Si le tenés cariño a estos dos actores y no te tomás a Ajuste de cuentas demasiado en serio, entendiendo su verdadera esencia de burlarse de ellos mismos, la vas a pasar muy bien. Si bien la historia es simple, el guión contiene varios guiños y gags que la hacen muy llevadera. Además el combate final está muy bien coreografiado y sólo por esta pelea vale la pena...
A primera vista, juntar a Stallone y De Niro en una comedia sobre boxeo parece una buena idea. Pero un guión poco elaborado, que ni siquiera intenta escaparle al cliché, pone en riesgo lo que debería haber sido un grato y divertido momento. Tres décadas atrás Billy "The Kid" McDonnen (De Niro) y Henry "Razor" Sharp (Stallone) eran grandes rivales y dos de las mayores atracciones del boxeo mundial. Luego de una victoria para McDonnen y otra para Sharp, tenían todo listo para una tercera y última pelea cuando, sin previo aviso, Sharp decide retirarse del boxeo profesional. En la actualidad las cosas no podrían ser mas diferentes, mientras McDonnen vive con comodidad administrando su bar y agencia de autos, Sharp trabaja en una fábrica y con algunas deudas por pagar. Una oportunidad se presenta cuando Dante Slate Jr. (Kevin Hart), hijo de un importante promotor de boxeo, les ofrece una buena suma de dinero por grabar la voz y movimientos de ambos para lugar utilizarlos en un videojuego, a lo que Sharp acepta con una sola condición: no cruzarse a Billy "The Kid" McDonnenm... pero las cosas no salen como estaban planeadas. En medio de una gran pelea, Sharp y McDonnen destrozan el estudio de grabación y el video del incidente no tarda en volverse viral e invadir las redes sociales. Sharp y McDonnen son nuevamente una sensación y la oferta por concluir esa tercer y última pelea entre ambos no tarda en llegar. Madura el K.O. Algunos años atrás Sylvester Stallone estrenó Rocky Balboa, sexta entrega de la saga que lo hizo famoso. Desde su anuncio, la sola idea de que Stallone volviera a encarnar al boxeador a sus ya 60 años fue ridiculizada en cuanto medio se imaginen. Pero para sorpresa de muchos el film resultó un verdadero acierto, que incluso se puede posicionar fácilmente entre los mejores de la franquicia. La película trazaba un interesante paralelismo con la carrera de Stallone en ese momento (venida a menos y con estrenos directo a DVD) y por sobre todas las cosas demostraba, una vez mas, que la calidad que pueda carecer como actor la compensaba tranquilamente como director. Son muchas las razones por las cuales Rocky Balboa funcionó, pero quizás la primera y principal es que era una película con mucho corazón y amor propio. Ustedes se preguntarán ¿por que estoy hablando tanto de ese film? Básicamente porque Ajuste de Cuentas es, en planos generales, la misma película. 34 años después de Toro Salvaje (!) y 38 años después de la Rocky original (!¡), De Niro y Stallone se suben una vez mas al ring para demostrar que viejos son los trapos. Tal como mencioné antes, Ajuste de Cuentas es, a rasgos generales, como una remake de Rocky Balboa que divide los conflictos de dicho film entre los dos personajes de este. Problemas familiares y económicos, el amor propio y ajeno, las segundas oportunidades y las chances de redención... Ajuste de Cuentas es una comedia familiar con pocas cosas nuevas para contar. La historia arranca de manera ágil y con un rápido montaje nos ponemos al día, pero los problemas comienzan cuando concluye el primer acto y la película pareciera no tener idea como construir de manera original los conflictos que abrió minutos atrás. En su lugar, el director Peter Segal (quien supo conocer tiempos mejores con La Pistola Desnuda 33⅓), decide rellenar el espacio con innumerables guiños a Rocky y Toro Salvaje y cuanto chistes sobre la edad de sus protagonistas se imaginen. Los guiños son divertidos de ver y los chistes en mayor o menor medida funcionan, pero difícilmente sean suficientes para sostener los 113 minutos de duración. Todo el elenco, en su mayoría, hace un buen trabajo. Stallone no hace nada muy alejado de lo que ya demostró en su saga de Rocky y De Niro pareciera, por momentos, divertirse con el material. Alan Arkin (Little Miss Sunshine) demuestra todo su oficio para la comedia y Kim Basinger es un digno interés romántico. Jon Bernthal (Shane de The Walking Dead) interpreta con soltura y carisma al hijo y entrenador de De Niro, pero es el comediante Kevin Hart quien mas desentona a lo largo del film. Algunos de sus chistes o "punch-lines" funcionan, pero su personaje termina sintiéndose desaprovechado y, por momentos, insoportable. Conclusión Ajuste de Cuentas es una comedia familiar, con todo lo bueno y lo malo que aquello implica. Va siempre a lo seguro, ofreciendo pocas sorpresas con chistes y guiños que se repiten una y otra vez. Sus buenos momentos son casi tantos como los malos y uno solo puede lamentarse por la oportunidad desaprovechada. O juzgando por el resultado final, agradecer que las cosas no salieron peor. En términos boxísticos: lejos del K.O, la película gana por apenas un punto en decisión dividida.
Por un lado, un semental italiano. Por el otro, un toro salvaje. Cada uno se consagró de manera separada, con actuaciones que ya son míticas. Entonces, ¿por qué no imaginar a Sylvester Stallone y a Robert De Niro enfrentándose en el ring cinematográfico? Es cierto, ya no son tan jóvenes, pero, como queda demostrado en Ajuste de Cuentas, mejor tarde que nunca. Décadas atrás, Henry “Razor” Sharp (Stallone) y Billy “The Kid” McDonnen (De Niro) fueron dos de los más importantes rivales en el mundo del boxeo. Sus enfrentamientos -con guantes o mediante palabras- eran legendarios. Y cuando estaba por llegar la pelea que decidiría cuál de los dos sería el mejor, Razor abandona el boxeo, lo que molestará por siempre a The Kid. Treinta años después, ambos son personas mayores, que permanecen lejos de la idolatría de antaño para sobrevivir como pueden. Pero el fuego del pasado vuelve a arder cuando surge la posibilidad de retomar la monumental pelea. Con el propósito de recuperar la gloria (y, sobre todo, el hambre competitiva), Razor y The Kid deberán arreglarse para promocionar el evento y, de paso, lidiar con asuntos personales que todavía los aquejan.
En el box como en la vida. Cada uno por su lado, Robert De Niro y Sylvester Stallone, en los últimos años ha hecho de la autoconciencia un motor de sus últimos films. El actor de Buenos Muchachos lleva más de una década riéndose de sí mismo y del estereotipo de mafioso que representa su sola figura en escena. Sus trabajos son arriesgados porque fuerzan los límites de esa “mirada meta” que lo llevó a hacer probablemente los momentos más ridículos en su carrera, casos Showtime y Analízate, por nombrar un par de ejemplos. Stallone con la saga Los Indestructibles supo organizar, no sólo desde su rol protagónico sino también desde la producción e incluso la dirección, un revival fresco, en términos generales, de estrellas del cine de acción algo devaluadas, aunque también con nuevos exponentes del género. En primer lugar hay que reconocer que en Ajuste de Cuentas, Peter Segal no se tienta en hacer un duelo pueril entre Jake LaMotta y Rocky Balboa, más allá de los soportes publicitarios que sí apuntaron los cañones hacia la relación más obvia entre esos personajes míticos. Inevitablemente al tratarse de un film de boxeo, sostenido por la presencia de sus actores principales, tiene que tejerse una disputa más allá de los límites del cuadrilátero. El odio entre ambos tiene una historia de treinta años, cada uno venció al otro en una ocasión y una tercera pelea definitoria quedó en el olvido cuando “Razor” Sharp (Stallone) se retiró, lo que dejó a un “Kid” McDonnen (De Niro) convertido en una queja ambulante. Cada uno representa, también, una antítesis actual del otro, mientras el primero vive de su antiguo empleo en una fábrica (como si se tratara de Rocky a la inversa), el otro es dueño de una concesionaria y un bar. La rutina de Razor se desestructura por lo que la pelea tan mentada cobra cierto carácter tangible en un futuro cercano.
Una oportunidad más... Como es sabido, la mayoría de los deportes no pasan de ser mecanismos simbólicos -cuanto más rudimentarios y primitivos, más eficaces- destinados a mantener adormecidas a las masas, en una suerte de letargo que no se diferencia demasiado del quietismo estándar de la fotosíntesis (el fútbol a la cabeza). De entre todas las disciplinas deportivas, la única que cuenta con la dignidad suficiente para destacarse es el boxeo porque nos recuerda cómo es el mundo para el “hombre de pie”: no es de extrañar, entonces, que haya inspirado opus cinematográficos prodigiosos -creando un subgénero- ya que boxeo y cine comparten esa típica propensión hacia los relatos centrados en batallas épicas y héroes muy marginales. Podríamos decir a favor de Ajuste de Cuentas (Grudge Match, 2013) que es una propuesta que no se toma en serio a sí misma aunque en este caso no tanto en términos actitudinales sino más bien porque hablamos de una comedia bastante sencilla. El film nos ofrece la reunión en pantalla de dos “pesos pesados” de Hollywood y los clásicos boxísticos: Sylvester Stallone de Rocky (1976) y Robert De Niro de Toro Salvaje (Raging Bull, 1980), ambas obras maestras en sus propias coyunturas. Si bien ya habían trabajado juntos en la interesante Tierra de Policías (Cop Land, 1997), esta es la primera vez que se encuentran en un exploitation nostálgico, con vistas a recuperar aquel ímpetu aguerrido de antaño. En los comienzos de la década del 80, “The Kid” (De Niro) y “Razor” (Stallone) fueron rivales acérrimos y se enfrentaron en dos combates que derivaron en victorias repartidas, pero la decisión apresurada del segundo de retirarse destruyó sus carreras. Así las cosas, 30 años después, terminan asintiendo ante la posibilidad del regreso vía una pelea “de desempate”, en una jugada que mezcla la necesidad económica con el hambre de venganza. Combinando fórmulas gastadas, la trama nos presenta en paralelo el encuentro de Kid con B. J. (Jon Bernthal), el hijo que tuvo fruto de una relación fugaz con Sally (Kim Basinger), ex novia de Razor, y el “revival amoroso” de éste con la señora de los cabellos platinados. Quizás el problema principal de Peter Segal, el director, es que su mejor película continúa siendo su ópera prima, La Pistola Desnuda 33 1/3: El Insulto Final (Naked Gun 33 1/3: The Final Insult, 1994), ya que todo lo realizado a posteriori no contribuyó más que a ratificar su mediocridad. Aquí mantiene un tono intermedio entre la autoparodia y una seriedad de cotillón, de este modo el cúmulo de clichés no deja espacio suficiente para que los intérpretes puedan lucirse. La falta de novedad aplaca al convite y lo único rescatable es la belleza de Basinger y la escena en la que los dos veteranos “le ponen los puntos” a seudo disciplinas deportivas como la triste berretada de las “artes marciales mixtas” y aledañas…
"Revancha innecesaria" Cuando el cine no logra maquillar completamente su cara de oportunista generalmente nos encontramos con productos bastantes irregulares como lo es “Ajuste de cuentas”. Y es una lástima, ya que la esencia del oportunismo cinematográfico esta determinada claramente por los gustos y los deseos del público que quiere ver sus sueños hechos realidad en la pantalla grande, lo cual es a su vez, una de las grandes virtudes que tiene el cine. El problema es que el oportunismo en el cine, al igual que en el humor, tiene que ser inmediato o aparecer en el momento idóneo para lograr su cometido. Si ese tiempo clave se estira demasiado, se pierden la gracia, la esencia y la necesidad del público ya no es tan evidente ni fuerte. Si este encuentro cinematográfico entre Sylvester Stallone y Robert De Niro (interpretando a boxeadores que les rinden homenaje a los personajes más importantes de sus carreras actorales) se hubiera dado un par de años atrás, seguramente el resultado seria otro. Sin embargo la realidad es que “Ajuste de cuentas” se hizo en estos tiempos que corren, donde la nostalgia se utiliza mayoritariamente como herramienta de la comedia y géneros más livianos. Ahí radica el principal error de esta propuesta, la cual baila con dos géneros que requieren de mucho pulso y talento para poder ser mezclados de forma correcta, y eso es algo que el realizador Peter Segal (“50 primeras citas”, “Locos de ira”) no pudo lograr en esta oportunidad. “Ajuste de cuentas” funciona como una comedia y ofrece sus mejores momentos dentro de ese marco, pero coquetea bastante con el drama, sobre todo cuando se apoya en la nostalgia, el aparente pasado glorioso y el triste presente de nuestros protagonistas, dejando entrever una arista que podría haber funcionado mejor pero que decidió no explotarse. Lo llamativo es que si la sacas de su contexto, la premisa de esta película ofrece algo así como un futuro distópico en donde Rocky Balboa y Jake La Motta se cruzan las caras por última vez, luego de dos enfrentamientos bastantes polémicos (los cuales los podemos relacionar con la verdadera historia detrás de Stallone y De Niro) y un problema de mujeres (La Motta se queda con Adrian, u algo así de doloroso para Rocky), lo cual es interesante. Incluso el personaje de Alan Arkin en esta película parece una versión más realista y adecuada de lo que hubiera sido el futuro del gran Paulie (Burt Young), muy distinto de aquel que le dio Stallone en “Rocky Balboa”. Repito: El problema es el enfoque que le dieron Segal y los guionistas Tim Kelleher y Rodney Rothman a esta historia, quienes optaron por una comedia que se burla y se aprovecha mucho del pasado exitoso de estos personajes y ofrece pocos aspectos originales. Ahora entendemos completamente por qué Stallone decidió a partir de esta producción no volver a hacer más de boxeador en una película, ya que entendió que del ridículo no se vuelve y no es necesario manchar enorme imagen final que nos dejo en “Rocky Balboa”. Personalmente le tenía muchísima fe a esta película, pero al fin y al cabo son pocas las cosas que puedo destacar de la misma: El arranque (con esas logradas escenas de archivo), las cuotas de humor que impregna Alan Arkin (mucho más logradas que las del exagerado e infumable Kevin Hart) y el final (la esperadísima pelea entre Razor y Kid). El resto (incluso las actuaciones de Kim Bassinger y Jon Bernthal) está muy desaprovechado y no termina de convencer en un producto que, si bien entretiene, no es lo que prometió ser, ni mucho menos lo que todos esperábamos ver.
¿Rocky vs. Toro Salvaje? El mayor atractivo que Ajuste de cuentas (Grudge Match, 2013) supone, viene de la mano de sus protagonistas y el imaginario cinematográfico que acarrean: Sylvester Stallone y Robert De Niro, como dos boxeadores rivales de antaño que se reencuentran en el ring para una revancha en la tercera edad. Henry 'Razor' Sharp (el boxeador que personifica Sylvester Stallone, aunque todo parece indicar que se trata de Rocky Balboa) rivalizó fuertemente en sus momentos de gloria profesional con otro boxeador llamado Billy 'The Kid' McDonnen (interpretado por Robert De Niro que recuerda en más de una ocasión a su personificación de Jake LaMotta). El primero de carácter bondadoso, amable y respetado, el otro borracho, malhumorado y mujeriego. Son oponentes naturales, tanto en el cuadrilátero como en la vida (compartieron una novia que compone Kim Basinger por ejemplo). 30 años más tarde les llega la oportunidad de volver a enfrentarse en un match. Ajuste de cuentas se queda a mitad de camino entre la nostalgia –y el guiño- que produce ver en escena a dos de los más célebres boxeadores que dio la historia del cine (si bien Jake LaMotta existió nos referimos a su representación cinematográfica), y la comedia políticamente correcta que conduce a reordenarse sobre el final. El director es Peter Segal (Superagente 86) y su estilo de abordar semejante propuesta desde la comedia es acertado. Durante la primera media hora la parodia a Rocky (1976) y Toro Salvaje (Raging Bull, 1980) es lo mejor de la película, con chistes efectivos y buen ritmo narrativo. Alan Arkin aporta su gracia como el entrenador de Razor de nombre Mickey, en clara alusión al entrenador de Rocky Balboa. Pero en determinado momento, la historia toma el rumbo de reivindicación personal, tratando de cerrar heridas del pasado en sus personajes, virando al melodrama redentor de cualquier comedia familiar. Sólo queda esperar la lucha final que el otro género solapado, el deportivo, auspicia desde el inicio. De esta manera, la película funciona como reflejo: De Stallone y De Niro hacia sus personajes emblemáticos, de los boxeadores que representaron hacia el ocaso en que se encuentran, del género deportivo hacia su reiteración obvia. Se apoya en los iconos que contiene para hacerlo, y funciona mientras los utiliza. Pero decae en cuanto intenta desarrollar personajes nuevos transitando lugares comunes de comedia sentimental. En definitiva, Ajuste de cuentas no es una mala película pero no está a la altura del duelo tan esperado que promueve.
Razor y The Kid son un dúo de boxeadores que hace treinta años habían disputado la que sería su última pelea. El paso del tiempo comenzó a hacer mella en sus físicos y, mientras Razor se gana la vida como obrero de una acería, The Kid trata de salir a flote en un ámbito bastante sombrío. Atrás han quedado el romance que ambos tuvieron con Sally, el hijo ahora adolescente de uno de ellos y la época de esplendor, dinero y aplausos. Pero las circunstancias harán que vuelvan a enfrentarse en el ring frente a un público que los ha olvidado. No deja de ser curioso que Ajuste de cuentas plantee en la ficción lo que la propia película vende en la vida real: el reencuentro de dos viejas glorias. Sylvester Stallone y Robert De Niro, los dos italoamericanos por antonomasia, son en esta historia un trasunto, con muchos años más, de aquellos Rocky y Jake La Motta que interpretaron, respectivamente, en la saga de Rocky y en Toro salvaje . Claro que ambas son clásicos "serios" de la cinematografía y en cambio este film es una comedia tan pura como dura, que no trata de extraer el potencial dramático de dos personajes tan conocidos como torturados, sino de ironizar acerca de los achaques de la vejez. Pero lo mejor de Ajuste de cuentas es su falta de pretensiones y así, mientras Stallone hace creíble a ese boxeador que, íntimamente, desea volver a enfrentarse con su antiguo rival, De Niro compone al suyo (juerguista, pendenciero y autodestructivo) desde la parodia más absoluta. Y allí está su antigua novia (una Kim Basinger bella como siempre) que vuelve a aparecer para que el conflicto vaya creciendo hasta llegar a ese final a todo vapor.
SILVESTER STALLONE y ROBERT DE NIRO homenajean y parodian a dos personajes emblemáticos del cine: ROCKY y TORO SALVAJE en esta comedia pequeña, pero contundente, cargada de nostalgia y buenas intenciones. El director PETER SEGAL, utiliza todos los tópicos del negocio alrededor del boxeo, para narrar esta historia entretenida, plagada de gags y momentos de guiños cinéfilos (atentos al momento en que el personaje de Stallone intenta entrenar golpeando una res de carne). Al noble y desprejuiciado trabajo de la dupla protagonista, hay que sumar a KIM BASINGER, bella y sensual, a KEVIN HART quien se reserva el personaje más humorístico de la trama, y al inmenso ALAN ARKIN, en un papel que inevitablemente remite al de BURGESS MEREDITH en ROCKY. Un filme icónico, nostálgico, ideal para pochoclear con ganas.
Rocky y Toro Salvaje, frente a frente, en un combate evitable En 1976 Sylvester Stallone se consagraba con el personaje de Rocky Balboa. Cuatro años más tarde, Robert De Niro ganaba un Oscar por su interpretación de Jake LaMotta en Toro salvaje. Dos clásicos incombustibles del boxeo en el cine. Más de tres décadas después, Sly y De Niro vuelven con Ajuste de cuentas, una suerte de comedia no demasiado divertida en la que juegan -como la mayoría de los viejos actores hoy- a la auto parodia. Parece que en Hollywood ya no hay espacio para que las estrellas de más de 60 o 70 años puedan conseguir papeles dignos y sólo les queda vivir de viejas glorias y jugar a la nostalgia riéndose de su propia decadencia física. Así, Ajuste de cuentas es como juntar a Rocky con El Toro Salvaje para una berretada sentimental con un triángulo romántico (con una bella y desperdiciada Kim Basinger en el medio), con una obvia relación padre-hijo (un De Niro que ha estado ausente e intenta redimirse) y con una fórmula de película deportiva que incluirá idas y vueltas, accidentados entrenamientos, bromas sobre el peso de la edad y, claro, el enfrentamiento final con algo de épica por parte de estos dos ex campeones de Pittsburgh. Peter Segal (Locos de ira, Como si fuera la primera vez) no se juega por nada: ni por el humor negro, ni por la emoción desatada. El resultado, entonces, es una película que resulta larguísima en sus 113 minutos, que se queda siempre a mitad de camino y que no funciona ni como placer culpable (como sí ocurre con la saga de Los indestructibles). Uno se ha formado como cinéfilo viendo a Stallone y a De Niro en pantalla. La testosterónica y geriátrica Ajuste de cuentas, lamentablemente, no le hace honor a aquellas experiencias ni a la dignidad de las carreras de semejantes figuras.
Dos toros salvajes Después de trabajar juntos en Tierra de policías (1997), Sylvester Stallone y Robert De Niro se reúnen en esta película que cuenta la historia de dos boxeadores de Pittsburgh, eternos rivales debajo y arriba dle ring. Sharp (Stallone) y McDonnen (De Niro) arrastran conflictos del pasado desde que el primero anunció su retiro en la década del ochenta, truncando la carrera de ambos antes de su cuarto encuentro pugilístico. Ahora les llega una nueva oferta del promotor de boxeo Dante Slate Jr. (Kevin Hart, quien da los toques graciosos y resulta exasperarante) y encuentra a Sharp trabajando en una fábrica y a McDonnen administrando su propio bar. Ajuste de cuentas da una bienvenida vuelta de tuerca a los títulos que consagraron a los protagonistas de Rocky y Toro salvaje: exprime los chistes sobre el paso del tiempo y se introduce en los conflictivos vínculos familiares sin perder la gracia (como la escena en la que McDonnen debe cuidar a su nieto). El acierto, más allá de la esperada escena final (se desarrolla entre golpes filmados en cámara lenta), es la elección de Alan Arkin, entrenador de Sharp (recuerda al Burgess Meredith en Rocky) quien se mueve entre bromas y consejos, y de Kim Basinger (más hermosa que nunca) en el papel del viejo amor de Sharp, que a su vez tuvo un hijo con The Kid, encarnado por Jon Bernthal, de la serie The Walking Dead. El resto es disfrutarlos en acción y ver que todavía dan pelea. Hay también escenas agregadas después de los creditos finales.
Una fórmula sin sorpresas Los veteranos actores interpretan a dos boxeadores retirados que arrastran una irreductible rivalidad de tres décadas. La película tiene todo, a priori, para funcionar, pero su principal defecto es que lanza sus golpes de manera demasiado anunciada. No importa cuántas innovaciones sean capaces de generar ni cuánto dinero inviertan en tecnología aplicada al cine: la fórmula del éxito del cine estadounidense reside en respetar, proteger y perpetuar el statu quo de una industria conservadora. Hecho que siempre ha sido notorio pero que ha alcanzado su esplendor en pleno siglo XXI. Un buen ejemplo es la epidemia de películas pensadas para extraer las últimas pepitas de unas cuantas gallinas de los huevos de oro ya viejas. Películas crepusculares en las que estrellas entradas en años emulan, en clave de parodia y con suerte dispar, aquellos roles que los hicieran populares décadas atrás. Como suele ocurrir, el plan a veces funciona y otras no tanto. Sylvester Stallone y Robert De Niro son dos de esas gallinas viejas que en los últimos tiempos, forzados por la edad, se dedicaron a dar otra vuelta de tuerca a sus perfiles habituales. A priori, la idea de juntarlos para interpretar a dos boxeadores retirados que arrastran una irreductible rivalidad de tres décadas suena a fórmula mágica. Ambos compusieron a los que tal vez sean los púgiles más famosos del cine (Rocky convirtió a Stallone en celebridad y De Niro interpretando a Jake La Motta en Toro Salvaje, de Martin Scorsese, consiguió crear uno de esos personajes capaces de sobrevivir al olvido), así que, ¿qué podía salir mal? Por desgracia, casi todo sale mal en Ajuste de cuentas. Tratándose de un cuento de boxeadores, no es ocioso decir que su principal defecto es que lanza sus golpes de manera demasiado anunciada y se los ve venir con tal anticipación que casi no hay sorpresas en todo el film. La primera obviedad es haber elegido a un director como Peter Segal, especialista en comedias con Adam Sandler. La diferencia de consistencia entre las escenas de comedia y aquellas en que la película intenta ser “seria” es notable. Mientras los gags cómicos son su punto más alto, las subtramas que se pretenden dramáticas resultan tan evidentes en sus detalles que no superan el nivel de las novelas de la tarde más básicas. Tampoco es que los chistes sean brillantes, pero están construidos con timing y sentido de la oportunidad. Mérito del oficio de Stallone, De Niro y de ese gran soporte que siempre es Alan Arkin. Más allá de arrebatos simpáticos, la historia no logra sostener la tensión y el exceso de histrionismo por momentos se vuelve abrumador. Si de oportunidad se habla, eso es lo que malogra Ajuste de cuentas: la chance de hacer honor a dos nombres que, por distintos motivos y méritos, se encuentran entre los más importantes de la historia del cine de los Estados Unidos. Por último, puede decirse que para la Argentina lo más relevante de este relato boxístico tiene que ver con lo deportivo antes que con lo cinematográfico. No han pasado más de diez segundos de película cuando la cara sonriente de Maravilla Martínez alzando su cinto de campeón mundial ocupa media pantalla: una prueba del lugar que hoy tiene el box argentino en el mundo. Un caso en que la realidad vence a la ficción.
Por un lado, Silvester Stallone y la leyenda de Rocky sobre sus espaldas que él sabe llevar, con toques bizarros en sus últimos films y por el otro, un Robert De Niro que alguna vez de la mano de Scorcese fue el inolvidable “Toro salvaje”. Juntarlos e interpretando a boxeadores habrá parecido una buena idea de marketing, pero el film demuestra que la apuesta pudo haber sido evitable. Historia de vuelo bajo, con lugares comunes, larga.
Dos colosos en declive Pareciera que a cierta edad, a actores tan icónicos como Robert De Niro y Sylvester Stallone, que -sin entrar en comparaciones- marcaron toda una época del cine de Hollywood, no les quedara otra que reírse de sí mismos y de los personajes que los volvieron inmortales. Como para sacudirse un poco el bronce y resarcirse de haber caído tantas veces en la autocaricatura (sin ir más lejos, ver al mafioso de De Niro en Escándalo americano). Así, uno tuvo, por ejemplo, su Analízame; y el otro, la saga Los indestructibles y Escape imposible. Si en esta última, Stallone enfrentaba a Arnold Schwarzenegger, su archirrival en el cine de acción de los ‘80, ahora le toca chocar contra el otro gran boxeador de la pantalla grande. El atractivo de Ajuste de cuentas es ver la pelea que jamás sucedió: Rocky Balboa vs. Jake “ Toro salvaje ” La Motta. Un Alien vs Predator o Freddy vs. Jason, sólo que al borde del geriátrico . Esa es la carga intertextual de la película, porque aquí no están Rocky ni La Motta, sino dos grandes boxeadores de Pittsburgh, Razor Sharp y The Kid McDonnen, archirrivales décadas atrás, que pelearon dos veces -dos “peleas del siglo”- con un triunfo para cada uno. Les quedó pendiente el desempate, y ahora, en la tercera edad, se proponen tenerlo. El director, Peter Segal (responsable de la película del Superagente 86 con Steve Carell, y varias de Adam Sandler), tiene cancha para la comedia: algunos gags son los momentos más logrados. Tuvo cuidado en no caer en la burla o la parodia, de modo que estos boxeadores casi septuagenarios resultan creíbles (aun con esa máscara de goma que Stallone tiene por cara). Tampoco cayó en la tentación de las citas: hay un par de guiños a Rocky y no mucho más. Los problemas aparecen cuando la cuestión va por el lado dramático. Algunos conflictos son forzados e innecesarios, y hacen que a la película le sobren por lo menos veinte minutos. La parte “seria” provoca el brote de muchos clichés hollywoodenses: personajes chantas que se redimen, personajes buenos que triunfan, un encantador niño que tiene ocho años y parece de 22... Eso sí: durante los créditos finales hay una sorpresa que vale la pena esperar.
Entretenido enfrentamiento de Rocky y Toro Salvaje Enfrentar a Rocky con Toro Salvaje es una excelente idea marketinera, e incluso una buena idea para una comedia negra como esta "Ajuste de cuentas", que inventa una historia para que dos boxeadores retirados interpretados por Stallone y De Niro puedan pelear en un ring. Tal vez si la historia a inventar hubiera seguido la línea de la comedia negra sobre un match con dos boxeadores de la tercera edad que se odian a muerte, esta película hubiera dado realmente en el blanco. Pero se ablanda mucho en su segunda mitad, volviéndose casi un melodrama de ex boxeadores. Lo que es cierto es que, salvo por el match final, en el film hay mucho menos boxeo de lo que se podía suponer. El asunto está planteado con astucia: en los 80, dos boxeadores de Pittsburgh, con un odio especial entre sí, dividieron a la ciudad en un par de peleas memorables. Sólo que cuando tendrían que haber tenido la tercera pelea y revancha final, uno de ellos renunció al boxeo. Treinta años después, el hijo del promotor de aquellas peleas (Kevin Hart, encargado de casi todas las escenas de tono cómico del film) convoca a ambos boxeadores para que participen en un videogame, que termina en desastre cuando éstos se encuentran en el set y se pelean de verdad. Alguien graba la pelea en su celular, y las imágenes se vuelven virales en Internet, provocando un fenómeno sin precedentes que lleva a que dos viejos púgiles puedan llenar de público un estadio. Aquí es donde aparece Kim Basinger, el motivo del odio entre los dos boxeadores, y de a poco el drama va tapando el tono de comedia negra aplastando bastante las posibilidades de la película, que sin ser nada mala, -los protagonistas ayudan a que todo esté bien- daba para mucho más. Hay un chiste qe se burla espectacularmente de "Rocky", gracias al entrenador Alan Arkin , otro de los puntos fuertes del film. Y también, por supuesto, está la pelea final, que es la principal razón para ver este film desparejo pero entretenido.
La tercera es la vencida Sylvester Stallone y Robert De Niro son dos glorias del cine mundial. El primero se hizo famoso interpretando al boxeador de su propia creación Rocky Balboa, en la película de 1976 que ganó el Oscar a mejor film del año: Rocky. El segundo, actor de mucho más prestigio, inmortalizó a otro boxeador, pero de la vida real, cuando interpretó a Jake LaMotta en la película Toro salvaje, de Martin Scorsese en 1980. Pasaron los años y Stallone explotó al máximo –y a veces con resultados muy pobres, otras veces con agradables sorpresas- el fenómeno Rocky, mientras la crítica y el prestigio se iba a alejando de su carrera. De Niro, por el contrario –que había ganado su segundo Oscar por actuación gracias a Toro salvaje- se convirtió en una leyenda viviente. Pasaron más años y Stallone logró reinventarse con algunas novedades ideas que explotaban su condición de actor popular de acción, mientras que De Niro finalmente había cedido a la tentación de films menores pero muy comerciales. En los primeros minutos de la película, estos dos actores que vuelven aquí interpretar a dos boxeadores, cargan con esas filmografías e historias encima, dándole a Ajuste de cuentas un sentido que excede por mucho la humilde propuesta del film. Pero justamente, el enfrentamiento de ambas carreras hace que estos dos boxeadores viejos signifiquen para nosotros algo. Dos actores diferentes no nos habrían convencido tan rápido ni tan bien. Henry “Navaja” Sharp (Stallone) y Billy “El Niño” McDonne (De Niro) son dos boxeadores que se enfrentaron dos veces en el pasado. Una victoria para cada uno. Pero cuando llegaba la pelea definitiva, Sharp se bajó de la misma y arruinó la carrera de ambos. Treinta años más tarde, la rivalidad parece estar intacta y la ridiculez de ambos todavía enojados y peleándose en público abre la posibilidad de un absurdo combate para terminar de forma definitiva con la disputa. Ambos actores son leyendas y son puro carisma, la trama es disparatada pero el sentido del humor que aportan para reírse de sí mismos hace que el espectador disfrute del show y no se preocupe por la lógica. El director Peter Segal (Como si fuera la primera vez , Locos de ira) logra encontrar encanto en el elenco y la historia. No es un clásico ni pretende serlo, es más bien un homenaje a dos leyendas. Para completar el elenco están Kim Basinger y Alan Arkin. Sin duda quien ame el cine y conozca un poco de historia, sabrá valorar tanto grande junto al servicio de una película humilde y a la vez efectiva.
"Ajuste de Cuentas" no es taaan tremenda como hubiera imaginado, pero quienes quieran ver a Stallone y De Niro juntos, acá los van a poder disfrutar. Ojo con Alan Arkin y Kevin Hart (lo mejor de la peli lejos), que sorprenden con sus excelentes personajes. Tiene algún que otro buen gag visual, pero que tampoco la rompe como debería. La primera mitad de la peli es respetable, después, mmm, no digo nada, si la vas a ver, la dejo a tu criterio. Drama y comedia son los géneros que toca "Ajuste de Cuentas", que lo único que nos deja claro es que las cuentas bancarias de De Niro y Stallone seguirán creciendo sin parar, siempre y cuando haya guiones como estos.
El género de la comedia y Sylvester Stallone nunca fueron de la mano. A diferencia de otros colegas suyos como Bruce Willis o Arnold Schwarzenegger a Sly siempre le costó tener un éxito en los cines cuando incursionó en roles más humorísticos. Basta con revisar algunos títulos de su carrera. Rhinestone (1984), Oscar (1991), Para o mi mamá dispara (1992) y Avenging Angelo (2002) son algunos de sus más grandes fiascos comerciales que además recibieron pésimas críticas. Después de estas malas experiencias el actor finalmente logró redimir esta historia con la mejor comedia de su filmografía. Ajuste de cuentas es un film especial que no se hubiera podido hacer sin la presencia de Stallone y Robert De Niro, ya que no hubiera resultado lo mismo. La clave de la película es que reunió a los dos actores que protagonizaron los filmes de boxeo más icónicos y populares en la historia del cine y desde la primera escena el argumento juega claramente con este tema. La trama está plagada de referencias a toda la saga de Rocky pero nunca llega a convertirse en una parodia burda, sino que el humor se trabaja con guiños graciosos y sutiles que remiten a esos filmes y sus personajes. Creo que el motivo por el que esta comedia funcionó tan bien para Stallone es que no lo forzaron a ser algo que no es. En Ajuste de cuentas no interpreta un rol cómico y el humor pasa por las situaciones absurdas que vive su personaje en la trama. De esa manera Stallone pudo desenvolverse con más comodidad en el film sin la necesidad de tener que ser gracioso. Si a esto se le suma la buena química que tuvo con Robert De Niro, que ya se había gestado en Tierra de policías, no es de extrañar que esta vez brindara una película superior a todo lo que hizo en este genero. La dirección corrió por cuenta de Peter Segal, quien previamente realizó Como si fuera la primera vez, con Adam Sandler. Al igual que aquel film su nuevo trabajo presenta un par de subtramas más dramáticas, relacionadas con la vida personal de los protagonistas, que enriquecieron la historia y evitaron que se estancara únicamente en la cargada a Rocky y Toro Salvaje. Otro gran estreno con Stallone que no se puede dejar pasar y recomiendo. Si van a verla esperen durante los créditos finales una escena adicional que cierra a lo grande esta comedia con una situación muy especial.
Sylvester Stallone y Robert De Niro nuevamente encarnan a boxeadores en la pantalla grande. Uno fue Rocky Balboa en la saga “Rocky” y el otro, Jake La Motta en “Toro Salvaje”. En esta comedia dirigida por Peter Segal (“El Súper Agente 86”, “Golpe Bajo: El Juego Final”) se ponen en la piel de Henry “Razor” Sharp y Billy “The Kid” McDonnen, respectivamente; dos antiguos rivales -tanto en el cuadrilátero como en la vida- que dejan por un momento su retiro para reencontrarse en el ring para un combate final 30 años después de su última pelea. En su apogeo, estas dos leyendas oriundas de Pittsburgh sólo pelearon dos veces, logrando sólo una victoria sobre el otro y sin tener la posibilidad de un desempate (el “Grudge Match” del título original del film), ya que Razor inesperadamente se retiró, rehusándose a dar explicaciones del porqué pero noqueando las carreras de ambos de un rotundo puñetazo. Por tal motivo, ambos pasaron al olvido, dedicándose a otros trabajos. El personaje de De Niro administra un bar y una agencia de autos, mientras que el de Stallone trabaja en un astillero. Cada uno, motivado por sus propias razones (las monetarias no se excluyen), terminan aceptando la propuesta de una compañía que quiere el desempate oficial, además de capturar sus voces y movimientos para un videojuego. Quien los convence es un patrocinador de boxeo llamado Dante Slate Jr. (papel a cargo de un enérgico y sumamente divertido, aunque por momentos cansador, Kevin Hart), quien debe lidiar con estos dos dinosaurios para que se desquiten de una vez por todas en el ring. Mientras ambos se ponen en forma con sus respectivos entrenadores (encarnados por Alan Arkin y Jon Bernthal), la trama -que se desarrolla de una manera llevadera- no sólo tiene como objetivo que los dos protagonistas resuelvan una disputa deportiva que quedó inconclusa sino que también tengan la oportunidad para cerrar viejas heridas y asuntos no resueltos dentro del plano personal (allí entra en juego la mujer que se encuentra en el medio de ambos, papel a cargo de Kim Bassinger). Con infaltables guiños a “Rocky” (la clásica escena del frigorífico puede verse en el trailer), la historia funciona (podría haber sido mucho peor), entretiene y divierte con una seguidilla de momentos graciosos (muchos de ellos recaen en el personaje de Hart) sobre la edad avanzada de la dupla protagónica. Segundas oportunidades y la búsqueda de redención conforman la premisa de esta pelea que se vuelve una metáfora del nunca darse por vencido… tengas la edad que tengas (no para darse jabs y ganchos, valga la aclaración). Consejo: A no levantarse de la butaca ni bien comiencen los créditos finales del film, ya que tiene dos escenas adicionales que no tienen desperdicio.
Seguramente no quedará en la historia del cine como un exponente del género pugilístico, pero sí como una comedia entretenida que logró fusionar a dos clásicos de filmes de boxeo como “Toro Salvaje” y “Rocky” y a sus protagonistas, Silvester Stallone y Robert De Niro (éste último cada vez más orientado hacia el cine cómico). El realizador Peter Segal (“Super Agente 86”, “Golpe Bajo”) trae en “Ajuste de Cuentas”(USA, 2013) a estos monstruos de la pantalla grande en plan boxeadores retirados, que se odian entre sí y que deciden darse una revancha ya entrados en años (muchos). Henry “Razor” Sharp (Stallone) y Billy “The Kid” McDonnen son convocados por Dante Slate Jr. (Kevin Hart) para un último encuentro en el que podrán sacarse las ganas de destruir al otro delante de miles de espectadores. Luego de muchas idas y venidas, los gerontes peleadores, deciden aceptar el match y se dejan utilizar (de las miles de maneras que se los pueden utilizar comercialmente en una sinergia sin igual) como centro de atención para poder de esta manera sumar adeptos a la contienda y ganar más dinero. El por qué de la eterna rivalidad entre ambos será revelado al promediar la película, una mujer (Kim Basinger), por la cual hasta uno de ellos decidió alejarse para siempre (nunca digas nunca) del mundo del box. Pero esto será sólo una excusa para presentar otras problemáticas (no ya la de la infidelidad) como la paternidad y el orgullo por aquello que se perdió, que impulsan al filme hacia un lugar más dramático. La propuesta de la pelea los encuentra en diferentes lugares. 30 años después del último match cada uno de ellos posee un estilo y un status de vida bien diferente y contrastante. Razor es un austero empleado de una empresa metalúrgica con apenas el dinero para llegar a fin de mes (y con deudas, muchas, por cancelar). The Kid es opulento, con una dinámica de vida que incluye mucho alcohol y mujeres. Así, entre ambos, las mismas diferencias que los separan serán las que irán fortaleciendo cada una de las decisiones que deberán tomar para poder encarar la pelea de la mejor manera. La película posee un adicional, que es la utilización de viejas imágenes de archivo para desnudar la comercialización de la contienda con escenas que desmantelan el negocio detrás de este “deporte” (avisos, exageración de los mensajes en las publicidades, etc.). La exposición mediática, la viralización de los escándalos, el consumo de televisión basura, son algunos de los tópicos trabajados con humor en una película con dos actuaciones contundentes (más la de De Niro que la de Stallone) pero que no bastan para suplir algunas lagunas en el guión y una dirección y puesta en escena básica (esperamos toda la película el match final entre Razor y Kid y Segal lo muestra con una simpleza que hasta genera aburrimiento). El otro tema vector de todo el film es la vejez, trabajada desde la “actividad” versus la “pasividad”. Los dos boxeadores, cada uno en lo suyo, son mostrados como seres mayores pero vitales, mientras que, por ejemplo, el personaje del entrenador de Razor llamado Louis Conlon (Alan Arkin), es una persona muy grande, que no oye ni puede caminar y con el único fin en su vida de ver “Dancing with the stars” (“Soy una persona mayor, tengo que ver Bailando con las estrellas”, grita). Bromas sobre los cuerpos de los boxeadores (“cuando saltas parece que tuvieras senos de Baywatch”, le dicen a “Kid” De Niro), o un examen pre pelea que incluye un “tacto” particular a Stallone para saber el estado de su próstata), reflexiones sobre la fama, y principalmente la búsqueda de la identidad a través del esfuerzo, permiten que por algunos momentos “Ajuste de Cuentas” vuele en un intento de construir un discurso más allá de la obviedad pero no le alcanza. Stallone correcto y De Niro impagable.
Verlos a Stallone y DeNiro de nuevo vestidos de boxeadores es muy fuerte. Dos tipos que solían ser “los duros” que ahora parecen unos vejetes es una estaca al alma. Pero superando ese obstáculo inicial, uno es testigo de cómo logran entre ambos sostener lo que al principio era insostenible. La cosa es así: Razor (Stallone) y Kid (DeNiro) eran rivales en sus años de boxeadores profesionales tres décadas atrás, cada uno de ellos perdió una sola vez y fue contra el otro. Un día Razor se retiró del boxeo profesional sin dar muchas explicaciones y Kid, furioso, lo odió profundamente por no haberle dado la revancha. Para crear esta situación, la película cuenta con “imágenes de archivo” que son, nada más y nada menos, un poco de Rocky y un poco de Toro Salvaje (a color). Para completar la ecuación: hay un problema de polleras en el medio y es que Kid hace 30 años decidió meterse con la novia de Razor, Sally (una siempre hermosa Kim Basinger). A medida que avanza el film vemos que son dos viejos que están de últimas, ya sea en lo económico o en lo afectivo y que viven de antiguos rencores y miedo porque nunca más lo superaron. Cuando ambos se encuentran para grabar voces y movimientos para un videojuego y tienen una pelea bastante patética (vestidos de verde y todo) y se viraliza, empiezan a preparar, finalmente, el partido de revancha. En el trayecto de la peli hay muchísimos guiños a trabajos previos de ambos, y contamos con Alan Arkin como secundario que es impecable. No hay momento de comedia que no se robe ni línea dramática que no te conmueva. Él, junto a DeNiro, logran darle forma a la película sin problemas. Pero lo de Stallone no es menos meritorio. Siempre me sorprendió que alguien que tuviera tan poco talento, supiera explotarse tan bien. Él creó Rocky para sí mismo y este Razor sigue la misma línea. No hay forma de no quererlo. Peter Segal, el mismo que estuvo detrás de cámara para Locos de Ira y Como si fuera la primera vez, logra manipular al espectador que jura que va a ver una basura, pero a la mitad se engancha con los personajes, se ríe y emociona en cada uno de los momentos y, antes de que se dé cuenta, no sabe por cuál de los dos hinchar en la batalla final. No les voy a negar que ver a Bob sin remera es muy fuerte porque nada resulta menos intimidatorio, pero las coreografías de boxeo y los efectos sonoros que agregan los golpes después, manejan bastante dignamente el tema. A lo mejor no sea la película más esperada ni la que recuerden mucho tiempo, pero los que crecimos viendo sus pelis en los 80s, salimos con el corazón en la mano y la sonrisa puesta.
En 1977, Rocky fue nominada a 10 premios Oscar, incluidos Mejor Actor y Mejor Película, ganando este último galardón, mejor Director y Edición. En 1981, Raging Bull fue nominada a 8 premios de la Academia, haciéndose con dos preciadas estatuillas doradas a Mejor Actor y Mejor Edición. No es un detalle menor mencionar las proezas de las películas de boxeo de Sylvester Stallone y Robert De Niro, ya que treinta años después de su momento consagratorio en dicho deporte llega esta comedia que, de un plumazo, acaba con el recuerdo de estas dos grandes estrellas ficticias del pugilismo y las deja con un pie dentro del geriátrico. Grudge Match es una comedia que apunta directamente al corazón nostálgico y falla miserablemente al juntar en la misma película a dos grandes actores en el ocaso de su carrera, entregándoles un guión a medio cocinar, con una catarata de chistes que atrasan veinte años. Desde la premisa de una rivalidad -bien explicada en un pequeño recap al comienzo- entre dos leyendas del boxeo en Pittsburgh, todo va cuesta abajo. El guión de Tim Kelleher y Rodney Rothman tiene pequeñas bromas inofensivas, algunas de ellas funcionan pero se ven aplastadas por muchas otras más. La situación económica y social de Henry "Razor" Sharp y Billy "The Kid" McDonnen está bien apuntada a la inevitable pelea que ocurre en el tramo final del film, pero las dos horas de metraje resultan aplastantes, con poco carisma y apenas sobrellevadas por la dupla protagonista. Stallone y De Niro hacen lo que pueden para sostener esta película que debería servir para reírnos con ellos, pero en verdad es para reírnos de ellos. Sobrevivir a Grudge Match es lo mismo que ver a dos viejos reumáticos tirados en un lodazal, agarrándose el uno al otro y gritándose por viejas rencillas. Los secundarios apenas ayudan, como la benevolente presencia de Alan Arkin como un viejo quejoso que tiene buenos momentos, pero el resto está pintado al óleo, como la belleza mal utilizada de Kim Basinger o el obtuso estereotipo afroamericano de Kevin Hart, que se dedica a corporizar sus parlamentos con la mayor rapidez posible, llenando esa casilla del personaje negro que atrasa y mucho. Antes de sentarse a "disfrutar" de Grudge Match como vehículo a la nostalgia, es preferible hacer un evento back to back con Rocky y Raging Bull, así al menos el recuerdo de ambas estrellas sigue intacto y no se reduce a este fallido proyecto, que sería como mirar a través de la ventana de un geriátrico para ver una última disputa fugaz entre dos pilares del boxeo.
Duelo de veteranos Un póster llamativo desde lo improbable de ver a dos señores grandes en un ring, con la trayectoria que ambos tienen, y un tráiler que no dice nada como elementos promocionales de un film que, lisa y llanamente, convoca por la curiosidad que genera la mera cuestión de observar a estos grossos en acción, enfrentándose a trompadas limpias. Pero una vez más y, como dice el refrán, del dicho al hecho hay mucho trecho. La historia, simplona y trillada, nos remite a la fuerte rivalidad entre Henry (Sylvester Stallone) y Billy (Robert De Niro). Cada cual ha sido derrotado en una ocasión por el otro, quedando la que oficiaría de desempate pendiente tras el inesperado retiro de Henry. Las vueltas de la vida los vuelven a medir en una última pelea. La tercera es la vencida. Peter Segal intenta sacar a flote la proyección a base de guiños y referencias a Rocky y Raging Bull, pero en este caso todo se limita a lo paródico intentando hacer sonar las situaciones de modo simpático. El inconveniente se da en que el tono de cada pasaje es prácticamente el mismo en cada oportunidad; si bien algunas ocurrencias resultan en parte graciosas (especialmente las que quedan a cargo de Alan Arkin), muchos gags se sienten forzados e incluso inocentes, inofensivos. A lo mencionado el director le añade una pequeña pizca de romance al incluir a Kim Basinger como Sally, quien tuvo su historia amorosa tanto con Billy como con Henry. Ajuste de cuentas se burla amenamente de la vejez y de sus consecuencias físicas. Sin embargo, estos dos viejitos piolas han perdido destreza y musculatura pero no las mañas, por lo que se aprovecha para ocasionar momentos de chicanas verbales y mini enfrentamientos previos al “gran día”, siempre con la misma acentuación que, en su afán de hacer reír, se tornan repetitivos y predecibles. A los tropezones y dando la apariencia de engrosar el metraje con eventos que ofrecen más y más de lo mismo, la película nos lleva (al fin) a lo que oficiaría de circunstancia más esperada, al clímax, al anhelado mano a mano. Pero la desilusión se hace presente y es más grande todavía cuando lo que debería levantar la performance del producto acaba convirtiéndose en una especie de lección moral comandada por el inverosímil de cada suceso que se manifiesta. LO MEJOR: Stallone, De Niro y Arkin. Lo que se muestra luego de los créditos finales. LO PEOR: predecible, sin cambio de ritmo, monótona, inocente y decepcionante. Ni siquiera la pelea está a la altura de lo que se esperaba. PUNTAJE: 4
Knock-out técnico La aparición de Robert De Niro en un estreno de cartelera ya no sorprende a nadie. Actualmente puede vérselo en tres films: como el mafioso retirado de Familia peligrosa, como el mafioso veterano de Escándalo americano (un papel menor) y, ahora, como el boxeador Billy “The Kid” McDonnen, que vuelve al cuadrilátero tres décadas después para enfrentar a su archirrival Henry “Razor” Sharp (Sylvester Stallone). En el último año, De Niro también fue padre de un sicótico, padrino de bodas, ex agente de la CIA, amante de Monica Bellucci y parece dispuesto a batir todos los récords de facturación, como si acumulara puntos para algún ignoto plan. La calidad de los papeles va de la mano con la compulsión actoral. En Ajuste de cuentas, los flashbacks informativos de Billy “The Kid” y “Razor” Sharp (noten la lucidez de los nombres), que muestran escenas de Rocky y El toro salvaje, son la única nota simpática. El resto es la clásica provocación de los boxeadores, la disputa de una mujer (Kim Basinger) y el entrenamiento para el match. Con un Stallone que ya necesita subtítulos para el público angloparlante, la innegable destreza de De Niro es lo único que salva al film del papelón total.
Convicciones Desde el estreno de Rocky Balboa (2006) Sylvester Stallone inició un proceso de revisión de su carrera. Película tras película, y con mayor o menor efectividad, lo hemos visto regresar a sus personajes emblemáticos, encarnar héroes de acción anacrónicos autoconscientes, y burlarse con cariño y nostalgia de toda una generación de actores que en los ochenta eran las estrellas del cine de acción. Y en cada una de estas películas flota la pregunta: ¿qué hacemos en el nuevo siglo los dinosaurios violentos como nosotros? A veces surge una interesante respuesta como Rocky Balboa o Los indestructibles 2, pero también hay espacios para abominaciones como John Rambo. Entonces, han pasado ocho años desde el estreno de Rocky Balboa y pareciera que este proceso interior y cinematográfico no le podría haber salido mejor al bueno de Stallone: ha vuelto a ser protagonista de películas de acción como en la entretenida Plan de escape y hasta ha generado una nueva franquicia con Los indestructibles que promete unas cuantas entregas más, al menos hasta que estos muchachotes empiecen a morir. En este contexto entra tranquilamente Ajuste de cuentas que es -además de la obviedad de enfrentar a “Rocky” y “De Niro-La Motta”- una comedia un poco fallida. Tenemos un arranque interesante, el rencor añejo de dos ex boxeadores, Razor (Stallone) y The Kid (De Niro), construido en unos pocos entretenidos minutos. Luego, con un esquematismo rígido, se despliegan las subtramas que cuentan lo que son las vidas de los protagonistas treinta años después y cómo esta rivalidad extrema ha afectado la vida de todos los que quieren. La historia de amor trunco entre Kim Bassinger y Stallone es burocrática, al bueno de Sylvester le cuesta bastante mostrarse como un ser sensible y romántico. Lo mismo sucede con la historia que le toca a De Niro con la aparición de un hijo mayor de edad al que no conocía. Ambas subtramas lineales y estiradas evidencian claramente su calidad de relleno. La película dirigida por Peter Segal (Locos de ira, Como si fuera la primera vez y otras cosas que prefiero no recordar) funciona mejor cuando se convierte en una comedia de boxeo, las burlas que recibe De Niro, la parodia y los guiños a Rocky por parte de Stallone. Tenemos la participación de dos comic relief, por un lado el insoportable Kevin Hart que no para de gritar y balbucear cada vez que aparece, y el divertido Alan Arkin que hace de viejo malhumorado desde que interpretó al abuelo cocainómano de Pequeña Miss Sunshine (desde este humilde lugar le pedimos que se deje de robar por lo menos dos años). Antes de que nos olvidemos, avisamos que hay que mirar después de los créditos dos muy buenos chistes. Retomando el principio, decíamos acerca de la revisión que ha hecho Stallone de su carrera, y cómo ha pensado los personajes que compone desde sus películas. En la opinión de este critico Sylvester no ha terminado de deconstruir hasta la médula el tipo de héroe que ha instalado desde hace treinta años, y lo mismo sucede aquí en Ajuste de cuentas. Stallone compone personajes de convicciones, inclaudicables, y ya que estamos, es la reserva moral de sus películas y por extensión de Norteamérica que como todos sabemos deber ser dura como el granito o -ya que estamos en el Siglo XXI- dura como el mejor material de aleación. Incluso deja los personajes más ambiguos y complejos para los demás, Schwarzenegger en Plan de escape, De Niro aquí y en Los indestructibles… bueno no hay personajes ambiguos en Los indestructibles. Más allá de los momentos divertidos de Ajuste de cuentas, sus fallas y repeticiones nos hacen pensar que tal vez se está agotando este mecanismo de resucitación de viejas glorias. Quizás sea el momento de que Sylvester arriesgue un poco o se muera, porque de filmar no va a parar claramente. Y para terminar una última certeza: De Niro filma demasiado.
Peleando con las estrellas Jake LaMotta y Rocky Balboa. Bobby De Niro (hace bastante dejo de ser Robert) y Sylvester Stallone. Dos de los más legendarios boxeadores cinematográficos. Probablemente los más afamados y recordados. Ajuste de Cuentas (Grudge Match) es la idea de un mano a mano entre ellos, la amalgama de actores de disímiles pergaminos pero que hoy comparten el no estar en el punto álgido de su carrera. Hoy el cine para Sly es atemporal, machacando con testosterona un estilo rígido y nostálgico. Mientras tanto, De Niro navega con cara de fastidio películas intrascendentes y olvidables (salvo algunas esporádicas excepciones). La propuesta de Ajuste de Cuentas entonces es comprensible ya que tiene que ver con la actualidad de ambos. Una invocación a la idea de machos eran los de antes para un producto cinematográficamente insustancial. En ese ámbito, se lo ve más ajustado a Stallone, jugando el papel que entiende, y como un buen boxeador, aprovecha sus cualidades e intenta esconder sus defectos. El Robert De Niro affaire es diferente. Cualquier fanático del cine conoce y puede nombrar El Padrino (part deux), Taxi Driver, El Francotirador, Toro Salvaje, Cabo de Miedo y Buenos Muchachos para poner en perspectiva el talento de este genio. Eso es lo que duele. ¿Qué pasó con Roberto? Qué éste presente ni el olvido lo juzguen. Pero que difícil se hace. La historia de Ajuste de Cuentas es el revival de una tercera batalla que se presagiaba épica y que quedó trunca allá a lo lejos entre The Kid (De Niro) y Razor (Stallone), rivales encarnizados en los 80 y con solo una derrota a manos del otro. Muchos (pero muchos) años después Razor trabaja en una fábrica (Sly siempre nacional y popular) y The Kid lleva un presente que diluye aquel final de Toro Salvaje de Scorsese. El hijo del ex manager de ambos, un petiso muerto de hambre (y de dólares), les propone un negocio: que pongan las voces y movimientos para un videojuego aprovechando que vuelven a estar en boca de todos. Al cruzarse en la grabación se reaviva la posibilidad del duelo en el cuadrilátero por causa de la viralidad de un video en que los dos se agarran a las piñas. Como en la reciente Escape Imposible (Mikael Hafstrom, 2013) o Los Indestructibles (Sylvester Stallone, 2010), para nombrar algunas, la autoconciencia (y en muchas ocasiones lo autoparódico) de sus personajes y del género era ejercida con respeto por esos viejos titanes, algo que Ajuste de Cuentas parece no advertir. El director es Peter Segal, y tiene toda una carrera en comedias: La Pistola Desnuda 33 y 1/3, Tommy Boy, El Profesor Chiflado 2, Como Si Fuera la Primera Vez, Locos de Ira y Apuesta Final. Esta enumeración demuestra dos cosas: lo suyo no es la sutileza y su cine no es una fuente de sorpresas. El asunto con las películas señaladas es que tenían a un comediante consistente y sin vergüenza para que la obviedad funcionara como un reflejo de ese unipersonal, se resumía a ver “una de Sandler” o “una de Eddie Murphy”. El resultado variaba según la calidad del comediante o el cariño que se le tenía al mismo. Pero Segal nunca se sacó el chip de la rusticidad y el chiste fácil. Entonces la idea de dos viejos peleándose se transforma en una catarata acerca de que… son viejos. Y de que hicieron Rocky y Toro Salvaje. Y de que no ven cable. Y que no saben que es youtube o twitter. Al comienzo funciona, principalmente porque uno está feliz de ver en pantalla a esa dupla. Pero a medida que los famélicos argumentos se fagocitan en su redundancia, uno empieza a sentir vergüenza ajena. Ya sabemos que son viejos, ellos lo saben y ahí están sus rostros avejentados o retocados para corroborarlo. Entonces los chistes verbales y físicos se notan torpes, y para peor, la rueda de auxilio para una historia que no da para mucho es una trama emotiva/dramática/romántica que disgusta de tan predecible e insulsa. Está película podría ser una falta de respeto para la carrera de De Niro (ese final con la cara feamente pegoteada por computadora) sino fuera porque a él realmente ya no le importa nada. Pero meter en medio a Toro Salvaje, a Jake La Motta, eso es mear afuera del tarro.
¿Qué tienen en común Sylvester Stallone y Robert De Niro? Si no fuera porque están juntos en esta comedia de Peter Segal, la pregunta parecería inadecuada, casi una provocación. Supuestamente, el primero es un tronco inexpresivo, una pieza anabólica de gimnasio cuyas recientes operaciones faciales terminaron de impedirle cualquier gestualidad sugerente. El segundo es para muchos uno de los grandes actores de todos los tiempos, capaz de expresar todas las emociones con cada centímetro de su cara. Una vía para examinar Ajuste de cuentas es justamente pensar la confrontación oblicua de dos métodos de interpretación. No sólo se enfrentan Rocky Balboa y Jake LaMotta (el boxeador interpretado por De Niro en Toro salvaje de Scorsese), sino también los propios actores y las escuelas interpretativas que representan y que nada tienen en común. Cuando se preparan para la pelea final, tras 30 años de espera, los métodos de entrenamiento son signos que van más allá del deporte: Stallone apela al esfuerzo; De Niro cuenta con todos los medios. Intuición y fuerza contra conocimiento y estudio. ¿Quién gana ese duelo secreto? La historia es sencilla: Henry "Razor" Sharp (Stallone) solamente ha perdido una pelea, con Billy "The Kid" McDonnen (De Niro), y viceversa. Están empatados. La gran revancha no tuvo lugar cuando eran jóvenes por un asunto de alcoba. La aparición de la bellísima Kim Basinger explicará la situación, y más aún cuando el entrenador de Billy termine siendo su hijo, a quien acaba de conocer. Alan Arkin encarna al viejo entrenador de Sharp, casi canalizando a Burgess Meredith en su papel de entrenador de Rocky. Si bien el filme es una suma de lugares comunes, hay cierta nobleza (baladí) y algún que otro gag que lo salvan de la total insignificancia. Segal y compañía están empecinados en emocionar y divertir, pero aún así se vislumbra parcialmente la actual precariedad laboral estadounidense. Si bien la puesta en escena es mecánica, cada tanto hay algún atisbo de elegancia, como un plano al comienzo en el que se ve a Stallone meditabundo en una confitería. El personaje de Arkin en un momento se define como un dinosaurio. Stallone, De Niro, el propio Arkin son viejos dinosaurios de la industria. Con el paso de los años, cierta dignidad resplandece. La resolución de la pelea es un modo tosco de trascender el éxito, pero el golpe final viene en los créditos. Es un gag magnífico y es ahí donde reside la fuerza moral de la película.
Dos pesos pesados de Hollywood vuelven juntos a la pantalla grande. Robert De Niro y Sylvester Stallone. La historia gira en torno a dos personajes principales: Henry “Razor” Sharp (Sylvester Stallone) y Billy “The Kid” McDonnen (Robert De Niro) boxeadores locales de Pittsburgh rivales tanto en el ring como en la vida, porque además la mujer en cuestión es la bella Sally (Kim Basinger), quien tuvo un hijo con Billy, es B. J. (Jon Bernthal, "El lobo de Wall Street ") y hasta tienen un nieto, pero se quedó con el otro. En los comienzos de la década del 80, ellos se enfrentaron y las últimas peleas terminaron en victorias repartidas ;ya pasaron treinta años y entre idas y venidas terminan aceptando un desempate, en la actualidad cada uno de ellos se encuentren desarrollando otras actividades. Sharp trabaja en una fábrica y McDonnen administra su propio bar y esto no deja de ser una ayuda económica para ambos, pero el desafío fundamental es el deseo de venganza. De ahora en más todo lo que sigue está bastante trillado, el duro entrenamiento, los encuentros y desencuentros, el cruzamiento de palabras, los hijos, el nieto, los entrenadores, las burlas, entre otras situaciones. Es una comedia sencilla y un guión muy flojo, con algunos pequeños toques dramáticos, muy previsibles, con algunos gags que te pueden arrancar una sonrisa, buena música y fotografía, una pelea final con buenas coreografías y planos, la utilización de la cámara lenta, algunas sorpresas, dentro de los créditos tenes escenas extras. Después de varios años vuelven a trabajar juntos Sylvester Stallone y Robert de Niro “Tierra de policías”, ("Cop Land, de James Mangold en 1997), y ahora parece que tenían ganas de divertirse, parodiarse, entretenerse, recibir un buen cachet y unir por un lado aquel Jake La Motta "Toro salvaje" (1980) Robert de Niro que ganó un Premio Oscar por este personaje y por el otro lado el “Rocky” Sylvester Stallone, quien fue nominado a los Premio Oscar, ambas figuras son queridas y rinden en Hollywood a la hora de recaudar.
VideoComentario (ver link).
Primera buena sorpresa: De Niro no interpreta a un italoestadounidense relacionado con la mafia, como lo hace en las dos películas en cartel “Una familia peligrosa” y “Escándalo americano”, sino a un boxeador irlandés, irónico y pendenciero. Segunda: tanto él como Sylvester Stallone son “adultos mayores”, pero no tienen ninguna intención de jubilarse. Tercera: en la película hay bastante humor del conocido humor yanqui: doble sentido, juegos de palabras (atento a lo que dicen y no traduce el subtitulado). Y cuarto: ¿quién dijo que Hollywood no tiene personajes para los “adultos mayores”? (que este filme prefiere nombrar y mostrar sin tanta corrección y con más desparpajo, sin por eso resultar ofensivo). “Razor” Sharp (Stallone) y The Kid (De Niro) son dos ex boxeadores enfrentados desde el pico de su gloria por motivos que se develarán al promediar el filme, cuando ambos decidan volver al ring para dirimir la cuestión. En el medio habrá un hijo demandante, una mujer despechada (la muy bella y sin cirugías a la vista Kim Basinger), una historia de amor entrecruzada, secretos revelados y un final reservado para los títulos que vale la pena esperar. El director supo extraer lo mejor de lo que pudieron dar ambos actores. Aunque lo que cuenta puede resultar inverosímil y se ajusta a ciertas convenciones, esta “extraña pareja” da pelea hasta el final.
Lo sabemos, es una de boxeo con dos actores que, en lo suyo, están de vuelta, pero peinando cada vez más canas, así que no seamos ingenuos. Con tanto revival de los ‘70 y los ‘80 que vivimos en los últimos dos o tres años no debería ni sorprendernos ni ponernos escépticos la llegada de “Ajuste de cuentas”. Por el lado del boxeo, la última de Rocky la vimos hace poco más de un lustro. Luego vinieron las dos entregas de “Los indestructibles” (2010-2012). Si hablamos de un cine más “elaborado” “Drive” (2011), “El precio de la codicia” (2011), “Argo” (2012), hasta “Escándalo americano” (2013), tienen una mirada estética hacia formas de hace 40 años. No sólo en el modo de filmar, sino también en el aspecto de la proyección con ese efecto de post-producción que las hace ver con el granulado típico del formato en 35mm. Salvando las distancias de los ejemplos, “Ajuste de cuentas” es una producción ochentona que tiene en el capricho de existir su mejor virtud y defecto al mismo tiempo. “Los indestructibles” se apoya claramente en un imaginario colectivo de espectadores que en la década del ‘80 hubiera pagado el doble por ver juntos a todos los actores del cine de acción de aquel momento, pero nadie imaginaba, o quería, a Stallone y De Niro en una película de éste tipo. Es cierto que compartieron cartel en “Tierra de policías” (1996), de James Mangold, pero era otra cosa. Por eso desde el vamos uno se pregunta cuál era el problema si los protagonistas eran efectivamente Jack “Toro Salvaje” La Motta versus Rocky Balboa, si de todos modos el planteo era una comedia a partir de enfrentar a dos personajes que nunca se le ocurrió ni la pidió nadie (a excepción de los involucrados en la producción). “Grudge match”, tal el título original, se traduce como una pelea basada en algún resentimiento del pasado. Algo así como “La contienda del rencor”. Este vestigio quedó instalado particularmente en Billy “the kid” Mc Donnen (Robert De Niro) quién, treinta años atrás, en el pico de su carrera, enfrentó a Henry “Razor” Sharp (Sylvester Stallone) dos veces: ganó una, perdió la otra. Nunca hubo desempate. Hoy, cada uno está en lo suyo. Billy tiene un restaurante temático de buena fama, mientras Henry trabaja en una planta industrial. La efeméride de un programa deportivo alienta a Dante Slate (Kevin Hart) a impulsar el desempate. Por supuesto que cada uno encontrará sus motivaciones para hacerlo, y seguramente habrá más de un lugar para personajes secundarios (brillante Alan Arkin, correcta Kin Basinger) que planteen alguna que otra sub-trama tan superficial como innecesaria. La chica en cuestión, por ejemplo, colaborará con la dosis dramática que en una comedia siempre baja a tierra la historia, pero que en este caso resulta forzada y por ende insustancial. El público asistente olvidará de inmediato esa parte de la historia porque, en principio, está lejos de lo que fue a buscar. Por el contrario, cuando los guionistas Tim Kelleher y Rodney Rothmanel se ocupan de gags con buen timing, el director Peter Segal de sacarle el jugo al contraste entre ambos personajes (uno recatado, el otro altanero), y los actores principales de lograr sus propias parodias, la película funciona. Como estos aciertos ocurren menos veces que los errores (o mejor dicho, las malas o inútiles elecciones), pero a la vez están (de casualidad) bien distribuidos, el resultado deja una sensación de entretenimiento aceptable. Cuando De Niro se deja llevar por el impulso respecto de su personaje como un tipo de la calle, provocador y pendenciero que nunca perdió las mañas, sale lo más rescatable.
Dentro de la aparentemente inagotable carrera del insaciable Robert De Niro -el hombre que no parece poder rechazar un proyecto-, hay que decir que AJUSTE DE CUENTAS, al menos, tiene la simpatía algo decadente de una película Clase B, una “berretada” que bien podría haberse hecho en los años ’80. El gancho es claro y obvio: Rocky Balboa vs. Toro Salvaje, más de treinta años después. Y si bien los personajes tienen otros nombres y una historia en común que no se relaciona con ninguno de esos filmes, en ciertos detalles y humoradas es obvio que están “homenajeando” o “bastardeando” (según la opinión de cada uno) la imagen de esos dos personajes clásicos. Razor (Sylvester Stallone) es un ex boxeador de Pennsylvania, de clase trabajadora (como Rocky), que tuvo su momento de gloria pero de un día para el otro se retiró y ahora trabaja una fábrica. Kid (De Niro) es también un ex boxeador, pero uno que ahora (como Jake La Motta) tiene un restaurante y se dedica a contar chistes y anécdotas de sus épocas de gloria. Ambos protagonizaron en los ’80 dos combates célebres y muy violentos que ganó uno cada uno, pero el tercero nunca se concretó por el retiro de Razor. Kid odia a Razor por haberse retirado sin darle la opción a un nuevo match mientras que Razor lo odia por un affaire que Kid tuvo con su mujer de entonces, Sally (interpretada por una Kim Basinger que, imagino que cirugías mediante, parece casi igual de bella que antes, a los 60 años). grudge1Luego de un especial de televisión sobre sus clásicas peleas, el hijo del promotor de las viejas épocas (interpretado por el comediante Kevin Hart) los quiere reunir para que hagan una sesión de “captura de movimientos” para un videojuego que se editará sobre su rivalidad. Necesitados de plata pero sin querer ni cruzarse, aceptan. Pero terminan encontrándose en el estudio y allí se muelen a palos. Videos virales de YouTube mediante, ambos sexagenarios ex boxeadores vuelven a estar en la conversación de todos, por lo que es inevitable la tercera pelea. Y el filme se centrará en los preparativos, conflictos y enredos que culminan con el esperado choque. Dirigida por Peter Segal, AJUSTE DE CUENTAS es una comedia menor, con algunos toques sentimentales, que funciona bastante bien no sólo por el hecho de que ninguno de los dos actores se toma demasiado en serio sino porque la película en sí, hasta narrativamente, es bastante consciente de su propio sistema. Casi tanto como los actores (probablemente más Stallone que De Niro), los boxeadores parecen mirar su pasado con nostalgia y soñar con volver a los grandes momentos de gloria, pero a la vez ambos son conscientes que no están del todo capacitados para hacerlo. Y su recorrida hacia el nuevo match los lleva a hacer actos promocionales decadentes (en competencias de camiones, peleas de MMA) que a nadie parecen interesarle demasiado. Ni al público ni a la prensa ni a los propios combatientes. Claro que, publicidad viral mediante, el combate será un éxito, cuando lo más lógico para la propuesta era tener que cancelarlo una vez que los respectivos “asuntos familiares” de los dos estuvieran más o menos resueltos. grudge2En el caso de Kid, esos asuntos implican conocer a BJ, el hijo que tuvo con Sally (y al muy precoz y simpático nieto) y tomarlo como entrenador. Para Razor, reencontrarse con Sally y ver si todavía hay alguna posibilidad romántica ahí. En algunas de las escenas entre Kid y su hijo (o, en menor medida, entre Razor y Sally) aparece algún atisbo de verdad emocional en el filme. BJ, interpretado por Jon Bernthal (el musculoso traficante de Quaaludes de EL LOBO DE WALL STREET, irreconocible), tiene algo tanto de los jóvenes De Niro como hasta del propio Stallone, y le otorga un plus de integridad a un filme que siempre parece estar al borde de caer en el patetismo. Hay algo en el subgénero “viejos boxeadores que vuelven para una última pelea” que siempre resulta bastante noble y emotivo. Y si bien en AJUSTE DE CUENTAS, ese subtexto queda abajo del show montado para el chiste fácil de Rocky Balboa vs. “Jake La Motta”, el director Peter Segal se las arregla para montar un filme que no abandona del todo el “color local” y la mitología de los ídolos olvidados que intentan un último acercamiento a la gloria que en algún momento se les negó o escapó. Con una estética de película clase B ochentosa, Segal logra por momentos que nos olvidemos que estamos viendo a dos millonarios actores generando más y más dólares a cuenta de sus viejas glorias para lograr que nos encariñemos con estos dos tipitos en busca de una última oportunidad en la vida.
Esta es de esas películas que la crítica suele despreciar. Pero si lee esta sección, sabe que aquí a todas las consideramos libres e iguales. Pues bien: la idea es “Rocky contra Toro Salvaje”, más o menos, en tiempo de comedia. Pero ni Stallone ni Robert De Niro se toman la cosa en solfa. Una cosa es el humor, que abunda en el film, y otra la burla, que por suerte falta. No es, tampoco, un film geriátrico (nada de Último viaje a Las Vegas) sino simplemente el cuento de una larga rivalidad para nada mortal y sí algo trivial para quienes la ven desde afuera que encuentra el cauce para ser resuelta, aunque el transcurso acercará más a los púgiles como personas. Puro juego, además, entre dos actores que también creen que las películas nacen todas libres e iguales y que ponen su talento -generoso- al servicio de la diversión del espectador. No la desprecie y dele una oportunidad a este film sobre el tiempo. Gana por puntos, pero con contundencia.
Llegar tarde Hay películas a las que llego tarde. Esta se estrenó a fines de enero, me agarró entre dos viajes de trabajo y recién la recuperé ahora. Tenía ganas de verla: más por Stallone que por De Niro, más porque me gusta el boxeo en el cine que por mi casi nulo gusto por el boxeo en la vida o en el deporte real. Y me la habían recomendado algunas personas. Pero Ajuste de cuentas es una de esas películas que llega tarde. La nostalgia es uno de los sentimientos más sobrevalorados. No la elaboración de la nostalgia, mejor dicho. Más bien esa celebración de la nostalgia de qué copados qué éramos y qué decadentes ahora. Esa nostalgia que apela a que podemos tener un destello de pausa de la decadencia si ponemos el casete de esos viejos buenos tiempos. Eternamente volver al colegio secundario para escapar de la vida adulta de la que se escapa cada vez que se puede. Me aburre todo eso, me aburre tanto como las quejas sobre los lunes. Un ejemplo reciente de este fastidio: el “chiste” de Volver al futuro en A Million Ways to Die in the West. Ese reciclamiento infinito de los materiales del pasado, de nuestro pasado, porque fuimos recontra capos. Mejor dicho: no el reciclamiento -que implicaría alguna actividad- sino la exhibición museística que suele negar el paso del tiempo, al eternizar nuestro pasado en el presente. Una pesadilla. Sylvester Stallone y Robert De Niro boxeadores, ex boxeadores, con un pasado que resolver. Obviamente, claro, carteles de neón en sus pasados cinematográficos como Rocky Balboa y Jake LaMotta de Toro salvaje. No se llaman Rocky ni Jake pero los ingredientes están. Más en el caso de Stallone y Rocky porque, bueno, el personaje de Jake LaMotta era muy desagradable. No es que el Billy 'The Kid' McDonnen de De Niro no lo sea, pero es menos un violento cretino que un chantún. Stallone, o sea Henry 'Razor' Sharp, es más noble. Y hay que decir que su manera de actuar se lo permite. Los últimas casi dos décadas de actuaciones de De Niro tienen demasiados ejemplos de facilismo tras facilismo. De Niro actúa sin esforzarse demasiado, y se nota. Es otro que confía, como esta película haragana, en las glorias pasadas. Stallone trabaja más, o al menos sus diálogos y sus situaciones tienen un poco más de riqueza, y como el entrenador que viene a hacer las veces de Mickey (Burgess Meredith) es Alan Arkin, las cosas mejoran de forma intermitente. Arkin maneja la comicidad seca, la comicidad ácida, y afila casi cualquier diálogo. Pero por mejor que nos caigan Stallone y Arkin no hay manera de disimular que esta es una película en la que a cada rato hay que apoyarse en el pasado sin reelaboración alguna, sin trabajo sobre las situaciones. Es tremendamente tosco el planteo argumental general que incluye una rivalidad encendida y avivada por una mujer en el medio, por un amor que se corta por una confusión de lo más estúpida (es casi para solidarizarse con Kim Basinger por las líneas que tuvo que proferir). A eso además hay que sumarle lo del hijo: es decir, una cosa es hacer un argumento grueso y otra muy distinta es directamente desestimar cualquier esfuerzo argumental, bueno, esto es una película sobre la nostalgia del cine de personajes del pasado. Por otra parte, cada vez que esta progresión cadavérica de acciones necesita que el personaje de De Niro vaya para uno u otro lado, le pone una situación precaria adelante. Las interacciones entre su personaje y su nieto no tienen forma de cine. El problema general con esta clase de películas es que confían en que el pasado -la historia- las salvará y no se preocupan por el presente, por el relato. Juegan a los chistes -sí, algunos son efectivos- con la esperanza de convencer mediante una entrada barata al museo de viejas glorias. No es suficiente, y Stallone lo ha demostrado con Rocky Balboa y las Expendables: el pasado debe integrarse en un presente atractivo, el paso del tiempo no puede estar solamente representado por los achaques, debe haber algo de sabiduría en la mirada. Ajuste de cuentas, para peor, también sabe esto último, y lo expone en dos detalles groseros, anticlimáticos y además simétricos de la pelea (que ni siquiera es destacable), que vendrían a demostrar vaya a saber uno qué cosa acerca de lo que aprendieron estos veteranos. Ajuste de cuentas, un título de estreno local revelador porque apunta aún más hacia el pasado, revela que el cine que se cree simpático porque impone los posters de antaño confunde ser inofensivo con ser inane. Y la supuesta inocencia de “hacernos pasar el rato” con la ofensa de hacernos perder el tiempo.
Publicada en la edición digital #259 de la revista.