Todo, todo, de Stella Meghie Por Mariana Zabaleta Esta historia quiso mostrarse con la mayor sencillez, y con esto acertó en hacerse patética y grata, no obstante la inverosimilitud de su argumento juega una mala pasada. Madeline sufre una enfermedad que no le permite salir de su casa. La princesa en la fortaleza de cristal resuena sin tapujos, solo la aparición del príncipe pondrá las cosas en crisis. El desarrollo de la relación parece ser lo único interesante de esta propuesta. Los inicios de una relación amorosa en los tiempos del chat, sin voces, solo mensajes de texto que construyen la red amorosa donde estos tiernos adolescentes se ven inmersos. Aun así sin voluntad suficiente como para escapar, la historia se estanca en un melodrama plano e inverosímil. La búsqueda del efecto patémico falla al depender de varias condiciones. A favor tiene una situación de comunicación al cual estamos acostumbrados y bien predispuestos (el cine es nuestro placer), por otro lado una estrategia enunciativa asertiva que nos entrega información sobre la enfermedad de Madeline paulatinamente (lo cual agrega algo de enigma al registro melodramático). Pero lo que se frustra plenamente es el universo de saber compartido, donde debemos aceptar que es posible el aislamiento total de una persona dentro de un barrio residencial estadounidense, sin siquiera sospechar en ninguna monstruosidad. Si falla la persuasión, falla el argumento. Por más que Amandla Stenberg (Madeline) se esfuerce, notoriamente, por trasmitir un personaje completo, la emotividad y empatía pretendida quedan opacadas bajo el sinsentido de un logos mal construido. Todo, todo parece argumentar por la inocencia y la belleza del vivir, el riesgo de ver la muerte como la contracara de la vida. Pero su evidente artificialidad tiñe estas premisas de una monstruosidad tanto cínica como macabra. TODO, TODO Everything, Everything. 2017. Dirección: Stella Meghie. Intérpretes: Amandla Stenberg, Nick Robinson. Guion: J. Mills Goodloe, Nicola Yoon. Duración: 96 minutos.
Enséñame a soñar En los últimos años, las películas que evocan al amor adolescente son muchas, pero varias comparten un factor común: las enfermedades incurables o casi incurables que los separan o dificultan el poder sentir el amor de otra persona. Por ejemplo en Bajo la misma estrella, la protagonista principal tiene cáncer y está cercana a la muerte por lo tanto le queda poco tiempo para estar con su amor; en El espacio entre nosotros podemos ver a un joven marciano humano que no tiene un sistema de defensa para resistir el aire de la Tierra. Pero en Todo, todo dirigida por Stella Meghie, recurrieron a una enfermedad que no deja al personaje salir de su casa: la Inmunodeficiencia Combinada Grave. Sí, la misma de ese joven Jake Gyllenhall en El niño burbuja (2001). ¿Qué podemos decir de esta peli? No mucho, no es nada que no se haya visto antes. Está basada en una de las novelas para jóvenes más exitosas del 2015, escrita por Nicola Yoon y no es algo que podamos decir que vale la pena ir a ver. Eso sí, si sos un joven de entre 14 y 18 años, te va a encantar, está hecha para un público así. Algo interesante que muestra, pero no bien hecho, es la relación entre los personajes principales, donde el teléfono, durante la mayor parte del largometraje, es la única manera de comunicarse entre ellos. Lo que más falla durante el film es que la trama no es creíble, nadie con un dedo de frente puede creer que una joven de 18 años puede permanecer encerrada en una casa herméticamente clausurada. El argumento falla en ese punto y debilita todo lo demás. Por último, los protagonistas, que seguramente los conoces a pesar de su corta edad: Amandla Stenberg, Rue en Los juegos del hambre, se esfuerza porque su personaje interese y sea completo, pero se queda a medio camino, al igual que Nick Robinson, que empieza bien pero el guion lo va debilitando por dejar historias interesantes atrás, como la de su mamá.
Basada en una novela homónima escrita por Nicola Yoon (2015), “Todo, todo” se centra en Maddy, una chica de 17 años que posee una enfermedad inmunológica grave que no puede salir de su hogar. Pero su vida cambiará cuando Olly se mude a la casa de al lado. “Todo Todo” nos propone un drama romántico al estilo de “Yo antes de ti” o “Bajo la misma estrella”, en el cual una persona con una enfermedad o incapacidad conoce a alguien que cambiará su vida y que buscará el lado optimista y positivo, sin centrarse en la gravedad del asunto. Sin embargo, en este film en particular nos encontramos con una escasa profundización tanto de los personajes principales como de su relación. Ni bien se ven ya se observa el interés amoroso entre ambos y en poco tiempo se despliega toda su potencial conexión. Se puede destacar la química que tienen los protagonistas, interpretados por Amandla Stenberg y Nick Robinson, quienes desarrollan una relación real y natural. Ambos actores se encuentran cómodos en sus papeles. Otro de los aciertos del film es la forma en la cual se plasman las conversaciones de los adolescentes en la pantalla. Podrían haber puesto simplemente los mensajes de whatsapp, pero le dieron una vuelta de tuerca para que estos encuentros hipotéticos y ficticios sean también atractivos de ver. Sin embargo, el relato se vuelve predecible desde un primer momento y, a pesar de los esfuerzos por querer engañar al espectador, al final de la película se dará cuenta que siempre tuvo razón y que sabía qué terminaría pasando. La información proporcionada a la audiencia es bastante obvia, perdiendo fuerza el impacto final. Asimismo, existen ciertas inconsistencias argumentales o algunas situaciones justificadas de una manera un tanto débil, que no terminan de ser del todo creíbles. En síntesis, “Todo Todo” propone un drama romántico trágico que podría funcionar dentro de un público juvenil, pero que se torna predecible desde el comienzo del film, dejando sin lugar a la imaginación de la audiencia. Si bien tiene algunos puntos a favor (decisiones estéticas con respecto a la trasmisión de la palabra, no caer en los golpes bajos o la química de los actores), las inconsistencias narrativas no hacen a la credibilidad de la historia. Puntaje: 2/5
El poder del amor Basada en la exitosa novela homónima y dirigida por Stella Meghie, Todo, todo (Everything, Everything, 2017) es una película romántica que no le aporta demasiado al género. Madeline (Amandla Stenberg) sufre una enfermedad inmunológica que la obliga, desde hace 17 años, a permanecer en el interior de su casa sin tener ningún tipo de contacto con el mundo exterior. Pero la percepción de su realidad cambia cuando se enamora de Olly (Nick Robinson), un nuevo vecino al que ve a través de su ventana y conoce por medio de su celular. Lo más interesante de Todo, todo es la disyuntiva a la que tiene que enfrentarse la protagonista: ¿Qué vida preserva estando encerrada si lo que quiere se encuentra afuera? ¿Cómo seguir soportando una realidad dentro de cuatro paredes después de experimentar un sentimiento que desconocía? Y son esas incógnitas las que sostienen a un argumento bastante pasatista. La química entre Stenberg y Robinson está presente en algunos momentos (especialmente cuando empiezan a conocerse). Pero hay otros en los que la pareja no termina de convencer y la dupla es rescatada por el carisma de Robinson. Anika Noni Rose, en el rol de la madre de Madeline, y Ana de la Reguera, como la enfermera, completan el elenco principal. Aunque está dirigida más que nada a un público juvenil, Todo, todo es ideal para los espectadores que disfrutan las historias de amor, sin exigirle novedades al género. Romanticismo para pasar el rato.
Una comedia dedicada al mundo adolescente que es la historia de un amor imposible que plantea un sacrificio y que esconde una vuelta de tuerca sorprendente. Para la parejita de ficción se eligió a dos encantadores actores: Amanda Stenberg (de “Los Juegos del Hambre”) y Nick Robinson. Lo que se plantea, según el libro de Nicole Yooon y el guión de J. Mills Goodloe, con la dirección de Stella Meghie, es el caso de una niña “de la burbuja”, una adolescente de l8 años que siempre vivió encerrada porque sufre una inmunodeficiencia grave. En vez de estar en una burbuja esta en una casa que la protege- Todo bien hasta que al lado se muda un chico encantador. Y a través de mirarse por la ventana, el teléfono y la computadora las hormonas y el amor hacen el resto. El deseo será tal que ella le miente estar curada y se van juntos a unas vacaciones de ensueño. Todo el tratamiento de la relación es el de amor almibarado y tanteas veces visto en películas con un mercado seguro de consumo. Hacia el final una sorpresa que se disculpa en el comportamiento materno que es un síntoma de locura galopante que se pasa por alto.
La ventana discreta En el inicio de Todo, Todo (Everything, Everything, 2017) se describe detalladamente, casi con ritmo de documental de salud, la dolencia de Maddy, una chica de 18 años con el sistema inmunológico ineficiente que en potencial moriría por un simple resfriado. La directora Stella Meghie se toma tiempo para mostrar el procedimiento antiséptico que debe padecer cada persona que ingresa a la casa de Maddy (acceso al que solo tienen su madre y su enfermera), y muestra detalladamente, con planos cerrados, el ambiente claustrofóbico que la chica debe padecer en su habitación. Este ambiente obturado está contrapuesto con un enorme ventanal vidriado por el cuál Maddy puede observar los movimientos del barrio, y unas ventanas en las que puede apreciar la casa de su vecino. Lejos de querer linkear a Maddy con el demencial Jimmy Livingston que compuso el gran Jake Gyllenhaal en Bubble Boy (2001), Meghie prefiere que su personaje central vea la vida exterior casi como si fuera una película en pantalla scope. Ver lo que sucede afuera, inmiscuirse en lo prohibido. La idea voyerista de Hitchcock en La Ventana Indiscreta (Rear Window, 1954). Pero lejos estamos de eso. No hay pulsiones oscuras ni está la idea del engaño, de creer lo que uno quiere creer. La película gira hacia un romance edulcorado y hueco entre Maddy y su vecino, nutrido por mensajes en internet y visitas furtivas de este a la casa séptica de la chica. El potencial de utilizar el ambiente claustrofóbico o la posible idea escape de la casa-prisión se diluye en una especie de drama filial que sufren ambos protagonistas de la película, él con su padre golpeador, ella con una madre desquiciada y controladora, imposibilitada a superar una tragedia del pasado, problemática que le termina dando un gusto a melodrama didáctico con un potencial televisivo de novela de la tarde y convierte a la película en un barco a la deriva sin rumbo.
“Todo, Todo”, o debería ser “Predecible, Predecible”. Una película que a minutos de comenzar sabrás el final. Una chica de 18 años, Maddy (Amandla Stenberg) tiene una enfermedad, casi desde nacimiento por la que no puede salir de su casa o más bien, no puede tener contacto con el exterior. Esto significa que nunca salió a la calle (excepto de bebé) y no tiene trato con otra gente que no sea su mamá, su enfermera y la hija de su enfermera. Un día, ve por la ventana que una familia se muda a la casa de al lado y con ella, un chico llamado Olly (Nick Robinson), de quien se enamora. La idea está buena, aunque un poco improbable, pero se queda ahí. Si bien es un film de poca duración, la película se hace un poco larga. La historia tiene un lento desarrollo, aunque no aburre del todo y tiene momentos esperanzadores, en donde creemos que habrá un giro inesperado, pero no. Destacable la actuación de Amandla Stenberg, una joven promesa que con su rostro perfecto, seguiremos viendo en pantalla grande. “Todo, todo” es una película para ver en tele, alguna noche de soledad, con un kilo de helado o alguna otra cosa rica para acompañar.
Lágrimas que no existen. El golpe bajo es un arma de doble filo si se quiere incluir en un drama. No todos los directores saben utilizarlo como recurso y aún los más experimentados fallan al incluirlo en el metraje, no importa qué tan triste sea la trama. En esta oportunidad, nos encontramos con la historia de Maddy (Amandla Stenberg) una chica común como cualquiera, con la pequeña diferencia de que padece una extraña enfermedad que le hace tener un mecanismo inmunológico muy deficiente y le impide salir de su casa ya que, si lo hiciera, sufriría de una manera atroz (nunca se explica bien cómo, pero hay que parecer fatalistas). Ella conoce a Olly (Nick Robinson), un chico que se muda al lado de su casa, de quien se enamora perdidamente, pero no sabe cómo lidiar con la dificultad de mantener una relación amorosa desde el encierro y la sobreprotección de su madre. Hasta aquí, ¿qué no hemos visto que sea novedoso? Año 2017 y todavía seguimos presenciando películas que reciclan al derecho y al revés ideas ya utilizadas por el buen amigo Shakespeare. ¿Hasta cuándo vamos a seguir con la escasez de ingenio? Es increíble sinceramente, tener que apelar a algo tan delicado como las enfermedades y ni siquiera poder generar una sola escena que conmueva. Si bien el guión se basa en la novela homónima de Nicola Yoon, su falta de espíritu y los baches narrativos convierten a esta película en una falsa promesa para los jóvenes fans del libro. No hay nada que pueda llegar a producir un mínimo de emoción, ni los personajes, ni la puesta en escena, ni siquiera los momentos en donde el filme llega a su clímax. Y el final, algo que desde el inicio de la cinta se ve venir a kilómetros de distancia, tan predecible como absurdo, termina por confirmar que el espectador perdió una hora y media de su tiempo viendo cómo le toman el pelo. Si hay algo que se puede rescatar de la película es su fotografía. La casa de la protagonista, los paisajes de Hawaii, hasta las tomas bajo el agua son puntos a favor y que le dan una muy buena luminosidad al metraje. Todo, todo es de esas películas que apuntan a imitar los buenos efectos obtenidos de éxitos como Bajo la misma estrella o Votos de amor. Lamentablemente, los resultados son pobres, desganados y con una empatía tan nula hacia el público adolescente que casi podría tener llegada a los infantes de pre-escolar. Si se busca un filme emotivo, con una carga de romanticismo tal que pueda hacer llorar hasta el más duro de la platea, pasen de largo, lo van a agradecer el resto de la noche.
Todo, todo: el amor que vence todas las barreras ¿Qué ocurriría si no se pudiese tocar nada del mundo exterior? Esta pregunta es asumida dentro de la historia de amor entre Maddy, una chica de 18 años que, debido a una enfermedad, no puede dejar su casa, y Olly, su vecino, a quien espía con ardor y con el que pronto armarán un vínculo. El futuro parece difícil y ambos se disponen a arriesgarlo todo para que, como en toda comedia romántica norteamericana que se precie, el beso final solucione sus problemas. La directora Stella Meghie logró elaborar un entretenido film que tuvo en Amandla Stenberg y Nick Robinson la suficiente dosis de credibilidad para que esta trama gire entre la calidez y la ternura..
Romance pasteurizado Una historia de amor adolescente entre una chica de 18 años que, debido a una enfermedad inmunodepresiva, jamás salió de su casa, y su nuevo vecino. Todo, todo es la clásica historia de chica-conoce-a-chico, pero con un ingrediente que le añade un dramatismo extra: entre las barreras que debe superar ese amor incipiente hay una enfermedad. Maddy, la protagonista, es una niña de la burbuja: sufre de una inmunodepresión severa que la obliga a estar confinada en su lujosa casa de Los Angeles, donde permaneció la casi totalidad de sus 18 años para evitar el riesgo de contraer una enfermedad mortal. Hasta que la llegada de un nuevo vecino a la casa de al lado sacude su estructura. Basada en un libro de Nicola Yoon, Todo, todo comparte características con algunos de los largometrajes que se hicieron a partir de novelas del best seller Nicholas Sparks. Esto es: una historia simplota, con intentos por hacernos lagrimear y algunas lecciones de vida baratas por el camino. La enfermedad de Maddy es ideal para que el guión conecte con los adolescentes: al no haber salido jamás de su casa, casi todo le sucede por primera vez. Incluyendo el sexo, y aquí es cuando más se nota el pudor con el que está filmada Todo, todo (no vaya a ser cosa de que sea prohibida para menores de 16 y el mercado al que apunta quede excluido de los cines). La película es casi tan aséptica como la casa de Maddy. Casi todo ocurre con sordina, incluyendo los momentos “emotivos”. Y también los conflictos con los padres, ese clásico a la hora de buscar empatía con el público juvenil. Lo mejor de este producto pasteurizado está en la representación de los chats de los chicos: son diálogos que ocurren en las maquetas que construye Maddy, con un astronauta como testigo. Un detalle que aporta, por lo menos, un poco de vuelo y fantasía.
Las adaptaciones de novelas YA (jóvenes adultos) están proliferando en el cine y es por eso que muchos desprevenidos pueden preguntarse: “¿Qué invento es este?” ante premisas tan raras. Ya hace unos meses el estreno de El espacio entre nosotros presentó una línea argumental muy peculiar mezclada con la ciencia ficción, y si bien ésta es más terrenal no deja de ser atípica. Una chica vive encerrada en su casa tipo burbuja porque si sale puede morir por una gran enfermedad que padece. El vínculo que forma con su nuevo vecino hace que comience a romper las reglas de su estilo de vida y ahí es donde comienzan todos los obvios clichés propios del género. Y no están mal porque son una característica propia de este género, lo que si es un horror es el querer adaptar el libro de la forma más fiel posible a tal punto que hay una secuencia en donde está escrito sobreimpreso el pensamiento de los personajes. Imagino que esa debe ser una escena importante de la novela pero no por ello se tiene que bastardear el lenguaje cinematográfico. No es lo mismo que cuando se pone en letras grandes conversaciones por Imessage u alguna red social, ese me parece un buen recurso moderno. Pero lo hecho en esta cinta es una atrocidad. Sacando ese pecado y las obviedades del film, el mismo se deja disfrutar porque quienes gusten de este tipo de propuestas. Su dupla actoral cumple bastante. Por un lado Amandla Stenberg, a quien el fandom conoció en el papel de Rue en Los Juegos del Hambre (2012), da la cuota dulce, inocente y sensible requerida. Y por el lado masculino Nick Robinson, quien cuenta con un poco más de trayectoria y look un tanto rebelde si es que se lo puede definir de tal manera, aporta lo canchero para levantar suspiros de adolescentes. La directora Stella Meghie cumple en su función de directora de estudio y brinda un film correcto sin lugar para una marca distintiva ni sello. No llega a haber elementos románticos ni coming of age como para destacar así como tampoco un magnetismo en sus protagonistas. Hay un buen ritmo, pero puede llegar a aburrir a un público más adulto, y justamente ahí es donde Todo, todo hace la diferencia: hacia quiénes está orientada. Los que consuman este tipo de propuestas con placer encontrarán una película hecha a su medida, los que no pueden aburrirse o directamente pasarla mal.
Las adaptaciones de novelas juveniles siempre suelen ser un ¡BOOM! Para el publico que son destinadas, sobre todo para el público femenino, que anhelan ver sus novelas románticas favoritas adaptadas en la gran pantalla, los últimos casos fueron “Bajo la Misma Estrella” o la estrenada el año pasado “Yo Antes de Ti”, en ambas películas el amor era el tema principal, pero eso no era todo, para agregarle dramatismo uno de los dos protagonistas sufría de algún problema físico, impidiendo que esa historia de amor tengo 100% de felicidad, ahora llega “Todo, todo”, película que trata de repetir esa fórmula. Madeline (Amadla Stenberg) tiene 18 años recién cumplidos, dentro de todo es una adolescente feliz, pero tiene algo que la diferencia al resto de las chicas de su edad, ella permaneció prácticamente el resto de su vida encerrada en su casa, esto se debe a una enfermedad que padece desde muy chica, dicha enfermedad se debe a las bacterias que rondan en el aire y que podrían afectarla gravemente, es por eso que ella vive en una casa acorde a sus necesidades, las únicas personas que conocen son su madre y una enfermera que está al pendiente de ella, Madeline solo conoce al mundo a través de los vidrios que dan al exterior, un día ve que una familia se mudan al barrio, ahí entabla amistad con Olly (Nick Robinson), es ahí cuando Maddy conoce el amor y deberá decidir si atreverse a salir al mundo exterior pese a todas sus dificultades. Quizás el nombre de Amadla Stenberg no les suene conocido, pero ella trabajo en la primera entrega de Los Juegos del Hambre junto a Jennifer Lawrence, desde ahí la habíamos perdido el rastro, ahora ella es la protagonista de esta historia ¿romántica? Del 2017. La historia tiene todos los condimentos para ganarse al público: chica enferma que se descubre su primer amor y con una enfermedad que complica diariamente su vida, si, hay publico que ya lleva carilinas para los momentos de lagrimas, pero “Todo, todo” es una película vacía sin sentimiento alguno. El gran error es la falta de química entre sus protagonistas, cada uno puede funcionar de manera separada, en especial Amandla Stenberg, pero al momento en el que están ambos comparten pantalla, todo se desmorona, también la película no cuenta con ningún tipo de momento dramático y el problema central se resuelve de una manera muy cursi. Todo, todo tenía todos los elementos para cautivar al público que está destinado, pero queda en una historia muy desaprovechada.
TODO TODO: Del libro a la pantalla grande. La exitosa novela de la jamaiquina Nicola Yoon viene el 15 de junio a los cines argentinos. Una película que mantiene rasgos similares al libro original. Una historia donde los adolescentes, el amor e Inmunodeficiencia Combinada Grave (SCID), conocida también como “enfermedad del niño burbuja” son el centro de todo el film. Todo Todo cuenta la vida de Madeline Whittier-Amandla Stenberg- una adolescente alérgica a distintas sustancias del mundo exterior, quien se mantiene encerrada en su casa especial hace 17 años bajo los cuidados de su madre médica y su asistente terapéutica. Sin embargo, un día su rutina cambiará al ver a su nuevo vecino Olly-Nick Robinson- quien será mas que un solo conocido. Maddy es una chica activa que a lo largo de su vida desarrolla distintas habilidades mientras se encuentra encerrada en su casa que está totalmente adaptada a sus condiciones físicas. Asimismo, la aparición de Olly hará que ella pueda conocer otros sentimientos que la harán vivir en el afuera a pesar de estar englobada en las mismas paredes desde que tiene 1 año. La película fue dirigida por Stella Meghie y producida por MGM junto a Warner Bros. El rodaje de la historia se focaliza en Los Angeles y varias escenas en las playas de Hawaii, las cuales terminaron de grabarse en septiembre de 2016. El estreno oficial fue el 19 de mayo en el 2017 en Estados Unidos y llega a la Argentina esta semana. Una historia que desde el comienzo del film explica con dibujos dinámicos de que trata la enfermedad, como tratarla y que estilo de vida llevan los que la tienen. La directora pensó desde la ambientalización de la música de fondo en cada situación hasta las distintas miradas y conversaciones entre los personajes que buscan reflejar un modo de vida diferente. La protagonista Amandla-conocida por su participación en “Los juegos del hambres”- en una entrevista a Indie Wire afirmó acerca de la directora: “Cuando vi que ella estaba unida(a la historia), eso me mostró el punto de este proyecto…que había una intención allí y que podría ser algo realmente importante en términos de lo que los adolescentes están llegando a ver en la actualidad”. Maddy vive solo con su madre-Anika Noni Rose– y sus amigos son su asistente-Ana de la Regura– y su hija-Danube R. Hermosillo– quienes serán importantes personas durante toda la historia. Personajes que están en su vida como columnas firmes que crean su personalidad junto a las distintas habilidades que la hacen curiosa, inteligente y creativa. Una adolescente que no tiene barreras para de soñar y que ante flechazo de amor sus perspectivas dan vuelta la historia. El incentivo de conocer y experimentar el mundo fuera de su casa y vivir la promesa de su primer amor. TODO TODO es una película cuidada que respeta la mayor parte de la novela original de donde surgió todo. Una historia que busca llegar a todos los públicos, pero en especial a los adolescentes y jóvenes que les gusta el drama y el romance en las historias.
Un drama romántico para adolescentes soñadores Maddy, sufre un tipo de insuficiencia que no le permite salir de su hermética casa. Las únicas personas a las que ve son su madre y su enfermera. Pero su vida da un giro inesperado cuando conoce a Olly, un nuevo vecino, y se enamora locamente de él. Dos protagonistas con mucho carisma y un toque de fantasía, hacen de este melodrama adolescente una película irresistible. A su manera, en un ámbito cerrado, la historia se construye como un ritual de iniciación, el despertar sexual de una adolescente con ansias de amar. Y si bien el largometraje podría adecuarse a una moda de melodramas para teens, a diferencia de otras exponentes del subgénero, esta luce natural y convincente. La directora Stella Maggie ha hecho un gran trabajo al presentar la trama sin caer en golpes bajos gratuitos y dotando de belleza visual a todo el entorno en el que se mueven los protagonistas. Hay una atmósfera de "cuento de hadas" que engrandece el romance y que apunta directo al corazón de los espectadores. Por supuesto, abundan los momentos emotivos y el guión se reserva un giro final inesperado, pero son estos, ingredientes de un coctel necesario para que al prenderse las luces de la sala los más sensibles enjuguen más de una lágrima. Sin ser "Todo, Todo" lo que uno espera de un espectáculo cinematográfico, el filme está lejos de ser "Nada, Nada". No es poco.
NADA, NADA Demasiado amor te matará. Tanta cursilería, a nosotros también. “Todo, Todo” (Everything, Everything, 2017) sigue la línea de adaptaciones románticas young adult como “Bajo la Misma Estrella” (The Fault in Our Stars, 2014), pero a diferencia de la novela de John Green, la película de Stella Meghie –basada en la primera obra de la escritora Nicola Yoon- no llega a emocionar, más que nada, por su exceso de amorío edulcorado y demasiadas inverosimilitudes que cortan el ritmo de una trama, de por sí, bastante aburrida. Está claro a qué público apunta esta historia: jovencitas que sueñan con el primer amor y todo lo que trae aparejado. Bajo esta superficie banal, “Todo, Todo” habla de muchas otras cosas, pero un guión flojito de papeles y una narrativa gastada (ya vimos hasta el hartazgo los mensajitos de texto telefónicos en la pantalla) no permiten que la trama vaya más allá de los corazoncitos y los algodones de azúcar. No es que la parejita protagonista no haga el esfuerzo, simplemente hacen lo que pueden con lo que tienen, que es bastante poco, y le dan impulso a una historia que, de otro modo, no lo tendría. Punto para ellos. Madeline “Maddy” Whittier (Amandla Stenberg, la Rue de “Los Juegos del Hambre”) es una jovencita de 18 años que sufre de Inmunodeficiencia Combinada Grave (SCID), más conocida como la ‘enfermedad del niño burbuja’ (¿se acuerdan de la película de John Travolta? Sí, así de viejos somos). Esto significa que su cuerpo no tiene defensas naturales, y si se expone a la intemperie resultaría extremadamente peligroso. Por eso, Maddy vive encerrada en su inocua casa de Los Ángeles, sin poder salir desde que era bebé. Mientras sueña con el océano, se rige bajo los estrictos cuidados de su mamá doctora, y podríamos decir que no le falta absolutamente nada (hasta estudia arquitectura por Internet), salvo un poquito de interacción humana. Todo cambia con la llegada de un nuevo vecino, Olly Bright (Ben Parrish), que se acaba de mudar con toda su familia desde Nueva York. Un adolescente bastante pesimista, pero que en seguida conecta con esa muchachita detrás de la ventana. Mensajito que va, mensajito que viene, los chicos comienzan una relación “a la distancia” que, al cabo de un tiempo, pide a gritos un poco de cercanía. El encuentro se da gracias Carla (Ana de la Reguera), enfermera de Maddy que le hace la pata para conocer finalmente a Olly. Todo es amor y felicidad hasta que se entera mamá y pone fin al romance, desatando la rebeldía de su hija, dispuesta a experimentar un poco de libertad. “Todo, Todo” debería entrar en esa categoría de historias lacrimógenas con protagonistas enfermos como la ya mencionada “Bajo la Misma Estrella” o “Yo Antes de Ti” de Jojo Moyes, pero no llega a ese extremo y se pierde en un sinfín de situaciones sin sentido, lugares comunes y momentos inverosímiles, incluso para un relato que sólo hace hincapié en el amor olvidando la lógica narrativa, tanto así, que roza la ciencia ficción (bueh, tal vez no para tanto). Se nos complica comprometernos con la situación de Maddy y su relación con Olly cuando todos los elementos a su alrededor no siguen un razonamiento coherente. Los realizadores dejan demasiados cabos sueltos (sobre todo con el personaje del muchachito), y se concentran en mostrar el idilio a como de lugar, empalagando una historia que podría profundizar muchísimo más en cuanto a cómo nos relacionamos. No vamos a buscarle el pelo al huevo, “Todo, Todo” es un romance adolescente, para un público adolescente que no pide mucho, sólo sus propios anhelos expresados en la pantalla, una linda parejita que los represente, el uso de redes sociales con las cuales identificarse y una banda sonora acorde que lo adorne todo, todo a la perfección.
Chica con una rara enfermedad que le impide salir de su casa herméticamente cerrada se enamora –y es recíproco– del recién llegado vecino de al lado, y ambos tratan de romper el aislamiento mientras continúan su forzosamente casto idilio vía celular. Otra más de la serie “qué lindo es ser adolescente, estar enamorado y morirse, llegado el caso”, salvo que quizás un poco más sensible. Ah, ella es negra y él, blanco, porque a corrección política no nos gana nadie.
Esta adaptación del bestseller del mismo nombre de Nicola Yoon que mezcla propuestas de antaño como “El niño de la burbuja” con “Bajo la misma estrella”. El resultado es una estilizada y aggiornada historia de amor entre una joven que no tiene contacto con el exterior y un joven vecino recién llegado. Ambos lucharán con la enfermedad de la protagonista para superar el encierro en esa cárcel con forma de casa en la que habita desde siempre, pero también con los prejuicios de una madre que no desea modificar la vida de la joven. Es cursi, cae en lugares comunes y golpes bajos, pero así y todo demuestra en su fresca estructura que seguimos disfrutando de historias de amor entre opuestos.
Una tendencia tediosa. Hay una tendencia reciente en las novelas para jóvenes adultos respecto a valerse de personajes con problemas de salud y usarlos como un punto de partida para contar historias con el “carpe diem” como filosofía principal. Basándome solo en las películas de estos libros, estas narraciones, en la mayoría de los casos, si bien consiguen ilustrar dicha filosofía, lo hacen a expensas de dejar el potencial del conflicto a la deriva. Esto generalmente resulta en una idealización de lo que son (en muchos casos) aflicciones reales y con consecuencias tan turbias como alejadas del color de rosa que intentan vender. Todo, Todo, infortunadamente es el capítulo más reciente de esta malinterpretación. Poco, Poco. Nada, Nada: Maddy Whittier es una adolescente que padece una condición desde pequeña que le impide salir al exterior. Dicho impedimento es fuertemente ejecutado por su madre, quien se ha tomado la molestia de hermetizar completamente su hogar. Un día, se muda la familia de Olly al lado de su casa, y este muestra interés por ella. Las cosas se complicarán cuando quieran buscar la manera de hacer contacto más allá de las paredes de cristal que los separan. La distancia que nos separa: El guión de Todo, Todo tiene un obstáculo más que atractivo para impedir que los protagonistas estén plenamente juntos. Sin embargo el guión parece más preocupado en mostrar lo bien que la están pasando sin el más mínimo indicio de riesgo. Para ser más precisos: es una película tan color de rosa, que recién cuando éste satura ponen el conflicto para que no desentone. No conforme con esto, el guión pisa su propio palito. En un momento dado hay una vuelta de tuerca que parece sorprendente, pero por la poca bola que se le dio al “obstáculo” va a haber quienes la van a ver venir. Y si les llega de sorpresa, probablemente sea percibida como un manotazo de ahogado. En materia actuación, tanto Amandla Stenberg como Nick Robinson entregan roles apropiados a la altura de la propuesta. Ana de la Reguera, como la enfermera de la protagonista, es eficiente, igual que lo es Annika Noni Rose, quien da vida a la madre de la protagonista. No obstante, esta última ingresa en el tercer acto y se muestra tan desorientada como exagerada. Por el costado técnico tenemos buena fotografía, montaje y música; funcionales; nada del otro mundo. Un punto extra va para la dirección de arte que sabe construir el clima antiséptico en donde debe vivir la heroína de la historia. Conclusión: Todo, Todo es la enésima iteración de una moda que ya no debería serlo. Las enfermedades no se idealizan, y si vas a hacerla una parte importante de tu historia tenés que retratarla con el peso, las complejidades y las consecuencias que corresponden. Lamentablemente, es una película que tiene tantos tropiezos al ilustrar su mensaje, que el único mensaje que te va a interesar es el que levantes de Whatsapp o Facebook al salir de la función.
Basada en la exitosa novela de Nicola Yoon, este nuevo drama adolescente, cortesía de Warner Bros, nos lleva a visitar una pintoresca historia de amor motivada por una autosuperación bastante conveniente para un guión que, a pesar de ser poco realista, cumple con su objetivo de sumergirnos en una historia poblada de poco interesantes personajes. Amandla Stenberg interpreta a Maddy, una joven sometida a su sobreprotectora madre que vivió recluida en una habitación la mayor parte de su vida debido a una enfermedad que, básicamente, la convierte en “alérgica al mundo“. Esta extraña condición comenzará a ser neutralizada gracias a Olly (Nick Robinson), un joven vecino que se verá atrapado por la personalidad de la protagonista. Ahora, con ayuda del internet, la enfermera a cargo de Maddy –interpretada por Carla De La Regera– y la motivación de saciar su hambre de aventuras, el amor de los personajes intentará superar toda barrera, llevándolos a huir a Hawaii en una simpática travesía de redescubrimiento para ambos. No soy gran fan de este estilo de películas, porque los guionistas suelen hacer que las historias de amor hollywoodenses chorreen azúcar de la cantidad de clichés cursis que incluyen a la fuerza. Todo, Todo (Everything, Everything) cuenta con estas indeseables características, pero las ejecuta de una manera bastante tolerable. La dirección plasmada por Stella Meghi logró que mediante un gran apartado visual, la historia sea ágil y fresca, creando una gran interacción entre los protagonistas, aunque estos no se encuentren cara a cara. Además, la colorida fotografía y las localizaciones acompañan muy acertadamente la calidez y la frialdad de cada momento. El reparto hace un trabajo aceptable, pero no alucinante; algunos momentos están bastante sobreactuados y descolocan un poco el asunto central de la película. Por suerte la directora sacó lo mejor de ellos a pesar de un guión muy poco sobresaliente. Les confieso que con errores y todo, van a quedar bastante inmersos en la trama. Claro que generalmente este tipo de films van dirigidos a un público adolescente con ganas de lagrimear a lo loco, por lo que prometo que sus células empáticas van a activarse bastante con el conflicto de la parejita, y más con un tercer acto que toca ciertas fibras sensibles. En fin, el film es equilibradamente soso, pero sirve para deleitarse con una historia de amor centrada en gente que probablemente está peor que nosotros. Vayan y véanla con sus novias… me lo van a agradecer.
MANIPULACIÓN EN TONOS PASTELES Todavía faltan más de seis meses de este 2017, pero Todo, todo ya es una seria candidata a la peor película del año. Sus “méritos” se sustentan no sólo en su mediocridad narrativa y la superficialidad de su puesta en escena, sino también en un par de decisiones que incurren directamente en la inmoralidad. El film de Stella Meghie, basado en la novela de Nicola Yoon, se centra en Maddy Whittier (Amandla Stenberg), una joven que padece una inmunodeficiencia que la ha condenado a pasar toda su vida confinada a su hogar, sin poder salir al exterior. Ese hogar, diseñado por su madre -una señora bastante controladora, por cierto-, combina la tecnología con una decoración propia de la revista Para Ti, dejando ya latente la pulsión del film por controlar las emociones. Cuando la vida de Maddy parecía condenada a una eterna, prolija y limpia monotonía, aparece un nuevo vecino, Olly Bright (Nick Robinson), que es de esos muchachos hasta forzadamente tímidos, pero indudablemente encantadores desde su impostado freakismo. Obviamente, se irán enamorando, con todo lo que eso implica teniendo en cuenta la situación de Maddy. En sus primeros minutos, Todo, todo exhibe una cierta autoconciencia de las desgracias que presenta que podría emparentarla con una película como Bajo la misma estrella, donde cierta liviandad se imponía a la cursilería. Pero rápidamente el film va descarrilando, por numerosos motivos: una puesta en forma mediocre y vacua, sin un plano alejado de lo televisivo; una serie de diálogos totalmente impostados, donde queda explícita una excesiva fidelidad al texto literario; una sobreexplicación permanente, que incluye una secuencia en donde se ponen carteles que cuentan qué les pasa a los personajes; actuaciones a reglamento, que abarca también a la mexicana Ana de la Reguera como una fiel mucama-enfermera en ese mundo tan bellamente burgués; y una falta de química absoluta entre los protagonistas, lo que aleja al espectador de la posibilidad de sentir empatía por lo que viven. Sumémosle una narración torpe y estirada, que está constantemente forzando los conflictos, y tenemos un producto mediocre y carente de espontaneidad. Aún así, Todo, todo sigue siendo un ejemplo más dentro de esas adaptaciones literarias destinadas al público adolescente construidas en base al cálculo y la corrección. Hasta que claro, llegan los últimos quince minutos, y ahí es donde la película empieza a distinguirse de otros exponentes, en el peor de los sentidos posibles: en la imperiosa necesidad de llegar al final deseado, delinea una vuelta de tuerca con dosis manipuladoras, arbitrarias, canallescas y crueles, pero esencialmente torpe e inverosímil. Es tan increíble lo que hace el film, que hasta termina siendo en cierto modo risible. Eso sí, todo transcurre en medio de paisajes y escenarios bellamente fotografiados, donde prevalecen los tonos pasteles. Es que al dolor y al horror hay que dosificarlos de acuerdo a lo que necesitan el guión y el público al que apunta, no de las necesidades y caminos que emprenden los personajes. Una cómoda catarsis, eso es lo que propone Todo, todo, mientras mueve las piezas a su antojo y con total cobardía.
Crítica publicada en la edición impresa.
Este es el segundo largometraje de Stella Meghie, haciendo la adaptación de la novela “Todo, todo” de Nicola Yoon publicada en 2015, siendo la primera novela de la escritora y que tuvo un gran éxito de ventas. La historia gira en torno a la vida de una adolescente Maddy Whittier (Amandla Stenberg, “Los juegos del hambre”), encerrada en su casa hace años porque su madre Pauline (Anika Noni Rose) tiene miedo a perderla, ya perdió a su esposo y un hijo. Su hija padece un virus y si sale a la calle puede morir. La joven vive con cuidados especiales, con su madre y una cuidadora. Todo se complica cuando conoce a Olly Bright (Nick Robinson, “Jurassic World”) ambos se gustan, se miran a la distancia y se desean. Es una historia de amor ideal para las adolescentes, romántica, algo melosa, predecible, sin sorpresas, Amandla Stenberg y Nick Robinson tienen muy buena química, bellísima fotografía y la banda de sonido tiene música de Beyonce. Con cierto hilo conductor a "Bajo la misma estrella", entre otras.
La chica de la burbuja de plástico. La joven protagonista se encuentra ante una disyuntiva literalmente fatal: vivir una no-vida en su jaula de cristal, que la protege de una enfermedad autoinmune, o arriesgarse a todo por un beso que puede ser el de la muerte. Un melodrama con brillitos. Recurrir al sarcasmo como método para desestimar un romance adolescente no es sólo facilista sino, esencialmente, estéril: allí seguirá el flechazo, con o sin miradas superadoras y superadas. El hecho de que Todo, todo, dirigida por la canadiense Stella Meghie, narre precisamente un tierno amor entre chicos de dieciocho años (y, como ocurre también en la novela de Nicola Yoon en la cual se basa, 18 y no 15 o 16, quizás para evitarse problemas) tampoco debería dictar de inmediato la sonrisa condescendiente. Aunque su condición de película gestada con un target casi exclusivamente femenino y teen sí es indicativo de algunas de sus evidentes flaquezas, algunas por omisión y otras tantas por exceso. La historia de la chica que sufre de una terrible enfermedad autoinmune –terrible al punto de impedirle salir de la casa de cristal en la cual habita– y su relación con el nuevo vecino que, apenas recién mudado, le sonríe con mirada encantadora desde la calle, posee metafóricamente todos los brillitos y colores fluorescentes que las revistas para chicas imponen desde sus portadas, casi como condición sine qua non para su existencia. La de Maddy Whittier (primer rol central en la carrera de la joven Amandla Stenberg) no es otra cosa que una nueva versión de la historia del chico de la burbuja de plástico, aderezada con condimentos “rapunzelianos” y aggiornada con la posibilidad de la comunicación en vivo y en directo vía redes sociales y mensajes de chat. El exceso de sacarina es eliminado en parte durante la primera porción del relato gracias a la construcción del personaje: a pesar de haber vivido toda la vida en el más absoluto encierro junto a su madre (idealismos narrativos: de profesión médica), la chica nunca cae en el pecado de la candidez y parece conocer de entrada algunos de los riesgos de su creciente contacto virtual con Olly, encarnado por Nick Robinson, uno de los muchachos de Jurassic World. El hecho de que nadie, jamás, haga mención alguna al hecho de la diferencia en el color de la piel de la pareja es sintomático de su corrección política, que obliga a dar por normalizada una relación que en el mundo real no sería para nada sencilla (más allá de los virus y bacterias que al muchacho le resbalan y a la chica podrían matarla en un par de días). Pero el de Todo, todo es, en definitiva, un mundo de fantasía. Inteligente y sensible (su libro preferido es El principito), Maddy cae en la cuenta de que se encuentra ante una fatal disyuntiva: vivir una no-vida o arriesgarse a morir por un atisbo de una posible existencia apasionada. A partir de ese momento, el melodrama hace acto de presencia con pies gigantes, acelerando el paso del romance e intentando hacer lo mismo con los corazones de sus eventuales espectadoras/es. “¿Final trágico o happy end?”, será la pregunta de allí en más, impactada por varias aceleradas, frenadas en seco y giros en u de último momento. “El amor lo es todo. Todo”, escribe la protagonista luego de los primeros chispazos de enamoramiento y, para el film de Meghie, esa es la máxima que permite llevarse casi, casi todo el resto de las cosas por delante.
Todo, todo es otro título que se suma, sin pena ni gloria, a la larga lista de dramas románticos basados en best sellers para adolescentes. El gran problema de Todo, todo, y de la mayoría de los recientes dramas románticos basados en best sellers para adolescentes, es la ausencia de una idea de cine. En casi todos estos productos se ve la misma disposición de los planos y la misma estética. Muchos, incluso, no pueden desarrollar una trama sin hacer trastabillar su verosimilitud. Y ni hablar de las descabelladas licencias que se permiten algunos de los guiones. El filme dirigido por Stella Meghie, inspirado en el best seller homónimo de Nicola Yoon, no es la excepción de lo que para muchos ya es un nuevo género del cine industrial de Hollywood, y cuyo máximo referente es Bajo la misma estrella (2014). Todo, todo cuenta la historia de Maddy, una adolescente de 18 años que padece de Inmunodeficiencia Combinada Grave (SCID), una atípica enfermedad que no le permite salir de casa, ya que hasta el virus más insignificante podría matarla. La joven, que estuvo toda su vida bajo el cuidado de su madre médica y una enfermera amiga, no conoce el mundo exterior. Cuando al barrio llega un nuevo vecino adolescente llamado Olly, Maddy se enamora perdidamente y su amor es correspondido. Pero cuando el muchacho intenta conocerla más, no se lo permiten. Por lo tanto, a los jóvenes no les queda otra que comunicarse con mensajes de texto mientras se miran con deseo desde las ventanas de sus cuartos. Lo más llamativo de la película es que la enfermedad de la protagonista funciona como una alegoría involuntaria del ombliguismo y el encerramiento de la clase social a la que pertenece. Casi se podría decir que es la enfermedad anhelada por los pudientes que prefieren vivir en una burbuja, sin tener que mezclarse con el resto de los mortales. Más allá de la obligatoria corrección política (Maddy es afroamericana), de los asépticos e insulsos planos y de una vuelta de tuerca ridícula (que la convierte en una película de tortura sin proponérselo), en Todo, todo sobresale un problema aún más grave: la falta de tacto de la directora para manejar los lugares comunes y las cursilerías inherentes al argumento.
Crítica emitida en "Cartelera 1030" por Radio Del Plata (AM 1030) Sabados de 20-22hs.
Este producto, no se me ocurre otro calificativo, está basado en una novela, que después de ver el resultado no me dan ganas de leerla, por lo cual tampoco puedo calificar a la misma de obra literaria, una novela también puede resultar en un pasquín. “Todo, todo”, pero todo, es narrado por la protagonista, una adolescente de 17 años que vive encerrada en una casa de cristal, hermética. Durante el transcurso de la narración sabemos de sus sueños, de poder vivir una vida normal, pero por una rara enfermedad no puede tener contacto con el aire exterior pues es alérgica a todo. ¿? Claro que esa tiene un nombre, existe, pero la variable que la aqueja es tan real como el salariazo otorgado por Carlos I de Añillaco, acá por los años ‘90. Vive con su madre, a solas, con la única visita de una enfermera que la cuida desde los dos años de edad como contacto con el exterior. Las razones de esa soledad constitutiva es explicada verbalmente, como si hiciese falta. No hace falta, no agrega nada al conflicto interno de la joven, bueno, en realidad tampoco este está “demasiado” desarrollado, a decir verdad, nada desarrollado. Pero todo cambia cuando en la casa de al lado se muda un joven del mismo grupo etario, y las miradas que se cruzan y la previsibilidad dice presente. Entonces comienza la improbable historia de amor de Maddy, una chica inteligente, curiosa, creativa, que, a causa de esa enfermedad, no puede abandonar el ambiente protegido que le creó su madre, una medica especializada en Dios sabe que especialidad, y Olly, el nuevo vecino de al lado, Pero “el amor es más fuerte”, como cantaba Fernán Miras, también en los ‘90. Las hormonas de Maddy están en ebullición, pero la madre no lo registra. La joven exasperada por aprehender y experimentar no sólo el mundo exterior, eso queda claro por lo predecible tonto y redundante del texto. El nexo entre los jóvenes se da por la cibernética, internet, celulares, watts ap. sms, señales de humo, (el joven, ella no puede por su enfermedad) y las miradas, cruces y lectura de labios.... Ella termina arriesgando todo pero todo, apoyándose en la idea de que vivir no es durar, y que por amor todo es posible y necesario. Hasta cita a “El Principito”, de Antoine Saint-Exupery, nada los detiene,. ni a los personajes ni a los responsables principales. Tampoco da para hablar del diseño de sonido, con canciones que sólo refuerzan el tono de las imágenes, sean estas románticas o tristes, de estructura hiper clásica, recorrido progresivo, del relato hasta los créditos. En realidad, sobre el final hay un giro imprevisto en la historia, toda una locura, pues no todos son lo que parecen, pero a esa altura, el aburrimiento ya derroto al espectador. Entonces ni dan ganas de pensar en lo idiota que fue todo, todo, y que ese viraje sólo hace hincapié en lo inverosímil. Establecido como un producto para adolescentes, que son los que realmente están en peligro al consumir estos representantes claros de la decadencia de la cultura en todo el orbe.
Una película ideal para que los más jóvenes disfruten entre amigos o en pareja. Si bien el desarrollo es un tanto monótono y gira bastante sobre lo mismo, hay que reconocer que el...
El young adult ha crecido muchísimo en la literatura durante los últimos años, y esto se ve claramente en el cine. Hollywood ama llevar a la pantalla grande esas historias de adolescentes que se comportan como adultos, y sus historias de amor o aventuras, habiendo dejado en claro que todo puede sucederles. En este caso, quizás más inspirada en "Bajo la misma estrella" de John Green y algunas más que le han sucedido, es que llega "Todo Todo" de Nicola Yoon. Stella Meghie es la encargada de adaptar esta novela que se centra en una joven adolescente que cumple 18 años y tiene una enfermedad que le impide salir de su casa y tener contacto con el exterior. Maddie (Amanda Stenberg, a quien la pudimos ver en la saga de The Hunger Games) nunca fue a la escuela, nunca salió siquiera al patio de su casa, y sus únicas amigas y visitas son su enfermera y la hija de ésta, además de su madre que además es su médica. De pronto llegan vecinos nuevos y con él su primer amor, un amor que nace entre señales, llamadas telefónicas y principalmente mensajes de texto. Hasta que eso no es suficiente y aparece el primero de los dilemas de la película, aquel que se lee en el tagline del film: arriesgarse. Arriesgarse por amor. A la larga, una vida encerrada, ¿es vida? Luego a medida que el film se sucede, que pasan cosas y se van revelando otras, el film expone otras cuestiones, pero mencionarlas ya podría ser considerado spoiler. Todo todo termina siendo una película de buenas intenciones, amable en su construcción de la historia de amor, pero que hace ruido y agua en todo lo que concierne a la enfermedad y el ámbito de su protagonista. Por un lado, por más que la enfermedad exista, suena inverosímil, desde lo general a lo particular. Por el otro, la madre que la protege y sobreprotege es un personaje que nunca agrada, más allá de que al final se lo quiera justificar. Todo lo que hace, como se comporta desde el primer momento, resulta cuestionable. Además, esa inverosimilitud que mencionaba no sólo se percibe desde el lado de su enfermedad. Es un problema del que pecan muchas novelas y películas de este subgénero young adult: el que los adolescentes se comporten y sean tratados siempre como adultos, en el mundo normal, aquel que en algún momento Maddy va a tener que enfrentar, y donde todo les resulta bastante sencillo. El film cuenta con algunos momentos de creatividad visual, como la secuencia donde explica la enfermedad con animaciones, o las conversaciones de texto trasladadas a un plano imaginario que los tiene hablando cara a cara. Es que se perciben las buenas intenciones en el relato, el problema es que uno no puede evitar sentirlo todo un poco forzado. A favor tiene que el film apela a la diversidad, a mostrarla sin necesidad de anunciarla como tal. La relación protagonista es interracial pero eso no influye para nada. De hecho la realizadora canadiense, quien sólo dirigió una película independiente llamada Jean of the Joneses, llamó la atención del estudio con su ópera prima y logró un lugar privilegiado para una mujer de color. Una historia de amor para fanáticos sin muchas exigencias, una trama que hubiese funcionado mejor de un modo más oscuro y menos edulcorado, y un par de buenas interpretaciones y química entre ellos. Todo todo cumple dentro de su género pero nada más.
Basada en la novela homónima de Nicola Yoon, Todo todo es una historia de amor adolescente que cae en los típicos clichés y en conceptos reiterados en películas anteriores: una rara enfermedad, romance revolucionario, vínculos inconclusos y diálogos exagerados se asoman en el filme de Stella Meghie. La premisa es simple: Maddy es una chica de 18 años, que sufre una rara deficiencia en su sistema inmunológico y puede morir si sale de su casa. Entonces pasa sus días encerrada en una “casa de cristal” con el solo contacto humano de su madre, su enfermera y la hija de la última. Su conocimiento del mundo es a través de libros e internet. Lo que tiene a su favor es su imaginación sobreestimulada. Nos enteramos de todo esto a través de sus palabras, ella va a ser la que narre toda la película. Un recurso un poco básico en el guion, pero que cumple su función. Sin embargo tiene un problema fundamental y es la falta de información, no dan detalles de su enfermedad, tampoco explican cómo es posible que sólo tres personas puedan entrar a la casa sin generarle ningún daño ni cómo una joven se adapta así de simple a este estilo de vida sin tener un mínimo acto de rebeldía. Todo eso cambia cuando conoce a Olly, su nuevo vecino. Da la casualidad de que la ventana de Maddy da a la ventana de Olly y logran iniciar una relación más fluida teniendo en cuenta el contexto. Es en este nuevo vínculo que Maddy se da cuenta lo incompleta que se siente y cómo necesita la presencia de este joven en su vida. Tanto es así que decide fugarse con él a Hawaii haciendo caso omiso a las instrucciones de su madre. Lo que sigue es predecible para cualquier espectador que haya visto más de dos películas románticas. Lo que se puede rescatar es que finalizado el tercer acto intentan dar una vuelta a la historia y se crea un efecto sorpresa. Dejando eso de lado, el film no logra generar empatía y tampoco deja un mensaje claro. Los dos personajes principales tienen carisma y buena química en pantalla, pero eso no alcanza cuando sus diálogos son vacíos y rozan la superficialidad. El problema principal de Todo todo es que no se establece ningún vínculo con el público en general. Lo más frustrante de la película es que busca un solo tipo de audiencia: las adolescentes. Pareciera ser que Hollywood pretende vender este tipo de historias a un estereotipo de jóvenes con hormonas revolucionadas que lo único que les interesa es el romanticismo en exceso.
Una extraña enfermedad, un amor casi imposible y un giro inesperado fueron los ingredientes necesarios para la creación de una película que roza desde lo más tierno hasta lo más inadvertido; llena de altos y bajos entre un chico y una chica que solo quieren experimentar la libertad. Todo, Todo, cuenta la historia de Maddy (Amandla Stenberg), una adolescente de 17 años que es diagnosticada a temprana edad con una extraña enfermedad que no le permite el contacto con el mundo exterior, viéndose internada de por vida en su hermético hogar, a cargo de su madre (Anika Noni Rose) y su enfermera (Ana de la Reguera), donde con el paso del tiempo y ayuda de su cuidadora, conocerá a Olly (Nick Robinson), su nuevo vecino del cual se sentirá sumamente atraída y la llenará de ganas de conocer la libertad a pesar de su padecimiento. Tanto Amandla como Nick cumplen perfectamente con la función principal de protagonizar de manera fresca, atractiva y risueña, y utilizan eso como gancho para el resto de la historia, que va de menos a más y de más a menos. Todo un clímax de algo que quizás pudo, pero no fue. La perfecta semántica entre los protagonistas, el ‘feeling’ y el carisma atrapan en una historia de amor que supone un realidad: el conocer personas a través de las casualidades y las comunicaciones que permite la tecnología moderna. Entre ventanales enormes y comodidades, Maddy vive al cuidado de su rigurosa madre, quien vive atemorizada por el control de la enfermedad y por el recuerdo de la muerte de su esposo y un hijo (por eso su paranoia y extremo cuidado). También comparte con su enfermera Carla, quien le ayuda a hacer el primer contacto con Olly, dentro del departamento hermético y a espaldas de su madre. Entre escenas que podrían hacer recordar lo que fue un ‘Romeo y Julieta’, los jóvenes se sumergen en una –elipsis- de amor sin prisa, dulce, romántico y casi infantil. Tema que le da fuerza a la película para luego llegar al punto más alto de atención. Dentro de lo predecible y lo impredecible, la historia cae en la típica trama adolescente de amor y drama que todos esperan. Se rescata como la directora Stella Meghie trae a la vida los modelos arquitectónicos de Maddy, tal como un restaurante, una biblioteca y hasta el vacío del Universo mientras imagina sus intercambios de mensajes de texto con Olly. Estas situaciones de imaginar en tiempo y espacio, permite que la película respire con un toque humorístico y surrealista. Además, la representación de una relación bi-racial se presenta correctamente y en muchos casos, innovadora en el género. Dirección que cumple, una buena banda sonora, guion que empobrece lo que pudo ser un excelente drama, que termina convirtiéndose en una aburrida historia para quienes no buscan lo simple y predecible dentro de lo clásico. La linda estética salva la película de un fiasco adolescente, que comienza como una fresca historia sobre las enfermedades debilitantes y el amor joven que se transforma y termina como un melodrama pesado. Antes de ver esta película, se debe tener en cuenta que posiblemente no es lo que se busca como espectador. Ahora, si se busca un romance simple de mitad de año y una película que lo refleje, Todo, Todo es para ti.