Frágil coraza. Lo más disfrutable de Cuando dejes de quererme (2018) es recorrer la investigación junto a los protagonistas. A través de flashbacks descubriremos quién fue en verdad el padre de la protagonista y también algunas verdades; marca el complejo panorama del País Vasco de 30 años atrás con la Guardia Civil, la represión franquista y ETA, juega bien las piezas del thriller y destila una dulce tristeza que encaja de manera natural con el alma de esta mujer que está siempre a la defensiva. Laura (Flor Torrente) es una joven argentina que vive en Bs. As. junto a su padrastro Fredo (Eduardo Blanco). Ella y su madre se marcharon, luego de ser abandonadas por su padre. Pero un buen día recibe una llamada desde España, en donde le comunican que el cuerpo de su padre acaba de ser encontrado enterrado en un bosque cercano. Las pruebas forenses indican que Félix Careaga (Eneko Sagardoy) murió hace más de 30 años asesinado. Laura decide volar a España para enterrar a su padre, acompañada por Fredo. En su viaje conoce a Javier Egoskue (Miki Esparbé), agente de seguros, que comunica a Laura la exis¬tencia de un seguro de vida firmado por su padre. Egoskue, intrigado por la historia del asesinato y atraído por Laura, emprenderá junto a ella y Fredo una particular investigación para descubrir quién acabó con la vida de Félix Careaga. Igor Legarreta es el director de esta coproducción argentino-española, en la que se destaca por la dirección de actores y la fotografía, no así el guion que desde el comienzo presenta dificultades por pecar de incongruente, con más de una casualidad, lo que no es positivo y auspicia un film predecible a pesar de la buena interpretación de Flor Torrente y de la dulzura y tristeza que transmite su mirada angelical. El personaje del talentoso Eduardo Blanco otorga simpatía, aunque en ciertos momentos realiza chistes que nos descolocan más de lo que divierten, puesto que desentonan con el dramatismo, en todo caso, este es un problema de los guionistas y no de su excelente desempeño. Sin embargo, la intriga está presente, enfatizada con la música y flashbacks, logrando de manera liviana confundirnos por ciertos momentos y esto sí es positivo, puesto que un policial debe precisamente despistar con mentiras, información incorrecta y pistas falsas hacia el espectador. Logra un acierto al desarrollar la historia de amor desde un lugar secundario y que funcione de todas maneras. Todo viaje, en definitiva, nos hace redescubrirnos, las piezas se mueven y acomodan nuestra vida con la renovación; un bello mensaje que nos llevamos está relacionado con el final que, para mi sorpresa, sí es impredecible y con el nombre del film que si te despertó curiosidad entonces deberás ver la película para enterarte...
“Cuando dejes de quererme”, ópera prima del español Igor Legarreta, es una coproducción entre Argentina y España, que se centra en la figura de Laura (Florencia Torrente), una joven nacida en el País Vasco pero que de pequeña se mudó a Buenos Aires debido a que su padre la abandonó junto a su madre. O al menos eso era lo que creía hasta que el cuerpo fue descubierto. Al enterarse de este asesinato ocurrido hace 30 años, decide volver a España junto a su padrastro (Eduardo Blanco) para investigar quién mató a su papá y por qué. La película mezcla varios géneros, algunos con mejores resultados que otros. El policial es aquel que más se destaca, debido a que el film logra manejar muy bien el clima de suspenso y la investigación policial, manteniendo atrapado al espectador y confundiéndolo por distintos rumbos. Asimismo, la resolución no es obvia ni predecible, dejando una buena sensación en su cierre. Por otro lado, también está presente el romance, el cual está bastante bien desarrollado, se lo siente ameno y creíble, pero no deja de caer en algunos clichés de este tipo de historias. Por otro lado, existe cierta importancia sobre el trasfondo político y social de una época particular de España, con la Guardia Civil, la represión franquista y ETA, que podrá alejar un poco a aquellos argentinos que no tengan tan presente ese período o no estén muy familiarizados con el mismo, ya que, al ser una coproducción con España dan por sentados los hechos o las facciones que se encontraban en ese momento. El elenco se encuentra muy bien en sus roles, sobre todo Florencia Torrente como la protagonista, que lleva una carga dramática particular. Eduardo Blanco, por su parte, funciona como el cómic relief de la trama, que si bien sirve para descontracturar, algunos chistes sacan al público del clima de suspenso, debido a que se sienten un poco forzados. Miki Esparabé termina de conformar este trío investigador como un asesor de seguros y es la pata romántica de la historia, realizando una buena labor, al igual que el resto del elenco español que le aportan misterio al relato y sirven como posibles sospechosos del asesinato. Los aspectos técnicos son correctos, con una ambientación y fotografía que ayudan a generar el clima deseado para que se desarrolle una historia policial de misterio. En síntesis, “Cuando dejes de quererme” es un policial efectivo que se nutre de otros géneros, que por momentos lo enaltecen y por otros lo perjudican al caer en lugares comunes o forzar las situaciones cómicas cuando predomina la seriedad. Con personajes intrigantes, idas y vueltas, y un clima propicio, el espectador se verá atrapado dentro de esta atractiva historia que habla de distintos amores y lo que cada uno de ellos está dispuesto a hacer por ese amor.
Una coproducción argentino española que aborda los vínculos familiares alterados a partir de un descubrimiento que lleva la acción desde el 2002 hacia 1968. Laura -Flor Torrente en un auspicioso debut- vive en Buenos Aires con su padrastro Fredo -Eduardo Blanco- cuando un llamado desde España le asegura que su padre Félix Careaga -Eneko Sagardoy- apareció enterrado en un bosque y con una bala en la cabeza. Cuando dejes de quererme es un thriller pero no deja de ser una historia de amor entre padres e hijos que impulsa a los personajes centrales hacia una travesía a Bilbao para averiguar qué es lo qué verdaderamente ocurrió. Laura vuelve a sus raíces para investigar y esparcir las cenizas de su padre, y en su espinoso camino, ambos se toparán con Javier -Miki Esparbé-, un agente de seguros que les brinda información útil sobre Félix. El clima de intriga y misterio convive con una historia de amor solapada que se desarrolla lentamente a espaldas del horror. Por momentos, el relato se vuelve laberíntico por la cantidad de personajes secundarios que intervienen -con puntos de vista engañosos- y por la información presentada a modo de flashbacks. Todo el andamiaje del filme pasea por el panorama del País Vasco treinta años atrás, la represión franquista y la ETA. El director Igor Legarreta entrega una película de climas oscuros con un complejo entramado familiar en el que el pasado pisa fuerte para poder resolver un crimen que aparentemente no tiene respuestas. Eduardo Blanco es una pata destacada porque descomprime la tensión con los remates justos, colocando humor en una trama dominada por la oscuridad. Por su parte, Flor Torrente recorre con Laura, un camino de transformación que la lleva de la ingenuidad a ser una mujer de fuertes convicciones. El filme cumple con su objetivo, acumula una lista de sospechosos y pistas, brindando un buen pasatiempo.
Padre nuevo, padre viejo Toda la vida que Laura recuerda fue en Argentina, tierra a la cual llegó con su madre y siendo apenas una niña de cuatro años, cuando fueron abandonadas por su padre. Aquí rehicieron sus vidas, y Laura fue criada por otro hombre que la ama como a una hija. Ella nunca tuvo relación con la familia paterna y apenas recuerda esos años, pero décadas más tarde viaja de inmediato para participar del funeral cuando recibe la noticia de que el cadáver de su padre fue encontrado en las cercanías del pueblo. Allí se entera de la teoría policial de un hecho ya prescripto y que por lo tanto nadie tiene motivos para resolver. La historia oficial no cambia demasiado: el hombre planeaba fugarse del pueblo, pero fue asaltado y asesinado en las afueras para quitarle el dinero que acababa de sacar de la cuenta familiar. Parece un caso cerrado y Laura ya está por volver, pero se ve obligada a cuestionar la historia que todo el mundo creía como cierta cuando descubre un seguro de vida contratado pocos días antes de la desaparición, develando una trama mucho más compleja. De etarras y fascistas La intriga propuesta por Cuando dejes de Quererme es interesante y la resolución del misterio no decepciona, pero el problema es todo lo que pasa en el medio y cómo se llega a esa respuesta. Cada avance que logran para acercarse a la verdad suele ser más por coincidencia que por deducciones acertadas de los indicios que van encontrando, y pocas de las acciones de los personajes tienen mucho sentido, quizás porque nunca se toman el tiempo de desarrollarlos como para justificar lo que están haciendo. Parecen indecisos sobre lo que pretenden contar, demorando demasiado en sumar datos a la trama policial, sin usar ese tiempo para profundizar el drama familiar ni desarrollar la ya de por sí innecesaria historia de amor (obvia desde la primera aparición de quien será el interés romántico de Laura). No colabora un elenco con poco brillo, donde hasta el siempre correctoEduardo Blanco tiende a quedar fuera de tono, aunque sea el más sólido de los tres roles principales. Mientras tanto, la mayor parte del tiempo es difícil entender qué siente o piensa Laura (Florencia Torrente) detrás de esa máscara imperturbable que solo se quita para estallar o porque el joven agente de seguros local la sigue a todos lados como perro faldero, perdidamente enamorado de una persona con la que no cruzó más que unas palabras. Recién durante los últimos minutos de Cuando dejes de Quererme todo repunta, recibiendo de golpe toda la información que hasta entonces estaba oculta, pero también eso termina siendo poco relevante porque ya a nadie parece importarle realmente cómo ni por qué murió el padre de Laura. Nada cambia cuando descubren cómo fueron sus últimos días. Ni siquiera la reconstrucción de una época, donde la ETA comenzaba a enfrentarse al franquismo, llega a tomar suficiente fuerza como para darle volumen a una historia que muestra tener mucho potencial desaprovechado.
Una ópera prima de Igor Legarreta con guión de Javier Echániz, Asier Guerricachebarría e Ion Iriarte, es un policial bien plantado, con una intriga que atrapa desde un comienzo, que ubica la acción en el 2002, pero que se retrotrae a un crimen que se cometió mucho tiempo atrás, en la época franquista y con la ETA en actividad. Una joven y su padrastro tiene que hacerle frente a una noticia que hace tambalear sus vidas: el padre biológico de ella, nunca la abandonó como creyó toda la vida, sino que fue asesinado y su cadáver enterrado en las afueras de su pueblo. Entre flashbacks constantes que nos llevan desde la época actual al pasado, la intriga tiene las suficientes vueltas de tuerca como para atrapar al espectador y evitar que se adivine la verdad antes de tiempo. Pero además hay una cuota de humor para aliviar tensiones, un poco de absurdo y una historia de amor en segundo plano pero eficiente. Protagonizan el film Flor Torrente dueña de un rostro y una sugestión que la cámara ama, Miki Esparbé, Eduardo Blanco en un elenco compacto, bien elegido. Más de una muerte, suspenso, intriga, todos los elementos del género, están bien dosificados y el film se transforma en un entretenimiento que no decae y además muestra lugares de gran belleza .
“Cuando dejes de quererme”, de Igor Legarreta Por Marcela Barbaro La ópera prima del director vizcaíno Igor Legarreta, ofrece un thriller co producido entre Argentina y España, que pone en juego una historia familiar donde la investigación policial, el drama y el romance, se entrelazan para develar un crimen cometido en tiempos del franquismo, la guardia civil y la ETA. A través de un flashback que comienza en el 2002 y se remontará a 1968, con idas y vueltas en el tiempo, Laura (Flor Torrente) una joven que vive en Buenos Aires junto a su padrastro Fredo (Eduardo Blanco) recibe una llamada desde España, donde le comunican que hallaron el cadáver de su padre, Félix (Eneko Sagardoy), al que consideraban desaparecido. Ella y Fredo viajan hasta al país vasco donde la investigación reveló que fue asesinado hace treinta años. Al tiempo que se reencuentran con los familiares de su padre, aparece un agente de seguros, Javier Egoskue (Miki Esparbé), que le comunica sobre la existencia de un seguro de vida que dejo su padre. La atracción de Javier por Laura, los hará unirse junto a Fredo en una búsqueda que los llevará hasta la verdad. Cuando dejes de quererme responde a la estructura narrativa del policial basado en descubrir el whodunit (¿Quién lo hizo?), donde el enigma forma parte de la trama principal, de la que se abren distintas pistas que funcionan para trabar y alargar la disolución del conflicto. Algunas piezas sueltas funcionan para mantener cierta dosis de suspenso hasta el final. En éste caso, el hallazgo del cuerpo deriva en el viaje como sinónimo de búsqueda interior a través de los lazos afectivos que movilizan a Laura con su infancia. Un recurso habitual en el cine, que permite saldar deudas pendientes con el pasado y cicatrizar heridas. Legarreta construye un relato de estructura cíclica, que responde al proceso vital y moralmente “aleccionador” para la protagonista (sigue sin convencerme el trabajo actoral de Flor Torrente), bajo un guion que presenta cierta confusión, y abunda en las explicaciones lógicas sobre las hipótesis del crimen. Por otro lado, el contexto histórico que nos sitúa en aquellos años oscuros de represión y crímenes políticos, se mezcla con el tono liviano que le brinda el personaje de Fredo (muy bien Eduardo Blanco haciendo de tano), que recurre a chistes y ocurrencias en medio de estos sucesos, desentonando con la orientación de la película. Lo mismo sucede con la historia de amor predecible y efectista. Cuando dejes de quererme, título que devela su intencionalidad hacia el final, logra sostener cierto clima de intriga invitando al espectador a ser partícipe de la investigación junto a los protagonistas, quienes hacen lo que pueden por sostener una película nada sugerente que sufre desvíos y opta por lugares comunes. CUANDO DEJES DE QUERERME Cuando dejes de quererme. Argentina/España, 2018. Dirección: Igor Legarreta. Guion: Asier Guerricaechevarría, Jon Iriarte, Javier Félix Echániz. Intérpretes: Eduardo Blanco, Flor Torrente, Miki Esparbé, Joaquín Climent y Antonio Dechent, Eneko Sagardoy, Kandido Uranga, Josean Bengoetxea, Itziar Aizpuru, Mario Pardo. Música: Lucio Godoy/Fotografía: Imanol Nabea. Duración: 101 minutos.
El miedo a sufrir Cuando dejes de quererme (2019) es una coproducción española argentina dirigida por Igor Legarreta, dentro del género de la intriga policial y con un estilo comparable a Contratiempo (Oriol Paulo, 2017). Dos muertes marcan un doble comienzo para esta película y a su vez en la vida de Laura (Florencia Torrente). Su padrastro Fredo (Eduardo Blanco) muere en un hospital y deja una carta que nos introduce en un flashback hacia el momento del descubrimiento de la muerte de su padre biológico años atrás. En ese pasado descubrimos el verdadero misterio sobre la muerte del padre de Laura y transitamos con ella este camino policial y a su vez personal, este hombre al que presumía desaparecido y por el que creía haber sido abandonada, siempre estuvo muerto y enterrado en las cercanías a su hogar; y su padrastro, a quien siente más cercano, la acompaña en un viaje a desenmarañar la incógnita. Allí se desenvuelven la doble causal de las películas más clásicas, el conflicto central y el interés romántico con un agente de seguros llamado Javier Egoskue (Miki Esparbé). En las temáticas que circulan a través del relato se encuentran la hostilidad de la soledad y los vínculos familiares. La película es sencilla y cuenta con actuaciones muy agradables. Avanza con autoconciencia de que no es muy profunda y apunta a un objetivo claro: ser entretenida y manejar un buen nivel de suspenso. Lo logra y no mucho más.
Una coproducción entre Argentina y España nos cuenta la historia de Laura, una chica de Buenos Aires, muy bien interpretada por Flor Torrente, que al recibir la noticia de que encontraron el cuerpo de su padre biológico en España, Bilbao exactamente, decide viajar junto a su padrastro Fredo (Eduardo Blanco)para saber qué ocurrió. Laura vive con su fragilidad y dureza este viaje donde transitará por las relaciones, el amor y la historia de su padre biológico,Félix Careaga (Eneko Sagardoy) del que no sabía nada hace treinta años. La película comienza a sumergirnos lentamente en un thriller contada por distintos personajes, atravesando las oscuras épocas de España, con diferentes giros,(quizá muchos), pero muy bien logrados. La dupla actoral es sin dudas acertada, Flor Torrente se luce envuelta en una falsa armadura tratando de no dar ningún paso en falso y Eduardo Blanco logra que no podamos resistirnos a disfrutar de esos momentos de humor y sensibilidad. Destaco la fotografía que aprovecha cada lugar donde suceden los hechos de manera maravillosa y la dirección de Igor Legarreta, en su ópera prima. Un interesante viaje, repleto de hermosas imágenes, donde el humor y los romances no distraen la verdadera búsqueda. https://www.youtube.com/watch?v=L2j8YKY7y9E ACTORES: Eduardo Blanco, Florencia Torrente. Joaquin Climent, Miki Esparbé. GENERO: Policial , Drama . DIRECCION: Igor Legarreta. ORIGEN: España, Argentina. DURACION: 102 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años con reservas FECHA DE ESTRENO: 06 de Junio de 2019 FORMATOS: 2D.
La ópera prima del director español Igor Legarreta es una coproducción con nuestro país que cuenta con un prolijo debut como protagonista de Florencia Torrente. Laura (Flor Torrente), es una joven española que vive en Buenos Aires con su padrastro Fredo (Eduardo Blanco). Llegó a Argentina de niña junto a su madre, hoy fallecida, la cual decidió en aquel entonces irse del país vasco por ser, supuestamente, abandonadas por su esposo. La trama comienza a activarse cuando Laura recibe una llamada, desde España, en la que le informan que el cuerpo de su padre ha sido encontrado en un bosque cercano. Las pruebas confirman que fue asesinado hace más de 30 años de un disparo en la nuca. Entonces decide viajar junto a Fredo para cumplir el último deseo de su madre esparciendo sus cenizas en su tierra natal y de paso descubrir qué pasó realmente con su progenitor. En España conocerán a Javier (Miki Esparbé), un agente de seguros, que les comunica la existencia de un seguro de vida firmado por su padre pocos días antes de morir. Este detalle de la fecha desata en ellos una investigación para descubrir quién es el asesino. Podría decirse que el film es un thriller policial, donde el relato avanza mientras descubren pistas, aunque la mayoría de ellas están muy agarradas de los pelos y la unión de los cabos sueltos son bastante inverosímiles. Quizás sea esto lo que genere en toda la película diálogos explícitos, evitando que el espectador piense por sí mismo. Florencia Torrente desempeña su papel con soltura y sobriedad, manejando más aciertos que pasos en falso en su interpretación y logrando un creíble y ameno vínculo familiar con el personaje de Fredo. Si bien Eduardo Blanco lo ejecuta excelentemente, se deja ver la ausencia de la mano del director por sobre él, pues Fredo es a Eduardo Blanco como este es al personaje. Ese registro extraño para el tono general sumado a un guion que utiliza al actor para revertir escenas sombrías con situaciones cómicas, más que aligerar el drama nos descoloca. La película no fuerza la subtrama de amor entre Laura y el vendedor de seguros aunque, quizás, tanta “sutileza” sostenida puede que le juegue en contra al incluir todos los clichés juntos en la escena que sucede en el andén, donde puede verse un fuerte guiño al film El secreto de sus ojos. Tres cosas a observar: hay un contexto social y político dentro de la historia del asesinato del padre, donde los guionistas hacen alusión a la Guardia Civil, la represión franquista y la ETA. Decisión que quizás podría alejar a les espectadores argentinos que no estén familiarizados con la época, ya que en el film dan por sentado los hechos. También sobresalen menciones al culto católico y su moralina que atrasa y, para cerrar, los únicos dos personajes de género femenino secundarios, que aparecen en la trama, se reducen a una monja y una trabajadora sexual. En el cine hay una cierta tendencia de anteponer el entretenimiento por sobre la reflexión, escribiendo guiones en los que predominan la ausencia de subtextos, por ello Cuando dejes de quererme es entretenida.
Laura vive con su padrastro. Cuando era chica su madre la trajo desde España luego de que el padre las abandonara. Un día Laura recibe el llamado donde le informan que han encontrado muerto a su padre en un bosque y que al parecer murió hace 30 años de un disparo en la nuca. Por Bruno Calabrese. “Cuando dejes de Quererme” es una coproducción entre Argentina y España. Cuenta la historia de Laura (Florencia Torrente), una joven nacida en el País Vasco pero que de pequeña se mudó a Buenos Aires. Su padre la abandonó junto a su madre, o al menos eso era lo que creía hasta que el cuerpo fue descubierto. Al enterarse de este asesinato ocurrido hace 30 años, decide volver a España junto a su padrastro (Eduardo Blanco) para investigar quién mató a su papá y por qué. Volcado al género policial, el film logra manejar muy bien el clima de suspenso, manteniendo expectante al espectador con algunas vueltas de tuercas interesantes. Con un final poco predecible la película logra sorprender al espectador. Más allá de que el film en algún momento se vuelca por el romance, el cual no parece muy bien desarrollado y termina quedando perdido dentro de la trama, sin poder dejar de lado algunos clichés de este tipo de historias. El trasfondo político y social de la época de España en donde se desarrolló el crimen a investigar le da credibilidad y realismo a la historia. La presencia Guardia Civil, la represión franquista y ETA juegan un rol importante como atractivo extra, sobre todo para los que están familiarizados con los sangrientos sucesos en la España de Franco. Florencia Torrente se luce como la protagonista, pasando de la ingenuidad inicial a convertirse en una mujer fuerte ante los golpes que va recibiendo cuando más se mete en el oscuro entramado que se esconde detrás del crimen de su padre. Eduardo Blanco sobresale en el rol del padrastro que trata de romper el clima a través de chistes, a veces de manera forzada e incómoda, pero que funciona gracias al carisma del actor y a la ternura que despierta el personaje. El trío se complementa con Miki Esparabé, como el asesor de seguros que aporta datos relevantes para la investigación y se suma a la misma por la atracción que siente hacia Laura. La fotografía de España es impecable, así como la ambientación que aporta la iluminación y la gama de colores en la que fue filmada la película. Cada plano está muy cuidado y se nota la obsesión del director por cada detalle en las escenas. Como por ejemplo, la acertada elección del director en la utilización del color rojo del tapado de Laura hace que ella cobre relevancia por sobre su entorno, y siendo una metáfora adecuada para cada estado de ánimo de la protagonista. “Cuando dejes de quererme” es un thriller policiaco ideal para los amantes del género. Con un ritmo sostenido que mantiene en vilo al espectador, gracias a los giros narrativos que confunden y generan intriga hasta el final. Un auspicioso debut como director de Igor Legarreta que obliga a seguir prestando atención a la carrera del cineasta español. Puntaje: 80/100.
La primera película que dirige Igor Legarreta (guionista de la película “Autómata”), es una coproducción entre Argentina y España protagonizada por Florencia Torrente. En esta historia, ella interpreta a una joven argentina de vida bastante tranquila y solitaria, siempre con una coraza a puestas, hasta que ésta se ve irrumpida por una noticia que modifica gran parte de su historia: el padre que creyó que la había abandonado acaba de ser encontrado, muerto hace treinta años a causa de una bala en la cabeza. Entonces ella, junto a su padrastro interpretado por Eduardo Blanco, viajan a España y se encuentran sumergidos en una investigación que va desplegando aristas cada vez más extrañas y oscuras. “Cuando dejes de quererme” es un policial en el cual, claro, vamos descubriendo junto a su protagonista la historia oculta detrás del asesinato de su desconocido padre. Allí la trama cuenta con un fuerte trasfondo político, al hablar de una época sobre la represión franquista y la ETA. Pero más allá de ser una película de género el director, junto a los guionistas Javier Echániz, Asier Guerricaechebarría y Jon Iriarte, intentan imprimirle un tono entre tierno y simpático, algo que funciona en gran parte pero a veces se siente impostado y fuera de lugar, en especial con lo que tiene que ver con algunas líneas de diálogo que salen de la boca de Eduardo Blanco. Además de reflejar esta historia de amor entre padre e hija (un padre que no por no ser biológico es menos padre), aparece por ahí un interés romántico para su protagonista pero resulta un acierto que éste no cobre demasiado protagonismo. En cuanto a la línea narrativa sobre la investigación, el film presenta algunas vueltas que parecen forzadas, pistas que se descubren de manera casi azarosa. En cambio, a la hora de desarrollar personajes apuesta a una sutileza que le juega a favor, haciendo que las mejores escenas sean las más intimistas. Con una trama interesante y un puñado de buenas interpretaciones (Flor Torrente logra aportar dulzura a su personaje de una manera bastante sutil, Eduardo Blanco –aún con algunos desaciertos del guion para con su personaje- no desentona y también logra lucirse Miki Esparbé como el cómplice e interés romántico, aunque quizás le falta un poco de desarrollo a su personaje), “Cuando dejes de quererme” falla en esa especie de indecisión que parece tener en cuanto al tono. Por momentos oscura, más romántico, melodramática, con algunos pasos de comedia que descolocan. Estamos ante un film modesto y discreto. Una buena ópera prima a la que un mayor pulido en el guion podría haber elevado. Un guion que construya con mayor cuidado la compleja trama policial y que logre definir un tono. No deja de todos modos de ser una película interesante e imprevisible.
Laura (Florencia Torrente) creyó durante toda su vida que su padre las había abandonado a ella y a su madre, hasta que un día se entera de que en el País Vasco se encontraron los restos del hombre. Su desaparición no se había debido a la huida con otra mujer, sino a que había sido asesinado de un tiro en la cabeza. Este es el punto de partida de Cuando dejes de quererme, que utiliza la estructura clásica de un policial para contar el drama de una mujer que busca saber la verdad sobre su propia historia familiar. Esa búsqueda la lleva de Buenos Aires a España, la tierra de sus padres. Ahí emprende una investigación que a medida que avanza va teniendo nuevas pistas y sospechosos, con permanentes giros que pretenden -y no siempre lo logran- sorprender al espectador. No se puede decir que la opera prima del vasco Igor Legarreta tenga entre sus virtudes el riesgo o la innovación. Al contrario, el director eligió caminar sobre el transitado sendero del whodunit, donde la intriga es quién fue el asesino. La diferencia con la aventura detectivesca tradicional es que aquí el crimen sucedió 35 años antes del 2002, año en que sucede la acción. Por ese motivo, hay permanentes flashbacks hacia ese hipotético pasado, construido a medida que el trío de investigadores hace sus conjeturas. Para agregar un poco de confusión, en realidad todo transcurre en un pasado cercano: en el presente, Laura está recordando esa pesquisa luego de la muerte de su padrastro (Eduardo Blanco). La dupla que forman Torrente y Blanco son el hallazgo de la película. La hija de Araceli González sorprende con su naturalidad; él, rara mezcla de Darín y Capusotto, es el encargado de dar el alivio cómico a lo que de otro modo se habría convertido en un canto a la solemnidad (porque también entra en juego, de refilón, la ETA y la dictadura de Franco). Hay química entre los dos, y sobre esa columna vertebral se sostiene Cuando dejes de quererme.
Mucha información, demasiados giros en la trama para desorientar al espectador y unos cuantos cambios de registro. Con todo ese lastre carga esta ópera prima del bilbaíno Igor Legarreta, protagonizada por una joven (Flor Torrente) que viaja con su padrastro (Eduardo Blanco) desde la Argentina hasta el País Vasco para reconstruir la confusa muerte de su padre biológico, producida en el asfixiante entorno de la dictadura de Franco. Tanto peso no permite que la película, planteada mayormente como un thriller con varios enigmas que se van resolviendo gradualmente -algunos de manera forzada y poco verosímil-, avance con la fluidez necesaria. El añadido de una prototípica historia amorosa y algunos pasajes de humor más bien ramplón destinados a escaparle a la solemnidad tampoco encajan del todo en el contexto de un relato que sobrevuela una multiplicidad de temas (intrigas familiares, relaciones con las actividades políticas de la ETA, trampas de la Guardia Civil española, la trabajosa investigación de un crimen) sin profundizar en ninguno y termina recurriendo a una larga sucesión de flashbacks para vincularlos. El compromiso de un elenco solvente y muy compenetrado con su trabajo es la fortaleza más visible de un film cuyo guion, empeñado en mantener los misterios hasta el epílogo, acaba por conspirar contra el ritmo narrativo y restar eficacia.
Ópera prima de Igor Legarreta, coprotagonizada por Eduardo Blanco, en la que seguiremos a Laura (Florencia Torrente), una mujer que se enfrentará ante una verdad irreversible sobre su pasado e identidad. La actriz deslumbra en un film opresivo, agobiante, con una interpretación que la posiciona como una de las actrices referentes de su generación.
En la búsqueda de la verdad Cuando Dejes De Quererme es un thriller policial que constituye el debut en solitario como director de Igor Legarreta. Coproducido entre Argentina y España, el guión corre por parte de Javier Echániz, Asier Guerricachebarría y Jon Iriarte. El reparto incluye a Florencia Torrente (siendo éste su primer rol protagónico), Eduardo Blanco, Miki Esparbé, Eneko Sagardoy, Joaquín Climent, Antonio Dechent, entre otros. La historia gira en torno a Laura (Flor Torrente), una joven que fue criada por su padrastro Fredo (Eduardo Blanco) y su madre Elvira, la cual falleció hace cinco años. Nacida en España pero instalada en Buenos Aires, Laura recibe una llamada desde el país vasco que la desconcierta ya que le informan que el cadáver de Félix Careaga (Eneko Sagardoy), su padre biológico, ha sido hallado bajo tierra en un bosque. Según las pruebas forenses, Félix fue asesinado hace más de 30 años de un disparo en la nuca. De acuerdo a lo que le contó su madre, Laura siempre creyó que de chica su padre la abandonó y por eso nunca lo volvió a ver. Debido a esta nueva información, Laura viajará junto con su padrastro a España y tratará de resolver el misterio alrededor del crimen de su progenitor. Con una ambientación lúgubre que concuerda con la temática de la cinta, Cuando Dejes De Quererme desde el vamos nos presenta un relato lleno de intriga en el que da ganas de, a la par de Laura, descubrir qué es lo que le ocurrió a Félix en el pasado. Una amante peluquera, varios hermanos, un retiro de una gran suma de dinero del banco, cartas y un seguro de vida son las primeras pistas que le permiten a Laura y Fredo, junto al enamorado agente Javier (Miki Esparbé), empezar a armar diversas hipótesis que serán representadas a través de flashbacks. Aunque la cinta logra mantener el interés en su mayoría, es a medida que avanza el metraje cuando el guión se va enredando cada vez más y más. Esto inevitablemente genera una mezcla y confusión dentro de la cabeza del espectador, dándole al filme una complejidad rebuscada que en este caso se vuelve muy innecesaria. A su vez, las personas que vayan a ver este filme sin tener mucho conocimiento de la dictadura franquista y la organización terrorista ETA (Euskadi Ta Askatasuna) no podrán seguir fácilmente el hilo de la historia. En cuanto a las actuaciones, se nota que a Florencia Torrente le falta bastante para otorgar escenas dramáticas que sean convincentes. No obstante la actriz hace una buena dupla con su padrastro interpretado por Eduardo Blanco, el cual aporta una cuota de humor que funciona para descontracturar en el momento justo. A pesar de que el guión está lejos de ser perfecto ya que utiliza varias coincidencias a su favor para revelar nuevos datos, tal como la aparición de un personaje secundario que sabe algo en el momento justo, Cuando Dejes De Quererme funciona gracias a la atmósfera construida, su premisa interesante, la música y su fotografía. No será de los mejores policiales pero definitivamente se deja ver.
El (des)amor al padre: En la Buenos Aires del presente, Laura despierta en medio de la noche, sentada en una silla en un hospital. Su padrastro ha muerto, y antes de dejarle su abrigo a una religiosa para los más necesitados, encuentra en el bolsillo una carta de él dirigida a ella. La lectura de la carta, con la voz en off del padrastro diciéndole que tiene que contarle algo cuanto antes, relacionado con la llamada que recibió desde España en el año 2002, construye la película como un gran flashback. En ese entonces, su tío materno Martín (Kandido Uranga) le anunció que habían encontrado el cadáver de su padre biológico en un bosque en las cercanías de Durango (País Vasco), enterrado y con un balazo en la cabeza. Este es el comienzo de Cuando dejes de quererme (2018), ópera prima del realizador español, Igor Legarreta. A partir de ahí el espectador será testigo de la investigación que tanto Laura Careaga (Flor Torrente) como su padrastro Fredo (Eduardo Blanco), emprendieron para dar cuenta de las circunstancias del asesinato de Félix Careaga (Eneko Sagardoy), hasta la revelación final, nuevamente en el presente, con el cierre de la carta. La madre de Laura falleció hace 5 años. Lo versión sobre su padre que tuvo durante toda su vida fue que había abandonado a su madre y a ella cuando tenía 3 años y que estaba desaparecido. La aparición de su cadáver, treinta y tres años después, puede cambiar la versión que Laura tenía de él y muy especialmente cuando sepa que su padre había contratado un seguro de vida (cuya beneficiaria pasa a ser ella), prueba de que sabía que iba a morir pronto. ¿Quien mató a Félix Careaga? Félix fue asesinado en el año 1968, época de guerra civil entre las fuerzas del General Franco y la guerrilla separatista. A la vez, salen a la luz pasiones amorosas ocultas. Cada miembro del entorno familiar deviene sospechoso a medida que se desnuden esos secretos del pasado que estaban enterrados. La costumbre vasca de usar amuletos contra el mal, el paisaje vasco cubierto de neblina, la atmósfera de pueblo chico en el que todos se conocen y la arquitectura gótica del convento siembran un aura misteriosa e inquietante, adecuada para el tono del clásico policial de enigma. La puesta en escena identifica a Laura con un tapado color rojo, situándola en el lugar de quien padece las distintas revelaciones, lo cual llega a su clímax dramático en la escena de la lluvia, cuando el pasado le devuelva la imagen de un padre poco amable y frágil en cuanto a sus principios éticos y morales. La recreación de las distintas hipótesis, yendo más atrás en el tiempo hacia los años 60, es apropiada en lo que hace al vestuario, las locaciones y el tratamiento del color, dando cuenta de lo añejo, nostálgico y oscuro de aquellos años. La trama policial mantiene el suspenso a partir de la intriga y sus reveses, donde el acierto es no terminar de revelar totalmente la incógnita hasta llegado el final, aunque por momentos, con tantas idas y venidas, puede llegar a marear al espectador. Aquí funciona con acierto la escena en clave paródica donde Fredo, jugando al detective, realiza el esquema de los sospechosos en el pizarrón ordenando la información y las teorías al momento. Los pasajes de humor son aportados también por Fredo cuando oficia de casamentero en el romance entre Laura y el agente de seguros (Miki Esparbé), porque lee sus destinos cruzados entre Buenos Aires y Durango como una predestinación. Esta trama solo funciona al servicio de matizar los momentos de tensión, sin aportar mucho más. El policial de enigma es aquí un modo de acercarse a la cuestión del enigma; no del asesinato del padre sino de su goce. Esta linea narrativa es el corazón de la película y la más interesante. En apariencia, Fredo sería quien sostuvo el rol del padre para Laura, mientras que Félix habría sido un padre cobarde que la ha abandonado, pero como siempre, las apariencias engañan. Por otra parte, también se sitúa el conflicto de Fredo para ubicarse en tanto padre a la sombra de un muerto, que resucita y que podría coagularse en una imagen idealizada. Pero el padre siempre falla, y no se trata en absoluto de que sea perfecto en tanto imagen, sino que lo que importa al final es que haya estado a la altura de su función. Eso, a fin de cuentas, es lo que lo hace merecedor del respeto y el amor de un hijo. Más allá de algunas frases hechas y subrayados innecesarios en el tramo final y lo desparejo de las interpretaciones del elenco, donde se destaca Eduardo Blanco; el telón de fondo de la guerra civil española y la puesta en escena ominosa son adecuadas para enmarcar este policial de enigma que indaga en los actos heroicos o abyectos a los que un padre puede estar dispuesto por amor, así como en las complejidades de la relación paterno-filial.
Laura aguarda junto a la cama de hospital de su padrastro, que segundos después da su último suspiro. La pérdida de un padre para ella es el puntapié para adentrarnos en Cuando Dejes de Quererme, la historia de la pérdida y hallazgo de su progenitor. Una carta moviliza el recuerdo de lo vivido 15 años atrás, en el 2002 –período en el que transcurre casi en su totalidad-, cuando un llamado desde España le informa que han aparecido los restos de su padre. El hombre que creía la había abandonado, a ella y a su madre, llevaba enterrado 30 años, víctima de un homicidio. El descubrimiento no es suficiente para movilizar a la joven, que creció resintiéndolo, pero su papá del corazón la alienta a cruzar el charco para el postergado velorio. La inutilidad o desinterés de la fuerza policial será el motor de una investigación para descubrir qué es lo que realmente sucedió, con un misterio enrevesado que mantiene permanentemente el interés, con un buen manejo del tono que lleva a que la propuesta se disfrute.
¿PAPÁ ES UN ÍDOLO? Un padre abandónico, el conflicto con ETA y la relación entre inmigrantes argentinos y españoles son las principales temáticas que aborda Cuando dejes de quererme, film en el cual se cuenta la historia de Laura, quien de pequeña viaja con su madre desde España para instalarse en el país, luego de que padre/esposo las abandonara. Ya adulta, un día recibe un llamado donde le informan que han encontrado muerto a su padre en un bosque y que al parecer murió hace 30 años de un disparo en la nuca. Ella irá junto a su padrastro a España para investigar el misterioso asesinato. El film desde su inicio pretende tener un tono de misterio, sombrío y oscuro, circunstancia que logra medianamente, ya que no posee la potencia narrativa necesaria para lograr un clímax de tensión necesario. Sin embargo, la historia no aburre y permite seguir la trama policial de forma atractiva. La producción posee una destacada fotografía y una buena elección de las locaciones, como también una relevante tarea de Flor Torrente, que se pone al hombro el rol protagónico con gran solvencia, sin estridencias o gestos ampulosos, cumpliendo un rol vital para la trama. En tanto, Eduardo Blanco vuelve a interpretar a ese personaje insoportable que resulta funcional en esta trama, ya que logra romper instantes que quizás serían demasiado solemnes con tonterías que alivian el relato. En otro aspecto, la película aborda cuestiones históricas del país ibérico pero solo como contexto o como un elemento que sirve a la narración, sin buscar adentrarse en ellas o hacer algún tipo de análisis sobre determinadas circunstancias ocurridas. Para concluir, Cuando dejes de quererme posee resoluciones que quizás no terminan de encajar completamente o se resuelven de forma muy simple. Sin embargo, resulta un trabajo correcto, cuidado y con una intriga bien llevada, haciendo de este film un aceptable drama policial.
Su narración mezcla thriller, suspenso, drama y romance, la historia va y viene casi todo el tiempo a través del flashback (desde 2002 a 1968), así se van descubriendo muchas situaciones de un pasado tormentoso del padre de la protagonista, salen a la luz hasta los secretos mejor guardados, donde va jugando un rol interesante su ambientación y fotografía. Cuenta con la prolija actuación de Eduardo Blanco y en el caso del resto del elenco las participaciones oscilan entre correctas y desparejas, cayendo en algunos clichés y tornándose bastante previsibles y poco creíbles. Finalmente el film logra su propuesta y entretiene.
Siempre creyó que su padre la había abandonado, pero nunca se fue. En el año 2002 encontraron su esqueleto enterrado en un bosque, 33 años después de su desaparición. Esa noticia deja perpleja a su hija Laura (Florencia Torrente), quien no sabe cómo reaccionar, o peor aún, qué sentir. Con este incidente inicial se propone narrar su ópera prima Igor Legarreta, que comienza en la actualidad pero la mayor parte del relato transcurre en el País Vasco durante el 2002. A través de flashbacks va y viene en las épocas para explicar una historia policial en la que Laura, que trabaja en un laboratorio científico en la Argentina, a raíz de esta noticia inesperada, debe trasladarse a España y con a la ayuda de su padrastro Fredo (Eduardo Blanco), y el inspector de seguros local, Javier (Miki Esparbé), investigan lo sucedido charlando con sus parientes vascos y la policía. Si revolver el pasado familiar es complicado, lo es mucho más cuando hay un crimen de por medio. Descubrir quién fue el asesino es la misión que asumieron, aunque sea un modo doloroso de conocer a su padre, ya que cuando dejó de verlo era muy chica y los registros de la memoria infantil fueron borrados por el tiempo y la madurez. El guión estructurado con flashbacks, que ocurren en tres momentos distintos, incluso para explicar la muerte, se recrea en varias ocasiones los años franquistas, y de yapa, vincularlos con la ETA. La ambientación está bien lograda, con muy poca música de fondo que apenas se la percibe. La historia mantiene su curso gracias a una buena interpretación de Florencia Torrente, y una gran presencia de Eduardo Blanco que aporta la cuota de buen humor y optimismo necesarios para oxigenar y descomprimir un poco la solemnidad por la que transita el film, el que trastabilla con ciertos vaivenes en los diálogos porque el nivel no es parejo, de buenos e informativos con sustento pasan a otros insulsos. Lo mismo ocurre con las acciones, donde las casualidades abundan y también muchos lugares comunes, especialmente utilizados en el cine hollywoodense pero que trasladados a una obra española no provocan el mismo efecto, de modo que infiere una redundancia e imitación de ese estilo, por lo que el realizador navega en aguas conocidas por todos los cinéfilos para esquivar escenas más creativas y arriesgadas que podrían suponer un incierto y novedoso resultado. Lo valioso de la narración es la capacidad de tener en vilo al espectador. Todos los personajes ocultan algo. Se acostumbraron y habituaron al entorno familiar y de amigos que el transcurso de la vida hace olvidar todo. Aunque las pruebas del delito no puedan borrarse fácilmente y que, en cualquier momento, no importa cuando, puedan salir a la luz y revertir la historia establecida como válida para revolucionar el statu quo imperante.
REENCUENTRO PRIMIGENIO Una muerte que lleva a otra a través de una breve sincronía temporal entre el presente de un cuarto de hospital y una carta a modo de confesión que evoca a una llamada del 2002. La actualidad se desvanece para plasmar ese gran flashback como nudo de Cuando dejes de quererme hasta el retorno a la habitación con camilla vacía y a una nueva mirada sobre aquel pedazo de papel. De esta forma, la voz en off de Fredo, padrastro de Laura, transporta a la joven a la mañana en el laboratorio en la que el tío Martín le da una inesperada noticia: el hallazgo del cuerpo del padre enterrado en las cercanías de Durango en el País Vasco. Una revelación que alborota lo poco que conocía sobre Félix Carreaga, es decir, el abandono hacia ella y su madre más de 30 años atrás y la llegada de ambas a la Argentina para comenzar otra vida. Si bien dejó de preguntar en la adolescencia, la sorpresa y la curiosidad por descubrir lo ocurrido la llevan de regreso al lugar de nacimiento y a reencontrarse con la familia paterna la que apenas conoce. Una búsqueda plagada de secretos y omisiones en la que Laura no saldrá indemne, ni siquiera con la protección del colgante maternal. El mayor acierto de la película tiene que ver con el entretejido entre recuerdos y pasado. Desde un primer flashback que se remonta a principios del siglo XXI e intercala vivencias durante la época del franquismo (con la ETA y la guardia civil) para poder descubrir quién y por qué asesinó al hombre de un tiro en la nuca y la razón del ocultamiento del cadáver. En consecuencia se articulan tres acciones temporales permanentes que le imprimen diversos climas al relato y subrayan los condimentos propios del género policial. La primera de ellas tiene que ver con el posicionamiento en ese nuevo presente en el que Laura junto con Fredo y Javier –un agente de seguros que le informa sobre la existencia de un seguro de vida del padre pedido pocos días antes de la muerte– intentan develar lo ocurrido asumiendo el rol de detectives ya que la policía no se muestra interesada en investigar un crimen prescripto. Por ejemplo, entran a una casa deshabitada o interrogan a un conocido de la víctima en el baño de un bar. Las otras dos operaciones apuntan a la reconstrucción de los sospechosos, a veces guiadas por objetos como cartas, colgantes, fotos o panfletos y, por último, al hecho en sí mismo. Un trabajo que apela a la fugacidad, a la creencia y a la manipulación como grandes pilares de la memoria pero también a las razones más íntimas que enceguecen y pretenden respaldar determinadas acciones. Por el contrario, la ópera prima de Igor Legarreta flaquea en el desarrollo de los personajes ya que ninguno de ellos, ni siquiera la protagonista, terminan por apropiarse de sus historias, de las emociones, de las incertidumbres, de lo oculto, de los deseos; en definitiva, de aquello que los vuelve singulares. Si bien con la repentina aparición del fallecido se aspira a revolver aquello aquietado durante más de tres décadas, el resultado es opuesto al esperado. Todos se mantienen en la superficie, fríos en lugar de descubrir capas y estados de ánimo al punto que confidencias profundas pierden efecto y se transforman en meras declaraciones. Frente a tal ligereza, el director apela a los chistes y a la intromisión continua del padrastro en la vida sentimental de la joven, rasgo que tampoco aporta demasiado al relato. Parecería como si la necesidad de plantear personajes excesivamente ambiguos, en el afán de mostrarlos como posibles culpables, los volviera planos y monótonos, carentes de matices, arrebatos, rencores o dudas. Hacia el final, el filme recupera cierta tensión temporal así como la importancia de ese cuerpo encontrado. Un camino de vaivenes para resignificar los lazos, la historia, los amuletos y el legado familiar en un autodescubrimiento identitario libre de omisiones y secretos y en sintonía con una de las esencias más preciadas: la verdad. Por Brenda Caletti @117Brenn
Laura asiste a los últimos momentos de vida de Fredo, su padre del corazón, postrado en la cama de una clínica. Ya no hay nada por hacer. Entre las pertenencias de Fredo hay una carta dirigida a ella. En esa carta, Laura encuentra un secreto. Y un recuerdo. El de un viaje que ambos hicieron juntos a España, más precisamente al País Vasco. Viaje que ambos realizaron por diferentes motivos. Laura, porque recibe una llamada donde le informan que hallaron un cuerpo enterrado en un bosque, que ese cuerpo tenía un orificio de bala y que ese era su padre biológico, Félix, aquel que creían las había abandonado a su madre y a ella hace ya varios años. Félix fue asesinado. Fredo viaja para cumplir una promesa: la de enterrar las cenizas de la madre de Laura en la tierra que la vio nacer. Entonces todo cambia en el pasado de Laura que de alguna manera se vuelve presente, en el contacto con los hermanos de su padre, en los lugares que alguna vez Félix recorrió. Laura vino a la Argentina siendo una pequeña, la trajo su madre tratando de alejarse de la vergüenza y también, de la pobreza, allí en su pueblo natal. Y ahora regresa para saber quÉ pasó y lo que encuentra es un entramado de suspicacias familiares, pueblerinas, y de la política de entonces, aquella que enfrentaba a la dictadura de franco con una ETA en desarrollo. Reciben el apoyo de Javier, un agente de seguros gentil e interesado en Laura, conocedor del territorio y de su gente. Laura descubrirá que lo sucedido fue muy distinto a lo que ella conocía, se amigará con la memoria de su padre y también descubrirá el amor. El film está construido con eficacia de recursos narrativos y en clave de policial, con buenas actuaciones y una fotografía que da protagonismo a un ambiente umbrío en ese pueblito del País Vasco.
El director español Igor Legarreta eligió para su ópera prima una historia que fusiona romance, suspenso y política que transcurre entre España y Buenos Aires y que recorre 50 años de historia. Para este ambicioso proyecto, el también autor del guión de “Autómata”, que protagonizó Antonio Banderas, contó con la actuación de los argentinos Eduardo Blanco y Flor Torrente a quienes se suma el ibérico Miki Esparbé para completar el trío protagónico. Uno de los puntos fuertes del filme es el guión que a lo largo de dos horas desarrolla una trama con múltiples giros para desvelar sólo en los últimos minutos cuál es la resolución del conflicto. En el medio de todo están Laura (Torrente) y su padrastro Fredo (Blanco) y todo comienza con el descubrimiento en el país Vasco de los restos de un hombre muerto hace 30 años. Se trata de quien fuera su padre quien supuestamente las abandonó a ella y a su madre y Laura y Fredo parten a España a desenmarañar la desaparición del hombre.
Igor Legarreta estrena su ópera prima sabiendo que el cine se cuenta en el valor de una imagen, de una estética y de una intención. Toda película busca cierto sello y personalidad, y en “Cuando Dejes de Quererme”, el director establece su mirada potenciando una historia narrativa interesante que prefigura trabajar fuertemente la técnica de flashback, desde la Buenos Aires del año 2002 y retrocediendo hacia los años ’60, en pos de reconstruir que fue lo que realmente ocurrió con la identidad del verdadero ‘padre’ de la joven protagonista. El contexto socio político de la dictadura y la ETA le otorgan al film un color necesario para vertebrar el thriller, género en el que se apoya, incluso, sin profundizar en el entramado político. Uno de sus muchos matices estéticos lo brinda el backgorund sesentista que ambienta la mayor parte del metraje, no obstante, recurre a las reglas básicas de género para descubrir la ambivalencia sobre la que se cierne la realidad de una mujer que descubre un oscuro secreto sobre su verdadero padre. Este retrato emocional falso de su padre activa en la protagonista un deseo de restauración de la figura, debatiéndose entre su padre adoptivo y la figura en absoluto ideal que ha tramado de padre. Legarreta, guionista de “Autómatas” (2013), película sci-fi protagonizada por Antonio Banderas, debuta tras de cámaras con su primer largometraje sembrando pistas no siempre consistentes y revelando la intriga en dosis homeopáticas. Con mayor o menor acierto, bebe de las fuentes del thriller americano y sazona la propuesta con sabor argentino: Eduardo Blanco y Flor Torrente conforman esenciales figuras de su nutrido reparto.