De dioses y hombres Leyenda viva del cine italiano, infatigable cronista de las contradicciones y miserias de su país, Marco Bellocchio aborda en la sagaz Bella Addormentata el caso real de Eluana Englaro, fallecida en 2009 después de pasar 17 años en estado vegetativo. Una muerte que conmocionó a la sociedad italiana y que abrió el debate en torno a la eutanasia en su teatral escenario político. Esquivando los dogmatismos, el director de Buongiorno, notte se aproxima a esta delicada cuestión con una inteligencia y emotividad admirables. En lugar de plantear un film tradicional sobre “hechos reales”, Bellocchio adopta una estrategia al mismo tiempo tangencial y directa: la historia de Englaro queda enmascarada por una serie de personajes ficcionales cuyas vivencias componen una caleidoscópica meditación sobre el valor de la vida. Acostumbrados como estamos a un cine social que suele imponer sus postulados con un ímpetu dictatorial, una película como Bella Adormentata, que nos invita a reflexionar con libertad sin esconder por ello sus propias convicciones, puede parecer una rara avis. Hombre de izquierda y ateo convencido, Bellocchio demuestra un interés particular por personajes alejados de su prisma ideológico: Isabelle Huppert interpreta a una madre devota que sacrifica su destino para cuidar a su hija comatosa, mientras Alba Rohrwacher encarna a una activista “pro vida” que toma consciencia del valor de la libertad de elección a partir del descubrimiento del amor. Además, en el complejo paisaje humano que nos presenta Bellocchio no faltan los jóvenes trastornados, los políticos que se medican para soportar la depresión, y los hombres dispuestos a luchar por la vida de una “bella despierta” interpretada por la siempre deslumbrante Maya Sansa. Puede que Bella Addormentata no alcance las cimas líricas que Bellocchio conquistó en películas como La hora de religión o Vincere (su película sobre los Mussolini). Tampoco encontramos aquí un exorcismo histórico tan poderoso como el de Buongiorno, notte (sobre el secuestro de Aldo Moro). En la presentación del film en el Festival de Venecia de 2012, algunos críticos denunciaron la tibieza y ambivalencia de la propuesta. A mí parecer, en su tránsito de una furiosa indignación hacia una serena lucidez, Bellocchio evoluciona sin traicionarse a sí mismo, como suelen hacer los grandes cineastas.
Anatomía de un ¿asesinato? Con casi tres meses de retraso en cuanto a la fecha inicial fijada para su estreno en Argentina y un año después de su estreno en Italia llega a las pantallas Bella addormentata (La bella durmiente), el último trabajo del cineasta italiano nacido en Piacenza, Marco Bellochio. Y lo hace tratando un tema un tanto espinoso como es el de la eutanasia, centrándose más concretamente en un caso real que conmocionó a todo el país transalpino: el de Eluana Englaro, una mujer que estuvo en estado vegetativo, debido a un accidente de tráfico desde enero de 1992 hasta la fecha de su muerte. El motivo de la polémica suscitada se produjo cuando el padre de Eluana, ante la situación irreversible de su hija, apoyó la posibilidad de suspender el suministro de alimentos, dejándola morir. Esta decisión desató la controversia entre los diversos estamentos político-religioso-judiciales del país, en el ya de por sí habitual debate sobre lo idóneo de acabar con el sufrimiento de una persona próxima a su muerte acelerándola ya sea a sabiendas de quien padece la enfermedad o sin su aprobación. El film transcurre en el contexto histórico de los últimos días en la vida de Eluana, justo cuando el debate está en su punto álgido y los medios de comunicación se vuelcan en una noticia que se convirtió en portada de periódicos e informativos. El director reflexiona sobre el caso y lo hace a través de una serie de tramas paralelas, que por uno u otro motivo existen lazos emocionales con el caso real y principal. Así, asistimos a la historia de una actriz que abandona su profesión cuando su hija queda en coma profundo, dedicándose en cuerpo y alma a su cuidado mientras el resto de la familia aprueba o desaprueba la decisión; el caso de un senador que también vivió en carne viva un caso parecido y que ahora se ve obligado a posicionarse ante la Cámara apoyando la decisión de su partido, aunque su conciencia le dicte lo contrario; o finalmente el drama de una yonki que intenta suicidarse varias veces y que encuentra el respaldo inesperado en la figura de un doctor que se preocupa por su caso. Los distintos personajes que van pululando a lo largo de la acongojante trama se mueven entre la ira, la tristeza, la melancolía y el obstinamiento, que se convierten en ejes de las distintas acciones y referentes directos en un ir y venir de angustias y soledades. El realizador italiano se remite a desplegar posibles bifurcaciones producidas por un tema que siempre ha sido motivo de acalorados enfrentamientos entre partidarios de una u otra opción, sin tomar partido, simplemente exponiendo los motivos y sus repercusiones. Quizás a causa de ese aspecto, el film vaya perdiendo fuerza de manera progresiva, pues una vez realizada la exposición de las distintas coyunturas y no existir ningún tipo de enfrentamiento ideológico o un adoctrinamiento claro donde podernos agarrar para establecer un juicio de valor, tanto ético como estético, el desarrollo de la trama se encalla y por momentos parece ir a la deriva. Tampoco ayuda un elenco actoral al que se le da poco margen para la improvisación, y es una pena, porque intérpretes tan consagrados como Tony Servillo o Isabelle Huppert imponen tan sólo con su presencia, pero se los nota demasiado abigarrados e hieráticos. A su lado, una pléyade de jóvenes imberbes en roles secundarios destacan más por su inoperancia que por su buen hacer. En definitiva, estamos ante un film de planteamiento muy valiente, pero que se queda a medio camino en su objetivo de no molestar. El mismo tema de la eutanasia y de sus derivaciones religiosas fue mucho mejor tratado en Camino, del español Javier Fesser.
Marco Bellocchio, director de la multipremiada Vincere, nos acerca Bella Addormentata, un drama que toca el tema de la muerte digna desde tres historias distintas, pero que no sacuden al espectador. Tres Bellas durmientes La película aborda tres historias que se desarrollan durante los últimos días de vida de Eluana Englaro, una mujer que estuvo en coma por 17 años, hasta que su padre decidió desconectar la máquina que la mantenía con vida. Este fue un caso real, que alcanzó mucha trascendencia y llegó al ámbito judicial en Italia, cuando se decidió que se la trasladaría a un hospital en Udine para terminar con su vida. A lo largo de toda la película nos enteramos por las pantallas de televisión el estado del caso Eluana, y a su vez funciona como el elemento que atraviesa a las tres historias, que no se cruzan. Las pantallas están presentes en todos los espacios donde transcurre el film, toda Italia estaba pendiente de las últimas horas de vida de Eluana. Las historias alternan entre la esperanza de que las bellas durmientes despierten y el deseo de morir como alivio del sufrimiento, en una discusión donde no faltan las opiniones de la Iglesia católica y el Estado italiano. Isabelle Huppert interpreta a una estrella del cine francesa que ha dejado su carrera de lado para vivir como una santa y cuidar de su hija en estado vegetativo, y así absolverse de sus pecados y salvar a su hija. Uliano (Toni Servillo) es un senador que se ve forzado por su partido a votar a favor de la modificación de una ley que afecta el caso de Eluana. La muerte de su esposa tras una larga agonía algunos años atrás lo ha enfrentado con su hija María (Alba Rohrwacher), una joven religiosa que viaja a Udine para seguir de cerca el caso. Maya Sansa interpreta a Rossa, una drogadicta con tendencias suicidas que deambula por la ciudad, hasta terminar en un hospital. Mucho ruido y pocas nueces La película tiene imágenes de mucha belleza, como la escena del comienzo de Rossa durmiendo, o la de Isabelle Huppert caminando desesperada mientras reza con las enfermeras, cada vez más fuerte y más rápido. Las bellas durmientes están retratadas de manera muy delicada. Las actuaciones son adecuadas, sobre todo las de Isabelle Huppert y el psiquiatra, interpretado por Roberto Herlitzka. El comienzo de la película es muy atrapante, y en un principio el desarrollo de las historias también lo es, pero hacia el final las historias pierden fuerza y dinamismo. Ninguna de las tres las historias presenta una transformación importante ni tienen un final claro. Por otro lado, en lo personal, no conocía el caso de Eluana antes de ver esta película, y quizá me perdí algunos guiños por eso. Conclusión Partir del tema de la muerte digna es algo muy ambicioso y genera expectativas en el espectador, pero en el final se siente que el film no logra cumplir con lo que se propone. Visualmente es muy hermosa, pero Bella Addormentata me dejó con gusto a poco. Bellocchio despliega mucho al principio, pero no asume los riesgos necesarios y como resultado las historias no son contundentes, no hacen doler y no terminan de cerrar.
¿Vivir y dejar morir? El nuevo film de Marco Bellocchio se enmarca temporalmente en el año 2009, durante los últimos días de vida de Eluana Elgaro, una joven italiana que pasó 17 años en estado de coma. Esa historia atraviesa las otras tres que conforman el relato de Bella Adormentada (2012). La libertad de elección entre la vida y la muerte se convierte en el epicentro de un film que, a pesar de tratar un tema controversial en sí mismo, logra encarnarlo en los personajes con todas las contradicciones humanas necesarias. Las tres historias del film se centran en la posibilidad de las personas de decidir entre la vida y la muerte, propia y ajena. Una madre con su hija adolescente en coma. Un doctor con su paciente suicida. Un padre y una hija frente a la agonía de la esposa y madre. La historia de Eluana se presenta como unificadora de los tres relatos, a su vez que permite representar la mirada pública sobre el tema. A punto de votarse una ley sobre la posibilidad de la personas de negarse a ser tratadas y elegir morir, la gente sale a las calles a manifestarse a favor o en contra. La vida privada y la pública de alguna manera confluyen en la película. Pero lo verdaderamente interesante del film es que los personajes están atravesados por esa madeja de miedos e incertidumbres frente al dolor que padecen. Las personas que determinan su padecer están ausentes y, probablemente, lo sigan estando. Ante esa falta de respuesta cada uno mide su propia conciencia sin saber qué camino elegir y elegirle al prójimo. Frente a la complejidad también se presenta La Iglesia, como una autoridad a veces incuestionable. Si bien Bellocchio parece también querer mostrar en este film que ni siquiera el peso que dicha Institución tiene en Italia consuela realmente a las personas en momentos límites como esos. Es así es que se hace presente una veta existencial muy fuerte que hace contrapeso a muchas verdades que sostiene la religión. Dios, egoísmo, amor, piedad. Bellocchio propone abrir el juego a todos las cuestiones y los sentimientos que pueden aparecer frente al tema. Y eso hace al film más elocuente aún. Hay, sin embargo, una crítica muy clara del director. Cuando muestra al Senador que debe votar la ley de eutanasia y se debate a cada segundo por su decisión se puede entrever el abismo que se evidencia entre la frialdad y el desinterés del Gobierno frente a la realidad de las personas. Cuando el Poder pasa por encima de las necesidades de la gente sin medir nada más que los intereses políticos. Cada historia que muestra el film puede ser una película en sí misma, por eso quizás aquí apenas se esbozan algunas palabras. Bella Adormentada continúa un debate que sigue instalado en la sociedad y al que muchas veces cuesta mirar de frente.
El filme no está a la altura de lo mejor del mítico realizador italiano de VINCERE, pero sus planteos en torno a la temática de la “muerte digna” son más que interesantes. La historia se origina en un caso real que sucedió en Italia y en los enfrentamientos religioso/políticos ligados a practicarle la eutanasia a una mujer que lleva 17 años en estado vegetativo. Bellocchio muestra diversas facetas del conflicto: los militantes de uno y otro lado, los políticos de uno y otro lado, saliendo del tema central para enriquecer su discusión. Hay ejes más interesantes que otros: a mí me pareció mucho más logrado el que pone el acento en las actitudes de los políticos italianos que, por ejemplo, la subtrama ligada a la madre fanática religiosa que encarna Isabelle Huppert, pero de cualquier modo la película atraviesa ese esquema coral tan tramposo y complicado de manera más que digna, propia de un realizador que tiene en claro que la amplitud de miradas sirve para complejizar la respuesta y no para subrayarla.
La ciencia del sueño Con saltos en el tiempo, el director Marco Bellocchio, muestra los últimos días de Eluana Englaro, una chica que permaneció en estado vegetativo durante 17 años y su caso revolucionó a toda Italia. El realizador se sirve de tres historias -si bien no tienen una relación directa una con otra- para mostrar el impacto en la sociedad, en la política, la justicia y la religión. Un senador, del partido "Popolo della Libertà", se encuentra atormentado porque debe votar en contra de sus ideales y afligido por la distancia que a tomado su hija desde que su madre a muerto. Una actriz, interpretado con una frialdad extrema por Isabelle Huppert, decidió abandonar su carrera desde que su hija se encuentra en una situación de salud irreversible. Alucinando convertirse en una santa, pretende mediante sus rezos y en compañía de sirvientes-monjas, que su hija despierte. La última historia cuenta la relación entre un médico y el cuidado que le brinda a una joven adicta, que lo único que desea es la muerte. Tres bellas durmientes que van construyendo la película, en un contexto real, de enfrentamiento. Estas historias se entrelazan, se mueven en el tiempo pero todas comienzan el 8 de febrero de 2009, un día antes de que el padre de Eluana tomara la decisión de desconectar a su hija. Con un tema tan controversial, Bellocchio arma un rompecabezas en forma casi coral, para terminar de darle forma al relato general. Cada uno de los protagonistas de esas historias son representantes de posiciones distintas capaces de estar a favor de la eutanasia o morir en vida sentados al costado de una cama.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
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Es lealtad o integridad El director de “I pugni in tasca” aborda ahora el espinoso tema de la eutanasia. Tema controvertido, tanto como el del aborto, la eutanasia está en el centro de Bella addormentata, la película de Marco Bellocchio, un director que no le teme a la polémica ni le huye al escándalo. A sus 73 años, el director de I pugni in tasca, La hora de la religión, Buongiorno, notte y Vincere sigue siendo el mismo rebelde de siempre. Y dentro de su filmografía, es un filme que apunta más a las emociones, algo ya difícil de lograr en un entramado coral como el que el director de El diablo en el cuerpo establece en Bella addormentata. Porque si se basa en un hecho real, el de Eluana Englaro, que estuvo 17 años en estado de coma, Bellocchio no se cierra en ese solo caso, sino que ficcionaliza a partir de otros en los que las actitudes de quienes están cerca de las tragedias bien pueden ser distintas ante un mismo tema. Estudiante -aunque de estilo rebelde- de un colegio salesiano, el director tira dardos al gobierno de Berlusconi: las acciones se centran en 2009, y a nadie se le debe escapar que la historia transcurre a pocos kilómetros del Vaticano... Y le adosa el costado legal -ya se verá por qué- sobre si se debe o no aprobar la ley que autorice la llamada muerte digna en Italia. Hay quien sufre, como legislador, la proximidad de un ser querido en esa situación. Y la mirada de Bellocchio apunta a que los político son, por lo general, gente corrupta, que optan por intereses espurios antes que por razones más humanitarias. Bellocchio parece recostarte y afirmarse más en ese aspecto -el de los políticos y la ley sobre la eutanasia-, tener un punto de vista definido, y no tanto en el de la muerte digna en sí misma. Y eso es lo que se le critica. Puso en el tapete un tema álgido, abre el juego en apariencia, pero no termina por mostrar su posición. La película plantea, así, extremos. Entre las cuatro historias, se llega a elucubrar que si no se desconecta de los aparatos a una joven, quien se estaría suicidando en vida sería su madre (Isabelle Huppert, un poco pasada de rosca en su personificación). Curiosamente, Huppert coprotagonizó el año pasado Amor, la película de Michael Haneke que abordaba un tema similar. Lealtad o integridad parece ser el leit motiv del filme.
Con los sentidos despiertos A punto de cumplir 74 años, Marco Bellocchio conserva la energía y la decisión para seguir indagando con precisión quirúrgica, como lo ha hecho a lo largo de toda su carrera, en el nervio más sensible de la sociedad italiana. Como el cine de Bellocchio jamás disimuló un compromiso militante bastante visible, su más reciente obra despertó una abierta discusión. Injustamente, el director de I pugni in tasca y Vincere recibió acusaciones de tibieza y relativismo frente a un hecho que, en su momento, disparó en su país enfrentamientos casi irreconciliables. Bellocchio viaja en el tiempo hasta enero de 2009 para abordar desde múltiples perspectivas los ecos del final del martirio de Eluana Englaro, una joven mujer que permaneció 17 años en estado vegetativo y que dividió literalmente en dos a Italia en aquel momento entre quienes deseaban desconectar los aparatos que la mantenían con vida y quienes confiaban en la fe de una vigilia apoyada en la creencia de que en cualquier momento se produciría el despertar. Los profundos, trascendentes y complejos dilemas morales, religiosos, existenciales y políticos alumbrados al calor de este hecho resonante aparecen expuestos en el film a través de un relato coral, con cuatro frentes simultáneos que sólo en apariencia pueden verse de manera separada. Con pulso firme, apoyado en una admirable puesta en escena y el respaldo de un elenco irreemplazable, Bellocchio hace lo que se espera de un artista consciente del tiempo y del espacio en el que le toca vivir: sus personajes toman decisiones y se hacen cargo de ellas, pero a partir de la duda, de la interrogación, de no dar nada por sentado. Puede parecer contradictorio que un cineasta que milita sin tapujos en la izquierda y es confesamente ateo ausculte los motivos para reaccionar frente al caso de una fervorosa militante en favor de la vida, de un senador del partido de Silvio Berlusconi dispuesto a revisar su posición sobre el tema, de una actriz que renuncia a su carrera para dedicarse desde una postura casi mística al cuidado de su hija en estado de coma y de un médico decidido a mantener con vida a una adicta compulsiva. Pero en todos los casos (y aquí descansa la admirable coherencia del film y de la postura de Bellocchio), la opción pasa por tomar el máximo distanciamiento posible de las posturas dogmáticas. De empezar por las preguntas, los cuestionamientos y la comprensión del lugar desde el que se formulan y llegar desde allí, por medio de un laborioso proceso de diseccionamiento, a conclusiones que siempre serán provisionales. Siempre en movimiento (aún los escenarios en teoría más rígidos aparecen en constante tensión y con desplazamientos inesperados de sus protagonistas), Bellocchio alienta el contacto permanente entre personajes que llegan a la trama sin nada que perder con otros que creen en el perdón, el reconocimiento de las culpas y la búsqueda de redención. En este collage de lealtades puestas en juego, culpas que cuesta admitir y lazos estrechos en constante mutación (especialmente entre padres e hijos), Bella Addormentata se asoma a una Italia "cínica y depresiva" (según uno de los personajes) que Bellocchio observa con indisimulada aflicción. Pero prefiere ser respetuoso y dejar la compasión de lado. Por eso su película es política, en el mejor sentido.
Una reflexión acerca del libre albedrío El realizador de Vincere parte de un caso real, que desató un debate sobre la eutanasia en Italia, pero lo usa como un trampolín para sumergirse en aguas más profundas, que le permiten bucear en los rasgos distintivos que marcan la identidad de su país. Como ya sucedió otras veces en su obra (Buongiorno, notte, por ejemplo, inspirada en el secuestro de Aldo Moro), en Bella addormentata el gran director italiano Marco Bellocchio parte de un caso real, pero no se limita a reproducirlo mecánica, periodísticamente –como lo han hecho tantos de sus colegas peninsulares, muchas veces en extremo prosaicos– sino que lo utiliza como un punto de partida, como un trampolín para sumergirse desde allí en aguas más profundas, que le permitan ofrecer un fresco sobre los rasgos esenciales, distintivos que marcan la identidad de su país. En esta oportunidad se trata de aquella que a comienzos de 2009 se convirtió en una causa célebre en Italia: el caso de Eluana Englaro, una chica que llevaba diecisiete años en estado vegetativo y para quien su padre había solicitado el derecho a una muerte digna. Como era de esperar en un país tan profundamente católico, el debate por la eutanasia cobró inmediatamente una enorme dimensión política, a la que no fueron ajenos ni el Vaticano ni el gobierno conservador de Silvio Berlusconi, por entonces en el poder. Sobre este marco, Bellocchio va tejiendo de manera magistral una red de relaciones entre distintos personajes, vinculados en mayor o menor medida con el caso Englaro, que llega incluso al Parlamento: un senador oficialista que tiene problemas de conciencia y piensa votar en disidencia con Forza Italia (Toni Servillo); su hija, católica practicante, que forma parte de la cadena de oración para evitar la muerte de la chica (Alba Rohrwacher); una famosa actriz teatral (Isabelle Huppert) que tiene a su vez a su propia hija en coma; y un médico de un hospital público (Pier Giorgio Bellocchio) decidido a salvar la vida de una suicida, adicta perdida a las drogas (Maya Sansa). Pero ninguno es unidimensional ni responde a una idea prefijada. Cada uno de ellos tiene sus dudas y contradicciones, que son las que le interesan al director para plantear el tema central del film: el del libre albedrío. Ateo declarado, contemporáneo de Bernardo Bertolucci y formado, como él, bajo los ejes del marxismo y el psicoanálisis (una alineación que ya era explícita en su legendaria ópera prima, I pugni in tasca, 1965), Bellocchio fue cuestionado por cierta crítica italiana que no encontró en Bella addormentata la furia anticlerical que el director había demostrado en esa maravilla que era La hora de religión (2002), un film sin duda superior. Pero lo que ofrece Bella addormentata, a cambio, es una mirada más amplia, un punto de vista más comprensivo aun sobre aquellos personajes –particularmente la activista “pro vida”– que están en las antípodas ideológicas de Bellocchio, como si el director quisiera entender, de verdad, por qué piensan como piensan, en vez de someterlos a un juicio sumario. Con la misma audacia formal que demostró tantas veces –y en los últimos años, en particular en la magistral Vincere (2009), sobre el oscuro ascenso del Duce–, Bellocchio orquesta una suerte de ópera, con infinidad de arias distribuidas para cada personaje y brillantes momentos de bravura de la puesta en escena. Hay una suerte de secreto que se creía perdido en el cine y del cual Bellocchio parece aún tener la llave: la densidad del plano, el peso específico que es capaz de extraer de cada una de sus tomas, tanto por la posición y el movimiento de la cámara como por el trabajo con sus actores. La espectacularización propia de los rituales de la cultura italiana –ya sea una misa o un mitin partidario– ha sido siempre un blanco constante de la obra de Bertolucci, que suele cargar por igual contra las figuras de la política, la religión y la familia. Y Bella addormentata no es la excepción, como lo prueba el clímax al que va llegando el film en el momento decisivo de la votación en el Parlamento, con varias acciones paralelas. Ese apogeo no podría sino ser la obra de un cineasta consumado.
No está muerta, duerme La mediatización del caso de Eluana -una mujer pasó diecisiete años en coma y cuya familia pide al gobierno el permiso para desconectarla de los aparatos que la mantienen en estado vegetativo-, es el disparador de este filme del director italiano Marco Bellocchio, quien se atreve a encarar temas como la vida, la muerte, y la libertad de elección que el ser humano tiene ante ellas. El guión propone varias historias, cuyo único punto en común, además de la temática es que todos los personajes están pendientes, por razones varias, del caso de Eluana. Así tenemos a un senador (Tony Servillo), que debe votar en el caso nombrado, y que a su vez tiene una tirante relación con su hija, María (Alba Rohrwacher), por las diferentes opiniones de ambos. Por otro lado, se presenta una ex actriz exitosa (la impecable Isabelle Huppert), obsesionada también con la historia, ya que su hija se encuentra en una situación similar, y finalmente un médico obstinado (Pier Giorgio Bellocchio), empecinado en salvar a una mujer también empecinada, pero en suicidarse. Cada uno de los personajes se moverá en esa delgada línea entre la vida y la muerte, y optará por una o por otra. Incluso cuando la “muerte” no implique el paso trascendental, sino el hecho de sacrificar la propia vida. Y es que el punto es que no hace falta estar en coma para estar muerto en vida, las elecciones sobre el propio destino son lo que señala si realmente se está vivo, o si se eligió morir. La mirada de Bellocchio sobre sus personajes es imparcial: no juzga ni se posiciona en ningún lugar como si ese fuera el de la verdad absoluta: todos tienen sus razones para pensar y actuar como lo hacen. Esa postura le permitirá al espectador sondear en ellas sin ser inducido a opinar nada en particular, pensar desde un lugar propio. Con diálogos brillantes acerca de la sociedad, la política, los medios, la fragilísima condición del ser humano, Bellocchio ofrece una pieza que no se limita a lo discursivo, sino que además plantea una propuesta estética interesante y bellísima. Con un cuidado casi obsesivo en la ambientación de la historia de cada una de sus tres “Bellas durmientes” (Eluana, la hija de la actriz, y la suicida), el director despliega una belleza casi pictórica, sobre todo remarcada en el uso de una iluminación rembrandtiana, con un manejo sublime de las luces y las sombras, que ofrecen casi un lenguaje en sí mismas. Ningún escenario es caprichoso, todo responde a una lógica, y a la afirmación del mensaje que se quiere plantear. Una película movilizante por su temática, pero bellísima en sus aspectos estéticos, excelentemente actuada, con líneas sin desperdicio, y una profunda reflexión acerca de lo más básico de la condición humana: vivir, morir, quedarse a medias.
Una película sin lugares comunes sobre un tema por demás incómodo y polémico: la eutanasia. Se basa en un caso real que conmovió a Italia, el de Eluana Englaro, que pasó 17 años en estado vegetativo, y un puñado de historias entrelazadas. Duro y sin concesiones facilistas.
Una canción de cuna A partir del caso real de una mujer que murió en 2009 luego de estar diecisiete años en estado vegetativo, Bellocchio crea una cartografía desenfrenada de historias con las que el modelo auténtico queda fuera de campo. La ficción se apropia del asunto de familia que se convirtió en tema nacional, prolonga su trayectoria hasta cierto punto y luego se pliega sobre sí misma, difractando la psicosis colectiva hacia otras individuales y familiares. Bella addormentata posee una densidad narrativa libre, sinuosa e inquietante, una efervescencia sinfín de ideas que estallan en movimiento como pompas de jabón al contacto con del aire. La película funciona como un gran ballet de emociones, formas sinfónicas e imaginarios que colisionan, con la yuxtaposición como principio coreográfico. El cineasta articula, con una agilidad sorprendente, posturas morales y ángulos de enfoque antagónicos. Cada situación avanza por golpes de locura conectados, gestos aparentemente absurdos lanzados por personajes (los eternos jóvenes locos del cine de Bellocchio) a quienes los otros observan con estupor. La historia se desliza naturalmente desde la duda existencial a la cuestión política, del delirio místico a la razón republicana. La proliferación narrativa deriva hacia lo fundamental: importa menos la eutanasia sobre seres que son poco más que superficies fantasmales, que el devenir de aquellos semivivos, como la bella durmiente drogadicta, violenta y suicida. Al igual que en Habemus Papa, los personajes huyen de su propio devenir: algunos no quieren morir y otros no desean vivir más, un senador anhela dejar la política y la actriz que encarna con una transparencia sublime Isabelle Huppert no quiere actuar. Paradójicamente, a medida que la película se agita, gana tranquilidad, y cuando parece dispersarse, encuentra su camino. Bellocchio evita la tentación de fundir todo en un único movimiento. La película evoluciona, con un puntillismo narrativo que nunca luce forzado, hacia una zona de calma íntima e inesperada. Finalmente, las palabras se precisan, las miradas se responden y los gestos se vuelven a configurar. El verdadero descanso parece posible. Es cuestión de abrir una ventana, recibir los ruidos del mundo y dejarse mecer hasta encontrar el sueño.
Mucho más que un film sobre eutanasia Con admirable fuerza operística, el veterano Marco Bellocchio vuelca en un puñado de historias las emociones contrapuestas que provocó en el pueblo italiano el caso de Eluana Englaro, muerta de forma natural tras haber pasado 17 años en estado vegetativo. El pedido de su padre para desenchufarla había transitado diversos estrados judiciales a lo largo de una década, hasta llegar a la Corte Suprema, en tanto se levantaban las polémicas entre sectores favorables y contrarios a la eutanasia. Médicos, jurisconsultos, familiares, políticos, gente común, cada cual tenía su propia opinión, incluso los propios religiosos disentían entre sí (la Iglesia es contraria a la eutanasia pero también al "encarnizamiento terapéutico" que sólo prolonga artificialmente la vida). La muchacha, finalmente, murió en momentos en que el primer ministro buscaba imponer un decreto obligando a la continuación del tratamiento, un modo de ignorar la decisión que la Corte Suprema había tomado meses antes. "Nos comentaron que se la ve bien, rozagante, y que de hecho estaría en condiciones técnicas de dar a luz", llegó a decir el inefable Berlusconi, para justificar ese decreto. La película de Bellochio no hace la crónica de esos hechos, ni se centra en la historia de los Englaro. La propuesta es otra: reflejar otros casos, diversas posiciones, brindar mayores perspectivas y recordar también los nervios de aquellos momentos, hace apenas tres años. Seguimos entonces la representación de algunos "casos personales" ambientados en distintos lugares de Italia: una actriz que abandonó su profesión para volcarse al rezo histérico, un senador puesto a obedecer a su conciencia o al partido, su hija que tiene razones personales para declararse "pro vida", un médico emperrado en salvar a una drogona que quiere suicidarse, etcétera. Bellocchio hace que cada uno exponga lo suyo. Cada cual siente y nos hace sentir lo que le pasa. El tema es demasiado grave como para imponer una única opinión. Y demasiado angustiante como para clausurar una posibilidad, de esperanza o de piedad, según cada cual vive su propio calvario. Excelente trabajo, angustiante. Liberador, también (dicho sea de paso, en Argentina, a partir del caso Herbón y otros, se impuso el año pasado la Ley de Muerte Digna, que permite a pacientes terminales, o sus familiares, rechazar tratamientos que prolonguen inútilmente sus vidas).
El milagro permanente de la vida Una mujer en estado vegetativo durante diecisiete años, luego de un accidente, la decisión de su padre de dejarla morir en paz, desconectando todo artificio médico, provocaron una convulsión en la sociedad italiana cuatro años atrás. El caso real de Eluana Englaro en Italia, es el detonante elegido por Marco Bellocchio para desarrollar una serie de historias paralelas sobre el valor de la vida, la libertad y la relatividad de las leyes. Distintos personajes frente a circunstancias límites, obligados a actuar, muestran la complejidad de las actitudes del hombre ante la vida y la muerte. Allí está el político ante la encrucijada de votar por el partido (favoreciendo la eutanasia), cuando sus convicciones eligen lo contrario. Su hija, una fervorosa católica, en contra de esa forma asistida de muerte, una madre que reitera rituales de fe de la que está dudando, ante el largo coma de su hija adolescente y un médico que, fiel a su compromiso hipocrático, se niega a permitir el suicidio de una drogadicta. VALIOSO CRITICO Marco Bellocchio ("Vincere", "En el nombre del padre"), valioso crítico de la sociedad italiana, reitera su mirada cuestionadora para visualizar la sociedad en tiempos de Berlusconi. Desde la hipocresía de la política, capaz de variar los conceptos de un partido por convenientes pactos anteriores (el partido del senador Beffardi pacta con el Vaticano), hasta la doble cara de una aparente feligresa resignada -papel interpretado por Isabelle Huppert-, que está perdiendo la fe y cuestiona el designio divino. Filme con algunos problemas formales, en que la solidificación del aspecto melodramático remeda visiones pasadas de neorrealismo, hasta llegar a un tenebrismo un tanto demodé, "Bella addormentata", resiste como expresión de un genio con lúcidas ideas siempre en movimiento. Grandes actuaciones del napolitano Toni Servillo, mitico fundador del teatro Studio de Caserta, una casi imperial Isabelle Huppert, la vital Maya Samsa y junto a ellos se luce Alba Rohrwacher.
El ultimo film de Marco Bellocchio se estrena la proxima semana. Es con Isabelle Huppert. Bella adormentata es el último film de Marco Bellocchio , un director cuya filmografía se destaca casi siempre por la existencia de un mecanismo dramático, que se hace presente a través de la vida de sus personajes, de los planteos psicológicos de estos, y de las situaciones siempre ambiguas en las que se debaten sus protagonistas. El caso de Eluana Englaro, -quien estuvo en estado vegetativo durante 17 años- es el eje alrededor el cual gira el film, lo que permite colocar sobre el tapete reflexiones explicitas e implícitas sobre la irresuelta problemática contemporánea de la eutanasia, la que junto al aborto, derivan sus polémicas al ámbito de lo religioso, lo político y lo judicial. Pero es fundamentalmente lo humano y por ende el amor lo que determina -en la mayoría de las veces- la toma de las decisiones directas con las personas en cuestión. Por lo menos esto es lo que nos muestra el cine. “Sólo Dios elige, no el hombre” reza la iglesia. “Eliana no se ha muerto, estaba muerta” dicen otras voces.Este caso, no obstante, nunca lo vemos en la pantalla. El mismo fue llevado a la corte en varias oportunidades generando la reacción del público y de la iglesia (Vaticano). Esto ocurrió en la realidad, desde el 1999 hasta el 2008, donde la petición del padre de desconectarla es aceptada. Sabemos que el cine ha abordado en los últimos años dicha cuestión en Millions dolar baby, de y con Clint Eastwood (E.E.U.U, 2003),en Las Invasiones Bárbaras de Denys Arcand en el 2004, o en Mar adentro de Alejandro Amenábar también del 2004. Por nombrar algunos de ellos. La propuesta de Bellocchio es el abordaje de 3 historias- poco claras en su inicio-, que como un rompecabezas se va armando en la medida que avanza el relato, las cuales nunca llegan a tocarse. Es probable que la idea sea mostrar los diferentes modos de abordar esas realidades. Una actriz (Isabelle Huppert) se inmola por una hija (Rosa) en una elección que deteriora directamente la vida de su otro hijo, y la del marido.No casualmente la protagonista de Amour de Michael Haneke (2012). Otra mujer en una situación terminal le pide a su esposo(un senador) que la ayude a morir y la desconecte. Y por último una joven mujer adicta desea terminar con su vida. Paralelamente la hija de este senador se enamora de un joven mientras reza en conjunto por mantener viva a Eluana. Todo el relato se desarrollaademás en un ambiente, donde la presencia del televisor se convierte en una de las pocas luces que iluminan los ambientes, ya sea en forma directa, o en la de sus cruces y transparenciasdel medio de comunicación masivo por excelencia. El que permitió el surgimiento de la abominación extrema, que representa la existencia de “Los grandes hermanos”. La sociedad actual vive a través de las historias de vidas ajenas a ellos mismos, como si sus propias vidas no significasen nada, frente a la de aquellos que muestran la suya sin ningún reparo ético. Planteo memorable de la genial The TrumanShow de Peter Weir (E.E.U.U, 1996). La sociedad italiana en particular acaba de mostrar ficcionalmente su deterioro en Reality ( Italia- Francia, 2012) de MatteoGarrone estrenada el jueves pasado en Buenos Aires, excelente film que ha pasado sin pena ni gloria por nuestros cines. Y Bella adormentata tiene mucho del Reality. Y mucho discurso al mismo tiempo. Y demasiado deseo de abarcarlo todo. Creo que Marco Belloccio en esta historia coral ha intentado mostrar un abanico de posibilidades sobre si la muerte digna debe o no ser legalizada, un film donde lo simbólico-cultural de alimentar al hambriento y dar de comer al sediento, conlleva esa carga moral que moviliza emocionalmente de tal modo, que impide un análisis ético como corresponde. De allí que las situaciones sean manipuladas ideológica, religiosa y políticamente. Porque en primera instancia se trata de aclarar las posibles formas en las que todos y cada uno habremos de “bien-morir”.Algunos podrán decir, que este es un acto miserable, otros dirán que es un acto de valentía, pero muchos saben que puede ser un acto de amor.
Marco Bellocchio es un director italiano prolífico con una trayectoria tremenda que a lo largo del tiempo se ha dedicado a retratar eventos de la vida política de su país y socializarlos desde una mirada crítica.En su carrera, hay documentales y material para televisión, por lo cual, es muy frecuente que tenga una manera de filmar en la cual puede integrar ámbas modalidades para narrar lo que quiere presentar al espectador. Esto, es lo que sucede con “Bella Addormentata”… Italia se conmovió allá por el 2009 cuando Eluana Englaro, postrada en una cama y en estado de coma desde 1992, agonizaba en horas de áspero debate parlamentario: la eutanasia era discusión nacional. Por un lado, los partidarios de acompañar a un ser amado que sufre en su despedida física, operando sobre él; y por el otro, quienes piensan que esto es un crimen y debe ser penado y perseguido por las autoridades. Esa discusión es la que Bellochio aborda, con valentía, errores y aciertos. Pero para que entendamos el abanico de emociones que atraviesan a ámbos sectores enfrentados por la ley que se debate, el cineasta propone tres historias centrales (por eso decimos que esta propuesta es semi-coral), que tienen lugar en las horas del acalorado debate por la norma mencionada en ese frío febrero en el que la península debatía con fervor y dolor un tema muy sensible a la naturaleza humana. bella-addormentata-1-179355_0x410 Los personajes presentados, elaboran esa visión del director, desde sus realidades particulares, entrelazadas con lo que a Eluana le sucedía: hay una muchacha que intenta suicidarse (es adicta y está convencida de que va a morir pronto), otra joven cuyo estado vegetativo ha anclado la carrera de su madre (una prestigiosa actriz que sólo se dedica a su cuidado), y la familia de un legislador (básicamente, padre e hija) que tiene que votar y se encuentra dividida entre el deber y el sentir. El reparto, incluye a la enorme Isabelle Huppert (en una gran composición), Alba Rohrwacher, Toni Servillo, Michele Riondino y Maya Mansa, cada uno, poniendole cuerpo a una historia intensa, movilizante, pero que se presenta un poco extensa, y despareja desde lo actoral (no todos guardan la misma convicción a la hora de la ejecución). “Bella…” transcurre con velocidad, emoción y sobresaltos. Lo que puede decirse sobre la apreciación que trasluce en la obra como totalidad, es que Bellochio, no tiene posición al respecto (la tiene, entiendase que en su película elige sólo presentar las aristas), en el sentido de que sus personajes representan sectores de análisis de la cuestión de la “muerte digna”, deja que el espectador elija sus propias respuestas. Propone un recorrido donde el muestreo de emociones golpea una y otra vez, a veces con equilibrio, y otras en un tono estridente, quizás un poco fuera de registro (los actores jóvenes desbalancean ciertas escenas). Pero valioso. Lejos de “Amour” (que también presenta esta temática), más cerca de la cobertura televisiva (y su fibra sensacionalista), lejos de bajar letra, cerca de conectar con lo primario de esos corazones. No te dejes engañar por el tema, “Bella Addormentata” es una cinta muy interesante, que actualiza un debate que nos debemos aquí también, como sociedad. Más allá de sus errores (que los tiene), suma y es un producto que merece ser visto. Muy buena.
Eluana Englaro era una joven italiana que tuvo un terrible accidente automovilístico que la dejo en estado vegetativo de 1992 a 2009. El caso reavivó en la opinión pública el debate sobre la eutanasia, radicalizándolo para ambas posiciones. “Bella Addormentata” (Italia, 2012) de Marco Bellocchio (“Vincere”, “La Balia”, etc.), toma como punto de partida el momento en el que el parlamento italiano debatió qué hacer con la joven, frente al pedido de familiares y organizaciones que la desconectaran, para narrar varias historias entrelazadas. Por un lado está Toni Servillo (Uliano Beffardi) un estricto y convencional político que debe tomar una posición frente a Eluana y es perseguido por sus propios fantasmas del pasado y su hija (ayudó a alguien a desconectarse), María (Alba Rochrwacher), una ultraconservadora católica. Por otro lado está la Divina Madre (Isabelle Huppert), una millonaria que se mantiene cuerda quién sabe cómo y que tiene en su lujoso domicilio a su hija (Maya Sansa) en una habitación símil hospital y que está atravesando lo mismo que Eluana. Y finalmente está Rossa (Maya Sansa) una “perdida” suicida que será “salvada” reiteradamente por el médico Pallido (Pier Giorgio Bellocchio). Todas estas historias se irán tocando en los días previos a la toma de decisión sobre el fallo de Eluana. “Bella…” vuelve a tomar un tópico ya trabajado en el cine pero lo hace desde un lugar que no aporta nada nuevo. Quizás en lo disruptivo de algunos flashbacks o en algunas de las imágenes digresivas de Huppert (que gran actriz, por cierto), porque más allá de un intento de actualizar el drama lo único que termina haciendo es construir un discurso sobre la violencia que diariamente se ejerce sobre el otro y que ya vimos muchas veces. Bellocchio termina hablando sobre esa violencia que hasta puede ser verbal, y que puede estar en un gesto o directamente en la completa ignorancia (como la que sufre el hijo de la Divina madre, quien está únicamente dedicada a su hija dormida y lo hace tomar la decisión de desconectar a su hermana del respirador por un rato para llamar su atención). Pero también hay violencia cuando se pretende que el otro piense lo mismo que uno, y principalmente cuando condicionamos a los que nos rodean con miedo (ejemplificado en los hermanos Roberto y Pipino – Michele Riondino y Fabrizio Falco, respectivamente) a que ejerzan su libertad. La película es larga, y si bien por momentos uno puede empatizar con alguno de los personajes hay algunas situaciones que rozan lo ridículo, por ejemplo: cómo puede ser que en un sistema sanitario público colapsado, como se lo muestra al inicio del filme, luego un médico pueda dedicarse las 24 horas a un paciente por afinidad? Más allá de alguna preguntas sin respuesta “Bella…” es más un disparador de información y premisas que una tesis sobre una problemática que aún permanece sin ser tratada ni en el cine ni en la vida real como se merece. Gran actuación, como siempre, de Huppert.
La fe y el ateísmo en clave operística Marco Bellocchio llega con una de las mejores películas que se pudo ver este año. A lo largo del film, desmenuza parte de la idiosincracia italiana. La originalidad temática está acompañada por un tono sobrio del director. El veterano gran director Marco Bellocchio continúa desmenuzando a la sociedad italiana desde su particular mirada, única e intransferible. Desde su lejano primer film (I pugni in tasca, 1965), una de las mejores opera prima jamás realizadas, Bellocchio, ateo confeso, recorrió las miserias y contradicciones de un contexto político y social donde no deja títere con cabeza: la izquierda, la derecha, la Iglesia y el Vaticano, las Brigadas Rojas, el fascismo, la esquizofrenia, son algunos ejes temáticos de su cine, siempre aunados a una puesta en escena operística transmitida a través de escenas delirantes, invadidas por un visión cáustica que trabaja la desmesura con un placer difícil de encontrar en el cine de estos días. Algunos títulos de la última década: Vincere; La hora de la religión; Buenos días, noche. El caso real de Eluana Englaro, quien estuvo en estado vegetativo durante 17 años, hasta que muriera en 2009, y que bombardeara las miserias de la sociedad italiana de entonces, le sirve a Bellocchio para opinar de manera furibunda sobre el hecho en sí mismo, pero también, para construir una ficción sobre tan espinoso tema. Bella addormentata (Bella adormecida) esquiva los clisés para edificar a un grupo de personajes ficticios que aluden al núcleo argumental o que se relacionan de manera periférica al hecho verídico. De esta manera, en paralelo, vemos a una madre interpretada por la siempre estupenda Isabelle Huppert, actriz en la ficción, que abandona su exitoso trabajo para esperar la recuperación casi terminal de su hija. O se presencian las vidas de los políticos opinando sobre el tema central y llevando el agua hacia el terreno que más les conviene. O se está ante un médico que protege a una desquiciada mental y dispuesta al suicidio (gran trabajo de Maya Sansa, intérprete habitual del director). Pero también, las marchas y contramarchas, a favor y en contra de una resolución inmediata o no sobre Eluana, siempre con el correspondiente y autoritario peso de la religión en esta clase de situaciones límite. A esa originalidad temática que recorre las imágenes de Bella addormentata se suma una puesta en escena conformada por estallidos emocionales, reacciones intempestivas y diferentes puntos de vista, como si la película eligiera un tono y una estructura coral, donde el director no destruye pero tampoco pontifica a sus personajes como buenos y malos, sino todo lo contrario. Las miserias están ahí, al alcance de la mano, provengan o no de la fe religiosa, de un político de izquierda o de derecha, o de una madre enajenada que espera que su hija vuelva a abrir los ojos. Bella addormentata es una de las grandes películas de este año y sugerir verla hasta puede parecer como una obligación imposible de rechazar.
Entre la vida y la muerte Hace cuatro años, un caso de “muerte digna” dividió a Italia. Fue el caso de Eluana Englaro, una joven que permaneció 17 años en estado vegetativo hasta que su padre pidió la interrupción del suministro de alimento. En ese momento se abrió un debate que cruzó a toda la sociedad y llegó hasta las altas esferas del gobierno. Con este disparador, el veterano director italiano Marco Bellocchio (“El diablo en el cuerpo”, “Vincere”) construyó una película coral que mediante tres historias diferentes indaga en los dilemas morales, religiosos y políticos que aparecen en el límite entre la vida y la muerte. “Bella addormentata” se sostiene en un fino clima de tensión que se va tejiendo a través de las dudas y las ambigüedades que definen a sus protagonistas, y se distancia del drama para bucear en las aguas del cine más social y político. Más allá de su fuerte perfil ideológico, Bellocchio no juzga a sus personajes, como si tratara de comprender sus motivaciones, y al mismo tiempo ensaya una reflexión sobre la Italia “cínica y depresiva” de Berlusconi, como expone el personaje central del senador oficialista. Es cierto que la película pierde algo de intensidad en su esquema coral, y que el director no llega a cortar hasta el hueso como en otras oportunidades, pero estamos ante un cine riguroso y valiente que en la cartelera local, en los tiempos que corren, es toda una rareza.
La piedad según Bellocchio El cine de Marco Bellocchio siempre dialoga con la realidad. Con la realidad de su país que, a veces, es también una realidad universal y entonces nos compromete de una forma más directa. Es lo que pasa en Bella addormentata, que toma el caso real de Eluana Englaro, una mujer que estuvo 17 años en estado vegetativo, convirtiéndose en uno de los casos de eutanasia más emblemáticos. Claro está, el contexto en el que se dio, en un país de una fuerte raíz católica, motivó la enorme polémica que dividió a la sociedad italiana y, también, a parte del mundo que se involucró en el debate. Bellocchio, entonces, toma este asunto pero no para recrearlo a manera de biopic-documental-drama realista, sino que ficcionaliza una serie de historias paralelas a ese hecho. En vez de quedarse con lo puntual, y menos relevante (se sabe que aquello que es contado como real en el cine admite pocas discrepancias por el rol totalizador que ejerce la imagen), y hace la operación más compleja e interesante: ofrecer una mirada que indague en cuáles son las consecuencias de un episodio particular dentro de una sociedad. Es precisamente esa operación lo que se agradece en el film de Bellocchio, mucho más que los resultados dispares de una película tan apasionante como pragmática en sus resoluciones. Digo que lo más interesante de Bella addormentata es el procedimiento al que recurre el director, porque siendo Bellocchio un tipo consagrado, una voz con peso dentro del cine mundial, alguien relacionado fuertemente con ideas de izquierda y con un cine dueño de un discurso tan poderoso y auténtico, que se haya tomado el trabajo de evitar el panfleto antireligioso y pro-eutanasia es para mi modo de ver un logro. Y repito, mi modo de ver, porque soy también un ateo que opina que cada uno es dueño de su vida y que algunas instancias cercanas a la muerte son indignas para el ser, deshumanizadas y violentas. Sin embargo la película, en muchos pasajes, pone en duda nuestros conceptos, nos lleva a repensar las cosas, alejándonos de la comodidad y el confort de nuestras propias ideas. Es ahí donde se pone de manifiesto un asunto que ronda el film: la piedad. Bellocchio, quien a sus más de 70 ya no debería tener motivos para sopesar su discurso, entiende que es buen momento para reflexionar con el otro. Y en ese proceso están sus personajes, que encuentran en el final de cada una de las historias que se entrelazan de modo coral algo similar a la piedad. La crítica internacional, por el contrario, ha sentido que Bella addormentata es una película tibia para los parámetros del director. Y tal vez lo sea. De hecho lo es. El asunto es llegar a comprender que no siempre la tibieza es un defecto, más en un artista que debe movilizarse lejos de los sermones. Y Bella addormentata, que lo podría haber sido, no lo es ni por asomo. Tampoco es una película que busque deliberadamente quedar bien con todos los puntos de vista. Es un film multifocal, que descentra a cada rato para permitirnos tener una mirada abarcativa y que pocas veces nos señala qué es lo correcto o lo incorrecto. Nos pone en el incómodo lugar de decidir por nosotros mismos y lo hace -lo que la hace mejor- por medio de las herramientas del cine, incluso con las herramientas y los modos habituales de Bellocchio, quien no ha perdido un gramo de potencia en sus imágenes, incluyendo ese particular sauna donde los diputados en bolas descansan del agobio y las presiones (una de las ideas más felices y que parece sacada de una película de Nanni Moretti). Tal vez si hay que buscarle problemas a la película de Bellocchio, vengan por el lado de la escritura. Así como las imágenes del film son potentes, algunos diálogos y situaciones resultan excesivamente simplistas para un director como él. Ejemplo máximo, la subtrama de ese legislador que tiene que votar de manera programática en la legislatura pero contra sus propios intereses. Este hombre, perteneciente al “berlusconismo”, se hace preguntas bastante poco inverosímiles para un político de carrera como se lo ve, es como si Bellocchio estuviera simplificando lo político a un nivel de ingenuidad suprema, de bajada de línea torpe, con el fin de sostener su tesis. Lo mismo ocurre con cierta resolución en torno al amor y cómo modifica nuestra percepción de las cosas. Es en esos momentos donde sí se ve a un director menos virulento y más complaciente. Pero en definitiva que el discurso oral nunca termine contaminando al visual, deja en claro que el director tiene el control del relato y que tal vez se trate de ligeras concesiones hacia un espectador menos intelectual y más sensibilizado por el tema que aborda la película. Y es ahí donde está el valor del film: al que busque respuestas, le ofrecerá más preguntas. Pocos buscan eso en el cine de hoy en día. Bellocchio, con un film bastante menor, lo hace básicamente porque intenta ponerse en el lugar del otro. Y se agradece.
La vida y la muerte sin preconceptos El film cuenta el drama de una estrella de cine que cuida de su hija, que se encuentra en estado vegetativo. Inspirada en el caso de Eluana Englaro, una mujer que pasó 17 años en coma antes de que por decisión de su padre se desconectara la máquina que la mantenía con vida. En el Festival de Venecia 2012, el León de Oro al mejor film fue concedido a "Pietá" del realizador coreano Kim KiDuk, decisión que despertó una acalorada polémica, ya que un gran sector de la crítica y adscribo a esto consideró que esta obra, que conocimos en nuestra ciudad en una función de Cine Club a principios de este año, no reunía ni lograba lo que sí otras realizaciones del director. Y en esta misma edición, que permitió sí que "The Master" fuera reconocida en las categorías mejor dirección y actores principales, "Bella Addormentata" de Marco Bellocchio, film que hoy nos ocupa, sólo fue destacada en el renglón "mejor actor emergente", Fabrizio Falco, quien en este tan controvertido film interpreta al hermano de la agónica protagonista, Eluana Englaro. Apoyado en la crónica de la vida cotidiana, en el angustiante y ensordecedor periplo de diecisiete años que debió atravesar Eluana Englaro, el autor de "Vincere" uno de los más viscerales y grotescos sobre la representación del fascismo que hayamos conocido en las últimas décadas, nos plantea de manera reflexiva, dejando en el fuera de campo, de manera oculta a la misma protagonista, un entramado de voces y miradas sobre un debate que pendula entre la vida y la muerte, en el cual entra otro término, aportando otros interrogante, el de sobrevivir. De los diecisiete años en un estado vegetativo, de esas interminables horas de suplicio, pero para algunos esperanzadores días, el realizador de "La nodriza", sobre el cuento homónimo de Luigi Pirandello y su "Enrico IV" a partir de la pieza teatral del mismo autor, Marco Bellocchio elige construir un relato sobre los últimos seis días de la protagonista, del 3 al febrero del 2009. Y ya desde las primeros momentos del film los informes del telegiornale se van cruzando con los gritos de repetidos "Despierta!!!", mientras van asomando frente a nosotros los personajes que, desde sus historias íntimas y públicas, van tejiendo un tapiz sobre el fondo de los acontecimientos, desde el momento en que se concreta el último pasaje de Eluana, en su traslado a la ciudad de Udine. En la pantalla las imágenes de los acontecimientos que la tienen como blanco móvil de la mirada ciudadana, que dispara hacia los intereses políticos, las ofrendas religiosas, los actos de protesta en contra de la eutanasia, la militancia por el derecha a una muerte digna. En el correr de este año dos films, ambos de origen europeo, nos permitieron acercarnos a dos historias en las que ayudar a morir a otro puede, como en estos casos, para algunos, comprenderse como un acto de amor, como pudimos seguir en la muy resistida "Amour" de Michael Haneke y la reveladora "Algunas horas en primavera" de Stephane Brize. Ciertamente esta aseveración abre a cuestiones muy personales y entra en juego, por igual, la cuestión del suicidio. En horas de la mañana del día sábado 5 recibíamos con dolor la noticia de la decisión que había adoptado Carlo Lizzani, admirado guionista y director, ya desde los tiempos del Neorrealismo, de quien hemos visto este último tiempo "Celluloide" sobre el rodaje de "Roma ciudad abierta" de Roberto Rossellini. En las páginas de los diarios italianos, la mayor parte de los periodistas al dar cuenta de los hechos hacía mención a la analogía entre este trágico acto y la similitud que guardaba con la manera en que uno de los grandes de la Commedia, Mario Monicelli, había puesto fin a su vida. Acaso, ante estos hechos, ¿podemos abrir algún juicio?. Ciertamente muchos lo hacen y en la mayor parte de los casos desde una posición cómoda y reduccionista, atendiendo más a escuchar mandatos impuestos que a reflexionar sobre las urgencias y pesares, desolaciones o sin salidas, por las que pudo haber experimentado un ser humano. Es así que el film de Marco Bellocchio, lejos de ofrecer una respuesta desde su lugar, de plantear una única vía, nos deja en ese espacio en el que podemos ver, como en el afiche original, un bosque con la parte superior abriéndose, mostrado desde arriba, haciendo mención a la fábula del cuento de hadas, y desde donde se pone en juego el mismo término despertar. En los relatos infantiles, aquellos que comienzan con había una vez, algo mágico y esperado puede suceder: pero aquí, la lucha se da en un territorio en el que cada uno de los que nos acercan sus particulares historias, en la escena de ese profundo e inmóvil sueño de Eluana Englaro, manifiesta sus fisuras, su constante estado de crisis y a la espera de ese amor que permita que algo diferente como pueda llegar a acontecer. Y es, entonces, que este film, de visión más que necesaria y de debate abierto, que nos lleva a pensar en tantos otros, nos motiva a revisar la filmografía de su autor, quien hoy ya cuenta con casi setenta y cuatro años. Y que ya con su primer largometraje, "I pugni in tasca" estrenado en 1965 nos ofrecía el retrato de una familia disfuncional, marcado por la violencia, por la tragedia, al son de los pasajes operísticos de "La Traviata". Numerosos films de su autoría fueron prohibidos o mutilados durante la dictadura. Y algunos de ellos nunca fueron comprados por los distribuidores locales, entre estos "Marcia trionfale", "Gli Occhi, la bocca", "La visione del sabba", "La condanna", "Il sogno della farfalla", "Sorelle mai". Admirador no sólo de la filosofía y de la poética de Luigi Pirandello, Marco Bellocchio igualmente llevó al cine su particular versión de "La gaviota" de Anton Chejov y aún podemos recordar el escándalo público, prohibición y aprobación posterior, en algunas salas de Capital, cuando el estreno de "El diablo en el cuerpo" en el año 1986. Frente a esta temática recordamos a nuestros lectores que en la edición del domingo 15 de septiembre, la Doctora en Filosofía, Elisa Di Bárbora nos permite seguir todo un planteo desde el campo de la Bioética, sobre "la muerte digna y la eutanasia".
Bellocchio otra vez aborda al ser humano en una cita obligada para el espectador El cine de Marco Bellocchio tiene ante todo su postura política frente a cada historia que retrata. Pude ser en forma subrepticia como en “La nodriza” (1999) o “El diablo en el cuerpo” (1986). En ambos casos, la historia pasaba por otro lado, pero ambas protagonistas tenían novio o marido presos por subversivos, lo cual era determinante en sus acciones. Otras veces, la mayoría, tomando postura a través del texto cinematográfico con en “Buenos días, noche” (2005), sobre el secuestro de Aldo Moro; “Vincere” (2009) sobre Mussolini; ahora claramente en “Bella Addormentata”, abordando la ley de eutanasia o muerte digna. El compromiso con su ideología es innegable factor que predispone naturalmente a la polémica y por supuesto al debate. Hay algo que colabora notablemente a todo, más allá de lo subjetivo frente a las temáticas: Marco Bellochio filma bien. El título ya juega una dualidad interesante en la mente. Sabemos de antemano que no entramos a la sala a ver una para chicos. No hay duendes, no hay bosque y no hay príncipe azul que la despierte. La bella durmiente no es un cuento de hadas porque en 2009 Eluana Englaro (el caso real sobre el cual se apoya la historia) estaba postrada en cama hacía 17 años, en estado vegetativo. Su madre pidió desconectarla y el padre quería que fuera aplicando la ley. Berlusconi tomó palabra (intrascendente y neutral en el discurso). Luego todo el caso fue aprovechado por los medios y la clase política para sacar rédito de la sensibilidad de la población que en ese momento, además de fútbol no se hablaba de otra cosa. Estos eventos sirven a los guionistas y al director para sentar su postura frente a la clase política, los médicos, la influencia de la iglesia, los medios de comunicación masiva y otros frentes. A este marco lo va llenando con historias de mayor o menor envergadura, tomando como centros autárquicos por un lado a una madre, ex diva digamos (brillante Isabelle Huppert), cuya hija también está postrada, por otro lado a un político honesto (excelente Tony Servillo), pero partidario de Berlusconi, que se debate entre su voto por fidelidad partidaria y su ideología marcada a fuego por un hecho del pasado que además es causa de una relación insostenible con su hija. Las otras historias menores no son sub-tramas per sé, más bien actúan como elementos corales aportando una visión periférica y global en donde en definitiva se apoya el film. Eventualmente, Bellocchio se alejará de lo individual para ofrecer una reflexión profunda sobre la indiferencia (médicos apostando por los días de vida que le quedan al paciente), el execrable aprovechamiento de las circunstancias adversas, la crueldad, y sobre todo la intolerancia. Casi sin darse cuenta el espectador es transportado hacia la mirada de cada personaje teniendo la oportunidad de ver y escuchar varias campanas como para poder ofrecerse a sí mismo una propia. “Bella Addormentata” no tiene una bajada de línea política (en todo caso la opinión del director sobre Berlusconi está, pero no influye), pero sí establece una línea de pensamiento sobre el tema que trata. Los personajes están bellamente fotografiados por Daniele Cipri. Aún de día todos están encuadrados al costado de sus circunstancias y con un velo de oscuridad que no retrata intenciones, sino estados de ánimo frente a la adversidad al punto de parecer estar pidiendo ayuda Una realización que aborda al ser humano tomando decisiones, y se transforma en una cita ineludible para ir al cine.
Un caso que despertó grandes polémicas El septuagenario director Marco Bellocchio aborda en “Bella addormentata” (Bella durmiente) un caso verídico que ocurrió años atrás en Italia y que no sólo tuvo gran repercusión en la vida social y política interna del país sino que también conmovió a la opinión pública de todo el mundo. Se trata del caso Eluana Englaro, aquella joven que quedó en estado vegetativo luego de sufrir un accidente de tránsito, en 1992, y que ante el cuadro irreversible, su familia libró una larga batalla legal con el objetivo de obtener autorización para desconectarla de la alimentación artificial que la mantenía con vida. El proceso duró 17 años. Bellocchio, en su película, se concentra en los últimos 6 días de vida de Eluana, en febrero de 2009. Tomando el caso como eje, el guión (a cargo del mismo Bellocchio junto a Veronica Raimo y Stefano Rulli) ofrece una pintura de la sociedad italiana contemporánea, adoptando una suerte de estructura radial con epicentro en el Parlamento, donde por esos días se vivía un clima febril, ya que Silvio Berlusconi (primer ministro, en ese momento) había presentado, contrarreloj, un proyecto de ley mediante el cual pretendía prohibir la suspensión de la alimentación de la paciente, quien ya había sido desconectada en cumplimiento de una autorización otorgada por el Tribunal Supremo. La sociedad italiana estaba fuertemente dividida por este tema y la influencia del Vaticano era muy fuerte a favor de la conservación de la vida y en contra de la eutanasia. En todas partes, había manifestaciones a favor y en contra, los medios de comunicación no hablaban de otra cosa y frente a la clínica donde estaba internada la joven, se sucedían los incidentes provocados por los integrantes de ambos bandos de opinión que se enfrentaban en manifestaciones públicas. Bellocchio muestra cómo el caso afecta a un senador del partido de Berlusconi que se ve obligado a votar una ley que va contra su conciencia. Él mismo había atravesado por momentos similares cuando su esposa, enferma terminal, le pidió abreviar su agonía, hecho que lo marcó duramente y lo enfrentó a su hija, una católica ferviente. La cámara muestra cómo el senador concurre al recinto del Parlamento padeciendo un grave conflicto interno entre sus ideas y las presiones de su partido, mientras la muchacha asiste a las manifestaciones que se oponen a la desconexión de Eluana, donde termina enamorándose de un joven que está manifestando en el bando contrario. En otro escenario, una actriz famosa (interpretada por Isabelle Huppert) también se une a las oraciones a favor de la conservación de la vida de Eluana, mientras atraviesa su propio calvario ya que tiene una hija en coma en situación similar, hecho que la obligó a abandonar su carrera y la tiene absolutamente pendiente de un milagro esperando que un día despierte, afectando toda su vida familiar, integrada por actores. En otro ángulo de la historia, la película muestra cómo repercute el tema en un hospital, donde en medio del trajín diario donde se atienden urgencias de todo tipo y se asiste a los internados, inescrupulosos levantan apuestas acerca de los posibles destinos de Eluana. En ese contexto, un médico se concentra en tratar de salvar a una joven drogadicta que en estado de crisis quiere suicidarse. En tanto, en el Parlamento, los legisladores se aprestan a votar la polémica ley presentada por Berlusconi, enfrentado a Giorgio Napolitano (presidente de la República), quienes sufren sus propios conflictos, incertidumbres y angustias. Así, Bellocchio va hilvanando pequeñas historias particulares, que ofrecen una mirada colectiva sobre la sociedad italiana en la que están presentes las creencias, el imaginario popular, las emociones, los sentimientos, las ideas políticas y morales acerca de los derechos en cuestiones de vida o muerte, en medio de una caja de resonancia agitada por el caso, que termina abruptamente con el deceso de Eluana, el 9 de febrero de 2009, minutos antes de las 20 horas, antes de que el Senado llegara a tratar el proyecto. Bellocchio, ateo y de izquierdas, no toma partido por ninguna de las dos posturas y en su relato, muestra las contradicciones que afectan a todos los personajes, enfrentados a los dilemas morales comunes a todos los seres humanos, y lo hace con respeto y singular belleza.
Dotada de múltiples aristas, la nueva película del notable y ya maduro cineasta italiano Marco Bellocchio, se introduce a fondo y con lucidez en temáticas incómodas y poco transitadas. Una trama controvertida que aborda asuntos teológicos, morales, políticos, sociales, mediáticos y familiares en su tratamiento. Vinculada básicamente a la eutanasia, esta mirada se integra a subtramas que entran y salen con fluidez e intensidad durante el metraje de una obra comprometida y atrayente. La historia de Bella addormentata (Bella durmiente, no queda claro por qué se mantuvo el título original) está atravesada por el hecho real de una joven mujer llamada Eluana Englaro que, tras pasar 17 años en estado vegetativo, es dejada morir tras una larga batalla judicial y religiosa. Un caso que conmocionó a toda Italia y a Europa y sobre el que Bellocchio no hace una biografía, toma el hecho como referencia para ofrecer un puñado de historias en formato coral que sacuden y conmueven. Con un polo en la fábula de Perrault y la princesa de Disney y en el otro Mar Adentro de Alejandro Amenábar, el film del director de El diablo en el cuerpo y Vincere reniega de ambas vertientes y vuelca una mirada personal, por momentos desbordada y frenética, para hacer una verdadera radiografía de la condición humana. Una heterogénea galería de personajes transitan la pantalla a través de algunos intérpretes magistrales como Toni Servillo, la ascendente Alba Rohrwacher e Isabelle Huppert. Un film arduo, bello, de visión ineludible.
Bella película atormentada Cotejar la última película de Marco Bellocchio (Piacenza, Italia, 1939) con Gravedad (2013, Alfonso Cuarón) nos enfrenta a un hecho indiscutible: el segundo es un extraordinario ejercicio de suspenso y una maravillosa experiencia para los sentidos, pero no deja de ser un producto (otro más) para preadolescentes con algo de montaña rusa, en tanto Bella addormentata está concebida para espectadores adultos, inquietos, pensantes. Basta comparar las lágrimas de Sandra Bullock con las de Isabelle Huppert o Maya Sansa: las últimas son de verdad, las de la joven astronauta un hábil truco para que los espectadores aprecien mejor los sorprendentes efectos del 3D. Es cierto que el film de Cuarón tiene un corolario nada desdeñable, que nos lleva a tomar conciencia de nuestra condición de seres vivos en este planeta, pero no deja de ser un final tranquilizador, mientras que Bellocchio reflexiona sobre el valor de la vida desasosegando, cuestionando, arrojando interrogantes. No se trata de poner en tela de juicio el indudable valor de Gravedad como entretenimiento ni la del cine como medio evasivo con sentido lúdico, sino de preguntarse por qué resulta cada vez más difícil encontrar películas que lleven al café posterior con debate antes que al pasivo consumo de pochoclo en silencio durante la proyección. El punto de partida de Bella addormentata es el caso real de una mujer italiana que estuvo 17 años en estado vegetativo, durante los cuales políticos, miembros de la Iglesia, periodistas y ciudadanos no dejaron de discutir y confrontar posturas en torno a la pertinencia o no del mantenimiento de la vida de una persona en esas condiciones. Lo interesante es que el guión, escrito por Bellocchio junto a Verónica Raimo y Stefano Rulli, plantea un rico cruce de conflictos, dudas, sentimientos y remordimientos, alternando las historias de un senador que no sabe si ser fiel a sus convicciones o a los pedidos del Partido (Tony Servillo, de Gomorra), su hija militante contra la eutanasia envuelta en un amor que la convulsiona (Alba Rohrwacher, de conmovedora mirada), un médico preocupado por una adicta suicida (los intensos Pier Giorgio Bellocchio y Maya Sansa) y una actriz que ha hecho de su casa una suerte de templo para rezar incansablemente por su hija postrada (Isabelle Huppert, ideal para este personaje alelado). Ninguno de ellos procede de manera predecible: el joven médico y su bella paciente no se enamorarán (al menos mientras dura el film), el político no asumirá posiciones heroicas ni degradantes, ningún enfermo despertará de su estado vegetativo. Nadie es expuesto como emblema de valores unívocos, todos muestran algo de integridad. “La vida es una condena a muerte, no hay tiempo que perder” le dice un psiquiatra (que juzga, además, con admirable precisión, la necesidad de los políticos de aparecer en televisión) al senador, que a su vez reflexiona “El sufrimiento no ennoblece al hombre, sino que lo humilla”. Un joven peligrosamente inconformista compara a la mujer extenuada con Jesucristo, en tanto el médico tenaz le hace ver a la suicida que si reacciona ante una cachetada es porque mantiene sus instintos de supervivencia. Episodios y comentarios estimulantes como estos se suceden durante todo el film, que puede valorarse como un ensayo hecho de gestos y pensamientos que, aunque dispersos, se integran por una mirada común: la de seres humanos enfrentados a los misterios de la vida y de la muerte, más allá de sexos, edades, profesiones e ideologías. Como en algunas de sus últimas películas (Buenos días, noche, La hora de la religión, Vincere), Bellocchio envuelve su estilo habitualmente furioso con un aura fantasmagórica, donde la tragedia con raíces en la realidad deriva en desvaríos pesadillescos. Con una luz siempre enrarecida, ambientes penumbrosos en los que destellan las imágenes de televisores encendidos, la música exquisita y ligeramente hitchockiana de Carlo Crivelli, los rostros cargados de dramatismo de un puñado de fotogénicos actores sagazmente elegidos, toques alegóricos (el agua arrojada a la cara de la chica que parece sacarla de su letargo) y recursos operísticos (el reclamo en el hospital que acaba con sábanas blancas sacudidas como banderas, el misticismo de la actriz que la lleva a posesionarse como un personaje trágico rodeada de flores y espejos), hacen de Bella addormentata una experiencia centelleante, con más locura que inclinación por las moralejas.
Sueño sombrío La última película del italiano Marco Bellocchio parte de un caso real de eutanasia para trazar un fresco de vidas en encrucijada moral. El claroscuro como tesis formal y moral: a ese contraste de contornos indefinidos apunta el veterano director Marco Bellocchio (El diablo en el cuerpo, La hora de la religión) en Bella Addormentata. El filme parte del caso real de Eluana Englaro, que, como puede verse de fondo en la cinta, puso en vilo en 2009 a la opinión pública de Italia tanto como a sus cúpulas políticas y religiosas. El padre de Englaro, muchacha que llevaba 17 años en estado vegetativo, pidió por la muerte digna de su hija, renovando el debate social sobre la eutanasia. Pero Bella addormentata no trata sobre la eutanasia, sino sobre la ambigua relación entre libre albedrío, amor y lealtad. De naturaleza coral, aunque incluso esto es solapado (Bellocchio se ahorra las efectistas intersecciones a lo Iñárritu), la película despliega cuatro “historias de vida” de paralelismos simbólicos que tienen en su centro a una “bella durmiente” como Englaro, quien nunca aparece. Por un lado, un senador oficialista (Toni Servillo) se opone a votar la ley en contra de la muerte de Englaro por haber sido testigo de una situación similar con su esposa; su hija, católica practicante, se une a la manifestación que reza por Englaro a la vez que se enamora de un introvertido chico de anteojos; una actriz obsesionada por su propia imagen y al borde de la locura (Isabelle Huppert) dedica su vida a velar por su hija Rosa, también en estado de coma, mientras su marido y su hijo se preguntan qué hacer; y una ladrona suicida (Maya Sansa) es custodiada por un médico (Pier Giorgio Bellocchio) mientras duerme en una cama de hospital. La bella durmiente también es Italia, la de siempre y la de Berlusconi, proyectada como ilusión fantasmal en pantallas y televisores que emiten el debate legislativo (una Italia “cínica y deprimida”, se escucha por ahí). Pero Bellocchio, al contrario de filmes anteriores, está lejos de la denuncia y mucho más cerca de la comprensión de sus personajes. Menos potente que Vincere (2009) aunque más meditabunda, compleja y abstracta e igual de majestuosa, Bella addormentata es un interrogante tan didáctico como borroso sobre el accionar amoroso en un estado de anomia y la supervivencia del humanismo en un mundo escéptico y amargo.
Bella Addormentata: To let live or to let die Famed Italian filmmaker Marco Bellocchio’s Bella Addormentata (Dormant Beauty) is based on real events that grabbed the attention of Italian society at large back in 2009 when Bep-pe Englaro decided to take his daughter Eluana, comatose for seventeen years due to a car wreck, off mechanical life support. The one particularity that set this case aside from others it that the father demanded that euthanasia be applied legally and out in the open, as opposed to secretly in private clinics or even hospitals. As was to be expected, a phenomenon was created around it: pro-life activists attacked the position of the Englaro family and Prime Minister Silvio Berlusconi was also against allowing the girl to die. Bella Addormentata revolves around a few stories that share similarities, but also display different sides of the same issue. One of the stories concerns a famous actress, “the Divine Mother” (Isabelle Huppert), who has a daughter in a coma, Rosa. She has devoted her life to taking care of her to the point of almost totally neglecting her own son. She’s very religious, therefore against letting Eluana die. She can’t even contemplate the fact that her own daughter could ever face the same fate. Then there’s Maria (Alba Rohrwacher), a religious young teenager who protests against euthanasia, but happens to fall in love with Roberto (Michele Riondino) a young activist man in favour of it who has a brother with mental problems. Moreover, there’s Dr. Pallido (Pier Giorgio Bellocchio) who feels drawn to a beautiful woman who’s admitted to the hospital, a drug addict with suicidal tendencies (Maya Sansa). Not surprisingly, the addict just wants to end her life whereas Dr. Pallido wants to convince that life is not to be tossed away just like that. Finally, there’s Uliano Beffardi (Tony Servillo), an honest senator elected for Berlusconi’s party who’s asked to vote for a law against euthanasia which would forbid Eluana Englaro being taken off life support. The thing is Uliano is in favour of euthanasia — and not without a reason. Marco Bellocchio deftly intertwines these stories in a smart and complex fashion, and in so doing he provides a full panorama with all its nuances on a topic as controversial as euthanasia is. However, expect no propaganda, since one of the film’s major assets is how it portrays each point of view without casting a judgment on it. For the most part, it deals with emotions and feelings of the parties involved. It shows everybody has their reasons. Accordingly, viewers are asked to make up their own minds and find their own answers to the many queries the film poses. This is not to say that there’s no criticism, because the film does indeed criticize politicians for taking advantage of hot issues like this one for their own personal benefit. Or how fanatics can only make matters worse, since they don’t really care about anyone or anything other than their own rigid ideas. People don’t matter to them. Bella Addormentata is a beautifully shot film, dark and moody, with some great scenes filled with infectious pathos alongside a very inspired musical score that gives the film a transcendental, yet not solemn, tone. Expect small dramatic pieces that are as unexpected as they are compelling (the arrival of the suicidal woman to the hospital, or when the shrink talks about his patients from the Senate). Bellocchio’s film is a meditation and an exploration rather than a statement on how things should be. And that’s precisely the best thing about it. Incidentally, the Film Commission of Friuli Venezia Giula was shut down allegedly for budget reasons; when, in fact, it was done as a way to block the film from receiving financial aid. As it’s obvious, the film got made anyway. All the more reasons to see such a remarkable feature.
El Séptimo arte retrató en varias oportunidades el polémico tema del derecho a la eutanasia; recordar entre otras: Las invasiones bárbaras(Arcand, 2003), Million dollar baby (Eastwood, 2004) o Mar adentro (Amenábar, 2004). Bella Durmiente, el último film de Marco Bellocchio (El príncipe de Homburg, La hora de la religión), toma como telón de fondo o disparador el emblemático caso de Eluana Englaro, quien paso 17 años en estado vegetativo luego de un accidente automovilístico hasta que su padre consiguió que se la dejara de alimentar en Febrero de 2009. El caso dividió a Italia entre quienes pedían por su vida y aquellos que suplicaban por su muerte. Tanto su primer ministro (Berlusconi) como el presidente de ese país (Giorgio Napolitano) tomaron posturas tanto en un bando como en otro. Hay que diferenciar la muerte digna de la eutanasia. La primera, denominada ortotanasia, no contempla el adelanto inducido de la muerte del paciente (eutanasia), sino que se trata del derecho del paciente a rechazar medios y tratamientos que le provoquen dolor o sufrimiento, y esperar a que la muerte llegue. Al aprobarse en Mayo de este año en el Senado la ley de muerte digna, Argentina entró a formar parte de una pequeña lista de países que ya han aceptado esta práctica; el caso símbolo fue el de Camila, una niña de 3 años. El film muestra paralelamente tres historias que debaten sobre la vida y la muerte; la primera es la que se establece entre María (una ultracatólica que está en contra de la decisión del padre de Eluana) y su progenitor, un senador (quien está de acuerdo con la muerte de la joven); la segunda historia es la que se da entre una reconocidísima actriz (cuya hija también está en estado vegetativo) y el resto de su familia (quienes no apoyan la devoción de la mujer por la salud de la muchacha); y la última es la que entablan una mujer suicida y un médico. El director declaró acerca de la problemática que plasmó en Bella durmiente: “Mientras los católicos puedan condicionar la vida política italiana, las cosas no cambiarán: será imposible votar una ley, incluso respetuosa, sobre el fin de la vida”; precisamente por el tema controversial que tocó, y dado el fuerte espíritu conservador de la sociedad italiana la película sufrió una pequeña manifestación ante el Palacio del Cine en la cual se repartieron panfletos que afirmaban: “Bellocchio mató a Eluana por segunda vez”. Las escenas más interesantes de la cinta son: aquella en la que el senador reflexiona acerca de cómo se actúa cuando se tiene fe y otra en la que el mismo personaje (en un baño público) entabla una conversación con un psiquiatra. Dos detalles a tener en cuenta son: el periplo del discurso del senador y la quita de espejos de la casa de la actriz. Bella durmiente es quizás el film menos político del director y además cae en varios lugares comunes y quizás en puntos algo forzados pero de todos modos sale airosa por el peso de sus historias y la calidad de sus protagonistas principales: la consagrada Isabelle Hupert, la ascendente Alba Rohrwacher y el desconocido Pier Giorgio Bellocchio (hijo del director). Bellocchio mostró la dificultad de ver los grises de la vida, de llegar acuerdos, ya que lo habitual es pararse en los opuestos, en los extremos. Así podría pensarse en qué tipo de análisis concretó el realizador de 73 años; es decir, si su mirada fue optimista o no.
Lejos de la potencia melodramática de la genial Vincere, Marco Bellocchio construye aquí un mosaico de historias alrededor de los últimos días de vida de una mujer en estado vegetativo. En cierto punto, parece acercarse al Terenece Malick de El árbol de la vida, aunque el film opta por una humanidad mayor. Un ejercicio de estilo de un cineasta enorme, aquí en sordina.
En la última película del gran maestro italiano Marco Bellocchio, Bella addormentata, el tema de fondo pasa por la legalización de la eutanasia, pero para examinar este presunto derecho el director de La sonrisa de mi madre combina distintos puntos de vista opuestos y dialécticos sin dejar por eso de sostener una perspectiva precisa. El film sitúa su relato coral en un momento histórico clave en Italia: es 2009 y, tras 17 años de existir en estado vegetativo, Eluana Englaro, si se legisla a favor, será desconectada. El hecho concreto fue central en las batallas culturales surgidas en el contexto de la Italia conducida por Berlusconi. Bellocchio se apropia de ese momento en clave de ficción sumándole tres historias: una actriz con una hija en el mismo estado que Eluana sostiene su esperanza esperando un milagro; un político, que por experiencia propia está a favor de la eutanasia pero su partido está en contra, se debate en su conciencia sobre cómo votar en el parlamento respecto del tema; una joven nihilista se topa con la voluntad férrea de un médico que intenta contrarrestar el compulsivo deseo de la joven de acabar con su vida. Extraordinario mosaico filosófico mediante el cual el director consigue construir esas atmósferas únicas de su cine donde lo real pierde momentáneamente la elegancia de las costumbres y el delirio se apodera por momentos del orden cotidiano. Véase el admirable pasaje al comienzo en un hospital, una escena emblemática de todo el cine del maestro italiano.
Publicada en la edición digital #255 de la revista.