Todas las películas de Veiroj examinan facetas de la masculinidad; en este magnífio y heterodoxo film noir, el famoso cambista del título interpretado magistralmente por Daniel Hendler glosa una forma de subjetividad masculina propia del capitalismo, cuya genealogía el director uruguayo remite a tiempos de Cristo. El ascenso profesional y la vida doméstica, como la incertidumbre financiera ligada al poder político de Uruguay (e indirectamente de Argentina y Brasil), entre 1956 y 1975, constituyen el universo simbólico en el que se desenvuelve el personaje, cuya inescrupulosa y lábil moral no lo exime de ser una criatura cinematográfica que pueda despertar hasta una enigmática empatía.
Un oficio oscuro Así Habló el Cambista (2019), el quinto largometraje del realizador uruguayo Federico Veiroj, conocido por Belmonte (2018) y La Vida Útil (2010), es la adaptación de la novela homónima de Juan Enrique Gruber, la primera obra del autor de El Abeto, un texto publicado en 1979 que nunca fue reeditado. Humberto Brause (Daniel Hendler) es un cambista de Montevideo sin escrúpulos que trafica dinero a través de la financiera que le arrebató a su suegro, Schweinsteiger (Luis Machín). Metido hasta el tuétano en operaciones turbias que involucran a los políticos uruguayos, termina aceptando dinero de las organizaciones revolucionarias argentinas y de los terratenientes brasileños en una doble maniobra muy riesgosa para su vida, signada por una codicia sin límites. El film sigue la formación de Brause como cambista a partir de su rol como ayudante y mano derecha de Schweinsteiger en su financiera. El rastro de avidez por el dinero lo conduce a una vida delictiva de lavado y tráfico de divisas que lo relaciona con la política y con los poderosos de su país y las naciones limítrofes. Situada en las décadas del cincuenta, sesenta y setenta, Así Habló el Cambista analiza el rol de los cambistas en las corridas cambiarias y en las crisis económicas de Uruguay y Argentina, su instinto de oportunidad y la falta de ética, moral y empatía de estos auténticos sociópatas al margen de la ley. Toda la película se centra en el personaje de Brause, un hombre patético que pasa por la cárcel, traiciona a su suegro y hace infeliz a su mujer, Gudrun (Dolores Fonzi), y a sus hijos, que a su vez lo desprecian por su distancia y sus acciones. Daniel Hendler realiza una buena labor en su papel y Luis Machín también se destaca como su mentor. Dolores Fonzi, Germán de Silva y Benjamín Vicuña completan el elenco. El guión a cargo de Veiroj junto a Martín Mauregui y Arauco Hernández, también director de fotografía, se adentra en la existencia privada y pública de Brause para desentrañar sus miserias, su fría vida sin amor ni cariño, su matrimonio sin sentido, sus obsesiones y la volatilidad de una época plena de violencia autoritaria y aventuras revolucionarias. La música de Hernán Segret agrega el suspenso y el clima necesario a un film que maneja muy bien los tiempos de un relato creíble. Veiroj construye un film eficazmente ambientado en Uruguay, Brasil y Argentina que crea buenas escenas que remiten a las diferentes estafas que los latinoamericanos estamos acostumbrados de parte de los gobiernos que se asumen liberales y sus aliados financieros. Brause es aquí realmente un paradigma de las operaciones al límite de lo legal o ya dentro del crimen que convergen en los golpes militares y las crisis económicas y sociales que asolan el continente latinoamericano. El hedonismo autodestructivo y la infelicidad absoluta son las impresiones que determinan el comportamiento de un individuo que sólo puede infligir y recibir daño en nombre de su ídolo, el dinero. Así Habló el Cambista es así a la vez un drama sobre un hombre sojuzgado por su propia ambición y una película de suspenso alrededor de los pormenores de la política y el vil metal en el sur de América, dos tópicos siempre íntimamente interconectados.
Federico Veiroj analiza el avance de un oscuro grupo de personajes, enmarcados en el contexto de las últimas dictaduras en la región, a partir de la historia de un prestamista (Daniel Hendler), de dudosa moral, que decide ser el número uno en el negocio. Mientras desarrolla una exitosa carrera profesional, sus vínculos y mundo interno se desmoronan, construyendo el principal inconveniente para salir ileso de los propios sucesos en los que se involucra, en donde una espiral de violencia y horror sacude a todos.
La codicia, la oscuridad del humano y los límites de la moralidad siempre tuvo lugar en las producciones audiovisuales, casi siempre mostrando el fracaso del sueño americano. Pero pocas veces se vio esta temática en el contexto político picante de Uruguay y Argentina, en las décadas del ’60 y ’70. El cine sirve como herramienta de retrospección política y social, como método de aprendizaje y como memoria. Humberto Brause es un hombre que se lanza furiosamente a la compra y venta de moneda apoyado por su suegro, un veterano en el negocio de la fuga de capitales. Su único objetivo es la acumulación de plata, un cambista sin escrúpulos, que se enreda con gente peligrosa y poderosa que lo llevan a situaciones límites. Protagonizada por el genial Daniel Hendler, Dolores Fonzi, Benjamín Vicuña y Luis Machín. El uruguayo Hendler sobresale dentro del elenco, con unos dientes postizos que por momentos lo hacen irreconocible. Se encuentra en un registro pocas veces visto: oscuro, con una toxicidad masculina que repele y unas emociones muy complejas. El reparto sigue con una esposa fría, calculadora y poderosa, interpretada por la talentosa Dolores Fonzi. Benjamín Vicuña está correcto y Machín se destaca en su pequeña participación. La película está a cargo del uruguayo Federico Veiroj, que ya dirigió cuatro películas: “Acné”, “La vida útil”, “El apóstata” y “Belmonte”. En esta ocasión, con un guión exquisito adaptado de la novela del mismo nombre de Juan Gruber. Vale la pena aclarar que “Así habló el cambista” será la apuesta de Uruguay para obtener una nominación a los Premios Oscars 2020 y por el nivel tiene posibilidades de quedar en la terna de la Academia. La película tiene cosas de Scorsese, en especial de “Goodfellas” o “The Wolf of Wall Street”, donde los extremos de la moralidad se ven borrados para dar paso a una ferocidad por la plata, ya visto muchas veces. También están muy bien representados los negocios turbios de las dictaduras latinoamericanas de la década del ’70 con los capitales financieros. Dentro de este marco político, toca también temas como: mirar para otro lado frente a la injusticia, la masculinidad tóxica y la responsabilidad de nuestras decisiones. Gran thriller dramático con momentos de una tensión disfrutable. Actuaciones magistrales como la de Daniel Hendler, un soundtrack que atrapa (Mozart y Bach) y una cinematografía pocas veces vistas en el cine rioplatense.
La película del uruguayo Federico Veiroj relata la vida de Humberto Brause (Daniel Hendler), sus comienzos trabajando como cambista en una financiera en Montevideo, Uruguay, bajo el ala del Sr. Schweinsteiger (Luis Machín), padre de Gudrun (Dolores Fonzi), quien terminaría siendo su mujer. Humberto aparece como un joven con ganas de aprender y quedarse en el lugar de su jefe cuando éste se retire, pero conforme pasa el tiempo se convierte en alguien con una total falta de escrúpulos e inmensa ambición que hacen que entre en negocios turbios con políticos de su país que ponen en peligro a su familia, a la Empresa y a él mismo, en cuanto a seguridad y a su propia salud, (problemas cardíacos relacionados con el stress). Así cambia su manera de operar, lavando dinero de argentinos y brasileños en una escalada que parece no tener límite, incluso va a la cárcel, pero no escarmienta, la codicia es poderosa. Al ubicarse en el polo opuesto de su suegro, éste le suelta la mano, su mujer lo trata con desdén y con sus hijos la relación es casi nula, ya que todos ven en qué clase de hombre se ha convertido, uno sin sentido de lealtad, ni escrúpulos. Brause cuenta con mucho dinero pero en lugar de aportarle tranquilidad, lo tiene en estado de alerta permanente, con un matrimonio sólo solventado por la vida acomodada que éste les otorga. El film, ambientado entre las décadas del 50´cuando comienza como aprendiz hasta fines de los 70´tiene una puntillosa recreación de época, vestuario y maquillaje. Los trabajos de todo el elenco son excelentes, especialmente el de Hendler, quien le otorga todos los matices al personaje, entre la codicia y su sed por escalar, logra que en ningún momento el espectador sienta empatía por él. Igual de buenos Fonzi y Machín. ---> https://www.youtube.com/watch?v=L-AT4MqiFiE TITULO ALTERNATIVO: The Moneychanger DIRECCIÓN: Federico Veiroj. ACTORES: Daniel Hendler, Dolores Fonzi. ACTORES SECUNDARIOS: Luis Machín, Benjamín Vicuña, Jorge Bolani. GUION: Federico Veiroj, Arauco Hernández. FOTOGRAFIA: Arauco Hernández. MÚSICA: Hernán Segret. GENERO: Drama , Comedia . ORIGEN: Uruguay. DURACION: 97 Minutos CALIFICACION: No disponible por el momento DISTRIBUIDORA: Buena Vista FORMATOS: 2D. ESTRENO: 26 de Septiembre de 2019
EL Poder del Dinero. Crítica de “Así habló el cambista” de Fernando Veiroj.InicioUncategorizedEL Poder del Dinero. Crítica de “Así habló el cambista” de Fernando Veiroj. 24 septiembre, 2019 Bruno Calabrese En su nueva película, el director uruguayo, nos trae una historia de antihéroes, un estudio de personajes fuera de lo común envuelto en un thriller y con un humor negro que refleja el ascenso de un lavador de dinero libre de conciencia durante la dictadura militar uruguaya de los años 70. La película refleja cuán ineficaz es Humberto Brause (Daniel Hendler), quien describe su negocio de dinero como “la raíz de todo mal” en su vida personal mientras profundiza en el crimen, fruto de su avaricia. Adaptación de la novela de Juan E. Gruber, “Así Habló el Cambista” de Veiroj es, un film que refleja el submundo de los negocios en una de lás épocas más oscuras latinoamericanas. La acción comienza en 1975, cuando Uruguay se ha convertido en un favorito de los delincuentes que buscan obtener ganancias de las economías en picada en Argentina y Brasil, antes de regresar a 1956 y luego volver a avanzar. Hendler interpreta a Brause con una ambigüedad embrujada, quien lo acompaña es Dolores Fonzi como Gudrun, la hija del jefe de Brause (Luis Machín), una impresionante flautista, que pronto se convertirá en la esposa fría y calculadora del financista. A pesar de conquistar a la bella Gudrum, Brause solo es fiel al dinero, abrazando a políticos corruptos a expensas de su suegro, rompiendo la regla de este último de que no se involucra con la clase política. Sus tratos poco fiables y sus relaciones sexuales igualmente arriesgadas pueden traerle dinero y placer, pero los problemas nunca se quedan atrás. Sin tomar postura política, Veiroj refleja el efecto de goteo de la corrupción, como hace mella en su relación con su esposa y como todo lo que toca su marido de alguna manera lo destruye. Pero la falta de autoconciencia del personaje central hace que ni siquiera se de cuenta que en las aguas en las que se está metiendo están llena de tiburones que no dudarán en sacrificarlo para sobrevivir. El director de fotografía Hernández y de arte Pablo Maestre Galli crean un ambiente de época fuerte, con una puesta en escena impecable. Acompañada por un diseño de vestuario que da la sensación de estar en un mundo completo en miniatura; y uno que está permanentemente envuelto en humo de cigarrillo. El uso de la música clásica hace que las acciones de Brause parezcan aún más ridículas y mezquinas. La dupla central se luce en su juego de indiferencias y silencios, inmersos en un mundo lleno de codicia. Acompañados magistralmente por Luís Machín, el maestro que lo inserta a Brause en el mundo de los negocios y por Benjamín Vicuña, un siniestro militar argentino que persigue al financiasta para hacerse mucha plata perteneciente a grupos extremistas. Plagada de personajes inescrupulosos, en este film nadie es bueno ni inocente. Con una estética de film noir y mucho humor negro, “Así Habló un cambista” retrata de manera brillante una historia de codicias, traiciones y negocios turbios en una latinoamérica convulsionada. Puntaje: 90/100.
A mediados de la década del setenta, el cambista uruguayo Humberto Brause se encuentra en medio de una encrucijada. Para saber cómo llegó hasta ese momento, nos remontamos veinte años al pasado cuando era el aprendiz del señor Schweinsteiger, todo un referente en agencias de cambio y viajes en Montevideo. En una de las interminables tardes de trabajo, Brause conoce a Gudrun, la hija de su jefe, y se propone conquistarla. El dinero fácil y la necesidad de diferenciarse de su suegro lo harán tomar los caminos equivocados, aquellos de los que desde un comienzo su mentor le había aconsejado mantenerse alejado.
Montevideo, capital de la Suiza de América. Años sesenta, Ciudad Vieja. Un entramado de oficinas grises abrumadas de trabajo: comprar y vender dinero. El puntilloso escenario en el que el director Federico Veiroj (Belmonte, La vida útil) ubica a su personaje, Humberto Brause (un Daniel Hendler perfecto, y con extraños dientes), que es sólo gris en apariencia. Como aprendiz y protegido de un cambista importante (Luis Machín), que pronto será su suegro, queda claro que Brause tiene mucha ambición y pocos escrúpulos. Los negocios, cada vez más turbios, incluyen lavar dinero de la política, ubicándolo en el centro de escándalos de corrupción. Y, a medida que la situación política de ambas orillas se va poniendo oscura, mezclándose con las valijas de dólares que huelen a sangre y tortura. Y convocando al peligro cercano y real, en el siniestro personaje de Benjamín Vicuña. Con un retrato de época impecable, e implacable, Veiroj, en su película de narrativa más clásica y producción más grande, se acerca al tono de los hermanos Coen, con cierto humor negro y un patetismo que no perdona a nadie en su grupo de personajes. Brilla ahí, especialmente, la Gudrun que compone Dolores Fonzi, como la esposa de Brause. Una mujer dura y misteriosa que se mantiene firme e impasible en un matrimonio infeliz, tomando lo que le ofrece el ascenso social sin hacer preguntas. La historia del cambista, basada en un relato del mismo título, funciona como ventana para mirar un pedazo de la trágica historia reciente desde el ángulo poco explorado por el cine rioplatense: el de los negocios que florecían en sus sótanos. No hacen falta carteles señaladores, bajadas de línea ni subrayados. Veiroj cuenta una historia, y arma un film de género, con garra, inspiración, sutileza y cinefilia. En el que una maravillosa escena final, en apariencia serena, con diálogos dichos al paso y sin mirar a los ojos, puede resultar más devastadora que la más terrorífica de las secuencias de acción.
“Así habló el cambista”, de Federico Veiroj Por Jorge Bernárdez Los cambistas somos el origen de todos los males”, dice el protagonista de la última película de Federico Veiroj (El apóstata, La vida útil) en el comienzo, mientras en pantalla se ve una recreación del momento en que Jesús saca a latigazos a quienes convirtieron al templo en una especie de mercado. Pero esta no es una película bíblica, al menos no en el sentido clásico, es un relato sobre vivir en Montevideo cruzando a Buenos aires para hacer negocios. Humberto Brause (Daniel Hender) es un atildado y correcto empleado de una agencia de cambios, pero no cualquiera, es el mejor, es hombre de confianza de su patrón y además, es el novio de la hija de su jefe el Sr. Swhensteiger, interpretado por Luis Machin. Brause hace todo lo que sea necesario para hacerse confiable a los ojos del dueño de la agencia de cambios y a la vez, sabe que se necesita algo más que lo correcto para poder avanzar en ese mundo. Mientras trabaja concienzudamente, trata de ser el mejor prometido posible para Gundrum (Dolores Fonzi), una chica de buena familia que canta en el coro de la iglesia y que se burla un poco de los formalismos de Brause, pero que a la vez se deja llevar por las leves transgresiones que el prometido le propone. La vida de Brause parece perfecta y acomodada pero debajo de esa superficie pasan cosas que Veiroj nos muestra en dosis justas, como para que el relato se vaya enrareciendo de manera tal que el espectador va entreviendo que hay algo oscuro y un poco desviado en el aparente camino recto de Brause. Lentamente el empleado va ganando espacios en la empresa, un poco por méritos propios pero también por ciertas audacias, movimientos fuera de lo acordado con su suegro. Brause acepta manejar plata sucia de políticos, algo que su jefe nunca había aceptado. No es que todo le salga bien pero está claro que a Brause no lo van a agarrar así nomás y si lo agarran en todo caso sabrá usar la caída para volverse más poderoso. Así, el apocado Brause va ganando espacios en la sociedad, sus movidas con los capitales que maneja se vuelven más audaces y más turbios, apoyando desde las sombras está Gundrum, que demuestra ser tan fría cómo su marido. Son una maquinaria, una empresa que se maneja en sociedad sin fisuras. El relato salta en el tiempo de manera tal que se ven distintos momentos de la historia del Río de la Plata. Si los políticos aparecen como venales la mano dura de los grupos de choque de las dictaduras de las dos orillas y del vecino gigante, el gran país del norte de la zona: Brasil. Son igual de corruptos pero además son bestiales. Brause negocia con terratenientes brasileños, con grupos guerrilleros porteños y hasta con los torturadores uruguayos. Si las actuaciones de Fonzi y Hendler apuntalan el relato, es necesario resaltar el papel siniestro que interpreta Benjamín Vicuña. Así habló el cambistaes una muy buena película que hecha una mirada crítica sobre la vida diaria y los acontecimientos que sacudieron al cono sur de America entre 1950 y 1975. Un sólido relato con gran ambientación que se apoya en un reparto de gran solidez. ASÍ HABLÓ EL CAMBISTA Así habló el cambista. Uruguay/Argentina/Alemania, 2019. Dirección: Federico Veiroj. Intérpretes: Daniel Hendler, Dolores Fonzi, Luis Machín, Germán De Silva y Benjamín Vicuña. Guión: Arauco Hernández, Martín Mauregui y Federico Veiroj, basado en la novela homónima de Juan Gruber. Fotografía: Arauco Hernández. Música: Hernán Segret. Edición: Fernando Franco y Fernando Epstein. Dirección de arte: Pablo Maestre Galli. Sonido: Catriel Vildosola. Distribuidora: Buena Vista International. Duración: 97 minutos.
Humberto Brause es cambista. Estamos en Uruguay en la década del setenta. Entre inestabilidades políticas y económicas, entre dictaduras, corrupción y dinero. Brause (Daniel Hendler) no tiene escrúpulos y su ambición le permitirá moverse dentro de un mundo oscuro, donde el espíritu del film noir se apodera de todos y cada uno de los eventos que lo rodean. Sí, Así habló el cambista parece ser por momentos un thriller que se codea con lo político pero en esencia es un policial negro de manual. Buscando la imitación en la voz en off, la estética, la luz, las actuaciones y los ambientes, esta película consigue varios logros estéticos y algunas escenas destacables. El elenco, sin embargo, es muy desparejo. Mientras que Dolores Fonzi está impecable, como siempre, interpretando a Gudrum, la esposa del protagonista, es justamente el personaje principal el que jamás encuentra el tono. A Daniel Hendler el personaje le queda incómodo y a la película su actuación también. No será el único problema de este film, que tiene más ideas y búsquedas que muchos otros títulos, pero que fracasa en repetidas ocasiones al reconstruir un género que requiere un tono más preciso.
Transposición de la novela homónima publicada hace tres décadas por Juan Gruber, Así habló el cambista supone un brusco giro en la filmografía más bien minimalista de Federico Veiroj. Con una historia de época, una narración más clásica, intérpretes reconocidos y un presupuesto bastante más importante, este quinto largometraje del director uruguayo lo encuentra incursionando en nuevos terrenos, sorteando desafíos hasta hace poco impensados, y arriesgándose con personajes, conflictos y dilemas morales inéditos en su obra. Hay momentos en que afloran cierto cinismo y crueldad que nunca habíamos visto en sus trabajos, pero la elección de este material que pendula entre el drama familiar, la comedia negra y el thriller resulta una bienvenida rareza que Veiroj maneja con absoluta ductilidad. Tras un extraño prólogo ambientado en Jerusalén en tiempos de Jesús, la película se sitúa en la Montevideo de 1975 (la acción luego será salpicada por unos flashbacks que nos transportarán a 1956, 1962 y 1966) y en esos tiempos de dictaduras militares que ya estaban dominando o asomaban en Uruguay, Argentina, Chile y Brasil nos econtramos con Humberto Brause (un por momentos irreconocible Daniel Hendler), antihéroe perfecto que es el cambista al que alude el título. Pero lo suyo no pasa solamente por comprar y vender dólares a inversores o turistas sino de lavar plata de políticos y otras personas vinculadas con el poder. En principio, el film se centra en una relación maestro-alumno (el mentor de Brause es el Schweinsteiger que interpreta Luis Machín), pero luego todo se va complejizando, enrareciendo hasta hacerse cada vez más oscuro e incómodo. El protagonista se casa con la hija de Schweinsteiger, Gudrun (Dolores Fonzi, impecable en el papel de una mujer tan fría y frustrada como despiadada y manipuladora), e inicia un descenso a los infiernos no solo en el ámbito matrimonial sino también de los negocios (sucios): traiciones, estafas, corrupción y vínculos con unos pesados que traen plata manchada de sangre desde la Argentina (atención al Bonpland de Benjamín Vicuña). Con una ajustada pintura de época (Montevideo es ideal para estos viajes al pasado, pero la dirección de arte también es muy cuidada), Así habló el cambista parece por momentos una mixtura entre Rojo, de Benjamín Naishtat, y cierto patetismo propio del cine de los hermanos Coen. La música de Mahler, Bach y Mozart le otorga al film algo de pompa y solemnidad, aunque Veiroj no se priva del humor negro a la hora de abordar una historia sobre la tentación, la codicia y esos límites que cada uno está dispuesto (o no) a traspasar para estar en sintonía con sus ambiciones.
Con su quinto largometraje, Federico Veiroj adapta la novela homónima de Juan Gruber (junto a Arauco Hernández y Martín Mauregui) acerca de un financista en el Uruguay de la década de 1970. El escenario es perfecto para que países latinoamericanos como Argentina, Chile o Brasil hagan desaparecer dinero sucio, y para esta maratónica tarea eligen a Humberto Brause: el cambista. Un en principio irreconocible Daniel Hendler es el encargado de guiar esta historia junto a Dolores Fonzi y Luis Machín. El personaje de Hendler se debate entre genio y gil, ayudado en esta segunda terna por una prótesis dental que nos descoloca tanto como refuerza la molestia que nos genera verlo en pantalla. Con diálogos que parecieran algo forzados, lo vemos interactuar con Fonzi, quien encarna el papel frío y despiadado de su mujer. También cuenta con la participación de Benjamín Vicuña, actuación a la que sí debemos prestar nuestra atención. Entre lo más destacable de la película se encuentra el cuidado de época que logran arte y fotografía, manejando ritmos, música y cierto tinte elegante que baña todo el film. Así también deben ser entendidas las formas de trato y las canciones. Clásicas, cordiales. Las locaciones apenas se distinguen en su totalidad, y siendo los espacios pequeños y cerrados motivo de una tensión claustrofóbica que acompaña el recorrido de nuestro anti-héroe, nos preguntamos ¿hasta dónde es capaz de llegar uno por ver en marcha sus ambiciones? Si dios es el dinero, el capitalismo es su profeta. Con un prólogo por demás extraño que ancla algunos puntos en común con la Jersusalém de Jesús y sus mercaderes, el relato no da mucho para hablar al finalizar la función y encenderse las luces de la sala. Lo más trascendente que se le puede adjudicar a Veiroj es la difícil tarea de realizar cine uruguayo de forma continua y contundente, y es probablemente un gran punto a tener en cuenta a la hora de premiar. No por nada el film de coproducción uruguaya, argentina y alemana distribuido por Buena Vista Internacional se encuentra representando a su país en la lucha por el Oscar a Mejor Película Internacional, se estrenó mundialmente en la sección competitiva de Toronto y está camino al Festival de Nueva York y San Sebastián (Horizontes Latinos). Más a mi gusto se queda a medio camino.
Así Habló el Cambista: aciertos de humor negro, pero con desventajas sentimentales. La Fiebre del Oro, esa búsqueda desesperada que al día de hoy sacude a los Estados Unidos, tuvo cuantiosas representaciones cinematográficas a lo largo de la historia del cine. Para nosotros, algunos de los primeros acercamientos a cómo eran las vivencias de esa época (y no a través de films clásicos), los encontramos en los famosos Looney Tunes, donde observábamos a un personaje mover un plato metálico de aquí para ella en busca de una pepita, por minúscula que fuera, que se abriera camino entre el montón de tierra. Esa búsqueda, o al menos aquellas instancias que más veces fueron retratadas cinematográficamente, no estaban exentas de violencia. No pocas veces hacían hincapié en la codicia y el egoísmo de sus protagonistas. Los tiempos y el objeto de deseo habrán cambiado, pero los temas siguen firmes: la fiebre del oro verde que nos aqueja hasta el día de hoy, es donde se enmarca la premisa de Así Habló el Cambista. Oro Verde Desde el vamos, una detallada voz en over empieza a poblar el relato. Voz en over de un narrador omnisciente cuyo nivel de detalle, en cuanto a pensamiento y contexto histórico, ponen en evidencia los claros orígenes literarios de la película. Una voz austera y no pocas veces con ironía, una pizca introductoria en la banda de sonido del humor negro que permea a Así Habló el Cambista. Ningún personaje es un santo, sin ir más lejos es una enorme galería de amorales, egoístas e hipócritas; lo que tiene sentido con el clima ácido de “sálvese quien pueda” que propone el contexto histórico del film. Por ejemplo, hay una memorable escena donde el protagonista y su esposa andan por Buenos Aires en un taxi y se produce un atentado en plena calle. Ante esto, el protagonista sale disparado del auto para cubrirse, abandonando a su mujer. Cuando ve que el blanco no es él, vuelve al auto y -de una manera muy poco convincente- le recrimina a su mujer su falta de reflejos. Un momento de risas, pero esas risas que hacen sentir mal al espectador por experimentarlas. Una película tranquilamente puede tener un personaje que no sea querible. Sobran los ejemplos en el cine de personajes de esta naturaleza que se han ganado al espectador. La clave es cómo sortean la humanidad, los breves momentos de bondad que evitan los absolutos que conviertan a la “maldad” en una caricatura. La naturaleza humana es mucho más complicada, y es allí donde esta crítica tiene sentimientos encontrados con la película. Por un lado, esos breves momentos de afecto parecen forzados y le restan peso al recorrido. Pero por otro lado, bien podríamos hablar de un patetismo buscado, donde el personaje en sí mismo sabe estar dando gala de una sensibilidad que es más puesta en escena que sincera bondad. En el aspecto técnico, la fotografía, el diseño de arte y vestuario consiguen exitósamente sumergirnos en esa época, pero también aportándole una paleta de color más personal, cercana a los grises o los colores desaturados. Visualmente hablando, el realizador aprovechó sobremanera todas las ventajas que un presupuesto cuantioso puede ofrecer.
Parece que Humberto Brause (Daniel Hendler) nació cambista. Como Jordan Belfort ("El lobo de Wall Street"), encontró la verdad en "el origen de todos los males" y su verdad es el dinero. Eso que es capaz de manipular con la magia del prestidigitador y el cinismo de un croupier internacional. Desde sus orígenes montevideanos en la empresa de turismo y cambio del señor Schweinsteiger (alguien le dijo que ese apellido sonaba a porcino, pero él no lo creyó) su suerte estaba echada, y tan echada que hasta se casó con Gudrun, su hija. El destino de cambista y la esencia de la manipulación comenzaban a formar parte de su identidad y nunca supo si esa suerte de ADN que lo distinguía se contagiaba, porque la tal Gudrun era igual. El tráfico de divisas no tiene secretos para el cambista, ya sea favoreciendo a un par de abuelos o a un mafioso brasileño, a un político uruguayo o a un guerrillero argentino. Necesidades, ambiciones y descréditos no tienen bandera. Son de cualquier país y un bróker libre como el viento tiene la posibilidad de manejar la plata como por coordenadas marinas. Si hasta el sistema bancario uruguayo lo favorece. Pensar que alguna vez, el cambista tuvo algún ideal y ahora eso se fue con el mismo ritmo de las corrientes marinas. El director uruguayo Federico Veiroj ("El apóstata"), basado en la novela de Juan Enrique Gruber (1979), incursiona en el rubro comedia negra, pulsa el nerviosismo que le es característico en el estilo, el manejo de la observación y el ritmo acelerado, sumado a una buena dosis de suspenso y de conducción de actores a los mejores lugares (Hendler, Fonzi, Machín, Vicuña). MINIMALISMO Veiroj se maneja con soltura en distintos espacios temporales, y en el diseño de arte responde con austeridad y minimalismos. Articula con inteligencia, entrelaza alianzas y permite que el humor nunca abandone lo que puede convertirse en una farsa del peor gusto. Con inteligencia arma alrededor del antihéroe una telaraña en la cual se mueve con audacia y tranquilidad. Controla distintos tiempos, personajes, situaciones políticas, y a los que no se estrellan en espera de un turno que el cambista sabe administrar. Una película difícil que desnuda corruptelas, personalidades, falsas ambiciones, todo en una suerte de comedia amachiettada que juega con el humor negro y la posibilidad de que toda sea, en el final, una pesadilla.
"Así habló el cambista": el color del dinero La nueva realización del director uruguayo deja la cabeza llena de preguntas sobre qué clase de película se está viendo. No hay objetivo más ambicioso que ése, en medio del uniformizado cine contemporáneo. La literatura y el cine estadounidenses abundan en héroes que, al ambicionarlo todo --dinero, fama, poder--, representan la encarnación misma de una sociedad que persigue esas metas. Por ese mismo motivo esa clase de criatura no es frecuente en otras cinematografías. La argentina, por ejemplo. O, dado el caso, la rioplatense. Salvo en determinados momentos históricos, períodos en los que algunos de esos anhelos pasan a constituirse en valores sociales. Así sucedió en tiempos de las dictaduras uruguaya y argentina (así sucede ahora mismo) alrededor del enriquecimiento por vía financiera, favorecido entonces por las políticas económicas impulsadas a uno y otro lado del Río de la Plata, y ahora por la catástrofe de la economía macrista. Es en aquel momento que se ubica Así habló el cambista, donde el personaje interpretado por Daniel Hendler asciende en el mundo de las finanzas con las herramientas requeridas: ambición, oportunismo, traición y falta de miramientos. Es un antihéroe solitario, en una(s) cinematografía(s) en la que éstos no abundan. Es esta la primera ocasión en la que Federico Veiroj(Montevideo, 1976) elige basarse en una obra ajena para una de sus películas. El novelista uruguayo Enrique Gruber publicó Así habló el cambista en 1979, dos años antes de fallecer. Veiroj (Acné, La vida útil, El apóstata) la adaptó junto a su habitual coguionista Arauco González Holz y su no tan habitual Martin Mauregui, uno de los cuatro que escribieron para Pablo Trapero la serie de películas que va de Leonera a Elefante blanco. El personaje de Humberto Brause (desconcertante conjunción italoalemana) presentaba un problema básico: es un antihéroe sin vueltas. Había que encontrarle alguna vuelta para arrancarlo de la linealidad. La que Veiroj, González Holz y Mauregui hallaron fue enrarecer, extrañar, deformar el relato. Literalmente, incluso. Humberto sigue todos los pasos del inescrupuloso de manual. Se convierte en hombre de confianza de un financista reputado (Schweinsteiger, un Luis Machín de selección), se casa con la hija (Gudrun, Dolores Fonzi) y en cuanto puede se queda con la financiera. De allí en adelante es todo para adelante para Humberto: familia, fama profesional, crecimiento geométrico de las transacciones. Un grupo de diputados lo elige para sacar plata del país. Humberto es audaz y la audacia tiene sus riesgos. Un riesgo es el hacendado amazónico rodeado de matones, que quiere hacer negocios con él. El otro, la parejita de jóvenes argentinos calzados, que quieren depositar siete valijas rebosantes de dólares, aprovechando el secreto cambiario que rige del otro lado del río. Unos años más tarde vendrá cierto teniente de fragata (Benjamín Vicuña, excelente, como siempre) detrás de las valijas, a hacerle una de esas ofertas imposibles de rehusar. El de Así habló el cambista es un mundo amarronado. Interiores oscuros, revestidos de una boiserie muy años 50, con puertas y persianas de madera. Los exteriores y los trajes de Brause no son mucho menos oscuros, ni marrones. Sólo la sufrida Gudrun (a quien su maridito deja sola en medio de un tiroteo, para huir como una rata) rompe la monotonía con amarillos y fucsias furiosos, tal vez como modo de recordarse a sí misma que aún existe. En una escena casi tarantiniana, Gudrun intentará asesinar a su marido por una vía infrecuente, en su cama de hospital. Brause sería simplemente siniestro si no fuera además una caricatura, y de esto se ocupa, con admirable disimulo, Daniel Hendler, tropezándose a veces como un Clouseau desprevenido. Pero el detalle clave, el hallazgo genial de Veiroj, es la dentadura postiza que convierte al sujeto despreciable en un Jerry Lewis de la ambición, dejando seguramente al espectador con la cabeza llena de preguntas sobre qué clase de película está viendo. No hay objetivo más ambicioso que ése, en medio del uniformizado cine contemporáneo.
Hay una notoria singularidad en el cine Federico Veiroj. Se puede percibir en el tipo de historias que elige contar, en la clase de personajes que construye y en los climas que crea, siempre un poco desconcertantes. Si el mundo es de por sí un lugar extraño, este cineasta uruguayo sabe cómo enrarecerlo aún más para ampliar sus condiciones de posibilidad. En el caso de esta película, que ya fue estrenada en el Festival de Toronto y pronto será exhibida en el de San Sebastián, el punto de partida fue una novela casi desconocida que el también uruguayo Juan Enrique Gruber publicó en 1979. El relato se desarrolla en Montevideo entre los años 50 y los 70, tiene como protagonista a Humberto Brause, un hombre gris y desangelado que de a poco se va revelando también como un personaje frío, cruel, ambicioso y sin muchos escrúpulos. El ocultamiento de dinero mal habido está en el centro de una trama argumental espesa que por momentos también coquetea con la parodia y que funciona con gran fluidez gracias al trabajo excepcional de Daniel Hendler, Dolores Fonzi (quien logra transformar a un personaje altamente improbable en uno inquietante y verosímil), Luis Machín y Germán de Silva (desopilante con su personalísimo portuñol). Sobre el final aparece brevemente el chileno Benjamín Vicuña, en el papel de un emisario del gobierno militar argentino que llevó adelante el golpe de Estado de 1976.
No abundan, por no decir que prácticamente no hay, películas rioplatenses que aborden los tiempos de la dictadura en Uruguay y el gobierno peronista en el ’74. Salvo El secreto de sus ojos, es un período en la práctica omitido o desdeñado por el cine. Así habló el cambista no es que haga centro en ellos, pero se nutre y le sirven los acontecimientos en el Uruguay, donde mayormente transcurre la trama, y la Argentina, para poner de fondo, no explicar, el comportamiento de Humberto Brause. Brause (un Daniel Hendler que demuestra un crecimiento contundente) es el hombre del título, el tipo de pocas palabras que no sólo se dedica a cambiar dólares sino que, a escondidas de su jefe, del que se convierte su yerno, lava dinero de políticos y congresistas uruguayos. La película de Federico Veiroj, que fue preseleccionada por Uruguay para competir por el Oscar al que también aspira La odisea de los giles, se detiene en la moral del protagonista. El ambiente en el que se mueve Humberto no es llano, tiene subidas y bajadas, y a medida de que se vaya internando en negocios ilegales -y saltando de comisiones de 25% a 35%- tendrá interlocutores, cómo decirlo, más y más pesados. Sean políticos, empresarios o terroristas, el dinero que lava está manchado. Con o sin sangre. Así habló el cambista marca un cambio, si no rotundo, visible en la filmografía del uruguayo Veiroj. La parsimonia o parquedad que tenían sus personajes en, por ejemplo, El apóstata, no es que haya desaparecido en Brause, el protagonista. Pero es en el único. Ni Schweinsteiger (Luis Machín), su jefe, ni Gudrun (Dolores Fonzi, muy precisa como la espontánea, sincera, directa y manipuladora esposa del protagonista), ni Bonpland ( un militar argentino que interpreta el chileno Benjamin Vicuña) lo son. Veiroj ha contado con más presupuesto y hasta podríamos decir que Así habló el cambista es su película “mainstream”, sin dejar de lado su costado independiente. Es un relato más tradicional, en cuanto a su narración, con la voz en off de Brause, hay una reconstrucción de época importante, por más que Montevideo ayude, y tiene un crescendo como no habían tenido sus cuatro películas anteriores. Pero a contramano de Brause, Veiroj no es codicioso y eso beneficia al filme, porque elige mantener el relato en su tono, y en ese camino sinuoso de Brause, el director sabe bien cómo llegar al destino. Mejor, inclusive, que su protagonista.
En su quinto largometraje Federico Veiroj nos brinda una película distinta, de época, basada en la novela de Juan Gruber, que lo hace incursionar en una gran producción, con saltos en el tiempo, desde la época de Jesús azotando a los mercaderes en el templo hasta transformarse en una historia que visita las dictaduras de Uruguay, Argentina y Brasil, la debacle financiera de todo un país, el nuestro, y la relación con personajes siniestros que poblaron la historia de Latinoamérica. No solo es un cambista de distintas monedas para turistas, sus servicios alcanzaran a la corrupción política, a representantes violentos, a mundos oscuros que le harán pagar cada paso de su ambición desmedida y su moral escasa. Un Daniel Heldler casi desconocido, es el protagonista perfecto para ese mundo oscuro, con toques de humor negro, mucha ironía y perfecta mirada implacable. Lo acompañan Dolores Fonzi perfecta en esa esposa fría y supuestamente obediente, y como siempre brilla Luis Machin y se luce con su breve incursión Benjamin Vicuña. Veiroj nos sumerge en el mundo de descenso a los infiernos de la avaricia donde sobrevivir es la única ley, cueste lo que cueste, con un cinismo muchas veces incómodo. Una impecable pintura de época, un mundo que se hunde en su propio barro, sin esperanzas de redención alguna. El protagonista solo busca un lugar seguro, un dinero seguro, un tiempo pacifico y sacrificará todo por lograr su objetivo.
El (c)olor del dinero Así habló el cambista es una coproducción argentino uruguaya alemana con la dirección de Federico Veiroj y guion de Arauco Hernández Holz, Martín Mauregui y F. Veiroj. El contexto histórico, bien planteado y muy bien logrado a través del arte y vestuario como de los efectos que reconstruyen las locaciones de época, un momento en que todo parecía aún por hacerse en las cuevas de dinero con origen desconocido o poco claro y en el que no todo se sabe a la velocidad del rayo como hoy, ayuda a que Schweinsteiger sostenga con éxito una casa de préstamos pero también un lugar que se ocupa de lavar dinero, preferentemente. Basada en la novela del uruguayo Enrique Gruber, Así habló el cambista (1979) cuenta la historia de Schweinsteiger, un exitoso financista, quien maneja una amplia cartera de clientes. No cuenta con que, cuando confíe en un nuevo “cadete”, este se quedará con todo lo que le importa en la vida. Es así que se casará con su hija (Gudrun, Dolores Fonzi) y luego con todo lo que logró al frente de su negocio. La audacia inicial del personaje de Daniel Hendler se torna un poco confusa momentos después (y a lo largo del resto de la película, prácticamente) en que Humberto Brause comienza a confiar más y a tomar más poder sobre lo que lo rodea, en ese nuevo mundo en que se encuentra bastante a gusto. Lo que se vuelve oscuro, casi como la mayoría de los decorados y ambientación, en tonos opacos en general, es la amenaza de matones y amenazas sin nombre a las que Brause deberá enfrentarse, porque, bueno, el dinero nunca es suyo ni de nadie, parece ser, hasta que vienen por él. Pareciera que el trasfondo del sistema financiero que se maneja por las cloacas, el que apenas imaginamos, es así, y queda expuesto en la historia.
Un empleo deshonesto Así Habló El Cambista (2019) es una película dramática dirigida y co-escrita por Federico Veiroj. Coproducida entre Uruguay, Argentina y Alemania, la cinta está basada en la novela homónima de Juan Gruber. Rodada en Montevideo, el reparto se compone por Daniel Hendler, Dolores Fonzi, Luis Machín, Germán De Silva, Benjamín Vicuña (Los Padecientes), entre otros. El filme tendrá su estreno mundial en la sección Platform del Toronto International Film Festival, a la vez que formará parte de Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián y de la selección oficial del New York Film Festival. Entre los años 1956 y 1975 seremos testigos de la vida de Humberto Brause (Daniel Hendler), un señor que comienza siendo aprendiz del cambista Schweinsteiger (Luis Machín) para luego pasar a realizar él mismo operaciones cambiarias ilegales girando grandes sumas de dinero de políticos al exterior. Cada vez más metido en negocios turbios que incluyen extorsiones, Humberto tampoco será feliz en su matrimonio. Casado con Gudrun (Dolores Fonzi), la hija de su jefe con la que tiene dos hijos, la relación entre ellos se irá volviendo cada vez más absurda y materialista. Una reconstrucción de época a la altura de las circunstancias, música que ambienta muy bien cada escena y una voz en off puesta solo en los momentos necesarios son los tres aspectos positivos que tiene este filme lento, aburrido y soporífero. Así Habló El Cambista busca retratar la crisis de la mediana edad de un hombre cobarde que disfruta de obtener y gastar dinero. Al tener a un protagonista que se caracteriza por su apatía, codicia y deshonestidad, como espectador resulta difícil que la película se haga llevadera. De igual manera, el problema no está en que ningún personaje nos caiga bien, sino que se basa en que desde el guión no se plantea un conflicto central, por lo que parece que a medida que avanzan los minutos el filme no está yendo a ninguna parte. En vez de contar con un hilo conductor, la película es un rejunte de situaciones que casi no tienen desarrollo. Por ejemplo, que Humberto sospeche de haber contagiado de alguna enfermedad a su mujer, que en medio del tráfico en Argentina haya un tiroteo y muera una persona o la búsqueda de dinero por parte del protagonista dentro del saco de un cadáver. Desde el guión se decide no ahondar en este tipo de escenas, aparte de que tampoco se le da mucha profundidad a la temática de la corrupción o cómo es que Brause realiza su maligno trabajo. Por otro lado, que Dolores Fonzi en el comienzo del filme interprete a una joven estudiante de secundaria no resulta creíble por más maquillaje y uniforme acorde que se utilice. Que Gudrun hable sobre las notas de su boletín o el permiso de su padre para ir a un campamento escolar hubiese funcionado si la elección de la actriz fuera acertada. Es así como Así Habló El Cambista no logra mantener el interés por más correcta que sea su fotografía. Poco llevadera y con un guión que no convence, la nueva cinta de Veiroj pasará sin relevancia por la cartelera.
No se sabe bien qué cosa es el cine de Federico Veiroj y eso siempre fue algo bueno: sus películas, sobre todo a partir de El apóstata, se mueven por territorios inciertos, se deslizan entre géneros y tonos y hacen de esa trayectoria sinuosa un centro atractor, un enigma que no pide ser elucidado, que en cambio reclama cierta predisposición al disfrute de la indeterminación. De Así habló el cambista, por otra parte, habría que decir que no se sabe bien qué cosa es la película, ante qué clase de objeto se está: allí la incertidumbre surge menos de un proyecto estético que de por una pérdida de rumbo. En todo caso, la película no parece ofrecer ningún misterio, más bien lo contrario: la voz en off del personaje de Humberto se encarga de suturar el sentido que debe extraerse y que el director machaca por todas las vías posibles. El protagonista es un ser gris y carente de propósito que encuentra una forma de vida en el mundo de las finanzas: los movimientos ilegales de grandes sumas de dinero se vuelven la vía por la que el personaje experimenta algo de la plenitud que no obtiene por otros medios. Es la historia de un antihéroe, de un personaje que avanza irremediablemente hacia la degradación, una fórmula en general encantadora que Así habló el cambista despoja de su simpatía adosándole una lectura maniquea: el relato se encarga de subrayar que Humberto es un monstruo que lucra con la miseria de otros, sean personas desesperadas o países en crisis, aliándose con políticos corruptos, militares torturadores o guerrilleros. La remisión a fechas y datos históricos busca la complicidad del público, del que se espera que sea capaz de interpretar los hechos del pasado como síntomas del presente: un juego complaciente de referencias servidas en bandeja. Cuesta creer que ese retrato casi escolar (escuchen la voz en off de Hendler) haya sido realizado por el mismo director de La vida útil o de Belmonte. ¿Será el tema, el universo de las finanzas y los negocios monetarios, lo que trae esa carga moralista, lo que hace surgir casi como un reflejo esa crítica ideológica automática? Muchas de las críticas a favor celebran justamente eso, el sistema de ideas que la película pone en marcha. Como sea, una vez que se sortea la primera parte, algo pasa: de forma casi imperceptible la película adquiere otra velocidad, como si se sacudiera el peso del comentario y se dedicara ahora a narrar. No es que lo que sigue sea una maravilla tampoco, los personajes no dejan de ser caricaturas al servicio de una explicación del mundo precocida que no parece requerir ninguna demostración (los financistas son inescrupulosos, las finanzas suponen un mundo criminal), pero el cambio de tono hace que la película respire mejor y pueda contar un poco más ligera. La aparición de peligros que acechan cada vez más de cerca a Humberto le da un ritmo al relato y le permite liberarse un poco del peso de las coordenadas históricas: en esos momentos, a su vez, reaparece la elegancia de Veiroj para las escenas breves, una gracia discreta que se desprende de las acciones sin esfuerzo, como cuando Humberto va a lugares buscando café sin éxito, o en las intervenciones de Luis Machín donde el tipo habla con una firmeza impresionante casi sin inmutarse, como lo haría un actor de cine clásico. Allí asoma otra película posible, la película que podría haber sido de Así habló el cambista si hubiera estado más atenta a las texturas noir del mundo que la rodea: una sátira ligera que se permite disfrutar de la historia, del envilecimiento del protagonista y de la reconstrucción de época sin necesidad de subrayar todo; un grotesco menos solemne y tal vez más feliz.
El Dios dinero. Desde el inicio queda muy clarito con una reinterpretación de la escena en el mercado cuando Jesús terminó con el negocio de los mercaderes y más aún cuando la voz en off del protagonista de este indescifrable opus de Federico Veiroj comienza a introducirnos en su derrotero, atravesado por una amoralidad sugestivamente perturbadora. Si a eso se le agrega el manifiesto trabajo sobre los colores de la imagen y la puesta en escena para generar una atmósfera noir, símil policial negro, entre opaca y angustiante, entonces las condiciones para el desarrollo de un relato anti redención, anti segundas oportunidades y pro inescrupulosidad humana se encuentran exacerbadas al nivel de caricatura. Esa es una posible lectura para adentrarse en el universo y contexto político de Así habló el cambista, una película tal vez sobre la usura, o al menos focalizada en las estrategias cuestionables para aprovechar las crisis y sacar ventaja con la miseria ajena. Las dictaduras de Argentina y Uruguay en un segundo plano generan por un lado un anclaje histórico, más no ideológico porque tanto la Marina como una pareja de guerrilleros buscan fugar capitales a través de los servicios del inescrupuloso Humberto Brause (admirable composición de Daniel Hendler), quien rápidamente entiende que es más inteligente especular que trabajar, entre otras lecciones que nadie le ha enseñado más que su experiencia como empleaducho de la financiera de su suegro y jefe (Luis Machín), padre de Gudrum (impecable Dolores Fonzi), esposa decorativa si las hay, fiel a los paradigmas de la época, pues todo transcurre entre los 50 y mediados de los 70. Pero afortunadamente Federico Veiroj se desentiende de los convencionalismos de películas que retraten una época o clima social para concentrarse en los avatares y tribulaciones de un anti héroe, que no logra alcanzar el grado primario de la empatía pero tampoco ganarse desde su condición de “ventajero” un repudio mayúsculo. Desde esa endeble coordenada moral, el relato suma elementos y subtramas que lo ubican por el ritmo a veces en zonas de thriller y por el uso extemporáneo de la música -que a veces refleja alguna condición lírica- en un retrato liso y llano de un hombre cuya ambición lo lleva a perder la brújula entre lo que está bien y lo que no. La traición, tanto del otro como del ser amado, puede ser uno de los elementos de mayor peso en la trama, aunque la necesidad de sobrevivir en la caza de cualquier oportunidad donde la ganancia y los activos se multipliquen por mucho más que dos son el contrapeso ideal para que la balanza de valores apunte a desacralizar todo intento de juicio moral sobre Humberto y sus acciones. Como suele ocurrir en las propuestas del director uruguayo, la importancia de los conflictos internos potencian las acciones y no al revés. Para que ese reloj no adelante ni tampoco atrase es fundamental el apoyo en un sólido elenco y desde ese espacio haber confiado el rol de Humberto a Daniel Hendler es un verdadero acierto; así como el detalle no menor de una dentadura prominente que lo afea desde todo punto de vista y alude sin lugar a dudas al retrato malicioso que por ejemplo los alemanes reservaban a los judíos y su avaricia para justificar la injustificable idea de su aniquilación. Algo parecido a lo que cimentaba el monolítico discurso de las dictaduras y su contracara, las guerillas: ambos rendían en definitiva culto al Dios dinero.
Desde Acné, su ópera prima, Federico Veiroj se volvió uno de los pocos nombres fuertes del cine uruguayo de los últimos tiempos. Las cinco películas que dirigió muestran a un autor centrado en antihéroes cotidianos ante situaciones decisivas de su ida. Así habló el cambista es su película más ambiciosa visual y narrativamente, con idas y venidas a distintos períodos históricos, pero nunca deja de lado su esencia. La película está contada desde el punto de vista de Humberto Brause (Daniel Hendler), un cambista uruguayo que se vuelve un especialista en el rubro. Vemos sus comienzos como alumno aplicado de Schweinsteiger (Luis Machín), cómo se enamora de Gudrun (Dolores Fonzi), la hija de su mentor, y cómo va perdiendo la moral a medida que se va juntando con individuos tan poderosos como siniestros. Por primera vez en su carrera, Veiroj nos presenta a un personaje de comportamientos cuestionables, turbios, que llega a extremos muy oscuros motivo por su ambición desmedida. Sin embargo, el director logra que los espectadores puedan seguirlo gracias a pinceladas de ironía, a rasgos que consiguen hacerlo más terrenal, como la llamativa dentadura. En ese sentido, no se diferencia tanto de otras criaturas del director. De esta manera, la película funciona como una comedia dramática con elementos de thriller, que no se preocupa en disimular la amargura feroz que hay de fondo. Otro acierto de Veiroj fue retratar diferentes épocas (empezando por 1975) a partir de detalles específicos de arte (decorados, vestuario, peinados) y fotografía, pero sin que los recursos de producción tapen la historia. El arte y la fotografía, además, no dejan de ser utilizadas en función a la psicología y los momentos de cada personaje. Daniel Hendler por primera vez es dirigido por Veiroj, más allá de que venían colaborando juntos desde hace años, pero detrás de cámara. Aquí tiene uno de los papeles más densos y complejos de su carrera, aunque su actuación, como el guión, logra que Brause nunca genere rechazo. Dolores Fonzi demuestra que está en un momento de esplendor, ya que resulta convincente a la hora de reflejar las diferentes capas de Gudrun. En tanto, Luis Machín aporta su efectividad acostumbrada en el rol de un maestro superado por su discípulo. No menos destacable en la labor de Benjamín Vicuña como un siniestro perseguidor ni la de Germán de Silva componiendo a un individuo clave para la reputación de Brause. En Así habló el cambista, Veiroj demuestra que le sobra capacidad para encarar proyectos más grandes, con elencos internacionales de gran nivel, y que al mismo tiempo sigan siendo films personales.
Ópera contemporánea La novela de Juan Gruber en la que se basa esta película homónima habla de Humberto Brause, un personaje que al estilo de Michael Corleone se inmiscuye en actividades delictivas superando límites éticos y morales de su tutor para ascender en el poder. Humberto no es un matón ni un asesino, sin embargo su rol de cambista le brinda el mismo poder y dinero que al emblemático mafioso. Los hechos narrados datan de la década del 70 pero parecen suceder hoy. Humberto Brause (un genial Daniel Hendler en la mejor interpretación de su carrera) trabaja con Sr. Schweinsteiger (Luis Machín) en una financiera. Aprende los gajes del oficio y le propone matrimonio a su hija Gudrun (Dolores Fonzi). Uruguay es un paraíso fiscal para Argentina y Brasil en tiempos de dictaduras militares y el hombre se dedica a cambiar dinero para dejarlo en un lugar “seguro” por un porcentaje. Pero su jefe no se anima a trabajar con políticos “son poco confiables” le dice. Y él, como todo oportunista, no pierde el tiempo y traza el negocio a espaldas de su suegro. Su reputación crece y termina siendo muy solicitado en el mercado. Claro que todo tiene un límite, y esa misma ambición que lo hizo crecer también será su perdición. Federico Veiroj (La vida útil, El Apóstata) emplea una serie de recursos estilísticos que enriquecen la lectura del relato. Las asociaciones bíblicas brindan un aire operístico a la historia, con un inicio en el que un jesucristo enfurecido pelea con mercaderes. Una música entre lírica y de bandoneon se adueña del relato, y vemos en distintos episodios al protagonista cantar en el coro de la Iglesia a modo de catársis. La historia es relatada por el propio Humberto que denomina a los cambistas como "el origen de todos los males". No hay un valor puesto en su actividad, sino que se autodefine pecador. Ese pecado lo acompaña en su periplo como una enfermedad de la que no puede librarse. Pero de manera inteligente la película corre al cambista del centro de las acusaciones y encierra en su crítica a todo el sistema financiero. Así habló el cambista (2019) puede entenderse como una fábula social con tintes de farsa. Su humor absurdo impregnado en todas las películas de Federico Veiroj le da a esta historia un aire irreal, cómico burlesco. Su personaje principal se autopercibe pecador y producto de la sociedad que lo engendró, como una suerte de consecuencia nefasta de los vaivenes del poder. Con ese karma narra su historia. Esta característica hace que la película funcione en dos líneas argumentales: la de la crítica social bien actual, y la del cuento fantástico con mensaje moral. Ambos caminos llegan al mismo fin, el sabor agridulce de su patético protagonista y la sátira social. A diferencia de Michael Corleone Humberto Brause no es un tipo que se hace respetar en el mundo del hampa. Es un tipo despreciable que adquiere poder estafando, traicionando y mintiendo a todo el que lo rodea, sean clientes o su propia mujer. El hombre es un miserable de la peor calaña pero humano a la vez y eso lo vuelve querible, así lo describe el film y así se autopercibe, por eso lo vemos escabullirse en vez de enfrentar a quién lo desafía. El foco de este film enviado por Uruguay a los próximos premios Oscar, está en criticar el sistema que lo dejó crecer y transformarse en un tipo poderoso. Así habló el cambista es una ópera contemporánea que tiene la capacidad de denunciar sin subrayar, sin acusar con el dedo. Con una historia simple y eficaz se teje la maniobra fílmica que, como la fuga de capitales, parece compleja pero es más sencilla y habitual de lo que podría suponerse.
Un personaje fantástico que muestra aristas inquietantes en varios momentos del film, cuya trama mantiene la tensión todo el tiempo. Las películas de Federico Veiroj son retratos de personajes ordinarios que poseen alguna característica extraordinaria que los vuelve interesantes. En “Así habló el cambista”, el protagonista -notable trabajo de Hendler- es un tipo que compra y vende divisas y saca ventaja, en Uruguay, de las sucesivas crisis económicas que vive la Argentina. Pero ese hombre, que parece de una simplicidad que no es tal, es también alguien ajeno al mundo que lo rodea, un manipulador. Un personaje fantástico que muestra aristas inquietantes en varios momentos del film, cuya trama mantiene la tensión todo el tiempo. Ese rasgo extraño, peligroso o excéntrico, que asoma detrás de la más crasa normalidad, logra en esta película plasmarse con absoluta fluidez.
Así habló el cambista es una película basada en la novela homónima de Juan Gruber, dirigida por Federico Veiroj (en una coproducción internacional liderada por Oriental Features y Rizoma, junto con la empresa alemana Pandora Filmproduktion), que además fue seleccionada para representar a Uruguay como precandidata para los premios Oscar del próximo año. El protagonista (Humberto Brause, interpretado por Daniel Hendler) narra en primera persona la historia que se desarrolla en Uruguay en la década de 1970. El racconto comienza con un flashblack y la voz en off se remonta a 1956, cuando Humberto conoce a Gudrum, su futura esposa (Dolores Fonzi), la hija del Sr. Schweinsteiger (Luis Machín) e inicia su carrera como cambista de la mano de su suegro que lo recluta para “limpiar ciertos dinerillos de su incómodo pasado”. Él mismo describe a los cambistas, émulos de los mercaderes expulsados de la puerta del templo por Jesús, como “el origen de todos los males”, y termina, 20 años y dos infartos después, preguntándose cómo llegó hasta donde está. La trama repasa oscuros episodios de corrupción, violencia y plata sucia de la política en los infames años en los que Uruguay, Argentina y Brasil vivieron su capítulo más siniestro y sangriento a manos de la Triple A, las organizaciones terroristas y las sendas dictaduras militares que se entronizaron en el poder, pero nos permite acercarnos a esa época tan dolorosa desde una óptica con cierta distancia (tras casi medio siglo y desde el otro lado del charco), a través de la mirada de un personaje pusilánime y despreciable que por codicia se ve envuelto en una encrucijada de la que le será difícil salir. El elenco encabezado por Daniel Hendler, Dolores Fonzi y Luis Machín cumple una muy buena labor en la detallada creación de sus personajes, especialmente Hendler, que se valió de una notable transformación física para encarnar este protagónico muy distinto de otros papeles en los que apela a la empatía, y que marca una de las actuaciones más logradas de su carrera.
EL OLOR DEL DINERO Hablaba hace unos días con unos colegas sobre la falta de ambición de determinado cine de la región. Esta falta de ambición no debe ser entendida como falta de calidad, pero sí como una repetición de recursos dramáticos y cinematográficos que dejan a realizadores, público y crítica en una zona de confort. Es una zona de confort que se extiende demasiado en el tiempo, y que ha permitido que muchos directores circulen sin problemas en el circuito de festivales internacionales: hay como un manual implícito que muchos respetan y donde se indica qué se espera, más o menos, de un tipo establecido de cine que se hace por estas tierras. En esa falta de ambición que señalamos está la idea de que determinado estilo es contrario a la calidad, como si apelar a recursos vinculados con el cine de género significara una contravención al buen gusto. El cine clásico fue proverbial en la forma en que los autores lograban insertarse en el sistema y dotaban de gran personalidad a relatos que podían ser convencionales. Cierto prejuicio fue alejando a los autores del mainstream y acercándonos a este presente donde el mainstream es cada vez más lavado e impersonal y donde los autores se refugian en fórmulas funcionales a un sistema periférico de estreno. Sin embargo, y por suerte, cada tanto aparece ese autor que busca romper esquemas y se desprende con una obra distintiva, que se corre de lo que se esperaba de él. Así habló el cambista es ese tipo de película. El uruguayo Federico Veiroj, a partir de obras como La vida útil, El apóstata o Belmonte, es un director que podía ser reconocido por un cine que apelaba a lo intimista y que reproducía lo fantástico en escala pequeña y humana. Instalado en el ámbito festivalero, a Veiroj le quedaba seguir reproduciendo los signos de su cine o motivar un cambio. Por suerte apostó por esto último y con Así habló el cambista construyó uno de esos relatos que apelan a códigos de un cine más amplio, que puede convocar al público por fuera del gueto, pero que no resigna nunca lo personal. Es una historia sobre el dinero, sobre la especulación y sobre la falta de escrúpulos para ascender en la escala social. Y es una historia, además, que apela a recursos del thriller político, que hurga en el diseño del drama familiar ascético a la europea y que bucea, además, en cierta estética del patetismo como lo hacía el cine italiano de post-guerra. Todo esto, revestido de una generosa dirección de arte y de un trabajo fotográfico notable. Es decir, Así habló el cambista es un gran espectáculo edificado en un diseño sofisticado de notables planos y movimientos de cámara. Lo peculiar, lo significativo, ingresa con la mirada del autor, con el extrañamiento que Veiroj le aporte al relato. Hunberto Brause (Daniel Hendler) es un especulador financiero, un tipo que mete y saca plata del país sin importar con quién hace negocios. Y ese “sin importar” se acrecienta por cuanto estamos en tiempos de dictaduras sudamericanas y las valijas con plata que Brause administra tienes dueños misteriosos y demasiados rastros de sangre. Lo primero que sobresale en Así habló el cambista es el aspecto del protagonista: una melena ingobernable, unos pelos duros y alocados, un bigote tupido y unos dientes deliberadamente notorios. Brause tiene el aspecto de un roedor, y de uno que gusta buscar en la basura para sacar su ganancia. Por eso su amor por el queso y la fondue, aunque huela a podrido, como le dice Gudrum, su novia/esposa, hija de Schweinsteiger, primera gran víctima de Brause. O, mejor aún, porque huele a podrido es que lo vale, porque eso es todo lo que tiene sentido en la vida para el antiheroico Humberto. Lo que cuenta Veiroj es el ascenso y caída de este peculiar personaje, un poco en la senda del relato scorsesiano, donde la moral adquiere dobleces singulares y lo familiar es la reserva fundamental. Pero hay en el director una intención puramente satírica, que empieza por el aspecto de Brause y sigue por la serie de decisiones que va tomando para tratar de escapar, siempre hacia delante. Avanzando por los años más trágicos de la historia política sudamericana, en verdad Así habló el cambista toca esa historia de manera lateral ya que, como le pasa a Brause, todo sucede a su alrededor sin que él repare en ese contexto. En definitiva es una fábula sobre el dinero y, muy especialmente, sobre el olor a podrido que emerge cuando es ganado con artes para nada nobles. Por eso el diálogo sobre la fondue de queso, por eso aquella escena escatológica en la que Brause sufre una indisposición al verse acorralado, por eso el aroma como argumento irrefutable de infidelidad. Con su aspecto de roedor y a partir de la rastrera -y perfecta- personificación que hace Hendler, Veiroj hace del cine un espacio que estimula el olfato y nos demuestra que algo huele a podrido en esa sociedad patética, especulativa y material. Pero nada tendría demasiado sentido sin la apuesta de Veiroj, que decidió pegar un volantazo e ir por el gran espectáculo. Habrá que ver qué camino sigue ahora, pero sin dudas que estamos ante una película de quiebre en su carrera.
El cine de Federcio Veiroj ha logrado instalarse con continuidad dentro de la cinematografía uruguaya, una industria que cuenta con muy pocas producciones anualmente. Desde su ópera prima “Acné” (2008), que participó en el Festival de Cannes, Veiroj ha logrado mantener una trayectoria con su cine, que ha sabido conquistar a un cierto sector del público y que también ha tenido una amplia recepción en el circuito de festivales internacionales. Así, entonces, “La vida útil” fue premiada en diversos festivales incluyendo el de La Habana, “El Apóstata” fue premiada en el Festival de San Sebastián en 2015 y su último trabajo “Belmonte” ganó el premio al mejor guion en el Festival Internacional de Mar del Plata. Su nuevo trabajo, “ASI HABLÓ EL CAMBISTA” no solamente implica una sustancial diferencia en la narrativa de su cine –con una historia, que si bien está centrada en un protagonista masculino, da lugar a la interacción con una mayor cantidad de personajes que tienen peso específico en la trama-, sino que además implica una fuerte apuesta en un nivel de producción completamente diferente a su filmografía anterior. Otra gran diferencia es que para este trabajo ha adaptado la novela homónima de Juan Enrique Gruber, la oscura historia de un financista que se mueve en el mercado financiero de la Montevideo de fines de principios de los ’70 en plenos movimientos políticos de una Latinoamérica bajo la sombra de las dictaduras. Si bien el personaje central de la película (Humberto Brause), empatiza perfectamente con los personajes grises que protagonizan las películas anteriores de Veiroj, en este último trabajo hay una sustancial diferencia en cuanto a la producción con la que cuenta el filme, pasando del cine independiente a presentar un elenco y un presupuesto que se acerca más a un cine industrial: esto será lo que marque, para bien y para mal, la diferencia con el resto de su filmografía. En este caso, Brause –papel a cargo de Daniel Hendler- es alguien que se ha iniciado en el mercado de la especulación financiera a la sombra de un asesor de gran influencia, que intentará tejer su propio camino, de forma tal de independizarse y empezar a construir su propio negocio. Así vemos como Brause, en apariencia un hombre gris y sencillo, no dudará en arbitrar todos los medios necesarios para que cada uno de los peldaños para llegar a su objetivo final, se vayan cumpliendo, sorteando todo tipo de obstáculos y enarbolando su lema que pareciera ser: “el fin justifica los medios”. “ASI HABLÓ EL CAMBISTA” se construye con algunos de los principales elementos de un film noir, intentando mezclar en su trama, elementos vinculados con la política, la realidad social de la época, sin abandonar la impronta rioplatense y ajustándose al tono de thriller con el que presenta al personaje central. Veiroj en este caso, sigue demasiado al pie de la letra el típico descenso a los infiernos como si estuviese cumpliendo con un manual de procedimientos ya conocido, tanto para la presentación, los giros de la trama y el desenlace. Un hombre que en un principio se muestra gris, indiferente, débil va develándose en el proceso de su arco dramático, como mezquino, amoral, ambicioso, oportunista y con una exclusiva fidelidad a sí mismo, capaz de traicionar a cualquiera de los personajes de su entorno. Los principales logros de “ASI HABLÓ EL CAMBISTA” se ven en el diseño de arte, absolutamente detallista y preciso en la reconstrucción de una época, en donde se vislumbra que el hecho de haber contado con un mayor presupuesto, ha permitido un lucimiento en los rubros técnicos y una perfecta recreación de la Montevideo de aquel momento. Pero Veiroj no logra apoderarse de la historia de la manera en que su cine suele apoderarse de sus personajes. En el elenco, Dolores Fonzi como su esposa Gudrum –discreta, manipuladora, sagaz- y su suegro Luis Machí, logran destacarse componiendo a dos personalidades fuertes que acompañan, directa o indirectamente, a Brause en su camino personal. Sin embargo, Daniel Hendler no parece encontrar el tono exacto de su antihéroe y si bien lleva en sus hombros el peso de la trama y de la película en sí misma, no logra ser una figura magnética y con un alma corrupta tal como plantea la historia. Además, la forma en que el guion elige presentar a su personaje, hace que una reiterativa voz en off, no logre aportar mayores elementos a la trama de lo que ya se está mostrando en pantalla. El recurso entonces no permite dar otros elementos para la construcción de su personaje, sino que subraya y refuerza el tono eminentemente literario del relato, restándole peso cinematográfico. pesar de algunos cambios físicos que se aporta desde el maquillaje, Hendler no parece sentirse a gusto y totalmente cómodo con la criatura que debe componer y eso parece trasuntar la pantalla y transmitirse al espectador que percibe esa confusión de la frialdad de sus movimientos, con la frialdad de su alma. Con una gran reconstrucción de época y una fotografía impecable, la historia no termina de convencer y “ASI HABLÓ EL CAMBISTA” resulta ser la película más sosa de Veiroj, como una zigzagueante incertidumbre dentro de su filmografía.
Comienza con un prólogo e imágenes de Jesús arrojando a los cambistas fueras del templo. Varias escenas se encuentran relatadas de principio a fin por su protagonista Humberto Brause (la voz en off de Daniel Hendler, que por primera vez trabaja con su compatriota el director Veiroj) y que dice: «Los cambistas somos el origen de todos los males, los culpables de todos lo que se malogra y pudre en este mundo», haciendo una referencia a las personas que realizan actividades como Humberto Brause en distintas épocas y sus explicaciones son bastantes filosóficas, además de tanto en tanto libera sus pecados en el coro de la iglesia. Su desarrollo comienza en Montevideo en 1975, Humberto relata su inicio en el mundo de las finanzas, ahí le da inicio al flashback y pasamos a 1956. Siendo más joven su mentor fue Schweinsteiger (Luis Machín, de impecable actuación), un reconocido hombre de negocios, para lavar capitales era muy astuto pero tenía ciertos límites, ya que se negaba a trabajar con dinero sucio de la política. Pero como suele suceder el alumno supera al maestro y también en algo más. Humberto Brause conquista a la hija del maestro, Gudrun (Dolores Fonzi, excelente interpretación) y se casa con ella, tienen dos hijos y muchas diferencias. Con los años comienza a crecer en los negocios, él se vuelve ambicioso, sin escrúpulos, mujeriego y opera con dinero que viene de secuestros, de la mafia o de la corrupción política, no le importa nada, se transforma en un ser oscuro y se aprovecha cualquier situación. A pesar de todo le toca estar tres años en la cárcel. La acción transcurre en distintos años (1975, 1956, 1962, 1966 y 1970) y lugares, pasando por el Amazonas en Brasil, Montevideo, Buenos Aires y Europa, está bien su música, la recreación de épocas, su estética y la fotografía con una interesante paleta de colores. Tiene un toque a ciertas películas norteamericanas relacionadas con los gánster. Dentro de los personajes secundarios cuenta con actores uruguayos, argentinos, brasileños y el chileno Benjamín Vicuña. Se encuentra dirigida por el uruguayo Federico Veiroj (“La vida útil”) se estrena en nuestro país y en Uruguay, después de pasar por los festivales de Toronto y San Sebastián, además participará en breve en Festival New York. Fue preseleccionada por Uruguay para representar a su país en los Premios Oscar en la categoría “Mejor película de habla no inglesa”.
El quinto filme del cineasta uruguayo abre con una escena que luego sabremos quedará fuera de contexto, en ella Jesús increpa a los inescrupulosos mercaderes de la fe frente al templo en la Jerusalem dominada por los romanos. El filme se estructura como una gran analepsis, quen nos presenta el relato en forma de narrador omnipresente utilizando la técnica de voz over, es Humberto Brause (Daniel Hendler). Nos encontramos a mediados de la década de los ‘70 en la convulsionada región sudamericana, específicamente en Montevideo, allí es donde ejerce su profesión de "cambista" o, como a él le agrada presentarse, el origen de todos los males. ¿Propios o generales? Esto que debería haber sido el punto a desarrollar a lo largo del filme, una tesis que nunca aparece, esa voz interna del personaje nos traslada a los inicio de su profesión en la década del ‘50, para luego contar su propia historia personal, que debería haber sido el desarrollo para la comprobación del enunciado inicial pero, como tantas otras situaciones en el filme, quedan ahí, estancadas. Siendo justos debería decir que esta producción internacional, con presupuesto casi de superproducciones, posee valores desde lo erróneamente considerado técnico, su diseño de arte conformado por la escenografía, el vestuario constituyendo una lograda recreación de época, sostenida desde la dirección de fotografía, son lo mejor del filme. Claro que la necesidad imperiosa de un buen guión que permitan el lucimiento de la dirección de arte es clave, pero si el texto aburre en demasía todo el resto no se aprecia como debiera, sumado a buenas actuaciones en pos de otorgarle al relato poderes de seducción sobre el espectador que, en este caso, se cumplen casi a medias. Esto es debido a que Hendler, quien es el alma del filme, no le encuentra nunca el tono al personaje, luciendo una prótesis dental que se nota lo incomoda y fastidia al espectador, pero sobre todo carente de algún valor extra desde lo narrativo, o justificación desde la construcción del personaje. En este rubro ha de destacarse las interpretaciones de Dolores Fonzi, en el rol de Gudrum, la esposa de Humberto, e hija de Schweinsteiger interpretado por Luis Machin, ambos junto a Germán da Silva, en el rol de Moacyr, son los mejor de ésta producción. Muy por debajo de ellos Daniel Hnedler, acompañado en esa decadencia por Benjamín Vicuña en el papel de Javier Bonpland. un militar argentino que además de sobre actuado susurrando se le nota el chileno. Es Schweinsteiger quien lo inicia, allá por los ’50, en el negocio de compra y venta de dinero, muy bueno en su actividad pero bastante atroz en tanto su forma de juzgar a las personas. El problema es que mientras trataba de mantener, de ser posible, cierto criterio moral y dignidad en una actividad que por definición no lo permite, su yerno es pura ambición, ética y moral, eran palabras extirpadas en el diccionario de Humberto. Federico Veiroj, el director, realiza la traslación de la novela homónima de Juan Gruber, junto a Arauco Hernández y Martín Mauregui, y el énfasis parece estar enfocado en que todo se vea creíble, que el relato fluya sin contratiempos, lástima que en quién cae esa responsabilidad no lo logre. Tampoco ayuda la insistencia de la voz interior del personaje, enoja más que empatizar pues de por sí, desde el inicio, se torna casi imposible. En otro orden de situaciones todo apunta a ser visto como una producción de cine negro desde la estética elegida, la utilización de esa voz interior, el diseño de montaje, hasta las actuaciones, aunque por momentos parezca querer desplazarse al thriller. Por un lado el uso de las locaciones elegidas, como la sensación de claustrofobia que genera en los personajes el estar encerrados dentro de ellos mismos, como una trampa construida en doble función, nunca establecida de manera fehaciente de protección y esa otra forma de indefinición perjudica al producto terminado. Lo mismo sucede cuando los acontecimientos se precipitan y hay que darles un cierre, esa parsimonia a lo largo de todo el relato se sustituye por una aceleración que nunca funciona, tampoco en este caso. Esa escena primera debería haber funcionado como una gran metáfora, no lo hace, no lo puede sostener, y el mismo texto fílmico lo cierra de muy mala manera con una especie de retorno a un lugar que antes no era, destruyendo la metáfora que intento ser y nunca logro.
Tan pusilánime como fascinante A lo largo de esta película, ningún personaje observa a Brause (Daniel Hendler) con una mirada cálida o cariñosa. Por el contrario, el recelo, la desconfianza, o la más llana mueca de desprecio se esboza, una y otra vez, en el rostro de sus interlocutores. Y es que jamás se había presentado, en el cine uruguayo, un protagonista tan profundamente despreciable, uno que pareciera bucear constantemente a medio camino entre el patetismo y la absoluta falta de escrúpulos.
Resultado de una adaptación libre de la novela homónima de Juan Enrique Gruber, publicada en 1979, nace Así habló el cambista en coproducción con Uruguay, Argentina y Alemania. Seleccionada para competir como mejor película extranjera en los Oscar. El film retrata la historia de ambición de Humberto Brause (Daniel Hendler), un uruguayo, quien fuera herramienta de enriquecimiento para élites de Latinoamérica y codicioso experto en el cambio de moneda. Durante la trama, el personaje de Hendler, se verá envuelto en una serie de maniobras moralmente cuestionables y aunque no todo ese dinero es sucio, la mayoría provendrá de evasiones impositivas, e incluso de guerrillas y mafias. La película da inicio con una voz en off del protagonista, como narrador de su propia historia, que reza «los cambistas somos el origen de todos los males, culpables de lo que se malogra y se pudre en este mundo», mientras que en imagen el director nos ofrece a una Jerusalén en la que vemos a Jesús expulsar a los mercaderes. Y por si aún no se comprendió la analogía, la secuencia culmina con “Jesús lo había entendido todo”. Tan solo esas pequeñas frases de apertura logran pintar en retrospectiva lo que en definitiva transcurrirá durante el film con la vida de este hombre que se reconoce un antihéroe. Desconozco si Federico Veiroj estará parafraseando la obra de Niestzsche Así habló Zaratustra, pero en esta narración Humberto Brause irá desmenuzando en primera persona toda su filosofía en relación a su profesión, negocio y vida personal, explicando cómo se fue convirtiendo en el cambista más demandado de Montevideo del 75. Esta historia se verá atravesada por flashbacks que nos transportarán a 1956, 1962 y 1966 en pro de la reconstrucción del personaje como justificación de su accionar en tiempos liderados por dictaduras militares que dominaban o asomaban en Uruguay, Argentina, Chile y Brasil. El uso de la música clásica en la película evidencia a un Brause gris y deshumanizado, connotando que su ambición aspira a una grandilocuencia de hombre que le queda holgada. Sin embargo, Daniel Hendler se supera a sí mismo en su interpretación; y si bien la decisión del director de ponerle dientes postizos a un actor tan incrustado en la retina cinematográfica haya sido sólo para cambiar quizás su fisonomía, es mérito de Hendler hacer un uso correcto de esa herramienta y no caer en la ridiculización, logrando que su actuación revele un compromiso honesto con el personaje que encarna dado que atraviesa la pantalla y consigue que el público se olvide del actor y sus dientes, empatizando con su mejor papel hasta el momento. Lo mismo ocurre con las actuaciones de Dolores Fonzi, Luis Machín, Benjamín Vicuña y German De Silva, donde claramente prueban, junto a Hendler, que la dirección de actores de Veiroj es indiscutible como lo es su mirada en la puesta en escena. Extrañada, obturada, ahogando sutilmente la elegancia de sus encuadres, haciendo uso de ritmos y paletas que acompañan el vacío de un ser que se conforta en la monotonía de una nada que se repite hasta el final, en donde les espectadores, sentados en nuestras butacas, viviremos ese mismo hastío redundante. Así hablo el cambista, quinto film de Federico Veiroj, retrata la vida ambiciosa de Humberto Brause (Daniel Hendler), cambista de profesión, quien acusa que “todo lo bueno huele a podrido”.
Hay temáticas y personajes que son centrales en nuestra historia más reciente, y que encima tienen relevancia en el presente, pero aún así están fuera de registro en el cine argentino (o rioplatense). “Así habló el cambista”, la nueva película del director uruguayo Federico Veiroj (“Belmonte”, “La vida útil”), viene a saldar esa deuda. Veiroj toma como base la novela homónima de Juan Enrique Gruber para construir a un antihéroe perfecto: Humberto Brause (Daniel Hendler), un cambista que va ascendiendo en la financiera de su suegro (el siempre brillante Luis Machín) a base de negocios sucios. Brause comienza su aventura como un joven gris que de a poco va mostrando los dientes (literal, Hendler usa una dentadura postiza) cuando empieza a lavar dinero de políticos uruguayos y guerrilleros argentinos en los oscuros años 70. La “patria financiera” que se instaló poco después con las dictaduras militares hizo que sus millones se multiplicaran, pero también se multiplicaron los riesgos. El director encuentra un singular tono entre la comedia negra, el thriller y el drama para contar esta historia que se desarrolla en Montevideo pero que nos toca muy de cerca. Su antihéroe se vuelve odiosamente reconocible, y en cierto punto hasta genera empatía. La recreación de época y las actuaciones (Dolores Fonzi está excelente como la esposa de Brause) completan una película necesaria para entender este presente sombrío y desesperanzado.
La quinta película del realizador de “La vida útil” es una muy original, extraña y divertida comedia negra acerca de un hombre que manejaba, desde el paraíso fiscal uruguayo, grandes cantidades de dinero en la peligrosa década del ’70. Con excelentes actuaciones de Daniel Hendler y Dolores Fonzi. Uno podría decir que ASI HABLO EL CAMBISTA es la versión uruguaya de EL LOBO DEL WALL STREET. Humberto Brause, su protagonista, es un hombre inescrupuloso cuyo único objetivo es la acumulación de dinero. Un cambista que, con el correr de los años, se va enredando de una manera entre absurda y peligrosa con más y más cantidades de dólares y personajes cada vez más raros y complicados. Pero lo de “versión uruguaya” no tiene que ver solamente con el cambio de locación entre la película de Martin Scorsese y la del director de LA VIDA UTIL, sino con el tono y el tempo que se maneja aquí, una suerte de comedia negra, un tanto absurda y bastante tanguera, que toma una situación absolutamente realista y la lleva a un terreno casi de historieta. Un casi irreconocible Daniel Hendler –con una importante prótesis dental que le cambia hasta el modo de hablar– es el tal Brause y su relato en primera persona con referencias bíblicas también son, a su modo, scorseseanos. De entrada nos ofrece aquella historia de Jesús echando a los mercaderes del templo. “El lo había entendido –dice Brause, en off–. Los cambistas somos el origen de todos los males”. Si uno espera que a esa secuencia le siga la de un gran atraco o un negocio de impactante volumen se topará con todo lo contrario: una pareja de viejitos guardando dólares en una caja de seguridad. Sí, la versión rioplatense de los grandes negociados internacionales. Pero pronto todo eso cambiará y, a su manera, ASI HABLO EL CAMBISTA se volverá también una historia en la que se mueven enormes cantidades de dinero y en las que se mezclan políticos uruguayos, militares y Montoneros argentinos, terratenientes y mafiosos brasileños y los viejitos en cuestión, solo que ahora transformados en parte de un gran negocio de lavado de dinero. La película arranca en Montevideo, en 1975, pero apenas Brause se presenta y explica en qué consiste su trabajo (algo que los argentinos, tristemente, conocemos muy bien), Veiroj retrocede a 1956 para mostrar los inicios del joven Humberto en la casa de cambios de Schwensteiger (Luis Machin), un veterano y respetado cambista, que tiene una hija llamada Gudrun (Dolores Fonzi), que atrae al joven y ambicioso Brause. A algunos les llamará la atención que sean los mismos actores los que hagan de sí mismos en versión adolescente, pero créanme que en el tono discretamente farsesco que maneja la película eso funciona a la perfección. ASI HABLO EL CAMBISTA se centrará en el crecimiento de Brause en el rubro y en su cada vez mayor distancia con cualquier idea parecida a la ética. Brause es la clara muestra de que, para ciertas personas, la posibilidad de juntar más y más dinero hace desaparecer cualquier prurito posible. Pero él no es el único que cree que el dinero es la única religión que cumple sus promesas. Casi nadie parece quejarse de sus turbios manejos ya que casi todos utilizan sus servicios y aprovechan sus trucos y trampas. El primer y gran quiebre se produce ya en los años ’60 cuando Humberto decide empezar a manejar dineros no del todo limpios de personajes del gobierno uruguayo y eso lo hace tomar distancia de su más correcto suegro. A esa altura ya está casado con Gudrun, con la que tiene una relación que parece más utilitaria que otra cosa. A tal punto es de fría y profesional que él le confiesa un affair como si nada. A ella parece no importarle demasiado pero la venganza, dicen, es un plato que se sirve frío. El centro de la película transcurrirá en los ’70, con Uruguay convertido en paraíso fiscal para dineros mal habidos de argentinos y brasileños. A Brause acudirán guerrilleros con bolsas de dinero y milicos con intenciones de adueñárselas y él buscará la forma de quedarse con esa plata como sea, aún arriesgando su vida metiéndose en un conflicto que parece quedarle grande. Pero, en sus torpes y por momentos absurdas formas, a veces logra salirse con la suya. Más complicada la tiene en su costado personal ya que ni la mujer ni los hijos parecen prestarle demasiada atención. Y cuando la salud empiece a jugarle malas pasadas, las cosas por ahí se complicarán de maneras inesperadamente graciosas. ASI HABLO EL CAMBISTA es un film político que cuenta la historia latinoamericana (centrándose casi exclusivamente en Uruguay, Brasil y Argentina) desde un ángulo y con un tono que no estamos acostumbrados a ver. No es una película militante ni nostálgica ni de revisionismo histórico y ni siquiera un thriller acerca de las situaciones más duras de la historia rioplatense. Es una ácida comedia sobre el dinero, el material que hace mover a la enorme mayoría de los políticos de estas latitudes, más allá de las banderas que digan representar. Que un mismo y enorme flujo de dólares sea disputado por guerrilleros, empresarios, congresistas, militares y mafiosos habla a las claras de que el único color que importa en la política es el verde. Y que lo demás es, por usar un término rioplatense, para la gilada. Y lo que habilita ese juego, esa diferencia, es la forma tan particular de Veiroj de presentar ese mundo. Con un vestuario, una dirección de arte y un estilo actoral que estira a lo imposible los límites del realismo pero sin volverse necesariamente ni grotesco ni costumbrista, el director de EL APOSTATA juega su juego en un terreno muy personal, que solo se me ocurre compararlo con el de la historieta, o el de ciertas películas de los hermanos Coen, especialmente EDUCANDO A ARIZONA o UN HOMBRE SIMPLE, y hasta algunos de los experimentos de ficción salvaje de la escuela El Pampero (Llinás, Moguillansky). Y si bien el propio Veiroj tiene referencias más oscuras o refinadas (les recomiendo que vean algunas comedias del estudio británico Ealing para darse una idea del estilo) al espectador le quedará siempre la sensación de estar viendo una versión estilizada y burlona de la historia (presten atención a Moacyr, el personaje “brasileño” que hace Germán de Silva), con altos momentos cómicos y otros de una importante –aunque disimulada– carga dramática. Hendler es el protagonista excluyente de la historia y el personaje le permite ofrecer su mejor actuación en muchos años, un tipo que puede ser a la vez un pusilánime un tanto patético y un jugador importante en el tráfico de dinero entre pesos pesados de la política de los ’70. Fonzi y Machín, en roles menos desarrollados, le agregan a la película una mirada externa, lateral, de gente que se pretende más refinada (los momentos musicales merecen una crítica aparte) pero que se ve igualmente enredada en la suciedad del lavado de dinero. Volviendo a la comparación temática con varias películas de Scorsese, ASI HABLO EL CAMBISTA se ubica en ese lugar incómodo en el que se ve que tanto el director como el protagonista tienen una relación de amor/odio con el fascinante y peligroso mundo en el que se mueven, del que dicen querer escaparse pero en el fondo no pueden vivir sin él. Y Humberto Brause –como Henry Hill en BUENOS MUCHACHOS, Sam Rothstein en CASINO o, claro, Jordan Belfort en EL LOBO DE WALL STREET— es un tipo que descubre, finalmente, que la añorada tranquilidad no es otra cosa que un lugar bastante monótono en el que nunca pasa nada. Y en donde no se puede siquiera tomar un buen café.
El uruguayo Federico "Cote" Veiroj siempre nos sorprende. Tras la hermosa Belmonte, y atreviéndose a una producción más grande, su mirada nos vuelve a atrapar