Las ventajas de ser invisible es mucho más que otra película de adolescentes, con la cual más de uno se sentirá reflejado o identificado. La historia es muy rica ya que no es la típica película juvenil tonta que cuenta los primeros pasos en el amor y el sexo sino que aborda en forma más compleja muchísimos temas como los conflictos familiares, el abuso sexual, las primeras citas, la homosexualidad...
La secundaria. Ese gran semillero de personalidades y situaciones que nos marcan es el foco principal tanto del libro como de su adaptación cinematrográfica, ambos escritos de puño y letra por Steven Chbosky. Con mucha autobiografía de por medio, este se lanza al ruedo cinéfilo de una manera brutal y avasallante, al contar una historia conocida con muchos matices, personajes entrañables y una banda de sonido como pocas que hacen que el viaje de Perks of Being a Wallflower sea único. Esta gira alrededor de Charlie, un adolescente sumiso y callado que comienza la tan temida nueva etapa escolar. A todas luces es un bicho raro, es diferente al resto, y su profesor de Literatura lo identifica enseguida. Cual si fuera un imán, el joven se ve atraído irreversiblemente a socializar con el chico más extraño de la secundaria, y es así como comienza una amistad con Patrick y su hermosa hermanastra Sam, un vínculo que pasará las mil y una, pero que los hará crecer y aprender los unos de los otros mientras viven un año que los marcará para siempre. Hay que concederle que no es la trama más original del mundo, pero las problemáticas que explora Chbosky no sólo son cruentas y difíciles, sino que también excelentes, como la homosexualidad y la homofobia, la depresión, el suicidio, el abuso y el primer desamor, entre otras. Considerando el material a tratar, que se vuelve increíblemente oscuro mientras pasan los minutos, es para aplaudir que el director se haya mantenido íntegro a su propia creación literaria y su visión no se haya visto comprometida. Perks nunca deja de sorprender, y todas las vivencias y malfortunas de los personajes se ven a través de los ojos del trío protagónico, una elección magistral que demuestra el potencial que tienen estos jóvenes. Primero tenemos a Logan Lerman, el eterno cara bonita que sorprende con su madura interpretación del tímido Charlie, o también a la belleza hepburniana de Emma Watson, que egresó de Hogwarts con el mayor mérito y demuestra que el corte estilo pixie le queda de maravillas y el pedigree actoral que tiene es insuperable. Sin embargo, la revelación es Ezra Miller, quien se roba todas y cada una de las escenas con su extravagante y extrovertido Patrick; un personaje muy conflictuado que no tiene un pelo en la lengua. Si algo confirma el film, es que se consolida como una digna sucesora de las películas del inmortal John Hughes. Sabemos que la acción transcurre en lo que serían los '90, aunque la fecha nunca es esclarecida, dando a entender que la historia puede ocurrir en cualquier momento y en cualquier lugar: es una historia de crecimiento universal. Hay que sumar además una banda de sonido para el infarto -suenan desde David Bowie hasta The Smiths pasando por New Order y Sonic Youth- en lo que se conforma como un verdadero viaje noventoso. Fuerte tal cual es, Perks se guarda una sorpresa llegada al final, una bomba de relojería que estalla justo en el momento cúlmine y genera uno de los momentos más conmovedores de la película. Para cuando Heroes de Bowie comienza a sonar, uno sabe que el viaje está terminando, pero el ambiente se siente raro. Seas grande y el bicho de la nostalgia te haya picado o un adolescente viviendo todavía la secundaria, es imposible no sentirse identificado con alguna situación vivida por los personajes. Después de todo, ser adolescente marca.
Amor invisible Las ventajas de ser invisible (The Perks of Being Wallflower, 2012), dirigida por Stephen Chbosky, está basada en la novela epistolar del mismo nombre y resulta ser una película juvenil que mezcla adecuadamente el drama y la comedia con lo psicológico, llenando de vida a sus personajes. Una película de iniciación. Es el año 1990 y Charlie (Logan Lerman ) ingresa a la secundaria en una escuela nueva para él. Es su primer año y como tal, tiene que pasar las penurias de ser el nuevo. Es muy tímido y por eso no tiene amigos. Además debe soportar que algunos lo traten con hostilidad por verlo también como el raro. Y no puede conectarse con otros chicos porque su mejor amigo se ha suicidado y Charlie ha quedado impactado, tanto que escribe cartas a ese amigo muerto. Entonces toda la película se organiza con la voz en off de Charlie que escribe las cartas. Y ahí cuenta sobre su vida solitaria y su relación con sus padres, hermanos, profesores y de sus primeros días en la secundaria hasta que conoce a Sam (Emma Watson) y a Patrick (Ezra Miller), dos hermanos que están en su último año y que se están preparando para postular a la Universidad. Ambos romperán con la vida apaciguada de Charlie quien, a pesar de las diferencias de edad, se enamora de Sam. Sin embargo todos (sobre todo Charlie) esconden secretos y trastornos psicológicos que poco a poco irán aflorando. Es interesante como la película se llena de ese aire literario, producido por el punto de vista siempre en Charlie, y aún cuando la película entra en tópicos como las drogas, fiesta, descontrol, baile de graduación, juego del amigo invisible; nunca pierde alprotagonista y su percepción del entorno. Incluso muchos puntos de giro del guión en lugar de solucionarse como sucede en las comedias románticas, cambian de manera opuesta hacia el drama. Igualmente se presentan temas polémicos que son tocados de manera sutil. Aunque no todo es trágico: hay mucho humor y sentimentalismo en el trío de Charlie con Sam y Patrick que se llevan la película por delante, sobre todo con una gran escena en que los tres viajan en una camioneta por un túnel en medio de la noche. Y a pesar de sus problemas se tiene compasión por ellos. Precisamente un evento de su niñez hace que Charlie mezcle imágenes entre recuerdo y sueño -donde la realidad se enrarece- pero sin perder ritmo ni agilidad. Y es sorprendente la conexión que se genera entre Charlie y Sam: Lo que ambos experimentan solo puede catalogarse como un amor invisible y literario. Una película muy viva en cuyo final se tiene la sensación de dejar épocas de juventud que, si bien son dramáticas, llenas de amor y de felicidad, siempre se terminan.
Rebelde sin causa con James Dean es a los dramas de angustia adolescente lo que El Padrino a los filmes de gángsters. Aquel film de 1955 es tan grande que lo mirás hoy y los temas que trata siguen teniendo una relevancia absoluta en estos días. Pueden cambiar los gustos musicales y las vestimentas pero los problemas y miedos que se enfrentan al transitar la etapa del secundario son universales y por eso el clásico de Jimmy Dean es eterno. Ahora bien, así como la aparición de El Padrino no impidió que se hicieran otras obras maestras de ese género como Buenos Muchachos y la subestimada Donnie Brasco, (Johnny Depp), los dramas sobre adolescentes también brindaron con el tiempo producciones memorables. Algunos ejemplos icónicos son El club de los cinco (1985), Say Anything (1989) y Suban el volumen (1990). Películas de este estilo desde entonces se filmaron a patadas pero son pocas las que pueden estar a la altura de esos títulos. Si La importancia de ser invisible va a marcar a una generación de adolescentes como lo hicieron en su momento aquellos filmes mencionados es algo que lo va a determinar el tiempo y no los elogios exagerados de la prensa. Este estreno ofrece una muy buena película para disfrutar en el cine pero tampoco es una obra maestra sin precedentes. La primera parte de la trama reúne todos los clichés posibles de las historias juveniles que transcurren en la etapa del colegio secundario. De hecho, no existe un solo elemento de este film que no haya sido retratado en la bizarra serie de televisión Comando especial, con Johnny Depp. Depresión, suicidios, drogas, homosexualidad, abusos sexuales, etc. Faltó que apareciera Tom Hanson (Depp) corriendo a un traficante por los pasillos del colegio y la hacían completa. Sin embargo como la trama es musicalizada con temas de The Smiths y The New Order parecería que la película es más cool y profunda. En lo personal creo que es una muy buena producción estrenada este año pero tampoco hay que vender humo. Si te dejás llevar por algunos elogios exagerados de la prensa norteamericana parece que es la única película que se hizo con este tema y no es así. El film fue dirigido por Stephen Chobsky quien adaptó su novela homónima en el cine. Las ventajas de ser invisible se vuelve realmente interesante cuando Chobsky en la trama abandona el típico melodrama de Dawson´s Creek para centrarse en la salud mental del protagonista que le da un giro distinto a este relato. En ese momento este film deja de ser un deja vu de cosas que se vieron en el pasado para adquirir identidad propia y encarar este tipo de historias desde una óptica diferente. Una cuestión que encima se vio influenciada por las tremendas interpretaciones de los protagonistas. Logan Lerman (Los tres mosqueteros) está increíble en el rol principal y acá demuestra que es un joven con talento que tiene mucho para dar en el futuro. Ezra Miller, que brilló en Tenemos que hablar de Kevin sorprende con un personaje completamente distinto que sobresale en la historia y aporta muy buenos momentos de humor. Esa versatilidad que tienen las actuaciones de Lerman y Miller demuestra claramente que estos chicos son actores en serio y no un invento de Hollywood como el reparto de Crepúsculo. Emma Watson también está muy bien en su rol aunque en mi caso me costó un poquito comprarle el personaje de ex chica promiscua. Para los fans del terror hay una loca participación del maestro Tom Savini (Dawn of the Dead) que tiene un lindo rol secundario. Si bien “Nación Prozac”, de Elizabeth Wurtzel es un libro mucho más representativo de la cultura adolescente de los ´90 , esta obra de Stephen Chobsky es dentro de toda una historia decente que se disfruta más que nada por el trabajo de sus protagonistas y se destaca entre los estrenos de esta semana.
Sobrevivir la adolescencia Ser adolescente es complicado. Pero para Charlie (Logan Lerman), su comienzo en la nueva escuela es aún peor. No tiene amigos, ni sabe cómo hacerlos. Tiene 16 años, y ya carga con algunas heridas del pasado. Casi como perrito faldero se acerca a Patrick (Ezra Miller), y así conocerá a su hermanastra, Sam (Emma Watson), que se darán cuenta de la situación de Charlie y lo recibirán en su grupo de amigos. Bajo la apariencia de una simple película para adolescentes, Las ventajas de ser invisible toca temas que trascienden esa época. Nada es tan maniqueo como en los telefilmes de Disney. El sufrimiento no es exclusivo de los menos “populares”, y el paso por la escuela secundaria es un trago semiamargo tanto para los más ignotos como para quienes tienen su grupo social armado. Con un guión que maneja magistralmente la dosificación entre humor, ternura, drama, romance y la intriga sobre ese acontecimiento del pasado, estos chicos de espíritus atormentados pero que luchan por sobrellevar las circunstancias lo mejor posible, hablan también a los adultos. Será muy fácil empatizar, y quizás hasta identificarse, como le sucede al profesor de literatura que interpreta Paul Rudd, quien se acerca a Charlie desde el primer día a través de los libros. Si bien la tónica del filme es “indie”, es claro que la productora (la misma de Juno, entre otras), apostó a captar un público más amplio. No sólo lo demuestra la presencia de Emma Watson, que supo elegir un proyecto interesante para despegarse de su rol como Hermione en la saga de Harry Potter, sino unas cuantas caras muy televisivas en los roles secundarios. Sin embargo en lo actoral se destacan Ezra Miller (conocido por su rol en Tenemos que hablar sobre Kevin), y Logan Lerman. Y como suele suceder en las películas independientes, la banda de sonido es perfecta para brindarle una atmósfera particular a la historia. Canciones bien elegidas, colocadas en el momento justo para destacar determinada sensación pero sin manipular al espectador. Escrita y dirigida por Stephen Chbosky (que adaptó su propia novela), esta película logra transmitir la angustia esperanzada de la adolescencia a quienes la están viviendo, pero también a quienes la vivieron.
Juventud ¿divino tesoro? Un joven elenco se destaca en esta gran comedia dramática. Es, si se quiere, una película sobre la adolescencia, el primer amor, la identidad sexual, las drogas, las amistades duraderas y el no saber qué hacer cuando se está atravesando esa etapa matriz de la vida. Las ventajas de ser invisible es todo eso, pero pese a querer abarcar tanto, no resulta sobrecargada ni confusa, sino una bocanada de aire fresco sobre un momento que, al director, le significó algún que otro disgusto. Stephen Chbosky publicó en 1999 The Perks of Being a Wallflower , sobre su paso por la secundaria, cuando alumnos mayores a él lo cobijaron y lo guiaron por la vida. Las heridas que ciertas emociones dejan en algunos adolescentes parecen repercutir en Chbosky, cuyo alter ego, Charlie (Logan Lerman), viene con una mochila pesadita. El contenido se irá descubriendo con el correr de la proyección, lo mismo que la de Sam (Emma Watson, que con cada filme demuestra su crecimiento como intérprete) y su hermanastro Patrick (Ezra Miller, el hijo psicópata de Tilda Swinton en Tenemos que hablar de Kevin ). Que Charlie queda perdidamente enamorado de Sam es tan entendible como que Patrick no oculte que es gay, y que su franqueza para afrontar las cosas -y los problemas- le deparen a Charlie como una Guía Peuser por el camino de la vida. Chbosky mira a sus personajes sin condescendencia, en una etapa en la que el verbo crecer trae aparejadas muchas interpretaciones. Y lo hace con una mezcla de nostalgia, candor y algo agridulce. No todos los compañeros de Charlie son buenos con él -que es un poco inocente e inexperto en varios órdenes de la vida-, y el guionista y realizador le otorga a personajes secundarios, como el profesor que compone Paul Rudd, un sostén estimable. Las ventajas… es un filme en el que las actuaciones están muchas veces por encima de los diálogos o las situaciones que los personajes deben desafiar. Y así, si bien el protagonista es Lerman - Percy Jackson , también visto en Número 23 y en El tren de las 3.10 a Yuma - es difícil no estar atento a lo que dice, hace o deja de hacer Miller. Ventajas de no parecer invisible.
Bastante más allá de los estereotipos No es fácil escribir o filmar una historia sobre la adolescencia (con su carga de angustia, de inseguridad, de contradicciones) que no caiga a esta altura en lugares comunes a la hora de explorar cuestiones como el bullying en la escuela secundaria, la crisis de identidad o la inevitable complejidad de la iniciación sexual. En ese sentido, esta ópera prima de Stephen Chbosky -basada en su propia novela autobiográfica, que fue comparada, con algo de exageración, con El cazador oculto , de J.D. Salinger- retoma muchos de esos temas. Puede, por lo tanto, que no sea un film "novedoso", pero esas experiencias en muchos casos extremas (coqueteo con la locura incluido) están contadas con una intensidad y una pasión que le permiten trascender sus convencionalismos y estereotipos (que los tiene). Retrato generacional sobre una tribu urbana en la Pittsburgh de 1991 que remite al lema de sexo, drogas y rock and roll, Las ventajas de ser invisible describe las desventuras de Charlie (Logan Lerman), un melancólico chico de 14 años que carga unos complicados traumas por abusos infantiles y trata de pasar lo más inadvertido posible cuando ingresa al colegio. Su salvación serán la literatura (con un profesor interpretado por Paul Rudd que lo ayuda en su formación) y un grupo liderado por dos hermanastros que están a punto de graduarse (Ezra Miller y Emma Watson), quienes lo "adoptarán" y lo acompañarán en diversos rituales iniciáticos. La película alterna escenas de gran sensibilidad aun dentro de los parámetros de la comedia romántica mainstream con otras que están al borde del ridículo y del mal gusto (como los flashbacks que reconstruyen la relación del protagonista de niño con una tía), pero aun con sus desniveles, con su dependencia de los temas musicales (Sonic Youth, Love and Rockets, Pavement, New Order y, sobre todo, The Smiths y David Bowie), la convicción de Chbosky y de sus notables intérpretes lo transforma en un más que atendible retrato de las frustraciones, heridas, códigos, alienaciones, sueños y aprendizajes de la etapa adolescente.
Modosa y típica Al ver Las ventajas de ser invisible no es fácil entender por qué el libro en que se basa es de culto desde hace más de diez años. Tal vez el autor de esa novela, Stephen Chbosky, escribe mejor de lo que dirige. En pantalla, The Perks of Being a Wallflower (título original) peca de una modosidad que es un poco la del protagonista, un chico tan tímido que ni cuando tiene la respuesta correcta levanta la mano en clase, para que los compañeros no le tomen bronca. Al hacer desaparecer todas las marcas personales, Las ventajas... reitera todos los tics y clichés de los relatos de iniciación: el protagonista sensible, que aspira a escritor; los pesaditos del cole que se la agarran con él; la chica linda que aunque tiene novio le echa el ojo, de tan sensible que lo ve; el profe de Literatura (siempre es de Literatura) que lo toma como su favorito; los primeros besos y los primeros ácidos. Como es una historia de iniciación contemporánea, a todo eso se le encaja una historia de abuso familiar que parece arrancada de otro relato. ¿Será mejor la novela? A quien quiera averiguarlo no le faltará ocasión: acaba de editarse en la Argentina. No es que le falte drama al protagonista, Charlie (Logan Lerman, rotundamente inexpresivo), quien en cuanto la película empieza informa que el mejor amigo se suicidó y que él acaba de salir de una internación psiquiátrica. Del amigo y del suicidio no se sabrá más nada. El motivo de la internación es la carta que el casi impronunciable Chbosky (con antecedentes como productor de cine y televisión y guionista de la falsísima Rent, los bohemios) se guarda para el final. El problema es que antes de que llegue la revelación, pasada la hora y media de película, no hay ninguna clase de suspensión, ni en el protagonista ni en el relato. El Charlie de Logan (o de Chbosky) no es un pibe traumatizado, sino ese wallflower del que habla el título: el que juega a ser invisible, no sea cuestión de que los demás se enteren de su existencia. El truco es, claro, que van a venir en su rescate los chicos piolas del cole (sobre todo un chico gay, tan refinado y malicioso como un Rupert Everett en chiquito) y la chica linda: Emma Watson, la Hermione de Harry Potter. Así cualquiera es un wallflower. La modosidad no se manifiesta sólo en el respeto por el canon de la película de high school, sino sobre todo en el tono de la película, que también es como que quisiera pasar inadvertida, como Charlie. En el caso de este crítico, lo logró. Típico es también el recurso de colocar estratégicamente en el elenco a actores adultos de cierto nombre, para que funcionen como gancho. Dylan McDermott hace del padre de Charlie, Paul Rudd del profe bueno, Melanie Linskey (una de las Criaturas celestiales de Peter Jackson, la memorable vecina metida de Two and a Half Men) de la tía compinche (pero ya se verá) y a Joan Cusack es como que la llamaron de apuro cuando la película se estaba terminando, para que viniera e hiciera de psiquiatra comprensiva. Ah, a Chbosky le da por usar unos filtros flou totalmente demodées, tal vez para representar que la historia transcurre en el pasado (se supone que se trata de un recuerdo autobiográfico).
El autor de la famosa novela también es el director, Stephen Chbosky. Para contar el mundo de un adolescente perturbado cuyo único amigo se suicidó y que arrastra un secreto de familia terrible, utiliza el método del relato con un protagonista asustado ante el mundo real, que encuentra a dos amigos entrañables: los encarnados por Emma Watson y Ezra Miller, talentosos actores con el correcto Logan Lerman. Emoción, descubrimiento, humor.
La eterna aventura de crecer Hubo un buen libro, ahora hay un atractivo guión, bien diseñado desarrollo con situaciones creíbles, música atractiva y ritmo contagioso. Este es un filme basado en una novela exitosa de Stephen Chbosky, que habla sobre los problemas de los adolescentes y ubica la acción en Pittsburgh, durante la década de 1990. Charlie (Logan Lerman) es el introvertido protagonista que trata de superar conflictos familiares y ubicarse en el primer año de su secundaria. Por supuesto que es un mundo nuevo, muy distinto del que proviene y que supone un desafío. La muerte de su amigo, la no dependencia de los padres trae una independencia social, que difícilmente pueda alcanzar solo. El suicidio de su compañero lo afectó y necesita urgentemente formar una red que lo contenga. Por suerte aparecen los medio hermanos Patrick (Ezra Miller) y Sam (Emma Watson). La tabla de salvación de Charlie está a la vista. UN BUEN GUION "Las ventajas de ser invisible" es una atractiva comedia sobre problemas de la adolescencia y las posibilidades que brinda el entorno para sobrevivir. Presiones emocionales, acoso sexual, miedo a no integrarse, aceptación de la homosexualidad, violencia, alcohol, drogas. Un mosaico intimidante ante el que los pares serán una contención invalorable para cualquier evolución posterior. Hubo un buen libro, ahora hay un atractivo guión, bien diseñado desarrollo con situaciones creíbles, música atractiva y ritmo contagioso. Y fundamentalmente muy buenas actuaciones, especialmente de Ezra Miller (Patrick), el recordado actor de "Tenemos que hablar de Kevin", donde el ahora divertido Patrick enloquecía no sólo a su familia. En cuanto a Sam (Emma Watson), su media hermanita en la ficción, que hizo el papel de Hermione en "Harry Potter", muestra ductilidad en su nuevo personaje junto con Logan Lerman (Charlie), el tecladista del grupo Indigo.
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La cinta estelarizada por Logan Lerman (Percy Jackson), y Emma Watson (de la sega de Harry Potter) retrata las complejidades de madurar con gracia, humor y sensibilidad. Una cinta que conmueve desde su sinceridad, y que permite descubrir el mundo de los adolescentes desde la mirada de los propios protagonistas.
Buen elenco y un par de escenas logradas Basada en su propia novela, el director Stephen Chbosky cuenta en tono de comedia dramática la historia de un novato sin amigos en el secundario -su mejor amigo se suicidó un año atrás-, tomado bajo la protección de un chico y una chica más grandes que lo ven completamente perdido. El protagonista (Logan Lerman) no sólo es totalmente introvertido, sino también tiene en su contra momentos de blackout debidos a una enfermedad mental, mientras que sus nuevos amigos no dejan de tener problemas propios, ya que uno de ellos (excelentemente interpretado por Ezra Miller) es gay y está enamorado de un miembro del equipo de fútbol que, aunque le corresponde. no piensa salir del closet, mientras que la chica (nada menos que Emma Watson de la saga de Harry Potter) tiene un pasado de drogas, alcohol y sexo del que le cuesta salir. Pese a estos detalles, lo cierto es que las historias que se cuentan aquí son bastante leves. Y salvo en algunos momentos culminantes la intensidad no es una de las cualidades de esta película. Por momentos es sólo una estudiantina con buenas canciones interpretadas por Morrisey o David Bowie, y en casi todo momento el director deja la cámara en una especie de piloto automático que depende absolutamente de las buenas actuaciones y de los diálogos. En este sentido, el film tiene más de una escena excesivamente verborrágica y bastante poco cinematográfica, al punto de que quien entienda inglés podrá cerrar los ojos para comprobar que no se pierde nada de lo que está sucediendo en la pantalla. Eso no pasa en las dos escenas en la que los personajes hacen una performance de homenaje delante de la pantalla del cine donde se exhibe «The Rocky Horror Picture Show», dos de los mejores momentos de una película que se puede ver a pesar de sus ya mencionados puntos flojos.
Nuestros secretos Clásica película estadounidense sobre el drama adolescente donde prácticamente se abordan todos los temas relacionados con esa difícil etapa, pero ninguno se toca o desarrolla de manera reelevante. Sin embargo, la seriedad y dedicación puesta en la trama, impiden que la historia se torne superficial y de manera sutil, aunque por momentos no tanto, se logra crear un relato muy emotivo y entretenido. Es importante saber entender que estamos ante una película de excesos. Podrá ser lenta y minuciosa la manera en que se desarrollan los temas, pero nunca una trama donde todos los protagonistas tienen traumas o peculiares personalidades va a pasar por realista o natural. Incluso la manera tan común y transitada en que se resuelven algunos conflictos achatan a la historia. También, las fuertes elipsis entre las escenas le podrán dar mucha intensidad a la película, lo cual la hace fácil de transitar, pero le impiden al espectador tener una verdadera conexión con el nivel emocional del protagonista. Por lo tanto, el problema de la historia recae básicamente en el equilibrio de sus escenas. En algunos momentos son excesivas y lentas (ej. flashbacks de la tía), mientras en otros aunque son intensos carecen de desarrollo (ej. la pelea de los amigos). Todo en la historia pudo haber sido sumamente pesado y denso. Desde el guión son pocas las escenas que transmitían algún sentimiento genuino o profundo. Sin embargo, las interpretaciones de los actores y esa rara presencia de la música como factor relevante en las relaciones, le otorgan una humanidad a la película que convierten a las secuencias bobas (ej. el noviazgo entre Mary Elizabeth y Charlie) en momentos pasables y le otorgan a las distintas líneas dramáticas, principalmente romántica, el nivel de emoción necesario. Lo más interesante y más logrado de la película se centra básicamente en las cartas que el protagonista le escribe a su fallecido amigo. A través de ellas conocemos su salud mental (sus progresos y caídas), los acontecimientos de las escenas se resinifican y, más importante, enrarecen el ambiente, lo vuelven esencialmente trágico. Incluso sirven para enmarcar el relato y son útiles a la hora de realizar los saltos de tiempo. También, encuentra su mayor beneficio en poder expresar, no de forma muy directa, los pensamientos internos de alguien que prácticamente no habla. En conclusión, "Las ventajas de ser invisible" es un relato sumamente emocional y atrapante sobre los problemas internos de un chico cuyos traumas no lo dejan crecer. Por momentos será muy superficial, pero nunca deja de ser honesto y eso es algo valioso.
Un momento adolescente Stephen Chbosky, autor del exitoso best seller “The Perks of Being a Wallflower” adapta dicha obra a la pantalla grande, en un film que aborda de forma sensible, delicada y entretenida aquello que forma parte de la cultura popular de la preparatoria (Escuela media para Argentina) y la difícil transición que viven muchos en ese momento de la adolescencia. Con una estética retro y una banda sonora que nos transporta a los 90’, el film narra la historia Charlie, un chico muy particular que se aventura en los primeros días de la temida preparatoria estadounidense después de varios eventos que cambiaron su vida. Su inteligencia, ingenuidad y su extrema sinceridad son un obstáculo para relacionarse normalmente hasta el día en que conoce a Patrick y Sam, con los que crea un lazo especial y provocarán un giro radical en su vida que lo sumergirá de pleno en la adolescencia. La historia se narra a través de un relato que va combinando muy bien el recurso de la voz en off del personaje principal, con unas cartas que Charlie escribe a su amigo y los diferentes sucesos que van dando forma a la historia. El relato fluye naturalmente y aún en las escenas de drama no se pierde el ritmo, permitiendo al espectador adentrarse a la vida de estos contrastantes y pintorescos personajes que vivirán las típicas problemáticas adolescentes y escolares con temas como los conflictos familiares, las primeras citas, la homosexualidad, las drogas, la amistad, el amor. Otros más profundos como el suicidio y el abuso sexual también quedan plasmados a través de las experiencias de este grupo de jóvenes, que tienen en el desarrollo de la relación entre Charlie y su tía Helen los momentos más dramáticos del film. Emma Watson (alejada ya de su personaje de Harry Potter y con un parecido a Natalie Portman en sus comienzos), Ezra Millar (en un papel totalmente opuesto al psicópata que le da nombre a la ópera prima de Lynne Ramsay, Tenemos que hablar de Kevin) y Logan Lerman (con astucia y sorprendente naturalidad) conforman un elenco de actores sensibles entregan la profundidad requerida a sus personajes para dar vida a unos muchachos que luchan por seguir adelante pese a todo lo que han vivido y sus propios conflictos emocionales. La música adquiere una relevancia especial, tanto para enfatizar ciertas escenas como para delinear aún más los personajes, y por sobre todo para emocionar inevitablemente a aquellos espectadores que por esos años también grababan cassettes para intercambiar con amigos o sus relaciones. Dentro de la excelente selección de temas se pueden escuchar a The Smiths con "Aslepp", David Bowie con "Heroes" , New Order con "Temptation" y varias bandas indie de los 90’, sin olvidar los homenajes al cine, como la referencia a “The Rocky Horror Picture Show”. Algunos clichés demás restan meritos al bien construido guión, pero son pocos y no alcanzan a opacar el desarrollo de un film que logra capturar la esencia de un momento y una época determinante en la vida de un adolescente.
No hace falta haber visto mucho cine para notar lo trillado que es todo en una película como Las Ventajas de Ser Invisible. Con mayores o menores variaciones, a esta historia de muchachín torturado con futuro de escritor que acaba de entrar a la preparatoria y se hace amigo de los seniors más freaks la vimos montones de veces. La ambientación ochentera y el hecho de que los protagonistas escuchan música más bien cool (The Smiths, Nick Drake y otras delicias de la platea indie-hipster) también han sido explorados hasta el cansancio en este tipo de películas. Pero así como Juno era una gran película a pesar de ser el show del lugar común, algo similar sucede con Las Ventajas de Ser Invisible...
High School Dramatical Yo la escribo, yo la adapto, yo la hago. Algo así habrá pensado Stephen Chbosky al adaptar y llevar al cine su exitosa novela Las ventajas de ser invisible. En verdad, se trata de un caso curioso -y hasta patológico- de narcisismo si tenemos en cuenta además que el personaje principal es como un alter ego suyo: parece que el escritor y director volcó sus experiencias en el high school en este texto angustiante y existencialista sobre un adolescente con problemas de sociabilidad que decide pasar inadvertido en el colegio secundario para evitar la confrontación con el resto de sus compañeros. Claro que no lo podrá evitar y de ese vínculo que se forje con un grupo de compañeros más grandes que él, se nutrirá el relato. Y la experiencia de vida de Charlie, el protagonista en cuestión. Las ventajas de ser invisible es un film repleto de clichés, pero que encuentra algunos momentos lúcidos cuando se olvida del subrayado del relato de iniciación (el coming of age que le dicen) y se centra en la intimidad de los personajes. Es decir, el film de Chbosky -más escritor que director- está mejor hablado que contado. Si hay algo que rescata a Las ventajas de ser invisible de caer en el olvido inmediato, eso es su relación directa con las películas de colegio secundario. Subgénero transitadísimo del cine norteamericano, Chbosky construye un relato que no se aparta demasiado de los códigos habituales, pero tiene el ojo como para ver algunos detalles interesantes y originales: salvo en el caso de Charlie, los padres son una presencia difusa aunque tangible en cada rastro de brutalidad emergente, y eso habilita a pensar la violencia adolescente como una consecuencia y no como una causa. Este asunto, la violencia de los adultos hacia los menores, repercute consciente o inconscientemente en cada acto: ahí vemos a Sam y Charlie con su imposibilidad de amar. Es en esa historia de amor donde la película brilla, y donde brillan además Logan Lerman y Emma Watson. Detrás de su fachada sensible y lustrosa (por momentos demasiado lustrosa), Las ventajas de ser invisible esconde una amargura absoluta y captura acertadamente ese instante crucial de la vida que cuenta. Claro que los clichés son muchos, empezando por el típico profesor de literatura buena-onda, siguiendo por la experimentación con drogas y terminando por una banda sonora demasiado presente y subrayada. Aunque también es cierto que sin esos elementos el film perdería ese aroma a territorio conocido que nos permite vincularnos, sin dilaciones, con el núcleo de los personajes. A estos (el deportista exitoso, el gay, el introvertido, la chica bonita, etcétera) ya los vimos en cientos de películas, vayamos directo al grano: ¿qué les pasa? Por suerte Chbosky acierta en nunca juzgar a sus criaturas y en contar todo esto sin caer en solemnidades y con el mayor candor posible, aunque cuando se pasa de nostálgico y sensible su radiografía del colegio secundario se vuelve demasiado lavada, casi casi como ese Charlie que para evitar problemas quiere pasar desapercibido. Es que ser invisible, en el cine, trae aparejada la desventaja de la impersonalidad. Y ese es el peor pecado que comete Chbosky. No está mal, pero aprobó con lo justo.
Esta es la aventura que vive un grupo de adolescentes y las dificultades de ingresar al mundo de los adultos y la aventura de madurar. Podríamos decir que esta historia encaja en cualquier mundo adolescente aunque se encuentre ambientado en 1990, su título sería “Las ventajas de ser un marginado, (a lo largo de las situaciones veremos cuan relacionado está), el protagonista que va relatando sus vivencias en off es Charlie (Logan Lerman), tímido, tranquilo, introvertido, miedoso e inteligente, no tiene amigos, ingresa a la escuela secundaria, en su primer día le gustaría conocer un amigo. En la escuela con la única persona que logra conectarse es con su profesor de Inglés Anderson (Paul Rudd), quien logra ver su tristeza, pero este joven conoce a dos personas más grandes que él a Sam (Emma Watson) y su hermanastro Patrick (Ezra Miller), se encuentran casualmente por primera vez en uno de los partidos de fútbol de su escuela. Ahora él vivirá situaciones increíble ingresando al mundo de sus amigos mayores (estos se encuentran en el último año), relacionándose en distintas fiestas, música, droga, alcohol, amor y sexo, va experimentando todo lo que le ofrecen sus nuevos amigos Sam y Patrick, pero también llega el amor a su vida esa etapa del enamoramiento y el primer beso, aunque Charlie sigue luchando con los fantasmas de su pasado, pero mientras tanto veremos que sucede, logrará hacer desaparecer sus conflictos internos. Es una de esas historias queribles, contiene un atractivo guión, un interesante libro, bien narrada, posee situaciones creíbles, es tierna, emocionante, agradable y tiene una música atractiva y con un buen ritmo. Los tres actores protagonistas se lucen Ezra Miller ("Tenemos que hablar de Kevin"; “Every Day”), la actriz francesa Emma Watson (22) la vemos con el cabello más corto, queriendo desprenderse de aquel papel inolvidable para muchos de Hermione en "Harry Potter" y Logan Lerman, protagonistas de “Percy Jackson y el ladrón del rayo” y el tecladista del grupo Índigo.
EMPEZAR A SER VISIBLES Sobran los invisibles. Por empezar el protagonista, que viene golpeado desde la infancia y necesita amigos para dejar de escribir para nadie sus experiencias. Y hay un secreto que ha permanecido invisible pero sigue doliendo. Y hay amigos que al comienzo no son tan visibles. Y un gay que no se anima a ser visible. Y ese primer amor que está allí, sin manifestarse y sin desaparecer. Y esos padres invisibles que no saben lo que les pasa a sus hijos. De todo esto habla esta comedia dramática sobre adolescentes que empieza como una estudiantina sobre varios despertares y lentamente va girando hacia un tono más grave para contarnos de esos secretos mal guardados que cuando se hacen ver causan mucho daño. Es una aproximación sensible y simple sobre ese mundo, lleno de sueños y de frustraciones. Llega la hora de dejar atrás la secundaria, de comenzar a vivir el amor, de cerrar las puertas del cuarto de juegos, de irse de casa. Para eso se necesitarán nuevos afectos y nuevas esperanzas. Y sobre todo, aprender a dejar atrás tanta invisibilidad.
Un chico de quince que la pasa mal (es tímido, le gusta una chica que siente inaccesible, tiene una enfermedad mental, se le suicida el mejor amigo) es orientado por dos pibes mayores y le cambian (un poco) la vida. Se trata de esos films profesionalmente “chicos”, realizados con ese medio tono entre el drama y la comedia que los estadounidenses conocen al dedillo y que tiene como mayor atractivo su elenco. Ni mucho más ni mucho menos.
A los adolescentes con respeto y calidez Que un novelista pruebe su suerte como realizador cinematográfico es casi un lugar común y son relativamente pocos los que han demostrado la suficiente jerarquía como para dejar una huella en su opera prima. No lo logró ni siquiera una celebridad como Stephen King con la desastrosa Ocho Días de Terror (Maximum Overdrive, 1986). Aunque en rigor debutó en 1995 con la comedia ultra independiente The Four Corners of Nowhere habría que agregar a la lista el nombre de Stephen Chbosky, autor de la novela de corte epistolar The Perks of Being a Wallflower (1999) que acaba de estrenarse en la Argentina con un título que respeta el espíritu del original: Los Beneficios de ser Invisible. Chbosky, además del filme ya citado, contaba entre sus antecedentes con la adaptación para la pantalla grande del musical Rent (2005) y también fue el creador de la serie de culto Jericho (2006-2008), pero en tanto director era una incógnita como sería su desempeño profesional. Aún desconociendo si el libro contiene pasajes de corte autobiográfico (mi primera impresión es que sí), lo extraordinario del trabajo de Chbosky es que ha sabido inyectarle la misma sensibilidad de la obra literaria a un guión fantástico en el que todo se encadena a la perfección. Si a esto le sumamos el aporte de unos actores descomunales –que en verdad le dan vida y carnadura a sus personajes- no quedan dudas de la impecable elección de los productores entre los cuales se encuentra el ecléctico John Malkovich. Stephen Chbosky era la persona indicada para llevar al cine esta historia sobre adolescentes que está llamada a ser un clásico del futuro. Con justa razón, además… Los Beneficios de ser Invisible está ambientada a comienzos de los 90’s y narra lo que le sucede al introvertido Charlie (Logan Lerman) cuando ingresa a un colegio secundario en el que los chicos sensibles como él suelen pasarla bastante mal. Y en un principio es así, con sólo el apoyo del profesor de inglés (Paul Rudd) que lo alienta a leer y escribir y en definitiva a creer en sí mismo. Desesperado por conectar con alguien, a Charlie le cambia la vida al conocer a los un tanto excéntricos hermanastros Patrick (Ezra Miller) y Sam (Emma Watson). Tras enterarse de que el único amigo de Charlie se suicidó unos meses antes el dúo integra exitosamente al muchacho a su grupo pese a la diferencia de edad (son estudiantes senior, es decir que tienen entre 17 y 18 años). Chbosky no pierde de vista quién es el protagonista pero no por eso desatiende a los demás personajes. Patrick es un joven gay enamorado de Brad (Johnny Simmons), la estrella del equipo de football del colegio que retribuye el sentimiento pero es incapaz de salir del placard por los prejuicios y el mandato social puestos en juego. Sam, por su parte, es una chica de baja autoestima que ha cometido todo tipo de excesos y se ha ganado la fama de “chica fácil”. Charlie busca en sus nuevos amigos la comprensión que no le dan en su sólidamente constituida familia (padre, madre, hermano y hermana). Lo quieren, sí, pero no lo entienden. La única que sí lo hacía era su querida tía Helen (Melanie Lynskey) pero ella ya no está para ayudarlo. La película se va construyendo en torno a estos tres adolescentes cuyas vivencias emocionales funcionan como un resumen de los típicos conflictos que afectan a los que atraviesan esa difícil transición hacia la vida adulta. Por ende es lógico que el target natural del filme sintonice empáticamente con sus miedos, angustias y alegrias. Simple como parece la historia detrás de Las Ventajas de ser Invisible seguramente le deparará algunas sorpresas al espectador más desprevenido. Como un buen tahúr Chbosky esconde algunas cartas claves y las sabe jugar en el momento justo. No obstante hay detalles vinculados a la psicología de los personajes que pueden estar abiertos al debate. Emma Watson no da exactamente con el perfil de Sam: su caracterización transmite una inocencia quizás poco acorde para una chica con un pasado de promiscua tan marcado desde el guión. Logan Lerman -muy lejos de sus limitadas actuaciones para Percy Jackson y Los Tres Mosqueteros- y Ezra Miller, en cambio, brillan con luz propia y cargan con el peso dramático de la película. Que no será una obra maestra pero ilustra como pocas las inseguridades de los adolescentes con recursos genuinos y una poderosa banda de sonido ochentosa en la que no podían faltar grupos clásicos como New Order, The Smiths, Cocteau Twins y el extrañamente desconocido (para los protagonistas, se entiende) David Bowie con su hermosa canción Heroes.
Las películas sobre el secundario o «preparatoria» abundan, eso no es ninguna novedad, al igual que Vietnam o la Segunda Guerra Mundial son temáticas que a los cineastas norteamericanos les encanta tratar y explotar. Entonces ¿Qué hace a Las Ventajas de Ser Invisible distinta del resto? Eso mismo vamos a tratar a continuación. With a Little Help from My Friends Son los primeros años de la década del 90. Charlie (Logan Lerman), un chico introvertido, comienza su primer año de secundaria y no la tiene nada fácil, ya que su mejor amigo se suicidó poco tiempo atrás, dejándolo solo en lo que, para muchos adolescentes, puede resultar un infierno. Para colmo, se suma en los años previos la muerte de su tía (con quien tenía una relación muy especial) y esto no deja de atormentarlo. No pasa mucho tiempo hasta que Charlie conoce al extrovertido Patrick (Ezra Miller) y a la hermosa Sam (Emma Watson, Hermione de la saga Harry Potter), dos estudiantes de último año que toman a Charlie bajo su cuidado. Mientras Charlie hace nuevos amigos y explora un mundo absolutamente desconocido para él, las cosas comienzan a complicarse cuando se enamora de Sam, y a la vez intenta lidiar con sus trastornos psicológicos. Smells Like Teen Spirit La adolescencia puede ser una etapa muy difícil en la vida para mucha gente, y por eso tenemos las coming-of-age films, un género en donde los protagonistas son siempre niños o adolescentes y en donde la historia se centra en su crecimiento personal, tanto psicológico como moral. Las Ventajas de Ser Invisible es exactamente eso. La muerte de su mejor amigo y, muchos años antes, de su tía (su «persona favorita en el mundo», como él la llama) dejaron en Charlie marcas muy difíciles de borrar, recuerdos y sentimientos que, aún el día de hoy, no le permiten socializar como un adolescente más. Todo esto cambia cuando conoce a Patrick y a Sam. Estos hermanastros que están cursando su último año, toman a Charlie bajo su cuidado y lentamente le hacen recuperar el tiempo perdido. No pasará mucho tiempo hasta que Charlie comience a dar sus primeros pasos en las drogas, el sexo y, también, en el amor. Finalmente, esto último es lo que más daño le hace a Charlie, ya que se enamora de Sam, quien a su vez está enamorada de un artista mucho mayor que ella. Este amor no correspondido es lo que hace que, eventualmente, esta nueva vida de Charlie comience a desmoronarse. Las Ventajas de Ser Invisible (o The Perks of Being a Wallflower, en su idioma original) está escrita y dirigida por Stephen Chbosky, quien a la vez la adaptó de su propia novela. El film remite a las viejas películas del gran John Hughes, quien en los años 80 hizo clásicos como The Breakfast Club, donde los adolescentes, como pocas veces hasta ese entonces, eran presentados como seres humanos con sentimientos, problemas propios y sobretodo, con algo que decir. Si bien el este film no está a la altura de la película de Hughs, se podría decir que es de lo mejor que se vio dentro de este género en mucho tiempo. Distanciándose de las películas para adolescentes de los últimos años, Las Ventajas de Ser Invisible logra una profundidad pocas veces vista en este tipo de cine. Si bien se cuenta una historia con un trasfondo dramático, hay muchos toques de comedia que hacen que la película sea más fácil de digerir. El guión, al igual que cada uno de sus tres personajes principales, está brillantemente escrito y la película, dirigida con una maestría tal que incluso es difícil creer que se trate de la primera vez de Chbosky como director. Triste y graciosa, emotiva y encantadora, la película pasa de un extremo a otro sin permiso y funciona a la perfección. Párrafo aparte merece el trió protagónico: gran parte de la razón por la cual la película funciona es gracias a ellos. Lerman interpreta a Charlie con la mezcla perfecta de humor y dolor, y es bueno ver a Emma Watson en otro papel que no sea Hermione, ya que muestra una gran versatilidad y un encanto, por lo cual se hace muy difícil quitarle los ojos de encima. Ezra Miller, a quien pudimos ver este año en Tenemos que Hablar de Kevin, también hace un gran trabajo, sobre todo en las escenas dramáticas, aunque, en alguna oportunidad, da la sensación de que sobreactúa. Conclusión Si no le pongo un mejor puntaje a Las Ventajas de Ser Invisible es porque debo admitir que, en más de un momento, me aburrió. Ya vi muchas películas de este estilo en mi vida y, aunque esta hace muchas cosas bien, no se distancia demasiado en lo que a la historia respecta. Más allá de eso, gracias a un gran guión, excelentes actuaciones y, sobre todo, una soberbia ejecución, puedo recomendar esta película a cualquier persona que tenga ganas de reírse y emocionarse por igual, pero advierto que no es un film que debe tomarse a la ligera. Tampoco puedo cerrar esta crítica sin hacer una pequeña mención acerca del soundtrack, que sin dudas es otro punto a favor.
Aceptamos el amor que creemos merecer. Es probablemente por eso que Candace está con alguien que es capaz de levantarle la mano. Y Sam, con un joven que no la valora y la usa a su antojo. Y Patrick sufre por el amor de alguien que no puede mostrarse al mundo como es, sólo por cobardía. Charlie es un observador, un “wallflower”, un marginado, no participa. Pero al ser invisible y ver realmente las cosas, entiende. No puede tomar una posición y pone la felicidad, o al menos el bienestar, de los demás por encima del propio. Callado, frágil, sensible, Charlie por fin logra hacerse un grupo de amigos tras el suicidio de su mejor y único amigo. Y así como él es único, cada uno de estos “locos” también son particulares y se diferencian del resto. Por eso probablemente decidan representar en el escenario “Rocky Horror Picture Show”. Algunos han definido a “The Perks of Being a Wallflower” como una película de generación. Quizá porque representa aquello que muchos olvidamos y dejamos atrás: lo que se siente tener 16 años, estar a medio camino entre ser niño y ser adulto. Ese momento en la vida en que es tan fácil sentirse insignificante. La adaptación del libro que realiza su propio autor, Stephen Chbosky, es correcta, aunque poco jugada. No hay cambios pero sí entendibles omisiones. La película logra conmover tanto (quizás incluso más) como el libro. Ahora no sólo somos testigos del buen gusto musical que tienen sus personajes, sino que el poder escuchar esas canciones acentúan los momentos emotivos. Logan Lerman es Charlie, este muchacho especial, que no puede dejar de ver al fantasma de su querida tía Helen, que guarda más secretos de los que él cree, que en cualquier momento puede quebrarse y que le escribe a alguien que podría ser cualquiera, vos o incluso yo. Ezra Miller es Patrick, liberal y rebelde, quien aporta frescura e intenta vivir su vida con intensidad. Emma Watson (ya alejada de Hermione) es Sam, la hermosa chica de la que Charlie no puede evitar enamorarse. Acompañan el elenco un brillante Paul Rudd como el profesor de literatura que va a alentar a Charlie a leer y leer para que en un futuro, escriba; Kate Walsh y Dylan McDermott como los padres de Charlie, Nina Dobrev como su hermana, y Joan Cusack con una pequeña pero primordial aparición (aunque me hubiese gustado que apareciera antes ese personaje, sobretodo porque no puedo evitar recordar cuando en el libro Charlie escribe que ahora entiende aquellas preguntas que le hacía el psiquiatra). “The Perks of Being a Wallflower” es capaz de hacernos reír y llorar. De enamorarnos. Trata temas tan difíciles como el suicidio y el abuso sexual, pero lo hace con mucho corazón. Y nos relata lo importante de encontrar a esos amigos tan especiales, que aparecen en el momento menos esperado y se quedan a tu lado. La adolescencia, esa época caótica, traumática y hermosa, llena de momentos que no se repiten. Es una película que no dudaría en recomendar, inspiradora. Porque bajo el puente, con la música de Bowie sonando, de noche y con nuestras alas extendidas, somos infinitos.
Contar desde adentro Sentarse a observar el remolino de la adolescencia sin meterse en su interior es, en cierto modo, olvidarse de cómo era, perder la memoria. Recordarla, en cambio, es adentrarse en su vorágine y buscar un espacio y tiempo específicos; es recuperar un clima, un tono, un cúmulo de sensaciones únicas. Ese es el esfuerzo de Las ventajas de ser invisible: girar y girar para así captar todo lo que surja. En este sentido (y en muchos otros), la película se refleja en Charlie (Logan Lerman), el tímido y solitario protagonista, cuya mirada a la misma vez participativa y distante intenta vivir y contar la adolescencia con la mayor conciencia posible. La película no rehúye, entonces, de mostrar sexo, drogas y violencia y de hacerlo con naturalidad: una vez más, lo que pretende mostrarse es aquello que posiblemente aparezca frente a las retinas de sus propios personajes. El de Las ventajas de ser invisible es, por lo tanto, es un mundo de paisajes extraños y tumultuosos vistos con familiaridad y deseo. Si bien no faltan algunos lugares comunes (la última escena es, lamentablemente, uno de ellos) Chbosky no desvía la miradade las entrañas del remolino en que se encuentra. La persistencia de esa elección puede sentirse en el clima constante de incomodidad, que no permite demasiado color ni luz en las escenas, así como tampoco deja aparecer el humor o la música sin algún dejo de melancolía. El reflote constante de conflictos —sobre todo el de la enfermedad de Charlie, hacia el final y cuando todo parecía resuelto— también reflejan su modo de contarse: de acuerdo con las reglas de su mundo y de la adolescencia, pero especialmente con las de sus personajes. Así, la puesta en escena de Las ventajas de ser invisible tiene que ver con la puesta en presente del sufrimiento, de las dudas, del descubrirse: una estructura en constante tensión y revuelo que la película elige no sólo como historia sino también como su propia manera de contarla.
La adolescencia desde un punto de vista sensible El tema de la iniciación a la escuela secundaria ya es más que un género en los Estados Unidos, es toda una industria. Una verdadera mitología institucionalizada, con su espectro de personajes típicos: desde el popular al abusado o desde la porrista a la autoflagelada. Sabemos más del ecosistema de los colegios de ese país que de casi cualquier otra cosa en el mundo. ¿Por qué esa fijación cultural? ¿Por qué esa necesidad de contar una y otra vez la misma historia? Como todo rito de pasaje, sin duda resulta díficil atravesar la adolescencia, más si se tiene en cuenta que el período que va desde el fin de la infancia hasta el principio de la adultez parece demasiado largo y riesgoso a los ojos de quien lo vive. Las ventajas de ser invisible narra la adaptación a ese mundo abismal de Charlie (Logan Lerman), un adolescente introvertido, sensible y traumado. Por fortuna, su trauma recién toca la superficie de la historia cerca del final, lo que evidencia la sutileza del director Stephen Chbosky, quien a su vez es el guionista y autor de la novela original publicada en inglés en 1999. Tanto en la novela como en la película, los distintos episodios son contados por el mismo Charlie mediante cartas que le envía a un destinatario anónimo. La acción se sitúa a principios de la década de 1990 y en ese sentido podría decirse que es una versión adolescente de Generación x, aquella película que retrataba lo que significaba ser contemporáneo de Curt Cobain. Dos muertes trágicas marcan a Charlie: el suicidio de su mejor amigo Michael y el accidente de su tía Helen. Equipado con esa mochila emocional llega al colegio secundario (la preparatoria), y el rechazo de sus pares adquiere la consistencia tóxica de la atmósfera de otro planeta. En vez de sucumbir, tiene la suerte de ser guiado por un profesor de literatura (Paul Rudd) y "adoptado" por un chico (Ezra Miller) y una chica (Emma Watson) del último curso, que son hermanos y que lo ayudan a salir de sí mismo y a experimentar la locura de las fiestas, la buena música (The Smiths, David Bowie), la amistad y el amor. Con una fotografía anacrónica y un elenco maravilloso, Las ventajas de ser invisible es casi una pieza arqueológica de lo que fue la adolescencia antes de Internet, las redes sociales y los teléfonos inteligentes. Sin embargo, más que un retrato generacional, a Chbosky le interesan sus personajes y tiene la lucidez suficiente como para saber que cada destino es único. Por eso ha conseguido hacer una pequeña película memorable.
El aprendizaje más duro Si hubiera que condenar a una película por sus lugares comunes, “Las ventajas de ser invisible” llevaría todas las de perder. Estamos otra vez ante una historia de adolescentes: de amistad y camaradería, de despertar sexual y drogas. El protagonista, Charlie, es el típico antihéroe: un chico de 14 años, solitario y melancólico, que entra a la secundaria arrastrando un pasado de traumas. En el colegio, sin embargo, va a encontrar refugio en dos hermanastros que están a punto de graduarse —y que también son unos “outsiders”— y en un atento profesor de literatura, que fomentará su incipiente vocación de escritor. ¿Suena a historia repetida? Sí. Pero el director Stephen Chbosky, que se basa en su propia novela autobiográfica, se las arregla para presentar a estos personajes como seres entrañables que pelean, pierden y vuelven a pelear contra sus inseguridades y sus frustraciones. La película muestra con sensibilidad y sin adornos el difícil aprendizaje de la adolescencia, y nunca pierde la mirada candorosa que después desaparece en la etapa adulta. El punto en contra (no menor) es que sobre el final se diluye ese logrado tono agridulce para dar paso a una oscura revelación que roza el drama más llano. La banda de sonido se merece un apartado: la música de los Smiths, David Bowie, New Order y Pavament, entre muchos otros, calza perfecto con los personajes.
Adolescentes de problemas bonitos Ventajas de ser invisible o adolescente o casi adulto o casi niño o de vivir en una película norteamericana. La cual, a su vez, es traslación del libro best-seller del propio realizador, publicado unos diez años atrás. Entonces, retrato ahora cinematográfico de lo que la adolescencia es o pareciera ser desde el prisma supuesto por la american high-school. No en vano, habrá de recordarse, tantas películas de terror eligen allí uno de sus escenarios predilectos. A lo que cabe agregar la sentencia y desconfianza de Stephen King hacia todo aquél que diga haber disfrutado de su paso por el secundario. Y si no, a recordar Carrie. Epoca retraída, de turbaciones, etc., etc., con la figura de literato en ciernes que significa Charlie (Logan Lerman), en la compañía feliz de los dos hermanastros que personifican Ezra Miller y Emma Watson: ella de "pasado" a superar, él con su homosexualidad apenas encubierta. Charlie encuentra en ellos el reparo impensado, el despertar sexual, las primeras fiestas, la marihuana, David Bowie, y los compilados en cassettes. Más una escenificación de The Rocky Horror Picture Show como expresión justa de la edad acuciante y de la década en la que se imprime. De allí a ponderar que la película de Stephen Chbosky sea un retrato generacional... hay un hiato enorme, abismal, porque nada supone que lo allí expuesto sea trasladable a otras realidades. Así como tampoco se distingue una mirada que se arriesgue de manera profunda, que desmenuce lo que anida allí, por turbulento, para hacer de la adolescencia norteamericana un peaje insoportable (algo que sí, justamente, realizan King y/o De Palma con Carrie). Antes bien, Las ventajas de ser invisible trata de una historia singular, centrada en alguien disfuncional; es decir, el individuo que carece de tacto social porque hay algo que provoca su malestar. En Una nación bajo las armas, a Michael Moore le basta un paneo de cámara para decir mucho más. "La culpa es de él", dice el gesto del adolescente, la cámara sigue el dedo acusador y descubre al marginado, gordito y solo en la high school. Todo lo que cifran estos segundos de toma ininterrumpida arrojan estupor, mientras Las ventajas de ser invisible no hace más que pintar una acuarela de niños bonitos, ya crecidos como para seguir en sus roles de Percy Jackson (Logan Lerman) o de amiga de Harry Potter (Emma Watson), con tribulaciones de dinero asegurado y de medicina pre?paga. Está bien, no se trata de desmerecer ni de menospreciar el momento crítico que el bueno de Charlie reprime para, así, continuar su vida. Sino de juzgar una película en tanto película, de manera tal que una vez resuelto el dilema personal, todo habrá de cristalizar hacia una resolución formal, límpida, que dé por superado el peaje aludido. En otras palabras, problemas singulares, pero nunca sociales.
Los nuevos pibes "Las ventajas de ser invisible" es una película basada en la popular novela de Stephen Chbosky que lleva el mismo nombre, y que es básicamente una oda a la nueva juventud hipster - nerd - non hater, que se está arraigando con fuerza en los adolescentes de hoy en día. Trata algunos temas relevantes e interesantes para el espectador, pero tampoco es una obra maestra del cine como algunos se han encargado de difundir. Sí, va a pegar muchísimo en la cartelera, en 1er lugar porque incluye adolescentes tratando de encontrar su lugar en el mundo y enfrentando problemas reales como el bullying, la discriminación por preferencias sexuales, los abusos, las hormonas, los retos de madurar, el amor, y algunas temáticas más que la llenan de contenidos entretenidos y que harán sentir identificados a muchos jóvenes, y en 2do lugar, por el trío protagonista que es muy talentoso, sobre todo Ezra Miller (Patrick), que ya nos había maravillado con su personaje en "Tenemos que hablar de Kevin". No olvidemos a Emma Watson, heroína contemporánea del séptimo arte y la moda, surgida de la aplicada Hermione de "Harry Potter", y a Logan Lerman, el nene simpaticón de "Percy Jackson y el ladrón del rayo" y "Los Tres Mosqueteros" que aquí cumple muy bien con su rol de adolescente conflictuado. El problema creo yo, pasa por retratar algunos clichés que hemos visto mil veces en el cine, como los jugadores de fútbol americano abusadores, el joven que quiere ser escritor, y por supuesto, los protagonistas son lindos, todos lindos. ¿Realmente todos los jugadores de fútbol americano son tan imbéciles?, ¿todo chico/a sensible e inteligente en USA sólo piensa en ser escritor/a?... Aquí está el punto débil de este relato, que teniendo la oportunidad y los recursos para crear algo más trascendente y sincero, se termina yendo por lo seguro, cuestión que en gran parte es culpa de la novela. Tiene algunos momentos geniales, la mayoría a cargo de Miller, otros normales y algunos verdaderamente irrelevantes y pegajosos que perecen sacados del diario íntimo de una quinceañera. Es buena, se disfruta y muestra una faceta de los adolescentes que va creciendo con cada día que pasa. Quizás el problema tenga que ver con la cultura estadounidense que está llena de clichés clásicos, o al menos es lo que nos muestran. Si este film hubiera sido filmado en Latinoamérica o Europa, cuidando de no caer en los lugares comunes del cine mainstream, me habría arriesgado a decir que es una producción que marcará una generación. Lamentablemente, este exponente se quedó un poco corto.
El año en que fuimos infinitos “Escribe sobre nosotros”. Ése es el mandato que Patrick y Sam, hermanastros por matrimonio de sus padres pero más que hermanos en su mutuo afecto y complicidad, le dan a Charlie. Charlie, el novato con pasado oscuro que cuenta los días que le tomará atravesar los tres años de high school. El mismo freshman que por una picardía de Patrick entrará al mundo de estos seniors, es decir, alumnos del último año. Sin mucho esfuerzo podemos recordar que es el mismo mandato que Chris (River Phoenix) le daba a Gordie (Will Wheaton) en “Cuenta conmigo”: “Escribe sobre nosotros”. Y eso hizo Stephen Chbosky: escribió “The Perks of Being a Wallflower”, una novela sobre un alter ego llamado Charlie Kelmeckis, que también pinta para escritor. Y él mismo, guionista y productor, eligió para su segundo proyecto como director (el primero es de 1995) adaptar este relato de iniciación, de coming-of-age. Un año en la vida Estamos en 1991, en Pittsburgh, Pennsylvania. Pero la rabia de “Smells Like Teen Spirit” (“Huele como espíritu adolescente”) de Nirvana no ha explotado todavía, y hay más de The Smiths que de grunge (sólo al final se hablará de “los músicos de Seattle”). Todavía es la high school de la “trilogía Ringwald” de John Hughes: “16 velas”, “El club de los cinco” y “La chica de rosa”, aunque con la inocencia perdida y el cinismo de “La joven vida de Juno”. Es una historia de solitarios que se acompañan en la pared del fondo de un baile, de “raros” que construyen su propio mundo por fuera de los quarterbacks y las porristas. Y lo hacen alegremente, quizás porque en algún punto intuyen lo que los seguidores de Krishnamurti repiten de memoria: “No es signo de buena salud mental amoldarse perfectamente a una sociedad enferma”. “Bienvenido a la isla de los juguetes abandonados”, dirá Sam en la primera fiesta de Charlie. El profesor que se convierte en mentor, la relación con los padres, los secretos del pasado de Charlie, dosificados a lo largo del relato; el pasado de Sam, la afirmación identitaria de Patrick; la primera novia y el primer amor verdadero (que no necesariamente van de la mano), y una galería de atractivos personajes son los condimentos del proceso de evolución y autoconciencia del protagonista a lo largo de su primer año de secundaria. Todo esto cruzado por una promesa: sus amigos partirán inevitablemente a la universidad, y el grupo se romperá. Las frases La puesta visual va por el lado del cine independiente americano, con bastante cámara en mano y una fotografía (a cargo de Andrew Dunn) que se granula más por momentos; pero es una puesta luminosa y agradable, que evita caer en la oscuridad (para eso está la historia). La música elegida construye a la vez una referencia de época y una marca de identidad: no por nada “Asleep” de The Smiths es la canción favorita de Charlie, y “Héroes” de David Bowie sea la “canción del túnel”: “Podemos ser héroes sólo por un día, podemos ser nosotros sólo por un día”. Pero tal vez Chbosky sea consciente de que los verdaderos clásicos del cine lo son por las frases que legan. Y allí están los diálogos perfectos, los conceptos afilados en las charlas con el profesor Anderson, con Sam y Patrick, en las cartas al amigo imaginario (resabio de la estructura epistolar de la novela original). “Ya sé que todo va a ser historias algún día. Y nuestras imágenes se convertirán en fotografías antiguas. Todos vamos a ser mamá o papá de alguien. Pero ahora estos momentos no son historias. Esto está sucediendo, estoy aquí y estoy mirando. Y ella es tan hermosa”. El rostro del amor Porque claro, hay una dama, entre los muchachos. Porque si Logan Lerman tiene todos los tics y recursos del perfecto perdedor, en la escuela de Michael Cera (“Juno”, “Superbad”), y si Ezra Miller sería un perfecto “Duckie” en una remake actualizada de “La chica de rosa” (Jon Cryer fue el original), acá no están ni la inocente Molly Ringwald de los filmes de Hughes, ni la ácida Ellen Page de “Juno”. Emma Watson es vulnerable, fuerte, madura, iniciática, adorable; y es el rostro que cualquiera podría ponerle al amor de su vida a los 16 años (y tal vez después también). Entre los secundarios se lucen Mae Whitman (una especie de pequeña Stockard Channing), como Mary Elizabeth, Erin Wilhelmi como Alice y Adam Hagenbuch como Bob: los tres amigos que completan el grupete de andanzas. El galán serio Dylan McDermott (padre), la televisiva Kate Walsh (madre), Nina Dobrev (hermana mayor Candace) y Zane Holtz (hermano Chris) integran la curiosamente normal familia de Charlie. Paul Rudd tiene algunos momentos muy interesantes como Mr. Anderson (Bill en el libro), el profesor de inglés que estimula la veta literaria del protagonista. Melanie Lynskey hace pequeñas apariciones como la tía Helen (personaje clave en la historia personal de Charlie) y Joan Cusack tiene un pequeño rol como la doctora Burton (ya que estamos, ella fue una de las chicas raras en 16 velas; cómo pasa el tiempo). Finalente, la jovencita Emily Callaway tiene momentos humorísticos como la compañera mala del curso de Charlie. En fin: lucimiento para las directoras de casting, Venus Kanani y Mary Vernieu. Recuerdos en presente Con esos actores Chbosky construye una película de momentos irrepetibles e imágenes para el recuerdo (las secuencias del túnel, por ejemplo). “Hay personas que se olvidan de lo que se siente al tener 16 años al cumplir los 17”, dice el personaje, y el creador demuestra que no es de los que olvidan. Que recuerda lo que fue ser una flor en el empapelado (lo que dice el título original) y cómo empezar a ser protagonista. Y ese momento en el que uno se da cuenta de que está vivo, de que está viviendo las memorias del futuro: ese momento en que uno puede ser infinito.
Vale, podrían golpearme por haber puesto el título de un libro de un autor latinoamericano nada querido por sus pésimos libros de "autosuperación". Pero es que, más allá de encontrar un parecido entre un libro y una película (que aclarando, nada tiene que ver con el material original en el cuál se basa esta película, escrito por Stephen Chbosky, y que por cierto es el guionista y director de la misma), el título refleja lo que realmente podemos apreciar en la película. Charlie (Logan Lerman) es un chico nuevo de preparatoria, que se siente fuera de lugar (ese extraño sentimiento que tenemos todos al entrar a una nueva escuela), sobre todo porque su vida ha tenido momentos muy difíciles que lo marcaron. Es así que, por cuestiones extrañas, conoce a Patrick (Ezra Miller) y a su hermanastra Sam (Emma Watson) que son estudiantes de último año y forma una amistad sólida que le enseñan lecciones mediante su convivencia diaria. Más que enseñar una lección, Las ventajas de ser invisible (o marginado, según la traducción de cada país), refleja de una forma muy natural, sutil, y por decir "perfecta" la adolescencia, ese brinco que todos tenemos de dejar de ser unos niños de secundaria, para convertirnos en jóvenes adolescentes de preparatoria y todo lo que eso conlleva: el amor, la amistad, los apodos, los estereotipos, las burlas... vaya, creo que todos sabemos de lo que estoy hablando porque todos hemos pasado por algo semejante. Pero entonces, ¿qué es tan especial y por qué todo el mundo habla de ella? Por ese toque tan infantil que tiene, por la naturaleza del tema y que es reflejado sin excesos, sin bromas pesadas, sin escenas "morbosas" o chistes subidos de tono. Es quizá la mejor película sobre jóvenes que tenemos desde "Y tu mamá también", dirigida por el mexicano Alfonso Cuarón. Sólo necesitamos un par de ingredientes esenciales: inocencia, amor, ganas de encajar, de tener amigos, un poco de comprensión. Ponerse en el lugar de alguien así es difícil, y aunque antes he dicho que no me gustan las películas que sólo apelan a los sentimientos humanos, hay maneras de hacerlo, y ésta no busca hacernos llorar, sólo busca ponernos en el lugar de nuestros hermanos, hijos, sobrinos o esas personas que nos rodean que atraviesan una etapa difícil de la vida y que a veces se nos olvida el apoyo que necesitan. Como dice la misma historia: "A veces se nos olvida lo que es tener 16 o cumplir 17. Y de repente esas historias se convierten en sólo fotografías y no recuerdos". Lo mejor de todo es que su mismo autor fue quien hizo la adaptación y quien dirigió la misma película, y salvo que leamos el libro, podemos estar seguro de que no habrá mucha diferencia entre uno y otro. Es una opción interesante para disfrutar en familia y alejarse del cine comercial. Y esperemos que se lleve un par de nominaciones, especialmente por esas excelentes actuaciones de Miller, Watson y Logan que logran conformar un triángulo sólido en todo momento en que la película no decae. Películas como estas, se agradecen de sobremanera en medio de tantas películas juveniles sin sentido
Logra destacarse por cruzar la barrera de lo convencional para contar un relato divertido, reflexivo y diferente sobre el camino a la maduración.
Su estreno pasó casi inadvertido en salas locales y no lo merecía. Habla de despertares sexuales y sentimentales y lo hace sin apelar a los clichés tradicionales. Va más allá de la mera historia dulzona sobre adolescentes desconcertados. Se habla de la identidad sexual, el amor, las drogas y las amistades duraderas, pero nada suena a lugar común. Se basa en la novela “The Perks of Being Wallflower”, publicada por Stephen Chobsky en 1999, que narra con tono autobiográfico el conflictivo paso del autor por el colegio secundario. Charlie se enamora de Sam mientras su hermanastro Patrick va a operar como un faro, iluminándole aspectos de la vida que desconoce. Patrick es gay y su franqueza para encarar esta y otras cuestiones delicadas, le servirán a Charlie como revelación en esa etapa que es puro descubrimiento. Mirada lúcida y conmovedora, sobre una edad difícil en la que se suele sufrir bastante.
Cómo llegarle al espectador con un film pequeño y bien narrado Las ventajas de ser invisible nos remite a la historia de Charlie, un jovencito sumamente tímido, ese típico muchachito al que las películas norteamericanas con temática escolar nos muestran como retraído, apartado, huraño, pero de gran corazón. Para él, que viene de sufrir el suicidio de su primer amigo y el acecho de su enfermedad mental, los días en la secundaria son un fastidio, hasta que conoce a un grupo de personas en el que parece encajar a la perfección y sentirse por fin a gusto. Lo que nos ofrece la cinta es una conjugación muy buena de todos aquellos elementos que permiten que el espectador se sienta conmovido y experimente escena a escena distintas sensaciones. Casi todas ellas tienen que ver con la melancolía, la angustia, los miedos. Aborda todos esos asuntos que marcan un antes y un después en la adolescencia, como el primer beso, las drogas, la música, la homosexualidad, la fuerza y el dejo de tristeza que genera a la vez el amor juvenil y demás. Charlie explaya sus más íntimos sentimientos a través de la escritura, como una forma también de relato del film. Sin lugar a dudas, Las ventajas de ser invisible está bien lograda porque toca el interior del público, sabe llegarle a base de un drama prolijo, bastante lento pero efectivo. Con actuaciones realmente interesantes y alguna que otra pizca de comedia, queda la sensación de que algo le ha faltado para subir uno o dos peldaños más en la escalera de las películas trascendentes. LO MEJOR: lo bien que se manejan las emociones. Por momentos conmueve. Buenas interpretaciones. LO PEOR: si bien es un drama, en ciertas instancias peca de ir más lento de lo que se espera. PUNTAJE: 6,60