Las mil y una de Paesa Filmada en escenarios de Francia, Singapur, Suiza y España, El hombre de las mil caras (2016) es, sin duda, uno de los productos estrella del curso cinematográfico español, donde Alberto Rodríguez, tal como lo hizo en La Isla Mínima (2014), también retrata una época turbia, engañosa y polémica de la historia española del siglo XX. Eduard Fernández interpreta a Paesa, algo así como a un mercenario sin escrúpulos ni vergüenza, capaz de venderse a quien mejor le pague. Sí, podríamos estar hablando de cualquier político –o empresario, o ciudadano- corrupto de este querido mundo que, peligrosamente, se ha acostumbrado a despertarse cada mañana con un nuevo escándalo de robo al erario público. Paesa fue pues algo así como un adelantado a su tiempo y manipuló/robó/tomó el pelo a todo el que quiso cuando Roldán, perseguido por haber estafado al gobierno tras ser director de la Guardia Civil, pidió su ayuda para quitarse de en medio. El suceso –que no vamos a desmenuzar aquí para no destripar el argumento de El hombre de las mil caras– conmocionó entonces a un país democrático que empezaba a dudar de sus dirigentes. Corrían los años noventa y entonces Alberto Rodríguez aún pisaba la Universidad. Por eso, cuando el encargo de adaptar el libro escrito por Manuel Cerdán Paesa: el espía de las mil caras cayó mucho después en sus manos, tuvo que ponerse al día, recabando información y elaborando, junto a su habitual compañero de teclado Rafael Cobos, el que sería el guion de su película número siete. El resultado -es inevitable sucumbir a la comparación- palidece al lado de La Isla Mínima. Parece como si el director hubiera estado más atento a los detalles de ambientación, vestuario y localizaciones –magníficos todos ellos- que en la construcción de personajes, de una frialdad contagiosa: tanto que esa gelidez recorre las dos horas de metraje interminable de esta gran producción. Actoralmente, Marta Etura apenas logra el milagro maravilloso de la empatía… pero durante apenas unos minutos. El resto es una sucesión torrencial de información (que una voz en off intenta armonizar) y una recreación de acontecimientos (unos reales, otros no tanto), rodados con oficio, calidad y profesionalidad, pero tan lujosos, pluscuamperfectos y brillantes como un anuncio de coches de alta gama.
Aliados: La espía que me amó. Cuando las innovaciones y nuevas ideas en el cine quedan relegadas al mero “rebooteo”, siempre quedarán los directores que traen de nuevo la vieja escuela para darle un aire fresco con el aroma a nostalgia necesario. Esta vez es Robert Zemeckis (Náufrago, Forrest Gump) el encargado de traernos un film donde la narración clásica no es necesariamente “vieja” y demuestra que un relato de espías de la vieja escuela puede ser el punto de partida (y final) de una gran y trágica historia de amor. En Aliados, Max Vatan (Brad Pitt) es un Teniente Coronel que llega a Casablanca (Marruecos) en 1942 con la misión de asesinar a un embajador nazi. Para esto, contará con la tapadera de matrimonio simpatizante del régimen nacionalsocialista en la que la rebelde francesa Marianne Beauséjour (Marion Cotillard) forma parte como la supuesta esposa. En esta misión casi suicida podemos ver como este dúo tiene bien en claro como son las cosas, mero trabajo, sin involucrar sentimientos. Pero en el fragor y la víspera del trabajo, y con miramientos a no salir vivos de la situación apremiante, tanto Max como Marianne se dejan llevar por sus bajos instintos y, así, al salir victoriosos e ilesos de la misión, el amor nace y comienzan una vida real de matrimonio en la Londres de 1943. Pero claro, como nada puede ser perfecto en la vida de dos espías en la 2da Guerra Mundial, los superiores de Vatan acusan a Marianne de ser agente nazi infiltrada y su esposo tendrá 72 horas para limpiar el nombre de la madre de sus hija, o bien descubrir la horrible verdad y apagar la vida de la mujer que tanto ama con sus propias manos. Zemeckis hace maravillas con la cámara: desde el paisaje desértico de marruecos (aunque se nota un poco el CGI) hasta la ciudad de Casablanca todo es perfección y se ve que a la producción no se le ha escapado ningún detalle, incluso en lo que a vestuario respecta. Los planos del realizador nos llevan junto a sus travellings a contener la respiración y ser parte de la intriga y el suspenso que tan bien maneja, apoyado por la magnífica banda de sonido compuesta por Alan Silvestri y el guión de Steven knight. La historia es simple pero efectiva: un relato romántico de espías como lo pudo haber filmado Alfred Hitchcock o como la mismísima Casablanca (1942) de la que Aliados toma y mucho; desde el lugar donde transcurre la acción hasta a pequeños guiños que el cinéfilo avesado logrará divisar. Pero aún así, no es una film homenaje, es una propuesta clásica renovada con una historia que tiene una vuelta de tuerca dramática, aunque los tráilers crean haber arruinado la sorpresa, en realidad el conflicto principal es el interno entre Vatan y Beauséjour, y como una semilla de duda bien plantada puede destruir el amor más fuerte. Brad Pitt está correcto en el papel de este pobre hombre afligido por la duda (a veces un poco inexpresivo, pero no por eso determinante), pero Marion Cotillard es la estrella del film: una dama que juega con la ambigüedad en una sola mirada que puede enamorar o asesinar. Una digna heredera de Ingrid Bergman o Greta Garbo. La química entre ambos es explosiva y uno de los puntos más fuertes del film, más que obvio si se trata de un film en donde la tensión se maneja de manera doméstica y no en las trincheras. Aliados viene a demostrarnos que las buenas historias vienen desde el relato clásico y que no necesitan de la espectacularidad visual para cautivar, sino de una mano certera como la de un director como Robert Zemeckis para renovarlas, darles una pulida y entregarlas en bandeja de plata.
Robert Zemeckis homenajea al cine clásico de la década del 40´ en un drama bélico en el que abundan los lugares comunes. La historia de Aliados nos remite a la ciudad marroquí de Casablanca —año 1942— en medio de la Segunda Guerra Mundial, dominada por el régimen nazi. Max Vatam (Brad Pitt) es un espía británico del bando aliado que conocerá a Marianne Beauséjour (Marion Cotillard), una compañera de la resistencia francesa, quien tendrá que fingir ser su esposa hasta completar, ambos, una peligrosa misión ligada a un lugarteniente nacionalsocialista. Inmersos en este ámbito la pareja se enamorará a tal punto, que cuando finalice la mortal misión, Max le ofrecerá matrimonio a la bella y extrovertida Marianne. Los dos se mudaran a Londres en donde contraerán matrimonio, tendrán una niña, conformado así una feliz familia. El problema surgirá cuando el gobierno de su país le comunique a Max que su mujer es una espía alemana infiltrada. Aliados posee una calidad de diseño y producción exquisita. El vestuario, los decorados, la ambientación en sí, nos remonta a los dramas clásicos de los años 40´ y dialoga con la época dorada de Hollywood, la del star system, en la que las parejas de actores glamorosas cautivaban con su carisma. Y aunque Cotillard y Pitt tienen una química innegable, con esto no basta. El problema del film es su estructura narrativa: es como un sinuoso camino de montaña, hay veces que nos detenemos a contemplar bellos paisajes y otras que el viaje se hace largo y tedioso. El ritmo se torna muy irregular, encima Zemeckis se entusiasma con escenas metafóricamente burdas como cuando la pareja hace el amor en un auto mientras afuera hay una furiosa tormenta de arena, o cuando Marianne pare a su hija en medio de estruendosos bombardeos surrealistas que parecen fuegos artificiales. Esta historia partida en dos bloques —el que sucede en Casablanca y el melodrama cliché que transcurre en Londres—, a pesar de su encanto vintage no logra conseguir la tonicidad de aquellas películas clásicas legendarias a las que rinde tributo.
La mentira asimilada Pareciera que de a poco Robert Zemeckis está reencauzando su carrera hacia un cine más humano y menos robótico: signos irrevocables de ello son su opus previo y el presente, dos exponentes clasicistas/ conservadores aunque bien ejecutados, sin chauvinismo de por medio. Desde hace ya mucho tiempo Robert Zemeckis padece lo que podríamos definir como el “síndrome tardío de Steven Spielberg”, un trastorno que se entiende en función de la carrera de los realizadores (salvando distancias, por supuesto). Ambos comenzaron como unos prodigios del séptimo arte y usufructuaron para bien su costado nostálgico/ aniñado, regalándonos unas cuantas obras maestras de ciencia ficción y aventuras desde la década del 70 hasta los primeros años de los 90. La racha se cortó cuando se sintieron adultos de repente y -sin período de transición- comenzaron a entregar un “film serio” tras otro, pero sin jamás regresar al nivel cualitativo y la frescura de antaño. Si bien la jugada en sí no resulta tan trágica porque en el cine siempre ha habido autores que pretenden enterrar las joyas del ayer, el verdadero problema pasa por el hecho de que los señores se enamoraron del aparato hollywoodense más lelo, léase CGI súper pomposos y estrellas símil old school. Así las cosas, una vez más nos topamos con esa inefable línea temporal que arranca con unos directores homologables al rol de adalides de la renovación, para finalmente terminar en el cajón de los veteranos conservadores con poco y nada para decir… más allá de este combo insistente que unifica lo peor del pasado (el formato narrativo exento de conflictos sociales del Hollywood clásico) y del presente (el artilugio digital en cada bendita escena). Por suerte hubo excepciones en esta etapa de decadencia, trabajos que soportan varias visiones: Spielberg por ejemplo nos dio Inteligencia artificial (Artificial intelligence, 2001), Minority report (2002) y la reciente Puente de espías (Bridge of Spies, 2015); en cambio Zemeckis no ofrece nada en verdad sorprendente desde La muerte le sienta bien (Death becomes her, 1992). Hoy Aliados (Allied, 2016) continúa el derrotero trazado por la previa En la cuerda floja (The Walk, 2015), otra propuesta clasicista hasta la médula. La historia gira en torno a la relación -en el contexto de la Segunda Guerra Mundial- entre Max Vatan (Brad Pitt), un oficial de inteligencia canadiense, y Marianne Beauséjour (Marion Cotillard), miembro de la Resistencia Francesa. La pareja se conoce en 1942, en Casablanca, con motivo de una misión centrada en el asesinato del embajador alemán; luego ambos se mudan a Londres, se casan y tienen una beba. De golpe todo se viene abajo para Vatan cuando le comunican que Beauséjour podría ser una espía germana, lo que desencadena una investigación para confirmar o rechazar la acusación. Lejos de bodrios de derecha y/o superficiales como Forrest Gump (1994), Náufrago (Cast Away, 2000) o su trilogía de animación en 3D símil maniquíes, aquí Zemeckis logra un producto digno a fuerza de “bajar unos cambios” con respecto a su obsesión con la tecnología y con las sobreactuaciones del elenco, ahora ayudado por un guión manso y astuto de Steven Knight. De hecho, a la película le viene muy bien que el tono narrativo general esté más vinculado al humanismo relativista y a la intimidad del dúo que a la fastuosidad de las locaciones, el chauvinismo o las escaramuzas cronometradas con los enemigos. La excelente labor de Pitt y Cotillard es el corazón de una epopeya sensata que no se excede en citas ni cae en clichés, construyendo tensión tanto en las secuencias románticas como en las relacionadas con el devenir bélico. La necesidad de mentir en público para sobrevivir -como ocurría en tantos otros exploitations de la Guerra Fría, el período posterior- aparece amalgamada con la asimilación de las máscaras en el ámbito privado, toda una serie de engaños superpuestos. Aliados es un opus realista, satisfactorio a nivel dramático y coherente con el mensaje primordial de fondo, el que apunta a explicitar que la guerra es una locura que destruye vidas y familias vía un ajedrez en el que mueren muchos peones por cada jerarca caído…
Un drama romántico en tiempos de guerra une los caminos de Brad Pitt y Marion Cotillard como dos asesinos que combaten a líderes nazis. Las sospechas de traición atraviesan este relato bien orquestado por Robert Zemeckis. Siguiendo el estilo de títulos como Casablanca y Encadenados, de Alfred Hitchcock, el director Robert Zemeckis abandona las alturas de su anterior película, En la cuerda floja, y sitúa su relato en época de guerra, iniciando la acción en Casablanca, en 1942. Allí dos asesinos, Max Battan -Brad Pitt-, un quebequés empleado por la Inteligencia Británica, y Marianne Beauséjour -Marion Cotillard-, miembro de la resistencia francesa, se hacen pasar por un matrimonio para eliminar a un embajador alemán. Claro que esa apariencia también trae aparejado inconvenientes y las cosas se complicarán más de lo debido cuando se enamoran. Como si fuera poco, a él se le comunica que ella es una espía que trabaja para los nazis. Desde la primera toma, con Max cayendo en paracaídas en una zona desértica, se abre el panorama de lo que será esta realización bélica que pone el acento en la relación entre los protagonistas más que en las escenas de acción, que también las tiene y muy bien resueltas. Zemeckis entrega un producto elegante, bien ambientando entre espacios en ruinas y salones brillantes donde la aristocracia encuentra sus mejores momentos sociales. Amistades peligrosas y convenientes, envíos de información, fiestas en la casa de Max y Marianne, aviones abatidos por el enemigo, desconfianza y un parto entre balas son algunas de las situaciones que presenta Aliados, que combina acertadamente el drama bélico con el deber en tiempos convulsionados y las dudas que atraviesan gran parte del relato, contagiando al espectador. El espionaje está ala orden del día, creando los climas necesarios, y bien llevados por la pareja protagónica: Pitt en la piel de un hombre frío que cumple con su misión y no duda en apretar el gatillo; y Cotillard, quien entrega esa mezcla de seducción y peligrosidad que exige su papel. Hay química entre ambos, escenas eróticas -en un automóvil casi cubierto por la arena- que el público espera y una buena historia para contar. Para los nostálgicos del cine de la "vieja escuela", la película es una opción a la hora de pagar una entrada.
Cuando el amor supera todas las barreras. Excelente idea para estas vacaciones ir a ver “Aliados”. Bajo la dirección de un enorme talento llamado Robert Zemeckis (Volver al futuro, Forrest Gump, Náufrago, entre otras tantas y muy buenas pelis) La historia comienza en el norte de África (Casablanca) en el año 1942 en plena segunda guerra mundial. En una misión de altísimo riesgo se conocen (y luego enamoran) los espías Max Vatan (Brad Pitt) y Marianne Beausêjour (Marion Cotillard) provenientes de diferentes fuerzas aliadas contra la Alemania Nazi. Al año de conocerse, casados con una beba y viviendo en Inglaterra, le llega la notificación a Max de que Marianne sería una doble espía infiltrada y que operaria para las tropas Nazis, pagando con su propia muerte si así fuera. “Aliados” es un thriller romántico, una historia sencilla pero atrapante, con intriga y suspenso, muy bien dirigida, con una impresionante fotografía y una muy bien lograda ambientación de época, donde ambos protagonistas se lucen en sus papeles. Un film ideal para disfrutar en pantalla grande.
Una irresistible apuesta por el carisma y el glamour del Hollywood clásico Así como hace un par de años Steven Spielberg se dio el gusto de filmar una película de tono y estructura clásica como Puente de espías, Robert Zemeckis dirigió este thriller romántico ambientado en plena Segunda Guerra Mundial. El resultado formal es tan vistoso como en el largometraje con Tom Hanks, pero en Aliados la narración carece de la tensión y la potencia de aquella historia de la Guerra Fría. Con un generoso presupuesto de 85 millones de dólares, el realizador de clásicos como la trilogía de Volver al futuro, Forrest Gump y Náufrago rodó un guión de Steven Knight (autor de Promesas del este y La jugada maestra) sobre dos espías enviados a Marruecos en una misión suicida en la que deben hacerse pasar por un matrimonio y -esto es Hollywood- no sólo sobreviven sino que terminan casándose y teniendo una hija. Ese es apenas el arranque de una larga trama de la que no conviene adelantar nada más. La película remite en principio de forma clara a Casablanca para luego coquetear con el cine de Alfred Hitchcock y ofrecer referencias varias que van desde Bastardos sin gloria hasta la serie The Americans, pasando por la literatura de John Le Carré y un film previo de Pitt con su ex esposa Angelina Jolie como Sr. y Sra. Smith. El rubio galán interpreta a un oficial canadiense que trabaja para el servicio de inteligencia de la Royal Air Force británica, mientras que Marion Cotillard (lo mejor de la película) es una agente de la resistencia francesa. La película tiene más romance (incluido un encuentro sexual dentro de un auto en medio de una tormenta de arena) y momentos épicos (la protagonista tiene su bebe al aire libre, en las afueras de un hospital londinense y en medio de bombardeos aéreos nazis) que escenas de acción de esas que abundan en el cine contemporáneo. De hecho, el film extraña en varios momentos la intensidad y el suspenso que tanto se agradecen en este tipo de historias y, así, se torna un poco morosa. De todas maneras, el carisma y glamour de sus intérpretes, la impecable reconstrucción de época y la irresistible apuesta old fashioned hacen de Aliados una auténtica rareza entre tanta película de superhéroes, sagas fantásticas y productos concebidos a puro vértigo. El clasicismo todavía resiste y se niega a desaparecer.
Una del Hollywood clásico, pero en la actualidad. Con Robert Zemeckis (Volver al Futuro, Forrest Gump) en la dirección, un guión de Steven Knight (Promesas del Este, Locke) y un preámbulo en Casablanca, la nostalgia y el glamour de una historia de amor entre espías encubiertos de la segunda guerra mundial, tenía todo para una épica con mayúsculas. Sumándole el ingrediente extra de unir en la pantalla al primer Brad Pitt post Brangelina con la francesa internacional Marion Cotillard. Es la historia de dos agentes aliados que se hacen pasar por marido y mujer con el objetivo de asesinar al embajador alemán. Desde los primeros encuentros, actuados para los mirones, está claro que hay una atracción real entre ellos, aunque esa claridad está dada desde el guión -ahora la mira de reojo mientras se desviste, ahora comparten una copa en la terraza nocturna- que desde el pulso o la química entre los actores, sobre todo Pitt, más distraído y aburrido que nunca. Es que no basta, para transmitir pasión real, con que un hombre y una mujer se acaricien frente a una cámara. Él, Max Vatan, parece tomarse al pie de la letra lo que dice ella, Marianne Beauséjour, en la película: "El error de los agentes encubiertos no es tener sexo entre sí, sino tener sentimientos". Una primera parte casi de trámite en el desarrollo de esa relación da paso a una segunda en la que, con la pareja consolidada, se instala un clima de misterio. Ahí viene lo mejor de Aliados, con el despliegue de sus dos o tres intrigantes vueltas argumentales que intentan despertar hasta al aletargado protagonista. A excepción de su único chiste sobre los sopores del matrimonio, los diálogos de la película son de una medianía notable, pero sobre ellos se cocina la mayor virtud del filme, su creciente sensación de enrarecimiento, de que todo está demasiado bien demasiado rápido. Con un poco más de sangre en las venas y una historia menos acomodada a las necesidades de un film, quizá la épica hubiera llegado, esa sensación de grandeza que acá queda a mitad de camino: en un opaco melodrama romántico entre dos que dicen quererse mucho.
Publicada en edición impresa.
UNA DE ESPÍAS Y AMORES Mucha expectativa extra-cinematográfica despertó este film por el supuesto romance y entre los protagonistas. Pero mas allá de este dato frívolo y desmentido, una de las cosas que le falta al film de Robert Zemeckis es la apasionada química entre la pareja de actores que solo sucede a medias. Y en general el film carece de emoción. Y eso que tiene reconstrucción, vestuario y acción impecables. Una primera parte comienza en Casablanca, la intención de emular al mítico film naufraga., donde Marion Cotillard y Brad Pitt fingen ser matrimonio y son espías letales. La segunda parte es el Londres donde la pareja enamorada se transforma en matrimonio con parto bajo los bombardeos y todo. Y allí se instala una vuelta de tuerca que le da a la película su mejor parte, donde intriga, sospecha, y dolor se apoderan de este film formalmente bello y distante. Para director y guionista la intención de hacer un clásico con una falsa nostalgia de tiempos idos. Para las fans de Pitt se lo ve bello y elegante y crece hacia el final. La Cotillard se luce como siempre.
Años 40. Segunda Guerra Mundial. Max Vatan (Brad Pitt) es un agente de inteligencia de los Aliados que debe realizar una misión casi suicida en el norte de África junto a la espía francesa Marianne Beausejour (Marion Cotillard). En la peligrosa Marruecos, nace el amor entre ellos y pronto terminan casados y viviendo una vida feliz en Londres. Pero el cuento de hadas se rompe en pedazos cuando la inteligencia inglesa descubre que Marianne puede ser en realidad una doble agente trabajando para los nazis. Robert Zemeckis es el responsable de esta enorme película de época, que se nutre de los clásicos del género para homenajear a cintas míticas como Casablanca y el cine de Hitchcock. Los encuadres panorámicos, la utilización de estudios artificiales como locaciones y los tiempos en los que se desarrolla la trama remiten al cine de los cuarenta, sin que esto haga lucir a la película anacrónica. Por el contrario, es entretenida y tiene intriga, y también una pareja protagónica con mucha química. Pitt elegante y entregado a la causa encaja a la perfección con la bella y sofisticada Cotillard. La dirección de arte, los efectos en las escenas visuales (sobre todo una secuencia en pleno bombardeo) y la puesta general lucen perfectas, como ocurre en cada filme de Zemeckis. Se podrá decir que el guión y el desenlace resultan previsibles, pero lo cierto es que las dos horas de metraje se hacen llevaderas y el resultado final es más que satisfactorio.
Crítica emitida por radio.
Todas las películas de Robert Zemeckis son muy buenas. Es una afirmación. Incluso sus tres incursiones animadas son revolucionarias aunque nunca fueron su fuerte tal como lo es el trabajo live action. Al igual que hizo con las recientes El vuelo (2012) y The walk (2015) aquí es el desarrollo de personajes lo que más importa y se logró a la perfección. Por un lado Brad Pitt con varias capas: espía, soldado, esposo y padre, genial en todos los aspectos. Y por el otro, Marion Cotillard igual que su co-protagonista pero también con un halo de misterio. El casting perfecto. La química entre los dos es abrumadora y realmente te metés en la pareja pese a las situaciones a veces extremas que muestran. O sea, por tiempo y distancia al espectador promedio le costará identificarse con un espía de la Segunda Guerra Mundial pero no con los sentimientos que emanan los actores. A través de unos planos certeros y una fotografía hermosa Zemeckis narra una historia que entretiene y se pasa volando. El guión de Steven Knight, que ha escrito tanto buenas películas como bazofias, presenta algunos vicios y arbitrariedades del género pero aún así conserva cierta originalidad en algunas secuencias. Sin dudas el director y el elenco mejoraron mucho la historia porque luego de haber visto el film y rememorarlo me da la sensación de que le faltaron diálogos de más alto impacto. Otro aspecto para destacar es el diseño de producción, pero de forma negativa porque el film parece más chico de lo que pretende ser y eso es por la falta de despliegue al tratarse de una película de guerra. Tenemos los ojos acostumbrados a grandes producciones y aquí se nota que no es el caso. Algo que podrían haber resulto de otra manera y sin dejar en evidencia la falta presupuestaria en efectos visuales. A pesar de esto el film no se ve afectado y lo enumerado unos párrafos más arriba prevalece. Aliados es una buena película que cuenta una historia de amor creíble y al mismo tiempo fantástica dentro de un hecho histórico. Sin dudas una gran opción de la cartelera para tener en cuenta.
Se les fue la mano Historia de amor, de guerra y de espionaje con Brad Pitt y Marion Cotillard abunda en situaciones inverosímiles Hay veces en las que en Hollywood se les va la mano. Como que pierden el sentido de la realidad, y se creen aquello de que son la Meca de la fantasía. Le ha sucedido a Robert Zemeckis, un director que supo conjugar situaciones fabulosas, increíbles o absurdas. Pero Aliados no es Volver al futuro, donde todo era posible en función de la diversión, y el espectador transaba con cada inverosimilitud que le planteaba la historia. Porque Aliados es, por momentos, un disparate. Un oficial canadiense (Brad Pitt) llega a Casablanca con la orden de asesinar al embajador alemán, en plena Segunda Guerra Mundial. La francesa de la Resistencia que se hará pasar por su esposa (Marion Cotillard) es valiente, segura de sí misma, y linda. Ambos saben que no deben enamorarse, pero lo hacen. Ambos saben que pueden morir en el atentado, pero lograrán su objetivo: ellos dos, solitos, sin tener un rasguño escaparán de la recepción, llena de nazis armados hasta los dientes. El amor triunfa, y finalmente se casan y viven en Inglaterra. Tienen una hijita. Hasta que un día la pareja se pone a prueba. No por cuestiones internas –ni una sola discusión tienen-, sino porque los mandos británicos desconfían de Marianne. Creen que se hace pasar por otra persona, y que es una espía alemana, así que le ponen una trampa (le dan un falso mensaje ultrasecreto a Max, que no es el Superagente 86, y si descubren que ella lo pasó a los nazis…). Si ella es espía, él debe asesinarla. Si no lo hace, los ahorcan a los dos. Y si usted es seguidor de Pitt, inmediatamente lo que contamos le recordará a Sr. y Sra. Smith. Claro que aquello era una comedia romántica de aventuras, y Aliados se presenta como un drama romántico. Pero poco a poco las cosas que no tienen ni pies ni cabeza siguen aumentando. El parto de Marianne en plena calle, de noche y bajo un bombardeo, con las enfermeras aplaudiendo es sólo un ejemplo. El desenlace es otro. El rictus de Pitt, que parece que algo se hubiera hecho en el rostro porque no tiene una sola arruga ni en las escasas oportunidades que Max tiene de sonreír, esa circunspección contrasta con la falta de seriedad de un guión tosco -y eso que es de Steven Knight, el de Promesas del Este, con muchos personajes anecdóticos y sin carnadura en los principales.
Robert Zemeckis sabe cómo contar una historia. No importa si su argumento es un “meh”, el director logra atraparnos de principio a fin con escasos recursos. “Aliados” (Allied, 2016) tiene un poco de todo: acción, romance, intriga y drama en medio de la segunda Guerra Mundial. La cosa arranca en Casablanca (Marruecos) en el año 1942. Brad Pitt es Max Vatan, un oficial de inteligencia de la Fuerza Aérea Canadiense que se infiltra en el país con la misión de asesinar al embajador alemán. Para lograrlo tiene que hacer equipo con Marianne Beausejour (Marion Cotillard), miembro de la resistencia francesa que logró escapar de las garras del enemigo antes de que sus compañeros sean asesinados. Durante seis semanas, Vatan y Beausejour deben fingir ser marido y mujer como tapadera para logar su cometido. La tarea resulta un éxito y ambos escapan a Londres donde el enamoramiento que comenzó en Marruecos termina en casorio. La parejita se muda a una casa de las afueras, con el tiempo le dan la bienvenida a su primera hija, mientras Max sigue con su trabajo de inteligencia desde un escritorio. La guerra no da cuartel, como tampoco los bombardeos en la ciudad, pero pronto empiezan a surgir las dudad sobre la verdadera identidad de Beausejour y la posibilidad de que sea una espía alemana. Zemeckis nos lleva desde la intensidad de Marruecos y la acción de una misión suicida, hasta el romance más fogoso, y la vida rutinaria del matrimonio. Una vez que empiezan las sospechas nos pone del lado del conflictuado Vatan que debe elegir entre el amor hacia su esposa o la lealtad hacia su país si la traición se confirma. “Aliados” no sobresale desde ninguno de sus rubros, pero la suma de sus partes funciona como una historia entretenida y llena de suspenso. Pitt y Cotillard tienen buena química y a hacen valer en la pantalla, ya sea en medio de los tiros o las escenas más fogosas. El planteo en sencillo: Vatan corre contrarreloj para tratar de descubrir la verdad antes que sus superiores. La idea y el desarrollo pueden resultar un tanto sencillos para el despliegue y el presupuesto que ostenta la película, pero el director lo hace llevadero como en la mayoría de sus producciones. “Aliados” es una típica historia de espías enamorados. Zemeckis la cuenta con elegancia y clasicismo, poniendo el foco en el carácter de sus personajes principales, y sobre todo en Vatan, desde donde nos invita a pararnos y a sufrir este predicamento junto a él. La reconstrucción de época es hermosa, como los hijitos que pudieran llegar a tener Pitt y Cotillard. Los efectos, como siempre, están al servicio de la historia y bien cumplen su cometido para ubicarnos en medio del conflicto bélico. No hay nada malo con “Aliados”, pero tampoco hay nada para destacar, más allá de una trama bien contada y actuada, que suma en el cine, pero bien se puede disfrutar en pantuflas desde el living de casa.
La primera impresión después de ver Aliados es de desconcierto, no puedo creer que el responsable de joyas como Forrest Gump, Náufragos y El vuelo haya podido llevar adelante tan fallido film. Desde el comienzo ya la película muestras sus dudas, un paracaidista cae en un paraje desértico de Casablanca africana, y al verlo pensé que estaba en el comienzo de una nueva saga de Stars War porque vemos a un Brad Pitt con su cara encerada, excesivamente posproducida, artificial menos creíble que Peter Cushing y Carrie Fisher con sus presencias digitales en Rogue One.aliados Primer error de Zemeckis, un fallo en el casting. Brad Pitt salvo raras excepciones logra sus mejores papeles en films de acción como Bastardos sin gloria, aquí Zemeckis quiere emular a los clásicos de acción y suspenso y en vez de utilizar a un “englishman” como Tom Hiddleston o un versátil Michael Fassbender para espejar aquella temporalidad del cine clásico elige al ex de Angelina Jolie. Su parsimonia es poco creíble y su calma totalmente impostada, con espías tan obvios como estos los aliados nunca hubieran podido ganar la guerra.aliados pitt El film se divide temática y cualitativamente en dos: esa primera parte en donde el bueno de Brad hace de un espía militar que se hace pasar por un francés (su fonética es pésima) casado con la talentosa Marion Cotillard que deben eliminar a jerarcas nazis y la segunda donde ellos ya viven en Inglaterra casados legalmente y con un hijo por venir, aquí la película sale de su sopor y se vuelve dinámica, inquieta y Brad consigue sacar algo de punta al lápiz para no terminar con un aplazo final aunque no le alcance para aprobar. alle pint La película funciona así como esos partidos de futbol donde tu equipo pierde por un par de goles y se despierta faltando minutos para el final, no termina abucheado por la entrega postrera pero la desazón y la tristeza afloran en los simpatizantes. Imagino que Zemeckis decidió tomar riegos y salir de sus patrones fílmicos habituales al querer emular aquella temporalidad de los viejos clásicos como el obvio Casablanca y en la segunda mitad echo mano de aquel efectivo suspense del viejo Hitch pero no alcanzó para redondear un film aceptable.alle pint2 Zemeckis parece estar en una zona de dudas y replanteos de su cine porque ya su anterior film The Walk lo mostraban poco consistente tanto en el guión como en el casting (nunca fue creíble Joseph Gordon-Levitt como el fantástico equilibrista francés Philippe Petit) pero Aliados está unos pasos atrás de esta en todos los sentidos. Tampoco es cosa de eclipsar con este fallido intento una filmografía brillante y esperemos que le pueda servir al gran Roberto para volver a las fuentes con ese tono original entre comedia, ironía y ternura que ha logrado establecer en sus anteriores films y que lo convierten en un clásico.
Robert Zemeckis es un realizador ecléctico, que no se ha visto atado por ningún género a lo largo de su carrera. Bien se puede notar que algo que ha marcado a su filmografía fue el tratar de ser un pionero, con el uso de tecnología de punta para fortalecer sus proyectos, fueran aciertos (Who Framed Roger Rabbit, Forrest Gump) o no (A Christmas Carol, Beowulf, The Polar Express). Después de su último esfuerzo para innovar en términos de la experiencia cinematográfica con The Walk, el cineasta optó por limpiarse el paladar con una película despojada de efectos, de un tipo que hasta ahora no había abordado como es un thriller romántico en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Pero si ya en su último trabajo se había notado cierta ausencia de emoción que se compensaba con espectacularidad, en esta oportunidad se profundiza la carencia y la afecta en su mismo núcleo. Allied sufre de una falta de ritmo pasmosa. La idea de Steven Knight (Eastern Promises, Locke) puede haber sonado mejor en papel, pero a la hora de trasponerla a la pantalla grande pierde todo tipo de cadencia y se extiende por dos largas horas. La perjudica el hecho de que el conflicto central –aquel que se anticipaba en la sinopsis y en los avances- empieza a gestarse después de los primeros 60 minutos, con lo que la experiencia se vuelve densa. Tampoco ayuda el hecho de que las interpretaciones de Brad Pitt y Marion Cotillard sean tan solo correctas y la química no abunde; para terminar de dar forma a un proyecto al que no le sienta mejor calificativo que insulso. Al estilo del Hollywood clásico pero actualizado para estos tiempos –se disparan algunos “fuck”, la hermana de Max (Lizzy Caplan) es abiertamente lesbiana-, Zemeckis aspira a canalizar a Michael Curtiz. Es obvia la comparación con Casablanca dado que a eso apunta el director, con otra visita a la ciudad marroquí para explorar una historia de amor atravesada por el conflicto bélico, con la inclusión de La Marsellesa en el argumento y otras tantas referencias. Hay también un notable cuidado en términos de producción, con una distinguida representación de época. Esa atención al detalle es propia del cineasta, cuya pericia en el rubro tecnológico es bien sabida. Pero en el mismo sentido que sus films realizados con captura de movimiento, que aspiran a la interpretación más realista que se pueda y acaban con personajes plásticos u ojos despojados de vida, Allied no tiene pulso. La historia atrapa, tiene algunos buenos recursos y un final valiente, pero hay una clara distinción entre cada acto que signa la suerte del resultado total. El primero ayuda a presentar a los protagonistas, sienta las bases para su incipiente historia de amor y concluye con una sólida secuencia de acción. Pero tiene una extensión desproporcionada en relación a los eventos posteriores y retarda el surgimiento del verdadero conflicto, restándole intriga, peso dramático e incluso verosimilitud. Zemeckis obtiene así un drama de época que luce bien pero que se siente algo vacío. “Mantengo las emociones reales, solo así funciona” es lo que repite la espía Marianne Beauséjour en más de una oportunidad, un consejo del que una película sin corazón se podría haber beneficiado.
“Aliados”: el romance, con fondo de guerra Robert Zemeckis vuelve al pasado con un gozoso film en el que Brad Pitt y Marion Cotillard deben fingir ser esposos. Arrojado en paracaídas sobre el desierto marroquí por el servicio secreto inglés, Brad Pitt regresa a la Segunda Guerra Mundial para ejecutar una misión suicida junto a la agente de la Resistencia que encarna Marion Cotillard. Como el plan para asesinar al embajador nazi en Casablanca requiere que ambos héroes simulen estar felizmente casados, obviamente la preparación del atentado se va desarrollando dentro de un creciente clima de tensión erótico-romántica, lo que podría terminar llevando las cosas demasiado lejos. Con "Aliados", Robert Zemeckis le da un giro moderno al más anticuado estilo de películas hollywoodenses que combinaban el cine bélico con intrigas de espías llenas de suspenso, acción y romance que podían culminar en melodramas desaforados. Justamente, la gracia de "Aliados" es atreverse a narrar ese tipo de historias que ya nadie filma. Más allá de la obvia referencia a "Casablanca", Zemeckis despliega su veta mas hitchcockiana para encerrar a sus personajes en un laberinto pesadillesco que se vuelve progresivamente más retorcido y paranoico. La primera mitad del film dedicado al atentado en Marruecos enfatiza la estética de los años '40, estilizando al máximo los detalles de la dirección de arte y la estética exótica de esas situaciones románticas y también violentas. Cuando la acción lleva a los protagonistas a Inglaterra, el film acentúa aun más su mezcla de géneros acompañando el desesperante melodrama y sus implicaciones conspirativas con decorados kafkianos y toques de humor negro. Está claro que la película no tiene ni intenta tener demasiado rigor histórico en lo que respecta a la ambientación de época, algo que permite que la guerra sirva de marco para desarrollar a fondo el melodrama que en sus momentos culminantes genera un ritmo vertiginoso. En estas escenas Brad Pitt resulta más convincente que cuando la trama exige emotividad, pero si el film funciona es gracias al talento de Marion Cotillard, cuya actuación no sólo genera química con su coprotagonista sino también el enigma permanente que debe provocar su personaje. "Aliados" a veces puede parecer mas extraña que auténticamente eficaz, pero incluye hallazgos visuales y argumentales en los que el director de "Volver al futuro" explora su lado más oscuro y personal.
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UNA HISTORIA TRAMPOSA COMO UNA (LOGRADA) MAMUSKA RUSA Años 40, Segunda Guerra Mundial. Max Vatan (Brad Pitt) es un agente de inteligencia de los Aliados que debe realizar una misión casi suicida en el norte de África junto a la espía francesa Marianne Beausejour (Marion Cotillard). En la peligrosa Marruecos, nace el amor entre ellos y pronto terminan casados y viviendo una vida feliz en Londres. Pero el cuento de hadas se rompe en pedazos cuando la inteligencia inglesa descubre que Marianne puede ser en realidad una doble agente trabajando para los nazis. Robert Zemeckis (Volver al futuro, Forrest Gump, Náufrago) es el responsable de esta enorme película de época, que se nutre de los clásicos del género para homenajear a cintas míticas como Casablanca y el cine de Hitchcock. Los encuadres panorámicos, la utilización de estudios artificiales como locaciones y los tiempos en los que se desarrolla la trama remiten al cine de los cuarenta, sin que esto haga lucir a la película anacrónica. Por el contrario, es entretenida y tiene intriga, y también una pareja protagónica con mucha química. Pitt elegante y entregado a la causa encaja a la perfección con la bella y sofisticada Cotillard. La dirección de arte, los efectos en las escenas visuales (sobre todo una secuencia en pleno bombardeo) y la puesta general lucen perfectas, como ocurre en cada filme de Zemeckis. Se podrá decir que el guión y el desenlace resultan previsibles, pero lo cierto es que las dos horas de metraje se hacen llevaderas y el resultado final es más que satisfactorio. ALIADOS Allied. Estados Unidos/Reino Unido, 2016. Dirección: Robert Zemeckis. Intérpretes: Brad Pitt, Marion Cotillard, Jared Harris, Simon McBurney, Lizzy Caplan, Daniel Betts, Marion Bailey y Matthew Goode. Guión: Steven Knight. Fotografía: Don Burgess. Música: Alan Silvestri. Edición: Mick Audsley y Jeremiah O’Driscoll. Diseño de producción: Gary Freeman. Duración: 124 minutos.
Segunda Guerra Mundial. El espía Max (Brad Pitt) es enviado Casablanca, Marruecos, para una misión en conjunto con la también espía aliada Marianne (Marion Cotillard). A medida que se acerca la fecha de la misión, la pareja se va uniendo cada vez mas, pasando del matrimonio falso a una relación amorosa real. Luego de cumplir su cometido, ya viviendo en Inglaterra, los jefes de Max le advierten sobre una fuerte sospecha que va creciendo entre los aliados, y es que Marianne es una doble agente nazi. Con un poco de retraso en Argentina con respecto al resto de los países de habla hispana, nos llega Aliados, el nuevo film del siempre interesante Robert Zemeckis, que por desgracia viene con toda la polémica de la separación de Brad Pitt y Angelina Jolie y todo el asunto que a nosotros los cinéfilos nos tiene sin cuidado. Polémicas faranduleras aparte, podemos decir que Aliados no es un film para cualquiera, pese adentrarse una vez mas en la época de la Segunda Guerra Mundial, temática que a muchos espectadores y críticos empieza a cansar; pero que sí está abordada desde un lugar inteligente,siempre habrá historias para contar. Por suerte este es el caso de Aliados, ya que gracias a el guión escrito por Steven Knight, no veremos otra trama sobre los héroes aliados peleando contra los nazis malos malosos, o al típico héroe norteamericano sacrificándose contra un pelotón de alemanes para salvar a un puñado de soldados. No, la historia de Aliados es mucho más intima y sencilla, centrándose únicamente en la pareja protagonista y la duda in crescendo que empieza a nacer en uno de ellos. Y es que además de lo bien llevada y construida que esta la trama (eso si, en los primeros veinte minutos nos podemos llegar a aburrir un poco), hay muchas referencias al cine clásico, y en especial a la propia Casablanca. Seguramente el cinéfilo de alma sabrá apreciar esto. La dirección de Zemeckis acompaña de forma muy sobria el guión, destacándose especialmente en los pocos tiroteos que hay a lo largo de la película siempre centrándose en Max y Marianne, dándonos a entender siempre, que ellos son los protagonistas. Es una lástima que entre Brad Pitt y Marion Cotillard no exista la química necesaria que sus personajes debían tener, y en más de una escena romántica se los nota distantes y fríos. Aunque los actores logran sacar adelante a los personajes gracias en especial a su talento personal. Aliados es una buena película y un paso adelante luego de la también buena En la Cuerda Floja. Pese a ser criticado por algunos medios, Robert Zemeckis es uno de los directores más regulares que hay, y siempre es interesante ver sus nuevos proyectos.
Hasta que la muerte los separe. Es 1942. Max Vaten, un piloto canadiense que trabaja para la inteligencia británica, llega a Casablanca con el objetivo de asesinar al embajador alemán. Allí conoce a su contacto, Marianne Beausejour, con quien plantean la coartada de marido y mujer para poder acercarse a su blanco. Planificando la operación, se enamoran y, al regresar a Londres, se casan y tienen una hija. La cosa se complicará cuando los superiores de Max sospechen que Marianne es una agente nazi que entrega información aprovechando su vínculo con su esposo. A partir de aquí comienza una carrera contra el tiempo por probar la inocencia de Marianne, porque de ser encontrada culpable, Max deberá matarla y si no lo hace, él será ejecutado. Si bien trata de combinar el romance con el espionaje, en materia estructura, Aliados te ofrece dos películas al precio de una. La primera es como se construye dicho romance –– y posteriormente familia–– entre los protagonistas. La segunda es el conflicto hecho y derecho sobre el descubrir si la mujer en cuestión es una agente Nazi. La ventaja que trae abarcar una premisa de esta manera es que no discutís bajo ningún concepto lo mucho que se aman los personajes; por otro lado, la desventaja que trae es que esto puede ser interpretado como una falencia o un arrastre hasta el verdadero conflicto central de la película que no aparece sino hasta una hora de pasado el metraje. El guión se propone sostener este formato planteando intriga y obstáculos en ambas historias, inscribiéndose en la tradición de las viejas películas de espionaje de los años 40 (pero con una violencia en las escenas de acción más propias de esta época). Un sostén progresivo y que mantiene el interés del espectador, pero que conduce a un desenlace poco satisfactorio que no nace de la iniciativa del protagonista. Aunque debe decirse que si la película se narraba estrictamente desde el punto de vista del personaje de Marion Cotillard, otro hubiera sido el resultado. Por el costado técnico salta a la vista el clasicismo de la dirección de Zemeckis; cada composición de cuadro y cada movimiento de cámara tienen están llenos de significado. Este está apoyado en una correcta fotografía y una dirección de arte que por momentos te da la pauta que si alguien filmara la película Casablanca en la actualidad sería en decorados así. Brad Pitt y Marion Cotillard entregan buenas interpretaciones, tanto juntos como por separado, al menos durante la primera mitad. No obstante, en la segunda mitad de la película es Cotillard con su sobriedad la que obtiene la nota alta, mientras que Pitt sucumbe de tanto a alguna que otra exageración o falta de credibilidad. Conclusión: A pesar de su inusual estructura narrativa y su poco satisfactorio final, Aliados es una película que cumple su función de “star vehicle” para sus intérpretes, cuya química es una de sus mayores virtudes, junto a la impecable puesta en escena de Zemeckis. Si querés ver a dos actores hacer lo que saben hacer mejor, puede que le quieras dar una oportunidad.
“Aliados”: amor (y traición) en tiempos de guerra Año 1942, Segunda Guerra Mundial. Max Vatan (Brad Pitt) es un agente oficial de inteligencia que se infiltra en la ciudad de Casablanca, Marruecos. Allí se encuentra con Marianne Beauséjour (Marion Cotillard), una luchadora de la resistencia francesa con quien debe trabajar en equipo para cumplir una misión: matar al embajador alemán durante una fiesta. En los días previos al evento, ambos deben hacerse pasar como marido y mujer, hacer relaciones públicas y repasar todo el plan del atentado para evitar fallas. Es una misión en la que tienen muy pocas chances de sobrevivir, y lo saben. Eso ayuda a que, lentamente, se vayan enamorando. Por suerte, todo sale bien y escapan ilesos. Lo que hace Max es llevarla a Londres, para poder casarse y estar finalmente juntos. Aunque la guerra continúa, mientras él sigue trabajando como oficial, su vida juntos florece y hasta tienen una hija. Pero un día a Vatan le comunican que Marianne podría ser en realidad una agente doble al servicio de los nazis y ponen en marcha un plan para verificar si esto es así. Será entonces cuando, dolido por la información que le dan, empiece a sospechar y lleve a cabo una investigación para descubrir la verdad sobre su esposa. Si descubre que es cierto, se verá obligado a matarla, porque si así no lo hace lo ejecutarán por traición. De esto trata “Aliados” (Allied, 2016), la nueva película del director Robert Zemeckis que, según el guionista Steven Knight, está basada en una historia que le contaron cuando era joven. La parte bélica es sólo una excusa para contar esta historia de amor que en algún momento intenta jugar más con la angustiante duda del protagonista que otra cosa. Y también pretende que el espectador sufra en ese proceso con él. Pero el realizador de “Volver al Futuro” (Back to the Future, 1985) no logra potenciar eso, ni juega demasiado a ese juego de sospechas encontradas que hubiese enriquecido más a un film que parece quedarse sin potencia. Es como si fuera un automóvil que pasa de nafta a gas. Otra cosa que llama la atención son las actuaciones. Bah, en realidad la actuación de Pitt, ya que Cotillard está tan fresca, efectiva y hermosa como siempre. Al galán rubio se lo ve algo incómodo tratando de ponerse en la piel de un personaje que no habla mucho y que debe transmitir más con su cara y sus gestos. Es muy raro que un actor con tanto oficio y que, por lo general, enamora fácilmente a la cámara se lo vea tan fuera de lugar. Toda la recreación de época es increíble, con unos escenarios y vestuarios maravillosos, y un guiño tremendo en la primera parte al gran clásico “Casablanca” (1942). Y no mucho más que eso. Está claro que Zemeckis es del riñón de Steven Spielberg y se ve mucho de él en este largometraje, pero ni la historia de amor, ni el desarrollo, ni los personajes alcanzan la épica que, por ejemplo, les hubiera dado el realizador de “Rescatando al Soldado Ryan” (Saving Private Ryan, 1998). Sí, lo sabemos, Spielberg saca oro de las rocas, pero también Zemeckis es un talentoso con una larga trayectoria de filmes emblemáticos. ¿Qué lo llevó a querer realizar este largometraje y de la forma en que lo hizo? Nos quedaremos con la duda. “Aliados” se erige entonces como una película menor que no quedará en la retina ni en la memoria del público por demasiado tiempo. No es que sea mala, pero tampoco guarda mucha diferencia con aquellos films de Danielle Steel hechos para televisión. En esta batalla, lamentablemente perdieron.
La historia tiene un poco de todo: romance, espionaje y un toque bélico. Comienza bien con los personajes en Casablanca con intriga y esplendor pero cuando se traslada a Londres va perdiendo la intensidad, el ritmo y la trama van cayendo. No aportan demasiado algunos excesos melodramáticos. La historia cerca del final se va abatiendo y tiene un final previsible. Las actuaciones resultan desparejas. Muy buena ambientación y fotografía. Tiene un claro homenaje a "Casablanca" y al cine de Hitchcock. Entretiene y es un buen pasatiempo pero no está a la altura de otras películas de Robert Zemeckis como por ejemplo “Forrest Gump”, “Náufrago” o “El vuelo”, entre otras.
Un drama romántico que viaja al pasado. Con trasfondo de Segunda Guerra y una trama de espías, la película tiene detalles interesantes. Pero Brad Pitt no da la talla. A Robert Zemeckis, director de Volver al futuro, le gusta volver al pasado. Al pasado cinematográfico. A los seriales de aventuras, desde una mirada irónica, en el caso de Tras la esmeralda perdida. Al film noir de los años 40, y al mismo tiempo a los dibujos animados de la Warner en la misma época, en ¿Quién engañó a Roger Rabbitt? Ahora se trata en parte del drama romántico con trasfondo de Segunda Guerra, y en parte del drama romántico de espías, dos especialidades también de los años 40. Zemeckis tiende a descansar sobre el aparato cinematográfico. En ocasiones previas, las actuaciones de Michael J. Fox (Volver al futuro), Tom Hanks (Náufrago), incluso Denzel Washington (El vuelo), proveyeron a sus películas del factor humano. En esta ocasión, en que ese factor debería adquirir mayor peso que nunca (se juega en la fina línea entre el amor y la sospecha), Brad Pitt no da la talla, con Marion Cotillard sola no alcanza y la cámara de Zemeckis demuestra no ser ducha en buscar la emoción de sus intérpretes. Que un inglés escriba el guion de una película de espías es, de antemano, un buen dato: los británicos, maestros de ese arte, dominan también el de narrarlo. Guionista muy solicitado tanto en cine como en televisión, Steven Knight escribió los de Negocios entrañables (Dirty Pretty Things, de Stephen Frears) y Promesas del Este, de David Cronenberg, además de dirigir, sobre guion propio, el film de culto Locke. Clásica, la historia de Aliados se desarrolla en tres movimientos. En el primero, Max Vatan, agente de inteligencia canadiense (Pitt) cae en paracaídas en pleno desierto del Sahara, proveniente de París, para encontrarse en Casablanca (atención: cita) con una agente francesa a la que no conoce, y que posa de colaboracionista. Se llama Marianne Beausejour (Cotillard, con cortecito alla Lauren Bacall) y ambos deberán fingir ser marido y mujer, para ser invitados días más tarde a una fiesta en la residencia del embajador alemán y cometer allí un atentado. Si la historia es clásica es porque los que fingen amarse no tardarán en hacerlo realmente, de tal modo que el segundo movimiento, el más breve, los encuentra contrayendo matrimonio en Londres y viviendo felices. Por suerte, no para siempre: el tercer movimiento –el más brutal, trágico y apasionante– es también el más inesperado y cargado de acontecimientos, por lo cual no debe ser contado. ¿Pero si no se habla de esa última hora de película, de qué se hablará entonces? Podría decirse que Aliados es un cruce de Casablanca (además de que la primera parte de la película transcurre allí, se cuenta la historia de un personaje que en un bar poblado de oficiales alemanes se para a cantar La Marsellesa) con Tuyo es mi corazón de Hitchcock. Una Tuyo es mi corazón que no funciona, claro, porque Brad Pitt no es Cary Grant y porque no hay un personaje como el de Claude Rains. Pero ojo, Aliados no es una película desechable. Hay un par de esos actores ingleses notables, que es como si cargaran una bolsa de veneno cuyo contenido van dosificando en gestos y miradas, plano a plano. Uno es Jared Harris, pelirrojo que hacía de poco confiable jefe británico de Don Draper en Mad Men, y que aquí es el superior del teniente coronel Vatan. El otro es Simon McBurney, que hizo montones de personajes secundarios y es como una especie de ratita rastrera, que aquí se ocupa de darle a Brad Pitt, no sin cierto placer, la peor noticia. Por lo demás y salvo un par de disparates (dos chicas lesbianas que aprietan en público como si la Londres de los 40 fuera la Nueva York del siglo XXI, y una fiesta donde se consume cocaína como si ídem), está todo en su lugar. La película luce bien, hay un par de buenas escenas de suspenso, la gran escena de acción está bien montada, dice presente (aunque por poco tiempo) August Diehl, el mejor nazi del cine contemporáneo. Y Marion Cotillard está tan sensible como debía. Pero Brad Pitt no acompaña y la emoción no aparece.
IRREALES Al igual que Steven Spielberg con Puente de espías y El buen amigo gigante, Robert Zemeckis, con En la cuerda floja y Aliados, parece estar un poco a contramano del cine actual. En el caso del segundo, la interrogación sobre las superficies y construcciones genéricas, sobre la imagen como herramienta de impacto, siempre a través de la tecnología, lo ha colocado en un lugar problemático, difícil de dilucidar. ¿Cómo confluye su uso de los nuevos dispositivos tecnológicos en su diálogo con las convenciones propias del cine clásico hollywoodense? Aliados no termina de dar una respuesta definitiva y es, incluso, la película más desconcertante del realizador en los últimos años. En verdad, Aliados es dos películas dentro de una y a partir de allí comienzan sus movimientos desconcertantes: durante su primera mitad, se centra en Max Vatan (Brad Pitt), un oficial de inteligencia canadiense que debe realizar una peligrosa misión en Marruecos con la ayuda de Marianne Beauséjour (Marion Cotillard), una integrante de la Resistencia francesa. Allí el film apuesta a la sensación de peligro permanente, de constante amenaza frente a lo que se intuye como una tarea casi imposible de concretar por los desafíos que implica, pero también a un creciente romanticismo, a partir del vínculo amoroso que va creciendo entre ambos protagonistas. La segunda mitad transcurre en Londres, con Marianne y Max ya casados y con una hija recién nacida, viviendo felices hasta que a Max le comunican que su esposa posiblemente sea una espía alemana, a la que deberá ejecutar si se comprueban las sospechas. Ahí el tono cambia y Zemeckis apunta a brindarle al relato un clima paranoico y sombrío, donde la perspectiva es casi enteramente masculina, siendo Max el que lleva adelante el conflicto. Si los personajes de Aliados parecen estar todo el tiempo a prueba, buscando vencer sus propios miedos, desconfianzas y paranoias, Zemeckis, a través del guión de Steven Knight (el mismo de Promesas del Este), testea más que nada al espectador, cambiando de reglas genéricas, invocando casi explícitamente el espíritu de films como Casablanca, Lawrence de Arabia o El paciente inglés, y claro, recurriendo a la imagen como instrumento narrativo. Por momentos, determinados planos y encuadres dicen mucho más que los protagonistas, a pesar de la abundancia de diálogos. Y es ahí donde surge lo mejor de la película, porque germina de la innegable pericia del cineasta: el plano inicial, donde se ve a Max aterrizando en paracaídas en medio del desierto; la caída en picada de un avión durante un bombardeo a Londres; o una secuencia decisiva en un aeropuerto donde todos los acontecimientos se observan desde el interior de un auto; todas ellas son secuencias que muestran a un realizador con una capacidad notable para narrar desde la más pura composición audiovisual, diciendo mucho sobre las interacciones de superficies y profundidades en los discursos y hechos. Pero claro, Aliados es también un film de diálogos, de idas y vueltas en el medio de una trama de espionaje, de un vínculo amoroso puesto a prueba, de incluso una reflexividad sobre la forma en que el hombre y la mujer de esa época se construyen a sí mismos y al otro. Ahí es donde la película falla, donde se revela como un vehículo de imágenes sumamente atractivas, incluso icónicas, pero también como una cáscara vacía, donde los dilemas de los personajes no terminan de generar la empatía requerida. El film está atravesado por una permanente sensación de artificio, como si fuera un objeto lejano, perfectamente compuesto pero eventualmente irreal. En eso también inciden las actuaciones, porque si Cotillard encuentra un tono sobrio y relajado para un personaje que queda algo desdibujado, la sobreactuación de Pitt queda aún más exacerbada por la centralidad del personaje que encarna. A Zemeckis es imposible negarle su ambición, su voluntad para rescatar y repensar formas narrativas clásicas desde la contemporaneidad, buscando fusionar tiempos y modalidades, para así concebir un relato más grande que la vida. Algo de eso se intuye en Aliados, pero mayormente sólo queda por Casablanca. El realizador sigue buscando su propio rumbo y teniendo en cuenta sus antecedentes, e incluso lo que hoy mismo sigue demostrando, vale la pena tenerle paciencia.
Aliados es un hermoso film dirigido por Robert Zemeckis en el que se narra la historia de un amor al que las contingencias de la Segunda Guerra Mundial pondrán a prueba. Filmado en Londres y en La Gran Canaria, ambientada como Casablanca, recreando el ambiente de la época, con las inseguridades de la guerra, pero apostando testarudamente a la vida. El clima sugerido nos remonta a películas clásicas como Casablanca, pero a la vez nos reubica en conflictos típicos de El honor de los Prizzi. Logra generar ese tiempo nostálgico, idílico y tumultuoso que pintan las historias fílmicas que revisitan esa época. Merece destacarse la perfección de las imágenes que se condicen exactamente con el mensaje que quieren dar. El tema del doble, de lo ilusorio, de lo que es dudoso, se construye en base a tomas jugadas donde espejos y reflejos permiten establecer un mundo donde es posible la duplicidad y el engaño. Donde las cosas pueden no ser como se nos presentan. Una historia de narración clásica, donde la innovación y la jugada maestra están en la construcción de lo visual, y en las muy buenas actuaciones de Brad Pitt y Marion Cotillard, que son mirados desde una cámara que tiene la distancia justa, no muy cercana, ni muy lejana. Nos permite ver, compartir la historia, pero no comprender la intimidad real de los personajes. Una película muy recomendable y disfrutable.
Casablanca siempre estuvo cerca Del gigantesco Robert Zemeckis – eterno innovador de la narrativa y director de recuerdos imborrables del cine como Forrest Gump, la trilogía de Volver al Futuro y probablemente la mejor película de animación de la historia: Who framed Roger Rabbit – Aliados (Allied, 2016) retoma la misma nostalgia por la industria fílmica que cada tanto esta en boga, para volver a los tiempos simples y optimistas de espías seductores, intrigas sencillas y romances apasionados. Vale aclarar que la nostalgia nunca sobra, por más que se vuelva repetitiva, si se la da una vuelta de tuerca lo suficientemente original para que no implique ver la misma trama por enésima vez. El guion del británico Steven Knight se toma su tiempo para crear el suspenso e introducirnos de lleno en la Casablanca de la segunda guerra (lugar emblemático del cine si los hay). Allí, el oficial de inteligencia canadiense Max Vatan (Brad Pitt) y la espía francesa Marianne Beausejour (Marion Cotillard) deberán infiltrarse en territorio nazi con la misión de eliminar al embajador alemán en territorio africano, y para eso, más allá de sus grandes habilidades como asesinos, ambos agentes deberán fingir ser marido y mujer frente a las sospechas de su entorno. Es así que tras muchos preparativos y algunas tensiones de por medio el ataque resulta un éxito, a la vez que logran escapar ilesos increíblemente de lo que parecía ser un plan suicida. Sin embargo, esto no significa más que un prólogo para la verdadera premisa que depara el film. Inevitablemente la espectacularidad de la primera parte, alternando un desarrollo interesante de los protagonistas con escenas de acción impecablemente coreografiadas, se termina diluyendo para dar paso a una trama mucho más predecible y chata. Ya con el objetivo cumplido, y lógicamente para los cánones hollywoodenses, el teatro del matrimonio de los espías Vatan y Beausejour pronto se convierte en romance real que los ve casándose y teniendo una nena a tan solo un año después de su retiro en Londres. No obstante, la paz familiar dura poco tiempo, entre los constantes bombardeos que sufre la capital británica, hasta que surge la sospecha de que Marianne haya sido todo este tiempo en realidad una agente nazi encubierta, poniendo en juego la confianza de su marido Max mientras intenta descubrir la verdadera identidad de su mujer. Aquí radica una de las mayores falencias de Aliados, y es que luego de una primera mitad desarrollando la personalidad definida de los dos personajes principales, la película termina modificando sus características básicas para lograr justificar este giro. De esta manera, Max deja de ser cauto y precavido para pasar a ser impulsivo y apresurado en su búsqueda de verdad, a la vez que Marianne pierde su carácter misterioso e insondable en función de ser más transparente en sus intenciones frente al espectador. Incluso aprovechando la gran emocionalidad de Marion Cotillard en cámara y la química compartida con Brad Pitt, sumada a la acertada visión cruel y paranoica de Zemeckis sobre la época (la escena surrealista que combina la caída de un bombardero alemán con un picnic romántico da cuenta de la agudeza del director), la incertidumbre sobre el verdadero bando de Marianne nunca termina de convencer como verosímil y se reduce únicamente a dos posibilidades: si es o no traidora a la resistencia. En un contexto de moralidad difusa como el que plantea el film, ninguna conclusión cierra del todo si se nos restringe a decidir entre blanco o negro. “Mantengo las emociones reales. Por eso funciona”, le confiesa varias veces Marianne a su esposo refiriéndose a la habilidad que tiene para falsear sentimientos. Si se pudiera parafrasear esta reflexión, resulta curioso que Aliados funcione mejor durante la primera parte, cuando las emociones no son edulcoradas y la adrenalina de la misión se funde con la seducción platónica de los protagonistas simulando el matrimonio. En todo caso, para ver romance siempre será mejor volver a ver la despedida de Ingmar Bergman y Humphrey Bogart en Casablanca.
Este drama de espionaje que transcurre durante la Segunda Guerra Mundial del director de “Volver al futuro” tiene como protagonistas a Brad Pitt y Marion Cotillard. Se trata de una película que respeta y homenajea –acaso en demasía, al punto de la imitación– los códigos y la estética del cine clásico de los años ’40. ALIADOS es una buena película para analizar en las discusiones o charlas sobre clasicismo cinematográfico. No necesariamente para tomarla como ejemplo, aclaro, sino para discutir los placeres y las limitaciones de hacer (y de ver) “una película como las de antes”. Eso es, en principio, la nueva película de Robert Zemeckis, uno de los cineastas de la generación que creció amando al Hollywood clásico y que, en la mayoría de sus películas, se ha mostrado muy respetuoso con sus formas. Protagonizada por Brad Pitt y Marion Cotillard como una pareja de espías que enfrenta a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, ALIADOS sigue los parámetros de muchas películas hechas en esa época. La duda es hasta qué punto esa imitación de un modelo no resulta otra cosa que un ejercicio de estilo sin verdadera pasión y lo que llamamos clásico se vuelve simplemente académico, viejo, falto de vida. Uno siente que cada uno de los movimientos narrativos de esta película están más cerca de una película como CASABLANCA que, digamos, BASTARDOS SIN GLORIA (por nombrar otro filme con Brad Pitt combatiendo nazis), pero de algún modo los riesgos narrativos de la película de Quentin Tarantino generaban en el espectador una tensión que la película de Zemeckis raramente produce. Uno la ve y la puede apreciar como una copia de una pieza de museo, o como podría disfrutar de una banda que hace excelentes covers de los Beatles, pero hay algo hueco en ese ejercicio imitativo que la perjudica en lo específicamente humano. Es como una película hecha con muñecos de cera. ALIADOS se divide claramente en dos partes y, asumiendo que entramos en su modelo “backlot” (no sé si la película fue filmada o no toda en estudios pero hace esfuerzos para que eso parezca), la segunda mitad es claramente más interesante y ambigua que la primera. Al principio, cuesta asumir un par de contradicciones de la estética Zemeckis: el apego al clasicismo mezclado con ostensibles efectos digitales (una obsesión del director) que acá están muy claros de entrada, desde que un Pitt digital desciende en un paracaidas en el desierto y luego vemos su rostro rejuvenecido con algún tipo de efecto de posproducción. La imagen en extremo digital del filme (al menos donde yo lo vi) tampoco ayudaba a recuperar ese clima de películas de los ’40 y ’50. El calor y color del celuloide se pierden en el fuerte contraste de las imágenes electrónicas: esa “magia clásica” desaparece. En su primera mitad el guión parece avanzar lenta y tranquilamente por patrones conocidos, con Pitt actuando como si se estuviera un tanto pasado de ansiolíticos y con Cotillard poniendo toda la carne al asador –literalmente– para que a esta historia le corra sangre por las venas. El es un teniente canadiense que está en Europa bajo el ala de la RAF británica y ella es una espía que trabaja para la resistencia francesa. Se conocen en, sí, Casablanca, y juntos deben hacerse pasar por un matrimonio y así planean el asesinato de un jerarca nazi, operativo que toma todo el primer acto del filme, más de 40 minutos. De ese amor falso nace uno verdadero, pero uno que tendrá sus complicaciones a partir de algunas revelaciones que vuelven a la segunda mitad del filme mucho más intrigante. Ya en Londres, la pareja tiene una hija y se enfrentan con sospechas, trampas y dudas con respecto a su propia estabilidad matrimonial. ¿Hay algún engaño entre ellos también? ¿Cuándo un espía deja de ser espía para convertirse en una persona honesta con sus sentimientos? ¿Y si todo fuera una fachada? Zemeckis juega muy bien con las posibilidades narrativas y éticas que esta situación despierta y en esa parte se construye una historia con más ambigüedades y zonas grises, sin perder el clasicismo narrativo del principio. A tal punto esa parte es más rica en matices que hasta que el propio Pitt parece despertarse del letargo que lo tenía atado en la primera mitad del filme. Es entonces que ALIADOS deja de ser un facsimil electrónico de una película clásica para volverse una realmente vibrante. Acaso se trate de que el guión de allí en adelante genera más interés que al principio y las performances parecen más vivas y menos pose para tapa de Vanity Fair sobre el “Glamour del Era Dorada de Hollywood”. La tensión, los nervios y la emoción crecen y de golpe uno entra en la película y deja de mirarla desde afuera, como se mira la mayoría de los ejercicios de estilo. Algunos han comparado a ALIADOS con PUENTE DE ESPIAS. Y si bien es cierto que hay puntos en común entre los cineastas, los estilos y hasta las historias, la película de Spielberg tenía una verosimilitud propia que le permitía homenajear el pasado sin citarlo tan directamente, volviendo más verdaderos y realistas los conflictos de sus personajes. Los mejores cineastas clásicos –como Spielberg o Eastwood– utilizan los formatos patentados en el Hollywood de los ’30 y los ’40 como punto de partida, como materia base a partir de la cual crear sus mundos. Otros –como Zemeckis, Ron Howard o el propio George Lucas– a veces tienden a caer en el error de creer que el clasicismo es un formato que se presta para la reproducción, para la copia textual, y pierden claramente en el juego, ya que sus filmes se vuelven ejercicios, covers, imitaciones de algo que no existe más. ALIADOS cobra vida cuando la trama y los problemas de los personajes se llevan por encima al ejercicio al punto de hacernos olvidar que estamos viendo una película “old fashioned” y entramos en ella de la misma manera en la que compramos las “falsedades” de las películas de Michael Curtiz, Fritz Lang o el propio Alfred Hitchcock, por citar algunos directores de entonces. El estilo colabora, pero no se puede depender solo de él para construir una ficción. Cuando Zemeckis deja de ser tan respetuoso y codificado, ALIADOS –y Brad Pitt– ganan en nervio e intensidad. Antes de eso, no es mucho más que una elegante imitación de un objeto de museo.
La nueva película de Robert Zemeckis ingresa en el terreno bélico, pero parece ponderar el amor sentimental por encima del patriótico. Nuestra calificación: buena Una de las ventajas de que la Segunda Guerra Mundial haya terminado hace tanto tiempo es que la propaganda patriótica se ha atenuado en simple género bélico. Ahora una película de guerra hollywoodense puede permitirse ciertos temas sin que a nadie se le ocurra acusarla de alta traición. Claro que Estados Unidos siempre está más o menos en guerra contra algún país, por lo que hay abundantes ejemplos en la historia del cine de películas bélicas marcadas con la cruz del más servil patrioterismo. No es en absoluto el caso de Aliados, el último título del cada vez menos aplaudido Robert Zemeckis (autor de las indiscutibles Regreso al futuro, Forrest Gump y Náufrago) quien apuesta por una trama en la que la lealtad al amor parece tener tanta o más fuerza que la lealtad a la patria. Para ser precisos, se trata de un romance entre espías que tiene como fondo la Segunda Guerra Mundial. Un oficial canadiense, interpretado por Brad Pitt, se contacta en Marruecos con una integrante de la resistencia francesa (Marion Cotillard) para cometer juntos un atentado contra un jerarca nazi en Casablanca. La sola mención de esa ciudad basta para remitir al clásico de Michael Curtiz. Pero salvo por el decorado y el vestuario, Zemeckis nos ahorra las referencias melancólicas. La historia que debe contar es tan poderosa que antes que perder el tiempo con guiños cinéfilos prefiere extenderse (que no es lo mismo que profundizar) en la relación sentimental e instrumental entre los espías. Esa demora lo hace incurrir en algunas escenas de un efectismo díficil de perdonar, como la primera relación sexual de la pareja en un auto en medio de una tormenta del desierto. Sin mencionar la fotografía satinada, académica, que se ha impuesto como un canon para representar cualquier época anterior a la década de 1960. Sobran también los anacronismos (una lista exhaustiva e insidiosa puede leerse en la sección "goofs" de imdb.com). Los más graves, no obstante, no son los que muestran un artefacto que no existía en aquellos años (en Shakespeare suenan campanas en la Roma imperial y en Rembrandt los personajes bíblicos lucen como campesinos holandeses). Los más graves son los anacronismos culturales. La proyección retrospectiva de ideas actuales a un tiempo pasado en el que imperaban otras pautas sociales y psicológicas. Tan convencido está Zemeckis del mensaje de humanidad sin banderas que pretende transmitir en su tragedia que no se da cuenta de las flagrantes contradicciones que está cometiendo. Su error más profundo es filosófico. En su intento por liberarse de los prejuicios ideológicos vinculados con la guerra, prefiere diseminar a lo largo de su relato toda una serie de pequeñas mentiras antes que renunciar a la estética de la verdad histórica. Mientras que Quentin Tarantino en Bastardos sin gloria (con la que Aliados comparte dos actores: Brad Pitt y August Dielh en un rol similar) hace de la ficción una fuerza ucrónica y redentora contra el horror del nazismo, Zemeckis se queda a medio camino, encerrado en el paréntesis de su propio dilema, resignado a que el cine baje la cabeza y sólo pueda balbucear, ante el gran espectáculo de la guerra, la palabra amor.
Critica emitida en Cartelera 1030 Radio Del Plata, sábados 20-22hs (AM 1030), el día 14-1-17
Un juego de espías en la guerra En plena Segunda Guerra Mundial, dos espías son enviados a Marruecos con la misión suicida de matar al embajador alemán. El (Brad Pitt) es un oficial canadiense que trabaja para el servicio de inteligencia de la Fuerza Aérea británica, y ella (Marion Cotillard) es una agente de la resistencia francesa. Los dos sobreviven a la misión y no sólo eso: se enamoran, se casan y tienen una hija. Pero después de un año la pareja se pone a prueba: las autoridades británicas creen que ella se hace pasar por otra persona y que es una espía alemana. "Aliados" remite superficialmente a clásicos como "Casablanca" y los libros de John Le Carré. Robert Zemeckis ("Volver al futuro", "Forrest Gump", "Náufrago") sabe cómo entretener y cómo contar una historia, pero el realismo no es lo suyo, claro, y está marcado por vicios hollywoodenses. En ese contexto, no es extraño ver en "Aliados" situaciones inverosímiles como Brad Pitt jugando al héroe solitario delante de torpes nazis. Sin embargo, si vamos a analizar el nudo central de la narración, hay que reconocer que la película logra mantener la tensión mediante pequeños giros, sin grandes sobresaltos ni golpes bajos, y sus personajes nunca se desdibujan. También se agradece que no haya vueltas de tuerca sobre el final y que se mantenga el estilo clásico. La presencia de Marion Cotillard es otro punto alto de la película. Brad Pitt, en cambio, sólo termina siendo una discreta compañía.
Hubo un tiempo donde Robert Zemeckis se divertía haciendo películas y, sin proponérselo, se acercaba a convertirse en un autor. Fueron los años de “Tras la esmeralda perdida”, “Volver al futuro”, “¿Quién engañó a Roger Rabbit?” y “La muerte le sienta bien”. Recordamos todo esto porque viendo “Aliados” es difícil que el espectador relacione el adocenado y melifluo cuento de un par de espías que se enamoran durante la Segunda Guerra Mundial con aquellas desaforadas historias donde el realizador tomaba todos los elementos posibles para torcerlos y romperlos en pedazos de colores. Si no es una mala película es porque en la duda del protagonista aparece un buen manejo del suspenso y ahí Zemeckis parece reencontrar el placer de jugar con el cine. De todos modos, pocas parejas con menos química que Brad Pitt y Marion Cotillard.
El amor es más fuerte "Aliados" es un thriller y una película romántica a la vez, que cuenta la historia del oficial de inteligencia Max Vatan, un oficial de inteligencia que llega a Marruecos a encontrarse con su “esposa” Marianne Beauséjour, espía francesa que logró infiltrarse entre los nazis. Tanto Cotillard como Pitt están a la altura de su trayectoria. Cuando se estrenó “El hilo rojo”, toda la publicidad rodeó el tema de la infidelidad y el “escándalo de la palta”, ya que durante la filmación nació el amor entre sus protagonistas, la China Suárez y Benjamín Vicuña. Hubo mucha repercusión antes de su estreno, y la expectativa creció a un alto nivel, que bajó abruptamente cuando la crítica y el público vieron que el resultado en pantalla no era el esperado. La gran exposición es un arma de doble filo. Una suerte similar corrió con “Aliados”, publicitado desde el divorcio de Brad Pitt y Angelina Jolie por el rumor de que el rubio le habría sido infiel a su mujer con su coprotagonista, Marion Cotillard. De todas formas, con unos créditos increíbles en el elenco y la realización (Robert Zemeckis siempre sorprende/intenta sorprender), las circunstancias obviamente eran muy distintas. “Aliados” es un thriller y una película romántica a la vez. La disección no se debe a que la película tenga parte A y parte B, pero es necesaria la diferenciación pues funciona bien en ambos géneros. Max Vatan (Pitt) es un espía que llega a Marruecos a encontrarse con su “esposa” Marianne Beauséjour (Cotillard), espía francesa que logró infiltrarse entre los nazis que se apoderaron de la ciudad. Ambos deben aparentar ser un matrimonio feliz, ser invitados a una fiesta en la embajada alemana, y matar al embajador. “Mantengo los sentimientos reales”, dice Marianne cuando Max le dice que es buena en su trabajo. Tras la misión, completamente enamorados, deciden mudarse a Londres, se casan y tienen una hija. Todo este episodio es un prólogo para el verdadero conflicto: los jefes de Vatan sospechan que su mujer es una espía nazi. Desde allí, inician los conflictos internos del militar por la incertidumbre de haber estado durmiendo con el enemigo, la necesidad imperiosa de averiguar si es verdad aunque a toda costa apueste por que se trate de una falsa alarma. Durante la crisis, habrá drama, acción y suspenso del bueno. Una pastilla interesante es el homenaje a Casablanca que se da en todo el metraje: la acción inicial que ocurre en la misma ciudad, “La Marsellesa” tocada en un bar lleno de nazis, y una escena importante que tiene su clímax en un aeropuerto. Tanto Cotillard como Pitt, con mucha química entre ellos, están a la altura de su trayectoria en el cine, lo que no es poco decir tratándose de estrellas respetadas por su forma de hacer arte. En tanto, Zemeckis, detrás de cámara, supo como captar el amor en buen balance con el thriller, inventando una buena fusión más allá de los trillados que estén los dos géneros que la componen.
Siempre nos quedará Casablanca No hay dudas de que Robert Zemeckis sabe entretener (léase “manipular”, pero con el sentido que le hubiera imprimido Alfred Hitchcock al término) a las audiencias. Lo hizo en la trilogía “Volver al futuro” (1985 a 1990), “¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988) y “La muerte les sienta bien” (1992). También conmover, algo que demostró en “Forrest Gump” (1994), “Contacto” (1997), inclusive en “Náufrago” (2000). Menos atractivos fueron los resultados cuando exploró la técnica motion capture. Tanto en “El expreso polar” (2004) como en “Beowulf” (2007) y “Cuento de Navidad” (2009), el acento en los avances tecnológicos clausuró toda posibilidad de calidez emocional. En “Aliados”, la nueva película de su autoría que arribó a los cines argentinos, Zemeckis evita las estridencias (con alguna que otra justificada excepción) y se adentra, emulando a los directores-artesanos del cine clásico, en una trama de amor, engaño y lealtades quebradizas en medio de los bombardeos alemanes a Londres, durante la Segunda Guerra Mundial. No hay grandes escenas de acción, tampoco giros inesperados ni golpes de efecto. Más bien una preeminencia de la historia, una confianza en su peso propio, que hace innecesaria toda tendencia barroca. Aspecto que se beneficia con el notable manejo del suspenso, anclado muchas veces en un recurso manido eficiente, como los relojes. Amor en juego Brad Pitt interpreta a Max Vatan, un oficial canadiense que trabaja para el servicio de Inteligencia británico. Le encargan una misión en Casablanca (afectuoso guiño a la mítica película de Michael Curtiz, protagonizada por Ingrid Bergman y Humphrey Bogart), que consiste en asesinar a un alto oficial nazi, que brindará una fiesta para la comunidad europea del lugar. Para ejecutar el trabajo, cuenta con la ayuda de la espía francesa Marianne Beauséjour (Marion Cotillard). Aunque todos los protocolos indican lo contrario, con el exótico ambiente de la ciudad marroquí como aliado, terminan enamorados, con un apasionado viaje al desierto de por medio. Cumplen la misión, sobreviven, se trasladan a Londres, se casan y tienen una hija. Pero un año después a Max le llega una advertencia: Marianne puede ser una espía alemana. Brad Pitt realiza un trabajo contenido, a tono con un personaje cuyas motivaciones son difíciles de escrutar, pero por momentos se estanca en una excesiva frialdad. Más sólida es la interpretación Marion Cotillard, que utiliza todos sus recursos expresivos para construir a una mujer que se mueve con tanta naturalidad y franqueza en una fiesta organizada por los nazis, como en los ambientes íntimos y familiares. Apenas la conoce, luego de verla reír en la mesa de un restaurante, Max le comenta: “Le caés bien a todos”. Y ella contesta: “Expreso sentimientos reales, por eso les caigo bien”. Respuesta ambigua que después le resonará una y otra vez a Max cuando debe decidir si su esposa es o no una agente doble. La narración es todo No hay nada particularmente nuevo “Aliados”. Todo en ella parece un reflejo de otras películas. Inclusive el final (que intenta romper con el aura romántica de “Casablanca”, enunciando una crítica más severa del horror de la guerra) genera cierta decepción al introducir un innecesario epílogo, vicio que suelen tener otros realizadores exitosos, como Steven Spielberg. Pero eso no quiere decir que no sea un producto disfrutable. A cambio de su escasez de novedades y riesgos, ofrece una cuidada puesta en escena, que muestra detalles de la vida cotidiana en la Londres acechada por los constantes ataques de la Luftwaffe, personajes secundarios creíbles (en especial Jared Harris como severo oficial inglés y Lizzy Caplan como desenfadada hermana menor de Max) y un formato narrativo que, a contrapelo con lo que proponen muchos filmes comerciales en la actualidad, se toma el tiempo necesario para que el conflicto desarrolle en todas sus aristas. Alguien podrá argumentar que “Aliados” es una película lenta. Sí, pero segura.
Lo esencial es invisible a los ojos A 74 años de la Segunda Guerra Mundial, el espíritu bélico continúa dando batalla en el campo del séptimo arte. En esta ocasión es Robert Zemeckis quien retoma la vieja cuestión y pone en escena un thriller romántico de época, donde la génesis militar pivotea con un amor entre dos agentes encarnados por Brad Pitt y Marion Cotillard. Los constantes juegos de seducción entre Max Vatan (Brad Pitt) y Marianne Beausejour (Marion Cotillard) intentan cual guerra de egos entre dos agentes -vista en películas como Sr y Sra. Smith (Mr. And Mrs. Smith, 2005)- ser “aliados” mientras Max se empecinará en investigar a muerte a Marianne. Ambos seducen en las escenas eróticas al estilo Titanic (1997) que el actor de Conoces a Joe Black (Meet Joe Black? 1998) y la actriz de la reciente versión de Macbeth (2015) logran protagonizar a la perfección. El guión transcurre en Londres y no tiene demasiados giros más que el conflicto bélico como obstáculo para enamorarse. El objetivo principal es descifrar bajo un clima de suspenso y espionaje si Marianne pertenece, o no, al bando nazi. Sin embargo, la película cuenta en contraposición con escenas románticas cuyas locaciones compuestas por guiños de los años dorados hollywoodenses que la hacen brillar, sobre todo si se considera el drama narrativo de trasfondo. Y en este sentido es una buena jugada la de Zemeckis al mezclar lo bélico con el romance ya que por momentos esta esencia logra remitir a la trilogía del director Richard Linklater nacida con Antes del Amanecer (Before Sunrise, 1995) y convierte simultáneamente la mirada del guionista, Steven Knight (creador de la serie Peaky Blinders) en una propuesta más que interesante. Otro punto atractivo del largometraje es observar cómo aparece la vida versus la muerte en la escena del hospital alemán que se ve bombardeado por los británicos al momento de dar a luz a una niña. ¿Será que la muerte está tan segura de vencer que nos da toda una vida de ventaja? En sintonía con este magnífico arte escénico, se destaca el elenco que pulula desde el norte de África, donde al personaje de Brad Pitt se le ha comandado una misión exclusiva de espionaje, hasta Londres, donde la joven Marianne intentará seducir su entorno clasista para permanecer en estado de refugiada y salvar su vida. No se quedan atrás las participaciones de las actrices Lizzi Caplan, de la serie Master of Sex, y Charlotte Hope, que se convirtió en furor tras Game of Thrones, en conjunto con el actor Mad Men, Jared Harris, y Matthew Goode. Aquí quienes resultan ser los verdaderos aliados son Robert Zemeckis y Steven Knight. Este thriller que no termina de anclarse en un puerto específico y pivotea entre drama, bélico y romántico parece sugerirle al espectador: “Elige tu propia aventura”. Sin duda es una historia intensa que, pese a su larga duración (por momentos innecesariamente extensa), logra su cometido: transmite el abrumador clima de tensión que dispara una guerra; lo atormenta de situaciones donde la vida y la muerte juegan un rol fundamental; lo cuestiona respecto a los valores intrínsecos en ambos bandos de “aliados”; lo cautiva con escenas eróticas; lo enamora con bellos paisajes, y hasta pareciera cuestionarle: “Vos… ¿de qué lado estás?”.
El espía que volvió de la polvareda. Robert Zemeckis ha hecho las mejores películas clásicas de lo nuevo del cine, I Wanna Hold Your Hand, la trilogía de Volver al Futuro, Forrest Gump y Náufrago. Pero tuvo una mala temporada en su trilogía de animación cuando se tomó un descanso de dirigir escenas con El Expreso Polar, Beowulf y Los Fantasmas de Scrooge. Afortunadamente había vuelto a remontar con El Vuelo en su reciente regreso a la acción real. En la anteúltima, The Walk, estuvo al borde de perder el toque con un Joseph Gordon-Levitt francés poco creíble. Pero Aliados confirma que estamos cerca de perder a Zemeckis para siempre. Aquí muestra cómo Max (Brad Pitt), un espía canadiense en la segunda guerra, se enamora de Marianne (Marion Cotillard), una espía francesa de la resistencia. Ellos trabajan juntos, matan a un nazi y después van a Londres a casarse. Luego de unos años, sus superiores le dicen a Max que desconfían de su esposa ya que podría ser un agente secreto nazi. El problema empieza casi desde el inicio con una forzada escena de amor. Antes de hacer su primera misión, los dos espías sentados en un médano, planeando los últimos detalles, deciden irse pronto porque se viene una tormenta de arena, que como sabemos pueden ser mortales. Pero cuando están en el auto se sienten tan atraídos que deciden entregarse a los placeres del deseo. Así que, mientras se empiezan a desnudar, la arena va cubriendo el auto, o en todo caso los efectos especiales en computadora empiezan a cubrirlos. Lo que debería ser una escena solemne e hiper romántica termina siendo una situación ridícula y poco pertinente para una mezcla de polvaredas. Como sabe todo aquel que lo haya intentado en la playa, la arena en el sexo no es justamente un ingrediente que lo propicie. Por esa razón el cuarto sobrecito de la caja de preservativos no está lleno de arena, más bien contiene una sustancia que representa todo lo contrario. Y como si fuera poco, corta la imagen y al otra día están lo más panchos antes de su misión. Sorpresivo, ya que tendrían que haber muerto enterrados en la arena. Con ese comienzo áspero, la película no se encarga en remontar. Hay un personaje inspiradísimo en Bastardos Sin Gloria (con el mismo actor y todo) en una escena robada y peor hecha. Varias escenas también tomadas de Haywire de Steven Soderbergh pero sin las buenas peleas. Además Brad Pitt parece actuar cada vez peor. Cuando le avisan que lo más probable es que tenga que matar a su propia esposa lo único que se le ocurre hacer es rascarse la cara y eso que aquí no se trata de una película de Aki Kurismaki. Se trata de una película de Zemeckis. Queremos al Zemeckis de La Muerte les Sienta Bien y Autos Usados. Sabemos que este director todavía tiene planes para el futuro, por favor Zemeckis volvé!
Se estrena Aliados, lo nuevo de Robert Zemeckis. Brad Pitt y Marion Cotillard protagonizan este thriller romántico ambientado en la Segunda Guerra Mundial. Un gran homenaje al cine clásico de la década del ´40. Robert Zemeckis es uno de los grandes narradores de los últimos 35 años. Discípulo directo de Steven Spielberg fue el creador de la mejor saga de viajes temporales de todos los tiempos: Volver al futuro. Pero también nos brindó Roger Rabbit, Tras la esmeralda perdida, Náufrago, La muerte le sienta bien y la multipremiada Forrest Gump. Un adelantado visual, narrador con un sentido del humor agudo, brillante generador de suspenso y cinéfilo de la vieja escuela de cine clásico, fue el primero en realizar películas generadas únicamente por Caption Motion. Si bien, la trilogía conformada por El expreso polar–Beowulf–Los fantasmas de Scrooge no gozó de gran aceptación popular, y tras haberse cerrado la posibilidad de hacer una remake de Submarino amarillo –segunda incursión en el universo Beatle después de la magistral Quiero alcanzar tu mano– Zemeckis volvió al cine de carne y hueso con dos propuestas disímiles en calidad y tono: El vuelo y En la cuerda floja. Con Aliados explora un género nuevo para él: el thriller romántico de espionaje en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. El film comienza con el canadiense Max Vatan –un Brad Pitt contenido y austero- llegando a Casablanca, Marruecos, dónde debe encontrarse con Marianne –Cotilliard, una agente de la Resistencia francesa- que va a simular ser su esposa. Ambos se infiltrarán entre los círculos sociales de la jerarquía nazi –ahí Pitt se reencontrará con August Diehl, brindando un guiño a Bastardos sin gloria– para cumplir una misión casi suicida. Sin embargo, la relación de ambos agentes trascenderá a la ficción dentro de la ficción, derivando en un apasionado romance. Un año después, la relación continúa en Londres, lugar en donde deciden formar una familia hasta que Max recibe una llamada de sus superiores, informando que Marianne, posiblemente no sea quién dice ser. El guión de Steven Knight –uno de los grandes escritores del cine y la televisión británicos actuales: Locke, Negocios entrañables, Promesas del este confirman su talento- parece haber sido escrito hace 60 años atrás para que lo dirigiera Alfred Hitchcock. Si la primera hora remite directamente al cine de Michael Curtis, la segunda mitad parece una mezcla entre Notorius y Sospecha. Dos clásicos del maestro del suspense. Poco importa realmente si Marianne es o no una espía. Zemeckis y Knight consiguen que el espectador entre dentro de la cabeza de Max, que se debate entre el amor y su deber como oficial. Ninguna pista parece concreta y Zemeckis utiliza el punto de vista del protagonista para construir tensión en forma cinematográfica. Objetos típicos de la filmografía del realizador –espejos, relojes- nuevamente adquieren valor narrativo. De la aventura al romance, del romance al thriller, sin descuidar una meticulosa reconstrucción de época ni la construcción de los personajes, Zemeckis siempre estuvo un paso adelante mezclando acción con efectos especiales, pero siempre priorizó a sus protagonistas. Los ojos de sus dos intérpretes se vuelven esenciales para crear química, mucho más allá de la tensión sexual. Y al mismo tiempo, como ingenioso creador de climas, rompe la tensión de la escena más decisiva con un delicioso toque de humor. Lo que confirma que poco le importa “la trama” en sí, ya que la misma es solo un Mac Guffin en función de la manipulación cinematográfica. Aliados es un film inteligente pero de antaño. El público no se va a encontrar con golpes de efecto ni acciones gratuitas. Todo es medido y apela inteligentemente a introducir al espectador dentro de la cabeza del personaje y no lo suelta hasta los últimos minutos. Pero Zemeckis también apunta al cinéfilo. En Marion Cotilliard, encuentra la frialdad y seducción –llena de matices- que transmitía Ingrid Bergman, mientras que Brad Pitt intenta ser una combinación entre Bogart y Cary Grant. Posiblemente, la elección no haya sido del todo adecuada, ya que el ex de Angelina Jolie no tiene el carisma suficiente para dicha emulación. Aún cuando los personajes secundarios están bastantes descuidados, vale la pena destacar lo de Jared Harris, el Claude Rains de esta historia. El director de Náufrago es fiel a sí mismo en la coreografías de planos secuencias imperceptibles, pero también, intercediendo narrativamente en el desenlace. Ahí decide darle una vuelta de tuerca al inmortal final de Casablanca, pero también pone su firma autoral con un epílogo innecesario, pero que guarda cierta similitud con otros epílogos de su autoría, específicamente Forrest Gump. Acompañada por una excepcional banda de sonido a cargo de Alan Silvestri –compañero eterno de Zemeckis- Aliados es un relato magistralmente narrado, placer cinéfilo absoluto, con una soberbia química interpretativa de la pareja protagónica. Un ejercicio cinematográfico brillante a la altura de los mejores trabajos de su director. Regreso con gloria de un maestro.
Aliados: Es-can-da-lo... ¡Es un escándalo! Llega a las pantallas locales esta película de espionaje que significó el fin del matrimonio del actor y Angelina Jolie. Y viéndola, se entiende el porqué. Tras ver Aliados, que por fortuna no es una adaptación cinematográfica de la novela adolescente de Cris Morena, se confirma que la maquinaria cinéfila se apoya en tres patas fundamentales: las estrellas taquilleras, la venta de pochoclo y los escándalos que buscan llevar más gente al cine. En este último caso, y dependiendo del reconocimiento del que gocen los involucrados, hubo varios ejemplos el año pasado como fueron los de la "China" Suárez con Benjamín Vicuña (que resultó ser cierto) y el de Lali Espósito con Martín Piroyanski (que no había manera de hacerlo creíble) y de esta manera la primera película se convirtió (sin méritos) en la cuarta más vista del año del cine nacional, y la segunda apenas figuró en el top 20. Bajo esta suerte de "demanda", llega a las pantallas locales Aliados, la nueva película de Brad Pitt que fue la causa de su largo matrimonio con la actriz Angelina Jolie por una supuesta infidelidad de éste con su coprotagonista, la francesa Marion Cotillard. Lo cierto es que esta película cuenta con méritos propios para ganarse la confianza del espectador, y el escándalo sólo le viene bien para levantar un poco las expectativas sobre la taquilla. Entiéndame bien: no se va a encontrar con una nominada a los premios Oscar pero va a pasar un muy buen rato con las canchereadas de Brad Pitt en su tercera película ambientada en la segunda Guerra Mundial en siete años, y la belleza a prueba de épocas de la Cotillard, que en esta ocasión debería donarle un tercio de su sueldo a su vestuarista. La historia comienza en Casablanca en 1942 cuando el agente de inteligencia Max Vatan (Pitt) hace contacto con la líder de la resistencia francesa Marianne Beausejour (Cotillard) para urdir un plan contra la cúpula nazi local. Pero, de una relación profesional, ambos pasan al plano amoroso y la relación se extiende más allá de los territorios ocupados, hasta Gran Bretaña, donde una situación de vida o muerte surgirá en la pareja y pondrá a prueba su amor por ellos y por la hija que han tenido. Aliados es, entonces, una película de Robert Zmeckis que llega a la calificación de "buena", con la que pasar un buen rato, y que tiene tanto acción para ellos como escenas amorosas para "ellas" gracias a un muy buen filtro de cámaras que hacen parecer a Pitt de 30 y tanto años de nuevo. En lo referente a la cinematografía, la película cuenta con una muy buena fotografía que se destaca tanto en las escenas de Casablanca (y que no buscan emular a ese clásico de ninguna manera) como así también de los bombardeos de la Luftwaffe a Londres y ahí vamos de nuevo al tema principal de esta crítica: donde debía destacarse el lucimiento del director, los productores prefirieron –acaso ante la escasa repercusión de las últimas películas del director de "Volver al Futuro"- resaltar el escándalo. No hay que culparlos del todo: de la misma manera, hace 12 años, cuando Brad Pitt dejaba a Jennifer Aniston por la Jolie, un film malísimo como Sr. Y Sra Smith hacía una de las taquillas más importantes del año.
MAS VERDADES DOLOROSAS Melodrama espeso, con fondo de guerra y peleas en todos los flancos. Sobre todo en los corazones de sus protagonistas, que deben hacerle frente, más que a las balas, a las sospechas, las dudas y la traición. Buena historia que pone en duda los alcances de un amor que debe abrirse camino entre bombardeos y mentiras. Hay algo de “Casablanca”, es cierto, en las entrelíneas de un melodrama que arranca también en los años 40 y en esa ciudad y que adquiere el mismo tono: la guerra mirada desde esos salones elegantes y con los ojos de una pareja que juega (con fuego) a las escondidas. Ese fragmento inicial es lo mejor del film. Detalles jugosos, juegos de ellos a dos bandas, buen gusto a la hora de mentir (¿y mentirse). Dan ganas de que el film siga allí, engañando a los demás y engañándose ellos. El relato nos habla y de una pareja de espías al servicio de los aliados. Deben encontrarse en Casablanca para llevar adelante un operativo suicida. No se conocen pero deberán actuar como enamorados. Y el peligro los acaba uniendo más allá de la guerra. Ya en Londres, el film pierde interés. Pero el tramo final, lleno de suspenso y preguntas, es el plato fuerte. “Aliados” es una historian de espías intercambiados que se dejan envolver por una pasión verdadera que no tiene lugar en ese mundo de puro engaño. La expresiva Marion Cotillard deja desairado a un Brad Pitt que no está para darle vida a un personaje sinuoso, desesperado y arriesgado. Zemeckis puso su oficio. Y jugó todas sus fichas al brillo de una pareja estelar, aunque la trama daba para una lectura más sugestiva sobre el deber, los sentimientos y la lealtad. Nos dice que el amor no lo puede todo. Y con buenos pincelazos hace las paces con una historia que pedía un abordaje más trágico y no tan romántico. La escena de la revelación, cuando la verdad cae como una bomba sobre esa pareja, requería temperatura más arrolladora y más doliente. El film deja una pregunta para espías y espiones: ¿Hasta dónde el amor puede arriesgarse?
Entre las órdenes y los sentimientos Con la Segunda Guerra como escenario, se construye aquí un film de acción y amor. La guerra como espectáculo cotidiano. Hay aspectos que, de por sí, ya son suficientes para la cinefilia. La acción de Aliados se sitúa en Casablanca, con la Segunda Guerra como telón de fondo. La misión del agente Max Vatan (Brad Pitt) consiste en establecer contacto con Marianne (Marion Cotillard), de la resistencia francesa, simular un matrimonio, y asesinar un jerarca nazi. Pero esto no es más que la superficie, puesto que lo que estará de por medio será la posterior confianza en ella, al ser advertido por sus superiores sobre la posibilidad de que su (ahora) esposa pueda ser una agente espía. Está claro que el nombre Casablanca es motivo cinéfilo suficiente. Pero desde el momento en el cual la duda cae sobre la identidad del personaje femenino, el film de Robert Zemeckis dialoga conscientemente con otros como Trágica sospecha (1951) de Robert Wise, con su protagonista escondida en la piel de una superviviente de un campo de exterminio, hoy un film de culto sobre la figura etérea de la "dama fantasma". Para el caso, hay otra película fundamental. Se trata de Tiempo de vivir y tiempo de morir (1958) de Douglas Sirk, a partir de la novela de Erich Maria Remarque. Allí, un soldado alemán (John Gavin) descubría el amor en medio de las ruinas de su ciudad. El vínculo melodramático no sólo permitía dar cuenta de esa altura metafísica que el cine de Sirk atisbó, sino también confrontar con Hollywood y los depositarios preferenciales de tales sentimientos; a saber: los personajes norteamericanos. No es un mérito menor que Zemeckis apueste, justamente, por los sentimientos antes que por las "nacionalidades". Lo logra a través del eco que asume desde el cine clásico, desde el afán de contar una historia de acción, de espionaje, romántica. Con momentos que son una barbaridad bienvenida. Como lo significa la secuencia del parto, en medio de un hospital bombardeado: la cama es arrastrada entre escombros que vuelan, para dar a luz entre explosiones. Es grotesco, y es la instancia que parte en dos a la película. Luego de la misión triunfal -otro gran momento‑, será el turno de la vida en Londres, en una casita preciosa. Al llegar aquí, el film troca en su puesta en escena y adopta un tono de apariencia risueña. Aun cuando las bombas todavía caigan sobre la ciudad, Aliados se dedica a bucear en los intersticios: los rostros de doble faz, las galerías subterráneas, los mensajes encriptados. Es allí donde Max Vatan habrá de sobrellevar su nueva misión, al tiempo que se debate entre las órdenes y sí mismo. No estará mal relacionar esta película con El extraño (1946), donde Orson Welles interpretara a un nazi disfrazado de profesor, en plena Norteamérica; así como pensar en la dualidad hitchcockiana que Zemeckis supo reverenciar en Revelaciones, con Harrison Ford y Michelle Pfeiffer como la pareja que se sofoca a sí misma. En este sentido, lo que también perturba y hace de Aliados un film atendible, es la manera sintomática desde la cual divide su puesta en escena. Tal como se refería, en un primer momento privilegia la acción y el vértigo; en su segunda parte, elige decantar hacia el espionaje, militar y conyugal. El hallazgo en cuestión viene dado por la semántica del quiebre, ya que el film puede también pensarse desde una situación más esencial, como lo significa la relación de su pareja protagónica -como si fuese una variación de lo expuesto en Revelaciones‑: primero el noviazgo (la acción, la aventura), luego el matrimonio (la sospecha, la vida reposada). Tal consideración, entendida de manera abstracta o genérica, provoca mucho más que lo que pueda referirse de manera anecdótica sobre el argumento. Por otra parte, y de cara al desenlace, el film de Zemeckis encuentra una resolución que es digna, que no desdice lo ya señalado, y que sabe cómo revestirse de una mirada crítica. Lo hace al disparar su munición sobre la organización social misma, en donde la guerra se revela como la herramienta funcional. Si Max Vatan habrá de ser una de sus víctimas, lo será por haber sido, también, victimario. Una sola frase suya al joven piloto de avión, nervioso ante la misión, es suficiente: "No pienses en tu madre. Piensa en tu padre. Él está orgulloso". De ese chico, nadie más sabrá. Otro tanto es de suponer respecto de la identidad de Marianne, como puntos suspensivos que perfilan la figura de una "dama fantasma". Su voz cierra el film. ¿Habrá sido escuchada/leída por su hija? El montaje final no permite certeza.
Me llama la atención que mucha de la crítica sobre esta película se base en pensarla simplemente como una actualización de las películas de espionaje del Hollywood clásico. “Es una película clásica” dicen, como si fuera suficiente, como si a priori significara un concepto de análisis cerrado y sólido. Pues no lo es; son bien distintas las películas del treinta, del cuarenta y del cincuenta; ¿podemos ya considerar clásicas a las películas del sesenta o del setenta? ¿El corpus temporal del “Hollywood clásico” no se modifica con el paso del tiempo? Incluso si hablamos de cuestiones básicas como la causalidad, la existencia de personajes que luchan para resolver un conflicto, la alteración de una normalidad inicial que debe restaurarse, la demarcación clara de las escenas y secuencias o la organización temporal lineal basada en la acción, es evidente que hay muchísimas películas que cumplen con ellas y que a nadie se le ocurriría apodar como “clásicas”. Del mismo modo, dentro del mismo período clásico hay materiales que cumplen con estas normas y a la vez se dan permiso para un montón de digresiones, para la incorporación de complejas subtramas, para la superposición de varios nudos en un mismo relato o para construcciones alternativas en las curvas dramáticas de los personajes. Sin embargo, si nos mantenemos en una estricta superficialidad, podemos encontrar un aire de verdad en llamar “clásica” a esta película: ahí está el género de espionaje, dos estrellas sosteniendo el relato, cierta idea de romance con un toque de humor –que lamentablemente dura solo la primera media hora–. Ni que hablar de las referencias obvias a otras películas, entre las que destaca Casablanca, por supuesto: es a esa ciudad donde llega el personaje de Brad Pitt para conocer a su falsa esposa, interpretada por Marion Cotillard. De hecho, todo el largo primer acto de la película, desde que los dos espías aliados se conocen y se enamoran hasta que arriesgan su vida para matar al embajador alemán en una fiesta, funciona casi como un cortometraje. Podría ser el argumento de una película entera, con su desarrollo, su clímax y su final. Propone un tono fiel a un costado del espionaje que a Zemeckis le sale bárbaro: hay liviandad, autoconciencia, suspenso, pequeñas insinuaciones de comedia. Es el mejor momento de Brad Pitt, cuya actuación es uno de los grandes problemas de la película, porque parece realmente un robot. No asoma en él un rasgo de emoción: ni ira, ni ternura, ni siquiera sensualidad –parece mentira en un actor tan interesante–. Es como si le hubieran puesto piloto automático; incluso si la apuesta estética era ser nada más que una presencia en cámara, puro cuerpo e inexpresividad –pienso en Mitchum, en Bogart o incluso en Connery– faltan en él esos pequeños gestos de intensidad que llenaban a esos monstruos de una verdadera hondura. Jamás logra ser sexy el tipo, a pesar de la tormenta de arena, los efectos especiales y la divina de Marion Cotillard, que es exactamente lo contrario y le roba cada una de las escenas. La Cotillard sí que lo hace bien: es pícara, es misteriosa, fotografía impecablemente. Pero con la dureza de Brad no pudo nadie (no sé si detrás de cámara habrá sido diferente; si lo fue, esa química no existe en la película). Después de la primera peripecia de la que salen victoriosos, los espías se casan y tienen una hijita, y es ahí cuando la película empieza a desbarrancar. No tanto por la trama, que en principio es interesante –se trata de saber si ella es realmente una espía alemana que ha estado engañando a su esposo–, sino por la solemnidad y el dramatismo que empiezan a teñir las decisiones sobre el relato. La intención grandilocuente se pone muy en evidencia en algunas secuencias de pseudoacción, cuando ella da a luz durante un bombardeo o cuando cae un avión a pocos metros de la casa. No hay guiño alguno sobre lo inverosímil de esas situaciones: ¿la intención es emocionar? Con un grado de falsedad tan ostensible es difícil conectar luego con el drama íntimo de la pareja. El modo de administrar la información tampoco ayuda: lo que en la primer peripecia era paridad –importaban los dos, la seducción mutua, las dos caras de la moneda– ahora está contado solo desde el punto de vista del marido engañado (y repito, es casi imposible sentir empatía por Brad Pitt). La película se juega meramente a sostener la intriga (la pregunta de si es una espía alemana o no lo es) y no nos permite conocer el drama de esa mujer, el por qué de su traición o sus acciones, el dolor real de su vivencia; todos los planos la juzgan, los encuadres y movimientos de cámara se vuelven formas de contar la sospecha y se tornan entonces literales y repetitivos. En ese panorama, la película se pone aburrida: uno solo quiere que llegue el final y saber cómo termina todo aquello. Una lástima para un director que se volvió famoso haciéndonos disfrutar de cada segundo, cuya caja de juegos y sorpresas parecía interminable. La sensación es que la película nunca logra remontar hacia esa trascendencia que busca desesperadamente; tal vez no por casualidad sus últimos planos suceden en un aeropuerto donde el avión de la liberación no logra despegar.
Una película que será del agrado de los amantes del cine de la vieja escuela, a pesar de sus pequeños altibajos. La estética y el modo de desarrollar la historia recuerda a las viejas películas de Hollywood, pero de todos modos, no es lo suficientemente...
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Los espías amantes Allied no fue del todo bien recibida por la crítica, quizás por ser una pieza que no aporta demasiada novedad ni sustancia al cine contemporáneo. La cinta es, sin embargo, otra clase magistral de cine por parte de Zemeckis, quien entretiene a su audiencia con una muy buena historia de espías. Ambientada en la segunda guerra mundial, Allied no tiene tiempos muertos en materia narrativa. Es una propuesta ágil, que introduce a sus protagonistas de inmediato y avanza sobre la historia a paso acelerado. En ese trayecto, el director incursiona en múltiples géneros, logrando una alquimia fílmica verdaderamente efectiva, a veces opacada por la poco inspirada actuación de Brad Pitt, pero siempre rescatada por la habilidad cinematográfica de un director que maneja las cámaras y la edición como pocos en la historia de la industria. Con acción, aventuras, suspenso y romance, Allied es una sólida y bien balanceada propuesta en el universo del espionaje. Probablemente no sea nada nuevo, pero como entretenimiento está muy por encima del promedio en su género.
Hay películas que se basan prácticamente en el desarrollo de personajes. Muchas otras en las interpretaciones de los actores que los personifican, y muchas otras veces en la capacidad del director de narrar una buena historia. “Aliados” encuentra sus mayores virtudes en todas estas categorías y por suerte es para celebrar porque en balances generales la película cumple y mucho. Los primeros 20 minutos de la misma se encargan de presentarnos a los personajes de Brad Pitt y Marion Cotillard, las dos piezas clave del film y sobre las cuales se sostiene casi toda la cinta, para que empaticemos con ellos, conozcamos su situación para prepararnos para la movida inicial con la que se desencadena la historia principal. A partir de ahí suceden un sinfín de situaciones muy interesantes, cada una mejor contada que la otra en donde nos damos cuenta que el equipo completo colaboró para brindarnos una gran historia: Zemeckis dirige muy bien y acá cada plano viene acompañado de una muy bella fotografía y de una ambientación de época muy lograda. Junto a esto, que el guión no le de más vueltas al asunto de las necesarias es algo que hay que mencionar alegremente. Pero aunque tenga muy buenas cosas debemos comentar un gran punto en contra y es que la película por momentos se toma su tiempo para contarte cosas que se podrían haber ahorrado. Los más impacientes quizás cabeceen un poco durante esos momentos, que si bien no son muchos, se notan a lo largo del metraje. Luego de que las dos horas y 4 minutos finalizan (que no se notan tan aletargadas) , te queda la sensación de que te contaron una buena historia, que puede no haberte volado la cabeza pero que te entretuvo de principio a fin. Si no hay más pretensiones, “Aliados” es una gran propuesta para ir a ver al cine. Puntaje: 4/5
Hay nombres detrás de cámara que aseguran un resultado fijo. Si Hollywood es sinónimo de espectáculo; Robert Zemeckis se ubica entre los principales nombres que lo erigen en esa característica. Perteneciente a esa camada renovadora de directores de finales de los ’70 y ’80; el hombre que se cansó de crear películas que definieron a una generación ahora se inclina por un relato clásico de la Segunda Guerra Mundial; no tanto en el campo de batalla (para eso en esta temporada lo tenemos a Mel Gibson), sino en el apasionante trasfondo de los espías. Y el término clásico no es algo al azar; si algo define a Aliados es su primordial clasicismo. Transcurre 1942, Max Vatan es un espía de los Aliados que se encuentra en Casablanca para cumplir una misión de extremo peligro. En la misma, deberá “trabajar” (no revelaremos el porqué de las comillas) con Marianne Beaséjour, colaboradora francesa. Entre ambos surge el amor, intentan conllevar una vida tradicional; pero comienzan las tormentas, los inteligentes giros argumentales que llevaran a los protagonistas y al espectador a la duda y a la revelación, o eso creemos… y a esta altura hay que decir que ojalá puedan concurrir a sala sin haber visto un tráiler innecesariamente revelador. Será mejor llegar sabiendo nada, que hay una historia romántica en el marco de la Segunda guerra; y nada más; para así sorprendernos y envolvernos en su argumento que depara sorpresas para quienes se entreguen al juego y no intenten dilucidar antes de tiempo. Como Max, Brad Pitt se esfuerza en parecer esos eternos galanes duros del espionaje de los ’50. Tanto el guion de Steven Knight (Promesas del Este, El Séptimo Hijo) como la férrea dirección de Zemeckis le otorgan todos los elementos para que así sea, para que despliegue un halo oscuro y seductor. Sin embargo, Pitt se desenvuelve mejor en los tramos en que el carril argumental sea el romance típico, que durante la segunda parte. Marion Cotillard el rostro de Marianne no llega a ser una femme fatale, pero se desenvueive con solvencia en os giros que se le otorgan a su personaje. Entre ambos protagonistas hay química, hay intriga, y creemos la situación que viven. Lo que diferenciará a Aliados de otro film de espionaje actual será el estilo con el que el realizador de Volver al Futuro maneja la puesta. Hay momentos en que parecerá una obra de teatro, se respira una falsedad, una impostura, que puede parecer incómoda, pero que luego tendrá su explicación. Zemeckis se convence de estar contando una gran historia y nos lo hace creer a nosotros. Desde la elección de fotografía de Don Burgess a la música de Alan Silvestri, sabemos que la apuesta es a la posteridad. Tampoco hablamos de un film anclado en un homenaje/copia permanente al film noïr, la referencia a Casablanca podría hacernos pensar eso, Zemeckis mira a los clásicos, pero desde una postura actual. Si todo apuesta a ser una película que se convierta en un clásico del género de espías instantáneo ¿Lo termina consiguiendo? Quizás a extensión del primer tramo; insistir con una idea cuando el espectador (aún el que no vio el desafortunado tráiler) ya intuye qué se esconde detrás; en definitiva, anclarse en el drama romántico, le juegue en contra en este cometido. Aliados pareciera un gran parte de su metraje, una propuesta demasiado simple. No obstante, cuando se apuntala, y el permanente magnetismo que despierta su director nos alcanzarán para asegurarnos que Aliados es una experiencia digna y rica de ser vivida sobre un tramo de la historia que el cine ya se ha cansado de revisar de todos los modos posibles. Entre tanta propuesta que invita a innovar, un viaje hacia el centro del cine como gran espectáculo es un recorrido que bien vale la pena hacer.
Pocas veces un realizador como Robert Zemeckis, hábil, meticuloso, un artesano de la narración, ha logrado decepcionar tanto con su nuevo film “Aliados” (USA, 2016), en el que hay un espíritu poco preciso para volver a contar hechos históricos de la mano de una ficción que principalmente falla por la poca química de los protagonistas y lo extenso del metraje. En “Aliados” un soldado inglés (Brad Pitt) en misión secreta en Casablanca, ve cómo de un día para el otro su destino se modifica al conocer a una bella agente francesa (Marion Cotillard), quien lo guiará en esas tierras a programar juntos la desaparición de uno de los jerarcas alemanas afincados allí. Y como el corazón poco sabe de engaños y de oscuros giros del destino, este soldado verá cómo al decidir casarse con la agente, luego de haber cumplido con su cometido en tierras lejanas, terminará por ubicarlo en un lugar en el que la duda y la confusión generarán una tensión que nunca llega hasta la resolución final. Filmada completamente en estudios, algo que se nota desde la primera escena, “Aliados” es la vuelta al cine épico por parte de Zemeckis, quien luego de haberse mostrado con “Forrest Gump” con el pulso necesario para poder abarcar hechos históricos con solvencia, genera este traspié, no porque esté mal en cuanto a aquello que narra, sino que, principalmente, no termina de cerrar por la elección de una progresión demasiado lenta, en la que luego de haber presentado a los personajes centrales, decide extenderse demasiado con la explicación de cómo estos dos desconocidos terminan trabajando juntos en pos del beneficio de Francia. Al no utilizar figuras retóricas, aquellas que posibilitan una transición entre escenas y la supresión de elementos que pueden ser redundantes, “Aliados” comienza a caer en un espiral sin retorno sobre los miedos de los personajes principales, y principalmente los de él, de saber si verdaderamente o no está durmiendo con el enemigo. “Aliados” falla por la poca química que hay entre Cotillard y Pitt, quienes, una vez más, se esfuerzan por complementar el verosímil de un film que desde su primera escena intenta mostrarse solemne pero nunca logra superar la verdadera intencionalidad para la que fue realizada, entretener. Precisamente el film no entretiene, al contrario, va generando una sucesión de imágenes que acumulan clichés y lugares comunes y en los que, claramente, Cotillard sale airosa, pero Pitt, por su parte, nunca puede transmitir las emociones por las cuales su personaje atraviesa. Si el destino de estos “aliados” quiere que su suerte sea echada a un rumor sobre la verdadera identidad de la mujer, Pitt no realiza ni el mínimo gesto como para demostrar su preocupación sobre quién es realmente la agente, y si además, se suma que para averiguar la identidad tiene que, por ejemplo, subirse a un avión e ir a Francia clandestinamente para poder verificar con una foto quíén es ella, Zemeckis no logra que éste comprenda que la emoción principal en ese momento es la angustia y la desesperación por el conocimiento. Película fallida en la que la reconstrucción de época suma un punto a favor en medio de tanto melodrama mal realizado, “Aliados” parece el ejercicio de un principiante, en vez de un film más de uno de los directores que más ha crecido autoralmente dentro de la industria en el último tiempo.