Wes Ball vuelve a ponerse al frente de una naciente franquicia para adolescentes y jóvenes adultos que presenta su segundo episodio, en busca de repetir el éxito de la primera entrega. Recordemos que globalmente la taquilla de "The Maze Runner" fue de 340 millones de dólares (costo de producción, el diez por ciento de esa cifra) así que todo estaba dado para esperar una continuación potente, develando más del misterio que presenta la historia original. En "Maze Runner: The Scorch Trials" todo va a funcionar (y eso lo vemos en los primeros quince minutos) como una veloz y trepidante road movie que no dará respiro hasta el final. Thomas (Dylan O'Brien) y el resto de su grupo, recién salidos de su laberinto, inician esta parte de la aventura en una instalación militar, donde un tal Janson (Aidan Gillen) les contará algo sobre lo sucedido (nada que aclare demasiado, me atrevo a decir) y les dirá que pueden unirse a su facción, ya que están transportando jóvenes sobrevivientes a lugar seguro. El exterior es peligroso. La "llamarada" (enfermedad que aniquiló a gran parte de la humanidad), sigue activa y las ciudades, destruídas, están habitadas por sujetos agrupados en bandos, con distintos intereses. Pero algo extraño sucede allí, la sensación de seguridad dura poco. Thomas junto a Minho (Ki Hong Lee), Newt (Thomas Brodie-Sangster) y Teresa (Kaya Scodelario), deberán prestar mucha atención a la actividad del lugar, dado que pareciera que no todo funciona allí como debería. Estos adolescentes tienen en su sangre, quizás, la solución (cura) que la humanidad necesita, y lo saben. La cuestión es que el grupo deberá salir pronto al desierto, sin protección, para buscar pistas a los problemas que los tienen como protagonistas: todos saben quienes son y porqué CRUEL (WICKED, la empresa que sostiene los laboratorios) los busca. Thomas nuevamente liderá la tarea, tratando de que las respuestas aparezcan, mientras se enfrenta a los increíbles peligros que tiene esta tierra tan árida, ventosa y hostil, que se les presenta como desafío. La obra literaria se encuentra respetada en su generalidad y su versión fílmica elige transitar caminos estrechos, plagados de violencia y emoción a lo largo de un territorio donde lo inesperado, se hace presente a cada paso del camino. Ball sorprende con el ritmo que le impone a esta "prueba de fuego", exigiendole a su cast que transmita esa sensación de desesperación y energía constante que distinguen al producto desde el instante cero de la proyección. Dylan O'Brien ha crecido muchísimo desde la primera parte y en esta, despliega condiciones que sorprenden y cautivan a la audiencia. Su liderazgo es el centro de la escena y él lleva la acción adelante, sin perder el trasfondo humano de la trama. Los rubros técnicos, con un salto de calidad (en esta segunda parte hay mucho para ver) que se agradece, y una correcta banda de sonido son elementos que enmarcan una película muy superior a su antecesora. Entretenida, quizás un poco recargada (no se parece demasiado su atmósfera a la nueva "Mad Max"?) en algunas secuencias, pero intensa y cautivante, "Maze Runner 2" muestra un gran avance de su director no sólo en las cuestiones de forma, sino de fondo. Logra crear una cinta efectista que el espectador ávido de emociones, agradecerá. Muy buena.
Más siniestra pero menos coherente En el año 2014 se estrenó Maze Runner: Correr o morir, un film que, siguiendo la línea de Los juegos del hambre (tanto el libro como las películas) toma elementos de la ciencia ficción clásica para convertirse en un producto de las nuevas generaciones. El film estaba basado en la novela The Maze Runner (2009) escrita por James Dashner, parte de una serie de best sellers. Un año más tarde se estrena la secuela de aquel film, llamada en Argentina Maze Runner: Prueba de fuego. Y es asombroso y triste observar como todo el encanto de aquella primera parte ha desaparecido por completa en la segunda. Sí, esta secuela es más oscura, siniestra, incluso en algunos aspectos más adulta. Pero a la vez es menos coherente, menos divertida, menos interesante. Los protagonistas ya han salido del laberinto y ahora se enfrentan contra un enemigo que conocen, pero cuyas ramificaciones aun los superan. Saber la verdad o parte de ella no los ha vuelto más fuertes, pero sí les proporciona un objetivo más claro. Los que han perdido claridad son los que han hecho la película. Inconexa, larga, estirando un conflicto que desde el comienzo sabemos que desembocará en una tercera parte. Si bien todos ponen lo mejor de sí, y hay algunas escenas que todavía tienen valor, la diferencia entre ambas películas es casi asombrosa. La tensión de aquel encierro no está y el conflicto de remplazo, es decir la búsqueda de una manera para vencer al enemigo, no tiene interés suficiente. Si Maze Runner: Correr o morir tenía una cierta dignidad y era genuina heredera del género, acá todo parece adocenado, demasiado visto, sin un ápice de originalidad. Incluso estéticamente la película no es sólida. Ya no tiene aquella unidad del primer film, los personajes se vuelven menos interesantes y por supuesto el final va a dejar con gusto a poco o nada a gran parte de los espectadores. Si no son seguidores de la saga, esta película no tiene absolutamente nada que ofrecer para ustedes.
Corre, Thomas, corre Como la primera parte, atrapa por su ágil narración y sus logradas escenas de acción. Maze Runner: Prueba de fuego es la segunda película basada en los libros de la trilogía creada por James Dashner (la tercera, The Death Cure, está anunciada para 2017) y, como la anterior, fue dirigida por Wes Ball, un experto en efectos especiales que había debutado como director con Maze Runner: Correr o morir. Por eso no sorprende que esta entrega tenga las mismas virtudes que su antecesora: una narración ágil, atrapante, con escenas de acción logradas y sorpresas esperando a la vuelta de cada esquina. Y, también, las mismas debilidades: escenas dramáticas excesivamente edulcoradas o heroicas y un abuso del esquema persecución-descanso-persecución-descanso-persecución. La historia arranca exactamente donde había terminado la primera parte: Thomas y sus compañeros bajan del helicóptero que, según ellos creen, los rescató de las manos de CRUEL, y son alojados/encerrados por sus supuestos salvadores en una suerte de refugio a prueba de todo. Pronto descubrirán lo que los espectadores ya sabemos: que esa gente no es tan buena como aparenta y que una vez más deben emprender la huida. Si la anterior era una fantasía distópica que transcurría en el interior de un laberinto, esta secuela tiene más características de una típica película de ciencia ficción post apocalíptica. Todo transcurre en un océano de arena ubicado donde antes había mar, y en metrópolis de rascacielos destruidos, poblados por humanos que tienen como única ley el sálvese quien pueda. Y también por los peligrosos cranks, una nueva manera de llamar a los viejos y queridos zombis. Es un giro que agradecerán los fanáticos de The Walking Dead -hay un parentesco cercano entre el tono de la serie y esta Prueba de fuego- y no tanto los que nos habíamos entusiasmado con las reminiscencias mítico-literarias del laberinto y de la sociedad de adolescentes de la primera parte.
Adrenalina y escapes en una sólida continuación La segunda parte de la trilogía de acción y ciencia-ficción escrita por James Dashner resulta intensa, vertiginosa y agrega una cuota de terror. Varios secretos quedan por conocer de la mano del grupo de jóvenes que escapa de la misteriosa organización conocida como C.R.U.E.L. Bajo la batuta de de Wes Ball, el mismo realizador de la primera parte, llega este segundo eslabón basado en la novela para adolescentes escrita por James Dashner, que sitúa la acción en un mundo apocalíptico condicionado por La llamarada, una enfermedad que se extendió por todo el planeta. Más atrapante e interesante que otras sagas como Los juegos del hambre y Divergente, Maze Runner: Prueba de Fuego mantiene y hasta supera el nivel del film original. Después de afrontar los recovecos de El Laberinto y a sus monstruosas criaturas conocidas como "penitentes", la segunda entrega retoma la acciòn y la intriga que dejó la anterior pero manteniendo ocultas aún varias explicaciones que se revelarán el año próximo en Maze Runner: The Death Cure. Thomas -Dylan O'Brien-, Newt -Thomas Brodie-Sangster-, Teresa -Kaya Scodelario- y el resto de los larchos son encerrados en una base militar donde unirán fuerzas con un chico solitario -y muy despierto- y buscarán pistas sobre la poderosa organización conocida como C.R.U.E.L. Hay muchas preguntas y pocas respuestas. Entre conductos de aire y un laboratorio donde se realizan extraños experimentos, el grupo deberá emprender la huída -en una secuencia impactante que no da respiro- y enfrentar el caos exterior que les reserva además varias sorpresas. Una banda de la "resistencia" -con los líderes encarnados por Giancarlo Esposito y Rosa Salazar- también cobrará protagonismo dentro de esta historia que tiene villanos despiadados, recuerdos borrosos de la infancia de Thomas y un desierto tan peligroso como en su momento lo fue El Laberinto. El agregado de una cuota de terror - muy del estilo de The Walking Dead- no viene nada mal considerando que es sólo una más de las eficaces vueltas del film que pone cabeza abajo tanto a los personajes como a los espectadores en un universo derrumbado en el que todo pende de un hilo. En una civilización que ya prácticamente no existe y manteniendo los códigos de una amistad inquebrantable , los personajes luchan por descubrir su verdad. "Estoy harto de huír" asegura Thomas en un momento, y deberá tener paciencia, porque la trama avecina un gran desafío.
Prueba de Fuego, nos trae a Thomas y el resto de los chicos escapados del laberinto en la película anterior de la saga, tratando de averiguar cual es el secreto detrás de la misteriosa y poderosa organización conocida como CRUEL. Esta secuela, no contiene el misterio ni la atmósfera claustrofobica de la primera entrega, pero suma mucha más acción y peligros para los protagonistas, incluidos nuevos villanos y hasta un ejercito de Zombies a los que deberán hacer frente. También, al ampliar las locaciones a una tierra desbastada, la película gana en escenas de acción y persecuciones. Ciencia ficción, con toques de terror y suspenso, es un entretenimiento destinado a iniciados y seguidores de la serie.
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A esta altura ya podemos decir que este tipo de películas son un clásico. No en términos cinematográficos claro está sino más bien en costumbre porque desde hace un tiempo todos los años tenemos un par. Futuros distópicos, adolescentes e historias de amor. Algunas mejores (saga Los juegos del hambre), otras peores (El juego de Ender, 2013), la lista es amplia y con gran acogida mundial. Cuando el año pasado se estrenó Maze Runner fue una grata sorpresa. Sus fieles seguidores estaban contentos y el público en general se encontró con un film bien planteado, entretenido y con un joven elenco acorde. Como funcionó, la segunda parte de la trilogía de libros escritos por James Dashner llegó con rapidez a la cartelera. El plot está bien pero es víctima de lo que suele pasar en las películas del medio de las sagas: parece que no hay ni principio ni final. Y eso resta y cansa. En una secuencia uno de los protagonistas dice “extraño el laberinto” y la verdad que un poco se siente. Ese escenario y premisa era más interesante y atrapante que el desierto en donde transcurre la secuela. Asimismo, me da la sensación que los personajes estaban mejor desarrollados en la primer entrega pese a las revelaciones que hay en esta. Técnicamente está muy bien y las secuencias de acción no solo entretienen sino que tiene un par que pueden hacer saltar al espectador de la butaca. Eso le suma. Dylan O’Brien y Kaya Scodelario encabezan el elenco de pseudo ignotos con mucha química. Todos están muy bien en sus papeles y el protagonista principal se la banca como tal. El director Wess Ball continúa en la misma senda que el estreno del año pasado peo sin mayores innovaciones. Maze Runner: Prueba de fuego es una digna secuela que se será muy bien recibida por los fans y que podrá entretener al resto del público siempre y cuando recuerden la película anterior.
Maze Runner: Prueba de Fuego (2015), segunda entrega de la adaptación de los libros de James Dashner y otra vez dirigida por Wes Ball, complejiza la trama y da un giro narrativo y en lo que respecta a la puesta en escena en relación a Maze Runner: Correr o Morir (2014). En la película original de la saga, el director recurría a un relato potente donde unos jóvenes aparecían en un laberinto, sin memoria sobre sus pasados y debían encontrar la manera de escapar. Un planteo a toda velocidad con un alto ritmo de montaje, planos cortos y una idea visual claustrofóbica eran el marco para que Thomas (Dylan O’Brien), el anteúltimo llegado al laberinto, recorra el camino del héroe y sea el líder que conduzca al grupo hacia la libertad. Todas las decisiones fértiles del inicio de la trilogía como el fraternalísmo ante las condiciones adversas, las posiciones conservadoras versus las progresistas en cuanto a arriesgar la vida en búsqueda de la libertad, la aventura frenética bajo presión en lugares cerrados, quedan anuladas en Maze Runner: Prueba de Fuego, donde Ball recurre a los convencionalismos de estas sagas pensadas para un público adolescente: abrir la historia en diversos campos contándola con plataformas multigénero que van saltando de una a otra como un zapping televisivo. En este caso Thomas lidera al grupo que es llevado a un campamento, tras ser rescatados saliendo del laberinto, y se encuentra con una organización conducida por Janson (Aidan Gillen) que supuestamente traslada a los jóvenes a un lugar seguro donde pueden ser libres. El contexto es complejo: la enfermedad que liquidó las ciudades tiene el dominio de la calle y estos jóvenes descubren que fueron llevados a ese campamento por la misma organización que los había puesto en el laberinto, llamada W.C.K.D., manejada por la doctora Ava Paige (Patricia Clarkson), porque son especiales y tienen en sus cuerpos la cura para el virus que destruyó a la humanidad. Esta visión postapocalíptica genera un futuro distópico donde la tierra es un lugar inhóspito. Thomas lidera a los jóvenes que escapan del campamento y juntos deberán avanzar a cielo abierto hasta encontrarse con un grupo de rebeldes. Toda la diversificación narrativa (una corporación hegemónica, una resistencia, enfermos terminales violentos) contada en un desierto que parece haber tapado las ciudades y con Ball cambiando de género frenéticamente (del cine de aventuras al melodrama, pasando por el cine de zombis sin escalas), deja trunca la pequeña y simple tensión claustrofóbica de la entrega original. El procedimiento del montaje veloz y planos cortos se repite, pero esta vez a diferencia de la película anterior esto juega en contra narrativamente porque el film nunca logra anclaje en ningún lugar y naufraga; y si bien Thomas sigue siendo un personaje atractivo que continúa construyendo el camino del héroe de la película iniciática, la película se diluye en una lucha entre una corporación y un grupo de rebeldes para definir cómo encausar el problema de la enfermedad que destrozó la humanidad. Ball es responsable de este proceso de disolución, de esta falta de espesor cinematográfico y de no poder simplificar y unificar una idea de cine. Le queda la última entrega de la trilogía en 2017 para redimirse.
Los chicos del desierto. Los productos adaptados en base a novelas YA (“young adult”, como se conoce a ese sector de consumo) suelen cargar con el estigma de ser realizaciones que alienan al público que no se encuentra dentro del rango etario al cual apunta el marketing, y al mismo tiempo no suelen dejar conformes a los fans más hardcore que aprendieron a amar la obra original antes de su llegada al mainstream. Se podría decir que el género YA dentro del séptimo arte siempre lleva las de perder. El año pasado Maze Runner: Correr o Morir (2014) sorprendió a más de uno, porque a pesar de ser una adaptación de una trilogía literaria YA, contaba con suficientes elementos a su favor para lograr tener el visto bueno de muchos que se encontraban fuera de este subgénero. Y su final abierto daba el pie para que la historia de los chicos que lograban escapar del misterioso laberinto continuase su curso. Es así como Maze Runner: Prueba de Fuego (2015) arranca exactamente donde termina su antecesora. Los chicos descubren que el mundo exterior dejó de existir, una epidemia practicamente borró a la humanidad de la faz de la tierra y ellos son inmunes, lo que los convierte en un ítem de mucho valor para W.C.K.D. (o “wicked”, que es español se podría traducir como tenebroso o turbio), una organización que quiere capturar a los jóvenes para poder usufructuar su don. Los chicos se juegan su suerte escapando al desierto que solía ser el mundo, volviéndose víctimas de los elementos y de aquellos infectados que han mutado y son una amenaza latente. Esta segunda entrega se lee como un híbrido entre Soy Leyenda (2007) y la saga Resident Evil: civilización diezmada y una bioamenaza que lo consume todo y a todos. Como suele suceder cuando se sigue al pie de la letra el manual de las secuelas, este capítulo expande el universo de aquello que se introduce en el primer film, ahora se tiene una visión global de cómo la epidemia azotó el planeta. La puesta en escena es más grandilocuente, hay más sangre, más violencia y más vértigo. Una secuela mucho más oscura. Pero tanta agitación no le juega a su favor, en especial cuando se percibe una escena de acción intercalada a pocos minutos de la anterior para mantenernos al borde de la butaca, pero sin utilizarlas para crear suspenso o desarrollar el relato. Adrenalina por la adrenalina misma sin contenido, sin dirigirse a ningún lado. Wes Ball repite su rol de director y si bien conduce sin problemas las secuencias más movidas, se extrañan los momentos de unión entre los adolescentes. Ese vínculo y cómo se retrataba en pantalla era uno de los puntos fuertes en la entrega anterior. En esta ocasión T.S. Nowlin afronta por su cuenta el trabajo de guión y tal vez la falta de otras voces no lo haya favorecido. El final llega de forma tan abrupta como el año pasado y dejando la historia igual de abierta. Pero esta vez el golpe de efecto no es tan concreto. Más allá de un punto de giro que sorprende -no tanto para aquellos que hayan leído la novela- el impacto no es tan fuerte. Quedamos a la espera de un tercer capítulo que retome las mejores ideas de la primera y el ritmo trepidante de esta segunda.
Nuevamente dirigida por Wes Ball, la secuela de Maze Runner: Correr o morir pone a los protagonistas fuera del laberinto y de vuelta al mundo real. Mientras la primera Maze Runner partía de una premisa atractiva dentro de la moda de las películas sobre distopías protagonizadas por adolescentes, en la cual el laberinto era el gran protagonista. En esta secuela, también basada en los libros escritos por James Dashner, los escenarios son varios, los conflictos muchos y hasta la película termina siendo un rejunte de elementos que podrían pertenecer a diferentes géneros cinematográficos. Es cierto que la película no da respiro. Los protagonistas más que nunca se la pasan casi toda la película corriendo, escapando de algo o de alguien. También aparecen y desaparecen personajes continuamente, siendo el principal protagonista Thomas (Dylan O’brien) el único al que seguiremos toda la película, perdiéndose la esencia de una película de un grupo de chicos que para sobrevivir tenían además que aprender a llevarse bien y confiar en el otro y cayendo en un pobre desarrollo entonces de la mayoría de esos personajes. En ese rejunte de elementos y referencias, Prueba de fuego comienza pareciéndose a La Isla, de Michael Bay para que unos minutos después se convierta en una película de zombies. Y eso es sólo el comienzo de una película que quiere alejarse de otras referentes como Battle Royale o The Hunger Games (o incluso la mediocre Divergente) pero aunque juegue a querer ser por ratos una película de terror o una especie de roadmovie de acción, al final demuestra que es igual a todas ellas, incluso con líneas que parecen calcadas y que no reproduciré por no spoilear la película. Hay un trabajo de arte muy atractivo que construye un mundo futuro distópico en el que las grandes ciudades quedaron en ruinas, con edificios y puentes caídos, e incluso los efectos especiales de ciertas criaturas que aparecen –zombies que no se llaman zombies, y algunas cosas más- están muy bien logrados. En Prueba de fuego todo sucede tan rápido que muchas cosas las dan por sentadas sin necesidad de explicar (cómo escapan de ciertas situaciones por ejemplo), y sin dudas no es una película para ir a ver sin haber visto la primera. Aquí se ahonda un poco más en esa entidad malvada (que se llama WCKED, porque siempre se puede ser más obvio) y en el mundo que estuvieron escondiéndoles y se erige allí afuera.
"Sobrevivir en el desierto" Nuevamente Wes Ball se pone al frente de la adaptación de la trilogía del autor James Dashner con la secuela “Maze Runner: Prueba de Fuego” la cual comienza luego de los acontecimientos de su primera parte. Allí veremos a Thomas (Dylan O’Brien) y al resto de los Gladers que lograron salir del laberinto, llegando a un lugar seguro. O eso parece al principio, pero frente a las sospechas, prontamente se encontrarán en el medio del desierto, donde la llamarada, enfermedad que terminó con gran parte de la humanidad, sigue activa (como también los infectados que rondan en el lugar), y deberán afrontar los obstáculos que allí se les presentan para cumplir con su objetivo: tratar de desenmascarar a C.R.U.E.L. y descubrir cuáles son sus verdaderas intenciones para con ellos. En la secuela se nota la misma estética y el mismo estilo que le dio Ball a su antecesora, pero en este caso veremos un escenario mucho más ambicioso e imponente. El desierto y las ruinas de la ciudad serán las nuevas locaciones a las cuales se deberán enfrentar los protagonistas. El ritmo de la película es frenético y es un constante bombardeo hacia el espectador, permitiéndose que todo funcione y no dejar ningún bache. En todo momento pasa algo, priorizando la acción y la aventura por sobre la emoción o la reflexión, aunque también tendremos algunos de estos momentos. Es así como el público estará tenso y sentirá una gran desesperación (como los personajes) durante todo el film, encontrándose con muchos giros a lo largo de la trama, unos más sorpresivos que otros. Por momentos no sabremos quiénes son los buenos, quiénes los malos y en quiénes podrán confiar los protagonistas (como nosotros también). Las incorporaciones de Aidan Gillen y Giancarlo Espósito (unos de los pocos adultos del elenco), como la de Rosa Salazar (quien interpreta a Brenda, una nueva punta amorosa para Thomas) fueron muy acertados y le trajeron una mayor solidez a un elenco que ya estaba muy bien consolidado, con Dylan O’Brien a la cabeza. El final te deja con más ganas de seguir mirando, pero habrá que esperar hasta febrero de 2017 para la tercera y última parte, ya que se tomó la decisión de no dividir el último libro, como algunas sagas adolescentes nos tienen acostumbrados. En síntesis, “Maze Runner: Prueba de Fuego” es una secuela muy sólida, que a diferencia de otras segundas partes, funciona muy bien, con un ritmo acelerado y dinámico que dejará al espectador con ganas de más. Samantha Schuster
Perdidos sin en el laberinto Cuando la primera entrega de Maze Runner se estrenó hace un año, este cronista celebró la impronta visual y el desparpajo con el que la distopía adolescente imaginada por James Dashner planteaba su universo en el cine. También celebré, que este tipo de películas, basadas en sagas de libros pensados para jóvenes, permitan el acercamiento hacia el mundo de la lectura por parte de este rango etario, algo que hace tiempo no sucede. En algunos casos las sagas son transpuestas con mayor o menor fidelidad a la pantalla grande, y en el caso de Maze Runner: Correr o Morir (Maze Runner, 2014) hubo una linealidad narrativa, no así visual, que construyó un film, tenso, emotivo y hasta épico, tomando la historia de los jóvenes que intentaban desafiar las nuevas órdenes impartidas en una fábula que asemejaba la historia con el Gran Hermano de George Orwell dotándolo de grandes dosis de acción. En esa primera parte la lucha desesperada de los “larchos” por poder escapar de la zona de detención a través de inmensos laberintos llenos de sorpresas, planteaba un concepto clave en una historia que apelaba al escape y al fuera de campo para generar el suspenso. Pero así como este recurso funcionaba, en la nueva entrega Maze Runner: Prueba de fuego (Maze Runner: The Scorch Trials, 2015) encontramos a los larchos fuera del laberinto y tratando de llegar a encontrar respuestas a las preguntas que tienen y también a contactarse con alguien que los ayude a poder, de una vez por todas, a ser libres y recuperar su pasado. Porque justamente en ese presente urgente, que los apremia, ningún vestigio del pasado vuelve a ellos para poder, de esta manera, construir su identidad, la que, fragmentada se desvanece en cada intento de rememorar que hacen. La acción en esta oportunidad se trasladará a los vestigios de la humanidad, donde la corporación WICKED controla todo y roba la vitalidad a los seres, esos mismos que mimetizados con las paredes de los derrumbados edificios los terminarán por acosar sin tregua. Maze Runner: Prueba de fuego aprovecha la búsqueda de escapatoria para poder, además, profundizar en la relación de la pareja protagónica, la que termina, por requerimiento de la acción, enfrentada en más de una oportunidad. Mientras huyen, y ven como cada persona a la que se acercan y en la que confían inmediatamente los traiciona. Liderados por Thomas (Dylan O'Brien) el grupo primero será abandonado por Janson (Aidan Gillen) quien respondiendo a las órdenes de la déspota Ava Paige (Patricia Clarkson) seguirá escondiendo el secreto tan guardado sobre cada uno de ellos. Wes Ball aprovecha una vez más el narrar esta historia, pero a diferencia de la primera entrega, el recurso de la huida cansa, y si justamente en ese primer acercamiento al universo de Dashner, prevalecía el respeto por la novela, innovando visualmente (y con algunos claros homenajes a películas como Star Wars: Episodio V - El Imperio Contraataca o Flash Gordon), acá la cruza entre distopía y El señor de las moscas, se deja de lado, acercándola más a The Walking Dead y su precuela Fear The Walking Dead, con zombies incluidos, que a algo nuevo. Los seguidores de la saga saldrán contentos, pero para quienes, como en mi caso, la primera entrega de Maze Runner fue una sorpresa, en esta oportunidad Maze Runner: Prueba de fuego termina por licuar las oportunidades y el potencial que tenía para avanzar en la narración y ofrece un espectáculo ya visto con anterioridad.
El año pasado disfrutamos de "Maze Runner", la primera entrega de esta saga, y por suerte no pasó taaanto tiempo para poder ver la segunda parte, que por cierto, no defrauda para nada. En 2014, todos los que vimos el inicio de esta historia, quedamos fascinados (me incluyo), y en este 2015, te aseguro que vas a salir del cine muy contenta/o de haber sacado la entrada. Pura acción, efectos especiales, varias vueltas de tuerca en el guión y parte del elenco de la primera parte a quienes ya les tenemos cariño. Criaturas extrañas, sets impresionantes y dos horitas en las que lo vas a pasar muy mal (bueno, por momentos), sintiendo la adrenalina que viven los propios personajes. Una aventura con todas las letras y que se disfruta con un buen balde de pochoclos y todos tus amigos de acompañantes. Gran peli.
Ya saben ustedes, amigos lectores, que los adolescentes han tomado por asalto el cine de gran espectáculo. Las ficciones están diseñadas para ellos y protagonizadas por ellos en gran medida. Hay varias sagas fílmicas donde son los sujetos de un poder omnímodo que ha surgido tras el colapso de la civilización (ahí están Los juegos del hambre o Divergente, sin ir más lejos). Maze Runner sigue esa idea: una plaga que diezma a la Humanidad, un organización que usa a los jóvenes en experimentos para lograr quizás una cura, pruebas a cual peor y más fantástica. Algo hay aquí, no hay duda, para que tales ficciones se hayan vuelto un fenómeno universal. En el cine, este segundo film de esta serie tiene más vueltas de tuerca que el primero, mantiene una acción casi constante y es un gran espectáculo efectivo en lo suyo, con suspenso y peligro suficientes como para mantener el interés a medida que se van sucediendo las secuencias un poco mecánicas del asunto. Es obvio que hay un negocio atrás y que, si los jóvenes son los que más gastan en entradas, sea lógico que sus obsesiones, miedos y deseos den forma a estos espectáculos. La pregunta es cuáles son, y ahí es donde estas películas se transforman, quizás a su pesar, en una especie de síntoma. Como film, funciona todo lo bien que la maquinaria logra concretar hoy en las pantallas. Será cuestión futura ver qué visió del mundo -no demasiado optimista, aclaremos- portan estas sagas.
Uno año después, y acá estamos, con la flamante secuela de la interesante Maze Runner, que continúa donde su precursora se detuvo, pero que pierde un poco de energía al cambiar de ambiente y de amenaza. Lo que tanto beneficiaba a Maze Runner en comparación con The Scorch Trials era su intimismo y contención. Debido a su acotado presupuesto, había que ingeniárselas para sacrle provecho a todos los escenarios, y en ese sentido la película de Wes Ball sobresalía por la relación entre el grupo de muchachos encerrados y los diferentes niveles por donde se movían y exploraban dentro de ese gran y peligroso laberinto en el que estaban. La secuela juega mucho con ese espacio contenido, siendo que el primer acto tiene lugar en barracas subterráneas, para luego expandirse una vez que los jóvenes se den a la fuga. Parecía que la trama de The Scorch Trials sería diferente a otras compañeras postapocalípticas, pero en líneas generales cae en lugares ya visitados del subgénero. Hay cierta oscuridad y maneras siniestras de acercarse a las respuestas que encierra este mundo, pero todo el dinamismo y la adrenalina que Ball le insufla a las escenas de acción y persecución no subsanan que la historia se acerque demasiado a lo que ya vimos varias veces. Y eso es hasta que la película cae en el lugar más obvio, que tanto había separado a la saga de otras sagas juveniles: el fatídico triángulo amoroso. Dylan O'Brien sigue cumpliendo como el protagonista aguerrido Thomas, y a su lado Kaya Scodelario lo acompaña fervorosamente, pero la introducción de la Brenda de Rosa Salazar es bastante problemático y no aporta mucho a la dinámica que propone la película. Las nuevas caras del elenco - Aidan Gillen, Giancarlo Esposito y Alan Tudyk - apenas si aportan lo suficiente a la trama, pero son actores secundarios muy solventes que son funcionales a la historia. Como no podía ser de otra manera, The Scorch Trials> termina con un final inesperado, dando lugar a la tercera y ¿última? entrega de la saga. Aún sin ser tan fresca como Maze Runner, la falta de ideas se sobrellevan con buen suspenso y escenas de acción.
Para analizar esta película se necesita verla como un todo. Una trilogía a la cual le falta una nueva entrega y recién ahí vas a tener respuestas. Cuando finalizó “Maze Runner: Correr o morir” alguien había rescatado a los chicos del Laberinto, C.R.U.E.L había sido destruido y lo próximo iba a ser mejor. El pequeño grupo de sobrevivientes llega a una base, cuando bajan de los helicópteros ven que un grupo de “Cranks” (personas infectadas que son como zombies pero muy rápidos) trata de entrar a la base militar en la que están entrando y los soldados logran neutralizarlos. En este lugar es todo muy raro, los chicos, al entrar se enteran que hubo otros laberintos, también al pasar de los días, grupos de personas son seleccionados y “llevados a un refugio”. También, Teresa es separa del grupo y esto hace que Thomas este más inquieto que nunca, así que decide investigar junto a un chico solitario llamado Aris (Jacob Lofland). Los dos llegan a una habitación en la que ven “Penitentes” y a los chicos que fueron seleccionados colgados, siendo drenados por una máquinas. Thomas y Aris se dan cuenta que estos hombres siguen siendo C.R.U.E.L y deciden escapar. En ese momento empiezan a correr y paran sólo para tomar aire y prepararse para seguir corriendo. En el medio del camino conocen a Brenda (Rosa Salazar) y Jorge (Giancarlo Esposito) los dos ayudarán a los chicos a atravesar el desierto para poder llegar a dar con una organización de rebelde que lucha contra C.R.U.E.L, ellos liberan a los chicos y los llevan a un refugio, que está lejos de las garras de los que quiere atraparlos para extraerles la cura de la enfermedad que destruyó a la sociedad que conocemos. La película está otra vez dirigida por Wes Ball y esto se nota, ya que mantiene el ritmo de la primer entrega y en esta oportunidad se luce a la hora de filmar persecuciones muy complicadas y dar una sensación de peligro constante. Además usa muy bien a los “Cranks”, su velocidad y su paz hasta que los despiertan. También por momentos, mete a los protagonistas en lugares muy oscuros que generan un suspenso increíble. También hay que aplaudir una escena en la que hay una tormenta eléctrica. 89731 El único problema que tiene esta película es el mismo que el de los libros, hay mucha información para dar y aunque en el film cuentan menos que en los libros sigue siendo igual de confuso. Así que hay que estar muy atento a todo lo que se dice. Para los amantes de la saga escrita hay un guiño muy fuerte a “La Cura Mortal” que si no lo leyeron pasará de largo. Como en la primer en entrega todos los actores están al nivel que se requiere, Jacob Lofland, Rosa Salazar y Giancarlo Esposito son los nuevos en el grupo y todos se adaptan bien, Giancarlo tiene que hacer un personaje más diferente a lo que se viene viendo, con un espíritu más libre. Kaya Scodealrio está muy desperdiciada en el papel de Teresa, es una gran actriz pero no hace nada nunca, ojalá le den un poco más de minutos en “La Cura Mortal”. Thomas Brodie-Sangter tiene un talento increíble, solo pensar en lo que queda te dan ganas de gritar. Dylan O’Brien luego de lo mucho que viene creciendo en “Teen Wolf” llega a “Prueba de Fuego” en un nivel fantástico, con sólo mirar, respirar y gestualizar refleja a la perfección los sentimientos que quiere mostrar.
Segunda “Maze Runner” consolida nivel de la saga Entre todas las sagas de futuros distópicos protagonizadas por adolescentes, del estilo de "Los juegos del hambre" y "Divergente", la que realmente impone tensión e imágenes propias del cine de terror es "Maze Runner", y en esta vertiginosa segunda parte a estos elementos agrega además contundentes secuencias de superacción. Aunque este tipo de películas deberían empezar con un recordatorio de lo que pasá en el film anterior, como sucede con algunas telenovelas o series de TV, lo cierto es que no hay que estar al tanto de los sucesos del primer film para entender que una de las cualidades de "Maze Runner" es el hermetismo de las angustiantes situaciones que experimentan los protagonistas. El film empieza con el flashback de un niño separado de su madre por unos militares, sigue con una pesadilla de un joven metido en un ascensor-jaula que sube a toda velocidad, y partir de ahí sigue con un grupo de jóvenes introducidos por un grupo armado, con total urgencia, en un enigmático establecimiento, donde el hombre a cargo les dice que empezará la mejor parte de sus vidas. El lugar no parece tan malo, y cada día hay una lista de los nombres que serán llevados al destino definitivo, lo que es recibido por todos con gran optimismo, aunque pronto empiezan a aparecer sospechas de que las cosas no están tan bien, lo que se comprueba al escurrirse por los conductos de aire acondicionado y entender que el lugar es un pesadillesco experimento científico. A partir de ahí empieza una fuga que no da tregua a los personajes ni al espectador, descorriendo impactantes imágenes de un mundo futuro semiapocalíptico, con pocos sobrevivientes diezmados por tormentas solares y una plaga horrenda que convierte a la gente en zombies caníbales. La fuga mezcla la acción con el terror y también va dando datos que, de a poco, revelan por qué estos chicos son tan valiosos para la fuerza dominante de ese futuro. Entre los grandes hallazgos de esta película hay paisajes desoladores de ciudades abandonadas llenas de rascacielos en ruinas. Una escena formidable, que permite recomendar por sí sola el precio de la entrada al cine, es una fuga de estos zombies horribles en este decorado de pesadilla. "Prueba de fuego" supera al film anterior en varios sentidos, empezando por agregar nuevos personajes como la pareja de bandidos interpretada por Giancarlo Esposito y Rosa Salazar, además de la irrupción de una organización guerrillera contra el orden establecido. Sólo queda esperar que lo que queda de esta saga siga con este excelente nivel.
Llega la secuela Maze Runner: Prueba de Fuego, prometiendo levantar la vara de lo hecho por su antecesora. ¿Será la película protagonizada por Dylan O’Brien una digna continuación? Por el mismo camino Prueba de Fuego, arranca inmediatamente después de donde nos había dejado en la primera Maze Runner, con nuestros héroes siendo rescatados por el helicóptero misterioso y aun llorando la muerte de algún que otro querido personaje. Aquí es donde estarán en una nueva especie de base militar bajo el mando de un tal Jansen, el cual en un principio se muestra amigable, pero que con el correr de los minutos veremos que no todo lo que reluce es oro. Automáticamente, Thomas, comenzara a oler raro, y con la ayuda de Aris, un muchacho de otro laberinto diferente descubrirán que la verdad es mas siniestra de lo que pensaban. Ahí es donde, el runner volverá a correr, planeando un escape, y corriendo en dirección hacia las montañas, donde supuestamente un brazo armado liberador esta apostado. Aparentemente, no es demasiado lo que pasa, pero puedo asegurarles que es más que entretenido, y eso hoy en día, es mucho. Con la misma tijera MZRPruebadeFuego (1)The Hunger Games, la saga Divergente, Maze Runner: Prueba de Fuego, están todas cortadas con la misma tijera, siguen todas el mismo molde, y poseen realmente muy pocas diferencias. A tal punto que Julian Moore y Kate Winslett hacen papeles tan similares que hasta mucha gente suele confundirlos. Aun así, a mi parecer, Maze Runner conserva cierto tono en el acomodamiento del relato que le hace llevar la delantera. Si bien nada de lo que vemos es innovador, todo es refrito de otras mil historias: escenarios post-apocalípticos, grupo de adolescentes que inician revoluciones, perdidas de personajes queridos, personajes buenos que traicionan a los suyos, personajes malos que se hacen buenos, etc… Aun asi Maze Runner se las ingenia para que la balanza se incline a su favor. Con buenas actuaciones, y con una buena utilización del folklore del post-apocalíptico, lleva a la pantalla una solida apuesta en tanto historia y personajes. La inclusión de Giancarlo Esposito en el personaje de Jorge (a quien conocemos como Gus Fring de Breaking Bad) es realmente un acierto, pero por el poco metraje que tiene se antoja con sabor a poco. Sin embargo, es una participación más que bienvenida. Lo standard es standard Decir que tiene buenos efectos especiales, para mi en el año 2015 es redundante. Es un lugar común, pocas realizaciones de estudios grandes hoy en día no tienen buenos efectos. Tener buena fotografía y efectos hoy por hoy es standard en joligud, pero no por eso es menos destacable, al menos en este caso. En Maze Runner: Prueba de Fuego, las ambientaciones y paisajes opresivos están mas que bien logradas así como los contrastes entre la base de WICKED , el afuera, el desierto y todo esto con el laberinto de la primer película. Lamentablemente, una parte de la película, una escena de no mas de 5 minutos, es un robo flagrante y absoluto a The Last Of Us. A mano armada, impune, asqueroso y horroroso. Es un robo. Y me tome el trabajo de leer dicha escena en el libro, y me doy cuenta que en el libro no es así, por lo que la responsabilidad del afano recae en la gente que hace la película. No molesta tanto, pero es al menos para mi y mi corazón gamer, una piedra en el zapato. Mal, feo, y eso no se hace. Conclusión Maze Runner: Prueba de Fuego es una digna secuela que tiene sus momentos buenos y que sobre todo entretiene. No aburre y a pesar de que su acción no es constante, tiene un paso y una cadencia que son las justas. Los personajes están mucho mas sólidos y entramados que en la primera entrega y se cree mucho más la sinergia que hay entre ellos. Es más, esta vez uno hasta empatiza e invierte una buena dosis de sentimiento en ellos. Si bien no es una joya, definitivamente me dejó con ganas de ver el final. Una opción mas que potable y disfrutable.
Cuando no se pasan las pruebas de fuego Hace un año se estrenaba Maze Runner: correr o morir, película basada en la primera de las múltiples (precuelas incluidas) novelas del prolífico James Dashner. No era una obra maestra del cine de ciencia ficción con protagonistas adolescentes, pero sí una más que aceptable incorporación al universo de sagas como Divergente o Los juegos del hambre. El resultado de esta segunda entrega con el mismo director (Wes Ball) y el regreso de uno de los tres guionistas (T.S. Nowlin) no está, lamentablemente, a la altura de la predecesora. El grupo de jóvenes liderado por Thomas (Dylan O'Brien) ya no permanece en medio de altos muros ni escapando en un laberinto, pero eso no quiere decir que los seis chicos y la muchacha no sigan siendo perseguidos, en este caso por villanos que buscan utilizarlos para inquietantes investigaciones genéticas. Los escenarios han cambiado (ahora son zonas desérticas azotadas por fuertes tormentas o ciudades con estética post-apocalíptica); los riesgos son otros (aparecen unos zombies que remiten a la serie The Walking Dead), pero la situación es la misma que indicaba el subtítulo de la primera: correr o morir. El guión es bastante pobre (ni los conflictos ni los personajes tienen demasiado desarrollo o espesor) y todo se reduce a pasar de una amenaza a otra. Los adultos (Giancarlo Esposito, Lili Taylor, Barry Pepper y los malvados Aidan Gillen y Patricia Clarkson) quedan reducidos a meros estereotipos que la trama necesita para avanzar, mientras que la química entre los adolescentes no es particularmente inspirada. Es cierto que Prueba de fuego tiene algunas escenas de acción y terror bien construidas y un impecable acabado visual, pero eso a esta altura ya es lo mínimo exigible para una producción hollywoodense de estas dimensiones. La solidez técnica está garantizada. La pregunta inevitable es si ese atributo es suficiente. Es tiempo de exigir un poco más que profesionalismo
"Maze Runner: una "Prueba de fuego" superada Hace casi exactamente un año, el 17 de septiembre para ser más precisos, se estrenaba en Argentina "Maze Runner- Correr o Morir". Era otra película (una más) adaptada de una novela del género de literatura juvenil que había sido un éxito. Los estudios tenían pensado esperar a ver cómo le iba para darle luz verde a la secuela pero no fue necesario, ya que dos semanas antes del estreno era evidente que estaban ante un éxito. Así nos llega el día de hoy "Maze Runner - Prueba de Fuego", una mucho más que digna segunda parte que dignifica lo hecho por su predecesora. Prueba de Fuego comienza exactamente donde quedó la primera. Thomas (Dylan O'Brien) y sus amigos descienden del helicóptero que los alejó del laberinto para entrar a un búnker comandado por un tal Janson (Aidan Gillen). Allí son curados de sus heridas, tienen la oportunidad de asearse y alimentarse, pero lo más importantes es que se encuentran con muchos jóvenes que, al igual que ellos, estaban encerrados en otros laberintos. Las personas que regentean el lugar dicen luchar contra la organización CRUEL, claro que Thomas empieza a desconfiar de que esto sea así: a él y sus amigos les realizan exhaustivas pruebas en un laboratorio, Teresa (Kaya Scodelario) es separada del grupo, hay personal militar que controla lo que ocurre. T odas sus sospechas se hacen realidad cuando Aris (Jacob Lofland), uno de los jóvenes de otro laberinto, le muestra los experimentos que se hacen allí con ellos. Thomas debe convencer a todos de escapar e ir en busca de la última esperanza que les queda: el Brazo Derecho, un grupo de resistencia que podría llegar a tener las respuestas a todos los interrogantes que tienen. "Equipo que gana no se toca", reza el refrán futbolero, y es por eso que para esta segunda parte retornan a sus puestos el director Wes Ball -que había debutado detrás de cámaras con la primera- y el guionista T.S. Nowlin. Lo sorprendente, y divertido, que tiene esta secuela es que acaba con la mitología de la primera. Por ejemplo, nos posiciona en otro terreno: adiós laberinto, hola ciudades destruidas por un virus mortal. Hay nuevos enemigos: adiós penintentes, hola "cranks" (criaturas mutantes infectadas). Hay nuevas elecciones: adiós camaradería, hola "traidores a la causa". Lo cierto es que eso hace que el público abra los ojos y no se encuentre con lo que ya vio, un acierto hermoso. El largometraje sigue teniendo un ritmo vertiginoso y que no da respiro, todo mechado con pequeñas dosis de información que nos van contando cómo empezó todo, cuál es la importancia de estos chicos para CRUEL y qué fue lo que hizo Thomas para terminar en el laberinto. Se presentan nuevos personajes como el ya nombrado Janson; Jorge (Giancarlo Esposito) y Brenda (Rosa Salazar), quienes ayudan al grupo a buscar el Brazo Derecho; y Vince (Barry Pepper) y Mary (Lili Taylor), que les darán a los chicos más de una respuesta. Como en la primera, vale resaltar el trabajo de Dylan O'Brien que se ponen la película al hombro y eclipsa la pantalla. Tiene un sentido de la cámara y la acción que recuerdan al mejor Harrison Ford como Indiana Jones o Bruce Willis como John McClane, salvando obviamente las diferencias. Habrá que esperar a la última novela de James Dashner, Maze Runner - La Cura Mortal (The Death Cure), para la resolución de todo este embrollo. Mientras tanto podemos decir que esta "prueba de fuego" que son las segundas partes ha sido superada. Y con creces.
Otra saga distópica para adolescentes El gran desafío de una saga como la que comenzó el año pasado con Maze Runner: Correr o morir, dirigida por Wes Ball, a priori consistía en sostener los méritos exhibidos en ese episodio inicial. En la línea de otras sagas literarias distópicas para adolescentes llevadas al cine de forma reciente, como Los juegos del hambre o Divergente, la propuesta de Maze Runner había conseguido dar muestras de originalidad sin desatender la tensión narrativa, el manejo prudente de la intriga y la dosificación de la acción. Y descubriendo influencias interesantes, como las que recibía de la mitología griega y de la gran novela de William Golding, El señor de las moscas. Méritos que Maze Runner, prueba de fuego, segunda entrega de la saga inspirada en los libros del escritor James Dashner y la segunda con Ball como director, consigue revalidar sólo de manera parcial.El comienzo es prometedor. Una multitud miserable pugna por superar una férrea línea de seguridad de guardias y alambrados, para acceder a unas formaciones ferroviarias que parecen prometer un destino mejor. En medio del caos, una mujer se despide de su hijo pequeño, pero un hombre uniformado lo arranca de su lado antes de que ella pueda darle un último abrazo. La escena, que recuerda a otras recientemente transmitidas por televisión desde las fronteras orientales de Europa, cobra inesperada actualidad. Todo resulta ser un sueño (o tal vez un recuerdo reprimido) de Thomas, uno de los pocos jóvenes sin memoria que lograron escapar del laberinto en que la misteriosa corporación Cruel (Wicked en el original) los había encerrado para experimentar con ellos. El y sus amigos son llevados a un refugio fortificado donde conocen a otros chicos con historias similares. Ahí parecen estar a salvo de los intereses corporativos. O tal vez no.En Prueba de fuego, la saga también debe hacer frente a su propio laberinto, el de dar una explicación cinematográficamente razonable al encierro al que estaban sometidos sus personajes. Hacer que, desde lo narrativo, fuera del universo cerrado del laberinto todo encaje tan bien como lo había hecho adentro. Apelar a la omnipresente figura del zombi, elemento que hoy parece inevitable cuando el cine se ve frente al deseo de dar una nueva versión del fin del mundo, no parece haber sido la mejor decisión. Aunque hay que reconocer que han imaginado alguna variante original para el arquetipo del muerto vivo (originalidad que es más de diseño que de fondo), lo cierto es que ahí la película empieza a volverse una de tantas. Sin embargo, que el lugar de los malos sea ocupado por una corporación farmacéutica y que el relato esboce algunas coincidencias, tal vez involuntarias, con la vieja serie V: Invasión extraterrestre (sobre todo en cómo se va organizando la resistencia y sus dificultades) hacen que la película recupere algún puntito en la consideración final.
Lo que se perdió en el desierto No deja de ser llamativo cómo el público adolescente viene consumiendo de manera masiva sagas literarias donde personajes de su misma -o parecida- edad sufren como marranos, siempre sometidos a manipulaciones por parte de entidades todopoderosas comandadas por adultos más malos que la peste bubónica. Quizás tenga que ver con esa posibilidad de levantamiento frente a ese poder establecido, aunque surja siempre de la mano de un individuo distinto, una especie de Elegido inimitable e inigualable. Rebeldía canalizada quizás (aunque esta es una interpretación como mínimo apresurada), los éxitos de Los juegos del hambre o Divergente merecerían ser analizados con minuciosidad, porque encima, con avances y retrocesos, la senda parece continuar con Maze runner. Lo cierto es que con Maze runner: correr o morir la saga basada en las novelas de James Dashner había tenido un comienzo prometedor: un relato que arrancaba en in media res, en el medio de la acción, con una premisa intrigante que luego era desarrollada con suma fluidez por el debutante Wes Ball, apoyándose en un sólido guión de Noah Oppenheim, Grant Pierce Myers y T.S. Nowlin. Es cierto que no era una maravilla, que tenía ciertos pozos narrativos y unos cuantos lugares comunes -eso de ponerle nombres rimbombantes (y redundantes) a todo…-, pero que construía personajes atractivos y dejaba abierta una historia con múltiples enigmas que generaban interés por lo que venía. Por eso, la continuación, que cuenta con el mismo realizador, prometía bastante. Pero algo se perdió en Maze runner: prueba de fuego. Quizás quedó en ese desierto -que tampoco es tan infernal como prometía- en el que los protagonistas deben adentrarse para huir de esa organización llamada CRUEL que ha sido capaz de disfrazarse de salvadores para seguir siendo sus eternos opresores, siempre en nombre de la búsqueda de una cura que ha asolado a la humanidad. El problema probablemente pase porque al film rápidamente se le acaba lo enigmático o las incógnitas son irrelevantes, con lo que se queda sin un centro de conflicto realmente cautivante y sus más de 130 minutos pesan, y mucho, se notan excesivos, como si quisiera llegar a esa duración para mostrarse ambicioso, pero sin ninguna otra razón válida. De ahí que Maze runner: prueba de fuego languidezca durante la mayor parte de su metraje, sin profundizar en los dilemas de sus protagonistas, repuntando en fragmentos aislados donde consigue una tensión manifiesta y sostenida -una huída en el medio de las ruinas que juega con lo repulsivo- o desestabiliza la perspectiva tanto de los protagonistas como del espectador -una fiesta que entra en el campo de lo alucinatorio-. Pero la sensación clara y patente es que hay un conjunto flojo, insípido, estático en su estructura narrativa -a pesar de que los personajes están siempre en movimiento- sin un real propósito más que servir de transición hacia lo que será Maze runner: la cura mortal. Maze runner: prueba de fuego padece el mismo problema que aquejaba a Los juegos del hambre: Sinsajo Parte 1, no tiene razón de ser, se regodea en los laureles conseguidos por su predecesora -que tampoco eran tantos- y le resta muchísima expectativa a lo que viene. Esa gran batalla final que espera en la última película de la saga ya no parece ser tan importante. ¿Nos sigue importando el destino de los protagonistas, sus motivaciones, contradicciones, deseos, virtudes y miserias? Poco y nada.
Listos para el fin del mundo La nueva entrega de la saga Maze Runner es más larga y predecible que su predecedora, pero no decepciona. Si en algo se destacaba la primera parte de Maze Runner era en su poder de síntesis visual y argumental a la hora de presentar una historia de supervivencia de adolescentes. Nadie sabía muy bien qué ocurría en ese laberinto que cambiaba de forma constantemente y que encerraba a un grupo de chicos en una tierra de nadie donde formaban una sociedad carente de adultos. El misterio, el suspenso y el recelo eran las sensaciones dominantes, mientras que la acción se reducía a lo esencial: recorrer el laberinto hasta hallar una salida. Maze Runner 2, en cambio, es una película mucho más épica, más larga (20 minutos) y más previsible. Pese a que el director se repite (Wes Ball), lo que ofrece esta vez es un mundo complejo y una narración convencional. El grupo de chicos liderados por Thomas (Dylan O'Brien) que creían haber escapado de la organización CRUEL -una especie de laboratorio totalitario que busca un antídoto a la epidemia que ha arrasado con buena parte de la humanidad– se encuentra ahora en una base militar. Sin embargo, ese encierro inicial sólo es el principio de una larga serie de peripecias a través de diferentes escenarios infernales. Como si tratara de un videojuego, se accede a un nivel superior de dificultad y los peligros a los que deben enfrentarse para mantenerse vivos aumentan de manera exponencial. Los enemigos ya no son piedras que se mueven siguiendo un patrón variable, sino soldados, armas de fuego, helicópteros, aviones, guerrilleros disidentes y zombis. Esa acción desencadenada impide que la historia respire a través de los personajes y de sus dramas individuales. Casi todo lo que hacen tiene un único fin: salvar sus vidas, y el conflicto más poderoso -las opiniones divergentes de Thomas y Teresa (Kaya Scodelario) sobre lo que es mejor para el futuro de la humanidad– se solapa con su relación sentimental y con la aparición de otra chica, Brenda (Rosa Salazar), que acapara la atención del protagonista. Más allá de que renuncia a la originalidad de la primera, lo interesante de Maze Runner 2 es que no decepciona en ninguno de los géneros en los que incursiona. Sigue siendo la mejor saga de películas de pruebas adolescentes (en la línea de Juegos del hambre y Divergente) y tanto los zombis como la atmósfera posapocalíptica que presenta son dignos de la tradición cinematográfica que los precede. En términos políticos, podría decirse que la industria audiovisual está entrenando a más de una generación para que se acostumbren imaginariamente al fin del mundo. Pero mientras ese entrenamiento tenga la forma de películas entretenidas y emocionantes, qué importa cuánta cruda verdad presente o futura medie entre una pantalla y la realidad.
Crítica emitida por radio.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Prueba de Fuego continua la desventuras de un grupo de jóvenes que en el primer filme de la saga, MazeRunner, estaban atrapados en un bosque rodeado de un laberinto inmenso y peligroso. La secuela según el ojo con el que se la mire, es mejor o peor según el caso. Por un lado Maze Runner era una película muy fresca, bastante original dentro de los parámetros del cine comercial adolescente de Hollywood. En cambio su secuela va por un camino mucho más convencional. Al salir estos jóvenes del laberinto, ven que eran parte de un experimento, el cual tenía la finalidad de buscar una cura para un virus terrible que azota a la humanidad; que vive en un ¿futuro? distópico con ciudades completamente destruidas, el desierto que se ha extendido y facciones que luchan entre sí. Parte de la humanidad se ha convertido en zombis, y esa cura debe ser buscada, a como de lugar. Muchos lectores del libro dirán: no son zombis, se llaman “cranks”, no son los mismo, tienen tal o cual diferencia, etc. Quizás en el libro sea así, pero a los fines de la narración, el género cinematográfico y dentro del contexto de este filme, pues son zombis. Eso por una parte es una decepción, porque el primer filme si bien era de aventuras, de suspenso, y también, en menor medida, de acción y de terror; era también y casi principalmente se podría alegar, un filme de misterio. Prueba de Fuego ya no es un filme de misterio, y eso es un pérdida, porque ahí residía gran parte del interés de Maze Runner. Esa perdida no es absoluta después de todo, la secuela ha mutado, ahora es un producto con mucha más acción y que tiene una impronta más revolucionaria, más cercana a los Juegos del Hambre si se quiere, y eso en otra parte de la audiencia llegará más. Muchos frente al cambio sostendrán que este filme es mejor. No están necesariamente equivocados, depende de cual es el criterio para juzgar. Prueba de Fuego más que una secuela, se siente como un filme que continúa una saga con una serie de personajes , el problema es que quizás con la excepción de Thomas, el protagonista, los personajes no son muy definidos, muy marcados, el grupo suele ser más identificable en sí, que los individuos que lo componen, y eso atenta a la identificación con los personajes y por ende a la emoción. Además atenta contra el sentido mismo de una secuela. Cuando veíamos los Juegos del Hambre, más allá de los grupos, cada personaje era identificable, y al ver la secuela podíamos retomar fácilmente donde habíamos dejado, aquí cuesta. Algunos personajes y sus historias pueden haber sido olvidados por la audiencia en el escaso año que transcurrió entre la primera de la saga, y esta segunda. Más allá de las comparaciones, el filme es efectivo, engancha, está muy bien hecho, tiene sólidas interpretaciones, el personaje de Giancarlo Expósito que se une a la saga es interesante y bien interpretado y la historia nos deja expectantes para ver que sigue dentro de las siguientes entregas. El filme además tiene cierta urgencia en muchas de sus escenas, con buenas escenas de acción no decae, y promete más por venir. Lamentablemente se siente más como un episodio de una serie cinematográfica, que como un filme que se valga por si mismo; el comienzo está en la película anterior y el final va a venir en otro filme, aun cuando hay cierta sensación de clímax y un arco dramático que está bien construido dada las circunstancias. Recomendada para los fans de la ciencia ficción, la literatura joven distópica, y para los que desean ver un producto bien hecho y entretenido. Y es importante que los fans del libro recuerden: Que haya cambios sobre la fuente adaptada, no es necesariamente malo. No es lo mismo una adaptación infiel, que un mal filme; no es lo mismo una película mal hecha que una película hereje. Si los llamás “cranks” a los zombis, quizás este filme te descoloque. Pero a pesar de los gustos, las comparaciones y los problemas, es un filme que se termina disfrutando. Cristian Olcina
Era de esperar la secuela de “Maze Runner: correr o morir”(2010), estrenada hace casi exactamente un año en la Argentina. Pero no necesariamente por su poder de taquilla (no colmó las expectativas en ningún país), sino por el universo propio que plantea como saga. Desde ya que no es (ni será) posible ver una sin la otra. Todo, como en “Los juegos del hambre”, está tejido en un red de información que juega a conocer el pasado en cuentagotas y cómo éste juega cada vez más un papel más preponderante. Por otro lado, hay un contenido sub textual que se insinuaba en la primera y se refuerza en la segunda: “Maze Runner: prueba de fuego” habla del poder, el abuso del mismo, la rebelión de toda una generación de jóvenes a los mandatos y a la falta de líderes visibles y, por qué no, un brutal palo contra los laboratorios (si se lo sabe leer) en función del lucro corporativo disfrazado de juramento hipocrático. En otras palabras: si no hay enfermos, no hay negocio. En la primera entrega basada en el libro de James Dashner, Thomas (Dylan O'Brien) llegaba a una suerte de granja rodeada de gigantescas paredes que no eran otra cosa que engranajes de un laberinto impuesto por una corporación para poner a prueba a los chicos, en el cual no tarda demasiado en erigirse como líder a fuerza romper las reglas establecidas. Esta segunda instalación del cuento comienza exactamente en donde quedó el final anterior. Los chicos son llevados a un destacamento fuertemente custodiado para evitar los fuertes vientos desérticos y el ataque de los Cranks (gente zombi infectada por un virus). Según Janson (Aidan Gillen), el hombre a cargo del lugar, aparentemente están allí para ser llevados, junto con otros sobrevivientes de otros laberintos, a una suerte de paraíso, tal vez el último lugar de la tierra con vida silvestre y alimentos. Claro, nada es lo que parece allí. Primero es separado de Teresa (Kaya Scodelario), el único personaje femenino de la anterior que aquí cobra otra importancia. Luego aparece Aris (Jacob Lofland) un chico solitario que le muestra a Thomas lo que hay más allá de las puertas a las que no tienen acceso. La apuesta de los estudios por conservar a Wes Ball como director sale airosa pues éste parece haber encontrado la mejor forma de combinar acción y contenido. La estética, el diseño de arte y los efectos visuales se redoblan aquí. En especial en toda la secuencia de la ciudad en ruinas. Es de destacar que todo lo técnico ayuda (y mucho) a contar la historia. De los tres guionistas anteriores quedó T. S. Nowlin, lo cual le vino bárbaro a “Maze Runner: prueba de fuego”. Es cierto que la obligada fidelidad a la novela obliga a dejar de lado el poder de síntesis para no perder fans, pero de todos modos se las arregla para plasmar en los momentos de transición la intención detrás de una simple historia de ciencia ficción post apocalíptica. Allí se pueden ver los conflictos internos de los personajes con Teresa como catalizador de las acciones y con Thomas como factor de resolución de las acciones. Ambos personajes giran alrededor de algunos dilemas morales cuyo eje principal es cuánto hay que sacrificar en pos de una cura, y más a fondo aún está la utilización de la juventud para preservar el sistema del cual ellos son víctimas concretas. Ya que sabemos que el escritor no sólo escribió hasta una tercera parte, sino que está a punto de terminar una trilogía que será la precuela, podemos esperar al menos cuatro más, porque es justo decir, o contradecir para ser exactos, el viejo dicho: en este caso, segundas partes son mejores.
La segunda entrega de la saga juvenil que adapta las novelas escritas por James Dashner, llega a las salas con el nombre de Maze Runner: Prueba de Fuego (Maze Runner: The Scorch Trials) y con cierto desgaste interno ya que afrontó, durante mucho tiempo, rumores de cancelación. Según sus protagonistas, “varias escenas del film fueron bastante complicadas de filmar”, lo que provocó cierto fastidio en parte del reparto. La película está dirigida por Wes Ball, quién supo hacerse cargo de la primera entrega -de la cuál salió más airoso que de su secuela-, y como guionista, T.S. Nowlin. Ambos debutaron en sus respectivos puestos con la saga de los jóvenes corredores. Thomas (Dylan O’Brien) y el resto de los muchachos deben averiguar la verdad sobre quiénes los tenían cautivos y con que fin. Buscar pistas sobre la misteriosa y poderosa organización conocida como C.R.U.E.L. es parte de la misión principal pero para eso deberán volver a escapar y afrontar un viaje por el desierto. Allí se enfrentarán a “La Llamarada” y a otros peligros del desierto apocalíptico y de los personajes que habitan en él. Formando equipo con miembros de la resistencia, la misión es de vida, muerte o algo parecido. Esta segunda entrega consigue ser muy entretenida por el suspenso que tiene en ciertos fragmentos; cuando logran escapar de esa especie de prisión y el ingreso a ese edificio abandonado con aspecto a shopping. Además, para quienes hayan jugado al videojuego revelación del 2013, The Last Of Us, habrá una relación cercana en la escena de los edificios. 1c72e4_maze_runner_prueba_de_fuego Las secuencias de acción son buenas y desde el aspecto visual está muy bien lograda como la estrenada el año pasado, Correr o Morir. Es coherente que se destaque en los FX ya que Ball trabajó mucho tiempo en esa área antes de tomar el puesto de director. El inconveniente de este film, al igual que su predecesora, es que decae llegando al acto final. Todo fue extremadamente anunciado y predecible, y el final no tuvo la emotividad suficiente como para hacer un cierre correcto. El reparto está formado por Dylan O’Brien, Nathalie Emmanuel, Ki Hong Lee, Thomas Brodie-Sangster, Rosa Salazar, Kaya Scodelario , Giancarlo Esposito y Barry Pepper. Todos estuvieron correctos en los papeles que les tocó encarnar, pero quién sorprendió fue Espósito (Do The Right Thing, Breaking Bad), en un papel poco habitual para él, por lo menos hasta ahora. No deslumbra actoralmente pero no le quedó tan mal esa especie de anti-héroe que quiere redención. Nada para trascender desde este aspecto, solo queda desearle que para la tercera parte, La Cura Mortal, lo hagan mejor. screen_shot_2015-07-24_at_09.21.33 Las nuevas amenazas que deben enfrentar estos adolescentes, y que se mencionaron más arriba, son el punto más alto del film. En su primera aparición, hay ciertas similitudes con el film dirigido por Danny Boyle, Exterminio (24 Days Later), donde los chicos deben volver a correr para librarse de sus hambrientos perseguidores. La construcción de la escena: el lugar, el juego de luz y sombra, más los efectos de sonido, generan un ambiente verdaderamente amenazante y de lo mejor en los 131 minutos de película. En una de las escenas, pasando la mitad de la film, la similitud con el juego The Last Of Us (2013) es imposible de no advertida para quienes lo hayan jugado. Para los que no lo conocen, es un videojuego del género survival horror donde el sigilo y la estrategia son las herramientas principales para ir resolviendo las diferentes instancias. El juego fue desarrollado por la empresa Naughty Dog para la plataforma Playstation 3 y, el año pasado, fue lanzado para Playstation 4. Desde los protagonistas de la escena -hombre y mujer, ella más pequeña de estatura-, los edificios, las cloacas, hasta el aspecto y el sonido de monstruos, todo tiene una connotación clara al videojuego que fue elegido el mejor del año 2013. scorchtrials-7-gallery-image-1940x1043 No hay dudas que a esta película le va a ir bien en la taquilla y que la tercera, pese a los rumores de cancelación de Prueba de Fuego, va a salir tarde o temprano. El film es un escalón más abajo de lo que habían hecho con la primera entrega de la saga, en la cuál, la trama de Correr o Morir perseguía un mismo objetivo durante toda la cinta y pese a los giros que tuvo, siempre mantuvo interés y no fue tan predecible. Esta secuela por momentos hace caer al espectador en el aburrimiento en varios fragmentos del film. Repito, la película no está mal y se destacan los efectos especiales, el suspenso y la acción, pero la trama, allá va, se fue corriendo.
La Cruel realidad La literatura juvenil parece ser la encargada de resucitar a la vieja y cansada ciencia ficción, retomándola allí donde quedó, en su etapa tardía y distópica; en tiempos en que la fantasía parece dominarlo todo (teniendo en cuenta que J.R.R. Tolkien es una divinidad y que George R.R. Martin y J.K. Rowling parecen ser los escritores más importantes del mundo). Pero la vieja fantasciencia insiste: Suzanne Collins con “Los Juegos del Hambre”, Veronica Roth con “Divergente” y James Dashner con “Maze Runner” plantaron batalla, y el cine no resistió la tentación de llevar esos textos a la pantalla. Tienen un público asegurado y permiten poner en pantalla a héroes de ambos sexos jóvenes y bonitos (textual de un espectador: “Lo que me deprime de estas películas es que me hacen sentir muy feo”). La crítica que se le puede hacer a “Maze Runner” es que sacrifica a la heroína fuerte por un modelo “muchachero”, con una damisela que les sigue el tranco. Pero eso porque arrancamos con un Laberinto “de vagos”: ya veremos que los hay de proporción inversa (Aris fue el único varón en el suyo). Y en esta entrega aparecerá otro femenino fuerte, que viene a despuntar como una tercera en discordia; aunque la faz romántica está menos explotada que en las antedichas sagas. Seguir corriendo Eso pasa en buena medida porque no hay tiempo: aun fuera del Laberinto, Thomas y los “larchos” (shanks), deberán seguir corriendo para salvar el cuero. La historia arranca donde terminó la primera parte, con los sobrevivientes del Laberinto siendo “rescatados” por un equipo liderado por un tal Janson, a quien nadie le saldría de garante en un crédito inmobiliario. Los llevan a un refugio intermedio, antes de tener un “hogar”, pero de la mano de Aris (el chico raro del lugar, si eso fuese posible), Thomas descubre que la cosa no es tan como dicen. La opción es huir al Desierto (el Scorch del título original) para buscar al Brazo Derecho, una especie de resistencia contra la organización Cruel (sigla de Catástrofe y Ruina Universal: Experimento Letal; WCKD o Wicked, en el original). Ahí salen a un mundo a medias entre “Mad Max” y “The Walking Dead”, ya que la Llamarada, la enfermedad cuya cura busca Cruel convierte a la gente en zombies (cranks, en la jerga de la saga). Entonces, habrá que “correr o morir” en serio: ya no para ser una rata de laboratorio en un Laberinto, sino para zafar de instante en instante de monstruos, cataclismos y burócratas. Ahí es donde la película gana mucho: Wes Ball logra imponer sin abrumar una dinámica de persecución-captura-escape-persecución; a diferencia de la primera cinta, donde había que dejar establecidas muchas cosas, acá hay más lugar para la acción pura, o en todo caso, la información puede incorporarse mientras uno corre o se esconde. La paleta de recursos visuales también se amplía: desde la intensidad de los primeros planos a las ciudades derruidas a lo “Divergente”; de la lograda secuencia en el edificio caído, casi de cine catástrofe, y las escenas de desierto (incluyendo alguna toma cenital a lo “Game of Thrones”) a las batallas campales. Nuevos y conocidos Y ya que nombramos a “Game of Thrones”, quizás la mejor incorporación al elenco sea la de Aidan Gillen como Janson, cuya consigna tal vez haya sido limitarse al repertorio de tics del Petyr Baelish de la exitosa serie: le basta con su acento, con ladear la cabeza y fruncir la boca en una sonrisa taimada, algo de costado, para ser un villano eficientísimo. De paso, junto con Thomas Brodie-Sangster (Newt, uno de los “aplastados” por el protagonismo de Thomas) y Nathalie Emmanuel (Harriet) suman tres los salidos de la franquicia de HBO. Dylan O'Brien como Thomas consigue llevar el peso del relato, mientras que la Teresa de Kaya Scodelario se agúa un poco (y encima le toca hacer cosas impopulares). Del otro lado, aparece Rosa Salazar (que tuvo una aparición en “Insurgente”) como Brenda, la pandillera que ayuda a los Inmunes: su estampa funciona, pero (ya que estamos) nos quedamos con las ganas de ver a una Maisie Williams en el papel. Del resto, algo aquí y allá de veteranos como Giancarlo Esposito, Barry Pepper, Lili Collins, Alan Tudyk y el juvenil Ki Hong Lee (Minho). Patricia Clarkson regresa poquito como Ava Page, pero seguramente tendrá sus mejores momentos en la tercera entrega, cuando sobrevenga la batalla final.
Más corridas, menos entusiasmo Maze Runner: Prueba de Fuego termina dejando una sensación muy diferente de la que supo causar en el espectador la entrega precedente, también bajo la dirección de Wes Ball. La frescura y el grado de sorpresa que distinguieron a aquella pieza cinematográfica que abría la saga se ausentan en esta segunda edición, o al menos lo que se visualiza en pantalla se percibe, a medida que los minutos pasan, como cada vez más insustancial. Thomas (Dylan O’Brien) tendrá que buscar, junto a sus compañeros, pistas sobre la poderosa organización conocida como CRUEL, a fin de desenmascarar los planes que los superiores de este orden vienen engendrando. Tras un comienzo entretenido y bien dosificado de intriga en relación a lo que experimentan nuestros protagonistas, la cinta logra mantener la expectación gracias al ritmo trepidante que porta. En la primera mitad del film el observador puede sentir entusiasmo y conformidad, producto de las largas maratones que Thomas y compañía llevan a cabo huyendo de acechantes de todo tipo. También es factible que gran parte del público pueda sentir, siguiendo con este último punto, que la diversidad de elementos antagónicos que ponen el asunto en apuros, desde la persecución de Janson (Aidan Gillen) y su entorno hasta la embestida de zombies (sí, extrañamente emergen zombies) resulte algo traída de los pelos o, a primera impresión, de apariencia inconexa en parangón con lo que se podía esperar de su desarrollo. Es así como la historia se sumerge en un peculiar cóctel de acontecimientos y sujetos o especies variadas, poniendo en riesgo nuestras expectativas creadas de antemano. Es cierto que, de todos modos, se trata de una adaptación de la saga literaria de James Dashner y sus componentes fueron ideados en la obra. No obstante, en el salto a la pantalla grande existen cuestiones no abordadas de la mejor forma, algo que irremediablemente atenta contra la proyección en sí, debilitando gradualmente la urdimbre sobre la que se había tejido el relato al principio. Uno de los problemas más notorios de Maze Runner: Prueba de Fuego radica en la manera en que los eventos de mayor precipitación se resuelven: la aparición de cualquier factor que salve a uno u otro personaje a último momento se aplica con tanta reiteración que lo que más se consigue es el agotamiento del recurso y, como consecuencia de ello, la pérdida del factor sorpresa. La cinta de Wes Ball se encuentra partida en dos: una porción, la que nos enseñan al arranque de la película, es disfrutable, inquietante y enérgica; por lo contrario, el fragmento restante que ocupa espacio desde la mitad hasta el desenlace, resulta más pesado, previsible y falto de fibra. LO MEJOR: la primera mitad del film. La grata presencia de Giancarlo Esposito (el gran Gustavo Fring de Breaking Bad). LO PEOR: pierde fuerza conforme avanzan los minutos. Algunas actuaciones no convencen ni generan empatía. PUNTAJE: 5
Maze Runner, prueba de fuego, es una película indispensable sólo para los fanáticos que no se quieren perder ni una entrega. El resto puede prescindir de ella y saltar directamente al tercer capítulo. Como secuela no funciona del todo ya que lo que aporta se lo podría resumir en tan sólo...
A mí me gustó El Corredor del Laberinto (2014). Considerando la avalancha de películas protagonizadas por adolescentes lidiando contra el villano de turno en un escenario utópico que bordea lo ridículo - que va desde Los Juegos del Hambre hasta Divergente -, The Maze Runner era diferente y fresca. El filme se convirtió en un suceso y pronto se dió luz verde para su inevitable secuela. El problema es que a los productores les pareció algo rebuscado el libro original de James Dashner, razón por la cual decidieron limpiarse el trasero con la historia y se dedicaron a generar una propia, mas inflada y épica. El resultado final termina siendo un collage de ideas, las cuales carecen tanto de frescura como coherencia. Al parecer a nadie de la producción parece importarle un cacso la premisa de origen de la franquicia - un grupo de pibes encerrados en un laberinto y aprendiendo a sobrevivir por su cuenta -, ya que acá caemos en un licuado de ideas conspirativas que van desde el mundo infestado por una plaga zombie, un grupo de adultos prepotentes que buscan una cura de dicho mal a toda costa, el drenaje compulsivo de una generación de adolescentes que generan de manera natural el suero que combate el virus, la aparición de grupos rebeldes que combate a los villanos de turno, el pibe devenido en el nuevo lider de la movida revolucionaria, y un vasto etcétera. Vuelvo a la pregunta de origen: si la idea era simplemente sacarles sangre, ¿para qué los metieron en un laberinto en primer lugar?. Siempre dió la impresión que era una especie de rito de aprendizaje - brutal y expeditivo - planeado para un estamento superior (internarse en una ciudad plagada de peligros?), pero acá las acciones de los villanos son - de una - la de dejar secos a los pibes que portan el gen de la cura, recolectando su sangre mientras los mantienen en masivas incubadoras industriales. Tampoco se explica por qué el protagonista es tan importante que lo persiguen a todos lados, habiendo tantos pibes donantes disponibles a mano. Ciertamente las explicaciones vienen medias traídas de los pelos, y es como que surgen cosas que no tienen que ver con lo que pintaba en la primera película. Hay toda una civilización post apocaliptica alrededor de las bases militares de los villanos - cuya organizacion se llama, en un alarde de creatividad, CRUEL -, y muchas ideas recicladas que van desde Mad Max 2 hasta los Transformers de Michael Bay - pasando por las últimas secuelas de El Planeta de los Simios -, todo lo cual está pegado con saliva. El Corredor del Laberinto: Prueba de Fuego entretiene con lo mínimo, ya que siempre pasan cosas en la pantalla, pero la historia viene en onda de flojita. No hay originalidad pero tampoco demasiada coherencia interna, y si bien el grupo de chicos sigue siendo interesante, los personajes no ganan en desarrollo sino que siguen siendo los monigotes del libreto, el cual los lleva de un lado a otro y los hace enfrentarse a amenazas de todo tipo. Es como que uno se quedan con las ganas de que en algún momento expliquen algo... sólo que las cosas se ponen cada vez mas cripticas y eso empieza a pudrir; algo así como el sindrome Lost - en donde hay 200 enigmas y sólo dos respuestas por semana -. ofertas software para estudios contables Considerando el buen comienzo que tuvo la franquicia El Corredor del Laberinto: Prueba de Fuego decepciona. Es demasiado standard y previsible, y termina arruinando un grupo de personajes que eran interesantes. Sirve para pasar el tiempo, no está a la altura de la original, y sólo mantiene la promesa de hacer algo diferente en la próxima entrega, filme para el cual dudo que aún me sienta interesado.
Como no leí los libros no voy a poder decir como es la película como adaptación, pero me llevé sentimientos desencontrados con esta. La primera parte de Maze Runner tenía algo de interesante por la simpleza y como era un película limitada de presupuesto para los niveles de Hollywood era más inventiva a la hora de sacarle el jugo a las escenas de acción. Esta va por otro camino, nos lleva fuera de laberinto, nos muestra toda una tierra post apocalíptica y termina cayendo en las clásicas escenas del género. Sin más para que quien no leyó los libros la crítica puede contener algunos SPOILERS. La película empieza exactamente donde termina la última, donde Thomas (Dylan O´Brien) junto a Teresa (Kaya Scodelario) y el resto de grupo que escapó del laberinto, se van a una instalación militar donde teóricamente están a salvo. Pero acá empiezan los problemas que siguen por toda la película y que más me molestaron, tal vez los libros tengan el suspenso que faltó en la película, porque a partir de acá todo, a mi manera de ver, es muy predecible, la instalación que es la salvación y de entrada sabes que tiene problemas, un sorteo que todos festejan pero sabemos que algo va mal, en el mundo afuera los cranks(nada más que los viejos zombis) que aparecen de la nada por que alguien apriete un botón, que cualquiera sabe que no se debe apretar, termina dejando una película que tenía sus méritos por lo visual y ritmo, en una como mínimo mediana. La misma teórica traición en el tercer acto, es mostrada en tu cara desde el momento en que salen de la instalación, y muestran tantas veces lo que iría pasar que lo único que queda de suspenso es saber en qué parte la van usar. Por el director Wes Ball, la dirección de efectos especiales, la parte visual esta muy bien lograda, con un 3D que a pesar de no ser nada novedoso esta bien implementado. La escenas de acción no están mal, pero sigue la misma fórmula de correr, descansar, correr, descansar de la anterior. Exagerado en algunos puntos teóricamente dramáticos donde no se lo siente. Por ser una película del medio de la trilogía, no tiene un final 100% definido lo que termina generando el problema de 99% de las trilogías, quedamos en un final sin nada, ahora a esperar la tercera que está programada para 2017.
Una saga que avanza con paso firme Segunda parte de la saga juvenil de acción "Maze Runner", que vuelve renovada y con algunas cosas nuevas para agregar al juego. En la primera parte la trama se centraba más que todo en presentarnos al protagonista principal, Thomas (Dylan O'Brien), y en cómo este establecía una relación de liderazgo con otro grupo de adolescentes que estaban atrapados en el laberinto junto él. En esta segunda parte ya se empieza a develar un poco más la razón por la que están siendo manipulados por una organización llamada WICKED, que de alguna manera recuerda a esa organización maligna de "Resident Evil" llamada UMBRELLA. Aparentemente son sujetos de pruebas que lleva adelante la organización para descubrir una cura contra el fenómeno que acabó con casi todo la humanidad, La Llamarada. Vale la plena aclarar también que esta enfermedad ha convertido a los humanos que no han muerto en zombies, algo también muy parecido a "Resident Evil" y hasta a "Guerra Mundial Z". A través de la estimulación de una zona cerebral que se activa con el peligro, los miembros de WICKED estarían analizando ese comportamiento y llegando a la cura, pero a costas de la vida de cientos de jóvenes que están muriendo durante las pruebas que se llevan a cabo. Como en la primera película, el principal atractivo pasa por el misterio que envuelve a toda la historia. ¿Por qué se acabó el mundo realmente? ¿Cuáles son las verdaderas razones por las que estos jóvenes son sometidos a estas peligrosas pruebas? ¿WICKED es realmente malo o no? Bueno, esta segunda película da algunos detalles para entender todo esto y mantiene interesado aunque sigue sin develar el centro de la cuestión. Creo que en líneas generales se viene haciendo un buen trabajo en el sentido de mantener el equilibrio de no revelar demasiado sin perder el interés del espectador. Por otro lado, otro atractivo de esta saga es la acción y el tratamiento no tan infantil que se le da a la violencia como suele suceder con otras sagas juveniles. Los puntos más bajos tienen que ver con la falta de carisma de sus protagonistas, que si bien cumplen no llegan a encantar demasiado al público. Otra cuestión es la previsibilidad de lo que va sucediendo. No hay grandes sorpresas en el comportamiento de los personajes que van apareciendo. En conclusión es un entretenimiento bueno pero que no logra ser magnífico. Mantiene interesado y tiene algunas secuencias buenas de acción pero no genera en el espectador el involucramiento que por ejemplo sí genera la saga "Los Juegos del Hambre". Esperemos que la tercera parte ponga toda la carne en el asador.
Jóvenes de súper acción La secuela de uno de los filmes sorpresa de 2014 llega de la mano del mismo director pero con una fórmula diferente: rienda suelta a la acción incesante. A catorce años del estreno de Harry Potter y la Piedra Filosofal, la inmensa cantidad de filmes basados en novelas para adolescentes han pasado como un infinito río por delante de los ojos de los espectadores, que de tanto en tanto suelen pescar algún exponente destacable. Divergente, Los Juegos del Hambre y ahora Maze Runner son algunas de estas adaptaciones que lograron pasar el inescrutable filtro del público púber (y del adulto también por supuesto) que les dio el background necesario para hacer acreedores de una secuela. En el caso del filme que hoy nos ocupa, Maze Runner: Prueba de Fuego (Maze Runner: The Scorch Trials, 2015), cabe destacar que con las tres novelas de James Dashner publicadas y apenas difundidas, la primera entrega logró llevar unos cuantos cientos de miles de espectadores a las salas a fines del 2014. La propuesta de entonces era simple: un grupo de adolescentes viven cerca de un laberinto que ninguno de ellos pudo sortear y que guarda en su interior terribles peligros. El joven Thomas (Dylan O´Brien) llega al lugar con su memoria borrada y muy pronto se propone salir de allí a como dé lugar. Esta segunda entrega, encuentra al grupo de supervivientes del filme original dentro de las instalaciones de un grupo de adultos que, en apariencia, quiere ayudarlos pero que no despierta demasiada confianza en los protagonistas. Prestos a escapar de las garras de Janson (Aidan Gillen) y sus hombres, Thomas y sus amigos terminan vagando por el desierto en el que se ha convertido la Tierra luego de la plaga que azotó a la humanidad y los dejó convertidos en una suerte de hambrientos zombies, más parecidos a los de Exterminio (28 Days Later, 2003) que a los de The Walking Dead. El director Wes Ball (que debutó en el cine con la primera entrega) vuelve a ponerse tras la cámara aunque en esta ocasión apuesta a redoblar la acción, que en la primera entrega no abundaba tanto. Esto hace que el film no pierda dinamismo en pos de un relato que no se muestra muy brillante, sino muy por el contrario como algo clásico y trillado, al punto de que se puede advertir lo que vendrá. Sin embargo, el aporte de Ball a este filme lo salva y lo saca a flote, por sobre la media de lo que los estrenos de los últimos meses. En resumen, en Maze Runner, la Prueba de Fuego tiene un 8.