La importancia de los códigos Una historia de venganza y rivalidad fraternal en el contexto del Hampa vernácula es el principal ingrediente de 8 tiros -2013-, película nacional de género, que cuenta con un reparto importante y la dirección de Bruno Hernández, además de corrección en los rubros técnicos. Daniel Aráoz carga sobre sus espaldas un personaje oscuro, en plan de venganza para saldar asignaturas pendientes del pasado con un hermano que lidera un cartel y que años atrás lo mandó a matar por considerarlo traidor a la causa. La acción se desarrolla de manera gradual sin espectacularidad, pero con escenas logradas en cuanto a lo climático, como por ejemplo, aquella en que Aráoz se sumerge en el corazón de una cocina de droga y pasa por diferentes etapas de peligrosidad para conseguir su objetivo final. En esa escena, el equilibrio entre la narración y los aspectos formales y visuales en la puesta en escena son una marca alentadora para un film que se toma el tiempo necesario para contar una historia de ajustes de cuentas con peso dramático detrás y que gracias a la convincente performance de Daniel Aráoz logra cierta carga emotiva a pesar que su personaje se destaca por la frialdad y la contención del aspecto emocional. Luis Ziembrowski como antagonista saca a relucir uno de sus más habituales estereotipos cuando encarna villanos y a eso debe sumarse un Roly Serrano ajustado así como Leticia Brédice, cuyo personaje debería haber tenido un poco más de peso. 8 tiros además es el nombre de una camioneta y la referencia a los autos como a las armas en un mundo dominado por el machismo queda en evidencia por los roles secundarios de las mujeres, aunque cobra cierta relevancia una policía colombiana, quien deberá confiar en Juan –Aráoz- y su intento tardío de redención.
El duro argentino Daniel Aráoz, conocido por su labor de comediante, ha incursionado en el cine con El hombre de al lado (2009) componiendo a un personaje oscuro. Pero es en su segunda irrupción en la pantalla grande donde interpreta a un verdadero “duro” del cine de acción. La película se llama 8 Tiros (2013) y es un policial de acción en el que los autos y los códigos están a la orden del día. Vicente (Luis Ziembrowski) y Juan (Daniel Aráoz) son dos hermanos dedicados en su juventud al mundo del hampa: trafico de drogas, armas y mujeres. Tras la intención de querer distanciarse del mundo delictivo, Juan es mandado a matar por su hermano y luego dado por muerto. Siete años después, con motivo de la muerte de la madre de los personajes, Juan retorna al universo gangster en busca de venganza. El cine de acción no es un género muy transitado en el cine argentino, salvo raras y pocas memorables excepciones. 8 Tiros es un gran exponente del género, que demuestra la madurez profesional de autores y técnicos en un cine pura y efectivamente industrial. Quizás fue necesaria que corra tanta agua bajo el puente para llegar a consolidar productos de tales magnitudes, con explosiones y quema de autos incluida. Daniel Aráoz explota toda su oscuridad esbozada en El hombre de al lado para convertirse en un tipo realmente temeroso. Con frases breves y rematadoras logra atemorizar a sus oponentes, al mejor estilo héroe norteamericano. En este caso no se trata de un héroe clásico sino más bien de un antihéroe con todas las letras: el tipo no está del lado del bien ni del mal pero tiene códigos de conducta inquebrantables cuan personaje de serie negra. Por lo demás, 8 Tiros trae la pasión por los autos en todas sus dimensiones: un mustang, una moto chopera, y la camioneta "8 tiros", construida sobre una carrocería de la década del treinta y hecha especialmente para la película. Si sumamos personaje, autos y una historia bien construida, el resultado es un film que trasmite potencia desde sus imágenes.
Todo vuelve El thriller argentino reaparece en la cartelera con “8 Tiros”, del debutante Bruno Hernández. Daniel Aráoz, Luis Ziembrowski y Leticia Bredice componen el reparto de este sombrío policial que nos introduce en el mundo del narcotráfico bonaerense, la corrupción policial y la trata de personas. Un elemento clásico del cine de acción es el enfrentamiento entre personajes antagónicos trabados en luchas que, normalmente, culminan con la victoria física y/o la imposición moral de uno sobre el otro. En el caso de “8 Tiros” esta contienda es motorizada por Vicente (Luis Ziembrowski) y Juan (Daniel Aráoz), dos hermanos narcotraficantes -otrora muy unidos- cuya relación se quebró cuando este último quiso alejarse de la actividad delictiva. Defraudado por tal traición, Vicente manda a matar a su hermano, que es dado por muerto en un confuso episodio. Siete años después, Juan reaparece durante el funeral de su madre prometiendo venganza. Daniel Aráoz saca a relucir uno de sus mejores repertorios (quizás apenas un escalón por debajo de su performance en “El Hombre de al Lado” (2009)) interpretando a un gangster hosco, temerario, de expresiones parcas y semblante tenebroso. Si bien el resto del elenco acompaña (en especial Ziembrowski, con sus habituales toques de distinción), la calidad de Aráoz se destaca y confirma su gran momento actoral, ya alejado del género cómico. 8 Tiros posee tanto virtudes como defectos: el primer acto del film es atrapante, tanto desde el punto de vista argumental como desde la composición de la puesta en escena. La construcción de la trama de venganzas y traiciones junto a la presentación del rudo y duro personaje de Juan logra sentar las bases de un conflicto que promete altas dosis de acción para los actos subsiguientes. Sin embargo, la segunda parte de la película no termina de consolidar todo lo bueno que se venía insinuando en esos primeros veinte/ treinta minutos. La escalada de violencia entre los dos antagonistas se estanca luego de una lograda escena de tiros y explosiones en una cocina de drogas en Dock Sud, y a partir de ahí se limita a una sucesión de amenazas cruzadas intrascendentes que poco a poco van diluyendo la expectativa. En ese sentido, los acontecimientos se tornan repetitivos y, de esa forma, las motivaciones de los personajes comienzan a embarullarse. Tampoco es del todo claro el desarrollo de las historias secundarias (la investigación policial en manos de una detective colombiana y la historia de amor entre la administradora de un prostíbulo –Leticia Brédice- y Juan), que terminan siendo meras anécdotas accesorias del plot principal. Desde el punto de vista formal, la película es impecable. El nivel de profesionalismo alcanzado por los técnicos argentinos demuestra una gran evolución en nuestra industria que no tiene nada que envidiarle a las grandes producciones del cine hollywoodense. La construcción de climas densos y agobiantes, en ese sentido, le deben mucho al gran trabajo de Graciela Fraguglia y Julian Apezteguía, a cargo de los rubros de arte y fotografía, respectivamente. 8 tiros es una sucesión de buenas intenciones que quizás no terminan de consolidarse desde el punto de vista dramático. No obstante, se trata de una producción nacional atractiva desde lo visual y excelente en cada uno de los rubros técnicos.
De políticos, narcos y policías De un tiempo a esta parte, el policial argentino está redescubriendo sus posibilidades comerciales, aunque muchos exponentes recientes insisten en patinar la superficie con guiños y señales lujosas, ignorando el hecho de que sin una osamenta bien planificada y construida no hay cuerpo que aguante. ¿O acaso se sigue recordando, reviendo y admirando a aquel viejo Aristarain por la facha de Luppi y el carisma de las escenografías? 8 tiros pertenece a ese grupo de crime films locales que concentra la atención en ciertos detalles y olvida el paisaje general. Lo que no podía ser más pertinente, a más de tres años de su rodaje, es el momento elegido para su estreno comercial: el libreto describe un complejo entramado de narcotráfico, corrupción política y connivencia policial, elementos que por estos días andan en boca de todos. Y no precisamente por su representación en la pantalla grande.Opera prima de Bruno Hernández, 8 tiros vuelve a utilizar el talento del comediante Daniel Aráoz para interpretar papeles de duro. Aquí le toca en suerte interpretar a Juan, un hombre que parece regresar de la muerte para llevar a cabo un minucioso plan que tiene como principal víctima a su hermano, un narco con mucho poder y toda clase de vinculaciones políticas (Luis Ziembrowski, en su vertiente más nasty y grasosa). No faltan piñas, tiros, explosiones y alguna que otra persecución en una película que parece querer cumplir a rajatabla con lo que el trailer promete: suspenso, acción, algo de erotismo y fierros a granel. Lo último se cumple con creces: además de las armas de fuego que se disparan y usan para amedrentar, pueden verse en pantalla desde un Mustang amarillo patito hasta una camioneta rural de los años 50 tuneada a todo trapo. En cuanto al erotismo, hay alguna escena en un puticlub y la presencia de Leticia Brédice como su madama.Respecto del suspenso y la acción, Hernández provee sus buenas dosis, acompañadas de una fotografía contrastada y brillosa, por momentos bastante publicitaria. El problema central radica en la estructura general y las ramificaciones del guión, escrito a seis manos: una historia que parece tocar de oído melodías ajenas, construyendo escenas que remiten inmediatamente a tantas otras (y mejores) películas. 8 tiros se asume como un relato que trabaja alrededor de lugares comunes, pero no se toma el trabajo de dar alguna clase de rodeo alrededor de ellos. Y la presencia de una investigadora colombiana que integra las filas de la DEA y los pormenores de su trabajo no ayudan precisamente a la construcción del famoso “verosímil”. Con un flashback desglosado que regresa una y otra vez para explicar el trauma esencial de la relación entre el hermano bueno y el hermano malo, el film camina en línea recta hasta el enfrentamiento final como un sonámbulo que conoce a la perfección la posición de muebles y paredes: con una relativa efectividad, pero sin demasiada gracia.
Hermanos de (y con) sangre Lucida ópera prima con dos grandes intérpretes: Daniel Aráoz y Luis Ziembrowski. Los hermanos no sean unidos. Ese bien podría ser el título de 8 tiros, atendible debut en la realización de largometrajes del hasta ahora asistente de dirección (Viudas, La sangre brota) y guionista (Mala, de Adrián Caetano) Bruno Hernández. El film comienza en el velorio de la madre de Juan (Daniel Aráoz), donde él reaparece en público después de varios años de ausencia a raíz de su supuesta muerte, con el objetivo de cobrarse venganza de su hermano Vicente (Luis Ziembrowski), encargado de (intentar) asesinarlo después de acusarlo de traicionar el negocio de trata y drogas que ambos integraban. El debut de Hernández es un film sombrío, reposado, asentado en una acertada construcciones de climas opresivos en medio de una geografía realista. Narrado de forma progresiva y sin grandes picos dramáticos, la historia abre las puertas para el lucimiento de dos actores en su punto justo como Ziembrowski y Aráoz. Ellos se sacan chispas como esos hermanos opuestos y enfrentados por un pasado cargado por el peso de los rencores y recuerdos en común que atraviesa de punta a punta este tenso y más que digno thriller argento.
Historia de seres marginales El enfrentamiento de dos hermanos dedicados al delito en el conurbano bonaerense es el corazón de este thriller oscuro, filmado con solvencia y beneficiado por las muy buenas actuaciones de Luis Ziembrowsky y Daniel Aráoz. Temas de agenda permanente en la Argentina como la corrupción policial, el narcotráfico y la trata de personas sobrevuelan una historia de códigos mafiosos y venganzas sangrientas que tiene una primera mitad que funciona con más precisión y eficacia que la segunda, cargada de información repetida, tensiones forzadas y algunas tramas secundarias que no tienen suficiente desarrollo. El trabajo de Julián Apezteguía en la dirección de fotografía del film es notable.
Un hombre que busca venganza reaparece en la vida de su hermano mafioso en este film de acción protagonizado por Daniel Aráoz, a quien le sienta bien su papel de "duro". Presentada hace dos años en el marco del Festival Pantalla Pinamar, la ópera prima de Bruno Hernández está ambientada en un ambiente violento donde el dinero tiene la última palabra. Con el foco colocado en los clásicos de acción y buscando el tono oscuro del thriller, el desafío para el film era grande desde el comienzo. 8 Tiros cuenta la historia de Juan Zanotti -Daniel Araoz, a quien le caen bien los papeles de "duro"-, quien se reencuentra con su hermano Vicente -Luis Ziembrosky- en el funeral de la madre de ambos. Uno es el duro que busca venganza y un ajuste de cuentas familiar -"Hoy es el principio de la promesa" amenaza Zanotti- antes de irrumpir en la vida de su hermano mafioso, investigado por una policía colombiana y un asistente. A través de la estructura del flashback, el director muestra el pasado de los hermanos con un padre severo y un presente peligroso que se teje a partir de los negocios vinculados con las cocinas de drogas . Un ambiente hostil dominado por hombres es el que impulsa esta historia en la que aparece Leticia Bredice en el rol de una prostituta y Rolly Serrano en un papel secundario que le calza como anillo al dedo. Juan enciende motores ya sea en moto o arriba de la camioneta que da título al film, en un relato que sin tener grandes escenas de acción logra concentrar la tensión en cada secuencia, entre cambios de identidad, investigaciones, persecuciones y recuerdos de la infancia. El camino a la redención está por cumplirse.
Dirigida por Bruno Hernández con un sólido guión y grandes actores (Daniel Araoz-magnífico y oscuro- Luis Ziembrosky y elencazo) este es un policial redondo, en imagen, tensión, y entretenimiento del principio al fin.
Se luce Daniel Aráoz en buena historia de venganza Al fin se estrena esta buena historia de venganza entre dos hermanos unidos y separados por el crimen. Ambos iban a cazar con el padre, pero uno era distinto al otro. Ambos se dedicaron después a la carrera delictiva, pero uno tuvo un límite y el otro superó ese límite, con un gesto digno de un personaje shakespeareano envanecido por la ambición y acaso también la paranoia. Hay promesas que tardan en cumplirse. Ahora que la madre ha muerto, es tiempo de cumplir lo prometido. No corresponde contar más que esto. La historia, que es breve y sangrienta, nos irá llevando de novedad en novedad, a través de meandros y revelaciones hasta culminar en un remate sorprendente y bien concluyente, como corresponde a los buenos cuentos. Entre medio hay unas cuantas peleas, traiciones, amenazas, una cocina de drogas en Dock Sud, un baño de estación de servicio en la ruta con gente dispuesta a matar al primero que entre, un viejo amor prostibulario, un político lamentable, una inspectora colombiana, varios autos y en especial una camioneta vieja, reformada y reforzada, que lleva el nombre de "8 tiros". El de la venganza, quizá no merezca técnicamente el nombre de tiro. Es una preciosa sorpresa. Muy bien Daniel Aráoz, componiendo un personaje ácido, solitario y muy preciso. Luis Ziembrowski, Roly Serrano, Alberto Ajaka, Alejandro Fiore, las morochas María Nela Sinisterra y María Eugenia Arboleda, Leticia Bredice, buen elenco. Buenas armas, y una ambientación especial, de cuento moderno, a cargo de Graciela Fraguglia, arte, Julián Apezteguía, fotografía, y José Luis Díaz, sonido. Buen director, en cada detalle, Mauricio Brunetti, reconocido asistente de dirección de series como "Epitafios" y autores como Marcos Carnevale, que aquí participa de productor junto a Mauricio Brunetti y otros que conocen el oficio. Libro de Andrés Gelos, Luis Langlemey, Javier de Nevares, sobre idea original de Daniel Aráoz. Vale la pena.
"8 Tiros" es la opera prima de Bruno Hernández, quien se mete en el mundo de Juan y Vicente, dos hermanos enfrentados por varios problemas que vas a ir descubriendo con el transcurrir de la historia. Cada plano utilizado suma tensión al minuto a minuto, y a su vez, los efectos especiales hacen que uno se sorprenda por el despliegue con el que contaron. El equipo técnico con el que trabajó el director es de lujo: la fotografía, las locaciones, el sonido y la banda sonora, para destacar. Hablando del elenco: un Daniel Aráoz que deslumbra, una Leticia Bredice en perfecta conexión con lo que le sucede y Luis Ziembrowski, Alberto Ajaka, Javier De Nevares, Alejandro Fiore, Roly Serrano y muchos más que brillan en esta película argentina. ¡Como digo siempre, apoyemos el cine nacional! ¡Y un aplauso para Bruno Hernández que logra entregar una peli que cierra de principio a fin en imagen y guión!
Llega la opera prima de Bruno Hernández, 8 Tiros. Vicente (Luis Ziembrowski) y Juan (Daniel Aráoz) son dos hermanos al frente de un negocio que mezcla narcotráfico, trata de blancas y demás asuntos non sanctos pero que deparan pingües réditos. Uno es el jefe y el otro su mano derecha. Hasta que éste dice no va más y deja todo. Pero sabemos que es fácil entrar a ciertos sitios y la salida… lo vamos viendo. Vicente lo manda a matar y Juan logra sobrevivir pero finge su muerte por siete años. Ante la muerte de la madre de ambos regresa para cumplir una promesa que se hizo para sí en la infancia y desarrollar la venganza correspondiente. Thriller de mafias, corrupción y connivencia policial y política que remite a sucesos revisitados por la tele casi cotidianamente (y que hoy en día están más que en auge), 8 Tiros (que se estrena a tres años de su rodaje) despliega un arsenal de acción y violencia en una escalada feroz matizándolo con un drama familiar y los sucios secretitos que se esconden bajo la alfombra de la casa paterna. Más allá de un exceso explicativo en la recurrencia de los flashbacks que develan el pasado traumático que da curso al presente de la narración y alguna línea argumental poco desarrollada o que peca de cierta inverosimilitud (la trama de la agente de la DEA), 8 Tiros se toma en serio lo que cuenta, no cae en la parodia, ni exagera los trazos, apuesta por los climas y los tiempos que generan tensión y predicen el estallido final, respeta a sus personajes sin moralina ni bajada de línea y retrata con sequedad y acierto el tránsito de un ajuste de cuentas en los bajos fondos y las altas esferas. En el elenco que completan Leticia Brédice, Roly Serrano, Maria Nela Sinisterra, -entre otros-, todos afiatados y convincentes en sus roles, se destaca la dupla fraterna donde Ziembrowski echa mano a sus reconocidos recursos y Aráoz redobla la apuesta de aquel personaje oscuro de El hombre de al lado, dejando al comediante que le conocemos para convertirse en un duro de temer. Bruno Hernández confía en el género y a él se entrega en su opera prima saliendo más que airoso y ofreciendo un producto digno y atendible con 8 Tiros.
By Pablo Suarez Argentine filmmaker Bruno Hernández’debut feature 8 tiros is a crime thriller with a noir edge that looks good but never rings quite true. Despite formal achievements in cinematography, sound and art direction, the story of two brothers trying to seal a dark past is filled with clichéd dialogue, wooden performances, underdeveloped characters, and unconvincing action scenes and shoot-outs. Upon his mother’s death, Juan (Daniel Aráoz) comes back to town to settle long delayed scores with his older brother Vicente (Luis Ziembrowski), a high-ranking local mobster involved in drugs and prostitution. As youngsters, Juan worked for Vicente for a long time, but afterwards he wanted out of the crime world. Vicente felt Juan’s exit like an act of treason so he sent his men to kill him. Which didn’t go as planned, and yet Juan was left for dead. That happened seven years before and now Juan has returned for his payback. There’s good atmosphere in 8 tiros and the film is mostly consistent, from beginning to end. Highly-contrasted photography with drained-out tones — or very saturated ones, according to the dramatic nature of the scene — is accompanied by a cohesive art direction that firmly establishes the traits of the environment; and when not overused, sound also adds extra layers to the overall ambiance. To a certain degree, 8 tiros looks good. But as far as the rest goes, it’s all too generic and not even well-executed. When the characters are this underdeveloped, only great performances can make a small difference. Which is not the case here. The actors sound as though they were reciting their lines, not even believing in the characters they play. Clichés flow in a seemingly endless stream, ushering in feeble action scenes and risible shoot-outs, half-cooked stereotypes and no sense of true suspense at all. So much for yet another local attempt to tackle a genre that may appear to be not that difficult to pull off. When the truth is, this shouldn’t be so hard. Production notes: 8 tiros (Argentina, 2015). Directed by Bruno Hernández. Written by Andrés Gelos, Luis Langlemey, Javier De Nevares. With Daniel Aráoz, Luis Ziembrowski, Leticia Brédice, Alberto Ajaka, Roly Serrano, Alejandro Fiore. Cinematography: Julián Apezteguía. Art direction: Graciela Fraguglia. Running time: 87 minutes @pablsuarez
Cuenta con un gran elenco, buenas actuaciones, una estupenda fotografía de Julián Apezteguía (“Bolivia”) y parte de su desarrollo se apoya a través del flashback. Un thriller oscuro que toca temas como: la corrupción, el narcotráfico y la mafia. Contiene intriga, suspenso y resulta ser un policial impactante. Uno de los problemas es que tiene algunas secuencias repetitivas y subtramas que quedan a mitad de camino. Este film se presentó hace dos años en el Festival Pantalla Pinamar y es la ópera prima de Bruno Hernández.
Daniel Aráoz y Luis Ziembrowski protagonizan una película de acción que expone la rivalidad a muerte de Juan y Vicente Zanotti. "Hoy es el principio de la promesa", repite Juan Zanotti, un tipo triste, de aspecto temible, dispuesto a cumplir el juramento autoimpuesto. Daniel Aráoz compone un hampón que vuelve de su exilio interior para saldar cuentas de familia. Es un delincuente con carga dramática. La opera prima de Bruno Hernández, 8 tiros, pone en contexto la rivalidad de dos hermanos y hace foco en el pequeño universo de los sentimientos mal paridos. La acción, la gestualidad y los pasos de la venganza acompañan la relación de Juan y Vicente (Luis Ziembrowski). Si bien casi no comparten escenas, cada uno en su momento transmite la dificultad de ese vínculo. 8 tiros ofrece una descripción de estilo sobre el submundo que muestra con cierta asepsia y meticulosidad. La película se apoya en estereotipos en cuanto a personajes, climas y diálogos. Aun así, funciona porque nunca abandona el eje, es decir, la obsesión de Juan. Aráoz encuentra el registro del hombre que no estalla, un rostro que se alimenta de recuerdos tortuosos. Algunos flashbacks ilustran la causa de aquella promesa antigua que Juan quiere cumplir. Los niños que fueron aparecen junto al padre, en un episodio doloroso que se va descubriendo durante la película. Hernández se detiene en los detalles: mientras Juan en su búnker acondiciona autos, usa el soldador, manipula piezas. Los objetos refuerzan la estampa de ese hombre solo. Hay teatralidad en la imagen, la búsqueda de profundidad con movimientos teatrales, el registro de la intimidad de los protagonistas. La ferocidad de ambos está aplacada por el modo de actuarla de Aráoz y Ziembrowski. Se dice de los Zanotti son temibles, algunas escenas lo sugiere, pero, en general, la película transita por la tensión del encuentro y la muerte como destino. Un elenco interesante y bien plantado acompaña al dúo de actores. Roly Serrano, como el intendente Bustos; Alberto Ajaka, como el empleado fiel al capo; Alejandro Fiore, el padre, en breve aparición; María Nela Sinisterra, la agente de la DEA, y Leticia Brédice, impecable, en el personaje de la mujer sometida. La ciudad, la noche y la autopista están presentes fuera del registro realista. Son escenarios fantasmales por donde se mueve Juan. El mundo del narcotráfico se muestra como síntesis, alejado del drama. No hay espectacularidad en la cámara. La fotografía de Julián Apezteguía capta los ambientes con detenimiento, creando climas que refuerzan la idea de que Juan es la amenaza. Las escenas clásicas, jugadas sobre la música melancólica, con un montaje cuidado desarrollan el conflicto y, aunque hay previsibilidad en el guion, logran la reflexión sobre el crimen organizado. En el camino quedan los hermanos Zanotti que soportan rivalidades para ocultar la falta de amor y de rumbo.
Hermanos poco unidos La primera escena de 8 tiros sorprende debido a la potencia de las imágenes y a esa extraña sensación de que todo puede estallar en un río de violencia a los pocos segundos. Pero no, el paisaje del cementerio y ls exequias fúnebres de no se sabe aún quién, contienen a esos feroces rostros, tristes algunos, temibles otros. De ahí en más, la trama ingresa en una zona donde confluyen dos hermanos (Juan y Vicente), un intendente corrupto, prostitución a la vuelta de la esquina y el narcotráfico como punta de conflicto que une, separa y vuelve a reunir a los personajes. En ese sentido, la película inicial de Bruno Hernández, asistente de dirección y guionista de otros títulos, elige el camino del ajuste de cuentas con el pasado, tomando como centro al personaje de Juan (Daniel Aráoz) y la turbia relación con Vicente (Luis Ziembrowski). En ese punto, 8 tiros muestra lo mejor que tiene: la tensa no-amistad de uno con el otro, el afán de venganza, la incertidumbre por un pasado que corroe y retorna para incomodar el presente. Pero la película, en varias ocasiones, se abre a otras zonas y personajes que adolecen de un mejor desarrollo y que terminan siendo solo elementos decorativos a la anécdota principal. Un político (Roly Serrano) que hubiera merecido un mayor tratamiento desde el guión, la administradora de un prostíbulo (Leticia Brédice) con poco peso dramático en la historia y una investigadora colombiana del caso (Nela Sinisterra) que entra y sale de la trama sin rigor alguno. En ese tibio engranaje que conecta al núcleo central de la historia con otros personajes y situaciones poco o nada interesantes, 8 tiros expone un par de escenas de acción, teñidas de la clásica violencia genérica del policial ya exhibidas en ejemplos de hace dos o tres décadas. No están mal resueltas, al contrario, pero no escapan de ciertas convenciones y clisés de antaño transmutados a la tecnología cinematográfica de estos días. Por eso, entre cuentas pendientes de hermanos dedicados a la narcotráfico y algunos momentos pletóricos de violencia, de manera cadenciosa y con acotado vuelo, termina imponiéndose el primero de los ítems.
Búsqueda Implacable a la cordobesa ¿A quién se le habrá ocurrido que Daniel Aráoz puede ser una suerte de émulo de Liam Neeson, como un exponente del héroe de acción de estas latitudes? Es innegable que el querido actor supo darnos muy buenos momentos televisivos en virtud de ser gracioso, locuaz y desfachatado, entre otras características que incluyen su carisma y gracia natural en su habitual tono cordobés. Y ha demostrado cierto histrionismo al componer situaciones dramáticas y personajes oscuros como en El hombre de al lado. Incluso ni siquiera cuesta mucho imaginarlo en alguna situación ficcionada en la que salga a los tiros, desencajado y furioso como una suerte de ángel vengador a quien la cordura ha abandonado sin retorno. ¿Por qué no? Todo eso suena admisible pero lamentablemente no se refleja para nada en su trabajo en esta película. Y como el argumento se construye a partir y alrededor de su personaje, allí se genera el principal problema. La historia comienza cuando Juan (Aráoz) llega al cementerio a dejarle flores a la tumba de su madre recién fallecida. Allí es donde su hermano Vicente (Ziembrowski) -a quien lo une no sólo el parentesco sino un antiguo vínculo criminal- se entera de que está vivo luego de que él mismo mandara a matarlo siete años atrás. Esto desata una nueva cacería por parte de Vicente y a la vez una venganza por parte de Juan que tiene más de una cuenta pendiente con él y sus secuaces desde que decidiera darse por muerto y desaparecer. El cine de acción de calidad sigue siendo una deuda en nuestra producción local. Desde aquel Un oso rojo de Adrián Caetano no se ha visto una película argentina que tome elementos de ese género de supremacía hollywoodense y los vuelque con éxito en la pantalla manteniendo o agregando elementos de nuestra idiosincrasia. Descontando, claro, la otra pata menos glamorosa al estilo de cosas tan fallidas como Socios por accidente o Peligrosa obsesión, que escondidas en la comedia de explotación de figuras mediáticas y sin problemas de presupuesto convierten a sus directores en meros agentes conductores de la mediocridad. Pero tampoco es este el caso de 8 tiros, ya que se nota el intento por hacer las cosas bien -de hecho hay planos bastante logrados y una estética interesante- aunque no logre conmover o hacer una marca de valor en el género. No obstante se celebra el intento por diferenciarse aunque ya existan demasiadas películas sobre hombres traicionados que vuelven de la muerte para vengarse en el mundo como para que se haga otra a nivel local que no aporte nada. Es cierto que existen momentos interesantes, Brédice, Ziembrowski y Serrano juegan bien sus roles y logran darle un móvil a la acción pero chocan con la dureza de Aráoz cuando recita sus textos de manera monocorde o frunce el ceño como si estuviera constipado, que es en el 99% del metraje. Puede intuirse que la búsqueda de la identidad del film o al menos esa intención de diferenciarse que persigue el director es a través de la exhibición de los automóviles que usa el personaje central que se moviliza de a ratos en el “8 tiros” del título -un Ford de los años 30 modificado-, el Mustang deportivo o en la moto chopera a los cuales alterna sin que realmente se justifique más que para pasearlos como si estuviese en un desfile y tenga que responder al cambio de vestuario. Pero ese detalle no alcanza para lograrlo o darle un sentido diferencial a las distintas escenas, es sólo un dato de color que queda desdibujado. No imagino al Transportador de Besson probando distintos automóviles para que su público diga cuál le queda mejor, ni tampoco a James Bond utilizando alguna de sus máquinas infernales sin una mínima excusa que justifique la elección, aunque en su caso ni siquiera la necesite. Lo importante en definitiva es que más allá de los paseos motorizados Juan vaya eliminando a sus asesinos con la estructura clásica piramidal, al tiempo que intenta reconciliarse con el pasado. En el camino vuela un par de cosas alejándose sin mirar atrás como lo manda el cliché del género pero lamentablemente sin la gracia necesaria, como si fuese un formulario a completar. Y para empeorar esa situación de “quiero mostrar que estoy haciendo una de acción con recursos” hay un plano secuencia bastante extenso que sigue al personaje por una escalera al tiempo que va topándose con “gángsters” cruzados de brazos que posan como para un videoclip y luego corta terminando con un clima que no se logra construir. La suma de estos elementos hace que pueda decirse que este es un film de acción sin la suficiente acción. No hay peleas que duren más que un par de trompadas o golpe con elemento contundente, tiros que no se resuelvan por corte o fuera de campo o por algún agregado digital que molesta por lo notorio. O bailarinas eróticas de pole dance desganadas y prostitutas que parecen no haber visto ni una película del género con esas típicas escenas, mucho menos haber investigado cómo tener una actitud natural al desarrollar esa tarea. Si bien es su primer largometraje, Bruno Hernández es un director con experiencia y que ha pasado por casi todos los rubros guionando series locales y haciendo publicidad con el apoyo de Marcos Carnevale, que se suma aquí a su equipo de producción. Sin embargo, 8 tiros, aunque no es un total despropósito, se queda corto en la potencia de la propuesta. Y que Aráoz se afloje un poco, que le quedan mucho más disparos en el cargador.
Opera prima de Bruno Hernández que fuera exhibida en 2014 en Festival Pantalla Pinamar, con estreno demorado y un género no muy habitual en el cine argentino como el thriller, con guión original de Javier De Nevares, Andrés Gelos y Luis E. Langlemey. Dos hermanos Vicente (Luis Ziembroswski) y Juan (Daniel Araoz) inmersos en el mundo del delito en el conurbano bonaerense: corrupción política, policial, narcotráfico, trata de blancas y mafia - sí, ya se están pensando, pero eso es cosa de todos los días en las noticias de televisión -, cualquier semejanza con la realidad no creo que sea simple coincidencia. De esos hermanos sólo tenemos pantallazos de su pasado, con un padre severo (esto a través de flashback reiterativos, o más bien repetitivos) que nos dejan planteada la historia que vendrá. La secuencia de inicio filmada en el cementerio (Chacarita) presenta el funeral de alguien relacionado con la mafia, y nos enteramos que es la madre de los protagonistas, lo que dará inicio a la acción y venganza sí nos retrotraemos a que Vicente ordeno matar a Juan, quien logra sobrevivir y desaparecer por 7 años, el funeral naturalmente será el inicio de una venganza. En el reparto nos encontramos con un buen desempeño de Luis Ziembroswski, y un Daniel Araoz un poco sobreactuado, con los tic faciales que no ayudan en nada a ser más malo, que después de 7 años de vivir en las sombras aparece con todo para llamar la atención en un que Juan que enciende motores en autos, camionetas, motos (me pareció un McGiver nacional), solo contra la mafia y elaborando todas sus sorpresas. Con Rolly Serrano asumiendo un personaje secundario al que cubre cabalmente. Leticia Bredice, a quien no cabe duda que la cámara la ama pues siempre logra dar la excelencia, aparentemente sin grandes esfuerzos anima en éste caso a la dueña de un burdel y compañera de Vicente, logra convencer de su debilidad (miedo) frente a los hombres. Finalmente, María Nela Sinisterra, como la agente de la DEA, elabora bien su papel, pero el personaje se encuentra colgado de la propia historia sin lograr integrarse nunca, (evidente falla del guión), en tanto que los demás personajes, débiles en sí mismos, son cubiertos por intérpretes que cumplen el rol y nada más, La música de Andrés Ortega e Iván Rusansky acompaña al thriller en su desarrollo acentuando secuencias de acción, lo mismo que el sonido de José Luis Díaz, cuidado en sus bases en las situaciones violentas. Resumiendo, un thriller interesante, cosa no siempre lograda con este género (o subgénero) cinematográfico en nuestro cine, que contó con un buen equipo de producción, con logradas tomas aéreas, algo poco habitual entre nosotros, más aun tratándose de una ópera prima, que puede verse, dejando en claro que a lo largo del desarrollo son mucho más de 8 tiros los tiros.
Los hermanos Juan y Vicente tienen una vieja deuda impaga. Vicente (Luis Ziembrowski) se apoderó de una red de narcotráfico en el sur del conurbano, y Juan, su armado brazo derecho, se alejó por razones tan poco claras como su involucramiento. Pero en el mundo del hampa la deserción no es gratuita. Un arreglo con un sicario permite que Juan (Daniel Aráoz) siga vivo, mientras para Vicente y sus socios duerme bajo tierra hace rato. En el velorio de la madre de los criminales, Juan reaparece para arrojar flores en la tumba. Esta reaparición, la del muerto que habla, tan antigua como la literatura en rojo sangre, desata una nueva cacería que Juan quiere desarticular, en parte, gracias a su alianza con una policía (María Nela Sinisterra) enviada por Interpol. Hay varias cosas atípicas en el film: la aparición de autos customizados o hot rods, una interpretación rudimentaria que remite a los films de José Campusano, y el regreso de Aráoz, otrora efectivo comediante, como un personaje oscuro, similar al que compuso en El hombre de al lado (2009). Pese a un desenlace ingenioso y a que el debutante Bruno Hernández demuestra conocer las normas del género, la película carece de carácter, en gran parte por el escaso desarrollo de sus personajes.
Las mejores historias con mafiosos tienen varios elementos en común: familia, códigos, traición, violencia. 8 Tiros, ópera prima de Bruno Hernández, reúne cada uno de estos tópicos. Luego de permanecer oculto durante años, Juan (Daniel Aráoz) reaparece con un objetivo: vengarse de Vicente (Luis Ziembrowski), su hermano, temible “capo mafia” del que además supo ser su brazo ejecutor. Una revancha en la que Juan aprovechará para poner en su lugar a un puñado de otros personajes oscuros y poderosos, y así deberá resolver un tormento de su pasado. Con una importante trayectoria como humorista en diferentes medios, Daniel Aráoz supo mostrar otra faceta de su trabajo actoral en El Hombre de al Lado, premiado film de Mariano Cohn y Gastón Duprat. 8 Tiros le permite profundizar en esa línea más seria, decididamente alejada del humor, y más cercana a la de un duro de la pantalla, al estilo de Charles Bronson. Un desafío, ya que las escenas en las que conduce una Harley Davidson, como Lorenzo Lamas décadas atrás, podrían haberlo hundido en la parodia, en el chiste involuntario. Pero Aráoz arriesga y gana gracias a una interpretación seca pero medida, lúgubre, sin caer en sobreactuaciones; es creíble incluso cuando entra en acción y corre sangre (y no la suya). Sus compañeros de elenco siguen en esa sintonía, empezando por un Luis Ziembrowski siempre al borde del estallido y un intimidante Roly Serrano en el rol de un político corrupto. Leticia Brédice, en el papel de madama y mujer de Vicente, es quien podría haber estado mejor aprovechada, pero le saca el jugo a sus pocas intervenciones. María Nela Sinisterra es la cara menos conocida de los actores principales, y cumple como una agente de la DEA. También hay roles secundarios, pero significativos, de Alberto Ajaka y Alejandro Fiore. La trama es clásica y remite a la de joyas como Get Carter, con Michael Caine (tuvo una nueva versión en 2000, con Sylvester Stallone). Si bien hay influencias notorias (una secuencia de créditos idéntica a la de Pecados Capitales, por ejemplo), Hernández se las ingenia para no entrar en el juego de los guiños y los homenajes. Por otra parte, el director sabe crear climas sórdidos, con locaciones acordes (fábricas en ruinas, estaciones de servicio semiabandonadas, puentes donde casi no transita ningún vehículo), y el uso del croma en algunas escenas es más que decente. 8 Tiros funciona como un viaje al submundo de las drogas, la trata de personas, engaños y muerte, en el marco de una trama tan sencilla como entretenida, donde los ajustes de cuentas están a la orden del día.
Con bastante demora ("8 tiros" fue presentada originalmente en Pantalla Pinamar 2013) llega a las pantallas argentinas, el primer largo de Bruno Hernández (guionista del ultimo trabajo de Caetano, "Mala"), un producto clásico de género policial, oscuro y potente, Lo primero que llama la atención en "8 tiros" es el interesante nivel de producción que evidencia. Veremos, como pocas veces en la industria local, autos clásicos (la nota por la que este film será recordado, sin dudas), buenos efectos especiales y secuencias de acción ajustadas y convincentes. Un reparto de actores con experiencia (Ziembrowski y Aráoz a la cabeza) han trabajado con Hernández para crear un universo violento y reconocible para cualquier amante del género. Vicente (Luis Ziembrowski) es un típico mafioso acostumbrado a resolver todo a través de la coima y la violencia. Unos años atrás, cuando su hermano Juan (Daniel Aráoz) quiso abrirse de las cuestiones que llevaban adelante juntos, el lo mandó a matar. Siete años pasaron y cuando la cinta abre, nos encontramos en el entierro de la madre de ámbos. Vicente está junto al cajón, en el cementerio, y un hombre deja un ofrenda floral casi sin ser visto... Juan está de vuelta, dispuesto a terminar aquello que nunca había comenzado (su venganza) por respeto a su madre. Ya libre de hacerle daño, el volverá para destruir las conexiones y el negocio de su hermano, en una batalla táctica donde no habrá cuartel para ninguno de los dos. Hernández se inclina por traernos el típico film de retorno, donde un vengador solitario, se encarga de una considerable cantidad de enemigos, a través de un plan meticuloso y sin pausa. Aquí, sin embargo, la cuestión se complica porque lo familiar se interpone. Buscando una mayor profundidad en la trama, incorpora el elemento psicológico a la trama y aborda la rivalidad entre hermanos, basada en un incidente de pequeños, espacio que termina por quitarle a la cinta, su vértigo inicial: hay mucho lugar para este ajuste de cuentas del pasado desde lo verbal, que lejos de favorecer a la historia, le quita su mejor arma: la confrontación física. Hay muchos tramos bien logrados en "8 tiros" (Aráoz hace una labor más que interesante), donde el nivel de producción alcanza estándares internacionales y otros donde la narración se estanca y se aleja de esa deseada intensidad. El importante elenco ofrece su profesionalismo habitual (aunque Ziembrowski no luzca totalmente a sus anchas) y acompaña una construcción prolija, con altos y bajos, pero valiosa, para la producción local. "8 tiros" es un ejemplo de una búsqueda del cine nacional por abrir el juego a animarse (con todo lo que eso significa desde el punto de vista económico) a transitar un cine de autor industrial, rodado con oficio. Es otra señal (como la reciente "Resurrección", de gran factura técnica y en cartel actualmente) de que tenemos cineastas valiosos y creativos para enfrentar los desafíos de ampliar el horizonte de género. Gran noticia.
El policial de “venganza” posee una larga tradición dentro del cine universal, y en particular, en nuestro país filmes como “La búsqueda” o “En retirada”, o más recientemente “Mala” han sabido construir vertiginosas historias empoderadas por una puesta austera que permitían un gran trabajo actoral que las potencia. En el caso de “8 tiros” (Argentina, 2014) de Bruno Hernández, la tradición está vigente, permitiendo el lucimiento del dúo protagónico (Daniel Aráoz, Luis Ziembrowski) en un pequeño relato sobre la hermandad en medio de una historia de venganza por un siniestro pasado. Un día, el menos esperado, Juan (Aráoz) vuelve para encontrarse con su hermano Vicente (Ziembrowski), quien maneja el negocio de las drogas y la prostitución del lugar. Pero ese regreso estará marcado por la muerte y la sangre, ya que hasta llegar a él Juan deberá recorrer un largo camino hasta el encuentro repleto de obstáculos. Para complicar aún más todo, en cada paso una amenaza lo acecha, y más cuando una agente de la DEA junto a un oficial más inexperto (María Nela Sinisterrra, Jaime De Nevares) lo seguirán de cerca para, de alguna manera, poder desenmascarar los negocios oscuros de su hermano, quien tras una fachada de padre de familia y ciudadano honesto, esconde sus verdaderas intenciones y verdades. Hernández cuenta la historia de los hermanos a partir de dos estrategias narrativas, la del presente, que bucea en las leyes del policial negro, y la del pasado, que a partir de flashbacks revelará detalles de la relación entre Juan y Vicente con su padre (Alejandro Fiore), un ser oscuro que claramente determinó quiénes son en la actualidad ambos. Mientras Juan avanza, va dejando un sendero de sangre al ir terminando con cada uno de los secuaces de Vicente, algunos más lejanos y otros más cercanos, dato que no es menor, teniendo en cuenta que la revelación del regreso del hermano que un día decidió terminar con la oscuridad en su vida configurará la esencia de un guión que por momentos, hábilmente, permite una reflexión sobre la psicología de los personajes más que regodearse solo en la sangre que cada muerte dictamina. Juan es mostrado como un ser estoico y duro, que avanza con seguridad para terminar con una misión que se relaciona con un secreto del pasado que lo marcó a fuego. Vicente, por otro lado, es dibujado con trazos gruesos, como ese corrupto e inmundo ser que maneja todos los negocios turbios del lugar sin titubear, pero que ante la llegada de su hermano, el único que puede revelar el verdadero origen de su fortuna y trabajo, termina por debilitarse y mostrarse, ante la amenaza, como un ser mucho menos sólido que lo que aparentaba. “8 tiros” además tiene un apartado especial para Juan y una antigua relación con una mujer (Leticia Brédice), quien sufrió tanto como él con su partida y quien lo ayudará, al igual que la agente de la DEA a volver para desenmascarar al verdadero Vicente, y que funcionará como “equilibrio” dentro del relato. Filme pequeño pero contundente, “8 tiros” respeta el policial de género potenciándose por las grandes interpretaciones de la pareja masculina protagónica, pero también porque en su propuesta, para nada ambiciosa, refleja aquello que se insinúa desde el inicio, sus ganas de hacer un filme de acción con una impronta local y que termina trascendiendo justamente esa premisa narrativa.
Digno thriller con excelente actuación de Daniel Aráoz Resulta regocijante poder ver un buen film argentino al inicio del año, frente a un balance del anterior en que, en opinión de este cronista, la cantidad superó a la calidad. “8 tiros”, de Bruno Hernández, en verdad es una producción algo antigua ya que se filmó en el 2012 y seguramente la “cantidad” de películas filmadas en los últimos años impidió que se estrenara antes. Sin ser una obra maestra tiene a su favor una excelente fotografía y bellos encuadres de Julián Apezteguía (“El clan”, “El ardor”) y una lograda interpretación de Daniel Aráoz (“El hombre de al lado”). Su Juan Zanotti contrasta vivamente con su hermano Vicente (Daniel Ziembrowksi, con cierta tendencia a repetirse), al que reencuentra luego de siete años en el cementerio, en ocasión de la muerte de la madre. Ese evento dará lugar a que Juan le exprese a una persona que “Hoy es el principio de la promesa”. A través de varios flashbacks, cuando ambos hermanos eran aún chicos y acompañaban al padre a cazar, diferenciadas de la trama actual por imágenes color pastel, se irá comprendiendo a que se refiere la “promesa” mencionada por Juan. Irán apareciendo siniestros personajes como el corrupto intendente Bustos (Roly Serrano) y el comisario Ledesma, ambos encubriendo el tráfico de drogas (tema tan actual) que lidera Vicente. Habrá otros personajes más ambiguos como el de Gabriela (Leticia Bredice), pareja de Vicente que regentea “El Dragón Dorado”, un prostíbulo de lujo. Y también algunos del lado bueno de la ley como una joven colombiana (interpretada por Marisa Nela Sinisterra), que trabaja para la DEA. En apenas 80 minutos y con un buen manejo del thriller, Hernández logra un producto digno que aún con desparejas actuaciones logra salir a flote.
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