Queremos tanto a Melissa... Paul Feig en el guión y la dirección + Melissa McCarthy como protagonista + Jason Statham (un poco desaprovechado) en plan cómico + Jude Law como espía/galán = una entretenida parodia a la saga de James Bond con mucho humor físico (especialidad de la casa) y diálogos entre guarros y filosos. Es, sí, una vuelta de tuerca más a la fórmula (la de 007 debe ser la saga más reciclada y satirizada de la historia del cine), pero en este caso no sólo no irrita sino que en buena medida fluye y convence. Es cierto que Spy no llega a las alturas de Damas en guerra y que lo gigantesco de la producción -la historia salta de Varna (Bulgaria) a París, luego a Roma, más tarde a Budapest, etc.- no siempre juega a favor, pero la mixtura entre acción (hay conflictos y persecuciones en autos, motos, aviones, lanchas…) con un McGuffin ridículo (una bomba nuclear) y el humor negro habitual de Feig y compañía funciona razonablemente bien durante casi todas las dos horas de esta montaña rusa cinematográfica. Más allá de los buenos secundarios (el apuntado Law, algunas irrupciones autoparódicas de Statham, la malvada Rose Byrne, la patética y querible asistenta que interpreta la gran Miranda Hart, el Don Juan italiano que encarna Peter Serafinowicz), Spy es una película pensada y concebida para el lucimiento histriónico y físico de la monumental McCarthy (en una versión mejorada de su actuación en Chicas armadas y peligrosas) como una cuarentona sin suerte y con la autoestima por el subsuelo que trabaja en las oficinas de la CIA y termina abandonando el escritorio para arrasar -literalmente- con todo y con todos en el frente de combate como la agente secreta menos pensada. En un universo hollywoodense dominado por estrellas adolescentes, carilindas y esbeltas, McCarthy es una bienvenida rareza, una “anomalía” para celebrar. Una actriz cruda y desatada, una comediante de pura raza. PD: Hay un simpático gag tras los créditos finales. A quedarse…
Chubby style. Tal vez la primera heroína al estilo James Bond haya sido la alemana Ingrid Schoeller en Agente 008: Operación Exterminio del héroe trash italiano Umberto Lenzi; aquella película era un producto de explotación de la saga de 007 que formaba parte de la primera ola del Eurospy. Y casi con la misma premisa de aquellas parodias y exploits de la década del 60, y de otras más actuales como Austin Powers, llega esta tercera película en la que coinciden Melissa McCarthy y Paul Feig. Otra vez juntos en una comedia, otra vez en una película de amistad fuerte entre chicas y, como en The Heat (estrenada acá bajo el horripilante título de Chicas Armadas y Peligrosas), otra vez en un entorno vigilante. Claro que ese entorno milico (en The Heat FBI, en ésta CIA) no es utilizado para esparcir propaganda sino para parodiarlo, pero siempre hay algo de legitimación de las fuerzas de seguridad más reaccionarias en este tipo de productos cuando no están hechos desde los márgenes. Porque aunque Spy comparta premisa con parodias clase B o con cine de explotación periférico, viene del establishment hollywoodense y con 60 palos de presupuesto. Sin embargo, más allá del tufo a los Superagentes y otras bazofias propagandísticas en formato naif, Spy centra su fuerza en Melissa McCarthy y eso es lo que uno se lleva; la genial performance de una gorda que se pone al hombro una película en donde el desenlace de la acción mucho no nos interesa pero su interpretación física -en una vistosa mezcla de slapstick con artes marciales- proporciona una ridícula y potente cadencia entre tierna, chistosa y violenta. La gordita es una agente de escritorio que está enamorada de su compañero valiente y fachero (Jude Law). Y, después de una situación que no vale la pena contar, asciende a agente de campo, a ponerle el pecho a las misiones con el apoyo moral de la aparatosa Miranda Hart. La heroína de la CIA tiene como antagonista a Rose Byrne, nuevamente mala hasta los huesos como en la divertida Bridesmaids. Spy no provoca las carcajadas sostenidas de ese THC fílmico que es The Heat (una de las mejores comedias de los últimos años) porque al ritmo no lo sostienen los chistes como en aquella, sino el despliegue físico y visual. McCarthy no alcanza la chispa de aquel personaje de cana psicópata de barrio escrito por Katie Dippold dos años atrás pero, de todos modos, logra levantar una comedia que sin ella habría sido una olvidable película de acción.
Era difícil encontrar una actriz cómica. Comediantes, incluso buenas, hay muchas, pero actrices comicas, la verdad, no. Pero tenemos a Melissa McCarty, por suerte. Spy es la historia de una mujer que trabaja en la CIA como analista y que tiene muy poco de heroína de acción. Por esas cosas medio absurdas de las tramas de espionaje y acción, es obligada a dejar la pantalla de su PC y transformarse en agente de campo, algo para lo que ser una señora obesa no ayuda demasiado. Primer gran acierto de McCarty: ya se ha burlado de su cuerpo y no concentra toda las posibilidades cómicas en eso. El asunto es reírse de ser mujer en un mundo de hombres, y para ello ayuda hasta la villana de la película (la gran Rose Byrne). Aquí hay acción y hay comicidad, pero también, como en las anteriores películas de Paul Feig -Damas en guerra y Chicas armadas y peligrosas, ambas también con McCarty- una mirada ecuánime y libre de prejuicios sobre las diferencias de género. Léase “género” tanto en el sentido sexual del término como en el cinematográfico: Spy nos dice que todo film de super acción es, también, una comedia. El elenco incluye a Jason Statham, que eso de que las piñas-patadas siempre tienen algo del clown y del circo lo sabe perfectamente bien. Por lo demás, Feig sabe cómo generar empatía con los personajes y cómo hacer para convertirlos en algo más que puros títeres al servicio del gag. Aire fresco en el cine.
La espía equivocada El 2015 va a ser recordado como el año en que los grandes estudios más han revisitado el género de espionaje. Al esperado estreno de una nueva entrega de 007, varias producciones como Mortdecai, el artista del engaño (2015), Kingsman: El Servicio Secreto (2014) y ahora SPY: Una espía despistada (Spy, 2015), han recuperado las virtudes de un estilo que permitió forjar carreras de grandes actores y actrices, como así también de sagas inolvidables. En SPY: Una espía despistada está Melissa McCarthy como Susan Cooper, la asistente del estereotipado y elegante agente secreto Bradley Finn (Jude Law) de quien está, además de feliz por ayudarlo en las misiones, perdidamente enamorada. Pero un día Bradley es asesinado en medio de una peligrosa misión en la que intentará acercarse a Rayna Boyanov (Rose Byrne), terriblemente mala y con intenciones de matar a quien se le cruce en el camino. Susan es reclutada como agente en acción, para acercarse a la misteriosa mujer antes que ésta venda una bomba nuclear. Paul Feig, un clásico hacedor de comedias, impregna a SPY: Una espía despistada de un cuidadoso timming y de punchlines que no hacen otra cosa que reafirmar a Melissa McCarthy como uno de los nuevos exponentes de la comedia ácida y mordaz más corrosiva. Película con clave física (el cuerpo se expone en todo sentido) y verbal, es tan exacta -la precisión del guión- que justamente sorprende. Será por eso que Susan no teme ponerse en ridículo ante cada una de las misiones que será expuesta: pasará de amante de los gatos, a una sexagenaria solitaria, o a una madre soltera con cuatro hijos que parecen salidos de un campamento Amish, debiendo adaptarse a cada situación. Pero Feig no sólo expone al ridículo a ella, también será objeto de burla el agente Rick Ford (con una creación completamente diferente de Jason Statham), un imbécil y borracho que se cree más que lo que realmente es, y que meterá la pata en cada paso que intente dar en la misión. La película fluye a fuerza de gag y golpe de humor negro, convocando a lo corrosivo como material de corte para cada uno de los chistes que a lo largo del metraje apuntalan las divertidas misiones de los protagonistas. Como exponente de género SPY: Una espía despistada cumple con todos las premisas necesarias para conformar su verosímil, potenciando aquellas características comunes a los films de espías y aprovechando la tecnología y efectos especiales para redoblar su apuesta. Feig filma todo con sobriedad y dinamismo, uno de los puntos a favor de la cinta. Porque el mayor mérito de SPY: Una espía despistada es que en su aparente superficialidad y en su contenida gráfica publicitaria, hay escondida una gema que no hace otra cosa que sumar incorrección política (la gran clave de los films de Feig) y universalizar su narración a partir de una puesta en escena cuidada (travellings, paneos) y un dedicado trabajo de producción que refuerzan el sentido de ser explosivo y entretenido de la película, tan ecléctico y dinámico como su principal protagonista, la inmensa Melissa McCarthy.
Si alguna película puede convertir finalmente en una estrella aquí a Melissa McCarthy de la manera en la que lo es en los Estados Unidos –donde a esta altura puede considerarse la mujer más taquillera de los últimos años– es esta parodia al género de acción a lo James Bond dirigida por Paul Feig, el mismo que la lanzó a la fama en DAMAS EN GUERRA, unos años atrás. La película tiene algo de las sagas humorísticas de espías vistas tantas veces con protagonistas supuestamente inapropiados para la tarea, pero con una importante diferencia: aquí nuestra heroína “despistada” metida a superespía internacional es realmente buena en lo que hace. Puede parecer una diferencia menor, pero es importante. La película no se toma en solfa la aparentemente implausibilidad de que una mujer como McCarthy sea una maestra del espionaje capaz de superar en talento a sus colegas como Jason Statham y Jude Law sino que, por el contrario, se basa en ese concepto. Claro que para llegar a demostrar su capacidad en la materia, Susan Cooper (McCarthy) tiene que pasar primero muchos años siendo relegada a un trabajo de escritorio en la CIA, en el que termina siendo la persona más eficiente de todas aunque nadie se de cuenta, embelezados por la belleza de otras espías (Morena Baccarin) e incapaces de ver que gran parte de las soluciones a los problemas de sus colegas, “los espías en el campo”, los aporta ella, pasándole información precisa al bondiano Bradley Fine (Law) mediante el uso de audífonos, drones y otros gadgets. spy-rose-byrne-melissa-mccarthyPero la oportunidad llega –un poco por casualidad y otro poco por error– cuando los supervillanos de turno (una confusa madeja de europeos del Este con una bomba nuclear por vender) se enteran quienes son todos los agentes activos de la CIA y no queda otra que utilizarla a ella en la complicada tarea de detener esa venta. ¿Quién sospecharía de una mujer cuarentona, excedida de peso y con aspecto de ama de casa de Ohio como una heredera del talento de tantos grandes espías que el cine nos ha dado? Esa inversión del juego –encontrar humor sin apoyarse en el patetismo del personaje– es el gran secreto de SPY, cuyo subtítulo local es totalmente inapropiado ya que Cooper es cualquier cosa menos UNA ESPIA DESPISTADA… Susan recorrerá, a lo Bond, distintas locaciones europeas (Roma, Paris, Budapest, etc) primero en su “papel” de turista norteamericana invisible (su kit de gadgets es otro excelente gag) para luego terminar convertida en la guardaespaldas de la villana Rayna (Rose Byrne) y ahí sí volverse la máquina de matar y putear que uno podía suponer que la abrasiva McCarthy iba a convertirse, más temprano que tarde. spy-melissa-mccarthy.10464552.87Si bien la película es un tanto larga (dos horas y monedas), fluye gracias a la simpatía y talento de McCarthy, que puede ir y venir de su ya patentado personaje de torbellino de palabrotas a manejar una escena de acción como la espía mejor entrenada del mundo (se destaca especialmente una en un avión privado). Todo eso regado de bromas ácidas y en general bien dosificadas por el siempre ingenioso Feig, por más que algunos chistes (el espía italiano baboso, las supuestas hazañas macho-style de Statham) se vuelvan un tanto reiterativas sobre el final. Las que suman, y mucho, son las otras mujeres del elenco, como Byrne en el rol de una villana indespeinable, Allison Janney como su malhumorada y desconfiada jefa y, especialmente, la altísima comediante británica Miranda Hart en el rol de su mejor amiga, otra “operadora de escritorio” de la CIA que pasa a ser para Susan lo que Susan era para Mr. Fine. Que esa dupla de damas fuera de serie terminen siendo las grandes heroínas del filme es un punto que, más que sumar por el lado de la corrección política, lo hace por el lado del humor.
Spy es la segunda sátira del cine de James Bond que presenta el estudio Fox en este 2015, luego de El servicio secreto (Matthew Vaughn) que pudimos ver hace unos meses. No esperen encontrar una gran comedia de acción de ese nivel porque este trabajo del director Paul Feig (Damas en guerra) es un film menor si lo comparamos con aquella producción. En este caso la parodia al género de espionaje se centró en un personaje femenino que sigue la línea de lo que fueron hasta ahora todos y cada uno de los trabajos de Melissa McCarthy en el cine. Es decir que el 95 por ciento de los chistes y las situaciones graciosas gira en torno a la obesidad de la protagonista y su capacidad para expresar numerosos insultos en pocos segundos. Por ejemplo, Melissa se sube a una moto y enseguida se cae al piso debido a su peso y para un montón de gente resulta una escena desopilante. Algo similar a lo que ocurría en los ´90 con las comedias de Chris Farley que trabajaban el humor de la misma manera. Es una lástima que la actriz siga estancada en estos roles, que son siempre iguales, porque es una artista talentosa que está para más. De hecho, los momentos más destacados de ella en Spy tienen lugar cuando su personaje atraviesa algunas situaciones dramáticas. Pese a la injustificable duración de 120 minutos, es justo resaltar también que la película logra ser entretenida por el reparto reunido, donde sobresale especialmente Jason Statham con un rol diferente a los típicos héroes de acción que suele interpretar. En esta película su labor se concentró principalmente en el humor y tiene muy buenos momentos a largo de la trama. Por lejos, lo mejor de esta producción. Statham resultó toda una revelación en esta historia y no va a ser raro si en el futuro explora con más continuidad esta faceta diferente que mostró en Spy. El cineasta Paul Feig, quien hasta ahora se desempeñó en el género de la comedia, en esta oportunidad incursionó más en el cine de acción con un resultado pobre. Evidentemente tampoco pudo conseguir un director de segunda unidad decente, que son los profesionales que por lo general se dedican de desarrollar las secuencias de acción. En este punto encontramos lo peor de este estreno. Las escenas de persecuciones y tiroteos que brinda Spy son bastantes genéricas y sobresalen por un lamentable y bochornoso uso de los efectos digitales. Este film es un ejemplo contundente de como el mal uso de la tecnología CGI generó que el cine se vuelva cada vez más berreta. Es inaceptable que en una producción de los estudios Fox los realizadores sean incapaces de filmar un tiroteo sin que la sangre sea generada por animación computada. Hay una escena patética donde Melissa McCarthy atraviesa con un cuchillo la mano de otro personaje y los efectos especiales son tan malos que se nota claramente que el cuchillo y la mano herida son digitales. Lo mismo ocurre en otro momento donde un tipo cae al vacío desde un balcón y su cuerpo termina atravesado por un fierro. La cámara se enfoca en el cuerpo y es muy burdo que el fierro es digital porque parece un dibujo animado. Si lo convocaban a Tom Savini con dos mangos hacía efectos especiales más realistas. Reitero, Spy logra ser entretenida y la pasás bien si la ves gratis en un avión o una avant premiere, pero como comedia de acción es una propuesta que enseguida queda en el olvido a la salida del cine.
Por más que en el reparto estén Jude Law y Jason Statham, la que brilla y justifica la visión del film es la talentosa Melissa McCarthy, la mujer que cada vez se afianza más en el cine, luego de probar su talento para robarse legítimamente películas donde era sólo actriz secundaria. Aquí, en la trama a lo James Bond con humor, ella despliega ese humor, esa brillantez para la comedia, y por ella hay que verla.
Una picadita antes de degustar la próxima producción que traerá a James Bond a las carteleras mundiales en "Spectre" y es Melissa McCarthy, como Susan Cooper, una agente de escritorio que tendrá que enfrentarse de manera real a los malos y en la calles de Europa. El escritor y director de este film es Paul Feig, que ya había trabajado con McCarthy y dijo de esta película, por su tono de comedia de acción: "Soy un gran fan de las películas de espías, y yo quería crear una comedia dentro de ese género. Lo gracioso proviene de los personajes, no es para mí una parodia o sátira... Quería crear un personaje sobre el que el espectador se preguntara: 'Si fuese reclutado como espía y enviado en una misión, ¿cómo me portaría?'. Melissa es perfecta para el papel ya que es muy talentosa pero al mismo tiempo puede actuar como una persona común y provocar una inmediata conexión con el público". Eso de que no es una "parodia" de James Bond, ¡vamos!, Mr. Feig. Porque no decir lo que es en verdad, si realmente está muy bien hecha. Desde los títulos con el tema de Ivy Evan (http://movieweb.com/spy-movie-music-video-ivy-levan/) "Who Can You Trust", nos metemos en el mundo del 007 y en el poster la vemos a Susan Cooper en dorado como la chica Bond de Goldfinger. Creo que el director no quiere que comparen su trabajo con Austin Powers o Johnny English: está en su mas no es igual. Podríamos decir que en "Chicas Armadas y Peligrosas", la colaboración entre Feig y McCarthy, acompañados de Sandra Bullock rozó más lo grotesco aunque funcionó muy bien esta pareja despareja de mujeres policías. Aquí, en "Spy" el casting ayuda también mucho a que la peli funcione, entretenga y sus gags hagan reír con eficacia. Entre los elegidos están: Jude Law, como Bradley Fine, el agente a quien todos quieren emular y ¡Jason Statham!, que prueba con un personaje egocéntrico e intenso, aunque bastante fabulador. Law es el más parecido a Bond y justamente, una vuelta de la trama, hace que Susan Cooper, su fiel asistente, aquella que siempre está un paso adelante, -a través de la computadora-, salte a la vida real. La comedia surge pues Cooper no es exactamente en su figura una chica Bond. Siempre soñó con estar en el campo, pues su entrenamiento fue igual de riguroso que el de todos los agentes en "la granja". Esta vez es su oportunidad, y así como ella es, serán sus disfraces, nunca como lo planeó, buenos vestidos, autos, armas letales y hoteles cinco estrellas; en cambio, unos gadgets muy para el ama de casa tipo nada parecido para una espía top. Se lo bancará igual, pasará por los peores lugares y allí descubrirá a sus verdaderos aliados: Aldo, un agente italiano muy meloso y Nancy quien será otra que salga de su vida de búnker y por qué no, Rick Ford (Statham), que varias veces tendrá que ser salvado por Susan. Los villanos y villanas se visten a la moda. Rayna (Rose Byrne), niña rica y consentida, será la contracara de Susan, ambas deberán esquivar balas y pelear con precisión, y Rayna, por su parte agregará el criticar el pobre vestuario de la novata de campo. Si vieron "Chicas Armadas y Peligrosas" y les gustó, "Spy" no los va a defraudar. Quédense hasta después del último crédito ya que más que leer los nombres de los actores y de la gente que trabajo delante y detrás de cámaras, hay varias misiones más que descubrirán de Susan Cooper y una última escena. Parece que nadie se queda más para ver hasta que termina la canción, y bien, se estarán perdiendo parte de la película.
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La espía que mata de risa En los últimos años, la comedia norteamericana se llenó de grandes dúos creativos. Sociedades compuestas por quién está detrás de cámara y un intérprete dispuesto a todo para llevar adelante el proyecto compartido. Ahí están, entre otros, los films de Will Ferrell y Adam McKay y Ferrell (El reportero: la leyenda de Ron Burgundy); los de Judd Apatow y Seth Rogen (Ligeramente embarazada) y los del propio Rogen con su coguionista desde la adolescencia, Evan Goldberg (Este es el fin). Y en medio de tanta fructífera colaboración masculina, la dupla que conforman el director y guionista Paul Feig y la actriz Melissa McCarthy parece ser la más popular por estos días. Luego de conocerse en la brillante Damas en guerra, en la que McCarthy conseguía destacarse en un papel secundario que le valió todo su éxito actual, Feig y su musa volvieron a trabajar juntos en Armadas y peligrosas, una comedia de acción que abrió el camino para que ambos llegaran a Spy: una espía despistada, su mejor película hasta el momento. Escrito por el propio Feig, el film cuenta las aventuras de Susan Cooper, una inteligente y capaz agente de la CIA, confinada a un trabajo de escritorio por el espía Bradley Fine (Jude Law), al que asiste en sus misiones y del que está no tan secretamente enamorada. La combinación de comedia e intriga internacional a lo James Bond no llega a la parodia -aunque muchas veces la roza- gracias a la versatilidad de todos sus intérpretes, entre los que se destacan en papeles secundarios la comediante británica Miranda Hart, la gran Allison Janney y, especialmente Rose Byrne y Jason Statham. Mientras que Byrne consigue transformar a la villana del cuento -la traficante de armas Rayna Boyanov- en un personaje hilarante y ridículo sin volverla una caricatura, el gran actor de acción que es Statham también demuestra su tempo para la comedia como el espía más intenso, torpe y exagerado del que se tenga memoria. Y entre todos ellos, cada uno con su justo momento para brillar gracias a un guión impecable e implacable, está la protagonista, que es digna heredera de comediantes como Lucille Ball o Carol Burnett. Todos ellos intérpretes, como McCarthy, con una especial habilidad para el humor físico y para transmitir emoción aun en las circunstancias más disparatadas. Claro que, a diferencia de aquellos próceres de la comedia norteamericana, McCarthy consigue colar entre espectaculares escenas de acción y las cataratas de inventivos improperios, una reflexión sobre el lugar de las mujeres en el mundo. Que una comedia de Hollywood se proponga cuestionar la importancia que se la da al aspecto físico, los cánones de belleza impuestos y el desprecio con el que deben convivir quienes no los cumplen podría parecer una tarea tan desubicada como potencialmente solemne. Sin embargo, en manos de la dupla McCarthy-Feig, el mensaje no acalla las risas y, de hecho, consigue potenciarse entre tanto humor a veces físico, a veces escatológico y siempre imperdible.
Cuestión de (sobre)peso La mayoría de los chistes son repetitivos y poco efectivos. Y el guión no se anima al delirio total. Basada en su (sobre)peso, Melissa McCarthy viene construyendo una sólida carrera como comediante que incluye, como certificado de calidad, tres temporadas como anfitriona invitada de Saturday Night Live. En cine, aquí la conocemos básicamente por su sociedad con el director Paul Feig, que la dirigió en Damas en guerra (2011), en Chicas armadas y peligrosas (2013) y, ahora, en Spy: Una espía despistada. Esta es la primera en la que McCarthy es la protagonista absoluta, pero en las tres sus personajes son guarros, groseros, violentos. En una palabra: masculinos. Los kilos de más y ciertas actitudes impropias para lo que se espera de una mujer son los ejes principales de su comicidad. Maxwell Smart dejó altísima la vara en materia de parodias de películas de espías: sagas como Austin Powers o La pistola desnuda, y no muchas más, se acercaron a ese nivel. En este nuevo intento, a McCarthy -una administrativa de la CIA que salta del escritorio al campo de batalla- la acompañan un Jason Statham que se burla todo el tiempo de sí mismo, Rose Byrne como la villana y Jude Law como el perfecto James Bond. Todos se reiteran en sus chistes (y muchos no son graciosos ni siquiera la primera vez). El guión, además de repetitivo, no se anima a ser completamente delirante: hay una trama de espionaje más o menos elaborada pero, a la vez, carente de interés. Hay que reconocer que McCarthy es buena actriz y se anota algunos gags efectivos. Pero verla haciéndose la dura, dando patadas, vomitando o diciendo líneas como "voy a cortarte la pija y te la voy a pegar en la frente para que quedes como un unicornio" resulta agotador más temprano que tarde. Algunos ven un subtexto progre y sostienen que, con sus personajes, McCarthy reivindica la obesidad y se burla de los cánones de belleza convencionales; en realidad, parece todo lo contrario. Pero si nos reímos con la gorda o nos reímos de la gorda es un debate secundario; la cuestión es si nos reímos. Y la respuesta es no.
¿Una comedia con buenas escenas de acción? ¿Una película de acción con excelentes momentos de comedia? Eso tiene SPY, que sorprende desde el primer minutos por esta mezcla que suena rara cuando uno la cuenta, porque sería lógico que sea simplemente una comedia tradicional. SPY es de esas películas donde te das cuenta que la pasaron muy bien haciéndola, y eso se traduce en la pantalla siempre. El elenco es genial y dejando de lado que Melissa McCarthy hace su papel de casi siempre, pero con algunas cosas más, lo de Jason Statham es maravilloso. Porque le hicieron un personaje que se burla de todos los agentes y de él mismo, pero él le pone mucha gracia y lo enaltece. Tiene un par de momentos WTF, pero el resultado final es que realmente la pasas muy bien durante toda la película. Es simplememente una muy buena comedia.
Una comedia efectiva. Las parodias sobre el mundo del espionaje se han vuelto incluso mas frecuentes que las propias películas sobre espías. Spy aplica a la escuela de buscar lo cotidiano en algo tan especifico e imaginativo como lo es este subgénero, sin perder de vista la estructura narrativa que este posee y que la sabe usar a su beneficio. ¿Y donde está el espía? Susan Cooper es una analista de la CIA, que desde su computadora asiste en sus misiones al superespía Bradley Fine. Los problemas surgirán cuando el espía muera a manos de una femme fatale, quien tiene información de los otros operativos para evitar que la agencia lo vuelva a intentar. Como si esto fuera poco, dicha dama tiene en su poder una bomba nuclear de la cual solo ella tiene la clave. Así que todo queda en manos de Susan, quien debe ganarse la confianza de esta mujer, al mismo tiempo que debe sortear la intromisión de otro espía que no la cree capacitada para el trabajo. Spy es una comedia decentemente escrita. Aunque no todos sus gags funcionan, los que sí lo hacen generan duraderas carcajadas. Las escenas de acción están bien hechas y el guion sabe arrojarle obstáculos creíbles a su personaje para mantener cierta tensión. El desarrollo de personaje es coherente y motivado. Por el costado técnico, Paul Feig, aparte de manejar tan bien la comedia que lo hace un director tan en boga, prueba ser también un hábil director para las escenas de acción. Ni hablar de aquellas escenas en donde hay una visible mezcla de ambos géneros. Por el costado actoral, Melissa McCarthy demuestra por enésima vez su habilidad para la comedia. Aunque no lo hace mal en absoluto, me gustaría verla intentar otros personajes; el talento le da. Jude Law y Jason Statham, en una de sus pocas interpretaciones comicas, sorprenden. Sobre todo Statham; las anécdotas exageradas que el guion de Feig pone en su boca son el doble de graciosas cuando las dice con su acento británico. Conclusión Spy es una comedia bien hecha. Entretenida y Cumplidora. Con la narración en regla y apoyada por buenas actuaciones. No es imperdible, pero si la eligen, mal no la van a pasar.
“Macartismo” desopilante Melissa McCarthy es una gran comediante, y finamente con esta película da la sensación de que Hollywood encontró la manera de usar debidamente su talento. La regordeta actriz interpreta a una agente de escritorio acostumbrada a pasarle todos los datos necesarios para sus misiones al superespía Jude Law, todo un astro dentro de la CIA. Pero cuando él muere en una misión y queda claro que todos los agentes de la agencia están perfectamente identificados por una villana que quiere venderle una bomba nuclear a unos terroristas, la agente a la que todos consideran poco menos que una simple secretaria se ofrece para trabajar de espía, algo que realmente provoca la ira del aguerrido y mitómano agente Jason Statham, quien de todos modos decide acompañarla por toda Europa en la peligrosa misión. Además de gran parodia del cine de espías, con bromas graciosas que parodian todos los lugares del género de James Bond en adelante, el film no pierde nunca el ritmo, dado que el centro de la cuestión es la transformación de la protagonista, que llega a convertirse en una ultraviolenta y malhablada agente capaz de moler a patadas al villano más temible. En este sentido, el director Paul Feig va adecuando los niveles de violencia y humor negro a la progresiva metamorsosis de Melissa McCarthy, llegando a niveles delirantes que parecen salidos de una pelicua de John Woo, como cuando la espía estelar combate a una asesina en la cocina de un restorán, apelando a toda la parafernalia de chuchillos y sartenes del lugar. Hay momentos realmente hilarantes a lo largo de la película, y todo el despliegue de producción propio de un film de 007, incluyendo las persecuciones del caso, filmadas con imaginación y un gag inesperado siempre listo para sorprender al público. McCarthy se luce en cada una de sus progresivas varaciones de espía tímida a super agente, y el único que por momentos casi le roba las escenas es Statham, básicamente porque es un actor que conoce el género y es perfecto para burlarse de sí mismo.
Muchas veces el abordar la reseña de una comedia puede ser una tarea muy difícil. El humor es muy subjetivo y le llega a cada espectador de diferentes maneras. Y mucho menos si hablamos de humor femenino, aquel en donde las mujeres son el foco de atención y no hay un Adam Sandler o Kevin James a la vista. Pero si algo ha quedado claro en los últimos años, es que Melissa McCarthy es una máquina imparable en lo que respecta al género. Una de las caras más reconocidas y lucrativas de la comedia americana, Melissa vuelve a la carga una vez más junto al director Paul Feig, una dupla que parece haber encontrado el código del éxito. Tras la apabullante Bridesmaids y la hilarante The Heat, el turno de Spy es el de insulflarle a una genial historia de espionaje y acción toda la artillería pesada que tienen la actriz y el guionista/director, una mezcla tan pura y deliciosa como los martinis que degusta el 007 en sus aventuras. Para no confundirse, Spy no es ni una burla ni una parodia a la saga Bond, sino que es una comedia pura y dura que involucra el costado más gracioso de las agencias secretas gubernamentales en persecución de malos bien malosos, buscando armas nucleares para diezmar al mundo moderno. La comedia no pasa por la estupidez al estilo La Pistola Desnuda, sino que va jugando sus propias cartas, construyendo personajes y viajando alrededor del mundo en busca de pistas y rastros de migas que van dejando los villanos de turno. En ese aspecto, el subtítulo con el que se conoce la película en territorios de habla hispana - Una espía despistada- no podría lastimar más al producto, ya que la protagonista lejos está de ser una agente despistada. Se podrá seguir recurriendo en menor medida al humor físico con respecto a la corpulencia de McCarthy, y en mayor medida a la cantidad de insultos por segundo que puede disparar la espía del título, pero su personaje lejos está de ser una cabeza hueca. Gracias al estupendo trabajo que hace Feig desde el guión, la dimensionalidad de la protagonista y de sus secundarios se demuestra a cada segundo, primero siendo Susan Cooper una ayudante remota de los agentes de campo, y luego arrojándose al mundo exterior para probar que no es sólo una "señora del almuerzo" como la llaman despectivamente sus colegas. Susan es un arma secreta, y el elevado nivel de entrenamiento y su escasa notoriedad la hacen una candidata ideal para una nueva misión, más allá de cómo luzca físicamente. El nivel de manejo de personajes del director es excepcional, y sabe equilibrar el humor con la acción en justas dosis para que no termine de abrumar ni el uno ni el otro. Con bastantes giros y revelaciones para resultar una prima de las Misión Imposible, Spy se vale de sus dos horas de metraje para desarrollar su historia, donde McCarthy comparte escenario con un grupo de talentosos secundarios, muchos de los cuales prueban aguas nuevas en sus carreras y salen airosos. Primero que nada, el ver a Jude Law como una copia casi calcada de James Bond es tremendamente gracioso, pero es su colega Jason Statham el que se lleva todos los aplausos como un agente que ha vivido situaciones adrenalínicas fuera de control y no está para nada de acuerdo que su rechoncha compañera le haya robado una asignación. Es más, el mote de despistado se lo lleva él, en una combinación entre aguerrido y estúpido que le calza perfecto al macho Alfa que siempre representa en sus películas. Y siguen las sorpresas: Rose Byrne viene pisando fuerte en la comedia, siempre en papeles serios que le dan permiso para ir destapando la olla poco a poco, y acá su villana le roba varias escenas a la protagonista con su carisma y su particular sentido del humor, mientras que la colega de escritorio de Susan, Nancy, le otorga inmunidad diplomática a Miranda Hart para ir elevando la apuesta con el correr de los minutos y volverse casi imprescindible en pantalla. Hay una solidez en el elenco que crea un conjunto magistral, incluso cuando las pequeñas partes también son ocupadas por caras conocidas del medio. La acción es el aspecto en el cual Spy puede encontrarse en problemas, pero el ritmo es tan frenético que se le pueden perdonar un abusivo uso de efectos digitales bastante pobres, que contrastan aún más el hecho de que varias persecuciones y peleas coreografiadas sean de un impacto bastante importante. Pero estamos frente a una comedia restringida y no una Skyfall, así que se le pueden dejar pasar ciertos deslices. McCarthy y Feig sacan lo mejor el uno del otro, y el resultado es un vehículo muy bien aceitado que resulta profana y progresiva a partes iguales, abriendo el camino para que más comedias se permitan usar mujeres en roles protagónicos que antes eran exclusivamente masculinos.
Comedia de espionaje con gracia femenina Melissa McCarthy sostiene este film por su notable capacidad de hacer reír. Un despliegue de producción gigantesco que no está al servicio de las deslucidas actuaciones de la mayoría. Las parejas desparejas, los agentes secretos menos esperados al frente de una misión, todos tópicos de comedias con algo de acción y resultados desparejos. Desde lo sublime a lo insufrible, la comedia de agentes secretos lo ha transitado todo. El nombre local de Spy con el agregado de Una espía despistada no ayuda demasiado a tomársela en serio. Sin embargo, el director es Paul Feig y eso ayuda. Feig dirigió dos grandes comedias con mujeres: Damas en guerra y Armadas y peligrosas, en ambos films demostró un enorme timing de comedia y también una gran capacidad para poner en pantalla los mejores personajes femeninos de comedia en mucho tiempo. Hay mujeres completas en sus comedias. Completas significa que no son personajes secundarios o con poco movimiento. Feig desacraliza el cuerpo femenino a la vez que reivindica elementos de las mujeres que poco y nada aparecen en el cine. Spy es una comedia de espionaje, pero aun cuando domina la acción, se nota la coherencia con los otros dos films del director. La amistad femenina, la solidaridad femenina, el humor femenino, el ridículo femenino. La herramienta fundamental para poder mover la rueda del humor es la protagonista, Melissa McCarthy, que por tercera vez trabaja con el director y se encarga de todo el humor de la película. McCharthy es muy talentosa, tanto para el humor verbal como para el físico, es una comediante completa. Debido al éxito de la actriz, la película es un despliegue de producción gigantesco, tan grande como el de una película de James Bond. Esto le aporta lujo a la trama, pero no necesariamente les da libertad a los actores, que deben jugar demasiadas escenas en espacios que no son ideales para actuar de manera ligera y graciosa. Comparados con McCarthy todos están un paso atrás, en particular aquellos que intentan actuar de forma cómica. En ese aspecto, la jefa interpretada por Alisson Janney, es el mejor personaje secundario. Es graciosa pero actúa de forma seria. Algunas sorpresas del casting no serán contadas, pero las hay. Comparada con Damas en guerra y Armadas y peligrosas, esta película es inferior. La producción le pasó por encima a la comedia pura y eso se nota. El show de McCarthy está intacto, pero un poco perdido. Esperemos que no se le ocurra tomar un camino alejado de la comedia en el futuro, ya que la actriz tiene muchísimo para dar en el género. Spy es ella y su talento para el humor, pero no mucho más.
Agente del recontraespionaje El director y la protagonista de Damas en guerra vuelven a demostrar que la Nueva Comedia Americana no es territorio exclusivamente masculino, pero descansan demasiado en el potencial de la estrella y descuidan el trabajo en equipo. No es ninguna novedad que la Nueva Comedia Americana (NCA) hizo de la capacidad de reírse de absolutamente todo su estandarte, corriendo los límites de lo mostrable y audible en el cine mainstream hasta niveles inéditos. La única tara era su centralización en universos eminentemente masculinos, por lo que marginaba a las mujeres a roles secundarios, funcionales al lucimiento del comediante de turno. Hasta que en 2011 se estrenó Damas en guerra y el imperativo de género voló por los aires. Aquel film de Paul Feig ejecutó una subversión genérica poniendo a ellas en el centro de la escena y catapultando a la fama a Melissa McCarthy, un corchito de lengua viperina que no sólo se animaba a escupir guarradas en cantidades industriales con una naturalidad pasmosa sino que, de yapa, rompía los cánones estéticos a fuerza de su capacidad para reírse de su sobrepeso. Cuatro años después de esa experiencia, y con el antecedente próximo de la fallida Chicas armadas y peligrosas en 2013, Feig redobla su apuesta dándole a la actriz su primer protagónico absoluto en Spy. Y ella responde cabeceando todos los centros siempre al arco, convirtiéndose así en el principal mérito del film, pero también en su techo.Como la reciente Kingsman, Spy, una espía despistada –¡ay!, esa manía de las distribuidoras de agregar subtítulos– se propone amalgamar los universos cosmopolitas de 007 y Jason Bourne, viajes a lo largo y ancho de Europa incluidos, con el de la NCA mediante una operatoria paródica. Esto porque Jude Law encarna la faceta más glamorosa, elegante y pulcra de la criatura creada por Ian Fleming; Jason Statham se apropia de la rudeza, la praxis y la destreza física del personaje emblemático de Matt Damon, y McCarthy es una marginada social y laboral cargada de una bondad y capacidad de empatía infinitas. Ella interpreta a Susan Cooper, una oficinista que debe dejar los escritorios de la CIA después del asesinato de su jefe en manos de la hija de un traficante de armas (Rose Byrne). El film se apropia de su mesura y contención inicial como flamante espía para traspasarlas a una primera parte del metraje más bien reglamentaria, abocada a los delineamientos básicos de sus resortes narrativos antes que a la explosión cómica. Después Susan se asienta en su rol y, con ella, la película en su vertiente más desfachatada y salvaje, gracias a la extraordinaria capacidad de McCarthy a la hora de disparar las agresiones verbales más originales del Hollywood moderno.El problema es que la confianza en –y de– McCarthy termina generando un agobio similar al de un unipersonal del Paseo La Plaza. El director Feig es como uno de esos técnicos que apuestan menos al juego en equipo que al talento de su futbolista estrella, atando las posibilidades de una victoria a un arranque individual y limitando al resto de los jugadores a devolver paredes en lugar de allanarles el terreno para que exploten. Así, la autoconciencia de Statham o la subnormalidad manifiesta de la compañera de trabajo de Susan (Miranda Hart) son apenas esbozos que aportan poco a la comicidad de un film que, sin duda, es eficaz y definitivamente gracioso, pero que gana de taquito cuando tenía plantel para gustar y golear.
Una chica más armada y más peligrosa En el nuevo proyecto del guionista y director Paul Feig (Damas en Guerra, Chicas Armadas y Peligrosas) y la actriz Melissa McCarthy (partícipe y protagonista de ambas películas, respectivamente, además de la encantadora Sookie en la serie Gilmore Girls), ésta última es Susan Cooper, una agente de la CIA relegada al escritorio, que asiste al espía estrella Bradley Fine (Jude Law) en sus misiones. Esto es, hasta que las identidades de todos los agentes de campo se ven comprometidas, y ella se proponga para la próxima misión. Feig y McCarthy le rehúyen al prototipo paródico del espía despistado –pese al título local- que resuelve sus casos por casualidad y que tiene sus representantes históricos en el Inspector Clouseau (Peter Sellers) y Maxwell Smart (Don Adams). La comedia en Spy no pasa por las habilidades de Cooper como espía, ya que queda en claro desde un principio que es tan experta en el manejo de armas y el combate físico como en la logística de las operaciones. El humor pasa por ser un sapo de otro pozo: la chica nunca lo suficientemente cool para que la dejen entrar al club. Pero la vuelta de tuerca es que el club está lleno de gomas. Y obviamente ella es mil veces más piola que sus colegas y enemigos. Sus compañeros ciertamente son bastante esquemáticos y, aunque cumplen sus roles, todo pareciera levemente forzado en el afán de establecerlos paródicos: Jude Law es el rubio distante, perfecto, añorado por Susan. Apenas si se le despeina un poco un mechón tras enfrentarse a dos docenas de hombres armados y un par de explosiones. Rose Byrne juega al estereotipo de villana Bond -con acento búlgaro exagerado y un peinado que la dobla en volumen- y su Rayna Boyanov provee de las mejores interacciones con McCarthy. Jason Statham es la “revelación” en su faceta cómica, como un híbrido de su Transportador, Chuck Norris y el tío exagerado que se la pasa contando anécdotas igualmente épicas e inverosímiles en cada bendita reunión familiar. Sus enumeraciones de cada herida de guerra van en un in crescendo que generan algunos de los momentos más cómicos de la película. Pero como mucho del mejor humor de Spy, pasa por lo verbal y no lo visual. También están Peter Serafinowicz como un agente italiano que apenas si sirve para que Cooper no se deje abatir emocionalmente, Alison Janney (desaprovechadísima) como la jefa que es dura pero apuesta por el personaje de McCarthy, y Miranda Hart como la amigota de la agente y depósito de burlas. Spy está claramente pensada como un vehículo para el despliegue del humor físico y verbal de Melissa McCarthy (y como potencial franquicia), por lo que se estructura como una sucesión de eventos que sirven de excusa para los gags de la actriz. Pero las situaciones no necesariamente llevan al desarrollo narrativo: entramos en una rueda de hámster donde alguien humilla a Cooper, ella se la devuelve con un comentario sarcástico, otro la intenta aplacar físicamente, ella le da un sartenazo, y así… Casi que uno desea que entre Daenerys Targaryen a proclamar que va a romper la rueda. La fórmula se vuelve inmediatamente repetitiva, pese a McCarthy y el elenco (de vuelta, increíble y tan desaprovechado), y no se justifica en su propósito de narrar crecimiento y autoafirmación de Cooper, que es lo que verdaderamente le interesa a Feig. Spy está claramente pensada como un vehículo para el despliegue del humor físico y verbal de Melissa McCarthy. Como en las dos películas previas con la dupla del director y la actriz, uno de los focos es la construcción de alianzas femeninas ante un grupo de hombres torpes, casi inútiles, a los que hay que socorrer constantemente. Ya sea con su jefa, que le da una oportunidad para salir del lugar a la que habían relegado, su compañera que está ahí siempre para ella, o hasta su némesis (ayuda mucho que el guión sepa explotar que McCarthy tenga más química en sus intercambios de insultos con Byrne que con el resto del elenco). Éste es uno de los fuertes de Feig, quien no es la primera vez que dirige un guión propio en cine (o en TV, donde creó la increíble, mítica y efímera Freaks and Geeks), pero que tanto en Damas en Guerra como en Chicas Armadas y Peligrosas había contado con guiones escritos por mujeres. Feig no se destaca por un despliegue visual con marcas propias (su idea de lo espectacular pasa por mostrar los paisajes de las ciudades europeas que sirven de locaciones y algunas peleas mejor resueltas que otras) y así como el humor verbal suele quedar en primer plano por sobre el físico (en muchos casos, por líneas improvisadas que se dejan correr más de la cuenta), el director tampoco logra mantener un ritmo visual que acompañe a las idas y vueltas de Cooper y compañía. La importancia de Spy pasa por si logra el éxito comercial que consiguió ya Chicas Armadas y Peligrosas, consolidando el lugar en la industria, no sólo de McCarthy, si no de una mujer como protagonista en un género que no sea la comedia romántica, el romance, o el drama en general (con mujeres cuyas historias giran en torno a conseguir pareja, añorar y/o directamente sufrir). Si la cercanía del estreno en Argentina al de Estados Unidos sirve como índice de reconocimiento (independientemente de las eternas especulaciones de las distribuidoras respecto al resto de los estrenos tanques en cada temporada) del arrastre de público que empezó a generar Melissa McCarthy en los últimos años, en combinación con las propuestas de Paul Feig y sus películas protagonizadas por mujeres, van bien: Damas en Guerra se lanzó en Argentina casi medio año después que su estreno original, Chicas Armadas y Peligrosas (co-protagonizada por Sandra Bullock, detalle no menor), tres meses después. Spy: Una Espía Despistada se estrena en simultáneo a EUA.
Cada vez que a la cartelera entra una película como Spy: Una espía despistada, el público debería sentirse agradecido. Hoy en día, las buenas comedias escasean en las salas comerciales, en las que se impone un blockbuster serio, políticamente correcto y homogeneizante. Las sagas Bond, James Bond, que se consolidaron cuando la Guerra Fría aún estaba caliente, no sólo dieron a luz a un subgénero bien definido (el de espías y agentes secretos) sino que dieron pie para hacer algo mucho más interesante y placentero: la autoparodia a secas, la ridiculización del modelo original, la burla autoconsciente en versión extraoficial. El esquema 007 es simple: agente secreto fachero y mujeriego tiene como misión imposible infiltrarse en banda criminal para frenar plan maquiavélico que incluye bomba atómica. Pero lo que interesa, tanto en las franquicias originales como en los productos derivados como el que nos ocupa, no es tanto el argumento en sí sino lo que sucede en él. Es así que en Spy, protagonizada por la talentosa Melissa McCarthy y dirigida por el no menos genial Paul Feig (quienes ya trabajaron juntos en anteriores películas), lo que cuenta son los medios y no el fin, el camino y no la llegada: los enredos con mujeres con licencia para infartar y todos los momentos de acción, gags y gajes del oficio. Susan Cooper (McCarthy) es una solterona que trabaja en una oficina de la CIA desde la cual guía, cucaracha audífono mediante, al verdadero especialista en la materia: Bradley Fine (Jude Law), el encargado de satirizar al Bond de la película. Pero debido a un percance que no se puede revelar, Cooper deberá calzarse los guantes de su 007 preferido y convertirse en una impensada agente secreta, con la misión de frenar a una banda de malhechores que quiere activar, ¿adivinen qué? Sí, una bomba nuclear. Lo que viene es un tour de force plagado de chistes políticamente incorrectos para la desaprobación del espectador "progre", y a un ritmo de montaña rusa que recorre varias capitales del mundo (París, Roma, Budapest). Sin duda los dos personajes que se roban la cinta, además de Cooper, son el encarnado por Jason Statham, un agente insoportable y ridículamente fanfarrón, y el interpretado por Peter Serafinowicz, una especie de italiano degenerado con ínfulas de Don Juan. Paul Feig conoce a la perfección los códigos y las convenciones de los distintos géneros que aborda y el resultado es de una libertad y una violencia graciosísimas, donde el humor físico para que se luzca McCarthy (quien se cansa de reírse de sí misma) es la columna vertebral alrededor de la cual se construyen las dos horas que dura el filme.
Por tercera vez, el director Paul Feig vuelve a formar equipo con Melissa McCarthy (“Damas en Guerra” y la no tan divertida “Chicas Armadas y Peligrosas”), y por segunda con la australiana Rose Byrne, quien también había participado del éxito del año 2011 junto a Kristen Wiig, Maya Rudolph, Wendi McLendon-Covey y Ellie Kemper. En esta ocasión se trata de una desopilante comedia de espionaje (con una estética y musicalización muy a lo James Bond, aunque no es 100 % una parodia) en la que la nueva reina de la comedia -la ácida, zarpada y física- encarna a Susan Cooper, una modesta y aburrida analista de la C.I.A. que está confinada a su escritorio (ubicado en una oficina debajo de un sótano de Langley infestado por ratas) para guiar a los espías más sobresalientes en las misiones más peligrosas de la agencia. Uno de ellos es Bradley Fine (Jude Law), la versión americana de 007 de la que la protagonista está un poquito enamorada. Todo está a punto de cambiar para ella (o sea, entrar finalmente a la acción en el campo) cuando algo sucede con él en el contexto de una misión para acabar con un traficante de armas búlgaro (Raad Rawi), cuya hija, llamada Rayna Boyanov (papel a cargo de Rose Byrne) no sólo sabe las identidades de todos los agentes comprometidos sino también la ubicación de una bomba nuclear que está a punto de ser vendida al mejor postor. Aunque no esté “preparada”, si hay alguien que puede pasar desapercibida (o al menos eso es lo que intenta durante todo el film) es ella; así que se ofrece como voluntaria para infiltrarse de lleno en el mundo del tráfico de armas y así evitar un desastre mundial. Bajo las identidades secretas más patéticas que le puedan asignar, su misión transcurre en ciudades europeas como París, Roma y Budapest, donde se suceden las situaciones más alocadas y extremadamente divertidas de las que también forma parte otro agente, el creído y exagerado Rick Ford, interpretado por Jason Statham. Un papel distinto al héroe de acción al que estamos acostumbrados a ver, ya que también se expone al ridículo, pero de una manera que aporta a la historia. Tras la inesperadamente aburrida “Chicas Armadas y Peligrosas”, definitivamente la dupla Feig-McCarthy (en este caso con licencia para matar de risa) logra repuntar con esta divertida propuesta que cuenta con un guión que marca un muy buen timing (por suerte no abusa del grotesco y del humor escatológico) gracias al cual se luce la actriz que rompe con los estereotipos y que día a día es más reconocida dentro de la industria de Hollywood. Atención para los que no se quedan a ver los créditos finales. Entre medio, hay una escena extra que no tiene desperdicio.
Las parodias y versiones cómicas de espías y agentes secretos existen hace años, desde el Superagente 86 hasta Austin Powers. Son productos que toman las características de las películas al estilo James Bond y nos tienen de cómplices sobre cómo funcionan los lugares comunes del género. Los artefactos del héroe, los villanos peculiares, los autos, las misiones encubiertas, las persecuciones, los aparatos de destrucción masiva, etc. “Spy” se suma a la lista para traer un poco de aire fresco al asunto: la espía del título en este caso es la nominada al Oscar (sí, al Oscar) Melissa McCarthy. Una suerte de versión mujer del fallecido Chris Farley pero con más rango actoral que tiene su propia serie de tv (Mike & Molly) y que se convirtió en una de las actrices cómicas más importantes de EEUU. Está escrita y dirigida por Paul Feig, director que ya trabajó con ella en otras ocasiones (Bridesmaids y The Heat, donde compartió dupla con Sandra Bullock) y que sabe exactamente cómo utilizarla para sacar lo mejor de ella y sus dotes actorales*. Por fuerza mayor, una agente de oficina tiene que salir a hacer una misión de reconocimiento pero termina infiltrada en una red de venta de armas, bombas y todo ese tipo de aparatos con algún tipo de detonación. La historia es clásica pero tiene sus vueltas de tuerca, lo que la hace un poco impredecible. El humor de “Spy” tiene mucho de insulto y de atacar verbalmente al otro pero, créase o no, funciona. Especialmente porque el guión es inteligente, picante y constantemente tiene un intercambio gracioso y original entre personajes, McCarthy cae bien y su Susan Cooper es adorable precisamente porque sabe hacer su trabajo pero no es tenida en cuenta: es una agente competente que saca lo mejor de sí misma cuando no es restringida por ningún superior. Verla mutar de parecer una señora con 10 gatos a ser una Ethan Hunt femenina y más agresiva, es un cambio interesante que genera buenos momentos y donde la actriz mejor brilla. Hay gente que no le gusta pero hay algo innegable y es que Melissa McCarthy tiene un estilo particular y un timing impecable para la comedia. El director la rodea también con un elenco de primera que se presta al juego y sale muy bien parado. Jason Statham hace una parodia de sí mismo y de sus personajes de acción, donde se piensa que es el mejor de todos, dice hacer lo imposible y al momento de actuar quizás no sea tan así. Ponerlo a la misma altura de McCarthy es un hallazgo impensado y fenomenal, especialmente para una película de este estilo. También se suma Jude Law que hace del típico James Bond pero que lamentablemente no tiene demasiado para hacer, y una galería de personajes secundarios con una personalidad bien marcada que aparecen esporádicamente en el momento justo. Pero, además de Statham, el arma secreta de Spy es la australiana Rose Byrne, la villana del film. Una actriz que viene creciendo de a poco pero de manera constante en Hollywood, un nombre poco conocido pero con una cara que apareció en algunas de las películas más exitosas de los últimos años: X-Men First Class, Neighbors, Bridesmaids y las dos partes de Insidious. Sus escenas con McCarthy son una ida y vuelta de intercambios verbales de dos personalidades fuertes que se sacan chispas, y junto con las de Statham, son lo mejor de la película. Paul Feig, sin embargo, no dirige sólo para las risas. Spy no es tanto una parodia del género: es una comedia dentro de un thriller de espías de verdad. Tiene escenas de acción, persecuciones, y peleas bien realizadas, dignas de cualquier otra película ‘seria’ de Jason Statham. Hasta las preciosas locaciones parecen sacadas de un film de 007 con París y Budapest de fondo. En una actualidad donde las comedias son escasas (y las pocas que hay no son tan buenas, hay que reconocerlo), llega una en donde todos los protagonistas están comprometidos en sacar una risa incluso saliendo de sus lugares de confort y, aunque no sea una película perfecta, “Spy: Una Espía Despistada” es más que bienvenida.
Una forma de entender la comedia A partir del título que le pusieron en Argentina a Spy, subtitulada como Una espía despistada, podemos elaborar una mirada sobre cómo la comedia es pensada por un tipo como el director Paul Feig en relación a los distribuidores de cine y un público determinado, el argentino. La película imagina a Melissa McCarthy como una empleada de escritorio de la CIA, capaz de asesorar al espía de turno pero incapaz de vivir por su propia cuenta esas aventuras. Pero, por esas arbitrariedades tan divertidas de las buenas comedias, McCarthy es enviada a una peligrosa misión. Ya sabemos: la comediante es una mujer robusta, alejada de los cánones de belleza que instala el cine -y Hollywood más precisamente- y eso nos obliga a pensar que no podríamos imaginarla cumpliendo su rol de manera adecuada (menos acá, en la tierra del “linda lechona” a lo Emlio Disi). Perdonen la barbaridad, pero alguno habrá pensado “es gracioso porque es gorda”. Y, claro, la espía no puede ser muy lista, tiene que ser despistada y tonta, y le tiene que salir todo de suerte. Atando todo esto a un imaginario que tiene al Clouseau de La pantera rosa y al Drebin de La pistola desnuda como ejemplos más acabados de todo aquello que representa la torpeza en el cine. Es comedia, hay que venderla como una tontería divertida. Pero alguien no leyó la sinopsis. O, peor, no entendió el cine de Paul Feig o no entendió el sentido del título original, que certifica sin ningún juego de palabras malintencionado las capacidades de su protagonista. Susan Cooper, la agente interpretada por MacCarthy, puede ser insegura, tener la autoestima demasiado por el suelo, pero si hay algo que no es, es tonta. Todo lo contrario: es inteligente, sagaz, y además una laburante súper profesional, con las capacidades intactas para desarrollar esa tarea. Y, además, Feig no se permitiría elaborar una comedia alrededor de una mujer estúpida. ¿Acaso no vieron Damas en guerra o Chicas armadas y peligrosas? De lo que trata Spy, una espía despistada es de cómo una mujer no demasiado reconocida logra hacerse valer ante un universo de hombres que van del narcisismo a lo obsceno (mirar si no las identidades que le dan como agente encubierta); sobre cómo hacer visible a un laburante de escritorio, a un ser gris dentro de una estructura gigantesca (y un poco llena de alimañas, está claro) que se vale de cientos de personajes como ella para el lucimiento de dos o tres referentes que brillan. Y de lo que trata en definitiva Spy, una espía despistada, es de cómo un tipo como Paul Feig se toma en serio la comedia a partir de tomarse en serio a las criaturas que habitan allí dentro (se la toma más en serio que los que distribuyen la película, de hecho). Porque su film también podría ser pensado como una sátira del cine de espionaje, pero en verdad no lo es tanto: es una de espías hecha y derecha, aunque con la presencia de personajes que desacralizan ese universo y permiten que la mirada vire hacia lo humorístico, que de eso se trata también la comedia: las secuencias de acción son rigurosas y verosímiles, la violencia es sumamente física e impactante, los personajes actúan como si estuvieran en algo realmente serio (allí brilla la jefa Allison Janney, el mejor personaje trazado detrás de MacCarthy). Y si bien Feig no logra profundizar su mirada como en sus dos comedias anteriores, y aquí esa reflexión sobre lo femenino en un mundo de hombres queda un tanto relegada ante el exuberante ruido de la acción y los viajes por el mundo que precisa el género de espionaje (no alcanzan del todo los vínculos que genera la protagonista con los personajes de Miranda Hart y Janney), lo que sobresale es la capacidad cómica del director y esa notable colaboración que logran con la impar MacCarthy: hay humor sofisticado, soez, escatológico, visual, verbal, y todo tiene su coherente relación con la puesta en escena de cada secuencia y con la lógica de cada personaje. Y la actriz le pone el pecho a todo lo que el director propone, y juntos son un cerebro con una función principal potenciada: hacer reír. Es como si Feig entendiera que las historias de espías precisan del humor como un elemento implosivo más, y por eso la película fuera más desfachatada en su objetivo. Por suerte hay gente que entiende el género y lo hace gozar de muy buena salud, a pesar de los títulos que los distribuidores les ponen a las películas.
Una comedia que tiene escenas de persecuciones, luchas, explosiones y tiros. El cineasta estadounidense Paul Feig (52) tiene cerca de veintidós películas dirigidas, entre ellas “Las damas de honor” (2011) y vuelve a reunirse en una comedia con Melissa McCarthy y Rose Byrne. Completa el elenco: Jason Statham, Jude Law, Allison Janney, Miranda Hart, Nargis Fakhri, entre otros. La CIA se encuentra en crisis cuando tiene un accidente el muy buen agente Bradley Fine (Jude Law) su compañera, otra agente, Susan Cooper (Melissa McCarthy) ahora tiene una misión muy importante: tener en la mira a Rayna Boyanov (Rose Byrne, " Annie "), una poderosa y temeraria traficante de armas y especialmente una nuclear muy peligrosa para la humanidad. Hay otro agente corrupto que se involucra en la acción, Rick Ford (Jason Statham). Ahora la agente Susan se ofrece voluntariamente para ir de incógnito e infiltrarse en el mundo de unos traficantes de armas mortales, y así evitar un desastre global. Además también se encuentra un espía italiano Aldo (Peter Serafinowicz) que hará de las suyas. Resulta ser una historia entretenida con toques de parodia que van desde el agente 86 a la saga de James Bond. Desde su presentación hasta su desarrollo, con toques de sátira, contiene acción, persecuciones por agua, cielo, tierra y por una gran diversidad de medios de transporte (motos, lanchas, etcétera). Posee humor de todo tipo y buenas locaciones como: Paris, Bulgaria, Roma, entre otras y esto también le otorga una estupenda fotografía de Robert D. Yeoman ("El gran hotel Budapest"; "Moonrise Kingdom", "Los Tenenbaums, Una familia de genios"). Bien interpretada por: Melissa McCarthy (una gran comediante, sobresale en todo momento y se pone el film acuesta), Rose Byrne, Miranda Hart, Jude Law y Jason Statham (poco aprovechado). Un buen pasatiempo pero le sobran algunos minutos. Hay que ver los créditos finales porque posee escenas extras.
El huracán McCarthy a pleno La vida de Susan Cooper en la CIA transcurre detrás de un escritorio, sirviendo de apoyo a los agentes que luchan en el campo. Pero todo cambiará a partir de un crimen: Susan viajará a Europa para vengarse y, de paso, desbaratar una conspiración internacional. Jude Law interpreta a un clon de 007 al que se le escapa un tiro por culpa de un estornudo. Jason Statham parece el héroe granítico e impasible de siempre, pero en realidad es un monumento a la torpeza que se ríe a gritos de sí mismo. Rose Byrne juega una villana cuyo cinismo y sofisticación apenas disimulan su inutilidad. Y está la enorme Miranda Hart, por supuesto, la analista de datos que termina a los revolcones nada menos que con 50 Cent. Los personajes que rodean a Melissa McCarthy son tan disfrutables que su Susan Cooper, protagonista de “Spy”, brilla con mayor intensidad. La fulgurante carrera de McCarthy se sostiene tanto por su carisma como por su capacidad de hacer uso -y no abuso- de su gordura. McCarthy se toma en solfa sin ser grosera con su cuerpo. Contesta las estocadas verbales con ferocidad, a veces con inteligencia. Sabe además cuáles son las teclas adecuadas de la comedia física. Imposible no empatizar con ella. En “Spy” la CIA es un agujero infestado de ratones y murciélagos; los agentes son de medio pelo -incluido el sexópata que interpreta Peter Serafinowicz-; el villano más despiadado es capaz de caer en todas las trampas; y al mundo sólo puede salvarlo Susan Cooper, que es el huracán McCarthy desatado. No todos los gags ni todos los diálogos son magistrales, por supuesto. A los altibajos Paul Feig los resuelve recorriendo el mundo -a lo James Bond, claro- y manteniendo el pulso de la acción. La sociedad Feig-McCarthy viene produciendo un éxito tras otro (“Armadas y peligrosas”, “Damas en guerra”) y continuará nada menos que con la resurreción de “Los Cazafantasmas”, ahora con elenco femenino. Hay un cameo de Ben Falcone, con quien McCarthy se divirtió a bordo de un avión en “Damas en guerra”. Hasta esos guiños se da el gust
VideoComentario (ver link).
De despistada, nada La presencia de Melissa McCarthy en este filme nos predispuso mal. Hasta ahora sus trabajos se basaban en el peor humor estadounidense de los últimos tiempos. Lo bueno es que todavía podemos sorprendernos. Esta vez McCarthy va más allá de lo escatológico y exhibe todo su histrionismo al servicio de una historia que la contiene y eleva su nivel como comediante. Estamos ante una nueva parodia al mundo de los agentes secretos, con obvias referencias al universo de James Bond. Así, la historia se desarrolla en EE.UU., París, Roma y Estambul, sitios adonde la agente Susan Cooper (McCarthy) debe ir para seguir la pista de la impiadosa y malvada Rayna (Rose Byrne), hija de un villano que antes de morir dejó una bomba nuclear lista para ser usada por el mejor postor. El problema es que hasta ahora Cooper era solo una agente de escritorio, dedicada a asistir a los agentes que llevaban a cabo las misiones, tal el caso de Bradley Fine (Jude Law) que deja trunca una investigación que Cooper debe completar. El filme ostenta un gran despliegue de producción y una galería de desopilantes personajes secundarios que enriquecen la trama y evitan que todo el peso humorístico recaiga sobre la protagonista, equilibrando así el ritmo cómico del filme. Todos los actores están en la misma sintonía y dominan el tono paródico sin abusar de lo grotesco. "Spy" es una buena propuesta de acción y humor que no defrauda, y pone a Melissa McCarthy en un sitio del que no debería retroceder.
Con licencia para aburrir 2015 será recordado como el año en que fuimos bombardeados por espías de todos los colores. Primero pudimos conocer la divertida Kingsman: el servicio secreto y antes de que lleguen otras propuestas de alto perfil como Misión: imposible V, la nueva James Bond Spectre y la adaptación a la pantalla grande de El agente de CIPOL, hace su torpe entrada en escena Spy: una espìa despistada. Claramente una parodia a las películas de 007 con la particularidad de que aquì quien lleva las riendas del relato es una mujer. Y no cualquier fémina, precisamente, sino ese portento cómico que es la enorme Melissa McCarthy. Una comediante de grandes recursos para el humor pero antes que nada una actriz nata que cuando su papel lo amerita es capaz de emocionar y emocionarnos con su talento. Es una pena que su asociación con el autor y director Paul Feig le esté jugando en contra encasillándola en un tipo de rol al que vuelven una y otra vez simplemente porque funciona. Feig ya dirigió a McCarthy en Damas en guerra y también en la muy sobrevalorada Chicas armadas y peligrosas. En Spy: una espía despistada el realizador y su musa inspiradora han unido fuerzas para homenajear a un género con sus propias armas. Despareja, demasiado larga y como mucho apenas simpática esta comedia que cuenta con un respetable presupuesto de 65 millones de dólares sigue haciendo hincapié en la figura obesa de la actriz y su facilidad para proferir insultos a una velocidad pasmosa para obtener las risas de la platea. Con un guión pobre en ideas difícilmente se obtenga una obra que supere un escrutinio crítico serio. Es lo que le sucede a Spy… que ya desde los títulos de presentación alude nada veladamente al universo de James Bond. El punto de partida utiliza el viejo truco del pez fuera del agua para intentar sorprender. El problema es que no nacimos ayer y a la fórmula la sabemos de memoria. Ni siquiera las vueltas de tuerca cumplen con su objetivo: se ven venir desde lejos. La historia es una excusa para mandar encubierta a una peligrosa misión en Europa a la agente de la CIA Susan Cooper (McCarthy). Desde la comodidad de su escritorio Cooper es el complemento perfecto para el eficiente espía Bradley Fine (Jude Law). Cuando por motivos argumentales Fine queda fuera de la ecuación Susan se ofrece como voluntaria para reemplazarlo. La ocurrencia es tan insólita como para que su jefa (Allison Janney) la considere y finalmente la apruebe. La decisión es resentida por el super agente Rick Ford (Jason Statham en un descanso de sus habituales vehículos de acción) que renuncia para viajar y hacer la suya. Como en la última entrega de Rápidos y furiosos, Statham aparece de a ratos en Spy… siendo utilizado por Feig como un antagonista de Cooper metiéndose en el medio cuando no debe y generando un caos tras otro. Para clarificar es un personaje al que su creador ha definido como una mezcla de John Rambo con el inspector Closeau. En mi opinión hay más de éste último que del primero y a Statham no se lo nota del todo convincente. En su defensa la culpa es del guionista que no le reservó casi ningún gag eficaz. Sólo dos o tres momentos dialogados pueden rescatarse de su participación. Mejor suerte han corrido otros actores: entre ellos Rose Byrne como la villana, Peter Serafinowicz como el fogoso colega italiano Aldo y la flaca y desgarbada Miranda Hart como la compañera y amiga de Susan, Nancy. Si la película vale la pena por algo sin dudas es por su elenco. Serafinowicz hace maravillas con nada, no es que el papel esté bien escrito… simplemente él es gracioso. Esto no se aprende, se es o no se es. Spy: una espía despistada le dedica buena parte de su metraje no sólo a buscar el humor cómplice con el espectador sino también a la acción física. En dicho rubro Feig tampoco da la talla evidentemente perjudicado por los especialistas contratados para realizar las escenas de tiroteos y persecuciones. Hay efectos digitales muy mal aplicados (cuando los vean se acordarán de lo que digo), coreografías sin vuelo y ni siquiera los dobles de los actores logran ajustarse del todo a los requerimientos del guión. Entre tanto lugar común y muy de cuando en cuando se filtran pequeñas muestras de la calidad interpretativa de Melissa McCarthy que es demasiado buena para quedar encorsetada de por vida en estos limitadísimos papeles.
La nueva película de Paul Feig, Spy: una espía despistada permite a Melissa McCarthy que se destaque una vez más. Una de espías, una de acción, una comedia. La película más reciente del realizador de Bridesmaids y The Heat es un cruce entre homenaje y parodia a James Bond. Desde unos créditos iniciales que rememoran inmediatamente a aquellas películas, acá Feig pone en el centro sólo por unos minutos a un agente con charme, sexy y letal (Jude Law) para luego cederle el lugar a quien sería su protagonista, interpretada por Melissa McCarthy. El principal atractivo que tiene esta película es sin dudas ella. Feig se aleja un poco (sólo lo necesario) de los personajes que le venía cediendo, y le permite a McCarthy componer un personaje por momentos de apariencia frágil, inocente, perdedora, pero que cuando tiene que hacerlo, se convierte en una mujer de armas tomar. Con buenas escenas de humor y algunos gags bastante efectivos, la trama principal es poco original pero funciona para la película que Feig (quien dice que se decidió a escribir y dirigir esta película porque sabía que nunca le darían alguna de James Bond para hacer) nos entrega sea un producto entretenido. Susan Cooper dejó su empleo como maestra para convertirse en agente, no obstante su trabajo se encuentra reducido a sentarse frente al escritorio y ayudar al espía Bradley Fine (Law). Cuando sucede algo que no es necesario adelantar, Cooper se ofrece para actuar por primera vez como el agente que es y tras sorpresa de su jefa (Allison Janney, una mujer a la que siempre da placer ver actuar), le dan una identidad falsa para que comience. Mientras las escenas de comedia funcionan casi siempre con muy buen timing, las escenas de acción son desparejas. Si bien hay algunas muy bien dirigidas y coreografiadas, otras dejan a la vista efectos especiales un poco pobres. Otro lindo aspecto del film es la actuación de Jason Statham, alejado del típico héroe duro de películas de acción que le toca interpretar, demostrando que el actor es más que un cuerpo sexy.Rose Byrne, que también repite con Paul Feig, está muy bien como ese cruce entre villana de turno y compinche en un mundo donde nadie parece estar a salvo.
Crítica emitida por radio.
“Spy”, una comedia que solo le queda a McCarthy “Pudo haber sido mejor. De hecho, desperdicia el potencial del excelente elenco con que cuenta". La reflexión es repetitiva y responde al pasado, presente y futuro de demasiadas películas desde que un nombre probado se cuelga en su cartel. Para el caso, es el de Melissa McCarthy, una comediante que hizo un imprescindible de su personaje secundario en la comedia Gilmore Girls, que duró siete temporadas en la televisión norteamericana y trascendió al mundo. Para colmo, cuenta con los secundarios de Jason Statham (un seguro de acción), Jude Law (un genio en las comedias) y Rose Byrne. La carismática McCarthy asume el rol de Susan Cooper , una analista de la CIA que jamás vivió la emoción que su trabajo le prometía cuando ingresó a la agencia de espías más difundida del planeta junto con la KGB. Es la gran mujer detrás de héroes enormes, pero sólo cuando su socio (Law) desaparece y otro agente (Statham) está comprometido en otra misión, ella encuentra la oportunidad de demostrar su valía para los encargos importantes... como evitar el extrago mundial. Las artimañas que debe implementar para pasar inadvertida en el entorno de un traficante de armas, más las corridas y enfrentamientos dan al relato amplias posibilidades de lucimiento de este nivel de protagonistas. Pero el logro no responde a la originalidad y fluidez de la narración, sino al capital que los actores ponenen en juego para volver interesantes sus personajes y sacarlos adelante.
Spy, una espia despistada es una película para no perdérsela, pasársela bomba y reírse en serio. Luego de tantas comedias que nos llegan de Estados Unidos con historias tontas, pocas ideas, escatología por doquier y gags insulsos, por fin llega algo que se siente que fue hecho "con amor", es decir, se ve que...
McCarthy en su esplendor "Spy" es una de esas sorpresas gratas que lo agarran a uno desprevenido. La verdad es que cuando vi el poster promocional no pensé, "ah, mirá vos, seguro es una peli espectacular. Voy a ir a verla urgente al cine". Por el contrario, me imaginé que luego de algunas fallidas comedias con Melissa McCarthy en el rol protagónico como "Ladrona de identidades" o "Tammy", esta nueva propuesta no sería la excepción. Lo que me despertó un poco de interés fue el hecho de que la dirigiera Paul Feig, ese buen director que nos regaló la divertidísima "Bridesmaids". Con este nuevo film confirma que tiene mucha mano y timing para hacer que la comedia funcione, y eso no es nada fácil por estos tiempos. La película se enfoca en Susan Cooper (McCarthy), una analista de la CIA que siempre ha querido trabajar en campo, pero nunca se le dio la oportunidad. Un buen día, luego de la desaparición en acción de un importante espía llamado Bradley Fine (Jude Law), Susan es reclutada para seguir a la hija (Rose Byrne) de un traficante de armas. La comedia se apoya justamente en la experiencia (o falta de la misma) de la novata Susan en el mundo sofisticado, complicado y peligroso del espionaje. En esto cobra muchísima importancia el rol de McCarthy como capocómica, que realmente se carga la propuesta al hombro y la hace funcionar fluida y efectivamente, algo que no había podido lograr con los títulos ya nombrados. Feig por su lado, combina muy bien la comedia con la acción, resaltando los personajes y sus vetas cómicas que son el plato fuerte de "Spy". Hay momentos realmente divertidos, que hacen soltar carcajadas genuinas y la trama, por más de que sea un cliché tremendo, mantiene al espectador interesado por lo que va sucediéndole a cada personaje. No es un peliculón, pero si es un producto super entretenido, que sabe lo que el espectador espera cuando va al cine a ver una parodia de espionaje. Lo más flojo es sin dudas la trama, cuyo objetivo es estar al servicio de los gags de McCarthy. La historia es liviana y hasta por momentos infantil, pero los responsables del film son totalmente conscientes de esto y juegan con esa falencia saliendo airosos del proceso. Una película tonta pero irresistible. De las más divertidas que vas a ver este año sin dudas. Si no te gusta McCarthy, abstenete, si te divierte, esta es su mejor comedia.