¡¡¡¡¡Huppert, Huppert, Huppert!!!!! Luego de las comedias dramáticas (HaHaHa y The Day He Arrives) que integraron las selecciones de las pasadas ediciones de Cannes, Hong Sangsoo ha ganado un lugar de prestigio entre los organizadores del festival. Por lo visto, todas sus obras seguirán teniendo la suerte de ser parte de la programación. Esto es algo que a un grupo de directores, a quienes podría catalogarse de “el dream team de Cannes”, le viene sucediendo desde hace rato: Resnais, Kiarostami, Loach, Trapero y los hermanos Dardenne, a excepción de Lars Von Trier tras su paso en falso del año pasado. Sangsoo ha ganado ese lugar dentro de la gran liga; sus anteriores trabajos pasaban por la sección paralela (Un Certain Regard) pero hoy juega en “primera” en la Selección Oficial. Talento no le falta, aunque debo admitir que sus anteriores...
In Another Country es Isabelle Huppert, no se puede decir mucho más que eso, con todo lo que esto implica. Es que la cámara se enamoró de ella, la persigue y recorre todo el tiempo, por casi la hora y media que dura el filme. Parece que Hong Sang Soo quiso hacer una película para que esta notable y bellísima actriz francesa se luzca, desde un costado más comediante. Son tres relatos distintos que la tiene a ella como protagonista, todos ambientados en la misma casa veraniega y con los mismos personajes secundarios. Situaciones similares que se le van presentando a Anne (el personaje de Huppert), pero desde distintas personalidades y vivencias, cada una de las tres llegó por diferentes motivos a esa zona costera y turística de Corea del Sur...
LOS MUNDOS POSIBLES La vida es una comedia El espacio y el tiempo son dos fenómenos que se encuentran más unidos de lo que parece. Son dos instancias puramente perceptivas que encuentran su punto de unión justamente en el límite de esa percepción- en el quiebre de la misma. En esa distancia que es tan grande como para romper con cualquier lógica, venimos a entender que el tiempo parece tener, en efecto, una duración espacial, de aquí a allá, de este punto a ese. Si hay algo que le obsesiona a Hang SangSoo es, justamente, la (des)unidad temporal y espacial de la obra cinematográfica. Los espacios de sus films son siempre cíclicos, siempre reiterativos y cambiantes, al igual que los tiempos que maneja, volviendo a poner en escena sucesos casi idénticos pero con leves variaciones- una constante reinterpretación de un mundo cinematográfico que se expone a sí mismo como plástico y mutable. La disposición del encuadre de este encuentro es significativo en las tres historias planteadas en In another country. Se puede hablar de In another country como la película más redonda y más accesible de Hong SangSoo hasta la fecha. Las razones son varias, pero hay una que prima sobre el resto: el sustento diegético de sus variaciones narrativas. Aquí, el contexto del devenir del relato es claro: una joven viaja a la playa junto con su madre y, en su descontento por estar allí, decide comenzar a escribir un guión. A partir de este punto, se nos presentará una historia con cuatro personajes principales. Y luego otra historia. Y luego otra. Los cambios de registro son avisados por la recurrencia del plano de esta joven escribiendo en un cuaderno, y son evidenciados por la protagonista del film, Anne. Ella encarna a tres personajes distintos, y es la corporización de las variaciones narrativas- siempre como la extranjera francesa-, no así el resto de los personajes (el bañero, el director de cine y su mujer), quienes serán los mismos en las tres historias. En las películas de Hong SangSoo está constantemente presente la temática cinematográfica, principalmente en sus personajes, quienes siempre ocupan roles dentro de dicho ambiente. Es así que en la primera historia, Anne es una reconocida directora de cine que viaja al pueblo costero de Mohang a visitar a un colega, también cineasta. En la segunda, Anne es la esposa de un exitoso empresario que viaja a Mohang para ver a su amante, un director de cine, durante un día. En la tercera, Anne es una mujer que acaba de divorciarse y viaja junto a una amiga a Mohang intentando escapar de su desdicha. Hay hechos recurrentes y frases repetidas en las tres historias, y lo fascinante radica en ver cómo estos diálogos e ideas varían dependiendo del contexto. Hong SangSoo articula de una manera absolutamente lúcida estos cambios dando como resultado un tratado que, en su propia sencillez y noción de divertimento, logra movilizar y llegar a emociones auténticas, justamente quizá por su simpleza y su despreocupación por el drama- la idea de que la vida es más parecida a una comedia que a una tragedia. El extranjero y la dificultad idiomática, una barrera que parece dialogar con el propio cine de Hong HangSoo. Hay también en lo formal una constante en Hong SangSoo de la que ya resulta casi intrascendente hablar: el reencuadre del zoom, un efecto cuya utilización en cine llama la atención. Se trata de un brusco recorte de la información en el cuadro que en muchos casos acompaña un cambio de intensidad propio del diálogo que se está llevando a cabo en la pantalla. A su vez, en In another country se puede ver, casi destilada, la clara habilidad de Hong SangSoo para plantear escenas a través de encuadres cuya función es suministrar la información de manera progresiva. A través de encuadres cada vez más alejados, se nos va develando el entorno, un entorno que no es pasivo sino que modifica a lo que estamos viendo. También hay, desde la cámara, un planteo dialógico entre las tres historias. El mejor ejemplo de esto es el registro que se hace de la carpa en la que duerme el guardavidas. La primera vez que la vemos, la toma es desde un costado, afuera y lejos de la carpa. La segunda vez, es frontal y casi adentro de la misma. La tercera y última, es desde el lado opuesto a la primera. Hong SangSoo hace esto con todos los espacios: cambia la perspectiva. Otro ejemplo es el del encuentro entre Anne y el guardavidas, que son tomados de maneras brillantemente distintas, ligadas a la historia en cuestión. El tercero en discordia en la primera historia, la fascinación turística por lo exótico en la segunda, y la absoluta y desesperada soledad en la tercera. La disposición de los encuadres respectivos a estas tres historias son impecables si se los analiza uno junto al otro. "- ¿Qué es el amor? - Algo que amarías hacer todo el tiempo. - ¿Por qué? - No sé." El amor y el humor plagan la pantalla mientras vemos In another country. Es difícil, hoy en día, encontrar una película que desde su propia liviandad confesa nos hable de una manera tan directa sobre las relaciones humanas, y a su vez no deje nunca de lado una preocupación por lo formal, por lo propio del cine. Hong SangSoo confía en los recursos cinematográficos para plantear una historia tríptica, que en su propio diálogo dialoga con nosotros, con los múltiples nosotros, con nuestras propias historias, lo real y lo imaginado, con lo que somos y lo que querríamos ser. Con lo que hacemos y lo que no hacemos, nuestros mundos posibles.
Dirigida por Sang-soo Hong y protagonizada por la francesa Isabelle Huppert, En Otro País es una comedia surcoreana sin demasiadas pretensiones que logra todo lo que se propone. Una francesa en Corea del Sur Isabelle Huppert interpreta a Anne, una turista francesa en Corea, durante tres historias distintas. Lo único que tienen en común entre si es a Huppert como protagonista y que todas se desarrollan en un mismo pueblo costero. De Corea con amor En Otro País es una producción independiente que nos llega desde Corea y está protagonizada por la francesa Isabelle Huppert. Contada en tono de comedia, el director Sang-soo Hong simplemente se limita a posicionar la cámara y dejar que la magia fluya delante de sus ojos. Sacando entre escena y escena la película no tiene cortes. Sang-soo se limita a corregir sus planos mientras la película corre, ya sea aplicando un zoom o un paneo. Esto le da a En Otro País un gusto especial, ya que el film se limita casi totalmente a la interacción de Anne con los personajes de la zona y Sang-soo Hong nos la entrega sin ningún tipo de montaje. La película avanza a gracias a la simpática interpretación de Huppert y del resto del elenco. A pesar de tener siempre el mismo nombre, el personaje de Anne personaje cambia entre historia e historia. Y aunque a lo largo de los relatos muchos personajes, situaciones e incluso diálogos se repiten, es la espontaneidad de las actuaciones lo que terminan por lograr que la película nunca llegue a aburrir. Sang-soo Hong aborda algunos temas universales durante el film pero nunca profundiza demasiado en ellos. Al fin y al cabo esa nunca fue la intención de En Otro País. El personaje de Anne se cuestiona sobre el amor y la fidelidad, pero siempre mientras dialoga con alguno de sus ocasionales encuentros con los locales y luego continúa su recorrido. Anne también sufre las limitaciones del idioma, algo similar a lo que le ocurre a Scarlett Johansson en Perdidos en Tokyo, pero está lejos de sentir la soledad que si sentía el personaje de Johansson y era uno de los temas centrales de dicho film. Conclusión En Otro País es una película chiquita, sin demasiadas pretensiones, que logra su cometido. Es divertida, dulce y por momentos melancólica. Isabelle Huppert (impecable a sus 60 años) está fantástica en el papel de Anne y lo mismo el elenco secundario que la acompaña. Sang-soo Hong apuesta a sus actores más que al conflicto del relato mismo y eso hace que En Otro País funcione.
Tres historias simples, tres relatos con muchos puntos en común que ganan en naturalismo, quizás una de las películas más sencillas de su director; entonces ¿qué es lo que hace a ”En otro país” una película tan interesante y formidable? La respuesta a esa pregunta mucho tiene que ver su protagonista, Isabelle Huppert. No es la primera vez que Hong Sang Soo se inclina por las películas que homenajean al cine, y el camino que eligió esta vez es brindarle toda la historia a su estrella, mostrarla como una diva en simpleza de recursos. En efecto, esta propuesta gira enteramente alrededor de los tres personajes que compone Huppert en las tres historias ¿o es el mismo personaje? ¿o es la misma historia? Todo comienza con una joven coreana que escribe ¿de modo amateur? el guión de una supuesta película sobre tres mujeres que visitan el pequeño hospedaje costero en Mohang en el que casualmente vive ella. Así, se da paso a las tres historias, las tres mujeres llamadas Anne (Isabelle, por supuesto) son turistas francesas, y cada una pareciera tener una personalidad diferente, aunque todas comparten la misma virtud/defecto cautivan a todos los hombres con los que se cruzan. En este juego del guión dentro de la película, hay elementos que se repiten en una u otra historia de manera distinta, pero los ejes centrales son el mismo en las tres, Anne es una mujer soltera/casada infiel/divorciada que llega ocasionalmente a Mohang, se hospeda en ese pequeño hotel, y tarde o temprano, buscando un faro, se cruzará con un simpático guardavidas con el que vivirá un amorío trunco (además de otro affaire distinto en cada historia). Ya sea una distante directora de cine, una infiel que juega a la seducción inocente, o una divorciada (su marido la dejó por una coreana) que juega con los hombres, las resoluciones parecen ir siempre para el mismo lado, las mujeres la admiran/envidian/detestan, los hombres (hasta un monje) no se resisten a sus múltiples encantos. Hong Sang Soo filma con ligereza, realiza una co-producción entre su país Corea y Francia, con una gran estrella central. Pero a diferencia de lo que podía pensarse, no realiza un film más profesional, serio, o espectacular, todo lo contrario;” En otro país” es un film que pese a contar tres historias que se entrelazan con personajes que se repiten y con puntos en donde una historia se funde dentro de la otra (atención a esos sutiles detalles), no deja de ser una película sencilla en donde todo se comprende a la perfección, una comedia ligera y simpática, que no carga las tintas en ningún momento; hasta pareciera ser hecha para el simple divertimento. La cámara contemplativa siempre es un fuerte del director, y esta no es la excepción, Mahong es presentada de un modo entre bello y bucólico, hay grandes planos en donde las palabras sobran, es más el guión está lleno de lo que podríamos llamar frases superfluas, se habla de la nada. A este preciosismo paisajístico hay que sumarle una fotografía colorida, en contraste, en donde hasta pareciera que cada tonalidad nos cuenta un estado de ánimo. Y está Isabelle Huppert otra vez, si la película gira en torno a ella, la dama del cine que parece no envejecer sino mejorar no podía más que entregarnos una gran interpretación. Sus Anne son tres mujeres diferentes y las todas tienen esa impronta de la actriz que nos hace pensar que nosotros también nos deleitaríamos como los hombres coreanos. Quizás no sea la mejor obra de su director, no busca ser una obra maestra, y aun así, demuestra que puede ser una gran película en el frasco de una comedia simple.
El discreto encanto de Huppert (por tres) En otro país (In another country, 2012) tiene a Isabelle Huppert como protagonista excluyente, en el rol de tres personajes que la ubican siempre como la mujer deseada. La cinefilia, agradecida. El cine de Hong Sang-soo puede ser lúdico, naif, en apariencias liviano. Pero jamás es “canchero” ni superficial. Sus dos últimas comedias anteriores a En otro país -Hahaha y Oki´s movie, ambas del 2010- confirmaban que en su transparencia, en la sencillez de la puesta en escena, el realizador sabe poner al espectador del lado de sus personajes. Que no tiene por qué ser un mérito, pero que dentro de su cine es un modo de no ubicarse por encima de ellos, de transmitir compasión y alegría de un momento a otro. Como ocurre en la vida. Pero en el cine. Hong es uno de los autores “selectos” cuyas películas se pasean por festivales de todo el mundo (incluso los más importantes, como Cannes) y a veces –sólo a veces- llegan a la cartelera comercial. Es el caso de En otro país, recientemente proyectada en el BAFICI. Aquí, una joven imagina a una mujer llamada Anne, quien llega a la costa de Corea del Sur para tomarse unas pequeñas vacaciones. Pero, como anticipamos, en verdad hay tres versiones de ella con sendas historias. Los que no varían son los personajes secundarios. Esta particularidad no tiene nada que ver con esos juegos de guión que suele proponer Hollywood. Por el contrario, es un mecanismo (antojadizo, puede ser) que sirve para abordar las capas constitutivas de la ficción y generar una reflexión a partir de ellas. Mediante el devenir de cada una de esas versiones vemos a los personajes actuar en base a distintos conflictos y, en consecuencia, llegamos a conocerlos mejor. La primera Anne es una realizadora de cine, la segunda es una mujer abandonada recientemente por su marido, y la última Anne espera la llegada de su amante coreano. Las tres movilizan la cotidianidad de este espacio y provocan cimbronazos en un matrimonio vecino. Un poco a la forma de los cuentos morales del gran Eric Rohmer, la película muestra al pasatiempo como una temporalidad burguesa en donde afloran las tensiones. Es innegable que el encanto de la película está vinculado a la idea de que “dos potencias se saludan”. Para quienes el tándem Hong-Huppert no genere una particular expectativa, queda un relato simpático, de una comicidad discreta y bien dosificada. Una película que hace de la extranjería una posibilidad para indagar en tópicos universales como la posibilidad de tener una aventura o, simplemente, sentirse deseado.
Una francesa suelta en Corea Si en la reciente y oscarizada Amour, de Michael Haneke, Isabelle Huppert tiene un papel secundario, en En otro país -estrenada también en la edición 2012 del Festival de Cannes- ella es la protagonista absoluta y ya no con uno sino con tres personajes. El talentoso y muy prolífico director coreano (seis largometrajes en los últimos cinco años) retoma uno de sus habituales recursos, que es narrar diferentes historias que tienen algunas situaciones, elementos y personajes en común, como si se trataran de variaciones de una misma propuesta, distintos movimientos de una sinfonía. Huppert interpreta a tres Anas (puede ser desde una directora de cine hasta una empresaria), sendas mujeres francesas que llegan a un desolado enclave playero en Corea y mantienen relaciones fugaces (y muy cómicas) con gente del lugar: desde otro realizador hasta un guardavidas. Ligera y alegre (con un aire de improvisación que esconde una gran maestría en la puesta en escena), En otro país presenta a una Huppert descontracturada y sin perder ninguno de sus matices hablando en inglés, con tres personajes que están bastante perdidos y, al mismo tiempo, se dejan llevar por las circunstancias en un rincón del planeta que parece la contracara perfecta de la vida en París.
Escenas frente al mar Delicado filme del coreano Hong Sang-soo, con Isabelle Huppert en tres papeles. Un acto de justicia cinematográfica: hoy se estrena, por primera vez, una película de Hong Sang-soo en la cartelera comercial argentina. Un acto de justicia que demuestra el triste estado de la exhibición en el país: Hong es un autor imprescindible, y su ya larga filmografía dignificó, dignifica, los más prestigiosos festivales internacionales. El BAFICI, felizmente, siguió toda su carrera desde el comienzo y este año le dedicó una retrospectiva. Llegó la hora de que algunas pocas salas nacionales le den su espacio. No es casual -aunque no se trate de una concesión del realizador coreano- que En otro país (2012) sea su primera película en inglés ni que la protagonice Isabelle Huppert. El cine de Hong, que dialoga con el de Rohmer, Bresson y Ozu, entre otros exquisitos maestros orientales y occidentales, es casi siempre amable y tiene una apariencia sencilla, aunque abunde en rupturas lineales y repeticiones, que jamás entorpecen el devenir narrativo. En el comienzo de En otro país, una mujer y su hija se refugian en Mohang, ciudad costera coreana, escapando de una deuda. La hija, aburrida, comienza a escribir historias: van a ser tres, con la misma protagonista o, mejor dicho, con tres mujeres que parecen variaciones de una. En todo caso, las tres se llaman Anne y son interpretadas por la versátil y misteriosa y seductora Huppert: este filme fue pensado a su medida. El escenario es el mismo, la costa de Mohang, y el resto de los personajes varía levemente. Como en casi todas las películas de Hong, hay mucho diálogo, directores/as de cine, triángulos sentimentales, alcohol. Las charlas son triviales, como la vida, pero debajo de las palabras se agazapan pulsiones complejas, oscuras: las de todos nosotros. El tono, leve e intenso a la vez, nos deja el sabor ambiguo de las comedias tristes o de los dramas asordinados, aunque esta película se resista a las definiciones. Hong trabaja en los territorios de la incomprensión: en los cruces de culturas y de pasiones no siempre concretadas ni correspondidas. Combina elementos realistas y abstractos -como su admirado Paul Cézanne-; prefiere la ambigüedad al estereotipo; lo espontáneo a lo solemne. Suele escribir los diálogos durante las madrugadas previas a cada día de rodaje; suele filmar en orden cronológico; suele usar el zoom para no cortar sus planos secuencia. A simple vista, sus filmes parecen suaves, tersos, casi inofensivos; en el fondo, tienen la potencia y la belleza del mar de Mohang o de cualquier otro.
Llegó el día. Programado históricamente por el Bafici y en los últimos años también por el Festival de Mar del Plata, el cine del coreano (obviamente surcoreano) Hong Sang-soo al fin se estrena comercialmente. Y es todo un acontecimiento: Hong es uno de los más importantes directores de cine del presente, uno de los grandes, cuyas películas sólo podían ser vistas en festivales, en tres o cuatro funciones. Si bien es un estreno en pocas salas, el cine de Hong ahora amplía su disponibilidad con su penúltima película: En otro país , presentada en Cannes 2012 (su último film a la fecha -es un cineasta prolífico- es la también excelente Nobody's Daughter Haewon , presentada en Berlín 2013). En otro país es una gran invitación para todos los cinéfilos, incluso para los no acostumbrados a ver cine coreano (obviamente surcoreano): está protagonizada por la francesa Isabelle Huppert y está hablada en su mayor parte en inglés (el lenguaje es uno de sus temas). Trata de esto, según la sinopsis del pressbook : "Una joven estudiante de cine y su madre huyen a Mohang, una ciudad junto al mar, con la esperanza de eludir a sus acreedores. La joven empieza a escribir un guión para un cortometraje que tiene como protagonistas a tres mujeres llamadas Anne. La primera Anne es una exitosa directora de cine. La segunda es una mujer casada que tiene una aventura con un hombre coreano. La tercera está divorciada del marido, que la dejó por una mujer coreana. Cada una de las tres Anne se aloja en un hotel de Mohang, entabla una amistad con la hija de los dueños y pasea por la playa, donde conoce a un socorrista". El cine de Hong es resplandeciente, claro, evidente en su capacidad de maravillar: es de una fluidez magistral, de una inteligencia prístina pero nada ostentosa y de una calidez que no negocia jamás con la blandura. En otro país muestra los juegos con la narración, los personajes y los diálogos que se repiten de una historia imaginada a la otra (e imaginada dentro de la imaginada), pero sin convertirse en una relato complicado. El modelo de puesta en abismo al estilo de los guiones de Charlie Kaufman no es el de Hong: aquí no importan los mecanismos a la vista. Hong hace cine moderno de forma relajada, sin preocuparse por exhibir los hilos: no le importa mostrar el edificio narrativo porque sabe construirlo perfectamente, sin que se note esfuerzo alguno. De esa manera puede ofrecernos situaciones, personajes y emociones con conversaciones, acciones y gestos que proveen un ritmo placentero, nunca frenético ni paralizado. Hong rodea los temas, se acerca y se aleja (visualmente, con esos zooms in y out ), y juega como nadie en el cine contemporáneo el juego del amor en el cine: Hong es un epígono de Eric Rohmer, pero las influencias que tiene el gran director coreano (surcoreano, obviamente) no se exhiben en forma de cita directa. Hong es uno de esos gigantes del cine que hacen cine como si respiraran, y si muchos de sus personajes son cineastas o guionistas, nunca hay rodajes en sus películas (como observa Sergio Wolf en su excelente artículo del libro sobre Hong recientemente editado por el Bafici). Hong no hace cine para cinéfilos o para cineastas. Es decir, hace cine para ellos porque los incluye en su alcance universal: el amor, los celos, las borracheras, las conversaciones, los encuentros, la comida, los paseos, los cafés, los libros, el mar. Sí, claro que Huppert está genial y que los actores de Hong siempre son perfectos. Pero no estamos en ese nivel, estamos en otro: estamos ante un artista mayúsculo, crucial, fundamental. Si todavía les gusta el cine, seguro que les gusta Hong. Y si ya no les gusta el cine, quizá sea porque no conocen a Hong.
Perdidas en la traducción El gran director coreano, a quien el Bafici acaba de dedicarle una retrospectiva, convoca a la famosa actriz francesa para una luminosa comedia de enredos que juega con las diferencias culturales y los caprichos de la naturaleza humana. Aunque En otro país es la primera de sus catorce películas que se estrena comercialmente en Argentina, no puede decirse que el gran director coreano Hong Sang-soo sea precisamente un desconocido para el público local. Y mucho menos después de la retrospectiva completa y el libro que le dedicó el Bafici en su última edición, el mes pasado. Lejos de los espectaculares melodramas o policiales (o la extraordinaria mezcla de ambos) que suelen practicar con maestría la mayoría de sus coterráneos, Hong en cambio ha ido construyendo un cuerpo de obra muy diferente y singular, absolutamente intransferible, hecho de pequeñas películas de bajo presupuesto que se asemejan unas a otras como, a su manera, se parecían entre sí los “Cuentos morales” o las “Comedias y proverbios” de Eric Rohmer. De hecho, la nouvelle vague en general y Rohmer en particular –su estética, pero también su economía– son una influencia evidente en el cine de Hong. Tanto que ya filmó una película en París (Noche y día, 2008) y ahora llega esta luminosa comedia de enredos filmada en Corea, pero protagonizada por uno de los mayores iconos del cine francés, Isabelle Huppert. En un registro que no le es habitual (siempre tan grave, ella) y en el que aquí se luce con una rara gracia, Huppert se suma sin problemas al nuevo film de Hong, que es como muchos de sus anteriores: un tema y sus variaciones, desarrolladas casi al infinito, como si se tratara de las Variaciones Goldberg, de Bach, pero con las herramientas de las que dispone el cine contemporáneo. De hecho, Huppert no compone uno, sino tres personajes, aunque todos se llamen Anne y en todos sea, por supuesto, una extranjera completamente perdida en una pequeña ciudad coreana de provincia, envuelta en una serie predeterminada de equívocos y malentendidos. Estos son producto no sólo del desconocimiento del idioma y las obvias diferencias culturales, sino también de la naturaleza humana: la curiosidad, el deseo, la inestabilidad emocional. Ahora bien, como suele suceder en el cine de Hong, no todo lo que se ve es real, aunque lo parezca. A la manera de un juego de cajas chinas, las tres Anne del film y sus correspondientes capítulos corresponden a unos borradores de guión que una muchacha coreana, luego de una discusión familiar, escribe “para calmar los nervios”. De ahí que cada uno de esos tres cuentos que finalmente se materializan en la pantalla tengan un aire tan artificial como provisorio, como si fueran bosquejos que tienen su gracia en tanto se los acepte como tales. La primera Anne es una directora de cine (recuerda a Claire Denis, una amiga personal de Hong) que llega a esa pequeña localidad costera para asistir a un festival de cine. Y allí se encuentra con un colega coreano con el que alguna vez flirteó en la Berlinale, pero que ahora está acompañado de su esposa, embarazada... y sumamente celosa. Saltarán algunas chispas entre ellos, pero no más que eso. La segunda Anne parece el otro lado del espejo de la primera: es una esposa adúltera que espera en ese mismo hotel de provincia la llegada de su amante, un famoso cineasta coreano, que teme ser reconocido in fraganti a raíz de su autoproclamada popularidad. Y la tercera Anne es una esposa despechada, que acaba de ser abandonada por su marido y se recluye (como las anteriores) en ese mismo pueblo costero, en esta caso acompañada de una amiga coreana que le presenta a un monje budista, a quien le plantea las preguntas más inverosímiles. En los tres episodios, Anne se va cruzando de una u otra manera con los mismos personajes, entre ellos el peculiar guardavidas de la playa de Mahong, una suerte de Buster Keaton coreano, tan bien dispuesto a conversar con la extranjera como destinado a no entenderse en absoluto con ella. Y en los tres relatos Anne recorre los mismos paisajes, entre ellos una encrucijada de caminos que viene a ser un poco como el nudo conceptual del film, el lugar donde la protagonista debe elegir qué rumbo tomar, como si Hong Sang-soo hubiera dejado al libre albedrío de su personaje la dirección de la película toda.
Tres veces Anne La película se compone de tres historias con leves variaciones en las que la protagonista evoluciona en un paisaje idéntico: un balneario coreano en temporada baja, con sus playas, cabañas y caminos desiertos. En cada segmento, Anne repite las mismas situaciones, invirtiéndolas, haciéndolas rimar o insertándolas en otras. El cineasta cuestiona el estatuto de las imágenes y sus fantasmas, alternando la intuición y la quimera, lo diáfano y lo extraño, las situaciones cómicas y su repetición. Hong Sang-soo hace cine un ligero, lúdico y sutil, que no busca el embellecimiento del plano. Bajo su apariencia simple, En otro país es una película enorme, misteriosa y emocionante. Conducidos por la alegre indolencia de la heroína, otros personajes ponen el cuerpo a los tres movimientos: un director de cine cobarde o paranoico según el capitulo, su esposa embarazada y, sobre todo, el excepcional bañero fluorescente, siempre de rodillas, mojado y contento, frente a las tres Anne que pasan por su camino. La ronda de impulsos amorosos repetidos y frustrados, los juegos de espejos entre los personajes y sus destinos son una caja de resonancia de los vagabundeos sentimentales. Las intenciones de los personajes parecen trasparentes pero los objetos siguen su propio recorrido y generan desconcierto. Botellas, teléfonos, paraguas, una lapicera, la carpa del guardavidas y la atracción del lugar: un pequeño y recóndito faro. En el primer relato, los protagonistas temen lastimarse con unos vidrios de botellas rotas en la orilla del mar; en el tercero, Anne bebe en la playa y dejar caer una botella en ese preciso lugar cerca de la orilla. En el mismo capítulo, la protagonista encuentra un paraguas donde lo había dejado apoyado un personaje de la historia anterior. Un pequeño paraguas sombrilla que le permitirá a la triple heroína escaparse de la película como Paulette Goddard al final de Tiempos modernos. Anne desembarca en un país cuya lengua no conoce y en el que nadie habla la suya. Todo el mundo se expresa en un idioma extranjero: un inglés ligeramente maltratado por distintos acentos que traduce la dificultad de cada uno para formular sus sentimientos. Las equivocaciones lingüísticas, además de ser muy divertidas, muestran el desfasaje entre lo que el personaje dice y lo que hace, dejando entrever un abismo de frustración y duda. Los poemas de amor son ilegibles, faltan palabras. Como los personajes no pueden hablar más que un inglés vacilante, el humor pasa muchas veces por lo que sucede físicamente dentro del encuadre con una expresividad corporal al límite del exceso. El zoom desestabiliza el clasicismo formal. Las historias dentro de la historia, las repeticiones, las escenas en espejo y las identidades múltiples funcionan como una lúcida reflexión en torno a la creación artística. Desde el comienzo sabemos que las aventuras de Anne son inventadas por una joven, pero nunca dejamos de creerlas. Cada vez que la francesa le pregunta al bañero cómo llegar al faro, la escena resulta más divertida. Hong utiliza con maestría los resortes teóricos sin que se debilite el costado emotivo de sus personajes. Isabelle Huppert vuelve a dar prueba de todo su talento. La actriz francesa llega a fundirse completamente en el universo del cineasta. La Huppert es una belleza ineludible que se desliza por la película con un leve erotismo que enloquece a todos los personajes. El deseo está en el aire. La Huppert mira el océano, el encuadre se repite tres veces, la emoción se renueva como con cada película de Hong.
Las extranjeras Con su mirada peculiar, que sumerge al espectador en un universo tan personal como la imaginación de una jovencita, el director surcoreano Sang-Soo Hong relata las historias de tres mujeres buscando un rumbo para sus vidas en un país extraño. Una joven estudiante de cine y su madre se refugian en un hotel mientras tratan de resolver la complicada situación económica en la que las dejó un tío. Para pasar el tiempo, la joven decide pensar los guiones para un próximo cortometraje. Así, lo que constituye la verdadera trama de la película es el producto de su imaginación: tres historias protagonizadas por distintas mujeres francesas, que a su vez se llaman siempre igual (todas interpretadas por Isabelle Huppert), en Mohang, un pequeño pueblo costero de Corea. El trabajo estético, un ida y vuelta de las escenas, la repetición de diálogos, incluso el uso del zoom, recuerda permanentemente que lo que se está viendo en realidad no es una película terminada, sino el proceso de creación en la mente de una potencial directora. En tono de comedia liviana, con personajes que se comunican torpemente ya que hablan inglés, que no es la lengua nativa de ninguno, el director encara cuestiones profundas: las búsquedas personales, las disyuntivas, las dudas sobre la propia vida. Si bien cada episodio tiene una estructura propia, las historias se entrelazan y encajan una con otra, llegando a un cierre coherente. Es clave la actuación de la excelente y multifacética Isabelle Huppert encarando a estas tres Anne que visitan Mohang, en un filme con una atmósfera algo onírica, que resulta bello, simpático, pero a la vez, profundo.
Una francesa en tierra lejana El director surcoreano Sang-soo Hong filma en la playa de Mohang, al sur de Corea, un filme que hace referencia al constante contraste entre la cultura occidental y la oriental. El cineasta que sabe jugar muy bien con los tiempos dramáticos, divide su película en tres partes que se fusionan unas con otras y en cada una de ellas, Isabellla Huppert asume un papel distinto. En el primero es una directora de cine francesa, que llega a una ciudad de playa en Corea del Sur y vive una relación de amor casual, con un guardavidas. En el segundo es una mujer que arriba a la misma ciudad para encontrarse con el hombre que ama y en el es una turista europea engañada por su marido que busca en la playa cierta tranquilidad, o con la posibilidad de vivir una aventura. LA SUTILEZA "En otro país" es un filme intimista, que habla de la simplicidad de la existencia, de los hechos triviales de la vida y lo hace a través de una sutileza poética, en que una comida, un paseo por la costa, o una visita a la carpa de un desconocido en la playa, pueden despertar interés y curiosidad. La historia tiene como base a una mujer y su hija, que viven obsesionadas y perseguidas por los acreedores. Con tal de huir de esas molestas presencias, ambas mujeres van a pasar unos días a la playa de Mohang. En ese lugar apacible, en el que nada parece ocurrir y el tiempo parece detenido, la hija decide bosquejar un guión de cine. MINI HISTORIAS A partir de la escritura y algunos pensamientos que la joven expresa en voz alta, los personajes de su historia cobran vida, a través de tres mini historias personificadas por una francesa que es Isabelle Huppert. "En otro país", hay aspectos de diferente interés, aunque todos resultan atractivos de filmes como éste, pleno de melancolía. Entre los aspectos a destacar está la relación entre de Anne (Isabelle Huppert) y el guardavidas, a cargo de Jun-San Yu, cuya relación nace de a poco y se va afianzando, como si se tratara de una travesura adolescente, a la que ambos protagonistas se prestan con absoluta comodidad. En tanto que en otras escenas se la ve a Huppert, enamorada de un director de cine, al que le falta dinero para concretar su película. Es en esta parte, cuando la película de Sang-soo Hong adquiere más sugestivas formas narrativas, que recuerdan algún sesgo de la ya mítica "Nouvelle vague", de los 60 del siglo pasado.
Jacques Rivette lo hacía mejor hace cincuenta años Hace exactamente medio siglo, David J. Kohon presentaba entre nosotros un conjunto de tres historias llamado "Tres veces Ana", con María Vaner secundada por Luis Medina Castro, Walter Vidarte, Alberto Argibay, Rivera López, y también Lautaro Murúa, Javier Portales y Ovidio Fuentes. Todos jóvenes, y ella joven, hermosa, y con personajes y situaciones muy diferentes entre sí. La fotografía era de Ricardo Aronovich, que terminó haciendo carrera en Paris. Esa obra fue una de las más representativas de la llamada Generación del 60, que había surgido bajo la influencia de la Nouvelle Vague. Ahora, Hong Sang-soo, según dicen el más afrancesado de los miembros de la Nouvelle Vague coreana, presenta este conjunto de tres historias de otras tantas Anne, con Isabelle Huppert secundada por jóvenes coreanos, con personajes y situaciones muy parecidas entre sí. Primero (hay que aclararlo porque forma parte del chiste), aparece una jovencita dispuesta a escribir un guión para un posible rodaje. Así, de su invención, aparecen sucesivamente una mujer sola acompañando a una pareja que hace su vida, una casada que espera a su amante algo lejano, y una divorciada cuyo marido la dejó por otra. Para cada una, Huppert dispone pequeñas diferencias de expresión y un vestido distinto. Por suerte está lo del vestido, porque cada Anne va a parar a la misma pensión del mismo pueblo aburrido, y algunas escenas se repiten sin mayor problema. Lo que vemos es un juego entre monocorde y reiterativo de caminatas por la playa, largas charlas generalmente fútiles (salvo alguna excepción), chispazos de enojo inconducente, encuentros de cordialidad superficial, y, por suerte, ocasionales pátinas de risueña sutileza para hablar de la soledad de tres extranjeras con mal de amores. También por suerte, en algún momento cada Anne se cruza con un tipo de buen humor. El mismo tipo. En resumen, se pasa el rato, no es una película demasiado deplorable, pero parece una calesita sin mayor gracia. Según sus exegetas, el chiste para disfrutarla está en admirarse de los sencillos juegos de simetrías, pérdidas y encuentros, del relato dentro del relato, de la impresión de estudiado déjà vu a lo amateur, de algunos antojadizos movimientos de cámara, y, en ocasiones, del lejano parentesco de Hong Sang-soo con el Jacques Rivette juguetón y superficial de hace también medio siglo (pero lo que el francés desarrollaba entonces era más novedoso).
Hong San Soo, el director coreano que logra en este film una comedia deliciosa y profunda, usando a una sola actriz para tres historias distintas, la prodigiosa Isabelle Huppert, donde se repiten encuentros con personajes iguales. El resultado es cautivante, lo que se pierde y lo que se encuentra, las oportunidades que dejamos pasar que quizás se vuelvan a plantear y otras se pierdan para siempre, lo fresco y espontáneo con lo oscuro y misterioso.
Canción para Isabelle En la decimotercera película de Hong Sangsoo y primera en estrenarse comercialmente en la Argentina, estamos en el usual mundo de confusos y complicados intercambios románticos entre hombres y mujeres en Corea, pero con una diferencia importante que lo cambia (casi) todo: la protagonista es Isabelle Huppert y eso lleva a que el director modifique un poco su eje –como dándole un golpe de zoom de esos que le gustan tanto- para agregarle a la película una mirada entre crítica y afectuosa hecha desde afuera. En un pequeño hotel de la ciudad balnearia de Mohang una chica aburrida se sienta a escribir guiones y escribe tres historias, todas protagonizadas por una “encantadora visitante francesa”. El filme consistirá en esas tres historias e Isabelle Huppert será la francesa en cuestión, siempre llamada Anne. En la primera, encarna a una cineasta francesa que visita a un colega coreano que está allí con su esposa embarazada. En la segunda, es la esposa de un empresario francés y ha viajado allí para encontrarse con su amante, un director de cine coreano. En la tercera, es una mujer que acaba de divorciarse y quiere visitar a un monje. hong in-another-countryLas historias de EN OTRO PAIS transcurren en los mismos lugares (el hotel, la ruta alrededor, una playa con una carpa, etc.) y varios personajes reaparecen en las tres. De todos ellos, el más importante es un guardavidas del balneario, a quien siempre la francesa se cruza mientras busca cómo llegar al faro del pueblo. Es con él con quien termina teniendo no sólo las más absurdas y divertidas situaciones de confusión romántico-lingüísticas del filme, sino las interacciones más tocantes y humanas que tiene a lo largo de su(s) visita(s) a Mohang. Esos affaires –concretados o no- que aparecen en todas las historias enfrentan a Anne a “esa clase de hombre coreano” que las mujeres del lugar critican. Digamos, los alcohólicos y mujeriegos personajes de casi todas las películas de Hong, quien aquí –ante la mirada extranjera- los pone más en evidencia que nunca. Pero Anne/Huppert no es la clase de mujer que se escandaliza por esos comportamientos. Al contrario, parece atraerlos y luego rechazarlos como cualquier otro personaje femenino de los filmes del coreano. in-another-countryEN OTRO PAIS es más liviana y casual que otras películas de Hong, usando las limitaciones del inglés como recurso cómico por momentos muy efectivo (el primer encuentro entre Anne y el Guardavidas, con canción incluida, es una cumbre insuperable del filme), pero también limita en cierto punto la complejidad que esas relaciones puede alcanzar. Es que todos, en un idioma que no es el propio, se expresan de una manera entre ingenua y brutal, generando situaciones no usuales en un cine-río como es el de Hong, en el que todas las películas parecen conectarse, formal y temáticamente, entre sí. De cualquier manera, la compleja estructura narrativa y las habituales observaciones sobre las relaciones entre hombres y mujeres, características de todas las películas del director de WOMAN ON THE BEACH y OKI’S MOVIE, están ahí, listas para ser descifradas y disfrutadas. Es que esos juegos entre la realidad y la ficción –o, por decirlo mejor, entre un acercamiento realista y otro más formal- son centrales a la filmografía de Hong. Como esos erráticos zooms que, a la vez, dan casuales, como de “home-movie”, pero también evidencian la presencia de un narrador que lleva al espectador, ostensiblemente, hacia donde se le da la gana. (Esta crítica se publicó originalmente en LOS INROCKUPTIBLES)
Un realizador único e ineludible Por primera vez llega a la cartelera comercial argentina una película del director coreano Hong Sang-soo, cuyas obras se vieron siempre en el marco del Bafici. Un gran film. Probablemente la mayoría de los espectadores de cine no vieron jamás una película coreana. Sin embargo, desde hace unos años el cine hecho es ese pequeño país asiático es uno de los más vitales y originales del mundo. Y entre los directores más destacados, es ineludible la obra Hong Sang-soo –que se exhibió completa en la última edición del Bafici–, un realizador único que centra su trabajo en temas aparentemente menores, que ubica a sus personajes en intersecciones, tránsitos o paréntesis en el trabajo, entre dos amores, viajes cortos a lugares donde sus criaturas pierden el eje. En ese sentido, En otro país, penúltimo título de Hong, bien podría considerarse prototipíco dentro del la filmografía del director, con Isabel Huppert desdoblándose en tres Anas –una directora de cine, una empresaria, una mujer abandonada por su marido que la dejó por su amante coreana–, un personaje que se repite con variaciones en las distintas historias, un recurso habitual que aparece con frecuencia en el resto de los films del director surcoreano, al que suma uno más, la ubicación de la protagonista en una ciudad pequeña, extraña a su vida cotidiana. Las Anas, entonces, son una anomalía en tierras lejanas, tres francesas, tres mujeres occidentales que interactúan con la gente del pueblo, con pasos de comedia, momentos de profunda reflexión y el choque, leve pero presente, de dos culturas diferentes. Y es en ese limbo breve, de duración preestablecida, donde las tres se asoman a su verdadero naturaleza, un intersticio de lo que podrían ser. Según Hong Sang-soo, lo verdadero, los momentos determinantes de una vida surgen en aparentes tiempos muertos, de poca o nula trascendencia. Y En otro país, un extraordinaria comedia tragicómica, leve y feliz, es una prueba de este dogma.
Tres veces Anne El título de esta nota no hace alusión literalmente a aquella película emblemática de la generación del sesenta del cine argentino dirigida por David J Kohon, Tres veces Ana (1961), protagonizada por una jovencísima María Váner, sino porque en esta propuesta del realizador surcoreano Hong Sang-Soo el número tres es fundamental y el nombre Anne también. El hilo conductor de En otro país es la construcción de un guión que escribe una alumna de cine para un cortometraje que va adquiriendo a lo largo del film diferentes caminos que conducen hacia un mismo lugar, pero en los que la protagonista Anne, interpretada siempre por la francesa Isabelle Huppert, en primera instancia busca algo en un espacio geográfico y cultural con el cual no se identifica en su carácter de extranjera y por otra parte se cruza en el camino de su búsqueda con una serie de personajes masculinos (dos directores de cine, un bañero) con los cuales atravesará distintos estadios de una historia amorosa. Ese es a grandes rasgos el universo cinematográfico por donde fluye el relato, que además de apelar a los recursos habituales en la poética del director de Hahaha (2010) como el zoom rabioso para acercarse o alejarse de sus criaturas y la exposición del artificio –incluido la repetición de diálogos- como parte de un juego, explora con sutileza temas universales y espirituales, a saber, el amor, la soledad, la necesidad de parecer otra cosa a la que se es. Las tres Anne que pululan por las calles del pueblo Mohang, con una playa; un bañero y un faro, necesitan de alguna manera hallar la guía para continuar con sus vidas. Ese faro que se anhela encontrar cual náufrago en el mar de las decepciones puede relacionarse con la búsqueda de la iluminación del budismo, así como la necesidad, bajo la misma premisa, del despojo para de cierta manera renovar el espíritu. No por casualidad la última historia de este trama circular enfrenta a la protagonista francesa –la barrera idiomática es otro indicio del descontento- con un monje budista, a quien le pregunta angustiada porqué tiene miedo y porqué miente. La respuesta a esa inquietud es tan sencilla como profunda: usted tiene miedo porque tiene miedo. Tal vez Hong Sang-Soo desde su filmografía luminosa y sus historias pequeñas de charlas triviales, paseos íntimos y borracheras, intente hacerse la misma pregunta acerca del amor y en su contrapartida la derrota del amor para dibujar con una sonrisa agridulce y melancólica -como el leit motiv musical que introduce en cada segmento- un relato casi rosa atravesado por los mecanismos del subtexto y la meta narración para contar sencillamente la experiencia de enamorarse en un lugar lejano al que se llega buscando vaya a saber qué y sin saber a ciencia cierta si esa aventura tendrá o no su final feliz.
Mirar es un placer Más allá de que esta es la primera película que se estrena comercialmente en la Argentina del coreano Hong Sang-soo, su nombre es bastante habitual para el público que concurre a festivales de cine en el país: siempre hay un Hong Sang-soo en Mar del Plata, también se lo repasa en el BAFICI. Pero sin dudas que la presencia de Isabelle Huppert es la que obra el milagro para que En otro país llegue finalmente en uno de estos jueves del año. Y no deja de ser una invitación más que provechosa para el que se acerque -para el que nunca lo vio y para el que siempre lo ve-, porque sin ser su mejor producción esta película es casi un resumen de su obra, un compendio de todas sus obsesiones y además un ejercicio cinematográfico muy ligero y ameno, un film placentero de ver que exhibe a su vez el placer que es para este coreano el hecho de filmar. Se podría decir que Hong Sang-soo es un ejemplo casi único para la cinematografía de su país, al menos de aquello que se conoce en el extranjero y llega a estas costas. Sus películas están bien lejos del habitual cine de género industrial que practican sus coterráneos, pero a su vez también se distancia de la vertiente más ardua e intelectual. Su territorio es el de la comedia, el humor refinado y los ámbitos académicos -siempre hay directores de cine-, pero retratados con absoluta ligereza. En En otro país está lo que siempre está en sus películas: el mar, la playa, el amor enrevesado, las comidas, el alcohol a raudales, la soledad, los diálogos sobre el amor. Y también el trabajo formal que nunca exuda intelectualidad y siempre es funcional al relato y a la comedia: la forma en que utiliza el zoom permite que el plano resalte aquello que es primordial, mientras que los personajes ingresan en sus planos cual personajes del georgiano Otar Iosseliani. En otro país es, además, una de sus películas más accesibles. Si uno de sus grandes problemas es que sus películas pueden resultar por momentos repetitivas y un tanto extensas para las pequeñas anécdotas que suele abordar, aquí el relato bastante breve (89 minutos) se divide en tres capítulos, que no son más que tres historias pensadas por una joven que en el prólogo espera la llegada de un pariente, y que ayudan a que ese universo de largas charlas y planos extensos no se haga demasiado derivativo. Como en toda su filmografía, Sang-soo deja explícitas sus influencias, desde la nouvelle vague -especialmente Eric Rohmer- hasta el Woody Allen de Manhattan o Annie Hall, pero nunca hace de eso una catedral. Por el contrario, en Sang-soo las influencias son ese universo desde el cual el autor nutre el suyo propio, y siempre con mucha liviandad; nada es demasiado tremendo en sus films. Vale agregar que En otro país imbrica tres relatos que suceden en los mismos escenarios y casi con los mismos personajes, y que las tres historias van teniendo nexos y situaciones que se repiten o que se completan en la otra historia. El recurso es tan sólo una probabilidad del relato y nada demasiado complejo de interpretar: es que para el director el trabajo formal no debe apuntar tanto al intelecto como al espíritu. Y no falla: ver En otro país genera un placer poco habitual en el cine de hoy.
Este es uno de esos filmes raros, con humor muy sutil, y con una construcción diferente, por momentos hasta parece clásico para luego realizar un giro inesperado y parecer estar contando otra historia que, en definitiva, es la misma que antes, que se resolverá en la tercera historia, cuando finalmente estemos total y de manera absoluta confundidos, o por fin pudimos reconstruir de manera coherente lo narrado y darle una lógica que a simple vista no tiene. El mayor atractivo está en la presencia de la actriz protagónica, la maravillosa Isabelle Huppert, que interpreta a tres mujeres, las tres llamadas Anne, aunque sin ninguna relación aparente entre sí, salvo que en la trilogía dramática se trata de señoras extranjeras que pasan unos días en un Resort vacacional, y allí interactúan con diversos personajes locales pero que, en realidad, es una actriz famosa filmando una película, la que estamos viendo, o algo así. Una suerte de rompecabezas donde no todas las piezas están presentes a simple vista, y en el que el director le propone al espectador incluirse en el juego, por momento hasta parece ser por torpeza misma del guionista-realizador quien no supo como redondear su propia fantasía. Hong Sang-soo, considerado por muchos como el más occidentalizados de los directores coreanos de la actualidad, abordó un proyecto sin que sea ninguna novedad pues ya fue realizado hace 50 años, la de tres historias, de Anne, con la actriz elegida al frente del elenco soportando todo el peso del film, secundada aquí por actores coreanos que construyen interlocutores distintos con mínimo desarrollo de los personajes en las mismas realidades. Uno de los pocos juegos risueños efectivos que posee se registra al principio, cuando aparece una joven con la firme intención de escribir un guión cinematográfico. De su fantasía surgen alternativamente una mujer solitaria interfiriendo en la vida matrimonial de una joven pareja, por el sólo hecho de ser una estrella de cine, luego sin solución de continuidad, y jugando dentro de los mismos espacios, aparece otra, una dama casada, tal cual Godot, esperando a su amante, y por ultimo una mujer a la que el marido cambio por otra más joven. En cada construcción Isabelle Huppert emplea sutiles cambios en la expresión, pero sobre todo colores diferentes en cada uno de los vestidos que usa. Todo se termina transformando es actos de excesiva parsimonia y repetición. La actriz francesa es quien atrapa y mantiene atento al espectador, si no estuviese ella otro habría sido el resultado final, por lo menos para los espectadores.
EXTRANJERO DE PENSAMIENTO El realizador coreano Hong Sang-soo no sorprende cuando, nuevamente, nos atrapa en una narración de carácter rupturista que relata una historia simple. Una adolescente debe escapar junto a su madre evitando el pago de una deuda. Esta será la excusa para presenciar como decide darle rienda a su poderosa imaginación, víctima de un extremo aburrimiento. Mediante el acto de escribir propiamente dicho, y la consiguiente creación de mundos infinitos; la adolescente inventa tres historias en las que sus tres protagonistas mujeres llamadas Anne, buscan su rumbo existencial. Representada dicha acción en la figura de un pequeño faro que nadie sabe donde se encuentra, Anne, en cualquiera de sus tres posibilidades deambula por las calles de un pueblo coreano ubicado en las afueras. ¿Será la luz de este faro inexistente la que calme la ansiedad de esta infinidad de posibles? Cada elección es un nuevo comenzar, es una nueva oportunidad de ser, en donde los personajes se mueven como fichas de ajedrez cuya posición estratégica dará inicio al drama. Los temas recurrentes sitúan la preocupación principal en el deseo del olvido, la infidelidad y el ocultamiento. El amor prohibido, agotado o imposible no termina de hallar su lugar en ninguno de los episodios. El tiempo de forma circular está confirmado por objetos recurrentes y errantes que en una sutil dicotomía de ausencia-presencia, evidencian junto con una cámara imperfecta, la realidad fílmica. Casi con carácter místico, el paraguas, el faro y guardavidas nos están recordando todo el tiempo que estamos en presencia de una construcción. La cuarta pared se rompe sistemáticamente para que no duela tanto el drama.
Es guión está vivo Cuando vimos Oki’s movie (2010) tres años atrás en Mar del Plata, hablamos de la ligereza en el abordaje de las relaciones sentimentales y las charlas perspicaces entre personajes queribles como rasgos reconocibles en Hong Sang-soo (1960, Seúl, Corea), director que recién ahora logra estrenar comercialmente en nuestro país uno de los trece largometrajes que tiene en su haber (seguramente por estar protagonizado por una conocida actriz europea). En otro país comienza con una circunstancia trivial: para olvidar un problema familiar una chica se dispone a escribir -con papel y birome, en un sitio indefinido y sin romanticismo alguno- un guión para una película. Es la excusa de la que se sirve Sang-soo para jugar con las posibilidades que le brindan personajes y situaciones, como si ese proyecto de guión fuera un organismo vivo que coletea, se aquieta, repentinamente recobra energía o adopta giros imprevisibles. Lo que el director coreano mantiene es un pequeño conjunto de individuos (una mujer francesa llamada Anne, un extrovertido guardavidas, un director de cine y su esposa embarazada) y lugares (un precario alojamiento cerca del mar en Mohang, ciudad siempre gris y ventosa), armando y desarmando con ellos distintas historias en las que roles, expectativas y deseos van cambiando. Circunstancialmente se agregan otros personajes que contribuyen a dar forma a esos bosquejos narrativos ligeramente graciosos, que pueden divertir o desconcertar al espectador. El estilo de la realización es sencillo, pero una mirada atenta permite descubrir que todo responde a una precisa planificación, con planos fijos y travellings trabajados en función de esa idea de repeticiones con variaciones o de los cambios de planes de la joven guionista, además de imprevistos zooms con los que el director pareciera estar diciendo a cada momento “Acerquémonos a ver qué pasa aquí”. Algunos episodios pueden ser vistos, a su vez, como sueños o puntos de vista diferentes ante un mismo hecho. Con perspicacia, estos merodeos encuentran un eco en los enredos provocados por encuentros entre personas de países diferentes, intentando comunicarse con palabras en distintos idiomas (inglés, francés, coreano). Un delicado leit-motiv musical sirve como separador de esos proto-relatos. Tiene algo atemporal En otro país, confirmando que la preocupación de Song-soo no es el realismo sino aventurarse con sus personajes como quien entremezcla naipes en la baraja: los vestidos de Anne, el paraguas y la carpa, tanto como gestos y reacciones, resultan arquetípicos. En ningún momento se busca dar carnadura psicológica o dramática a la mujer y sus partenaires, por eso tampoco se emplean primeros planos. Lo bueno es que no hay pedantería ni hermetismo en este ejercicio: En otro país transmite siempre frescura, simpatía, levedad. Uno de sus desafíos, además, ha sido conseguir que Isabelle Huppert se adapte admirablemente a ese tono. Lejos de Chabrol o Haneke, la excelente actriz francesa se muestra cordial y sin agobios a la vista, fumando despeinada o caminando graciosamente, por ejemplo en ese final (uno de los más encantadores del cine reciente) en el que recoge el paraguas que dejó por ahí un personaje anterior para tomar, decidida, quién sabe qué rumbo.
Entre la seducción y la frustración El film plantea una situación de angustia inicial que abrirá, desde la escritura, las puertas al ingreso a tres historias que en un comienzo pueden verse casi en tono de amable comedia, en las que se plasman diferentes matices emocionales. A sus cincuenta y tres años, el realizador Hong Sangsoo, nacido en Corea del Sur, ya cuenta en su filmografía con quince obras conocidas fundamentalmente en los circuitos de cine independiente. Y tal vez, en esta oportunidad, el estreno de uno de sus films en el circuito comercial, se deba a que en el cartel actoral encontremos a la multipremiada actriz Isabelle Huppert; la primera presencia occidental, por otra parte, en los films de este tan destacado director, según la crítica internacional. Conocida de manera casi simultánea aquí y en España, como en otros países europeos, tras su competición oficial un año antes en Cannes 2012 donde fue galardonada el polémico y excepcional film de Michael Haneke, "Amour", el film de Hong Sangsoo, que se exhibe en las salas de los cines El Cairo y Del Centro, nos lleva a un relato que se propone como un recorrido que apuntar a trazar variaciones desde una misma figura. En primer lugar, desde el personaje de una joven guionista y realizadora, quizás el alter ego del mismo director, y luego desde la protagonista que interpreta esas tres breves historias y que son construidas , desde su iniciático nombre Anne, por la misma actriz. Una situación de angustia inicial abrirá, desde la escritura, las puertas al ingreso a tres historias que se plantean en tono de amable comedia en las que los diferentes matices emocionales se irán plasmando conforme la huella de algunos de los maestros a los que admira su realizador: Robert Bresson, Eric Rohmer, Krystof Kieslowsi, Woddy Allen. Y desde una balada que se escucha en un primer episodio, cada uno de los momentos se irá enhebrando al otro a partir de un modelo minimalista, que permite ver el recorrido de un mismo diseño , de los mismos trazos, de las mismas líneas de encuentros y fugas. Entre la seducción, el reencuentro, la frustración, la llegada y la partida, "En otro país" tiende una línea de figuras que van articulando los diferentes instantes y que van pautando rítmicamente la composición. Así, un paraguas, el camino para llegar a un faro y el mismo faro, la figura del guardavidas y una botella que conecta el primero y el último de los episodios, nos permiten reflexionar sobre la propia poética del realizador. Y en ese transitar de miradas, sus personajes deambulan con la mirada puesta en el prometido reencuentro. Desde el lugar de Anne, personaje extranjero creado desde la pluma de la joven guionista y realizadora, ese otro país va asomando desde el lugar del asombro, que se proyecta en la misma extensión de una mano que ofrece, que se continúa en la extensión del camino.
Un relato entre poético y metafísico “En otro país” es la primera película del director surcoreano Hong Sang-soo que se exhibe en el circuito comercial. Sang-soo, sin embargo, es muy conocido en el ambiente cinéfilo de festivales y sobre todo entre los amantes del cine independiente, quienes tienen más información sobre su estilo y su obra. Para quien firma estas líneas, “En otro país” es el primer contacto con este realizador, que ya tiene catorce títulos en su haber. Y si bien no ha sido un deslumbramiento, se puede decir que han sido 90 minutos de agradable entretenimiento. El aspecto más interesante de esta película es la forma que Sang-soo le da al relato. Comienza con un diálogo entre dos mujeres, madre e hija, sentadas en la terraza de un hospedaje en un pueblito turístico. Están atravesando un difícil momento familiar porque tienen que hacer frente a deudas de un pariente, que ha desaparecido. Mientras esperan que algo ocurra al respecto, la hija, una joven estudiante de cine, decide escribir un guión. El resto de la película, que ocurre en el mismo lugar, sería el guión que escribe la muchacha. A su vez, ese guión está dividido en tres historias que son diferentes, aunque no tanto. Cada una de esas historias está protagonizada por una visitante extranjera, Anne (Isabelle Huppert), y si bien siempre se llama igual, no es la misma Anne en cada historia. Sang-soo demuestra una gran habilidad para jugar con unos pocos elementos y lograr distintas combinaciones posibles. Todo ocurre en un mismo escenario, donde se repiten una y otra vez los puntos de vista de una cámara que muestra preferencia por los planos fijos, que acerca o aleja bruscamente mediante el uso del zoom, y también, por las panorámicas horizontales. Las historias transcurren en una aldea turística junto al mar, Mohang, en temporada baja. En la primera, Anne es una mujer francesa relacionada con el mundo del cine y ha llegado hasta allí acompañada por un realizador coreano y su esposa, aparentemente, con el objetivo de descansar. En la segunda, Anne es una mujer francesa que llega al mismo sitio para encontrarse con un amante coreano, a escondidas de su marido. En la tercera, Anne es una mujer francesa a la que su marido abandonó por una mujer coreana y viaja hasta ese lugar para aliviar sus penas. Sang-soo entrelaza de manera sutil rasgos costumbristas, tradicionales e interculturales. En ese pequeño pueblito perdido en el mundo, los objetos adquieren rango de símbolos: celulares, paraguas, un faro difícil de encontrar en la costa, el mar con su eterno misterio, lapiceras para escribir mensajes a mano... Los personajes también se repiten, aunque con algunas variaciones: la mujer extranjera y solitaria, una pareja en la que ella está embarazada y él tiene tendencias a la infidelidad, un joven guardavidas que se la pasa nadando en la playa. Singular belleza También aparece un director de cine famoso que debe mantenerse a salvo de las miradas de los curiosos y un monje budista a quien Anne interroga y que ofrece respuestas desconcertantes. La tensión sexual está siempre presente, como una energía que despierta emociones difíciles de manejar entre los personajes. Y la idea del tiempo circular. La narración no tiene principio ni fin y podría seguir así, contando una historia y otra historia, en el mismo día en el mismo lugar, con los mismos personajes, viviendo situaciones algo parecidas y algo diferentes. Por eso, y por el cuidado de la imagen, “En otro país” se puede definir como un relato sobre una mujer que se busca a sí misma, en tierras extrañas. Un relato entre poético y metafísico, sencillo y complejo a la vez. De singular belleza.
Hong Sang-soo es uno de los grandes nombres del cine contemporáneo sin la menor duda. Esta nueva comedia de costumbres, donde el amor y el séptimo arte vuelven a combinarse en la vida de sus criaturas, Hong vuelve a tomar el camino de Eric Rohmer (a esta altura su modelo) y a reflexionar sobre la vida a través de la sonrisa intelectual. Una historia marco, tres historias de amores contrariados y la elegancia de un director enorme.
Variaciones sobre lo imposible "En otro país", la nueva película del cineasta coreano Hong Sang-soo indaga en la experiencia de Anne, una guionista francesa en Corea, personaje interpretado magistral de la actriz francesa Isabelle Huppert. Es el preferido de toda una generación de cinéfilos. Sus películas combinan, paradójicamente, ligereza y lucidez, complejidad y sencillez, humor y decepción. ¿Quién es Hong Sang-soo? Uno de los grandes directores de la actualidad, o simplemente un genio. Su tema excluyente: el desentendimiento lingüístico y erótico entre hombres y mujeres (de clase media), a menudo vinculados al cine. El título En otro país no indica un regreso a París, como en Noche y día: remite a la experiencia de uno de los personajes, Anne, interpretado magistralmente por la gran actriz francesa Isabelle Huppert. Huppert es Anne pero no siempre Anne es Anne o la misma Anne. Hong apela a un experimento de variaciones: contará una historia parecida, que transcurre en una zona marítima y de vacaciones, de tres formas distintas: Anne querrá dar un paseo, será seducida, buscará encontrar un faro y no mucho más. Los personajes serán siempre los mismos. Anne, en esencia, será una extranjera estimulada por un contexto desconocido, y en las mínimas variaciones de cada versión será una directora de cine, la amante de un director de cine coreano y una mujer que visita Corea. Los otros, los coreanos, repetirán sus roles, pero también habrá mínimas diferencias: un hombre casado sentirá atracción por la extranjera; su mujer, celos; el salvavidas, un amor infinito por esa criatura blancuzca, pelirroja y delgada. ¿Eso es todo? Sí y no. El misterio del cine de Hong es que, a través de elementos mínimos, resplandecen una idiosincrasia específica y sus modelos culturales sin dejar de ser universal en sus temas. Por un lado, los ritos cotidianos camuflan la tensión entre géneros: el machismo difuso de los hombres y la desconfianza de las mujeres son ostensibles; hablan un mismo idioma pero el deseo no se codifica del mismo modo. Todo esto no se dice, más bien se muestra. Esto implica el lado cómico de los enredos amorosos, más todavía cuando los amantes no comparten el idioma. En ese sentido, el diálogo entre Anne y un monje budista es sublime. No se trata de un koan sino de una apoteosis del malentendido. Formidable. La poética de Hong se vale de la repetición y los zooms para alcanzar, amablemente, una clarividencia: sus filmes, y éste no es la excepción, postulan que el amor entre hombres y mujeres es casi impracticable. La obstinada insistencia es inevitable y se explica por esos momentos de ilusión en los que parece posible. Y Hong también sabe cómo filmar esos breves lapsos en los que el otro parece justificar la existencia del universo.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
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Hong Sang-zoom Fui a ver En otro país junto a una amiga muy querida con la que no me encontraba desde hacía un tiempo injusto. Salimos. Yo, más feliz que bañero en el agua y ella con más sueño que un lobo marino. Charlando de Hong Sang-soo y la película, me dijo que no le gustaban mucho los zooms y yo le respondí que me encantaban, pero no tenía una idea de por qué la presencia de ellos en su cine. Vi algunas de sus películas, pero siempre en el furor de festivales, con otras tres películas por delante y por detrás, sin tiempo necesario de sueño. Y nunca había leído material crítico sobre su cine. Pensaba que tenían algo que ver con Woody Allen -cineasta con el cual es fácil encontrar cables- y nada más. Y es cierto, como dice Porta Fouz en su crítica en La Nación, que la modernidad en el cine del surcoreano no se encuentra en hacer evidentes los procesos formales de la construcción cinematográfica, como sí lo harían Godard o De Palma, o cualquiera, incluyendo a Woody Allen. La característica principal del cine de Hong es la amabilidad. Si bien sus películas tratan sobre el cine, ese “sobre” adquiere más bien un sentido de espacialidad; no porque el director se ponga por encima de las acciones, los temas o sus personajes, pero sí por tomar cierta distancia, que más que respetuosa es fascinada y confiada en las posibilidades de ese universo de personajes. Cuando la acción o la falta de ella lo ameriten, los zooms se meterán sin pudor en la puesta en escena, a veces, hasta lo metiche. Con mi amiga esa noche no bebimos tanto, algo que en cualquier otro momento hubiéramos hecho. Somos la resistencia, capaces de encontrarnos a almorzar un lunes en el centro mientras todos trabajan y, a las cinco de la tarde, ya haber tomado varios tragos, que son sólo el inicio de un tour de barras que puede terminar a la madrugada. Cuando era más chico, me preguntaba cómo hacían los periodistas o los detectives para estar siempre bebiendo en las películas norteamericanas. Y hoy sé que no es para tanto y que se puede. No llegamos a ser periodistas con mi amiga. Menos detectives. Y menos detectives salvajes. Hacemos lo que sabemos sentados en la barra o en alguna butaca de cine. Lo nuestro es la amabilidad. Las tres Anna que interpreta Isabelle Huppert son francesas pero hablan en inglés, porque coreano (o vaya uno a saber cómo se llama ese idioma) no sabe. Cuando los otros personajes hablan ese idioma, en general es para que ella no se entere; tal vez alguna de las chicas le saca el cuero o le hace una escena de celos a un director encandilado por la belleza occidentalísima de la colorada. El idioma de los coreanos es nuevo para la Huppert y todavía no llega a entenderlo del todo, pero es hoy es, también, un idioma de cine. Los personajes de Hong son siempre un poco extranjeros. Muchas veces porque efectivamente están de viaje y otras porque simplemente lo son. Y, cuando están de viaje, como en el caso de las Annas, puede adivinarse que tampoco quisieran estar en su casa. El alcohol es amigo de los pasajeros, por eso cuando viajamos solos, lo primero que necesitamos es encontrar un buen bar donde pasar las horas. El personaje pasajero sabe, también, que todo viaje termina y, frente a tan desoladora certeza, bebe y camina directo hacia el final. Los jóvenes suicidas de Tale of cinema están en su país desprovistos de un viaje que funcione como metáfora, pero también saben que todo terminará, así que beben, aman y se dirigen al final. Anna hace lo mismo y camina, con su botella, hacia el mar, pero la amabilidad de Hong le pone un bañero encantador que la rescate. Compañero como el alcohol, Hong atenúa los dramas de sus personajes y es por eso el humor en sus películas, o la composición cromática de sus planos siempre tan amenos; es por eso la falta de violencia en su modernismo. Creo que ahora podría decirle a mi amiga por qué me gustan tanto esos zooms, recurso que resalta por su forma de intervención directa en una puesta en escena tan apacible. Esos zooms son como palmaditas para cuando los personajes de Hong quedan tildados o no saben cómo avanzar. O simplemente cuando necesitan ayuda, cuando están sintiéndose un poco tristes de más, un poco solos. Cuando el bañero le quiere decir algo que no le dijo todavía a Anna, sólo puede saludarla una y otra vez. Quiere pedirle que se quede, quiere darle un beso, y ella quiere que él le pida que se quede y la bese. Entonces ahí Hong mete sus zooms, como para apurarlos, para palmearlos. Después quedará en ellos lo que quieran o puedan hacer, pero Hong está obligado a aportar su grano de fílmico. En todo este tiempo que no nos vimos, a mi amiga y a mí nos pasaron cosas como para vernos, pero cuando lo hicimos fue, como siempre, en el marco de la mayor amabilidad posible. Y así hablamos de los temas importantes lo mínimo y necesario, porque ya lo sabemos todo y porque, con un brindis y una palmadita, nos alcanza. - See more at: http://www.housecinemaescuela.com.ar/estrenos/item/250-en-otro-pa%C3%ADs#.Ue5rMW3OA14
Los deseos, en tono de comedia Es el filme número catorce de este director sudcoreano, pero el primero que se estrena en nuestro país. Hong Sang-soo (1960) es autor de películas de bajo presupuesto, realizadas con un estilo minimalista que recuerda a los Cuentos morales y las comedias y proverbios del francés Eric Rohmer. Ha reconocido, además, la influencia de la nouvelle vague e inclusive, en 2008, filmó en París, Noche y día. El BAFICI le dedicó este año una muestra retrospectiva y un libro. En En otro país hay tres historias que repiten actores, personajes, escenarios, situaciones y diálogos. Transcurren en el balneario de Mohang y en los tres casos el eje de la acción es una mujer llamada Anne, interpretada por la francesa Isabelle Huppert. Es imposible no recordar a Tres veces Ana, un filme realizado en 1961 por el argentino David José Kohn, también integrado por tres episodios, identificados con los sugestivos subtítulos de La tierra, El aire y La nube, interpretados por María Vaner. El relato comienza con una joven estudiante de cine mientras espera en compañía de su madre la resolución favorable de un conflicto familiar. Para calmar sus nervios, escribe el guión de una película, integrada por las tres historias mencionadas. En la primera, Anne es una directora de cine que viaja a Corea del Sur para asistir a una muestra de cine en Mohang y reencontrarse con un cineasta de este país, al que conoció en el Festival de Berlín y está casado con una mujer extremadamente celosa. En el segundo episodio, es una mujer casada con el vicepresidente de una empresa dedicada a la comercialización de automóviles, que se traslada a Mohang para encontrarse con su amante, que es un cineasta infantilmente celoso. En la tercera, acaba de separarse de su marido infiel y en Mohang toma contacto con un cineasta que realiza entrevistas para un filme y está casado con una mujer celosa. También se reúne con un monje budista, al que pone en aprietes con preguntas inquisidoras. En las tres historias, Anne recorre el balneario, se cruza con un guardavidas y pregunta por un faro costero, metáfora de una claridad que está buscando con cierta ignota curiosidad. El director caracteriza a los hombres de los tres episodios como seres de pocas luces y propensos a enamorarse de mujeres extranjeras. Todos ven a Anne como una belleza y es obvio que padecen problemas en la vista. El tono dominante de la película es la comedia y en cada historia el director juega con las diferencias culturales, los deseos propios de la naturaleza humana y las ansiedades emergentes, apoyándose en algunos casos con las palabras en off de una narradora externa.
Si dejáramos de lado el acompañamiento que tuvieron cada una de sus películas tanto en el BAFICI (que hace dos años le dedicó una retrospectiva) como en el Festival de Mar de Plata, podríamos decir que Hong Sang-soo es un desconocido por estas tierras: hasta En otro país no se había estrenado ninguna de sus catorce películas. Que esa omisión por parte de las distribuidoras se haya quebrado durante el 2013 quizás tenga que ver con la presencia de la gran Isabelle Hupert en los créditos, una de esas decisiones de casting que muchas veces se derivan del interés de un realizador por circular con más facilidad en otras geografías. En otro país articula su relato a partir de una puesta en abismo, esos entramados que esconden una o varias historias dentro de otras historias. Dos mujeres, madre e hija, viajan a Mohang con el objetivo de escapar de sus acreedores. Para entretenerse, la hija improvisa con birome y papel tres historias diferentes, o tres versiones de una misma historia. De la misma manera que en The day he arrives (El día en que él arriba) u otras películas de su autoría, Hong Sang-soo introduce ligeras variaciones en el recorrido de su protagonista, en este caso una francesa llamada Anne, que Hupert interpreta con el tono justo. Ella será, en las tres historias, una cineasta, una mujer casada que tiene un romance con un hombre coreano y una mujer abandonada por su marido que viaja a Mohang para cambiar de aire. Más allá de las diferencias de carácter entre las tres versiones de Anne, lo que se repite es su estadía en el mismo hotel de Mahong y su encuentro con un guardavidas, especie de tonto encantador con el que mantiene diálogos sobre un faro perdido. Ese mismo faro –que nunca se ve pero casi siempre se busca-, la playa, un vestido, un paraguas y una encrucijada frente a la cual Anne duda, son algunos de los tantos elementos que se repiten con distintos colores y en distintos momentos del día. Lo que prevalece a simple vista, en ese recorrido de pequeños detalles, es el desconcierto de una mujer, estado que se ve reforzado por su condición de extranjera. La escena en la que Anne mantiene un diálogo con un monje budista sobre el paso del tiempo, el sexo y las posesiones, podría leerse como núcleo simbólico de ese desconcierto. Pero Hong Sang-soo está menos interesado en el desequilibrio de su personaje que en las distancias que existen entre los cuerpos. El eje central es la imposibilidad de comunicarse, circunstancia que parece contrastar con la decisión de Hong Sang-soo de filmar a los personajes siempre en una misma imagen, nunca separados por el plano-contraplano más pedestre. El cine coreano de los últimos años está marcado por la voluntad de dialogar con los géneros clásicos. Algunos lo hacen muy bien, como Bong Joon-ho, Kim Jee-woon o Park Chan-wook, pero en Hong Sang-soo hay algo más que una voluntad narrativa: la raigambre clásica de su cine reside en cierta tersura que convierte a las imágenes en un murmullo placentero. El paraguas, los vestidos y los celulares se pierden, se esconden o saltan de historia en historia con la impertinencia de las cosas vivas. Esa parece la voluntad de este, uno de los grandes directores de la actualidad: convertir una anécdota mínima en una máquina hermosa con pulso propio.