Julie Depley, aquella hermosa chica francesa de la que todos nos enamoramos un poquito en Antes del Amanecer, se sienta una vez más en la silla del director para traernos una película bien distinta a las que nos tiene acostumbrados. Luego de Dos Días en Paris, una comedia bien al estilo Woody Allen, y el drama histórico La Condesa, sobre una condesa Húngara del siglo 17 que solía bañarse en sangre de vírgenes para mantener su belleza, nos trae Verano del 79 (o Le Skylab en su idioma original, algo así como El Laboratorio Espacial) una comedia dramática sobre la familia, el amor y el despertar sexual. Recuerdos que no voy a olvidar Tal como el título del film lo indica, es el verano del año 1979 y la primera estación espacial de investigación norteamericana impactará contra la tierra en pocos días más. Mientras tanto, en algún lugar de Bretaña, Francia, una numerosa familia se reúne para celebrar el cumpleaños número 67 de abuela Amandine. Entre todos los que asisten se encuentra Albertine, una simpática niña de 11, hija de padres intelectuales, que teme que el laboratorio espacial impacte sobre su familia creando una verdadera tragedia. Pero mientras Albertine se prepara para lo peor, a su alrededor ocurren distintas situaciones familiares de las que ella será testigo, y al mismo tiempo comenzará a experimentar el primer amor y el temprano despertar de su sexualidad. A mitad de camino Creo que la mejor forma de definir el nuevo trabajo de Depley es con el refrán que dice: “el que mucho abarca, poco aprieta.”. La actriz/directora/guiónista francesa intento en menos de dos horas condensar temas tan complicados como la política, el amor, la sexualidad e incluso la muerte, y en ninguno de los casos (aunque en algunos más que otros) llega a profundizar demasiado en ellos. Cuando la película comienza nos encontramos con una Albertine ya entrada en los 40 años, que durante un viaje en tren comenzará a recordar ese particular momento de su infancia que fue la reunión familiar en la casa familiar de Bretaña. Eso ya nos deja en claro que, de ahora en mas, veremos la película a través de los ojos de ella. Aquí encontramos uno de los primeros problemas, ya que luego de una entretenida introducción de todos los personajes con Albertine paseando de una punta de la casa a la otra saludando a cada uno de ellos, de un momento a otro el punto de vista cambia, situándose en ninguno en particular y mostrando situaciones o interacciones que poco hacen para avanzar la historia. Esto se extiende por muchos minutos más de los que debería, dejando al espectador un tanto desconcertado, pero sobre todo, aburrido. Luego Depley, sin ninguna razón aparente, vuelve a retomar el punto de vista y nos centramos nuevamente en Albertine. El guión de Depley está basado en una experiencia personal de su infancia y se nota que no quiso dejar nada afuera, pero lamentable e inevitablemente, cada vez que se comienza a trabajar un tema o una temática interesante, la historia rápidamente pasa a otra cosa, dejándonos con un sabor a poco o esperando que en algún momento se retome, algo que nunca ocurrirá. Si bien no es particularmente un problema del film, la película por momento requiere que el espectador esté al tanto, o por lo menos familiarizado, con la situación política y social del país galo a fines de los años 70. Aunque peca de ser un tanto costumbrista, ver Verano del 79 en Argentina, sería una experiencia similar a la de ver Esperando la Carroza en Francia. El disfrute del film en general poco y nada tendrá que ver con esto, pero si es importante para poder captar referencias, chistes o discusiones ligadas directamente a ese momento. Conclusión Verano del 79 es el trabajo más flojo de Julie Depley como realizadora hasta ahora. En un intento por retratar a la familia, una época y la pubertad, la guiónista y directora se pierde en el camino. Por momentos aburrida, pero siempre actuada con frescura (sobre todo por los más pequeños del elenco) la película roza temas importantes, sin profundizar demasiado. Si bien luego de un comienzo prometedor la película decae y pareciera no avanzar, todo levanta una vez que Depley encuentra nuevamente el rumbo adecuado, aunque para ese entonces ya es un tanto tarde.
Retrato de familia Pocas cinematografías son tan afectas a los retratos de familia (numerosa) como la francesa. Basta recordar que en los últimos tiempos se conocieron films de Arnaud Desplechin (El primer día del resto de nuestras vidas/Un conte de Noël) y Olivier Assayas (Las horas del verano) -por citar sólo un par- que apostaban a la mirada coral para describir delicias y miserias de la vida en común. En esa misma línea se ubica Verano de ’79, nostálgica, tragicómica y querible mirada a un día en la vida de una gran familia (abuelos, hijos y nietos) que se reúne en una granja para celebrar el cumpleaños de la matriarca (Bernardette Lafont). Julie Delpy, que se reserva uno de los papeles principales dentro del numeroso elenco, escribió y dirigió esta película que contrapone con más aciertos que traspiés la idiosincrasia urbana con la pueblerina, la de los intelectuales un poco arrogantes con la de los simples trabajadores, la rigidez de los adultos con el desprejuicio y la inocencia de los niños, y un largo etcétera. La primera mitad transcurre durante el asado de celebración y tiene a la palabra como principal herramienta (habrá también comida, canto y baile). Los personajes se reencuentran y nosotros los empezamos a conocer. Hay desde ex militantes izquierdistas del Mayo del ‘68 hasta veteranos de Argelia bien derechistas. Las tensiones no tardan en aparecer y, claro, en explotar. Sin embargo, durante la segunda parte, Delpy se anima a romper con la veta más “Campanelli/Esperando la carroza” (léase costumbrismo y patetismo) para concentrarse en las experiencias de los preadolescentes, que están en plena explosión hormonal, enfrascados en juegos eróticos y primeros escarceos amorosos. Albertine, la hija de 11 años del matrimonio “intelectual” entre Delpy y Eric Elmosnino, es quien gana protagonismo en esta segunda mitad, y la veremos bailar lento con un chico lindo que le gusta para a los pocos minutos decepcionarse al darse cuenta de que él ya tiene novia. Hay situaciones más sutiles y otras un poco obvias y demasiado subrayadas (sobre todo aquellas que desnudan los prejuicios e hipocresías de los adultos), pero en general Verano del ’79 mantiene un tono leve, ligero, simpático y atractivo en su retrato de las diferencias generacionales (con los niños jugando a ser adultos y los adultos comportándose como niños). Con el aporte de un muy buen reparto (por allí aparecen desde Noémie Lvovsky hasta Emmanuelle Riva) y a partir de escenas casi siempre logradas en las que aflora el humor negro (la playa nudista), Delpy ratifica que lo suyo no es sólo la actuación. Mientras la esperamos junto a Ethan Hawke en Antes de la medianoche, cierre de la trilogía de Richard Linklater, vale la pena acercarse a esta nueva demostración de su talento y sensibilidad.
Y se venía el fin del mundo... La directora francesa Julie Delpy -también guionista en este caso- apuesta por una narración coral en este relato que por momentos coquetea con la comedia de carácter costumbrista para retratar, bajo la representación de una familia de clase media que se reúne en el campo a fines de los ’70, el contexto que marcaba la expectativa sobre la posible caída de la base espacial norteamericana Skylab y el supuesto fin del mundo de acuerdo a las especulaciones del lugar en que semejante aparato se precipitaría. El titulo local Verano del ’79 además propone un interesante mosaico de personajes de época que también obedecen a modelos sociales que pueden mirarse desde el aspecto político más que sociológico. En esa familia que se reencuentra con motivos de festejo del cumpleaños de la abuela Amandine (Bernadette Lafont), en la tranquilidad bucólica de la Bretaña francesa, aparecen algunos parientes de derecha y otros de izquierda para enfrentar ideologías mientras las diferencias generacionales se terminan reflejando entre los niños y los adultos. En el caso de los infantes se destaca el protagonismo de la pequeña Albertine (Lou Alvarez), niña sabia que vive con unos padres liberales interpretados por la propia Julie Delpy junto a Eric Elmosnino. La educación poco ortodoxa de la pequeña precoz contrasta con la de sus primos, quienes pertenecen a familias menos amplias y más rígidas en sus conceptos educativos y políticos. En los papeles correspondientes a los ancianos realza por encima de sus compañeros de ruta el abuelo con demencia senil, sobreviviente a la guerra, quien se lleva la mejor escena al entonar la balada de los hombres felices ante sus familiares que miran con admiración, tristeza, respeto. El fuerte del film, por momentos demasiado ambicioso en lo que a propuesta narrativa se refiere, lo constituye el meticuloso trabajo en el guión y en la construcción de un singular y variopinto grupo de personajes, con un peso dramático importante en cada uno de ellos para que nada parezca forzado dentro de la dinámica de esta particular familia francesa, numerosa, graciosa y que seguramente genere empatía en el público con sus simpáticas ocurrencias o peleas a la hora de compartir un momento importante en la mesa. Este tercer opus de la actriz en calidad de directora reafirma su capacidad tanto delante como detrás de cámara y su sensibilidad en la composición de los personajes.
"Le Skylab", o "Verano del '79" en su título local, comienza con una familia subiéndose a un tren, en la que tienen tickets de asientos separados entre sí. La madre intenta, sin mucho éxito, pedirle a algunos de los otros viajantes que cambien asientos. "Quiero que estemos juntos como la familia que somos". No puede, y se sienta, al lado de la ventana, y entonces comienza a recordar. Y allí empieza la película. La imagen nos lleva al tiempo en que ella es una niña viajando al cumpleaños de su abuela. La reunión es multitudinaria, una familia muy numerosa llena de matices. En ella aparecen todos los personajes de un grupo "muy normal". También las situaciones que ella recrea desde la memoria, se viven, en la visión del espectador, como cotidianas. ¿Quién no se agarró de niña a los pelos con otra? ¿Quién no se olvidó a la abuela afuera porque ésta se quedó dormida? ¿En qué reunión no empiezan a discutir por temas políticos hasta llegar a los gritos y crear un ambiente hostil? Sobre todo en sus comedias situadas en París y Nueva York, Delpy ya había demostrado saber a la hora de construir estos universos, pues aquí esto está al extremo, lo que lo hace mucho más divertido. La película se limita a retratar esta jornada familiar. Sí, afuera hay algo más. Se dice que va a caer un satélite por allí cerca y Anna, la niña, no puede evitar sentir miedo, pensar en el ¿y si hoy es nuestro último día? Pero en realidad, también como la escena del principio en el que ella se sienta y recuerda, parecen excusas, nunca se lo percibe como lo más importante, todo parece ser una excusa para mostrarnos como funciona y se vincula este grupo de personas. Anna en ese fin de semana se pelea con su prima, duerme con su primo en una carpa, tiene su primer ilusión amorosa con un chico más grande que ella con el que baila y también su primera desilusión cuando luego lo ve besarse con su novia. Etapas. Etapas que la hacen cuestionarse, no sólo por el fin del mundo, sino por su vida y el amor. "Ojalá alguien me ame algún día", dice. Y piensa en uno de los personajes coloridos más interesantes que tiene el film, el del tío Hubert, dice de él: "Es amable y nadie se enamora de él". Y es que en general los personajes que se presentan son tienen cierta caracterización de incorregibles y perdidos, pero aún así son queribles, alguno más que otro. Es que al fin y al cabo, como dice uno de sus personajes, a la familia no se la elige, se la acepta. Así como son. Nostálgica y divertida, la película de Julie Delpy no es totalmente autobiográfica (ha dicho que, por ejemplo, el tío Hubert ha salido de su imaginación) pero se percibe mucha apreciación por aquellos momentos familiares. En ella, la actriz y directora, elige interpretar a su madre joven. Su abuela es, nada menos que, Emmanuelle Rivas, a quien hemos visto hace poco en "Amour". Sin duda, un film que vale la pena ver, en el que no costará verse reflejado y sin dudas, a la familia en la que nos tocó crecer.
Aquel verano fuiste mío Verano del ´79 (Le Skylab) es la última película de Julie Delpy, esta actriz y directora francesa que tanto adoramos cuando se movía al ritmo de Nina Simone en Before Sunset. En esta historia, Julie se corre (en parte) del centro de narración para dejarle ese lugar a la pequeña Albertine, su hija en la ficción. El film se constituye en un gran flashback, donde un matrimonio acompañado de sus hijos toma un tren camino hacia algún lugar, y es ahí donde la esposa empieza a recordar con aquel verano donde en casa de su abuela paterna se reunieron con el resto de la gran familia. Albertine ha sido criada bajo el pensamiento comunista, idealista, naturista, feminista y varios "istas" más, y con el temor que ese fin de semana se termine el mundo con la caída del satélite Skylab en Bretaña, ciudad donde ellos se encuentran vacacionando. Abuelos, tíos y primos, surgen de amontones que cuesta terminar de diagramar el árbol genealógico de esta familia. Durante un día completo, acompañamos a este grupo en distintas actividades como el almuerzo (y la reiteración de la lluvia), la playa, la cena, el descanso. En estas veinticuatro horas, la única escena disfrutable es el momento donde todos los primos van a una fiesta vecinal. Allí, Albertine, conoce la atracción del primer amor. Aquel joven que horas atrás había conocido (en la playa nudista) ahora la invita a bailar. Miradas sin lentes, sonrisas y aunque no se vea se sienten las mariposas en la panza a lo largo de ese lento. Terminada la canción, finaliza el amor. Albertine entendió que no hacen falta las lágrimas, es un ser adulto en un cuerpo de once años, ya sufrió con cuando vió Apocalypse Now y el Tambor de Hojalata. Ahora es momento de crecer y así sucede al día siguiente. Otro hecho para disfrutar de Verano del ´79, es que también encontramos la participación de Albert Delpy, padre de la directora en la vida que ya ha trabajado en sus películas anteriores, como el tío abuelo ralentizado por pastillas y a Emmanuelle Riva como la madre de Julie. Sería otra película si Albertine se llamara Mónica y la historia estuviera contada desde el joven que solo pudo bailar una melodía con la muchacha, aquel verano. En cambio, la directora se centra en retratar (casi rozando el mismo estereotipo de familia y problemas psicológicos de los personajes de Wes Anderson) una porción de la comunidad francesa a finales de los años ´70.
Estampa familiar Julie Delpy dirige y coprotagoniza esta comedia costumbrista sobre una extensa familia, que se reúne un día en el campo. Hay quienes tienen familias acotadas, y quienes para Navidad se gastan una fortuna en regalos. La de Albertine es de estas últimas. Reunida en la casa en la campiña -la Bretaña francesa- de la matriarca del clan familiar, festejan el cumpleaños de la abuela, y entonces se reúnen hijos, tíos, hermanos, primos y todos los etcéteras que esta suerte de Los Campanelli, algo más osada, ha dirigido Julie Delpy. La actriz de Antes del atardecer y Bleu, Blanc y Rouge construye una comedia costumbrista, en la que las discusiones más apasionadas pueden surgir por un tema político o alguna desavenencia que se arrastra sin remedio. Armada a partir de recuerdos de su propia infancia -Delpy interpreta a la madre de Albertine; Albertine es ella, y a la abuela de Albertine la encarna Emmanulle Riva-, la película está ambientada en 1979, cuando la estación espacial Skylab estaba por caer a la Tierra. Salvo por una analogía muy básica -la llegada del Skylab y la primera menstruación de la protagonista-, la realizadora opta por hacer una radiografía de los comportamientos de la sociedad francesa de esa época, y en la que los progres de izquierda y los conservadores de derecha bien podían compartir una mesa. Cómo terminaba la cosa, ésa es otra historia. La larga jornada en la campiña está vista desde la perspectiva de la niña, cuyos padres liberales le han formateado una manera de enfrentar la vida para la que no está preparada. Cuando le llegue el primer enamoramiento con un chico mayor que ella, quedará inocentemente embobada. Delpy construye las escenas desde la multiplicidad de miradas y aprovecha los distintos escenarios -la mesa puesta en el campo, el interior de la casona, la visita a la playa y el sector nudista, la fiesta de adolescentes- para desacartonar la puesta, muy basada en los diálogos, las opiniones y las réplicas. Pese a que su posición ante la familia es muy clara, la película abre con una escena en la que cuando viaja con los suyos en el tren, no consiguen sentarse todos juntos, y poco menos que estalla. Cohesión: el mantener la familia unida ante todo problema externo, aunque internamente las diferencias estén. La decisión de iniciar el filme con esa escena no es superflua.
Como realizadora, Julie Delpy sabe trasladar a sus films el mismo encanto y la misma inteligencia con que sedujo a Ethan Hawke en la ficción de la serie que los dos comparten con Richard Linklater ( Antes del atardecer, Antes del anochecer y la esperada Antes de la medianoche ) y a los espectadores de medio mundo. Ya se lo comprobó en Dos días en París , donde les sacaba el jugo a diferencias y afinidades entre norteamericanos y franceses, y lo corrobora ahora con este ligero, cálido y agridulce retrato de familia que tiene bastante de autobiográfico y mezcla nostalgia con homenaje cariñoso al mundo doméstico en que transcurrieron aquellas vacaciones de verano durante las cuales empezó a abandonar la niñez para ingresar en la adolescencia. Una especie de pintoresca crónica familiar de una época que desde estos tiempos de crisis se ve con añoranza, o acaso un modesto Amarcord íntimo a través del cual se filtran algunas observaciones sobre los pequeños gozos y sombras de las relaciones humanas. El cuadro se conforma en torno de Albertine. Hoy adulta, casada y madre (una fugaz aparición de Karin Viard), repite con su propia familia el mismo viaje en tren de París a Saint-Malo que en el verano de 1979 la llevó con sus padres, Jean y Anna (Eric Elmosnino y la propia Delpy), actores callejeros de ideas liberales, y con su abuela materna (Emmanuelle Riva), a la casa de campo donde se iba a celebrar el cumpleaños de la otra abuela (Bernadette Lafont). La evocación se impone. En aquel rincón de Bretaña la espera una multitud de tíos, cuñados y primos, entre los que hay abundante variedad de puntos de vista y opiniones políticas -de los que quedaron marcados por la guerra de Argelia o por las discrepancias sobre Vietnam a los que adhirieron a mayo del 68 y a la revolución sexual-. De modo que los días de convivencia, con sus asados, sus comidas copiosas y sus brindis, harán aflorar diferencias y discusiones o algún viejo recelo. También habrá chismes, tardes de juego y diversión, jornadas de playa, incluso una nudista, y para los primos más crecidos -entre ellos Albertine, de 11 años- la visita a un boliche bailable y una primera decepción amorosa. Nada es demasiado novedoso, pero, salvo alguna nota disonante, como la vinculada con la experiencia militar de un tío, todo lo que se cuenta es placentero, en especial la segunda parte del relato, donde los que asumen el protagonismo son los chicos. El clima nostálgico ayuda, apuntalado por la fotografía y la selección musical, además de una cuidadísima recreación de la época en los ambientes, el vestuario, el lenguaje y la gestualidad de los personajes. Los actores -entre los que conviene destacar a glorias como Riva, Lafont o Noémie Lvovsky, a Vincent Lacoste (un hallazgo como el primo de 17 que posa de adulto) y a la propia Delpy- son responsables de buena parte del indudable encanto del film.
Nostalgia y costumbrismo familiar El cuarto largometraje como realizadora de la actriz, guionista y cineasta franco-estadounidense Julie Delpy navega mansamente las aguas del costumbrismo familiar. Familia numerosa, por cierto, que a partir de un flashback seminal se reúne en la casa de campo de la matriarca para festejar su cumpleaños. Verano boreal de 1979, fin de una década que Delpy no elige casualmente: la edad de quien dispara el recuerdo coincide aproximadamente con la de la directora, nacida en 1969. “La pequeña niña principal del film, Albertine, soy básicamente yo”, según sus propias palabras. Si el origen del film es entonces la remembranza personal, con esa estación espacial que puede o no caer cerca del lugar del encuentro, en el corazón de Bretaña (el Skylab del título original), Verano del 79 hace de los choques generacionales y políticos, las cuestiones de género y el encuentro entre el ámbito rural y el urbano algunos de sus condimentos esenciales. Si en pueblo chico el infierno es grande, el microcosmos hogareño es trasformado aquí en espejo de la sociedad en su conjunto. Para retratar al extenso clan, la directora de 2 días en París congregó a un puñado de actores y actrices de carácter y trayectoria, comenzando por Bernadette Lafond y su par Emmanuelle Riva (vista recientemente en Amour), ambas decanas de la nouvelle vague, Eric Elmosnino (a quien resulta difícil separar de su reciente caracterización de Serge Gainsburg), Denis Ménochet y la propia Julie Delpy, quien se reservó un rol importante en el reparto. Y el film ciertamente les saca el jugo, reservando momentos de alta exposición actoral para todos y cada uno de ellos. El principal escollo que encuentra Verano del 79, que en líneas generales escapa de la ñoñez y la sensiblería, es su incompetencia a la hora de hacer de los personajes algo más que simples arquetipos, símbolos de tal o cual forma de ser y pensar. El “loco de la guerra” es básicamente eso, el padre estricto es por definición un tipo de derecha y los personajes de Delpy y Elmosnino –padres de la joven Albertine– parecen sacados de un compendio del buen veterano del Mayo francés. En esa construcción monolítica de sus criaturas y en su obsesión por lograr un tono siempre ligero, Delpy no logra ir más allá de la superficie de las cosas. Previsiblemente, los conflictos familiares ocupan un lugar relevante en la historia, con una discusión sobre política que deviene en rencilla a alto volumen como punto climático, tormenta que será seguida por la calma. Donde acierta la realizadora, en la segunda mitad de la película, es en el retrato de los personajes más jóvenes. La escena del baile en el pueblo –luego de que Albertine logre bailar con ese Adonis que, ante sus ojos, surge del mar como una Rachel Welch en versión masculina– encuentra en la mirada embelesada de la chica una intensidad que el film, en su conjunto, halla sólo esporádicamente. Mirada melancólica y amable sobre el pasado, Verano del 79 encuentra en el clásico de la chanson setentosa “L’Ete Indien”, de Joe Dassin (que en aquellos años se escuchaba hasta en la sopa, la Argentina incluida), la encarnación perfecta de sus logros y limitaciones: un hit de manual que, escuchado retrospectivamente, dispara algunas emociones genuinas y otras algo embarazosas.
Amor pese a las diferencias Desde afuera, el cumpleaños de la abuela Amandine parece ser la única razón para que hijos, tíos y nietos comparta una mesa, año a año, en una granja de la Bretaña francesa. A fines de los '70 la división izquierda y derecha partió a la familia y el único lazo posible es la matriarca. Sin embargo, la historia en común y sobre todo el amor siguen presentes, en las diferencias políticas y en la contraposición ciudad-campo que atraviesa la historia. Con un largo flashback que desde el presente recrea lo que fue un cumpleaños para recordar (¿el último?), Julie Delpy retrata una época de manera liviana y adorable, con mucho humor y un sincero cariño por cada uno de los personajes, aún cuando el relato muchas veces se interna en el drama con cuestiones como la senilidad, las consecuencias de las guerras coloniales (Vietnam, Argelia) como un tema no resuelto y el papel de la mujer fuera de los ámbitos urbanos. Delpy, conocida principalmente por su papel como la Celine de Antes del amanecer y Antes del atardecer –la última parte de la trilogía dirigida por Richard Linklater se conocerá este año– coquetea con el costumbrismo y muchas veces subraya innecesariamente los momentos emotivos, pero sin duda construye una universo afectivo, en donde los perfiles encarnados por un sólido elenco tienen un desarrollo bien definido. Pero además, la actriz y realizadora le escapa a la trampa que significa mostrar únicamente las tensiones que van apareciendo a partir de lo que representan cada uno de los protagonistas atravesados por la historia y reserva un espacio importante para los jóvenes, ajenos a las peleas de los adultos, con sus propios conflictos y en pleno despertar sexual. Con una idea clara del mundo que quiere retratar, Verano del '79 tal vez sea demasiado ambiciosa, pero es luminosa y toca varias fibras sensibles, con humor y sin golpes bajos.
La actriz Julie Delpy hace rato que viene incursionando en la dirección, aunque ninguno de sus trabajos habían llegado a la cartelera argentina hasta ahora. Una particularidad de los tres filmes que hizo hasta ahora es que todos tocaron temáticas diferentes. Su último trabajo había sido La condesa, que contaba la historia de Erzebet Bathory, una de las grandes asesinas y psicópatas de la humanidad, y en este caso brinda una propuesta distinta que estuvo inspirada por experiencias personales de ella en su infancia. Verano del ´79 es esa clase de películas que a los pocos minutos de haber empezado uno ya tiene el recuerdo de haberla visto antes en varias oportunidades. En este caso se retratan los convulsionados años ´70 desde la mirada de una familia francesa y una chica que experimenta en esa reunión experiencias que cambian su vida. A través de los personajes Delpy brinda un retrato de los cambios sociales y políticos que se vivían aquellos días con una historia que se apoya principalmente en el humor. La película tiene algunos baches narrativos donde la directora se estanca en escenas de diálogos que no le aportan nada al conflicto o a los personajes y se extienden más de lo necesario. De todos modos como realizadora acá presenta un notable avance donde perece haber aprendido de los problemas que tuvo con La condesa, una historia que era apasionante y ella volvió aburrida producto de una narración densa que no supo encontrarle la vuelta a una propuesta interesante. El principal motivo por el que esa película resultó un fiasco comercial con críticas negativas. Verano del ´79, más allá de su temática, en ese sentido es un film mucho más ameno y entretenido que permite descubrir otra faceta de la conocida actriz francesa.
Nunca caerá Verano del 79 (Le Skylab, 2011) es una comedia coral sobre una familia de la bretaña francesa con niños, mucha comida, vino, canciones y alegría. Narrada desde el punto de vista de Albertine (Lou Avarez), es a la vez un relato sobre la pérdida de la infancia. La familia parisina y liberal de Albertine viaja a la bretaña francesa para festejar el cumpleaños de la abuela. Allí se reencuentran con primos y tíos olvidados en la campiña y con un mundo tan familiar como distinto. El almuerzo transcurre al ritmo del vino mientras se espera la caída del Skylab, la primera estación espacial estadounidense que según la NASA podría colisionar contra esa región del Oeste de Francia. Bajo la dirección de la actriz Julie Delpy (Antes del amanecer, Antes del atardecer), la película guía la mirada hacia los pequeños detalles con una narración que se toma su tiempo para mostrar momentos dramáticamente intensos. Las diferencias político sociales funcionarán como telón de fondo para justificar las acciones y contar las historias de los personajes, pero nunca llegarán a picos conflictivos que precipiten un desenlace. Como en todas las familias, en la de Albertine hay diferencias, entredichos, muchas risas y algunas envidias. Sin embargo en Verano del 79 la armonía prima por sobre todas las premisas. El conflicto sutil y por momentos silencioso, nunca termina de desarrollarse y explotar, por ello más vale entregarse al devenir de las situaciones y disfrutar de esas entrañables escenas que presenta, como el viaje en auto a la playa o cuando asisten todos los primos al baile sabatino.
Nostalgia de la infancia En un filme muy luminoso y simpático, la actriz, guionista y directora francesa Julie Delpy retrata con un aire de añoranza del pasado feliz un fin de semana de verano de una familia, cuyos miembros se reúnen para festejar el cumpleaños de la abuela. Una Albertine adulta viaja en tren a Saint Malo con su familia actual. De pronto el recuerdo de ese mismo viaje en aquel verano de 1979, cuando en Francia temían la inminente caída del satélite Skylab (de ahí el título original del filme) se impone, y toda la película será ese único y prolongado flashback. Sin un rumbo ni un mensaje muy fuerte, Delpy se limita a recorrer esos días: las risas, los choques entre hermanos, los juegos con los primos, el primer baile, el primer amor, los inicios de la adolescencia. Si bien la pequeña Albertine (Lou Alvarez) es la protagonista, el punto de vista no es exclusivamente el de ella, y tal vez allí es donde resulta algo inconsistente el guión, ya que se mezcla la mirada infantil de la niña con lo que sólo han presenciado los adultos, y se pierde un poco el sentido de la propuesta, que termina resultando sólo anecdótica. Muy bien actuada, la naturalidad con la que los actores encarnan a todos los personajes de esta numerosa familia es notable, y permite disfrutar el filme como si se tratara de una ventana al pasado, rescatando por sobre todas las cosas, el valor de la familia.
Un dulce verano en la Bretaña Julie Delpy en su triple papel de actriz, directora y guionista logra un filme que se apoya en bien elaborados detalles, que le permiten una narración fluída y a la vez entretenida. A su lado, se lucen en brillantes actuaciones la pequeña Lou Alvarez, Bernardette Lafont y la admirable Emmanuelle Riva. Una comedia algo disparatada, pero efectiva en mostrar lo que pasa con una familia numerosa, cuyos miembrose se reencuentran en la casa de una de las abuelas, es lo que muestra este filme, por momentos conmovedor y entretenido de Julie Delpy, que transcurre en la Bretaña. Delpy, que también es actriz y se la vio en dos filmes tan exitosos y emblemáticos como "Antes del amanecer" y "Antes del atardecer", en la que compartió el protagónico con Ethan Hawke, logra en "Verano del "79", elaborar un guión por momentos chispeante. La elaboración que Delpy hace de las situaciones y la descripción, a veces, como en un "vuelo rasante", de sus personajes, de varias generaciones, permite una radiografía de un momento de Francia en 1979. POR SIEMPRE RIVA Los principales protagonistas de la película son, la misma Delpy, en el papel de Anna, madre de la pequeña Albertine (Lou Alvarez), e hija de Jean (Eric Elmosnino), a los que se une madame Prévost, a cargo de la siempre deliciosa actriz que es Emmanuelle Riva. La pareja, la niña y la abuela viajan de París, a la región de Bretaña, al noroeste del país, a la casa de la madre de Jean, que se llama Amandine (Bernadette Lafont). En esa gran casa de campo, en la que se reencuentran nietos, sobrinos, cuñados y cuñadas, se suceden una serie de situaciones, que tienen como telón de fondo, el temor a la caída de los restos de la estación espacial norteamericana Skylab a la Tierra, lo que ocurrió, precisamente, en 1979. ALMUERZO COPIOSO Poco después, a lo largo de un entretenido almuerzo, se producen acaloradas discusiones entre los familiares que simpatizan con el socialismo y los que están en contra. Mientras los más pequeños de la familia, se divierten tratando de conocerse unos a otros. De este modo aparece un niño que ama las muñecas, o puede verse a Albertine (Lou Alvarez) que descubre el primer amor, en un chico rubio, que conoció en la playa. "Verano del "79" tiene la cualidad de escapar a la melancolía para intentar descubrir ciertos conflictos ligados al pasado que definen a algunos de los hombres de la familia, como ocurre con el abuelo Hubert (Albert Delpy), que padece de cierta locura senil, o con Fredo (Jean-Louis Coulloch) uno de los cuñados, que no se resigna a vivir alejado de las filas del ejército francés. Julie Delpy en su triple papel de actriz, directora y guionista logra un filme que se apoya en bien elaborados detalles, que le permiten una narración fluída y a la vez entretenida. A su lado, se lucen en brillantes actuaciones la pequeña Lou Alvarez, Bernardette Lafont y la admirable Emmanuelle Riva.
Julie Delpy, la misma de “Antes del amanecer” y “Antes del anochecer”, muestra como realizadora y actriz al mismo tiempo la historia melancólica y encantadora de una familia en un día de verano, con la nostalgia a cuestas. Buenos actores y un tono de tiempo ya perdido.
Agridulce evocación de una infancia Julie Delpy no es solo la rubia linda de "Antes de amanecer", "Antes de atardecer" y "Flores rotas", que estuvo como jurado del Festival de Mar del Plata 2001 junto a José Luis Borau, David Bordwell, Daniel Burman y otros notables. Ella también es directora, y de las buenas, según lo demuestra esta obra, la cuarta que lleva su firma, y que es también la primera que hace en carácter de comedia coral, agridulce y para toda clase de público. La historia junta un montón de parientes de diversas edades y condiciones en torno al cumpleaños de la abuela, allá por 1979. Hay que tener mano para armar semejante casting de niños y grandes con aire familiar, construir el clima de la época, vigilar que cada intérprete tenga su momento y que todos los personajes puedan ser reconocidos y entendidos por el público, y la película sea agradablemente llevadera, simpática, equilibrada en todo sentido, y capaz de despertar evocaciones cariñosas y depositar reflexiones que parecen ligeras pero tienen lo suyo. Todo eso se percibe y se admira en esta película, agradable evocación de una infancia más o menos similar a la propia infancia de la autora, que en este caso interpreta además a la madre de la niña protagonista, es decir, indirectamente, a su propia madre (a la que dedica la película). Cuidado, decimos que la evocación es agradable, porque uno suele recordar con simpatía incluso los momentos malos que quedaron lejos. En cambio la niña está viviendo esos momentos malos "en ese momento". Ella está sufriendo inquietudes, despertares y decepciones propias de su edad, y encima es consciente del peligro que se abate sobre toda la humanidad, una conciencia que los demás niños no tienen. Ocurre que el Skylab está por caer en cualquier lugar del planeta. Y puede que sea en ese mismo lugar, encima de ellos. Sin embargo los niños juegan, los mayores se divierten pese a irreconciliables divergencias de todo orden, y por ahí hasta ella misma se distrae un poco de sus aflicciones. Por si el lector no lo recuerda, el Skylab fue una estación espacial que orbitó durante seis años, hasta que un día avisaron que iba a caer sobre algún sitio indeterminado de la tierra. Hubo bastante miedo en el planeta, y también bastante gente que siguió su vida como si tal cosa. Si le caía encima el Skylab, una maceta, o el inspector de réditos, eso no iba a amargarla antes de tiempo. Al final cayó en Australia, lo que paradójicamente alegró al gobierno australiano, que aprovechó a cobrarle a la Nasa una buena multa por arrojar basura en lugar público. Pero eso ya es otra historia. La que acá vemos, tiene su propio deleite y moraleja. Postdata: atención al viejo gagá de la familia, que aparece canturreando "La balada de la gente feliz", ese es Albert Delpy, padre de la directora. Y a las abuelas, Bernardette Lafont y Emmanuelle Riva, otrora respectivas representantes del ala derecha y el ala izquierda de la Nouvelle Vague. Rodaje en Saint-Malo y otros lugares de la costa bretona. Banda sonora con felices temas populares propios de los '70. Fotografía color medio "lavada", como una foto de aquellos tiempos que ha sufrido un poco la intemperie (una buena idea).
Verano del '79 es una película de descubrimiento, de iniciación, con mucho sol y mucha luz, hecha de los recuerdos y sentimientos de una inspirada Julie Delpy. En su cuarta incursión como directora elige el camino de la nostalgia para contar una historia mínima pero entrañable, fácil de olvidar -hemos visto bastantes reuniones familiares en el cine como para que esta película pase desapercibida- pero que mientras trascurre su metraje, es imposible no sentirse identificado con algún que otro personaje de los tantos que pululan en pantalla. Con su extravagante título original -Le Skylab, en alusión a la creciente amenaza del satélite estrellado- Delpy usa la metáfora del peligro inminente de la caída de dicho artefacto como contraste al estado de ebullición en el que se encuentra la gran familia de Albertine, esa curiosa niña de once años que resulta el lente por el cual observaremos el comportamiento de una reunión en la campiña francesa. Contada a modo de flashback en una cálida remembranza por parte de una Albertine adulta, la acción transcurre cuando el lado materno de la protagonista se reúne para el cumpleaños de la abuela. Cada núcleo familiar tiene una historia y un trasfondo social que contar, los padres de la protagonista son artistas teatrales que rozan lo hippie, mientras que otra rama tiene deslices fascistas que, obviamente, no tardarán en colisionar y hacer estragos, tal cual lo promete el anuncio del incipiente satélite en desgracia. El principal problema del film de Delpy radica en las diversas situaciones dramáticas que pretenden crear oscuridad donde solo se permite que haya luz: cuando se limita a ser comedia, acierta, pero al momento en que aspira a más, fracasa. Las cicatrices de guerra de uno de los familiares o el intento de suicidio de otro visto por la mirada infantil no se equiparan correctamente con la bondad de la trama en su totalidad, y de haber seguido el mismo tono juguetón e inocuo de la comedia, otro hubiera sido el resultado. La actriz, guionista y directora se reserva el papel de la madre de la protagonista, en clara alusión a la inspiración maternal que tuvo para narrar la historia, y es convincente junto a Eric Elmosnino al formar esta pareja de padres new age que festejan cada logro de su hija, una luminosa Lou Alvarez. A casi dos años de su estreno comercial en Francia, Verano del '79 es una película amable y tierna -lo que no quiere decir que sea empalagosa y blanda-, bien interpretada por adultos y jóvenes, con habilidad para captar la tonalidad de una época, agradable de ver y de sentir. Un sensible recordatorio de una actriz a la que siempre es interesante volver a apreciar.
Mucho ruido y muchas nueces. Si algo recordamos de las entrañables Antes del Amanecer y Antes del Atardecer era justamente un elemento en común: eran deliciosos diálogos donde se decía mucho y no pasaba demasiado. La “ acción” transcurría en los nutridos diálogos de esos dos jóvenes idealistas primero y adultos reflexivos después, el esgrima verbal de sus interpretes hacia las maravillas de una audiencia que de una forma u otra buscaba reconocerse en esa pareja de enamorados espontáneos hermanados por el cielo europeo. Julie Delpy una de sus protagonistas ahora devenida en guionista y directora, toma el mismo rumbo de Richard Linklater de decir mucho sin contar demasiado y lo circunscribe al ámbito familiar en la Bretaña francesa hacia finales de la década del setenta. Allí, con la amenaza del Skylab (que se suponía que caería en algún lugar inminentemente), se reúne una familia disfuncional para celebrar el cumpleaños de la abuela Amandine (Bernadette Lafont). Este conclave familiar será la excusa perfecta para que se retraten los diversos estadios de la vida , sus dramas y los diversos enfoques sociales y políticos que cada persona desea darle a su existir. Por un lado esta la pareja de Jean (Eric Elmosnino quien interpretara a Serge Gainsbourg memorablemente) y Anna (la misma Delpy) dos artistas liberales y combativos que llegan a la reunión con su pequeña Albertine (Lou Álvarez) quien deberá sufrir los embates de ser criada por dos almas tal vez demasiado libres. Como buen convite familiar se verá atravesado por discusiones políticas, sentimentales, ideológicas y la inevitable reflexión sobre lo que somos y lo que podríamos haber sido. Todo esto se ve fielmente reflejado por la mirada de la directora que se mueve más que cómodamente en las aguas de las historias intimistas que en otro ambiente. Y así nos muestra que más allá de las peculiaridades de cada familia lo importante es permanecer unidos , frente al mundo exterior. Como ocurre en la primer escena del film cuando desean sentarse juntos en el tren y la protagonista hace lo imposible por convencer a los demás pasajeros que le cedan sus asientos , la vida tal vez sea eso : acomodar el exterior de la forma que sea para que los mas cercanos conserven este carácter y así seguir viaje. @Cariolita
Aquel verano en familia El cine francés siempre fue amante de los retratos familiares. Ejemplos recientes de ello son muy buenos films como Las horas del verano o Amor de familia, por nombrar algunos y ahora la que incursiona en este tipo de historias es Julie Delpy, quien escribió, dirigió e interpretó uno de los personajes principales de Verano del ‘79, un nostálgico y luminoso retrato de familia. El motivo del encuentro de abuelos, hijos y nietos es el festejo del cumpleaños de la matriarca de la familia, Armandine (Bernardette Lafont), en la gran casa de campo que posee la anciana en Bretaña. En la primera parte de la reunión familiar, prevalecerán los diálogos, juegos y alegrías bajo el sol tanto de grandes como de chicos sólo interrumpidos por algún ocasional chaparrón de verano, notándose la pericia de Delpy para mostrarnos cómo, en medio de este clima de jolgorio, pueden sentarse en la misma mesa, aunque con recelo, tanto el matrimonio de actores progre (Eric Elmosnino y Delpy) como el de conservadores de derecha, y cómo estas diferencias se trasladan a los juegos infantiles de sus hijos. Un acierto de la directora fue no haber caído en la tentación de cargar las tintas sobre el ala derechista de la familia y haberse animado a pegarle algún palito a los siempre políticamente correctos franceses de izquierda, pues no parecen inocentes las escenas en las que el padre cuenta que deja a su hija Albertine (gran actuación de la pequeña Lou Álvarez), de 11 años, ver la película Apocalipsis now, o en la que lleva a la niña a una playa nudista sin ser ellos una familia nudista. En la segunda parte, tomarán más protagonismo los preadolescentes y veremos sus primeros escarceos amorosos, especialmente de Albertine, quien en un baile sufrirá su primer desengaño con un chico mayor que ella. Por otro lado, aparecerán las posturas políticas casi irreconciliables de los franceses respecto de temas sensibles como la pena de muerte, la guerra de Argelia y el Mayo Francés, estallando de un modo casi violento la tirantez familiar latente. Aquí, la realizadora tomará posición respecto de su concepto de familia al traer a colación un simpático recuerdo de la adolescencia de uno de los más exaltados, logrando que las tensiones se alivien y que todos recuerden que son una familia más allá de las distintas posturas ideológicas. Lástima que la directora creyó necesario reafirmar la idea con un subrayado innecesario al final de la película. Delpy sigue demostrando que no es sólo la hermosa chica francesa que bailaba al ritmo de Nina Simone en Antes del atardecer ya que, como habíamos visto en los films que escribió o dirigió, como 2 días en París o en el mencionado de Richard Linklater, muestra sensibilidad y aguda capacidad de observación en la construcción de los personajes, fluidez para narrar y específicamente en Verano del ‘79, realiza una precisa recreación de la época que se refleja en la fotografía, el vestuario y la banda de sonido. Ojalá que este nostálgico y costumbrista relato coral tenga repercusión entre el público argentino, ya que no todos los jueves se estrena un fresco familiar que se deja ver con deleite y cuyos personajes puedan ser tanto el hermano facho como la cuñada hippona que se sientan a menudo en nuestras mesas familiares.
Un Satélite de Amor Hace 26 años el gran Ettore Scola lograba una brillante pintura de una típica familia italiana a través de tres generaciones. La película justamente se llamaba La Familia. Se trataba de una obra personal, divertida, dramática que concentraba los diversos puntos de vista de un emblema social y servía para mostrar la sociedad italiana en el siglo XX al mismo tiempo. Con muchas menos pretensiones y en un breve lapso de tiempo, la actriz devenida en directora, Julie Delpy, decide mostrar las historia de lo que se supone que es su propia familia y a la vez, un poco los enfrentamientos sociales y políticos que existían en la sociedad francesa en el verano del 79. Precisamente ella se enfoca en el enfrentamiento de la burguesía conservadora de derecha contra los bohemios artistas ambulantes de pensamiento más ligado a la izquierda en un contexto más cercano a la aristocracia campesina que a un ambiente urbano de clase media. Con la excusa del cumpleaños de la matriarca una familia reúne a tíos y primos para celebrar un fin de semana en una típica campiña. Viejos rencores, enfrentamientos ideológicos, recuerdos y primeros amores se concentran en esta casa. Julie Delpy decide poner la cámara en el personaje de Albertine, una niña que está descubriendo su sexualidad, y a la vez, empieza a demostrar su faceta artística, influida por los padres. Esta decisión consigue darle una mirada un poco más inocente al relato y encasillar al film como una narración iniciática. Además la directora le da una estética intimista, apelando a la cámara en mano y varios planos secuencia que enfatizan la sensación de estar dentro de un núcleo familiar real. El guión evita caer en un único conflicto fuerte que atraviese el relato, y en una posición más obsecuente, manifiesta micro conflictos que vive esta familia, que podría ser la de cualquiera. En ese sentido el film es efectista consiguiendo empatía con el espectador, que se remite a su propia infancia o crianza acaso. Hay sutiles pinceladas políticas, un total cuidado de la época en detalles de peinados, vestuario, música e iluminación. La sensación es que bien podría haber sido filmado en el año que sucede la historia. Es imposible no relacionarla con obras clásicas como Melody o Verano del ’42. Pero Delpy decide no emitir un juicio sobre sus personajes ni darle un nivel emocional, sentimental recargado. Ni siquiera en los momentos más románticos de los personajes infantiles hay una intención de generar algo cursi o caer en un lugar común. El sexo es presentado con naturalidad e incluso frialdad. Más cercano de Jean Marc- Vallé en Mis Gloriosos Hermanos, Delpy demuestra mucha calidez en el diseño de personajes. El casting es más que acertado y hay interpretaciones notables. Especialmente de los actores más jóvenes. Es una sorpresa encontrar a la nominada al Oscar, Emmanuelle Riva – Amour – entre el elenco, en un personaje bastante distinto al que la vimos en la película de Haneke. Irónicamente, la más artificial de todas es la propia Delpy en piloto automático, representando a su propia madre, y por el contrario el verdadero padre de la directora tiene uno de los personajes más notables. Simpática, tierna, verosimil, Verano del ’79 es una película dinámica, que más allá de contener algunas situaciones forzadas y que el único conflicto que atraviesa el relato sea anecdotario – el temor a la caída del skylab sobre la campina francesa – se suma a una serie de retratos autobiográficos que sirven para contextualizar una época y reflejarse en la pantalla…
NOSTALGIA Y NADA MAS onajes son poco atrayentes, las situaciones desabridas y las historias algo forzadas. Los filmes corales necesitan mucho equilibrio, fino poder de observación, buenos actores y pincelazos sensibles que permitan definir caracteres con pocos trazos. El tema es el reencuentro de una familia en la Bretaña porque la abuela cumple 79 años. Van todos, con sus hijos y sus problemas. Y no pasa demasiado: canciones, frases sueltas, ancianos ausentes, adolescentes inquietos, una salida a la playa, una incursión por una playa nudista, un asadito. Todo hecho con poca altura y poca naturalidad, un film afectado y estirado, lánguido y con poca sustancia.
Personajes y situaciones divertidas tratadas con premeditada ligereza Comedia. Comedia francesa. “Verano del 79” es una comedia francesa. Pero decir comedia a veces puede significar mucho y otras veces, como es el caso, muy poco. El gentilicio (francesa) tampoco suma demasiado, y a decir verdad puede dotar al film de connotaciones engañosas. ¿Entonces “Verano del ´79”qué es? Es la quinta película dirigida por la actriz Julie Delpy, y es una de las más sólidas en su carrera como directora. La misma retrata el fin de semana que Albertina, una niña de once años, pasa junto a sus padres, tíos, tías, primos y abuelas en la región de Bretaña con el fin de festejar el cumpleaños de su abuela paterna. Uno podría tentarse de hablar de recuerdos, añoranzas y nostalgias del pasado. Pero nada más alejado de ello. El relato que nos propone Delpy apunta a fundirnos en una atemporalidad que se hace necesaria para sentir que lo que le sucede a los personajes, aunque pasado, está ocurriendo “aquí y ahora”. Situada en un lugar bien distanciado de psicologismos y miradas compasivas, la realizadora francesa procura retratos simples y ligeros de una familia numerosa. Como ella misma afirmara en una entrevista, se trata de hablar de personajes y situaciones de forma divertida, con premeditada ligereza. Aún sí es interesante ver como la producción retrata la niñez. No sólo las travesuras, la inocencia, los deseos y los miedos propios de una niñez serena, sino por sobre todo, la relación de los niños con los mayores y con sus padres en particular. Lo mejor de “Verano del ´79” es reconocerse y reconocer a seres queridos que tenemos o hemos tenido en nuestra familia. En la película hay protagonistas (de hecho Albertina es la más clara protagonista de la historia) y hay personajes secundarios. Sin embargo, la diferencia entre unos y otros termina siendo algo insignificante, porque cada personaje es tanto lo que aporta con cada gesto, palabra o acción a la historia, que la ausencia de cualquiera de ellos atentaría en la configuración de ese exquisito universo familiar. Ahora bien, nada de esto sería posible sin la calidad de actores aquí convocados, Eric Elmosnino, Julie Delpy, Bernadette Lafont, Emmanuelle Riva, etc. Gracias ellos, “Veranos del ´79” alcanza con creces el status de verdadera vivencia cinematográfica. Lo reprochable de la película son las secuencias del tren- la del inicio y la del final- aquellas que muestran a Albertina adulta. Narrativamente no aportan nada importante. Algo parecido ocurre con los exagerados parlamentos a favor de la izquierda, la liberación femenina y todos aquellos ideales gestados a la sombra del Mayo francés. Aunque apenas si entorpecen- como las secuencias del tren- la naturalidad con la que se cuenta el devenir de esos días de verano en Bretaña.
Después de Dos días en París y de este film, no caben dudas de que la también actriz Julie Delpy es una gran realizadora. Esta es una historia de encuentro familiar multitudinario, que transcurre cuando cundía en el mundo la paranoia de que el Skylab, ese armatoste espacial, podía caer en la campiña francesa, justamente donde transcurre la historia. Pero en lugar de hablarnos de las rencillas familiares o caer en el grotesco subrayado, la adopción del punto de vista de una nena de 10 años transforma todo en otra cosa, en una historia que toma las dimensiones de lo fantástico y lo cómico, de lo maravilloso y lo colorido. La mirada de Delpy busca aquello que no ha sido retratado por el lugar común, y genera un relato cálido, como si el film fuera un hogar para el espectador, al que no le falta la ironía ni la acidez, pero no se excede en esos sabores. Sin la complicidad de un elenco perfecto y de un ambiente que recuerda la gran Milou en Mai de Louis Malle (pero con más diente, dicho sea de paso), un film puro corazón.
Esta es una comedia costumbrista que muestra a una familia que viaja para celebrar el cumpleaños de la abuela. Durante el recorrido Albertine recuerda a través de un largo flashback, cuando ella era niña y se reunía toda la familia. Además se encontraban todos atentos ante la caída de “Skylab” la primera estación espacial estadounidense, diseñada por Raymond Loewy, que orbitó alrededor de la Tierra de 1973 a 1979 y fue visitada por astronautas en tres ocasiones durante sus dos primeros años de servicio. Se especulaba sobre el lugar del Hemisferio Sur en el que caerían sus restos. Cayó el 11 de julio de 1979 sobre territorio de Australia, que impuso a la NASA una multa de US$400 por arrojar basura en territorio público. Los integrantes de esta familia tenían miedo de morir trágicamente ante tal suceso. La directora, cantante y actriz Julie Delpy a sus 43 años ("Antes del amanecer" Y "Antes del atardecer"), se basa en su propia historia para narrar un momento de su familia, durante un verano en un campo en la zona de Bretaña, y va mostrando una época agitada entre los mayores que no paran de hablar de política, las mujeres sobre sus relaciones amorosas y los niños que juegan, experimentan sus emociones, sus aventuras, sus sueños y el despertar del amor. Pero todos los integrantes de la familia vivirán tan intensamente que jamás olvidarán, aunque pertenezcan a generaciones diferentes. Es una película agradable, simpática, para sentirnos, muchas veces reflejados y otras no tanto. Su puesta en escena es convincente y adecuada, un historia bien coral, toques de nostalgia, para reflexiona sobre la vida, brilla la sencillez, diálogos ingeniosos, porque cuenta con un buen guión. Encontramos las famosas frases políticas “si ganan los comunistas, me voy del país”. Se viven distintos momentos en la playa y en un baile adolescente, las canciones bien de la época grande que fueron grandes éxitos. Aquí cada uno de los actores va construyendo personajes y cada uno de estos tiene muy buena química, bien trabajado como comienzan a fluir los distintos problemas y nunca falta el humor. Muchas secuencias emocionan y esas reuniones familiares tienen alguna relación con aquella estupenda película “La familia”,( 1987) de Ettore Scola; "El primer día del resto de tu vida", (2008) de Rémi Bezançon; "Un cuento de navidad" 2008, dirigida por Arnaud Desplechin; entre otras.
Lo primero es la familia Julie Delpy, más reconocida en su carrera como actriz ("Blanc", la trilogía de Linklater con Ethan Hawke "Antes del amanecer" "Antes del atardecer" "Antes del anochecer", "Flores Rotas" de Harmusch o sus propios films "2 Días en Paris" "2 Días en New York") que como realizadora, cumple aquí ambas funciones y retrata en "Verano del '79" una típica reunión familiar en la zona de la Bretaña francesa. El cumpleaños de la abuela Amandine -eje de una familia completamente matriarcal- es la excusa perfecta para pasar un par de días juntos: primos, tíos, parejas, adolescentes, niños, hermanos, familia política ... todos los lazos familiares sobre los que Delpy pondrá su lupa, observándolos detenidamente y retratándolos durante este gran festejo. Lo más interesante del planteo es que durante la mayor parte del relato, las situaciones están atravesadas por la mirada de Albertine, que hoy vuela con el recuerdo hasta ese momento, en donde tenía once años y estaba en plena etapa transicional. Ese momento en donde abandonar la niñez resulta complicado, pero más dificil aún parece ser la entrada en el universo adolescente. Los momentos donde Albertine lleva las riendas del relato son precisamente los más sólidos y los mejor logrados, no solamente porque el pulso ficcional es claro y preciso, sino porque además Lou Alvarez tiene una frescura y una simpatía, una naturalidad totalmente contagiosa, además de un hermosísimo rostro para la pantalla. El título original "Le Skylab" hace referencia a que justamente durante ese fin de semana estaba pronosticado que cerca de esa zona, caería el satélite. A partir de varios comentarios del peligro que esto puede significar, aparece en la cabeza de la pequeña protagonista el tema del fin, de la muerte, que de todos modos apenas sobrevuela livianamente el relato y no se encuentra tan presente como en otros filmes de reuniones familiares en donde el punto de reunión se genera justamente por la muerte de algún familiar. Sin dejar de estar presente (Albertine va a saludar a la noche a sus abuelas antes de dormir, por las dudas que se mueran mientras duermen), el tono del relato de Julie Delpy no está abordado desde el drama ni desde la tragedia. Todo por el contrario, siempre tiene una mirada simpática y tierna para con sus personajes, llena de sentido del humor y sobre todo con esa mirada infantil, de recuerdos, de experiencias vividas que atraviesa completamente el relato. En que se diferencia Delpy de otros realizadores de su generación como Desplechin (y sus disfuncionales familias de "El primer día del resto de nuestras vidas") o Rémi Bezançon (de "Amor de familia" o "Un suceso feliz")? Que no logra tener ni la acidez de Desplechin ni la profundidad en el análisis de ambos. Uno de los puntos flojos del guión es que la abuela Amandine ha tenido seis hijos, con diferentes maridos. Con lo cual, en la reunión familiar cada uno de ellos asistirá con sus parejas más sus hijos, se le sumarán otros personajes como el tío desmemoriado y extraviado como hay en cualquier familia más algunos lazos políticos. Entonces Delpy tiene que lidiar con una gran cantidad de personajes sin terminar de profundizar y darles características distintivas a cada uno de ellos, habiendo algunos personajes que no asoman más allá de lo meramente decorativo (incluso la Albertine adulta, un desperdicio para semejante actriz como Karin Viard). En este caso, más termina siendo menos y Delpy padece el hecho de tener que lidiar con un batallón familiar en pantalla. Por el contrario, algunas escenas del grupo de los chicos o inclusive las de los adolescentes de la familia, son desconectadas hábilmente fuera del gran bullicio familiar -que se retrata desordenado en el encuadre en pantalla pero también se desordena en el guión- y se constituyen en el punto fuerte del relato. Con un registro más cercano a otra realizadora francesa sumamente interesante en el abordaje de la mirada de los niños en el mundo familiar adulto, Carine Tardieu, de quien se ha visto en varios ciclos la deliciosa "La tête de maman" y en la última edición de Les Avants "Du vent dans mes mollets", Julie Delpy prefiere pintar a esta gran familia a través de algunas pinceladas que van desde las diferencias de cada una de las parejas hasta las rencillas por temas que jamás conviene abordar en una mesa familiar (política / religión) incluyendo acertadamente algunos momentos muy tiernos como los juegos de cartas en familia, cantar canciones en la sobremesa o las travesuras infantiles que festejan los adultos. Es una pena que el guión de "Verano del '79" no haya podido abordar a fondo alguna de las lineas del planteo, quedando como a mitad de camino y sin poder definir exactamente lo que quería contar aunque si acierta completamente en el tono narrativo ágil y simpático. Estas postales que elige a manera de "polaroids" de una época, alcanzan para trazar el retrato de los años '70 de esta típica familia francesa de provincia, ya sea desde las ideas políticas o progresistas de los padres de Albertine como de ese recuerdo plagado de ternura que tiene ella sobre sus padres -hay mucha dulzura y naturalidad tanto en el vínculo entre sus padres como los lazos de ella con cada uno (notables los diálogos entre y su padre o en el momento que les anuncia que se ya es toda una "señorita")-. Y más allá de ciertos desniveles en el guión, un punto fuerte es el elenco que Delpy ha logrado conducir exitosamente, logrando trabajos deliciosos tanto en Emanuelle Riva y Bernadette Lafont como las abuelas, la propia Julie Delpy y Eric Esmolnino como los padres de Albertine y los roles de Noémie Lvovsky (tia Monique), Dénis Menochet (tio Roger) y una graciosísima Valérie Bonneton como la tía Micheline. Premio Especial del Jurado en el Festival de San Sebastián 2011, "Verano del '79" es una mirada con humor y ternura a un tiempo pasado en el que han quedado guardados algunos momentos imborrables y un puñado de anécdotas que son parte de los personajes y de nosotros mismos.
Un fresco de familia Julie Delpy es una apasionada por reflejar los laberintos de los vínculos afectivos. Lo hizo como intérprete en “Antes del amanecer”, también como actriz y guionista en “Antes del atardecer” y ahora va por todo sumándole además la dirección en “Verano del 79”. La excusa que utilizó Delpy fue contar el supuestamente temible aterrizaje del Skylab en una zona del oeste de Francia, justo en el lugar donde se va a desarrollar el cumpleaños de la abuela. Esa sensación de inseguridad y del fin del mundo originada a partir del temor por lo que fue la primera estación espacial estadounidense es una metáfora tan sutil como inteligente para contar cómo era el mundo en esos años. Desde la mirada de Albertine, de 11 años, se observa un fresco de familia, que incluye la inocencia, la crueldad y la moda de esa década combinada con los ásperos debates políticos entre la derecha y la izquierda. Pero lo más interesante es que en toda la trama sobrevuela ese respeto de “lo primero es la familia”, gentileza de Los Campanelli. El despertar sexual, el humor y los prejuicios hacen foco desde una simple reunión al aire libre, donde todos tienen algo que contar. Sin el vértigo del cine norteamericano, este filme francés invita a mirarse en el espejo y contemplar aquello que nos enorgullece y lo que nos avergüenza.
Humor satelital Comedia multifamiliar y celebratoriament nostálgica, Verano del ’79 prueba la existencia de una Delpy realizadora (y un humor Delpy) tanto o más loable que la Delpy actriz (o la musical). 2 días en París (y su reciente secuela, 2 días en Nueva York) ya ostentaban ese humor liviano, promiscuo y elegantemente soez, a medias entre la desinhibición europea (y la buena salud de comedias francesas recientes como Les beaux gosses) y el gag neoyorquino (léase Woody Allen, aunque también Larry David). Pero Verano del ’79 es más europea que otra cosa, en esa familia bretona pantagruélica e histriónicamente fellinesca y en las menciones a Mayo del ’68 y otras agitaciones de época, aunque Estados Unidos esté presente en ese satélite Skylab (título original del filme) que está siempre a punto de caer en plena ribera estival. La amenaza de esa catástrofe funciona como un falso y absurdo eje argumental que también amenaza con que Verano del ’79 se vuelva un producto menor y televisivo, más digno de un episodio serial extendido que de una película; pero la historia de la pequeña Albertine (una suerte de Delpy infante), que vive su iniciación a la adultez en ese largo domingo junto a sus padres, primos, abuelos, tíos y demás, le da a Verano del ’79 un matiz singular, elogiable por no resaltar lo grotesco ni lo naif ni lo costumbrista. Y así el filme deja presentes un par de momentos cándidamente intensos (la escena en que Albertine baila con el chico que le gusta, poco antes de que le rompan el corazón por vez primera) y hasta "incorrectos", como cuando la joven protagonista visita una playa nudista para reírse poco más tarde del "matorral" de una conocida de la familia. A la larga, esos bienvenidos instantes se diluyen en una situación coral que por momentos se hace monótona, además de improvisada y un tanto descuidada: la misma recreación histórica es visiblemente forzada, buscando ser invocada a partir de canciones o de looks de anteojos de sol colorinches y patillas o de charlas sobre la Segunda Guerra Mundial, a la manera de una impostura de raíz nuevamente televisiva. Cuestiones que no opacan un filme bello y decididamente satelital en tiempos de carteleras flacas, cuyo mayor virtud es no tomarse demasiado en serio y dar vueltas sin problemas y con soltura y sencillez sobre su propio sello "Delpy", uno que no necesita de pirotecnias ni efectismos, evidente en ese Skylab simpático, humano y misterioso tan opuesto a las actuales y sobredimensionadas tendencias apocalípticas.