El director de “Las Acacias” (2011) presentó su último film “Invisible”, que cuenta la historia de Ely, una adolescente que se divide entre los estudios secundarios y el trabajo en una veterinaria, mientras tiene que lidiar con la depresión de su madre, convirtiéndose en el único sostén de su familia. Pero su vida se complicará aún más con un embarazo no deseado y una decisión compleja que deberá tomar. “Invisible” trae a la pantalla grande una temática en plena vigencia, la de la opinión y puesta en acción de la mujer sobre su propio cuerpo. Existen y seguirán existiendo dedos acusadores sobre lo que se debe o no hacer, pero el film muestra que al fin y al cabo todo se reduce a la decisión subjetiva de la persona en cuestión. Se aborda la temática del aborto, la ilegalidad de esta vía, las alternativas y dificultades para realizarlo, todo desde una mirada adolescente. Pero además, el film expone temas como la soledad y la falta de apoyo de los jóvenes, tanto de las familias, como del sistema educativo o el Estado (asuntos de salud, economía), entre otros. El personaje de Ely, por el contexto en el cual se encuentra inmersa, mezcla constantemente su corta edad con las obligaciones de un adulto, provocando que cualquier generación de mujeres se pueda sentir identificada. Mora Arenillas es la encargada de darle vida a la protagonista, una joven que por su propia suerte desarrolló una expresividad casi nula, pero que la actriz igualmente transmite su angustia y falta de conocimiento sobre lo que hacer. De todas maneras, por momentos la película se siente lenta y pausada, con presencia de silencios prolongados y largos planos, que genera una falta de dinamismo en una historia fuerte con potencial de aspirar a más. En síntesis, “Invisible” llega para poner en el tapete ciertas cuestiones sociales de las que se habla, pero no se encuentra una solución, para visibilizar temáticas complejas dentro del mundo adolescente, desde una mirada observacional y sin caer en prejuicios. Sin embargo, su ritmo le juega un poco en contra para llevar esta historia a destino.
No quiero tenerlo La primera pregunta que surge al tomar contacto con Invisible, nuevo opus del director Pablo Giorgelli (Las acacias) es si estamos en presencia de un film con el objetivo de reflexionar sobre la despenalización del aborto a tono con el clima social o si la idea apunta a la exploración del derrotero de una futura madre adolescente, donde el embarazo no es buscado ni deseado y el hecho de convertirse en madre se encuentra atravesado de muchos factores adversos, no desde una situación límite o de extrema gravedad como podría significar un acto de violación o abuso deshonesto por parte de un hombre, aspecto que desde la justicia se contempla como pasible de autorizar un aborto. Lo invisible, referente o alusivo al título, también puede focalizarse en aquello que no se comparte con el entorno, ya sea por miedo, vergüenza o accionar de mecanismos de defensa, que encuentran hostilidad en los prejuicios de la sociedad o preconceptos, pero además lo que no se puede mirar es lo que realmente pasa por la cabeza de una adolescente como Ely (Mora Arenillas), algo que desde el cuerpo se transmite de formas sutiles y mucho más desde un rostro entre perplejo y angustiado. El realizador toma una decisión importante al no juzgar a sus personajes y lo hace desde una puesta en escena limpia, con el ojo depositado entre la distancia de la cámara y Ely. Desde la propuesta visual no recargada de detalles superfluos existe una correspondencia con el clima y tono que persiste a lo largo de todo el metraje. Si a eso se le suma un guión conciso que encuentra en los diálogos la cuota justa de información y ni una coma u oración ampulosa -ni sobreactuada- se repite el interesante resultado de Las acacias: un film intimista con la dosis de tiempo adecuada entre escenas para que las acciones y situaciones atraviesen la psicología de los personajes y no ocurra al revés. La palabra debate en este país es sobrevalorada como también devaluada la palabra esclarecimiento. En momentos donde nuevamente se ha caído en el reduccionismo mediático, el coro de opiniones a favor o en contra del aborto más allá de los intereses de sectores o partidos políticos aleja todo tipo de aproximación a diversas realidades que van por el camino del medio entre los extremos. Por ese motivo una película como Invisible puede contribuir a esclarecer realidades, no a tomar partido sobre subjetividades que terminan empañando todo intento de abordaje integral, algo que Pablo Giorgelli consigue plasmar en algunas escenas contundentes para dejar sembrada la semilla en el inconsciente colectivo. En ese sentido, la soledad de Ely magnifica su estado de invisibilidad ante la ausencia de una política de Estado y no de gobierno, sea el color que sea. Desde ese terreno pantanoso la pregunta más incómoda recae no en el presente, tampoco en el pasado, sino en el incierto futuro.
Tras su multipremiada ópera prima Las Acacias -que ganó la Cámara de Oro en el Festival de Cannes 2011-, Giorgelli se tomó 7 años para concebir su segundo largometraje, que se sumerge con sensibilidad, rigor y nobleza en una cuestión que justo está en el centro del debate público como el embarazo adolescente y la legalización del aborto. Lejos de ser apenas una película militante u oportunista, narra con recursos puramente cinematográficos un drama íntimo que da luego para un análisis más amplio y de implicancias sociales. Ely (Mora Arenillas) tiene 17 años y transita la etapa final del colegio secundario. Además, trabaja como empleada de una veterinaria, ya que su madre sufre una depresión crónica y se ha quedado sin empleo. Vive en esa particular zona de monoblocks que es Catalinas Sur y mantiene relaciones casuales con hombres bastante mayores que ella. Producto de uno de esos encuentros queda embarazada y la situación de soledad y descontención que ya tenía se potencia y se amplifica aún más. Este es el punto de partida de Invisible, segundo largometraje de Pablo Giorgelli que mantiene la austeridad, el pudor, la sensibilidad y el encanto de Las Acacias, aunque también un excesivo control sobre los materiales. Una contención y prolijidad que por momentos le juega a favor y en otros pasajes no tanto. Giorgelli es un director elegante, minucioso, preciso y, sobre todo, honesto. No juzga, no manipula, intenta que su cine sea lo más natural y cristalino posible. Eso no quiere decir que Invisible carezca de riesgo, de potencia y de capacidad de denuncia (nunca explícita). El derrotero de Ely por centros de salud, farmacias, clínicas clandestinas y proveedores de medicamentos exponen la crueldad e injusticias que deben sufrir a diario miles de mujeres con embarazos no deseados. Pero Invisible -que parece haberse anticipado al debate que hoy se refleja en buena parte de la sociedad respecto del aborto- visibiliza con recursos puramente cinematográficos una problemática muy actual. En ese sentido, está lejos de ser apenas una película militante porque su foco está puesto en el drama íntimo de esta adolescente de clase media y, para ello, Giorgelli es consecuente y fiel en el punto de vista de ella. Nos enfrentamos al mundo (su mundo) a través de su prisma y debemos entender cada una de sus decisiones (cuestionables o no) desde la perspectiva y las sensaciones de una chica de 17 años que atraviesa una experiencia límite y que Mora Arenillas logra transmitir en sus distintos matices en verdadero un tour-de-force interpretativo. La película es dura sin caer en la sordidez, es conmovedora sin apelar al golpe bajo, y el convulsionado universo adolescente de hoy (lleno de riesgos, tentaciones, estímulos y angustias) está descripto con un tono justo, ni horrorizado ni paternalista. Un sólido segundo paso de Giorgelli tras un debut como Las Acacias, que le generó tantas alegrías como presiones respecto de la continuidad de su carrera.
El segundo largometraje de Pablo Giorgelli, después de la premiada Las Acacias, es un drama sobre una adolescente de clase media que enfrenta la decisión de su vida en un entorno hostil que la coloca entre la espada y la pared. Invisible retrata los días de Ely -Mora Arenillas-, una chica de 17 años, de mirada triste y ausente, que está en la etapa final del colegio secundario mientras trabaja como empleada de una veterinaria y ayuda a su madre -Mara Bestelli- que atraviesa una crisis depresiva y permanece recluída en su departamento después de perder su trabajo. Entre viajes en colectivo, el deseo irrefrenable de las comidas y los silencios que cobran una dimensión dramática ante lo "no dicho", el director muestra la rutinaria existencia de Ely que cambia drásticamente cuando queda embarazada del hijo -Diego Cremonesi- del dueño de la veterinaria, un hombre casado. La historia está narrada de manera parsimoniosa, con ausencia de música y en la que prevalece la mirada de la joven protagonista ante las decisiones que deberá tomar en esta historia cuyo estreno coincide con el debate sobre la legalización del aborto. En el contraste del ambiente cotidiano y conocido -la casa, el colegio, su amiga- y otro que se muestra amenazante -la clínica donde es enviada por su compañero de la veterinaria y que concentra la tensión de la espera-, el relato transcurre de manera sutil, sin estridencias y con Arenillas como la joven intérprete sobre la que descansa el peso de esta historia cargada de soledad, angustia e inseguridades a flor de piel.
Crecer antes Va al colegio por la mañana y trabaja por la tarde en una veterinaria para ayudar en su casa, porque la madre está impedida de trabajar. Ely tiene 17 años cuando se entera que está embarazada y -aunque por dentro está desesperada- por fuera se empeña en mantener su rutina como si nada ocurriera. Con solo una amiga a quien poder confiarle lo que le sucede, decide inmediatamente que no puede continuar con ese embarazo, pero no sabe cómo debe proceder para interrumpirlo. Advertida por la médica que la atiende de que pretende hacer algo ilegal, investiga por su cuenta y planea con su amiga la mejor forma de llevarlo a cabo en secreto, al mismo tiempo que se esfuerza por mantener su vida en una sola pieza. Una historia que es muchas Bajo la mira de Pablo Giorgelli la historia de Ely es íntima y personal, pero a la vez representante de otras; su conflicto está lejos de ser extraordinario pero al mismo tiempo es muchas veces ignorado o escondido. No se discute si la decisión de interrumpir el embarazo es correcta porque no es lo más relevante: es algo que se dice de entrada para poder dedicar el resto de la trama a dejar en claro que, no importa lo que decida, Ely está sola para lidiar con las consecuencias. Cualquier camino que elija será difícil; no le sobra el tiempo para reflexionar ni los recursos para actuar, pero principalmente está sobrepasada por tener que hacerse cargo de situaciones que no deberían preocuparla. Visualmente es una película austera y correcta, con un estilo naturalista, no habla tanto desde la imagen sino que mantiene casi todo el tiempo a su protagonista en primer plano, lo que vuelve fundamental el trabajo de Mora Arenillas, la joven actriz que la interpreta. Nunca es fácil lograr que un personaje que habla muy poco transmita lo que le está pasando, y la justificación de algunas de sus acciones queda bastante a criterio del público, pero los puntos principales de sus conflictos internos se transmiten y es difícil no sentir empatía por ella. Conclusión Con una historia dura que le escapa al golpe bajo y actuaciones a la altura, Invisible es un potente drama que -aunque se estira un poco demás y pierde intensidad en sus últimas escenas- cumple con lo que promete.
En un momento en que la sociedad y el parlamento debaten el tema de la despenalización del aborto, llega esta película del talentoso Pablo Giorgelli (el mismo de “Las acacias”) que se ocupa del tema con su sensibilidad y talento. Aquí se trata de la historia de una chica de 17 años, que queda embarazada en una relación puramente sexual con un hombre casado, que tiene una madre con problemas depresivos, que estudia y trabaja, y que ante esta novedad se hunde en su soledad, en estado de shock. En la historia escrita por el director y María Laura Gargarella, el realizador se ata a la visión de esta adolescente, sin juzgar, sin tomar partido moralizante, con esa sensibilidad y poder de observación que ya mostró en su film anterior. La elección de su protagonista es muy buena, Mora Arenilla trasunta esa desesperación contenida frene a todas las trabas sociales, los hospitales, las farmacias, el contrabando de remedios abortivos, lo siniestro de los consultorios clandestinos. Un film fuerte, sin desmesuras, con profunda verdad.
La nueva película del director de la premiada “Las acacias” es el retrato de una joven solitaria que queda embarazada y decide abortar. Con una actuación consagratoria de Mora Arenillas, se trata de un filme poderoso que va más allá de su tema central para esbozar una pintura cruda y realista de la adolescencia. Seis años después de su opera prima, LAS ACACIAS –ganadora de la Cámara de Oro de Cannes 2011, uno de los premios más importantes ganados por el cine argentino en su historia–, Giorgelli regresa con un filme que tiene algunos puntos de contacto con aquel pero que, en otros, se aleja notoriamente. En ambos casos, lo primero que llama la atención es su minimalismo y rigurosidad para estructurar sus historias. INVISIBLE es, prácticamente, el retrato de una sola persona a lo largo de unos días en su vida. Una chica parca, de pocas palabras y que parece expresarse a través de su nervioso, constante movimiento. Ely (un consagratorio trabajo de Mora Arenillas) es una adolescente bastante solitaria que vive con su madre (Mara Bestelli), quien sufre algún tipo de depresión. Su vida consiste en ir a la escuela y trabajar en una veterinaria, donde suele tener sexo con el hijo del dueño del local (Diego Cremonesi), un hombre casado. Pero tampoco parece demasiado entusiasmada con esa relación. Hasta que un día descubre que está embarazada de él y, junto a su única amiga del colegio, empieza a buscar formas (obviamente ilegales y complicadas) de abortar, sin contarle a nadie de su situación. Esa decisión la llevará a meterse en complicaciones y a enfrentar las dificultades que van surgiendo sin ayuda de nadie.Giorgelli estructura la película como un seguimiento personalizado a la protagonista. El filme se mueve y vibra con ella, eligiendo una estética casi documental para muchos de sus pasajes. Gran parte de la película transcurre en monoblocs de la Boca y Barracas, lo que le da al filme por momentos una estética cercana a la de cierto cine rumano, que se caracteriza por esa clase de retratos y escenarios. Pero también se podría pensar en los hermanos Dardenne como otro punto de referencia. INVISIBLE no es, estrictamente, una “película sobre el aborto”. En algún punto, el embarazo de Ely es una más de las dificultades/crisis que atraviesa en su vida. La soledad, la angustia, la difícil relación con su madre y la ausencia de figura paterna son otros elementos importantes para Giorgelli a la hora de construir a su protagonista, cuya “invisibilidad” (ese andar por el mundo sin que tu vida parezca importarle a nadie) el embarazo podría poner en conflicto. En ese sentido, el guión de Giorgelli y María Laura Gargarella apuesta más por los silencios que por los diálogos, por hacer que ese ruido de fondo y conversaciones en apariencia banales digan mucho más que las palabras. Ely, finalmente, lo que busca es encontrarle un cierto sentido a su vida y quizás termine haciéndolo en un mundo que no parece tener lugar para ella. Su constante cara de preocupación, de aburrimiento o, a veces, de impotencia, revelan una adolescente que se define por sutiles detalles. Y Arenillas encuentra siempre el gesto o la expresión adecuada para transmitir esas sensaciones sin jamás subrayarlas, construyendo el personaje desde adentro, desde sus pequeños y cotidianos desgarros y abandonos. Una actuación extraordinaria en una película intensa, humana y más compleja de lo que parece.
Crónica de una adolescente sola. Ely está cursando su último año en el colegio. Ely trabaja medio tiempo en una veterinaria. Ely vive con una madre ausente y depresiva. Ely tiene una amiga, un amante…Ely se siente muy sola. Con austeridad, Giorgelli decide retratar el derrotero de una adolescente que no tiene muy en claro su futuro inmediato. El conflicto surge, cuando la joven se entera que está embarazada. A partir de este suceso deambulará por farmacias buscando pastillas abortivas a una clínica que lo practica. La decisión es difícil, encima su madre no tiene trabajo. Sin juzgar a su personaje, el realizador se limita a mostrarlo con sumo naturalismo, pero detrás de esta observación casi de registro documental, solapadamente da cuenta de las inexistentes políticas de prevención sexual que hay en nuestro sistema educativo, así como la necesidad de discutir la ley del aborto. En nuestro país ciento de mujeres mueren en clínicas clandestinas. El rostro de Ely parece impasible, pero la procesión va por dentro señores. Esa tensión contenida detona en gestos mínimos y simples como acostarse y abrazar a su madre o romper en llanto mientras abraza su vientre. Giorgelli nos muestra un drama estilizado, desde la cálida y necesitada mirada de su protagonista.
Ely tiene 17 años, está terminando la escuela secundaria. Es una chica retraída y convive con su madre, quien sin trabajo ha caído en una profunda depresión, en un monoblock de Catalina Sur, en La Boca. Ely tiene una sola amiga en el colegio, y no sonríe. No tiene motivos. Mantiene relaciones con hombres mayores que ella, uno de ellos, el hijo casado del dueño de la veterinaria en la que es asistente. Y descubre que está embarazada. Pablo Giorgelli (ganador de la Cámara de Oro con Las acacias a la mejor opera prima en Cannes 2011, un premio nunca valorado en su real significancia) no suele subrayar lo que cuenta. Tampoco juzga ni cuestiona. Invisible sigue en su vida diaria a la protagonista, una solitaria tal vez más a su pesar que lo que ella desearía. Mora Arenillas se suma a ese registro que cuida el realizador, de no expresar más que con mínimos movimientos lo que siente, lo que piensa, lo que padece y lo que no comprende su personaje. Invisible es sentir que se va por la vida sin que a nadie le preocupe su existencia. Pero Invisible no es un filme sólo sobre el aborto. No es una película militante, denuncia a un Estado ausente, pero lo que prima es el drama intimista de esta adolescente. Y llega a los cines en medio del debate sobre la despenalización del aborto por casualidad (tuvo su première mundial en el marco del Festival de Venecia, en septiembre pasado, y la fecha de estreno estaba pautada casi desde entonces). Va más allá del tema puntual de la interrupción de un embarazo, que obviamente es central, porque retrata a un personaje que sufre, entre otras cosas, no saber qué hacer con su cuerpo, y con lo que lleva dentro. No sabe qué hacer con su vida a sus 17 años. Giorgelli tiene un estilo austero, pero no necesariamente seco. Ely es mujer de pocas palabras,pero que se expresa en su desconcierto. Giorgelli sabe mirarla y también reflejar el mundo que se construye en derredor del deseo de abortar (su paso por centros de salud, farmacias y una clínica escondida en la fachada de una casa tienen, en cada secuencia, su valor dramático). Una vez más, muestra, no sermonea ni paternaliza. La decisión de Ely podrá -¿deberá?- ser cuestionada o no por cada espectador. Con cierto aliento del cine rumano que tanto subyuga en los festivales internacionales, Invisible es una película bien nuestra. Necesaria, valiente y honesta. No hay muchas así.
Invisible, segunda película de Pablo Giorgelli, logra una mirada lúcida y desprovista de efectismo sobre temas que hoy se encuentran en el centro de la agenda pública como el embarazo adolescente y la despenalización del aborto. Como en su ópera prima Las acacias, Giorgelli define su puesta en escena a partir de una cámara que observa y acompaña a su personaje, trasciende los vicios de la identificación, y establece su creciente soledad con una honestidad desgarradora. Llegamos a la vida de Ely un día cualquiera. Sus horas se reparten entre las clases en el colegio secundario, el trabajo en una veterinaria y la desoladora vida familiar definida por la depresión de su madre. El embarazo no deseado no es un shock repentino sino un movimiento subterráneo que altera su vida, sumiéndola en el desconcierto y la muda desesperación. La notable interpretación de Mora Arenillas, el peso de su cuerpo y su mirada, define ese proceso que la hace parte del mundo y al mismo tiempo la desplaza. Ley y orden social confinan cada uno de sus movimientos en un encuadre que Giorgelli concibe siempre a la distancia justa. Invisible tiene el gran mérito de hacer presente lo no visto sin nombrarlo, de evitar discursos y certezas para instalar dudas e interrogantes. Es la conciencia cinematográfica del director la que elude la cornisa del heroísmo y la proclama, y convierte a la soledad de Ely en aquello que exige la solidaridad de nuestra mirada.
La soledad en los campos de algodón Cuando las películas tratan sobre temas que generan controversia, se crean discusiones y debates dejando lo cinematográfico en segundo plano. Invisible (2017) no será la excepción. El tema es el aborto y seguramente se discutirá si el film habla a favor o en contra del mismo. Aunque no lo haga y hable de otra cosa. Luego del auspicioso debut con Las Acacias (2011), el argentino Pablo Giorgelli, regresa al cine con una película sobre la soledad enmarcada dentro de una situación de aborto adolescente ante la llegada de un hijo no deseado. Impecable trabajo de Mora Arenillas, componiendo con precisión a una joven fuerte y frágil a la vez. Ely (Mora Arenillas) es una adolescente que transita por el último año del colegio secundario, es parte de una familia disfuncional y vive con su madre depresiva de la que debe hacerse cargo tanto psicológica como económicamente. Trabaja en una veterinaria y mantiene una relación esporádica –tan fría como distante- con el hijo del dueño (Diego Cremonesi). Fruto de esos encuentros ocasionales, en donde de manera clara hay más una necesidad física que pasión o amor, Ely queda embarazada y decide abortar. Invisible es fundamentalmente una película sobre la soledad en todo sentido. Ely vive rodeada de ausencias. Su madre, su amante, la escuela, los médicos. Una sucesión de personajes que están pero no, personajes invisibles. Y es ahí donde Giorgelli pone el foco de la historia, siguiendo a su protagonista, describiendo sus acciones de cerca, con crudeza, pero nunca juzgando sus decisiones, ni las de su entorno. Invita a reflexionar pero no les atribuye la categoría de héroes ni villanos. Giorgelli ratifica con su segunda película que es un gran director y contenedor de situaciones límites que en manos de cualquier otro podrían haber desbarrancado toda la película. Pero su gran logro es evitar manipular y caer en el lugar común al meterse con un tema tan actual como sensible. Podría haber tomado una opinión explicita pero rehúsa de hacerlo, Tampoco busca dejar un mensaje, simplemente expone crudamente –como si se tratara de un registro documental- a su personaje en conflicto permanente con la realidad que le toca vivir, invitando a que sea el propio espectador quien arme el final. Tal vez la polémica que despierte Invisible, con apiniones a favor o en contra, no sea su principal atractivo, porque cinematográficamente transmite todas las sensaciones que se propone de manera efectiva, generando tanta incertidumbre como si uno mismo estuviera atravesando el solitario derrotero de la protagonista.
Invisible: Abortar o no abortar, esa es la cuestión. Pablo Giorgelli (Las Acacias) nos presenta un film que profundiza en una temática muy vigente y debatida en los tiempos que corren. Hay películas que se estrenan en el momento justo, como es el caso de Invisible (2017). El largometraje viene recorriendo el circuito festivalero donde participó de la selección oficial del 32º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y también del Festival de La Habana, donde se alzó con el galardón a Mejor Guion. El film narra los acontecimientos que rodean la vida de Ely (Mora Arenillas), una joven de 17 años. Por la mañana asiste al colegio como cualquier chica de su edad y por la tarde trabaja unas horas en una veterinaria para ayudar a su madre que tiene algunos problemas personales, que no le permiten salir de un encierro ni ocuparse de ella ni de su hija. Cuando Ely se entera de que está embarazada su mundo interior estalla aunque por fuera se empeñe en mantener su rutina como si nada ocurriera. Ely tiene miedo, está angustiada, sabe que cualquier decisión que tome no tiene vuelta atrás. Es por ello, que casi la totalidad del relato se va a dedicar a narrarnos ese conflicto interno donde se debate entre tener al hijo o realizar el procedimiento de aborto. Giorgelli nos expone con mucha sensibilidad y realismo el drama de esta joven que atraviesa por ese confuso y solitario camino llamado “adolescencia”, pero con el agregado de que tiene que cuidar a su madre y mantener la casa. Una chica, que como tantas otras, se ve obligada a “crecer de golpe”, no solo por el embarazo sino también por el entorno familiar y social en el que se desenvuelve. Una temática que se nutre por la pausada narrativa que maneja el director como muestra de un profundo respeto y cuidado para abordar la cuestión, en consonancia con una muy lograda interpretación de Mora Arenillas que se carga prácticamente la película al hombro. El largometraje maneja muy bien los silencios y los tiempos muertos donde se amplifica el sentimiento de desconcierto que aqueja a la protagonista. Quizás la resolución resulte un poco simplificadora y no termine de hacer algún comentario específico sobre el tema, pero igualmente abre el panorama y permite que cada espectador saque sus propias conclusiones. Lo más importante y destacable está representado en esa travesía ermitaña que implica considerar el proceso de aborto para una mujer. Quedan evidenciadas nuestras falencias como sociedad en el hecho de que la protagonista no tiene ningún tipo de asesoramiento, contención o incluso, en últimas instancias, opciones legales y seguras de realizar el procedimiento. Invisible es una obra realmente necesaria para reflexionar sobre la polémica actual que rodea a nuestro país en torno a las decisiones que deberían tomar las mujeres respecto a sus propios cuerpos. Un film narrado con cuidado y una gran sensibilidad.
Cine social sin declamaciones Es imposible imaginar una fecha de estreno más apropiada para el segundo largometraje de Pablo Giorgelli, aunque nadie puede ser acusado de oportunismo. Si bien el lanzamiento comercial siempre estuvo previsto para coincidir con el 8M, ¿quién podía imaginar, algunos meses atrás, que Invisible llegaría a las salas de cine apenas dos días después de la presentación del proyecto de ley para despenalizar el aborto en la Argentina? Mucho menos durante el pasado mes de septiembre, cuando el director de Las acacias presentaba en sociedad su nueva creación en el marco del Festival de Venecia. Dejando de lado coyunturas, Invisible es un nuevo ejemplo de los diáfanos esfuerzos del realizador por construir universos realistas ligados a determinadas circunstancias personales y sociales que, en un caso como el del relato del film, están íntima, ineludiblemente ligadas. A tal punto que, cuando el conflicto central que moviliza a la protagonista se hace claro, cualquier tipo de decisión íntima se verá ceñida por las condiciones –no precisamente favorables– que la rodean. Ely tiene 17 años, vive en un típico edificio de monoblocks en la zona sur de Buenos Aires y está cursando el último año de la secundaria. Todos los días, luego de asistir a clases, trabaja en una pequeña veterinaria, único sostén económico aparente, tanto para ella misma como para su madre, quien parece estar atravesando el comienzo de una depresión clínica de cierta envergadura. La primera escena la encuentra sentada en su banco escolar, “escuchando” el dictado de una lección acerca de los husos horarios en el mundo. Su rostro es una clásica efigie de la adolescencia: desinterés absoluto ante lo que considera un saber innecesario. O tal vez haya otras cosas que la preocupan en ese momento, como podría indicarlo el “estoy descompuesta, no puedo ir a trabajar” que le comunica telefónicamente al dueño de la veterinaria. A los quince minutos de proyección, Invisible, cuyo guion –escrito por el propio Giorgelli junto a María Laura Gargarella– hace de la concisión una de sus mayores virtudes, resulta evidente que Ely mantiene una relación con el hijo de su jefe, bastante mayor que ella, y que uno de los corolarios de ese vínculo es un embarazo en curso. “No lo voy a tener”, le dice Ely a la obstetra que le comunica las novedades en el hospital, quien rápidamente le aconseja hablar con su familia y con “el padre”, recordándole asimismo que en la Argentina abortar es absolutamente ilegal, salva notables excepciones. Primer escollo en una serie de muros de gran altura y pocos puntos de asidero. El segundo llegará cuando intente infructuosamente, junto a su mejor amiga, conseguir ciertas pastillas en una serie de farmacias, situación que el mercado negro parece ser capaz de subsanar rápidamente. Mientras trascurren las primeras jornadas del embarazo y Ely ve madres con hijos pequeños en todos lados, las noticias en los televisores destacan los guarismos de la pobreza en la sociedad argentina, algún robo a mano armada, un paro o un corte de calles, la única caída en la tentación de una descripción general y un poco al paso que parece pergeñada, en gran medida, para el espectador de otras partes del mundo. El modelo estético e incluso ético de Invisible es deudor, al menos en parte, del de los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne: una situación inesperada pone a la protagonista en una disyuntiva, ante la cual deberá tomar una difícil decisión. En este caso, un embarazo no deseado, cuyo origen y circunstancias suman otra serie de complicaciones, es el punto de partida para una descripción indirecta de las escasas posibilidades que se le ofrecen a una joven de clase poco acomodada a la hora de decidir qué hacer con su propio cuerpo. Giorgelli evita en gran medida la declamación y el uso de elementos que subrayen dramáticamente las acciones y diálogos, y resulta notable la ausencia absoluta de música incidental. Cine realista y social en el cual resulta evidente el compromiso con el tema, pero que a pesar de ello nunca abandona a su protagonista en el lodo de la alegoría, Invisible cuenta con la notable actuación central de Mora Arenillas, uno de esos roles rutilantes que parecen definir en gran medida el éxito artístico del proyecto cinematográfico en su conjunto. Su silenciosa Ely encarna a la perfección la resistencia a esa invisibilidad que el título de la película pone de relieve.
Tras su auspicioso debut con “Las Acacias” el director Pablo Giorgelli se tomó su tiempo para volver al cine con otra historia íntima y dolorosa, en este caso, de una joven que debe tomar una decisión con las herramientas y posibilidades que tiene a su disposición. Esa primera película anteriormente mencionada, con la que recorrió cuanto festival del mundo imaginara, tiene algunos puntos en común con esta nueva propuesta “Invisible”, una coproducción con Brasil, que desnuda el universo de una joven llamada Eli (Mora Arenillas) y sus acciones y reacciones en un mundo que le es hostil y que la expulsa. Ubicando la acción en un barrio de monoblocks, esas inmensas moles que “normalizan” las viviendas y aúnan humanidades, “Invisible” nos presenta una realidad dura para la joven, quien tiene en su espalda el peso económico de su madre y el de ella misma. Del colegio al trabajo, del trabajo a la casa, así pasa sus horas y días Eli, hasta que una revelación, la de un embarazo no planificado, trastocará el sentido de cada uno de los pasos que intente dar. Giorgelli configura una estructura dramática clásica, en la que prefiere presentar antes que juzgar, ubicando el motor narrativo en la mirada de Eli y su entorno, un círculo vicioso del que no puede salir, muy a su pesar. Una madre demandante y depresiva (Mara Bestelli), un amante (Diego Cremonesi) que no quiere saber nada de ella más que para estar juntos en la cama, y un presente abismal, son los tres factores y actantes con los que Eli deberá convivir. Esos tres ingredientes impactaran en la joven por lo que intentará tomar decisiones, desde la inexperiencia, para desplazarse aun sabiendo que alguno de ellos la puede traccionar para sí con consecuencias peligrosas. La fina línea entre ficción y documental se desdibuja. Las actuaciones (principalmente la del trío mencionado anteriormente) potencian un relato que en manos de otro director podría haber terminado de manera diferente. Aquí no está presente el enunciamiento de preexistencias, el continuo presente de la joven y su entorno, sus idas y venidas, sus arropamientos a la madre, sus escapadas sexuales, todo dispone un contexto urgente en donde la molestia de un embarazo no hace otra cosa que complicar su vida. La ilegalidad, aquella de la que tanto se habla en momentos en el que el debate sobre el aborto se hace más presente que nunca, circundan cada paso que Eli y su amiga den para poner fin a una situación que la excede. Ante la ausencia de una decisión por parte del Estado, Giorgelli, sin generar un film militante, brega por el respeto por el cuerpo y las particularidades. Buceando en la miserable y dolorosa existencia de Eli potencia su premisa, para configurar un film rabioso y virulento sobre la adolescencia, las pérdidas, la confusión, el amor, la familia, las necesidades, y, principalmente, el respeto por el otro.
Segundo largometraje de Pablo Giorgelli (Las Acacias, 2011). Invisible se centra exclusivamente en presentar un pequeño recorte temporal en la vida de Ely, una adolescente de 17 años, que atraviesa una situación compleja en la que pareciera estar sola y decidir (o no) por ella misma. Lo que vive es un momento de desencanto, gris, de escasa vitalidad, donde no puede hacer conexión con las pocas ayudas que se le presentan. Tampoco puede acometer ni plantarse frente a un entorno familiar, escolar, de relación e incluso laboral donde algo le podría estar funcionando. En ese entorno debe tomar una decisión que aplaza, con un final abierto que no permite vislumbrar ningún cambio sino el de mantenerse existiendo. - Publicidad - Correcta desde lo cinematográfico, excelente en el trabajo de su protagonista, Mora Arenillas, es un ejercicio intimista y sensible de la narración audiovisual local. Debemos decir que Invisible toca de una manera muy especial el tema del aborto, y felizmente deja algunos interrogantes para hacer emerger, sin proponérselo o incluso justamente por no decirlo, el rol de muchas prácticas médicas y comunitarias de tantos colectivos en cuanto a hacernos sentir a las mujeres que no estamos solas. Otro dato que también confronta es la difusión del uso del misoprazol, en plena efervescencia de las acciones y campañas del Movimiento Nacional de Mujeres. Porque invisible es la situación de muchas niñas, adolescentes, mujeres, y todo indica que la polémica estará servida ni bien se estrene. Esta nota se publicó en ocasión de su proyección en competencia en el 32 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
Mar del Plata 2017: el cine, pasión de multitudes. Confiando más en la elocuencia de las imágenes y en el desamparo que refleja su protagonista que en explicaciones en voz alta (respetando un medio tono atravesado apenas por una breve discusión de la chica con su madre), Invisible es una obra austera, concentrada, dirigida escrupulosamente a la vez que abierta a la polémica, por motivos que no conviene adelantar aquí. Giorgelli adopta decisiones estéticas atinadas, como dejar fuera de campo a personajes irrelevantes y componer un fondo sonoro (radio y TV encendidas, clases en la escuela) que crean un marco político-social-económico que permite completar la historia. Escuchar un bebé llorar en un colectivo o presenciar una sencilla operación en la veterinaria donde trabaja unas horas, son indicios de lo que la joven siente: de esos discretos elementos está hecho este retrato de un ser común que hace lo que puede con su vida.
Todo gira en torno a una adolescente Eloísa (Mora Arenillas) de clase media baja, su entorno le es indiferente, se la ve sin padre, una pareja transitoria con un compañero de trabajo, mas grande que ella y que además es casado y con hijos, una madre (Mara Bestelli, “El invierno”, “Dolores”) que apenas la mira quien sufre una gran depresión, por lo tanto Eloísa transita una gran soledad, está desamparada, desprotegida, solo se relaciona con una compañera del colegio y ante tanta adversidad debe afrontar un embarazo no deseado. Este personaje representa a varias adolescentes, que pueden estar transitando alguna situación similar. A esta joven se la ve triste, sin relaciones sociales, la rodea un mundo gris y opaco, la lleva a convertirse en un ser invisible ante el resto de las personas. La película aborda un tema controvertido y difícil, como el aborto, como así también, el poco apoyo que tienen los jóvenes desde la escuela hasta su familia, y el entorno en general, que carecen de afectos y se encuentran hundidos en un terrible aislamiento, aquí hay pocos diálogos, pero los silencios y ese paisaje apagado dice mucho. Su ritmo es algo lento y pausado, con largo planos, casi sin música, le falta intensidad y mayor fuerza interpretativa en algunas escenas.
obre Ely. Qué sola está. En el cole el profesor diserta sobre el meridiano de Greenwich o algo así. En la veterinaria donde trabaja todo es mecánico, desde llenar el frasco de comida para animales hasta asistir a la operación de una perra. En casa mamá no sale de la cama, y cuando sale, llora. Y Ely a su vez ni cama tiene, ya que el departamento de dos ambientes no lo permite, debe dormir en el sillón del living. Pero Ely está infinitamente más sola todavía, porque en alguna relación con el hijo de su jefe algo falló y ella quedó embarazada. Y eso la pone en el centro de una especie de cajas chinas de la soledad, donde una capa encierra a otra. Y Ely no sabe qué hacer. No se lo cuenta a nadie, ni a su mejor amiga. Ni al padre del chico, hasta que sale el tema. Pero para el padre ella es una relación circunstancial, él tiene su familia. Ely no habla, está totalmente hermética, la situación es demasiado para ella y no sabe cómo resolverla. Va de un lugar a otro con la cabeza semiagachada, como si además de dolor tuviera que sentir vergüenza por “lo que hizo”. Se sienta en cualquier parte, recogida sobre sí misma, y piensa. Es poco más que una nena y tiene un problema que le queda grande. Muy grande. Nadie se acerca a ella para acompañarla, para escucharla, para aconsejarla. Para ayudarla a sobrellevar uno de esos momentos de los que, se sabe, nadie sale ileso. Mucho menos una piba de 17. Algo acompaña sin embargo a Ely. Pero a distancia, sin intervenir, de modo que ella no se entera. Es la cámara de Diego Poleri, cuya misión es justamente esa: seguir a la protagonista sin sacarle prácticamente ni un segundo la lente de encima. Pero no en primer plano sino en planos medios o americanos, de modo que en todo momento se aprecie su relación con el entorno. Que no es hostil ni amenazante, ni sórdido ni siniestro. Es solo indiferente, ausente. Tan ausente como parece estar la propia Ely, reconcentrada en su abatimiento. Desde ya que Invisible, opus 2 de Pablo Giorgelli tras la exitosísima Las Acacias, es una película que depende enteramente de su protagonista, que está en cuadro el 99% del metraje. Y desde ya que la actuación de la debutante Mora Arenillas es extraordinaria. En primer lugar, porque no parece estar actuando sino viviendo, lo cual es esencial para el éxito de un film realista como este. En segundo lugar, porque su inmersión en el personaje parece absoluta, hasta el punto de la identificación total. Pocas veces hubo en cine un adolescente tan adolescente como la Ely de Mora Arenillas. Un adolescente tan angustiado, tan empequeñecido, tan rabioso como en la escena en la que se harta de su madre (Mara Bestelli, transfigurada), pega unos gritos desafinados y se va. Las Acacias también era una película sobre la soledad (soledad de dos), pero al final no se la bancaba y recurría al típico final consolador, en el que los solitarios parecen a punto de dejar de serlo en cuanto la película termine. Era, en otras palabras, una de esas películas de las que se dice que “te hacen volver a creer en la vida”, o en el amor o cualquier otro cliché barato como esos. Con gran honestidad, y cuando la conveniencia aconsejaba seguir por ese camino (ya que Las Acacias triunfó acá y en todas partes:ganó premios en un montón de festivales, de Cannes para abajo), en Invisible Giorgelli pone el freno y seca todo lo que allá era humedad (las acacias necesitan mucha agua para crecer). Desde ya que la temática del embarazo adolescente y la ilegalidad del aborto (Ely se la pasa pensando cómo hacerlo) no podría ser más oportuna en momentos en que todo tópico vinculado con la situación de la mujer tiene asegurada una importante dosis de interés mediático y personal. Oportunidad dentro de la oportunidad, justo dos días antes del estreno se aprueba en primera instancia, en la Argentina, un proyecto de ley para despenalizar el aborto. Por supuesto que se trata de una beneficiosa conspiración de las circunstancias que nadie podía prever, incluidos los productores, el director y el guionista. Y encima se estrena justo el 8 de marzo de 2018, cuando la celebración internacional del Día de la Mujer encuentra a las mujeres argentinas movilizadas como nunca y en pie de lucha, reclamando entre otras cosas el aborto libre y legalizado. A pesar de todas esas turbinas a favor, la muy contenida Invisible no apunta al golpe bajo dramático, consensual o ideológico, dejando que el drama corra literalmente por dentro de su protagonista excluyente, manteniéndose tal como el título de la película indica. Esto quiere decir que por muy favorables que sean las circunstancias, Invisible jamás será una película “para todo el mundo”, como sí lo era esa. Es una prueba de rigor que sea así.
Después de Las acacias, la primera película de Pablo Giorgelli que recibió un casi unánime reconocimiento en festivales y crítica, el director se enfrentaba a la dificultad de salir al mundo con su segundo filme, tras ese precedente. Más que seguir los pasos de Eli, Invisible está contada desde su mirada. Eli es una joven adolescente del conurbano, vive con una madre depresiva, trabaja para colaborar con la casa en una veterinaria, y allí tiene un romance con un hombre casado. Eli descubre que está embarazada y debe decidir qué hacer al respecto. El gran logro de Giorgelli y, sobre todo, de la actriz Mora Arenillas, está en traducir el monólogo interior del personaje, su abatimiento y perturbación sin subrayarlo con palabras. La actriz transmite en gestos, miradas y posturas corporales un conmovedor torbellino silencioso. De hecho, la primera oración que pronuncia en el filme es una decisión tajante: “No lo voy a tener”. Lo que sigue es una serie de viñetas naturalistas que ilustran la soledad en la que la joven debe perseguir esa decisión. La escuela, el hospital, la farmacia, el espacio laboral, el espacio público y el mundo adulto responden con frases hechas, dando la espalda o, directamente ignorándola. Los personajes que representan a esas instituciones (padres, docentes, médicos) aparecen siempre con una distancia insalvable de la protagonista, lejos y a oscuras. También el hombre con el que tiene un romance está a kilómetros de su mundo interior. Hay otro contexto que rodea de manera sutil a Eli. En un fuera de campo sonoro que es constante en toda la historia, el mundo exterior se instala como una atmósfera opresiva que nunca la abandona y, sin embargo, la deja sola: la radio y la televisión suenan siempre de fondo, los gritos de madres y niños en las plazas, el rumor de los compañeros de clase, el ruido del tráfico y del transporte público de un conurbano que no descansa. En medio de este paisaje, la actuación de Mora Arenillas se mueve en un admirable in crescendo, que hacia el final intensifica su expresión. Así, Invisible cuenta de manera sensible, sin golpes bajos ni torpes bajadas de línea, cuán sola puede estar una joven hoy en Argentina, ante un embarazo no deseado. Como un faro, hay un único personaje que la acompaña: su amiga.
El director de la elogiada Las Acacias, Pablo Giorgelli, vuelve con un film "de rotunda actualidad": la historia de una adolescente que se embaraza y se dispone a abortar. Pero por fortuna, no hay en Invisible ni oportunismo ni panfleto, si no cine: un seco y directo seguimiento de su protagonista Ely (Mora Arenillas), una chica de pocas palabras y puras acciones, que va del trabajo en una veterinaria al sofá en el que duerme a la clase en la que se aburre. Cuando descubre que está embarazada sólo se lo cuenta a una amiga, y la nube de preocupación se percibe en la falta de atención con la que continúa esa rutina. Hay una madre enferma, depresiva, de baja del trabajo, que apenas sale de la cama, algo de sexo ocasional, y nadie más, en la vida de esta chica sola. Las opciones para un aborto ilegal, como le informan en el hospital, sin ofrecerle ayuda, la dificultad para tomar decisiones o tener acceso a las pastillas que pueden sacarla del apuro, ahondan esa sensación de soledad profunda, de intemperie, que Giorgelli describe con la creatividad de la imagen. Invisible es una película triste, dura y asordinada, pero bastante más que un film sobre el aborto que se estrena justo cuando se debate en el Congreso argentino y en el Día Internacional de la Mujer. Como cine de autor, que tiene claro qué y cómo contar, y con el aporte de su adecuada intérprete, llega más lejos, y perdura.
UNA ADOLESCENTE BAJO INFLUENCIA En la nueva película de Pablo Giorgelli (Las acacias), una adolescente que vive con una madre depresiva y está involucrada en una relación con su jefe -un tipo casado-, queda embarazada. Invisible es el registro de ese proceso, tortuoso y angustiante, en el que un embarazo no deseado es el detonante de una serie de insatisfacciones e incomodidades, etarias pero también sociales. Lo que hace Giorgelli con notable precisión es seguir a su protagonista obsesivamente, con una cámara que se pone a su nivel y registra ese período de tiempo en el que Ely -la protagonista- no sabrá qué decisión tomar, porque básicamente su cuerpo (como el de toda mujer en Argentina) no le pertenece, y las instituciones deciden por ella, por acción u omisión. Lo saludable en Invisible (título más que pertinente) es que se mete con temas de enorme complejidad, pero eludiendo las declamaciones. La gran apuesta de Invisible es la de sustraer las emociones, los sentimentalismos y los efectismos. Como en el cine de los hermanos Dardenne, el registro es cercano, palpable, doloroso y real. No hay manipulación alguna por parte de las imágenes: la vemos a Ely inmersa en unos silencios que dicen mucho y transitando sus días, que son los habituales para una chica de su edad: yendo de la casa al colegio, en una rutina que alcanza característica de absurda si pensamos lo pesado que arrastra el personaje. Sin embargo, para el director el contexto en el que se mueve la protagonista es un espacio ideal para arrojar -de fondo- una mirada a una patria que busca sentido a través de los símbolos, pero que se olvida de los individuos. Y, se sabe, los individuos son al fin de cuentas quienes deberían poder construir ese sentido desde su libertad. Como pasaba en Las acacias, el inconveniente de la película, lo que no la deja crecer e ir más allá, es el esquematismo narrativo al que la somete su exceso formalista. Ese, que también condiciona las emociones. Por eso resulta clave la presencia de Mora Arenillas, joven actriz que rompe la dureza de las formas con imprevisibilidad y aporta desde lo físico la tensión que por momentos le falta a la película. De hecho, la manera en que maneja su cuerpo y los silencios es clave en la gran escena de Invisible, un largo plano secuencia en el que Ely parece que va a tomar una decisión. Es ahí, en el componente humano que se distancia de la pericia técnica donde el agobio se siente de este lado de la pantalla y la película late, vibra.
Invisible, de Pablo Giorgelli Por Jorge Bernárdez Estrenada el mismo día en que las mujeres ganaban la calle y ponían en el centro de la vida pública una agenda de necesidades, Invisible tiene mucho para decir al menos de alguno de esos puntos. Ely es adolescente, está terminando la escuela secundaria, tiene una madre postrada que claramente no puede salir de una cuadro depresivo y ha dejado de trabajar, así que es Ely la que mantiene la casa en la que viven, un departamento donde ni siquiera tiene su propio cuarto. Así que la chica trabaja y estudia, su trabajo es en una veterinaria donde todo es rutinario y en el colegio que está terminando le hablan de cuestiones más bien lejanas, cómo los husos horarios y los organismos de crédito internacionales que someten a los países a planes económicos de ajuste. Todo le resulta ajeno y un poco inextensible a Ely, que mantiene una relación con un hombre mayor y que ha quedado embarazada. No tiene a nadie con quien pueda hablar en serio del tema aunque tiene claro que no quiere tener ese hijo. El Estado no la ayuda y cuando va a interesarse por el tema le dicen que a esa altura sólo le queda tener al bebé y darlo en adopción. La película avanza sin detenerse y sin cargar las tintas sobre lo que le pasa a la protagonista, interpretada por Mora Arenillas, una actriz que hay que tener en cuenta porque lo que logra en esta película es asombroso. No necesita mucho más su director, Pablo Giorgelli (Las Acacias), que seguir a Ely a través de una Buenos aires para nada amable, que se transforma por mérito de la cámara en protagonista secundaria de la dura y solitaria vida de Ely que transmite la angustia de una adolescente que no tiene a nadie realmente de de confianza para decidir lo que realmente debe hacer con ese embarazo. Vale la pena acercarse a esta historia para ver una una película que conmueve sin necesidad de golpes bajos y que no da lecciones de nada. INVISIBLE Invisible. Argentina/Uruguay/Brasil/Alemania/Francia, 2017. Dirección: Pablo Giorgelli. Elenco: Mora Arenillas, Mara Bestelli, Diego Cremonesi, Agustina Fernández, Paula Fernández Mbarak y Jorge Waldhorn. Guión: Pablo Giorgelli y María Laura Gargarella. Fotografía: Diego Poleri. Música: Pedro Onetto. Edición: María Astrauskas. Dirección de arte: Ailí Chen. Sonido: Edson Secco y Martín Litmanovich. Distribuidora: Distribution Company. Duración: 86 minutos.
Con la misma sensibilidad que mostró en Las acacias, Pablo Giorgelli muestra la vida de una adolescente que estudia y trabaja y descubre que está embarazada. Sobre ese momento clave donde hay que tomar una decisión crucial gira este film que se narra con pudor y la distancia justa para evitar subrayados o golpes bajos, aunque a veces esa contención conspira contra la concentración emocional del cuento. Muy bien Mora Arenillas como Ely, la protagonista.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
La nueva película de Pablo Giorgelli, escrita junto a María Laura Gargarella, Invisible, es un retrato intimista sobre una adolescente que queda embarazada mientras deambula viendo qué y cómo hacer con eso que no estaba planeado. El aborto es un tema que últimamente parece más actual que nunca y, sin embargo, siempre estuvo vigente, aunque escondido, aunque de eso no se hablara. Invisible llega a las carteleras justo cuando se abre el debate en el Congreso, pero todavía en el marco de la ilegalidad. Ely es una adolescente que transita el último año de secundaria al mismo tiempo que trabaja como ayudante en una veterinaria y mantiene una relación esporádica con el hijo del dueño, un hombre casado. En su casa, su madre transita una depresión que la mantiene encerrada, sin hacer nada, sin poder salir a trabajar y ni siquiera dar una vuelta. Y además Ely queda embarazada. La primera decisión que toma, o considera tomar, es la de no tenerlo. Pero cuando se va a hacer los estudios pertinentes se encuentra con que nadie va a ayudarla ahí si es esa la decisión que quiere tomar. En nuestro país, el aborto es ilegal, lo máximo que pueden hacer es brindarle ayuda psicológica (o sea convencerte o hacerte creer que te convencen de querer tenerlo). Ely es una adolescente y es además el único sostén de una familia en la cual no encuentra ni el apoyo ni el cariño que necesita. Es una joven independiente y, generalmente, es como si viviera sola. La única que sabe, en principio, es su mejor amiga junto con la cual investigarán para poder realizarse el aborto con pastillas, el más accesible para ella que está sola. Pero la información es como toda información virtual, no verificada, a veces incompleta. Una operación en un lugar seguro puede llegar a salir un sueldo o más. Entonces estamos ante una película que expone los problemas que conlleva casi siempre para una mujer decidir qué hacer con su cuerpo: no puede tenerlo (porque es adolescente, porque no tiene un buen sustento económico, porque no tiene una pareja estable) y al mismo tiempo no puede abortarlo (es ilegal, es difícil conseguirlo, es caro). Más allá de este contexto social, Invisible no tiene al aborto como tema central de la película, sino que la idea es centrarse en esta adolescente, introspectiva, callada, ante una situación límite como es en la que se encuentra. Nadie parece notar que ella tiene un problema hasta que lo pone explícitamente en palabras, primero a su amiga, más adelante a la otra mitad responsable de ese embarazo. El director de Las Acacias sigue acá a su protagonista tomando siempre cierta distancia, como una especie de testigo silencioso. En esa rutina que va desde las clases en la escuela donde mostrará cada vez un menor interés, en el trabajo, en la casa intentando que su madre salga, se mueva, haga algo, o con su amiga, desde una tarde navegando sitios sobre el aborto hasta una noche de boliche en la cual cada una se va, siempre estando de acuerdo la una con la otra, por diferentes sendas. Mora Arenillas es la actriz encargada de dar vida a esta Ely, en una interpretación sutil e intensa que junto a algunas expresiones y facciones recuerda quizás a Ailín Salas.
Ely tiene 17 años y, como cualquier adolescente, transita una etapa complicada pero en su caso, es mucho peor. A los problemas habituales de la edad se le suman la ausencia de una familia –sólo hay una madre depresiva que apenas le habla y no sale a la calle-, el tener que hacerse cargo de su hogar trabajando en una veterinaria y, como consecuencia, la poca importancia que dada a la escuela secundaria. Como si no fuera suficiente con todo esto: la joven queda embarazada y, dadas las circunstancias, lo primero que le dice a la médica es que va a abortar pero la mujer le explica que eso no es posible ya que es ilegal en Argentina y por tanto, la única solución que le sugiere es la de darle en adopción.
Crítica emitida por radio.
El tema de la maternidad y la coyuntura de “deseada o no deseada” es parte de la historia del cine que ha cambiado en los tipos de situaciones presentadas en cada relato ya que con los años varían las circunstancias, los patrones morales, la perspectiva sobre el hecho de “ser madre”, y hasta las edades que a lo largo de la historia de la humanidad han sido referentes del hecho de dar a luz un hijo. Pienso en mis abuelas que con 17 años ya estaban en la vorágine de esa tarea, como algo incuestionable, o al menos si hubieran querido hacerlo difícil hubiera sido una salida alternativa. “Quitarse un hijo” de los vientres era algo más que prohibido, inmoral, pecaminoso y que ponía en riesgo la vida de la mujer. Hoy algunas de esas variables no han cambiado, al menos en ciertos países como el nuestro y Latinoamérica en general decidir “no tener un hijo ya engendrado” es ilegal, y hasta para algunos sin duda un hecho inmoral. Hoy en la clase media y alta no está bien visto, más aún es sancionado que una joven de 17 años sea madre, si ella tiene toda su vida por delante porque arruinarse la juventud con un hijo. Puede encerrar esto alguna verdad pero no deja de ser una generalización vacía, una frase hecha. Otro aspecto clave en todo este paradigma es el rol del padre y la paternidad como tal en el marco social: un hijo debe ser de padre reconocido que ejerce lo que la sociedad le ha impuesto hacer, responsabilizarse de un hecho consumado aun cuando puede ser que ese niño por venir no sea deseado y más aún puedan sentirlo como una verdadera desgracia. Todo nos lleva a pensar que hay una afirmación que sigue vigente: “Tener un hijo debe ser algo deseable y el niño debe tener una madre y un padre que lo amen por el resto de su vida”. Claro, es natural, siempre sucede así! Lástima que la historia del hombre dice lo contrario. El filme de Giorgelli aborda directamente este tema planteado: Ely, es una adolescente introspectiva y distante que transita el final del colegio secundario y vive sola con una madre depresiva. Su vida se reduce a una sola amiga y a un amorío sexual con un tipo casado, hijo del dueño de la veterinaria donde trabaja. Un día llega a oídos de su amante la frase: “Estoy embarazada”. Pero, antes de confesárselo, Ely ha tomado la decisión de no tener ese niño, idea que él apoya sin dudarlo y para cuya concreción ofrecerá las mejores condiciones posibles. Qué sucede antes, qué sucede después es algo que Pablo Giorgelli decide narrarlo de una manera bastante particular. Es distante la mirada, es distante el personaje, la falta de expresividad atenta con la posibilidad de conectarnos con sus emociones en juego. Es débil en ese aspecto tanto por la construcción del personaje como por la actuación que no nos transmite absolutamente nada. El final del relato que no cuestiono en su contenido, si lo cuestiono en su forma pues es inverosímil y absolutamente débil dramáticamente. Pareciera que han investigado poco sobre el universo femenino en la adolescencia y su vínculo con la identidad maternal como forma de ser en el mundo. Un tema atractivo pero que en Invisible se ubica en el más obvio lugar común. Una propuesta que se pierde en sus buenas intenciones y ofrece pobres resultados. Por Victoria Leven @victorialeven
El vacío y la indiferencia Pablo Giorgelli es un cineasta argentino que entró al mundo de los festivales por su puerta más grande. Cuando terminó Las acacias (2011), interceptó en La Habana a un programador de Cannes y le acercó un DVD; unos meses más tarde, su película estaba siendo proyectada en la sección “Semana de la crítica” del festival más prestigioso del mundo. Las acacias ganó allí cuatro premios, y a partir de entonces al director comenzaron a lloverle las invitaciones a otros festivales.