Los Otros Dioses En una época dominada por blockbusters mainstream monotemáticos e hiperpulidos que no dejan nada a la imaginación y pretenden cerrar absolutamente todas las subtramas -si es que acaso existen- vía esa insoportable tendencia a sobreexplicar las motivaciones de los personajes y los giros de la historia en cuestión, el terror desde hace un par de añitos largos viene imponiéndose como una alternativa cada día más diversa e interesante, una jugada que se apoya en una nueva generación de realizadores con convicciones revigorizadas, conocimiento de los resortes del género y cierta impronta retro que nos reenvía a períodos mucho menos homogéneos que el presente. La excelente Conjuros del Más Allá (The Void, 2016) es otro eslabón más dentro de esta gran racha del horror, un trabajo en el que se funden la efervescencia de la clase B ochentosa, la angustia propia de los relatos de encierro, el acecho imparable de las películas de monstruos y aquellos espantos inmemoriales/ cósmicos de H. P. Lovecraft. De hecho, si hay un eje fundamental en este segundo opus en conjunto de Jeremy Gillespie y Steven Kostanski, quienes habían colaborado anteriormente en la hilarante Father’s Day (2011), un film colectivo producido por Troma, es sin duda el caos, una suerte de gloriosa confusión que va atrapando al espectador a medida que el derrotero se va complejizando al sumar capas de misterio y ansiedad a una propuesta de por sí impredecible. Hoy el prólogo nos sitúa en una casa campestre, sede de una masacre, en la que un padre (Daniel Fathers) y su hijo (Mik Byskov) le disparan a una mujer por la espalda y la prenden fuego mientras ven cómo se escapa corriendo un joven drogadicto llamado James (Evan Stern). El oficial de policía Daniel Carter (Aaron Poole) encuentra al susodicho y lo lleva al hospital local, en lo que será el comienzo de una pesadilla que involucra homicidios, automutilaciones, criaturas con tentáculos, un culto de fanáticos, alucinaciones y ceremonias muy enrojecidas. La lectura que los directores hacen del género es francamente fascinante: hablamos de un pastiche autoconsciente, serio y amorosamente ensamblado que funciona desde su propia lógica sin necesidad de homenajes explícitos ni esa colección de citas bobaliconas del indie noventoso. La obra puede ser descripta como una conjunción de lo más abstracta entre el John Carpenter de La Cosa (The Thing, 1982) y En la Boca del Miedo (In the Mouth of Madness, 1994), el gore lovecraftiano de Clive Barker, Stuart Gordon y Dan O’Bannon, la tradición de la ciencia ficción orientada a personajes engañados/ seducidos símil Galaxy of Terror (1981) y Event Horizon (1997), y finalmente el Lucio Fulci de The Beyond (E tu Vivrai nel Terrore! L’Aldilà, 1981), quizás la referencia conceptual más importante. Un mérito crucial de Conjuros del Más Allá pasa por el hecho de que ataca desde distintos frentes y no se limita a una sola línea de acción, sintetizando una amalgama de recursos cinematográficos. Si consideramos la experiencia de Gillespie como asistente del departamento artístico y la de Kostanski en maquillaje, uno comprende el cariño que ambos le pregonan a los practical effects (léase títeres, animatronics, prótesis, etc.), no obstante nadie esperaba semejante talento en el diseño y la envergadura narrativa que se les concede en la película, en especial teniendo en cuenta que vivimos en una etapa hegemonizada por los CGI industriales más aburridos e impersonales, siempre cercanos estéticamente al polietileno. Aquí las criaturas que acechan a los humanos tienen una fisicidad extraordinaria que va de la mano de la dimensión material del bello surtido de flagelaciones, metamorfosis y muertes varias, logrando que el dolor y el derramamiento de sangre se sientan en el cuerpo gracias a una identificación -para nada inofensiva, al contrario de la enarbolada por los tristes artilugios digitales- entre los que ven la carnicería en las butacas y los que la padecen en la pantalla. Hasta cierto punto podemos afirmar que el convite se ubica en un estrato similar al de la reciente La Morgue (The Autopsy of Jane Doe, 2016) de André Øvredal, otra epopeya de horror que también hacía de los arcanos del tiempo y el gore sin caretaje ATP sus pivotes, aunque por supuesto en esta ocasión el devenir se muestra mucho más deudor de El Caso de Charles Dexter Ward (The Case of Charles Dexter Ward, 1941) y En las Montañas de la Locura (At the Mountains of Madness, 1936), las dos novelas centrales de Lovecraft, y el ciclo de cuentos de los Mitos de Cthulhu en general. El guión de los realizadores juega eficazmente con la sombra gigantesca e inabarcable que ofrece el conocimiento, la alienación y las tragedias que nos preceden como sociedad, representadas en esas deidades que superan a nuestras estampitas de cotillón y prometen un plano de existencia mucho más supremo que el presente, a costo de abandonar la certeza y entregarse al saber primordial…
Conjuros del Más Allá (The Void, 2016) es un film Carpenteriano. En su génesis se puede ver la rabia cinematográfica del realizador de Sobreviven (They Live, 1988), pero sin apelar a la visión del cinéfilo reaccionario que idealiza otros tiempos en el cine y que anula la mirada actual. De esos hay muchos por desgracia, donde los altares de Fulci, Hooper, Raimi y Jackson (los de los ‘80, ¿queda claro, no?) parecen alzarse con voces solemnes de radical postura cinéfilo-teenager. Conjuros… (2016) se constituye como una metapelícula dentro de un universo made in John Carpenter, pero con un peso actual. Toma las formas del director pero evita el homenaje directo y nostálgico. Hay una reconstrucción (de eso trata el cine) Old School, sí, pero sin abusar ni hacerlo evidente. Esa (re)construcción del cineasta en The Void manifiesta casi una postura inconsciente, más que adrede, evitando así ser un film que se carga sobre los hombros las películas a las que hace alusión. Hay cosas de Asalto al Precinto 13 (Assault on Precinct 13, 1976), La Niebla (The Fog, 1980), El Enigma de Otro Mundo (The Thing, 1982) y Príncipe de las Tinieblas (Prince of Darkness, 1987), para ser más exacto, y aun así la lista puede seguir con otros films de otros realizadores Event Horizon: La Nave de la Muerta (Event Horizon, 1997) y ganar autonomía. A pesar de esa reconstrucción clase b no es un film posmoderno, es bien clásico. The Void (la nada, el vacío) abre con dos personajes “cazando” a un par de personas en un paraje rural (amén del American Gothic), atrapando con éxito a uno bajo las llamas de un fuego devorador que nos recuerda la mirada nihilista de El Enigma… (no sólo la violencia destructiva que implica prender fuego a un ser, sino el escape del otro individuo que algo oculta, yuxtaponiéndose con aquella bestia mimetizada en perro siberiano apenas arranca la película Carpenteriana). Un policía intenta socorrer al sobreviviente que logró escapar a la masacre, arribando luego a un hospital al que lo están trasladando y al que le quedan apenas un par de personas operando (Como la comisaria de Asalto…). Ya en el hospital no pasará mucho tiempo para que un infierno se desate, literalmente: un grupo de personas debe resistir mientras afuera del edificio una horda de encapuchados amenaza a cualquiera que ose escapar (Como en Príncipe… pero invirtiendo las polaridades institucionales: cambia la iglesia Saint Godard’s por un hospital, cuna coloquial de las ciencias, apartando la mirada del creyente espiritual y haciéndose con un ateísmo feroz). En Príncipe…, Carpenter mostraba un grupo de homeless atraídos por aquel templo ya que partía de un discurso sobre como las clases más bajas son utilizadas furtivamente por la religión. En Conjuros…, el grupo de personas que resiste dentro del edificio son obligadas a quedarse dentro, porque a diferencia de la religión que sólo necesita de la mente débil, espiritual, la ciencia se hace con el cuerpo material como medula espinal para su existencia (ateísmo estoico sobre esta institución). Un enorme muestrario de atrocidades polimorfas, antropomórficas y de una belleza técnica y horrorosa que nada tiene que envidiarle a los horrores Lovecraftianos, se arrastra en cada fotograma, manchado por un gore ultradelicioso y enfermamente cinematográfico. La metafísica ambiciosa por momentos megalómana, pero para nada acartonada, acercan al relato hacia la épica total, donde confluyen la simbología cinematográfica con lo esotérico, lo místico (por ejemplo, en el cine el sótano o subsuelo representa el lado más bajo, la podredumbre, lo que yace oculto, los secretos. Las escaleras, como eje vertical, irrumpen trágicamente en el cine y acá no es la excepción: por ella se baja a la temida morgue, donde se arrastran terribles secretos y nos lleva directamente a los infiernos). El esoterismo que emana la película no solo la conecta con Príncipe…, además toma la figura del trapecio (Padre, Hijo, Espíritu Santo para el catolicismo, por ejemplo; el mundo masculino arriba, el mundo femenino abajo y el tercero el mundo que une las otras dos puntas y germina ambas realidades que corresponde también a la realidad humana, según la cosmovisión andina) y la une directamente a la trinidad institucional a la que se refiere a lo largo del relato: Las fuerzas policiales, la medicina (ciencias) y la religión, aun cuando en el film no hay alusiones espirituales más allá de las que maneja el maléfico. Paradójicamente, The Void no tiene personajes religiosos o de fe, pero si es un film creyente: ver el final (alerta spoiler), que emula bastante al de El Más Allá (L’aldilà, 1981), de Lucio Fulci y el enorme recorrido cinéfilo la convierten en una película que mama del cine, que cree en él y no se avergüenza de sus enormes delirios narrativos. Toma parte del cine de un cineasta enorme, como lo es John Carpenter y lleva las formas del terror más extremo hacia niveles muy altos. Carpenter en Príncipe de las Tinieblas llamó a su iglesia Saint´s Godard, homenajeando al enorme cineasta francés, haciendo institucional su cine, ahora, Jeremy Gillespie y Steven Kostanski no hacen literal la enorme admiración por el realizador de Christine (1983) pero en su hospital del horror un universo Carpenteriano se eleva en el olimpo del cine de terror.
Seguramente en el arranque del proyecto Jeremy Gillespie y Steven Kostanski habrán pensado en hacer algo diferente en materia de terror y también, supongo, homenajear a clásicos del género como Hellraiser, Re Animator y otros. Lamentablemente ni lo uno ni lo otro, en un film que genera risas por lo irreal de la puesta, las actuaciones, los efectos, y, principalmente, por menospreciar al espectador que se acerca a la sala en busca de una experiencia.
Una sucesión de acontecimientos extraños y diversos conforman un film sin sentido, dirigido por Jeremy Gillespie y Steven Kostanski. Un policía ayuda a un hombre herido y lo lleva a un hospital cercano. Cuando llegan aparece una amenaza que obliga a atrincherarse a los pocos médicos y pacientes que se encuentran en el lugar. Pero las fuerzas de aquello que desconocen tiene el poder de encontrarlos aunque se escondan. El inicio de Conjuros del más allá (The Void, 2016) es prometedor: personas encerradas, mientras afuera algo los acecha. Y esos primeros instantes generan interés por conocer lo que sucede. Sin embargo, todo se desmorona con la aparición de criaturas poco creíbles y un argumento demasiado forzado. Como sangre, gritos y persecuciones no faltan, quizás los amantes del Terror disfruten la película. Gillespie y Kostanski utilizan muchos ingredientes del género (que no logren funcionar por completo es otro tema). Conjuros del más allá es un film pasatista que por momentos produce más risa que miedo.
Si Lovecraft hubiera escrito un material para que lo dirija Carpenter con la ayuda de Cronenberg, el resultado hubiera sido muy parecido a “The Void”, la película de Jeremy Gillespie y Steven Kostanski. Nos encontramos ante un relato sobrecargado y confuso pero totalmente impredecible, que más allá de presentar algunas inconsistencias y desaciertos, logra entretener al espectador a lo largo de sus 90 minutos de metraje. La historia nos trae a Daniel Carter (Aaron Poole), un policía que durante una de sus patrullas se cruza con un hombre herido que viene escapando de alguien o “algo”. El oficial decide trasladar al individuo al hospital más cercano y allí comenzarán una serie de eventos totalmente terroríficos, inesperados y fantásticos. Los pocos médicos y pacientes que hay se ven rodeados por unos encapuchados y amenazados por una extraña criatura que crece dentro del hospital. El comienzo es tanto íntegramente enigmático como prometedor. Es más, el primer acto entero es maravilloso, ya que el espectador se encuentra en vilo sin saber lo que pasará a continuación. Esta sensación se prolongará hasta el final, pero quizás no en un buen sentido. Y es que la cinta trata de aglutinar un montón de cosas, como por ejemplo: cultos, criaturas, misticismo, etc., que seguramente la hubieran convertido en un gran hit de los años ’80, si tan solo hubiera dejado algunas cosas de lado. Aun así, “The Void” cumple al otorgar no solo un gran divertimento sino un relato complejo de tintes místicos, con algunas metáforas sobre la vida y la muerte, y lo que nos espera más allá de este mundo. Para ser un film de bajo presupuesto, todo lo relacionado a los efectos y al diseño de producción se encuentra por encima de la media y los actores sin ser brillantes tampoco desentonan con el género, la atmósfera y el estilo de la película. “The Void” viene a sumarse a ese grupo de pequeñas películas de terror (como por ejemplo “The Autopsy Of Jane Doe”) que sorprenden por su ingenio y su ejecución más allá de ciertos fallos en la narrativa.
Conjuros del más allá es una película que será apreciada por los fans del género que tienen un afecto especial por el cine clase B de los años ´80. Se trata de una producción que le rinde un homenaje sentimental al viejo cine de horror que presentaba efectos especiales artesanales, realizados con marionetas electrónicas y un ingenioso maquillaje. Un estilo artístico que hoy se perdió, ya que estos aspectos de las películas se trabajan con efectos digitales que no generan el mismo impacto. Los directores Steven Kostanski y Jeremy Guillespie ya habían abordado con una puesta en escena similar el subgénero slasher y la ciencia ficción en sus trabajos previos, Father´s Day y Manborg, estrenadas en el 2011. En ambos casos las películas recreaban el estilo de cine que se hacían en los ´80 dentro de las producciones clase B. La nueva película de los realizadores presenta una propuestas similar con la particularidad que en esta ocasión se adentraron en la temática de los conflictos sobrenaturales. El misterio que presenta la historia está bien construido y el reparto ofrece interpretaciones decentes. Sin embargo, lo mejor de este estreno pasa por la elaboración de la secuencias sangrientas y los efectos especiales vintage, donde los realizadores le rinden homenaje al cine de John Carpenter y David Cronenberg. Todos los momentos impactantes están muy bien logrados y en este punto encontramos la mayor fortaleza de esta producción. Aunque la historia deja demasiadas incógnitas que nunca se resuelven y el desenlace no está a la altura del misterio que se había construido, Conjuros del más allá ofrece un buen entretenimiento. Algo que no es común en la catarata de estreno de terror que tenemos todos los meses en la cartelera. Para los fans nostálgicos del género es una propuesta que recomiendo tener en cuenta.
Conjuros del más allá: Sin dimensión de lo desconocido. Con claras influencias de John Carpenter o David Cronenberg, este film de producción canadiense nos trae criaturas directamente salidas del terror clase B ochentoso acompañado por las ventajas y desventajas del género en esta época. El oficial Daniel Carter (Aaron Pole) está realizando su patrulla nocturna cuando, tras encontrar a James(Evan Stern), un joven malherido que parece venir escapando de algo, se dirigen a un recóndito hospital en plenos tramites de mudanza a nuevas instalaciones. Mientras James es atendido y Daniel espera con los pocos pacientes y médicos que aun están en el hospital, un grupo de seguidores de un extraño culto rodea el hospital para que nadie pueda salir. Sin embargo, dentro del hospital las cosas no son color de rosa ya que algunos comienzan a convertirse en extrañas criaturas con tentáculos, aparecen dimensiones paralelas escondidas en el sótano y muchas otras cosas que hacen a este film tan genial como lleno de capas extra que no ayudan al ritmo de la historia. En primer lugar hablemos de lo positivo. La atmósfera alrededor del hospital es de una amenaza constante, asi como nadie sabe realmente en quien confiar entre los que quedan dentro. La incertidumbre va creciendo durante los primeros dos actos, en los cuales vemos los puntos más fuertes del film. Hay bastantes giros, pero estan esparcidos durante la historia para que sacarles el mayor provecho posible. Si bien el tercer acto puede resultar el más flojo por razones que daré más adelante, hay un aspecto muy importante a rescatar, y es que la mayoría de las abominables criaturas viscosas que vemos en el film son bien guardadas hasta esta instancia, dándonos el clímax a puro tiro, hachazo y sangre pegajosa que vinimos a ver. Por otro lado, muchos conceptos interesantes revolotean por encima del film pero nunca son aprovechados por completo; el misterioso culto, los experimentos con las criaturas y las dimensiones paralelas terminan haciéndose a un lado para dar lugar a un conflicto interno del antagonista que, si bien es el combustible de la mayoría de las calamidades, no es tan interesante. En conclusión, “Conjuros del más allá” cumple como homenaje al terror ochentoso de bajo presupuesto y mantiene entretenido al espectador de principio a fin, si bien está saturado con ciertas subtramas un tanto innecesarias, los fanáticos del género seguramente encuentren mucho para disfrutar.
Conjuros del más allá: El Vacío es lo que espera… Una joyita del género que se estrenó el año pasado finalmente llega a nuestras salas, para deleitarnos con el más puro horror visceral. En un camino apartado, un policía solitario encuentra a un hombre herido y lo lleva al hospital más cercano. Cuando una extraña amenaza le impide salir del hospital, el policía y un grupo de locales se atrincheran dentro, creyendo estar seguros, sin saber que allí se ocultan fuerzas oscuras a punto de desatarse. Si bien este argumento podría encasillarse en cualquier producción del célebre John Carpenter, nos referimos a Conjuros del más allá (The Void, 2016), film que se estrena finalmente en Argentina pero que tuvo un paso gratamente exitoso en festivales de cine de género como el SITGES. Si bien la traducción del título no es más que para “hacerla más comercial”, The Void no tiene nada de “conjuros”, sino que es un film más experimental y que juega con el homenaje construyendo un relato novedoso en el marco de una atmósfera indie, pero con claras reminiscencias a películas del citado Carpenter (donde las fuerzas del orden tiene poco o nada que hacer frente a amenazas sobrenaturales) como “The Thing (1982)” o “Assault on Precint 13 (1976)”. También hay claros homenajes a Lucio Fulci y su “The Beyond (1981)”, donde el final es casi calcado. Porque sí, “Conjuros del más allá” es un film que Jeremy Gillespie y Steven Konstanski, sus directores, construyeron a partir del homenaje que tanto está en boga hoy en día (sobre todo con la serie Stranger Things) a filmes de la pasada década del 80, pero con una impronta propia; una película de suspenso que desgrana un drama existencial en sus personajes, llevándolos al extremo de la locura y la desesperación: la búsqueda de un Dios, de una razón para vivir y morir, y en esa búsqueda encontrar algo más, un mal tan antiguo que nos recuerda a esas bestias inimaginables y divinas de H.P. Lovecraft, algo que incluso está explícito en este film, cada vez que escuchamos esas estridentes trompetas en el cielo. O lo intuimos, cada vez que en un plano se nos muestra las nubes moviéndose, escondiendo “algo”. Algo maligno que se intuye dentro y fuera de nuestro ser. Un vacío que acaba siendo el vacío mismo de la existencia humana.
Ecos carpenterianos En los últimos años el crowdfunding se ha hecho presente en múltiples casos donde los grandes estudios no dan cabida a producciones de la periferia, esas que escapan a aquello que los cráneos del marketing consideran un éxito masivo multi-target que rebalse la taquilla. La mayoría de las veces dichas producciones tienen un estreno limitado, condenado a las pantallas virtuales en el mejor de los casos. Conjuros del más allá (The Void, 2017) es un film surgido precisamente del crowdfunding y gracias al revuelo y la sorpresa que generó en los fans del género de terror se ganó un lugar en salas locales. El oficial Daniel Carter (Aaron Poole) no se encuentra atravesando su mejor momento en lo personal y profesional cuando una noche encuentra un joven en el medio de la ruta huyendo de dos hombres que lo quieren asesinar. Cuando lleva al joven herido al hospital son perseguidos por los captores, pero todo el grupo se ve forzado a atrincherarse dentro del lugar, el cual ahora se encuentra rodeado por decenas de hombres encapuchados que parecen pertenecer a un extraño culto. Si, así de convulsionado y dinámico arranca todo. El ocasional grupo de médicos, pacientes, captores y hombres de la ley deben entonces trabajar juntos para hacer frente no solo a la amenaza externa, sino también a una extraña fuerza que intenta apoderarse de ellos uno por uno. La dupla Jeremy Gillespie-Steven Kostanski no disimula en lo absoluto las referencias/homenajes que toman del universo monstruoso de H.P. Lovecraft (principalmente el mito de Cthulhu) sumándole la estética carpenteriana de El príncipe de las tinieblas (Prince of Darkness, 1987) combinado con El más allá (L’Aldila, 1981) de Lucio Fulci. Las realidades paralelas, los portales a otros mundos y la oscuridad imperceptible que habita nuestra realidad son los pilares de su estructura narrativa. Jeremy Gillespie y Steven Kostanski son dos realizadores iniciados en el mundo de los efectos especiales, factor presente en cada criatura, tripa y tentáculo que vemos en pantalla. Hay un aire nostálgico que homenajea al horror pre-CGI de mitad de los ‘80, aquel que hacía todos sus trucos en cámara logrando que el realismo absurdo le gane la pulseada a la lógica. La primera mitad del relato progresa con suma atención en los detalles y generando gran clima, pero conforme nos acercamos al final, el gore aumenta y la trama parece saturarse haciendo colapsar la lógica interna de un film lleno de excelentes ideas tanto argumentales como estéticas, cuyo único pecado es la ambición de querer abarcar demasiado en una misma historia. Pero sin dudas sentando precedente para dos nombres que pueden traer muchas buenas ideas y renovación a un género que lo necesita.
Jeremy Guillespie y Steven Kostanski directores y guionistas se han propuesto un cine de terror que rescata la vuelta a la estética de los años 80 y a convocar los homenajes al ídolo John Carpenter. Por eso construyen un film que resulta inquietante, y que propone lo que ocurre de entrada con dos personas cazando a otras, una victima y un fugitivo. Un policía encuentra al que se escapó y lo lleva a un hospital que esta por cerrar con muy poco personal. Pronto todos los humanos estarán encerrados en ese lugar, rodeados por seres con túnicas que en vez de rostros tiene un triangulo que cada vez son mas amenazantes y numeroso. Pero además el médico del pueblo construyo bajo tierra una puerta al horror, un portal y monstruos de tentáculos sangrientos y hambrientos. Mucho “gore”, encierro, mutilaciones, transformaciones. Para los amantes del género un verdadero convite al deleite. Y aunque el film no es perfecto y por momentos se llega a mesetas de acción, en conjunto entretiene con horrores, efectos especiales y litros de pintura roja.
Con un comienzo prometedor, Conjuros del más allá, logra transmitir una desesperación única… desesperación porque termine de una vez. Para un film de terror un comienzo intrigante, es un buen punto de partida. Cuando avanza la cinta, esa intriga y suspenso siguen atrapando, hasta que de pronto, todo se va por la borda. Sobre todo cuando aparece un hombre onda “Ku Klux Klan” y ahí se produce el giro hacia lo insoportable. Con bichos low cost, desagradables, escenas que se asemejan a The Walking Dead S01-E01, Conjuros del más allá se torna imposible de ver. Personajes inútiles y actuaciones deficientes, hacen de “The Void” (Título original), un film para el olvido.
La memoria emotiva del terror analógico. Cuando una película consigue reanimar con tanta potencia el espíritu de ese cine de terror al que se identifica con los años ‘80, trayendo de entre los recuerdos más profundos los nombres de John Carpenter, Clive Barker o Wes Craven, entre otros, para reproducir la misma sensación de sequedad en la boca que provocaba el hecho de ser espectador de sus creaciones más abrumadoras, entonces, sólo por esa maldita bendición se le debe al menos gratitud. La canadiense Conjuros del más allá, dirigida por la joven dupla que integran Jeremy Gillespie y Steven Kostanski, es esa película capaz de recuperar la memoria emotiva de aquellas experiencias juveniles, en las que el miedo era una fiesta a la que siempre se estaba invitado. La red que esta teje con la estética a la que se acaba de aludir es amplia y excede la mera enumeración de cineastas y referencias específicas, que por otro lado son fácilmente detectables. Porque si bien es cierto que los títulos a los que parece homenajear es interminable (El enigma de otro mundo, de Carpenter; Hellraiser, de Barker, o Re-Animator, de Stuart Gordon, por nombrar sólo a tres de ellos), también lo es que desde el guión y la dirección artística se ha hecho todo lo posible para que esta sensación pueda ser percibida con fuerza por cualquier espectador. Ya desde el inicio mismo del relato, su puesta en escena y ubicación temporal, Gillespie y Kostanski eligen que los ‘80 (quizá los primeros ‘90) sean el campo de batalla sobre el que tendrá lugar la acción. La ausencia de telefonía celular; los viejos monitores de las computadoras, donde el sistema titila en luminosas letras verdes; o los modelos de los automóviles, entre otros detalles, establecen con certeza un tiempo que no es presente, sino un brumoso pasado próximo. Los directores, que también son los guionistas, deciden arrancar la narración in media res, para que de entrada a nadie le queden dudas de que la cosa va en serio. La película reproduce en primera instancia el famoso dispositivo de encierro carpenteriano, en el que un grupo heterogéneo, aislado del mundo dentro de un viejo hospital, se ve obligado a enfrentar una inexplicable amenaza circundante, a la vez que son acosados por un enemigo interno no menos abominable y monstruoso. Pero la dupla no se conforma con hacer funcionar ese mecanismo, sino que le suma a la fórmula una siniestra secta esotérica liderada por un infernal científico loco, un purulento ejército de muertos vivos y una conexión cósmico- lisérgica con submundos demoníacos. Sí, es cierto, nada que ya no haya sido explorado por la primera temporada de la exitosa Stranger Things, aunque sin una sola pizca de esa fantasía naïve que todo el tiempo sobrevuela a la exitosa serie televisiva, que este año tendrá su esperada continuación. Como en ella, en Conjuros del más allá también hay una pasión por lo analógico, por los monstruos de látex, las vísceras colgantes, los fluidos reales y el maquillaje tradicional, que le devuelven al género la sustancia física que aquella generación de cineastas supo explotar más de 30 años atrás. Sin embargo, si bien resultará grata para quienes el miedo y el asco representen experiencias disfrutables per se, hay algo de inconcluso, de excesivo y fallido en el pantagruélico pastiche que ofrecen Gillespie y Kostanski. Y es que por momentos la mera acumulación de detalles se termina pareciendo a un collage barroco y hasta surrealista, antes que a una serie de elementos encadenados con una lógica narrativa y con un fin bien determinado. Como si se tratara de un cadáver exquisito en el que las partes se fueron sumando más allá del todo, confiando en que toda serie es capaz de generar un sentido, los elementos de los que se compone la trama parecen alimentar un enigma que no necesariamente podrá ser explicado. Pero si algo enseña el policial –y la máxima aplica a cualquier género en el que la intriga sea parte vital de la ecuación–, es que las pistas deben poder ordenarse para permitir que el misterio sea resuelto no sólo por los protagonistas sino, sobre todo, por el espectador. En cambio, en Conjuros del más allá parece haber sido más importante el trabajo de crear las preguntas que intentar responderlas y eso, sin remedio, se vuelve una debilidad que no puede evitar mencionarse. Con una ventaja: Gillespie y Kostanski se proponen y consiguen que de todas formas el recorrido completo sea grato de transitar.
En la línea del cine de John Carpenter, este film de terror canadiense supera con holgura la media del género. La gacetilla de prensa de Conjuros del más allá asegura que se trata de uno de “los mejores retornos al cine de terror de los ’80”. La afirmación es exagerada: ha habido innumerables películas que revisitaron aquellos años con mejores resultados. Pero entre tanto producto de género plagado de fórmulas que inunda semana tras semana la cartelera comercial, este film canadiense se erige como una propuesta más que digna. Dirigida por Jeremy Gillespie y Steven Kostanski, ambos veteranos en el terreno del maquillaje y el diseño de arte, The Void –título original que podría traducirse como “El vacío”– comienza cuando un policía encuentra a un joven herido en la ruta y decide llevarlo a un pequeño hospital de la zona, sin saber que será el principio del desastre. Sucede que a partir de su llegada una extraña amenaza sobrenatural empieza a acecharlos, obligando tanto a la dupla como al resto de los ocasionales pacientes y trabajadores a resguardarse en el edificio. La idea de un grupo encerrado debido a la presencia de una entidad misteriosa remite invariablemente a John Carpenter, cuya filmografía Gillespie y Kostanski parecen haber estudiado en profundidad. Pero Conjuros del más allá no es tanto un homenaje como una relectura en la que los directores no temen entremezclar la premisa inicial con una lovecraftiana épica fantástica y, claro está, los sustos y golpes de efectos característicos del género. Si el resultado no es del todo redondo se debe a que por momentos el relato pierde el rumbo y se convierte en un cocoliche menos festivo y anárquico que arbitrario y confuso.
Efectivo film de terror para devotos del género Este es uno de los mejores estrenos de terror en lo que va del año. Sin embargo, como decía Godard sobre el cine inglés en los años cincuenta, partimos de muy abajo. Se estrena mucho cine de terror, en buena parte directamente malo o, peor aún, precario, sin noción del género, sin conocimiento de tradición alguna más allá de dos o tres modas superficiales de los últimos años. Conjuros del más allá es una película insertada en una manera de ver y pensar el terror que reconoce, procesa y exhibe sus influencias: John Carpenter, y sobre todo George A. Romero. No es casual que se incluya el principio de La noche de los muertos vivos en un televisor, que la situación sea de encierro, que el plano de la amenaza externa sea como el de los zombis fundadores, y que haya también conexiones con The Crazies, del propio Romero, y con The Thing, de Carpenter. Los realizadores no juegan a la lógica del susto prefabricado con golpes de efecto: arman una trama de amenazas con unos seres vestidos de blanco (visualmente muy Ku Klux Klan), monstruosidades varias y conflictos internos diversos del grupo encerrado en un hospital, que se constituye luego de que un policía lleve allí a un herido que encuentra en la ruta. En ese ámbito, el misterio sobre los sangrientos horrores que se suceden va creciendo y, para resolverlo, los guionistas -los mismos directores- se lucen menos en esa faceta al dar explicaciones menos apasionantes que los disfrutables dos primeros tercios del relato.
LAS PUERTAS DE LO CONOCIDO Sin intentar aleccionar a nadie, principalmente por incapacidad de quién escribe, se puede acordar que la teoría paradigmática del cine advierte que su historia se divide en tres grandes etapas: la clásica, en la que se establecieron las bases generales del séptimo arte; la moderna, tiempos de reformulación de los elementos clásicos e introducción de mejoras técnicas e innovaciones narrativas; y por último, el posmodernismo, etapa que estamos transitando y que representa la experimentación hacia nuevos elementos. La dicotomía ya no de la tribuna cinéfila, sino de toda aquella aréa que implique creatividad consiste en identificar la delgada línea entre homenaje y copia. ¿En otras palabras, el cine contemporáneo aggiorna estructuras clásicas por falta de ideas? Quien escribe cree que ya sabemos la respuesta. Conjuros del más Allá no es ajena a esto. Con guión propio, Jeremy Gillespie (Father’s Day) y Steven Kostanski (segmento W is for Wish de ABCs of Death) confluyen elementos mayormente de los ’80 y los ’90 en esta historia de terror sobrenatural, mono-locacional, y con insinuaciones al slasher. En lo que parecía una noche tranquila, el policía Daniel Carter (Aaron Poole) encuentra un hombre herido (Evan Stern) a la vera de la ruta que estaba patrullando. Al encontrar los hospitales cercanos no disponibles, lo termina alojando en uno local mas alejado. La aparición de figuras encapuchadas en el exterior del nosocomio desatará una escalada de hechos horroríficos que desembocarán en la aparición de una puerta al infierno, con todas las respectivas implicancias bien presentes. Con claras referencias a La Cosa (John Carpenter, 1982) y Hellraiser (Clive Barker, 1987), Conjuros del más Allá contiene una atmosfera opresiva -el encierro en el hospital-, amenazas externas e internas, tanto humanas como sobrenaturales, y el uso coherente del efecto especial práctico y el CGI, y esto le da como resultado una película que cumple con sus intenciones. Sin embargo, raramente a lo largo de sus noventa minutos de duración se despega de sus referentes y tampoco introduce elementos novedosos ya sea desde lo técnico, narrativo, o la combinación de ambas. Aunque esto no es algo contraproducente en sí, ya que el uso y remezcla de elementos se hace con naturalidad y fluidez efectiva, pero sí la sepulta en un terreno peor que el de una pelicula fallida (que no lo es); el de la intrascendencia. A partir de todo lo anterior es que la pregunta se hace inevitable y no tiene que ver con la consistencia de la película, sino ¿es Conjuros del más Allá otro collage de elementos ya visitados? La peor respuesta es que la anterior sea una pregunta retórica.
HOMENAJES DESCAFEINADOS En Conjuros del más allá estamos frente a un mal homenaje al cine de ciencia ficción y fantástico de los 80’ estilo La cosa, Hellraiser, un poco de David Cronenberg y algo más carpenteriano como La niebla. La premisa parecía interesante y guardaba buen misterio al principio donde un policía se ve involucrado en un tiroteo con dos personajes extraños. Este escapa y llega a un hospital a punto de cerrar para descubrir luego que será parte de un grupo de supervivientes. Grupo que se encuentra acorralado por la misma secta de locos uniformados al estilo de “riesgos tóxicos” con un orificio visual “simbólicamente triangular”. Este cuadro parece ser mínimo si se suma la monstruosidad creciente que se esconde en aquellos pasillos asfixiantes del hospital. Y aunque con buena dosis de gore para los amantes del terror y utilización de efectos especiales de la “vieja escuela” con el empleo de látex, la trama se desinfla. Pierde todo tipo de frescura en las actuaciones y cae en los clichés de los personajes típicos: policía “salvador”, enfermera humanitaria de turno y un matón conflictivo. La mayoría de ellos sin carisma actoral. Así es que la narración se vuelve algo confusa y tediosa. Con esta misma temática de encierro y personajes característicos dentro de una producción independiente sale más airosa la trilogía Feast (2005-2009) de John Gulager. A Conjuros del más allá se le elogia la pasión del homenaje hacia cintas de horror cósmico que nos deleitaron décadas atrás, pero sin embargo tiene grandes problemas de guión. Y esto se debe a que cita demasiados subgéneros como dimensiones ocultas, monstruos, sectas, científicos locos y hospitales malditos como si fuera un coctel escupido sobre el espectador. Y lo hace de forma bruta y tosca. No se toma el tiempo para hilvanar y darle un mínimo grado de lógica. Ojo, no se pretende solemnidad sino un pedacito de coherencia que sirva para ubicar al cinéfilo que busca deleitarse con la película. Hasta se adjudica la autoridad como para desaprovechar ciertos actores del mundillo del terror o lo excéntrico que aparecen y pasan sin pena ni gloria. Y con ello, me remito al ejemplo de Art Hindle que ha trabajado en Cromosoma 3 de Cronenberg y La invasión de ultracuerpos, o Kenneth Welsh que aquí hace de doctor -dura menos que un suspiro- y es reconocido en Leyendas de pasión o la serie Twin Peaks. Por eso en Conjuros del más allá, las historias individuales quedan inconclusas y por momentos las situaciones quedan forzadas, narrativamente hablando. Si bien Jeremy Gillespie junto a Steven Kostanski -el cdirector- ya cuentan con algo de experiencia en el género de terror y tienen una participación estelar con su corto producido dentro del oscuro y excelente compendio de directores independientes El ABC de la muerte, este producto de menos presupuesto no les hace justicia. En conclusión, Conjuros del más allá ha tenido una importante promoción publicitaria en festivales europeos del palo, pero sólo ha dejado un reguero de detractores y fanáticos del film. Y es una gran decepción para quienes esperan algo interesante desde las tierras del excéntrico y talentoso David Cronenberg.
Un regreso al terror de los 80 Esta película canadiense se vale con astucia de un bajo presupuesto para llevar al espectador al terror bien gore y lleno de látex de la década del 80, aquellos años de efectos especiales de maquillaje y truculencias nunca vistas. Hay elementos de "Reanimator" y "Hellraiser" y, sobre todo, mucho del Lucio Fulci de "L'Aldila", que también, igual que ésta, tiene que ver con un hospital que sirve como umbral a otra dimensión infernal. Pero lo bueno de "The Void" es su ritmo, y al menos durante la primera mitad realmente sorprende por cómo intensifica el clima de suspenso hasta un terror sobrenatural. Hay un sheriff de pueblo con una noche complicada; primero salva a un hombre que se arrastra herido en medio de un bosque, y lo lleva a un hospital donde los pacientes empiezan a enloquecer y se matan entre sí, para luego ver cómo el lugar es rodeado por integrantes de una secta al estilo Klu Klux Klan. Todo sigue de mal en peor, con monstruos tentaculados, médicos locos y zombies deformes. La fotografía es excelente, las actuaciones correctas y algunos efectos especiales vintage son eficaces. "The Void" puede hacer 90 minutos llenos de alegría a los fans del viejo y buen terror analógico.
El hype era enorme; una película cuyos principal referente era el cine de John Carpenter (en especial La cosa, príncipe de las tinieblas y En la boca de locura) mezclado con el terror cósmico del escritor H.P Lovecraft y sumado a unos efectos especiales artesanales. Durante su primera mitad, Conjuros del más allá (cuya traducción tiene es poco un spoiler; The void es mucho más interesante) funciona porque mantiene la intriga por todo lo que ocurre. Hay un grupo de personas encerradas en un hospital y hay una amenaza tanto adentro como afuera. Es en esos primeros momentos en que sus realizadores nos recuerdan por qué los efectos artesanales son mejores que los digitales. Son más creíbles e impactantes y dejan la sensación de que se va a ver algo que está prohibido. Es tal el impacto que logran que terminan superando a los sustos ya vistos en las típicas películas de terror sobre fantasmas/posesiones/demonios que se estrenan semana tras semana. Pero Carpenter y Lovecraft no son la única influencia de esta obra dirigida a dos manos por Steven Kostanski y Jeremy Gillespi –quienes parecen estar metidos en todos los rubros del cine tras haber dirigido también Father’s day en 2011- pues se notan pedazos de Hellraiser de Clive Barker y El más allá de Lucio Fulci. Es este mundo hecho en base a referencias lo que le termina jugando en contra en su segunda mitad. No se hace nada con estos homenajes, son simplemente eso, no tienen ninguna función salvo la de recordarnos cómo se hacían los efectos en otra época. Y quizás sea ese su propósito, tal vez El vacío, que es la traducción del título más cercana, se refiera a lo que hay en tanto tributo/nostalgia por otra época, una simple cáscara que cuando se saca muestra que no hay nada, que se le quitó todo significado a lo que se homenajea, aunque posiblemente ese sea un signo de nuestros tiempos. Aun así mostradas las armas, el impacto pierde fuerza, los personajes empiezan a volverse irritantes (sobre todo el de Ellen Wong que no hace nada) y la historia se vuelve confusa y molesta, cuando por ejemplo en el cine de Lucio Fulci todo era más simple. Pero por sobre todo no se entienden algunos diseños, como si la idea fuera mostrar poco para dejar a la imaginación o no mostrar para que no se vea que se trata de un muy bien hecho muñeco. Justamente una de las cosas que hacía funcionar al cine de los ’80 era ver en su esplendor esos monstruos y aplaudir por lo bien logrado que estaban y por la imaginación que tenían los realizadores, algo que hoy se ha perdido y cuando se hace, como en el caso de esta película, se hace con timidez. The void, o El vacío o Conjuros del más allá termina decepcionando pero no ofendiendo y ojalá termine siendo referente de un cine que no quiere morir por más que no haya nada más que mostrar.
Un culto extraño. Segunda película de la dupla Jeremy Gillespie y Steven Kostanski, The Void prometía ser una mezcla entre dos títulos de Carpenter, Asalto a la Prision 13 y El enigma de otro mundo, aunque no habíamos recaído en que esa mezcla ya existía en otra película del mismo director, El príncipe de las tinieblas, joya oculta en su filmografía, y de la que este film es directo deudor. Un padre y un hijo acribillan e incineran a una mujer a puro alaridos. Corte de plano y pasamos a un policía, Daniel (Aaron Poole), que en una noche de rutina se cruza con un hombre arrastrándose al que cree borracho, pero al acercarse notará que se encuentra herido. Lo llevará a la sala hospitalaria del pueblo, y una vez allí se irá despertando paulatinamente el horror. Una de las enfermeras aparece con la cara desfigurada y asesina a uno de los pacientes; afuera, varios hombres encapuchados con un triángulo dibujado en la cabeza se harán presentes para cercar el lugar y no dejar escapar a quienes se encuentren en ese lugar. En tiempos en los que el digital avanza hasta en detalles absurdos de un modo tan grandilocuente como inverosímil, una película como The Void, con monstruos gigantes hechos con trajes, prótesis, animatronics, y -sobre todo- litros de sangre “real”, se agradece. Gillespie y Kostanski idearon una película que no se detiene casi en ningún momento, tendrá una pequeña meseta entre las primeras dos muertes y las siguientes, pero nada que interrumpa su desarrollo. Observando la filmografía del dúo, tanto la anterior película de ambos Father’s Day como sus trabajos individuales, en especial de Konstanski, se nota que ambos son fervientes admiradores del exploitation clásico de los ‘70y ’80; lo cual en The Void vuelve a quedar demostrado. El homenaje al film de Carpenter queda explícito no solo en la historia de un grupo de personas encerradas, amenazadas por un culto apocalíptico tanto adentro como afuera. Los tonos oscuros, la banda sonora sofocante, el ambiente similar a un western terrorífico, los litros de sangre in crescendo (en esta oportunidad en mucha más cantidad): todo nos hace recordar al gran maestro, tanto que hasta podría haber sido un remake/reboot (de los buenos) de aquella. Con una creación de personajes bien delineada y que se toma el tiempo para otorgarles distintas características, sobre la mitad del film, cuando se incline por el festín sangriento definitivo, el argumento se debilita. Allí donde Carpenter cerraba la historia de modo convincente, aquí esta se enrarece y habrá que prestarle atención para no perdernos, más entre tanto bicho cada vez más deforme y grande. Conclusión: The Void se diferencia del cine de terror actual por intentar volver a los orígenes más arraigados de los ’70 y ’80, su devoción a Carpenter y su bajo presupuesto bien utilizado son elementos que le juegan a favor. Con una historia con algo más de claridad, tendríamos un gran, gran película.
TERROR VINTAGE Una de terror con buenas intenciones, pero con eso no hacemos nada. Lo mejor de está obra del terror canadiense súper independiente es su premisa y su aura ochentosa que, en seguida, nos recuerda a lo mejor de John Carpenter o Clive Barker. Sus directores, los ignotos Jeremy Gillespie y Steven Kostanski, vienen del palo de los efectos especiales y la dirección de arte, y se les nota ese gustito por los monstruos, lo grotesco y las sensaciones más palpables. Hasta ahí, todo bien. “Conjuros del más allá” (The Void, 2017) arranca con una matanza en una cabaña del bosque, un joven que huye del lugar, y pronto es auxiliado por el oficial Daniel Carter (Aaron Poole), que decide llevarlo al hospital más cercano, aunque este está cerrado por reparaciones tras un incendio, y casi todos sus habitantes fueron derivados a otra institución. Allí solo permaneces algunos pacientes, el doctor Richard Powell (Kenneth Welsh), un par de enfermeras –entre ellas Alison Fraser (Kathleen Munroe), la esposa de Carter-, y una joven que está por dar a luz, junto a su padre. El lugar semi abandonado, de por sí, luce siniestro, pero a poco de llegar la dupla las cosas comienzan a complicarse. Un extraño grupo de hombres encapuchados rodean el lugar impidiendo la salida de los presentes. Se ven amenazadores y armados, por lo que Carter decide atrincherarse con los demás a la espera de refuerzos, o de un milagro. Pero adentro no están más seguros, y todo se empieza a descontrolar cuando Beverly, una de las enfermeras, asesina a uno de los pacientes y, tras ser abatida por el policía, vuelve a la vida convertida en una grotesca criatura que devora todo a su paso. La primera parte de “Conjuros del más allá” atrapa por su terror lovecraftiano, la atmósfera de suspenso que va creando, y el desparramo de violencia y gore a la vieja escuela. Intenta evitar los lugares comunes (o al menos los utiliza a su favor) y nos invita a sumergirnos en una trama que promete, desde el vamos, unos cuantos sustos. Pero una vez que empiezan las explicaciones y conocemos la verdad que se esconde tras estos monstruos, la “secta” y el hospital en sí, la historia se empieza a caer a pedazos, un poco por la proliferación de elementos muy reconocibles, y otro tanto por sus delirios metafísicos. Lo que Gillespie y Kostanski consiguen con muy poco: buenos efectos especiales (se nota la artesanía y no el abuso del CGI) y caras poco conocidas, se desploma en la segunda mitad con sobre explicaciones, actuaciones exageradas y un final WFT!? que no ayuda para nada. Aplaudimos el rescate (emotivo) de ese cine clase B de los ochenta que tanto nos gusta, pero no nos podemos quedar sólo en la forma y hacer la vista gorda al contenido. Las buenas películas de terror de 2017 (“Huye”, “La Morgue”, “Fragmentado”) demostraron que se puede ser original (o al menos brillar) con muy poco, así que no hay mucha excusa cuando no sobran los billetes. El terror siempre estuvo relacionado con los bajos presupuestos y supo destacarse de la mano de grandes realizadores como Roger Corman, George A. Romero y el mismísimo Carpenter. Jeremy Gillespie y Steven Kostanski aprendieron bien de estos maestros, pero deben ajustar sus tuercas narrativas: “Conjuros del más allá” no es buena en su conjunto, aunque es un buen comienzo que debe ser tenido en cuenta.
Los protagonistas se encuentran en ambientes cerrados más bien asfixiantes. En un determinado lugar comienzan a suceder una serie de situaciones sobrenaturales y en la que ciertas criaturas extrañas podrían hacer desaparecer a la raza humana. Contiene muchos elementos del género: poca luz, ruidos extraños, largos pasillos, símbolos, violencia, mutilaciones, mucha sangre y es fiel al estilo gore. Tiene algo del cine de John Carpenter. Momentos y situaciones poco creíbles. Ideal para los apasionados del género y las nuevas generaciones.
El enigma de otro mundo Cada vez que se estrena una película como Conjuros del más allá (The Void) es para celebrarlo, más allá de que su resultado no sea del todo satisfactorio. Contra la solemnidad fruncida de cierto cine mainstream de autor, las películas de terror que son conscientes de la tradición de cine a la que pertenecen, y que hacen gala de un desparpajo clase B, a veces son mucho más disfrutables que esos tanques taquilleros desprovistos de humor y alabados por la crítica. Conjuros del más allá es una película canadiense dirigida por Jeremy Gillespie y Steven Kostanski que cuenta con una estética orgullosamente lovecraftiana y un espíritu claramente carpenteriano, y cuya historia transcurre en una sola noche y en un solo lugar (un hospital). De ahí que se haga evidente su conexión con el mundo cinematográfico de John Carpenter, sobre todo con La cosa (1982), en el sentido de que acá también hay pocas personas encerradas en un espacio aislado que tienen que luchar contra una entidad exterior (lo que hace que se convierta en una historia de supervivencia). Pero como ya se dijo, Conjuros del más allá no sólo es carpenteriana sino también lovecraftiana, y el escritor estadounidense H. P. Lovecraft se hace presente en las ambiciosas ramificaciones del argumento, en su estilo sobrecargado y su denso barroquismo místico de horror espacial y ciencia ficción monstruosa, y en la sensación de inseguridad y de oscuridad que transmite. Más allá Y como si esto fuera poco y la trama no fuera demencial, la película se atreve a ir más allá de la mezcla de estos dos mundos (el de Carpenter y el de Lovecraft) y agrega elementos de otros subgéneros del terror, como por ejemplo el de sectas, ya que muestra a unos misteriosos personajes con largas túnicas blancas, al mejor estilo Ku Klux Klan. Conjuros del más allá es una película nacida de la hibridez de subgéneros y del amor por los géneros marginales. Es puro horror cósmico y pesadilla mística clase B. Una verdadera delicia monsteril que luce con orgullo la plasticidad gore y analógica de sus imágenes, como si se tratara más de una película de terror de la década de 1980 que de ahora.
Otro filme más de terror y van...En realidad no es uno más, es peor. Nada de lo que se establece está construido a partir de la aplicación anticipadora del verosímil necesario para este tipo de producciones. La mayor parte de la narración transcurre en un nosocomio donde termina refugiándose un grupo de humanos por la amenaza que viene de afuera, ese afuera que en el cierre da una idea política acabada con los tiempos que corren, y esta es una posibilidad de lectura, pero sólo por su cierre. En medio miles de sucesos incoherentes, toda una sucesión de hechos inexplicables, cambios de registro inexplicables, y transformación de algunos personajes que raya lo ridículo. Por supuesto que no faltan los exabruptos sonoros, que pueden servir tanto para producir sobresaltos en los espectadores, o al menos despertarlos. Tampoco están ausentes las imágenes oscuras, y no hablo de la dirección de fotografía sino de una elección estética donde hay que adivinar que sucede, para que la apertura o la intromisión de la luz de manera imprevista produzca el mismo que el sonido. Digamos que la síntesis publicitaria reza lo siguiente: En un camino apartado, un policía solitario encuentra a un hombre herido y lo lleva al hospital más cercano. Cuando una extraña amenaza le impide salir del hospital, el policía y un grupo de locales se atrincheran dentro, creyendo estar seguros, sin saber que allí se ocultan fuerzas oscuras a punto de desatarse. La película en realidad comienza con una matanza por parte de dos sujetos, uno que no tiene miramientos en tanto el ejercicio de la violencia, y el otro a pesar de sus reparos hace caso a la demanda del otro. Estos personajes reaparecen, y es una de las pocas lógicas que ocurren en el texto. Todo lo demás, traído de los pelos, desde la elaboración de los duelos, hasta la fantasía de la generación de un monstruo durante el embarazo, la elaboración de la culpa y lo que quieras, todo mezclado sin explicación alguna, solo por generación espontánea o para que llegue a una duración razonable para estrenarse comercialmente. El titulo en ingles es “The Void”, cuya traducción literal seria “El Vacio” muy acorde a la ausencia total de algo parecido a un guión o a una idea original. El resto de los rubros técnicos, montaje, escenografía y vestuario esta dentro de los parámetros normales, y las actuaciones da lo mismo, ningún actor, ni siquiera un seleccionado de actores de primera línea, Paul Muni, Sir Lawrence Olivier, Meryl Streep, o quien sea, podrían hacer creíble a los personajes, pues la falla reside en ese guión, el literario, y específicamente los diálogos, superfluos, banales y confusos.
En el marco de un género que entrega formulas repetidas hasta el hartazgo y sustos cada vez menos genuinos, Conjuros del más allá es una bienvenida sorpresa. No es que estemos ante una obra maestra del terror ni mucho menos, pero la película de los debutantes Steve Kostanski y Jeremy Gillespie se vale de herramientas nobles y de un gran sentido del timing para desarrollar muy buenos climas y entregar un producto de indudable pericia y dignidad. El mérito es todavía más grande si se tiene en cuenta que se trata de una producción canadiense de muy bajo presupuesto que seguramente costó una cuarta parte de una hollywoodense. Con una trama simple sobre un grupo de personas atrapadas en un hospital que debe lidiar con una amenaza tanto interna (un paciente que empieza a manifestar síntomas extraños y se vuelve homicida) como externa (los integrantes encapuchados de una secta secreta que merodean desde afuera buscando sangre), la referencia más clara para los realizadores es la de los films de los 80 del gran John Carpenter. Haciendo un buen uso del espacio cerrado como generador de paranoia, al mejor estilo de La cosa y de Asalto al Precinto 13, combinado con la presencia de un mal demoníaco proveniente de las entrañas del infierno mismo (con portales incluidos, propios de El príncipe de las tinieblas y de En la boca del miedo), los directores se encargan de reunir estas referencias de manera tal que la película no parezca una mera copia, sino un auténtico homenaje a una forma de hacer terror casi extinta. Los realizadores confían en la economía de recursos y en el uso de efectos especiales prácticos, sin nada digital; al momento de delinear a los personajes, recurren solamente a lo justo y necesario para entender sus motivaciones y conflictos. Conjuros del más allá respeta la regla de oro de todo buen cine de terror: para producir verdadero miedo, menos siempre es más.
Un policía recoge a un hombre herido y lo lleva al hospital, sin imaginar que está llevando una catástrofe y que será difícil salir de ahí. Cine de terror canadiense, con guiños cinéfilos y una acción atropellada, que acumula sustos y efectos perdiendo eficacia y dejando por el camino ideas prometedoras.
"Conjuros del más allá", una ensalada de terror Fenómenos sobrenaturales, mundos paralelos, zombies, aliens, esoterismo, todo eso en un espacio donde los personajes comienzan a morir de formas extrañas. La superposición de temas da como resultado otro extraño fenómeno en el espectador, algo parecido al vacío. Así podría entenderse el título original del filme, "The Void", de los directores Jeremy Gillespie y Steven Kostanski. Los dos realizadores, con una larga experiencia en varios tanques de Hollywood, rodaron una película que se debilita en su afán de superponer posibles causas para los hechos que narra. Todo comienza con un drogadicto que huye de una matanza en una casa en medio de la nada. Un policía lo rescata y lo lleva al hospital más cercano. Allí están, también en un lugar aislado, el policía, una joven embarazada y su abuelo, una enfermera, tres médicos y un paciente internado. Y los problemas empiezan a los pocos minutos, cuando un grupo de extrañas figuras con capuchas blancas al estilo Ku Klux Klan armadas con puñales rodean el lugar. Amenazados desde afuera, el peligro también está en el interior, con criaturas que parecen inspiradas en la versión de Cronenberg de "El almuerzo desnudo".
Fui absolutamente predispuesto a ver "The Void". Respeto mucho el estilo "indie" que siempre generan Jeremy Gillespie y Steven Kostanski cuando se dejan llevar por sus propias inquietudes (aunque la industria los seduce, porque de hecho trabajaron en el arte de "Suicide Squad", sin ir más lejos) y esperaba con ansias esta peli. Porque hay que decirlo, "Conjuros del más allá", se vende en todos los mercados, como un propuesta de clásico corte estilo 80' , época donde los films realmente eran claramente distinto a la actualidad. Sin embargo, Gillespie y Kostanski se dejan llevar por los aspectos negativos de dichas producciones (la falta de sustento en la trama y enganche con el espectador, elemento que se vueve alarmante en este tiempo donde sobreabundan films berretas del género) y le imprimen a su "The void", un carácter que se va desdibujando conforme se avanza en la historia hasta llevar la cinta a un punto sin retorno, en términos de logros. "The void" (hay que decirlo), arranca bárbaro con la estrategia de instalar la acción en un hospital de un condado casi abandonado. Tenemos un accidente, un policía (Aaron Poole) que da con un hombre herido en el medio de una ruta abandonada, la llegada de ámbos a un alejado centro médico (que está a punto de trasladarse y no posee casi instrumental para tratamiento) y un grupo de personas que estará en el lugar y momento equivocados por esas cosas del destino. Tres mujeres (una embarazada), un anciano y alguna sorpresa más, son quienes estarán involucrados en un evento de naturaleza paranormal que rodeará los límites más bizarros que recuerdes... Podemos anticipar que el hospital será el centro de un asedio extraño (hay una secta, una misión y muchos contratiempos), donde los enemigos vendrán desde afuera y desde adentro, por lo que se necesitará de mucha pericia para poder sobrevivir. Los directores van desenfocando el corazón de la historia con la adición de varios elementos tomados de diferentes clásicos del género y cuando promedia el film, ya sabemos que las sorpresas de último momento no lograrán salvarlo. El problema con "The void" es que cuando llegamos a los 40 minutos de proyección, la tensión decae y el conflicto comienza a incorporar demasiados elementos innecesarios que enturbian la relación que venía construyendose con el espectador. Como si los cineastas hayan sentido la necesidad de reafirmar su pertenencia al indie con muchas ideas transgresoras, sin importar los resultados de tamaña apuesta. Las actuaciones son mediocres, los rubros técnicos están apenas correctos (el maquillador estuvo bien, eso si hay que reconocer) pero lo errático del guión no permite que "Conjuros..." se transforme en un entretenido film de género. Se instala una sensación de que el guión, no sigue la norma “menos es más”y va sumando elementos en una curva incesante, con la clara idea de atrapar al espectador casi por la fuerza, sin nada de sutileza. "The void" ergo, es una experiencia fallida, la cual sólo funciona para fans del gore y aficionados incondicionales del género . El resto debería absternerse, sin dudas.
Para funcionar como fan service en modo de homenaje a los artistas H.P Lovecraft, Clive Baker, Lucio Fulci, entre otros, Conjuros del más allá basa su inicio en el método de kickstarter otorgando a sus directores Jeremy Gillespie y Steven Kostanski una total libertad de plasmar sus sueños en pantalla y satisfacer a los fans del horror sobrenatural. The Void – titulo en inglés- cumple con algunos objetivos pero deja mucho que desear en otros. The Void puede resumirse de esta forma: Refugiados en un hospital el policía Daniel Carter (Aaron Poole), el staff médico constituido por el Dr. Richard Powell (Kenneth Welsh), las enfermeras Allison (Kathleen Munroe), Kim (Ellen Wong) y Beverly (Stephanie Belding) unen fuerzas con los pacientes y dos desconocidos para tratar de vencer amenazas que se presentan dentro y fuera del hospital al estilo de Assault on precinct 13 (1976), The Thing (1982) de Carpenter y Lord of Illusions de Baker. Ahora bien, en esa simpleza que se exhibe en un comienzo, el film, explora conceptos de una forma convulsionada y vaga, es decir que introduce correctamente al público en una situación caótica pero atractiva y a la hora de desarrollar el concepto y permitir que la sala se meta de lleno en la película, Gillespie y Kostanski – también guionistas del metraje- prefieren expandir aún más la mitología y terminan cayendo de un homenaje a otro sin que el público logre entender que desean conseguir realmente. La película empieza con un homenaje a The Thing, Assault on precinct 13 y Lord of Illusions y al finalizar tenemos que sumar The Beyond (1981), Baskin (2015) y los mitos de Cthulhu… o sea: un berenjenal de aquellos. Lo de los homenajes es gracioso, pero el resultado final es un tanto mediocre. Hay que subrayar que The Void cumple en la tarea de efectos especiales; Estos se presentan en su mayoría de forma práctica y adquieren realismo gracias a que su uso recae en la interacción con los actores; Hay sangre, vísceras y tentáculos… lo que los fans pedían, acá lo van a tener: hay gorro, bandera y vincha en efectos prácticos y el departamento técnico da rienda suelta en el asunto. En mención al uso del CGI, se utiliza sólo en situaciones de uso crítico y no genera quejas. The Void logra captar la interacción de efectos prácticos con los actores de manera positiva, ahora bien, si hablamos de las actuaciones en sí estas son un desastre. Los personajes sufren por el guión de Gillespie y Kostanski pero también por la penosa entrega que los actores muestran frente a la cámara. Un caso especial es el de Ellen Wong, Wong se encarga de destruir cada escena con su habilidad actoral, su personaje es absolutamente dispensable – no se engañen… los demás también – y lo único que consigue es lograr ser abucheada por la sala, el resto del elenco sinceramente esta para el olvido y no merecen reconocimiento alguno. The Void funciona como un intento de homenaje a varios directores y autores específicos pero lamentablemente por su guión deficiente, sus actuaciones y los numerosos plotholes que se exhiben en el metraje hacen que esta película sea una experiencia confusa. Si el objetivo era lograr jugar con ciertos elementos de la mitología del horror The Void juega, se divierte pero no llega a anotar.
Fui al cine confiado de las críticas positivas que viene teniendo este film, no leí de que se trataba, no miré tráiler (como ya he dicho no confío en ellos). Me encontré con una película que arranca bien, al punto de dejarme boquiabierto por unos minutos y que empieza a caer en una meseta que no logra salir. De entrada vemos a un cuerpo y alguien que sale corriendo con unos disparos que no lo alcanzan. Promete. Llegamos a un hospital y ahí empiezan las cosas raras. Aparecen unos tipos vestidos de blanco de una especie de secta, empieza lo bueno. Con unos giros inesperados, sigue sumando. Se acaba esta especie de introducción y la película empieza a descender, y no para hasta que uno ya quiere que termine. Actuaciones que están bien, buena fotografía. Buen clima para una película de terror. No es una de esas películas que te genera el “susto” o el “salto” con una musicalización que de repente. La música en esta película ayuda al clima y no al susto fácil. Mi recomendación: La buena ambientación y alguno de los giros interesantes que tiene hace que sume algunos puntos, pero es una película para ver tranqui en casa.
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