Las Rojas no solo reune a dos pesos pesados del cine nacional, también es una aventura épica y mitológica, visualmente impactante con un inesperado final que sorprenderá a más de uno.
La semana santa nos regala un fin de semana XXL y, si no te fuiste de vacaciones, ir al cine se convierte en uno de los entretenimientos familiares que más motiva a salir de casa. La renovación de cartelera nos trae a «Las rojas», un western mitológico nacional protagonizado por Natalia Oreiro y Mercedes Morán. La sinopsis nos adelanta el cruce entre una experimentada paleontóloga (Morán) que custodia los restos fósiles de un hipogrifo (animal mítico mitad ave mitad león del que no se tiene certeza de su existencia) y una recién llegada bióloga (Oreiro) que viene a supervisar los trabajos en el lugar. El encargado de llevar la producción a buen puerto fue Matías Lucchesi. Desde sus inicios, el cineasta cordobés, se caracterizó por rodar en lugares naturales donde muchos no se atreven. Hizo su debut cinematográfico con la galardonada road movie «Ciencias naturales» (2014) y continuó su camino con el thriller «El pampero» (2017) donde, a pesar de trabajar con celebridades como Julio Chávez y Pilar Gamboa, se mantuvo dentro de los límites del cine independiente. «Las rojas», su tercer largometraje, supuso su primer salto hacia el cine comercial de grandes presupuestos. Otro detalle digno de mencionar, antes de iniciar nuestro análisis, es quién fue el coguionista de la obra. Se trata de Mariano Llinás, un experimentado guionista, productor y director que, entre sus muchas cintas destacadas, cuenta con «La flor», un filme con la particular duración de 14 horas. Cuando pensamos en la película, se vuelve difícil establecer las pautas que definan su género. A primera vista es un western, pero ni su propio director la asume como tal. Tiene algunos tintes de fantástico, un poco de buddy movie (películas de amigos), algunos pasajes filosóficos y hasta juega brevemente con la crítica social y el humor. Todo ese mix de subcapas la convierten en un híbrido bastante inusual en la industria nacional. El panorama internacional está plagado de cintas heterogéneas imposibles de encasillar, pero la industria autóctona aún se mantiene bastante fiel a las claves que hacen a cada género. Por ese simple motivo, que implica consumir algo distinto en la pantalla, ya vale el visionado. El metraje tiene una modesta duración de 92 minutos que alcanza para contarnos una historia bien ejecutada y sin cabos sueltos. Recorremos el film a la par del personaje de Natalia Oreiro y descubrimos los puntos importantes junto a ella. En este sentido la construcción del guion está bien enhebrada, ya que la narrativa sigue su propio ritmo. No hastía, pero tampoco desembolsa toda la información de un tirón. En algún lugar, se permite jugar con el espectador. En varios momentos cambia nuestro parecer sobre cada protagonista en base a sus diálogos. Bajo la misma línea, se divierte mutando la tonalidad general de la obra. A pesar de arrancar con un gag puramente cómico, se desarma para ir a su parte más indie, para luego continuar por el western y seguir zigzagueando entre el drama, el suspenso y el fantástico. El par protagónico genera una química correcta. La actriz uruguaya (Oreiro) tiene en su rol el trabajo más complicado porque cuenta con el desarrollo de personaje más elaborado de todos. A su vez, construye un personaje pensante que mide sus palabras con detalle, lo que deriva en pocas líneas, pero mucha expresión corporal. Como contrapartida contamos con la actriz argentina (Morán) que luce todo su talento componiendo un decidido, autoritario y vivaz personaje. Ese choque generacional entre ellas es el pilar fundamental del film y el principal objetivo del director. En el medio La voz declaró: «La joven que interpreta Natalia Oreiro va con el deber ser bajo el brazo, con un manual de vida de cómo deberían ser las cosas, mientras que Carlota (Morán) está de vuelta y sabe que las cosas muchas veces no funcionan como deberían o como uno espera. Se produce así un choque de visiones y una de ellas tiene que pasar por una experiencia de riesgo que refleja hasta dónde es capaz de llegar la ambición del hombre». El tercer protagónico es interpretado por Diego Velázquez. Su función, básicamente, es la de antagonista. Y si bien su participación es indispensable para el correcto funcionamiento de la cinta, resulta ser el personaje más chato. No es consecuencia del talento actoral de Velázquez o de sus minutos en pantalla. El problema radica en la nula evolución de personaje. Así como es presentado, se mantiene hasta el final, cuenta con pocos matices y termina restando al resultado final. Como era de esperarse, se hace uso del majestuoso paisaje que brinda Mendoza, lugar donde se rodó la película, y generaron una fotografía llena de planos generales, siluetados y puestas de sol. Fruto de ese excesivo campo abierto se puede notar en las mejillas de las actrices el rojizo color producto de los rayos solares. Los pocos efectos visuales que tiene son correctos y la producción general tiene un buen desempeño. Todo lo referente a ambientación es creíble y verosímil, lo cual no es algo sencillo. En resumen, «Las rojas» es un film atípico dentro del cine argentino. Busca dar su aporte al renacimiento del western con el particular toque fantástico/mitológico y sus bellos paisajes de las montañas mendocinas. Las protagonistas mantienen en orden el desarrollo de la historia y cuenta con uno de los plot twist finales más inesperados que pude ver en los últimos meses. Si buscas salir de los clásicos policiales y comedias genéricas, ésta es tu mejor opción.
Un relato actual sobre dos mujeres en pie de guerra Para la apreciación de Las rojas, película de Matías Lucchesi basada en el guion original de Mariano Llinás y el propio director, con el choque de dos grandes actrices que cada una en su nicho han dado lo mejor de sus capacidades (como son Mercedes Morán y Natalia Oreiro), es necesario abrir la mente y pensar en algo de magia. Las rojas tiene diversos pasajes en que el ritmo y la idea parece mutar pero en definitiva es siempre la misma película con modificaciones que el desarrollo exige, con una línea que sostiene el cuento pensado para atravesar a los personajes de Carlota (Morán) y Constanza (Oreiro). Carlota, una paleontóloga de renombre, refleja su obsesión por la supuesta posibilidad de hallar los restos de un hipogrifo, un animal mitológico mitad ave y mitad león, y se sostiene en su búsqueda con un campamento ubicado en medio de las montañas que le sirven de reparo. Así se acerca Constanza, quien enviada por la fundación que sostiene económicamente el proyecto, llega a investigar las circunstancias que se presentan en teóricos desmanejos. El estilo western le sienta muy bien al film en el que la tercera pata protagonista hace de las suyas: Freddy (Diego Velázquez) con calidad para generar el equilibrio entre las dos protagonistas femeninas. Esta co-producción entre Patagonik Rizoma y Cimarrón, asociadas a Productora MG y Oeste Films, tuvo lugar su rodaje en magníficas locaciones ubicadas en Uspallata y Potrerillos, en la provincia de Mendoza, y nos deja una historia bien ejecutada y sin cabos sueltos, donde el choque generacional entre las protagonistas es el pilar fundamental del film.
FILME: “LAS ROJAS” Todo en este filme carece de sutilezas, ya desde el titulo, una vez terminada la proyección, claro, remite al color que dispone, más que a un lugar físico, dicho de otro modo, hace referencia directa a una ideología, tal cual el filme “REDS” (1981) de Warren Beatty, su traducción literal sería “ROJOS”, por supuesto que estamos hablando de una película que todavía hoy conserva sus valores. Y si, las comparaciones son odiosas, pero se percibe demasiado evidente…. El filme abre presentándonos a los personajes principales, ambas mujeres expuestas en dos versiones diferentes del empoderamiento femenino, (lo incongruente es que se utilice un termino masculino para un logro femenino, pero eso es harina de otro costal, me parece). Por un lado Constanza Córdoba (Natalia Oreiro) por el otro Carlota (Mercedes Moran), de apellido difícil, ambas paleontologas, la segunda nos es presentada en un reportaje televisivo en España, al que acude para comentar su libro sobre el descubrimiento de los restos de un “Grifo”. Sin embargo ante la ignorancia e inoperancia del periodista, luego de realizar muchas correcciones, sobretodo en torno a la diferencia entre un “hipogrifo” y un “grifo”, ambos animales mitológicos, el primero mitad águila, mitad caballo, el segundo mitad águila, mitad león, se retira intempestivamente del estudio. En cambio a Constanza se muestra como una mujer mas temeraria que temerosa. Capaz de bajarse del micro que la traslada en un pueblo perdido, en la que no existe una parada, nadie la quiere llevar a su destino final, lugar prohibido de acceder, ergo: se va caminando. Ella es enviada por la fundación que financia a Carlota para controlarla, aparición del tema económico. Una es paleontologa de campo e investigación, la otra de escritorio, su primer encuentro destila confrontación. Las formas y contenidos, planos y contra planos, posición de cámara, encuadres diversos, miradas, y claro, los diálogos que se utilizan, están en función del conflicto, sin embargo todo esto tienen mucho en común con el género de la comedia romántica, en la que la futura pareja, cuando se conocen quieren sacarse los ojos. Así de burdo. La primera tiene el apoyo incondicional de sus trabajadores, en especial de Isidro (Alberto Leiva), la segunda se encuentra sola, a la deriva en un lugar inhóspito. Ni señal de celular hay. Sin embargo su conflicto se ve apaciguado por la aparición en escena de Freddy (Diego Velazquez), competencia directa de Carlota. Quien no solo desea apoderarse del “descubrimiento”, lo restos y los huevos del Grifo, sino tener acceso a los recursos naturales del lugar. A punto tal que un personaje le recrimina que solo le interesa el dinero. Todas las acciones se desarrollan en exteriores, en la provincia de Mendoza, que por si solo son de una belleza inconmensurable. Además el filme tiene la estructura narrativa de un western, no solo el relato, los exteriores, caballos, mulas, hasta sombreros y la banda sonora, claro. Todo en tanto las acciones y desarrollo de los personajes es excesivamente previsible, los mismos construidos en base a estereotipos muy definidos y demasiado conocidos, las muy buenas actuaciones, juntamente con la muy buena dirección de arte, fotografía y diseño de sonido incluidos, no pueden contrarrestar los efectos de un guión paupérrimo, ni siquiera se eleva un poco a partir de la alegoría, tosca, que sobre el final desea instalar. Una duda me surgió, si la mitad de adelante es águila y la trasera es león ¿Como pone los huevos?
Hay en “Las Rojas”, de Matías Lucchesi intenciones de trascender la idea con la que se vende desde el propio arte de la película. En el afiche Mercedes Morán y Natalia Oreiro, cual heroínas de algún viejo western hollywoodense, miran hacia afuera del espacio que delimita su presentación. Debajo de sus rostros, dos caballos montados por sus personajes y el rojo que inunda todo. En ese mirar hacia afuera del cartel, Lucchesi se para a narrar este apasionante relato de opuestos, en donde dos paleontólogas deberán medir sus fuerzas hasta que, claro está, un hecho particular las unirá para conseguir el objetivo por el cual en un primer momento estaban en contraposición. En una de las primeras escenas conoceremos a Constanza (Oreiro) llegando a un lugar de esos que ni siquiera los mapas lo tienen en cuenta, y mucho menos los choferes de los micros, quienes han retirado de sus prioridades el llegar a sus latitudes, priorizando los puntos más comerciales, por decirlo de alguna manera. No sólo debe luchar para que la dejen bajar del vehículo, sino que, a continuación, y tras caminar horas para llegar a su destino, tendrá que lidiar con un hombre para que la lleve a su destino final, un campamento paleontólogo liderado por Carlota (Morán), una mujer con pocas pulgas. Constanza llega antes, Carlota no la quiere ni ver, pero rápidamente la primera deja en claro su lugar de jerarquía y el motivo por el cual llegó allí, auditar los pasos y acciones que la paleontóloga viene realizando sin control alguno. Y mientras lidian la una con la otra, la llegada de un tercero (Diego Velázquez, a este binomio, con intenciones non sanctas, que pondrían en peligro los pasos que Carlota viene haciendo hace años y que ha permitido que la fundación para la que trabaja perpetúe ganancias aún en las pérdidas del último tiempo. Con esas premisas Las Rojas, avanza en un camino pocas veces transitado en el cine local, el de aventuras a lo Julio Verne, pero en la aridez de los paisajes mendocinos, y en donde el guion se permite dialogar con cuestiones de época que no van únicamente tras el empoderamiento femenino, sino, al contrario, se permite construir personajes falibles, por momentos débiles, pero que no se rinden ante los intentos patriarcales por doblegarlas. Lucchesi filma con pericia las escenas, evidenciando su gusto por el género y por sus leyes, als que, respetadas al pie de la letra, tal vez, acartonan ciertas acciones de los personajes sin hacerse muchos cuestionamientos. El duelo interpretativo entre Oreiro y Morán es único, el que, además, se ve reforzado por acciones pocas vistas en sus trabajos, que revelan su destreza desde montar a caballo a manejar armas. Sin cuestionamientos morales, sus personajes transmiten, gracias a su labor, verdad, y en eso es en donde una propuesta como Las Rojas gana, como así también, en saber su potencia comercial y redoblar la apuesta con un final poco convencional, pero, por fortuna, atractivo y original.
Tras dos muy buenos largometrajes como Ciencias Naturales y El Pampero, el cordobés Matías Lucchesi viajó a los majestuosos exteriores de Mendoza para rodar una película con dos poderosas protagonistas femeninas (personajes al servicio de figuras de la talla de Mercedes Morán y Natalia Oreiro), aires de western y una vuelta de tuerca del orden de los fantástico basada en leyendas sobre el hipogrifo, un animal mitológico con algo de águila, de caballo y de león. Uno podría decir que en la trama pergeñada por el propio director y el prolífico Mariano Llinás hay tres personajes centrales y uno secundario, pero en verdad los muchas veces hostiles paisajes montañosos de Uspallata y Potrerillos fotografiados a puras panorámicas en pantalla ancha por Ramiro Civita son también protagonistas de un film que pendula no siempre con la fluidez deseada entre el drama y el cine de aventuras. La primera escena de Las Rojas es desconcertante: Carlota (Mercedes Morán), reconocida paleontóloga, es entrevistada en el programa Ciencia Hoy de la televisión italiana y termina peleándose en cámara con el conductor. Estamos ante una mujer avasallante, de pocas pulgas, que no está dispuesta a (con)ceder en nada. Nos reencontraremos con ella en un aislado campamento ubicado en plena zona andina y hacia allí se dirige también Constanza (Natalia Oreiro), alguna vez promisoria paleontóloga pero que hoy cumple funciones administrativas para una fundación extranjera que financia proyectos como los de Carlota. Cuando la dueña del lugar se da cuenta de que Constanza está allí para controlar su trabajo y las finanzas las tensiones entre ambas resultan más que evidentes. Pero no serán ellas las antagonistas principales de este western contemporáno, ya que pronto aparecerá un tercero en discordia, Freddy (Diego Velázquez), al que Carlota ve como el diablo personificado porque constituye una competencia y amenaza a todo lo que ella ha ido consiguiendo (descubriendo), y con el que Constanza tendrá en principio algún tipo de acercamiento íntimo. No conviene adelantar más detalles de una película que, como quedó dicho, va del realismo puro a los más variados géneros y de allí a lo fantástico en un vuelco que por momentos remite a otro film rodado en Mendoza como Muere Monstruo Muere, de Alejandro Fadel. Más allá de algunos elementos dramáticos cautivantes, del imponente despliegue visual y sonoro (la música de Hernán Segret es bella, pero demasiado intrusiva) y del indudable profesionalismo de sus intérpretes, el resultado de Las Rojas no es tan satisfactorio como los antecedentes de Lucchesi hacían suponer. No deja de ser una propuesta valiosa, parcialmente lograda, pero había en este proyecto recursos y talento para algo más.
Mercedes Morán. Crítica Al estilo de las películas del Oeste, dos mujeres defienden la riqueza natural. Andrea Reyes Hace 1 día 0 131 Natalia Oreiro y Mercedes Morán nunca habían trabajado juntas, pero la oportunidad de compartir protagónico (junto a Diego Velázquez Dumbone) les llegó con la última perlita del director, Matías Lucchesi: “Las rojas”, que se estrena este jueves 14 de abril sólo en salas de cine, y que viene a consolidar la carrera del realizador argentino. “Las rojas” es un film que se mete de lleno en el género del western (versión femenino), combinando mitología con paleontología. Es así que la película viene con una propuesta diferente y poco explorada en el cine argentino: se aboca al formato de las películas del Oeste –una de las más resonantes que viene a la memoria es “Aballay, el hombre sin miedo” (2010)-; y, además, pone en el rol protagónico a dos figuras femeninas, representando –de alguna forma- un poco lo que está pasando hoy en día con las mujeres y su valioso reconocimiento. “Las rojas” trata sobre dos paleontólogas, Carlota (Mercedes Morán) y Constanza (Natalia Oreiro). Carlota es una experimentada y notoria profesional que por su labor se mantiene refugiada, junto a su gente, en un campamento entre las montañas. Allí descubrió restos fósiles de un hipogrifo, un animal mitológico mitad ave y mitad león; sin embargo, la paleontóloga guarda con recelo el santuario donde se halla su descubrimiento: cuestión que despierta la desconfianza de la fundación que financia su proyecto, y decide enviar a Constanza para que la supervise, ya que tiene dudas del hallazgo y la transparencia en el manejo de los fondos enviados. La relación entre ambas mujeres, una ducha en el tema y la otra inexperta, es tirante y de total desconfianza desde el momento cero, a pesar de que –sin saberlo- comparten el mismo espíritu humanista y a favor de la preservación. La presencia de Freddy (Diego Velázquez), colega y rival de Carlota, rondando la zona las obliga a dejar de lado las tensiones y acordar en una misma causa, defender la riqueza natural, teniendo que guerrear contra sí mismas y un entorno materialista que hará lo que sea para apropiarse del secreto mejor guardado de la paleontóloga.
¿Hay un western a la argentina? El estreno de Las rojas aparece como una posible respuesta afirmativa a este interrogante. Es cierto que un primer acercamiento al “género cinematográfico por excelencia”, tal como lo define el investigador y docente Eduardo A. Russo, nos lleva a una geografía (la de una parte del territorio de los Estados Unidos) y a una etapa histórica (la segunda mitad del siglo XIX) bien determinadas. Pero hay abordajes teóricos como el que hacen los franceses Astre y Hoarau todavía más amplios y útiles para agrandar las fronteras del género. Ellos identifican a un western a partir de una “doble verdad (que se convierte fácilmente en una doble mentira), histórica y mítica, factible y fabulosa”. En este par de dimensiones simultáneas se pone en juego la historia que se cuenta en Las rojas con la ayuda inmejorable de otro elemento esencial del western: el paisaje. Inmenso, árido, majestuoso, bello y hostil, el paisaje precordillerano en el que se desenvuelve la acción también condicionará en más de una ocasión el comportamiento de los personajes y, al menos en un caso, es posible que también haya podido guiar buena parte de su transformación personal. En este sentido, el aporte de la excelente fotografía de Ramiro Civita resulta decisivo. Esa figura es la de Constanza (Natalia Oreiro), una paleontóloga que parece haber dejado atrás una carrera muy prometedora para cumplir tareas administrativas nada simpáticas. La fundación multinacional en la que trabaja la envía a Mendoza para auditar el trabajo que desde hace tiempo viene haciendo Carlota (Mercedes Morán), una reconocida colega que lleva adelante con métodos bastante heterodoxos una investigación de campo demasiado extensa para los resultados obtenidos. El primer encuentro entre dos mujeres que se desconfían mutuamente le sirve al talentoso director Matías Lucchesi (aquí con el aporte de Mariano Llinás en el guion) para volver a sus dos temas predilectos, ya esbozados en Ciencias naturales y El pampero: el encuentro inesperado entre dos seres bien diferentes que se ven forzados a estar juntos superando sus recelos y el viaje de descubrimiento que terminarán compartiendo. La historia tiene un prólogo muy curioso, en el que vemos a Carlota como invitada de un programa de la televisión italiana dedicado a la ciencia, pero lo que comienza como la indagación de un hallazgo paleontológico merecedor de atención se convierte en un show basado en la búsqueda del golpe de efecto. Esa secuencia inaugural, risueña y casi paródica, contrasta con el tono áspero y desolado que irá adoptando el resto de la trama, como si quisiera mimetizarse con la escenografía natural del entorno. Lo más interesante de Las rojas es todo el proceso de transformación que experimenta Constanza, a quien Oreiro personifica como una verdadera actriz de cine. Empieza mostrando una seguridad absoluta en sus palabras, pero de a poco se vuelca a expresarse casi siempre con la mirada y es a partir de allí cuando la vemos tomar decisiones que antes podrían resultar desconcertantes. A su lado, Morán transmite todo el tiempo la plena convicción de un personaje que parece tener todo muy claro y resuelto, porque sus decisiones se toman siempre en pos de un objetivo mayor que se revelará al final. Entre las dos se filtra la sinuosa y extravagante figura de Freddy (Diego Velázquez, impecable como siempre), cuya presencia en el relato conviene no revelar demasiado. Las rojas es, en definitiva, un western contemporáneo de genuino color argentino que en medio de una historia apoyada en elementos reconocibles se permite jugar más de una vez (y sobre todo en los momentos exactos) con el mito y con lo fantástico. La trama se enriquece todavía más ante cada desplazamiento, sobre todo cuando las mujeres emprenden largas travesías a lomo de mula. La puesta en escena elegida por Lucchesi nos señala que esos recorridos son para sus protagonistas experiencias de reconocimiento mutuo. El rodaje de esta película se hizo entre diciembre de 2019 y enero de 2020 en Potrerillos y Uspallata y durante un buen tiempo de preproducción tuvo otro título, Reinas salvajes. Hay que agradecer que después de un tiempo tan considerable y de todas las postergaciones impuestas por la pandemia se la haya resguardado para promover su estreno en los cines. Hay que verla en pantalla grande para capturar en plenitud el poder de sus imágenes, una atmósfera inquietante (por más que alguna escena no haya encontrado la resolución más precisa) y su espíritu aventurero.
Crónica de un desenlace enunciado. El relato se inicia con una escena de la Dra. Carlota yendo a hacer difusión de su descubrimiento a un programa de televisión chabacano e impertinente, que no parece entender la trascendencia científica de sus logros. La escena produce un buen inicio del relato desde el punto de vista meramente pragmático: brinda un ritmo y un temperamento atractivo sobre el mismo, y hasta define en pocos trazos ciertos caracteres del personaje de Mercedes Morán. Sin embargo, el inicio resulta poco orgánico en relación al resto del desarrollo del relato. Como si los indicios anticipados, se descartaran una vez que se ha obtenido la atención del espectador sobre la trama. Y en cierto aspecto es un anticipo del principal problema que, a mi juicio, presenta la película en su conjunto. La primera secuencia del film, desde la aparición de Constanza en Colonia Vega, el encuentro y las primeras rispideces con Carlota, hasta el momento de salir a buscar a Freddy y sus secuaces, es realmente un logro. El director consigue orquestar los elementos y sus duraciones con precisión, resultando de ello una imagen poética de aridez y desolación, que será el escenario propicio para que se manifieste el conflicto entre Constanza y Carlota. Esta primera parte del relato, donde se desarrolla la tensión entre ambas mujeres, está excelentemente encarnada por las actrices, y muy bien desarrollada también por la puesta en escena y la dirección. Lamentablemente, este comienzo estético-conflictivo no tiene continuidad orgánica en el resto de la trama, y a ello se suma un proceso de desdibujamiento de la situación estético-dramática que el relato había conseguido en su haber. Por un lado, se desdibuja el conflicto entre las protagonistas, el cual se desplaza, de manera abrupta, hacia el conflicto entre las mujeres con el personaje masculino, quien adquiere una relevancia dramática imprevista. La presencia tan abrupta de Freddy, da la impresión de que el relato no supo cómo desarrollar este conflicto entre dos mujeres. Por otra parte, se desdibuja el personaje de Constanza. Resulta inexplicable que Constanza, de repente, pierda el carácter atrevido, audaz y frontal que exhibe en el comienzo, para pasar a desarrollar una línea de personaje completamente diferente, sumisa, titubeante. En términos narrativos, pasa automáticamente sin ninguna explicación de ser el oponente de Carlota, a ser una ayudante en su batalla contra Freddy. A esto se suma que la situación conflictiva de reemplazo no consigue desarrollar la misma fuerza que el conflicto primero, sobre todo porque el personaje de Freddy oscila narrativamente sin estabilizarse hasta el desenlace sus verdaderas intenciones. Incluso, el hecho que las intenciones de Freddy no se revelen hasta el desenlace, podría haber servido para que las mujeres siguieran desarrollando su vínculo conflictivo, y Constanza asumiera más contundentemente la hipótesis de que Carlota sería una drogadicta megalómana y paranoica. Pero como no sucede tampoco tal cosa, el conflicto se va desdibujando. Y este proceso de disminución del conflicto se fortalece, incluso por el aumento gradual de una previsibilidad en torno al desenlace, que hace imposible al espectador tener algún tipo de sorpresa respecto del verdadero hallazgo de la doctora Schönfeld-Müller. Desde el momento de la persecución hasta el final, todo empieza a revelarse muy gradualmente, como se arruina un chiste cuando se adelanta -sin ningún tipo de función (estética o narrativa)- la forma de su remate.
El cine argentino tiene una diversidad mucho mayor que la que los prejuicios quieren admitir. Entre sus muchas variables hay toda una línea que apuesta a una sensibilidad clásica fuera de toda moda o contexto. Una serie de películas que, como ocurre con Las rojas, no se enfoca en los lugares comunes de un ser nacional que no significa nada. Películas que podrían haber sido realizadas en otros países y en otras épocas. Incluso, aunque no había cine, podrían haber sido escritas en el siglo XIX. La película empieza con una prestigiosa pero poco simpática paleontóloga llamada Carlota (Mercedes Morán) entrevistada en la televisión italiana. Ha hecho un descubrimiento espectacular pero se pelea con el entrevistador que intenta armar un show con el hallazgo de los restos fósiles. Sus excavaciones e investigaciónes le han permitido que un enorme sector junto a las montañas en el oeste argentino se hayan convertido en un santuario al que nadie puede entrar. Pero ha pasado mucho tiempo y la fundación que la financia quiere saber qué pasa, sospechan que la doctora es una estafadora. Envían para controlarla a Constanza (Natalia Oreiro), paleontóloga enviada por la fundación que financia el proyecto, debe supervisar los trabajos de Carlota. Ambas mujeres entran en conflicto al instante. Cada una ve a la otra como su enemiga. Un tercer personaje aparece en escena: Freddy (Diego Velázquez), colega y rival de Carlota, que hace años intenta meterse en el territorio para robar los hallazgos de Carlota. La película mezcla western con cine de aventuras y sutilmente abandona la lógica contemporánea de los géneros para adentrarse en un verosímil de otra época. Hay muchas claves en la película que dejan entender que estamos bajo el paradigma narrativo del cine de los treinta y los cuarenta, aquellas películas realizadas en la época de los estudios, tanto en Estados Unidos como en Gran Bretaña. La escena inicial es clave para entender toda la película. Como una novela del siglo XIX, como si fuera una historia de Jules Verne, la protagonista es presentada como una científica apasionada y de mal carácter. Algo de su personalidad también recuerda al Profesor Challenger creado por Arthur Conan Doyle. Y a medida que avanza la trama se evoca el universo de Robert Louis Stevenson y Joseph Conrad. La fascinación del que llega de afuera y descubre a un personaje enigmático y peligroso, pero también brillante. Una especie de El corazón de las tinieblas con dos protagonistas femeninas. No es común en el cine argentino actual, pero tampoco de otros países, una película con esta particular sensibilidad. Aunque para ser justos no es una rareza absoluta, ya que en los últimos años varios cineastas han mostrado tener una gran cultura. enfocada en temas y autores alejados de la coyuntura o las especulaciones para estar a la moda. Es posible que Las rojas sea la más masiva de esta clase de títulos, lo que le otorga un valor extra por atreverse a explorar este tipo de narraciones, más allá del país donde haya sido realizada.
"Las rojas" , con Mercedes Morán y Natalia Oreiro: aventuras en la Cordillera Suerte de western sin espuelas ni territorios a conquistar, "Las rojas" conjuga la presencia de dos mujeres fuertes, decididas y autosuficientes y algunos apuntes vinculados con la ecología y su relación con las explotaciones comerciales. El cordobés Matías Luchessi debutó en la realización de largometrajes con Ciencias naturales (2014), en la que el empeño de una chica de 12 años dispuesta a superar los mil y un escollos con tal de conocer a su padre, de quien apenas tiene una chapita con el nombre de una empresa ya cerrada, funcionaba como mecha de ignición de un relato iniciático enmarcado en la zona de las Altas Cumbres de la provincia mediterránea. Su segunda película fue El pampero (2017), cuya premisa coqueteaba con el thriller y se nutría de apenas tres personajes encerrados en un espacio mínimo y cerrado como un velero afincado en el Delta del Paraná. Queda claro que Luchessi es de esos directores que piensan en el entorno como un elemento fundante del desarrollo narrativo, al punto de hacerlo funcionar como un personaje ubicuo. Y si se habla de la naturaleza como factor condicionante de la suerte de las criaturas de carne y hueso, el western es quizás el género que mejor ilustra esa relación. No parece casual, entonces, que el opus tres del cordobés se adscriba durante gran parte de su metraje en esa tradición. Pero en Las rojas –estrenada luego de mil postergaciones por la pandemia– no hay espuelas ni territorios a conquistar, sino un recorrido por los áridos suelos mendocinos en el que resuenan los ecos del presente a través de una mirada que conjuga la presencia de dos mujeres fuertes, decididas y autosuficientes y algunos apuntes vinculados con la ecología y su relación con las explotaciones comerciales. Dos mujeres muy distintas entre sí, obligadas a unir esfuerzos en pos de un bien mayor, como si se tratara de dos heroínas trágicas. Una de ellas se llama Carlota (Mercedes Morán) y es una reputada paleontóloga que descubrió restos fósiles que, de comprobarse su veracidad, cambiarían la historia de la disciplina, en tanto se trataría de un animal mitológico que uniría mamíferos y ovíparos gracias a su medio cuerpo de león y el otro de pájaro. El hallazgo la elevó a la categoría de estrella, por lo que cuenta con canilla libre para gastos y tiempos de investigación convenientemente laxos, además de un área cerrada de 12 mil hectáreas para una investigación que ha avanzado poco y nada en los últimos años. Entre sus pares cuchichean acerca un arreglo político entre ella y las autoridades que excedería los límites de la paleontología. Es por esa razón que viaja hasta el campamento Constanza (Natalia Oreiro), una colega de una ONG ambientalista que viene de pasar una larga temporada en África enfrentándose a problemas muy distintos a los que le esperan: la rudeza de Carlota, su carácter tiránico y la capacidad de hacer y deshacer a su antojo. Mientras ellas están en pie de guerra, a la espera de un paso en falso de la otra, afuera acecha un peligro mayor a la veracidad o no del descubrimiento, y es el que representa Freddy (Diego Velázquez, siempre notable, siempre contenido), a quien Carlota cataloga como un “ladrón de hallazgos”. El temor ante la profanación del supuesto lugar donde están los fósiles obliga a las mujeres a partir a caballo rumbo el pico montañoso referido en el título. Y allí se inicia una aventura durante la que la desconfianza dará paso primero al conocimiento mutuo y, con ello, a una camaradería que ni siquiera la aparente bondad de Freddy para con Constanza logra menguar. Filmada íntegramente en Uspallata y Potrerillos, Las rojas hace de la inhospitalidad geográfica casi marciana de esa región de la tierra del vino un ámbito ideal para la irrupción de lo sobrenatural, tal como ocurría en Muere, monstruo, muere, de Alejandro Fadel, nada casualmente rodada también en esa provincia. Esa posibilidad, en este caso, no es consecuencia de una situación particular sino una condición fundante, casi metafísica, del universo donde transcurre una película reposada y serena como todo viaje a tranco lento observado desde una montura.
Hoy nos toca hablar de Las Rojas, el nuevo film de Matías Lucchesi protagonizado por Mercedes Morán y Natalia Oreiro. Las Rojas sigue la historia de Carlota (Morán) y Constanza (Oreiro), dos paleontólogas en disputa sobre un trabajo de campo en el árido norte argentino que incluye un posible hallazgo de una criatura considerada mitológica. Las Rojas es una película con una premisa extraña, pero completamente funcional y, además, tiene un tono de western moderno y fantástico que no suele ser tan visto en la actualidad. Esta originalidad es sin dudas el punto fuerte de Las Rojas, pero también lo es el uso de la locación donde fue filmada ya que el paisaje se termina convirtiendo en un personaje más de esta historia. Otro punto a favor son las actuaciones, tanto Natalia Oreiro como Mercedes Morán se siente cómodas en sus respectivos papeles y se nota la buena química entre ellas, principalmente en las escenas en disputa, al principio dijimos que Las Rojas tiene mucho de western, vemos varios duelos intelectuales entre los personajes de Carlota y Constanza, y bueno, alguna que otra bala también hay. A su vez el toque fantástico le da frescura a una historia que sin eso hubiera sido demasiado básica. Si hay algo que le criticamos a la cinta y la extensión de ciertos planos, algo innecesario y que a veces se siente con intensión de alargar la duración de la película, este es un mal que suele verse demasiado en el cine nacional, no es que a priori sea algo negativo, sino que en su vislumbrado se nota pesado. Otra cosa a criticar es que hay ciertas inverosimilitudes en el personaje de Carlota, sin embargo, no es algo que opaque demasiado el resultado final. Las Rojas es una buena película que merece ser vista en la pantalla grande y es un buen ejemplo que cuando se quiere hacer cine de género nacional y de calidad, se puede. Por suerte es algo que estamos empezando a ver seguido en nuestras salas.
Se trata de un western, rodado en solitarios y montañosos paisajes (Uspallata y Potrerillos, en Mendoza), donde dos mujeres rivales se unen en contra de un inescrupuloso colega. Es un ambiente de paleontólogos. Descubridores de restos del pasado que generan un misterio que solo se revelará en el sorpresivo final. El film comienza con una escena de la televisión italiana, donde un conductor sensacionalista trata de sonsacarle con avidez escandalosa, los secretos a la investigadora que ha publicado un libro sobre la existencia de los hipogrifos, de existencia mitológica. Luego de esa escena ya estamos en clima, creado por el realizador Matías Lucchesi (Pampero) que escribió el guión con Mariano LLinas. Entre las dos mujeres de la historia, en esa soledad que puede engendrar las mejore y las peores acciones, está en disputa no solo una cuestión generacional o de prestigio profesional, sino la espera de un sentimiento solidario. Quien investiga y guarda secretos, quien controla desde lo administrativo y puede jugar bien o mal sus cartas. Y en el camino los valores, las creencias, el duelo eterno del bien y el mal. Mercedes Morán esta fantástica en esa mujer indomable y herida. Natalia Oreiro en una gran entrega para su rol, que se transforma. Diego Velázquez exacto en su encarnación de la ambición sin límites. Entretenido, de permanente tensión, el film se encamina hacia una resolución que no permite la indiferencia.
El prólogo de esta película de Matías Lucchesi (El Pampero, Ciencias Naturales) es un momento muy divertido en el que Carlota (Mercedes Morán) participa de un magazine de la tv Italiana sobre ciencia. El cruce con un típico conductor poco informado con la paleontóloga sudamericana es el resultado de un descubrimiento asombroso de una criatura mítica habría realmente existido y que Carlota asegura que estarían en la provincia de Mendoza, el lugar en donde el extraño animal vivió en algún momento de un lejano pasado. Después de ese momento de lucimiento de Morán, la película se instala en el lugar de la investigación y cambia el tono absolutamente. Carlota maneja una investigación en el medio de la nada y maneja a su equipo con un estilo particular y a ese lugar llega Constanza (Natalia Oreiro), otra paleontóloga como Carlota, que es enviada por la fundación que le viene pagando el trabajo Carlota para saber cómo se está gastando la plata y si realmente esa osamenta que se encontró justifican la inversión. La relación entre ambas no puede empezar peor, las dos son profesionales, las dos tienen personalidades fuertes pero Constanza tiene una misión que, rápidamente se advierte, para Carlota es una molestia. De todas maneras los problemas de ambas no se agotan en que la quieran investigar sus inversores, sino que hay además problemas locales. Las rojas es un western, con un guión del director y de Mariano Llinás, que se entregan al juego del género a pleno, ayudados por un elenco sólido que se compromete de lleno en hacer que la cuestión funcione. No hay muchas vueltas ni complicaciones innecesarias. El villano local se llama Freddy (Diego Velázquez) es un personaje oscuro y sibilino que quiere quedarse con el hallazgo paleontológico y el territorio donde se desarrolla la investigación. Constanza y Carlota empiezan mal pero a largo de la película la joven investigadora va a ir mostrando a través de sus acciones que su posición inicial va cambiando. No se puede contar más sin arruinar la experiencia del espectador, vayan a las salas a ver este western contemporáneo, con mujeres como protagonistas, que respeta todas las reglas del género y le agrega algunas sorpresas que valen la pena. LAS ROJAS Las Rojas. Argentina, 2021. Dirección: Matías Lucchesi. Intérpretes: Mercedes Morán, Natalia Oreiro, Diego Velázquez y Alberto Leiva. Guion: Mariano Llinás y Matías Lucchesi. Fotografía: Ramiro Civita. Dirección de arte: Gonzalo Delgado. Sonido: Catriel Vildosola. Edición: Pablo Mari y Pablo Barbieri. Musica: Hernán Segret. Producción: Rizoma, Patagonik y Cimarrón / Natacha Cervi, Juan Pablo Galli y Hernán Musaluppi. Distribuidora: Star Distribution. Duración: 92 minutos.
Polvareda, dos mujeres y un western. Sin dudas La Rojas, de Matías Lucchesi, es una película con una temática poco usual en el cine argentino. Una de aventuras, mezclada con western, pero sin la necesidad de recurrir a efectos especiales. Solo la presencia de un paisaje deslumbrante, una trama inteligente y buenas actuaciones, bastan para dejar bien parado al género. Todo comienza con una entrevista televisiva a Carlota (Mercedes Morán), una reputada paleontóloga argentina, que hizo un (parcial) hallazgo de un animal mitológico: el hipogrifo. Bastante cuestionada por la veracidad del descubrimiento, así como por sus métodos poco ortodoxos, la fundación que solventa sus excavaciones hace años decide enviar a una colega, Constanza (Natalia Oreiro), para que observe su trabajo. Ante la llegada de la intrusa al santuario natural, la tensión se palpa en el aire. Situación que con el pasar de los días se irá disipando, sobre todo ante la abrupta llegada de Freddy (Diego Velázquez), una especie de pirata de fósiles, y una amenaza para el tamaño tesoro. Las Rojas es una cinta que con pocos recursos, logra mucho. El paisaje montañoso imponente es uno más de los protagonistas porque refugia a todas las criaturas en sus laderas. A dos mujeres que subidas a una mula transitan el lugar; un vaqueano que defiende a morir el preciado hallazgo; al ambicioso ladrón de guante blanco; así como a los propios lugareños que se unen al ritual pagano que la tierra les ofrece. Todo un western contemporáneo: esta la vaquera que no traiciona su honor; el enfrentamiento con el villano, y el paisaje desértico, salvaje y desolado. También transita los tópicos de la aventura impulsada por un gran timing. La fotografía concisa, el excelente manejo de esa puesta en escena agreste y polvorienta, y el buen guion, hacen que nunca decaiga el interés que motiva a las acciones de los protagonistas. Tomen con delicadeza la pala y el pincel, porque estamos ante un verdadero hipogrifo del cine argentino.
Un western con impronta argenta. Dos mujeres muy diferentes entre sí, Carlota (Mercedes Moran), una reconocida y egocéntrica paleontóloga que hace un largo tiempo viene realizando un trabajo de campo en una sorprendente y bella zona mendocina, y Constanza (Natalia Oreiro), quien posee la misma profesión y viaja al lugar para realizarle una auditoría a su colega, son las protagonistas de la interesante historia que propone el director cordobés Matías Lucchesi en su reciente Las Rojas. Desde su primer encuentro la relación entre ambas será de mutua desconfianza y recelo. Carlota parece esconder detrás de sus descubrimientos fósiles otro tipo de intereses: tanto sea económicos como de prestigio al ganar un renombre en una profesión más que nada liderada por hombres. Y es esta postura altanera y hasta déspota lo que provoca el total rechazo de Constanza, quien tuvo que dejar un poco de lado un prometedor comienzo en su profesión, para trabajar en una fundación multinacional en tareas de tipo administrativas. La repentina llegada al lugar de Freddy (Diego Velázquez), justamente un hombre a quien Carlota cataloga como un ladrón de hallazgos, milagrosamente logrará unir a las mujeres, quienes emprenderán un viaje a lomo de caballo hacía el territorio montañoso dónde descansan restos fósiles que mucho tienen tanto de misteriosos como de mitológicos. En el género cinematográfico conocido como Western los paisajes naturales son protagonistas de las historias que se irán contando. Este es un elemento esencial en la iconografía del género. La aridez, su postura poco agraciada o hostil con el visitante y principalmente su majestuosidad lo vuelven un recurso clave en su desarrollo estético y narrativo. El director Matías Lucchesi parece comprender está premisa como mucho acierto y logra que los hermosos paisajes precordilleranos (la película se filmó en las localidades de Potrerillos y Uspallata, ambas situadas en la provincia de Mendoza) ayuden, compliquen o hasta desconcierten a estas mujeres fuertes e independientes, en su improvisado viaje, suerte de escape y a la vez de descubrimiento personal. Entre otras cosas, es destacable el gran trabajo en la fotografía de Ramiro Civita. También cabe mencionar que en 2019 otra realizadora argentina, Tamae Garateguy, hacía su acercamiento al western en Las furias, fábula de un amor imposible y leyendas autóctonas filmada con virtuosismo en tierras locales. Pero Las Rojas también toma recursos del relato fantástico, con una puesta en escena por momentos fascinante, y que refiere directamente al hallazgo por parte de Carlota de un animal prehistórico (con un cuerpo mitad de león y mitad de pájaro), aún no reconocido, un ser de dimensiones mitológicas y de allí la sensación desesperada de resguardarlo a toda costa. La trama retoma un tema común en el universo del director Lucchesi (que ya estaban presenten en su ópera prima Ciencias Naturales y su posterior El Pampero): la unión de dos personas diferentes debido a las adversidades que se presentan en sus vidas. El guión escrito en conjunto con el realizador Mariano Llinás demuestra un tipo de pensamiento certero y de observación de las protagonistas. Hace rato que la actriz uruguaya Natalia Oreiro viene demostrando su talento y carisma en la pantalla cinematográfica. En Las Rojas es muy notorio su gran oficio y entrega. Constanza, la paleontóloga a quien da vida, se muestra en primeras instancias como una mujer decidida, inteligente y de palabras firmes, para luego y con el correr de las circunstancias, mutar en otra más indefensa y llena de inseguridades. Mercedes Morán, otra magnífica actriz y de largo recorrido y trayectoria en cine, brilla también como Carlota, una persona muy segura de sí misma y con un fuerte propósito en la vida, que se irá develando en el correr del intenso metraje. He aquí una excelente y hasta audaz propuesta para nuestro cine argentino. Un relato que se atreve con el Western, el género cinematográfico por antonomasia, pero que también incorpora al cine de aventuras y fantástico, con dos protagonistas que deslumbran y con un resultado muy loable.
En su tercer largometraje tras Ciencias Naturales y El Pampero, Matías Lucchesi escribió junto a Mariano Llinás el guion de un western que tiene como protagonistas a dos mujeres en medio de la zona pre cordillera de Mendoza. Las rojas empieza con una escena curiosa. Un programa de televisión italiano entrevista a Carlota (Mercedes Morán), una paleontóloga argentina que asegura hallarse en posesión de restos de una criatura mitológica, una especie de grifo. Que no es un grifo, aclara ella una y otra vez, de mal humor y mal predispuesta desde el comienzo de una entrevista que termina abandonando harta de sentirse boludeada. Tras ese prólogo, se nos presenta a Constanza (Natalia Oreiro) que viaja hacia una zona andina donde la paleontóloga se encuentra instalada trabajando, un lugar al que no es fácil acceder y al que encima llega demasiado temprano. Constanza y Carlota no se llevan bien desde el primer minuto y sus miradas y fuertes posturas las muestran enfrentadas; Carlota quiere seguir trabajando tranquila en su proyecto y Constanza fue enviada para atender aparentes irregularidades. Pero la montaña y el hombre, en la piel de Freddy (Diego Velázquez), las va uniendo más allá de sus diferencias. Freddy y Carlota son enemigos y colegas y están detrás de lo mismo, algo que por el momento se encuentra bajo el poder de la mujer y el hombre le quiere arrebatar. Cada personaje sin embargo esconde más de lo que muestra. Si bien sucede en medio de la montaña, entre mulas y carpas algunas más cómodas y grandes que otras, hay cierta rusticidad y suciedad que le falta a una película demasiado prolija y calculada. Es una producción de grandes despliegues visuales y sonoros que de todos modos permite a sus reconocidas protagonistas que se luzcan en medio de un duelo actoral en el que ninguna desentona: una en el papel de la mujer experta y dominante, la otra más joven pero no por eso ingenua. Dos personajes con sus fortalezas e inseguridades. Sin embargo, el tono de la película es difícil de captar, desde esa extraña escena inicial que roza la parodia, pasando por el drama áspero hasta llegar a una resolución sorpresiva y apresurada que deja ganas de mucho más. Parecería que hay algo ahí que podría haberse explorado más con algo de riesgo; la presencia de Llinás se siente con más fuerza en ese acercamiento a lo fantástico con el que juguetea. En el medio, un interesante juego de personajes bien definidos y la latente sensación de peligro hacen de Las Rojas una película intrigante y entretenida que a medida que se sucede va perdiendo un poco de lo cautivante. Una producción atípica que viene a refrescar la cartelera con la importancia defender las riquezas de la naturaleza.
Un western en el que dos mujeres luchan por la verdad Hay varias lecturas que atraviesan “Las Rojas”, una puede ser la lucha de dos mujeres enfrentadas por defender la verdad, pero también cómo aparece la sororidad en las situaciones límite. La mejor manera de internalizar esta historia es tomando las dos miradas, que se entrecruzan todo el tiempo. Matías Lucchesi, el mismo realizador de “Ciencias naturales” y “El pampero”, trae en esta oportunidad el derrotero de dos paleontólogas que, en el medio de las montañas de Mendoza, van por todo. Una es Carlota (Mercedes Morán), quien hace diez años que está al frente de una reserva, en la que todos tienen el acceso prohibido, y en donde guarda con mucho recelo los restos fósiles de un animal mitológico mitad ave y mitad león. La otra es Constanza (Natalia Oreiro), quien llega a esa reserva, enviada por la fundación que costea los excesivos gastos de Carlota, para supervisar cuánto hay de verdad en el trabajo de esta colega. Las dos mujeres parecen mundos irreconciliables, no solo no tienen empatía, sino que se rechazan. Incluso Carlota la odia en un momento puntual. Lucchesi supo manejar muy bien la tensión dramática entre las dos al principio, pero luego se diluyó con el correr de la trama, en uno de los pocos puntos flojos de esta producción. Sin embargo, ese foco de tensión aparece logradamente cuando el centro de la escena lo ocupa Freddy (Diego Velázquez), otro paleontólogo que surge como el tercero en discordia, quien se quiere apoderar de Las Rojas, por lejos el secreto mejor guardado de esa reserva, y que conviene no spoilear en esta crítica. El filme está contado a manera de western, en una apuesta difícil para el director, pero que supo llevar a buen puerto. Primero porque los paisajes montañosos de Uspallata y Potrerillos en Mendoza le dieron la suficiente aspereza escénica al relato. Y segundo, porque la película tiene un giro al cine fantástico sobre el cierre que jerarquiza “Las Rojas”. Porque le da vuelo poético, le baja el precio a los que militan por las verdades absolutas y, de paso, pone en primer plano la solidaridad entre mujeres, un saludable signo de estos tiempos.
«Las Rojas» es lo nuevo de Mercedes Morán y Natalia Oreiro, un film ubicado en algún rincón recóndito donde hay unos cuantos secretos por excavar.
Rodada en los hermosos paisajes de Mendoza, específicamente en Uspallata y Potrerillos, se estrena la nueva película del cordobés Matías Lucchesi. Un género no tan transitado como el western nos invita a conocer a dos paleontólogas. La más experimentada es Carlota (Mercedes Morán) abocada a cuidar con recelo su más increíble descubrimiento: restos de un hipogrifo, animal mitad ave, mitad león. Para quebrar su paz y entorpecer su trabajo, llega la joven Constanza (Natalia Oreiro) dispuesta a investigar los turbios manejos económicos del grupo asentado en ese campamento en plena montaña desde hace diez años. Al comienzo la relación entre ambas es pura tensión, a medida que transcurren los días se verán obligadas a unir fuerzas debido a la llegada de Freddy (Diego Velázquez) un sujeto con intenciones poco claras que está unido al pasado de Carlota en lo personal y en lo profesional. La aparición de Freddy las obliga a moverse con el apoyo de la persona más cercana y confiable en la vida de Carlota, Isidro (Alberto Leiva). Juntos emprendarán el camino que lo llevará a recorrer bellos paisajes donde se destaca la fotografía de Ramiro Civita y una banda sonora impecable compuesta por Hernán Segret. A los rubros técnicos se suman grandes trabajos del dúo protagónico, dos mujeres diferentes que comienzan a necesitarse, y que tienen en Morán y Oreiro las intérpretes perfectas. Un film distinto a todos e interesante.
La arqueología del saber Ya se encuentra en cartelera Las Rojas (2021), la nueva película de Matías Lucchesi –Ciencias Naturales (2015) y El Pampero (2017)- que une por primera vez en la pantalla a las actrices Mercedes Morán y Natalia Oreiro, quienes logran un sólido y convincente dueto interpretativo. La acción se sitúa en la provincia argentina de Mendoza, en los escenarios naturales de Uspallata y Potrerillos, donde en un campamento alejado y de difícil acceso, Carlota (Morán), una legitimada paleontóloga, guarda un secreto. En sus épocas doradas Carlota ha sido reconocida por hallar los restos fósiles de aparentemente un grifo, una criatura mitológica cuya parte frontal es la de un águila gigante, con garras poderosas, y su parte posterior la de un león con patas fornidas y una extensa cola, cuyo descubrimiento comparte a cuentagotas con la comunidad científica. En dicho sentido, el guión escrito por Mariano Llinás y Lucchesi parece adherir a la hipótesis moderna que vincula el origen de los grifos a restos fósiles de criaturas prehistóricas, convirtiéndolos en seres mitológicos a falta de un referente real. Todo cambiará al llegar al campamento Constanza (Oreiro), una joven paleontóloga enviada por la fundación que financia el proyecto con el fin de supervisar y generar un informe sobre la investigación de Carlota, cuya reputación y desempeño actual son cuestionados. Al comienzo, debido a sus diferencias pragmáticas, metódicas y hasta generacionales, ambas mujeres tendrán un vínculo áspero, lo cual se transformará al incorporarse al escenario un tercer paleontólogo que completa el triángulo que forma el esquema actancial, Freddy (Diego Velázquez). A partir de allí se enfatizarán los elementos de este western local, en donde el personaje de Constanza oscilará entre la credibilidad y desconfianza de sus colegas. Este triángulo protagónico está compuesto por un dueto de mujeres belicosas, obstinadas, protectoras y bienintencionadas -nótese este juego del doble propio del cine tradicional, no sólo en cuento al género y la profesión sino porque ambas comparten la misma inicial en su nombre- que en contraposición es completado por Freddy, quien es definido peyorativamente por Carlota como un guaquero (ladrón de hallazgos). En la otra orilla en lo que atañe al género femenino de ellas, es la masculinidad la que representa en el film la amenaza y la codicia. Pero no todos los hombres son “malos”, también se encuentra Isidro (Alberto Leiva), un lugareño y aliado fiel de Carlota. La película logra mantener intrigado al espectador constantemente, quien, al igual que los personajes, quiere develar el misterio que existe en las montañas Las Rojas. Asimismo, la narración consigue sostener la tensión permanente entre los protagonistas. En dicho sentido, sin profundizar en un desenlace que no se desea desenmascarar porque posee un logrado y parpadeante efecto sorpresa, se puede aseverar que lo que a priori se creía enmarcado dentro del western y del drama incluirá también elementos del género fantástico, por lo cual no tiene sentido encasillar al film dentro de un género determinado. Por último, resulta interesante el juego que realiza Las Rojas respecto a la diferencia del saber entre Carlota y Constanza, siendo Carlota con su sabiduría empírea la que posee el conocimiento. Todo ello se potencia a través de la moraleja del desenlace, cuando Carlota manifiesta “¿viste que no sabemos nada?”. En consecuencia, se podría catalogar a Carlota como el personaje delegado del relato, es decir, la encargada de impartir la tesis social que expone una crítica del mundo materialista y su codicia, en favor del respeto por lo autóctono y la naturaleza. En conclusión, Las Rojas es una lograda, refrescante y seria propuesta del cine argentino que atrapa al espectador de principio a fin mediante una historia consistente y entretenida, pero a la cual quizás le falte un pequeño plus para conmover a largo plazo.
La flamante “Las Rojas” encierra un fuerte sustento ideológico para subvertir la noción del western como género masculinizado. Es de valorar la existencia de una película que corre el riesgo de salirse de toda fórmula y molde concebido. Filmada en Mendoza, en la zona de Uspallata, nos trae la fuerte presencia de dos personajes contrapuestos, quienes inesperadamente unen sus fuerzas. Poseedora de un guión clásico, estructurado y funcional a sus intereses, la historia nos sumerge en la tensión que se precipita entre protagonistas y antagonistas de turno. En un recóndito campamento en las montañas, los restos fósiles de un animal mítico descubierto constituye apenas la punta del iceberg. Detrás, emergerán las oscuras intenciones de un rival de poder que amenaza con destruir el territorio y sus cualidades naturales. El duelo actoral entre Mercedes Morán y Natalia Oreiro sostiene una obra de riqueza visual en paisajes evocativos. “Las Rojas” coloca todo su peso emocional sobre el dilema de dos adversarias que representan una revelación mutua de valores, a medida que ven su vínculo transformarse. Matías Lucchesi indaga en dos modos disímiles de transitar una pasión. La historia, guionada a cuatro manos entre el propio Lucceshi y Mariano Llinás, accede a cierto nivel mitológico-fantástico que no termina de resultar del todo homogéneo en su resolución, sin poder encontrar una clausura favorable. Las interpretaciones lucen fuera de tono acercándose a un abrupto desenlace, acumulándose diálogos forzados. De repente, pareciera que el film perdió el rumbo por completo, sin poder cumplir con el listón establecido por sus pretensiones estéticas y conceptuales una vez comenzado.
Reseña emitida al aire en la radio.
Wéstern con Oreiro y Morán La película acaba de estrenar en los cines, con dirección del cordobés Matías Lucchesi. La tercera película del cordobés Matías Lucchesi fue filmada en la Cordillera mendocina y, al igual que sus dos anteriores, en Las Rojas el entorno es otro personaje que no solo encuadra el relato, sino que impone el estado de ánimo general. Las Rojas se enmarca dentro de una tradición: el wéstern, género muy inusual en el cine nacional, y más aún cuando sus protagonistas son dos personajes femeninos. Los roles de Mercedes Morán y de Natalia Oreiro son tan fuertes que, por momentos, desconciertan, en el mejor de los sentidos. Dos mujeres avasallantes, firmes y profesionales que, a su vez, confrontan entre sí. La película comienza con una entrevista en la TV italiana a Carlota (Mercedes Morán) en el programa Ciencia hoy. El entrevistador, impreciso y superficial, le pide simpleza en el relato a la paleontóloga y usa términos como “bestia” o “animalito” para referirse al valioso hallazgo de restos fósiles de una especie parecida a un hipogrifo, un animal mitológico, mitad ave, mitad león. Ella, ofuscada, después de confrontar al periodista, se levanta y abandona el programa. Así se introduce el carácter de la protagonista y la importancia del hallazgo, que será central en el resto de la película. Volvemos a ver a Carlota, esta vez en un campamento en el medio de las montañas mendocinas, muy a disgusto por la llegada de Constanza (Oreiro), enviada por la misma fundación que financia las actividades que se llevan a cabo en el lugar. El rol de Constanza es desagradable, y pone en duda la veracidad del hallazgo y la transparencia en el manejo de los fondos destinados para la investigación. Rápidamente, la película pasa a otra cosa y comienza el viaje. Una calma aventura hacia Las Rojas, el lugar donde se esconde el secreto celosamente cuidado. La dirección de Lucchesi resulta crucial en este filme, que tiene sus antecedentes en las dos películas anteriores del director: Ciencias naturales (2014), una aventura por las montañas del norte argentino, y El pampero (2017), donde trabaja con más intensidad el suspenso, el tono que también ilustra esta película. Todo funciona bien en Las Rojas y vale mucho la pena verla en pantalla grande.
ACÁ HAY AVENTURA ENCERRADA NdR: No revela el final, pero se dan algunas pistas del desenlace. Carlota (Mercedes Morán) es una paleontóloga tan genial como díscola. Así podemos verla en el prólogo de este film, cuando entrevistada en un programa sobre ciencia de la televisión italiana, se termina peleando con el conductor que pretende montar un showcito del descubrimiento que hizo la mujer: en tierras argentinas, Carlota encontró los restos de lo que parecería ser una criatura antigua, casi una figura mitológica que cambiaría para siempre la paleontología y los discursos científicos, incluso a la humanidad. Es una escena extraña, extemporánea, que no se parece en nada al resto del relato: apela a un humor casi bufonesco, en un tono que será erradico el resto del metraje. Pero no es lo único: incluso se ve falso, algo que no se condice con lo que sigue, narrado con bastante rigurosidad por parte del director Matías Lucchesi. Un comienzo en falso de una película que luego mostrará mejores cartas, pero que también nos siembra la duda respecto de cuál de todas las películas que se narran aquí dentro es Las Rojas. El título, Las Rojas, forma parte de un juego de palabras intencionado. Por un lado es el lugar al que las protagonistas se dirigen, donde se guarda el gran secreto de la película, un espacio casi mítico que el guion edifica de manera bastante eficiente. Pero por otro lado es casi una apelación política a cierto espíritu de las dos mujeres, Carlota y Constanza (Natalia Oreiro), entendiendo lo rojo como representativo de lo militante y lo combativo. Constanza es una antropóloga que envía la fundación para la que trabaja Carlota con el fin de controlar los gastos excesivos y el secretismo con el que la mujer trabaja, y la que tendrá el arco dramático más completo. Ahí nuevamente lo político, la confrontación entre la mirada puramente económica y la pasional-vocacional. Lo curioso es que ese subtexto político se irá perdiendo progresivamente (por contexto geográfico el film nos lleva también pensar a conflictos ancestrales de esas tierras) a la vez que surgen un par de movimientos del relato que llevan hacia dos territorios reconocibles por el cine clásico: el western y la aventura. Para lo primero, Lucchesi se vale del espacio y la geografía, y una música incidental que lo grita a los cuatro vientos; y para lo segundo, de una construcción de personajes monolíticos, con roles bien definidos entre lo heroico y lo villanesco (notable la breve, pero fundamental, presencia de Diego Velázquez). Ahora bien, Lucchesi (y su guionista Mariano Llinás) entienden que la aventura está ahí latente, pero la encapsulan. Las Rojas nunca se suelta y en contrapartida apela a una conceptualización de los géneros cinematográficos que los vuelven reconocibles, pero nunca sentidos. Como si todos estuvieran dando una lección memorizada de cómo debería ser una película de aventuras. Y eso se adivina hacia el final, cuando lo fantástico se vuelve tangible y uno no puede dejar de pensar en Shyamalan en el manejo de la escena clave de Las Rojas. En el director indio, lo fantástico siempre aparece como elemento subordinado a la realidad espesa de sus películas. Sin embargo, cuando se representa, se representa. Y no teme en tirarse de cabeza, aunque pueda quedar en ridículo. De ahí parte del encanto de muchas de sus películas fallidas, como por ejemplo la subvalorada La dama del agua. En Las Rojas hay un amague, un rapto de virtud, pero también una corrección inmediata, como si el ensanchamiento del universo que propone esa revelación fuera demasiado para las intenciones más humildes de esta película correcta. Uno entiende que está todo bien en Las Rojas, pero que esa comodidad en un tono medio es también su peor defecto.
Lo de Las rojas es loable en más de un sentido. Primero, por incluir un elemento fantástico y optar por la aventura y el paisaje para narrar lo que desea: aquí, lo que comienza como competencia entre dos paleontólogas en pos de un mítico animal termina en una cruzada contra un “villano” con intenciones que van más allá de lo cientítico. Lo segundo, tratar la solidaridad entre mujeres de un modo no declamativo, a partir de un interés común que lo vuelve más universal. Tercero, aprovechar la naturaleza como reflejo de las ideas de la trama. Por cierto, no es una película perfecta: hay aún un desfase entre las costumbres actorales y el uso del cuerpo o la distancia para narrar. No es un problema de las actrices, que están realmente muy bien, sino de la infrecuencia de este tipo de relato en el cine argentino. Pero son muchos más los aciertos que las fallas. Un paso interesante para el realizador de Ciencias Naturales y El Pampero.
Las Rojas es un filme valiente, se mete donde otros no se hubieran animado, por fuera puede parecer más de los mismo del cine nacional argentino, pero por dentro es un filme que sorprende, una especie de neo western mezclado con drama, y algo más, que a pesar de tener un ritmo relativamente lento, mantiene la atención continuamente, sube la tensión y se pasa muy rápido, en ese sentido es notable. Con una dirección lograda, buenas actuaciones, un guion solido, todo funciona; logrando un producto de primer nivel, que además tiene la capacidad de sorprender, lo cual no es poco. Recomendada. La crítica radial completa en el link.
Ya desde las notas de prensa vinculadas a su rodaje se hablaba de Las Rojas como de un western protagonizado por mujeres. Y el tercer largometraje de Matías Lucchesi (Ciencias naturales, El Pampero) no defrauda. La aridez del desértico paisaje mendocino de Uspallata y Potrerillos, en cuyas locaciones se rodó el filme, le dan el marco ideal a este relato de aventuras. El filme cuenta la historia de dos paleontólogas: por un lado, está la prestigiosa Carlota (Mercedes Morán), una científica reconocida que custodia el hallazgo más importante de su carrera: los restos fósiles de un hipogrifo, animal mítico mitad ave mitad león de cuya existencia no se tenía certeza. La otra es Constanza (Natalia Oreiro), quien llega al lugar de las investigaciones enviada por la fundación que la financia. Ella tiene el objetivo de supervisar los trabajos de Carlota y la manera en la que ella ejecuta el cuantioso presupuesto que le asignan. En esta oportunidad Lucchesi no cuenta con Gonzalo Salaya, su socio habitual a la hora de sentarse a escribir el guion. Ese lugar le está reservado en Las Rojas a otro trabajador audiovisual con particular predilección por la aventura, Mariano Llinás. Y el resultado es más que positivo, uno de los secretos del éxito de este filme radica en su libro cinematográfico. Ya que dota a este relato de un ritmo trepidante. Desde el momento en el que Constanza baja del micro hasta el final del largometraje el filme propone intrigas pequeñas pero constantes que movilizan la acción. Esto, sumado a las estupendas actuaciones, una cuidada fotografía a cargo de Ramiro Civita (Picado fino, El invierno) y un montaje preciso que sostiene la fluidez del filme hacen de Las Rojas una gran aventura y a su visionado una experiencia realmente placentera.