Parecería haber quedado atrás la época dorada de las adaptaciones a la pantalla grande de sagas adolescentes como, en primer lugar, “Harry Potter” y, posteriormente, “Los Juegos del Hambre”, “Maze Runner” o lo que intentó hacer “Divergente”. Con estas historias finalizadas, el público juvenil está en la búsqueda de una nueva trama que lo atrape. “Mentes Poderosas” es la primera película basada en la trilogía homónima de Alexandra Bracken (2012), que se centra en un futuro distópico en el cual la mayoría de los niños/adolescentes no sobreviven a un virus letal. Pero aquellos que sí lo hacen es debido a un superpoder especial que tienen. Es así como son llevados a un campo de internación por considerarlos una amenaza para el resto de la sociedad. Ruby, una joven de 16 años, consigue escapar del campamento, uniéndose a un grupo de jóvenes que huyen de las fuerzas del gobierno. Uno de los mayores problemas que presenta el film es que la historia se siente como si la hubiéramos visto una infinidad de veces. No por la trama en sí, sino por los componentes distópicos que plantea el universo (incluso introduciendo algunas cuestiones del cine de superhéroes como las cualidades de los mutantes en "X-Men"). Ya tuvimos la división de castas (no en colores, pero sí en distritos, casas o grupos según su personalidad y habilidades), como también a una protagonista que es diferente a los demás y sobresale por sus destrezas, un poder que deberá aprender a controlar. Es así como comenzará a rebelarse frente al opresivo sistema que la ve como una amenaza. De esta manera, nos encontramos ante una cinta genérica, donde el desarrollo del argumento se vuelve predecible. Sin interiorizarnos en la trama propiamente dicha, el espectador sabe lo que va a suceder: traiciones, lugares donde estarán aparentemente a salvo pero no, idas y vueltas románticas, entre otras cuestiones. Asimismo, al ser el comienzo de una trilogía literaria, no se le da una conclusión tangible a la trama, sino que se siente justamente como el inicio de algo que está por venir. No es algo que esté mal, porque deja la puerta abierta a una posible secuela (cuya historia incluso ya está escrita), pero no termina de una manera tan poderosa como si se hubieran concentrado únicamente en este film. De todas maneras, la película presenta y sostiene el ritmo ágil y dinámico necesario para este tipo de largometrajes. Desde el comienzo, incluso antes de la introducción de los personajes tenemos acción y tensión, que va a ser una constante dentro del film. Tal vez podemos considerar a este inicio como algo brusco, pero va directo al punto y mantiene atento al espectador en este sentido, haciendo que tenga más importancia el compás temporal que la construcción de sus protagonistas y sus líneas argumentales. Uno de los puntos relevantes de las películas distópicas son los efectos especiales, sobre todo aquellas en las cuales sus protagonistas presentan superpoderes. En este sentido, “Mentes Poderosas” cumple con creces a la hora de darle visualización a las habilidades distintivas de cada personaje: control mental, telekinesia, o el manejo de la electricidad. Lo mismo ocurre con la composición del universo y su fotografía. Los roles principales se embarcarán en una aventura por la cual deberán transitar distintos paisajes, otorgando una buena ambientación de los escenarios exteriores. Con respecto al elenco, tenemos un grupo protagónico de jóvenes no tan vistos anteriormente en películas o series, a excepción del rol líder de Amanda Stenberg, a quien conocimos como Rue en “Los Juegos del Hambre” (considerando entonces su experiencia en films de este estilo) y que volvió a protagonizar “Todo, Todo”, un drama juvenil no muy original. Con los adultos tenemos algunos nombres reconocidos, como Mandy Moore (“This is Us”) o Gwendoline Christie (“Game of Thrones”), que se encuentran bien en sus papeles, aunque no sobresalen. En síntesis, “Mentes Poderosas” es la nueva apuesta de adaptaciones de sagas distópicas para el público adolescente que, a pesar de cumplir con los aspectos técnicos y rítmicos, falla a la hora de presentar originalidad en su historia, haciendo que se convierta en una película más de este estilo de propuestas. Una cinta genérica que muestra componentes ya vistos anteriormente.
Mentes poderosas: Mejor empieza a vivir por ti mismo, porque nadie vendrá a rescatarte. Llega la adaptación de la trilogía distópica escrita por Alexandra Bracken que encara la directora Jennifer Yuh Nelson con buenas intenciones, pero que decae en la medida en que no logra desprenderse de otras ya vistas y hace tiempo. La lista de adaptaciones de sagas literarias infanto-juveniles a estas alturas es enorme, y sinceramente no recuerdo cuando comenzó. Tal vez haya sido ese tanque de Harry Potter, o la un tanto más adulta y sanguinaria The Hunger Games. Porque claro nos referimos, para más detalles, a las distópias de ciencia ficción y/o fantasía que han poblado las librerías, y posteriormente salas de cine. Historias que claramente tienen ancestros como la fenomenal El guardián entre el centeno de J. D. Salinger o la excelente El señor de las moscas de William Golding, siempre a grandes rasgos. La que nos ocupa en particular hoy es la realizada por Jennifer Yuh Nelson, quien ha dejado por el momento la animación, para encarar su primer live action. La adaptación de The Darkest Minds, escrita por Alexandra Bracken y publicada en 2012. Y que lleva guion de Chad Hodge. Una distópia que inicia con la muerte del noventa y ocho por ciento de los niños y pre-adolescentes del mundo y que deja al resto sobreviviente, ese mínimo dígito, con un serio desorden genético que los convierte, a ojos de los adultos, en monstruos tan temidos que los encierran en campamentos militarizados, digamos campos de concentración. El horror se mide en categorías, cuenta Ruby, verdes y azules para los superdotados, solo inteligencia superior y algún que otro truco telepático, y amarillos y rojos para los que desarrollaron verdaderos poderes ¿El gen mutante X, dijo alguien por ahí? Sería una clara y menos enrevesada manera de exponerlo. ¿El aislamiento en castas, casas, tribus? La historia de Ruby es la de todos, encerrada ignorando que será de ella, marginada y etiquetada, custodiada por arrogantes y despreciables militares. Vamos que el esfuerzo por hablar de las minorías y sus angustias es fuertemente expuesto. Una pena que el film, quizás buscando las simpatías de las audiencias infantiles, y después de un trágico prologo, suavice las aristas enfocándose en la romántica aventura de la joven y sus aliados, que conoce al poco de escapar. Claro que el film está dirigido a ellos, pero sumando a que los paralelismos en el guion son tan visibles como excesivos a otras series se torna por momentos obvia, predecible. Y es lo que realmente le juega en contra a este film, no la esmerada producción o ese sombrío acercamiento que intenta la directora, es quizás el haber llegado un poco tarde a la hora de narrar estas historias, habiendo tanta oferta al respecto; Potter, las facciones en que se ocultan los divergentes, el laberinto y la arena de el Capitolio en Pamen. Aunque a su favor podemos decir que la producción encara el juego con empaque, con una esmerada realización de escenarios y efectos especiales. Además de contar con la trepidante acción como motor de la historia. Una historia contada con esmero, que propone a los adolescentes una nueva aventura, que a pesar de los tantos lugares comunes con que tropieza, es un producto consistente y atractivo.
Huele a adaptación adolescente Futuro distópico, civilización destruída, adolescentes divididos en castas, un refugio idílico al cual escapar, el/la paria que se eleva por sobre el resto y la lucha por derrocar al régimen opresor vigente… todos casilleros tildados obligatoriamente por ese subgénero que han construido las adaptaciones cinematográficas de obras literarias apuntadas al púbico YA, mejor conocido como Young Adult o jóven adulto. Mentes poderosas (The Darkest Minds, 2018), el debut como directora de Jennifer Yuh (animadora de Kung Fu Panda 2 y Kung Fu Panda 3), es el más reciente ladrillo de este muro de distopía ficcional adolescente que desde hace aproximadamente una década satura el cine mainstream. En esta ocasión una extraña epidemia termina con el 98% de los jóvenes del mundo, aquellos que logran sobrevivir descubren que han desarrollado ciertos poderes considerados una amenaza por parte de la población adulta. Por ese motivo todos los adolescentes son “rehabilitados” en centros de detención -que intentan trazar una débil analogía con los campos de concentración Nazis durante la Segunda Guerra Mundial- y categorizados según sus poderes, que involucran telequinésis, telepatía y un alto coeficiente intelectual, entre otros. En el centro de la historia tenemos a Ruby (Amandla Stenberg), quien es separada de sus padres y llevada a uno de los centros, donde descubre que el suyo es uno de los poderes más potentes, motivo por el cual su existencia corre peligro. En conjunto con un grupo de chicos que lograron escapar, intentarán ponerse a salvo y luego terminar con el régimen. Dicho planteo narrativo no es en sí peor que los de muchas de las producciones estándar que la pantalla grande tiene para ofrecernos, pero posiblemente su mayor problema sea uno imposible de resolver sin una máquina del tiempo, y es el hecho de no haber sido estrenada hace cinco años, cuando el subgénero aún estaba en ebullición y las producciones de este tipo tenían algún tipo de relevancia, antes de comenzar a apilarse de manera indistinguible. Stenberg y la troupe juvenil que la acompaña hacen lo que pueden con el material que les conceden, y sus actuaciones son tan buenas como los tropos juveniles se los permiten. Del lado de los adultos Mandy Moore, Gwendoline Christie y Wade Williams tampoco tienen mucha oportunidad de lucirse a través de sus personajes. Cada vuelta de tuerca y cada descubrimiento revelador se perciben de forma tan anticipada que el factor sorpresa brilla por su ausencia en los 105 minutos de película. Con un desarrollo que sigue paso a paso un camino repetidamente transitado y sin una mínima pizca de frescura para ofrecer algo moderadamente distinto -pero igualmente dejando todo abierto en caso de potenciales secuelas- Mentes ooderosas queda reducida a un tipo de entretenimiento de nicho que sólo puede mantener interés para aquellos fanáticos más fieles.
La primera película basada en la trilogía homónima de Alexandra Bracken -2012- se desarrolla en un futuro distópico en el que la mayoría de los niños mueren cuando alcanzan los diez años. El resto es encerrado en un campamento y separados por colores de acuerdo a la "peligrosidad" de sus poderes. Siguiendo los pasos de sagas pensadas para público adolescente como Los juegos del hambre, Maze Runner o Divergente, la película combina el universo de la ciencia-ficción, el encierro y las persecusiones en un relato que tampoco deja de lado su historia de amor, la búsqueda de la identidad y las traiciones. Mentes poderosas juega con los poderes telekinéticos, el control sobre la electricidad y otras fuerzas que son incomprensibles para los protagonistas. La joven Ruby -Amandla Stenberg- es una chica de 16 años que se une a un grupo de jóvenes, Liam, Chubs y Zuque, para escapar del gobierno. Quizás lo que falla es la escasa química entre el grupo juvenil, a lo que hay que sumarle una temática vista con anterioridad y desplegada sin intriga ni suspenso. La idea de una comunidad habitada por jóvenes -como en Maze Runner- donde se acepta la diversidad y la variedad de "colores" , se opone a otro encierro en el que los chicos son utilizados como experimentos de laboratorio. Lo mejor pasa al comienzo -la idea de la familia disgregada- y tiene algo de acción sobre los minutos finales, pero no deja de ser un filme desangelado que se borrará en breve de la memoria.
Las nuevas generaciones de adolescentes necesitaban su saga adaptación de novela Young Adult (Literatura YA) del momento. Es por eso que Fox y uno de los productores de Stranger Things decidieron que era el momento de The Darkest Minds. Una historia bastante predecible protagonizada por Amandla Stenberg, a quien tal vez recuerden por su papel de Rue, la niña del distrito 11 en otra adaptación de novela adolescente: Los juegos del hambre. Se ubica en un futuro cercano, donde un día sin explicación aparente los niños empiezan a enfermar y morir. El 98% de la población infantil muere de esta misteriosa enfermedad: el restante 2% de los pequeños sobrevivientes presentan extraños poderos, razón por la cual comienzan a ser considerados enemigos del estado y son encerrados en campamentos de “rehabilitación”. Como protagonistas de esta nueva distopía adolescente tenemos a jóvenes promesas de Hollywood: Amandla Stenberg (también conocida por Todo, Todo), Harris Dickinson (Beach rats), Miya Cech (talentosa japonesa de 11 años), Skylan Brooks (quien participó en la serie de Baz Luhrmann The Get Down), junto a Mandy Moore (This Is Us), Patrick Gibson (The OA) y Gwendoline Christie (Game of Thrones). Conoceremos a Ruby Daly (Stenberg) justo el día en que cumple 10 años, celebrando junto a sus padres con alegría y algo de esperanza, a pesar de la enfermedad amenazante que recorre las calles de su ciudad. Pero ese día algo despierta en ella que la terminará separando de su familia, dejándola en manos del gobierno de los Estados Unidos. Y como el gobierno le teme a los niños sobrevivientes creó los campamentos, donde supuestamente serán curados. Allí se los separa por colores de acuerdo a sus habilidades aterradoras que no pueden controlar. Azul, Verde u Oro, Naranja y Rojo representando a los niños más poderosos, que a la vez resultan los más peligrosos. Y así, esta historia en particular se centra en esa chica que logra escapar de uno de estos campamentos. En el camino se encuentra con Zu, Liam y Charles (Chubs para los amigos), otros sobrevivientes que la acompañarán en una travesía donde terminarán ayudándose unos a otros como familia, tal como atestigua Liam en una escena : “Todos somos casi huérfanos, nos tenemos los unos a los otros”. Los jóvenes serán perseguidos por La Liga y también por varios cazarecompensas (entre ellos la temible Lady Jane). Sus objetivos, además de tratar de sobrevivir y no ser capturados, serán encontrar a aquel que llaman Escurridizo y al grupo EDO, que parece ser el paraíso de los jóvenes. Shawn Levy, productor ejecutivo de Stranger Things, cuya compañía 21 Laps está produciendo Mentes poderosas, recordó que obtuvieron los derechos del libro hace cinco años (cuando estaban en su apogeo estas adaptaciones). “Creo que esta historia tiene un tema atemporal“, agrega otro de los productores, Dan Levine. “Y es tan universal. Se trata de que los niños crezcan, se conviertan en adolescentes y descubran que son diferentes, algo que las personas no entienden, especialmente los adultos y el gobierno. Entonces son arrojados a los campos. Y la historia sigue a estos niños que se convierten en adultos jóvenes, aprenden a defenderse y protegerse a sí mismos. Creo que el miedo a encajar y la búsqueda de la aceptación a menudo nos siguen hasta la edad adulta“. Hasta aquí todo muy lindo, pero la verdadera pandemia parece ser la falta de carisma de su protagonista. Mentes poderosasresulta otra distopía adolescente (¿cuántas vamos ya?) absolutamente predecible y con personajes que generan poca empatía. Es cierto que tenemos algunos pocos momentos cómicos con Chubs, el tramo al estilo road movie, e incluso chistes de Harry Potter, pero esto no alcanza. La historia no atrapa y el personaje más carismático y querible terminará por ser Zu, la niña japonesa que no emite palabra en los 104 minutos de duración de la película. Mentes poderosas toma prestados casi todos sus ingredientes de otras franquicias populares de ciencia ficción. Hay un poco de Los juegos del hambre, otro poco de X-Men y algo de Crepúsculo. Hay pocas escenas de acción y nadie resulta destacar por sobre los demás. Es el comienzo de una trilogía (que se completa con los libros NEVER FADE y IN THE AFTERLIGHT), con lo cual es lógico que se tome su tiempo para presentar los personajes y el conflicto, sin embargo hay algún condimento que les faltó, porque uno no se queda demasiado intrigado. Casi no quedan ganas de ver que sucederá en las películas siguientes, sobre todo porque uno ya se lo imagina.
El público adolescente está ávido de historias que conjuguen lo sobrenatural y el clásico relato de seres en disputa consigo mismo y con aquellos que se acercan para ayudarlos. Esta propuesta comienza con una idea potente, pero que a medida que avanza el relato termina por perderse en el laberinto de emular cientos de propuestas previas de jóvenes con poderes, distintos, que deben huir de una muerte segura. Ni los logrados efectos realzan una propuesta bucólica y refrita.
En esta película se nota, más que en otras, el hilado de la trama. Y también la intención, sana, de que confluyan distintos elementos que han tenido éxito probado, pero por separado. Por un lado está la novela The Darkest Minds, la más exitosa de Alexandra Bracken, con el público adolescente en la mira. Uno de los productores es Shawn Levy, de Stranger Things, la serie de Netflix que arrasa en ese mismo target. Sumemos que la protagonista es Amandla Stenberg, o Rue, la niña afroamericana del Distrito 11 de la adaptación cinematográfica de Los juegos del hambre. El asunto es que algo no terminó de cuajar, y Mentes poderosas es un híbrido. Porque no emociona cuando debería, no siempre entretiene ni mantiene el interés por la suerte de estos niños con poderes a-lo X-Men. Veamos. En un futuro no muy lejano, una terrible enfermedad termina con la vida del 98% de los niños. Ciertos adolescentes han desarrollado capacidades cognitivas (y de otro tipo) de manera misteriosa. Por ello el Gobierno –al mejor estilo Los juegos del hambre- decide intervenir. ¿Cómo? Encarcelándolos y confinándolos en suerte de campos de -eufemismo- rehabilitación. A Ruby, la protagonista, no le dan el color que simboliza la máxima peligrosidad -no adelantaremos cómo ni por qué-, logra escapar y se une a otro grupo de fugitivos. Los perseguirá La Liga, y también lo harán cazarrecompensas. Lo que se busca aquí es un refugio. Eso, primero. Luego, cuando adviertan que los adultos son más que una amenaza, los jóvenes querrán alterar ese orden establecido y tomar el control. ¿Cómo no iba a triunfar una idea sosteniéndola sobre estos pilares, con los adolescentes superando a sus mayores? La directora Jennifer Yuh Nelson, que hasta ahora había trabajado realizando largometrajes animados como las dos últimas de Kung-Fu Panda, no le encuentra la vuelta. Aquí se necesita narrar acción, crear empatía con los chicos y no hay demasiado espacio para el humor. Una mala decisión en la toma de direcciones resulta en detrimento para la película. Tampoco ayuda que Gwendoline Christie, Brienne en Game of Thrones y malvada en los dos nuevos episodios de la saga de Star Wars deambule por los escenarios. Esta vez, la fórmula no funcionó.
Las sagas juveniles basadas en exitosas novelas y ambientadas en un futuro distópico tienden a parecerse bastante entre sí. No es difícil advertir en el caso de Mentes poderosas diversos aspectos que la vinculan con franquicias como las de Divergente y Maze Runner (también hay unas cuantas similitudes con X-Men y Stranger Things). De todas maneras, el problema principal de este film de Jennifer Yuh Nelson (directora de la producción animada Kung Fu Panda 2) no es tanto este "reciclaje" de elementos ya probados, sino la incapacidad para construir con esos recursos una narración mínimamente entretenida. Hay personajes que escapan, son traicionados, atrapados y que vuelven a huir, pero todo luce demasiado mecánico, sin profundidad psicológica, tensión ni suspenso. Las desventuras de Ruby (Amandla Stenberg), Liam (Harris Dickinson), Chubs (Skylan Brooks) y Zu (Miya Cech), cuatro jóvenes con poderes especiales en un mundo que ha perdido el 98% de los niños y adolescentes a causa de un extraño virus, parecen narradas con piloto automático y mucho peor aún resultan las cosas para los malvados de turno (como Wallace Langham y Wade Williams) que quieren dominarlos. Así, sin demasiados hallazgos ni creatividad, y con el ojo puesto en construir una larga franquicia,Mentes poderosas luce como el piloto de una serie. Y no precisamente de las mejores.
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Epidemia A principios de este año tuvo su conclusión cinematográfica la saga Maze Runner con La cura mortal (The Death Cure). Ahora llega a las pantallas la adaptación de otra saga literaria juvenil, en este caso se trata de Mentes poderosas, la primera parte de la trilogía creada por Alexandra Bracken. En Estados Unidos un virus mata a la mayoría de los adolescentes, el 2% de ellos siguen con vida y obtienen poderes, el gobierno decide confinarlos en un campamento prometiendo que serán curados y los ordena por colores dependiendo el tipo de habilidad que hayan desarrollado siendo el verde el más leve y el naranja el más peligroso por lo que deben ser eliminados. Ruby (Amandla Stenberg) es naranja, luego de su escape conocerá a Liam (Harris Dickinson), Zu (Miya Cech) y Chubs (Skylan Brooks) quienes buscan llegar a E.D.O, un lugar secreto donde todos los adolescentes viven en paz bajo el liderazgo de “Escurridizo”, esto no será tarea fácil ya que los persiguen los soldados que quieren devolverlos a los campamentos, una organización conocida como “La Liga”y una cazarecompensas llamada Lady Jane (Gwendoline Christie). Aunque la trama es atractiva y se vende con el gancho de que viene de la mano de los productores de Stranger Things, no logra salir de la formula ya vista de las distopías adolescentes por lo que termina siendo predecible. Jennifer Yuh Nelson, directora de Kung Fu Panda 2 y 3, está detrás de cámaras en su primer proyecto live action y da una película entretenida pero con poco para recordar salvo cierto parecido a los X-Men, salvando las distancias. En los pocos minutos de pantalla del personaje de Gwendoline Christie había algo interesante para profundizar pero la actriz que interpreta a Brienne en Game of Thrones pasa sin pena ni gloria. El elenco de jóvenes actores no está mal pero tampoco brilla, se destaca la protagonista Amandla Stenberg quien fue Rue, el tributo del distrito 11, en la primera parte de Los juegos del hambre y la pequeña Miya Cech como Zu, una joven muda que puede controlar la electricidad. Mentes poderosas no es un completo desastre pero está un escalón por debajo de adaptaciones como Los juegos del hambre, en estos casos no hay un cierre por lo que la recaudación en taquilla determinará si continúa la historia.
“Mentes poderosas”, de Jennifer Yuh Nelson Por Jorge Bernárdez Nueva distopía protagonizada por adolescentes de carácter apocalíptico. Terminados Los juegos del hambre y la saga Divergente, es hora de entrar en este otro éxito de ventas llamado “Mentes poderosas”, el proyecto literario de Alexandra Bracken que terminó siendo un trilogía de gran impacto, así que Hollywood tomó esos libros y los convirtió en película. Alto nivel de producción un elenco juvenil multiétnico y una historia que atrapa es la promesa de esta primera producción de la saga. Una enfermedad acaba con la vida de los niños en los Estados Unidos y este es apenas el comienzo de la historia. La epidemia se transforma rápidamente en algo más raro, los niños sobrevivientes lejos de ser protegidos son aislados y etiquetados según el grado de peligrosidad que representan para las adultos. Es que las nuevas generaciones presentan poderes extraordinarios, algunos manejan la electricidad, otros tienen capacidad de manejar elementos de la naturaleza y unos pocos son capaces de meterse en la cabeza de los humanos comunes. La protagonista central es Ruby, que siendo niña esquivó los rígidos controles que el estado impuso y utilizando sus poderes logra que no la aniquilen y que la manden a uno de los campos donde tienen prisioneros a los sobrevivientes de la epidemia. Años después Ruby es descubierta y es ayudada a escapar por una médica que dice pertenecer a algo llamado “La Liga” que rescata prisioneros del Estado y los recluta para luchar contra ese trato. Pero nada es tan sencillo y Ruby termina huyendo no solo del Estado sino también de la liga. En esa huida conoce tres amigos: Liam. Zu y Chubs con los cuales recorrerá América buscando a un líder rebelde que agrupa a los fugitivos y que no responde ni al gobierno ni a “La liga”. Con esta línea argumental, algo de acción, de romance y de mensaje bien intencionada se llega a un final que pos supuesto deja la puerta abierta para la segunda parte, porque lo que contamos hasta acá es apenas la superficie de una historia que recién empieza. MENTES PODEROSAS The Darkest Minds. Estados Unidos, 2018. Dirección: Jennifer Yuh Nelson. Guion: Chad Hodge, basado en la novela de Alexandra Bracken. Fotografía: Kramer Morgenthau. Música: Benjamin Wallfisch. Int{erpretes: Amandla Stenberg, Mandy Moore, Bradley Whitford, Harris Dickinson. Duración: 104 minutos.
Con "Los Juegos del Hambre" se instaló una especie de subgénero dentro de la literatura (y sus posibles adaptaciones cinematográficas): el "young adult". Un subgénero que a nivel libros sigue ofreciendo gran variedad aunque de manera despareja, y el cine lo aprovecha lo que puede. "Mentes poderosas" es un libro de Alexandra Bracken que, como también sucede con la mayoría de estos libros, es el primero de una trilogía; se escribe ya pensando en los próximos. Jennifer Yuh Nelson (conocida por las secuelas de Kung Fu Panda) dirige esta adaptación de la novela que escribe Chad Hodge (un escritor de televisión principalmente). Un futuro distópico, protagonistas adolescentes, un gobierno al cual enfrentarse, alguna historia de amor en el medio, y allá vamos. En este futuro no tan lejano, aparece un virus que ataca a niños y adolescentes y mata a su mayoría. Los que sobreviven lo hacen con algún poder especial. La clasificación de estos poderes según su peligrosidad separa a todos los niños y adolescentes que quedaron vivos en categorías y son llevados a un campo. La protagonista Ruby descubre que pertenece a uno de los grupos perseguidos pero gracias a ese mismo poder logra hacerse pasar por uno del más inofensivo de ellos. Los rangos son provistos a través de un color. Ella es naranja y se hace pasar por verde. Además de una trama que se parece a muchas de estas películas que ya vimos, no hay acá un trabajo logrado para su narración. Los personajes actúan y hablan de manera tan poco realista que muchas escenas son simplemente ridículas, no se profundiza en nada sobre el origen de este particular virus y se acepta con demasiada facilidad que de repente el mundo puede quedarse sin niños, y los personajes entran y salen de una manera aparentemente azarosa. Esto último se ve sobre todo reflejado en el personaje de Gwendoline Christie, totalmente desaprovechada como una especie de villana que a mitad de la película desaparece y bien, gracias. Los diálogos son pobrísimos y muy poco sutiles. Así, cuando Ruby junto a un grupo de otros adolescentes se escapan y llegan a un campamento que parece el lugar ideal se escucha decir algo como: “Acá todos parecen muy felices”, “Claro, es que acá no hay división de colores, somos todos iguales”. Es que el mensaje principal de esta película está parafraseado en los mismos diálogos: lo importante está en ser uno mismo y aceptarse como es. Ruby es interpretada por una de las actuales estrellas de las adaptaciones young adult, Amandla Stenberg, quien además de una pequeña participación en la saga de Suzanne Collins fue la protagonista de "Todo, todo" y se la verá en la incipiente adaptación de otro best seller para jóvenes adultos, "The hate U give". Mientras en "Todo, todo" ella lograba darle un poco de brillo a la regular película, acá no logra ni eso. "Mentes poderosas" lo tiene todo y sin embargo no aprovecha nada y el resultado termina siendo desastroso. Así, además de una premisa en la que si no se profundiza no puede evitar sonar ridícula, tiene a Mandy Moore, tiene persecuciones de automóviles en rutas, poderes al mejor estilo "X-men" pero también "Los pueblos malditos" (y la inevitable referencia a Los Simpsons: “Conocemos todos sus secretos”), y personajes que sobreviven a que prácticamente se les caiga un helicóptero encima. Así como no se exterioriza en los orígenes del virus tampoco se lo hace en el hecho de que todos los padres simplemente acepten dejar a sus hijos en los campamentos en manos del gobierno porque su presidente prometió desde un aviso publicitario que encontraría la cura. Claro que, al ser la primera entrega de una trilogía (si es que llega a tal, si el interés es lo suficientemente fuerte para que suceda y no pasa como "Divergente" que no tendrá su cierre cinematográfico), siempre está la posibilidad de que se guarden cosas para después. Aun así, lo que podría haber resultado una historia de ciencia ficción oscura para adolescentes resulta un film entre aburrido y ridículo, sin una pizca de inspiración y con un guión flojísimo que hace aguas por todos lados. "Mentes poderosas" es un fallido intento por llevar adelante el legado de lo que dejó "Los juegos del hambre" (que no fue la primera en su subgénero pero cuyo éxito permitió que se desarrollaran tantas futuras historias). A favor se puede decir que su personaje femenino no es la típica chica blanca, y sin embargo en ningún momento se hace mención a su color de piel –ni de alguno de sus compañeros-, más allá de los colores que los dividen. No funciona como película para adolescentes, quizá sólo para algunos pre teens no exigentes.
Distopía 2.0 Las historias sobre sociedades apocalípticas y cómo los adolescentes pasan de ser víctimas a héroes, ya es moneda corriente en el Hollywood de hoy por hoy. Mentes poderosas no solo repite una fórmula utilizada hasta el hartazgo, sino que no busca en ningún momento separarse de antiguas sagas que han tratado temas parecidos de una manera casi calcada. En un futuro no muy lejano, una enfermedad desconocida comienza a asesinar niños a diestra y siniestra. Algunos son inmunes a ésta enfermedad porque han nacido con poderes especiales, por lo que el gobierno decide “cazar” a esos niños superpoderosos para encerrarlos en un campo de entrenamiento y convertirlos en armas humanas. Por supuesto, nunca faltan los que se rebelan contra el sistema y escapan de su suerte, también nos encontramos con una protagonista femenina que llevará adelante la rebelión sin saber cómo controlar el gran poder que tiene. La originalidad en esta película brilla por su ausencia. No hay un solo plano, escena, diálogo, personaje o incluso escenario que no remita a otras sagas, el ejemplo más conocido sería Los juegos del hambre, franquicia que ha sabido llevar con cierta dignidad la temática de las sociedades distópicas y que, hasta el momento, nadie a sabido sacarle provecho a un buen guion de la misma manera. La novela de Alexandra Bracken, titulada The darkest minds, fue la elegida para ser adaptada a la pantalla grande en ésta oportunidad, esperando lograr los mismos resultados que sus predecesoras en la materia. La moda continúa y parece no tener fin, al mismo tiempo que los estudios parecen no entender que cualquier historia escrita en papel que sea best-seller no garantiza calidad en un filme (el perfecto ejemplo sería la saga Cincuenta sombras). Y si de calidad hablamos, mucho más le resta utilizar secuencias casi plagiadas de otras películas similares. La escena final del filme resume a la perfección la poca impronta personal que decidieron inculcarle desde la dirección y la producción. Si bien Mentes poderosas es un producto pensado para la masa juvenil consumidora de ficción adolescente en un mundo apocalíptico, cumple con su cuota de entretenimiento y dramatismo. No busca salir de los esquemas establecidos ni jugar a ser algo más que una simple película de aventuras, por lo que pasará al arcón de los recuerdos en muy poco tiempo.
Una cualidad fascinante del mundo de Hollywood es que constantemente nos inspira a no perder la capacidad de asombro. Cuando estábamos convencidos que este año no habría una película peor que Un viaje en el tiempo, de Disney, los estudios Fox le quitan por knock-out la corona de la mediocridad al ratón Mickey con esta bazofia soporífera que es Mentes poderosas. Por lejos, uno de los más grandes despliegues de pereza creativa que vi en los últimos años. La historia está basada en una saga de libros para adolescentes escrita por Alexandra Bracken, quien plagió de manera burda numerosas obras populares. Otra propuesta que se colgó del éxito de Los juegos del hambre para desarrollar una trillada serie con adolescentes “especiales” que se rebelan ante un régimen autoritario en un futuro distópico. Todos los clichés obvios que se te puedan ocurrir en esta temática, Mentes poderosas los incluye en su trama. Una protagonista insulsa con un origen aburrido que jamás llega a destacarse como heroína, el clásico triángulo amoroso donde los personajes se enamoran en dos minutos y un reparto secundario que reúne cada uno de los estereotipos posibles que se pueden concebir en el género. En Mentes poderosas tanto a la directora Jennifer Yu Nelson, como la creadora de esta historia en los libros, jamás se les cayó una idea original para hacer algo interesante con la trama que proponen. Toda la película es un collage obsceno de plagios a infinidades de franquicias populares. Desde los X-Men de Fox hasta los filmes para adolescentes con futuros distópicos que vimos en los últimos años e inclusive un momento clásico de Superman 2. Salvo por la breve participación de Mandy Moore, la única artista decente del reparto, el resto de las figuras principales son horribles y no logran ser convincentes en sus roles. En parte por la ausencia de química que tienen entre sí. La directora Nelson, que viene del campo de la animación donde trabajó muchos años para Dreamworks, plantea una narración aburrida con paupérrimas situaciones de suspenso y lamentables secuencias de acción que no contribuyen a levantar un guión mediocre. A esta producción tampoco la ayudó la presencia de una heroína sin carisma que no hace nada interesante, más allá de tener largas conversaciones intrascendentes con otros personajes. Por otra parte, al igual que ocurrió con Un viaje en el tiempo, la narración de la historia está plagada de canciones pop terribles que no compatibilizan en absoluto con las imágenes que se muestran en la pantalla. Hace unos años Fox ya había clonado a los X- Men en Push (2009) que parece una obra maestra comparada con este desastre, que no deja de revelar el enorme desgaste que tiene este subgénero. Mentes poderosas es realmente una película malísima y no vale la pena.
Mentes poderosas es, sin duda alguna, una de las peores películas que he visto en 2018, y tal vez en los últimos tiempos. Se encuentra agarrada del último hilo que queda de las películas adolescentes situadas en un futuro distópico, que tuvieron buenos exponentes como la saga The Hunger games, y desastres como la última Maze Runner. Aquí no hay virtud alguna, en ningún campo. Ni en la puesta, ni en las actuaciones, ni mucho menos en el desastroso guión. La película me pareció tan mala que siento que no le puedo hacer justicia con lo que escribo. Nos encontramos con monólogos tras monólogos, empastados en secuencias sin razón de ser, con personajes sin motivaciones claras, con vínculos cero creíbles y, lo peor de todo, nos damos cuenta de que es un robo a mano armada a otras producciones, tanto audiovisuales como comics. No sé cómo será el libro homónimo de Alexandra Bracken publicado en 2012, ni sus ¡cinco! secuelas, pero lo que se puede ver en pantalla es un choreo a: X-Men, Héroes (serie de TV), Los Juegos del hambre (y sus derivados), e incluso Superman II (1980), versión de Richard Lester. Queda claro que la directora Jennifer Yuh Nelson, quien viene del palo de la animación y estuvo a cargo de las dos secuelas de Kung Fu Panda, no pudo hacer ni la más mínima magia con semejante material. Amén de eso, tampoco hay ninguna idea cinematográfica clara para el tipo de historia, porque se quiere narrar algo supuestamente épico, pero se usan casi todos primeros planos y/o planos cortos, para saltar luego a grandes planos generales. Otra cosa que no pega con nada es la música, a cada rato suena un tema pop que no se asocia ni un poco con las imágenes. En cuanto al elenco, qué decir de ellos... Más allá de los roles muy secundarios (casi cameos) de Mandy Moore y Gwendoline Christie, los protagonistas principales son la nada misma. No creo que dé para matarlos, no es su culpa, tenían todo en su contra. De hecho, Amandla Stenberg, quien es la protagonista, hizo un laburo bastante digno en Everything, everything (2017), pero aquí no se trasladó eso. Resumiendo, Mentes peligrosas es un sinsentido en el cine. Tal vez los libros que conforman la saga son otra cosa, y puede ser que los fans encuentren algo aquí, pero serán la excepción. La película es categóricamente mala.
Súper poderes… predecibles. Nos encontramos ante una nueva transposición de una novela enfocada a un público adolescente -en este caso una trilogía- a la pantalla grande. Hablamos precisamente de The Darkest Minds, escrita por Alexandra Bracken. Sumamos a este combo la intervención de Shawn Levy, uno de los productores de la serie de culto Stranger Things, y se plantea una conjunción que promete ser interesante. La historia se sitúa un futuro distópico no muy lejano, momento en que un virus mortal extingue al 98% de los niños del planeta. Solo sobrevive un grupo que ha desarrollado poderes como la telekinesis, que puede manipular electricidad, adquirir una súper inteligencia, o en el peor (y mejor) de los casos controlar mentes. Por este motivo, y por gran temor, el gobierno decide intervenir encerrando a estos niños a una suerte de campos de “rehabilitación”, donde son clasificados por colores y nivel de peligrosidad. Ruby (Amandla Stenberg) es la protagonista de este relato, que tras estar años confinada a un encierro tiránico, decide escapar. Por cuestiones del azar se unirá a un grupo de jóvenes fugitivos con sus mismas condiciones: Liam (Harris Dickinson), Chubs (Skylan Brooks), y la pequeña Zu (Miya Cech). El grupo súper especial, establecerá una especie de vínculo fraternal (historia de amor incluida), tratando de sobrevivir al caos social imperante. ¿Los juegos de hambre? ¿La saga Divergente? Si, más allá que coincide su protagonista, Mentes Poderosas tiene el mismo código genético de estas sagas, por eso larga un cierto tufillo a fórmula repetida. Sociedad distópica, adolescentes que implican una amenaza latente, una pizca de súper poderes… y voilá. Pero la propuesta simplemente no funciona: la acción es algo descabellada; se plantean varias líneas narrativas, de entrada, de forma torpe y apresurada; no hay espacio para generar empatía con los personajes; y por momentos es anticlimática. Vale rescatar la actuación de los jóvenes, que ante este tsunami de variaciones rítmicas y temáticas, demuestran tener química en pantalla. Una primera entrega que no aporta nada novedoso al género y suaviza el flanco dark, llevándolo al terreno del drama. Sin dudas falta una dosis de audacia para que la rebelión juvenil que se plantea la cinta se ponga en marcha.
La ciencia ficción, las distopías donde los adolescentes y niños son los protagonistas y víctimas son seguidas con interés. Pensemos en el éxito de “Strangers Things” o las sagas con tantos seguidores como “Los juegos del hambre” o “Maze Runners”. Aquí es seguro que también nace una saga. Un tiempo en que la mayoría de los niños de EEUU muere al llegar a los 10 años y los pocos que sobreviven adquieren o rebelan poderes especiales. Chicos que son llevados a supuestos lugares de cura, donde según sus dotes los califican con colores y donde les espera un destino del que mejor es huir. Como lo hace la protagonista que se une a un grupo de chicos fugitivos que persiguen un paraíso, una verdadera utopía. La película dirigida por Jennifer Yuh Nelson (que viene de los éxitos en animación como Kung Fu Panda), con guión de Chad Hodge, basada en las novelas de Alexandra Bracken (un best seller, claro) es muy efectiva en las escenas de acción y en la demostración de los superpoderes pero cuando llegan los momentos románticos se ven forzados, obvios y alargados sin razón aparente. Insertados por mandato comercial. Una mezcla que resiente algunas buenas ideas pero que seguramente están destinadas a un público preadolescente. Lo demás tiene tensión, elenco, buenos efectos y aunque se adivinen conclusiones, resulta entretenida. Siempre el mundo adulto aparece como el enemigo que sacrifica y utiliza a la generación de los jóvenes. Una constante histórica.
Fugas y romances Es cierto que el cine escribe su suerte en la pantalla, pero da la sensación que de todas las películas que podrían haberse de- sarrollado sobre la base de Mentes poderosas, las cabezas creativas eligieron la menos interesante y riesgosa, la más segura y trillada. El de la surcoreana radicada en Estados Unidos Jennifer Yuh Nelson –directora de las últimas dos Kung Fu Panda– es uno de esos films que quiere abarcar mucho pero termina apretando poco, síntoma inequívoco de su carácter introductorio a un universo que, en caso de los números de taquilla respondan, podría expandirse por un buen rato. Esto porque se trata de la adaptación del primer libro de la saga Darkest Minds, escrita por Alexandra Bracken y que hace un par de días sumó su ¡sexto! título al hemisferio norte. Ese origen literario es indisimulable por varios motivos… y ninguno bueno. El primero es que tropieza con la misma piedra que nueve de cada diez adaptaciones de libros pensados para lo que los norteamericanos llaman Young Adult (jóvenes adultos): incluir una historia romántica a como dé lugar, incluso en un contexto donde todos los agonistas son buscados por el gobierno para exterminarlos. Sin padres, sin casa, sin futuro, sin saber cómo ni por qué pasó lo que pasó y con medio ejército detrás, Ruby (Amandla Stenberg) y Liam (Harris Dickinson) pasan unas horas juntos, se salvan mutuamente y por supuesto se enamoran. Antes hay una larga secuencia introductoria que plantea las coordenadas de este relato en particular y de la saga en general. Seis años atrás, algo ocurrió y mató de muerte súbita al 98 por ciento de los chicos del mundo. Que no se sepa muy bien qué pasó es un enigma que la película mantiene irresuelto porque a) los guionistas se olvidaron ese pequeño detalle o b) porque se develará en alguna(s) próxima(s) entrega(s). La cuestión es que los pocos que sobrevivieron lo hicieron gracias a las virtudes mentales del título. Reclutados con violencia por el gobierno (un fusilamiento de chicos de espaldas es la única incorrección política que se permite el film), los sobrevivientes son aislados en campos de concentración y divididos según el alcance de sus poderes. Los más “débiles” son los verdes, que son muy inteligentes pero no representan peligro. El problema son los rojos y naranjas, a quienes hay que eliminar porque, por lo que se ve, pueden hacer cualquier cosa, desde mover objetos con la mente hasta manipular pensamientos ajenos. A este último grupo pertenece Ruby, que escapa y vuelve a escapar. Y las cosas se complican todavía más. Escapes y complicaciones: a eso se reduce Mentes poderosas, una película que prefiere la peripecia antes que el desarrollo, el movimiento gratuito en lugar del desplazamiento articulado y coherente de los personajes.
Este film se encuentra dirigido por Jennifer Yuh Nelson (Kung Fu Panda 2 y 3) la trama consiste en mostrar a varios jóvenes con poderes especiales que para el gobierno configuran una amenaza por lo tanto los incomunican y los clasifican por colores identificando el grado de peligro a partir de colores: los azules pueden mover cosas con la mente, verdes son inteligentes, amarillos dominan una fuerte energía eléctrica, naranja puede dominar la mente, uno de los niveles de mayor riesgo y rojo pueden destruirlo todo. Adolescentes y niños son enviados a un campamento especial, están prisioneros y una de las protagonistas Ruby Daly que tiene 16 años es naranja, sufre maltratos y un día decide huir junto a tres jóvenes Liam (Harris Dickinson) es azul, Chubs (Skylan Brooks) es verde y Zu (Miya Cech) es amarillo, a partir de ese momento varios los persiguen entre ellos la cazadora Lady Jane (Gwendoline Christie), pero la ayuda va a provenir de la doctora Cate (Mandy Moore), quien entiende a Ruby. El film tiene un ritmo ágil y dinámico, hay tensión, misterio, acción, se encuentra llena de efectos especiales, buenos escenarios exteriores, una estupenda fotografía, el espectador sigue atento para conocer las habilidades de cada uno de los protagonistas pero no tarda en transformarse en un argumento que se vuelve predecible, trillado y la propuesta no resulta nada original. Ideal para un público adolescente que busque este tipo de historias, esta es la primera de la trilogía.
Crítica emitida en radio. Escuchar en link.
La directora Jennifer Yuh Nelson y el guionista Chad Hodge traen a la pantalla grande Mentes poderosas, un thriller distópico basado en la trilogía homónima de Alexandra Bracken. La historia se centra en un futuro distópico en donde el 98% de la población infantil murió a raíz de una peculiar enfermedad. Aquel 2% restante desarrolló extrañas habilidades, por lo que representan una amenaza para el Gobierno. Estos sobrevivientes fueron capturados y encarcelados en un campo. Allí los dividen por colores dependiendo de sus poderes: los azules mueven objetos con la mente, los verdes son superinteligentes, los amarillos manipulan la electricidad. También están los rojos, quienes lanzan fuego, y los naranjas, quienes pueden controlar a las personas con la mente. Estos últimos son aniquilados inmediatamente debido al peligro que significan. En ese campamento se encuentra Ruby (Amandla Stenberg), una joven “naranja” de 16 años que logró sobrevivir seis años en aquel lugar convenciendo a la gente de que es verde. Gracias a la ayuda de una médica llamada Cate (Mandy Moore), la protagonista logra escapar del campamento. A pesar de esto, Ruby tampoco confía en esta doctora por lo que también huye de su lado. En el camino se encuentra con tres adolescentes: Liam (Harris Dickinson), un joven capaz de mover objetos con su mente; Smarty Chubs (Skylan Brooks), un chico superinteligente y Hay Zu (Miya Cech), una chica capaz de manipular la electricidad. Mentes poderosas podría haber funcionado hace varios años atrás, pero en la actualidad su fórmula es figurita repetida. Futuros distópicos donde las personas son separadas en grupos, jóvenes con habilidades especiales que deben luchar por sobrevivir… Todo parece ser una copia de películas como Los juegos del hambre, Divergente y Maze Runner. Hasta se le pueden encontrar similitudes con Harry Potter y con los X-Men. La película tampoco evita caer en el tópico de la protagonista diferente al resto que, gracias a su poder, es la única con capacidad para vencer al villano. A esta altura parece estar de más aclarar que Mentes poderosas también peca de cumplir con el típico romance entre la heroína y el “galán del grupo”. Ruby y Liam se enamoran pese a que rara vez evocan una profunda intimidad emocional en la pantalla. Debido a todos los lugares comunes en los que incurre la película, Mentes poderosas se convierte en una historia con algunos giros argumentales bastantes predecibles. En todo momento es fácil adivinar qué es lo que va a ocurrir y hacia dónde se encamina la trama. Ni siquiera genera un mínimo de sorpresa cuando se devela quién es el verdadero villano. El film termina volviéndose una historia más del montón que no aporta nada nuevo a las tramas juveniles de los últimos años. Otro de los problemas de Mentes poderosas es la cantidad de preguntas que deja sin contestar. ¿Qué es de la vida de todos los adultos?, ¿Aceptaron cómo si nada que las autoridades los separen de sus hijos y que, en algunos casos, estos sean ejecutados?, ¿Por qué los sobrevivientes desarrollan poderes especiales? La trama sólo se centra en Ruby y su nuevo grupo de amigos, pero deja decenas de cosas inconclusas.
Reseña publicada en edición impresa.
Si Mentes poderosas hubiese estrenado hace una década quizá sería otro el cantar, pero todo indica que este intento por iniciar una nueva saga juvenil no resultará como esperaban. La película basada en la novela de Alexandra Bracken tiene un poco de todas las franquicias distópicas para jóvenes que vieron la luz en los últimos años, la mayoría de ellas muy logradas (Los juegos del hambre, Divergente, Mazze Runner). Pero lejos de aportar algo a lo que ya se vio sobre este subgénero, el filme resulta tan poco original como predecible. Una enfermedad mata al 98 por ciento de los niños y los que consiguen vivir desarrollan superpoderes. El estado se ve amenazado por este nuevo orden y decide encerrarlos, pero algunos logran escapar y forman un grupo para vivir al margen del sistema. La película recae en el personaje de Amandla Stenberg, Ruby, y en su partener amoroso Liam, interpretado por Harris Dickinson (Beach Rats. se puede ver en Netflix; Trust, disponible en Flow). El actor, que viene en ascenso y del que seguro escucharemos hablar en los próximos años, es de lo mejor de la cinta. Con pocos momentos de acción para destacar, la película comienza con una persecución de autos que deja mucho que desear. Quizá la única secuencia que se puede destacar en este sentido es una que tiene lugar en un campo donde se refugian los chicos, con una especie de soldados que tiran fuego por la boca. De a ratos, el filme coquetea con cierta oscuridad y se anima a escenas de violencia que en general están bien resueltas, pero al final se inclina por desarrollar la historia de amor entre los protagonistas, un romance que a pesar del buen trabajo de los actores no logra emocionar en ningún momento. Mentes poderosas es una película convencional y no termina de ser del todo entretenida. La trama avanza con torpeza y pretende contar mucho en poco tiempo. Para cuando llega el final, la intención de dejar abierta la posibilidad a una segunda parte es tan evidente que queda la sensación de que prendieron las luces en el cine antes del final de la película. Pero no.
MUTANTES Y ORGULLOSOS. AH, NO, PARÁ Estas historias young adult están un poco demodé. Creíamos que ya no quedaban novelas young adult distópicas para llevar al cine, pero nos equivocamos. “Mentes Poderosas” (The Darkest Minds, 2018), basada en la historia homónima de Alexandra Bracken publicada en 2012, nos muestra un futuro alterno donde una extraña enfermedad (IAAN - Idiopathic Adolescent Acute Neurodegeneration-) comenzó a diezmar a la población infantil y juvenil de los Estados Unidos. Sólo el 2% logró sobrevivir, pero desarrolló diferentes habilidades que pusieron en alerta a las autoridades. Los chicos que presentan síntomas son separados inmediatamente de sus familias y enviados a campamentos especiales donde son “catalogados” de acuerdo al grado de complejidad (y peligrosidad) de sus poderes: verdes, azules, dorados, rojos y naranjas. Ruby Daly acaba de cumplir los diez años, está asustada, pero sigue viva y sana… hasta la mañana siguiente, cuando se manifiestan sus habilidades y mamá Molly llama a la policía. En Thurmond, el famoso “campo de rehabilitación”, Ruby descubre que es una “Naranja” y que la mayoría de su clase, junto con los Rojos, son exterminados inmediatamente. La chica logra zafar del poco auspicioso final y hacerse pasar por Verde. Seis años después, no hay cura a la vista y los chicos siguen encerrados. Cada tanto se les hacen pruebas para determinar si están dentro de los parámetros y no representan ninguna amenaza, y es ahí donde el futuro de Ruby (Amandla Stenberg) se vuelve a poner peligroso. Por suerte, tiene una aliada que intuye la verdad, la doctora Cate Connor (Mandy Moore), que la ayuda a escapar de las instalaciones y le promete un poquito de protección como miembro de la LIGA, una organización de rebeldes que se oponen a los métodos del gobierno. Todo lo que Ruby quiere es volver a casa, y sin saber en quién confiar, decide huir del ala protectora de Connor y unirse a un grupo de adolescentes que también huyen de los cazadores de recompensas dedicados a perseguir y recolectar a los pequeños fugitivos. Al principio, hay un poco de desconfianza, pero Ruby termina haciendo buenas migas con la pequeña Zu (Miya Cech), Chubs (Skylan Brooks) y Liam (Harris Dickinson), un joven héroe que supo rescatar a varios de sus amigos de los campos y, claro, conecta con ella casi de inmediato. La idea es encontrar una comunidad donde se refugian todos los niñitos fugitivos. Hasta ahí se dirige el grupo, encontrando un montón de peligro por el camino. A diferencia de muchas de sus congéneres con fuertes protagonistas femeninas como “Los Juegos del Hambre” (The Hunger Games) o la saga “Divergente” (Divergent), “Mentes Poderosas” hace demasiado hincapié en la fugaz relación romanticona que se establece entre los personajes principales y se olvida del contexto, convirtiéndose en una historia bastante genérica y aburrida. Jennifer Yuh Nelson, directora más acostumbrada a películas animadas como “Kung Fu Panda 2” y “Kung Fu Panda 3”, hace lo que puede con el insípido guión de Chad Hodge “Wayward Pines”), que se olvida que esta es una película de acción y ciencia ficción protagonizada por chicos con “poderes”. Sí, tenemos muchas persecuciones, algunos efectos baratos, unos malos re malos (militares, obvio) y a Gwendoline Christie (nuestra querida Brienne) interpretando otro papel para el olvido, como la caza recompensas “Lady Jane” (ni Phasma se animó a tanto). El problema principal reside en los jóvenes protagonistas, un grupo de actores sin carisma encabezados por Stenberg, que ya nos había aburrido de lo lindo en “Todo, Todo” (Everything, Everything, 2017). Tenías más onda como Rue, Amandla. Lástima que los chicos crezcan y pierdan un poquito (bastante) la gracia. Y, una vez más, la historia, que no se explaya mucho que digamos. No sabemos las causas de la pandemia o por qué los chicos sobrevivientes desarrollaron poderes. No entendemos dónde están los padres y por qué no hacen algo para recuperar a sus hijos, ya que no es posible que todos sean unos HdeP desalmados que prefieren verlos encerrados en campos de concentración sufriendo penurias, ¿o sí? Se supone que están ahí mientras el gobierno busca una cura y miente descaradamente en el noticiero de las cinco; pero Nelson sólo nos muestra las ciudades vacías y los chicos a la fuga, sin adultos a la vista más allá de que la enfermedad ni los afectó a ellos. El gran desacierto de “Mentes Peligrosas” es que es un relato muy agarrado de los pelos, demasiado enfocado en la “relación romántica” de la parejita protagonista y muy poco en Ruby como la adolescente más poderosa, y la única que puede hacerle frente a cualquier amenaza que venga. Los realizadores cometen el error de concentrarse en el futuro de la franquicia y lo que pueda pasar en posibles secuelas –claro que Bracken escribió toda una saga de novelas- recargando la película de “misterios” e “incógnitas”, dejando una trama abierta con la esperanza de seguir acumulando episodios. Algo poco probable, ya que no hay nada llamativo en esta entrega como para continuar avanzando, y si algo demostró el género últimamente (el fracaso de la misma saga “Divergente” o “Maze Runner”) es que al público adolescente (o el que fue creciendo con este tipo de literatura) ya no le atraen estas historias de nicho que se repiten desde sus tropos y argumentos un tanto calcados. “Mentes Peligrosas” podría confundirse con una muy mala adaptación de los X-Men, pero ni siquiera llega a eso con una inversión mínima, un guión desprolijo y actuaciones para el olvido. Quizás nos estamos poniendo grandes para estas cosas, pero preferimos la vuelta de Katniss antes de seguir sufriendo nuevas historias distópicas con adolescentes en peligro. LO MEJOR: - la banda sonora seguro es un hit en Spotify. - Que uno se emociona esperando la palabra “mutante” a lo largo de la película. LO PEOR: - Una trama que, en realidad, no cuenta nada. - Sus personajes insípidos. - Que tiene más romance que acción, devuélvanme mi dinero.
MODELO REPETIDO E INEFECTIVO Con el furor por la saga de Harry Potter, pero principalmente con los sucesos de franquicias como Crepúsculo y Los Juegos del Hambre, en Hollywood se disparó una fiebre de adaptaciones de propiedades literarias destinadas al público caratulado como “joven adulto”. De hecho, también comenzaron a proliferar series de libros que ya estaban pensadas claramente para eventualmente saltar al cine, en un proceso de retroalimentación que por ahora no se detiene, aunque exhiba unos cuantos límites: es que por cada éxito (moderado) como Maze runner, hay fracasos en toda regla como La quinta ola. La maquinaria no se detiene y Mentes poderosas viene a ratificarlo, aunque en el peor sentido. La acumulación ya lleva a que prevalezca la sensación de estar siempre viendo la misma película, una y otra vez, con algún tipo de planteo sociológico de tipo distópico; organizaciones malignas o bondadosas, pero siempre con nombres muy explícitos; jóvenes perseguidos pero destinados a romper con lo establecido a través de procesos seudo-revolucionarios; y estructuras episódicas y definitivamente desparejas, donde se detectan demasiados pasajes de relleno. En este caso, tenemos una especie de epidemia que mata a la mayoría de los niños, aunque una minoría sobrevive adquiriendo distintos poderes, que van desde la súper inteligencia hasta el manejo de electricidad, pasando por habilidades definitivamente letales. Hay una sociedad que pasa a mirar a los niños con temor; un gobierno que ejerce el control y la opresión a través de clásicos campos de concentración; y claro, la protagonista (Amandla Stenberg, quien ya venía de la espantosa Todo, todo) que tiene poderes mentales, escapa de uno de esos campos gubernamentales y emprende una huida que la terminará llevando a cruzarse con un grupo de amigos, conocer el amor, quedar en el radar de organizaciones con misteriosos intereses y chocar con su destino heroico. Y si ya todo esto suena a una mezcla un tanto forzada de X-Men, Maze runner y hasta Harry Potter en clave pandémica, la ejecución no es precisamente auspiciosa. Y es una pena, porque la directora Jennifer Yuh Nelson había demostrado en Kung Fu Panda 2 y 3 que podía hilvanar historias vibrantes y a la vez sensibles, donde el color y el movimiento juegan roles fundamentales; y el productor Shawn Levy contaba entre sus antecedentes con la gran serie que es Stranger things y la trilogía de Una noche en el museo. Pero en Mentes poderosas solo hay un relato impersonal, calculado al extremo pero aún así plagado de agujeros en el argumento –toda la parte de la supervivencia y el escape del campo de concentración es absolutamente inverosímil- y una constante sobreexplicación de todo lo que va sucediendo. El film termina siendo una ilustración a reglamento del material literario, con personajes sin recorridos consistentes, una puesta en escena chata (es llamativa la carencia de fisicidad y vértigo en las escenas de acción) y giros muy previsibles, que dejan demasiado en evidencia la intención de darle el puntapié inicial a una franquicia. Sin embargo, hasta el propio estudio Fox se dio cuenta de las carencias de la película, a la que le soltó la mano a la hora de su lanzamiento. Mentes poderosas parece destinada al fracaso y eso no deja de ser una buena noticia, aunque difícilmente Hollywood deje de producir estas películas en piloto automático.
Los diferentes “Mentes Poderosas” (The Darkest Minds, 2018) es una película de ciencia ficción dirigida por Jennifer Yuh Nelson y escrita por Chad Hodge. Basada en la novela distópica homónima de Alexandra Bracken, el reparto incluye a Amandla Stenberg (Todo, Todo), Harris Dickinson, Skylan Brooks, Miya Cech, Patrick Gibson (The OA), Mandy Moore (A Walk To Remember), Gwendoline Christie (Brienne en Game Of Thrones), Bradley Whitford, Mark O’Brien, entre otros. Debido a una pandemia, el 98% de los chicos y adolescentes mueren repentinamente. Ruby Daly (Amandla Stenberg) es una de los sobrevivientes y, como los demás que siguen con vida, posee habilidades especiales. En su caso, su poder implica controlar mentes y ver el pasado con un simple roce físico hacia la otra persona. Cuando hace uso de su poder, que aún no sabe manejar muy bien, sus pupilas se vuelven naranjas. Al gobierno no le preocupan todos los jóvenes que murieron, sino que teme a los que continúan vivos; por eso, los chicos son enviados a un campo donde el objetivo es eliminar a cualquiera que tenga pupilas rojas o naranjas, ya que éstos son considerados los más letales. Con la ayuda de la doctora Cate (Mandy Moore), Ruby escapará de allí y tendrá que decidir en quién confiar. Luego de ver “Mentes Poderosas” a uno no le queda más que preguntarse por qué las películas dirigidas a un público joven adulto decayeron de esta manera. Ya vimos que adaptar libros juveniles podía generar buenos filmes, tal es el caso de la admirable saga de “Los Juegos del Hambre” o las primeras partes de “Divergente” y “Maze Runner”. En esas cintas no era necesario leer el material original para embarcarse en la historia, además de que los personajes estaban bien desarrollados así como el mundo creado. Esta nueva producción parece ser una mezcla de situaciones y mensajes que ya vimos hace poco tiempo. Los jóvenes son divididos por colores de acuerdo a sus dones: están los verdes que tienen una inteligencia suprema, los azules que desarrollaron telequinesis, los amarillos que pueden controlar la electricidad, los rojos que expulsan fuego por sus bocas y, en la cima de la pirámide, los naranjas que se pueden meter dentro de la mente de otro. Luego tenemos a una cazarrecompensas para meter un poco de acción con una persecución de vehículos, así como un presidente muy malo y una organización llamada “La Liga”, en la cual nunca se llega a dilucidar si sus intenciones son del todo buenas. En cuanto a las actuaciones, también terminan decepcionando porque los personajes no tienen una profundidad que permita conectar con ellos. Amandla Stenberg logró enternecernos con su papel de Rue en “Los Juegos del Hambre”, sin embargo aquí el guión no la ayuda para nada, logrando que los momentos que pretenden ser emotivos causen gracia y cuando se hacen chistes, la risa no llegue. La relación de la protagonista con Liam (Harris Dickinson, actor que se nota demasiado que sólo fue elegido para el rol por ser atractivo) desde el minuto uno es demasiado forzada, haciendo que todo sea cero creíble y extra cursi. Para colmo, los efectos especiales lucen muy falsos, la música está mal distribuida y, lo que es peor, la estructura narrativa no está bien construida. Ruby toma decisiones estúpidas o se pierde tiempo en escenas del grupo divirtiéndose en un shopping, cuando deberían estar preocupándose por su destino. La película no deja pensar al espectador por sí mismo, sirviendo todo en bandeja para que la moraleja del “ser diferente está bien y no hay que avergonzarse” quede clarísima. “Mentes Poderosas” solo consigue que extrañemos las películas que se hacían antes para adolescentes. Su desenlace queda abierto para una segunda entrega… si la hacen, ojalá que todos los errores de ésta sean enmendados.
Si bien hay apenas pocos años de diferencia, The Darkest Minds se siente como una película de otra época. Una que llegó tarde al boom de las adaptaciones de series literarias para jóvenes adultos, que hace menos de un lustro eran codiciadas como el oro por los estudios y que ahora ni siquiera se las escucha nombrar. Por cada Harry Potter, The Hunger Games o Twilight que brilló en la taquilla mundial, hay decenas de franquicias truncas que no pasaron de la primera entrega o que arañaron apenas lo suficiente como para justificar una segunda. No es que el sub-género esté definitivamente muerto. Este es un ejemplo que demuestra que estas transposiciones seguirán haciéndose, seguro que con menos voracidad que antes. Algo que ya se avizoraba con los moderados éxitos de The Maze Runner –decreciente en su recaudación con cada entrega pero que completó su trilogía- o la abandonada Divergent, que ardió un poco y se consumió con rapidez, alimentada por la ambición de un estudio que ahora no resuelve cómo terminarla. Y la mención a esta última no es casual, ya que The Darkest Minds toma algunas páginas prestadas de su libro.
No terminamos de entender qué pasó en todos estos años. Separemos las cosas: Siglo XXI y el cine apuntado para adolescentes, pero con contenido profundo y analítico sobre los medios de comunicación, el totalitarismo y la intolerancia a favor de la máquina de hacer rating: Eso es la saga completa de “Los juegos del hambre” (de 2012 a 2016). Todo se dijo ahí. No había más nada hasta que éste año se estrenó “Ready Player One” (Steven Spielberg), que le agrega a esa saga la alienación a un mundo virtual contado en forma de aventura inteligente. Las insinuaciones de los trípticos Maze Runner y Divergente se quedaron en eso. Insinuaciones que podrían haber aportado algo más si no fuese por el facilismo literario en el cual incurren. Si entramos en un hibrido como “Soy el número 4” (D.J. Caruso, 2011) o algunas series de moda sobre supuestos súper héroes (o gente con poderes, mejor dicho) tal vez nos podamos acercar mejor a un estreno como “Mentes poderosas”. Un espanto por donde se lo mire pero claro, basado en un best seller de Alexandra Bracken que junto con otros autores se inscriben en el género “lunfardo para la generación del WhatsApp”. Una secuencia inicial narrada por Ruby (Amandla Stenberg), la protagonista, nos pone en situación. Los chicos de repente adquirieron poderes que el gobierno decidió clasificar en pibes inteligentes, pibes con poderes tele-kinésicos, otros que controlan la electricidad, y luego los que son más peligrosos. Todos divididos en colores como si fuese un jardín de infantes: Salita verde, celeste, amarillo, naranja y rojo. Esta pavada fenomenal está secundada por un mundo semi-apocalíptico en el cual el propio gobierno decide poner a los pibes en una especie de campo de concentración para hacer trabajos forzados. La escena de un milico acosando a la protagonista para que aprenda a pasar los cordones de una bota militar ya debería formar parte del museo del ridículo. Es preferente no seguir adelante con el resto por respeto a los desprevenidos que vayan al cine, aunque, realmente, revelar todo lo que pasa en la película en este caso se siente como un servicio a la comunidad porque la plata en la boletería no se devuelve. Ahondar en las interpretaciones sería cruel. ¿Qué proyecto de actor o actriz de 15 o 16 años no quisiera estar en esta producción? De ellos no es la culpa. “Mentes poderosas” es como ver X-Men con el presupuesto de “Odol pregunta”. Debe ser por eso que uno a la mitad de la proyección tiene ganas de gritar: ¡Volvé Cacho! No terminamos de entender qué pasó en todos estos años. Separemos las cosas: Siglo XXI y el cine apuntado para adolescentes, pero con contenido profundo y analítico sobre los medios de comunicación, el totalitarismo y la intolerancia a favor de la máquina de hacer rating: Eso es la saga completa de “Los juegos del hambre” (de 2012 a 2016). Todo se dijo ahí. No había más nada hasta que éste año se estrenó “Ready Player One” (Steven Spielberg), que le agrega a esa saga la alienación a un mundo virtual contado en forma de aventura inteligente. Las insinuaciones de los trípticos Maze Runner y Divergente se quedaron en eso. Insinuaciones que podrían haber aportado algo más si no fuese por el facilismo literario en el cual incurren. Si entramos en un hibrido como “Soy el número 4” (D.J. Caruso, 2011) o algunas series de moda sobre supuestos súper héroes (o gente con poderes, mejor dicho) tal vez nos podamos acercar mejor a un estreno como “Mentes poderosas”. Un espanto por donde se lo mire pero claro, basado en un best seller de Alexandra Bracken que junto con otros autores se inscriben en el género “lunfardo para la generación del WhatsApp”. Una secuencia inicial narrada por Ruby (Amandla Stenberg), la protagonista, nos pone en situación. Los chicos de repente adquirieron poderes que el gobierno decidió clasificar en pibes inteligentes, pibes con poderes tele-kinésicos, otros que controlan la electricidad, y luego los que son más peligrosos. Todos divididos en colores como si fuese un jardín de infantes: Salita verde, celeste, amarillo, naranja y rojo. Esta pavada fenomenal está secundada por un mundo semi-apocalíptico en el cual el propio gobierno decide poner a los pibes en una especie de campo de concentración para hacer trabajos forzados. La escena de un milico acosando a la protagonista para que aprenda a pasar los cordones de una bota militar ya debería formar parte del museo del ridículo. Es preferente no seguir adelante con el resto por respeto a los desprevenidos que vayan al cine, aunque, realmente, revelar todo lo que pasa en la película en este caso se siente como un servicio a la comunidad porque la plata en la boletería no se devuelve. Ahondar en las interpretaciones sería cruel. ¿Qué proyecto de actor o actriz de 15 o 16 años no quisiera estar en esta producción? De ellos no es la culpa. “Mentes poderosas” es como ver X-Men con el presupuesto de “Odol pregunta”. Debe ser por eso que uno a la mitad de la proyección tiene ganas de gritar: ¡Volvé Cacho!
Cayendo en lugares comunes todo el tiempo y a lo largo del relato, la historia se vuelve previsible. Hay mucho para mejorar y no solo basta con recurrir a los lugares comunes de otras adaptaciones que sí tuvieron éxito. Después de que en 2012 se estrenase la adaptación cinematográfica de The Hunger Games, el panorama para las historias de futuros distópicos se incrementó exponencialmente. Bajo los pilares fundamentales de las novelas young adult, fue que la escritora estadounidense Alexandra Bracken decidió escribir su propia historia. Con The Darkests Minds, la escritora creó un mundo en un futuro no muy lejano, donde el 98% de los niños mueren repentinamente por una enfermedad totalmente desconocida. Luego de esta tremenda epidemia que azota al mundo entero, se descubre que el 2% restante de la población infantil, ha sobrevivido debido a que esta desconocida enfermedad ha desarrollado en ellos diferentes superpoderes. El gobierno, teniendo en cuenta la gravedad e inestabilidad de la situación, decide reclutar de una forma no tan simpática a los niños del mundo y ubicarlos en diferentes campamentos, donde se les prohíbe usar sus habilidades y los hacen trabajar contra su voluntad. Es en ese entonces que la protagonista, Ruby Daly (Amandla Stenberg) decide revelarse contra la autoridad y escapar de estos campos donde dejan prisioneros a los jovencitos con poderes. En esta cruzada que encabezará Ruby, la adolescente de 16 años deberá afianzar una alianza con un grupo de jóvenes que también han escapado y se encuentran en la imperiosa búsqueda de un santuario de chicos con poderes para poder vivir en armonía. Teniendo en cuenta que la premisa de esta nueva saga de películas, tienen todos los elementos “necesarios” para que una historia young adult pueda ser llevada a la gran pantalla, lo primero que hay que decir es que a diferencia de otras sagas similares, esta no cuenta con un primer guión solido. A pesar de que la velocidad narrativa es sorprendentemente alta, esta velocidad no deja ver personalidades de los protagonistas y no se puede afianzar una relación entre el protagonista y el espectador. Para plantear un parámetro comparativo, en ningún momento se genera la empatía que sí se pudo ver con Katniss en Los juegos del hambre. Dentro de esta imperdonable falla, su velocidad hace que el primer acto pase rápido y por lo menos, no sea aburrida. Sin ser esto suficiente para la directora Jennifer Yuh Nelson y el guionista Chad Hodge, el desarrollo de los personajes es muy malo. Cayendo en lugares comunes todo el tiempo y a lo largo del relato, la historia se vuelve previsible. Generalmente, estas producciones suelen tener algún plot twist no muy pronunciado para sorprender al público, aunque este no es el caso y a medida que los personajes van apareciendo, su futuro puede verse desde casi su primer dialogo. Las actuaciones no ayudan para nada a dicha falta de contenido y es por eso que nadie se salva, solo Skylan Brook, quien debe encargarse de poner el toque cómico, necesario, en esta peli. Algo que sí hace bien la película es desarrollar de buena manera toda la parte de ciencia ficción. La descripción y diferencias de poderes está muy bien llevado a cabo y es muy fácil recordar la diferencia entre las distintas habilidades que los chicos tienen. Como sí se acertó en eso, claramente se falla a la hora de desarrollar el romance de la peli. Desde un primer momento cae pesado y obvio. Haciendo demasiado foco en el amor, por momentos se pierde de vista el peligro que corren nuestros protagonistas. Los efectos especiales no dan ningún tipo de salto de calidad y puede denominarse como de regular para abajo. Lo mismo pasa con la cinematografía y la puesta en escena, todo está hecho lo más simple posible y la hora de querer “romper” el molde, es un aspecto que deberá mejorar de cara a lo que viene. Posiblemente, una secuela sea inminente. Los más fanáticos de esta saga literaria, que son varios, se acercarán masivamente a las salas para ver a sus personajes favoritos en pantalla grande y con un sonido envolvente, pero para poder desarrollar la historia completa, quienes se encarguen de futuras producciones deberán tener en claro que hay mucho para mejorar y no solo basta con recurrir a los lugares comunes de otras adaptaciones que sí tuvieron éxito. Hay material y hay recursos.
Mentes Poderosas es una película que intenta subirse al tren de otras exitosas adaptaciones de novelas como Los juegos del hambre o Crepúsculo, destinadas a un nicho de lectores relativamente nuevo, los denominados YA (Young Adults). En este caso, se trata de una adaptación de la primera parte del best-seller de Alexandra Bracken, que tiene como protagonista a una chica de 16 años con poderes de control mental. Navegando entre la fantasía, la ciencia ficción apocalíptica, el romance y la acción pura, la película plantea un universo catastrófico en el cual el 98% de los niños y adolescentes han muerto a causa de una rara epidemia y los pocos sobrevivientes, que han adquirido extraños poderes físicos y psíquicos, son tratados como una amenaza por el gobierno, por lo que son recluidos en campos de concentración y clasificados por colores según el tipo de poder que poseen. Rubi (Amandla Stenberg) es una adolescente que ha pasado los últimos seis años de su vida en el campo, tiempo en el cual ha evitado dar alguna pista sobre su don adquirido para controlar las mentes ajenas y borrar los recuerdos de las personas. Esto se debe a que el gobierno ha dado la orden de eliminar a cualquier niño o joven que posea esta capacidad, por considerarlo una amenaza. Después de ser ayudada a escapar del campo por una reclutadora de un ejército de jóvenes que busca enfrentar al gobierno (La Liga de los Niños), Rubi decide desechar la oferta de unírseles y toma contacto con dos adolescentes y una niña que también huyen de las autoridades (Liam, un sensible adolescente que tiene el poder de mover objetos con la mente, Chubs, un joven que ha adquirido una inteligencia superior y Zu, una niña que manipula las corrientes eléctricas). La narración intenta reflejar el proceso por el cual Rubi toma conciencia de sus capacidades psíquicas y descubre que puede tener un rol decisivo en la lucha contra el enemigo, lo que finalmente la lleva a regresar con el ejército de jóvenes, convirtiéndose en líder de la Liga. Si el camino de esta carismática heroína resuena, por algunos instantes, en el espectador, es gracias a un puñado de escenas en las cuales la vemos interactuando con sus compañeros de andanzas: por un lado, la trama romántica de Rubi con Liam posee cierto interés, y por el otro, la buena química entre la protagonista y Chubs hacen que nos identifiquemos con su aventura. Paradójicamente, y en contra de la intención de la directora Jennifer Yuh (Kung Fu Panda) de llevar el relato hacia terrenos más bien oscuros, la película exhibe su mejor faceta cuando elude los enfrentamientos, persecuciones y demostraciones de poderes sobrenaturales, y se encarga de resaltar (electro-pop mediante) el costado más alegre y esperanzador de la historia. De esta manera, destacan momentos particulares, que funcionan más como videoclips que como partes orgánicas de un todo (recuerdo especialmente una escena en la que Rubi y sus amigos reviven un centro comercial abandonado gracias a los poderes eléctricos de Zu). A través de enfrentamientos y persecuciones en las que los distintos personajes demuestran sus poderes adquiridos, la película intenta, sin éxito, ocultar algunos problemas de guión (no queda clara la actitud que toman los padres cuando sus hijos son secuestrados por el gobierno) y unas caracterizaciones en extremo convencionales (especialmente en cuanto a los antagonistas), dejando inconclusa la posibilidad de una segunda y tercera entrega de la saga, que dependerá del veredicto de la audiencia.