Con una ayudita de ultratumba Scott Derrickson no es precisamente una luminaria del cine pero resulta indudable que en el contexto del paupérrimo panorama cultural actual el señor funciona como uno de los pocos artesanos trabajando en el mainstream de nuestros días, categoría que también abarca a los variopintos M. Night Shyamalan, James Wan, Mike Flanagan, John Erick Dowdle y Jaume Collet-Serra, directores que en líneas generales le dedican cariño verdadero a lo que hacen, entienden en serio el cine de género y suelen preferir cierto margen de independencia por sobre los automatismos, la incesante repetición y los cheques abultados de las franquicias y demás productos estandarizados que promedian hacia abajo el horizonte de calidad de los productos que inundan el mercado internacional. A tal punto el estadounidense sigue estos lineamientos -nada revolucionarios pero indicadores de una personalidad propia- que justo viene de ser echado de la producción de Doctor Strange en el Multiverso de la Locura (Doctor Strange in the Multiverse of Madness, 2022), un proyecto que por cierto cayó en manos del hoy lastimoso Sam Raimi, a raíz de su pretensión de redondear una película de terror hecha y derecha en detrimento de las pavadas de siempre del “emporio Marvel” y su principal responsable, el productor Kevin Feige, personaje patético que oficia de agente uniformizador compulsivo de film en film para lo que de otra forma podría ser una riqueza que amplíe la oferta formal y simbólica de la saga de superhéroes en vez de empobrecerla. En este sentido vale aclarar que Derrickson es un realizador y guionista desparejo, como casi siempre lo son los creadores que trabajan mayormente por encargo, con la capacidad de entregar basura como Doctor Strange (2016), la realización que originó la secuela de la discordia, Hellraiser: Inferno (2000), quinto y bizarro eslabón para video de la franquicia iniciada por la gloriosa faena original de Clive Barker de 1987, y El Día que la Tierra se Detuvo (The Day the Earth Stood Still, 2008), remake muy poco interesante del clásico de ciencia ficción de Robert Wise de 1951, propuestas mediocres aunque con alguna que otra escena eficaz que dejaba en evidencia la destreza de Derrickson para el aprovechamiento de las fórmulas retóricas más antiguas, pensemos por ejemplo en El Exorcismo de Emily Rose (The Exorcism of Emily Rose, 2005) y Líbranos del Mal (Deliver Us from Evil, 2014), y finalmente obras en verdad loables que recurren en gran medida a múltiples clichés de los géneros en cuestión aunque también logrando destacarse por su fuerza y una algarabía cuasi exploitation, en este caso nos referimos a Sinister (2012), pequeña epopeya sobrenatural protagonizada por el imponderable Ethan Hawke, y la presente El Teléfono Negro (The Black Phone, 2021), dos trabajos más que dignos que permiten recuperar las esperanzas de ver productos potables y con mucha garra discursiva -o por lo menos un poco de astucia- en épocas de “vacas flacas”, redundancias, poca imaginación y demasiada corrección política. Basada en el relato corto homónimo del 2004 de Joseph Hillström King alias Joe Hill, hijo del afamado Stephen King y escritor que ya ha sido adaptado en formato largometraje de la mano de Cuernos (Horns, 2013), de Alexandre Aja, y En la Hierba Alta (In the Tall Grass, 2019), de Vincenzo Natali, y bajo el halo se las series mediante NOS4A2 (2019-2020), de Jami O’Brien, y Locke & Key (2020-2022), de Meredith Averill, Aron Eli Coleite y Carlton Cuse, la historia gira alrededor de Finney Shaw (Mason Thames), un niño de 13 años que vive en 1978 en los suburbios de Denver, en el Estado de Colorado, junto con su hermana Gwen (Madeleine McGraw) y el padre de ambos Terrence (Jeremy Davies), un alcohólico muy inestable a nivel emocional que despierta temor en sus vástagos desde que la madre se suicidó por lo que parece haber sido un delirio vinculado a una capacidad psíquica que en sus sueños le permitía conocer hechos y personas con los que de otro modo jamás habría entrado en contacto. Su vida, resumida en los abusones de siempre, sus pocos amigos y un interés romántico del colegio, se viene abajo cuando es secuestrado por un asesino en serie especializado en purretes que anda rondando la región, El Captor/ The Grabber (Hawke), psicópata que confina a Finney a una celda insonorizada en un sótano mugroso con la única compañía de un colchón, un inodoro y ese teléfono negro desconectado, un aparato que el muchacho utiliza para comunicarse con las víctimas previas -y ya fallecidas- del chiflado. Amén de la insólita ayudita de ultratumba que recibe el protagonista, el film logra abrirse camino entre tanto thriller similar de entorno cerrado, raptos o tortura psicológica más o menos sutil gracias a la propensión del director y guionista -en este último rubro trabajando junto a C. Robert Cargill, colaborador de Derrickson en Sinister y Doctor Strange– a no menospreciar el intelecto del espectador, por ello mismo Finney es mucho más perspicaz que el mocoso promedio del suspenso de destino masivo y la faena que nos ocupa no tiene en general problema alguno en mostrar la violencia entre niños y aquella otra entre éstos y los adultos, tanto machos como hembras, lo que le agrega una pátina de realismo sucio y bastante doloroso a una película que juega continuamente con la fantasía lúgubre de las conversaciones del niño con el Más Allá y de la herencia de Gwen en materia de la destreza psíquica/ onírica de su progenitora, esquema que enriquece la trama porque en paralelo a los intentos de escape del joven se mueven las hilarantes charlas de la chiquilla con Jesús para que la asista en eso de soñar con la casa que oficia de prisión prosaica del abducido. Desde ya que El Teléfono Negro no es para nada novedosa o “de quiebre”, sin embargo su arribo es motivo de celebración porque se extrañaba muchísimo una odisea atrapante y osada alrededor del latiguillo a priori quemado del homicida en serie en busca de una presa siempre dócil, planteo que hoy por suerte se complejiza y se expande a través del genial trabajo actoral de Thames y un Hawke que despunta como un villano antológico con una galera y una máscara diabólicas semejantes al Lon Chaney de La Casa del Horror (London After Midnight, 1927), legendaria epopeya muda y perdida de Tod Browning, y al Doctor Caligari de Werner Krauss de El Gabinete del Dr. Caligari (Das Cabinet des Dr. Caligari, 1920), obra maestra de Robert Wiene. Planteada como un juego del gato y el ratón bien claustrofóbico y directo con un desenlace memorable, El Teléfono Negro es un ejemplo maravilloso de lo mucho que puede hacerse con escasos recursos y sin la manía mainstream de ensalzar la levedad discursiva y esas épicas inofensivas que pronto caen en el olvido…
Toda historia de terror tiene su lado psicológico detrás, más allá de cualquier susto; sólo hace falta buscarlo. Este es una de las ventajas que tiene El Teléfono Negro, uno de los estrenos de cine de la semana del 23 de junio. Finney (Mason Thames) es un chico tímido -víctima de bullying y de un padre golpeador- de 13 años que es secuestrado por un asesino serial (Ethan Hawke). Lo que el captor no sabe es que, en donde tiene atrapada a sus víctima, suena un teléfono y al otro lado de la línea se escuchan voces que pueden ayudar al joven. El cuento corto en el que está basado el argumento fue escrito por Joe Hill, el hijo de Stephen King, y durante la cinta se notan las influencias del autor de Misery. Esta es una de las cuestiones que más atrapan de la historia. Sin embargo, por tratarse de una de terror, no asusta como una del género, sino que funciona más como un thriller o algo de suspenso (lo mismo que sucedió con Gemelo Siniestro). Vale destacar la actuación de Ethan Hawke, quien se vuelve a reunir con el realizador de Siniestro -Scott Derrickson-. Y aunque son dos papeles que están en distintos extremos de la balanza moral, el actor siempre sale airoso de estos desafíos al lograr encontrarle matices físicos y vocales a un personaje que no quiere dar mucho la cara. Mas allá de eso, el resto de las interpretaciones no van más allá de lo necesario. Un fallo, que también se puede encontrar en Siniestro, es el de la falta de desarrollo desde el lado de los villanos; hay cosas que no se explicitan -puede ser a propósito o no- y que pueden ayudar a captar todas las perspectivas (no se pretende llegar a ser Criminal Minds, pero un poco más de información sería interesante). Tiene mucha similitud a varias historias exitosas de los últimos años (Stranger Things, It), debido a que se sitúan en la década de los ’70 (u ’80, dependiendo del caso) -con protagonistas jóvenes- y tiene algún que otro guiño a la cultura popular época. Esto ayuda a mantener ese aspecto no sólo macabro, sino también tecnológico; porque el teléfono que da nombre a la cinta es de disco y tiene ese sonar tan estremecedor que a veces es mejor perderlo que encontrarlo. El Teléfono Negro no funcionaría nunca en el siglo que estamos viviendo. Este thriller tiene, en su base, el relato de un chico que tiene que superar sus propias barreras de lo posible para llegar a lo imposible. El camino que recorre puede ser chato, pero no significa que el espectador pierda su interés en su transcurso.
El teléfono negro reúne dos de las mente creativas que mejor vienen trabajando el terror. Por un lado, el escritor Joe Hill (muy digno hijo de su padre, Stephen King), autor del cuento en el que se basa. Por otro lado, Scott Derrickson, que ya había demostrado sus credenciales en la subestimada Hellraiser: Inferno, El exorcismo de Emily Rose, El día que la tierra se detuvo (en este caso, ciencia ficción), Sinister, Líbranos del mal y Doctor Strange. Se suponía que iba a dirigir la secuela del Hechicero Supremo de Marvel, que apostó por más monstruos y sustos, pero su enfoque del género, más adulto, lo alejó del proyecto, que se benefició del tono más lúdico -pero no menos grandioso- de Sam Raimi. La acción tiene lugar en un pueblo de Denver durante 1978 y es, ante todo, un coming of age que pronto se revela amargo y desesperado. El tímido y sensible Finney (Mason Thames), de 13 años, experimenta el miedo y la violencia en las calles (peleas de preadolescentes), la escuela (es el blanco predilecto de los matones de la clase), incluso en su propia casa; el padre (Jeremy Davis) es un alcohólico que los maltrata a él y a Gwen (Madeleine McGraw), su hermana menor. Las películas de terror y el enamoramiento de la chica linda del curso apenas son un consuelo. Y como si aquel calvario no fuera suficiente, los chicos del pueblo están siendo secuestrados por alguien a quien apodan The Grabber. Pronto Finney es otra víctima del invididuo (Ethan Hawke), que lo encierra en un sótano poco iluminado. Allí sobresale un teléfono negro, antiguo, que parece no funcionar… hasta que suena. Uno de los méritos de Derrickson -junto a su co-guionista, C. Robert Cargill- es el de saber integrar a la relación de Finney y Gwen, el verdadero corazón del film, la trama de un asesino serial y los elementos sobrenaturales. Esto último tiene dos vertientes: las pesadillas de la niña, que se relacionan con las desapariciones y The Grabber, y el teléfono, por el que el chico irá recibiendo llamados de los niños asesinados, para advertirlo y ayudarlo. Así se obtiene un tono parecido al de la obra de King y al díptico de It, de Andy Muschietti (no es casual que uno de sus actores participe aquí), donde la crueldad de vecinos y familiares de los protagonistas por momentos era más shockeante que cualquier acto del monstruo. De hecho, la escena más perturbadora e impredecible de El teléfono negro no involucra al villano principal. Asimismo, la incorporación de lo fantástico también conecta con una de las preocupaciones del realizador: personajes que entablan vínculos con otros mundos, lo que traerá diferentes consecuencias. Derrickson -que reconoce los tintes autobiográficos de la historia- también acierta al privilegiar una narración clásica y prescindir de explicaciones alrededor de la figura del psicópata, que usa máscaras demoníacas cortesía de Tom Savini y su socio, Jason Baker, para Callosum Studios. Esto conecta con las primeras entregas de La masacre de Texas, mencionada dos veces, y Halloween, emblemas del cine de terror de la época. En cuanto a exponentes posteriores, remite a la australiana Fortress, en la que un grupo de alumnos y su maestro son atrapados por un grupo de enmascarados y deben aprender a sobrevivir. Y otro punto importante para Derrickson: pone énfasis en la atmósfera de tensión y peligro, y reduce al mínimo indispensable los jump scares, lo que la diferencia de la mayoría de las producciones comerciales del género de los últimos años. Imposible no detenerse en el elenco. Hawke sabe ser tan perverso como fascinante, y sin casi revelar la cara y, en algunos casos, casi sin moverse. Una versión del homicida que supera a la del cuento, donde luce como un hombre obeso que es payaso ocasional, clarmente inspirado en John Wayne Gacy. Pero son Mason Thames y Madeleine McGraw quienes sostienen la propuesta con interpretaciones de una madurez infrecuente en gente tan jóven. Con una sobria recreación de época (la nostalgia está presente, pero en su medida justa, sin pose), El teléfono negro aporta una novedosa variante del boogeyman y profundiza en el aspecto más crudo de la pérdida de la inocencia y el camino a la madurez.
Apoyado en la destacada actuación de Mason Thames y Madeleine McGraw como los hermanos Shaw, El Teléfono Negro es un cuento macabro donde hay sobresaltos y escenas que perturban al espectador pero también hay un trasfondo de crítica social que incomoda e interpela.
Probablemente la mejor película de la productora Blumhouse desde El hombre invisible. Cuando Marvel le impidió a Scott Derrickson desarrollar la continuación de Doctor Strange que había concebido, el director abandonó el proyecto y volvió a sus fuentes artísticas con una producción de bajo presupuesto. En esta oportunidad optó por adaptar el cuento de Joe Hill, “El teléfono negro”, que formó parte de su antología “20 Century Ghosts”, publicada en el 2007. Más que una propuesta clásica de horror el relato de Hill propone un thriller con elementos sobrenaturales, donde los casos policiales de asesinos seriales se fusionan de un modo macabro con la mitología de Hansel y Gretel. Derrickson, quien optó por respetar el argumento original, elabora un film que tal vez no cuenta con grandes momentos aterradores pero captura la atención del público con el misterio que elabora y el desarrollo de los personajes principales. Ethan Hawke, quien había protagonizado Sinister (uno de los títulos más recordados del director) compone un villano efectivo que resulta una bizarra mezcla de John Wayne Gacy (famoso criminal de los años ´70) con la bruja del mencionado cuento de los hermanos Grimm. El modo en que captura a sus víctimas con una camioneta negra conecta al personaje con la famosa leyenda urbana europea del Black Volga. Un clásico del siglo pasado donde se creía que una ambulancia negra secuestraba niños para quitarles sus órganos con el fin de venderlos al mercado negro. En la primeras versiones el vehículo era el auto soviético Volga (probablemente para echarle la culpa a los rusos de todos los males del mundo) pero luego con el paso del tiempo, cuando la leyenda se expandió al continente americano, se cambió por otros modelos. El film juega con todas estas cuestiones del folclore popular y la paranoia que había a fines de los años ´70 con la desaparición de chicos, dentro de un film que evade los jump scares trillados para darle prioridad al vínculo de los personajes centrales. Un aspecto de esta producción que además se vio favorecido por el casting de Mason Thames y Madeleine McGraw, quienes sorprenden con una gran composición de los hermanos Finney. Aunque la premisa es simple la narración de Derrickson consigue crear muy buenas situaciones de suspenso que terminan por ofrecer un espectáculo muy entretenido. Si tienen presente que el tono del film se concentra más en el thriller que el género de terror y evitan el horrendo trailer que muestra demasiado, El teléfono negro sobresale entre las novedades de la cartelera para tener en cuenta.
Cuando la violencia es real Derrickson retorna a su género predilecto luego de dirigir Dr. Strange en 2016, y nos trae una historia que nos recuerda a alguna de sus anteriores obras, como Sinister (2012) o The Exorcism of Emily Rose (2005). Sin embargo, The Black Phone, más allá de su tono terrorífico desde que empezaron a publicitarla, se asemeja más a un thriller con tintes sobrenaturales en cuanto a su estructura narrativa, aunque sin dejar de lado algún buen susto bien aplicado. Años 70, Colorado. La época y el lugar que se elige en la historia original de Joe Hill no es casualidad. Era el apogeo de los asesinos en serie en Estados Unidos y se había creado cierta mística alrededor de algunos personajes reales. En esta película, es un temible enmascarado el que secuestra al joven Finney, de 13 años, y lo encierra en un sótano insonorizado sin posibilidad alguna de escapatoria. Desprovisto de alternativas, Finney recibe ayuda de un teléfono negro que no para de sonar, en donde se agolpan las voces de las anteriores víctimas del asesino. Hay algo muy bien logrado en la cinta que es la atmósfera general del pueblo. El ambiente cargado de violencia, desde lo intrafamiliar o en el colegio. La violencia como respuesta o solución a todo. Es por este motivo que creemos que el enmascarado no es otra cosa más que un producto de aquella sociedad que no tiene paz. El desarrollo de la trama es correcto, sabe bien donde están sus límites y pareciera no necesitar esforzarse en seguir el camino indicado sin complicaciones. Derrickson elabora un buen encrucijado entre lo sobrenatural y lo real, que sucumbe en un clímax verdaderamente efectivo, ya que revienta la tensión en el momento justo y ningún cabo queda sin atar; cada personaje principal cierra su arco narrativo en conjunción con el final del conflicto. Otro gran factor a tener en cuenta es la elección del reparto. No solamente del gigante Ethan Hawke que, a su manera, hace brillar todo lo que toca, sino que habría que hacer hincapié en el casting de todos los adolescentes que forman parte del film. Mason Thames (Finney) y Madeleine McGraw (Gwen, su hermanita) hacen un trabajo espectacular; realmente sorprende el nivel de sus actuaciones y la capacidad para crear escenas dramáticas de gran categoría. Quizá uno de los reproches en general es la poca información que tenemos acerca del enmascarado. Derrickson no quiere indagar en los motivos que lo llevan a hacer ese tipo de cosas y se siente como si nos faltara algo más, o tal vez esa era su intención primera: que nos quedemos con la sensación latente de que no hay demasiados motivos para que llegue a hacer algo así. En definitiva, The Black Phone cumple con las expectativas que se habían generado en los últimos meses, con una historia que cierra bien y siempre cuenta con una tensión que va in-crescendo hasta su incuestionable clímax. Más que recomendable alternativa que renueva la cartelera. Puntuación: 7/10 Por Manuel Otero
Este filme distribuido por U.I.P. y producido por Blum House, una de las productoras mas importante de la actualidad en cuanto al genero del terror, es presentado por esta causa desde este enfoque. A punto tal que el mismo va en detrimento del producto en si mismo, pues no produce miedo, es mas importante el suspenso que genera que los sobresaltos que cree y quiere producir en el espectador. El director Scott Derrickson traslada al audiovisual el cuento
Con dirección y co-autoría de Scott Derrickson junto al coguionista C. Robert Cargill llega a los cines, por fin, un muy buen thriller. Se trata de "El Teléfono Negro" basada en el cuento de Joe Hill (2014), "The Black Phone". La historia nos sitúa en Denver, 1978. Los hermanos Finney Shaw (Mason Thames) de 13 años y Gwen (Madeleine McGraw) quien sufre sueños premonitorios lidian con la pérdida de su madre mientras desaparecen varios amigos del barrio. La historia se cuenta desde el lado de Finney, quien no sólo protege a su hermana de un padre algo violento (Jeremy Davies), sino que también debe cuidarse de las amenazas de los matones de su escuela, quienes lo intimidan cada vez que pueden. Es para destacar la muy protectora y amorosa relación entre los hermanos. Ethan Hawke es "The Grabber", el secuestrador de niños que tiene a la policía en vilo y a la gente del pequeño pueblo, aterrorizada. Detrás de una fachada de mago con una máscara y globos negros, atrae a sus víctimas mediante trucos para raptarlos y esconderlos en un sótano donde sólo hay un colchón, un baño y un teléfono negro desconectado que comienza a sonar. Su última víctima resulta ser Finney, quien deberá dar lo mejor de sí para salir de allí con vida, mientras los Detectives Wright (E. Roger Mitchell) y Miller (Troy Rudeseal) intentan desentrañar el misterio. El mismo dúo de la gran "Sinister" (2012) presenta aquí algunos puntos en común con "IT" (globos, el impermeable amarillo, las bicicletas) pero también oscuridad y tensión permanente en una película con una gran recreación de época (los 70 y 80's son décadas gloriosas en materia de films de terror) y nos sumerge en un viaje atrapante con algunas sorpresas. El elenco es sólido, los niños ofrecen actuaciones naturales y convincentes, y siempre es un placer ver a Hawke en pantalla grande.
“El pasado no está muerto". Basada en un relato de Joe Hill (si, el hijo de Stephen King), Scott Derrickson regresa a un terreno que maneja muy bien (el terror), con The Black Phone. Una película ambientada en unos convulsionados años 70´, marcada por los movimientos sociales y la herida abierta de Vietnam. La violencia inunda las calles, las instituciones, hasta el propio seno familiar. Es así que la historia transcurre desde el punto de vista de Finney (Mason Thames), un niño de 13 años, tímido y muy sensible, que vive con su hermana pequeña (Madeleine McGraw), y un padre alcohólico y abusivo. Su madre se suicidó dejando un vacío muy grande en la familia; dejando a dos pequeños sin contención, atajando la vida como pueden. De su casa a la escuela, donde Finney es blanco favorito para el bullyng, y donde las peleas cruentas son moneda corriente a la hora de defenderse (no importa la edad). Una vez ubicados en contexto los personajes, comienzan las desapariciones de niños. Uno a uno, de modo aleatorio, desaparecen sin dejar rastro. Vemos señales como la aparición de un camioneta y globos negros. Hasta que un día raptan a Finney. Lo encierran en un sótano y atravesamos toda esta odisea perversa y violenta desde su mirada. En El teléfono negro, Derrickson no solo se centra en una narración oscura y tensa, también pone en relieve el entramado personal y social de nuestros personajes menores, para generar una atmosfera asfixiante. Un clima opresivo donde sobrevuelan los recuerdos del pasado, y donde un teléfono negro funciona como catalizador para ir estructurando la historia. Despojándose de la mirada adulta, no le interesa explicar la psicología del raptor, pone en valor la fuerza y la resiliencia de estas pequeñas victimas que tienen mucho por manifestar, y la necesidad de reparar algo de una sociedad tan dañada. Una película dura, visceral, física, con tintes fantásticos y uno de los peores villanos de las películas de horror (nota aparte la actuación de Ethan Hawke). Máscaras siniestras, juguetes setentosos, alguna que otra bocanada de aire fresco con música de la época y bromas… una película que se olvida del jump scare para introducirte en una pesadilla incómoda y traumática.
El éxito popular de «El Exorcismo de Emily Rose» catapultó la carrera del director Scott Derrickson. Unos proyectos después encontraría en «Sinister», película de terror que hizo en taquilla 30 veces su presupuesto, el segundo indicio de que era un realizador confiable como para que Disney le encargue proyectos de la talla de «Doctor Strange». Luego de quedar atrapado unos años pre-produciendo una secuela que no terminaría dirigiendo, tenemos finalmente la película que lo encuentra en su nueva realidad: un director con los suficientes éxitos y seguidores como para que le confíen hacer el proyecto que quiera. Derrickson ya garantiza proyectos en mayor o menor medida de género con premisas o mezcla de géneros más interesantes que la media estadounidense. Basada en un relato corto de Joe Hill, hijo de Stephen King, esta es una nueva entrega del género «peligrosa aventura de niños en los 70s-80s». Nuestro protagonista será la más reciente víctima de un secuestrador de niños, y sumado a los esfuerzos más corrientes por encontrarlo recibirá la ayuda indirecta de los sueños premonitorios de su hermana además de una línea directa con los espíritus de víctimas anteriores a través del teléfono negro en la habitación donde lo tienen secuestrado. Ciertamente ayuda a su disfrute ser fan del género de terror, pero en su gran mayoría la película es una divertida e intrigante aventura con graves consecuencias alivianadas por la inocente visión pre-adolescente de sus protagonistas. Digno acólito del estilo de su padre, el material original de Joe Hill entrelaza en su trama puntuales elementos sobrenaturales que no hacen más que condimentar un mundo 90% realista que ya funcionaría dramáticamente por sí mismo. En este caso el teléfono que le da título tanto al cuento como a la película, pero también un clásico de la obra de King en forma de esos sueños premonitorios que aquejan a la pequeña desesperada por encontrar a su hermano. En esencia la trama se mantiene bastante fiel a la obra original, siempre positivo cuando se le encontró a la misma valor suficiente como para buscar adaptarla, pero también acierta bastante en varios detalles superficiales que irá cambiando. El resultado es que el espectador disfruta de una experiencia positivamente literaria pero adaptada a un mejor disfrute audiovisual moderno con el toque personal de su autor. En particular lo mejor que agrega Derrickson desde la dirección y guion es que logre sentirse más como un tributo a su niñez particular a fines de los 70s que a un tributo nostálgico más genérico del resto de los productos resultantes del éxito de «Stranger Things». El nivel de comedia, registro histórico e incluso «violencia» propio de esos tiempos parece venir directo de la memoria de su realizador, más que apuntar a satisfacer la nostalgia colectiva del público. Incluso tiene en sus momentos más de cine de género la marca registrada de Derrickson en sus trabajos desde «Emily Rose», con una trama atrapante casi totalmente separada del terror que en secuencias muy puntuales y para nada estiradas (como suele sufrir el género) termina dando punzadas de sustos o ambientaciones propias del terror. Desde el uso muy consciente de grano en la imagen sumado al usual trabajo de sonido necesario para el terror contemporáneo. La cinta gana mucho gracias a sus intérpretes, siendo Derrickson por lo general un gran ojeador de talentos a la hora de armar sus elencos. El dúo de hermano y hermana protagónicos brillan con gran química, pero es en particular los papeles más pequeños los que terminan de armar un mundo entretenido e interesante para que se desarrolle la trama. Destacan especialmente los personajes y actuaciones de las víctimas anteriores. Punto aparte para Ethan Hawke haciendo del secuestrador, mientras que la película lo trata como una suerte de intrigante y peligroso obstáculo que sortear (apropiadamente como si los niños lo vieran más como jefe final de videojuego que otra cosa) también lo pone en la difícil posición de darle profundidad y textura a un personaje que se muestra a cuentagotas. Un tipo de reto que en esta etapa de su carrera Hawke ya viene aceptando con mucho gusto y dando excelentes resultados. «El Teléfono Negro» es el tipo de película que por hartazgo algunos podrían esquivar, pero logra separarse de la manada gracias a un director que sabe brindarle algo de personalidad propia además de manejar un juego de tonos a los que Hollywood históricamente se resiste. No reinventa la rueda, pero trasciende lo funcional y corriente hasta llegar a un buen rato que no basta con solo disfrutar sino que se gana tener que recomendar.
Si hay una productora de cine que se especializó en el terror por los últimos años, es Blumhouse. Pero por desgracia, esta misma empresa se dedicó a sacar basura tras basura, solo ayudando a que se sienta al género como algo menor. Hoy llega a nuestros cines El teléfono negro, su nueva producción. Veamos si mejoraron en algo. La historia sigue a Finney y su hermanita Gwen, dos niños que viven en un suburbio norteamericano a finales de los 70. En el lugar comienza a suceder una ola de desapariciones de chicos, y por desgracia, Finney es uno de ellos. Ahora quedará en la propia pericia del niño y en Gwen intentar encontrar el lugar de cautiverio y ponerle fin a los crímenes. Basada en un cuento corto de Joe Hill (también conocido como el hijo de Stephen King), El teléfono negro nos va a recordar en más de un momento a It, escrita por su padre; pero así y todo se las ingenia para no ser mala (en especial viendo la productora), pero que a pesar de todo tiene varias cosas criticables. Así que comencemos con los puntos positivos y negativos de este proyecto. Lo primero a destacar son las actuaciones de los niños. Tanto Mason Thames como Madeleine McGraw se comen la película. Ambos logran transmitir la sensación de estar viviendo en una casa fragmentada y que solo se tienen el uno al otro; para luego mostrarnos la desesperación que sienten cuando uno de ellos es secuestrado. Aparte que el film pase a finales de los 70, nos retrotrae de inmediato a otros proyectos con niños que sucedían en décadas pasadas, como Stand by me o la miniserie de It. Pero para presentarnos este contexto, la película se toma sus buenos cuarenta minutos, haciendo que el inicio no sea precisamente aburrido, pero si en extremo largo. Y si tenemos en cuenta que la película dura una hora y cuarenta, estamos hablando de algo que es exageradamente estirado sin necesidad. De hecho, nos queda la sensación que se podrían haber quitado unos quince minutos sin problemas. En conclusión, El teléfono negro es una decente cinta de terror. Habrán notado que ni lo nombramos a Ethan Hawke y es porque algún genio tuvo la gran idea de que apenas se le vea la cara en toda la película. Pero quitando eso, y viendo departe de que productora nos llega, no podemos decir que estamos ante una mala obra. Con el pésimo panorama que está atravesando el género, sin muchos méritos El teléfono negro se posiciona como lo mejorcito de un pobre 2022.
La factoría Blumhouse lanza junto a Universal una de sus apuestas fuertes del año. Se trata de El Teléfono Negro (The Black Phone) una historia cruda de época dirigida por Scott Derrickson, responsable de Sinister (2012) y su secuela, quien vuelve al género tras su paso por el cine superheroico con Doctor Strange (2016). Search Alta Peli Alta Peli CRÍTICASEl Teléfono Negro (REVIEW) ByGiuliana BleekerPublished on 22/06/2022 Ethan Hawke es un macabro asesino de niños en El Teléfono Negro, la nueva propuesta del director de Sinister. Crítica, a continuación. La factoría Blumhouse lanza junto a Universal una de sus apuestas fuertes del año. Se trata de El Teléfono Negro (The Black Phone) una historia cruda de época dirigida por Scott Derrickson, responsable de Sinister (2012) y su secuela, quien vuelve al género tras su paso por el cine superheroico con Doctor Strange (2016). El Teléfono Negro (The Black Phone) Basada en el cuento homónimo de Joe Hill (NOS4A2; Locke & Key), la película combina la siempre ganchera temática del asesino serial con dosis de terror sobrenatural a través de cierta atmósfera y estética que recuerdan por momentos a las novelas de Stephen King, especialmente a It y su adaptación en la gran pantalla. Sin embargo, lo que en un primer momento parece contener elementos llamativos para hilar un relato intenso y sólido, se evapora a medida que avanza la trama y se evidencian las carencias y problemas del guion. Una lágrima sobre el teléfono negro En 1978, un vecindario del norte de Denver, Colorado, se encuentra conmocionado por una serie de misteriosas desapariciones de niños. Temeroso de las leyendas urbanas que circulan a su alrededor, el joven Finney (Mason Thames) ya tiene suficiente con el acoso escolar y la violencia que su padre alcohólico (Jeremy Davis) ejerce diariamente contra él y su hermana menor, Gwen (Madeleine McGraw), una niña dotada de una habilidad especial para captar señales a través de los sueños. Un viernes normal después del colegio, Finney se dirige a su tormentoso hogar cuando es interceptado por una camioneta negra con la palabra Abracadabra y globos negros en su interior. Search Alta Peli Alta Peli CRÍTICASEl Teléfono Negro (REVIEW) ByGiuliana BleekerPublished on 22/06/2022 Ethan Hawke es un macabro asesino de niños en El Teléfono Negro, la nueva propuesta del director de Sinister. Crítica, a continuación. La factoría Blumhouse lanza junto a Universal una de sus apuestas fuertes del año. Se trata de El Teléfono Negro (The Black Phone) una historia cruda de época dirigida por Scott Derrickson, responsable de Sinister (2012) y su secuela, quien vuelve al género tras su paso por el cine superheroico con Doctor Strange (2016). El Teléfono Negro (The Black Phone) Basada en el cuento homónimo de Joe Hill (NOS4A2; Locke & Key), la película combina la siempre ganchera temática del asesino serial con dosis de terror sobrenatural a través de cierta atmósfera y estética que recuerdan por momentos a las novelas de Stephen King, especialmente a It y su adaptación en la gran pantalla. Sin embargo, lo que en un primer momento parece contener elementos llamativos para hilar un relato intenso y sólido, se evapora a medida que avanza la trama y se evidencian las carencias y problemas del guion. Una lágrima sobre el teléfono negro En 1978, un vecindario del norte de Denver, Colorado, se encuentra conmocionado por una serie de misteriosas desapariciones de niños. Temeroso de las leyendas urbanas que circulan a su alrededor, el joven Finney (Mason Thames) ya tiene suficiente con el acoso escolar y la violencia que su padre alcohólico (Jeremy Davis) ejerce diariamente contra él y su hermana menor, Gwen (Madeleine McGraw), una niña dotada de una habilidad especial para captar señales a través de los sueños. Un viernes normal después del colegio, Finney se dirige a su tormentoso hogar cuando es interceptado por una camioneta negra con la palabra Abracadabra y globos negros en su interior. Cautivo en un sótano totalmente desolado, a excepción de un colchón y un teléfono negro roto, el protagonista no tardará en darse en cuenta de que ha sido secuestrado por “The Grabber” (Ethan Hawke), un psicópata de máscara grotesca responsable de las muertes de los otros chicos de su comunidad. Mientras Gwen busca con desesperación pistas que den con el paradero de su hermano, un suceso paranormal parece querer torcer el triste destino de Finney cuando el teléfono roto que cuelga en la pared del sótano inexplicablemente comienza a sonar. Search Alta Peli Alta Peli CRÍTICASEl Teléfono Negro (REVIEW) ByGiuliana BleekerPublished on 22/06/2022 Ethan Hawke es un macabro asesino de niños en El Teléfono Negro, la nueva propuesta del director de Sinister. Crítica, a continuación. La factoría Blumhouse lanza junto a Universal una de sus apuestas fuertes del año. Se trata de El Teléfono Negro (The Black Phone) una historia cruda de época dirigida por Scott Derrickson, responsable de Sinister (2012) y su secuela, quien vuelve al género tras su paso por el cine superheroico con Doctor Strange (2016). El Teléfono Negro (The Black Phone) Basada en el cuento homónimo de Joe Hill (NOS4A2; Locke & Key), la película combina la siempre ganchera temática del asesino serial con dosis de terror sobrenatural a través de cierta atmósfera y estética que recuerdan por momentos a las novelas de Stephen King, especialmente a It y su adaptación en la gran pantalla. Sin embargo, lo que en un primer momento parece contener elementos llamativos para hilar un relato intenso y sólido, se evapora a medida que avanza la trama y se evidencian las carencias y problemas del guion. Una lágrima sobre el teléfono negro En 1978, un vecindario del norte de Denver, Colorado, se encuentra conmocionado por una serie de misteriosas desapariciones de niños. Temeroso de las leyendas urbanas que circulan a su alrededor, el joven Finney (Mason Thames) ya tiene suficiente con el acoso escolar y la violencia que su padre alcohólico (Jeremy Davis) ejerce diariamente contra él y su hermana menor, Gwen (Madeleine McGraw), una niña dotada de una habilidad especial para captar señales a través de los sueños. Un viernes normal después del colegio, Finney se dirige a su tormentoso hogar cuando es interceptado por una camioneta negra con la palabra Abracadabra y globos negros en su interior. Cautivo en un sótano totalmente desolado, a excepción de un colchón y un teléfono negro roto, el protagonista no tardará en darse en cuenta de que ha sido secuestrado por “The Grabber” (Ethan Hawke), un psicópata de máscara grotesca responsable de las muertes de los otros chicos de su comunidad. Mientras Gwen busca con desesperación pistas que den con el paradero de su hermano, un suceso paranormal parece querer torcer el triste destino de Finney cuando el teléfono roto que cuelga en la pared del sótano inexplicablemente comienza a sonar. La adaptación de Derrickson y el guionista C. Robert Cargill, con quien ya había trabajado tanto en Sinister como en Doctor Strange, logra construir una interesante ambientación de época que evita abusar de guiños y del efecto nostalgia para centrarse en un gris microcosmos suburbano cargado de violencia, en donde el terror doméstico resulta más impactante que cualquier ente sobrenatural. Con una apertura de créditos de estilo documental y escenas granuladas que evocan a los videos caseros, El Teléfono Negro transmite el miedo terrenal de aquellos años en donde el fenómeno de los asesinos en serie, entre ellos Ted Bundy, quien cometió varios crímenes en el Estado de Colorado, impregnaban los programas de noticias. Lamentablemente, el atractivo se desvanece pronto. Luego de un primer acto prometedor, la película comienza a caer en picada una vez que el niño protagonista llega al sótano del secuestrador y el elemento fantástico toma forma. El ida y vuelta entre los llamados de cada una de las victimas dándole consejos desde el más allá a Finney, para que logre escapar del sótano, terminan volviendo repetitiva, densa y predecible a la trama. La presencia de Hawke en su primer papel como villano, con aquella perturbadora máscara diseñada nada menos que por Tom Savini y haciendo un trabajo vocal igual de oscuro, resulta poco más que llamativa. Lo cierto es que el actor se ve bastante desaprovechado a causa de la escritura de Derrickson y Cargill, quienes no hacen lo suficiente por desarrollar el personaje. El film nunca se atreve a profundizar en las motivaciones de The Grabber a la hora de cometer sus crímenes, al punto en que ni siquiera el protagonista entiende por qué lo mantiene con vida en aquel sótano si en breve lo descartará. La actuación del niño, quien parece más asustado por los bullys de su colegio que por lo que éste monstruo enmascarado pueda hacer con él, tampoco ayuda mucho. Search Alta Peli Alta Peli CRÍTICASEl Teléfono Negro (REVIEW) ByGiuliana BleekerPublished on 22/06/2022 Ethan Hawke es un macabro asesino de niños en El Teléfono Negro, la nueva propuesta del director de Sinister. Crítica, a continuación. La factoría Blumhouse lanza junto a Universal una de sus apuestas fuertes del año. Se trata de El Teléfono Negro (The Black Phone) una historia cruda de época dirigida por Scott Derrickson, responsable de Sinister (2012) y su secuela, quien vuelve al género tras su paso por el cine superheroico con Doctor Strange (2016). El Teléfono Negro (The Black Phone) Basada en el cuento homónimo de Joe Hill (NOS4A2; Locke & Key), la película combina la siempre ganchera temática del asesino serial con dosis de terror sobrenatural a través de cierta atmósfera y estética que recuerdan por momentos a las novelas de Stephen King, especialmente a It y su adaptación en la gran pantalla. Sin embargo, lo que en un primer momento parece contener elementos llamativos para hilar un relato intenso y sólido, se evapora a medida que avanza la trama y se evidencian las carencias y problemas del guion. Una lágrima sobre el teléfono negro En 1978, un vecindario del norte de Denver, Colorado, se encuentra conmocionado por una serie de misteriosas desapariciones de niños. Temeroso de las leyendas urbanas que circulan a su alrededor, el joven Finney (Mason Thames) ya tiene suficiente con el acoso escolar y la violencia que su padre alcohólico (Jeremy Davis) ejerce diariamente contra él y su hermana menor, Gwen (Madeleine McGraw), una niña dotada de una habilidad especial para captar señales a través de los sueños. Un viernes normal después del colegio, Finney se dirige a su tormentoso hogar cuando es interceptado por una camioneta negra con la palabra Abracadabra y globos negros en su interior. Cautivo en un sótano totalmente desolado, a excepción de un colchón y un teléfono negro roto, el protagonista no tardará en darse en cuenta de que ha sido secuestrado por “The Grabber” (Ethan Hawke), un psicópata de máscara grotesca responsable de las muertes de los otros chicos de su comunidad. Mientras Gwen busca con desesperación pistas que den con el paradero de su hermano, un suceso paranormal parece querer torcer el triste destino de Finney cuando el teléfono roto que cuelga en la pared del sótano inexplicablemente comienza a sonar. La adaptación de Derrickson y el guionista C. Robert Cargill, con quien ya había trabajado tanto en Sinister como en Doctor Strange, logra construir una interesante ambientación de época que evita abusar de guiños y del efecto nostalgia para centrarse en un gris microcosmos suburbano cargado de violencia, en donde el terror doméstico resulta más impactante que cualquier ente sobrenatural. Con una apertura de créditos de estilo documental y escenas granuladas que evocan a los videos caseros, El Teléfono Negro transmite el miedo terrenal de aquellos años en donde el fenómeno de los asesinos en serie, entre ellos Ted Bundy, quien cometió varios crímenes en el Estado de Colorado, impregnaban los programas de noticias. Lamentablemente, el atractivo se desvanece pronto. Luego de un primer acto prometedor, la película comienza a caer en picada una vez que el niño protagonista llega al sótano del secuestrador y el elemento fantástico toma forma. El ida y vuelta entre los llamados de cada una de las victimas dándole consejos desde el más allá a Finney, para que logre escapar del sótano, terminan volviendo repetitiva, densa y predecible a la trama. La presencia de Hawke en su primer papel como villano, con aquella perturbadora máscara diseñada nada menos que por Tom Savini y haciendo un trabajo vocal igual de oscuro, resulta poco más que llamativa. Lo cierto es que el actor se ve bastante desaprovechado a causa de la escritura de Derrickson y Cargill, quienes no hacen lo suficiente por desarrollar el personaje. El film nunca se atreve a profundizar en las motivaciones de The Grabber a la hora de cometer sus crímenes, al punto en que ni siquiera el protagonista entiende por qué lo mantiene con vida en aquel sótano si en breve lo descartará. La actuación del niño, quien parece más asustado por los bullys de su colegio que por lo que éste monstruo enmascarado pueda hacer con él, tampoco ayuda mucho. Las situaciones inverosímiles, como la policía dándole crédito y siendo ayudada por las visiones de la hermana de Finney, y la necesidad de agregarle un discordante tono humorístico a El Teléfono Negro a través de la inclusión del personaje de Max (James Ransone), un drogadicto que pretende resolver el misterio de las desapariciones, se suman al conjunto de decisiones que le juegan en contra a la adaptación.
Es una de terror muy bien logrado. Es que el director Scott Derrikson (“El exorcismo de Emily Rose”, “Dr Strange hechicero supremo”) se basa en una historia corta de Joe Hill ( hijo de Stephen King) y junto con C. Robert Cargill, arma una historia, un clima, una mirada revisionista del cine de asesinos seriales de los años setenta, con mucha pericia. Todo el film refleja el punto de vista de un niño de 13 años inmerso en un clima opresivo y terrorífico: Su madre se suicida y queda con su hermana menor a merced del abandono de su padre alcohólico. Pero además no puede escapar del círculo de violencia que sufre cada día con el bullying de sus compañeros. Y vive en una localidad alterada por el miedo creciente provocado por la desaparición de adolescentes, hasta que le toca a el mismo ser secuestrado. Ya encerrado por un personaje encarnado por Ethan Hawke, que cambia sus máscaras, a través del viejo teléfono del título, desconectado, de su hermana con sueños premonitorios y un detective especial, tendrá quizás alguna esperanza. Muy bien actuada por Mason Thames, Madeline McGrow, y un afiato elenco, el film atrapa al espectador y le brinda una calidad inusual para un género tan bastardeado. Si le gusta el terror….
"El teléfono negro", con Ethan Hawke: thriller claustrofóbico y sobrenatural. Un chico que es golpeado en su casa y en el colegio termina secuestrado en un sótano por un villano que sólo parece buscar su goce personal. Desde que alcanzó relevancia internacional en 2009 gracias a Actividad paranormal, la productora Blumhouse –hasta entonces especializada en telefilms y documentales para televisión– ha sido una de las principales usinas creativas del cine de terror contemporáneo. Las películas realizadas bajo el paraguas de la compañía fundada por Jason Blum se caracterizaron, en una primera etapa, por su impronta artesanal, el intento de escapar de los lugares más comunes del género, arcos dramáticos que se desarrollan sin apremios y la creencia innegociable de que los mejores sustos provienen menos de los golpes de efecto que de la capacidad de crear mundos acechados por lo sobrenatural, con La noche del demonio, Sinister y Oculus: el reflejo del mal como principales exponentes. A excepción de lo sobrenatural, esas características se prolongaron en el tiempo, con el condimento de una pátina abiertamente política, como demuestran ¡Huye!, Ma y la saga The Purge. Flamante producción de la casa de Blum, El teléfono negro recorre sendas muy similares a las de aquella primera etapa, aunque los elementos fantasiosos –y fantasmagóricos– entran con fórceps. El director angelino Scott Derrickson ya había demostrado tener buen pulso narrativo para el género en El exorcismo de Emily Rose y la mencionada Sinister, dos películas con las que El teléfono negro tiene varios puntos de contacto. Una introducción donde, más que miedo, se respira un aire siniestro ubicuo, por ejemplo. Es el que emana la rutina de Finney (Mason Thames), a quien en el cole le pegan de lo lindo y en casa… también: papá enviudó hace un tiempo y cuando no está ocupado emborrachándose, faja a su hijo y a su hermana Gwen (Madeleine McGraw). Y lo hace con una crueldad inusitada en estos tiempos lavaditos, congestionados de películas y series que, siguiendo la huella de Stranger Things, limitan los descubrimientos infanto-juveniles a cuestiones como la amistad y el amor. Las referencias iniciales para Derrickson no pasan por las fábulas del producto estrella de Netflix, pues lo suyo está más cerca de It. Que la acción transcurra a fines de los ’70, en el interín de los dos periodos temporales que abarca la novela de Stephen King, abona esa filiación, así como también el hecho de que una de las escenas culminantes parezca un calco del primer secuestro. Acá también hay secuestros, aunque no pergeñados por un payaso sino por un hombre (Ethan Hawke) que viaja en una camioneta negra y suelta globos luego de apresar una nueva víctima. Globos negros en lugar de los rojos de su “colega”. De ese hombre –que cubre su rostro con una máscara y sus intenciones delictivas, con modales suaves y voz afectada– no se sabe absolutamente nada, ni siquiera su nombre (lo apodan "el raptor"), transformándose así en uno de esos villanos sin motivación alguna más allá de la búsqueda de un goce personal. Uno a uno irán cayendo varios amigos y compañeros de Finney, entre ellos el único que lo defiende en el colegio. Con él desaparecido, vuelve a cobrar de lo lindo en el patio. Cuando su hermana quiera defenderlo, termina en el piso, llorando a mares y con la boca molida a patadas. Hasta aquí, entonces, se trata de una película cruel, sádica, oscurísima sobre la niñez. Lo paradojal es que eso dura hasta que Finney termina adentro de la camioneta negra primero y encerrado en un sótano después, es decir, hasta la situación que podría deparar las dosis más altas de violencia. Aquí Derrickson echa mano al viejo truco de los fantasmitas parlanchines ávidos de venganza, quienes para colmo son más buenos que Lassie y ayudan a Finney –que se ensucia más cuando le pegan los compañeritos que después de secuestrado– hablándole a través de un teléfono desconectado. El teléfono negro se convierte así en un thriller claustrofóbico con eje en los intentos de escape de ese sótano, mientras la hermana aporta lo suyo mediante sueños y visiones. La perversión se esfuma con los últimos globos negros.
La última película de Scott Derrickson ('Siniestro', 'El exorcismo de Emily Rose') se basa en un cuento de Joe Hill sobre una serie de desapariciones de adolescentes ocurrida en Denver a finales de los años '70. El filme es una lograda adaptación cinematográfica, muy bien ejecutada y que no defrauda a los seguidores del género. Una forgoneta negra cargada de globos del mismo color y conducida por un hombre alto disfrazado y enmascarado circula por un barrio ubicado en los suburbios de la ciudad. Aprovecha la quietud del lugar para raptar a adolescentes que nunca más aparecen. Finney (Mason Thames) vive con su aguerrida hermana Gwen (Madeleine McGraw) y el padre de ambos, un veterano de guerra trastornado y violento (Jeremy Davies). La mirada adolescente atraviesa la historia pues la misma es contada a través de los ojos de Finney, quien es secuestrado por el temible payaso luego de que varios compañeros suyos desaparecieran antes que él. Allí la trama comienza a ponerse cada vez más densa y oscura, y con elementos narrativos que recurren a lo fantástico Derrickson se las ingenia como director para lograr que el espectador no pueda quitar los ojos de pantalla, aun con escenas de violencia física extrema que son retratadas con una innecesaria precisión. INFLUENCIAS 'El teléfono negro' tiene influencias de películas como 'It' y 'El silencio de los inocentes' o series como 'Stranger Things'. Una trama que sostiene la carga emotiva y psicológica de cada uno de los personajes infantiles, y el hecho de que los niños unidos pueden generar una fuerza capaz de derribar al temible y aparentemente invencible malvado, se encuentran muy presente en esta producción que se ubica entre lo mejor que la productora Blumhouse llevó a la pantalla grande en los últimos tiempos. El cast de 'El teléfono negro' cuenta con un Ethan Hawke muy sólido y un grupo de jóvenes actores que alcanzan actuaciones muy logradas y convincentes. La dupla de Mason Thames y Madeleine McGraw es excepcional. Los rubros técnicos de producción y sonido (Mark Korvan) están a la altura de la película. En definitiva, el filme estremece y logra algunos jumpscares que los seguidores de este género agradecerán. Una propuesta que consigue con creces lo que se propone.
El hombre de las mil máscaras. El director norteamericano Scott Derrickson viene demostrando desde los comienzos de su carrera una gran afinidad por el cine de terror, un género cuyos códigos claramente domina. En la reconocida película El exorcismo de Emily Rose (2005) supo fusionar de forma muy acertada el caso verídico de una joven que sufrió de posesión demoníaca con una trama judicial que ponía en tela de juicio la salud mental de la damnificada en cuestión. Luego, con Sinister (2012) Derrickson ofreció un espeluznante relato sobre la llegada a un nuevo hogar de Ellison Oswalt (Ethan Hawke), un escritor de historias criminales venido a menos, y su familia. Todo cambiará al encontrar en una de las habitaciones del lugar una macabra filmación casera donde se asesina a otra familia. El antagonista de turno, Buhguul o Bagul, una especie de demonio disfrazado de hombre de la bolsa, se transformó en figura dentro del cine de horror de este nuevo siglo, y la película, con la cual el realizador logró destacarse mediante el aterrador uso del found footage, en un nuevo clásico del género. En El teléfono negro, Derrickson se vuelve a reunir con Ethan Hawke, quien en esta oportunidad cambia de rol y se pone la máscara (en realidad son varias, ya verán) de villano. Acá es un misterioso hombre que viaja por la ciudad en su camioneta y suelta globos (primera de las muchas referencias a la obra del escritor Stephen King), para así poder atraer a futuras víctimas. Es un sádico asesino serial de adolescentes y que tiene a la población del lugar con mucho temor. Entre ellos se encuentra Finney (Mason Thames), un muchacho de 13 años que sufre de violencia física propiciada tanto por sus compañeros de colegio como por su progenitor, un hombre viudo y alcohólico. El pobre joven no tiene paz ni suerte: además de sus dramas cotidianos será secuestrado por el siniestro personaje llamado The Grabber (Hawke), poniendo en riesgo su misma existencia. De igual forma que en Sinister, Derrickson imprime al relato de un aire insano que rodea a gran parte del filme. Todo el tiempo el protagonista Finney y su hermana Gwen (Madeleine McGraw), a quien también su padre muele a palos y golpes con una violencia inusitada, sobre(viven) como pueden en un hogar disfuncional marcado por el desamor y la intolerancia. Estamos en el norte de Denver en 1978 y estos dos jóvenes son apenas un hilo conductor en este cruel y duro relato acerca del paso de la niñez a la adolescencia. La historia está basada en un cuento del hijo de Stephen King, Joe Hill, un thriller sobrenatural con ciertas influencias de su padre. El guión está a cargo del mismo Derrickson, en colaboración con C. Robert Cargill, que respetaron bastante el material original. El espíritu de la serie Stranger Things está muy presente, quizás por la paridad con la edad de sus protagonistas y también hay una obvia referencia al cine de terror de los 70’s, entre ellos al clásico La matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974), que hasta es nombrado por uno de los adolescentes. El teléfono negro no ofrece nada nuevo dentro del género de terror, es sólo una historia más, de esas que ya vimos en otras películas. No obstante, sí se destaca por su mirada al pasado, con el foco puesto en cómo se crecía y sufría en un pueblo perdido norteamericano de los años 70’, y del papel vital que asumía la amistad adolescente, una que seguramente ayudó a salvar muchas vidas.
Inspirada en un relato de Joe Hill, que sigue la línea de su padre Stephen King en cuanto a intensidad y potencia de transmitir experiencias narrativas, Scott Derrickson logra atornillar a la butaca a los espectadores con una dura propuesta que mezcla violencia en niños, asesinatos, fantasía y realidad, en una de las mejores películas de género en lo que va del año.
Blumhouse es la gran productora del terror en estos años, algunas de sus propuestas son innovadoras y rupturistas, otras son más clásicas. Scott Derrikson filmó con ellos hasta que fue convocado por Marvel para la realización de la primera de Dr Strange, pero al llegar la continuación de esa película, el realizador anunció diferencias creativas y su puesto fue ocupado por Sam Raimi. Ahora Derrikson vuelve a su productora amiga y lo hace volviendo al tono de su primer éxito con ellos, que fue Sinister (2012). El teléfono negro es la adaptación de un relato de Joe Hill, que a esta altura es mucho más que el hijo de Stephen King pero que no se priva de tocar temas muy afines a los relatos de su padre. En un pueblo del interior de los Estados Unidos están desapareciendo chicos. El pueblo se parece a tantos otros relatos de terror, salvo que es menos idílico que muchos de los que ya hemos visto. La historia se desarrolla en 1978, en una Norteamérica agobiada por una situación económica complicada y el pueblo donde se ubica la historia es un pueblo cuya población es más bien de clase media baja y más bien urbano. La película se toma más de media hora para enganchar al espectador, mostrarle la relación de los protagonistas absolutos que son Finney (Mason Thames) y Gwen (Madeleine McGraw), dos hermanos que sufren la experiencia de una vida con padre alcohólico y violento. Fuera de esa experiencia los une además la una gran conexión de otro orden menos terrenal que se nota mucho en esa primera parte de la película. Ese comienzo en que el espectador es sumergido en la vivencia de esos hermanos que se protegen a su modo de un mundo hostil. Finney es el típico adolescente que es maltratado por los matones del colegio y trata de anudar alianzas y crear amistades que lo ayuden ante esos ataques, mientras que Gwen es la nerd de su grupo a lo que se agrega cierta conexión con lo sobrenatural que heredó de su madre que ha muerto hace un tiempo. Hasta allí tenemos un relato bastante sórdido que apela a referencias bastante claras y directas como The Texas Chainsaw Massacre, después de saber que hay compañeros de los protagonistas que desaparecen para no volver se empieza a hablar de un asesino al que se apoda como Raptor. Finney es secuestrado por el asesino de niños y allí empieza la parte más fantástica. La policía investiga las desapariciones, Gwen tiene visiones y Finney se comunica a través del teléfono negro del título con los chicos que han sido víctimas del asesino que está interpretado por Ethan Hawke. La actuación de Hawke se ensambla perfectamente con el clima de pesadilla que logra la película sin mostrar la cara casi ya que la mayoría de las veces que se lo ve usa una máscaras terroríficas pero es su físico y sobre todo el tono de su voz lo que deja al espectador atado a la butaca. La duración de la película es casi perfecta, apenas una hora cuarenta, y si bien no es exactamente terrorífica el clima áspero del relato se vuelve tenso. Quizás el gran acierto de Derrikson sea haber logrado una película que se aferra a la mirada de los dos protagonistas casi exclusivamente. Un buen estreno para los que gusten de las emociones fuertes. Un consejo final, eviten ver el trailer que es demasiado revelador de cuestiones que es mejor ver en la sala a medida que se desarrolla la historia. EL TELÉFONO NEGRO The Black Phone. Estados Unidos, 2021. Dirección: Scott Derrickson. Intérpretes: Ethan Hawke, Mason Thames, Madeleine McGraw, Jeremy Davies, E. Roger Mitchell, Troy Rudeseal y James Ransone. Guion: Scott Derrickson y C. Robert Cargill, basado en el cuento homónimo de Joe Hill. Fotografía: Brett Jutkiewicz. Edición: Frédéric Thoraval. Música: Mark Korvan. Distribuidora: UIP (Universal/Blumhouse Productions). Duración: 102 minutos.
Joe Hill haciendo honor al mundo de Stephen King Pocas veces vi una muestra de creación audiovisual compleja como la que comentaré, que echando mano de múltiples herramientas visuales y narrativas, se mueve en plan de vuelta de tuerca, y en realidad tambalea lentamente frente a sus propias decisiones. El teléfono negro copia algunos trucos visuales observados en otras películas, entre ellas y la que más rápidamente se me viene a la mente es La purga (que para nada casualmente viene de la misma casa productora a esta altura clásica del terror, Blumhouse) y luego “toma prestado” ciertas ideas a varias historias nacidas de la mente de Stephen King, la más notoria de ellas IT. Basada en The Black Phone, el cuento corto del mismo nombre escrito por Joe Hill, hijo de King (lo que explica el detalle expresado en el párrafo anterior), pasea cierto recorrido de la historia emulando la forma de narrar de su progenitor, bastante cercana a sus reconocidas maneras. Así Scott Derrickson (El exorcismo de Emily Rose, 2005; Siniestro, 2012; y Doctor Strange: Hechicero supremo,2016) avanza en el intento del logro de una producción regular, y trata de ir en el camino del horror para traer al asesino serial que interpreta Ethan Hawke, en la toma de un riesgo interesante para el reconocido actor como la que emprende en esta interpretación. Justamente hablando de riesgos, casi todo lo que se expone se ha visto y es obvio y natural que con la cantidad de producciones anuales, provenientes ahora de los más vastos rincones del mundo (en ocasiones, todas juntas) eso suceda. Eso no quita que puedan existir aún relatos sorpresivos y con el ritmo y energía necesaria para generar miedo y sorpresa en el público amante del terror. Mi reseña parece ir de un lado a otro sin definirse, pero en realidad hay algo más; la película no es “mala” (con la simplificación insulsa y facilista que implica esa definición) y hasta se deja ver de cara a un espectador no tan avezado que puede llegar a disfrutarla. Para todo aquel que tenga varias mochilas de películas del género visionadas probablemente no sea lo más recomendable a la hora de elegir un estreno al que asistir, en busca de un poco de miedo bien entendido.
UNA HISTORIA DE HERMANDAD No es una regla matemática, pero, por lo general, las grandes historias de terror siempre esconden un drama íntimo, que puede ir de lo existencial a lo familiar, pasando incluso por lo moral. Eso lo tuvo claro siempre Stephen King y, según parece, también Joe Hill, que siguió sus pasos como escritor del género. Y lo mismo cuenta para Scott Derrickson, algo que ya había mostrado en los mejores pasajes de El exorcismo de Emily Rose, Sinister y Líbranos del mal, y que vuelve a evidenciar en El teléfono negro, donde adapta un relato corto de Hill. La película está situada a finales de la década del 70, y no de forma arbitraria: hay un juego con las superficies estéticas y sociales que enlazan a la narración con esa época. La historia se centra en Finney (Mason Thames), cuya vida es la búsqueda de la supervivencia constante: en la escuela, trata siempre de ocultarse o huir de una pandilla que lo busca para usarlo de puching-ball, mientras suspira enamorado por una compañera; en el hogar, debe soportar a un padre (Jeremy Davies) que justifica su alcoholismo y su instinto golpeador en su viudez. Su único respaldo es su hermana pequeña, Gwen (Madeleine McGraw), con quien se cuidan mutuamente y tiene un lazo inquebrantable. En medio de todo eso, rondan las noticias sobre los secuestros de unos niños que se relacionan con un criminal a quien los medios (y también la comunidad) llaman El Arrebatador. Hasta que el propio Finney es secuestrado y se encontrará cara a cara con ese hombre -Ethan Hawke, demostrando una vez más que es un todoterreno-, que porta una máscara que refuerza su carácter siniestro. Sin embargo, contará con una ayuda inesperada: en el sótano a prueba de sonido donde se encuentra encerrado, comienza a recibir llamadas desde un teléfono desconectado que provienen de las víctimas anteriores del asesino. Derrickson se encuentra frente a un objetivo desafiante, que es el de equilibrar el drama interior del protagonista con la estructura de thriller y el universo sobrenatural que se va configurando con el relato. El realizador lo logra a partir de una puesta en escena que privilegia en primer lugar lo dramático y el punto de vista de Finney antes que las idas y vueltas del guión. Pero, además, le da un gran espacio a Gwen, quien funciona como complemento de la trama en todo sentido: desde lo policial hasta lo terrorífico, pero también, incluso, lo humorístico. Lo último es quizás lo más inesperado y estimulante de El teléfono negro: cómo, en pasajes puntuales, se permite adentrarse en la comedia negra, sin ser para nada sutil, pero sí sumamente efectiva. De esa forma, equilibra lo humano con un mecanismo de relojería que a priori podría sonar un tanto forzado, pero que consigue ser creíble. Es cierto que El teléfono negro recurre a algunos chiches visuales un tanto exhibicionistas y que redunda en ciertas explicaciones del universo que construye, lo cual atenta contra la solidez de la narración. Pero Derrickson no pierde de vista la esencia del cuento que tiene entre manos y se las arregla para ir acumulando tensión minuto a minuto, apoyándose en la presencia de un villano entre enigmático e imprevisible, al que Hawke interpreta haciendo el equilibrio justo entre lo errático y amenazante. Y, de la mano de ese creciente suspenso, enmarcado en una época donde la violencia era un factor predominante, logra darles las entidades apropiadas a esos dos hermanos que, juntos, se enfrentan contra todos los horrores de un mundo hostil. Sin ser una maravilla, El teléfono negro nos recuerda la capacidad de con
Nacida del cuento homónimo de Joe Hill (hijo de Stephen King), El teléfono negro es un efectivo y, por momentos, terrorífico compendio del universo del escritor estrella de Maine, como si el hijo no tuviera más remedio que reescribir una y otra vez las historias y los tópicos abordados por el padre, esa bestia ubicua del género. Quizás Scott Derrickson, director de El exorcismo de Emily Rose (2005), de Sinister (2012) y de Doctor Strange: Hechicero Supremo (2016), sea el indicado para poner en escena el imaginario macabro de los King. Y si a esto le agregamos el respaldo de la productora Blumhouse y la participación de Ethan Hawke en el papel del villano, todo está servido para que la película se convierta en un nuevo hito del terror contemporáneo. Sin embargo, hay algo que no convence en El teléfono negro, algo que falla y que lleva a que la película se vaya desinflando a medida que avanza, hasta culminar con un tropiezo (literal) que quiebra por completo la verosimilitud que había mantenido hasta ese momento. Si en una película de terror su antagonista muestra demasiada debilidad, todo se viene abajo, por más que tenga buena fotografía, buena música y buenas actuaciones. El villano tiene que aterrar, ser casi invencible (o al menos difícil de vencer), y no un elemento más de la trama. Derrickson desaprovecha a su villano, no le da la suficiente maldad para que aterre de verdad. Finney (Mason Thames) es un niño de 13 años que vive con su padre (Jeremy Davies) y con su hermana menor Gwen (Madeleine McGraw) en una casa de barrio de clase media baja en Denver, año 1978. La madre se suicidó por tener la capacidad de soñar cosas que luego se hacían realidad, don (o castigo) que heredó la hija. El padre, sumido en el alcohol, trata de cuidarlos y de contenerlos, aunque a veces se le va la mano con alguna reprimenda. Finney sufre el bullying constate de sus compañeros de grado. Pero pronto lo empieza a ayudar un nuevo amigo, Robin (Miguel Cazarez Mora), quien sabe pelear y quien pone en su lugar a los compañeros que se hacen los malos. Mientras tanto, en el pueblo desaparecen niños, secuestrados por un tipo con la cara pintada que maneja una furgoneta negra, con globos del mismo color en el interior del vehículo (la referencia a It es inevitable). Cuando desaparece Robin, Finney queda desprotegido. Hasta que le llega el turno a él, a quien “el Raptor” lleva a un sótano en el que hay un misterioso teléfono negro, por el que Finney se puede comunicar con las anteriores víctimas del monstruo enmascarado (la máscara del personaje de Hawke es un acierto espeluznante). La alegoría del bullying y cómo hay que enfrentarlo queda clara. A partir de allí, la película entra en una alternancia entre el terror onírico y el terror más realista, que intenta recordar a las cintas de la década de 1970, sobre todo por el tono vintage de la fotografía y por la cautelosa construcción de la atmósfera y del suspenso. Con simples recursos narrativos (como un corte o una elipsis), Derrickson aprovecha la sugerencia sin maltratar al espectador con subrayados groseros. Pero la película no llega a ser del todo perturbadora, ya que no se adentra en la maldad del “Raptor”. Lo que finalmente la salva es que funciona como una especie de cuento de hadas terrorífico que no sólo dice que los monstruos viven a la vuelta de la esquina, sino que se los puede vencer.
El Teléfono Negro es una película muy bien lograda de la productora Blumhouse, qué mezcla el terror y el suspenso de manera correcta, con una eficiente dirección y buenas actuaciones, logrando un clima intenso y sosteniendo la tensión durante todo el metraje la historia. Trata sobre un pueblo en la década del 70 en dónde hay un secuestrador qué se está llevando niños y nadie sabe quién es, cuando el amigo del protagonista principal desaparece, ya entramos en alerta, y luego terminan secuestrando al personaje principal. Este joven se verá encerrado en un sótano donde hay un misterioso teléfono negro, qué tiene el cable cortado, pero sin embargo recibe mensajes del más allá que le da consejos para sobrevivir a su odisea. Recomendada para los amantes del terror y del suspenso, destacando además que es una película que no es sangrienta, sino que trabaja más sobre el drama y la parte psicológica para lograr sus climas, y lo hace con eficiencia. Recomendada. . La crítica radial completa con El Profe de Cine y Flecha Lástrico más la crítica escrita de Flecha Lástrico en el link.
Basada en una historia corta de Joe Hill, hijo de Stephen King y autor del cuento “En la Hierba Alta”, “Teléfono Negro” se vislumbra como una de las apuestas más fuertes del cine de terror 2022. Es adaptada a la pantalla por Scott Derrickson, un especialista en el género, responsable de “El Exorcismo de Emily Rose” y “Sinister”. Un Derrickson que abandonó la reciente secuela de “Doctor Strange”, para adentrarse en esta historia acerca de un asesino de niños, ambientada en los años ’70. “Teléfono Negro” nos presenta a un villano impredecible, mientras sobre nosotros se cierne un mundo fantasmal, hecho de ensoñaciones. Elementos de thriller y terror confluyen, cimentando la sugestión psicológica más pura. Derrickson luce sumamente efectivo a la hora de insertar esta iconografía fantástica capaz de crear imaginería y mercadotecnia de inmediato. Un tremendo Ethan Hawke se oculta tras la aterradora máscara, mientras una sensación visceral y de amenaza constante, a lo largo de la hora y media de metraje, vertebra el devenir de un conflicto marcado por el drama familiar. La cámara se mueve con suficiencia gracias al experimentado ojo del autor, inspirándose en clásicos del género. Primeros planos y zooms nos sumergen en emociones que combinan lo sobrenatural con el costado más vívido, generando un entorno lúdico. El responsable de “Ultimátum a la Tierra”, remake del film de Robert Wise, sabe discar el número correcto, cual artesano de un cine de terror provocador y efectivo.
Un niño aparece en un sótano a merced de un asesino serial. Un teléfono sin conexión comunica a la víctima con las voces fantasmales de otros chicos asesinados que quieren ayudarlo, y la hermana del chico tiene visiones. Esto, amigos, es una versión en clave moderna, truculenta, y dura de Hansel y Gretel, realizada por el dotado -desparejo, pero dotado- Scott Derrickson, un realizador que aquí hace lo que quiere y lo hace bien. Parábola sobre familias y abusos, va más allá de lo que parece.
Imperdible para los fanáticos del terror La dupla de Scott Derrickson y C. Robert Cargill está de regreso con otra gran película con Ethan Hawke. Como amante del cine de terror, asumo que me acostumbré a que cada año lleguen muchos títulos que intentan sin éxito entrar en nuestras cabezas y ser reconocidas en el inmenso y difícil catálogo del género. Aunque en el fondo sé que es complicado que esto suceda, como buena fanática sigo y seguiré consumiéndolas, porque dentro de todo ese mar de películas olvidables, de pronto encuentro con gran satisfacción alguna que logra destacar, alguna que logra quedarse en mi mente por varios días. Me atrevo a decir entonces que este año le toca a The Black Phone ser esta película para mí, y que sé que como mínimo logrará sin duda entrar en la lista de lo mejor del género del 2022. Con Blumhouse como productora, se trata de la nueva película dirigida por Scott Derrickson (El exorcismo de Emily Rose, Sinister) -quien también participa en la parte del guión junto a C. Robert Cargill– pero que, como dato interesante, se trata de una adaptación del cuento homónimo de Joe Hill, quién es nada más y nada menos que el hijo del famoso escritor Stephen King, maestro detrás de algunas de las historias más terroríficas en el género de terror y fantasía de los últimos tiempos; Joe Hill se decidió igualmente a escribir dentro del género del terror e inspiró esta propuesta que llega a la pantalla con gran expectativa y, debo decir, estoy agradecida de que ha cumplido. ¿Pero de qué trata la película? Situada en la década de los 70′, una comunidad entera en Colorado, Estados Unidos, se encuentra asustada porque en las últimas semanas han ocurrido varios escalofriantes secuestros de adolescentes y aún no hay rastro de ellos. La única pista que ha conseguido la policía es saber que se utiliza una camioneta negra para llevárselos y que en el lugar de la desaparición siempre aparecen globos negros. En esta ciudad vive Finney (Mason Thames), un chico de 13 años, tranquilo e inteligente pero bastante tímido, y como es común en estos casos, es víctima de bullying por parte de algunos de sus compañeros. El chico vive dentro de una familia disfuncional, su madre ha fallecido y él está solo con un padre alcohólico y su hermana Gwen (Madeleine McGraw), una niña muy carismática, valiente y con una alta sensibilidad, que mantiene una relación muy cercana a él. Un desafortunado día, Finney se convierte en una estadística más y no logra esquivar a un hombre enmascarado que lo engaña, secuestra y termina encerrándolo en un tenebroso sótano donde nadie oye sus gritos de auxilio. Con un desolador panorama, el chico encuentra una forma de comunicación en un teléfono dentro del sótano aparentemente roto pero que misteriosamente él puede escuchar, y lo que está del otro lado podría ser su única esperanza para escapar de un destino que ya se vislumbra trágico y fatal. La atmósfera de la película funciona muy bien, adentrándote en una asfixiante cuenta regresiva en donde Finney debe luchar por sobrevivir y no ser una víctima mortal más del demente y horrible psicópata que lo atrapó. Y entonces llegamos a lo que viene a ser otro de los grandes y porqué no decirlo, el mejor acierto en la historia, Ethan Hawke, quien nos ofrece una excelente actuación y convierte la película totalmente suya. Increíble el papel que le da a este monstruo desagradable que disfruta «castigando niños malcriados» y que parece estar apunto de explotar en cualquier momento generando una incomodidad y angustia en el espectador que pocos personajes pueden lograr. Además, tenerlo constantemente con máscaras inquietantes genera auténtico terror cada que está en escena; Hawke nos introduce a una mente inestable solo con ver sus ojos, sus posturas, oír sus distintos tonos de voz y con sus aterradores silencios, porque no podemos apreciar totalmente su cara, una genialidad lo que consigue un actor que no nos tiene acostumbrados a este tipo de interpretación en su filmografía. El tema ya recurrente en películas del género, con niños protagonistas, desapariciones y sucesos traumáticos en la infancia, nos recuerdan mucho a títulos como IT o Stand by me (¿Por qué será?). Se utiliza esta arma tan poderosa de los últimos años que es la nostalgia pero no desarrollando una copia, más bien tomando estos elementos para convertirlo en un nuevo producto que pueda impactar a las nuevas generaciones y tener su lugar en el género, con referencias obvias a estos exitosos títulos de King y hasta algún guiño a un filme tan memorable como El silencio de los inocentes en pleno clímax. Derrickson nos confía en esta película (la más personal para él, en sus propias palabras) parte de su misma infancia, de la que asegura le sirvió de inspiración. Algo a destacar y agradecer en el cine de terror es que no abusen de los «jump scares», casi nulos esta vez y mejor apostando por el suspenso y la tensión que logra mantener la mayor parte de la película, apoyándose de las expresiones, el terror de la maldad que sabemos existe en el mundo y el toque sobrenatural cuando vemos esos sueños con señales (aquí me trajo recuerdos de Pet Semetary) o ese teléfono descompuesto sonando para ayudar a nuestro héroe, porque debo decir que esta historia también trata sobre superar miedos personales, de confianza en uno mismo y no darse por vencido: Finney nos inspira, conmueve y motiva, y si, yo sé que hay algunas secuencias un tanto inverosímiles para representar esta evolución en el personaje, sin embargo no logra restarle la fuerza suficiente al relato y si aumenta la empatía y cariño que nos provoca el pequeño. Quizá el único pero que yo le pondría y es donde la historia flaquea, es en el extraño personaje de Max (James Ransone), hermano del secuestrador, que a mi parecer está ahí de más y no ayuda a nada en la narración, hasta parece parte de otra película, como si se hubiera colado sin que nadie se diera cuenta, como para seguir teniendo referencias de IT así nomás porque sí. Como conclusión, encuentro más recursos buenos que malos y The Black Phone se convierte en una digna representante del género, una experiencia que estoy segura dejará satisfechos a los más fanáticos y no dejará indiferente a los espectadores en la sala de cine.
Los fans del cine de género siguen muy de cerca lo que hace el director Scott Derrickson. El hombre, que dirigió Doctor Strange para Marvel-Disney, es responsable de la aterradora Sinister, en la que Ethan Hawke arrastra a su familia a una casa siniestra siguiendo los pasos de un asesino, y de su inspiración. También dirigió El exorcismo de Emily Rose, otro hito del horror cruzado con policial. La expectativa por esta nueva película, en la que vuelve a trabajar con Hawke, era altísima, más porque es la adaptación de un relato de Joe Hill, el hijo del rey Stephen King, con un guión co escrito por Derrickson. El teléfono negro regala una experiencia a la altura de esas expectativas. Como escribía la crítica española Desirée Fez en El Periódico, las películas de Derrickson, dan miedo en serio, algo que no sucede con buena parte de la producción del cine de terror contemporáneo. Eso vuelve a producirse en Black Phone, que instala la ominosa presencia de lo maligno en lo cotidiano, con el marco de los setenta en Denver, Colorado, tierra natal del realizador. El mundo donde crece Finney (Mason Thames, quererlo es poco), un escenario de adultos y pares violentos. Los bullys en la escuela, el padre borracho en la casa y, en la calle, la amenaza de un secuestrador de chicos. The Grabber/El raptor (Ethan Hawke) es un mago con galera y globos (negros), una presencia que se desliza entre los callejones, los baldíos alambrados, los muros con fotos de chicos buscados. Derrickson enhebra los traumas y los miedos a cosas de este mundo con lo sobrenatural, anclado en elementos potentes, reconocibles, inscritos en la cinefilia del espectador (desde el expresionismo alemán al piloto amarillo de It). Con una fotografía basada en la media luz, que homenajea al terror setentero (La masacre de Texas, de ese tiempo y lugar, es referencia explícita). Con un guión que, en lugar de acelerar golpes de efecto y acumular sustos que terminan por desgastar, prefiere tomarse su tiempo. Con un uso del fuera de campo, de la edición entre imágenes de distinta textura (sueño, realidad, pasado, presente) que enaltece una narración para audiencias inteligentes. Hay una hermana que sueña cosas que pasan en la realidad, un don o condena heredado de su madre, mujeres brujas. Pero también aparecerá, como refugio entre tanta violencia, una red de impensada solidaridad, mientras la habitación en la que Finney está atrapado también puede y debe entenderse como un paradójico refugio. El cuarto oscuro, en el que hay un viejo teléfono. Un cable (cortado) como esperanza para chicos secuestrados en el infierno de los grandes, la pesadilla real. Mientras el protagonista enfrenta a una máscara de sonrisa siniestra. Un rostro que cifra lo que mejor no conocer de cerca.
Critica emitida en radio. Escuchar en link.
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La venganza de los débiles Ya se estrenó en Argentina El teléfono negro, una película de terror dirigida por el prometedor Scott Derrickson y protagonizada por el siempre convincente Ethan Hawke. Por Denise Pieniazek Ha llegado a los cines argentinos el largometraje El Teléfono Negro (The Black Phone, 2021) perteneciente al género cinematográfico del terror de la mano de un experto en la cuestión, Scott Derrickson, reconocido por dirigir Sinister (2012), Deliver us from Evil (2014), The exorcism of Emily Rose (2005), Doctor Strange (2016) y el remake de The Day the Earth Stood Still (2008). El filme en cuestión está basado en el cuento homónimo de Joe Hill, hijo del reconocido escritor Stephen King, quizás por eso el relato tiene varios elementos similares a It (no sólo del texto literario sino también de sus respectivas transposiciones cinematográficas). La historia se sitúa en Denver, Estados Unidos en 1978 en donde algunos niños y adolescentes comienzan paulatinamente a desaparecer misteriosamente. Popularmente comienza a llamarse al supuesto criminal “The Grabber” (el raptor), consecuentemente, el miedo comienza a instalarse cada vez más en esa sociedad. Desde el inicio del relato se representa una comunidad en donde los adultos parecen estar ausentes o si están presentes no son de mucha ayuda por su inoperancia y a veces incluso son un obstáculo o padecimiento. Al respecto, y debido a su ambientación de época, la ficción posee puntos de contacto con la antes mencionada It (incluso aparecen un piloto amarillo y botas rojas en un día lluvioso) y la reciente serie televisiva Stranger Things. En consecuencia, los niños y adolescentes parecen ser más astutos que los mismos, o en cierta forma criarse solos, hasta mencionan películas que ven a escondidas de sus padres como Masacre de Texas/Masacre en cadena (The Texas Chain Saw Massacre, 1974) y Operación dragón (Enter the Dragon, 1973). El universo juvenil que plantea el relato es muy hostil, los estudiantes son muy violentos entre sí (esto es explicitado visualmente) y practican constantemente el Bullying. Al respecto el protagonista, Finney (Mason Thames), padece un doble abuso primero en su casa frente a su padre alcohólico y violento, y luego en la escuela por parte de algunos de sus compañeros. Sin embargo, es un niño muy listo e ingenioso, su mayor apoyo es el de su valiente e intuitiva hermana Gwen (interpretada carismaticamente por Madeleine McGraw), quien posteriormente sabremos ha heredado un don premonitorio sobrenatural de su madre. La figura maternal está ausente en esta familia, puesto que ella se ha suicidado años atrás, al parecer a eso se debe la inestabilidad emocional de su viudo. El raptor -personificado convincentemente por Ethan Hawke- se vuelve cada vez más insaciable, y llega el turno del protagonista de ser capturado. A partir de allí la narración, que desde el inicio posee un excelente manejo del suspenso y la intriga, agrega el elemento sobrenatural. Finney es encerrado en un sótano que sólo posee un colchón, un retrete y un teléfono negro que según el secuestrador no funciona. Sin embargo, y hete aquí el elemento fantástico, a través del teléfono Finney escuchará a las víctimas anteriores del criminal. Entonces, si uno creía inicialmente que el teléfono estaría vinculado al sadismo del raptor, se llevará una sorpresa. Al respecto mediante su lograda dirección Derrickson logra inesperadamente que “saltemos” de la butaca en dos oportunidades. En El Teléfono Negro se observan algunos de los estilemas del realizador tales como el protagonismo de los niños/adolescentes en la acción, perversos villanos que ocultan su rostro tras peculiares máscaras y la presencia de lo pagano o religioso. Asimismo, la película construye una lograda ambientación y clima de época, cuyo mérito compartido es del diseño de producción de Patti Podesta (también directora de arte de Memento, 2000). Una de las pocas cuestiones que puede objetarse a la obra es quizás algunos cabos sueltos, principalmente ante el testimonio de una niña nos preguntamos ¿por qué la policía no siguió la pista de la camioneta negra? Ya hemos dicho antes que el largometraje posee una fuerte crítica a los adultos y la institución familiar, esbozando su mediocridad, inutilidad o incluso sus almas quebradas. Sin embargo, a pesar de este pequeño detalle que puede hacer tambalear la lógica si nos ponemos detallistas, la película dosifica muy bien la información, maneja con ritmo la incertidumbre y es sólida narrativamente. En conclusión, se destacan la performance de niña belicosa de Gwen, quien posee astucia y mucho feminist power, como también la potencia del clímax y su emotivo desenlace. La resolución del relato recurre a uno de los principios básicos del cine, el espectador audiovisual trabaja por acumulación. De este modo, Finney tomará lo mejor de cada niño que lo precedió para intentar vencer al raptor, evidenciando un acertado desarrollo del personaje. El joven protagonista ya no será el mismo después de permanecer secuestrado en ese sótano, que metafóricamente puede compararse el infierno… ¿Logrará Finney su resurrección ascendiendo hacia la superficie? Pues, tendrán que ver la película para saberlo.
Si tuviéramos que elaborar una lista de las mejores películas de terror que nos ha ofrecido el cine norteamericano en los últimos 10 años, SINIESTRO estaría sin dudas allí. Luego de una poco satisfactoria LÍBRANOS DEL MAL, y su inmersión en el universo de Marvel con DOCTOR STRANGE, el cineasta Scott Derrickson retorna al género (una década más tarde) con EL TELÉFONO NEGRO, adaptación del cuento de Joe Hill (hijo de Stephen King y escritor por derecho propio). La película se sitúa en Colorado, en los años 70. Un enmascarado interpretado por Ethan Hawke (protagonista también en SINIESTRO) secuestra a niños. Finney, un chico de 13 años, debe afrontar sus días encerrado en un sótano donde solo dispone de un teléfono (negro) que no funciona, pero tampoco deja de sonar. EL TELÉFONO NEGRO es una película que “guarda” pocas sorpresas durante toda su narración. Y lo de «guardar» podemos tomarlo con pinzas, ya que el propio tráiler se encarga de mostrarnos lo que sucede, de principio a fin. Tal vez las expectativas eran altas, pero el film de Scott Derrickson no las satisface completamente. Sí, EL TELÉFONO NEGRO es una buena película de terror, pero está lejos de la genialidad que muchos medios exaltan, y puede que el primer problema radique justamente en la concepción de esta obra: la historia proviene de un cuento. Adaptar un material tan corto, obliga a hacer un ejercicio creativo mayor que pueda sostener una larga duración, justamente es por ello que los 100 minutos se hacen largos, circunda la sensación de que el filme es un cortometraje estirado, sin demasiadas ideas por fuera del concepto principal. La subtrama del padre violento y la hermana no prosperan. Tampoco la investigación policial. Son todas las líneas narrativas que se atrofian y aparecen solo cuando el ritmo de la historia las necesita, pero nunca de manera significativa. La dirección es apática. Derrickson no encontró la forma de que los secuestros resulten atractivos visualmente o aterradores, y los momentos “bajo tierra” son una agonía que no puede salvar ni Ethan Hawke (que lo hace muy bien como siempre), ni ese fallido volantazo hacia el fantástico más puro. EL TELÉFONO NEGRO es una correcta película de terror (a años luz de Siniestro), pero con errores en su estructura. Le faltan peripecias, ideas y un mejor desarrollo del asesino. Pudo haber sido mucho mejor.
Reseña emitida al aire en la radio.
Después del paso por Marvel con la primera entrega de Doctor Strange y tras bajarse por diferencias creativas de su secuela que eventualmente dirigió Sam Raimi, Scott Derrickson regresa a sus bases con una sólida película de terror que adapta un cuento de Joe Hill. Para eso vuelve a reunirse tras Sinister con Ethan Hawke, aquí en el papel del villano. A finales de los 70s, Finney y Gwen son dos hermanos que viven en Colorado y día a día son testigos de la violencia que los rodea. Un padre alcohólico que los maltrata, constante bullying en la escuela, la Guerra de Vietnam todavía demasiado fresca. Y además el fantasma de un asesino serial de niños y los carteles con las imágenes y nombres de quienes van desapareciendo. Escrita por Derrickson junto a su frecuente colaborador, C. Robert Cargill, la primera parte de la película se encarga de retratar este mundo y esta época. Los dos hermanos saben que son lo más importante que se tienen entre ellos y están el uno para el otro para ayudarse, ya sea a defender a uno del bullying como cuidar del padre cuyo alcoholismo lo torna violento. El terror latente termina de emerger con la imagen del asesino serial enmascarado que rapta al protagonista en su camioneta negra y lo traslada a un sótano a prueba de ruidos. Solo con una colchoneta y un teléfono negro desconectado, el futuro de Finney parece el de tantos niños que desaparecen a la luz del día. Hasta que el teléfono suena y del otro lado se encuentra con la voz de una de las víctimas anteriores. Allí es cuando la trama se bifurca y por un lado seguimos al niño secuestrado soñando con la posibilidad de escapar, y lo que queda afuera: la hermana en busca de alguna pista y una investigación policial que parece estancada. Joe Hill ha demostrado estar en camino de ser un digno heredero del universo de Stephen King y lo ha hecho sin querer despegarse de él. Los tintes fantásticos rememoran así a varias historias que ya conocemos (como el don que tiene la hermanita de acceder a conocimientos reales a través de los sueños). También tiene puntos en común con NOS4A2, la novela de Hill que tuvo una fallida adaptación a la tv: un villano que secuestra niños como una clara referencia a la pedofilia y la llamada de aquellas criaturas cuyas almas quedan atrapadas en una especie de limbo. Ethan Hawke es quien se pone en el papel de The Grabber, este raptor de excéntricas y aterradoras actitudes. Su labor es notable teniendo en cuenta que pasa toda la película detrás de esas perturboras máscaras diseñadas por Tom Savini. Pero también destacan los niños Mason Thames y Madeleine McGraw, en especial esta última aportando algunas pizcas de humor necesarias en una historia que es bastante turbia. A nivel realización, estamos ante un director con oficio que ya ha probado conocer el género y desde lo visual tiene un poco de Sinister (su obra más lograda hasta la fecha), aunque aquella era aterradora de una manera muy diferente a esta. Una banda sonora nostálgica que nunca invade y acompaña, se suman a un guion preciso que nos llena de información siempre funcional a la trama. Es una película de terror que no se queda con la idea de los golpes de efecto (aunque hay un par que pueden generar algún saltito) sino que la tensión se genera de un modo gradual, y en la que la incorporación de lo fantástico se sucede de un modo natural y sin pretensiones. El teléfono negro es una de las propuestas más atractivas que ha entregado la productora Blumhouse en los últimos años. Un cuento de terror que nos habla no sólo de toda la violencia que nos rodea sino de la necesidad de enfrentarse a ella sin miedo. Porque sobrevivir a la adolescencia siempre será una tarea dura, el crecimiento, la pérdida de la inocencia, la importancia de la amistad para la vida, son otros de los temas de esta modesta y efectiva película de terror, capaz de perturbarnos pero también de sacarnos una sonrisa gracias a sus queribles protagonistas.
Cine de terror a la antigua con Ethan Hawke La productora especializada en cine de género Blumhouse realiza un efectivo film con estética de los años setenta que tiene todos los ingredientes para convertirse en clásico. Estamos en los años setenta social y cinematográficamente, la violencia es moneda corriente en los vínculos sociales: bullying en los colegios, padres golpeadores y pervertidos que secuestran niños con el fin de torturarlos. El mal está a la orden del día y la policía siempre tarda en llegar. El teléfono negro (The Black Phone, 2022) replica la estética de los films que tienen a La masacre de Texas (Texas Chainsaw Massacre, 1974) en el horizonte. Un territorio áspero y cruel para que Finney (Mason Thames) haga sus primeras armas de defensa en la escuela. El film, como los de antes, se toma el tiempo para describir los vínculos del niño de 13 años, ya sea el hostigamiento recibido por el protagonista por parte de sus compañeros de colegio, como la cercana relación con su hermana Gwen (Madeleine McGraw), quien tiene una capacidad sobrenatural para visualizar eventos traumáticos. Cuando Finney es capturado por el “payaso de los globos negros”, como se describe en el vecindario al raptor de varios niños desaparecidos, entramos junto con él al sótano donde estará incomunicado la mayor parte de la película y solo recibirá los consejos de fuga de un antiguo teléfono negro que cuelga de la pared. Ethan Hawke posee unas truculentas máscaras dando lugar a un siniestro personaje que devuelve algunas de las mejores imágenes del terror contemporáneo. Dirigida Scott Derrickson (El exorcismo de Emily Rose y Siniestro) todo un experto en la materia, la historia ideada por Joe Hill posee un clima sórdido donde la violencia puede interrumpir en cualquier instante manteniendo al espectador atento a cada minuto. El teléfono negro es una película redonda, de esas que cumplen su cometido de asustar, sorprender y capturar la atención, pero también es el tipo de film que hace una segunda lectura sobre el acoso escolar y la necesidad de la autodefensa en tiempos donde esa agresión se naturalizaba. Perder el miedo y enfrentar la adversidad eran las únicas herramientas para superar los traumas. Derrickson juega con elementos fantásticos con las apariciones de fantasmas pero siempre desde una lógica realista, que no abusa de los efectos especiales en ningún momento y genera mayor temor de lo que puede llegar a ocurrir. Paredes manchadas, descascaradas, ayudan a construir el clima claustrofóbico, con una paleta de colores ocre propio del cine de esa época y flashbacks que simulan ser filmados en 16mm, para borrar toda percepción vintage y darle al film una matriz macabra de principio a fin.
En resumen, Teléfono negro quizá no escapa de puntos en común con varias películas de su género o asesinos seriales. Pero tiene una narrativa muy bien armada, con un trasfondo muy psicológico y emotivo, condimentada con un poco de todo. No defrauda a los amantes del terror, pero de seguro gustará a los amantes de lo policial y el suspenso.
El teléfono negro (The Black Phone, Estados Unidos, 2021) ha sido uno de los grandes títulos del cine de terror de la temporada. Su impacto fue instantáneo y en Estados Unidos las primeras funciones de prueba convencieron al estudio Blumhouse que era mejor estrenarla en la temporada alta. La película transcurre a finales de la década del setenta en Colorado. Hay niños que desaparecen y un villano que pronto sabremos quién es quién realiza estos secuestros. Pero recién conoceremos a este criminal monstruoso cuando secuestre a Finney Blake, un chico tímido e inteligente de trece años, para quien la vida cotidiana ya era bastante difícil antes de ser la nueva víctima del criminal conocido como “El raptor” (interpretado magníficamente por Ethan Hawke). Pero aunque muchas cosas suenen conocidas, El teléfono negro no es una película de terror tradicional y se distingue claramente del promedio. El director elige una narración de época que le da a la película una estética de los setenta y en ese marco muestra una sociedad violenta, peligrosa, llena de riesgo para los niños. Para cuando nuestro asesino aparezca, nosotros ya estamos sensibilizados por ver violencia en la escuela, ver al padre viudo y alcohólico (Jeremy Davies) de Finney maltratarlo a él y su hermana Gwendolyn (Madeleine McGraw) a quien golpea salvajemente con su cinturón. Al uso de otros grandes clásicos del género, el espectador tiene la vulnerabilidad necesaria para recibir lo que viene después y que lo afecte. Claramente el peso de la película está en este armado de los primeros veinticinco minutos de narración. El giro de la trama ocurre cuando Finney, encerrado en un sótano, reciba llamados a un teléfono negro que está en la pared y que en teoría no funciona. Son las otras víctimas que lo llaman e intentan ayudarlo a que escape. Pero esas víctimas ya están muertas, por lo cual se le agrega a la película todo un costado fantástico que completa un efectivo conjunto de ideas que encajan perfectamente. Aunque no se note, la película es bastante sencilla a nivel producción, ya que la mayor parte transcurre en una locación. También hay que mencionar que la hermana del protagonista, fervorosamente religiosa, recibe información en sueños, algo que el padre rechaza pero que tal vez sea una clave para atrapar al secuestrador. El teléfono negro tiene más ambición que la mayoría de los films de terror pero no nunca pretenciosa, a pesar combinar temas muy complicados con inteligencia y ofrecer un retrato de aquellos años de asesinos seriales con mayor sutileza y profundidad que muchos títulos vinculados a esta temática. Una vez más, a pesar de no tener verdadero interés en los films de terror, Ethan Hawke tiene un papel que funciona y que de alguna manera genera sentimientos encontrados por estar interpretado por alguien como él. Pero es otra de las muchas decisiones correctas que toma el director, productor y guionista Scott Derrickson, verdadero artífice de la película.
Se nota la influencia de Stephen King en la escritura de Joe Hill. Es verdad que en algunas cuestiones pudo llegar a funcionar mejor como una miniserie, pero se las arregla para ser un thriller chiquito con algunos aires de terror. Muy bien el casting.