El romance acorta la distancia Una comedia que juega con los romances concebidos a distancia y con un actriz que transitó varios géneros, desde el terror en Scream hasta la comedia romántica, quizás el que más reconocimiento le ha dado en su carrera: La Mejor de Mis Bodas (1998), Jamás Besada (1999), Duplex (2003), Como Si Fuera la Primera Vez (2004) y Letra y Música (2007), entre otras. La acción comienza cuando se cruzan los caminos de Erin (Drew Barrymore), una estudiante de periodismo que está haciendo sus primeras armas en la redacción del diario El Centinela de Nueva York, y el Garret (Justin Long, el actor de Jeepers Creepers) un promotor de bandas de rock. Unas cervezas en un bar nocturno y un desayuno marcan los destinos de estos dos personajes. El único problema es que ella vive en San Francisco y él en Nueva York. A pesar que el conocido refrán dice "amor de lejos, amor de....", poco parece importarles aunque la relación siga a distancia y sólo puedan verse una vez cada tres meses (los pasajes aéreos no son baratos precisamente). La trama escrita por Geoff LaTulippe encuentra sus momentos más certeros en los fogosos reencuentros de los protagonistas (ante miradas ajenas) y en los personajes secundarios: los amigos de Garret o en la hermana (Christina Applegate) de Erin. El choque de los dos mundos se produce y en la cima están ellos dos, haciendo lo que pueden y como pueden. La película romántica, enmarcada por el recorrido de aviones en un mapa, entrega lo que promete y no mucho más que eso, sostenida por el carisma y la qúimica de sus intérpretes principales, kilómetros, cervezas y mucho amor.
El difícil arte de arruinar a Drew Barrymore Niña prodigio y estrella infantil (condición que le trajo más de un problema), actriz de infinito carisma, versatilidad y talento (de esas escasas elegidas que son capaces de hacer creíbles los personajes más inverosímiles y soportables incluso los diálogos más hirientes) y -a partir de su notable opera prima Whip It- también una más que promisoria directora, Drew Barrymore es una de mis actrices favoritas y, casi, una garantía de que cada una de sus películas tendrá al menos un elemento rescatable: ella. Digo "casi" porque, a veces (muy pocas veces), aparecen películas como Amor a distancia, un despropósito capaz de incendiar la carrera de un ángel de la pantalla como Drew y de un digno (aunque desparejo) comediante como Justin Long. La responsable de esta comedia romántica (que jamás resulta cómica ni alcanza intensidad romántica) es Nanette Burstein, una directora con notables pergaminos en el documental (On the Ropes, Say it Loud, The Kids Stays in the Picture, American Teen), pero que aquí demuestra una absoluta incapacidad para conseguir fluidez, timing, empatía y elegancia, elementos indispensables para un género como este. El otro gran culpable es el guionista Geoff LaTulippe, que incursiona sin el más mínimo éxito por todos y cada uno de los subgéneros (y fórmulas) que se puedan imaginar: desde el amor a distancia al que alude el título (él trabaja en una discográfica neoyorquina y ella es una periodista en San Francisco) hasta los torpes chistes sexuales, pasando por los típicos amigos nerds del protagonista, las invasiones del roomate, las miserias de las redacciones de los diarios, los arranques de celos, el uso "cómico" de las nuevas tecnologías (Internet, SMS) o las alusiones varias a la escena rock. Todo en el film resulta obvio y fallido: las referencias musicales (la burla a los grupos adolescentes en el estilo de los Jonas Brothers), las cinéfilas (Top Gun, Sueños de libertad), la utilización de los temas (y eso que se escuchan buenas canciones de The Cure o The Pretenders), los personajes secundarios (empezando por una aquí muy deslucida Christine Applegate) y la enumeración podría continuar casi hasta el infinito. Los 103 minutos se hacen de goma y las sonrisas no surgen jamás. Puedo entender y justificar cualquier desacierto de Burstein y LaTulippe... Todo menos el hecho de haber dilapidado nada menos que un protagónico de Drew Barrymore en el juego que mejor juega y que más le gusta. Eso sí que es imperdonable.
Las comedias románticas suelen ser similares y usar la misma receta. La cantidad de condimentos agregados es lo que marca la diferencia para un lado o para otro. Amor a distancia no escapa a la formula casi clásica de todas las películas norteamericanas de este género. Por ahí de vez en cuando aparece algo distinto como 500 días con ella o Juno, pero el resultado es más arriesgado. Estimo que el público demanda películas así, porque la realidad es que no les va mal en la boletería e indudablemente quieren pasar un rato en pareja o en salida de amigas agradable y sin riesgos. Lo más particular que tiene Amor a distancia es su simpleza y credibilidad. Y suena raro esto en una película hollywoodense, pero lo que quiero destacar es que la historia de amor que se va gestando, está tan bien presentada y el guión es tan lógico, que es súper creíble. No es un cuento de hadas ni una super historia apasionante. Pero la identificación de los actores con las líneas que dicen y las situaciones que viven le dan aun más fuerza. Por parte de la receta, obviamente tienen a un par de personajes “losers”, como son los amigos de el, y el temita de los 80 que todos conocemos (y que tema!!!!). Además de graciosas referencias a una super estrella. Me asusté en la primer escena que apareció Drew Barrymore… se le vinieron encima las secuelas de todo lo que se puso en su adolescencia!!! Nada es gratis indudablemente. Igual en los minutos posteriores o uno se acostumbra a verla así, o hubo maquillaje u horas de descanso… porque ya es normal verla con su cara al natural, y con la simpatía habitual. La re banco... es una divina igual :) Justin Long se banca su protagónico, y el upgrade que tuvo con respecto a Simplemente no te quiere. Todo el elenco secundario está bien, y aporta en varias escenas que son muy graciosas. Una buena comedia romántica, que no llega con mayores aspiraciones que hacer pasar un buen momento a gente predispuesta a ello.
LOS PROBLEMAS DEL AMOR Amor a distancia es el regreso de Drew Barrymore a la comedia romántica y un ejemplo más de cómo la actriz suele elegir muy bien cada uno de los films de este género. Una combinación de humor e inteligencia que la convierten en la comedia romántica del año. La carrera de Drew Barrymore, nieta del legendario John Barrymore, ya era brillante cuando en 1982 formó parte del elenco de E.T, el extra-terrestre. Tenía sólo siete años en aquella época y su fama se fue apagando poco a poco hasta que a mediados de los noventa volvió a tomar el control de su carrera de actriz, a la que le sumó su nuevo trabajo como productora y, recientemente, su debut como directora. Su espíritu libre, su inteligencia y su sentido del humor le han permitido burlarse de sí misma y no tomarse demasiado en serio. Brilló en el drama y en el cine de acción, pero sin duda en la comedia romántica ha escrito algunas de las mejores páginas de ese género en la última década. Aunque si bien es cierto que algunas de las comedias románticas que ha protagonizado no son brillantes, también es cierto que muchas otras sí. Y no hay duda de que en estas últimas es la inteligencia de la actriz lo que marca la diferencia, ya que sus personajes siempre son interesantes y las historias que estos films cuentan, mucho más adultos y complejos que la mayoría de los exponentes actuales del género. Como si fuera la primera vez, Letra y música y ahora Amor a distancia son tres ejemplos entre varios más. Amor a distancia parte de una estructura de género, dividida en los tres característicos bloques que poseen estos relatos, la película renueva el interés en la comedia romántica por ofrecer no sólo el humor y el romanticismo propio de esta clase de films, sino también, una mirada adulta sobre los conflictos de pareja, los sinsabores de la vida conyugal, los problemas que acarrea el lugar donde uno vive y los trabajos que uno elige. La historia relata el encuentro entre una periodista (Drew Barrymore) que intenta abrirse paso en el mundo laboral y un empleado de una discográfica (Justin Long) que desea producir buenas bandas en lugar de grupos mediocres. No estamos acá frente a una comedia para preadolescentes (perdón la imprudencia de prejuzgar, estoy generalizando), sino de un film adulto, con ideas adultas, con una mirada poco naif a pesar del romanticismo que le dicta el género. Se adapta de todas formas a los tiempos que corren con algo de humor subido de tono, pero eso no le juega en contra, por el contrario, le suma más a la idea de que las miradas del guionista y la directora van más allá del producto edulcorado y sin aristas. Es posible que sea la propia Barrymore la que elige estos excelentes guiones o la que pide que se jueguen un poco más; como sea, hay que decir que también aquí aparece por momentos ese tono agridulce que se suele percibir en sus mejores films. Finalmente, y sin olvidarnos del excelente reparto que acompaña a la pareja protagónica, cabe remarcar que Justin Long está a la altura de tan talentosa compañera y que juntos forman una dúo creíble y facil de querer. Hay que sumarle a todo esto: unos diálogos impecables, una excelente puesta en escena y una banda de sonido que suena espectacular. Con los géneros cinematográficos siempre pasa que, cuando uno cree que ya no pueden volver a cautivarnos, alguien llega y nos demuestra lo contrario. En este caso, la película busca y consigue armar un discurso lejos de una mirada edulcorada o primitiva del amor. Nuevamente habrá que atribuirle a Drew Barrymore el apostar a una mirada contemporánea no solo de la pareja, sino de los roles masculinos y femeninos en las relaciones. Comprar el discurso de esta comedia romántica no es comprar un discurso reaccionario, como ocurre en los malos ejemplos de este género. Estos son los elementos que van explicando en diferentes niveles el por qué de la efectividad de Amor a distancia. En esa combinación de inteligencia, humor, romanticismo y mirada adulta del mundo está el secreto por el cual se puede afirmar que Amor a distancia es la comedia romántica del año.
La épica cotidiana de vivir Cálida y predecible, Amor a distancia (Going the distance, 2010) es una película de efervescencia fugaz que consolida –sigue consolidando- a Drew Barrymore como una enorme actriz cómica, y catapulta a Justin Long a los primeros planos. Señoras, señores, se ha formado una pareja. Erin sabe que New York serán algunas semanas de su vida y pansantía mal paga. Garret se choca a diario contra los intereses menos artísticos que económicos de la discográfica donde trabaja: su último proyecto es lanzar al estrellato a una banda adolescente símil Jonas Brothers. Un bar será el lugar donde comienzan una relación que pretendían temporal. Pero el amor no sabe de pronósticos y deberán continuar su relación a 5 mil kilómetros y varios husos horarios de distancia. Con casi treinta años de carrera, Drew Barrymore es el paradigma de la niña mimada de Hollywood que se empalaga con un éxito tan repentino como inesperado. En la picota mediática desde que sus rizos dorados irrumpieron en E.T, el extraterrestre (ET, 1982), a comienzos de los gloriosos ochenta, carrera y vida de esta actriz entraron en un espiral descendente de drogas y alcohol, la segunda, y un largo encadenado de papeles malos en películas peores, la primera. Pero finalizaron los noventa, se alió al por entonces inteligente y lúdico Adam Sandler para El cantante de bodas (The Wedding Singer, 1998) y comenzó a erigirse como un referente de la comedia romántica clásica, aquella que no por apelar al lugar común subestima la capacidad del espectador. Perdedoras cotidianas, de esas que se embarran en urbe a diario para ganarse el pan, las criaturas de Barrymore viven aventuras generalmente redentoras que sin embargo no aparejan triunfos trascendentales sino pequeñas victorias o a lo sumo batallas minúsculas en la inmensidad del mundo: es la épica de lo cotidiano. Tomemos dos películas -elección arbitraria si las hay, quedan afuera la mencionada El Cantante de bodas, Los chicos de mi vida, Amor en juego, Letra y Música, Pura suerte y esa extrañeza total que es su inédita ópera prima Whip it!- separadas por una docena de años pero hermanadas por el oficio de periodismo que ella desempeña en la ficción: Jamás Besada (Never Been Kissed, 1999) y, justamente, Amor a distancia. En la primera Josie vuelve al secundario cuando una investigación de campo así lo demanda y la revancha proviene de subsanar el largo suplicio que fue su (falta de) etapa amorosa juvenil. Por eso el desenlace es la superación de los fantasmas del pasado, la absolución de una carga atosigadora que impedía su normal desenvolvimiento. Pero la película apenas dimensiona esa acción como algo extraordinario cuando, sobre el verde césped del campo de béisbol, atrae la atención de miles mientras el príncipe azul de turno la besa con esmero. De allí en más, tenemos la certidumbre que todo será nominal, como si aquello fuera apenas un acto efímero de un destino empecinado en que alguien sea, por un instante y en un lugar, feliz. Y finalmente llegamos a la película en cuestión: Amor a distancia. Pasante en un periódico neoyorkino con 31 abriles en las espaldas, Erin tiene el reloj biológico un diez años atrasado. Soltera, monetaria y ediliciamente dependiente de su hermana mayor, sabe que tiene mucho por ganar y poco por perder. Estamos, por elevación, ante una virtual continuación de Jamás besada con el adosamiento de revancha laboral. Es en la basto terreno victorioso aún inexplorado para Erin donde radica la posibilidad épica del torcer la suerte. Sin embargo Nanette Burstein (directora de la directo a DVD American Teen (2008)) evade la “trascendentalidad” de ese acto sirviéndole a Erin y Garrett la atención total del presente, pero a sabiendas de que todo cambiará (o no) para que nada cambie. La (¿involuntaria?) coherencia temática necesita de un partenaire capaz de sostenerla. Justin Long, actor desconocido para los seguidores del mainstream, viene desde hace años brillando en comedias directo a DVD como Pelotas en Juego (Dodgeball, 2004)o Admitido (Accepted, 2006). Como Barrymore, su carrera no sabe sino de constantes caídas para pequeñas levantadas. Más temprano que tarde, el destino haría su magia.
Erin (Barrimore) y Garret (Long) se conocen, pasan tiempo juntos y de a poco van enamorándose. Pero saben que su historia tiene fecha de vencimiento porque Erin debe volver a San Francisco, su ciudad natal a terminar sus estudios, justo en el lado opuesto del mapa. Ambos saben cómo son las cosas y deciden tomárselo con calma; pero no cuentan con que lo que sienten uno por el otro irá creciendo y que las cosas se complicarán. Amor a distancia es una típica comedia romántica norteamericana, en la que los personajes se enamoran, deben separarse, van y vienen hasta que deben tomar una determinación. Sin mucha originalidad pero con algunos atisbos de humor, la historia de Erin, una estudiante de periodismo con futuro y Garret, quien trabaja en una compañía discográfica en Nueva York, logra atrapar por momentos aunque las situaciones sean esperables. Con varios aviones de por medio que los llevan a cada uno a la ciudad del otro, ambos se dan cuenta de que es muy difícil mantener una relación seria viviendo en los extremos opuestos de un enorme país. Por ello, hacen todo lo que esté a su alcance para mantenerse juntos, superando crisis, celos y tentaciones. Con lugares comunes, buena música, sin actuaciones destacables y con una trama bastante simple, la historia (primera ficción de la documentalista Nanette Burstein) logra mantener la atención con escenas que ponen toques de humor, en las que intervienen la hermana de la protagonista (Applegate), una mujer casada y superprotectora, y los amigos del novio (interpretados por Sudeikis y Meester).
Con la idea más que fija Drew Barrymore, perdida en una comedia sexual. La comedia sexual no es un género en sí mismo, al menos made in Hollywood. Amor a distancia se disfraza de comedia romántica cuando en verdad habla (y habla, y habla) mucho más de sexo que de amor, de necesidad física que del corazón. La misma noche en la que a Garrett (Justin Long, novio en la vida real de Drew Barrymore) lo abandona su novia, porque es su cumpleaños y no le compró regalo, el muchacho bebe cerveza, se lleva a su departamento compartido, droga y termina en la cama con Erin. Como terapia parece que le da resultado, porque Erin, estudiante de periodismo (Barrymore, que dice tener 30), hace una pasantía en el New York Sentinel (?), pero le quedan seis semanas antes de dejar Manhattan y regresar a San Francisco. Tal vez ahora entienda lo de Amor a distancia , porque tratarán de sobrellevar la relación más allá de la diferencia horaria y geográfica. Nada de amor platónico. No. Si la premisa no era mala pero tampoco original, lo que la convierte en un fiasco es que, como comedia, los gags se alargan indefinidamente, y cuando debe llegar el punch, está fuera de tiempo. Luego de que le publican un artículo, Erin bien podría trabajar como free lance , pero parece que nadie oyó hablar de eso entre el equipo técnico, y el “remedio” que Nanette Burstein encontró para paliar la escasez de humor es apelar a la vulgaridad. Y si hay pocos chistes, los que abundan son referidos específicamente al sexo, a lo escatológico, masturbación, autofellatio y la lista sigue. No, no es un filme de Judd Apatow, y el humor es más verbal que visual. Drew Barrymore trata de mantener su dignidad, pero la pierde en dos escenas, la del sexo telefónico y la de la borrachera en la que le pide a un grandote..., en fin, para qué repetirlo. Igual, Amor a distancia deja sus enseñanzas en un par de líneas de diálogo, cuando Garrett y Erin recién se conocen y antes de advertir que se necesitan muchos mas física que románticamente, él le dice en Atlantic City (con el mar, las gaviotas, el muelle de madera y todo) que le gusta observar a las parejas grandes la felicidad y, más allá de la felicidad, el verlos satisfechos con sus vidas. Que luego esto no tenga nada que ver con la película es otra extrañeza, igual que el final apresurado en los últimos cinco minutos.
Romance a la medida de Drew Barrymore Se luce en una comedia actual, fresca y divertida No es fácil hacer una comedia romántica que se ocupe de contar de manera entretenida y sensible la historia de un amor. Muchos lo intentan creyendo que es sencillo, que con un par de protagonistas bonitos cuyos personajes se conozcan de manera graciosa alcanza, pero no. Más allá de las fórmulas y las reglas, que este género las tiene y muchas, sin un buen guión el emprendimiento fracasa por cursi, simplón o poco realista. Tres características de las que Amor a distancia carece completamente. De hecho, esta comedia evita, en su mayor parte, la sensiblería y las respuestas obvias para contar el enamoramiento de Erin y Garrett, interpretados por Drew Barrymore y Justin Long. A partir de un encuentro casual en un bar -nada extraordinario por ahí- ocurre la maravilla: resulta que la aspirante a periodista y el empleado de una discográfica son almas gemelas. Y se nota. La interpretación de Barrymore y Long no deja lugar a dudas de que estos dos son el uno para el otro. Ella es inteligente, linda y se ríe de los chistes que él hace y hasta tolera a su compañero de casa. Ese que se empeña en musicalizar con canciones de los ochenta cada etapa de su primera noche juntos. El único problema es que Garrett vive en Nueva York, donde se conocen, y ella debe volver a San Francisco para terminar sus estudios y encaminar su vida profesional. Con algo de la sensibilidad de 500 días con ella y tomando prestado los modos de esos adultos por momentos todavía anclados en la adolescencia de Alta fidelidad, Amor a distancia, consigue contar un romance actualsin recurrir a la caricatura ni la humillación de sus personajes como últimamente se mal acostumbraron a hacer otras películas de su tipo. Aciertos y errores El guión escrito por Geoff LaTulippe acierta al construir a los protagonistas y su contexto familiar y laboral aunque no logra los mismos resultados en el armado de los personajes secundarios. Mientras Barrymore brilla en cada una de las escenas que le toca interpretar, no se puede lucir de la misma manera la actriz Christina Applegate, una consumada comediante que aquí hace lo que puede con la neurótica hermana de Erin, un papel sin demasiados matices que le quita verosimilitud al relato. Lo mismo puede decirse de los fieles amigos de Garrett, Dan (Charlie Day) y Box (Jason Sudeikis). Encargados de aportar el costado más gracioso en medio de los conflictos amorosos de la pareja, los personajes de Day y Sudeikis (experimentados cómicos televisivos) parecen malas fotocopias de aquellos perfectos secuaces del protagonista de la mencionada Alta fidelidad ( Jack Black yTodd Louiso). Tan excéntricos como entrometidos, el par desentona en un film que si no fuera por ciertas concesiones en su relato bien podría destacarse entre las mejores comedias románticas del año. La directora Nanette Burstein, responsable de varios notables films documentales ( The Kid Stays in the Picture, que se vio por HBO), debuta aquí en la ficción y, aunque hizo un trabajo aceptable, se quedó corta a la hora de privilegiar en pantalla a su mejor jugadora: la talentosa señorita Barrymore.
El dúo dinámico De un tiempo a esta parte, Drew Barrymore se ha convertido en la reina de la comedia romántica realizada hoy en Hollywood, pero en Amor a distancia no está en pareja con un gran cómico (como en el caso de sus muy memorables colaboraciones con Adam Sandler, por ejemplo) sino con otra promesa de su generación: Justin Long, un chico fundamentalmente simpático que ha trabajado muy poco como protagonista. El resultado no es una comedia, sino una comedia romántica, sólida y sincera. Una de las características más notorias de Amor a distancia, a pesar de tratarse de una película de género, es el grado de realismo con el que trabaja su materia. Se trata de la historia de una pareja que se conoce en Nueva York y a las seis semanas debe separarse porque ella regresa a su casa en San Francisco; se establece entonces la relación a distancia. Heredera, si se quiere, de las películas de Nora Ephron, Amor a distancia reconoce también la influencia fundamental de Apatow y la nueva comedia americana: el lenguaje realista, la relación de pareja que se parece más a la amistad que al romance idealizado, la exploración del contexto de amistades, el corte generacional, lo escatológico, los nuevos modos de relacionarse en una sociedad que ya no tiene normas claras de conducta. Pero más allá de este romance/amistad y la explicitud de los chistes sexuales, Amor a distancia presta muchísima atención a los detalles y esto es lo que finalmente la vuelve querible: desde el pelo mal peinado de Drew Barrymore a la mañana siguiente pasando por la despedida incómoda frente al aeropuerto o la realidad de los precios del pasaje de avión para poder visitar a la persona amada. Lo que se opone a este amor, si se quiere, es la realidad: gente joven con trabajos inestables que vive en departamentos horribles. Hay, por supuesto, algunos lugares comunes (la cámara en mano) y algunos chistes no funcionan tan bien (aunque muchos sí), pero en algún punto esta película logra generar la suficiente inercia como para arrastrarnos a través de su tramo final, mucho más doloroso. Esto se lo debe fundamentalmente a sus actores. Los secundarios forman un colchón muy sólido (en especial Jason Sudeikis) pero el alma de la película son Drew Barrymore y Justin Long. Long le presta la solidez de su presencia amable; Barrymore con su personaje despreocupado le da vueltas al lugar de heroina romántica con sus parlamentos. Si Amor a distancia funciona es porque les creemos a ellos; porque la película logra saltear los obstáculos; porque queremos que terminen juntos.
Romance en bandeja de salida Amor a la distancia es una comedia romántica bastante estándar, sin que esta característica deba entenderse de antemano como positiva o negativa, pues contar una y otra vez historias que aparentan ser las mismas (pero nunca lo son) suele ser también beneficioso. La apropiación de experiencias por la sociedad y aún por los individuos requiere de procesos de sedimentación en muchas ocasiones lentos. Erin y Garrett (Drew Barrymore y Justin Long) tienen una relación nueva que está funcionando bien a pesar de que Erin, desempleada, está a punto de mudarse al otro extremo de los Estados Unidos. Llegado el momento, los muchachos acuerdan sostener el amor a la distancia, pese a las dificultades previsibles. La trivia sobre este largometraje comenta que la idea surgió alrededor de algo que le sucedió en la vida real a uno de los productores del mismo. La película es actual, y esa vigencia le da vida al corazón del cuento. La tecnología en comunicaciones es obviamente la vedette de muchas situaciones, y hasta se da la particularidad de que en ciertos pasajes del relato los mensajes de texto aparecen impresos en la enorme pantalla de la sala donde se proyecta el filme. El espectador en algún otro caso puede encontrarse con información novedosa en el contexto. Por ejemplo: la falta de trabajo en la otrora económicamente próspera ciudad de Nueva York representada por el Hollywood de las últimas tres o cuatro décadas al menos, o la crisis de los periódicos impresos como el que no contrata a Erin pese a que ella se revela como una prometedora periodista. Una realidad mundial a la luz del avance de la web y de los cambios en los hábitos de los lectores de diarios. Las representaciones de ambos protagonistas y el elenco son buenas, pero merece un subrayado la de Drew Barrymore, quien en dos tres escenas acomete otros tantos desafíos actorales particulares, en lo que podría considerarse un paralelismo con los solos que ejecutan los instrumentos de algunas orquestas.
Si tengo que mencionar a una actriz que escriba con su propia impronta autoral en las comedias que participa, indudablemente tengo que nombrar a Drew Barrymore. Independientemente de lo que tenga que contar el director de la película de turno en la que participe, ella tiene su propia visión del mundo, una alegría y desfachatez mezclada con una rara e inteligente ingenuidad que contagia en el espectador una poderosa empatía que es superior a cualquier historia que se pretenda contar. Este elogio del que se desprenden solo unos pocos actores y actrices de esa fauna que Hitchcock llamó “ganado” no garantiza que una película sea una obra maestra ni nada por el estilo, solo le aporta un brillo y un valor agregado. Un Cary Grant, un John Wayne en escena aportan felicidad cinematográfica, no importa la historia. En Amor a Distancia, Barrymore es sacada a patadas de un bar, borracha, gritándole a un patovica “suck my dick” e invitándolo a los gritos a masturbarse viendo Transformers de Michael Bay (de paso, Megan Fox es lo opuesto total a Drew; pétrea, triste y estúpida). ¿Puede naufragar una película que tenga esta escena desfachatada y delirante con la mejor actriz de la comedia americana? Si, porque en las comedias románticas la clave de la diegesis es la empatia, la atracción que tenga la pareja de protagonistas. En este caso, Nanette Burstein no logra que exista química entre Drew y Justin Long. En realidad no se a que director se le puede ocurrir seleccionar en un cast de una comedia romántica a Justin Long, y encima cometer el crimen de juntarlo con una gran actriz como Drew Barrymore. Long esta a destiempo con el genero, uno no sabe si esta participando en una comedia, en un drama o en una película de acción ya que su gélido rostro siempre muestra ante la cámara la misma expresión. Mas allá de algunos buenos momentos donde participan los amigos de Long, vagos, delirantes y freaks y que nos hacen amar al cine americano por construir esos personajes secundarios tan queribles (grande Christina Applegate ¡!) y algunas sorprendentes irrupciones musicales con clásicos ochentosos, la película deambula en indecisiones y lugares comunes que no le aportan nada nuevo al genero y mucho menos a la rica carrera de Barrymore. Historias de amores a distancia en la época de Skype ya no se deberían filmar, suenan fofas y a destiempo. Aburridas e intrascendentes. Esta película pide revancha a los gritos, miren Jamás Besada y disfruten a la Barrymore en su mejor versión, haciendo comedia clásica.
Drew Barrymore porta uno de los apellidos más ilustres de la historia del cine norteamericano. Su abuelo es el célebre John Barrymore que ya en la época del cine mudo se hiciera conocer en versiones de “Dr.Jekyll y Mr. Hyde, “Beau Brummel” y en el sonoro en “Moby Dick”, “Svengali”, “Arsene Lupin”, “Cena a las ocho” y junto a su hermanos Lionel y Ethel en “Rasputin”. Su padre: John Drew Barrymore, no alcanzó el nivel de su progenitor y además tuvo un paso por las drogas, que muchos años después repitió su hija. Ella debutó en el cine con apenas cinco años en “Estados alterados” de Ken Russell pero su primer salto a la fama ocurrió dos años después cuando su padrino Steven Spielberg la dirigiera en “E.T., el extraterrestre”. Seguirían aún tres films más de los cuales destaca “Irreconciliables diferencias” y en menor medida “Los ojos del gato”, sobre cuentos de Stephen King. Los siguientes cinco años fueron los peores de su vida cuando se produjo su temprana adicción al alcohol y a la droga, de la que felizmente pudo zafar. Entre 1989 y 1994 actuó en diez largometrajes en su mayoría mediocres, ninguno sorprendentemente estrenado en Argentina. La suerte empezó a cambiar radicalmente a partir de 1995 con películas destacables como “Boys on the side” de Herbert Ross (aquí conocida como “Sólo ellas, los muchachos a un lado”), “Batman eternamente”, “Todos te quieren” de Woody Allen y la primera “Scream” (“Vigila quien llama”) de Wes Craven. De allí en más su muy prolífica carrera la vio protagonizar dos a tres títulos por año sufriendo además un vuelco al privilegiar las comedias, frente a films de terror y acción. Se la vio junto a Adam Sandler en dos oportunidades (“La mejor de mis novias”, “Como si fuera la primera vez”), Ben Stiller (“Duplex”) y Hugh Grant en la muy agradable “Letra y música”. También en “Los ángeles de Charlie” y su secuela, junto a su amiga Cameron Diaz. Uno de los pocos dramas protagonizados recientemente es “Confesiones de una mente peligrosa”, dirigida por George Clooney. Su película más reciente fue “Están todos bien”, remake de la de Tornatore, con Robert De Niro en el rol central. “Amor a distancia” (“Going the Distance”) es el primer film de ficción de Nanette Burstein. Aquí Drew es Erin, aspirante a periodista, quien conoce accidentalmente a Garrett, que viene de ser abandonado por su novia. El “coup de foudre” entre ambos tropieza con la dificultad (que el nombre de la película ya indica), de tener ella su trabajo en Nueva York y él en California. Los repetidos viajes en avión, un recurso repetido que un mapa señala, reúnen a la nueva pareja en diversas locaciones. Lástima que todo ello transcurra con muy pobre comicidad a la que poco ayudan los amigos de Garrett, que protagoniza Justin Long (“Duro de matar 4.0”, “Simplemente no te quiere” donde también actúa ella), además pareja de la Barrymore en la vida real. Uno de su colegas es interpretado por Charlie Day, merecedor del premio al peor actor de este año. Los nutridos diálogos entre los amigos apelan a repetidas referencias a la masturbación, autofellatios y otras prácticas sexuales que son muy poco felices, más bien gratuitas. Por el lado de ella, aparece el personaje de una hermana más bien reprimida (Christina Applegate), con dos escenas de sexo en su casa que provocan tibias sonrisas aunque rozan el mal gusto. Alguien podrá objetar que esta nota se ocupa más de Drew Barrymore que de su última película y no estará errado. Ocurre, como se decía al presentar la misma, que lo único rescatable es la interpretación de la actriz. De allí el contenido de esta crónica y la recomendación de, preferentemente, volver alguno de sus más logrados films anteriores.
Una comedia cálida, fresca y predecible. La ironía y la franqueza sin rodeos de Erin (Drew Barrymore, toda una referente de la comedia romántica clásica) cautivan al recién declarado soltero Garrett (Justin Long) con un par de cervezas frías, una conversación trivial de bar y un buen desayuno a la mañana siguiente. Erin es una estudiante de periodismo con futuro y Garret trabaja en una compañía discográfica en Nueva York. "Amor a distancia" es la típica comedia romántica norteamericana, donde los personajes se enamoran, tienen que separarse y, al final, tienen que resolver... En fin, situaciones esperables y lugares comunes entre tantos aviones que suben y bajan en los aeropuertos y buena música pop. De todos modos, el filme logra entretener a base de secuencias donde se destaca el humor, sobre todo a partir de un par de personajes secundarios.
Algo para recordar En el mapa del territorio actual de la comedia romántica, la figura de Drew Barrymore se ha convertido en su máximo referente. Sin una belleza convencional, sin apelar a mohines desmedidos, incluso con un físico que se aleja de la figurita estilizada, Barrymore ha sabido construirse un espacio en el que películas de la talla de Como si fuera la primera vez y Letra y música marcan una diferencia muy grande respecto al resto. Con las antiguas “reinas” como Julia Roberts o Meg Ryan preocupadas en otras cosas, la actriz incluso se ha dado el gusto de debutar en la dirección con la notable Whip it -que lamentablemente por estas tierras no veremos nunca en un cine- y demostrar que su talento no es sólo un cuerpo, sino un estado de ánimo que se transmite por ósmosis al proyecto al que se suma. Y que, cuando tiene un compañero como Adam Sandler o Hugh Grant, que saben acoplarse a su compañera de ruta sin hacerle sombra, ese estado de ánimo se traduce en felicidad absoluta. Y, nosotros tanto renegar sobre la falta de comedias románticas decentes, que finalmente nos llega como una caricia esta Amor a distancia, uno de los mejores exponentes que ha dado el género en mucho tiempo y uno de los mejores estrenos del año. El film dirigido por Nanette Burstein es una demostración de cine clásico: uno sabe cómo va empezar y cómo va a terminar, pero lo que nos importa son todas esas instancias que hacen a la historia, todo lo que ocurre en el medio, ese transitar de los personajes hacia un final que será feliz -o si no, no será nada-, pero que lo hace como una consecuencia de los actos y las decisiones que toman sus personajes; que son lógicas, que son coherentes y que conocen de renunciamientos, y que por eso será que nos emocionan, por eso será que nos comprometen. Amor a distancia es, también, un film remedio; remedio contra la pose del cine y el público actual, que buscan la sorpresa y lo novedoso como si en eso se terminara el cine; un arte que, básicamente, se puede resumir en tener algo interesante para comunicar y saber contarlo. Incluso, Amor a distancia sortea varios escollos que ella misma se coloca como una prueba de sus virtudes. Por un lado hace uso de un humor actualizado, contra la ingenuidad del género: si hay amor, también hay guarradas de todo tipo, y sin embargo esto no hace más que aumentar su efectividad y sus posibilidades. Si funciona, es noble decirlo, es porque además de Barrymore y Justin Long tenemos un reparto que sabe cómo hacer de lo ordinario algo extraordinario (¡Jason Sudeikis rules!): el humor, aquí, si inclusive puede ser agresivo, surge de lo cotidiano, de la observación, de construir personajes que hacen creíbles esas situaciones. Digamos que por momentos Amor a distancia parece Los hermanos Farrelly conocen a Howard Hawks. Por otro lado, la directora, el guionista Geoff LaTulippe, Barrymore y Long se permiten modernizar los roles típicos del género sin por eso dejar de ser concientes de que están filmando una comedia romántica. Precisamente ese es el punto fundamental -de otros muchos más- que sostiene el éxito de esta película. Erin (Barrymore) y Garrett (Long) se aman y viven en costas opuestas de los Estados Unidos, y ambos están imposibilitados de acercarse porque él no se moverá de Nueva York a raíz de su trabajo en una discográfica y ella no consigue empleo como periodista en la Gran Manzana. A este conflicto, que otros derivarían hacia un comentario sobre el mundo, Amor a distancia lo ciñe a la medida de la comedia romántica: nada distrae de lo central, que es el amor de ellos dos. Nada, ni la crisis laboral, ni las dificultades de sostener una relación a distancia, ni la necesidad de independizarse, ni las complejidades del mundo actual que parecen ahuyentar la posibilidad del amor real. Al usar todo esto como un telón de fondo pero nunca como el eje argumental, Amor a distancia demuestra que cree en la comedia romántica y, además, que sabe que el mundo tal vez sea un lugar un poco peor que hace 70 años, cuando las comedias románticas brillaban. Pero así como Erin y Garrett le ponen el pecho a la situación, el film toma toda su energía y la deposita en hacer que Erin y Garret -y nosotros- seamos felices. Y esto es, básica y sencillamente, una comedia romántica moderna. No porque haya chistes sobre pedos, no porque tomen drogas, no porque se manden mensajes de texto, simplemente porque construyen arquetipos que van con su época, que son actuales, sin cinismo. Erin puede querer a su chico y desear el príncipe azul, pero también sabe que necesita hacerse fuerte en su profesión; Garrett sabe que algunas determinaciones sugieren un sacrificio, pero hace de esto una posibilidad, una forma de relanzar su presente y su futuro, y no una claudicación en pos de una idea conservadora de la vida. De aquí nadie saldrá mejor o peor, pero sí al menos diferente: y la enseñanza es parte fundamental del género. Tal vez muchos no vean en este film más que una comedia de chico-conoce-chica con final feliz, pero sin dudas que estamos ante una película compleja, que reconfigura la masculinidad y la femineidad de hoy y, con esto, también a la pareja actual bordando un mapa de cómo es la dinámica de las relaciones sentimentales en el presente. Y es una película agridulce porque, muy sinceramente, sabe diferenciar el amor de la vida en pareja, lo romántico idealizado de lo cotidiano, sin por esto anular una u otra expresión. Pero si todo esto funciona es porque ahí donde el género debe estar presente a través de clichés, encuentra en Barrymore y Long a una pareja inmejorable, dueña de una química especial, que parece querer prender fuego la pantalla cada vez que se encuentran (¡hay besos de lengua!) y que respeta cada uno de esos lugares comunes con inteligencia. A través de ellos, la película encuentra la forma de hacer creíble ese amor: por eso lagrimeamos en la primera despedida en el aeropuerto, por eso queremos que se muden juntos, por eso nos apena la posibilidad tangible que de se distancien definitivamente. Amor a distancia demuestra que la inteligencia no es hacerse el importante y fruncir el ceño como si se estuviera contando algo imprescindible para la vida, sino apenas construir personajes a los que les podamos creer y que sean lo suficientemente interesantes como para que valga la pena compartir ese viaje. Ya sean estos un fascista de nombre Mussolini, un vaquero de peluche llamado Woody o dos amantes llamados Erin y Garrett.
Sobre el amor y la risa Amor a distancia se inscribe en lo mejor de la comedia romántica contemporánea. Se pueden distinguir dos vertientes en la comedia romántica actual de Hollywood. La primera está representada por títulos como Guerra de novias, 27 bodas, El cazarrecompensas o Cómo perder a un hombre en 10 días. En realidad, no son comedias: son panfletos baratos de venta de las instituciones matrimonial y familiar, la pareja como sostén del individuo y el amor como método para adaptarse al sistema. La segunda corriente tiene como principal y único exponente a Drew Barrymore, una actriz que ya a esta altura puede reclamar sin miedo el trono de reina de la comedia romántica, y más teniendo en cuenta la deserción de referentes como Julia Roberts o Meg Ryan. Revisando Como si fuera la primera vez, Amor en juego y Letra y música, se pueden percibir toda una serie de obsesiones e inquietudes, vinculadas a la construcción de la pareja, la convivencia con el contexto actual y las reformulaciones de lo romántico. Amor a distancia constituye el más reciente ejemplo de lo afirmado en el párrafo anterior. La inteligencia y sensibilidad del filme parte desde el lenguaje, en todas sus variables. Por empezar, aprovecha haber sido catalogada como R (Restringida), la calificación más alta y prohibitiva del cine estadounidense: la usa de trampolín para armar un relato adulto, consciente de que las malas palabras no conspiran contra el amor. Por eso los múltiples diálogos escatológicos adquieren un sentido particular. Detrás de tantos pitos, tetas, culos, y escatología, hay pasión y deseo, hay gente conociéndose, hay amistad, incertidumbre, hay decisiones que tomar. Y nunca nada suena pesado, sino humano. Les creemos a los personajes sus lágrimas, sus angustias, sus indesciciones, su añoranza, su padecimiento del tiempo y la distancia, porque antes les creemos cuando se ríen, cuando disfrutan, cuando no paran de decir o hacer tonterías y no se sienten culpables por eso. Amor a la distancia es, como Ligeramente embarazada o Virgen a los 40 años, una de esas comedias que tendrían que ser de visión obligatoria para los adolescentes, porque transmite esa noción sana y pertinente de que el sexo es importante, pero que eso no significa que sea aburrido o ceremonioso. Que es sobre el descubrimiento de los cuerpos, sobre vencer miedos y barreras, sobre besarse, acariciarse, sobre conocer al otro a través del afecto. Asimismo, es una película obligatoria para el público adulto, porque reivindica el género al cual pertenece con toda la convicción posible. Deja de lado todo conservadurismo ideológico -¿hace cuánto no se veía a un personaje describiendo como algo natural y disfrutable el estar permanente de joda, como hace uno de los amigos de Justin Long, sin que aparezca nadie para señalarlo con el dedito?- e interpela sobre temas como la maduración, la búsqueda de estabilidad y compromiso, el rol del hombre y la mujer, la pareja como institución importante pero no total. Nunca juzga a los personajes, y en ese no juzgar, logra una llamativa empatía y obliga al espectador a pensarse a sí mismo. Párrafo aparte para las actuaciones. Debe haber pocos actores como Justin Long, que van armando sus personajes en base a pensar su discurso, su ideología y sus problemas, casi rompiendo la cuarta pared, a mitad de camino entre la primera y la tercera persona, sin ninguna clase de cinismo sino, por el contrario, con todo cariño. Muy poquitos alcanzan tanta hilaridad desde la total pero inteligente grosería, como lo consiguen Jason Sudeikis y Charlie Day, que en sus roles son, desde el inicio hasta el final, esa clase de amigos que uno sabe que van a estar siempre, no importa lo que pase. No hay muchas actrices como Christina Applegate, que no necesita hablar, porque ya en el rostro se le nota todo: la tensión, el odio, la frustración, la adoración, la aceptación, la melancolía. Y, definitivamente, no hay nadie como Drew, que seguro que es una mina de fierro, tanto en la realidad como en la ficción. Desde el díptico que dirigió Richard Linklater con Antes del amanecer y Antes del amanecer que no tenemos un filme donde se sienta y perciba tanto el poder de un espacio-tiempo determinado. Los trayectos se sienten, las horas y días se sienten. El filme dura menos de dos horas y nunca aburre, pero los meses y meses que involucran la relación de los protagonistas están presentes y adquieren forma. Los kilómetros se palpan, su literalidad nunca es impostada. Amor a distancia es de esas obras que nos devuelven la creencia en el cine como vehículo de las emociones.
Invadida de clichés y lugares comunes, se presenta esta nueva comedia romántica de Nanette Burstein. Protagonizada por Drew Barrymore y Justin Long- quienes en pareja (¿o ya no?) en la vida real- no logran esquivar los altibajos del guión, pese a su buena química. “Amor a Distancia” cuenta la historia de Garret y Erin, cuando una noche cualquiera se conocen en Manhattan, y entre copa y copa terminan enamorándose. El problema es que ella, está a punto de terminar una pasantía de periodismo y en unas pocas semanas, vuela de regreso a San Francisco. Mantener una relación a distancia se hace una necesidad y única posibilidad, pero obviamente no será nada sencillo. Aunque goza de buenos momentos (casi todos ellos ligados al trabajo de Barrymore) la historia vacila constantemente en aquello que en verdad nos quiere contar. El guión de Geoff LaTulippe, es efectivo al mostrar el contexto (social y económico) en el que se encuentran los protagonistas: un mercado laboral poco favorable, que los obliga a aceptar empleos para nada gratificantes, ya sea como oficinistas o practicantes. Esa inestabilidad, y el deseo por encontrar un equilibrio laboral, es la que posibilita que se planteen una relación a distancia. Lo que no queda claro, es el verdadero motor de dicha relación. Al comienzo y al final, parece que es el amor. Sin embargo, en el transcurso de la historia el sexo ocupa un lugar claramente predominante, que termina por contaminar la película con chistes y situaciones de dudoso buen gusto. Observo que en los últimos años, algunas comedias románticas creen que escaparse de las trivialidades y obviedades propias del género, es mostrar el lado menos atractivo de sus personajes. Como si está decisión tornara más sincera y cruda a la historia de amor. No creo que esto de siempre buenos resultados. “Amor a Distancia” puede ser una de esas comedias. Aunque sería justo rescatar, que quienes hemos vivido la experiencia de un amor a distancia, veremos reflejadas muchas situaciones típicas de esa clase de relación.
Sin ningún tipo de dudas si hay una actriz que despierta el amor dentro de uno, esa es Drew Barrymore. Este sentiemiemto se da solamente porque es sencillamente adorable. Drew es linda, inteligente y talentosa, además de poseer esa cuota de ingenuidad que todos los hombres queremos. Obvio que los años le van pasando factura, pero ella posee una magia que siempre nos enamorará. Por otro lado, en este film, se encuentra el carismático de Justin Long, que luego de algunos papeles secundarios en Viviendo con mi Ex y Simplemente no te Quiere consiguió su primer protagónico en la gran pantalla y nada más y nada menos que con una acompañante de lujo para este tipo de propuestas. Una comedia romántica debe poseer como condición excluyente química entre los actores, algo que era más que obvio que iba a haber por qué ambos son pareja en la vida real. Además de ésto debe tener una historia que sostenga el humor, el drama y el romance, y que nos haga meternos dentro de una relación. Uno tiene que tomar partido, tiene que sentirse enamorado como los protagonistas y también debemos emocionarnos con ellos. Gracias a muy buenas actuaciones de Barrymore y Long, las graciosas intervenciones de Day (amigo de Long), una historia con la que es difícil no identificarse y varios momentos de mucho humor, todas las sensaciones y sentimientos que nombré arriba ocurren a la perfección en Amor a Distancia. Según la onda con la que uno vaya a presenciar este film, va a depender de la magnitud que puedan tomar dichos sentimientos. Amor a Distancia nos cuenta la historia de como una mujer y un hombre no tan jóvenes se encuentran en un momento de frustación importante, que se convierte en una llama de esperanza en sus vidas. El amor nace inmediatamente en ellos y juntos emprenden un corto, pero intenso y bello romance. Lamentablemente la partida de Erin a su lugar de origen, hace que esa llama se vaya consumiendo -más allá de sus incansables intentos por mantenerla viva- debido a la extensa cantidad de kilómetros que la separan de Garret. El desgaste provocado por el extrañamiento y la falta de comunicación hace que ese amor inquebrantable se vuelva frágil como el vidrio. A pesar de tener ciertas obviedades, como el típico papel de la hermana guarda bosque o los losers amigos del protagonista, esta comedia saca una luz de credibilidad y madurez en los conflictos, lo que estuvo bastante bueno. Los problemas de Erin y Garret son totalmente palpables y pueden ocurrirle a cualquiera.
BarryAmor Drew Barrymore ya puede coronarse, no por esta película sino por toda una filmografía que viene construyendo en el género, como la reina de la comedia romántica. ¿Quién sino, Jennifer Aniston? ¡Ja!. ¿Qué otra cuenta en su legajo con títulos como El cantante de bodas, Jamás besada o Como si fuera la primera vez? Drew nunca te deja a pata en un género que, dentro de su estructura inamovible, rara vez pierde la capacidad de divertir y emocionar. Para los que disfrutamos de este tipo de películas sin necesidad de esperar la sorpresa que cambie el rumbo del cine, para los que podemos sentarnos en la sala sin pretensiones lugonescas y sin horrorizarnos con sus repetidas tendencias conservadoras, el combo BarryAmor se vuelve prácticamente infalible. Aunque Amor a distancia no sea lo mejor de su repertorio y el dueto con Justin Long no alcance el vuelo sentimental que consigue junto a Adam Sandler, Drew vuelve a rendir el precio de la entrada. Esta vez, con una película sincera donde el mayor logro está en haber sabido componer una relación de “pareja moderna”, atravesada y unida por la cultura pop, pero sin la pátina plastificada que se devora a películas pseudoindies como 500 días con ella. Acá el conflicto no pasa por conquistar a la chica inalcanzable, de hielo, como la que interpretaba Zooey Deschanel (soberana de otro reino, el de la histeria hipster). El amor surge entre los protagonistas sin demasiados preludios y lo que se interpone entre ellos es la distancia y la posibilidad de mantener una casta fidelidad. La pareja se conoce a escasos minutos del comienzo de la película, y de ahí en más el problema que enfrentan los personajes es que en unas pocas semanas concluirá la pasantía que Erin (Drew Barrymore) está haciendo como periodista en un diario de Nueva York y deberá regresar al estado de California para continuar con sus estudios de posgrado. Casi no hay terceros en discordia, enredos ni confusiones que se interpongan en la relación. Hay, apenas, un pequeño temor a enamorarse de alguien que vive al otro lado del país, pero sorteado el miedo inicial sin demasiadas complicaciones los protagonistas se disponen a vivir un amor a distancia. A partir de ahí, el conflicto se corre de lugar y adereza la comedia con un toque bastante light de actualidad. Es que después de un tiempo de contacto telefónico constante, la crisis económica de los Estados Unidos y la de los medios impresos amenazados por Internet (“escribí en un blog”, le dicen a Erin cuando llama para pedir trabajo) son los que, una vez tomada la decisión de mudarse a la ciudad del otro, interfieren en el romance. Nada del otro mundo, un comentario al pasar sobre esa situación poco divertida. Sin embargo, Amor a distancia pone en escena una pareja querible y creíble que se toma el sexo con naturalidad y sin demasiadas vueltas. Y aunque el sexo da lugar a chistes bastante burdos como el hallazgo de un vello púbico encima de una mesa, la película le otorga la importancia que tiene para las parejas de estos tiempos. Porque en el fondo, o no tanto, el tema de esta comedia es que la distancia impide coger con quien más ganas tenés de coger en el mundo. Leí en varios post de por ahí que, pasada la mitad, la película se vuelve convencional. Error: la película es así desde el principio y no se puede esperar otra cosa del que, quizás, sea el último género puro y duro que se sostiene en Hollywood. Y si eso o algunas otras cosas que suelen aparecer en esta clase de cine molesta, siempre queda la sonrisa de la rubia Drew, aunque algunos digan que en los planos cortos se le ve el bigote.
Buscando puntos de contacto con un par de comedias estadounidenses que en los últimos tiempos renovaron el género, Amor a distancia arranca con un estilo moderno y descontracturado que auspicia un buen resultado global, pero esa impronta no logra mantenerse. Las referencias son a la excelente 500 días con ella y a la más que interesante Simplemente no te quiere, más aún teniendo en cuenta que en esta última participó –sin formar pareja- el dueto protagónico de esta película. Con estos dos formidables antecedentes, el guionista Geoff LaTulippe y la directora Nanette Burstein, que debuta en el largometraje de ficción luego de un par de elogiados films documentales, concibieron esta historia acerca de una pareja que luego de un romance veraniego mantiene una relación a distancia. Apelando al carisma y las buenas dotes para el género de Drew Barrymore y Justin Long, Amor a distancia cuenta el flechazo que en principio los une, a través de una jugosa charla en un bar, una noche juntos con desayuno incluido y la propuesta de seguir frecuentándose sin promesas ni compromisos, aprovechando momentos que ya no se repetirán. La kilométrica extensión que existe entre San Francisco y Nueva York, sus respectivas ciudades, impedirían la continuidad de la breve aventura, pero finalmente la pasión y el sentimiento son más fuertes y deciden intentar mantener el vínculo pese a la distancia del título. A partir de allí la comedia, tras algunos toques mordaces y originales, se interna en un romanticismo más transitado, y las escenas interesantes empiezan a resultar más aisladas, menos eficaces y a veces rozando el mal gusto. La chispa de algunos intérpretes secundarios y el citado encanto de Barrymore y Long rescatan levemente la propuesta.
Cuatro motivos para adorar Amor a distancia. 1. Drew Barrymore. Natural, imperfecta, con algunas arrugas, con líneas de expresión. Una mujer real. No hace falta repetir la ductilidad de Barrymore para la comedia romántica, incluso en aquellas películas abominables como Simplemente no te quiere ella lograba destacarse. Su personaje de Erin tiene puntos de contacto con otros que ha interpretado: mujeres con cuentas pendientes, con sentido del humor, inteligentes, grandes amigas, sin miedo al ridículo; mujeres que tienen muy presente su costado masculino y se vinculan con el sexo opuesto desde un lugar que roza la camaradería (y no por eso ser menos femeninas). Sencillamente: minas copadas. Su presencia en la pantalla es magnética, no importa lo que haga, lo que diga, lo que tenga puesto, difícilmente podremos sacarle los ojos de encima. 2. Banda de sonido. La banda de sonido de una película es fundamental, forma parte del lenguaje como una unidad narrativa más, transmite, anticipa, acompaña, se funde con el texto. Una canción tiene el poder de arruinar una escena o hacerla memorable. Amor a distancia cuenta con un puñado de canciones de esas que logran convertir en un evento feliz y participativo la simple y sencilla tarea de sentarse en una butaca de cine. Y aunque el uso de Just Like Heaven de The Cure para el clásico montaje de enamoramiento-relación debería estar prohibido por decreto, también es justo decir que es un tema muy lindo y que con solo una canción se nos cuentan semanas de noviazgo en un inteligente y económico uso del tiempo. Y suenan, entre muchos otros, Cat Power, The Replacements, The Pretenders, Berlín para los nostálgicos de dudoso gusto (en un momento bastante más agradable que en el de la propia Top Gun) y una banda desconocida –por mí, claro– que vale la pena buscar por el ciberespacio como The Boxer Rebellion. 3. Personajes secundarios. Con la enorme Christina Applegate a la cabeza. Una máxima tan acertada como arbitraria declara que toda buena comedia romántica que se precie de tal debe tener buenos, cuando no excelentes, personajes secundarios. Corinne, Dan y Box, hermana mayor de Erin y amigos de Garret respectivamente, forman una unión creíble y espontánea con los personajes principales, tienen vuelo propio y se adueñan sin esfuerzo y con elegancia de varios gags que mantienen la balanza equilibrada entre la comedia y el romance. 4. El amor dinámico y real. Aquí y ahora, o mientras dure. En Amor a distancia no existe la noción de amor para toda la vida, la idea de almas gemelas. Dos personas que se conocen y se enamoran intentan pasar juntos el mayor tiempo posible. Pero miles de kilómetros los separan. Esa separación no es dramática, sino inevitable, incómoda y dolorosa (obviamos, perdonavidas, una escena de despedida con un obvio cielo tormentoso y plano de lágrimas). La imagen en un monitor llena el vacío del cuerpo y en eso no hay crítica a las redes sociales ni a la fría tecnología, ni ninguna de esas pavadas, es solo el registro de una situación cotidiana y actual. En estas características se sustenta el realismo de Amor a distancia. Y a su vez, en el realismo se sostiene la naturalidad con la que se resuelve la trama. Sí, hay final feliz, pero permanece la impresión de su carácter efímero, dinámico.
Ápices del amor contemporáneo Más allá de lo trillado que puede resultar el concepto inicial del que parte Going the distance (2010), tenemos una fresca comedia romántica protagonizada de manera sobria por dos de los más versátiles actores de la comedia norteamericana: Drew Barrymore y Justin Long. Ellos llevan adelante sin ningún problema un guión con muchos vaivenes y algo de rebuscada voltereta para alargar el metraje, pero que termina destacándose por una rutilante acidez cuando se disfraza de crítica a las costumbres de las parejas posmodernas. El típico contraste entre dos ciudades totalmente opuestas -amado por el norteamericano pochoclero, sobre todo si su pareja consume Britney Spears o Lady Gaga- es el marco ideal que encontraron los realizadores para contar una historia de amor a distancia que se involucra más con la confianza y el valor de las amistades que con ese guiño que hace hacia la vida de roles y sueños que se explotó mejor en otros títulos recientes (el ejemplo más cercano, Up in the air, la última obra maestra de Jason Reitman). Cuando juega a la moralina fácil, no le sale. Pero cuando coquetea con los distintos matices que van conformando la cotidianeidad estadounidense en una sociedad que no le da cabida a los treintañeros que vienen trastabillando con los trabajos o los logros personales, se llena de una riqueza que no todos sabrán ver, obnubilados por los gags en las líneas del guión. Por lo visto, el humor de las producciones de Apatow influenció bastante a Nanette Burstein y su equipo, ya que se puede notar cierta gama de latiguillos o salidas rápidas a ciertos lugares comúnes gracias a ese estilo tan característico de bombardear la pantalla con palabras ácidas y muchas veces grotescas. Cuando la comedia cobra protagonismo, Going the distance se luce; cuando el romance y la duda existencial la ahogan, decae. Y en ese (des)equilibrio incesante se balancea constantemente la película hasta llegar a un final bastante agarrado de los pelos pero que sabe como cerrar el círculo por el chiste leitmotiv por excelencia de la cinta. Esta es una película que no da para ir a ver al cine, o quizás sí, pero en una tarde de lluvia, si hay dinero para el taxi y una buena compañía gastronómica durante la proyección. Imposible verla si no es acompañado por alguien de otro sexo. Realmente, la recomiendo para alquilar, y sin muchas pretensiones.
El conflicto está bien narrado, y si bien se puede imaginar su final, no se hace muy pesada, aunque la primera mitad es mucho más entretenida que la segunda. A favor puedo decir que a pesar...
"Going the Distance" es una simpática comedia romántica que sobresale entre las recientemente estrenadas pero, a su vez, no esquiva la fórmula ya conocida de este género en el cine norteamericano. Con un humor por momentos demasiado grotesco (en los Estados Unidos recibió la calificación "R") y una banda de sonido pegadiza, se exploran los conflictos que suelen aparecer en una relación a larga distancia. Drew Barrymore aporta toda su simpatía y carisma, demostrando ser una de las que mejor se desenvuelve en este género, y es acompañada por su (ex?) pareja en la vida real, Justin Long, con quien obviamente tiene buena química. Pero el punto más alto de esta comedia es el elenco secundario. Charlie Day, Jason Sudeikis, Christina Applegate y Jim Gaffigan rodean a la pareja principal logrando los momentos más divertidos del film. Principalmente Charlie Day, el genial actor de la serie "It´s Always Sunny in Philadelphia" quien interpreta al compañero de departamento y se luce en su primer rol importante en el cine. Cada una de sus apariciones te sacan una sonrisa y se merecía más tiempo en pantalla. Quizás se le puede criticar que le falta un poco de ritmo, lo cual se podría haber solucionado sacándole algunos minutos, pero igualmente es una propuesta entretenida para ver en DVD.
Erin y Garrett se conocen en un bar, pasan la noche juntos y deciden ser “amigos” mientras dura la pasantía veraniega de ella en la ciudad. Tras seis semanas, Erin regresa a su San Francisco natal y la relación se convierte en un noviazgo a distancia. Pese a los kilómetros que los separan, a los votos en contra de amigos y familiares, y de algunas tentaciones inesperadas, la pareja ha encontrado algo parecido al amor y deciden aferrarse a ello… tal vez los sms, el sexo telefónico y el video chat puedan paliar la lejanía. Desde el comienzo se percibe que el vínculo que une a Drew Barrymore con Justin Long trasciendo los sets de filmación y que esos pequeños chispazos de complicidad que se traslucen a cada momento de deben a su noviazgo en la vida real. Respetando la estructura de la comedia romántica clásica, pero haciendo lugar a un tema poco abordado hasta ahora y con algunos chistes no habituales de las historias rosas, “Going the distance” explota los mejor que tiene: sus cómicos protagonistas.