, es el que lleva el concepto dramático de la trama, aunque con un protagonismo compartido con su coequiper, el siempre a tono Adam Scott (El aviador, Piraña). Algo no del todo habitual en las comedias románticas es una de las grandes fortalezas de Plan perfecto: un guión sólido y una forma de relato tan clásica como firme a la hora de sostener personajes y argumento. Incluso, pese a lo que podría ser interpretado a primera vista como una concesión a los tics más conservadores del Hollywood clásico, la última media hora de Friends With Kids (tal su título original) logra surfear por las olas del cliché y llegar de pie a destino: el olimpo del melodrama. Hay en el trabajo de Westfeldt una clara voluntad de plantear ideas rebeldes y renovadoras del género, sobre todo en lo discursivo. Por todo esto es que Plan perfecto, a lo largo de sus cien minutos, dejan la firme convicción de que lo que ha nacido, sin dudas, es una realizadora que bien merece competir por el reinado vacante que dejó Nora Ephron. Dato extra: Westfieldt es desde hace años pareja de Jon Hamm, quien da vida a uno de los personajes secundarios en el film y que hace años protagoniza de forma excluyente la gran serie de estos tiempos, Mad Men.
No tan perfecto… Pareciera que la comedia romántica hollywoodense se ha congelado en los años ’80. Es más, después de Cuando Harry Conoció a Sally (maravillosa película de Nora Ephron) no hubo ningún tipo de avance con respecto a las temáticas ni a las transgresiones ni a los límites de la comedia. Parece que en Hollywood no puede haber un final feliz con dos personas que tienen un hijo pero no se enamoran al final. Sin embargo, el planteo de Plan Perfecto, a diferencia del de Cuando Harry Conoció a Sally, parece ser que sí puede ser posible la amistad...
Una mirada diferente sobre la paternidad y las relaciones. El nuevo film de Jennifer Westfeldt es un promisorio debut en su carácter de guionista y directora la polifacética artista que ya nos sorprendiera gratamente con films como Besando a Jessica Stein y Cásate conmigo otra vez. Esta vez, a través de una mirada acida y descarnada (no tan cercana a la comedia) nos muestra los devastadores efectos del tiempo, la paternidad y la vida misma en tres parejas de clase media alta de la ciudad de Manhattan. Amigos de toda la vida, rondando los cuarenta y con el tic toc del reloj biológico de los que aun no son padres marcando las horas. Jason (Adam Scott) y Julie (Westfeld) son amigos de toda la vida, viven a unos pisos de diferencia uno del otro en el mismo edificio, satirizan su vida amorosa con la impiedad que les da su cercanía y confianza. Sin embargo el reloj biológico de Julie está dando sus últimas campanadas y su maternidad postergada por su trunca vida amorosa le impone una solución urgente. Sus amigos Leslie y Alex (Maya Rudolph y Chris O'Dowd) están casados y anuncian que tendrán un bebe pronto, es un shock para el grupo que por ese entonces solo estaba compuesto por amigos sin hijos, pero todos apoyan el ambicioso proyecto personal de la pareja. Los años pasan, los niños crecen y la pareja de Leslie y Alex se vuelve tosca en sus formas y en su trato, la casa se llena de juguetes, los tiempos se acotan y el romanticismo parece haberse escapado de escena. Luego llegará el turno de la otra pareja amiga compuesta por Kristen Wiig y Jon Hamm (el protagonista de Mad Men) y otra vez la paternidad aniquilara el romance a manos de la intolerancia y el hastío que supone la convivencia. La conclusión es inequívoca: La mejor manera que el ser padres no mate el romanticismo es justamente que los padres no sean pareja. La fuerte amistad les permite embarcarse en esto loco proyecto engendrar un hijo (de la manera tradicional, nada de fecundación in vitro). Luego de algunos inconvenientes iniciales y de la sorpresa de sus amigos frente al plan, todo marcha de maravilla. Pero como bien augura el titulo no hay “Planes perfectos “y el fantasma del romance entre los protagonista pronto se abrirá paso en la relación. Cuando todo funciona bien (amistad, paternidad y compañerismo) ¿es mejor conformarse o elevar la apuesta? Este es el planteo final del film que nos muestra una visión descarnada y agridulce de las “delicias de la paternidad” y su incidencia en las relaciones amorosas. Una mirada distinta, separada del feminismo o machismo, que apunta a hacernos reflexionar sobre los procesos internos que se transitan en la conformación de una familia y los sueños que quedan en el camino de sus miembros. O la mutación de los mismos hacia otros rumbos. Diálogos inteligentes y mordaces, excelentes locaciones y actuaciones acorde a la temática hacen de Plan Perfecto una interesante opción para el público de treinta y tantos que necesita algo de reflexión y algunas risas sobre el tema de la paternidad. Complejo y contradictorio, con una resolución del conflicto tal vez algo opuesta al planteo inicial , Plan perfecto cumple con lo que promete y posiciona a Jennifer Westfeldt como una promesa para el mercado cinematográfico tan ávido de miradas femeninas interesantes. @Cariolita
Los dilemas del cine indie estadounidense en el siglo XX La opera prima de Jennifer Westfeldt, con ella como protagonista junto a Meg Ryan y Jon Hamm, presenta a dos amigos que deciden tener un hijo sólo porque pasaron los 30. En realidad, cuando se habla de cine indie, saltan las confusiones y mentiras. Plan perfecto es algo independiente, un poco industrial, con reminiscencias de la comedia de los años '80 (Cuando Harry conoció a Sally, vía la recientemente fallecida Nora Ephron), valiéndose de una puesta de cámara digna de una sitcom y observando al mundo desde un lugar transgresor que termina sin disimular su conservadurismo estilo tortas de frutilla con crema servidas por Doris Day para Rock Hudson a la hora de la merienda. Con una diferencia sustancial que repara en una frase, desde aquellos lejanos “Hagamos el amor” hasta el contundente y directo “Vamos a coger”. Al fin y al cabo, gran parte del cine indie es eso: más liberal, menos culposo en las relaciones de pareja y con la enfática frase de por medio. En medio de esos dilemas transcurre la opera prima de Jennifer Westfeldt, con ella en uno de los protagónicos junto a una pléyade actoral exitosa en series de televisión. El planteo es casi revolucionario: dos amigos que, pasados los 30, deciden tener un hijo pero sólo para que el tiempo biológico no se les venga encima. Profesionales de éxito ambos, el contexto que los rodea, con dos parejas de amigos de por medio que ya tuvieron hijos, es la novedad que presenta el guión para que la pareja, que no se desea ni ahí, tenga su primer y único vástago. Plan perfecto (Friends With Kids no estaba mal como para cambiarlo) se aferra a diálogos y textos veloces donde la pareja central, primero con los amigos y luego a solas, hablan sobre la fidelidad, el paso de los años y las libertades que tendrán ambos buscando la felicidad en otro lado, más allá del crío y de sus primeros meses de vida. De allí que cada uno vivirá su rato feliz y placentero al lado de otro: él junto la languidez fashion que tipifica a Megan Fox y ella con el recién divorciado que interpreta Edward Burns, otro emblema de Hollywood que como actor y director fluctúa entre el mainstream y el universo indie. A la película –además de sobrarle algunos minutos– se le olvidan los personajes secundarios, bastión esencial de la comedia clásica para que se manifiesten como contrapunto de la pareja central. Westfeldt y Adam Scott, en cambio, encajan a la perfección y a pura química, aprovechando el contraste entre la supuesta seguridad (y pose “canchera”) de él junto a las dudas e incertidumbres (lágrimas inclusive) que caracterizan a ella. Con momentos felices y otros donde se va colando esa maldita pátina conservadora, el debut de Westfeldt es bastante feliz, aunque no alcanza ni por asomo a los planteos sobre la pareja de Maridos y esposas de Woody Allen, concebida hace más de dos décadas. ¿Será que la comedia indie estadounidense de a poco se dirige a una gran remake de Los tuyos, los míos y los nuestros?
Una comedia simpática, inteligente, que desde el inicio propone una idea original con respecto a dos amigos queridos que hacen un pacto muy especial: él ayudará a su mejor amiga a ser mamá, y juntos criarán a ese niño, de manera armónica y amorosa. En contraposición con sus amigos, que viven la paternidad con demasiados conflictos. Claro que todo funciona hasta que a destiempo ellos se dan cuenta que no quieren ser sólo amigos. Simpática, con final convencional, pero entretiene con buenos actores, ironías y agudezas.
Julie (Jennifer Westfeldt) y Jason (Adam Scott) creen tener el plan perfecto. Mejores amigos desde la universidad, el par de treintañeros ve cómo su círculo de amigos ya se han establecido y empiezan a tener hijos, pero también observan las consecuencias que tiene esta decisión en las parejas de su círculo íntimo. Y así como comparten un mismo edificio (viven a unos pisos de distancia del otro), llamadas telefónicas a altas horas de la noche, chistes internos, el relato de sus conquistas amorosas y prácticamente la mitad de su vida, deciden compartir un hijo también. El plan parece sencillo: concebir y criar juntos a un retoñito entre los dos, como socios equitativos en responsabilidades como llantos nocturnos y pañales sucios, para poder reservarse la parte romántica de sí mismos a potenciales intereses amorosos. Originada en una tendencia que Westfeldt y su pareja en la vida real Jon Hamm -el mismísimo Don Draper de Mad Men- observaban entre sus amigos, incluido el mismo Adam Scott (de las series Party Down y Parks and Recreations), El Plan Perfecto parte de una exploración de qué ocurre cuando un grupo de amigos -en este caso, de treinta y tantos y clase media alta en Manhattan- se asientan en la vida de pareja y deciden traer nuevas vidas al mundo. Principalmente desde el punto de vista de aquellos quienes en un principio están afuera de esa carrera, donde las metas (o vallas a saltar) forman una seguidilla de: encontrar a la persona indicada, estar juntos un tiempo prudencial para considerar casarse, casamiento con fiestón, concebir hijos, baby showers, mamaderas, pañales, berrinches nocturnos, pelelas, conseguir vacantes en el jardín. Pero eso sí, el gran sacrificio es mudarse a Brooklyn, donde los metros cuadrados no se miden en oro (aunque sí en dólares). Si algo hemos aprendido de las películas y series Manhattan-céntricas es que Brooklyn es el destierro de la tierra de los elegantes solteros ejecutivos para aquellos que se reproducen. El plan en cuestión se verá puesto a prueba cuando la criatura ronde el primer año y ambos padres encuentren el amor (o lo que creen es amor)... en otras personas. En el caso de Jason, la bailarina Mary Jane (Megan Fox, que tranquilamente podría ser reemplazada por un mannequin con parlante ya que hasta Michael Bay le daba más lugar a que desarrolle una personalidad en Transformers) y un padre divorciado que llena todos los casilleros del mejor-hombre-del-mundo (encarnado por Edward Burns) para Julie. A partir de esto, los miembros adultos de la incipiente familia tendrán que confrontar la posibilidad de si, además de compartir un crío y una amistad de casi dos décadas, lo que sienten el uno por el otro sea algo más. En el medio están los otros "amigos con chicos" (Friends with Kids es el título original que se perdió en la traducción) encarnados por el cuarteto principal de Damas en Guerra y todos igualmente desaprovechados: las parejas interpretadas por Kirsten Wiig (también escritora de Damas...) y Jon Hamm -que reviven a medias y con un tinte dramático la gran química de la mejor-peor-pareja que tenían en Damas...- y Maya Rudolf (Saturday Night Live, Idiocracia) con Chris O'Dowd (de la serie británica The IT crowd). Estos dos matrimonios que sirven sólo de muestrario de lo que puede ocurrir a una relación cuando nacen los hijos (en la primera, resentimientos cada vez mayores; en la segunda, la cotidianeidad omnipresente que subyuga al idealismo romántico) y no son desarrolladas más allá de su funcionalidad de parámetros del horror rutinario que quieren evitar los protagonistas. También pueden funcionar como un muy buen método anticonceptivo para todas aquellas parejas que vayan a ver El Plan Perfecto. La química entre Scott y Westfeldt (quien escribió y dirigió la película, y ya había co-escrito Besando a Jessica Stein hace una década) es buena y la relación de amistad hombre-mujer que construyen - como también las cuestiones que pueden plantearse a partir de ella- recuerda a la de Cuando Harry Conoció a Sally, o por lo menos ésa es su intención. A pesar de que sus personajes tengan un buen pasar, vivan en la ciudad más famosa del mundo y sus mayores preocupaciones pasen por baby showers y el no-sé-si-lo-quiero-y-no-sé-si-me-quiere, El Plan Perfecto intenta generar empatía con los que serán los dos grupos principales entre su público: aquellos que ven cómo sus amigos se convierten en padres y desaparecen de sus vidas y aquellos que tienen hijos y un mundo de preocupaciones inherentes a la tarea de crear y criar a una persona. Pero este plan no siempre funciona.
Padres, hijos, rutinas y desafíos Es una comedia romántica que tiene más de un acierto y que deambula -otra vez- entre la pareja y los hijos. La historia lanza una apuesta que en alguna medida es una prolongación de otras exploraciones románticas de una época donde el compromiso, asusta: Jason y Julie son dos amigos; deciden tener un hijo, pero no involucrarse. El plan perfecto es: acostarse una vez, criarlo juntos y continuar cada uno en su camino. Quieren ser padres, pero esquivar -dicen- todo ese difícil tránsito por el amor, el cansancio, la rutina, el divorcio. Buenos amigos, buenos padres y listo. Ellos tienen un grupo de amigos que anda por esos callejones difíciles: Ben y Missy forman una pareja fogosa que una vez que agotaron la pasión se quedaron sin nada; y Leslie y Alex, a quienes los hijos le arrebataron intimidad, tiempo y ganas. Pero claro, suele ocurrir, el pacto de Jason y Julie no se sostiene, el hijo, el amor, la confusión y los celos van complicando las cosas. El filme aporta graciosas reflexiones sobre el matrimonio, el compromiso, la paternidad, la amistad, la rutina, el sexo y el amor. Y más allá de un comienzo algo estereotipado, con humor, tonterías y desenfado que orilla a veces el mal gusto, la comedia gana en interés a medida que este pacto perfecto va mostrando que en este terreno todo es incierto y que no hay brújula capaz de llevar a buen el falso juego del amor a distancia. Es allí donde la guionista Jennifer Westfeldt (que aquí es una buena directora y una insulsa protagonista) muestra sus mejores recursos. Los hijos mal o bien desde esta perspectiva pueden ser una bendición y un estorbo. Y la declaración final de Jason deja en claro todo lo que esa pareja ignoraba sobre su verdadero sentir. En el fondo, lo que ellos buscaban no era un hijo, sino un pretexto para poder seguir juntos y saber hasta dónde se amaban. El hijo, dice él, es el relleno de un amor que no lo necesitaba pero que acaso sin ese crío jamás se hubiera reconocido tan fuerte y sincero. Buenos diálogos, momentos simpáticos, actores firmes, ideas interesantes y buen pulso par la comedia ayudan a redondear esta lucida propuesta.
Plan perfecto para una tarde de cable Hay un tipo de película que hace un tiempo podría haber sido definida como comedia romántica, pero que ahora parece ser más una comedia dramática para mujeres. A este tipo de películas podría pertenecer «Plan perfecto» (extraña traducción del título original «Friends with kids», es decir «Amigos con chicos») que está dirigida por una mujer, Jennifer Westfeldt, también guionista y actriz, que sólo en algunos momentos del film intenta llevarlo al viejo formato de comedia romántica que tantas satisfacciones ha dado a lo largo de las décadas. En todo caso, el film de Westfeldt parte de una premisa bastante absurda que ya desde el vamos atenta contra sus posibilidades: los últimos amigos solteros de un grupo de parejas casadas con hijos, viendo cómo la familia destruye el romance, optan por tener un hijo juntos pero sin llevar su relación más allá del plano platónico. Teniendo en cuenta que, por lo que han visto, la aparición de los niños arruina el romance, sin romance previo, no habría nada que lamentar cuando aparezcan los chicos. Pero claro, este plan de procrear sin amar es imposible, sobre todo en una película que aún quiera conservar algo de comedia romaática. O sea, el argumemento es totalmente previsible, y su concreción bastante dialogado, y si bien no carece del todo de algún gag más o menos bueno, realmente no es muy divertido. Dada la eficacia de algunos chistes y el buen desempeño de todo el elenco, podríamos decir que esta película es el plan perfecto para alguna tarde en el cable.
La actriz, guionista y realizadora Jennifer Westfeldt introduce al público en una comedia romántica que gira en torno a una problemática actual a nivel global, un tema que tiene posibles soluciones y la tradicional parece ser la más acertada, un cuestionamiento cada vez más resonante en el rango de los 30 y 40 y pico: La paternidad. El relato da inicio con un encuentro de 6 seis amigos que acostumbran cenar juntos en un buen restaurante para compartir sus novedades. En una de esas cenas algunos de ellos se sienten molestos porque en otra mesa hay niños y se hacen comentarios que resultan ser poco felices, dado que Leslie (Maya Rudolph) en ese momento les comparte que será madre, este es el primer paso del cambio de la vida de dos de las parejas del grupo a la hora de la llegada de los hijos. Es así como el tiempo pasa y a los 4 años en otro intento de cena, pero ya en el departamento de Leslie y Alex (Chris O’ Dowd), Julie (Jennifer Westfeldt) y Jason (Adam Scott) caen en la cuenta de lo efímero que es todo, de la soltería y del deseo interno de ser padres. Dado que se conocen desde que eran estudiantes universitarios, se conocen y confían el uno en el otro, se proponen tener un hijo sin los enredos que trae el romance y la vida en pareja. Juntos atraviesan dudas, dificultades, comentarios y se transforman en los padres más competentes, funcionales e independientes dentro de su grupo de amigos (desconcertando a todos, claro está). Pero el amor llega y al intentar tener otras parejas da como resultado que descubran lo mucho que se quieren y que la vida la imaginan juntos con los cambios personales que se fueron dando con el tiempo. La pareja de Jason y Julie cuenta con acertadas interpretaciones que ponen sobre la mesa las múltiples preguntas que surgen al momento de tener hijos La charla es el hilo conductor y las resoluciones son reflejo de un target que se encuentra identificado con la posibilidad de plantearse la maternidad o paternidad en soltería. Un tema de todos los tiempos, ya tratado por los romanos y la fertilidad de la tierra, en una recordada obra de Federico García Lorca,“Yerma”, en la cual la protagonista padece la imposibilidad de que su vientre sea fecundado por su marido, siendo tan importante la maternidad para ella que la conduce a un trágico final. Distintos casos en distintos tiempo que rondan la fecundidad desde distintos lugares que forman parte de planteos y reflexiones posteriores de parte del espectador. En el afiche del film se ve en la parte inferior a los seis amigos y en la parte superior un múltiple choice que propone elegir sólo dos opciones entre amor, felicidad e hijos. En varios momentos se retoman los tres conceptos y quizás la elección de dos de ellos implique la tercera sin necesidad de tildarla. El “Plan Perfecto” es una película que en tono de comedia muestra un problema actual, con una bella fotografía, buen ritmo y un guión que encuentra el equilibrio entre la tensión y la armonía.
La llegada de los hijos, en ciertos casos, implosiona el cariño que una pareja se tiene y la encamina por una senda que eventualmente puede terminar en la separación. Entonces, ¿cómo se hace para tener hijos sin que la crianza del mismo perjudique el amor mutuo?. En su debut como directora Jennifer Westfeldt, quien también escribió el guión y protagoniza Plan Perfecto, busca contestar dicha pregunta. Lo hace de una forma poco ortodoxa, sin embargo, lo que empieza como una apuesta atípica se va tornando en un drama predecible, más allá de que en resumidas cuentas explore un territorio poco conocido para las comedias dramáticas. Desde las primeras escenas, el ojo de Westfeldt para el humor se puede identificar claramente. Además de un guión fresco y revitalizante, las charlas entre el grupo de amigos se notan realistas en boca de un elenco con buen timing para la comedia, con el cuarteto de Kristen Wiig, Maya Rudolph, Chris O'Dowd y Jon Hamm (juntos en la exitosa Bridesmaids) como soporte de los personajes de Adam Scott y la propia realizadora. Estos dos, amigos desde tiempos inmemoriales, son los que conciben la idea de un plan perfecto: tener un hijo, compartir la custodia y seguir buscando a su media naranja. Como siempre, nada puede ser pensado hasta el último detalle, y ver cómo va evolucionando la trama es parte del encanto de Friends with Kids. Durante los primeros 45 minutos, la comedia parece funcionar de maravillas, reinan los momentos con gracia bien acertados. Eventualmente el proyecto común se empieza a desmoronar cuando los conocidos empiecen a ver con celos que una pareja de amigos lleve tan bien la crianza de un hijo cuando ellos a duras penas pueden con uno, y mucho menos dos, además del obvio lugar común de los sentimientos hacia el otro que florecen. El peso de la trama está muy bien contenido por Scott y Westfeldt, quienes tienen una relación de amistad muy cercana que se siente verídica. El resto del elenco gira en torno a ellos dos, aunque se sienta un poco de culpa al ver a la excelente Kristen Wiig un poco desaprovechada. Con el correr del metraje, lo que parecía ser una historia poco habitual termina girando en los mismos círculos que todas las comedias románticas/dramáticas. Si bien el interesante tópico daba para un poco más, el ritmo se desacelera con el pasar de los minutos para terminar de la manera más convencional posible; no hay un atisbo de ingenio para reformular la trama, sino el mismo final feliz de siempre. Friends with Kids es una comedia sofisticada y encantadora, que seguro encontrará su platea preferencial en una audiencia más madura que la de costumbre, en especial, aquellas que tienen hijos o planean hacerlo en el futuro. Buen guión, buenas actuaciones, buena dirección. Buen intento.
Al rincón Lo más importante es que Kristen Wiig se tomó el buque de Saturday Night Live. En realidad eso ocurrió pero todavía no. Es decir sí, pero no del todo, ya que por suerte aun la podemos ver, gracias al defasaje en los capítulos que se emiten en la Argentina respecto de los Estados Unidos, los que estamos de este lado del planeta. Pero el caso es que nos queda poco y la desazón es grande. Y no es que el resto de la trouppe del programa lo haga del todo mal. Lo que pasa es que Kristen Wiig es la mejor de todos ellos: hay que decir que Kristen es única. Cuando fue su turno de desembocar en la pantalla grande siempre se las arregló para imponer su sello, sin importar cuan pequeño fuera el papel que le tocara en suerte. En algún punto, Kristen Wiig se transformó en una verdadera especialista en esas sesiones de gimnasia rítmica desaforada, bailes alocados desbordantes de extrañas fuerzas centrífugas con la capacidad de zamarrear y trastocar cada escena, siempre mediante una gracia y convicción sorprendentes que parecen llegadas de otro mundo: esa clase de cosa que les suele salir mejor a los cómicos varones que a las mujeres. Puros prejuicios que la genética mayormente no se había molestado hasta ahora en desmentir. Tenía que pasar que llegara ella. Después del vendaval que significó Damas en guerra –nunca hablaremos demasiado de esa película–, ese conmovedor destilado de morisquetas melancólicas, de arrogancia payasesca y de fragilidad, donde pudo brillar a sus anchas como nunca antes y estampar en cada fotograma, de paso, una rúbrica indeleble de actor-autor, parece que ahora vuelve a los papeles menores, a esa artesanía orgullosa y feliz cuya secreta obstinación pudo darle brillo a casi cualquier película. Pero si no le tienen fe, la cosa no funciona. En Paul anduvo muy bien (el demiurgo sentimental Judd Apatow nunca puede del todo con ella), pero en esta oportunidad no. Es increíble tener a una actriz como Wiig desperdiciada en algo como esto: debajo de sus modales de comedia romántica Plan perfecto está embargada de una terrible seriedad indie medio pelo, esa manía de las así llamados comedias independientes de andar a dos aguas, nunca del todo cerca del meollo amoroso o del disparate sino manteniendo la gravedad como un simulacro más bien pálido de sofisticación. La cuestión de la paternidad, en la película, es un asunto importantísimo al que da la sensación de que solo se accede en puntas de pie y con el barbijo puesto, no vaya a ser que se vea bastardeada la “actualidad” del tema por la intromisión de la risa y el sinsentido abruptos. Si el tópico de los amigos treintañeros o cuarentones es el modo preferido de toda una zona del cine americano (aunque no exclusivamente) para el arrebato confesional al paso y la sensiblería encubierta, Plan perfecto se encuentra lejos de revertir la tendencia con su malograda colección de palabrerío cursi y sus planos desalmados. Medio perdida en un elenco que no es malo (Maya Rudolph y John Hamm la acompañaban en Damas en guerra), Kristen Wiig no tiene suficiente espacio y luce empeñada en pequeñas y estólidos actos privados que no logran integrarse con la debida seguridad a la película. No pasa nada con Plan perfecto: las consabidas crisis de la mediana edad las vimos mejor retratadas, con más comicidad y más angustia genuina. Que conste que Kristen no tiene la culpa de que la llamen para después tenerla en un rincón.
Sex and the Family and the City "Plan Perfecto" (como se llamó para Latinoamérica) es un comedia bien neoyorquina acerca de las relaciones y los cambios que inevitablemente se suscitan en la vida de pareja cuando llegan los hijos. Es una especie de "Sex and the City" (la serie, no la película) enfocada en la vida familiar y las relaciones sentimentales de los neoyorquinos. La multifacética directora, actriz y escritora Jennifer Westfeld combina de manera exquisita lo mejor de la comedia romántica con el humor más ácido y mordaz de la gran pantalla, adaptándose a la tendencia de la comedia fuerte y desprejuiciada pero sin caer en vulgaridades vomitivas como las que se están viendo últimamente. Con inteligencia y mucho sarcasmo se pone en pantalla la vida de 6 amigos, 2 parejas de casados con hijos y 2 solteros empedernidos que al darse cuenta que el reloj biológico no perdona el paso del tiempo, deciden concebir un hijo juntos pero sin involucrarse sentimentalmente ya que consideran que el matrimonio es una tortura innecesaria. Lo interesante pasa por la dinámica en la relación de la pareja protagonista que se conoce como si fueran hermanos y cuyo trato asemeja más a una amistad entre 2 chabones o una chica y su amigo gay que a una amistad entre hombre y mujer. Por supuesto los amigos que acompañan en roles secundarios tienen personalidades bastante peculiares y freakys que enriquecen el entramado de relaciones disfuncionales y aportan bastante humor del tipo Bizarro-SNL (Saturday Night Live) con estrellas como Kristen Wiig, Maya Rudolph y Jon Hamm. Sí, también aparece Megan Fox y está más buena que comer pollo con la mano. Es una lástima que no haya pasado por la cartelera cordobesa y llegue directamente en formato DVD, ya que si hay algo que escasea, son las buenas comedias. Una historia muy divertida con su toques románticos y diálogos bien afilados para pasar un momento de calidad y entretenimiento cinéfilo.
Una comedia entretenida con diálogos picarescos e inteligentes que abordan algunos de los temas conflictivos de las parejas modernas, entre ellos el de la maternidad. Este es el debut como directora y escritora de Jennifer Westfeldt, además es una de las protagonistas en esta comedia, una gran parte del elenco trabajo en series televisivas o sitcoms norteamericanas, aquí estos personajes se enfrentan a la vida rutinaria del matrimonio, además con hijos de distintas edades. Entre ellos conocemos a dos solteros de unos treinta y pico que viven en un mismo edificio en Manhattan, son Jason Fryman y Julie Keller (Adam Scott y Jennifer Westfeldt) grandes amigos desde la universidad, confían el uno en el otro incondicionalmente, y ellos dicen que no hay atracción entre ellos. Por otro lado, parte de la narración comienza en un restaurant cuando varias parejas de amigos se encuentran para cenar como suelen hacerlo habitualmente. Son dos parejas de casados, Leslie y Alex (Maya Rudolph y Chris O’Dowd), chistosos, sencillos y sinceros, y Ben y Missy (Jon Hamm y Kristen Wiig), algo sensuales y allí también se encuentran Jason y Julie que solo son amigos. Mientras pasan todos juntos una noche agradable Jason y Julie dan una opinión acerca de los niños que ocupan la mesa de al lado que son bastante indisciplinados, se quejan y comentan que al restaurant no hay que ir con niños. Pero justo en ese momento todos sus comentarios son interrumpidos cuando Leslie les cuenta a todos que está embarazada, y es cuando rápidamente Julie y Jason intentan salir de la importuna acotación y los felicitan con mucho amor, es cuando Leslie y Alex prometen no llevar a sus hijos a restaurantes elegantes, que nada va a cambiar y que serán padres bien predispuestos. Pero un día Julie y Jason quienes solo son buenos amigos y se conocen bastante, tienen un plan para ser padres sin ningún compromiso. Cada uno puede tener su pareja, el famoso “touch and go”, ellos finalmente tienen un bebé, ambos disfrutan distintos momentos con sus respectivas parejas: él con una actriz y bailarina Mary Jane (Megan Fox), quien no quiere tener hijos y solo le interesa pasarla bien. Ella conoce a través de Leslie a un recién divorciado, Kurt (Edwards Burns). Ellos creen poder manejar la situación, vamos viendo distintas situaciones llenas de gags y enredos, contiene diálogos interesantes, toca varios temas: el amor, los hijos, si existe la amistad entre el hombre y la mujer, los hijos y el matrimonio, todo con buena música y fotografía, su ritmo es dinámico, entretiene, pero los personajes de: Rudolph, O’Dowd, Wiig y Edward Burns son poco aprovechados, no tiene sorpresas, previsible y quedan algunas situaciones sin resolver.
Amistades peligrosas A veces el planteo de una película parece escaparse en algún momento de lo que era inicialmente. Como si los personajes se olvidaran de lo que eran al principio o las situaciones se esfumaran del film para seguir una continuidad arbitraria. No descubro nada aclarando que eso es lo que no debería suceder con un guión o relato, y de eso es un buen ejemplo Plan perfecto. Esta comedia, que tiene algunos diálogos memorables, cae en una unidad caótica donde la historia de nuestros personajes aparecerá inevitablemente fragmentada, disolviendo los aciertos de la opera prima de Jennifer Westfeldt. Pero empecemos a desentrañar esto: tenemos un grupo de amigos que tras una breve introducción donde vemos lo unidos que son, se encuentran unos años después todos con hijos, excepto dos (Jason y Julie) que no logran estabilizarse en sus relaciones lo suficiente. Entonces piensan que quisieran tener un hijo sin sufrir el desgaste que ven en las otras parejas de amigos, y hacen un arreglo para tener un hijo de forma calculada, sin que eso los sostenga como pareja. La idea es tener un hijo sin el compromiso de la convivencia, permitiéndose encontrar el amor en otras personas. El giro no tiene importancia porque está prácticamente anunciado: lo importante es cómo se llega a ese punto inevitable. Y aquí es donde parecen desaparecer arcos narrativos y personajes secundarios sin que sepamos qué fue de ellos o cómo nuestros protagonistas superaron esa situación. Pero no son todas sombras: algunos diálogos levantan interrogantes legítimos sobre convenciones sociales, el paso del tiempo o la búsqueda de integridad en la vida. Aparecen temerosamente en momentos aislados de la película, pero cuando aparecen, resultan gloriosos. Desafortunadamente, los personajes secundarios que dicen las líneas no están tan bien compuestos: sus apariciones parecen estar destinadas a ser un ejemplo que induce a nuestros protagonistas a evitar tener hijos. Son unidimensionales y su participación resulta cada vez más limitada con el paso de los minutos. Lo que parece plantearse en un comienzo como coral queda en eso, promesas, desperdiciando el talento de figuras como Kristen Wiig o Maya Rudolph. Con la cantidad de películas que hay en esta línea se me ocurre que el atractivo puede residir en los diálogos y en que, después de todo, esta es entretenida y el público no la va a pasar mal. Sólo vayan con la idea de que los personajes que ven cuando empieza la película no serán los mismos cuando finalice.
Padres por capricho De bajo presupuesto y escasa imaginación, Plan perfecto es la opera prima de la actriz Jennifer Westfeldt. La directora además asume el rol protagónico, el de la treintañera que decide buscar un padre para su hijo, acuciada por el reloj biológico. Julie y Jason (Adam Scott) disfrutan de su soltería y llevan la amistad con alegría. Rodeados por sus amigos casados, con hijos, deciden tomar un atajo: ser padres sin arriesgarse a formar pareja. La comedia no pasa de una lista de clichés de solteros versus casados y del discurso sobre la libertad incondicional. Llama la atención el lenguaje que la directora elige para plantear las conversaciones entre los amigos, con trazo grueso, tono y perspectiva marcadamente masculinos, incluso en la perspectiva y las conclusiones. Plan perfecto es una película del montón, con un elenco de modesto desempeño actoral, que incluye la participación de Jon Hamm (Mad Men), esposo en la vida real de Jennifer Westfeldt. La película describe dos modelos de matrimonio: Alex y Leslie, desbordados por la rutina pero conformes en ella; y Ben y Missy, la pareja, en el pasado la más fogosa de Manhattan, que ahora se aburre a muerte. El relato se desarrolla en los departamentos, con mucho teléfono a mano para avanzar en la acción y dinámica de videoclip. Nueva York aparece en postales que aluden al clásico paso de las estaciones, con música incidental. La protagonista resume las preocupaciones de las mujeres de su edad (según la idea de Westfeldt), en busca de una buena aventura. Pertenece al grupo (en la clasificación simplista del guión) de las que no quieren tener problemas. Ella se confiesa con Adam, un soltero obsesionado con el sexo y escurridizo, de relaciones efímeras, encantador siempre y cuando no olfatee el compromiso. Los diálogos de quienes se convierten en padres en virtud del plan, no suman demasiado. "Finjamos que nos gustamos", dicen. Los personajes consideran que no están listos para el matrimonio (no suponen el compromiso fuera de esa institución) pero abordan la paternidad como si se tratara de una operación de mercado en la que el bebé funciona como un objeto de consumo. Plan perfecto va surfeando por los temas que señala y si tiene un mérito, es el borrador sobre el que el espectador puede armar su propia percepción sobre el amor y el deseo. Al final, es una comedia romántica deslucida que apunta demasiado alto a la hora de elegir el terreno por el que transitan sus personajes.
Los dos últimos solteros de un grupo de amigos descubren que jamás podrán confiar en otra persona más de lo que lo hacen mutuamente entre ellos. Decididos a tener un hijo, dividiéndose las responsabilidades en un cincuenta por ciento y sin dejar que el amor se cuele en la ecuación, se ponen en marcha para no quedar rezagados en comparación con sus amigos más cercanos. Sin embargo, las responsabilidades que conlleva la llegada del bebé harán que todo el plan perfecto se desmorone en pocas semanas. Dirigida, protagonizada y escrita por Jennifer Westfeld, el filme retrata esa época en la cual nuestras personas más cercanas se convierten en padres y uno ni siquiera comenzó a embarcarse en ese viaje. Siempre es bueno ver en la pantalla grande aquellas situaciones reales (y a veces un poco exageradas) por las que atravesamos en la vida real, y si eso se logra con un excelente timing para la comedia, aún mejor. Westefled se rodeó de un sólido equipo integrado por Maya Rudolph, Kristen Wiig, Adam Scott, Megan Fox, Ed Burns, entre otros, para plantear un tema central en los treintañeros: la imposibilidad de tener amor, felicidad e hijos al mismo tiempo. Al parecer, la combinación ideal sólo supone elegir dos de estas opciones. Lamentablemente, cuando el guión se empieza a tomar demasiado en serio a si mismo, comienza a perder la fluidez, la espontaneidad y la comicidad que había ganado gracias a la experiencia de todos los intérpretes tras años de sitcoms y programas humorísticos.
Planes experimentales Jason (Adam Scott) y Julie (Jennifer Westfeldt) son dos adultos que mantienen una estrecha amistad, se cuentan todos sus secretos y se alientan mutuamente en sus conquistas amorosas. Como viven en departamentos contiguos en el centro de Manhattan, sus pasos se cruzan a diario. Ambos son liberales y se mueven en un círculo de amigos que tienen parejas estables con problemas propios del paso del tiempo y los que se originan por crianza de sus hijos, mientras matizan sus vidas con periódicas reuniones donde comparten cenas y problemas de la vida cotidiana. Un día Jason y Julie evalúan la posibilidad de ser padres sin mantener una relación de pareja, es decir que se unen para concebir un niño y luego cada uno seguirá con su vida de soltero. Cuando concretan la idea advierten que, mientras se turnan para criar a su bebé, la situación no puede resolverse mecánicamente. La idea que anima a la película es tan osada como las experiencias que se ven en la realidad, que muestra a quienes buscan la paternidad y la maternidad apelando a formas impensadas de relación. El resultado que logra la directora debutante es un filme entretenido, que muestra hasta dónde puede llegar la necesidad de los humanos y también desnuda cierta desaprensión por los derechos de los niños.
Disfrutable comedia dramática sobre dos amigos de treinta y pico que deciden tener un hijo en común, y ver cómo resulta. La película protagonizada por Adam Scott y Jennifer Westfeldt, que además fue productora de toda la película, es una novedosa comedia dramática sobre dos amigos que deciden enfrentar el reto de la paternidad, ya que ninguno ha conseguido una pareja estable hasta el momento, y ya se encuentran cerca de los cuarenta. La decisión de Jason y Julie (Scott y Westfeldt, respectivamente) toma impulso luego de una reunión con su grupo de amigos más cercano, dos parejas casadas interpretadas justamente por John Hamm y Kristen Wiig (Ben y Missy), y por Chris O´Dowd y Maya Rudolph (Alex y Leslie), que además ya han tenido hijos por su cuenta. Luego de esta reunión, Jason y Julie van a un bar a charlar acerca de los cambiados que veían a sus amigos, que se muestran extremadamente agotados y malhumorados debido a la demanda permanente de sus hijos. Y es ahí cuando Julie y Jason se preguntan si se podrá mantener el romance de pareja y a la vez tener hijos. Entonces, en broma, plantean la posibilidad de tenerlo juntos y así cambiar las reglas de la sociedad: cada uno compartiría el tiempo con el niño al tiempo que buscan el amor verdadero que aún les falta. Parece una opción ideal, ya que Julie y Jason se conocen desde la facultad, viven en el mismo edificio y son mejores amigos, y además no sienten ninguna atracción el uno por el otro. Así Julie y Jason tendrán a su hijo a poco de comenzado el film, y desde entonces se desencadenarán una serie de eventos que modificará a todos los personajes desde distintas perspectivas. El film muestra las distintas aristas de la relación de pareja luego de tener hijos, sus cambios internos, sus problemas, y el paso a la edad adulta para el que muchas veces no están preparados los protagonistas. Todas las parejas tendrán asuntos que arreglar y cada una atravesará diferentes etapas de sus vidas en relación al momento inicial del film. A la vez, cada dúo representa distintas posturas frente a la vida en pareja: ya sea desde el humor, el drama, el placer, o la incertidumbre misma que atraviesan los protagonistas. La presencia de Megan Fox y Edward Burns, como los dos extremos estéticos de mujer y hombre ideales, suma sensualidad a la historia y le da cierto condimento, además de los grandes momentos de comicidad entre O´Dowd y Rudolph, pero es Jennifer Westfeldt quien se destaca entre todos. Justamente ella sacó este proyecto adelante junto John Hamm, su esposo en la vida real, aduciendo que en la industria cinematográfica norteamericana actual no hay lugar para este tipo de películas más adultas o reflexivas, lo cual se agradece, a pesar de ciertos giros previsibles que tiene la historia. Una película con un relato diferente, que puede disfrutarse principalmente en sus momentos de comedia, y que enaltece el rol de la paternidad como atributo transformador para el ser humano.