Querido Hergé Cuando tenía 10 u 11 años me acerqué a tu personaje más emblemático a través de una serie animada francesa, que la cadena HBO emitía periódicamente cuando todavía no había que pagar un peso de más para disfrutar su programación. Habré visto 3 o 4 episodios, los suficientes para encantarme con la adrenalina, el misterio y la diversión de este joven personaje, que junto a su perro resolvían crímenes. Algo de Sherlock Holmes, algo de Hércules Poirot y el espíritu de los seriales de los años ’30 en los que se inspiró Steven Spielberg a la hora de crear Indiana Jones.
Realmente quedé maravillada ante esta obra de arte, que no sólo estoy segura que va a ser una nominada al Oscar, sino que una absoluta ganadora. Muchas veces nos encontramos con films de animación que poseen una técnica excelente en contraposición con un argumento débil o malo, pero en este caso la historia es sumamente atrapante enriquecida con un...
Realizó toneladas de éxitos, es multimillonario, ganó premios Oscar. Descubrió nuevos talentos, potenció a artistas consagrados. Está considerado el mejor director de cine vivo. Lejos de dormirse en los laureles, Steven Spielberg sigue detrás de nuevos desafíos. Esta vez, se asoció con el no menos exitoso y virtuoso Peter Jackson para llevar al cine la obra cumbre de Georges Prosper Remi (mejor conocido como Hergé) y un icono de la cultura popular: Tintín...
Tuve un par de veranos de mi infancia donde Tintín me apasionó. Era fantástico pasar a los 8 años de leer las revistas de Disney a estas de "aventuras" con misterio, espionaje y "armas". Después le perdí el rastro y lo olvidé. Esta película logra rescatar ese clima fabuloso del personaje y su ubicación histórica. Obviamente la realización es impecable, con un 3D nativo que es parte fundamental del concepto y lo que seguramente motivó a la dupla de directores (aunque uno solo dirige ahora) a llevarla al cine. Tintín se merecía esta película y también este "upgrade". La historia está buena y va en la línea de los libros existentes. Están muy bien puestos los personajes clásicos, donde se mantienen intactas sus características. Y genial como muestran al comienzo el "cambio" de cara. Peter y Steven unos genios. Pero no puedo dejar de lado que cuando yo leia Tintín, era un bicho raro y no muchos se copaban con esa historia. Ahora lógicamente pasará lo mismo. ¿Quienes son los destinatarios de esta película? Mayormente varones de más de 8 años hasta cualquier edad. Dije "mayormente"... O sea puede ser disfrutada por un amplio público igual. Gran realización de Tintín que merece vivirse en una sala de cine.
Después de 40 años de ausencia en la pantalla grande, Tintín volvió a los cines en lo que representa su primera producción hollywoodense. Un ícono absoluto del cómic europeo que tuvo un origen oscuro (ver historia de Tintín) para luego convertirse en un gran fenómeno internacional dentro de este arte. Algunas de las historias de este personaje todavía generan polémica (ver Tintín en el Congo), pero la realidad es que su imagen cambió por completo con el paso del tiempo. La última película con el periodista francés había sido Tintín y el lago de los tiburones, de 1972, que luego fue narrada en el cómic. Lo primero que hay que saber sobre este estreno es que no se trata de una adaptación de los libros de Hergé, sino que brinda la visión personal (y respetuosa) de los directores Steven Spielberg y Peter Jackson, que no es lo mismo. Si entramos en el terreno de la adaptación, queda intacta la gloriosa serie animada de los años ´90, que en Latinoamérica conocimos a través de HBO, y en la actualidad sigue siendo una obra maestra de los dibujos animados y por lejos, el retrato más fiel y certero que se hizo de la obra de Hergé. Ni Spielberg ni Jackson pudieron superar eso. En parte esto tiene que ver con que ellos enfocaron al personaje por otro lado. En esta película Tintín prácticamente es una versión juvenil de Indiana Jones, que vive eternamente perseguido a lo largo de todo el conflicto. Las investigaciones quedaron un poco relegadas por las secuencias de acción. Es loco porque el retrato más puro del personaje el director lo presenta en los excelentes créditos iniciales. Después, el modo en que encararon la trama va por otro lado. Tintín es otra cosa y para conocerlo bien hay que leer los cómics. Un problema que tiene la película, en mi opinión, es que cometieron el error de combinar tres historias de los libros de Hergé en un solo conflicto y al final los terminaron desaprovechando. Esto ya había ocurrido en la película de 1969, Tintín y el Tempo del Sol, que adaptó “La siete Bolas de Cristal” y “Prisioneros del Sol”, que justamente no funcionó bien por esta cuestión. En este caso Spielberg condensó en una sola trama “El secreto del Unicornio”, “El cangrejo de las pinzas de oro” y “El tesoro de Rackham el Rojo”. Es una lástima que hicieran esto porque los argumentos de Hergé eran bastante sólidos y al combinarlos los terminaron arruinado. Ahora bien, debo ser justo y reconocer también que Spielberg y Jackson más allá de los cambios que hicieron se manejaron con un respeto absoluto a la hora de construir los personajes. Todo lo contrario a lo que hizo Frank Miller con el fiasco de The Spirit, otro gran clásico de la historieta, que distorsionó por completo simplemente para satisfacer sus estúpidos caprichos egocéntricos. En las aventuras de Tintín por los menos podés reconocer a los personajes de Hergé, que dentro de todo, mantienen las características principales de sus personalidades. Inclusive el mundo en el que se desarrolla la trama es el mismo de los cómics. La animación es extraordinaria y como suele ocurrir cuando se trabaja con el estilo de captura de movimiento, una de las grandes claves de la película es el elenco. En este caso el reaparto fue excelente y los que más sobresalen son Jaime Bell (Tintín) y Andy Serkis, quien ofrece una gran interpretación del Capitán Haddock. Quienes no estén familiarizados con este personaje se van a encontrar con un gran film clásico de aventuras que claramente supera a lo que hizo Spielberg en la última entrega de Indiana Jones. En definitiva, Las aventuras de Tintín es una interesante combinación del arte de Hergé con el cine de Spielberg que logra brindar un tremendo entretenimiento.
Montaña rusa Velocidad no siempre es vértigo. Se puede ser vertiginoso a un ritmo pausado. A su vez, se puede ser veloz en un espacio cerrado. Ya lo había probado Eisenstein allá por la década del '20, hace casi 90 años: la administración del espacio es la que manipula al tiempo. A su vez, el espacio no se puede manipular de cualquier forma sin pagar ciertos costos. Tratar de reponer el espacio fotográfico “real” no sólo atenta contra el realismo sino que es una sentencia de muerte para cualquier simulación: los dibujos animados en su versión caricatura, por ejemplo, desprecian el realismo y es ese desprecio el que refuerza su diferencia; las películas de “simulación de lo real”-como El Expreso Polar o Beowulf- chocan una y otra vez contra la piedra del realismo justamente por ser “más papistas que El Papa”, es decir, por pretender suplantar a la imagen fotográfica. Frente al problema del realismo y la ontología de la imagen, Las aventuras de Tintín parece ser otra cosa. Por diferentes motivos: primero y principal, porque asume su carácter de “comic” con abierta conciencia (ver el plano de Tintín mirando su propio dibujo retratado, al inicio de la película); segundo, porque conciente de su “no-realidad” asume un “realismo” ad hoc al construir un mundo cerrado pero posible de peripecias (ver ese extraordinario plano-secuencia del “escape del embalse” que es un prodigio absoluto de puesta en escena como pocas veces haya mostrado el cine), golpes, saltos, elasticidad y accidentes varios que no le debe a nada a las leyes de Newton pero si seguramente a las de Keaton (Buster); por último, porque en función de las limitaciones de la misma tecnología hay una asunción de no “humanizar” a los personajes ni sus rostros y, sin embargo, generar una corriente de empatía por sus acciones. Las aventuras de Tintín es, centralmente eso que anuncia y más: es una película de peripecias, una tras otra, casi sin descanso, pero es mucho más que su protagonista (lo justo hubiera sido que la película se llamara Las aventuras de Tintín y Haddock, personaje responsable de que la película sea una verdadera borrachera de placer que nos mete en su cerebro afiebrado), ya que lo que propone es una reducción de las aventuras a la mínima escala. De ahí que la película proporcione (sobre todo luego de la primer media hora) la sensación inagotable de una montaña rusa, de un parque de diversiones y que cada una de las distintas escenas de aventuras sea -por lo pronto- un pequeño pelotero repleto de subidas, bajadas, saltos, caídas y una diversidad de posibilidades inagotables de movimiento (autos, motos, corridas, tierra, agua, aire, fuego, arena, máquinas: buena parte de la tabla de los elementos parece convocada en el acto de alquimia que la película es). A su vez, es una montaña que no nos debe información: sus personajes son una pura superficie espejada, casi sin psicología profunda por lo que toda información que se nos brinde es funcional a la construcción de una máquina de narrar casi perfecta (otra vez Theodor Adorno está equivocado cuando habla de cine). Esa idea, la de un cine físico, meramente visual, que genera un placer cinético pero que también es intelectual suele ser históricamente despreciada (así como se desprecia la aventura pura de las Misión: Imposible, las películas de artes marciales de Jackie Chan, las películas de acción de Jason Statham, el salvaje gore físico de Piraña 3D o Snakes on a Plane o la comedia slapstick del grupo Jackass) y el gesto de Spielberg de pensar un cine industrial con presupuestos millonarios pero divirtiéndose con los recursos y el inverosímil folletinesco de una película de clase B no deja de ser una declaración de amor a ese género que supo devolver a la primera línea industrial como el cine de acción y aventuras (aún siendo cosas distintas). En ese espacio anónimo de directores industriales de segunda línea (que tiene a los irregulares Joe Johnston y Stephen Sommers, quienes supieron tener un pasado mejor) es donde se ubica Spielberg con esta megaproducción. No deja de ser una idea subversiva para un director al que se ha canonizado por entregar películas serias: ser libre tiene su precio también (ahí no estaba tan equivocado Adorno).
Basada en tres de los populares comics de Hergé: "El Secreto del Unicornio", "El Cangrejo de las Pinzas de Oro" y "El Tesoro de Rackham el Rojo", esta película dirigida por Steven Spielberg, además de ser muy fiel al material original, es una espectacular propuesta de entretenimientos, con una excelente utilización de la técnica motion-capture para representar con realismo y esplendor visual la acción, y con un sentido de aventuras que remonta a las mejores producciones del exitoso director.
Tin Tin no es lo que uno pueda decir una animación o cómic muy conocido en latino américa. Creado por el belga Georges Remi (Hergé) por allá de 1930, su distribución en américa no fue muy extensa. Sin embargo, es claro que existen fans, puesto que la película de la que hoy hablamos tiene detrás de la pantalla a gente de la talla de Steven Spielberg, Peter Jackson y Edgar Wright (y si alguien no los conoce, corra a ver más películas). En fin, que por esos mismos nombres, uno escucha a Steven Spielberg intentando dirigir algo relacionado con el motion capture y debería huir -¿O es que no recuerdan la malísima Expreso Polar con Tom Hanks?- y no por la historia, sino por lo inverosímil de los personajes, sin expresión en la mirada y con una animación mal aprovechada. Pero si ahora le añadimos el mágico toque de Peter Jackson, acompañado por Andy Serkis, maestros consumados de ésta técnica, olviden cualquier falla. Estamos ante la inminente ganadora del Oscar a mejor película de animación, a menos que Chico y Rita de producción española - y que aun debo ver- se cuele y le arrebate la estatuilla; por que es claro que ni Cars 2 ni Rango (aunque con un poco más de chances), son mejores que esta puesta. La película arranca con un evidente homenaje a las caricaturas de las épocas del cineasta, y avanzando lentamente, como a tientas, nos mete de lleno en la trama, de imprevisto; cuando uno menos se lo espera, ya está viajando por el mar en busca del Unicornio, o sus réplicas, mítico barco que sir Francis Haddock heredó a sus tres hijos con el mensaje oculto para encontrar un tesoro. Y se vienen barcos piratas, persecuciones, planes malévolos y demás ingredientes para pasar poco más de 1 hora y 45 minutos entretenido. Los personajes no son precisamente entrañables, pero ojo con Milú, el perro de Tin Tin, que más de una vez roba cámara aunque esté en segundo plano. El capitán Haddock se lleva también unas cuantas palmas y aunque por ahí hay una subtrama innecesaria, nada hay que le impida superar con facilidad las otras propuestas animadas. Se nota la mano de Jackson desde el principio. Hay tomas en las que si uno no estuviera consciente de que la película es animada, juraría que son actores de carne y hueso los que participan en las escenas. El realismo es increíble, y la cámara es ágil, entendiendo que es totalmente ficción y animación y que puede colarse donde quiera y como quiera. No hay límites. El 3D quizá no sea tan espectacular, pero cumple. Y por ello es que ya hay luz verde a una secuela (claro, Hollywood siempre tiene un as bajo la manga, como el capitán Haddock), y será dirigida enteramente por Jackson. Habrá que esperar. Por lo pronto, la película cumple muy bien con lo planeado y es un perfecto platillo para los niños y los no tan niños. Cuando les llegue a su país, no duden en verla. Por cierto, como posdata, hay sistema de calificaciones. El mío será sobre 5 estrellas, así que acá está
Aventuras, misterio con espíritu de comic Vertiginosa y abrumadora son las palabras que definen la nueva película dirigida por Steven Spielberg, producida por Peter Jackson y basada en la serie de historietas creadas por Georges Remi (Hergé). Concebida con la técnica de "captura de movimiento" (al igual que El expreso Polar o Beowulf), Las aventuras de Tintín: El secreto de Unicornio sigue los pasos del joven periodista de jopo firme y fuertes convicciones (Jamie Bell, el actor de Billy Elliot), cuyo mundo cambia radicalmente cuando compra la maqueta de un barco en una feria de antiguedades. El juguete esconde algo misteroso en su mástil. Sin saberlo, y advertido por extraños personajes, el jovencito comenzará a ser perseguido sin descanso y, entre sus fieles aliados, se encuentran su perrito Milú; la pareja de detectives Hernández y Fernández (Simon Pegg y Nick Frost, la dupla de Arma Fatal y Paul) y el Capítán Haddock (Andy Serkis). El film de Spielberg respira el aire clásico de aventuras, y suma misterio e intriga a una trama plagada de peligros. Como en una vieja película de piratas con villano incluído (Daniel Craig) y transiciones creativas y muy bien resueltas (del mar al desierto), la acción dice presente en toda la historia y no deja de lado el tono de la historieta. Todo en uno y por el mismo precio. Los rubros técnicos sorprenden por su calidad, desde los movimientos, las texturas y la iluminación realista hasta las acciones secundarias ricas en detalles. Un viejo tesoro, un anciano que roba billeteras, un pasado tenebroso y una secuencia impactante con grúas en el puerto, constituyen los eslabones de esta aventura espectacular atravesada y potenciada tambien por la envolvente banda musical de John Williams. El "dream team" soñado deja la puerta abierta para una segunda parte. NOTA: El guión del film está basado en cuatro de las historias del cómic: "El cangrejo de las pinzas de oro", "La estrella misteriosa" y el díptico" El secreto del unicornio" y "El tesoro de Rackham el Rojo".
Tintin y la peli de Spielberg Se dice que Hergé opinaba que Steven Spielberg era “el único que podría hacerle justicia a Tintin”. Hacía poco que el director había estrenado Los cazadores del arca perdida (Raiders of the Lost Ark, 1981). Desde el grotesco propagandista que signa distintas fases de sus carreras hasta la corrección política con la que han refinado su estilo, ambos autores tienen mucho en común. Han mantenido intacta, a lo largo de su obra, la postura de niños fascinados por lo exótico; sus miradas infantiles, maniqueas, estereotipadoras. La aventura aguarda ante la aparición de lo meramente diferente en la vida de sus héroes: la diferencia es tanto una oportunidad como una amenaza. Las aventuras de Tintín (The Adventures of Tintin: The Secret of the Unicorn, 2011) refiere a varias aventuras del joven trotamundos belga, pero adapta principalmente La Leyenda del Unicornio a modo de marco narrativo. Fiel a una cierta tendencia en el cine de superhéroes, la historia es originaria, y se dedica a establecer personajes y subtramas que sin duda serán importadas ad hoc no bien se dé la luz verde para un tándem de secuelas. Este primer ciclo sigue a Tintin en busca de un legendario tesoro pirata en compañía del considerable elenco de caricaturas de Hergé (su perro Milou, el capitán Haddock, los detectives Hernández y Fernández, etc.). No están todos presentes, pero el film reserva algunas sorpresas (y probablemente vacantes estelares para la inminente continuación). La historia impulsa a Tintin por tierra, mar y aire, alternando las secuencias de suspenso con las de acción, en pleno ejercicio folletinesco y potencialmente infinito: la aventura ha comenzado mucho antes que la película, y no termina ni pasados los créditos. La estética linda entre la animación digital y el fotorrealismo analógico que volvió impopulares (y algo perturbadoras) a films como El Expreso Polar (The Polar Express, 2004) y Beowulf: La Leyenda (Beowulf, 2007). Aquí la animación (también captura digital) corre mejor suerte; los personajes son claramente caricaturas, y no híbridos de un limbo no del todo humano. No por ello deja de extrañarse la simplicidad de las líneas de Hergé. La animación hiperreal de las facciones de Tintin cae innecesaria, sobre todo cuando el resto de los personajes parecen haber retenido su diseño naiv. La película está animada y se ofrece al público infantil, pero de a momentos se expone sobria y obscura y adquiere la estatura de su propia trama de espionaje (no por ello la cantidad de disparos deja de ser inversamente proporcional a la cantidad de sangre, que es nula). A pesar de toda esta “carga adulta”, Spielberg corta esquinas en lo que refiere a la mordacidad política de Hergé y prefiere concentrarse en sus impresionantes persecuciones, lo cual resulta en una película entretenida, dinámica y llena de espíritu aventurero, aunque un poco hueca de cabeza. ¿Es el Tintin de Spielberg digno de Hergé (y más importante, de aquellos que crecieron con él)? La película recrea fielmente al personaje, y homenajea cuantas veces puede a su creador. Redunda en una excelente película de aventuras (acaso un poco apurada por establecerse en franquicia) y una fortuita indagación de Spielberg en el reino de la animación, éste siendo su primer largometraje de índole 3D. Expectativas y subjetividad fanática de lado, el Tintin spielbergiano provee toda la diversión que promete y resulta aunque sea una noble versión de su original.
Tintín y los cazadores del tesoro perdido A tres años de Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal y con más de dos docenas de largometrajes en su filmografía, Steven Spielberg debuta en el sistema de motion capture para traer nuevamente a la pantalla grande al querido Tintín. Como su nombre lo indica, Las Aventuras de Tintín nos contará cómo el sagaz periodista debe descubrir el misterio que encierra la maqueta del barco Unicornio. Lamentablemente, en la misión que lleva adelante el jopudo dueño de Milú se cruzará con el malvado Sakharine que casualmente busca lo mismo que él. A diferencia de lo que fueron El Expreso Polar o Beowulf (ambas dirigidas por el gran Robert Zemeckis) que de alguna manera buscaban emular y reemplazar el realismo que impregnan los actores por medio de la captura de movimiento, Las Aventuras de Tintín utiliza ese recurso y lo introduce en una obra con estética comic, dejando de lado el realismo para aprovechar las bondades de la inverosímil exageración. El motion capture tiene contras, como la poca conexión con algunos personajes debido a la falta de expresión existente, pero presenta como grandes bondades el poco límite en la creación y el extremo aprovechamiento del escenario. Un claro ejemplo de esto es la espectacularmente exagerada secuencia de escape de Marruecos, donde sin dudas hubiera sido imposible hacer semejante escena en un contexto "real". Steven Spielberg vuelve a demostrar que cada película es una clase de narración. Tranquilamente a la mayoría de las obras de este maestro podríamos seguirla sin diálogos y aún así comprenderíamos perfectamente el hilo principal de la trama y justamente Las Aventuras de Tintín no representa una mancha en su filmografía en ese y en ningún otro aspecto. También hay que destacar que el realizador de Munich rescata la esencia del personaje creado por Hergé y lo trae a la gran pantalla en un muy buen film de aventuras, que no abundan por nuestras carteleras actuales. En el rubro "actuación" hay que destacar nuevamente la brillante labor de Andy Serkis en el papel de Captain Haddock y la de Jaime Bell como el bueno de Tintín, mientras que Nick Frost y Simon Pegg aportan humor con sus apariciones como Thomson y Thompson. Las Aventuras de Tintín son justamente, aventuras, pero a lo grande. ¿Como solo Steven Spielberg podría haberlas contado? Seguramente, aunque para afirmar eso completamente deberemos esperar la segunda parte que llegará en el futuro dirigida por Peter Jackson.
Steven Spielberg logra trasladar a la pantalla grande al famoso personaje de la historieta Que haya sido Steven Spielberg el encargado de llevar a Tintín a la gran pantalla resulta una absoluta justicia. Rey Midas del cine de aventuras familiar, ya había impreso el espíritu del personaje del historietista belga Hergé en la saga de Indiana Jones. En Las aventuras de Tintín , Spielberg afrontó un doble desafío: aplicar el 3D a un cómic de sencillos, expresivos (y brillantes) trazos en 2D y trabajar con la tecnología de captura de movimiento (se filma a los actores con electrodos conectados a una computadora y luego esas imágenes son convertidas a animación), que había generado no pocos cuestionamientos en películas como Los fantasmas de Scrooge , El expreso Polar o Beowulf, la leyenda . Spielberg no sólo sale indemne sino incluso triunfante del reto tecnológico y del riesgo implícito de traicionar a los celosos cultores del arte de Hergé: la narración es bella y fluida, divertida y vertiginosa, fascinante y naíf a la vez; es decir, con los atributos que tenía el cómic original y de los que carecían los largometrajes previos concebidos con la mencionada motion capture. Tras una lograda secuencia de créditos iniciales en artesanal animación 2D, comienzan las peripecias de este joven periodista/investigador que, tras adquirir en una feria callejera de Bruselas la maqueta de un viejo velero del siglo XVII, se verá inmerso en aventuras por tierra, aire y agua en distintos rincones del planeta. Con la compañía de su inseparable perro Milú y de ese querible borrachín que es el capitán Haddock (el gran Andy Serkis), este muchacho pelirrojo y de particular flequillo (encarnado por Jamie Bell) luchará contra el malvado Ivan Ivanovitch Sakharine (Daniel Craig) en una sucesión de escenas (varias de ellas brillantes, como el aterrizaje forzoso en pleno desierto), de persecuciones en motos, autos, trenes, aviones y barcos por exóticos parajes. Para algunos, los 107 minutos del film pueden resultar algo agotadores (es como un viaje en montaña rusa, una maratón cinematográfica construida como una sucesión de escenas de humor físico), pero aunque el público quede tan exhausto como los personajes vale la pena acompañarlos en este viaje y transitar con ellos por esta experiencia apasionante.
El tintineo de la aventura Steven Spielberg llevó a la pantalla la clásica historieta de Hergé siendo fiel al original pero sin veneración genuflexa, lo que resulta en el mejor Tintín posible. Y el 3D es crucial para arrancar al personaje del plano y lanzarlo al espacio cinematográfico. La secuencia de títulos de Las aventuras de Tintín 3D: El secreto del Unicornio es tan bella y perfecta –tanto como lo era la de Atrápame si puedes, también resuelta en animación– que mientras uno se entrega al disfrute siente como un miedito de que la película no esté a la altura. Pero ya la secuencia introductoria, con su empuje aventurero, la dinámica incesante de la cámara, el encuadre como fiesta visual, el mundo autónomo al que la técnica de motion capture por fin da lugar, anuncia que sí, que uno puede relajarse y gozar: el de Steven Spielberg es el mejor Tintín posible. Esto es, un Tintín fiel al original. Pero no con esa fidelidad genuflexa que venera el original como prisión y contrato (ver Harry Potter), sino la de quien se sabe en la misma amplitud de onda y se deja llevar. Llevar por la aventura, la invención, la fuga hacia delante, porque adelante es mejor. “¿Cómo está tu sed de aventura?”, le pregunta Tintín a su amigo, el capitán Haddock. “Insaciable”, se relame Haddock. Milú mueve la cola, el iris se cierra como en el cine mudo y el espectador entiende que todo es perfecto: el cine volvió a la infancia. A su infancia, a la del mundo. La noticia de que Spielberg había resuelto filmar Las aventuras de Tintín con la técnica de motion capture generaba recelo. Hasta ahora, lo único que esa técnica fotorrealista había aportado al cine (recordar El expreso polar, Beowulf, Los fantasmas de Scrooge, los n’avi de Avatar) fue la pesadez imitativa, la animación rindiéndose a la primacía (a la fantasía) del mundo-tal-cual-es. Pero Spielberg hizo bien todo lo que se podía hacer mal. Tanto él como su socio Peter Jackson no pusieron el texto original en un altar, tomándose la libertad de intercalar con pericia partes de otras historias (El cangrejo de las pinzas de oro y El tesoro de Rackham el Rojo) dentro de ésta. Advirtieron (ver entrevista) que filmar Las aventuras de Tintín con actores la hubiera convertido en una Madame Tussaud de apósitos, prótesis y barbas de utilería. Reemplazaron el trazo mínimo y cristalino del original por la acumulación detallista y el moto perpetuo. Usaron, finalmente, el 3D para arrancar a Tintín del plano y lanzarlo al espacio. Al espacio cinematográfico. Pero a la concepción general hay que llenarla, darle cuerpo y alma, y en ese punto se requería alguien que compartiera con el original la sed de aventura, la convicción antigua y primaria de que en el mundo hay cosas por descubrir, riesgos que correr, lealtades que asumir. ¿Puede imaginarse alguien más apto para encender ese motor que el creador de Tiburón, Encuentros cercanos del tercer tipo, E.T., Indiana Jones, Jurassic Park? ¿Existía algún otro capaz de calzarse sin mediaciones los botines de un chico sin edad precisa ni padres que lo aten, periodista de aventuras exóticas con más pasión por las aventuras exóticas que por el periodismo? Contagiado de la trepidación del original, hay una aceleración, una sobrecarga (de peripecias, de citas y referencias, de ideas visuales, de acontecimientos en cada plano), una ansiedad narrativa en El secreto del Unicornio, que son las de un debutante exultante y excedido, nunca las de un sesentón largo, con cuarenta años de desgaste encima. Como en los seriales (de los cuales ya bebía Indiana Jones), una peripecia lleva a la otra, y a la otra, y a la otra. Lo mismo corre para las ideas visuales. Ver el modo –coreográfico, como un Fred Astaire que bailara con las manos– en que el carterista hace su trabajo, en la escena inicial, tan fluido y continuo como las transiciones de montaje (toda la secuencia que va y viene del de-sierto al mar pirata, y todo dentro de la cabeza del capitán Haddock, es una lección superior sobre el arte del montaje y la narración cinematográficos). Hasta ahora, los monstruos paridos por el motion capture eran de cartón o de plástico, cualquier cosa menos nervios y carne. En El secreto del Unicornio, las miradas de motion capture se vuelven reveladoras. Si los ojos de Tintín brillan con el tintineo de la aventura (¿vendrá de ahí su nombre?), los del capitán Ha-ddock se hunden en la depresión y salen de allí llenos de picardía (Haddock, héroe quebrado y por lo tanto moderno de esta aventura clásica), mientras los del irresistible Milú arden con ese alerta permanente, típico de los perros. Los de Sakharine, villano de la historia, son, en cambio, pura frialdad. Sin embargo, a la larga (generosidad de Hergé, de Spielberg, de todos los que tuvieron algo que ver con esto) uno viene a enterarse de que lo que mueve al presunto villano no es tanto la sed de riqueza como la lealtad familiar. Lo cual lo iguala a su contraparte, Haddock. De allí que en el duelo final (una de dos o tres secuencias antológicas, en las que Spielberg le enseña a filmar acción, humor físico y gran espectáculo a la Directors Guild en pleno) durante un par de segundos el frenesí se detiene y ambos quedan enfrentados, en espejo. El “bueno” y el “malo” no como esencias opuestas, sino como reflejos. Ah, sí, Hernández y Fernández también están, más ineficaces que nunca. Y la Castafiore, protagonizando una escena memorable. Está todo. Todo Tintín, todo el cine, todo lo que puede estar.
Pura aventura e imaginación El nombre de Tintín, aquella creación del cómic del dibujante belga Georges Remi más conocido como Hergé –aparece homenajeado al comienzo cuando realiza un retrato de Tintín ya transformado en 3D que se ve como dibujo animado en 2D- que viera su primera versión cinematográfica en 1947 como marioneta filmada con la técnica stop motion de la mano del francés Claude Misonne y luego en otras ocasiones con resultados dispares; ampliamente disfrutado por generaciones pasadas que podían tener acceso a los ejemplares bastantes onerosos por cierto, resonaba en la temprana infancia de Steven Spielberg –quien adquirió los derechos en 1983- y Peter Jackson (productor) como un sueño para llevar al celuloide cuando fuera posible tecnológicamente. Sin lugar a dudas, debían ser ellos y no otros los encargados de utilizar la técnica del motion capture (investigada por Robert Zemeckis) para dar vida cinematográfica al icono de las historietas europeas -y al universo de Hergé- y así de esa manera garantizar no tanto la fidelidad al personaje sino a la imaginación al servicio de la historia de quienes, sin preámbulos, deben considerarse dos de los más grandes narradores cinematográficos contemporáneos. El resultado de Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio es más que positivo tanto para los puristas como aficionados por tratarse de un film que hace un uso adecuado del 3D en función de la majestuosidad y el virtuosismo de un director como Steven Spielberg, quien no repara en sorpresas a la hora de encarar esta primera gran aventura del perspicaz periodista Tintín (Jamie Bell) y su inseparable perro Milú tras la búsqueda de un tesoro relacionado con un antiguo pirata, Francisco de Hadoque, y su descendiente directo, el capitán de navío Haddock (Andy Serkis), cuya particularidad se vincula con una pérdida de memoria importante y su adicción al alcohol. El antagonista de turno, que tiene atrapado al capitán en un barco mercante que luego será liberado por el muchacho para que comience la travesía, Sakharine (Daniel Craig), también cuenta con antepasado pirata, en este caso Rackham, el rojo. El villano necesita completar un fragmento de un pergamino para dar con la ubicación del mayor tesoro. Tampoco faltarán al convite los alivios cómicos representados por el dúo de policías Hernández (Simon Pegg) y Fernández (Nick Frost), que en una subtrama en paralelo investigan la pista de un carterista muy escurridizo. Así las cosas, y con un relato muy bien narrado que toma referencias de álbumes tales como “El cangrejo de las pinzas de oro”, “El secreto del Unicornio” y “El tesoro de Rackham el Rojo” (son un total de 24 con el primero publicado en 1930 y el penúltimo en 1976) a cargo de los guionistas Steven Moffat, Edgar Wright y Joe Cornish, lo que caracteriza al film del padre de ET es la recuperación del género de aventuras que otrora se reservaba -en lo que a cine respecta- a la figura del arqueólogo Indiana Jones ya que la acción, los acertijos, los viajes y una sumatoria de peligros, en un derrotero que comienza desde la ciudad para terminar en el Sahara no decaen un segundo en una trama bastante sofisticada y narrativamente perfecta. Resultan prodigiosas las secuencias de acción –acompañadas incidentalmente por el maestro John Williams responsable de la banda sonora- y sobre todo aquella referida a una persecución en un plano secuencia admirable donde las bondades de la tecnología 3D al servicio de la creatividad permiten disfrutar una perfecta síntesis de movimiento, ideas desopilantes que harán sonrojar al propio James Bond, humor y coherencia dentro de un verosímil que hace de la exageración su mayor virtud. Hasta el más mínimo detalle cuenta con el rigor y la excelencia del tándem Spielberg-Jackson, quienes incluso aportan su cuota de creatividad en las transiciones de escenas valiéndose de las ventajas del 3D para por ejemplo atravesar con la cámara un vidrio o reflejar en una burbuja una imagen para luego adentrarse en esa escena sin cortes abruptos o fundidos a negro como todo relato clásico predica, pero sin despojarse desde los términos conceptuales de los códigos del relato clásico de aventuras más puro. Las aventuras de Tintín… por eso promete convertirse seguramente con el correr de las entregas (Spielberg habló en un primer momento de una trilogía y ya se confirma que será Peter Jackson el encargado de la segunda aventura) en una nueva mitología cinematográfica como ya lo hiciese en aquellos tiempos mozos Indiana, Volver al futuro o la reciente El señor de los anillos.
Steven Spielberg no podía desaprovechar la oportunidad de narrar las aventuras de este notable personaje de historieta en motion capture, utilizando imágenes en 3D generadas por computación y creando modelos digitales de personajes iguales a los originales a partir de la actuación de intérpretes reales. Así, además de sacarle un partido enorme generando un formato de comics, mortifica de este modo la remanida imagen realista y genera con el artificio un extrañamiento sumamente productivo. El adorable Tintín, obra maestra del belga Hergé, héroe con el que mi hijo aprendió a leer, allá lejos y hace tiempo, y que provocó tal adhesión que el último libro que le regalamos fue ¿Eres Tintinólogo?, desembarca en la pantalla grande con una de sus aventuras maravillosas. El personaje protagónico interpretado por Jaime Bell que debe llevar adelante la faena de ser Tintín, encontrará que su vida muta de forma irrevocable al adquirir la maqueta de un barco que esconde un enigma. Desde allí en adelante todo es vertiginoso, imparable y Spielberg aprovecha su enorme captación del personaje de la historieta para salvar algunos límites del motion capture y darle vida y rostro al joven periodista eternamente envuelto en aventuras increíbles. Sin abandonar el aura de la historieta, todo es acción, traslados y presurosas movidas para resolver el enigma del tesoro, en un entorno de naves, mares y capitanes que han sido siempre tópicos de aventuras atrapantes. Los elementos técnicos usados con excelencia son la marca registrada del creador de tantas maravillas del cine de las últimos 25 años y las actuaciones de Jamie Bell, Daniel Craig, Andy Serkis, Nick Frost y Simon Pegg sumados al encanto de Miloú, la fiel mascota de Tintín, completan los casi 110 minutos sin respiro de esta maravillosa película esperada por grandes, jóvenes y niños que alguna vez gozaron leyendo las increíbles aventuras de Tintín.
La aventura recién comienza… Desde un principio Tintín fue un film prometedor. Expectante de aventuras e innovaciones gráficas de una supremacía tal vez nunca antes vista en el mundo de la animación. Ya desde los títulos principales cierta emoción entra en el cuerpo del espectador al ver el ícono de la infancia de muchos, materializarse en un mundo equilibrado entre lo real y lo caricaturesco. Porque Tintín nos ofrece eso, un perfecto balance entre nuestro mundo real y la caricatura antes vista en tiras cómicas, implementado el ya visto método de motion capture (captura de movimientos) que nos ingresa en un mundo más cotidiano y con un entorno más semejante a la realidad, pero sin dejar de lado el ambiente caricaturesco que lo rodea. Luego de encontrar el peso justo en los dos lados de la balanza entran otros ítems que vuelven a la película un espectáculo mucho más agradable de ver. Si disfrutan de Las Aventuras de Tintín en 3D experimentarán algo más que objetos voladores saliendo de la pantalla (recurso al que Tintín no se rebaja) si no que esto afectara a la perspectiva de ver las cosas, haciendo que haya una mínima preposición entre los objetos y los personajes presentes en pantalla, deleitando los detalles importantes en un estado de cercanía ínfima al escenario puesto en el fondo. Luego entran las texturas y los colores: los poros, el cabello y el efecto de la arena (entre muchos otros) dan un realismo absoluto a la película, pero ésta mantiene la anatomía irreal y extravagante de alguno de sus personajes, haciéndonos recordar que estamos viendo una adaptación de dibujos a animación. Sacando lo visual ésta aventura nos sumerge en un mundo de acción lleno de persecuciones y tiroteos del cual los personajes principales tendrán que escapar tanto con ingenio como con audacia. Si bien hay momentos en donde el clima de adrenalina frena para intentar resolver algún que otro misterio, éste remonta desde la cumbre y se eleva con otra escena que dobla la apuesta de euforia y diversión que nos había brindado anteriormente. Si bien el suceso de la historia se basa en un largo transcurso de fracasos, Las Aventuras de Tintín no se ridiculiza en ningún momento. No recurre a la estupidez que llega a poner nervioso al espectador (como por ejemplo Kung Fu Panda) si no a una serie de errores completamente humanos y desmedidos. En el recorrido de la historia la adaptación del comic Belga intenta tener varios momentos de humor de los cuales sale con muy pocas victorias bien logradas; la mayoría de sus momentos humoristicos se remontan a chistes sosos y algo vulgares u obvios. La violencia también se presenta en la película, aunque esta esta totalmente cuidada y no hay escenas mórbidas ni de gran impacto. Las Aventuras de Tintín: El secreto del unicornio nos lleva a conocer a un joven reportero llamado Tintín (Jamie Bell) que es acompañado incesantemente por su perro Milú. Mientras el joven héroe camina por el mercado y compra un barco a escala “único en su clase”, sin saberlo, se sumerge en una sombría aventura llena de misterios y enigmas. Pronto se ve amenazado por un extraño llamado Sakharine (Daniel Craig, pero con un aspecto muy parecido al de Spielberg) y es secuestrado por sus secuaces despertándose así en un barco donde conocerá al capitán Haddock. Constantemente se verán en situaciones de peligro en una carrera mortal para encontrar tres pergaminos que revelaran uno de los mas grandes tesoros jamas vistos. La película parte de su propio rumbo a una aventura que nos traerá recuerdos de las clásicas tiras cómicas escritas por Hergé. Hay varias similitudes en la historia de la pelicula con Las Aventuras de Tintín: El cangrejo de las pinzas de oro en cuanto a personajes y sucesos en común. Spielberg y Jackson vuelven a unir fuerzas para meternos en una historia de aventuras sin igual donde veremos a la dupla al nivel de los viejos clásicos en los cuales trabajaron juntos. Con una historia fascinante que deja sed de más aventura el director y el productor se lucen junto con un elenco de voces solido y que no deja nada que desear. Fueron confirmadas dos películas mas de Las Aventuras de Tintín, la cual se especula que habrá un cambio de roles entre Peter Jackson y Steven Spielberg, que promete saciar esas ansias de aventura con la que la primera parte nos dejo emocionados.
Aventuras en estado puro El famoso personaje de historietas regresa a la pantalla grande de la mano de dos pesos pesados: Steven Spielberg y Peter Jackson. El entretenimiento está asegurado. Tintín es un famoso personaje de historieta creado por el autor belga Helgé. Sus aventuras fueron publicadas entre 1930 y 1976. El mundo entero conocía las historias de este joven aventurero. Varias veces la televisión y el cine probaron suerte con el personaje y sus historias. Pero todo parece indicar que la versión cinematográfica definitiva es la que hoy se estrena, producida por Peter Jackson y dirigida por Steven Spielberg. Y el motivo por el cual esta película tiene destino de clásico está no sólo en la perfección técnica. Ningún recurso es bueno o malo en sí mismo, y de la misma manera que algunos directores desconfían del 3D o de la animación, Spielberg abraza por primera vez ambos recursos y lo hace con el mismo oficio con el que ha construido su filmografía. La profundidad de cada imagen no es sólo un artificio técnico, es la manera brillante con la que el director domina –como nadie actualmente– el lenguaje del cine. Y todo esto redunda en un relato perfecto, lleno de aventuras y humor, donde hasta la secuencia de títulos del comienzo es apasionante. Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio (aclaremos que el Unicornio es un barco) es una película de género sin contaminación de ninguna clase. No hay mezclas, acá la aventura aparece en estado puro. Para quien quiera saber que es una película de aventuras, esta es, sin duda, la clase perfecta para aprenderlo. Gran parte de la genialidad de Spielberg se ve plasmada en cómo logra que una película de 2011 tenga a la vez el ritmo y la técnica de un film actual, pero en esencia sea como una película del Hollywood clásico. Las aventuras que aquí vemos –una fusión de varios relatos de Helgé– nos llevan a un viaje al pasado por los grandes clásicos del cine de aventuras. Para quienes no sepan nada de cine clásico, todo será nuevo, nada parecido a lo que conocen. Y para quienes conozcan y amen el cine de aventuras más tradicional, esta película será un viaje por todos los universos maravillosos del género. Nadie conoce mejor a los espectadores que Steven Spielberg, películas como Tiburón, Encuentros cercanos del tercer tipo, Los cazadores del Arca perdida, E.T. y Jurassic Park lo han demostrado. Ahora ha llegado el turno de Tintín, para sumarse a la lista de clásicos populares que el gran director nos ha dado. La aventura está servida, tan sólo hay que acercarse a los cines y disfrutar.
Tintín de Spielberg: un gran espectáculo Tintin, el gran comic belga de Hergé sobre un periodista metido en todo tipo de aventuras fantásticas, era desde hace décadas el gran sueño imposible de Steven Spielberg, que claramente lo tenía en mente al diseñar algunas de las andanzas de su héroe Indiana Jones, especialmente en la época de «El templo de la perdición». Finalmente, gracias al desarrollo de nuevas tecnologías cinematográficas, Spielberg pudo darse el gusto de concretar su sueño, que en una mezcla de animación y actuaciones «capturadas» de escelentes actores para luego ser digitalizadas, consigue a un Tintin digno de la pantalla grande. Spielberg eligió muy bien una de las historias dobles, «El secreto del unicornio» y «El tesoro de Racham el rojo», como introducción al personaje, que tal vez no sea tan conocido por el público moderno. El relato toma algunas escenas de otro libro de Hergé, «El cangrejo de las pinzas de oro», relato menor en sí mismo pero importante en la construcción del personaje, dado que por primera vez deja de tener como único compañero al perro Milu, ya que en esa aventura se encuentra con el luego inseparable Capitán Haddock, alcohólico irremedible, famoso por sus elaboradísimos insultos perfectamente reproducidos en esta nueva película. Por supuesto, tampoco faltan otros personajes clásicos de Hergé, como los torpes policías Hernández y Fernández y la diva lírica Bianca Castafiore, que tienen a su cargo algunas de las mejores escenas del film. Para completar el panorama sólo faltaría el lunático Profesor Tornasol, al que no encontraron dónde agregarlo en esta historia en la que no aparecía originalmente. Aun un cineasta tan experimentado y talentoso como Spielberg puede sentirse algo desorientado al probar técnicas nuevas, y éste no sólo es el primer film animado del director de «E.T.», sino también el primero en 3D. Y por algunos pocos momentos da la sensación de que se concentra en las imágenes y los efectos estereoscópicos y pierde de vista el guión, quitándole al conjunto la precisión narrativa que solía caracterizar a los mejores comics de Hergé, empezando por «El secreto del Unicornio». Por eso se puede decir que cuando esta película de Spielberg realmente funciona es excepcional -algo que por suerte sucede a menudo, sobre todo en la primera y última partes del film-, pero que en algunos momentos pierde ritmo y tensión, lo que le resta algo de puntos a lo que, sin dejar de ser un gran entretenimiento, podría haber sido una obra maestra a la altura de lo mejor del director.
Spielberg lo hizo de nuevo El espíritu de los viejos seriales renace en esta animación 3D. Y Spielberg lo hizo de nuevo. Con Los cazadores del Arca perdida apeló al viejo y bienamado cine de aventuras, se nutrió de la esencia misma de los seriales y le dio vuelta como a un guante a la manera de contar las películas de aventuras -más que de acción-. Eso fue hace... 30 años. Y ahora echó mano a un personaje querido por muchos amantes del cómic, algo así como un antecesor en el tiempo real de lo que fue -y es- el doctor Indiana Jones. Tintín es un noble aventurero, creado por el belga Hergé, de quien Spielberg, dice el propio director, no tenía noticias. Pues bien, para la primera película en animación que realiza, con captura de movimientos, Tintín es un as en la manga, un personaje inteligente, intrépido y fascinante que salta del papel a la pantalla con rasgos muy similares e igual ímpetu trotamundos. El parentesco con Indiana es fácil de advertir. Saben deducir al instante lo que para otros demandaría horas y cuentan con un espíritu de lealtad, valor y altruísmo que los hermana. Y la atmósfera que se respira, también. Pero Tintín, muy popular en Europa, era casi un desconocido para los estadounidenses. Y Spielberg y Peter Jackson, que obra aquí como coproductor, y dirigirá la segunda aventura del periodista del jopo rebelde, adaptaron no un libro -el que da el título al filme-, sino ése y otros dos más, El cangrejo de las pinzas de oro y El tesoro de Rackham el rojo . Y por si fuera poco, en esta primera debía presentar no sólo a Tintín, sino a Milou, el perrito que lo salva de más de un problema, sino al Capitán Haddock, a Hernández y Fernández... La trama tiene a nuestro héroe adquiriendo en la calle una maqueta de un barco (el Unicornio), sin saber que en su interior se esconde una clave que, de conseguir otras, llevarán a un tesoro. Así es que conocerá a Haddock, pariente lejano de quien tuvo que ver con el asunto, y juntos partirán a la aventura, con el malvado Sakharine haciendo lo imposible por quedarse con la fortuna. En el plano narrativo, Spielberg maneja la cámara virtual como si fueran sus ojos, su propia mirada. Por momentos Las aventuras de Tintín es una montaña rusa imposible de detener. Gracias a los avances en la animación -hay un plano secuencia con Tintín y Haddock en plena persecución que ya ingresó a la antología del cine- todo parece posible. La pregunta de por qué resulta menos creíble lo que hace Tintín, que lo que hace Ethan Hunt (Tom Cruise en Misión: Imposible ) tiene que ver con el acostumbramiento que tenemos como espectadores con el cine de animación. Hay cuestiones de perfeccionamiento (las miradas siguen siendo un déficit en el cine animado) que alguna vez se saldarán. Quién sabe, tal vez cuando se cierre la trilogía de Tintín nos dan otra sorpresa. Por de pronto, ésta es divertida desde el primer fotograma hasta el último, con un 3D bien aprovechado. Una joyita.
Una adaptación sin parpadear Pocas veces los géneros de acción y aventura han sido tomados de forma tan literal como en Las aventuras de Tintín. Más allá del parecido o "traición" frente al original de Hergé (Tintín siempre fue 2D y era inevitable que el tránsito de dimensión lo modificara, para detrimento de sus fanáticos), el filme de Spielberg/Jackson semeja una montaña rusa de ambientaciones e imaginarios sin respiro (avionetas sobrevolando desiertos, barcos de piratas batallando sobre océanos enfebrecidos, motonetas a lo Indiana Jones surcando convulsionados pueblos exóticos) que no permite deslices o paralelismos argumentales, es un todo vertiginoso y fugaz. Tanto es así que el único fundido a negro está en el final. En otros momentos del filme, el paso de una escena a otra ocurre mediante curiosas mutaciones: un mar oscuro se convierte en un diminuto charco de agua en la más amable ciudad, dos manos se entrelazan para formar una serie de dunas del Sahara. El recurso funciona deliberadamente para no cortar, para no frenar esa unidireccionalidad que persigue su objetivo como un disparo del arma vintage de Tintín. Y es que la historia de la película puede ser resumida en pocas líneas: Tintín descubre una maqueta de un barco antiguo en una feria de chucherías, para caer en la cuenta más tarde de que ésta esconde un misterioso trozo de pergamino. De allí a saber que existen dos maquetas más que completan el enigma de un tesoro oculto habrá poco trecho, y por supuesto el filme se concentrará enteramente en la disputa que enfrenta a Tintín y su compinche el borrachín capitán Haddock (Andy "Gollum" Serkis, en el personaje más humano y atractivo de la cinta) contra el maníaco y refinado Sakharine por hacerse con el ansiado botín escondido. Simpleza de conjunto y complejidad en los detalles (gran parte del ingenio de la película está puesto en los objetos de fondo que de repente se vuelven eficaces herramientas de lucha o de transporte, en los bellos y cuidadísimos decorados, en los gags y breves intromisiones que protagonizan Milú y los agentes Hernández y Fernández) que acerca Las aventuras de Tintín más a un videojuego pasapantallas de última generación que a una cándida recreación "retro" del mito. Por eso, la comparación con Indiana Jones es anecdótica: Tintín es un remix de aquél. Aun así y a pesar de que cierta ambigüedad histórica acreciente la sensación de estar ante una plataforma tecnológica de vanguardia, para la cual el argumento es sólo una excusa de "desarrollo", es tal la soberbia visual y sonora, la majestuosidad y virtuosismo del filme, que uno no puede dejar de pensar que, más allá de la copia fiel o infiel del reportero belga, Spielberg/Jackson se tomaron la adaptación con sumo respeto, y eso siempre es celebrable.
No tan tontín Decidido a contar una aventura como solo él sabe hacerlo, Steven Spielberg usa como vehículo a Tintín, personaje creado en 1929 por un historietista belga que usaba el seudónimo de Hergé. Tintín es un adolescente periodista de vocación y siempre dispuesto a encontrar una historia que contar. En esta ocasión, mientras pasea por una feria de antigüedades junto a su inseparable perro Milú, el joven héroe compra un barco en miniatura por el que inmediatamente aparecen otros interesados dispuestos a pagarle a Tintín más de lo que él había pagado. El barco en cuestión despertó la curiosidad del joven, pero mucho más lo hizo el hecho que esos otros hombres también lo desearan. La acción no se hace esperar y pronto Tintín y Milú se hallan en medio de peligros que afrontan con lucidez y arrojo. El director Steven Spielberg junto al también cineasta Peter Jackson, aquí en el rol de productor, optaron por la técnica de animación de captura de movimiento que tanto se ha mejorado desde su uso en "El Expreso Polar". Esto, sumado a un tipo de dibujo hiperrealista que respeta la fisonomía de los personajes creados por Hergé, generan un filme que provocará no pocas controversias. Si bien la técnica digital permite encarar acciones imposibles de rodar en la realidad, usualmente por muy costosas, es cierto también que los personajes bien pueden ser interpretados por actores de carne y hueso en lugar de por un dibujo que imita a la perfección a un ser humano. Más allá de esta cuestión, Spielberg consigue que la aventura cobre protagonismo por sí misma sin que importe demasiado el anodino Tintín y su universo tan poco popular por estas tierras. Cerca del final, la acción se extiende algo más de lo deseado y aquello que debería entretener acaba volviéndose denso, pero no por mucho tiempo. El viejo Steven sabe rescatar al espectador y dejarlo listo para una próxima aventura.
VideoComentario (ver link).
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Anexo de crítica: Lamentablemente Las Aventuras de Tintín (The Adventures of Tintin, 2011) viene a confirmar que Steven Spielberg -por más buenas intenciones que tenga- ha perdido el talento para el cine de aventuras desde hace mucho tiempo: el film como adaptación no rejuvenece una historieta hoy anacrónica y como entrada dentro de la carrera del realizador no pasa de una versión berreta de Los Cazadores del Arca Perdida (Raiders of the Lost Ark, 1981)…
Anexo de crítica: El estilo de Steven Spielberg vuelve a manifestarse gratamente en esta adaptación de la clásica historieta de Hergé que ha sido llevado al cine con la controvertida técnica de captura de movimiento que la convierte en un filme de animación (pese a ello los actores son parte esencial de la “actuación” de los personajes). De todas las películas que he visto rodadas con este sistema Las aventuras de Tintín me parece la más convincente: el problema es un guión enmarañado por la decisión de fusionar varios libros de Hergé en una sola historia. Narrativamente es despareja, con momentos brillantes (la persecución cercana al final demuestra que Spielberg no pierde los reflejos para la acción fluida) y otros no tanto, con muchos (demasiados) diálogos y con la confirmación de que el peligro de la unidimensionalidad en las criaturas de Hergé no era sólo un mal recuerdo de la infancia. De todos modos vale la pena el intento…- Diego Martinez Pisacco (7 puntos)
¡Recórcholis! El sabor de la nostalgia Las Aventuras de Tintín es una reconocida serie de álbumes de historietas creada por el autor belga Georges Remi “Hergé” en 1929, la cual narra como un intrépido y joven periodista junto a su perro Milú abarcan las más magníficas aventuras para resolver todo tipo de misterios...
Publicada en la edición impresa de la revista.
Tintín para millones Spielberg narra con una naturalidad que subyuga porque nunca pone el dispositivo por delante de la historia. Para los que no lo conocen es necesario contar que Tintín es la más famosa creación del historietista belga Hergé quien lo dibujó a lo largo de más de 50 años (desde 1929 hasta su muerte en 1983). El encargado de devolver al cine al joven reportero Tintín es nada menos que Steven Spielberg, un realizador amante de la aventura y admirador de la obra de Hergé desde que un artículo comparara a Indiana Jones: En busca del arca perdida con Tintín. Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio es un filme donde el espíritu del comic queda plasmado en cada fotograma. Filmada con lucidez e inteligencia la película cuenta la historia de cómo Tintín conoce al capitán Haddock cuando una pista sobre el tesoro de un antepasado de Haddock lo lleve hasta él. Ellos entonces emprenden la búsqueda de ese legendario tesoro. En una época en la que muchas películas incorporan el 3D de manera forzada como una mera herramienta para vender más entradas (o venderlas más caras) Spielberg lo hace con una naturalidad que subyuga porque nunca pone el dispositivo por delante de la narración. El secreto del Unicornio cuenta con una narrativa clásica plena de humor y fluidez. En esta película aparece el mejor Spielberg, el autor que narra con libertad una historia sencilla y a la vez apasionante cuyo motor único es la aventura. El filme está realizado con captura de movimiento, una tecnología que alcanza aquí un desarrollo sorprendente, muy superior a El expreso Polar (hasta hoy, la película más conocida realizada con esa técnica). Vale la pena señalar que la captura de movimiento estuvo a cargo de la compañía de Peter Jackson. Mientras vivió, Hergé no estuvo satisfecho con la suerte que su personaje más famoso corrió en cine y televisión (tanto en obras de animación como de acción real) sin embargo la Fundación Hergé hizo un extraordinario trabajo limitando la reproducción audiovisual de Tintín a dos obras de innegable calidad, la serie televisiva que coprodujo HBO a comienzos de la década del 90 y este secreto del unicornio que es apenas el inicio de una serie de colaboraciones pautadas entre Spielberg, Jackson y la fundación Hergé.
Un Spielberg en estado puro, que entretiene con inteligencia sin subestimar a nadie Le soy sincero. Se me plantea una suerte de dicotomía al escribir sobre “Las aventuras de Tintín”, pero vayamos por partes porque a veces ahorra tiempo. No es la primera vez que escucho sobre la negación o el poco convencimiento de algunos espectadores respecto de la estética del Stop motion (explicada brevemente en la crítica de “Marte necesita mamás”, allá por marzo del 2011 (ver en el archivo de esta página), entre los cuales me incluyo. Es un recurso al que le falta desarrollo para disminuir la impresión de que uno está viendo personajes hechos con pasta de almendra. No me gusta. Ahora, siento todo lo contrario respecto del cine de Steven Spielberg por el cual tengo profunda admiración. ¿Se imagina el brete en el que estoy metido para este comentario verdad? Déjeme empezar por decirle que si usted detesta este tipo de estética ni se moleste en entrar a la sala (por si no la recuerda es la misma técnica de animación utilizada en tanques como “Beowulf” (2007) o “Monster House” (2006) Ahora sí. Sólo el poder de saber contar una historia pudo hacerme olvidar tanto del Stop motion como de estar usando anteojos 3D. El cine es así. Cuando está bien hecho, algunos detalles son sólo eso, detalles. La película comienza con títulos animados como para desafiar al más fanático, tanto del director como de la historieta del dibujante Hergé, con un puñado de imágenes referenciales a ambos. También la banda de sonido lo es en tanto tiene todos los recursos utilizados por John Williams en “Atrápame si puedes” (2002) La introducción es fiel a casi todos los comienzos de los libros originales, y cabe destacar que desde el vamos se presenta como “basada en las aventuras de Tintín” y no particularmente en uno de los episodios, aún llamándose “El secreto del Unicornio”. Aclaro esto porque si usted es fanático ortodoxo de la historieta va a salir bastante decepcionado. En cambio si recuerda que lo que se está haciendo es tomar parte de los argumentos del personaje en general para construir una historia, entonces sigamos adelante. El guión de la obra mezcla fundamentalmente dos episodios: “El cangrejo de las pinzas de oro” y “El secreto del unicornio”. Spielberg lo hizo arbitrariamente para poder presentar al capitán Haddock, ya que da por sentado que todos conocemos al periodista del jopito. Un día en una feria Tintín compra una réplica a escala de un barco del siglo XVI llamado “El Unicornio”. Inmediatamente, dos personas intentan re-comprárselo ofreciendo cualquier suma. Ante la negativa de éste comienzan las preguntas que desencadenan el misterio. Algo se esconde en ese barco y parece que hay más igual a ese. Tal cual sucede en la historieta todo parte de algo cotidiano sobre lo que el instinto de periodista pone otra mirada. Así las cosas, se irán derivando como consecuencia de la natural predisposición del joven a satisfacer su curiosidad. Llegará a conocer al Capitán Haddock (gran actuación de voz de Andy Serkis), un marinero que pasa la mayor parte de tiempo borracho e ignorante de lo que sucede a su alrededor, como dueño del barco carguero llamado “Karaboudján”. Pero hay algo más, Haddock es descendiente directo del Caballero de Hadoque, dueño original del Unicornio y autor de las pistas dejadas hace siglos para que alguno de su linaje las siga para encontrar el tesoro de Rackham El Rojo. Cuando ambos se conocen y huyen del barco, empieza la segunda parte de la aventura que es literalmente como un juego de la búsqueda del tesoro, cuyas pistas se van entregando a los personajes y al espectador en la dosis justa para hacer crecer a la historia en drama, acción y tensión. En este aspecto asistimos al ya clásico lenguaje “spilberguiano”, con Indiana Jones como referencia inmediata. Para ello el equipo técnico del realizador luce sólido y está consolidado desde hace años: Januz Kaminski en la fotografía, Michael Kahn en la compaginación, y el mencionado Williams en la música. Un team que, como en el fútbol, ya se recita de memoria. Hechas las salvedades del comienzo, “Las aventuras de tintín” es aventura en estado puro, al servicio de entretener inteligentemente y sin subestimar a nadie. El oficio del realizador para manejar los tiempos es su marca registrada y garantía de diversión. Sin dudas uno de los estrenos del año de la industria de Hollywood.
Más allá del Expreso Polar Había una vez un señor llamado Steven, famoso por producir y dirigir celebradas películas. En 1983, apenas un año después del estreno de su film ET, adquirió los derechos de una historieta, también famosa, sobre un joven reportero y su perro. Se tomó su tiempo, encontró al socio ideal, otro señor llamado Peter, también famoso, en particular por la adaptación al cine de la trilogía de Tolkien El señor de los anillos, y juntos emprendieron el desafío de adaptar esa historieta. El proyecto resultó en la película que se acaba de estrenar en Argentina: Las aventuras de Tintin. La asociación Spielberg-Jackson (sí, a ellos me refería) ha probado ser más que fructífera. Demostraron que los personajes creados por el belga George Remi -mejor conocido por su seudónimo, Hergé- hace unos 80 años, siguen teniendo vigencia en pleno siglo XXI. La primera historieta se publicó en 1930, y las historias se basan en las peripecias del aventurero y heroico reportero Tintin, siempre acompañado por su perro Milú, un fox-terrier blanco tan intrépido e inteligente como su dueño. Recorrieron los cinco continentes con sus aventuras, pero finalmente para la película se eligió adaptar una mezcla de dos de las historias. El sistema de animación que se utilizó para la película es el Motion Capture, o captura de movimiento, que se usó en Polar Express, y más recientemente en Marte necesita mamás. Este sistema trabaja con actores reales (con cuerpo y todo, no sólo la voz), que llevan unos trajes especiales con sensores que capturan todos sus gestos y movimientos y los transmiten a un modelo digital. Lo que siempre se le criticó a este sistema es que los personajes animados pretendían parecerse mucho, físicamente, a humanos reales (en general con la misma cara del actor que lo interpretaba), dando como resultados personajes un tanto bizarros y no muy creíbles, ya que no eran lo suficientemente animados ni lo suficientemente humanos. No es el caso de Tintin. En esta película se ha logrado, en mi opinión, el mejor exponente de este tipo de animación, ya que en ningún momento se pretende que los personajes copien a los actores, sino que se respeta a rajatabla el diseño original de la historieta. Si bien el efecto es realista (las arrugas y texturas de la piel, las expresiones), no estamos frente a un burdo intento de “humano dibujado”, sino que se logra el objetivo: un muy expresivo personaje animado. Incluso el trabajo sobre los paisajes, el agua del mar, su oleaje, la arena del desierto, está tan logrado que parece filmado. El actor que interpreta a Tintin es Jamie Bell, recordado por su conmovedor Billy Elliot. El capitán Haddock es Andy Serkis. De las huestes de Jackson, Serkis tiene vasta experiencia en interpretación de personajes animados: supo ser Gollum en El señor de los Anillos, y Caesar en El origen del planeta de los simios. El malvado Sacarin quedó a cargo del actual 007, Daniel Craig. La aventura narrada en esta película comienza cuando Tintin compra una reproducción en miniatura de un barco antiguo, el Unicornio. El barco encierra una leyenda, y un misterio, que la misma naturaleza curiosa de Tintin (“busco respuestas”) le lleva a resolver. Como las Indiana de Spielberg, la película no pierde su ritmo, ni siquiera en los últimos minutos, cuando la trama parece estar resuelta. Logra el efecto de la historieta original: que el espectador se sumerja en la aventura, como si formara parte de ella. No hace falta 3D; aún con animación en dos dimensiones estamos dentro de esa pelea con piratas, de la vertiginosa y alucinante persecución por una ciudad marroquí, y hasta nos vemos inmersos en una suerte de lucha medieval entre grúas. Tiene su cuota de suspenso; su cuota de humor, básicamente aportado por los no tan ineptos policías Hernández y Fernández, y varios momentos del capitán Haddock, y, por supuesto, su gran cuota de acción. Para quienes hayan leído a Tintin de chicos, el film es casi la realización del sueño de entrar a la historia, como incluso hicieron Spielberg y Jackson a través de cameos animados. Para las nuevas generaciones, seguramente sea una bienvenida revelación. Dicen que ésta es la primera de una trilogía. Sabiendo quiénes están detrás, la “estructura trilogía” no sorprende a nadie. Y dicen también que la próxima la dirigirá Jackson, que aquí, bajo la dirección de Spielberg, es productor. Espero que las versiones sean correctas, porque, si me preguntan, me encantaría que el estreno de la siguiente fuera mañana.
Sobredosis de acción y de aventuras para disfrutar Desde el mismo diseño de los títulos de presentación del filme (acompañados por una rítmica partitura de John Williams, que anticipa que la narración no le va a dar tregua al espectador), se tiene la sensación de que se va a asistir a un relato inolvidable. Los 107 minutos de proyección confirman de cabo a rabo ese primer impacto. Spielberg y sus guionistas no se toman demasiado tiempo para presentar al protagonista y sientan rápidamente la base de lo que se va a ver durante todo el filme: una sucesión de aventuras que se enganchan perfectamente a pesar de que saltan permanentemente por el espacio y por el tiempo. Los personajes de Hergé (autor de la historieta en la que se inspira el filme) le sirven al director para anclar el relato y el tono de "comic" le permite desembarazarse de las limitaciones que puede proponer una historia con personajes reales. Las piruetas que concretan los protagonistas, entonces, ni siquiera están obligadas a respetar las leyes de la gravedad; si todo esto se lleva a cabo en escenarios imaginados y realizados en función del despliegue coreográfico de los personajes, la diversión está más que asegurada. En necesario remarcar que todo está vertebrado alrededor de una línea argumental muy fuerte, de manera que lo que ocurre en la pantalla está perfectamente respaldado por la historia; que ésta siga una lógica disparatada es otro tema, muy en línea con los códigos de la historieta. Es natural, además, que en una realización de este tipo, uno de los puntos de mayor atracción esté en la factura técnica. El nivel de perfección de la animación digital es pasmoso, con alardes de virtuosismo que se expresan, por ejemplo, en el manejo de los reflejos en las superficies vidriadas o el realismo logrado en texturas complejas como la superficie del agua o el movimiento del cabello de los personajes. Pero lo más importante es que ese superlativo manejo técnico está puesto al servicio de la narración de una historia vibrante, que no da respiros por el ritmo y el vértigo de la acción; la larga secuencia que se desarrolla en una deliciosa recreación de Marruecos es un ejemplo de sabiduría en el diseño de la acción, la puesta de cámaras (aunque se trate de una animación), el montaje y, por sobre todas las cosas, una lección sobre cómo se hace cine de aventuras. Y a esperar la segunda parte.
Si usted vio Beowulf o El Expreso Polar, crasos films del decaído Robert Zemeckis cuya gracia consiste en actores transformados en dibujos, seguramente tenga desconfianza respecto de este film de Steven Spielberg -con segunda cámara nada menos que de Peter Jackson- porque hasta ahora, salvo muy pocas excepciones, esa técnica es más bien torpe. Sin embargo, esta Tintín, en lugar de poner el acento en lo que se puede hacer con los chiches digitales -y eso que hay mucha invención técnica en él- se preocupa por los personajes y por retomar tanto el humor amable como el espíritu aventurero de la historieta original. Así, por casi primera vez (Avatar sería el primer caso) la técnica no solo no molesta sino que aparece como única alternativa cinemática a esa mezcla de realismo y fantasía que desplegó Hergé en sus álbumes. La historia es la de la búsqueda de un tesoro y el hallazgo de una amistad notable, la del capitán Haddock y el reportero Tintín (y el maravilloso perro Milú). Las enormes secuencias de acción (cerca del final hay una persecución sin cortes de escena que es asombrosa) funcionan no solo por su fuerza gráfica sino -y sobre todo- porque tememos y gozamos con sus personajes. Es la dimensión humana de la aventura, pues, lo que nos atrae. Más que una golosina, una auténtica demostración de que el gran cine, sea del presupuesto y la tecnología que sea, siempre depende de que haya detrás un gran artista.
INDIANA JONES EN EL CUERPO DE TINTÍN Los sutiles trazos de colores y la música sosegada que integran la secuencia de títulos de Las aventuras de Tintín prometen algo refinado. Enseguida aparece un perspicaz homenaje al personaje del comic en el que está basada: un dibujante callejero le muestra a Tintín una caricatura de sí mismo, que no es más que la imagen creada por el historietista belga Hergé (1907/1983). Las escenas siguientes, en las que el protagonista ve su rostro repetido en unos espejos al tiempo que descubre la maqueta de un barco que comprará –y que, como es de imaginarse, le traerá problemas– exhiben, asimismo, esa gracia que el cine alcanza cuando tiene a la belleza como fin. Después, la película de Steven Spielberg (Cincinnati, EEUU, 1946) va tomando la forma de un exaltado relato de aventuras, como si Tintín no fuera otro que el mismísimo Indiana Jones enfrentando distintos peligros en lugares exóticos y rodeado de elementos característicos (piratas, animales salvajes, tesoros ocultos, pergaminos misteriosos). La destreza que le permite poner a salvo su vida y la compañía de graciosos personajes más o menos cobardes (en este caso, el casi siempre ebrio Capitán Haddock), contribuyen a esa similitud, a lo que se agrega la música (omnipresente y algo rancia) de John Williams. Esto no debe verse como una desventaja, conocida la eficacia del director para generar aceitadas máquinas de diversión audiovisual: bien sabido es que, por encima de temas controversiales y temáticas ambiciosas, el mejor Spielberg es el de Los cazadores del arca perdida (1981), Indiana Jones y el templo de la perdición (1984), Indiana Jones y la última cruzada (1993) e Indiana Jones y la calavera de cristal (2008), o, en el mismo sentido, el de productos gestados para provocar sobresaltos sin pretensiones de obra maestra, como Reto a muerte (1971) o Jurassic Park (1993). Pero, aún así, una vez planteado el conflicto, Las aventuras de Tintín comienza a encadenar peripecias con un vértigo bastante abrumador. Éste es, en principio, el único rasgo que la aleja del original: filmada con la técnica de captura de movimiento (convirtiendo a actores en modelos digitales de personajes animados), utilizada ya –con discutibles resultados– en películas como Avatar (2009) o Los fantasmas de Scrooge (2009), logra que Tintín se muestre apenas un poco menos nervioso y más expresivo que el dibujado por Helgé, así como se hace más auténtica la presencia de Milú con sus gruñidos y ladridos. Y si la seriedad y la actitud ciegamente altruista de Tintín pueden parecer hoy algo anacrónicas, no podrá negarse que la manera con la que el chico asume esos desafíos –más como una obligación que como placenteras travesuras– forma parte del espíritu del original, creado para el suplemento infantil de un diario católico hacia 1930. Es innegable que algo inherente al género aflora jubilosamente aquí. Ese contexto atemporal, esa trama de incidentes sin demasiada lógica, permiten sentirse parte de un universo ficticio en el que, identificados con el héroe y sus amigos, podemos sortear peligros e imprevistos sabiendo que sobreviviremos a ellos. Las aventuras de Tintín suma, además, cautivantes cielos encapotados o mares embravecidos, mágicos cambios de escena mediante elaborados enlaces, y la posibilidad de apreciar diferentes acciones en un mismo plano. El 3D, sin dudas, ayuda a sentirse dentro de la historia, percibiendo mejor la cercanía de un gigantesco barco o de cristales que se rompen y saltan por el aire. Resulta estimable, además, el empleo de un humor nunca vulgar. Ocasionalmente, sin embargo, los guionistas, el director, el productor y/o el editor sintieron la necesidad de enfebrecer el ritmo, apelando a esos travellings desorbitados que ahora posibilitan los efectos digitales y asfixiando al bueno de Tintín en escenarios saturados de detalles (la historieta, al menos, permite detenerse a apreciar los pormenores de cada cuadro). En definitiva, si el atractivo del buen cine de aventuras se hace presente en este nuevo Spielberg, al mismo tiempo uno se pregunta si la única manera de satisfacer al espectador contemporáneo es estimulando la adrenalina y considerando que, tenga la edad que tenga, se trata siempre de un chico a la espera de golosinas. Algo parecido a lo que ocurre con la agitadísima y exitosa Misión imposible 4: Protocolo fantasma (dir: Brad Bird, estrenada en estos días con numerosas copias dobladas al castellano), que responde también a ese patrón. Es cierto que no todos los films que llegan a las salas ostentando números (de dinero invertido, de cantidad de salas de estreno, de espectadores) ofrecen la calidad de Las aventuras de Tintín, pero el problema es ver en ellos el mejor o el único cine posible, como si las películas más exigentes, maduras y sensibles quedaran sólo destinadas a espectadores exigentes, maduros, sensibles y –además– con paciencia para rastrearlas en la cartelera.
Elije tu propia aventura Tintín ofrece un trazo ligero y feliz, la gracia aérea de los personajes anega la pantalla y lleva la filosofía de la comedía física casi a un grado de abstracción, una danza implacable de movimiento y destreza continuos, siempre a unos cuantos metros del suelo, que parece originarse en una dimensión paralela a la nuestra. Nunca vi ni de cerca un ejemplar de la historieta del belga Hergé protagonizada por Tintín y su perrito Milou pero la película es cosa seria: Tintín es un joven que se apasiona por la réplica de un barco que se exhibe en un puesto de la calle y se lo lleva a su casa sin sospechar que la miniatura guarda un secreto, un trozo de papel enrollado en un cilindro metido dentro del palo mayor. En realidad la promesa de aventuras estaba ya prefigurada en el barco mismo, con su breve unicornio tallado en la proa y su carácter evocador de mares embravecidos y capitanes proverbialmente dados a la bebida. La película despliega con sobriedad y precisión dos capas mediante las que se espía el pasado, que a su vez espía un pasado más lejano aún. En este presente de Tintín hay un simpático carterista sin glamour alguno, que interviene de modo lateral en la trama, pero el verdadero pasaporte al drama y al misterio es el viejo barco de juguete, que anticipa uno de verdad, lleno de peligros y que conduce también al relato legendario de un barco anterior. La película propone la supervivencia de antiguas maravillas en el recodo menos esperable del tiempo presente y postula la infancia del siglo veinte como el terreno donde esa energía conservaba todavía una buena parte de su esplendor y andaba por ahí suelta, a la espera de que alguien se montara en ella con el solo objeto, en el fondo, de dejarse llevar. Para el director Steven Spielberg, Tintín es el antecedente del profesor retirado Indiana Jones. La época que le toca a este Tintín del cine está marcada en la superficie por la previsibilidad y la corrección moral. El humilde pickpocket que hace su aparición en el primer minuto de película no tiene maldad ni misterio algunos, en verdad es un señor más o menos respetable que sufre de cleptomanía y que se explica entre sollozos ante los despistados agentes del orden que no acaban nunca de entender qué pasa. Estos voluminosos funcionarios son parte del paisaje corriente y parecen operar, también, en el nivel de las cosas ordinarias y pedestres. Solo su graciosa torpeza y su infinita desconexión con cualquier forma de la eficiencia en el cumplimiento de sus tareas los redime del quehacer melancólico que les impone su profesión. Para adentrarse en lo desconocido y así encontrar una forma rara de la felicidad hay que estar un poco al margen de la ley y sus preceptos, aunque sea ignorándolos por omisión. Es que la asumida intangibilidad de la película, su naturaleza grácil de contradanza delirante y festiva que gira de continente en continente, parece rechazar todo impulso de lección de civismo en pos de la aventura como una de las formas más radicales de la libertad. Tintín es una criatura cartesiana que cada tanto se olvida de pensar y se abandona a la suerte. Pese a su natural talante detectivesco y deductivo, muchas veces es la casualidad la que lo saca del brete, así como se permite no desdeñar la aplicación de una trompada en el momento justo ni le tiembla el pulso a la hora de empuñar una pistola automática o de manejar un avión en medio de una tormenta espantosa. El mundo que habita Tintín y sus coprotagonistas es un mundo en el que todo postulado especulativo puede encontrar su refutación en el rodar de la fortuna, la velocidad de las cosas que ofrece aristas donde gobierna el vértigo y que hay que saber acompañar para no ser devorados por el agujero negro que constituye la existencia: Tintín es una modesta fábula sobre la alegría violenta de vivir.
Una insaciable sed de aventuras En los sesenta y setenta, hubo un grupo de cuatro amiguetes que pretendieron cambiar Hollywood. En parte lo lograron, aunque Hollywood los cambió más a ellos. George Lucas fue un gran inventor de conceptos, y prácticamente inventó con La guerra de las galaxias la noción de franquicia; Francis Ford Coppola creó grandes obras de la historia del cine, como El padrino, La conversación y Apocalipsis now, pero se le acabó la nafta luego de Drácula; Martin Scorsese, el que siempre tuvo la mayor formación teórica e investigativa, supo aplicarla para quebrar límites del género, utilizando con maestría el montaje; y Steven Spielberg fue creando toda una sucesión de paradigmas genéricos, como Tiburón, ET, Encuentros cercanos del tercer tipo, la saga de Indiana Jones, Jurassic Park, La lista de Schindler y Rescatando al Soldado Ryan. De los cuatro, sólo los últimos dos siguen produciendo un cine trascendente, atendible, interesante. Uno podía preguntarse para qué Spielberg querría llevar a la pantalla grande a Tintín, la más famosa creación de Hergé, más teniendo en cuenta que los fanáticos de la historieta iban a hacer fila para pegarle. La primera parte de la respuesta la dio el realizador mismo, describiendo el vínculo que veía entre el joven periodista y el arqueólogo Indiana Jones, como individuos introducidos en la aventura, transformados y transformadores de las circunstancias. La diferencia podía radicar en que ya estaría presente el modelo impuesto por Lucas, quien construye las historias protagonizadas por el personaje encarnado por Harrison Ford. La segunda parte de la respuesta pasa por el motion capture, instrumento de animación despreciado si lo hay, que aquí encuentra su mejor forma. Aquí es donde volvemos a la cuestión de los paradigmas impuestos por el gran Steven. A partir de ahora, quien quiera realizar un film con motion capture en 3D, deberá ver Las aventuras de Tintín. La unión de Spielberg con el productor Peter Jackson encuentra en esta técnica su propósito para lo que se está contando, porque aporta la fisicidad que requiere la trama y la fluidez espacio-temporal que transmitía la historieta. Dos escenas bastan como ejemplos: la brillante transición entre pasado y presente en la narración de la batalla en el barco El Unicornio; y la persecución en Marruecos, con un trabajo estupendo de la puesta en escena, a través de un maravilloso plano secuencia. Pero Las aventuras de Tintín tiene también para ofrecer personajes muy bien configurados (el Capitán Haddock es un borrachín adorable), una historia atrapante y fiel al espíritu del original, mucho humor simple pero efectivo (en eso Hergé y Spielberg se parecen mucho) y una voluntad inquebrantable de contagiar al espectador, de hacerlo partícipe de lo que se está contando, de que se identifique con los protagonistas al punto de querer ser él del mismo modo todo un aventurero. Se nota que para Spielberg el cine es la mejor de las aventuras. Y que quiere que nosotros también seamos parte de ella.
Con legítimos ingredientes del mejor Indiana Jones, no solamente en el aspecto narrativo sino tambièn en lo visual, Las Aventuras de Tintín ofrece una irresistible cabalgata de aventura pura y descontracturada. Pero a la vez este film de animación, que apela de manera superior a la técnica de captura de movimiento –haciendo referencia específicamente a Robert Zemeckis y sus últimos y poco logrados films-, se integra con absoluta verosimilitud al universo del historietista Hergé. Es más, teniendo en cuenta que este mismo artista opinó alguna vez que Steven Spielberg era “el único que podría hacerle justicia a Tintin”, parece que desde algún lugar (el caricaturista falleció en 1983) podría estar disfrutando de esta recreación. Que desde su arranque y especialmente a partir de la media hora de proyección propone un fenomenal entretenimiento que incluye acción, con apasionantes persecuciones por parajes exóticos; suspenso, toques de humor y algún atisbo sentimental que nunca está ausente en el cine del realizador de tantas obras emblemáticas del cine contemporáneo. Estas remozadas aventuras del joven Tintín adapta varias historias de ese trotamundos de origen belga respetando pormenorizadamente su aspecto estético, pero principalmente apela a La Leyenda del Unicornio como una guía narrativa que enmarca la trama. Esta línea argumental traslada a Tintin por terrenos que incluyen el mar y el aire además de la tierra firme, y el folletín aventurero parece una cinta sin fin que no se inicia cuando arranca la película ni tiene un cierre cuando termina. Lo que indudablemente abre la clara posibilidad de secuelas, una próxima que estará a cargo nada menos que de Peter Jackson, que en este film oficia de coproductor, pero está claro que ha intervenido en otros aspectos. Las interpretaciones de Jamie Bell, Andy Serkis y Daniel Craig van más allá de poner la voz, son integrales debido a la técnica, y redondean una narración impecable, inagotable en sus recursos audiovisuales.
El sabor de la aventura Se dice que Steven Spielberg empezó a interesarse por Tintín, el personaje creado por el historietista belga Hergé (Georges Prosper Remi), cuando alguien le comparó las andanzas del chico del jopo con las películas de Indiana Jones. Quizás por eso, Spielberg planteó esta adaptación como una explosión de pura acción y aventura combinada con humor, al mejor estilo de los filmes que dedicó al arqueólogo del sombrero. Si en aquéllos, su compañero y soporte creativo (especialmente en el campo de los efectos especiales, a través de la compañía Industrial Light & Magic), aquí esa función la cumple Peter Jackson, quien funge aquí como productor (y cabeza de Weta Digital), lo que lo confirma en algún punto como “el Lucas del nuevo milenio”. La otra diferencia es que el filme se realizó con la revolucionaria técnica de motion capture, el reconocimiento corporal y facial que permite reconstruir los movimientos y gestos de un actor real en un personaje generado digitalmente (la que fuera estrenada en el Gollum de El Señor de los Anillos” y luego explotada en filmes como “King Kong”, “El Planeta de los Simios: (R)Evolución” (en los tres casos, a través del cuerpo del actor Andy Serkis), y muy especialmente en “Avatar”). Así, un destacado elenco de actores se encarga de darle vida a un grupo de personajes que están a medio camino entre la animación digital hiperrealista (¿alguien se acuerda del filme de “Final Fantasy”?) y la estética que Hergé le asignó a sus creaciones, a través de su línea clara y sus colores brillantes. Desgraciadamente, Cinemark sólo proyecta la versión en castellano, por lo que se pierden las voces originales. De todos modos, se puede apreciar la gestualidad de los actores detrás de las máscaras digitales. Entre ellos, Jamie Bell, como un Tintín más adulto que el niñajo gestado por Hergé (tributado en la escena inicial del metraje); Daniel Craig, como Sakharine; Rackham, el Rojo, y el ya mencionado Serkis como el borrachín capitán Archibald Haddock (y su ancestro Sir Francis). Por lo demás, el desarrollo digital está puesto a generar escenarios increíbles en los que se desarrollan trepidantes escenas, con un departamento dedicado a la generación de las muy necesarias escenas acuáticas (los algoritmos que reproducen los movimientos del líquido siempre fueron un quebradero de cabeza para los animadores digitales).
Aventuras en plano secuencia El año comenzó con un verdadero aluvión de cine norteamericano: el primer fin de semana se estrenaron dos tanques de la talla de Las aventuras de Tintín, de Steven Spielberg, y la nueva Misión Imposible, esta vez dirigida por Brad Bird. Esta curiosa yuxtaposición de grandes producciones, que no hará más que profundizarse durante enero y febrero, sugiere que el estado financiero de la industria no es tan malo como se suele mentar: el 3-D ha devuelto a los espectadores a las salas de cine, aunque resta por ver si las películas que se ofrecen están a la altura de esta tecnología. A vuelo de pájaro, se puede decir que el cine norteamericano no dio muchas novedades en este campo desde el estreno de la sobrevalorada Avatar, que supuestamente marcó un cambio de paradigma en el séptimo arte. Si el lector pudo ver La cueva de los sueños olvidados de Herzog, en la única semana que estuvo en cartelera, sabrá cuánto se había estado perdiendo. Debe resultar significativo entonces que la película que viene a restituir el valor de la tridimensional en el cine hollywoodense haya sido filmada bajo la técnica de “motion capture”, al igual que Avatar, por un autor de la vieja guardia como Steven Spielberg. Y es que aquí aparecen sintetizados los problemas del cine industrial contemporáneo: sólo un autor absolutamente conciente de las formas cinematográficas es capaz de aprovechar verdaderamente al 3-D, que en el fondo no hace más que potenciar la capacidad del cine para captar el mundo y reconstruir el espacio circundante, pero con las mismas herramientas de siempre (la profundidad de campo, el encuadre, la amplitud del plano y un montaje que se someta a la necesidad del relato). Así, el gran logro de Las aventuras de Tintín es confirmar la vigencia del cine clásico, aún en ese mundo absolutamente artificial en que se mueve, con la mejor tecnología posible. Porque el problema del motion capture (técnica que consiste en captar los movimientos de actores reales para luego digitalizarlos y reconstruirlos con las técnicas de la animación) siempre ha sido su incapacidad para representar la realidad tal cual es (ver El expreso polar), pero aquí se vuelve una ventaja: la versión de Tintín de Spielberg se mueve en un espacio indefinido entre la imagen fotográfica de la realidad y la animación clásica. No es ni una cosa ni la otra, lo que le permite ser las dos al mismo tiempo: mantiene fidelidad a la historieta original de Hergé y a su naturaleza (la primera imagen que se ve de Tintín es la cara del comic), pero al mismo tiempo es capaz de trascenderla e instalarla en un mundo con visos de realidad, encima en tres dimensiones. La tecnología, entonces, subordinada a la necesidad de la obra y no al revés. Y es que gracias a esta metodología, Spielberg puede componer también algunos pasajes inolvidables, sobre todo en las secuencias de acción que constituyen verdaderas lecciones de puesta en escena. Hay que destacar así que los mejores momentos de la película están conformados por planos secuencia: el escape de Tintín y Haddock de cierta isla en el norte de Africa, por callejuelas mínimas que bordean un río desatado, tiene pocos antecedentes en el cine, compuestos quizás por obras del mismo Spielberg (Indiana Jones es el gran referente de esta película). Es por eso que la película parece más real en los momentos más inverosímiles: la artificialidad del formato, que se impone en la primera media hora, se va diluyendo a medida que Tintín entra en ese torrente imparable de aventuras y acción que constituye la narración. Lo que quiere decir que Spielberg entiende el 3-D, y apuesta al plano secuencia (y a la profundidad de campo) para intensificar el sentido de realidad y potenciar el vértigo de la película. Algo que no impide que por momentos el planteamiento narrativo parezca la plataforma de un futuro videojuego, con Tintín superando obstáculos para pasar de pantalla. Compuesta centralmente a partir de una historieta (El secreto del Unicornio), pero con personajes y situaciones de otras (como El tesoro de Rackham el Rojo), el filme coloca a Tintín (Jamie Bell) tras el rastro de un mapa que esconde las huellas de un antiquísimo tesoro, propiedad de la familia de Haddock, y que llevará a ambos a perseguir a un aristócrata obsesionado con estas joyas. Película de aventuras que remite a los viejos folletines, con indiscutible influencia de Indiana Jones pero también de la literatura universal (con Julio Verne a la cabeza), estamos ante un filme coreográfico, una montaña rusa que surca mares, desiertos y territorios inhóspitos sin descanso, en un típico plan de acción desenfrenada. Llena de ideas visuales (con fundidos encadenados que de una burbuja pasan a una ciudad, o hacen del desierto un mar furioso), el aire de anacronismo que la surca confirma en todo caso que la película pertenece a otra época, donde el sentido de la aventura no estaba atrofiado por tantos efectos especiales destinados a apabullar al espectador, y donde el cine podía incentivar la fantasía en vez de aplacarla. Por Martín Iparraguirre
Espíritu aventurero La introducción de un personaje clásico del cómic mundial como Tintin en el cine fue con los antecedentes de "Tintin et le mysteré de la toisón dór" (1961) y "Tintin y las naranjas azukles (1964), ambas de producción francesa con actores, en tanto que después serian las animaciones: "Tintin en el templo del sol" (1969) y "Tintin y el lago de los tiburones" (1972), en los años 90 se estrenó una serie animada por la cadena HBO que superó todo lo anterior visto, y ahora se conjugaron: Spielberg director y Peter Jackson como productor. En esta ocasión se aunaron tres historietas combinándolas para desarrollo de un largo, que respecto a su animación da sobradas muestras de una notable, magnífica realización.A todo se le suma un guión perfecto, de vorágine total, de disfrute pleno, siendo el resultado final: un filme excelente, tan disfrutable como entretenido. Méritos de alta calificación cinematográfica, que desde el vamos arranca con una secuencia de títulos impresionante, muy a la manera de "Atrapame si puedes" también de Spielberg. Es eso: el arte del montaje y de la narración fílmica a full, un juego de video game que festejamos, celebramos, como pocas veces se vé hoy en el cine. Al decir del especialista Fernando Martín Peña esto es "Alegría sin fin..!!".
Un Nuevo/Viejo Héroe Las Aventuras de Tintin es de esos proyectos que uno piensa: "Ojalá, por favor, que se lo den a un capo del cine, porque sino puede ser realmente desastroso...". Afortunadamente se hizo cargo nada más y nada menos que el gran Steven Spielberg, director que maravilló y acompañó a gente de mi generación (nací en el '84) durante todo su crecimiento con películas como "E.T.", "Indiana Jones y la última cruzada", "Jurassic Park", "La lista de Schindler" y muchos más títulos que enmarcan una de las carreras más exitosas en la historia del cine. Como si esto fuera poco, también participó en la producción Peter Jackson, otro gran talentoso que nos dejó esa trilogía que pasará a la historia grande del cine, "El Señor de los Anillos". Dicho esto, era de esperarse que la 1ra entrega (habrá varias más, espero) fuera de gran calidad tanto en lo visual, como en la trama, pero a decir verdad, quedé muy sorprendido porque terminó excediendo totalmente mis expectativas. La historia es interesantísima, te atrapa desde el principio y te mantiene en vilo durante los 100 minutos de duración. Por momentos me olvidaba que estaba ante un producto animado, más allá de lo caricaturesco de todos los personajes que formaban parte. Lo mejor de todo es que fue muy respetuoso con el espíritu de Tintin, tanto en el humor característico de los dibujitos que veía de chico, como con toda la aventura que significaba resolver los misterios que se le iban planteando. Creo que Tintin es una película que será disfrutada por los chicos en general, pero sobre todo, va dirigida a nosotros que crecimos con sus libros y sus dibujos animados, al niño interno que llevamos dentro y que dejamos salir cuando se presentan oportunidades como esta. Los niños de ahora disfrutarán más la cuestión del 3D, la animación y sus colores, pero los que seguimos a Tintin desde chicos, viviremos estas cuestiones como un plus a la intriga, el suspenso y la acción que conforman el alma de las historietas de este periodista juvenil animado. Aplausos para Spielberg, Jackson y Nickelodeon Movies, que tendrá compitiendo en los Oscars 2012 a 2 productos de su factoría, "La Aventuras de Tintin" y a "Rango", ésta última con serias posibilidades de ganar la categoría "Mejor Animación".
Antes de empezar con la crítica, voy a hacer una muy breve reseña sobre el universo Tintín, simplemente para deliñar al historietista belga, Herge, el creador del joven e intrépido periodista. El personaje fue creado en 1929, donde y Tintín y Milu viajaban a la despiadada Rusia comunista en su primera aventura. Después en la serie aparecerían los demás personajes, tanto o más famosos que su protagonista, como el Capitán Haddock, el profesor Tornasol y los detectives Hernández y Fernández. Este comic (o BD) llego a manos de Steven Spielberg, leyendo un artículo de un diario Frances, donde comparaban a Tintín con “Los cazadores del Arca Perdida”. Spielberg le pidió a su asistente un libro de Tintín, para ver con que comparaban a su joya cinematográfica, enamorándose instantáneamente. “Las aventuras de Tintín: El Secreto del Unicornio” nos muestra los peligros que deberán enfrentar Tintín y su fiel compañero Milu, cuando el muchacho compre el modelo de un barco del siglo 17 que contiene un secreto que hará peligrar su vida y la de todos los que lo rodeen. Spielgberg nos presenta a Tintín, con una secuencia pequeña y simple, pero genial, donde un dibujante callejero (muy especial) realiza la caricatura de nuestro protagonista. Ya en esa simple introducción Spielberg nos avisa, que vamos a ver todo su potencial moviendo la cámara y todo su virtuosismo. Por que lo que le dio a Spielberg esta herramienta de la animación computada y la captura de movimiento, es mas libertad para mover su cámara, y nadie como el para aprovechar esta libertad. A diferencia de las películas en CGI convencionales donde la cámara se mueve de una manera muy formal, Spielberg agrega escenas con cámara en mano, que hacen que por momentos nos olvidemos que estamos viendo una animación. El director oriundo de Ohio, nos ofrece una película de aventuras y acción regado con el humor de la comedia física típica de Buster Keaton o Charles Chaplin. También repleta de guiños cinematográficos a obras ajenas y propias. Con un ritmo vertiginoso, Tintín vuela la hora y cuarenta minutos de duración. El guión escrito por Steven Moffat, Edgar Wright y Joe Cornish, es sólido y nos deja sobre el final con las ganas de la segunda. Con respecto a las actuaciones, tengo que decirles que lamentablemente vi la película en castellano. Y no era malo el doblaje, pero para mi hay un 40% de la película que no experimente, y que tiene que ver con las actuaciones de Jamie Bell (Tintin), Andy Serkis (Capitan Haddock, que en esto de ponerse el traje de captura de movimiento es un veterano ya. El es el responsable de King Kong, Gollum, y mas recientemente Caesar en el Planeta de los Simios, entre otros), Simon Pegg (Hernandez), Nick Frost (Fernandez) y Daniel Craig (Sakharine). Además de que la performance del actor queda cercenada al momento de doblarla, también la dirección de Spielberg queda afuera. El actor de doblaje puede ser muy bueno, y puede copiar el tono y la inflexión que trata de darle el actor en el idioma original, pero no recibe el constante coaching de Spielberg, ni sabe que intención tenía el director para tal o cual escena. Por eso para mi ver una película doblada es un crimen. Lo que si puedo decir es que el personaje del capitán Haddock esta genial y se roba la película, mientras que el villano Sakharine podría haber tenido mas fuerza, podría haber sido mas despiadado, pero esta bien. No me quiero extender demasiado (aunque ya lo hice) pero en el aspecto técnico, lo que hizo la empresa de Peter Jackson (WETA) es increíble. El detalle de la animación es impresionante, sobretodo en las escenas en el medio del océano y en el desierto. Para resumir, Tintín es una gran película de aventuras, que tiene algo de cine negro, y nos remonta al antiguo cine de aventuras, donde hay acción, viajes por el mundo y mucho humor. Spielberg sigue demostrando que es uno de los directores vivos, mas importantes de la historia del cine, que no para de crecer. Ahora hay que esperar la secuela, esta vez dirigida por otro groso: Peter Jackson…. PD: Cuando vean a Sakharine (el villano interpretado por Daniel Craig) díganme si no se parece a Fanego. Les dejo este pequeño video de 5 minutos, donde pueden apreciar la técnica con la que se filmo Tintín. Lo que tiene Spielberg en sus manos, no es un joystick de la play, si no que es un monitor, que le permite ver todo el set en tiempo real, y mover las cámaras a su gusto para buscar ángulos, ademas de poder ver las performances de los actores. Vean lo difícil que es actuar, cuando no hay nada real alrededor tuyo.
Desde la presentación de “Las Aventuras de Tintín: El Secreto del Unicornio”, nos hace internar en un viaje a través de todas las aventuras de nuestro héroe evocando las viejas historietas y haciendo de esta manera remontarnos a nuestra infancia, lugar en donde nos quedaremos hasta el final de la película. El film divierte a los chicos ( preferentemente mayores de 6 años) mediante acción y unas buenas dosis del perro Milú. A los grandes sin duda, le evocará las películas de Indiana Jones o por que no? las viejas películas de aventuras de Sábados de Super Acción . En definitiva, animación de primer nivel, acción, humor en su justa dosis y un buen guión , hacen de “Las Aventuras de Tintín…” el estilo de cine que tanta falta hace en Hollywood últimamente y al que, lamentablemente, este se encargó de darle la espalda con una baja recaudación sólo 63 millones en USA vs los 200 millones a nivel mundial. PD: Suscribo con el parecido de Sakharine a Fanego y agrego el del Capitán Haddock a Juan José Camero ( si hasta los dos piden alcohol a gritos!). Ya podemos hacer la peli del Tintín financiada por el INCAA!
Tintin es, culturalmente hablando, una ficha rara del comic. Es una historieta de aventuras creada por el belga Georges Remi (alias Hergé) para el diario Le Vingtieme Siecle en 1929. Durante años se publicó como tira para periódico hasta que vino la Segunda Guerra Mundial y allí el autor decidió seguir trabajando en los diarios ubicados en la zona controlada por el régimen pro Nazi de Vichy. Ello le valió el mote de colaboracionista, con lo cual Hergé se vió en aprietos para continuar con su obra, y terminó por armar su propia editorial. Como sea, la movida resultó ser tremendamente exitosa, convirtiendo a Hergé en millonario y haciendo que Tintin apareciera publicado en decenas de países e idiomas diferentes. Curiosamente la tira originada en un diario se transformó en una novela gráfica cuasi de lujo, razón por la cual el acceso a la obra resultó ser restrictivo. Recuerdo que en mi Uruguay natal veía pasar de largo los libros de Tintin, simplemente porque eran demasiado caros (algo similar a lo que ocurría con Lucky Luke, Asterix y otros comics europeos). Precisamente debido a la naturaleza elitista de su publicación (y por ende, su acceso disponible sólo a clases acomodadas), resulta muy curioso ver a un americano intentando adaptar semejante obra - más, considerando que la popularidad de Tintin radica en Europa y, en menor medida, en Latinoamérica; Estados Unidos definitivamente no es su mayor mercado -. El tema pasa por una cuestión de gustos y sensibilidades, en donde el director no siempre entiende la naturaleza del material. Acá figura en el sillón de mando Steven Spielberg - tipo con talento, si los hay -, pero semejante nombre no garantiza el éxito de la adaptación. A priori uno hubiera preferido a un director inglés o galo, o incluso a Peter Jackson (que oficia aquí de co-productor y provee los servicios digitales de su empresa Weta), cuya cultura neozelandesa tiene raices europeas más fuertes que la estadounidense y que, por lo tanto, tiene un arraigado sentido del estilo. El otro punto es que Tintin es un comic muy europeo - con aventuras a la antigua y muy pro colonialismo -, y dudo mucho de que se trate de la historieta más vendida en los Estados Unidos. Por el contrario, en una cultura en donde abundan los superhéroes, Tintin debe ser un bicho raro, restringido a un puñado relativamente minúsculo de fans de culto. Aún así, Las Aventuras de Tintin: El Secreto del Unicornio resulta superior a lo esperado. Hay intrigas y acertijos, hay un estilo 3D que respeta muchísimo al trazo original de los personajes, y la adaptación resulta bastante fiel al espíritu de la historieta; pero, de no ser por lo que rezan los títulos de crédito, resultaría imposible adivinar que Spielberg es quien dirige. Sin dudas hay ritmo y hay acción, pero no hay secuencias memorables. Spielberg disfruta con las libertades que le da la animación digital - pone cámaras en ángulos imposibles, siguiendo por detrás a personajes en movimiento o atravesando todo tipo de objetos -, e intenta inyectarle adrenalina al relato con persecuciones que se ven demasiado exageradas y que parecen salidas de un film de Barry Sonnenfeld. El exceso de comedia slapstick no arruina la obra, pero resiente su calidad, y es en lo único en donde se nota la mano de un americano en todo el asunto. Por lo demás, la dirección de Spielberg es practicamente anónima y correcta. La historia está ok, aunque el enganche de algunas de las pistas que encuentra Tintin suena algo traído de los pelos. La animación es impecable - en el caso del villano Sakharine, uno podría pensar en la versión digital y malvada del propio Spielberg - y el grado de detalle del mundo virtual es asombroso, pero... la historia a veces se pasa de rosca y, para colmo, el personaje del capitán Haddock se vuelve pesado bordeando lo insufrible. Es borrachín, burro, torpe y es más lo que arruina que lo que ayuda. De todos modos, el libreto siempre encuentra algún modo para que uno no termine por odiarlo. Una de las cosas más sorprendentes del filme es la interpretación vocal, la que resulta fabulosa. Acá hay actores actuando - no haciendo de sí mismos sino creando voces y caracteres - y, en algunos casos, resultan casi irreconocibles. Andy Serkis es un mago de la caracterización, pero uno se lleva una sorpresa con Daniel Craig - el que suena completamente diferente a lo habitual -, y hasta con la dupla de Simon Pegg y Nick Frost. Por su parte Jamie Bell es más que adecuado para el papel, con el único detalle que la producción convierte a un personaje 100% galo (o belga, como prefiera) en un inglés con acento cerrado. Las Aventuras de Tintin: El Secreto del Unicornio es un buen filme, correcto, prolijo y entretenido. No es una maravilla de excitante - aunque hizo una buena recaudación, creo que la obtuvo más por el nombre de Spielberg en el cartel que por otra cosa - ni es lo mejor de Spielberg, pero se deja ver y no deja mal sabor en la boca.
Quizás los amantes de las historietas de Herge sigan prefiriendo la historieta y hubiesen elegido humanos con efectos especiales. Pero el planteo de Spielberg fue hacer una Indiana Jones para chicos y adolescentes, que invita a los adultos a la diversión de una aventura sin fin. Tesoros, herencias, enemigos que pasan de generación en generación, enigmas, malvados sin límites y un Tin Tin encantador, junto a su perrito y el capitán Haddock.
Steven Spielberg y Peter Jackson, dos de los más grandes realizadores cinematográficos, y al mismo tiempo admiradores de las novelas gráficas escritas y dibujadas por Georges Remi (más conocido como Hergé) se unieron para desarrollar este proyecto animado que fusiona los dibujos y el universo creados por el artista belga con tecnología de punta (a cargo de WETA Digital) para crear una vivencia cinematográfica original que es presentada en un muy disfrutable formato 3D. Y el resultado es por demás satisfactorio. Visualmente similar a "El Expreso Polar" o "Beowulf" de Robert Zemeckis, pero con una captura de movimiento de mucha mayor calidad, "Las Aventuras de TinTin: El Secreto del Unicornio" le propone al espectador vivir una experiencia entretenida y con un guión sólido que combina las historias de tres libros: "El Cangrejo de las Pinzas de Oro" (The Crab with the Golden Claws), "El Tesoro de Rackham el Rojo (Red Rackham's Treasure) y el que obviamente le da título al film. La trama nos introduce a un misterio en relación a una maqueta de un barco que el joven TinTin (en la voz del británico Jamie Bell) adquiere en una feria de antigüedades y que llama la atención de Ivan Ivanovitch Sakharine (Daniel Craig), un hombre que desea recuperar la pieza dado que la misma esconde uno de los tres pergaminos que contienen las claves para localizar un valioso tesoro vinculado a un perverso pirata llamado Red Rackham. Intrigado por semejante hallazgo, el curioso e insaciable reportero, junto a su leal perro Milú, se ve inmerso en una investigación que, como no podía ser de otra manera, lo lleva a vivir increíbles aventuras por todo el mundo, desde las profundidades marinas hasta los desiertos del Norte de África, para hallar el lugar de reposo final de este misterioso navío llamado "El Unicornio". Pero TinTin no estará sólo en su travesía, ya que contará con la ayuda del Capitán Haddock (Andy Serkis), un curtido marino con agua de mar en sus venas y una botella de whisky siempre cerca, que se convertirá en su compañero para hacerle frente a los peligros que se les presentan. A ellos se suman los torpes detectives Fernández y Hernández, interpretados por los comediantes ingleses Simon Pegg y Nick Frost, vistos recientemente en la comedia "Paul". Manteniendo el estilo visual del universo concebido por Hergé, y mezclando espectaculares pasajes de acción con divertidísimas escenas de humor, Spielberg dirige magníficamente este film que deleitará tanto a aquel seguidor de la serie del intrépido reportero (el que no sea muy exigente por supuesto) como al que conoce al personaje por primera vez. "Las Aventuras de TinTin: El Secreto del Unicornio" ya cuenta con una nominación a los premios Globos de Oro como Mejor Película Animada.
Un filme extraordinario, que muestra a un Spielberg renovado, como en la primera de Indiana Jones, utilizando los recursos de la animación y del 3D de manera excelente. Y siendo él un maestro de la puesta de cámara, por fin se libera de las restrcciones impuestas por la técnica y la física que limitan donde poner la cámara en el rodaje, con lo cual, Spielberg logra alguno de los mejores planos de su carrera, donde se destaca un plano secuencia de una persecusión que es realmente brillante. Un filme graciosísimo, creativo, emocionante y visualmente bello. Además, para grandes y chicos, absolutamente imperdible. Escuchá la crítica radial completa en el reproductor debajo de la foto.