Si hay un subgénero de los dramas históricos que está casi agotado en el cine contemporáneo es sin duda el de los relatos cortesanos o que pretenden retratar las idas y vueltas de la aristocracia y su proverbial decadencia caníbal de siempre. Por suerte de vez en cuando nos topamos con trabajos generosos a nivel de su riqueza intelectual/ artística como la presente Victoria and Abdul, la última y muy interesante película del veterano Frears, un pantallazo en torno a la relación -a fines del siglo XIX- entre la Reina Victoria y Abdul Karim, un muchacho hindú que es traído al Palacio de Buckingham, en Londres, para una ceremonia trivial y termina quedándose allí durante años y años por la misma simpatía del susodicho y el afecto que la monarca le profesa. S bien la estructuración del relato obedece a una partición concreta basada en una primera mitad que coquetea con la parodia de la pose patética e hipócrita de los lambiscones de la nobleza y una segunda parte más cercana al drama de prejuicios y persecución racial una vez que la posición de Abdul en la corte se solidifica, despertando el encono y la envidia de todos, a decir verdad el convite constantemente echa mano tanto del trasfondo cultural británico e hindú como de la parafernalia detrás de las eternas disputas de la vida monárquica, en una doble pretensión de abarcar por un lado la cuestión cultural y por el otro la mundanidad de la convivencia de los personajes. Judi Dench y Ali Fazal son los encargados de interpretar a Victoria y Abdul respectivamente, dos actores estupendos que consiguen la proeza de que los pormenores del vínculo entre ambos sean creíbles a pesar de la evidente distancia general… ella es nada menos que la cabeza del imperio más poderoso del período y él un hombre cuya actitud humilde y servicial para con la reina no desconoce las barbaridades cometidas por los ingleses en la India. Vale aclarar que -contra todo pronóstico, considerando lo errática que viene resultando la carrera de Frears en el mainstream de las últimas décadas- el film es realmente muy gracioso y cuenta con líneas de diálogo y planteos escénicos por demás astutos y oportunos, que nos van revelando distintas capas de los personajes a medida que pasan los minutos y que el cariño crece al extremo de -como señalábamos con anterioridad- provocar los gruñidos del entorno real. Más allá de la habitual pompa de los dramas históricos y sus clichés relacionados con los arcos narrativos de pretensiones nacionales, la obra de Frears siempre va un paso por delante de lo esperado porque examina el sustrato político que se esconde en cada pequeña decisión de la vida hogareña, sea la de la Reina de Inglaterra o de cualquier otra persona, circunstancia que asimismo trae a colación la necesidad de sinceridad/ respeto/ compañerismo en la vejez y de su anhelo homólogo de la mediana edad vinculado con encontrar una profesión/ misión que justifique nuestros días en el planeta. Victoria and Abdul es un retrato sutil de un proceso de complementación mutua -de rasgos muy excepcionales, es cierto- entre dos individuos diferentes que se estiman.
Una muy entretenida y satisfactoria producción. Un drama histórico narrado de manera no convencional pues en esta oportunidad no estamos en presencia de un drama acartonado pues hay mucho de comedia (y humano) en...
Basada en hechos reales encontrados escritos en el diario de la Reina Victoria (en su mayoría), “Victoria y Abdul” se centra en la inesperada amistad que nació entre esta máxima autoridad y Abdul Karim, un joven que llega desde la India para formar parte del 50 Aniversario del mandato de la reina, entregando una pieza muy preciada de su país. Pero en vez de volver a su hogar después de la ceremonia, Victoria ordena que Karim forme parte de su servicio. A medida que pasa el tiempo, la relación entre ambos va creciendo a tal punto que incomodará al círculo de confianza de la monarca, pero que revitalizará el mundo de ella. Si hablamos de un film que se enfoca en la amistad entre dos personas, el dúo protagónico debe ser muy sólido. Y esto es lo que ocurre en “Victoria y Abdul”. La reina es encarnada por la gran Judi Dench, actriz con una larga y valiosa trayectoria que no hace falta repasar, pero que hace poco estrenó también en nuestro país otra de sus cintas, “Asesinato en el Expreso de Oriente”. Ali Fazal, por su parte, se pone en la piel del joven hindú para entregarnos una interpretación sensible y poética. Entre ambos generan una química que traspasa la pantalla. Uno se cree naturalmente la amistad que generaron de un momento a otro y que con el tiempo se fue intensificando. Pero tampoco hay que dejar de mencionar al elenco completo, cuyos personajes sirven como contrapunto y antagonistas; nadie quiere al hindú en esa posición y a medida que gana más poder dentro de la casa, la situación se vuelve cada vez peor (pero más divertido de ver). Es así como se aborda también el racismo en la monarquía. En cuanto al género, podríamos definir a “Victoria y Abdul” como una biopic que mezcla la comedia y el drama en una justa medida, no es una historia que busca provocar carcajadas pero sí propone que el espectador se ría constantemente a partir de situaciones hilarantes, absurdas o que están fuera de lugar para gran parte de los personajes. Pero también es emotiva, la relación que crean los protagonistas es muy particular, es genuina, maternal, de una admiración y cuidado impresionante. Si bien son dos horas de película, en ningún momento se siente pesada, debido a que se nos presenta una historia llevadera, amena. No es una biopic histórica común y corriente, sino que esta mezcla de géneros le juega a favor. Además de la dupla actoral y cómo se cuenta su relación, se destaca la parte técnica del film. Se observa un muy buen manejo de la fotografía por parte de Danny Cohen, donde se muestran maravillosos paisajes de Inglaterra, India y Escocia, además de la gran ambientación del siglo XIX y la vestimenta de época de los personajes. En síntesis, “Victoria y Abdul” es una propuesta atractiva dentro del cine debido a que presenta una biopic contada desde un punto de vista ameno, descontracturado, fresco, gracioso y emotivo. Además, tanto sus protagonistas como todo el elenco se amalgaman de una manera muy efectiva para la historia.
Una historia real llevada a la pantalla grande que narra la amistad entre una reina y su joven sirviente proveniente de la india y de religión musulmana. Que con su simpatía y conocimientos va “enamorando” a la reina llegando a convertirse en su Munshy, un maestro consejero espiritual. Con un precioso trabajo de Judi Dench (La Reina Victoria) que afortunadamente la estamos viendo seguido en pantalla, y el carismático Ali Fazal (Abdul) que también compone un logrado papel, se va desarrollando esta atractiva película británica basada en el libro “Victoria & Abdul” de Shrabani Basu. Quien dirige es Stephen Frears que dentro de su filmografía se destaca la preciosa “Florence Foster Jenkins“ con la maravillosa Meryl Streep.
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Alá salve a la reina No es la primera vez que Stephen Frears trabaja con la realeza en una de sus películas. Tampoco es la primera vez que le toca dirigir a una de las mejores actrices de Inglaterra, para configurar un relato histórico que escape de los lugares comunes de las biopics más tradicionales (música sentimental, planos cerrados, algunos travellings, etc.). En La Reina (The Queen, 2006), Helen Mirren, componía a una Isabel II pendiente del entorno, de la gente y de todo aquello que podía hacerla trastabillar en sus deseos y convicciones tras la muerte de Lady Di. Allí Mirren jugaba todo el tiempo con los límites de llevar su personaje al borde del ridículo, y en ese exponerse aparecía un verosímil mucho más sólido. En Victoria y Abdul (Victoria & Abdul), con la entrañable amistad entre la reina (Judi Dench) y un emisario hindú (Ali Fazal) pasa algo similar desde la corporeidad de la Reina en una trama principal que no por predecible deja de ser efectiva. En momentos en los que el cine industrial apela al pasado para seguir construyendo historias atrapantes, el guion de Lee Hall (Billy Elliot, Caballo de guerra), permite desde la sólida presentación de los protagonistas, desandar con alegría los pormenores de un vínculo que fue rechazado en su momento. La historia comienza cuando a Abdul le proponen viajar de India, más precisamente desde Agar a Inglaterra para entregar una moneda simbólica, es convocado por Victoria como su asistente personal. El guion trabaja en paralelo con dos mundos, aparentemente, opuestos, el de la máxima figura en el trono con el recién llegado y sus anécdotas, mientras que por otro lado se presenta el incipiente complot entre los funcionarios reales ante el avance del hindú sobre la mujer. En comparación a realizaciones anteriores, Stephen Frears envuelve a los personajes con su cámara, los deja actuar y representar a su manera, mientras registra todo aquello que la reconstrucción de época (por cierto, muy buena) le permita jugar con los límites del realismo. En vez de cámara expectante, hay un lente activo, que desanda los pasos de los protagonistas en cada rincón del palacio real y más allá, en donde ya ni siquiera se pueda distinguir entre ficción y documental. Es que si bien Victoria y Abdul es una ficción, la lograda representación de esa reina con obesidad mórbida, y su obsesión por la comida y el sueño, que vuelve a vivir a partir de aspiraciones que la otredad le impregna, le inculca y le dispara, los límites se confunden al construir, por momentos, un registro casi vívido de aquello que muestra. Un viaje al pasado para seguir analizando aquello que como sociedad ha forjado, pero también para redescubrir que en la diferencia está la clave de los cimientos de una nación.
Yo soy tu amigo fiel Tanto el director Frears como Judi Dench saben exprimirle jugo a un cruce de culturas. A Stephen Frears, lejanos los tiempos en que rodaba gemas como Ropa limpia, negocios sucios (1985), le gustan las historias que transcurren entre gente de alta alcurnia (Florence: la mejor peor de todas). Pero sí ha sabido mantener el tema de las diferencias culturales, choquen o no. Victoria y Abdul vuelve a tenerlo por el Palacio de Buckingham, como en La reina, y Judi Dench vuelve a ser la reina Victoria, como hace 20 años en Su Majestad, Sra. Brown. Meras coincidencias, director e intérprete saben cómo exprimirle jugo a una amistad impensada, a un cruce de culturas y a cierta xenofobia y prejuicios muy, pero muy british. La reina Victoria, que suele dormirse en las recepciones, sentada a la cabecera de la mesa principal, conoce a Abdul, súbdito de la India a quien le encargan presentarle una moneda hindú en su honor, por la festividad de Koh-i-Noor. El no debía mirarla a los ojos, pero, claro, lo hace. Y lo que nace allí es una inesperada amistad. “Yo soy tu reina”, y “yo soy su munshi”, su maestro espiritual, pasan a ser las palabras que, con afecto, se destinan. Cómo un hindú, musulmán, puede pasar a integrarse como miembro de la Casa real, y ambos se protegerán hasta donde puedan, rodeados de buitres en la Corte -sean éstos desde el príncipe heredero “Bertie”, o quien fuere-. La película del realizador de Alta fidelidad y Relaciones peligrosas marca las afinidades personales y cómo dos seres que en apariencia no tendrían mucho en común, terminan siendo casi como almas gemelas. Le falta, eso sí, un paso menos drástico entre la comedia y el drama, sobre todo en los momentos en que lo trágico parece apoderarse de la trama ensombreciendo el candor hasta hace poco concedía. Pero tanto Dench como Ali Fazal (uno de los 10 actores para observar del año, según Variety) logran una comunión entre sí, y con el espectador, única.
Estampas de una atípica amistad Ocurrió de verdad. La reina Victoria mitigó los pesares y dolores del final de su larga vida cultivando la atípica amistad de un plebeyo llegado de la India. Esta historia de contrastes transcurre entre ceremonias protocolares y hábitos cortesanos, muchos de ellos retratados de un modo genuinamente divertido, que los protagonistas se empeñan en cuestionar. Stephen Frears, que supo ser más filoso en estas cuestiones, parece sentirse más atraído por la impronta nostálgica de la situación que por un acercamiento más profundo al contexto de este raro vínculo. El resultado es un relato amable que apenas hace alusión a los riesgos de todo choque de civilizaciones.
Stephen Frears es un director al que, más allá de haberse probado en algunos géneros distintos, las historias basadas en hechos reales, especialmente dramas históricos sobre personas de la realeza, le sientan muy bien. Y más aún cuando además tiene a su disposición actores de la talla de, como en este caso, Judi Dench. La reina Victoria es la mujer que ha reinado por mayor tiempo en la historia de la realeza británica. Una mujer grande, cansada, con algunos problemas de salud, que tiene el país a sus pies. Pero no sólo su país, sino que ha conquistado, aunque sólo haya sido a la distancia, desde el mando, lugares como India. Abdul no ve a esta reina como la emperatriz que se apoderó de su país, sino que la admira y confía plenamente en sus capacidades, más allá de no desconocer ciertos excesos por los que ha pasado su hogar. Y cuando tiene la oportunidad de viajar hacia Inglaterra para ser quien le entregue un regalo de su país, ve la oportunidad de su vida en ella. Lo que Abdul no esperaba ni imaginaba seguramente era que al llegar captaría de tal manera la atención de la reina que ésta lo convertiría no sólo en su asistente sino en su amigo. El retrato que hace Frears, y que lleva a cabo una Judi Dench tan fantástica como acostumbra, es el de una mujer que se la pasa rodeada de personas pero está sola, aislada. Algo así como la María Antonieta de Sofia Coppola, de hecho una de las primeras escenas es muy parecida, pero en este caso con una mujer que ha llevado este tipo de vida demasiado tiempo. Y en los ojos de Abdul ve algo más fuerte y genuino que simple servicio o interés por ascender. En él vislumbra un afecto auténtico que se lo termina contagiando. Pero a ella sola, porque el resto de los ojos ve cada vez peor esta extraña relación. Extraña porque se torna íntima, en el sentido de pasar momentos solos y aislados, mantener conversaciones privadas y permitirse incluso un trato más físico, aunque siempre inocente, que el que se acostumbra con la reina. Frears se mueve entre la comedia y el drama para contar la historia de esta singular amistad. Porque cuando Abdul llega sólo iba a pasar allí unos días y se termina quedando tanto tiempo que incluso luego ella le ofrece que se traiga a su mujer y sus hijos. Y su propio hijo, interpretado por Eddie Izzard, no se preocupa sólo por sentirse desplazado sino que espera pronto quedarse con el trono y deshacerse de Abdul. "Victoria y Abdul" es una película cuyo mayor encanto radica en el tono fresco y amable con el que está contada. Por momentos se la siente muy ligera, es cierto, pero esa modestia le permite desarrollar personajes por sobre los aspectos más vistosos de una película de época y conseguir la dosis justa de emotividad.
El señor biopic está de vuelta. El británico Stephen Frears (High Fidelity) tiene una larga y prestigiosa carrera por detrás, pero es en la última década donde ha encontrado un nicho para contar historias basadas en hechos reales que le sienta muy bien, como demuestran Mrs. Henderson Presents, la oscarizada The Queen, Philomena, The Program, Florence Foster Jenkins y la que nos compete en esta ocasión, Victoria & Abdul. Para ello, trae consigo a una colaboradora del tamaño de Judi Dench, con la que ya trabajó previamente en tres oportunidades, para retratar un pequeño capítulo en la vasta historia de la Reina Victoria del Reino Unido. Dench no es extraña al personaje histórico, ya que lo interpretó en Mrs. Brown con un éxito inesperado que la llevó a estar nominada al Oscar como Mejor Actriz. 20 años después, Victoria & Abdul es considerada por muchos como una secuela no oficial de aquella biografía de 1997, con el foco puesto en la amistad especial generada entre la reina y un súbdito indio, que pasó a ser un gran confidente en los últimos años de su mandato. Los espectadores avezados en la coordinación entre uno y otro film encontrarán nexos en común, pero el de Frears tiene identidad propia como es usual en su filmografía. Lo que es más importante, resulta una película por demás emotiva y bien conducida, representando un bonito canto a la amistad y a la tolerancia, que nunca está mal que se nos recuerde de tanto en tanto. El guionista Lee Hall pone en tela de juicio todos los cánones que marcan el espíritu inglés victoriano, la fidelidad a rajatabla a las reglas del protocolo, el manejo de la política, el humor y las costumbres netamente británicas, con pinceladas agudas y elegantes. El escritor va dejando ver la imagen más pura de la monarquía para generar un claro contraste con la esencia de la amistad platónica entre un joven y la anciana soberana. El guión refuerza los lazos sentimentales y pone en perspectiva el sentido de la vida en diferentes estratos sociales, así como lo extenuante que representa el deber real, hasta el punto de no encontrarle una justificación aparente. No hay mejores producciones fastuosas que las británicas, y el cineasta y compañía ponen un eximio show de escenarios y diseño de producción impecables, detalle del cual no se esperaba menos. Cada minucia está elaborada para evocar un tiempo pasado y de seguro tendrá alguna que otra nominación en los apartados técnicos, de cara a la próxima ceremonia de los Premios de la Academia. Pero es en su gran ostentación donde también tiene su debilidad: el idealismo del revisionismo histórico, donde se endulza por demás la figura de Victoria, es donde puede llegar a ser cuestionable. Hay un facilismo en representarla como un ser de luz cuando la historia demuestra que había bastantes grises, pero en la fantasía real adyacente que crea la película es un detalle que podría perdonarse ante el gran esquema de las cosas. Lo mejor de Victoria & Abdul recae en Dench. Lo que hace es extraordinario y me quedo corto, interpretando a la perfección su papel, aportando credibilidad a cada paso y llevando sobre sus hombros todo el peso de la película. Incluso aquellos que no apoyen el film, por ser una biografía más, deberán rendirse ante las evidencias de la capacidad artística de esta legendaria intérprete que, a sus 82 años, continúa dando lecciones magistrales y es capaz de eclipsar al resto del reparto. También es admirable el pulso del casi desconocido Ali Fazar, al ponerse frente a frente a la galardonada actriz, y si todo le sale bien podría ser su gran carta de presentación al mundo estelar de Hollywood. Victoria & Abdul es un amable retrato del ocaso de una recordada figura como lo fue la Reina. De producción superlativa y cuidada, así como con una brutal actriz al frente, es de esas biografías que se contentan con narrar una historia de manera convencional en vez de hacer algo novedoso o fuera de la norma, pero a la que nunca le falta corazón.
La gran Judi Dench vuelve a encarnar a la Reina Victoria en este film del inglés Stephen Frears centrado en su improbable amistad con un sirviente indio. Algo edulcorada, simpática y políticamente correcta, la película gana con la fuerza de su protagonista, que se roba el show y la pasa bomba.
La indiscreta amistad de una reina inglesa Poderosa reina de Gran Bretaña e Irlanda y emperatriz de la India, encorsetada por el protocolo, rodeada de alcahuetes, figurones y obsecuentes, acechada por su propio hijo, ansioso de sucederla de una vez, a Victoria, la "abuela de Europa", como le decían por la cantidad de lazos familiares que forjó con otras coronas, le faltaba algo: una persona amiga. La encontró en su criado escocés John Brown, y su asistente hindú Abdul Karim. Según dicen, Brown fue demasiado amigo, pero a fin de cuentas vivía lejos, era muy discreto, y de raza blanca. Karim, en cambio, vivía en la Corte, recibía visibles privilegios de la mano real, vestía raro, miraba de modo sobrador, y encima era bastante tostadito. La reina lo quería como a un hijo, o como a un súbdito ideal y exótico. Por él se acercó a otra lengua, y otra cultura. Y cuando ella murió, enseguida lo fletaron de vuelta a la India (con un campito y unos dinerillos, por suerte). Ahora, sobre delicioso guión de Lee Hall, el veterano Stephen Frears revive esta historia, que viene muy bien por dos razones: ayuda a suavizar la islamofobia creciente en aquellos lares, y afirma el valor del cine clásico. Música, fotografía, vestuario, ambientación, todo aquí resulta exquisito, y las actuaciones son de primera. A la cabeza, Judi Dench, la reina inglesa por antonomasia, que además ya encarnó a Victoria en "Mrs. Brown" (y a Isabel en "Shakespeare enamorado"). Al pie, Ali Fazal, galán de Bollywood, y ahora de Hollywood con "Rápido y furioso 7". Y largo elenco, todos excelentes. Una delicia. Por supuesto, esto es una película. Los interesados pueden leer "Victoria y Abdul: La historia verdadera del confidente más cercano de la reina", del investigador hindú Shrabani Basu, o echarle un vistazo al generalmente confiable www.historyvshollywood.com. Pero la película es más linda.
Judi Dench, la talentosa actriz, se mete otra vez con la reina Victoria de Inglaterra, como ya los hizo en l997 dirigida por John Madden, en “Su majestad, Mrs Brown”. Pero en este caso dirigida por Stephen Frears, y en la última etapa de su vida. Otra vez siente un enamoramiento, pero el objeto de sus amores, para horror del mundo que la rodea es un indio de religión musulmana, que fue elegido por ser alto, para viajar de Agra a Londres y entregarle una moneda simbólica. Con libro de Lee Hall, todo adquiere un tono amable, paródico, mas que irónico, demasiado benevolente con la reina y cómicamente xenófobo para el secretario privado, el primer ministro, el heredero del trono y toda la corte que se llama a si misma como “de la familia”. Y así Victoria, envejecida, gorda, malhumorada, se transforma en una anciana vital que transforma a su sirviente exótico y disfrazado en su maestro, su “munshi” que le enseñara el urdu. A su alrededor se gesta una rebelión en contra del intruso y su nefasta influencia que la soberana deshará con un careo que derrumba piquetes pero engendra más odio. Por mas que se advierta que esta basado en hechos reales, todo no deja de ser una amable historia que pone en ridículo todo el curioso y alambicado sistema protocolar y sus protagonistas, en una reconstrucción de época impecable, como no podía ser de otra manera, y personajes que reaccionan como marionetas desenfrenadas. Judi Dench como siempre esta perfecta y por verla a ella muchos asistirán a ver el film. La estrella de Bollywood Ali Fazal no tiene oportunidades de lucimiento en un personaje que se encandila con la reina y la sirve hasta las últimas consecuencias.
Este nuevo film del director de Alta Fidelidad, inicia con tal aclaración. Es que a lo largo de los 112 minutos de duración de Victoria y Abdul nos adentraremos en la relación de más de una década entre la Reina y el joven de origen Indio, considerada tan controvertida y escandalosa por los miembros de la familia real que, tras la muerte de la monarca en 1901, se borró por completo la existencia de ella. Abdul Karim fue el único sirviente en ascender al círculo de personas más allegadas a la Reina desde la muerte de su confidente escocés John Brown, quien ayudó a llenar un vacío en la vida de Victoria tras la muerte de su amado marido, Albert. Shrabani Basu fue la periodista que descubrió esta amistad tras una visita a la casa de verano de la Reina en el año 2003, luego plasmó su hallazgo en el libro Victoria & Abdul: The True Story of the Queen’s Closest Confidant, en el que se basó el guionista Lee Hall para escribir esta película. Esta es la “bien intencionada” historia sobre esa curiosa amistad intergeneracional (queda latente la duda de si solo fue una amistad). Abdul es “el hombre más alto en Agra” y es enviado a Inglaterra para presentar a Su Majestad una moneda ceremonial en celebración del aniversario número 50 de su reinado. Al llegar al palacio se le indica que por favor no mire a la reina a los ojos, cosa que obviamente hará. La Reina terminará por confesar a su corte: “Pensé que el alto era terriblemente guapo“, y así es como Abdul se convertirá en su sirviente personal, su maestro de urdu y, finalmente, su “munshi” o guía espiritual . Abdul le enseñará sobre mangos y sobre la importancia de las alfombras. “La vida es como una alfombra, entramos y salimos de ella para formar un patrón”, la Reina le permitirá a cambio privilegios como viajar con ella por Europa y le concederá títulos y honores. Judi Dench es la encargada de llevar la película adelante encarnando magistralmente a la malhumorada y poderosa Reina a sus 81 años. Ali Fazal, el joven hindú que debutó en Hollywood en Rápidos y Furiosos 7, le imprimirá al personaje de Abdul la cuota justa y necesaria de carisma con una correcta actuación. El resto de los personajes secundarios está a la altura de las circunstancias, destacando Adeel Akhtar como Mohammed, en su rol de personaje cómico (aunque la Reina también tendrá sus momentos). Es curioso descubrir que Dench ya había encarnado a Victoria en la adaptación cinematográfica de aquella relación de la que hablaban las malas lenguas en el palacio real. Su majestad, Sra. Brown de 1997, le valió a la actriz su primera nominación al premio Oscar, logrando alzarse con la estatuilla al año siguiente por su papel de Isabel I en Shakespeare apasionado (¿será que Dench está predestinada a encarnar siempre a una reina de Inglaterra?). En los rubros técnicos Victoria y Abdul no se queda atrás, está magníficamente montada, siendo tanto el maquillaje como el vestuario de primera categoría. La ambientación nos transporta a la época victoriana y nos lleva de paseo por los palacios británicos, por Agra y por Florencia. Quedan a la vista los grandes esfuerzos que hace la película por absolver a Victoria de la responsabilidad colonial (no olvidemos que esta reina se convirtió en Emperatriz de la India) mostrándola como comprensiva y tolerante, e incluso describiéndose a sí misma como una “anciana gorda, coja, tonta e impotente”. Licencias poéticas que se tomó el director, dependerá de los historiadores evaluar cuán preciso es el film como biografía de los últimos años de la Reina Victoria. Conclusión: Este drama biográfico logra entretener, aunque podría ser leído por algunos como una parodia. Victoria y Abdul resulta una divertida y encantadora fantasía real (de realeza, no de realidad) sobre la inesperada amistad entre dos personas que nada tenían en común, la Reina del país que explotaba a la cuarta parte de la humanidad y un sencillo servidor de la India.
Extraña pareja Siempre se ha dicho que los opuestos se atraen, y en el caso de Victoria y Abdul las diferencias convergen de manera increíble y poco habitual dentro de un drama histórico. La reina Victoria (Judi Dench) se encuentra transitando los últimos años de su monarquía rodeada de su servidumbre real y los obsecuentes de siempre. Sola, anciana y aburrida, ya nada le produce entretenimiento, hasta que conoce a Abdul Karim (Ali Fazal), un joven enviado desde la India para ayudar en los servicios de las Bodas de Oro del mandato de la soberana. La química entre ellos surge de inmediato, la curiosidad de la reina por conocer todo lo que los muros de su palacio le ocultan aflora, y el joven indio pasa de ser un simple sirviente a su gran amigo y confidente. Es cierto que hay una vieja concepción circundante acerca del estilo inglés para filmar, con sus parsimonias, sus maneras acartonadas y su gusto “refinado”, por nombrar algunos prejuicios. Stephen Frears ya demostró, con trabajos como La reina y Florence, que la manera de hacer biopics a lo “british” no necesariamente requiere de solemnidad ni refinamiento, pero sí de una estética hiper cuidada. Eso es Victoria y Abdul. Una película cargada de ternura y sentimientos, de los que no abundan en los personajes retratados de la realeza británica y que, sin dudas, son necesarios a la hora de recrear el costado más humano de un monarca. A nivel narrativo, el filme no aporta sorpresas, pero tampoco decepciona cayendo en los lugares comunes. La historia se desenvuelve a paso ligero mientras la amistad entre la reina y su sirviente va aumentando en soltura y calidez. Judi Dench acapara la escena como la actriz de gran trayectoria que es, mientras Ali Fazal acompaña de manera atinada y muy graciosa, formando un dúo inverosímil pero excepcional. A su vez, es para destacar las pequeñas “bajadas de línea” que el guion deja entrever en las escenas donde los asistentes de la reina se horrorizan al ver que un indio se convierte en su compañero más importante. El evidente racismo que se respiraba en esos tiempos no le da a la película un tono moralista, solo colabora en seguir haciéndola más cómica de lo que ya es. Por supuesto, y como habíamos dicho antes, la fotografía no escapa a la mención, ya que se destaca en gran medida el trabajo visual que le da a los escenarios su aire característico de la época victoriana, sin perder por un instante la luminosidad. Victoria y Abdul tiene mucho para brindar, no solo una historia bien contada y llena de emociones inesperadas, sino también un gran entretenimiento, de esos que son bienvenidos cuando menos se buscan.
Victoria & Abdul, de Stephen Frears Por Jorge Barnárdez La relación entre la reina Victoria y un criado indio fue un escándalo tal, que recién en 2003 salió a la luz gracias a la investigación de una periodista que tiró del piolín de un dato descubierto en la residencia de la corona en la isla de Wright. La historia que se ocultó durante casi un siglo es rescatada por la nueva película de Stephen Frears, que cuenta con Judy Dench en un papel que confirma que ella es una gran actriz y que alcanza con eso para rescatar una película. Abdul viaja desde la India para participar de una ceremonia menor y en el transcurso de ese evento, la reina que no se miraba a los ojos con nadie -de hecho su entorno tenía prohibido mirarla-, encuentra en ese criado una mirada y una relación que marcó la vida de ambos. Para la corte y para la familia real que la octogenaria soberana perdiera el tiempo con un criado de piel aceitunada y lo transformara en su confidente era insoportable. Para Abdul servir a la reina era una forma de salir de su vida, para la reina relacionarse con ese habitante de uno de sus territorios más lejanos le permitía conocer culturas lejanas y de paso conectarse de manera humana con alguien. El hijo amenazaba con encerrarla por loca y el personal inglés odiaba que lo pusieran en pie de igualdad con ese ser de piel aceitunada. La película de Frears es correcta pero no mucho más que eso, de hecho el director no hace otra cosa que decir que la película es un encargo. Rutinaria y poco inspirada pero con una actriz que se luce. VICTORIA & ABDUL Victoria & Abdul. Reino Unido/Estados Unidos, 2017. Dirección: Stephen Frears. Guión: Lee Hall. Intérpretes: Judi Dench, Ali Fazal, Tim Pigott-Smith, Eddie Izzard, Adeel Akhtar, Michael Gambon, Paul Higgins, Olivia Williams, Fenella Woolgar, Julian Wadham. Producción: Tracey Seaward, Beeban Kidron, Eric Fellner y Tim Bevan. Distribuidora: UIP. Duración: 112 minutos.
En su apertura se precisa que ésta producción está basada en hechos reales, situación que el mismo texto termina por poner en duda cuando se aproxima, irremediablemente y gracias a la inclemencia de su duración, a la palabra fin lo cual demuestra una total desprolijidad y la hebra, desde la intencionalidad discursiva, con la que se llevo acabo. La película se centra en la milagrosa relación derivada en amistad, (casi implantándose como un amor platónico) que la soberana británica constituyó al final de su reinado con un personaje indio, musulmán, de tez morena. Un siervo de la corona trasladado a Gran Bretaña para participar en el año del Jubileo de la reina. Relación de la que nada se sabía hasta los diarios que Abdul, fallecido en la década del ‘20, totalmente desquiciado mentalmente, parece haber escrito y que salieron a la luz en el 2010. Un vínculo del cual no hay el más mínimo indicio ni registro en los espacios de la corte, ni en los textos de la época en la que transcurre. La idea que se establece a posterioridad del filme es una crítica al tan mentado Brexit. Al mismo tiempo, y de manera muy obvia, la nada sutil denuncia sobre la actitud de soberbia de una corte y clase gobernante, todavía xenófoba. La historia se muestra por momentos más no creíbles que inverosímiles y es redundante en la idea de una reina que revoluciona su medio con actitud infantil antes que progresista, dando por tierra (o quebrando) los protocolos reales a los que los ingleses son tan adeptos. La realización es un prodigio en tanto diseño de producción, la dirección de arte es impecable, tanto desde la recreación de época, como el vestuario, y la más que correcta fotografía, bien mostrada desde el montaje que transpira corrección. El problema es que la película intenta sostenerse en una formula remanida en tanto la idea de un amor imposible, entre clases sociales tan distantes como la Gran Bretaña de fines de siglo XIX, y la de la India antes de Mahatma Gandhi. Para ello (el guion) intenta equiparar los personajes con el recurso de la sabiduría de uno que no es tomado en cuenta, articulando una pseudo filosofía oriental, o musulmana, de la cual la reina es mostrada como una total ignorante. Personajes arquetípicos, estereotipados, van a un desarrollo lineal e insulso de una historia sin demasiado conflicto que deriva en un desarrollo progresivo del texto. Stephen Frears, quien parece haber perdido el pulso para establecer una conexión directa entre la comedia dramática y una idea directriz en tanto denuncia, se apoya en la maravillosa Judi Dench, que con su sola presencia puede sostener, desde la seducción que establece con el espectador, el peor de lo relatos. Ello no implica que pueda revalorizarse la producción, sólo que en este caso se torna definitivamente previsible, melosa, edulcorada, casi mitómana e insoportable. En definitiva estamos en presencia de una obra cinematográfica netamente de formula. De estructura narrativa clásica, con envoltura de lujo, (incluido el actor hindú, todo un paquete), pero con ausencia total de un eje dramático, o verosímil, que pueda poblar al relato de alguna fuerza narrativa. No aburre por la previsibilidad sino por la inconsistencia y desinterés de lo narrado.
Puntaje 65% , Crítica emitida el sábado 26/11 en Cartelera 1030 por Radio Del Plata (AM 1030) de 20-21hs.
FREARS Y SU AMABLE FIRMEZA El realizador multipropósito que es Stephen Frears viene entregando en los últimos años una serie de películas donde la figura femenina es central: Doble o nada, Florence, Philomena y ahora Victoria y Abdul son films sobre mujeres que hacen lo que quieren, que progresivamente van tomando decisiones por sí solas, buscando armarse sus propios destinos y chocando en el medio con fuerzas que se les oponen. Lo llamativo del cineasta es cómo en la mayor parte de estos relatos consigue eludir hábilmente el trazo grueso y construir narraciones amables, pero aún así firmes en sus posicionamientos. Basada en una novela de Shrabani Basu, Victoria y Abdul cuenta la historia real de una inesperada amistad que surgió entre la Reina británica (Judi Dench) y un joven mayordomo indio (Ali Fazal) al que le ordenaron viajar a Gran Bretaña para participar en las celebraciones correspondientes al Jubileo de Oro de la monarca en 1887. En su primera hora, el film tiene un gran acierto, que es plantearse casi como una comedia paródica, que explicita al extremo no solo la ridiculez de las normas y ritos que cimentan a la estructura monárquica, sino principalmente su inutilidad. En eso es clave que el punto de vista esté mayormente construido desde la mirada de Abdul, un tipo que puede estar fascinado con todo lo que ve, pero que desde sus acciones –marcadas por cierto arrojo, pero también algo de irresponsabilidad y hasta imprudencia- evidencia la futilidad de todos los protocolos que lo rodean. Es esa mirada casi involuntariamente cuestionadora de Abdul la que sirve de trampolín para que sea la propia Victoria la que ponga en crisis su propio rol y el de la estructura de la que es la cabeza más visible. La inocencia del indio se cruza con la melancolía (y hasta cinismo) de la británica, pero en esa amistad que va creciendo, sorprendiendo e indignando a todo el círculo monárquico, Frears no confunde amabilidad con paternalismo: el de Abdul puede parecer por momentos un personaje casi imposible en su bondad, pero no deja de tener grises en su identidad que se complementan con la de una Victoria que está marcada por la conciencia plena de que su final se acerca pero que aún así quiere recuperar un propósito en su existencia. El vínculo casi romántico entre Abdul y Victoria adquiere en el film de Frears una relevancia política que va más allá de cómo esa amistad era rechazada por los demás actores del poder político británico, como el Príncipe de Gales (Eddie Izzard) o el Primer Ministro (Michael Gambon). En Victoria y Abdul se discute el propósito de la monarquía y hasta las implicancias del dominio inglés sobre territorios a los que no se dignaba a pensar mínimamente. Por eso también tenemos los apuntes que vierte el otro mayordomo indio, Mohammed (Adeel Akhtar), quien contempla con horror, desde su propia construcción cultural india, a esos salvajes británicos. Claro que a medida que avanza la trama, va quedando claro que la vejez y finalmente la muerte van a ir dictando los acontecimientos e imponiéndose a los deseos de los protagonistas. Y es ahí donde se evidencia que los únicos personajes realmente sólidos son los de la Reina y su mayordomo, mientras que los demás no pasan de la caricatura. Cuando la película entra definitivamente en el territorio del drama, las bajadas de línea empiezan a ser demasiado explícitas, surgen algunos golpes bajos y se acumulan situaciones marcadas por el esquematismo. Pero aún así Frears cuenta como aliados a Dench (dándole nuevos matices a un personaje que ya había encarnado en Su Majestad, Sra. Brown) y Fazal, que siempre conservan la dignidad pertinente. Con sus desniveles, Victoria y Abdul confirma que Frears ha ido consolidando un estilo simple en su concepción, con una puesta en escena casi invisible, pero que paradójicamente le permite traficar un punto de vista indudablemente personal. El realizador siempre privilegia a los personajes, no se impone a las historias que narra y desde ahí construye una mirada sobre el mundo firme, potente incluso, y mucho más disruptiva de lo que podría parecer a simple vista.
Escrita por Lee Hall (“Billy Elliot”) y basada en el libro de Shrabani Basu: “Victoria y Abdul: La historia verdadera del confidente más cercano de la reina”. Aquí vemos los últimos días en el poder de la Reina Victoria (Judi Dench), un ser malhumorado, severo y ambicioso. Se hace presente como todos van al ritmo de ella y se la ve un tanto harta de la rutina. Surgirán varios cambios con la llegada de dos ciudadanos de la India: Mohammed (Adeel Akhtar) y Abdul Kareem (Ali Fazal) quienes van a entregar a la reina una moneda conmemorativa, pero hay ciertas reglas de protocolo como por ejemplo, no mirar directamente a los ojos de su majestad, que Abdul Kareem no cumple y termina mirándola directamente a los ojos. A partir de ese momento y con el pasar de los días surge entre ellos una amistad que desafiará a todos. A la reina Victoria, este hindú tan simpático, seductor y un tanto caradura le hace ver la vida sacándola un poco de tantas formalidades, le muestra que también existen otras cosas, sin alterar demasiado la suya. El film se encuentra basado en hechos reales y habla de una entrañable amistad entres dos seres de distintas clases sociales pero que van a descubrir que poseen muchas cosas en común-, cuenta con muy buenos diálogos, un gran vestuario, estupenda ambientación de época, una encantadora y tierna historia que contiene buenos toques de humor. A través de su desarrollo podemos ver las reglas de protocolo, el manejo de la política, y las costumbres británicas. El resto de los personajes son: primer ministro Lord Salisbury (Michael Gambon, “Kingsman: El círculo de oro”), la Baronesa Churchill (Olivia Williams, “Enseñanza de vida”) príncipe heredero “Bertie” (Eddie Izzard, “Valkiria”) y el médico particular de la reina; el Dr. Reid, (Paul Higgins, Serie de televisión “Line of Duty”).
La fascinación que ejercen las reinas de Gran Bretaña es notable. Ahora nuevamente es el turno de Victoria con "Victoria y Abdul", otra vez a cargo de Judi Dench quien ya la interpretó en "Mrs. Brown". Varias de ellas fueron representadas en dramas como "La joven Victoria", con Emily Blunt y escrita por Julian Fellowes, un experto en la aristocracia inglesa y famoso por "Downton Abbey"; "Elizabeth" y "Elizabeth: la edad de oro", con Cate Blanchett o "La reina", con Helen Mirren, entre muchas otras. Eso además de documentales y series sobre la monarquía, la última de las cuales es "The Crown", sobre la actual soberana inglesa. La sutileza de Judi Dench para abordar el complejo episodio que narra "Victoria y Abdul" y el tono ligeramente irónico que eligió el director Stephen Frears hacen que resulten más dinámicas las dos horas de intrigas palaciegas y el gesto desafiante de Victoria, que efectivamente ocurrió. Se trata de su estrecha amistad con un sirviente indio y musulmán, cuando en ese momento ella era la emperatriz de India. Ese gesto, según medios ingleses, provocó una revolución entre sus familiares más cercanos que luego de muerte de la monarca intentaron no dejar rastros de la relación. La magnífica puesta en escena y las muy buenas actuaciones y dirección impulsan un relato que -nuevamente- indaga en los vínculos que el entorno de Victoria consideraba inapropiados, tal como ocurrió en "Mrs. Brown". Como en ese caso, el relato de la soledad y la intimidad de una de las mujeres más poderosas del mundo no alcanza para un episodio curioso que a priori ya no tiene demasiadas novedades para revelar.
El aclamado director Stephen Frears (Alta Fidelidad, La Reina) vuelve con un drama basado en hechos reales. En este caso se concentra en la relación entre la reina Victoria de Inglaterra (Judi Dench) y su sirviente, el indio musulmán Abdul Karim (Ali Fazal). Con un tono que oscila entre la comedia y el drama, el film Victoria y Abdul muestra una versión ficcionalizada de dicha unión, que en verdad existió en los últimos años de la figura más emblemática de la monarquía inglesa, aún si con algunas diferencias. La premisa parte de la base donde un hombre indio enseña el dialecto Urdu y el Corán a la anciana monarca, mientras los miembros de la realeza se escandalizan por la relación entre la Reina y un simple sirviente de, en su momento, una colonia británica. Partiendo de una primer mitad simpática, mientras que el tono cómico sirve para hacer amenos los primeros 30 minutos del largometraje, Victoria y Abdul carece de firmeza narrativa como para propulsar la segunda parte de su metraje. Dicha segunda mitad se vuelve un tanto más dramática pero con algunas subtramas y puntos del guión sin resolver, así como una visión apresurada del relato, que hacen que la película termine siendo un trabajo demasiado superficial, que se hunde bajo su propio peso y se aleja de los hechos reales (casi siempre más interesantes que cualquier ficción). Victoria y Abdul es una película que prefiere no adentrarse ni en los acontecimientos reales y ni en la profundidad de sus personajes, por lo cual termina siendo un mero borrador, rozando lo que podría haber sido una verdadera exploración de culturas diferentes y todo lo que eso implica. El film de Frears borra cualquier rasgo controversial de la historia y termina con una visión nostálgica y simplista de un imperio colonizador.
Hay dos cosas buenas que mantienen la atención en esta nueva película del director Stephen Frears (responsable de Alta fidelidad, Philomena, entre otras). Las dos son establecidas en el prólogo y continúan durante el resto de la historia. En aquel comienzo se establece cómo va a ser la relación entre los dos personajes principales. No importa cuán bien se lleven los protagonistas, ni cuánto se respeten, o se quieran y se entiendan, la reina siempre va a ser más importante que un indio/musulmán, algo que se confirma en los títulos donde aparece el nombre en árabe del protagonista masculino y luego en ingles el de ella, razón por la que esta película funciona. Judi Dench es una gran actriz con una larga y exitosa trayectoria con títulos como Chocolat (2000), Shakespeare in love (1999), y las últimas películas de la saga de James Bond. Ella logra transmitir todas las emociones de su personaje y es quien opaca a los demás actores que cumplen convincentemente su función dentro de esta historia. Eso mismo parece entender su director, que en más de una ocasión, confía lo suficiente en ella como para dejar que sostenga el plano por si sola. Lo interesante del personaje de Ali Fazal como Abdul es que a simple vista es un personaje mucho más superficial que el de Judi Dench pero el guion, a cargo de Lee Hall, se encarga de darle una personalidad ambigua, ¿todo lo que hace es por cariño a ella o tiene una agenda secreta? El resto de la película es una comedia simpática/boba con chistes que el director tiene que explicar y cuyos dardos van más hacia la cultura árabe/india que a la británica. Resulta llamativo que dentro de este contexto haya una escena en que uno de los personajes musulmanes tenga un diálogo en que profetice el odio de de este pais a Inglaterra. Stephen Frears utiliza esta película simpática para hablar de muchas cosas que ocurren hoy en día en el mundo y en relación con estos dos países, porque entiende que el cine de entretenimiento es campo para insertar ideas sobre la sociedad y los problemas que acarrean y se callan.
No es la primera vez que Judi Dench hace de la Reina Victoria (o de reina ingesa, para el caso), así que conoce al personaje. Frears, que es un realizador inteligente, cuenta esta historia de la amistad de la soberana con un joven indio al que transformó en secretario privado con humor, ingenio y dejando que el espectador comprenda a través de lo no dicho lo que sucede entre estos dos caracteres. Una sutileza con sonrisa británica.
Crítica emitida por radio.