Entretenimiento garantizado de principio a fin. Esta película es un claro ejemplo de como no hace falta tener nombres de primera línea o de larga trayectoria en el elenco o en la ficha técnica para obtener un buen producto, sino que lo importante es tener calidad, y aquí por suerte abunda. La dirección es excelente y él guión no sólo está muy bien elaborado, sino que es....
Esta película costó dos mangos en su realización, pero tiene un gran trabajo en mantener el estilo de contar la historia. Eso no se puede medir económicamente, y es simplemente una gran idea bien trasladada a la pantalla grande. Si vas a ver una super producción, olvidate. Es una muy buena historia, sin caras conocidas, que no decae en ningún momento. ¿Que género es? No es terror realmente y si bien es ciencia ficción, no es la clásica película que se etiquetaría de esta forma. Es una película "fantástica". Estimo que si te gustaba Héroes o incluso Lost es una película que podés disfrutar. Obvio habrá referencias a una Blair Witch o la reciente Cloverfield. Obvio... tiene el mismo estilo, y muy bien aprovechado! Sus actores, poco conocidos hasta el momento, tienen un trabajo muy sólido. Como te van contando la historia, paso a paso, sin ser pavota ni demasiado rápido habla de lo bien desarrollado que estuvo su filmación y edición. Es genial como van manteniendo la idea de que todo fue filmado por ellos, y que también se van nutriendo de cámaras de seguridad o de aficionados. Eso lo mantienen en un 98% de manera perfecta... si si, buscándole la quinta pata al gato se la encontrás! Dura lo justo y necesario. Buena historia, buena película, sincronizada realización. Aire fresco en Hollywood, y es para disfrutar.
Última Degeneración En 1999 dos jóvenes directores se internaron en un bosque con tres actores y una cámara de video y realizaron una seudo obra de suspenso y terror, acerca de una bruja que perseguía a tres cineastas. Como experimento era ingenioso, como obra cinematográfica fue un desastre, pero lo cierto es Blair Witch demostró que se podía hacer cine con muy poco recursos, dando enormes dividendos, mientras se aprovechaban del bolsillo de adolescentes fácilmente impresionables. El fenómeno casero resurgió hace unos años con Cloverfield: Monstruo, producida por J. J. Abrams y dirigida por Matt Reeves. Aun siendo bastante banal, la película estaba bastante bien dirigida, el recurso fuera de campo era funcional, y la premisa original. Cuando vimos la adaptación estadounidense de Dejame Entrar, pudimos constatar, que Reeves tiene talento para filmar realmente, y quizás, lo peor de Cloverfield, provino irónicamente de Abrams. Son dos ejemplos aislados y extremos de lo mejor, y lo peor del género mezcla fantasía con realidad. En los últimos tres años, este fenómeno resurgió gracias a la serie Actividad Paranormal, que nuevamente desprestigia el género cinematográfico, asustando realmente con muy poco ingenio y puro golpe de efecto. Esta semana coinciden dos estrenos grabados en forma testimonial: Con el Diablo Adentro y Poder sin Límites. Pero mientras que la primera, relacionada con exorcismos es completamente banal, la segunda tiene criterio cinematográfico y del punto de vista, una intensa evolución del personaje protagónico e ingenio técnico para no agotar el recurso. Andrew es un joven introvertido. Se acaba de comprar una cámara para que lo acompañe a todos lados, y grabar lo que sucede a su alrededor. Su vida privada no es muy agradable que digamos: su madre se está muriendo de cáncer y su padre es alcohólico y golpeador. Por lo tanto la cámara es lo único que le da motivos a Andrew para seguir adelante y no sacar afuera sus rencores. En el primer día de su tercer año universitario es objeto de todas las burlas. Solo recibe el apoyo de Matt, su primo y único amigo. Un día, después de salir de una fiesta, ambos, junto con Steven, el aspirante a presidente del Comité de Alumnos (¿emulador de Obama?) descubren “algo” que está metido dentro de un pozo y les otorga poderes sobrenaturales: desde telepatía, músculos que soportan los golpes hasta la posibilidad de volar. Pero no son inmortales. Sin embargo, como dice el maestro Yoda, el miedo y el rencor llevan al lado oscuro de la Fuerza. A pesar de caer en bastantes clisés y lugares comunes del universo de los superhéroes adolescentes, esta obra que remite a X Men o El Protegido, porque asimila que es lo que puede suceder a una persona que descubre que tiene superpoderes, pero no sabe que hacer con ellos, tiene bastantes ingredientes interesantes. En primer lugar, su joven director Josh Tank (casi sin antecedentes) y Max Landis (guionista, hijo menor de John) deciden restarle importancia a aquello que les dio superpoderes, evitando cualquier tipo de explicación racional. La narración se centra en el conflicto interno de Andrew. Mientras que Steve y Matt usan sus poderes para boludear, y no quieren hacerse notar, Andrew lo ve con propósitos más funcionales a su entorno, y como parte de la próxima etapa de la selección natural darwiniana. ¿Les suena conocido alguien tan rencoroso con la sociedad? Sí, Andrew parece un joven Eric Lensherr (Magneto). Los tres aprenden a controlar sus poderes, pero cuando el odio y enojo atraviesa los límites de la personalidad, el poder corrompe la moral y casa lo mejor y peor de cada personaje. Nada de esto es original, pero llevado a este relato, con esta estética se vuelve bastante en interesante. Además, así como Andrew relaciona lo que vive con las teorías naturalistas, Matt lo hace con la física, matemática y filosofía citando a Schopenhauer o Platón. De esta manera se efectúa no solamente un conflicto entre personalidades, sino también entre teorías filosóficas. Nada banal para una obra adolescente. Tampoco falta la tensión ante el primer encuentro sexual, y todo lo que compone la liberación del libido en el adolescente, el rechazo, prejuicios, la competencia, lo popular y antipopular en el mundo del colegio secundario. Esto promueve mayor rencor. Hay algo con respecto al punto de vista de la cámara de Andrew que me molestó y es la incorporación de un personaje femenino. Esta chica tiene otra cámara, y de repente hay un cambio en el código y punto de vista. Arbitrariamente pasamos a ver desde la cámara de ella. ¿Por qué este cambio? Para ir acostumbrándonos, porque en el final, todo se vuelve caos, y ya el punto de vista pertenece a todo tipo de artefactos modernos capaces de capturar visualmente lo que sucede en el mundo: celulares, cámaras de fotos, cajeros automáticos. Somos demasiado vigilantes y paranoicos. El film decide filtrar una pequeña crítica al respecto. La oscuridad psicológica del personaje de Andrew es bastante interesante, así como el arco que compone el mismo. Dane DeHaan tiene carisma y profundidad expresiva para llevar a buen puerto el personaje, que debe enfrentar a un gran actor secundario como Michael Kelly. Recordemos que las relaciones padre-hijos son fundamentales en el mundo de los superhéroes. La película crece en mi cabeza. Recuerdo que cada vez que sentía que el film se empezaba a agotar en la narración y el recurso visual, surgía algo que me llamaba la atención. Todo esto se incrementa en el final, gracias a una lucha digital bien realizada. Pero también recuerdo esos momentos dramáticos que carecen de verosimilitud y ya fueron vistos innumerables veces. A pesar de esto, Poder Sin Límites es más que un producto adolescente basado en el síndrome “Yo, Cámara”. No, hay algo más. Originalidad, respeto y fidelidad por los verdaderos valores del cine cómic. Las nuevas generaciones han encontrado herramientas para defenderse.
El dulce aroma del espíritu adolescente El cine de "cámara en mano" en este momento está siendo un recurso más que usado, abusado. De hecho esta misma semana se estrena otro film con ese tenor, Con el Diablo Adentro. Así con la excusa de lo documentado se vienen haciendo películas de bajo presupuesto y en general, de pocas ideas. Por eso ver Poder sin Límites fue una grata sorpresa. Es que el recurso de la cámara en mano queda bastante desvirtuado, llegando casi a estorbar. Aquí solo es utilizado como registro de estos tiempos, y principalmente, como lenguaje adolescente. Ah sí, esta historia viene de unos jóvenes que adquieren el poder de la telequinesis, así como suena, hormonas que pueden levantar autos. Lo más peculiar de esta historia son las similitudes con otra. La gran Akira de Katsuhiro Otomo. Esta última es una película de animación de la década de los ochenta, obra maestra, clásico que rompió toda una barrera hacia occidente (en cuanto al cine de animación japonés para adultos) y que hoy está en carpeta para hacer en versión real action en Hollywood. Un proyecto que se viene retrasando por presupuesto, cambio de actores y otros etcéteras. Entonces surge esta pequeña película para cambiar el panorama. Porque cuenta una historia muy similar, principalmente hacia el final de la misma. Aquella Akira contaba la historia de un grupo de adolescentes motociclistas en un futuro cyberpunk, apoyándose en un duelo entre dos amigos. En Poder sin Límites está establecido un grupo tripartito de adolescentes. Andrew lleva una vida a puro sufrimiento y vejación. Matt (el primo de Andrew) tiene aires de intelectual y solo logra ser torpe, pero es apuesto y con eso alcanza. El tercero, presidente de los estudiantes de la escuela, es puro carisma. Esta amistad que no existía antes de la adquisición accidental de los poderes es equilibrada solamente por la telequinesis. Pero la realidad es otra, transformando esta relación en un duelo entre aquel excluido y los destinados a reinar. Porque Andrew, quien es maltratado por su padre, por sus compañeros de secundaria y con una madre enferma, será como aquel Tetsuo de Akira, un adolescente que desea revancha, con furia intenta equilibrar (y si no puede, destruir) un mundo injusto a sus ojos. Ahora tiene el poder para hacerlo. La historia funciona por varias razones, primera porque ese poder que se obtiene es utilizado al comienzo para la diversión, un juego más, entonces uno logra la empatía con esos personajes, sintiendo que acaso uno haría las tonterías que ellos realizan. Nos sumamos hasta que un hecho perturbador expresa el resentimiento profundo de Andrew, el de alguien que nunca tuvo la oportunidad de tener el control. Y cuando finalmente el mundo se vuelva contra ese personaje, él se tornará contra el mundo. Aunque de una psicología simplista, no está del todo mal para explicar una época hormonal en donde todo se parece al fin del mundo. Lo que quizás logra confundir es el tema de la cámara en mano, llega un punto en donde es imposible justificarse, entonces esa supuesta documentación (que nunca creímos) se vuelve inútil y un tanto molesta, distrae. Pero no llega a desbarrancar y aunque un tanto forzado, logra mantenernos en vilo. Nos encontramos frente a un film que va a funcionar en el espectador de espíritu adolescente, en aquel que soñó con tener algún día "superpoderes" y principalmente, surge una película con un enfrentamiento final que se la juega a fondo, sin vergüenza, un verdadero animé.
La falsa realidad En los últimos años se impuso la moda de las películas construidas a partir de imágenes tomadas por los mismos protagonistas de las historias, es decir mostrar una falsa realidad. Poder sin límites (Chronicle, 2012) sigue la línea impuesta por Cloverfield (2008) o la española Rec (2007) armando una historia de ficción a partir de imágenes existentes, que de antemano sabemos que son falsas ya que estamos frente a una ficción y no un documental. Andrew, Matt y Steve son tres adolescentes cuyas personalidades se encuentran en las antípodas. Andrew posee una cámara con la que documenta cada paso de su vida para después subir las imágenes a Internet. Por un motivo sin importancia, los jóvenes (que no son amigos pero tienen un punto en común) se toparán con un extraño objeto que les brindará súper poderes. En el cómo, cuándo, dónde y por qué usar los poderes adquiridos radica el núcleo de una película de superhéroes que lejos está de serla. Aunque esto sea una contradicción. El novel Josh Trank concibe la historia desde el punto de vista de los propios protagonistas a partir de imágenes que ellos mismos filmaron. ¿Pero es esto real o sólo es un montaje que los propios implicados realizaron para subirlas a las redes sociales y así ganar popularidad? Lo que vemos en pantalla resulta ser una serie de imágenes aisladas que arman una historia con muchos fuera de campos y baches narrativos, producto de la propia fragmentación con las que fueron tomadas. Por lo tanto, que todo sea una simple puesta en escena dentro de una ficción no resultaría ser un hecho descabellado. Queda claro que como espectadores estamos frente a una ficción propiamente dicha, pero dentro de esa ficción podría existir otra que es la que arman los propios protagonistas para dejar de ser unos perdedores y cambiar a través de las redes sociales como Youtube, Facebook o Twitter la visión que su entorno tiene de ellos. También se puede proponer otra lectura cuyo anclaje radicaría en lo que haríamos cada uno de nosotros si de la noche a la mañana nos encontramos con súper poderes. ¿Para qué los usaríamos? ¿Cómo los usaríamos? Lo mismo que les sucede a estos muchachos y la reacción que en ellos provoca podría pasarle a cualquiera, aunque el tema de los súper poderes sea solo una metáfora para hablar del poder propiamente dicho y sobre su manejo. ¿Lo usaríamos para el bien o para el mal? Poder sin límites es una alegoría sobre dos mundos: el real y el virtual. Mundos que sucumben hoy o por hoy a millones de jóvenes (y no tantos) de todo el planeta. A pesar de contarla desde un recurso bastante trillado ofrece una vuelta de tuerca sobre la exposición que brindan las redes sociales, y en un punto es lo que la vuelve más interesante. Por cierto, aunque le cuesta arrancar, también entretiene.
Huele a espíritu adolescente. Andrew (Dane DeHaan) es un adolescente con muchísimos conflictos. Su madre está muy enferma, su padre es un idiota y vago que vive maltratándolo y él no es exactamente el chico más popular de la escuela, por lo cual sufre los constantes abusos de sus compañeros. Su único amigo (o algo así) es su primo Matt (Alex Russell) y más recientemente con Steve (Michael B. Jordan), el ejemplo de popularidad en la clase, candidato a presidente de los alumnos. Una noche, ellos encuentran una misteriosa caverna en donde no pueden evitar meterse. Allí se toparán con una roca brillante que nunca habían visto ¿Qué es? Nadie lo sabe. Lo que si saben es que al día siguiente se despiertan con poderes sobrehumanos, como la capacidad de mover objetos con la mente y de volar, entre otras cosas, y que el lugar en donde se habían metido ahora está cubierto y custodiado por la policía. Entonces, ¿qué pueden hacer tres jovenes con superpoderes? Presumir de ellos. Al comienzo, claro, en secreto. Juegan bromas pesadas y se filman haciéndolo, pero a medida que sus cualidades van aumentando, se ponen más ambiciosos creando así un peligrosísimo juego en donde Andrew es la pieza más letal. Y es que, al igual que Magneto de los X-Men, él ve estos poderes como un nuevo grado de evolución, convirtiéndolo en algo más que el resto. Poder sin límites (Chronicle) es una película de Josh Trank, un cineasta que debuta en la pantalla grande, y con el pie derecho. Y es que su obra, pese a no contar con grandes recursos técnicos (es filmada con cámara en mano desde dos puntos de vista, el de Andrew y el de Casey (Ashley Hinshaw), una blogger a la que Matt quiere enamorar) cuenta una excelente historia, real dentro de su irrealidad y, sobre todo, atrapante. En sus apenas 80 minutos, Poder sin límites habla mejor de la adolescencia y de la corrupción del poder que muchas obras literarias que gastan tinta y papel para no llegar a un punto tan claro. Gracias a su espíritu independiente y a sus paisajes de Seattle, Poder sin límites también esconde cierta nostalgia para aquellos que viven por y para la cultura alternativa, convirtiéndose sin dudas en una película que ocupará un rincón especial en la historia del cine de culto del siglo XXI.
Antes que nada, tengo que admitir que tenía ganas de ver esta peli hace rato pero, incluso hasta minutos antes de entrar a la sala, tenía pocas expectativas ya que muchas veces el trailer me vendió algo que después resultó ser lo contrario. En este caso, por suerte, no fue así ya que “Chronicle” logra mantenerse a si misma sin tantas vueltas y con una trama más que directa. ¿Cuál es su premisa? Tres jóvenes realizan un descubrimiento de lo que parece ser un meteorito, o algo similar, que resulta ser un disparador de poderes para aquellos que se acercan a ella. Es así que Andrew, Matt y Steve comienzan a desarrollar diferentes habilidades, entre ellas la telequinesis, y las comienza a utilizar para divertirse, como cualquier persona que tiene algo nuevo pero no sabe bien que hacer con ello. Mientras que todo esto sucede vamos conociendo como es la vida de cada uno de ellos y comprendemos mejor a cada personaje. Entre ellos el que más destaca es Andrew quien tiene la situación más complicada con su madre enferma y su padre que constantemente lo culpa por su situación laboral. Poco a poco vamos comprendiendo por qué cada personaje es así y como las diferentes situaciones interfieren con el uso debido o indebido de sus nuevos poderes. La peli tiene a favor el hecho de que es completamente directa. No hay mucha introducción de personajes y salta directo a la trama principal, es después de un rato que empezamos a conocer a cada uno de los chicos. Otra de las cosas es que no pierde tiempo en detalles innecesarios ya que la trama no lo necesita y permite que pasemos directamente a lo que importa, en este caso la evolución de los poderes de los jóvenes y el consiguiente descontrol al intentar utilizarlos. Presenta, más que nada al principio, momentos de comedia que nivelan la trama hasta llegar al punto que nos interesa, haciendo que en ningún momento perdamos el interés. Además, los momentos de acción son bastante atrapantes y mucho más cuando vemos como todo se relaciona con la historia de cada uno de ellos. “Crhonicle” se presenta como una de esas pelis en la cual un buen personaje se ve superado por su situación y deriva en malas acciones, más que nada en descontrol, por no poder poner en orden su propia vida. Podría compararse a lo que sucede con Magneto en “X-Men” o algún otro personaje de comics dónde la situación es lo que determina el destino del personaje. No se si realmente la trama da para seguir con la franquicia, pero si se que la acción te deja bastante emocionado y con ganas de ver más. No se presenta como la mejor película de la historia, pero si es una buena peli que cumple con la misión de mantenernos entretenidos de principio a fin en sus 80 minutos de duración.
Lo mejor son los efectos especiales Presentación en sociedad de un realizador y un guionista veinteañeros, Poder sin límites empieza como si alguien hubiera decidido filmar un episodio de la serie Héroes echando mano del truco de The Blair Witch Project o Actividad paranormal. Sigue como si la misma u otra persona hubiera robado la libreta de apuntes de Stan Lee, creador de El hombre araña y Los cuatro fantásticos. Se convierte más tarde en versión voladora de Christine y termina en un estilo “rompan todo” que recuerda a El increíble Hulk. A falta de una historia que sea más o menos consecuente consigo misma, lo más convincente de este debut del realizador y coguionista Josh Trank y el guionista Max Landis (hijo de John Landis, director de El hombre lobo americano y Los hermanos caradura/The Blues Brothers) son los efectos especiales. No por nada, entre FX y efectos visuales, la ficha técnica que incluye el sitio imdb suma cerca de cien nombres. Los protagonistas son tres compañeros del college. Uno se la pasa citando a filósofos célebres, el otro es candidato a presidir el centro de estudiantes y el tercero es el chico conflictuado. Con una madre postrada y entubada y un padre que no pierde oportunidad de pegarle salvajemente, no extraña que Andrew sea tímido, reclusivo, virgen, abstemio... y tenga una cámara de video como mejor amiga. Con esa cámara, que lleva a todas partes, Andrew filma todo lo que pasa, aunque no tenga la menor importancia. Excusa para sumar Poder sin límites a la serie (serie que debería clausurarse ya, con agradecimiento por los servicios prestados) de películas-filmadas-como-si-fueran-documentales-caseros (agregar Cloverfield y El último exorcismo a las mencionadas más arriba). En medio de su nada colegial y cotidiana, Andrew, Matt y Steve descubren un hoyo practicado por algo que habrá caído del cielo, entran en él y salen con superpoderes. Telekinesis primero, capacidad de volar después, fuerza sobrehumana finalmente. El costado Stan Lee está dado por la cuestión moral que entrañan los superpoderes (a los muchachos se les va la mano y provocan una muerte), y la semilla Christine está incubada en la figura de Alex, que sintiéndose victimizado (sobre todo por su siniestro padre, que cumple la función del ogro de los cuentos de hadas) superdesarrollará sus superpoderes, haciendo superpelota todo lo que lo rodea: amigos, enemigos, el mundo entero. La tierra tiembla, vibra y se hunde a su paso, como si el esmirriado muchacho hubiera devenido de golpe en un nuevo Hulk. Sin una personalidad propia y mutando sin control de una secuencia a la siguiente, lo que se mantiene parejamente bueno a lo largo de Poder sin límites son, como queda dicho, los efectos especiales y visuales.
Apenas otro primo lejano de Carrie Si bien en el cine está todo inventado todavía queda un margen para sorprender con recursos lícitos a una audiencia cada vez menos propensa a dejarse arrastrar por el impacto fácil. Y muy especialmente cuando se trata de una producción proveniente de esa fábrica de chiches inútiles llamada Hollywood. A Poder sin límites no le sobran las ideas para plasmar en la pantalla grande dos conceptos hasta ahora nunca fusionados: el mockumentary (o falso documental al estilo de El Proyecto Blair Witch o la más fresca Cloverfield- Monstruo) y el relato de superhéroes. Comercialmente el filme creado por Max Landis (el hijo del subvalorado John) y Josh Trank (quien debuta como director con este trabajo) tuvo una primera semana soñada liderando la taquilla de los EE.UU. y hasta la fecha cuadriplicó su presupuesto estimado (51 millones de dólares contra una inversión de sólo 12: negocio redondo). Sin embargo lo más inexplicable fue la excelente recepción que le brindó la crítica especializada: uno de los tantos misterios que se pueden hallar en esta industria tan difícil de pronosticar. Seamos sinceros: la película en base a sus efectos, sus toques de humor y un ritmo parejo puede llegar a entretener a un público sin pretensiones pero la elementalidad del guión -con personajes torpemente construidos desde lo psicológico- es indefendible de comienzo a fin. El mix es novedoso, debe reconocerse, y sin embargo sólo se pueden rescatar algunos hallazgos de ingenio que se dejan ver cada tanto (como la justificación para la cámara flotante, la escena del número de “magia” y dos o tres travesuras más o menos bien humoradas). Durante el resto del metraje reina la mediocridad más tajante. La historia, para ser exactos, no es la de unos superhéroes sino la de tres muchachos adolescentes compañeros del colegio que en una secuencia harto caprichosa absorben una energía tremenda de algo (no se ve bien) que podría ser de origen extraterrestre. En realidad no importa porque el guión se desentiende de inmediato de este aspecto para concentrarse en lo que le interesa enfatizar: cómo reacciona cada personaje con estos superpoderes que ellos no pidieron. Y es aquí donde el filme empieza a desbarrancar: Landis y Trank arman un triángulo con dos típicos chicos de la prepa como el afroamericano Steve (Michael B. Jordan), un avezado deportista que empieza a incursionar en la política estudiantil, y Matt (Alex Russell), un imbécil que cree que citando a pensadores célebres logrará borrar un pasado de adolescente chato e intrascendente; finalmente, y como el anómalo del trío, está el primo de Matt: el conflictuado (y conflictivo) Andrew (Dane DeHaan). Como si no fuera suficiente con un padre abusivo al muchacho le endilgaron el cuidado de una madre moribunda de cáncer. Más que de Matt el antisocial Andrew parece un primo lejano de la pobre Carrie (del film homónimo dirigido por Brian De Palma en 1976). El tipo es una olla a presión y se cae de maduro que los poderes sólo van a servir para potenciar toda esa oscuridad que subyace en su interior y que se adivina con suma facilidad desde el mismo prólogo de la historia. Si hay que hablar en términos de “buenos” y “malos” ya se sabe quién es quién con esta breve reseña… El “found footage” está aquí bastante más tirado de los pelos que en otros productos recientes (hoy también se estrena Con el diablo adentro) pero de todos modos la situación desencadenante ya era un delirio total. Lo que vende la dupla Landis / Trank es difícil de comprar con personajes y acciones tan previsibles que a los cinco minutos uno ya se imagina para dónde rumbea el clímax (espectacular si no se le exige demasiado al equipo de efectos). Algún detalle en la relación entre los primos parece inspirada en De hombres y ratones (mea culpa si no es así), genial novela de John Steinbeck, pero básicamente estamos ante un cóctel que aúna los elementos ya mencionados sin un rasgo estilístico que los cohesione o una estructura que intente superar esas limitaciones a través de una forma narrativa más creativa.
Anexo de crítica: -¿Salvar a la humanidad o jugar bromas pesadas con los amigos? Bajo esa insustancial premisa se dilapida nuevamente una propuesta en base al falso documental ya explotado hasta el hartazgo por la maquinaria de la mediocridad llamada Hollywood. No hay ideas en el film, simplemente valores de producción agregado a un entretenimeinto pasatista donde no pasa absolutamente nada durante 40 minutos hasta que llega el descontrol y la furia adolescente por un guión que parece escrito por los mismos adolescentes. Una película que se rie de sí misma pero no por mérito propio ni de su guionista sino por su ridiculez.-
Adolescentes que despliegan sus poderes y llenan la pantalla de efectos especiales Tres compañeros de un colegio secundario adquieren, de forma casual y misteriosa, poderes sobrenaturales que se irán incrementando a medida que van entrenando esas nuevas habilidades (desde volar hasta mover objetos con la mente). Esa es la premisa de este film escrito por Max Landis (hijo del celebrado realizador John Landis) y dirigido por Josh Trank, ambos de apenas 26 años. Realizada con un modesto presupuesto y rodada con una cámara digital de bajo costo, Poder sin límites recurre a propuestas que, desde el éxito de El proyecto Blair Witch hasta hoy, han reciclado decenas de producciones independientes de género: el found-footage (material "encontrado"), el falso documental y que sean los propios protagonistas quienes filmen sus experiencias. Si bien el punto de vista no es del todo riguroso (la cámara en mano subjetiva manejada por uno de los personajes "convive" con imágenes "objetivas"), Poder sin límites funciona durante buena parte de su corto metraje por múltiples méritos: porque le agrega una interesante dosis de realismo (credibilidad e identificación) al universo de los superhéroes y porque demuestra que hace falta más creatividad que dinero para concebir efectos visuales que estén justificados en función de las necesidades narrativas y no para el mero despliegue exhibicionista que muchas veces sirve para tapar o al menos disimular agujeros en las tramas. Típica película de adolescentes con problemas escolares y familiares, Poder sin límites comienza (muy bien) como una historia de travesuras (los antihéroes no pueden creer todo lo que pueden hacer con sus nuevas habilidades), pero en su segunda mitad dilapida parte de esos hallazgos (sobre todo, el humor) con una mirada torpe y moralista que advierte sobre cómo esas capacidades sobrenaturales pueden alterar la personalidad de un muchacho y llevarlo por el mal camino. De todas maneras, más allá de que ese desenlace no sea del todo convincente y de que el retrato psicológico de los personajes resulte demasiado superficial, hay en Poder sin límites más ingenio, sorpresas e ideas que en buena parte de la producción hollywoodense actual. No es poca cosa y más teniendo en cuenta que su director y su guionista son unos veinteañeros con mínima experiencia previa. Su futuro en la industria, en cambio, es enorme.
VideoComentario (ver link).
Los superpibes Hace bastante que Hollywood ha gastado la calcomanía “Con un gran poder viene una gran responsabilidad”. La pegó en las franquicias superheroicas multigeneracionales ( Spiderman , X-Men , Hulk y así hasta empezar la súper vuelta de nuevo), la pegó en las Nouvelle Superhéroes (filmes de “superhéroes” en el mundo real). Ahora llega la variante “de superhéroes” mezclada con otro formato con altísimo índice de reproducción, el falso documental casero (que quedó oficialmente inaugurado con El proyecto Blair Witch y no pudo frenar su paranormal procreación). El resultado es Poder sin límites , de Josh Trank. El filme modifica percepciones y ahí está su truco Clark Kent: la historia de tres jóvenes (el inadaptado, el copado y el Candidato a Presidente de la Escuela) que, después de tocar una cristalazo que parece descartado de un serial de los ‘30, se levantan con súper poderes. Y no sóolo eso, el inadaptado (Andrew) registra cada instante de su vida-cliché de Seattle (papá lo faja, mamá en cama con cáncer, menos chicas que en un 53 que va a un Superclásico, socialmente retraído: chico de póster para la ciudad de Nirvana); es decir, registrará cada instante del proceso de aprendizaje de los superpoderes. La idea es simple: esconder que, detrás del formato YouTube de cada clip (corren autos en el estacionamiento, vuelan por el cielo, incluso encuentran la forma de filmar sin las manos, alterando la posición de la cámara y haciendo arbitraria cada toma), late una historieta de 25 ctvs., una historia de origen menos sofisticada que la de El protector , pero fuerte y descartable en el género. Esa cruza entre el momento Jackass , ése del celebrar chabonardo que genera el aprender a volar (“Uhhhh, bolú, vuuuuuuelooooo ¡chócala!”) y el pequeño Stan Lee filmado con registro documental logra un circuito de doble vía: donde se pone raquítico un género, manda potencia el otro. Como buen mutante, Poder sin límites sonríe a dientes de melodramazo (el que se sabe, desde el paleolítico, que será el supervillano sufre tragedias personales dignas de originar un Lex Luthor) y lanza puños de superacción (la pelea final sobre el cielo de Seattle). Poder sin límites es un hallazgo superpoderoso en sus ideas.
Entretiene, aunque la cámara se mueve tanto que marea Las imágenes pueden ser extraordinarias, pero si el cameraman es amateur y la cámara casera, obviamente no van a poder registrarse con eficacia. El formato del supuesto reality que acosa al cine fantástico tiene este problema, aparte de que una vez que se conoce el truco, lo que queda es una cámara que se mueve para todos lados. «Poder sin límites» no es el peor de estos casos, y de hecho tiene una idea bastante original. De todos modos, sus mejores escenas pierden fuerza por mantenerse fiel a su truco de estar filmada por un adolescente que se acaba de comprar una cámara de video. La premisa consiste en hacer que justo no bien se compra la cámara, él y otros dos amigos empiezan a obtener poderes telekinésicos sorprendentes, algo así como una cruza entre Carrie y Superman. Por más teenagers que sean, los chicos podrían detenerse en algún momento para usar sus superpoderes de alguna manera más inteligente, pero éste no es el caso. Juegan a volar, hacen bromas en supermercados (en una escena muy divertida) y también cometen actos totalmente irresponsables que conducen necesariamente a provocarle daño al prójimo, lo que los lleva a establecer una serie de reglas a modo de precaución, aunque uno de ellos, con un background bastante problemático, no esté fácilmente dispuesto a aceptarlas. Intentando resolver los conflictos sexuales del adolescente problemático, los otros dos inventan una estratagema que los convertirá en los chicos más populares del colegio. Lo logran haciendo un ingenuo show de magia en el acto de graduación, pero los problemas subsisten y llevan a otros superlativos, incluyendo escenas de destrucción masiva. «Poder sin límites» tiene buenas actuaciones e incluso, dado su formato de cámaras en eterno movimiento, incluye algunas buenas imágenes y sobre todo una atractiva fotografía. La película hubiera dado para bastante más si no fuera por la maldita cámara que no para de moverse.
Aún combinando una gran cantidad de ideas ya plasmadas en diferentes películas, y sin demasiadas luces en su trama y diálogos, Poder sin limites es una de las cintas más taquilleras en la cartelera estadounidense y su final augura una factible secuela. Puede que atraiga al público joven el protagonismo de tres estudiantes dotados de capacidades sobrenaturales, y los que ven series quizás encuentren toques de Héroes. De todos modos estos personajes adolescentes, que tras un hallazgo se impregnan de sorprendentes poderes mentales y físicos, en ningún momento se proponen ayudar a nadie, por el contrario, caen en el descontrol y uno de ellos, en una suerte de psicosis violenta. En el orden de las influencias, este film llamado originalmente Chronicle está rodado al estilo de Cloverfield o la legendaria Blair Witch, con una cámara en mano a la cual se sumarán otras. Estos recuerdos fílmicos, especialmente del primer título mencionado, no terminan aquí, y asoman otros afines como Kick-ass, Soy el número cuatro y hasta Hankock. Y si nos remontamos un poco más atrás, un casi olvidado film de Brian De Palma, La furia. Fuera de estas referencias Poder sin limites está muy bien hecha y es visualmente atrayente, pero su exceso de desbordes y alaridos, su guión desprolijo, carente de cualquier sentido y rigor, la descalifican.
Aprendices de superhéroes El cine estadounidense para público adolescente (que también puede gustarle al adulto) tiene algunas formas clásicas y otras que siempre cambian. Entre estas últimas se mueve Poder sin límites, un buen ejemplo de la riqueza de la cantera norteamericana, ayudada por una prosperidad de larga data de su industria madre. Esto, respecto a que su director y coguionista es un completo debutante en el campo del cine, que rápidamente planta bandera y muestra un manejo avezado de la técnica y los recursos narrativos actuales, rodando una película de estilo "independiente", similar al que hoy utilizan muchos productos de terror y ciencia ficción. Léase, en este caso, el montaje entrecortado, las cámaras subjetivas, y al hombro, las púas rayando el sonido, y un largo etcétera. Andrew, Matt y Steve, tres imberbes jovencitos de la escuela secundaria entran en contacto con una serie de materiales tal vez radiactivos, que les otorgan poderes que ellos comienzan a entrenar y a fortalecer. Como los telequinéticos, y más todavía, son capaces de emplear la mente para mover objetos, volar y muchas acciones más. Y este es el primer acierto del filme: la originalidad de su planteo, que coquetea con el tema de los superhéroes, pero ingresa en una zona donde los fans del género se sentirán interesados, por cuanto explora la psicología y el origen de esta clase de personajes. En el caso de los protagonistas, la posesión de tales poderes se mezcla inexorablemente con sus experiencias e historias personales, provocando diferentes reacciones frente a tanta responsabilidad y en algunos casos la pérdida del control. Los efectos especiales tienen un lugar trascendente. En algunas partes de la película los trucos son simples, sobrios y hasta sorprendentes, y hacia el final se vuelven más espectaculares, al estilo superproducción hollywoodense. El resultado en general es un poco desparejo, pero entretenido y diferente a lo que prolifera. En dos semanas en cartel, sólo en Estados Unidos, Poder sin límites triplicó en boleterías su presupuesto de 12 millones de dólares. Su final deja abierta la puerta para una segunda parte. ¿La harán?
Un plato diferente con ingredientes conocidos Con todos los recursos de un género trillado, el film propone una vuelta de tuerca más. Haciendo la analogía con un chef en su cocina, podríamos decir que la película toma los ingredientes de Alien abduction, El proyecto Blair Witch, REC, Cloverfield, Actividad paranormal y Apollo 18, entre otros, para mezclarlos y sazonarlos a gusto con una pizca de moraleja y el uso creativo del registro audiovisual y sus puntos de vista. El resultado, un plato conocido que a medida que degustamos le encontramos nuevos sabores. Poder sin límites es el primer largometraje del director Josh Trank (director y escritor de la miniserie Kill Point), que incursiona el género de la ciencia ficción valiéndose del recurso de la cámara en mano y una historia sencilla y predecible. A pesar de tener una trama muy sencilla -tres colegiales encuentran un extraño objeto enterrado en un bosque y después de exponerse a su radiación comienzan a manifestar poderes telequinéticos- Trank se sirve del formato de video doméstico en sus más diversos soportes (video cámara analógica, digital, cámara de seguridad, celulares, etc.) para desarrollar un relato que lentamente va intercalando el drama, la tensión, y acción sin perder verosimilitud hasta gran parte del film, en el que los jóvenes comienzan a volar. A partir de ese momento la película pasa completamente al género fantástico y comienza a desarrollar la lucha de los personajes para imponer lo políticamente correcto y su cuota de fábula, quitándole la intriga, el suspenso y virando al film al puro entretenimiento pochoclero. Trayendo a colación aquella vieja enseñanza del tío Ben en Spiderman: “un gran poder conlleva una gran responsabilidad” y considerando las personalidades radicalmente distintas de sus tres protagonistas (Andrew, un perdedor que es abusado en el colegio y en su casa por su padre alcohólico; Matt, su primo, único amigo y consejero, y Steve, el popular de fachada superficial pero amable y de buen carácter), la realización intenta dejar cierta moraleja sobre la responsabilidad de llevar a cabo un poder y cómo el mismo puede corromper a una persona inestable interiormente y socialmente rechazada. Mensaje que supiera exponer con gran jerarquía Brian De Palma en la película Carrie, en 1976. Pero el film no se detiene mucho en las reflexiones ni cuestionamientos, sino en la acción que da curso al entretenimiento. Es de destacar la buena perfomance del trío de actores, que sabe plasmar el cambio interno que sufren sus personajes dando naturalidad al desarrollo de la trama durante la primera parte del film, y el aspecto técnico muy bien resuelto para una producción de bajo presupuesto del género que dan a Poder sin límites un aire nuevo, donde lo importante no son los ingredientes sino un sabor agradable y diferente que se disfruta mientras se come.
Al igual que otro de los estrenos de esta semana (Con el diablo adentro), aquí también la acción será captada por las cámaras que tres estudiantes secundarios utilicen para retratar su extraño hallazgo. Durante una fiesta en medio de un bosque, encontrarán un túnel que los llevará hasta un prisma que les otorgará el poder de controlar objetos con la mente. Torpes en sus primeros minutos de superhéroes, la telequinesis irá cobrando cada vez mayor fuerza hasta volverse incontrolable. La ira hará que lo que comenzó como una sorprendente habilidad se convierta en una mortal maldición. El concepto de cámara subjetiva se ve aquí demasiado forzado con respecto a propuestas similares del género fantástico (Cloverfield, podría ser un ejemplo) e incluso por momentos, y de manera inexplicable, se alterna con la lente objetiva, arruinando parte de la magia propuesta desde un inicio. Los primeros minutos tras obtener estos poderes (cuyo origen nadie se encarga de intentar explicar) son los más logrados de una película que sale perjudicada cuando decide ponerse en un rol solemne y aleccionador. La interminable persecución final parece imitarse a si misma una y otra vez casi hasta el cansancio.
Tres adolescentes accidentalmente -siempre es accidentalmente- reciben enormes poderes sobrenaturales. Lo que comienza como una diversión termina de modo trágico en la medida en que el delirio se apodera de ellos. También realizada con cámara en mano a la manera de videos personales (o casi), el film trata de darle una vuelta de tuerca a ese nuevo subgénero de mutantes adolescentes superpoderosos que habría que empezar a tomar en serio como síntoma de que algo no está del todo bien en el mundo.
CRÓNICA DE UNA SÚPER-ADOLESCENCIA COMPLICADA Súper poderes y filmaciones que simulan ser caseras: valiéndose de estas dos tendencias tan de moda en el cine actual, el director Josh Trank y el guionista Max Landis cuentan en PODER SIN LIMITES (CHRONICLE, 2012) una historia que, más allá de las habilidades sobrehumanas y los efectos especiales, trata sobre lo difícil que es ser adolescente en épocas de cámaras de bolsillo HD, Movie Maker (¿?) y YouTube. En PODER SIN LIMITES, uno de los protagonistas es Andrew, quien tiene muchos problemas en su casa: su papá lo maltrata y su mamá está muy enferma. A causa de esto es un “forever alone” total y su personalidad retraida lo lleva a sufrir más ataques violentos en su escuela y en su barrio por parte de los típicos abusadores. Un día decide “filmarlo todo” para dejar registro de su sufrimiento pero también por una extraña necesidad derivada de su bajo autoestima. Junto a su primo Matt y al simpático y popular Steve (auto declarado futuro candidato político) hacen un descubrimiento que cambiará sus vidas: en una caverna encuentran un gigantesco cristal brillante y, al tocarlo, adquieren la habilidad de mover objetos con la mente. Con el paso del tiempo irán desarrollando sus poderes, pero llegará un punto en el que las cosas se saldrán de control. El trío de protagonistas cumple actoralmente: salen bien parados del desafío de estar todo el tiempo frente a cámara y más si tenemos en cuenta lo difícil que es creerse y hacer creer al espectador que lo que está sucediendo es verosímil. En cuanto a las interpretaciones, se destaca Dane DeHaan como el conflicutado Andrew, quien transmite bien todo el sufrimiento por el que atraviesa su personaje a lo largo de la película. Algunos de los problemas de usar el recurso de la cámara en mano son solucionados por el director y guionista de forma interesante aunque polémica. Uno de estos inconvenientes es la necesidad de que la cámara esté encendida todo el tiempo, algo que pierde verosimilitud cuando lo que le sucede a los personajes es demasiado intenso o peligroso (por ejemplo en CLOVERFIELD: ¿quién va a seguir filmando cuando un monstruo gigante hace bosta la ciudad?): en PODER SIN LÍMITES, esto se soluciona con las habilidades de los personajes, que pueden hacer flotar las cámaras alrededor suyo, algo que para algunos espectadores puede ser tramposo pero no por eso deja de ser válido. Además, esto permite que el personaje “camarógrafo” (que en PODER SIN LÍMITES es justamente el más complejo e interesante de los tres) no esté siempre fuera de cuadro. De todos modos, la cámara no siempre la sostiene Andrew y a veces la usan Matt o Steve. La idea de filmar con cámara en mano apunta a mostrar desde adentro el mundo de los adolescentes yanquis, y el resultado tiene algo de genuino en ciertas escenas. Por ejemplo: cuando Andrew, Matt y Steve utilizan sus poderes para bromear y “molestar” a la gente está bien conseguido esa sensación de humor pavote presente en los cientos de miles de videos que hay en YouTube sobre amigos que les hacen bromas a otros a lo “Jackass”. Pero ojo, a no confundirse, PODER SIN LÍMITES logra equilibrar esas escenas de humor tontolón con momentos dramáticos durísimos, como los maltratos que sufre Andrew. En PODER SIN LÍMITES, el relato se construye también con las imágenes tomadas por otras cámaras, sobre todo al final, cuando se desata el caos: filmaciones de seguridad, grabaciones desde helicópteros o autos policiales e imágenes tomadas de teléfonos celulares de testigos curiosos. También se eligió incluir a otro irritante personaje, la insípida Cassey, una rubia que se la pasa filmando todo para su blog (¿?) y que permite que en algunas escenas pueda darse el plano y contraplano (que, aunque “descomprime” o alivia la saturación causada por el relato en primera persona, resulta incoherente ante la forma elegida de contar la historia): esto facilita el hecho de relatar escenas que, por cuestiones del guión, necesitaban mostrarse desde su punto de vista. El recurso de usar a Cassey se siente muy forzado y parece ser una solución fácil que emplearon un guionista y un director demasiado vagos para pensar en otra cosa. Los efectos especiales están bien dosificados: la computadora se usa poco y en los momentos adecuados, lo que permite disimular la artificialidad de algunas escenas (y seguramente tapar la falta de presupuesto). Incluso las escenas en las que los personajes vuelan quedaron bien, algo que no siempre es fácil de lograr. PODER SIN LÍMITES es una película que, pese a algunas irregularidades (que tampoco se notan tanto por la corta duración de la película), entretiene con buenas ideas. Es un film que sabe usar lo que tiene a su favor y, al mismo tiempo, disimular sus debilidades (por ejemplo, con la utilización de la elipsis en varios momentos del relato). En PODER SIN LIMITES hay acción, risas, momentos trágicos y un final intenso en el que no faltan referencias al cine comiquero superheróico y a animés como AKIRA (1988). Pero, en definitiva, es un relato sobre la difícil etapa de la adolescencia, en la que para muchos la imposibilidad de lograr la aceptación por parte de los otros puede ser peor que cualquier kryptonita.
Imagínense si, por un fortuito encuentro con un extraño objeto, recibieran super-poderes … Corrijo: imagínense si tuvieran 17 años, y recibieran esos poderes. ¿Qué harían con ellos? ¿Serían capaces de manejarlos? ¿Implican una responsabilidad? Ese es, en líneas generales, el planteo de Poder sin límites. Andrew (Dane De Haan) es el chico tímido, típica víctima de los bullies de la zona. Para registrar lo que le sucede, se compró una video cámara con la que filma todo. Absolutamente todo, muy a pesar de quienes lo rodean. Así empieza el film, aunque el giro lo darán su primo, Matt( Alex Russell), y un amigo, Steven (Michael B. Jordan), al encontrar un agujero que conduce a un túnel en un parque durante una fiesta. Los tres se introducirán en ese túnel, para enfrentarse a una suerte de roca brillante, que emite sonidos extraños. Los tres chicos reaparecerán en otra filmación, posterior a ese día, en la que se graban realizando pruebas con sus nuevos poderes, riéndose de todo lo que pasa, casi como en un Quinta a Fondo sobrenatural. Y la película continúa, siendo fiel a su nombre en inglés: es una crónica de las proezas y la evolución del dominio que van adquiriendo los chicos sobre sus nuevas habilidades. Con un estilo similar a Blair Witch, y Actividad Paranormal, la película está narrada a través de cámaras-testigo. Si bien aquí no se utilizan para insinuar que se trata de filmaciones reales, constituyen el único punto de vista. No sólo la cámara de Andrew. También la de la chica del blog, las diferentes cámaras de seguridad de calle y edificios varios, y todos los celulares disponibles serán la fuente de las imágenes que arman esta historia. Si hubiera algún momento que no pudiera ser registrado por alguna cámara intrínseca a la historia, simplemente no existirá para el espectador. Pero es ahí donde el film encuentra su falla: la seguidilla de peripecias, ensayos, pruebas, se hace tediosa por momentos. E incluso cuando suceden hechos que tendrían que generar un cierto suspenso, o tensión en la trama, se los pasa de largo como una anécdota más, evitando generar un ritmo que atrape. Los chicos cada vez manejan mejor sus poderes, mostrando nuevas y más osadas pruebas, y en ese in crescendo descansó el director Josh Trank (en su ópera prima), como si alcanzara para generar un clima atrapante. Sin embargo, el mero racconto no alcanza, e incluso después de la persecución del final, uno sale del cine con la sensación de haber visto una película chata, sin matices. Por el tipo de enfoque elegido, el de la cámara como narrador testigo, tampoco se profundiza en el dilema moral, que asoma en las diferentes posturas de cada uno de los chicos con respecto a lo que les sucede, y en algunas declaraciones, sobre todo de Andrew. Por un momento, pareciera que vamos a intentar explicar por qué, con los mismos poderes, podrían existir super-héroes, y super-villanos. Pero el tema apenas se esboza, y queda ahí, como otra filmación más. Tal vez si nos dijeran que está basada en hechos reales, conseguirían captar algo más de nuestra atención, pero encima sabemos explícitamente que todo es artificio, así que no podemos aprovechar siquiera eso.
Chronicle”, tal el título original de la aquí estrenada como “Poder sin límites”, promete más de lo que realmente da. La película largó comercialmente muy bien el día de su estreno (jueves 23-2), superando incluso en número de espectadores a otras novedades nominadas al Oscar. Pero habrá que ver si ese buen comienzo logra continuidad con los días, lo que es de dudar. Se trata de un producto que uno podría calificar como típico del cine independiente, pese a que su presentación local es asumida por uno de los grandes estudios “major”. Director debutante (Josh Trank), un trío de actores virtualmente desconocidos (Dane DeHaarn, Alex Russell, Michael B. Jordan) en cine y más populares a nivel de televisión norteamericana confirman la independencia antes señalada. Y sin embargo a medida que el metraje del film, de apenas 84 minutos, avanza el espectador tiene la sensación de que mucho de lo que está presenciando le resulta familiar o ya visto en otras obras anteriores. Apenas iniciado, nuestros “héroes” llegan a una especie de cueva mientras que uno de los tres se empecina en filmar todo lo que van encontrando con su cámara, algo ya visto en “Cloverfield”, “Actividad paranormal o “El proyecto Blair Witch”, por sólo citar algunos de tantos títulos que utilizan similar esquema. La novedad consiste en que dentro de esa caverna una sustancia misteriosa les otorgará ciertos poderes sobrenaturales o “sin límites” como versa el título local, que el mismo Superman envidiaría. A partir de allí se sucederán situaciones cómicas (en un supermercado por ejemplo) o más dramáticas como la que involucran un accidente en una ruta provocada por Andrew (DeHaarn), el más conflictuado de los jóvenes. Con una madre gravemente enferma, un padre autoritario y problemas de relación con el sexo opuesto, mucho de lo que ocurre en la historia tiene que ver con el comportamiento de Andrew y su descubrimiento de lo que puede hacer con la extraña fuerza adquirida. Entre los pocos logros de la película se puede señalar la eficacia de los efectos especiales que muestran como los tres pueden volar gracias a los poderes recibidos. Cuando los caminos y expectativas del trío comiencen a divergir se alcanzará un clímax dramático que seguramente será disfrutado por los amantes del género fantástico, pero que no agrega nada muy novedoso. Incluso los tramos finales serán algo previsibles y para quien busque algo diferente es poco lo que esta obra le aportará. Publicado en Leedor el 24-02-2012
Anexo de crítica: -La idea no es mala, pero el desarrollo de la trama y de los personajes es tan torpe que malogra toda lo que podría haber de entretenido en la propuesta. El concepto del sujeto común con superpoderes ya se había ensayado en la muy rara e interesante Hancock. El problema en este caso es que aquello que más prometía, la gradual corrupción que otorga el poder en cada uno o en alguno de ellos, exigía un desarrollo psicológico de los personajes que brilló por su ausencia. Sin ese componente, el film es insostenible, previsible y torpe.-
Una fantasía repetida La premisa de esta película es sencilla, les resultará familiar y por eso también efectiva. Imaginate que te topás con una forma extraña que al tocarla te transfiere el poder de mover cosas con la mente, incluso a vos mismo. Imaginate que ese poder crece día a día y ya no solo movés un lápiz sino que ahora podés estacionar un auto y hasta volar. Está bueno, no? Andrew es un muchacho con problemitas. Anda de acá para allá con una cámara de video al hombro. Es el hazmerreir del colegio, no solo por grabar todo el tiempo sino porque además es el típico raro aislado. Problemas no le faltan. Tiene todo el combo para ser un futuro villano del cómic que se te ocurra. Madre moribunda, padre alcohólico y golpeador, vida social nula. Una noche Andrew es invitado a ver un hecho curioso, como de otro mundo, y a registrarlo con su cámara. A partir de entonces su vida cambia, definitivamente. El relato está presentado mayritariamente con imágens de la cámara del protagonista, pero también con la mirada del director por lo que no llega a ser "REC". El acierto es que lo que les sucede a los protagonistas se presenta sin solemnidad sino más bien de la forma en la que cualquier chico disfrutaría con sus nuevas "habilidades". Mezcla de Chris Angel con X-Men, también tiene algo de "Super 8" pero sin ser tan pretenciosa. Apenas un entretenimiento, bien presentado y disfrutable.
Grandes poderes sin grandes responsabilidades Hollywood sigue exprimiendo tanto el género de superhéroes como el del “cámara en mano”, ese donde se ve lo captado por las cámaras de los mismos protagonistas. En Poder sin límites lo que más funciona es la trama y el desarrollo de los personajes antes que la puesta en escena. Con resultados limitados, estamos ante una película con varios aspectos atractivos. El film de Josh Trank (quien hasta ahora sólo había dirigido capítulos de la serie The kill point, y que ahora es serio candidato para tomar a su cargo la realización de la nueva versión de Los cuatro fantásticos) presenta a tres jóvenes bien prototípicos de la escuela secundaria estadounidense (o al menos, la que vemos en el cine): Andrew Detmer, el típico freak tímido y blanco de las burlas de todo el colegio; Matt Garetty, primo del anteriormente mencionado, un pibe lo suficientemente inteligente para no meterse en problemas; y Steve Montgomery, el joven atlético y amigable a la vez, tan carismático que hasta se ha presentado para las elecciones estudiantiles, ese concurso de popularidad que en muchos casos significa un ensayo para una futura carrera política. Los tres adquieren, fruto de la casualidad, extraños superpoderes que, a medida que se van incrementando, les permiten mover objetos de todo tipo y hasta volar. Primero entra en juego la fascinación, la oportunidad para realizar travesuras (como asustar a una nenita suspendiendo en el aire un peluche enfrente suyo), de hacer cosas que nunca antes pensaron. Pero luego las cosas empiezan a salir mal. Es aquí donde Poder sin límites elige, con acierto, concentrarse en el personaje de Andrew, con su ansia de registrar todo con su cámara amateur, en la que se palpa una pulsión por observar los rituales ajenos, las personas que no le prestan atención, incluso el mirarse a sí mismo como alguien desconocido, porque en verdad ni él mismo termina de comprenderse. Andrew es, a la vez, alguien cuyas desgracias escolares forman un continuo con sus infortunios familiares, con una madre con una enfermedad terminal y un padre desocupado que vive del seguro social y que el único gesto que tiene para su hijo es el maltrato sistemático a nivel psicológico y físico. De a poco, el relato se irá convirtiendo en una variante masculina de Carrie (con incluso algunos elementos referenciales a episodios de violencia escolar real, como el caso Columbine), con un Andrew aprovechando sus habilidades, cada vez más fuertes, para vengarse de sus compañeros y su padre, y de paso, de la sociedad entera que lo maltrató. Cuando recorre ese hilo narrativo, de paulatina identificación con el oprimido que termina explotando para erigirse en opresor y destructor, Poder sin límites es un film que afirma con solidez que detrás de todo villano siempre hay una causa inicial, un apaleado que súbitamente encuentra la ocasión revertir las cosas a su modo. El problema es que el formato elegido por la cinta funciona sólo durante una parte de la narración o en determinadas secuencias. La cuestión de que los personajes se filmen permanentemente requiere de una suspensión de incredulidad que el realizador no consigue sostener totalmente. Especialmente hacia la segunda mitad, cuando la acción (y con ella los efectos especiales) se expanden muchísimo más, va quedando la sensación de que la historia podía haber sido contada perfectamente de una forma más tradicional. Aún así, dentro de su pequeñez, Poder sin límites consigue instalar un verosímil donde no son necesarias demasiadas explicaciones para interesarse por lo que les pasa a tres muchachos que de repente adquieren las capacidades de Superman, pero no poseen la entereza ética y moral de Kal-El.
Tenía que pasar tarde o temprano. Dos o tres productores "lectores" de ratings en TV; encuestas sobre jóvenes, clicks en you tube, estadísticas de recaudación en cines y demás productos de consumo masivo, se han puesto a combinar lo más saliente de los elementos populares entre adolescentes y jóvenes para hacer una película. No es que no se haya intentado antes, pero en el caso de “Poder sin límites” hay una frescura escondida entre los montones de hojas A4 de un guión redactado al "tun tun", que no se molesta en explicar demasiado de nada, porque tanto los guionistas como el realizador supieron fehacientemente que el núcleo, la esencia, del producto final tiene con qué bancarse las falencias académicas. Un típico joven estudiante estadounidense (que registra todo con su cámara) es clásicamente maltratado y discriminado, tanto en el colegio como fuera de él. Golpizas e insultos son moneda corriente en su vida. Lógico candidato a protagonizar una nueva masacre de Columbine. Sólo lo soportan su primo y un candidato a presidente del centro de estudiantes. En este segmento de “Poder sin límites” se establecen claramente dos cosas: las características de los personajes principales y sus diferentes motivaciones. Todo cambiará cuando por azar los tres tienen circunstancial contacto con un cristal extraño, cuyo origen nadie se molesta en explicar. A partir de allí desarrollan poderes que van probando, cómo habrá hecho el primer hombre con el fuego, aunque cabe en este caso considerarlo como monos con escopetas. Aparece entonces la secuencia "Jackass"(*) de esta producción y por ende el humor. Inmediatamente después la trama tiene un giro repentino que desvía la atención a uno de los tres adolescentes. En este contexto todo es grabado. Primero con cámara en mano, luego de otra forma pero, en definitiva, la estética de “Cloverfield” (2008) (*) toma la posta hasta el final. Sin embargo, la fusión entre los formatos televisivos no suponen en este caso un hibrido, sino una amalgama de estilos convenientemente aplicados. Es cierto, hay cuestiones elementales que faltan en el relato, como por ejemplo de donde viene el cristal o como llegó allí. De todos modos el desarrollo de la acción va dejando en claro que la falta de explicación no sólo se hizo deliberadamente sino que, a pesar de ello, nunca se rompe el verosímil. Tampoco se descuida la observación del director sobre el afán de la juventud por las cámaras testigo. Cada aparato preparado para filmar, desde un celular a una cámara HD, están presentes como el baluarte de la era de la comunicación. Destacado el diseño de sonido y los efectos. No porque tengan aportes tecnológicos nuevos sino porque están bien utilizados para ayudar a alimentar el factor sorpresa. Por supuesto, queda todo preparado para la/s secuela/s que vendrán. “Poder sin límites” es un buen comienzo para esta, siempre y cuando se respete la esencia de la historia, y los responsables de la próxima revean esto que hicieron para corregir lo grosero que tiene, total, la buena idea ya está. (*) “Cloverfield” es una película sobre un monstruo que aparece en una ciudad una noche en la que hay gente participando de una fiesta de despedida de alguien que se va. La palabra explica el tipo de estética que se usa. Lo mismo sucede con la "secuencia Jackass., Jackass es un programa y una película de 2010 que tiene a una sarta de necios haciendo bromas y sometiéndose a vejámenes de todo tipo como correr arriba de un changuito hasta que se estrella. Con el empleo de estos términos aludo a lo que sucede en la película cuando los chicos empiezan a hacer bromas pesadas con los poderes. Se trata de referencias a películas con esas características, muy identificadas con los seguidores de esa estética.
El género del falso documental o archivo encontrado está sufriendo una saturación; tanta película que usa este recurso para atraer a espectadores crédulos, puede llegar a cansar. Chronicle, no obstante, sabe como aprovecharlo al máximo y darle a su vez una vuelta de tuerca única, lo cual se hace posible gracias a su historia. Andrew es el típico perdedor de la secundaria que todos ignoran y molestan. Un día decide usar una cámara para filmar todo lo que pase a su alrededor, como una barrera ante la sociedad. Él, su primo y un amigo, se topan con un cristal misterioso que les concede poderes. Los tres protagonistas deciden entonces divertirse con esta nueva habilidad, hasta que uno de ellos pierde el control y debe ser detenido. Si bien el concepto no es único, lo es su forma de verlo. Son personajes con poderes, pero no hay ningún superhéroe o villano, solo seres conflictuados que deben lidiar con estas nuevas habilidades y a su vez vivir el día a día entre familia y con sus pares. El recurso de "archivo filmado encontrado" está ligado en parte a la obsesión de Andrew por las cámaras. Gracias a sus poderes es capaz de manipular las mismas para que las tomas se filmen "solas", sin necesidad de un camarógrafo. Este hecho, sumado a que cualquier dispositivo que hay en escena sirve de excusa para narrar la historia, hace que el visionado de la película sea muy llevadero. Por otro lado, uno termina de simpatizar con los protagonistas gracias a sus decisiones tras tener los poderes. El motivo de la película es "¿Qué harías si tuvieras poderes?", y en el cierre uno toma conciencia de que eso es exactamente lo que se trataría de hacer. Porque son decisiones humanas y no hay ninguna deidad ni extraterrestre que les diga qué es el bien o el mal. Ellos solo responden acorde a las situaciones que van viviendo. De esta forma, Chronicle es un vistazo refrescante tanto al found footage como al cine de acción. Es un film que trata sobre sus personajes, cómo deben lidiar con esto y como todo los afecta. Excepto una escena muy bien planeada y ejecutada, la película solo se centra en Andrew, sus amigos y el viaje que les trae por delante estas habilidades. Y esto es lo que la hace una película tan poética como excitante.
Superhéroes sin Sermón "Poder sin Límites" es una propuesta conocida pero distinta, es decir, las historias de "cámara en mano" hace rato que vienen atacando la gran pantalla, desde su precursora más comercial "El Proyecto Blair Witch" pasando por un sin fin de películas de terror, hasta "Cloverfield", historia que en este formato presentaba efectos visuales espectaculares. En este caso, el director debutante Josh Trank nos ofrece una cinta de superhéroes (o anti héroes) "filmada por ellos mismos" al descubrir que han adquirido espectaculares poderes al ingresar a una cueva misteriosa en una noche de fiesta y borrachera. Lo original y atractivo de este trabajo tiene que ver con la cercanía que presentan los protagonistas con el espectador. Son 3 jóvenes como cualquier otros, medios boludones, terminando la secundaria, con sus problemas particulares y sin ninguna historia trágica o heroica que les haya hecho merecer sus poderes. Poco a poco irán descubriendo todas las cosas fantásticas que pueden hacer con sus nuevas adquisiciones atrayendo al público a una relación de complicidad que resulta divertida y vertiginosa. Como toda película debe tener un nudo, las cosas se irán saliendo de control cuando uno de ellos intente "solucionar" por mano propia los problemas que aquejan a su familia y él mismo, poniéndose en contra de sus propios amigos. ¡Ojo! no es una superproducción de Marvel o DC Comics, con aires de heroísmo y grandes efectos visuales, sino que es un producto con varios matices que lo colocan dentro del Drama, de la Ciencia Ficción, Acción, Terror e incluso Aventura. Hay despliegue de poderes en cámara, de buena calidad pero con alma casera, haciendo hincapié en el relato en 1ra persona y tratando de imprimir ese toque de "realismo" del formato Cámara en Mano. Creo que "Chronicle" es un muy buen entretenimiento, que se hace tomar en serio sin desplegar pretensiones innecesarias. Una historia distinta de superhéroes que no termina con la bandera de USA flameando detrás del protagonista ni nos quiere sermonear acerca de la vida, sino que su pasión es pasearnos por una montaña rusa de entretenimiento.
Tu corazón se abrirá. Tal vez En Poder sin límites hay algunas escenas que son hermosas de verdad: los tres jóvenes amigos que acaban de adquirir poderes sobrenaturales de casualidad –la cosa es que están paveando en una fiesta y se encuentran, en un terreno cerca de la casa, con un pozo en el que se meten sin ningún motivo y del cual salen como transfigurados, al principio sin darse cuenta– están jugando. En realidad no saben qué hacer con eso que les tocó de repente, esa capacidad nueva que parece venida de otro mundo, así que juegan: se tiran pelotitas los unos a los otros y las hacen detener en el aire antes de que les golpeen la cara, mueven cosas por el aire en el supermercado y las cargan en carritos ajenos; el chico negro del grupo cambia un auto de un lugar al otro del estacionamiento del shopping sin tocarlo, con el único fin de poder observar desde la distancia el desconcierto de la dueña cuando llega con los paquetes (“Sí, señora, esta vez sí que fue el negro”, dice uno de los amigos. Gran chiste). Más tarde se empiezan a elevar varios metros por sobre sus cabezas: como tantas veces, la fantasía realizada del acto de volar en el cine es un momento de intensidad y de regocijo particulares. Pero de pronto, sin ninguna escena de preparación en el medio que muestre de manera rutinaria el progreso, esos chicos aparecen enfundados en atuendos como para soportar una helada y se deslizan con gritos de júbilo a través de un paisaje embriagador de nubes que parecen dibujadas sobre un azul violento. El director debutante Josh Trank parece decidido a desplegar con especial cariño y dedicación la veloz emoción de secuencias como esas, grabándolas también en la cabeza del espectador para que este pueda a su vez atesorarlas, como una cifra oculta personal, un abracadabra de calor y felicidad velados cuya radiante evidencia se expande con discreción por los planos de la primera parte de película. Quizá a modo de contrapunto con la desdicha del personaje central, el más retraído y triste de los amigos. Es que como un reverso de ese ballet del aire y la luz, Poder sin límites presenta con pantallazos oscuros la vida doméstica de Andrew, el nerd que usa su cámara de video como talismán y registra todo lo que se le cruza por delante. La madre se muere de cáncer, desahuciada en su propia cama, y el padre resulta ser una piltrafa humana, desempleado crónico, abusivo y alcohólico que se desquita de su frustración moliendo cada tanto a palos a su hijo. Poder sin límites es un cuento moderno que abreva en imágenes y situaciones ritualizadas para barajar de nuevo las cartas todo lo que se pueda y extraer de allí combinaciones modestamente originales. El director hace gala de un sentido poético genuino en la precisa fluidez de las situaciones de corte fantástico de la película, que se alternan y se integran con el realismo descarnado de las golpizas y de las escenas con la madre moribunda, así como en la descripción de las andanzas de los tres chicos cuya amistad parece doblarse sobre una progresión de malos entendidos, desconfianza mutua y violencia absurda. Andrew está marcado a fuego por sus vivencias cotidianas, y la oscuridad creciente de la película no proviene de un dilema moral convenientemente irresuelto –el clásico “cómo administrar un poder para el que no se está preparado”– sino de un puñado de situaciones primordiales originadas en esa organización dudosa llamada familia. Pero lo notable es que la película rehuye cualquier ostentación de psicología al paso. En cambio, prefiere fluir con serena austeridad y el empuje de una constante vibración secreta que hace temblar los planos con el eco de una adorable banalidad: Andrew no se integra al mundo porque se devora a sí mismo por dentro. El encuentro entre el chico y una dimensión externa que esté más allá de sus dos amigos (las chicas, por ejemplo, a las que mira con recelo y devoción) se da como un estallido, la escenificación en términos de gran espectáculo –con modales de cine catástrofe incluidos en los tramos finales– de un sustrato recóndito e intransferible de dolor. En Poder sin límites el poder no tiene la consistencia de una imposición trágica sino el de una fatalidad sin trascendencia ni destino. La belleza casi incandescente que el director sabe imprimirles a los momentos felices de la película constituye, acaso, el frágil consuelo de un mundo que no guarda esperanzas de ser redimido.
Esta opera prima de Josh Trank es el claro ejemplo en el que una película logra sacarle provecho al estilo visual que propone, en este caso la cámara en mano, para brindarle al espectador momentos impactantes, originalidad en ciertos movimientos y planteos visuales, y muy buenos efectos especiales, pese a presentar una narración algo gastada y dudosa en su comienzo.
LA INVERSIÓN DEL HÉROE Poder sin límites, a simple vista, parece quedarse en explotar el recurso del metraje encontrado, pero el tratamiento que les da a los personajes es la que la vuelve una opción interesante. Andrew (Dane DeHaan) encuentra un medio para tomar distancia de la realidad familiar en la que vive: su padre, alcohólico, violento; su madre, enferma terminal soporta postrada agudos dolores que son aliviados por caros medicamentos que, debido a la situación económica familiar son difíciles de conseguir; él, es tímido, pena por pasar tiempo con su primo, quien se comporta como aquel amigo popular que fogonea al pobre con dificultades sociales para que consiga a una chica o simplemente socialice en una fiesta de secundaria. El amparo para Andrew será una cámara de video, él se volverá observador de esa realidad violenta, permitiéndose transitarla, poniendo su cuerpo de otra manera más segura: detrás del lente. El reflejo próximo que tiene del mundo al que no se puede integrar, lo vive de la mano Matt (Axel Russel), su primo. Matt es el joven popular, experimentado, presenta una característica que más adelante será decisiva para su destino: se la pasa citando frases de filósofos como Shopenhauer, Jung, Aristóteles. Este detalle, si bien al borde de la pedantería, ya que no aborda ninguna de las líneas que cita ni las desarrolla, marca un interés por las grandes preguntas, por evadir él también la mediocridad de los eventos a los que puede acceder un joven a los veinte años. Volvamos a Andrew y su decisión de registrar su vida como si la cámara fuera a protegerlo de los golpes de su padre, en una discusión entre ellos lo amenaza con que está grabando todo, pese a la advertencia, recibe golpes, empujones, gritos. Más tarde, también bajo su registro audiovisual, en una reunión a la que asiste con su primo, Andrew, Matt y Steve (un conocido de su primo) exploran un hueco en la tierra donde quedan expuestos a una especie de radiación que los volverá “poderosos”. Con este evento comienza el camino de quien podría representar, en un principio, al héroe de los tres destinatarios de ese poder sobrenatural. Los abusos que recibe por parte de su padre, la precaria salud de la madre, el apremio económico y la timidez que lo limita a la hora de relacionarse hacen al pathos del protagonista y los sucesos relacionados con eso llevan a esta primera identificación de la figura del héroe con Andrew. Quizás aquí se pone de manifiesto lo más interesante de Poder sin límites (Chronicle): en apariencia, el héroe debería ser Andrew, pero para ser tal debería llevar adelante algunas peripecias relacionadas con ese “premio” que recibió, y sobre todo, a su utilización. Matt y Andrew forman el binomio que existe de manera eterna entre Eros – pathos, amor - muerte, héroe-antihéroe. Habíamos destacado la característica de apertura a la filosofía de Matt, es así que, en una oportunidad, siempre bajo el registro de Andrew, Matt desliza la palabra “hybris”, sin decir nada más al respecto. Esta voz del griego antiguo está relacionada con nuestro relato, particularmente con Andrew, ya que se relaciona tanto con lo ilimitado, desmesurado, así como con la mala utilización de aquel favor obtenido, con la rebeldía del personaje o de quien creíamos nuestro héroe. Todas las acepciones antes mencionadas están expuestas en Poder sin límites. La puesta en escena, al tratarse de una película de metraje encontrado, es bastante precaria. Las películas de metraje encontrado son, a grandes rasgos, aquellas en las que uno o más personajes están detrás de cámara, registrando lo ocurrido, o bien siendo grabados por otros dispositivos como cámaras de seguridad, de celulares, etc. Esta condición de “registro hogareño” suele otorgar algunas ventajas a los realizadores en cuanto al despliegue de efectos audiovisuales o la poca espectacularidad de secuencias de acción. Pero no es por pertenecer a esta categoría fílmica por lo que Poder sin límites se destaca, si no por el juego con los binomios antes destacados y por la manera sutil de definir a un personaje como Matt a quien su apertura trascendental lo llevará más allá de su limitada realidad espacial y temporal.
EL PRÓXIMO MOCKUMENTARY MUESTRA MI SUICIDIO Las modas son nubarrones que no se sabe cómo vienen y menos cómo se van. En el arte comprenden una marca generacional o una total falta de confianza. El caso de Chronicle, con un título español que me rehúso a mencionar, se inscribe en el segundo rubro. Su obligación por ser un falso documental cubre de hongos la amabilidad de su idea hasta dejar un masacote putrefacto listo para tirar a la basura.
Otra vez sopa Cuando uno termina de ver esta peli, le queda sabor a bien poco. Un recicle de una serie de ideas -ya ahora bastardeadas- surgidas en el cine de ficción de los últimos años, algo así como una licuación de "El proyecto Blair Witch", "Cloverfield", "Actividad paranormal" y "Hancock". La historieta propone a tres chicos del secundario que cierta noche hallan un pozo extraño, el cual les otorgará dones ilimitados de controlar objetos y situaciones con la mente.Pero todo con el recurso de la apócrifa filmación como si lo que ocurriese estuviese pasando verdaderamente. El tema es que no hay explicación alguna de donde vienen esos poderes, y menos planteo por parte de los protagonistas de que harán con ellos, más que joder, pasarla bien, burlarse de alguna gente, descontrolarse, así en cierto modo son personajes torpes y desbordados, que llegarán quizás a obtener lo que se merecen por hechura del guión. Alguna crítica vió cierta originalidad por cierto en la propuesta fílmica, a nuestra vista nada de eso sucede y el resultado termina siendo más -pero mucho menos- de lo mismo.
Chicos nerds contra populares y la posibilidad de los superpoderes para compensar tanta humillación. Se vio muchas veces, pero aquí tiene algunos efectos especiales distintos. La ira como detonante. Y después deriva en el juego de siempre de buenos y malos.
No hay nada de original en Chronicle, Poder Sin Límites: es un acolchado de retazos compuesto por el estilo de El Proyecto Blair Witch, una óptica desangelada y realista de la mitología de los superhéroes (del estilo de Heroes, Jumper, El Elegido), algunas gotas de melodrama Marvel, y un grueso de ingredientes procedentes de los filmes de adolescentes de vida torturada dotados de poderes mentales (Carrie, La Furia, etc) que estuvieron tan de moda en los años 70. El resultado final no sólo cuaja mucho mejor que lo esperado, sino que se trata de uno de los mejores filmes del género de los últimos años. ¿Qué pasa cuando uno descubre que tiene poderes para ser un superhéroe y decide no serlo?. O, por el contrario, ¿qué ocurre cuando el individuo superpoderoso resulta ser mentalmente inestable y decide usar sus dones para efectuar sus venganzas personales?. Es de agradecer que la postura de Chronicle es eminentemente pragmática. A toda esta gente le importa un pito ayudar a la humanidad: simplemente son adolescentes que utilizan sus poderes para beneficio propio y/o para divertirse. Nada de subtexto comiquero; ver cuántas cosas se pueden levantar en el aire, qué se puede destrozar, y hasta donde llega el poder. Pero con un gran poder llega una gran responsabilidad... y se precisa un gran sicólogo. Tres muchachos investigan una cueva en donde encuentran un meteorito y la radiación les da poderes telekinéticos. Primero levantan fichas Lego con la mente; luego mueven autos estacionados; por último son capaces de volar por el cielo - es interesante notar que los poderes telekinéticos, en el estado que se muestran en el filme, serían los únicos capaces de explicar el por qué Superman vuela; lástima que el hombre de Kriptón es incapaz de mover cosas con la mente -. En el medio hay un melodrama tipo Carrie, con otro adolescente bastardeado por propios y ajenos y que, cuando descubre el chiche nuevo, no tarda mucho en usarlo para descargar su ira. Esas escenas funcionan muy bien y no caen en el dramatismo barato; uno festeja las revanchas del muchacho... hasta que empezamos a ver que se pone cada vez más violento y poderoso. Chronicle, Poder Sin Límites es un filme muy corto - apenas 84 minutos -, y allí reside su efectividad. La cámara en primera persona le da inmediatez en lo emocional y espectacularidad cuando llega la acción, con lo cual el narrador se ahora gastar un montón de recursos para plasmar éstado anímico o crear una atmósfera. Es por ello que la película es tan breve y se siente tan ágil. A esto se suma que el filme explora muchos aspectos del fenómeno - el don que han recibido estos chicos -, con lo cual siempre pasa algo interesante en pantalla. Sumemos a esto muy buenas perfomances - en especial de Dane DeHaan, que tiene la mirada sicótica propia de un Leonardo DiCaprio adolescente - y se obtiene un filme bastante intenso. El estilo Blair Witch encaja bastante bien con el resto de la historia. El grueso de la filmación la provee el personaje de Andrew, quien prefiere interponer una cámara entre él y el mundo que lo rodea; pero hay escenas intercaladas con tomas procedentes de la videocámara del primo, dispositivos de seguridad y hasta celulares. Es como si todo el filme estuviera dirigido por un Gran Hermano, haciendo una historia con cuanto retazo de video pueda obtener de cualquier dispositivo presente durante los hechos que acontecen en la historia. La escalada dramática está muy bien orquestada. No es difícil anticipar que el personaje de Andrew está gestando su propia emancipación emocional, especialmente ahora que ha recibido estos poderes. El tema es: ¿se trata del individuo adecuado? ¿es alguien suficientemente maduro como para manejarlo?. ¿O se trata de una víctima de su propio destino, en donde los poderes lo único que hacen es acelerar la tragedia que le tenía deparada su vida?. Quizás se le pueda achacar a Chronicle que las circunstancias en que vive Andrew son muy Dickensianas - madre moribunda, padre alcoholico y desocupado, compañeros de escuela que lo torturan, chicas de su clase que lo rechazan - y parecen orquestadas para desencadenar el grand finale del filme - cuando se caiga una de esas fichas, se desmorona el resto del castillo de naipes que compone la vida (y estabilidad mental) de Andrew -, pero por otra parte sirven para plantear un par de interrogantes interesantes. En muchos comics vemos que los superhéroes son adolescentes (tipo Peter Parker), pero las historietas jamás se plantean si son emocionalmente maduros como para asumir dichas responsabilidad. ¿Qué es lo que le impide convertirse en un matón a Peter Parker y abusar de su poder en su propio beneficio o en desmedro de quienes considere sus enemigos?. Ciertamente Chronicle, Poder Sin Límites no es el gran filme filosófico sobre super héroes / super poderes que uno pueda imaginar, pero se da el gusto de dejarle varias interrogantes interesantes al fan del género. Por otra parte, elabora una hipotesis y se encarga de demostrarla prácticamente sin fallas. Y cuando las cosas se salen de control, el director / guionista Josh Trank rueda escenas sencillamente impresionantes, con autos y personas volando por los aires o siendo pulverizadas en un instante. El climax es lo más parecido a lo que podría haber sido el final de Superman II si se hubiera rodado en esta época de efectos por computadora. Chronicle, Poder Sin Límites es inteligente, intensa y tiene un puñado de escenas espectaculares. Es un guisado hecho de influencias, que termina por obtener su propio sabor. Es muy posible que la disfruten más los fans del género que los neófitos - a quienes les parecerá la premisa demasiado fantasiosa -, pero no por ello uno debe dejar de reconocer las bondades de su manufactura.
La película Akira es un anime del año 1988 que se centraba en un adolescente que comenzaba a desarrollar, paulatina y de forma temible, poderes psíquicos paranormales. Pero los problemas surgían ya que conforme aumentaban sus capacidades también comenzaban a exacerbarse sus miedos y frustraciones, y el chico empezaba a dar grandes muestras de inestabilidad. Finalmente llegaba al punto de creerse un dios, logrando su propia autodestrucción. Básicamente, es la misma anécdota de esta película. Es que desde Hollywood viene echándose mano a las buenas ideas de oriente para cimentar grandes éxitos, recibiendo ovaciones por anécdotas ajenas que no fueron demasiado difundidas antes. Así Los infiltrados de Scorsese es una copia exacta de la hongkonesa Infernal affairs, para Zodíaco David Fincher se llevó la brillante idea original de la surcoreana Memories of murder, y El cisne negro de Darren Aronofsky retomó la historia de la japonesa Perfect Blue. Salvando el primero de los casos, no hubo referencias en los créditos a las fuentes de "inspiración". Tampoco hay referencias a Akira en esta película, pero al menos el joven director Josh Trank, de 27 años, admite en entrevistas que aquel filme lo impactó mucho y que aquí se dispuso a homenajearlo. Poder sin límites tiene algún defecto en el guión: el protagonista es acosado no por uno sino por varios grupos de jóvenes abusivos, además de que es golpeado por su padre borracho, sobrecargándose de forma un tanto inverosimil su desgraciada vida. La cantidad de daños no es tan importante como la calidad de los daños a la hora de justificar un perfil resentido. Por otra parte, se hecha en falta un poco de ingenio en las líneas de guión, en su mayoría un griterío adolescente que llega a aturdir un poco. Por fuera de estos detalles, lo demás está perfecto. La cámara al hombro de tipo documental (el protagonista filma constantemente) aterriza la anécdota, volviendo especialmente vívido el descubrimiento y el desarrollo de los superpoderes. Con recursos limitados, el director hace un uso brillante de la tecnología digital CGI para generar vistosos efectos especiales, hay atmósferas increíblemente logradas -las escenas de vuelo, el enfrentamiento final- y un par de sorprendentes escenas que dan muestras de una privilegiada inventiva visual -obsérvese la conversación en el cementerio, con la cámara alzándose por encima de los personajes, en una toma inesperadamente poética, o el abrupto y explosivo corte durante la escena del protagonista hospitalizado junto a su padre-. Está claro que seguiremos oyendo del director Josh Trank por muchísimo tiempo más. Son realmente valiosos su aporte creativo, sus ideas para generar una historia de superhéroes (o en todo caso, de superantihéroes) y su voluntad para llevar al audiovisual hacia nuevas formas. El cine de género respira y se renueva gracias a esta clase de talentosos cineastas. Publicado en Brecha el 9/3/2012
Publicada en la edición digital de la revista.
Una peli que acude al genero del origen del super héroe en forma de “Found Footage” (la hice con el celu) pero le da una vuelta de tuerca en todos los aspectos. El 3 de febrero se estrenó en los Estados Unidos una pelicula que tomó por sopresa la taquilla y sorprendió a todos con algo que parecía ser más de lo mismo, pero de alguna manera presentaba unas propuestas que la hacen interesante y original. 3 pebetes encuentran algo que les da poderes sobrenaturales. A partir de ahí cada uno explora sus extremos tanto buenos como los malos. la pregunta es “que harías con tanto poder?” Nada mas que saber antes de ir a verla, es una experiencia muy copada y esta bueno ver el desarrollo de los personajes, especialmente el de Andrew, el mas aproblemado y por ende más problemático. Algunos dirán, “telekinesis? eso es tan 2003”. Sí, digamos que esta quemadito el tema. Otros dirán “Peli estilo documental? pf! ya vimos Cloverfield! NEXT!” ok, ok, digamos que Actividad Paranormal 19 ya es demasiado. Pero dénle una oportunidad, esta peli es un esfuerzo de poco presupuesto, y esta muy bien pensada y realizada. Además, lo repito por la décima octava vez, tiene cosas muy originales que estan buenas! Dirigida y escrita por Josh Trank, un don nadie que logró convencer a fox de que le dieran los mangos para hacer la peli, se luce como director y ademas ya encamina a un futuro interesante en el mundo del cine. Éste es su primer largometraje, y lo hizo bastaante bien! igual de importante es Max Landis, (hijo de John Landis) que escuchó la historia que habia pensado el director y a la semana ya tenía todo un guión armado. Técnicamente la peli esta muy bien. Tiene algunas cositas que podrían haber quedado mejor, y las partes superman son medias goma. Pero, yo que encima soy muy exquisito con los efectos, quede muy contento igual. Está muy bien realizada, y recordemos que salió dos mangos! Las actuaciones estan…bien. Medio cursi a veces, pero bien. Redonditas. Andrew (Dane DeHaan) es el que más se luce y quizás lo empezemos a ver más después de esto. Tambien actúa un negro que se llama Michael Jordan! pero no juega al basket… En fin, la peli está muy buena. Vayan a verla! Original, con un aire fresco en Hollywood y admirable que sea la primera peli de estos tíos yanquis.
A Villains’ Journey ¿Cómo definir esta película en pocas palabras? Un reality show de Superheroes y Villanos. Max Landis (hijo del mítico director John Landis que tiene en su haber películas de culto como Blues Brothers y Three Amigos!!!) decidió escribir esta historia, la historia de tres amigos que adquieren misteriosos poderes y filman su evolución con una cámara dia a dia. El resultado una película interesante, distinta y de super heroes – más humanizados-. La película nos cuenta la historia de tres amigos de la secundaria (Andrew, Matt y Steve) que obtienen misteriosos poderes tras descubrir un extraño objeto en una caverna bajo tierra. Pero dichos poderes no vienen sin responsabilidades, y pronto su amitad y sus vidas se pondrán a prueba cuando uno de ellos comience a presentar perturbantes comportamientos que traspasan la moral. Las actuaciones de la película no merecen mucha mención. El único que se destaca, es el verdadero protagonista, Dane Dehaan quien logra transmitir al espectador todos los sentimientos y contrariedades que la obtención de estos poderes le presentan a los tres amigos. Justamente, su interpretación es el punto a favor que hace de Chronicle una gran historia, es la respuesta a la pregunta: ¿qué motiva a hacer a un heroe/villano lo que hace?. Los efectos especiales en Chronicle no son tan espectaculares. Los sólido es la historia y sobre todo los detalles. Uno puede ver poco a poco como se van plantando las semillas para que luego se disparen eventos (buenos o malos) que deben enfrentar los protagonistas. Otra cosa importante es la forma en que está filmada. Por ello, me referí a que es como un “reality show”. La película toma como perspectiva principal la de la cámara de Andrew, pero con el correr de la cinta, empieza a tomar otros puntos de vista como cámaras de seguridad, la de la policía, la de los noticieros, etc. Digamos que respeta esa sensación de que lo que vemos es algo REAL. Una yapa, sobre el final, cuando uno de los personajes sale del hospital con el traje de enfermo, indefectiblemente, me hizo recordar mucho a la gran obra del gran Katsuhiro Otomo, AKIRA. La película no tuvo mucha difusión en las carteleras argentinas, pero merece ser vista en DVD o BLURAY. En especial para los fans de los comics. Es recomendable.