Es realmente raro ver como películas con temáticas casi idénticas son tan distintas en calidad y en algunos aspectos narrativos. "Cheap Thrills" tiene una premisa similar a "13 Beloved" y a su remake, "13 Sins", pero, si bien comienzan casi igual, este nuevo film brilla por su humor, por sus locos giros y por una sensación de extraña diversión muy bien lograda.
Canibalismo y degradación. Que llegue al circuito comercial argentino una película tan irreverente como Apuestas Perversas (Cheap Thrills, 2013) es un hecho sumamente insólito. Para contextualizar el estreno en cuestión sólo basta recordar la andanada de propuestas tibias, conformistas y/ o mediocres con las que nos vienen torturando las distribuidoras locales. Sin ir más lejos, hubo un tiempo en que el mainstream estuvo interesado en proyectos independientes con un cierto sex appeal masivo, no obstante ese período desapareció y con él aquella maravillosa afluencia de pequeñas epopeyas sardónicas destinadas a patear el tablero, molestar a los espectadores/ cavernícolas de siempre y remover un poco el polvo del género eventual. En esta oportunidad conviene aclarar que hablamos de la ópera prima de E.L. Katz, el guionista de los primeros opus de Adam Wingard y de Autopsy (2008), quizás el mejor “delirio gore” de Adam Gierasch. Para aquellos que no lo sepan, todos estos cineastas forman parte de una “cofradía espontánea”, junto al también enajenado Ti West, y suelen actuar, escribir o dirigir en las películas del grupo, intercambiando roles según el parecer del momento. Respetando una lógica símil Takashi Miike vinculada a la clase B más crispada, estos señores se caracterizan -salvando las distancias- por ser muy prolíficos, por filmar con presupuestos reducidos y por el desnivel cualitativo de los productos resultantes. Ahora bien, mientras que a Wingard y West les llevó mucho tiempo llegar a sus convites más interesantes, léase Cacería Macabra (You’re Next, 2011) y The Sacrament (2013) respectivamente, para Katz el camino a la excelencia ya estaba pavimentado por sus colaboraciones de antaño. Apuestas Perversas, al igual que la reciente 13 Sins (2014), remake de una obra tailandesa que tomaba la premisa de Propuesta Indecente (Indecent Proposal, 1993) pero llevándola al extremo, en esencia ofrece una serie de “juegos” en los que dos pobres diablos, Craig (Pat Healy) y Vince (Ethan Embry), se dejan humillar, golpear, mutilar y demás divertimientos a cambio de los dólares de un sádico matrimonio. Como en todas estas versiones libres y muy lejanas de Fausto, aquí se pone en tela de juicio la banalidad cultural y el egoísmo más acérrimo mediante una suerte de sketchs en los que cada desafío duplica en “voracidad caníbal” al anterior. Con un tono cercano al neo-obrerismo inglés de Shane Meadows y Ben Wheatley y un gran desempeño por parte del elenco, tanto de las “víctimas” como de los Mefistófeles de turno, el simpático Colin (David Koechner) y la bella Violet (Sara Paxton), Katz construye un retrato ácido e hiriente de la desesperación contemporánea, el darwinismo social y los recovecos más ridículos de esta fase del capitalismo, en donde la degradación está tan naturalizada como el lucro…
Apuestas perversas es una propuesta vibrante, impactante y diferente que merece su visión ya que seguramente no te va a defraudar. La premisa es muy atractiva y el guión está tan bien desarrollado que es imposible no engancharse con la locura en que se ven involucrados estos dos...
Por un mísero puñado de dólares Craig (Pat Healy) y Vince (Ethan Embry) se conocen de hace tiempo pero por cuestiones de la vida se han distanciado. Responden al prototipo de la clase trabajadora resentida norteamericana, capaz de vender a la propia madre si es que la oportunidad se presenta. Digamos que los códigos de la moral burguesa no cuajan en un país donde reina el capitalismo salvaje y en el que todo se compra porque todo está en venta, inclusive la dignidad del hombre. Con ese preámbulo, ambos son presa fácil para cualquier financista perverso (David Koechner) que les ofrezca dinero a cambio de diferentes pruebas por el sólo hecho de demostrarles que se dejan humillar por unos míseros dólares y de cuya relación amo-esclavo se desprende la lógica más perversa que guarda una estrecha relación con la degradación de la condición humana. El axioma reza que todos tenemos un precio y eso lo sabe el que cuenta con los recursos para doblegar voluntades y satisfacer su aburrida vida de burgués. Apuestas perversas es un film que rápidamente abandona a sus personajes víctimas y no cuestiona desde el punto de vista moral a los victimarios, bajo la premisa del entretenimiento inocuo que propone al espectador el lugar de voyeur privilegiado para poner en marcha las propias perversiones de los guionistas, y el morbo de su director E.L. Katz justificado por el género. No se debe uno equivocar con la palabra transgresión por el simple hecho de mostrar en una pantalla aberraciones porque a esta altura de las circunstancias el cine perdió la batalla con internet y todo aquello que redunda en la misma dirección de la truculencia, la porno tortura o estilos similares ya son una fórmula desgastada. Para decirlo en otros términos: perversos con cámaras habrá siempre, espectadores para deleitarse con sus perversiones también, pero cineastas que logren superar la provocación con ideas superadoras e inteligentes escasean hace rato. La premisa básica se complementa cuando la pareja de perdedores, léase Craig y Vince, cuyos perfiles psicológicos o complejidades responden a un manual de primer grado, caen en la tentación de sumarse a los deseos de una pareja que conoce al dedillo cómo cooptarlos, manipularlos y destruirlos desde su integridad y condición humana de manera sistemática y en un in crescendo que sube el listón de las humillaciones, que van de lo escatológico, a las mutilaciones y a la antropofagia. Nada más que un show dentro de otro de supuesta transgresión con la impostura de apostar valga el término a un discurso provocativo pero que resulta vacío en términos filosóficos.
¿Qué harías por dinero? La ópera prima de E.L. Katz se centra en la vida de un hombre desempleado que se somete a una serie de apuestas que le permitirán saldar su deuda. Apuestas perversas (Cheap Thrills, 2014) logra mantener expectante al público, pero quizás no en el mejor de los sentidos, porque lo que se quiere saber es hasta dónde será capaz de llegar el protagonista. Que todo hombre tiene su precio y que el dinero mueve al mundo parecen ser afirmaciones tácitas de toda sociedad (aunque pueden discutirse). Pero en Apuestas perversas éstas premisas tambalean al principio y terminan consolidándose con el correr de los minutos. Craig (Pat Healy) está felizmente casado y tiene un hijo pequeño. No tiene problemas en su presente familiar, pero sí en el económico: adeuda una suma abultada del alquiler de su casa y pierde su trabajo. El mismo día que lo despiden del empleo, se encuentra en un bar con Vince (Ethan Embry), un viejo amigo de la secundaria. Y en el mismo lugar, de casualidad, conocen a un matrimonio un poco especial, que los incentiva a ganar dinero “fácil” a través de apuestas. Parece ser un juego sencillo: tomar tequila rápidamente o conseguir ser abofeteado por una mujer que se encuentra en el bar, son algunas de las consignas planteadas por el hombre adinerado. Pero a medida que el tiempo transcurre, y después de trasladarse a la casa del matrimonio, la crudeza y violencia de las apuestas crece de forma proporcional a la suma que les ofrecen por cumplirlas. El dinero y el aumento de lo macabro transforman a Craig y a Vince. Las ansias de ganar llegan a convertirlos en desconocidos. Y eso es lo que permite que las apuestas sean cada vez más arriesgadas. Justamente, en ese punto radica el interés que la película de E.L. Katz puede generar en parte del público (no me atrevería a decir que en todo). Porque no tiene mayor hallazgo que encontrar el delgado hilo del sadismo, y continuarlo. Mal gusto y pequeños momentos de humor negro completan a Apuestas perversas, una película que no deja demasiado, sólo el sabor amargo que produce que un hombre pierda sus valores y convicciones por dinero. Y también el deseo de que, en este caso, la realidad no supere a la ficción.
Extraña propuesta para celebrar Navidad En una época en la que suelen abundar argumentos basados en la bondad y las acciones en pro de la humanidad, el film protagonizado por Pat Healy pone en escena lo peor del género humano: se propone como comedia negra, pero al cabo es más negra que comedia. Poner en cartel esta película en Navidad debe ser –junto con el estreno, la semana pasada, de la última de Godard en catorce salas– el gesto más subversivo que haya producido el campo de la distribución y exhibición cinematográfica en la Argentina de toda la temporada. Frente al despliegue de buenos sentimientos que los festejos de ocasión traen aparejados, Apuestas perversas ofrece una cabalgata de los peores sentimientos (y acciones) humanos imaginables, motorizados por la más deletérea de las tentaciones: la de Don Dinero. En esta pequeña pero pegajosa pesadilla de cámara, el tsunami se lleva puestos la dignidad personal, el respeto por el otro, la amistad, la familia, la identidad y la vida ajena. En suma, todo lo que las fiestas cristianas y occidentales intentan poner a salvo del naufragio. Desde qué punto de vista y con qué finalidad lo hace, es cuestión digna de discusión.David Koechner no es un señor agradable. Surgido de las filas de Saturday Night Live y reiteradamente utilizado en el papel de white trash primitivo, grosero y prepotente, tanto en films cómicos (Anchorman, Ricky Bobby) y series (American Dad, The Office), como en películas de terror (Destino final 5, Piraña 3D), este sujeto semicalvo tiene cara de mal bicho, habla a los gritos, sus carcajadas aturden. Es la clase de tipo que puede despegarse el calzoncillo en público como si nada. Koechner no es el protagonista, pero sí el motor, objeto de fascinación y hasta tal vez el oculto eje moral de Apuestas perversas. La película, escrita por el dúo de raros nombres David Chirchirillo y Trent Haaga y dirigida por E.L. Katz –ex crítico de sitios bizarros y ex guionista de films de indie horror–, supone una nueva variación del pacto fáustico, doblemente duplicado. Un par de losers ocupan el papel del médico medieval, mientras Koechner y su objetual muñequita rubia cubren... el otro rol.Improbable mixtura de empleado de taller mecánico con periodista frustrado, casado hace un par de años y con un bebé de quince meses, el mismo día en que Craig Daniels (excelente Pat Healy) encuentra un aviso de desalojo pegado en la puerta, su jefe le avisa que por necesidad de achicamiento se ve obligado a despedirlo. Desesperado frente a la barra de un bar, se creería que el ex amigo arrollador, que primero amaga estrangularlo y después lo saluda, es el que va a abusar de él. Pronto se ve que Vince (Ethan Embry) es tan perdedor como él, aunque con más testosterona. Cuando vuelve del baño, Craig encuentra a Vince acompañado de un tal Colin (Koechner, a los gritos y con sombrerito) y su rubia Violet, que ni se molesta en saludar (Sara Paxton). A Colin los dólares se le caen de los bolsillos y no tiene ningún interés en ocultarlo. Más bien lo contrario. Por lo visto es un fan de las apuestas, con una peculiaridad: no participa de la apuesta. La propone y la paga, en caso de que el otro gane. No es difícil adivinar que el jueguito que empieza con el desafío de ver quién se baja primero un vaso de tequila va a escalar sin parar hasta la sangre y la ignominia, formándose una perfecta familia de dos lobos y su par de ovejas. Perfecta e infinitamente perversa.Es inevitable comparar esta comedia negra –más negra que comedia– con la arrasadora Killer Joe (William Friedkin, 2011), igual de podrida pero, a diferencia de ésta, tan shockeante como inquietante. Adaptando una obra de Tracy Letts (insospechable autor de Agosto), el film de Friedkin hunde en el tabú, la monstruosidad y la sangre los mismos valores familiares, occidentales y cristianos que Apuestas perversas. La diferencia reside, como siempre, en el punto de vista. Mientras que Killer Joe lo hace con asco, no por nada Cheap Thrills (título original de Apuestas perversas) asume la estructura de un juego. Juego de apuestas crecientemente psicopático y horroroso, pero juego al fin. Mientras Killer Joe deja al espectador en estado de shock, la ópera prima de E. L. Katz repele, pero no sacude. Salvo el plano final, donde lo que hasta el momento se planteó como juego macabro pretende subrayar un componente alegórico que ya antes era evidente. 5-APUESTAS PERVERSAS Cheap Thrills, EE.UU., 2013.Dirección: E. L. Katz.Guión: David Chirchirillo y Trent Haaga.Fotografía: Andrew Wheeler y Sebastian Wintero.Duración: 88 minutos.Intérpretes: Pat Healy, Ethan Embry, David Koechner y Sara Paxton.
Quién da más Una comedia negra con sangre y mutilaciones. Un crítico norteamericano calificó a Cheap Thrills como una mezcla de Jackass y Michael Haneke, pero lo cierto es que la ocurrencia dice más sobre la creatividad de ese crítico que sobre la de la película. Por supuesto que la premisa es muy similar a la de Jackass y que por momentos recuerda -lejanamente- a Funny Games, pero el director debutante E.L. Katz y los guionistas David Chirchillo y Trent Haaga no tienen nada que ver con el director austríaco y, lo que es peor, hay cierta obvia crítica social que en Jackass está felizmente ausente. Craig Daniels (Pat Healy) es un padre de familia que acaba de perder su trabajo el mismo día que recibe un ultimátum para pagar lo que debe de alquiler y no quedarse en la calle. Sin rumbo, hace una parada en un bar para tomar algo y juntar coraje antes de volver a su casa. Ahí se encuentra con Vince (Ethan Embry), un ex compañero del secundario al que hacía mucho no veía, un tipo algo más aventurero y bohemio que él. Entre tragos y confesiones, los dos se cruzan con una pareja peculiar: Colin, un millonario juguetón (David Koechner), y Violet (Sara Paxton) su bella novia, joven y caprichosa. Pronto empezará un juego perverso: Colin les ofrece dinero para que cumplan diferentes prendas (de ahí el parecido con Jackass) y divertir así a su novia. Las prendas empiezan siendo apenas travesuras inocentes y, como se imaginarán, se van volviendo cada vez más violentas, sanguinarias y escatológicas. Craig (Pat Healy) sufriendo como en toda la película Craig (Pat Healy) sufriendo como en toda la película Cheap Thrills es una comedia negra más parecida a la excelente Very Bad Things que a Haneke, aunque mucho menos extrema y divertida. Y aunque hay un par de escenas que excitan el morbo y provocan una mezcla de gracia y disgusto, termina enfocándose en la alegoría moral de dos tipos que acaban enfrentados hasta la mutilación y la muerte por un poco de plata. Cuando la historia se concentra en un lugar cerrado -la mansión del millonario, adonde van los cuatro personajes a continuar con el juego perverso- es cuando hay ecos lejanos de Funny Games, pero en realidad nada que ver: las dos “víctimas” no están ahí contra su voluntad y tampoco hay una meta narración ni una interpelación al espectador. Cheap Thrills, como finalmente su título indica, apenas contiene sobresaltos baratos. De todas formas, cuando la historia no busca remarcar la crítica evidente y se pone más lúdica, la película alcanza sus mejores momentos. Al final, en su poco menos de hora y media, termina siendo un entretenimiento sin demasiadas pretensiones. Llega fin de año y las distribuidoras (CDI Films en este caso) lanzan las películas que les quedan, un poco a la marchanta, generalmente pequeñas o viejas. Cheap Thrills es de 2013, ya está para bajar ilegalmente por internet y probablemente no merezca mucho más que una visión hogareña, fumando algo y tomando un vino. Pero se estrena en 40 salas de todo el país (10 de ellas en la ciudad de Buenos Aires). Una oración aparte merece la calificación: una inexplicable sólo apta para mayores de 18 años con reservas. Ni se asusten ni se ilusionen: no es para tanto.
Horror y humor. Por supuesto, del más negro, y en cierto sentido también bastante alarmante, puesto que en el fondo se propone mostrar cómo todos los seres humanos, llegado el caso, se atreven a enfrentar, en forma de apuesta, las más humillantes, degradantes y repulsivas bajezas, e incluso a sacrificar no solo su dignidad sino también su propia integridad física siempre que haya una abultada recompensa en dólares al cabo de cada desafío superado: el dinero, se infiere, todo lo vale. Aquí hay un dúo de ex compañeros de colegio perdedores y desesperados y un oscuro matrimonio sin escrúpulos pero con mucho dinero que disfruta asistiendo a su constante humillación. Más o menos la misma diversión que se le ofrece al público en esta pesadilla no muy edificante ni original pero realizada con oficio y bien actuada.
Bromas pesadas y crueldad Una pareja de losers y otra con plata de sobra establecen una particular amistad donde el riesgo está a la orden del día. Así van subiendo las apuestas de la inocencia al gore. Como bien dice el título original, la película trata sobre emociones baratas pero también se juega a través de apuestas que empiezan por unos pocos dólares y terminan en una montaña de verdes donde la crueldad y el cinismo ganan la partida por lejos. Curioso film de raíz independiente, focalizado en dos o tres ambientes (¿faltará mucho para una versión teatral local?), Apuestas perversas es la ópera prima de E. L. Katz donde el director se vale solo de cuatro protagónicos de peso: dos amigos, uno sin plata y perdedor nato y otro que se quedó sin trabajo y está a punto de ser desalojado de su casa junto a su familia, más una particular pareja que se vale de aquellos dos para que apuesten a todo o nada, primero en tono de broma liviana y luego directo a un total desbarajuste donde triunfa la sangre y la mutilación. Al principio, Katz describe con sutileza al familiar Craig y a su entorno flojo de bolsillo hasta que se reencuentra con Vince, un amigo al que no ve hace tiempo, un asiduo concurrente de bares y de algunos locales con chicas desnudistas. El cuarteto se completa con Colin y Violet, que sí tienen mucha plata, razón por la que establecen una particular amistad con el par de desamparados losers. Hasta el encuentro de los cuatro, Apuestas perversas describe un mundo gris, asfixiado por el desempleo y la visita a lugares donde el voyeurismo de los personajes les es útil como catarsis para encubrir sus desgracias personales. Pero el punto de vista se modifica cuando aparecen Colin y su bella mujer, una pareja que actuará como contrapunto de ambos amigos. En ese momento empiezan las bromas y las apuestas, en primera instancia sobre cuestiones no demasiado traumáticas (tocarle el trasero a una strip girl), más adelante con otros ítems que aumentan el tono de perversión del film (tener sexo con la mujer delante de su esposo) para que al final se llega sin culpa alguna al gore como recurso (un dedo mutilado) y a la ingestión no deseada (un perrito recién cocinado) pero que bien valen los 50 mil dólares de recompensa mayor. Entre la sordidez del asunto, un cuarteto actoral que sostiene una historia fijada desde casi un único tema que acumula variables sobre un mismo centro y una sutil fluctuación entre humor negro, género de terror y una violencia que puede estallar en cualquier instante, la película juega con el voyeurismo (perverso) del mismo espectador. Como ocurría en aquella Propuesta indecente con Redford y Demi Moore, pero multiplicado por mil.
Apuestas perversas me hizo acordar por momentos a las viejas películas de Jack Hill (Switchblade Sisters, Foxy Brown). Al principio de la historia uno se ríe con el conflicto absurdo y las situaciones delirantes en las que se involucran los protagonistas. Sin embargo, a medida que se desarrolla el argumento y el espectador se conecta emocionalmente con lo hechos que sufren los personajes, la película se vuelve mucho más seria. Esta producción independiente del director E.L.Katz (guionista de Autopsia) comienza como una comedia de humor negro para luego convertirse en un intenso thriller, donde las situaciones graciosas quedan en un segundo plano. Dos amigos desempleados se encuentran en un bar y una noche conocen a un extraño hombre que les ofrece plata a cambio de cumplir una serie de apuestas. Un juego inocente que con el paso del tiempo se transforma en una odisea de extrema violencia en la que los personajes principales se terminan degradando como seres humanos. Con un presupuesto limitado, una casa como única ambientación y cuatro actores, el director logró desarrollar un thriller absorbente gracias a los distintos giros inesperados que se dan en la trama y las intensas interpretaciones de los protagonistas. El reparto presenta caras conocidas del cine de terror como Pat Healy y Sara Paxton, quienes trabajaron juntos en la producción de Ti West, The Innkeepers, Ethan Embry (Hotel sin salida) y David Koechner (The Office). A lo largo del año vimos varios filmes de fantasmas o posesiones satánicas, sin embargo, este cuento inmoral sobre la obsesión por el dinero terminó siendo el más aterrador de todos. Una producción que no tuvo mucha difusión y es esa clase de sorpresas que cada tanto surgen del cine independiente y vale la pena tener en cuenta
Las ironías de un juego Encadena una sucesión de hechos fortuitos combinando humor negro, miserias humanas y metáforas sociales que todos entendemos. Craig está de racha. Mala racha. Escritor frustrado, empleado en un taller, padre de familia en plena crisis económica tiene que juntar 4.800 dólares para salvar su casa y acaba de perder el trabajo. No parece un tipo con iniciativa y escasean las oportunidades. Pero el azar quiere que mientras bebe una cerveza en un bar la vida le ofrezca un giro. Un giro curioso por cierto. Un giro que el director, E. L. Katz, resuelve con humor oscuro y juegos violentos, que operan también como metáfora de un mundo perverso, en el que unos viven la fiesta y otros sufren necesidades y tentaciones. Algo de esto ocurre en Apuestas perversas, un thriller en el que los protagonistas van definiendo sus roles y subiendo el tono como en un juego, con mucho de azar, pero también de destino cantado. Volvamos al bar. Craig ahoga tímidamente sus penas, y allí se encuentra con Vince, un viejo conocido con quien comparte sus pesares. Cuando vuelve del baño, su amigo se ha sentado con una pareja curiosa. Y junto a ellos arrancan una noche infernal. Adictos al juego, la pareja del sibarita Colin y la bella Violet, apuesta por todo. Ostentan grandes sumas de dinero, y pronto suman a su jueguito a los amigos Craig y Vince, un par de perdedores que no tienen donde caerse muertos. Arranca una caravana festiva, trágica y cómica, con escenas fuertes y morbosas, con el dinero como zanahoria. Mucho dinero para que cumplan ciertas “proezas”, algunas tontas, otras muy pesadas. Una noche delirante. Pasan del bar a un club de strippers y de allí a la mansión de la estrafalaria pareja. Craig quiere volver a casa, pero no puede, Vince quiere ganar dinero, y allí están los dos, presos de su condición. Como en la vida, la enigmática pareja se aprovecha de estos dos perdedores, espejándoles sus miserias. Arman su fiesta, su reality en vivo y en directo, sin reglas, sin límite, con ironías malditas de gente que se vende, se distorsiona o se descubre en una situación límite que es ficticia pero es real.
Es uno de esos policiales endemoniados, donde la tensión se vuelve insoportable: cuando desde el poder y ante la desesperación y la codicia el ser humano es capaz de autoflagelarse y humillarse a límites inimaginables. El mecanismo que propone el título funciona como un relojito y como en “Los juegos del miedo” pone a prueba el estómago de los espectadores. Para amantes de emociones al límite. Los demás abstenerse.
¡Que gran manera de despedir el año que es Cheap Thrills! Una comedia negrísima que deja mucho para comentar una vez terminada, y que intenta responder de la manera más cruenta imaginable hasta dónde estamos dispuestos a ir -mejor dicho, a descender- cuando estamos desesperados. El escenario que presenta la película de E.L. Katz es intrigante, al menos: una pareja de desconocidos te invita a un juego de apuestas por cierta cantidad de plata. Estas situaciones parecen graciosas al comienzo, pero el costado oscuro poco a poco comienza a aflorar, y estas emociones baratas que promete el título original comienzan a escarbar profundo en la psiquis de los involucrados. El encuentro de dos compañeros de secundaria es el disparador para la pareja de ricos que quieren un poco de diversión por el cumpleaños de ella, y diversión es lo que tendrán. Quizás no tengan mucha relevancia, pero el cuarteto interpretado por los ex-compañeros Pat Healy y Ethan Embry, y la pareja acaudalada de David Koechner y Sara Paxton funciona como un dínamo para la acción perversa que transcurrirá durante la noche. Acercándose poco a poco hacia un costado sádico y por demás perverso, el guión de David Chirchirillo y Trent Haaga propone escenarios no aptos para impresionables, donde los juegos comienzan como típicas bromas para ir dejando paso a la humillación, la mutilación y el masoquismo puro. No hay manera de conectarse con la película a menos que se entre en el mismo juego que los protagonistas, y para el final, es cuestión de mirarse al espejo y ver si uno se ha divertido con lo que ha visto. Lo que comienza como una noche de juerga lleva a situaciones dolorosas, y la acción del espectador es casi la de un voyeur, presenciando actos privados que no deberían haber sido vistos. La abstracción de la realidad es un punto a favor que se lleva Katz, con un film mínimo pero espeluznante, una historia que bien podría haber escrito el mismísimo Stephen King, de esas que tienen mucha mala leche y concilian al ser humano como un pozo lleno de oscuridad, si se le permite llegar hasta ella. Healy se lleva las palmas como el padre de familia que podría perderlo todo cuando termine la noche y la desesperación característica de su personaje deja ver a un gran actor que poco a poco está teniendo su merecido reconocimiento. Cheap Thrills es violenta, cómica, nauseabunda, todo a la vez, en un combo de comedia negra y thriller de suspenso que golpea fuerte y no tiene una salida fácil. Están avisados.
"Por la plata baila el mono" Sin pelos en la lengua, la ópera prima de E.L. Katz nos invita a pasar una divertida, salvaje y violenta noche de fiesta de la mano de 4 personajes completamente descabellados dispuestos a todo con tal de llevarse un par de billetitos al bolsillo. Bienvenidos a una joda única e inolvidable. Dos amigos se reencuentran después de un largo tiempo en un bar de mala muerte ubicado en una ciudad que chorrea aburrimiento. Ambos están momentáneamente sin trabajo, por lo que la ronda de cervezas y tragos solo tiene como objetivo tratar de olvidar sus problemas cotidianos y recordar las viejas y añoradas épocas. Sin embargo, cuando todo parece terminar en un grato encuentro, una pareja bastante peculiar los invita a su mesa y les propone realizar una serie de pequeñas apuestas por dinero. Las necesidades económicas, el alcohol y la vorágine de una noche que recién comienza serán el combustible de una alocada lista de pruebas que los amigos estarán dispuestos a cumplir sin importar hasta donde los lleve esta misteriosa competencia entre sí. Katz sortea sin mayores inconvenientes su debut en la pantalla grande de la mano de un arriesgado y por momentos exagerado guion (escrito por David Chirchirillo y Trent Haaga) y de un grupo reducido de actores que cumple con el objetivo de generar empatía y misterio en el espectador. La amistad entre los personajes principales (interpretados por Pat Healy y Ethan Embry) logra traspasar la pantalla gracias a la buena química entre los actores y eso, a medida que avanza la trama, se vuelve parte fundamental del film. Lo mismo se puede decir de la misteriosa pareja a la que le dan vida David Koechner y Sara Paxton quienes, sin caer en ningún momento en lugares comunes (que amenazan con irrumpir a la pantalla en más de una ocasión), dejan de ser los anfitriones de esta noche para convertirse en meros espectadores a medida que pasan las horas. El punto más alto de esta producción sin lugar a dudas es ese terreno gris bien elaborado donde se mueven todos los personajes. Ni buenos, ni malos, en “Apuestas Salvajes” solo hay personajes que se desenvuelven de forma inesperada al estar impulsados por la necesidad de satisfacer deseos simples y humanos. Tentaciones que, básicamente, tanto los protagonistas de esta película como nosotros podemos encontrar a la vuelta de la esquina. Quizás lo exagerado de las últimas apuestas y el brutal (e inesperado) desenlace no sean del agrado de todos aquellos que se dispongan a ver esta película que, si bien comienza como una propuesta en tono humorístico y sarcástico, es un fiel exponente del humor negro y corrosivo con el que se animan a trabajar varios realizadores independientes en la actualidad. Absorbente, divertida, pero sobre todo salvaje. “Apuestas perversas” es una gran forma de despedir el año ya que nos recuerda que, por más inocentes y familieros que aparentemos ser, todos tenemos nuestro lado oscuro a punto caramelo. Solo necesitamos financistas.
Exaltación de la incorrección política Craig (Pat Healy) no la está pasando económicamente bien y todo indica que no la pasará mejor, ya que a su de por sí ajustado presupuesto y al tendal de deudas se le suma el haber sido despedido de su trabajo. Justo esa misma noche se cruza con un par de viejos compañeros en un bar, uno de los cuales (David Koechner) es un millonario dispuesto a todo por un poco de diversión. Incluso a someter a sus amigos a un particular juego de apuestas cuyo grado de humillación irá en un crescendo constante, tensando así los límites de la moral personal. La retorcida ópera prima de E.L. Katz validará aquello que decía el personaje de Ricardo Darín en Nueve Reinas (“No faltan prostitutas, sino financistas”) involucrando al trío en una espiral de locura y desesperación que llegará incluso a la antropofagia; todo, claro, por dinero. Película reconcentrada en tiempo (una noche) y espacio (una casa), Apuestas perversas es un ejercicio de estilo que, si bien remite a la pantalla chica (las reminiscencias de los unitarios en tiempo real es inevitable), goza de un grado de incorrección y excesos que la convierten en una rareza en la cartelera argentina.
Apuestas perversas, humor negro al máximo ¿Qué harías por dinero? El debut direccional de E.L. Katz es una de las comedias más bizarras y entretenidas del año. Apuestas Perversas invita al espectador a pensar qué haría ante una situación extrema, y juega constantemente con un humor negro que se ha visto muy poco en los últimos años. Craig es un padre de familia en plena crisis económica: lo acaban de echar del trabajo, va a tener que desocupar su hogar, y tiene un hijo pequeño al que mantener. Desesperado, decide ahogar sus penas en un bar y se encuentra con un viejo amigo y una pareja de desconocidos ricos que le propondrán un juego algo curioso. La cosa es simple: cada vez que cumpla cierto reto o "consecuencia", se gana algo de dinero. Al principio parece una forma de sacar plata de una manera fácil y rápida, pero de a poco las apuestas comienzan a ponerse más complicadas y peligrosas, hasta el límite de la violencia y de la locura. Con un elenco compuesto con el siempre excepcional Pat Healy, Ethan Embry, Sara Paxton, David Koechner y Amanda Fuller, Katz logra una comedia con tintes de humor negro que rebalsan el común de las películas cómicas de lo que van del año, y alcanza un nivel de delirio que invita al espectador a preguntarse hasta qué límite llegaría para salirse de un apuro.
Modesta remake de cuento de Hitchcock Adaptando a la perfección el diabólico cuento corto de Roald Dahl, Alfred Hitchcock logró el que podría ser considerado como el mejor episodio de su famosa serie de TV. En "Man from the south", Peter Lorre era un millonario adicto al juego, con un talento especial para inventar apuestas totalmente desquiciadas. El joven Steve McQueen interpreba en ese episodio al desprevenido trasnochador que, de golpe, se veía arrastrado a tomar el enésimo dry Martini en la suite de ese ominoso desconocido con la capacidad de convencerlo de una apuesta en la que podía ganar un auto de lujo, o perder su dedo meñique. La historia fue objeto de un remake oficial en la versión de "Alfred Hitchcock presenta" de los años 80, y de varias copias más o menos camufladas en un episodio del film "4 habitaciones" de Quentin Tarantino y Robert Rodriguez. Da la sensación de que esta negrísima comedia indie intenta llevar una premisa, más o menos similar, a sus máximas consecuencias, volviendo más depravadas aun las intenciones del apostador, que decidió festejarle el cumpleaños a su bella y joven esposa sometiendo a dos perdedores a retorcidísimas situaciones sádicas, humillantes y directamente criminales. El par de víctimas son dos compañeros de secundario que no se veían hace años y que se encuentran por casualidad en un bar. Uno es un tipo de avería, casi un matón, mientras que el otro es un escritor fracasado que se acaba de quedar sin trabajo y enfrenta la posibilidad de que lo desalojen de su casa junto a su mujer y su bebé. Teniendo una deuda de 4.500 dólares que le parece impagable, la posibilidad de ganar un par de cientos o más, cada vez que estos ricachones tiene un capricho, no parece equivocada, aunque implica ir metiéndose en problemas cada vez más graves. Cuando el grupo deja el bar y sigue la juerga en la casa de los millonarios, las cosas se ponen serias, dado que para colmo, la estrategia es enfrentar a los dos amigos, ya que en cada nueva "prenda", el premio es para el ganador. La película se demora en exponer su premisa con dedo meñique incluido, por supuesto- y si bien se las arregla bastante bien para mantener la atención del espectador con sólo cuatro personajes encerrados en un par de locaciones, por momentos, las limitaciones de todo el asunto se ponen en evidencia. Lo que hay que reconocer es que los cuatro intérpretes sostienen las situaciones sin darle un tono teatral (el director aprovecha cada rincón del decorado a fondo) y, sin dudas, las guarradas imposibles que terminan haciendo estos tipos logra que "Apuestas perversas" nunca aburra, e incluso por momentos resulte ingeniosa y divertida. Eso para aquellos espectadores que no opten por abandonar la función abruptamente, ya que, digamos, esto no es para paladares delicados.
La alienación del dinero Una tributaria a varias películas de alto impacto o realities de moda parece esta película que llega a los cines locales con el nombre de Apuestas perversas y por la cual navegan momentos que parecen tomados de El juego del miedo, La gran estafa, El club de la pelea, o de casi cualquier programa de concursos que pululan en la TV, que en su conjunto hacen un cóctel en apariencia nuevo pero inmediatamente reconocido como previsible y obvio. Todas aquellas historias parecieran compartir una preocupación o un trauma: cómo enfrentar el cáncer del materialismo, el dinero que perturba la mente y termina por enloquecer a algunos seres humanos. No por casualidad muchos de sus protagonistas son personas alienadas por la abundancia (traducida en hedonismo e indiferencia por la injusticia del mundo) o por la ausencia de ésta, sublimada en frustración y violencia. Lo cierto es que resultan patéticas las escenas de Apuestas perversas donde un dandy decadente les paga a dos tipos que conoció en un bar por tragar de una sola vez un vaso de alcohol o palmear la cola de una stripper sin el consentimiento de ésta. Y eso es apenas el principio de una espiral que durante casi una hora y media muestra la degradación de cuatro seres humanos (luego se suma una quinta, la novia del dandy) con un interés más enfocado en llamar la atención a través del escándalo, que de alertar acerca de las conductas ciudadanas de estas cinco personas de espíritu evidentemente trastocado. Si los que legislan los contenidos del mundo del entretenimiento se tomaran más seriamente su trabajo, hace rato deberían haber extendido la calificación de pornografía a este tipo de relatos que provocan un daño incalculable en el tejido social. Es que, aún cuando la calificación finalmente sea apta para mayores de 18 años, cuando empezamos a deliberar acerca de temas tales como si el policial moderno responde o no a un paradigma distinto, o si la perversión vende, o por qué le adjudican características de comedia a este filme, ya perdimos la mitad de la batalla. Apuestas perversas Drama, thriller, terror “Cheap thrills” (EE.UU., 2013). Dirección: E.L.Katz. Guion: David Chirchirillo. Música: Mads Heldberg. Montaje: Brody Gusar. Duración: 85 minutos. Reparto: Pat Healy, Ethan Embry, Sara Paxton. Violencia: alta. Sexo: alto. Complejidad: alta. Apta para mayores de 18 años.
Una pregunta que alguna vez escuchaste Cheap Thrills (Apuestas perversas) aborda un tema muy presente en el contexto actual, sobre todo el norteamericano por la crisis económica, un argumento no demasiado original pero capaz de llegar a todos por igual. ¿Por qué? A quién no se le ocurrió la pregunta, ¿Por cuánto dinero harías [agregar algo que no quieras hacer]? Inclusive son muchas las películas y relatos que ya tomaron esa cuestión. Bueno, la película gira alrededor de eso, focalizando sobre todo en los problemas económicos de Craig (Pat Healy) que se encuentra con esta “oportunidad”, luego de ser despedido de su empleo y además estar al borde de ser desalojado de su vivienda. En plena depresión, Craig se encuentra con Vince (Ethan Embry) un viejo compañero de la secundaria y de la vida con el que se pone al día luego de 5 años, justo en ese día tan triste. Cuando va al baño, Craig se cruza con Colin (David Koechner) que luego de drogarse, sin querer, le muestra su despilfarro y abundancia de dinero al tirar un billete al inodoro, como un preámbulo de lo que vendrá. Al volver del baño, su amigo Vince está invitado a la misma mesa de Colin y su esposa Violet (Sara Paxton), festejando el cumpleaños de ella de una forma muy ostentosa. Aquí el relato cambia de tonalidad y de ritmo, Colin y Violet le proponen a sus invitados pequeños desafíos por dinero, para ver hasta dónde llegan sus límites. Craig no se engancha como Vince, todavía está golpeado por las malas noticias y no ve una salvación en el ofrecimiento, sin embargo, a medida que crecen monetariamente los duelos, su compromiso progresa. Apuestas perversas se trata de una propuesta con un mensaje contundente. El dinero deforma a las personas y sus valores, la ambición por ver una salvación económica incita al hombre a cualquier acción, y a medida que crece la suma, cuando se encuentra inmerso en el baile, no hay límites que paren al necesitado. El dialogo entre Craig y Vince a mediados de la película se muestra como revelador de la posición de los realizadores acerca de la figura favorita de los norteamericanos, “el perdedor”, el verdadero perdedor no es aquel que no formó nada en su vida, sino aquel que con todas las posibilidades por triunfar, no se animó a lograr algo mejor para su existencia. La visión del “american way of life” está siendo muy golpeada en varias producciones del último tiempo, Breaking Bad es el principal paradigma de la época en ese sentido. Por eso, la propuesta de Cheap Thrills es interesante para ver, pero está en la misma sintonía, y por lo tanto parece repetido por los dilemas que se ponen en la mesa. A pesar de eso, es un trabajo interesante para disfrutar y horrorizarse un poco más, logra enganchar al espectador a pesar de ser un tema recurrente. El clima logrado por el director E.L. Katz, en su opera prima, es correcto a las intenciones de escalar en el mensaje final. El sexo y el morbo no están exentos en su aparición, pero no de las formas habituales, su extrañez es acorde con la comedia negra y el drama que propone, como dijimos anteriormente, el clima deforma a los personajes y las decisiones en las cuales se involucran. La escena que cierra el drama es destacable, un golpe frío y seco, que deja helado, pero no sorprende. El monstruo final es un golpe contundente a las buenas intenciones de cualquier tipo de salvación a través de la vía fácil. El fin no justifica los medios, una vez más. Por Germán Morales
"Apuestas Perversas", como bien lo dice el título, apunta a eso... Una comedia negra al 100%, que si sos impresionable, desde ya te digo que no la vayas a ver o que al menos sepas que a medida que pasan los minutos se torna un tanto asquerosa y repulsiva. Te tengo que reconocer que en dos o más oportunidades la pasé mal, pero también debo ser honesto, el guión es demasiado enfermo e inteligente y no vas a poder despegarte queriendo saber como terminará todo. Grandes personajes, buenas actuaciones, impecable dirección y una propuesta bien diferente en nuestra cartelera. Recordá que te avisé... si sos impresionable o amas los animales, no sería la película que tenes que elegir para ir al cine este finde.
Por un puñado de dólares Los manuales sobre cómo escribir un guión vendible encierran entre sus principios básicos una regla que parece infalible: al protagonista de tu historia debe ocurrirle algo en un momento crítico de su vida. Este tipo de libros prescriptivos focaliza su atención en normas para construir una historia como si de mandamientos se tratara y Apuestas perversas, ópera prima de E.L. Katz, hace honor a ello. Y más. Craig Daniels se llama el protagonista y desde el primer plano ya sabemos que todo va mal en su entorno cotidiano: no puede hacer el amor tranquilamente con su mujer, lo están por desalojar y encima lo echan del trabajo. Esta situación lo conduce a un bar para refugiarse en unas copas. Allí se encuentra con Vincent, un impulsivo compañero de la secundaria. El ambiente, saturado de colores rojos, es un tosco anticipo del infierno terrenal que surgirá a partir del encuentro con una extraña pareja conformada por una especie de diablo mundano que derrocha dinero y una joven blonda. Ambos invitarán a los hombres a su casa y los someterán a un juego perverso que irá creciendo en pruebas riesgosas de mal gusto a cambio de billetes. Esta son las pautas que delatan la intención de esta película de corte independiente: disfrazar de importancia a situaciones dignas de realities televisivos sostenidos en superar obstáculos escatológicos y sadomasoquistas. Concentrada en pocos ambientes y durante el transcurso de unas horas, la trama deviene como una sucesión de hechos encadenados bajo la lógica de ver quién sufre más. Lejos de hacer partícipe al espectador con la distancia necesaria para pensar siquiera en lo que ve, lo somete a una mirada estéril que pueda regocijarse en el placer gratuito brindado por el sufrimiento cool de los personajes. La cámara nerviosa, el abuso del fuera de foco y la puesta en escena teatral son apenas artilugios formales ahogados por el contenido del film, más preocupado porque se entienda su tesis que por otra cosa. Apuestas perversas coloca la pancarta con el mensaje “el dinero moviliza las pasiones más bajas del ser humano” y no deja lugar a nada más. El inconveniente principal es que para hacer efectivo eso, no puede evadir la lógica televisiva de la competencia y el formato del reality show. De este modo, los personajes son cartones pintados, sin matices, que repiten la misma abulia que los participantes de este tipo de programas. Al margen quedarán todos los temas más interesantes (el desempleo, la violencia social, el lugar del dinero en las relaciones) que la búsqueda de complicidad barata relega para ofrecer esta catarata efectista de sufrimiento gratuito.
El mayor logro de "Apuestas Perversas" (USA, 2014) es el poder mantener, durante casi hora y media, el interés surgido por una situación, y desde allí, valga la redundancia, redoblar su apuesta hacia cada vez más el límite de la misma. Dos amigos, Vince (Ethan Embry) y Craig (Pat Healy), cada uno con sus particularidades y problemas, se encuentran en un bar, de medianoche y por casualidad (hace cinco años que no se veían). Comienzan a beber, trago y trago van profundizando un reencuentro que aparentemente no tiene nada de diferente a los millones de encuentros nocturnos casuales en cualquier bar de cualquier ciudad del mundo. Pero habrá algo distinto, en el mismo bar de mala muerte, una pareja, Colin (David Koechner) y Violet (Sara Paxton), observan la situación a lo lejos y deciden involucrarse con los amigos invitándolos a un juego, que aparentemente, en principio, es una simple apuesta. Que les doy 50 dólares si hacen esto, otros 100 por aquello, etc. Y en cada apuesta y desafío Colin va obteniendo información de ambos y a medida que avanza la noche decide ir redoblando la jugada y subir la vara, exponiéndolos a un juego en el que el límite y el freno solo será el que ellos mismos se coloquen. Sobre este “límite” moral, físico, relacionado al dolor, es que E. L. Katz trabaja a lo largo del metraje de “Apuestas Perversas”, un filme que posee su principal virtud en lo episódico de la estructura que la construye y que incita a querer ver cómo continua el demencial y agobiante juego. La ambición, el desenfreno, el placer generado por la potencia de cada una de las apuestas son el disparador principal de un filme que arrasa con los prejuicios de los protagonistas, cada uno con sus particularidades y cargas previas, que son las que justamente les permiten ir aceptando los desafíos, a pesar de la humillación que cada uno de ellos presente. “Apuestas perversas” es un filme ágil que de a poco va armando un puzzle narrativo que tiene mucho de puesta teatral o del envío "Tiempo Final", en los que una situación era expuesta y llevada al límite para construir sentido dentro de la urgencia de la trama y problemática particular. También la película recuerda mucho a el capítulo “El hombre de Hollywood” de “Four Rooms” (dirigido por Quentin Tarantino) con el deadline pendiendo de la cabeza de los protagonistas, aunque igualmente, más allá de las coincidencias en cuanto a temática y estructura, afirma su propia impronta y particularidad. De la ingenuidad de un juego a la maquiavélica manipulación de los deseos frente a la necesidad y la impaciencia, la trama se ira complicando escena a escena, con la clara utilización del giro narrativo para construir nuevos conflictos que alimentan la historia sin dejar respiro a los actores y el espectador. Simple y Efectiva.
En los actuales tiempos de crisis, Craig (Pat Healy) es despedido de su trabajo, circunstancia que se suma a la de estar al borde de su deliberada fisonomía de perdedor: esposo, padre de una hija a quien apenas puede mantene, y además enfrentando un posible desalojo si la plata no aparece pronto. La introducción del personaje se produce en su casa. Hay una atmósfera de resignación tan grande que hasta el sexo parece más un escapismo que un acto de amor en la pareja. Una vez desempleado, Craig pasa por un bar para tomarse un trago que lo saque de la realidad. Allí se reencuentra con Vince (Ethan Embry, un ex compañero de primaria con quien no solía llevarse del todo bien, qien tampoco está en condiciones de tirar manteca al techo. Apenas algunas changas, entre las cuales está la de cobrar deudas de juego a las piñas. Todos estos elementos dramáticos se presentan como tales para dar lugar al inicio de ”Apuestas perversas”, una de las comedias negras más jugadas de un tiempo a esta parte. La conversación de ambos es escuchada por Colin (David Koechner) y su esposa Violet (Sara Paxton), un matrimonio adinerado, y tal vez peligrosamente aburrido. Llegados a este punto vemos ambos extremos de la cuerda. Dos tipos que están muy necesitados de dinero, y una pareja a la cual le sobra. Primero, con un premio de 50 dólares al primero que se tome un shot de tequila, luego, otro por acertar con los dardos. Lentamente el nivel de desafíos que la pareja le va ofreciendo a Craig y a Vince sube de tono e inicia un camino a fondo en el cual los guionistas David Chirchirillo y Trent Haaga se proponen ver qué pasa cuando el ser humano es empujado al límite de sus necesidades. En este punto, el humor negro se vuelve ácido e incómodo, pero altamente efectivo. Lo que parece una parranda nocturna donde todo es gratis (para los amigos), se transforma en un oscuro ensayo sobre la estupidez. Es cierto que al descubrir el camino y entender el código “Apuestas perversas” (bien puesto el título local) se vuelve predecible. Justo es que en este caso no importa demasiado porque el viaje para el espectador pasa por otro lado. El cuarteto actoral está realmente bien. Un gran trabajo de casting de Danielle Aufiero y Amber Horn para conformar un grupo con una química notable, pese a estar cada uno en su lugar específico. Lo mismo sucede con una fotografía sórdida y una banda sonora escueta y efectiva En el mismo tipo de registro de obras teatrales como “¿Una foto…?” o “Carne” de Eduardo Rovner, “Apuestas perversas” pretende ser (lo logra por momentos) una suerte de experimento sobre el comportamiento humano, la degradación del espíritu, y la exploración de los extremos del morbo. Una apuesta que vale la pena pagar por ver.
Es una historia atractiva que sabe mezclar el drama y el humor negro (es bien negra), resulta vibrante e intensa, con cuatro protagonistas sólidos en sus interpretaciones, sangrienta, audaz, mostrando lo peor del ser humano, donde todo es vendible, está a sus anchas el capitalismo por sobre todas las cosas, la música estridente, las ambientaciones con colores y luces y el buen manejo de la cámara son esenciales para cada situación. No es recomendable para aquellas personas sensibles.
LA PERVERSIÓN DE TRANSGREDIRSE A UNO MISMO “Nunca olvidarás esta noche o con quien estuviste: conmigo, con Vince, con Violet. Incluso si nunca nos vuelves a ver, nunca nos vas a olvidar”. Con su sentencia, Colin estaba en lo cierto porque ninguno de los cuatro jamás borraría de su memoria el proceso de pruebas y apuestas pero mucho menos el cruento desenlace. Porque, justamente, la pregunta que se repite (en principio de forma explícita y luego tácita) es: ¿hasta dónde sería una persona capaz de llegar por dinero?, de la cual se desglosan: ¿Existe algún límite? ¿Cómo adormecer la culpa o el remordimiento? El director E. L. Katz deja en claro con su ópera prima Apuestas perversas (Cheap Thrills), que los arrepentimientos dominan a los perdedores o débiles mientras que los triunfadores son los temerarios o, por lo menos, aquellos que pretenden serlo en situaciones extremas. Craig Daniels (Pat Healy) es un escritor frustrado y padre de familia que se gana la vida en una estación de servicio. El mismo día que quiere pedir un aumento de sueldo lo despiden y, además, encuentra una notificación de desalojo. Desesperado, Craig va a un bar y allí se encuentra con su viejo amigo de secundaria Vince (Ethan Embry). Sin embargo, lo que al principio simula un reencuentro entre viejos skaters, se torna oscuro y siniestro cuando Vince es invitado por una pareja a compartir unos tragos. “Se sienten solos y buscan compañía”, le dirá a su amigo de lentes Craig. Entonces, Colin (David Koechner) y Violet (Sara Paxton) comenzarán un juego de apuestas que atrapará a estos dos perdedores. En un principio, serán livianos como dejarse pegar por una mujer o terminar antes un trago pero, con el correr de la noche, la codicia y la desesperación reformularán las reglas y adormecerán la moral. El director trabaja la transformación de los personajes, tanto psicológica como física, a partir del humor negro y del dinero. Sin embargo, se puede establecer una distinción: por un lado, los amigos y, por el otro, la pareja. En el primer caso, Vince, que ya se presenta como una especie de matón, deja fluir su verdadera ambición tras el fallido robo a la pareja, no obstante, la última prueba será decisiva en su conformación como personaje. Por el contrario, Craig comienza a cambiar a partir de las bajezas de su amigo y el factor necesidad. De esta manera, se pueden distinguir una serie de etapas por las que atraviesa y que lo predisponen a actuar de manera fulminante. En el segundo caso, la conversión opera de forma más sutil y como contraste de los anteriores. Colin incrementa los desafíos porque aprende a manejar los motores personales de cada uno. Pero lo más sombrío de este matrimonio es cómo a partir de mensajes de texto implícitos y de las miradas se aumentan las apuestas. Este procedimiento funciona como un pacto que jamás termina de develarse puesto que, ni con las breves explicaciones conyugales ni tampoco al final de la película, se comprende qué buscan con este juego. De esta forma, Violet resulta el personaje más siniestro no sólo porque se revela como la auténtica mente detrás del juego, sino también por la macabra inclinación hacia Craig. Ella articula una red para provocarlo, para quedarse a solas con él o incluso lo reta a tener sexo frente a su marido. Pero pareciera que sus caprichos son efímeros, pues disimula el goce sexual y retorna a su frialdad y al celular. Un elemento recurrente del filme es la foto y su importancia en tanto documento ya desde el encuentro imprevisto entre los amigos y luego a lo largo de la salida. Estos registros tendrán mayor importancia en una de las escenas finales y funcionarán como una especie de metáfora de la caverna platónica. Apuestas perversas apunta al extremo, al cruzamiento de los límites, a la violencia y al humor negro como ejes para conformar un tejido complejo pero, al mismo tiempo, fomenta una serie de componentes ambiguos o poco claros que interfieren con la dinámica de la película y provocan un mayor alejamiento del espectador. Entonces, la brutalidad se manifiesta como la excusa y las últimas apuestas se convierten en una seguidilla que hay que cumplir por el simple hecho de que fueron formuladas y no por una iniciativa propia; allí reside esa perversidad del título, en un efecto narcótico de los sentidos o de la moral. Por Brenda Caletti redaccion@cineramaplus.com.ar
Imagine the state of mind of a fraught family man who loses his low-wage day job and receives a threat-of-eviction-notice on the same day. He’s also an unsuccessful wanna-be- writer, so he knows what it feels like to dream and never get what you want. In E.L. Katz’s Cheap Thrills, this man, in order to postpone confrontation with his wife, kills time at a bar, where he fortuitously runs into an old friend. When they start catching up with their lives, a charming and well-off stranger and his young and gorgeous wife invite them to some drinks. It’s the woman’s birthday and they want to have fun. Thing is, their idea of fun is that the two friends take up a series of dares, harmless ones at first, yet more and more dangerous and violent as the evening unfolds. Therefore, each new challenge comes with a bigger reward. And while the stressed out family man is the one in dire need for money, his friend is not doing very well either. At any rate, they are both willing to play ball. If they only knew how far (and low) the couple’s sick sense of humour will make them go... Pat Healy plays Craig, the family man; Ethan Embry is Vince, his friend; David Koechner is Colin, the filthy rich dude; and Sarah Paxton plays Violette, his wife. They are arguably the main reason to see a film that doesn’t really fulfill its premise and yet it’s not a complete mess either. Their performances are persuasive, bringing about unexpected nuances and steering the story forward with more ease than the script itself. If the story told in Cheap Thrills is to reach a real climax, the suspense and emotions of each new dare should escalate nonstop. The problem is they don’t. During the first three or four times tension is sustained, but halfway through the film the narrative begins to wear thin. You already know it’s just a matter of outdoing the previous challenge. If no surprises are thrown into, the game is bound to become repetitive. And while considering that the two friends need the money, some dares are so dreadful that they should call for more transcendent motivation. But these characters don’t have other motivations. So at times they seem to be moderately psychotic, which they are not. Then there’s the tone, which oscillates from black comedy to satire, from horror to drama, back and forth. Mostly thanks to the actors’ expertise, the fluctuation is often well tuned, but when it’s not you can’t help feeling that the scene belongs to a different movie. On the plus side, the fact that the friends play the game out of their free will rather than be forced to do so makes it all the more unusual. Forget the run-of-the-mill conflict between victims and victimizers. There are no bad guys here, only a sadistic couple that happens to be loaded, sordid, and yet friendly, in their own way. In any case, the two friends are victims of themselves. As expected, as the dares get gorier, Cheap Thrills turns into an accomplished take at the subgenre accurately labelled “torture porn.” It’s entertainment, but it’s good entertainment for horror fans. PRODUCTION NOTES Cheap Thrills (US, 2013) Directed by E.L. Katz. Written by Trent Haaga, David Chirchirillo. With Pat Healy, Sara Paxton, Ethan Embry, David Koechner, Amanda Fuller, Laura Covelli. Cinematography: Andrew Wheeler, Sebastian Winterø. Editing: Brody Gusar. Music: Mads Heldtberg. Produced by Snowfort Pictures / New Artists Alliance. Running time: 88 minutes.
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