Eterno espíritu adolescente Autos deportivos vintage (de colección), chicas voluptuosas (si están desnudas, tanto mejor), sectas diabólicas capaces de sacrificar hasta bebés, patetismo pueblerino, una avalancha de efectos visuales con estética de cómic, violencia extrema y mucho gore (humor negrísimo y vísceras por doquier). Esa es la receta que propone Patrick Lussier (el mismo de Sangriento San Valentín 3D) para este simpático, delirante, muy menor y rápidamente olvidable producto clase Z sobre la venganza de un padre contra los asesinos de su familia, interpretado por el casi siempre insufrible (y ocasionalmente divertido) Nicolas Cage. Si al lector le gustó el homenaje que propuso el díptico Grindhouse de Quentin Tarantino y Robert Rodriguez, si disfruta de los excesos y los caprichos, si se banca los lugares comunes del cine explotation, este puede ser un entretenimiento pasatista y medianamente eficaz, a pesar´de que la cosa se vuelve un poco tortuosa durante la segunda mitad y aquí el 3D (más allá de algún obvio efectito) no agregue demasiado. Mi formación cinéfila videoclubística en los años '80 incluyó mucho cine clase B y Z (desde el primer Sam Raimi y Peter Jackson hasta buena parte de la factoría Roger Corman) y, en ese plan nostálgico, me gustaron varios pasajes de la "grasada" de Infierno al volante, pero también es cierto que se trató de un disfrute efímero, algo culpógeno, porque más allá de cierto bienvenido desparpajo, Lussier quedó bastante lejos de conseguir una gran película.
El infierno encantador Manejar, matar y nunca morir son las tres principales acciones que describen a este peculiar film rodado en 3D. El actor Nicolas Cage se transforma aquí en un típico outsider con sed de venganza y justicia para dar origen a una película de acción que bordea lo bizarro, lo morboso, y los clichés más elementales, pero que se jacta de ello y así se propone entretener. Milton (Nicolas Cage) conduce un auto a toda velocidad: persigue a tres hombres que saben dónde está la niña que busca. Ninguno se lo dice cuando logra alcanzarlos y terminan brutal y sanguinariamente asesinados. Así es Infierno al volante (Drive angry, 2011): muerte, sangres, fuego y tiros por doquier. El destino cruza al protagonista con Piper (Amber Heard), una camarera que acaba de renunciar nuevamente a su empleo y que, sin un mejor lugar donde ir, se une a la causa de Milton. Juntos encaran la búsqueda de su nieta. Un culto satánico, liderado por un despiadado predicador, asesinó a su hija y ahora sacrificará a la niña en la próxima luna llena. Eso es lo que deberán impedir. Su camino no estará libre de obstáculos: policías, sectarios y un misterioso hombre que se hace llamar “el contador” estarán tras ellos sin darles respiro. En el combo del género de acción las persecuciones no pasan de moda, tampoco los tiros ni la sangre y mucho menos las chicas lindas y pulposas. Infierno al volante suma el elemento del 3D como un claro signo de renovación para el género en cuestión, si bien todavía su presencia no es más que un adorno que muy poco aporta a la totalidad. De hecho casi no tiene sentido en este film a más no ser por algún que otro efecto visual que tampoco contribuye en mucho. Desde ya cabe aclarar que la credibilidad o fe en el argumento debe ser ciega. No sería apropiado adelantar aquí demasiado pero la película introduce varios indicios que nos dan a pensar que el protagonista no es un humano cualquiera, cualidad que lo hace prácticamente indestructible. Vale aclarar que las explicaciones verosímiles nunca aparecen, pero tampoco importan demasiado. Y esto es así porque nuestra atención no se detiene en esas nimiedades sino en las imposibles formas de la acción, exacerbadas aquí hasta lo bizarro, pero interesantes coreográficamente. Seguramente por lo aquí ya expuesto algunos posibles espectadores fueron eliminándose. Este film no es la originalidad en persona, claro está. Con reminiscencias a muchas películas de acción se van armando imágenes muy reconocibles pero la película no se apoya en eso para sobrevivir. Se alimenta antes que nada de otros intertextos. La vertiginosidad de las persecuciones y las escenas violentas están acompañadas por una acertada banda de sonido que es prácticamente metalera en todo el film. Con estos guiños videocliperos y hasta de video juegos, avanza este film lleno de personajes arquetípicos y maniqueos. No se iba a perder la película, por supuesto, pulir tanta violencia con un poco de melodrama barato y la redención personal del protagonista. Así que, si con lo anunciado, el lector consigue captar el aire juguetón de este film por ahí logra ir convencido y dispuesto a reír un poco. Si esto no le sucede hay una gran oferta cinematográfica en estos días para elegir.
Ya sea por casualidad, providencia o el capricho de un programador en la madrugada previa a la función privada de Infierno al Volante, me crucé con Not Quite Hollywood, de Mark Hartley. El documental –que tuvo su proyección en el BAFICI ’09– retrata la escena australiana de los setentas y ochentas donde la norma eran películas de terror clase sub sub B y de acción donde las persecuciones automovilísticas no eran, por decir lo mínimo, libre de todo riesgo tanto para dobles o el equipo de filmación. Una escena donde los pormenores eran la regla pero aspiraban a un profesionalismo y proyección. Horas más tarde, era el turno de una con autos en carreras a toda velocidad 3D. No creo que sea el único en esa sala que no le tenía mucha fe a Infierno…. Después de todo, era la última de Nicolas “peluca de turno” Cage: una ruleta rusa donde no se sabe cuántas balas hay en el tambor. Pero me encontré con una película muy divertida, irónica, autoconsciente de su demencia y locura –que nos invitaba a participar desde el primer minuto cuando Cage entra en escena derrapando al volante con una mano y disparando una escopeta con la otra– , cinéfila con coreografías de autos muy logradas. Lo que se dice un pequeño placer culposo entre tanto estreno de oscarisables. En cuanto a la trama, Nic Cage en piloto automático es un abuelo muy enojado, con talento para el volante y las pistolas, que busca venganza por la muerte de su única hija seguida del secuestro de su nieta por parte de un culto. En el medio deberá lidiar con un enviado del averno (William Fitchner), que no se sabe bien a qué vino. Infierno… está filmada, y no traspasada, en 3D aprovechando bastante bien las posibilidades del formato. La profundidad se percibe en las persecuciones y no se malgasta el recurso. El director Patrick Lussier, que ha estado boyando en el género por tiempo, ya probó su pericia en la materia con la remake del clásico de culto ochentoso, y por ende slasher, Sangriento San Valentín 3D. El guión de Todd Farmer, otro conocido del ambiente de terror y previo colaborador de Lussier, está repleto de citas cinéfilas –Carpenter es Dios, era hora que lo sepan–, con diálogos y situaciones over the top –obviamente una balacera no es razón suficiente para interrumpir un buen polvo–. También hay brisas del mismo espíritu de excesos setentosos de la reciente Machete. Dentro de todo el combo grindhouse de vísceras explotadas, rednecks miembros de culto, Marie Annas sueltas de ropa que manejan mejor que Marcos Di Palma y persecuciones calculadas efectivamente, el gran Fitchner sobresale como El Contador. Una especie de agente sarcástico, frío, canchero y cínico enviado por el Diablo para devolver al nono enojado de vuelta de donde salió. Con Piraña 3D recién instalada en el proyector no estamos ante una nueva oleada de un Hollywood trash e irresponsable. Más bien ejercicios para comprobar potencialidades del 3D en el género del terror. En este caso, las cosas salieron mejor de lo esperado.
Hollywood se puso cada vez más delirante, descerebrado, cinéfilo y superentretenido. Y está muy bien. Si no, chequeen Piraña 3D, un placer culpable de los que no abundan actualmente. Ahora, y también en tercera dimensión, llega Infierno al Volante. La película ya tiene ese espíritu clase B —en el mejor de los sentidos— desde el argumento: Milton (Nicolas Cage, aquí con peluca rubia) escapa en auto del mismísimo infierno y regresa a nuestro mundo con un objetivo concreto: rescatar a su nietita de las perversas manos de Jonah King (Billy Burke), el líder de una secta satánica, que pretende sacrificarla para conseguir la salvación del mundo (¿?). Aunque Milton es un tipo rudo, áspero, con cero problema a la hora de tirotearse con sus rivales y de perseguirlos por carreteras, contará con la ayuda de Piper (Amber Heard), una atractiva camarera a la que le sobra actitud. Las persecuciones automovilísticas, las explosiones, las poses y las frases, la acción desmedida, los desnudos gratuitos, todo recuerda a las producciones exploitation de la American International Pictures y de la New World, empresa de Roger Corman, durante los ‘70. Seguramente, los responsables de esta ola trash mainstream fueron Quentin Tarantino y Robert Rodríguez con sus películas Grindhouse: A Prueba de Muerte y Planet Terror: Furia en la Ciudad (aunque Tarantino siempre hizo películas de este tipo, si nos ponemos a pensar). Y no nos olvidemos de Machete, también de R.R., surgida de uno de los falsos trailers de Grindhouse. Patrick Lussier le saca el jugo como pocos la tecnología 3D. Da la sensación de que los vehículos y la sangre vuelan hacia el espectador. De hecho, el ex montajista de Wes Craven venía de dirigir Sangriento San Valentín 3D. Y parece que vuelve al terror: podría dirigir la demorada nueva versión de Hellraiser: El Pacto. ¿También la filmará en tercera dimensión? Se nota que Nicolas Cage es un freak que no le hace asco a nada. ¿Cuántos actores ganadores del Oscar interpretarían un personaje que dispara contra miles de tipos mientras copula con una rubia tetona? A Nic se aplica lo que una vez dijo Guillermo del Toro sobre el director under Frank Henenlotter: “Es un tipo que dice: ‘A mí gustan las hamburguesas con queso, llenas de grasa’, y que trata de hacer con eso una forma de arte”. El sobrino de Francis Ford Coppola disfruta la acción y el descontrol. Y está muy bien acompañado. Ambert Heard es pura sensualidad y es imposible no enamorarse de ella. A esta bomba la veremos pronto como la protagonista de The Ward, nueva y esperada película de John Carpenter (homenajeado en determinado momento). Billy Burke, en padre de Bella Swan en los film de Crepúsculo, está sacadísimo como el líder de la secta. William Fichtner se luce en el papel de emisario del Infierno encargado de vigilar a Milton. También aparece David Morse como Webster, amigo de Milton. Y sería un pecado olvidar al oscurísimo actos Tom Atkins, quien en los ’70 y ’80 supo actuar a las órdenes de Carpenter y George A. Romero, entre otros. Infierno al Volante es otro exceso a propósito, ideal para un doble programa con Piraña 3D. Para finalizar, un dato gracioso: el co-guionista Todd Farmer aparece teniendo sexo con una mujer exhuberante. Lo mismo sucedía en Sangriento San Valentín 3D. En ambos casos, terminaba muriendo horriblemente, pero antes la pasaban genial. ¿Todd escribirá esos papeles especialmente para él? Ningún tarado, el tipo.
Búsqueda implacable en segunda Bajo la batuta del experimentado Patrick Lussier (Sangriento San Valentín), Infierno al volante 3D es un producto de acción que coloca a Nicolas Cage en el papel de Milton, un hombre impulsado por la ira tras la muerte de su hija y el secuestro de su nieta. Al igual que en Mad Max y Búsqueda implacable (el notable film que protagonizó Liam Neeson hace 3 años) este relato acumula acción, humor, persecuciones y chicas hermosas, pero falla cuando entra en el terreno del género fantástico. A Milton se une una camarera rebelde (Amber Heard) y ambos se lanzan a una carrera mortal (y automovilística) contra el líder de la secta (Billy Burke) que robó a la beba y planea sacrificarla en noche de Luna llena. Y hay mas: se está por desatar el infierno en la Tierra y los protagonistas también serán perseguidos por la policía y por un misterioso personaje conocido como "El Contador" (William Fichtner, de asombroso parecido a Eusebio Poncela). Infierno al volante es como ver dos películas: una primera parte sólida y de ritmo sostenido, seguida por otra menos creíble, en la que no faltan destripes, sangre, autos veloces y muchos disparos (el 3D sólo ayuda en algunas escenas pero no aporta demasiado. El film cuenta con las participaciones de David Morse, un aliado del héroe, y Tom Atkins como el jefe de policía. Nicolas Cage no está creíble en su personaje. Ni su postura, ni su mirada, ni sus extensiones lo ayudan a creerse lo que está haciendo. Sale airoso de los peligros y de un balazo en el ojo. Es un hombre que esconde un secreto mientras pelea con los locos de la secta. Llaman la atención los pobres efectos visuales de la última parte, que parecen salidos de una vieja película de "Sábados de super acción".
Tiempos violentos Acción, humor negro y desmesura, con Nicolas Cage. Infierno... tiene mucho en común con la lograda Piraña 3D (aún en cartel): ambas homenajean a películas de acción/terror clase B setentista, con imágenes tridimensionales tremendistas y excesos gore, nula verosimilitud general y mucho sentido del humor -negro, delirante, casi alucinógeno- aplicado sobre sí mismas. Hablamos de un cine que ofrece, deliberadamente, un goce que no tiene nada de intelectual y mucho de físico. Un disfrute cinéfilo primitivo y sensorial -vulgar y vergonzante, para espectadores exquisitos-, pero también ingenioso, creativo, divertido: autoconsciente. Infierno... podría ser definida como una película olvidable hecha de secuencias inolvidables. Un ejemplo: la escena en que Nicolas Cage -tan desquiciado como su personaje de Un maldito policía en Nueva Orleans - liquida a balazos a una decena de sicarios que van entrando a la habitación de un motel para asesinarlo. ¿Y? Que él estaba teniendo sexo con una rubia tonta. ¿Y? Que logra la matanza sin dejar de penetrar a la chica platinada... Histórico. Además, una -apenas una- de las muchas muestras de desmesura. No es raro que Nicolas Cage, un actor sin temor al ridículo -de hecho, suele hacerlo en un grado superlativo- sea el protagonista. Acá, con un peluquín dorado, tono Mostaza Merlo, interpreta a Milton, un asesino que, desde un viejo auto deportivo, llena de plomo al que se le cruce. No queda claro de dónde viene; sí que busca vengar la muerte de su hija en manos del líder de una secta satánica (Billy Burke). En el camino, porque hablamos de una road movie hacia el averno, persigue y es perseguido: por miembros de la secta, en la que abundan el alcohol y las chicas desnudas; por policías de gatillo fácil (“Cuando digo tiren a las ruedas, tiren a la cabeza”, ordena un jefe, que no es argentino); y por un personaje misterioso, violento, cínico, trajeado en medio del caos: un enviado del más allá, un gran papel de William Fichtner. En medio de persecuciones automovilísticas, riff metálicos y matanzas magnificadas por el 3D, Milton (Cage) es acompañado por Piper (Amber Heard), una moza que, harta de ser manoseada en un bar rutero, escapa con el extraño héroe/antihéroe. Patrick Lussier (director de Sangriento San Valentín 3D ) combina adrenalina, gracia y absurdo. Y, sobre el final, procura un giro apocalíptico/metafísico, no del todo resuelto. ¿Más extravío o presagio de secuela?
Cuando un abuelo decide tomar las armas Todo es exceso, acumulación, centrifugado de citas y referencias en la nueva película del director de Sangriento San Valentín, que parece un Tarantino tuneado. Autos, tetas, gore y autoconciencia: en Infierno al volante todo está potenciado más que a la enésima, si ese más fuera concebible. Es como si en lugar de calzarse sobre la nariz, los anteojitos 3D se implantaran directamente en el cerebro, dándole al mundo un relieve deforme, paródico y gozoso. Llena de trompadas, volantazos, duelos, tropos de cine de superacción, citas intertextuales y “nenas” calientes, Infierno al volante parece el Tarantino de A prueba de muerte, dirigiendo Rápido y furioso 5000 mientras lee una colección de comics apocalípticos. En sus tres o más dimensiones, la nueva panzada (white) trash de Nicolas Cage es la clase de película que requiere de mucha complicidad y poca sospecha, entregando a cambio un par de horas de cosa gorda. Rubio, muy serio y aplastando cada palabra entre los molares, Cage, para la ocasión John Milton (sic), anda detrás de los que mataron a su hija y secuestraron a la nieta, beba de meses. Un abuelo en armas cruzando el sur más primario de los Estados Unidos, el que va de Texas a Louisiana. En la primera escena y como para que quede claro, el tocayo del autor de El paraíso perdido persigue y cruza a otro auto, hace volar en pedazos a un par de sus ocupantes y deja al tercero llorando, con una rodilla en pedazos. A la nieta la secuestraron los miembros de una secta satánica, banda de rednecks salvajes conducidos por Billy Burke (el padre de la protagonista, en la saga Crepúsculo), con la intención de sacrificarla en honor a Belcebú. Por el camino, a Milton se le suma una chica brava, que acaba de quedarse sin trabajo y sin novio (Amber Heard parece la rubia de A prueba de muerte, pero en versión exploitation). Sin trabajo, porque harta de los aprietes del grasoso dueño de la cafetería le apretó los huevos detrás del mostrador (quien busque sutileza deberá viajar más al norte). Sin novio, porque cuando éste, un patovica como de discoteca (¡coguionista de la película, además!), estaba a punto de aplastarla con su bota texana llegó Cage y lo hizo saltar por los aires. Milton tiene, a su vez, uno que lo persigue. Dice llamarse “El contador”, pasa por agente del FBI, tiene poderes sobrenaturales y es capaz de clavarle a alguien un bate bajo la clavícula, para revolverlo concienzudamente después. Da toda la impresión de provenir de alguna zona sulfúrica y subterránea, de la cual tal vez el propio Milton haya escapado. Uno de los grandes villanos del cine contemporáneo, el gran William Fichtner lo compone con un cancherismo como de clan Sinatra. Coescrita, coeditada y dirigida por Patrick Lussier, en su primer tercio Infierno al volante coquetea con un uso complaciente del sexo, la violencia y, peor aún, ambas cosas juntas. Se toma en sorna el dolor ajeno, despliega como objeto el cuerpo femenino (sacudida de acá para allá, la cabellera de Amber Heard parece una colonia de algas), observa impasible el castigo brutal a la chica en el piso, recurre al mito del macho providencial. Todo eso resulta raro, ya que en la anterior Sangriento San Valentín, Lussier no sólo usaba muy bien el 3D (aprovechando el volumen y la profundidad, antes que el lanzamiento hacia cámara), sino también el sexo y el gore, reconvirtiéndolos, mediante el exceso, en una forma de desafiar el sentido común y la sensibilidad media. Un encame memorable, en el que Cage se trenza a tiros con media docena de bestias desalmadas, sin desabotonarse jamás de una gorda gimiente –y sin soltar la botella de Jack Daniels– marca el corte aquí. De ahí en más todo es exceso, acumulación, centrifugado de citas y referencias. “El contador” adopta alternativamente los nombres de Raimi o Carpenter. Milton porta una humeante arma mítica, que lleva el nombre de Godkiller. Un cultista lleva un pelucón que parece de Soldán y Romay juntos. En la banda de sonido se oye “Ride With The Devil”, pero el combo autos + satanismo remite a Race With the Devil, una de los ’70 con Peter Fonda y Warren Oates. El tanque de un camión cisterna pasa volando en ralenti, un tipo es arrollado por un auto como de dibujo animado, dos chicas se trompean desnudas, hay una misa negra y un agujero negro, alguien exclama: “¡Esto se fue al carajo!”. Vaya que sí: es como si el Coyote y el Correcaminos se hubieran cruzado con un Víctor Maytland colocado, en las sucias páginas de un comic en 3D.
¡El nono se escapó del averno! Podríamos resumir una vieja y querida fórmula cinematográfica señalando que existen películas malas que a la larga resultan simpáticas y otras simplemente malas: sin lugar a dudas en esta última categoría cae de cabeza Infierno al Volante 3D (Drive Angry 3D, 2011). Desde ya que pedirle un producto de calidad al anodino Patrick Lussier sería casi un delirio pero recordemos que en su anterior propuesta, Sangriento San Valentín 3D (My Bloody Valentine 3D, 2009), supo aprovechar la tecnología y compensó en parte el cúmulo de estereotipos con un montaje bastante decente que garantizaba entretenimiento barato. En esta ocasión lo que nos viene faltando es precisamente un ritmo narrativo acorde con la idiotez general del guión de Todd Farmer y el propio realizador. Combinando comedia fallida, latiguillos quemados, escenas de acción poco originales y un tempo en verdad soporífero, la historia se pasea por las tribulaciones de Milton (Nicolas Cage) en pos de vengar la muerte de su hija y rescatar a su nietito de las manos de una secta de satanistas comandada por el terrible Jonah King (Billy Burke): el detalle principal es que el nono se escapó del averno y tiene al “Contador” (William Fichtner) siguiéndole de cerca los pasos. La mayoría de los lugares comunes no están bien trabajados y la cosa empeora debido a que son legión: mujeres hermosas, vehículos veloces, andanada de disparos, explosiones varias, mucha sangre y asuntos pendientes con Mefistófeles. Lussier, conocido por su paupérrima trilogía centrada en Drácula y por ser el editor de Wes Craven desde los ’90, es incapaz de imprimirle un mínimo de corazón al film y/ o usufructuar las posibilidades que abren las tres dimensiones. De hecho, la obra ni siquiera cuenta con el humor y el espíritu lúdico de la “clase B” autoconsciente, hundiéndose en banalidades huecas que nada aportan al relato. Mientras que Nicolas Cage continúa empecinado en participar en cuanto desastre industrial se cruce en su camino, sus colegas en cambio pueden ser perdonados en función de su buena voluntad (aquí lo mejor son las actuaciones de Amber Heard y David Morse como los colaboradores circunstanciales del protagonista). Por momentos pareciera que “alguien” se equivocó feo porque Infierno al Volante 3D es un despropósito insalvable, un claro ejemplo de lo que debería ser un “directo a DVD” si no viviéramos en un mundo al revés: nunca entenderemos cómo se llegan a estrenar comercialmente mamotretos de esta ralea…
VideoComentario (ver link).
Supernatural: La Película En realidad, la cinta desearía llegar a ser por momentos interesante o graciosa como lo es la serie Supernatural. Los elementos estaban ahí, Nicolas Cage en su modo loco con pelo falso, un director que entiende el terror y fue de los primeros en incursionar en las cámaras 3D con su anterior film Sangriento San Valentin 3D. El genio de William Fitchner (Prison Break para la mayoría de ustedes, aunque deberían conocerlo de muchos otros trabajos) en un papel excéntrico y la promesa de acción desenfrenada, sangre y sexo en 3D. Lamentablemente, solo uno de esos elementos termina cumpliendo su promesa y entregando una actuación que entretiene y sobretodo, entiende el tipo de película en la cual esta. Y no, no es Nicolas Cage, es William Fitchner. Su papel de "El Contador" es la única linea viva que tiene la película y logra mantener el hilo de interés el publico e inyectar energía a cada escena que comparte con el resto del elenco. La historia es simple, Nicolas Cage es Milton, un hombre que literalmente se escapa del infierno para perseguir al asesino de su hija, Jonah King, el líder de un culto satánico que intenta usar a su nieta para realizar un ritual satánico y abrir las puertas del infierno en la tierra. En el camino conoce a Piper, el típico personaje de chica de pueblo chico que es increíblemente linda, peleadora, independiente y buena de corazón. Que acompañara a Milton en la carrera contra Jonah King. En el medio esta El Contador, un agente del infierno que se ocupa de mantener a los presos en linea y recuperarlos cuando se escapan. Como verán, la historia es simple, bizarra y lo suficientemente loca para poder asegurarnos un buen entretenimiento en el cine. Lamentablemente, la falta de presupuesto y un guion mejor, mantienen el ritmo medio incoherente y demasiado veloz que no permite formar personajes memorables ni escenas con resonancia (un tiroteo en el medio de una escena de sexo es lo único que viene a la mente). Las actuaciones no ayudan mucho, van de sobre actuadas a demasiado tranquilas. Cage parece que esta dormido la mayor parte del film, lo ayuda el maquillaje a darle algún tipo de distinción a el personaje, con sus lastimaduras que se van sumando. El premio a el peor del film se lo lleva Billy Burke como el villano Jonah King. Simplemente vacío de carisma o actitud. Un actor que no esta a la altura de lo que el rol debería pedirle y se nota. En contraste, tenemos a el centro moral del film, el típico papel de el viejo amigo del héroe central que lo ayuda a llegar a su objetivo y devolverle el sentido a su impulso, tenemos al mítico David Morse como Webster. En el lado técnico, el 3D solo se nota en un par de escenas. Aunque la ventaja de haber sido filmada en 3D, sobre la post conversión, se nota y mucho. La imagen es clara y no marea. Pero no esta aprovechada, sobre todo en las escenas de acción. Uno esperaría mucho mas de estas oportunidades, pero realmente decepciona y nunca sorprende. Para resumir, la película tenia potencia, y le teníamos mucha fe. Pero termina decepcionando en casi todos los frentes y solo nos hizo desear ver una película distinta con El Contador en el protagonico y el resto del reparto actuando de la misma manera para entretener al publico.
WTF? ¿De qué trata esta película? Vaya uno a saber. Está Nicolas Cage con quincho nuevo, hay una rubia bárbara, hard rock del montón, efectos especiales muy berretas, algunas minas en tetas, autos muy pisteros y un sacrificio diabólico por realizarse. El guión no tiene ni pies ni cabeza. Pero se adivina que Milton (Cage) busca venganza y cuidar a un bebé que está en manos de seres diabólicos que quieren matarlo para ofrendarlo al diablo. En su camino se cruza con un chica llamada Piper (Amber Heard) que luego de romper con su novio se une a Milton en la aventura. También se topa con "el contador", el mejor personaje del filme a cargo de William Fichtner, algo así como el supervisor de satán que persigue a Milton. Todo el mundo sabe que el límite entre ser canchero y ser ridículo es muy delgado. El director Patrick Lussier deber saber eso, pero no vió el límite con claridad y el resultado está a la vista. La trama compite en estupidez con "Matar o Morir", aquella con Clive Owen y Monica Bellucci. Más aún, una escena de aquel filme está descaradamente copiada en este. El destino de esta cinta debería ser su exhibición en el televisor de un pub, de esos con pool y música fuerte, para que alguno la mire de reojo entre bola y bola, cerveza en mano, riendo con lo cutre de la propuesta.
Nicolas Cage llega del infierno y arma un sangriento festín de violencia en 3D Por supuesto que nadie tomará en serio esta desenfrenada historia de venganza en la que un Nicolas Cage escapado del infierno va dejando a su paso (vertiginoso, claro, aunque a veces tenga que arreglárselas poniéndose al volante de un auto prestado) un reguero de cadáveres, sangre, vísceras, ruinas, escombros, cenizas y chatarra. No lo habrán hecho ni siquiera sus responsables, que parecen tener como objetivo acelerar al máximo el trámite entre el estreno del film y su desembarco final en alguna emisora de cable especializada en productos clase Z o alguna trasnoche de TV exclusivamente destinada a jóvenes plateas masculinas ávidas de atrocidades y truculencias para ser celebradas ruidosamente y en grupo. (El regodeo en el sadismo más perverso en tren de diversión -ya se sabe- no es el programa más tranquilizador para quienes estudian la influencia de los medios en la creciente violencia de la sociedad.) Pero hasta en este tipo de productos puede hacerse gala de originalidad o al menos filtrar algunas pizcas de ingenio. En este caso, la primera está ausente y la dosis de ingenio es más bien exigua. Alcanza apenas para bautizar John Milton al vengador de chaqueta de denim y ralo pelo rubio que vino del infierno para rescatar a la nena que una secta satánica está por sacrificar en uno de sus sangrientos rituales, y sobre todo para permitirle a William Fichtner que se divierta con el papel del atildado, impasible e implacable Contador, ni más ni menos que la mano derecha del diablo. Para cubrir la indispensable cuota de belleza femenina generosamente exhibida está Amber Heard, con su colección de minishorts y su disposición para sumarse encantada cada vez que la invitan a participar activamente de las escenas más violentas. Todo lo demás -cacerías en autos hiperpoderosos que suelen terminar volando por el aire, explosiones, incendios, persecuciones, disparos, hachazos y toda clase de objetos lanzados hacia la cámara, como para justificar (poco) el 3D- es lo de siempre. En una clave de paródico humor negro que tampoco es novedad, pero exagerado hasta el despropósito; con el también habitual desinterés por la lógica del relato y la atención puesta en que no pase un segundo de proyección sin acción, sin carnicerías, sin sexo o sin rugir de motores. Algún secreto, inasequible para quienes no integran el nutrido club de aficionados a este tipo de entretenimiento, explica que la presencia de Nicolas Cage añada un atractivo especial. No será, seguramente, por su desempeño como actor.
Infierno al volante es del mismo director de Sangriento San Valentin, una de las primeras películas pensadas y realizadas íntegramente para el 3D. Aquella peli no tenía mucha lógica si uno la mirada sin ese formato. Tenía el 3D naturalmente bien aplicado, porque así había sido filmada. En Infierno al volante el director contó con más presupuesto y con un par de caras conocidas, pero la lógica es la misma y el resultado también. En estas películas Nicolas Cage encaja perfectamente. El tipo tiene la cara de piedra, con un quincho adosado, y solo tiene que mantener su cara dura todo el tiempo... y lo logra! Desde el vamos de la historia, el guión muestra por donde va todo y el director se luce con algunas escenas de acción que si alguno entró dudando en ver acción y sangre, lo ayudará a tomar la decisión de irse... Pero el que entró queriendo ver algo bizarro y violento, se agarrará a la butaca porque realmente es lo que va a ver. Infierno al volante no necesita mayor análisis, es una película pochoclera, de acción bizarra, con un buen uso del 3D. Con 25 minutos menos hubiera sido una peli perfecta dentro del género, pero realmente lejos está de defraudar, y logra lo que se propone.
Infierno al volante 3D es la hermana drogadicta de Matar o Morir, un loco film con Clive Owen estrenado hace unos años. Esta producción estuvo claramente encaminada en esa línea, con la particularidad que acá nos encontramos con una propuesta mucho más lisérgica y grotesca. Lo que no es poco, si se tiene en cuenta el parentesco con aquel trabajo de Owen junto a Monica Belluci, que ya era bastante disparatado. Es importante destacar esto para saber bien con que te vas a encontrar. El director Patrick Lussier (My Bloody Valentine 3 D)hizo un film absolutamente insano que tiene sus mayores virtudes en la primera mitad de la trama, que está influenciada por las viejas películas de acción clase B con automovilistas rebeldes, que Quentin Tarantino homenajeó también en Death Proof. De hecho, creo que la primera mitad de Infierno al volantes es lo que debería haber sido la segunda entrega de Grindhouse, luego de Planet Terror de Robert Rodríguez, si el ego de Tarantino como escritor no hubiera sobre poblado la trama de conversaciones intrascendentes en su intento clásico por emular a Elmore Leonard. Cuando entran en juego los elementos fantásticos esta propuesta pierde un poco de fuerza pero como a esa altura el film ya se fue al diablo, en materia de situaciones bizarras, como espectador creo que aceptás lo que venga. Nicolas Cage regresó a lo grande al género de acción con uno de los personajes más extraños y zarpados que interpretó en los últimos años. Me encantó que el director Lussier convocara nuevamente en este trabajo a Tom Atkins, veterano actor del clásicos del cine de terror como Maniac Cop y Night of the Creeps. Lo divertido de Infierno al volante es que desde los primeros minutos se deja en claro que las cosas no se pueden tomar en serio y solamente hay que sentarse en la butaca a divertirse con un film plagado de acción y escenas sangrientas exageradas. Hay que destacar también la banda de sonido y el brillante uso del 3D, donde Lussier supo sacarle jugo como corresponde. No es un film para todo el mundo, pero quienes se enganchen con la clase de historia que propone este estreno la pueden encontrar entretenida. Para los seguidores del escritor de cómics Garth Ennis, directamente es una fiesta.
Anexo de crítica: Patrick Lussier se dio a conocer en la década del 90 como el competente editor fílmico de Wes Craven en una larga lista de títulos mayoritariamente de terror: Un vampiro suelto en Beverly Hills, la saga Scream, La marca de la bestia y Vuelo nocturno, entre otros. Por desgracia también se le ocurrió empezar a dirigir a partir del año 2000 con La profecía 3. Y digo por desgracia porque de todas las películas que dirigió hasta el día de hoy no rescatamos ni una sola del olvido: Drácula 2000 (y sus continuaciones que salieron directo a DVD), la segunda parte de Voces del más allá -que aquí ni siquiera se vio en cines- y la más reciente Sangriento San Valentín, no han superado la más flagrante medianía. Infierno al volante es sólo otro pasito más hacia el abismo por parte de este artesano sin luces ni ingenio para el género. En este delirio absoluto Nicolas Cage se escapa del inframundo para perseguir y ser perseguido por una secta satánica que asesinó a su hija y secuestró a su nieta. El tipo mata a destajo y es baleado sin miramientos además de tener sexo vestido (¿cómo llamarlo si el tipo está muerto?; esto ya excede la necrofilia!!!) mientras fuma un habano y toma whisky como agua durante el acto. El absurdo del asunto se sostiene por un rato, concretamente la primera media hora o poco más, pero luego se pierde en un cúmulo de lugares comunes, situaciones sin ton ni son y una resolución sentimentaloide francamente patética. Tripas y miembros amputados vienen hacia el lente de la cámara mientras un pezón te entra en el ojo: ese es básicamente el uso que se le ha dado al 3D en esta bizarra película sin alma. Nico Cage sigue siendo inimputable pero ¡cuidado!: hay un límite para todo…
Cacería endiablada Aunque el costo de la entrada puede ser privativo, es casi una obligación recomendar la versión en 3D de esta película. Con el paso del tiempo, superado el asombro inicial, es posible comparar calidades dentro de este formato. Hay películas que aprovechan mejor y peor las tres dimensiones. Infierno al volante, en ese aspecto, es excelente. Claro que conviene estar al tanto del contenido de este filme, que combina fantasía, acción, suspenso y gore (truculencia) en dosis muy generosas. Su director, Patrick Lussier, ya había avisado que podía hacer bien ambas cosas (el manejo de las emociones fuertes y del 3D), en Sangriento San Valentín. Ahora la confirma pero acompañado por un gigante de la pantalla, Nicolas Cage, quien le agrega una mística y una masividad extra a la propuesta, convirtiéndola en una muy buena propuesta para los aficionados a esta clase de entretenimiento. El argumento no tiene nada de realista y todo de simple: un ex convicto escapó del infierno para perseguir al hombre que asesinó a su hija y secuestró a su nieta. El cazado es líder de una secta. El cazador goza de la compañía de una blonda espectacular. Fanáticos religiosos, policías salvajes y demonios de diversa laya se cuelan en una persecución que atraviesa los llanos paisajes del sur de los EE.UU., mostrando escenarios naturales muy bonitos. Estos sirven de marco a tiroteos, fusilamientos, atropellos, explosiones, choques, degüellos y retorcimiento de distintos tipos de estructuras, que como dijimos son captados con un lente cinematográfico experto. Todo ello envuelto en una música acorde: un urticante rock metálico duro que ayuda a apretar los dientes mientras los de la pantalla se propinan toda clase de agresiones. Hacia la mitad del filme, por ejemplo, se encuentra una de las secuencias más electrizantes. Son diez minutos o más a toda velocidad sobre la carretera. El bramante Chevrolet Chevelle conducido por Cage, intentando dar alcance a la casilla rodante mortalmente lanzada en velocidad que transporta a su compañera y a la beba capturadas. Cuide sus uñas o bien prepárese a restituir la cubierta de los apoya brazos a los dueños de la sala. Y eso sí: no se moleste en buscar interpretaciones demasiado profundas. No es la película adecuada para ello, pero sí para pasar el rato a pura adrenalina.
Del director de la irregular y bizarra saga Dracula 2000 llega una película que hace honor al prontuario de quien tiene en su filmografía, además, mamotretos como Sangriento San Valentín o la impresentable White Noise 2. Es decir, estamos ante otra película irregular y bizarra. Infierno sobre ruedas da inicio con una espectacular persecución (realmente disfrutable en 3D) a cargo de nuestro héroe de los raros peinados nuevos, a puro vértigo y haciéndose cargo de la herencia de caballeros al volante como Mad Max o, más acá en el tiempo, de esos siempre envalentonados macho men que sabe componer el pelado Jason Statham. Pero hablamos de Cage, por lo que la iconografía del actor siempre listo para todo papel se nos hace presente al punto de querer que el freak de turno al que le pone el cuerpo se lleve todo puesto, sea como fuere. Y así sucede. El hombre busca a una señorita que no sabemos bien dónde la tiene secuestrada una secta satánica, lo cierto es que las balas que dispara nos dan los primeros toques gore de un flm que no le hace asco a la imagen fuerte y la violencia explícita. Desde ese lugar, agradecemos. Sin embargo, el film tiene un pequeño problema y es que parte de una lógica interna trash, que rompe con la estructura clásica, pero al mismo tiempo adolece de la falta de impulso suficiente como para descartar los lugares comunes obvios del mainstream (final obvio incluído). En ese sentido, la femme fatale Amber Head, con nombre de pornostar incluído, aporta un poco de sensualidad formal y restringida, pero dejando desnudos y guarradas varias (más allá de cobrarse algunas vidas) a otras ladies de la trama, que sí entregan (casi) todo de si. Patrick Lussier le imprime un vértigo constante al relato, alternando tiros con tetas y más tiros y más tetas, siempre dentro de un planteo ultrabizarro y con detalles que no viene a cuento revelar aquí, ya que la propuesta incluye el dar información con cuentagotas, y allí es donde radica uno de los puntos a favor de la cinta. Además, y como clímax absoluto del cuentito, una escena nos muestra a Cage teniendo sexo en un motel mientras liquida a tres o cuatro villanos, todo al mismo tiempo. De catálogo. Párrafo aparte (este) para William Fitchner (el Alex Malone de Prison Break), ya candidato a ser uno de los grandes personajes del cine de este año.
Sin manos, sin frenos Muchas películas son en 3D y el único "atractivo" que tienen es ese. Por eso, en las traducciones se le agrega ese "sufijo" molesto: así tenemos Piraña 3D, El avispón verde 3D, Sangriento San Valentín 3D (del mismo director que esta película). Pocas tienen desde su título original el 3D: es como si eso las hiciera viejas (digan lo que quieran: el 3D es una moda pasajera, por lo menos como lo conocemos ahora). Infierno al volante no esconde su carácter de antigüedad, de cine trash (o basura, para los oídos menos sensibles), de cine exploitation. Y eso la hace sincera y divertida. Suficiente para mí. Milton (Nicolas Cage: más tarde nos ocuparemos de él) es un conductor desquiciado. El diablo en ruedas. Casi literal: el tipo salió del infierno para vengarse de unos satanistas. ¿Qué hicieron? No lo sabemos y ese es otro acierto de la película: no develar todo (por más simple que sea) desde el principio. El tipo anda con ropa de cuero, lentes oscuros y una actitud ruda. No desentona porque bueno, en Louisiana todos parecen personajes salidos de un cómic. No hablo de la vida real: de la película. El mundo donde se desarrolla está lleno de camioneros, rebeldes sin causa, cocineros sucios, rubias exuberantes (que parecen camiones), policías estúpidos. Todos los clichés del género. Dejan como algo sutil al almanaque de cualquier mecánico. Amber Heard representa muy bien a la película: no es una chica natural, y como rara vez está sucia, tampoco da la sensación de que se haya metido en las escenas de acción. No importa: tiene su atractivo. También Nicolas Cage representa el alma del film. El actor que amamos odiar sobreactúa como nunca. Es como un Terminator del infierno (si hasta tiene una estética similar) perseguido por El contador (genial William Fitchner). En la sala, la sola presencia de Cage provoca al menos una sonrisa. La película sabe y reconoce sus limitaciones. Es más una comedia de gore/acción que un thriller serio. Muchos la comparan con el díptico Planet Terror/Death Proof de Grindhouse (de Rodríguez y Tarantino). Si allí ambos homenajeaban al cine de bajo presupuesto de los '80, Infierno al volante no es un homenaje, sino el nuevo cine trash. Está bien: está hecha en tono paródico, pero yo creo que es una buena representante de lo que será considerado el cine clase B de la década del 2000 (aunque sea del 2011...). Ya saben: ese que en el momento de estreno todos critican, pero que después no pueden rechazar el placer (¿culposo?) que provoca volver a verla.
Hay un solo Robert Rodriguez, capaz de presentar las historias más absurdas y extremas en un homogéneo y aggiornado registro clase B, y el canadiense Patrick Lussier, especialista en cine de terror, intenta con Infierno al volante emparentarse frenéticamente al notable estilo del realizador de Machete y Del crepúsculo al amanecer. Sin conseguirlo, claro, más allá que su film tenga un buen arranque a través de un inmortal sediento de venganza (Nicolas Cage), que perseguirá a una secta criminal que sacrificó en un ritual a su hija y que hará lo propio con su pequeña nieta. A bordo de un reciclado auto deportivo y con inmejorable compañía (la súper sexy Amber Heard), recorrerá las carreteras en un atrayente despliegue de súper acción y parodia con estética de comic. Pero luego la propuesta se desvirtuará en su propio desborde de cadáveres acribillados, chatarra ensangrentada, interminables peleas cuerpo a cuerpo, enviados demoníacos y fuegos del averno. El personaje de Cage recuerda al de Ghost rider, el vengador fantasma, y no se puede negar que el film proporciona un suculento plato para un ávido público seguidor de este subgénero. Violencia gore, vehículos retro, cachondas chicas onda Hustler y un premeditado mal gusto son la clave para una pieza muy clase B o Z en un renovado 3D, que puede ser tan amada como detestada.
Con esta película Patrick Lussier (“Sangriento San Valentín 3D”, 2009) ha hecho entrar en tensión, debido a los recuerdos, a muchos espectadores que disfrutaron del cine clase B durante los años ´80 o quizá un poco antes. Muchas explosiones, pantallas que se tiñen de rojo al mostrar unas veces mucho fuego y otras, mucha sangre. Todo es desbordado, desde el automóvil (ahora de colección) que inexplicablemente alcanza velocidades de los últimos prototipos automovilísticos de este tercer milenio, pasando por la cantidad de trozos de cadáveres que quedan diseminados tras el paso del protagonista y mucho más desbordada es la rubia que lo acompaña, con una anoréxica silueta que resulta tan atractiva ahora como hace 30 años y con una avanzada de decisión femenina que apenas se vislumbraba en 1980. Se trata de una producción que ha sido filmada con el Sistema 3D que no agrega mucho más que la novedad que ya está dejando de serlo La historia repite ítems temáticos ya vistos en la cinematografía de todo el mundo. Milton (Nicolás Cage), es un delincuente, ha muerto hace algún tiempo pero consigue algo así como una licencia del infierno (¿o del cielo?) para salir del purgatorio donde lógicamente está alojado un ser que ha sido tan malo. Y sale de allí para aprovechar su última chance que le permitirá no regresar al ardiente averno. Para ello deberá aniquilar a una secta que pretende sacrificar nada menos que a la nieta del mismo Milton para lograr el dominio del mundo. Milton de paso puede vengar la muerte de su hija a manos del líder de esa secta, acto que no influirá negativamente en su evaluación para salvarse del fuego eterno. Un asistente del demonio, El Contador, lo supervisará y a veces hasta lo ayudará, en su misión. Claro que Milton no puede con todo si está solo, por más temerario y duro machote que sea, necesita que lo ayude una hermosa mujer. Piper, que así se llama la bella niña, le robará el automóvil a su novio para vengar la infidelidad de éste. La despechada se lo entrega a Milton y además lo acompaña porque parece que no tiene nada que hacer. Y juntos enfrentarán a los fanáticos del culto que pretende matar a la bebita nieta del “a-prueba-de-balas” Milton. Toda la trama resulta por momentos divertida porque se hace mucho uso del humor negro, negrísimo. Es también entretenida para quien disfruta de ver explosiones, continuas "balaceras", autos chocadores que se destrozan (menos el del protagonista, claro está) y hasta un tiroteo en medio de un coito que por lo fantástico no importa si es explícito o actuado. Tiene un cierto mensaje pacificador, pero fragmentado en diálogos, por lo que difícilmente un espectador logre captarlo si tiene que estar atento a tanto despliegue visual en la pantalla. Aunque pareciera que al escribir el guión ese mensajito salió de casualidad y el realizador, ya que estaba, lo aprovechó. Nicolás Cage como Milton el protagonista, recurre al estereotipo y allí se queda. Amber Heard es Piper, la bella muchacha y busca desesperadamente recursos actorales, a veces logra encontrarlos, aunque pareciera más pendiente de que la cámara no haga planos de su trasero y así distorsiona su expresión corporal. William Fichtner como El Contador es quien más se luce dentro de la actuación al imprimir el necesario misterio a su personaje, aunque el espectador enseguida se imagina de donde y para qué viene. Una película pochoclera más cercana al cine inusual que al de acción con muchos toques vintage, que será más aprovechada por los cinéfilos que hace 30 años vaciaban las góndolas de los cineclubes en busca de películas donde los malos triunfaran y los héroes tuvieran licencia para matar dentro de una trama increíble llena de obviedades pero simpática. Y con una buena producción.
Muestrario de semana cinéfila-II Nicolas Cage enfundado de negro llega a un bar de pueblo de esos que tanto me gustan (un mostrador, dos chicas vestidas de rosa con delantales blancos pero reas que sirven café, el forastero que resalta demasiado). Son los primeros momentos de Infierno al volante, aunque antes se había mostrado que el renegado no venía del pueblo –chico- de al lado sino del infierno verdadero y grande. A los quince minutos está metido en un viaje con la camarera más linda, la que todos queríamos que se lleve, la misma que anda de shorcitos y botas texanas y le rompe la cara a patadas al novio cuando lo encuentra en la cama con otra. Son un buen par, y él tiene ese aire trágico de loser que esta vez se refuerza porque sabemos que en cualquier momento tiene que volver a arder en el infierno: el Contador, el guardián más convencional y más excéntrico (William Fichtner, un tipo de impecable traje que anda arrojando al aire, y a la frente de los malos por ejemplo, que parte en dos, una simple monedita), lo anda buscando. ¿Necesito decir algo más? Infierno al volante es grindhouse menos ostentoso que Machete, y por eso me gustó más (ojo, no voy a hablar mal de Machete pero hay un momento en que la película acumula tanto que se vuelve idiota, como en la espantosa pelea final con Lindsay Lohan vestida de monja y la mar en coche –esos coches que rebotaban y rebotaban y rebotaban hasta que al fin parecían de juguete, ¿se acuerdan?). Así terminó la noche del jueves pasado en el Abasto. Ese mismo día había empezado la Semana de la crítica en el Cosmos-UBA, una sala que se las trae. Entre el jueves y el domingo se proyectaron las películas que la Fipresci (Federación Internacional de la prensa cinematográfica) eligió como mejores del 2010, entre ellas Excursiones, Los labios y Survival of the dead, la última de Romero, que vi el domingo. Allá fui el viernes a ver una película nueva de Raúl Perrone, Al final la vida sigue, igual, tercera de una trilogía que incluye a Los actos cotidianos que se mostró en el Bafici del año pasado. La sala estaba llena, Perrone estaba contento, y el público se quedó después de la película que fue muy aplaudida para hacer preguntas. Me gusta el Cosmos porque tiene butacas rojas de cuerina, un aire a los cines de antes, y un nombre que se presta para toda clase de invenciones, desde “Me voy al Cosmos” hasta donde la imaginación alcance. La entrada sale 15 pesos y 10 para jubilados y estudiantes. Volviendo a Perrone, me gusta mucho lo que está haciendo en esta trilogía, y el año pasado escribí esto durante el Bafici a propósito de Los actos cotidianos. Mucho más no voy a adelantar porque estamos preparando una entrevista para ¡EEUB! que saldrá en las próximas semanas. Eso en lo que respecta al cine; después está la tele, en casa (no tengo antena, la uso solamente para ver películas bajadas pero hace poco me reclamaron el aparatito de pasar dvds, con todo derecho porque era prestado, así que no me queda más que verlas en la computadora). Por suerte mi amiguito Schell me consiguió Un conte de Noel en DVD en Cinerama, uno de esos videoclubes que todavía existen, y la vi bastante fragmentada y ahora me da culpa. Ojo, no tiene nada que ver con el aburrimiento: es que tengo que escribir sobre la película y me paraba a cada rato para tomar apuntes en el Word. No hace más de un mes (y esto me da la pauta de una caída a pique en la locura) quise anotar una cosa mientras veía Biutiful (perdón) en el Hoyts y no me quedó otra que recurrir al celular, escribir un mensaje y guardarlo como borrador. Horrible. Para mi cumpleaños quiero una lapicera-crítica con luz, como la que una vez me recordaron que tenía el personaje de Catherine Zeta-Jones en Alta fidelidad (donde interpretaba a una ex novia crítica de cine de John Cusack). Lo que anoté de Biutiful (perdón), porque pensé en ese momento que resumía toda la película, es una cosa que el personaje de Bardem le dice a su mujer que es bipolar. Ella, en un momento casi feliz (con la poca felicidad sucia y retorcida que puede haber en el mundo espantoso de Iñárritu) le dice al marido que mire las estrellas, y él le contesta: “Mi amor, eso que ves ahí no son estrellas, es tu sistema nervioso”. Ese es el grado de hijoputez de Iñárritu: no dejar que nadie levante la cabeza, no dejar que nadie flashee, tirarle un toscazo a la chica por la cabeza en su momento bello. El encargado de arrojar la piedra es Uxbal (sí sí, así se llama Bardem en Biutiful), que en el mismo día se entera de que tiene un cáncer terminal, va preso, después le tira esa mala onda a su mujer, y a continuación de la frase asquerosa mata entre veinticinco y treinta chinos sin querer, porque les regala como acto de caridad una estufas que, ¡oh resulta que estaban falladas! Meado por los elefantes, en ese mundo-Iñárritu pringoso que está lleno de planos de pis con sangre sobre un inodoro blanco, de cadáveres embalsamados que alguien manosea, de Bardem en pañales. Si Iñárritu fuera más sincero haría cosas como The human centipede o algo por el estilo, pero encima es idiota y se pretende político. Lo menos. Un conte de Noel, en cambio, es una película que también trabaja con el cáncer pero desde un lugar totalmente distinto: con dolor (y no solamente con “impresión”, porque Iñárritu está fascinado con los cadáveres y el cuerpo pero como un chico, con curiosidad fría). Los momentos en que un médico punza en el pecho al personaje de Catherine Deneuve para extraer una muestra de médula son físicamente intolerables, y el hospital está teñido de terror porque Desplechin lo filma como si fuera el Nosferatu de Murnau. Y la familia de Un conte de Noel es tan maravillosamente detestable-pero-no como los personajes de Apatow en Funny people, otra de enfermedades, otra que se anima a apostar a esa risa desesperada, amarga pero luchadora, que le escamotea dolor a la muerte. Ouch, otra vez me extendí y no llego a contarles cosas sobre cineclubes (la culpa es de ese Iñárritu). Quedará para mañana, mientras espero el estreno de Battle: Los Angeles con muchas ganas (cada vez me crece más el sci-fi en el corazoncito; el solo hecho de que se haga ficción de la ciencia, que es lo que en un principio no se puede, me parece una bravuconada hermosa).
Es una mezcla explosiva que gran parte del público seguidor de este estilo de cine va a amar y el resto va a pensar que es un desastre, pero a veces es bueno verse una clase B bien hecha para mover adrenalina, relajar tensiones, y despejarse un poco. Si de todas las características que te nombré antes no son de tu agrado menos del 60%...
Patrick Lussier vuelve a nuestras carteleras para traernos Infierno al Volante 3D luego de estrenar Sangriento San Valentín 3D en Septiembre del 2009, que para ese entonces fue una de las primeras propuestas fuera de la animación en ser pensadas y llevadas a cabo para explotar al máximo este nuevo formato de las 3 dimensiones. En Infierno al Volante nos contará la desesperada y sangrienta búsqueda que lleva adelante Milton para encontrar a su nieta, que está en manos de una peligrosa secta de adoradores del Diablo que planea asesinarla frente a la luna llena a modo de sacrificio. Pero este muchachote se escapó del infierno no solo para tener nuevamente a su nieta, sino también para buscar la venganza por la muerte de su hija y frenar el culto satánico que la asesinó. Al veterano vengador se le suma una sensual camarera llamada Piper, que detrás de sus curvas esconderá un gran coraje para ayudar a concretar el rescate. Lamentablemente para ambos los sigue muy de cerca un agente que se encarga de llevar nuevamente al infierno a quienes escapan de allí. Hay dos elementos fundamentales que hacen que Infierno al Volante no pueda convertirse en un entretenimiento pasatista y pochoclero, y esos son la patética labor de Nicolas Cage y un guión escrito que pega volantazos tratando de enderezar un auto que lamentablemente va fuera de control. Habría que explicarle a Lussier que Robert Rodriguez hay uno solo y que para hacer una buena película delirante Clase B hay que tener talento, no alcanza solo con mostrar algunas escenas gore, autos viejos y chicas bailando desnudas. En Machete o Planet Terror los guiones -que tampoco son guiones brillantes- acompañan las locuras de la película y de hecho las exacerban mucho más, en cambio aquí por momentos los diálogos se ponen solemnes tratando de justificar las acciones de los protagonistas, algo que jamás logran conseguir y que termina siendo una contradicción gigante. Las películas de Rodriguez exageran sus defectos e inclusive se rien de los mismos tornando su visionado en una experiencia altamente satisfactoria, mientras que aquí Lussier intenta camuflar como sea las terribles falencias de su film mostrando escenas sangrientas que solo están justificadas para explotar el 3D sin ningún tipo de sustento. La escena más destacable de toda la película es cuando Cage asesina a varios integrantes de la secta mientras tiene sexo con una camarera. Ahora bien, si esa escena termina siendo una burda copia que carece de toda sensualidad en comparación a otro film de este mismo estilo que llegó en el 2007 bajo el titulo de Matar o Morir, podríamos afirmar que Infierno al Volante no tiene un solo momento que salga de la media. Incluso si también la comparamos con ese film protagonizado por Clive Owen y Monica Bellucci encontraremos la misma locura que Infierno al Volante pero infinitamente mejor contada y desarrollada. Por otra parte tenemos a un Nicolas Cage paralizado, incapaz de transmitir alguna sensación. Obvio que el quincho que tiene en el bocho no ayuda demasiado a que podamos creerle a su absurdo personaje. Las labores más destacables las aportan la bellísima Amber Heard y William Fichtner, que de alguna manera son los que aportan algunos momentos simpáticos a la película. Infierno al Volante 3D se quedó a mitad de camino de presentar una buena propuesta Clase B entretenida por no saber explotar y disimular mejor sus propias falencias.
MACHETE + DEATH PROOF - ROBERT RODRIGUEZ - QUENTIN TARANTINO Largo, despeinado, teñido de rubio, sucio y casi inmirable ¿Quien iba a pensar que con uno de los peinados más horribles de su carrera, Nicolas Cage se convertiría en el personaje más bad-ass de lo que va del año? Tal vez solo el director y guionista Patrick Lussier (DRÁCULA 2000, LUCES DEL MÁS ALLÁ, SANGRIENTO SAN VALENTÍN 3D) lo pensó. Este, siguiendo con su tradicional estilo filmográfico, nos presenta otra de esas películas que son buenas por lo malas que son. Aunque, pensándolo bien, ninguno de sus otros films fueron buenos. En fin… estrafalaria, híper violenta y ridículamente divertida, su nueva cinta INFIERNO AL VOLANTE 3D (DRIVE ANGRY 3D, 2011) no teme reírse de sí misma. Y entre tiroteos, sangre, persecuciones y mujeres desnudas, conocemos la historia de Milton (Cage), un hombre que escapa del Infierno para vengarse de una secta que asesinó a su hija y secuestró a su nieta para usarla en un culto satánico. Si no fuera por sus efectos especiales berreta, los escasos momentos en 3D, algunos clichés o escenas ya vistas - la de Cage teniendo sexo mientras mata villanos es casi igual a la de Clive Owen y Monica Belucci en MATAR O MORIR (SHOOT 'EM UP, 2007) -, se podría decir que INFIERNO AL VOLANTE 3D es la MACHETE (2010) de este año. Casi tan sangrienta y bizarra como esa joyita dirigida por Robert Rodríguez, el film de Lussier se luce con muy buenas actuaciones, mucha de sangre, alocadas escenas de tiroteos y explosiones, diálogos divertidos y una narración arriesgada y entretenida que mantiene al espectador interesado mientras suelta de a poco pistas sobre el pasado del personaje de Cage - en lugar de hacerlo bruscamente en meros flashbacks -. Es decir que, si uno fuese a ver INFIERNO AL VOLANTE 3D sin saber de qué trata, no entendería del todo qué pasa en la película hasta las escenas finales, y esto la hace inesperadamente arriesgada. Pero el punto más fuerte de la película no es ese, sino El Contador. La irónica e imprevisible representación de La Muerte, interpretada magistralmente por William Fichtner, se roba cada escena en la que aparece. En cuanto a los demás miembros del elenco, la hermosísima Amber Heard es una talentosa revelación actoral, mientras que Cage es tan genial y bad-ass como cualquier otro héroe de este tipo de películas (Machete, Marv de SIN CITY, Snake de ESCAPE DE LOS ANGELES y la lista sigue). Okey, hasta ahora todo muy lindo pero no podemos pasar por alto que al director Patrick Lussier le falta mucha cancha. Lo peor de todo es que esto se hace evidente al momento de las escenas acción, y sus persecuciones no le llegan ni a los talones a las que Quentin Tarantino filmó para DEATH PROOF (2007). Si bien comparte muchas características con esa locura perteneciente a la doble presentación de GRINDHOUSE - la onda setentosa, la música, sus autos veloces, sus bellas mujeres y un protagonista similar (Milton y Stuntman Mike son dos gotas de agua) -, INFIERNO AL VOLANTE es sumamente inferior - tampoco podemos esperar mucho del director de SANGRIENTO SAN VALENTÍN 3D (2009) -. Pero aun así, este chifle recién estrenado en cines es una grata sorpresa y un placer cool y entretenido que muchos considerarían culposo. Después de todo, es difícil aceptar que ver a Nicolas Cage manejando de vuelta al infierno - al ritmo del rock metálico y con su horrible cabellera al viento - es algo que nos llena el corazón de emoción y adrenalina.
Está escrito, Nicolas Cage pasará a mejor vida por su rol en "Morir en La Vegas". Es cierto, después hizo muchísimos papeles, aunque buenos muy pocos. Películas de acción, en su mayoría, algo flojas de guión aunque difíciles de imaginar sin su abrupta aparición. Algo de esto pasa en "Infierno..." donde el hombre, encima en 3D, dispara tiros a los espectadores y amenaza a los mismos desde el volante de sus temerarios Dodge Charger y Chevy Chevelle. Las caderas de Amber Heard también amenazan a las primeras filas. Un festival de fierros retorcidos, sangre y de brazos y piernas voladas por ametralladoras. Cage es John Milton, el hombre que ha perdido el paraíso y que regresa para vengar la muerte de su hija y recuperar a su bebé. Una película simpática.
Firme junto al pueblo Nicolas Cage regresa para confirmar su compromiso con el mal cine en Infierno al volante, una más que viene a sumarse a la larga lista de títulos pobres en los que participó en los últimos años, alrededor de 15 en las que sólo se salvan Kick-Ass y Un maldito policía en Nueva Orleans. En esta oportunidad encarna a un criminal que se logra escapar del infierno para poder rescatar a su nieta, la cual fue secuestrada por una secta satánica que planea sacrificarla. Esto se va a complicar con la aparición del “contador”, un William Fichtner que es lo mejor de la película, el guardián del averno que va a tratar de regresarlo a las tinieblas. Con estos elementos y la suma de Amber Heard el combo tiros, autos rápidos y chicas lindas queda completo, y por 4 pesos más te lo agrandan con 3D. En el último tiempo si hay algo que se está poniendo de moda es lo “bizarro”. Escudándose en esa palabra se puede hacer cualquier cosa, sin ningún tipo de pretensión, y después justificarlo diciendo que no se debe tomar tan en serio, que es un homenaje al cine clase B. En cartelera ya está Piraña 3D que es mejor, no hace falta un Nicolas Cage con peluca rubia matando a todo el mundo y querer que uno se prenda al chiste. Se hace entonces una película obvia y llena de clichés, algo que se ve desde los primeros cinco minutos cuando Milton se aleja caminando y en cámara lenta de un auto que explota. Si hay algo rescatable, además de la mencionada actuación, son algunas escenas de acción bien logradas o algún diálogo divertido como los que ofrecen los policías en sus diferentes apariciones. Los efectos especiales también son correctos, aspecto que se cae hacia el final en la última batalla, cuando se hace gala de un trabajo digital de por lo menos veinte años atrás, algo que el 3D tampoco favorece, especialmente porque no aporta nada a una película que tiene menos adrenalina de la que promete. El director Patrick Lussier no conforme con ya haber dejado su huella con Sangriento San Valentin 3D, quiere mantenerse en las líneas del formato y parece aferrado sin ganas de soltarse (Condition Dead 3D ya está prevista para el 2012). Tampoco el guión se puede decir que sea bueno, si bien siendo una película de acción no es algo tan importante lo único que se necesita es que se mantenga sencillo o que si se vuelve complicado que tenga lógica, algo que no sucede dado que al final se torna confuso por el sólo hecho de dejar las puertas abiertas para una secuela. Sólo resta esperar que Cage no acepte hacer una segunda parte, como sí accedió con El vengador fantasma, y que sus problemas financieros queden en el pasado como sus protagónicos del presente.
¿Cómo un tipo con cara de idiota puede convertirse en un héroe de acción taquillero?. La respuesta no la sé, pero la prueba la tengo a mano y se trata de Nicolas Cage. Y, lo que es peor de todo, es que el tipo es solvente en los papeles. Mi critica va, en todo caso, a que en el disparatado mundo de Hollywood todo es posible si se tiene un ego enorme. Es raro que haya visto una pelicula espantosa de Cage (salvo las de la saga National Treasure) y uno puede reprocharle que se las da de galan infalible cuando la pinta no le da, pero nadie le puede negar que el 90% de sus películas de acción son entretenidas. Y engrosando ese 90% figura Infierno al Volante. Es una road movie con toques sobrenaturales. Cage va detrás de los malos; un emisario diabólico va detrás de Cage. Nuestro héroe es expeditivo, y no queda títere con cabeza a su paso. Tampoco le importa mucho si lo que liquida son satanistas o policías cumpliendo su deber. ¿Políticamente incorrecto?. Si, y mucho. Pero desde el momento en que mata a una docena de tipos mientras hace el amor (y el quía no se distrae ni se le va la excitación), sabemos que ésta es una película gloriosamente exagerada y ridícula. ¿Para que matarse en intentar tomarla en serio?. En Infierno al Volante todo es disparatado. Cage hace cosas demenciales con los autos. Se le une una chica que es tan salvaje como él. Hay balaceras delirantes y persecuciones interminables. También hay un tipo que se hace llamar "el contador" y parece que trabajaba en la administración del infierno. Mal día para Satán: parece que se le escapó una de las almas que tenía retenida en el purgatorio. ¡Esperen!. ¿No será Nick Cage?. El libreto es un delirio de aquellos y está dirigido con brío. Era indispensable, sino la gente saldría a raudales de la sala a los cinco minutos de comenzado el filme. El tema es que la historia acumula tantos disparates que, a mitad de camino, se queda sin combustible (cuando los satanistas huyen con la chica en la MotorHome). Entonces los guionistas deciden recoger todo, barajar y repartir de nuevo. Y ahí la película comienza a declinar, simplemente porque los deus ex machina se acumulan de manera inconfesable. Amigos que aparecen de la nada, superpoderes de último momento, gente que pierde dos días de persecución pero igual llega a tiempo para el clímax... La pelicula pierde bastante de su entusiasmo y las incoherencias comienzan a salir a flote. Aún así, llega con el combustible justo para un grand finale medianamente decente. Este es un espectáculo pochoclero, así que ni nos calentemos en pedirle peras al olmo. No es Bergman (Ingmar, no Ingrid). Se le pueden reprochar dos cosas: que el villano es anodino, y que la historia se desbarata sobre el final. Por contra, la dupla central es muy buena repartiendo tiros y trompadas, y el personaje de William Fichtner es una delicia cada vez que aparece. Con todo esto, ¿qué más se le puede pedir a 90 minutos de espectáculo descerebrado y entretenido?.
Conducción explosiva Hace un tiempo vi "My bloody Valentine 3D" de Patrick Lussier. La película, no era gran cosa. Recordemos que era una cinta de terror clásico setentosa, potenciada por las bondades de haber sido filmada en 3D. Tenía muy buena atmósfera y un interesante uso de la cámara, sobretodo para aprovechar el formato en el que se trabajaba. Así es que me fui en ese entonces con la impresión de que Lussier le había sacado bastante partido al pobre guión y lo había transformado en algo aceptable. En cierta manera, la industria pensó lo mismo. Le confió seguir la senda de la tercera dimensión, pero esta vez, la idea era contar con un presupuesto más holgado y una super estrella para jugar en las grandes ligas....El mismo Lussier escribió el guión junto a Todd Farmer y se lanzaron a preparar un argumento simple para un film donde primara la acción y se luciera el sistema en cuestión. Así nació "Drive angry", film pensado para impactar desde lo visual, exclusivamente, donde el libro sirviera como excusa para gatillar y detonar. Al proyecto se subió Nicholas Cage, quien ha hecho roles de vengador en oportunidades anteriores. La cinta cuenta la historia de una venganza. Milton (Cage), se ha escapado del infierno (no sabemos cómo, pero nos encantaria haber presenciado ese momento!) y se dirige a buscar a su nieta. La misma, ha sido secuestrada por una secta demoníaca que planea utilizarla para un sacrificio en la próxima luna llena. Lo cierto es que Milton se siente culpable por haber dejado sola a su hija, quien se vinculó sentimentalmente con el líder de ese culto y fue asesinada por negarse a seguir las directivas de la congregación. Este hecho impactó de manera profunda en el protagonista... Milton quiere detener al grupo en cuestión antes de que asesinen a su nieta, pero el tiempo le juega en contra. Además, hay cierta gente que lo busca, por distintas razones... Desde la mirada técnica hay que reconocer que Lussier hace un gran trabajo de cámara. Hay mucha acción, destrucción a granel y una estupenda banda de sonido, plagada de hits relacionados con el heavy metal. Cage le pone la cara a un hombre sin emoción pero que cumple su inexpresivo rol a la perfección: es el abanderado de la violencia. Su heroína, la deliciosa Amber Heard se luce como una mujer normal en situación extraordinaria y aporta al su belleza y destreza física. No deberíamos pedir grandes actuaciones en este tipo de film, pero cumplen. Insistimos, la estrella aquí es la violencia en 3D. Algunos saltos narrativos (desde como empieza el film hasta los flashbacks que explican la historia), un montaje previsible y una edición consciente de qué había que mostrar y cómo. Hay secuencias de explosiones, balaceras, peleas cuerpo a cuerpo y persecuciones en masa. A todas ellas los anteojitos le sacan provecho: para eso se pensó esta película. Digamos esto en pocas palabras, poco 3D se usa para el film adulto, en proporción. Las películas infantiles dominan la escena en este rubro. Bueno, está llegando lentamente un más interesante uso del formato a las salas ampliando el espectro potencial de los espectadores. Esto es bueno y "Drive angry" es muestra de que es posible. Se muestra como una película dispuesta a entretener con buenas armas. Nobles. Y lo logra. No está a la altura de los grandes "shoot' them up", pero se defiende.A los tiros! Una novedad para los amantes del cine de accion, seguramente si lo que buscan es entretenimiento puro, "Drive angry 3D" cumple. Lo que no es poco en este tiempo!