De que va La Despedida es una película que nos relata lo que podría ser el momento más triste en la vida de un deportista, la retirada. Cuando por distintos motivos que en general se alejan de la elección propia, se decide distanciarse del mundo que tantas felicidades les dio, muchas veces del mundo que los define como persona, que los hace dejar de ser un número más y les brinda la posibilidad de ser el héroe de la historia. En el caso de José esta despedida del fútbol le es impuesta rotundamente, por consejo médico el protagonista de esta historia debe dejar las emociones fuertes y adrenalinicas, debe dejar de jugar o pondría en riesgo su vida. José, es una leyenda, una figura histórica de un club barrial de fútbol amateur, su vida es recordada constantemente por él en etapas futboleras; el año que ganamos la copa, el año que perdimos por un penal, ésa es la cercana relación que José afronta con la cancha. Entonces, decide que la mejor manera de enfrentar tan drástica situación es haciendo una despedida, pero Jose no quiere un partido homenaje donde los goles los meta de favor; José quiere despedirse con el partido vital de la temporada, el que puede llegar a cambiar el rumbo del club de sus amores. Para eso considera de suma importancia contar con la presencia de sus dos mejores amigos, quienes también juegan en el club, y a su pareja, personaje que toma una importancia vital en la historia a medida que esta se va desarrollando. Profundizando La película entonces, arranca con ese plan de viaje que van a emprender el protagonista con sus 3 compañeros de equipo. La idea del viaje, comienza en un gran tono dramático, que va aflojando a medida que la película llega a su clímax; en un principio llegar a causar la risa del espectador se les presenta como una tarea compleja, resulta difícil salir del drama inicial que nos enfrenta a un hombre cara a cara con el miedo a la muerte, a un destino errado. Una vez pasado el trago amargo, uno se relaja y ríe, porque realmente el film llega a momentos tan irrisorios como hilarantes. Tiene varios guiños cinéfilos a Rocky, particularmente al comienzo, y después una escena en donde los cuatro compañeros de viaje se sientan a hablar de cine, rescatando grandes joyas como Los puentes de Madison o Comando. Conclusión Si bien en su totalidad la película alcanza muy buenos momentos y las actuaciones son bastante eficientes, tiene períodos en que cae, se excede en detalles redundantes y no necesarios, como la escena final, no hacía falta darle un cierre a cada uno de los personajes, considerando que la película comienza con el final, realmente hubiese sido más estético terminar la película en la cancha, en ese último partido donde el personaje principal pasa su vida. Más allá de eso, La Despedida es una película amena, sencilla y sin grandes pretensiones que vuelve a demostrar que lo que importa es el viaje.
Publicada en la edición impresa de la revista.
El Chavo, Juan Manuel D'Emilio es una figura conocida del medio publicitario. Ganó muchos premios en esa actividad y ahora es su momento de incursionar en el cine con su ópera prima: "La despedida". Fuimos con expectativas a sala a verla, y salimos conformes, el hombre ratifica todas sus condiciones para contar historias, más allá de su duración y el formato que elija. En esta oportunidad, su debut nos trae un film que habla de la amistad, la realización personal y el amor, en tono de comedia amena y cercana. D'Emilio narra con un estilo simple, directo y accesible: no se preocupa por hacer un cine puramente independiente ni tampoco coquetear con el mainstream. Sabe que busca el público y se lo ofrece con generosidad: una trama donde el fútbol y la amistad sean ejes y una historia atrayente, con personajes queribles. Desde ya, lo logra. "La despedida" es una película lograda a la que hay que prestar atención. José (Carlos Issa) es un tipo que está llegando a sus cuarenta, juega de nueve en un club amateur (Juventud Unida) y está atravesando la última etapa de su carrera como futbolista. Hace banco (el técnico no lo pone nunca y lo tiene, por respeto a su pasado goleador, nada más) junto con otros dos amigos que el fútbol le dio: Fede (el "Rifle" Pandolfi) y Rossi (Héctor Díaz) y apenas pasados pocos minutos, escuchamos a su médico de cabecera darle una mala noticia. Algo anda mal en su cuerpo y si no abandona el deporte ya, su estado de salud puede jugarle una mala pasada. Difícil no? Para alguien cuya gran pasión es la redonda, pensar en un retiro anticipado, abandonar el club de sus amores, los afectos, el vestuario... Además, Juventud se está jugando el descenso y en la próxima fecha debe viajar 300 km a la Costa para un partido clave. José, guerrero de miles de batallas, entonces, decidirá guardar su secreto (la gravedad de su cuadro) y avisarle a sus dos amigos, que el dejará la práctica de su gran pasión, luego del partido del domingo. Y que quiere despedirse en la cancha, jugando por los puntos, cosa harto difícil ya que el entrenador no lo pone nunca. Así es que junto a su mujer, Andrea (Natalia Lobo) y Fede y Rossi, nuestro protagonista marchará a pasar un fin de semana cerca del mar, para reencontrarse con sus emociones y elaborar esta partida del fúbtol, dejando todo para ayudar a su club, en la cancha, como se van los grandes... "La despedida" es un película emotiva, sobre todo para la platea masculina. Los valores que transmite José en palabras, forman parte del colectivo de los que aman este deporte: la pasión, el compañerismo, el amor por los colores... El trío de amigos es fácilmente reconocible en gente del medio: el clásico talentoso que nunca explotó porque la noche lo atrajo (Fede) y el picapiedra que basa todo en el sacrificio (Rossi), José representa el ídolo de barrio que encontró su lugar en el mundo entre esos 16 que semana a semana se juegan todo por la camiseta. El fútbol y la amistad, dos clásicos que dominan la escena. Lo interesante de D'Emilio es que no sólo retrata con precisión estos estereotipos, sino que al contar la historia (con varias subtramas interesantes) lo hace con oficio y logra instalar los tópicos sin mayores dificultades. Fluye. Es importante señalar, sin embargo, que sentimos cierta simplificación en los trazos que definen a cada protagonista... y que tal vez nos hubiese gustado un poco más de ductilidad en el protagónico a la hora de transmitir emociones. Desde ya, nos quedamos con el promisorio debut del Rifle, quien regala los momentos más divertidos del film y la fibra de Lobo, quien se luce en su papel de esposa desconcertada. Mas allá de eso, "La despedida" es una película que hay que ver. Obligada, si te gusta el fútbol y el cine nacional. Una buena oportunidad para experimentar el auténtico sabor del universo amateur de este deporte que tanto amamos los argentinos.
Un último deseo La despedida (2011), dirigida por Juan Manuel D’ Emilio y protagonizada por Carlos Issa y Natalia Lobo, es una tragicomedia contada a partir de elementos muy simples y cotidianos propios del cine independiente; y sobre todo, arraigada a la cultura del fútbol, lo cual la convierte en una película que intenta mezclar la emoción del símbolo argentino más popular y un estilo visual tratado con detalle. Aunque su ritmo pausado la sumerja en un vaivén de momentos muy atractivos y otros de tedio. José (Carlos Issa) tiene unos cuarenta años, una vida humilde, rutinaria y dedicada al deporte, particularmente al futbol; además su mujer, Andrea (Natalia Lobo) lo ama incondicionalmente. Pero un día el cansancio lo agobia y después de ir al médico, este le dice que ya no puede volver a hacer ningún esfuerzo físico debido a una deficiencia grave. Eso impulsa a José a tomar una decisión: retirarse del futbol. Va a dejar el equipo del club. Entonces junta a sus dos mejores amigos para contarles la decisión, pero ellos al igual que él, son suplentes en el equipo y prácticamente ya estaban retirados. Así la película se convierte en la aventura y excusa que arma José para darse su despedida en el club donde fue exitoso. Y no solo la de él, sino también de sus dos amigos. La interacción de los personajes, en su planeamiento para llegar al partido que será en La Costa, hace de la película un retrato sobre la amistad. Y ahí es cuando más gana. Pero cuanto más simple y sencillas se vuelven las escenas, utilizando elementos cómicos cerca del cliché y de lo previsible, puede volverse monótona. Es interesante, sin duda, como los personajes, a los cuales el conflicto los encuentra ya consumidos por su condición física, tienen que hacer un último esfuerzo, con tal de cumplir el último deseo de José. Cabe resaltar como las actuaciones de Fernando Pandolfi y Héctor Díaz van cobrando protagonismo volviéndose representativas, ya que los tres (junto a Carlos Issa) son los únicos que sostienen una historia llena de personajes secundarios un tanto flojos y dispersos. Teniendo como universo al equipo de futbol del club es posible identificarse con los sentimientos que se aguardan para poder jugar el último partido y así despedirse. Atrayente desde lo visual, toda la emoción e intriga se pone sobre el desenlace. Sin embargo, el final de la película resulta un tanto extraño para el relato, incluso por la manera de asimilarlo de algunos personajes. Podría decirse que quiere develar algún misterio o ser una vuelta de tuerca innecesaria, pues es un golpe un tanto exagerado (a pesar que parece ser el cobro de daños que te hace pagar la vida) para un argumento menos dramático o que no ha tratado de sumergirse de lleno en lo trágico.
Los pequeños pueblos del interior no son ajenos a la pasión futbolística. El Juventud Unida Fútbol Club se ha convertido en uno de esos equipos que, con sus eufóricos protagonistas, compiten no sólo con los cuadros locales sino que también hacen, de vez en cuando, algún viaje para enfrentar a las escuadras vecinas. El héroe del equipo es José, un humilde cuarentón que, cansado de su empleo público, se aboca a convertir goles para esa escuadra futbolera. Su esposa, Andrea, está deseosa de tener un hijo, pero su marido parece conformarse sólo con correr detrás de la pelota. Pero el destino le tiene reservada una amarga sorpresa, ya que en una revisión médica comprueban que su corazón ya no podrá resistir el esfuerzo que le demanda su deporte favorito. Su club está a punto de descender y Caruso, el técnico del equipo, no lo tiene más en cuenta, y así, él y un par de amigos van al banco de suplentes. Esta historia tan patética como angustiante tuvo en el novel director Juan Manuel D'Emilio a un hábil escrutador de esos personajes anónimos que transitan con convicción por lo que más los conmueve en la vida. Y lo hizo sin caer en el simple melodramatismo, ya que supo salpimentar la trama con trazos de humor. La cámara del realizador supo mostrar las íntimas angustias de su protagonista (un muy buen trabajo de Carlos Issa). Natalia Lobo, por su parte, se puso hábilmente en la piel de esa esposa que, en su intimidad, desea un hijo que ya comenzará a nacer en su vientre, mientras que la fotografía y la música apoyaron con indudable calidad este entramado que habla de las ilusiones frustradas, pero también de la lucha por vencer los palos en la rueda que el destino pone muchas veces en la vida de los hombres.
Un cine que no fue Hay algo ligeramente anacrónico en La despedida, como de un ambiente, unos personajes y un cine salidos de otras épocas. Como si en 2011 Juan Manuel D´Emilio hubiera filmado una película de hace 30 años. Los espacios físicos remiten a los ochenta, los personajes parecen anclados en los ochenta y la película vibra con un sentimiento "de barrio" que parece sacado de una filmografía que hace mucho ya que viene muriendo, aunque no termina de morir del todo. Pero la gran innovación y en buena medida el mayor placer que ofrece La despedida es que su ochentismo no nace de una incapacidad (en cierta forma, el cine argentino parece condenado a resucitar ese espíritu anticinematográfico, contenidista y populachero) o de una nostalgia por lo perdido, sino de un auténtico amor por lo que ya no es (el tono elegíaco de la película es muy claro), por lo que pudo haber sido. La despedida abre algo así como una realidad alternativa: lo que podría haber sido el cine argentino si el Nuevo Cine Argentino no lo hubiera sepultado. O una nueva posibilidad: lo que podría ser el cine comercial argentino (si es que existe tal cosa) si en lugar de pelearse con el cine independiente aceptara modernizarse un poco. D´Emilio dice que La despedida quiere unir dos mundos: el cine independiente y la cultura popular. No estoy seguro de que lo haya logrado y es probable que la taquilla no lo acompañe (para fines puramente comerciales, La despedida es simplemente otra película independiente argentina que se estrena en pocas salas y que probablemente no convoque demasiado público), pero lo que es seguro es que esta película trae nuevos aires a un cine que parece atrapado por la abulia y/o el minimalismo. La despedida ofrece pasión en y por los personajes. La historia es simple: un hombre cuarentón descubre que su salud ya no le va a permitir seguir siendo jugador amateur en el club de fútbol de su barrio. Está de novio, es empleado público y su club está a punto de descender de categoría. Sin apenas avisarle a nadie (excepto a sus dos amigos), decide que el próximo partido que su equipo juegue, en el que van a pelear para intentar mantener la categoría, va a ser su partido de despedida. El partido toca jugarlo en una ciudad de la costa, a 300 kilómetros. Entonces, él, sus dos amigos (también jugadores en el equipo) y su novia deciden tomarse el fin de semana y viajan en una casa rodante hasta el lugar del encuentro. La historia, como se ve, es bastante mínima y en eso La despedida deja en claro su costado independiente: los lugares son pocos, los conflictos son internos, el trabajo es más bien intensivo, la narración es poca. La cámara suele pegarse a los personajes, se mueve y tiembla. ¿Cuál es, entonces, el supuesto costado "popular" de esta película? Bueno, primero: hay fútbol y fútbol por el que se transpira. Segundo: hay pasión, sufrimiento y una emoción que llega a desbordarse. Probablemente ahí sea donde La despedida busca ser accesible: no solo le propone al público personajes con los cuales identificarse, sino que en ningún momento esconde su intensión de emocionar, de comprometernos, de arrastrarnos. Más allá de sus intenciones, la película tiene sus problemas: las actuaciones que caen más allá de lo recomendable, el humor un poco ramplón, sobre todo el final que a fuerza de golpe bajo se pasa un poco de rosca. Tiene hasta algunos problemas narrativos básicos (por ejemplo, en el partido final, nudo de toda la historia, pero que prácticamente no se ve en pantalla más allá de los ralenti cuidadosamente seleccionados para emocionar). Es claro que La despedida no es una película perfecta, pero se puede decir de ella algo hasta un poco mejor: intenta ser una película noble, sobre todo con sus propios personajes.
Hay equipo José (Carlos Issa) es un empleado público, casado con Andrea (Natalia Lobo), y lo más importante en su vida es el fútbol. Sigue jugando en su adorado equipo, juventud Unida, donde fue ídolo en su juventud. Los años pasaron, la gloria no llegó, pero conserva la misma pasión por su club, y a sus amigos de toda la vida, Rossi (Héctor Díaz) y Fede (Fernando Pandolfi), con los que ahora comparte el banco de suplentes. José esta enfermo, no sabemos qué tiene, pero podemos percibir que es grave, y la primera recomendación de su médico es que no haga esfuerzos, que se olvide de jugar. José se reune con sus amigos y les cuenta que debe retirarse, no les dice por qué, inventa un problema en la rodilla. Pero no quiere retirarse sentado en el banco de suplentes, quiere retirarse en el campo de juego. Algo tendrán que hacer sus amigos para lograr que José se retire jugando, y no mirando desde el banco. El partido que el equipo va a jugar por los puntos para no descender va a llevarse a cabo en la costa. Entonces José alquila una casa rodante para ir hacia el partido, y además pasar el fin de semana con sus dos amigos del alma y su esposa. La despedida empieza desde que los protagonistas suben a la enorme casa rodante, ahí comienzan los recuerdos, vemos todo lo que estos amigos tienen en común, lo que construyeron durante los años, las subtramas que hay entre ellos, y cada vez entendemos más por qué José no puede despedirse de otra forma que no sea jugando. La película está filmada de forma cercana, amena, emotiva, pero sin golpes bajos. Es una historia muy bien contada, correctamente filmada, con un guión claro y efectivo, que no pretende ser más que eso, no necesita situaciones exageradas para mostrar la pasión por la camiseta, o el amor por los amigos, y el sostén que estos significan en los momentos difíciles. Las actuaciones son muy buenas, no grandiosas, y lo más destacable es la química, el vínculo que hay entre los tres amigos, cosa que no funciona tan bien entre el matrimonio. Falla un poco la música, algo rudimentaria, por momentos molesta, y nos impide concentrarnos en la historia. Es destacable el uso del humor, basado en los chistes entre amigos, en el humor barrial y futbolero, aportado en gran parte por la naturalidad de Pandolfi, que está impecable en su personaje. Sobre la base simple de la amistad y el amor por la camiseta, se sostiene una historia sobre el fin de una etapa, sobre un final no elegido.
Hermosos perdedores Hay películas amables. La despedida es, además, cálida, entrañable, íntima, noble, sencilla, como una buena amistad. ¿Cómo no sentir cariño por sus personajes? Hablamos de tres antihéroes del fútbol del último escalafón del Ascenso (término que oculta la esencia de ese mundo, más que revelarla). Uno (Carlos Issa) recibió malas noticias de su cardiólogo y está obsesionado con jugar su último partido, a 300 km. Los otros (Héctor Díaz y Fernando “El Rifle” Pandolfi, ex jugador de Vélez y Boca, grata revelación actoral) creen que tiene una lesión en la rodilla. Su esposa (Natalia Lobo) ignora casi todo, aunque irá presintiéndolo en el camino, cuando el filme funciona como una road movie . Más problemas: los tres amigos, cuarentones que fuman y toman alcohol, hacen banco y el técnico (llamado Caruso) se empeña en no ponerlos. La despedida , que combina humor (efectivo) y drama, tiene una construcción de filme independiente, de autor, y algunas búsquedas -interesantes- cercanas a un cine más masivo. La empatía con el personaje de Issa, que además de futbolista amateur es un rutinario empleado público, resulta inevitable. Más, cuando sale del vestuario al modo de héroe de película deportiva estadounidense, pero bajo una lluvia de basura que le tiran los pocos hinchas locales. Con puestas en escena simples, predomina el tono agridulce. Y la gran música de Christian Basso.
Ese profundo amor al fútbol José (Carlos Issa) hizo un sueño del fútbol. Soño con ser campeón. La vida dijo no y se convirtió en un cuarentón decepcionado, con un empleo rutinario, una esposa, Andrea (Natalia Lobo) que le exige un hijo, compromiso que él se niega a asumir, porque, quién sabe si de esa manera se siente libre, más joven y eternamente irresponsable. Eso sí, sigue como fiel integrante del Juventud Unida Fútbol Club, al que va desde que era un niño. Pero lo que nota es que el tiempo pasa y hasta su técnico lo deja en el banco. El filme comienza cuando a José le diagnostican un problema pulmonar y le aconsejan no jugar más al fútbol. Entonces decide arriesgarlo todo por el todo. Irá a esa final con el equipo a trescientos kilómetros de Buenos Aires. Y se empecinará en salir del banco y meter un gol. El viaje con los amigos de toda la vida, entre ellos Fede (Fernando Pandolfi) y Andrea, su mujer, será un recorrido por cada uno de los momentos de la adolescencia común. El final. Una incógnita. VERDADERA PASION "La despedida" es una atractiva película que concentra los gustos del argentino medio, y ¿por qué no? del rioplatense. Es el gusto por la amistad y la pasión por el fútbol. Y lo hace con una historia creíble, emocional, con toques de humor y ese replanteo de los objetivos del principio que uno pensó se iban a cumplir en algún momento. Porque "La despedida" es una película de definiciones y replanteos. De asunciones y responsabilidades. Donde la amistad se pone en juego y la decisión es todo un tema. Excelentes actuaciones de todo el grupo con un nivel homogéneo y una muy buena intervención de Natalia Lobo, en el papel de Andrea y de Fernando Pandolfi, como Fede, el amigo de la infancia. Un director para seguir porque conjuga el interés de una historia nuestra, con lenguaje propio y buena mano para los actores.
Es un film con buenas intenciones y un tema popular. La pasión del fútbol no tiene que ver sólo con las estrellas del deporte Es la razón de ser de un jugador de la “D”, que por una enfermedad debe dejar de jugar. La debilidad del film está en los momentos melodramáticos, que se compensan con otros mejor logrados.
Elogio del alma de los clubes chicos Comeuñas (Armando Bo) sabe que está mal, no debe jugar más. Ya va a retirarse de la cancha, cuando surge la jugada que puede definir el partido. Es Argentina vs. Brasil, es la oportunidad de irse cumpliendo como corresponde. Es «Pelota de trapo», una de nuestras más grandes películas. José (Carlos Issa) también sabe que está mal, no debe jugar más. Pero no va a retirarse de la cancha, porque ni siquiera entró, hace meses que se pasa esperando en el banco sin que lo llamen. Hasta que surge la oportunidad que puede definir la vida del club. Es Juventud Unida vs. Cualquiera, pero es la ocasión de retirarse aunque sea con los honores de una tarde. Es «La despedida», una de nuestras buenas películas del año. Buena, ésa es la definición, aunque tal vez pudo ser todavía mejor. No importa. Como una linda final de campeonato, la película tiene atractivo, nervio, momentos de emoción y otros de agotamiento y recuperación, expectativas crecientes, vivezas y avivadas, sueños y esfuerzos agónicos, trabajo de conjunto, lucimiento individual, trasfondos mezquinos, entregas silenciosas, y sabor agridulce. Es un elogio de la amistad, de la esposa compañera, del tipo que pasa la semana en el yugo pero los fines de semana quiere sentirse un deportista hecho y derecho, es un elogio del alma de los clubes chicos. Y como buen elogio argentino, a algunos un poco les brinda su admiración, y un poco les toma cariñosamente el pelo. Juan Manuel D Emilio, el Chavo D Emilio, se llama el autor, que a los 20 años se metió en el cine publicitario, ya acumula docenas de premios internacionales y cuentas envidiables, fue colibretista de la curiosa experiencia cine-automovilística «La leyenda», y hoy es director general creativo de McCann (no confundir con MacCan). Junto a él se lucen Carlos Issa en su primer protagónico, Natalia Lobo, que debería seguir en el cine, Héctor Díaz, Gustavo Castellano (como el DT de canoro apellido) y Fernando Pandolfi, recordada estrella de Vélez que no defrauda como actor. Coproducción Carrousel Films con Pampa Films, rodaje en Mar de Ajó y Santa Teresita, a instancias del productor ejecutivo, natural de esos pagos. Ah, otro mérito: dura lo justo, sin alargue.
Tiempo de descuento Ópera prima de un director argentino, con el Rifle Pandolfi. Entre el clasicisismo de antaño y las nuevas corrientes estéticas de los últimos años, coqueteando con la elegía al barrio pero sin caer en transparentes miserabilismos televisivos, y oscilando entre tiempos muertos poco justificados y un tono ascético que no disimula cierta pose. Por allí andan las idas y vueltas de La despedida, un relato que cuenta una historia en presente pero que, por momentos, recuerda al cariño por el club amateur que el inolvidable Discépolo rumiaba por su "Vitoria Fóbal Club" (sic) en la esencial El hincha (1951). Pero ningún militante de tablón es el protagonista de La despedida, ópera prima del publicista Juan Manuel D’Emilio, sino el crack José (Carlos Issa) en su última curva como jugador debido a un problema incurable de salud. Surgirán otros personajes secundarios, algunos mejor construidos que otros, alrededor de este heredero del Comeuñas (Armando Bó en Pelota de trapo, 1948), claro que adaptados a la melancolía algo chantuna de una película sobre fútbol que transcurre en estos días. José emprenderá un viaje (re)iniciático junto a sus amigos, interpretados por Héctor Díaz y Fernando Pandolfi, revelaciones actorales en ambos casos, más el segundo cuando seguramente los hinchas de Vélez recuerdan aun sus goles de los '90. En ese mundo de amistad entre hombres, la mirada de Andrea (Natalia Lobo), actúa como nexo entre el clasicismo retro y el toquecito cool y moderno que propone la película. Es que La despedida recorre aguas estéticas de diferente intensidad con el afán de superponerlas y concretar un discurso que sorprenda por su originalidad. Pero algunos silencios aparecen forzados, algún parlamento actoral puede resultar maniqueo, como también el manierismo técnico que caracteriza al film. En medio de eso, surge el barrio, la pasión, el dolor, las alegrías, el retiro de un crack de fútbol que también tiene un antecedente en Pelota de cuero (1962), donde otra vez un jugador encarnado por Armando Bo jugaba el último partido de fútbol, muerte incluida en la cancha de Boca. La despedida termina resultando un clásico tiki tiki, pasesito para acá, otro para allá, algún ole, una pelota que se va afuera por poco, un tiro en el palo, ocasionalmente un par de goles a favor. Y no siempre.
No es un mal film esta historia de un jugador de fútbol amateur que juega su último partido mientras esconde una enfermedad que lo condena. El asunto aquí es que los personajes parecen seres humanos de verdad, que podemos creer en lo que sucede en la pantalla, que hablan como se habla a nuestro alrededor. Es cierto que el guión a veces carga las tintas y que el elogio de la amistad es un tanto desmedido. Pero se trata de una mirada más verdadera que realista, incluso si el film “de perdedores” ya tiene su propio código y sus propias trampas.
El Nuevo Cine Argentino visita el costumbrismo La despedida podría ser definido como un film raro, si no fuera que por raro entendemos a cuestiones de puesta en escena vinculadas con lo experimental y poco convencional. Pero no, este debut en el largometraje de Chavo D’Emilio es raro por cuanto utiliza elementos del Nuevo Cine Argentino para contar una historia que bien podría estar en una serie costumbrista de Pol-Ka o en una película argentina de los años 80’s. Es decir, hay una respiración y un registro en las actuaciones que se acercan más al cine nacional formalista de las últimas décadas, pero una temática y un tratamiento que funciona mejor en el territorio de lo popular: aquí el fútbol, la pasión, la amistad y el encanto de los perdedores. En ese cruce hay apuestas que resultan mejores que otras, pero que permite ver al menos un film que se anima a entrar en zonas de riesgo sin saber muy bien cómo va a caer parado. Porque si bien es cierto que directores como Trapero o Caetano, íconos del Nuevo Cine Argentino, han coqueteado con el costumbrismo -o al menos con lo popular-, nunca perdieron el norte formal. Aquí, por el contrario, lo popular entendido como sensiblero gana la partida y La despedida entra sin vergüenza en un territorio algo incómodo y ambiguo. Antes que nada, destacar una curiosidad: D’Emilio fue el guionista de La leyenda, película que se inscribía en el mundo del automovilismo deportivo. Si consideramos que La despedida tiene al ambiente del fútbol amateur como centro del relato y que en la Argentina no suelen abundar muchos ejemplos de películas deportivas o sobre deportes, ya podríamos calificar al director como un “especialista” en este subgénero tan atractivo. En La despedida tenemos a José (Carlos Issa), un veterano del fútbol que recibe una mala nueva de parte del médico, por lo que tendrá que abandonar la práctica deportiva en el club de barrio donde milita. Por eso, se toma el partido -definitorio- del próximo fin de semana como su despedida de las canchas, aunque hay un asunto, giro fundamental, que pone en riesgo ese objetivo personal (personal, porque José no informa a nadie de su condición de salud): no se lleva bien con el técnico, quien lo tiene guardado en el banco a pesar de su historia y de los campeonatos que ya le dio el goleador al equipo. Para que José juegue, sus amigos (Héctor Díaz y el ex jugador de Vélez, Fernando “Rifle” Pandolfi) imaginan una estrategia que tiene mucha relación con la historia del fútbol, pero con aquella no oficial: sólo imaginen ustedes que hay un bidón con agua dando vueltas. Está claro que José no está bien de salud y los elementos que van sumando hacia el incierto final se balancean entre un humor absurdo, la épica deportiva y la tragedia -aclaremos que en el camino la película se convierte en una peculiar road movie-: el final, si bien no del todo acertado en cuanto a ritmos y decisiones formales y de puesta en escena (hay algunos ralentis incómodos que imposibilitan el disfrute del juego), es acertadamente excesivo desde lo dramático, poniendo énfasis en lo épico y conectándose correctamente con el film deportivo. Lo que se discute del film, igualmente, es si ese desenlace funciona o no desde lo narrativo: parte del reto que propone La despedida hacia el espectador es aceptar sus quiebres estéticos e incorporarlos como una lógica algo desviada, pero coherente. Es decir: un film que arranca como un drama más cercano al cine de Ezequiel Acuña (por dar un ejemplo) termina como Escape a la victoria, pero sin nazis. Seguramente en cuánto le gusten al espectador las películas deportivas se encuentre la aceptación de este film de D’Emilio. Que La despedida no es una gran película, queda claro en la música con reminiscencias del peor costumbrismo, en algunos diálogos un poco chantunes sobre la pasión y el fútbol, y también en la manera algo esquemática en que son desarrollados los conflictos centrales, demasiado si tenemos en cuenta que la forma apunta a otro tipo de resoluciones. Sin embargo, hay varias cosas que hacen crecer al film por encima de la media de los estrenos nacionales: por empezar, una actuación sobresaliente de Héctor Díaz como Rossi, un personaje querible y que hace del amigo incondicional pero sin caer en la demagogia habitual con que se construye a este tipo de personajes en el cine nacional (pienso en Eduardo Blanco en los films de Campanella), y también por un humor que evidencia el bueno oído del director y guionista para interpretar cómo hablan y de qué hablan estos personajes: brilla, por su pertenencia cinéfila, cierta escena en la que los protagonistas hablan sobre Los puentes de Madison, a la que José califica como “la mariconeada esa que hizo Clint Eastwood”. Vale decir que a José le gusta Comando, con Schwarzenegger. La despedida es un film menor y simpático, pero que no hace de esa pequeñez un slogan publicitario como el Sorín de Historias mínimas. Por último, y sepan disculpar la subjetividad, pero que el villano (si es que hay un villano en este film) se llame Caruso y sea el técnico del equipo, y que el tipo sea definido como un picapiedras que le gustan los jugadores que pegan por encima de aquellos de buen pie, es un extraño caso de justicia que el cine se toma por encima del mediocre periodismo deportivo que padecemos hoy, y que quiere ver en cierto director técnico real a un tipo simpático y gracioso. Un guiño para celebrar.
Henos aquí ante una producción en la que, desde el vamos, se nota que se trata de una obra de bajo presupuesto y escasos recursos, circunstancia que obliga a su creador a tener todos los sentidos más agudizados. En principio, “La despedida” cumple con uno de los preceptos básicos del cine: debe contener una historia para contar, y el director Juan Manuel D'Emilio la tiene. Con tantos ejemplos realizados sobre la amistad es difícil no relacionarla con lo ya visto; pero la construcción de los personajes alrededor de algo tan particular como la pasión futbolera le da identidad propia y, para beneficio de los espectadores, funciona sin depender exclusivamente del marco tentador que ofrece el deporte más popular de nuestro país. José (Carlos Issa) es empleado en el tribunal de faltas, y como tal, debe lidiar todos los días con los reclamos y los humores de la gente. Nada en particular parece importarle demasiado, ni siquiera su vida conyugal, aunque diga amar a su esposa Andrea (Natalia Lobo). Para José el único contexto en el que parece tener un resquicio para sonreír es cuando está con sus amigos José (Fernando Pandolfi) y Rossi (Héctor Díaz). En particular cuando se encuentran para jugar al fútbol en una liga amateur a nivel regional. Nuestro protagonista se entera de algo que disparará una imperiosa necesidad de entrar a la cancha en el próximo partido a jugarse a 300 km de Buenos Aires. Aquí es donde lo más rico del conflicto se hace presente, mientras se van dibujando las personalidades de cada uno, con mucho lugar para el humor y, por qué no, la reflexión. Para contar esta agradable historia de amistad, “La despedida” se apoya sólidamente en el elenco que además de entusiasmo trasunta mucha química, de esa que hace tan divertido el rodaje que se traslada a la pantalla. Cuando falta oficio, sobra intuición y confianza por parte del realizador, demostrado en la inclusión de Fernando Pandolfi, sin experiencia actoral alguna, quien logra, con su habitual andar cansino y despreocupado, la mayoría de los muy buenos momentos de humor de esta realización. Un giro en el final puede dejar algunas preguntas, pero en definitiva se trata de entrar al cine y salir con una sensación agradable. Está lejos de ser una obra maestra. Ni siquiera un referente, pero entre tanta experimentación "sociodélica" en nuestro cine, recalar en lo simple puede ser el secreto para pasar un buen momento para quien ocupe una butaca ante una proyección audiovisual.
La última oportunidad José (Carlos Issa) es un hombre que, a los cuarente años, se encuentra en el umbral de la madurez y sabe que hay cosas que deberá hacer ahora o ya no las podrá hacer jamás. Puesto ante la disyuntiva, arriesga la relación que mantiene con Andrea (Natalia Lobo), su mujer —que quiere tener un hijo con él—, y hasta su propia vida cuando decide contrariar los consejos de su médico y jugar todo su resto por su pasión futbolera. Con ese interesante punto de partida, el director Juan Manuel D’Emilio bucea en la vida de un hombre de pueblo que siempre trabajó como empleado y que, entre sus escasos logros personales se cuenta haber sido el goleador de un club de su pueblo en los campeonatos de la liga regional. El ex jugador aún siente que puede lograr algo más en el deporte que le dio algunos resplandores de celebridad en la sociedad en la que vive y no quiere perder la última ocasión que el Destino le pone por delante. La realización personal se presenta entonces como un objetivo que supera la instintiva necesidad de prolongar la vida en el tiempo. Incluso también arriesga el amor por una pasión que arrastra a buena parte de los argentinos: el fútbol. Una buena película que remarca una de las aristas de la identidad argentina y destaca la resolución de un hombre que ansía trascender y se enfrenta a una encrucijada que le plantea la vida.
Un pequeño muy buen film nacional En el cine argentino, cada tanto, surgen películas realmente independientes, pequeñas y nada pretensiosas. “La despedida” es una de ellas. Un film pequeño pero no por eso menos profundo. Pequeño no significa de menor calidad. Un film pequeño puede ser de muy buena calidad. Eso es “La despedida”. La película cuenta la historia de José, delantero de un equipo de futbol amateur, que por una cardiopatía el médico le prohíbe volver a jugar. Por ello, junto con dos amigos y compañeros de equipo quiere jugar su último partido después de hacer mucho tiempo que estaban en el banco de suplentes. Por eso se irán los tres a la costa, donde se jugara el partido, y a la vez José también lleva a su esposa para que comparta con él su despedida. Una historia que puede ser pequeña pero que detrás conlleva un montón de emociones y sentimientos. El film está muy bien contado por el nobel director y cuenta con muy buen equipo actoral como Héctor Díaz, Carlos Issa y Natalia Lobo, incluso se lucen en un papel pequeño Cristina Alberó, y sorprende la actuación del debutante Fernando “Rifle” Pandolfi. “La despedida” no es una película de futbol, sino que utiliza el mismo como una excusa para temas muchos más profundos de la naturaleza humana. “La despedida” es uno de esos films que se disfrutan mientras se apoya al cine independiente nacional.
Narra los días que pasan unos perdedores. Muchos de nosotros sabemos la pasión que despierta el fútbol, no importan ni los colores o en que categoría juega el club de tus amores. Esta historia narra los momentos que vive un jugador José (Carlos Issa), quien en su momento fue un héroe, le dio todos los triunfos al “Club Juventus de Barracas”, un club de barrio. Pero su carrera se encuentra terminada, ya tiene unos 40 años, ahora se encuentra enfermo y por orden de su médico tiene que dejar de jugar. Este pedido le resulta bastante difícil de aceptarlo porque él juega por amor al deporte, es su cable a tierra, con esta actividad se distiende, lo saca un poco de la mediocridad de su empleo público, el cual le agobia escuchando los problemas de muchas personas que pasan por su escritorio diariamente. Ahora su prioridad es poder jugar el último partido como titular, sin que nadie sepa que este es un partido de “despedida”. Los únicos que se terminan enterando son sus dos amigos incondicionales Fede (Rifle Pandolfi, ex jugador de Vélez y Boca) y Rossi (Héctor Díaz), aunque a estos también los engaña dado que José dice que se retira del fútbol por problemas en la rodilla, sin embargo el problema es otro. El técnico Carusso (Gustavo Castellano), decide no ponerlo como titular y seguirá sentado en el banco de suplentes junto a sus amigos, situación que está entre sus planes. Ellos se unirán porque la unión hace la fuerza, viajarán en una casa rodante a la costa para jugar ese último partido para los tres y utilizarán cualquier artimaña para poder hacerlo. En medio de toda esta locura esta la esposa de José, Andrea (Natalia Lobo), ella es maestra y desea tener un hijo. Desconoce los problemas de salud de su marido y no entiende esa locura que tiene de correr detrás de la pelota. El film intenta ser emotivo, contiene ese tono agridulce. Está lleno de mensajes y confesiones, habla de la amistad, tiene el humor futbolero, son buenas las actuaciones entre los amigos, no resulta de la misma manera el de la pareja protagonista. Aquí se rinde un homenaje a los jugadores que aman el fútbol y que son capaces de dejar la vida en la cancha, con la buena música de Christian Basso, y su director D’Emilio busca constantemente motivar al espectador, el problema es como está contada, es bastante previsible y no consigue mantener el ritmo adecuado.
Si no fuese por el humor que la atraviesa desafiando su costado cercano a la pasión (y, por lo tanto, a la seriedad propia de esta), La despedida sería apenas una película sobre fútbol y para sus amantes. Y si es que, por otro lado, la fuerza de sus personajes y diálogos no alcanzaran a constituir la credibilidad que logran, tan solo quedarían allí los rastros del esfuerzo esteticista que continuamente amaga con anularla. Así, la clave de la película de Juan Manuel D’Emilio es el jugueteo con elementos diversos que no siempre consiguen fundirse correctamente, pero en cuyas mejores combinaciones surge la esencia de un relato nostálgico, afectivo e inocente que supera sus propios errores. José (Carlos Issa) es un jugador de fútbol que, al descubrir que está enfermo, decide viajar con sus amigos y su novia a Mar de Ajó, para entonces jugar allí su último partido. En una de las escenas más logradas, los cuatro personajes están sentados al sol, cada uno en su reposera y hablando simultáneamente sobre fútbol y Los puentes de Madison. Sus diálogos se superponen mientras la cámara enmarca continuamente planos medios y generales, recortando la acción aunque no la naturalidad y la fluidez, que jamás se ven irrumpidas. En otra escena, y luego de que almorzaran juntos en una cantina, los personajes deciden irse sin pagar. Mientras planean la huida, un foco selectivo destaca sólo a dos de ellos. Luego, al escaparse, una cámara lenta registra cómo uno de los personajes consigue huir justo antes de que el cantinero los alcance. Nuevamente, la técnica juega un papel activo y protagónico, pero también lo suficientemente discreto como para sostener y acompañar la mezcla de espontaneidad, humor, y buenos diálogos e interpretaciones construidos en la escena. Aunque habrá ocasiones en donde ciertas torpezas técnicas o diálogos mecanizados anulen la posibilidad de creer en lo que se nos muestra, La despedida tendrá en sus personajes y sus mejores momentos un contrapeso aún mayor. Llegando el final ya no será fácil ignorar el corazón simple y apasionado que estructura toda la película, y que nos ofrece más bien la opción de disfrutarla en sus escenarios cotidianos, charlas en reposeras y almuerzos sin pagar: es decir, en la verdadera esencia, sencilla y pequeña, nostálgica e inocente, que irrumpe entre sus grandes conflictos.
Abordando el poco conocido mundo del fútbol amateur, La Despedida sorprende ofreciendo un buen momento fílmico, y aunando ingredientes del cine independiente con una temática muy arraigada a la cultural popular. El director Juan Manuel D'Emilio, proveniente del cine publicitario, arriba a una ópera prima en la que logra plasmar su capacidad narrativa y visual, con una trama que con la excusa futbolística se concentra en las vicisitudes de la amistad varonil, con alguna bienvenida sorpresa en algún personaje. Sin ir mucho más allá de eso, en su falta de pretensiones se encuentra uno de los aciertos de su película. Un empleado público catalogado como goleador amateur histórico de un club porteño de una divisional muy alejada de la primera A, atraviesa por la encrucijada de tener que abandonar esa práctica ante una dolencia cardíaca. Con una lejana inspiración en Pelota de trapo de Leopoldo Torres Ríos con Armando Bo, en este caso también el futbolista ocultará sus riesgos personales en pos de ser fiel a sus colores y su pasión. Las alternativas en las que se involucran sus dos amigos cercanos y su mujer alcanzan toques de humor –con un par de escenas desopilantes- y de emotividad, aunque está claro que el espectador masculino puede ser más receptivo, con algunos guiños bien ubicados. Con un convincente y sensible protagónico de Carlos Issa, muy bien acompañado por Natalia Lobo, el ex futbolista Fernando Pandolfi y Héctor Díaz, La despedida redondea una propuesta nacional sencilla pero sólida, pese a su bajo presupuesto.
José, el protagonista de esta historia, decide pasar un fin de semana en la costa junto a Andrea, su mujer, y a Fede y Rossi, sus mejores amigos de la vida, especialmente en este momento de banco de suplentes, antes de jugar lo que podría ser su último partido a causa de una grave enfermedad. El sencillo viaje a Mar de Ajó cobra entonces otra dimensión, cuando el contacto habitual se transforma en reencuentros entre viejos conocidos que, como reza la premisa, nos muestran que la amistad es todo y lo demás es cotillón. La Despedida es una película en la que aquellos que alguna vez jugamos al futbol o vestimos una camiseta de algún club nos veremos identificados. En la que todos los valores que este deporte contiene quedan plasmados en pantalla, representados con el sentir de José, quien sabe que en la cancha uno deja de ser sólo un número más cuando se convierte en el 9 goleador que todos aclaman. Los protagonistas son simples, cotidianos, lo que sienten es lo que siente el espectador, con lo que se facilita su reconocimiento. Uno de los principales rasgos a destacar es que el director maneja muy bien los tiempos, sabiendo en qué momento debe abrazar la comedia y cuándo recuperar el tono serio que apareja la enfermedad. Tratar la forma en que un hombre sobrelleva la noticia de que debe dejar de hacer aquello que ama, no es algo fácil de lograr, algo que en el debut como director del Chavo D'Emilio se constituye en un acierto. La dupla de Rossi y Fede, con unas actuaciones más que correctas de Héctor Díaz y el Rifle Pandolfi, es la que goza de los fragmentos con mayor humor, en donde cada uno aporta la frase justa y necesaria en el punto indicado. También es para resaltar la muy buena interpretación de Natalia Lobo, a quien le toca hacer frente a las situaciones en las que la comicidad desaparece y resurge el problema que impulsa el desarrollo. La Despedida es una tragicomedia de sorprendente fluidez, donde los altos y bajos son llevados con cautela y conocimiento. La sencillez de sus personajes permite conectar al espectador con distintas emociones, en tanto que el film regala un vistazo a la pasión por el fútbol amateur. Así, partiendo de una historia simple y concreta, el director redondea una muy buena película... cortita y al pie.