Al parecer la remake de Piraña 3D (2010) entusiasmó a algún productor de Hollywood, el que pensó que los peces carnívoros volverían a ponerse de moda, y decidió despacharse con una de tiburones... en un lago. Ok, la premisa es ridícula e incluso hay alguna que otra película horrible dando vueltas por ahí con la misma historia (me viene a la mente una del canal SyFy, cuando no!). Pero acá las cosas están tomadas no muy en serio y, sumando a eso un buen ritmo narrativo, Shark Night 3D resulta ser más potable de lo que aparenta. No esperen ver a una nueva Tiburón; hagan de cuenta de que se trata del hermano menor (y mas light) de Piraña 3D. El encargado del proyecto es David R. Ellis, un tipo que tiene un par de secuelas de la saga Destino Final en el lomo, y cuyo antecedente más valioso es Serpientes en el Avión (2006). Uno podría decir que Shark Night 3D sigue la misma vena que el film con Samuel L. Jackson - ¿"Tiburones en el Laguito"?? -, en donde la amenaza de turno es tan ridícula que resulta imposible tomársela en serio. Aparentemente esto no es lo que entendió la crítica pedorr... norteamericana, la cual la apedreó en modo automático cuando el estudio se negó a hacer exhibiciones pre-estreno para la prensa. Tóquenle una nalga al periodismo yanqui y sentirán toda la furia de su poder corporativo. No esperen ver horror, porque no lo hay. Hay algo de humor, que es más sugerido que explícito, y sí esperen ver muertes extravagantes. Un grupo de chicos va a un lago - el cual se ve sospechosamente similar a un cayo de la Florida -, y son atacados de la nada por un escualo. Al deportista del grupo el bicho le arranca un brazo, con lo cual hay que llevarlo de urgencia a la civilización. Como toda esta gente vive en una burbuja, nadie se avivó de llevarse una radio de onda corta, así que todos buscan inútilmente señal de celular en medio de un mar de islas (y yo, que me quejaba del servicio de Claro...). Cuando intentan llevarse al chico al hospital más cercano, el tiburón los ataca, les hace percha la hermosa lancha que conducen, y quedan varados en la isla. Acá ocurren dos cosas que dan a entender de que la película no va en serio: 1) aparece una dupla de montañeses (no se me ocurre poner otro término mejor, eso que no existe ni una colina en las islas; ¿sería, acaso, "brutos procedentes del sector rural norteamericano"?), quienes son sospechosamente más amistosos de lo que parece; 2) el deportista - al que le arrancaron el brazo y que perdió la mitad del caudal de sangre de su cuerpo - decide salir de la cama y meterse en el lago, dispuesto a liquidar al tiburón con un cuchillo Tramontina ya que el escualo le ha devorado a su novia y futura esposa. Lo que sigue es una sucesión de disparates cada vez mayores, muertes imposibles, y una explicación totalmente fumada de por qué pasa lo que está pasando. Oh sí, el villano quiere ganar una millonada vendiendo documentales realistas al Discovery Channel, y por ello pobló el lago con tiburones adaptados a agua dulce y que tienen empotradas videocámaras en su ombligo. ¡Sacre Bleu!. Si uno la acepta como la pavada que es, Shark Night 3D es entretenida. El libreto es inteligente, despachándose con un montón de estereotipos - el deportista abusivo que explota al nerd para que le salve los exámenes; la chica rica y pedante; la dupla de montañeses racistas; etc, etc - que, a los dos minutos, cambian de actitud y pasan a ser buenos tipos con un gran corazón. Las muertes son muy creativas - en una de ellas un tiburón salta del mar como si fuera un salmón y se devora al vuelo a un tipo que va a en moto acuática; en otra una chica es despedazada por un cardúmen de tiburones enanos, muy a lo Piraña 3D -, aunque uno termina por echarle en cara que no fueran más cómicas y atroces como ocurría con el filme de Alexandre Aja. Y en general uno pasa 90 minutos entretenidos, aún cuando el producto no termine siendo lo que la caja del video club nos vende - una cinta sangrienta de horror -. Como sea, Shark Night 3D es un espectáculo válido, siquiera como para ver como aperitivo antes de cargarle al reproductor el DVD de Pirañas 3D como plato fuerte de la noche.
Si asociamos cine y tiburones, enseguida viene a la mente una de las obras maestras de Steven Spielberg (sí, esa que están pensando). Dicha sociedad se repitió durante años, sin nunca alcanzar el nivel de genialidad conseguido por el papá de ET, pero con resultados entretenidos. Como las secuelas de esa película, por ejemplo, y Alerta en lo Profundo, famosa por la terrible e inesperada muerte del personaje de Samuel L. Jackson. Este año, con un título argentino similar, y por el mismo director de Terror a Bordo (también protagonizada por Samuel L.), llega Terror en lo Profundo...
El miedo está sólo en la superficie La paranoia nacida en el agua tuvo múltiples variantes en la pantalla grande, pero nadie se animó con la remake de Tiburón, de Spielberg. Sin embargo, derivados de todo tipo llegaron al cine, como este producto que lleva la firma del David R. Ellis. Realizador de Celular (su mejor película hasta el momento), Terror a bordo y Destino Final 3D, entre otras, el cineasta coloca una vez más al espectador en el ojo del peligro: un lago en la zona cercana al Golfo de Louisiana, plagado de diferentes clases de tiburones. La trama develará el por qué. Y como para no traicionar al género, un grupo de adolescentes viaja a una casa de fin se semana para encontrar una verdadera pesadilla en lugar de diversión. Con este sencillo esquema alimentado por chicas y chicos seductores (uno de ellos posa desnudo para pintores), Terror en lo profundo (Shark Night 3D) repite el esquema, pero aquí los verdaderos villanos no son los escualos. Con un comienzo que recuerda al film de Spielberg, el resto continúa con los protagonistas atrapados en una casa de fin de semana y pidiendo ayuda; motos de agua que aceleran a fondo; un sheriff más preocupado por tomar cerveza que por ayudarlos, y un novio del pasado que resurge de las profundidades para cambiar la suerte de los jóvenes ingenuos. En tanto, los tiburones hacen de las suyas y devoran todo lo que encuentra a su paso. Sólo una secuencia de fuerte impacto, que tiene que ver con la moto de agua, es la que se lleva los aplausos. En ese sentido, y con sus años a cuestas, Alerta en lo profundo, de Renny Harlin, lograba inquietar y sacudir al espectador. Acá todo es rutinario, con escaso clima de suspenso en una historia poco creíble. El verdadero miedo aparece sólo...en la superficie.
Absurdo en lo Profundo. Hace más de 35 años se estrenó una película de un joven y hasta ese entonces desconocido realizador, conocida por estas latitudes como Tiburón. Fue tal el éxito del film protagonizado por el enorme escualo que se hicieron tres secuelas, junto a un sinfín de propuestas similares con otras criaturas marinas como protagonistas. Al día de hoy aun el trabajo de Spielberg sorprende, pero es aún más sorprendente que ninguna película haya podido hacerle sombra; si bien algunas como Alerta en lo Profundo no son para desmerecer, otras bien se las podría catalogar como prescindibles, como es el caso de Terror en lo Profundo...
Shark Night 3D es una heredera pobre de la Piranha de Alexandre Aja, a la que parecería rendir homenaje. Un film que, exceptuando el rubro actores, está dotado de recursos similares, malogrados en lo que parece un estreno directo a DVD con un alto presupuesto. Un lago de un pueblo alejado, un grupo de jóvenes alzados y una gran cantidad de especies de tiburones para aguarles la fiesta, una premisa poco original que podría llegar a funcionar con un cambio de tono, algo que nunca termina de concretarse. Una película en la que persiste levemente la idea de parodiar al género terror, pero cuya incapacidad para dejar de tomarse en serio la convierte en un exponente fallido del mismo. David R. Ellis, director de Destino Final 2 y 4, conduce este producto sin arriesgar nada, con tanto temor al exceso que acaba con las manos vacías. Es que ese tono paródico que debería inundar sus 91 minutos demora más de una hora en aparecer, generando en el proceso que escenas como la de Malik, con un brazo menos y armado con una lanza esperando a uno de los peces gigantes, solo sean ridículas. Cabe resaltar también que los efectos dejan bastante que desear, con tiburones más falsos que los de películas con más de 20 años y un 3D que nada aporta, sobre todo por su escaso uso. Promediando el final habrá un muy buen monólogo de Donal Logue, sobresaliendo como lo mejor del metraje. Con referencias a Morgan Freeman, Guns N’ Roses o La marcha de los pingüinos, se encontrará el primer atisbo real de humor, proveniente de la boca cervecera del sheriff, una suerte de Sean Finnerty (su personaje de Grounded for Life) con un giro oscuro. Tras esto, la película continuará con su predecible derrotero, carente de humor o sorpresas. Al finalizar los créditos será el turno de Shark Bite, video de un rap dirigido por el protagonista Dustin Milligan e interpretado por todos los actores, quienes reviven escenas de la película. Divertido, si, pero desubicado en una película que se acuerda demasiado tarde que debía entretener.
Terror Menesteroso En 1975 Steven Spielberg encandilaba a la crítica y horrorizaba a viejos moralistas con su thriller Tiburón (Jaws). En aquel entonces, el director multi-galardonado recién comenzaba a deslumbrar con sus proezas cinematográficas y durante la filmación de la película, Spielberg se topó con un contratiempo que definió la esencia de la misma. El presupuesto se había consumido y no restaba dinero para la reparación y el mantenimiento de los tiburones mecánicos. Quizá doblegado por la carencia o quizá iluminado por su audacia, el director estadounidense comprendió que no sólo podía prescindir de las máquinas sino que al no ofrecer una definición visual inmediata de su criatura la audiencia le adjudicaría sus propias características, aumentando así el suspenso, la tensión y la expectativa que, dicho sea de paso, son tres pilares fundamentales del género. Steven comprendió que, para sus fines, sugerir probaba ser más efectivo que mostrar. David R. Ellis, director de Terror en lo profundo (Shark Night 3D, 2011), engaña al espectador haciéndole creer que adopta esta premisa para luego sacrificarla en pos de algunos sobresaltos malogrados, con el propósito de justificar su formato (tres dimensiones). Los dos filmes mencionados, entonces, no comparten nada más que lo evidente. Sí, hay postrados algunos tributos por parte de la segunda; la primera víctima es una señorita excitada y figura un primer plano de una extremidad sumergiéndose hasta el fondo de la masa acuática. Pero no. A pesar de ello, la película no absorbe ni una minúscula parte de la grandeza de su antecesora espiritual. Nick (Dustin Milligan) es un universitario dotado de mucha perseverancia. Vive aplicadamente en una habitación del campus con su mejor amigo Gordon (Joel David Moore) y ayuda con deferencia a su compañero Malik (Sinqua Walls) en sus estudios. Juntos se sumarán a Blake (Chris Zylka), Maya (Alyssa Diaz) y Beth (Katharine McPhee) para pasar un fin de semana en la casa de lago de Sara (Sara Paxton). Algo más que placer aguardará en las aguas pantanosas. La historia no cuadra. No sólo eso, incluso los giros dramáticos despojan al tiburón de su posición privilegiada y comprometen su estatus de depredador. Volviendo a Tiburón, uno de los elementos más atractivos constaba en posicionar al ser humano en el mar, territorio en donde el enemigo se desenvuelve con comodidad, para poder asistir a una batalla intrincada y presenciar, eventualmente, una hazaña contra todos los pronósticos. En Terror en lo profundo los tiburones, por intervención humana, son sustraídos de su hábitat natural y posicionados en lagos y lagunas. Los locales, de esta manera, pasan a ser los humanos, y tanto su instinto asesino como su efectividad mortífera permanecen opacados frente a los artificios humanos y la limitada extensión de su lógica aterrorizada. En el terreno interpretativo nada llama la atención exceptuando a Donal Louge, eterno actor secundario, que nunca defrauda con su comicidad y Joshua Leonard que personifica a uno de los rednecks encargados de atormentar al grupo de estudiantes. Claro que después de Tucker and Dale Vs Evil (2010) para este tipo de personajes se estableció un estándar de calidad muy difícil de alcanzar, pero no obstante, y aunque no alcanza ese nivel de espectacularidad, Leonard cumple. David R. Ellis, luego de reconocer la inconsistencia de su proyecto, podría haber optado por una reconstrucción gore del guión. La sangre de los desmembramientos suele rellenar la vacuidad privativa de muchas películas del estilo. No lo hizo. No hay ninguna escena particularmente impactante y la explicitud es escasa. Una película que carece de ritmo y balance.
Apenas un bocadito de cine Los tiburones, las pirañas, los cocodrilos y demás devoradores nos han regalado regocijantes e impactantes momentos de terror (gore) clase B. Las imágenes de esculturales bañistas atacadas por hambrientas criaturas constituyen, ya, una estampa clásica del cine de género. En esa línea, esperábamos de Terror en lo profundo otra "simpática" entrega de sadismo y humor negro, ahora potenciada por les efectos 3D. Error. Este film del director de Destino final 2 y 3, Terror a bordo y una pequeña joya llamada Celular no es más que una acumulación (hasta el hartazgo) de lugares comunes de este subgénero que no ofrece una sola idea original, un solo plano logrado. Berreta, grasa y previsible como pocas películas de los últimos tiempos, tiene como protagonistas a un grupo de chicos lindos universitarios que viajan a una casa junto a un lago de agua salada y, poco a poco, serán víctimas de los tiburones diseminados allí por un par de malvados/perversos. Ni los efectos visuales, ni los animatronics, ni el 3D ni mucho menos las actuaciones alcanzan aquí al estándar mínimo al que nos tiene acostumbrado el cine norteamericano. Todo es muy pobre. Esta vez, los tiburones nos regalan un mísero bocadito de cine.
Terror en lo profundo es una de las peores producciones de este género que se estrenaron en el último tiempo. Es increíble que el mismo director que fue responsable de una película original y entretenida, como fue en su momento la primera entrega de Destino Final, haya caído tan bajo al presentar un trabajo mediocre como este. Los que criticaron negativamente a Piraña 3 D les puedo asegurar que después de ver esto la van a terminar reivindicando. Aquel film de Alexander Aja resultó divertido porque el director trabajó la historia con un enfoque totalmente grotesco, donde las pirañas brindaban ataques zarpados en los que abundaba el gore. Era una película clase B entretenida con la que inclusive te podías reír un rato con esos bichos que estaban totalmente sacados. Terror en lo profundo, por el contrario, no sólo es una falta de respeto a la memoria de Tiburón y las historias de este tipo, sino que es un film aburrido y estúpido donde nada de lo que uno ve en la pantalla tiene sentido. El director David R. Ellis quien en el pasado brindó un film bizarro y divertido como Snakes on a plane que acá se llamo Terror a bordo en este caso parece haber perdido el tacto para el humor y los climas de suspenso. Los tiburones, que parecen haber consumido esteroides, apenas tienen espacio para lucirse y ni siquiera resultan atractivos. La trama, por otra parte, está plagada de situaciones que no tienen explicación. En una escena un tiburón le arranca un brazo a un flaco (de puro jodido que es, ya que no se lo come) y diez minutos después el tipo como si fuera Namor, el superhéroe de Marvel, se arma una lanza para salir a nadar y vengarse de los peces! Cualquiera. Si la historia se hubiera desarrollado por el lado del humor vaya y pase, pero no es la manera en que encaró esta producción Ellis. El 3 D es bastante bueno pero nunca se llega a lucir debido a la historia de la película. La verdad es que el terror brilla por su ausencia por lo que no vale la pena perder el tiempo con esto. Un estreno para el olvido.
Error en lo profundo, otro film sobre escualos y van... Un grupo de universitarios van a pasar un fin de semana a casa de Sara, una de ellas, a la orilla de un lago de agua salada de Louisana. En un aparente accidente uno de ellos luego de una caída pierde un brazo y mientras tratan de realizar los primeros auxilios uno de ellos va a tratar de recuperar el brazo del fondo del lago y se da cuenta que no fue un accidente sino que fue un enorme tiburón el que provoco el accidente y el que desmembró el cuerpo del joven herido. A partir de allí un montón de personajes irán haciendo entrada y por sobre todo tiburones de todas las clases y tamaños. El film es uno más de los tantos que desde aquella magnifica “Tiburón (Jaws)” de Spielberg le fueron siguiendo. Incluso ya hubo una en 3D en 1983 con un joven Dennis Quaid. Aquella en tres dimensiones no era un dechado de virtudes, pero esta la supera pues, más allá que los efectos son un poco mejores, lo inverosímil del guión, la falta de imaginación para llevar un relato coherente no se entiende. Pareciera que tenían la idea original y después había que hacer aparecer tiburones no importaba de donde ni quien los tenía ni quienes morían, quienes se salvaban. “Terror en lo profundo” es un film que solo puede atraer a quienes quieran ver sangre por doquier sin importarle que el guión sea interesante, que tenga una continuidad lógica, que los tiburones se muevan con la coherencia de su especie y que no sean superescualos. Los que pretenden ver una buena película de terror o de suspenso, no pierdan el tiempo.
Tiburones, jovenes en busca de diversión y un cineasta que se tomó todo muy en serio. Voy a empezar la nota con una apreciación completamente personal, con la que ustedes podrán disentir o compartir: hay solo dos formas de hacer cine utilizando criaturas (monstruos, animales peligrosos, etc) y son o aterrorizando (para no irnos muy lejos, Tiburón, de Spielberg) o tomandose todo con humor, como hizo Alexandre Aja en Piranha 3D. El director David R. Ellis (el tristemente célebre director de Snakes on a Plane) no cumplió con ninguno de estos dos elementos porque ni asusta y, al parecer, el hecho de que haya tiburones azotando las costas de un lago no es algo para risa. Pero dejemos la opinión de lado un segundo y hablemos de la película. Todo comienza a fin de curso, cuando un puñado de universitarios decide irse a la casa de Sara (Sara Paxton), una chica de familia adinerada que posee una coqueta cabaña en una isla. Allí, rodeados por el lago, planean beber, disfrutar de las vacaciones y hacer deportes acuáticos, pero todo se pincha cuando uno de ellos es atacado por un tiburón mientras disfrutaba del wakeboard. A partír de allí, ellos buscarán ayuda, y lo único que encontrarán serán más problemas, ya que un antiguo novio de Sara y su perverso amigo algo tienen que ver con todo este enredo de escualos. Claro que, mientras toda esta historia de amores fallidos y traiciones sucede, los tiburones siguen haciéndose un festín con los chicos. Como decía, el mayor problema de la película es la falta de humor. Está bien, puede sonar perverso de mi parte, pero -y pido perdón por lo repetitivo - recuerden Piranha 3D. Los límites de absurdidad a los que llegaba esa película la convertía en algo hilarante, y no solo eso, ya que también tenía algún que otro salto. Ni que hablar - y yendonos al demonio- de las películas producidas por Roger Corman de las que hablamos ayer, en donde absolutamente nada tiene sentido y, sin embargo, son una fuente de diversión inagotable. En Terror en lo profundo lo que nos encontramos es una mezcla entre Viernes 13, Hostel y si, algo de Tiburón, pero tan poco, tan sin sabor que se convierte, más que en un tributo, en una parodia realizada con triste solemnidad. En definitiva, si disfrutan ver este tipo de películas, si de verdad les gustan, no pierdan el tiempo con ésta. De verdad, el poco encanto que la rodea provoca que la única parte relativamente graciosa (y lease muy marcado el relativamente) es el rap tonto que puede verse después de los créditos. Si toda la película hubiera tomado ese perfíl, la historia (y esta review) sería muy distinta. @JuanCampos85
Mojarrita A comienzos del año se estreno Piraña 3D. La película sin ser una obra maestra tenia una libertad, vísceralidad y nivel de desenfado/disparate que transformaba a la típica de películas de monstro-mata-pendejos en un festín digno de los años 80. Alexandre Aja (también director Las Colinas tienen Ojos) acertó. Ah si, era en 3D. Entonces aparece ahora Shark Night 3D (Terror en lo Profundo) para demostrar cuan malo puede resultar esto del 3D. Porque la única razón de que este esperpento se estrene en cines es el éxito de las tres dimensiones. Creo que la suposición es "Tiburón + 3D" no puede fallar. Craso error, falla, y mucho. La película recorre cada lugar común pero sin gracia o sorpresa. La historia de universitarios que van a disfrutar unas vacaciones para encontrar el "terror" esta gastadísima. El deportista, la protagonista de buen corazón con un hecho oscuro en su pasado, el antihéroe/nerd que se enamora de ella, el amigo comic relief. Pero el tema no es cuantas veces se haya visto sino que se hace con ese camino ya recorrido. Y el director (Ellis) no hace nada. Si además sumamos las actuaciones y las "razones" de los personajes todo resulta en una de terror, pero de verdad, uno sufre por lo que esta viendo. Ellis había encontrado su cine con sencillos puntos de partida. Serpientes en un Avión era tan absurda como divertida. Celular, llena de vértigo, era enteramente disfrutable. Destino Final 2 tampoco estaba mal. Pero en este encuentro con el mundo acuático no logra acertar una. Solo hay que agradecerle su corta duración. Uno tampoco demandaba una obra maestra como Tiburón (una falta de respeto nombrarla junto a este mamarracho) pero al menos quería un poco de diversión, un poco de desfachatez, algo. Ah si, ojo, el tiburón salta un par de veces hacia la pantalla porque es 3D, un loco bárbaro.
Luego de realizar la peor película de la saga de "Destino Final" en el 2009, David R. Ellis vuelve a sentarse en la silla de director para brindarle al espectador una de las propuestas más artificiales, poco entretenidas y repetidas del género del 2011. "Shark Night" es un film que carece de invención, de imaginación, de sustos y de características que la conviertan en una buena película para disfrutar.
Las aguas peligrosas de un film que no produce nada El subgénero de terror acuático (con hambrientas criaturas devorando turistas) ha dado grandes clásicos (Tiburón) y notables exponentes recientes (Piraña 3D). Lamentablemente, Terror en lo profundo no se inscribe en esa rica tradición. Para los cultores del cine de clase B, los lugares comunes de este tipo de películas (la cola de un tiburón surcando las aguas, las inocentes y bien dotadas jovencitas que disfrutan en las playa poco antes de ser devoradas) son bienvenidos, cual parte de un juego lúdico no exento de elementos sádicos. Sadismo es lo que sobra en esta película de David R. Ellis (director que supo filmar títulos bastante más atendibles, como Destino final 2 y 3 o Celular ). Lo que le falta, en cambio, es capacidad para sorprender, divertir (el humor negro es una pieza clave en el engranaje de este tipo de productos) y entretener: un pecado mortal. La historia aquí es lo de menos: un grupo de universitarios (todos carilindos y de esculturales físicos) viaja durante un fin de semana a una casa ubicada frente a un lago. Lo que ellos no saben es que los malvados de turno (un trío de perversos estereotipados) han sembrado esas aguas saladas con decenas de tiburones. El espectador, claro, sabe desde la primera toma que los distintos personajes irán desapareciendo uno tras otro en este "juego" de supervivencia del más apto, pero el problema no es lo mecánico de la trama sino que Ellis es incapaz de dotarla de alguna mínima sorpresa, audacia u observación graciosa. Ni siquiera el uso del 3D le aporta a la narración algún hallazgo visual o al menos un mayor impacto a la hora de los descuartizamientos lacustres. Un film profunda, literalmente de terror.
Un lago con tiburones en tres dimensiones La misma clase de películas que antes compañías infinitesimales mandaban directo a video o a televisión ahora son lanzadas por las grandes compañías, con los bombos y platillos del 3D. Manteniendo, eso sí, los mismos actores de madera, los mismos personajes de cartón, la misma chatura corrugada. Es el caso de Terror en lo profundo, una de tiburones, a la que la capacidad de su director, David R. Ellis (el de Destino final 2, Celular, Snakes on a Plane), para drenar adrenalina de la nada logra realzar en los últimos tramos. Los protagonistas favoritos de las películas de terror de Hollywood de los últimos veinte años –un grupo de veinteañeros– van a pasar unos días de vacaciones en la cabaña lacustre de la familia de una de las chicas. Grupo estereotipado –una latina, un morocho, una conflictuada chica rica, un chico guapetón pero medio desvalorizado, una comehombres y un nerd–, los muchachos chocan, no bien llegados a la zona, con los estereotipos contrarios: un par de white trash de la peor calaña, con ganas de armar bardo en plan cosha golda. Estamos en Louisiana, zona de morralla blanca por excelencia. Además uno de los tipos fue novio de una de las chicas y no quedó nada conforme con eso de que años atrás ella le cortara el rostro. Literalmente: al huir de una situación de peligro, dejándolo solo, eso fue lo que la hélice de la lancha produjo en él. Falta que aparezcan los tiburones, todos dispuestos a dentellear lo que se les cruce. ¿Tiburones en un lago? Claro: alguien los llevó hasta allí, con las más retorcidas intenciones. Allí, cuando más se retuerce, entregándose finalmente al disparate argumental y dramático, Terror en lo profundo logra hacer diferencia por sobre la chatura televisiva en la que hasta entonces se había sumido. Adrenalina, crueldad y disparate son las aguas que mejor nada Mr. Ellis, quien cuando no dirige películas se gana la vida como doble de acción. Aunque se nota que los productores le frenaron ímpetus gore, algún toquecito alla Destino final sobrevive en alguna muerte convenientemente planificada y algún otro recuerda a Terror a bordo, por la perversa delectación con que los dientudos se lanzan sobre la gente. En sus peores momentos, Terror en lo profundo hace recordar a los enlatados televisivos de los ’80. Específicamente, a uno llamado Jail Bait. En los mejores, parece una de esas clase B (o C, o Z) que para esa misma época uno iba a ver al cine Lara, piojera cinéfila ubicada en Avenida de Mayo al 1200, donde ahora hay un banco.
Poco terror y nada de profundidad Un grupo de jóvenes se convertirá en la presa fácil de un escualo en un film que carece de miedo y de sentido del humor. Lejos de Piraña 3D y a años luz del clásico de Spielberg, la propuesta hace agua por donde se la mire. Los tiburones son buen material cinematográfico. Siempre se supo, pero en 1975 el genio de Steven Spielberg creó la más grande película con tiburón de todos los tiempos. Fue un éxito de taquilla, pero Tiburón era más que eso, era una película fuera de serie. A partir de ahí, los temores de la humanidad hacia los escualos volvieron a la pantalla en cientos de films. No sólo fueron tiburones, también se sumaron cocodrilos, caimanes, ballenas, pirañas y pulpos. Algunas fueron buenas, otras mediocres, algunas originales, otras clásicos del cine de culto, pero nadie volvió a estar a la altura de Spielberg. Terror en lo profundo 3D es un nuevo acercamiento a esta clase de historias, intentando a la vez aportar algún elemento original. No demos más vueltas: la película no funciona. Un grupo de jóvenes se convertirá en la presa fácil de un supuesto tiburón y el guión buscará las menos interesantes vueltas de tuerca para volver a sumergirlos en el agua una y otra vez. Que quede claro que lo que falla no es la falta de realismo, ya que esta clase de films necesariamente debe construir un verosímil propio, de coherencia interna aunque los eventos no sean plausibles. La película podría haber tomado dos caminos, como mínimo: el del terror puro o el del terror autoconsciente y con humor. No hace ninguna de las dos cosas. No es ni Tiburón ni tampoco se parece a la festiva y desaforada Piraña 3D, esa gran remake estrenada este año. El humor no aparece hasta el final y el único susto real que el espectador experimentará será el de que la película no termine nunca. Carente de sentido del humor, sin escenas interesantes, con personajes que no logran generar simpatía, toda la película se va volviendo menos interesante a cada escena. Es curiosa también la falta de sangre que la película tiene, teniendo en cuenta que pertenece a uno de los géneros más sangrientos que existen. Y también llama la atención la manera en la que la película evita los desnudos, un recurso que hasta en el film de Spielberg, servía como elemento de vulnerabilidad para los personajes. Estas pistas indican que además de ser un film muy fallido, es además una obra puritana, destinada más al público infantil que el adulto. Y al decir infantil no sólo hablamos de la edad de los espectadores. Ya saben, Tiburón (1975) o Piraña 3D (2011) son dos opciones opuestas pero efectivas si lo que quieren es ver terror con algo de profundo.
Tiburón de agua dulce Un grupo de amigos se topa con tiburones en sus vacaciones. Y pasa lo inevitable... Lo sabe hasta una mojarrita: Spielberg hizo la Gioconda de las películas con tiburones. Un perfecto cine-relojito suizo cuyas piezas definen, cuando alteradas, hurtadas o producidas en masa, los límites de lo que puede hacerse con un bicho que anda masticando gente. Al ratito del estreno de Tiburón , apareció Piraña , de Joe Dante. El director estableció el otro extremo del asunto: la autoconciencia como motor (con aspas de clase B) para la carnicería juguetona. No por nada la recientemente estrenada remake de Piraña era, en sus excesos masticajovencitos en cueros, una hipérbole del modelo Dante. Ahora llega Terror en lo profundo 3D , una especie de versión light del modelo Dante dirigida por David R. Ellis, un director de cultito (tampoco exageremos) con pedigrí clase B. La base para la evisceración está: una pandilla masticable de universitarios símil Barbie y Ken en sus pectorales y curvas decide escaparse un fin de semana a una islita en la sureña Lousiana. Parejitas, histeriqueos, estereotipos bravuconeándose entre sí (los sureños vs. los modelos de ropa interior) hasta que de la nada, y alterando la fauna acuática del lugar, comienzan a aparecer tiburones digitales varios. Obviamente, la pandilla de jovencitos se convertirá, de a uno, en el menú del día de los escualos. Lo que el historial de Ellis, que incluye la mejor película de la saga Destino Final y la demencial Celular , no permite sospechar es el pecado capital en el que cae Terror en lo profundo 3D : su pacatería. El filme se convierte en un raro mutante. Todos sus elementos (actores que merecen ser carnada, voluptuosidades prestas para ser exhibidas, un ejército inverosímil de tiburones) piden a gritos exageración, masacres al borde de la parodia, un ánimo más de travesura. Pero Ellis crea un híbrido, un tiburón de agua dulce: posee todos los chiches de una clase B anabolizada, pero prefiere, la mayoría del tiempo, quedarse con la tensión antes que con las tripas. Es decir, prefiere bajarle el peso a lo guarango (ni una sola teta, y un solo feliz instante de furia visual: un tiburón que salta fuera del agua para engullirse de un zampazo al conductor de un Jet Ski) y jugar casi todas su fichas y recursos al suspenso de ver unas piernitas flotando que no saben que las miran con apetito. Terror en lo profundo (que se exhibe solamente en versión 3D) tiene sus instantes bombásticos, donde la misma locura de la trama se impone y crea salvajismos dignos de verse en la pantalla grande. Pero en la pelea entre delirio y seriedad, Ellis pierde por sus torpes ganas de jugar a ser Spielberg.
Se extrañan las mojarritas Esta mala copia de «Piraña 3D» con tiburones de todo calibre no deja de ser entretenida, gentileza del absurdo guión que intenta combinar la típica película de jóvenes en peligro, debido a la imprevista aparición de depredadores submarinos, con la amenaza de psicópatas pueblerinos al estilo de los de «La masacre de Texas» y todos sus clones posteriores. Pero además, el argumento es tan ridículo como para que casi todos los personajes, especialmente los chicos buenos, no puedan dejar de hacer estupideces ni cuando están mutilados y casi agonizando por los ataques previos de los escualos. La trama describe las vacaciones de un grupo de universitarios invitados a un lago de Louisiana por una chica del lugar, Es una pena que ella no les haya contado que nunca volvió allí luego de pasarle con una lancha por encima a su novio entrenador de buceo, al que le dejó un horrible cicatriz. En todo caso, los desprevenidos turistas se encuentran primero con la pésima acogida de los viejos amigos de su anfitriona, y luego empiezan a ser perseguidos por un tiburón. A partir de ese momento los personajes empiezan a desaparecer de la pantalla casi con la rapidez deseada por el espectador, que por momentos no podrá creer los idiotísimos giros argumentales entremezclados con los lugares comunes del género. La trama semifantastica acerca de una especie de reality show con tiburones come-turistas, por absurda que sea, al menos es original y ayuda a matizar el asunto con algo apropiadamente terrorifico. En este sentido, el psicópata redneck interpretado por Joshua Leonard es más terrorífico que los tiburones digitales que se lucen especialmente en algunas de las tomas diseñadas para el 3D.
Los tiburones están al acecho Una vez un muchacho llamado Spielberg, puso de moda a los tiburones en los filmes de terror. Era allá por la década del 70 y ya uno se había asustado con monos, bichos de difícil ubicación zoológica y hasta dinosaurios. El terror nunca puede pasar de moda, porque forma parte de los sentimientos humanos. Pero los tiempos cambiaron, los bichos y animatronics se perfeccionaron y aunque parezca mentira, ahora ciertos terrores dan risa, como aquélla película del año pasado ‘Piranha 3D’ ambientada en el lago Victoria. Aquí tenemos otra locación, el lago Crosby, agua salada, buenos paisajes y el momento único para un grupo de adolescentes de pasar un buen fin de semana, con sol, bronceado, momentos de surf y romances de primavera. La casa de Sarah Palsky ubicada en una isla es el sueño de todo amante de la vida al aire libre. Pero nadie imagina que el lago tiene habitantes no deseados, dientudos y ágiles en el salto. Lo que pareció ser un accidente, se convierte en una suerte de plaga de seres hambrientos que merodean un lago de maravillas, refugio casual o provocado de escualos de horror. TODO PREVISIBLE El filme de David R. Ellis, el mismo de ‘Destino Final 2’ no tiene ninguna virtud que pueda destacarlo en su género. Todo es previsible, los trucos son bastante ingenuos, los animatronics gritan "no soy real" y no podemos divertirnos ni enloquecernos con ese grupo de adolescentes que soñaban con lo que se convirtió en una pesadilla. Chicas livianas de ropa, tomadas de atrás, ingenuidades varias, situaciones inverosímiles y la pena de que un filme de terror ambientado en Luisiana, rica en leyendas y espacio de furia del Katrina, no haya aprovechado las tradiciones del lugar. Sara Paxton es la protagonista y condenada al parecer a filmes de terror, pronto viene la remake de ‘La última casa de la derecha’, remake de la de Wes Craven y otra incursión terrorífica a un lago, "Los crímenes del lago Riar". Por ahí también está Joel David Moore de "Dr House" que hace lo que puede. Un filme menor con tiburones y adolescentes.
No es que uno entrara predispuesto negativamente a la sala, no, para nada. Pero un colega le había puesto 1 de calificación (sobre 10), y la verdad, estaba un poco temeroso. Navegar en esas aguas parecía una misión arriesgada!!! Pero como "Piranha 3D" este año me había gustado mucho ( http://elespectadoravezado.com.ar/index.php/criticas/2-hemos-visto/54-pirana-3d-terror-y-humor-de-la-vieja-escuela ), pensé que a veces algunos críticos eran demasiado rígidos y que algo se podía rescatar de esta "Shark Night 3D". Me equivoqué. Indudablemente, a este tipo de películas tenés que encararlas desde el humor, porque así se tienen más oportunidades de ocultar bajo la alfombra lo endeble de la propuesta. A ver, ya no son los 70 y cuesta hacer una película seria de terror. Es más efectivo pensarla con bastante "gore", chicas semi desnudas y mucho, pero mucho, humor negro. Si vas a probar por otros caminos, salen cosas como esta "Shark Night"... Que no deberían repetirse. Saben ustedes que "Terror en lo profundo" costó 25 millones de dólares? Pueden creerlo? Si la ven por accidente, les parecerá una cifra dibujada. Es tan básica y pobre que cuesta entender cómo los costos fueron tan altos, más teniendo un cast no barato, regalado, diría... En EEUU aún no recuperó su inversión y en enero sale la versión Blu-Ray a ver si levanta un poco y nadie pierde plata. Los que si van a perder tiempo son, sin dudas, los espectadores. A mi me caía bien Davis R. Ellis. Digo, tenía algunos buenos films (en especial una película que adoré: "Snakes on the Plane", y un par de la saga "Final destination"), oficio, ha coordinado equipos de dobles de riesgo, conoce el paño... Pero me parece que cuando pensó esta cinta, no logró conectarse con el espíritu setentoso que la misma debería tener. Prefirió tomarse bastante en serio algo que no tiene ningún atisbo de realidad e intentar que un elenco menos que mediocre corporizara escenas donde el suspenso debería sacudir al espectador. La pifió el hombre. Seguí participando Davis, ya tenés arreglados 3 títulos de género para los próximos dos años, así que podés redimirte... O embarrarla peor. La película transcurre en el golfo de Lusiana, donde una joven universitaria, Sara (Paxton), invita a unos amigos a su isla privada. De más está decir, que no hay teléfono ni señal de celular. La casa es alucinante pero, no hay nadie en horas a la redonda. Estan solos. Ya de movida vamos viendo como en veinte minutos, el guión los aisla para comenzar la masacre. Nick (Dustin Miligan) es el estudioso del grupo, está por entrar a Medicina y eso... No sale mucho (Sara tampoco, tiene sus razones que aparecen más tarde) y se sorprende con el lugar, pero todo lo bueno, dura poco. Haciendo jet-ski y tiene un sospechoso accidente. De ahí en más,... Se les viene la Night. Para ser más específicos, la Shark Night. Las actuaciones son lamentables. El guión, sirve para hacer papel picado solamente. Como rescatable, quizás, algunas tomas submarinas en 3D, pero tampoco muchas. No hay el gore que podría haber, cosa bastante extraña. "Terror en lo profundo", elige un registro pacato, y las chicas muestras sus cuerpos pero nadie siquiera se roza. Hay promesa de matanza, pero en varias oportunidades sólo vemos el agua teñirse de rojo... Alguien me dijo que en otras salas, la gente se reía. Como ya repetí antes, esta clase de films "B" (este, es "C" o "D", si me preguntás) tiene que centrarse en el humor. Si no, el fracaso se huele como la sangre en el lago para los tiburones... De las cosas que deben evitar, porque si quieren reirse con esta temática, hay muchas opciones válidas en su videoclub amigo. Esta es, sencillamente decepcionante. Ni se les ocurra subirse a esta lancha.
Sara y sus amigos de la facultad deciden pasar algunos días en una cabaña a orillas de un lago en Louisiana. El plan parece perfecto: playa, surf, alcohol y adolescentes bronceados y semi desnudos. Cuando en medio del agua uno de ellos es atacado mortalmente por un tiburón, descubrirán que se encuentran inmersos en medio de una pesadilla que algunas mentes perversas han ideado para hacerlos sufrir hasta el último aliento de sus vidas. ¿Por dónde comenzar a enumerar los errores de una producción cuando son tantos? Que los personajes sean estereotipados y que ya sepamos como reaccionarán ante cada una de las “sorpresas” del guión no debería llamar tanto la atención. Que la falta de señal de celular sea una advertencia, el preludio de un complicado fin de semana bañado en sangre, es sólo un lugar común de tantos. Que se apele a la infaltable música electrónica que acompaña montajes veloces y de impacto, confirma la escasez de contenido en la narración. Que las tomas subacuáticas sean la mejor -y única- manera de graficar el avance de los animales voraces, es sólo falta de imaginación por parte del director. Que el 3D sea “el” valor agregado de una producción mediocre, es demasiado poco.
Prohibido bañarse A decir verdad hacía bastante tiempo que no nos topábamos con una película tan pero tan mala como Terror en lo Profundo 3D (Shark Night 3D, 2011), uno de esos típicos ejemplos de “mamarracho incorregible” que -sin llegar a ofender la inteligencia del espectador- definitivamente fracasa en todos y cada uno de los muchos rubros que componen el arte cinematográfico. Pareciera que la idea original de los productores era construir un exploitation de Piraña 3D (Piranha 3D, 2010) del gran Alexandre Aja aunque con un tono severo y en versión PG-13, dos “modificaciones” que apuntaban a maximizar el público. Si bien el resultado final no cae en el nivel de Está Vivo (It''s Alive, 2008), un desastre de proporciones que hasta incluía errores narrativos y que por gracia del destino también terminó estrenándose en salas comerciales, tampoco estamos muy lejos que digamos. Empecemos a enumerar: el guión es pésimo y está repleto de estereotipos de manual, los CGI provocan vergüenza ajena y son totalmente inverosímiles, casi todos los actores son de madera terciada y para colmo la supuesta seriedad del convite neutraliza el encanto pasatista que debiera ser el eje del “prohibido bañarse” del horror de monstruos acuáticos. Con semejante título no hace falta más que explicitar que hablamos de tiburones que atacan a un puñado de universitarios carilindos de veinte y pico, en este caso los pobres peces son controlados por unos psicópatas que se dedican al snuff. La historia transcurre en una isla rodeada por un lago y sigue el clásico derrotero de los slashers pero sin desnudos, gore y/ o un mínimo de energía por fuera de la que pueden ofrecer tantos clichés administrados a desgano. En especial llama la atención el montaje aletargado, la ausencia de sangre y el patético diseño de los predadores, tres factores centrales a la hora de garantizar la fluidez. Lamentablemente el realizador David R. Ellis se muestra incapaz de introducir aquel componente bizarro que había caracterizado a obras como Celular: La Llamada Final (Cellular, 2004) y Terror a Bordo (Snakes on a Plane, 2006): apostando por un itinerario equivocado, aquí pretende clonar la estructura de Destino Final 2 (Final Destination 2, 2003) y El Destino Final (The Final Destination, 2009), sus trabajos para la saga de las premoniciones. La propuesta entretiene sólo de a ratos y combina de manera grosera el dramatismo de las escenas intermedias con embestidas extremadamente ridículas…
En las superficies No ha sido discutido del todo en la teoría del cine, pero la representación cinematográfica de los animales ha sido siempre fascinante y reveladora. Las arañas, las marabuntas, las bestias salvajes dotadas de habla en los dibujitos animados, los perros, los delfines y los tiburones: la relación que se establece entre nuestra especie y el animal protagónico suele transferir nuestros miedos y virtudes al ejemplar elegido. Es un Otro viviente. Terror en lo profundo es una película oportunista y mecánica, una más entre tantas, y desde el comienzo funciona perfectamente como una síntesis de una cultura, la estadounidense: varios jóvenes universitarios, la mayoría ricos, aunque hay entre ellos un becado (no es azaroso que sea afroamericano) irán a pasar un fin de semana a un lago de Louisiana, en el pueblo de su compañera Sara, una rubia millonaria que no visita sus pagos hace unos tres años. La trama explicitará un trauma que incluye a los tiburones adaptados al agua dulce y al instructor de buceo de la joven pudiente y su ayudante, dos típicos reaccionarios pueblerinos del país de Obama, los famosos rednecks. Si el tiburón es un depredador acuático, la conducta de los personajes no será muy distinta. Si se trata de identificar vida inteligente entre los seres vivos del relato, es probable que los tiburones en cuestión sean los candidatos excluyentes: saben partir una lancha en dos y saltar como orcas para tragarse a sus víctimas. Y además son proezas en 3D: la ilusión óptica de ver a este "asesino" de los mares "salirse" de la pantalla resulta hasta simpática. David R. Ellis y sus guionistas por momentos parecen bordear la parodia. Una alusión irónica a La marcha de los pingüinos y un pasaje final en el que un perro ayuda a uno de los héroes en la batalla final son apuntes de otra película posible, como también lo son algunos señalamientos acerca del resentimiento de clase: estudiar en una universidad es cosa de ricos, y la envidia y el desprecio pertenecen a los exiliados del sueño americano. El resto es un extenso videoclip, a veces combinado con un documental sobre las colas y caderas femeninas y algunos paisajes postales del territorio norteamericano.
Un grupo de estudiantes universitarios norteamericanos viaja a Louisiana para disfrutar de un fin de semana en la mansión que se levanta en una isla solitaria y navegar en un lago que —aunque ellos lo ignoren— está plagado de tiburones asesinos. Desde su extensa presentación, la película revela todos los posibles misterios a descubrir: enormes escualos se comerán todo ser vivo que se meta en el agua. Además de los jóvenes hermosos y saludables, en la zona hay un trío de personajes profundamente resentidos y oscuros, que agudizan las malas condiciones del lugar. Sin sutilezas y apelando a casi todos los recursos conocidos para este tipo de filmes de segundo orden remarcados con torpeza, el director recorre un camino que debió resultar vertiginoso pero que, de tan previsible, resulta soporífero.
Chicos lindos, tiburones sueltos Un grupo de jóvenes compañeros de universidad se disponen a pasar un fin de semana de deportes acuáticos y mucha diversión en la isla del padre de una de las chicas, ubicada en el sistema lacustre del golfo de Louisiana. Plan sencillo, pero nada es lo que parece en ese paraíso miniatura. A poco de llegar, hostilizados por lugareños de mala traza, los chicos ricos y facheros descubrirán que las saladas aguas del lago esconden un aterrador secreto. Hay un cine que podríamos llamar "nueva clase B" o quizás " tan malo que es bueno" y en esa categoría, definitivamente, David R. Ellis tiene un lugar preferencial. Con productos como "Celular", "Destino final 2" y sobre todo "Terror a bordo" (sí, sí: la película de las serpientes asesinas en un avión donde Samuel L. Jackson llevaba al testigo protegido de una megacausa) se venía posicionando en ascenso dentro del mundillo de acción hollywoodense que conoce tan bien por su larga experiencia como extra de riesgo. En esta propuesta, Ellis eleva el listón un poco más de lo recomendable, apoyándose en un presupuesto mediano, actores prácticamente desconocidos y la irresistible atracción que los tiburones ejercen en la audiencia desde que Spielberg los hizo debutar en la pantalla grande. ¿Alcanza? Apenas. Sorteada la muy efectista y promisoria secuencia de títulos, los clichés (ya no puede llamárseles "homenajes") son patentes desde la escena incial, con chica linda en bikini enfocada con cámara subacuática, se refuerzan en la presentación exageradamente superficial de los personajes protagónicos (todos carne de cañón, para qué esmerarse...) y resuelven muy rápidamente una trama que no tiene transiciones dramáticas, y sí muchos momentos que rayan la comicidad grotesca. Tamaño despropósito sólo tiene su razón de ser en el negocio del cine 3D; "Terror en lo profundo" conjuga lo más básico del cine de terror adolescente y lo más básico de las nuevas tecnologías al servicio de una trama que es pura acción y (mediocres) efectos visuales. Eso sí: los amantes de los tiburones se harán un auténtico festín promediando la trama, que es cuando el filme levanta algo la puntería y se revela tal cual es, sin pretensiones de algo más que un entretenimiento ligero.
Entre los realizadores de películas de aventuras, brilla el casi anacrónico y siempre creativo David R. Ellis. Casi anacrónico porque sus películas, a pesar de la velocidad siempre enorme y de los efectos especiales, apuestan a un clacisismo que hoy no está demasiado en boga. Por regla, sus películas tratan de situaciones cotidianas que se vn de madre por la intervención de un elemento fuera de lugar. Es lo que se ve en Celular, Destino final y esa locura absoluta llamada Terror a bordo que, en el universo conocido, se llama Snakes on a Plane (sí, la del avión en plena tormenta plagado de serpientes venenosas). En Terror en lo profundo tenemos a un grupo de alocados y lindos jóvenes de vacaciones (exposición de cuerpos de tapa de revista) son atacados por tiburones. Ellis, uno de los más veteranos directores de segunda unidad (esos que filman lo que el director titular no tiene tiempo o no le interesa, como las escenas de acción) había cumplido ese rol en Alerta en lo profundo, aquel otro film de tiburones realizado por Renny Harlin que resultaba bastante alocado. Quizás recordando aquel descontrol, aquí Ellis se dedica a mostrarnos -en 3D- todas las formas posibles en que un escualo puede almorzarse a un cristiano (o judío, o musulmán, o budista...). El resultado quizás no está a la altura de otros de sus films, pero la creatividad para la truculencia y el ritmo constante hacen de la película un verdadero ejercicio de aquella gloriosa Clase B, que aún sobrevive en estos artesanos locos por el cine.
Lo que pudo haber sido Para ser claros, Terror en lo profundo 3D es todo lo que temimos que fuera Piraña 3D. En aquel momento Alexander Aja sorprendió con su vertiginosa versión de los pescaditos asesinos, un film con mucha garra, mala leche, sexo, drogas y rock and roll. En el caso de Terror en lo profundo 3D, David R. Ellis decepciona. El bueno de David es un director irregular. Ha sido capaz de filmar películas con mucho ritmo, ridículas a veces, pero muy divertidas siempre, como Destino final 2 o Terror a bordo (esa locura de las serpientes en el avión con Samuel Jackson). Sin embargo, también es responsable de artefactos fallidos como Destino final 4 y también de este film con tiburones sanguinarios. Terror en los profundo 3D tiene unos cuantos problemas. Para empezar, un guión inexistente: sólo se mantiene esa premisa de “un grupo de adolescentes excitados van a pasar un fin de semana a una casa cerca de un lago que resulta estar infestado de todas las especies posibles de tiburones”. Luego, todo parece filmado burocráticamente, como si fuera la novena parte de Viernes 13. Es increíble la falta de ideas y la previsibilidad que merodea cada minuto de un film casi insufrible, porque no se puede creer que una historia con semejante premisa sea tan aburrida. La promesa de descontrol y excesos nunca se cumple, pues súbitamente estamos ante un grupo de chicos un poco borrachos y asustados, y sin un mínimo de carisma. Y a todo esto, cuando se genera un pequeño clima o suspenso, hay un abrupto ataque de algún feo tiburón digital que todo lo destruye en un abuso del efectismo sin precedentes. Párrafo aparte merecen el estúpido trío supuestamente responsable de que el lago esté lleno de tiburones. Dennis Crim, Red y el Sheriff Greg Sabin (interpretados por Chris Carmack, Joshua Leonard y Donal Logue, respectivamente) no sólo son personajes idiotas y fuera de registro, sino que tampoco agregan algo de sentido del humor que tanto hace falta en una película como esta. Quizás se le pueda reconocer algún buen momento a Logue, pero es intrascendente y olvidable en el gris general de la historia. La falla más grave para un film como este es la falta de humor. Los personajes no tienen la suficiente gracia ni carisma, ni se ven inmiscuidos en situaciones lo bastante ridículas como para generar humor. Tampoco se explota la estupidez o la autoconciencia que suele generar complicidad con el espectador. A cambio de eso, tenemos algún culo puritano, un montón de sexo potencial que nunca se concreta, y bromas brutas y gastadas. Volviendo a la comparación con Piraña 3D, Aja entendió lo necesario como para que funcionasen los mecanismos del film de monstruos en nuestros tiempos. Releyó y rehízo la película de Joe Dante de 1978, aceleró y llenó de excesos de todo tipo a su película, logrando así un festival infernal, con litros de sangre, estrellas porno y seres mutilados por doquier. Si Ellis hubiera entendido esto, estaríamos ante la segunda mejor comedia de terror del año. Por desgracia estamos ante otro film intrascendente y olvidable.
David R Ellis se volvió la gran referencia a la hora de hablar de cine de bajo presupuesto. Terror en lo profundo no se aleja demasiado de esa línea que trazó el director de Destino final 2, Celular y Terror a bordo. Siempre es atractivo ver a un tiburón despachurrando esos cuerpos perfectos del cine de terror americano, sobre todo en 3D, pero la gran deuda de Terror en lo profundo está en no haber ido a fondo con el potencial berreta de la propuesta. Terror en lo profundo tiene momentos donde se vuelve demasiado pacata y rebuscada, si es que eso es posible en una película en la que tiburones (sí, plural) se hacen un festín con casi todo aquel que se para frente a cámara.
Tiburones Clase B Terror en lo Profundo (casi todo sucede a escasos metros de la superficie asique la traducción es absurda) es la nueva película de terror de David R. Ellis, conocido por dirigir "Destino Final 2", "Serpientes en el Avión" o "Destino Final 4" (la peor de la 5 que se estrenaron), por lo que deben imaginarse un poco como viene la cuestión. Ellis en sus trailers de promoción prometía casi exactamente lo que se terminó viendo... unos universitarios con cuerpos hot se van a la casa de campo de uno de ellos ubicada a las orillas de un lago de agua salada. Se ponen los trajes de baño, se toman unos copetines y salen a hacer surf con la lancha. Todo es risa y diversión hasta que un tiburón ataca al pibe que estaba surfeando y le arranca una parte del cuerpo... lo que sucede es que el lago en realidad, está infestado de tiburones de distintas razas que no se sabe como llegaron ahí... La lancha se rompe, las comunicaciones no funcionan y algún "twist" más, hacen que no pueden salir del lago y tengan que ingeniárselas para combatir a los bicharracos y salir vivos de esta pesadilla. La trama no es ninguna obra maestra y seamos sinceros... estás yendo al cine a ver a unos actores carilindos de 2da categoría ser atacados y comidos por tiburones... no esperes mucho más que eso mismo. Quizás podría haber utilizado sus recursos con mayor cuidado y seriedad, como por ejemplo algunos errores de historia ridículos que un niño de 8 años tranquilamente puede identificar. Hay decisiones estúpidas por parte de todos los protagonistas, a varios se los comen (o mordisquean) y hay bastante sangre. Los tiburones no se ven tanto como uno quisiera, lo que hace concluir que el presupuesto era bastante acotado y faltó un toque más de dramatismo o por el contrario, sentido del humor para hacer ese tipo de género terror/comedia que le ha funcionado a tantos otros. Es una de esas pelis para fans del 3D y las B-Movies, donde no importa tanto la trama sino el hecho de que tiene que haber sangre, exageración y actuaciones embarazosas. Para los demás, es una opción para un domingo a la siesta después de una resaca en el cable local.
Soy yo. Evidentemente soy yo el que está provocando todo esto con una energía extraña. El año pasado, al término de “La profecía del 11-11-11” sostenía que 2011 para el género del terror era insalvable. Claro, cuando uno está resignado a una sentencia como esa no queda otra que juntar fuerzas, inspirar profundamente contando hasta diez, y poner todas las expectativas y esperanzas en el año siguiente. Por otro lado, ya tenía instalada la idea de que no podía ser peor. Empezó el 2012, y ahí estaba, filosa desde el afiche la mandíbula más terrorífica de la historia del cine. Agresiva, amenazando con repetir la fórmula por centésima vez, provocando que los bostezos sean iguales, o más grandes, que la apertura bucal del escualo en cuestión. Para el terror el 2012 arrancó con “Terror en lo profundo”, una de tiburones con un argumento que no resiste ni el primer minuto de análisis, desde que vemos a un tiburón y una rubia estableciendo el cuadro de situación. Con el infaltable plano subjetivo ella es acechada, mordida, sacudida y desangrada, en una escena calcada de la de Spielberg (“Tiburón”,1975), excepto porque es de día y porque en un signo de originalidad los guionistas decidieron sacar al dientudo de su hábitat natural y meterlo en un lago. O sea, en agua dulce, porque un animal así atacando en una playa es muy trillado ¿Se da cuenta? Si empezamos desde ese disparate imagínese lo que es después. Nobleza obliga, consulté al Club Pescadores de Buenos Aires donde me confirmaron que si bien son muy, muy remotas, las posibilidades, puede que algún tiburón se adentre en aguas dulces conectadas con el mar. Claro que en el lago en cuestión habitan 46 ejemplares, incluso de las especies más sofisticadas. La presentación de los personajes en este género es lo suficientemente repetida como para pertenecer a cualquiera de la saga “Scream” (1996-2011) e incluso la de “American Pie” (2001-2007). Seis o siete guiños al lunfardo de ahora, diálogos superfluos para trazar bocetos de personalidad, y un vértigo de montaje entre uno y otro como para que no haya tiempo de preguntarse si todos dan la edad que se quiere aparentar. De todos modos está el par de nerds, las tres chicas lindas, el novio atlético, pero buen tipo, y el carilindo que se quieren transar a todas. En cualquier producción estadounidense pensada para adolescentes una mitad sería incompatible con la otra, pero en este caso no. Los seis compañeros de facultad (si me permite prefiero no dar los nombres de los actores para evitar comentarios tan sanguinarios como la película) parte con destino al lago en cuestión, a pasar un par de días de festichola en la casa de una de las integrantes del grupo. En el camino aparecen dos hombres con cara de pocos amigos. Uno de ellos fue novio de la dueña de casa, pero bien no le fue porque tiene una mordida marcada en el pómulo. Igual cuando siguen adelante, nadie le pregunta cosas como: “che ¿Qué le pasó a tu ex?”. También aparece el alguacil más inverosímil de la historia del cine. Estamos en el sur de Estados Unidos, así que ya sabemos que el primero del grupo en ser atacado es el negro, por más atlético y buen tipo que sea permanecerá el resto de lo que le queda de su participación en la historia con un brazo menos, gentileza de un de los escualos nada amable con el turista. La justificación de la presencia de animales marinos de agua salada en ese lugar se develará a mitad de la narración, lo que se supone es la vuelta de tuerca del guión. Para entonces, la cantidad de diálogos risibles, malas actuaciones, y situaciones inverosímiles serán tantas que todo esto caerá como un bálsamo de originalidad. Hasta el chiste sobre la película “La marcha de los pingüinos” (2005) tiene timing de stand up. Desde el minuto 40, cuando todos los personajes saben que hay un tiburón enorme hambriento de carne humana, los guionistas se las arreglan igual para meterlos dentro del agua. Si están fuera de ella no importa, porque todas las especies de tiburones saltan fuera del agua mejor que Flipper, y persiguen a botes y a motos de agua más rápido que Steve McQueen. El culpable de esta producción son tres guionistas y el realizador David R. Ellis, director que tiene como antecedente las dos primeras partes de la saga “Destino Final” (2000/2003 - 2011), lo cual pone en evidencia que es un hombre capaz de manejar originalidad con buena mano para el género. Se ve que está empeñado en descender con su carrera tan “profundo” como le sea posible.
Lo único verdaderamente destacable de Terror en lo Profundo se reduce a las criaturas neumáticas de Walt Conti, sensacional artesano que ya hizo de las suyas en Alerta en lo Profundo, Anaconda y La Tormenta Perfecta. Podemos cometer un exceso al afirmar que el trabajo de Conti es de lo mejor que se ha visto en cuanto a monstruos acuáticos desde que Bob Mattey diseñó -junto a Joe Alves- al dientudo protagonista de Tiburón (¡1975!, invicta e indestructible), pero en verdad consideramos que los tiburones generados por computadora son horribles: Nos aburren y además lucen muertos como los ojos de la muñequita china que hacía subir la temperatura del Capitán Quint durante su fiebre USS. Indianápolis. El film que nos compete no nos produce fiebre. De hecho no nos produce un carajo, pues carece incluso del carácter descerebrado de Piraña 3-D, lo que a esta altura ya es un problema más grande que los tiburones multinorma (martillos, toros, cazones, cigarros, blancos) que de un día para el otro empiezan a poblar los ríos mediterráneos de América del Norte por obra y gracia de tres rednecks de oscuras intenciones y flojos tornillos. En el centro de la zona de operaciones de este sospechoso trío piscicultor se halla una isla palaciega, propiedad de una chica que estudia en la versión gringa de la Universidad de San Andrés. La chica en cuestión invita a sus amigarchis a pasar un fin de semana de locura en la isla y a los 10 minutos de arribados al lupanar, uno de los integrantes de la comitiva sufre el revés de su vida: Se hace el banana surfeando y un tiburón enorme -como las tetas de la actriz secundaria- le wachiturrea el brazo de un mordisco, desatando en el grupo de amigarchis una carrera contra la nada que derivará en groseros errores espaciotemporales que hicieron enojar incluso a este cronista, generalmente dócil aunque acérrimo defensor del cine reventado. El recurso del 3-D se reduce a un par de explosiones chotas con restos de hierro volando hacia nuestras cabezas y poco más. Los actores hacen lo que pueden, y uno de ellos destaca del resto por que sufre un "rapto maorí" y se mete en el agua decidido a matar tiburones con una lanza. Aún en contra de nuestros principios, consideramos que quizá sea mejor bajar este film de Internet para “disfrutarlo” en casa. Hoy por hoy pagar 46 pesos por otra floja película de tiburones ya no es negocio, ni siquiera en tres dimensiones.
Lo que Terror en lo profundo viene a postular, a los tumbos y de manera un poco torpe, es la imposibilidad de filmar una película como Tiburón. Que no se lea esta nota como una añoranza fácil de la materialidad y la inteligencia cinematográfica del film de Spielberg: está bien que Tiburón no tenga un lugar en el cine actual porque es una película hecha y atravesada por otra época. El problema es que Terror en lo profundo no intenta romper con el peso de ese antecedente e inaugurar un nuevo paradigma de horror subacuático; la película, más que proponer algo nuevo, lo que hace es constatar su propia impotencia. Con una prolijidad visual muy notoria como para pasar a engrosar la categoría de lo bizarro (que premia la falta de pericia y el error técnico), el film de David Ellis es una suerte de cruza entre clase B y mainstream que se justifica, más que nada, por el uso del 3D, esa amalgama tecnológica que cada vez más se encarga de desdibujar fronteras entre las producciones pobres por un lado y de segunda línea por otro. La película habría podido ser lanzada directo a video pero se estrena en salas de todo el mundo gracias al plus del 3D. Decíamos que Terror en lo profundo viene a confirmar algo: aunque pueda resultar obvio para mucho público, ya no es posible hacer Tiburón, y no deja de ser llamativo que un cineasta se atreva a afirmarlo en su película. Fuera del peso de lo material que caracterizaba a aquella y del uso y abuso de lo digital que la distancia de Terror…, una diferencia fundamental es que ahora es posible explicar el origen del Mal: si el tiburón de Spielberg era un asesino terrible e insaciable que no admitía interpretaciones de ninguna clase, los múltiples tiburones de Ellis, aunque letales, son colocados en un lago por los villanos con la intención de filmar videos de sus víctimas y después venderlos a un alto precio. Entonces, bien a tono con cierta sensibilidad ecológica de época, el verdadero responsable de la carnicería ya no es una máquina de matar animal, perfeccionada con siglos de evolución natural, sino unos malvados que, además de codiciosos, aprovechan la ocasión para despuntar su sadismo y ajustar viejas cuentas. Por otra parte, de lo que habla Terror… es de una nueva frontera audiovisual, la conquista humana de una imagen hasta ahora inaccesible. Los villanos de turno colocan cámaras dentro de las trampas acuáticas donde sumerjen a sus víctimas o las adosan a los tiburones e intentan captar el horror de una persona siendo devorada viva. Si mucho cine de terror reciente se interesa en cómo se procesan las imágenes dentro de sus mundos de ficción (Diario de los muertos, La llamada, El juego del miedo, etc.), la película de Ellis suma otro horizonte visual con sus planos bajo el agua temblorosos y confusos inundados de sangre y gritos. El gran problema es que, descontando esos señalamientos, Terror en lo profundo luce demasiado prolija y correcta como para representar cabalmente el género. La batalla silenciosa que se libra entre un grupo de adolescentes universitarios pudientes y unos marginales que trabajan en un pequeño pueblo junto a un lago, no alcanza a imprimirle carnadura a los personajes, salvo quizás por los de Sarah o Gordon que cada tanto demuestran alguna tridimensionalidad narrativa. En líneas generales, los protagonistas se quedan a mitad de camino: muy rutinarios para ser interesantes, muy delicados para ser verdaderas criaturas de la clase B. Esto, sumado a la incapacidad de Ellis para aprovechar el 3D y los efectos digitales (no hay abuso pero tampoco inteligencia en su utilización), la explicación de la aparición y comportamiento de los tiburones en detrimento de la ambigüedad que caracteriza a otras películas similares, y la importancia que se le otorga a las imágenes de muerte filmadas al interior del relato (un gesto de autoconsciencia que resta todavía más nervio), hacen de Terror en lo profundo un producto frío, apático, conocedor de sus limitaciones pero incapaz de encontrar una respuesta original a sus problemas.
Con un guión carente de sentido, el realizador David R. Ellis, director de las cintas "Destino final 2", "Celular", "Terror a Bordo" y "El Destino Final 3D", se puso al frente de este thriller protagonizado por un elenco de actores carilindos, cuyos esbeltos cuerpos son conocidos por la mayoría de los espectadores jóvenes que están al tanto de los trabajos previos de cada uno de ellos, tanto en la televisión como en la gran pantalla. Sara Paxton ("Superhéroes, La Película"), Dustin Milligan ("90210"), Joel David Moore ("Avatar"), Sinqua Walls ("Friday Night Lights"), Chris Zylka ("10 Cosas que Odio de Tí", la serie), Alyssa Diaz (The Nine Lives of Chloe King) y la cantante finalista de una de las ediciones del reality "American Idol", Katharine McPhee ("La Casa de las Conejitas"), interpretan a un grupo de amigos universitarios que deciden pasar un fin de semana a pura diversión en la lujosa casa familiar del personaje de Paxton, ubicado a la vera del Lago Crosby (Louisiana), en el Golfo de México. Sin embargo, al poco tiempo las pequeñas vacaciones se convierten en una verdadera pesadilla cuando uno de ellos cae en ese lago de agua salada (mientras está practicando wakeboard) y aparece en la costa sin uno de sus brazos, arrancado por un tiburón. En un lugar donde es imposible encontrar las diferentes especies de estas criaturas con las que los protagonistas se enfrentan, y con la sólida sospecha de que las mismas fueron colocadas a propósito, el resto del grupo (entre los que se encuentra un tímido estudiante de medicina) se dispone a conseguir ayuda médica lo más rápido posible para evitar la muerte del joven, cosa que no les será nada fácil, ya que la llegada de Sara y sus amigos al lugar atrae la atención de dos habitantes de la localidad, interpretados por Chris Carmack ("The O.C.") y Joshua Leonard ("Hung"). Sin nada de gore y con situaciones ridículas que causan más risa que miedo, sumado a un 3D que no aporta demasiado a la experiencia de ver este film, la historia de "Terror en lo Profundo" (concebida por Will Hayes y Jesse Studenberg) no atrapa en lo absoluto. Lo bien que hicieron los tiburones al comerse a algunos de los protagonistas.