Nada de azar Las historias de apostadores ya pueden considerarse un género en sí mismo. El joven ingenuo que ingresa en ese universo, metiéndose en problemas con la ley y con la mafia al toparse con el magnate que domina el lugar donde sólo sobrevive el más listo, es una trama repetida hasta el hartazgo (con aprendizaje moral incluido). Apuesta máxima (Runner runner, 2013) es exactamente eso, sin ningún tipo de variante, volviéndose convencional, predecible y por ende aburrida. La historia nos trae a Richie Furst (Justin Timberlake) quien realiza apuestas vrtuales con los estudiantes de la universidad para poder pagar sus estudios. ¿Lo que hace es legal o no? ¿Está bien moralmente hablando o no corresponde? Dilema planteado Richie viaja a Costa Rica, un paraíso para los yankies, donde predomina el juego, la corrupción y las prostitutas, siempre rodeados de hermosas playas naturales. Richie se encuentra con Iván Block (Ben Affleck), el poderoso empresario que monopoliza el negocio del juego virtual, y comenzará a trabajar para él, pero tarde o temprano descubrirá que la persona a la que ha idealizado no es tan amistosa como creía. Cualquier parecido con Wall Street (1987) es pura coincidencia. Todo será lindo y atractivo en la primera mitad para tornarse feo y turbio en la segunda. Entonces la película comienza con el discurso en off plagado de relatividad moral del personaje principal, para generarnos empatía con él. La puesta en escena publicitaria nos vende el atractivo del lugar que dejará impactado al protagonista: paisajes naturales, fiestas filmadas estilo publicidad de Gancia y prostíbulos llenos de chicas que disfrutan estar ahí. Toda una tentación del mundo materialista. El giro de la trama hacia la mitad torna a la representación bruscamente negativa: el carismático empresario se torna misteriosamente malvado, las tonalidades se vuelven oscuras, se enfocan paredes decadentes (de esas que hay en el Tercer Mundo), los centroamericanos empiezan a traspirar y dejar de ser serviciales para volverse violentos, etc. Bajo ese manto “aleccionador” la trama pretende ser más realista y continúa siendo puro estereotipo, inverosímil y con un mensaje cargado de moralina barata. En definitiva, Apuesta máxima cambia el escenario de Las Vegas o Wall Street por Costa Rica, pero sigue reproduciendo la misma historia de ambiciones y sus riesgos, sin ninguna vuelta de tuerca atractiva y subestimando al espectador con discursos viejos y a esta altura, nada creíbles.
Brad Furman director de The Lincoln Lawyer nos trae este thriller del mundo de las apuestas por internet que no termina de ser un film interesante en ninguna de sus propuestas. La Casa Siempre Gana Todo el mundo apuesta, si estas corriendo riesgo en algo, estas apostando. RUNNER, RUNNEREsa es la frase con la que abre la película el personaje de Justin Timberlake (Ritchie), y no esta del todo errado con esta apreciación. Pero la real causa de esta frase es dejar en claro que “Apuesta Máxima no es una película solo de apuestas, es un film acerca de tomar riesgos y un homenaje fallido a aquella película del ’87 dirigida por Oliver Stone “Wall Street”. Las comparaciones que podemos hacer con el film protagonizado por Michael Douglas y Charlie Sheen son muchísimas pero no vamos a detenernos en esto, solo lo quiero dejar en claro que Apuesta Máxima intenta ser una renovación narrativa de aquella película. Richie Furst (Justin Timberlake) es un estudiante que no es para nada acaudalado y vende apuestas por internet en el campus de su universidad. Cuando es descubierto es obligado a dejar ese trabajo y no ve otra salida para pagar sus estudios que apostar todo su dinero ahorrado en una pagina de internet donde se juega al poker online. Ritchie pierde todo su dinero, pero le han hecho trampa y el lo sabe. Ahora tendrá que ir a Costa Rica a buscar al dueño de esta pagina web y reclamar su dinero, allí se encontrará con Ivan Block (Ben Affleck) quien le ofrecerá trabajo como consultor para arreglar pequeñas fallas en el sistema. El problema es que Block tiene otros planes que afectaran a Ritchie. tumblr_mqjfnmW0HU1scdct5o1_r1_1280 Lo que pasa en Costa Rica se queda en Costa Rica El film de Furman nos lleva de inmediato a Costa Rica y no sale de ese territorio, un lugar absolutamente desconocido para nuestro protagonista (acá es donde los primeros problemas de empatía con ese personaje van a hacerse presentes). Las situaciones por la que va a pasar el personaje de Timberlake hasta que llega el clímax de la película no son interesantes, inclusive se tornan aisladas del conjunto total del film, haciendo que solo el montaje y la música puedan hacer soportables los 91 minutos que dura. Quizás si la acción directamente empezara en Costa Rica la película tendría otro impacto en el espectador, pero hace un recorrido largo y soporífero hasta llegar a llamar nuestra atención. El guión de Brian Koppelman y David Levien utiliza el recurso hasta el hartazgo del No way out (sin salida) para retener a Ritchie al lado del personaje de Ben Affleck, esto definitivamente no le hace bien al ritmo del film. Inclusive el trío amoroso que conforman Timberlake, Arterton y Affleck no esta explotado de una forma eficiente para que esto genere un problema real dentro del argumento. Si hablamos un poco de las actuaciones podemos decir que Justin como Affleck realizan correctas interpretaciones de sus personajes, pero el que sale ileso definitivamente es Ben Affleck, debido a que el personaje de Ivan Block es un antagonista frío, calculador y totalmente despiadado pero que aparece en pocas oportunidades. Conclusión Apuesta Máxima narrativamente no apuesta a nada nuevo, se queda en cuestiones antes vistas hasta el hartazgo con giros argumentales totalmente previsibles, realiza un mix de películas que un cinefilo definitivamente se dará cuenta enseguida, utiliza mal los recursos y no llega a nada brillante en su totalidad ni en sus segmentos. Un film olvidable en poco tiempo. - See more at: http://altapeli.com/review-apuesta-maxima/#sthash.elSXjgYD.dpuf
Un BODRIO con mayúsculas. Ben Affleck intentó salvar esta película con el editor de Argo, William Goldenberg, pero ellos milagros tampoco pudieron hacer. Justo esta semana The Hollywood Reporter reveló que el director Brad Furman tuvo muchísimos problemas con la narración de esta historia y el estudio Fox lo convocó a Affleck a último momento para que pudiera arreglar el film que parece era mucho peor de lo que se puede ver en el cine. Esta es la clave de lo que pasó con Apuesta máxima y se nota claramente al ver el film. La película ofrece un supuesto thriller que carece por completo de suspenso y resulta completamente aburrido y predecible. Tuvimos varias historias en el último tiempo sobre estafadores y esta por lejos resultó la peor de todas. La trama gira en torno al mundo del juego y las apuestas online que es muy interesante y brinda un buen material para hacer una película de suspenso, pero en este caso fallaron por completo en la ejecución de la idea que planteaba la trama. El director Brad Furman, quien había hecho un gran trabajo hace poco con la adaptación del libro de Michael Connelly, "Culpable o inocente", con Matthew McConaughey, acá no supo encontrarle la vuelta desde la narración a este conflicto. Apuesta máxima es bastante aburrida y nunca llega generar situaciones de suspenso que te permitan engancharte con la trama y la película por ese motivo se hace interminable. Ben Affleck y Justin Timberlake ofrecen actuaciones decentes y en este caso ellos no fueron el problema, sino el director, quien no supo aprovecharlos y arruinó con su soporífera narracion una película que podía haber sido más entretenida. Las reseñas de este tipo de filmes me parece que hay que bajarlas a la tierra. ¿Le recomendaría esta película a una pareja para que se gasten 100 mangos en el cine en una salida del fin de semana? Ni a palos porque es una película pobre que de última la podés esperar en el cable. Especialmente en estos días donde tenés disponible en cartel excelentes filmes como Gravedad o Capitan Philips que te dan más satisfacciones como espectador. Apuesta máxima es otro estreno completamente olvidable.
Hay un término que de vez en cuando se escucha en diferentes charlas entre amigos, familias y/o compañeros de trabajo: “película pasatista”. Si bien no existe una definición por excelencia que aclare de que se trata la cuestión, se podría decir que cuando alguien utiliza esa expresión es para referirse a una película que le hizo pasar un (buen) rato o reír hasta ahí nomás. O sea que cumplió su cometido de entretener durante los noventa y pico de minutos y no chillar al finalizar. Apuesta máxima sería un buen ejemplo de eso porque es un film del cual te olvidás que lo viste a las dos horas de finalizada la función pero que durante la misma te engancha. La historia es dinámica, y si bien vimos una muy parecida (y mejor) en el film 21 (2008), aquí nos entretenemos más con los delirios en lugar de preocuparnos por los personajes. Justin Timberlake labura bien como siempre pero no brilla como lo ha hecho bajo la lupa de otros directores. Lo mismo sucede con Ben Affleck, pero su carisma y el rol que ocupa cumple su propósito. ¿Gemma Arterton? Digamos que la platea masculina va a disfrutarla en la pantalla y no le pidamos más que eso. Lo cierto es que el director Brad Furman, quien había hecho un gran trabajo con su último film (The Lincoln Lawyer, 2011) aquí solo consigue entretener y crear una mínima tensión en algunas secuencias. Fuera de eso la verdad es que no se le puede destacar nada, pero criticar tampoco porque el producto terminado se deja mirar y se disfruta para pasar el rato. Si la van a ver, que sea con las expectativas bajas y con la idea de que es una película que no quedará mucho tiempo en su memoria pero que los entretendrá.
Saltó la banca Hollywood es de esas industrias en la que la suma de las partes suelen resultar en un todo como mínimo eficaz. O sea, si se integran en una producción buenos directores, guionistas, técnicos y actores lo más probable es que la cosa salga más o menos bien. Pero, claro, hay excepciones. Y Apuesta máxima es una de ellas. Es que esta vez un realizador como Brad Furman, que venía de hacer la muy simpática Culpable o inocente (The Lincoln Lawyer); un dúo de guionistas de fuste como Brian Koppelman y David Levien (Ahora son 13) e intérpretes carilindos y cancheros como Ben Affleck, Justin Timberlake y Gemma Arterton fallaron en todos los terrenos con un film sobre apuestas y engaños que arranca como 21 - Black Jack, sigue como Casino y termina… bueno, termina dando bastante pena. Ben Affleck demuestra aquí todo lo mal que puede estar en pantalla cuando no tiene un material digno ni un director que lo cuide (nadie lo cuida como él mismo) y Justin Timberlake está totalmente desaprovechado (y eso que es un actor ideal para este tipo de historias). Hasta la hermosa intérprete inglesa Gemma Artenton está menos linda que nunca. Affleck es un zar de los juegos de apuestas (con engaños incluidos, claro), Timberlake es un genio de la Universidad de Princeton que pasa a trabajar para el millonario, pero que luego se convierte en paralelo en informante del FBI. Y lo que sigue es un juego de gato y ratón, estafador-estafado hecho con el manual del género y sin la menor onda. Hace 15 años Levien y Koppelman habían escrito un film con un título muy parecido y de temática similar, Apuesta final, de John Dahl, con Matt Damon y Edward Norton. No era gran cosa, pero era de esos productos donde, como explicaba al comienzo, los talentos reunidos generaban algo digno. Aquí, en cambio, todo lo que podía salir mal… resultó peor.
Hagan juegos, señores... Justin Timberlake y Ben Affleck, con las cartas marcadas. “Esa vocecita que escuchas en tu cabeza no es tu conciencia. Es miedo.” La frase tiene punch, y cualquiera que la escuche, dentro o fuera de lo que plantea Apuesta máxima, le encontrará algún significado propio. Apuesta máxima no tiene mucho más ingenio que el de ese enunciado. Sí tiene personajes más o menos macchietados, y un déficit de tensión que no llega a mayor porque la película dura 91 minutos. Ya hemos expresado que Ben Affleck es mejor -mucho mejor- director que intérprete. Ganador del Oscar como realizador por Argo, el regreso del morocho a las pantallas tras el éxito de aquel filme es con un rey del juego online. A él llega Richie (Justin Timberlake), quien viaja hasta Costa Rica, donde Ivan Block tiene armado su imperio fuera del territorio de los Estados Unidos, y este estudiante de Princeton que perdió todo en un juego, y no le queda un centavo para pagarse la graduación, termina trabajando para él. Como la base del relato sigue las fórmulas conocidas de los filmes de juego/gángsters que incluyen traición, joven aplicado y con principios, rubia/morocha/pelirroja amante del jefe, pero de buen corazón (Rebecca, una mujer no inolvidable, interpretada por Gemma Arterton) y varios etcéteras, todo pasa más por las actuaciones que por las presumibles vueltas el guión. Y éstas no son muchas. Timberlake, que ya está grandecito para hacer de estudiante del college , se las tiene que ver con mafiosos, agentes del FBI y administrativos y empleados con mayor o menor poder de Costa Rica corruptos. Es decir; está todo podrido, tengan la nacionalidad que tengan, y sean funcionarios del Estado o simples inescrupulosos, ávidos de ganancias exponenciales y rápidas. La película de Brad Furman (Culpable o inocente) transcurre sin sobresaltos. El problema es que ni como es presentado el personaje de Ivan Block, ni la actuación de Affleck lo vuelven amedrentador. Y sin conciencia y sin miedo, ¿qué queda?
En algún momento, pasados los primeros veinte o treinta minutos de Apuesta máxima , el espectador podría preguntarse porqué ninguno de los personajes del film habla. No es que se trate de una película muda, un raro experimento salido de Hollywood, sino que es difícil decir que las palabras que salen boca de los personajes puedan ser confundidas con conversaciones reales o al menos realistas. Una metáfora detrás de la otra, anécdotas y fábulas con moralejas torcidas o una cadena de alegorías que reemplazan el diálogo verdadero. Y, por ende, en lugar de personajes, la trama está repleta de estereotipos que se la pasan explicando por qué viven como viven y hacen lo que hacen. Como si quisieran convencer a los espectadores de que si escuchan todos sus argumentos en algún momento empezará a importarles su suerte. Y de eso se trata gran parte de la historia, de la suerte o la falta de ella, del azar frente a la estrategia aplicada a las partidas de póquer online, una ocupación que puede salvar o arruinar a quien se involucre en ella. En eso está, metido hasta el cuello, Richie Furst, un estudiante de posgrado de Princeton que para pagarse su carísima estadía en la prestigiosa universidad trabaja como promotor de un sitio de apuestas, atrayendo a sus jóvenes compañeros, que pasan más tiempo jugando que estudiando. Arrinconado por el decano Richie, se jugará todos sus ahorros en una última partida de la que, previsiblemente, saldrá mal parado y que, imprevisiblemente, lo llevará a Costa Rica. Tierra prometida para los emprendedores de las apuestas al límite de lo legal, allí se encontrará con Ivan Block, quien dirige el negocio, una especie de rey Midas tan seductor como peligroso que lo convencerá de las bondades de sumarse a sus filas. A diferencia de lo que sucede en la música, Justin Timberlake (que interpreta al joven estudiante en quiebra) en el cine no logra encontrar el papel que lo afirme como un protagonista capaz de llevar adelante el peso dramático de la historia. Opaco y sin espacio para desplegar el carisma que suele mostrar en roles más acotados o más livianos, tampoco cuenta con un guión que sostenga su interpretación. Bastante más cómodo se lo ve en pantalla a Ben Affleck como Ivan, el villano que, para que nadie dude de su tendencia al desequilibrio, tiene cocodrilos como mascotas. Las escenas que comparten Timberlake y Affleck dan indicios de que podría haber sido una película más interesante, algo que ni el director Brad Furman ( Culpable o inocente ) ni los guionistas Brian Koppelman y David Levien ( Ahora son 13 ) lograron. Tal vez estaban demasiado ocupados mostrando a los habitantes de Costa Rica como criminales, policías corruptos y brutales, prostitutas o mendigos o buscando las muchas y repetitivas maneras de utilizar el póquer como una metáfora de la vida.
Jugadas poco novedosas El tercer film de Brad Furman se mete en el universo de las apuestas con dos protagonistas de lujo, Justin Timberlake y Ben Affleck, jugando al maestro y al alumno. Richie Furst (Justin Timberlake) forma parte de la élite que asiste a la universidad estadounidense de Princeton, pero el muchacho tiene su lado oscuro y un día pierde el dinero de su matrícula en un juego de póker online. Convencido de que fue estafado, y perdido por perdido, Richie viaja a Puerto Rico, donde está asentado el centro mundial de apuestas en la Web, sin un plan demasiado claro pero dispuesto a reclamarle lo suyo a Ivan "El Mago de Oz" Block (Ben Affleck), dueño del portal de apuestas. El estudiante, apenas llega, se ve deslumbrado por el paraíso de lujo, chicas y poder en el que vive Ivan y pronto, no sólo recupera su dinero, sino que acepta ser algo así como el discípulo del mandamás global de las apuestas a un clic, convirtiéndose rápidamente en su mano derecha. Tercer largo de Brad Furman, un director de la industria que cumplió con lo justo en Venganza sin tregua (2007) y Culpable o inocente (2011), aquí pone piloto automático para cumplir con un thriller no demasiado inspirado sobre el universo de las apuestas –ahora mucho más rentable gracias a la globalización vía Internet–, que tiene como centro la vieja fórmula del maestro y el alumno que se sacan chispas hasta que el benjamín da el paso inevitable para superar a su mentor y luego, convertirse en su peor adversario. Las alternativas del juego por dinero siempre fueron una cantera para extraer todo tipo de material cinematográfico como El golpe, Apuesta final, La casa del juego o Dos por el dinero, sólo por nombrar un puñado de títulos. Lo cierto es que la película de Furman cumple apenas con lo mínimo, con una historia muy transitada entre dos generaciones, dos maneras de ver el mundo, una chica que se disputan ambos (Gemma Arterton, muy desaprovechada), en un thriller sin garra que anuncia cada una de sus jugadas –por si fuera poco, con una irritante voz en off–, la cuestión moral entre hacer o no lo correcto, y la atracción de dos estrellas como Timberlake aquí flojito, como sin convicción en el protagónico, y Affleck, que sin ser un gran intérprete, está bastante convincente como el expatriado y cínico empresario de las apuestas enterrado en una lujosa jaula de cristal en el sudoroso Caribe. Apuesta máxima es un producto que, además de no aportar nada novedoso al género, tampoco se preocupa en tomar lo mejor de las películas que abordaron el tema del juego, dando como resultado un relato simplón y moderadamente entretenido.
Más preocupación por los paisajes que por el suspenso Un estudiante brillante pero pobre sigue la mala senda familiar, el juego, y termina en Costa Rica trabajando para un magnate de las apuestas internacionales. La pelicula empieza prometedora, con Justin Timberlake apostando un monton de dinero para poder pagar su universidad, perdiendo en lo que, luego descubre, fue un juego con trampa, para colmo on line, y viajando al tercer mundo para enfrentarse al responsable de esa trampa. Allí termina siendo contratado por Ben Affleck, todopoderoso rey de las apuestas perseguido en vano por el FBI, que no tiene jurisdicción en Costa Rica. Y lo increíble del film a esta altura es que con todo este material no logre generar mayor tensión, y por momentos parezca que lo que más ocupó al director hayan sido los bonitos paisajes centroamericanos. Ben Affleck hizo una película parecida, "The Boiler Room" que funcionaba mucho mejor, mientras que esta histora de un aprendiz de brujo que cree que puede superar a su maestro carece de los resortes básicos que hacen que un film noir funcione razonablemente bien. A su favor se puede decir que todo el asunto es original, y que por lo tanto mantiene el interés del espectador más allá de sus evidentes fallas como policial. Tambien hay pintoresquismos atractivos propios de una locación tan poco común como Costa Rica, y algunas buenas actuaciones secundarias, empezando por la del siempre eficaz John Heard. Por su parte Justin Timberlake hace lo mejor que puede con su papel, mientras que Ben Aflleck se dedica casi por completo a la sobreactuación villanesca.
Un mafioso del juego del poker on line, un estudiante estafado y el reclamo imposible. A partir de allí, el juego del gato y el ratón entre dos hombres que apuestan fuerte a todo o nada. Ben Affleck es el encantador malo; Justin Timberlake, la victima-discípulo. Para un entretenimiento moderado.
El juego del tedio. El gran problema de Apuesta Máxima se adelanta al espectador a pocos minutos de comenzado el filme, cuando la premisa que da origen a la acción se presenta y –curiosamente- se plasma contante y sonante en la boca de un personaje, el cual le pregunta al protagonista: “¿Me estás diciendo que te vas a ir a Costa Rica, un lugar del que no sabes nada, en donde no hablás siquiera el idioma, para buscar al dueño de un sitio de apuestas internacional, decirle que te hizo trampa y esperar que te devuelva el dinero?”. A lo que el protagonista responde: “Es mi única opción”. Ese, queridos amigos, es el ridículo puntapié inicial de la nueva película de Brad Furman, aquel que alcanzo cierto grado de notoriedad con Culpable o Inocente, un par de años atrás...
"Apuesta máxima" tenía varios fuertes para ser un buen referente moderno de las "gambling movies", pero no juega: arriesga nada y pierde todo. Escuchá el comentario. (ver link).
Richie (Justin Timberlake) estudia en Harvard una carrera relacionada con el marketing y la administración. Es un joven típico de esta época de redes sociales, mundo globalizado y un sin fin de opciones para hacer dinero si uno busca la oportunidad y sabe aprovecharla. Sin dudas una extrapolación del “American Dream” que ya no parece tener lugar en el mundo real. Richie conoce muy bien el negocio de las páginas de Internet dedicadas a todo tipo de apuestas. En especial aquellas orientadas a jugar al poker o al black jack on line. Curro fácil si los hay, nuestro protagonista cobra dinero sólo por lograr una numerosa cantidad de adeptos que eventualmente caerán en el costado vicioso del asunto. El montaje inicial de varios noticieros e informes periodísticos sobre la adolescencia y el juego sientan la base principal y el contexto utilizado por el guión para sostener la historia. Este estilo de presentación para “poner en tema” al espectador lo vimos ya tres veces en 2013. Dos minutos de flashes televisivos y bajada de línea casi calcados: “Guerra mundial Z” (2013), “El ataque” (2013) y la que es objeto de este comentario, “Apuesta máxima”. Necesitamos un conflicto. Un “quiero pero no puedo”. Richie no anda bien económicamente y necesita de esta actividad para costear sus estudios y terminar la carrera. Advertido por el rector, a nuestro muchacho no le queda otra que probar su propia medicina. Llegado a este punto no conviene preguntarse demasiado. El espectador que lo haga propondrá en su mente no menos de cuatro o cinco opciones que la extrema de jugar todos los ahorros porque el guión falla en establecer sólidamente “la espada y la pared” necesarias para justificar las acciones del protagonista. Todo esto sucede bien rápido para no dar lugar al funcionamiento del sentido común, de modo que la tangente por la cual se escapa el argumento es la estafa. Alegando conocer muy bien el funcionamiento de este sitio web, Richie se sube a un avión con destino a Costa Rica para conocer y denunciar a Ivan Block (Ben Affleck), dueño de la página y tan multimillonario como nómade según pinte la necesidad de trasladar su negocio a paraísos fiscales sin legislación alguna sobre el tema. El pasaje seguramente se lo regalaron por ahí porque recordemos: el protagonista pierde TODOS sus ahorros apostando. Pero no importa, si no se sube al avión se termina la película y sólo van doce o quince minutos de proyección. El dueño del circo no sólo no echa a patadas al joven si no que además lo contrata para trabajar con él. Luego veremos por qué, y si hay alguna damisela en cuestión en el medio como para apoyar la trama. “Apuesta máxima” es otra producción al servicio de instalar la figura de Justin Timberlake como una de las opciones de galán moderno. El ex integrante de los Backstreet Boys se las arregla para ofrecer credibilidad a su personaje., igual que los restantes integrantes del reparto. Sucede que además de prorratear un desenlace, el realizador corre constantemente detrás de su personaje principal en lugar de tomar las riendas y dejarlo liderar el relato. Así, las situaciones se van volviendo un tanto inverosímiles, en especial aquellas que intentan instalar autoridades displicentes y funcionarios que se mueven al compás del soborno. Por otro lado, la decisión de no moverse ni un centímetro de la estrella principal conspira contra la construcción del villano quien termina siendo débil y hasta condescendiente. Algo similar sucede con los otros personajes, algunos de los cuales desaparecen por largos minutos diluyendo la importancia de su presencia en el relato. Por todo esto, el producto final apenas califica como un entretenimiento apoyado en la dinámica del montaje, cierta habilidad para el manejo de algunos climas y lo poco que Brad Furman, director de la interesante “Culpable o inocente” (2011), le deja hacer a Ben Affleck. Todo espectador se la juega cuando paga su entrada si el asunto es contar con las mejores chances, “Apuesta máxima” no es ninguna “fija”.
Aventura lúdica en Costa Rica A Richie Furst (Justin Timberlake), en su ingreso a la universidad, lo sorprenden incitando a sus compañeros al juego de los casinos virtuales. ¿Pero qué puede hacer si él quiere estudiar finanzas en una universidad prestigiosa de no menos de sesenta mil dólares de colegiatura? Como buen hijo de jugador, se tira a todo o nada, con sus últimos dólares y el juego de "póker on line" se traga el futuro de sus estudios. Como Richie sospecha que el casino virtual lo trampeó y no es hombre de espera, se toma un avión y va a Costa Rica, donde Ivan Block (Ben Affleck) maneja el juego en línea. Enfrentado a este "rey del juego virtual", rodeado de guardaespaldas y mujeres bonitas, recibe la propuesta de ser su aprendiz. Richie deberá elegir. Habrá acceso a mundos lujosos y descenso al infierno que sostiene el imperio Block. El futuro es variado para este ex estudiante de Columbia. LOS JUGADORES En un filme como "21 Black Jack", otro aventajado alumno universitario se entregaba con sus compañeros a la lectura fraudulenta de cartas, haciendo saltar la banca de distintas mesas de juego, para pagarse sus estudios. "Apuesta máxima" propone que su protagonista elija el camino fácil del fraude y abandone sus sueños de educación. A una primera parte atractiva y bastante entretenida, con lugares paradisíacos y casinos de ensueño; se pasa a otra oscura y más convencional con personajes estereotipados que no aportan demasiado a la historia. El filme tiene un buen diseño de producción, una subtrama no aprovechada que es la relación entre Richie Furst y su padre, un jugador compulsivo (John Heard) y muy buenos actores como Ben Affleck y Justin Timberlake. Hay bellas locaciones de Costa Rica, pero mucha hojarasca y estereotipo, a pesar de que su ritmo cinematográfico se mantiene. En síntesis, "Apuesta máxima" es un entretenimiento que prometía más, pero se quedó en la intención.
Descartate a tiempo Si alguien se hubiera tomado mínimamente en serio alguna parte del guion de Apuesta máxima, el resultado podría haber sido un producto mucho más atractivo. Pero parece que desde los productores hasta el director se cruzaron de brazos desde el momento en Ben Affleck y Justin Timberlake pusieron sus firmas en los contratos. Dicho en los propios términos de la película, apostaron todo a sus primeras dos cartas fuertes y se olvidaron del resto del juego. Y la verdad es que había mucho por jugar, porque la trama de este thriller combina una cantidad de elementos potencialmente interesantes: el negocio de las apuesta en Internet, el choque entre la mentalidad de universitario y la mafia del juego, el dinero fácil, la corrupción en Centroamérica, la amistad y rivalidad entre dos hombres que aman a una misma mujer. Sin embargo, todos esos componentes parecen metidos a la fuerza en una licuadora para obtener de ellos una mezcla insípida y servirla en unos cómodos vasitos descartables. Por empezar, sobran las explicaciones. Desde el principio, la película parece contada dos veces: a través de las imágenes y a través de la voz en off del protagonista, lo que indica un absoluta falta de confianza no sólo en el espectador sino también en las propias facultades narrativas Richie Furst, el personaje de Timberlake, es un estudiante universitario que descubre un fraude en un sitio de apuesta y decide ir a decírselo directamente en la cara al dueño, Ivan Block (Affleck). Esa arriesgada movida inicial hace que Block le ofrezca un trabajo en su equipo y así surge entre ellos una tensa relación de amistad y rivalidad que es más enunciada que mostrada. Las cosas se complican cuando una mujer, los amigos de Furst y el FBI se suman al campo de fuerzas. Pero en ningún momento la idea es extraerle sustancia dramática a esas situaciones sino por el contrario plantearlas como los vaivenes de un juego que por momentos se parece más a un acertijo de revista de crucigrama que a un verdadero partido de póquer donde se apuesta la vida.
Estereotipos de trazo grueso Lo único que hay detrás de Apuesta máxima, de Brad Furman, es la banalidad del sueño americano y el american way of life, y quizá sea más interesante ver qué es lo que puede decirse desde ahí, porque no hay nada desde lo cinematográfico que merezca destacarse. Está claro que el hecho de que una película made in Hollywood sostenga una tensión básica o se vea fotográficamente bien no es suficiente para un producto de 30 millones de dólares. Es lo mínimo que se le debe exigir a la industria del cine más poderosa del mundo y por ese mismo motivo hay reproches para hacerle. Estereotipos de trazo grueso, banda sonora con un repertorio latino insoportable, actuaciones que no superan la corrección. Y Ben Affleck. No es agradable insistir con la dificultad de incluirlo en un reparto, porque se trata de un gran director y basta ver sus propias películas para saber que como actor también puede hacer (no mucho, pero sí) más que esto. No es que esté peor que sus compañeros de reparto: las actuaciones de Justin Timberlake y Gemma Arterton tampoco aportan mucho más allá de la fotogenia. Pero la mirada cae con más insistencia sobre su personaje, un mafioso cool de las apuestas online que Affleck a veces interpreta de modo excesivamente rígido y otras con saturado histrionismo. Apuesta máxima coloca a su protagonista, un estudiante de finanzas que corre apuestas en el campus para poder pagar su carrera (Timberlake), en la disyuntiva de involucrarse en una actividad ilegal para poder costear el “derecho” de pertenecer a una sociedad ABC1. Curiosamente, cuando el relato se traslada a Costa Rica, la imagen que se da es la de una sociedad esencialmente corrupta, donde hasta la moral y la ética son pasibles de ser parte de una transacción: alcanza con tener suficiente efectivo para poder comprar o vender. La película nunca es consciente de que la imagen que da de los Estados Unidos es exactamente la misma, la de un lugar en donde todo se puede comprar, como un buen título universitario. Aunque prefieran utilizar la palabra pagar y no vean ningún problema en que las cosas funcionen así. La película parece venir a criticar eso, pero pronto elige reducir todo a la maldad individual y seguir soñando una tierra justa y prometida donde todos tienen oportunidades. Sólo hay que ser lindo y contar con el dinero necesario para seguir comprando. O apostando, en este caso es exactamente lo mismo.
La nueva Cuba libre Decir que el guión de esta película es patético y que está cargado de estereotipos ahorra bastante en palabras y sintetiza de cierta manera este aburrido film, Apuesta máxima, que solamente puede explicarse desde el punto de vista comercial porque es indefendible desde cualquier otro margen de análisis. Parece que Ben Affleck intentó meter mano en el guión para arreglar algo pero se quedó corto y solamente se explica su participación por el simple hecho de conseguir plata fácil para autofinanciarse con sus proyectos inteligentes. Lo de Justin Timberlake es esperable dado el limitadísimo potencial actoral y la presencia decorativa de la sexy Gemma Arterton es eso: decorativa. La trama es básica y se rige por la lógica binaria corruptos y no corruptos; entre los personajes se disputan la jactancia de quién es más vivo que el otro en un juego muy mal desarrollado de lealtades y traiciones entre el protagonista, un estudiante de economía de la prestigiosa universidad de Princeton que para costearse la carrera levanta apuestas por internet y una vez atrapado por el decano decide jugarse su suerte enfrentándose nada menos que al millonario cool, dueño de negocios de apuestas ilegales en paraísos fiscales como Costa Rica –escenario donde transcurre la acción- para echarle en cara que su sistema hace trampa y así ganarse un lugar y la confianza para formar parte de esta empresa. Así, el antagonista, interpretado por un Ben Affleck más preocupado por cobrar el cheque que por actuar, le demuestra que por algo es el número uno dentro del megamillonario negocio hasta que su número dos, el ambicioso estudiante de Princeton, lo supere valiéndose de las mismas reglas del juego. Por supuesto aparecerá la pátina de corrupción tercermundista de trasfondo; los agentes del FBI honestos y patriotas y toda la sarta de lugares comunes sumada a la insoportable banda sonora latina y colorinche. Parafraseando, en este tedioso juego de naipes las cartas están tan marcadas que apostar una entrada es perder el dinero.
Duelo bajo el sol Cuando dejan de ser explicadas y discutidas en tono solemne por profesores y alumnos universitarios, las matemáticas se llevan bien con el cine. Debe ser por eso que Apuesta máxima trata de demarcarse de bodrios con aires de importancia como Una mente brillante o Los crímenes de Oxford saliendo rápidamente del espacio de la facultad para viajar a Costa Rica y hacer de las matemáticas el soporte de un complejísimo sistema de fraude internacional que le permite a los involucrados vivir una vida de lujos y excesos, todo en un clima amable, con palmeras, chicas en bikini y vista al mar. En medio ese paisaje, con el éxito y la riqueza como promesas tangibles, los números y las fórmulas se oxigenan con el aire de la costa, se sacuden el olor a encierro al que el cine siempre las confinó (salvo honrosas excepciones como El juego de la fortuna).Incluso el conflicto principal de la película mide su tensión por una desigualdad numérica: Ivan Block, el cabecilla a punto de retirarse de su trabajo en una red de apuestas online, se muestra desde el comienzo superando en probabilidades al protagonista desde toda perspectiva: tiene más años (más experiencia) que Rick, conoce al dedillo el negocio y sus puntos débiles, planifica todo por adelantado, es mucho más grande (si pelearan, Ivan ganaría la contienda sin problemas), y hasta podría decirse que la película lo presenta como un galán mucho más seductor y seguro de sí mismo que el joven inexperto que es Rick. Así las cosas, el camino del héroe consistirá en incrementar sus chances de ganarle a Ivan en su propio juego, de conocer las reglas y las maneras de romperlas para, finalmente, hacerse con el botín y la chica. Rick, un universitario expulsado salvajamente de Wall Street que tiene que volver a la universidad a hacer un posgrado (como el hijo brevemente independizado que enseguida debe retornar a vivir con los padres), solo tiene de su lado sus aptitudes para los números, y pertrechado con esa única arma tendrá que vérselas con las fuerzas de Ivan y balancear los recursos a su favor. En esa guerra silenciosa la película no se dedica a explicar nada, lo suyo son las matemáticas en movimiento, dinámicas, las que hacen que el mundo funcione como tal, y no los saberes abstractos y etéreos sobre los que debaten universitarios aburridos (al John Nash de ficción, protagonista de Una mente brillante, le habría gustado existir en una historia así, en la que los números sirven efectivamente para crear y desbaratar a su vez una trama de engaños y peligros –quizás de esa manera no se habría vuelto loco y paranoico imaginando conspiraciones vehiculizadas en números). Cuando se dedica a retratar la escena del juego ilegal por internet y su sede off shore, Apuesta máxima es ágil, precisa, tiene capacidad para construir humor y logra involucrarnos en la aventura del desclasado Rick y su ascenso en la estructura digitada por Ivan. En el fondo, la película puede ser vista como el duelo de dos actores muy diferentes que se baten utilizando solo sus habilidades interpretativas: en uno de sus mejores papeles (casi tan bueno como el de Argo) Ben Affleck demuestra la serenidad del actor curtido que conoce a la perfección su lugar en la escena; su actuación es económica y expansiva a la vez; la enormidad de su cuerpo se adueña de los planos sin esfuerzo. Justin Timberlake, en cambio, se encuentra fuera de su elemento natural: la comedia. Si la estrella pop suele hacer personajes activos y en constante movimiento, aquí debe trabajar el doble: el camino de Rick incluye tanto la búsqueda del éxito en la empresa de Ivan como el desbaratar sus planes y vencerlo en su propio territorio. La primera parte de la película, cuando todavía el peligro parece lejano, Timberlake está en su salsa y vuelve a componer el yuppie decidido a todo que ya hiciera en Red social y Amigos con derechos. Pero cuando la trampa de Ivan empieza a revelarse, Rick debe procesar la amenaza y lo logra con mucha menos cintura que al comienzo. En todo caso, podría decirse que a Justin Timberlake le queda mejor la parte del éxito, las fiestas, los lujos y las conquistas que la del fracaso y la derrota; ese desfase actoral, puede pensarse, lo acerca a cualquiera de los que estamos de este lado de la pantalla (todos -vos, yo, ustedes- quisiéramos permanecer indefinidamente en la primera parte del relato). Así las cosas, la película funciona bien mientras Ivan y Rick mantienen aceitado el vínculo de mentor y aprendiz; cuando esa relación comienza a romperse, Apuesta máxima pierde la soltura del comienzo y falla tratando de atar las múltiples líneas narrativas abiertas y en hacer creíble la transformación de Rick y su inverosímil plan maestro que lleva a un final igualmente forzado.
Un juego demasiado virtual Me encantan las películas ambientadas en casinos. También aquellas en las que hay partidas de póker o dados o una ruleta, aunque no estén ambientadas en un casino. Me atrae ese juego de miradas, de tensiones, de momentos cinematográficos pautados por el montaje. Hay inteligencias en juego, personajes que se definen por acciones, ansiedad controlada o no. Hace poco vi un capítulo de esa magnífica serie que es Boardwalk empire en el que uno de sus personajes más encantadores, Arnold Rothstein, siempre cerebral y medido, quedaba al descubierto en una partida de póker. Era un momento revelador. En fin, que ese universo resulta apto para el cine a pesar de ser un mundo quieto, básicamente porque las emociones están encapsuladas y puestas a descifrar con pequeños gestos. Esos que sabe exhibir el buen cine. Por eso tenía cierta ilusión respecto de Apuesta máxima, film centrado en el universo de las apuestas online, protagonizado por uno de esos actores subvalorados y con mucha energía de la buena como Justin Timberlake, y dirigida por Brad Furman, quien con la atractiva Culpable o inocente había sorprendido gratamente. Pero olvídense de lo dicho: todo está mal, la película, Timberlake, Furman, obviamente que Ben Affleck. Todo. Muy mal. Apuesta máxima es de ese extraño tipo de películas que están mal al segundo uno, y nada se acomoda con el pasar de los minutos. No hay forma de explicarlo: un plano, dos planos, una escena, que sentencian para siempre las cosas. La película de Furman falla olímpicamente en todos los terrenos posibles, y es llamativo porque había dos territorios en choque que podían garantizar un film interesante, sibilino, cínico, ágil, como había sido la anterior de Furman. Por un lado tenemos el gueto universitario, gente que se dedica a jugar póker online para pagar sus estudios; por el otro el mismísimo gueto de las empresas que administran sitios web de apuestas. Si uno piensa en la colisión que daría como resultado, se va refregando las manos. Un sistema de legalidades dudosas al servicio de causas justas, contradicciones del sistema, nuevos-nuevos ricos, el juego online como una forma de blanquear y hacer más invisible y social una adicción: ¿Red social meets Casino? Y sin embargo, nada de esto se desarrolla en la película. Es como si Furman y sus guionistas Brian Koppelman y David Levien (especialistas en la timba cinematográfica, ya escribieron Apuesta final y Ahora son 13), ante todas las posibilidades que se les abrían optaron por lo peor: el mero thriller canchero con vueltas de tuerca y trampa tras trampa, que incluye el triángulo amoroso menos interesante en años. El problema es que ni siquiera funciona como eso porque hay un villano mal construido por Affleck, Timberlake falla en eso que sabe hacer de taquito (lo suyo es lo cool vertiginoso), y a Gemma Arterton no le va demasiado bien con su femme fatale. Al fin de cuentas uno descubre que el problema de Apuesta máxima, es que por tratarse del mundo de las apuestas online en definitiva no vemos a nadie jugando. Y sólo Scorsese en Casino puede hacer una película de timba sin timba y que sea interesante. En Apuesta máxima se habla de millones, de listas numerosas de jugadores, de jugadas, pero se ven pocos paños verdes, pocas fichas, pochas ruletas. Y una película de juego que no exhibe el juego pierde una ocasión invalorable de desarrollar rivalidades en miradas y naipes, sin tener que caer en diálogos de cartón como estos. Rara vez aquellos que juegan online a la ruleta o al póker pueden desarrollar el mismo talento en el espacio de un casino, fundamentalmente porque se atan a fórmulas matemáticas sólo aplicables en ese universo cómodo y virtual. En el juego, en lo físico, en el vértigo de la acción no es lo mismo. Como esta película, que estaba bien en los papeles (los actores ideales, el director justo, los guionistas que conocen el terreno) y se desinfla ni bien alguien puso la cámara y comenzó a rodar.
Justin Timberlake, Ben Affleck y Gemma Arterton son los principales ganchos de “Apuesta máxima”, típica película de tramposos (estafadores, en este caso dentro del mundo de las apuestas online) que pretende ser un poco una versión de “Wall Street” pero no tan lograda y lejos del drama que aquella proponía. El director es Brad Furman, el mismo de “The Lincoln Lawyer”, realizador que todavía no tiene un perfil definido y al que se ve que aportar a esta película le costó bastante. “Runner runner” se presenta desde el vamos atractiva, gracias a su elenco. Allí, desde el póster, los tres protagonistas llaman la atención. Así también, el personaje de Ivan Block (Affleck) seduce al de Richie (Timberlake), un joven que para pagar sus estudios universitarios apuesta en páginas de internet. Cuando Richie llega a Ivan lo hace sin saber qué va a sacar de denunciar una estafa con el mismísimo creador de la página. Y allí está quizás el primer punto difuso del guión. Nos dicen que casi nadie ve a Ivan Block, que es casi imposible de llegar a él, pero Richie viaja a Costa Rica, (lugar paradisíaco que será el escenario central de la trama), y pide acceder a la fiesta. “Ves, sólo tenías que decirlo”, le dicen (!). De repente, todo parece fácil. Ivan compra a Richie tras presentarle una vida llena de placeres, mujeres, dinero, en este lugar de ensueño. Y éste último, como seguramente cualquiera lo haría, acepta. Pero nada puede ser tan bueno en esta vida, y así, este joven se ve a sí mismo envuelto en un negocio cada vez más oscuro. En "Apuesta máxima", Ben Affleck (que cuando juega de actor que suele ser vapuleado por la crítica) no está mal, incluso se puede decir que lo vemos más que correcto, y es el encargado de dar vida al personaje más difícil, el del villano. El rol que en general suele definir la suerte de una cinta de suspenso e intriga. El problema es que tiene poca fuerza y presencia en pantalla y no entrega más que un buen boceto de malo. Y la trama, demandaba más. Lo acompaña un Justin Timberlake que, mientras su carrera comenzó en la música, encontró un lugar privilegiado en el cine, sobre todo después de "La Red Social". Y el toque femenino lo pone la bella Gemma Arterton. Ella da vida a una mujer casi prescindible en el guión, (tanto que seguramente la película termina y ni nos acordaremos de su nombre), pero que está ubicada allí para atraer miradas y lo hace bien, es innegable. Nos hubiese gustado que algunos personajes se desarrollen un poco más, ganando en complejidad y nutriendo la historia. Supongo que de alguna manera, “Apuesta máxima” falla principalmente en la construcción de tensión, derivada de la excesiva simpleza en los perfiles de los protagonistas. Y los encargados del guión son la dupla detrás de películas como “Runaway Jury”, “Ocean’s Thirteen” y “The Girlfriend Experience”, entre otras, así que quizás estos muchachos necesiten reformular algunas cosas… Más allá de lo simple o predecible que puede ser una historia que pretende ser muchas cosas, mejor dicho, ser una y convertirse en otra a cada rato, esas vueltas de tuerca hacen de "Apuesta máxima" un entretenimiento al que quizás haya que prestarle atención, para aquellos que les interese el género y no tengan mayores expectativas. Más discreta que sólida, es otro intento por explorar un género del que no hay muchos buenos exponentes en este tiempo
En estos tiempos modernos la frase “abran juego” se traslada al sistema online. Esta historia muestra una vez más lo que se puede hacer a través de las distintas páginas en internet, uno de los tantos ejemplos lo vimos en la película que se estrenó a fines de julio: “Ladrona de identidades” protagonizada por Jason Bateman y Melissa McCarthy, donde a través de una serie de preguntas una mujer va robando identidades y sumando víctimas. Aquí un joven Richie Furst (Justin Timberlake), realiza apuestas jugando al póker online, dado que él no se encuentra pasando un buen momento económico. Con la idea de ganarle al sistema apuesta el dinero de su matrícula para la Universidad de Princeton, pierde todo y descubre además la estafa. Para recuperar su capital, realiza un viaje fuera del país (la trama se traslada de Estados Unidos a Costa Rica) para conocer, denunciar a Iván Block (Ben Affleck), dueño de la página y multimillonario. A pesar de todo terminan trabajando juntos e ingresando al mundo oscuro de los juegos y las apuestas online, en un principio algo impensado, el protagonista se ve rodeado de lujos, fiestas increíbles, mujeres hermosas, todo el glamour y se vinculará además con corruptos, gánster, estafadores y agentes del FBI. El director es el americano Brad Furman, algunos lo recordarán por “Culpable o inocente” (2011), con: Matthew McConaughey, Marisa Tomei y Ryan Phillippe, (contaba cuando un abogado especializado en defender a criminales, le llega un caso y le causa consecuencias inesperadas). En esta oportunidad trabaja con Timberlake un actor que agrada sobre todo a las adolescentes y Affleck se destaca más como director (ganador del Oscar por “Argo”), que como actor pero juntos se complementan bien. El desarrollo de la trama es bueno, los primeros veinte minutos contiene un montaje dinámico, buenas locaciones, se manejan bien ciertos climas, entretiene, hay traiciones y piñas, tampoco falta una mujer hermosa, en este caso Rebecca Shafran, interpretada por Gemma Arterton, entre otras. Luego resulta previsible, personajes que desaparecen, a lo largo de los últimos minutos todo lo que comenzó a pura adrenalina se diluye.
Millones por doquier Aburrida y poco creíble son los adjetivos que mejor describen a “Apuesta máxima”, el nuevo filme de Brad Furman que cuenta la historia de cómo, en un día, un estudiante se convierte en un empresario multimillonario de los juegos de azar y, al mismo tiempo, en justiciero. Richie Furst (Justin Timberlake) es un estudiante de posgrado de Princeton que para pagarse su carísima estadía en la universidad trabaja en un sitio de apuestas. Amenazadopor el decano, Richie se jugará todos sus ahorros en una última partida en la que perderá todo. A partir de esta derrota, el joven decide ir a Costa Rica a buscar al dueño del sitio que lo estafó. Allí se encontrará con Ivan Block, quien dirige el negocio y quien -sorpresivamente- le propondrá que sea su socio. ¿Conclusión? Se trata de una película absolutamente pasatista y olvidable. Por momentos, la trama no se entiende y quedan expuestas las consecuencias de un guión mal escrito, con escenas y diálogos poco creíbles. Incluso Timberlake, que se sabe lucir en la pantalla grande, no lo logró en esta oportunidad y Ben Affleck hace un buen trabajo, pero no llega a tapar las imperfecciones del guión, sobre todo cuando intenta hablar español.
A pesar de contar con un elenco interesante, de presentar una fotografía saturada muy al estilo Guy Ritchie, y de arrancar su metraje de manera vibrante y generando interés, el filme va decayendo a medida que avanza, hasta convertirse en un thriller del montón, cargado de escenas rutinarias, diálogos ñoños y lugares comunes. Ni los momentos románticos, ni las secuencias de acción, logran levantar una historia que pudo haber sido una espectacular cinta de género, pero que termino derivando en una más del montón.
Lejos del paraíso. Justin Timberlake es Richie, un estudiante pasado en años de Princeton que luego de quedarse sin trabajo (por la quiebra de una empresa financiera) decide terminar sus estudios. Sin una familia adinerada para respaldarlo, su forma de juntar dinero es la de atraer gente a sitios de apuestas online. Una timba legalizada por otra aún no tan legitimada. Presionado por el decano para que deje su labor poco ética, se juega todo sus ahorros en el mismo juego de póker que vende. El descubrimiento de un hecho durante la partida (que pierde) hace que nuestro protagonista parta hacia Costa Rica a buscar al magnate dueño del sitio online, Ivan Block (interpretado por Ben Affleck). En un principio no se puede decir que la premisa sea fallida. Juegos, trampas, una mujer en el medio, un destino “exótico”. Ahora, el desarrollo de los mismos, deja bastante que desear. Para empezar lo de Justin Timberlake es alarmante. Seguramente su mayor cualidad sea la de tener ese aura cool y simpática, algo que no lo hace un gran actor per se, pero si uno con carisma. Dividido entre interpretaciones interesantes (Red Social, Amigos con Beneficios) y otras olvidables (El Precio del Mañana, Curvas de la Vida), este caso se encuadra claramente en estos últimos. Su Richie Furst en Apuesta Máxima (horrible y genérico traducción de Runner, Runner) es asombroso: no logra transmitir ni una sola emoción al espectador. En una trama supuestamente riesgosa (supuestamente), su rostro confundido no ayuda a creer ni un poco lo que está pasando. En contrapartida está el loco Affleck (el enemigo número uno desde que será Batman) que al menos trata de jugar con su papel, por momentos logra dar con el perfil de joven millonario sin escrúpulos. En el apartado femenino, Gemma Arterton aporta poco y nada. El director Brad Furman no logra explotar ni su talento ni su belleza, su exposición es la de muñeca a dividirse entre los protagonistas masculinos, un personaje sin más objetivo que sacar trompita. Si este trinomio de actores es donde se apoya el interés para vender la película (el póster no me deja mentir), algo así como intrigas, traición y seducción en una isla caribeña, uno debe cuestionar realmente la construcción de sus personajes. El desarrollo de ellos es nulo, sin pasión ni sangre. Todas funcionan sin un mínimo sacrificio, sus decisiones son inexplicables. Sin transpirar Richie se juega los ahorros, va a Costa Rica a conocer al magnate de juego online, lo conoce, se hace amigo y , le ofrecen trabajar con él. ¿En serio? Resulta bastante aburrida una historia llena de situaciones carentes de justificaciones y complejidad. Se ve el esfuerzo en hacer “riesgosa” la historia. Funcionario tercermundista (obvio, corrupto y estereotipado), un agente del FBI que grita mucho (porque el FBI sobreactúa al parecer), y además, la aparición del padre apostador del protagonista (para darle carga dramática, vió). Pero uno nunca deja de sentir que Richie va a resolver sus problemas con la misma facilidad con la que se los creo. Y no se equivoca.
Nunca se gana con suerte. Ahora que Ben Affleck probó y sorprendió como director, es difícil confiar en sus actuaciones protagónicas. Y fuera de la decisión que se ha tomado en este último tiempo de seleccionarlo como el próximo Batman, sabemos que como actor deja mucho que desear. Pese a mi preferencia por verlo detrás de las cámaras, hay quienes lo siguen bancando en pantalla. Su desempeño en el film en cuestión no es malo, pero ante un guión bastante predecible y un compañero de cartel que derrocha demasiado carisma en todo, como para encima también darse el lujo de ser un muy buen actor, la cosa resulta bastante sosa. La mano viene por el lado de las apuestas online. Richie (Justin Timberlake) es un joven que realiza una maestría en la universidad. Sus notas son altas y su desempeño es notable, pero su habilidad por los números la utiliza primeramente para jugar póker online y ganar dinero ‘fácil’. En una de sus jugadas, descubre que lo han embaucado.Ante tremendohallazgo, decidirá tomar al toro por los cuernos. Casi sin dudarlo, viajará a Costa Rica con el objetivo de confrontar en persona al dueño de la más grande corporación del ‘gambling’: Ivan Block. Y de paso hacerle un favor al rector de la college que lo vive regañando por inculcar en sus compañeros la adicción al juego. Lamentablemente,Richie no tardará en convertirse en una nueva víctima de los encantos de Ivan, y su necesidad de juntar dinero para cubrir gastos y deudas urgentes, lo obligarán a tomar las decisiones equivocadas. ¡Sin embargo! Nuestro amigo desmantelará de a poquito, una realidad de la que seguramente ni él, ni nadie, desea ser parte. runner-runner-2-locoxelcine No estoy segura de que Affleck sea la decisión acertada para interpretar a un pesado mafioso que amenaza a sus deudores con hambrientos cocodrilos… Pero tampoco me voy a poner tan exquisita con el detalle. Lo cierto es que la película no deja de ser una historia trillada sobre gente que está metida en el negocio del juego sucio y demás cuestiones ilegales, y que maneja sus negocios de la manera menos civilizada posible. La presencia femenina de Gemma Arterton no se aleja de su participación en la saga ‘Bond’, y aunque desborda belleza, su acento británico no es suficiente para construir a la fémina ideal. De hecho nunca entra en acción; es una mujer de adorno y eso es muy aburrido. Por su parte, el Richie de Justin Timberlake no me resultó para nada atractivo; un personaje bastante básico y sin demasiado para ofrecer. runner-runner-3-locoxelcine Buscando las conclusiones adecuadas… No está mal para ver un día tranquilo en tu casa, pero no merece la pena gastar en una entrada al cine, a menos que te mueras por ver a Ben hablando en español en alguna que otra escena (reconozco que eso estuvo gracioso)¿Resto? Buenos trajes, buenas camisas, orgías sudorosas, varios cocktail de casino, paseos en yates de lujo, spa ‘atendidos’ por mujeres, mucho negro matón, miles de millones de dólares circulando en maletines, mesas de juego everydamnwhere, y amenazantes traiciones a la orden del día. Tiremos los dados y dejemos que los números hablen por sí solos¡No va más!
Apuesta maxima es una película bastante mediocre y tediosa, que prácticamente lo único que tiene a favor es que dura sólo noventa minutos. Una pena. El problema no es que sea tan mala la historia, es que ya está muy vista y no sorprende nada ya que se puede adivinar fácilmente paso a paso lo que va a suceder, y como si fuera poco el guión es
Un joven se mete en el mundo de las apuestas por Internet, contrae deudas y es coptado por una especie de líder del asunto. La pareja de tipos cool que tratan de forrarse los bolsillos está constituida por dos de los actores más, bueno, sí, cool del mundo, Ben Affleck y Justin Timberlake, lo que garantizaría el espectáculo. Una dirección morosa, sobreabundancia de lugares comunes puestos para emparchar la trama y dos actores librados a su suerte neutralizan el efecto.
Más que máxima, viene sin fuerza El nombe "Apuesta máxima" es una ironía si tenemos en cuenta que el director Brad Furman ("The Lincoln Lawyer") se fue por un camino demasiado seguro, tanto que cayó en casi todos los clichés de las películas sobre estafas y traiciones. Más bien la re nombraría "Apuesta débil" o "Apuesta con miedo". Visualmente la película está bastante bien, mostrando el lujo de la mafia de las apuestas y los excesos, a su vez nos sumerge en el mundo de los juegos por dinero online, puntualmente juegos online de póker, lo que podría haber resultado mucho más atractivo de lo que realmente fue. Los actores están bien también en sus respectivos roles, entonces, ¿cuál fue el problema de esta producción? En primer lugar le faltó más vuelo al guión, ya que la historia terminó siendo absolutamente predecible y digna de un fim de TV de Hallmark Channel. Es el eterno problema de guión de siempre. Me cuesta creer que los escritores o directores cometan siempre el mismo pecado. Sospecho que es una cuestión más de los estudios, que normalmente piensan que hacer películas es aplicar una misma fórmula hasta el hartazgo exprimiendo el jugo de la naranja de oro hasta que los números no cumplan con las expectativas. Hay traiciones, momentos de tensión y figuras de moda en Hollywood como Justin Timberlake y Ben Affleck, pero así y todo la propuesta resulta soporífera y hace soltar un par de bostezos durante el metraje. No se logra la interacción adecuada con el espectador y termina pasando que nos importa poco como finalice la cuestión. Diría que es una peli sólo para fanáticos de los thrillers en serie, de esos donde mientras haya una buena puesta, locaciones atractivas y una mínima de nudos y tensiones se acepta como producto entretenido. A mi me pareció que se quedó bastante corta.
En Apuesta máxima (Runner, runner, 2013) Brad Furman trae al celuloide el submundo de las apuestas on line con los protagónicos de Ben Affeck y Justin Timberlake. Y lo que al principio parece una propuesta atractiva, con el correr de los minutos se transforma en una cinta con pocas sorpresas y repleta de lugares comunes. Timberlake le pone el cuerpo a Richie, un estudiante de la Universidad de Princeton que luego de ser estafado por el sitio de apuestas de Ben Affleck decide viajar a Costa Rica para enfrentarlo y reclamar su dinero. Block reconoce el gesto del joven apostador y le propone trabajar a su lado. De ahí en más, el personaje de Timberlake se verá inmerso en una gigantesca red de corrupción que incluye a policías, políticos y a su propio jefe. Los "buenos" están representados por un agente del FBI (Anthony Mackie) que capta al estudiante para que sea su informante en el caso que el gobierno de los Estados Unidos prepara contra Block. La inglesa Gemma Arterton es la mano derecha del gurú del juego y llamará la atención de Richie desde los primeros minutos del film. Además de Brad Furman, que venía de dirigir Culpable o inocente (The Lincoln Lawyer), fueron de la partida Brian Koppelman y David Levien, guionistas de Ahora son 13 (Ocean's Thirteen). Si a esto le sumamos el protagónico de Justin Timberlake y Ben Affleck se podría esperar una película entretenida que sin ser una obra maestra tenga algún giro sobre el final que justifique el precio de la entrada. Nada de eso ocurre y Apuesta máxima es una película minada de lugares comunes (latinoamericanos corruptos y un agente del FBI dispuesto a cruzar varios límites con tal de lograr su cometido, entre otros) que desaprovecha a un versátil Timberlake y a un Ben Affleck que con el correr de los minutos se verá cada vez más deslucido como el malo de la película. Por lo tanto, Apuesta máxima está condenada al olvido. Furman no sacó provecho de todos los recursos que tuvo a su alcance y el giro final resulta demasiado predecible. El director pensó que tenía las cartas ganadoras pero se olvidó que, al final, la casa siempre gana. 1/5 NE Ficha técnica: Dirección: Brad Furman Guión: Brian Koppelman & David Levien Año: 2013 Estreno(Argentina): 17 de octubre de 2013 Reparto: Ben Affleck, Justin Timberlake, Gemma Arterton, Anthony Mackie, Oliver Cooper, Sam Palladio, Dayo Okeniyi.
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