La Locura está en el Pueblo El realizador Breck Eisner està muy vinculado al mundo de las series televisivas (Taken, Beyond, etc) y también encargado de la dirección del film Sahara con el multifacético Matthew McConaughey. En este caso, pone en escena una remake de George Romero del año 1973, The Crazies, que a nuestro país llega con bajo el nombre de La Epidemia. La historia se centra en los habitantes de una pequeña localidad de Kansas, que son perseguidos por la muerte y la locura, tras un accidente de un avión militar que transportaba en secreto un arma química que contamina el suministro de agua. Los habitantes de este poblado comenzarán a enloquecerse, asesinando a sus familias, suicidándose y dejando a su paso desolación. El ejército norteamericano, con un estilo extremista, intentará aislar la zona disparando a todo aquel que intenta salir de la región, incluyendo a las personas no contaminadas por el virus. Manteniendo la clásica modalidad de Romero, Eisner va llevando al espectador por la brutalidad y las típicas miserias humanas, mientras los protagonistas, un alguacil llamado David Dutten (Timothy Olyphant, quién participará en Rango junto a Johnny Depp y en Soy el Número 4, la nueva producción de Disney) y su esposa embarazada Judy Dutten (interpretada por Radha Mitchell de Identidad sustituta, junto a Bruce Willis) intentan sobrevivir y escapar de toda esa demencia. Si bien la cinta no cuenta con incontables sobresaltos, logra cautivar la atenciòn hasta el final, dejando un sabor amargo y melancólico típico que lograba quien hoy sòlo ejerce el rol de productor ejecutivo, el señor George A. Romero. Muchas muertes, tensión y el uso de los medios para informar que es lo que ocurre en un desolado poblado, de donde huir será toda una locura.
El terror y la taquilla Hace mucho tiempo que el cine de terror americano dejó de tomar al espectador por un ser inteligente. Lejos quedan ya joyas como Psicosis (Psycho, 1960) o La invasión de los ladrones de cuerpos (Invasion of body Snatchers, 1956); obras de arte sustituidas por los chillidos y el susto fácil hacia finales de los años 70. La Epidemia (The Crazies, 2010) se sitúa claramente en este último grupo. Centrada la acción en un pequeño pueblo americano, este remake de una obra de George A. Romero narra la enigmática historia de unos habitantes que, de forma repentina, empiezan a enloquecer. El sheriff del lugar y su ayudante comenzarán una investigación que conducirá la cinta hacia un ramillete de tópicos y efectismos del género tales como golpes de sonidos en busca del sobresalto gratuito, superficiales lecturas humanistas en momentos delicados o antagonistas tan torpes para algunas acciones, como increíblemente hábiles para otras. Sin embargo, no todo son malas noticias. En primer lugar, la cinta contiene un buen arranque. De forma veloz y ágil (quizás demasiado) nos presenta a los personajes y, al mismo tiempo, nos muestra la vida rural americana y sus costumbres. En este punto, se hecha de menos la búsqueda de una mayor introspección para lograr una hondura emocional pero, a la vista de como está el panorama, un hábil comienzo se agradece. A su vez, su director Breck Eisner (Sahara, 2005), autor que está desarrollando el grueso de su filmografía alrededor de este tipo de cine, logra una realización efectiva que, a pesar de echar mano de recursos gratuitos y sustos impostados, consigue que no nos aburramos demasiado con una trama que empieza a decaer y a hacerse repetitiva según conocemos más de la misma. Y es que La Epidemia (The Crazies, 2010) funciona como film destinado al entretenimiento sin más, pero también deja algunos detalles para los incondicionales del género. La trama se presenta como un híbrido entre La invasión de los ladrones de cuerpos y Los chicos del maíz (Children of the corn, 1984); para degenerar en una mezcla de la novela La Carretera (The Road, 2007) de Cormac McCarthy y La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, 1968) del citado George A. Romero, sorprendente (o no tanto) productor de la película. Por ello mismo es una pena que lo más interesante del film quede tan solo en detalles o matices. Que sus autores estén más pendientes de la taquilla que de la vocación artística ignorando así que es más fácil congregar espectadores con una buena película que con una ruidosa y efectista.
En 1972, George A. Romero estrenaba su cuarta película: The Crazies (también conocida como Code Name: Trixie, y que en Argentina se estrenó en video con el nombre de Contaminator), en la que los habitantes de un poblado comenzaban a matarse entre sí por el efecto de una sustancia experimental esparcida en el agua. Como es su costumbre, Romero hizo una película con abundantes tintes políticos y repartía palos al accionar de las Autoridades frente a una amenaza, sobre todo para tapar errores propios. Es verdad que por momentos la película se concentra demasiado en ese aspecto y se descuidan otros aspectos, como el ritmo y las actuaciones. La nueva versión mantiene la premisa de la original, pero es más frenética, sangrienta y todavía más apocalíptica. Esta vez la historia está contada desde el punto de vista de quienes intentan sobrevivir en medio de aquel caos de locura y violencia: dos policías (Timoty Olyphant y Joe Anderson), y la doctora esposa de uno de ellos (Radha Mitchell), quienes deberán enfrentarse a la milicia y a los infectados en su objetivo por escapar del pueblo. Como sucedió con El amanecer de los muertos, de Zack Snyder (remake de Dawn of the Dead), La epidemia logra superar a la película en la que se basa. De todos modos, Romero es y seguirá siendo el más grande.
Adiós a las armas John Carpenter hace cine de terror. Wes Craven hace cine de terror. Darío Argento hace óperas de terror. Takashii Mike ya es repugnante (pero en el buen sentido). Roger Corman bordea entre la comedia y el terror, lugar donde se puede incluir, por ejemplo a Sam Raimi y Peter Jackson en sus primeras y mejores obras o los chicos de Farsa. Pero George A. Romero hace dramas políticos, disfrazados de películas de horror, lo cuál es una falacia, porque en realidad cada película de Romero está inspirada en un western. La mayor relación que tiene Romero con el terror es cuando adapta cuentos o novelas de Stephen King, que en realidad no dejan de ser dramas psicológicos. Por lo tanto George A. Romero no hace cine de terror. El morbo, las tripas y la sangre no hacen al género de terror. Mondo Cane es horrible, pero es un documental. Y eso es algo que nunca entendieron aquellos que buscan hacer remakes de películas de Romero. Ese es el punto que más fallaba en la remake de El Amanecer de los Muertos del sobrevalorado Zack Snyder. Una película que crítica la práctica del consumismo, la influencia de los noticieros, el capitalismo más salvaje y la adicción a la violencia, más que una película de terror es un documental de Michael Moore, pero Romero le agregaba zombies, vísceras y la transformaba en una divertidísima e inclasificable obra maestra. Snyder, en cambio, con su estilo cool y video clipero la convertía en un impresionable y tensionante film de horror, efectista, previsible y con muertos vivos que corrían a los protagonistas. “Si vos te despertás de la muerte, ¿de donde sacás energía para correr?” – decía Romero refiriéndose a la remake del film de 1979 y a Exterminio – “ ¿Acaso los zombies toman jugo de naranja, un energizante o se inscriben en un gimnasio para estar en forma?” El humor ácido pero punzante y real, del director es algo que no falta en ninguna de sus magníficas obras tampoco. Todos estos argumentos sirven para explicar porqué La epidemia, si bien no es decepcionante, se suma a la larga lista de films industriales, hechos por encargo; una de terror más para ver un sábado a la noche en compañía de un/a novio/a y/o amigo/s. El film original era realmente una aplanadora de emociones. Empezaba con toda la fuerza. En sí no tenía principio siquiera. Uno iba entiendo lo que pasó en el pueblo a medida que iba avanzando el relato de estas personas que se tenía que escapar de su ciudad natal, porque las fuerzas militares imponían una rígida ley marcial por pandemia de “locura”. Locura… generada químicamente por ellos mismos y contagiada a la población de este pueblo granjero a través del agua. Los malos en esta obra no eran tanto los “locos” como los militares y la adicción a la violencia que tienen los estadounidenses más conservadores. Romero se quedó adentro del cuerpo de un joven anarquista hippie revolucionario y su grito de protesta son sus films (igual que Godard), solo que en vez de ensayos hace terror con muertos vivos, pero particularmente no hay diferencias. A Romero no le interesa tanto la forma, como el fin… como el mensaje final, incluir grandes dosis de ironía, cinismo y humor negro, con algo de melancolía pesimista, solemnidad, morbo y mucho, mucho clase B. Todo lo lindo e imperfecto del cine de Romero, Eisner lo pierden en esta escuálida remake. El comienzo es prometedor. La historia se desarrolla rápidamente y con ritmo hasta llegar al conflicto principal: el encuentro con los militares. Hasta ahí estamos bien. O sea, si están los típicos efectos de sonido y música que ayudan a acrecentar el suspenso, y los gritos de susto en las plateas. Linda fotografía, lindo maquillaje y un interesante protagónico de Olyphant (un actor interesante que compuso al villano de Duro de Matar 4). El personaje de este alguacil honesto e idealista recuerda un poco al de Will Kane (Gary Cooper) en A la Hora Señalada, lo cual emparenta nuevamente al cine de Romero con el western. De hecho, Eisner (cuyo única antecedente es la flojísima Sahara) copia al mejor plano de A la Hora… Hasta la demorada aparición de los militares estamos bien. Ya nos pegamos un par de sustos, nos tensionamos con una muy buena escena en una funeraria y nos dimos cuenta de la mano romeriaza (esta vez superviso la película porque figura como productor ejecutivo) cuando pone de manifiesta la critica hacia tres cazadores furtivos. El problema es la persecución, aquello en lo que Romero se esmeraba más en desarrollar en el film original. Si bien los militares siempre están dando vueltas por ahí, amenazando con matar a la pareja protagónica: el alguacil y su esposa (la hermosa y brillante actriz, Radha “Melinda” Mitchell), con su comisario (Anderson) y una chica que cayo en el medio (Panabaker), los verdaderos perseguidores terminan siendo “los locos”. Si no estabas contagiado, te contagian. Una fábula que debería ser más política y social, acerca de la paranoia, la forzada claustrofobia, etc., se transforma en una banal obra más, del montón sin destellos de personalidad, con alguna que otra ingeniosa escena de suspenso (me gustaron individualmente las escenas del hospital, del lava autos y la de la estación de servicio como si fueran viñetas independientes de la película) y tensión constante. Está bien. Pido demasiado quizás. Eisner hizo un film distinto. No es Romero ni esperaba que lo sea. La Epidemia tiene su independencia, tiene su fidelidad y produce tensión, aún con sus lugares comunes, clisés, frases inverosímiles y personajes de cartón. Los climas están bien logrados y las interpretaciones de Olyphant y Mitchell, si bien no están a la altura de trabajos anteriores, convencen. No la pase mientras la veía (todo lo contrario, me sentía cómodo y entretenido), pero el efecto posterior es lo que te cuestiona la calidad del espectáculo que viste. ¿Es realmente tan bueno… o tan malo? Esta mañana varios críticos la lapidaron y subvaloraron el género, lo cuál me produce tristeza porque me gustan los films de terror. Hay muchos que tienen algo que decir, y más me produce tristeza que no hayan visto el original que SI tenía algo que decir. Acá no. Eisner no cuenta algo nuevo. Los militares y la adicción a la violencia son secundarias (en ese sentido lo más cercano a Romero fue la secuela de Exterminio, una película muy política antimilitar dirigida por un español con Jeremy Renner). Importa solo el efecto. Cumple, aún cuando el final del film es DEMASIADO inverosímil y hollywoodense (y visto). Pero George A. Romero está detrás. Algo queda de su magia, pero la mayor parte no. ¿Dónde está el espíritu anárquico? ¿Dónde está el incómodo, absurdo y melancólico humor negro? ¿Dónde está la crítica política, económica, social, militarizada de sus propias obras? ¿Se nos estará aburguesando o estará juntando la plata para realizar su próxima gran creación política con zombies asumiendo cargos legislativos, ejecutivos o judiciales? Me juego que esta opción es la adecuada y Romero no se vendió. Solo ahorrando. Espero que de resultados. Sin duda, a él lo voy a seguir. Eisner ya es parte del olvido.
La invisiblidad de lo neutro Breck Eisner no es uno de esos directores que se recuerdan sino de esos que salvan las papas de una producción caliente: menos que un artesano competente, más que un director regular. Y le viene a caer en sus manos la enésima remake de película de terror de los años '70 ¿Desastre en puerta? No es para tanto. Contar la historia de un ataque de locura que vuelve a un pueblo tranquilo y feliz el centro del descontrol y el principio de una epidemia puede ser una idea remanida, pero el cine de terror y la ciencia ficción han sabido armar grandes relatos en función de esa pequeña premisa. La resistencia, la camaradería y la desesperación a la vez son los elementos que suelen repetirse y que encuentran en John Carpenter y George A. Romero a sus principales exponentes. Hablar de La epidemia tiene un poco del dicho del vaso “medio vacío o medio lleno”. En esta caso, el vaso queda a medias y un poquito más lleno, pero la sensación no es del todo satifactoria. Veamos: lo positivo es que la narración elige un adecuado clasicismo, medio tono preciso, sobrio, casi carpenteriano. A su vez, como los mejores exponentes del terror “apocalíptico” (si bien la película no plantea un Apocalipsis global muestra la destrucción masiva de un pueblo) tiene la dureza y la desesperanza que aportan el humanismo necesario en medio de la hecatombe. Lo negativo, por otro lado, es que con demasiada asiduidad se tienta con diversos golpes de efecto visuales que echan a perder la interesante (y nuevamente carpenteriana) construcción del suspenso mediante un inteligente uso de la profundidad de campo. También azota a estas costas, una musicalización poco feliz y efectista (a cada aparición sorpresiva un primer plano sonoro estridente para machacar), una cadena de lugares comunes (los personajes son estereotipados y las situaciones que atraviesan también, lo que impide cualquier forma de empatía o de humanidad) y una resolución imprecisa, que deja varios frentes y preguntas abiertas. Al finalizar la película queda una extraña sensación, de todas formas: que todo está demasiado correcto, “que los rubros técnicos bla bla bla”, “que actores solventes bla bla bla”, “que efectos especiales prolijos bla bla bla”, “que el guión es atractivo bla bla bla”. Pero no sentimos ni la más remota emoción: es una película fría que cumple parcialmente sus objetivos pero que en la memoria, simplemente desaparece, se difumina entre otras mucho mejores que la antecedieron. Su presencia no molestará ni sorprenderá a nadie: porque tiene destino de invisibilidad. Es una de las paradojas del clasicismo narrativo: ser tan efectivo y funcional que deje de existir.
El mismo terror, las mismas luchas Digna remake de un filme de George Romero. La epidemia ( The Crazies ) es una remake del filme que George Romero dirigió en 1973, ahora con Brek Eisner como realizador y el propio Romero como productor ejecutivo. Hablamos de una película bien filmada, con bastante tensión, algo así como zombies y connotaciones políticas: el Estado, o al menos el ejército estadounidense, como un mal superior al que dice combatir. En 1973 el filme aludía a Vietnam; el actual podría aludir a Irak o al conflicto que elija. El terror empieza en un pueblo de Kansas, cuando algunos pobladores se vuelven irracionalmente violentos por haber tomado agua contaminada por armas biológicas de un avión militar caído. A la destrucción ecológica y de lazos sociales (la típica historia del pánico y la segregación), se les suma un ataque indiscriminado del ejército a civiles sospechados de estar infectados. Aquéllos que generaron el conflicto aplican la “solución”: negación y exterminio masivo. ¿Suena conocido? Con Timothy Olyphant como un sheriff y Radha Mitchell como su esposa, el filme tiene (en varios pasajes) nervio y escenas gore bien dosificadas. Pero no aporta novedades, como ciertas políticas de Estado basadas en la violencia.
El pueblo se volvió loco En la tranquila localidad de Ogden Marsh, en la zona agrícola de EE.UU., un día rutinario y tranquilo se convierte en pesadilla cuando el sheriff local, David Dutton (Timothy Olyphant) mata en defensa propia a un vecino y granjero extrañamente perturbado. Esta muerte es el primer paso de una reacción en cadena: pronto aparecen nuevos casos de pobladores mentalmente afectados y en cuestión de horas, Ogden Marsh se encuentra rodeado por un cordón sanitario gubernamental, su población separada en "contaminados" y "no contaminados". Sospechando que se lleva adelante algo más que un plan de contención, el sheriff decide abandonar el poblado, no sin antes rescatar a su esposa embarazada, Judy (Radha Mitchell), que para más detalles es la médica del pueblo. Junto a su alguacil Rusell (Joe Anderson) buscan la forma de salir de ese lugar de pesadilla, donde los contagiados comienzan a tomar el control y amenazan expandir la infección a otros condados. Con producción de George Romero, y basada bastante libremente en una de sus películas anteriores, esta cinta propone un thriller bastante soso donde los zombies (en una de sus múltiples formas: la de infectados de rabia, mucho mejor planteada desde que Danny Boyle filmó "Exterminio") son gente enferma que enloquece y mata sin motivo, poseída por una suerte de demencia que los brutaliza sin que lleguen a perder un cierto estado consciente. Sacando los clásicos golpes de efecto y la rapidez con que se producen los distintos eventos que llevan a la debacle, "La epidemia" es un filme con más altos que bajos, que retiene escasamente el interés del espectador y, sin llegar a ser malo, resulta flojo y predecible en su propuesta.
El film de Breck Eisner mantiene en vilo a la platea En un pequeño pueblo de Kansas todo es tranquilidad, y sus habitantes dejan transcurrir sus días con total monotonía. El sheriff tiene poco trabajo en ese lugar casi paradisíaco, mientras su esposa ejerce como médica en el hospital local. Sin embargo, todo ese sosiego se verá trastocado con el hallazgo de un cadáver. Pero el episodio no tardará en complicarse cuando varias personas comienzan a enloquecer y a asesinar. ¿La causa? El agua contaminada por un arma bioquímica. Horribles zombis y gente no contaminada serán asesinados para evacuar el pueblo. Desde el principio, la historia, una remake de la película original de 1973 dirigida por George Romero, logra su propósito de entretener y de transitar a pura acción hasta un final inesperado. Litros de sangre, cadáveres desfigurados y suspenso sin altibajos son los mayores elementos que el realizador Breck Eisner utilizó para relatar esta aventura que, aunque su tema ya fue tratado muchas veces por la cinematografía norteamericana, logra su fiel propósito de inscribirla en las buenas muestras del género. Las actuaciones de Timothy Olyphant, Radha Mitchell y Joe Anderson supieron sacar buen partido a sus respectivos papeles. Entretanto, una impecable fotografía, una música de acertado ritmo y los efectos especiales, que son aquí una de las mayores atracciones, hacen de La epidemia uno de esos films que mantendrán en vilo a aquellos espectadores que siguen con apasionamiento este tipo de aventuras que oscilan entre el suspenso, el terror y la ciencia ficción.
Este es un estreno loco. No sólo porque se trata de un extraño caso donde la remake supera a la obra original, sino que además tiene que ver con uno de los filmes más olvidados en la carrera del Gran George Romero (La noche de los muertos vivos). The Crazies fue una película particular de Romero que se estrenó en 1973 y resultó un fracaso enorme en los cines. La verdad es que salvo para los fans del director, esta película es completamente desconocida por la mayoría de la gente, ya que muy pocas veces se emitió por televisión y durante varios años fue difícil de conseguir en video. The Crazies quedó por completo en el olvido en parte también porque Romero hizo filmes superiores en su carrera. La película presentaba un muy buen concepto que lamentablemente no funcionó en el cine, entre otras cosas, porque tenía un reparto lamentable. Más allá de que esta remake contó con un presupuesto superior, creo el director Breck Eisner (Sahara) trabajó con mucha más precisión e intensidad el concepto de The Crazies. La historia sigue siendo la misma. Un accidente del ejército ocasiona una epidemia donde los afectados por un extraño virus se convierten en psicópatas asesinos. A su modo, en 1973, Romero reflejó con este cuento la paranoia que existía en ese momento en Estados Unidos por la Guerra Fría, un tema que trabajó con más precisión John Millius en Red Dawn (1984), cuya remake también se conocerá en unos meses. Lo que cambió en la nueva versión de Eisner es el enfoque. El director realizó un film mucho más atrapante, con un muy buen reparto, donde además juega con el concepto de zombies que creó Romero, al menos la segunda camada de muertos vivos en el cine que surgió con su famoso film de 1968. En este caso se incluyeron ciertos elementos fantásticos que hace que los infectados se vean como zombies. A diferencia de The Crazies que básicamente era una película clase B de acción, La epidemia se centra más en el género de terror. Es cierto, que en definitiva la película es más de lo mismo, si la vemos por el tema de los muertos vivos, pero está bien hecha y es una de las buenas que está para ver.
El aniquilamiento de un pueblito modelo De un tiempo a esta parte pareciera que Hollywood por fin aprendió de sus errores de antaño y pasó a reconsiderar las estrategias disponibles para actualizar propuestas de género de diferentes épocas y/ o geografías. Claramente La Epidemia (The Crazies, 2010) es otra representante de ese grupo de remakes contemporáneas que salen airosas de la difícil tarea de dar nueva vida a lo ya realizado: al igual que La Venganza de la Casa del Lago (The Last House on the Left, 2009) y La Maldición de las Hermanas (The Uninvited, 2009), por citar dos ejemplos, la película cumple y dignifica en lo que al ámbito del horror se refiere. Aquí se recrea la muy poco vista The Crazies (1973) de George A. Romero, un film de culto de bajo presupuesto que analizaba la desastrosa respuesta gubernamental y militar frente a una plaga imparable. En buena medida la estructura narrativa sigue siendo la misma aunque en esta oportunidad la historia se enfoca menos en las tropas y más en los sobrevivientes de la debacle: un avión que transportaba un arma biológica secreta cae en un lago y contamina el suministro de agua de un pequeño municipio rural, desencadenando la rápida expansión de un virus que genera comportamientos homicidas entre los lugareños. El director Breck Eisner construye sin apuros un relato de resistencia en la línea de la reciente Portadores (Carriers, 2009) y en especial consigue remontar un guión a cargo de Scott Kosar y Ray Wright que no se caracteriza precisamente por su originalidad. Si bien algunas situaciones se resuelven de una forma bastante pedestre, resulta indudable que la trama mantiene el suspenso y saca provecho de un tópico tan caro al ideario estadounidense como el del aniquilamiento de un pueblito modelo, microcosmos que nunca ha dejado de fascinar al público debido a la eterna identificación con esa proximidad entre protagonistas. Así es cómo al sheriff David Dutten (Timothy Olyphant), su esposa Judy (Radha Mitchell) y el ayudante Russell Clank (Joe Anderson) no les queda otra opción más que hacer todo lo posible para escapar de este enjambre caótico de infectados, soldados, agentes estatales y civiles varios. Con un gran desempeño en fotografía y maquillaje, La Epidemia termina siendo una obra tan derivativa como eficaz que pone una vez más de manifiesto las “soluciones” improvisadas y brutales que suelen implementar las autoridades ante cualquier indicio de rebelión: por suerte se ha conservado el sustrato ideológico del genial Romero...
Anexo de crítica: Pese a la fórmula repetida de la idea del contagio como parte de un experimento social y como herramienta de control poblacional ya explotada hasta el hartazgo por toda película sobre zombies, el film fluye y mantiene la tensión. Buenos climas, actuaciones convincentes y una atmósfera apocaliptica que se sustenta por sus imágenes, son suficientes atributos para una película remake que no apela a las concesiones ni a los maquillajes estéticos para volverse cruda, incluso con un final poco convencional para este tipo de propuestas...
Anexo de crítica: Contaminator fue el "inventivo" título nacional con el que se estrenó directamente para VHS la película The Crazies de George A. Romero. Fiel a la manera de pensar de su realizador la historia recapitulaba sobre los temas y obsesiones habituales en el creador de Creepshow pero sin ningún ácierto estético o narrativo digno de mención. Discursiva, sobredialogada y morosa, la cosa apestaba a más no poder desde el vamos (y no solamente por la presencia de sus cuasi zombies). La remake de Breck Eisner apuesta a corregir todos los defectos que el mínimo presupuesto disponible en el original enfatizaran sobremanera: hay aquí corrección y esmero en todos los rubros técnicos (fotografía, F/X, montaje) pero (y siempre existe un pero...) la abundancia de relatos de similar tenor rodados en los últimos años la perjudican sin remedio. No es un mal filme sino uno que ya viste mil veces antes. La sensación generada se puede sintetizar en una frase: -Mozo, hay un zombie en mi sopa!!!...
Aclaración necesaria: The Crazies es una remake de la película de Romero del 73, la cual no vi. Al que quiera decirme "¿cómo vas a hablar de la película si no viste la original?" lo invito a preguntarse primero cuántos potenciales espectadores vieron la original... Gracias. Yo voy a hablar de la película para ayudarlos a decidir si la quieren o no ver. Si es mejor o peor que la del 73, eso se lo dejo a los fanáticos. Confío en que el mismo Romero, desde el lado de la producción, se haya hecho justicia. Dicho eso, arranquemos por el póster. Debo admitir que la idea es buena, pero no se entiende del todo (la primera vez que lo vi creí que las líneas era el piso raspado). Es una foto linda que no dice mucho de la película. Pero, para variar, sí hay posters buenos, pero no llegaron a estos pagos. Estoy hablando de estos tres. No sólo tienen una estética más acorde a lo que es la película, además están acompañados por la irónica frase "Bienvenidos a Ogden Marsh, el lugar más amigable del mundo". "The Crazies" es una película del 2010 que llega recién este año a las salas de cine, pero que lleva bastantes meses dando vuelta por Internet. ¿De qué la va? El comisario de un pueblo tiene que lidiar con una epidemia en la que las personas se vuelven violentas y sádicas. El objetivo del protagonista pasa rápidamente de "solucionar" a "sobrevivir" junto con su esposa y su amigo. Es cierto, hay un spoiler en la descripción, pero yo no tengo la culpa. El título lo tradujeron como "La Epidemia", arruinando los primeros minutos, cuando los personajes tratan de saber qué está pasando. Listo, ya saben que la película es de una epidemia, por suerte no gira en torno a ese misterio sino a la supervivencia, con picos de tensión cada vez que un infectado toma protagonismo. La película cuenta con varios elementos del género cine zombie. Por no decir que cuenta con todos los elementos excepto con los zombies. Sí, los infectados no son zombies. Primero que nada, porque no se mueren. Pero para los que consideren zombies a los de "28 days...", también les digo que no se comportan como zombies. Siguen siendo personas (algo feas) que sólo piensan en matar volviendo un arma lo que tengan a mano, como Rambo encerrado en un supermercado chino. ¿Qué tiene "The Crazies" del género zombie? Un grupo de personajes recorriendo un pueblo desolado sin poder bajar la guardia un segundo porque puede aparecer un infectado donde menos lo esperen. No apta para los que quieran ver una película de terror.
Terror en el más real de los mundos Fábula de contagio, exhibe un universo en el que las “fuerzas del orden” resultan tanto o más letales que las del desorden. Realizada cinco años después de La noche de los muertos vivos, en su momento The Crazies confirmó que los terrores de George A. Romero (New York, 1940) no provenían sólo de lo más profundo del inconsciente, sino del más real de los mundos. Casi cuarenta años más tarde, La epidemia (título con el que en Argentina se estrena la remake de The Crazies) demuestra que ese mundo romeriano de pura entropía, en el que las “fuerzas del orden” resultan tanto o más letales que las del desorden, era el de los ’70, pero también el de hoy mismo. ¿O la Guerra de Irak no terminó de demostrar que las “respuestas” militares son mil veces más peligrosas que las del presunto Mal que dicen combatir? Dirigida por Breck Eisner (hijo de Michael, ex CEO de la Disney) y producida por el propio Romero, La epidemia es una versión algo atenuada del original, cuyo salvajismo tal vez la haría intolerable, hoy en día, para un público masivo. Todo transcurre en esa representación a escala que desde el western en adelante son los pueblitos del interior estadounidense. Ogden Marsh, Iowa, para el caso. De pronto, en medio de ese ritual nacional que es la inauguración de la temporada de béisbol, un vecino cruza la cancha como ido y con una escopeta en la mano, obligando a David, sheriff del lugar (Timothy Oliphant, que parece una réplica de Bill Paxton, veinte años atrás), a una decisión que de ahí en más cargará en su conciencia. Como en todo relato epidémico, todo funciona por efecto dominó. Más y más vecinos aparecen chorreando sangre y asesinando al prójimo, para desesperación de David, Judy, su esposa médica (la neocelandesa Radha Mitchell), y su alguacil, Russell (el interesante Joe Anderson). Pero cuando el intendente del pueblo se niega a cortar el agua, con el argumento de que en plena temporada de cosecha no puede hacerse una cosa así (razonamiento semejante al de su colega de Tiburón), empieza a quedar claro que más peligrosas que los infectados son las autoridades. La llegada de los agentes de la Salud Pública –que tratan a los sospechosos de infección como prisioneros de campos de concentración– y, peor aún, de los miembros de la Guardia Nacional –que en caso de duda abren fuego sobre mujeres y niños, para después incinerarlos con lanzallamas– no hará más que confirmarlo. Todavía falta el ejército, que como en Piraña es el causante de lo que ahora viene a reprimir, por supuesto que con los métodos más terminales. Lo que los uniformados hacen oficialmente, los fachos de la zona lo completan por izquierda. Un grupo de rednecks, impedidos de cazar por estar fuera de temporada, dará a los infectados el lugar de patos de kermesse. Hay en la situación una amarga ironía, muy propia de Romero, llevada al extremo mismo del genocidio y la aniquilación. En la propia escena introductoria se anticipa el final del asunto, con el pueblo entero de Ogden Marsh ardiendo en llamas. El truco es que ese no es en verdad el final: el final-final es peor aún. Lo otro es, claro, la paranoia, la desconfianza del otro y hasta de sí mismo, propia de toda fábula de contagio. Cualquiera puede haber contraído la “locura”, porque la bacteria que la produce viaja primero por el agua y después por el aire, y ni los propios protagonistas están a salvo de ello. Así como en El amanecer de los muertos las ceremonias de exterminio sucedían en un shopping, aquí los dardos sociales y políticos tienen por blanco un 24 hs. Devastado y arrasado, los altoparlantes del lugar siguen promocionando –en el colmo del descerebre mecánico– ofertas y beneficios para nadie. Superando notoriamente su alarmantemente vacua Sahara (2005), es posible que Breck Eisner exhiba aquí menos humor del aconsejable. Atenuada la bestialidad del original (cuya post civilización incluía filicidio, incesto y una abuelita que asesinaba con su aguja de tejer), Eisner narra los clímax con nervio, buen timing y ajustado uso del montaje. Síntoma de época, eso no le basta, sintiéndose obligado a “inflar” cada pico dramático con efectos de shock y golpes sonoros. Como si el relato mismo no fuera suficiente para darle un buen susto al prójimo.
Conocimos a Breck Eisner con su decepcionante película Sahara (la de Penélope Cruz y Matthew McConaughey coqueteando en la mitad del desierto). Ya pasaron cinco años desde ese olvidable estreno y el director va por más. Esta vez decide volver a la pantalla grande de la mano de un clásico de George Romero del año 1973, el cual llevó el mismo nombre que la actual producción. ¿Volverá a defraudarnos? La película plantea desde el inicio que algo extraño está sucediéndole a los habitantes de un típico pueblito yankee, donde todos son felices y reina la paz y armonía. La gente empieza a mutar en seres con sed de sangre; sin motivo aparente, los pueblerinos son invadidos por las ganas de asesinar a sus vecinos. Ahí es donde aparece el sheriff del pueblo David Dutten, interpretado por Timothy Olyphant, con su compañero de aventuras, su mano derecha del poder, el policía Russell Clank. Ambos, con la incorporación de la mujer del sheriff Judy Dutten, quien es también la médica que detecta en un primer momento el comportamiento errático de la gente, juntos comienzan a averiguar cuál es el motivo que lleva a los demás a realizar tales actos violentos. A partir de ese momento se desencadena en la sociedad una epidemia de casos, la cual es contrarrestada por las fuerzas militares del estado; en donde aparentemente, montan un operativo para separar a los infectados de los que no lo están, y vemos a los protagonistas tratar de escapar luchando a capa y espada con los militares, los infectados y todo lo que se cruce en su camino. El film es entretenido, llevadero y muy dinámico; es una película extraordinariamente correcta, si bien no crea terror propiamente dicho, cuanta con muchos momentos de suspenso en los que la música potencia ese efecto. Si bien en la versión de 1973 había reclamos políticos, en esta la queja hacia la milicia es mínima, aunque hay cuestionamientos, estos pasan desapercibidos. Claramente supera al original en efectos especiales y actuaciones, pero sigue siendo una remake; una idea tomada y desarrollada hace 30 años por Romero, cuando era obviamente mucho más impactante que en la actualidad. Para nosotros no deja de ser otra remake, otra de infectados.
Otra película de zombies Gracias a la vuelta de George Romero a las historias de muertos vivos en 2005 y en 2007, con Tierra de los muertos y Diario de los muertos respectivamente, se han reabierto los portales desde los cuales los caídos regresan a la vida con ansias de devorar carne fresca. The walking dead, la serie de televisión producida por Frank Darabont para la ABC, es prueba fehaciente de que los zombies están de moda y que esta moda está más viva que nunca. Sin embargo, no todas las propuestas son interesantes o, al menos, no todas las propuestas funcionan como las mejores películas de George Romero: una clara lectura sociopolítica del contexto de producción de las mismas. Una remake es una película zombie. Agotadas las ideas para nuevos guiones, los productores norteamericanos refritan viejas películas acondicionándolas a los tiempos que corren (del blanco y negro al color, del cine analógico al digital, de las dos dimensiones al 3D). Por otro lado, el cine de terror o el de suspenso parecerían ser los ambientes ideales para la reencarnación de films, quizás por el hecho de que los seres sobrenaturales convertidos en metáforas de una humanidad enferma siempre funcionan. Finalmente, pocas veces los resultados de estas nuevas películas logran superar al film original (como en el caso de Cabo de miedo o Guerra de los mundos). La mayor parte del tiempo, lo que ocurre es que la nueva producción huele a rancio y se traslada tambaleándose lenta y torpemente. Como un zombie. La epidemia, remake del film homónimo dirigido por George Romero, es uno de estos pocos casos donde la copia busque superar al original, quizás en la errada teoría de que la versión de 1973 es ideológicamente mucho más tibia que su adaptación de 2010. En la película de Romero, se boceta un gobierno norteamericano incompetente, por momentos digno del mejor slapstick commedy (el humor negro hilarante del padre de los zombies). En cambio, en la película de Breck Eisner, los militares son el gran poder destructor capaz de arrasar con todo un pueblo para deshacerse de la epidemia. Se acaba la sutileza, la violencia se hace presente de manera literal. Esta masa sangrienta y sin límites, vestida con máscara antigás, traje de protección química y a punta de lanzallamas es, en realidad, el verdadero enemigo con el que deben luchar los protagonistas, a tal punto de ocupar, promediando la hora de película, el lugar de los locos del título original. No hay nombres, no hay caras; sólo un Gran Hermano que vigila la tierra desde la triada de planos a lo Google Earth que Eisner desparrama por ahí. Al fin y al cabo, fueron ellos quienes iniciaron la epidemia, fueron ellos los verdaderos culpables de la sangrienta matanza. Pero no cantemos victoria. Porque lo que podría haber sido una tesis político social de la paranoia y la adicción a la violencia de los norteamericanos en los tiempos que corren, termina siendo una película de terror más, lograda desde los efectos y el manejo de la tensión pero con poco nuevo que decir acerca de la humanidad. Entonces, los locos vuelven a ser los muertos vivos que infectados por un virus del que no se da respuesta alguna persiguen a los protagonistas hasta el final. Y, nosotros, espectadores, nos quedamos con ganas de que sea el propio George Romero quien vuelva a ponerse detrás de cámaras en una nueva película de zombies.
Remake insípida de film del gran George Romero Este film es una remake de la película de 1973, The Crazies de George A. Romero cuya trilogía -La noche de los muertos vivientes del año 1968, Amanecer de los muertos de 1978, El día de los muertos de 1985- supo proveer al subgénero zombi del cine de terror su momento inaugural extrayendo la figura del zombi de la tradición vudú -figura demasiado ligada a la marginal cultura afroamericana de Nueva Orleans- para delinear los rasgos característicos de uno de los mitos que mejor sintetizan la desesperanza y fantasías apocalípticas de la época actual. Si bien La epidemia contiene algunos elementos del subgénero -gente enloqueciendo sin razón aparente, atmósfera claustrofóbica, crítica a los mecanismos de control gubernamental, fobia a una pandemia global- está ausente, o por lo menos no explicitado, un elemento tan inquietante como distintivo del mismo, el canibalismo. Varios lugares comunes confluyen en esta remake para lograr un espectáculo un tanto insípido como es el caso de los predecibles efectos especiales del cine de terror; el reiterado recurso argumentativo que encarna la esperanza de regeneración post-apocalíptica de la humanidad en la inverosímil supervivencia de un grupo -en este caso una pareja- de heterosexuales caucásicos con costumbres acentuadamente occidentales y, por último, el grosero recurso de sustituir el canibalismo zombi por la matanza indiscriminada de civiles llevada a cabo por el gobierno y ejército de los EEUU, sustitución que deja deslizar una crítica -superficial, permitida por el sistema- al accionar estadounidense en el exterior. Finalmente, debemos mencionar, sin embargo, como punto positivo la notable habilidad con que logra transmitir una sensación claustrofóbica a partir de vastos espacios deshabitados sin apelar al cliché de concentrar un profuso número de personas en un espacio reducido.
Virus incontrolable Ok, otra remake de una película de terror. Aburridísimo si largo acá, en este primer renglón, aquello de “la falta de ideas en la industria”, o lo otro de “lo innecesario de las remakes”. Además no lo creo así, muchas remakes están muy bien, y hasta superan al original. ¿Este es el caso? Más o menos. La epidemia es el refrito de un film de George A. Romero (el papá de los muertos vivientes) de 1973 llamado The crazies y la historia, en ambas películas, es básicamente la misma: los residentes de un pequeño pueblo estadounidense empiezan a sucumbir a un desenfreno incontrolable de violencia, causado por un virus experimental del Ejército que se propagó accidentalmente a través del agua. En un intento por controlar la epidemia, las tropas bloquean los accesos a la ciudad, aislando a los pocos ciudadanos no infectados que quedan, y dejándolos a merced de “los locos”. Hasta ahí llegan las similitudes, porque mientras el film de Romero se centra en el accionar del Ejército, caricaturizándolo y tratándolo de inoperante (estaba aún viva la guerra de Vietnam), con un estilo casi documental y un montaje por momentos caótico; el de Breck Eisner es un poco más clásico, centrándose casi exclusivamente en el grupo de sobrevivientes, especialmente en David y Judy Dutten (Timothy Olyphant y Radha Mitchell, respectivamente) y logra la primera meta de las remakes, actualizar aceptablemente la técnica y algunos temas del original El Ejército en la versión 2010 tiene la carga post 9/11, carece del más mínimo escrúpulo y compasión que Romero mostraba en 1973. Aquí se aniquila con efectividad y jamás se pregunta, son órdenes, y si se va de las manos… bueno ustedes verán La epidemia. En fin, el fascismo sin matices, que le regalan al mundo las tropas de George W. La epidemia tiene mesetas, unos primeros 30 minutos demoledores, y luego, de a poco, comienza a diluirse, siempre con picos de suspenso y violencia bastante aterradores. Hacia el final mejora, pero nunca vuelve a ser lo que fue en un comienzo. En conjunto es entretenida y vale la pena si querés ir al cine a ver una de miedo, pero ojo, esto ya lo viste antes, desde Exterminio a El amanecer de los muertos pasando por Portadores. Es que en verdad The crazies es de lo más flojito de Romero y esta nueva versión es sólo un poco mejor, más ritmo, violencia y acción, manteniendo cierto discurso en contra de la US Army, entreteniendo a la vez, y sin una pizca de originalidad. Este año (al igual que el anterior) viene cargado del virus incontrolable de las reversiones (sobre todo en cine de género), ojalá haya sorpresas. Esta no estuvo tan mal.
Un estado aniquilando a su pueblo Con referencias a sucesos como el de la cárcel de Guantánamo el filme se sostiene en su solidez narrativa, que le permite avanzar rápidamente pero dando cuenta de los hechos con precisión y coherencia, y en su elenco. Voy a establecer un par de comparaciones bastante arbitrarias entre La epidemia y dos filmes que se estrenaron en la Argentina durante el 2010. La primera es con la película italiana Vincere, que mostraba con precisión cómo el poder político –aliado con el económico, militar, religioso, etcétera- era capaz de ocultar lo aparentemente inocultable, hasta fabricar una ficción que iba transmutando en una nueva realidad, creída por toda una sociedad alienada. Pero también exponía los límites de esa construcción, que terminaba cediendo, a pesar de causar en el medio la locura y la muerte en pos de sostener se relato ficticio. La segunda es con El día del juicio final (cuyo título original es Unthinkable), ese pequeño, bastante desparejo, pero aún así interesante filme con Samuel L. Jackson, Carrie Anne Moss y Michael Sheen, donde se exponían las limitaciones del discurso políticamente correcto frente a situaciones límites, donde el daño hacia unos pocos individuos puede salvar a millones. Y por ende cómo el Estado, como entidad de poder pleno, termina recurriendo siempre primero a la violencia, a la mano dura en toda su expresión, en pos de conseguir sus objetivos, justificando sus nefastas acciones a partir de una meta supuestamente justa, reproduciendo el maquiavélico razonamiento “el fin justifica los medios”. La epidemia toma varios elementos ya presentes en las dos anteriores obras y retrata a un Estado que, con el fin de contener una epidemia en un pueblo, dispara primero y pregunta después, miente y oculta. Y lo peor, es que esto al final no le sirve para nada. Si Unthinkable analizaba las dificultades para sostener su pensamiento por parte de la izquierda norteamericana, La epidemia ejemplifica lo insostenible de los procedimientos avalados por la derecha. Y si Vincere contaba la historia de una mentira convertida en realidad, The crazies deja bien en claro cómo el ocultamiento en un momento se derrumba por su propio peso. Con referencias –un tanto obvias, hay que decirlo- a sucesos como el de la cárcel de Guantánamo o los campos de concentración, el filme de Breck Eisner (que mejora sustancialmente luego de la irrelevante Sahara) se sostiene en su solidez narrativa, que le permite avanzar rápidamente pero dando cuenta de los hechos con precisión y coherencia, y en un elenco de actores de mediano rango pero muy cumplidores, como los son Timothy Olyphant, Radha Mitchell y Danielle Panabaker. Con momentos de extrema tensión y violencia, donde la movilidad de la cámara contribuye a construir un espacio palpable e incluso temible, esta remake del filme de George Romero de 1973 falla al abusar de la música incidental para generar sustos, cuando es evidente que lo que mejor le sale es generar suspenso. Pero aún así, no deja de ser una reactualización interesante de la obra de Romero, un cineasta cuyas ideas siguen conservando una llamativa vitalidad.
Como buena obra hija de su tiempo, La epidemia, una remake de The Crazies, la legendaria película de George Romero, se las ingenia para expresar una sensibilidad de época y a la vez hacer buen cine de terror. Pero antes de pasar a La epidemia (también producida por Romero), algunas diferencias entre la versión original y la remake. En la película de Romero el Mal tenía un rostro bien definido: el ejército, sus altos mandos, los burócratas encumbrados en el gobierno y hasta el presidente eran los responsables del accidente aéreo que liberaba el virus Trixie en el pueblo de Ogden Marsh y de las posteriores medidas tomadas para evitar su propagación. Para los personajes la salvación consistía en escapar del radio de acción militar y llegar a otro pueblo cercano, aunque el final dejaba abierta la posibilidad de que el virus habría cruzado el perímetro establecido por el ejército y se habría esparcido por el resto de los Estados Unidos. En cambio, en La epidemia, el ejército, más salvaje e inmoral todavía que el que imaginara Romero, es un enemigo sin cara y que aparece construido como una amenaza rápida y fulminante, una máquina de exterminio sin vacilaciones de ningún tipo. Al mismo tiempo, no se sabe nada de otros órdenes de poder que pudieran balancear la omnipotencia militar, pero sí, como queda establecido desde el principio, que existe un dispositivo de vigilancia a nivel planetario capaz de verlo todo desde alturas estratosféricas, ya sea un pueblo como el de Ogden Marsh o un grupo de personas que huyen por el campo. En esas diferencias (aunque hay otras) se condensan las distintas visiones de las dos películas. En los 70 The Crazies todavía podía enjuiciar al orden político y militar porque la película estaba lidiando con funcionarios, superiores, presidentes; es decir, con personas. En cambio, ya en pleno siglo XXI, para La epidemia no hay un poder humano con el cual dialogar, lo único que queda es intentar escapar de sus brazos interminables, entonces la película se concentra en las estrategias de supervivencia de los personajes más que en una crítica política. Esa postura queda clarísima en la escena donde el grupo se cruza con un general que viene al pueblo a ayudar en la desinfección: cuando empieza a hablar, uno de los personajes lo mata sorpresivamente, como si la película no quisiera o no pudiera escuchar lo que el militar tiene para decir. En medio de la avalancha de remakes y de películas que parecen no entender absolutamente nada del género, el terror estadounidense se muestra cada día más pobre, lánguido y falto de ideas. Brevemente: más estúpido. Algunas pocas películas rompen con esa mediocridad general y nos dicen que el terror todavía puede hacernos sentir miedo sin sustos fáciles, perturbarnos y hasta hablarnos del estado del mundo. Algunas de esas películas excepcionales pertenecen a autores reconocidos como el propio Romero o el recientemente recuperado Raimi, pero muchas otras son películas chicas y con poca difusión. El año pasado fue Portadores: compacta, sólida, dura, sin concesiones, terror que interpelaba al espectador de igual a igual, que lo hacía revolverse en su butaca de manera leal, sin sustos a traición, Portadores pasó sin pena ni gloria por la cartelera local. Este 2011 empezó con La epidemia, otra película chica pero fuerte, de pulso firme, con el nervio suficiente para regodearse en la crueldad y la violencia siempre sin perder de vista a los personajes y su drama (vean la escena con las personas atadas a las camillas y el infectado que las atraviesa una a una con un rastrillo). Como en Portadores o La carretera (que no es cine de terror pero tiene varios puntos en común con las películas nombradas), el peligro sirve de prueba moral que tensa al máximo la concepción del mundo que tiene el protagonista, en este caso, el sheriff Dutten (un cada vez más cumplidor Timothy Olyphant): ¿qué hacer después de haber visto que un grupo de soldados salidos de la nada puede asesinar a sangre fría y con total impunidad a los amigos más queridos, o luego de haber visto a esos amigos convertirse en monstruos por obra de un virus y volverse capaces de cualquier cosa? Como en esas dos películas, La epidemia se juega en la puesta en crisis de una línea de conducta que se revela como incompatible con los tiempos que corren; bien lejos de las películas moralistas que apuestan a elaborar una enseñanza, en La epidemia, La carretera y Portadores se da cuenta de las dificultades de llevar una existencia moral en mundos que se resquebrajan sin remedio (y que se parecen bastante al nuestro). Antes que de una lección, esas tres películas abordan el relato de un fin, o, en todo de caso, el fin de un relato: el de un hombre dispuesto a ceñirse a una forma de comportamiento, preocupado por algo más que la supervivencia inmediata y fisiológica. Fuera de algunos sustos innecesarios, La epidemia es capaz de construir con pericia un universo (el de los pueblos del interior estadounidense) para después hacerlo estallar y perseguir implacablemente a sus criaturas para asesinarlas sin piedad. La tragedia de Ogden Marsh cala hondo porque la película pinta un pueblo y un drama que son mucho más que una seguidilla de clichés y, por eso, una parte de la bronca y el odio de los protagonistas por ver su pueblo arrasado y a sus vecinos masacrados alcanza a tocarnos y a involucrarnos en la historia, algo que el género parece que viene olvidando en los últimos años: fuera del miedo, los monstruos y las vísceras, el poder hacernos sentir a la par de sus personajes, introducirnos dentro de la historia como partícipes sensibles y no como meros observadores ajenos de un espectáculo sangriento. Eso, el invitar al público a compartir una experiencia de igual a igual con sus criaturas, es algo cada vez más difícil de encontrar en una película de terror, y La epidemia lo hace con lealtad pero también con dureza porque la situación que les toca vivir a sus protagonistas es cruel y terrible, como en las mejores películas de terror.
La Epidemia (The Crazies) es una remake basada en el film homónimo -en su título original- dirigido por George A. Romero. Luego de una mediocre experiencia que tuvo con Sahara, Breck Eisner cambia abruptamente de género para meterse en el mundo de los zombies con un resultado muy satisfactorio. La Epidemia nos contará la historia de un grupo de sobrevivientes que deben escapar de una ciudad sitiada por una diseminada horda de zombies y en la cual las autoridades de ese país deben aislar a las personas infectadas. Este grupo estará compuesto por David Dutten (Timothy Olyphant), el Sheriff del pueblo, la esposa de éste Judy Dutten (Radha Mitchell), su ayudante Russell Clank (Joe Anderson) y la muchacha Becca Darling (Danielle Panabaker). Juntos buscarán la salida de su querido pueblo que se encuentra completamente arrasado por un inescrupuloso ejército de fuerzas especiales que lo único que buscan es aniquilar a todo aquel que se ponga en frente de su plan de aislamiento. The Crazies es quizás una potable elección dentro de un género que últimamente se ha visto bastante bastardeado con las producciones provenientes de Hollywood. Obviamente que no estamos en presencia de una obra maestra ni mucho menos, pero hay que admitir que las agudas críticas a las fuerzas que se emplean para "restaurar el orden", varios momentos con sangre de buena cosecha y el excelente clima de suspenso alrededor de sus 100 minutos, son atenuantes importantes que muestran en este film una remake muy cuidada y llevada adelante con buenos resultados. También hay una mirada que sirve a modo de revisión sobre las actitudes humanas ante situaciones de este tipo, que resulta terriblemente interesante y entretenida. Como en la vida no todo es color de rosa, creo que los aspectos negativos que tiene La Epidemia son los típicos y pocos originales roles que cumplen los personajes, la casi nula utilización de la música y la repetición de ciertos trucos que hacen predecible el desenlace de algunas secuencias de suspenso. Las actuaciones del cuarteto principal compuesto por Timothy Olyphant, Radha Mitchell, Joe Anderson y Danielle Panabaker, fueron sorteadas sin problemas y llevadas adelante con buenos resultados. Hay que destacar que varias secuencias de Anderson se destacan por encima del resto. La Epidemia es una buena opción para los amantes del buen cine de terror, algo que lamentablemente escasea en nuestras carteleras.
Postales de un mundo que ha caído Entre tantas películas parecidas entres sí, muchas de ellas remakes innecesarias, se sitúa "La epidemia", y si bien remake ella también, oficia de manera honrosa ante su predecesora, a la vez que actualiza mismos temores y de buenas maneras. Versión de "The Crazies" (1973), film de culto y B del gran George Romero (La noche de los muertos vivos, Creepshow), "La epidemia" se presenta como título apenas pensado y burdo respecto de la ambigüedad original; quizá como parte de una misma maldición, ya que el film de Romero (también productor ejecutivo de esta remake) hubo de ser editado en VHS en nuestro país como "Contaminator", todo un delirio. La artesanía del film original, circunscripta a la tematización usual de Romero en torno a los miedos sociales, la manipulación mediática, la falibilidad militar, es recreada en "La epidemia" desde consonancias temáticas pero ligadas, de manera conciente, a otro contexto, lo que permite leer la alerta descripta por tantos films similares en los años '70 (Las colinas tienen ojos, de Wes Craven; El amanecer de los muertos, del propio Romero) como ratificación de una realidad cierta, todavía presente. El comienzo mismo sitúa en llamas al pueblito ideal y norteamericano de Ogden Marsh. Desde el recurso del racconto el film explicará el desastre, a través de la elección inicial de una perfecta situación de desajuste: en medio del festivo inicio de la temporada de béisbol, el "borracho" del pueblo ingresa con un arma al campo de juego y obliga a la resolución inmediata del sheriff (Timothy Olyphant). A partir de allí, la asunción (anti)heroica del personaje, con una caída que se pronuncia cada vez más, como víctima de una gran conspiración que comienza a dejarse entender pero nunca ver. Los ojos que mejor y más observan, de hecho, serán los que inicien y cierren el relato. La regla orgánica de toda película norteamericana obliga a la preservación de la especie. El bueno del sheriff tiene, como corresponde e irónicamente, a su "?esposa modelo" (es doctora) embarazada. Pero luego de todo lo que el espectador podrá apreciar, difícilmente puedan atisbarse seguridades de procreación. Como si se tratase de una reacción en cadena en donde la primera pieza caída vuelve ya inevitable el derrumbe final. Es por eso que, más allá de algunos golpes de efecto tontos y acordes con un cine de terror trillado (sustos musicales abruptos que no dicen ni aportan nada), "La epidemia" sabe estar a la altura espiritual de su film fuente: el sueño americano es una tontería y las víctimas son, en última instancia, sus principales defensores. Una situación similar a la que experimenta por estos días el personaje de Rick (Andrew Lincoln), también policía, en la serie televisiva The Walking Dead. Allí, toda la sociedad ya ha caído. Es entre sus restos de cocacolas sobrevivientes donde habrá de perpetuarse algo, aunque no se sepa muy bien qué.
El virus incurable El terror biológico es un terror insondable. Basta pensar cómo una minúscula bacteria, imposible de ser detectada por nuestros ojos, puede ser más temible que una docena de tanques. Lo que se ve siempre es menos temible que el horror invisible. Que el cine explote un tipo de paranoia que lo excede es lógico: representar es un modo de conjurar. La epidemia, remake de The Crazies (1973), de George A. Romero, quien ahora es el productor, quizá sea menos violenta que la original y carezca de su humor, pero esta nueva versión es también un filme cuyas municiones apuntan a identificar un tipo de virus visible pero aparentemente incurable: el militarismo estadounidense, infección simbólica, tal vez epidémica desde la Guerra de Vietnam. En esta ocasión, un accidente aéreo militar provocará la dispersión de químicos contaminantes, componentes de un arma biológica. Se comenzará a expandir una bacteria que se transmite por agua y aire. Las víctimas son los habitantes de un pueblo perdido de los Estados Unidos: Odgen Marsh. Ahí todavía, como en los western, el representante del orden es el sheriff, y será él quien enfrente al primer afectado, el alcohólico del pueblo, quien sin explicación alguna cruzará un cancha de beisbol en el medio de un partido, con una escopeta en las manos. Los síntomas son inequívocos: primero depresión, después violencia extrema. Satelitalmente vigilados y sin posibilidades de comunicarse, los pobladores serán puestos en cuarentena. La expansión de la bacteria llevará a una intervención militar. No habrá piedad para los infectados. De allí que el sheriff, su mujer, su colaborador y algunos otros intentarán escapar de las fuerzas del orden. Breck Eisner articula su relato en las coordenadas del cine clase B; no hay grandes efectos especiales, quizá sí un exceso de apoyo sonoro a lo largo del metraje, pero en varias secuencias Eisner demuestra ingenio para orquestar en espacios reducidos instantes de tensión y suspenso: la secuencia en un lavadero de autos es ejemplar. La epidemia, además, apuesta al detalle: el inesperado primerísimo plano de un ojo en una cerradura es más aterrador que el primer plano del rostro de un zombi. Ya en el final, una vez que los créditos comiencen, habrá un aviso. El verdadero virus nunca descansa, siempre vigila y, como se sugiere en la película, contará siempre con el beneplácito de los reaccionarios.
Una epidemia .....del género! El extraño comportamiento de los habitantes de un pueblito, que empiezan a manifestar cambios y transtornos corporales monstruosos, llevan a desatar una paranoia colectiva en esta pseudo-apocalíptica peli que nos llega con retraso a las salas, lo cual hace que los interesados en el género no verán -ya que su fanatismo se las hizo ver ya anticipadamente-, ergo la pregunta es ¿si sirve estrenar en los cines este tipo de cinta, que ya sus espectadores posibles se han encargado de verla..?. La peli no logra desinteresar del todo a su público, ya que tiene sus atractivos en esta mini historia, decididamente archiconocidos dentro de sus cánones. Pero eso y tan solo eso, es apenas correcta, y en lo cinematográfico discretita. Nada para tirar cohetes al aire. Eso si, los distribuidores del negocio fílmico se preguntarán porqué durará en los cines, menos que un pancho.
Los vecinos están molestos Y siguen las remakes de films de terror de décadas pasadas. Ahora le toca a La epidemia, nueva versión de The Crazies (1973), un film clase B del especialista George A. Romero, que casi 40 años después colabora en el guión e invierte dinero en la producción. Cabría plantearse si el género tiene algo nuevo que decir en relación con las innovaciones que desde fines de los ’60 produjeron cineastas como Carpenter, Raimi, De Palma o el citado Romero, responsable de la seminal La noche de los muertos vivos (1968). La respuesta sería ambigua porque La epidemia, sin construir un argumento original, vuelve al tema de la contaminación química de un pacífico pueblo en Iowa, razón por la cual de un día para el otro los habitantes (casi todos) sufrirán alteraciones mentales y físicas y se transformarán en seres violentos para sorpresa de algunos pocos, como el sheriff y la doctora del pueblo (que conforman una feliz pareja y esperan un hijo), el asistente de aquel y una joven empleada. Ya está, parece decir el director Eisner: con estos cuatro personajes y el marco de un pueblo casi fantasmal, ocupado por vecinos desquiciados en actitud zombie se tiene una película como esta. Y es más que suficiente con las cuatro o cinco escenas que provocan sustos, los consabidos excesos gore (destripes, mutilaciones, baldazos de sangre), las persecuciones habituales, algún guiño cinéfilo y una elemental crítica a un sistema político y social que contamina el medio ambiente. Padecer ese paisaje desolado y ocupado por extraños seres, donde un par de días atrás los habitantes se saludaban y conocían entre sí, ahora transformado en un lugar desolado, sin salida y en el cual alguien te puede esperar con un hacha en la mano a la vuelta de la esquina, parece ser la fórmula ideal para construir un film tenso y de un suspenso (casi) insoportable. Bienvenida rutina es la que define a esta nueva epidemia cinematográfica. Hasta la próxima. <
El festival de la muerte “La epidemia” es una película de zombies, lo que, de por sí, define qué se puede esperar al verla. Sangre, muertos que vuelven a la vida, dentelladas, corridas y gritos de desesperación. El menú que sirvió por primera vez George A. Romero, allá lejos y hace tiempo, y que hoy es una marca de género. De hecho, “La epidemia” es la remake de “The Crazies”, la película que con poca suerte estrenó el propio Romero en 1973. Un accidente de un avión del ejército ocasiona el derrame de una sustancia tóxica que dispersa un virus que convierten a los infectados en asesinos piscópatas. La excusa, en aquel momento, para poner en la pantalla grande la paranoia de los norteamericanos antes la Guerra Fría. Hoy la historia es mero entretenimiento, morboso, pero entretenimiento al fin. Ideal para los amantes del género.