La infidelidad cuesta caro Ya hace unos años que todo lo que involucra a Eli Roth es merecedor, al menos, de prestarle atención. Al tratarse del director de películas como Cabin Fever (2002) y Hostel (2005), consideradas de culto para el terror moderno, Roth no solamente fue uno de los encargados de revivir el género Gore, sino que también intentó aportar una pequeña cuota de sátira social a las pesadillas por las que obligaba pasar a sus personajes. Ahora bien, a pesar de que sus últimas propuestas como Clown no sean las más representativas de lo que el realizador supo demostrar en sus primeros filmes, es evidente que su particular mirada todavía es capaz de seguir cautivando por sobre sus errores. Al mejor estilo Funny Games (1997) de Michael Haneke, Knock knock (conocida en Argentina con la horrible traducción El lado peligroso del deseo) cuenta la historia de Evan Webber (Keanu Reeves), un solvente arquitecto y padre de familia que por cuestiones laborales debe quedarse en su casa mientras su mujer e hijos se van a la playa por el fin de semana. Esa misma primera noche Evan recibe la visita de dos hermosas señoritas llamadas Bel y Genesis (Ana de Armas y Lorenza Izzo) quienes le piden por favor utilizar su teléfono y de paso resguardarse de la lluvia en su casa. El buenazo del protagonista las recibe pero no sin antes aclarar que se encuentra felizmente casado, cada vez que sus invitadas pretenden seducirlo. A pesar de la advertencia, el coqueteo no dura mucho y la infidelidad termina ocurriendo tarde o temprano. A la mañana siguiente, Evan despierta con la certeza de mantener en secreto lo ocurrido la noche anterior, por el resto de su vida, e intenta despedirse rápidamente de sus ocasionales amantes. El problema es que ellas no tienen intenciones de irse y pretenden torturarlo de todas las maneras posibles, como castigo por haber traicionado a su esposa. Lorenza-Izzo-and-Ana-De-Armas-in-Knock-Knock La historia no se aleja en ningún momento de esta sencilla premisa inicial. Por eso, nos deja la sensación de que se le podría haber dado alguna que otra vuelta de tuerca para fomentar aún más el suspenso y la tensión de este juego macabro. Prácticamente el film se sostiene únicamente en las excelentes interpretaciones de Ana de Armas y Lorenza Izzo (casualmente la pareja de Eli Roth) en el papel de las dos encantadoras psicópatas dispuestas a cualquier cosa por el sólo hecho de divertirse enloqueciendo a sus víctimas. Algo que se opone a lo incómodo que resulta ver a Keanu Reeves recitando solemnemente la mayor parte de sus líneas. De todas formas la película no se toma muy en serio a sí misma y eso se convierte en un acierto cuando comienzan a aparecer los cabos sueltos y las situaciones inverosímiles que claramente podrían opacar al resto de la realización. Porque si bien este tipo de falencias nunca dejan de hacerse notar, son más fáciles de pasar por alto si es que la narrativa entretiene. Y eso es algo de lo que podemos estar seguros si el proyecto es de Eli Roth.
Eli Roth parece haber cumplido sus fantasías más íntimas con este thriller “de terror” que lo tiene a Keanu Reeves como protagonista. La trama no tiene pies ni cabeza, pero sí chicas lindas con poca ropa y muchas ganas de hacer travesuras. “Un pelo de c... tira más que una yunta de bueyes”, y así nomás podemos resumir el argumento de la nueva película de Eli Roth, un tipo más acostumbrado al terror hemoglobínico y violento de “Hostel” (2005), que al sesudo y atrapante thriller psicológico que intenta desarrollar con esta película. Será por eso que “El Lado Peligroso del Deseo” (Knock Knock, 2015) es un pastiche sin mucho sentido, más cercano al porno soft o a una fantasía masculina que puede tornarse en pesadilla en un abrir y cerrar de ojos. Pero eso no es lo que más molesta, sino la falta de coherencia a la hora de contar las motivaciones de estas dos señoritas que se cruzan en la vida de Evan Webber (un Keanu Reeves muy poco inspirado, actoralmente hablando), un amante esposo y padre de dos pequeñines, que decide quedarse en casa a trabajar durante el fin de semana mientras la familia sale de vacaciones. En medio de una tormenta (porque siempre tiene que haber una tormenta), dos adolescentes empapadas golpean a su puerta en busca de ayuda. Las buenas intenciones de Evan comienzan cuando se ofrece a pedirles un taxi y siguen cuando accede a prestarles un par de batas para que puedan secar sus ínfimas prendas mojadas. Ya para esta altura (unos diez minutos de película), el espectador avispado sabe que las jovencitas, Genesis (Lorenza Izzo) y Bel (Ana de Armas), están tramando algo, pero el señor (muy enamorado de su esposa artista) parece no notar los jugueteos einsinuaciones. Musiquita que va, bailecito que viene, la conversación finalmente termina en el baño con Evan cediendo a sus impulsos más masculinos, porque claro, ningún hombre que se precie como tal es capaz de negarse a un ménage a trois con dos minitas regaladas. Lo que para el señor fue una noche de joda y cañita al aire nada más, pronto se convierte en problemón cuando las chicas deciden instalarse en su bello hogar. Tras discusiones, amenazas, chantajes y algún que otro forcejeo, Evan logra sacarlas de la casa y llevarlas a su supuesta casa, pero es ahí cuando empiezan los verdaderos quilombos. También es donde la película derrapa sin sentido. Lo que debería ser un juego macabro del gato y el ratón, es sólo una sucesión de caóticas escenas dispuestas para castigar a un devoto hombre de familia por caer en la tentación, una tentación bastante forzada, por así decirlo. Uno espera esa vuelta de tuerca que nunca llega o, al menos, una justificación para tanta violencia e histeria desmedida. Entre sobreactuaciones y destrozos, nunca nos queda claro si algo de lo que dicen estas chicas es verdad, pero cuando el juego se va de las manos ya no tiene ni gracia, ni misterio, ni nada que nos mantenga realmente enganchados, mucho menos la empatía con un protagonista que, de alguna forma (por boludo, más que nada) se merece todo lo que le sucede. “El Lado Peligroso del Deseo” irrita, molesta, no entretiene y carece de todo tipo de atractivo, al menos narrativo y visual. El thriller se diluye y sólo queda la fantasía masculina, lo único que muchos espectadores podrían llegar a disfrutar. Dirección: Eli Roth Guión: Eli Roth, Nicolás López y Guillermo Amoedo
Keanu Reeves es un padre de familia a merced de dos sexys maniáticas en El Lado Peligroso del Deseo, el nuevo thriller del Eli Roth. Noches de placer Desde que la interesante secuela de Hostel se estrenó en el 2007, Eli Roth soltó el acelerador de su carrera como director y se dedicó a producir y protagonizar películas ajenas, así como también ayudar a crear Hemlock Grove, la serie original de Netflix. Con su anterior trabajo, The Green Inferno, aún aguardando estreno comercial debido algunos conflictos entre productoras, su próxima película se adelanta en las salas argentinas para acabar de una vez por todas con esta sequía. Así llegamos a Knock Knock, sugerente título original que en nuestro país cambia por el genérico El Lado Peligroso del Deseo, co-escrita por Roth junto a Nicolás López y Guillermo Amoedo, el mismo equipo detrás de la entretenida cinta chilena de terror y cine catástrofe, Aftershock. Aquí Keanu Reeves (recién salido de la maravillosa John Wick) interpreta a Evan Webber, un amoroso patriarca de familia que queda solo durante el fin de semana del Día del Padre. Mientras su esposa e hijos van a pasar un días a la playa, a él le toque quedarse trabajando desde casa en un importante proyecto arquitectónico. Una noche de lluvia Genesis y Bel, dos sexys extrañas, llaman a su puerta. Perdidas, empapadas y con ganas de divertirse, las charlas entre los tres comienzan a subir de temperatura a pesar del intento de Evan para que la situación no se le vaya de las manos. Obviamente sus más bajos instintos ceden y todo culmina en un desenfrenado trío. Pero esta noche de ensueño para cualquiera es tan solo el comienzo de la pesadilla que vivirá Evan Webber, ya que al despertar al otro día descubrirá que las intenciones de Genesis y Bel no eran simplemente las de pasar un buen rato. Lado Peligroso del DeseoEl Lado Peligroso del Deseo es una película que de ninguna manera uno imagina con Keanu Reeves en el papel principal, pero así y todo funciona. No me quiero imaginar que maravilla podría haber hecho alguien como Nicolas Cage con el rol, pero el ex-Neo demuestra estar a la altura de las circunstancias. Lo nuevo de Eli Roth es una extraña versión de Funny Games de Haneke, que coquetea más con el cine clase B y de explotación, mientras buscar armar algún discurso sobre la institución del matrimonio y la pedofilia. La interpretación de Reeves es la justa, sobreactuando de a ratos pero siempre moviéndose dentro del absurdo y la comedia negra que suele incluir el director en sus películas. Por otro lado las antagonistas, protagonizadas por Ana de Armas y Lorenza Izzo, hacen su trabajado como es debido, incluso llegando a tener muy buenos momentos y siempre sintiéndose como un verdadero desafío para Evan. Entre el estreno de su opera prima Cabin Fever y ambas partes de Hostel, se le otorgó a Roth una suerte de título de Maestro del Terror que en mi opinión todavía tiene un poco que demostrar. Sus películas son simpáticas y hasta tienen una interesante cuota de nostalgia y originalidad, pero están lejos de ser los trabajos de un maestro. El Lado Peligroso del Deseo nos vuelva a dejar esa sensación de que podríamos estar frente a algo genial si tan solo se animar a más, pero a contramano de lo que podríamos esperar se queda dentro de lo establecido. Hay una clara intención del director de provocar metiéndose con temas tabú, pero donde rara vez esa provocación viene por el lado de lo que estamos viendo. Constantemente insinuando más de lo que termina mostrando. Conclusión El Lado Peligroso del Deseo no reinventará los thrillers psicosexuales, pero sin dudas es un divertido e inofensivo exponente de este sub-género. Roth logra una película en constante movimiento. Que aun con algunos baches crece en intensidad, pero que se siente más reservada de lo que debería. Keanu Reeves lucha con un papel en el que no solemos verlo, sobreactuando por momentos, pero como un digno adversario de Ana de Armas y Lorenza Izzo, quienes resultan uno de los mayores aciertos del film.
Free pizza. Allá lejos en el tiempo, en la era preinternet, las películas que prometían algo de acción del viejo mete-saca tenían asegurada una porción de la torta. Entre otras cosas, a eso apuntaba la pesadilla trash Death Game, producto olvidado del desconocido Peter Traynor -obra madre de esta remake de Eli Roth- que contaba en los protagónicos con nada menos que Seymour Cassel (recordado por la cinefilia cool por sus trabajos con Cassavetes), con la ex de Eastwood Sondra Locke, y con la guapa Colleen Camp, amiga de Roth y productora de la película que nos ocupa. Aquel desquicio de Traynor arrancaba con la canción Good Old Dad del grupo The Ron Hicklin Singers (interprete de bocha de canciones de series ultra famosas del USA de los 70, como Happy Days), una canción infantil que en el contexto de la película desbordaba oscuridad, cinismo y pederastia. Death Game es una película enferma que incomoda desde una propuesta que punkrockmente -con salvajismo pero también ingenuidad- se mete con los valores tradicionales. La inclusión de la canción Good Old Dad como leitmotiv musical es la clave de la postura y la locura de la película de Traynor, la que la aleja del simple amarillismo y de una posible lección. La descomposición y la pudrición de la puesta en escena, hermanada con el imaginario de los crímenes de Charles Manson -algo también presente en el primer Craven, donde también se le daba un uso alienante a la música supuestamente no correspondida- y ligada a la moda del asesino serial de los setenta (los gringos imponían torturas afuera pero empezaban a pagar las consecuencias post-Vietnam en casa), todo teñido con una postura camp, hacen de Death Game una película mucho más potente que la que proponía la premisa: el acoso de dos minitas a un empresario que juega al croquet. En Death Game no garpa el erotismo del ménage à trois por el que seguramente muchos alquilaron el VHS en los ochenta, pero el contexto, la fealdad de la edición, los movimientos de cámara, la mala iluminación y el soundtrack generan una incomodidad muy superior a la que logran los juegos sádicos a los que es sometido el personaje interpretado por Cassel, quien -según cuenta Locke en su autobiografía- la pasó tan mal en su papel que no quiso doblar las voces en la postproducción, por lo que su personaje terminó con la voz del cameraman. Lo más interesante de El Lado Peligroso del Deseo (de aquí en adelante la llamaremos por su título original para evitar nauseas al lector) es el rescate arqueológico de Roth; tal vez Rob Zombie sea otro de los pocos directores de género establecidos que podría haber elegido tal deformidad para readaptar. Simplemente con sus elecciones, Roth demuestra que es un tipo que ama al género que representa y que tiene los cojones para llevar adelante sus apuestas (sin que esto implique que sea un virtuoso); ya lo había demostrado unos años atrás llevando a cabo su homenaje a Holocausto Caníbal con The Green Inferno (película que pasó por varios festivales pero todavía no tuvo estreno comercial en USA). La trama de Knock Knock es un calco de la original: un tipo casado, con hijos, una linda casa, un buen laburo, el bienestar americano de propaganda, hasta que dos limadas vienen a destruir el paraíso de la minoría favorecida del mundo. Los personajes de Roth suelen ser jóvenes de clase media o media alta, y sus representaciones aluden a lo fácil que puede perderse la zona de confort de la pequeña burguesía por una simple decisión. Aquí la mala decisión la toma Evan (un pésimo y no tan joven Keanu Reeves) cuando decide dejar pasar a las dos señoritas. Roth se aleja del horror y cambia las mutilaciones de Hostel por la destrucción de las mercancías superfluas de la sociedad de consumo. En Knock Knock sufrimos por cómo las chicas le destruyen a Evan su colección de discos o las obras de arte de su esposa, en un mismo nivel que sufrimos por las torturas físicas y psicológicas que también le imparten. Evan es el típico muchachón que se cree más bueno de lo que es, el tipo que quiere hacer lo correcto pero muestra la hilacha de sus miserias cuando compara a las chicas con pizza gratis: “¿por qué me las cogí? ¡Pizza gratis! Son como pizza gratis”, confiesa cuando las ninfas del averno lo tienen atado; y claro ¿cómo rechazar pizza gratis? El gran problema de Roth es que Knock Knock no tiene el contexto de Death Game ni las elecciones enfermas ni la paupérrima técnica del ignoto Traynor, por lo tanto queda expuesta la moralina y se acerca más a las efímeras producciones del Hollywood más banal que a la trasheada original. Sin embargo, en un momento en el que el género que llega a las salas ya ni muestra las tetas, las ideas de Eli Roth siguen siendo bienvenidas.
Con pocos recursos, pero con muchas ganas de recuperar un estilo de cine retro que bucea en los orígenes del género para poder así potenciar una anécdota disparadora de una narración, “El lado peligroso del deseo”(USA, Chile, 2015), de Eli Roth, termina por cumplir con todas sus promesas que desde su sinopsis se anunciaban. Un ejemplar padre de familia (Keanu Reeves), arquitecto, se queda solo durante un fin de semana en su casa para poder terminar un trabajo. Mientras en medio de música vieja y alguna sustancia “inspiradora” escucha a lo lejos que alguien golpea varias veces a su puerta. Al acudir al llamado se encuentra con dos jóvenes (Lorenza Izzo, Ana de Armas), quienes, empapadas por la lluvia, solicitan la posibilidad de utilizar el teléfono para conseguir un taxi que las lleve al destino que debían acudir. Al principio Evan (Reeves) duda, pero tanto Genesis (Izzo) como Bel (de Armas) le inspiran confianza, por lo que por unos instantes se quiebra la duda y la posibilidad que ingresen al domicilio es un hecho. Pero de pronto todo se sale fuera de control, las jóvenes desaparecen dentro del domicilio y comienza una lucha entre Evan y ellas por tomar las riendas de los acontecimientos que inevitablemente llevan a que éste caiga en la tentación de compartir con ellas algo más que un llamado telefónico. Pero al otro día todo es peor, porque Genesis y Bel siguen allí, su familia lo busca, los vecinos se acercan, y todo el imaginario que rodea a Evan, sobre el honesto y amoroso padre de familia que es, sobre el sólido vínculo que ha logrado con su mujer (Ignacia Allamand), al parecer, se desmoronará por la tentación en la que cayó. Roth va dosificando la acción a través de la exploración del universo de Evan y su hogar, los objetos, los detalles de la casa, para luego sobre ese mismo planteo desencadenar la serie de eventos desafortunados que transformarán una noche de tentación en un presente de miedo y terror. La amenaza constante sobre Evan es trabajada con climas claustrofóbicos y atmósferas que prefieren prevalecer la tensión increscendo y se apoya para esto en el registro episódico de cada una de las situaciones en las que Evan se subyuga bajo el poder de las jóvenes. Es interesante también cómo a partir de la incorporación de la tecnología en la trama, y las redes sociales, el relato se dinamiza y además actualiza este discurso que bien podría haber sido parte de uno de los episodios. Pero más interesante aún es el tratamiento psicológico de cada uno de los tres perfiles enfrentados, que bucean en lo peor de las miserias humanas, de sus excesos, de los desbordes y los miedos, de las fantasías y, porque no, también de la libertad de algunos frente a los sesgos de otros. Eli Roth y el elenco se divierten con una película de género que no se toma en serio y que justamente eso es lo que termina generando disfrute y placer en el espectador.
No abras la puerta Evan Webber (Keanu Reeves) es un arquitecto, casado, padre de dos niños, que vive en una hermosa casa diseñada por él y decorada por su esposa, artista plástica. Una vida casi perfecta. Un fin de semana su familia se va a la playa y él se queda trabajando en el estudio que tiene en su casa; cuando de pronto, a la noche, dos hermosas jóvenes perdidas (Lorenza Izzo y Ana de Armas) tocan el timbre, dicen no encontrar una dirección, llueve, tienen frío y le piden prestado un celular. El hombre no hace más que despilfarrar amabilidad, y las chicas mientras esperan un taxi se ponen cada vez mas cómodas, hasta que deciden no ir a la fiesta donde las están esperando y hacer una fiestita con él. El hombre de familia resiste hasta donde puede, pero luego todo lo que podía suceder sucede, y el trío termina sacando chispas por todos los rincones de la casa. Evan se despierta esperando que todo haya sido sueño, y no tener que hacerse cargo de que ha engañado a su esposa, pero enfrentar la infidelidad no es lo peor que le puede suceder. Las chicas sexies y atrevidas de la noche anterior se han convertido de repente en dos psicópatas que se niegan a abandonar la casa, y el pobre hombre queda como rehén de las dos dementes. A partir de allí se da un juego del gato y el ratón, donde la victima sufre toda clase de humillaciones y acosos tanto físicos como psicológicos que van acabando de a poco con su casa y con su vida. En esta ocasión el perverso Eli Roth ("Hostel") deja de lado las mutilaciones y el terror pomarola, para caer en una explotation de tono psicológico, al estilo de "Los Extraños", pero tanto sadismo termina en un momento por cansar al espectador, después de un rato nada tiene sentido, no hay un móvil ni una razón -como sucede por ejemplo en "Hard Candy" que es una película bastante similar-, sino que es la humillación y el ensañamiento porque sí, hasta que no solo asquea sino que también lo agobia. En cuanto a las actuaciones, Keanu Reeves esta tán inexpresivo como siempre pero nos compadecemos de su sufrimiento, y las chicas entre gritos histéricos y un histrionismo no muy bien dirigido, pasan de la seducción típica del soft porno, a la locura estilo Jason. Un clima asfixiante, terror psicológico, sadismo y sufrimiento nos ahogan durante casi dos horas de modo demasiado gráfico, sin ofrecernos nada desde el guión para que podamos ver o reflexionar sobre que hay más allá de tanta violencia.
En El lado peligroso del deseo, Keanu Reeves encarna a Evan un padre de familia modelo, que al quedar solo en casa un fin de semana, debe hacer frente a dos mujeres con pocos prejuicios sexuales que lo involucran en un peligroso triángulo. Esta remake de Death Game, surgió de la mente del experto del cine de horror extremo Eli Roth, y aunque aquí la puesta en escena recrea los thrillers hollywoodenses, el clima clase B tan típico en las películas del creador de Hostel se percibe. Momentos de humor negrísimo, escenas macabras y una mejor utilización de la acción que de los diálogos, hacen del filme, una experiencia adrenalitica en la que el trio protagónico se luce con creces, porque se toma muy en serio, un argumento imposible del sub-género "violación y venganza", erotismo thrash, en un filme disfrutable para cualquier amante del genero.
Cuando la carne débil trae problemas Puede decirse que es la primera película que escapa a la mediocridad por parte del director de Hostel: Keanu Reeves es el padre de familia que termina bajo el dominio de dos chicas algo desquiciadas, en un film que consigue evitar el feminismo de cartón. El nuevo trabajo del estadounidense Eli Roth es una modesta sorpresa. No tanto por lo que El lado peligroso del deseo representa desde lo cinematográfico (que tampoco es tanto), sino porque es la primera de su no muy extensa filmografía de la que puede decirse que es una película decente. La primera que más o menos está a la altura del nombre que este director ha conseguido hacerse vaya a saber cómo. Porque al revisar la lista de sus trabajos anteriores, ya sea como director o guionista, ninguno justifica que sea tan conocido ni que se convirtiera en director de culto. O se ganara el respeto de colegas como Robert Rodríguez o Quentin Tarantino (Roth tiene un papel importante en Bastardos sin gloria, e incluso dirigió algún segmento del film), o el prestigio como para encabezar los afiches de películas ajenas con el rótulo “Eli Roth presenta”, como ocurre con la reciente El payaso del mal. Roth dirigió cuatro películas antes de ésta; ninguna de ellas buena. De Hostel se podrá decir que es shockeante por el nivel explícito de tortura que pone en pantalla, pero nunca que es buena. Ocurre que Roth consiguió convertirse a sí mismo en personaje, en un producto, y no hay nada que les guste más a los estadounidenses que consumir productos. Por todo eso El lado peligroso del deseo es una sorpresa: porque Roth consigue invisibilizarse para dejar ser a la película.El lado peligroso del deseo (explícito título local que reemplaza al minimalismo del original Knock Knock) es algo así como un thriller machista que con gracia pone en escena dos lugares comunes: el miedo masculino a no poder mantener bajo control su propio deseo sexual expuesto a la psicopatía femenina. Suerte de versión a lo bestia de Atracción fatal (Adrian Lyne, 1987), en la que dos jovencitas se aparecen una noche de lluvia en la casa de Evan, esposo fiel y padre devoto que ese fin de semana se quedó a trabajar mientras la familia se fue a la playa. Las chicas dicen haberse perdido buscando una fiesta y así consiguen que Evan les permita entrar para pedir un taxi. A partir de ahí harán lo imposible para seducirlo y ya se sabe lo débil que es la carne llegado el caso. La cosa se complica cuando al otro día, tras amenazarlo con denunciarlo por pedófilo, las chicas empiezan a torturarlo durante todo el fin de semana.Lo bueno de El lado peligroso del deseo es que Roth consigue volver posible lo inverosímil, partiendo de la premisa de que el deseo del hombre una vez activado se vuelve inmanejable. La película elude además la peligrosa posibilidad de volverse torpemente feminista, como la teatral y manipuladora Hard Candy (David Slade, 2005, a la que parece parodiar), haciendo que no queden dudas de que sus chicas son dos completas chifladas. Roth también entiende en que momento exacto la credibilidad comienza a desmoronarse para dar un bienvenido salto hacia la comedia. Que es una comedia negra y truculenta, pero por suerte nunca como sus anteriores films. De paso logra que Keanu Reeves, cuyo trabajo no es sólido cuando actúa serio, se vuelva simpático al ser puesto en ridículo. Nada de esto hace de El lado peligroso del deseo una gran película; pero si se consigue sintonizar su frecuencia puede ser un entretenimiento disfrutable
Eli Roth, el gran amigo de la tortura porno en el género de terror, regresa esta semana a los cines con esta fallida remake de Los sádicos (Death Game), un clásico de culto que en 1977 protagonizaron Sandra Locke (El renegado Josey Wales) y Colleen Camp (Apocalipsis Now). En su momento fue una de las tantas producciones que presentaron psicópatas que acechaban casas de familias decentes. Una temática que se volvió muy popular gracias al éxito de filmes como The Last House on the Left (Wes Craven), Perros de paja (Sam Peckinpah), The House by The Lake (producida por Ivan Reitman) y Last House on Dead End Street (Roger Watkins). Entre 1972 y 1980 cualquier historia que se enfocara en algún asesino que invadiera hogares y torturara gente convocaba público a los cines. Sin ser una obra maestra del género, Los sádicos con el paso del tiempo se convirtió en un film de culto y quedó en el recuerdo por el hecho que los asesinos en esta producción estaban representados por personajes femeninos. Lo que hizo diferente a esta película, frente a otras propuestas similares, fueron las interpretaciones de las protagonistas y la elección del director Peter Traynor de concentrarse más en la tensión y el suspenso en lugar de la violencia gráfica. La remake de Roth básicamente es la versión incompetente de la película original. El director de Hostel tomó la misma historia de 1977 con la intención de adaptarla en la cultura del siglo 21, donde tienen un rol importante las redes sociales. Roth comienza muy bien la película con la presentación de los personajes principales y la construcción del conflicto. Lamentablemente el film luego se hunde por completo cuando entran en juego las psicópatas interpretadas por dos actrices malísimas como Lorenza Izzo (la esposa de Roth) y Ana de Armas. Más allá de no tener ningún tipo de talento para interpretar roles de este tipo, ambas chicas generaron que las villanas se vean como un par de retardadas irritantes en lugar de darle vida a los personajes aterradores que debieron ser. En las escenas en la que debían que actuar como desequilibradas mentales las actuaciones son terribles y esto aniquiló el film. Sumado al hecho que sus acciones no tienen ningún tipo de sentido, ya que el director se limita a retratarlas como dos jóvenes sádicas que torturan a un hombre porque tienen tiempo libre, el film es una versión extremadamente estúpida de lo que fue la producción original. Sandra Locke y el realizador Peter Traynor fueron los productores ejecutivos de esta remake y también hay una breve cameo de Colleen Camp, pero esta nueva versión terminó siendo otra película olvidable de Eli Roth. A diferencia de los filmes de Hostel el director esta vez relegó a un segundo plano la violencia gráfica y el gore para concentrarse en los aspectos psicológicos del conflicto, sin embargo el film no termina de funcionar debido a las interpretaciones pobres de las protagonistas y la numerosas situaciones tontas que presenta el argumento. Inclusive la actuación de Keanu Reeves es pobre y en las escenas en que lo torturan sus reacciones generan risa cuando debería suceder lo contrario. El lado peligroso del deseo logra ser entretenida por lo mala que es y ese no es precisamente un motivo sólido para recomendar su visión en el cine.
Llega este jueves el estreno de El lado peligroso del deseo de Eli Roth, protagonizada por Keanu Reeves. Evan es un marido y padre ejemplar que queda solo el fin de semana para poder trabajar en su proyecto mientras su esposa e hijos se van de viaje. Evan recibe la visita de dos chicas que buscan cobijo y ayuda, pero pronto la visita se transforma en una pesadilla cuando Evan es seducido por las jóvenes, quienes terminan no siendo lo que parecen. La película tiene varios problemas, el primero de ellos es lo lenta que es. La construcción del personaje de Evan y su familia es excesiva, y no está acompañada por ninguna intencionalidad, más que la de llevar al espectador al punto de quiebre que el director y guionista Eli Roth cree tan importante en sus películas, pero que solo funcionó bien en Hostel. Eli Roth es un director muy sobrevaluado. Su opera prima Cabin Fever, era una película con mucho clima, y un punto de quiebre interesante, pero de ahí en adelante, sus películas se caracterizaron por una estética forzada, y muy poco sutiles intentos de shockear al espectador. Las actuaciones son, por supuesto, espantosas. Keanu Reeves desborda en presencia lo que carece en talento y personalidad, y la pareja femenina está más centrada en el cliché que en lo actoral. Otro de los problemas que tiene el film es la falta de intensidad. El personaje de Evan es torturado con auriculares y música fuerte, lo cual puede ser muy efectivo en la realidad, pero que en el contexto del lenguaje cinematográfico, es más bien gracioso… sobre todo por la poca credibilidad de Reeves.
"Esto es Chilewood" Luego de un inentendible y prolongado receso, uno de los directores más ácidos y cínicos de Hollywood regresa a la pantalla grande con un trabajo que lo posiciona nuevamente en el ojo de la tormenta. Damas y caballeros, con ustedes, el siempre polémico Eli Roth. Tras patear el tablero con la violenta y morbosa “Hostel” (aquella película que, por su inesperado y enfermizo final, se ganó la bendición de Quentin Tarantino) y el fracaso que significó su respectiva secuela (recordemos que semanas antes de su estreno se filtró en internet una copia en excelente calidad del film), Roth se tomó una pausa que aprovechó para, entre otras cosas, protagonizar un par de producciones cinematográficas e incursionar en la TV con series que llevaron su firma. En el medio de esos años, de alguna forma todavía inentendible, Roth puso el ojo en el cine latinoaméricano y empezó a trabajar hombro a hombro con el joven director chileno Nicolás Lopez (“Promedio Rojo” y las entregas de “Que pena…“) y el guionista uruguayo Guillermo Amoedo para sacar adelante una serie de proyectos incendiarios. Anoten: “Aftershock” (dirigida por Lopez y protagonizada por el mismisimo Roth y Selena Gomez!!!), “The Green Inferno” (la peli maldita que Roth todavía no pudo estrenar por su alto contenido violento), “The Stranger” (el celebrado debut tras las cámaras de Amoedo, el guionista de este trío) y “Knock Knock“, nuestra película en cuestión. Tranquilamente podemos sentenciar que “El lado peligroso del deseo” (el extenso nombre con el que se estrena este film en nuestro país) es una de las producciones más interesantes y vanguardistas que se sacó de la galera este grupo de realizadores, ya que se trata de un desembarco en toda regla de lo que hoy se conoce como “Chilewood“. Sí, leíste bien; Chilewood. Este movimiento cinematográfico impulsado por Roth y el resto del equipo consiste básicamente en producir películas con el sello “hollywoodense” fuera de los Estados Unidos para después poder estrenarlas en aquel país y a partir de ahí conseguir una buena distribución internacional. Ya sea por una cuestión de costos o “simplemente” en pos de trabajar con más libertades artísticas, lo que propone “Chilewood” es más que coherente y valioso y solo basta con ver “Knock Knock” para entender lo lejos que puede llegar esta corriente de trabajo. Con Keanu Reeves y el tridente latino conformado por Lorenna Izzo, Ana de Armas e Ignacia Allamand, “Knock Knock” entretiene, sorprende y sobre todo siembra polémica con su sencilla pero bien elaborada historia que recuerda a los viejos thrillers eróticos que le quemaron la cabeza a más de uno durante la época dorada del VHS. No hay mucho más que eso. Sorprende, sí, que siendo una película de Roth tengamos tan poca violencia gráfica en la pantalla, pero queda claro tras ver la primera mitad de “El lado peligroso del deseo” que, cuando hay mesura y un buen pulso narrativo, se puede incomodar con otra clase de elementos y situaciones. Tenemos un nuevo y renovado Eli Roth caminando entre nosotros. Si extrañas esa incomodidad que supo transmitir en sus primeros trabajos, pero ya estas grande para soportar litros y litros de hemoglobina chorreando por la pantalla, acá tenés una dosis refinada y original de suspenso que te va a hacer saltar de la butaca en más de una ocasión. En cambio, si querés sangre, cruzá los dedos para que “The Green Inferno” llegue a los cines lo antes posible.
Señor casado se queda solo una noche, le caen dos chicas por casualidad, le hacen realidad una fantasía y, qué raro, se vuelven dos psicópatas peligrosísimas. Basada en un clásico menor de los setenta, esta película de Eli Roth juega constantemente a la ironía y al humor negrísimo para pintar un panorama moral. Hay momentos quizá demasiado truculentos (los más cinéfilos, claro) pero los tres protagonistas, especialmente Keanu Reeves, están perfectos.
Cuando se nombra a Eli Roth un poco de entusiasmo genera, aunque no sea un persona que disfruta del género en el que él domina el terreno, sus películas, por lo general, generan miedo. Estuvo metido en el medio de “El Payaso del mal”, “Hostel” o “El último exorcismo”, entre otras, y se lo considera alguien respetable en el cine de género. En esta oportunidad decide meterse en un “thriller”, una película con mucho más “”suspenso”” y menos demonios del infierno. “El lado peligroso del deseo” cuenta la historia de un padre de familia que se queda todo el fin de semana sólo y en la primer noche llueve. En medio de la noche tocan la puerta de la casa, son dos chicas completamente mojadas que necesitan usar su teléfono, aunque le cuesta decir que sí, las deja entrar y a partir de ese momento su vida se empieza a complicar. Keanu Reeves (“Matrix”) le da vida a este hombre, un hombre que fue felizmente fiel toda su vida y que trató, con mucha fuerza, seguir siéndolo. Pero cuando llega la tentación a la puerta de tu casa y esa tentación son las bellas Lorenza Izzo y Ana de Armas es complicado resistirse. Al acceder a su juego provocó su final, resulta que las chicas se obsesionan con él y le hacen ese fin de semana una pesadilla. Todo lo que pasa en esta película es predecible y bizarro, parece que Eli Roth quiso hacer un chiste y quedó, desde la premisa a lo que se ve en la pantalla está mal. Se puede decir que sabe filmar suspenso, pero meterse en una historia así de ridícula no tiene mucho sentido. Keanu Reeves, hace lo que puede para salvar a esta “mordida de banquina” en la filmografía de este director, pero ni la onda que le pueda poner la salva.
Dos intrusas, algo difíciles de resistir Eli Roth deja el gore más extremo de "Hostel" para ofrecer un thriller sexy-psicológico que lo acercaría a los climas sádicos, sardónicos y claustrofóbicos del primer Roman Polanski si no fuera porque, en realidad, esta "Knock Knock" es una especie de remake actualizada de una película exploitation de la década de 1970, "Death Game", que dirigió Peter Traynor y protagonizó Seymour Cassel como un padre de familia seducido y luego torturado por Sondra Locke y Coleen Camp. Justamente, Coleen Camp participa en la producción y también tiene un pequeño papel, pero en este sentido todo el film de Roth se reduce a tres intérpretes: Keanu Reevescomo el dueño de casa, y Lorenza Izzo y Ana de Armas como las dos bellas desconocidas que golpean la puerta de su casa una noche de lluvia pidiendo usar el teléfono porque se quedaron sin celular. Reeves es un arquitecto, padre de una encantadora familia, que ama a su esposa, talentosa artista, y que sólo intenta ser un buen samaritano y darles refugio a los chicas que están pasando un mal momento. Las dos beldades flirtean un poco y demoran bastante en seducir al dueño de casa, que se resiste todo lo humanamente posible al menage à trois propuesto cada vez más insistentemente por el duo dinámico y sexy. Pero las cosas siguen el curso inevitable, y ahí recién empiezan los problemas, con las chicas destruyendo el hogar familiar a gusto y discreción, y burlándose, humillando y torturando a su víctima. Hay tensión y mucho humor negro, y esas alegrías terribles propias del cine de Eli Roth, que en este caso hace que se luzca su mujer, Lorena Izzo (lo que explica en parte la coproducción con Chile, donde el director ya ha filmado otra película) y está un poco limitado por el hecho de que todo transcurra en un decorado único con sólo tres personajes esenciales. A pesar de este detalle, sin duda este film fuerte es, a su manera, bastante entretenido.
Otra lección de moralidad por parte de Eli Roth El Lado Peligros del Deseo (traducción casi metafísica para Knock Knock) es la remake de Death Game, film de 1977 de Peter Traynor (que oficia en esta de productor ejecutivo). Para entender un poco como funciona la nueva película de Eli Roth es necesario destacar que Death Game (si bien estaba lejos de ser una obra remarcable) estaba circunscrita en un grupo de films de terror al que me voy a limitar a denominar como terror post-hippismo. Estas obras salvajes y gráficas reflexionaban sobre como el ideal hippie (con el LCD, el sexo libre y la espiritualidad pagana incluidas) se convirtió en pesadilla, destruyéndolo como posibilidad, a raíz de los crímenes perpetrados por Charles Manson y su “Familia” a fines de la década anterior. Obviamente no es casualidad que el gore más brutal dado en el cine estadounidense esté en la década de los 70´s pero no es sólo la violencia el motivo que Manson inspiró en esos cineastas. De todas las temáticas que derivó (sectas, locura inducida, etc), Death Game se colocaba particularmente en una suerte de subgénero en donde el disparador dramático estaba dado por la irrupción de la morada y posterior tortura/asesinato de sus habitantes con objetivos poco claros o notoria aleatoriedad. Si bien Manson tenía un plan, lo que en su momento más impactó a los medios fue la elección aparentemente casual de sus víctimas. El establecimiento de una amenaza ajena a toda lógica, fue un terreno fértil para desarrollar el terror. Los medios de comunicación lo hicieron primero y luego el cine. Este fantasma mantiene su presencia a través del tiempo en obras tan dispares como Funny Games y Los Extraños por ejemplo. El Lado Peligros del Deseo trata al sexo y la marihuana desde una perspectiva tan pueril que da vergüenza ajena. Lo más llamativo, sin embargo, es el aleccionamiento dogmático que hace con estos elementos. “El infiel merece ser castigado”, ese podría ser sólo el motor que lleva a Genesis y Bel (la elección de nombres no es nada sutil) a realizar sus actos. Sin embargo, Eli Roth, decide una vez más ser él mismo el que imparte la lección y convertir esto en la moraleja de su obra. Para ejemplificar esto voy a relatar una de las secuencias. Keanu Reeves, en lo que es lejos su peor actuación (y eso ya es todo un decir en su filmografía) cae finalmente ante la tentación de cogerse a Genesis y Bel. La escena está diagramada así: Plano de una ventana a través de la cual se ve que afuera llueve mucho; un primer plano de él gritando de satisfacción; un plano detalle de una teta, un plano detalle de un portarretratos con su feliz familia; un plano detalle de la mano de él (sin anillo) agarrando con fuerza la mano de una de las chicas; un primer plano de una de las chicas gimiendo; un plano detalle de una pierna; se repite el plano de las manos de él agarradas a las de la chica a la que se suma una nueva mano; se repite el plano del portarretratos; se repite el primer plano de él gritando y corta a un plano aéreo desde donde se ve la casa en plano cenital y además, como caen furiosas las gotas de lluvia. Así termina la escena, triangulando la relación acto de infidelidad-familia con la mirada omnisciente o al menos cenital de dios llorando. Así de pelotuda es la película (en estrictos términos de Fontanarrosa). Así como en Hostel incurría en el porno tortura sin demasiada justificación en El Lado Peligroso del Deseo, Eli Roth no muestra ni una gota de sangre con la misma falta de criterio. Es pelotuda porque se tarda 15 largos minutos de metraje en contarnos a la familia feliz del protagonista, otros 25 en mostrarnos la solidez moral del tipo para hacérsele el difícil a estas dos chicas y la incapacidad de ellas de no ser (ante una situación muy beneficiosa) efectivas para encamárselo. Luego, cuando por fin se concreta el plan, estas mismas mujeres no sabrán, (me corrijo) Eli Roth, no sabrá cómo llevar la película a una zona de peligro real. El director tampoco sabrá cómo generar suspenso con las cartas con las que decidió jugar, entonces, decide usar toques de comedia que no sabe estructurar orgánicamente. Por otro lado, intenta incursionar en cierto aspecto psicológico de las muchachas pero lo hace de manera tan burda que rápidamente lo deshecha (durante la propia diégesis del relato). Estos elementos terminan colocando al relato en un limbo temático/formal del que no va a poder salir nunca. El Lado Peligroso del Deseo condensa lo peor de la visión polarizada de la mujer que había ensayado en Hostel, con su ya característica tendencia hacia el aleccionamiento (Aftershock, Hostel 1 y 2, Cabin Fever). La diferencia con este nuevo film es que nunca el director se había mostrado tan inconsistente para llevar adelante una idea de tamaña simpleza.
Mejor no atiendas la puerta: El lado peligroso del deseo es el el nuevo thriller de horror de Eli Roth protagonizado por Keanu Reeves. Sos un tipo fiel y felizmente casado hasta que llegan dos chicas hermosas a tu casa una noche en que tu familia no está. El lado peligroso del deseo (Knock knock, en su título original), la nueva película que protagoniza Keanu Reeves, parte de esa propuesta para construir un thriller de terror aleccionador sobre los riesgos del adulterio. El mal, en este caso, es encarnizado por las bellísimas Ana de Armas y Lorenza Izzo, que se presentan en la casa de Evan (Reeves) cuando se queda solo un fin de semana largo. Está diluviando, las chicas están perdidas, empapadas y sin teléfono. Qué más puede hacer el hombre que hacerlas pasar para que llamen un taxi. La esposa e hijos de Evan están de viaje y, como quien no quiere la cosa, en seguida comenzará un juego de seducción del que el protagonista no podrá (o no querrá) escapar. La historia, escrita y dirigida por un habitué del género como es Eli Roth (autor de la saga Hostel), se inscribe en la categoría de filmes que encabezó la Atracción fatal de Adrian Lyne: un traspié extramarital que podría quedar como simple anécdota para el asado con amigos se puede convertir en tu peor pesadilla cuando te cruzás con un maniático. Sin embargo, Roth da un paso más allá y eleva el grado de demencia de los victimarios a una altura que por momentos resulta caricaturesca, dejando la película a medio camino entre la comedia negra y el terror más puro, pero sin hacer pie en ninguno. Entre los desaciertos del guion, cuesta entender por qué esas mujeres están ahí y qué razones tienen para lo que hacen. ¿Venganza? ¿Sometimiento? ¿Dar una lección? Queda clara la incapacidad de Evan por controlar su deseo, pero al mismo tiempo resulta inexplicable su insolvencia a la hora de defenderse del ataque. La arremetida es tecnicolor: las chicas tienen energía no sólo para hacer tríos sexuales, sino también para bailar, destrozar muebles, hacer maquetas humanas, cavar pozos y jugar a maquillarse y cambiarse la ropa. Todo ello sin dormir. Menos es más. Alex Forrest (el inolvidable personaje de Glenn Close en Atracción fatal) estaba poseída por el amor. Esa era su maldición. No le hacía falta despedazar una casa para arruinarte la vida, con sólo meter un conejo en la olla bastaba para horrorizarte.
Perversa e inclasificable. “El lado peligroso del deseo”, cuyo título original es “Knock Knock”, está catalogada como una película de suspenso y terror, aunque resulta imposible clasificarla, por lo que resulta siendo un “ni”. El filme protagonizado por Keanu Reeves y dirigido por Eli Roth coquetea con el cine clase B donde el suspenso y el sexo están intrínsecamente relacionados. Evan Webber (Reeves) es un padre de familia que se queda solo durante el fin de semana del Día del Padre mientras su esposa e hijos van a pasar unos días a la playa. Pero su paz se verá interrumpida cuando Genesis y Bel, dos adolescentes sexies, tocan su puerta. Poco a poco, los más bajos instintos de Evan ceden y todo culmina en un desenfrenado trío. Pero lo que parece una noche soñada se transforma en una pesadilla de violencia, locura y perversión. El filme busca armar un discurso sobre el matrimonio y la pedofilia semejante al de Hard Candy (2005) pero no logra crear el clima de suspenso y oscuridad que podría haber sumado mucho.
El problema principal de éste filme podría recaer en su intérprete masculino, pero sería muy injusto endilgarle en este caso alguna responsabilidad en semejante bazofia a Keanu Reeves. Aunque a fuerza de verdad, creo que si, leyó el guión antes de aceptar la propuesta, siempre y cuando haya habido aunque mal no sea un esbozo del mismo. La presunción de la historia es demasiado sencilla. Evan (Keanu Reeves) es arquitecto, un buen padre de familia, que se queda solo en su casa el fin de semana por cuestiones laborales. Todo anda por los carriles supuestos, sólo que afuera la lluvia es torrencial. Ya iniciada la noche, suena le timbre de la puerta de la casa, son dos hermosas jóvenes, perdidas en el barrio residencial en el que vive Evan, le solicitan ayuda para conseguir un taxi, que demorará casi una hora, una dirección exacta por internet o lo que sea que las jóvenes desean. Nuestro héroe resistirá hasta lo imposible el juego de seducción que proponen las dos ninfas, hasta que casi como que es violado por ambas. La historia empieza a delinearse como una nueva lectura, con más sexo, de "Funny Games" en cualquiera de sus dos versiones (1997 y 2007), la primera filmada en Austria, la segunda en Estados Unidos, ambas del director Michael Haneke. Para luego, casi de inmediato, emparentarse con la producción americana, casi independiente, “Hard candy” (2005), aquella en que una adolescente seduce a un adulto en la casa de éste solo por venganza, y ahí aparecía la pequeña gran actriz Ellen Page, por lo que, a partir de la comparación, y no parece ser un tema de histrionismo sino de nuevamente responsabilidad de la escritura, el trabajo de las jóvenes elegidas en la obra que nos ocupa, Ana de Armas y Lorenza Izzo, en los personajes de Bel y Génesis respectivamente, la primera cubana, la segunda chilena y esposa del director, no es pasible por tanto de descalificación taxativa. Pero en esta oportunidad convengamos que, como invasoras seductoras están más cerca de los lagartos de “Invasión V”, la serie de TV de los ´80, que dos justicieras contra la pedofília. Todas las escenas se viven como demasiado impuestas, sin desarrollo tipo causa, acto y consecuencia, estructura de cualquier historia, o de la historia misma. Los personajes carecen de construcción y justificación, sumarle a eso acciones ridículas, un ritmo narrativo que nunca se logra, un desarrollo de la narración que ambiciona ser todo al mismo tiempo y por el mismo precio, hasta se da el “lujo” de pretender transitar por la idea, novedosa por cierto, del juego perverso del gato y el ratón. El director supo de mejores performances, sostenidas a partir de trabajar las emociones de manera paroxística, tiene sus seguidores, pero creo que quedarán, como poco, desconformes
Sexo, sudor y (muchas) lágrimas Es llamativo lo que sucede con El lado peligroso del deseo. Para un especialista en el exceso como Eli Roth, su nueva película -una remake de la poco conocida cinta de 1977 Death Game– se va truncando lentamente por obra y gracia de la tibieza irresoluta de su guión y una actuación poco convincente de Keanu Reeves. Al actor de Matrix el rol le exige una veta dramática que no está en su ADN. Nunca fue su fuerte y esto queda en evidencia una vez más. En algunos pasajes Reeves encuentra el tono que requiere la escena pero en muchos otros pifia por completo el registro. A mayor grado de histrionismo más se notan sus limitaciones. Y coincidamos que no es un papel de gran complejidad, cualquier intérprete de mediano oficio haría un buen trabajo. No es el caso del imperturbable e inexpresivo Keanu, una elección de casting de alto riesgo y muy difícil de entender desde un punto de vista académico. ¿De qué va la historia? Digamos que se enrola en el subgénero de “invasiones de hogar” con dos chicas que con la excusa más vieja del mundo (aducen estar perdidas y piden utilizar el teléfono) se le meten en la casa al arquitecto de clase media alta Evan (Reeves) para luego seducirlo y de a poco ir convirtiendo su vida en un auténtico infierno. El trasfondo responde a un conflicto sexista en el que las mujeres se arrojan el derecho de ejercer una crítica moral sobre ciertos hombres y operar en su contra utilizando para ello las herramientas que Dios les dio. Esa voracidad de castigo sugiere que en algún momento fueron abusadas pero también hay una segunda lectura, seguramente más inquietante, que revela un odio visceral sin explicación ni justificativo. Siendo Evan un hombre casado y con hijos, esa doble moral para Génesis (Lorenza Izzo, esposa de Eli Roth en la vida real) y Bel (la bellísima cubana Ana de Armas) merece su castigo aunque sean ellas quienes provocaron al hombre en primera instancia. Si pisás el palito con estas señoritas cubrite los gemelos porque no se van con chiquitas denotando un grado de sadismo ya practicado en otras oportunidades. Porque Evan, claramente, no es su primera víctima. Con esta clase de material el viejo Eli Roth se hubiese hecho un festín, después de todo estamos hablando del Rey del “porno horror”. Sin embargo el realizador de Hostel y Cabin Fever no elige el camino del gore para narrar su cuento moral. Prefiere quedarse en los límites difusos del thriller, uno tan previsible como poco perspicaz que elude la fórmula del gato y el ratón pero no encuentra su propio estilo. No uno interesante al menos. Y como tampoco se preocupa por darle giros inteligentes a su guión la cosa termina recayendo en el aspecto controvertido del tema. Lo que en sí no es suficiente para sostener un largometraje. No me malentiendan, Knock Knock entretiene razonablemente; las dos actrices ya mencionadas son un regalo para la vista y ni siquiera merecería ingresar en una lista de los peores filmes del año. Pero artísticamente deja mucho que desear y no convence el proceder de sus personajes puestos todos los elementos que los define en contexto.
La tentación tras la puerta El crítico Steven Jay Schneider sostiene que “el de ‘invasión de hogar' es un subgénero que se remonta a D. W. Griffith”. Lo cierto es que sus variantes aparecen en “La naranja mecánica” (1971) de Stanley Kubrick, “Perros de paja” (1971) de Sam Peckinpah, “Funny Games” (1997) de Michael Haneke y “La habitación del pánico” (2002), de David Fincher. Y es la premisa que elige el director Eli Roth -conocido por ser el creador de “Hostel” y actor de Tarantino en “Death Proof” y “Bastardos sin gloria”- para desarrollar “El lado peligroso del deseo”, cuyo título original “Knock Knock”, es menos revelador pero más acorde a la esencia de la película, donde mezcla el thriller de terror con algo de gore. Evan Webber (Keanu Reeves) es un arquitecto al que, se nota, le va muy bien. Le gusta su trabajo, tiene una casa confortable diseñada por él mismo, edificada en un barrio idílico y una familia aparentemente perfecta que parece extraída de una publicidad. Sin embargo, una noche de tormenta en que se queda solo, dos mujeres jóvenes y atractivas (excelentes Lorenza Izzo y Ana de Armas, quienes exprimen todo su encanto latino) golpean su puerta. Despliegan entonces una estrategia de seducción y progresivamente empiezan a irrumpir, a través de un juego perverso, en el mundo cómodo y ordenado de Evan, hasta convertirlo literalmente en un infierno, con torturas físicas y psicológicas incluidas. “Knock Knock” (usaremos en adelante el título en inglés, por el motivo ya expuesto) arranca como somera exploración de los deseos prohibidos y las fantasías sexuales de un hombre de mediana edad con varios años de matrimonio (justo el doble de los que llevaba Tom Ewell cuando se queda solo en su casa y enloquece por su vecina de arriba, Marilyn Monroe, en “La comezón del séptimo año”, dirigida en 1955 por Billy Wilder). Pero pronto evoluciona hacia el terror, con alguna resonancia de “Atracción fatal” (aquella joya comercial de 1987, con Michael Douglas y Glenn Close), sobre todo cuando pone énfasis en la pesadilla que supone para el protagonista el inevitable tambaleo de su tranquila vida debido a una (en este caso doble) infidelidad. No hay conejos hervidos, pero no hacen falta para que el público se remueva incómodo. Notable ejercicio Sin embargo, la referencia más concreta de la película de Eli Roth es un film de exploitation de finales de los ‘70 llamado de argumento similar: “Death Game” (1977), de Peter S. Traynor. Allí, Collen Camp y Sondra Locke (que en “Knock Knock” figuran respectivamente como productora y productora ejecutiva) eran las protagonistas, junto a Seymour Cassel, conocido desde fines de los ‘60 por sus trabajos con John Cassavetes. Hay que reconocer que tras su velo de film de género, “Knock Knock” ensaya una mirada más o menos ácida sobre el uso desmedido e irresponsable de las nuevas tecnologías (en particular las redes sociales), la hipocresía social y las posturas extremas relacionadas con el machismo y el feminismo. Pero todas estas cuestiones apenas están bosquejadas, expuestas de modo superficial, como si a los realizadores no les importara tanto ahondar en ellas. Roth, contenido en su veta más visceral y en el uso de la violencia gratuita que eran su marca registrada en “Hostel” y en los demás trabajos que realizó hasta el momento como director y guionista, abre muchos interrogantes pero no responde ninguno, o apenas deja algunas medias respuestas. Lo cual supone un ejercicio estimulante para el espectador, obligado a sacar sus propias conclusiones, que no son en modo alguno tranquilizadoras. Aunque todo se subordina al entretenimiento, a los giros sorpresivos sobre los que está vertebrada la trama, y en este sentido es honesta, “Knock, knock” es un producto que sin desdeñar los clichés del género, logra elevarse por encima de la media.
¿Quién golpea a mi puerta? Nadie nunca espera una película nueva de Eli Roth. Esa situación debería ser la regla. Si alguien la contradijera estaría un poco loco; sería uno de esos trastornados que persiguen causas perdidas, emociones inexplicables, rastros marcianos en un cine industrial reticulado, sin aristas visibles, cuyas fórmulas se han probado una y mil veces. Sin embargo, a pesar de que no esperamos ver una película con la marca Eli Roth bien a la vista –porque el poder de evocación del nombre ha menguado, porque en realidad nunca dijo mucho, o porque, para ser sinceros, nos habíamos olvidado de que existía– el hombre no parece dispuesto a ceder y entrega con cierta regularidad películas aquí y allá, como si fueran pequeñas detonaciones cuya estridencia está llamada a recordarnos un grito salvaje, la existencia de una mente de niño perverso operando en las entrañas del cine de género, no para hacerlo estallar sino para producir en ellos alguna clase de desvío y corroer ligeramente sus certezas. ¿Cuántas veces se contó la historia de un burgués satisfecho de sí mismo y del mundo que ha sabido crear a su alrededor (su pequeña mónada), que a partir de un renuncio insignificante es sorprendido por el golpe de las esquirlas de algo monstruoso? Con una delectación cuya carga malévola parece saborearse en cada plano, Roth utiliza aparentemente de base una película sin mayor cartel de los años setenta protagonizada por la huesuda Sondra Locke, rubia actriz olvidada de varias películas de Clint Eastwood pero también directora (y que resulta ser una de las productoras de El lado peligroso del deseo), para retomar a ese hombre tranquilo, no con el fin de explayarse acerca de la persistencia de una naturaleza oscura en los rincones de las almas apacibles, sino para insistir sobre la raíces más básicas imaginables del “cuento del mal que viene de afuera”. Es una noche de lluvia, la familia compuesta por la mujer bella y amable y los niños adorables no está; el hombre trabaja tranquilo frente a la computadora en un proyecto arquitectónico (su especialidad), mientras la música de un vinilo tras otro llena la casa de una amable sensación de bienestar con rock del bueno (Black Sabbath, Kiss, y así más o menos siguiendo). De pronto, knock, knock, alguien que golpea a la puerta: dos adolescentes hermosas empapadas de pies a cabeza dicen haberse confundido de dirección. En su relato acerca del arquitecto que da el mal paso, pobre, Roth acierta sobre todo con el timing de la espera que precede al desastre: en esos momentos no sabemos bien qué estamos viendo. Imaginamos que las chicas mostrarán en algún momento un carácter maligno. Pero también podría ser que el burgués amante de los discos fuera un monstruo y que ellas solo deban defenderse y correr por la casa. La elocuente maestría del director para estirar la situación en la cual esas tres criaturas se estudian bordeando el peligro durante casi la mitad de la película constituye el placer verdaderamente inesperado de El lado peligroso del deseo. La torpeza del título local no consigue echar a perder el tono de melancolía que habita secretamente en esa porción de la película; el personaje principal se encuentra ante una situación que su estado de hombre de familia le ha hecho olvidar: no sabe qué hacer con esas chicas en shorts que le invaden de poco la casa entre risas, que lo halagan y le agarran del brazo cuando le hablan en un crescendo embriagador de confianza. De a poco vemos que ese hombre bueno está perdido, no porque vaya a cometer una torpeza capaz de arruinarle la vida para siempre, o de quitársela, sino porque las chicas son el testimonio de que el mal es en última instancia inexplicable. Ese mal no se sabe de dónde viene –la secuencia en la que él, creyendo sacárselas de encima sin mayores consecuencias, las lleva a la puerta de la casa donde dicen vivir termina con las chicas esperando que el auto se pierda de vista para dar media vuelta y enfilar hacia un costado del plano con rumbo desconocido– ni tampoco hacia dónde va. Aunque pasada la mitad la película se encamine un poco rutinariamente hacia algunas formas más o menos acreditadas del formato de la criatura que debe sobrevivir como pueda en un espacio de dimensiones reducidas –ese dispensario de sobresaltos, montaje abrupto y música efectista– el verdadero corazón de El lado peligroso del deseo, el que puede hacer que la pasemos por alto o que nos recuerde alguna forma entrañable de miedo atávico, está cincelado con golpes de una incertidumbre radical que no estamos acostumbrados a ver en el cine mainstream de cada semana.
El lado peligroso es una película que se deja ver, pero que se podía haber explotado mucho más. El guión está bien armado como para que el espectador imagine varios desenlaces y los vaya cambiando a medida que avanza la proyección, algo fundamental para mantenerlo atento y entretenido cuando la historia...
Evan (Keanu Reeves) es un padre de familia bonachón, feliz con sus hijos y su matrimonio. Ellos se van de vacaciones por el fin de semana mientras Dave se queda en casa para terminar un proyecto. Esa misma noche, dos jovencitas empapadas por la lluvia tocan el timbre para pedirle ayuda a encontrar una fiesta que están buscando en el barrio. Poco a poco las chicas empiezan a seducirlo y las cosas se salen de control. Luego de una noche salvaje de sexo, las jóvenes deciden hacerle la vida imposible a Dave hasta llegar a niveles extremos. Hay tres cosas que me hicieron ir al cine a ver esta pelicula (sinceramente lo único que tiene el film) y posteriormente voy a explicar porque las tres me decepcionaron: mi fanatismo por Keanu Reeves (las Matrix, Máxima Velocidad), el nombre Eli Roth (que en algún momento significó algo en el mundo del cine), y las dos hermosas chicas que hacen las veces de antagonistas. Empezaré con las chicas, la chilena Lorena Izzo y la cubana Ana de Armas, que, en una película en donde los personaje son chatos y simples, ellas destacan. Tal vez por su juventud y su belleza, o tal vez por que todo el resto de los elementos que componen esta película están muy mal. Las dos jóvenes tienen un historial muy corto en cine y es su primera producción en Hollywood. Con suerte sus futuros productores van a saber ver el potencial en ellas e ignoren el desastre que es la película. Eli Roth parece un director principiante en esta película a pesar de estar haciendo cine desde hace casi 15 años. Toda la película transcurre en la casa del personaje de Keanu Reeves, y más allá de que es un lugar grande y espacioso, el director repite y juega seguro al momento de la elección de los planos. El guión es superficial, básico y predecible, y en ningún momento vemos una evolución o cambio en los personajes. La moraleja que nos instenta dejar es tan perezosa y de un punto de vista casi infantil que cuando llegaron los créditos no podía creer que así iba a terminar la película. No es una buena señal para los escritores Nicolás López (Chile) y Guillermo Amoedo (Uruguay), que también acompañaron a Eli Roth en la fallida “Aftershock” de 2012, pero cambiando los roles: López en la dirección y Roth en la actuación. Para finalizar, hablaré un poco sobre el señor Keanu Reeves, que creo, sin duda alguna, que esta es la peor actuación de su carrera, al menos en mi punto de vista. En la primera mitad de la película intenta actuar como padre, y en la segunda mitad como víctima. Y digo intenta porque en ningun momento logra convencer al espectador. Creería que esto es por la pésima dirección o por que es un espectro de actuación que él no logra alcanzar, o por actor mediocre o por, de vuelta, perezoso. Mientras transcurría la película no podía dejar de ver un nuevo Nicolas Cage: por las grandes películas que supo hacer y por la basura clase B que hace hoy en día. En 2015 estrena 4 películas y 3 en 2016. Cantidad no es calidad Keanu, pero te entendemos, hay que pagar las cuentas. Reitero, lo único que me dejó esta película son las dos hermosas actrices que en un momento aparecen en paños menores y esos son sólo los primero 30 minutos de la película. Para eso, señor espectador, ahorrese la entrada y espere que llegue a Netflix. Veredicto: 3/10 – Una peli que tranquilamente podrías no ver.
Una reversión menor de Hard Candy "Knock Knock" es el nuevo trabajo del irregular director de películas de terror, Eli Roth ("Hostel", "Cabin Fever"). En esta ocasión nos trae una historia bastante inverosímil que se asemeja demasiado a la película de David Slade "Hard Candy", que fue protagonizada por Ellen Page y Patrick Wilson, y que tenía un tratamiento bastante mejor que el que se lo dio a esta historia clase B. Roth tiene un estilo histérico de concebir el terror, con mucho gore, que varias veces le ha terminado pateando en contra. En este caso prueba algo más cerca del thriller, con menos gore, pero aún así se queda a mitad del camino y da esa sensación de que sus prioridades no estuvieron puestas en los factores más importantes. Para el que está un poco perdido acerca de qué va la película, le hago un pequeño resumen. Evan (Keanu Reeves) es un arquitecto padre de una familia prácticamente perfecta. Esposa linda y talentosa, tiernos hijos, una carrera prominente y dinero. Un fin de semana en que su mujer se va con sus hijos de viaje y él se queda en casa por trabajo, recibe la inesperada visita de dos adolescentes que aparentan estar perdidas. Las deja entrar para puedan llamar un taxi, o un Uber mejor dicho (metieron un pnt de aquellos ahí), y las cosas de a poco se van poniendo calientes a pesar de que Evan se resiste un poco. La noche termina en una orgía tremenda y al otro día se encuentra con que las dos chicas inocentes no eran tan buenitas después de todo. Lo atacan física y psicológicamente hasta prácticamente quebrar su espíritu. ¿El móvil que lleva a estas dos locas a hacerle vivir un infierno a Evan? Prácticamente el mismo de "Hard Candy" pero con una vuelta de tuerca que resulta ser sorpresivamente más conservador que en el film de David Slade. La personalidad de ambas chicas, interpretadas por Lorenza Izzo ("The Green Inferno") y Ana de Armas ("El Internado), resulta demasiada infantil y torpe, rozando el grotesco de una esquizofrenia mal actuada. Hay algunos momentos sexies y de tensión, pero en general la propuesta no llega a convencer, sobretodo cuando Roth administra de manera despareja el drama y el humor negro. La parte cómica llega sobre los últimos minutos de la película muy de golpe y no engancha de manera natural con la atmósfera creada anteriormente. Keanu Reeves por su lado creo que hace un buen trabajo, mostrando una faceta un tanto diferente de lo que nos tiene acostumbrados. En general creo que es un film un tanto torpe, que toma como temática principal algo que ya se trabajó en cine de una mejor manera en el pasado. Lo positivo pasa por ver a dos chicas realmente hot hacerle la vida imposible a Keanu Reeves. Eso es todo.