Espías del tedio Todo estaba armado para que Atómica (Atomic Blonde, 2017) terminase de posicionar a Charlize Theron como una heroína de acción old school luego del exitazo de la maravillosa Mad Max: Furia en el Camino (Mad Max: Fury Road, 2015), pero lamentablemente el asunto de a poco se cae a pedazos por la intervención de dos señores, hablamos del director David Leitch y el guionista Kurt Johnstad. Lo que podría haber sido un producto ameno y con una mínima personalidad propia, destinado a vehiculizar una nueva vertiente en la carrera de la siempre bella protagonista, deriva en una realización que no se decide jamás entre el thriller circunspecto de espionaje (el tono fúnebre lo cubre prácticamente todo, eco maltrecho de los exponentes del rubro de la década del 50) o el film rimbombante de acción (aquí nos topamos con una mega catarata de clichés en materia de situaciones y diálogos). El relato está contextualizado en la Berlín de 1989, muy cerca de la caída del Muro, y tiene como eje a Lorraine Broughton (Theron), una agente del servicio de inteligencia británico que es enviada a la capital alemana para investigar el asesinato de un colega y el robo de un microfilm por parte de la KGB, el cual -por supuesto- contiene una lista de todos los espías activos en la Unión Soviética. Lo que sigue es una colección de escenas, que van de lo aburrido a lo potable, intercaladas con instantes de “súper acción” y tomas de la agraciada anatomía de Theron, un combo que se la pasa autosaboteando su potencial a lo largo del metraje: en ningún momento queda clara la motivación de Broughton, además el contacto en Alemania de la mujer, el agente David Percival (James McAvoy), está desperdiciado, y para colmo la historia se enreda en una serie de subtramas que no agregan nada de tensión. Aparentemente el objetivo de fondo fue construir una versión femenina de John Wick, el personaje interpretado por Keanu Reeves en Sin Control (John Wick, 2014) y John Wick 2: Un Nuevo Día para Matar (John Wick: Chapter 2, 2017), por ello se contrató los servicios de Leitch, el codirector -no oficial en los créditos- de la primera, no obstante hay un abismo de calidad entre la presente propuesta y el opus con Reeves. Es decir, las dos John Wick fueron trabajos muy disfrutables cargados del aura de los westerns, el film noir y la acción desquiciada -vía artes marciales y muchos disparos- de las décadas del 70 y 80, asimismo ambas poseían un excelente guión de Derek Kolstad que dotaba de corazón a la gesta encarada por el protagonista; en Atómica en cambio esos rasgos no sólo están ausentes y/ o francamente desbalanceados, además la obra nunca logra edificar un núcleo narrativo coherente o por lo menos usufructuar el contexto de época, más allá de las típicas canciones insertadas secuencia tras secuencia en lo que podríamos definir como otro atributo trillado. Por suerte la película tiene algunos elementos redentores, como por ejemplo esos instantes de una sensualidad eficaz (la presentación de Broughton en la bañera llena de hielo y el encuentro lésbico entre Theron y Sofia Boutella, quien compone a Delphine Lasalle, una agente encubierta francesa) y las escenas de acción de turno, muchas de las cuales son realmente muy buenas (se destaca la toma secuencia que comienza en las escaleras del edificio y termina en una fuga automovilística). La misma presencia de Theron, más la intervención de John Goodman, Toby Jones y Eddie Marsan en roles secundarios, también suman mucho al convite aunque el pulso -tan perezoso como anodino- de la propuesta se convierte en su peor enemigo y no permite que nadie pueda escapar de un tedio general que hasta parece ser convalidado por las citas explícitas elegidas, un signo de ello es la escena en la que la protagonista entra a una sala en la que se proyecta Stalker (1979), bodrio total de Andrei Tarkovsky que aleja aún más al film del supuesto “rango cool” al que aspira…
La explosión rubia Ante el incremento de la concientización feminista en el mundo y, especialmente, de su difusión masiva a través de los medios –marcadamente en la Marcha de las Mujeres contra las políticas de Trump-, era imposible que el cine escapara de esta perspectiva a la hora de abordar sus historias. Pero era aún más evidente que Hollywood, desde su oportunismo habitual, lo hiciera a través de un género tan restringido a la testosterona como lo es la acción. Aunque Hollywood ya había hecho esfuerzos para intentar dar voz a la mujer en este tipo de cine tan estigmatizado, especialmente desde la Lara Croft de Angelina Jolie, lo cierto es que los personajes terminaban cayendo en las tendencias del heteropatriarcado. Se notaba descaradamente el intento de maquillar como “icónicamente feminista” algo que, en realidad, no lo era tanto y que, para más INRI, era anulado mediante la cantidad ingente de obras con la mujer en funciones de accesorio. En los últimos tiempos, la mujer ha ido asomando en papeles de acción algo más complacientes para ella, en el que su rol protagonista ha estado menos sometido a las convenciones anteriormente citadas, en filmes como Indomable (Steven Soderbergh, 2012), la reciente Wonder Woman (Patty Jenkins, 2017) o Mad Max: Furia en la carretera (George Miller, 2015), en la que Charlize Theron se consagraba como icono feminista del celuloide, en una dimensión de carácter exponencial de la causa feminista. Atómica, dentro de la carrera de Theron, sigue la estela del reboot de la película australiana, aportándole a su actriz un papel de fuerte independencia, hecho para su lucimiento. Sólo por la considerable carga feminista que el film contiene –teniendo en cuenta su origen hollywoodiense-, ya merece la pena dejarse llevar por la acción de la película. En ciertos aspectos, hasta supera la hazaña de la mujer maravilla -en el interés romántico, por ejemplo, más incómodo para los puristas retrógrados americanos y, también, de más frialdad emocional-. Aunque es admirable este intento de pluralizar el género por parte del mainstream, aún hay tendencias a corregir como, por ejemplo, el inevitable recreo de la mirada de su director, David Leitch, en el cuerpo de Theron. Otro ejemplo del male gaze que baña los relatos desde tiempos cinematográficos inmemoriales. Ideológicamente, el empoderamiento femenino es lo más relevante que tiene para contar Atómica, ya que sobre la Guerra Fría no descubre nada que no se haya plasmado en su larga tradición cinematográfica. De hecho, no esperen un thriller de espionaje con el toque cerebral de John Le Carré, sino una lectura de los últimos días del Telón de Acero en clave de acción estilizada, por encima de la sustancia, como cabía de esperar del autor de John Wick (2014). Indiscutiblemente entretenida, poseedora de una notable coreografía con mayor precisión e interés que la mayoría de las secuencias rutinarias a la que nos ha (mal) acostumbrado Hollywood, es de lamentar que su guión no esté al servicio de una trama más elaborada y de unos personajes más bien definidos, que no deambulen sin unas motivaciones claras; por no mencionar un cierto desperdicio en el potencial del contexto histórico donde se desarrolla. Si, además, se tratara de un divertimento falto de pretensiones, ésto no afectaría a un conjunto que funciona en la superficie, pero al que le falta ambición para ser la referencia que podría haber llegado a devenir. Su tono afectado y serio (pero lastrado por la carencia emocional), e imbricado con los delirios de acción insertados en una historia algo vaga ocasionan que el conjunto no termine de cuajar en su plenitud, legando en la mente la sensación de ir a medias en todo lo que Atómica propone, salvo en lo que Leitch a niveles de orfebre: la acción. Es infalible en eso y en la innata capacidad de Charlize Theron para llenar una pantalla. Este evidente desaprovechamiento no impide, empero, que Atómica tenga la condición de film disfrutable para los fans del género, y también para todos aquellos poco versados en él, gracias a su correcto tempo, a su juguetón estilo pop con un soundtrack delicioso, a la decadencia de su ambientación, a su atractivo visual y, por supuesto, al (pequeño) lavado del rol de la mujer en el cine americano. Una pequeña bomba dentro de un cambio de paradigma, que deseamos que siga corrigiéndose para llegar a la consagración.
Atómica: La Mujer Nuclear. Llega a los cines una nueva cinta de acción y espionaje, estelarizada por Charlize Theron y es toda una bomba (cuak!). Berlín, pocos días antes de que caiga el muro. Una espía del MI6 es enviada a recuperar una lista con los nombres de todos los agentes británicos, estadounidenses y franceses encubiertos en el lado este de la ciudad. Además tiene la misión de descubrir a un agente doble que está vendiendo información confidencial a los rusos. Luego de ser doble de acción en varios filmes, David Leitch se lanzó a la dirección con una película que sorprendió a crítica y público en general, redefiniendo al héroe de acción: John Wick (2014). Keanu Reeves, un asesino a sueldo retirado que vuelve a las andanzas tras la muerte de su esposa y el perro que ella dejó como su legado post-morten. Qué más se puede decir de esta cinta que no se haya dicho, y antes que se estrene Deadpool 2 (2018), su nuevo trabajo, Leitch nos trae Atómica (Atomic Blonde, 2017), reconfirmando y estableciéndose ya como un director que sabe filmar acción como pocos en estos tiempos. El argumento es simple y efectivo, con varias vueltas de tuerca en el tercer acto de las que si no está atento se te van a escapar, pero acá la verdadera protagonista, Charlize Theron, nos brinda otro personaje femenino para la historia luego de su Furiosa en Mad Max: Fury Road (2015): su Lorraine Broughton no es otra genérica agente del MI6; nunca se sabe que está pensando, es fría, calculadora y explosiva en los momentos de acción, que son excepcionalmente coreografiados y acompañados por una banda de sonido acorde a la época (en la que no puedo dejar de destacar New Order, Depeche Mode, Nena, Public Enemy, Echo & The Bunnymen, Queen, David Bowie). Si las escenas de acción son memorables en este film, la ambientación es otro punto a favor: la paleta de colores (no la obvia, la de luces de neón que, ojo, también suma) nos hace visiblemente el estado caótico de la Berlín de finales de los 80 y también de qué lado del muro estamos. “No confíes en nadie”. Ésta frase se la da su superior a la espía británica y parece ser su frase de cabecera durante todo el metraje, ya que nunca se abre ante nadie, solo en un momento, ante el personaje de Sofia Boutella, y esto le confiere al personaje un halo de misterio tanto para el espectador como para los personajes que la circundan (unido al vestuario monocromático, que la hace aún más “invisible” y por momentos “recortada” del escenario que en el que está), destacando a un James McAvoy que cada papel que interpreta parece transformarlo en alguien cada vez más trastornado. En síntesis, Atómica es otro acierto de David Leitch y, sin lugar a dudas, otro acierto en la carrera de Charlize Theron, consolidándose como una nueva heroína de acción. Podio que comparte con pocas, como Scarlett Johansson.
Aparece en el espectro cinematográfico una nueva heroína de armas tomar: la sexy y ruda Lorraine Broughton.´ Ante el hecho de que en la primera escena suene Cat People, de David Bowie, mientras nuestra heroína Lorraine Broughton (Charlize Theron) tras sumergirse en una tina con hielo para calmar el dolor de los golpes que tiene en su cuerpo, sale ataviada cual modelo de Vogue para afrontar la vida, es imposible no sentir empatía. Y así se va conformando un universo con una estética muy singular, ambientado en ambos lados del muro de Berlín, a pocos días de su caída (1989). Espacio ficcional donde el espionaje es el protagonista de una trama en la que se ponen juego varias vueltas de tuercas, típicas del género, intercaladas con mucha acción física. Lorraine Broughton es una espía inglesa que le toca rendir cuentas ante sus superiores, sobre su misión en Berlín a fines de la guerra fría. Lugar en el que lidiará con otros agentes como David Percival (James McAvoy) y Merkel (Bill Skarsgård), así como también vivirá un romance con la sensual espía francesa Delphine Lasalle (Sofia Boutella). A través de la extensa declaración de nuestra sobreviviente, se irá desplegando el argumento del film estructurado por saltos temporales, peleas coreográficas y mucho vodka; secundado por una estética retro ochentera, donde el fluo, el neón y los grabadores de cinta abierta, se funden con la cultura e idiosincrasia de la época. Charlize Theron en su rol de femme fatal está magnética, y sus coprotagonistas la acompañan a la perfección. Si bien el guion de Atómica, cae en clichés y se sume a agotadores falsos finales con la pretensión de sorprender, la fluidez de la narración, así como las escenas de acción, están muy logradas. Inclusive, por momentos, tienen un atinado sesgo de humor negro. Ni hablar de su soundtrack alucinante. Mientras Lorraine muele a golpes a sus enemigos, suenan temas de New Order, Depeche Mode, David Bowie, The Clash, Joy División, The Cure y también Pulp. Un shot de aguardiente, alto voltaje femenino: ha aparecido una nueva diva del cine de acción (sexy, con personalidad, desprejuiciada), y ¡no la queremos dejar ir!
Guerra Fría, rubia apasionada El director David Leitch (John Wick, Deadpool) está a cargo de esta explosiva historia basada en la novela gráfica publicada en 2012 bajo el título de The Coldest City (La Ciudad más Fría) y ubica su relato a finales de la década del 80 cuando la caída del Muro de Berlín era inminente. Con las actuaciones protagónicas de Charlize Theron, James McAvoy, John Goodman y Toby Jones, Atomic Blonde es un golpe al mentón en cada escena. Literalmente. Este thriller de acción está narrado en código de flashback dado que la protagonista a la que se refiere el título, la agente Lorraine del MI6 británico, nos es introducida cuando está a punto de ser interrogada por sus superiores y por un representante de la CIA debido a los hechos suscitados en Berlín unos pocos días atrás. Luciendo moretones, cortes y secuelas varias de lo que sin duda fue una de sus misiones más difíciles, la rubia atómica comienza su relato de lo que será el núcleo de esta historia que tiene que ver con la recuperación de una lista de nombres cuya divulgación podría prolongar la guerra fría otros cuarenta años. Sin embargo, la tensión dramática de la película no la propone un antagonista claro como hay en la mayoría de las películas de acción con tendencia al espionaje y el mundo de los agentes secretos, sino la búsqueda interna de un elemento infiltrado que actúa desde las sombras pero a la vista de todos. Enviados de la KGB, una enigmática agente francesa y el hombre fuerte del MI6 en Berlín (McAvoy) son todos componentes que se van sumando a una trama que apila escenas de acción violenta para resolver sus principales incógnitas sobre el epílogo, tal vez en forma no tan apresurada cono acumulada dados los múltiples giros que hay en un momento en el que es más para resoluciones que para virajes narrativos. Sobre la propuesta técnica de la película solo hay espacio para elogios y entre ellos resaltan los que apuntan a los distintos planos secuencia que hay durante las escenas de combate cuerpo a cuerpo y de persecuciones a alta velocidad a bordo de distintos vehículos de la época. Y ahí radica el otro punto fuerte de esta producción, con una excelente ambientación de fines de los ochenta basada en los mencionados autos, el vestuario y principalmente la música. La banda sonora es la que se lleva los aplausos más estruendosos a partir de la buena mixtura que consigue entre su fidelidad con la época y los aportes de ambientación que ofrece para cada escena. Por solo mencionar a algunos, el soundtrack incluye éxitos de Queen, David Bowie, Kanye West, Depeche Mode, George Michael, The Cure, Duran Duran, Blondie, Alice Cooper, Blur, Led Zeppelin, The Clash, The Beatles y Eurythmics, entre otros. Curiosamente presentada en 4D pero sin la posibilidad de verla en 3D, Atómica propone una buena inmersión en el mundo del espionaje bélico en un período de lo más particular de la historia moderna tal vez sin aprovechar demasiado los talentos de las principales figuras de su elenco pero apostando al impacto visual de sus escenas de acción y de una trama que no da lugar al respiro.
Hay varias cosas que me gustan cuando veo una película: cuando están bien editadas o tienen mucho de videoclip, cuando hay mujeres pateando traseros y sobre todo cuando transcurren en los años ’80. Pero no, todas las películas de los ochenta, sino las actuales que tienen un trabajo de ambientación. Me gustaría encontrar alguna explicación técnica de por qué esa década me resulta tan atractiva. Supongo que se debe a que nací en esa época, a la nostalgia que me da, a los vestuarios coloridos, los peinados, la música. En fin. “Atómica” está situada en 1989 tiempo antes de que caiga el muro de Berlín. La mayoría del film transcurre en un caótico y pintoresco Berlín, en el preciso momento en que Alemania estaba dividida en dos. La fotogénica Charlize Theron es Lorraine Broughton, una espía (nivel experto, pero me quedo corta) del MI6, que tras el asesinato de un “colega”, viaja a Berlín para cumplir una múltiple misión. Una es recuperar una lista en donde figuran todos los espías encubiertos que trabajan en Berlín oriental y otro desenmascarar a un doble agente. Allí se unirá con David Percival (James McAvoy), un agente atípico que se mueve por la ciudad como pez en el agua. Basada en la novela gráfica The Coldest City, la fotografía tiene mucho de comic, así como los personajes. Algunos verán el uso de la música ochentosa, un tanto abusivo, porque realmente hay música por todos lados, sin embargo, para mí ese cóctel de imagen, música y colorinche hicieron un film desde lo visual y sonoro, increíble de ver. Impecable la dirección de David Leitch, en donde da clases de cómo filmar escenas de peleas. Una de ellas es la gran pelea en la escalera, en donde Lorraine destroza a los enemigos en un plano, que visualmente parece secuencia, pero que fue grabado por partes. Por momentos la historia se torna un tanto confusa por la cantidad de giros, mezclados con un montón de cosas que pasan alrededor. O quizás porque cada fotograma es como una foto y uno se queda como “wooow”… y sin más, se pierde. Atómica, es una gran excusa para ir al cine: acción, piñas, mujeres con power y los ochenta.
Basada en la novela grafica escrita por Anthony Johnston e ilustrada por Sam Hart, encuentra en el director David Leitch, un doble de acción en sus comienzos, a un realizador con escenas de acción coreografiadas a la perfección en escenas con pocos cortes o ninguno, especialmente una lucha en una escalera., un perfecto plano secuencia. Tiene además la ambientación en Berlín en las vísperas de la caída del muro, lo que permite una impactante banda sonora, una ambientación en grises y negros con golpes de color, un vestuario espectacular para la protagonista. Y ella es fundamental; Charlize Theron instalada en heroína de acción con un gran compromiso en sus letales peleas, en su seducción gélida en un mundo de espías dobles donde no puede confiar en nadie y en una relación amorosa con otra mujer. El guión hecho por Kurt Johnston ( el mismo de “300”) va y viene de una reunión de la protagonistas, una agente del M16 con sus jefes, contando todo lo que ocurrió en Berlín, donde debía rescatar una lista de agentes y dobles agentes que pueden caer en manos enemigas. El problema es que se complica en vueltas de tuerca constantes que llegan a confundir al espectador. Pero claro en cada oportunidad ella, casi siempre de tacos y superelegante deberá defenderse de hombres rudos que la hieren pero quedan desparramados. Entretenimiento para los amantes de la acción de marca mayor, elegancia y glamour mezclada con los estallidos y ataques. Un coctel feroz.
El plano secuencia de ochos minutos en el que Charlize Theron se enfrenta a unos mafioso rusos durante una pelea brutal, califica entre las secuencias de acción más impactantes que vas a ver en una sala de cine este año. Atomic no es una película memorable y me atrevería a expresar que podría resultar aburrida para algunos espectadores, pero los fanáticos más acérrimos del género la van a apreciar. La dirección corrió por cuenta de David Leith, uno de los realizadores de la primera entrega de John Wick, quien en este caso adaptó el cómic de Anthony Johnston, The Coldest City, publicada por Oni Press. Una propuesta de suspenso que evocaba las novelas de espionaje de John LeCarré. Salvo que seas fan de ese autor la verdad que el cómic es bastante aburrido. El director en este caso tomó la misma premisa argumental y la desarrolló a través del cine de acción, una elección que hizo más llevadera la historia. Charlize Theron presenta una entrega absoluta en el rol de una espía inglesa que inevitablemente, por las características del personaje, parece una versión femenina de John Wick. Con este papel y su labor en la última entrega de Mad Max, Theron se consolida entre las grandes heroínas del cine de acción de la actualidad. Durante la filmación de Atomic se rompió dos dientes y cuando ves la película te das cuenta que su compromiso con las escenas más intensas (que podrían haber tenido una doble) fue absoluto. David Leith es un realizador que entiende de este género y el trabajo que brinda en la elaboración de los tiroteos y las coreografías de peleas son de primer nivel. Por eso menciono que esta producción será disfrutada especialmente por los fans de este tipo de cine que saben apreciar una secuencia de ese tipo bien filmada. Hacia el final Atomic nos deleita con un plano secuencia extraordinario que como espectador te deja tan agotado como si hubieras intervenido en las peleas de la protagonista. Una escena que por cierto tiene bastantes similitudes con un gran momento de la segunda temporada de la serie de Daredevil. Sin embargo, Leith no le da respiro al público y cuando creías que la adrenalina había terminado el final del plano secuencia da pie a una espectacular persecución automovilística. Los elementos más débiles de esta producción los encontramos en el argumento que presenta un conflicto que ya vimos en numerosas propuestas de espionaje y el tratamiento de la banda de sonido. La película sigue con fidelidad la trama del cómic original pero la narración de Leith por momentos se vuelve algo densa producto del entorno que rodea al personaje principal que no es interesante. Una ventaja que tuvo John Wick con el retrato que se hacía de esa curiosa sociedad de asesinos. Estos inconvenientes que se perciben en la historia se vieron atenuados por el buen trabajo del reparto, donde sobresalen especialmente James McAvoy y Sofía Boutella (La momia). Por otra parte, el film está ambientado en 1988 y el director utilizó la ocasión para incluir un Top 40 con grandes clásicos de esa década. El problema es que al igual que Escuadrón Suicida los temas musicales suenan sin ningún tipo de propósito y en varias ocasiones la música no pega demasiado con las situaciones que se retratan. No obstante, sin llegar a ser una obra relevante, como propuesta de acción, Atomic es una buena película que merece su recomendación.
Punto caramelo El coreógrafo y doble de riesgo David Leitch es uno de los directores de Sin control (John Wick, 2014) y Atómica (Atomic Blonde, 2017), su debut solista, está cortada del mismo paño. La película ofrece la misma variedad de acción meticulosamente confeccionada y estilizada, fácil de seguir y entretenida de ver, que por más ridícula que se ponga siempre se mantiene dentro de una escala humana. Hay un punto caramelo entre absurdo y realista y estas películas suelen dar con él. La heroína y blonda atómica del título es Lorraine Broughton (Charlize Theron), una agente y espía secreta del M16 que es enviada a la Berlín dividida en dos de 1989 con la misión de recuperar un McGuffin con forma de microfilm y descubrir a un traidor en su organización. El resto de la trama es puro deporte: Lorraine se cita con otros contactos, intercambian información, se espían mutuamente y tarde o temprano todos se traicionan. Inútil intentar seguir la historia, no porque sea difícil de comprender, pero porque es más divertido dejarse llevar por amor al género. La consigna de la película es que transcurre en los 80s, lo cual da pie para una iluminación y fotografía cargadas de neón, la prevalencia de antros y clubes nocturnos “desquiciados” en oposición a un gobierno cavilante, y música de la movida glam/punk tipo David Bowie, The Clash y Depeche Mode. La película vive y respira toda esta estética, y algo se alimenta de la subversión representada, pero en definitiva no tiene nada para decir sobre la caída del muro o la víspera de la globalización occidental. El tiempo y el lugar son principalmente excusas para adornar la película. Theron se había demostrado una heroína de acción excelente en Mad Max: Furia en el camino (Mad Max: Fury Road, 2015) y aquí repite el truco. Su personaje no es el más complejo o interesante pero es difícil imaginar a otra actriz en el papel, porque Theron domina cada momento de la película con una mezcla única de gracia y visceralidad, y porque la película se construye literalmente entorno a su esculpida figura. La cámara siempre está admirándola, desde la delicada forma en que arquea las piernas o flexiona los músculos de su espalda hasta la dorada cabellera que estila aparentemente una vez por escena. Sobre cuestiones de estilo la heroína (y su film) son una contrapartida masculina de John Wick, que también viste impecablemente y vive en un mundo rigurosamente a la moda. Pero los films de Wick poseen una veta absurdista y por ende un humor que Atómica carece, tan arraigada (en comparación) es su relación con la realidad. Tiene personalidad pero le falta un poco de locura e inventiva, falta un mundo llamativo. El único personaje pintoresco aparte de Lorraine es Percival (James McAvoy), un agente encubierto que ha sido “tocado” por su fachada de decadencia. También se extraña un ángulo más personal. Hay un intento de intimación que es demasiado poco y llega demasiado tarde. A la protagonista no le importa mucho así que, ¿por qué ha de importarle a la audiencia? Por lo demás Lorraine se pasa la película acatando órdenes sin injerencia o interés personal alguno: su motivación es la de otra semana de trabajo, y nunca sentimos el peligro de que su misión falle ni tememos las consecuencias. La acción está brillantemente compuesta con economía y los recursos se aprovechan al máximo (la pelea más larga, de unos diez minutos, se muestra en símil plano secuencia e involucra una locación con apenas media docena de enemigos). El ritmo de la película entre estas secuencias sufre la falta de una dirección clara; problema que se intenta remediar con escenas de un aburrido interrogatorio que no aportan nada salvo conectar una trama episódica. La cuestión es que los episodios por sí solos lo valen. Aclaración: Atómica se estrena en salas 4D, para los que quieren canjear la comodidad de una sala normal por la de una atracción de feria en la que tu butaca te zarandea violentamente en un burdo intento de imitar la acción en la pantalla y cada tanto el asiento de adelante te escupe agua. No lo recomiendo.
Una bomba surgida de la Guerra Fría. Ambientada en la Berlín de la caída del Muro, la película logra una precisa reconstrucción visual y sonora de la época, para contar una buena historia de acción y de espías. La figura más cómoda para describir a Atómica, de David Leitch, es la del reloj: así es como funciona cada pieza de esta película de acción, en la que todo parece tan preciso y calculado como el tiempo. Pero aunque se acepte que no hay nada más riguroso que el funcionamiento de uno de esos artilugios mecánicos, hay un punto en el que la metáfora deja de ser oportuna, porque también es cierto que no hay nada tan monótono como una máquina encadenada al tiempo. Y la verdad es que si algo resulta difícil de imaginar es que a alguien se le pudiera ocurrir vincular a Atómica con la monotonía: la define su voluntad de sorprender, doblando de forma progresiva sus propias apuestas estéticas y narrativas. Eso no significa que se deba descartar al reloj como símbolo; por el contrario, lo que hay que hacer es reconvertirlo, volverlo parte de un mecanismo distinto, más apropiado para el caso. Por ejemplo: con solo agregarle algunos cables y unos cuantos cartuchos de dinamita, cualquier reloj se convierte en una bomba y entonces la imagen ya empieza a parecer más pertinente. Sí: Atómica es una bomba de tiempo perfecta. Quizá demasiado perfecta. Ambientada en Berlín durante aquella semana de 1989 en la que el muro que dividía en dos a la capital alemana (y al mundo) cayó bajo el vendaval de la Historia, Atómica es algo así como el último relato de la Guerra Fría. Un microfilm que estaba en poder de un espía británico cae en manos de un agente soviético. El mismo contiene información detallada que podría torcer la balanza política para el lado de quien la posea. El MI6, el servicio secreto del Reino, envía a su mejor hombre para recuperarlo, aunque en este caso el mejor hombre es en realidad una mujer. A tono con la época, Atómica se suma a la lista de producciones de acción recientes en las que la encargada de recorrer el camino del héroe es una chica. La agente Lorraine Broughton (Charlize Theron, una vez más estupenda) logra ser una heroína de acción convincente sin necesidad de masculinización alguna. Broughton, la rubia atómica del título original (Atomic Blonde), es tan letal como Jason Bourne sin dejar de ser femeninamente plástica. Incluso los encuentros sexuales, elemento vital en cualquier film de espías, se permiten apartarse de la lógica binaria, aunque es evidente que la mirada detrás del relato sigue siendo masculina. Atómica es deliciosamente fetichista. Un canto a los años ‘80 luminosamente pop por un lado, pero políticamente oscuros por el otro, dualidad a la que le saca el máximo beneficio. Como toda bomba de tiempo, en Atómica el paso de los minutos no hace más que anunciar la explosión inevitable y Leitch consigue que el mecanismo funcione, haciendo que cada parte se active en función de la ingeniería del relato. Desde las citas cinéfilas insertadas en el momento preciso hasta una banda de sonido eficaz, cada pieza apuntala la intención manifiesta de hacer que, al menos durante 115 minutos, los ‘80 revivan en toda su falsa liviandad. La película pone en evidencia su artificio en su banda sonora. Curada por Tyler Bates, la música reconstruye el imaginario sonoro de la época navegando en la superficie de los hits del synthpop, incluyendo artistas como Depeche Mode, New Order, Information Society o Falco. Esa ligera superficialidad revela el carácter de objeto diseñado para el consumo, que se traduce visualmente en un montaje videoclipero que no se aparta de la zona más segura del negocio de la nostalgia. Atómica mira los ‘80 desde lejos y ya se sabe que desde la ficción de la distancia todo siempre se ve mejor, más lindo. Perfecto.
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Lorraine resume todas las fantasías acerca del espionaje y la acción en un personaje que terminará por revelar a Charlize Theron como la figura de género que ya supo presentar con su participación en Mad Max: Fury Road. El inverosímil y la delgada línea que se transita en este tipo de películas es bienvenida en esta oportunidad gracias no sólo al talento de la actriz, sino a una puesta eficiente, efectista, sí, pero ávida de cine que termina por consolidar la misma propuesta.
Solo se requiere un poco de atención en la similitud fonética entre “atomic blonde” y “atomic bomb” y el hecho de la espectacularidad que domina el mercado hollywoodense hoy en día para intuir de qué irá Atómica, este vertiginoso y brutal relato de acción protagonizado por Charlize Theron. Despampanantes escenas de luchas, Guerra Fría, música ochentosa y mucho, muchísimo flúor son los condimentos principales para un film que puede saciar los estándares del género, pero que se asemeja más a las cinemáticas de un videojuego.
La actriz sudafricana de películas como Monster: Asesina en serie y Tierra fría se ha convertido con el tiempo también en una heroína de acción. Tras su paso por Mad Max: Furia en el camino, ahora deslumbra a pura destreza física y sensualidad en esta transposición de la novela gráfica de The Coldest City, de Antony Johnston y Sam Hart. Una historia de espías que no propone nada demasiado revolucionario, pero que se luce y entretiene con sus virtuosas coreografías, su despliegue visual y su acumulación de excesos. Nikita, Lucy, Sucker Punch: Mundo surreal, Kill Bill, Se busca, Underworld... Las mujeres asesinas / justicieras (muchas de ellas surgidas de novelas gráficas) se han convertido en un género en sí mismo con protagonistas tan bellas y seductoras como implacables en las artes marciales o con las armas en sus manos. Charlize Theron (que ya había hecho desde Aeon Flux hasta Mad Max: Furia en el camino) se luce en todos los sentidos en este thriller de espías (dobles) dirigido por Leitch (un ex doble de riesgo que rodó algunas escenas de John Wick / Sin control y ahora está filmando Deadpool 2) y ambientado a ambos lados del Muro de Berlín justo cuando este está a punto de caer, a fines de 1989. Los elementos de Atómica son más o menos los mismos de siempre (violencia extrema, espíritu de comic, hiperestilización visual, muchos desnudos y constantes apelaciones eróticas, coreográficas escenas de acción, saltos temporales y apabullante banda sonora con New Order, Depeche Mode, David Bowie, The Clash y otros clásicos), pero la película se sostiene sobre todo por ver a la magnética y muy fotogénica Theron rompiendo huesos a diestra y siniestra, esta vez acompañada por James McAvoy, Eddie Marsan, John Goodman, Toby Jones y Sofia Boutella en diversos personajes secundarios. Previsible, profesional, pero al fin de cuentas decididamente disfrutable.
El talento y el magnetismo de Charlize Theron elevan un thriller deshilachado La sudafricana Charlize Theron es la protagonista de "Rubia atómica" (tal sería la traducción fiel del original Atomic Blonde). Sin embargo, esta película aquí se llama solamente Atómica, lo que no deja de ser una decisión extraña. La rubia Theron es, además, productora del film. Y en un punto -o en muchos- esta película podría pensarse como una (auto)celebración de la inconmensurable fotogenia de la actriz, que se exhibe con un vestuario tan variado como espectacular. Y también, en una época en que las estrellas rara vez se desnudan, ella lo hace con notable orgullo, como si construyera una película en paralelo, una más memorable, hecha, entre otros fragmentos, de su admirable espalda. Theron, en una película en la que tiene que manejar el sarcasmo mientras es interrogada sobre sus acciones como espía en Berlín en el final de la Guerra Fría y además debe enredarse en peleas de tremendo despliegue físico contra muchos hombres, demuestra una eficacia permanente, y un altísimo compromiso con una película por debajo de su potencia y magnetismo de estrella. La película, por si la rubia fuera poco, tiene a su disposición las muy rendidoras calles de Berlín en los días previos a la caída del muro. Allí es enviada la espía Lorraine Broughton (Theron) a recuperar una lista microfilmada y, claro, comprometedora. No importa demasiado el argumento, Atómica es una de esas de espías desconfiados y traicioneros, con los encantos mencionados más una profunda billetera para comprar derechos de canciones paradigmáticas de la época y para retrotraer a la siempre cambiante Berlín a como estaba hace casi treinta años: dividida en dos, para empezar. Si con todo esto Atómica logra ser apenas una película vistosa y seductora de a ratos se debe a que prácticamente carece de méritos narrativos: el relato no fluye, se entrecorta, se hace arenoso. No hay una visión organizadora que genere cohesión y tensión, que presente como necesaria cada secuencia. Se suman referencias, guiños, canchereadas diversas, verbalizaciones demasiado frontales al final, pero Atómica no hace sistema. Así, lo que queda es una suma de deslumbramientos ante el talento y el talante de Theron, y varias peleas bien coreografiadas. El director Leitch tiene más experiencia como doble y coordinador de dobles que como realizador, y lamentablemente se nota.
Piñas van, piñas vienen Si no se le busca la quinta pata al gato, el filme entretiene como una coreografía de trompadas y patadas. Atómica es una de esas películas que se aprecian si no se las toma en serio: no hay que buscar que no queden cabos sueltos o que la trama de espionaje cierre perfectamente. Es cuestión de sentarse durante dos horas a disfrutar de las logradas coreografías de combate, de la música de los ’80, de la belleza gélida de Charlize Theron (y Sofia Boutella). Quien vaya a buscar algo más, saldrá del cine a las puteadas. No es sorprendente que la mayor parte del curriculum del director David Leitch corresponda a sus trabajos como doble de riesgo y coordinador de dobles. Aunque ya había dirigido escenas de John Wick, esta es su opera prima (y la próxima es nada menos que Deadpool 2). Hay un parentesco entre John Wick y Atómica: en ambas -como en tantas películas de acción- el guión parece una excusa para que los protagonistas muestren su acrobático repertorio de piñas y patadas. En aquella, el danzarín letal era Keanu Reeves y en esta es Theron, que ya se había probado como heroína de acción en Aeon Flux y Mad Max. Aquí, al estilo de Scarlett Johansson en Lucy, se trompea mano a mano con hombres. Pero, atada por una cansadora pose de femme fatale, muestra mayores habilidades pugilísticas que actorales. Hace de una agente británica de inteligencia que, con el Muro a punto de caer, es enviada a Berlín para recuperar una lista de agentes dobles que cayó en poder de los soviéticos. Todo está narrado por ella en un interrogatorio al que la someten sus jefes una vez terminada la misión . Contada con flashbacks, la historia -basada en la novela gráfica The Coldest City, de 2012- parece deliberadamente confusa, tal vez para incrementar el suspenso o potenciar la sorpresa de los giros del final. He aquí otro capítulo en la explotación de la nostalgia por los años '80: más allá del archivo y la reconstrucción de época, el énfasis está puesto en la música. Que es, por cierto, muy buena, pero Leitch abusa de las secuencias al ritmo de George Michael, Queen, David Bowie, Nena -y la lista sigue-, como si no hubiera encontrado otro modo de ponerle ritmo a la cuestión. El tono oscila entre la oscuridad de los clásicos de espionaje de la Guerra Fría y el desparpajo de una de las primeras películas de Guy Ritchie. Y, quedó dicho, funciona mucho mejor en esta segunda frecuencia, como en esa pelea en la que, después de darse con cuanto objeto contundente encuentran, la agente Broughton y un malvado de la KGB parecen a punto de terminar abrazados, llorando como dos nenes que se portaron mal.
Tras el estreno de la primera entrega de John Wick el director David Leich vuelve al ruedo en un thriller de acción con la medida justa de traiciones, enfrentamientos cuerpo a cuerpo y por supuesto, escenas cargadas de adrenalina pura. Es el año 1989 y la agente del MI6 llamada Lorreine Broughton se encuentra en una pequeña habitación con su cigarrillo en mano esperando a que vengan sus superiores y ella comenzar su relato sobre los hechos que ocurrieron en la última misión en la que fue asignada, estos hechos son narrados en modo flashback y cuentan de cómo Lolleine viaja a Alemania (previo a la caída del muro de Berlin) para poder recuperar una lista con nombres de todos los agentes que trabajan de manera encubierta. Atómica se basa en la novela grafica titulada The Coldest City y es llevada a la gran pantalla por el director David Leitch (Deadpool 2), este director aprovecho muy bien las escenas coreográficas en John Wick, en Atómica vuelve a hacer gala de estas escenas que dejan sin respiro al espectador, las escenas en donde con pelea cuerpo a cuerpo son admirables y creíbles, todas esas partes del film son un disfrute en estado puro, Charlize Theron tras interpretar a Furiosa en la última entrega de “Mad Max” dejo bien en claro que está dispuesta a ocupar un rol que por lo general siempre eran ocupados por sus pares masculinos, en Atómica se luce como una mujer dispuesta a dejarlo todo en combate cueste lo que cueste. Acompañan muy bien también los actores secundarios como James McAvoy, John Goodman & Toby Jones, pero aparte de la buena actuación de Charlize Theron otra cosa que se destaca del film es la ambientación de época y el soundtrack musical a cargo de Tyler Bates. Atómica es una película entretenida a la que no hay que perderle el hilo argumental, para algunos puede ser algo densa ya que gran parte de la película se basa en diálogos, pero las escenas de acción están tan bien ejecutadas que harán de ellas una delicia para el espectador.
¡Llega "Atómica" y explota todo! La película protagonizada por Charlize Theron es un deleite de acción, tiros y explosiones. ¡Pochoclera a full! Charlize Theron se pone en la piel de una espía que debe trasladarse hasta Berlín tras la caída del Muro, para desarticular un plan que amenaza con revelar la identidad de todos los agentes encubiertos durante "La Guerra fría". Así narrada, la trama parece salir de un libro de espionaje de John Le Carre. Nada más alejado de la realidad. El argumento es casi una excusa para mostrar una sucesión de secuencias de acción brillantemente coreografiadas y narrar una trama que siempre busca el divertimento del espectador. Atómica es la versión femenina de John Wick (de hecho el realizador David Leitch co-dirigió ese filme con Keanu Reeves), por eso además de tener un personaje femenino protagonista y potente, la película contiene un estilizado uso de la violencia que funciona como un video clip en cada una de las secuencias de peleas, tiroteos y persecuciones. Además, cuenta con una banda de sonido impresionante plagada de hits de los ochenta. La dirección de arte también deslumbra: luces de neón, azules y rojos furiosos, suelos mojados y vestuario imponente retratados en encuadres imposibles. Como dijimos en un principio, el libreto no es muy original ni elaborado (a pesar de las múltiples traiciones y giros a los que debe hacer frente la femenina principal) pero el contexto del filme permite que se disfrute como si se tratara de una verdadera montaña rusa fílmica plagada de adrenalina. Charlize Theron, termina de confirmar en esta performance no solo que es una actriz versátil y bella, sino que además es una mujer de armas tomar que sabe qué hacer cuando la acción llama a la puerta. Las escenas de enfrentamientos "cuerpo a cuerpo" (sobre todo una extensa en donde la rubia desarticula a decenas de hombres peligrosos), además de estar rodadas con pericia, son la muestra cabal de que no solo Bond o Bourne son los abanderados del género. Sin dudas estamos ante una verdadera "Bomba Atómica fílmica"
ESA RUBIA DEBILIDAD Charlize patea traseros sin rendirle cuentas a nadie. Todavía nos falta un largo trecho por recorrer, pero si algo demostró la temporada cinematográfica 2016-2017, es que estamos más que dispuestos a disfrutar de las aventuras de heroínas femeninas que no pierden los ideales, mientras patean traseros de todo tipo. A Jyn Erso, Diana Prince y tantas otras, hay que sumar a Lorraine Broughton (Charlize Theron), agente del MI6 que no tiene nada que envidiarle al 007 más sensual y violento. No hay forma de que “Atómica” (Atomic Blonde, 2007) escape a la comparación con “Sin Control” (John Wick, 2014), no tanto por su protagonista, sino porque comparten (al menos) a uno de sus realizadores. David Leitch decidió desligarse de la secuela protagonizada por Keanu Reeves y, en cambio, le dedicó su tiempo –y su estética tan particular- a la adaptación de “The Coldest City”, novela gráfica creada por Antony Johnston y Sam Hart que mezcla la súper acción, la violencia y el espionaje por partes iguales. Estamos en Berlín, días antes de la caída del muro y, por consiguiente, del final de la Guerra Fría. Lorraine es una de las agentes más capacitadas y mortíferas del servicio de inteligencia inglés y, ahora, debe viajar a la capital alemana para recuperar el cuerpo de uno de sus compañeros asesinados, y de la lista que llevaba en su poder donde se revelaban todas las identidades y las misiones de los agentes encubiertos apostados en Berlín Oriental. Una misión más que peligrosa y sensible, que podría desestabilizar el panorama político actual si la información cae en las manos equivocadas. La única certeza de Broughton es que no debe confiar en nadie, ni siquiera en David Percival (James McAvoy), su contacto local, un agente que logró infiltrarse en ambos lados del muro y cuyos métodos poco ortodoxos, dejan mucho que desear. Obviamente, la llegada de Lorraine no pasa desapercibida, y así su misión se va poniendo cada vez más peligrosa y complicada a cada paso, en medio de un agitado clima sociopolítico, asesinos, doble agentes y alguna que otra espía sensual. “Atómica” es vertiginosa por donde se la mire. Desde su relato que va y viene en el tiempo, hasta una estética ochentera que se complementa a la perfección con los tecnicismos visuales de nuestro tiempo. Leitch nos entrega un relato moderno híper violento que no se contiene ante nada, pero no deja de lado la ambientación de la época, los guiños a la cultura pop y, sobre todo, una genial banda sonora (David Bowie, Depeche Mode, Siouxsie and the Banshees, George Michael, New Order) que le queda como anillo al dedo. Sí, en un punto podría parecer una sucesión de escenas coreografiadas, pero a diferencia de mamarrachos como “Escuadrón Suicida” (2016), acá música y acción encajan perfectamente, y claro que es inevitable tararear esos temas o mover la patita mientras Charlize reparte sopapos. La estética de colores desaturados que contrastan con el brillo de las luces de neón, es una protagonista más de este thriller que embrolla un poco su trama hacia el final, pero compensa con la actuación de Theron, quien se carga el personaje al hombro y, a pesar de sus dobles de acción, le creemos cada patata y piña, entregada y recibida por partes iguales. El guionista Kurt Johnstad no fuerza el humor, sino que deja que decante naturalmente. Acá no hay personajes estereotipados a simple vista, ni de esos que se hacen los graciosos, tampoco superhéroes invulnerables, aunque está lejos de ser una película anclada en el “naturalismo”. Los realizadores logran encontrar el equilibrio justo para que tanta violencia no desentone, pero no podemos (ni queremos) pedirle realismo al 100% a esta gran adaptación comiquera. En contra podemos decir que desaprovecha un poco a Sofia Boutella como la agente francesa Delphine Lasalle, un personaje que saca a relucir toda la sensualidad y vulnerabilidad de Lorraine. Broughton no confía en nadie, no da concesiones y rara vez baja la guardia, pero tampoco es un robot que primero dispara y después pregunta. Theron es lo todo, pero está muy bien acompañada de un gran elenco secundario (Eddie Marsan, John Goodman, Toby Jones y hasta un Bill Skarsgård que no da miedito), una estética visual impecable y una banda sonora que pega más que los rusos. Tal vez, “Atómica” es más forma que contenido pero, ¿cuánto más se puede abordar el tema de los espías durante la Guerra Fría? Lo más importante es su aporte al repertorio de heroínas femeninas que no se contienen ante nada y explorar su sexualidad sin tapujos ni alharaca. Charlize está en su mejor momento, y la necesitamos en este tipo de historias.
Como dispositivo al servicio del lucimiento de Charlize Theron, en plan Nikita, Atómica es de una eficacia abrumadora. Hay que verla caminar en desfile de moda, siempre sexy y letal, al ritmo de una banda sonoda de éxitos de los ochenta. Como espía, en la Berlín previa a la caída del muro, es lo más atractivo del mundo. Claro que eso, más que una buena película, es un buen clip sobre una mujer hermosa que ya demostró que es muy buena actriz. Lo demás es argumento confuso y peleas agotadoras, aunque bastante espectaculares en su violencia hacia el final para acompañarlas con un vodka a la salud de la rubia atómica.
Un festival de escenas de acción con una trama de espionaje durante la Guerra Fría. Puede que no parezca mucho, pero lo que hace Charlize Theron con su cuerpo y su rostro es un festival, una exhibición virtuosa de cómo una intérprete puede hacer del cine de acción un arte totalmente abstracto y preciso que justifica enfrentarse a la pantalla gigante. Aquí debe hacer equipo con James McAvoy, y de hecho la diferencia física entre ambos (bastante notable) es una especie de gag asordinado que pone en el núcleo de la película su verdadera intención. No se trata de las características psicológicas de los personajes, no se trata de cuestiones políticas. Se trata exclusivamente de una abstracción absoluta: qué es lo que los cuerpos pueden hacer en el cine, de qué manera el movimiento puede crear emociones por sí mismo. El film es responsabilidad de quien dirigió las secuencias de acción –codirector, de hecho– de John Wick, David Leitch, y eso implica que la película puede verse, sí, como una obra narrativa –donde es ingeniosa sin ser demasiado inteligente– o como una demostración de que el factor humano todavía es necesario en la pantalla grande, trucos aparte. La Theron sabe hacer todo bien, y logra trabajar el erotismo con una gracia que suele faltar en el cine. Casi podría asegurarse que esto es un homenaje a la única actriz actual capaz de ser elegante y sexy sin dejar de pegar patadas.
Estamos en las semanas previas a la caída del Muro de Berlín, en plena Guerra Fría. A la espía Lorraine Broughton le encargan localizar a otro agente quien portaba una lista con todos los oficiales activos y sus determinadas misiones. Pero todo sale mal y ahora Lorraine deberá buscar ella misma la lista, asociándose con el imprevisible David Percival. Juntos deberán extraer gente que posee importante información, mientras intentan encontrar la famosa lista y descubrir a un doble agente. Casi al mismo tiempo que su estreno comercial en su país natal, nos llega Atómica (Atomic Blonde en su nombre original), una película que nos prometía acción old school como John Wick, y un apartado visual que a nadie dejaría indiferente. Y podemos estar más que agradecidos en esta ocasión, porque se nos cumplió lo que se nos había prometido. Ya desde el trailer se presentía una dirección dinámica pero concisa, donde todas la coreografías de peleas o persecución estaban filmadas como debería ser de forma obligatoria, es decir, con planos abiertos para que podamos ver en detalle que está sucediendo, y sin abusar de los cortes de plano para marear al espectador y hacerlo pensar que estamos viendo algo muy dinámico. De hecho, estén atentos para el mejor plano secuencia del año. Y quien saca mayor provecho a la sobria dirección de David Leitch es Charlize Theron. La sudafricana vuelve a lucirse en un film de acción y demuestra que su talento se presta para cualquier género, logrando que los fans pidamos que le sigan dando roles bad ass. Pero no solo se dedica a repartir piñas y patadas; sino que cuando la trama lo pide, derrocha sensualidad por todos los poros, haciendo de esta espía letal; alguien muy creíble y que seguramente termine en los tops de los mejores personajes vistos en cine este año. Pero ya que hablamos de trama, este apartado debe ser la pata floja del film. Y no porque no tenga sentido, sino que estamos en una de esas ocasiones donde el guion debe ser correcto y ya, para que el director pueda explotar los otros apartados (algo visto este mismo año con Baby: el aprendiz del crimen). Y por desgracia esto no pasa en Atómica, ya que el guión adaptado por Kurt Johnstad se enreda sin necesidad queriendo sorprender con giros; alargando el desarrollo de la trama y haciendo que por momentos Atómica se sienta un poco densa llegando al tercer acto. De todas formas la buena distribución de las escenas de acción, acompañadas con una banda sonora que también irá derechito a lo mejor del año (año que tuvimos grandes musicalizaciones como fueron Guardianes de la galaxia Vol. 2 o la ya citada Baby: El aprendiz del crimen). Atómica es una película de acción, pero lejos esta de pertenecer al grupo de “ver y olvidar”. Grandes actuaciones, una enorme dirección y buenas coreografías de peleas y persecuciones de autos, dan como resultado una de las películas más entretenidas y solidas de la segunda mitad del año. Y recomendamos encarecidamente que la vean en cine.
Durante los últimos años, y salvo honrosas excepciones, el Cine de Acción se ha vuelto un despliegue de deportes extremos con más ganas de impresionar que de avanzar una trama. La emoción es crucial pero no es lo único. Hay que saber encontrar un balance. Con la excusa de “Es una de acción, no hace falta que tenga un guion tan profundo”, propuestas como esta se han ido tristemente a los extremos. Algunos abogaron con demasiada fuerza por el verosímil, trayendo como resultado películas veraces pero aburridas, y otros abusaron de la piedad del espectador hacia inverosimilitudes tolerables, que creen que esa cortesía se la extenderán a los agujeros narrativos que pueda tener la historia. La clave es tomarse en serio, pero no tan en serio. Ser autoconciente, pero tampoco al extremo de expresar que no te importa mantener coherencia alguna. Atómica, para fortuna del espectador, puede ver dicho balance y lo aplica. Se dice A-tó-mica: Es 1989, y Lorraine Broughton, agente de la Inteligencia Británica, es enviada a Berlín en vísperas de la caída del Muro con tres objetivos: asegurar el salvataje de un informante alemán, recuperar una lista que puede comprometer varios operativos, y develar la identidad de un agente doble que ha asesinado a otro miembro de la agencia. Todo esto mientras evita los ataques de un agente de la KGB que también desea esa lista, y un compañero de la agencia en quien no confía plenamente. Atómica tiene un guion sencillo, sin vueltas y al punto, que adhiere a una forma de narración que se veía más en el cine de acción de los 80 y 90, detalle particularmente notorio en la actitud irónica y reacia de sus protagonistas. Las escenas de acción están bien posicionadas y suscitan el interés del espectador en lo que está ocurriendo. Cuenta con sus giros –inesperados y previsibles por igual– pero también tiene la inteligencia de dejar pistas para que el espectador sume dos y dos en su cabeza. Cabe aclarar que goza de una protagonista que es coherente con sus actos: se le dice que no confíe en nadie y sigue fielmente esa doctrina, mientras que las pocas veces donde se descuida lo paga caro. Causas y consecuencias que consiguen movilizar la trama para adelante. Si Atómica tiene un defecto que achacársele es que prolonga demasiado su estadía en pantalla, particularmente en dos momentos: un plano secuencia deliciosamente coreografiado que tiene lugar a lo largo de varios pisos de escaleras, pero que cuando elige extenderlo para incluir una persecución automovilística es donde la proeza se convierte en alarde; no lo necesitaba. El segundo momento es su estirado desenlace, aun cuando aporta un giro inesperado a la trama y nos da una última escena de acción para cerrar la película en una nota alta. Atómica es una película que sabe utilizar el color para crear un atmósfera. Valiéndose de los rojos, azules y verdes, en todas sus variantes y con una fuerte presencia del neón. Es una película que no agita sus encuadres ni corta picado y a lo pavote. Las escenas de acción se hacen en pocos planos, sostenidos y fijos, para apreciar el esfuerzo físico, la fluidez y la eficacia tanto en las escenas de pelea como en las de tiroteos. Es una propuesta que entiende que para poder sentir la adrenalina primero se la debe apreciar, como si de un cuadro se tratara. Desde luego cabe aclarar que la platea melómana se deleitará con la banda de sonido que, como se podrán imaginar, tiene un amplio repertorio de música de los 80, con natural énfasis en los grupos alemanes de aquella época. En el apartado actoral, Charlize Theron se ratifica como toda una estrella del cine de acción. La actitud, desprejuicio, destreza física, parquedad e ironía que le imprime a su personaje, son una de las grandes razones por las que la película llega a tan buen puerto. James McAvoy prueba ser un digno acompañamiento, mientras que Toby Jones y John Goodman son creíbles figuras de autoridad. Sofia Boutella es apropiada, pero no mucho más. Conclusión: Atómica es una película que tiene claro su propósito de entretener y lo cumple a cada paso del camino. Tiene el guion justo y necesario para funcionar, es rica visualmente, tiene una protagonista carismática y, lo más importante de todo, no aburre en ningún momento. Un intensamente entretenido paseo al que vale la pena darle una oportunidad.
Atómica es una película claramente concebida desde lo musical, y no necesariamente porque su nombre (más aún en español) parece el de un disco de Babasónicos. Es “cool”, tiene “ritmo” (aunque uno tedioso) y vibra al compás de los 80s (como prácticamente todo lo que es trendy desde Stranger Things). También sufre de un vicio muy habitual en este tipo de producciones: se cree mucho más inteligente de lo que es, y termina tropezando en sus propias vueltas. La historia transcurre a finales de la Guerra Fría (se nos explica que el muro está cayendo, pero ésta no es esa historia porque, claro, sino todo sería mucho más interesante), y tiene a Charlize Theron como protagonista absoluta. Nobleza obliga: lo único que salva a la película de la mediocridad total es justamente su presencia. Contada a través de flashbacks narrados intermitentemente en una sala de confesiones, Atómica expone sus giros e infinidad de vueltas, hasta marearse y darse de cara al piso. La película comienza con la introducción del que claramente será el antagonista, un tal Percival (James McAvoy), quien se sospecha está oficiando de “doble agente” y, por ende, representa un peligro. Por supuesto que la cosa no es tan simple, y nadie es lo que parece: para cuando hacemos la tarea de matemáticas y comprendemos que los dobles agentes pueden multiplicarse hasta ser cuádruples, séxtuples o varias veces múltiplos de números pares, ya no nos interesa quién ni cómo está llevando la cuenta, y tampoco importa: entendemos que se viene otro giro y por ende debemos sorprendernos y sonreír con sorna. Como la protagonista, cínica pero con un corazón de oro en el fondo, que remata sus disparos con miradas rudas y alguna que otra frase como “quién es tu perra ahora”. Hay un McGuffin (ese término acuñado por Hitchcock para “mover la trama”), que es una lista de nombres de agentes que se pasaron al lado oscuro (o al lado luminoso… o a los dos, o tres, si hubiera un tercero) y que, claro, todos quieren obtener a toda costa. Porque si el nombre de un agente está en esa lista, junto con el muro cae su cabeza. Y, como dice el astuto Percival, los ideales son muy bonitos pero lo mejor de todo es “salir vivo”. Eso, y Berlín, que en los 80s se re-pone y por si no queda en claro, su personaje lo exclama un par de veces. Atómica tiene todo lo que los logaritmos de tendencias quieren: una playlist en vez de una banda sonora, retoque de color exagerado (y tristemente monótono), violencia estilizada y redundante, y lesbianismo idealizado para deleite del heterosexual promedio. Un cocktail explosivo de acción y música que seguro funciona muy bien en Spotify, pero en casi dos largas horas de película es no más que un disco rayado.
Charlize Theron: la rubia atómica en la guerra fría Los últimos días de la Guerra Fria son el marco para esta adaptación de la novela gráfica "The Coldest City", con una superagente del servicio secreto británico que mata espías a diestra y siniestra a ambos lados del muro de Berlín. Luego del asesinato de uno de sus colegas ingleses, Charlize Theron aterriza en el aeropuerto de Alemania Occidental y desde el mismo minuto que pisa Berlin queda claro que la KGB conoce quién es y qué está haciendo allí, lo que da lugar a una serie de excelentes escenas de acción, algunas extremadamente violentas para acentuar el estilo historietístico del asunto. Si bien el aspecto visual es atractivo, y la aparición en los dos Berlines de 1989 de esta espía sexy, en medio de discotecas a toda música pop de los '80, es divertido, lo cierto es que en los pasajes que el film se toma más en serio da la sensación de que una historia de espías al ritmo de la caída del Muro daba para mucho mas. Con todo, Charlize Theron interpreta con furia un personaje capaz de eliminar cualquier tipo de enemigos, y particularmente una larga escena de acción, violencia y suspenso que se convierte en el auténtico climax justifica por sí la película. Las presencias de John Googman y Tobey Jones, también.
Ficha técnica: Título original: Atómic Blonde Origen: EE.UU. / Alemania / Suecia Año: 2017 Dirección: David Leitch Guión: Kurt Johnstad (basado en la novela gráfica de Antony Johnston y Sam Hart) Reparto: Charlize Theron, James McAvoy, Eddie Marsan, John Goodman, Toby Jones, Sofia Boutella, Bill Skarsgård Duración: 115 min. Basada en la novela gráfica “Atómica: La ciudad más fría / The Coldest City ”, de Antony Johnston y Sam Hart, la película Atómica (2017) sorprende al mostrar una historia de espionaje en la época de la Guerra Fría de manera muy diferente a los recurrentes relatos flemáticos de ritmo parsimonioso. En esta oportunidad tenemos una historia compleja, con acción prácticamente de principio a fin y narrada de modo inquietante. La trama sigue la misma premisa que las viñetas: La agente del MI6 Lorraine Broughton (Charlize Theron), es enviada a Berlín Oriental pocos días antes de la caída del muro con el fin de recuperar una lista con la identidad de todos dobles los agentes británicos activos en esta región. La lista se encuentra en riesgo inminente, estando a punto de caer en manos enemigas después de la muerte del agente que fue su último portador. En muchos sentidos esta adaptación se mantiene fiel a la novela gráfica en la que se basó, aunque su estética es completamente diferente: En los cómics, predominan los contrastes del blanco y negro, en clara alusión a la dicotomía de la Guerra Fría. En tanto la fotografía de la película sustenta una estética en luces de neón, cual signo de los tiempos para fines de la década del ochenta. No obstante, la estética y la fuerte presencia de tonos azulados y fríos, dialoga a la perfección con esencia del escenario geopolítico previo a la caída del muro de Berlín. En Atómica, el realizador David Leitch destaca mediante una cuidadosa dirección, la preocupación por mantener equilibrada la exquisitez de la forma mediante secuencias de acción que positivamente se destacan en el escenario cinematográfico actual. En tanto la sustancia en sí, se vale de la profundidad de un relato pleno de tensión, capaz de fascinar dada su reminiscencia a los clásicos del espionaje de John le Carré. De modo que Atómica, funciona como un híbrido de tales complejas tramas adosadas al vértigo y la acción implícita en las recientes entregas de la saga de James Bond. Charlize Theron, actriz ganadora del Oscar por Monster (2003), ha demostrado en más de una ocasión ser una actriz preparada para películas de acción. En tanto su trabajo en Atómica destaca por su lenguaje corporal, dispensando la necesidad de diálogos en una interpretación sostenida desde una mirada penetrante, dejando en claro todo aquello que pasa por la mente de su personaje. Cual Coronel Kurtz de Apocalypse Now! (1979), un notable James McAvoy, interpreta a un agente del MI: 6 que trabajó durante años en el este de Berlín, y que en ausencia de toda autoridad, ha creado su propio reino donde el tráfico de información es la moneda corriente. Su tesoro más preciado es un informante, interpretado por el genial Eddie Marsan, quien realizo y memorizo una lista que contiene todas y cada una de las verdaderas identidades de los espías de ambos lados del muro. Esta lista si termina en las manos equivocadas podría, de hecho, prolongar la Guerra Fría. La mayoría de las impactantes escenas de “Atómica” cuentan con la curaduría musical de un soundtrack compuesto principalmente por canciones de los años 80, desde Joy Division, New Order, George Michael, hasta David Bowie y Queen. Resulta muy interesante observar –y escuchar- cómo buena parte de las canciones se inserta de manera diegética, haciéndolas aún más representativas en algunas escenas. Como en John Wick (2014), Leitch hace de Berlín una ciudad poblada por los profesionales de la muerte donde no hay nada seguro y todo está a punto de cambiar. Un contexto fuera de control, sumamente atrayente y sofisticado, categóricamente definido por el caos y el sentido apocalíptico que pesa sobre el relato. De modo que haciendo alarde de un sugestivo y atrayente contenido, sumado a la gracia de un montaje ágil sin necesidad de estridencias, Atómica resulta una de las más atrayentes propuestas cinematográficas del año. Vale destacar que la producción enarbola el discurso de empoderamiento y representatividad femenina, muy bien representado por Charlize Theron (actriz declaradamente comprometida en el feminismo), que muestra que las mujeres pueden hacer todo, dentro y fuera de las pantalla.
Película de espías que intenta ser más que eso, Atómica, de David Leitch, ofrece una heroína que se gana la pantalla y buenos momentos de acción, aunque la ilación entre ellos no sea la mejor. Haciendo una rápida visita al perfil de IMDB de David Leitch nos vamos a topar con que antes de debutar como director, su currículum ofrece una interminable experiencia como doble de riesgo. Este dato, que parece inútil, nos sirve para enmarcar lo que, hasta el momento, viene siendo su cine. Co-Dirigió (sin ser acreditado) John Wick/Sin Control, y se bajó de su secuela para poder encarar el que sería realmente su debut en los créditos de dirección, el film de marras. Si en John Wick asistíamos a un asesino a sueldo que se enfrentaba a toda una legión mafiosa con la simple excusa de recuperar un perrito; algo similar vemos en Atómica. No es que la motivación de su protagonista, esta vez femenina, sea tan simple como aquella, sino que tanto guion como puesta, parecieran no estar muy atentos en remarcarla. El año es 1989, la agente del servicio de inteligencia británico M16, LorraineBroughton (CharlizeTheron) debe viajar a Berlín (en tiempos en los que el muro tiembla) en el medio de una investigación de asesinato de otro espía y el robo de un microfilm (el típico que contiene la lista de nombres de otros espías) en manos de la KGB. Listo, se planteó el tema, que empiece la acción. Basada en la novela gráfica de Antony JohnstonTheColdest City, el guion de Kurt Johnstad (300 1 y 2) se limita a poner a la protagonista en escena, y otorgarle algunas reuniones con personajes secundarios, interrogatorios, y otros etcéteras, que sirvan de “pantalla de carga” entre una escena de acción y otra, que en definitiva, parece que eso vinimos a ver. También se las ingenia para encontrar todas las oportunidades necesarias para que su protagonista muestre sus ondeantes curvas y sacuda su pelo rubio blanquecino cual publicidad de champú. Sí, es rubia, y es atómica. Atómica no intenta seguir el legado de James Bond, ni siquiera el de los films con Daniel Craig mucho más cargados de adrenalina que de ingenio. Su camino es el del entretenimiento, y el de intentar superarse escena tras escena en espectacularidad coreográfica. La estructura es bastante menos rígida que en las aventuras del espía creado por Ian Fleming. Quizás, se asemeje más a aquel Xander Cage de Vin Diesel en XXX, aunque decididamente, Atómica es menos divertida que aquella. Diversión, eso es lo que falta en el film de David Leitch para cerrar un combo perfecto. Las escenas de acción en falsos planos secuencia, con villanos que aparecen aquí y allá, y con piruetas propias del Cirque Du Soleil (aunque intentan ser más o menos factibles) encienden el motor, nos ponen a tono, y nos dan ganas de agarrar el balde gigante de pochoclo y sumergirnos dentro de él en un festín explosivo. Pero el resto del film, que redondea casi las dos horas, carece del mismo timing, pidiendo por favor que empiece ya otra de esas escenas en donde lo que se dice no importa. CharlizeTheron se encuentra a pleno, esta debía ser su película para posicionarse como la nueva chica de acción, y lo logra. La cámara la mira a ella sola y ella sabe qué entregarle, es sexy y aguerrida, es ambigua, es completa. Hasta se da el lujo de mostrar su girlpower con otra fémina en escena de jugueteo lésbico. Los secundarios de James McAvoy, John Goodman, Toby Jones, Eddie Marsan y Sofia Boutella (la destinataria del escarceo lésbico), cumplen, aunque si se les hubiese dado una mayor importancia, quizás el film tendría la potencia extra que necesita. La ambientación en 1989 en tiempos de avanzada capitalista es otra excusa, esta vez para una cámara de tonos fríos que se contrapone al neón, una banda sonora de hits de la época, y alguna simbología que nos lleve al momento (aunque habrá que decir que abusa bastante menos de lo pensado del mensaje patriótico). Es una puesta lograda para un film completamente estilizado. Atómica es puro entretenimiento, liviano, sin pretensiones de dejar mayores lineamientos, y en plan de presentación de una heroína y un director al que se le avecinan compromisos más importantes. Si a este carrusel de entretenimiento se le hubiese inyectado un poco más de diversión y sentido del ridículo, estaríamos hablando de uno de los mejores tanques del año; lástima que no es el caso.
Atómica es una fiesta. Es de esos films que no te dejan respirar y que hacen que estés en la punta del asiento. Me animo a decir que posee algunas de las mejores escenas de combate de los últimos tiempos. Hay un plano secuencia que es memorable. El director David Leitch vuelve a probar que es uno de los mejores es este género. Ya nos había impactado con grandes secuencias en la primer entrega de John Wick (2014) y aquí redobla la apuesta. (Ahora está haciendo Deadpool 2). Otro punto muy importante también para destacar es la estética, es sucia pero al mismo tiempo brillante. Se nota mucho la influencia del comic, no solo en el que está basado sino en el noveno arte en general. Asimismo, proporciona algo diferente en el gran aluvión que tenemos de películas situadas en la década del ochenta. Aquí es al final, en plena caída del Muro de Berlín y los contrastes del este y oeste están bien marcados. Es en ese contexto donde conocemos a una agente encubierta del MI6 llamada Lorraine, con la Guerra Fría llegando a su fin. Charlize Theron es una fuerza de la naturaleza. No hay nada que no pueda hacer y aquí es todo. Es un papel muy poderoso el que interpreta. Y lo hace de manera brillante en cada una de sus escenas. Dan ganas de aplaudirla en más de una ocasión dando (y recibiendo) piñas, lo otro poco importa. Su personaje es tan fuerte que opaca al resto del elenco. Otra cosa impresionante es la banda sonora. Suenan hits clásicos de Queen, David Bowie, The Cure, Duran Duran, Blondie, The Clash, entre otros. Todo se amalgama muy bien con la trama de espionaje y contraespionaje, un subgénero que tiene exponentes muy marcados pero no uno femenino tan fuerte. Tuve la oportunidad de experimentar la película en versión 4D lo que hizo que el visionado sea aún más electrizante. En definitiva, Rubia Atómica (ese es su título original) es un genial exponente de acción, entretenimiento asegurado para el gran público y delirio absoluto para los fans.
Durante el climax de “Comando Especial 2” (2014), antes de que el personaje de Channing Tatum le arroje una granada a su enemigo, su compañero, interpretado por Jonah Hill, le pide que cuando lo haga diga “algo cool”, como una especie de guiño a las películas de acción de los ’80. Al analizar “Atómica”, da la sensación de que David Leitch (“John Wick” 1 y 2) tomó esta frase como premisa para todos los elementos que componen el film. Y si bien en muchos casos funciona, como en las frenéticas escenas de acción, la bella fotografía, el pegadizo soundtrack o incluso en la elección de algunos actores que pueden sacarle agua a las piedras con cualquier rebuscada línea de diálogo que les pongan en frente, finalmente el film sufre de un exceso de giros característicos en el género de espionaje. Poco antes de la caída del muro de Berlín, una lista con los nombres de cientos de espías trabajando dentro de la Union Soviética es robada, lo cual pone en peligro no solo las vidas de los espías sino que amenaza con extender la guerra fría durante varias décadas más. La agente del MI6 británico Lorraine Broughton (Charlize Theron) será enviada al otro lado del muro para reclutar al excéntrico David Percival (James McAvoy) e intentar recuperar la preciada lista. A diferencia de lo que imaginamos que tendría predominancia en una película de espías al final de la guerra fría, “Atómica” toma la audaz decisión de que el espionaje cerebral y de investigación pase a un segundo plano e incluso se termine basando más en hechos fortuitos y casualidades que en investigaciones realizadas por los personajes. En reemplazo de esto, la acción pasa a ser el centro de atracción; persecuciones a alta velocidad e increíbles secuencias de combate cuerpo a cuerpo que parecen no tener fin, maquillan ciertas fallas estructurales y entretienen al espectador de principio a fin. En cuanto al reparto, podemos destacar la labor de Charlize Theron, quien no necesita pronunciar ni una sílaba para transmitir su frustración y agotamiento tras las incontables palizas que sufre durante los 115 minutos del film; además cabe resaltar que en muchas de las secuencias de acción sin cortes a las que nos tiene acostumbrado Leitch tras “John Wick”, vemos a Theron repartiendo piñas sin la necesidad de utilizar dobles de riesgo. La otra labor destacada es la de James McAvoy, carismático y entretenido en un momento, egocéntrico y odioso al otro, simplemente es el personaje que logra el mayor vínculo emocional con la audiencia y confirma que sin importar el film en que esté, McAvoy siempre es uno de los puntos altos. “Atómica” comete varios errores, especialmente en una trama que intenta acaparar más de lo necesario, pero entre una gran elección de música, acción bien coreografiada y una ambientación atractiva para la historia de nuestros personajes, el resultado logra ser satisfactorio.
Crítica emitida en "Cartelera 1030", Radio Del Plata (AM 1030) SÁBADO de 20-21hs.
PRETENSIONES ATÓMICAS Antes de definir los elementos que hacen que Atómica no funcione del todo, es conveniente enterarnos de algunas cuestiones de su director David Leitch. Originalmente doble de riesgo, es socio de Chad Stahelski (director de Sin control, mejor conocida como John Wick) con quien fundó la productora 87 eleven. Antes de Atómica dirigió algunas escenas de John Wick y un corto promocional de Deadpool, además será el director de la próxima Deadpool 2. De alguna manera todos estos ítems de la biografía cinematográfica de Leitch se reflejan en el resultado final de la película protagonizada por Charlize Theron. Estamos ante un cine de acción muy físico que muchas veces apunta toda su atención a la pura forma. Rápidamente y sin matices podríamos definir a Atómica como una cruza entre John Wick y las películas de Jason Bourne, porque a esa plasticidad cool de John Wick le agrega un despliegue físico brutal (el trabajo de Theron en ese sentido es impecable), golpizas con vértigo y realismo, que hacen que a cada golpe que vemos nos tapemos la boca para comprobar que nuestros dientes siguen en su lugar. Sin embargo, la verdad de Atómica está en otro lado, en la pesada trama de espías en el fin de la Guerra Fría a la cual se aferra innecesariamente. Probablemente es material proveniente de la novela gráfica en la que se basa, o es un elemento que intenta darle relieve a una película que lamentablemente exigía cierta libertad poética. Todo lo que se nos cuenta acerca de dobles y triples agentes tiene tal peso que termina funcionando como un ancla para la acción. Atómica, que se vende como un film explosivo, es más bien una película aburrida y contenida, como si Leitch no hubiera aprendido las lecciones de los hallazgos de John Wick como film de acción moderno; esto es: contundencia, novedad y una trama que avanza al ritmo de las escenas de acción, que nunca se queda atrás ni se repite. Por el contrario, el director está demasiado ocupado por que su película sea un largo videoclip reluciente; agarra este personaje duro y medio osco que la buena de Charlize viene construyendo hace unos años desde Prometeo, pasando por Mad Max y hasta por Rápido y furioso 8, y le agrega el color de los tardíos años 80, un toque de 007 y mucha música buena, obvia y no tanto, para condimentar cualquier ocasión por más cotidiana e irrelevante que sea. Lo que importa es la pose, con lo cual, sobre todo en la segunda mitad, Atómica acumula videoclip tras videoclip, vuelta de tuerca tras vuelta de tuerca y muy poco de la acción catalizadora que necesita una historia estancada. Es ese tipo de cancherismo que hace que una película repleta de estímulos se vuelva tediosa. Es así como la película que se perfilaba como la John Wick femenina es apenas un reflejo de nuestra esperanza. Un pálido 1 a 1 con Venezuela de local con música de los redondos en la previa.
Un thriller de espionaje elegante y muy efectivo Comentario del filme, que tiene secuencias de acción armoniosamente diseñadas. La protagoniza una Charlize Theron brutal que deslumbra por su “look” y su desempeño físico. Hay cierto encanto en ver a Charlize Theron patear traseros con estilo. No es no haya habido antes espías mujeres en el cine, pero la protagonizada por la actriz sudafricana en Atómica lleva al personaje un paso más allá en la performance física, poniéndola a la par de sus equivalentes varones aunque con dosis de sensualidad y fiereza difíciles de encontrar en otro semejante. Dirigida por David Leitch, uno de los responsables de John Wick (Otro día para matar) y doble de riesgo de prácticamente la mitad de las películas de acción que nacieron en Hollywood, Atómica es un clásico thriller de espionaje efectivo, con un relato nutrido de muñecas rusas que se van develando a medida que avanza la película. Tras el crimen de un agente, el servicio de inteligencia británico manda a su espía encubierta Lorraine Broughton (Theron) a investigar el asesinato y tratar de evitar que una lista con nombres de colegas occidentales sea entregada a los rusos. No obstante, el filme comienza con un interrogatorio de Broughton posterior a los hechos, en los que aducimos que no le fue tan bien con la misión, y luego completa la narración a modo de flashback. En esa retrospectiva, contextualizada en el marco de la Guerra Fría -más precisamente en los días previos a la caída del Muro de Berlín-, queda claro que desde que pone un taco en suelo alemán, la identidad de Lorraine no es secreto para nadie y que su tarea está en riesgo. Basada en la novela gráfica The Coldest City, Atómica (que en su título en inglés formula un pertinente juego de palabras entre bomba atómica y bomba rubia) propone una paleta de colores en su composición que no la aleja de su origen. Sumamente estilista y con amor por el detalle, es un homenaje visual (la reconstrucción de Berlín es memorable) y auditivo (la excelente banda sonora incluye temas de Bowie, The Clash, Depeche Mode) a la década de 1980, que por momentos recuerda a la Nikita de Luc Besson, en especial a su versión televisiva. Leitch nos muestra que Charlize puede lucir estupenda hasta con pijama y, al mismo tiempo, ser un arma mortal. Es que aunque jamás se ría y coquetee con una sobredosis de solemnidad, la performance de la actriz da cuenta de las horas de entrenamiento a las que se sometió para darle vida al personaje. En definitiva, se la re banca. Con soporte de grandes nombres (Toby Jones, Jo hn Goodman, Eddie Marsan), se destaca el acompañamiento de James McAvoy (Fragmentado, X-Men) como otro agente encubierto de la misma agencia, mucho más expresivo, con quien Lorraine jugará al gato y al ratón. Para el postre, el final entrega un plano secuencia de 10 minutos que termina de ponerle el broche de oro y deja a Atómica como una gran experiencia de disfrute cinematográfico.
Atómica es un gran film de acción que deleitará especialmente a los fans del género. La parte más explosiva y emocionante de la película por momentos logra eclipsar el thriller de espías, pero con semejantes escenas de acción y la potente labor de la actriz protagonista es difícil que alguien salga insatisfecho de la sala. The Coldest City es una novela gráfica publicada por la editorial Oni Press en el año 2012 con arte de Sam Hart y escrita por Anthony Johnston. La protagonista es Lorraine Broughton, una espía británica del M16 que se infiltra en Berlín a finales de la Guerra Fría para develar la verdad detrás de la muerte de un colega y descubrir a un traidor dentro de su organización. Mientras la obra original de Johnston y Hart tiene un estilo mucho más clásico y tradicional, cercano al film noir o las novelas de espionaje de John Le Carré, su versión fílmica corre por cuenta de David Leitch; uno de los directores de la exitosa y sorpresiva John Wick (2014) que hasta el momento era reconocido en Hollywood por su labor como doble de riesgo, coordinador de dobles y coreógrafo de peleas en numerosos films. La unión de estilos tan diferentes podría dar como resultado un film terrible con tonos dispares, no es nada fácil combinar una novela gráfica de suspenso, sobria, rígida, en blanco y negro con un film de acción entretenido, acelerado, electrizante y lleno de color; pero Leitch sale bien parado y nos entrega una de las mejores películas de acción del año. La película comienza con la agente del M16 Lorraine Broughton (Charlize Theron) siendo interrogada por su superior Eric Gray (Toby Jones) y el agente de la CIA Emmett Kurzfeld (John Goodman). Lorraine da el reporte de su última misión: fue enviada a una Berlín dividida con un muro a punto de caer para recuperar una lista con los nombres de todos los agentes aliados infiltrados en la Unión Soviética. Además, durante su estadía en Alemania deberá descubrir la identidad de Satchel, un doble agente que vendió información a los rusos por años y asesinó al último portador de la lista. Si esa información cae en manos soviéticas, pondría en peligro a todos los espías activos en Rusia. El contacto de Lorraine en Alemania es David Percival (James McAvoy), un excéntrico y libertino agente que lleva años viviendo en Berlín. Juntos deberán trabajar para recuperar la lista, aunque ninguno de los dos confíe plenamente en el otro. Atómica sigue bastante al pie de la letra la trama de la novela gráfica (salvo unos pequeños cambios), pero la principal diferencia es en su tono. La película está llena de escenas de acción, tiroteos, combate cuerpo a cuerpo y hasta una persecución. Todo realizado con coreografías prolijas y creíbles, tomas largas y hasta un (falso) plano secuencia de casi 10 minutos. Las peleas se sienten reales, con Charlize peleando “como una chica” en el mejor sentido de la expresión (usando codos y patadas, haciendo armas de objetos que la rodean, golpeando puntos estratégicos del cuerpo y utilizando su agilidad para contrarrestar la fuerza física de sus atacantes). La actriz protagonista ya demostró en Mad Max: Fury Road (2015) que se siente cómoda a la hora de interpretar heroínas de acción y con Atómica se consagra. Lorraine es inteligente, fría, calculadora. Por momentos parece frágil al caminar con gracia al interior de un restaurant con un vestido que quita el aliento y su mirada seductora, pero de un segundo a otro explota en un torbellino de piñas y patadas, bajando a todos los enemigos que se crucen en su camino hasta terminar con su rostro hecho una pulpa de tonos rojos y violetas. Charlize se entrega con todo al papel y eso se nota en la pantalla (de hecho, filmando las escenas de acción sufrió hematomas en las costillas, una lesión en la rodilla y se le partieron dos dientes). Otro punto a favor de la película es su estética, tanto visual como sonora. Ambientada en 1989, el soundtrack tiene varios hits de enormes artistas (algunos reversionados) del calibre de David Bowie, George Michael, New Order, Nena, Falco, A Flock of Seagulls y The Clash. Por otro lado, la estética ochentosa está muy bien recreada en las convulsionadas calles de Berlín, la ropa, los peinados y las luces de neón que inundan los boliches. Donde Atómica flaquea es en su aspecto narrativo. En varios momentos la historia corta de la misión de Lorraine al interrogatorio y el ritmo de la película se siente un poco desbalanceado, cada vez que el film agarra velocidad con la acción, de pronto clava el freno de mano y volvemos a la charla. Tampoco se aprovecha demasiado el contexto histórico, toda la agitación política y social de una Berlín a punto de estallar y el muro pronto a caerse lo vemos mediante flashes informativos de tv que aparecen cada tanto. El elenco secundario acompaña muy bien a la protagonista sin opacarla. James McAvoy se destaca en su rol de espía mujeriego y alcohólico que conoce como nadie las calles de Berlín y Sofia Boutella suma su encanto en el papel de Delphine, una espía francesa interesada en Lorraine y su misión.
Atómica responde de manera prometedora a una serie de dilemas de Hollywood sobre el estado del cine de acción y el rol de la mujer en él. Más jugada que otras, la película empuja la osadía un poco más allá. Tal vez hasta un punto de no retorno. Lo que hace que Atómica se sienta un cine de acción moderno, en un punto de inflexión inaugurado por John Wick (2014). Esta es la receta de Atómica: una dosis moderada de ridiculez, ultra-violencia y delirio entretenido sin perder cierto tono circunspecto, sí, en algún caso Atómica se toma a si misma en serio. También es un vehículo para el desarrollo de los encantos de Charlize Theron, ahora oficialmente una estrella de acción clase A. Un merecido rol para quien desde hace mucho tiempo ha demostrado su valor sin tener la oportunidad de brillar sola. (Aeon Flux, su primer intento, fue uno de esos filmes estudio con demasiados cocineros en la cocina, estuvo cerca en Mad Max: Fury Road, pero tuvo que competir con el protagonista del título, el hombre. Y luego dio un paso gigante en The Fate of the Furious, aunque sin tocar un volante, porque eso es cosa de… hombres. David Leitch sabiamente deja a Theron suelta y asegura que nadie se interponga en su camino. Como la espía, extraordinariamente mortal Lorraine Broughton, el nombre más británico en la historia, Theron mezcla la frialdad de su mirada con la agudeza de un cuchillo mientras su personaje se pasea durante el fin de la Guerra Fría por Berlín. Ahí empieza el tremendo trabajo de cámara del filme que toma de aquí y de allá: las películas de Bourne de Paul Greengrass, el diseño de neon-pesadillesco de Nicolas Winding Refn, las imposibles escenas de persecución de coches de las clásicas eurotrash de Luc Besson. Y especialmente una secuencia ambiciosa y asombrosa de ocho minutos de que mezcla a Children of Men de Alfonso Cuaron con el las peleas de puños desnudos de John Wick de Chad Stahelski. Tiene sentido, ya que Leitch co-dirigió ese filme de Keanu Reeves aunque no obtuvo un crédito oficial. Obtiene puntos extra entre los cinéfilos por establecer una pelea contra un pantalla que proyecta el clásico de Tarkovsky, Stalker (1979). La trama. Bueno, “trama”… es una de espías con un poco de Crank (2006) estilizado. Hay un MacGuffin, una lista de agentes dobles. Hay un agente del MI6 (James McAvoy efectivo como siempre), un frustrado capo de la CIA (John Goodman) y por lo menos media docena de otros personajes de lealtades dudosas e importancia narrativa . Pero la historia sólo está ahí para mover a la heroína de una escena cool de pelea a la siguiente, y eso es en este caso es todo lo que buscábamos.
Dura de matar Hace tiempo ya que los personajes femeninos vienen dominando las grandes pantallas, convirtiéndose en un subgénero en sí mismo. No nos olvidemos de Ellen Ripley (Sigourney Weaver) en la saga Alien (1979-1997) o de Alice (Milla Jovovich) en Resident Evil (2002-2016). Mujeres de armas tomar que parecería que se rebelan contra el mundo todo. Charlize Theron fue una de ellas. En Mad Max: Furia en el Camino (Mad Max: Fury Road, 2015) o afeada al extremo en Monster (2003). En todas se lució y nos recordó que no es sólo una cara bonita. En Atómica (Atomic Blonde, 2017), Theron es una toda una amazona: independiente, hábil, fuerte y sobre todo, una agente secreta experta en artes marciales. La película presenta el relato de Lorraine Broughton (Theron) luego de ser brutalmente golpeada en una pelea cuerpo a cuerpo. A partir de ese momento la historia nos ofrece una mezcla explosiva de talento, vestuario sugerente y la mejor música de los ’80 acompañando deliciosamente cada micro historia (Queen, New Order y Depeche Mode, entre otros). Es el año 1989 y el muro de Berlín está a punto de caer. Lorraine entrará en juego luego del asesinato de un agente para recuperar una lista secreta de nombres importantes. Con toques eróticos y siempre con la sensualidad a flor de piel, Atómica, de David Leitch -director de coreografías en John Wick (2014), doble de riesgo en películas varias y actualmente filmando Deadpool 2 (2018)-, no se anda con vueltas en un cine que no perdona. El cine de acción siempre pide a gritos que, sin necesidad de un guión brillante, al menos la parte estética, las peleas y los movimientos sean creíbles y sobre todo entretenidos. Por su parte, acompañan a la perfección dos actores cada vez más sólidos: James McAvoy -especialmente después de Fragmentado (Split, 2016)- y Sofia Boutella, luego de La Momia (The Mummy, 2017).
Mm ba ba de Um bum ba de Um bu bu bum da de La presión empujándome hacia abajo Presionándote como ningún hombre lo pidió Bajo la presión que derrumba un edificio Que separa a una familia La que echa la gente a la calle” “Al final, todos estamos buscando lo mismo”, dice ella en la conversación en un bar berlinés. “Los talentos están sobrevalorados”, dice esta mujer altamente talentosa en las artes de ataque y defensa, y de moda también. Lo que dice y su manera de atacar a sus contrincantes, puestos en contexto con el estilo de la película, hablan de una suerte de heroína. ¿Habría que ver en la violencia despiadada que retrata el filme una manera de sobrevivir en un mundo de engañados y engañosos donde ella no encaja? Es el terror de saber De qué trata este mundo De ver a algunos amigos Gritando <<Déjennos salir>> El rezo de mañana me eleva La presión sobre la gente, la gente en la calle ¿De qué trata ésta que algunos llaman la John Wick (2014) versión femenina? Charlize Theron interpreta a una agente entaconada de la CIA e interrogada por una misión en Berlín para recuperar el cadáver de su ex novio. La película se sitúa en los días previos a la caída del muro, aunque de entrada se empeña en no importarle esa parte de la historia. La caída del muro es una excusa para darle contexto a la trama. Es una excusa como lo es también cuando se mete en el cine para confundir a quienes la persiguen porque, lo sabemos, ¿qué mejor sitio para escondernos de la realidad que una sala de cine? Acaso cada excusa esconde algo más profundo de lo que se evade. Okey Pierdo el tiempo – golpea mi cerebro por el piso Estos son los días donde nunca llueve pero todo se empapa La emoción de la película viene brindada por las escenas de persecución en auto y la relación entre Lorraine y Delphine. La química entre ellas, más allá de la atracción física latente, entrama una complicidad que se convierte en el centro de la película. Entre matices de rojo y lluvia para retratar su relación, se dicen palabras delatoras de su enmascaramiento como agentes. “Cuando dices la verdad, tu mirada cambia”, le precisa Delphine a Lorraine. “Gracias por decírmelo para no volver a hacerlo”, responde. En este mundo de engañados luchando por desengañarse, ellas parecieran las más claras o quienes luchan por más claridad. Al final, si bien la película cae en la facilidad de los sueños como disparadores para mantener la trama en movimiento, el centro es Charlize Theron. Desde su rostro gélido en apariencia hasta sus tacones rojos, desde el ingenio del personaje para atajar las impertinencias de sus interrogadores hasta la atención en el vestuario negro y blanco que entalla su figura esbelta, no importa que no sea su mejor actuación. Dejemos el afán comparativo para otro momento. Su presencia tan sugerente y ciertas miradas hacia Delphine la convierten en una heroína con estilo, éste mismo que la película tiene con la edición tan enérgica de Elísabet Ronaldsdóttir y la fotografía de Jonathan Sela que emula la novela gráfica The Coldest City en la que se basa. Puede que todos busquemos lo mismo sin que siquiera lo sepamos, a fin de cuentas. Lorraine parece saberlo o eso delata su sonrisa. Como el eco de la voz de Freddie Mercury en la canción “Under Pressure”, este eco perdido que pide darnos a nosotros mismos más oportunidades y “por qué no podemos darnos amor darnos amor darnos amor”, secretamente Lorraine lucha sólo por su propia causa aunque sólo a veces dependa de los golpes para ello.
Rubia debilidad Con la deliciosa Cat People de fondo y junto a los títulos principales escritos con aerosol en un ferviente fucsia, se abre paso por las calles de Berlín la agente secreta que Charlize Theron encarna con todo el sex appeal que las mejores propagandas de fragancias solo aspirarían a igualar. Es imposible en ese momento no engancharse con el cocktail explosivo que propone Atómica: un autentico pastiche videoclipero que toma la estética del brit pop de finales de los 80 (suenan a lo largo del film íconos de la época como Depeche Mode y New Order) y los mezcla con una trama de espionaje posguerra fría propio de John Le Carré y escenas de acción coreografiadas por el mismo equipo que nos trajo esa gloria llamada John Wick. Sumado a la presencia fulminante de Theron, que después de Mad Max está llamada a convertirse en emblema femenino del cine de acción actual, y un James Mc Avoy en plan de compinche gracioso, estamos más que dispuestos a entrar en este universo comiquero cool que nos ofrece la película. Pero la suma no hace al todo y Atómica, que prometía convertirse en el gran espectáculo de acción clase B del 2017, decide en su tercer acto dársela de inteligente acumulando giros de guion inverosímiles con dobles y hasta triples traiciones entre espías que agobian y mucho. Afortunadamente, tantos giros y sobreexplicaciones quedan disminuidos por el carisma infinito de su protagonista. Ya sea en sus combates mano a mano contra docenas de contrincantes (uno en plano secuencia en unas escaleras es de antología) o mostrando su sensual cuerpo desnudo lleno de moretones, Atómica es el show de Charlize Theron devorándose la pantalla con sus ojos penetrantes, aunque no exentos de cierta fragilidad. Fotografiada como si fuera una criatura de Brian De Palma y sumergida en un baño de luces frías de neón, su Lorraine Broughton se pone la película al hombro y nos hace perdonarle al film sus baches narrativos. Theron hace crecer Atómica y logra crear una nueva heroína del cine de espías. Cuidate las espaldas Jason Bourne.
Atómica, de David Leitch Por Jorge Barnárdez Hace un tiempo en una Comic.com, se la vio a Charlize Theron exaltada y gritando: ¡Podemos ser mejores y más eficientes que los hombres! La situación se produjo pocos minutos después de que la actriz presentara un teaser de Atmic Blonde -que es el título real de Atómica– y todo eso porque la película no solo es protagonizada por la estrella africana sino que además fue producida por ella. Tomando como base el cómic book The Coles City, la película se orienta a narrar con mucho ritmo una historia en los días finales del muro de Berlín, con espías que voy vienen de un lado al otro del muro. Lorraine Broughton (Theron) es una agente inglesa que debe ir a Berlín para conseguir una lista de agentes que trabajan para Occidente y que si en esa época de confusión llega a caer en manos equivocadas, puede hacer que todo estalle por los aires. El hombre que tiene esa lista es un agente instalado en el lado Oriental desde hace años es poco másque un salvaje y hay que decir que James McAvoy está realmente desatado interpretando el rol. Bueno, no se necesita decir que si a ese dúo se le agregan espías rusos bestiales, música pop/tecno de la época y una buena dosis de violencia, tenemos una película interesante. A todo lo ya mencionado hay que agregar que se asiste a un verdadero festival de Charlize, algo de lesbianismo y un par de desnudos integrales, por lo que tenemos casi la película ideal. No es totalmente perfecta porque la trama por momentos se vuelve ripiosa, pero el carisma de Theron lo puede todo y levanta por encima de la media a una película que cuando no está Charlize en cámara, parece una del montón. ATÓMICA Atomic Blonde. Alemania/Suecia/Estados Unidos, 2017. Dirección: David Leitch. Intérpretes: Charlize Theron, James McAvoy, Eddie Marsan, John Goodman, Toby Jones, Sofia Boutella, Bill Skarsgård, Til Schweiger y Barbara Sukowa. Guión: Kurt Johnstad. Fotografía: Jonathan Sela. Música: Tyler Bates. Edición: Elísabet Ronaldsdóttir. Diseño de producción: David Scheunemann. Duración: 115 minutos.
La trama se desarrolla antes de la caída del muro de Berlín y se mezcla la acción con el thriller de espías. Los primeros cuarenta y cinco minutos contienen mucha acción y acompaña a la perfección la música, Charlize Theron se luce en todo momento, no solo desde la interpretación sino también por su belleza, se destaca en todo momento, la vemos súper sexi y hasta se atreve a realizar escenas apasionadas con la actriz y bailarina argelina Sofía Boutella, (“La momia”, “Star Trek: Más allá”). También logran buenas interpretaciones: John Goodman, James McAvoy y Toby Jones. Un film donde tenemos agentes encubiertos, violencia extrema, persecuciones, explosiones, vuela todo por el aire, erotismo, desnudos, banda sonora ochentosa, plano secuencia, mucha sangre, un vestuario y maquillaje impresionable. Nos encontramos frente a una gran destreza técnica en cada lucha y un estilo visual similar al mundo del cómic. El director David Leitch es un experto en la películas de acción y dejará a más de un espectador con la boca abierta, ya lo demostró en “John Wick-Otro día para matar” y próximamente estrena “Deadpool 2”. Esta es una de esas películas para los amantes de la acción con escenas vibrantes y dinámicas, para disfrutar y pasar casi dos horas muy entretenidas.
Charlize Theron dispara, golpea y ataca sin descanso en este filme de acción y suspenso del codirector de “John Wick”. La película, un thriller que transcurre en Berlín durante la caída del Muro, es más efectivo en sus escenas de combate y peleas que en el desarrollo de su trama de espionaje plagada de vueltas de tuerca. David Leitch no será David Lynch pero, en una película codirigida con Chad Stahelski –la primera de la saga JOHN WICK, con Keanu Reeves– se ha convertido, a su manera, en una suerte de autor (ambos de hecho, ya que la secuela la dirigió solo Stahelski). O, al menos, un “autor vulgar”, desagradable término que se utiliza para celebrar a cineastas como Michael Bay o Paul W.S. Anderson que, en películas que nadie normalmente consideraría “de autor”, han desarrollado un estilo muy propio e identificable. Acaso Tony Scott sea el padrino de este curioso grupo. Lo más curioso de Leitch y de su ¿ex? socio, es que, antes de pasar detrás de cámara, eran dobles de riesgo y coordinadores de escenas de acción, lo que les da un plus especialmente en esa materia. Y son esas escenas las que vuelven a la derivativa y ochentosa ATOMICA en una película no digamos atrapante pero sí atractiva, furiosa. Lo de furiosa viene, claro, por Charlize Theron (aclaro: Furiosa era el nombre de su personaje en la última MAD MAX), volviendo aquí al rubro cine de acción. Ella es una agente del MI6 que, durante los días previos a la caída del Muro de Berlín, debe realizar una operación de contraespionaje que parece sacada de una novela de John Le Carré pero transformada en un largo videoclip, lo cual transforma a la trama en algo extremadamente difícil –y casi innecesaria– de seguir, especialmente por las vueltas de la historia, traiciones y dobles traiciones. Lo de la estética videoclipera no tiene que ver con la velocidad de los cortes sino más bien con la permanente musicalización (de grandes éxitos de fines de los ’80) de todas y cada una de las escenas, musicalización que intenta imprimir al filme de una energia constante y propulsiva. Pero Leitch –y esta es su especialidad– construye largas e intrincadas escenas de acción –más que nada de golpizas, piñas y patadas– que intentan dejar en claro que son lo más parecido a la “realidad” aunque no hay nada de real en ello. Theron –luciendo sexy aún en las escenas más violentas, desnuda ya en la primera toma y con una amante (Sofia Boutella) igual de sexy que ella– es Lorraine, una especie de Bond femenino con un look a lo Debbie Harry (la cantante de Blondie) quien cuenta la historia via flashback a dos de sus jefes (Toby Jones y John Goodman). Esa historia incluye su viaje al Berlín caótico de 1989 a buscar una lista de agentes secretos del MI6 que habría pasado al Lado Oscuro de la Fuerza. Perdón, a villanos con acentos rusos y de Alemania del Este. Su contacto allí es David Percival –James McAvoy en otra actuación hiperactiva–, infiltrado en el submundo hipster de Berlín Oriental. Hay un traidor llamado Satchel que no sabemos bien quién es y un ex-Stasi que quiere pasar a Occidente (Spyglass/Eddie Marsan) al que hay que proteger, pero mientras Berlín se va revolucionando cada vez más, la “rubia atómica” sigue en su búsqueda de la Lista. Allí también está la agente francesa (Sofia Boutella) con la que rápidamente Lorraine tiene sexo, aunque ambas desconfían una de otra. ¿Será ella quien la engañe? ¿O algún otro? Finalmente, lo que atrapa, más que la enrevesada trama, son las escenas de combate, peleas y acción, especialmente una que tiene lugar en las escaleras y los pasillos de un viejo edificio y que parece estar hecha en una sola y larga toma (si hay cortes, están muy bien disimulados) y que está destinada a convertirse en una de esas clásicas escenas imitadas hasta el cansancio en otras películas. Sabiendo el impacto de las imágenes, Leitch decide por una vez, no musicalizarla. Y su efecto (y el ruido de sus golpes y gritos) es más efectivo. La escena se continua en una breve persecución callejera igualmente impactante (y luego en algo más que no revelaremos), pero allí sí ya con cortes y con A Flock of Seagulls en el soundtrack. Uno podría decir que ATOMICA tiene un costado feminista al “empoderar” de esa manera a un personaje como el de Theron, que liquida a golpes de puño a villanos del Este de Europa del doble de su tamaño. Pero tal vez sea un poco excesivo considerarla así, ya que la película también la objetifica y fetichiza. Pero no vamos a entrar en esos detalles ahora. ATOMICA es una película de acción que se aprecia más por su furia e intensidad que por su excesivamente torcida trama, una que eventualmente solo parece ocupar el espacio y el tiempo entre las brutales escenas de lanzamiento de objetos, piñas y golpes de karate, allí donde Leitch muestra su verdadera maestría.
Esta producción sólo funciona para que la actriz sudafricana Charlize Theron se muestre, y no necesariamente demuestre nada, al mismo tiempo sumando los aportes del actor ingles James Mc Avoy, junto al estadounidense John Goodmany, y si presta atención podrá ver, desperdiciada claro, a la maravillosa actriz alemana Bárbara Sukova (“Hannah Arendt”, 2012), todos dirigidos, por el hasta hace muy poco director/ coordinador de dobles y escenas de riesgo, David Leitch, yankee por supuesto. El riesgo fue filmar de muy buena manera escenas de peleas, con un gran alarde y despliegue técnico y mejores coreografías, sin contar con un guión bien escrito, la chispa original de toda realización, algo que parece que no le importo a nadie, ni le importará a nadie, con resultado de un intento de pura adrenalina bastante fallido. Si se sostiene un poco es por los intérpretes y por el carisma y presencia de la rubia que no tiene ningún prurito de mostrar sus dotes corporales, no le es necesario nada más, ya que ha demostrado ser una buena actriz. En otras producciones, “Monster” (2003) como ejemplo, ni de sus dotes coreográficas mostradas en sus inicios, “Dos días en el valle” (1996), pasaron 20 años, que manifiestan que son nada, al menos para ella. Esta obra se estructura a partir de flashbacks, en un interrogatorio a la que es expuesta nuestra heroína, relatos de hechos sucedidos con anterioridad y en su propia defensa. En 1989 el muro de Berlín está a punto de caer. La guerra fría también. Un agente encubierto del MI6 es asesinado en misteriosa situación, la espía Lorraine Broughton (Charlize Theron) debe encontrar, por todos los medios, una lista guardada en un microfilme que el agente estaba intentando hacer llegar a sus jefes, en el que figuran los nombres de todos los agentes encubiertos que trabajan en Berlín Oriental. Pero ella además tiene motivos personales para encontrar al asesino. En prosecución de sus objetivos deberá enfrentarse a todo tipo de peligros, un catalogo de asesinos variopinto, introduciéndose en un mundo en el que nadie parece ser quien dice ser. Espías al fin. El problema principal no se establece en la por momentos incoherencias de la trama, que no confunden pero que resulta de una inconsistencia atroz, con los nudos dramáticos que sólo son puntapié a una escena de reyertas interminables, por lo cual el interés queda relegado a las escenas violentas, con planos secuencias incluidos, de muy buena factura. Pero nada más. Ni los intentos de vueltas de tuerca sobre el final tratando de instalar algo de suspenso se logra, pues son en si mismo un catalogo de lugares comunes, previsibles al extremo, sólo logran alargar la llegada del la palabra FIN, que nunca aparece, para colmo. Si tiene la oportunidad de verla con tecnología 4D, aprovéchelo, ya que este mismo sistema le impedirá dormirse.
Video Review
RETRO FEMME La actriz sudafricana, Charlize Theron, vuelve a deslumbrar en la pantalla grande en un rol que la hace brillar de comienzo a fin. Junto a James MaCvoy, Jhon Goodman y una ardiente Sofía Boutella, Atomic Blonde, llega a los cines para contar una historia localizada temporal y físicamente en Berlín, durante los días previos a la caída del muro, a través de una estética anclada en los años ochenta. El fucsia y el turquesa de la iluminación neón hacen resaltar el rubio platinado que lleva la agente del MI6, Lorraine Broughton (Charlize Theron), durante extensas y reiteradas escenas en la que el filme parece alcanzar su punto máximo de contacto con otros lenguajes cercanos al video clip y el fashion film. Junto a los movimientos de cámara que privilegian tomas estilizadas y un montaje, por momentos vertiginoso, Atomic Blonde, además de narrar una historia de espionaje, viene a poner en escena una propuesta estética muy fuerte basada en una mirada retro sobre los años ochenta, incluyendo una cuidada banda sonora, y planos detalle a toda la tecnología vintage característica del género como por ejemplo radios, discos, tapes, teléfonos, etc. Con la misión de recuperar una lista en la que se encuentran los nombres de los agentes más peligrosos del espionaje ruso y alemán, Lorraine viaja a Berlín para lograr tal cometido. Una vez allí, la acción toma protagonismo ofreciendo una escena tras otra, en la que entre batallas cuerpo a cuerpo y peligrosas armas, la agente deberá luchar por sobrevivir. Golpes, sangre, balas, persecuciones infinitas por las calles berlinesas, son el escenario donde el filme cobra vida. Además, Atomic Blonde, se ocupa de complacer a su público cuando regala imágenes de la movida nocturna alemana y un par de escenas sugerentes en las que arde la pantalla mientras Theron y Boutella hacen lo suyo. Sin embargo, el filme tiene un problema. Si bien la narración es ágil y la acción se encuentra muy bien dosificada, el desenlace se estira demasiado. Con más de dos posibles finales, el ritmo de la película decae en el último tramo. Pese a ello Atomic Blonde es un filme que además de proporcionar grandes dosis de acción, calienta la pantalla de la mano de dos bellas y talentosas actrices enmarcadas en una estética que les calza justo. Por Paula Caffaro @paula_caffaro
Charlize Theron, rubia platinada en Atómica (Atomic Blonde en el original, título más sincero al llamar la atención sobre su pelo que es tan importante en la película), interpreta a una espía británica que va a Berlín para buscar una lista de nombres de espías reclamada por el gobierno. Y es pertinente empezar la nota diciendo “Charlize Theron” porque Atómica está construida a tal punto para el lucimiento de la actriz, sus piernas larguísimas enfundadas en botas interminables que usa para patear, su silueta envuelta en pilotos, ese pelo rubio con ondas o lacio, que es muy probable que lxs expectadorxs se consuelen durante buena parte de la película pensando “por lo menos está Charlize Theron”. Basada en una novela gráfica, The Coldest City, escrita por Antony Johnston e ilustrada por Sam Hart, la historia transcurre entre Berlín y un interrogatorio que tiene lugar en las oficinas del MI6, el Servicio de inteligencia secreto británico al que la agente Lorraine Broughton debe explicarle por qué fracasó en su misión de rescatar la deseada lista. Por este vaivén entre Berlín y Londres, entre el presente del interrogatorio y los numerosos y extensos flashbacks que muestran el desarrollo intrincado, laberíntico y casi imposible de entender de la misión en una Berlín que está viviendo la caída del Muro, la película es por momentos tremendamente estática, sostenida débilmente por los gestos estereotipados de Theron y sus superiores (John Goodman y Toby Jones) que están sentados en una habitación oscura intercambiando líneas de diálogo pobres y trilladas. Mucho mejor, por supuesto, es todo lo que pasa en Berlín, aunque no todo el tiempo. Ahí Lorraine se encontrará con otro agente interpretado por James McAvoy que se viste como un vagabundo chic y es más peligroso de lo que parece: McAvoy, niño británico de ojos celestes, lucha para darle un aire reo y peligroso a su personaje y lo consigue bastante poco. Más interesante es la presencia de Sofia Boutella, una agente francesa que persigue a la rubia protagonista hasta que se encuentran en un bar, y la promesa de un levante entre chicas enciende una pantalla que está todo el tiempo a punto de apagarse. Boutella, bailarina en la vida real, apenas se las arregla como actriz, pero en ese tour de force construido a la medida de Charlize Theron -que también es productora-, parece casi como si la protagonista buscara empujar su propio límite y entonces regala una escena de sexo que no muestra demasiado pero muestra mucho más que el promedio. Quizá si el resto de Atómica fuera tan desatada como ese encuentro de dos chicas sobre un colchón, la película podría haber sido algo que saliera de la chatura del cine reciclado más reciente. Pero todo el tiempo lo que se percibe es la coreografía, a Theron prendiendo un cigarrillo de cierto modo para parecerse a una espía, o taconeando una Berlín ruinosa como una modelo letal, a Theron llegando a un bar y sentándose en la pose perfecta para tomar un trago mientras vigila todo (hay un exceso realmente de planos de tres cuartos perfil donde se la ve congelada y perfecta), a Theron esperando un segundo y preparando la pose para que se acerquen dos matones de atrás y les pueda encajar esa patada que tanto ensayó. La búsqueda de lo cool -las poses de la rubia, el arte callejero en las paredes de Berlín, los punks con sus crestas, la chica que se baña con hielo- es un enorme lastre en una película donde el diseño de producción, que recrea como no podía ser de otra manera el ambiente ochentoso de rigor, se pone por encima de todo lo demás. Y donde lo peor, indudablemente y desde la primera escena, es el derroche descerebrado de canciones que ilustran la acción de modo literal y casi como chiste malo: cuando se habla de volver a Londres suena “London Calling”, una persecución en auto se remarca con “I Ran de A Flock of Seagulls”, y así sucesivamente hasta conformar la banda de sonido más machacona y desperdiciada de la historia.
Crítica emitida por radio.
Un producto puramente pochoclero, con falencias, pero sumamente eficaz si vas al cine a pasar un momento distendido, entretenido, repleto de acción y sin buscarle la quinta pata al gato. El estilo de interpretación de Charlize Theron para esta rubia atómica es muy semejante a...
Charlize Theron sigue dando clases de como ser una gran heroína de acción, en su nuevo film de uno de los creadores de John Wick. A partir del éxito de John Wick y su esperada secuela, estamos viendo un resurgir del género de acción. Lejos quedaron los clones de Liam Neeson, y bienvenidos son las escenas adrenalínicas donde nuestros héroes combaten mano a mano, o como mucho con una pistola, en planos largos donde no se pierde el ritmo de la pelea en cortes bruscos de edición. Sumado a esto el protagonista, aun con su cara de enojado, derrocha carisma por todos lados. No con sonrisas y chistes, sino con la reacción ante las situaciones que les toca vivir. Son personas con problemas personales, que se despeinan en la lucha e incluso resultan heridos y con el ojo hinchado por los golpes. Y si bien se le puede adjudicar parte de este renacer a The Raid, es a Chad Stahelski y David Leitch a quienes tenemos que agradecer. Sobretodo este último por entregar la soberbia película que nos trae hoy a esta nota: Atomic Blonde. Lorraine Broughton, interpretada por Charlize Theron, es una agente del MI6 encargada de viajar a Berlín en plena guerra fría para retribuir una lista de agentes encubiertos e investigar la muerte de un compañero. En su camino, es recibida por otro espía llamado David Percival, encarnado por James McAvoy, quien lleva tiempo viviendo en la ciudad rusa y será su punto de contacto para llevar a cabo su misión. Contar algo más sobre el argumento es caer en territorio de spoilers. Atomic Blonde, basado en el comic The Coldest City, es una clásica historia de espionaje con vueltas de tuerca, personajes que no son lo que dicen ser y escenas de acción donde se pondrá a prueba la proeza de sus protagonistas. En las manos equivocadas podría haber acabado como un clon de Jason Bourne o, en el peor de los casos, como Agente Salt. Pero es la dirección de David Leitch la que resalta a este estreno con su ritmo desenfrenado y toque visual estilizado. El uso de la banda sonora pone el tono que va a tener Atomic Blonde a lo largo de su metraje. La guerra fría puso en Berlín un ambiente bajoneado, pero la música que Leitch usa en contraste de su ubicación crea un film con un color que pocas veces se vio. Las canciones no se usan exageradamente, como pasara con Suicide Squad, ni para marcar las personalidades de sus personajes, a lo Guardianes de la Galaxia. Todo lo contrario, los temas se usan para marcar un ritmo y un tono y acentúa las escenas de acción donde se luce Charlize Theron como agente del MI6. Sus coreografías son sublimes, con planos largos que dejan ver los segmentos sin problemas y disfrutar a pleno. Sobretodo en un plano secuencia que dura mucho más de lo que esperas, dirigido con un pulso maestro. Si esta escena no pasa como una de las mejores de la historia en materia del género, ciertamente tiene que hacerlo como una de las mejores del año. Realmente creo que Atomic Blonde no solo es una de las mejores películas del año, sino también de su género. Su ambientación, su música, las interpretaciones de cada uno de los actores y la perfecta dirección de Leitch, hacen de un film, que podría haber pasado desapercibido, una experiencia única. Si bien tiene algunos problemas por los diferentes nudos que presenta el argumento, pasan desapercibidos cuando estás disfrutando cada momento del film.
Berlín. Año 1989, últimos días de integridad del muro que separa Alemania en dos, las agencias gubernamentales están en caos por una posible fuga de información de identidad de diferentes agentes en servicio. El MI6 en un intento desesperado por salvar la situación pone en campo a Lorraine Broughton (Charlize Theron) una experimentada agente -lo mejor de lo mejor-, para que resuelva esta delicada situación. Así comienza Atómica. David Leitch, doble de acción y director de la sublime John Wick, se encarga de exponer tras la cámara un mundo de espionaje, traición y sensualidad de una forma dinámica e impactante. Leitch deja que el estilo de Atomic Blonde (nombre original) explote en cada rincón – las luces de neón en un ambiente retro es el pan de cada día para este director – y que los colores fríos, casi como la personalidad de cada personaje en pantalla, se adueñen de la totalidad del film. Es un juego macabro el que Leitch pone en pantalla, ya que Atomic nos posiciona en una época de inestabilidad social, de llantos de desesperanza, pero gracias al estilo que le da este doble de riesgo transformado en director, la película se siente viva y funciona. No obstante la principal arma de esta película es: Charlize Theron. Charlize se adueña del título del film en segundos de dar con su presencia y es imposible pensar en otra actriz personificando a Broughton. Con un look calcado a lo Debbie Harry de Blondie, Broughton es fría, calculadora, extremadamente sexy y deja sin respiro – se puede aplicar de forma literal – a cada persona que pasa por su vida. Es genial ver a Theron en este rol ya que consigue absolutamente todo lo que quiere expresar en personaje y más. Con este film su carrera es una completa reinvención de lo que fue su “tierno” comienzo. Hace 20 años teníamos una joven que lloraba y sufría en cada película que protagonizaba, ahora tenemos a una actriz experimentada, que muestra sensualidad en todos sus movimientos y nos dice con cada gesto y palabra: “lo tierno se me fue hace rato”. Puede ser que Prometheus (2012) y Mad Max: Fury Road (2015) marcaron el comienzo de una “Theron definitiva”, The Fate of the Furious (2017) ayudó a afianzar un poco la reputación pero en Atómica tenemos a una Charlize Theron desencadenada, una verdadera arma sensual, una verdadera bomba. Si nos fijamos en el año en que transcurre la historia – 1989 – estamos al final de una década sublime en nivel musical y, claro, Atomic Blonde aprovecha ese momento. George Michael, Eurythmics, New Order, Queen con David Bowie, Falco, Nena, Depeche Mode, entre otros, se encargan de poner ritmo a las casi dos horas de duración de la película. No estamos ante una banda sonora común y corriente, sino ante himnos musicales, uno tras otro, sin descanso; Tal vez el timming, la sincronización, no sea perfecto como vimos hace poco en Baby Driver de Edgar Wright – hay que decirlo, esa banda sonora se lleva el podio a lo mejor del año – pero en esta película que cuenta un poco el extremo final de la guerra fría, la banda sonora es todo menos, justamente, fría. Si bien tiene una perfecta selección de papel protagónico y una dirección correcta llena de estilo, Atomic Blonde sufre golpes por un guion descuidado a cargo de Kurt Johnstad (300, 300: Rise of an Empire, Act of Valor). Johnstad está acostumbrado al género de acción, aun así, todo su trabajo en papel carece de sentido y es rebuscado. Es un ejemplo exacto del recuerdo de una buena salida entre amigos en la que todos la pasan bien salvo uno, el ” si, pero” que remata y arruina una buena experiencia, así se sienten los guiones de Kurt Johnstad. De todas formas Atomic Blonde es una muy grata experiencia en su género, tiene todo lo que uno puede pedir en el gran bazar del cine de tiros y tal vez en el futuro, podamos ver un poco más de la agente Lorraine Broughton en acción.
Unión Soviética. Año 1989. Días previos a la caída del Muro de Berlín. En este contexto de agitación política y social se desarrolla la película “Atomic Blondie”, traducida en nuestro país simplemente como “Atómica”. Basada en el comic “The Coldest City” de Antony Johnston y Sam Hart, esta película dirigida por David Leitch llega a las pantallas de Buenos Aires abriéndose paso a puño limpio. En esta ocasión, Charlize Theron, ganadora del Oscar de la Academia por la película “Monster”, es la protagonista principal de una historia de espionaje. Espionaje tal como se podría concebir en plena Guerra Fría; un conflicto diplomático que había comenzado al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Con cientos de misiles nucleares de un lado y del otro de la Cortina de Hierro, tanto los Estados Unidos y sus aliados como la Europa del Este —Unión Soviética y Alemania Oriental— habían conformado una telaraña de espías, agentes secretos e infiltrados que actuaban en ambos bandos. Cabe destacar que esta suerte de acontecimientos históricos, sociológicos y hasta psicológicos, promovieron una serie de interesantes novelas que bien podríamos considerar como un subgénero, la novela de espías, alejada del policial clásico inglés y del policial negro norteamericano; Tom Clancy, John Le Carré y Ken Follet fueron sus mejores exponentes. La historia que nos ocupa, como toda historia de agencias secretas, es compleja y nada es lo que parece. Una trama enrevesada en donde los dobles espías (topos en la jerga interna del mundo del espionaje) se encuentran camufladas en las mismas entrañas de los servicios secretos. La misión de Lorraine Broughton (Charlize Theron), agente del poderoso M16 inglés, es recuperar una lista que pone la descubierto las identidades de todos los espías infiltrados en la Alemania del Este y en la Rusia comunista. Para ello deberá internarse en Berlín y buscar a su contacto, David Percival (James McAvoy). Este contacto la va a llevar a Spyglass (Eddie Marsan), el único que tuvo la lista en su poder y que pudo memorizarla. Nadie sabe a ciencia cierta dónde se encuentra la lista original. Por eso es tan importante sacar vivo a Spyglass. Es la única alternativa de recuperar dicha información. También es imprescindible encontrar dicha lista para que no salga a la luz y desate una Tercera Guerra Mundial. Por eso la envían a la implacable Lorraine, para enfrentarse a todo y a todos. Esta es la base de la trama. De esta manera, la agente del M16, experta en espionaje y en combate cuerpo a cuerpo, va a ir desgranando los pormenores de la misión que le fue encomendada por sus superiores. La película se centra en esclarecer hechos pasados que al parecer no han quedado resueltos. Es así que nos vamos enterando de los entretelones de su misión a través de un interrogatorio para nada amable que le hacen sus jefes superiores. La película es un enorme flashback. El tiempo presente está encapsulado dentro de un cuarto vidriado y monitoreado por altos mandos de la Corona Británica. Si ella oculta algo, nosotros tampoco lo sabremos, estamos en igualdad de condiciones que sus interlocutores. Tenemos que creerle, o tal vez no. Y este es uno de los aciertos del guionista Kurt Johnstad, ya que logra hilvanar una historia al estilo de la serie “True Detective” —en donde también la trama se iba desenvolviendo a través de un interrogatorio— compuesto por la memoria selectiva de la protagonista que va avanzando desde el intimismo resolutivo hasta su expansión final. Hay agentes de la KGB, de la CIA y del M16. Hay agentes encubiertos, dobles y hasta triples. No voy a decir quién es quién pero todo se complica aún más cuando el film va avanzando. Así y todo, no es difícil de seguir las traiciones que realizan todos contra todos. De eso estamos hablando, del mundo del espionaje en todo su esplendor, en donde no se puede confiar en nadie. Mención aparte merece una espectacular plano secuencia de más de diez minutos de duración en que Lorraine es atacada, a esta altura ya no sabemos a quiénes responden sus atacantes, y se defiende con todo lo que encuentra a mano. Desde sartenes, aparatos de teléfono, sacacorchos, rollos de cables y puertas de heladeras. Sin riesgo de caer en la exageración podemos asegurar que es una de las mejores secuencias de cine de los últimos tiempos. Una coreografía ultraviolenta y majestuosa en donde la cámara va de un lado a otro sin que se evidencie ningún tipo de corte o montaje. Eso es lo que parece. Si bien hay indicios de que estuvo editada digitalmente, la secuencia no deja de parecer lineal e impecable. Es imposible pensar que fue rodada en una única toma, por la brutalidad, el gran despliegue físico aportado por todos los actores y el movimiento de cámaras, pero así y todo, la sensación de que estamos ante una escena sin cortes es sencillamente magistral. Sin dudas, un gran trabajo de Elisabeth Ronaldsdóttir, la directora de edición. No hay que olvidar a los actores secundarios como John Goodman y Toby Jones, como los interrogadores oficiales, sin olvidar a Sophia Boutella, la espía francesa que se enamora de su par británica. Uno puede o no estar de acuerdo con el uso desmesurado de la violencia en el cine, pero en este film uno no puede menos que tomar partido por la rubia Lorraine, quién hace un papel impresionante y combina a la perfección el lado letal de su personaje con una figura desbordante de sensualidad. Una sensualidad que se va cayendo a pedazos a medida que los golpes, las caídas y las patadas van transformando su cara y su cuerpo en un conjunto lastimoso de moretones, cortaduras y magulladuras. Y, por supuesto, no falta toda la parafernalia estética y psicodélica de la época. Luces de neón, bailes desenfrenados en lugares atiborrados de punks y una banda sonora que acentúa ese paroxismo de la mano de The Clash, Public Enemy, New Order y Depeche Mode. Claro que también hay otros referentes más pop como Queen, George Michael y David Bowie. Lamentablemente el tema Sweet Deams de Eurythmics no está en la película, a pesar de que sí está en los trailers. La mejor película del año, junto a “Dunkerke”, dicen algunos críticos. Una de las mejores joyas que nos han dado el cine en los últimos tiempos, dicen otros. Charlize Theron, la bomba atómica del cine contemporáneo, exclaman muchos. Exageraciones aparte, sin dudas estamos ante un film cautivante y arrasador. Charlize Theron (también productora del film), parece haber encontrado una faceta de heroína a la altura de una Uma Thurman del “Kill Bill” de Tarantino. En este caso, en el film de David Leitch no hay que buscar un producto intelectual o con arrebatos filosóficos. De hecho hay un guiño para los amantes del cine de acción y es cuando la pantalla en donde se está proyectando Stalker —film netamente existencialista de Andrei Tarkovsky—, es totalmente destrozada por efecto de la lucha entre Lorraine y sus perseguidores. Aquí no hay más que pura acción, parece decirnos el director. La existencia pasa por otro lado, no por la mente, sino por el cuerpo, y cuanto más expuesto esté, mejor. Lo que queda claro es que “Atómica” no apunta a nada más que a subirnos a una montaña rusa y dejarnos a merced de una vorágine de pura adrenalina.
Una dura de espionaje "Atomic Blonde" es un nuevo film de acción con temática de espionaje que nos trae a Charlize Theron en su faceta más badass. Últimamente la rubia de Sudáfrica se metió en algunos roles de mayor acción como es el caso de "Rápidos y Furiosos 8", "Mad Max: Fury Road" o "El Cazador y la Reina de Hielo". Acá se recibe de mina dura de la acción en una historia que si bien no tiene casi nada original, tiene buen ritmo y se deja ver por la audiencia. La protagonista de la película es una agente secreta llamada Lorraine Broughton (Theron) cuya misión es encontrar una lista de agentes dobles que están siendo introducidos en occidente. El relato se sitúa a finales de los años 80s en plena Guerra Fría, la que se dice fue la era dorada de agentes secretos en el mundo. La propuesta realmente no tiene demasiadas vueltas o complejidad. Se limita directamente a ir al grano todo el tiempo, de manera fría pero con elegancia y algunas secuencias que recuerdan a los buenos filmes de espías de los 60s y 70s. La trama no presenta vueltas de tuerca y de hecho es bastante predecible. Podemos decir que el fuerte de "Atomic Blonde" no es justamente su guión. Está bien elaborado, pero carece de vertiginosidad. La que sí es entretenida y vistosa es la acción de las secuencias de pelea. Hay excelentes coreografías y combates cuerpo a cuerpo que son capaces de trasmitir el áspero momento de los contendientes. Charlize se consolida como una mujer fuerte y versátil de la gran pantalla que puede ser la reina del drama, la más buena o villana del film o una verdadera amazona de la acción. Acompañan en el elenco James McAvoy, John Goodman, Toby Jones, Sofia Boutella y Bill Skarsgard entre otros. Una fiesta de acción que sin aportar demasiado al sub género del espionaje logra mantener interesado y entretenido al espectador durante su casi dos horas de duración. Acción a lo Kick-Ass que dejará satisfecho al público más fanático del combate cuerpo a cuerpo.
Después del suceso inesperado de John Wick (2014) sus responsables – David Leitch y Chad Stahelski – decidieron tomar rumbos separados. Stahelski se quedó con la saga de Keanu Reeves y produjo la muy respetable John Wick 2 (2017), mientras que Leitch se quedó con este proyecto personal de Charlize Theron y la muy esperada secuela Deadpool 2. Y, como dijera en su momento, el talento de la franquicia de John Wick se fue de la mano de Leitch. Porque Stahelski será muy bueno editando, pero Leitch tiene un talento ilimitado en lo visual y en Atomic Blonde lo demuestra de sobra. Atomic Blonde no deja de ser un regurgitado de las viejas novelas de espionaje de John LeCarré y Len Deighton con dobles y triples traiciones, una KGB implacable, y fugas clandestinas a la luz de la luna sobre el filo del muro de Berlín (la trama figura en 1989); pero la parafernalia visual del director la vuelve compulsivamente mirable, y la Theron se entrega en pleno al papel. Ver a una rubia escultural ser masacrada a golpes mientras mata a toneladas de sicarios a mano limpia – y se la pasa tirando monos por la escalera en una secuencia digna de The Raid – resulta algo digno de una ovación masiva de pie. Sobre el final de la Guerra Fría la agente británica Lorraine Broughton (Theron) recibe la misión de ir a Berlín y recuperar un microfilm robado que contiene una lista masiva de agentes encubiertos diseminados por toda Europa… ya sean occidentales o soviéticos. El problema es que el mensajero fue asesinado y, para colmo, era un ex amante de la Theron, así que el operativo viene teñido de venganza. El problema es que la fachada de la Theron queda al descubierto desde el vamos, y soviéticos, franceses y americanos la empiezan a seguir para ver si ellos dan primero con el paradero de la lista. Para colmo su contacto en Berlín (un James MacAvoy sacadísimo, sobreactuando de manera gloriosa) no es el mejor apoyo del mundo; el tipo parece tener su propia agenda y la Theron es un estorbo en sus planes, así que no le importa un pepino si una bala de la KGB o de la CIA la liquida antes de cumplir con su objetivo. Por si fuera poco, hay un defector (un sufrido Eddie Marsan) que es el responsable de haber manufacturado la lista y la ha memorizado, así que hay dos cabos sueltos y la rubia deberá intentar obtener uno u otro antes que la oposición los aniquile o los venda al mejor postor. La gracia del postre es la Theron, que a la hora de destilar maldad es mandada a hacer. Los mejores héroes de acción que ha dado el cine son aquellos que tienen mirada de loco y la sudafricana es brillante en tal aspecto, mas cuando empieza a patear (y partir) cráneos. Toda la orgía sangrienta que impactaba en la primera John Wick está presente de regreso aquí, con la diferencia de que la Theron es mucho mas salvaje que Keanu Reeves: le puede sacar un ojo a un tipo con su zapato de taco aguja, o puede perforar 20 veces a un sicario con un destornillador, o fulminar a 10 flacos con una pistola sin balas. A lo John McClane la Theron queda destruidísima… pero como el conejito Duracell anda, anda y anda… y mata, mata y mata. Las coreografías de David Leitch son gloriosas. Encuadres novedosos, la formidable pelea en la escalera que parece una secuencia única (y en donde la Theron va limpiando de sicarios un edificio, piso por piso), las persecuciones de todo tipo y color. Si la trama es rutinaria al menos se permite un par de sorpresas y está sustentada por un excelente cast. Y si la Theron es excelente – es una mezcla de John Wick, James Bond, Jason Bourne y Furiosa, metido en un solo licuado -, el otro que roba pantalla es MacAvoy. Qué grande que es el escocés cuando se pasa de rosca. Oh, sí, la Theron patea en todas las canchas y se enrosca con Sofia Boutella en una escena de cama super explícita. Como Bond, la Boutella es una “Theron girl”, la chica de turno que sucumbe a los encantos del héroe (o, este caso, la heroína). Pero, en sí, es una subtrama que olímpicamente podría haberse omitido. Me da la impresión de que los productores de turno (en todos lados; ocurre en Hollywood, ocurre acá en la Argentina con las tiras nacionales) meten lesbianas en sus tramas a gusto y piacere sabiendo que eso sirve de enganche para el público masculino; un par de chichis dándose unos piquitos con algún que otro manotazo y los varones de la platea aplaudiendo (o prestándose a ver cualquier bodrio esperando a la secuencia de las nenas de turno besándose). No deja de ser un truco exploitation vilmente comercial; no es una situación natural dada por el libreto, o algo surgido de un drama existencial, sino metido con calzador para que el trailer provoque una sobredosis de baba en la audiencia masculina. Pero aún con esos condimentos innecesarios Atomic Blonde sigue siendo una gozada de punta a punta. Tiene acción, suspenso, sangre a rolete, y mucho humor negro provisto por Mr. MacAvoy en todo su esplendor. Si el talento de Leitch sigue así no sólo espero con ansia Deadpool 2 sino que me encantaría ver una secuela de Atómica, con la Theron destilando sensualidad y salvajismo en toda su furia y como sólo Leitch puede filmar.