Necrofobia, lo nuevo de Daniel de la Vega y el primer film nacional de terror en 3D, reafirma que el cine de género argentino está en su mejor momento. Necrofobia: f. Temor a la muerte o a los cadáveres. Dante es un sastre con serios problemas. Su hermano gemelo se suicidó hace algunas semanas, su mujer lo dejó y, para hacer las cosas peor, sufre de necrofobia. Pero todo esto es tan solo el inició de su pesadilla. Alguien está perpetrando una serie de asesinatos entre su circulo mas íntimo. Con la policía interviniendo, Dante queda en el ojo de la investigación. Todo apunta a que es el principal sospechoso, y mientras se cuestiona su sanidad mental, deberá tambien encontrar al verdadero asesino antes de que sea demasiado tarde. Sin dudas, un terrible momento para sufrir de una fobia tan particular. De Argentina con amor En Alta Peli veníamos esperando ver Necrofobia desde que nos enteramos de ella hace ya algunos meses. Mas específicamente cuando entrevistamos a Daniel de la Vega, su director, en vísperas del estreno de la brillante comedia negra Hermanos de Sangre. No les vamos a mentir. Teníamos nuestras reservas. Mas allá de que el cine de género nacional viene creciendo en número y calidad desde hace algunos años, esta era una apuesta fuerte y aun somos algo así como unos bebés de pecho en lo que a terror respecta. O eramos. Con Necrofobia me animaría a decir que entramos a las grandes ligas. Hay que ser justo y nombrar otros films como Malditos Sean! o La Memoria del Muerto (solo por nombrar algunos), films que comenzaron a pavimentar el camino para que nuestro cine tenga la seguridad de estrenar una cinta de horror puro, con actores de primera linea y en 3D, algo impensado hace unos 10 años. Necrofobia es algo así como el sueño húmedo de todo amante del terror. Tiene algo de cine slasher, tiene algo de giallo, tiene algo de terror gótico que remite a las películas de la factoría Hammer en los sesentas y setentas, tiene algo de David Lynch en Carretera Perdida e, incluso, guiños a obras menos conocidas, como la cinta española de horror y ciencia ficción Los Cronocrímenes (una favorita de quien escribe). Pero lejos de sentirse como una mera amalgama de sub-géneros y homenajes, Necrofobia usa todo a su favor. De la Vega crea un entorno onírico para contar esta historia, y a medida que Dante desciende más y más en su locura se va transformando de a poco en una pesadilla. Con una factura técnica impecable y una fotografía pocas veces explotada en nuestro cine, Necrofobia es pura atmósfera. El horror y la locura están presente en cada plano, con interesantes ideas desde lo visual y una acertada interpretación de Luis Machin (Destino Anunciado), nos pone fácilmente al borde de la butaca durante sus momentos mas perturbadores. El film también tiene un gran trabajo de producción, a la sobresaliente factura técnica ya mencionada se suma un diseño de vestuario inspirado y escenarios que se adecuan perfectamente a la historia y hasta la ayudan a encontrar su máximo potencial. Luis Machin se carga la película al hombro caminando sobre la cornisa de su sanidad mental, y con una actuación que va de menor a mayor tranquilamente podemos posicionarlo entre los personajes mas interesantes que se vieron dentro del cine de género nacional. Todo elenco secundario, encabezado Julieta Cardinali, Raul Taibo, Gerardo Romano y Vivana Saccone, hace un gran trabajo acompañando y entregando una necesaria cuota de cordura. Cuando vimos la película por primera vez allá en el lejano mes de Abril durante el BAFICI, no habíamos podido apreciarla a pleno. La banda sonora aun no había sido compuesta y por problemas técnicos la proyección no fue en 3D. Acompañada también de una pulida de post-producción, la versión de Necrofobia que llegará a las salas comerciales es sin lugar a dudas la mejor versión que podemos esperar. El apartado sonoro a cargo de una leyenda como lo es Claudio Simonetti (compositor de gente como Dario Argento, Ruggero Deodato y otros nombres importantes de la era de oro del cine de terror italiano) es una verdadera delicia. Enfatiza todavía más que estamos en presencia de un giallo y ayuda a crear climas de locura y desesperación. Por otro lado la tercera dimensión también resultó una grata sorpresa. La cinta se ve sumamente beneficiada por esta sobre todo en determinadas secuencias como las que trascurren en el cementerio, la morgue o la propia sastrería de Dante. De la Vega nunca utiliza ese ya viejo y aburrido recurso de arrojar cosas hacia la audiencia, en cambio la aprovecha para otorgarle una interesante profundidad de campo a ciertos planos muy bien compuestos. Conclusión Necrofobia es una carta de amor al terror. Es un thriller psicológico con altas cuotas de sangre que perturba y entretiene por igual. Gracias a un guión interesante y complejo, una factura técnica impecable y acertadas actuaciones, el nuevo film de Daniel de la Vega es una apuesta arriesgada, pero que tiene todo para ser un verdadero éxito. Por mi parte, no tengo dudas de que el cine de terror nacional se dividirá en un antes y un después de Necrofobia.
Mi gemelo esquizofrénico. A esta altura del partido podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el cine de género nacional se está abriendo camino de manera paulatina aunque persistente dentro de un mercado local todavía dominado por productos de raigambre televisiva y esas bazofias artys de siempre, apenas ecos automatizados de lo que fue el “nuevo cine argentino” de la década del 90. Recordemos que hablamos de una corriente muy valiosa que superó la afectación temática símil Europa y las deficiencias técnicas autóctonas, y que en la actualidad -paradójicamente- se transformó en un envase estilístico estándar que se parece cada vez más a ese enclave vetusto e insípido que se pretendió condenar de lleno al olvido. Por supuesto que en este cambio progresivo de paradigma tuvo mucho que ver la presión histórica de nuestros compatriotas espectadores y en especial el sinceramiento de un segmento de la crítica, ya hastiado de la misma cantinela ad infinitum. Otro factor central fue la actitud “más abierta” que ha demostrado el INCAA, que si bien continúa cediendo gran parte de la torta presupuestaria a bodrios insufribles ejecutados por los amigotes de la cúpula de turno, por lo menos últimamente han apoyado a un puñado de proyectos independientes, subsidios mediante. De esta tanda reciente, el representante más parejo y movilizador es Necrofobia (2013), film que participó en la edición de este año del BAFICI. De por sí resulta bastante extraño encontrar en la coyuntura contemporánea una película que funcione en tanto homenaje cariñoso a un período cinematográfico ya extinto y a la vez como obra específica que obedece a determinada configuración general. Si a ello le sumamos el “detalle” de que proviene de estas pampas, el mérito termina siendo doble. Ya desde la primera escena el realizador Daniel de la Vega deja en claro el pedigrí de la propuesta, con una secuencia en la que Dante (Luis Machín), un pobre sastre que padece el trastorno del título, se ve envuelto en una serie de situaciones relacionadas con la muerte de su hermano gemelo, ocasión perfecta para desencadenar esa masacre que todos esperamos. El director no disfraza su intención de redondear un giallo de trazos casi fundamentalistas, que toma prestadas tanto la visceralidad y el ocultismo desquiciado de Lucio Fulci como la estructura y el esteticismo minucioso de Dario Argento. La historia combina el devenir esquizofrénico de Maníaco (Maniac, 1980) de William Lustig y El Otro (The Other, 1972) de Robert Mulligan, y nos ofrece un cúmulo de asesinatos coloridos cuyo sospechoso primordial es el inefable protagonista. El diseño de producción, la música, la fotografía y el montaje están puestos al servicio de un elenco rebosante de nombres populares (aquí encontramos a Gerardo Romano, Raúl Taibo, Viviana Saccone, Julieta Cardinali, etc.). Ahora bien, así como sus principales virtudes pasan por su idiosincrasia y coherencia interna, Necrofobia también arrastra un preocupante déficit de elementos verdaderamente originales, circunstancia que se traduce en una mixtura eficiente aunque incapaz de construir sorpresas intra género. Con una ambientación similar a las adaptaciones de Roger Corman de Edgar Allan Poe y una vuelta de tuerca final a la David Lynch, el ambicioso opus de De la Vega puede resultar predecible pero es innegable que planta un mojón en el cine nacional en lo referido al camino concreto que deberían recorrer artistas y esbirros estatales para autolegitimar su accionar en función de films más interesantes que dignos…
La sastrería de los hermanos Samot. Necrofobia, la última película dirigida por Daniel de la Vega, es una historia de terror psicológico sobre la paranoia y el proceso de pérdida de la razón por parte de un hombre incapaz de enfrentar la desaparición de su hermano y el abandono de su mujer. Tras la muerte de su gemelo Tomás por una sobredosis de pastillas, Dante Samot, un encumbrado sastre cuya negocio se ha venido abajo, se sume en la demencia después de un episodio de pánico necrofóbico en el funeral, y comienza a sospechar de distintos personajes de su entorno cercano. En medio de una sastrería que supo ocupar una esquina en el microcentro de Buenos Aires, Necrofobia ofrece una metáfora sobre los cambios en la Argentina que condujeron a la ruina de una economía nacional que no supo reconvertirse a los tiempos del consumo masivo y/ o no pudo mantener su clientela suntuaria. Con una escenografía claustrofóbica de paredes derruidas y maniquíes descascarados, Dante -interpretado por un Luis Machín enajenado cuyas gesticulaciones y risas son el corolario de la locura misma- permite que la demencia avance alejándose de sus amigos y sumiéndose en sus elucubraciones lóbregas. El guión de Nicanor Loreti, Germán Val y Daniel de la Vega crea muy buenos climas de terror especialmente en el comienzo y en el final del film. El desarrollo de Necrofobia crea incógnitas que van confundiendo al espectador precipitando acciones que parecen incoherentes y conducen al protagonista a un enfrentamiento con sus propios demonios y con la locura que lo espera en cada rincón de la trastornada sastrería. La tecnología 3D no aporta demasiado a la estética del film, que por momentos elige introducir la confusión para ocultar la simpleza del guión. Sin embargo de a ratos, y especialmente en el final, logra generar un clima realmente escalofriante al incluir escenas gore que irrumpen dentro del terror psicológico general. Necrofobia no logra llegar a la altura de Hermanos de Sangre (2012), el film anterior de Daniel de la Vega, también escrito con Nicanor Loreti y Germán Val (y Martín Blousson), el cual ofrecía una extraordinaria historia de rechazo social, timidez y abuso que conducía a un baño de sangre absolutamente inesperado a partir de un guión fuera de control que a su vez prometía un nuevo tipo de cine nacional transgresor de los géneros. La propuesta actual es un buen film que prepara al espectador para esperar más de ese gore que cada tanto logra muy buenas obras, pero que todavía necesita jugar con otras fuentes y perderse en historias más complejas y profundas.
El terror es cosa seria, y Daniel de la Vega lo entiende rápido: unos pocos planos de Necrofobia muestran a un director maduro y que se aleja para bien de la autoconciencia burlona de Hermanos de sangre. La historia comienza cuando Dante, un sastre que vive en un caserón tenebroso en el centro de la ciudad, debe asistir al funeral de su hermano gemelo. La oscuridad del protagonista, su tendencia al encierro y sus trastornos hacen que Beatriz, su esposa, temiendo que Dante sufra un fin similar al del hermano, lo deje. Entonces, abatido y devorado por los celos, Dante recibe un misterioso llamado de alguien que le informa que Beatriz está reunida en un hotel con otro hombre. De ahí en más, la película se dedica a contar el deterioro mental y físico del personaje, compuesto por un espeluznante Luís Machín, capaz de despertar piedad y miedo a la vez. El terror de de la Vega es ampuloso, excesivo, está hecho de angulaciones imposibles, planos brutalmente cercanos y una atmósfera irrespirable; el 3D realza y acentúa el abismo de locura que se abre en la pantalla. El espanto que construye Necrofobia se nutre sin culpas de una buena parte de la historia del horror y de zonas lindantes a él, desde el terror clásico, pasando por las producciones de la Hammer hasta recalar incluso en las espirales de demencia de David Lynch (sobre todo del de Carretera perdida). Los rubros técnicos exhiben una terminación notable (la película incluso cuenta con la presencia de Claudio Simonetti, ex lider de la legendaria Goblin, a cargo de la banda de sonido) que separa decididamente a Necrofobia de otras producciones nacionales que se quedan en el homenaje y en la parodia amable del género.
Lo mejor que puede decirse de una película como "Necrofobia" de Daniel de la Vega es que no tiene nada que envidiarle a las películas en las que se inspira. Mientras que muchos eligen bordear lo satírico para hablar de terror nacional, mientras que el propio Darío Argento choca al querer emularse a sí mismo en Giallo y no le encuentra el rumbo al clasicismo en Drácula, de la Vega, disimuladamente, silbando bajito, logró una de terror “como las de antes”. Pero atención, que hacer un film clásico no quiere decir hacer algo tradicional y menos rutinario. Por el contrario, "Necrofobia" prescinde de los elementos regulares del género para adentrarse en una atmósfera propia, inusual, en donde cada plano, cada detalle cuenta, quizás más que el relato global. Dante (El camaleón Luís Machín, extraordinario como siempre) es un sastre con una fobia particular, o en verdad no tanto, le teme a la muerte, o más precisamente a los cadáveres. Cada vez que se siente cerca de uno, entra en un estado catatónico de alucinación que no puede controlar. Para colmo, de males, ya desde la secuencia pre-títulos, vemos que debe hacerle un traje para el velorio de su hermano gemelo… e imaginen lo que puede ocurrir cuando vea su propio rostro (o el de su hermano que en definitiva es el de él) siendo velado. Una alucinación que ya no tiene vuelta a atrás, la noción del tiempo, de la realidad y la ficción, de la continuidad lógica se pierde, todo se torna confuso mientras una serie de muertes se suceden a su alrededor. ¿Será realidad? ¿De qué modo está él implicado? El director pega un giro respecto a su anterior film, la comedia negra Hermanos de Sangre. Acá no hay lugar para la comedia; más cercano en clima a Death Knows Your Name, aunque más rigurosa y mucho más profesional. Necrofobia ama el giallo, aquel género tan propio de los italianos en las décadas del ’60 y el ’70, y más deformado en los ’80. Aquel que busca el alto impacto, que parece un policial recargado y de explotación. Todo eso tiene este tercer Opus de Daniel de la Vega, y hasta el 3D es utilizado en razón de eso, como una suerte de jugueteo de explotación. Algunas decisiones erráticas en el resto del elenco que incluye a Gerardo Romano, Viviana Saccone, Raúl Taibo y Julieta Cardinali, más algunas situaciones que no terminan de estallar, no permiten que Necrofobia sea todo lo que pudo ser; aunque definitivamente el saldo sea positivo. Párrafo aparte para la música incidental a cargo de Claudio Simonetti, mítico compositor del giallo, y particularmente de Darío Argento quien realiza un aporte fundamental para crear el ambiente buscado y necesario. Necrofobia es un film en serio, una de terror que prescinde de la lógica para basarse en la creación de sensaciones. Visceral a su manera, de alto impacto, como leer una edición de aquella revista Esto!, pero con muchísimo mayor rigor estético. De la Vega, nombre fundamental del “nuevo terror argentino” realiza aquí su obra definitiva, y así también, de la mano de los guionistas colaboradores Nicanor Loretti y Germán Vidal, crea la obra definitiva para un antes y un después en nuestra filmografía hemoglobínica.
Existen varias posibilidades a la hora de realizar una película de terror. La más fácil, quizás, sin ser realizador, es intentar una historia simple y lineal en la que algo o alguien persigue a una o varias personas con el objetivo de saciar su necesidad de matar o cumplir una venganza. Con estas características se han filmado cientos de miles de películas y ni siquiera hace falta nombrar ejemplos. Pero hay otra vertiente, una que intenta, de alguna manera, generar miedo y efecto a través del impacto de una historia, que puede bucear en la psicología de uno o varios personajes, y que, en la narración, termina por buscar una línea argumental profunda y afectada. Dentro de esta última rama del cine de terror se inscribe "Necrofobia" (Argentina, 2013), la nueva película del realizador Daniel de la Vega y que con el protagónico de Luis Machín, como dos hermanos gemelos (cualquier comparación con "Pacto de Amor" de Cronenberg no es casual) que a partir de la muerte de uno y del abandono por parte de la mujer del otro (Julieta Cardinali) el mundo comienza a transformarse y cambiar hacia un lugar inesperado. Dante (Machín), ve como su vida se vuelca hacia una inevitable e incómoda realidad en la que al no poder revertir la muerte de su hermano, se ve acorralado también al ser "dejado" por Beatriz (Cardinali) y no puede soportar su presente. Entre sospechas, y misteriosos y sugerentes llamados anónimos a su contestador y celular (porque si bien la tecnología está presente la referencia temporal es difusa), comenzará una búsqueda en la que nada ni nadie estará libre de ser objeto de su duda, y mucho menos él mismo. Pero todo se complejizará aún más cuando Clara, una investigadora (Viviana Saconne) y un amigo (Raúl Taibo), que funcionaran como la voz del raciocinio del protagonista, tan necesaria para devolver a Dante al mundo real muy a su pesar, obstaculizarán sus decisiones. Los cuidados climas y atmosferas diseñados para la oportunidad, como así también una cuidadosa puesta en escena, que se apoya en una efectiva banda sonora (de Claudio Simonetti) que refuerza el impacto de las imágenes en 3D (pese a que la película funciona sin el artificio), arman un film que apuesta al género en una búsqueda personal por lograr su identidad, y lo logra. De la Vega produce una película que introduce al espectador en la mente del protagonista, algo muy difícil y que escapa al trazo grueso con el que siempre se termina de plasmar este tipo de historias, haciéndolo dudar de todas las imágenes que se presentan y que a su vez van dejando indicios de la verdadera historia de los gemelos. “Necrofobia” funciona como un eterno loop de locura, en el que en la reiteración de espacios y situaciones logran profundizar sobre la psicología de los personajes, apelando a la reformulación de estereotipos del género negro (femme fatalle, mujer policía, psicólogo ayudante, etc.) y dotando de una impronta propia y autóctona a las caracterizaciones y acciones. Mención aparte merece la increíble y potente actuación de Machín, una desesperada montaña rusa de emociones que en la mueca sádica e irónica expresa tanto que invade y abruma, hasta el punto de no poder dejar de pensar en el filme sin él y su esfuerzo. Gran apuesta.
Pesadilla en lo profundo de la noche Con cortos como Sueño profundo (1997), La última cena (1999) y El martillo: Crónica de un mito (2003) y largos como La sombra de Jennifer (2004), La muerte conoce tu nombre (2007) y Hermanos de sangre (2012), Daniel de la Vega se convirtió en uno de los pioneros y referentes del saludable resurgimiento del cine de terror/fantástico en la Argentina. Por eso -y porque además venía con mucho hype antes de su estreno en el BAFICI- resultó decepcionante el resultado final de Necrofobia. La película es una combinación de elementos del giallo italiano, terror gótico, algo de Psicosis, toques a-lo David Lynch, esquemas remanidos con hermanos gemelos, juegos de espejos y estructura de doppelgänger. Y más: efectismo en la apuesta sonora (el golpe ampuloso que suena justo con el corte de montaje), clichés por todos lados (las campanadas y los relojes que se detienen a las 12, las palomas que sobrevuelan en los momentos “intensos”), la música grandilocuente y machacadora… Y así se podría continuar con la enumeración. Pero el problema más grave de Necrofobia es que su narración no convence. Un protagonista sobreactuado (el sastre fóbico que interpreta Luis Machín), personajes secundarios sin vuelo (hasta se desperdicia a la encantadora Julieta Cardinali) y vueltas de tuerca que no cambian nada. Sólo se disfrutan el logrado trabajo de diseño de producción y algunos encuadres e ideas de puesta por parte de un director con indudable ojo y oficio, pero que en este caso se ubica muy por debajo de sus propios trabajos previos y de la media de un cine de terror argentino que ha regalado muy buenos exponentes en los últimos tiempos. PD: La conversión a 3D vista en la función de prensa del BAFICI tenía un acabado muy malo. Como no volví a ver la película, dejo el beneficio de la duda. Ojalá se hayan completado los procesos técnicos para una versión final acorde con las posibilidades y exigencias del cine actual.
Il morbo Necrofobia (2014) pertenece a una estirpe de horror muerta: el giallo italiano (“amarillento”, en el sentido berreta y morboso de la palabra), pero trata el género como si fuera lo más natural del mundo. Muchos son los que lo imitan a modo de chiste o guiño, pero Daniel de la Vega – director, escritor y camarógrafo – lo encarna con absoluta seriedad. No hay pretensión en su película. Cada momento está dictado con seguridad y genuinidad. La película no posee una historia según la definición clásica de la palabra. Los hechos se suceden, pero no hay transformación. Las escenas se encadenan como en un ensueño, confuso y opresivo, tan solo guiadas por la desesperación de concluirlo. La fantasmagórica Vampyr (1932) es un buen referente onírico. En ningún momento dudamos que el elemento extraño posee una explicación racional arraigada en el inconsciente del protagonista – el verdadero problema es que somos tan prisioneros de ella como él. El protagonista es Dante Samot, interpretado por Luis Machín, uno de los grandes rostros anónimos del cine argentino. Tiene un parecido increíble con Joe Pantoliano, físicamente y en calidad de actor de reparto. Como Pantoliano, Machín también se especializa en personajes impotentes y despectivos de sí mismos. Su personaje no posee mucha profundidad, pero es la decisión de casting perfecta para interpretar a un infeliz en penitencia perpetua. Sus hombros cargan la película entera. El film comienza en una siniestra sastrería, un enorme salón enfilado a ambos costados por maniquíes momificados con embalaje. En el fondo cruje un incinerador; en el centro se erige un maniquí vestido de negro, vigilante. Nuestro protagonista, un sastre con una portentosa colección de tijeras, hila y corta un traje. En la escena siguiente, yace muerto en un ataúd, vistiendo ese mismo traje. Excepto que no es él. Se trata de su hermano gemelo Tomás. Además de Dante, otros personajes en el funeral son su mujer Beatriz y su psiquiatra Virgilio. Sutil. El funeral concluye, y Dante queda encerrado en la cripta de su hermano. Desesperado, rompe el vidrio de la puerta y huye por el cementerio, su mano lastimada. Curiosamente descubre un rastro de sangre, y decide seguirlo… yendo a parar a la cripta de la cual acaba de salir. Desespera, huye en círculos a través de la necrópolis. Siempre termina en la cripta. Luego cae en una tumba y comienza a ser enterrado vivo. Corte al título: "Necrofobia". De ahí en más la película se construye entorno a un confuso esquema de causa y consecuencia en el que Dante recibe llamadas de sí mismo, está en varios lugares a la misma vez y todo lo que hace o dice le lleva a revivir escenas que ya han pasado y pasarán de vuelta. La trama se desarrolla con una agobiante circularidad borgiana, la fragilidad mental de un “héroe” de Poe y el sanguinario morbo de Darío Argento o Mario Bava (quienes reciben sendos agradecimientos en los créditos) por las puñaladas y las amputaciones. Lo único que se extraña del film es un poco de humor consigo mismo, cosa que va tan naturalmente con Borges, Poe o Argento como lo macabro. Necrofobia a veces es una película tan infeliz como su protagonista. La fotografía y la dirección artística son preciosas, y los encuadres reciben un meticuloso cuidado que remite al cine mudo. El 3D no presenta mucha novedad, es el tipo de gancho sensacional que William Castle hubiera utilizado en sus películas de monstruos antropomórficos para llenar las salas. A eso apunta el film de Daniel de la Vega, a la jovial fascinación por lo grotesco y lo extraordinario.
La muerte le sienta mal Puede decirse, y con mucha fundamentación que Daniel de la Vega es uno de los pioneros y referentes del nuevo –con nuevo me refiero a la camada surgida en los últimos 10-15 años- del cine de terror/fantástico en la Argentina. Su trayectoria recorre: cortos como Sueño profundo (1997), La última cena (1999) y El martillo: Crónica de un mito (2003) y largos como La sombra de Jennifer (2004), La muerte conoce tu nombre (2007) y la excelentísima Hermanos de sangre (2012). Necrofobia, su nuevo film viene generando revuelo desde hace tiempo: primero al anunciarse su realización, ya que la expectativa por conocer lo nuevo de este prócer local no hizo más que aumentar, además se trataría de la primer película de terror argentino en 3D. Luego en el BAFICI; festival en el que se la esperó con creces pero donde las fallas técnicas y retrasos temporales, no la beneficiaron; y luego con su estreno comercial. Esta película tenía como fecha de estreno original el jueves 4 de septiembre, pero por falta (¿falta?) de salas donde se pudiera –o quisiera- exhibir el film, se pospuso el estreno, sin designar nuevo día. Sin embargo, la semana pasada, De la Vega confirmó que la nueva fecha que le dieron para poder estrenar en cines su película será el jueves 2 de octubre. Dicho todo esto, adentrémonos en la trama en sí de Necrofobia. Dante es un que está atravesando varios y graves problemas. Su hermano gemelo se suicidó hace algunas semanas, su esposa lo dejó y como si esto fuera poco, él sufre de necrofobia, es decir, padece miedo a la muerte o a las cosas muertas. A todo este combo conflicto se suma el hecho de que alguien está perpetrando una serie de asesinatos dentro de su círculo íntimo. La investigación correspondiente se inicia y para sorpresa del protagonista, todo apunta a que es el principal sospechoso, ya que se cuestiona su estabilidad y salud mental. Así se presenta el gran dilema del film: Dante debe encontrar al culpable real, y para ello, deberá afrontar su fobia en pos de limpiar su nombre y mantener su libertad. Necrofobia introducirá en su trama elementos del giallo italiano, terror gótico, estética hitchcockeana, y algo del mundo onírico característico del genial David Lynch; combinándose con toques que remiten a las producciones de la Hammer; y al cine gore español y latinoamericano. El terror generá una nueva forma de experimentarlo y esto es gracias a la genial fotografía, que en cada plano nos hará sentir en carne propia ese miedo, y también esa locura dentro de la pesadilla real. La tecnología 3D no hace la gran diferencia durante el transcurso del film, pero si se aprecia tal recurso hacia el final de la historia; que junto con el comienzo, son los puntos fuertes en una película que resulta despareja, inestable pero aún así disfrutable. En conclusión, el film resulta una gran apuesta del cine nacional, imperdible para los amantes del género, y para los que quieran comenzar a introducirse en este tipo de cine que mezcla terror con thriller psicológico.
Mente siniestra Una pelìcula nacional de terror es un acontecimiento si viene de la mano de Daniel De La Vega, un especialista en el género (desde el aplaudido corto La última cena pasando por La muerte conoce tu nombre y Jennifer`s Shadow, realizadas para el exterior) que ahora explora el tema de la locura, la doble personalidad y hasta la triple identidad en un producto inusual para el mercado. Dante (Luis Machín) es un sastre sacudido por la muerte de su hermano gemelo. Ese es el punto de partida que el realizador utiliza para jugar con los personajes de manera desmesurada (la esposa, el psiquiatra, el policìa) y sumergir al protagonista en un descenso a los infiernos, donde se dan la mano la locura, las apariencias engañosas y un clima enrarecido que avecina el peligro. Necrofobia aprovecha el 3D para explotar la profundidad de campo en ambientes tenebrosos (el cementerio, la cripta o el lugar de trabajo plagado de maniquíes tapados) y con tópicos que parecen salidos de una película de Argento o Fulci, además de la inclusión de tijeras, sombrero y amputaciones. El film tiene sus méritos pero confunde con su estructura circular (todo parece ocurrir una y otra vez) y una trama que quiere parecer más complicada de lo que en verdad es, con presencias fantasmagóricas que habitan los rincones de la mente. Quizás no resulte el mejor trabajo del creador de Hermanos de sangre, pero sus mayores aciertos pasan por las atmósferas, los rubros técnicos bien resueltos y la presencia de Luis Machín, sobre quien descansa todo el andamiaje.
Como siempre digo por acá, hay que celebrar cuando una película de género argentina llega a las salas comerciales. Y por suerte eso es algo que está ocurriendo a menudo. Más aún hay que celebrar cuando el film es de terror. Tal es el caso de Necrofobia, cuya factura técnica no solo es intachable sino que también es superior a la gran mayoría de films afines de Hollywood que inundan anualmente la cartelera local. Incluso Necrofobia puede alardear de su gran uso del 3D no solo en lo técnico sino también por estar utilizado a favor de la narrativa. Daniel de la Vega supo condensar muy bien todos estos elementos y rendir homenajes (las malas lenguas los llamarán plagios) a Darío Argento, Alfred Hitchcock e incluso David Lynch, así como también recurrir a los típicos clichés de los slashers films. Y en este último párrafo encontramos el problema de la película: es algo que ya vimos muchas veces, repetitivo y que encima no se entiende. La trama del actor que interpreta a dos personajes (en este caso Luis Machín) si bien ya está muy vista puede llegar a rendir mucho si se encuentra bien laburada, y aquí la verdad es que no lo está. No por Machín que trabaja bien sino por un guión totalmente desordenado. Por momentos es aburrida, no te produce ni un salto y promediando el final estás mirando el reloj esperando que termine. Lamentablemente es así. Necrofobia comete el peor pecado que puede cometer una película de terror: no asusta. Y por más profesional y bien que esté filmada -e incluso 3D- nos damos cuenta que lo que siempre importa primero es la historia a contar. Un gran esfuerzo y despliegue técnico plagado de buenas intenciones que seguramente disfrutará el nicho que concurre al Buenos Aires Rojo Sangre pero que le será difícil encontrar eco en el mainstream nacional.
Poco más que climas enrarecidos Sudor frío, Penumbra, La plegaria del vidente, Diablo, La memoria del muerto, Malditos sean, Hermanos de sangre, La segunda muerte, La corporación y siguen los títulos. Un repaso por la cartelera comercial de los últimos tres años muestra que la lista de películas de género argentinas está en constante ascenso. Ascenso cuantitativo y cualitativo, ya que desde aquellos primeros trabajos ultraindependientes, presentados en su mayoría a comienzos de la década pasada en el Festival Buenos Aires Rojo Sangre, el avance en términos narrativos y formales alcanzó niveles notables. Basta recordar Hermanos de sangre, cuyo timing cómico la convirtió en uno de los exponentes más depurados –si no el más– de la movida. A un año y medio del estreno de aquel film, su máximo responsable, Daniel de la Vega, vuelve al ruedo con Necrofobia 3D. Claro que las diferencias son radicales, empezando por un desplazamiento de la comedia negra alla Tarantino a un género en el cual De la Vega se mueve con mayor soltura y experiencia –dirigió Jennifer’s Shadow y Death Knows Your Name para el mercado hogareño angloparlante– como es el de terror. Terror clásico y perturbador, pero también, y aquí está la cuestión, solemne. Estrenada en la Competencia Nacional del último Bafici, hecho que sienta una loable jurisprudencia para el cine nacional, y guionada por el propio De la Vega junto a Nicanor Loreti y Germán Val, Necrofobia es el relato de un hombre (Luis Machín) con el trastorno del título que pierde recientemente a su hermano gemelo. El hecho acrecentará aún más las consecuencias del padecimiento retorciendo su cotidianeidad hasta esfumar, cual reversión vernácula de American Horror Story, los límites entre lo real y lo imaginado, entre el pasado, el presente y el futuro. ¿O acaso todo transcurre en la estricta actualidad de una mente lunática? La potencialidad de ese entrecruzamiento cronológico es la jugada más ambiciosa de un film que, como bien reconoció el cineasta en estas mismas páginas, apuesta a la construcción de climas y atmósferas. El problema es que esto va en detrimento del desarrollo narrativo, dejando todo en un medio tono que terminará atentando con la concreción del producto mucho más redondo que su materia prima hacía pensar.
Giallo argentino Una película de terror argentina en 3D, que se promociona por ser el primer caso local del género con ese relieve visual. Lo más justo sería destacar que es una película argentina con una notable conciencia de sus raíces genéricas y de su apuesta audiovisual. No son tantas las ocasiones en las que en el cine argentino se exhibe esta claridad para las influencias y hay tanta energía puesta en generar climas y sugestiones mediante los encuadres, el vestuario, los decorados y la música. Cine de género bien entendido como un cine con tradición. Necrofobia tiene su afluente principal en la sangre del giallo, el subgénero italiano de terror-thriller, y con claridad aparecen citados dos de sus héroes principales: Mario Bava y Dario Argento. Necrofobia se da el lujo de tener como compositor a Claudio Simonetti, es decir, el tecladista del grupo Goblin, es decir, el músico de, entre otras, Rojo profundo y Suspiria, de Argento, cine de terror clave de los setenta. Cine de terror con la intensidad de la música como uno de sus pilares fundamentales. La clave visual de Necrofobia proviene, sobre todo, de Mario Bava y de su Seis mujeres para el asesino (1964), uno de los primeros giallos. Necrofobia la homenajea desde el vestuario de su protagonista, la máscara blanca y los seis maniquíes del plano que se constituye como motivo visual. En una extraordinaria crítica -no firmada- de Seis mujeres para el asesino publicada en la revista Primera Plana se hacía mención de que los verdaderos protagonistas de la película eran las lujosas y decadentes villas romanas que hacían de locación, los muebles, las estatuas, las fuentes. En Necrofobia también las locaciones y la dirección de arte (de Walter Cornás, protagonista de la muy recomendable 20.000 besos, de Sebastián De Caro) se imponen, al ser registradas con fruición y gran sentido visual por De la Vega. Cada entrada o salida del edificio en el que vive y trabaja el protagonista, cada excursión pesadillesca al cementerio, exhibe un rico despliegue de encuadres recargados, de picados, de luz mortecina, de claroscuros violentos. En este relato centrado en Dante (Luis Machín), que sufre de fobia severa a cualquier contacto con la muerte o cadáveres, se revela con nitidez el poder de seducción de la imagen y el sonido cuando hay claridad de objetivos audiovisuales, cuando hay sustento genérico y están bien aprendidas algunas de sus tradiciones. También se hace evidente -sobre todo con Raúl Taibo y Viviana Saccone- que el actor más eficaz para el género antepone la presencia y la fotogenia al esfuerzo gestual. Es una pena que todo este armado audiovisual tambalee y pierda gran parte de su potencia por unas peripecias endebles que intentan disculpar su arbitrariedad y su falta de cohesión mediante un desenlace previsible -demasiado tipificado y también presente en algunos giallos- resuelto con flashbacks que nos dicen que, bueno, la mente es un lugar complejo y múltiple.
Terrores gemelos Dante (Luis Machín) es un hombre solitario, dueño de una enorme sastrería, que se ha enterado que su hermano gemelo se suicidó, hecho este que le afecta terriblemente, reflotando sus propios problemas psiquiátricos: una terrible depresión y una fobia a los cadáveres. Luego del entierro de su hermano gemelo y ante la traumática situación de ver su propio rostro en un ataúd, Dante comienza a vivir situaciones extrañas, el tiempo vuelve hacia atrás, y una realidad paralela aparece, algo que al principio parece una alucinación lo sigue como una sombra, se adelanta a sus pasos y es capaz de hacer las cosas que él no se atreve. La historia se desarrolla en ese limbo atemporal, entre realidad e irrealidad, donde el protagonista lucha contra sus alucinaciones, contra sí mismo y contra la paranoia de sentirse perseguido. Este extraño personaje muy bien interpretado por Machín nos sumerge en su mundo, quedamos atrapados en sus miedos y sus delirios, haciéndonos las mismas preguntas que él, pero al mismo tiempo mareados en un tiempo que va y viene, con unos diez minutos de diferencia que alcanzan para que por momentos no sepamos donde estamos parados. Más allá de ese "mareo" con el tema del tiempo, el guión tiene elementos interesantes y personajes bien construidos; el suspenso, la tensión y el miedo no faltan en esta historia. La estética merece un capitulo aparte, es la encargada de atraparnos desde el comienzo de la historia, aunque después nos perdamos un poco. La excelente construcción visual con elementos góticos y algo de gore, más con el agregado del 3D termina siendo lo más interesante del film.
Un sastre con problemas El sastre se llama Dante Samot. Y si hay algo que lo predispone al infierno, ya con el nombre tiene un indicio. Verlo es recordar a Poe, porque el pobre tiene una sastrerÃa que bien parece una pista de baile lúgubre con maniquÃes tapados con nylon, algunos rotos y todo tipo de relojes. En fin, algo asà como "un cementerio de la alta costura" que un dÃa pudo ser suntuoso y el tiempo y la falta de inversión resquebrajó y destruyó. Al pobre se le fue la esposa y ahora se le murió el hermano gemelo. Asistimos al funeral y a partir de ese momento la locura parece ingresar en el mundo de Dante, que se obnubila con el cadáver igual a él, desarrolla olas de pánico y es el candidato ideal de una culpa posible, porque parece que el gemelo fue asesinado. El resto, imposible de contar, porque toma la forma de la locura, de la esquizofrenia desatada y del "gore" más absoluto con rÃos de sangre, arroyos de elementos punzantes y corte de carne humana con visibilización extrema. UNA ATMOSFERA ONIRICA El filme está dirigido por Daniel de la Vega que dicen es un experto en este tipo de pelÃculas de abundante en sangre, suspenso y cortes caseros. Lo que vimos está logrado formalmente porque tiene una buena narración, cierto crescendo con reiteraciones a lo largo de su desarrollo y ninguna originalidad. Sà hay un buen logro de atmósfera onÃrica, con cierto buen gusto, excelente elección de locaciones y muy buena fotografÃa y manejo de cámara. El argumento deja mucho que desear, se repite y aunque se mantiene la atmósfera de locura luego de la lograda primera parte, nada aparece que modifique una acción previsible. Con reminiscencias de la temática de Edgar Allan Poe, entre las actuaciones se destacan Luis MachÃn y Julieta Cardinali.
La nueva película escrita y dirigida por Daniel De la Vega, especialista en cine de horror, tiene un gran elenco en el que se destacan Luis Machin, Gerardo Romano, Raúl Taibo y Julieta Cardinali en el elenco, “Necrofobia” es un thriller de suspenso que pertenece al subgénero del “terror psicológico”, en donde la intriga gira en dilucidar qué es real y qué no dentro de una trama policial, muy al estilo de filmes como “Carretera Perdida”, de David Lynch, o “Chasing Sleep”, de Michael Walker. Lo que prometía ser una gran historia, con la utilización del 3D en la primer película argentina de género, queda a medio camino entre el cine de autor y onírico, tantas veces visto en producciones clases "B".
RECURSO TRAS RECURSO Muchas cosas nos dan miedo, nos asustan y no nos dejan salir de determinada situación para ser libres. Algunos no pueden quedar encerrados en un ascensor, otros le temen a la oscuridad y varios le tienen espanto a la cara de sus jefes cuando no tienen lo que les pidió en horario. Algunos en menor medida, otro en mayor, pero siempre uno quiere estar alejado de estas situaciones. Básicamente, “Necrofobia” es una película que habla de un tipo que le tiene miedo a los muertos y vive un episodio trágico. Luis Machín interpreta a Dante, un sastre que termina viviendo solo por el fallecimiento de su gemelo. Es un hombre mayor, similar a un señor lesbiana, que habita en su espacioso lugar de trabajo. Solo en un lugar gigante, guiño a Charles Kane. En ningún planeta Julieta Cardinali podría haberle dado bola a un tipo como este, solo en este mundo creado por Daniel de la Vega. El filme gira en torno a un sinfín de recursos técnicos, amontonados todo ellos en apenas 78 minutos, que es lo que dura el filme. La utilización del 3D la considero totalmente errónea ya que se ponen en éste elementos o personas sobre relieve sin motivo alguno, más que para generar la sensación de una tercera dimensión. De poco ayuda. Es una pena que no se haya podido explotar esta herramienta, podría llegar a ser un arma vital para jugar con la atención del espectador. Lo mejorcito es, sin dudas, el manejo de cámaras, que no le hace caso al eje en ningún aspecto y hace que los planos aparezcan desde cualquier ángulo y a diferentes distancias constantemente. Velocidad en ellos hacen crecer la buscada confusión. Gracias a una buena fotografía, la resolución en cuadros parece haber quedado en óptimas condiciones. Ahora bien, sin duda, el problema mayor que surge es en la historia principalmente por culpa de los recursos narrativos y elementos seleccionados para contarla. Tenemos muertos, entonces tenemos un cementerio, tenemos sangre, tenemos asesinatos, tenemos elementos filosos y tenemos relojes que se paran siempre a la misma hora, ¡oh, qué novedoso! Lo mismo pasa con el desorden de los tiempos y la psicología del protagonista, todo visto y bastante azaroso. Supongamos que metemos a Lynch, Anthony Hipkons, “El origen” y “Memento” en una licuadora de $20, y sale de ahí una película. ¿Qué obtenemos? Una de terror interpretada por Luis Machín y Raul Taibo, y se estrena en el cine. En síntesis, es una película de terror más que correcta, que genera más confusión que miedo. Una gran apuesta que no garantiza el retorno de la inversión. El 3D, bastante al pedo. Aún así, por animarse y ser el primero del género en usarlo, podemos dejársela pasar a De la Vega.
El infierno de Dante Era alta la expectativa acerca de la primera película de terror argentina filmada en 3D de la mano de Daniel de la Vega, autor de la lograda Hermanos de sangre. Desde el vamos, Necrofobia marca un claro homenaje al giallo (en los créditos se agradece a Mario Bava, Darío Argento y Lucio Fulci, íconos del género) con un perturbador -por momentos ensordecedor- sonido percusivo que marca y remarca cada escena. El tic-tac de los relojes remachan el pulso cardíaco de un filme obsesionado por el tiempo. Samot & Samot es una marca insignia de la sastrería local, formada por los gemelos Tomás y Dante. El primero de ellos se suicida, y su hermano enloquece. El padece de necrofobia (repulsión a estar frente a un cadáver) y es acosado por su doble siniestro. Dante vive un infierno, casi toda la película está en llanto, quebrado, repite frases (“Vos no estás ahí”, “Esto no me está pasando”), lo que torna algo cómica su situación y, por momentos, no se sabe si está riendo. Aquí todo es dualidad. Y prolijidad. Maqueta. Necrofobia es una película limpia, pulcra en su realización, pero que quedó almidonada ante la artesanal puesta de escena. Cada ámbito intervenido, sean mansiones, sótanos, iglesias, cementerios (clásicos del terror gótico) abrumó las actuaciones, las encorsetó en función del lugar. Nada queda librado al azar. Por ejemplo, si un velador de pie está caído al borde de una escalera, estará prendido y redibujará la zona con su luz. La excesiva creación de climas, los tonos ocres (gran trabajo de fotografía y vestuario) destila cierto aire steampunk , cobrizo. Con aplomo y distinción. Como el de los personajes secundarios: polera para el psiquiatra (Raúl Taibo), de luto y velo para la viuda (Julieta Cardinali) o el rictus formal de la agente policial (Viviana Saccone). Si se ve una puerta, desde adentro parece la de una bóveda, el confesionario, un viejo ataúd: cultiva a la muerte. Las profundidades de los espacios son aprovechadas para que el 3D se luzca, lo único peculiar de este filme, con un villano con tijeras en mano que se parece a Vendetta, una amputación que recuerda al Juego del miedo y Tomás Samot, un Hannibal Lecter a la criolla. Puro homenaje.
Buen terror local, con ecos del “giallo” Este psychothriller argentino quizá sea lo más cerca que pueda llegar el cine nacional a esos "giallos" que en sus buenos viejos tiempos dirigían maestros como Mario Bava y Dario Argento. El título se refiere al rechazo patológico por todo lo que esté relacionado con la muerte del protagonista Luis Machín, que en un jugado doble rol también interpreta a su hermano gemelo. Ambos tienen una sastrería ubicada en un edificio gótico por demás, pero cuando uno muere por una aparente sobredosis de pastillas recetadas por el psiquiatra familiar, el gemelo necrofóbico se va volviendo un poco necrófilo ya que la delgada línea entre lo real y lo imaginario se vuelve realmente delgadísima. Sobre todo cuando la gente alrededor empieza a morir y no precisamente por causas naturales y todo parece querer incriminar al protagonista, que lógicamente cree que hay algo raro respecto a la muerte de su hermano gemelo, lo que lo obliga a tratar de vencer su fobia y hacer cosas tan horrendas como profanar el sepulcro del difunto. La verdadera protagonista de "Necrofobia" es la imagen. La película esta muy bien filmada y cuenta a su favor con una excelente fotografía. En cambio, si bien la historia no deja de resultar interesante, el guión no genera auténticos climax de suspenso, más allá de que la cámara se ocupa de filmar todo con el tono debidamente horripilante, especialmente las escenas claramente oníricas. Un detalle aparte merece la participación del legendario músico de Dario Argento, Claudio Simonetti, que con su banda "Goblins" compuso e interpretó la partitura de clásicos como "Suspiria" y "Rojo Profundo". Aquí aporta un score apoyado básicamente en sus teclados y netamente tétrico. Igual que todos los detalles de la realización, las actuaciones son muy sólidas, y en el reparto llama la atención el rol de Gerardo Romano como un sacerdote de aire solemne.
Terror de gran potencia visual Necrofobia empieza con un entierro, el del Tomás, hermano gemelo del sastre Dante (Machín por dos), en una escena que de acuerdo a sus climas y posiciones de la cámara, sella las ambiciones formales y temáticas del último opus de Daniel de la Vega, un especialista nac and pop del género, como se observara en la anterior Hermanos de sangre. Si desde el inicio se describe el padecimiento mental de Dante, exhibido al detalle entre lápidas, cruces y entierros prematuros y oníricos, la trama irá desovillando un confuso entramado de situaciones efectistas, con música apabullante y planos rebuscados, algunos justificados en su exposición y otros gratuitos para la autocomplacencia del director. Daniel de la Vega, en ese sentido, explora al género desde las explosiones sangrientas del “giallo italiano”, el “gore” como exhibición necesaria y un suspenso que se necesita explicitar a través de los rubros técnicos. Allí Necrofobia navega de forma incómoda entre un impecable diseño de producción (maniquíes deteriorados, por ejemplo) y un argumento que no trasciende en originalidad. Hay otros personajes que rodean al eufórico Dante: un psiquiatra (Taibo), una investigadora policial (Saccone) y la novia del protagonista (Cardinali). Las reglas del género también invitan a que se cometan una serie de crímenes, momentos en que el film encuentra sus mejores minutos, donde las imágenes impactan por su potencia visual y, otra vez, por el gran trabajo de escenografía y vestuario, meticuloso al detalle en la mostración de los cadáveres. Como si se tratara de una instalación sobre el género, Necrofobia también recorre el tema del doble, haciendo eco en El otro (1973) de Robert Mulligan. Pero en este punto la película mira a su referente y le da un significado distinto, bien lejos de la sutileza de aquel film, más a la búsqueda de un target adolescente seguidor del género. Los silencios, por lo tanto, no interesan tanto enNecrofobia, ya que exclusivamente se dedica a sustentar sus virtudes a través de un sonido cercano a la furia.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Pacto de sangre La primera cinta de terror en 3D tuvo su debut en el último Bafici; entonces, mientras muchos encontraron defectos en la conversión de formato, el director Daniel de la Vega (Hermanos de sangre) se comprometió a un nuevo procesamiento en 3D para su estreno comercial. Así, finalmente en cartelera, Necrofobia muestra que sus menores problemas son técnicos. Dante Samot (Luis Machín) es un sastre atormentado; tras la muerte de Tomás, su hermano gemelo, está al borde de perder a su bella mujer (Julieta Cardinali) y termina desconfiando de su psiquiatra (Raúl Taibo). El cuadro lo completa el sacerdote de la familia (Gerardo Romano), asesinado en el confesionario por una figura de impecable piloto y sombrero de alas anchas (alguien bien “sastreado”, digamos). Mientras la película apunta al terror psicológico sangriento, o giallo, popularizado en los setenta por Darío Argento (Claudio Simonetti, su habitual compositor, fue reclutado para la banda sonora), la historia sufre fisuras en el guión, especialmente sobre la paranoia de Dante y cómo esta afecta a la trama. Pero es insoslayable la labor de Machín y la dedicación del equipo para lograr un homenaje al género estéticamente atractivo, a la altura de cualquier giallo internacional.
De giallos y atmósferas oscuras Luis Machín encabeza Necrofobia, de Daniel de la Vega. El actor resulta uno de los puntos más altos de un film que puede categorizarse quizás dentro del terror psicológico y que le rinde tributo al giallo. Es este último aspecto otro de los componentes en el que la obra sale más favorecida, al ser poseedora de una atmósfera apagada y oscurísima que genera inquietud en el espectador. La historia nos sumerge en la extraña personalidad de Dante (Machín), un sastre cuya fobia le impide estar en contacto con un cadáver. Cuando su hermano gemelo muere, nuestro personaje comienza a experimentar situaciones cada vez más traumáticas y delirantes. A su alrededor, distintas personas son asesinadas y todo parece indicar que él es el principal incriminado. Necrofobia cuenta con pros y contras alrededor de su desarrollo. Si nos remitimos a determinadas instancias o resoluciones que se van desentramando a lo largo del relato, es factible que algunas de ellas resulten discutibles o bien que no terminen de cerrar. Pero si analizamos las mismas desde lo que la propia proyección quiere proveernos o si nos enfocamos a lo que en verdad quiere ajustarse la película, los reproches pueden quedar al margen. El producto que concibe Daniel de la Vega (guardando relación con lo que solían ofrecer los giallos) no necesita ni busca minuciosamente que la trama tenga una línea coherente; es por eso que las armas están puestas al servicio de una ambientación sórdida, lúgubre, con ciertos ecos de suspenso. Es en el trabajo de fotografía donde la cinta sale mejor parada, gracias a la creación de climas y tonos tenues, mortecinos, que permiten un mayor grado de magnetismo para seguir los eventos que se van sorteando. Necrofobia acierta al no alargarse más de los 78 minutos que conforman su duración. La presencia de actores como Gerardo Romano, Viviana Saccone, Julieta Cardinali y Raúl Taibo suma desde la teoría pero no conecta, no engancha en el vuelco a la práctica, tal vez porque sus funciones no concuerden en base a los personajes que estamos acostumbrados a ver e interpretar de sus partes. Distinto es el asunto al mencionar a Luis Machín, casi en un monólogo suyo, en una gran y solvente performance. Llevadera aunque no para todos los gustos, la película encuentra su espacio dentro de un género hasta aquí no muy bien explorado en el cine nacional. Sangriento y de apreciable factura técnica, aprueba en el global, aunque sin creces. LO MEJOR: Luis Machín. La fotografía. La atmósfera oscura. LO PEOR: los últimos minutos, en su afán de ganar intensidad pierden un poco de fuerza. PUNTAJE: 6
Terror en 3D, con un protagonista de lujo, Luis Machin, con una estética que abunda en derroche y efectismo, como lo requiere el género. El punto débil es el argumento a veces confuso.
Cine argentino de miedo, terror adulto "El señor tiene necrofobia, un temor enfermizo hacia la muerte y los muertos", dice el psiquiatra interpretado por Raúl Taibo. "¿Incluso mientras los está matando?", pregunta la detective encarnada por Viviana Saccone. Necrofobia es una gran película de cine argentino, con muchas cualidades para destacar. Una es que está muy bien contada y es atrapante. Dos, dura lo necesario, 75 minutos a los que no les sobra ni les falta nada. Tres, tiene muy buena fotografía. Cuatro, está filmada en 3D, la primera vez para este género en nuestra industria. Cinco, tiene un alto nivel psicológico. Seis, cuenta con la fabulosa actuación de Luis Machín, que estaría muy bien que se llevara el próximo Cóndor de Plata (que podría además darle un merecido reconocimiento al género del terror en Argentina). Necrofobia es terror adulto porque no sólo asusta sino que hace pensar. Propone entrar en la mente de un asesino serial o, lo que es casi lo mismo, en uno de los caminos de la locura. Locura que el espectador sabe que está en todas partes. En la televisión, en la calle, en la mente. Pozo del que nadie tiene garantizado que zafará aunque sea en el camino hacia la vejez y el deterioro inevitables. Punto de vista muy difícil de plasmar en un relato creíble, cosa que aquí se consigue. La mente de Dante Samot (el personaje protagonista) se desdobla y puede que alguno de los que aparecen afuera caminando o sentados cerca sea su otro yo. Un yo imaginario, de sueño, de delirio, que empuña las armas o se las da a él o a su hermano desaparecido. Una lástima que a Necrofobia la den en sólo una sala de Córdoba, porque se merece una suerte mejor que la de muchas en su género, que la desplazan por cuestiones de monopolio de las distribuidoras. La experiencia de verla en 3D le agrega un condimento más. Aunque la película juega tal vez demasiado con la penumbra, el realismo aumenta y la inquietud también. Es un filme fuerte de paso. Un nombre para ir anotando, el del director Daniel de la Vega, emergente selecto del underground porteño del cine gore, la historieta y géneros afines. Ha realizado varias películas de terror, una de ellas fue La sombra de Jennifer, que tuvo en el elenco a Faye Dunaway (Bonnie & Clyde, Chinatown).
Daniel de la Vega’s Necrofobia is a worthy landmark among local genre films First and foremost, Daniel de la Vega’s Necrofobia is a rara avis: an Argentine horror movie shot in 3D (quite successfully); it belongs to the giallo subgenre (in the vein of Dario Argento and Mario Bava); it looks and feels like a ‘70s horror flick even with the modern technology it boasts; it’s scored by musician Claudio Simonetti, who worked on some of Argento’s films, including his masterpiece Suspiria; and it has an impressive use of the elements of the language of cinema in order to achieve an unsettling, supernatural atmosphere from beginning to end. From a formal point of view, it doesn’t really get much better. Formulaic, yes, but proudly and convincingly so. The storyline in a nutshell: Dante (Luis Machín) is a tailor who suffers from necrophobia, the fear of death and corpses. His mental disorder reaches a peak when his twin brother dies and he can’t help but feel he’s the one lying in the coffin. After all, the two men are physically identical. Dante is seeing his own face, no less. Slowly but firmly, his perception of reality begins to crumble. To top it all off, people around him — acquaintances, friends, loved ones — begin to get killed, one by one. No wonder Dante feels he’s stepped right into the mouth of madness. If you are to assess Necrophobia through its suggestive and creepy mise-en-scene, smart use of the camera, with tilted angles and distorting lenses, to convey a nightmarish universe — or its expressive photography with unbelievably high lights and dark shadows — then Daniel de la Vega’s film is a winner. It’s actually a landmark in local horror cinema. But on the minus side, there are some unmissable flaws. While Machín fits perfectly the physique du role of the troubled tailor, his acting is a bit over the top, and I’m not sure that’s deliberate. Raúl Taibo, Julieta Cardinali, Gerardo Romano and Viviana Saccone strike the right notes in a perfect low profile. That Dante is sort of crazy doesn’t necessarily mean he has to be over-emphatic, almost histrionic at times. As for the screenplay, it runs into some confusing, messy zones that slow down the narrative and make it less gripping. When it gets too subjective and mildly incoherent, Necrofobia loses its grip on the fantastic world it has created. A world that could also have been more impressive if the haunting, carefully composed musical score hadn’t been so overplayed. Some room for dead silence would’ve been a plus. All in all, Necrofobia represents a step in the right direction for a director that made the remarkable Hermanos de sangre. And it’s a worthy entry into a little explored realm too. Production notes Necrofobia (Argentina, 2014). Directed by Daniel de la Vega. Written by Nicanor Loreti, Germán Val, Daniel de la Vega. With Luis Machín, Raúl Taibo, Gerardo Romano, Julieta Cardinali. Cinematography by Mariano Suárez, Daniel de la Vega. Editing: Guille Gatti, Martín Blousson, Daniel de la Vega. Running time: 75 minutes. @pablsuarez Increase font size Decrease font size Size Email article email Print Print Share Share on facebookShare on twitterShare on google_plusone_shareShare on linkedinShare on favoritesShare on google Vote Not interesting Little interesting Interesting Very interesting Indispensable
Dante es un sastre cuya fobia le impide estar en contacto con la muerte. Cada vez que se encuentra frente a un cuerpo muerto, experimenta una sensación espeluznante que le hace perder la cabeza. Su enfermedad se agrava cuando su hermano gemelo muere, y él ve “su propio rostro” en un ataúd. A partir de este hecho traumático se rompen los muros de su realidad, varias personas cercanas a él son asesinadas y alguien quiere incriminarlo. Dante busca resolver el enigma de las muertes, pero se ve atrapado en una lucha constante entre lo real y lo no real. Daniel de La Vega, Nicanor Loreti y Fabián Forte; son algunos de los nombres de directores argentinos que están apostando por el género en Argentina. Una postura diferente al remarcado cine de autor que se venía haciendo. En Necrofobia 3D, De la Vega utiliza todos los recursos del género en afán de una historia sólida, con una excelente actuación principal de Luis Machin. El actor transforma su rostro de víctima a victimario, de detective a asesino; que con un guión en forma de espiral, mantiene despistado al espectador hasta el final. Los escenarios son un factor más en el caos creado del personaje. El laberinto del cementerio de la Chacarita y el taller de maniquies y trajes que esconde el descenso a los infiernos de Dante (clara alusión a la Divina Comedia de Dante Aligieri). Todas estas locaciones son reforzadas gracias a la técnica del 3D, que por momentos cansa la vista, pero por otros da profundidad a la puesta en escena.
Necrofobia, una invitación al espanto Lo primero que me vino a la mente cuando vi el trailer de Necrofobia, película argentina de terror en 3D hecha por Daniel de la Vega, fue el Giallo. Un género de películas de miedo nacido en Italia por la década del sesenta, si ponemos a las primeras obras de Mario Bava (su gran maestro) como punto de incio. El Giallo fue el género que inspiró el cine de terror norteamericano de estos tiempos, de muertes sangrientas y asesinos con personalidades enfermizas. Si bien el terror es considerado un género menor, o incluso burdo, en gran parte por el prejuicio generalizado hacia el cine norteamericano, directores como Mario Bava o Dario Argento (quizás los más importantes representantes del Giallo) demuestran que también puede ser una importante fuente de expresión artística. Es un cine que entretiene a través de historias de miedo y que a su vez posee una mirada estética, que persigue incansablemente el preciosismo de la forma. La escuela de cineastas alemanes de las primeras décadas del siglo XX (quizás la primera y más notable de todos los tiempos) consideraba al cine como arte esencialmente expresivo. Películas como El gabinete del doctor Caligari, Nosferatu, Fausto y Metrópolis son exponentes clásicos de esa concepción. El cine que retrata la locura y el espanto hereda, en gran parte, el espíritu del arte cinematográfico expresionista. La película de De la Vega hace honor a este tipo de tradiciones estéticas, como lo demuestra el hecho de que en los agradecimientos finales se mencione a los principales exponentes del Giallo. La elección del 3D no es un mero artilugio para que el film sea más comercial. Por el contrario, profundiza la búsqueda de preciosismo obligando a que cada cuadro de la película sea una meditada composición de elementos, que aproveche al máximo los distintos niveles de la profundidad de campo. Vemos maniquíes, candelabros y lápidas en un primer nivel de la imagen (es decir adelante), y más atrás fondos tales como un cementerio (genial elección de la Recoleta para filmar), un taller abandonado, el interior de una iglesia, etc. Cada cuadro, entonces, es una pensada estrategia para generar el vívido efecto de tridimensionalidad. Hay teoría del 3D en la película de este prometedor autor, y también amor por el género y por el entretenimiento cinematográfico. Necrofobia invita, a seguidores del terror pero también a público en general, a vivir una experiencia intensa y profunda, anclada en un género cinematográfico poco explotado y, aún peor, muy poco reconocido en nuestro país. Invita a sumergirse en la mente paranoica y atormentada del personaje principal, encarnado por un Luís Machín que está sencillamente descomunal. Quizás se le pueda achacar una trama previsible, a la que le faltan giros. Pero no quita lo verdaderamente esencial de la obra, que es su gran potencia expresiva y la bandera declarativa que levanta de volver a vivir con intensidad un bellísimo género que estaba en desuso.