La directora Kimberly Peirce (Los Muchachos No Lloran) prueba su suerte en el género de terror y nos trae una nueva adaptación de Carrie, basada en el libro escrito por Stephen King. Conocerán su nombre Carrie White es un tímida y poco popular chica que cursa su último año del secundario (o preparatoria como le llaman allá en Estados Unidos). Claro que el hecho de que su madre sea una fanática religiosa que intentó educarla en su casa durante años tampoco ayuda mucho a elevar su popularidad. Poco a poco comenzará a darse cuenta que es capaz de mover objetos con su mente mediante telequinesis, y luego de una broma pesada en el baile de graduación Carrie desatará el infierno en su pequeño pueblo. Carrie, con soda Cuando se anunció esta nueva adaptación o remake de Carrie, y tiempo después sus responsables tanto detrás como delante de las cámaras, esperé encontrarme con un producto, por lo menos, digno. Si bien me considero un seguidor de Brian De Palma y la película original me parece nada menos que una obra maestra, tenía ganas de ver hacia donde iba esta remake. A pesar de lo que muchos tengan en su contra, yo no tengo ningún inconveniente con las reversiones de clásicos. El film original existe y nada de lo que se pueda llegar a filmar después afectará su calidad. En el mejor de los casos pasan cosas como la nueva versión de Evil Dead, la cual se desprende bastante del relato original pero sigue manteniendo el espíritu y es una buena película por sus propios medios. Algo similar esperaba encontrarme con Carrie. Kimberly Peirce es una directora capaz, que no teme tocar temas difíciles o desgarradores, como pudimos ver en la genial Los Muchachos No Lloran, que le terminó valiendo el primer Oscar a Hilary Swank por su interpretación. Hay algo en Carrie que nos recuerda a esa película y puedo llegar a entender que vio la directora en el material orinal a la hora de aceptar el trabajo. Pero lamentablemente el resultado final está muy lejos de lo que uno puede esperar. La versión de Carrie de Kimberly Prince me recordó mucho a lo que ocurrió con la directora Catherine Hardwicke y la primera parte de la saga Crepúsculo. En el año 2003 Hardwicke filmó A los Trece, que en mi opinión es uno de los film que mejor retrata la adolescencia. Crudo y profundo, este film juntó toneladas de elogios, pero cinco años más tarde Hardwicke vendería su alma al diablo y dirigía Crepúsculo, película que banaliza todo lo hecho en su opera prima. Y Carrie hace en la carrera de Kimberly Prince algo muy parecido a lo que Crepúsculo hizo en la de Hardwicke, banaliza temas como la discriminación y el “bullying”, temas que tocó de manera perfecta en Los Muchachos No Lloran. El espíritu de esta nueva versión de Carrie está más cerca de American Pie que del film original. Todos y cada uno de los personajes de la película son unidimensionales, por lo tanto rápidamente se vuelven aburridos e insoportables. Los buenos son buenos, los malos son malos y los locos son locos, aquí es todo blanco y negro. Se extrañan esos personajes con grises y moral cuestionable que se movían por ese espacio casi onírico que nos planteó De Palma en la película original. Esa simpleza que se nota tanto en el papel como en la pantalla hace que nosotros como espectadores nos terminemos preguntando ¿Con que necesidad hicieron esta remake? Si no nos quieren mostrar nada nuevo, si quieren ir a lo seguro, entonces ¿Para qué molestarse? Tanto Chloe Grace Moretz como Carrie y Julianne Moore como su madre hacen trabajos aceptables a pesar de lo poco que tienen para trabajar. El guión no resulta demasiado desafiante para estas dos actrices que ya demostraron estar para cosas mejores, mientras que el resto del elenco acompaña como es debido. Conclusión A quienes vayan con altas expectativas a ver el film, debo advertirles que muy probablemente salgan decepcionados. Más allá de algunas buenas ideas desde lo visual, esta nueva versión de Carrie no tiene nada de nuevo para aportar y se siente como una versión rebajada de la original. Por último voy a citar a nuestro gran Santiago Balestra, con quien intercambiamos unas palabras una vez terminada la película y resumió de manera perfecta mi sentimiento al salir de ver Carrie: “Si es la remake de una clásico, entonces mira el clásico.” - See more at: http://altapeli.com/review-carrie/#sthash.Dc7CEZbV.dpuf
Carrie es una muy eficaz remake que las nuevas generaciones y los que no se quedan pegados al pasado y saben valorar un trabajo bien hecho van a disfrutar mucho. Es imposible opinar objetivamente sobre una remake ya que, por ejemplo, el impacto que causó Carrie en 1976 no puede ser nunca el mismo que cause esta versión 2013 si durante los años...
Habilidades recargadas sin suspenso El film original, estrenado en 1976, fue el primero y una de las mejores adaptaciones que tuvo una novela de Stephen King a la pantalla grande y tuvo como realizador a Brian De Palma. La película catapultó a la por ese entonces desconocida Sissy Spacek al estrellato. Ahora llega la remake protagonizada por Chloe Grace Moretz (vista en Kick-Ass 2 y Sombras tenebrosas y Déjame entrar, entre otras) como la adolescente Carrie White, una chica que vive con su madre (Julianne Moore), una fanática religiosa, y que se convierte en el blanco de las burlas de sus compañeras de colegio. Tanta presión y humillación despiertan sus habilidades para la telekinesis y se enciende la venganza. La realizadora Kimberley Peirce (Los muchachos no lloran) no logra un producto que se acerque al nivel del film original a pesar de contar con dos buenas intérpretes en el elenco. Su trabajo sigue los pasos de la película anterior, le agrega los efectos devastadores de un video subido a Internet y sólo potencia algunas secuencias que tienen que ver con el despliegue visual. El resto se ve como una estudiantina lavada, atravesada por conflictos menores y con alumnos diabólicos dispuestos a todo para herir a la protagonista. En Carrie versión 2013, las habilidades para mover objetos y personas a distancia aparecen exacerbadas (hasta la levitación) pero sin el suspenso y los climas que generó De Palma. Los adolescentes y quienes no hayan visto el original, quizás la disfruten. Chloe Grace Moretz acierta más en los momentos de joven ingenua que en los raptos de ira y de lucha con su madre. NOTA: En el elenco de la película de 1976 asomaba John Travolta. En 1999 se hizo una secuela, Carrie 2: La ira, que pasó sin pena ni gloria por la cartelera y en 2002, la historia también se adaptó a la televisión sin suerte.
Sangre nueva Se sabe: que los adolescentes no miran películas viejas y que hoy que Sissy Spacek está para interpretar abuelas. Había un gran mercado potencial de generaciones que no conocen la historia de Carrie (aunque probablemente conozcan la imagen de la escena en el baile de graduación). Ahora que Hollywood se ha dedicado a rehacer y refilmar casi cualquier cosa (desde películas filmadas varias veces hasta series de televisión y juegos de mesa), no es de extrañar que lo que muchos consideran un clásico como Carrie tenga una versión nueva, moderna, para gente nueva. Sin entrar en comparaciones con la versión de De Palma del 76, un posible problema para esta remake era que en buena medida aquella película funcionaba por el impacto y la sorpresa (por ejemplo, con el famoso epílogo). Hoy que la historia no es nueva y la producción masiva de películas de terror con esteroides tiene acostumbrado al público a varias cosas truculentas, la apuesta por una historia relativamente simple como la de Carrie podía resultar aguada. Pero esta nueva Carrie tiene la sabiduría de creer en su propuesta: confía en la historia que va a contar, confía (sobre todo) en sus actores y sigue para adelante. El resultado posiblemente carezca de espectacularidad, pero tiene toda la dignidad de esas películas que saben lo que quieren y lo buscan. Un gran acierto, por ejemplo, de esta versión dirigida por Kimberly Peirce (la misma que dirigió hace 14 años Los muchachos no lloran y poco más desde entonces) es no desesperarse por mostrar el ritmo hipermoderno que supuestamente le gusta a los chicos de hoy y no angustiarse tampoco por demostrar que está retratando a esos chicos. Ambientada en algún pueblito, por momentos uno podría pensar que la película transcurre en alguna otra década más allá de la presencia de celulares multifunciones y YouTube, los adolescente de Carrie son simplemente adolescentes.Este trabajo casi modesto, por otra parte, se sostiene fundamentalmente gracias al trabajo de los actores (casi todas actrices), las compañeras adolescente de Carrie cumplen su papel de forma eficaz y con unas pocas arrugas y despeinada Julianne Moore logra componer el verdadero epicentro del terror en esta película. Pero, por supuesto, el centro de todo es Chloë Grace Moretz: pequeña gran estrella de Hollywood que ya ascendió a la fama con una larga lista de películas (entre ellas, unas cuantas remakes de películas de terror), que incluyen títulos como La invención de Hugo Cabret, Kick Ass uno y dos y Sombras tenebrosas. Grace Moretz tiene el encanto que hace a una estrella, su fotogenia es innegable. Su cara redonda llena cualquier pantalla y puede irradiar desde la inocencia más naif hasta el terror, lo sabemos porque hace años que la venimos viendo, en diferentes papeles. Sin embargo, su trabajo en Carrie posiblemente no sea el mejor. Siempre demasiado encorvada, demasiado temblorosa y después demasiado caricaturezca cuando desata su ira. Su Carrie es una criatura demasiado nerviosa y exacerbada. Sus mejores escenas llegan hacia el final, cuando el personaje empieza a abrirse (gracias a la invitación del chico más popular de la escuela) y por fin podemos ver a Grace Moretz hablar e interactuar como una persona real. Entonces, el personaje adquiere carnadura, se vuelve humana y podemos emocionarnos con ella y temblar con ella. Carrie es una película de mujeres entre mujeres, empezando por la famosa escena de los tampones y hasta el minuto final. Esa es la fuerza de Carrie: los poderes sobrenaturales adornan el relato, pero la historia sigue siendo la de una chica que empieza a descubrir su propio cuerpo y el mundo, que quiere liberarse de una madre que la tortura y a quien ama; que se enamora del chico lindo del lugar (y que, de paso, parece ser el chico bueno del lugar). Aún sin haber profundizado en esa veta, la más fuerte del relato. Carrie funciona porque confía en el trabajo de sus actores y les entrega el peso de personajes que con el correr del relato terminan de cobrar forma y por los cuales nos preocupamos.
Comparar la Carrie de Kimberly Peirce con la magnífica versión de 1976 de Brian De Palma es injusto, pero en cierto grado es imposible no ponerlas una al lado de la otra e ir pellizcando a la nueva versión por intentar superar lo insuperable. Se siente mezquino igualarla, pero no se puede no entrar en el juego y dejarse llevar. Es obvio que acusa su objetivo primordial de introducir a los desconocidos -los más jóvenes- a un personaje insoslayable en la bibliografía del autor Stephen King, pero allí donde fracasa estrepitosamente, hay lugares luminosos en donde se nota que no todo está perdido. La nueva versión -no la llamamos reimaginación porque de detalles reimaginados, poco y nada- con guión del escritor de teatro Roberto Aguirre-Sacasa y un pulido hecho por el autor de la original de 1976, Lawrence D. Cohen, intenta acercar el icónico personaje de Carrie White a la platea joven, que desconoce la historia de la "nerd" más imponente de la literatura y el cine juntos. ¿Quién no quiso alguna vez los poderes y la oportunidad de vengarse de sus compañeros de curso? Hasta la fecha, la iteración telekinética más fiel al libro se encuentra en el film para televisión escrito por Bryan Fuller y aún a esa producción le falta sustancia, la historia de King nunca se completa en forma fehaciente. Carrie se queda a media legua, entre película con novedades para contar, detalles interesantes y revisitados, una moraleja con profundidad y divertimento puro cuando la hora de la verdad llega en la fatídica noche de graduación. En la actualidad en la que vivimos, en donde el efecto del bullying estudiantil se ha cobrado mas vidas adolescentes que la misma Carrie, uno podría pensar que el guión podría profundizar y reflejar la vida estudiantil corriente y generar una consciencia colectiva. Lejos está el libreto de lograr eso y en las oportunidades que tiene de alcanzarlo, simplemente se apega al material fuente, sin matices nuevos, pero si con escenas más shockeantes para sacudir a las nuevas generaciones. Aunque se sienta como un encargo por parte de las grandes casas productoras, el trabajo de Peirce no se percibe disminuido, pero tampoco agrandado. Lejos está de ser una de sus mejores labores, pero su manera de encargarse de una tarea a priori imposible -dar una nueva faceta de una historia que ya tiene en su haber un film clásico y de culto- la hace merecedora de un opus fílmico nada desdeñable, aunque completamente innecesario. Su actualización cuenta con un elenco muy solvente y la realizadora saca lo mejor de sus protagonistas. La actitud en clave Patito Feo de Chloë Grace Moretz funciona y destaca mucho en sus escenas de interacción con la madre terriblemente religiosa y obstinada de Julianne Moore. Humillada por sus compañeros y hasta por un profesor durante su estadía en secundaria, el descubrimiento de Carrie de sus poderes ocurre tempranamente y con mayor fanfarria, con mayores repercusiones y un desenlace en la comentada Noche de Graduación, donde la directora se maneja entre un mar de efectos digitalizados para recrear un momento clave en la historia. Lastima bastante el hecho de que haya tanto efecto CGI, pero es escalofriante lo que Chloë puede lograr, con esa cara tan particular y sus movimientos de manos, cual directora de orquesta macabra. Como secundarios, las caras bonitas y los esbeltos cuerpos abundan. La lacónica Sue Snell de Gabriella Wilde peca de una escasez argumental importante, la profesora Desjardin de Judy Greer se encuentra muy correcta y fresca, y la villana Chris de Portia Doubleday genera una atracción malsana cada vez que aparece en pantalla. En conjunto, Peirce sacó a lucir al equipo femenino y la contraparte masculina se queda corta -Alex Russell genera candidez con su Tommy Ross y Ansel Elgort no tiene la pasta suficiente para Billy Nolan-. El veredicto final de Carrie será el tiempo: ¿Quién recordará esta versión? ¿Será relevante de aquí a unos años? Kimberly Peirce puede estar tranquila, porque dio lo mejor de si con una historia muy conocida, simplista en su génesis que, con franqueza, no pedía a gritos otra vuelta más. Mientras que resulta respetable el resultado, difícilmente sorprenda.
High School Musical meets Destino Final Hay películas que por más años que tengan, nunca pierden su poder de impacto en el espectador. Carrie de Brian De Palma es una de ellas. Hablamos de una conjunción de elementos que funcionan en una armonía perfecta: la banda sonora de Pino Donaggio -empapada de un lirismo melancólico-, el tono operístico y exacerbado puramente depalmiano, y actuaciones descomunales. Todo estaba planteado desde aquel prólogo en las duchas, ese inolvidable travelling por el vestuario donde se introduce la desnudez femenina con planos detalle de Sissy Spacek enjabonándose. Ese prólogo es dueño de una sutileza y un nivel de virtuosismo estético que impacta. En la remake de Carrie, a cargo de Kimberly Peirce, no hay sexualidad, no hay tensión, ni se crean climas. Peirce se propone copiar plano a plano la versión original en una suerte de versión ATP pero sin ningún vestigio de virtuosismo técnico, estético o narrativo. Peirce reproduce pero no sabe qué, ni cómo o por qué. De hecho, hasta copia la escena más floja de Carrie -la de los smoking- con una música pop electrónica que no aporta nada más que otra mala decisión a la película...
Tal vez en Hollywood después de esto aprendan de una vez por todas la lección. Los clásicos no se tocan. Salvo que te llames John Carpenter y seas experto en reimaginar con creatividad obras maestras del cine, las remakes están condenadas al fracaso. Carrie es uno de los grandes fiascos comerciales del 2013 que ni siquiera pudo recuperar su presupuesto de 30 millones de dólares en los primeros días de exhibición en Estados Unidos. La película representa el primer proyecto comercial de la directora Kimberly Peirce, quien en 1999 se hizo conocida por su ópera prima, Los muchachos no lloran. Con Carrie se involucró en un proyecto hollywoodense para el que evidentemente no estaba preparada, ya que este tipo de filmes quedó claro no es lo suyo. Esta historia, que representó el debut literario de Stephen King, es una obra maestra del género que en realidad el director Brian De Palma convirtió en un ícono del terror con su interpretación. Nos referimos a un film impecablemente actuado y filmado que fue uno de los más taquilleros de 1976 y terminó nominado al Oscar por los trabajos memorables de Sissy Spacek y Piper Laurie, como la psicópata madre de Carrie. La nueva versión que se estrena esta semana es un fiasco de proporciones épicas por dos motivos muy concretos. En primer lugar la directora Peirce no le aportó nada interesante a la reinterpretación de Carrie y básicamente se limitó a copiar de manera inepta el trabajo de De Palma. El 95 por ciento de las escenas son un calco burdo del film de 1976 donde repite en varios momentos los mismos diálogos. La relación de Carrie con la madre que en la película original era mucho más sádica y perversa acá estuvo horriblemente trabajada y el tema del fanatismo religioso, un elemento clave en el conflicto, brilló por su ausencia. Los que no vieron la producción original tampoco se van a encontrar con una propuesta de terror, ya que esta versión de Carrie en realidad es un spin off fallido de X-Men, protagonizada por la nieta de Magneto. De hecho, en varias escenas nuevas que crearon para esta remake uno espera la aparición del profesor Xavier, Wolverine y Tormenta para que recluten a Carrie en la escuela de mutantes. El otro gran problema de este film es Chloe Moretz, uno de los peores castings que se hicieron en los últimos años. Nadie es su sano juicio podría cuestionar el talento de esta chica como actriz que es excelente y lo demostró en su trabajos previos, pero acá fue una pésima elección para esta historia. Chloe es demasiado bella para interpretar a Carrie y tampoco la caracterizaron como para que el personaje resaltara como debía. Sissy Spacek en la original era aterradora desde la primera escena y sus vestimenta y expresiones faciales claramente indicaban que era una chica perturbada con problemas. En cambio Chloe Moretz durante toda la película luce como una modelito de Vanity Fair y tampoco llega a plasmar en su interpretación al sufrido personaje de Stephen King. Lo mismo pasa con Julianne Moore, cuya labor ni siquiera le hace sombra a la actuación de Piper Laurie que fue memorable. Por lo menos en la película original entendías por qué la mujer era una psicópata. En la remake ni se preocuparon por desarrollar al personaje. En general en este film no hay terror, ni escenas de tensión y todo lo que se ofrece es un refrito desapasionado que no vale la pena la entrada al cine. Si la esperás en el cable no te perdés de nada. Como ocurrió en el último tiempo con las nuevas versiones de Martes 13, Pesadilla, Evil Dead y El vengador del futuro, la remake innecesaria de Carrie está destinada a quedar en el olvido.
Sangre, sudor y celulares Muchos alguna vez se preguntaron ¿Por qué filmar dos veces la misma historia?. La respuesta puede ser muy amplia y abarca varios aspectos. Lo cierto es que algunas remakes se entierran en la antipatía de los espectadores para siempre. Otras, en cambio, se renuevan o renacen airosas como esta nueva versión del clásico de Brian De Palma. Carrie White (Chloe Grace Moretz) es una adolescente “especial” que se descubre portadora de poderes telequinéticos que se activan cuando se enfada. A su vez, esta chica introvertida y solitaria le debe mucho de su personalidad a su esquizofrénica madre (ahora Julianne Moore) que además es una fanática religiosa. La vida de Carrie es un infierno tanto en su casa como en el colegio entre soportar a su mamá y los tormentos de sus compañeros de escuela. No sabemos qué es de la vida de Sissy Spacek hoy en día, pero sí sabemos que su papel en la película de 1976 la consagró junto a Piper Laurie (quien encarnó a su madre) a una nominación al Oscar como mejor actriz de reparto. Por su parte, Moretz no tiene nada que envidiarle a Spacek: su Carrie es el doble de terrorífica, al parecer el doble de poderosa y, por supuesto, más moderna debido a que la nueva versión no está ambientada en el año de estreno de su antecesora, como quizá muchos inferían. Para construir su visión de la vieja Carrie (1976), la directora Kimberly Peirce dobla la apuesta de la historia y decide adicionar escenas, construir un relato mucho más crudo en sus imágenes, focalizarse en los efectos visuales e incluso extender los tramos más famosos de la película de antaño como si hubieran sido eliminados de la trama original. Si alguien pensaba que era difícil que una actriz como Julianne Moore transmitiera miedo, al ver su maquillado deterioro físico y su desempeño en el papel de la madre trastornada de Carrie, cambiará de opinión. De hecho es dueña y señora de una excelente escena que recuerda al Jack Nicholson de El resplandor (The Shining, 1980). Algo sumamente destacable además es que la gloriosa toma en la que le cae un balde con sangre animal a Carrie en su baile de graduación se extiende varios minutos más y no tiene desperdicio para el que disfrute de ver imágenes a lo Destino final (Final Destination, 2000). Conviene pensar en ambos films por separado. El film de Peirce dista mucho del de Brian De Palma y probablemente sea un híbrido de varios géneros. La Carrie de 1976 se adentraba más en el suspense y la ciencia ficción originarios del libro homónimo de Stephen King. La actual arriesga más en cuanto al sexo, el cuerpo, la sangre y la maldad, y se regodea en un final algo descolocado. A pesar de ello, los amantes del terror y la tensión estarán más que conformes.
Adaptación edulcorada Pocas películas de terror tienen una imagen tan iconográfica como la de Carrie, la adaptación de la novela de Stephen King: joven ensangrentada, fuego de fondo, mirada perdida, telequinesis mortal. Y como casi todos los clásicos de terror fueron reversionados: ¿cómo iba a faltar esta joya de Brian De Palma? El resultado fue una innecesaria remake luego de la fallida Carrie 2: la ira (1999) y el film homónimo para tv de 2002. La directora Kimberley Peirce (Los muchachos no lloran) acertó en adecuar el clásico de 1976 a los tiempos que corren. No recurrió a la tecnología y recursos de hoy para recrear el tiempo pasado, solución facilista en los filmes de este tipo, sino que se metió con el bullying y las redes sociales, cara y cruz de la juventud. A Carrie White (Chloë Grace Moretz) la ubicó bien lejos del estereotipo de sus bellas compañeras de colegio que se burlan de su primera menstruación: ella es bajita, tímida, su vestimenta parece anticuada y, para colmo, es sometida al fanatismo religioso de mamá Margaret (Julianne Moore). En lo que falló la cineasta estadounidense fue en edulcorar la historia de la joven poseedora de poderes sobrenaturales. Carrie no va al hueso, los personajes secundarios no son tan severos (es más, en 1976, John Travolta aparece como un novio golpeador), la joven White no intimida cuando muta de ángel a demonio como su predecesora, su dócil carácter pierde credibilidad en el momento de los efectos mortales. Le falta emotividad, sangre, pero no de la de utilería, que sobra, sobre todo en el baile de graduación final. A pesar de tener la mayoría de diálogos calcados del filme original, esta versión se corre muy poco de la estructura madre. Entonces, es inevitable -y aconsejable- poner blanco sobre negro: el inigualable papel de Sissy Spacek es más decidido, adulto, sexual y expresivo que el interpretado por la actriz de Kick Ass I y II, Déjame entrar y Sombras tenebrosas, quien posee un exagerado poder sobrenatural, destruye objetos con la mente y fuerza levitaciones. Pero su halo inocente, jamás la abandona. En Carrie se destaca la banda de sonido y el atormentado rol maternal de Moore, quien es abrazada por el sombrío mundo de su casa, con un Cristo que se desangra y cuchillos que vuelan. Ella se autoflagela y aparece siempre con el pelo revuelto, como una bruja. Si la cámara lenta fue el recurso ideal para el deambular espectral de la clásica Carrie en el salón en llamas, en 2013 se abusó en proyectar, desde varios planos, a la sangre de cerdo derramada sobre la joven. O ver al detalle, como un rostro atraviesa un parabrisas. En fin, la leyenda no se mancha.
No hay grandes reparos para hacerle a esta "nueva" Carrie. Kimberly Peirce es una directora competente que -como ya lo había demostrado en Los muchachos no lloran- tiene una particular sensibilidad para retratar los miedos y contradicciones del universo juvenil femenino; el guión recicla y actualiza algunos aspectos (el bullying escolar, la mayor presencia de la tecnología), pero no arruina la potencia original de la novela de Stephen King, y las tres actrices principales (la ascendente Chloë Grace Moretz en el papel protagónico, la gran Julianne Moore como la atribulada madre y Judy Greer como la sensible profesora de gimnasia) aportan solidez y convicción en pantalla. Sin embargo, y a pesar de que todo en el film funciona razonablemente bien, la sensación que deja esta Carrie modelo 2013 es bastante menos gratificante que la de la ya mítica transposición que en 1976 filmara Brian DePalma con Sissy Spacek y Piper Laurie. Y no es sólo porque ver otra vez la misma historia ya no produce el mismo efecto, sino porque esta vez los climas no resultan tan perturbadores y la puesta luce más calculada (demasiado encuadre virtuoso y simbolismo subrayado) y, por lo tanto, un poco menos fluida. Carrie, que no sólo surgió de la literatura, sino que también tuvo otras derivaciones en el cine, en la TV y hasta en un musical de Broadway, es una historia que combina a la perfección el subgénero de estudiantes secundarios a punto de egresar (con el despertar sexual y la intolerancia hacia el distinto) con el thriller psicológico (fuerte presencia de la telekinesis) y con algunos elementos propios del terror gótico y religioso (encarnado en el fanatismo enfermizo de la madre de la protagonista). Peirce y sus guionistas manejan con solvencia ambos terrenos (la tortuosa, posesiva relación familiar y el agresivo entramado social) y le agregan elementos que sintonizan con estos tiempos (la humillación que Carrie sufre en la secundaria, por ejemplo, ahora está amplificada por los videos que le toman en el vestuario y su posterior exposición en Internet), pero el conflicto central sigue siendo básicamente el mismo. No es la primera vez (ni será la última) que el cine de terror regresa sobre sus pasos para hacer nuevas versiones de sus mejores exponentes. No parece, en principio, una decisión demasiado audaz, sobre todo dentro de un género que ha regalado en los últimos tiempos más de una sorpresa a cargo de jóvenes directores con nuevas búsquedas y apuestas por el riesgo. En ese sentido, aun siendo un producto inobjetable, esta Carrie surge en buena medida como una remake innecesaria.
Sólo apta para quienes no vieron la original Como nueve de cada diez remakes, ésta quita más de lo que agrega. No es que esté mal y hasta tiene la ventaja de ir de menor a mayor. Pero quienes hayan visto la Carrie original no tienen nada que hacer aquí. Los que no –los chicos de veinte o veintipico que no se hayan tomado el trabajo de ver, por el medio que fuera, la de Brian De Palma, a quienes se supone que esta remake se dirige– recibirán, en el último cuarto de película, el baño de sangre buscado. Baño de sangre que en manos de Brian De Palma se traducía en arte mayor y en las de Kimberly Peirce (realizadora de Los muchachos no lloran) deviene artesanía apenas eficaz. Esa diferencia de escala que va del arte a la artesanía, del fantástico onírico a un resignado realismo, del grand guignol al terror, del estremecimiento profundo al esporádico sacudón, marca la relación entre original y remake. “¿Qué es esto, un cáncer?”, se pregunta la Sra. White (Julianne Moore) en el momento en que está por dar a luz –sola, en su cama– a su hija Carrie. Esa es una de las escasas diferencias entre la película que elevó definitivamente a Brian De Palma a la primera liga de la industria y ésta, que entre sus dos guionistas cuenta con Lawrence Cohen, el de la original. Es muy buena la idea de asociar, en la afiebrada mente de la mujer, el dar a luz con una enfermedad terminal. Hay otra idea sumamente sugerente, que en la original no estaba: la señora es costurera, oficio que fomenta una i-nevitable asociación con uno de los momentos cruciales de la historia. Ese en el que Carrie, a quien su madre –que parece haber recibido su instrucción sexual en los tribunales de la Inquisición– jamás explicó el significado de la palabra menstruación, tiene su menarca, experimentando un horror semejante al de la señora ante el parto. Podría pensarse que en su fantasía la señora tal vez sueñe con una oportuna costura, como forma de resolver esa clase de problemas. Toda la intensidad de la película de De Palma se ve disminuida. Intensidad de la puesta en escena, de subtextos sexuales (que ya estaban, desde luego, en el original de Stephen King), de las actuaciones y dramaturgia. La de De Palma combinaba el grand guignol con la ópera (herencia que le venía por vía sanguínea) y el cuento de hadas. Carrie como el patito feo; su mamá como bruja poseída, hipervillana de Disney; la antológica escena del holocausto en la fiesta de graduación como imagen del caos absoluto, el infierno y, también, de la única forma de orgasmo que la abusada protagonista puede concederse. A la desorbitada Sissy Spacek (Chloë Grace Moretz no está mal, pero padece del mismo descenso de escala de toda la película) le bastaba con imaginar el holocausto para desencadenarlo. Esta otra Carrie necesita mover las manos, como un titiritero a distancia, para lograr efectos que, por modestia de la puesta en escena, no llegan al matemático, sistemático, inescapable apocalipsis que aquella rubia bañada en sangre desataba en un prototípico high-school. Otra ausencia: la de la mirada crítica de King & De Palma, que ponían a América bajo una deformante lupa camp. Aquí uno ve a la frágil Chloë Grace Moretz y no puede terminar de creerse que pueda ocasionar tanto daño, que tenga tanta potencia sexual subsumida como tenía su antecesora.
La vuelta del patito feo A casi 40 años (se cumplen en 2016) de la legendaria obra de Brian De Palma, acaba de aparecer una remake protagonizada por Julianne Moore y la adolescente Chloë Grace Moretz. El primero de los interrogantes resulta obvio, y se relaciona con la necesidad de concebir una nueva versión del gran film de Brian De Palma, basado en un discreto libro de Stephen King, realizado en 1976. El segundo intríngulis es más complejo, y se manifiesta desde qué lugar se ubica la remake de Kimberly Peirce (Los chicos también lloran) en cuanto a pretensiones temáticas y formales. Si hacer una parodia, una versión teen para las nuevas generaciones, una fotocopia color de características inútiles como fue Psicosis de Gus Van Sant, si adaptar aquella historia de hace casi 40 años a la moda light estilo Crepúsculo... en fin, varias eran las posibilidades. Descartada la parodia –por suerte–, la nueva Carrie reúne elementos de los otros tres ítems, pero la historia es tan potente y atractiva que convierte a la remake en un film pasable, nada original, pero digno de disfrutar en su algo más de hora y media. Carrie es la adolescente y buena actriz Chloë Grace Moretz (la niña vampiro de la versión estadounidense de Let the Right One In) y la sórdida mamá fanática del rezo y la religión es Julianne Moore, garantía de buena labor se trate de cualquier película. La historia, como se dijo, es la misma que interpretaron Sissy Spacek y Pipier Laurie: el inicio del film con la menstruación que aterra a Carrie, los rezos de la madre, el maltrato a la nena en el colegio, el chico lindo que la atrae, la farsa del baile, el balde con sangre de cerdo derramada en el vestido de fiesta de la protagonista, el aquelarre del final donde se hace justicia contra las chicas malas, los profesores que se mofaron de ella y el aprovechamiento integral de los poderes telequinéticos. Pasó mucha sangre desde aquel De Palma, y el convite de una remake causaba temor previo, más aun cuando se recuerda la espantosa segunda parte de décadas atrás. Pero la nueva Carrie tiene su mirada propia y sus propios elementos de puesta en escena, algunos que dan en el centro y otros que parecen gratuitos, por ejemplo, cuando se refiere a la tipología del personaje central, acaso menos vengativo y siniestro que el patito feo del gran Brian. Sin embargo, como también ocurría en la versión setentista, el duelo actoral entre las dos mujeres termina siendo lo mejor de esta nueva Carrie. Allí, Julianne Moore se corporiza en la santa y pura madre de la adolescente, con su pelo revuelto, sus arrugas y su biblia siempre en mano. Allí, la sufrida y nueva Carrie, valiéndose de ese rostro ingenuo constituido por el qué dirán, encuentra un mismo punto de equilibrio con aquel que personificara la estupenda Sissy Spacek. Carrie versión nuevo siglo no hará historia pero está años luz de otras remakes. Eso sí, quien aun no vio la versión original, ¿qué está esperando para verla?
Pobre Carrie Que Hollywood hace años padece una fatal carencia de ideas no es novedad. Lo lamentable es que esa falla se traduce en un derroche de filmes intrascendentes que ocupan espacios que otros podría llenar, tal vez con menos recursos, pero seguramente con más creatividad. El turno ahora es de una nueva versión del filme que en 1976 dirigió Brian De Palma, basado en la primera novela de Stephen King, "Carrie". No estamos ante una relectura de esa novela, un nuevo filme con otra mirada acerca de lo escrito por King. No, estamos ante una copia del relato presentado por De Palma. Versión de otra versión. El problema es que la directora Kimberly Peirce no tiene en su ser ni una gota del talento de De Palma, lo que se traduce en un filme apenas correcto, de manual, sin inspiración alguna, que innecesariamente remeda al original. La historia de la adolescente Carrie White, retraida y mojigata a instancias de una madre fanática religiosa y posesiva, que padece el maltrato de sus compañeros de clase y a partir de esos abusos descubre tener el poder de la telekinesis, tiene a su favor en esta versión a una formidable Julianne Moore como la madre, y a una Chloe Moretz que hace suya al personaje principal, a pesar de tener que interpretar su rol en escenas practicamente calcadas del filme original. Aquellos que hayan visto la "Carrie" de 1976 padecerán el hecho de ver un filme sin vuelta de tuerca alguna, a la espera de lo ya conocido. Los que no la vieron, se encontrarán con un filme que no llega a empardar siquiera lo que hoy se produce dentro del género, al tiempo que desaprovecha tratar con mejor suerte el tema del Bullying, tan en boga en estos tiempos.
No sólo la nueva versión de CARRIE es una película claramente innecesaria, sino que es flojísima. Sin nada para aportar a un filme (y a una novela) que son clásicos por derecho propio, la película de Kimberly Peirce se contenta con actualizar la historia (digamos, agregarle celulares y videos subidos a YouTube) y aumentar la cantidad de sangre, perdiendo casi todo lo que hacía interesante a la original. Básicamente, una puesta en escena que mantenía al espectador en un constante estado de nerviosa ansiedad. Lo mejor que se puede decir de esta versión es que, al menos, se trató de respetar la lógica y el sentido de la original. Esto es: en manos de Peirce (la directora de una muy buena película con temática femenina/feminista como BOYS DON’T CRY, en 1999, y prácticamente desaparecida del cine desde entonces), la trama sigue tratando de mantenerse cerca de sus personajes y ser, a la vez, película de terror y drama familiar sobre la sexualidad adolescente. Pero, lamentablemente, eso en la pantalla se reduce a una serie de escenas rutinarias y con poquísimo interés cinematográfico. La historia la conocen (o pueden googlearla, vamos), pero para los que nunca escucharon hablar de esta novela de Stephen King llevada al cine en 1976 por Brian De Palma y con Sissy Spacek como protagonista (un enorme éxito entonces), les resumo: Carrie es una adolescente tímida y ensimismada que nace de una madre soltera, fanática religiosa, y que desconoce todo respecto a su sexualidad. Cuando tiene su primera menstruación, sus compañeras de curso se burlan de ella, lo que escala a una situación de “bullying” en la fiesta de graduación de la escuela. Lo que las compañeras no saben es que la atormentada Carrie tiene capacidades telekinéticas y que puede usarlas en los momentos menos pensados. carrie1Más allá de que, insisto, es una remake innecesaria, había opciones para dar vuelta la historia, enfocarla más en el costado social del asunto (el ya comentado bullying), pero los temas quedan en la superficie y no terminan de salir de su costado genérico rutinario. Chloe Grace Moretz (segunda película en una semana, tras KICK ASS 2) no termina de sentirse del todo cómoda en el rol, sobreactuando las características más freak del personaje, y da la impresión que recién gana cierta confianza cuando Carrie… se enoja. La siempre efectiva Julianne Moore (que interpreta a la madre) no desentona, con su rostro más pálido que nunca, mezcla de ermitaña, fanática y borderline de temer. Respecto a las diferencias con la adaptación anterior: hay un prólogo distinto con el sangriento nacimiento de la niña, el ya comentado uso de internet (además de YouTube, acá podés googlear “telekinesis”) y de la telefonía celular, una madre con mayor capacidad para el daño (y el auto-daño) y algunas cosas que no conviene revelar aquí. Pero más allá de esos pequeños cambios, lo cierto es que la película no parece cobrar nunca vida propia. Es como una copia modernizada desprovista de la gracia de la original, como si le aplicaran un filtro digital a la vieja CARRIE y en el interín se le licuara la sangre.
Resulta difícil olvidarse de la tremenda primera versión cinematográfica dirigida por Brian de Palma, sin embargo este filme, transcurre por caminos diferentes, presentándonos una adaptación moderna que jamás pierde el espíritu de la novela. Las protagonistas realizan un trabajo actoral de excepción, Chloe Grace Moretz parece nacida para el papel de Carrie y que decir de Julianne Moore, su madre fanática religiosa, es el verdadero monstruo del filme, su aparición en cada secuencia inunda la pantalla de talento. Buenos efectos, una banda de sonido acorde, y una estética oscura general, redondean esta más que interesante cinta de horror dramático.
A Carrie no le hacía falta otra resurrección La obra de Stephen King aún da lugar a más adaptaciones al cine. Por ejemplo, algunos de sus mejores libros, como "La danza de la muerte" y "La noche del vampiro", sólo recibieron tratamiento de telefilms o miniseries. Algunas de sus historias nunca fueron filmadas , y otras merecerían una adaptación. Pero lo que no deja duda es que si no hacía falta refilmar algo de King, era "Carrie". Es que la primera novela de King dio lugar a una infrecuente confluencia de talento en la visión del entonces nada famoso Brian De Palma con el libro del entonces tampoco muy famoso King, y de paso inmortalizó en grandes trabajos a Nancy Allen (la chica mala del colegio), John Travolta (su novio malisimo), Piper Laurie (la psicópata madre fanática religiosa de Carrie) y sobre todo, a Sissy Spacek, que en el papel titular ofrecía una de las máximas interpretaciones femeninas en la historia del cine fantástico. Sin el estilo de un autor como De Palma, otra "Carrie" tenía menos sentido que la remake de "Psicosis" de Gus Van Sant. Curiosamente, la talentosa Julianne Moore, quizá lo mejor de aquella remake del clásico de Hitchcock, también es la que más aporta ahora en el papel de Piper Laurie. La nueva madre de Carrie es la que consigue darle verdadera tensión y matices nuevos a esta remake innecesaria. Claro, al primer libro de Stephen King no hay con qué darle: inclusive una adaptación para marionetas o sombras chinescas que siguiera la historia de una chica poco feliz y con poderes paranormales terminaría atrapando a cualquier audiencia. Y esto es lo que pasa por momentos. Chloe Grace Moretz es una excelente actriz ("Kick Ass") y en algunas escenas logra transmitir los conflictos de la sometida Carrie. Dada su excepcional fuente literaria, "Carrie" se sostiene razonablemente aun para quien haya leído y visto el film Para algun espectador desprevenido, esta sería una película potable para ver en la TV, aunque no saldría del todo desconforme del cine. Lo peor de esta nueva "Carrie" es su capacidad de aniquilar todo interés por la novela y el film original. Lamentablemente la directora del olvidado film indie "Boys Don't Cry", Kimberly Peirce, no sólo no tiene estilo ni demasiada personalidad, sino que no sabe nada de los resortes básicos del genero fantástico. Por eso casi siempre falla por obvia o exagerada cada explosión telekinésica. Y lo imperdonable es la secuencia culminante del sangriento baile de graduación, donde Carrie desata su ira, esta vez como si hubiera estudiado "mimo y clown". Sissy Spacek lanzaba una mínima mirada (acentuada por un montaje formidable) para que explotara todo. Aquí la nueva Carrie adelanta cada ataque con movimientos grotescos casi copiados del Mickey del "Aprendiz de hechicero". El desenlace materno con Julianne Moore no es tan torpe, pero lo que apesta es el epílogo, nada menos que la escena que más alaridos arrancaba en los cines.
"Uno puede encontrar motivos que justifiquen una remake de Carrie, pero no hay una sola razón para ir a ver esta remake de Carrie". Escuchá el comentario. (ver link).
La vuelta de la chica poseída Nueva adaptación de la película "Carrie", de Brian de Palma (1976), el filme no ofrece casi diferencias con la protagonizada por Sissy Spacek y Piper Laurie. La chica es la que ya conocimos, hija de una fanática religiosa, maltratada por sus compañeras de colegio, capaz de desarrollar facultades telekinéticas que van a convertirse en armas de defensa de todo tipo de ataques, hasta llegar a una verdadera orgía de procedimientos mágicos, no solamente dirigidos a los que la atormentaron. El filme de Kimberly Peirce, la directora de la singular "Los chicos no lloran", mantiene la línea narrativa de la producción de De Palma, que adaptó la novela de Stephen King, pero no aporta elementos nuevos, multiplica eso sí los rituales mágicos, convierte casi en una bruja a la protagonista y los efectos especiales, utilizados a partir de la escena del baile, adquieren un lugar especial dentro del filme. La directora muestra el "bullyng" (el "acoso escolar" en la época de "Carrie") al que es sometido la chica Carrie y logra impactar con la poderosa y bien lograda escena del baño, donde la adolescente cree que va a morir al ver sangre que fluye de su cuerpo y es escarnecida por sus compañeras de curso. EL FAMOSO BAILE Kimberly Peirce subraya también la escena del baile con su carga de horror, acentuada por la levitación del auto de los chicos malos. "Carrie" mantiene el interés del equipo juvenil, sin alcanzar la fuerza interpretativa de los protagonistas de la primera versión. Chloë Grace Moretz, la chica de la versión norteamericana de "Dejame entrar", es Carrie, Julianne Moore se mete en el papel de Margaret, la madre fanática que en la otra versión era personificada por Piper Laurie y Gabrielle Wilde, descendiente de Enrique VIII en la vida real es Sue, que intenta mejorar su relación con Carrie haciendo que su novio la acompañe a la fiesta. El papel de novio, que en la otra versión era interpretado por John Travolta, aquí tiene el rostro de Alex Russell. Bien el nivel formal, especialmente el diseño de producción, pero sin alcanzar la densidad de la original de Brian de Palma. Quizás esta Carrie le guste a los más jóvenes, con su mega carga de emociones y su equipaje de efectos especiales.
Hasta la más insignificante de las películas tiene un destino, alguna clase de misión que cumplir. Están las películas que nos hablan de las cosas buenas que nos rodean; las que nos muestran las capacidad del cine de revelarnos el mundo desde un punto de vista nuevo y único; incluso las peores películas funcionan a modo de anticuerpo, como si nos recordaran todo lo que el cine no debería ser. Carrie no entra dentro de ninguna de estas clases. La película de Kimberly Peirce ciertamente no es buena pero tampoco serviría de nada acusarla de manchar el buen nombre del cine; simplemente no sabe qué cuenta, por qué ni cómo hacerlo; no tiene un destino, es como si no existiera. La Carrie de De Palma se volvió una película de culto justamente por lo que tenía para aportarle al libro de Stephen King: el relato fantástico y de terror que el escritor trataba de manera realista (por ejemplo, a través de la inclusión de informes jurídicos, noticias o notas periodísticas) era dinamitado por una película que confiaba demasiado en sus propios materiales como para ajustarse a las convenciones de un horror naturalista. Esa Carrie era excesiva y no se tomaba en serio a sí misma; es por eso que, en algún punto, uno tiene la sensación de estar viendo algo que podría haber sido una comedia: la forma se hace visible y nos expulsa de un relato que, como ocurre en la mayor parte del cine del director, estamos obligados a ver sin llegar nunca a habitar. Los dos, película y libro, tenían algo para decir a propósito de la historia de una chica criada en un ambiente ultracatólico y enfermizo a la que molestan en la escuela y termina matando a todos con sus poderes telekinéticos. La remake de Kimberly Peirce carece de una visión propia, no sabe bien qué quiere contar. Sigue muy de cerca el relato de la película original agregando muy superficialmente alguna referencia al presente (como los celulares o internet), pero tampoco respeta el espíritu juguetón y autoconsciente de De Palma (Peirce no podría, aunque quisiera, copiar una imagen como el plano cenital que muestra a una Piper Laurie sacada y caminando en círculos hasta salirse del encuadre). La directora se toma en serio a Carrie y no se da cuenta de lo ridícula que parece Julianne Moore sobreactuando como la madre loca y asfixiante que arruina la vida de su hija. Lo que en la original era exageración aquí se convierte en un melodrama mal filmado en el que la cámara toma casi de frente a Chloe Grace Moretz solo para imprimirle algo de impacto a las escenas, por demás aburridas y sin pulso para el conflicto. La película avanza como por inercia, todo es rutina que debe cumplimentarse con el mínimo de esfuerzo estético y narrativo: cada escena cumple una función puramente estereotípica y poco más que eso (“mirá, acá la chica mala y resentida que odia a Carrie pergeña su venganza”). Después de soportar como una hora de trámite cinematográfico llega la escena del baile, cuando Carrie enloquece y ajusticia a todos los que se cruzan por su camino; pero incluso en ese punto culminante, largamente esperado, nada funciona: las muertes no son truculentas, los efectos parecen pobres y escasos, nunca alcanzamos a sentir algo del peligro que acecha a las víctimas, y Chloe Grace Moretz no resulta creíble en ningún momento (el problema es que se nota que actúa, que en tal o cual plano está queriendo poner cara de desencajada. Su Carrie es falsa, nunca nos creemos su rareza, la joven actriz parece demasiado normal, demasiado integrada como para ponerle el cuerpo a ese personaje –cosa que no pasaba con la extrañeza absoluta e irreductible que aportaba Sissy Spacek). Nunca alcanzamos a experimentar ni siquiera un poco del clima del pueblo y la escuela, de lo que implica masacrar a esos chicos en su baile de graduación (la primera Carrie o Halloween eran grandes películas justamente porque sabían captar la atmósfera de sus lugares, leer en la cotidianidad de un pueblo ignoto los signos de la locura y el horror). Al final, cuando Carrie muere y un personaje visita su tumba, no llegan a pasar unos segundos y la lápida se raja, parte, se escucha un grito, empieza una canción de rock y aparecen los créditos. Ese recurso resulta tan gratuito y automático que funciona a modo de cierre perfecto de una película innecesaria, inútil, tan anodina que hasta podría decirse que prácticamente no existe.
Carrie debería cambiarse el apellido a Red y ya. Primero que nada me gustaría aclarar que no quiero entrar en el terreno de las comparaciones. Estamos hablando de una historia de Stephen King que puede adoptar más de una versión. Sin embargo, ninguna de las adaptaciones que se han hecho, es totalmente fiel a la historia. De hecho hay escenas muy interesantes que se han omitido o modificado según (quien sabe) intereses del mercado, visiones del director o facilidades presupuestarias. Fuera de ello, se sabe que en 1976 la Carrie de Brian De Palma fue muy popular como película de terror y recibió una buena acogida por parte de la crítica. Más de 30 años después, la directora Kimberly Peirce decide realizar una nueva versión del film, y convoca a Chlöe Grace Moretz para encarnar a la atormentada Carrie White y a Julianne Moore como su lunática madre. Y sí, es comercial la iniciativa. Lo negativo que le vi a la película fue el tratamiento de la ‘sociedad’ adolescente; una y otra vez estas historias caen en la típica situación del ‘high school’. Populares versus nerds… Aunque acá, la nerd es una sola y se llama Carrie. Bueno en realidad para toda la escuela es una freak. Ella no le hizo daño a nadie, sin embargo su aspecto y su timidez despiertan en el resto una necesidad de molestarla constantemente. Y qué culpa tenía la pobre, de haber salido del vientre de una madre atormentada por las profecías bíblicas, fanática religiosa que se auto flagela para enfrentar al demonio. Qué culpa tenía la pobre de no tener padre. Y qué culpa tenía la pobre de poseer poderes de telequinesis. Y ese último detalle fue justamente el que nadie observó. Nadie reparó en que molestar a Carrie White podría desatar una ira incontrolable, incluso para ella misma. Lo que pasa en la historia creo que todos lo conocemos. De hecho esperamos la famosa escena con ansias, en pos de ver cómo Chlöe le puso el pecho a las balas en tan icónica representación. Y es justamente a partir de ese clímax, de ese momento cumbre,que se desarrolla lo mejor del film. A ver… Los efectos están bien, pero a esta altura del partido casi que no existe nada que no hayamos visto. Hay algún que otro momentito ‘fuerte’ en el que desearíamos no ser ella por nada del mundo y otros en que desearíamos no ser el resto de los personajes. La niña da lo mejor de sí cuando explota, sacando eso, es una muchacha tímida común que cualquier otra actriz podría haber interpretado correctamente. Por su parte, Julianne Moore está correcta y hasta roza con el absurdo, al punto de ser hilarante. Quienes completan cartel, no tienen nada bueno para ofrecer, salvo Judy Greer que construye una muy buena Ms. Desjardin. Creo que para nuestra generación, la historia de Carrie va a pasar de largo. Y en verdad no merece más que eso. Para todo aquél que se interese por esta fantástica historia, le recomiendo leer el libro de King en donde la telequinesis de la protagonista no se reduce únicamente a un sangriento baile de graduación. Yo sé que nunca lo harás Carrie pero… Que en paz descanses.
Sin fuego adolescente Una de las preguntas posibles sobre la nueva versión de Carrie era si la famosa novela de terror de Stephen King se adecuaría a las prácticas sociales de los adolescentes del siglo 21. La respuesta inmediata, luego del estreno de la película, es afirmativa. Sí, sobrevive bastante bien a las redes sociales y a los teléfonos inteligentes. El problema de la versión dirigida por Kimberley Peirce (Los muchachos no lloran) es que, salvo esa actualización un tanto obvia y algún que otro detalle del guion, no aporta demasiado ni a la historia original ni a la clásica adaptación de Brian de Palma estrenada allá por 1976. Peor aun, la novela resulta más actual en términos narrativos, porque no define su posición sobre los sucesos extraordinarios que relata sino que divide las opiniones y los puntos de vista en varios textos testimoniales, periodísticos y científicos. Desde la perspectiva el género del terror, uno podría reclamarle a King que haya concentrado todo el horror en un clímax final en vez de disiminarlo gradualmente a lo largo de las diferentes escenas que componen su historia. Esa estructura, que de todos modos funciona en la novela, resulta fatal para la película de Peirce, a quien no sólo le cuesta muchísimo mantener la tensión y hacerla crecer paso a paso sino que carece del sentido del humor cruel que caracteriza al novelista norteamericano. La directora está tan preocupada por el daño psicológico que tanto la madre (Julianne Moore) como las compañeras del colegio le causan a Carrie (Chloe Grace Moretz) que por momentos parece olvidarse de que se trata de una película de terror y no de un documental de concientización sobre el bullying. Claro que todas esas fallas podrían ser toleradas -incluso el tremendo error de casting en el personaje antagonista, Chris Hargensen (interpretada por una afeada Portia Doubleday)- si el holocausto final, la gran hecatombe del baile de graduación, tuviera esa magnitud de apocalipsis que se desprende de la páginas de la novela. Un verdadero festival de sangre y de efectos especiales. Malas noticias: hay fuego y sangre, sí, pero resultan decepcionantes, un infierno indigno de todo ese rencor adolescente del que Carrie es la portadora más activa en la imaginación popular de occidente.
Carrie, noche de furia Las remakes no siempre están en desventaja con respecto a las películas originales. Dos casos fueron “El cartero llama dos veces” o “Drácula de Bram Stoker”. Ambas fueron íconos en su género, como “Carrie”, pero encontraron una dirección original y unos intérpretes que rompieron los moldes. “Carrie”, una película con la cual Brian de Palma dejó una marca en el cine de los 70, tuvo ahora su oportunidad. Aquél filme dejó una imagen imborrable: cualquiera sabe que esa chica bañada con sangre, con la mirada fuera de plano, expresión de desamparo y perplejidad, y tomada en contrapicado es Sissy Spacek, y que después viene lo mejor. Ahora la directora Kimberly Peirce retomó ese cuento de hadas de horror escrito por el prolífico maestro contemporáneo del género, Stephen King. Después de casi 40 años del éxito de De Palma, Peirce eligió el camino de la fidelidad. La directora, que tiene en su haber “Los chicos no lloran”, donde dio un salto cualitativo en el abordaje de los conflictos adolescentes, esta vez no toma riesgos y reproduce a grandes rasgos el filme de De Palma. Sí se destacan en sus roles la siempre efectiva Julianne Moore como la insoportable y fanática religiosa madre de Carrie, en tanto que Chloë Grace Moretz acentúa la vulnerabilidad de una chica víctima del acoso escolar que hoy se visibilizó con el nombre de Bullying, y que potenciaron las redes sociales y la tecnología. El detalle que acentúa nuevamente el filme es que las acciones tienen consecuencias. Si no, que lo digan los compañeros de Carrie.
Todo demasiado controlado La verdad que da para preguntarse cuál era la pertinencia de hacer una remake de Carrie: todo el mundo conoce esta historia, a través del libro de Stephen King o su adaptación cinematográfica, sobre una adolescente torturada por todo su entorno, su descubrimiento de sus poderes telequinéticos y su espeluznante (y catárquico) estallido final, donde se carga con gran presteza a todos los que abusaron de ella. Además, el film original es reconocido de forma prácticamente unánime y el terror que empleaba, tanto narrativa como estéticamente, parece ir a contramano de lo que se ve ahora. El miedo que construía el film de Brian De Palma iba a dos puntas, siendo sutil y a la vez brutal, funcionando por una asociación indirecta: lo que causaba temor en el espectador era el hecho de terminar sintiendo una fuerte empatía con los deseos y actos de venganza de la protagonista. Casi todo el relato estaba cimentado en la perspectiva de una joven oprimida que iba convirtiéndose en un terrible monstruo gracias a un contexto horroroso, obligando al público a tomar consciencia de que en determinadas situaciones, ciertas reacciones individuales son inevitables, y que la sociedad no puede manifestar sorpresa frente a lo ocurrido. Frente a esto, una posibilidad de actualizar la historia pasaba por pensar qué cambios ocurrieron en las últimas tres décadas en lo que respecta a las relaciones materno-filiales, los vínculos entre compañeros en los colegios y la influencia del pensamiento religioso. No viene mal recordar que luego del tiroteo de Columbine (y todos los hechos similares que se vienen sucediendo no sólo en tierra estadounidense, sino además en otras partes del mundo) ya nada es lo mismo: el libro y la película en los setenta se habían instaurado como elementos anticipatorios, pero ahora la violencia escolar, sus mecanismos, sus difusos motivos ya forman parte obligada de la agenda educativa y familiar, porque lo metafórico se transformó en real. Del mismo modo, las innovaciones tecnológicas y los nuevos dispositivos tecnológicos ampliaron las posibilidades de la humillación, empujaron los límites, abrieron niveles y canales de reproducción que en los setenta eran impensables. Y en lo que se refiere al discurso de la fe, este ha sabido aprovecharse de las variaciones en el lenguaje, aggiornándose y por ende interpelando con mayor habilidad al creyente, sin resignar visiones oscurantistas: por algo una saga como Crepúsculo es tan conservadora como popular entre el público más joven. Pero lo cierto es que esta nueva versión dirigida por Kimberly Pierce (realizadora de una película con bastante sensibilidad como Los muchachos no lloran) y escrita por Roberto Aguirre-Sacasa profundiza de manera muy escasa y superficial en las diferencias temporales: apenas si tenemos la cuestión de los celulares como método para difundir el primer (y único en realidad) acto de humillación sobre Carrie, quien tiene a la misma madre que en la original, sólo que con el rostro de Julianne Moore. Pero la principal falencia del film es otra, y tiene que ver con su tono y energía: no tiene ni la décima parte del arrojo y locura que tenía la película de De Palma, que era un prodigio de puesta en escena y juego con el punto de vista. En la remake todo sucede mecánicamente, sin garra, confiando demasiado en los desempeños de Chloe Moretz (que lucha contra una esquemática construcción de su personaje, que impide toda empatía posible con los avatares que enfrenta) y Moore, ambas rodeadas por un reparto de secundarios sin peso propio (comparar sino las respectivas presencias de las villanas que encarnan Nancy Allen en 1976 y Portia Doubleday en el 2013). Igual, donde se nota una diferencia abismal es en el clímax del final: mientras la Carrie de De Palma era inolvidable en sus excesos, haciendo volar (casi literalmente) todo por los aires, la de Pierce es tímida, depende casi totalmente de los efectos especiales y termina decepcionando. Ponerse en purista para defender a lo que antes se hizo puede ser muchas veces reaccionario, pero en este caso es pertinente: la Carrie del 2013 no tiene razón de ser.
La tragedia comienza a desatarse con el primer período menstrual – tardío – de Carrie que conllevará una muy desagradable broma de sus compañeras y las primeras muestras de desarrollo de un poder telekinético en la joven. La angustia va en aumento, hay una compañera que se apiada de ella y planea que su novio invite a Carrie al baile de graduación, y ahí, bueno, supongo que habrá quien todavía pueda llevarse una sorpresa así que tendrán que verla para comprobar como se resuelve la cuestión. Como verán quienes conocen la historia, lo fundamental no se ha modificado, lo lineal sigue siendo lo mismo, y sí se le han hecho cambios para modrnizarla como una clara incorporación de nuevas tecnologías (celulares, videos, internet, etc.) y abordando, lateralmente, temas actuales como el bullying. Pero no logran redondear un buen producto. Precisamente porque estos cambios no funcionan en ningún sentido. La directora Kimberly Peirce tiene una trayectoria cinematográfica algo magra con solo un título entre la recordada "Los muchachos no lloran" de 1999 y esta. Pero aquel antecedente que ya trataba el tema del maltrato por discriminación, hacía presuponer que se acrecentaría el drama hacia un lado profundo. El resultado, sin embargo, simplifica todo. En la primera parte del film, en donde se plantea el conflicto dramático, el asunto no pasa a mayor profundidad que cualquier serie de TV para adolescentes, y no de las mejores, todo es estereotipado y chato, aflora la liviandad, la música moderna y las chicas que se ven lindas sonriendo y yendo a la peluquería; hay, como dijimos, un intento remarcado de denuncia de bullying que no supera a los especiales de MTV sobre el tema. Ya en entrada la segunda etapa, en donde se desata el horror, ahí sí Peirce descubrirá una carga dramática inusual, y exagerará la ira y los poderes de Carrie hasta el límite del ridículo – había que demostrar el presupuesto en FX’s –. Hay sí tres valores importantísimos en esta remake, Chloë Grace-Moretz demuestra aquí que puede hacer el rol que le toque, ser una chica sensual, reprimida, o de temer y cumplirlo con solvencia. ¿Había alguna duda que Julianne Moore estaría bien en su papel de la enfermiza madre Margareth? Pese a que cuenta con poco desarrollo desde el guión, Moore vuelve a brillar y demuestra que sigue siendo de las mejores actrices actuales. También logra destacarse Judy Greer como la profesora de gimnasia Desjardin, cumpliendo con una pequeña cuota de frescura y algo de humor. Las tres luchan contra una película que no les da el espacio para crecer, y aún así se lucen. Estas remakes siempre tienen un punto a favor extra, la necesidad urgente de rever el original, catapultar al film de De Palma del ’76 nuevamente a la categoría de obra maestra, si ese era su propósito, la tarea está cumplida.
Muchos recordarán que esta historia fue publicada en 1974 por Stephen King (66) conocido por sus novelas de terror, muy reconocida en 1976 por su adaptación a la pantalla grande que realizó el director de cine y guionista estadounidense Brian De Palma (73). En aquella época el film resultó impactante por varios motivos (escenas de desnudez, el ciclo menstrual, la burla, una joven cubierta de sangre, entre otros), fue reconocida por la crítica y obtuvo una importante recaudación. Luego llegaron la segunda parte (1999), así como la película para televisión del 2002, (no obtuvieron los mismos resultados). Esta nueva versión llega de la mano de Kimberly Peirce (46) conocida por su debut en la película, “Los muchachos no lloran” de 1999 (tomada de un caso verídico). La ha modernizado un poco, dándole toques un poco más contemporáneo. Aquí se toca el tema del bullying (maltrato a jóvenes por parte de su pares) donde ella es la víctima, las redes sociales y un lenguaje diferente al de los ’70. La historia gira en torno a una joven de unos 16 años Carrie White (Chloë Grace Moretz "Kick Ass I y II", "Déjame entrar", "Sombras tenebrosas"), tímida, inocente, sobreprotegida por su madre, se ve disminuida ante todos y sus compañeras se burlan de su primera menstruación. Vive con su madre Margaret White (Julianne Moore) cautivada por la religión, ni siquiera sabía que estaba embarazada de Carrie, creía que era un cáncer, da a luz sola y de la misma manera cría a su hija, es una fanática religiosa que se autoflagela, se viste con ropa anticuada, vive despeinada y tiene su biblia siempre en la mano (y todo lo hace porque Dios lo dice, en fin una fanática religiosa). Carrie sufre, intenta saber que está pasando con su cuerpo y lucha con los creencias que le impone su madre, sus compañeros son crueles y la maltratan, quien le presta mayor atención es la profesora de gimnasia Ms. Desjardin (Judy Greer, "La aldea"; "Lo que ellas quieren") Sue Snell (Gabriella Wilde, “Los tres mosqueteros”) intenta hacer un trato para saldar su mala actitud. Tommy Ross (Ansel Elgort) es el joven atractivo que la invita al baile de graduación, Chris Hargensen (Portia Doubleday) solo quiere vengarse con la ayuda de Billy Nolan (Alex Russell), entre otros. Tanta es la presión que sufre Carrie que no tarda es descubrir y utilizar sus poderes de telekinesis para la venganza. Esta nueva adaptación se encuentra bien interpretada por la joven actriz Chloë Grace Moretz de 16 años, (en cambio cuando Sissy Spacek hizo este papel tenía 26 años de edad), Julianne Moore, una vez más se destaca, no intenta ser Piper Laurie (no tendríamos que comprarlas pero quienes las vieron lo harán con cada uno de los personajes). Este es un thriller psicológico, critica a la sociedad, a las redes sociales, contiene muchos efectos especiales y una buena banda de sonido, pero le falta tensión, terror y emoción, resulta una versión tibia para las nuevas generaciones.
Cuando la sangre es menos espesa que el agua Empecemos con lo obvio: una remake de Carrie, el film de 1976 dirigido por Brian De Palma y basado en la novela homónima de Stephen King, es completamente innecesaria. Pero ¿desde cuándo la industria cinematográfica se maneja con ese parámetro? Incluso si el historial de remakes de películas del género sea un derrotero de atrocidades hacia los originales (y no de la clase que el público afín esperaba ver), desde La Masacre de Texas, pasando por La Profecía, Pesadilla en Elm Street y hasta la copia telegrafiada que Gus Van Sant hizo de Psicosis. Las excepciones vinieron por el lado de nuevas versiones de films de culto que no fueron grandes hits como los antes mencionados: Enigma de Otro Mundo, Las Montañas Tienen Ojos o El Amanecer de los Muertos. La Carrie generación 2013 recae en el primer grupo. Carrie_EntradaLa novedad venía por el lado de su directora, Kimberly Peirce, quien hace ya quince años giró cabezas con su debut Los Muchachos no Lloran, basado en la historia real del transexual Brandon Teena y se plantaba como un sensible y a la vez complejo cruce de tópicos en ese momento mucho menos instalados: las construcciones de género, la marginación hacia lo queer y la consecuente violencia de buena parte de la sociedad para con un grupo minoritario. En una historia dominada por personajes femeninos y desprecio hacia lo diferente como lo es Carrie, la mirada de una directora mujer y queer es potencialmente más que bienvenida (aunque quien se encargó de reescribir el guión fue Roberto Aguirre Sacasa). Pero la remake de Carrie es tan narrativamente arbitraria como por momentos lo era la versión De Palma (y suelen serlo los films del género horror). Aunque sabe establecer las dinámicas casi darwinistas sociales de cualquier secundario -chicas malas, lindas y ricas que acosan a hija de madre soltera hiperreligiosa, retrotraída y con una educación informal tan básica que ni sabe qué es la menstruación, chicos y chicas populares de buen corazón aunque a veces se equivoquen- va muy poco más allá de esa premisa superficial mientras arma el escenario para la gran tragedia final. La interpretación de Aguirre Sacasa y Peirce repasa los tres actos de la historia con el simplismo de la acción-reacción, marcando con un “visto” la lista de sucesos planteados por la novela de King en vez de la preparar la olla a presión que se cocinaba macabra e inexorablemente en el film del ’76. ¿Está la escena de las duchas donde las chicas le arrojan tampones a Carrie? Listo ¿El reclamo de Carrie a su madre y las diatribas religiosas de ésta? Listo ¿Armario? Listo ¿Sexualidad adolescente? Listo ¿Conversaciones con la profesora que se compadece? Listo. Ahora pasemos a la masacre. Mientras De Palma construía la opresión (digna del gótico) que sufría Carrie en sus relaciones -con sus compañeros, con las autoridades escolares y principalmente con su madre- mediante recursos como el contraste entre la fotografía diáfana y difusa -casi onírica- de las escenas exteriores y la dureza de las penumbras dentro de la derrumbada casa materna, Peirce plantea un escenario de novela adolescente donde la protagonista excluida se redescubre a sí misma a través de sus poderes telequinéticos, un Beverly Hills 90210 atravesado por Scream (pero sin la autoconciencia de género). Hasta Chris (Portia Doubleday), la gran antagonista, adquiere un tono villanesco de culebrón, mientras se la despoja de la responsabilidad (y el poder) de concebir el plan para humillar a Carrie en la graduación (mérito que va para su novio, un “chico malo” genérico). Otro ejemplo es cómo el hogar de Margaret y Carrie White ahora es una prolija casita pintada de inmaculado celeste. En cuanto a la mirada femenina que podría aportar Peirce, hay indicios en el empoderamiento de Carrie -signo de la época- con sus nuevas habilidades y el goce de usarlas una vez que las domina, incluso antes del clímax, en contraposición a las explosiones telequinéticas como mera exteriorización del conflicto interno de la Carrie de De Palma. Sin embargo, en este pasaje de víctima a victimaria no ayudan las muecas constantes de Chloe Moretz que están muy por debajo de la que fue la actuación revelación de Sissy Spacek. Su interpretación que no varía de los modos adolescente temerosa/adolescente furiosa queda más en descubierto en contraposición con el trabajo que Julianne Moore realiza como su madre. Si bien esta versión de la delirante mística Margaret White pasa más por una alienada que se reserva la furia para con su cuerpo y el de su hija que por la verborragia evangelizadora de Piper Laurie en la versión original, la actriz logra por su propio mérito construir los momentos más interesantes del film. Incluso salva la escena inicial de la película, que abre con el nacimiento de Carrie y no es más que una canchereada (un “mirá lo que podemos mostrarte”) por parte del equipo de realización. Por otro lado, de poco sirven los innumerables avances técnicos cinematográficos de los últimos casi cuarenta años en esta nueva puesta en escena: se extraña muchísimo en las escenas de la fiesta de graduación al plano secuencia de develamiento del plan de la villana y la pantalla partida de la masacre final, por más que haya alguna que otra muerte creativa. Con el concepto de bullying instalado fuertemente en la agenda de medios estadounidenses hace un par de décadas y la psiquis de los adolescentes como interminable fuente del terror, a los productores les debe haber parecido brillante hacer una remake de la novela de King (quien también puso en duda públicamente su necesidad), pero deberían haber recordado que hay cosas a las cuales conviene dejar que descansen en paz para siempre, como a Carrie en su tumba.
VOLVIO CARRIE Una remake que no agrega nada y sale perdiendo ante aquella “Carrie” que hizo escuela y que estaba firmada por un Brian de Palma que desde allí siguió haciendo cosas buenas. El film ha ganado nuevas lecturas desde que el bullying ganó mala fama, aunque aquí la chica ninguneado tiene poderes sobrenaturales para desatar el caos donde s ele ocurra. La locura, las pesadillas, el terror ante el sexo, la religiosidad fanática y lo diabólico adquieren un subrayado que en la original estaba más prefigurado. Ni siquiera los efectos especiales le agregan algún valor extra: la escena final tenía más fuerza entonces, cuando el cine de terror apostaba más a la sorpresa que a la truculencia y el efecto grueso.
La película de Brian De Palma de 1976 es una obra maestra solo rechazada por quienes desconocen el cine. Como dijo alguna vez el gran crítico Ángel Faretta, más que un film de terror es el último gran melodrama, y es cierto: el amor imposible, el rechazo social, la compleja tensión familiar y el estilo colorido y desmelenado son sus ingredientes. Kimberley Pierce es una buena cineasta, y cabía esperar de ella una re-versión del texto que lanzó a la fama a Stephen King. Pierce había logrado un gran melodrama femenino con “Los muchachos no lloran”, y si bien ha tenido altibajos, es una cineasta coherente con sus principios. Pero tanto respecto de la obra de la directora como respecto del peso del enorme antecedente, esta “Carrie”, con las excelentes Julianne Moore y Chloe Moretz, queda a mitad de camino. Pierce pone el acento en el peso de la represión y de la mirada de los otros contra la mujer, y el despertar de Carrie es ni más ni menos la liberación de pulsiones, mucho más que el estallido moral –y político– del film original. El problema de Pierce reside en que no termina de crear un mundo totalmente propio, de apropiarse del cuento. Allí es donde la película decepciona, incluso si tiene momentos que rozan lo brillante. Hay algo más con Chloe Moretz: siempre vemos una adolescente bella “afeada” para la película –es decir, se nota el artificio–, y eso, una falla técnica, termina afectando la potencia dramática. Con sus peros, de todas formas, una versión interesante.
"ENTRETENIDA REMAKE DEL CLÁSICO DE 1976" (por halbert) Esta “Carrie” es una nueva adaptación del libro homónimo de Stephen King: esta versión 2013 está protagonizada por Chloë Grace Moretz y tiene además la actuación estelar de Julianne Moore como la madre de Carrie, Margaret White. Si tuviéramos que resumir el conflicto central del filme, diríamos que trata sobre la vida de una adolescente que, a consecuencia de sus poderes psíquicos, se convierte en el terror de una pequeña ciudad. Carrie vive con su madre, una fanática religiosa que vive agobiada y se autoflagela, y domina de forma muy dura la vida de su única hija, impidiéndole desarrollarse como la mujer en la que está por convertirse. El ejemplo más cabal es la escena inicial en la que conocemos a la joven Carrie, que tiene su primera menstruación mientras se ducha al término de una clase de ejercicio físico, y ella desespera porque cree que se está desangrando. Sus compañeras, quienes desafortunadamente han visto toda la escena, aprovechan la ocasión para humillarla, arrojándole tampones y compresas, denotando el bullying del que Carrie es víctima. Acto seguido irrumpe la profesora de gimnasia y descubre horrorizada que la chica no es consciente de lo que le sucede e ignora por completo este ciclo natural femenino. Paralelamente, la jovencita descubre que posee extraños poderes telequinéticos que, con el paso de los días, irá investigándolos de forma teórica mediante los libros de la biblioteca; y también de modo práctico, haciéndolos funcionar a su antojo, manipulando a su madre (o mejor dicho, defendiéndose de sus abusos). La larga y antológica secuencia final del baile de promoción, donde se produce la catástrofe con una Carrie bañada en sangre, logra impactar, aunque no tanto como en la original de Brian de Palma, en la que el particular estilo del director, con largos planos-secuencia, aumentaba el suspenso de las escenas, sin dejar de mencionar los ojos desorbitados de la original Sissy Spacek y los giros cortantes de su cabeza. En realidad, todo el filme de Kimberly Peirce (“Los muchachos no lloran”) es bastante fiel al protagonizado por aquella Spacek veinteañera, pero no se erige como el clásico de horror que fue el filme de 1976. Sí se han aggiornado a los tiempos actuales algunas cuestiones, especialmente la del bullying cibernético, tan (tristemente) común en nuestros días: en el episodio inicial en las duchas, Carrie es filmada con un celular y luego ese video es subido a Internet para burlarse de ella. La actuación de Moretz está a la altura de las expectativas y defiende honorablemente el conflictuado y complejo rol central. Esta joven actriz de 16 años, que hizo sus primeros pasos en el cine con la remake de “The Amityville Horror”, se destacó luego por sus roles en “Kick Ass”, “Let me in” (otra remake) y “Hugo” de Scorsese. Para esta película eligió no ver la versión de De Palma y sí leer la novela de King, para poder enfrentar el personaje sin condicionamientos previos. Hubiera sido acertado y más atractivo incluir actores jóvenes más conocidos, con similar trayectoria y nivel actoral que la joven Chloë, así como John Travolta le daba vida (hace 37 años) al chico popular y galán de la escuela que acompaña a Carrie a la fiesta de graduación. Podríamos afirmar que no era necesaria la remake, pero el filme entretiene y está bien realizado, y no está mal que una nueva generación conozca a este mítico personaje adaptado al celuloide, que infundió terror a mediados de los 70s y marcó una creativa época del cine.
Demasiados lugares comunes Asfixiada por los mandatos de su madre, una fanática religiosa peligrosamente desequilibrada, la vida de Carrie White es un calvario. En el colegio es objeto de las bromas más crueles, la máxima víctima de bullying por parte de sus compañeras. En esos momentos de angustia Carrie descubre que posee extraños poderes. El enojo libera fuerzas telekinéticas arrolladoras y poco a poco va aprendiendo cómo utilizarlas. La vara estaba muy alta para Kimberly Peirce, por más que "Carrie" diste de ser la mejor de las películas de Brian de Palma y que el propio De Palma haya apadrinado esta remake. Aquella película forma parte de la iconografía del cine de terror de los años 70, imagen sintetizada por Sissy Spacek bañada de sangre y a punto de desatar la más terrible de las venganzas. En estos casos la pregunta que da vueltas se repite: ¿hacía falta otra versión de un clásico del género? Había elementos interesantes que podían justificar el intento. En las novelas de Stephen King es recurrente el tema del abuso infantil y del bullying escolar. El escritor subraya una y otra vez que los mecanismos del terror fluyen cuando se utilizan como disparadores los traumas de la infancia. Que el bullying sea un problema serio en todo el mundo, mucho más hiriente y devastador que hace 40 años, sugería una atractiva vuelta de tuerca a la historia. No olvidemos que Carrie White es el hazmerreír del colegio y sus perversas compañeras la llevan al límite. Peirce es una directora seria y capaz de explorar sus personajes en profundidad. Lo demuestra "Los chicos no lloran", drama que le valió un Oscar a Hilary Swank. No lo consiguió en "Carrie" y ese es uno de los puntos flacos de su filme. Esa endeblez del guión y de los diálogos se traslada al tono general de la película. Hay demasiados lugares comunes, tópicos del horror convencional que se repiten alimentados por los efectos especiales. "Carrie" muta de aquella trama de suspenso y terror psicológico que construyó De Palma al habitual espectáculo de la muerte potenciada por el sadismo y la locura. Chloë Grace Moretz (foto), a quien vimos hacer las cosas muy bien en "Sombras tenebrosas" y "La invención de Hugo Cabret", sobreactúa sus arrestos telekinéticos. Imposible no compararla con Sissy Spacek: a ella le bastaba con mantener sus ojazos celestes desmesuradamente abiertos para meter miedo. Es injusto medir los méritos de "Carrie" con la regla de la obra de De Palma. El problema es que el original, poderoso, está al alcance de la mano y revela la superficialidad de quienes se mueven en torno a Carrie White. Chicos y chicas estereotipados al máximo, al igual que el otro personaje clave: Margaret (Julianne Moore), la desequilibrada mamá de la protagonista. No hay grises en esta historia, apenas el rojo de la sangre.
El vestido de la muerte roja Mucho se dijo cuando se anunció la producción de esta nueva versión de Carrie, pero algo que sabíamos de antemano era que esta remake no podría generar el mismo efecto que lo hizo la versión original de 1976 que contaba con Brian De Palma como director, y que además fuera la primera adaptación cinematográfica de una novela de Stephen King. Que Kimberly Peirce fuera la encargada de la dirección inicialmente daba cierta ilusión de garantía, ya que al contar con Boys don´t cry (1999) en su haber, pensamos que podría retratar correctamente los conflictos de esta joven que se debate entre el bien y sus impulsos destructivos, manteniendo el espíritu original de la novela, pero en mi opinión, nada de esto ocurre. La historia del film es conocida por todos; Carrie White aquí interpretada por Chloe Grace Moretz (a quien ya vimos en 500 days of Summer, Kick Ass 1 y 2, Dark Shadows y más) es una adolescente cuya madre (Julianne Moore), una fánatica religiosa la crió impartiendo temor hacia Dios y haciendo los máximos y más patológicos esfuerzos por alejar a su hija del pecado original. Como consecuencia de eso, Carrie adopta una personalidad muy retraída que no se integra ni es integrada al grupo escolar donde es tomada como el blanco de todas las bromas pesadas, que luego de varios episodios crueles y mediante los poderes telekinéticos que esta joven posee, darán pasó a la venganza final. Una de las fallas en esta nueva Carrie en mi opinión reside en el hecho de que los personajes, todos ellos, carecen de zonas ambiguas; los buenos son buenos, los malos muy malo y los condescendientes lo serán todo el tiempo. Kimberly Peirce plantea un universo sin matices grises que sí nos presentó De Palma en los 70s y que permitía sostener el clima de suspenso y jugar con la moral efímera de los personajes en todo el largometraje, algo que aquí no ocurre. En la versión de Peirce además está la cuestión de las actuaciones ya que si bien Moretz y Moore son actrices que no defraudan nunca, no van más allá y no logran trasmitir al público lo que supuestamente están padeciendo, ya sea tormento, sed de mal, o búsqueda de redención. De hecho, la nueva Carrie White se luce más en su rol de niña ingenua perturbada y sometida que cuando debe enfrentar e iniciar la destrucción y matanza masiva. Sus arranques de ira parecen más acordes a los conflictos de una teenager de película de MTV que al gran personaje que King supo crear, pero éste es también el ambiente que todo el film trasmite y que si bien entretiene, no hace más que eso.
Este es un nuevo ejemplo acerca de la incertidumbre que causan las remakes, especialmente sobre películas que están muy bien hechas, y en el caso de un clásico como Carrie, obra legendaria de Brian De Palma basada en el libro de Stephen King, no parecía necesaria una reversión. Pero lo primero que hay que rescatar es que la historia del autor de La zona muerta y Misery es tan atrayente que aún sabiendo todo lo que va a ocurrir sigue atrapando sin vueltas. Esa adolescente introvertida y discriminada que debe sobrellevar el fanatismo religioso de su alterada madre y que en estados de furia despliega poderes telequinéticos, sigue siendo una trama poderosa. Y que cuenta con correspondencias interesantes con la actualidad, especialmente por el tema del bullying, a lo que habría que sumar el empleo de las tecnologías actuales, como por ejemplo cuando sus compañeras graban a la protagonista con un smartphone, video que suben luego a You Tube. Por otra parte las habilidades para mover objetos y personas a distancia aparecen aquí de manera más recurrente y subrayada, apelando a los efectos visuales disponibles. La directora Kimberly Peirce, responsable de un film notable como Los Muchachos No Lloran, pese a presentar una versión más superficial y con mucho menos vuelo expresivo que la original, alcanza algunos momentos logrados. Las actuaciones tampoco mejoran las de Sissy Spacek y compañía, pero la dupla compuesta por Chloe Grace Moretz y Julianne Moore guarda una sostenida intensidad.
La directora de esta remake, Kimberly Peirce, decide explorar el mundo de Stephen King, quizá, un poco menos pretenciosa que la versión de Brian de Palma, lo que es super positivo, porque las llamadas "remakes" suelen ser muy recargadas y este no es el caso. La película es efectiva, un poco más oscura, pero obvio, no hay como la Carrie original. Chloë Moretz, quien interpreta al personaje que le da título al film, en esta versión, se la puede ver más triste que poseída, y eso a mi parecer, es un plus; por su parte, Julianne Moore, impecable en su rol de madre. Si no viste la peli original, podés tranquilamente disfrutar de esta Carrie 2013, que está muy bien.
Lo innecesario Muchos se preguntaban, ¿cuál es la necesidad de hacer otra remake de "Carrie"? La respuesta era simple, para ganar más platita. Ok, pero ¿no debería ser extremadamente buena la remake para lograr el objetivo y no quedar mal parados? Exactamente, eso es justo lo que NO logró este intento de la Metro-Goldwyn-Meyer en asociación con Screen Gems y la directora Kimberly Peirce ("Boys don't cry"). Para empezar, ya hubo otras remakes o intentos de secuela que fueron bastantes paupérrimos. Esto desgasta mucho al público, ya que cuando se entera que habrá otro intento más en tan poco tiempo, se mal predispone y percata del objetivo netamente comercial que hay de fondo. ¿Es esta la peor versión de todas? No, pero aún así es una repetición de eventos que hemos visto hasta el hartazgo y sin mucho que aportar a lo que ya se vio antes. Tiene algunas pequeñas vueltas de tuerca que resultan una brisa de aire fresco, pero no alcanzan para que este nuevo film se convierta en algo trascendente que merezca la pena recomendar. Chlöe Moretz es convincente como Carrie, pero ni ahí logra superar a Sissy Spacek de la original. Su interpretación se perfila por el lado del terror liviano, adolescente, mientras que la actuación de Sissy resultó en su momento mucho más perturbadora. En el caso de Julianne Moore como la madre de Carrie en esta nueva versión, sí se logró un excelente resultado que está a la par de la original o incluso mejor. Personalmente me pasó que Julianne me aterrorizó mucho más que Chlöe en su momento culmine de la película, y eso no puede estar bien. Resumiendo, hay un trabajo de producción bueno pero sin muchos momentos grosos a excepción de los choques en cámara lenta. Las actuaciones son buenas pero no logran superar en su conjunto al terror que inspiró el cast original en 1976. La historia es repetitiva y sin mucha adaptación a los tiempos actuales, de hecho se siguió explotando los ahora clichés típicos de la fiesta de graduación con su rey y reina, el bullyng de los populares a los ñoños y el desamor de la chica poco popular con el más codiciado del colegio. Sólo para aquellas personas que son fanáticas del cine de terror teen y se conforman con ver un poco de desamor y sangre en la gran pantalla en un marco de producción aceptable.
LAS MUCHACHAS NO LLORAN
DesCarrielando Esperadísima y con la interesante presencia de Chloë Grace Moretz como figura principal, Carrie acaba resultando un producto olvidable, quedando a una distancia abismal en calidad respecto de la original película de culto dirigida por Brian De Palma en 1976. La historia, súper conocida, trata sobre una adolescente introvertida al extremo, acechada por una madre fanática religiosa (en esta oportunidad Julianne Moore) y maltratada por sus compañeras del instituto, en esa constante estadounidense que intenta mostrar lo difícil que es la etapa escolar para los más tímidos. Pero a Carrie White, cuando la impotencia y la bronca la carcomen, es capaz de desarrollar una tormenta de ira, a base de poderes psíquicos que pueden ocasionar desastres inmensos. La cronología de la cinta mantiene los mismos hilos que su predecesora, sólo que Kimberly Peirce le añade herramientas tecnológicas que se adecúen a la actualidad, como es el caso de teléfonos móviles, filmaciones con el celular listas para subir a Youtube y demás. El problema del film está dado en la limitación del relato: todo parece encerrarse en una suerte de serie juvenil en donde las “chicas malas” no hacen más que burlarse de la pobre y huraña protagonista. Y la sed de venganza crece. Si se la analiza por sí sola y apartada de la proyección anterior, Carrie es regular, no aburre pero tampoco entretiene a grandes escalas, de hecho cuenta con cuestiones que la hacen menos sólida de lo que debería ser, como es el caso de las actuaciones (a excepción de Grace Moretz y Moore). El inconveniente se magnifica cuando entra en parangón con la que Brian De Palma concibió, y allí se pone en juego una cantidad de factores que la terminan dejando como una cinta bastante menor de lo que en verdad es. ¿Era necesaria la remake? LO MEJOR: mantiene un ritmo ameno. Chloë Grace Moretz y Julianne Moore. LO PEOR: lejos de lo que supo ser la Carrie original. Ni siquiera la escena del baile de graduación, se acerca a lo oscura y siniestra que fue en la primera entrega. Salvando las figuras principales, no está bien actuada. PUNTAJE: 4,6
En la humanidad existen marcadas diferencias entre hombre y mujer, no sólo en lo físico, sino también en la forma de ver las cosas. Sin embargo, resulta absurdo que para realizar un remake de una película "femenina", la directora diga que quiere contar su versión desde el punto de vista de las mujeres. De la obra maestra de 1976, Carrie, dirigida por Brian de Palma y protagonizada por Sissy Spacek, llega, para las generaciones actuales, esta versión dirigida por Kimberly Peirce y protagonizada por Chloe Grace Moretz. El cartel en sí no suena tan mal, Grace Moretz es una de mis actrices favoritas (si aún dudan de ella, vean Let Me In), y Julianne Moore como madre de la incomprendida niña. L a única duda viene en la dirección y es la que falla. Todos nos sabemos la historia: una niña, hija de una madre católica conservadora, sufre de todo tipo de abusos por sus compañeros escolares. las cosas alcanzan el clímax el día del baile de graduación en la que es bañada en sangre de cerdo por el simple hecho de ser la burla enfrente de toda la escuela. Siempre ha habido "bullying" en todas las escuelas y en todos los tiempos, pero de un tiempo a la fecha ha cobrado más fuerza desde que se le dio nombre al fenómeno y desde que los padres de familia y las autoridades se dieron cuenta de que era un tema mucho más serio que un simple juego de niños. Ahora, con un toque sobrenatural por los poderes psíquicos de nuestra protagonista, más que una película de terror, es un drama de cómo sufren algunos adolescentes. Y ahí está el verdadero meollo del asunto: NO es una película de terror. Si lo fuera, la escena final no sería la única con sangre y asesinatos. La película no tendría prisa y llevaría una hora de metraje atropellado para llegar con prisa a la escena icónica. No necesitaríamos un esfuerzo importante (y a veces falso) por parte de Moore y de Grace Moretz para exprimir lo mejor a un guión plano y a una dirección simplemente inexistente. En ningún momento se observa la "versión femenina" que supuestamente quiere contar la autora, y lo fuerte de las escenas es sacrificado en pos de llegar a un público más jóven que pudiera comprender más las situaciones por las que atraviesa la protagonista. No tenemos nada en contra de los remakes. Hay algunos que se ven beneficiados por los efectos especiales o incluso por la visión de un director diferente al original. Pero hay algunos, como este, que son completamente innecesarios e intrascendentes.
Carrie (1976) es un notable clásico de los años 70. Disparó la carrera de Brian De Palma, Stephen King y Sissy Spacek, y marcó un hito en la historia del cine de terror. Desde entonces han habido numerosos intentos de recrear / secuelizar / reciclar la historia, ninguno de los cuales llegó a la altura del filme de De Palma, fuera Carrie 2: La Furia (1999), la versión televisiva del 2002, o incluso la bizarra versión teatral montada en Broadway, la cual fué cancelada después de tan sólo 5 representaciones. Ahora llega esta remake a cargo de Kimberly Peirce, la directora de la oscarizada Los Muchachos No Lloran (1999), y la cual supone una opción interesante para manejar el proyecto. Y mientras que las perfomances son sólidas, la historia es correcta y el filme en general es impecable, por otro lado languidece al lado del clásico de De Palma. Esta Carrie es mas una tragedia familiar que un filme de horror, y en ningún momento despliega alguna escena de shock que le brinde un poco de personalidad propia. No recuerdo con fidelidad la versión 1976, pero algunos cambios son evidentes. La lapidación con tampones ahora es filmada con iPhones y levantada a YouTube, se muestra bastante mas sangre (en especial la sangre menstrual después del incidente en las duchas), y la protagonista es bastante mas rebelde que la versión de Sissy Spacek, aunque ese avispamiento se contradice con el horror del desconocimiento producido ante la llegada del primer período - mientras que hay momentos en que Carrie se comporta como una pavota, por otra parte es capaz de discutir con autoridad (y de igual a igual) con su enfermiza madre, amén de saber a la perfección cómo hacerse un vestido moderno y maquillarse como una modelo al final del filme -. En todo caso es un problema de consistencia del guión, que a veces sigue con demasiada fidelidad la versión 1976 (en la cual la protagonista era mucho más naif) y en otras se ve obligado a actualizar porciones del personaje que resultan contradictorias con el resto. En un momento Carrie usa como una experta Internet y se empapa con todos los libros posibles sobre el tema de la telekinesis... pero desconoce para qué sirve una toallita femenina. Mientras que todo es muy correcto, por otra parte uno siente que se ha perdido toda la sensación de paranoia que padecía la Spacek en el filme original. El ambiente estudiantil no resulta asfixiante, la madre ultrafanática no aparece tanto como debiera y, lo que es peor, Carrie ya posee sus poderes al comienzo del filme, aunque éstos actuan de manera descontrolada e inconsciente. Mientras que en el filme de De Palma las cosas iban in crescendo y con cierta sutileza - a final de cuentas la telekinesis era un triunfo personal de la protagonista -, acá la Moretz se transforma en una especie de Jean Grey desatada de una escena a la otra. Hay un excesivo regodeo en la demostración de poderes de manera temprana, lo que diluye el impacto del drama. Por otra parte cuando llegamos al desenlace trágico - el baile de graduación, el cual (hay que admitirlo) está filmado como los dioses y me pareció más intenso que el climax de De Palma -, la Moretz despierta menos compasión que la Spacek y no se transforma en un ángel vengador sino en una auténtica sicópata que se regodea con el caos y la destrucción. En su furia no duda en lastimar incluso a quienes la apoyaban, y aunque los efectos especiales son formidables y las escenas están rodadas con talento, uno siente que algo se ha perdido en la traslación... como si hubiera una distancia entre el público y la protagonista. Me gustaron mucho las perfomances, en especial la de Julianne Moore (que se ve siniestra y decrépita), y la de Ansel Elgort, que le saca mucho lustre a un papel pequeño como es la del muchacho que lleva a Carrie al baile. Por su parte la Moretz es buena actriz y parece un patito mojado cada vez que la amedrentan en el colegio... pero hay algo que no funciona, y quizás sea el hecho de que se ve como una caricatura perteneciente a otro tiempo. Quizás habría sido mejor repensar el personaje para este nuevo milenio, en vez de trasladar una chica timida y harapienta - el cual era un concepto funcional en los años 70 - a esta época. Quizás esas contradicciones internas - sumado al énfasis en el drama en vez del horror - hacen que el filme se sienta tibio, amén de que la directora Peirce carece de la imaginería visual de un De Palma. Sin dudas el climax es inspirado pero se precisaba mas virtuosismo en los segmentos previos. Como entretenimiento, Carrie 2013 es sólido. Lástima que no asusta o impacta, y que sólo se trata de un trabajo prolijo sin mucho vuelo creativo. Se precisaba un artesano más arriesgado, alguien que pusiera el énfasis en los aspectos tortuosos de la historia y los aggiornara con más inspiracion, en vez de jugar a lo seguro e ir por el costado serio y dramáticamente chato, el cual no ofende pero tampoco deja huella. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/carrie-2013.html#sthash.eeHWXTaE.dpuf
La elección del remake es un tema algo crítico dentro del ambiente cinematográfico. Están quienes lo apoyan y promueven y quienes piensan que no tiene sentido alguno rehacer una película. Pues bien, depende de qué película hablemos, esto se justifica o no. Contamos con remakes espantosos, innecesarios y hasta irrespetuosos y otros que instalan la mirada en un espacio poco explotado de la original y crean un nuevo mundo en un film distinto. También pensemos que tenemos de por medio las cuestiones de marketing, dinero, contratos, etc. que llevan a explotar un producto que ya ha sido exitoso pero que, según su punto de vista, quedo desactualizado. Creo que esta última ha sido el motor para llevar a Carrie de nuevo al cine, una actualización dentro del género de terror que ha tenido tantas tradiciones distintas y cambios a través del tiempo. Las mayores diferencias que presenta Carrie (2013) con su original se refieren a cuestiones de época. Frente a la simplicidad de la primera, la remake incluye elementos actuales que complejizan un poco más la situación y agrandan los problemas… por consiguiente el enojo de Carrie crece, y con él, sus poderes. Por lo demás, la película recrea tomas enteras (solo que en excelente calidad), con exactos colores, diálogos, expresiones, etc. y, particularmente me resultó agradable, un directo homenaje muy acertado a nivel estético. Si hay algo que la Carrie original puede envidiarle a la remake es el personaje de la madre: Julianne Moore se compenetra en un papel poderoso y contundente; y en la original, la madre de Carrie es tan exageradamente border que pasa por ridícula. Julianne hace de la madre de Carrie una border escalofriante, tenebrosa y emocionante. Carrie de 1976, dirigida por Brian de Palma, en su momento nació como una película escalofriante e innovadora en algunas cuestiones. Hoy algunos de sus efectos podría decirse, quedaron caducos. Tal vez la elección de rehacer Carrie busca reforzar y actualizar aquellos aspectos que quedaron un poco “anticuados” y así poder recolectar un público nuevo, cubrir sus expectativas y alcanzar una obra clásica que de otro modo no llegaría al gran público que ya no se sorprende con nada. Pero… en este intento deliberado por exacerbar el terror y los efectos de la historia, la nueva Carrie ha perdido una de sus mejores características: la sutilidad. Y es que Carrie de 1976 crea un personaje ambiguo, con una debilidad que luego se resuelve en una fortaleza; y el momento de Carrie para estallar está muy cuidadosamente elegido, con anticipación y creación de un clima propicio. En cambio la nueva Carrie parece un poco atorada y apresurada por mostrar su ira a través sus poderes. Así, el momento cúlmine del film queda opacado, porque ya conocemos todo sobre Carrie y porque además es sumamente exagerado y ostentoso. Además, la fragilidad que caracteriza a la protagonista, en el remake aparece forzada y anacrónica. Con todo esto dicho, ¿qué nos aporta la Carrie 2013? Principalmente, una visión nueva y una reflexión sobre el género de horror casi 40 años después. Desde mi punto de vista, el género se ha desvivido por encontrar modos (sobre todo a través de la tecnología) de superarse a sí mismo a cualquier costo, incluso a costo del ridículo. Pero es importante pensar que aquellos filmes más austeros, con gran cuota psicológica e imaginativa pueden tener efectos más profundos, tal vez no tan deslumbrantes, pero si llegan a calar hondo en la psiquis del espectador.