¿Noche de paz? Mientras que gran parte del mainstream está empantanado en una etapa de transición en pos de una salida cada vez más elusiva del díptico “remakes/ found footage”, y las propuestas periféricas hacen lo que pueden en mercados locales controlados con mano de hierro por los gigantes estadounidenses (mejor ni hablar de una crítica que no analiza absolutamente nada y que se dedica a convalidar sus caprichos personales de la manera más pueril), hoy Michael Dougherty nos entrega una película sutil y fuera de época, regocijándose en todo momento en la paradoja de haber pateado el tablero -y esquivado la abulia de la actualidad- desde el seno de la industria hollywoodense. Tomando la estructura general de los cuentos de hadas e inspirándose en el tono entre anárquico y cínico de Gremlins (1984), en Krampus (2015) el director escudriña la Navidad empleando el mismo caleidoscopio que ya había utilizado para Halloween en la también extraordinaria Trick ‘r Treat (2007), aquel neoclásico centrado en una antología compuesta por un prólogo y cuatro fábulas de terror. Así como Sam (ese mocoso del averno, siempre vestido con un piyama y una arpillera en su cabeza) funcionaba como una especie de centinela de tradiciones que se remontan al pasado lejano, pisoteadas por los representantes menos iluminados de la raza humana de nuestros días, en esta oportunidad es el monstruo vengador del título quien debe poner las cosas en su lugar cuando el egoísmo, la soberbia, el consumismo y/ o la hipocresía dejan de lado al espíritu navideño, léase la fraternidad y el “dar” antes que el “tomar”. Esta contraparte nihilista de Santa Claus -mitad sabiduría antropomorfizada, mitad fuerza natural- se desprende del folklore de los países alpinos y aquí es invocada por las rencillas de una familia de los suburbios, a la que le encanta pasar las festividades a lo largo de tres jornadas compartidas, por más que sus integrantes no se soporten entre sí y el menosprecio domine la reunión. De a poco la comedia negra deriva en una crónica de supervivencia, que a su vez se transforma en una parábola moral de tintes secos y empardada con el sacrificio. Nuevamente la inteligencia de Dougherty abarca por un lado la paciencia en lo que hace al desarrollo de personajes y la progresión narrativa a nivel macro, y por el otro la utilización de las herramientas formales según el público a captar. Si en Trick ‘r Treat aprovechaba distintos elementos del catálogo del horror para adultos (el predador sexual, las leyendas urbanas, los seres adeptos al camuflaje, las “bromas” que se salen de control, las revanchas más impredecibles, los ermitaños que esconden secretos muy sucios, etc.), ahora también opta por una versión sarcástica pero de otro popurrí de motivos, en esta ocasión haciendo eje en las epopeyas destinadas a los infantes (luego de una introducción que gira en torno a las desavenencias familiares y la banalidad/ rigidez de nuestra sociedad de rituales automatizados, el relato muta en un asedio -por parte de los “ayudantes” de Krampus- que saca a relucir la solidaridad de los protagonistas, al tiempo que la muerte va alcanzando a cada uno de ellos porque parece que las culpas no se lavan con buenas intenciones fugaces). La valentía del realizador se condensa en la decisión de no pasteurizar la trama con vistas a satisfacer a los espectadores conformistas de hoy en día, quienes han sido criados para aceptar plácidamente el facilismo de los latiguillos y la redundancia retórica, para colmo sintiéndose “superiores” para con las obras en cuestión, desde un total desconocimiento del contexto y el recorrido histórico de dichos clichés. Las nociones de crueldad y castigo resultan cruciales a la hora de difuminar el relativismo socarrón de la primera parte, ese comodín al que los secundarios más necios suelen recurrir para anular toda discusión con algún dejo de seriedad. Sin mostrar ni una gota de sangre y jugando sus fichas al accionar de animatronics similares a los de Dolls (1987), el convite desparrama una furia homicida que exige compromiso ideológico (sea del tenor que sea, siempre debemos luchar por lo que creemos) y que no tiene nada que envidiar a los verdugos de los slashers setentosos (o a cualquier otro cruzado del fundamentalismo lunático, en plena campaña contra los herejes). Hasta cierto punto la posibilidad de redención que plantea el desenlace, en lo referido a la reconstitución de los vínculos y el quiebre de la espiral autodestructiva y ombliguista, termina opacada por esa falta de piedad tan característica del propio género, que regurgita dolor al considerar que las moralejas sólo quedan marcadas en la piel gracias a la ceremonia del martirio, el que adquiere la disposición de un mecanismo legitimante del saber humanista y el respeto al prójimo (en la vereda opuesta, el tonto y feliz que nunca sufrió permanece encerrado en su mundo tonto y feliz). Lo que perfilaba como una noche de paz muta en espanto para que todos aprendan la lección, porque la flagelación de la carne y la imposición psicológica van de la mano: no es casual que la historia se centre en el pequeño Max (Emjay Anthony), un intelectual si lo comparamos con el resto de su familia, y en su abuelita, “Omi” en alemán (Krista Stadler), otra testigo de tanta idiotez circundante, esa misma que la bella justicia del inframundo reclama para sus tribunales…
Blanca y monstruosa Navidad. La incipiente llegada de las fiestas supone un fuerte movimiento en la pantalla grande, con películas infantiles llenas de amor familiar, mascotas adorables y actos que buscan recordarnos la grandeza que habita en nuestro espíritu. ¿Pero qué pasa cuando se agotan las ínfulas navideñas y lo único que queda es su contracara siniestra? Algo de todo esto sucede en Krampus (2015), la nueva película de Michael Dougherty, director que ya ha visitado el lado oscuro de las festividades y la perversidad del folklore en Trick ‘r Treat (2007). En el centro de la historia tenemos a Max (Emjay Anthony), un pequeño cuyo espíritu navideño se ve aplastado cruelmente por su hermana y primas, que suman presión dentro de un cuadro familiar bastante caótico que completan sus padres, sus tíos y su abuela. Ante este escenario desconsolador, Max pierde su fe en la Navidad y sin saberlo abre las puertas a Krampus, una criatura mítica de las leyendas nórdicas que es nada menos que la contracara de Santa Claus, y no llega para esparcir dicha y felicidad, sino para castigar a aquellos que ya no tienen fe. Una vez planteado el conflicto principal el film se vuelve una comedia negra con tintes de thriller fantástico, en la cual toda la familia debe luchar contra un mal que desafía la lógica de nuestra realidad, valiéndose de aquellos artefactos y clichés navideños más fácilmente identificables, los cuales dan un giro hacia lo perverso: duendes malignos, osos de peluche rabiosos, muñecas poseídas y cajitas musicales antropófagas. La intervención divina y el suceso mágico o fantástico muestran su lado más tenebroso en un film con ciertas reminiscencias a Gremlins (1984) y a ese clásico episodio de la primera temporada de Cuentos de la Cripta (Tales from the Crypt), con un Santa asesino. La película, además, tiene un tono muy similar a la finlandesa Rare Exports (2010) y su Papá Noel devorador de niños. Se celebra la vuelta al cine PG-13 de ese contenido terrorífico que se permitía ser oscuro y que tanto se disfrutaba en los 80, un estilo ninguneado en la actualidad a causa de la excesiva corrección política que afecta en niveles inimaginables. Estamos ante una historia tragicómica inicialmente en sintonía con las clásicas películas navideñas de Chevy Chase, que luego experimenta momentos dignos de un episodio de La Dimensión Desconocida (The Twilight Zone), combinados con el componente de base de toda “monster movie”, para llegar a un final algo atolondrado que no sabe muy bien cómo cerrar todas esas buenas ideas que plantea, un hecho no menor pero que afortunadamente no hiere de muerte a una película cuyo corazón se encuentra al servicio de un tipo de entretenimiento perversamente divertido.
Entre el terror y la comedia navideña Con un comienzo en tono de comedia típica estadounidense navideña, y apoyado por la presencia de David Koechner, de a poco la historia de Gurss Von Krampus va apoderándose de la película y tornando las escenas en tensión, seguidas por el terror. Cuando Max, el niño que interpreta Emjay Anthony, se enoja con su familia por distintas peleas que tienen entre sus miembros, deja que desaparezca su espíritu navideño y, sin quererlo, invoca la ira del Krampus, antítesis de San Nicolas. Con muy buenas actuaciones, que demuestran que Adam Scott está para más y pide a gritos protagonizar una buena película, el director Michael Dougherty logra imponer la tensión necesaria en cada escena, manteniedola durante toda la película. Toni Collette y Alison Tolman también suman mucho en sus papeles. El rol de David Koechner y Conchata Ferrell queda relegado a sumar la comedia en algunas escenas sin lograr salirse de otros personajes que han hecho, como Berta de Two and a Half Men. La música ayuda mucho a crear un ambiente, que combina de forma ambigua, los típicos sonidos navideños, con el terror que se adueña de la cinta a medida que corren los minutos. Acompañado de una lograda iluminación, se le da un tono lúgubre y frío, incluso a las desesperadas compras de regalos de último momento. Uno de los puntos más altos de la película es que logra encarnar un mito tan antiguo y complejo de una forma completa y precisa, incluso jugandose con primeros planos muy bien logrados del Krampus. Los rostros de los elfos, en cambio, dejan bastante que desear, siendo notoria la rigidez de las caretas. El mayor problema para el espectador es que más allá de la tensión lograda en la sala, todas las escenas son bastante predecibles. Mientras la sala espera atentamente ver qué va a pasar, su mente se adelanta revelando lo que terminará por suceder.
Michael Dougherty lo hizo de nuevo. Este director que durante años fue colaborador como guionista de Bryan Singer (X-Men) en el 2007 debutó como realizador con Trick ´r Treat. Probablemente la mejor antología de terror que se estrenó hasta la fecha en el siglo 21. Una película que llegó a adquirir estatus de culto y pese a las buenas críticas que cosechó luego terminó directo en dvd por orden del estudio Warner. En esta ocasión al cineasta le salieron mejor las cosas y su nueva producción, Krampus, es una tremenda comedia de terror navideña que califica entre lo más destacado que llegó a la cartelera este año dentro del género. Un propuesta muy entretenida que tuvo una fuerte influencia espiritual de Gremlins, el clásico de Joe Dante. El tono del humor, el tratamiento de los villanos y los momentos de terror claramente se nutrieron de aquel clásico de 1984 que también se desarrollaba durante la Navidad. En el caso de Krampus el film se basa en una popular leyenda del folclore nórdico que representa a uno de los grandes antíheroes de esta festividad. Según la mitología, la noche del 24 de diciembre Papa Noel viaja con varios integrantes en su trineo que históricamente fueron ignorados por las publicidades de Coca-Cola. Ellos son Pedro, el Negro (este paje buena onda siempre fue controversial porque se lo considera un símbolo de la esclavitud), Belnisckel (un hombre enmascarado que le deja golosinas a niños que se portaron bien y castiga con un látigo a los que no fueron tan buenos), Knetch Ruprecht (quien también le da regalos a los chicos y una rama a los padres de los que hicieron maldades para que sean castigados) y el viejo y querido Krampus. Dentro de este particular equipo Krampus es el miembro al que le tocó bailar con la más fea. Su labor consiste en castigar a lo niños que tuvieron un pésimo comportamiento durante el año. El monstruo de aspecto aterrador en ese caso se los lleva en una bolsa y los aleja de su padres para siempre. En Europa según las tradiciones de cada país el perfil del personaje cambia bastante. En Austria, por ejemplo, es considerado una figura más humorística y no es retratado como un villano. En el continente americano la Iglesia Católica se encargó excluirlo de la cultura popular ya que siempre lo consideró una figura pagana demoníaca. En la película de Michael Dougherty tiene el perfil clásico de anti-héroe y cuenta con algunos asistentes desopilantes que brindan muy buenos momentos en el conflicto. Desde la secuencia inicial el director establece un sátira de esta festividad y las situaciones que acarrean los encuentros familiares. Dougherty se toma su tiempo para presentar al Krampus y desarrollar bien a los personajes. Sin embargo, luego que el personaje aparece en la historia, el film se mete de lleno en la comedia de terror y brinda un espectáculo fantástico hasta el final. A diferencia de Trick r´Treat esta película se encaminó más por el absurdo y no cuenta con grandes situaciones sangrientas. Pese a todo, el Krampus y sus colaboradores tiene muy buenos momentos. Me encantó esta película porque se nutre muchísimos de las viejas leyendas folclóricas relacionadas con la Navidad y está muy bien lograda desde los aspectos técnicos. Las secuencias de acción y los momentos de tensión estuvieron muy bien construidos y la película logra mantener el interés del conflicto hasta su sorpresiva conclusión. Además cuenta con un buen reparto donde sobresalen Adam Scott (La vida secreta de Walter Mitty), Toni Collette y Conchata Ferrell (Two and a Half Man) en el rol de una tía muy especial. Entre tantas porquerías que vimos este año con las historias de fantasmas, posesiones demoníacas y filmaciones encontradas, Krampus ofrece una propuesta diferente que no va a decepcionar a quienes busquen una gran comedia de terror.
Un agradecido delirio La figura de Krampus ha sido utilizada en decenas de películas, series, libros e historietas. Esta vez la leyenda sobre esta criatura demoníaca que aparece en Navidad para castigar a los niños que se han portado mal sobrevuela en este film imprevisible y desconcertante, que arranca como una típica comedia de enredos y desventuras familiares en épocas de fiestas de fin de año, y deviene luego en una historia de terror que pendula entre el humor negro y el sadismo. Si bien los bruscos cambios de tono (y las vueltas de tuerca que se acumulan) por momentos descolocan más de lo que sorprenden, el coguionista y director Michael Dougherty (Terror en Halloween) consigue unas cuantas situaciones atractivas y construye climas (a partir de un buen aprovechamiento de los efectos visuales para las tormentas de nieve o para la aparición de múltiples personajes fantásticos) que fascinan en lo visual e impactan en términos narrativos. Película de bajo presupuesto, pero no pocas ambiciones, Krampus es como un clásico cuento de hadas de Disney deformado y extremado. El delirio, esta vez, se agradece.
Espantosa Navidad A tono con algunas películas destinadas a desmitificar la Navidad como un momento pleno en felicidad, Krampus (2015) es una rara avis dentro de ese grupo de films y de la cartelera cinematográfica en general. Un santa no tan santo (Bad Santa, 2003), Batman vuelve (Batman returns, 1992), e incluso El Grinch (Dr. Seuss´ How The Grinch Stole Christmas, 2000), entre varias otras. Películas que, aún cuando en muchos casos terminan valorizando positivamente la Navidad, siembran una estela de espanto sobre la misma. Historias que se corren de la asociación directa que tal momento del año entabla con la candidez y la unidad familiar, para asumir un lugar menos tradicional. En Krampus, Max, como la mayoría de los niños del mundo, desea que esa postal se repita en su propia casa. Pero en la película de Michael Dougherty ocurre precisamente lo contrario. Con un elenco en donde no hay actores “mainstream” (apenas se destaca la genial Toni Collette, como la madre al borde de un ataque de nervios), lo que Krampus expone es una pesadilla, que se cumple cuando el pequeño de la casa advierte que nada de lo que desea se va a hacer realidad. Por más buena y noble que sea la carta que le escribe a Santa (a Papá Noel, bah), nada parece mostrar su más mínima condescendencia. Primos insoportables que le hacen bullying, tíos groseros que no se saben comportar, más otras secuencias de adultos desagradables que poco hacen para amenizar las cosas. La primera parte de la película parece una Esperando la carroza (1985) yanqui; comedia con mucho griterío que culmina cuando, enfurecido, el muchachito rompe su carta y la arroja al viento y, como consecuencia de ello, un “demonio” navideño se toma el trabajo de arruinarle la vida. Mientras que hay varias películas que defenestran la Navidad para luego recuperar sus valores, lo que aquí acontece es un movimiento inverso, una suerte de “venganza navideña” que tiene algo de #Pelicula,3486] (1986) pero con un final amargo. Por un lado, iguala a ambas películas cierto diseño artesanal en el diseño de los demonios que acechan a la familia. Por otro lado, la idea de que la fantasía infantil es el mejor lugar desde donde se puede señalar el horror de los adultos. Pero en el clásico de Jim Henson la reversibilidad de la trama (¿universo fantástico o maravilloso?) oficiaba, sea como sea, como ponderación del terreno de la imaginación. En Krampus, en cambio, el pesimismo más negro se termina imponiendo. Aquella premisa ya hace interesante a Krampus, y si el resultado no es del todo convincente es porque al relato le cuesta cohesionar todas las ideas en un todo. Hay que señalar que el periplo diabólico está vinculado a una vivencia de la abuela alemana (contada de forma animada), que hay secuencias que parecen pensadas para niños (no muy pequeños, es verdad) y otras para los adultos, y que el tipo de humor “balbucea”; no termina de decidir qué aristas tocará. La película, en suma, no define a qué público se dirige. No obstante, se le agradece al realizador el riesgo asumido. Ideal para estas semanas pre-navideñas, qué más.
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Humor clasista, incorrecto y eficaz Parte del folklore germánico de la región alpina, el mito del Krampus es el mismo que el del Hombre de la Bolsa pero adaptado al contexto navideño. Un contexto oportuno, en tanto esta criatura demoníaca es la contraparte negativa de Papá Noel, quien casualmente también carga con una bolsa. La diferencia es que mientras el viejo de la barba blanca saca de la suya regalos con los cuales premia a los niños que se portaron bien todo el año, por el contrario Krampus viene a aplicar un castigo a los chicos malos, a quienes atrapa con su bolsa para llevárselos con él. La película de Michael Dougherty titulada Krampus, el terror de la Navidad, saca buen provecho del personaje, ya que lejos de tomarse la cosa en serio, como ha ocurrido con otras criaturas monstruosas del medioevo europeo que han pasado al cine, de los clásicos vampiros y hombres lobo al Leprechaun irlandés, el director y guionista ha elegido un tono macabramente festivo para contar su historia. Y se permite hacer uso de los recursos más variados para conseguir que su segunda película resulte un entretenimiento digno.Krampus comienza con una canción que tiene el color de las películas de Navidad del Hollywood clásico, pero musicalizando por contraste una escena en un centro comercial en donde lo monstruoso se materializa en un rush de descontrol consumista. De ahí en más el film cultiva el humor de la Nueva Comedia Americana, para registrar la incómoda convivencia navideña entre dos familias con poco en común. Por un lado el típico núcleo de clase media exitosa, integrado por padres profesionales, hija adolescente, un niño a punto de perder la inocencia y una abuelita alemana. Por el otro sus parientes más brutos: unos hillbillies urbanos liderados por un macho alfa amante de las armas y las camionetas extra large, una hembra hogareña y paridera, muchos hijos y una desubicada tía alcohólica. En este tramo el film juega con un humor clasista, tan incorrecto como eficaz, para demostrar que el asunto de la grieta no es un invento argentino. Si la madre progre (y reaccionaria) dice con ironía (pero no en público, porque no sería “correcto”) que algunos deberían pedir permiso para procrear, los padres proletarios (y reaccionarios) se preguntan por lo bajo por qué los ricos siempre reciben cosas gratis, concluyendo que se debe a su filiación demócrata. La presencia de actores muy identificados con la Nueva Comedia, como los efectivos Adam Scott o David Koechner, refuerza esa sensación.A mitad del relato el director se permite introducir una breve y efectiva secuencia animada para contar el origen del mito, donde lo monstruoso cobra dimensión histórica. Para cuando el ominoso Krampus al fin aparece, invocado sin intención por el desengañado hijo de la familia acomodada al romper su cartita a Papá Noel, la película vira hacia una modesta versión de Gremlins, obra clave de Joe Dante, donde el horror llega al seno del hogar. En ese tramo un ejército de galletas de jengibre diabólicas, juguetes malditos y duendes del infierno comienza una guerra dentro de la casa familiar, haciendo desaparecer de a uno a sus integrantes. Ahí Krampus de vuelve un módico pero entretenido caos que se extiende gratamente hasta el final.
Se estrena Krampus, segundo film de Michael Dougherty, un clásico de culto instantáneo que combina sátira y terror. El director de la subestimada Terror en Halloween -2007- regresa al género de la comedia de horror, pero con un producto que se podría haber filmado en los años 80, y que se nutre de la influencia de Steven Spielberg, Robert Zemeckis, Joe Dante, Richard Donner, John Hughes, y especialmente, los primeros guiones de Chris Columbus. El eje central es una típica familia estadounidense: madre, padre, hermana adolescente y el pequeño Max, cuyo ferviente entusiasmo por los valores y tradiciones navideñas lo obligan a pelearse con aquellos que no creen en el espíritu de las fiestas. Como no podía ser de otra forma, a la cena previa a la semana de noche buena caen los primos del campo: salvajes y obesos en comparación con la ordenada familia de Max, y la tía alcohólica que no deja de criticar los platos de la madre. La primera parte de Krampus no hace más que remitir a una mezcla entre Vacaciones en navidad -1989, tercera parte de la saga con Chevy Chase- y la primer Mi pobre angelito. Dougherty satiriza la locura navideña y las diversas clases sociales de los estadounidenses de los suburbios. Los contrastes y discusiones entre ambas familias, llevan a que Max pierda la fe en la Navidad y destruya su carta a Papá Noel, creando una maldición que sacudirá a todo el barrio, y especialmente a su familia: la llegada de Krampus. En poco tiempo, serán invadidos por una sucesión de símbolos navideños que adquieren formas aterradoras e irán sustrayendo a cada miembro familiar, uno por uno. Sin embargo, está lejos de las intenciones de Dougherty crear una película de horror. Se trata de una comedia familiar oscura, más cercana en tono y originalidad a Gremlins o Los fantasmas contraatacan, que a Black Christmas. Apelando a efectos artesanales e incluso animación stop motion, Dougherty crea un cuento navideño con destino de clásico que disfrutarán grandes y chicos. Krampus, inspirada en la misma leyenda navideña de la finlandesa Rare Exports -2010- es fascinante. Su ritmo se incrementa minuto a minuto creando un entretenimiento puro, donde el humor está siempre presente. La película está hecha para los nostálgicos, sin dudas, y donde algunos podrán ver un final sentimental, otros encontrarán un gran homenaje al clásico Laberinto, de Jim Henson. Apoyada por un elenco talentoso, encabezado por versátiles comediantes como Adam Scott, Toni Collete, David Koechner, Alison Tollman y Conchata Ferrell, Krampus es una de las sorpresas del año. Una obra relativamente pequeña, ingeniosa, divertida, pero con destino de clásico de culto que se suma a los mejores exponentes del género navideño de los años 80.
En el mes de las fiestas, también se estrena Krampus, que presenta una leyenda europea que reza que los niños que se han portado mal, reciben en la noche de Navidad la visita de un siniestro demonio. Max, un niño tímido, debe unirse junto a su disfuncional familia para vencer al siniestro ser opuesto a la figura de Santa Claus y a los iconos navideños que han cobrado vida y acosan su hogar en una noche tormentosa. Esta clase B de bajo presupuesto, desarrolla una historia de terror en el marco de la NocheBuena. Michael Dougherty, el director, hace agua con un guión flojo, elemental, que sumado a actuaciones burdas y efectos especiales muy rudimentarios generan una de las peores cintas del género del año. Sin un buen manejo del suspenso y pocos momentos de terror puro, no funciona ni como parodia ya que los momentos que se pretenden de humor negro apenas si logran sacar una mueca. Lejos de la originalidad de clásicos como Sangriento Papa Noel o Gremlins, esta fusión de horror y fiestas navideñas es tan poco atractiva como olvidable.
La familia aparece nuevamente amenazada en tiempos festivos con esta divertida combinación de comedia ingenua y terror. La aparición de Krampus, un demonio que castiga a los escépticos, trae "regalitos" que perturban la paz del hogar. Después de la fallida Cuentos de Halloween, de reciente estreno, era de esperar otra festividad abordada por el cine de terror. En este caso, Krampus, una película que parece salida de la factoría de productos ochentosos como Gremlins -1984-, y en la que la Navidad se tiñe de rojo. El film es bienvenido en un marco general en el que el género se repite y elige fórmulas ya explotadas hasta le hartazgo. Con cierto tono nostálgico marcado por títulos populares del género, el director Michael Dougherty -el mismo que también realizó Trick ‘r Treat en 2007- elige una historia en la que el consumismo desenfrenado -secuencia que abre la película- el egoísmo y la hipocresía se imponen al clima espiritual que supone la celebración de las fiestas. En ese contexto el relato castiga esas faltas con una siniestra presencia. En el "hogar, dulce, hogar", los padres -Adam Scott y Toni Colette, de Sexto sentido- esperan junto a sus hijos Max -Emjay Anthony- y Beth -Stefania LaVie Owen- la llegada del hermano del marido y su numerosa prole para compartir las fiestas y engrosar el árbol navideño. Entre hermanos, primos vengativos, una tía holgazana que no colabora -Conchata Ferrell - y la presencia de una abuela que sabe más de lo que dice, los conflictos no tardan en aparecer. El choque de usos y costumbres forma parte de un encuentro que es alterado cuando un corte de luz afecta la zona y los deja a merced de la nieve y de fuerzas que no comprenden. El pequeño Max, desilusionado y burlado por sus primos, se convierte en el bastión de su familia ante la furia desatada por Krampus -que ya tuvo olvidables apariciones en el cine-, una antigua fuerza demoníaca que no perdona a los escépticos y también baja por la chimenea acompañado de "entrañables" iconos navideños que adquieren vida propia y amenazan la paz del hogar. Quizás no queda claro el público al que apunta esta película en la que lo cotidiano se transforma en pesadillesco y que dispara sus dardos de humor, gritos y comedia ingenua, pero que resulta entretenida y está concebida como una suerte de tren fantasma casero donde payasos siniestros, duendes y una oscura figura con cuernos hacen de las suyas...
Ojo con no tener en cuenta el espíritu navideño, convocamos al terror del título, la otra cara de Papá Noel. Comedia y susto con buenos actores: Tony Colette y Adam Scott.
Una escalofriante historia de navidad llega a los cines de la mano del demonio más temido de las fiestas europeas: Krampus. Krampus es una película de terror ambientada en la fiesta más alegre del año: Navidad. La dirección estuvo a cargo de Michael Dougherty, guionista de X-Men: Apocalipsis, cuyo estreno está programado para 2016, mente detrás de Trick ‘r Treat (2007), la cual fue muy bien recibida por el público. En esta oportunidad, Dougherty escribió una historia de horror que se basa en la la leyenda alpina de Santa Claus y su sombra maligna, pero que no utiliza el recurso de found footage (técnica narrativa en primera persona donde los propios personajes son los que se encuentran filmando la historia) para poder retratarla. En víspera de Noche Buena, una familia dispareja se reúne para celebrar como todos los años, pero las diferencias entre ellos harán que la fiesta sea un completo caos. Desilusionado por todo lo ocurrido, el más pequeño de la familia, Max, abandona todas las esperanzas que tiene sobre la Navidad y hace pedazos sus deseos para sus parientes. Al hacerlo, un espíritu maligno de la festividad desatará una pesadilla a su alrededor con el fin de castigar a los no creyentes. Con la ayuda de malévolos juguetes, duendes y demonios, Krampus, la sombra de Santa Claus, intentará arruinar la Navidad de esta familia y de todo aquel que abandone la esperanza de dicha celebración. La leyenda ya había sido adaptada en programas de televisión norteamericanos, pero el resultado de esta nueva propuesta es original y fresco. La historia rompe con el tradicional planteo alrededor de las películas navideñas, y da mucho más de lo que propone. La intriga y el suspenso están presentes durante toda la trama, a pesar de que Krampus cuenta con guiños humorísticos que sacan de atmósfera al espectador. Dougherty ofrece una versión de la historia con una dosis de humor y otra de terror, lo justo y necesario para que no se la compare con otras adaptaciones. Al igual que en Trick ‘r Treat, el protagonista es un niño que tendrá que cargar con la consecuencia de sus acciones hasta el final del film. Las actuaciones no son relucientes pero son correctas. Los padres heroícos son encarnados por Adam Scott y Toni Collete y no aportan nada alucinante. Krista Stadler se lleva la atención por su misterioso personaje y la historia que oculta junto al pequeño Max, interpretado por Emjay Anthony, que cumple con su papel pero le queda grande el puesto de protagonista. Conchata Ferrell como la tía alcohólica rompe con el clima de suspenso y resulta divertida. Krampus ofrece una alternativa para escapar de las tradicionales historias navideñas al presentar a este demonio europeo que trae el horror necesario para pasar el rato, pero no para perdurar en el tiempo.
Una de las grandes injusticias de los últimos años es que la excelente antología de terror Trick 'r Treat nunca se haya estrenado comercialmente, y haya tenido que esperar al mercado hogareño para reventarlo y generar su merecido seguimiento de culto. Inventiva a más no poder, la película del 2007 fue una gran carta de presentación para el director Michael Dougherty, quien regresa esta vez por la puerta grande con Krampus, una historia navideña de terror que anima las festividades con una trama graciosa y terrorífica a partes iguales. Todo el que tenga una familia numerosa sabe que las fiestas de fin de año son una bendición y maldición al mismo tiempo. No nos llevamos bien con todo el mundo, y estas ocasiones puedan sacar lo mejor y lo peor del espíritu humano. Y sino pregúntenle al jovencito Max, que ve como una de sus fiestas favoritas se ve arruinada con la llegada de su familia, que desbarata toda la poca tranquilidad que ya había en su gélida casa. Los Engels son una familia más que correcta, todo lo contrario de sus familiares, que son una patota desarreglada y atolondrada, que encima traen como sorpresa a una tía alcohólica y muy propensa a largar la verdad a cada momento, aunque duela. Al llegar el punto de quiebre de Max gracias a sus primas buenas para nada, el inofensivo acto de destruir una carta a Papa Noel y lanzarla al aire invernal desata la aparición de una criatura mitológica que es la contrapartida del adorable Santa que todos conocemos, y no trae más que caos y destrucción consigo. Dougherty y compañía -los guionistas Todd Casey y Zack Shields- eligen la senda de una narrativa convencional en lugar de las historias interconectadas de Trick 'r Treat, y el camino hacia la revelación del villano se hace mediante el uso de la tensión y escenas de suspenso por demás angustiantes. La familia queda aislada completamente del mundo exterior, y su barrio y hogar son asediados por extrañas criaturas, una combinación inventiva y en algunos casos repulsiva, de seres digitales y prácticos. El aislamiento ocurre relativamente temprano en la película, y la familia empieza a caer miembro a miembro sin saber exactamente qué es lo que los ataca. Pero cuando la abuela Omi revela la historia detrás de Krampus, la acción y el terror se combinan de la mejor manera. Si el espíritu del film recuerda a otras propuestas del género, su principal es la inmortal Gremlins de Joe Dante. Al ser una película de estudio, se siente que a Dougherty le bajaron un poco el pulgar y se pasa de la relativamente sangrienta primera película a un plan más familiar; la calificación PG-13 se hace notar, además de que el nivel de mala leche que poseía su previo proyecto se ve un poco edulcorado con un tramo final que apunta hacia una dirección pero que recula hacia terreno más seguro. Es una lástima, porque los títulos iniciales prometían un nivel de cinismo elevado que está presente a lo largo de la película, pero no en el desenlace. El elenco es el otro gran punto de entrada para el espectador, y no decepciona. Adam Scott y Toni Collete comandan a esta familia en aprietos con mucha solidez, sobre todo Toni, que es una eximia actriz de gran carrera y no le tiene miedo a creerse el papel en el que se encuentra, nunca sobreactuarlo o, si lo hace, sólo lo suficiente para sentir empatía por su situación. Emjay Anthony es el retoño que desencadena la tragedia y su candidez frente a la frialdad del resto de su clan es entrañable al extremo. Grandes comediantes como David Koechner y Conchata Ferrell son los encargados de alivianar la tensión con humor, y son los responsables de las mejores escenas de la película, sin lugar a dudas. El grupo se siente como una familia hecha y derecha, y eso es lo que más importa a la hora de crear clima y suspenso. En definitiva, Krampus es una genial adición final a un año de horror que tuvo sus embates como siempre, y se despide por la puerta grande. Es una película sobresaliente desde lo técnico, que cuenta una bonita y escalofriante historia, y se despacha con un sentido del humor muy particular.
"Krampus: El terror de la Navidad" revive a un espíritu sangriento Hagamos un poco de mitología. Krampus es un ser terrorífico que proviene del folclore de países como Austria. Cuenta la leyenda que cada 5 de diciembre, y durante dos semanas, merodea las calles haciendo sonar campanas y cadenas oxidadas para asustar a todos los niños. También se encarga de castigar a los pequeños que no han sido buenos durante el año y llevárselos con él en su saco para comérselos vivos en el bosque. Su apariencia es demoníaca, tiene un rostro que posee una larga lengua roja, tiene cuernos en la frente, todo el cuerpo está cubierto por un oscuro y tupido pelaje y sus patas son similares a las de un fauno. Da miedito, ¿no? Lo cierto es que desde hace unos pocos años esta criatura tuvo un "resurgimiento" y ha protagonizado varios cortometrajes, capítulos de series e incluso un par de filmes. Con "Krampus: El terror de la Navidad" (Krampus, 2015) llega a su punto máximo de reconocimiento y le sienta bastante bien. Max (Emjay Anthony) es un niño que vive con sus padres (Adam Scott y Toni Colette), su hermana mayor y su abuela paterna Omi (Krista Stadler). Si bien su hogar parece tenerlo todo, de lo que seguro carece es de unión y fraternidad. Están a pocos días de festejar las fiestas y el espíritu navideño que acompaña esta época parece ser sólo un eslogan de marketing. Sus papás aunque viven juntos están bastante separados y su hermana preferiría pasar el tiempo con su novio que con los de su misma sangre. Max sigue creyendo en el significado de esta época, incluso le escribe una carta a Papá Noel a sabiendas de que no existe, pero sólo su abuela lo comprende. Para colmo, todo se pone de cabeza cuando llegan sus tíos, sus primos y su alcohólica tía abuela -diametralmente opuestos a ellos-. Como todos los años, esta gran reunión familiar traerá bastantes problemas, sólo que esta vez la intolerancia y el malhumor llegan a un punto culmine. Desilusionado y enojado, Max decide darle la espalda a la Navidad y los festejos. Lo que él no sabe es que su falta de espíritu navideño liberará a Krampus, una antigua fuerza demoníaca que castiga a todos aquellos escépticos. Ahora toda la familia estará a merced de este ente del mal y su séquito de criaturas siniestras. ¿Podrán sobrevivir a su furia? Estamos ante una película que bien podría ser de la década del ochenta. Su mezcla de comedia y terror es algo muy identificado con esa época y que hace rato no se ve en la pantalla grande. Michael Dougherty escribe y dirige este filme y toma lo mejor de esta clase de largometrajes: escenas de terror, muertes y momentos de comedia, todos en un mix increíble. Resultado: un producto bizarro hermoso. "Krampus" parece una combinación entre "Gremlins" (1984) y "Vacaciones de Navidad" (Christmas Vacation, 1989), como para que tengan una idea. A su manera, también es una lección moral sobre el espíritu navideño y lo que debería significar para todos nosotros. No es la primera vez que se utiliza el terror para dar este mensaje. Recordemos el clásico "Un cuento de Navidad" (1843) o la película por excelencia de la Navidad "Qué bello es vivir" (It's a Wonderful Life, 1946). Mención especial para Conchata Ferrell, que hace de la tía abuela Dorothy. Cada intervención suya arranca una sonrisa o una carcajada. "Krampus" es una gran propuesta que sorprende y entretiene en cantidades iguales. Y, dato que no es menor, el final es de lo mejor (ya lo entenderán cuando la vayan a verla). Consejo: para esta Navidad tengan listas sus cartitas para Papá Noel y su espíritu navideño a punto. Uno nunca sabe…
Híbrido navideño con algunos buenos climas Aparentemente el folklore centroeuropeo hace que en Navidad Papá Noel viaje acompañado por una suerte de contraparte siniestra, una especie de cabra gigantesca llamada Krampus dedicada a los chicos que no se portaron bien. En esta película, el director y guionista Michel Dougherty lleva las cosas más al extremo al hacer que, cuando un chico no solo deja de creer en Santa Claus, sino que directamente reniega de la Navidad, la Nochebuena se vuelve una auténtica pesadilla dominada por el tal Krampus y todo un zoológico de duendes, elfos y seres nada amigables. Emjey Anthony es el chico que, harto de reuniones familiares navideñas totalmente insoportables, rompe en pedazos su carta a Papá Noel generando la hecatombe que sigue. El problema es que, por más siniestras que puedan ser las criaturas que reemplazan a "Santa", y por más terribles que puedan ser sus fechorías, obviamente ésta es una película navideña y nadie puede tomarse en serio las cosas horribles que suceden. Es decir, nadie salvo el guión, que sí se plantea toda la acción como si fuera un temible film de terror. Si bien hay chistes que mitigan en un principio las dramáticas situaciones sobrenaturales, poco a poco dejan de aparecer y la película va perdiendo tanto el tono como su posible gracia. Las primeras apariciones del ser del título realmente prometen y, sobre todo, hay algunos detalles y climas fantásticos que se pueden rescatar. También hay una atractiva escena animada en la que la abuela austriaca (Krista Stadler, de lo mejor del elenco) cuenta cómo ella sufrió en carne propia la falta de fe en la Navidad. Pero, al final, este producto es un híbrido que nunca da realmente en el blanco. Y, sobre todo, resulta difícil creer que un nene tan ñoño como el protagonista pueda desatar semejante calamidad, incluso en Navidad.
Raro espíritu de Navidad Krampus es una extraña película navideña que mezcla comedia, horror, animación y sátira. Ya es una cualidad de Krampus que uno se pregunte mucho antes de que la película termine: ¿es genial o sólo bizarra? La verdad es que calificarla de excelente, muy buena, buena o regular no deja de ser una cuestión secundaria, porque esta película de Michel Dougherty elude no sólo todas las calificaciones sino también todas las clasificaciones. ¿Comedia? Sí, hay risas. ¿Terror? Sí, hay miedo. También hay fantasía, caricatura social, parodia y animación. Y si bien no todos los platos desbordantes que sirve Hollywood son nutritivos, en este caso la combinación de extravangancias y recetas tradicionales provoca una rara adicción. El tema no puede ser más ingenuo: un niño sensible, Max Engel, quiere seguir creyendo en Papá Noel, pese a que ya tiene la edad suficiente para saber quién paga los regalos y pese a que, salvo su abuela Omi, nadie a su alrededor se preocupa demasiado para conservar la magia de la Navidad. Un padre ocupado, una madre neurótica y una hermana adolescente componen el resto de ese mundo que para Max se mantiene en equilibrio inestable entre la ilusión y la desilusión. Pero todo se desequilibrará cuando la maleducada familia de la hermana de la madre (un marido fanático de las armas, una caterva de hijos obesos, una perra y una tía aún más grosera) lleguen como todos los años a celebrar las fiestas juntos. El tono que impera en los primeros minutos tal vez sea lo más crítico y gracioso que se permitió el cine navideño desde que se instaló como un ritual. Se trata de una sátira indiscriminada a la liturgia consumista y al concepto de familia como grupo de personas que toleramos sólo porque "comparten nuestro ADN" (para citar una línea de diálogo de la propia película). Una escena en un shopping y otra en la casa de los Engel le bastan al director para hacer patente que Krampus no será otra película de Navidad norteamericana. Después, sin abandonar del todo ese humor inicial, lentamente el suspenso y el terror van relevando a la comedia. La historia se desliza en dos direcciones simultáneas: las tensiones familiares (no carentes de afecto) y el misterio (respresentado por la figura enigmática de la abuela alemana). En ese contexto, aparece el mito germánico del Krampus, el espíritu maligno de la Navidad, nacido de la falta de esperanzas y de los deseos inconfesables. Como si caminara por el borde de un precipicio, la narración respira sólo cuando es necesario y se vale de múltiples recursos para mantener su ambigüedad, su irreverencia y su sentido de que el máximo poder de la fantasía consiste en poner a la realidad entre signos de interrogación.
Pronto llega la navidad y las distribuidoras aprovechan a estrenar películas relacionadas con esto. Una familia disfuncional, y durante una cena de noche buena surgen algunos reproches y sacan como se dice vulgarmente los trapitos al sol. Con un guión flojo, pero se encuentra llena de personajes extraños, llena de fantasía que puede resultar atractiva, llena de efectos especiales y deja algún que otro mensaje.
La Navidad en el cine se fue transformando poco a poco. El sentimentalismo de otras épocas dio lugar al humor, y también al terror. O a un poco de cada uno, según propone el director Michael Dougherty en esta fábula que muta en espanto una de las celebraciones más tradicionales. Como disparador de la historia está uno de los niños de la familia, un grupo familiar que -tal vez en lo que ya es un tópico bastante repetido- no se soporta demasiado ni tampoco se respeta. Ante ese punto de saturación antes los conflictos internos, el niño decide ignorar toda la buena prensa de la que goza esa fecha y no celebrarla. Pero todo tiene un costo. Y ahí es donde la narración que había empezado a dar señales de ironía, transmuta en una persecución donde la muerte le pisa los talones a todos. El encargado de poner orden antes los desajustes de esa familia -sus mezquindades, su desamor- es una deidad sobrenatural, el Krampus del título. El monstruo salido de la imaginería centroeuropea era la pesadilla de la Navidad, con su aspecto demoníaco y su poder de escarmiento.
Una feliz y terrorífica Navidad La comedia parece estar en las antípodas del terror, pero son extremos que están mucho más cercanos de lo que aparenta. El miedo muchas veces se da la mano con la risa y la mueca de terror puede transformarse en rápidamente en una mueca humorística… y viceversa. Eso lo supieron comprender directores como Joe Dante (Gremlins), John Landis (Un hombre lobo americano en Londres) y Sam Raimi (El ejército de las tinieblas), o más recientemente James Gunn (Slither-criaturas rastreras). Y también lo entiende Michael Dougherty, quien con Krampus logra un combo donde conviven la tensión -y hasta el pavor- con la diversión. Dougherty también aprendió bastante de John Hughes y su mirada socarrona sobre las convenciones sociales, y por eso esas instituciones tan enlazadas que son la Navidad y la Familia aparecen puestas en duda, con sus pilares socavados, a través del quiebre de ese factor decisivo que es la creencia, la fe. El niño Max (Emjay Anthony) se define a sí mismo y su convivencia con los demás en la forma en la que cree, y su decisión de no celebrar la Navidad, rompiendo su carta para Papá Noel, al ver que su familia vuelve a caer en las habituales discusiones, rompe un pacto consigo mismo, con su fe y con una serie de rituales. Ese quiebre abrirá las puertas de lo maligno, dándole entrada a ese demonio llamado Krampus, quien junto con sus ayudantes castiga a los escépticos. A partir de ese punto de partida, Dougherty realiza en Krampus un inteligente uso de lo mitológico -la secuencia animada, que funciona como cuentito navideño siniestro es excelente- y de los íconos navideños, que adquieren tonalidades retorcidas, oscuras, hasta asquerosas. Lo hace con una construcción argumentativa pausada, escalonada, donde lo terrorífico y horroroso se va dejando ver de a poco, a través de indicios sonoros inquietantes y desestabilizadores, con un gran aprovechamiento del fuera de campo y una productiva división entre los espacios interiores y exteriores. Pero esto es posible porque todo va de la mano de la comedia, de un humor negro constante, donde el sarcasmo recorre una línea de equilibro que nunca cae en el cinismo, y son claves los nombres que integran el elenco: Adam Scott, Toni Collette, David Koechner y Conchata Ferrell son todos actores que se mueven cómodamente en el terreno de la comedia y que acá están perfectos, cada uno jugando su papel y amoldándose a lo que pide el relato. De esta forma, Krampus se va constituyendo en una rareza para estos tiempos efectistas del cine de terror hollywoodense, preocupándose por crear climas a través de encuadres cuidadosamente planificados, en los que las miradas y los puntos de vista de los personajes poseen un importante rol de complementariedad. Pero Dougherty no se preocupa sólo por lo formal, sino también por contar su cuento, lo que incluye el vínculo entre la historia central y las tradiciones que lo preceden y sostienen. No es difícil identificarse y sentir empatía no sólo por Max y sus frustraciones, sino también por el resto de los miembros de su familia, todos arrastrados a una convivencia forzada y desgastada por el paso del tiempo. Lo familiar y lo navideño, con sus discursos a cuestas, pueden ser un refugio, pero también una trampa, nos dice el film, y de esa trampa sólo se puede salir posicionándose en un lugar distinto. Hacia el final, Krampus toma ciertas decisiones que pueden parecer apresuradas y un tanto timoratas, pero que en verdad forman parte de una visión vinculada con lo mencionado en el párrafo anterior. Los lazos pueden recomponerse y las heridas cerrarse, pero las cicatrices permanecen, las huellas nos dejan marcados para siempre. Las sonrisas, las carcajadas, los gestos cómicos son máscaras que apenas si esconden el tránsito previo de lo horroroso y siniestro. Y viceversa, porque este procedimiento también puede ser observado desde el otro lado. Película de capas de significados, Krampus es compleja en sus herramientas narrativas y al mismo muy simple en la forma en que interpela al espectador, demostrando ser sumamente disfrutable.
Una Navidad distinta Basada en una leyenda escandinava, en la que Papá Noel castiga en vez de premiar, el tono es de comedia. El espíritu navideño tienen un Lado B, más oscuro y tenebroso que la moralina familiar reivindicada, aunque cada vez menos, durante los fines de año. Krampus: el terror de la Navidad recupera una vieja leyenda escandinava, la de un Santa Claus que castiga en lugar de premiar, y pone en vilo a una familia estadounidense desintegrada, enfrentada, cuyos miembros se “inmolan” en cada Navidad. Si el espíritu es viejo, la adaptación de que hace el filme de Michael Daugherty tiene varios componentes actuales. Ya es entretenida esta juntada navideña entre dos ramas de una familia que son agua y aceite, y que comparten las fiestas por obligación. Personajes estereotipados, pero graciosos al fin, situaciones que pueden resultar comunes a más de una familia, se van sucediendo en este encuentro forzado hasta que Max (Emjay Anthony), el más pequeño de la casa anfitriona, avergonzado y enojado al ver la hipocresía de estos encuentros renuncia a mandar su carta a Papá Noel. Sin querer, evoca una vieja historia que ya sufrió su abuela nórdica. Convoca así a una antigua fuerza demoníaca dispuesta a castigar a los escépticos como él, pero sobre todo a quienes construyeron ese escepticismo. Sin abandonar el tono de comedia, la película va convirtiéndose en una historia siniestra, un especie de Toy Story demoníaca en la que juguetes, galletitas y peluches empiezan a asediar a esta familia aislada en su casa azotada por una tormenta de nieve. Aflora la valentía de los tímidos, y recrudece la brutalidad de los brutos. Es cierto, es viejo ese esquema que va amigando a los protagonistas de una historia frente a sus situaciones límite, y es algo moralista pensar que esto puede ocurrir justo en Navidad, tras esta especie de llamado a creer y a querer pues de lo contrario, convocamos a los demonios. También hay una subtrama, la de la abuela paterna, que es previsible de principio a fin, pero la película va dando algunos giros que le devuelven jerarquía cada vez que se va a caer y no es poco mérito tratándose de un género tan venido a menos.
Navidad, época donde todos deberíamos ser felices, pero nunca pasa. Un chico, harto de que su familia y el resto de la gente se viva peleando en esta fecha, desata sin querer el poder de Krampus: el terror de la Navidad. Navidad, navidad, blanca navidad Max ama la navidad. Pese a que sabe que Papa Noel no es real (si gente, era hora que lo sepan), adora el espíritu navideño de compartir y ser felices; pero tanto sus compañeros de colegio, y sobre todo, su familia, se empeña en demostrar que esta fiesta en realidad es todo lo contrario. Luego de otra cena navideña que termina con una pelea, Max desea internamente que todos desaparezcan. Pero hay deseos que nunca deben pedirse. Cuidado con lo que deseas Si piensan que Krampus: El Terror de la Navidad es otra peli que se agarra de esta fecha para hacer un film de horror de dudosa calidad, solo tienen que mirar los primeros minutos para saber que estamos ante una comedia con pincelazos de terror, y que cuando este ultimo hace su aparición, tampoco es muy serio que digamos. Definitivamente los mejores momentos de Krampus vienen con las líneas de diálogos de sus personajes, no solo haciendo referencia a personas o eventos reales, si no porque más de una vez dicen lo que todos pensamos cuando nos toca juntarnos a cenar, y a hacer que nos llevamos bien con gente que en el resto del año no soportamos. Y en este apartado se destaca el reparto adulto, en especial Cochata Farrell (nuestra querida Berta en Two and a Half Men) como la amargada y mal llevada Tía Dorothy, y a David Koechner repitiendo el personaje que mejor le sale, un pueblerino mal hablado y bastante básico que ve como debiluchos y cobardes a casi todos los demás. Pero aunque el mayor potencial de su guión está en los diálogos, también deja en evidencia la indecisión de los guionistas Todd Casey, Michael Dougherty (también director del film) y Zach Shields en apostar por completo a una comedia negra con tintes de cine clase b con presupuesto, o por el contrario, una de terror clásica. Dougherty también falla en los compases finales de la película a la hora de mostrar demasiado a las criaturas que acechan a esta familia, no solo porque le quita misterio al relato, si no porque algunos de estos bichos no están del todo logrados. Conclusión Krampus: El Terror de la Navidad es una entretenida película, con varios aciertos a la hora de construir gags y diálogos cargados de sentido del humor y malicia; pero que falla a la hora de moverse entre dos géneros y no jugársela por darle predominio a uno. En un año donde los buenos films que bordean lo bizarro escasearon, Krampus se podría posicionar como lo mejorcito sin hacer demasiado esfuerzo.
Para analizar una película como “Krampus” habría que remontarse al cine de terror de los ochenta, y mezclarlo con algo de la mirada ácida de Seth McFarlane cuando se trata de temas específicos. Acostumbrados a que año a año recibamos un par de propuestas ultra edulcoradas y familieras que ensalzan el espíritu navideño, el tiempo de dar paz, amor y otros eslóganes, el hecho de ver un producto cuyo sub texto la navidad y sus efectos me tienen re-podrido, resulta como mínimo una curiosidad. Así es éste estreno, la antítesis de Papá Noel (o Santa Claus, o San Nicolás, usted elija). La secuencia de títulos inicial es toda una declaración de principios. Una compaginación a velocidad ralentizada, con acciones que muestran la degradación del consumidor durante la fiebre de navidad mientras suena un villancico meloso y amable como contraste. Así la letra que dice “que tengas una feliz navidad, etc, etc” va decorando un shopping con caras largas, fastidio, peleas por ofertas, chicos gimoteando algún capricho, hastío y una violencia humana contenida. Es como si el director estuviese convencido que la navidad saca lo peor de nosotros y si la tradición dice que los regalos corresponden a los que se portaron bien, nadie parece merecerlos. Llevado desde el macro de la escena del Shopping a un plano menos general y más acotado, los títulos nos depositan en el seno de una familia tipo; David (Adam Scott), el papá y Sarah (Toni Collette), la mamá tienen, dos hijos, Max (Emjay Anthony) y Megan (Stefania LaVie Owen). Entre ellos tienen sus líos, pero son acrecentados por recibir a la hermana de Sarah, Linda (Allison Tolman), y a su familia encabezada por el esposo Howard (David Koechner) más tres hijos. El padecimiento no es final porque como peludo de regalo cae la tía Dorothy (Conchata Ferrell). Todos compiten para ver quien es más desagradable, y si la familia visitante tiene mucho de grotesco, viendo a la tía se nota que tienen a quien salir. Misteriosa, distante y hablando en alemán, está la abuela Omi (Krista Stadler) quien, como suele suceder en el género, sabe algo del pasado que nadie sabe. En el guión de Todd Casey, Michael Dougherty y Zach Shields hay tantas referencias al cine de terror de los ‘70 y ‘80 que sería imposible enumerarlas, pero aparecen homenajes a Miner, Craven, Raimi y varios otros, porque además “Krampus” amaga (juega con el espectador) en dos o tres oportunidades a irse de la propuesta (o mejor dicho a volver a la senda del final felíz), pero luego se mantiene firme con lo que vino a contar. No son los únicos indicios por supuesto. La fotografía, los escenarios, las decoraciones, la estupenda fotografía de Jules O'Loughlin que vuelve a los tonos azules para “mostrar” que es de noche, y por supuesto los lacayos del villano que parecen salidos de la fábrica de Jim Henson, es decir, bien artesanales. Dosis justas de humor, pero sobre todo ritmo y diálogos punzantes, hacen de “Krampus” un gran homenaje que respeta a rajatabla la tarea de entretener, asustar, y jugar muy bien con los climax del género.
Maldita Navidad Con una escena de créditos iniciales que muestra en slow motion a hordas de familias arrasando con un shopping para realizar las típicas compras navideñas, el director Mike Dougherty (el mismo de la interesante y poco vista Cuentos de Halloween) demuestra en dónde están sus sensibilidades. Lejos de ser una película de terror oscura y seria, Krampus tiene el tono juguetón de aquellos films que la productora Amblin de Steven Spielberg solía hacer en la década del 80, particularmente el de la saga Gremlins, de Joe Dante. Ubicada en las vísperas de la Navidad, el film de Dougherty transcurre mayormente en la residencia de una familia al que el término disfuncional parece quedarle corto, con hermanas que se odian, sobrinos que pelean y suegras insoportables. Es tal el nivel de intolerancia que uno de sus miembros, el joven Max, decide romper la carta que le había escrito a Papá Noel en el que deseaba que devuelva la unión familiar a esa casa. Es justamente ese acto lo que desencadena el arribo del personaje del título, una criatura basada en cuentos folklóricos que hace de contracara de Santa Claus, y que en lugar de traer regalos siembra el terror absoluto en el barrio castigando a la familia en cuestión. Es en ese instante en el que la comedia negra de la primera parte cede un poco al terror sobrenatural, aunque es claro que Dougherty no termina de tomarse al material completamente en serio, lo que hace de Krampus un film un tanto esquizofrénico a la hora de definir el tono de lo que quiere contar. Aún así, la película vale la pena por la creatividad que exhibe el director a la hora de crear escenas delirantes, como un ataque de muñecos de jengibre (un slapstick digno del mejor Sam Raimi) o un enfrentamiento de papá y mamá contra unos juguetes diabólicos que cobran vida y que no paran de causar el caos total. Krampus no será recordada por su originalidad ni por reinventar el género de terror, pero supone un rato agradable que a esta altura del año es recibido como un regalo navideño anticipado.
La Navidad es paz, amor, religión, familia unida y buenos deseos. También es consumismo exacerbado, gaseosas con osos polares, comida y colores complementarios que quedan muy bonitos (rojo + verde, concretamente). Krampus: El Terror de la Navidad, partiendo de una vieja leyenda nórdica (que, se sabe, viene inclusive antes de Papá Noel, o “Santa Claus” para los países angloparlantes) propone que también puede ser horror, sangre, demonios y monstruosidades varias. Todo sin abandonar en ningún momento, por supuesto, las tradiciones occidentales que de repente chocan con la mitología más oscura y lejana, al menos para nosotros. Quien dirige esta pequeña pero contundente muestra de género fantástico y humor es Michael Dougherty, responsable de uno de los últimos grandes films de culto del género como Trick Or Treat, esa pequeña joya que entrecruzaba historias bajo el contexto de Halloween. Las festividades le sientan bien a Dougherty claramente, porque aquí repite la fórmula con similar éxito: sin caer del todo en un cinismo que sería fácil, ni en demasiados clichés propios de éste tipo de películas, el realizador construye un relato que no llega a ser del todo escalofriante pero sí incluye algunos pasajes realmente memorables (la escena que sucede en un altillo merece una mención aparte). A juzgar por los primeros cuarenta y cinco minutos de película, podríamos asegurar que Krampus se trata en verdad de una comedia negra y no un film de terror. Pero los otros cuarenta y cinco minutos restantes, si bien no deshacen el aspecto lúdico de la primera parte, se vuelcan hacia el terreno netamente fantástico, y así lo que pudo ser un cuento de hadas con moraleja se termina convirtiendo en una fábula macabra para adultos. Una mezcla de humor y sangre más que bienvenida, que por momentos recuerda a las mejores épocas del gran Joe Dante.
Una pesadilla navideña Curiosa, irregular, inclasificable. “Krampus: el terror de la Navidad” pertenece a ese cúmulo de películas que cada temporada intenta capitalizar el creciente interés del público ante las inminentes fiestas de fin de año. Pero tiene una particularidad: trata de ampliar el abanico y llegar también a adolescentes consumidores de productos terroríficos más volcados hacia el gore. Lo logra a medias, pero en ese intento radican los puntos más altos de esta especie de collage, que mezcla elementos de distintos géneros que lo convierten en otra cosa y complican la tarea de encontrarle un marco de referencia adecuado. La secuencia inicial, que poco tiene que ver con el resto, es impresionante. Con una de esas canciones navideñas que solían usar las películas clásicas de Hollywood de fondo, vemos a una horda desesperada que se abre paso para realizar las compras navideñas en un shopping. La cámara va de lo general a lo particular para hallar al joven Max (Emjay Anthony) peleando con otro niño en un concierto coral. Así arranca lo que parece una comedia con pizcas de drama (hay ecos de la recordada “Mi pobre angelito”) sobre cómo ese niño se desilusiona ante las dificultades de la reunión familiar de Nochebuena. Cuando observa que los enfrentamientos y la hipocresía opacan el “espíritu navideño” que él defiende a golpes de puño, destruye la carta que le escribió a Papá Noel y decide que no celebrará. Así invoca, sin darse cuenta, a un demonio llamado Krampus, una suerte de “sombra” de Papá Noel que castiga a los escépticos. Es justo en ese punto cuando la película cambia abruptamente el tono. Tanto, que la irrupción de elementos fantásticos en una historia que parecía ir hacia otro destino provoca desconcierto en el espectador. Llega, entonces, una fuerte tormenta de nieve que confina a Max y a su familia dentro la casa, donde deberán enfrentarse, dejando a un lado diferencias y resentimientos, a juguetes y hombrecitos de jengibre que cobran siniestra vida y a un grupo de estrafalarios duendes que quieren matarlos. De acá en más se percibe una acumulación de referencias cinéfilas que va desde “Gremlins” hasta “Poltergeist”. Y es donde el film se torna más irregular y fluctúa entre las secuencias logradas y las decepcionantes, hasta converger en un final antológico, ácido y desarmante. Que otra vez desencaja al público. Explotar los recursos La notable actriz Toni Colette, quien hizo un montón de películas en la última década y media pero que todavía es popular por interpretar a la madre de Haley Joel Osment en “Sexto sentido”, y Adam Scott (a quien vimos el año pasado como el irritante jefe de Ben Stiller en “La increíble vida de Walter Mitty”) encabezan el reparto junto a Emjay Anthony. Los secundan David Koechner, Allison Tolman, Stefania Lavie Owen, Krista Stadler y Conchata Ferrell, la inefable Berta de “Two and a Half Men”, que aquí se autoparodia en el papel de la tía Dorothy. Sin embargo, el protagonismo absoluto queda para Krampus (cuyas primeras apariciones en el film recuerdan a las de la criatura de “Jeppers Creepers”) y sus secuaces, creados por Weta Workshop y Weta Digital, las empresas que se hicieron famosas por intervenir en las sagas de “El señor de los anillos” y “El Hobbit” y en “King Kong”, de Peter Jackson. Es obvio que una obra menor como “Krampus”, cuyos personajes (tanto los de carne y hueso como los artificiales) están destinados a un rápido olvido, no podrá destronar ni relevar a ochenteras y queridas “películas de terror navideñas”, como “Gremlins”, “Navidades infernales” o “Don’t Open Till Christmas”. Pero de todas maneras, resulta excitante por su frescura y asumida sencillez. Y sobre todo porque los realizadores, conscientes de la necesidad de aprovechar al máximo el bajo presupuesto, exprimen los recursos con mucho ingenio. “Krampus” debe ser disfrutada desde una postura descontracturada, sin esperar finales felices ni argumentos tranquilizadores. Para pasar una Navidad atípica.
En época navideñas todos esperamos la felicidad de la reunión familiar, los regalos y todo el folklore que implican estas fiestas. Pero hay algo de lo que no se habla y que seguramente no muchos conozcan. Hay una leyenda que cuenta que existe criatura llamada “Krampus”, esta bestia con cuernos, se encarga de castigar a los niños que se portaron mal durante el año y se los lleva con él. En el film de Michael Dougherty, readaptan este mito y lo vemos como el malvado “San Nicolás” con sus cuernos y todo. Tratando de castigar a una familia porque el pequeño Max (Emjay Anthony) siente que el espíritu de la Navidad se perdió y con él su alegría. Así que Krampus viene a castigarlos haciendo que el pobre niño se arrepienta de lo que deseó.
Un entretenimiento válido que a pesar de su mezcla no del todo eficaz de géneros, logra entretener de principio a fin con mucha calidad. Si bien se la vende como comedia, realmente no tiene mucho de este género, al contrario, prevalece el terror realizado de una manera...
Un gran casting. Una idea magnífica y subversiva. El visto bueno del estudio para ser tan oscuro como resulte posible. Lástima que todos estos elementos no dan por resultado la obra maestra que todos esperaban sino una película tibia medianamente disfrutable y mínimamente recomendable. La idea de atacar ponzoñosamente a la fiestas navideñas (y, en especial, a todas las edulcoradas preparaciones previas) resulta en una oportunidad desperdiciada en Krampus, el Terror de la Navidad. El director Michael Dougherty (libretista de X2 y Superman Returns) carece de los genes de Tim Burton o Sam Raimi, y no logra anotar marcador cuando la cancha estaba servida para una goleada memorable. El concepto, en el fondo, es atacar la ñoñería navideña, sopor en cual se sumergen los norteamericanos año tras año con una serie de ritos tan aburridos y repetitivos como insufribles. Quizás sea un tema de la idiosincracia nacional, esa cuestión de caer siempre en los mismos rituales monótonos y glorificarlos como si fueran la esencia de la vida misma. Pasa con las chicas ricas y malas de los secundarios, el deseo ferviente de pertenecer a una estúpida logia universitaria, la glorificación de las cheerleaders y los jugadores de futbol americano, la necesidad indispensable de tener un tema romántico común para la pareja, la estúpida monotonía de comer siempre pavo en el Día de Acción de Gracias... Alguien me dijo hace algún tiempo que la necesidad de atarse a rutinas tiene que ver con una cuestión de inseguridad personal, con lo cual endiosamos rutinas relativamente triviales con el único fin de sentirnos incluidos en el conjunto de la sociedad. La gente cumple rituales estúpidos para no sentirse diferente, y ni siquiera se atreve a cuestionarlos o alterarlos en lo mas mínimo. En el fondo hay algo terriblemente miserable en todo ese mecanicismo, ya que la gente lo cumple de manera masiva y es incapaz de elaborar la posibilidad de festejarlo o cumplirlo de forma diferente. Podés comer otra cosa, podés vivir sin unirte a una fraternidad, o podés pasar una navidad sin armar un estúpido muñeco de nieve. Quizás sea la standarización de la mediocridad, eso de que uno no puede ser menos y que, por lo tanto, debe hacer lo que hacen todos sin cuestionar si es lo correcto o si realmente es divertido. Algo parecido le pasa a los estudios de cine, que vomitan horribles filmes navideños todos los años a la altura de diciembre, esperando ser la nueva Milagro en la Calle 34 (1947). Al menos es de agradecer que Krampus intenta salirse de la vaina, aunque es mucho menos afilada de lo aparenta. La idea es similar a Mentiroso, Mentiroso (1997): nene desencantado con su familia pide un deseo... y el mismo se cumple, aunque de la manera mas retorcida posible. Acá lo que termina invocando es un ancestral demonio europeo - el cual es real, no un invento del filme, y se le reconoce en tierras germanas como parte de la mitología que rodea a Santa Claus: una figura perversa que castiga a los niños que se han portado mal -, el cual desata el caos en el barrio en donde vive toda esta gente. Al estilo de La Niebla de Stephen King, los tipos deben salir armados para recuperar los suyos, descubriendo que la zona está poblada de demonios, los cuales desean atraparlos para llevárselos al mismísimo infierno. La gracia de esto es que los demonios tienen la forma de juguetes, aunque su apariencia es espantosa: tenemos a un jack in the box (un payaso saltarín que sale de una caja) plagado de dientes y ojos rojos; muñequitos de jengibre canibales; un oso de peluche gigante con aterradores dientes negros; y el Krampus de marras, un demonio encorvado con cuernos enormes, patas de chivo y rostro demoníaco similar a un Santa Claus de pesadilla. Considerando el casting repleto de comediantes - Adam Scott, David Koechner, Conchata Ferrell - uno supone que esto va por la vena de la comedia negra... lástima que los chistes aparecen salteados aquí y allá, y no son lo que se dice desopilantes. Al menos cuando esta gente se reune y se pone en modo bad ass - pateando traseros de demonios - las cosas funcionan y son entretenidas... sólo que el tono siniestro de la película termina triunfando y cada ataque de los bichos termina con alguien devorado o secuestrado por las criaturas. Hay que reconocer que la aparición de los bichos va de lo bueno a lo impresionante, y debe ser el apartado en donde mejor funciona el filme - el payaso gigante que devora pibes es estremecedor -, pero todo no deja de ser tibio. Digo: como comedia de terror es bastante sosa, y como filme de horror tiene sus momentos pero toda la premisa es demasiado vaga. Al menos la sensación de impredictibilidad inunda el ambiente... pero te da la impresión que ni el libretista sabe muy bien para dónde apuntar. (alerta spoilers) Al menos el final es oscuro y resulta festejable, ya que todos estos tipos detestables terminan en una especie de purgatorio en donde deberán festejar la Navidad por el resto de la eternidad (fin spoilers). software CRM Krampus, el Terror de la Navidad es recomendable por intentar hacer algo diferente. Las actuaciones son buenas - en especial Koechner, que logra humanizar a un personaje detestable - y tiene sus momentos; el problema es que le falta filo como comedia negra - no es Gremlins, aunque intenta imitarla por momentos - y la premisa es algo vaga. Acá se precisaba otro director, un tipo con menos miedo a ser radical y shockeante, alguien rebosante de humor negro como para atacar la petulancia de los ritos navideños y disparar locura y sangre por todos los poros... lástima que no estaba disponible en el momento adecuado, razón por la cual nos quedó esto, lo cual no deja de ser una gran idea a medio cocinar y carente de los ingredientes adecuados. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/krampus.html#sthash.H6byCIxg.dpuf
Michael Dougherty, director de una gran película titulada "Trick or Treat", creó en "Krampus" un relato basado en el mítico personaje que no se ahorra delirios, fantasías, buenas dosis de sustos y una bizarra locura que no tiene miedo de entrar en el ridículo y salir victorioso. Un hermoso cuento de terror para niños.
El lado B de la Navidad "Krampus" es una original película acerca de la Navidad dirigida y escrita por Michael Dougherty ("Trick 'r Treat") que combina terror y humor negro para ofrecer una experiencia distinta y menos melosa de lo que nos tienen acostumbrados en estas épocas festivas. La historia cuenta que en la noche buena previa a la Navidad, una entidad maligna de la mitología nórdica llamada Krampus acecha y castiga a las familias que no han sido buenas durante el año o que han perdido su fe en Papá Noel. Por supuesto esto ha sido oculado por la cultura occidental moderna y nadie cree actualmente en el relato... al menos hasta que les toca vivirlo en primera persona. El director Dougherty hace un buen trabajo combinando situaciones terroríficas con momentos bizarros de diversión y humor negro. El cast ayuda bastante a esta mezcla, con nombres experimentados en el campo del humor como Adam Scott ("Parks and Recreation"), Toni Collette ("Little Miss Sunshine"), David Koechner ("Anchorman") y Conchata Ferrell ("Two and a half man") entre otros. Siempre está latente ese humor a lo SNL pero sin abusar demasiado del recurso para que la parte de terror no quede totalmente en segundo plano, aunque por momentos esto resulta inevitable. El Krampus está bien diseñado y se impone cuando aparece en las secuencias que lo incluyen, aunque creo que me hubiera gustado ver más de este monstruo y quizás algunas escenas más crudas y jugadas. Todo el tiempo amaga con salirse del la senda segura, pero nunca lo hace por completo. Para ser un film de bajo presupuesto está bastante logrado en lo que a aspectos técnicos se refiere. Tiene buenos efectos audiovisuales que acompañan a la trama, que si bien es un tanto básica, permite que el espectador se entretenga y pase un buen momento de aventura y magia mitológica. Una propuesta de clase B que consigue posicionarse como una opción entretenida y original en una época de estrenos festivos y azucarados.