Juguemos con la culpa El caso de Dean Devlin es un tanto particular porque el neoyorquino fundamentalmente es conocido por su histórica seguidilla de colaboraciones con Roland Emmerich, ya sea en calidad de productor y/ o guionista, compuesta por las más o menos simpáticas Soldado Universal (Universal Soldier, 1992) y Stargate: La Puerta del Tiempo (Stargate, 1994) y las chauvinistas e insoportables al extremo Día de la Independencia (Independence Day, 1996), Godzilla (1998) y El Patriota (The Patriot, 2000). Hace muy poco el señor, y ya con mucho pasado tras de sí luego de un prolongado derrotero televisivo adicional, se ha volcado a la dirección con Geo-Tormenta (Geostorm, 2017), un mamarracho símil cine catástrofe que no tenía nada que envidiarle a los films de su otrora compañero de correrías por el volumen de CGI desperdiciado en una trama de lo más anodina, pueril y derivativa. Contra todo pronóstico hoy Devlin se aparece con el que podemos definir como el trabajo más pequeño y satisfactorio de su carrera, Latidos en la Oscuridad (Bad Samaritan, 2018), un relato de suspenso clasicista en sintonía con Alfred Hitchcock y Brian De Palma pero sin el talento de ninguno de los dos: más allá de este detalle, y considerando que el director cuenta con una pretensión artística igual a cero ya que lo que busca es crear un producto hecho y derecho, la verdad es que la película sorprende para bien porque se abre camino como una propuesta entretenida en la que se combinan la premisa del “doble villano” (o mejor dicho, la del antihéroe promedio sumado a un personaje abyecto en serio, los dos cazándose mutuamente) y una invasión a la intimidad que recuerda a la conmoción de El Juego del Terror (The Collector, 2009), ahora reteniendo el sadismo aunque no las trampas. La historia se centra en Sean Falco (Robert Sheehan), un muchacho que trabaja de valet parking en la puerta de un restaurant junto a su amigo Derek Sandoval (Carlito Olivero), con quien tiene un “negocio paralelo” alrededor de la modalidad delictiva de entrar a las casas de los burgueses/ clientes de alto poder adquisitivo para robar mientras ellos están comiendo. Por supuesto que eventualmente Sean ingresa a una vivienda con un secreto bien lúgubre, la del cuarentón y ricachón Cale Erendreich (David Tennant): allí el joven encuentra atada y golpeada a la pobre Katie (Kerry Condon) en un cuarto de la mansión de turno y hasta se topa con una serie de “utensilios” para desmembrarla en el garaje. Sin poder liberarla, decide marcharse y hacer una llamada telefónica a la policía que deriva en la nada misma porque los oficiales no entran al domicilio de Erendreich, el cual por cierto consigue sacar a la cautiva del lugar y llevarla a una cabaña alejada para continuar sin interrupciones sus rituales de sometimiento, todo para colmo con el objetivo manifiesto de empezar a atormentar a Falco después de identificarlo como el responsable de la denuncia. A pesar de su generosa duración, nada menos que 110 minutos, el film resulta atractivo por tres factores principales: la primera mitad de la trama obedece a un semi relato en tiempo real muy agitado y abarca la noche del descubrimiento de la mujer y el comienzo de la progresiva culpa de Sean, por otro lado los dos actores cruciales -Sheehan y Tennant- están muy bien en sus respectivos roles, el primero aportando sensibilidad y el segundo desparramando mucha crueldad, y finalmente la película recupera un viejo concepto del cine comprometido en términos sociales, vinculado al hecho de que los ricos son unos parásitos soberbios y repugnantes y los pobres como Falco soportan silenciosos los embates para vengarse luego. Jugando tanto con la caprichosa “credibilidad” individual (nadie tiene en cuenta al protagonista) como con las habituales decisiones equivocadas (el no salvar a Katie se transforma en el fantasma de Sean), Latidos en la Oscuridad es un producto ameno que maquilla sus limitaciones y sobrepasa su previsibilidad de fondo a través de un ritmo narrativo ágil centrado más en los personajes que en los golpes de efecto y sus derivados…
Una chica en peligro Latidos en la oscuridad (Bad Samaritan, 2018) es un thriller dirigido por Dean Devlin, que también es el productor, y escrito por Brandon Boyce. El reparto incluye a Robert Sheehan (Simon en “Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso”), David Tennant (Doctor Who), Carlito Olivero, Jacqueline Byers, Kerry Condon, David Meyers, Rob Nagle, Tracey Heggins, entre otros. La historia se centra en Sean Falco (Sheehan), un joven fotógrafo que vive en Oregón junto a su madre y padrastro. Por las noches Sean trabaja junto a su mejor amigo Derek (Rivero) en el valet parking del restaurante italiano Nino’s. Sin embargo, no solo se dedican a aparcar y vigilar los coches, sino que aprovechan ese empleo para robar las casas de los comensales mientras éstos disfrutan de su cena. Cuando Cale Erendreich (Tennant) de muy mala manera les deja el Maserati a su cuidado, los chicos oirán que mantiene una conversación telefónica sobre dinero, por lo que no dudarán en robarle a él también. Lo que menos se imaginan es que dentro de la gran casa, Cale esconde a una mujer que secuestró. Luego de la desastrosa Geo-tormenta (Geostorm, 2017), Dean Devlin se vuelca a otro género y vaya que genera misterio… en su comienzo. El atractivo aquí está en que se pone al personaje protagónico (que realiza actos con los que no estamos de acuerdo) en una situación que lo cambia. Porque al meterse en la casa de Cale, un David Tennant que ya por su cara genera distancia, a Sean ya no le importará llevarse la tarjeta de crédito nueva que halló: la vida de esa chica encadenada y llena de golpes está en juego y liberarla pasará a ser su único objetivo. Gracias a la interpretación de Robert Sheehan nos es muy fácil empatizar con él porque sentimos lo anonadado que quedó al no poder salvar en una primera instancia a la joven. Sean prefiere contar la verdad a la policía sobre los hurtos que cometió y que esté la posibilidad de ir preso con tal de que se descubra el secreto de Cale, lo que produce que estemos de su lado en todo momento. La atmósfera creada logra provocar intriga e interés, aparte de que en las escenas de David Tennant fácilmente se puede captar su locura y obsesión por el orden, comportamiento y evolución. No obstante, a medida que avanza la trama el relato va decayendo al caer en clichés como la típica cabaña en el bosque, jump scares que ya no producen el efecto buscado y situaciones que carecen de lógica. Todo esto podría dejarse pasar si el tramo final no fuera tan patético ya que lamentablemente el desenlace echa por la borda lo construido en un principio. La explicación sobre el pasado del psicópata pareciera que fue hecha a las apuradas porque se le da cero importancia. Por otra parte resulta ridículo que el FBI no haga nada por necesitar una orden aunque escuche disparos. Además la pelea final tiene muchos minutos demás, y que personas que recibieron tiros o estuvieron en contacto con soda cáustica corran lo más bien o no estén heridas carece de coherencia. Es una lástima que Latidos en la oscuridad, título malísimo que nada tiene que ver con el original, no lleve a buen puerto la idea que tenía, la cual contaba con un gran potencial. A pesar de sus variados errores, en gran parte de su duración el film de Devlin entretiene y hace pasar un buen rato.
“Latidos en la Oscuridad” o “Bad Samaritan”, su título original, es una película dirigida por Dean Devlin, escrita por Brandon Boyce y protagonizada por David Tennant, Robert Sheehan, Kerry Condon, Jacqueline Byers, entre otros. La cinta cuenta la historia de un par de jóvenes que utilizan su trabajo para robar en las casas de sus ingenuos clientes. Todo va bien para estos dos ladrones hasta que un día entran en el lugar equivocado y se encuentran a una mujer que ha sido secuestrada. Hablando un poco del director, Devlin ha participado como productor y escritor en varias películas llamativas como los dos films de “Día de la Independencia”, “Godzilla” (la de 1998), entre otras. En cuanto a su labor como cineasta, ésta es su segunda cinta a su mando, la anterior fue “Geotormenta”. Así que “Latidos en la Oscuridad” es algo nuevo en Devlin. La película tiene una historia simple, en donde tenemos absolutamente todo explicado cronológicamente. Aunque podemos ver que el momento en el que nos presenta el conflicto y todo lo que va a pasar después es bastante rápido, existen varios planos generales de la ciudad donde sucede la gran mayoría de acciones, una poca y pobre presentación de personajes y de lleno nos metemos en el argumento. El largometraje maneja muy bien los momentos de suspenso, están muy bien logrados y logran transmitirle al espectador esa misma sensación. Aunque también tenemos algunos “jumpscares” en la película bastante innecesarios que le quitan un poco de tensión a la situación que están mostrando. Una vez que inicia el conflicto, podemos ver que la cinta es dinámica y entretiene, manteniendo la expectativa en el segundo y tercer acto. En cuanto a los aspectos técnicos, la música es medio inestable, por momentos está bien colocada pero en ciertos momentos de tensión no cuadra con la situación. La cinta nunca pierde su tono, hay muy poca comedia o elementos de otros géneros como para crear un desbalance en la historia. El filme está acompañado por una buena ambientación. Comentando un poco sobre los actores, tenemos a uno de los principales, David Tennant (“Doctor Who”, “Jessica Jones”), que interpreta un excelente papel de psicópata. Luego tenemos a Robert Sheehan, que participó con Dean en “Geo Tormenta” y ahora tiene un papel mucho más protagónico, y no lo hace nada mal. Queremos destacar la buena química que lleva a cabo con Carlito Olivero. En síntesis, “Latidos en la Oscuridad” es una muy buena película de suspenso y thriller que merece ser vista, ya que cuenta con un buen elenco y una historia interesante que una vez que arranca logra su cometido.
Esta nota cuenta elementos de los primeros minutos de la película donde hay vueltas de tuerca y sorpresas importantes. Queda el lector advertido. Dos jóvenes que trabajan de valet parking en un restaurant tienen un sistema para robar las casas de los incautos clientes mientras cenan. Se turnan en esta tarea, yendo uno a robar y el otro quedándose en la puerta del local, estudiando que no terminen de comer las víctimas. Pero cuando Sean entre a la casa de un solitario cliente de clase alta se encontrará con una sorpresa. En mitad del robo descubre que el dueño de casa tiene atrapada a una mujer amordazada y atada y un cuarto preparado para asesinarla. No parece su primera víctima tampoco. Tiene que decidir entonces si intenta rescatarla o llamar a la policía o volver al restaurant para no ser descubierto. El comienzo de la película es impactante y funciona a la perfección. Pero las películas no son buenas si no logran sostener sus premisas hasta el final. Con todos los trucos que nos enseñaron las películas de Alfred Hitchcock y todos sus seguidores, Latidos en la oscuridad logra mantenernos en vilo durante un tiempo, se lanza a vueltas de tuerca poco tímidas y construye la idea de la pesadilla del protagonista de forma efectiva. El asesino tiene un plan que supera al joven ampliamente y no parece haber salida posible. Seguramente no la hay y por eso una vez que la película se juega hacia el exceso ya no tiene manera de sostener el aumento de tensión hasta el final. Todos los últimos minutos son la pereza que hemos observado cientos de veces. Tal vez un espectador sin mucho cine encima pueda disfrutar más de los lugares comunes aun no agotados para él, pero quien conozca esta clase de guiones se verá decepcionado en el último tercio de película. No es que todo este mal tampoco, simplemente no hay nada nuevo ni particularmente brillante en esta película de Dean Devlin, guionista de películas malas y menos sofisticadas que su segundo largometraje como director.
[REVIEW] Latidos en la Oscuridad: Ladrón que le roba a secuestrador… Un interesante thriller se presenta en la pantalla grande con David Tennant y Robert Seehan. Quienes protagonizan una película que podría haber sido mucho más. Al comenzar quisiera aclarar que si ven la película sin nada de información previa, se sorprenderán mucho más. Ya hemos visto en anteriores películas que un par de ladrones entran a una casa a robar y se encuentran con algo completamente diferente. En este caso un joven se topa con una mujer secuestrada, atada y golpeada. Es ahí donde empiezan las peripecias que debe sufrir este chico llamado Sean Falco, al cual nos lo presentan como un aficionado fotógrafo sensible y cariñoso con su novia, además de afable con su madre. Pero no es lo que parece, es también un ladrón que junto a su amigo Derek Sandoval roban las casas de los dueños de autos que deben estacionar, en su trabajo de valet parking. No esperen el terror o angustia similar a Don’t Breathe (No Respires) de Fede Álvarez, sino que más bien está enfocada en el suspenso y una especie de persecución caótica de gato y el ratón entre el antagonista y el mencionado joven ladrón. Si uno aguarda ver este film con un prejuicio fundado en que el director de Latidos en la Oscuridad, Dean Devlin, fue un actor devenido a director (Geostorm) que a la vez fue el guionista de películas destrozadas por la crítica como Independence Day: Resurgence (2016) o Godzilla (1998) se puede llevar una grata sorpresa con esta película. Además el guionista en este film es Brandon Boyce el mismo de Apt Pupil (1998) un gran thriller sobre un joven que chantajea a su vecino después de sospechar que es un criminal de guerra Nazi. Lo cual puede sumar algo de buenas expectativas al espectador. Al comparar con otros films de secuestros y rescates podríamos decir que Latidos en la Oscuridad no es tan profunda ni tan policial como Prisoners (2013) de Villeneuve, no existe la desesperación de Llamada Mortal (2013) con Halle Bery, ni la acción de Búsqueda Implacable (2008) con Liam Neeson. Porque además no se trata de venganza, sino más bien de lo que realiza un joven común y corriente ante una situación semejante, siendo presentada por Devlin con esa simpleza y accesibilidad en la forma de contar una historia bastante predecible pero intrigante. Lejos está de la obra maestra Rear Window (1954) del maestro del suspenso Alfred Hitchcock, pero por instantes el film logra que la cámara desaparezca y estemos sufriendo junto al protagonista. Aún así está más cerca del film Cellular (2004) con Chris Evans, pero el guion de Boyce le agrega algunas cosas interesantes a esta fórmula que ya hemos visto en otras películas. Uno de los elementos muy bien utilizados es la tecnología, la cual resulta muy creíble siendo vital en ciertos puntos de giro que toma la trama. Desde celulares, computadoras, hasta la casa inteligente que posee el secuestrador Cale Erendreich. Luego durante la película muchos sucesos pueden ser bastante predecibles, con algunos momentos colmados de tensión pero que duran bastante poco, y teniendo en cuenta la duración del film (1 hora 50 minutos) eso parece un desperdicio. Sin embargo el ritmo desde que el robo empeora va en aumento, con emociones que se intensifican de a poco haciendo ágil el transcurso de la película. Lo que verdaderamente sostiene el film son los protagonistas y los actores que los interpretan. Empezando por el joven ladrón Sean Falco con el cual podemos identificarnos claramente resultando muy creíble al mostrarnos su impotencia ante la resolución del problema. Además siendo actuado por Robert Seehan (Love/Hate, Geostorm, Fortitude) resulta mucho más verosímil debido a su manera de mostrarnos esa desesperación en conseguir ayuda y al no poder creer el accionar de la policía, o los detectives. Es como si el protagonista luchara con el mismísimo guion, contra la mismísima trama que le ofrece, y eso lo hace extrañamente creíble. La otra pieza fundamental es el villano, con el cual sobresale su riqueza debido a que, además de conducir un gran auto, las escaleras que llevan al piso de arriba de su casa están iluminadas por pequeñas luces parecidas a las del cine. Sin embargo lo que auténticamente se destaca es su locura siendo interpretada de forma estupenda por David Tennant (Dr. Who, Jessica Jones, Broadchurch y muchas más series). Él tiene ese ingenio estratégico del asesino en serie metódico, pero aquí no siendo tan sutil. La razón de su locura es de los pocos misterios que hay en la película, lo que el guion desgraciadamente no satisface al ser revelado debido a la vaguedad de la explicación. Aun así la rivalidad entre estos dos es la relación que impulsa toda la película, y sin duda el componente más emocionante. Aunque lo interesante es el villano Cale Erendreich, el desarrollo de éste no está aprovechado debido a que solo se presenta su trauma de la niñez mediante flashes. Es decir, si vas a explicar el porqué de su locura (mediante una manera técnica bastante clásica) habría que hacerlo completo o por un motivo bastante más desarrollado. La falta de información, la escasez de detalles de Erendreich, unidos a una banda sonido deslucida hace caer parte del clímax de esta película, no siendo lo que quizá uno espera. Además el film malgasta el uso de las relaciones vinculadas al protagonista Falco presentadas en el primer acto de la película, ya que la novia, la familia y el amigo son explotados de manera simple por parte del antagonista en esta batalla entre ellos. Es decir, estos personajes secundarios parecen poco desarrollados a diferencia de los protagonistas, lo cual también hace flaquear la trama. A pesar de que Latidos en la Oscuridad presenta varios errores realizados por los personajes protagónicos en ciertos momentos de la narrativa, la película es muy atrapante, con buenas actuaciones y situaciones interesantes que valen la pena ver y juzgar por si mismos.
Un policial que toma “prestado”, roba de aquí y de allá y no lo hace bien. Quiere ser como Hitchcock y lo que intenta no le sale. Algo de “El silencio de los inocentes”, con un protagonista que puede ser un primo hermano de Hannibal Lecter. Y un gran actor como David Tennant que por momentos le otorga un perfil que mete escalofríos. Pero si bien en el guión de Brandon Boyce arranca bien después se desbarranca. Dos muchachos que trabajan por las propinas estacionando los autos de los clientes de un restorán cotizado, idearon un mecanismo perfecto. Cuando olfatean lujo y dinero utilizan los GPS de los autos para ir hasta los hogares de las víctimas y robar mientras cenan, para llegar cuando están por el café y los ladrones con el botín. Pero, cuando dan con un despreciable hombre de negocios e intentan el robo “para retirarse” descubren que en la casa hay una mujer atada, amordazada y golpeada que pide ser liberada. El dueño esta por volver y el ladrón huye sin ayudar a la cautiva. A partir de allí vueltas de efectos y del argumento que abaratan el buen comienzo.
HITCHCOCK DECÍA QUE CON UN BUEN VILLANO ALCANZA, PERO... Ni David Tennant haciendo de villano salva a este chasco Estamos en tiempos en los que el terror en cine viene pisando fuerte. Las grandes joyitas ya escapan del circuito de festivales y películas como Get Out (2017) y Hereditary (2018) se estrenan en salas masivas, ¡incluso en nuestro país! Bad Samaritan (2018), con la promesa de tener al impecable David Tennant como villano, tiene el potencial de ser otra pequeña gran joya de género. Pero no. Se queda a la mitad, porque, aunque entretiene, no sale nunca de lo predecible y hasta roza lo ridículo. Bad Samaritan (2018) levantó algo de expectativa antes de su estreno y no solamente por tener a un queridísimo Doctor Who en su elenco. La película parte de una premisa con una clara carga moral: tenemos que hacernos cargo de nuestras acciones porque pueden escalar a un punto en el que se nos salen de las manos. La cinta de Dean Devlin (Geostorm, Independence Day) toca ese tema, pero lo hace de manera tan superficial que toda expectativa previa con la que uno puede llegar no hace más que empeorar las cosas. La trama sigue a Sean Falco (Robert Sheehan), un tipo que trabaja de valet parking en un restaurant junto a su mejor amigo. El trabajo es una fachada para su accionar criminal. Cuando reciben la llave del auto de un cliente, aprovechan para conducir hasta la casa de los dueños y robarles mientras cenan. Lo que nunca esperó Sean es descubrir que uno de ellos (David Tennant) es un sádico que tiene secuestrada a una chica en su propia casa. Lo que sigue es Sean lidiando con la culpa de haberse ido de la casa sin ayudar a la joven y haciendo lo imposible para que la policía, y después el FBI, vayan a rescatarla. El villano de turno se entera y comienza un juego de “el gato y el ratón” que es llevadero, pero poco creíble también. Bad Samaritan (2018) tarda en arrancar. Hay más o menos media hora de escenas innecesarias. También hay personajes que terminan pesando menos en la trama de lo que deberían, como Riley (Jacqueline Byers), la novia del protagonista. De alguna forma se le intentó dar una humanidad a Sean, tal vez para que conectemos con él, mostrando que tiene novia, padres y un hermano. El problema es que son personajes tan superfluos que no nos suma nada que estén ahí. Casi toda la cámara se la lleva Tennant, quien no decepciona en su papel de maniático. El actor inglés es impecable en estos roles, pero el personaje está tan mal escrito que ni él lo salva. Es un asesino en serie con motivaciones que no se entienden y accionares muy tirados de los pelos. El enfrentamiento con el protagonista llega a una escala tal que huye de la lógica. Hay escenas que rozan lo cómico, como cuando el villano espera a Sean afuera de las oficinas del FBI con una jeringa en la mano… en pleno día... para dormirlo a escondidas de, ¿quién? Si es imposible que no lo descubran. Para colmo el director hace foco total en la jeringa. Hay un momento de reencuentro que está musicalizado con una canción de felicidad, con un tono noventoso que parece salido de una ficción de Chris Morena. Y mejor ni hablar del flashback a la niñez del asesino, que parece ser importante inicialmente porque es la primera escena del film. Al final no suma en nada. En cuanto al suspense que plantea, hay muy poco clima de thriller. El asesino no es cauteloso. No hay misterio en casi ningún momento. La primera mitad de la película es terror de home invasion y es cuando se concentran las escenas más oscuras y atrapantes. La segunda mitad deriva en una solución sencilla que solo es posible en un mundo donde los humanos aguantamos más de tres palazos en la cara. Sí. Tres. Bad Samaritan se convirtió en una comedia negra “tan gradualmente que no me di cuenta”… No es lógica. No tiene nada que no hayamos visto. Al menos David Tennant la hace entretenida, pero nada más. LO MEJOR: - David Tennant se pone tanto en el papel de desquiciado que lo queremos... LO PEOR - ... pero el guion no le ayuda y el resultado es más chistoso que aterrador - De thriller a comedia en cuestión de minutos - El ritmo es terrible
El psicópata pequeño burgués. Latidos en la oscuridad, traducción local de Bad Samaritan, entrega una premisa interesante y un planteo directo a la columna del género del thriller pero lamentablemente se desinfla por su propia pereza a la hora de definir ciertos lineamientos y evitar el trillado cúmulo de vueltas de tuerca para tapar los evidentes baches de un guión al que le faltan varios puntos de cocción. Tratándose del segundo opus de Dean Devlin, quien nunca ha demostrado alguna habilidad en el arte de la dirección, el exceso es el denominador común, tanto en lo que hace a las sobre actuaciones y a la pésima manera de marcar esas pequeñas atribuciones o rasgos que definen personajes. Claro que si nos encontramos frente a un puñado de personajes unidimensionales mucho no se podía esperar de ese aspecto que para el desarrollo de la trama resulta sumamente importante cuando la búsqueda de la tensión en un derrotero de caza de gato y ratón se llevan la gran parte de responsabilidad. Así las cosas, el relato nos sumerge de inmediato en un callejón sin salida para el protagonista, un muchachito que tiene junto a su compañero un sistema aceitado para robar en casa de clase alta durante la estadía de una cena en un restaurante de élite valiéndose de los gps de los vehículos de alta gama que tienen a su cuidado como valet parking. En ese lapso, la comunicación por celular resulta imprescindible y cualquier intento de demora para que los comensales no busquen su vehículo más temprano recae en la habilidad del secuaz latino que hace las veces de campana. Intrusar casas ajenas, llevarse objetos de valor, dinero e incluso estafas con tarjetas de crédito es moneda corriente para estos valet parkings hasta que se meten en la casa equivocada y con la víctima equivocada. Sin espoilear para aquellos que disfruten de las grandes películas de suspenso comenzando por el maestro Alfred Hitchcock encontrarán en este mamotreto una ofensa tras otra, mientras que para los menos exigentes o poco ávidos en este tipo de propuestas la garantía de entretenimiento no caduca, salvo en el último tercio donde realmente Latidos en la oscuridad pierde toda sorpresa.
Dicen que cuanto más inteligente quiere presentarse una película más ingenua y artificiosa termina siendo. En este thriller plagado de psicópatas, encierros, y asesinos, hay ideas viejas trabajadas de la peor manera, no se logra nunca la tensión necesaria para hacer verosímil un relato olvidable.
Latidos en la oscuridad representa la segunda incursión como director de Dean Devlin, el histórico socio de Roland Emmerich (Día de la Independencia), quien debutó el año pasado como realizador con ese disparate horrendo que fue Geo-tormenta. Su filmografía no evoluciona demasiado con esta nueva película que es bastante aburrida y repite una temática que encontramos en varios estrenos en el último tiempo. Unos delincuentes entran a robar una casa y la víctima resulta ser un psicópata más peligroso que ellos. Un rol que en este caso estuvo a cargo de David Tennant, quien sobresalió como villano en la serie de Marvel, Jessica Jones. El actor suele lucirse en este tipo de papeles y su interpretación en el film es de lo más destacable que ofrece esta producción. Devlin en un comienzo hace un buen trabajo con la presentación del conflicto pero luego no consigue sostener el suspenso y su narración se vuelve muy densa y desapasionada. No ayuda tampoco una extraña musicalización que desentona por completo con las imágenes que se retratan en la pantalla y un guión con demasiados lugares comunes que genera que la llegada del clímax se haga interminable. La verdad que cuesta encontrar algún mérito para recomendar su visión en el cine, ya que es una película de una pereza creativa notable. Quienes decidan dejarla pasar no se pierden nada relevante.
Los planes de los ladrones pueden alterarse de manera impensada. Eso es lo que ocurría en El juego del terror -The Collector-, cuando un ladrón ingresaba al hogar de un asesino serial y también sucede en Latidos en la oscuridad, confuso título local para el original Bad Samaritan. La película de Dean Devlin -el mismo director de la olvidable Geostorm- retoma el tema de la invasión al hogar y narra una historia llena de suspenso a la manera de los viejos títulos del género. Sean Falco -Robert Sheehan- es un valet parking de un restaurante italiano y trabaja con su amigo Derek Sandoval -Carlito Olivero-. Ellos ejecutan un plan arriesgado que, a priori, parece controlado y sencillo: estacionar los autos y robar con ellos las casas de los clientes mientras están cenando. Todo parece sincronizado hasta que Sean decide ingresar a la lujosa mansión del millonario Cale Erendreich -David Tennant- y encuentra a una mujer encadenada. Con este comienzo inquietante, el relato va construyendo un juego de tensión que no decae hasta el final y pone en funcionamiento el accionar siniestro del antagonista de turno, un psicópata que arrastra un trauma infantil -que se ve al inicio del filme- y que se lanzará tras los pasos de quien violentó su lugar y descubrió su plan macabro. Con el marco de la ciudad de Oregon y poniendo en el centro de la acción a dos inexpertos jovencitos que funcionan como antihéroes y quieren hacer dinero fácil, la trama está alimentada por la culpa y el abandono familiar, brindando logradas escenas a manera de una cacería y persecución constantes. El garage con herramientas que sirven para ultimar a las víctimas y las cámaras de seguridad de la casa inteligente del villano sirven para alimentar el inquietante desarrollo de la trama, en la que también aparecen la policía y el FBI sin intervenir demasiado en el conflicto de la pareja protagónica. Si bien el desenlace no está a la altura del resto y se extiende más de lo necesario, el resultado es favorable gracias a los climas creados y el desempeño del elenco, inmerso en una cacería feroz.
La película dirigida por Dean Devlin relata la historia de dos amigos que trabajan como valet-parking de un famoso restaurant llamado Nino’s. Lo que nadie sabe es que mientras la gente acude al lugar a cenar tranquilamente, ellos se valen de su GPS para entrar a sus domicilios y robar algunas pertenencias. Se van turnando, mientras uno vigila, el otro cumple con el plan. Los amigos son Sean Falco (Robert Sheehan) quien además es fotógrafo aficionado y tiene una novia llamada Riley (Jacqueline Byers) y Derek Sandoval (Carlito Olivero). Aunque no es algo de lo que Sean está orgulloso, las cosas siguen su curso hasta que una noche, llega un cliente muy pedante a bordo de su Maserati y los maleantes aprovechan una nueva oportunidad. Lo que no saben es que en la casa del millonario Cale Erendreich (David Tennant) van a encontrar algo más que una tarjeta de crédito sin límite, que es lo primero que encuentra Sean. Al investigar un poco la casa, encontrará a una rehén, atada y amordazada a la que, por falta de tiempo no puede salvar. La ve tan golpeada que decide alejarse de la delincuencia y llevar el asunto a la policía primero y al FBI después. Como se desarrollan los hechos y lo que sucede con la vida de Katie (Kerry Condon), que es la mujer secuestrada, sería spoilear la trama. A favor de la película debo decir que está bien interpretado el rol del maquiavélico Cale, y que hay cierta dosis de suspenso. En contra, hay algunas situaciones poco creíbles y relaciones que quedan abiertas (su novia, sus padres?) en el guión escrito por Brandon Boyce que hacen que no sea del todo redonda. --->https://www.youtube.com/watch?v=zxH0VB_0zQ8 ---> TITULO ORIGINAL: Bad Samaritan ACTORES: David Tennant, Robert Sheehan, Kerry Condon, Jacqueline Byers. GENERO: Thriller , Terror . DIRECCION: Dean Devlin. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 110 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 16 años FECHA DE ESTRENO: 23 de Agosto de 2018 FORMATOS: 2D.
Alguna vez descubriremos por qué en el cine nos ponemos del lado de los ladrones en vez de los damnificados. En Latidos en la oscuridad es muy fácil, porque cuando Sean entra a robar a la casa de un multimillonario y descubre que tiene cautiva, encadenada, a una joven, bueno, no hay mucho para elegir. Dean Devlin ha sido más conocido por su tarea como productor y guionista de varios títulos de Roland Emmerich, como Día de la Independencia y Godzilla. El año pasado estrenó Geo-Tormenta ya como director. Menos conocido es que fue compañero de Kevin Spacey en la High School, pero como eso no viene al caso, pasemos a la película que dirige. Latidos en la oscuridad -título local que poco tiene que ver con el original Mal samaritano- es un thriller más que un filme de terror como se lo vende. Sean y un amigo, ambos inmigrantes, se ganan unos dólares como valet parkinkgs en un restaurante italiano en Portland, Oregon. Y aprovechan que los dueños de los autos les dan las llaves para meterse en sus viviendas. Medio remanido, sí, pero es lo que dispara la trama. Así que Sean descubre a la chica secuestrada en la casa del engreído y soberbio Cale, y jura nunca más robar ni un chicle. Quiere salvarla, pero no lo logra. Hace la denuncia anónima a la Policía, y ésta no encuentra nada. El que encuentra rastros de Sean es Cale, y le hará la vida imposible. Latidos en la oscuridad es un filme pasatista, que pega algún que otro buen susto y que construye mejor al personaje del ladrón que al asesino serial. La Policía y el FBI, como suele pasar, quedan mal parados y todos sabemos que si la suerte de la joven sin nombre depende de Sean… Que sea lo que Dios y los guionistas quieran. El irlandés Robert Sheehan (había sido dirigido por Devlin en Geo-Tormenta) y David Tennant (el escocés que fue el Doctor en 59 episodios de Dr. Who; Kilgrave en la serie Jessica Jones) son convincentes, aunque exageren con su gestualidad más de la cuenta.
No tomarás cosas ajenas David Tennant (Harry Potter y el cáliz de fuego), luego de su temible Killgrave en la serie Jessica Jones, sabe cómo interpretar a los seres más malvados. Latidos en la oscuridad (Bad Samaritane, 2018), film de suspenso que llega a nuestras salas, lo confirma haciendo que tu vida se torne una tortura. Un día te levantas, lavas tu cara y te vestís para arrancar la inminente jornada matutina. Cuando crees que este podría ser un día más, la rutina da un imprevisto y te topás con un sujeto que parece tenerlo todo: dinero, éxito, autos y mujeres. Crees que podés aventajarlo y, tras esa ingenua viveza, te chocas con el secreto más temible de esa persona: es un psicópata que tiene en su inteligente hogar a una chica maniatada, víctima de tortura y con un posible final fatal a la vista. De un día tranquilo a un día oscuro. Este es el comienzo de Latidos en la oscuridad y, a partir de allí, el juego del gato y el ratón fluye y fluctúa con intercambio de roles incluido. Quien lleva las riendas de la película es Dean Devlin, director de Geo-Tormenta (Geostorm, 2017) y escritor de Día de la independencia (Independence Day, 1996), Día de la Independencia: Contraataque (Independence Day: Resurgence, 2016) y Godzilla (1998). Con Latidos en la oscuridad deja por un momento de lado la ciencia ficción de desastre y destrucción para narrar la historia de Sean, un joven con sueños que se gana la vida como acomodador de autos en un restaurante italiano. Él junto a un amigo recurren al ilícito de manera periódica. Una vez que le dejan el auto, eligen alguno y pasan por la casa del dueño del vehículo para llevarse lo que se pueda. El film no los muestra como malas personas para generar el contraste inmediato con quien sí lo es. Toparse con David Tennant no es algo para pasar por alto. En la piel de Erendreich, un ser que aparenta ser el mejor samaritano pero que esconde una vida muy oscura, el inglés nos brinda una interpretación convincente que irradia temor con tan solo mirarlo. El largometraje no pierde dinamismo durante las casi dos horas. Se plantea el escenario inicial de manera simple y, a partir de la primera media hora, comienza a oscurecerse convirtiendo a la aventura del joven Sean en un martirio constante. Erendreich lo tiene entre ceja y ceja. Sean sabe su secreto y no va a dejarlo tranquilo en ningún momento. Los encuentros entre ambos sostienen el clima de intriga y acción generado y todo se va desbandando sin mucha explicación. En un momento te pones a pensar todo lo que empezó a suceder desde que Sean se llevó el auto de Erendreich y acá si Dean Devlin pareciera querer asemejarse a la ciencia ficción. El desastre y destrucción se apodera de la vida del joven Sean. Latidos en la oscuridad es un film ideal para pasar el rato y admirar la interpretación de Tennant. Nos remarca, de forma insistente, que debemos obrar con el bien porque si no nuestra vida será un infierno. El que busca, encuentra. Sean buscó aventura y la encontró de manera exponencial. Si nuestra intención es pasar el rato, estar entretenidos, este es un film ideal. Si queremos otra cosa, Latidos en la oscuridad no nos mantendrá cautivos ni con David Tennant a punta de pistola ocasionando desastres por doquier.
Latidos en la oscuridad parte de una premisa interesante: un ladrón de poca monta oficia de valet del estacionamiento de un pequeño restaurante para tener el tiempo y la excusa perfecta para robar en las casas de los comensales. Pero un día su corazón y su moral se ponen a prueba cuando descubre a una mujer secuestrada en la lujosa mansión de un cliente -con aires de psicópata- que maneja un imponente Maserati. Hasta ahí, todo parecía prometedor. Lo que viene después es una serie de devaneos argumentales tortuosos que incluyen un malvado de caricatura, una serie de persecuciones inverosímiles, algunos (pocos) chistes que funcionan, y el consabido trauma como origen de todas las malas pasiones. David Tennant ( Doctor Who) hace lo que puede con un personaje que carece de matices y se empantana en la misma lógica efectista que termina definiendo toda la película.
El segundo largometraje de Dean Devlin como director, "Latidos en la oscuridad", es un raro objeto en el que todo sale a flote gracias a su capacidad de nunca tomarse en serio. De la mano del alemán más estadounidense, el director Roland Emmerich, Dean Devlin se convirtió en uno de los productores más famosos de tanques hollywoodenses de los últimos veinticinco años. Luego de producir los títulos más emblemáticos de Emmerich como "Día de la independencia" 1 y 2, "Stargate", "Soldado universal", o "Godzilla"; el año pasado, Devlin se ubicó él en la silla de director (luego de dos telefilms sin trascendencia) para "Geotormenta", una película que bien podía tener la firma de Emmerich. Si bien la taquilla no funcionó en todo el mundo, Devlin demostró tener el pulso para realizar estos placeres culposos que no se analizan, se disfrutan. Ahora, a menos de un año de aquella, presenta su segundo trabajo, con el que pega un volantazo de género, y parcialmente de registro. "Latidos en la oscuridad" es un thriller con elementos de terror, chiquito, simple; pero que en el fondo sigue teniendo el corazón Devlin; divirtámonos sin que nos importe nada. El argumento nos hará recordar ligeramente a la dupla "The Collector/The Collectión" y al film de Fede Álvarez No Respires; pero con una variante que en aquellos era fundamental, aquí no hay encierro. Sean (Robert Sheeshan) es un joven marginal del Bronx que desea impresionar a su novia, pero no sabe cómo. Si bien tiene una fachada formal, en realidad se dedica a robar casas junto a su amigo Derek (Carlito Olivero). El sistema de robo es simple, dado que ellos trabajan en el estacionamiento de un restaurante, primero se hacen con el auto de los clientes del lugar, y así se dirigen al hogar de los mismos, obviamente desocupados… o no. Una de las víctimas es Cale Erendreich (David “Doctor Who” Tennant), un hombre aparentemente normal y tranquilo. El asunto era sencillo, pero cuando Sean se dirige a la casa, encuentra allí a una mujer captiva y torturada (la del engañoso afiche local). Sean entra en pánico y huye, sólo para complicar las cosas. La policía no encuentra a la mujer en casa de Cale, y este tomará como represalia, una venganza persecutoria por toda la ciudad, mientras los amigos tratan de encontrar a la mujer. La historia es simple, y casi de inmediato pone a los personajes en juego. "Latidos en la oscuridad " (que en verdad no es tal) es un juego de gato y ratón contra reloj, con dos bribones como víctimas, un sádico inexpresivo como perseguidor, y una mujer como presa a disputarse. Por su estética y su montaje ligero, vertiginoso, a veces casi videoclipero, recuerda a varios títulos directo a VHS de los años ’90. El ámbito marginal de esa ciudad sucia, ayuda a darle un marco de inseguridad y peligrosidad constante. Las diferencias con "The Collector/Collection" y "No respires", no terminan en ambientarse puertas afuera. Esta película no posee ni la porno tortura de las primeras, ni el clima opresivo del film de Álvarez. Es mucho menos pretenciosa, y como buen film de Devlin, es consciente de sus limitaciones. La lógica del film es casi nula desde el primer instante. Los personajes son estereotipos, y viven todo tipo de situaciones azarosas e inverosímiles. Tampoco hay un gran abordaje del suspenso o la tensión. En compensación, Devlin ofrece pura diversión. "Latidos en la oscuridad" tiene pasos de comedia, diálogos imposibles, y escenas exageradas. Coquetea con el ridículo, y en ese juego sale ganando, tal como sucedía en "Geo Tormenta". Hay sadismo, pero menos gore de lo que podía haber tenido. Queda en claro que Devlin es más un experto en acción y en ritmos vibrantes que en géneros relacionados a crear un clima de misterio. En "Latidos en la oscuridad" (casi) todo se sabe desde que se desata el nudo, y a partir de allí no aguardan sorpresas pero sí el entretenimiento. Sheeshan no es un gran actor y ni lo intenta, aquí el juego es de Tennant, que hace de su rostro pétreo un punto a su favor. Cale demuestra la locura en sus ojos fervorosos, tiene arranques de furia, y nos hace creer que es alguien sádico en serio. Latidos en la oscuridad es su show. Película menor pero ciertamente entretenida, esta cinta es el nuevo opus de un realizador que ya va encontrando su estilo propio; el limbo entre el género y lo paródico. Acomodarse en la butaca y dejar el cerebro de lado, esta vez es lo que vale.
Un par de jóvenes utilizan su trabajo para robar en las casas de sus ingenuos clientes. Todo va bien para estos dos ladrones hasta que un día entran en el lugar equivocado y se encuentran a una mujer que ha sido secuestrada. Latidos en la oscuridad (Bad Samaritan, 2018) es una película dirigida y producida por Dean Devlin pero escrita por Brandon Boyce. Su reparto incluye a David Tennant (Jessica Jones, Dr Who) y Robert Sheehan ( Cazadores de Sombras) , entre las caras conocidas. Sean (Robert Sheehan) es un joven fotógrafo que trata de encontrar una estabilidad económica de una mala manera. Junto a su mejor amigo Derek (Carlito Olivero), trabajan en el valet parking de un restaurante local para ganar algo de dinero. Ambos han desarrollado una perfecta estafa a la hora de tomar las llaves de sus clientes, si tienen aspecto de adinerados utilizan el GPS para llegar hasta las casas y así robarlas mientras cenan. Eligieron mal a la víctima Las cosas van bien hasta que uno de ellos roba al cliente equivocado, Cale Erendreich (David Tennant) y descubre que tiene a una mujer cautiva en su casa. Temeroso de ir a prisión, deja a la mujer y regresa el auto al restaurante. Lleno de culpa, llama a la policía, que no descubre nada en la casa de Erendreich. Tennant se luce en la piel de un psicópata La idea era llamativa e intrigante. Con un excelente comienzo lleno de tensión y un escalofriante ambiente creado por el gran David Tennant la película se pierde en un sinfín de de situaciones carentes de lógica, flashbacks mal explicados y un final que deja muchísimo que desear. Sin dudas otro paso en falso para el director pero a pesar de los errores y aunque la película no llega a buen puerto, es entretenida la mayor parte del tiempo.
Hacer lo correcto puede ser problemático, o al menos eso parece querer decir este thriller, segunda película como director de Dean Devlin, habitual productor de las catástrofes épicas de Ronald Emmerich. Luego de la superproducción futurista "Geotormenta", Devlin se dejó llevar esta vez por un tipo de emoción más intimista, con un psicópata persiguiendo a dos ladrones de poca monta que se cruzaron en su camino. El asunto no deja de tener su lado intrigante y original. El valet de autos de un carísimo restaurante le entrega el auto a su socio; delincuente que a través del GPS va a la casa del cliente y roba lo que mejor luzca y pueda tener a mano durante el breve lapso que les permite la cena de la víctima. Sólo que un mal día aparece un tipo de aspecto raro, con un llamativo auto deportivo italiano, que en su casa tiene algo muy tremendo que ocultar. David Tenant es uno de esos psicópatas pasados de rosca pero, a su modo, entretiene en este thriller con demasiadas incongruencias pero con ritmo y buena dosis de sustos y truculencias varias.
El comienzo de la película tiene situaciones escalofriantes, de mucha tensión, intriga y resulta impactante; podríamos decir que funciona a la perfección el toque psicológico y las buenas actuaciones de David Tennant (“Doctor Who 50 aniversario”) y Robert Sheehan (“Cazadores de sombra”) logran que el espectador logre meterse en la trama y sentir junto al protagonista, un villano que se las trae. Posee alguna vuelta de tuerca, pero no logra sostenerse hasta el final. Contiene elementos del cine de Alfred Hitchcock, momentos que recuerdan “El silencio de los inocentes”, “No respires” de Fede Alvarez, ciertos excesos, cae en lugares comunes ya agotados, no ofrece nada nuevo, termina siendo superficial y convencional. Pero tal vez ciertos espectadores seguidores del género o las nuevas generaciones puedan disfrutarla.
Thriller industrial El actor, productor y guionista Dean Devlin da su segundo paso como realizador con Latidos en la oscuridad, un típico exponente del thriller industrial contemporáneo, con todas sus luces y sombras a flor de piel. La carrera como guionista del neoyorquino incluye títulos como Día de la independencia y la versión 1998 de Godzilla (el contacto Roland Emmerich) y, como productor, su CV incorpora largometrajes de alto impacto como El patriota. Su tránsito por el centro neurálgico del negocio del cine, por lo tanto, parece garantizar un conocimiento profundo de “aquello que quiere la gente”. En su ópera prima, Geo-tormenta, estrenada el año pasado, ese resbaloso concepto estaba ligado a la tradicionalmente catastrófica destrucción del mundo. En este caso, se trata de otra vuelta de tuerca del clásico juego de gatos y ratones, con un punto de partida que reutiliza con mil y un aditivos el viejo truco de La ventana indiscreta: la circunstancia casual que transforma al protagonista en testigo de un crimen y, como consecuencia directa, en víctima de un enemigo devenido incansable perseguidor. Sin yeso inmovilizador, el joven Sean (el irlandés Robert Sheehan), junto a un amigo y colega convenientemente latino, aprovecha su trabajo como empleado de valet parking de un restorán para una práctica tan arriesgada como provechosa: meterse en casas ajenas mientras los dueños cenan en el local. Es durante uno de esos raids delictivos que el muchacho se topa con la imagen menos esperada, la de una mujer golpeada, atada de pies y manos, la boca tapada para evitar sonidos indeseables. El propietario tiene todas las marcas del psicópata marcadas a fuego en el rostro, cortesía del actor de carácter David Tennant, enésimo exponente del asesino serial cinematográfico con un coeficiente intelectual estratosférico. A pesar de su cualidad algo mecánica, sería injusto no destacar el aceitado funcionamiento del primer acto de Latidos en la oscuridad: el suspenso actúa y los “¿logrará salir antes de que llegue?” logra atrapar e incluso inquietar con armas legítimas. El problema, desde luego, es sostener esas zozobras durante casi dos horas, en particular cuando la lista de personajes se amplía considerablemente y los giros, desvíos y situaciones cada vez más inverosímiles se acumulan de manera desenfrenada. El guion de Brandon Boyce, otro profesional de Hollywood, transforma lo que podría haber sido un poco original pero efectivo paseo por las delicias del suspenso cinematográfico en un modelo copycat de decenas de relatos similares, que va menguando su interés a medida que se acerca el enfrentamiento final y desenlace.
El ladrón entra a casas vacías y se queda con su botín hasta que, caramba, en una de ellas hay una mujer secuestrada, el tipo muestra nobleza y se mete en un problema mayor con el secuestrador en busca de venganza (y la chica que no aparece). Por momentos la película funciona bien, en otros, se deja llevar por los lugares comunes y deja todo en manos de sus actores, que por otro lado sacan oro de las piedras en más de una ocasión. Ni horrible ni memorable.
EL LÍMITE DEL DELITO David Tennant es un actor cuya particular gestualidad le da la oportunidad de tener una base de seguidores. Desde que fuera uno de las encarnaciones de Dr. Who y habiendo logrado ser uno de los villanos más carismáticos del universo “netflixmático” de Marvel interpretando a Killgrave en la serie Jessica Jones, es uno de los actores que aseguran una base de espectadores extra. Y digo esto porque no es irrelevante cuando se construye la historia en base a su imagen y a un personaje que no deja de ser un villano cuyo atractivo reside en ser caracterizado por Tennant. El problema llega cuando quizás ese atractivo especial quiera utilizarse para darle base a toda la realización y caiga en un vacío notable cuando no lo logra. Latidos en la oscuridad narra la historia de Sean, un adolescente que tiene un don para la fotografía pero que, antes de volcarse de lleno al mismo y convertirse en un profesional, prefiere pasar las horas acomodando coches junto a su amigo, al tiempo que le roban a sus clientes aprovechando el momento de confianza que les brindan al cederle sus vehículos. Obviamente no le cuenta sobre su afición a su familia (madre y padrastro) y novia, al tiempo que les ofrece regalos que no son más que parte del botín. Pero todo eso cambia el día en el que Sean descubre algo en uno de los domicilios en los que ha entrado a saquear, que lo hace replantearse absolutamente todo de allí en más, y lo que en definitiva cambiará su vida. Este primer giro que mueve la historia hacia adelante debería ser sólo un mecanismo de inflexión, pero no el lugar común que lo relacione con otras producciones recientes que utilizan el mismo recurso, como El juego del terror, en el que un ladrón descubre que el domicilio al que ha entrado a robar contiene rehenes a punto de ser destazados por un asesino serial. Pero cuando luego de este giro, el “duelo” entre delincuente menor y criminal mayor se convierte en una pulseada a otro nivel y siguen produciéndose las coincidencias (ya no solo con la película citada) es donde se necesita de mayor originalidad en la línea argumental. Porque si bien el “camino del arrepentido” suena interesante como vía para empatizar con alguien que quiere estar por fuera del sistema pero con ciertas reservas morales, no es nada novedoso. Aunque lo más destacado y trabajado de manera correcta sucede con la evolución de los personajes. El joven Sean (Robert Sheehan) parece tener sus límites morales muy claros, aunque para ello tenga que pasar por una pequeña crisis -satisfactoria desde el ángulo de la interpretación-. En cambio, su compañero parece depender bastante de su mirada aunque no tenga tantos escrúpulos y le tire mucho más el delito como medio de vida (además del temor a ser atrapados). Así, todos van teniendo más o menos lo que se espera de ellos, a excepción quizás del villano, que tiene las líneas más obvias, sobreactuadas y planas de la composición, que a veces rozan el patetismo y el estereotipo del asesino malvado que no tiene justificativo para ostentar ese mal, aunque sí una (también innecesaria) historia previa que cuenta de lo que es capaz. En cuando a los métodos elegidos por el villano, Latidos en la oscuridad nos brinda una buena dosis de crudeza visual. Pero no alcanza para definir un tipo de estética demasiado dura o inquietante, apenas para dar unas pocas puntas de lo que el asesino puede lograr si se lo provoca. Y todo eso, más la ausencia de un argumento potente, llevan a que el film se desinfle, pierda intensidad y le quite ritmo sobre el final. Si bien los sustos y acciones predecibles aparecen casi desde el comienzo, también van en número creciente y nos dejan ver la fórmula aplicada, que es la misma que nos ofrecen infinidad de telefilms que olvidamos a los dos minutos de terminar de ver. No obstante, se puede intuir que se ahorraron un par de resoluciones que quedaron en la mesa de montaje, momentos que podrían explicar qué sucede con las relaciones entre personajes que otras de su tipo hubiesen detallado en escenas obvias, y se agradece la omisión. En el balance Latidos en la oscuridad (Bad Samaritan en el original, que por supuesto es mucho más adecuado) no sale tan mal, es un plato entretenido que logra mantener la tensión y a pesar del refrito de los recursos, está bien jugada.
A pesar de tener una idea fresca, bastante inteligente y novedosa, a medida que pasan los minutos y se desarrolla la trama, esa buena primera impresión queda en el olvido total. Después de interpretar a Killgrave como antagonista principal en Marvel’s Jessica Jones (2015), David Tennant se recibió de actor. Tras 5 años interpretando al irónico y gracioso Doctor en la serie de ciencia ficción británica, Doctor Who (2005-2010) y otros papeles en películas de tintes dramáticos, la facilidad corporal que demostró en la serie de Marvel, le otorgó al británico, la oportunidad de que los estudios se empiecen a fijar más en él para hacer de villano. Con su gran interpretación de alguien que “manejaba” la mente de sus victimas, este último gran papel lo catapultó a ser considerado para proyectos más oscuros y psicológicos. Y de eso se trata un poco Latidos en la oscuridad (Bad Samaritan), un thriller súper oscuro que cuenta la historia de Sean Falco (Robert Sheehan), un fotógrafo de vocación, a quien el trabajo profesional se le es esquivo y no le queda otra que dedicarse a ser valet parking de un famoso restaurant italiano. Pero su trabajo no termina allí, ya que con su colega y amigo, Derek Sandoval (Carlito Olivero) se dedican a robar las casas de aquellos que van al restaurante. Todo cambia para nuestros protagonistas, cuando en una noche como cualquier otra, Cale Erendreich (David Tennant) un hombre sofisticado, adinerado, misterioso y con un ego bastante importante, llega al puesto de estacionamiento y sufre el allanamiento por parte de Sean, quien se encontrará no solo con joyas y dinero en efectivo, sino con el terrible y oscuro secreto que Cale oculta. A pesar de tener una idea fresca, bastante inteligente y novedosa, a medida que pasan los minutos y se desarrolla la trama, esa buena primera impresión queda en el olvido total. Con un guión que pierde fuerza en la mitad de la película, los buenos movimientos de cámara, tomas metafóricas y demás, son tiradas a la basura de la peor manera. Dirigida por Dean Devlin y escrita por Brandon Boyce, el único motivo de la peli termina siendo el de sentir miedo todo el tiempo y esperarse lo peor para todos, cayendo en los puntos más comunes de una película de suspenso o thriller. Hay una construcción muy interesante a la hora de jugar con la música, los planos y la re-significación de objetos que luego van a ser claves, a la hora de “entender” la psiquis del antagonista. Pero toda esta construcción, cae sobre las espaldas de Tennant, quien a pesar de brillar absolutamente con su personaje, no tiene un soporte suficiente para que la película sea buena. De los actores, es el único que sobresale de la media y es el único motivo por el cual la peli sigue adelante. Su personaje, podría verse como una versión del clásico maníaco con un sentido de la justicia bastante particular con tintes de Norman Bates (Psicosis, 1960), con una gran ayuda de su versatilidad a la hora de encarar papeles, deja muy en evidencia al resto del elenco, quienes no solo no convencen desde lo actoral sino que además, el desarrollo de sus personajes los hacen quedar como tontos en más de una oportunidad. Lamentablemente el film como un todo, no solo no complace a los espectadores, sino que por muchos pasajes termina tomándolos por tontos. La primera gran impresión de este metraje termina en el olvido y todo lo rescatable se reduce a momentos. Por lo menos, la designación de David Tennant como antagonista, fue la indicada y su interpretación podrá hacer pasar el mal trago un poco mejor.
Luego del desastroso resultado el año pasado de su opera prima Geostorm, el guionista – Stargate, Independence Day, Godzilla – devenido en director Dean Devlin pasa de un blockbuster masivo a un thriller con tintes hitchcockianos en Bad Samaritan, un cóctel de buenas intenciones y decente ejecución, pero que no deja de sentirse como un plato algo desabrido y ya probado en ocasiones similares.
Latidos en la oscuridad es la segunda película de Dean Davlin que se estrena en lo que va del año. La anterior había sido Geotormenta que como su título lo indicaba se trataba de una propuesta ridícula, de esas para divertirse en el cine y olvidarse de los problemas de la vida. Que sea entretenida, no significa que sea buena, pero sí podemos decir que Geotormenta es un metraje noble ante tanto otros espectáculos solemnes. Su segunda película lo muestra mejorando como director pero a la vez olvidándose de lo importante, entretener. La historia es la misma que se vio incontables veces, de hecho Don’t breath del uruguayo Fede Alvarez trabajaba el mismo concepto. La diferencia es que en Don’t breath explora el suspenso mediante el silencio en el cine. En latidos en la oscuridad se busca que las situaciones y la información constante, vía un efectivo montaje, logren generar tensión. La idea no es mala, lo que ocurre es que Davlin no va más allá. Tal es el impetú de la película en conformarse con ser una del montón que termina arruinando potenciales ideas y hasta personajes. El caso más obvio es el del villano interpretado por David Tennant, actor conocido por ser el Doctor Who, que no logra salir del estereotipo de villano frio, calculador e inteligente; y eso que Tennant es convincente con el material con el que tiene que trabajar. Lo contrario pasa con el antihéroe, tal vez sea porque el punto de vista principal es el del personaje de Robert Sheenan, o por la cantidad de información que se le otorga lo que hace que empaticemos aún más con él. Lamentablemente Davlin esta tan obsesionado con la idea de mostrarlo como un chico bueno que pierde el estribo y lo convierte en otro cliché, aunque en este caso sale un poco mejor parado. El otro problema de Latidos en la oscuridad es su tono indefinido, que no sabe si es una de terror o es un thriller. Quiere ser todo eso pero esa inseguridad a la hora de abordar la historia le juega en contra. Lástima porque dura lo que tiene que durar y no es ofensiva, pero debajo de todo eso hay una buena película y quien sabe capaz Dean Davlin dentro de algunos años entregue una obra maestra, ahora por lo menos sólo nos dio al gran Roland Emmerich y el cine catástrofe.
No le quedarán dudas al espectador al término de la proyección de este estreno: el título es mucho mejor que la propuesta. En efecto, lo que sugiere “Latidos en la oscuridad” es definitivamente más interesante que su desarrollo porque a priori la premisa despierta interés. Sean (Robert Sheehan) y Derek (Carlito Olivero) son un par de pungas de poca monta, se aprovechan de su trabajo de valet parking de un restaurante, para tecnología del auto mediante, ir a la casa de los eventuales clientes para robar pequeños botines. Todo bien hasta el primero encuentra en una de ellas a una chica secuestrada, atada y amordazada, a la cual no puede rescatar. Todo ese momento (si bien genera dudas en la credibilidad) será el pico más destacado de esta producción. Desde ahí en adelante, el verosímil es traicionado una y otra vez al punto de convertirse en rebelde de sí mismo. Un ejemplo de ello es la casa. Ultra moderna e inteligente, conectada y monitoreada a través del celular de su dueño Cale (David Tennant), excepto, claro, cuando el atropello de la trama necesita que no sea tan así. Lo mismo sucede con la intervención de la policía: su accionar es de mucho reglamento pero pocas luces, hasta que en un momento sacan una conclusión de la galera que haría pasar vergüenza a Hércules Poirot. Es cierto que “Latidos en la oscuridad” no decae en ritmo y que el director Dean Devlin, culpable de “Geo-Tormenta” (2017), se las ingenia con las bondades de la compaginación y la banda sonora para tratar de saltar las vallas de las torpezas del guión, escrito por Brandon Boyce (autor de la notable “El aprendiz” en 1998). La peor es la de la ventana de la casa cuyo mosquitero es abierto con una navaja y su resolución posterior. De la mitad hacia adelante este thriller intenta descansar el peso dramático en la composición del villano pero, entre el rictus facial de David Tennant (cuyas mandíbulas apretadas se habrá tenido que operar luego de esta producción), y la justificación psicológica de su accionar; llevan toda la producción al desbarranque. Donde debería haber tensión y nerviosismo, hay risas movidas por el ridículo. Se suele decir que malos guiones no se salvan con nada y que eventualmente el par de estrellas que forman el elenco justifican la entrada por su presencia (o algo así). Son como esos malos partidos de fútbol en los cuales la hinchada reclama el reemplazo por otros jugadores sin darse cuenta que el problema es el planteo y su forma. Sólo Robert Sheehan intenta (y logra) sostener emocional y físicamente el tránsito de su personaje, pero parece, ya que hablamos de deportes, esos virtuosos corredores del fútbol americano que se mandan y corren y corren hasta que se les acaba la cancha esperando recibir un pase que nunca llegará.