A la sombra materna En la misma línea de la reciente y también impresentable Guerra de Papás 2 (Daddy's Home 2, 2017), La Navidad de las Madres Rebeldes (A Bad Moms Christmas, 2017) es un nuevo intento de comedia por parte de Hollywood que pretende retratar la supuesta idiotez del estadounidense promedio, en otra de esas jugadas comerciales que se ubican a mitad de camino entre el basureo y la condescendencia en relación al público a captar: ya sabemos que estos engendros sólo funcionan en serio en el mercado del país del norte, el destino de exportación llega cuando los protagonistas mueven la taquilla o cuando la fórmula está tan quemada que todos pueden vislumbrarla de antemano dejándose “guiar” por el título en cuestión. Desde hace décadas la mediocridad del formato familiar se mezcla con el fetiche burgués de las festicholas para descerebrados que ponderan el consumismo más grasiento. Hay varios puntos en común entre este film escrito y dirigido por Jon Lucas y Scott Moore, todos unos especialistas en el tema con bodrios de la talla de 21, la Gran Fiesta (21 & Over, 2013), Fiesta de Navidad en la Oficina (Office Christmas Party, 2016) y la horrenda saga iniciada con ¿Qué Pasó Ayer? (The Hangover, 2009), y la película protagonizada por Will Ferrell, Mark Wahlberg, Mel Gibson y John Lithgow… por cierto los resultados son igual de calamitosos. Mientras que las diferencias más visibles pasan por el tono de “comedia zarpada” de la primera y de “comedia liviana” de la segunda, y la ausencia hoy por hoy de un elenco a la altura de su homólogo del opus de Sean Anders (con la honrosa excepción de la enorme Susan Sarandon), las dos propuestas se centran en los conflictos entre distintas generaciones de familias burguesas durante la atribulada víspera navideña. Si antes los inconvenientes se suscitaban por el maltrato del padre fascista que interpretaba Gibson -oh, casualidad- hacia su hijo Wahlberg y las diversas disputas con el otro dúo padre/ hijo, el de Lithgow y Ferrell, ahora es el turno de ofrecernos la versión femenina del estereotipo en función de tres mejores amigas, en la piel de Mila Kunis, Kristen Bell y Kathryn Hahn, que deben lidiar con sus respectivas progenitoras, léase Christine Baranski, Cheryl Hines y la ya nombrada Sarandon. Los personajes, al igual que en la primera parte El Club de las Madres Rebeldes (Bad Moms, 2016), son de trazo grueso y paupérrimos: Kunis es la mami linda y “normal” que un día se cansa y manda todo al demonio, Bell es la típica tonta que quiere caerle bien a todo el mundo a costa de no desarrollar ni un mísero rasgo propio y finalmente Hahn es una triste parodia de la fémina rockera entrada en años. Por supuesto que las madres/ abuelitas de las crías de las protagonistas respetan el mismo modelo aunque a veces invirtiendo la polaridad, con Baranski interpretando a una arpía dominante, Hines a una mujer muy light y súper molesta y Sarandon a una manipuladora deliciosamente egoísta. Como era de esperar, el convite celebra a la estupidez por la estupidez en sí porque se enrola en el cinismo inofensivo y decadente de nuestros días, ese que fue impulsado por la misma industria cultural que genera productos idénticos al que nos ocupa, llenos de insultos gratuitos y situaciones trilladas que se agotan de inmediato porque -a diferencia de otros tiempos mejores del mainstream- no forman parte de una estructura inteligente que apunta a la sátira social/ política… más bien todo lo contrario, ya que aquí tenemos de nuevo sentencias regresivas, apáticas y sexistas de lo más repulsivas que retrasan muchos años y confirman que vivir a la sombra materna es la única manera de vivir y que el lugar de la mujer sigue siendo engendrar a una prole de energúmenos que con el tiempo seguirán la tradición familiar y así todos juntos verán películas como la presente.
Parece que para Navidad la industria norteamericana nos trae comedias con esta temática que aunque funcionan como entretenimiento son sencillamente películas mediocres. Este es el caso de La navidad de las madres rebeldes. El film es una saga de El club de las madres rebeldes (Bad Moms, 2016), en esta oportunidad las tres madres del film original deben restaurar el clima navideño a pesar de los imperativos familiares, sociales y comerciales. Las mejores amigas Amy (Mila Kunis), Kiki (Kristen Bell) y Carla (Kathryn Hahn) estereotipos de madres al estilo hollywood, lidian con el estrés de la época navideña. Y a esto se suman sus propias madres que estando de visita influenciaran en los festejos complicando la trama. Para interpretar a las madres fueron convocadas primeras actrices que se destacaron en el ámbito cinematográfico o en el televisivo. Así Susan Sarandon, Christine Baranski y Cheryl Hines compondrán a unas progenitoras aún más esquemáticas que sus propias hijas. La película está dirigida y escrita por Jon Lucas y Scott Moore, responsables de divertidísimas comedias como Que pasó ayer (Hangover, partes I, 2 y 3), 27 bodas (27 dresses), y Chicken Little, entre otras. Pero el caso es que el film La navidad de las madres rebeldes está concebida con mas profesionalismo que creatividad, y se apoya en lugares comunes de los estereotipos sociales sobre los roles femeninos donde la mujer es fundamentalmente madre y sobre ella pesan todas las actividades del hogar, retrasando en años las reivindicaciones logradas por los movimientos feministas de los ultimas épocas. Por otro lado el guión no tiene fisuras, todos los elementos están justificados en la trama, y no se escatima en escenografías imponentes o escenas en lugares insólitos. A pesar de ello se siente como un film perfectamente olvidable, y más aún, que deberíamos olvidar ya que ideológicamente nos sitúa en un mundo superficial y cuestionable.
Otra película ambientada en las Navidades y en la que el desfile de buenos nombres en el elenco intenta justificar esta segunda parte de El Club de las madres rebeldes. Al igual que en la reciente y olvidable Guerra de papás 2 -pero con un tono más ingenuo-, la llegada de las abuelas está preparada acá para generar el caos seis días antes de las fiestas. La Navidad de las madres rebeldespresenta a las amigas del film original, Amy -Mila Kunis-, Carla -Kathryn Hahn- y Kiki -Kristen Bell-, quienes exponen sus distintos estilos de vida y chocan con las personalidades de sus respectivas madres que llegan de manera inesperada: Ruth -Christine Baranski-, la madre adinerada y despótica; Sandy -Cheryl Hines-, la invasiva, e Isis -Susan Sarandon-, la mamá de espíritu rockero y liberal que vuelve luego de una larga separación. Con estos personajes, la película transita por algunos gags efectivos -el romance de Karla con el stripper o la simbiosis entre Sandy y Kiki- y otros que no escapan a los convencionalismos de este tipo de comedias y transitan por situaciones que apuntan a la recomposición familiar. El guión de Jon Lucas y Scott Moore funciona como excusa para reunir a las actrices en una historia alimentada por reproches, conflictos generacionales, nietos desprotegidos y un inusual despliegue en la decoración navideña del jardín de Amy, que se parece más a un parque de diversiones que a un "hogar dulce hogar". El juego pasa por la presencia de Baranski, una buena comediante que viene del género musical, y de Sarandon, que se mueve como pez en el agua con su personaje que lleva el nombre del grupo terrorista. Reproches, conflictos y deseos en una Navidad que intenta ser como ellas, o sus madres, quieren. Alguna sonrisa puede escaparse.
En 2016 se estrenó “El Club de las Madres Rebeldes” de la mano de las mentes detrás de “¿Qué pasó ayer?”, esta magistral comedia explorada hasta el hartazgo, donde un grupo de amigos vivía situaciones hilarantes y aventuras impensadas. La película protagonizada por Mila Kunis, Kathryn Hahn y Kristen Bell se confeccionó como una especie de versión femenina de esta exitosa cinta, y aunque no llegó a cumplir con estas expectativas, sí logró su cometido de entretener al público, proporcionando una mirada de ¿qué pasaría si las madres no se comportaran como tales e hicieran caso omiso a sus responsabilidades, poniéndose en un primer lugar y tomándose su tiempo para hacer actividades que les apasionan? En este caso, y a diferencia de la primera parte, “La Navidad de las Madres Rebeldes” se centra principalmente en la relación entre las protagonistas con sus madres que, como excusa de las fiestas, llegan para celebrar momentos en familia. Pero como suele suceder, este vínculo será bastante particular y pasarán por distintas fases, desde un apego intenso hasta una presión crítica. Las festividades no son fáciles y menos para estas mujeres. Como decíamos anteriormente, si bien la película original no fue magnífica ni pasaría a la historia como una gran comedia, con sus pocos y efectivos recursos logró entretener al público. Sin embargo, esta segunda entrega no explota los puntos fuertes de dicha primera parte o si lo hace recae en la repetición. Incluso tenemos secuencias calcadas, que probablemente en su instancia inicial hayan funcionado, pero una vez vistas ya no crea el mismo efecto, sino una simple sensación de deja vu. Con respecto a la música, este elemento tampoco resalta tanto como en su antecesora. En “El Club de las Madres Rebeldes” teníamos temas muy conocidos que le proporcionaban una gran fortaleza y poder, en cambio en esta oportunidad pasa un poco más desapercibido. Pero no solo sale perdiendo si se la compara consigo misma, sino también lo hace con las comedias en general. A pesar de que no nos encontramos en un momento en el cual el género esté en su máximo esplendor, “La Navidad de las Madres Rebeldes” no propone nada que no hayamos visto en otras películas (de hecho hace poco fue el estreno de otro film donde esta festividad y la relación entre padre e hijo se hacían presentes). Tenemos el conflicto navideño, la compleja relación entre madres e hijas ya adultas con sus propias vidas, y podemos predecir los arcos argumentales y la transformación por la que irán transitando los distintos personajes. Si hablamos únicamente de este caso, existen momentos de comedia que funcionan, con chistes inteligentes y otros que no terminan de impactar. Algunos personajes presentados son mejores que otros, todos encarnados por actrices de renombre como Susan Sarandon, Cheryl Hines y Christine Baranski, quienes exploran aspectos diversos de la maternidad. Con todas sus falencias, “La Navidad de las Madres Rebeldes” se convierte en una comedia pasatista que consigue entretener, pero ni siquiera al nivel de su antecesora.
Esta secuela es inferior a su antecesora, sobre todo porque no ofrece nada nuevo de aquellos personajes que ya se conocen. La única esperanza que tienen las madres rebeldes de poder hacer una nueva entrega, se la deben a sus mamás quienes se roban los únicos buenos momentos del film. En “La navidad de las madres rebeldes” (A Bad Moms Christmas), el trío de madres deberá sobrepasar una de las épocas mas difíciles de toda la cultura occidental, la navidad. Momentos estresantes si los hay, no sólo por las decoraciones, por definir dónde se cena, dónde se almuerza y los regalos, sino que también un pequeño pero no menos importante detalle, la visita de sus familiares. Estas tres mujeres independientes y orgullosas de ello, tendrán el enorme desafío de sobrevivir a la navidad lidiando con las personalidades de sus madres. Por supuesto, que para esto se necesitaba un elenco que pueda estar a la altura y por eso es que a esta entrega de poderosas damas se suman: Christine Baranski (The Good Wife), Cheryl Hines (Suburgatory) y Susan Sarandon (The Rocky Horror Picture Show). No es un deja vú ni nada parecido, pero el argumento es similar al de Guerra de papás 2, cuyo conflicto principal se basa en la llegada sorpresiva de los abuelos en la época de las fiestas. En esta oportunidad la “batalla” en la pantalla grande, la ganaron los abuelos. Esta secuela imita a la primer entrega en casi todo el argumento, la repetición de las bromas llega a tal punto del cansancio. Al contrario de su versión masculina, pareciera que no pueden encontrar nuevas formas de hacer reír al espectador. Repleta de chistes burdos y situaciones totalmente inexplicables, pareciera que los personajes no pueden avanzar y deben quedarse en su lugar respetando su papel. Las actuaciones de las tres protagonistas están bien, pero no salen nunca de su zona de confort, no conocemos nada más de lo que los directores entregaron en la primera entrega. Las que si se llevan todos los aplausos son las actrices veteranas. Con actuaciones sensacionales de parte de las tres nuevas partes del elenco, el aire fresco que necesitaba esta nueva ¿franquicia?, regala los momentos más divertidos del film. En cuanto al guión y a la dirección general, Lucas y Moore retoman el control del film y como ya se ha dicho, la película está basada en la repetición de buenos momentos de la película original. Los diálogos se hacen extensos en la búsqueda del chiste fácil y pareciera que el único propósito de los realizadores es hacer una comedia efímera, pudiendo aprovechar el éxito de la primera, podrían habérsela jugado un poco más.
Mismo equipo, mismo elenco, ahora de tono festivo. "La Navidad de las madres rebeldes" muestra la peor faceta de una fórmula gastada. Jon Lucas y Scott Moore se hicieron “famosos” en el mundo de la comedia al presentarse como los guionistas de ¿Qué pasó ayer?, aquella comedia con un trío de amigos derrapando mal en durante una despedida de solteros en Las Vegas. El mega éxito de aquella suscitó una suerte de camino paralelo al estilo reinante en ese entonces en la comedia de la mano de Judd Apatow y sus historias de queridos perdedores. ¿Qué pasó ayer? Le abrió las puertas a la comedia supuestamente zafada, descontrolada, que dice insubordinarse a los valores tradicionales de la sociedad norteamericana, y reivindica la anarquía de la fiesta parrandera. Moore y Lucas se volvieron los estandartes con las dos secuelas de aquella película, "21 La Gran Fiesta", "Fiesta de navidad en la oficina", y "El club de las madres rebeldes", entre otras que llevan sus firmas como guionista o directores. Como toda fórmula, tiende a agotarse, y esta La navidad de las madres rebeldes, es una clara muestra de este padecimiento. El primer síntoma es la falta total de ingenio. Si en las secuelas de ¿Qué pasó ayer? Veíamos distintas variantes de los gags que vimos en la primera. En "La navidad de las madres rebeldes" no solo hay repetición directa de los mismos chistes que en "El club de las madres rebeldes", sino que ni siquiera se preocuparon demasiado en crear una excusa para continuar el chiste. Simplemente es volver sobre la premisa original de las madres hartas de sus labores, y adosarle la visita de las madres de cada una. Se sabe que las comedias navideñas, desde ¡Qué bello es vivir! Suelen poseer un germen bastante conservador en su centro. Se posicionan mensajes de unión familiar, de respetar las tradiciones, abandonar los individualismos, y despejar cualquier pensamiento oscuro o impúdico… de lo contrario, hay castigo. "La navidad de las madres rebeldes", si uno se deja llevar por la venta, pareciera que se rebelará contra ese conservadurismo. Pero tal como sucedía con la primera entrega, esa rebeldía es sólo una cáscara para terminar mostrando los mismos mensajes pacatos de hace sesenta años atrás. Para colmo, como en toda fórmula gastada, esta entrega ofrece menos que su predecesora. Amy (Mila Kunis), Kiki (Kristen Bell), y Carla (Kathrin Hahn), regresan como las madres que deden hacerse cargo de los quehaceres de todo el entorno. La venida de las fiestas, específicamente la navidad, vuelve a despertar en ellas ese deseo de rebelarse y no cumplir con el rol asignado. Como plus, cada una recibe la visita de sus madres (Christine Baranski, Cheryl Hines, y Susan Sarandon) que, de diferentes maneras, ponen más presión sobre ellas. Cada una representa un estereotipo diferente, esta la más normal (que obviamente es la más linda y es la protagonista), la atildada que más arraigados tiene los valores tradicionales, y la más zarpada y rebelde (y a la que se encargan de mostrar como la más fea). Por el lado de las madres todas son manipuladoras en modos distintos, pero redundan en lo mismo, abusan de su condición de tal y hay una condescendencia absoluta hacia sus actitudes. Los chistes “nuevos”, obviamente, giran en torno a la lucha generacional, y siempre hay a mano algún gag burdo para agotar. El asunto es que, ya vimos la primera parte, nos reímos o no, pero ya conocemos de que se trata; y si aquella ya parecía descansar en los laureles de este estilo de comedia zafada, esta secuela directamente dormita sobre la idea de un guion pre escrito. Tal como sucedía en "La navidad con los Kranks", aquellos que se rebelen al espíritu navideño tendrán su merecido y deberán arrepentirse a tiempo (y no estamos spoileando nada nos lo dicen en la primera escena, además de ser evidente que así va a ser). Subyacen en estas películas la idea de que los sexos tienen roles asignados, en este caso, que la organización de las fiestas navideñas, son cosa de mujeres, y aunque venda otra cosa, ya sabemos cómo termina la mano. También existe la idea de que la mujer para liberarse debe comportarse “como hombre”, per eso ya es digno de un análisis más profundo que excede a estas líneas. Kunis, Bell y Hahn ofrecen lo que ya vimos, con menos ganas. Lo que sí preocupa es ver a actrices como Christine Baranski, Cheryl Hines, y sobre todo a ese pedazo de actriz que es Susan Sarandon, rebajarse a este nivel; todas demostraron que en el campo de la comedia, pueden hacer mejores roles y mejores películas. Será cuestión de repasar aquella proclama de los Premios Oscar sobre las mujeres entradas en edad y los personajes que les otorgan. La navidad de las madres rebeldes es rutinaria, algo aburrida, cuestionable ideológicamente, y no esconde su hechura exclusivamente para aprovechar algo que ya parece estar gastando sus últimos cartuchos. Que comiencen las apuestas ¿Cuál será el nuevo rumbo que tomará la comedia estadounidense?
Madres del status quo Es un hecho: a partir de este momento vivimos oficialmente en un mundo que cuenta con una saga de las mamás rebeldes. Cuanto más rápido lo internalicemos, tal vez menos doloroso. Aparentemente después del éxito (¿?) de El Club de las Madres Rebeldes (Bad Moms, 2016), algún productor avispado considero oportuno llevar una vez más a la pantalla grande a estas mamás suburbanas y sub40, con una excusa comercialmente acorde con el calendario: la Navidad. Así las cosas, 18 meses después del estreno de la original, recibimos con adornos y villancicos La Navidad de las Madres Rebeldes (Bad Mom’s Christimas, 2017). Pero esta vuelta Amy (Mila Kunis), Kiki (Kristen Bell) y Carla (Kathryn Hahn) no están agotadas a causa de la rutina hogareña, la crianza y la casa con garage para dos autos; ahora simplemente sufren a causa de las relaciones problemáticas que mantienen con sus madres, interpretadas respectivamente por Christine Baransky, Cheryl Hines y Susan Sarandon, quienes deciden hacer una visita convenientemente sorpresiva a sus hijas días antes de la Navidad. Una vez establecido esto, la trama nos llevará por todos los lugares comunes de la comedia en clave “pareja despareja” para mandarnos a casa un rato después con todo arreglado, la ropa planchada y la basura en el cesto. Con un espíritu que abandona casi por completo los chistes escatológicos y sexuales de la primera entrega, deseando con ansias ser una película ATP con momentos que el maintream lea como “picantes” y así vender algunas entradas más, la rebeldía propiamente dicha les dura una escena y algo más a estás mamás rebeldes: el planteo original pone el acento sobre lo difícil que es para las madres organizar la Navidad familiar, pero si nos guiamos por lo expuesto secuencia tras secuencia, tampoco es que se desviven por lograrlo, básicamente porque están siempre haciendo otra cosa. Y si creen que somos mala gente y les espoileamos la película, la secuencia de apertura intenta jugar al misterio pero básicamente termina anticipando todo lo que vamos a ver en los próximos 104 minutos; menos sorpresa que un regalo de navidad sin envolver. Insistimos con la idea de que este tipo de comedias parecen no calzar bien del todo en Kunis y las únicas que realmente parecen divertirse con sus roles son las mamás Baransky, Hines y la ultra desperdiciada Sarandon. Jay Hernández y Peter Gallagher son novio y padre de Amy respectivamente, personajes que simplemente llevan en auto a otros personajes o cenan sentados en la mesa, porque si algo aprendimos de la primer película es que los hombres de este universo ficcional no tienen otra aparente razón de ser. Pero no todas son pálidas: en esa escena y media en que vemos a las mamás rebeldes salirse con la suya, mandar todo al tacho y regalarnos tomas en slow-mo con alguna canción pegadiza de fondo -al igual que en la película anterior-, nos regalan la ilusión de transgresión, de ruptura patriarcal… claro que la cuestión de fondo sigue siendo cambiar para que nada cambie y reestablecer el status quo minutos antes del brindis, porque las fiestas es mejor tenerlas en paz…
Si te relajás, no le buscás la quinta pata al gato, disfrutás de los chistes buenos y dejás pasar sin penalizar los que no funcionan, lo vas a pasar bien. Tiene personajes estereotipados, es previsible, tiene un desenlace edulcorado, bla, bla, bla, pero...
Estereotipos familiares. Hace ocho años, John Lucas y Scott Moore tuvieron una idea si no genial, al menos muy buena y su guion para ¿Qué pasó ayer? terminaría convertido en un éxito internacional, iniciando además un nuevo subgénero de comedia alocada y felizmente chabacana (la repetición de la fórmula en sendas secuelas no haría más que desgastar los engranajes cómicos, pero esa es otra historia). Puestos a escribir y dirigir en tiempos más recientes, la dupla pergeñó El club de las madres rebeldes, suerte de remix femenino de algunos de los tópicos de aquel film, aunque sin amnesia ni viaje salvaje y con un nivel de desenfado mucho menor, lo cual derivaba consciente o inconscientemente en una suerte de feminismo de cotillón, pura fachada para un relato tranquilizador y, en el fondo, conservador. Algo similar ocurre con esta secuela que reemplaza la relación de las tres mamis titulares –Amy, Kiki y Carla– con sus parejas por el vínculo aún más problemático que intentan mantener con sus respectivas madres. La excusa son las reuniones navideñas y el foco vuelve a centrarse en conflictos ligados a diversos modos posibles de maternidad: extremadamente rígidos, posesivos, simbióticos o, por el contrario, “abandónicos”, siguiendo ese horroroso neologismo de raigambre psicologista. Nuevamente, la protagonista es Amy (Mila Kunis), cuya voz en off deja en claro desde el primer minuto que los días previos a la Nochebuena son un perfecto ejemplo de estresazo. Sus dos amigas, Kiki (Kristen Bell) y Carla (Christine Baranski), hacen las veces de reflejos del personaje central: la primera complace a rajatabla las demandas de una ama de casa de familia nuclear ideal (de clase media acomodada, para más datos) mientras que la segunda mantiene a su hijo adolescente sin la ayuda del padre, gracias a su trabajo en un local de belleza femenina. La modosita y la pícara y, en un punto intermedio entre ambas, Amy. El humor en general suele partir de estereotipos y no hay nada de malo en ello, más bien todo lo contrario. El problema central de La Navidad de las madres rebeldes es qué se intenta hacer con ese punto de partida.
Desarmando arbolitos Curiosamente, y antes del estreno de La Navidad de las Madres Rebeldes (A Bad Moms Christmas, 2017), llegó a los cines locales Guerra de papás 2 (Daddys Home 2, 2017), película con varios puntos en común y que plantea situaciones similares, pero diferenciándose únicamente por el género (el femenino por el masculino). En la segunda entrega de la película con Will Ferrell y Mark Wahlberg, los protagonistas recibían la visita de sus respectivos padres en medio de los festejos navideños y veían como de a poco su relación, ahora perfecta, se desmoronaba. No es raro que este plot resuene mucho cuando se ve La Navidad de las Madres Rebeldes y que además las comparaciones, odiosas por cierto, sean inevitables, dejando de lado que aquello que en una suma, en la otra resta. Mientras que el gag y el punchline explotan en Guerra de papás 2, aquí sólo genera tedio y ganas de salir rápidamente de la sala. La Navidad de las Madres Rebeldes retoma los personajes presentados en El club de las madres rebeldes (Bad Moms, 2016), en medio de la preparación de la casa y la cena para nochebuena. Amy (Mila Kunis), Carla (Kathryn Hahn) y Kiki (Kristen Bell), cansadas de lidiar con sus hijos, maridos, y demás obligaciones; deciden tras una noche de tragos, dejar de lado las tradiciones navideñas y hacer lo que realmente desean: nada. Mientras afirman su “no Navidad”, la visita de sus respectivas madres, interpretadas por Susan Sarandon, Christine Baranski y Cheryl Hines, las harán rever su decisión. El principal problema de La Navidad de las Madres Rebeldes no es el arco de sus personajes, la definición de los mismos, ni mucho menos la proliferación de situaciones. Por el contrario, su deficiencia radica en la imposibilidad de mantenerse transgresora durante toda su duración. Cuando comienza a elevar el nivel de bromas asociadas a la rutina de las madres, y a mofarse de ellas, cierta moralina y corrección política comienza a asomarse y a transformar los chistes en un castigo para las protagonistas. Una película que prefiere volverse blanca en los momentos en donde el espectador más necesitaba que el guion transgreda y corrompa lo establecido. La sucesión de situaciones sin fundamento ni lógica, como así también la imposibilidad de mantener la cohesión dentro de la propuesta, terminan por resentir una secuela que podría haber ido por un lado, como su “hermana” Guerra de papás 2, pero que no logra salvarse ni con las actuaciones del excelente sexteto protagónico.
Una secuela que mantiene algunas de las virtudes y muchos de los defectos de la comedia original. Hace poco más de un año se estrenó en los cines argentinos El club de las madres rebeldes, exitosa comedia sobre mujeres escrita y dirigida por hombres. Jon Lucas y Scott Moore (reconocidos guionistas de films como ¿Qué pasó ayer? y codirectores de 21, la gran fiesta) vuelven a tomar el timón en esta secuela que se ubica un escalón por debajo de su predecesora. Las protagonistas son Amy (Mila Kunis), Kiki (Kristen Bell) y Carla (Kathryn Hahn) y el período, como sostiene el título, es el período navideño con su caos, su consumismo, sus tradiciones y sus conflictos familiares. En este sentido, nuestras heroínas sumarán a las problemáticas cotidianas las visitas de sus respectivas madres, cada una con su carga no menor de obsesiones, miserias y desplantes. Amy, recientemente divorciada y en pareja con el impecable Jessie (Jay Hernandez), se las tendrá que ver con Ruth (Christine Baranski); Kiki y su marido sufrirán la invasión de Sandy (Cheryl Hines), mientras que la soltera del trío, Carla, deberá lidiar con Isis (Susan Sarandon), una madre todavía más “descarriada” que ella. La película -al igual que el film original- intenta cuestionar (mediante el tono satírico) el lugar de la mujer como madre sufrida, esposa abnegada y administradora / contenedora de la dinámica familiar. El problema es que lo hace apelando en muchos pasajes al lugar común, a la broma fácil y efectista, con una capacidad de provocación casi nula. Así, más allá de que algunas espectadoras puedan sentirse indentificadas con algunos de los padecimientos de las tres mujeres (madres e hijas a la vez) el humor de La navidad de las madres rebeldes es de corto alcance y bajo vuelo (todas las actrices están un poco libradas a su suerte y lejos de los mejores trabajos de sus respectivas carreras). En definitiva, un entretenimiento ligero, superficial y con escasos momentos de inspiración.
La Navidad de las madres rebeldes: sólo grandes actrices En los créditos finales de El club de las madres rebeldes, las protagonistas del film aparecían con sus verdaderas mamás. Esas interacciones eran lo mejor del film y generaron la idea de una secuela enfocada en las relaciones madre-hija. Tal como sucedía en la película original, dos guionistas y directores, Jon Lucas y Scott Moore, están a cargo de decidir lo que les divierte y conmueve a las mujeres. La premisa de ambos films es mostrar que las madres también pueden divertirse como hombres, porque se supone que hay un valor en eso y hasta suena feminista (spoiler, no lo es). Pensar en una comedia zarpada desde un verdadero punto de vista femenino parece que no divierte tanto. De todos modos, el género de los realizadores no es el problema; sí lo son las situaciones humorísticas poco originales y los personajes de cartón. A pesar de todo, La Navidad de las madres rebeldes resulta graciosa por momentos y hasta puede llegar a emocionar, mérito absoluto de un elenco de actrices brillantes. Christine Baranski, Cheryl Hines y Susan Sarandon interpretan a las madres agregándoles humanidad a esos personajes esquemáticos; lo mismo hace Kristen Bell. Pero la que merece una mención aparte es Kathryn Hahn, que realiza un milagro de la actuación dándole profundidad y comicidad a un estereotipo imposible. La Navidad de las madres rebeldes es divertida por ellas y sólo por ellas. Lo que entristece es pensar lo que podrían haber hecho con un material mejor.
Sin risas ni gracia Chistes sin gracia, feminismo mal entendido, estereotipos y publicidades casi encubiertas en esta comedia navideña. “Las hijas nos pasamos nuestras vidas tratando de complacer a nuestras madres, y ellas se la pasan tratando de fastidiarnos”, define Amy, el personaje de Mila Kunis. Si en El club de las madres rebeldes la idea -fallida- de Jon Lucas y Scott Moore (guionistas de ¿Qué pasó ayer?) era mostrar a un grupo de mujeres tratando de desacralizar esa institución intocable llamada maternidad, ahora hacen que ese mismo trío cuestione el vínculo con sus propias madres. Pero la rebeldía ahora es doble, porque también se meten con otra entidad sagrada: la Navidad, “la época más estresante del año”, también según Amy. Con la excusa de Nochebuena, las tres madres rebeldes reciben la inesperada visita de sus propias madres. Si cada una de las rebeldes era un arquetipo, a cada una le corresponde también una madre arquetípica: la hipercrítica, la que cree ser la mejor amiga de su hija, y la guarra que sólo aparece cuando necesita dinero (Susan Sarandon pagando las expensas). Estamos ante otra demostración de falso feminismo, ese que iguala los géneros para abajo y supone que las mujeres están a la misma altura de los hombres si se emborrachan, aúllan ante strippers, cocinan galletitas de penes erectos -y se comen la punta- y no paran de decir “vagina”. Detalle que tal vez sería tolerable si estuviera acompañado por algunos buenos chistes, pero no: aquí no hay atisbo de diálogo chispeante, y cuando de humor físico se trata, se recurre una y otra vez al recurso del clip musical mostrando a los personajes haciendo pavadas en cámara lenta. Y eso, en los mejores momentos. Porque los hay aún peores: escenas serias, pretendidamente emotivas, de peleas y reconciliaciones con madres e hijas. Todo enmarcado en una serie desembozada de publicidades -un supermercado, un parque de diversiones, y así- incluidas dentro de la propaganda mayor: la Navidad yanqui, una franquicia tan exportable como San Valentín o Halloween.
El año pasado se estrenó Bad moms, conocida aquí como EL club de las madres rebeldes, y fue una pequeña bocanada de aire fresco en las comedias, un género que vine muy bastardeado. Se habían animado a chistes políticamente incorrectos y tenía escenas muy graciosas. Lamentablemente esta secuela no está a la altura y defrauda. El problema se encuentra en la inclusión de los nuevos personajes: la otra generación de madres. Son todas actrices brillantes pero el guión no las ayuda para nada. A tal punto que las hace quedar un poco mal. Lo bueno de la película original eran los desastres del trío compuesto por Mila Kunis, Kristen Bell y Kathryn Hahn, y aquí se ve muy poco de eso y encima repetido, casi calcado. Los directores y guionistas Jon Lucas y Scott Moore no logran replicar lo que habían hecho antes. Los chistes fallan y la película aburre. Lo único que se puede resaltar de La navidad de las madres rebeldes es la gran química en el elenco. Pero no más que eso.
Papá Noel se va a morir Jon Lucas y Scott Moore (guionista de ¿Qué pasó ayer?) nos traen la comedia navideña de todos los años, llena de repeticiones, malos chistes, la palabra “vagina” multiplicadas cientas de veces y ninguna gracia. La historia repite el estereotipo de una navidad caótica, donde tres madres se desviven por armar la festividad de navidad, hasta que … oh que sorpresa, aparecen las madres de estos personajes, cada una con su estereotipo propio (la criticona, la mejor amiga y la que viene a pedir guita), porque nunca está de más repetir cosas que ya se vieron sin originalidad alguna. El largometraje trata de hacer una crítica a la posición de las mujeres como madres soportes del hogar, pero en ningún momento llega a ser efectivo, pierde todo el tiempo la seriedad con chistes fáciles, escenas de comedia física reiteradas y un falso drama muy básico. En sí, es simplemente un entretenimiento barato.
La navidad de las madres rebeldes, de Jon Lucas y Scott Moore Por Paula Caffaro La secuela de El club de las madres rebeldes presenta una historia en la que las afamadas amigas son sorprendidas por la llegada de sus peculiares madres a los festejos de Navidad. Cada una con sus tics y tocs no son del todo bienvenidas en cada uno de los hogares. Al parecer esta navidad va a ser totalmente distinta para todos. Con un elenco estelar liderado por la siempre versátil Susan Sarandon, cada uno de los personajes logra traspasar la pantalla generando momentos de emoción, pero, sobre todo, grandes pasos de comedia que con gran astucia recrean arquetipos visuales propios de géneros consagrados como el western y la comedia romántica. Esta vez la misión de Kiki (Kristen Bell), Carla (Kathryn Hahn) y Ami (Mila Kunis), además de sobrevivir a la presencia inesperada de sus madres, es la de salvar la navidad. Cansadas de ser siempre las que tienen que ocuparse de los agotadores e inalcanzables preparativos navideños, deciden rebelarse y hacer de esta temporada una secuencia desopilante de actividades fuera de lo común. Así entre camas saltarinas, una batalla de quemados y una borrachera en el shopping, las fiestas están empezando a entusiasmar a las tres amigas al borde del colapso. La navidad de las madres rebeldes es una buena opción para disfrutar de la previa navideña junto a la familia y reflexionar acerca de la importancia de estar rodeados de afectos sin importar el contexto, su forma de ser o, inclusive, su pasado. LA NAVIDAD DE LAS MADRES REBELDES A Bad Moms Christmas. Estados Unidos/China, 2017. Dirección y guión: Jon Lucas y Scott Moore. Intérpretes: Mila Kunis, Kristen Bell, Kathryn Hahn, Christine Baranski, Susan Sarandon, Cheryl Hines, Jay Hernández, Justin Hartley, Peter Gallagher, Emjay Anthony. Producción: Suzanne Todd. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 104 minutos.
¿Cuántas fórmulas supuestamente transgresoras del espíritu navideño pueden estrenarse cada Navidad? Esta especie de secuela de Bad Moms con árbol de navidad propone, como novedad, el elenco de estrellas femeninas, de distintas generaciones, madres e hijas obligadas a sonreír para pasar la fiesta juntas como familia feliz. Están las roqueras mascadoras de chicle, la aristocrática con hija casada con un hispano, al que trata como sirviente, la rubia con hijos que todavía no logró que su madre la trate como a una adulta. Un verdadero catálogo de white people problems, en casas magníficas con árboles decorados con glamour, destinado a estallar a medida que se acerca la Nochebuena, con separadores gráficos que marcan la cuenta atrás. Pero lo verdaderamente irritante de esta película no está en el planteo, que podría haber funcionado, porqué no, sino en el elenco de buenas actrices mascullando diálogos con el ingenio de red social, como remates de twitter, para cubrir el arco de conflictos más previsible y trillado del universo de madres e hijas. Todo con pretensiones de humor zarpado, que los guiones traducen en groserías a rolete y chistes de pésimo gusto. Jon Lucas y Scott Moore afilaron mejor el lápiz para The Hangover/¿Qué pasó anoche? ¿Será cuestión de género?
La Navidad de las Madres Rebeldes (A Bad Moms Christmas) vuelve a ser protagonizada por el trío encabezado por Mila Kunis, secundada por Kristen Bell y Kathryn Hahn. Pero hay que reconocerlo, a los directores de casting se les prendió una lamparita y quisieron darle frescura a un libreto sin sorpresas, incluyendo dentro del cast a Christine Baranski, Cheryl Hines y Susan Sarandon como las madres de las mamás que ya conocimos en El Club de las Madres Rebeldes (Bad Moms, 2016). Dirigida nuevamente por la dupla compuesta por Scott Moore y Jon Lucas, esta segunda parte sigue a Amy (Kunis), Carla (Hahn) y Kiki (Bell) teniendo que lidiar con sus respectivas madres en medio de los preparativos para la Navidad. Con una duración de hora y media, los primeros 40 minutos son una seguidilla de escenas con chistes tan forzados como inverosímiles, incurriendo repetidamente al sexo como nexo con el espectador. ¡Hey! Les juro que se puede hacer humor sin meter al sexo de por medio cada 30 segundos. Pero la siguiente hora lentamente se hace más tolerable y un humor un poco más inteligente nace de las bocas de los personajes de Baranski y Sarandon, convirtiéndolas durante varias escenas en las heroínas de todo un film, pese a que no hubo ningún giro inesperado en un guión que sin dudas estaba preparado para eso. Lo más hermoso del film es la posibilidad de colores, matices y sonido que brinda el hecho de centrarse en la época navideña; desde ese ángulo posiblemente veamos lo más atractivo de la película. La entrega original fue la primera película de la distribuidora STX Entertainment en superar los 100 millones de dólares en recaudación y con ese dato podemos entender el motivo ¿desesperado? de querer repetir el éxito comercial. Pero el producto final puede haberte hecho lamentar haber pagado tu entrada de cine. Eso sí, para un domingo bien aburrido en el living de tu casa no es tan mal plan.
La primera del trío de madres supuestamente incorrectas que se rebelan contra las normas de las obsesivas y criticonas tenía un cierto encanto, trabajaba a sus personajes y tuvo un sorpresivo éxito que engendró esta secuela para las fiestas. Aquí todas las mujeres del elenco están desaprovechadas. El trío original se queja del enorme trabajo que supone la “navidad perfecta” un concepto anticuado y a lo sumo fácil de resolver. Pero se les complica con la llegada de sus madres. En realidad se les complica a los guionistas y directores Jon Lucas y Scott Moore. Se nota que van al chiste fácil, al enredo previsible, a acumular lugares comunes y a no provocar ni siquiera una sonrisa. Con un elenco que reúne a Mila Kunis, Kristen Bell, la disparatada Kathryn Hahn, Cheryl Hines, las talentosas Christine Baranski y Susan Sarandon. El provecho que se les saca es mínimo y corre por cuenta de ellas lograr algún buen momento. No alcanza para lo que se esperaba.
La historia gira en torno a Amy (Mila Kunis), es madre y esta aburrida de su vida monótona y desordenada; ahora junto a sus amigas Kiki (Kristen Bell) y Clara (Katheryn Hann) deciden pasar la navidad pero a parecen por sorpresa sus respectivas madres la de Carla, Isis (Susan Sarandon), cómoda y egoísta, de Amy, Ruth (Christine Baranski), autoritaria y Kiki, Sandy (Cheryl Hines) fastidiosa y despreocupada. Esta comedia se desarrolla durante la navidad, está llena de gags, situaciones alocadas, un humor chabacano, vulgar, con algunos excesos y momentos trillados. Ahora, lo que tiene a favor es un buen elenco y por momentos sube un poco el nivel, tiene un pequeño hilo conductor con el film “Hasta que el cuerpo aguante” (2017), no se estrenó en Argentina comercialmente, su humor es para un público poco exigente.
El club de las madres rebeldes era una película de tensiones estéticas, estilísticas, narrativas y temáticas. Sin embargo, contra lo esperado, esas tensiones terminaban siendo saludables, porque enriquecían la estructura del film, que terminaba siendo más complejo de lo que podía preverse. En La Navidad de las madres rebeldes hay una continuidad de esas tensiones, en una secuela que no parece preocuparse mucho por resolver los dilemas internos, sino por potenciarlos. Esta segunda parte, que cuenta con los retornos de Jon Lucas y Scott Moore en el guión y la dirección, retoma a los personajes de Mila Kunis, Kristen Bell y Kathryn Hahn nuevamente en crisis a partir de la llegada no solo de la época navideña, sino también de las visitas de sus madres. Mientras la madre de Kunis, interpretada por Christine Baranski, es una perfeccionista extrema que cuestiona todo y nunca está conforme; la de Bell, encarnada por Cheryl Hines, ha hecho de su hija el centro de su mundo hasta entrar directamente en lo enfermizo; y la de Hahn, que cuenta con la interpretación de Susan Sarandon, es alguien demasiado ocupada en apostar, beber y divertirse, a tal punto que solo se contacta con su hija de manera oportunista. Todo está servido para el conservadurismo, la mirada esquemática sobre la Navidad y las reuniones familiares, el deber maternal y lo afectivo, y hay bastante de eso, y por momentos a La Navidad de las madres rebeldes se le nota demasiado la necesidad de conectar con un público adulto pero aferrado al sostén de determinadas instituciones. Pero hay también cierta honestidad en dejar en claro que muchos discursos y roles sociales que dejan a la mujer en un lugar casi imposible de llevar adelante, pero que a la vez es la misma mujer la que se deja colocar ahí y que tiene chances (y recursos) para eludirlo e ir hacia otra parte. La película muchas veces cae en discursos explícitos y bajadas de línea innecesarias, no es sofisticada para transmitir su mensaje, pero maneja un rango de modestia y humildad que le permite ir hacia otros lugares. Esos lugares hacia los que va La Navidad de las madres rebeldes no son de ruptura, pero sí de pequeñas alteraciones, de crisis que inevitablemente terminarán solucionándose pero introducen algunos cambios. Y de desestructuración formal: al igual que su predecesora, la película se permite unos cuantos pasajes donde la escatología, los chistes sexuales y el juego con lo físico pasan a ser la norma. Ahí es donde gana, cuando se desvía de algunos lugares comunes y deja paso a lo caótico y destructivo. Cuando el film se despreocupa de lo mensajístico y suelta los talentos de Kunis, Bell, Hahn, pero también Baranski, Hines y Sarandon (cada una psicópatas a su manera), es imprevisible y bastante divertida. Claro que La Navidad de las madres rebeldes termina siendo una película más sobre la Navidad que sobre la rebelión. Por eso la necesidad de recomponer todo, aunque de manera forzada y arbitraria. Esa conflictividad estructural que venía de la primera parte sigue aquí, lo que impide que la película expanda sus potencialidades. La Navidad de las madres rebeldes cobra interés cuando va contra sus propios cimientos discursivos, cuando se permite realmente ser una comedia. No cuando se aferra al relato familiar más convencional.
Habiendo tenido el estreno reciente de Daddy’s Home 2, llega ahora su contrapartida femenina. Se estrena en cines A Bad Moms Christmas, secuela de Madres Rebeldes nuevamente dirigida por Jon Lucas y Scott Moore -guionistas de la exitosa trilogía The Hangover-, y una nueva película que, al igual a la protagonizada por Will Ferrell y Mark Wahlberg, busca encontrar su lugar en la taquilla navideña.
El año pasado nomás se estrenaba “El club de las madres rebeldes”, un guión de Jon Lucas y Scott Moore dirigido por ellos mismos, que contaba la historia de cuatro madres modernas hartas de tener que hacerse cargo del rol de madres obedientes a los mandatos. Un argumento humorístico de dudosa opinión sobre la liberación de la mujer, ya que no sólo esquematizaba a las protagonistas con todos los clichés que se suelen ver en las publicidades de artículos de limpieza (faltaba que alguna dijese “me tomo cinco minutos me tomo un té”), sino que la rebeldía a la cual aludía el título consistía en hacer todas las cosas que el hombre promedio norteamericano hace para divertirse: emborracharse hasta perder el apellido, gritar groserías, reírse de pavadas, y varios ejemplos por el estilo. Es decir, rebelarse para ser y hacer lo peor del género masculino. Eso sí, dentro de ese universo había gags que funcionaban bien, con buen timing de comedia, y por cierto el acertadísimo elenco principal encabezado por Mila Kunis, Kristen Bell y Kathryn Hahn. Ahora se estrenó “La navidad de las madres rebeldes” y nuevamente las tres actrices, a fuerza de química entre sí, como si se conociesen de toda la vida, salvan un guión catastrófico, y hasta llegan a justificar el precio de la entrada porque, independientemente de los lineamientos generales, una vez hecha la convención con el espectador, se trata de ver a tres actrices divertirse mucho con lo que hacen y juegan. Particularmente Kathryn Hahn, acaso el personaje mejor armado, tiene momentos de las dos caras del teatro muy bien aprovechados. Llega navidad y la amenaza latente se hace realidad. Las madres Amy, Carla y Kiki “sufren” la visita de sus propias madres, o sea las abuelas Christine Baranski, Susan Sarandon y Cheryl Hines, respectivamente. Contra ellas y sus formas de educación (súper exigente, liberal o sobreprotectora, según el caso) será la rebeldía esta vez. ¿Los hombres (ya domados)? Bien, gracias. Las situaciones y los gags no escapan del registro humorístico que tiene el cine norteamericano de hoy, con lo cual es de esperar un collage de distintos tipos de humor y de registro. Igual que en ”Guerra de papás 2”, estrenada este año, en la cual ellos también sufren a la generación anterior. Como se ve, hay para todos los géneros.
Tres mujeres en sus treinta, hartas de toda presión, deciden cortar por lo sano y terminar con la Navidad y las (digámoslo) sufrientes fiestas de fin de año. Pero hay hijos, hay mandatos y además las tres madres tienen madres. El resultado es una comedia de enredos que pretende insertar un poco de anarquía y de frescura en el cuento navideño, siempre al borde de la ñoñería. Lo logra a medias porque, digámoslo, no hay institución más sacrosantamente americana que la Navidad (una fiesta bastante laica en el país del norte, y en casi todo el mundo) y la comprensión y el amor triunfan siempre. De todos modos, todas las actrices son grandes comediantes que saben aprovechar el filo de algún diálogo o el absurdo de alguna situación para mostrar el otro lado de las cosas, la oscuridad detrás de la luz, etcétera. En última instancia, se trata de domar a la bestia iconoclasta a tiempo para que el postre sea pan dulce. La idea de “hagamos Qué pasó ayer a lo femenino” de la primera película de esta serie nada a oscuras. No está mal, pero tampoco demasiado bien.
Madres, ni rebeldes ni graciosas Los guionistas Jon Lucas y Scott Moore la pegaron en 2009 con “¿Qué pasó ayer?”, la comedia sobre excesos en Las Vegas que se convirtió en un éxito de taquilla. Después siguieron por ese camino de la comedia alocada, pero con suerte diversa. El año pasado dirigieron “El club de las madres rebeldes”, y ahora regresaron con su secuela, “La Navidad de las madres rebeldes”. ¿El resultado? Siempre se puede caer un poquito más bajo. La historia se centra en tres madres de mediana edad que se enfrentan a la estresante antesala de la Nochebuena en familia. Quieren pasar una Navidad “distinta”, y esto conlleva choques con las tradiciones, el consumismo y sus propias madres. Planteado así es un tópico que encaja perfecto con el humor, pero esta comedia lo desperdicia por completo. La película está plagada de lugares comunes, chistes fáciles y humor chabacano, y rara vez provoca la risa. Todas las situaciones terminan virando hacia lo grotesco, hasta tal punto de hartazgo que uno cuenta los minutos para salir de la sala. Los personajes están pasados de rosca, no generan empatía, y el final incluye un mensaje conservador que contradice el planteo del principio. La rebeldía, como un adorno, queda colgada del arbolito.