Desastre en el callejón Cats (2019), escrita y dirigida por el inglés Tom Hooper, aquel de las atendibles El Nuevo Entrenador (The Damned United, 2009), El Discurso del Rey (The King’s Speech, 2010) y Los Miserables (Les Misérables, 2012), es una de esas películas que hay que verlas para creerlas, un despropósito de principio a fin en el que cada ingrediente está llevado al nivel del ridículo o el grotesco… y no precisamente buscados, de cadencia contracultural, sino simplemente consecuencias de una catarata de malas decisiones estéticas y demás que nos conducen a una suerte de tortura fílmica similar a la de otras supuestas “montañas rusas” del mainstream de nuestros días como los mamarrachos de superhéroes, un enclave también dominado por la dictadura del artificio digital, la falta de una mínima novedad en lo que sea y la obsesión con desplegar secuencias al azar de pretendida espectacularidad sin que medie algún dispositivo retórico unificador entre aquella nada de por allá y esta nada de por acá. La presente adaptación del tristemente célebre musical homónimo de 1981 de Andrew Lloyd Webber, catalizador del insoportable fetiche contemporáneo con los blockbusters teatrales exportables dirigidos a los turistas y al público familiero bobalicón, en vez de utilizar maquillaje para los personajes felinos apuesta a un híbrido espantoso entre CGI y actores de carne y hueso, a lo que se suma por un lado la nefasta decisión de reducir de tamaño a los protagonistas para “adaptarlos” a la escala de los gatos domésticos y por otro lado el hecho de que en lugar de crear una historia aglutinadora y coherente -al fin y al cabo estamos ante un producto hollywoodense supuestamente narrativo- se opta por mantener la “no trama” del musical original, presentándonos una colección de números/ cuadros aislados sin mayor lógica que el capricho del equipo creativo y desencadenando un hastío de lo más pronunciado por esta insensatez de fondo a nivel del diseño general y el relato. El asunto comienza cuando una gatita llamada Victoria (interpretada por la joven bailarina Francesca Hayward, con muy poca experiencia actoral a cuestas) es abandonada en Londres por su dueño y de inmediato conoce a los felinos Jélicos, una tribu de gatos callejeros que durante esa misma noche llevarán a cabo una ceremonia anual -en realidad una especie de competencia- para decidir quién de ellos disfrutará de una nueva vida vía un “ascenso celestial” de lo más difuso. En esencia lo que tenemos delante nuestro es un metraje de casi dos horas en el que se presenta a los distintos contendientes y se establece los dos extremos del esquema maniqueo de siempre, léase el malvado Macavity (Idris Elba) y el patriarca del clan, el Viejo Deuteronomio, que ahora resulta que es una hembra (Judi Dench). Hooper nos embarra en la cara sin cesar a estos maniquíes peludos con caras humanas y llena a la trama de tiempos muertos que sinceramente causan vergüenza ajena. Más allá del detalle de que el trabajo primigenio de Lloyd Webber ya era un mamarracho de por sí y lleva décadas de cansadora explotación alrededor del globo (ya lo dijo Roger Waters en It’s a Miracle del genial álbum Amused to Death de 1992, “el horrible material de Lloyd Webber dura años y años y años”), el film en particular es muy aburrido y no aprovecha el trasfondo kitsch de las mediocres canciones y puesta en escena originales, algo imperdonable tratándose de un planteo visual/ sonoro hiper pasatista como el presente en el que priman el baile y la música por sobre las inexistentes narración y dimensión conceptual. Los únicos puntos a favor están condensados en la interpretación de Memory, el hit histórico de Cats, por parte de Jennifer Hudson en el papel de Grizabella y en la mínima intervención de Taylor Swift como una Bombalurina que le canta sus loas a Macavity, sin embargo no alcanzan para salvarnos de este mega desastre en los callejones londinenses…
Luego de filmar la versión cinematográfica de Les Miserables, el director Tom Hooper se embarca en la difícil tarea de adaptar uno de los musicales compuesto por Andrew Lloyd Webber , Cats. En nuestro país, la película llegó luego del estreno en Estados Unidos y otros países, donde el film fue realmente vapuleado por la crítica, colocándolo como uno de los peores films del año (estrenó a finales del 2019). Si bien no es el gran desastre cinematográfico (Al menos es mejor que el esperpento de Los Ángeles de Charlie) pero aún así estamos ante una película decepcionante debido a la dificultad de adaptar la obra musical a un carácter cinematográfico, además de fallos en sus aspectos técnicos y en el propio cast. Quizá en el caso de les miserables, la cosa resultó mucho más airosa, ya que se trataba de un relato más apegado a la realidad, o al menos relacionado a un momento histórico, además de que es un producto diferente más allá de su propuesta musical. La cuestión es que en Cats, básicamente los personajes son humanos representando a gatos, algo muy parecido como cuando las personas hacían de monos en el planeta de los simios, como para hacerse una imagen. Si bien en la puesta musical, los actores subían a escena como gatos con el uso de vestuario y maquillaje, en este caso se usan actores pero también empleando el CGI para llegar a la forma gatuna. Quizá esta es una de las grandes fallas de la película, porque no logra darnos una imagen precisa de nos quieren vender como personajes, dando una realidad muy difusa entre la cara de los actores y su desproporción con lo creado por computadora, además de que en los actores secundarios se les nota la falta de ganas en los diseños . Lo que también llega a fallar, es la forma en que intentan trasladar el lenguaje musical al cinematográfico, ya que tenemos momentos que cuentan con interesantes coreografías, pero que la cámara se pierde enfocando primeros planos cuando lo que realmente importa es todo el ensamble. Vayamos al grano, la propuesta es buena, sobre todo por la música de Andrew Lloyd Webber y parte de su cast que es atractivo, lo que falla es la adaptación y hace que todo su conjunto llegué a verse borroso. En cuanto a los actores , tenemos algunas participaciones bien logradas como otras que son realmente un bochorno. Una de las actrices que salen mejor paradas es Judi Dench, con un personaje un tanto espiritual, y que brinda sus buenos momentos como jueza del concurso que se lleva a cabo para lograr ir a una especie de Edén. Y aunque la protagonista (Francesca Hayward) mantenga la misma expresión durante casi todo el metraje, no se lleva la atención por see lo peor del film en cuanto a lo actoral. Rebel Wilson nos da un personaje totalmente tedioso, con escenas que son ampliamente aburridas y técnicamente espantosas (Véase el número de las cucarachas cantando) , un Ian Mckellen que se merece algo más que ponerse a lamer un tarro de leche , y a Idris Elba, quien dejó de lado la irrealidad de Marvel para interpretar con escaso carisma a un gato villano (…?) Parece que lo que digo sobre la película son todas cosas realmente terribles, pero aún así debo admitir que en lo personal la terminé disfrutando. Su música y el contexto de su historia con los gatos, que aunque no cuente con un hilo conductor preciso, resulta bastante atractiva , al menos para acercarse a la obra original de Webber. Además la mítica canción Memory, mantiene casi la misma potencia y emoción que se tienen en la obra, destacando la labor de Jennifer Hudson en los minutos que aparece. También hay una pequeña participación de Taylor Swift, que si bien su número musical es bastante agradable, solo funciona para agregar una canción original al film para llevarla a entregas de premios, aunque también ese fue un intento fallido. Cats no es el gran desastre del año, de este o el anterior, depende de cómo lo queramos ver. Sino más bien es una adaptación fallida de un musical complejo. A aquellos que se han acercado al musical anteriormente, se van a encontrar con algo interesante pero que no logra transmitir la misma escencia que lo ha hecho en las tablas. La música del gran Andrew Lloyd Webber cumple, sobre todo en su canción más famosa, pero su paso por el cine queda en la decepción, y por momentos en la vergüenza ajena. Calificación 5/10
Abandonen toda esperanza, aquellos que decidan ver «Cats». Una superproducción musical como pocas con un despliegue de producción realmente admirable pero que termina siendo en vano al estar al servicio de una errática adaptación de un musical bastante lejano a la masividad. Sin dudas un film que pocos directores más allá del mismo Tom Hooper (ganador de los Oscars a Mejor Director y Mejor Película con «El Discurso del Rey») podrían haber conseguido financiar, una desafortunada inversión ya que costó más del cuádruple de su gran triunfo de principios de la década pasada y ya se confirmó un relativo fracaso gatuno en taquilla. La obra original, creada por Andrew Lloyd Webber, es una de esas producciones difíciles de consumir sin ser ya un fanático de los musicales. Para empeorar las cosas, esta versión de Hooper parece intercalar entre traducir rústicamente al pie de la letra momentos demasiado teatrales y adaptarse a un medio más visual con otras libertades y limitaciones. Pero para no entrar tanto en especificidades sirve mejor ser claro y simple: «Cats» es terrible, insufrible por momentos. Una experiencia repleta de buenas canciones y shockeantes decisiones creativas. Es la combinación de dos mentes brillantes, la de Webber y Hooper, dando vida a un proyecto resultado de una locura momentánea. Un error de cálculo comparable con el monstruo de Frankestein. Realmente no hay ningún aspecto del film que se salve de ser agridulce, como por ejemplo un trabajo de diseño de producción envidiable que produjeron sets excelentes pero que terminan combinándose con ambientes realizados por computadora y sin el tiempo o presupuesto necesarios para que estén a la altura. La experiencia deja a uno anonadado, pero está lejos de ser recomendable aún para aquellos dispuestos a aventurarse esperando algún entretenimiento adyacente a la diversión. Sin dudas su primera mitad es cuando más se acerca a ser algo digerible, pero las sensaciones que deja el resto de la cinta uno no se las desea ni a su peor enemigo. Punto aparte para la apariencia de los felinos en cuestión, que van a despertar en cada uno un arcoíris de respuestas que pueden ir desde la confusa indiferencia al total terror. La decisión de hacerlos híbridos gato-humanos en la época de la captura de movimiento y de los animales realistas hechos por computadora no hacen más que darle todavía más forma a la teoría de que esta es una producción perdida de esos confusos 00s en los que nadie sabía bien que estaban haciendo. Pocos personajes tienen el tiempo o la capacidad de salir airosos, aunque es muy destacable que el elenco se dio por completo a la visión desquiciada del director. Movimientos gatunos, inflexiones vocales y algún que otro «miau» colocado estratégicamente son momentos que existen entre universos paralelos de total seriedad y un estado de juego absoluto. Las canciones también son un fuerte de la película, pero incluso esa es un arma de doble filo cuando hacia el final la extrema densidad de canto por minuto, sumados al mal uso del repertorio por parte de Hooper hacen que el ritmo resulte una tortura aún para aquellos fans del canto dramático en la gran pantalla. No hay mejor forma de describir esta película: una tortura que en sus mejores momentos sólo logra crear confusión y en sus peores hace que, como sus gatos mágicos protagonistas, aspiremos a jugárnosla a ver si en nuestra próxima vida reencarnamos en un ser que no cometa el error (el tremendo, horrible y sumamente poco recomendable error) de ver «Cats». Favor de abstenerse, en este caso la curiosidad mata a la audiencia.
En el monólogo de apertura de los Golden Globes, Ricky Gervais mencionó las duras críticas que recibió “Cats”, la adaptación cinematográfica del reconocido musical compuesto por Andrew Lloyd Webber. Dijo algo así como que la película era “lo peor que le había pasado a los gatos desde la existencia de los perros”. Y eso no está muy lejos de la primera impresión que uno tiene al ver el film. Su argumento no es muy complejo: una tribu de gatos jélicos toma la “elección jelical”, en la que deciden cuál de ellos renacerá en una nueva existencia. Todo se narra a partir de cuadros musicales donde humanos interpretan a animales, algo que - para muchos - puede resultar bizarro de base. La película - dirigida por Tom Hopper - cuenta con la pequeña participación de destacadas figuras como Judi Dench, James Corden, Taylor Swift, Jason Derulo e Ian McKellen. No obstante, son aquellas caras menos conocidas las que le otorgan algo a favor a “Cats”: Jennifer Hudson, Francesca Hayward, Laurie Davidson, Robert Fairchild y Steven McRee. Todos ellos reúnen su talento tanto en la actuación como en la danza (con muy buenas coreografías) y el canto para llevar adelante cada uno de los números. La música es la misma que ya conocemos. No falta “Jellicle Song for Jellicle Cats” ni “Memory”, dos clásicos que marcaron la historia del teatro musical. No obstante, resulta difícil llegar a conmoverse con los efectos especiales que vuelven ridículos a los personajes. De hecho, en Estados Unidos se estrenó una segunda versión para intentar mejorar algunos momentos que son hasta incómodos. De todos modos, vale rescatar el pelaje de los gatos que componen la historia. “Cats” prometió ser el suceso musical del año. Sin embargo, lejos está de serlo y decepciona en la gran mayoría de las escenas volviéndose aburrida y tediosa. Lamentablemente, la película solo será disfrutada por amantes de los musicales… o tal vez únicamente por los fanáticos de este musical en particular.---> https://www.youtube.com/watch?v=80R4XQRINlk DIRECCIÓN: Tom Hooper. ACTORES: Francesca Hayward, Jennifer Hudson, Judi Dench. ACTORES SECUNDARIOS: Taylor Swift, James Corden, Rebel Wilson, Idris Elba. GUION: Tom Hooper. FOTOGRAFIA: Danny Cohen. PRODUCCIÓN: Steven Spielberg. GENERO: Musical , Drama , Comedia . ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 110 Minutos CALIFICACION: Apta todo público DISTRIBUIDORA: UIP FORMATOS: 2D. ESTRENO: 09 de Enero de 2020 ESTRENO EN USA: 20 de Diciembre de 2019
Inefable El problema mayor de Cats está en la operación transpositiva, es decir en el pasaje del musical teatral a un musical realista mainstream. El realismo, en un musical en el que todos los personajes son gatos que bailan y cantan, no podría ser más que la idea del enemigo o un riesgo suicida tomado por ejecutivos a la caza de un éxito inmediato. El teriomorfismo de los actores y actrices, al encarnar a gatos, tiene una perfección que opera en un sentido opuesto al buscado, el realismo del CGI no hace más que desnudar el truco ficcional porque, además, tal transformación no es completa ya que las manos y los pies son perfectamente advertibles en numerosos planos. Decisión poco menos que risible si pensamos que el género musical parte del artificio más profundo, y si el realismo es el tono elegido para un escenario dentro de otro, ¿por qué se elige hacer a medias lo verdadero y lo sintético? En Golpe al corazón (1982) Francis Ford Coppola construyó un set para recrear la ciudad de Las Vegas, lo que podía entenderse como una ecuación de artificio al cuadrado. Tom Hooper, que es un director mucho más limitado, no tiene la destreza para el trash que sí mostraba FFC para hacer un musical donde sus personajes cantaban y bailaban mal en un contorno de luces de neón con los espacios icónicos de la “ciudad del pecado” de fondo. La diferencia entre ambas películas es el tono, en Cats se canta durante todo el metraje pero se teatraliza cada palabra, se la pronuncia fuerte, se gestualiza al borde del ridículo y, lo peor de todo, se cree de verdad absolutamente todo lo que se dice. Las canciones, lejos de tener alma (una palabra clave dentro de la narración), se ajustan a la fórmula del género musical, están bien anquilosadas a esa pertenencia del Broadway más clásico, sin un gramo de particularidad. Todos los intérpretes parecen salidos de algún reality del estilo American Idol, en el que tienen por criterio que un participante canta bien porque sostiene lo más alto posible una nota. Así son todos los momentos en este bochorno: ruidosos, saturados de color (no existe la dirección de fotografía aquí) y cargados de personajes que siguen una coreografía igual de prefabricada, extraída de cualquier góndola de Broadway o, mejor dicho, de alguno de los tantos musicales de Andrew Lloyd Weber, que es por supuesto el autor original de la obra en la que se basa la película. Momentos de vergüenza son los que sobran pero uno de los favoritos será, sin dudas, el de la presentación del personaje de Ian McKellen, un gato actor (¿?) que es introducido en plano lamiendo leche de un tacho. No hay que dejar de mencionar el número de Rebel Wilson (qué año, si pensamos también en su papel de Jojo Rabbit…) en el que aparecen cucarachas humanizadas y adiestradas por su personaje, que reúne los lugares comunes de una gata obesa y torpe a la que cuesta moverse. En Cats todas las fallas posibles chocan entre sí, aunque Tom Hooper (no hay que olvidar el nombre del responsable de este engendro) se supera con la asquerosidad que rodea a algunas escenas, no solo en la de Wilson sino también en la de la presentación del personaje de James Corden. Como si no fuera suficiente con estos dos nombres sobrevalorados del espectáculo anglosajón más vernáculo, aparece nada menos que Jennifer Hudson para sufrir una y otra vez con su canción Memory que suena ¡tres veces!, Acaso buscando generar un efecto de inducción al lagrimeo. Cada versión es más pomposa, empalagosa y estruendosa que la anterior, sin ahorrar lágrimas y mocos en detalle. Si hablamos de cámara, no se puede entender el uso de movimientos frenéticos en algunos pasajes como si se estuviera narrando un documental de guerra. La última pregunta que surge de este aborto artístico es: ¿Cuán diferente es el musical de donde salió el texto fuente de esta película? El género musical teatral tiene sus procedimientos y dimensiones bien delimitados, y dentro de sus características está el trazo grueso con el que se pintan las situaciones y los acontecimientos. El cine no es teatro, los intérpretes no necesitan gritar y exagerar sus movimientos porque los espectadores vemos y escuchamos lo mismo más allá de la distancia con la pantalla, lo que no sucede en el escenario teatral. Cats exacerba las desventajas del pasaje del teatro al cine, no diferencia entre la dinámica de un espacio fijo y el lenguaje cinematográfico. Lo que sucede en varios espacios podría suceder en uno y eso es un (nuevo) problema que se suma al pilón. Si algo más podría pasarle a esta tragedia (porque ni siquiera da para la comicidad involuntaria) es que todas las canciones, con el objetivo de hacerlas rimar, tengan las referencias alteradas y los sentidos cambiados en su versión subtitulada al castellano.
Vamos a recordar a Tom Hopper por esta nefasta y HORRIBLE transposición del clásico musical de los años ochenta que se ha reversionado hasta el hartazgo, pero nunca de esta manera tan penosa. Inexplicable todo, inentendible la utilización del CGI para determinadas partes de la transformación en gatos de sus protagonistas. Gritos, horribles decisiones de escenografía y puesta, pero más horrible la intención de exigir a este cast que sean gatos por unos instantes. Ian Mckellen bebiendo leche de un plato cual gato, pasará a la historia como el momento más ridículamente desafortunado que le ha tocado interpretar. Canciones que no transmiten nada, interpretaciones penosas y gente talentosa desaprovechada. Ni siquiera Jennifer Hudson cantando Memories logra transmitir algo. A la basura.
Tenía muchas ganas de ver Cats, tenía muchas ganas de experimentar “la peor película de la historia del cine” tal como muchos la han bautizado. Pero ¿Es realmente así? ¿Es tan mala? La realidad es que si bien no es buena, no es el desastre de proporciones épicas que se viene gritando. Tiene algunos planos vergonzosos, eso es verdad. Sobre todo cuando una actriz o un actor de gran calibre y trayectoria maúlla o lame. Es imposible que esa imagen no te choque y que por lo tanto nuble la visión hacia el resto del film. Primero hay que aclarar lo obvio: si no te gustan los musicales está no es tu película. Ahora bien, a los que gustamos de este tipo de propuestas nos va a hacer ruido por muchos lados. Primero voy a destacar los peores subtítulos que he leído. Si sabés inglés no vas a entender cómo es posible que cambien tanto las letras y que se tomen atribuciones tales como poner “Teatro Colón”. Es un verdadero insulto. Lo otro que hay que destacar es la falta de ritmo. La película se hace larga pese a que es corta. No vi la obra de Broadway de Andrew Lloyd Webber que fue un éxito tremendo durante años, pero queda más que claro que no era adaptable a este formato. El otro gran punto ineludible son los horripilantes VFX, no solo porque están mal hechos y todo el tiempo pensás que le faltan un par de renders, sino por la elección estética. La mezcla gato/humano es pésima. Dicho esto, la música está muy bien y las interpretaciones en ese sentido también. O sea, el elenco hace un buen laburo cantando. Más allá de lo que nos cuesta ver así a Judi Dench, Jennifer Hudson, Taylor Swift, Rebel Wilson, Idris Elba e Ian McKellen, su labor es digna. El director Tom Hooper, quien se había lucido con Les Miserables (2012), no logra repetir la fórmula aquí. Todo el tiempo hay presentación de personajes, la narrativa es muy irregular y se siente todo desordenado. El resultado es una película caótica y muy contaminada por VFX malos, y planos y secuencias tan ridículas que generan cierta incomodidad. Tal vez el tiempo convierta a Cats en consumo irónico, pero ahora es una curiosidad de lo mal que Hollywood puede conjugar todos buenos elementos y que el resultado sea pésimo.
Tenía razón Ricky Gervais cuando, en su monólogo de apertura de la reciente entrega de los premios Globos de Oro, dijo que Cats era “lo peor que le había pasado a los gatos desde que nacieron los perros”. La flamante adaptación cinematográfica del musical de Broadway compuesto por Andrew Lloyd Weber es una de las películas más involuntariamente risibles de los últimos tiempos, a la vez que el fracaso comercial y de crítica más justificado del año que se fue. La película del sobrevalorado Tom Hopper parte de un error insalvable: apostar por el realismo para una historia de felinos cantantes, cubiertos aquí de pieles creadas mediante la captura digital de los movimientos de baile de los actores. Imposible entrar en la lógica de un relato musical concebido desde el artificio más puro (¡gatos cantando!) en ese contexto, más aun si están interpretados por rostros conocidos como Jennifer Hudson, Taylor Swift, James Corden, Rebel Wilson, Idris Elba y los veteranos Ian McKellen y Judi Dench. La cuestión es aún peor si se tiene que los efectos especiales, en esa denodada búsqueda de realismo, convierten a su elenco en un grupo de criaturas entre aterradoras y ridículas, cuando no las dos. No por nada Universal mandó una “segunda versión” a las salas norteamericanas con efectos mejorados. El resultado, sin embargo, no cambia demasiado. Frente a todo este panorama, la dirección de Tom Hopper es un pecado menor. El responsable de El discurso del rey, La chica danesa y Los miserables hace lo puede con una materia prima imposible, que incluye escenas de cucarachas con facciones humanas bailando y cantando. Los momentos bochornos son innumerables, pero aquí se destacan dos: la presentación del personaje de Ian McKellen tomando agua de un plato con la lengüita y las apariciones de Dench recostada sobre un canasto y cubierta con un tapado de piel (su trabajo también merecía la sorna de Gervais en los Globos de Oro). A favor de Cats solo puede decirse que su repertorio musical es infalible (imposible no salir silbando Memory) aun cuando los subtítulos cambien referencias y sentido de las letras para hacerlas rimar. Y también, lo mejor de lo mejor, que dura menos de dos horas. Siempre puede ser peor.
Mientras Martin Scorsese opinaba públicamente que las películas de Marvel no son cine, Tom Hooper estaba terminando Cats, un film que lleva esa discusión hacia otro territorio, con sus códigos de puesta teatral y un uso de la tecnología CGI que convierte el kitsch de la obra original en algo más perturbador que divertido. Los gatos protagonistas tienen la forma humana de los actores que los interpretan pero están cubiertos de pelo y tienen otros detalles de la fisonomía gatuna. Son bípedos y sus movimientos parecen una versión de lo felino canalizada por un coreógrafo de Broadway, cargados de una energía sexual que los hace aún más inquietantes. El film sigue la trama mínima del musical original de Andrew Lloyd Weber, basado en los poemas de T.S. Eliot. Algunos de los gatos que se presentan a través de canciones están interpretados por actores famosos puestos en situaciones grotescas, como Ian McKellen tomando agua a lengüetazos. James Corden y Rebel Wilson son el blanco de chistes relacionados con su peso; Jennifer Hudson le pone su potente voz al clásico "Memories" pero su canto llanto no tiene el poder emocional que lograba en Dreamgirls y que le valió el Oscar; el guapo Idris Elba se presenta como una criatura a la que es preferible no mirar. Entre todos ellos, es Judi Dench, entregada a esta misión imposible, la única cuyos ojos son capaces de prestarle algo de emoción a esta tierra baldía.
Un arañazo de ahogado Y al fin tenemos entre nosotros la controversial Cats, la nueva película de Tom Hooper, conocido por haber dirigido El discurso del Rey, La chica danesa y Los Miserables. Y digo controversial debido al castigo que ha ido recibiendo de toda la prensa especializada desde todos los rincones del mundo. Y aunque algunos exageraron un poco, sí es algo increíblemente impresentable. Cats es una obra de teatro musical que fue compuesta por Andrew Lloyd Webber basándose en cuentos cortos sobre gatos de T.S Elliot. La historia gira en torno a un grupo de felinos que viven en las calles de Londres y que se disputarán, mediante bailes y canciones, “la elección jelical” para obtener un renacimiento a una nueva existencia. La versión teatral también tiene su grieta, ya que están los que la aman y los que les parece un sinsentido descomunal, por lo cual esta apuesta también tenía sus riesgos desde entrada. Agregale que tiene millones de errores tanto técnicos como narrativos que siguió ayudando a crear la receta justa para el desastre. Lo que pasa con esta versión cinematográfica de esta clásico musical, es que el CGI de los rostros de los personajes está muy mal presentado, tanto que por momentos resulta incómodo a la vista. El trabajo de fotografía en los momentos más interesantes (las piezas de baile) se centraban en planos raros, que no ayudaban a lucir la destreza de los bailarines. Podemos continuar diciendo que la narración se torna muy aburrida en las casi dos horas de película. Hooper había conseguido un equilibrio brillante en su anterior musical Los Miserables, al saber agregar la cantidad de diálogo hablado y de piezas musicales para que pudiésemos entender a lo que iba la trama; acá tenemos canciones tras canciones y puede resultar demasiado tedioso al ver, incluso para su género. Lo único que se le puede reconocer es que tiene unas coreografías impresionantes y momentos de canto muy impactantes. Principalmente los de Jennifer Hudson que interpreta el clásico de la obra “Memory”, los demás del elenco están un poco raros en sus roles: Ian McKellen tomando leche de un plato como gato es una imagen que costará sacar de nuestras retinas por un largo tiempo. Cats es una apuesta que salió mal y que resultó en un total fracaso, y no solo para la prensa sino que también en recaudación mundial hasta el momento. Tal vez tenga sus defensores, algún que otro amante del baile o del teatro, pero que la audiencia generalizada detestará tanto que seguro se arrepentirá de haber pagado una entrada de cine en esto, con lo que salen en estos días…
La obra teatral de Cats estuvo 21 años en cartelera en Londres y 18 en Broadway. No sucederá lo mismo con la película. La adaptación cinematográfica de Tom Hooper falla por todos los rincones, empezando por unos efectos especiales a medio hacer y terminando en una trama casi inexistente que comete el peor de los pecados en una historia como esta: aburrir durante gran parte del relato.
Para poder abordar mínimamente el universo de “CATS” tendremos que hacer un poco de historia, casi inevitablemente. Ubicándonos en tiempo y espacio, vale recordar que este musical escrito por Andrew Lloyd Webber (“El fantasma de la Opera” “Evita” “Escuela de Rock”) fue estrenado en el West End Londinense en 1981 para emigrar e instalarse simultáneamente en Broadway al año siguiente. Hace casi cuarenta años el hecho de que un musical iniciara en un oscuro callejón de la ciudad, y que cuando apenas sonasen los primeros acordes de la obra, los actores-felinos comenzaran a salir de agujeros en el piso, debajo de las butacas, bajaran del pullman trepando por las columnas del teatro, se mimetizaran entre las butacas y entre lamidos y maullidos se fueran incorporando al escenario sumergiendo a los espectadores en un micromundo felino indescriptible, era verdaderamente una novedad y una gran sorpresa. Pero como ya dijimos pasaron casi 40 años, y Broadway busca permanentemente reformular viejos hits y lanzar nuevos proyectos, lo que en un momento podía ser un excelente golpe de efecto para los espectadores ahora ha sido superado por otras tantas propuestas mucho más creativas, y lo que fue vanguardista en un momento, ahora se ve como un clásico de permanencia maratónica tanto en Londres como en el corazón de Manhanttan. La decisión de llevar “CATS” a la pantalla grande, significaba asumir una cantidad de riesgos en esa trasposición refiriendo no solo de un lenguaje musical en particular sino que además había que lograr en la pantalla, el impacto y las sensaciones que producían como espectadores teatrales, tener la presencia de una importante cantidad de felinos en escena y entre el público, irrumpiendo desde espacios diferentes, rompiendo la tradicional concepción del escenario. Obviamente que este impacto inicial cuando se presenciaba la obra, se pierde por completo en esta trasposición cinematográfica, siendo éste sólo el inicio de una serie de desaciertos que, en mayor y menor medida, ostenta el nuevo trabajo de Tom Hooper, inconcebiblemente ganador del Oscar por “El discurso del rey” y que tiene en su haber trabajos tan disímiles como “La chica danesa”, “Los miserables” o “The Damned United” con Michael Sheen. La canción inicial donde se presentan todos los personajes pertenecientes al clan de los gatos Jélicos –los que son invitados a ir al baile anual en donde se elegirá quien de ellos pasará al Heaviside Layer, a una nueva vida jelical- ya nos pone en alerta de los múltiples problemas que se irán sosteniendo a lo largo del film: el primero y principal, ese impacto en la presentación de cada uno de los personajes, es inexistente. No hay impacto, no hay emoción, todo es un festival de CGI retocado una y otra vez que tampoco termina de convencer la garra, toda su técnica vocal pero el tema no conmueve y se posiciona lejos, muy lejos del “I´m telling you” que la llevara al Oscar por “Dreamgirls”. En la otra orilla, perdidos sin encontrar el rumbo, están Ian Mc Kellen como el gato actor que da pena cada vez que aparece en escena (teniendo a su cargo el momento más bizarro de toda la película), Rebel Wilson al borde del ridículo en uno de los cuadros más apocalípticos y peor planteados del film y la debutante Francesca Hayward que baila muy bien, canta muy bien pero no tiene la mínima técnica actoral para sostener un protagónico en el cine. Su Victoria es absolutamente teatral, exagerada, subrayada: pareciera que nadie, ni siquiera Hooper, pudo avisarle que en el cine hay primeros planos que pueden captar movimientos sutiles. Con un desconocimiento total de su oficio, ella se pasea por la película, a lo largo de toda su duración, prácticamente con la misma cara de sorpresa y los ojos bien abiertos, pase lo que pase. Eventualmente esboza alguna sonrisa, pero su tono es absolutamente irritante y al ser la protagonista, es inevitable que aparezca en forma casi permanente, contribuyendo a propagar el desastre. Lo que podría haber devenido en un interesante producto del llamado “consumo irónico”, ni siquiera logra cumplir esa función. Casi todos se lo quisieron tomar demasiado en serio y ese esfuerzo adicional por que todo sea verosímil lo posiciona más aún en el borde del abismo.
El deseo de una nueva vida “Cats” (2019) es una película musical dirigida y co-escrita por Tom Hooper, el cual ya había incursionado en el género con “Los miserables” (Les Misérables, 2012). Basada en la obra de teatro homónima concebida por Andrew Lloyd Webber, esta coproducción británico-estadounidense cuenta con un reparto compuesto por Francesca Hayward, Judi Dench, Jennifer Hudson, Idris Elba, Ian McKellen, James Corden, Rebel Wilson, Jason Derulo, Laurie Davidson, Taylor Swift, entre otros. La historia se centra en Victoria (Francesca Hayward), una gata blanca a la que acaban de abandonar en las calles de Londres. Sola y desamparada, Victoria conoce a un grupo de gatos “Jelicales” que le explican lo que está por suceder esa noche: debido a una celebración anual que realizan este tipo de gatos, cada felino tendrá que armar un número musical para poder participar de un concurso donde el ganador podrá tener una nueva vida. Gatusalem (Judi Dench), líder de los Jelicales, es la que terminará dando el veredicto de quién es merecedor del premio. No obstante, los gatos deberán tener mucho cuidado ya que en cualquier oportunidad puede aparecer Nefástulo (Idris Elba), un villano capaz de hacer desaparecer a sus rivales. Como se puede notar en la sinopsis, Cats se caracteriza por su rareza y surrealismo. Desde que salió el tráiler promocional, los actores convertidos en gatos mediante el CGI dieron mucho de qué hablar: visualmente feos y grotescos, a nadie le daba ganas de ver una película de este estilo. En las redes sociales las críticas fueron tantas que el director decidió mejorar los efectos, terminando la edición del filme horas antes de la premiere mundial. De esta forma Cats se vio marcada por el revuelo, y los comentarios negativos del extranjero no tardaron en llegar. Calificándola de perturbadora, horrorosa y sin sentido, la película fue un fracaso de taquilla en Estados Unidos y Reino Unido, ganando un poco más de la mitad de los 90 millones que costó hacerla. Ahora que la cinta llega a nuestro país la incógnita central está latente: ¿Es Cats realmente uno de los más espantosos productos cinematográficos? Veamos… Teniendo en cuenta que ciertas historias solo funcionan en determinado formato, este musical nunca debería haberse convertido en una película. Cats puede ser una buena colección de poemas (los escribió T. S. Eliot y fueron publicados en 1939) o una agradable adaptación teatral gracias a la puesta en escena, sin embargo como largometraje nunca podría llegar a buen puerto debido a que la trama, a pesar de contar con una protagonista, tiene variados personajes que se limitan a presentarse con una canción para luego no tener mayor relevancia. Sumándole que la historia es delirante y escapa a la lógica, como película Cats se vuelve demasiado difícil de recomendar. Sin embargo, el mayor problema de esta producción, aparte de la falta de explicaciones, pasa por los efectos de computadora. Los actores lucen muy falsos con todo ese pelo, orejas y bigotes agregados digitalmente, lo que termina arruinando por completo al filme. A pesar de los pésimos efectos, la protagonista Francesca Hayward, bailarina principal en el Royal Ballet de Londres, consigue conectar con el espectador a través de sus gestos faciales y espléndidos movimientos a la hora de bailar. Como la película está compuesta por varios números musicales de diferentes personajes que en su mayoría nos importan poco y nada, la cinta se torna aburrida en variados momentos de sus casi dos horas de duración. Por otro lado, los subtítulos no ayudan en lo absoluto: las canciones y los nombres no están bien traducidos, por lo que lo que va pasando en pantalla se entiende aún menos, llegando a generar desconcentración. A pesar de ello, los escenarios (enormes en comparación a los felinos) y la iluminación ayudan a crear una atmósfera ideal para este tipo de relato. En cuanto a las actuaciones, Rebel Wilson está aún más insoportable que en las previas películas donde estuvo. Con chistes físicos que no causan gracia, la actriz pareciera estar en su propia sintonía haciendo de ella misma. Además, su presentación incluye un cambio de vestuario completamente incómodo de ver y unas cucarachas asquerosísimas. Idris Elba como el villano Nefástulo no puede ser tomado en serio (le pusieron unos lentes de contacto verdes y tapado marrón horrible) e Ian McKellen da vergüenza ajena como el gato Gus. Con respecto a la música, por sobre todo se destaca “Beautiful Ghosts”, canción que fue escrita por Taylor Swift y Andrew Lloyd Webber para que sea interpretada por Victoria. Nominada como “Mejor Canción Original” en los pasados Globos de Oro, la emocionante melodía y letra encajan a la perfección con lo que atraviesa la protagonista dentro del filme. Por otro lado, Jennifer Hudson como Grizabella está cargada de sentimientos que los saca a relucir al entonar la potente “Memory” (es una lástima que su personaje no haya sido mejor desarrollado). Además, Swift sorprende al estar del bando del villano cantando “Macavity”, una presentación que resulta corta pero efectiva. A pesar de contar con varios errores garrafales, “Cats” no es la peor película de la historia como lo planteaban las duras críticas norteamericanas. Si te considerás cinéfilo, este musical convertido en película es toda una experiencia inaudita en pantalla grande.
El tiempo pone las cosas en su lugar.
La vida secreta de tus mascotas Durante la década de 1930, el reconocido escritor T.S. Eliot le regaló a sus ahijados una serie de cartas en las que en forma de poemas se explicaban las costumbres y ritos de los gatos. Las mismas fueron recopiladas y publicadas a finales de esa década como El libro de los gatos habilidosos del viejo Possum. Textos que no tardaron en ser adaptados en puestas teatrales recitadas y orquestales. Pero, por lejos, la adaptación más famosa, que hasta superó a la popularidad del texto, llegó de la mano de Andrew Lloyd Weber a inicios de los años ’80 con la puesta en el West End de Londres de Cats. Este musical, al desembarcar en Broadway se convirtió durante mucho tiempo en la obra más exitosa y longeva en ese circuito, hasta ser superada por otro musical del mismo productor, El fantasma de la Ópera. Cats forma parte de la cultura popular moderna, es un ícono de los ’80 y’90, y podemos encontrar referencias al mismo en productos como Friends, Los Simpsons, o The Nanny. Pero su éxito guarda algo de misterio o paradoja: pese a reconocérsele su trascendencia y el éxito indiscutido, siempre se lo consideró un producto cuasi kitsch, y para no pocos, el peor musical de Broadway. Hollywood estuvo tentado varias veces de llevar la obra a la gran pantalla, pero siempre se la sintió “inadaptable”. Una cosa era ver personas disfrazadas de gato en el teatro, y otra era llevar eso al cine que pretende más realismo. Finalmente, alguien pensó que las avanzadas técnicas de CGI eran la solución. Así tenemos esta versión cinematográfica de Cats en la cual los personajes parecen actores disfrazados… en fin. Rugidos de melancolía Algo que siempre se le criticó a Weber era haber cambiado el tono humorístico y casi infantil de los poemas de Eliot (que tampoco son una maravilla), por un tono profundamente dramático, melancólico, y presumiblemente profundo. Un tono usual en las puestas del afamado productor. Ahora, la versión de Tom Hooper para el cine agrega algunos personajes y canciones, inclinando más el tono hacia lo dramático; haciendo de estos animalitos un verdadero penar de 110 minutos. Lo que se contrapone con las imágenes que vemos: sí, cuesta tomárselas en serio. La historia gira en torno a un grupo de gatos, algunos callejeros, otros con dueños, que se reúnen durante una medianoche para presenciar la llamada “elección Jelical” tomada por la Señora Deuteronomy. Les permitirá ascender hacia una nueva vida, o ciclo de vida. Para esto, los gatos “postulantes” irán haciendo presentaciones en las que contarán qué es ser un felino y qué cualidades posee. Todo esto, a la par que reciben la visita de una nueva allegada, Victoria (Francesca Hayworth) que es arrojada en el inicio a un basural. No hay que ser muy avispado para comprender que en Cats abundan las referencias hacia la muerte, el renacimiento, la reencarnación, y otras teorías metafísicas con tufillo a autoayuda; todo eso que nos invita a dejar de sufrir para renacer con esperanzas… o pagar con sufrimiento esta vida para pasar a otro plano “jélico” de prosperidad. Para lo que sí habrá que ser avispado es para seguir y entender el argumento completo de Cats. Entre los muchos problemas que tiene, el principal y que no puede ser saldado ni aún bajo una mirada adversa/risueña, es el completo tropiezo narrativo que presenta. Prácticamente hablamos de un film sin diálogos, es una canción seguida de otra, y sin una cohesión muy clara entre ellas. No hay progresión dramática, no hay nada que nos introduzca, todo es azaroso y repentino, se habla de cosas que no se entienden. Para empeorar aún más, en estas tierras se presenta con un doblaje que pretende hacer rimar las canciones en su traducción, cambiando las palabras y su significado. Por lo tanto, la incertidumbre es total. Cats carece de ritmo, carisma, y empatía. Sobrevuela un tono apesadumbrado, sombrío, frío; todo lo contrario a lo que debe tener un musical, aún los dramáticos como Los miserables o Rent. Sí, muchos de esos inconvenientes ya vienen desde el origen del texto y de la obra de teatro, pero Hooper, lejos de mejorarlo, lo empantana aún más, con más personajes y más escenas que agigantan ese tono triste y confuso. Los aristogatos Pareciera que la intención de Hooper es llenar de oropel la puesta. Abunda el neón, los colores en contraste, exagera los adornos y los movimientos en un sentido ¿sensual? El resultado es eso que ya se percibía en el trailer. Intencionalmente o no (pareciera ser que no), Cats tiene imágenes muy bizarras, todo se siente superficial y armado en plástico sellado. Imágenes que incluyen algo de violencia, insinuaciones sexuales, actores en poses y actitudes denigrantes, el hacerlos caminar mediante animación CGI de modo que contorneen sus caderas elusivamente… todo lleva a una sensación incómoda. Alguien en el set está obsesionado con la entrepierna de estos gatos antropomorfos, y permanentemente los vemos flexionando sus piernas, abriéndolas de par en par, hasta rascándose los inexistentes genitales… porque es Apta para todo público. Otro personaje deambula desnudo, lógicamente, como todo animal, pero en reiteradas veces se abre su pellejo como si fuese un disfraz con cierre para dejar asomar otro vestuario/piel con un trajecito. Todo así, muy, muy extraño. Un dato extra: no está muy en claro cuál es el tamaño de estos gatos, los problemas de proporción son notorios y confusos. Si la idea era que con el CGI quedaría mejor, o sería menos ridículo que un live action completo con actores disfrazados, todo lo contrario. Estos actores con captura de movimiento se ven como humanos disfrazados, y a su vez no se ven reales, ni como gatos, ni como actores interpretando. Nada. A todos estos problemas conceptuales se puede sumar que no hay fuerza en los cuadros ni las canciones (Memorysuena tres veces y no genera ningún tipo de sensación), y que a todos los actores se los siente incómodos, como si supiesen que están a bordo de un barco a la deriva rumbo a estrellarse. Particularmente, el rostro duro de Hayworth y el compungido de Jennifer Hudson, la mirada de perdón de Judy Dench, lo impostado del villano de Idris Elba, y lo pésimo que entona Ian McKellen. El resto, pasa desapercibido. Finalmente, ¿estamos frente a un nuevo clásico del consumo irónico? Elementos no le faltan. Tom Hooper hizo de Cats un gran despropósito con muchos momentos ridículos, todo pareciera indicar que involuntariamente. Algunos provocan la franca carcajada por lo increíble. Pero también, esa falta de carisma y el aburrimiento general, hacen que las risas puedan ser menos en quienes buscan consumir algo malo en forma de sorna. En todo caso, en sucesivas revisiones y ya previendo con qué nos topamos, se pueda apreciar mejor ese oculto sabor por lo involuntariamente berreta. Por el momento, solo se puede asegurar que Cats, de Tom Hooper, es un enorme y fallido muestrario de lo que no hay que hacer si queremos que los resultados sean correctos.
Cats no puede escaparle al bochorno visual El exitoso musical de Andrew Lloyd Webber llega a la pantalla grande y no tenemos muchos elogios para tirarle. Hay obras que parecen inadaptables, y tal vez es por una sensata razón: no pueden encajar en todos los formatos con el mismo nivel de suceso. De entrada, la creación musical de Andrew Lloyd Webber es todo un reto, ya que toma su trama del compilado de poesía “El Libro de los Gatos Habilidosos del Viejo Possum” (Old Possum's Books of Practical Cats) de T.S. Eliot. A partir de ahí, el compositor teatral le dio vida a una de las puestas más longevas, arriesgadas y exitosas de todos los tiempos, más allá de que los espectadores no siempre salieron de la sala convencidos de lo que acababan de atestiguar. En principio, podría parecer una apuesta segura para cualquier estudio cinematográfico, más si tenemos en cuenta el elenco que logró juntar Tom Hooper. Pero lo que funciona sobre las tablas no siempre funciona en la pantalla grande, y ahí reside el principal y mayor problema de “Cats” (2019), la película, una historia sin pies ni cabeza que sufre mucho más a causa de su intencionado estilo visual. Hooper, ganador del Oscar como Mejor Director por “El Discurso del Rey” (The King's Speech, 2010), ya tiene experiencia musical gracias a su exitosa versión de “Los Miserables” (Les Misérables, 2012). De ahí, la confianza de Working Title y Amblin Entertainment al otorgarle casi cien millones de dólares para llevar a los mininos a la gran pantalla. Como ya dijimos, nada asegura el suceso, ni siquiera los nombres de James Corden, Judi Dench, Idris Elba, Jennifer Hudson, Ian McKellen, Taylor Swift, Rebel Wilson y la debutante Francesca Hayward, entre otros; pero acá las verdaderas culpables son las elecciones artísticas que tomó el realizador y su equipo. “Cats” gira en torno a la tribu de los gatos Jélicos durante la noche en que se toma ‘la elección jelical’, o sea, donde a Old Deuteronomy (Dench) le toca decidir cuál de ellos ascenderá al Heaviside y renacerá en una nueva existencia. Los aspirantes preparan su propio acto musical, como si esto se tratara de un concurso de talento gatuno, lo que convierte a esta historia en algo todavía más extraño. “Eran simples personas vestidas de gatos, en un gigantesco basurero”, se justificaba Maxwell Sheffield en “La Niñera” (The Nanny, 1993-1999). Y algo de razón tenía. Así imaginó Webber a sus protagonistas, pero Hooper cayó bajo el influjo de la tecnología, el CGI y una técnica de efectos especiales conocida en el medio como “digital fur technology”, que convierte e los actores en versiones felinas antropomórficas difíciles de digerir para el ojo humano (o cualquier ojo). Taylor Swift en versión gatuna Acá comienzan los problemas para esta película que juega con los intérpretes en elaborados escenarios gigantescos (a escala felina) por las calles y viviendas británicas. Victoria (Hayward) es una gata recién descartada por sus dueños en el basurero de los Jélicos, y a lo largo de la noche y la ceremonia que se lleva a cabo, intentará encontrar su pequeño lugar en el mundo y entre los de su especie. Todo esto adornado con estrambóticos números musicales -algunos bien llevados y otros que rozan lo ridículo-, pero el poco atractivo visual se pierde en la falla de los efectos: incompletos y bizarros cuando se trata de estos mininos humanoides. “Cats” no sólo falla desde su estética, tampoco logra hacer mucho con la adaptación de la obra y la posibilidad de que el espectador pueda entender lo ocurre ante sus ojos. Tal vez, el guión de Hooper y Lee Hall (“Rocketman”) da por sentado que ya nos conocemos esta historia de memoria, y poco y nada ejecuta para intentar explicar de qué la va este ritual o los Jélicos en general. El resultado es una serie de cuadros musicales y personajes que entran y salen de escena cuando la trama lo necesita. Ninguno tiene preponderancia ni un peso dramático, sólo están ahí para cantar, bailar y, de vez en cuando, interactuar los unos con los otros. Ni los números musicales logarn destacarse Es por esto que la película resulta bastante aburrida y desconectada. Los números de Hayward son los que realmente brillan, así como la ingenuidad y curiosidad que trasmite su personaje. Ni siquiera el momento “Memory” de la Grizabella de Hudson logra destacarse entre tanta extrañeza, justamente porque Hooper no sabe cómo transmitir y trasladar el impacto emocional del escenario a través de la cámara. ¿Otra vez un primer plano como el de Anne Hathaway en “Los Miserables”? En resumen, tal vez no había forma de que la adaptación de “Cats” tuviera un final feliz. Hooper podría haber optado por escenarios minimalistas y un vestuario y maquillaje más reales en vez de la digitalización de los actores. Una puesta más ‘teatral’ si se quiere, yendo en contra del lenguaje cinematográfico, resultando incluso menos extraño que estos híbridos digitales que nos apartan por completo de las intenciones de una obra que habla sobre la trascendencia. Es posible que “Cats” logre trascender, pero no cómo lo imaginaron sus realizadores.
Cats (2019) es una película con destino de culto. Las películas masivas hoy en día no se arriesgan lo suficiente como para generar desastres memorables. Renuncian por el mismo motivo a la obra maestra pero en su medianía evitan papelones obvios. Claro que hay diferentes gustos y apreciaciones, pero cuando el público y la crítica destrozan sin piedad un film de manera casi unánime, entonces es porque algo se salió de la línea, rompió el sistema, o simplemente es un desastre fuera de control. Esos críticos cada vez menos entrenados, propensos a elogiar todo se sumaron a esos espectadores que festejan porquerías solo porque pertenecen a su universo cultural. Sí, la primera sospecha es que se podría tratar de una película extraordinaria. Y en el sentido adverso lo es. Es como cuando uno se pierde en una ruta. Hoy por hoy si uno se pierde, hay muchas maneras de darse cuenta y retomar el camino. Pero Cats se pierde tanto, se van tan lejos, que no parece que nadie les haya avisado que se estaban equivocando de ruta. Pedro Almodóvar, Douglas Sirk, John Waters, todos dirían que el arte está más cerca de la basura y la locura que de la prolijidad y la medianía. Pero lo mismo podría decir Ed Wood, así que no nos equivoquemos, Cats parece mala y es mala. Es la clase de película mala que vale la pena comentar, que causa gracia al recordar y que asombra por la manera en que se desbarranca. Si vas a caer, que sea de forma memorable. Y así cae Cats, se derrumba con una contundencia que es una fiesta. Recordarlo es una fiesta, ver la película es otra cosa. La catástrofe Cats no empieza con el film. Cats, el musical de teatro, es una perfecta abominación, un error histórico que arrastra a gente a las salas sin que puedan darse cuenta a tiempo de lo que van a ver. Se trata de un musical compuesto por el legendario Andrew Lloyd Webber a partir de la colección de poemas Old Possum’s Book of Practical Cats de T. S. Eliot. Como ocurrió con otros musicales horribles de Webber, el cine se fascinó y lo llevó la pantalla. Hasta ahora no hubo uno solo que valga la pena ver. Cats es de 1981 y aún sigue en cartel. Un misterio que nadie podrá explicar jamás. Pero su aporte a la cultura musical es la canción Memory, un estándar que ha tenido cientos de versiones por todo el mundo. Aconsejo escuchar la canción en una buena versión y olvidar todo lo demás. Victoria, una joven gata blanca, es abandonada en las calles de Londres por su dueño en medio de la noche. Los gatos callejeros que observan esto se presentan a ella como los “jellycles” o “jellycats”. Le cuenta del evento más importante del año: el Jellicle Ball, una ceremonia anual donde los gatos compiten por la oportunidad de ir al Heaviside y recibir una nueva vida. Con ese punto de partida se suceden una serie de números musicales con diferentes gatos que cuentan historias, hacen tonterías y nos aburren a todo en un guión sin sentido, sin crecimiento, sin interés alguno. En el musical es aburrido, en la película produce vergüenza ajena a razón de cien veces por minuto. Esos trajes en el teatro son un papelón, la resolución con efectos especiales de la película es una invitación a tener pesadillas unos años. Al fracaso de taquilla y crítica se le suma que el estudio dijo que la versión de que se estrenó tenía algunos defectos en los efectos y que un par de días después se irían cambiando las copias por otras. Algo insólito que le suma a la mitología de este film pero es parte del bochorno. Los humanos mutados a gatos vía efectos especiales van entre lo patético y lo inquietante, tan grosero es todo que tiene originalidad en su locura. Pero cada número es peor que el anterior, más allá del esfuerzo de algunos actores dentro de un elenco descomunal. Un número musical con cucarachas dan ganas de quererla a Cats, pero otra vez se empantana en el aburrimiento. También viene el nombre de Ken Russell, el rey de los musicales lisérgicos. Pero una vez más, no es un salto completo al vacío, es un tropezón hacia el abismo, que no es lo mismo. El director Tom Hooper había obtenido cierto respeto por El discurso del rey (ganadora del Oscar, insólitamente) y Los miserables, otra adaptación de un éxito musical que también era un bochorno y que merecía tanto maltrato como el que está recibiendo Cats. El único momento rescatable de la película Cats es el número de Taylor Swift, tal vez la persona con más dominio del videoclip y con un número más razonable que el resto de los papelones a repetición que atraviesan esta película que dentro de veinte años se seguirá pasando en trasnoches y en funciones sing along. En un cine donde nadie quiere equivocarse y por lo tanto nadie hace algo interesante, alguien se equivocó muy fuerte y merece más atención que la mediocridad generalizada. Lástima que sea tan mala y que a la única canción razonable, Memory, también la arruinan.
Luego de que fuera tirada a un callejón, la gata Victoria conoce un mundo plagado de misterio, baile y canto. Ahora Victoria será observadora de la competición jelical, donde Gatusalen elegirá a un felino para que tenga una mejor vida. Después de unas semanas de retraso, llega a nuestro país Cats, con toda la polémica que se había producido en torno a su estreno. Que el cgi era terrible, que el diseño de los gatos era más aterrador que encantador, que el elenco estaba desperdiciado, e incluso se supo que el propio director, Tom Hooper estuvo hasta último minuto editando la película; o peor aún, que después de su estreno se seguía trabajando en los efectos. Y por desgracia, tenemos que decir que si, Cats es el desastre que se vaticinaba. Lo primero que salta a la vista es que nunca fue una buena idea la de mezclar humanos con cuerpos hechos en cgi. El trabajo final de unión termina siendo bastante pobre, y en más de una ocasión (presten atención a la aparición de Taylor Swift) parecen que las caras están superpuestas a los gatos antropomórficos. A esto hay que sumarle varios problemas con las escalas de los objetos y el tamaño de los gatos, y algunas secuencias bastantes creepys que incluyen ratones y cucarachas con caras humanas. A esto debemos mencionar el grado de vergüenza ajena que nos dio algunas cosas. Y no lo decimos por la millonésima vez que Rebel Wilsonintenta hacer humor con el sobrepeso, sino por ver como Ian McKellen hace el ridículo, o Idris Elba (el mismo que se quejó por su uso en el MCU y el abuso del mismo con respecto al cgi) contradiciéndose y tocando fondo. Quizás las únicas que se salvan son Judi Dench y Jenniffer Hudson, la primera por darle algo de seriedad al proyecto, y la segunda por algo que explicaremos en el siguiente punto. Una de las cosas que, si debemos destacar, son las canciones. Todas están interpretadas con un nivel de excelencia digno de los mejores musicales; incluso aquellas que son cantadas por gente que no tiene dotes de cantante (como los ya citados Dench o McKellen). Es una lástima que los subtítulos no estén a la altura, cambiando el significado casi de estrofas completas, solo para que las palabras rimen. Eso sí, por suerte a Memory la respetaron y es el mejor momento de toda la cinta. Cats podría haber sido un gran musical, pero las malas decisiones que se tomaron a la hora de llevarla a la gran pantalla; en especial a las que se refieren a no hacerla en cgi en su totalidad, o por el contrario ir por efectos prácticos, terminaron matando al proyecto. Da pena ver como alguien que nos dio obras como El discurso del rey o Los Miserables, es el responsable de hacer este hibrido.
Una película que viene precedida del éxito de muchísimos años de la obra en Broadway y en la mayoría de las capitales del mundo. Por eso esta versión de Tom Hopper como director y co-guionista llama tanto lo atención por su particularmente discutible visión. Construir una producción sobre un mito es de por si un gran desafío creativo. Y en este caso difícil. Cats nunca tuvo un argumento, la comedia basada en la poesía de un libro para niños de T.S. Elliot lo que si tenía era una magia particular, un clima muy logrado donde se presentaban los personajes en un basurero que tenia, por el tamaño de los gatos, proporción gigantesca. En esta película lo primero que hicieron es darle un argumento, donde cambian la historia, destruyen el misterio y explican lo que no necesitaba explicación. Le agregaron un humor burdo como el que muestran James Corden y Rebel Wilson con soluciones creativas tan de mal gusto como es humanizar cucarachas con rostros humanos que son engullidas sin más trámite. Evidentemente alguien que no conoce de gatos, que no se alimentan de insectos precisamente. Pero además toda la propuesta estética falla, hay cambios en las proporciones, cambios de código con los disfraces, el calzado, los movimientos. Y los efectos especiales que vistieron de pelos a todos son torpes frente al maquillaje creativo de la comedia en el teatro. Esas orejas en constante movimiento y esas colas, solo distraen. Otro plato fuerte de la obra eran los bailes que aquí casi no se muestran y se particulariza una preferencia por el primer plano por haber convocado a estrellas que no bailan. Actores que se ven embutidos en una especie de ositos de peluche lamentables. Pero por otro lado están la música de Andrew Lloyd Webber con temas memorables que emocionan a los fanáticos de esta comedia, que suenan divinos pero con imágenes que hieren el ojo. Obvio que hay momentos rescatables. Y es posible que de tantas críticas malas cosechadas se dé la vuelta al rulo y se transforme en una película que hay que ver para verificar de que se trata.
"Cats", un acto escolar superproducido Desprovista del vínculo entre actores y público de la puesta de Broadway, la película de Hooper es apenas un despliegue de CGI en el que ni los talentos de Judi Dench y Ian McKellen consiguen algo de vuelo. No, no se trata de la peor película en la historia del cine. Tampoco es el peor musical cinematográfico del siglo XXI, aunque lo intente con ganas. Tom Hooper ya había demostrado que sus ideas no son siempre las mejores en la adaptación de Los miserables (el musical de Broadway, a su vez inspirado en la novela de Víctor Hugo), y aquí –pase lo que pase, caiga quien caiga– insiste en llevar a la pantalla conceptos que fueron pensados para las tablas y el contacto directo entre el público y los actores. Y lo que pasa es que la cosa no funciona, no sirve, no arranca ni llega a lugar alguno. Al menos a un lugar estimulante o agradable, menos aún novedoso. No es el momento ni el lugar para centrarse en ello, pero tal vez el concepto original de Andrew Lloyd Webber –crear un show musical a partir de un puñado de poemas infantiles de T. S. Eliotdedicados a la raza felina– tampoco haya sido una gran idea, a pesar del enorme y continuo éxito de público de la puesta desde su estreno en el West End, en 1981. Y así, proyectada sobre una tela blanca, la historia de Grizabella, Old Deuteronomy, Macavity y demás humanos disfrazados de gatos gigantes vuelve a cobrar vida. Primer y único comentario contrafáctico, de esos que la crítica de cine debe usualmente evitar, pero que en este caso se hace casi imperioso dejar por escrito: ¿qué hubiese ocurrido si Cats, la película, hubiera sido creada exclusivamente a partir de las artes de la animación? Otro cantar, sin dudas: la libertad de trazos, colores y estilos permite que la imaginación pueda volar sin restricciones. Aquí la forma humana, recubierta de capas de piel y pelos digitales, nunca escapa a la vista como un Frankenstein kitsch que, sin dudas, sobre el escenario debe ofrecer otros gustos, merced al despliegue del costoso vestuario. Aunque se trate de la fantasía más extrema, el realismo inherente al medio cinematográfico no puede sino chocar con esos trajes hechos a medida con las herramientas CGI último modelo. Contraejemplo, uno entre tantos posibles: Piel de asno, de Jacques Demy, donde el artificio es transparente y no se esconde; por el contrario, se evidencia. Pero, ¿es ese el único tropezón de la película de Hooper, que vuelve a narrar la historia de los Jellicle Cats y de cómo sólo uno de ellos logra subir al cielo gatuno y tener una nueva vida en la Tierra? No, hay muchos más. Y no se trata de un tema de talentos involucrados. Poco pueden hacer Judi Dench o Ian McKellen, los dos talentosísimos veteranos del reparto, con una historia que es poco más que un súper producido acto escolar. Tampoco la bailarina del Royal Ballet londinense Francesca Hayward, cortesía de una serie de coreografías poco atractivas y anti cinematográficas (el resto de la actuación se compone de una serie de primeros planos que intentan mezclar el estupor, el miedo y el deseo). Jennifer Hudson canta no una sino tres veces “Memory”, el gran hit del musical original, cada vez de manera más quebrada, como para aportar algo de intensidad a la historia. En cuanto al diseño de arte y el uso de los colores, pueden resultar atractivos durante los primeros minutos, pero hasta eso termina agotándose rápidamente. El resto: cortes de montaje y movimientos de cámara veloces para insuflar ritmo artificialmente. Y muchas, muchas canciones. De todos modos, el ingrediente que más se echa en falta es la rebeldía, el mal gusto, incluso: Catsno es orgullosamente camp, es apenas mediocre.
Explota coma dinamita. Si un éxito popular como Cats ha tardado casi 40 años en trasladarse a la gran pantalla, se pone en evidencia que no se trataba de una tarea fácil. No solamente por el factor nostálgico del público que ha aplaudido cada una de sus funciones durante su longeva vida, sino también por la dificultad de la concepción de una puesta en escena de algo que en las convenciones del teatro puede aceptarse, pero que cinematográficamente podría resultar ridícula. El montaje teatral, inevitablemente por su año de creación, se materializaba de un modo analógico con maquillaje, leotardos y vestuario, mientras que para el celuloide se ha confiado en las infinitas posibilidades de la tecnología. Desde que salió el tráiler, la apuesta de Tom Hooper por una versión digitalizada hasta el extremo ha sido objeto de polémica y, a pesar de los innumerables filtros que contiene, el tráiler es transparente en todos los aspectos, para bien y para mal.. La inserción de la cara de los intérpretes en los cuerpos humanizados –demasiado- de los felinos no es una mala opción para intentar desmarcarse de los recursos de caracterización teatrales y, además, poder distanciarse de un CGI de perfecta ejecución pero visualmente homogéneo como el de la Disney de la última década. Las capas no resienten la expresividad de un casting correcto (salvo un Idris Elba perdido en el tono de su personaje), pero lo logrado en este campo queda dinamitado por desatender al diseño de las otras criaturas y por un entorno excesivamente sobreproducido. Ese tsunami digital esteriliza la fotografía y desangela el diseño de producción, dando lugar a un look altamente irreal y circunstancialmente molesto a la vista, el cual deja al aire su artefacto y crea una barrera emocional ante el espectador. Únicamente son los momentos de Jennifer Hudson los que pueden llegar a conmover, pero porque a su excelente calidad vocal sobradamente contrastada le recae ese regalo inmortal que es “Memory”, seductor por los oídos. En medio de animales sin genitales contoneándose, sorbos de leche, purpurina y toneladas de pelo se desarrolla una historia mínima editada de forma apresurada e incoherente, sin cubrir bien los tempos para lograr construir una identificación con los personajes. En lugar de ello, la película va saltando como un gato de número en número sin respiro, con una voluntad frenética que se ahoga en un cierto tedio por, precisamente, la imposibilidad de un despertar emocional en el espectador que requiere el relato. A pesar de su desacertado montaje, Hooper se ha mantenido bastante fiel a un libreto fruto de su época, cuya escueta y naïf trama ya se encuentra obsoleta en pleno siglo XXI. El problema de Cats es que fía todo a la presentación de una variopinta galería de individuos gatunos -muchos arquetípicos y faltos de profundidad-, que en la naturaleza del vivo y los códigos de un escenario pueden lucir, pero que en pantalla son pobres por su endeble definición y esa barrera emocional que surge del envoltorio que los contiene. A su vez, todos los conflictos que plantea son solucionados de manera fácil y muy obvia, cancelando cualquier tipo de intriga que pudiera suplir una caracterización psicológica de personajes que, a diferencia de todas las imágenes de la cinta, carece de capas. Tal vez el problema sea haber tocado una intocable pieza que en las tablas funcionaba a tiro limpio, pero cuya singularidad es intraducible a 24 fotogramas por segundo. O tal vez sea que con un zarpazo se le han visto las costuras a un espectáculo mitificado que no ha sabido envejecer, demasiado cándido para nuestros tiempos, la magia del cual radica en la ilusión que genera el directo en la platea. Pero, por encima de todo, lo que el Cats de Tom Hooper deja claro es que la máquina mató a la bestia, en una obra que necesitaba más “cartón-piedra” y corazón para avivarse, en lugar de unos juegos digitales afeadores y castradores de emotividad. Un resultado que, sin embargo, difícilmente alguna alternativa como Rob Marshall podría haber mejorado con las mismas herramientas, ya que la esencia de Cats se mueve en la fina línea de lo sublime y lo irrisorio, donde para su triunfo tiene un papel crucial la implicación de la audiencia (que aquí brilla por su ausencia). Por eso, se trata de un gran riesgo que ha salido rana, pero que es necesario que los grandes estudios sigan corriendo para poder aportar algo nuevo. Lejos de la memorable pieza prometida, Cats es una experiencia novedosa fallida que no satisfará ni a la “loca de los gatos” de Los Simpson, pero que como mínimo mantiene la cabeza alta en las partituras de Andrew Lloyd Webber. Como Grizabella, en otra vida quizás Cats encuentre mayor prosperidad como film, pero hoy, aunque no de una forma tan aplastante como otros compañeros de profesión pregonan desde sus tribunas, han ganado los perros.
La adaptación de uno de los musicales más famosos y reconocidos de la historia hace agua en la gran pantalla y da la pauta de que no todo material es adaptable para el cine. Su gran repertorio de estrellas maquillan un poco la pobreza narrativa del director y las magníficas canciones hacen que la experiencia sea, por momentos, bastante disfrutable. En 1981 el compositor inglés Andrew Lloyd Webber y el letrista T. S. Eliot inauguraron en la calle teatral más famosa de Inglaterra “Cats“, una obra musical en donde se lograron adaptar una serie de poemas infantiles que el propio Eliot había escrito y logró reunir en “El Libro de los Gatos Habilidosos del viejo Possum” en donde básicamente se narraban historias de un grupo de gatos callejeros, denominados “Jélicos”, que debían completar algunos requisitos para poder de una u otra manera mejorar sus vidas. Un año después de aquel estreno, la obra llegaría a Broadway, el epicentro mundial del teatro, en donde supo permanecer en cartel durante casi 20 años estableciendo un récord absoluto en cuanto a permanencia siendo hoy por hoy, la cuarta obra en la historia que más tiempo tiene en dicha calle. Ahora bien, la obra tiene ciertas características que la hacen única en el sentido más amplio que se pueda encontrar de la palabra. Para bien y para mal la experiencia de Cats es algo que, los que suelen frecuentar las salas de teatro, debe ser vista. Ahora, gracias a estar transitando la época en donde casi cualquier material literario logra llegar al cine, Cats (2019) llega a las pantallas de todo el mundo en busca de ampliar su popularidad de la mano del director Tom Hooper (Los Miserables, 2012) y apoyándose en el libreto original de Eliot contando también con la ayuda del guionista Lee Hall (Rocketman, 2019). En ésta película la trama gira en torno de Victoria (Francesca Hayward), una gata que es abandonada en un callejón de Londres en donde se encuentra con una pandilla de gatos callejeros que se denominan a sí mismos como “Jélicos”. Estos buscan la aprobación de su líder la gata Gatusalem (Judi Dench) quién es la única que puede otorgar una chance para que un gato o gata determinada pueda cambiar para siempre su vida. Para conseguir semejante privilegio, los felinos deberán sorprenderla en un número de baile y canto que le demuestre a Gatusalem que son dignos de semejante premio. Pero como semejante premio es tan importante, no todos los gatos obrarán de la mejor manera y es por eso que Victoria también encontrará un adversario tan maléfico y poderoso para hacerle la vida lo más difícil posible, ni más ni menos que el gato Nefástulo (Idris Elba). Para cuidarse de él Victoria contará con muchísimos aliados que la ayudarán a descubrir su verdadera razón de ser y de ser posible, ganarse la aprobación de Gatusalem. Lo primero que hay que decir en cuanto a Cats es que la realización de una película con la premisa de la obra, y más aún teniendo en cuenta cómo funciona ésta, es que la historia no podría ser más bizarra de lo que suena. No obstante, no hay que perder de vista que en el teatro es una historia que funciona muy bien por diferentes motivos, pero que a la hora de pasarlo a un formato de cine ya se puede afirmar que la película no contará con la misma suerte que la obra. Si bien la cinta cuenta con exactamente el mismo formato que lo que se puede ver en el teatro, los recursos empleados son como mínimo cuestionables por un montón de motivos. Principalmente el desarrollo de la trama no tiene un hilo conductor lo suficientemente estable como para atrapar al espectador desde el inicio del filme, mucho tiene que ver esto con que el principal enfoque de la cinta es el despliegue técnico en los aspectos visuales (que ni por asomo son perfectos) y dejan de lado los recursos narrativos que una película debiese tener. Otra de las carencias de la película es que durante largos momentos de tiempo es aburrida, no hay sorpresa, no hay conecciones con los personajes (salvo en momentos esenciales). Pero quizás su peor característica no sea otra que el hecho de que es una película que no le genera al espectador ganas de verla. No está programada para que el espectador promedio la vea. El que sabe de que va la historia y cómo se desarrolla obviamente tendrá más paciencia y sabrá contemplar algunos detalles, pero es muy extraño que alguien que no posea estos conocimientos pueda llegar a pasarla bien viéndola y cómo nunca será una experiencia sumamente subjetiva. Uno de los aspectos que logran que la película no sea el desastre que la crítica internacional quiso hacer creer es el gran repertorio de canciones y números de baile que se pueden ver, a pesar de que no están lo suficientemente bien filmados y hay algunas decisiones por parte del director que le sacan un poco de valor a los números que Weber y Eliot supieron escribir. Canciones cómo “Memory“, quizás la joya dentro de toda la obra, no podían estar ausentes en esta adaptación y se hace presente de una forma muy buena llenando de sentimiento todo el ambiente y logrando una relación inmediata con su intérprete Jennifer Hudson. A su vez, también hay otros números que sólo logran despertar en el espectador la risa irónica más fuerte que se pueda por la ridiculez que puede llegar a parecer. De la mano con esto van la actuaciones del reparto que está consolidado por estrellas de primer nivel mundial. Algunos como actores y actrices y otros más relacionados con el teatro o baile pero todos saben aportar de lo suyo cuando tienen la oportunidad, todos salvo una actriz en particular, Rebel Wilson. La quien fuera protagonista de películas como Pitch Perfect (2012) o Bridesmaids (2011) en ésta ocasión va totalmente a contramano del resto del elenco y construye la peor actuación de la película y quizás de toda su carrera como actriz. El resto de los actores más famosos que tienen participación en la cinta son (al margen de los ya mencionados): James Corden, Ian McKellen, Taylor Swift que en sus breves participaciones logran sacarle jugo a los minutos en pantalla. A fin de cuentas, Cats (2019) es una película que debería ser evaluada de una forma demasiado particular dejándose a la libre interpretación de cada uno de los espectadores. Sin embargo y de forma objetiva, la adaptación de una de las obras de teatro más famosas y reconocidas de la historia no logra concretar ser una buena película. Por su poco ingenio narrativo y unos efectos especiales que dejan bastante que desear, la cinta como tal sólo logra cobrar algún tipo de sentido cuando los números musicales comienzan y la sala se llena de magia con las letras de las canciones, luego todo puede y debe ser criticado porque la esencia de la obra está ahí deambulando por el aire, pero su ejecución deja mucho que desear.
Cats: Bizarra y no por valiente. La adaptación del ya mítico musical creado por Andrew Lloyd Webber llega a los cines argentinos, dirigido por el oscarizado Tom Hooper y con un elenco de lujo. ¿Esto es suficiente para lograr un buen film? «No resiste el análisis» podría ser la frase que sujete toda la review del film, si no fuera tan facilista despojarse del entuerto que esta genera. Porque el musical original de Andrew Lloyd Webber sobre los poemas de T.S. Eliot, «El libro de los gatos habilidosos del viejo Possum» (Old Possum’s Book of Practical Cats), son no solo parte de la historia del musical, sino también parte de la cultura popular, gracias a canciones como Memory; y que, quién sabe por qué aciago destino, terminó adaptándose al cine con dirección de Tom Hooper. Sí, el mismo que se agenció tres premios de la Academia por su descafeinada versión de «Les Misérables». Seremos sinceros desde el comienzo al mencionar que es casi una utopía la idea de adaptar el original estrenado en 1981, por varias razones puntuales. Este musical no contiene una estructura clásica del relato con sus tres actos – introducción, nudo y desenlace -, algo que fue todo un suceso en su tiempo, ya que se concentraba en una sucesión de cuadros musicales alrededor del tan mentado «Jellicle choice» para ascender al ansiado «Heaviside Layer» – la metafórica ascensión a una nueva vida -. Los diferentes cuadros en los dos únicos actos de la obra daban paso a una serie de canciones e interpretaciones que fascinaban por el trabajo del elenco. Bailarines y cantantes daban a esta seguidilla de momentos un espacio puntual de esplendor, casi como un «varieté». Sarah Brightman, Elaine Paige, Paul Nicholas, Brian Blessed, Geraldine Gardner – muchos reconocidos intérpretes de hoy – fueron parte de ese show que sorprendió con su originalidad. Claro que el ya legendario compositor, autor, escritor, director de orquesta y productor musical Andrew Lloyd Webber estaba tras esta estrafalaria idea, tras cada cuadro de este musical nacido como un conjunto de canciones y unido por la dirección de Trevor Nunn, con coreografía y dirección asociada de Gillian Lynne, que completaron el fenómeno. Uno que lamentablemente Lee Hall y el mismo Tom Hooper no supieron contener al momento de trasladarlo a la pantalla. La búsqueda de continuidad, darle una trama coherente a una historia de actos, la reincorporación de nuevas propuestas narrativas terminaron por jugarle en contra. Desde el momento en que escribimos todo lo anterior a este párrafo, entendimos que no solo es una aberración de CGI, sino también una confusa historia donde los personajes, cambiados y desdoblados, que no ayudan al espectador a empatizar con la historia. Es absurda, con crasos errores de continuidad y una pésima utilización del humor slapstick. Las bufonadas de Rebel Wilson interpretando a Jennyanydots – el gato vago que entrena ratones y cucarachas – son repetitivamente insulsas, burdas. El alivio cómico que pretenden que sea, junto a Bustopher Jones de James Corden, termina siendo el típico chiste del gordo que ya no funciona, si es que alguna vez lo hizo. La magia que poseía Mr. Mistoffelees (Laurie Davidson) en el original teatral ahora es compartida con Macavity (Idris Elba), presentado aquí como el villano de la función, lo que genera confusión con los atributos de cada uno de los personajes presentados y también con el desenlace de la historia, donde Macavity recibe su merecido castigo. Que Judi Dench conjure al viejo Old Deuteronomy no es un problema, al igual que Ian McKellen como Gus The Theatre Cat, que lejos está de ser el frágil y patético gato anciano con temblores,- y más lejos aún de la dulce melancolía con que fue creado Un largo etcétera nos tomaría repasar un elenco desaprovechado que carece de toda dirección actoral. Casi como ese desencuentro que acontece entre los FX y la puesta en general. Vistos los grandes decorados creados para las escenas, y más allá de una escala enrarecida entre estos trastos y los gatos, es la iluminación casi teatral, mayormente de neón, que quita profundidad y realismo en el contexto de la fantasía. Gatos antropomórficos lo son, pero sin equilibrio alguno; rostros humanos con grandes orejas en lo alto de las cabezas, pies y manos humanas, y un pelaje que en ciertos momentos provocará el mareante uncanny valley en el espectador. Cats no posee un repertorio extenso de pegadizas canciones, si lo comparamos a otras producciones del autor como Jesucristo Superstar (1972), Evita (1976) o El Fantasma de la Ópera (1986), sacando, claramente, Memory, y tiene sentido en el contexto en que fue escrita, ya que cada canción o tema musical es sí mismo un motivo. Preludios y repeticiones son el enlace de estos que se desdibujan en el film hasta generar hastío en el espectador, puesto que suenan como «repeticiones» sin más. El crescendo se pierde allí desluciendo el número principal. La tribu de gatos, en ningún momento definida, ahonda ese desconcierto. El pase del escenario a un set de rodaje no es redefinido, ni contemplado. En fin, soltaremos este entuerto, considerando una fallida traslación al cine de un musical que supo ganarse la ovación de la crítica y el público durante décadas, porque no se tuvo en cuenta el medio en que se realizaba, además de adolecer de un sentido estético que le diera armonía, más allá de no entender por qué este musical en particular. Si Taylor Swift y Jason Derulo significaban el gancho para las nuevas generaciones, esto es anecdótico al lado del terror que puede causar su imaginería visual y lo viejo que puede sonar el estilo musical del mismo. «Jesucristo Superstar» de Norman Jewison, estrenada en 1973, fue un éxito de taquilla justamente porque era contemporánea en los aspectos musicales, cuestión que con Cats no sucede porque llega treinta y ocho años después. Una pena que haya sido incomprendida nada menos que por su director y guionista.
UNA PELÍCULA INCOMPRENSIBLE En Unbreakable Kimmy Schmidt, la comedia de Netflix escrita y producida por Tina Fey, el personaje de Titus Andromedon (un hilarante y desaforado Tituss Burgess) cumple finalmente su sueño de actuar en una obra de Broadway. Sin embargo, el deseo quiebra en desilusión: es que su participación en una puesta del clásico musical Cats le permite descubrir que la obra es en verdad una gran estafa. Y que el elenco es condenado a vivir, como aquella pandilla de gatos, en una suerte de penuria constante: cualquiera puede actuar en la obra, subir al escenario y tirar alguna frase más o menos incongruente, y permanecer en el staff como si se tratara de una prisión. Desde mi absoluto desconocimiento sobre la comedia musical de Broadway, y a partir del estreno de esta adaptación dirigida por Tom Hooper, me puse a indagar un poco en el asunto y llegué a la misma conclusión: son muy pocos los que se explican el éxito de Cats, una barroca adaptación del icónico Andrew Lloyd Webber de una serie de poemas infantiles de T. S. Eliot. A esa incomprensión se suma, ahora, esta película. El primer inconveniente de esta Cats fílmica (se ha dicho por todos lados) tiene que ver con lo antropomórfico: la decisión de no apelar a actores disfrazados y cambiarlos por rostros “pegados” a cuerpos digitales es un experimento similar al que realizó en su momento Robert Zemeckis con El Expreso Polar con los mismos resultados, algo insostenible para el ojo. De ahí surgen dos preguntas que uno se hace como espectador: primero, si era posible una versión de acción real de Cats, más allá de la pulsión por trasladar todo Broadway a Hollywood: ¿no suponía un riesgo que, al menos, deberían haber puesto en la balanza? Segundo, ¿cómo es que nadie se dio cuenta en el proceso creativo que esta experiencia era realmente insostenible? ¿Recién se enteraron que estaba todo mal cuando salió el primer tráiler y el público lo tomó para la risa? En definitiva, que lo tecnológico es la primera frontera y una película es mucho más que eso, pero Cats no funciona ni siquiera en otros terrenos. El exasperante montaje por el que apuesta Hooper impide ver las coreografías (en el que caso que las hubiera), aunque los planos generales desnudan el “cualquierismo” de la puesta (la presentación del personaje de Rebel Wilson da vergüenza ajena); las canciones no conllevan ningún acierto ya que son las mismas del musical original, aunque alguna interpretación como la de Taylor Swift en Macavity: The Mystery Cat aporta un tono algo más juguetón (también el número musical está un poco más pensado); la puesta misma es de lo más teatral, y en eso sumamos unos escenarios kitsch y repetitivos en su funcionalidad; y la narración se suplanta por una sucesión de números musicales que no difieren demasiado entre sí ni permiten construir una historia de fondo. Además suma un problema que excede a la película: el subtítulo elige seguir rimando en vez de traducir las canciones, por lo que se termina inventando palabras y frases que no tienen nada que ver con lo que se dice. En definitiva, vamos a lo que importa: ¿qué cuenta Cats, sobre qué trata, qué es lo que está pasando? Nada se entiende, todo es confuso. Cats es definitivamente una película incomprensible, desde lo que pasa en la pantalla hasta la decisión de los directivos que aprobaron este proyecto. Finalmente Cats se convirtió en el chiste de la temporada de premios y uno pensaba que podía haber algo camp ahí para disfrutar. Pero no, porque Hooper es un director incapaz de descubrir otro nivel y porque es de los que hace el esfuerzo porque lo suyo parezca serio. Desde ese profesionalismo mal utilizado, es que la película termina mereciéndose todas las críticas negativas, aunque uno sabe que ya estaba todo mal en Los miserables o en El discurso del rey o en La chica danesa, películas celebradas por los premios y que eran demasiado serias como para señalarlas con el dedo. A estos gatitos todos les dan sin culpa, en conclusión, porque es fácil pegarles.
Un intento fílmico fatal aunque angelical. Crítica de “Cats”. La película inglesa “Cats” desvirtúa la obra del realizador y compositor teatral Andrew Loyd Webber en manos del director Tom Hooper, quién delega la obra en los hombros del elenco. Su mano como conductor se desdibuja con fallas técnicas en la producción de una cinta, que recopila vídeos musicales sin entender la invisible pero emergente puesta en escena y alguien que le de sensaciones al público no pura brillantina. El argumento es la adaptación del célebre musical de Andrew Loyd Webber, con el mismo nombre. La historia se centra en una tribu de gatos “Jellicles” en el lapso de una noche en la que anualmente tienen la posibilidad de escoger quién de ellos revivirá en una nueva versión. La elaboración teatral se realizó sin pausas por 21 años en la localidad londinense West End. Asimismo en Broadway en Estados Unidos donde tuvo una permanencia de 18 años en marquesina. La dirección de Tom Hooper tras los éxitos en El discurso del rey y Los miserables no obtuvo un musical si no un compilado de videoclips que quisieron dar la idea de inclusión, renovación y redención aunque se produjo una dispersión de cuál era la tensión: ¿Y el conflicto?. El texto por parte de Lee Hall y Tom Hooper tomó una mala pasada ya que la historia contada por medio de la visión de Victoria fue una elección sin mucho horizonte: un fuerte abandono a ella en un basurero donde conocería a los Gatos Jélicos, cómo va conociendo a esa comunidad, quiénes son los importantes lo especial de la noche es Jellicle Ball y sus normas, los malos y buenos. Desaparece la trama y queda plano el filme. El responsable de fotografía Christopher Ross registró apreciables números fue el ejemplo: Francesca Hayward con su ballet, cara angelical y cuerpo con distintas figuras; sus emociones. Por medio de su personaje “Vitctoria” se observa esa noche, a través de sus ojos. Fue entrenada en danza clásica y pudo acoplarse con diferentes estilos de baile con movimientos más improvisados que los tradicionales y reiterativas poses del Royal Opera House de Londres donde ella es la principal bailarina. El filme también trajo al australiano Steven McRae como Skimbleshanks que tiene el mismo rango que Francesca de quién no puede olvidarse su gran momento haciendo tap o zapateo americano. Tuvieron lugar también el hip – hop, jazz y street dance. Tanto bailarines como actores fueron tomados en sus rostros aunque sus cuerpos están enfundados por un pelaje compuesto por computadoras, detalle que desmejoró el aspecto estético del filme. Las estrofas inolvidables de Jennifer Hudson como “Grizabella” con la canción “Memory” dieron un toque gospel. Su interpretación da luz, fuerza y esperanza a una película llena de baches. Su papel la describe como una gata en el ocaso de la fama con frustraciones. La mujer que ha puesto la faceta teatral es la actriz Judi Dench como la líder espiritual de todos los gatos jélicos, ella es el gran manifiesto felino en su personaje “Old Deuteronomy”. La cantante, actriz y bailarina Taylor Swift dio una performance espectacular con una tintes a burlesque o cabaret junto a Idris Elba; entre ellos se dio un conjunto explosivo de villanos él como Macavity y ella como Bombalurina. El trío cómico fue dado por: el presentador James Corden como “Bustopher Jones” un desprejuiciado gato elegante pero bizarro, la humorista Rebel Wilson(Jennyanydots) que desplegó todo su histrionismo con el diseño de los sets; jugando con su desenvuelta destreza y sus picardias. Asimismo la simpática compañía del actor Laurie Davidson como Mr. Mistoffelees un mago con disparates y algunos trucos no tan perfectos. El filme en general se salva por las melodías líricas de Andrew Lloyd Webber .Se opaca con un reparto que prueba constantemente su falta de compromiso con la comedia musical; efectos visuales sin mucha garra. Arañando llegan con Judi Dench a tener capacidad de seducción escénica y se reconoce las espectaculares coreografías de McRae y Hayward. Puntaje:50.
Un póster kitsch ajado y triste El problema va más allá de ver actores dignos transformados en cosos (c-o-s-o-s) peludos. El problema no es que tenga coreografías menos inspiradas que “Las gatitas y los ratones de Porcel”; el problema no es que la música suene melosa; el problema no es ver actores dignos transformados en cosos (c-o-s-o-s) peludos; el problema no es la inexpresividad total de su protagonista. El problema es que el film se ve feo, un póster kitsch de los ochenta un poco ajado y un mucho triste.
Lo peor del año llegó en enero La película de la cual se rieron hasta en la reciente entrega de los premios Globo de Oro llega a las salas argentinas con pésimas expectativas. "Cats" fue una lujosa producción teatral del afamado Andrew Lloyd Webber que debutó en 1981 con muchos elogios de la crítica y una gran popularidad, que llevó al espectáculo a presentarse en diferentes ciudades del mundo, incluso en Buenos Aires, en 1993. El éxito del musical fue impensado, y durante mucho tiempo inexplicable, tanto por la temática del guion como por su extravagante estética. Pasándola a otra plataforma, en su adaptación cinematográfica que llega hoy a los cines, esta pregunta puede tener una respuesta, o, si se lo quiere ver de otra forma, mantener el mismo interrogante de siempre: ¿Qué tiene de especial "Cats"? Basada en la historia que cuenta T. S. Eliot en su libro "Old Possum's Book of Practical Cats", la comedia musical y la película muestra a la tribu de los gatos jélicos, introducidos por Victoria (Francesca Hayward) una gata recién llegada al callejón. La trama tiene lugar durante la noche en la que los felinos toman "la elección jelical" y deciden cuál de ellos renacerá en una nueva existencia, una versión distorsionada de aquello de las siete vidas de los gatos. "‘Cats’ es lo peor que le pasó a los gatos desde que nacieron los perros", dijo Ricky Gervais el domingo pasado cuando era anfitrión de los Globos de oro para hablar del filme, y vale decir que el humorista no faltó a la verdad. La producción tiene muchísimos problemas, al punto de que es imposible disfrutarla, incluso a un nivel de consumo irónico. Entre la vergüenza ajena por ver a Ian McKellen maullando a sus 80 años, los malos efectos especiales que enfatizan su mediocridad en los ratones y cucarachas que aparecen cantando canciones y haciendo coreografías, la película es una sucesión de bochornos, que logra causar un poco más de pudor en su versión subtitulada, en donde lo que se lee no tiene nada que ver con lo que sale de la boca de los personajes. Con un elenco de renombradas figuras como el mencionado McKellen, Judi Dench, y Idris Elba, y algunos cantantes como Jennifer Kate Hudson, Jason Derulo y Taylor Swift que tratan de ponerle dignidad al asunto sin tener éxito, la película que ya fue retirada voluntariamente por Universal de la competición por los premios, hecho que describe muy bien lo que sucedió con el estudio desde el estreno en Estados Unidos.
¿Qué pasa con Cats?¿Es realmente una de las peores películas de los últimos tiempos?
El pasaje de musicales de Broadway al cine es ya un género en si mismo que parece hipnotizar a Hollywood, así que cuando se encuentran los miembros de la Academia que en la temporada de premios aparece una de esas producciones, siempre algo le entregan. El proyecto Cat lo tiene todo para que la Academia se fije y es obvio que quienes acometieron la tarea de pasar el clásico musical de Andrew Looyd Weber pensaron en eso, así que reclutaron a Tom Hooper, el director de la versión fílmica de Los miserables y le dieron todo el presupuesto posible para que convoque un elenco de estrellas y todos juntos arrasen en la taquilla y en los Oscar. Una vez reunido el cast, alguien decidió que los protagonistas no se disfracen de gatos como en el teatro sino que era mejor que ya que había presupuesto, se podía hacer aplicar una buena porción de la plata en efectos especiales y recubrir los cuerpos de las estrellas con pelo hecho por CGI y esas cuestiones. Así fue como un clásico del teatro musical llegó a la pantalla protagonizada por unos gatos antropomórficos con cuerpos de ser humano con pelos y bigotes tipo felino y ahí empiezan los problemas, porque el espectador a los cinco minutos del primer número musical, que es larguísimo, se pregunta como puede ser que nadie al ver las pruebas del asunto dijo que eso no podía funcionar y que usaran disfraces al viejo estilo que serán artificiosos, pero que al menos es una convención que los espectadores pueden entender. La siguiente complicación eso la mismísima obra que no termina nunca de arrancar o que en la practica es una larguísima introducción de personajes en la que cada clase de gato que se presenta canta una canción y todo para qué. Bueno, para ganarse una nueva vida. Llegado a este punto es necesario contar de qué se trata Cats, que si bien es cierto que en Broadway es un clásico fuera de ese barrio no todos saben de qué va el asunto. Cuando empieza la historia un humano desecha un gatita pequeña que se llama Victoria y que está interpretada por la debutante Francesca Hayward. Victoria está perdida y pone cara de estar perdida, pero los gatos que la reciben comienzan a cantarle una canción que cuenta que existe una especie de cofradía que reúne a los gatos “Jélicos”, sin decirnos que son exactamente esos gatos, y que una vez al año compiten frente a una “Reina de los gatos” o algo así, que elige a uno para hacerlo viajar no se entiende muy bien a dónde y darle una nueva vida. Básicamente los gatos “Jélicos” compiten y el premio es morirse. Cada uno de los gatos que reciben a Victoria se canta una canción para que la jefa, que es una gata anciana interpretada por Judi Dench, decida. El elenco, ya dijimos, es verdaderamente estelar. Los gatos empiezan a presentarse y no terminan de hacerlo casi hasta el final de la historia. Cada estrella representa un gato especial y se presentan con sus características particulares y casi al empezar todo, Rebel Wilson se inmola con un número musical donde canta y baila presentándose de manera más o menos graciosa y más o menos sensual. Rebel pasa de manosearse nada disimuladamente a comerse unas cucarachas que no hay manera de describirlas, pero les aseguro que la escena va aparecer seguramente en mis futuras pesadillas. Una vez que la eficiente Rebel Wilson dilapida su carrera promisoria, pasan a tirar a la basura sus respectivas carreras Idris Elba, James Corden, Taylor Swift, Jason Derulo y hasta el mismísimo Ian McKellen (¿Por qué Gandalf, por qué?). Hay seguramente números que pasarán a la historia pero no por las razones correctas, ver a estos gatos antropomórficos meneándose sensualmente, entregarse al goce sensual de atiborrarse de leche en un “Milk Bar” y ver a Gamdalf tomar agua de un plato al estilo gato decadente y lascivo, son algunos de los hitos de una superproducción donde las caras de las estrellas flotan en el medio del CGI que nunca funciona del todo bien. Manos y pies que desaparecen, cuellos que por momentos tienen pelos de un color y una par de escenas después lo tienen de otro, un gato que baila “Tap” sin pisar el suelo y cosas por estilo. En el medio de la competencia de gatos, el personaje de Idris Elba se revela como el villano de la trama y empieza a secuestrar competidores y hasta a la mismísima jefa de los “Jélicos”. Sobre el final se resuelve la trama, aparece la canción más famosa de la obra “Memory” cantada por Jennifer Hudson que hace de “Grizzabella”, una gata que lo tuvo todo pero ahora es una callejera enojada y que canta dramáticamente saliendo del registro de la película pero ganando este “Soñando por cantar” gatuno, así que se muere y se va al cielo en un candelabro gigante que de repente y por la magia del musical se vuelve un globo aerostático y allá se va Grizzabella, rumbo a la muerte y una nueva vida o algo así. Al menos eso fue lo que entendimos de todo este pastiche. CATS Cats. Reino Unido/ Estados Unidos, 2019).Dirección: Tom del Hooper. Guión: Tom Hooper y Lee Hall. Elenco: Francesca Hayward, Idris Elba, Jennifer Hudson, Judi Dench, Ian McKellen, Rebel Wilson, Ray Winstone, Taylor Swift, James Corden, Robbie Fairchild. Producción: Tom Hooper, Debra Hayward, Eric Fellner y Tim Bevan. Distribuidora: UIP. Duración: 110 minutos.
Lo único bueno de “Cats” es que al menos estábamos advertidos. La película basada en el famoso musical de Andrew Lloyd Weber tuvo críticas desastrosas en EEUU, y uno ya iba al cine con los ánimos por el piso. ¿Qué falla en “Cats”? Todo. Y es increíble que un estudio gigante como Universal —con los presupuestos y el personal que maneja— no haya tenido los suficientes filtros como para detener este armatoste a tiempo. En primer lugar, resulta inexplicable la elección del musical en sí. Los únicos musicales de Lloyd Weber que resistieron bien el paso del tiempo son “Evita” y “El fantasma de la ópera”. “Cats”, con su mínima trama y sus personajes básicos, quedó anticuado. Sólo se pueden rescatar un par de canciones (y claro que todos se saben el clásico “Memory”). En segundo lugar, la decisión de usar tecnología CGI para transformar a los personajes en gatos casi reales, con pelos y hocicos, resultó un desastre. ¿Buscar realismo en un musical que es puro artificio? Un misterio. Y en tercer lugar, el director. Tom Hooper es un realizador mediocre, más allá de que haya ganado un Oscar por “El discurso del rey” y que algunos hayan aplaudido su soporífera versión de “Los miserables”. Hooper pierde por completo la noción de narración cinematográfica. “Cats” es una sucesión de videoclips saturados de color y emociones impostadas hasta el hartazgo. Hay cuadros musicales con cucarachas bailando, con gatos que pretenden hacer reír por su gordura y otras escenas similares que provocan vergüenza. Grandes actores como Judi Dench y Ian McKellen acá son sólo carne de meme. Y el colmo es que Jennifer Hudson arruina el mismísimo “Memory”, cantando entre sollozos constantes.
Tom Hooper (The King’s Speech, Les Miserables) no da tregua ni piedad al presentar 110 minutos continuos en una sola presentación de personajes. Insufrible, confusa, carente de razón e ineficiente en su existencia Cats es el primer paso de introducción a la lista de lo peor del año. Grotesca por donde se la mire la nueva película de Tom Hooper fracasa en casi todo lo que se propone iniciando un recorrido de dolor a lo largo de una noche interminable hosteada por grandes talentos desperdiciados. Cats es una mala película, pero a diferencia de otros ejemplos también resulta aburrida y la capacidad de su director para lograr un proyecto contundente de aspectos positivos se perdió hace años. El galardón personal de Hooper en el año 2010 a Mejor Director – para muchos un desmerecido premio – tendría que ser un constante recordatorio que la extrema suerte le sonrió y que no va a pasar de nuevo. Cats es un efecto de karma pasado para Tom Hooper. La palabra Jelico – clásico de la obra – pone a prueba la paciencia del espectador a segundos de comenzar la película con un confuso número lleno de preguntas y ninguna respuesta ¿Qué es Jelico? ¿Un tipo de gato?, ¿Un tipo de grupo?… para muchos esa pregunta queda en suspenso indefinidamente ya que la película no da respuesta alguna sobre ese tema en ningún momento. Todo… es… Jelico. No es sólo Jelico sino un compendio innecesario de palabras extrañas sin propósito ni explicación dominante, un lenguaje soso que no funciona para la pantalla grande; el teatro tiene la espectacularidad de la puesta en escena en vivo, algo mágico e indispensable para la obra de Cats que no necesita explicación, no obstante en el mundo del cine la falta de datos sumado a la carencia de pausas para situar situaciones en este mundo gatuno no funciona para nada; la confusión va ganando entidad hasta que el proyecto es el equivalente del Titanic a punto de chocar con un iceberg y Cats choca una y otra vez con ese gigante destructor y parece disfrutar de ello. El bochorno máximo: un número de cucarachas clonadas al ritmo de la voz de Rebel Wilson. El film cuenta con una gran cantidad de errores visuales que no hacen justicia para la enorme suma de dinero que costó su producción – 100 millones de dólares -. Hay problemas técnicos de todo tipo: caras que se descolocan fuera de su zona natural por movimientos, manos humanas en cuerpos de gatos, vestimenta innecesaria… y esto es sólo una introducción del desastre. Si Cats es un festín, es un festín de errores. Las sorpresas no terminan ahí, si se tiene un dominio de inglés aceptable van a poder identificar como los subtítulos no coinciden con el audio en casi la totalidad de duración del film. Esto es una cosa asombrosa que despierta interés por que lo que oímos no coincide con lo que vemos y además las líneas no tienen sentido alguno; ¿cómo es posible pasar por alto este tipo de cosas? la magnitud de esta encrucijada es tan grande que necesita ser señalada para que no suceda nuevamente. Si al finalizar este año que recién comienza observamos la olla del rejunte de lo peor del año en la superficie vamos a encontrar a Cats, y si revolvemos con ganas y bien profundo no sólo vamos a encontrar de vuelta ese título sino también el nombre gigante de Tom Hopper apadrinando el proyecto. Cats es una experiencia inolvidable, inolvidable para su equipo de producción, actores, guionistas y director… también y lamentablemente es inolvidable para el espectador por todo lo malo que ofrece y el sabor amargo y dolor de cabeza que deja tras finalizar. Valoración: Mala.
Llega la versión cinematográfica del exitoso musical Cats dirigida por Tom Hooper (El discurso del rey, Los miserables). Nunca entendí a qué se debía el éxito de Cats. Quizá la base de los poemas de T. S. Eliot le sumaban el touch intelectual al show. O el nonsense inglés le agregaba el absurdo que requería esta historia de gatos. Lo cierto es que Andrew Lloyd Webber y Trevor Nunn se convirtieron en los hacedores de una obra que batió récords de permanencia en los escenarios y se montó en todas las capitales del espectáculo del mundo (incluida Buenos Aires, aunque aquí no gozó de tanta popularidad). Por lo tanto la traslación cinematográfica era de esperarse. Estamos en la víspera del “día Jelical” donde varios gatos competirán por ganar la ascensión al cielo eterno (Heaviside Layer) y conseguir una nueva vida a partir de ser elegido por el viejo Deuteronomy (o Gatusalem), en este caso en versión femenina. Si el traspaso de teatro a cine siempre es complicado de resolver satisfactoriamente, en este caso es directamente un fracaso de proporciones épicas. Todas las decisiones tomadas son desacertadas. Las coreografías (uno de los puntos más fuertes de este musical) se muestran mal y se ven peor. Sumado a lo difícil que resulta “mostrar” la danza, resolverlo a partir de la sumatoria y montaje de planos cortos hace que no se pueda apreciar el conjunto ni las individualidades y cuando se muestra el todo, en planos abiertos, tampoco se luce. En lugar de sostener la magia de unos cuerpos humanos simulando con destreza y agilidad el movimiento gatuno, se decide apostar por los efectos de CGI que, en su mayoría, son excesivos y poco creíbles y vuelven ridículos a los actores. Por más nombres que ofrezca el elenco (Dench -estirando una pata recostada en un canasto-, McKellen -¡ay esa aparición lamiendo de un plato!-, Hudson -que se lo pasa moqueando todo Memory-, Elba, etc.) nadie logra salir airoso. O quizá, un poquito, Swift. La escenografía se ve fea, sin gracia, la fotografía saturada en colores o por momentos hasta algo opaca y apagada, y la resolución de algunos cuadros musicales son directamente risibles (el de los ratones y cucarachas es sublime, aunque hay varios). La intención de dar dimensionalidad al mundo humano habitado por gatos va y viene entre muebles inmensos y un teatro a tamaño “natural” de los felinos. Si tenemos en cuenta que son gatos hablando y cantando, cualquier intento de verosímil es innecesario, la gracia es construir un mundo nuevo y no salir del escenario teatral a una vía de tren supuestamente real. Por si todo esto no fuera suficiente, la traducción es un bochorno. El nonsense sajón, al que hacíamos referencia al comienzo, se pierde en su traslación a otros idiomas y la decisión de respetar la rima o el sentido es una decisión a tomar y a la que hay que sostener a rajatabla sabiendo que siempre se pierde algo al elegir. Se decide por lo primero y entonces lo que se canta no es lo que leemos en los subtítulos, al punto de agregar alguna referencia local innecesaria (lo del Teatro Colón por ejemplo) o de inventar palabras que directamente no existen en nuestro idioma y que no son fruto de una búsqueda intencional. Cats es la demostración de la especificidad de cada arte y la incapacidad de Hooper, el director, de recrear un mundo propio. Un derroche de mal gusto que ni siquiera logra hacernos reír a carcajadas a pesar de sus fallas evidentes.
Llegó a la pantalla grande uno de los emblemáticos musicales del mundo, que debutó en 1981 en el West End para desembarcar en Broadway al próximo año. Desde ese año hasta el 2018 se representó en varios escenarios del mundo, incluyendo nuestro país durante 1993 en el Lola Membrives, y este 2020 es el turno de que sea estrenado en cine. La historia de “Cats” es simple, no tiene un gran argumento como para atrapar más aún al espectador. Transcurre en la noche donde un grupo de gatos se reúnen para descubrir cuál de ellos será elegido para renacer en una nueva existencia. Esa noche suceden una serie de eventos hasta llegar al amanecer, que se cuentan a través de canciones originales que muchos ya conocen. Al ir con bajas expectativas por los comentarios que se han hecho de la misma en todo el mundo, no me fui tan decepcionado del cine. La fotografía de la película es bella, mantiene cierto nivel estético que se disfruta de ver y algunos efectos especiales fueron bien logrados – pero no todos. Algunos personajes están bien logrados y otros no tanto, por lo que no hay una armonía en ese sentido. Claro que para los actores y las actrices es un gran desafío ser parte de una producción de este magnitud, ya que se requiere de mucha concentración e imaginación para crear estos personajes en una completa fantasía. Si de actuaciones hablamos, Jennifer Hudson como Grizabella ha logrado una emotiva interpretación, siendo de las mejores, cantando el himno – a mi parecer – de este musical, junto a Francesca Hayward como Victoria. Si bien ha sido el debut cinematográfico de Hayward, le ha faltado fuerza a su actuación a lo largo de toda la película. Sí es lindo destacar a Ian McKellen, quien siempre demuestra su profesionalismo, componiendo personajes creíbles aunque sean los más disparatados. Por su parte, Rebel Wilson en el papel de Jennyanydots y James Corden como Bustopher Jones han formado la dupla cómica, aunque luego sus personajes no aparecen demasiado en el film. Y ahí me detengo ya que a lo largo de la película, hay ciertas situaciones que quedan inconclusas o que se muestran resueltas sin ver el proceso. Creo que deberían haber prestado más atención a esos aspectos para tener una película que cierre por todos lados. Si bien “Cats” se encuentra en el cuarto puesto en la lista de espectáculos de mayor permanencia en Broadway, la película no ha cumplido con las mismas expectativas. Es cuestión de entrar en ese contexto y dejarse llevar, pero al no tener un argumento sólido y atrapante y que algunos efectos no estén tan bien logrados, hacen que la película se torne un tanto “bizarra”. Igualmente, si les gusta éste musical, pueden ir a ver la película para disfrutar de las canciones, aunque creo se aprecian mucho más sobre un escenario, en vivo, con una gran puesta en escena. Vayan al cine para sacar sus propias conclusiones.
Cada cierta cantidad de tiempo aparece una película que por diversas razones termina siendo el asidero de toda crítica negativa que haya en cualquier medio relacionado con el mundo del espectáculo. Si acaso es merecedora de tales críticas es algo que a menudo no importa demasiado, porque una vez que periodistas, críticos, youtubers y demás representantes de los medios han plasmado su opinión, el daño está hecho y ya no habrá nadie que vea esta película sin una mala predisposición (o tal vez la verán de forma “irónica”, para corroborar su bajísima calidad). El ejemplo más reciente de esto es Cats, dirigida por el ganador del Oscar a Mejor Director Tom Hooper. Basada en el exitoso musical de Broadway de Andrew Lloyd Weber (que a su vez está basado en un libro de T.S. Eliot), cuenta la historia de un grupo de gatos llamados Jellicle, quienes una vez al año se reúnen para elegir a uno de su tribu para que ascienda a una vida superior en la que pueda cumplir con sus sueños. Si la trama suena algo intrincada, es porque el musical siempre se enfocó más su complejidad en las canciones y las coreografías que en su historia, lo cual se nota a la hora de traducir el lenguaje teatral al cinematográfico. La espectacularidad del musical difícilmente se pueda ver plasmada en la pantalla grande de igual manera, por lo que desde su punto de partida, Cats ya se encuentra en desventaja. Sin embargo, Hooper ya ha llevado musicales al cine y ha caído mejor parado, con su adaptación de Les Misérables de 2012. Si bien esa épica inspirada en la obra de Víctor Hugo vio su prestigio caer desde el año de su estreno, en aquél entonces tuvo un gran éxito tanto de crítica como de taquilla. Pero en el caso de Cats nos encontramos con un material más difícil de adaptar, en el que no se sigue una estructura narrativa tradicional, y en el cual el contenido de casi todas las canciones se limita a los personajes presentándose a sí mismos y cantando sobre ellos.
Muchos recordamos al británico Tom Hooper (“El discurso del rey” 2010, ganador del Oscar como Mejor director) por haber dirigido magistralmente “Los Miserables” (2012) que se enmarca dentro de un contexto histórico. En esta ocasión tomó la difícil tarea y todos los riesgos al adaptar el musicale compuesto por Andrew Lloyd Webber, llevando a “Cats” a la pantalla grande. Hubo una versión Teatral de Cats (1998) de David Mallet para DVD y además fue representada en Teatro en varios países incluyendo el nuestro. En esta puesta musical vemos actores que a través del vestuario y maquillaje, entre otros detalles se transforman en gatos ayudados por la tecnología. Cuenta con buenas coreografías pero se abusa del primer plano y se desaprovecha el general para apreciar mejor las mismas, también participan un gran número de cucarachas y ratones cantando y siempre hay un villano en este caso se trata de Idris Elba. Tiene algunos atractivos que rozan lo espiritual y emocional, cuenta con la mítica canción Memory, entre otras, las actuaciones resultan desparejas algunas más logradas que otras, en determinados momentos aburre, podríamos decir que existen ciertas diferencias entre el lenguaje del musical y el cinematográfico, por lo tanto lo que falla es la adaptación.
Fallida adaptación del musical de Andrew Lloyd Webber que apuesta a los efectos especiales para brindar una nueva versión que tiene muy poco de cinematográfica y nada de original. Un habitué de las nominaciones y los premios Oscar, el director de EL DISCURSO DEL REY, LA CHICA DANESA y LOS MISERABLES probablemente este año deba sentarse a verla por televisión. Preferentemente con su gato. O con sus varios gatos. Su intento de adaptar al cine el exitoso musical creado por Andrew Lloyd Webber, que fue un éxito de público durante décadas en teatros de todo el mundo, terminó convertido en algo así como el hazmerreír de la temporada de premios, esa típica película cuyos flojos resultados (artísticos y, en este caso, también económicos) dejan en claro el absurdo que rodea buena parte de esa lucha por el supuesto prestigio que otorgan los Oscars. Ahora bien, es cierto que desde que se conoció que se iba a llevar al cine con actores –con las dificultades específicas que eso conlleva y siendo tanto más evidente que una versión animada tenía muchas más posibilidades de funcionar– y, más aún, cuando apareció el primer trailer online, CATS se convirtió en un chiste fácil de las redes sociales. Sí, es innegable que ver a actores del nivel de Judi Dench, Ian McKellen o Idris Elba digitalmente convertidos en una suerte de «antropogatos» atravesaba la barrera del ridículo de inmediato. Y algo similar pasaba con el diseño visual, los efectos, las proporciones, todo. Y de ahí en adelante casi que CATS estaba condenada a fracasar. A la vez, la expectativa de ver algo terriblemente malo puede haber jugado un efecto inverso cuando cualquiera que haya seguido más o menos de cerca la masacre online de la película se acerca a verla. No, CATS no es una buena película: no logra en ningún momento superar la barrera de lo tolerable, muchas de las criaturas son risibles, muchos de los escenarios tienen un diseño espantoso y la historia sigue siendo tan poco interesante como lo fue siempre en el musical. Pero también es cierto que, salvo en algunos momentos específicos, no es el desastre mayúsculo del que todos hablaban. Esa una película fallida, mediocre, tediosa, con problemas de todo tipo, pero no es la única, ni la última, ni la peor. Es, apenas, lo que uno podía imaginarse al enterarse que los «Jellicats» de Broadway iban a convertirse en personajes cinematográficos. Una mala idea. La historia, con algunas diferencias de protagonismo, de género, algún agregado «dramático» y una canción nueva, es básicamente la misma del musical y se centra en esta especie de competencia musical entre gatos callejeros londinenses que premia al ganador con un viaje hacia algo así como «el Paraíso de los Gatos». Como en LOS MISERABLES, Hooper mantiene la idea de que el musical sea cantado prácticamente de punta a punta pero, por suerte, a diferencia de esa película, las canciones no están cantadas en vivo, no se opta por el realismo y la mayoría de los intérpretes son profesionales. Con un Londres medio animado y medio digital de fondo (aunque la mayoría de la película transcurre en el abandonado teatro The Egyptian y aledaños), los actores digitalmente transformados en eso que ven en las fotos hacen, básicamente, lo que la mínima trama les permite: presentarse a sí mismos musicalmente. Y muy poco más. Así pasan la recién llegada Victoria (la bailarina debutante en cine Francesca Hayward), el mago Mr. Mistoffelees (Laurie Davidson), la líder Old Deuteronomy (Judi Dench, en un rol que en el musical es masculino), el villano Macavity (Idris Elba), la supuestamente graciosa Jennyanydots (Rebel Wilson), el omnipresente Rum Tum Tugger (Jason Derulo), la complicada Grizabella (Jennifer Hudson), el veterano Gus (Ian McKellen) y, en otros roles seguramente claves para los fans del musical de Webber, James Corden, Ray Winstone y la mismísima Taylor Swift, en lo que es casi una aparición especial. La tienen mejor los actores menos conocidos (como la protagonista, por ejemplo), ya que por momentos resulta bastante risible ver caras famosas «pegadas» a esos extraños cuerpos digitales. Es cierto que después de un tiempo de acomodar la vista y las expectativas, el shock se supera (bueno, el número que hace Rebel Wilson con cucarachas y ratones no se supera nunca) y uno se acostumbra. El problema es que lo que queda tampoco genera demasiado entusiasmo. Es un musical que, en mi opinión, tiene varios problemas serios que exceden la adaptación. Salvo tres canciones («Jellicle Songs», «Mr. Mistoffelees» y la archiconocida «Memory»), las demás son poco memorables. Además, en el estilo «corte y confección» de Hooper, que usa un formato de edición veloz para que seguramente no nos detengamos en los problemas de la gatificación digital de las criaturas, poco es lo que se puede apreciar de las supuestamente célebres coreografías. Tampoco las letras, basadas en los poemas para niños de T.S. Eliot de la década del ’30, llenas de juegos de palabras con los usos, costumbres, nombres y tipos gatunos, han sobrevivido del todo bien al paso del tiempo y de los formatos. A eso hay que sumarle que el subtitulado local –tomado de una adaptación previa de los textos– se «emperra» (perdón) en dar vuelta las letras originales para conservar las rimas y hasta aportar algún símil local, como una referencia al Teatro Colón que no está en el original (sí, hay una mención a Argentina, pero es en otra canción y contexto) y otras poco felices modificaciones. Viendo la película uno por momentos puede tener la sensación de que podría haber sido una más entretenida experiencia si directamente apostaban por el absurdo más absurdo, jugándose el todo por el todo hacia un tipo de registro over the top a lo Ken Russell, o por algo que termine siendo bueno por lo excesivamente ridículo. Pero no lo han hecho y, así como está, CATS peca por ser un poco morosa, un poco ridícula, bastante auto-indulgente y, francamente, del todo incomprensible como experiencia. Sobre el final, es cierto, Hooper y su «catsing» (oops!) consiguen algunos momentos que funcionan un tanto mejor (convengamos también que dos de las mejores canciones están ahí) y hasta pueden emocionar a los que vieron el musical en Broadway o en Buenos Aires. Pero es difícil que esa emoción se traslade a los neófitos, los que se pasarán gran parte de la película tratando de entender a quién le pareció bien llevar al cine un musical así. O a los niños, que seguramente se harán preguntas sobre el mundo animal un poco más complicadas de contestar.