El regreso a un terreno desconocido Hace una década y un año, Guy Ritchie se erigía con Snatch: Cerdos y diamantes (2001) como una nueva ramificación de ese cine industrial cool que hacía maridar escenas de acción, humor y una exacerbada musicalización que se desbordaba por los costados de las imágenes. La casi nula sustancia de sus películas hizo que Ritchie se quedara pedaleando en el aire. Tan solo parecía ofrecer una capa formal de ralentis, aceleraciones y frases vacuas pero cancheras, que envolvía historias de mafiosos poco cerebrales o personajes en situaciones extraordinarias involucrados… con la mafia. Ni siquiera sus productos por encargo dejaban entrever un atisbo de novedad; deambuló entre proyectos imposibles como Insólito destino (2002) y otros bien cuadrados y ajenos a su mundo, como la versión live action de Aladdin (2019). Los antecedentes de este director inglés poco alentaban a que Justicia implacable fuera una película muy diferente de lo que alguna vez dirigió. No es frecuente que el cine nos dé estas sorpresas. Hay carreras que parecen torcidas para siempre y que su enderezamiento es más una idealización de lo que alguna vez fue. Pasó con M. Night Shyamalan, que tuvo que chocar de frente contra una pared para quedar al borde de la “destrucción total” y así reinventarse con un regreso al nivel del inicio de su filmografía. Algo similar sucede con Ritchie. Si bien nunca fue la promesa o lo que se esperaba de un director como Shyamalan, existe -en esa vuelta a una fuente- la razón para pensar que la clave para reencauzar la carrera esté en el redescubrimiento del confort, una palabra que frecuentemente tiene un uso peyorativo en frases hechas poco pensadas. ¿Por qué Ritchie debería alejarse de un mundo que conoce? ¿Es ese el problema de su cine? ¿Las historias de mafiosos londinenses? Las debilidades están en otro lado, principalmente en el empleo de una retórica burlesca y ruidosa, que incluso en esa veta no siempre alcanzan el objetivo; ni en las escenas de acción ni en la comedia. Mágicamente, todos esos problemas no aparecen en Justicia implacable. La nueva película de Guy Ritchie no parece una película de Guy Ritchie. En realidad, no se asemeja a la película de ningún director, y esto no significa que sea algo jamás visto, sino que pudo haberla dirigido cualquier realizador de acción más o menos capaz. Lo que podría ser un insulto para el director de El agente de CIPOL (2015) es en realidad una cualidad presentada para hacer, en este caso, un thriller algo enmarañado por la estructura del relato (armado principalmente a partir de un par de flashbacks largos) pero con el esqueleto clásico de una película de venganza. Aquí el protagonista es un hombre misterioso llamado H (Jason Statham), quien consigue empleo para una empresa transportadora de caudales algo turbulenta de Los Ángeles, pero capaz de tomarle una prueba de ingreso que el aspirante supera apenas sobre el estándar de aprobación. En una de las primeras jornadas laborales evita un asalto al camión que transportaba, con una violencia inusitada que lleva a sospechar a sus compañeros sobre su verdadera identidad, pero en especial sobre cuál es su verdadero objetivo. Desde el plano secuencia inicial, Ritchie planta bandera sobre el tono de la película, y además sienta las bases formales. Lo que en él, hace unos pocos años, hubiera sido una masturbación adolescente de un montaje desenfrenado atiborrado de cortes, aquí es un único plano fijo encuadrado con precisión que cuenta el prólogo de la historia, mientras dos guardias de seguridad tienen una conversación sin importancia. En la distracción para sorprender con la acción hay, como mínimo, oficio y rigor en la elaboración de la puesta de cámara. Sobre este inicio el relato regresa y tuerce los puntos de vista, a los cuales les agrega información y construye sentido sobre la búsqueda del protagonista por justicia (a su manera, claro). Si en su película más reciente, Los caballeros (2020), ya presentaba una madurez, aquí redobla ese crecimiento exponencial de su cine al reacomodar una premisa que, en otro momento, se hubiera nutrido de parafernalia y estruendo. Quizá si se peca de exceso de fervor pueda creerse que esta es la mejor película de Guy Ritchie. Sin embargo, en el mapa del cine industrial actual, la aparición de estos ejemplos del cine de acción más clásicos necesitan de la idealización para que regrese de esta forma; una más artesanal tanto en la confección narrativa como en su estrategia visual.
UN RITCHIE DESCONOCIDO…Y PARA BIEN Con una filmografía tan ecléctica como despareja, Guy Ritchie es de esos realizadores al que muchas veces su pulsión por dejar bien impresa su huella estética le termina jugando en contra. Además, con sus juegos narrativos suele transitar un desfiladero muy estrecho entre la simpatía y la canchereada vacía. De ahí que ha entregado films que son pura diversión y espíritu lúdico, como Snatch: cerdos y diamantes o El agente de C.I.P.O.L., pero también películas irritantes como RocknRolla o Los caballeros. Cineasta pirotécnico, Ritchie suele cada tanto pegarse tiros en los pies. Por eso, Justicia implacable -horrible traducción para el original Wrath of man (algo así como La ira del hombre)- es su opus más sorprendente hasta la fecha. De hecho, Justicia implacable parece filmada por un director más vinculado con los estilos de William Friedkin, John Frankenheimer o Michael Mann. Incluso hay elementos relacionados con el cine de Jean-Pierre Melville. Es decir, todos cineastas a los que nunca conectaríamos con el montaje frenético y la estética videoclipera de Ritchie. Sin embargo, ahí tenemos a Jason Statham casi como una reencarnación del Alain Delon de El samurái, otro profesional del crimen frío e imperturbable. Su protagonista se hace llamar simplemente H y acaba de comenzar a trabajar en una compañía de camiones de caudales que transporta millones de dólares cada semana por Los Ángeles. Tanto los demás personajes como nosotros, espectadores, sabemos poco de él, aunque vamos intuyendo que su plan no es simplemente ir de casa al trabajo, y del trabajo a casa. Cuando se da un intento de asalto y H exhibe una destreza inusual para liquidar a todos los atacantes, quedará claro que no es precisamente un tipo común y que sus propósitos son más personales que profesionales. La primera hora de Justicia implacable es realmente muy buena: arranca con una secuencia inicial notable rodada con un plano fijo desde dentro de un camión blindado y sigue con una narración seca y precisa, que se toma su tiempo para presentar al protagonista, los enigmas que lo constituyen y el mundo que se va delineando a su alrededor. Todo es profesionalismo, rudeza, personajes que se explican a sí mismos desde un machismo casi paródico pero a la vez verosímil, con la fisicidad granítica de Statham como hilo conductor. Claro que cuando van quedando un poco más claras las motivaciones de H, el relato empieza a aplicar una serie de giros argumentales mucho más propios del cine de Ritchie. En esos minutos de vueltas de tuerca astutas aunque también antojadizas, la película amaga con irse para el lado de la seriedad impostada al estilo Christopher Nolan. Sin embargo, cuando el film amenazaba con descarrilar, Ritchie recupera el tono del comienzo. Lo hace justo a tiempo, al aproximarse a la resolución, que es la instancia narrativa donde este tipo de thrillers suele fracasar. Los trucos argumentales persisten, pero ya más vinculados a una cuestión identitaria y de códigos que se explicitan desde la acción pura y directa. Entonces, por lógica, Justicia implacable termina arribando a un duelo visceral de concepciones sobre los deberes individuales y grupales, enmarcado en un impactante tiroteo dentro de un espacio cerrado. No hay chiches estéticos, solo furia y sonido, además de un cierre coherente con lo que se narró previamente. Con Justicia implacable, Ritchie entrega una de sus películas más atractivas y la vez menos representativas de su cine, lo cual no deja de ser particularmente interesante: de la nada, cuando menos se lo esperaba, el realizador nos muestra un rostro que no conocíamos. ¿Estuvo siempre ahí? Es una pregunta que vale la pena hacerse.
Texto publicado en edición impresa.
“Justicia implacable” de Guy Ritchie. Crítica. Otra de Statham. La venganza no es buena mata el alma y la envenena decía Don Ramon. Este jueves 26 de agosto llega a los cines de todo el país “Justicia implacable”, la última película del director Guy Ritchie. Un thriller lleno de acción y un gran elenco, encabezado por el actor fetiche de Ritchie, Jason Statham. Holt McCallany, Josh Hartnett y Scott Eastwood son algunos de los otros actores de renombre. Dicen que la venganza es un plato que se sirve frío, para Guy se sirve lleno de testosterona y plomo. El robo de un camión blindado es el puntapié inicial de toda la historia. Tiempo después de este suceso, H se une a las líneas de la misma compañía que maneja los camiones de caudales. Al avanzar los días H demostrará a sus compañeros que está más que calificado para el puesto y que no está ahí solamente por el sueldo. H busca cruzarse con los ladrones del inicio por un conjunto de razones que, ingeniosamente, la película nos irá revelando a cuentagotas. Uno de los protagonistas invisibles del audiovisual, es el montaje. Este juega un papel fundamental en el desarrollo de la trama, ya que divide la historia por capítulos, los cuales irán atrás y adelante en el tiempo. Lo cual permite ir manejando la información que recibe el espectador habitualmente, tratando de mantener el suspenso hasta el momento del clímax. Un recurso al que el director ya echó mano en anteriores proyectos. Algo a tener en cuenta en esta película es que es extremadamente masculina, músculos, cerveza, autos y trajes, sobresalen de cada pixel de la pantalla. Las feminidades brillan por su ausencia en un rol que realmente tenga peso en la trama. Se cuentan con la palma de una mano, dos madres, una recolectora de información y una guardia de camión. Apenas son meras entregadoras de información y no mucho más. Al parecer en el mundo del crimen de Los Ángeles y la seguridad de caudales no hay ni ovarios ni tetas. Los diálogos, actuaciones y secuencias de acción están correctas dentro de los estándares de los thrillers policiales. No sobresalen, pero tampoco hacen que el espectador sienta que está perdiendo el tiempo. Además sucede un caso, no tan extraño, donde el protagonista (Jason Statham) le roba la película al director (Guy Ritchie). Si bien la diestra mano de Ritchie hace que no sea “una de esas películas malas de Statham”, con el tiempo el público general la etiquetará como, “esa peli donde Statham está bien”. “Justicia implacable” se convierte en otra película del medio de Guy Ritchie. Lo cual por autonomía hace que sobresalga apenas de la media de películas del mismo tipo, pero que se encuentra muy lejos de aquel Ritchie ultraviolento y satírico que tanto enamoró a los espectadores. La vara siempre se pone más alta para quienes han generado productos de calidad con anterioridad, lo que hace que cada cosa nueva que hagan este corriendo siempre para alcanzarla. Y si bien las expectativas son altas, cuando se alcanzan o se superan, los resultados son magníficos.
Guy Ritchie está de vuelta con su actor fetiche pero olvídense de lo que han visto hasta ahora de las colaboraciones entre Guy Ritche con Jason Stratham como Snatch: Cerdos y diamantes o Juegos, trampas y dos armas humeantes. Justicia implacable es una remake de la película francesa –Asalto al camión del dinero (2004), de Nicolas Boukhrief-, para el que el director se olvidó de muchas de sus marcas de autor con las que conquistó al público desde sus primera películas. Es cierto que llamar autor a Ritchie puede sonar exagerado porque a lo largo de su carrera alternó proyectos personales con películas claramente tomadas por encargo, pero ese balance entre lo propio y las que dirigió atendiendo a su parte mercenaria, le han asegurado cierto público fiel y por supuesto, no podía ser de otra manera, también le ha asegurado una buena cantidad de odiadores. El comienzo de Justicia implacable es una impactante escena en la que se produce un robo a un camión de caudales, la apertura es impecable pero el espectador lo ve todo desde el punto de vista de los dos guardias de seguridad que manejan el camión. Después vienen los títulos de apertura y lo que nos presentan es a un hombre que entra a la empresa de camiones que fue asaltada como un empleado más. Patrick Hill (Jason Stratham) es claramente un profesional del tema seguridad y aunque pasa los exámenes para conseguir el trabajo, el puntaje es ajustado, bah, aprueba raspando, aunque el espectador se da cuenta que Hill está sobrecalificado para el trabajo. Hill está allí por algo más, pero habrá que avanzar en el relato para que se vaya sabiendo qué es lo que se trae entre manos que un personaje de estas características haya entrado a un trabajo que claramente no está a la altura de su capacidad. El relato está construido en base a distintos capítulos que van y vienen en el tiempo para armar el puzzle que explique la historia en toda su dimensión. Hill está allí para hacer justicia porque en el asalto del comienzo hubo una víctima accidental, un daño colateral. La historia tiene otras vueltas de tuerca y pistas que no vamos a revelar para no arruinar los giros de guión que se van produciendo. Guy Ritchie está de vuelta y parece haberse estudiado todas las películas sobre asaltos que se puedan imaginar, sobre todo la extraordinaria Fuego contra fuego, de Michale Mann. Para poner en pantalla esta historia, Ritchie reunió a un grupo de actores de solidez indiscutible como Josh Arnett, Andy García, Holt McCallami, Scot Eastwood y Jeffrey Donovan, entre otros. Lo mejor que hizo el director británico fue dejar de lado su tono habitual plagado de canchereadas y toques humorísticos y se decidió por el relato serio para lograr una película tensa con grandes momentos de acción y violencia. Si les gusta el género, con violencia y protagonistas duros que juegan al límite, esta es la película ideal para pasar un rato tenso y divertido. JUSTICIA IMPLACABLE Wrath of Man. Estados Unidos / Reino Unido, 2021. Dirección: Guy Ritchie. Intérpretes: Jason Statham, Holt McCallany, Jeffrey Donovan, Josh Hartnett, Laz Alonzo, Raúl Castillo, DeObia Oparei, Eddie Marsan y Scott Eastwood. Guion: Guy Ritchie, Ivan Atkinson y Marn Davies, basado en la película Le convoyeur, de Nicolas Boukhrief. Fotografía: Alan Stewart. Edición: James Herbert. Música: Christopher Benstead. Distribuidora: Digicine. Duración: 119 minutos.
En 2004 se estrenó Asalto al camión del dinero (Le convoyeur, 2004), película del francés Nicolas Boukhrief con Albert Dupontel, Jean Dujardin y François Berléand. Y esa historia es el punto de partida de este film que los ingleses Guy Ritche (coguionista y director) y Jason Statham (protagonista absoluto) rodaron en Los Angeles con resultados más que estimulantes. Ritchie y Statham ya habían trabajado juntos en 1998 en Juegos, trampas y dos armas humeantes y luego repitieron en Snatch: Cerdos y diamantes (2000) y en Revolver (2005), pero Justicia implacable (ay, ese título local) los encuentra casi dos décadas después mucho más maduros, menos pirotécnicos. Estamos en principio ante un típico thriller de robos de caudales, pero con varias vueltas de tuerca y sorpresas que van surgiendo a medida que avanza la narración. El director británico ha demostrado desde siempre un fuerte interés por (y una innegable capacidad para) el thriller, pero aquí se desprende tanto de su hiperestilización y sus regodeos visuales como de su humor negro canchero e irónico para apostar, en cambio, por un relato crudo, seco y potente. Tras una excelene secuencia inicial en la que vemos el sangriento asalto a un camión blindado desde el interior del vehículo (en el transcurso del film lo volveremos a apreciar desde otras perspectivas para entender la situación completa y sus múltiples implicancias), el protagonista, H (Statham), un tipo “duro” y lacónico, ingresa a una empresa de segurida llamada Fortico, que en sus camiones transporta cada día decenas de millones de dólares. Y el recién llegado pronto demostrará su capacidad para defender los blindados de distintos ataques armados. ¿Por qué lo hace? ¿Para qué se arriesga si el dinero ni siquiera es suyo? Las respuestas estarán en aquella escena inicial que iremos resignificando. Justicia implacable tiene un mínimo sustento psicológico y ninguna moraleja (de ahí las regulares críticas que recibió en la mayoría de los medios). Es una película sobre profesionales (del robo) hecha por profesionales (del cine). Es clínica y directa, impactante y descarnada en su violencia por momentos extrema, con una narración precisa y alejada de toda demagogia (hay, por momentos, algo de Fuego contra fuego / Heat, de Michael Mann, en la propuesta). Ritchie y Statham, cada uno en lo suyo, saben lo que hacen y cumplen exactamente con lo que prometen. Sí, juntos son dinamita.
Con una toma aérea de Los Ángeles, y una escena que no pasa de los cuatro minutos, inicia Wrath of Man, la nueva película de Guy Ritchie. Vemos lo que sería un día cotidiano en el trabajo de un blindado que trasporta dinero con la cámara al fondo del transporte, apuntando a dos compañeros que charlan sobre el café. Un camión intercede. Aparecen por lo menos cinco ladrones. Rompen la puerta con un serrucho eléctrico. Lanza una granada aturdidora. Se hacen con el dinero. Asesinan a los empleados. Se escuchan más disparos. Pantalla en negro. Ante todo este revuelo, la cámara siempre siguió en el mismo lugar, dándonos el mismo punto de vista. Fuimos espectadores VIP de este hecho. El director, conocido por sus vertiginosas tomas, en esta ocasión elige un rumbo más sereno que mantiene en todo el film. Con esas pistas y este acontecimiento comienza una historia de venganza. Meses después del robo, un hombre con cara de pocos amigos que conoceremos como “H”, interpretado por Jason Statham, comienza a trabajar en una empresa de seguridad de camiones blindados. Su jefe llamado Bullet (Holt McCallany de Mindhunter) lo apadrina desde el primer momento, incluso lo defiende de los chiste y tomadas de pelo de sus compañeros, quienes lo ven como un tipo débil. Algo muy gracioso para espectador promedio que conoce al actor. Temprano descubrimos que esta compañía es la misma que fue asaltada al inicio de la película. También, este misterioso hombre demostrará sus condiciones (casi sobrehumanas) a la hora de defender el dinero. Con una historia llevada con un eficaz ritmo, dividida en capítulos, que va y viene con la línea temporal, empezaremos a entender quién es H y porque está donde está. Guy Ritchie vuelve a trabajar con Jason Statham desde Revolver (2005) casi dos décadas después. El director de inglés de buenos films como Lock, Stock, and Two Smoking Barrels (1998) Snatch (2000), RocknRolla (2008) y ambas de Sherlock Holmes (2009 y 2011), y otros lamentables como King Arthur: Legend of the Sword (2017) y Aladdin (2019), es un amante de las historias del mundo criminal marcadas por un ritmo rápido y llamativo, incluso a veces electrizante. Una vez Martin Scorsese explicó que él ve el mundo como su obra After Hours (1985), todo rápido y agobiante. Probablemente a Ritchie le pase algo parecido con sus demás películas. Sin embargo, en Wrath of Man elije un camino diferente, más maduro. Desde las escenas de acción hasta las explicaciones en la trama toman un camino muy sereno. Es un film construido con planos alineados a la forma de actuar y de ver el mundo de nuestro protagonista. Tomas organizadas, calculadas, lineales y quietas, ejecutadas de manera clínica. Wrath of Man está anunciada a llegar a los cines argentino el próximo 29 de julio bajo el título de “Justicia implacable”, es una cinta que no busca reflexionar sobre el mundo en el que participan estas personas y las decisiones que toman, pero tampoco le interesa realmente la acción por acción, solo busca venganza. Cumplir con el objetivo. Cuenta además con un pequeño plot twist. La participacion de Andy García (en un papel muy a lo Andy García) y otra llamativa del rapero Post Malone. Pero además del gran trabajo de Statham, hay que destacar el papel Scott Eastwood. Es difícil imaginarse al actor encarnado un personaje como el que logra.
Hay por lo menos dos motivos para sentarse a disfrutar Justicia implacable. Uno es que la dirige Guy Ritchie, que cuando se enfrasca en retratar a hampones de bajo fondo, es difícil, pero muy difícil que le salga algo mal. El otro es la presencia de Jason Statham, que a mí me parece que de los héroes o antihéroes o villanos de acción, es de lo más carismático que hay. Como en muchas de sus películas, porque no es que este inglés pelado, de ya 54 años, tenga una capacidad de actuación que asombre, Jason hace de un tipo misterioso. El filme del ex de Madonna arranca con un plano secuencia arriba de un camión de caudales. La charla es casual, trivial, hasta que un camión se cruza enfrente y un hombre con chaleco y una señal de Stop les corta el paso. Son ladrones, fuertemente armados, que se llevarán el botín, no sin antes matar a dos custodios y a un joven inocente. Y cuando meses más tarde Jason Statham, apodado como H, ingresa a esa firma de transportadores de caudales, y apenas pasa raspando la prueba de manejo y tiro al blanco, uno ya se imagina que algo raro hay. No somos los únicos. Un supervisor (Eddie Marsan, habitué en el cine del director de Sherlock y Aladdin) también desconfía de H. Más que nada cuando, al ser víctimas de otro atraco, H no se inmuta, salva a “Bala” (Holt McCallany, sí, el actor de Mindhunter) y deja como un temeroso, por decirlo suavemente, a Dave (Josh Hartnett, a miles de años de Sin City, Pearl Harbor y La caída del Halcón negro). Bueno, H no sufre un solo rasguño y elimina a todos los criminales que le hacen frente. Y sino, los persigue. Y los mata bien muertos. Pero además de un thriller, y de un filme de acción, Justicia implacable (Wrath of Man) es una película sobre el orgullo. Sí, hay algo que motiva a H, y que no vamos a spoilear. Y que hace que Ritchie vaya y venga en el tiempo, salte hacia el pasado y al futuro o presente, contando de nuevo ese atraco del comienzo, y mucho más. De nuevo, la facilidad -algo no muy común ni siquiera en los directores que pisan Hollywood con éxito- que tiene el director de Snatch y Los caballeros: criminales con clase para hacer dialogar a los hampones es fundamental, también, aquí. Y entre los muchos rostros reconocidos que ya nombramos, del lado de los malvados -o los más malos- está Scott Eastwood. Sí, uno de los hijos actores del gran Clint, que es más alto (1,93 m contra 1,80 m del nene) y se diría que más grande en todo sentido, pero verlo en la pantalla hace, irremediablemente, pensar en su padre, por la manera de caminar, sus poses y los gestos. Justicia implacable dura casi dos horas y es un filme entretenido, violento, que tiene muchas vueltas en su trama y que jamás menosprecia la atención del espectador. No suele haber muchos thrillers de acción tan bien filmados, así que bien vale darle, de nuevo, una oportunidad a Ritchie y a Jason.
Justicia implacable representa la segunda oportunidad en la que Guy Ritchie realiza una remake basada en la obra de otro director. El antecedente previo había sido Swept Away, el peor título de su filmografía, protagonizado por Madonna (su por entonces esposa) en el 2002. Una comedia romántica fallida que reimaginaba un clásico del cine italiano de los años ´70 y fue aniquilada tanto por el público como la prensa. Desde entonces Ritchie nunca más volvió a explorar ese género. En su nuevo proyecto abordó nuevamente el concepto de la remake para brindar un gran thriller de acción que se destaca entre las novedades de este año. La película está inspirada en la producción francesa Le Convoyeur (2004), de Nicolas Boukhrief, quien luego fue guionista de Silent Hill. Uno de los artistas que mejor entendió la adaptación de un video juego en el cine. Esta producción, que suele emitirse en la televisión con el título en inglés de Cash Truck, fue una propuesta muy interesante que combinaba el neo noir con la heist movie, centrada en la organización de los grandes asaltos. Una característica especial que hizo sobresalir al film en su momento fue el realismo con el que se describía los procedimientos operativos de las compañías de transporte de caudales. Algo que no tenía antecedentes en el género. Más allá del relato de venganza que presentaba el argumento, el director se metía en la cocina de este oficio donde la tensión es constante debido a la sumas de dinero que trasladan los empleados. En Justicia implacable encontramos un gran ejemplo de cómo debería trabajarse el concepto de la remake. Aunque el contenido de la premisa sigue siendo el mismo, Ritchie no ofrece un burdo refrito de la propuesta francesa sino que construye el relato con un tono diferente. Desde las secuencias iniciales queda claro que el guión estuvo a su cargo y no está ausente el despliegue de testosterona, con los infaltables comentarios sexistas, homofóbicos y todas las fobias que quieran incluir. No hay modo que el cineasta inglés se adapte a los tiempos de la corrección política y el tipo hace la suya a través del circuito independiente. Una particularidad de este film es que no se apega a los elementos cotidianos de realización que solemos encontrar en sus obras. En esta oportunidad dejó a un lado la estética de video clip y edición frenética que suelen acompañar sus trabajos, además de la banda de sonido llamativa y el contenido humorístico, con el fin de ofrecer una propuesta que evoca el estilo de cine de acción que se hacía en los años ´70. En ese sentido el rol de Jason Statham claramente se nutre de esos tipos duros con cara de piedra que solía encarnar Charles Bronson. Dentro de la inevitable comparación con la obra francesa, un aspecto donde la remake supera a la original reside en el grado de tensión que le aporta Ritchie a las secuencias de acción y suspenso. La producción original tenía un tono narrativo pausado mientras que la remake cuenta con secuencias más impactantes y cambia varios aspectos del personaje principal. En este caso la trama se vincula al género gánster y el final es diferente, motivo por el cual la remake tampoco cae en el típico refrito hollwoodense. Statham, en su cuarta colaboración con el director se luce también con un rol más dramático que poco tiene que ver con los héroes de acción que encarnó en sus últimos proyectos. Dentro del reparto secundario Holt McCallany (Jack Reacher) y Scott Eastwood son los las figuras que tienen espacio para destacarse y resultan muy efectivos en esta película. Si bien la tensión se desinfla un poco en la mitad cuando Ritchie revela las motivaciones del protagonista, luego el film vuelve a cobrar intensidad con la carnicería que se desata en el clímax. Acción de la vieja escuela, sin abuso pedorro de CGI, cámara lenta y el contenido Plaza Sésamo con lecciones moralistas que son moneda corriente en los estrenos de la actualidad. No inventa nada ni tiene la intención de hacerlo. Justicia implacable es simplemente un thriller de venganza impecablemente filmado que cumple con la función de entretener a través de un sólido exponente del género.
Por fin un Guy Ritchie que se reivindica. Esta vez deja de lado sus manierismos para concentrarse en la narración y mantener la atención del espectador. Jason Statham se carga la mayoría de las escenas sin la necesidad de emitir palabras.
Acción con Jason Statham dirigida por Guy Ritchie El director de “Snatch” se despacha con una producción de acción sólida basada en la película francesa de 2004 “Le Convoyeur” dirigida por Nicolas Boukhrief. El misterioso H (Jason Statham) entra a trabajar como conductor de camiones blindados para una empresa asediada por los atracos. Ante el primer episodio responde con una violencia inusitada que sorprende a jefes y compañeros. ¿De dónde salió este tipo? ¿Qué lo obliga a arriesgarse de sobre manera para cuidar el dinero ajeno? Las respuestas están en la película. Cuando Guy Ritchie deja la pretensión y los efectos especiales de lado, demuestra ser un director interesante, que conoce el bajo mundo que describe. Los personajes, malditos, pecadores y parcos, adquieren carisma y gracia detrás de su mirada. Sin embargo aquí no hay rasgos de comedia como en sus primeros films, sino rudeza pura desarrollada tanto en los roles como en la estética de la película. Una fortaleza también trasladada a la puesta en escena, donde brillan los hombres de pocas palabras y frases matadoras, duros como los camiones blindados que manejan, armas pesadas y códigos de conducta puestos al límite. Toda una estética SWAT de principio a fin. El sonido es fundamental en darle el espesor al relato, marca el detalle de las balas saliendo de los cartuchos y también la opacidad de los impactos sobre los chalecos y carrocerías. Sin embargo, Justicia implacable (Wrath of men, 2020) resulta un atractivo relato gracias a las vueltas de narración fragmentada y en capítulos, no necesariamente ordenados. La razón del orden son los puntos de vista desde el cual se cuenta el mismo hecho: el atraco a un camión blindado que depara en un asesinato a sangre fría involuntario. La trillada historia de venganza personal se revitaliza con este recurso narrativo. La información se dosifica y provoca alguna que otra sorpresa en el argumento. Ahora la pregunta es ¿estamos frente a un film de Guy Ritchie o una trama de acción corporal protagonizada por Jason Statham? Podemos entrever que Statham se antepone a Ritchie, pero uno le da al otro la potencia que necesita. Podemos concluir que estamos ante la mejor película del actor de El mecánico (The Mechanic, 2011) en mucho tiempo, y la mejor versión de un Ritchie “controlado” en función de contar bien la historia.
La primera escena de este nuevo film de Guy Ritchie (Snatch: cerdos y diamantes) muestra el robo a un camión blindado desde el punto de vista fijo de lo que parece una cámara de seguridad mal encuadrada en el interior del furgón. Esta aproximación minimalista a una escena de acción resulta novedosa, en particular en una película del habitualmente maximalista Ritchie, quien suele usar todo el arsenal de efectos a su disposición, como jump cuts, congelados, intertítulos con mucho diseño gráfico y más, para expresar su mensaje que es “mírenme, acá hay un director”. Siguiendo el tono establecido en ese inicio, esta película va en sentido contrario del resto de su filmografía: baja abruptamente el nivel de exhibicionismo y pirotecnia audiovisual para concentrarse en la historia y sus personajes. Aunque hace tiempo que no tiene la vitalidad que mostraron sus primeros trabajos, finalmente Ritchie llegó a la mediana edad y eso no es una noticia del todo mala. Su estrella habitual Jason Statham interpreta a H, el nuevo empleado de una transportadora de caudales que a lo largo del metraje sufre tantos robos que no se entiende por qué alguien la contrataría. H pasó el psicofísico con lo justo y no parece especialmente ducho en el manejo de armas de fuego, aunque carga con una intensidad que indica que bajo esa máscara de estudiada mediocridad hay algo más. Cuando en su primer viaje en un blindado sufre el ataque de una banda delincuentes, no solo salva a sus compañeros y la totalidad del dinero, sino que ejecuta a los seis malhechores con disparos quirúrgicos. Desde ese momento, el relato se mueve libremente en el tiempo para establecer la historia y las verdaderas motivaciones del personaje, al punto de que vuelve varias veces sobre las mismas situaciones desde distintos puntos de vista (y la curiosa escena inicial cobra un nuevo sentido que la justifica). Aunque se nos dice que se trata de una remake del film francés Asalto al camión del dinero (2004), estilísticamente la película es mucho más deudora de la severidad monocromática de Michael Mann en la similar Fuego contra fuego. Ritchie maneja su relato laberíntico con mano firme, pero la necesidad de reiterarse para buscar claridad y ubicarnos en el laberinto hace que la narrativa no siempre fluya. No hay aquí mucha lógica interna ni personajes complejos sino apenas otra aparición del frecuente tropo de la venganza de proporciones bíblicas que, a su modo mecánico, primitivo y brutal, resulta muy satisfactorio.
Lo clásico no falla "Justicia Implacable, 2021. Nuevo largometraje de Guy Ritchie, que repitiendo recetas y sin salir de su estilo, atrapa al espectador hasta el final." Después de una emboscada mortal en uno de sus autos blindados, la empresa Los Angeles-Fortico Securities contrata a un misterioso empleado: Patrick Hill (Statham), quien llega a ser conocido simplemente como “H”. Inicialmente parece ser un tipo tranquilo, con la cabeza baja, quien está allí para trabajar, ganarse la vida y quien aprende el negocio por parte de su amigo Bullet (Holt McCallany). De pronto, cuando ambos se convierten en el objetivo de un intento de robo, se revelan las formidables habilidades de H: no solo es un tirador experto y extraordinario en el combate cuerpo a cuerpo: H es despiadado y letal. El guion es predecible y literal, sin embargo de correcta factura. Las interpretaciones, no cuentan con gran profundidad, quizás por falta de tiempo o la forma de estructurar el relato. Es para resaltar la banda sonora, que nos va guiando por el relato, generando tensión en los momentos adecuados y mostrando qué se puede expresar además a través del sonido. "Si bien, el director es recurrente en su narración, el relato funciona. Sin muchas sorpresas, entretiene y nos saca por un rato de la realidad."
Guy Ritchie («Snatch», «Lock», «Stock and Two Smoking Barrels») parece haber encontrado nuevamente el rumbo en este film, en el cual se pueden vislumbrar algunos aspectos que vimos en sus comienzos y que lo catapultaron a la fama. El director de origen británico prácticamente desde «RocknRolla» (2008) que no encara una película personal o al menos una basada en una idea original que no se desprenda de la literatura, alguna franquicia o programa de televisión. Si bien podemos ver que hubo un intento reciente por volver a los orígenes con «The Gentlemen» (2019), Ritchie estuvo casi una década realizando grandes producciones por encargo, como las películas de Sherlock Holmes, la remake de «El Agente de C.I.P.O.L» (2015), su pobre aproximación a la leyenda de «El Rey Arturo» (2017) y la versión live action de «Aladdin» (2019). Si bien este film está muy libremente basado en una película francesa de 2004, en él podemos distinguir cierta personalidad o actitud donde Ritchie vuelve a demostrar su talento como narrador. Igualmente, estamos ante una obra que a simple vista podría haber sido dirigida por cualquier director, ya que no presenta un sello distintivo o un signo autoral claramente reconocible como si pasaba en «Snatch» (2000), en su ópera prima o incluso en «RocknRolla», pero sí estaremos ante un relato sólido, con un protagonista bien definido, una trama interesante y unas escenas de acción a puro ritmo y frenetismo. El largometraje sigue a la figura enigmática de H (Jason Statham, que había trabajado previamente en dos oportunidades con el director), un tipo rudo que se incorpora como guardia de seguridad a una empresa de camiones blindados. En plena rutina laboral su camión de caudales sufre un intento de robo y logra demostrar su poder y frialdad para deshacerse de los ladrones. En ese momento su jefe, y varios de sus compañeros, entre ellos Dave (Josh Harnett) y Bullet (Holt McCallany), se quedan sorprendidos y preguntándose realmente cuál es su pasado y experiencia. Algo que más temprano que tarde terminaran descubriendo ya que H tiene algunas ideas en mente. Por momentos heist movie, por momentos thriller de acción, el film se desenvuelve con un tono más oscuro al que nos suele tener acostumbrados el director y con un estilo más solemne sin su habitual despliegue técnico y visual impactante. Probablemente, Ritchie buscó una crudeza más realista que lo aleje un poco de lo que venía haciendo para sorprender por medio del mismo relato, sus giros y los ases que guarda bajo la manga que se develan poco a poco con la estructura que va y viene en el tiempo, entre pasado y presente, revelando algunas cuestiones del protagonista y tomando distintos puntos de vista de varios personajes. Si bien hay algunos momentos anticipables, la película comprende un viaje sumamente entretenido y disfrutable. «Wrath of Men» es una película que vuelve a mostrar a Guy Ritchie en gran forma, por medio de un relato atrapante que mezcla película de atracos, con revenge thriller y el cine de acción. Un film que se nutre de la visión del director (así como también de su vuelta al género que mejor le sienta) y de su colaboración con un Statham que sigue explotando su faceta de héroe/antihéroe de acción, pero en esta oportunidad, en un relato con más cabeza que fuerza bruta.
La dupla formada por Guy Ritchie y Jason Statham aparece nuevamente en este thriller policial neo-noir. Después de "Juegos, Trampas y dos Armas Humeantes" (1998), "Snatch, Cerdos y Diamantes" (2000) y "Revolver" (2005) Ritchie convocó nuevamente a Statham para la remake de la película francesa “Le Convoyeur” ("Cash Truck", 2004) dirigida y escrita por Nicolas Boukhrief. Aquí se traduce como "Justicia Implacable" ("Wrath of Man"). El guion de Ivan Atkinson, Marn Davies y Guy Ritchie no es lineal, sino que tiene saltos temporales que hacen que el espectador tenga diferentes miradas sobre los hechos que involucran a Patrick Hill, apodado "H" (Statham). H comienza a trabajar en "Fortico Security", Empresa transportadora de dinero. Su instructor, "Bullet" (Holt McCallany) es el responsable de presentarle a sus compañeros entre quienes se encuentran "Dave" (Josh Hartnett). H es frío y misterioso, no llegó para hacer amistades; su objetivo es vengarse de quienes le arruinaron la vida al meterse con su hijo Dougie (Eli Brown). Al frustrar un robo con precisión en su manejo con armas, H se gana la admiración de sus colegas. A partir de allí todo es acción por 120'. El villano que más se destaca es Jan (Scott Eastwood), con un increíble parecido a su padre, el gran Clint. Es cierto que la historia es recurrente, pero el elenco con Statham a la cabeza (confirmado: es uno de los mejores héroes de acción de la actualidad) muy bien secundados por Mc Callany y Eastwood la llevan a otro nivel. Rubros para destacar: la producción, efectos visuales y el montaje de James Herbert. Muy entretenida, vale la pena. @punto_tiff #justiciaimplacable #wrathofman #jasonstatham
Jason Statham y Guy Ritchie se juntan para la venganza La trama sigue a H, un personaje frío y misterioso que trabaja en una empresa de camiones de efectivo, responsable de mover cientos de millones de dólares por Los Ángeles cada semana. Desde el interior de un camión de caudales, vemos como la rutina de dos choferes verborrágicos es interrumpida por un robo que les corta las ganas de hablar. Sin perder el punto de vista del interior del vehículo, escuchamos la radio que alerta la llegada de las autoridades, y por fuera se oyen los disparos y gritos de algo que sale mal, muy mal. Como broche a este prólogo, una intro Bondiana, que recuerda a The Gentlemen, legitima este remake de Guy Ritchie que empieza potente, pero cae paulatinamente dejando un sabor agridulce. Basada en el film Le convoyeur, de Nicolas Boukhrief, esta nueva versión nos pone en los zapatos de Patrick Hill, interpretado por Jason Statham que muestra un porte soberbio e imponente. Hill (llamado H para economizar cancheramente) tras la tragedia que observamos en principio, ingresa a la empresa para ser entrenado por Bullet (Holt McCallany o Tench, de la enorme Mindhunter) y así convertirse en el nuevo chofer que la compañía necesita. Desde el inicio percibimos la oscuridad de H; tiene algo que esconder, y no solo por la mirada ruda de Statham, sino por el hecho de que la trama se esfuerza en hacernos creer que el personaje miente con su desempeño algo desprolijo. El porqué, como espectadores, no solo sospechamos, sino que sabemos que algo tiene entre manos, puede relacionarse con el problema de castear héroes de acción para papeles que lo son, por más que pretendan no serlo. Algo que no molesta, pero ayuda a disolver la sorpresa. ¿Se acuerdan de Nobody? Sabemos que es de acción, pero ¿Quién se imagina a Bob Odenkirk partiendo madres? No me malinterpreten, la dupla Ritchie – Statham siempre es bienvenida, pero es tiempo de pensar en cómo esto afecta en que el espectador mantenga la intriga. Volviendo a la trama, luego de presenciar diversas secuencias en las que, muy ágilmente, nos deslumbra con su destreza al frustrar diversos robos aleatorios al camión que maneja, descubrimos la verdad sobre este. El porqué está ahí y cuáles son sus intenciones no solo están relacionados con una oscura venganza, sino que la misma está íntimamente relacionada con la escena inicial, y con los actuantes de la misma. Así, la trama se centra en el lado B, pero sin más intenciones que explayar, lisa y llanamente, el plan del robo que se lleva a cabo. Con un montaje confuso, que va y viene en el tiempo, y con una falta de carisma que hace que poco nos importen los nuevos personajes, el choque de ambas historias se transforma en una secuencia intensa, pero poco memorable. Los robos fallidos y las traiciones que llevan a situaciones hilarantes e irónicas son, en definitiva, el cine de Ritchie. Pero en este caso, lo fallido es la búsqueda de la madurez, queriendo adaptar un estilo a una historia que pide lo contrario. Nos reímos, nos indignamos y comprendemos a los grupetes de Lock, Stock … y Snatch, hasta nos dejamos llevar por el relato que Fletcher le vende a Ray en The Gentlemen, esto es por el simple hecho de que los personajes están a merced de la trama, para que esta evolucione gracias a su accionar. En Wrath of Man, la trama subyace a los personajes, haciendo que estos no sean más que los títeres de Ritchie, actuando y moviéndose para que el relato funcione, sin colores ni ruido suficiente. A pesar de esto, la película tiene sus aciertos. La musicalización de Christopher Benstead agrega un ritmo estrepitoso pero marcado, sus compases graves se introducen en nosotros haciéndonos participes de aquella oscuridad omnipresente. La verborragia llena de diálogos un poco superfluos y pretencioso evolucionan en silencios incómodos y susurros cómplices, algo que marca muy bien el tono y la evolución de la trama. La frutilla del postre es Statham, que demuestra una hábil interpretación, corriéndose un poco del lado de héroe indestructible y aproximándose más a un costado reflexivo, dónde este héroe se plantea, sin escapar a su espíritu de venganza, si su accionar fue el que lo puso allí. Wrath of Man es sobre la lucha de depredadores en una jungla de concreto, dónde las palmeras llenas de dinero son golpeadas incesantemente por gorilas que buscan la supremacía y el poder. Una vez más, Ritchie nos muestra las consecuencias de querer joder al jodido, y cómo este, casi como un ente destructor e imparable, se cobra la cuota que le corresponde, y un poco más, para dejar en claro quién manda. No es una película mala, ni mucho menos insoportable. Es un ejercicio en el que brillan cosas, pero muchas otras quedan opacadas por un Ritchie ya maduro, que busca plasmar algo innovador en su filmografía, pero que al mismo tiempo se desespera en volver al lugar que dejó hace décadas.
El director británico Guy Ritchie, con una carrera de films que van de lo simpático y original a lo muy olvidable, vuelve a trabajar con el héroe de acción Jason Statham (como en Juegos, trampas y dos armas humeantes, Snatch: cerdos y diamantes y Revolver) en este thriller ultraviolento que, en principio, parece una de asalto. A un camión de transporte de valores. En una secuencia impresionante que va del suspenso y la tensión insoportable al estallido de violencia con las peores consecuencias. Después de esa intro, el duro de Statham entra a trabajar en la empresa que maneja esos vehículos blindados. Su rol es proteger, con su vida si hace falta, los miles o millones que transportan ahí adentro hacia distintos puntos de la ciudad de Los Ángeles. Aunque parece claro que su única expresión inamovible esconde una agenda secreta. Quién es realmente, porqué está ahí, qué pasó y —sobre todo—, qué está por pasar, son cuestiones que se dirimen en ese principio, donde todo empieza y termina, y al que Ritchie vuelve una y otra vez. Con la sequedad de un policial de la vieja escuela, con un héroe solitario que no confía en nadie, esta película basada en Le Convoyeur, con Jean Dujardin, avanza golpe a golpe, tiro a tiro. Con la melancólica convicción de su protagonista, sin desvíos ni subtramas. Acumulando tensión y manteniendo nuestra atención plena durante sus intensas dos horas. Hacia un desenlace consecuente: que prescinde de toda complacencia y no concede a ninguna corrección política.
Fría venganza. Dice el axioma que muchas veces menos es más. Y eso se respira al entrar en contacto con este nuevo opus de Guy Ritchie, Justicia Implacable, que cuenta con el protagonismo total de un Jason Statham en un rol que le sienta a su perfil de actor de películas violentas y despliegue físico, aunque sin el frenético ritmo del video clip al que nos tenía acostumbrados el director de Snatch, cerdos y diamantes. Menos vértigo, menos parafernalia visual, hacen de esta historia de atracos, violencia y venganza un entretenido film y en el que la concentración de Ritchie en el relato y sus personajes frena sus ansias de exhibicionismo y ombliguismo de otras películas. Eso no quiere decir que vuelva a apelar al recurso de la fragmentación del tiempo para ir y venir, a medida que desarrolla el camino de redención o venganza de nuestro antihéroe. Depende del ojo con el que se quiera ver, este policial duro que por momentos desde la propuesta minimalista trae recuerdos de estilos de policiales de antaño.
Amarga venganza Justicia Implacable (Wrath of Man, 2021), el último film de Guy Ritchie, un director que deslumbró en sus dos primeras obras con su estilo rudo, su mezcla de crimen y comedia y sus logradas escenas de acción para luego perder la frescura repitiéndose hasta llegar a una anodina redundancia, se adentra en las traicioneras arenas de la venganza lisa y llana como motor de una trama inspirada en el film francés Le Convoyeur (2004), dirigido por Nicolas Boukhrief y escrito por éste junto a Éric Besnard. El film de Ritchie consta de cuatro capítulos y comienza con un violento robo armado por parte de un grupo comando disfrazado de trabajadores de la construcción que abordan un camión blindado de caudales y terminan matando a los agentes de seguridad que lo custodian. Cada capítulo revela información que va construyendo una narración en cadena que conduce al predecible final. Después del robo la película sigue a un hombre taciturno y recio, H (Jason Statham), que empieza a trabajar como agente de seguridad para una empresa de transporte de caudales en Los Ángeles, Fortico. A pesar de su actitud displicente y sus calificaciones ajustadas en el entrenamiento, H parece estar bastante seguro de sí mismo y tener una agenda secreta respecto de su reciente trabajo, por lo que sus compañeros sospechan de sus motivos. En uno de sus viajes un grupo intenta asaltar el camión pero los asaltantes son duramente reprimidos y ejecutados por H, que se convierte en una inspiración para sus alicaídos compañeros. En cada capítulo nueva información será revelada sobre el pasado de H, que no es quien parece y esconde una secreta misión de venganza contra quienes asesinaron a su hijo en el atraco de la escena inicial. La estructura del relato es muy similar a la del film de Nicolas Boukhrief, especialmente en las escenas clave de la narración, pero a diferencia de Le Convoyeur, Ritchie elige el camino de remarcar todo el tiempo la dureza de su personaje principal como su atributo más preciado, una especie de exacerbación hasta el ridículo de las características de los últimos films protagonizados por Liam Neeson como tipo recio, pero aquí llevado a un paroxismo poco creíble. En Le Convoyeur el protagonista es un financista que busca venganza por el asesinato de su pequeño hijo y logra realmente convertirse en uno más de los agentes de seguridad a pesar de su inexperiencia, mientras que en Justicia Implacable H es un sociópata que ni siquiera intenta entablar una conversación con sus compañeros. Por otra parte, en el film francés hay una construcción de los personajes secundarios verdaderamente maravillosa y un gran desarrollo del contexto social, mientras que en el film de Ritchie tan solo se hace hincapié en que la banda de asaltantes es un batallón de ex soldados que han retornado de Afganistán y buscan hacer valer su experiencia en la única profesión posible para un ex soldado en un país atiborrado de psicópatas armados, el crimen. Ritchie presenta un mundo de organizaciones criminales que se disputan el botín de los camiones blindados cuyo equilibrio es roto por la introducción del nuevo equipo liderado por el Sargento Jackson (Jeffrey Donovan). Statham se dedica a lo que sabe, poner cara de tipo duro sin mover un músculo durante toda la película y resucitar después de que lo batan a tiros varias veces para completar su venganza contra el eslabón más débil de la cadena, el más psicópata del grupo de ex soldados psicópatas encantados con la idea de asaltar camiones de caudales como si todo su entrenamiento militar fuera una preparación para crear una organización criminal cuyo sueño final es vivir una vida holgada sin trabajar, propaganda del sueño americano metamorfoseada en pesadilla. El resto del elenco cumple en un film desparejo que cuenta con las actuaciones de Holt McCallany, Scott Eastwood, hijo de Clint, y hasta Andy Garcia, que tiene un papel completamente innecesario. Si bien Ritchie vuelve aquí a las bases de su filmografía más personal, la adaptación del clásico de Disney, Aladino (Aladdin, 2019), y su versión de la leyenda del Rey Arturo, King Arthur: Leyend of the Sword (2017), golpearon categóricamente una carrera que desde Revolver (2005) no había logrado encontrar completamente su norte para sobresalir como lo habían hecho sus dos primeros films, los geniales Lock, Stock and Two Smoking Barrels (1998) y Snatch (2000). Sin duda alguna lo mejor de la propuesta es la música de suspenso de Christopher Benstead, que ya había compuesto la partitura de The Gentlemen (2019), el film anterior de Ritchie, y que aquí logra crear una sensación de desasosiego y rescatar la tensión en un film demasiado predecible, sin ideas, que tan solo demuestra que el director conserva sus dotes narrativas pero aún tiene pendiente reencontrarse con su mejor versión. El guión de Ritchie junto a Ivan Atkinson y Marn Davis arma una historia de grupos mafiosos que se enfrentan entre sí como un “toque norteamericano” agregado a la trama de Le Convoyeur que conforma el esqueleto del film. Statham compone a un enajenado propuesto más como una máquina cercana a la interpretación de Arnold Schwarzenegger en Terminator (1984) que a un padre que busca venganza por el asesinato de su hijo. Statham ya estaba encasillado en este tipo de papeles de hombre parco pero aquí pareciera ser un androide que cumple órdenes en un film donde la trama tiene muchos baches y ad docs, que solo en parte son ocultados por la acción. Tampoco hay un buen desarrollo de los personajes secundarios y además nos topamos con un par de escenas demasiado explícitas y grotescas que desnudan el desinterés total de los empresarios por los trabajadores. Justicia Implacable es una mezcla de cine negro, caper y periplo de venganza que intenta homenajear sin demasiado tino al realizador francés Jean-Pierre Melville, director de clásicos como Le Samouraï (1967) y Le Cercle Rouge (1970), que cumple con su misión de entretener un rato con una historia simple y un personaje rudo, pero que carece de ideas y diálogos y se dedica a repetir lo que otro film ya había hecho mejor sin agregarle nada más que un par de críticas a la locura del sistema norteamericano de fabricar psicópatas armados.
El director Guy Ritchie vuelve a la pantalla grande de la mano del gran Jason Statham para presentarnos el estreno de la semana: “JUSTICIA IMPLACABLE”. Si te gustan las pelis de acción, persecución y suspenso, te aconsejamos que vayas sacando tu entrada en el cine más cercano. H (Jason Statham) se caracteriza por ser un hombre misterioso y de pocas palabras. Luego de ser contratado por una compañía de transportes blindados como personal de seguridad, despierta la atención de muchos de sus compañeros al demostrar la enorme habilidad y valentía que maneja con los armamentos, estableciendo de esta forma un gran enigma sobre quién es él y de dónde viene realmente. Luego del lanzamiento de “The Gentlemen’’, la –hasta ahora- última entrega de Ritchie, podríamos afirmar que el nivel de expectativas que giraba alrededor de este largometraje jugó un papel bastante importante a la hora de exponernos ante esta nueva experiencia. Sin entrar demasiado en comparaciones, podemos notar como la esencia del director continúa vigente, por ejemplo, al mantener su brillante estilo en la narración de la historia. Los giros argumentales y la manera en la que se nos dispone la información presentan la misma singularidad a la que Guy nos tiene acostumbrados. Sin embargo, no puedo evitar sentir que en este film no encontré el mismo nivel de frescura y dinamismo que me impresionó en varias entregas anteriores. Enfocándonos puramente en esta producción, podemos decir que la propuesta que se nos plantea está totalmente cumplida. Uno de los puntos más fuertes que nos regala esta obra son las secuencias de enfrentamiento, persecución y acción, en donde la técnica del montaje, los efectos y las coreografías cumplen de manera íntegra para entregarnos un resultado de muy buena calidad. La película posee el impacto necesario como para mantener al espectador interesado en el ambiente que se logra construir en la pantalla. El protagonismo de Jason Statham es otro de los puntos clave que podemos destacar de este film. La naturaleza del personaje que interpreta parece haber sido creada únicamente para ser tomada por él, y eso convence de manera descomunal. Una vez más, Jason demuestra ser un profesional con muchos años de experiencia en este género y podríamos decir, incluso, con su propio estilo de personaje: un antihéroe, frío, estratega y habilidoso que está dispuesto a enfrentarse a cualquier peligro. Al igual que la mayor parte de la filmografía de Ritchie, se trata de un film con pura presencia varonil. Estamos frente a una película que nos ofrece un contenido de calidad, y una producción que dentro de su género logra diferenciarse del resto gracias al gran trabajo y visión de su director, quien afortunadamente no permitió que el producto caiga en un lugar corriente y primario. “JUSTICIA IMPLACABLE” es una muy buena opción si estás buscando una dosis de suspense, osadía y fuerza plasmada en pantalla grande. Por Milena Orlando
JANSON STATHAM SE TRANSFORMA UNA VEZ MÁS EN UNA MÁQUINA DE MATAR Guy Ritche demuestra una vez más que es un buen artesano, pero esta vez sin humor y sin sorpresas. Lo que antes se veía como toques de audacia estilísticas y mucha ironía hoy es un frío film de violencia desatada que pone en la venganza de un hombre muy enojado, el motor de toda la acción. Jason Statham construyó su carrera con héroes volcánicos pero en un envoltorio de hielo. Le fue muy bien, aquí hace lo suyo. En el argumento es un candidato a trabajar en una empresa de transporte de caudales, pasa las pruebas con lo justo y es apodado “hache”. Rápidamente se transforma en héroe y vengará la muerte de dos guardias. Después con retrocesos en distintos tiempos se sabrá que lo guía una venganza implacable que lo transforma en una suerte de máquina de matar. Esta nueva sociedad del director y el protagonista ( ya estuvieron juntos en “Juegos, trampas y dos pistolas humeantes”, “Snatch, cerdos y diamantes” y “Revolver”) los muestra en aceitada colaboración para la acción dura e implacable, género que sin dudas tiene muchos adeptos. Con su carga de adrenalina y la impecable realización técnica, el entretenimiento funciona pero es una rutina en un lujoso envase. No mucho más.
El mundo del crimen y las consecuencias detrás de las acciones que tomamos Los primeros minutos de Wrath of Man acontecen en un plano filmado únicamente desde la bóveda de un camión blindado y captan el violento asalto del vehículo tanto en su interior como en su exterior, observándose este último de manera confusa desde una pequeña parte del parabrisas del furgón. A su vez, el sonido fuera de campo indicará que el atraco no salió como se esperaba. Tras los sucesos en cuestión y unos atractivos créditos, propios a los que Guy Ritchie suele acostumbrar, el primer intertítulo (la película está dividida en tres capítulos) presenta a H (Jason Statham, en su cuarta colaboración con el realizador británico), un frío hombre que está a punto de ser contratado en Fortico Securities, la empresa de seguridad de la que dependía la furgoneta asaltada al inicio de la película. Luego de pasar con lo mínimo un examen de aptitudes a cargo de su superior directo, Bullett (Holt McCallany, el agente Bill Tench en Mindhunter), H es efectivamente contratado, pero, tanto su comportamiento como una serie de nuevos asaltos que sufrirán los camiones de la compañía indicarán que no es precisamente quien dice, o al menos, demuestra ser. Sin muchos preámbulos, desde el momento cero se presume que H está en Fortico por algún motivo en especial que excede el interés laboral. Ni siquiera le importa disfrutar de los créditos recibidos por su inesperada implacabilidad -o sociopatía- para la protección de los furgones, que lo convertirán en un baluarte irremplazable para el dueño de la empresa, que hasta ve en él una seductora posibilidad de merchandising. De hecho, el humor casi involuntario que posee la película gira alrededor de ciertos estereotipos que se construyen alrededor de este tipo de compañías y su personal, tan presumiblemente reo como inefectivo a la vez. Por ejemplo, el conductor de los camiones, Boy Sweat Dave (el remador Josh Harnett, con una nueva resurrección cinematográfica), muta entre un aparente “tipo pesado”, un cobarde incapacitado y, finalmente, un aspirante a la más hilarante redención, casi percibiéndose que Ritchie fue quien mejor entendió que la posibilidad de que Harnett sea un héroe de acción, tal como se pretendía durante los primeros años de este milenio, era imposible. En efecto, el desarrollo de la película se vale fundamentalmente en develar las motivaciones de H, y es a través de ese eje donde se encuentra uno de los puntos fuertes de Wrath Of Man, que, mediante una narración fragmentada en constantes retrocesos y avances en el tiempo, y solo con mínimas confusiones a raíz de algunas idas y vueltas un tanto excesivas, logra mantener el suspenso notablemente, aún a pesar de la previsibilidad que podría llegar a tener el conflicto. De esa manera, todas las líneas temporales se unifican en un explosivo tramo final con todo lo esperable y necesario en este tipo de propuestas. Por otra parte, amén de que la película no descubra nada nuevo en el subgénero de las heist movies, resulta un consuelo que el director se haya desprendido de los abundantes caprichos artísticos que arrastraron los últimos años de su filmografía, decididamente acumulados en la abrumadora Los caballeros (The Gentlemen, 2019), donde Ritchie demostraba sin escrúpulos la autosatisfacción que le producían los films más icónicos de su carrera, con un guion casi reciclado y llevando al extremo la estilización pop de gangsters más preocupados por el outfit cool que por sus delictivos negocios. Contrariamente, aquí Richie evita caer en cualquier edulcoración invasiva que pueda esperarse según su registro, reinventando su estilo mediante la misma influencia del cine negro clásico que lo consagró y dejando de lado todos aquellos vicios que apagaron su frescura, principalmente mientras se dedicó a filmar con los grandes estudios. Hasta se podría decir que esta “independencia” no solo parte de la propia sombra del director sino también del confort que parece haber encontrado el cine de acción desde el poderoso fenómeno John Wick, referencia indiscutible al día de hoy para gran parte de las películas del género. Sin lugar a dudas, con Wrath Of Man no estamos ante una obra donde el desarrollo de los personajes ocupe algún tipo de peso (la frialdad e inexpresividad de Jason Statham ha llegado a niveles tan absolutos como su presencia en la película), pero tal como lo ha hecho Ben Affleck con Atracción peligrosa (The Town, 2010) o el debutante Christian Gudegast con El robo perfecto (Den of Thieves, 2018), Ritchie otorga otra más que correcta heist -y a su vez revenge- movie contemporánea carente de efectismos vulgares, pero no por ello ajena a un solvente entretenimiento para cualquier tipo de público.
Guy Ritchie es un director al que le ha costado sostener cierta coherencia en sus trabajos. Ha tenido grandes títulos («Snatch», «RocknRolla»,»Lock & Stock») y otros, muy flojitos. Pero sí debo reconocer que genera buenos escenarios en términos de oscuridad y violencia y su manejo de cámara es vertiginoso y crudo. Esta «Wrath of man» está en esa línea. Un volver a una línea directa, sencilla (¿modesta?) de cine sólido de acción, duro y áspero. Esta vez no estamos en Inglaterra (donde Ritchie ya ha jugado este juego) y tampoco es su idea original («Justicia implacable» es una remake de un film francés llamado «Le Convoyeur» del 2004). Sin embargo, la estrategia de que protagonice Jason Statham resuelve y direcciona mucho del espíritu de la cinta. Sabemos que esperar y en eso, Ritchie no se guarda nada. El guión no ofrece demasiada sorpresas, más allá de que va y viene en el tiempo para reconstruir la historia de «H» (Statham) un hombre parco, preparado y hábil en lo suyo, que se integra al equipo de seguridad de una empresa transportadora de caudales. Dicha empresa, está atravesando algunos problemas ya que parece asediada o «marcada» por gente muy profesional… H tiene una poderosa razón por integrar el cuerpo de vigiladores y a medida que la historia avanza, entenderemos las razones que lo llevaron a ponerse en ese lugar. «Wrath of man» funciona muy parecido a otras historias similares de atracos a camiones blindados pero en particular, aquí encontraremos un nivel de ferocidad en cada intercambio entre fuerza de seguridad y ladrones, profundo y constante. A cada paso del camino, encontramos poco diálogo, mucho gesto adusto y llegado el momento, una lluvia de balas feroz que se suman a una respetable cantidad de combates cuerpo a cuerpo, a la vieja usanza. Ritchie lleva el ritmo con soltura, no es una función continuada de cuerpos apilandose uno sobre otros en cantidades industriales pero tiene lo suyo. Statham demuestra que su fina ironía inglesa, puede funcionar bien en films como «Hobbs & Shaw» pero cuando vuelve a su registro «histórico» sólo termina ofreciendo un perfil físico, desprovisto de matices, que es lo que aquí sucede. En síntesis, este es un film de acción. Quizás pausado en algún tramo, lento pero metódico, y que cobra vuelo sólo en el tramo final, donde la espectacularidad gana la pantalla y permite a Ritchie terminar con saldo positivo esta nueva excursión cinematográfica. Nada nuevo bajo el sol pero si la acción es tu género, esta es una propuesta válida, sin dudas.
Justicia implacable es la última película de Guy Ritchie, en la que vuelve a trabajar con Jason Statham, en un thriller donde interpreta a un empleado de una empresa de transporte de caudales en busca de venganza. Y completan el elenco Josh Harnett, Andy Garcia, Holt McCallany, Jeffrey Donovan y Scott Eastwood entre otros. El guión de esta película, escrito también por su director, está estructurado en diferentes capítulos, cada uno de ellos con su respectivo título, para que el espectador pueda ubicarse en una historia relatada en forma no lineal, ya que el comienzo de esta se encuentra en el segundo acto. Lo que permite también ver el asalto a un camión blindado desde el punto de vista de diferentes personajes, cuyas causas y consecuencias son fundamentales para el desarrollo de una trama que es necesario no revelar, ya que el misterio juega un papel fundamental. Lo primero que vale destacar de esta película es que su director reduce a la mínima expresión su estilo narrativo característico, y es así como en lugar de trucos de edición propios del videoclip vemos una puesta en escena funcional al relato. Y aunque recurre al montaje paralelo y adelanta escenas con el objetivo de explicar lo que ocurre, otra de sus marcas autorales, lo hace de forma ordenada, y si bien resulta innecesario, no ralentiza la acción dramática como en otras películas suyas. Un párrafo aparte merece Jason Statham, un duro del cine de acción cuya inexpresividad es ideal para construir a este enigmático personaje, un caso similar al de Charles Bronson en Erase una vez en el Oeste. Porque ubica al espectador en el punto de vista del resto de los personajes, sospechando que ninguno es quien dice ser en realidad. En conclusión, Justicia implacable es la mejor película de Guy Ritchie, porque abandona su estilo narrativo en función de la historia, haciendo un buen manejo del misterio y el suspenso que mantiene activo al espectador. Y aprovechando también a Jason Statham, en un papel adecuado para él, que le permite lucirse en las escenas de acción, convirtiéndo así en un producto disfrutable de principio a fin. Esta review fue publicada tambien en la pagina El oscarologo, oscarologo.com.ar el 30/05/2021
"Justicia implacable", con Jason Statham: a los tiros. La nueva película del realizador de "Snatch" propone un juego de gatos y ratones criminales donde nadie tiene las manos limpias de sangre. El equívoco como marca de nacimiento artístico. Con Juegos, trampas y dos armas humeantes y Snatch: cerdos y diamantes, dos películas inmensamente sobrevaloradas, nacía el concepto del Guy Ritchie autor, apreciado por algunos espectadores y críticos como una suerte de Tarantino británico. Su propia filmografía se encargaría de derrumbar el mito, alternando películas de raigambre original (Revólver, la reciente Los caballeros) con reinvenciones poco afortunadas de hitos pretéritos como Aladdín, Sherlock Holmes y El agente de C.I.P.O.L., usualmente atravesadas por los mil y un chirimbolos narrativos y formales. El cine como show-off técnico, sin alma pero siempre al palo. Justicia implacable es un remanso en la obra del ex de Madonna, un ejercicio casi clásico, al menos para los parámetros del realizador. Basada en el film francés de 2004 Asalto al camión del dinero, se trata, en parte, de una relectura del cine de ladrones endurecidos que siguió al noir clásico, con títulos como Mientras la ciudad duerme y, en particular, Casta de malditos como padrinos conscientes o inconscientes. Que Ritchie está un poco más relajado queda claro en la primera secuencia: sin cortes de montaje ultra rápidos, sin encuadres “ingeniosos”, sin diálogos irónicos, la cámara queda clavada en la parte trasera de un camión de caudales mientras el fuera de campo –aquello que apenas se adivina en las fronteras del cuadro, los gritos, los disparos– completa la idea de lo que está ocurriendo. Algunos meses después, entra Jason Statham (cuya carrera cinematográfica comenzó precisamente con Juegos, trampas…), como un profesional del negocio de la seguridad, el nuevo empleado de la misma compañía víctima del crimen. Presentación de varios personajes secundarios, un poco de humor con diálogos semi filosóficos y entonces sí la primera escena de acción, en la cual H (así lo llaman al pelado) se carga él solito a seis ladrones. Y claro, luego de las reticencias iniciales, todos en la empresa lo coronan como héroe. El guion propone entonces el primero de dos extensos flashbacks que, con diferentes puntos de vista, pondrán en perspectiva todo lo visto hasta ese momento. Es que H tiene una agenda súper secreta, que el nombre local de la película no reverencia: lo suyo no es tanto la búsqueda de la justicia como la más visceral de las revanchas. Wrath of Man (la ira del título original es en cambio bien clara) propone un juego de gatos y ratones criminales donde nadie tiene las manos limpias de sangre. En ese sentido, el de Statham no es tanto un personaje heroico en el sentido clásico e impoluto del término, sino un demonio vengador a punto caramelo. Película de robos sofisticados, aunque no precisamente de guante blanco, atravesada por las maneras de la acción noventosa (más cerca de Fuego contra fuego que de Arma mortal), Justicia implacable es básica pero entretenida. Un juego cinematográfico de bajas ambiciones que –a pesar de ello o precisamente por esa misma razón– es lo mejor que ha pergeñado Guy Ritchie en muuucho tiempo.
"El infiltrado" Por Denise Pieniazek Justicia implacable (Wrath of Man, 2021) la nueva película de Guy Ritchie (Snatch, Revolver, RocknRolla, The Gentlemen), perteneciente al género de acción, es una propuesta ideal para los amantes de este tipo de largometrajes puesto que mediante su vertiginosidad y adrenalina los mantendrá expectantes de principio a fin. Si bien el guión está basado en el texto previo de la película francesa Le Convoyeur (2004), es decir, que posee una relación intertextual con la misma, Ritchie se apropia completamente del relato y le otorga su impronta, cambiando por completo el tono y la poética del mismo. Justicia implacable -cuyo título original significa literalmente “la ira del hombre”-, sigue la incorporación del misterioso H (Jason Statham) en una empresa de transporte de grandes cantidades de dinero, llamada “Fortico”. Es evidente desde el comienzo del relato que algo esconde el protagonista y que posee un motivo implícito por el cual se ha integrado a la empresa. Con el fin de dilatar la respuesta a dicha incógnita –lo cual logra con efectividad-Justicia implacable se divide estructuralmente en un prólogo y cuatro capítulos titulados: “Un espíritu oscuro”, “Tierra quemada”, “Animales malos, malos” y “Hígado, pulmones, bazo y corazón”. Dentro de esta división a su vez se recurre reiteradas veces a vaivenes temporales, y éste es uno de los aciertos tanto del guión como de la dirección, que van dosificando la información y brindando acceso a los acontecimientos del pasado de H, de forma tal que logran mantener la intriga y dar dinamismo al relato anacrónico. Asimismo, la sumatoria de flashbacks logrará ampliar el significado del prólogo, que termina por ser el núcleo articulador del relato. La película posee varios estilemas característicos en el cine de Ritchie: el argumento criminal, robos con situaciones peculiares y que no salen como se esperaba, personajes que parecen ser inmortales, escenas de pelea, cortes veloces del montaje, la inclusión de escenas con juegos de mesa (en este caso de Pool), músicos como parte del elenco (aquí tiene una pequeña participación el rapero Post Malone) y, por último, el trabajado y destacable diseño estético de los créditos iniciales. De igual modo, el filme encaja dentro del texto estrella de Jason Statham, es decir dentro de su pertenencia al star system como un actor que interpreta reiteradamente antihéroes rudos, letales y solitarios, principalmente dentro del género de acción. El concepto de texto estrella es comprendido como el anclaje de un intérprete a la reiteración de personajes similares, con el fin de atraer al público mediante personajes estereotipados vinculados a determinados géneros. En efecto, la estrella es el resultado de la superposición de dos identidades, la del intérprete y la del personaje. En palabras de Edgar Morin, “la estrella es el actor o la actriz que absorbe una parte de la sustancia heroica -es decir, divinizada y mítica- de los héroes del cine, y que, recíprocamente, enriquece esa sustancia mediante un aporte que le es propio”[i]. El director y Statham han trabajado juntos en reiteradas ocasiones desde Lock, Stock and Two Smoking Barrels (1998), Snatch (2000) yRevolver (2005), ambas formas de trabajo se potencian mutuamente en Justicia implacable para lograr un relato sólido, entretenido y convincente que integra con equilibrio la acción, el crimen y el suspenso. [i] Morin, Edgar. Las estrellas del cine. Buenos Aires: Eudeba, 1964.
Un hombre misterioso llamado Harry (Jason Statham) se incorpora como guardia de seguridad en una compañía de camiones transportadores de caudales. En el primer asalto que sufren, demuestra un nivel de profesionalismo y efectividad que sorprende a todos. Poco a poco se sabrá quien es y cual es el motivo por el cual ha aceptado ese trabajo. Esta película de acción dirigida por Guy Ritchie es una nueva exploración estética dentro de su cada vez más ecléctica filmografía. El director se volvió el favorito de muchos por dos títulos: Juegos, trampas y dos armas humeantes (1998) y Snatch: Cerdos y diamantes (2000), dos películas de acción con elencos corales e ideas visuales que se convertirían en su marca de fábrica. Repetiría ese universo en los siguiente films, pero le sumaría productos nada personales en los cuales su estética resultaba pesada e incomprensible. Justicia implacable (Wrath of Man, 2021) es una película de acción protagonizada por un actor muy cercano a Ritchie, Jason Statham, quien consigue aquí una actuación sobria, sin dejarse llevar por los excesos del director. Ritchie deja de lado sus insufribles cámaras lentas y mejora mucho su puesta en escena. Dónde pone su energía es en la estructura temporal, donde juega a ser el Stanley Kubrick Casta de malditos (The Killing, 1957) aunque le quede grande el saco. También es inevitable pensar en Fuego contra fuego (Heat, 1995) de Michael Mann, pero ahí surgen nuevos problemas. Donde Mann logra grandes escenas de acción y una sofisticada mirada sobre los personajes, Ritchie es absolutamente incapaz de conseguir personajes tridimensionales y solo puede ofrecer ruidosos tiroteos, divertidos, pero no espectaculares. Pero sin las mencionadas cámaras lentas y con un gran actor protagónico Justicia implacable consigue ser un entretenimiento efectivo a pesar de todo. Tiene un número insólito de tiros y una lógica que empieza siendo ridícula pero luego termina funcionando. Es posible que con otro director hubiera sido aun mejor, pero eso no puede saberse. Por lo pronto abre las puertas para una versión más madura del ya veterano director británico.
Reseña emitida al aire
Un Ritchie distinto “Wrath of Man”, Justicia Implacable según la tradujeron aquí -sí, a mí también me recuerda a alguna que otra con Liam Neeson y Denzel Washington-, es la nueva obra del cineasta británico Guy Ritchie, quien toma un concepto relativamente trillado como es el de la venganza y justicia por mano propia pero a través de varias vueltas de tuerca lo convierte en un gran thriller de acción, muy superior a la media. Esta supone la cuarta colaboración entre el director y el actor Jason Statham, quienes ya habían trabajado en “Lock, Stock and two smoking barrels” (1998), “Snatch: cerdos y diamantes” (2000) y Revolver (2005). A diferencia de las anteriores, “Wrath of Man” tiene una narración seca, una acción más directa que no da lugar a la comedia y no le interesa el desarrollo de personajes. En esta obra Ritchie se despoja, o más bien se contiene de ejecutar su grandilocuencia visual e hiperestetizar cada escena, porque sabe lo que tiene para ofrecer (¡Y vaya que lo cumple!). La cinta está basada en la película francesa “Asalto al camión del dinero” (Le convoyeur, 2004), de Nicolas Boukhrief. Esta historia es el punto de partida de este film que fue rodado en Los Ángeles, cuyo atraco es narrado desde varios puntos de vista que no sólo hacen que los ojos no se puedan despegar de la pantalla, sino que limita que el espectador vea los giros del guion tan rápidamente. Más allá del robo, seguimos la historia de H (Statham) un hombre que se incorpora como guardia de seguridad en una compañía de camiones de caudales. Durante un intento de asalto, sorprende a sus compañeros mostrando habilidades propias de un soldado profesional, que deja a todo el mundo dudando si realmente es el hombre que dice ser. Además de Statham, quien hace lo que mejor sabe hacer -un tipo duro con cara de pocos amigos que no se detiene ante nada- dentro del reparto, sorprende un odiable Scott Eastwood y Holt McCallany, a quien recordamos como el detective Bill Tench de “Mindhunter”. En definitiva, la nueva película de Ritchie se beneficia de la experiencia de su director con una propuesta estética de mucho brillo para ser una película de acción sólida, dura y pura que entretiene más allá de lo acartonado que puedan resultar algunas situaciones. Puntaje: 7/10 Por Federico Perez Vecchio
Guy Ritchie es un director que supo sorprender con muy buenas películas de carácter urbano en las cuales de alguna manera nos contaba las aventuras y desventuras de gánsters de medio pelo que habitaban una Londres gris y poco atractiva, en la cual los bajos fondos tenían un cierto glamour un tanto decadente, el estilo del director logro delinearse con sus cuatro primeras películas, volviéndolas de culto por lo bien logradas que estaban. Sin duda Juegos, trampas y dos armas humeantes (Lock, Stock and Two Smoking Barrels, 1998) Snatch: cerdos y diamantes (Snatch, 2000), Revolver (2005) y RocknRolla (2008) tienen un estilo definido que fácilmente nos permiten reconocer la mano del director. Si bien luego se dedicó a realizar trabajos por encargo como Sherlock Holmes (2009) y Aladdin (2019) no se puede negar que cintas como El agente de C.I.P.O.L (The Man from U.N.C.L.E, 2015) y The Gentelmen (2019) son buenas producciones un tanto subvaloradas por la crítica, las cuales tienen como principal atributo el trabajo realizado por el director. De hecho de The Gentelmen es una joya que exuda estilo se la mire por donde se la mire, en la cual Ritchie retoma su viejo estilo coral y la temática de mafiosos con glamour. El tándem formado por Ritchie y Statham vuelve a reunirse para realizar esta “heist movie” (película de atracos) en la cual las cosas van un poco más allá de lo que se nos insinúa al comienzo. Debo reconocer que me gusta el trabajo de este cineasta además soy fan de su estilo, del lenguaje cinematográfico que utiliza en la construcción de sus historias y de su humor característico. Se nota que Guy Ritchie se siente muy cómodo entre esos mafiosos cancheros y a la vez que elegantes, pero esta vez sale de su zona de comfort, esta vez sus personajes no destilan ese glamour del bajo mundo que solemos ver en sus producciones originales, al mismo tiempo que le ha salido más que bien. Debo decir que el mayor enemigo que tiene esta cinta es su tráiler, sin contar a la distribuidora que la estrena en nuestro país varios meses después de ser estrenada en otros países. El avance desvela más de lo necesario y perjudica la experiencia. Para cualquiera que llegue ajeno a lo que exhibe el tráiler va a poder disfrutar de la experiencia. La trama nos presenta a H, un hombre del que poco se sabe al principio de la película interpretado por Jason Statham que comienza a trabajar en una empresa de camiones blindados pero que tiene razones ocultas para estar ahí. Es decir, H es alguien que es mucho más de lo que deja ver y que de a poco nos va dejando saber cuáles son sus habilidades y sus verdaderas razones. Conforme avanza la trama vamos conociendo la verdadera identidad de este hombre y todo lo que envuelve el ingreso a esta empresa. La película de a poco va desvelando un giro argumental que llega a sorprender ya que está muy bien construido a partir de un guion que le va dando al espectador lo justo de forma paulatina y bien trabajada. “Justicia Implacable” es el remake de la película francesa de 2004 “Le convoyeur” de Nicolás Boukhrief pero a pesar de no ser un material original del director logra plasmar mucho de su estilo. Aunque este largometraje está muy alejado del estilo de Guy Ritchie, aunque el tono elegido recuerda bastante a lo hecho en el pasado en Revolver, película que fue la última producción que unió al director y al actor. El cineasta demuestra en esta cinta, no solo su estilo, sino que también despliega riqueza técnica de la que ya ha hecho gala en otras obras. Ritchie nos entrega una producción sólida, que denota su madurez artística al mismo tiempo lo aleja de sus últimas producciones. Es cierto que sería muy difícil darse cuenta la autoría de la misma ya que no presenta ciertos sellos propios de su identidad, pero aun así de ninguna manera es una obra menor. La fotografía elegida es muy limpia con predominio de los tonos grises y apagados, de alguna manera este recurso técnico contribuye a crear un tono solemne a lo que nos están contando, es decir aportando narrativamente a la historia. Ritchie se aleja del estilo de la técnica por la técnica misma, que les gusta tanto a muchos directores que no saben concretar una buena narrativa, y utiliza las herramientas necesarias para enriquecer a la historia y no para distraer de esta. Un punto de acierto en la narración de “Justicia Implacable” es su narración no lineal y la separación por capítulos organizados, que al mismo tiempo están presentados por unos títulos que a medida que avanza la trama van adquiriendo sentido. Más allá de la trama la película presenta un reparto sólido que si bien gira alrededor de Statham nos entrega buenas actuaciones de Josh Hartnett, a quien desde Penny Dreadful (2014) no hemos visto mucho en producciones de primera línea, quien interpreta a un secundario muy bien tratado por el guion que va evolucionando hasta cerrar su propio arco. En el rol de antagonista Scott Eastwood nos trae a un malo que es malo porque simplemente es así, al cual consigue sacarle provecho a la altura de las circunstancias y del protagonista. El elenco es completado por Niamh Algar, Holt McCallany, Jeffrey Donovan y Andy García. La película es completada por una banda sonora compuesta por Christopher Benstead, quien ya había acompañado a Ritchie en Aladdin y The Gentelmen, la cual es perfecta para el filme ya que acompaña los diferentes climas de la película. “Justicia implacable” es una ‘heist movie’ con una gran factura técnica y artística en la que Ritchie demuestra que es un gran cineasta que se adapta a todo y que pone siempre en primer plano la narración y la construcción de las buenas historias. Esta cinta está muy alejada de las formulas y tramas a las que nos tiene acostumbrados, pero casi no tienen puntos bajos por lo cual funciona perfectamente.
Luego de la tibiamente recibida por la prensa y el público “Los Caballeros”, el inefable Guy Ritchie regresa a lo que mejor saber hacer: acción violenta, cruda y emocionante. El autor de “Juegos, Trampas y Dos Armas Humeantes” y “Snatch, Cerdos y Diamantes” se reúne con Jason Statham, sólido héroe de acción contemporáneo, diecséis años después de “Revolver” (2005). Sin embargo, aquí, el contenido no obedece a la forma. Vemos a un Ritchie distino. Lejos de la bolsa de trucos narrativos que habitúa explorar y la vertiginosa edición que es marca registrada de sus obras, “Justicia Implacable” se prefigura como un relato no lineal que prefiere la oscuridad. Y lo hace de forma verdaderamente efectiva. El realizador muestra su destreza dentro de un furgón de atraco, mediante un plano secuencia notable. Arroja sobre nosotros sus pesadas credenciales. Más adelante, el uso del flashback desde dos puntos de vista distintos, resulta un ardid narrativo brillante. Misma efectividad para el empleo de la música como elemento emotivo. Grandes aciertos. También, la elección de su protagonista, un hombre misterioso y de pocas palabras que sabe su rol de memoria. Es un vengador atrapado por su pasado. Es un hitman camuflado de amoralidad. Ese es Jason Statham, imitado pero jamás igualado. Es un ejercicio de film neo noir, que abreva en la tradición de las ‘heist movies’, al mejor estilo de “Fuego Contra Fuego” Basado en la película francesa “Le Convoyeur”, recomendable por cierto, la nueva apuesta de Ritchie viene a convencernos de que la venganza es un plato que se sigue sirviendo frío.