El monje de clausura, Salus (Toni Servillo), llega a un aeropuerto donde compra un grabador. Luego, es llevado a una mansión frente al mar; allí lo espera una reunión del FMI y un agasajo a su director, Daniel Roche (Daniel Auteuil), que festeja su cumpleaños. daniel ateuil Al conocerlo, Daniel le solicitará al monje un favor: confesarse. Al día siguiente, Roche aparece asfixiado con la bolsa del grabador que compró el monje. Ante el temor de que el director del FMI haya revelado secretos sobre la economía mundial, los hombres interrogan al religioso que se excusa en su voto de silencio. Ahora, siendo el FMI y sus mentores, el grupo de los ocho, una suerte de médicos conservadores y nada imaginativos con una misma receta (ajuste) para un mismo mal (la economía capitalista) parece tan elemental que el secreto no sea otra cosa que un brutal plan de austeridad mundial que nunca se enuncia por lo extremadamente obvio. Culpa, responsabilidad, intrigas, soledad son los tópicos que el film trata de manera esquemática y sin mucha originalidad salvo ciertas escenas donde la sapiencia y credibilidad de Toni Servillo hacen del monje un ser de otro tiempo y espacio. A los ya mencionados Servillo y Auteuil se le suma la bella y algo olvidada Connie Nielsen que personifica a una escritora con claras referencias a J. K. Rowling, creadora de la saga Harry Potter, y que en el cambio de tipo de novelas que quiere escribir hay más de una indicio de la resolución del crimen.Además trabajan Pierfrancesco Favino , Lambert Wilson, Marie-Josée Croze y Moritz Bleibtreu. El escritor Roberto Andó es un director preocupado por el entramado socio político, evidente no sólo en su film anterior ¡Viva la libertad! sino al ocuparse de autores como Lampedussa y Maquiavelo, filósofos claves en cualquier teoría sobre el poder. Le Confessioni El monje Salus (seguridad en latín) parece ser la resultante del efecto Francisco (Jorge Mario Bergoglio) sobre la credibilidad moral del cristianismo en el mundo Occidental, cuando la religión vuelva a ser el reservorio de valores que contrastan con la avaricia material y el sadismo de actores económicos que sólo miran números en vez de personas. Fabula moral y fábula política que, de tan simple y explicita se vuelve una lección fast de ética para el nuevo milenio. Lo que comienza como un thriller (con citas explicitas a I confess del maestro Hitchcok) se desarrollará como un drama social entre banal y maniqueo que deja al final un sabor a incompleto, a malogrado.
Esta película se convertiría en un súper éxito si, en vez de llamarse como se llama, se llamara "Asesinato en el G8". O sea, un título inmediatamente que te haga pensar en un thriller sobre política moderna, que probablemente golpea fuerte con un mensaje provocativo y, en estos tiempos de descontrol internacional, necesario. Sin embargo, el nuevo filme de Roberto Andó se llama Le Confessioni ("Las Confesiones", en italiano), y esa es nuestra primera pista para vislumbrar que no va a ser lo que esperamos... Le Confessioni tiene lugar precisamente en una cumbre internacional, donde enviados de los países más poderosos del mundo se han reunido para decidirse definitivamente por una medida económica para contrarrestar la crisis económica. No es ningún secreto que esta medida protegerá más a los bancos que a las personas comunes que realmente sufren la depresión, y algunos de los enviados no están aún convencidos de proceder con el plan. El encuentro tiene lugar en un hotel en la costa alemana, donde los enviados del G8 se reúnen con el director del Fondo Monetario Internacional, Daniel Roché (interpretado por Daniel Auteuil, quien tengo entendido, es una especie de "Darín francés"). Además de los embajadores, también llega a la reunión Roberto Salus, un monje italiano (interpretado por Toni Servillo), quien ha sido invitado por el mismo Roché para que reciba su confesión. A la mañana siguiente de confesarse, Roché aparece muerto, aparentemente un suicidio. Todo el mundo sospecha de Salus, por ser la última persona en ver a Roché con vida. Sin embargo, Salus se rehúsa a revelar qué fue lo que Roché le dijo, por secreto de confesión. Así comienza este misterio, en el que los embajadores tratan de discernir qué tanto sabe el monje sobre el plan económico del G8. Con una premisa como ésta, no sería difícil construir un thriller atrapante, pero resulta que el director no está interesado en ese aspecto de la historia. Muchas escenas de la película consisten de monólogos en los que Salus, los embajadores y el mismo Roché (a través de flashbacks a su confesión) hablan sobre la ironía de llegar a posiciones de poder a través del voto popular, solamente para cagar a la gente que te votó con tantas esperanzas de un mundo mejor. Salus, y en menor medida Andó, insisten en que la solución a todo es el amor. Este mensaje tantas veces repetido es loable, y al mismo tiempo demasiado simplista. Le Confessioni es una diatriba con buenas intenciones pero no es lo suficientemente precisa como para lograr un verdadero impacto. Si se hubiera llamado Asesinato en el G8 y hubiera ido por ese lado implacable, realmente sería algo para ver. Creo que todos estamos de acuerdo en que esta gente no merece misericordia. VEREDICTO: 6.0 - NO MUCHA INTRIGA INTERNACIONAL Le Confessioni es más un filme sobre políticos que sobre política, más sobre economistas que sobre la economía, y más entretenida que una misa. Pero una misa no es lo que el mundo necesita ahora. Recomendada para aquellos que no sepan nada sobre política (les puede servir de base)
Ante todo, La Confesión al resguardo En el marco de la Semana de Cine Italiano que transcurre del 2 al 8 de Junio, se exhibe por primera vez en nuestro país el film del director Roberto Ando -quien pasó recientemente por Buenos Aires-Las Confesiones, una película que nos mantendrá mediante su suspenso intrigados de principio a fin tratando de develar el misterio de un homicidio del cual hasta un sacerdote será sospechoso. Por Denise Pieniazek Las Confesiones (Le Confessioni, 2016) relata un encuentro de los ministros de los países más potentes del mundo para decidir el futuro de la economía mundial. Ambientada en Alemania en un hotel lujoso con el Director del FMI (Fondo Monetario Internacional) Daniel Roché como anfitrión, se llevará a cabo está cumbre que reúne ministros de Rusia, Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Japón e Italia. Lo peculiar de dicho encuentro reside en que por decisión del anfitrión francés se invitará además a participar a una exitosa escritora de libros infantiles, un músico que dirige varias ONG y a un monje italiano. Este sacerdote llamado Roberto Salus, es interpretado magníficamente por el actor Toni Servillo -quien ya ha trabajado con el director del film en Viva la Libertad (2013) y seguramente muchos lo recuerden por su personaje en el largometraje La grande belleza (2013). En esta cumbre política ocurrirá algo inesperado, la misteriosa muerte de uno de estos personajes. A partir de allí una investigación se llevará a cabo con el fin de encontrar el culpable, en la cual todos serán sospechosos, incluso el mismísimo monje. Este sacerdote, no entrará en pánico y mantendrá la calma propia de una persona de fe mostrando la paciencia y templanza de la filosofía oriental, pese a ser puesto bajo la mirilla, ya que es el último que ha conversado con el difunto. Una vez desatado el conflicto y con pocos personajes que deberán permanecer todos bajo el mismo escenario- recurso recurrente en el cine, pensemos por ejemplo en 12 Hombres en pugna (1957)- se mostrarán los vínculos sentimentales y políticamente convenientes que se desplegarán a raíz de los diversos intereses. Las Confesiones tiene una estrecha relación de intertextualidad con el film I Confess (Mi secreto me condena, 1953) de Hitchcock, perteneciente al género del film-noir. En dicho policial negro un sacerdotal está bajo sospecha por un asesinato que sólo podrá ser aclarado rompiendo el secreto de confesión. En contraposición en Las Confesiones sucede lo opuesto, puesto que el monje intentará resguardar pese a que su vida esté en peligro el secreto. Para concluir Las Confesiones es exquisita a nivel formal y estético acompañando en perfecta concordancia la narrativa que dosifica la información de forma ingeniosa. En algunos casos dicha dosificación recurre a los vaivenes temporales y al uso del flashback generando un relato anacrónico que nos mantendrá intrigados de principio a fin, y cuyos toques de humor irónico en medio del suspenso funcionaran de forma efectiva, sin dudas el film italiano por su picardía e ingenio vale la pena ser visto.
“Cuando en el cielo un ángel no hace lo que tiene que hacer, el señor lo encierra en una celda oscura” Recita Saulus, interpretado por Toni Servillo. Con esta cita, entre otras comienza “Le Confessioni”. En este film Roberto Andó, director de “Viva la libertá”, recrea un encuentro entre los exponentes de la economía más importantes del mundo. Por supuesto que si se habla de economía importante y del mundo, no se habla de Latinoamérica ni de África, por eso van ministros europeos, un rockstar internacional y demás figuras poderosas. Una convención que tiene lugar en un lujoso hotel de la costa alemana. Aquí llega Saulus, el monje italiano que viene a desestructurar toda la extrema formalidad del encuentro. Roche, el director del FMI, lo convocó para confesarlo esa misma noche. Una noche como la que en “I confess” de Alfred Hitchcock, el padre Logan confiesa a Keller, pero este último es el asesino. Cita que se hace explicita en el relato de Roberto Andó. Roche, que es quien se confiesa es, quien a la mañana siguiente aparecerá muerto. En este punto la película hace un interesante giro hacia una problemática más interna, que se intenta develar desde allí. Con las copas y la comida de primer nivel, que se entrelazan con unos diálogos inteligentes, agudos y críticos, contra el sistema capitalista y la desigualdad que se da en el mismo. Con una buena actuación de Toni Servillo con expresiones constantes que se mantienen a la altura del personaje, que por momentos salva los altibajos temporales del film. La fotografía acompaña los climas y los movimientos de cámara, que son correctos. Film que critica desde adentro, desde lo más alto del lujo y la comodidad, las desigualdades y miserias que viven los demás. Veremos que celda oscura les toca a estos angelitos del señor.
Una lección de ética ¿De qué hablan los hombres y mujeres que tienen el timón del mundo cuando se congregan a definir el destino de las mayorías? Aunque la pregunta no es exactamente sobre qué conversan, porque eso, a la larga, se vuelve público -siempre las circunstancias más generales, nunca los pormenores-, sino cómo o en qué términos se dan esos intercambios entre políticos, economistas y empresarios cuando están lejos de las cámaras y los micrófonos, los periodistas y las multitudes electorales. ¿Cómo fue el detrás de escena de los encuentros de los representantes de la Unión Europea y los dirigentes africanos, cuando se juntaron en Malta para definir las nuevas políticas que frenaran la inmigración y la llegada de refugiados a Europa? ¿Qué se dijeron el exministro de Economía griego, Yanis Varoufakis, y Christine Lagarde, la directora del FMI, cuando se reunieron para discutir las reformas económicas a las que debía someterse el país en crisis para lograr una quita de su deuda con la troika? La película Le Confessioni indaga en este imaginario. Pero, ¿qué pone en escena Roberto Andò? A un monje (Toni Servillo, conocido aquí por protagonizar la amada y odiada La gran belleza -2013-, de Paolo Sorrentino) que llega a Alemania como invitado a la cumbre del G8. Allí, en el cinco estrellas Grand Hotel Heiligendamm, entre el lujo del mejor champán, las habitaciones con vista al Báltico -y un grupo de individuos siempre dispuestos a burlar la seguridad para manifestarse en contra del Grupo de los Ocho líderes mundiales-, lo reciben los funcionarios junto al director del FMI, Daniel Roche (Daniel Auteuil). La cumbre tiene una particularidad: Roche, que además festeja su cumpleaños en este marco, y porque es un excéntrico, decidió incorporar a esta reunión súper exclusiva, tan pública como secreta, a personalidades del mundo de la cultura y la industria: un músico de pop-rock, fachero a lo Jon Bon Jovi; una escritora de best sellers de la literatura infantil, del estilo de J.K.Rowling; y el monje en cuestión, Roberto Salus, que publicó un libro con algunas de sus reflexiones como hombre que practica la fe, la espiritualidad, y sobre todo la piedad, según él mismo cuenta -personaje algo contaminado por la buena imagen que proyecta el papa Francisco en el mundo-. Roche, que leyó aquel texto, es un admirador de Salus, y lo elige para poner en marcha un plan, que es la razón por la cual fue invitado: quiere ser absuelto de sus pecados antes de morir. Porque Roche está a punto de morir. Ahí, en ese hotel, a mitad de la reunión, sin que nadie entienda cómo ni por qué. O si alguien lo asesinó. Le Confessioni (2016), con su narración ordenada, fluida, su porción de suspenso, su esmero en soltar información en gotas, su corrección y prolijidad en atar cabos y no regalarle nada al azar, tiene, sin embargo, una característica que la debilita y le resta puntos. Es un ejemplo de cómo el cine comete el pecado de querer explicar cómo funciona el mundo. De contarnos a los demás -que desde esa perspectiva parece ser que no estamos capacitados para comprenderlo por sí solos- cómo mueve sus fichas el sistema. Y para hacerlo usa a este monje, un ser que vive recluido y en silencio, un outsider que está más allá de todo afán delirante por la acumulación del poder y el dinero -y esto porque el director deja afuera de la discusión cualquier tipo de referencia a la institución eclesiástica-, un hombre que recoge los platos para lavarlos después de la cena, en un hotel en el que una habitación simple cuesta 300 euros por día. Le Confessioni es una película de ideas y el motor que empuja la trama es este monje, que está puesto en una escala superior. Salus representa lo único trascendente, la revelación que puede convencer a los que tienen al mundo en sus manos que deben cambiar el rumbo. Salus es una advertencia, es la enseñanza. Porque Roberto Andò parece afirmar con esta película que el cine puede ser portador de un mensaje que modifique al mundo y su lógica perversa. Y no está mal que así lo crea -algo parecido se da en Viva la Libertá-, pero esta vez cae en la trampa de evidenciarlo con un discurso muy literal, muy sin metáforas, muy carente de vuelo y eso vuelve una película interesante, con gran destreza técnica, en un panfleto ingenuo.
La deidad no es una religión y el poder no tiene dueño eterno En un hotel de lujo, el G8 reúne a sus ministros de economía con el objetivo de adoptar una medida secreta que tendrá consecuencias muy graves para los países más pobres. Entre ellos también se encuentran el Director del Fondo Monetario Internacional, Daniel Roché, y tres invitados: una célebre escritora de libros infantiles, una estrella de rock y un monje italiano, Roberto Salus. Un monje muy particular, porque no es del “establishment” católico, sino que parece más budista (por su silenciosa filosofía) que un pontífice convencional. Salus se reúne por la noche con Roché, momentos antes de una drástica medida que el funcionario del FMI decide tomar. Ahí es donde la película se vuelve más interesante, porque empiezan a apurar al hombre religioso para que dé más detalles de su charla. El suspenso aflora y es ese clima, lo más interesante que otorga la película. Su lentitud y las tramas que se desarrolla son hechas con una parsimonia muy atractiva. Y sobre todo, porque a pesar de ser un hecho demasiado grave para una reunión de las altas esferas de gobierno internacional, todo está narrado con la conducción y la atmosfera de tranquilidad que el monje impone. Eso es algo inverosímil, definitivamente. En un principio, como espectador, lo percibí un poco chocante, porque por más inmunidad religiosa que tenga, ningún monje puede dominar la escena de esa manera, y no por no ser hábil, sino porque muchos de los hechos que se suceden no tienen ninguna correlación con lo que uno espera de la realidad. Pero en este caso, Roberto Ando eligió esa forma para mostrarnos su mirada del funcionamiento del mundo, sostenido en una fotografía opaca y apesadumbrada. the-confessions-24-600x400 Una mirada que no suena novedosa tampoco. Nadie cree que estos organismos realmente piensen en el bienestar general, entonces lo que se recita en los diálogos no suena a nada que no hayamos escuchado antes. Como se terminan desarrollando los hechos y las medidas importantes de gobierno mundial, pueden sonar interesantes en un principio, pero el film las deja en un segundo plano para demostrar que, a pesar de que el progreso, las medidas económicas y la austeridad financiera vayan por un lado, los tiempos de la vida pueden ir por otro. Sólo hace falta plantarse ante el poder mundial y eso es en definitiva a lo que apunta el film. Si nos guiamos por el drama del FMI, los poderes mundiales, la desigualdad y la corrupción bancaria, “Le confessioni” puede resultar poco interesante. Hasta puede ser ingenua en algunos aspectos. E incluso con una resolución insatisfactoria. Pero Roberto Ando logró mostrar que la seguridad de las convicciones va más allá de cualquier organismo internacional, y que a pesar de todo, los hombres siempre van a ser hombres, por más fortalezas y poderes terrenales que tengan.
El film transcurre en un hotel de lujo en Alemania donde se está por llevar a cabo una reunión de ministros de economía de varias naciones del mundo, para adoptar una nueva medida que por el momento han mantenido en secreto y que podría tener consecuencias graves para algunos países. Daniel Roché, director del Fondo Monetario Internacional es quien encabeza la reunión y decide aprovechar la ocasión para celebrar su cumpleaños con una cena, invitando además a otras tres personas: Claire Seth, una famosa escritora de libros infantiles, Mark Klein, una estrella de rock, y el padre Roberto Salus, un monje italiano. Ninguno de los presentes conoce la razón por la cual Roché invitó al monje, pero él no será el único que decida confesarse con el padre Salus. Durante la madrugada posterior a la cena se produce una tragedia inesperada por lo cual la reunión de economía deberá ser suspendida. El incidente crea un clima de temor e inseguridad entre los ministros y el sacerdote, en relación al secreto que los economistas han venido guardando, ya que estos comienzan a sospechar que Salus está al tanto del mismo por haber confesado a alguien del grupo, y es así que intentarán forzarlo a decir lo que sabe, pero no será una tarea fácil teniendo en cuenta que el monje habla poco y que a veces solamente responde con un dibujo, resultando enigmático e inquietante para los demás. Y en medio de todo este escabroso asunto saldrán a la luz los remordimientos y las dudas que a más de uno los hará vacilar sobre las decisiones ya tomadas. Se destacan las sólidas actuaciones del italiano Tony Servillo (Roberto Salus) y del francés Daniel Auteuil (Daniel Roché). Completan este elenco internacional: la actriz danesa Connie Nielsen (Claire Seth), la canadiense Marie-Josée Croze (Ministro de Canada), el actor francés Lambert Wilson, el italiano Pierfrancesco Favino (Ministro de Italia), el japonés Togo Igawa (Ministro de Japón), el alemán Moritz Bleibtreu (Mark Klein), el polaco Aleksey Guskov (Ministro de Rusia), el francés Stéphane Freiss (Ministro de Francia), el inglés Andy de la Tour (Ministro de Inglaterra) y John Keogh (Ministro de EE.UU). Mucho suspenso, algunas dosis de humor ácido, y un buen relato que mantiene la tensión hasta el desenlace, hacen de este film un thriller atrapante. Su director Roberto Andò (Viva la libertad), quien co escribió el guión junto a Angelo Pasquini, pasó por Buenos Aires para presentar esta película en el marco de la 3° Semana de Cine Italiano a comienzos de junio de este año. Se estrena este jueves 15 de diciembre en varias salas de cine. Imperdible!
EL PODER ECONÓMICO ENFRENTADO A LA ÉTICA Roberto Ando, el mismo de “Viva la libertad”, escribió el guión y dirigió esta película que combina un suspenso de thriller con los manejos del fondo monetario internacional y los ministros de economía de países más ricos… Con sospechas, amenazas y muerte, o desarrolla una historia sobre la ética y la conducción de un organismo tan poderoso a punto de tomar una decisión drástica que tendrá países víctimas. Y utiliza esa estructura para contraponer las visiones de hombres pragmáticos y opulentos frente a un monje que habla poco y solo posee sus hábitos y una grabadora. Un sacerdote y filósofo invitado a la reunión por el jefe supremo que quiere darse el lujo de una confesión inmediata. Entre chistes sobre banqueros que no pueden donar su corazón porque no lo tienen, todo lo que se ve es lo que uno no pueda sospechar entre los verdaderos dueños del poder aislados para trabajar desde el anonimato. Con muchos recursos del genero del suspenso y un discurso políticamente correcto que solo funcionara el tiempo que necesiten para reorganizarse. Con buenos actores, un entretenimiento que reflexiona sobre comos son los manejos de este mundo y sus consecuencias. Con grandes actores donde sobresale como siempre Tony Servillo, Daniel Auteuil y Connie Nielsen.
Atrapante intriga y sólida reflexión sobre la frialdad emocional inherente a la economía. La figura del Ministro de Economía es una tanto o más observada que la del propio Presidente. Sus decisiones afectan a los bolsillos de todo un país. Así que una película que indaga en las decisiones, muchas veces cuestionables, de dichos funcionarios detona cuando mucho la curiosidad del espectador. Le Confessioni (Las Confesiones) se adentra en este peculiar mundo mediante una narración clara en sus ideas, recurriendo a emociones, decisiones, y defectos de carácter comunes a todos los seres humanos. El silencio es oro. En un lujoso hotel alemán, el director del Fondo Monetario Internacional reúne en una cumbre a los ministros de economía de diversos países. Aparte de los funcionarios, él ha convocado también al monje Roberto Salus, a quien la noche del encuentro le pide que le tome la confesión. La trama se complicará cuando la mañana siguiente el director aparezca muerto con una bolsa en la cabeza. Esto genera que los invitados se desesperen y recurran a técnicas cuestionables para hacer que el monje revele qué fue lo que le dijo antes de morir. Un secreto de confesión que no piensa violar. Habitualmente cuando se hacen películas sobre la economía, se corre el riesgo de entrar en una cuestión muy técnica que puede perder al espectador cuando se hace un esfuerzo demasiado notorio en establecer un verosímil. Le Confessioni está plagada de dichas cuestiones pero el interés no se pierde jamás. Esto se debe a que Roberto Andó tuvo la enorme inteligencia de plantar un conflicto y un tema meramente universales, que cualquiera pudiera entender. Ese conflicto, esas preguntas que disemina la trama (¿El director se mató o lo mataron? ¿Qué le dijo al monje?) y sobre todo la manera de contestarlas es lo que hace que la película se vuelva interesante a pesar de la complejidad técnica de su universo. “Las acciones hablan más fuerte que las palabras”, reza un viejo adagio; esta gente habla largo y tendido de bolsas, márgenes, utilidades, porcentajes, estratagémas, formulas etc. pero son sus acciones —físicas, emocionales y morales— en reacción al conflicto principal lo que hace a la película dinámica. Ninguna película estaría completa sin un tema. El de Le Confessioni es claramente el silencio. Su valor, su apreciación, su oscuridad, su necesidad para poder escuchar a nuestra consciencia. No es tanto las palabras que se callan, sino el porqué, y cómo ese silencio puede hacer tanto bien como mal. En un guión sólido cada escena debe representar su tema y Le Confessioni demuestra esa solidez en la forma de los desafíos y las presiones que recibe el protagonista, pero que soporta estoicamente y alecciona con el ejemplo de sus acciones a estos economistas que creen que todo puede ser comprado, todo puede ser negociado y que nada es sagrado. Por el costado técnico, la película posee un rico trabajo de cámara en Cinemascope, sostenido por un montaje de elegante pulso. Cabe destacar la utilización del diseño de sonido a lo largo de todo el desarrollo de la trama, haciendo énfasis en el tema del silencio al que desea aludir. En lo actoral tenemos a un plantel de primera categoría, en donde destaca su protagonista Toni Servillo, que entrega una austeridad y una serenidad dignas de un monje y el inoxidable Daniel Auteuil, como el director del FMI, en uno de los personajes más amorales que se le ha visto encarnar (amén de que habla un inglés perfecto) y lo borda con mucha sensibilidad. Conclusión: Le Confessioni es un sólido drama sobre un universo complejo, pero narrado con una pericia que asegura su comprensión y su dinamismo. Si sumamos a esto unas actuaciones y una puesta en escena sobresalientes podemos decir que estamos ante un título altamente recomendable.
La fórmula del silencio Le confessioni (2016) es una película con un elenco de lujo que intenta ser un film de suspenso e intriga pero no termina de redondearse completamente como tal, queda más como un gesto que bordea el thriller y la parodia con la negatividad de tender a una excesiva solemnidad. La película parece solo salvarse por sus buenos actores, pero no se le puede negar su búsqueda constante de una solidez narrativa. En Alemania se va a dar cita una reunión del G8, los grandes economistas que van a decidir una estrategia económica para el futuro del mundo, empezando por Europa. El organizador y director del Fondo Monetario Internacional, Daniel Roché (Daniel Auteuil), junta a todos en un hotel de lujo entre los que se encuentran tres invitados ajenos a la ocasión: un cantante de rock, una escritora de famosa de libros infantiles y el peculiar e inesperado monje italiano Roberto Salus (Toni Servillo), que mantiene sus costumbres de la edad media, vistiendo su sotana y leyendo y orando a la luz de la vela. Este personaje enigmático es un invitado especial de Roché puesto que este quiere confesarse. Así lo hace pero al amanecer, el confesor Daniel Roché está muerto, suicidado en su habitación. A partir de ese momento, todos los economistas, entran en vilo de saber si el monje sabe de la estrategia que iban a aplicar para el mundo después de este encuentro. Pero si algo caracteriza a los monjes del estilo de Salus, es el silencio y secreto de confesión. El suspenso surge entre todos hasta finalizar la cumbre pues Salus es el único ajeno a la cumbre que sabe el destino trágico que se está decidiendo. Si uno describe la película dirigida por Roberto Andò empezando por su artificio, es decir, que se trata de personajes encerrados en un espacio determinado del cual no pueden escapar, más aún cuando ha sucedido una muerte y un secreto oral se ha develado, entonces uno recuerda alguna película clásica del mejor Alfred Hitchcock, de Roman Polanski, una de Alejandro Amenábar y, por qué no, una de Luis Buñuel o Quentin Tarantino. Ahí donde los únicos constructores de suspenso e intriga son el espacio y la palabra, será la Residencia-Hotel con sus enormes pasillos y la confesión que se pasea entre todos, la misma que trae conversaciones entre el monje y los invitados. Sin embargo, aquel detalle que trae a las grandes referencias cinematográficas en cuanto al thriller, por momentos se diluye. Todo recae sobre el personaje del monje italiano y entonces aquellos que no se crucen con él o tengan alguna conversación, divagan en una oscuridad aislada. Ahí es donde hace falta el juego, la riqueza de las acciones secundarias, introducirse más en el terror, no caer en sorpresas un tanto predecibles ni soluciones fáciles. Al final, se queda en un esbozo divertido con un cierre a lo Pier Paolo Pasolini sobre un mensaje esperanzador para que las decisiones de los economistas sean las adecuadas. No se puede obviar el elemento estético altamente cuidado para dar la imagen de olimpo sagrado donde “los dueños del mundo” se reúnen para decidir el destino del mismo, pero también que son los buenos actores empezando por Daniel Auteuil, Richard Sammel, Pierfrancesco Favino y Toni Servillo, los que hacen que la película no pierda su atención. Están en un nivel altivo aunque la trama, que hace pensar más en una pieza teatral, no termina por definirse ni tener esa fuerza necesaria para profundizar en el pleno suspenso y ser convincente, aunque luche constantemente por no decaer.
Le Confessioni, segunda película del director Siciliano. En el Grand Hotel Heiligendamm, a orillas del mar Báltico, se reúne la cumbre del G-8 de ministros, mas el director del Fondo Monetario Internacional, con algunos invitados especiales, que no saben muy bien por qué están ahí: una escritora de cuentos infantiles muy exitosa, con clara referencia a J.K. Rowling (la autora de Harry Potter), un músico de rock (¿Bono?) y un monje de clausura. El director del organismo internacional aprovecha la ocasión para festejar su cumpleaños, pero al día siguiente aparece muerto. Roberto Andó escribió y dirigió esta suerte de thriller de diseño conceptual de cómo se mueven los hilos del mundo económico, concentrándose en la frialdad a la hora de tomar decisiones de un puñado de personas cuyas ideas afectan la vida del planeta. En un ambiente lujoso y minimalista, algo está a punto de suceder que cambiará la vida de todo el globo terráqueo. En la lógica de Le confessioni, en el lugar en que transcurre la trama de lo que está sucediendo, está concentrada y reflejada, toda la humanidad. Y da la impresión que la película pretende ser tan abarcadora en su metáfora, que la frialdad que destila le juega en contra. La morosidad de sus secuencias, el cálculo preciso de cada plano la vuelven menos interesante de lo que el planteo promete. Le confessioni está protagonizada por un elenco internacional con sólidas actuaciones del italiano Tony Servillo (Roberto Salus) y del francés Daniel Auteuil (Daniel Roché). Además de la actriz danesa Connie Nielsen (Claire Seth), la canadiense Marie-Josée Croze (Ministro de Canada), el actor francés Lambert Wilson, el italiano Pierfrancesco Favino (Ministro de Italia), el japonés Togo Igawa (Ministro de Japón), el alemán Moritz Bleibtreu (Mark Klein), el polaco Aleksey Guskov (Ministro de Francia), el inglés Andy de la Tour (Aleksey Guskov (Ministro de Rusia), el francés Stéphane Freiss Ministro de Inglaterra) y John Keogh (Ministro de EE.UU). El carácter multi étnico del casting, le otorga veracidad al relato. La elegancia calculada de Le confessioni es a veces el lastre que impide discernir si lo que estamos viendo es un thriller con resonancias a Mi secreto me condena, de Alfred Hitchock o una metáfora sobre el concepto del poder económico, con el agregado de frases altisonantes de carácter religioso. Y es esa misma falta de decisión, más el sobre explicado de algunos planos y situaciones que se resuelven fácilmente, sin el suspenso necesario, lo que la convierte en una película de buenas intenciones con demasiados altibajos a Le Confessioni.
La política de la piedad El último film del realizador italiano Roberto Andó –Viva la Libertad (Viva la libertà, 2013)- regresa a la arena política al igual que su opus anterior, esta vez para situarse en una conferencia del G8 de las principales naciones industrializadas. Se trata de un interesante thriller de reflexión política sobre el capitalismo, la crisis económica europea y la responsabilidad de los políticos en la misma. El día de su cumpleaños, que coincide con la asamblea anual de los representantes del G8 en Alemania, el director del Fondo Monetario Internacional, Daniel Roché (Daniel Auteuil) reúne a los asistentes y convoca a un sacerdote y a dos prominentes figuras de organizaciones no gubernamentales que luchan contra la pobreza, para debatir sobre política económica. Lo que parecía una maniobra política para incluir a figuras opuestas en el marco de decisiones económicas que expulsarían a Grecia de la comunidad europea, abandonándola a su suerte después de destruir sus industrias, deviene en una situación policial cuando Roché se suicida extrañamente, ahogándose con una bolsa, tras confesarse con Roberto Salus (Toni Servillo), el heterodoxo sacerdote que confunde a todos con sus estoicas respuestas. La muerte de Roché desata todo tipo de debates y discusiones políticas, económicas, éticas, morales, entre todos los protagonistas, donde los políticos exponen las distintas visiones del mundo. El consenso que parecía consolidado gracias a los exhortaciones de Roché se derrumban cuando los políticos deben justificarlos ante el sacerdote y ante sí mismos, y una grieta se abre entre los que quieren seguir con el plan original y los que encuentran cada vez más fuerzas para oponerse. El personaje de Salus y de la escritora de novelas para niños y líder de una ONG, Claire Seth (Connie Nielsen) funcionan como los polos de la conciencia social en medio del cinismo de los políticos de los países desarrollados que no sienten ningún remordimiento al aplastar a los países que hasta hace poco apoyaban cuando el viento cambia, llegando incluso a intentar buscar pruebas para inculpar al sacerdote de la muerte de Roché para que la misma no afecte la visión de la opinión pública sobre la conferencia. El film de Andó falla en la síntesis de las ideas, extendiéndose en explicaciones sobre cuestiones económicas que no siempre son imprescindibles, pero logra ofrecer, al mismo tiempo, una solidez en su trama a través de la fuerza de los conceptos que trabaja y las buenas actuaciones de todo el elenco. Le Confessioni contrapone así el hedonismo a la piedad en una propuesta sobria en la que los monólogos y los diálogos se imponen a todos los rubros técnicos, en una obra más teatral que cinematográfica, con un contenido profundo y complejo. La reflexión sobre las cuestiones sociales y la necesidad de construir un mundo más justo revolotean alrededor del G8 y se mezclan con las protestas, la mezquindad y la falta de voluntad de los políticos para ver más allá de sus narices y de sus propios bolsillos.
Un monje en medio del G8 Cuando en el cielo un angelito no hace lo que ha de hacer, el Señor lo encierra en una celda oscura", dice el poema del napolitano Ferdinando Russo, que el monje protagonista de este film -en el que Roberto Andò dedica a explorar las relaciones entre política y ética- registra en su recién comprado grabador en el comienzo del film. El silencioso y enigmático monje (encarnado por Toni Servillo) ha sido curiosamente invitado por el titular del FMI (Daniel Auteuil) a participar en la inminente cumbre en la que el G8, compuesto por los países más industrializados del planeta (excepto Rusia, actualmente suspendido), tomarán decisiones que con seguridad incidirán negativamente en las economías más desfavorecidas. A él se sumarán otros insólitos "invitados" como una exitosa escritora y un rutilante astro del rock, quizá con el propósito de humanizar el encuentro. Pero en la primera noche, el líder del FMI le pide al religioso una confesión que será la última, ya que la mañana siguiente aparecerá muerto, aparentemente víctima de suicidio. Aquí el film intenta tomar el camino de un indeciso thriller en el que las ambigüedades terminan diluyendo a los interrogantes, como si Andò se viera superado por un tema que no logra plantear con claridad ni alimentar con cierto suspenso. Sólo las cuidadas imágenes y los actores (Servillo y Auteuil en especial) parecen estar a la altura del arduo compromiso.
Pecados por perdonar Con las intrigas que se tejen alrededor de los poderosos del mundo, combina thriller y drama. Daniel Auteuil suele estar bien –muy bien- en todos los papeles que le ofrecen y el actor de Jean de Florette acepta. Esta misma semana lo tenemos en dos estrenos, El misterio de Kalinka, casi como protagonista absoluto como el padre que descubre que su hija ha sido asesinada, y también en Le confessioni, con un papel -el director del Fondo Monetario Internacional- con el que es menos fácil trabar simpatía. Todo transcurre dentro de un lujoso hotel alemán, con vista al Báltico, en el que se reúne el Grupo de los 8, para tomar una medida que, se dice, será drástica e importante. Nadie sabe por qué Daniel Roché (Auteuil) también convocó a una estrella de rock tipo Jon Bon Jovi, a una autora de best sellers para niños y adolescentes a lo J.K. Rowling, y a un monje. Tal vez la excusa sea que el hombre quiere aprovechar y festejar su cumpleaños. Un hecho imprevisto modificará todo. Una muerte suma a varios en cuasi desesperación, y creen que el monje confesó a más de uno y el secreto pueda dejar de serlo. ¿Cambiarán de opinión sobre esa decisión tan importante que piensan tomar? ¿Eh? El monje es un hombre que presumimos es sabio. Sí sabemos que es de pocas palabras, que publicó un libro que leyó Roché y que casi que hace un culto de la piedad. El problema que tiene Le confessioni no es inconfesable. El director Andó pone en un ámbito que le es extraño a su protagonista -el monje- y decide sermonear -el realizador-, o peor, explicar cómo funciona el mundo. Las intrigas que se tejen alrededor de la tragedia correrían en paralelo a qué es lo que sabe y/u oculta el religioso, pero también cómo se manejan los poderosos a la hora de decidir buena parte del destino de los ciudadanos del mundo. Toni Servillo es otro actor que suele elegir muy bien sus papeles. El protagonista de la tan amada cono vilipendiada La grande bellezza, de Sorrentino, hace un personaje que por momentos parece tranquilo y por otros una mezcla de Roberto Carnaghi y Luis Felipe Noé. La tipificación de algunos miembros del G8 por cierto que no ayuda, aunque el tono del relato nunca llega a ofuscar a nadie y el aspecto de thriller con aroma de drama le sienta bien.
Le Confessioni Roberto Andò continúa con ”Le Confessioni” (2016) su análisis sobre el hombre y las relaciones que entabla con el resto de la sociedad y además reposa su mirada en el mundo de la economía y la política, sin filtros, al retratar en un encuentro de grandes responsables de los destinos de los mercados los resultados de una drástica decisión por parte de uno de ellos (Daniel Auteuil). Mientras se revela esa noticia, un monje (Tony Servillo) será el encargado de ofrecer la cordura necesaria y también el espacio de reflexión para que de ese hecho inesperado se pueda creer en la posibilidad de una nueva manera de acercarse sin un factor económico que medie ni imponga sesgos. Andò es un gran narrador y en la belleza y simetría de las imágenes, además, logra impregnar a la historia de un halo épico que potencia su propuesta, clásica, de film de conflictos no resueltos.
El italiano Roberto Andó no se maneja con medias tintas a la hora de demonizar (y ridiculizar) a la clase política. Ya con Viva la libertad (2013) había indagado en las fisuras de un partido de su país, donde un candidato a presidente, presa de pánico escénico, desaparece del mapa. En Le confessioni, en cambio, redobla la apuesta magnificando horizontes e incidentes. A los pocos minutos de la película ya se cuenta un muerto, nada menos que el presidente del Fondo Monetario Internacional.
Receta espiritual para el FMI Se estrena al fin esta película singular que su propio autor presentó en junio último durante una muestra de cine italiano. Curiosamente, ahora en diciembre se convierte en la película navideña de la temporada, no porque sea religiosa, al contrario, sino porque ofrece una esperanza, mínima, pero esperanza al fin. Y porque un hombre de oración les da una réplica bien emotiva y sin palabras a los oráculos de la religión moderna, es decir los economistas (ahora que la otra religión moderna, el marxismo, está en retirada). La acción transcurre en el Gran Hotel Heiligendamm, de Mecklenburg, donde suelen reunirse los altos copetes del G8. Pues bien: hay una reunión de altos copetes, y para darle un toquecito humano algunos han invitado como consejeros circunstanciales a un rockero contestatario ma non troppo, una escritora de libros infantiles, y un monje cartujo. Hay pocos cartujos en el mundo. Son de mucha oración, mínima conversación y alta preparación. El de esta fábula, antes de ser monje, fue matemático. Cosa terrible: ya en la primera noche, el presidente del FMI se muere después de confesarse con él. Paranoicos o suspicaces, banqueros y funcionarios entran en pánico. Ese monje sabe algo. Tratan de cercarlo. El les responde con un algoritmo. Que lo descifren. Matemáticos que han visto la película dicen que es un algoritmo perfecto pero que no significa nada. Como muchos discursos de políticos y economistas. Como el tipo que levita falsamente al comienzo de la película. Hay tensión, ironía, buen sustento, buen elenco, símbolos zoomorfos de mucha emoción (un ave del Amazonas que sólo canta muy de vez en cuando, un perro bravo que decide por sí mismo cambiar de dueño), hay cosas en común con pensadores del calibre de Leonardo Sciascia, Ermanno Olmi, La Rochefoucauld, Charles Chaplin (si, Carlitos Chaplin). Su autor es el realizador y régisseur Roberto Andó, el de la celebrada comedia "Viva la libertad", donde un viejo de espíritu libre es confundido con su hermano gemelo, político anquilosado, y aprovecha la confusión para cambiarle el discurso. El actor es el mismo: Tony Servillo. Maestro. La picardía es la misma. Pero en "Le confessioni" el espíritu vuela más alto. Música, el maestro Nicola Piovani, manejándose entre el thriller y el sonido interior. Temas adjuntos, "Walk in the wild side", de Lou Reed, y algo del "Winterreise" de Schubert, el viaje de invierno, cuando se espera que algo florezca. Vale la pena.
Reunión cumbre con pocas cumbres. Le confessioni es la segunda película del cineasta y escritor napolitano Roberto Andò (1959) que se conoce en Argentina. La anterior, Viva la libertad (2013), basada sobre una novela propia, era un cuento de hadas político, en el que ante la desaparición de un senador los miembros del partido convocaban para remplazarlo a su hermano mellizo, hombre bueno, sencillo e ingenuo, que ponía previsiblemente patas arriba el mundo de la política. Le confessioni –que no se estrena con el título traducido porque como el cine italiano “vende”, la idea es que se note que la película es de ese origen– es otro cuento de hadas político, pero de tonalidades más oscuras. Siempre con el protagonismo de Toni Servillo, considerado el mejor actor italiano contemporáneo, esta vez se trata de una reunión del Grupo de los 8 en la que tiene lugar un hecho trágico del que un monje (Servilio) es único testigo, convirtiéndose de allí en más en un personaje clave, tal vez para la suerte misma del capitalismo. Además de los primeros ministros europeos (¿dónde está el Presidente de Estados Unidos?) participa de la reunión cumbre, que se realiza en un exclusivo balneario alemán, Daniel Roché, Director del FMI (Daniel Auteuil), que tuvo la idea de invitar al monje, a una supervendedora de libros fantásticos para niños llamada Claire Seth (Connie Nielsen, haciendo un obvio alter ego de J. K. Rowling) y un cantante. Presuntamente lo hizo para darle a la reunión un toque algo más pop. Esto, en el caso de los dos últimos, porque el monje, de pop, tiene tanto como el Director del FMI de Madre Teresa. Al monje, que se llama Salus, lo llamó para practicar lo que el título indica, porque Roché sabe que se avecinan momentos finales y antes de eso quiere ser perdonado. Pero además, antes de tomar los hábitos el padre Salus fue matemático, por lo cual Roché está en condiciones de pasarle una fórmula que podría poner patas arriba el tablero del capitalismo mundial. Le confessioni hace agua por varias rajaduras. Por un lado, Andò tiene 8 + 1 + 3 personajes, pero parecerían interesarle sólo tres. Roché, que encarna la lucidez financiera, Salus, que representa la recta moral, y Claire Seth, que está bárbara. Perdón, pero la escritora no llega a ser un personaje. Peor todavía, hace cosas que no se sabe por qué son. Básicamente, acercarse insistentemente al monje. Seguirlo, espiarlo incluso a través del ojo de la cerradura. ¿Se siente atraída, es perversona, es una simple chusma? No se sabe. Lo único claro es que a los 51 la danesa Nielsen está espectacular, y tal vez simplemente por eso Andò le da cámara. Tan cejijunta, lenta y pesadona como el propio Salus, la moraleja de Le confessioni es finalmente tan obvia y elemental como lo era la de Viva la libertad. Allí era algo así como “Frente a las tramoyas de la política, la solución es volver a ser buenos”. Acá… la misma, remplazando política por economía.
LOS DUEÑOS DEL MUNDO Segunda película de Roberto Andó que se estrena por acá, luego de la verborrágica y poco sutil Viva la libertá (2013), la historia, la elección de puesta en escena, la forma en que se transmite el discurso y las intenciones ideológicas (léase “mensaje”) que propone el film la acerca al opus anterior. Más aun, Le confessioni estimula su postura de película que pretende describir al mundo desde una cosmovisión económica y global, agrupando sus intenciones en algo más de una hora y media para que el espectador apruebe cada uno de los conceptos teóricos, pero también banales, que expresa la historia. Una historia que se instala en la reunión de ministros de economía en un paradisíaco lugar en Alemania, con el director del FMI (Daniel Auteuil) y tres invitados ajenos (o no) al centro operativo del relato: una exitosa escritora de textos infantiles (interpretada por Connie Nielsen, en clara alusión a J. K. Rowling), un star rockero o algo parecido (personaje “clisé” sin vueltas) y un tal Roberto Salus, monje italiano, taciturno, respetuoso de los códigos clericales, aferrado a la tradición, hombre de pocas palabras y gestos. Un rol que encaja a la perfección para un actor como Toni Servillo, el mismo de Il divo, La bella addormentata de Marco Bellocchio, la citada Viva la libertá, pero más que nada, el protagonista de La grande belleza (2013) de Paolo Sorrentino, un inflado título contemporáneo con mucho del mejor Fellini pero en mesa de saldos o en época de liquidación. Los primeros treinta minutos de Le confessioni se expresan a través de trama policial donde el Hitchcock de Mi secreto me condena (1952) se fusiona con las primeras preguntas que remiten a un whodunit al estilo Agatha Christie. Ocurre que uno de los invitados a la reunión muere inesperadamente, provocando el desconcierto del resto, las sospechas, las preguntas y el inicio de los interrogatorios. Hasta acá la película se maneja en los códigos de un policial de investigación, pueril pero atractivo, con ese marco imponente de habitaciones y pasillos lujosos, mostrados por la cámara con placer. Pero se trata de un film de “mensaje”, de obvio mensaje con banqueros, economistas, gente de poder y dinero que decide el destino del mundo. Obviamente que se trata de personajes dignos de rechazo o mínimamente criticables por su arrogancia frente al estado de las cosas. Pero desde allí cobra protagonismo Salus, la palabra y el susurro, el aforismo mezclado de estupidez, el mínimo hecho que desnuda a la banda de millonarios, la sensibilidad clerical por encima del dinero, el discurso franciscano que expresa más que las múltiples reuniones de gente aborrecible. Andó maneja con delicadeza algunas escenas ajenas al clérigo protagonista, tratando de no caer en la obviedad, construyendo un discurso paralelo teñido de cierto cinismo y mordacidad. Pero el contrapeso es muy fuerte y cada una de las apariciones de Salus, reforzadas por los tics de Servillo (ya observados en films anteriores), convergen hacia el discurso unívoco, la voz de la verdad, la apostilla aforística sin contradicciones, el maldito mensaje de vida que decide transmitir el film. En esos momentos, muchos en el desarrollo de la trama, Le confessioni se convierte en una propuesta que necesita del dedito levantado en tono acusador. Eso sí, en voz baja, al borde del silencio, casi inentendible, eficaz a su manera. LE CONFESSIONI Le confessioni. Italia/Francia, 2016. Dirección y guión: Roberto Andò. Fotografía: Maurizio Calvesi. Montaje: Clelio Benevento. Vestuario: Maria Rita Barbera. Música: Nicola Piovani. Productor: Angelo Barbagallo. Con: Toni Servillo, Daniel Auteuil, Roman Polanski, Pierfrancesco Favino, Lambert Wilson, Moritz Bleibtreu, Marie-Josée Croze, Stéphane Freiss. Duración: 104 minutos.
La historia genera muy buenos climas, se destaca la actuación de Toni Servillo la cual resulta excelente, con momentos inquietantes, toques de humor y situaciones para la reflexión. Algunos diálogos resultan interesantes con temas relacionados con la política y la sociedad, pero otros se pierden en simbolismos y frases innecesarias. Maravillosas las locaciones y la banda sonora. Contiene un claro homenaje al cine de Alfred Hitchcock y Roman Polanski.
Durante una cumbre del G8, un grupo de intelectuales es invitado por el jefe del fondo monetario. Entre llos hay un monje italiano que fue el que habló con él por última vez, tomándole confesión. Pero el hombre ha hecho un voto de silencio y cuando el anfitrión desaparece, la investigación entre los involucrados, a lo Agatha Christie, se complica. Con simpatía primero y clima de policial político después, La Confesión parte de una anécdota ingeniosa para hacer lugar a una crítica sobre los manejos de la elite política y económica. Gente que pregunta qué pasará en los mercados ante la muerte de un poderoso, antes de dar el pésame.
En un hotel de lujo, los responsables de las ocho mayores potencias se reúnen en secreto para trazar un plan terrorífico y salvar sus economías. Hay tres invitados más, uno de ellos un monje, a quien uno de los conspiradores, a punto de morir, hace una confesión. Lo que sigue es la duda de los poderosos, la alegórica -pero en parte entretenida- serie de presiones y la idea de que el sentido común y la bondad dicen más que el dinero. Sí, trivialidad, pero como cuento no está mal.
PEQUEÑO CONFESIONARIO KITSCH Un grupo de financistas de distintas naciones organizan una de esas cumbres donde se toman decisiones que pueden afectar el curso de la economía mundial. Hay un imaginario construido en el cine, a menudo afirmado por los hechos y a menudo exagerado por la fantasía popular de lo que son estos encuentros en hoteles de lujo con salones blancos infinitos, arañas ostentosas, comunicaciones interoceánicas, trajes y vestidos lujosos y coches negros de escoltas de seguridad. Bueno, Le confessioni no hace ningún esfuerzo por modificar esto, es más, lo abraza y a menudo lo lleva hasta lo paródico sin ningún tipo de destreza narrativa, haciendo que el verosímil se vaya al diablo, en particular cuando se revela el asunto de cierta ecuación matemática. Nuestro protagonista es un monje italiano de una orden con votos de silencio que se encuentra enredado en el asunto porque el director del FMI, interpretado por Daniel Auteuil, siente la necesidad de hacer una confesión durante la cumbre. Los diálogos se suceden mientras nuestro monje es un testigo silencioso de los hechos hasta que sucede lo impensado: el director aparece muerto con una bolsa en la cabeza. Lo que era un encuentro pacífico termina convirtiéndose en un thriller de intriga silenciosa donde el halo de sospecha sobrevuela entre todos los presentes, sobre todo por la duda de si fue suicidio o asesinato. Como el último en verlo fue nuestro monje, todas las sospechas y los secretos dichos en la confesión resultan un misterio que no sólo quieren saber los miembros de seguridad sino también los cuadros más importantes que asistieron a la cumbre. El desarrollo de este thriller nos lleva finalmente a resolver el misterio para culminar en un maniqueísmo que no da lugar a ambigüedades, con malos demasiado malos cuya construcción como personajes es la necesaria para poder entregar el mensaje de que sólo los animales (más bien, un perro) y nuestro protagonista tiene algún rasgo humano. El elenco es redondo, la película es correcta desde el oficio del director e incluso logra entretener si uno la lee en una clave naif, atendiendo más a una fantasía digna de un libro de complots de Dan Brown antes que un thriller político con sus pies en la tierra, como bien se ha visto en la tradición de thrillers políticos de la década del ´70. Sin embargo, uno no deja de entender que la alegoría tiene un trazo grueso que carece de la sutileza de sus actuaciones, en particular el trabajo de Toni Servillo y el mencionado Auteuil.
Me gusta el cine de Roberto Andó. El año pasado ví "Viva la libertad" y me pareció una sutil mirada sobre el mundo de la política. Ejecutivo, sagaz. Este cineasta se preocupa por las implicacias morales y prácticas de los vaivenes que se dan en las altas esferas. En esta oportunidad, profundiza la línea agregando un componente interesante: trae un hombre de fe, a la mesa de los ricos y poderosos. El resultado? Un típico producto de Andó: original, algo transgresor, medido y enigmático. La historia transcurre en el marco de una reunión del G8 en un lujosísimo hotel en la costa alemana. Hombres trajeados, clima de tensión. Al parecer, el FMI va a tomar una decisión importante (negativa, como la mayoría de las que se manda) en términos ecónomicos y las sonrisas no abundan. En ese clima extraño, el presidente del organismo ha invitado a tres personalidades, ¿excéntricas? para que estén cerca de él, una músico de rock, una autora de bestsellers para jóvenes y un monje. Extraño ¿no? Daniel Roché (jugado por Auteuil, del mismo nombre), es el líder que en crisis, decide la noche previa a la movida, debe confesarse. Y lo hace con el religioso Roberto (Toni Servillo) bajo un manto de misterio que se profundizará cuando el político aparezca muerto... De ahi en más, se generará un escenario complejo, donde Andó tratará de mostrar la fortaleza del hombre de fe y la terrible presión política que se encierra en esa muerte y en las acciones posteriores de los poderosos. Hay muchos cabos sueltos y una atmósfera de intriga que se muestra densa y prolija. Sin embargo, la trama, que amaga con convertirse en un thriller hecho y derecho, gira sobre la figura de Servillo, quien compone una máscara fría y distante. Hay aciertos parciales (los secundarios y su participación suponen un componente errático) y de los otros. El problema principal, a diferencia de otros trabajos de Andó, es que la acción se ralentiza en términos de emoción y hay demasiada reflexión silenciosa. Si bien se entiende que bucea sobre los intereses del personaje principal, puede leerse ese enfoque como falta de decisión sobre el abordaje. Es decir, si el material es muy bueno para proponernos un thriller político, ¿por qué posicionar y fortalecer el enfoque de Roberto? Respuesta: el director elige que el relato fluya en dirección al conflicto que a él le interesa. Lo cual puede no ser enteramente entretenido para el espectador. En líneas generales, es un buen trabajo de Andó. Impecable desde las actuaciones. Si creo que la historia arranca fantástica y se va quedando a medida que la trama avanza. Cierra con cierta sorpresa pero quizás, el resultado no sea todo lo redondo que le esperábamos a este gran director.
Confesiones de un séquito siniestro Como un intento por poetizar lo esquivo, la película del italiano Roberto Andò lo intenta. No lo logra. O tal vez, sí. En todo caso, las finanzas son para hombres sin alma. El cine se materializa como una realidad alterna, que es parte cotidiana inmanente. Así, la pantalla blanca invita a adentrarse en una digresión verídica, que nunca abandona su relación con quien(es) mira(n). Por eso, que un "ángel" sea protagonista de una película es necesariamente posible. En este sentido, el film emblema es ¡Qué bello es vivir!, de Frank Capra, de visión ritual acorde con estas fechas. Sólo al dar credo a lo que sucede, puede el film ser. Es un problema ontológico, que requiere de la fe del espectador. Es en esta estela donde se inscribe Le confessioni, del italiano Roberto Andò. Lo hace a partir del arribo de un monje (Toni Servillo) a lo que se develará como la reunión del G8, ni más ni menos. Quien lo invita es el mismísimo director del FMI (Daniel Auetuil), junto a otras personalidades insólitas, como una escritora de éxitos infantiles y una estrella de rock. Qué es lo que se trae entre manos Roché, el admirado amo de las finanzas, no es algo que los personajes sepan. En todo caso, hay algo más profundo, que toca a la decisión que el mentado grupo debe tomar en breve. De ella surgirán consecuencias drásticas, que se intuirán de a poco. El monje, de esta manera, será interpelado reiteradamente, con la figura de Roché como primera pieza del dominó. Así, las confesiones del título comenzarán a rodar. El film de Andò está muy bien porque en ningún momento subraya la necesidad de tales prácticas, sino que las incorpora como equivalentes espirituales, como escondrijos vitales de cara a la vigilancia técnico‑policial, a la par de otras que son, evidentemente, prácticas coercitivas. "Confesión" es un término ambiguo. Salus, el monje, tampoco cree demasiado en escuchar pecados ajenos. Sin embargo accede, y al hacerlo se desencadena el drama ante la necesidad de saber lo que le ha dicho Roché, mientras el secreto de confesión obliga al silencio. La trama evidentemente recuerda a Mi secreto me condena, de Alfred Hitchcock, film que Andò cita de manera explícita, junto a otros recursos que emulan la mirada espía y voyeur que ejemplificara el cine magistral del inglés. Esa primera incursión en la escucha confesional ramifica en otras, no siempre "eclesiásticas", a través de una sucesión que despierta un nudo siniestro en donde el secreto es menester, ya que el ejercicio del poder lo requiere. No se trata, a no confundir, de un film de conversiones o cosas parecidas, sino de un intento por poetizar un ámbito adverso. El combate es inevitable, ya que se trata del mundo de las finanzas, en donde los políticos se han vuelto sus entes genuflexos, carentes de sensibilidad poética, ya desprovistos de la atención por el denominado "bien común". La relación con Grecia -‑con mención económica adrede-‑ ya nada tiene que ver con la de su historia filosófica. Seguramente se incurran en algunos subrayados, que explicitan el cometido fílmico, pero el papel desplegado por Tony Servillo (Il divo, La grande bellezza) es de un estoicismo que no medra en su seguridad. Por momentos se altera, pero brevemente, incrédulo ante tamañas miserias planificadas. Su tarea se desempeña desde el desapego, apenas provisto de su atuendo y, dice, su silencio. Los animales le responden, y en el gesto basta la relación con posibles rasgos santos. Porque Salus, evidentemente, es alguien extraordinario, que no se condice con los demás. Podría ser un ángel, o simplemente alguien capaz de saber escuchar el canto de los pájaros. Desde esa sencillez se escribe la película de Roberto Andò, sin estridencias, con una cuota de suspense que tendrá cauce y resolución. Para ello, la guía será la escritora de best‑sellers (Connie Nielsen), quien espera cambiar su literatura hacia este género. Ella es quien indaga y obliga al movimiento de las piezas. La develación, más allá de cualquier otra cuestión, el espectador la conoce de antemano, porque ¿qué es dable esperar de una "receta" del FMI?
Daniel Roché (Daniel Auteuil), director del Fondo Monetario Internacional, es la estrella principal de un nuevo encuentro del G8 en un hotel a las orillas de un paradisíaco hotel, en el sur de Alemania. El encuentro, huelga decirlo, es de esos que deciden los destinos del mundo, pero este tiene algo de particular. Roché convocó a algunos outsiders, entre los que destacan la escritora de cuentos infantiles Claire Seth (Connie Nielsen) y Roberto Salus (Toni Servillo, de La grande bellezza), un curioso y discreto monje de la orden de los palotinos. Una noche, Roché pida la visita de Salus en su habitación, y a la semana siguiente aparece ahorcado. El hecho tiene repercusión internacional y el resto de la estadía en el hotel lujoso tiene la tensión de 10 indiecitos, o casi, porque si bien el número da exacto nadie sospecha de que alguien haya matado al director del FMI, pero sí que Salus, que debió oficiar como confesor esa noche, sabe algo. El siciliano Andò (de Viva la libertá, otro éxito con Servillo) maneja de manera excelente el contraste entre el lujo obsceno de las comitivas con el ascetismo del monje, y aquí es donde Salus aparece como un personaje entrañable (y más de uno imaginará, con diverso grado de acierto, si el personaje está inspirado en nuestro rebelde Francisco). Es cierto, la película es otro tour de forcé hecho a medida para Servillo, pero la trama, de la que Andò es corresponsable, se vuelve intrincada, como un thriller donde el Padre Brown no es el investigador sino el investigado. Otro gran film de Andò y Servillo y un recomendado para el fin de semana.