Casi no quedan directores como George Andrew Romero. Junto a John Carpenter, Wes Craven y David Cronenberg, supieron usar el cine de género (género fantástico y de terror, sobre todo) como un vehículo para hablar del mundo que nos rodea y, en especial, de nosotros mismos, de nuestro costado más oscuro y asqueroso. Y todo esto sin jamás dejar de entretener... ni de aterrar y perturbar. La Noche de los Muertos Vivos, su ópera prima, tiene múltiples méritos: con ese blanco y negro de estética documental —alejada de las piezas góticas que se filmaban en ese tiempo— revolucionó el cine de horror allá por 1968; convirtió a los zombies en seres hambrientos de carne humana, creando un subgénero muy popular incluso en estos días; originó copias e imitaciones a granel; puso el nombre de su director en el mapa, y dio lugar a innumerables lecturas políticas y sociales. En aquella historia de un grupo de personas encerradas en una casa, resistiendo el ataque de cadáveres vivientes, se hablaba de la situación de los Estados Unidos y del mundo en general en esa época; una época turbulenta, pesimista (los asesinatos de John y Robert Kennedy y de Martin Luther King; la Guerra de Vietnam) y revolucionaria (el Mayo Francés). Un claro retrato de la tensión racial en Norteamérica se aprecia en el final: el personaje protagónico más heroico y único sobreviviente es negro y, OJO CON EL SPOILER, muere asesinado por otros humanos que o lo confunden con un monstruo o le disparan por su color, eso nunca se explica. En sus siguientes películas de zombies, Romero siguió satirizando la peor cara de su país: la fiebre consumista y materialista, en Muertos Vivos: La Batalla Final (título argentino de Dawn of the Dead); el militarismo de la era Reagan, en El Día de los Muertos Vivos; la diferencia de clases sociales y el gobierno a través del miedo, al estilo George W. Bush, en Tierra de los Muertos y el poder de los medios de comunicación, en El Diario de los Muertos. Si bien el director también mostró su acidez en otros de sus grandes films —The Crazies/Contaminator; Martin, el Amante del Terror; Creepshow y Monerías Diabólicas—, es en las películas de muertos caminantes donde más se nota su cínica visión de las cosas. Y lo vuelve a demostrar en La Reencarnación de los Muertos. En esta oportunidad, un grupo de soldados hartos de masacrar zombies escapan a la Isla Plum, que parece ser un lugar tranquilo pero, sobre todo, sin resucitados molestos. Error: además de las criaturas antropófagas, allí se está librando una batalla entre dos clanes de sobrevivientes. Los de O’ Flynn matan a todos los mordidos por las criaturas, sin importar el grado de parentesco. En cambio, los de Muldoon optan por preservar a sus amigos y familiares zombificados, a la espera de una cura. Como suele suceder desde La Noche..., los sobrevivientes son peores que la amenaza de ultratumba. La Reencarnación... funciona como un western con muertos vivos. En la Isla Plum, la sociedad está regida por códigos dignos del far west. Los habitantes visten como vaqueros, montan a caballo, usan sombreros y disparan armas como las que usaba John Wayne. Tampoco faltan los tiroteos ni los duelos. La idea de los clanes enfrentados y la llegada de terceros remite principalmente a Por Un Puñado de Dólares, de Sergio Leone (a su vez, inspirada en Yojimbo, de Akira Kurosawa, que se inspiró en la novela Cosecha Roja, de Dashiell Hammett, y en la que se basó Walter Hill para Entre Dos Fuegos). Curiosamente, el cineasta identificado con el terror que filma westerns encubiertos siempre fue Carpenter. En esta oportunidad, el blanco a criticar no es tan evidente, pero lo que queda demostrado sigue siendo lo mismo que las cinco películas anteriores: en situaciones extremas, las personas sacan lo más negativo de sí mismas. Locura, egoísmo, ira, resentimiento, delirio mesiánico, hacen que se comporten casi como animales (Este aspecto por lo general está plasmado en clave de humor negro y hasta absurdo, como cuando un humano pesca zombies usando una oreja como carnada). Sólo quienes logran trabajar en equipo son los que tienen más chances de permanecer cuerdos y vivos. Una vez más, Romero nunca explica por qué los muertos se levantan para comer gente, detalle que sigue dándole a estos films un halo de misterio. A diferencia de la mayor parte de sus imitadores, la violencia no es gratuita, ya que el director se concentra en la historia y en los personajes y sus conflictos (aunque las actuaciones no suelen ser del todo geniales; y bueno, Romero no es Elia Kazan ni pretende serlo). Pero ojo, que sí hay gore: el especialista en efectos especiales sanguinolentos Tom Savini no está desde El Día..., pero su influencia se hace notar en el tercer acto, más que nada. Hay detalles que bordean la parodia, como una chica zombie que monta un caballo, pero Romero se las ingenia para hacer verosímil lo que parece imposible. Aunque estas películas no están directamente interconectadas, aquí hay una excepción. Al principio, los militares protagonistas se encuentran con los cineastas de El Diario... y les roban. También podemos encontrar referencias a El Día... —Muldoon quiere domesticar a los zombies para que coman carne de animales y no de humanos— y a La Noche... Las fallas pasan por una innecesaria voz en off al principio y al final, y por un botín millonario que pintaba para ser clave en la trama pero casi queda en el olvido. La Reencarnación... está lejos del nivel de La Noche... y Muertos Vivos..., pero demuestra que George A. Romero continúa en forma. A sus más de 70 años, sigue haciendo películas divertidas, sarcásticas, sangrientas, pero con contenido. Ojalá pueda liberar en los cines a sus muertos vivos (y a sus otras creaciones) por mucho tiempo más.
La reencarnación de Romero ¿Qué agregar a las palabras de Matías Orta sino mi apreciación desde una visión puramente cinéfila respecto de la decimonovena película del director de culto que marco una época y una manera de ver y disfrutar el cine de género?. La Reencarnación de los Muertos aspira y logra el estilo narrativo y visual (detalle en el que me detendré luego) propio del neoyorquino del Bronx, esta vez relatando la historia de un grupo de soldados que enfrentan la amenaza de una plaga zombie (cualquier semejanza con algún filme de Farsa es mera coincidencia) que devora todo ser humano a su paso, esperanzados de encontrar algún lugar en la superficie que esté exenta de los muertos vivos. Una isla alejada de la civilización pareciera ser la salvación ante la manada y, escoltados por un exiliado de aquel sitio, Patrick O´Flynn, llegarán para solo comprobar que la salvación es una ilusión y quedar enredados en un combate entre familias: Los O`Flynn y los Muldoon, en una especie de western salido de la mente de David Cronenberg en donde lo peor que le puede suceder al cuerpo humano se materializa de cuerpo presente sobre los cuadros perfectamente compuestos. Pero, ¿un enfrentamiento entre familias? ¿No resulta trillado y fuera de clima? Romero se las ingenia para que el clásico duelo de armas no signifique la simple rabia de dos bandos sino la desición sobre la suerte de los muertos vivos, ya que unos prefieren el exterminio y los otros la convivencia con los comedores de humanos. Hay algo de nostalgia en la forma de encarar la narración de Romero, tanto desde el argumento (lineal, monótono y sin muchas explicaciones que desvíen la mirada de los zombies), como de la rotura gráfica de la imagen (tan utilizada por Robert Rodríguez), que se entienda, no rotura en el sentido literal del término sino debido a la utilización de filtros que granulen la secuencia, remontándose así a sus primeros filmes y sobre todo a La Noche de los Muertos Vivientes (Night of the Living Dead, EE.UU 1968). Pero por otro lado, conciente o no del detalle, el filme remite a los primeros intentos con el celuloide que realizó Peter Jackson, referencia directa a Mal Gusto (Bad Taste, Nueva Zelanda 1987) y a Muertos de Miedo (Braindead, Nueva Zelanda 1992). Visualmente hablando, el filme se desarrolla a través de planos abiertos y americanos que remiten directamente al primer western y a la clásica dirección “Master - Planos reducidos a medida que la tensión aumenta”, con una colorimetría remitente a la paleta fría, transmite más que adecuadamente aquello que experimentó con El Amanecer de los Muertos (Dawn of the Dead, EE.UU 1978): la repulsión pero a la vez el gusto por aquello que se ve que roza lo abyecto. Desde una perspectiva personal, la nueva película de Romero es a su filmografía general, lo que Shock (Shock, Italia 1977) fue a la obra de Mario Bava, significando con esto que la última producción no alcanza al nivel logrado con su ópera prima, pero, por otro lado, habla de un amor al cine de género comedia-gore-terror, que traspasa todo aquel intento fallido y devastado por la crítica de abordar temáticas exentas del elemento muerto viviente. Plenitud artística ya pasadas siete que décadas denotan no solo sentimiento en George Romero, sino también compromiso y una actitud respecto del arte que se resiste a quedar en el recuerdo, sino que irrumpe en la escena queriendo ser actual, contemporánea, crítica a la sociedad, pero como muchos dicen, su tiempo es el pasado, el culto se rinde hacia un momento anterior aunque sigamos prosternando a la obra que significó la ruptura simbólica y productora de sentido en el abordaje de aquello más allá de lo material, de la vuelta luego de la muerte. Resistencia al paso del tiempo, au contraire del postulado de Allen en su último filme: para la obra de Romero, todo tiempo pasado fue mejor, pero ésta pequeña afirmación no connota la invalidez de su cine hoy sino que festeja la resurrección de la saga zombie, la resurrección del genio George Romero.
Duelo de "muertos vivos" El director George A. Romero se hizo conocido por La noche de los muertos vivientes (1968) y con un bajo presupuesto hizo estremecer a los espectadores de todo el mundo. Después vinieron otros derivados que llevaron su sello. El tema del encierro de personajes que están a merced de un ejército de zombies cambia en este film la fórmula: los muertos vivos deambulan por Plum Island, salen del agua y un grupo de sobrevivientes intentará acabar con ellos. La reencarnación de los muertos no ofrece nada nuevo para el seguidor de emociones fuertes (muchos disparos a la cabeza) y la trama tampoco sostiene la tensión o el suspenso. Todo lo contario y llama la atención viniendo de un realizador que conoce los resortes del género (o el subgénero de zombies para muchos) como la palma de su mano. A diferencia de su anterior trabajo, El diario de los muertos, donde la cámara de video cobraba protagonismo y resultaba funcional al relato, aquí todo se desdibuja y adquiere un tono ingenuo que no asusta. Hay destripe, escenas fuertes y aquellos que atacan a los "muertos vivos" son expulsados y deciden empezar una nueva vida lejos de allí. Pero cuando regresan a la isla descubren que los habitantes encadenan a las criaturas y las utilizan como esclavos. Militares y civiles se unen contra un grupo de forajidos, personajes que parecen escapados de un viejo western. Y Romero juega también con los elementos propios del género. Un barco que sirve com refugio, un caballo y hasta un duelo final entre los líderes de bandas que están muertos y que vuelven, con pistola en mano, para seguir enfrentándose.
Romero en su laberinto Luego de semanas (meses) sin conseguir fechas de estreno, se estrenan el mismo jueves los más recientes trabajos de dos grandes cineastas del género de terror/fantástico: John Carpenter y George A. Romero. Más allá de lo ridículo de la situación (que deban competir entre sí por el limitado público que hay para este tipo de propuestas), en ambos casos la sensación es decepcionante, ya que se trata de dos excelentes y revulsivos narradores con quienes me formé en materia cinéfila y a quienes he exaltado en no pocas oportunidades. Para mí, de todas maneras, juegan en diferentes ligas: Carpenter es un grande de verdad, mientras que Romero es un anarquista impiadoso, un buen cultor del cine de clase B, pero que no alcanza el status de maestro. En este sentido, si bien Atrapada está muy lejos de los mejores trabajos de Carpenter, lo considero igual un film más que atendible (incluso mejor de lo que Federico Karstulovich lo califica aquí). En cambio, La reencarnación de los muertos me parece un film decididamente fallido, de lo peor que Romero ha hecho en su carrera. No hay en sus 90 minutos ninguna idea medianamente sorprendente, ingenio para reelaborar elementos genéricos ni citas inteligentes. Ni siquiera la habitual ironía e incorrección política del director de La noche de los muertos vivos, Martin: el amante del terror, El amanecer de los muertos, Creepshow, La mitad siniestra, Tierra de los muertos y El diario de los muertos. ¿Qué queda entonces? Pura cáscara. Un festival gore (no demasiado divertido) que remite al primer cine de los Peter Jackson y los Sam Raimi, y el reciclaje del cine de zombies que el propio Romero ya trabajó hasta el hartazgo (y mucho mejor que aquí). Elementos del western bastante torpes (el eje es el enfrentamiento en una isla entre la familia Muldoon y los O'Flynn), efectos digitales para mostrar cabeza que explotan, pésimos actores, diálogos berretas y situaciones elementales completan el menú de un film que desmerece la carrera de un director que es referencia, ícono, modelo de varias generaciones de artistas y espectadores que aman la clase B. Esperemos que esta película haya sido sólo un paso en falso en su carrera y no una demostración del agotamiento de un realizador al que hemos admirado y con quien hemos disfrutado tanto.
La excusa de los zombies A lo largo de los años, George A. Romero realizó películas de zombies con una ácida crítica social implícita en el género. Con La reencarnación de los muertos (Survival of the Dead, 2009), el veterano director prioriza la crítica, tomando a los muertos vivientes como excusa para desarrollar su discurso. Futuro apocalíptico. Los muertos vivientes superan en número a los seres humanos. En una isla se disputan el liderazgo dos bandos: unos con la firme intención de conservar a los zombies para emplearlos en tareas mecánicas, y el otro con la idea de exterminarlos. Con la llegada de un grupo comando a la isla vuelven a enfrentarse por última vez. La crítica de Romero es cada vez más explícita. Tal vez su mayoría de edad le permita ser más ácido en su discurso y claro, en su pensamiento. Lo cierto es que, a partir de ello, dejó de lado la trama de terror y sólo tomó de ella, los elementos que le sirven para fundamentar su mensaje (el plano final es un claro ejemplo de lo mencionado). De hecho, la película se parece más a un western que a un film de zombies en cuanto a su estructura. La parodia social, lo llevó a parodiar el género al punto tal de perderlo de vista. La reencarnación de los muertos es una suerte de continuación de El diario de los muertos (Diary of the Dead, 2007), sátira sobre las nuevas tecnologías y, como aquella, realizada con muy bajo presupuesto. Sin embargo como film de zombies que intenta ser, nunca es tomado en serio. El humor romeriano se cuela en cada plano para hablar de una nación gobernada por dos bandos despreciables por igual -demócratas y republicanos- ambos con la convicción de hacerse fuertes a costa de los zombies. Clarito, ¿no?
Publicada en la edición impresa de la revista.
En la isla de los perdidos... La crítica internacional le ha caído mal a "Survival of the dead". En sí, esta película funciona como una tercera parte de la esta etapa nueva de la carrera de George A Romero iniciada con "Land of the dead" (2005). Aquella excelente cinta, producida por Universal Estudios, abrigó esperanzas de ver alguna renovación en el género ya que si bien siempre se vio la alegoría entre las clases sociales y los zombies, en "Tierra de los muertos", Romero va más allá y construye una poderosa tesis sobre las relaciones de poder político y económico, dentro del contexto de una típica película clase B, admirable por donde se la mire. Seguramente si no les gusta el terror (o el gore), ustedes no la deben haber visto, pero es una cinta que invita a una reflexión cruda sobre el mundo que vivimos, (usando todos los clichés del género) pero teniendo clara su dirección y mensaje. Claro, Romero necesitaba reinventarse. Si bien el fue el creador de esta escuela y del tema sabe, lo cierto es que su espíritu inquieto lo obligan a pensarse filmando aún a su avanzada edad. El dió luz a esta corriente a fines de los 60' cuando con 114000 dólares hizo "The night of the living dead". Fue un éxito instantáneo dentro del denominado cine de bajo presupuesto y originó una revolución en su momento por dar una vuelta de tuerca a un tema que hasta ahí, había sido enfocado desde otro lugar. No es que en el medio no existían líneas que habían abordado la idea ("I eat your skin" de 1961 y "Plague of the zombies" cuatro años después hablaban de esta cuestión) sino que en ellas las oscuras criaturas eran manipuladas por un sujeto que los conducía, a diferencia de la autonomía que Romero introduciría en aquel recordado trabajo del año 68. Sus muertos vivientes actuaban por sí mismo y tenían emociones. Eso impactó mucho en la gente en su tiempo y las escenas de asedio de aquella primera historia son consideradas modelo de trabajo para varias generaciones sucesivas de cineastas. Esa "Noche de los muertos vivientes" marcó un antes y después en la vida de Romero. Pero con el correr de los años (y las décadas) introducir modificaciones a la historia central, se fue haciendo difícil. Ya nadie esperaba nada de él cuando "Land..." pateó el tablero hace seis años. Al poco tiempo rodó "Diary of the dead" (2007), buscando ganar credibilidad para sus zombies y presentando a un grupo de sobrevivientes en el sangriento holocausto canibalístico, pero viviendo su propio reality show. Hay alguien que registra por medio de una cámara todo lo que va sucediendo en esa historia y esa grabación juega con el signo de los tiempos. Hoy en día, filmar y vivir, registrar y publicar, son hábitos de la sociedad de consumo. Los números no le dieron bien pero a este cronista la dirección le pareció buena. Es cierto que el resultado fue desparejo, pero la intención de sumar elementos contemporáneos a la trama original, me parecieron honestos y potables. Y no hay dos sin tres. Ahora llega "Survival of the dead" y si bien el corazón de la propuesta parece agotado, Romero abraza nuevamente el camino del análisis sociológico a baja escala. Con un libro poco pulido y una narración rudimentaria, nuestro director sigue enfrascado en su universo zombie pero tratando de sumar elementos que le permitan instalar cuestiones que nadie se preguntó antes en los cientos de films sobre muertos vivientes que se hicieron... ¿Qué pasaría si se lograra que en vez de comer carne humana y beber sangre, los afectados por el virus pudieran alimentarse de otro modo? ¿Sería una solución a la batalla que esa sociedad tiene con una naciente subraza que amenza la integridad del género humano? "La resistencia de los muertos" nos trae una isla llamada Plum. En ella, dos familias se disputan el poder: los O'Flynn y los Muldoon. Sus líderes son patriarcas de larga data y ahora, con la candente cuestión de la guerra contra los mutantes, tienen posiciones muy encontradas. Para Patrick O'Flynn (gran actuación de Kenneth Welsh), hay que eliminar a los zombies. Matarlos. Es hombre de acción y su palabra choca con la de Seamus Muldoon (Richard Fitzpatrick), quien cree que en algún momento del futuro, habrá cura para el mal. Por ende, mantiene vivos a los infectados, los tiene encadenados y viviendo en su casa. Pero eso no es todo, Muldoon está convencido de que si logra conseguir que los enfermos coman otra cosa que no sea carne humana, la situación podría dar un vuelco. El primer enfrentamiento favorece a Muldoon y su enemigo debe abandonar la isla. Expulsado y con ánimo de venganza, O'Flynn consigue dar en su exilio con un grupo de militares que está en las cercanías buscando un lugar para establecerse. Los convence de que Plum es buen lugar para vivir y que el único escollo es Muldoon, así que habrá que terminar con él en su propio terreno, desafío que no parece fácil con sólo presentarse. Hacia allí se dirigirán entonces a disputarle el territorio al viejo rival... Lo curioso es que en "Survival..." hay zombies, pero ellos no son el centro de la historia. Para nada. Lo jugoso de la trama recae en el conflicto establecido entre las visiones enfrentadas de las dos familias. ¿Qué se hace con aquellos seres amados al ser contagiados? ¿Es humanitario balearlos en la cabeza o se puede esperar una cura? ¿Por qué no se puede respetar las decisiones individuales para a la hora de lidiar con decisiones tan fuertes? Hay en toda la narración un espíritu de correr la mirada del combate y adentrarse en cuales son las razones que impulsan esas líneas de pensamiento. Pero claro, como ya dije, esto pasa a un nivel superficial, mientras se suceden algunas escaramuzas resueltas de la manera más convencional que se recuerden. O sea, la idea está. Pasa que no tiene profundidad. Los protagonistas son hombres de acción. Todos. Excepto los personajes encarnados por Kathleen Munroe (las mellizas), la testoterona no deja aflorar mucho la dialéctica, pero se intenta. Doy fe que se intenta. Esta debe ser la película de Romero donde los zombies son secundarios desteñidos. Lo cual, la hacen por lo menos, singular. El relato es discreto, acorde con los productos de su clase y con alguna dosis de humor negro esperable que harán las delicias de la platea que pide sangre. No siento que sea un film de los mejores de este enorme director, si me parece que redondea una despareja trilogía que intenta aportar sangre nueva a un alicaído género (y si no, miren la saga de Resident Evil). Su ritmo irregular y lo pobre de sus efectos especiales fuerzan al responsable a diversificar la atención en busca de sostener la intesidad de la historia, pero lo consigue solo a medias. Lo que no puede negársele, es que el hombre a sus 71 sigue filmando. Y trata de enriquecer sus trabajos mostrando destellos de su reconocido talento. A mi me basta, pero a mis colegas no. Que se le va a hacer.
LOS MUERTOS VIVOS NO SON PROTAGONISTAS DE ESTA REGULAR PROPUESTA El director George A. Romero, creador de grandes títulos de género, tales como "La Noche de los Muertos Vivos" o "El Amanecer de los Muertos", entre muchos otros, vuelve a contar una historia basada en los zombies y en las diferentes maneras y puntos de vista de los ataques de dichos seres. Lamentablemente aquí no logra transmitir una narración que posea un atractivo interesante, un villano que sea aprovechado al máximo, ni estéticamente una propuesta bien lograda como en muchas de sus pasadas producciones. Los zombies se están apoderando del mundo y un grupo de personas está tratando de encontrar la manera de sobrevivir. Para ello se dirigen a una isla, donde creen que todo está mucho más tranquilo. Cuando llegan se dan cuenta que allí el panorama no es muy diferente que en las ciudades y que en ese lugar está por estallar una batalla personal entre dos terratenientes. Ellos deben cuidarse de los muertos vivos, pero también de los individuos que están en contra de su llegada. Esta cinta tiene una conexión directa con el film anterior de Romero, "El Diario de los Muertos", no solo por desarrollar la misma premisa, sino porque en cierto momento, al comienzo del relato, se cita explicitamente a los hechos sucedidos en dicho film. Es así, como se crea un interesante paralelismo en el que se cuentan los puntos de vista de ciertos personajes que tuvieron una muy corta aparición en la película del 2007 y que aquí son protagonistas. Luego de la típica introducción que el director realiza en cada una de sus propuestas, contando cómo se deben matar a los zombies y dando un pantallazo verbal sobre la situación mundial, la película se niega a mostrar situaciones paralelas a las presentadas y va directamente a contar lo que les va sucediendo a los protagonistas. Es aquí donde aparece el principal problema del film y que va relacionado puramente con el guión. La historia carece de interés, no tiene un desarrollo bien logrado de las personalidades de los roles, ocasionando que las muertes o que las diferentes decisiones que van tomando no se sientan y no produzcan efecto alguno en el espectador. El relato no tiene sorpresas y, a diferencia de casi la totalidad de las películas del director, se centra demasiado en los diálogos que en los zombies desesperados por desgarrar carne humana (está claro que en todas las cintas de Romero hay un factor humano muy fuerte, pero aquí el mismo no tiene valor, está explicado de sobremanera e impide el lucimiento de los personajes secundarios). De esta manera, la película se convierte en una aburrida y desalmada propuesta que se ve alargada por conversaciones que están de más y por momentos de acción demasiado cortos. Por otro lado, desde el primer minuto, con el primer plano de Alan Van Sprang en pantalla, la cinta comienza a expresar y a demostrar una sobreactuación que acompaña un guión flojo y una carencia de ideas que, para los seguidores del director y para los amantes del género, funcionará como una gran decepción, mientras que para los que no están familiarizados con este tipo de películas significará una sobreactuada propuesta que impide el desarrollo de realismo y entretenimiento. El humor está presente y son los mejores momentos de la película, en especial los últimos 15 minutos, donde se ve la verdadera habilidad de Romero para filmar atrocidades y muertos caminantes amenazadores. Los efectos especiales están por momentos bien logrados (final), pero por otros algo abusados (cabezas clavadas). La sangre aparece en grandes cantidades, pero misteriosamente no tiene la importancia ni la repugnancia que caracterizó a películas pasadas del director. A su vez, la fotografía, muy acertada, logra crear algunos momentos bien logrados de suspenso y una toma final hermosa visualmente. "La Reencarnación de los Muertos" es una película que no parece haber sido dirigida por George Romero, ya que no tiene su toque personal y desarrolla una historia que no produce interés ni moviliza al espectador. Sin duda alguna se buscó darle una vuelta de tuerca a la típica historia de zombies para no volver a contar otra vez lo mismo, pero el resultado no es para nada alentador. Buenas escenas gore, sobreactuación, y un guión extrañamente aburrido. Se extraña la chispa del director a la hora de mostrar la supervivencia del hombre ante los muertos vivos con inteligencia, creando buenos climas de suspenso y una moraleja final que deje pensando al público. UNA ESCENA A DESTACAR: final.
Lejos de la rutina George A. Romero regresa a la saga de los zombies. La sexta entrega de la saga de zombies creada por George A. Romero 43 años atrás encuentra al ya veterano realizador en un extraño dilema: ¿cómo seguir contando distintas versiones de la misma historia después de tanto tiempo? Y lo interesante es que, en lugar de convertir el asunto en una rutina, Romero sigue teniendo ideas creativas y hasta arriesgadas para resolver ese tipo de problemas. Los resultados no siempre están a la altura de sus ambiciones, pero lo cierto es que nunca se repite. Después de la estructuralmente compleja El Diario de los muertos –en la que jugaba con la idea del falso documental-, en La resurrección de los muertos parece querer volver a lo básico y directo, una suerte de western político con los zombies como espectadores, casi, de un enfrentamiento que bien podría darse sin ellos. La trama de La resurrección... tiene como protagonistas a dos líderes de clanes enfrentados entre sí, cada uno –literalmente- con cadáveres en sus placares, y a un grupo de soldados que, después de una serie de enfrentamientos y fugas, caerán en el medio de esta pelea, deberán tratar de entenderla y luego saber de qué lado ponerse. Los zombies serán como bombas de tiempo que obligan a los personajes a apurar decisiones, relojes narrativos que llevan a los protagonistas a actuar. Esa batalla de clanes, en manos de Romero, es una metáfora más que evidente de la guerra política establecida en los Estados Unidos, esa lucha fratricida que enfrenta a demócratas con republicanos, estados “azules” con estados “rojos”, y así. Salvo algunos aparatosamente berretas efectos digitales, Romero hace una película como si los ’80 nunca hubieran terminado: gore básico y brutal, personajes caricaturescos, humor acaso involuntario, todo absurdamente excesivo y a la vez casero. Más cercano al origen de la saga que a la pretendida complejidad de Diario... Este “regreso a lo básico” no siempre es del todo feliz ni logrado, y la trama se vuelve algo confusa e intrascendente, pero muestra que Romero, a una edad en la que podría poner piloto automático cual zombie en la dirección, todavía se plantea cómo seguir contando, una y mil veces, la historia de un mundo dominado por los zombies que acaso sea más realista de lo que él mismo imaginaba allá, a fines de los años ’60.
Pocas ideas en una nueva historia de zombis, sólo apta para fans de Romero Aunque George A. Romero no los toma muy en serio, muchos seguidores de su obra, en especial de la larga serie dedicada a los zombis, están convencidos de que sus películas no hablan sólo de muertos vivos y que siempre bajo la cáscara aterradora de sus truculentas y sarcásticas historias se desliza una mirada crítica o paródica sobre el estado del mundo real (la tensión racial, el choque entre ricos y pobres, la violencia exacerbada o el desencuentro generacional). En esta sexta entrega de la serie, donde los zombies parecen haber perdido ímpetu y presencia, encontrar tal alegoría resultará algo más complejo, salvo que se acepte como tal la idea -por cierto no muy novedosa- que se expone sobre los sugestivos planos del final: en un mundo dominado por un eterno nosotros versus ellos, pronto se olvida quién empezó la guerra y por qué; sólo quedan las banderas y es "en nombre de esas estúpidas banderas" que la lucha continúa. También es posible que alguien -inspirándose en el origen de los dos clanes que, enfrentados por sus opiniones de cómo resolver el problema de los zombies, están en el centro del relato- quiera ver una alusión a las divisiones entre irlandeses, o aún a las que se han acentuado en la vida política norteamericana. Alegorías aparte, hay que decir que los zombis ocupan aquí casi un segundo plano, prácticamente no producen sobresalto alguno, conservan el mismo apetito de siempre y siguen siendo vulnerables cuando hacen blanco en sus cabezas (hay sobredosis de escenas que lo ilustran), aunque son ellos la causa principal del conflicto. Aquellos miembros de la Guardia Nacional que en Diario de los muertos se cruzaban en el camino del equipo de filmación están de regreso y gracias a un clip que ven en Internet se enteran de la existencia de una isla frente a Delaware, que está prácticamente libre de zombies. Pero lo que encuentran son dos clanes irlandeses en feroz enfrentamiento, porque sostienen distintas ideas respecto de los muertos vivos: los O'Flynn creen que hay que exterminarlos, sin más trámite; los Muldoon prefieren mantenerlos con vida, por lo menos a los más allegados; y si es posible cambiarles la dieta (que coman carne, pero de animales) a la espera de que alguna vez la ciencia descubra el remedio salvador. Entretanto, siguen matándose entre ellos. Hay bastante sangre, muchos cadáveres, algún humor y pocas ideas. Salvo quizá que todo esto transcurre en un ambiente de western, aunque no se sabe muy bien por qué.
EE.UU. como nación en armas ¿Tienen los muertos vida útil? Para salvar el riesgo de la repetición y el desgaste, George A. Romero –Gran Padre de los muertos cinematográficos, desde que en 1968 les devolvió la vida, en La noche de los muertos vivos– buscó darle a cada una de sus reencarnaciones un ángulo particular, un perfil propio que las conecte con el espíritu de época. En La noche... era la dinámica encierro/ataque, en tiempos de Vietcong. En El amanecer de los muertos (1978), la asociación entre canibalismo zombie y sociedad de consumo, con el shopping como escenario base. En Día de los muertos (1985), la militarización de la era Reagan; en Tierra de los muertos (2005), la división entre ricos y marginados, en formato de cine de aventuras; en Diario de los muertos (2007), el reino de la sociedad-video, lo real como reality show. Sexta excavación del cineasta de Pittsburg en las necrópolis de su invención, La reencarnación de los muertos tiene como motivo central las guerras ancestrales, en un marco que evoca tanto al western como a la concepción de los Estados Unidos como nación en armas. Hartos tal vez de un repetido menú de gente viva, daría la impresión de que los zombis comienzan a devorar sus propias entrañas. Metafóricamente, al menos. Uno de los personajes centrales de La reencarnación... aparecía en una escena de Diario de los muertos, a la que su creador parece darle ahora un carácter de matriz. De esa matriz, La reencarnación... representaría una primera cría, con dos más en camino (ver página 30). Líder de una patrulla perdida, al sargento Crockett podía vérselo, en la anterior, asaltando la combie en la que viajaban los protagonistas, con la intención de reaprovisionar a sus hombres, armas en mano. Esa misma escena se reitera ahora, a modo de bisagra, en medio del viaje que Crockett y sus subordinados –que incluyen a una soldado lesbiana, apodada “Machona”–hacen hacia una isla, presuntamente libre de zombis. En el camino se les suma un adolescente huérfano, designado también por su función dentro del grupo (Boy) y el patriarca de un antiguo clan, expulsado de la isla por su equivalente del clan rival, que es como su imagen en espejo. Los dos de ascendencia irlandesa (sus acentos de caricatura hacen sonar a La reencarnación... como escrita por Roddy Doyle), ambos clanes familiares libran una guerra que se remonta hasta la mismísima noche de los tiempos y tiene ahora por excusa las distintas estrategias en el combate a los zombis. Reconoce Romero como fuente de inspiración un western dirigido por William Wyler (The Big Country, 1958, conocido por aquí como Horizontes de grandeza), y al western remite enteramente La reencarnación..., en términos dramáticos e iconográficos. El enfrentamiento entre familias de ganaderos, el odio ancestral, los grandes espacios abiertos, las pasturas, el ganado, ciertas invariantes del género: la hija rebelde, el jovencito inexperto y fanfarrón, el capataz disconforme. Todo eso aggiornado, claro está (la chica lesbiana, Boy como chico tecno) y confrontado con las hordas de seres pálidos y bamboleantes, que siguen teniendo la mala costumbre de comerse al prójimo. Las primeras escenas son sin duda lo mejor de La reencarnación..., mostrando una vez más la capacidad del realizador para hacer del muerto vivo una tragedia y a la vez una comedia, ambas en versión extrema. Con dolor, un suboficial reflexiona sobre lo que significa dar muerte a uno de los suyos. Suponiéndola contagiada, un hombre ejecuta a una mujer, en presencia de su esposo e hijo. Como en un dibujo de Tex Avery, después de que a un zombi le vuelan la cabeza, la tapa de los sesos queda haciendo equilibrio sobre su cuello, como si fuera un sombrerito. Tragedia clásica, comedia gore, gore desaforado. En ocasiones, engolosinado. Como esas escenas del final, en las que los zombis disponen de las vísceras de un pobre tipo, interminablemente, en plano detalle. O esa otra en la que a un muerto vivo le saltan los ojos, notorias pelotitas de telgopor: otra vez Tex Avery, pero mal. Lo que La reencarnación de los muertos no termina de armar es un relato orgánico, en el que los personajes sean algo más que entelequias (es llamativo que varios de ellos no tengan nombres sino funciones) y las líneas estén a la altura de las entrelíneas. Da la sensación, y la escena final es como la frutilla en ese postre, de que, a diferencia de las anteriores, que se sostenían por sí mismas, esta última palada romeriaza termina resultando más interesante como metáfora que como película.
George Romero logró algo que nunca pensé que iba a llegar a ver en mi vida. Una película aburrida de zombies! Siempre fui un gran defensor de este tipo de historias dentro del género de terror. Los zombies son por lejos uno de los mejores villanos que existen porque no se les puede ganar. Ellos representan el fin de la humanidad y la civilización, tal cual la conocemos. Por eso son personajes muy interesantes para trabajar y se pueden hacer cosas divertidas con ellos. Me encantan las historias de muertos vivos, inclusive las malas del cine clase Z, como Hard Rock Zombies, que es desopilante. Lo único que no tolero es que los filmes sean aburridos. La reencarnación de los muertos es una verguenza y duele mucho verla porque la dirigió un hombre importante del cine, que con este trabajo demuestra que tiene que tomarse un unas largas vacaciones del género. Me parece que únicamente alguien que jamás vio una película de zombies en su vida puede recomendar esto en un medio de comunicación. El film no sólo es tediosamente aburrido, sino que presenta una historia pobre que parece que la hubieran improvisado durante el rodaje. Romero falló por completo a la hora de crear situaciones de tensión y suspenso y los zombies ni siquiera presentan una amenaza peligrosa. De hecho, es imposible clasificar este film dentro del género de terror, ya que no tiene nada que ver con este estilo. Después de lo que hizo el director Frank Darabont con el fabuloso piloto de la serie de Fox, The Walking Dead, te encontrás con esto en el cine y te deprimís. En este caso los zombies prácticamente son un elemento de decoración, ya que el rol principal lo tienen los habitantes de un pueblo que se matan entre sí por situaciones estúpidas. Hay largas escenas con estos personajes que ni siquiera son interesantes. Los efectos especiales además son lamentables. Llama la atención que un director como Romero presente un trabajo tan deficiente en este campo. La película está repleta de efectos digitales pobrísimos que se ven artificiales. Si esos momentos los hubieran trabajado como se hacía antes, cuando no existía la tecnología CGI, el resultado hubiera sido superior. En los últimos años pude ver filmes amateurs con mejores efectos especiales que los de esta producción. La reencarnación de los muertos es un patético intento de director en trabajar el subgénero de zombies dentro del western y el resultado es catastrófico, producto de una mediocre realización. Intentó hacer lo mismo que John Carpenter con Vampiros y no le salió porque la historia es malísima. Reitero, es imperdonable hacer una película de zombies aburrida. Hace mucho que venimos esperando el gran regreso de Romero en el cine con estos personajes y a esta altura creo hay que olvidarse de eso. No da para más. Por el cariño que se le tiene al director se le dejan pasar muchas cosas en los medios y lo entiendo, pero tampoco se le puede vender fruta a la gente. Por más que intenten intelectualizar este estreno con frases pajeras como “un estudio de las dinámicas sociales” en el fondo todos sabemos que es una producción mediocre. “Un hombre debe conocer sus limitaciones”. Sabias palabras de Harry, el sucio, que George Romero debería tomar para su vida.
La llegada de esta nueva producción del maestro del cine zombie a los cines de Argentina coincide con el estreno de la que quizá sea la peor película de otro de los arcángeles del terror en 35 mm, John Carpenter. Y la coincidencia no termina ahí, ya que Survival of the Dead es, por lejos, lo peor de esta saga sobre muertos vivos que comenzó en los años 70 con el indiscutido clásico Night of the Dead y que continuó con ese título definitivo del subgénero que fue Dawn of the Dead. Revisionismo aparte, y dejando también de lado la estatura iconográfica del propio Romero (que nunca filmó demasiado bien), aunque no tengamos en cuenta lo previo que dio la saga, y aunque tomaemos a esta obra como única y descontextualizada (y demás etcéteras), se trata de un film que tiene su mejor representacíón simbólica en los propios no-muertos. Esta sexta entrega de la saga creada y siempre dirigida por Romero no tiene alma, se descascara a medida que pasa el tiempo y, en relación a sus antecesoras, contagia falta de interés y hasta se muestra involuntariamente como un peligro para lo ya conocido, ya que contamina al subgénero de zombies y, viniendo de su máximo exponente histórico, lo perjudica al punto de poder hacerle creer a los neófitos que el chiste se agota en el gag del zombie mordiéndole el cuello al vivo. Romero aprovecha la ocásión para cargar, una vez más, contra el poder, el status qúo y lo mainstream, aunque lo hace con menos convicción que nunca, alejado de cualquier tipo de cachetazo conceptual (como sí tuvieron, y mucho, Diary of the Dead, su trabajo anterior) y recitando un par de comentarios más o menos ingeniosos sobre religión y militarismo. ¿La trama? Mínima, apenas apuntes para un guión de iniciados; zombies que atacan a una zona rural y un señor malo que intenta dominar la situación en base a sus intereses. Punto y aparte. O apartado, de ideas revitalizadoras, de buenas secuencias, de un humor bien trazado, y sobre todo, de una autovaloración del lugar que ocupa su realizador en el universo freak.
Duelo al anochecer Ya sea producto de una conjunción planetaria, una jugada improvisada en el momento o un glorioso accidente de la distribuidora, el asunto es que no podemos más que festejar el hecho de que finalmente se estrene en salas del circuito tradicional La Reencarnación de los Muertos (Survival of the Dead, 2009), el último e hilarante eslabón de la saga de los cadáveres caminantes de George A. Romero. Hablamos de una propuesta de marcado espíritu “clase B” destinada sólo a los fanáticos del mítico cineasta, el resto del público debería abstenerse porque la ensalada puede resultar muy difícil de digerir: combinando la comedia, el western y el horror, el neoyorquino construye otra sátira de los Estados Unidos. En esta oportunidad la ironía apunta a los pequeños feudos del interior, esas geografías lejanas que parecen escapar a la lógica caníbal de la metrópoli pero que siempre terminan convirtiéndose en un modelo a escala con ribetes fundamentalistas. Más allá del eterno detalle contextual del apocalipsis del título, ahora la aventura se centra en un conflicto de larga data entre los dos patriarcas que controlan la Isla Plum, en la costa de Delaware: mientras que Patrick O´Flynn (Kenneth Welsh) considera que lo “más sensato” es pegarles un buen tiro a los señores de ultratumba, Seamus Muldoon (Richard Fitzpatrick) en cambio opina que es “más humano” dejarlos encadenados por ahí en espera de una cura a futuro. Por supuesto que con un arsenal de por medio nunca se iban a poner de acuerdo, situación que deriva en un exilio compulsivo hacia el continente para O´Flynn y su séquito. Aquel pelotón circunstancial que robaba a los protagonistas de El Diario de los Muertos (Diary of the Dead, 2007) hoy se transforma en el elemento unificador del relato: cuatro miembros desertores de la Guardia Nacional comandados por el Sargento Crockett (Alan Van Sprang) caen en una trampa del “viejo zorro” y eventualmente se suman a su proyecto de recuperar la isla, vengarse de Muldoon y refugiarse del caos. Con un ritmo frenético y personajes estupendos, la película reflexiona acerca de los distintos clichés de los géneros trabajados. Sin lugar a dudas los intereses del realizador han ido mutando con el transcurso del tiempo: en La Noche de los Muertos Vivos (Night of the Living Dead, 1968) objetó la participación norteamericana en la guerra de Vietnam, en la obra maestra El Amanecer de los Muertos (Dawn of the Dead, 1978) lanzó sus dardos contra el consumismo actual y la cultura de la obsolescencia, en El Día de los Muertos (Day of the Dead, 1985) ridiculizó el militarismo fascistoide de la década del ´80 y en Tierra de los Muertos (Land of the Dead, 2005) atacó los embates imperialistas del clan Bush. Claramente el tono severo de la trilogía inicial contrasta con el más distendido de la segunda etapa en donde el humor se vuelve un fetiche. Como sucedía en la entrada anterior en lo que respecta a los medios de comunicación y el mockumentary, aquí el retrato del egoísmo, la cobardía y la deshumanización se une a una estructura sarcástica que traza analogías en función de una serie de motivos juzgados paradigmáticos: en esta ocasión predomina el western clásico en términos narrativos con zombies que actúan como indígenas sin voz ni voto, un antihéroe con un corazón de oro, una camarilla de secundarios pintorescos, un “falso villano” que tiene la razón y un lobo con piel de oveja que se destapa como el peor de todos (cada referencia está acompañada de un subtexto, por suerte no encontramos citas posmodernosas que se agotan en sí mismas). Romero sabe de sobra lo que quiere y por ello toma prestados los cimientos primordiales de Horizontes de Grandeza (The Big Country, 1958) de William Wyler para trastocarlos en una batalla magistralmente patética entre dos facciones -tan ciegas como hipócritas- que parecen seguir la senda de los republicanos (Muldoon) y los demócratas (O´Flynn): así la alimentación, vinculada a la “subsistencia” de los difuntos, adquiere preponderancia en este duelo nocturno en un corral en el que hombres y mujeres son reducidos a ganado con el cual experimentar. El creador de la extraordinaria Martin (1977), cumplidos sus 71 años, no aminora ni un ápice la marcha y una vez más saca a relucir su honestidad e independencia.
Anexo de crítica: Mezcla de western y parodia sobre películas de zombies, este nuevo opus de Romero garantiza el festival de tripas y sangre habitual con el agregado de una trama que apela directamente a la ironía y a los apuntes humorísticos más que a los tópicos convencionales, con absoluto desparpajo y buen ritmo. Pese a los aciertos en la historia y al riesgo de haber introducido elementos del western en un film de zombies, pueden encontrarse algunas falencias a nivel narrativo como por ejemplo el uso innecesario de la voz en off y falta de resolución en situaciones donde el desbalance entre humor y acción perjudican la fluidez del relato. No obstante, como película de género esta nueva incursión de George Romero alcanza las expectativas y confirma nuevamente que estamos en presencia de uno de los pioneros, quien pese al paso de las décadas continúa manteniendo un nivel superior a la mayoría de sus imitadores.-
Zombies en estado catatónico No caben dudas que Romero es un buen director desde la seminal La noche de los muertos vivos (su mejor película) y sus incursiones en el mainstream (Creepshow; Monerías diabólicas; La mitad siniestra). Pero los zombies son su imperiosa obsesión, desde aquella memorable opera prima hasta sus cuatro secuelas filmadas en distintas décadas, ya que los muertos vivos siguen siendo el territorio de placer, el componente lúdico y aun vital del cineasta. Con bienvenidos reciclajes e ínfimas variables que recorren el gore, la parodia, la lectura política y social y el derrumbe de la familia media estadounidense, la saga de zombies de Romero constituye un corpus esencial para los amantes del género. Sin embargo, su sexta incursión en el tema muestra sus costados más débiles, o en todo caso, la fragilidad narrativa del director. La historia, contada con parches y remiendos que hasta puede causar sorpresa en los zombies-fans, retoma temas del western de manera tosca y desganada a través del enfrentamiento entre dos familias y de la presencia de unos soldados que enfrentarán a los muertos vivos que andan más famélicos que otras veces. Una isla será el hábitat donde se desarrollará la trama, pero a Romero parece no importarle la construcción de un espacio cinematográfico, sino la acumulación de clichés. Los giros dramáticos de La reencarnación de los muertos, por momentos, parecen provenir de un director recién iniciado o de un cortometraje bizarro concebido por un grupo de amigos fanatizado por el género. Está bien, dos o tres escenas funcionan por sus características paródicas y los últimos 15 minutos dejan una montaña de cadáveres destripados y mutilados para el éxtasis de los seguidores del gore más elemental. Pero es poco, casi nada, para un cineasta que a fines de los años sesenta modificó ciertas reglas del género, confiando en el lenguaje del cine, filmando con un presupuesto de 120 mil dólares y proponiendo una sutil crítica de aquel Estados Unidos racista que aún vivía el duelo por el asesinato de Kennedy.
Zombies con el sello de un experto Hasta los zombies se cansan un poco y eso es lo que les pasa a los muertos vivos de George Romero en su nueva entrada en la saga iniciada en 1968 con el film de culto «Night of the living dead» (La noche de los muertos vivos). Es que el director de «Creepshow» y tantas buenas películas de terror ha repetido tanto todas las variantes de masacres post mortem, incluyendo algunas buenas ideas modernas como la especie de reality de su anterior «Diario de los muertos», que ya no sabe bien qué inventar en la materia. Por eso esta nueva «Reencarnacion de los muertos» tiene momentos brillantes, algunos muy intensos y otros divertidos y originales, pero como conjunto no cierra nunca del todo. Claro que si la ve un espectador aficionado al terror que no conozca las películas anteriores de muertos vivos de Romero, se puede suponer que la primera media hora de esta película le va a parecer lo más genial en terror gore y super acción zombie que haya visto en su vida. Es que realmente los primeros dos actos de este film tienen más matanzas de muertos vivos que cualquier entrada anterior de la serie, por lo que no se le puede negar a este cineasta independiente su generosidad hemoglobínica. Además, hay que reconocer que cada momento violento está filmado con gran imaginación, como si estuviera tratando de competir consigo mismo para superar ese tipo de escenas de sus trabajos anteriores. Pero luego del suculento comienzo, la trama empieza a derivar en algo parecido a un western contemporáneo, o quizá habría que decir western post apocalíptico, donde al estilo de algún drama clásico, dos familias se pelean por viejos rencores que ya nadie recuerda en vez de ocuparse de los zombies, a los que algunos tratan de curar. Ahí empieza a aparecer el mayor problema que tiene «La Reencarnacion de los muertos» y es que en su necesidad de renovarse, Romero infringe sus propias reglas en cuanto a las descripción de la enfermedad o plaga que convierte a la gente en zombie. Como hasta las películas de zombies descerebrados necesitan mantener alguna lógica, el asunto empieza a fallar. De todos modos, hay momentos de suspenso y ultraviolencia de todo tipo y calibre como para mantener entretenido al fan, que de todos modos no podrá dejar de notar los abruptos cambios de clima que surgen de un argumento poco aceitado. Al final, lo que queda es el impacto de las fuertísimas escenas iniciales, y la extraña visión de una bella y pálida zombie de a caballo.
VideoComentario (ver link).
Dos decepciones dos Las expectativas y la ansiedad por la de Romero no eran tantas. Al fin y al cabo su anterior zombie-film, Diario de los muertos, se había estrenado en 2008 en Argentina. Con esa película, Romero buscaba aderezar a sus muertitos con cine dentro del cine, cámaras digitales, autorreferencias y unas cuantas buenas ideas. En La reencarnación de los muertos (2009) mete un poco de internet y avanza con la idea de encadenar esta película con la otra (y dos más a futuro) mediante el sistema de spin-off, es decir, a partir de un personaje secundario o absolutamente lateral de una película hace salir otra. Ese personaje en La reencarnación es un militar que aparecía mínimamente en El diario. En este caso, el sistema prueba ser una mera pavada, porque el militar en cuestión se integra pésimamente en la que parece ser la historia principal de dos familias enfrentadas en una isla de la costa de Delaware, enfrentadas también en sus ideas acerca de qué hacer con los zombies. Y eso de la integración pésima, bueno, es el gran defecto de la película: nunca se sabe bien por dónde está avanzando, cuál es la historia o los protagonistas, cuál es el peso de cada personaje. Sí, claro, puede ser divertido ver destrozar zombies de formas ocurrentes, pero a esta altura no me alcanza. La reencarnación de los muertos tiene demasiados tropiezos narrativos, falta de solidez, fragmentación, que en este caso es apenas otro nombre de la debilidad estructural, que debilita el sentido. La mejor película de zombies de la última década sigue siendo El amanecer de los muertos (2004) de Zack Snyder, remake de la película de Romero de 1978.
Pobre nueva entrega de la saga zombie En 1968 el realizador George A. Romero creaba con La Noche de los Muertos Vivos un film de culto dentro del cine de terror, que a pesar de su escaso presupuesto sería un gran éxito. La película era cruda por sus imágenes y contenido, de un blanco y negro desgarrador, con una estética sumamente realista que daría pie a una obra que perduraría a través de los años y establecería en el plano cinéfilo el subgénero de los films de zombies. A pesar de parecer un simple trabajo de horror, en donde los muertos volvían a la vida en busca de carne humana, aquella primer película de Romero tenía una gran denuncia social a lo que son las diferencias culturales en los Estados Unidos, ya sean de raza o género, cuestiones que se manifestaban ferozmente en el film. A través del éxito de la película, ésta tendría diferentes secuelas al mando de Romero, siendo La Reencarnación de los Muertos la última de la saga hasta el momento. En esta nueva entrega, un grupo militar buscará refugio en una isla casi desierta, en dónde no solo tendrán que desafiar a los muertos, sino que deberán interferir en el enfrentamiento entre dos clanes familiares, siendo que uno de estos tiene una nueva ideología que puede cambiar la manera de vida de los zombies. Como en todo film apocalíptico, siempre esta esa ansiedad por huir y querer empezar otra vida lejos del caos y de la amenaza inminente, aunque casi siempre esto sea una utopía; films como La Invasión de los Usurpadores de Cuerpos de Don Siegel o Los Pájaros de Alfred Hitchcock también habían demostrado como lo hace el de Romero, lo difícil que resulta escapar del destino en un mundo en crisis. A diferencia del complejo clásico de 1968, La Reencarnación de los Muertos se muestra muy deslucida, y a pesar de buenas e impactantes imágenes de violencia, la película resulta demasiado predecible en cada uno de sus actos. El guión es bastante flojo y se aleja bastante de aquel carácter simbólico que se mencionaba anteriormente. Le falta la nostalgia de aquel cine clásico y el pastiche cinéfilo de obras más modernas como se pudo ver en films del género como Exterminio de Danny Boyle o Planet Terror de Robert Rodriguez. Ya en las dos anteriores de la saga de Romero, Tierra de los Muertos y El Diario de los Muertos, se mostraba un deterioro estético y argumental, pero a pesar de eso resultaban ser films correctos y entretenidos, todo lo contrario a La Reencarnación de los Muertos, que es una obra muy densa y deslucida, que por momentos carece de cualquier tipo de factor sorpresa y no aporta nada nuevo a un género que el viejo George supo revolucionar hace más de cuarenta años atrás.
Finalmente llegó a nuestro país la postergada sexta película de zombis que George A. Romero filmó en 2009 y estrenó en 2010. A esta altura es necesario dividir la saga en dos partes. Una recorre un día completo y distintas formas de aislamiento: “La noche de los muertos vivientes” (1968), “El amanecer de los muertos” (1978) y “El día de los muertos” (1985). La otra se centra en la evolución en plena era de la comunicación: “La tierra de los muertos” (2003), “El diario de los muertos” (2007), y la que nos cita hoy, “La reencarnación de los muertos” (2009) George A. Romero reinventó a estas criaturas y casi sin darse cuenta estaba dando su particular visión del mundo y de la humanidad. En aquella de 1968 todo se desarrollaba dentro de lo lógico, más allá de la sorpresa de la utilización del gore. Sin embargo, hacia el final se producía una escena que se escapaba de lo predecible y se convertía en el concepto principal del realizador: vencidos los zombis, un grupo de hombres colgaba un par de ellos todavía “vivos” para jugar al tiro al blanco como forma de diversión. Romero remarcaba que el ser humano puede ser mucho más bestial y monstruoso que cualquier otra criatura. Las producciones que siguieron nunca dejaron esta idea de lado, pero hasta la década del noventa pusieron el foco en otros aspectos de la alienación y el miedo. Entrado el siglo XXI, Romero decidió ser mucho más ácido en su observación del mundo, pero siempre manteniendo la misma estructura narrativa. La más lograda fue sin dudas “El diario de los muertos”. En ella un grupo de jóvenes, uno de ellos en particular, están obsesionados con la posible fama y la facilidad para conseguirla en este planeta globalizado donde el Internet y las redes sociales marcan la tendencia. Por eso comienzan a documentar obsesivamente a los “come-cerebros”, para luego intentar subir el material a You tube en pos de la mayor cantidad de visitas posibles. La fama y el reconocimiento a como de lugar. Aún arriesgando la vida propia y la de los demás. Ahora vamos a esta entrega. Como sucedió en este siglo los rubros técnicos como la fotografía, el montaje y el diseño de producción ya no son un escollo. Todo eso está mejorado y es mucho más coherente. Por ejemplo, la hegemonía que el fotógrafo Adam Swica logra entre el continente y la isla. “La reencarnación de los muertos” tiene un arranque interesante y a todo trapo. Comenzada la historia, el guionista-director divide la trama en dos grupos de personas: por un lado a militares, hartos de contar cadáveres, que se convierten en piratas y mercenarios comandados por el Sargento Crockeff (Alan Van Sprang); por el otro, la acción se desarrolla en una improbable isla frente a Delaware en la cual dos familias (los O’Flynn y los Muldoon), de acento irlandés, enfrentadas por años; dirimen su enemistad entre quienes pretenden eliminar a los zombis de la faz de la tierra, y la familia con pretensiones de aceptarlos y entrenarlos para que coman carne de otro tipo y se sumen con alguna actividad útil.. O sea, Romero integra a los zombis como parte de este mundo por considerarlos un mal necesario al que hay que adaptarse. Por eso es que en los primeros 15 minutos se produce el mejor momento de la obra: un militar mira un talk show en donde un presentador, estilo Jay Leno, hace chistes comparando zombis con políticos. Demasiado temprano ocurre esto, porque luego “La reencarnación…” cae en su propia trampa y mueve a los militares hacia la isla de la discordia convirtiendo todo en una especie de western bizarro, donde la cuestión familiar roza varias veces lo inverosímil. Sabemos que si en este tipo de producciones desaparece este factor no hay forma de sustentarla. Sin embargo el guión insiste con lo mismo y hasta el más fanático del género protestará con razón ante la imagen de un zombi que sabe andar a caballo. El realizador intenta otras observaciones agudas con la escena de zombis encadenados realizando “tareas” como una nueva forma de esclavización, o aquella en donde los jefes de familia Patrick O'Flynn (Kenneth Welsh) y Seamus Muldoon (Richard Fitzpatrick) sostienen un diálogo más cercano a una parodia del Oeste que a una de terror. La intención de sacar a la superficie los defectos del ser humano, con su ironía habitual, se ve desdibujada por la elección de un escenario atemporal con situaciones del mismo tenor. “La reencarnación de los muertos” es una correcta producción de zombis, sí. Pero flojita para lo que Romero sabe hacer.
George de los muertos Dos años luego de su estreno en USA y, en la misma semana en la cual se estrena en Argentina el regreso de John Carpenter a los cines, llega la última película de otro grande del cine del género terrorífico: La reencarnación de los muertos de George A. Romero. A sus 70 años el querido George filma a sus criaturas preferidas: los zombies. La verdad es que su principal aporte al cine moderno han sido estos muertos caminantes y caníbales, desde La noche de los muertos vivientes de 1968, donde ayudó a sentar las bases del cine de terror moderno, crudo, salvaje y con una cierta mirada crítica a la sociedad. Tal fue el éxito y la influencia de aquel bestial film que Romero completó una trilogía con la buena El amanecer de los muertos de 1978 (que tiene una remake con el mismo nombre de 2004 dirgida por Zack Snyder que es mejor que la original) y la interesante aunque irregular El dia de los muertos (1985). Vinieron además, varios remakes, plagios, homenajes y parodias, y hay dos excelentes que vale la pena destacar como para revisitar, ahora que vamos a hablar un poco de La reencarnación de los muertos que es bastante floja: El regreso de los muertos vivientes (1985) dirigida por Dan O`Bannon, es un homenaje, una parodia y una falsa secuela descarada, divertida, bien clase B; y La remake de 1991 de La noche de los muertos vivientes, una potente reversión del primer film de Romero dirigida por Tom Savini. En fin, desde 2005 hasta hoy, Romero solo ha tenido en sus manos proyectos de películas con zombies. Inaugurando una nueva trilogía con la entretenida La tierra de los muertos, que siguió con la fallida El diario de los muertos de 2007 filmada con cámara subjetiva y que concluye, o continúa con La Reencarnacion de los muertos. Y sí, luego de 6 películas y 40 años, el director en cuestión ya nos ha contado casi todo lo que tenia para decir con sus zombies: como empieza y como termina una hecatombe zombie, de que cosas son capaces los humanos en situaciones extremas, cuan desagradable puede ser una calle repleta de gente muerta que camina y mastica otros cadáveres, que tan malo es el capitalismo, el armamentismo, la aristocracia y etc. Entonces llega con esta película que debe ser la más pequeña de las 6 (en presupuesto y en historia) donde todo y todos parecen cansados. Tanto Romero, como los personajes, como la historia, todo es rutinario y esquemático como lo han sido siempre sus películas con muertos vivientes sin embargo, aquí ese esquema ya no tiene nada para decir y tampoco divierte. Porque claro, los zombies siempre fueron una excusa para decir algo más, pero aquí lo que dice ya es repetitivo, confuso sin alma. Por otro lado, si hay una orgia de sangre y tripas final, algunos buenos chistes negros y el típico ambiente de serie B pero con eso solo no alcanza, más bien aburre. Semana trágica para los baluartes del cine de terror, al menos en Argentina. Ya vendrán tiempos mejores, y si no, no importa mucho bueno ya han hecho, John y George.
Los vivos y los muertos. A esta altura las partes que componen la saga de los muertos vivos de George Romero parecen operar prácticamente por inercia, como si cada entrega se derivara en forma automática de la anterior. Es que, en algún punto, el director parece haber puesto en funcionamiento un mecanismo de comportamiento autosuficiente, una especie de cine sin autor, paradójicamente atravesado por un fuerte aire de familiaridad que no hace sino acrecentar su contundencia de película en película y volver el conjunto un todo reconocible. Pero, ¿qué clase de cineasta es Romero, al final? No hay una respuesta clara a ese interrogante, pero podemos saber lo que Romero no es. Su entronización por parte de la crítica, desde por lo menos treinta años a esta parte, a menudo tiende a invisibilizar el hecho de que, puesto blanco sobre negro, el tipo es un pésimo narrador y un ideólogo mucho menos atendible de lo que la constante prédica de sus apólogos permite suponer. En La reencarnación de los muertos la sucesión de escenas deshilachadas, la pobre dirección de actores, los diálogos toscos y redundantes y los chistes carentes de gracia alguna, conforman un muestrario bastante completo de sus falencias como director. Sin embargo, lo curioso es que la energía de la película es bastante notable. En el fondo, Romero juega al cine, al que aparentemente concibe como un desfile grotesco de figuras que se miran con recelo, se miden, se persiguen y se temen unas a otras. Ocasionalmente (las más de las veces) se terminan matando sin mayor contemplación. A pesar de sus traspiés narrativos y de sus abruptas caídas de tensión dramática, lo que persiste a lo largo de toda la película, su hilo conductor, se podría decir, es una fuerte sensación de desasosiego. Detrás de su aspecto de slapstick sanguinolento, en verdad nunca asumido con suficiente convicción, La reencarnación de los muertos quizá sea menos torpe de lo que parece: si Romero no es un director político, ni mucho menos un contador de historias consumado, a lo mejor no se lo puede desestimar del todo como un especialista del pesimismo. De pronto, se puede apreciar la bruma de dolor brutalmente anestesiado que envuelve la película: en una escena se ve a dos niños zombies atados a sus camas, los cuerpos carcomidos por la enfermedad –ese mal que en las películas de Romero no se nombra, quizá porque el asombro deja bien pronto su lugar a la acción física, a la voluntad que se encarna en el binomio conformado por la supervivencia (propia) y el exterminio (del otro). El director y guionista prescinde de toda tentación metafísica para ir, en cambio, a buscar el centro del drama en los cuerpos, en la carne que se pudre y se señala a sí misma como origen definitivo del horror. Luego, esos niños infectados serán acribillados sin el menor remordimiento, porque en la película el mal existe únicamente como marca visible en el cuerpo y está exento de ser categorizado moralmente. Acá no hay buenos ni malos sino el derecho insobornable de cada cosa de perseverar en su ser. De la implacable autoridad de una premisa semejante se desprende un dejo de incomodidad que se cuela en el modo tenaz con el que el director se entrega a las maniobras de una comedia cruel, un protocolo despiadado donde el movimiento se constituye en el único objetivo legítimo del cine. El último plano de La reencarnación de los muertos, una bella toma general en la que dos eternos contendientes que pertenecen a familias rivales se apuntan con sus armas como en un duelo del siglo dieciocho –mientras sus figuras aparecen recortadas sobre la imagen de una luna imponente que es un puro alarde de decoración– parece ofrecerse como irónico recordatorio de lo que el director tiene para dar. Lo que hay ahí son dos tipos que no pueden ocupar el mismo espacio en forma simultánea, por lo que están dispuestos a matarse el uno al otro. Sin preocuparse por los alcances de su planteo, a Romero le basta con las posibilidades cinematográficas que este le presenta . Para qué más, parece decir.
Zombies en la familia Las películas de zombies han empezado a repetirse. Más allá de que los seguidores del género encuentren siempre alguna particularidad que las justifique, este no es el mejor ejemplo de esa argumentación. Vaya uno a saber por qué, los zombies se han apoderado del mundo, incluida una isla habitada por dos familias. Los líderes de una y de otra se han enfrentado históricamente y ahora más: los A quieren deshacerse de los monstruos y los B quieren domesticarlos, finalmente, zombies o no, son integrantes de la familia. Hacia allá va además un pequeño ejército en busca de paz (sic). En ese relato, ya de por si bastante traído de los pelos y sin la tensión habitual en ese tipo de filmes, se mezclan un exagerado exterminio a base de tiros en la cabeza con reminiscencias sentimentales poco creíbles. Sólo para fans.
A partir de la investigación de un equipo de documentalistas (aquellos que fueron el centro de “El diario de los muertos”), un grupo de soldados deciden viajar hasta una remota isla donde la amenaza mutante todavía no ha hecho estragos. Este último bastión de paz sobre la Tierra no es el paraíso prometido: incluso en medio de la muerte y de un enemigo común más poderoso, sediento de sangre e incontrolable, los hombres –dos familias irlandesas para ser más precisos- izan diferentes banderas con respecto al tratamiento que se debe dar a los zombies. Unos no dudan en aniquilarlos con certeros tiros en la cabeza, los otros prefieren mantenerlos prisioneros, educarlos para que se alimenten de carne no humana y esperar que la ciencia finalmente encuentre un antídoto para su cura. El problema es que nadie parece estar dispuesto a ceder e su impertérrita postura. Esta nueva entrega de la saga de George A. Romero, la sexta dirigida por el realizador, comienza precisamente seis días después de que los muertos empezaran a levantarse de sus tumbas. Sin la crítica al sistema ni las connotaciones sociales que lo convirtieron en un director de culto, los cuidados efectos visuales -donde casi no quedan rastros de las técnicas más bizarras de antaño- y una historia que no da respiro alcanzan para hacer de esta nueva secuela un filme entretenido y digno de su género.
Veo gente casi muerta Cuando la vida deja de tener sentido, la muerte se convierte en la mejor manera de vivir. Eso parecen pensar esa mezcla de pueblerinos y soldados renegados que tienen que enfrentarse a los muertos vivos que se multiplican por la tierra intentando saciar su sed de sangre y su hambre de carne humana. La nueva película de George A. Romero, La resurrección de los muertos, sigue la saga gloriosa de los zombies que comenzó en 1968 y que dio varios títulos y muertos desde entonces. Pero no lo hace con mucho estilo, ni un argumento interesante, ni actuaciones sobresalientes, ni muertes espectaculares para los amantes del género. Están los que matan y los que mueren, los que se resisten a ver morir a los suyos, los que quieren adiestrar a los “caminantes” para que no coman carne y aprendan a convivir (vaya paradoja) con los vivos. La pelea en una lejana isla por el destino de sus muertos se convierte en motivo de una guerra que acaba por mandar a uno al destierro y al otro a ser el amo y señor del lugar. Pero pasó lo que nadie podía sospechar: aquel que se fue echado volvió sin que lo llamen, luego de reclutar en tierra firme a un grupo de renegados que mataban muertos por doquier. Así, emprendió el regreso a su isla en busca de venganza, y de recomponer la relación con su hija, que eligió quedarse. El relato comienza con el sargento Crockett narrando cómo estaba el mundo: “La última vez que alguien contó, morían 53 millones de personas al año. 150 mil cada día y 107 cada minuto. Eran tiempos normales... ahora, cada uno de esos muertos se levanta y mata a otra persona”. Guerras morales, principios religiosos, muertos vivos, emociones poco convincentes, peleas por momentos ridículas. La resurrección de los muertos es apenas la sobreviviente de una saga que hizo historia pero que fue largamente superada por los sobrinos de Romero. La serie The walking dead, por caso, es un exponente de historias de zombies que van más allá: exploran desde los muertos el comportamiento de los vivos. No es este el caso, sin efectos ni afectos especiales que valga la pena destacar, sin una sólida historia, que podría haber transcurrido con más originalidad y profundidad si la batalla se hubiera dado sólo en aquella isla, en lugar de mezclar escenarios sin ningún sentido. La resurrección... también deja abierta una puerta para seguir adelante, y parece que ni los fanáticos de esta serie de películas ni sus creadores piensan dar un paso al costado. George A. Romero seguirá escribiendo y filmando sobre el tema, aunque parece que la historia así no da para más, que ha muerto. Pero bueno,en estos casos nunca se sabe. Así es la vida.
¡Déjenlos descansar en paz! "La Reencarnación de los Muertos" es la última producción del sobrevaluado director de cine de terror George A. Romero, responsable de otras películas del género "zombie" como "El Amanecer de los Muertos" (1978) y "La Noche de los Muertos Vivos" (1968), que en su época fueron bastante impactantes y metieron miedo. Entre medio de estas 2 producciones y luego de ellas, Romero cosechó una serie de bodrios que no asustaron y volvían a los zombies aburridos, situación que se puede apreciar (o despreciar) en esta nueva entrega, que además de absurda y repetitiva, no se adapta a los tiempos en los que estamos viviendo. Ya sé que Romero es de esos directores que tienen un sello propio, una forma de hacer cine, una estética que lo caracteriza, pero no puedo dejar de exponer mi punto de vista y decir que para mí, debería retirarse con el respeto que se le tiene entre los fans del género del terror y dejar de presentar estos papelones que sólo opacan su imagen y demuestran que está viejito. La temática zombie no es para todo el mundo, eso está claro, pero de todas maneras creo que a la mayoría de los fans del cine de terror no les va a gustar esta entrega, salvo que sean incondicionales del director. Los personajes centrales no son los muertos vivos, sino el cast humano que deja mucho que desear, en actuación y en atractivo, poniendo en un letárgico 2do lugar a los que realmente deberían entretenernos, pero que en esta ocasión ofician de escenografía fofa y mal hecha. Lamentablemente, la comedia y el absurdo terminan ganándole la pulseada al miedo y el horror que no supieron instalarse ni en los personajes zombies, ni en los humanos. Hay algunas premisas que podrían haber resultado interesantes, como la mezcla con el Western, género que está nuevamente de moda y que últimamente ha sido mezclado con otros, pero la realidad es que no se logró. Para no hacerla muy larga, "La Reencarnación de los Muertos" definitivamente no es una película recomendable, ni para los seguidores de los films de terror, ni por supuesto, el público promedio que nunca vio una peli de zombies. Quizás si sos fan de Romero la disfrutes un poco, pero está bastante lejos de aquella época dorada de "El Amanecer de los Muertos".
Que jodido comentar una peli que a la mayoría posiblemente no le guste. Cuanto más jodido aún cuando las expectativas son altas y el resultado parece decepcionar. Porque este film con algunos efectos especiales que parecen muy amateurs y un ritmo más bien lento para la historia, es nada más y nada menos que un nuevo capitulo de la saga de zombies del gran George Romero, la única leyenda del cine viva que puede asegurar que creo todo un genero con la increíble Night of the living dead. La diferencia principal viene en que tanto esta entrega como la anterior (la también recomendable Diary of the dead) son de una nueva etapa (o un regreso a otra época, mejor dicho) de Romero, autoproduciéndose y con mayor control sobre el metraje final pero también bastante menos presupuesto que el que tuvo, por ejemplo, Land of the dead. El costo de este cambio ya lo mencione más arriba, lo bueno es que la capacidad de ironizar y filosofar del director esta mas afilada que nunca. Los zombies ya son solo una excusa argumental, un reflejo del lado más brutal de la humanidad, mientras que lo importante es hacer el enfasis en el mensaje. Así como Diary... tenia muchísimos palos sobre la "verdad" que nos venden los medios de comunicación (mezclados con muy poco sutiles respuestas de Romero a como muestran a los zombies en remakes de sus creaciones), en Survival... la trama gira sobre dos clanes en lucha, dos patriarcas que cada uno asegura tener la verdad sobre como tratar con los muertos vivos y terminan consumidos por su propio odio, cuando trabajando juntos (quizás) habrían llegado a mejores resultados. Una idea bastante interesante y llevada a cabo por personajes muy bien definidos y planteados, no así actuados aunque, si bien no descollan, el elenco dentro de todo cumple con lo que se le pide. Y los resultados son buenos gracias a un director que se toma su tiempo para contar lo que quiere. Los efectos especiales... y si, la verdad que más que malos son muy risibles, quizás a proposito pero le juega en contra a la peli para caer bien con los más exigentes. Si sos fan de la primera hora de Romero y te parece que todavia tiene mucho para contar, esta es tu película; si en cambio, ya te aburrió y disfrutaste mucho más la Dawn of the dead de Zack Snyder, pasa de largo y ahorrate el mal trago.