Recuerdo haber visto por primera vez el trailer de "Los Fantasmas de Scrooge" en IMAX, cuando fui a ver Harry Potter 6. Y luego de verlo pensé: tengo que ver esta película si o si en IMAX. Y así fue, ya que ayer fui a la avant premiere de la película. "Los Fantasmas de Scrooge" está completamente en 3D, lo que quiere decir que en ningún momento de la película te tenés que sacar los anteojos, a menos que te dé curiosidad cómo se vé la peli sin los anteojos :P (se vé mal, obviamente). A primera vista, la película parece destinada al público infantil, y el hecho de que sea una producción de Disney, hace más fuerte esa hipótesis. Pero por la trama, y algunas escenas, yo diría que chicos de 5, 6 años no vayan a verla. La historia de la película está muy bien contada, y es sumamente interesante. No había leído el libro antes de ver la película, pero tengo que admitir, que me dieron ganas de leer la historia, y compararla con su versión cinematográfica, más que nada por una cuestión de curiosidad. Drama creo que es el género que mejor le va a esta película, aunque también tiene algo de suspenso (no confundir con terror) que le aporta muchísimo. Me hubiese gustado verla en inglés, porque sin dudas verla doblada al castellano le quita mucho a la versión original, y más aún si el protagonista es Jim Carrey. Es una verdadera lástima que no se pueda ver su idioma original... Por momentos me dió la sensación de estar viendo una película que no era animada, porque está muy bien realizada, y la trama ayuda mucho a que no quede catalogada simplemente como una película animada. "Los Fantasmas de Scrooge" es una película que combina animación 3D, drama, y suspenso, e invita a la reflexión y a evaluar un poco más las decisiones que tomamos.
La última película de Zemeckis en este sistema no me había gustado. Si bien no había visto Beowulf en sistema 3D (en ese entonces solo se daba en Imax en la Argentina) lo que me había aburrido era la historia. Me daba la sensación que era una demostración del sistema de captura de movimiento de los actores y nada más… Los fantasmas de Scrooge tiene por sobre todas las cosas, la captura de movimiento al servicio de la historia. Una historia muy conocida y muchas veces contada, que se ve enriquecida por este sistema que logra una narración maravillosa, y como broche de oro, tiene un 3D que podrán disfrutar mucho más los argentinos con la cantidad de salas que tienen el sistema. Supongo que es una película que se puede ver en cines comunes… pero la riqueza que le dio Zemeckis al 3D vale la pena la diferencia. Esta es una película que se pensó en tres dimensiones, y también se sometió el efecto de profundidad y del acercamiento de objetos a la historia en si, y no al entretenimiento pavote. Sería una injusticia si Robert Zemeckis no logra una nominación como mejor director en los próximos oscar, porque acá su tarea es notable al lograr la unión de tantas partes. Realmente fue un director de orquesta: los movimientos de los actores, la dirección de los animadores, la sincronización de toda la historia en las tres dimensiones… el unió todo y pone el piso en un nivel muy alto para el futuro a cualquier director que quiera hacer una tarea similar. La única contra que le veo a la película, es que el desenlace no mantiene el ritmo de todo el relato. Está en X2… y es muy precipitado. Otra cosa que quiero festejar de esta película, es que Disney demuestra y deja en claro, que no piensa películas animadas solo para chicos. Los fantasmas de Scrooge se hizo así, porque de esta manera se la podía hacer visualmente muy rica. Pero la historia que tomaron, no es “para los más chicos” y no la alteraron en beneficio de tener un target más amplio de espectadores. Disney no va a reventar las boleterías con esta película por esas razones, pero si está haciendo una obra que va a ser un referente en este subgénero de la animación. Cuando vi el comienzo de Scrooge, se me pasó por la cabeza Mary Poppins… se que hay obras que deberían ser intocables, pero yo a Zemeckis le daría cualquier cosa para que la reinvente y la enriquezca. Gracias Rob.
Un cuento de Navidad (1843), de Charles Dickens, no sólo es la mejor novela que retrató el verdadero espíritu de la navidad antes de la llegada de Coca Cola que cambió el sentido de la festividad con el consumismo, sino que además es la obra literaria más adaptada en la historia del cine. Desde 1901 hasta la actualidad esta historia se contó infinidades de veces en la pantalla grande, por no mencionar la enorme cantidad de referencias que se hicieron en series de televisión y dibujos animados. No hay mucha discusión al respecto. El trabajo de Dickens representa la gran historia de Navidad. En consecuencia, sentarse a ver una adaptación de Disney dirigida por Robert Zemeckis, la verdad que no generaba muchas expectativas ya que es un cuento que vimos muchísimas veces y las posibilidades de encontrar algo novedoso eran escasas. Lo cierto es que este estreno se convirtió en una enorme sorpresa de este año. El impacto más grande es que no se trata de una típica película animada de Disney. Históricamente la compañía del viejo Walt siempre distorsionó los grandes clásicos de la literatura como Tarzán, Peter Pan, El libro de la selva o Las Crónicas de Prydayn (El caldero mágico), que en realidad son mucho menos inocentes e infantiles de lo que la mayoría del público piensa. Disney las adaptó para que pudieran ser disfrutadas por los más chicos. Con Los fantasmas de Scrooge brindaron una enorme sorpresa al presentar una adaptación súper fiel a la obra de Dickens con una visión absolutamente tenebrosa y más oscura de lo que esperábamos. Esta no es un film para llevar niños pequeños porque pueden asustarse de verdad con los fantasmas de la historia. Especialmente el que representa a la Navidad del futuro que es totalmente escalofriante. Es más, me atrevería afirmar que se ve mucho más aterrador que los fantasmitas boludos orientales que llegaron a la cartelera en el último tiempo. La visión que presentó Zemeckis es realmente espectacular en todo sentido. Se preocupó por ser fiel a la obra, pero al mismo tiempo le aportó toques de humor que funcionan muy bien y logró que la aparición de los fantasmas no sólo fuera aterradora para el viejo Scrooge, sino también para el público. Para vivir la experiencia de este estreno en toda su plenitud es necesario disfrutarla en la pantalla IMAX en 3D porque el sistema te permite contemplar el trabajo del director en su máxima expresión. Queda claro que Zemeckis es el gran Rey del 3D y sabe trabajar el formato como nadie. Las escenas que Scrooge vuela por los cielos con los fantasmas son imponentes y por unos instantes el director logra que vos como espectador sientas que estás volando junto con los personajes. Uno de los grandes placeres que no permite este estreno es poder de disfrutar de Jim Carrey interpretando estos clásicos personajes. Por una cuestión que soy más fan de la literatura de fantasía y la mitología nórdica en mi opinión me gustó mucho más Beowulf dentro de las propuestas que brindó Zemeckis en los últimos años dentro de este género. Sin embargo, Los fantasmas de Scrooge es otra gran película de este gran visionario del cine que aunque trabaje con historias super conocidas con más de 100 años de vigencia, el tipo logra que la disfrutes como si fuera la primera vez que la conocés.
Pesadillas navideñas El caso de Robert Zemeckis es de lo más extraño: dirigió la trilogía de Volver al Futuro (1985, 1989, 1990), ¿Quién engaño a Roger Rabbit? (1988), arrasó en los premios Oscar con Forrest Gump (1994), y filmó un interesante thriller hitchcockiano con Harrison Ford y Michelle Pfieffer, Revelaciones (2000). Desde entonces su filmografía tomó un giro de lo más preocupante cuando dirigió Naúfrago, largo institucional de una empresa de correo estadounidense, concebido para volver a ganar el Oscar. Pero las cosas empeorarían: Zemeckis se enamoró de la captura de movimiento (motion capture), un sistema a partir del cual primero se graba, mediante trajes especiales, el movimiento de los actores y luego se planifica la película, asemejando el rodaje más al teatro que al cine, y luego se crean de forma digital escenarios, personajes y objetos. Así filmó (habría que usar otro verbo más adecuado para este tipo de productos) El Expreso Polar (2004) y Beowulf: La leyenda (2007). Pese al recibimiento de estas películas por parte de la crítica y el público, Zemeckis fue más allá al anunciar que a partir de entonces sólo realizaría películas con esa tecnología. Lamentablemente, por ahora cumple su palabra, lo que lleva a su última película -¡y otra incursión navideña!-, Los fantasmas de Scrooge, nueva adaptación cinematográfica de una de las obras literarias de más larga tradición en la pantalla grande, como Un cuento de navidad (A Christmas Carol), de Charles Dickens, aparecida originalmente en 1843. El cuento narra el arrepentimiento de Scrooge, un viejo avaro, durante la víspera de Navidad, en la que recibe la visita de tres fantasmas. La versión de Zemeckis parece -sólo parece- ser fiel a la novela aunque, eso sí, le agrega travellings y secuencias en las que se vuela por la ciudad, más apropiadas para una montaña rusa que para una película. Curiosamente, esas escenas superfluas cuyo único objetivo es el efecto inmediato, obra y gracia de la tecnología 3D, resultan los momentos más logrados de la película. Lo preocupante pasa, una vez más, por las falencias del motion capture: los personajes no terminan de ser ni caricaturas ni versiones digitales de humanos, son híbridos que provocan un efecto de distanciamiento feroz: muchos de los personajes de Los fantasmas de Scrooge terminan siendo siniestros (véase el personaje del sobrino de Scrooge con cara de Colin Firth o el secretario interpretado por Gary Oldman). Esta tibieza compositiva neutraliza la participación de grandes actores como Jim Carrey (que interpreta varios roles, entre ellos el de Scrooge), cuyo histrionismo no va más allá de lo que puede hacer cuando actúa “de carne y hueso”. Otra contra es el tratamiento de los extras y los personajes menores: en ellos se nota un trabajo mucho menor en el diseño, cosa que no pasa nunca, por ejemplo, en las películas de Pixar. Aún así, de El Expreso Polar y Beowulf hasta acá se nota una mejora enorme en la calidad del detalle tanto en la ambientación como en los personajes. Más allá de cuestiones formales, el principal problema de este film está en la lectura que se hace del cuento de Dickens. Aquí Scrooge no alcanza una epifanía; su arrepentimiento es consecuencia del miedo a pasar la eternidad en el Infierno. La película de Zemeckis olvida la esencia de la novela, el cambio de Scrooge es, en lugar de una decisión moral, el resultado de un pensamiento económico: una inversión para obtener una mayor ganancia a futuro.
El dinero no es todo Los fantasmas de Scrooge (2009) narra la historia de Ebenezer Scrooge (Jim Carrey), un avaro anciano que comienza la fiesta de Navidad conociendo a sus fantasmas del pasado, del presente y del futuro. Estos le traen el mensaje de navidad introduciendo el concepto de karma tan mencionado últimamente en EEUU y en el mundo. De esta manera, cuando el Sr Scrooge se encuentra con el fantasma de su difunto socio, Joseph Marley, quien en la otra vida está pagando el precio de su propia insensibilidad, se da cuenta que debe ser más sensible si no quiere cargar cadenas que lo atan a la avaricia por siempre…y ahora trata de evitar que Scrooge corra la misma suerte. Cuando los fantasmas del pasado, presente y futuro acompañen al viejo Scrooge en un viaje revelador -y lo hagan enfrentarse a una verdad que no quiere reconocer- deberá abrir su corazón e intentar deshacer la maldad que ha sembrado durante tantos años antes que sea demasiado tarde. Un mensaje revelador introduce el concepto de hacer el bien y recibir beneficios a cambio, ocultando interés personal por encima de la solidaridad. Debido a que, en el film, se hacen buenas acciones para el bien propio y no por el placer de hacer feliz a los demás. Esto genera una contradicción para la moral familiar que representa una época del año tan sentimental como es la navidad. Es así, como se produce una falsa impresión a los niños, que -priorizando la gratificación material por sobre la espiritual- se ve representada en estos personajes buenos, pobres y miserables, a diferencia de los malos o avaros, que son ricos y no pasan necesidades. Los fantasmas de Scrooge llega justo en estos difíciles momentos, donde hasta el planeta reclama un compromiso de solidaridad con el prójimo. Al film, del director de El Expreso Polar (The Polar Express, 2004), se le podría haber dado una vuelta de tuerca más ética, ya que la técnica del 3D es impecable. Es en la era tridimensional donde los personajes parecen cada vez más cercanos y se podría haber utilizado este recurso para reflejar un mensaje de acercamiento social.
Para los que la vean en salas comunes, pueden aburrirse un poco con algunas escenas, como cuando vuela o en las persecuciones, que es donde más se destaca la nueva técnica digital, ya que éstas son....
Cuento cargado de emotividad Adaptación de un clásico de Dickens, funde el espíritu navideño con la redención. Con el mismo aliento que animaba, en todo sentido, El Expreso Polar, Robert Zemeckis decide dar nuevos aires al espíritu navideño en Los fantasmas de Scrooge, adaptación del clásico de Charles Dickens Un cuento de Navidad. Y como en aquella película, vuelve a apelar a la captura de movimientos, método que apresa digitalmente los movimientos y gestos de los actores y los traduce en imágenes animadas. El avance técnico entre El Expreso Polar (2004) y también Beowulf (2007) y Los fantasmas... es notable. Pero el salto cualitativo mayor se da en la narración y el haber conseguido que esas figuras animadas, que pueden tener similitudes con los rostros de Jim Carrey, Colin Firth o Gary Oldman, logren transmitir emociones de lo más genuinas. Y en tal sentido, la obra de Dickens publicada en 1843 se presentaba perfecta para la transformación, acorde en las escenas dramáticas y la resolución de los diálogos. Tal vez todo esto haga dudar al lector de si estamos ante un filme de producción "para toda la familia". Y de hecho Los fantasmas... puede asustar a los más pequeños, pero lo que sobrevuela y termina venciendo es la necesidad de ser amado, sentirse parte de una familia y la redención humana ante las dificultades de la vida. Ocurra hoy o en el Londres de la época victoriana. Ebenezer Scrooge es un tipo amargo. Huraño prestamista, desde que falleció su socio se ha vuelto más avaro y aborrece la Navidad. Hasta que un 24 de diciembre recibe primero al fantasma de su ex compañero -tal vez el momento de mayor temor para los niños- quien le avisa que los Fantasmas de la Navidad pasada, presente y futura se le presentarán. Y ahí habrá que ver cómo está el corazón del avejentado Scrooge. Fue el propio Zemeckis quien adaptó el libro -un clásico de la literatura más leído en el Hemisferio Norte que por estas tierras-, y se mantuvo bastante fiel al original. El director de Forrest Gump y la trilogía de Volver al futuro no hace distinciones entre seres buenos y malos, sino que apela a cómo un alma puede redimirse o sentirse iluminada, sea por el motivo que fuera. Todo esto es fácil de advertir tanto por el público adulto como por los más pequeños, que seguramente se sentirán más atraídos y sumergidos si la ven en el sistema 3D -la película se estrena en salas convencionales y otras con la tecnología tridimensional, y en la sala Imax-. No sólo por los viajes y vuelos que Scrooge realiza en cada contacto con los fantasmas de las Navidades. El uso de la tridimensionalidad permite una profundidad mayor, aunque el ojo muerto de los personajes -la frialdad de la mirada- siga siendo el escollo hasta ahora insalvable en la animación virtual. Jim Carrey se ha animado no a uno, sino a ocho personajes. Su figura se presta para Scrooge en sus distintas edades, y también en los tres Fantasmas del título. Su histrionismo es buena razón del éxito del relato, que tiene momentos muy tocantes en cuanto a la situación que atraviesa la familia de Bob Cratchit (Gary Oldman), el ayudante de Scrooge, pobre y con su hijito enfermo. Ese drama, seguro, es mucho más movilizante que las visitas fantasmagóricas. Por momentos aterradora, lúgubre casi siempre, Los fantasmas de Scrooge es un paso enorme en cuanto a la tecnología y un acercamiento para los más chicos a un cuento cargado de emotividad. Toda la ambientación, la iluminación y la música -de Alan Silvestri: sí, el mismo de Volver al futuro y favorito de Zemeckis- apuntalan a Los fantasmas de Scrooge como una más que lograda adaptación
Nuevos efectos, la misma moraleja El teórico francés Noël Burch postuló alguna vez una paradoja muy propia del cine: la coexistencia entre un atraso narrativo-representativo que hundía sus raíces en la novela decimonónica y la innovación tecnológica y de lenguaje, propia de los albores del siglo XX. Ninguna película parecería representar más literalmente esa paradoja que Los fantasmas de Scrooge, que aplica sobre el Cuento de Navidad de Charles Dickens una multitecnología de punta, hecha de digitalización, motion capture y 3-D. Nada de eso sirve para alivianar la moraleja del cuento sino para hacerla, por el contrario, más machacona que nunca. En su carácter de adelantado de todas las técnicas mencionadas, Los fantasmas de Scrooge representa, para su realizador y guionista Robert Zemeckis, un evidente punto de llegada. Desde fines de los ’80, en películas como ¿Quién engañó a Roger Rabbitt?, La muerte le sienta bien y Forrest Gump, Zemeckis venía aplicando efectos especiales de avanzada, y a mediados de esta década fue el primero en utilizar, en El expreso polar, la técnica conocida como motion capture. En la siguiente Beowulf, a la motion capture –que permite reproducir, por animación, rostros, gestos y movimientos de actores de carne y hueso– le sumó la tridimensionalidad digital, aunque de modo algo primario por el desarrollo aún embrionario de esa técnica. Ahora, finalmente, Zemeckis logra aplicar el state of the art de todas esas tecnologías sumadas. Pero sólo para demostrar que existen pocas herramientas más rudimentarias que la motion capture. Consecuencia de una técnica que –por el momento, al menos– convierte seres humanos en muñecos, ver Los fantasmas de Scrooge es como asistir a la versión Thunderbirds de Cuento de Navidad. Era lógico que quien mejor se adaptara a ella fuera un títere articulado llamado Jim Carrey, que digitalmente enmascarado, y en furor multiplicatorio digno de Buster Keaton, compone nada menos que a ocho personajes, empezando por el protagonista y siguiendo por los tres fantasmas que se le presentan: el Espíritu de la Navidad Pasada, el de la Navidad Presente y el de la Futura. Signado el primer episodio por la melancolía, el segundo por la más pesada culpa y el último por la redención, lo mejor de Los fantasmas de Scrooge es sin duda la larga introducción de la película. En esos primeros 15 o 20 minutos, la suma de detallismo reconstructivo en 3-D (de la Londres del siglo XIX) y el creciente, atmosférico clima de terror (uno de los fuertes de Zemeckis) permiten hacer la vista gorda ante el muñequismo de todos los “actores” secundarios, caracterizados por una alarmante mirada muerta. De allí en más, la cosa se pone progresivamente aparatosa (uno de los grandes vicios del realizador), además de viscosamente moralista. Por la combinación de efectos visuales de montaña rusa con fábula moral, Los fantasmas de Scrooge termina pareciendo un cruce de Disneylandia con Pinocho. No por nada la produce Disney.
Una feliz Navidad digital El clásico relato de Dickens termina por perder fuerza con la animación 3D. Tal vez no haya historia más adaptada que Cuento de Navidad (A Christmas Carol), de Charles Dickens. Bueno, la factoría Disney arrima una más: a punto de cumplir 166 años, el cuento que narra la redención de Ebenezer Scrooge, un viejo prestamista, tacaño y amargado, que aborrece la Navidad y durante una noche recibe la visita de tres fantasmas que lo hacen cambiar radicalmente de opinión, tiene una tachadura nueva en su larga lista de versiones. Esta vez, quien se encarga de contar la historia es Robert Zemeckis. Para hacerlo, utiliza –como en la también navideña El expreso polar y en la épica Beowulf – la técnica de captura de la interpretación. Más proyección en 3D digital “con anteojitos”, algo que, se sabe, es para los grandes estudios algo así como la última gaseosa del desierto, una nueva oportunidad que se le presenta a la industria del cine para deslumbrar muchedumbres. A lo largo de muchísimos años (la primera adaptación de Cuento… data de principios del siglo XX) Scrooge tuvo mil caras y voces. Apareció en teatro, cine, televisión, caricaturas, dibujos animados y discos. La multiplicidad de registros es acorde a los alcances de la obra de Dickens, una exploración sobre la naturaleza humana y todas sus aristas: la bondad, la ambición, el egoísmo, la avaricia, la maldad y el arrepentimiento, envuelta en una pintura implacable de la Londres de mediados del siglo XIX, allí donde reinaba la injusticia social, atada como estaba a los dominios de una sociedad patriarcal y con la Revolución Industrial como telón de fondo. Todos estos son aciertos literarios, que corresponden al arte de Dickens y no al film. Porque, ¿qué hace Zemeckis con esta historia archiconocida que lleva un siglo y medio como emblema? Por un lado, muestra respeto por la obra original, replicando –como bien apunta el crítico A. O. Scott en el New York Times– diálogos que dan real dimensión del personaje y de la época que se quiere retratar. No hay inocencia de su parte en esta elección: muchas de las cosas que Scrooge piensa –y dice- no es difícil verlas multiplicadas hoy mismo, aquí, allí y en todas partes. Y esa decisión formal se estira a los Fantasmas de las Navidades Pasada, Presente y Futura, esos espectros sólo en apariencia diferentes entre sí, abocados durante toda una noche a transformar el alma de un hombre enfermo de rencor y avaricia (atención al Fantasma de la Navidad Futura, bastante tétrico para una película que apunta en gran medida al público infantil) en un espíritu que aprenda a tomar el camino de la bien y la generosidad. Méritos de Dickens, no del film, cuyo problema es técnico. Así como la captura de interpretación permite desplazamientos y trucos imposibles de realizar por seres humanos, es también una prisión para los alcances expresivos de los actores que se prestan a la “transformación” digital. ¿Para qué convocar a Jim Carrey (que realiza el papel de Scrooge y varios más), Gary Oldman, Colin Firth o Bob Hoskins si van a quedar reducidos a meras caricaturas? Lo mismo sucede con algunas de las situaciones donde Scrooge es conducido por los fantasmas durante la nevosa noche londinense, que le agregan a la película una gracia hija del artificio que le hace perder espesura a la trama, aligerándola para el lado de lo fantástico. Un ejemplo de ese notable –y poco satisfactorio– contraste: Scrooge derrapando cómicamente entre los tejados londinenses y, acto seguido, observar su horror ante la pobreza encarnada en esos niños que el huesudo Fantasma de la Navidad Futura le enrostra. La proyección en 3D no molesta. Su uso se conoce de antemano: logra, cómo no, que “salgan” de la pantalla –ante los “oh” de una platea de todas formas cada vez más acostumbrada– la filosa nariz de Scrooge, los copos de nieve, la reverberancia de la luz o el dedo acusador del último Fantasma (ese que no es otro que la Parca). La pregunta es cuánto agrega tal artificio a una historia que se defiende por sí misma. Los fantasmas de Scrooge no pone en peligro el genial legado de Dickens, pero advierte sobre la apropiación de todas las historias posibles por las nuevas técnicas. Como si todos los personajes del mundo fueran pasibles de tener cara de manzana resignando realismo, o de salirse de la pantalla sólo porque tal cosa puede hacerse.
Tenebroso y fascinante cuento de Navidad Los fantasmas de Scrooge, no apta para los pequeños En esta nueva versión de la historia navideña creada por Charles Dickens en el siglo XIX, la moderna tecnología del siglo XXI que captura el movimiento de los actores para trasladarlos del escenario a la computadora -y de allí a la pantalla-, y el 3D, actualizan las imágenes del relato sin quitarle ninguno de los elementos que lo convirtieron en un clásico. Con un considerable número de adaptaciones tanto para el cine como para la TV, el cuento de redención del avaro Ebenezer Scrooge, prestamista amargado, despiadado e insensible al que Jim Carrey le presta el cuerpo -y la voz en la versión en inglés-, transcurre en una Londres cubierta de nieve, imagen de postal pintoresca y al mismo tiempo espacio de miseria y desolación para quienes no tienen refugio del frío. El director Robert Zemeckis ( Forrest Gump ), que hace unos años se fascinó con la captura de movimiento y ya realizó otras dos películas con la ayuda de la computadora ( El expreso polar y Beowulf ), respetó ese contexto y, aunque se trata de un film de Disney, decidió no escatimar escenas de terror tanto sociales como fantásticas. Cuando la cámara recorre la ciudad, sus edificios nevados y sus interiores oscuros y opulentos, el espectador está dentro del cuento tal como lo escribió Dickens. Un efecto de la historia con el que la tecnología 3D colabora, a diferencia de muchas otras películas en las que relato e innovación pelean por imponerse con la segunda siempre ganando la partida. Cuando el viejo Scrooge es visitado por sus fantasmas el film se vuelve tenebroso y al mismo tiempo fascinante aunque cabe aclarar que algunas de las secuencias pueden ser demasiado terroríficas para el público infantil. Especialmente la aparición del torturado Marley, el fallecido socio del protagonista y heraldo de los espíritus por venir. Con un lenguaje que respeta el estilo del original literario, con el que el doblaje local a veces tropieza en detrimento del desarrollo de la historia, Los fantasmas de Scrooge convierte una experiencia fílmica en una casi táctil, gracias a la belleza y el detalle de sus imágenes suntuosas. La llegada del fantasma de la Navidad presente resulta un momento culminante de esta elección estética del exceso. Para los seguidores de Carrey, el film es un deleite del rango físico e interpretativo del actor que aquí compone a los espíritus que lo visitan además de a las versiones más jóvenes del propio Scrooge que, una vez más, como en todas las Nochebuenas, volverá a sufrir para finalmente aprender a disfrutar de la blanca Navidad.
"Oh, jingle bells, jingle bells, Batman huele, Robin pone un huevo, el batimovil pincha..." Ah perdón, me colgue mal, es que siempre que tengo que hablar de algo de Navidad esa canción me viene a la mente. Creo que hablar de la historia es un poco redundante; aunque acá no tiene tanto peso como en USA o Inglaterra, 'A Christmas Carol' de Charles Dickens es la historia de Navidad por excelencia y cada tanto aparece una nueva versión. En lo particular mi versión favorita sigue siendo 'Mickey's Christmas Carol' con el Tio Rico haciendo de Scrooge. De hecho al verla en "El mundo de Disney" en mi infancia es como conocí la historia del avaro Ebenezer Scrooge que no quiere saber nada con la fiesta y recibe la vista de tres fantasmas que lo harán cambiar de parecer, no solo sobre la Navidad sino en como ve al resto de la gente. Esta adaptación hecha por Robert Zemeckis es muy fiel al original y tiene una gran producción pero por momentos sentí que le faltaba emoción e incluso esperaba que terminara pronto, algo que es muy raro que me suceda. Vamos por partes; lo primero que no termina de convencerme es que este filmada con el sistema "motion-capture". Esta técnica de la que Zemeckis es fanático (ya la utilizó en 'El expreso polar' y 'Beowulf') se trata de capturar (por medio de miles de sensores) los movimientos de los actores y después dibujar sobre ellos digitalmente. O sea, no es animación hecha 100 % desde cero ya que usa actores pero tampoco es "imagen real" con lo que se pierde gran parte de la expresividad que aporta la persona. Igual tengo que decir que la técnica ha mejorado mucho y no cuesta nada reconocer a los actores originales; pero mientras que Scrooge tiene una expresiones increíbles, unos dedos huesudos escalofriantes y cientos de detalles más, otros personajes parecen apenas detallados (por ejemplo el que hace Bob Hoskins) El punto fuerte de la película es la recreación de escenarios y como Scrooge los va recorriendo en compañía de los espíritus, la verdad que uno se siente realmente volando sobre Londres y aunque no la vi en 3D estoy seguro que el espectáculo es magnifico. Y otra cosa a favor, es que se nota que no hubo miedo a la censura y hay más de una escena que seguro hará llorar a algún niño chiquito. El gran problema es que los diálogos parecen forzados y hay muchas situaciones estiradas solo para llenar tiempo de metraje y que no aparecían en la historia original. Poniendo todo en la balanza, 'Los fantasmas...' no es una mala película y tiene un gran esfuerzo de realización pero me parece que ha habido versiones mucho menos ambiciosas que han contado la historia de una forma mucho más interesante y entretenida (por ejemplo la de Mickey que ya mencione o la genial 'Scrooged' con Bill Murray)... y por favor, señor Zemeckis, aunque solo sea por amor arte, la próxima que sea "de a veritas"
Una vez más, la empresa Disney tira la casa por la ventana en esta costosa adaptación del clásico de Charles Dickens, “Cuento de Navidad”. Aunque durante mucho tiempo se consideró buena parte de su obra apta para niños, sus textos, de lo más descarnados, hablaban siempre de la lucha de clases y mostraban a los ricos y poderosos como monstruos que ponían los pelos de punta. En esta “nouvelle”, que transcurre en la época victoriana, Ebenezer Scrooge es un anciano tacaño y egoísta que reniega de la Navidad y trata sin piedad a todo el mundo, especialmente a su empleado Bob. En vísperas de las fiestas, recibe la visita de un misterioso espíritu, el de su antiguo socio y amigo Jacob Marley, quien le trae una inquietante profecía acerca de su futuro si no elige cambiar esa personalidad atroz y acceder a alguna forma de redención. Scrooge no sabe si se trató de una pesadilla, pero el desafío está en pie. Robert Zemeckis siempre se hace cargo de empresas enormes, y sale airoso. Realizado con el sistema “3D Perfomance-capture”, el director trabajó de manera similar a la que había utilizado en “El Expreso Polar”. No es una película de animación tradicional. Los actores fueron equipados con cascos con cámaras, maquillaje y trajes especiales, para que todo pudiera ser leído y procesado luego por ordenadores de última generación y transportado a imagen digital. El resultado, en términos visuales, es fascinante. Jim Carrey, además del pérfido Scrooge, se hace cargo de otros siete personajes en un alarde de histrionismo. Lo que está a la vista es de veras deslumbrante.
Gótico navideño Un Cuento de Navidad debe ser una de las novelas más adaptadas a la pantalla, clásico fijo de cine y TV, ideal para exhibir y ver en las fiestas (aunque aquí tanto como en su país de origen, este film se estrene en noviembre). Los fantasmas de Scrooge es la puesta al día digital de la mano de Robert Zemeckis, un director que ya tiene experiencia en ambos rubros: Este es su tercer experimento en películas con actores digitalizados después de El expreso polar y Beowulf: la leyenda, la primera ya se inscribía dentro del relato navideño. Si en El expreso… se trataba de un niño que esta a pasos de dejar de creer en Santa Claus y al que se lo convencía llevándolo en un fantástico viaje al Polo Norte con visita guiada por la factoría de regalos del barbudo benefactor, en Los fantasmas… Zemeckis acude al clásico navideño por excelencia para realizar una operación similar de redención por la evidencia con la navidad como oportunidad. Así, el viejo Ebenezer Scrooge, el arquetipo más acabado del avaro de corazón de hielo, misántropo y solitario, tendrá la chance de cambiar su forma de ser, y así su destino, con la advertencia sobrenatural del alma en pena de su ex-socio y la visita de los fantasmas de las navidades pasada, presente y futura para mostrarle lo que fue, lo que es y lo que puede llegar a ser en caso de seguir así. Este film de animación hiperrealista, con actores digitalizados para darles una apariencia más caricaturesca, pero con sus movimientos y expresiones captados al detalle, y con escenarios espectaculares y muy verosímiles, es una experiencia visual extraordinaria. La técnica permite ya unas texturas extremadamente definidas, la posibilidad de encuadrar desde lugares casi imposibles, y unos increíbles movimientos de cámara donde se destacan los recorridos en plano secuencia por una Londres decimonónica reconstruida al detalle. Y toda esta tecnología está puesta al servicio del relato clásico, con una estética que parece tomada de las ilustraciones que solían acompañar a las ediciones originales. Afortunadamente el film no cae demasiado en la exhibición onanista, salvo en unas pocas escenas, como la persecución por parte del fantasma de las navidades por venir, que no figura en la novela y parece puesta más par explotar las posibilidades de la tecnología digital y el 3D. Paro salvo esas pocas excepciones, el realizador usa esas mismas posibilidades haciéndolas funcionales a la historia. De hecho se trata de una adaptación bastante fiel al relato original de Dickens, tomando los diálogos directamente del texto de la novela y con unas actuaciones que puede parecer teatrales pero que no desentonan. En ese rubro brillan, claro, Jim Carrey (que también ya tuvo su experiencia navideña previa interpretando Grinch) quien toma para sí el papel de Scrooge en sus diversas edades y los de los tres fantasmas de las navidades pasada, presente y futura, mientras Gary Oldman se hace cargo del pobre Bob Cratchit, sufrido empleado de Scrooge, y del doliente espectro de su socio Marley. Pero hay algo que impresiona en esta versión tanto como su impacto visual, y que no es algo menor sino uno de sus puntos más interesantes, y es la apuesta por la oscuridad. Seguro, uno puede decir que es un film familiar y ATP, pero a contrapelo de ese carácter podemos decir que no hay nada de infantil en esa ciudad de contrastes, donde conviven el Londres luminoso y opulento con el tenebroso y miserable, donde el Scrooge de toda la vida tiene vía libre para proferir las sentencias más incorrectas e inmisericordes y donde la crueldad convive diario con sus habitantes. Una oscuridad que no era para nada ajena a Dickens, pero sorprende en un producto de la factoría Disney. Más aún cuando el realizador introduce momentos de tensión, de suspenso, de ferocidad y hasta elementos del cine de terror gótico que no desentonarían en un film de la Hammer. Lo cual le hace a uno admirarse no solo por el talento visual único de Zemeckis sino también, y sobre todo, por su audacia.
Bajo el hechizo de Zemeckis En el Olimpo de los realizadores que trascienden la automatización de la industria, Robert Zemeckis ocupa un lugar indiscutible. El director rinde homenaje al escritor Charles Dickens, al libro como soporte para la imaginación, y saluda la vanguardia tecnológica aplicando la herramienta de captura de interpretación. Robert Zemeckis que lanzó a su platea al futuro para delirio de los espectadores de cualquier edad propone en Los fantasmas de Scrooge una versión de Cuento de Navidad de Dickens. En el relato asume la transformación de conciencia del avaro Ebenezer Scrooge con el soporte de un actor que supera sus propias marcas: Jim Carrey. El comediante ofrece su rostro más amargo, al tiempo que se expande en la interpretación de ocho personajes. Es Scrooge niño, joven y viejo, también fantasmas varios, en creaciones notables por la variedad de recursos expresivos que el maquillaje y la máquina de la animación no pueden opacar. En el umbral. Los fantasmas de Scrooge puede verse también en 3D. La vela en primer plano, la mano como una garra, los objetos que se desprenden del fondo suman realidades y percepciones. Los planos posibles del 3D son ideales para el relato fantástico, por momentos, de terror, en el que Scrooge va enfrentando las acciones del pasado y el presente. El viejo odia la Navidad, síntoma de un odio mayor que envuelve a la Humanidad, a quien asfixia y repele con su avaricia y la ausencia de piedad, en cualquiera d e sus formas (una limosna, una palabra, pan, afecto, comprensión). Pasado, Presente y Futuro son tres personajes, tres fantasmas que guían a Scrooge en el descenso a los infiernos que él mismo ha sabido construirse. “Me espanté a mí mismo”, dice el viejo la helada noche de Navidad frente a la olla de potaje, cuando ve algo que se corporiza en la oscuridad. ‘Las sombras de las cosas que existieron’ aparecen cuando cada fantasma lo lleva volando hacia esas dimensiones que conviven en los ojos del personaje. Los vuelos vertiginosos lo devuelven a la escuela donde Ebenezer sufrió una infancia de soledad y abandono; luego, al lugar donde fue aprendiz y conoció el amor, hasta el presente siniestro donde maltrata a su empleado (estupendo Gary Oldman), que sufre privaciones y la pena de ver a su hijo enfermo, y la negación frente a su único sobrino (Colin Firth transmite dulzura a su personaje animado). Zemeckis es un mago pero también, el humanista que asume la idea de Dickens sobre la condición humana que puede vencer sus propias limitaciones. Recorre la película una fuerte pregunta sobre la responsabilidad individual frente al dolor ajeno y colectivo. Las cadenas del primer fantasma, la culpa y el concepto de redención permiten no obstante, la risotada de la Navidad Presente, un Carrey gordinflón que sorprende bajo su ropaje de Árbol iluminado. Para reconocer una obra de arte contemporánea. Una virtud: Zemeckis + Carrey. Un pecado: no verla.
Disney volvió al ruedo con un cuento clásico, pero con imagen renovada. Para esta producción pensada íntegramente en 3D eligió un referente de la literatura inglesa dedicada a niños y adolescentes. Sin embargo “Los fantasmas de Scrooge”, adaptación casi fiel del relato de “Un cuento de Navidad” escrito por Charles Dickens en 1843, no agota su potencial en ese segmento de espectadores. Detrás del impecable soporte técnico llamado “captura de imagen”, que permite tomar como modelo el trabajo de actores reales y traducirlo en imágenes digitales, hay un texto al que no lo afecta el paso del tiempo, y que además está encolumnado en la tradición narrativa inglesa con fantasmas, desde “Hamlet” hasta los de Oscar Wilde. El filme cuenta también con un elenco de muy buenos actores (Jim Carrey, Gary Oldman, Bob Hoskins, Colin Firth) que dan vida a los personajes cuyos padecimientos hoy son similares a los de la Inglaterra victoriana. El eje del relato es el anciano Ebenezer Scrooge, un prestamista avaro, solitario y amargado. Después de un tiempo de muerto su socio, sigue conduciendo su negocio y maltratando a su empleado, un hombre con una familia numerosa, un hijo enfermo y un sueldo miserable. Pero sobre todo el viejo no tolera la Navidad, los villancicos, ni las reuniones familiares. Sólo después de la visita de los fantasmas de las navidades pasada, presente y futura se sabrán las razones de su resentimiento. Las revelaciones para Scrooge comenzarán la Nochebuena, con la visita del fantasma de su socio para advertirle cuál será su destino si persiste en su actitud. La escena, una de las que podrían asustar a los más chicos, da inicio a una serie de viajes a través del tiempo con los cuales el hombre comprenderá por qué se transformó en lo que es. “Cuídate de la ignorancia y la necesidad”, le dice uno de los espíritus, palabras que le darán una clave sobre algunas decisiones desgraciadas. El director Robert Zemeckis, quien ya había experimentado con la tecnología usada en este filme en “Beowulf” y “El expreso polar”, se mantiene fiel al relato original con excepción de las posibilidades que aporta ese recurso. Y aprovecha los destellos de humor del trabajo de Carrey en medio de un relato oscuro y conmovedor en su mayor parte pero luminoso en sus intenciones.
Lo antiguo y lo nuevo Desde George Scott hasta Mickey y los Simpson le han puesto el cuerpo a “A Christmas Carol”, novela que Charles Dickens escribió en 1843, sobre un viejo avaro que -tras ser visitado por espíritus que lo enfrentan con sus recuerdos de infancia, con la dura realidad familiar de su empleado y con los posibles comentarios de la gente ante la noticia de su muerte- se vuelve generoso y dispuesto a compartir la Navidad con los demás. Disney, de la mano de Robert Zemeckis (1951, Chicago, EEUU) rescata una vez más este clásico, ahora con técnica motion capture (convirtiendo digitalmente los movimientos de los actores en imágenes animadas, recurso ya utilizado por el director en El expreso polar y Beowulf) y agregándole el irresistible 3D. El resultado es una curiosa combinación de lo antiguo con lo nuevo. El texto original –respetuosamente transcripto– es aleccionador, concentra todos los males (y las posibles soluciones) en la figura de Scrooge, y ve un alto grado de nobleza en dar una limosna o compartir una cena de Navidad. Al tiempo que elementos como éstos parecen ignorar todos los cambios políticos, sociales y culturales transcurridos en el último siglo y medio, es inalterablemente fiel la reconstrucción de la Londres del siglo XIX y su gente (incluyendo los juegos de los chicos, los bailes y las comidas). No está mal la idea de internarse en el universo de aquella historia de Dickens, pero en estos tiempos de navidades comercializadas e inocencia devaluada, Los fantasmas de Scrooge suena un poco anacrónica. Al mismo tiempo, para representar la historia se ha apelado a los más modernos artificios, lográndose sorprendentes efectos sonoros e imágenes de perturbadora belleza (junto a desplazamientos vertiginosos insertados para explotar mejor los alcances del 3D). Una sofisticación que termina limitando las posibilidades del espectador de completar la historia: si hacia 1850 “A Christmas Carol” permitía a los lectores imaginar las fantasías de Scrooge, hoy Hollywood las hace casi tangibles. Como bien ha señalado Domin Choi, respecto a películas como ésta, “toda imaginación se vuelve visible con la mediación tecnológica”. Lo nuevo de Los fantasmas de Scrooge pasa, entonces, exclusivamente por lo tecnológico, a diferencia de otros productos animados recientes, estética y argumentalmente más originales y modernos. Lo cual no impide que pueda disfrutarse, rindiéndose a la idea que Dickens le hace exclamar al excitado Scrooge del final: “Es mejor ser como un niño”.
Mimetismo y moralidad Parece que Robert Zemeckis continúa obsesionado con la idea de maquillar a los muertos a partir de su millonaria tecnología para capturar los movimientos de los intérpretes y construir a posteriori animaciones en extremo realistas. Nuevamente nos topamos con un producto ostentoso, ambivalente desde el punto de vista afectivo, demasiado mecanicista y hasta por momentos hueco en su mimetismo inescrupuloso, cercano a los video juegos en primera persona. Bajo la excusa de ampliar los horizontes cinematográficos el director reincide por tercera vez consecutiva en el 3D de maniquíes tiesos a la Final Fantasy (Final Fantasy: The Spirits Within, 2001). Aunque se percibe en pantalla el enorme presupuesto invertido, en términos formales Los fantasmas de Scrooge (A Christmas Carol, 2009) no pasa de ser un esbozo inerte de lo que en un futuro próximo será una verdadera revelación... Ahora bien, si consideramos los dos eslabones anteriores debemos reconocer que la mejoría resulta innegable en lo que respecta a la estilización general y el concepto por detrás del film. Para el caso sólo hace falta recordar que esta suerte de trilogía comenzó con una “obra para nadie” como El Expreso Polar (The Polar Express, 2004), prosiguió con una “epopeya para adultos” como Beowulf, la leyenda (Beowulf, 2007) y hoy desemboca en una nueva adaptación de Un cuento de navidad de Charles Dickens, dirigida principalmente al público infantil y/o adolescente. La propuesta gana en riqueza y vitalidad gracias al inagotable desparpajo de su protagonista absoluto, nada más ni nada menos que Jim Carrey. El actor ofrece otra de sus maratones compositivas y bien podemos afirmar que él solo lleva adelante la película a través de su imaginación histriónica y gestualidad desproporcionada. La trama es la misma de siempre: Ebenezer Scrooge es un prestamista mezquino que odia a todos por igual. Empleado, sobrino y distintas almas caritativas que se cruzan en su camino sufren el maltrato propio de alguien que no disfruta del contacto social; mucho menos durante las vísperas de las festividades de fin de año. Una noche su rígido semblante se trastoca con la aparición de su socio fallecido, quien le anuncia la visita de tres fantasmas correspondientes a las navidades pasadas, presente y futuras. Cada uno de ellos le brindará visiones sombrías de una verdad que ha preferido olvidar -o dejar de lado- en función de su egoísmo. Carrey le pone el cuerpo y la voz tanto a Scrooge como a los espíritus, un conjunto de agentes moralizadores que ponen de manifiesto cómo la ignorancia y la necesidad de los hombres conducen al individualismo y destruyen la solidaridad y el amor. En papeles secundarios encontramos a profesionales del calibre de Bob Hoskins, Gary Oldman, Robin Wright Penn, etc. Desaprovechados y con pocas líneas de diálogo, apenas si constituyen una base de apoyo para el canadiense dentro de un guión respetuoso para con el original aunque algo insulso. Por suerte en esta ocasión Zemeckis bajó el nivel de la pirotecnia visual, incrementó la paleta de colores y acortó el metraje final. El esquematismo en el diseño de los personajes, en especial en lo referido a rostros y movimientos, vuelve a ser el mayor inconveniente dentro de un patrón de representación barroco que deambula perdido entre la reproducción automática de lo real y la creación animada. Los fantasmas de Scrooge supera los últimos traspiés de la Disney pero queda muy detrás de proyectos tecnológicamente similares como Avatar (2009), el esperado regreso de James Cameron...
Una vez más el clásico de Charles Dickens (Un cuento de Navidad) es llevado a la pantalla grande y ya perdí la cuenta de cuantas adaptaciones van. Esta vez, viene con el plus de la tecnología 3D y la ventaja de ser una película dirigida por Robert Zemeckis, que usa la misma estética de animación que en El Expreso Polar. En lo que en apariencias en un cuento para niños, ya que en la mayoría de sus adaptaciones anteriores, el cuento iba orientado a toda la familia, pero puntualmente a el publico infantil (recuerdo haber visto de chico una versión con el Pato Donald), esta vez está convertido en una historia más dark. No es que hayan cambiado la misma, pero Zemeckis se encargó de darle un toque de oscuridad, que sinceramente, no es para menores de 13 años. Por momentos es muy escabrosa y llama la atención que Disney haya realizado algo tan oscuro. ¿Es necesario contar de qué va la trama? Todos conocen la historia del viejo avaro que es visitado, en Nochebuena por los tres fantasmas de la Navidad. Los cuales le mostrarán su pasado, presente y el futuro que le espera si sigue actuando como lo hace. El viejo avaro del que hablábamos, llamado Scrooge, está interpretado por, o más bien, sigue los movimientos y copia las facciones de Jim Carrey, que aparte del protagonista, realiza otro siete papeles distintos, entre pasado y futuro. Otros actores de renombre, como Gary Oldman y Bob Hoskins, también son de la partida y prestan sus cuerpos y voces para la película. Técnicamente la película es un espectáculo y se puede disfrutar tanto en 3D como en los cines convencionales. Las sombras, los colores, los encuadres, todo es muy bello y digno para ver en la pantalla grande y encima con una banda de sonido, a cargo de Alan Silvestri, muy buena que acentúa esa belleza de la que hablábamos. El problema es, como ya dije antes, que todos conocemos el cuento de Dickens, y entonces, desde el vamos, uno se sienta en la butaca ya sabiendo lo que va a pasar, restándole al guión, la posibilidad que tiene cualquier otro film, de hacernos una jugarreta con un giro inesperado. El “ida y vuelta” entre el espectador y la película, se basa en ver como está resuelto, en el campo estético, el cuento. El mensaje que deja es reflexivo e invita a que la gente no se aferre a todo aquello que no puede llevarse a “la otra vida” y se dedique a vivir y ser bondadoso. En esta peli, le dedicaron poco tiempo al final y alargaron las escenas de Scrooge con los tres fantasmas. Una vez que es abandonado por el último de ellos, en cinco minutos termina la película y uno se queda con las ganas de ver más de ese viejo odioso convertido en “Carmelita Descalza” siendo bueno y generoso. Creo que tanta oscuridad previa no llega a “limpiarse” en los minutos finales. Definitivamente, el film cumple con su deber, es una propuesta para ver en el cine, sobretodo si la podes ver en 3D, ya que en una tele convencional, perderá la magia de la pantalla grande y su resultado puede ser peor.
Clásico navideño por antonomasia: "A christmas carol" de Charles Dickens sigue funcionando a la hora de llevarlo a la pantalla, ya hemos dicho que existen muchas versiones, desde una donde el avaro Scrooge es Rico Mac Pato, y Mickey su empleado, hasta una con los Muppets donde el viejo miserable es Michael Caine, y el mismo sempiterno relato ha tenido tantas pero tantas versiones animadas, musicales, extrañas etc sin olvidar aquella británica "Scrooge" (1970, Ronald Neame, con un estupendo Albert Finney. Tampoco escapa de fuente de inspiración de la maravillosa "Qué bello es vivir! de Frank Capra con similitud de ideas. Ahora con modernísima digitalización, animación en renovado 3D, surge esta de Robert Zemeckis -de quien no hay que olvidar su saga de "Volver al futuro", "Forrest Gump", "Naúfrago", y otras-, hasta que un día descubrió que le gustaba más hacer animaciones que historias con actores de carne y hueso, y arremetió con "El expreso polar" y "Beowulf", ahora optó por retomar la trillada historia del avaro Scrogge que es de lo peor, quizás el tipo más egoísta de la literatura universal, pero dándole el carisma y la voz original de Jim Carrey. Y como se sabe será visitado por tres espíritus: de la navidad del pasado, de la navidad presente y de la navidad futura. Lo mejor de esta propuesta son los buenos aciertos de la digitalizacion , y se disfruta viéndola en 3D, pero el filme hay que decirlo, es lento, entra en estado de aburritis, está como puesto por ratos en pausa, y si a favor que genera bastante misterio, lo cual no es nada aconsejable de ver con los más niños de la casa, se van a asustar. La peli tiene los mismo pecados originales que poseía "Beowulf", cierta pretenciosidad que la vuelve de a ratos bucólica, lenta, pesada. También pasa con las animaciones, los personajes secundarios no están tan bien hechos, o sea son marcadas las diferencias y son llamativas las apoyaturas de caras reconocibles de actores en personajes, como Bob Hoskins, Colin Firth y Gary Oldman. La verdad que para quienes gustan de los relatos oscuros, les va a encantar, pero todo en medida justa y nada más que eso.
Robert Zemeckis y el mundo esterocópico Tras El expreso polar y Beowulf, Robert Zemeckis vuelve a apostar por una historia clásica adaptada a la gran pantalla para ser vista en 3D. Muchos pueden quejarse de que ya se han hecho demasiadas lecturas de los cuentos de Dickens hasta el hartazgo, sin embargo también es cierto que la obra del célebre escritor inglés da para muchas distintas interpretaciones y puntos de vista, motivo por el cual el formato 3D sin duda es un buen campo para explorarlo. Para quienes son ajenos al cuento, Los fantasmas de Scrooge cuenta la historia de Ebenezer Scrooge, un ancianito gruñón y quejoso que aborrece todo lo que le rodea (seguramente una influencia directa del viejito de UP, la última de Pixar) que es visitado por tres fantasmas de la navidad. Al mejor estilo Eddie Murphy, Jim Carrey da vida tanto a Scrooge como a los tres fantasmas que lo visitan en noche buena. Tambien se destacan Gary Oldman y Colin Firth que al igual que Carrey han pasado por una serie de diversos softwares (tal como Ray Winston y Angelina Jolie en Beowulf y Tom Hanks en El expreso polar) para dar al personaje tridimensional un look más real y detallado. Una de las mayores virtudes de la adaptación de Zemeckis es que ha logrado mantener el carácter infantil pero a la vez tenebroso y grotesco de la visión de Dickens, consiguiendo así un amplio target digno de entretener a jóvenes y adultos. En resumen, el director de Volver al Futuro hizo una de las películas navideñas más prometedoras de las últimas temporadas que se alza como una de las mejores del género a la altura de A christmas story, Christmas Vacation y por que no El Grinch. - Lo mejor: Las tomas aéreas que recorren un Londres Victoriano sumamente pulido y bien logrado, y la conservación del espíritu de la obra de Dickens. - Lo peor: El abuso de las tomas aéreas que aparecen en casi todas las escenas.
¿QUIÉN ENGAÑÓ A ROBERT ZEMECKIS? No me lo van a sacar de la cabeza: hace algunos años alguien visitó a Robert Zemeckis en algún callejón oscuro de Hollywood y le prometió espejitos de colores, adecuadamente apodados para la modernidad como motion-capture. Y vistos los resultados de sus últimas tres películas, le mintió desconsideradamente: Zemeckis, alguien capaz de hacer arte y espíritu, sentimiento y goce, de la tecnología, está preso de eso mismo que juró adorar para entrar al cielo de los cineastas visionarios. Los fantasmas de Scrooge es el nuevo ejemplo de esta condena. Zemeckis siempre estuvo un paso por delante de su generación en lo que al uso de tecnología se refiere. Podríamos colocarlo en el mismo grupo junto a Spielberg y Cameron, quienes han logrado lo que no muchos: que los efectos digitales sean parte de la narración, sin mostrarse invasivos. Sin embargo algo lo diferencia: mientras estos dos se abrazaron a la tecnología para abordar mundos donde la tecnología o la fantasía se revela en todo su potencial, Zemeckis apostó a lo mínimo, donde se abre la grieta de lo maravilloso pero en mundos reales y tangibles: Forrest Gump, La muerte le sienta bien, son ejemplos. Seguramente al director lo ha movido más su espíritu innovador, y una necesidad de estar a la vanguardia, y ha visto en la técnica de la captura de movimiento un salto narrativo-tecnológico que vincula de manera mucho más fluida la tecnología con aquello carnal y físico de la experiencia actoral. En suma, el actor se enfunda en un traje de goma, la computadora toma los movimientos y de ahí se pasa a la invención totalmente virtual de personajes y escenarios. Como se sabe, estas técnicas requieren de tiempo, no sólo para que el espectador las asimile sino para que estén todo lo pulidas que deben estar. Decimos que hace falta pulido porque el motion-capture puede integrarse bien a un relato, como lo dejó demostrado el Gollum de El señor de los anillos, pero no puede ser su única razón de ser. Bueno, en el caso de Gollum teníamos una representación corporal, en cierto caso se trata de una interpretación pero no una copia textual del rostro y las expresiones, que es lo que viene intentando hacer Zemeckis desde El expreso Polar. En Los fantasmas de Scrooge, además de Jim Carrey se han prestado Colin Firth, Gary Oldman, Bob Hoskins, entre otros. Salvo en el caso de Carrey, donde el detalle está potenciado en la ponderación de rasgos que envilecen y en cierta forma construyen al personaje, en el resto se observa una frialdad en la mirada, una falta de emociones que no sólo no sirven al relato sino que además aportan distancia con el espectador. Oldman y Hoskins, decididamente, tienen cara de topo. Y pregunto: ¿por qué estos hombres topo tienen vedada la capacidad de parpadear? Sin embargo las dificultades del trabajo de Zemeckis no son solamente técnicas, sino que además están relacionadas con la propiedad en el uso de estos dispositivos técnicos. Es decir, no parece haber hasta ahora una correlación entre lo que el director quiere contar y la utilización de la motion-capture. Así como Pixar con Toy Story no sólo hizo de la animación digital su forma expresiva sino también la tesis sobre la que se basaba el relato, habría aquí una necesidad de justificar mejor este alarde técnico para que no parezca nada más que eso: un alarde. Por ejemplo, la historia del viejo Scrooge y su avaricia y arrepentimiento, por la vía del humanismo, parece darse de narices con una tecnología que es un acto prepotente -sumemos el 3D- y, sobre todo, deshumanizado. Los fantasmas de Scrooge se basa en el cuento adaptado cientos de veces de Charles Dickens, ese del viejo Scrooge y cómo la aparición de los fantasmas de las navidades pasada, presente y futura le hacen atravesar una madrugada febril en la que la conciencia le juega una mala pasada, haciéndolo recapacitar sobre sus conductas despóticas y el maltrato a los demás. Pero atención que hay un par de decisiones acertadas: en primera instancia Carrey es una elección precisa y lo que le da carnadura a la segunda elección, que es la aparición de vestigios de humor. Lo interesante de Carrey es que su humor se vincula aquí orgánicamente con el relato que le toca protagonizar: su caracterización es sardónica, cínica; su humor oscuro y denso. Sin embargo su potencialidad se ve sofrenada por el motion-capture. Si uno mira detalladamente, notará que el Carrey de Los fantasmas de Scrooge es el más controlado de todos los Carrey fílmicos que hemos visto más o menos desde La máscara hasta aquí. El motion-capture en vez de liberar sus expresiones, lo que hace es acotarlas, encerrarlas entre cuatro paredes y limitarlas, justo en una película que parece necesitarlo más desenfrenado: ¿no era acaso Jim Carrey un dibujo animado hecho ser humano? Por eso también el humor en Los fantasmas de Scrooge es esquivo, no aparece siempre y el film se torna muy apegado a la machacona moraleja. Esa que en tiempos de Dickens era necesaria, pero actualmente se torna demasiado grosera y necesita hacerse más sutil: justo lo que la corporeidad de Carrey le podía aportar, pero que se ve injustamente estructurado por la técnica. Y es ahí, más allá de sus aciertos en el tono lúgubre -que tener lo tiene-, en su jugueteo con el terror, en la imaginación y creatividad de algunos pasajes con las formas de la animación -especialmente una secuencia con el fantasma de la Navidad futura o el fin del fantasma de la Navidad presente- donde Los fantasmas de Scrooge encuentra su límite. Zemeckis, que se había convertido en uno de los mejores directores a la hora de mancomunar tecnología con arte, se encuentra preso de los encantos de una técnica que no aporta nada a la narración y, por el contrario, limita su talento y el de la gente que convoca hasta transformarlos tan sólo en una herramienta. Hoy la herramienta es el factor humano y no la tecnología. Extraña paradoja, si se tienen en cuenta los valores que dicen apuntar películas como El expreso Polar o esta Los fantasmas de Scrooge.
El clásico navideño de Charles Dickens aparece renovado con tecnología de punta: 3D y captura de movimiento (al igual que en El Expreso Polar y Beauwolf) y con el sello inconfundible de Robert Zemeckis. Un hombre miserable, temido y solitario (Jim Carrey) maltrata a su empleado (Gary Oldman) y escapa a las obligaciones familiares con su sobrino (Colin Firth) hasta que es visitado por presecias fantasmales que cambiarán su visió del mundo. Una fábula escalofriante (no recomendable para los más chicos) y aleccionadora que entrega sobresaltos y deja lugar a la aventura en su segunda parte. La caída de la nieve y los vuelos sobre Londres encuentran un buen adepto en el 3D y potencian la profundidad de campo. Pero la estrella del film es la historia y Jim Carrey, que encarna a siete personajes en sus edistintas edades y a los fantasmas de la Navidad pasada, presente y futura. La oscurdad que surge de algunas situaciones familiares y relaciones laborales resulta más terrorífica que las presencias del "más allá".
Sensaciones encontradas me produjo esta nueva adaptación de Un Cuento de Navidad de Dickens. No se trata de una película navideña más. Lleva la firma de uno de los realizadores que más influyeron en mí cinefilia durante los ´80 y los ´90: Robert Zemeckis. ¿Que esperaba encontrar? Sabía que no me iba a sorprender la historia. Vi varias versiones, y al igual que muchos que los que nos criamos durante los ´80 pienso (aún después de esta versión) que Los Fantasmas Contraatacan de Richard Donner con un genial Bill Murray, es la mejor adaptación filmada. También era previsible el efecto contraproducente que me produce ver películas de animación por Caption Motion. Por un lado, creo que la técnica funciona. Visualmente aporta que no quede tan artificial ver a los actores enfrentados a cosas que no estuvieron a su alrededor durante el momento del rodaje. Todas las acciones fluyen más, tienen mayor cohesión los elementos. Por otro lado, sí. Todo es artificial. Los rostros parecen sacados de personajes de un video juego de aventuras. Por alguna razón parecen mucho más vivos los personajes humanos de las películas de Pixar que los de Zemeckis. Aun hoy pienso que la adaptación de Beowulf, supera a cualquier película que haya tocado el tema, y el nivel de aventura y acción eran realmente admirables; entretenida, magistral como obra fílmica, pero daba la sensación, que con los actores reales hubiese sido mucho mejor (especialmente por Angelina Jolie). Y demasiado oscura… Nunca había visto tanta violencia y sangre en una película de Zemeckis. Generalmente, era bastante reprimido en este aspecto. Con Los Fantasmas de Scrooge, Zemeckis vuelve a mostrar una faceta suya, no muy distinta a la que viene mostrando Spielberg en sus últimas tres películas, curiosamente pesimista y oscura, que se opone a la imagen clara, divertida, más light, de sus primeras obras, hasta Contacto. Irónico, pero real, esta versión del cuento de Dickens, producida por los estudios Disney es quizás la adaptación más crítica, política, y poco romántica que se haya hecho. La clasificación “Para Mayores de 13 años” es correcta, pero por razones diferente al simple hecho de contener ciertas escenas “escabrosas”: la película es una metáfora y crítica sobre la crisis económica y lo que le puede sucederle a los yuppies de Wall Street, en su afán por seguir acumulando riquezas a costa de los pobres. Ninguna película está aislada de su contexto temporal. Igual no es tan obvia esta lectura. Por eso digo que tuve sensaciones encontradas. Al principio estaba fascinado: aunque la vi en 2D y castellano, por tanto pienso que me perdí un 15% de película, no pude dejar de admirar y admitir que el efecto que produce entrar desde los tejados de los edificios de los suburbios humildes de la Londres isabelina hasta los grandes palacios durante los títulos es regocijante. Zemeckis sabe aprovechar la técnica. El efecto en 3D debe ser espectacular. Los rostros mejoraron mucho (especialmente el de Scrooge). Incluso el hecho de que empiece mostrando un cadáver, me resultaba atrevido y atrapante. Sin embargo, después del encuentro con el primer fantasma, me empecé a desilusionar. El relato se pasaba demasiado rápido, empezaba a perder humor, los flashbacks eran demasiado cortos. Aparecen personajes de la nada, que aportan poco y nada a la narración principal, la historia de amor está completamente desfocalizada. Las subtramas (excepto la del asistente de Scrooge) están banalizadas y sintetizadas, especialmente la del sobrino del protagonista. Persecuciones que impactan visualmente, pero dejan poco espacio para volver a entrar en la historia de Scrooge. Narrativamente el guión del propio Zemeckis (sino me equivoco, única película que firmó en solitario) empieza a tener baches… grandes, aunque sigue siendo una gran narrador, la película no aburre, se pasa volando. Los personajes secundarios lucen deslucidos, inclusive visualmente. Sobre el final, termina explicando forzosamente la aparición de algunos personajes que aparecen en las visiones, de los que no se tenía referencia que existían. Al mismo tiempo, quedaba poseído por una sensación de desdicha al ver la escena en la que el fantasma de la navidad presente, muestra a dos chicos representando lo peor de la sociedad, mientras que este se desintegra bajo la sombra de un reloj (el tiempo siempre está muy presente en Zemeckis). Me preguntaba que pensarían los padres de un grupo de chicos que asistían a la función de una escena tan atemorizante, oscura y perturbadora. El final es hermoso. No es demasiado meloso, fiel al espíritu dickensista y navideño. Un poco cursi, pero eso es culpa de la novela. Para el recuerdo, son las increíbles actuaciones de Jim Carrey y Gary Oldman, que más allá de estar animados, lucen admirables, naturales. Les dan credibilidad y emoción a los personajes, los humanizan. Le aportan magia a la magia. Y por supuesto, la recreación de Londres del siglo XIX es brillante. Nada edulcorada, sino al igual que en la versión subvalorada, de Oliver Twist de Roman Polanski, se muestran en detalle las diferencias sociales, las injusticias y la marginalidad que vive la sociedad. Incluso la visión de Zemeckis es más oscura y grotesca que la del director de El Bebé de Rosemary, con respecto a las palabras de Dickens. Al salir de la sala estaba en una disputa sobre el puntaje que la película merece (aun ahora lo estoy). Mientras que narrativamente tiene falencias, y faltan profundizar aspectos fundamentales de la novela, por otro lado (y tras una discusión posterior conmigo mismo) me he dado cuenta que Zemeckis sigue el camino de la reflexión, planteando cuestionamientos existencialistas, y religiosos incluso. Ya lo venía haciendo en Forest Gump, Contacto y Naufrago, pero es curioso que lo haga en una supuesta película infantil de Disney, que tenga una lectura de entrelíneas del cuento, más allá de la que hicieron otros realizadores en el pasado. Es una apuesta riesgosa dejar de lado el romance, reducir el humor y la ironía (aun teniendo a Jim Carrey como protagonista), darle mayor énfasis al drama, al costado psicológico y social del personaje, la relación con el medio que lo rodea. Los Fantasmas de Scrooge, definitivamente no está a la altura de las mejores películas de este director fanático de Los Beatles (además de la inminente remake de Submarino Amarillo, recuerden que hizo la divertidísima y poco pretenciosa Quiero Alcanzar tu Mano). Por ahora, Beowulf, sigue siendo la mejor de la trilogía Zemickiana en Caption Motion, pero no hay que subestimar esta última inclusión, que más allá de la animación y el 3D, tiene mayores lecturas de las que aparenta a simple vista.
En 1843, Charles Dickens publicó una de sus obras más emblemáticas: Un Cuento de Navidad. La novela conoció miles de adaptaciones teatrales, televisivas y cinematográficas. Nadie se perdió de adaptar la historia del antipático Scrooge y los fantasmas que quieren hacerlo cambiar: Disney, los Muppets, incontables de dibujos animados. Una de las versiones más originales fue Los Fantasmas Contraatacan, protagonizada por Bill Murray, allá por 1988. La ya mencionada empresa del Ratón Mickey es quien nos trae una nueva versión del asunto, a cargo de Robert Zemeckis, quien dijo: “Creo que cuando la historia es maravillosa la puedes contar y volver a contar de mil maneras diferentes”. Siguiendo la línea de sus recientes películas —la también navideña El Expreso Polar (¡donde ya aparecía Scrooge!) y la oscura y adulta Beowulf: la Leyenda—, aplicó la técnica de motion capture. Tecnología que el director de Volver al Futuro va perfeccionando con el correr de los films: uno ve a Scrooge y sorprende por lo realista de su textura y de sus gestos. Lo mismo sucede con el resto de los personajes. El mayor reto a superar sea el de los ojos: todavía no son lo suficientemente vivos, expresivos. Por supuesto, al ser animación es posible una mayor destreza visual, como planos secuencia aéreos y otros movimientos de cámara imposibles de realizar de manera convencional. Según Bob Z: “Lo que es notable cuando uno lee Un Cuento de Navidad es que parecería que Charles Dickens hubiera escrito este relato para que fuera filmado. Es tan visual y cinematográfico; y yo deseaba utilizar la última tecnología para lograr recrear la historia tal como creo que Dickens debe de haberla imaginado”. Jim Carrey es perfecto para interpretar al personaje... mejor dicho, a los personajes del título en castellano. Es verdad que gesticula, pero nunca en exceso y siempre en función de lo que requiere su rol, logrando desagradar, conmover y causar gracia (“Cuando Jim interpreta su papel, no interpreta simplemente una voz, o un dialecto, su cuerpo entero y cada uno de sus músculos se transforman y se meten en la piel del personaje”, declaró el director). Robert Zemeckis vuelve a demostrar que, además de estar a la vanguardia de los avances tecnológicos vinculados al séptimo arte, es uno de los maestros de la narración cinematográfica contemporánea. Su mezcla de humor, aventura, fantasía, delirio, crítica social y momentos emotivos sigue siendo su sello personal. Aunque parece decidido a no hacer más películas comunes y corrientes, al menos por un tiempo. Tan enganchado está con el cine de animación que sus próximos proyectos irán por ese lado, empezando por la versión 3D de El Submarino Amarillo, basada en aquel film de Los Beatles. Porque Bob se anima a todo, ¿viste?
Los Fantasmas de Scrooge, es un film de Disney dirigido por Robert Zemeckis, que aborda la ya conocida historia de “Un Cuento de Navidad” de Charles Dickens. Siguiendo los pasos de sus últimas dos películas (Beowulf y El Expreso Polar), Zemeckis hace otra con animación con captura de movimiento, y también vuelve a abordar la temática navideña. Otro dato no menor, es que implica una vuelta a los viajes en el tiempo –Robert fue el director de la recordada, y muy querida, Volver al Futuro. Scrooge, que en su versión original recibe la voz de Jim Carrey (quién ya había dado su voz para Horton y el Mundo de los Quién), es un viejo rico, pero avaro, que en vísperas de Navidad recibe la visita de tres fantasmas que le muestran su pasado, su presente y su futuro, obligándolo a reflexionar sobre su persona, su rechazo por las festividades, sus amigos y familia, y sobre todo, su forma de vivir y sentir la vida. El mismo Jim le dio vida a través de la captura de movimiento, y hacen su participación en el film Gary Oldman, Colin Firth y Robin Wright entre otros. Nadie duda de las capacidades de Jim para darle vida a un personaje, sus recursos de interpretación física ni su voz, y se nota su participación en el film. Es prácticamente él como un personaje que trasciende a las distintas personalidades que aborda, lo que hace que la historia progrese y el espectador se meta en la película; sin embargo, la historia allí se queda. La animación, que se encuentra a años luz de lo que fue El Expreso Polar, y tiene sus momentos de gloria, sobre todo si se la ve en 3D (si bien el efecto aún cumple la función de sorprender al espectador más que tener una función narrativa) hay momentos muy interesantes donde todo converge para que el espectador “esté dentro del film”. Pero también la historia tiene ciertos baches, recordemos que tiene la intención de ser un producto para niños –aunque Disney mismo reconoce que no es recomendable para los más pequeños– y eso se hace notar. El público adulto encontrará la historia que ya conoce, con la belleza que un director de la talla de Zemeckis le puede aportar, un Jim Carrey lejos de otras pelis navideñas como El Grinch, que logra comprar al espectador con sus múltiples personajes, pero tampoco alcanza a estar a la altura de clásicos del cine navideño como Qué Bello es Vivir. La asociación Disney-Zemeckis brinda una película que funciona como producto navideño, alimenta al espíritu de la navidad, y entretiene. Puede ser disfrutado por padres y chicos, pero no es ideal para los más chiquitos. Gana con el virtuosismo de Jim Carrey, pero no aún así pierde magia a lo largo que los minutos pasan.
TAN CERCA Y TAN LEJOS Robert Zemeckis (Volver al futuro, Forrest Gump) vuelve al cine digital explorando aun más su paso por el 3D. Buscando en el texto de Dickens material para una nueva experiencia visualmente impactante, Zemeckis no muestra en este film que el cine siempre se trata de lo mismo: contar una buena historia. "Un cuento de Navidad" es una pieza narrativa cuya perfección a esta altura es innegable. Esa perfección no sólo está dada por la universalidad y precisión de la historia, sino también por la prosa extraordinaria de uno de los escritores más grandes que hayan existido: Charles Dickens. Aclaremos, sin embargo, que "Un cuento de Navidad" no es lo mejor que ha escrito Dickens, ni su obra más sofisticada y notable. Poco importa, está claro, mientras que uno está disfrutando de este inolvidable relato. Su estructura perfecta, dividida en tres actos, parece ser, como luego lo interpretaría el padre del lenguaje cinematográfico, David W. Griffith, sobre la obra general de Dickens, la base de todo relato cinematográfico. No está mal que Zemeckis, quien está buscando dar el gran salto a nuevas formas cinematográficas recurra entonces al mismo autor. Robert Zemeckis siempre fue un cineasta preocupado por la técnica. Sus películas, en mayor o menor medida, impactaban entre otras cosas por las búsquedas formales donde la tecnología avanzaba para ayudar a la puesta en escena. Virtuoso como pocos, Zemeckis tiene ya clásicos del cine, como Volver al futuro, ¿Quién engañó a Roger Rabitt?, La muerte le sienta bien, Forrest Gump, Naufrago y Beowulf, entre otros. Su búsqueda de la digitalización de imágenes completa aquí una trilogía comenzada por El expreso Polar y Beowulf -una obra maestra aun por descubrir para muchos espectadores- y que aquí se completa con Los fantasmas de Scrooge. La primera de las tres era para chicos; la segunda, para adultos, y ya comenzaba además la exploración en 3D. Ahora, con este nuevo film, el 3D ya está funcionando a pleno, mostrando su inmenso potencial para el futuro del cine. La historia de Los fantasmas de Scrooge es demasiado conocida como para volver a contarla aquí y, tal vez, eso sea un problema. Narrar una de las historias más conocidas del mundo siempre puede jugarle en contra a un director, y aunque el libro de Dickens hoy no sea tan leído como hace 50 años, lo cierto es que aun sigue siendo un leído, y las innumerables versiones que se han hecho para cine y televisión le quitan, por lo menos, ciertas emociones genuinas que sólo le pertenecen a la ingenuidad. No es excusa, siempre se puede volver a emocionar con una historia bien contada. Y los minutos iniciales de Los fantasmas de Scrooge conmueven. Y lo hacen por dos motivos: el primero: por su retrato de un Londres de la era industrial, lleno de miseria y hambre, con imágenes que hablan de una sociedad donde los marginados estaban más marginados que nunca. No parece una imagen antigua, parece el presente. Tal vez esto sea algo para tener en cuenta, como siempre en Zemeckis, un cineasta particularmente interesado en trabajar discurso a muchos niveles. Por el otro lado, lo que conmueve es la calidad técnica de esa tercera dimensión, cuya capacidad de mostrar nos va sumergiendo en otro mundo. No sólo objetos que van a cámara, sino un fino trabajo de profundidad de campo que excede las dos dimensiones. Pero a ese trabajo preciosista, por momentos arrebatador, y al uso nada complaciente del cine digital para mostrar un mundo sórdido, la película no le proporciona un crecimiento dramático acorde. Será todo sorpresa y fascinación para quienes desconozcan la historia, pero poco queda para quienes hayan seguido el relato de Dickens durante años, tanto en el texto original como en las adaptaciones. Raro es el efecto, más bien distante, de esta nueva obra de Robert Zemeckis que plantea una obvia, pero no por desacertada, idea de que mientras las imágenes se acercan a nosotros, los sentidos pueden quedarse cada vez más lejos.
"Los Fantasmas de Scrooge" es un film muy bello por su lado técnico, que juega muy bien con las tres dimensiones y con una ambientación muy realista. Una película que se olvida del verdadero sentido que Dickens plasmo en su obra, pero que está bien actuada y correctamente musicalizada. Una cinta que asustará a los más chicos y encantará o aburrirá a los más grandes. Una experiencia que vale la pena presenciar en 3D.
Esta noche es nochebuena y qué mejor que recomendar una buena película navideña, con un hermoso mensaje, para disfrutar de estas fiestas. Los Fantasmas de Scrooge encaja en ese propósito. Evenizer Scrooge es un viejo ricachón, de gran avaricia y mal genio, que odia la navidad. Las únicas compañías que le quedan son su sobrino y su empleado, a quienes trata bastante mal. Pero esa misma noche, unos fantasmas le harán revisar su pasado, su presente y su posible futuro y le harán abrir los ojos a este viejecillo, para que cambie su actitud frente a la vida antes de que sea tarde. La dirección es de Robert Zemekis (Forrest Gump, Volver al Futuro) y se nota. Por otro lado, la interpretación de ocho personajes en un sólo film dejan al descubierto la docilidad de Jim Carrey para adaptarse a cualquier papel. Además de ser una muy buena adaptación del libro de Charles Dickens, esta película no cansa e impresiona todo el tiempo con los juegos que hace con su formato 3D. Si tenés la posibilidad de verla en el cine, podrás sentir cómo la nieve justo en frente tuyo o marearte con los veloces viajes por el aire que Scrooge hace con sus fantasmas.
Navidad, Navidad, una más de Zemeckis y Disney... Esta es una bella adaptación del cuento de Charles Dickens, que siempre tiene presente dicho factor. De hecho, el libro como apertura es un gran acierto, ya que los que no tienen idea de la procedencia del guión pueden incluso apuntar a Robert Zemeckis, adaptador y director de esta peli navideña tan empalagosamente impregnada de Disney, como un escritor simplón. Es que la historia, por muy bien adaptada a la pantalla que esté, es tan simple, tan predecible, y tan poco atractiva, que probablemente ni los niños la gocen a causa de esas frases tan coloquiales salidas de la boca del todo terreno Jim Carrey, que nuevamente se lleva la película por delante con sus multifaceticas interpretaciones que tanta vida le dan al viejo estereotipo del señor Scrooge. Quizás no haya forma de revertir la situación y haya que aceptar a este filme, de tan solo una hora y media de duración, como uno más de Navidad que se puede disfrutar en la tele en estas épocas. Sin pretensiones mayores que la tiren más abajo todavía. Y es que el imperio 3D, tan en jaque por cuestiones socio-económicas obvias, no ayuda a mantener en pie a la trama, que roza el bodrio y distrae más por su propuesta visual tan excelente que por lo demás. Eso es lo peor que le puede suceder a Zemeckis, tan conocido por sus anteriores booms tridimensionales náufragos (The Polar Express, 2004; Beowulf, 2007), que mueren en la orilla cuando el espectador se saca los anteojos. Rescato la escena en que Scrooge cae del cielo, o los paneos largos de la ciudad nevada, tan realistas y tan embelezadores. La línea argumental es básica a morir, pero cumple con el cometido moralista, aún cuando más allá de eso tengamos que esperar a que el viejo cascarrabias haga su catársis y respectiva transformación. Por suerte hay pocos villancicos, tan prescindibles como esta película.
Excelente versión del clásico de Dickens. Recuerdo que allá por los años '80 vi por primera vez un film 3D, Tiburón, un intento que por aquellos años quedó meramente en una atracción lúdica. Anteojitos rojos y verdes de cartón, muy incómodos porque a cada rato se caían, descartables y que a la larga provocaban dolor de cabeza. Ahora el 3D es indudable que llegó para quedarse y es que la experiencia, más allá de cualquier efecto, es totalmente diferente. Ver Los fantasmas de Scrooge, desde que leyera ese fantástico relato de Dickens, era para mí un deber y verlo hoy por hoy en 3D, una necesidad. Además de esa diversión extra de vernos a todos como pavotes extendiendo la mano para tocar la nieve o gritar y hacernos a un lado cuando nos apunta a la cara el negro dedo esquelético de la muerte, está esa posibilidad de sentirse directamente dentro del escenario. Uno camina a espaldas de Scrooge, se queda mirándolo tras una pesada reja, tiembla ante el fantasma que nos mira directamente a los ojos. Sí señores, el 3D más allá de toda aparotisadad comercial es una experiencia que ha venido a superar cualquier experiencia previa que hayamos tenido con el cine. Sacando ahora toda esta cuestión visual, Los fantasmas de Scrooge es una magnífica y certera adaptación del clásico literario. Por eso he de decir que si van a llevar a sus críos al cine como hice yo se lo piensen un par de veces: la más pequeña se aburrió bastante y el más pequeño casi sucumbe a un filicidio por parte de mi marido que desde ya, (y acá comprobé cuánto debe amarme este hombre) no dejó que fuera yo quien tuviera que salir del cine para que el resto no nos linchara. "Vos te debés a tus lectores"- me dijo en clave de sorna y se perdió el 80% del film. Zemeckis apuesta a contarnos la historia de este avaro personaje, un obseso por la riqueza y la miseria que además es desagradablemente antipático, de la misma manera que Dickens. Una pesada carga reflexiva sobre el pasado, el presente, el futuro y los valores de la generosidad, compasión nos son mostradas con oscuridad, severidad y con apenitas algún que otro toque de comicidad. Jim Carrey, a quien temía un poco por sus acostumbrados gestos hiperbólicos, nos ofrece 8 personajes, gracias a la maravilla del Performance Capture, de una profundidad y seriedad única. Aunque he sido testigo de sus habilidades dramáticas, esta vuelta me sorprendió. Será por eso de que uno siempre asume lo matemático: Disney + Carrey + Navidad = peli infantil, comedia o similar... no, no, no. "A Christmas Carol", como es su nombre original, es ante todo una adaptación muy bien hecha de un clásico literario; por lo que su calificación para mayores de 13 años es bastante comprensible. Además hay ciertas escenas que fácilmente asustan a los más pequeños, la aparición del primer fantasma por ejemplo, o esos niños bajo la capa del fantasma de la Navidad presente que representan la ignorancia y la necesidad, estremecen. Emotiva por momentos, es difícil resistirse a a un par de lagrimones y la calidad de las actuaciones, Gary Oldman, Colin Firth, Bob Hoskins, no pasan inadvertidos. Ya decía en su momento Carrey: " Hay mucha polifonía, cuestiones físicas que tenía que hacer. Ni hablar del acento correcto, el acento inglés o irlandés. Quise ser bueno y que la gente dijera: "Sí, qué real!". Fuimos muy fieles al libro. Es hermoso. Un Film increíble". Tan es así que hasta puede verse un cuadro del autor colgado de una de las paredes. Indudablemente uno le cree a Zemeckis cuando dice que este es su relato preferido relacionado con los viajes en el tiempo. Lo único quizá criticable para mi gusto personal es ese pequeño monólogo final a cámara; pero es una nimiedad al lado de tan elaborado producto. Recomendable, inolvidable. Si no la vieron, ahora que viene la Navidad, es una elección sabia.