Este thriller francés presenta la clásica historia de venganza que se puede encontrar en cualquier policial clase B pero con dos grandes actores, en papeles enfrentados, que logran elevar el nivel de una propuesta que de lo contrario no despertaría mucho interés. El mafioso retirado Charly Matteï es acribillado por ocho hombres en un estacionamiento. Increíblemente, logra sobrevivir a los 22 disparos recibidos y decide vengarse de los ocho hombres, además del jefe mafioso que encargó su muerte, anunciándoles que los eliminará uno a uno. Como decía Michael Corleone, "Justo cuando pensé que estaba fuera, ellos me meten de nuevo". De aquí en más, comienza la venganza y seguimos a Matteï mientras va asesinando violentamente a cada uno de estos hombres. No faltan tiros, peleas y persecuciones. Para mantener tensión y suspenso durante el resto de la cinta, se plantea el interrogante acerca de la identidad de uno de los asesinos encapuchados. Además, aparece una mujer policía, con sus propios intereses, que quiere evitar que estos mafiosos se eliminen entre ellos y toma importancia cuando la familia de Matteï es involucrada en el conflicto. Jean Reno interpreta al mafioso Charly Matteï, un asesino que me recordó a su personaje del film "Léon: The Professional" de Luc Besson. Aquí J.Reno, al igual que con Léon, crea un personaje humano que, a pesar de ser un asesino, gana la simpatía del espectador. Kad Merad compone al jefe mafioso Tony Zacchia en una excelente actuación dramática, alejada de los trabajos de comedia ("Le petit Nicolas", "Mes stars et moi", "Bienvenue chez les Ch'tis") a los que nos tiene acostumbrados. Acción, Crimen y Suspenso a la francesa.
Entre la vida y la muerte En este film de Richard Berry (actor, guionista y director), Jean Reno interpreta a un miembro de la mafia retirado que lleva tres años viviendo una plácida vida, dedicado a su mujer y a sus hijos. Una mañana, unos hombres lo atacan y es prácticamente dado por muerto después de haber recibido veintidós balazos en un estacionamiento subterráneo del casco antiguo del Puerto de Marsella. Pero este ex mafioso llamado Charlie Matteï sobrevivirá milagrosamente y buscará por todos los medios al responsable del atentado. Todos los caminos lo conducen hacia Tony Zacchia, el único hombre capaz de atreverse a matarlo y ex amigo de Charlie. El error de Tony Zacchia, fallar en su intento, hará que la furia de Charlie se le venga en su contra y una guerra mafiosa se librará en las calles de Francia. La historia acierta de principio a fin, tanto en el uso de la música de ópera, como en la elección de los colores y la fotografía, donde predomina el ocre, los verdes y un mar celeste. Otro punto a favor es la mezcla de culturas en una Francia moderna donde hoy conviven árabes, japoneses y todo tipo de ciudadanos, haciendo que este grupo mafioso sea realmente creíble. El Inmortal transporta al espectador a hermosos parajes franceses y a ocasionales visitas al cementerio, donde los crímenes tienen también su historia. Con buenas interpretaciones tanto de Jean Reno, quien recuerda mucho a El Perfecto Asesino con Natalie Portman, como las de Kad Merad (Bienvenidos al país de la locura) o la de Jean-Pierre Darroussin en el papel de un amigo atrapado entre la verdad y la mentira. Reno nuevamente se pone en la piel de un asesino, cuyas reglas evitan matar a gente desarmada. Aunque, en ocasiones, las mismas tienen excepciones.
La historia es entretenida, y si sos fanático de este subgénero, lo vas a pasar muy bien ya que cumple con todo lo esperable: acción, suspenso, tiros, persecuciones, engaños, ambición, matanzas, etc., etc. En una palabra, es efectiva, pero es como que...
Le Parrain El thriller francés El inmortal (L’immortel, 2009) apuesta todas sus fichas al film de gangster, utilizando incluso escenas calco de clásicos del género como El padrino (The godfather, 1972) o Buenos muchachos (Goodfellas, 1990). En este caso es la guerra de mafias en la ciudad francesa de Marsella el lugar designado para la acción. La película está basada en el libro de Franz-Olivier Giesbert escrito a partir de los hechos verídicos ocurridos a Jacky Imbert, apodado el inmortal luego de sobrevivir a veintidós balazos. Charlie Matteï (Jean Reno) es un padrino de la mafia que busca retirarse de su vida cargada de sangre y muerte para ocuparse de su familia. En ese intento es brutalmente atacado por ocho tipos y dado por muerto luego de recibir veintidós balazos en su cuerpo. Pero Charlie no muere, de ahí recibe el apodo de “El inmortal”, y buscará venganza eliminando uno a uno a sus agresores. El inmortal es una superproducción francesa bien construida por su director Richard Berry, que intercala escenas de acción que van desde los asesinatos a sangre fría a persecuciones de autos, con escenas dramáticas que inscriben la historia de vida de los personajes. Las escenas de acción son lo mejor del film por su despliegue técnico, su elaborada coordinación y su edición vertiginosa que exacerba el golpe de efecto en cada caso. Mientras que las escenas dramáticas recrean momentos y condiciones familiares. Todas de gran parecido a películas como El padrino de Francis Ford Coppola. A saberse, el asesinato que comete Matteï de pequeño visto en un flashback, es muy parecido al asesinato de Sonny Corleone (James Caan) dentro de su auto. Las bromas que hace uno de los mafiosos en el bar al apuntar a uno de sus amigos a la cabeza mientras los demás no saben si está bromeando o lo hace en serio, es una escena muy similar a la protagonizada por Tommy (Joe Pesci) en Buenos muchachos. Sin contar claro, el montaje alterno entre los asesinatos y el ritual religioso y la música de ópera acompañando la masacre. A nivel temático ocurre algo similar. La familia siempre es el motivo de redención de los personajes. Es por ellos que sufren e intentan desprenderse de su vida de sangre y muerte, pero el pasado vuelve a cobrar sus deudas. Es llamativo como las escenas familiares anteceden a cada asesinato buscando darles mayor humanidad a los personajes. La familia también entra en juego como conjunto de amigos con sus códigos de lealtades, compadrazgos y traiciones. Y es, en ese juego, que algunos personajes se muestran más carnales que otros. Sin embargo, y más allá de lo mencionado, la película protagonizada por Jean Reno -en su vuelta al cine francés- no deja de cumplir el objetivo buscado: armar una historia entretenida con mucha acción y algún mensaje aleccionador. Nada nuevo bajo el sol, pero bien logrado y con eso alcanza. Un dato interesante es ver a Kad Merad, actor cómico francés, el mismo de Bienvenidos al país de la locura (Bienvenue chez les Ch’tis, 2008) y Mis estrellas y yo (Mes Stars et moi, 2008), interpretando a Tony Sacchia, el capo mafia más despiadado de todos en alusión a otro Tony de la historia del cine, el Tony Montana de Al Pacino en Caracortada (Scarface, 1983).
Francia tiene una prestigiosa tradición en cuanto a cine policial, conocido como Cine Polar. Historias de crímenes y antihéroes, de traición y venganza. Muchas de esas climáticas obras se convirtieron en clásicos, gracias al talento de directores como Henri-Georges Clouzot y Jean-Pierre Melville, y las actuaciones de Alain Delon, entre otros. Entre los ejemplos más recientes, el ex policía Olivier Marchal nos dio El Muelle y Mr 73. Ahora llega El inmortal, que nada tiene que envidiarle a aquellos films. Charlie Mattei (Jean Reno), un ex peso pesado de la mafia de Marsella, vive una vida tranquilo, junto a su familia, retirado de los negocios turbios y las muertes. Pero una mañana, en un estacionamiento, es interceptado por un grupo de encapuchados que le dispara 22 veces. A pesar del ensañamiento, Charlie logra sobrevivir, aunque queda con cicatrices en la cara y un brazo insensibilizado. Pronto descubre que quien está detrás de su intento de asesinato es Tony Zacchia (Kad Merad), ex socio, casi un hermano para él, por lo que decide no tomar represalias. Pero cuando Zacchia y los suyos molestan a sus seres queridos, Charlie se encargará de que corra mucha sangre. La película está basada en el libro de Franz-Olivier Giesbert, que a su vez, se basa en episodios y personajes reales, empezando por Jacques Imbert, famoso gangster francés, hoy devenido en icono de la cultura popular europea. Imbert vivía enfrentado con Tony Zampa, otro mafioso de gran poder, y sobrevivió a cuatro vendettas. A la hora de adaptar el libro a la pantalla grande, el director Richard Berry (que también actúa) cambió los nombres de los personajes, ya que no pretendía hacer un biopic de Imbert sino una historia ficticia a partir de determinado hecho. Como en los mejores exponentes de esta clase de cine, aquí los temas centrales tienen que ver con la familia —la de policías y criminales—, la obsesión por el poder, los códigos, el pasado que se niega a quedar en el olvido. Por supuesto, no faltan los tiroteos ni las persecuciones, filmados con un estilo setentoso. Jean Reno vuelve a demostrar que es un especialista consumado en componer personajes introspectivos, atormentados, pero listos para la acción. Una versatilidad que sólo los grandes tienen, y que resulta más meritoria cuando la muestra en una misma película. Por su parte, Kad Merad genera pura tensión con su Tony Zacchia. Este es un papel atípico para Merad, que en Francia es famoso por su faceta de comediante. Algo así como un Guillermo Francella de esa parte del mundo. Intensa, dramática, emotiva, oscura, violenta, El inmortal demuestra que, en estos tiempos de calor, siempre viene bien un poco de Cine Polar.
La venganza es lo último que se pierde Jean Reno es un gángster retirado que sobrevive a una lluvia de balas y sale en busca de revancha. El hombre parece disfrutar de una tarde apacible con su pequeño hijo, manejando el auto y cantando con él. Uno sabe que la situación no va a terminar bien, se siente en el ambiente, en la puesta en escena, en la belleza casi epifánica de ese momento familiar. Y así sucede. El hombre estaciona el auto y ocho hombres enmascarados y armados hasta los dientes le estampan 22 balas (con ese título se conoce a la película en inglés) en la cara y en el cuerpo. Pero aquí en la Argentina el filme de Richard Berry, más conocido por su trabajo como actor, se llama El inmortal , y uno supone que el hombre sobrevivió porque es un superhéroe o que algo sobrenatural está sucediendo. No. El inmortal es una película de gángsters y el hombre, Charly es su nombre, simplemente (habría que decir acá “milagrosamente”), sobrevive a los 22 disparos a quemarropa. Pierde buena parte de los sentidos y una enorme cicatriz atraviesa su rostro, pero sigue siendo Jean Reno, reconocible con o sin barba, con o sin heridas en la cara. Luego de unas semanas de hospital, el tal Charly -de quien iremos sabiendo que se trata de un gángster retirado- se irá de la clínica y allí la película contará una doble persecución: la suya, para vengarse de quienes quisieron asesinarlo, y la de los criminales en cuestión, que querrán terminar la tarea que dejaron a medias. ¿El resultado? 25% investigación, 75% de persecuciones y balas. Con algunos flashbacks centrados en la adolescencia de Charly y, específicamente, de un pacto con sus amigos ladronzuelos de entonces -que podría dar pistas sobre quienes hoy son sus aliados y enemigos-, el filme de Berry será la saga del vengador, tratando de eliminar (al mejor estilo Kill Bill ) a quienes lo dieron por muerto, mientras los asesinos buscan detenerlo o amenazarlo de alguna otra manera. En el medio, previsiblemente, está la policía, que casi siempre llega tarde y pifia, más allá de los esfuerzos de una oficial (Marina Föis), cuyo pasado la hace simpatizar más de lo debido con el vengador que, digámoslo, pese a que sea “el héroe” del filme, es un mafioso de temer como cualquiera de los otros. Acción bien dosificada y una dureza típica de policial francés clásico hacen que El inmortal sea bastante disfrutable pese a una narración que avanza por caminos más que previsibles, y en la que podemos adivinar fácilmente hasta las supuestas sorpresas que la trama esconde. Reno siempre es una presencia imponente y creíble hasta cuando con su cuerpo medio destrozado es capaz de aniquilar bandas enteras como si fuera Terminator. Más cerca de Kitano, por momentos, que de un héroe de cine occidental (la película tiene bastante de policial asiático), Reno liquida, impasible, a sus enemigos. ¿Podrá con todos ellos?
El inmortal resultó un estreno sumamente decepcionante y aburrido de ver por todos los ingredientes que brindaba esta propuesta que prometía ser una gran película. Taníamos a Jean Reno, una historia de gángsters basada en un apasionante hecho real y la producción de Luc Besson. Era una buena combinación pero en este caso las cosas no se dieron de la mejor manera. La premisa argumental que presenta esta película no es ficción y tiene que ver con un oscuro capítulo en la historia del crimen organizado en Francia. Lo voy a contar ya que dudo que lo mencionen en otros lugares y además es más interesante que escribir sobre esta película, donde no hay mucho para destacar. Durante la década del ´70 la ciudad de Marsella fue el escenario de una terrible guerra entre dos clanes mafiosos. Por un lado estaba el grupo de Jaques Imbert, alias Jackie Le Mat . El otro capo era Tony Zampa, un muchacho muy pesado, con el que Jackie se distribuía los negocios sucios de esa localidad. Todos los grandes conflictos entre los grupos mafiosos siempre surgen por cuestiones de dinero. Ganan millones pero quieren más y las cosas se terminan descontrolando. La sociedad entre Imbert y Zampa no duró demasiado y Tony decidió ordenar el asesinato de Jackie para quedarse con el control de la ciudad. Por esas cosas que no tienen explicación en la vida, Jackie Le Mat fue acribillado el 1 de febrero de 1977 por 22 balazos y sobrevivió. Su brazo derecho quedó paralizado de por vida, pero no fue un gran problema, ya que aprendió a disparar con la mano izquierda. Jackie se vengó matando a 11 socios de Zampa, algo que lo dejó sin ningún tipo de aliados. Lo loco es que nunca lo pudieron condenar por esos crímenes y al “Último Padrino” como lo llaman en Francia hace poco lo metieron en cana por extorsionar boliches bailables. La historia de esta guerra mafiosa en Marsella es super interesante pero no la vas a conocer en este estreno, ya que Luc Besson prefirió producir una típica película pedorra de Steven Seagal, con la figura de Jean Reno. La historia arranca bien en un principio pero decae enseguida cuando el director Richard Berry (que ya había trabajado con Reno en Ruby y Quentin) empieza a incluir todos los clichés posibles de las películas malas de Hollywood. La escena en que lo acribillan a Reno al comienzo, por ejemplo, es cualquiera. Si a Jaquie Le Mat le hubieran disparado con esa potencia de fuego hubiera muerto en el acto. Sin embargo, no es el caso de Reno que revive como Robocop enseguida. En una escena está moribundo en el hospital y dos minutos después anda como si nada por las calles en busca de venganza. La película es muy tonta en ese sentido y no permite que se desarrollen los hechos, ya que todo se narra demasiado rápido. El director no para de presentar nuevos personajes para intentar construir un thriller complejo y hace una ensalada donde si no estás atento te perdés por la manera en que cuenta las cosas. La película hace hincapié en las escenas de tortura y la violencia brutal pero al no sostenerse con una buena historia, el resultado es sumamente aburrido de ver ya que no hay ninguna sorpresa y todo se vuelve predecible. Si hubieran narrado la verdadera historia de la guerra entre los mafiosos Imbert y Zampa la película hubiera resultado más interesante. Una decepción.
Un asesino bien derecho y humano 22 balas es el título con el que esta película se estrenó en buena parte del mundo, en alusión a la cantidad de plomos que en la secuencia introductoria cuatro matones a sueldo meten en el cuerpo del héroe. De allí en más, Charlie Mattei averiguará quién o quiénes ordenaron su muerte, vengándose de todos ellos a sangre y fuego. ¿Desde el más allá? No, qué va. Por más que haya quedado a un solo agujerito de las Criollitas, despatarrado en medio de un charco de sangre, con el rostro más partido que un héroe de Francis Bacon y varias funciones orgánicas destruidas para siempre, el protagonista de El inmortal, haciendo honor al título francés y local, no sólo consuma su venganza sino que además deja atrás para siempre su infame pasado de mafioso marsellés, entregándose por fin a su vocación de amoroso padre, marido e hijo. Copia empeorada de los peores thrillers “a la americana”, no hay golpe bajo o muestra de demagogia, convencionalismo, oportunismo y efectismo que El inmortal no abrace con chocante determinación. La película presenta al héroe siempre rodeado de amigos o familiares. Cuestión de convencer al espectador de que el tipo –por más que sea un mafioso tan temible que sus enemigos, cuando lo ven se hacen literalmente pis encima– es, en el fondo, un buen tipo. Un hombre de familia, un amigo fiel, un tipo derecho y humano. ¿Que además de todo eso es un asesino despiadado, un narco, una basura humana? Bueno, sí. Pero si uno pone como protagonista a Jean Reno, que tiene esa cara de perrazo bueno y tristón, el espectador se olvida de que el tipo es una porquería y lo ama igual. Tano al fin (o corso, que es como una variante), Charlie Mattei ama a sus hermosos hijos, a su(s) esposa(s) (la ex es paciente terminal; la otra, ex prostituta rusa), a su mamma (encarnada por una señora que parece salida de un melodrama argentino de los ’40), a sus amigos de infancia. ¿Cómo no va a querer morirse cuando se entere de que es justamente uno de ellos el que lo quiere descuajeringar para siempre? Desde ya que la película dirigida por Richard Berry (secundario de mil policiales franceses, durante el último cuarto de siglo) se las arregla para combinar ese buenismo catequista con un feísmo de torturas, sangre chorreando, cirugías y agujeros de bala en planos detalle. Todo eso convenientemente espectacularizado, con mucho montaje paralelo, planos rápidos y entrecortados, disparos en ralenti y matones de anteojos negros. Espectacularizado y postalizado, con un Mediterráneo azulísimo y acantilados a pico. Una curiosidad es la presencia de Kad Merad (protagonista de Bienvenidos al país de la locura y el comediante más exitoso del cine francés de hoy) como “malo” tartamudo y con trastorno obsesivo-compulsivo. La otra, el cruce de etnias (corsos, árabes, judíos, una policía asiática), que convierte a El inmortal en una versión de El profeta, que en lugar de referir por extensión a la Francia actual tira todas esas etnias a la mesa y no sabe qué hacer con ellas.
El mafioso humanista El hampa y el humanismo son dos polos que nunca se tocan aparentemente, pero eso se va diluyendo cuando detrás de cada delincuente o asesino aparece una persona con sus miedos, miserias y contradicciones que lo llevan a tomar decisiones extremas y a veces equivocadas. Esa es la premisa que gira en torno al universo de El inmortal, thriller poco atractivo que juega con la idea de venganza y redención sin aportar nada nuevo al género. Charlie Mattei (Jean Reno) transita hace 3 años por su etapa de retirada del mundo mafioso tras haberse convertido en el pasado en uno de los capos máximos de la mafia de Marsella que siempre respetó los códigos: prostitución sí, drogas no; matar policias no; no traicionar amigos y defender con la vida la familia. Devoto padre de familia, pretende redimirse de sus pecados a partir de una vida tranquila sin asesinatos ni atracos, sino entregado a pleno a su hijo pequeño y a la ópera clásica. Sin embargo, una mañana es emboscado en un estacionamiento por ocho tiradores que lo masacran a balazos pero milagrosamente sobrevive y se gana el apodo de ‘‘el inmortal’’. A partir de ese momento, su supervivencia lo obliga a tomar cartas en el asunto para vengarse de sus verdugos y por otra parte debe negociar con la policía para tener la zona liberada y llevar a cabo su plan de ajuste de cuentas, así como mantener a resguardo su familia. Esquemática, previsible y apenas bien filmada, El inmortal se basa en una novela de Franz-Olivier Giesbert, que a su vez se inspiró en hechos de la vida real del mafioso Jacky Imbert. El planteo moral que mueve al protagonista resulta poco menos que elemental así como la descripción de cada personaje que lo secunda, incluido su antagonista Tony Zacchia (Kad Merad), quien desde el vamos porta el cartel de traidor además de pertenecer a la cultura musulmana, cuyas costumbres se retratan en este film del realizador Richard Berry como un aporte de exotismo que no suma ningún atractivo a una trama convencional. Quizá la irrupción de escenas de extremada violencia y cierta prolijidad desde el punto de vista formal, sumada a una correcta actuación de Jean Reno, apenas alcancen a salvar el valor de la entrada, pero eso es todo lo que puede ofrecer este producto "made in France" bajo la tutela de Luc Besson.
Cadena de venganzas en un thriller marsellés El actor Jean Reno, en un film donde sobra violencia No hay jubilación posible para un capomafia. Este Charly Mattei en el que Jean Reno se mueve tan a sus anchas como puede esperarse de un actor familiarizado con el género, no ha sabido reconocerlo. Por amor a la familia, quiso dar un paso al costado, abandonar el delito, arreglar las cuentas con sus socios y volver a casa, a disfrutar de los placeres sencillos. Por ejemplo, llevar a su hijo a la escuela, con Puccini a todo volumen en la radio del auto y el luminoso paisaje mediterráneo desfilando frente a sus ojos. El parece ignorarlo, pero cualquier espectador sabe que una escena inicial así sólo puede terminar en drama. Y éste será a escala Luc Besson: una lluvia de balas lo recibe cuando estaciona en un garaje; veintidós lo alcanzan de lleno, pero él -¡milagro!- sobrevive. Cualquier espectador sabe que el paso siguiente es la venganza. Será también a escala Besson. Y al gusto de Richard Berry, que en otros tiempos fue puntal, como actor, del cine negro francés, y hace tiempo viene mostrando que como director no les tiene miedo a los clichés, que ama la ampulosidad (verbal, visual y musical), que su fórmula consiste en acumular efectos, como si una seguidilla constante de impactos le garantizara la atención del espectador, y que ha visto muchos films de mafiosos (Coppola y Scorsese, claro, pero también Olivier Marchal), y no ha sabido procesarlos bien. El film, inspirado en la figura de un legendario gánster marsellés, es una ultraviolenta sucesión de venganzas a cual más perversa y brutal y contiene tantos tormentos y asesinatos como lugares comunes. También frases "potentes" ("la sangre derramada no se seca jamás") y pinceladas destinadas a justificar la santa furia del héroe, que al fin y al cabo es un tipo sensible que ama la ópera, es cariñoso con la mamá, detesta la droga y lo único que quiere (además de vengarse de una fea traición) es liberar a Marsella de unos criminales mucho peores que él, al frente de los cuales está un desorientado Kad Merad. Con todo, como falta imaginación pero sobra violencia y vértigo, es probable que haya quien prefiera ignorar que lo que ofrece El inmortal ya ha sido visto en otras películas (y mejor), y se entretenga.
Noches de súper acción a la francesa Jean Reno encarna a un hombre que decide alejarse del mundo de la delincuencia y dedicarse a su familia. Pero todo cambia cuando sufre un ataque que lo deja agonizando y emprende una cacería para vengarse de sus atacantes. El cine de acción es para muchos espectadores sinónimo de cine estadounidense. Pero bastaría estar atento a la historia del cine francés para saber que esta cinematografía ha dado a lo largo de décadas notables exponentes del género. El policial francés atravesó modas, actores y directores, y parece tener actualmente un cierto renacimiento. A aquellos duros de antaño, como Jean Gabin, Alain Delon, Lino Ventura y Jean Paul Belmondo, le siguen hoy Gerard Depardieu, Daniel Auteuil y, en este caso, el internacional Jean Reno, recordado siempre por su rol protagónico en El perfecto asesino. El inmortal cuenta la historia de un hombre que decide alejarse del mundo de la delincuencia en el que ha estado inmerso y dedicarse exclusivamente a su familia. Claro que no es tan simple hacerlo. La película empieza con un brutal ataque que el protagonista sufre por un grupo de hombres encapuchados que lo dejan agonizando en un estacionamiento con 22 balas en su cuerpo. Pero él sobrevive y emprende una venganza para cazar uno por uno a todos los que lo han atacado. Subgénero recurrente del cine de acción del que vemos todos los años nuevos ejemplos, el cine de acción basado en un personaje que sale a vengarse parece una forma de catarsis que atrae a los espectadores una y otra vez. Claro que como toda película sobre esta temática, la venganza tendrá sus contradicciones, su precio y, también, su reflexión moral. Con notables rostros del cine francés acompañando al protagonista, sin duda, el trabajo de Jean Reno es el que logra sostener la potente y violenta trama de El inmortal. Como complemento de su figura hay una mujer policía, interpretada por Marina Foïs, que de alguna manera equilibra el hecho de estar siguiendo el derrotero de alguien que finalmente no deja de ser un ex delincuente. Si la película es efectiva en el trabajo de sus actores y resuelve con mucho oficio las escenas de acción, hay que decir que no logra mantener el interés del espectador de forma equilibrada y que, hacia el final, aunque sin nunca perder el rumbo, la resolución de la trama se vuelve anticlimática. Policial francés de acción, más cerca de la espectacularidad y de la violencia que de la construcción de climas o la profundización de temas. Sencilla y concreta reflexión sobre la sangre derramada y el círculo vicioso que esto produce.
La venganza será terrible Ligada a la larga y rica tradición del noir, y en sintonía con el resurgimiento del polar de la mano de Olivier Marchal (El muelle y MR. 73), el prolífico actor y ocasional director Richard Berry reunió a un verdadero seleccionado del cine francés para una ambiciosa producción (17 millones de euros de presupuesto) con los enfrentamientos en el seno de la mafia marsellesa como tema principal. Inspirado en el caso real de Jacky Le Mat Imbert, el zar de los gangsters del sur de Francia, el film tiene como protagonista a Charly Mattei (Jean Reno), un veterano padrino que a los 57 años intenta retirarse del submundo, pero es acribillado con 22 balazos en un garage. Para sorpresa de todos, sobrevive al ataque y se ve forzado a tomarse revancha de sus contrincantes. Lo que sigue es el típico derrotero venganza ojo por ojo-perdón-redención con todo tipo de asesinatos a sangre fría, persecuciones automovilísticas, violencia brutal (torturas y sadismo) trabajado con una narración bastante clásica, aunque por momentos hay flashbacks o explosiones modernosas a-lo-Guy Ritchie. Con referencias casi obvias a El Padrino y Buenos muchachos (y algo del cine de Takeshi Kitano), con una música omnipresente y ampulosa que incluye mucha ópera, El inmortal es un thriller "de manual" sostenido por Reno y los otros astros convocados (Kad Merad, Jean Pierre Daroussin, Marina Fois). Más allá de sus excesos y lugares comunes, se trata de una propuesta bastante sólida y con unos cuantos atractivos.
Ya pasaron más de 15 años desde que Jean Reno se convirtió en asesino a sueldo de la mano de Luc Besson, en la película en que descubríamos a una Natalie Portman minúscula y que ya pedía pista en la pantalla grande. Esta semana, de la mano de Richard Berry lo vemos venir de nuevo, arma en mano, aunque cambió la planta por una familia. El actor marroquí interpreta en esta ocasión a Charly Mattei, un mafioso retirado hace ya varios años que con el fin de poder dedicarse a su familia le vende todo a un amigo suyo, también mafioso. La película centra la historia en Marsella, y ya desde los inicios, el film nos muestra a un mafioso con más reminiscencias a la familia Corleone que al glamour de la costa azul. Charly Mattei lleva a su hijo menor a pasear, va a un estacionamiento subterráneo a dejar el auto y apenas se baja, ocho hombres encapuchados le disparan de forma automática. Luego sabremos que fueron 22 balas las que impactaron en su cuerpo y que, sorpresivamente, ninguna fue mortal. Ese es el inicio del film y de ahí en adelante, vemos a Mattei volver a lo que en su momento fue, un asesino, solo que esta vez con un fin muy concreto y real, proteger a su familia. Listo el panorama inicial, el protagonista comienza una vendetta a capa y espada contra el individuo que quiso asesinarlo y literalmente, no deja títere con cabeza. Jean Reno le pone el cuerpo y el alma a este personaje que realmente existió, de una manera que solo él podría hacerlo. La película se basa en una historia real, y cuenta lo que le paso a Jacques Imbert en los años ’70, quien ha confesado sentirse más dolido por la traición que por las balas en sí. Con momentos de extrema tensión, el actor y director Richard Berry, realiza un viaje a la etapa más triste y solitaria de la vida de un hombre, al momento en que decide tomar la decisión terminal de buscar venganza y nos muestra cómo lleva a cabo su casería; con balas, sangre y Jean Reno uno se asegura una película exitosa y en este caso particular, una buena película.
Nunca puede llegar a ser mala una película intitulada El Inmortal (L'immortel, 2010) y protagonizada por un Jean Reno desenfrenado que regresa de la muerte luego de recibir 22 balazos. Tan esquemático como eficaz, el opus de Richard Berry comienza austero en tono policial para de a poco ir virando hacia un exploitation de venganza nada sutil. En síntesis, gracias al cine industrial francés recuperamos al Reno que todos queremos, ese asesino furtivo especializado en zares de la cocaína...
El inmortal está construida siguiendo el modelo de otros grandes relatos de mafiosos que se han realizado en la historia del cine: principalmente, El padrino y Buenos Muchachos. Y está bien. Si vamos a copiar a alguien, mejor que sea a Coppola y a Scorsese. Esta película francesa sobre mafiosos se basa en el mismo principio que tenía Don Corleone: el hombre puede violar la ley, pero existen ciertos pricipios que son sagrados. La familia es el más importante, junto con la lealtad de los amigos. Claro, los amigos ya no son lo que eran antes y tratan de matarlo pegándole 22 balazos. La fórmula, por otro lado, no falla. En el sentido de que al mejor estilo Kill Bill, Jean Reno irá matando uno por uno a sus enemigos, utilizando la marca personal que lo caracteriza: un balazo al pecho y otro a la cabeza. De este modo casi geométrico se desarrolla la película, plagada de escenas de acción muy bien construidas. El relato lo completa la mujer policía –Marina Foïs- encargada de encontrar a los mafiosos y apresarlos (no sólo porque es su trabajo, sino porque su esposo fue asesinado por estos mismos hombres poderosos). Y ésta es una de las marcas del cine francés. Si la película fuese norteamericana, probablemente el policía sería hombre, pero los galos construyen una figura femenina fuerte, sola en un mundo de hombres, sin por ello volverla insensible. Ella es de alguna manera el doble de Reno. Uno, el inmortal, es el hombre fuera de la ley que trata de encontrar su camino de regreso. El otro, la policía, es la voz de la ley y se encuentra en la disyuntiva de violarla o no. En estos caminos inversos es donde se cruzan y empatizan. Si hay algo que queda claro en El inmortal es que la célebre frase “no es personal, son sólo negocios” ya no aplica, y que todos se toman de manera muy, pero muy personal el hecho de que los quieran matar.
El tiro por la culata Mientras miraba El inmortal me acordaba de Luna de Avellaneda. Y esto que parece potencialmente absurdo se ratificó posteriormente cuando el colega Rodrigo Seijas me preguntó si en un punto, el film francés no se parecía a la película de Campanella. En realidad estamos ante dos películas que pertenecen a mundos diferentes -una habla de clubes de barrio y valores de antaño y sobre cómo los corruptos de siempre quieren destruir ese mundo amable; y la otra es una típica de gángsters-, pero que encuentran un punto de unión en la lectura contradictoria que hacen del mundo que representan, y que se puede divisar a partir del villano de turno: el político de Fanego en la película Argentina, el mafioso de Kad Merad en El inmortal. A saber: Jean Reno interpreta a Charly Mattei, un capomafia de Marsella, ya retirado, que es baleado por integrantes de otro clan que lo han traicionado. Sin embargo, los 22 balazos que impactan en su cuerpo no le dejan más que secuelas en su mano izquierda y en su rostro. Recuperado, decide averiguar qué pasó y tomar venganza de aquellos que intentaron matarlo. Hay varias pistas cinéfilas por ahí dando vueltas: El inmortal participa de la renovación del polar francés que viene de la mano del impúdico Olivier Marchal (El muelle, Mr. 73), pero además intenta unas visitas por los universos de Takeshi Kitano -en sus entrecruzamientos de clanes mafiosos y extrema violencia- y de El padrino de Francis Ford Coppola -sobre todo en la forma operística en que construye las matanzas del final-. Vale decir que todo lo que hay de cita u homenaje en el film de Richard Berry -habitual actor de reparto del cine galo- no es más que superficial: El inmortal carece de los climas que tenían aquellas películas con Delon o Belmondo, y además se queda en una explicitación de la violencia sin mayor nota al pie que la de sacudir al espectador, proveyendo además una serie de secuencias de acción y persecuciones bastante mal filmadas, con una cámara que se mueve demasiado y escasa claridad en el desarrollo interior de cada escena. Así como estamos, lo único que sostiene el interés es la presencia de un Jean Reno físico y brutal. Como en Coppola, el sentido de familia ingresa al relato pero en este caso no como una lectura social y política, sino como otra forma de impacto. Esto tiene más de visión horrorizada de noticiero de la tele que de material cinematográfico. Y ahí, precisamente, aparece uno de los puntos cuestionables del film. Obviamente -para un film como este que se vale de puros clichés- en algún momento el clan contrario se las tomará con la familia de Mattei, y este tendrá que actuar. No tenemos nada contra el héroe fílmico que acude a la violencia para salvaguardar a los suyos. Pero la que aparece aquí es una violencia sádica y de disfrute -vean las formas cada vez más extremas de matar que encuentra el bueno de Charly-, que en poco se vinculan con el sentido de “familia” que pretenden el personaje y la película. Si Mattei primero le aplasta la cabeza a un malo con la puerta de un auto, en planos bastante detallados, y luego se abraza con su hijito no estamos ante un film que polemiza sobre la justicia por mano propia, sino sobre una que celebra la violencia como forma de justicia. El film es irreflexivo ante esto, sobre todo porque para construir a ese padre mafioso, sí, pero querendón y amable, esconde cualquier rastro del pasado del personaje. Es ahí donde El inmortal se revela como perversamente falsa Pero, y siempre hay un pero, sobre el final el personaje malo -al menos el que Berry quiere mostrar como el malo- le tira en la cara a Mattei unas cuantas verdades: le dice que ambos no son más que delincuentes, asesinos y que no puede redimirse de eso que ha sido. Al igual que pasaba en Luna de Avellaneda con el político de Fanego, el mafioso Tony Zacchia (Kad Merad) es aquí el personaje más lógico y coherente del film. Pero, al igual que Campanella, el director francés le niega cualquier tipo de dignidad fílmica. Si bien al menos El inmortal tiene a su favor el hecho de que explicita su contradicción, eso no la exime de ser una película que termina contribuyendo a una forma hipócrita. Sin el humor de Kitano ni la inteligencia formal de Coppola, El inmortal es un mediocre policial que además tiene el poco tino de querer compararse con los grandes.
El Inmortal marca la vuelta del policial francés a nuestras carteleras, junto con el regreso del actor por excelencia para este rubro, Jean Reno. Dirigida por Richard Berry, El Inmortal nos va a contar la historia de Charlie Matteï, un importante capataz de la mafia que decidió dejar de lado los negocios sucios para dedicarse de lleno a disfrutar la vida con su familia. Lamentablemente luego de algunos años, Charlie es acorralado en un estacionamiento, donde es acribillado por 8 asesinos que fallaron en su intento de asesinarlo, a pesar de acertar en 22 disparos sobre la humanidad de Matteï. Luego de una rápida e inverosímil recuperación sale del hospital para emprender una terrible venganza contra aquellos que osaron sacarlo de la tranquilidad y la vida familiar que tenía. Dentro de esa sangrienta lista se encontrará con personas que juraron lealtad hasta la muerte, juramento que rompieron y que pagarán con el precio de sus vidas. La historia está basada parcialmente en la vida de Jacques Imbert, un mafioso francés que recibió 22 balazos a manos de sicarios contratados por Tony Zampa. Berry no quiso abordar esta historia como un biopic y es por eso que adaptó vagamente la leyenda real de Jacques Imbert a su Charlie Matteï. En los primeros 30 minutos del film es muy complejo comprender lo que está pasando, debido a que Berry abusa por completo del montaje paralelo introduciendo nuevos personajes y maltratando así totalmente de un recurso válido cuando se aplica con criterio. Pero más allá de que el comienzo que puede ser muy confuso, en los minutos posteriores el río parece encausarse y Berry logra narrar la historia con un buen ritmo y determinación, dejando atrás varios defectos narratorios. El Inmortal sigue la línea del policial francés llevado adelante por distintos directores en los que en la actualidad se destaca Olivier Marchal, aunque también tiene varios "homenajes" al cine de gángsters de Hollywood como El Padrino y Buenos Muchachos. Jean Reno es un gran actor y estos papeles los hace de taquito y realmente no creo que merezca que uno lo destaque en demasía, debido a que su interpretación no representa nada nuevo a su extensa y repetitiva filmografía. El Inmortal es un buen thriller/policial sostenido por una interesante historia y una regular interpretación de Jean Reno.