En nuestros corazones para siempre Néstor Kirchner, La Película (2012) es en sí misma una obra compleja que será juzgada mayoritariamente por su ideología más allá de los valores cinematográficos que pueda llegar a tener. El documental de Paula de Luque seguramente va a generar las mismas reacciones que la figura del ex mandatario -amores desmedidos y odios desenfrenados- y traspasará las críticas políticas por sobre las cinematográficas. Aunque será imposible que pase desapercibida. Fallecido el 27 de octubre de 2010, Néstor Kirchner, pasó por todos los eslabones a los que un político puede aspirar. Fue intendente, gobernador y finalmente presidente. Asumió la conducción del país en medio de una las peores crisis económicas y éticas de la historia. Pero más allá de eso también fue un hombre, un hijo, un hermano, un padre, un amigo, un marido y un militante de la justicia en todas sus posibles acepciones. Paula de Luque construye un relato sobre la figura del hombre por sobre lo que podría haber sido el mito. Para hacerlo toma diferentes testimonios de seres cercanos a él para así reconstruir a la persona que fue íntimamente. Voces en off sin identificar, entrevistados frente a cámara y material auditivo de archivo se intercalarán con videos, fotos y material aportado por gente anónima con otros filmados exclusivamente para la película. Néstor Kirchner, La Película está plagada de personajes cercanos, pero también de gente común que por algún motivo tuvo un vínculo con el ex presidente, cómo de imágenes de archivo, muchas inéditas, que lo muestran en una faceta que no difieren en nada de la imagen pública que uno pueda llegar a tener de él: un hombre cuyas convicciones e ideales lo siguieron hasta su muerte y fue capaz de darlo todo por su gente. Un furioso inicio de un país en llamas, con una seguidilla de imágenes elocuentes, determinará en cómo se encuadradará su figura dentro del documental. Será contrapuesta a los diferentes hechos históricos recientes (y no tanto) que fueron marcando su vida y por ende también la de Argentina como una nación libre y soberana. Paula de Luque es una cineasta con vuelo poético, cuya obra está plagada de metáforas y símbolos a los que Néstor Kirchner, La Película no es ajeno. El uso de separadores, con diferentes imágenes naturales y coloridas hasta la saturación, marca un tono esperanzador después de cada momento trágico. Incluso la representación de la muerte resulta un verdadero hallazgo, con homenaje a Leonardo Favio incluido. Néstor Kirchner, La Película es un tributo cinematográfico al hombre que fue una de las figuras políticas más importante de la historia contemporánea argentina. Una película sobre el hombre que estará en muchos de nuestros corazones para siempre y que nunca podremos olvidar. Simplemente eso.
Obertura Empecé a escribir este post unas dos o tres veces. Primero creí que debía limitarme a analizar “Nestor Kirchner, la película” como un documental y nada más, sin profundizar demasiado en la temática, evadiendo así la politización del artículo. Pero este es un caso complejo, donde separar la obra del tópico sobre el que trata es una tarea difícil porque es un todo indivisible. La Construcción del Relato En el 2003, con el porcentaje de votos más bajo de la historia (22,24%), asumió la presidencia Nestor Carlos Kirchner, un apenas conocido santacruceño con estrabismo, una particular silibancia y enemigo del protocolo, que tras años de observar cómo la política se tocaba de manera superficial, necesitaba edificar desde cero un discurso que no poseía o se desconocía, para así formar un relato que legitime el poder obtenido. Poco a poco, el kirchnerismo se fue construyendo en base a varios actos donde se concretaba una moral próxima a la izquierda; se inició una revisión sobre los ´70, una revalorización de los organismos de Derechos Humanos, un análisis de los medios de comunicación, el pago de la deuda externa, la unión regional, etc. Si estos debates fueron la fuente para buscar la aceptación popular o un sincero acto que quería repensar el país, lo dejo a criterio de cada lector. Lo cierto es que logró una mutación cultural donde la política, y sobre todo el gobierno, pasaron a primer plano. Es una obviedad mencionar qué parte de este cambio cultural se dio a través de los medios de comunicación, en especial el cine: hubo oleadas de documentales y ficciones sobre la dictadura, películas que hablaban del peronismo, hasta hemos llegado a ver un film animado sobre Eva Perón. En todo este contexto discursivo creado por el oficialismo, pensé que “Nestor Kirchner, la película” sería un eslabón esencial, pero me voy a tallar en la frente un “FAIL” con un cuchillo, como en “Bastardos sin Gloria”. La inaccesibilidad a Él La película sobre Nestor está escrita y dirigida por Paula de Luque (“Juan y Eva”). En un principio el alma pater era el oriental Adrian Israel Caetano, pero por diferencias en el corte final con la producción, decidió renunciar al proyecto. Sinceramente no sé cuánto de Caetano tenga la película, pero la credibilidad y el sentido común que nos demostró a lo largo de los años, quiero suponer que su impronta es prácticamente nula. Hay un requisito para ver este film, si uno no está al tanto de los aconteceres nacionales de los últimos 40 años, no podrá comprender en su totalidad la película, ya que no se profundiza argumentativamente en los temas que se tratan, ni siquiera se especifica quiénes son los que aparecen delante de cámara. “Nestor Kirchner, la película” es un acercamiento a la figura del ex presidente fallecido en 2010, con una narración proto-poética que se desenvuelve entre testimonios de los familiares, material de archivo y separadores de imágenes patagónicas y/o contenido social, que da como resultado un film fallido. Estructuralmente el documental avanza en bloques, torpemente, como un auto con ruedas cuadradas, cada parte toca un tema, y entre uno y otro hay un separador de paisajes patagónicos o marginales; todo esto acompañado por la reconocida banda sonora de Santaolalla. Conclusión “Nestor Kirchner, la película” es una confusa aproximación a la figura política nacional más importante del último decenio, que no alcanza una narrativa poética, así como tampoco termina de ser un documental clásico, se queda ahí. Los únicos aciertos son las imágenes del sur y el material de archivo –tanto el conocido a nivel público, como el privado y familiar filmado en Super 8-, pero enseguida queda anulado por desaciertos, como la incoherente inclusión del caso Mariano Ferreyra, donde no se especifica qué pasó y se da justo antes de hablar sobre el fallecimiento de Kirchner. Si la lógica para este fragmento fue parte del repaso cronológico, se debería haber hecho también a lo largo de la película o unirlo con declaraciones oficiales sobre el caso, porque nada tiene nada que ver con Él y queda realmente inconexo.
Primero hay que aclarar que ésta es una crítica y un análisis cinematográfico y no proclamación a favor o en contra del Gobierno ni una carta de admiración o denostación pública hacia la figura de Néstor Kirchner ya sea como personalidad política o líder de un movimiento. Aclarado esto solo queda usar este espacio para desglosar un poco el trabajo de la directora Paula de Luque. Los espectadores que disfruten este documental van a ser los que tienen una clara postura -de admiración- tomada sobre el ex presidente ya que el relato lo pone en una posición de cuasi santo. Por lo tanto si hay algún desprevenido que espera encontrarse con un trabajo audiovisual donde se van a escuchar voces a favor, voces en contra y voces indiferentes tendrá que buscar eso en otro lado. Como documental falla y se nota a simple vista. No cumple con el abc básico de este tipo de trabajos periodísticos: identificar las voces que uno escucha tanto cuando se ve a una persona hablando hacia la cámara o en off, así como también la carencia de fechas y lugares para ubicarse en el tiempo. O sea, no están identificadas ninguna de las decenas de personas que prestaron su testimonio ni los lugares en las cuales fueron tomadas las imágenes de archivo. Estos tendrán que ser reconocidos por el espectador de acuerdo a su conocimiento sobre la política argentina de las últimas décadas y que tanto sepa de las personas del círculo íntimo de los Kirchner. Ese grave error (obviamente hecho adrede) se siente bastante y limita mucho al público así como también lo poco atemporal que es el guión, dado que nos encontramos con una película muy emparentada con la coyuntura actual y que con el tiempo quedará posdatada. Para destacar tenemos que todas las imágenes -conocidísimas- se pueden ver desde otro punto de vista ya que se utilizó material de archivo diferente al que se vio en los noticieros. Por ello hay una buena variedad de planos y de secuencias con otros enfoques. Algo que resalta mucho en el film es la excelente banda sonora hecha por el dos veces ganador del Oscar, Gustavo Santaolalla, quien imprime un sello bastante nostálgico. Sin duda alguna esta película dará mucho que hablar y todas las voces darán cátedra sobre lo narrado y no sobre cómo se narró, estas líneas pueden ser una de las pocas excepciones y una muestra de algo que ha quedado en el olvido: el periodismo imparcial.
Kirchnerismo obvio En La Realidad Satírica: Doce hipótesis sobre Página/12, su autor Horacio González planteaba una crítica al antimenemismo fácil, sin sorpresas, que se leía en los artículos del diario dirigido por Jorge Lanata. Como si fuera el fruto de un importante trabajo, el cuestionamiento a la autoridad en realidad se sostenía en el sentido común y en el argumento superficial, algo que el escritor definía como "antimenemismo obvio". Néstor Kirchner, la película padece del mismo mal y, en esa elección editorial, resigna su valor cinematográfico y documental en pos de un propagandístico homenaje. Para tratarse de una producción que señala como uno de sus pilares el uso de más de 600 horas de material de archivo -con aportes del público-, es muy poco destacable el resultado que se obtiene. En vez de tratarse de una suerte de Lado B, de un entretelón de la vida del ex presidente, lo que se elige es mostrar una vez más imágenes harto conocidas pero desde ángulos nuevos, con un aporte nulo a lo que es la figura analizada y un refuerzo de la lógica televisiva que propone Paula de Luque. En ese sentido tiene mucho más peso el trabajo sobre los testimonios, que es en los cuales se termina sosteniendo la película por el magro aprovechamiento de lo que es el documento. El mayor logro será entonces el presentar la voz de Máximo Kirchner, quien no solo habla por primera vez sino que además lo hace de política, junto con la de la madre de Néstor y la de Cristina Fernández, quienes aportan cierta nostalgia y hacen que, paradójicamente, sea la mirada hacia el pasado lo único novedoso. Es la arbitrariedad de la directora y de los guionistas –el filósofo Ricardo Forster y el periodista Carlos Polimeni- lo que termina de sellar el destino panfletario de la película. Desde el anonimato impuesto para todos los que hablan –voces que se pierden frente a los testimonios de familiares o de figuras conocidas, aportes que se vuelven efímeros y que un periodista debería tener el suficiente sentido común para mencionar- hasta la elección de las imágenes, con un discurso del 2008 en Carta Abierta con una crítica a los medios de comunicación que se "cuela" entre el material del año 2003, todo tiende a apuntalar una efigie de alta carga mesiánica -la épica música de Gustavo Santaolalla ayuda mucho- que pudo haber sido un análisis partidario pero honesto. La falta general de ritmo, el almibarado final y su tendencia a la propaganda pura –que se da principalmente desde la segunda parte, cuando empieza el conflicto por la 125- se ocupan de su valor como película. El repaso de los hechos destacables de la memoria reciente, que literalmente pueden ser vistos a diario, y el cuestionable revisionismo histórico –Clarín como el único medio opositor en tiempos del voto no positivo es una jugada para la gilada-, se encargan de dinamitar su alcance como documento. Más allá de lo que implicaba que Adrián Caetano fuera el director, del cine al margen a la película del Gobierno en 15 años, sin duda hubiera sido más beneficioso conocer el corte bajo su mirada. El quiebre cultural del que habla Máximo Kirchner, sin duda no tiene en cuenta esta oportunidad perdida ante lo obvio.
Reflexión política y poética El film muestra el mundo público y el privado del ex presidente y gana en intensidad cuando ambos se entrecruzan. Con gran uso del material de archivo y testimonios reveladores, esta película fue hecha desde el amor, sin agresiones ni golpes bajos. Aquel histórico discurso de asunción como presidente de la Nación que pronunció Néstor Kirchner el 25 de mayo de 2003 aún resuena en la memoria de millones de argentinos. Y en el corazón de tantos que todavía lo añoran. Ese “Vengo a proponerles un sueño” funcionó como un bálsamo, como una esperanza, como una caricia al pueblo que venía de muchos desengaños políticos, represiones varias, juramentos violados, promesas incumplidas y sentimientos traicionados. Las primeras imágenes de Néstor Kirchner, documental de Paula de Luque, comienzan con ese discurso –inolvidable no sólo por su contenido sino por su carga emocional–, luego de hacer un breve repaso de los años anteriores al inicio de la gestión presidencial de Kirchner: la represión de diciembre de 2001, el helicóptero de De la Rúa, la asunción de cuatro presidentes en tiempo record y los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán durante el interinato de Eduardo Duhalde. Tras esa referencialidad del personaje a enfocar, De Luque inicia un recorrido en dos aspectos: el mundo privado –el menos conocido– y el público de Kirchner. A este último lo establece prácticamente en orden cronológico, mientras que al otro lo narra en un sentido más atemporal. Pero donde gana intensidad la película es en el cruce de ambos, porque permanentemente esos dos mundos se entrelazan, dialogan y proponen una completud de la figura de Kirchner por parte del espectador. Es que ambos son indisociables, se sabe: no puede ir el sentimiento político de una persona por un andarivel, y el privado, su humanidad, por el otro. Porque en la política se ponen en juego ideales y valores humanos que tienen efectos concretos en la cotidianidad de una sociedad. Ese cruce permanente entre ambos le otorga vitalidad a este documental que, si bien nació a partir de la muerte del ex presidente, apela al valor de una vida en una circunstancia histórica determinada. Por eso no es una biografía clásica ni un documental de observación, sino una suerte de viaje por las ideas y sensaciones de un hombre como político, pero también como hijo, hermano, padre y marido. Se trata de un enfoque, entonces, con varias líneas de relato. El eje público está compuesto por situaciones que vivieron los argentinos: desde el anuncio del pago de la deuda con el FMI, pasando por aquella decisión honrada de hacer bajar los cuadros de los genocidas Videla y Bignone, la Cumbre de la Américas en Mar del Plata (2005), donde Kirchner cuestionó las políticas que condujeron al default y en la que los presidentes latinoamericanos rechazaron el ALCA (es antológica la cara que pone Bush durante el discurso del ex presidente argentino); la asunción de Cristina como presidenta, el conflicto con las patronales agropecuarias por la resolución 125, la presentación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, los festejos del Bicentenario, el nacimiento de Unasur y el nombramiento de Kirchner como secretario general del organismo, el asesinato de Mariano Ferreyra y, finalmente, la muerte del propio Kirchner. Todos estos temas están entrelazados con comentarios e imágenes de su vida íntima que relatan básicamente su hermana Alicia y su hijo Máximo, quien también brinda su opinión sobre cómo vivió su padre determinadas situaciones. El documental eleva su tono emocional cuando testimonian la madre de Néstor y la de Cristina: son momentos cortitos pero intensos. La mamá de Néstor cuenta que, ya de niño, el ex presidente decía “Yo quiero ser gobernador”. Y la madre de Cristina provocará más de una carcajada cuando recuerda que le decían a Néstor: “¿Qué hiciste para conquistar a la más linda siendo vos tan feo?”. Son momentos que prueban el grado de intimidad, como si De Luque hubiera abierto una puerta para observar recuerdos de alguien tan querido no sólo a nivel social sino en su núcleo más cercano. Un párrafo aparte merece la combinación del material de archivo público con el de la vida privada del ex presidente: por ejemplo, se lo puede ver junto a Cristina cuando se casaron y compartiendo la militancia desde muy jóvenes e, incluso, en sus etapas como intendente y gobernador. Son imágenes que ayudan a construir esta reflexión política y poética (a la que contribuye la música de Gustavo Santaolalla), y que cobran su mayor pico emocional con el final (que no conviene ser adelantado). “Quisiera que me recuerden”, dijo Néstor Kirchner una vez al leer el poema del escritor desaparecido Joaquín Areta (del cual su hermana Alicia cuenta detalles). Y escuchado hoy en boca de alguien que logró poner de pie un país cobra un significado nuevo.
Más que biografía, dogma Lo primero que desmiente Néstor Kirchner: la película es su propio título. La biografía autorizada que se narra aquí no pertenece a quien fuera presidente de la Argentina entre 2003 y 2007, sino al proyecto político encarnado por el santacruceño y continuado hasta hoy por su viuda, la actual presidenta, en pleno ejercicio de su segundo período en el cargo. Todo en clave autocelebratoria, sin una sola tacha o imperfección. El perfil apologético que se hace aquí de Kirchner deja en claro que Paula de Luque va hacia el encuentro de una figura con la cual se identifica plenamente. En principio, corresponde decir que todo documental "parece inseparable de su intencionalidad y de su posible función cultural", según afirma Eduardo Russo en su Diccionario de Cine . Pero detrás de esta afirmación expresada desde el vamos por la directora, de esta precisa opción valorativa a favor del kirchnerismo, asoman indicios igual de claros que nos hablan de una obra que en el fondo no supera el umbral de ciertas urgencias políticas del momento. Aquí todo se limita a una identificación inmediata con un proyecto que necesita refirmar su identidad frente a las "batallas épicas" que se acercan, algunas muy cercanas. En este contexto, el prometido y proclamado retrato humano del líder del proyecto queda completamente acotado y subsumido a un dogma político incuestionado y repetido con insistencia a partir de cuatro ejes: los derechos humanos, el distanciamiento con el Fondo Monetario Internacional, el conflicto con el campo por las retenciones móviles y la ley de medios. El documental encontró rápidamente las respuestas que supuestamente salió a buscar y las plantea, en línea con los últimos discursos de la Presidenta, como una suerte de verdad revelada que no admite correcciones ni sugerencias llegadas de otros sectores. Es cierto que la historia del documental está llena de notorias realizaciones que descansan en la expresa voluntad de divulgar una idea o postularla desde un claro espíritu pedagógico. Pero en este caso la opción elegida deja al desnudo una flagrante contradicción: ¿cómo sumar a este conjunto de enunciados que se imponen desde su certeza y superioridad política frente al resto el retrato humano e íntimo de su artífice? La respuesta aparece muy rápido y deja al descubierto el flanco más endeble de este trabajo, porque el recorrido histórico que aparece ilustrado sobre todo por filmaciones caseras y testimonios familiares de incuestionable valor documental muestra baches imposibles de disimular. Admiración, no curiosidad Al abordar a Kirchner desde la admiración más que desde la curiosidad, la directora abandona deliberadamente el acercamiento a una vida cuyos interrogantes aparecen insinuados precisamente desde los testimonios elegidos para la evocación de tiempos oscuros y confusos. En un momento, vemos a la madre de la Presidenta contando que Kirchner y Cristina lograron viajar al Sur con el tiempo justo para evitar la llegada de los grupos de tareas que los tenían en la mira por su tarea militante en La Plata. Pero nada se dice de aquel tiempo transcurrido en el Sur por la pareja hasta el regreso de la democracia y el rearmado político en Río Gallegos. Esas voluntarias y expresas omisiones (que se extienden a otras instancias temporales y políticas, como los años 90 y los tiempos de la convención constituyente de Santa Fe, por ejemplo) dejan capítulos vacíos enteros en una obra que equívocamente se presenta como biográfica. En definitiva, pareciera que aquí estamos viendo más de un film. De un lado, el retrato más intimista y humano representado por ocasionales imágenes de la Patagonia (espléndidamente fotografiadas por Marcelo Iaccarino), por el bello leit motiv ejecutado en charango por Gustavo Santaolalla y los testimonios personales, entre los que figura un puñado de personas desempleadas que a partir de la gestión kirchnerista consiguieron ocuparse en el Estado. Del otro, ampulosas orquestaciones como envoltorio de las autoglorificadas gestas políticas que se llevaron adelante en los últimos años. En el medio queda un relato que entusiasmará sólo a los simpatizantes incondicionales del kirchnerismo y que potencia todavía más la curiosidad por conocer el enfoque de la primera versión firmada por Israel Caetano (cuyos créditos aparecen en los títulos finales) y desechada por sus productores. Eso nos dice que detrás de este urgente panegírico el tiempo decantará otras visiones documentales sobre Néstor Kirchner. Habrá que esperar bastante para su retrato fílmico definitivo.
Quisiera que me recuerden El film se estrena a dos años de la muerte del mandatario y hace un rescate de su vida desde una mirada convencida con el proyecto kirchnerista. Una película política. Néstor Kirchner murió el 27 de octubre de 2010 y lo que pasó dos días después, cuando miles de personas fueron a despedirlo, para muchos fue una sorpresa, en tanto las expresiones genuinas de dolor del pueblo (no confundir con la "gente"), daban cuenta de la magnitud de su figura. Y fue en ese momento trágico cuando se empezó a gestar Néstor Kirchner, la película. El film de Paula de Luque se estrena a dos años de la muerte del ex primer mandatario y si bien el tiempo acotado entre la tragedia y el documental no tiene la necesaria distancia histórica, el film se trata de otra cosa. Porque la película es la mirada de una directora convencida de la transformación del país que comenzó en 2003, cuando la Argentina transitaba una crisis que parecía terminal, definitiva. Y si De Luque (Juan y Eva, El vestido) traza una elegía sobre Kirchner, un homenaje, un registro de sus convicciones, emociones, de su propio lugar como cineasta frente al proceso histórico que protagonizó el ex presidente, cada momento reflejado en la pantalla es una declaración honesta de la intención del relato, tan cariñosa como respetuosa de esa figura desgarbada que llegó al poder dispuesta a cambiar el rumbo de la historia. Ahora bien, cientos de veces, en este curioso oficio, este cronista le pidió honestidad a diferentes películas, a realizadores que hicieron del cálculo una metodología. Pues bien, el film de De Luque es transparente en contar lo que quiso contar, por lo que como periodista y crítico se impone dejar en claro desde qué lugar se escribe este texto. En un momento donde la polarización se traslada a cada uno de los rincones de la vida cotidiana, donde el modelo kirchnerista se enfrenta al mayor y más formidable poder económico, mediático y cultural de la historia argentina, para dejarlo absolutamente claro, este cronista se ubica de este lado. El de los buenos. Entonces, delimitadas claramente las responsabilidades y las posiciones, hay que decir que las decisiones formales que la realizadora tomó para plasmar la película se asientan principalmente en tres ejes. Por un lado, a varias personas, seres anónimos que fueron rozados por Kirchner y cambiaron su vida para siempre, por el otro, el material de archivo (audios, videos y fotos inéditas que incluyen el período cuando Kirchner fue intendente de Río Gallegos y luego gobernador de Santa Cruz). Y por último, los testimonios de su madre, María Juana, sus hermanas, Alicia y María Cristina, y el relato que hace su hijo Máximo sobre su padre. Con estos materiales De Luque traza el itinerario de una vida desde la admiración y el sentimiento, le escapa al esperable tono épico y hace una puesta que no renuncia a los hitos de la gestión de Kirchner –la cumbre donde se plantó frente al ALCA, la decisión de hacerle frente al FMI, el histórico "Proceda" cuando hizo descolgar los cuadros de los dictadores Jorge Rafael Videla y de Roberto Bignone del Colegio Militar–, pero además, da cuenta del amor entre Néstor y Cristina y en ambos, como emergentes de una generación que entendió que la política era el único instrumento para cambiar el estado de las cosas. Néstor Kirchner, la película no es aséptica, nadie lo esperaba, es una película política (todas lo son, claro) y su mayor virtud es que tiene conciencia del lugar desde donde habla, un espacio de convicción y honestidad.
Impronta del militante La impronta del militante, el emergente, el soñador y, por qué no, el libertador. No en vano el trailer de Néstor Kirchner, la película se impulsa con este testimonio en off: “El nació el 25 de febrero de 1950, el año de San Martín”. Luego Kirchner dice “vengo a proponerles un sueño” extraído del discurso en su juramento como presidente en el Congreso. En su nueva película, la realizadora Paula de Luque refleja a Kirchner como una figura liberadora, una brisa con aires de cambio, la solución misma. Con impactantes imágenes de la Patagonia austral se desprende un documental donde, según la placa que abre el filme, 12.000 personas aportaron su granito de arena. De entrada se busca impactar. El proyecto original iba a ser firmado por el realizador Adrián Caetano, pero en las últimas instancias no fue aprobado y pasó a manos de De Luque, quien agregó siete semanas de filmación y mantuvo la gran banda de sonido de Gustavo Santaolalla. Néstor Kirchner, la película combina elementos de tensión con un homenajeado que no necesita libreto: su calor y color frente a la gente en actos públicos son su motor fílmico. Además, la directora plantea casos de personas ayudadas por la obra del dirigente fallecido, como es el de Facundo Nolasco, un joven violinista jujeño a quien Kirchner le regaló un instrumento del pianista Miguel Angel Estrella. Con estas apariciones se busca conmover al espectador, dejar una estela como salvador. Los más rico de la película es el material de archivo en súper ocho cedido por la familia del santacruceño. Allí se aprecia el micromundo costumbrista del ex mandatario. Sorprende que no se aclare el nombre de la mayoría de quienes hablan ante cámara o en off. Este recurso genera confusión en su hilo narrativo, pierde rigor documental, aunque es claro que el recorte de la historia es el Kirchner militante, en perspectiva histórica. A diferencia de la valiosa palabra de Máximo -a quien por primera vez se lo ve hablando sobre su padre luego del fallecimiento-, la Presidenta no es entrevistada y tampoco aparece en los agradecimientos finales. ¿Un recurso extremo para intentar apolitizar el filme -algo utópico, aclaremos- o una clara orden de Gobierno? Hubiese sido importante incluir el testimonio de la mandataria, aunque con el transcurrir del filme se intuye su ausencia por el carácter narrativo de la obra. Lo que no se entiende es por qué Florencia no fue entrevistada, su visión hubiese contrastado muy bien y cerrado un logrado círculo de voces familiares donde se destaca María Juana Ostoic Dragnik, la madre de Néstor. El filme, como era de esperar, no hace directa y explícita a la muerte de Kirchner, sólo se ven carteles donde se expresa que el ex mandatario vivirá por siempre: es el presente perpetuo al que la realizadora referencia y reverencia. Los rostros compungidos de sus seguidores son tibias metáforas de una tristeza de la cual, Néstor Kirchner, la película busca escapar.
EL TRIUNFO DE LA MEDIOCRIDAD La característica principal de este documental centrado en la figura de Néstor Kirchner es la mediocridad. Sin rumbo y torcido hacia un relato coyuntural, la película desperdicia cualquier chance de volverse interesante. En el momento de su estreno es casi imposible separar a una película de su contexto. Las críticas, incluso esta, están teñidas por ese contexto. No está mal que así sea. Pero también hay que mirar más allá, hay que ver lo que hay en la pantalla, separado de ese contexto y evaluar su valor. Ninguna película está sola en la historia del cine, pero las películas a su vez deben ser pensadas de forma individual. Ambas cosas deberán ser tomadas en cuenta. Antes del estreno de esta película, todos hablaban ya –con razón- de un cine de propaganda. El cine de propaganda es un cine panfletario asociado al poder de turno. Es decir, si uno hace un panfleto peronista en un momento en el cual el peronismo no está en el poder, ese panfleto no es cine de propaganda. Es más, ese panfleto tiene, al menos en ese aspecto, más dignidad que el cine de propaganda. ¿Cuál es el objetivo de hacer un film respaldando algo que tiene poder? La confirmación y la apuesta a la continuidad de ese poder. Solemos asociar el cine de propaganda a los regímenes totalitarios, porque estos son los que suelen hacer el cine de propaganda más explícito y con menor nivel de complejidad artística. El caso más famoso y más citado será siempre El triunfo de la voluntad (1935) de Leni Riefenstahl. Claro que su mirada del nazismo no estaba exenta de notables recursos visuales, lo que le ha dado aun más fama y ha generado más polémica alrededor de aquel film. Néstor Kirchner: la película está en las antípodas artísticas de Riefenstahl, ya que Paula de Luque no contó ni con los recursos, ni el talento para conseguir un peligroso y efectivo film de propaganda. El cine de propaganda no es solo de los nazis, que quede claro, a lo largo y a lo ancho del mundo, los soviéticos, los norteamericanos, los cubanos, los argentinos, los italianos, prácticamente en todo el mundo han existido ejemplos de cine de propaganda. No todos tan nefastos como El triunfo de la voluntad, pero siempre limitados por su espíritu de propaganda. ¿Acaso no sería Casablanca, a su manera, una propaganda? La obra maestra de Michael Curtiz se podría resumir así: Estados Unidos (Rick) debe dejar de ser neutral e intervenir en los conflictos internacionales para solucionarlos. Claro, es una posible lectura que convive con otras lecturas, niveles, matices y docenas de recursos maravillosos, que incluyen el humor, el entretenimiento, la inteligencia en todas sus formas, incluyendo la emoción. Y hay cientos de ejemplos así. Casablanca, fuera de contexto, se eleva como obra de arte, porque más allá de su función coyuntural, es una excelente película. Cuando el objetivo central es panfletario, cuando la mediocridad comanda un proyecto, la posibilidades de éxito se vuelven escasas. Néstor Kirchner: la película, es un ejemplo, entre muchos otros, de esta mediocridad. Ya se ha vuelto una pequeña historia paralela el como el proyecto original lo tenía Israel Adrián Caetano (el gran director de Pizza, birra, faso, Bolivia y Un oso rojo), y se alejó por diferencias artísticas. Por lo que uno no puede dejar de sospechar (y es sospecha, no certeza) que la mediocridad final de la película fue buscada. En tanto que la mediocridad no tiene riesgo, no tiene matices, no tiene forma, no tiene vida. El cine argentino ha tenido mucho cine de propaganda, porque ha tenido mucho cine político. Y no siempre el cine de propaganda ha tenido que ver con defender gobiernos totalitarios, aunque en muchos casos sí. Hay ejemplos memorables, como Después del silencio de Lucas Demare, film de ficción, propagandístico hecho en… ¡1956! Es decir un año después del derrocamiento de Perón. La última dictadura militar supo también tener un cine de propaganda, acorde también al período. La fiesta de todos (1979), festejo del Mundial de fútbol con muchas y variadas bajadas de línea, bajo la dirección de Sergio Renán es un ejemplo, así como también son un claro ejemplo varios de los films dirigidos, producidos y protagonizados por Palito Ortega en aquellos años. La obra de Ortega solo existió durante esos años y su nivel propagandístico salta a la vista. ¿Cómo eran esas películas? Infantiles en la construcción, paupérrimas en la realización, nefastas en las ideas. Pero como dije, el cine de propaganda no es solo para las dictaduras, la democracia también tuvo sus ejemplos. Un gran ejemplo es, claro el díptico de La república perdida y La república perdida II, hechas durante el alfonsinismo, películas que no soportan el más mínimo análisis ideológico sin caerse a pedazos. Durante la última década existió un acercamiento a un cine político que bordeaba permanentemente la propaganda, pero de todos los films susceptibles de ser ubicados en esa categoría, sólo Eva de la Argentina parecía quedar claramente como un ejemplo de cine de propaganda urgente, hecho con desprolijidad y pocas ideas. Al mismo tiempo que se estrena Néstor Kirchner: la película, el canal del estado emite una serie documental de ocho capítulos llamada Clarín: un invento argentino. Aun para los admiradores de Kirchner, ver como una biografía sobre él se termina desviando hacia una guerra sin cuartel contra un grupo mediático resultará triste, además de confuso. Y el resultado, efímero, pasajero, lleno de odio y no del amor que tanto intenta pregonar el film sin conseguirlo. Hace pocos días murió Leonardo Favio. Para los que nos dedicamos a la crítica cinematográfica, Favio era un nombre que inevitablemente iba a surgir frente a este estreno. Favio no tuvo que presenciar que usáramos su película Perón Sinfonía de un sentimiento para demostrar como se puede hacer un documental alrededor de una figura política. El Perón de Favio se hizo en la década del 90. Se trata de un descomunal documental de seis horas que nunca logró un estreno comercial y que fue creciendo en el boca a boca a lo largo de los años, consiguiéndose de diferentes formas y siendo exhibido en televisión completo. Favio es totalmente peronista. Su obra es peronista de punta a punta, pero quienes no sean peronistas igual se conmueven con la mirada de un artista acerca de un hombre, una mujer, un movimiento y un pueblo. La película de Favio es panfletaria, aunque no se le puede llamar propagandística, porque no sirvió en nada al poder cuando se hizo. Imagino que si Néstor Kirchner: la películala hubiera hecho Caetano, tampoco habría servido al poder. El primer amo al que debe responder un director es el cine, luego viene todo lo demás, sino no hay obra. Favio es desaforado, inocente, astuto, poético, emotivo, brillante. Su manipulación del material es indiscutible pero no son discutibles sus puntos de vista, sus ideas, su pasión. Sabía lo que hacía y se notaba. Cuando Paula de Luque (quien ya dirigió varios largometrajes, incluyendo Juan y Eva el año pasado) se pone al frente de este documental tan complicado, no logra que veamos esa convicción, esa pasión, esa emoción. Realizada con demasiadas limitaciones, Néstor Kirchner: la películaes esclava del mismo contexto que le ha permitido estrenar en la absurda cifra de ciento veinte salas y tener una premiere en el Luna Park. Estos vientos a favor que la película tiene, le juegan muy en contra, principalmente en la realización, que es lo único que sobrevive a la coyuntura en el caso de ser buena. Entrevistas cortadas con veloces fundidos a negro, no una, sino diez veces, hablan de una falta de criterio estético, porque luego ese abuso no se repite. Hay un interesante riesgo en no poner ni uno solo de los nombres de los que participan de las entrevistas, pero esto sin duda le augura al film una incomprensible lectura en el futuro, ya que son muchos los entrevistados. La voz en off, non plus ultra de la manipulación en el documental, no tiene aquí una presencia tradicional, algo que también podría estar bien. Pero es reemplazada por un gran número de testimonios armados con voz en off. Este recurso le permite al film fingir que no tiene voz en off, y con los testimonios armar una tan manipuladora como la más común y antigua de las voces en off. Inventados sobre la marcha parecen los recursos. Si hasta la historia del chico del violín es más clara e interesante cuando en la televisión oficial lo entrevistaron al propio chico. La película elige, claro, los rasgos que cree más positivos (y ni uno solo ambiguo o negativo) sobre el ex presidente, pero en lugar de elevarlos, los aplasta. Seguro que las historias elegidas son más interesantes en la vida real. El mal cine, achica la vida, la reduce, no la ilumina, no la destaca. En la premiere de la película, antes de verla, una actriz dijo: Esta película servirá para que dentro de 50 años los chicos sepan quien era Néstor Kirchner. Si ese era el objetivo de la película hay que decir que, si algo queda claro, es que esta película no sirve para que alguien entienda quien era Néstor Kirchner. Su confusión visual, su poco astuta manipulación, su torpeza narrativa y sus momentos de didactismo no la convierten en una buena guía para entender a Néstor Kirchner como no serviría para entender a ninguna otra persona o época. Un excelente ejemplo es la muerte del protagonista. La inmensa mayoría de los espectadores pensará –nos ocurrió a todos en la función de prensa-, por la música ominosa y las imágenes de vías y trenes, que Kirchner murió en un accidente de tren. Hoy por hoy, eso significa la Masacre de Once, algo que el Gobierno kirchnerista de Cristina Fernández insiste en tapar. En 50 años hay más chances de que los chicos piensen: A Kirchner lo pisó un tren o se murió en esa tragedia que pensar que esa escena representa el asesinato de Mariano Ferreyra, que aparece después en una breve sobreimpresión. Entiendo la metáfora que quieren instalar, ya que luego de esa imagen –incomprensible si se la saca de contexto- se pasa directo al velorio del ex presidente. Esa escena encierra el gran problema de la película. Atrapada en su intención absolutamente coyuntural, buscando maquillar la propaganda, se intenta generar algunas metáforas poéticas y políticas a la vez. Pero la falta de talento, de imaginación, y sobre todo la falta de libertad creativa, la enredan a punto tal de no servir ni siquiera como panfleto. La escena final, la única donde el film se delira hacia un misticismo digno de un folleto religioso evangelista, cae una vez más en la confusión. ¿Qué significa exactamente ese momento? Cualquier cosa podría significar si fueran imágenes complejas, pero cuando se hace una película a las apuradas y sin convicción, es casi imposible lograr un discurso claro y coherente. El peor defecto de Néstor Kirchner: la película, es su aplastante mediocridad.
La Argentina de cazadores de utopías A modo de explicación de las permanentes crisis y tensiones sociopolíticas de la Argentina, se aduce recurrentemente que el país está inexorablemente dividido, fragmentado. El análisis quizá fuese válido cuando las instituciones y la división de poderes funcionaban como mutuos entes de control, del mismo modo en que los diferentes partidos y facciones políticas concentraban sus fuerzas no sólo en sus propios programas sino también en su rol de veedores de los adversarios políticos. Ya no es cierto que la Argentina esté fragmentada. Está fracturada, partida en dos bandos ideológicos irreconciliables, algo que los historiadores equiparan con la eterna dicotomía de federales versus unitarios. En la Argentina de hoy, mal que nos pese, parece primar la filosofía del pensamiento único a ultranza, del “relato”, sin lugar para medias tintas y mucho menos para posibles puntos de encuentro. El estreno de la biopic Néstor Kirchner, la película, se produce en un momento crucial para la Argentina, a sólo dos semanas después del controvertido 8N, y a dos días de la emisión de la miniserie Clarín: un invento argentino, a ser transmitida a partir del próximo sábado a las 22 hs por el canal 7 la Televisión Pública. La coincidencia del estreno de ambos productos progubernamentales no puede leerse como una simple casualidad, con o sin especulación mediática. No se trata de apelar a la remañida teoría de la conspiración, sino de remitirse a los hechos más allá de su interpretación política. El film que nos ocupa hoy Néstor Kirchner, la película es digno de análisis por variadas razones. Para los kirchneristas, el film de la directora Paula de Luque no hará más que reforzar sus convicciones a través de recursos cinematográficos más que válidos y justificables. También es cierto y evidente que el fin tiene una agenda política afín al partido que detenta el poder. No menos cierto, vale aclararlo, es que la película de Paula de Luque es un producto inteligente, bien armado y narrado, de manufactura técnica intachable y construido en torno a un eje que haría trizas las suspicacias de los espectadores más avisados. En su debut como documentalista, Paula de Luque no construye el “relato” de modo cronológico. Es decir, evita a toda costa el trillado recurso de desandar el camino de la historia de un personaje. Lo que hace, en cambio, es construir un eje conceptual alrededor del cual se articulan testimonios y fragmentos audiovisuales que dan cuenta de un personaje alejado del bronce y mucho más cercano a lo terrenal y lo humano. Para quienes adhieren fervientemente o sienten un grado de afinidad por el modelo de gobierno Kirchnerista, la biopic del ex presidente será un inolvidable y emotivo recorrido por los logros económicos y la justicia social conseguidos por un gobierno que cumple con el mandato del Partido Justicialista con todas las de la ley. Pero lo que podría tildarse de demagógico es manejado con envidiable cintura política y habilidad por la directora y su coguionista, Carlos Polimeni, a punto tal que ni los más recalcitrantes detractores podrían hablar de desmesura o autobombo. Abundan, por cierto, los convenientes saltos narrativos y omisiones de hechos de público conocimiento, y esta falencia convierte a Néstor Kirchner, la película en una visión unilateral de un hombre y su legado, que la directora presenta como naturalmente asociados a los sueños e ideales de toda una generación: la del mayo del 68, la que creía en un mundo mejor y más justo. En este contexto, Néstor Kirchner, el hombre, transita el camino de la militancia universitaria (donde conoce a su novia y futura esposa, la actual presidenta Cristina Fernández), hasta convertirse en el jefe de Estado que consigue, heroicamente, rescatar a la Argentina de la debacle post 2001. Paula de Luque, sin embargo, jamás comete el error de santificar al líder político, sino que hace una más que bienvenida bajada a tierra. Por poner un ejemplo: su película, comparada con la atronadora y cotidiana cadena nacional, es un producto sutil, muy sutil, que desborda en una sola instancia, la arremetida contra el monopolio de multimedios. El resto de la película -queda dicho- es tan hábil que no podría ser acusada de demagógica o manipuladora, por más que el documental presente al tema-sujeto como si fuesen tan inmaculados e impolutos como la nieve de la sureña provincia de Santa Cruz, el perfecto territorio geográfico e ideológico para la saga narrada por Néstor Kirchner, la película.
La biografía de un líder político El filme expone una clara línea subjetiva de homenaje y admiración de la realizadora Paula de Luque, al ex presidente de los argentinos. Este filme de Paula de Luque es un documental biográfico sobre la figura de Néstor Kirchner, quien presidó los destinos de la Argentina, entre el 25 de mayo de 2003 y el 10 de diciembre de 2007, falleciendo en octubre de 2010. A partir de la adolescencia, el ex presidente estuvo vinculado al mundo político desde su natal Río Gallegos de la que fuera intendente, siendo luego gobernador de la provincia de Santa Cruz, diputado por la provincia de Buenos Aires y finalmente luego de asumir, como presidente de la República, secretario general de la Unasur, organismo regional formado por doce estados de América latina. Paula de Luque ("Juan y Eva") se vale de distintos elementos para estructurar su documental. Desde testimonios personales tanto de parientes de la figura protagónica, como de amigos y partidarios, pasando por diez personas desocupadas que fueron apoyadas laboralmente por el mandatario, hasta filmes en video de su niñez y adolescencia, pasando por fragmentos de noticieros más o menos actuales. ENTRE EPOCAS La figura de Néstor Kirchner es especialmente representada desde un punto de vista político, como en los inicios de su presidencia, luego de la histórica crisis del 2001-02, pasando por su condición afectiva de hijo, marido y padre. Hay un uso de la fragmentación en la concepción biográfica, elementos positivos y negativos que se omiten de su gestión, así como circunstancias generales del contexto de su actuación que hubieran requerido más claridad para el espectador ingenuo (empalme de la muerte de Mariano Ferreyra y el fallecimiento de Néstor Kirchner). El tono general es una mezcla con sesgo entre épico y emotivo. El aporte de material en super 8 que testimonian su infancia, fotos fijas, reportajes a su madre y su suegra, filmaciones de la asunción del poder en 2007, de su esposa Cristina Fernández, y de varias de la época del Proceso, completan un amplio panorama que incluye especialmente la década del 70. Hay reminiscencias de ciertos momentos elegíacos del cine de Leonardo Favio, que acompañan las largas tomas de los caminos patagónicos y el cielo azul y despejado. La recurrencia de la música, la utilización de cromatismos similares para equiparar épocas cronológicas, son notas que aportan a la idea general, y la estética, del filme. "Néstor Kirchner, la película" expone una clara línea subjetiva de homenaje y admiración de la realizadora Paula de Luque, al ex presidente de los argentinos.
Film sobre Kirchner vale por imágenes poco conocidas Los testimonios son el valor primordial de un documental que no aporta demasiado para satisfacer interrogantes, aunque quizá sea muy pronto para pretenderlos. «Néstor Kirchner, la película» (id., Argentina, 2012). Dir.: P. de Luque. G.: P. de Luque, C. Polimeni. Foto: M. Iaccarino. Mús.: G. Santaolalla, I. Wyszogrod. Es 24 de marzo de 2004 y Néstor Kirchner habla en la ESMA. Su mano izquierda estruja el borde del atril, naufraga hasta el pie del micrófono y regresa para pellizcarlo. La trasmisión oficial no registra el gesto secreto y angustiante del presidente. Una cámara silvestre capta, en primer plano, el baile desesperado de la zurda de Kirchner y la ofrece como subtitulado visceral de lo que Kirchner dice. Como un lado B, la toma desordena el episodio, ultraconocido y difundido, y le devuelve vitalidad. El procedimiento se repite a lo largo de la película -un paneo caótico, cámara al hombro, que captura un enjambre de uniformados luego de que Kirchner ordenó bajar el cuadro de Videla del Colegio Militar- y consigue, con sus otros enfoques y otros detalles, el efecto de sorprender. Lo mismo se vuelve distinto, como si uno entrara a su casa por la ventana en vez de hacerlo por la puerta. Perlas Son pequeñas perlas rescatadas del alud de material fílmico y fotográfico aportado por 12 mil personas, que la producción de «Néstor Kirchner, la película» acumuló y Paula De Luque, sucesora de Adrián Caetano -director que dejó precipitadamente el proyecto por desacoples con los productores- seleccionó, con criterio, para contar tramos de la historia. Bocados, apenas. El documental se estira 109 minutos en los que transita el formato convencional de testimonios y archivo, con modestas licencias poéticas -barrocas y pretendidamente referenciadas en Leonardo Favio, el realizador fetiche del peronismo- y un puñado de historias mínimas, en primera persona, de «anónimos» a quienes Kirchner les cambió la vida. Se trata de un anonimato premeditado que remite a Oesterheld, el Eternauta y su héroe colectivo. Los entrevistados, que van desde su hijo Máximo al joven violinista jujeño Facundo Nolasco, y una ristra de voces en off se suceden sin ser identificados. Un simbolismo para decir que todos son Kirchner y Kirchner es todos ellos pero que puede desorientar al espectador que desconoce quién es quién. Los testimonios son el anzuelo primordial de la película. La aparición de Máximo; fraseos domésticos de la madre de Kirchner -cuenta que, de niño, le dijo que quería ser gobernador-, recuerdos de su suegra y cuñada de la detención en los 70, y de las hijas de Alicia, que incluyen a los hijos presidenciales, sobre temporadas en la casa de la abuela que trafican un reproche por la ausencia paterna y materna. Para la galaxia K, que construyó el imaginario de una figura todopoderosa, de mano invisible que mece la cuna, Máximo Kirchner aparece reducido a relator de anécdotas familiares, de infancia o de cuando con su padre se burlaban de la dedicación que Cristina podía al festejo del Bicentenario, con algunas sentencias políticas que, como mucho, certifican el sello de origen del relato oficial. Dice, en ese tono, que la crisis del campo no se hubiese desatado sin «Clarín, Magnetto, los medios». Fierros La biografía de Kirchner que construye Paula De Luque, con el patrocinio y la fiscalización de Fernando «Chino» Navarro y Jorge «Topo» Devoto -ambos con sus cameos de rigor: Devoto en un abrazo callejero con el Kirchner recién asumido; Navarro como protagonista vasto y risueño en el acto del desendeudamiento- revisita las escalas icónicas del kirchnerismo y escarba la coyuntura, a días del incierto 7-D, al hacer foco en la Ley de Medios. Titular «Los fierros hoy son mediáticos», dictamina Kirchner en una charla informal registrada en una filmación casera donde aparecen Ricardo Forster, Alberto Fernández y Horacio Verbitsky. La frase titular de la guerra con Clarín. El ex jefe de Gabinete es, ahí, un intruso para el relato del presente. Porque, además de sistematizar el anonimato, De Luque -que se declara kirchnerista desde el comienzo, aunque no explica cuál es el comienzo- desmaleza. Como otros biógrafos, la directora busca solidificar el mito trazando lazos inmaculados, en este caso entre la juventud maravillosa de los 70, Kirchner y las «nuevas generaciones» a quien dedica el film, como si en medio ni hubiesen existido gremios financistas de candidaturas iniciáticas, o Cavallos y Duhaldes, insumos necesarios para que el mito haya llegado a Mito. La clave política aporta otros detalles: inserta la voz (no la imagen) de un Moyano elogioso de Kirchner, juega con la edición al empalmar el concepto de que la política es «pasión y traición» con una imagen de Daniel Scioli e ignora a los caciques del PJ salvo a José Luis Gioja, uno de los mecenas del film. El protagonismo raleado, lateral, de La Cámpora debe leerse con otro código: como parte de la malquerencia entre la agrupación juvenil y el Movimiento Evita del que Navarro, uno de los productores, es jefe. El espectador curioso, el que busque algo novedoso, tiene en las escenas de antaño, granuladas, en blanco y negro, a un Kirchner joven, algo más grueso; un hacedor serial de «cuernitos», casi siempre sonriente. No hay mucho más para los observadores ajenos, para aquellos que no vayan al cine a presumir o potenciar su simpatía K, sino detrás de pistas para entender por qué Kirchner fue lo que fue. O es lo que es. El documental no aporta demasiado para satisfacer ese interrogante. Quizá no sea un demérito sino, simplemente, que todavía es demasiado pronto para pretender una respuesta.
Un documental dedicado a los militantes, de clara intención proselitista sobre la figura del expresidente, con un material ya demasiado conocido, y el agregado de algunos testimonios anónimos, los recuerdos de su hijo, de su suegra y de su hermana menor. De buena factura técnica. Provocará mas comentarios políticos que cinematográficos.
Un documental que representa un homenaje de Paula de Luque, sus colaboradores y seguidores a la figura de Néstor Kirchner. En un principio, el documental estaba dirigido por Adrián Caetano, pero luego de algunas diferencias, el director se alejó y Paula De Luque se hizo cargo del filme. Este documental tuvo su Avant Premier en el Luna Park el sábado 17 conmemorando el “Día del Militante”. Estuvieron presentes: el Jefe de Gabinete Juan Manuel Abal Medina, el Gobernador Bonaerense Daniel Scioli, entre otras figuras; como era de esperar este acontecimiento fue una fiesta. Hoy es su estreno en todo el país y le otorgaron aproximadamente unas 120 salas. En las primeras escenas vemos el testimonio de Máximo Kirchner (hijo del Ex Presidente Néstor Kirchner), hablando de su padre. A lo largo del film va contando varios hechos divertidos. En ningún momento habla su hija Florencia, solo se la ve en familia incluida en el material de archivo. El desarrollo del relato se va entremezclando con un bello paisaje del Sur de nuestro país. Imágenes de la época de saqueos, Estado de Sitio y cacerolazos, el caos Presidencial en el 2001. Los cinco presidentes que gobernaron argentina casi en una semana fueron: Desde el 20 de diciembre de 2001 hasta el 1° de enero de 2002 y en este orden, De la Rúa, Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez Saá, Eduardo Caamaño y Eduardo Duhalde. Vemos como llega al poder, un momento algo divertido en el traspaso del poder cuando el Presidente Duhalde le hace entrega del Bastón Presidencial (en un principio lo toma al revés), la lastimadura en su frente cuando saluda al pueblo, entre otras situaciones del momento. La directora a lo largo de casi toda su narración le presenta al Presidente Néstor Kirchner a los espectadores denotando una clara postura de admiración, casi bordeando lo sagrado; su relato está construido de manera poética, simpática, nostálgica y afectuosa. Recordamos varios momentos: cuando el pago al FMI, los derechos humanos, la pelea con los representantes del campo, la Ley de Medios y la batalla contra Clarín, discurso en la ex ESMA, en 2004, la Cumbre de las Américas de 2005 en Mar del Plata, cuando ordenó descolgar los cuadros de Rafael Videla y Reynaldo Bignone del Colegio Militar, entre otros. Pasando por su juventud en Santa Cruz, sus días en La Plata, el comienzo de la relación con Cristina Kirchner, imágenes de la fiesta de casamiento, la familia de Néstor, su hermana mayor Alicia, y su hermana menor María Cristina (para una sonrisa cuando hablan de las edades), gran parte de este material de archivo dado por la familia. El documental contiene varias fallas, por ejemplo cuando vemos a varias personas realizar un relato acerca de que significo para ellos Kirchner. No sabemos quiénes son porque no se especifican sus nombres, como tampoco el de sus familiares, amigos, etcétera, además carece de fechas y lugares, no todos los espectadores conocen a estos. En varios relatos se escucha la voz en off y ¿quiénes son? Seguramente aquellos espectadores que tengan ciertos conocimientos sobre la política argentina o aquellos que pertenezcan al círculo íntimo de los Kirchner, tal vez los identifiquen. Para destacar la excelente banda sonora a cargo de Gustavo Santaolalla (dos veces ganador del Oscar), es importante decir que la muerte está tratada de manera muy respetuosa, sin golpes bajos y la frase que cierra el documental: “A las nuevas generaciones”.
Néstor Kirchner, la película intenta ser un relato sobre el amor de Néstor por Cristina, su familia, su pueblo, sus compañeros setentistas y el estado. Néstor Kirchner, la película es una de esas obras que no se defienden por si solas, hay que trabajar para encontrar y destacar sus mejores virtudes pero, por el contrario, sus defectos saltan a la vista. Paula de Luque no parece confiar en la fuerza de la imagen y construye un relato lleno de sonidos, de música que pretende reforzar la emotividad de lo que se cuenta. Y lo que se cuenta es bastante pobre ya que es apenas un recorte que no llega a abarcar la capacidad política y la condición de estadista del presidente Kirchner. En la película hay una referencia ínfima a la gestión de Néstor como intendente, a cargo de su hijo Máximo y ninguna a su tarea como gobernador. En algunos momentos del filme se realizan semblanzas suyas a través de collages de voces no identificadas, entre esas voces se encuentran algunos de los mas destacados hombres del proyecto kirchnerista como Andrés Larroque, Juan Manuel Abal Medina o Jorge Coscia. Por el contrario Paula de Luque le da cámara al gobernador Gioja para que cuente una anécdota tan pequeña como innecesaria. Néstor Kirchner, la película intenta ser un relato sobre el amor de Néstor por Cristina, su familia, su pueblo, sus compañeros setentistas y el estado. Los logros más destacables del filme, escasos pero valiosos, son las entrevistas realizadas a las madres tanto de Néstor como de Cristina, el sentimiento genuino de Néstor al hablar en la ex ESMA y el momento en el que se muestra la relación entre la sociedad rural y los distintos presidentes de la democracia. Quien quiera conocer el pensamiento vivo del hombre que llegó al gobierno con el 22% de los votos y construyó poder como para modificar muchas de las realidades más adversas del país y enfrentar a los poderes concentrados, no lo encontrará aquí .Néstor Kirchner, la película está orientada hacia otro tipo de público, uno que vaya dispuesto a dejarse llevar por efectismo y el sentimentalismo.
Néstor Kirchner fue un hombre que asumió la presidencia de su país convencido que no iba a ser un mandatario más. Arribó a un cargo bastardeado, menoscabado, degradado por nombres que a lo largo de la historia democrática contemporánea y aún apoyados por grandes caudales de votos, no se destacaron por el atrevimiento, el altruismo y la grandeza y sí por la claudicación, la indolencia y la avaricia. Hubo excepciones a la regla, nombres ilustres que alcanzaron a edificar, entre obstáculos irreductibles y enemigos insaciables, precedentes relevantes sobre los que Kirchner se alineó, aprovechando un momento propicio para llevar adelante políticas restauradoras y reivindicativas. Se entregó en cuerpo y alma a producir pura y transformadora gestión gubernamental, generando cambios sustanciales que quizás le hayan costado la vida. La cineasta Paula de Luque habla básica y precisamente de todo eso, aún usando palabras ajenas e imágenes prestadas. Con un espíritu militante y el nervio testimonial que hacía falta, Néstor Kirchner, la película contiene y expande la epopeya de un estadista esencial del segmento más reciente de la política nacional. Apelando a un formato y una modalidad expresiva alejada de su filmografía previa -aún de un film claramente político como su opus anterior Juan y Eva-, esta obra documental canaliza un poderoso caudal de imágenes alusivas con una impronta sobria y reflexiva, que se permite transgredir algunos preceptos del género y revalorizar otros. Con una cambiante y multigenérica trayectoria detrás, De Luque construye una pieza que, recorriendo postulados esenciales del discurso kirchnerista (como el resonante No voy a dejar mis convicciones en la puerta de la Casa Rosada) incluye toques poéticos y evocativos. Dentro de los momentos íntimos y desconocidos de su entorno familiar, la muerte del ex presidente ocupa una porción ínfima del film, que se realimenta permanentemente con actos de vida y militancia. Faltarán cosas, pero aún así se trata de un tributo cinematográfico fuertemente emotivo, una visión ambiciosa y a la vez austera enmarcada por la indispensable música del gran Santaolalla.
Néstor in the Sky With Diamonds To say that Argentine society, as things stand right now on the Political front, is fragmented into multiple splinters wouldn’t be close to the truth. There are some who prefer the term “polarized,” more assuaged but rather euphemistic. There’s a third option, much harsher but perhaps more accurate: the country is not fragmented or polarized — it’s fractured.
Figura pública Documental polémico sobre el reciente fallecido ex-presidente de la Argentina, Néstor Kirchner, y su relación con la política nacional. Una película llena de emociones y sentimientos que durante toda su duración despliega una inmensa admiración incondicional hacia el carismático mandatario. Un gran tributo que a pesar de lograr conmover al espectador, constantemente va perdiendo fuerza ya que al no poseer un relato con rumbo definido, confunde y desorienta al espectador. Lo primero que uno observa en "Néstor Kirchner, la película", es el admirable nivel poético de la cinta. Una narrativa muy poderosa que encuentra sus mejores momentos al comienzo de la película, donde con mucha habilidad describe el caos institucional previo a la llegada de la presidencia y como su discurso "vengo a proponerles un sueño" enmarca de manera perfecta lo mejor del documental: La idea de una renovación nacional que devolvió la esperanza y dignidad a los argentinos. Básicamente la película desarrolla sus mejores momentos de la mano de tres grandes componentes: las filmaciones caseras en super 8, la potencia de los discursos de Kirchner y la relación afectiva entre Néstor y Cristina. Estos tres factores traen consigo el lado más humano, sincero y emotivo del ex-presidente. Cada imagen en super 8 refleja su lado más honesto y profundo, mientras que sus discursos son tan pasionales que hipnotizan y conmueven al espectador. Sin embargo, el mayor logro de la película reside principalmente en su relación amorosa y como la cámara logra revelar momentos muy intensos de la pareja. Sin lugar a dudas la escena culmine de la película se presenta cuando Néstor le traspasa la presidencia a Cristina. No obstante, el documental presenta fallas esenciales del género, ya que cuesta entender el objetivo de omitir revelar información básica que sitúe a cada imagen o testimonio. La falta de placas que indiquen las fechas, lugares o identidades de los entrevistados no solo le exigen al espectador acudir a su memoria, lo cual seguramente puede marear a más de uno, sino que excluye completamente del documental a las personas que no estén muy familiarizadas con los sucesos del país. Sin embargo, el problema principal de la película es la falta de un relato concreto y definido que una de principio a fin todos los sucesos. Es realmente notorio como esta falencia repercute en cada hecho histórico que el documental expone. De esta manera, secuencias como "el pago al FMI", "el ALCA", "el retiro de los cuadros", "la 125" y "la ley de medios", son fantasmas carentes de relevancia en el relato. En ningún momento se los desarrolla o, si quiera, se los explica. Simplemente se espera que las imágenes expongan el tema por si solas, pero lamentablemente solo lo presentan para luego obviarlo. Por otro lado, ya llegando al final el documental va perdiendo cada vez más el rumbo. Desde el traspaso de la presidencia, la figura de Néstor Kirchner se va ausentando en el relato y de ahí en adelante solo hay incertidumbre por la falta sentido de la película. Se empieza a apelar con más frecuencia a secuencias totalmente fuera de lugar, que no aportan nada, como filmaciones de partidos de fútbol entre chicos, la actividad dentro de una panadería o un taller textil. No obstante, todo llega a su final y el desenlace se impone abruptamente en una secuencia más absurda que controversial donde se asocia la muerte de un militante en una protesta sindical con la mismísimo fallecimiento del ex-presidente Kirchner. Por último, no hay que olvidar otro punto alto del documental que se encuentra en la historia de un estudiante de música salteño que recibe un violín de regalo. Allí se vuelve a mostrar el cariño y devoción hacia Kirchner. El mismo sentimiento profundo en que la película se sostiene y se basa: el agradecimiento. En conclusión, "Néstor Kirchner, la película", salvo por las filmaciones casera de super 8, no va a aportar nada nuevo a cualquier espectador conocedor de la realidad argentina. Es simplemente una recapitulación de los hitos de su carrera política. Prácticamente no hay una sola mención significativa de cómo era la persona detrás de su figura pública. El documental solo funciona como una declaración muy personal de amor hacia el ex-presidente de la Argentina, Néstor Kirchner.
Son esas casualidades que nos da el cine, el hecho de que en esta semana se estrenen simultáneamente la francesa "El Ministro" y "Néstor Kirchner: La Película", no deja de ser un hecho fortuito (¿o causalidad?) que nos permite dar un pantallazo amplio a dos aspectos diferentes del mundo de la política; el de los negociados, las traiciones, el juego sucio; y el de la militancia, los ideales políticos; ambos pueden ir de la mano para formar un todo, y sin embargo son antagónicos. Lo primero que hay que aclara del documental de Paula De Luque es que quienes estén buscando una polémica la busquen en otro lado; el film no pretende ser controversial, es simplemente un fresco de vida, tanto la vida pública como la privada ambas signadas por la política. No es ningún descubrimiento decir que este documental tiene una posición tomada clara, y eso por sí solo no está mal, no engaña; el público que busca (ya desde el trailer, la publicidad, y sus productores) es el afín al gobierno – el de Néstor y el actual – por lo que estamos frente a una película netamente militante, y bienvenido que así sea; en ciertos casos no puede buscarse una objetividad imposible de lograr; así y todo ofrece aspectos interesantes para un público abierto, general. El documental va siguiendo una narración más o menos lineal, temporal, sobre todo en cuanto a los hechos de gobierno, y los va mechando inteligentemente con anécdotas de lo privado; como aclarando que en todas sus decisiones políticas (una palabra que indefectiblemente se repite mucho en esta reseña como en el film) hay paralelismo con su vida, ser consecuente. Las primeras imágenes son las del discurso de asunción, el primero, y ya en él hay frases que resuenan. Luego iremos viendo una recorrida por los últimos años previos a su gobierno como para explicarnos/recordarnos de dónde venimos, ahí también (como en todo el trayecto) hay imágenes de impacto. Y luego sí, comienza la historia de vida, su infancia, sus primeros años de militancia, los distintos hechos como gobernador, como presidente, y en el rol que ocupó durante la primera presidencia de Cristina Fernández. Lo llamativo del trabajo de la directora es que pese a tratarse de un documental de archivo, de imágenes recolectadas de distintas fuentes (recuerden la solicitada realizada en el Correo Argentino), formatos y estilos (aunque luego se filmaron algunos testimonios extras), logra que todo se amalgame muy bien; la narración fluye correctamente, casi como si estuviésemos frente a una historia ficcionalizada. No hay dudas del oficio de Paula De Luque, ya lo había demostrado en sus anteriores films, y en este vuelve a mostrar una buena cohesión de elementos. Son fundamentales una buena selección de archivos y saber dónde ubicarlos para lograr lo que se quiere provocar, la emoción de quienes apoyan la figura pública; en esto también cumple un rol importante la exacta banda sonora de Gustavo Santaolalla. Anteriormente aclaré que si bien el estilo es puramente militante, puede tener cierto interés para todo el público; es el de poder recorrer algunos aspectos de nuestra historia reciente. Que puede ser una visión recortada, parcializada, que se ofrece una mirada partidaria, todos son argumentos atendibles; pero principalmente, en su rama política, el documental ofrece hechos, momentos, discursos. Si bien el film no creará una polémica (su mensaje de homenaje es muy claro y directo), si puede abrir un debate, y desde ese lugar sería interesante tener una mirada amplia. Existen varios documentales similares a este, films políticos y partidarios, sin ir más lejos el famoso "Perón: Sinfonía de un sentimiento" de Leonardo Favio; o más aún, la visión que el año anterior entregó Clint Eastwood en "J. Edgar" es mucho más polémica que este documenal; sin embargo aquí cobra relevancia la cercanía de los hechos. Desde lo que se ve, hay datos reveladores, imágenes que se han visto ya varias veces, otras filmaciones más desconocidas (como algunas familiares en Super 8, o momentos vistos repetidas veces pero desde otro ángulo) y algunos testimonios no tan comunes, como el de su hijo Máximo (lo que por otro lado hace sorprender que faltan su hija Florencia y principalmente la propia Cristina). Es un Kirchner visto desde la mirada ajena, del otro, y ahí sí (aunque suene utópico) hubiese sido interesante algún testimonio no partidario (más allá de lo familiar/amistades). Cuando hace un tiempo se habló del alejamiento de Israel Adrián Caetano del lugar de director (los productores no aceptaron su corte original), ambas partes aceptaron que su mirada era demasiado política. Viendo el resultado de De Luque esto queda más evidencia, "Néstor Kirchner: La Película" prevalece más al hombre que al político, o por lo menos nos demuestra que uno y otro aspecto siempre van de la mano.
El montaje prohibido. Es necesario para comprender como esta estructurada Néstor Kirchner: La Película regresar a algunos conceptos básicos que explicaba Andre Bazín en su fundacional libro ¿Qué es el Cine? La utilización del montaje como recurso narrativo para yuxtaponer fotogramas nutren de significado las imágenes. Para realizar el montaje se toman decisiones éticas y estéticas sobre que material se utiliza y que material se desecha para significar. Pues bien, Andre Bazin decía...
Iluminados por Néstor 1-Uno, frente a películas como esta, con toda su carga social, política, cultural, tiene determinados deberes. El primero de ellos es el respeto por los que seguramente no piensen como uno. Viviremos en democracia, pero eso no nos habilita a decir lo que se nos canta, sin fundamento, sin medir el nivel de agresión. Y yo la verdad que tengo mucha gente cercana que banca muchas de las cosas del proceso político kirchnerista: amigos, compañeros de facultad, gente que trabaja en FANCINEMA. Y a todos ellos les debo respeto, porque aparte respetarlos implica también respetarme a mí mismo. Espero, con este texto, estar a la altura de las circunstancias. 2-Para empezar, no está mal hacerme cargo de mi propia historia, porque no nací de un repollo, tuve mis errores y aciertos, mis avances y retrocesos, y de todo debo hacerme cargo. En 2003, voté a Néstor Kirchner. Lo hice básicamente (o más bien únicamente) para sumar un poroto más al objetivo de que no volviera Menem. Voté por miedo, voté en contra de alguien. No me gustó nada votar así. Era mi primera votación, mi debut en las urnas (aún no había cumplido 20 años) y me sentía muy amargado. Me propuse, a partir de ahí, no volver a votar en contra de nadie, sino a favor de algo, aunque sea medianamente. No estoy seguro de haber cumplido con esa premisa totalmente. Fui uno más de los sorprendidos y de los que vivió lo que muchos llaman la “primavera kirchnerista”, ese año y pico en que creíamos que ese tipo llamado Néstor, llegado de Santa Cruz (¿dónde demonios quedaba Santa Cruz? ¿Arriba o debajo de Chubut?) era alguien distinto y podía realmente cambiar las cosas. Esa ilusión me duró hasta antes de 2005, cuando el kirchnerismo empezaba a evidenciar que no se iba a desprender del aparato justicialista. Después voté a otros candidatos, siempre del ala del centroizquierda y la izquierda. Durante la crisis con la Mesa de Enlace me sentí más inclinado a apoyar al Gobierno nacional, a pesar de que pensaba que estaba manejando muy mal el asunto. Cuando perdió las elecciones de 2009, pensé que era un ciclo terminado, destinado a tratar de estirarse hasta 2011, y me equivoqué rotundamente. Cuando murió Néstor Kirchner, a diferencia de unos cuantos (ajenos y propios al Gobierno) que imaginaban un final prematuro, aventuré que Cristina Fernández iba a salir adelante, no sólo por cierta fortaleza e inteligencia que percibía en ella, sino también (y acá debo admitir que me brota lo cínico) porque siempre he intuido que en la política las muertes son una plataforma notable para agrandar lo bueno y esconder lo malo. Y creo que no me equivoqué. Hoy al proceso kirchnerista lo veo agotado, no tanto en poder político como en capacidad de innovar en la agenda política. Sólo el futuro va a decir si me equivoco o no, y deberé hacerme cargo de eso. Del kirchnerismo me quedo con el armado de la Corte Suprema, cierto impulso a determinadas causas y nociones vinculadas a los derechos humanos, el matrimonio igualitario. La asignación universal, la ley de medios, el Fútbol para Todos, la reestatización de las jubilaciones, la Reforma Política nacieron para mí de conceptos virtuosos pero que no fueron bien concretados, enviciados por los procesos. Las Leyes Blumberg, la Ley Antiterrorista, la reforma del Consejo de la Magistratura, la intervención en el INDEC, la última reforma laboral, las alianzas con los peores poderes sindicales, empresariales y políticos sólo merecen mi repudio. 3-El año pasado, más precisamente el 25 de julio, falleció Juan Carlos Seijas, mi padre. Tenía 60 años. Un día, a fines de mayo, me comentó que tenía la mano con un calambre permanente. Una semana después lo internaron, luego de detectarle un tumor. Le diagnosticaron cáncer y menos de dos meses después había muerto. Era un muy buen tipo, con todos sus defectos y virtudes, que pareció intuir que estaba en sus últimos momentos y se la pasó despidiéndose. Tuvimos nuestros altibajos, pero creo que para el momento de su muerte los habíamos superado, y hasta podíamos bromear sobre nuestras diferencias. Desearía que siguiera por acá, que hubiera conocido a mi novia, que me hubiera visto recibirme, pero bueno, la vida es así. Hace un par de semanas fui a su departamento, que ahora lo ocupa mi hermana, para probarme alguna ropa de él que todavía está por ahí. La cosa es que Juan Carloncho era un tipo de buen gusto, prolijo al extremo y tenía muy buena ropa. Pero había un problema: el muy maldito usaba la ropa como dos talles más de lo que correspondía. Entonces yo, que tengo un tamaño similar, me pongo una campera suya y termino pareciendo un miembro de la tripulación del Apolo XIII. O una camisa, y puedo pasar por el compañero latino de Don Johnson en División Miami. Cuento esto porque las muertes de los seres queridos muchas veces nos hacen idealizarlos, ponerlos en un pedestal, cuando siempre estamos hablando de personas que hicieron lo que pudieron, que tuvieron sus momentos buenos y malos, que sólo alcanzaron lo extraordinario, valga la paradoja, desde lo cotidiano. Y surge además la tentación de quedarse detenido en esa muerte, que pasa a guiar todas nuestras acciones y pensamientos. No soy un genio de la vida ni mucho menos. También entiendo que cada uno lidia con la muerte como puede. Pero sí estoy seguro de que lo más sano pasa por no congelar (y congelarse) en esa muerte, por permitirse seguir adelante. La herida no se va a ir, el dolor en un punto va a permanecer, porque la ausencia es irremplazable, el vacío imposible de llenar. A la vez, se debe permitir que esa herida cicatrice, haciendo que la muerte permanezca en nuestra memoria sin que por eso invada y defina nuestras existencias. 4-Debo decir que cuando empecé a ver a la presidente Cristina Fernández aferrándose a su vestido negro, evocando a Néstor a cada rato o pasando a recalcar que su apellido era Fernández de Kirchner (cuando antes se esforzaba por no parecer la Señora de), o a Ricardo Alfonsín usando los trajes de su padre Raúl (por más que le quedaran apretados), no pude evitar que mi sarcasmo saliera a la luz. Y me encontraba (y sigo encontrándome) haciéndome chistes internos: “¿no tendrá calor con esos trajes negros, con el sol pegándole a la tela negra? ¿Es Fernández o Fernández de Kirchner? ¿Si uso los calzoncillos de mi padre, eso tendrá algún significado espiritual?”. Creo que me salen esas expresiones porque, como dije antes, no me parece sano el aferrarse tanto a la muerte. Y como también dije antes, no soy un genio de la vida, pero he sabido seguir adelante. Eso no me hace un tipo súper maduro. Simplemente es lo que corresponde, creo yo, para uno y para los demás. 5-Un amigo me dijo hace no mucho, a propósito del segundo aniversario de la muerte de Néstor Kirchner, que “estamos asistiendo a la construcción del mito, de ese mito que se va a evocar décadas después”. Mi relación con la construcción de los mitos es ambigua. En algunos sentidos, creo que pueden generar cosas positivas en la gente, pero a la vez caer en una vocación de verdad absoluta que trasciende lo social hasta meterse en la intimidad de las personas. Esto lo noto mucho en el mito y la iconografía kirchnerista, que puede inspirar a mucha gente de forma virtuosa, pero que también en numerosas ocasiones extiende sus tentáculos hasta todos los aspectos de la cotidianeidad, con una pretensión de verdad innegable alarmante. Se parece mucho, demasiado, a una religión, en el sentido más institucional del término. 6-En lo personal, hay dos cuestiones vinculadas al Néstor mitológico que me irritan personalmente, en lo íntimo de mi ser. La primera es cuando se habla de “su Racing”. ¿Su Racing? ¿Era propietario Néstor de Racing? Yo creo que Racing es de todos (incluso cuando estaba gerenciado): mío, de mi hermano, de mi viejo, de todos los hinchas, de toda la gente del club. No de los barras bravas, de la Guardia Imperial (a la que Néstor elogió y bancó, llamando a sus miembros “amigos”). De esos energúmenos, Racing no es. La segunda es la construcción de la figura del Nestornauta y la apelación al “héroe colectivo”. El Eternauta fue, es y será una historieta con la que crecí, crezco y seguiré creciendo, a la que amé, amo y amaré. Que se la utilice de manera partidaria, sin comprenderla y analizarla de forma pertinente, me revuelve las tripas. 7-La idea de un documental sobre Néstor Kirchner, concebido desde bien adentro de las fuerzas kirchneristas, desde el comienzo me hizo ruido. No tengo problema en que se quiera realizar una obra respecto a su vida, pero creo que debe venir con una carga de pensamiento profundo. La Argentina es un país donde las heridas tardan en cicatrizar. Más de treinta años después de la muerte de Perón, a casi setenta del nacimiento del peronismo, todavía hay mesas donde discusiones vinculadas a esos temas pueden terminar a las piñas. Creo que es porque hay gente que vivió esas épocas y tienen opiniones contrapuestas: muchos dirán que la calidad de sus vidas se elevó como nunca antes, pero mucho otros dirán (como mi abuelo, por ejemplo, que terminó como preso político), que fueron perseguidos y la pasaron muy mal. En ambos casos sus opiniones serían atendibles, y a la vez irreconciliables entre sí. Con el kirchnerismo pasa algo parecido. Muchos podrán sostener que fueron escuchados y atendidos por primera vez en mucho tiempo (pienso en las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo), pero otros (como los familiares de los muertos en Once, o los trabajadores del INDEC) dirán que les cerraron las puertas, que los oprimieron y reprimieron. El nombre de Néstor Kirchner no causa precisamente unanimidad, y hablar sobre él constituye un desafío retórico y lingüístico de proporciones. 8-Desde antes de ver el film, debo admitirlo, ya tenía unos cuantos prejuicios. No sólo por la cuestión de abordar a una figura histórica tan actual. En primera instancia, no tenía las mejores referencias sobre Paula de Luque, de quien me habían dicho que su largometraje Juan y Eva nunca conseguía salir de lo esquemático cuando pensaba los procesos históricos. Luego, por la cantidad de salas en que se iba a estrenar la película: en un país donde muchísimos films deben esperar demasiado tiempo para estrenarse, y cuando lo hacen llegan a una o dos salas, lanzándose hasta cuatro o cinco al mismo tiempo (y por ende, pisándose), que Néstor Kirchner, la película arribe a más de 120 cines no sólo es una exageración en la muestra de poder político y comercial, sino hasta una táctica monopólica desde el Estado: es una acción muy al estilo Clarín. Finalmente, el eslogan: “la historia del hombre que cambió la Argentina”. ¿Tan seguros estamos de que la cambió? ¿La cambió para bien o para mal? Y principalmente ¿por qué un film concebido desde las entrañas de un “movimiento” (y recalco la palabra movimiento, porque es muy importante) sostiene que a un país lo cambió UN hombre, apenas UN hombre? Creo que lo último me hace mucho ruido porque soy de los que piensan que a las naciones y sus rumbos los cambian las masas, los movimientos, los pueblos tomando conciencia de su poder colectivo, a lo sumo liderados por personas destacadas. Líderes de procesos, proyectos y movimientos, sí. Héroes, no. 9-Habrán notado que hasta ahora no he escrito una línea del film en sí. Eso sucede porque en la película hay poco y nada de cine. Néstor Kirchner es un film que no confía en sus propias imágenes, en el poder que ellas poseen a nivel espacio-temporal. Siempre necesita de la música de Santaolalla, de sonidos artificiales en off, de la repetición y el subrayado, delatando además que no confía en las capacidades y formaciones de su público. Como no puede alcanzar cualidades cinematográficas, se dedica a tratar de imponerse como una verdad indiscutible, presentando villanos absolutos (el Proceso, Bush, Clarín, Magnetto, la Mesa de Enlace, Cobos) y un prócer sobrehumano (porque nunca se lo ve en su real faceta humana), a los que nunca se toma el trabajo de analizar dentro de los procesos históricos. Lo único que hay son afirmaciones tajantes, siguiendo las mismas pautas autoritarias desde lo temático y lo sentimental de Iluminados por el fuego. 9-Aún así, dentro del esquema de razonamiento según el cual N.K. fue una especie de superhéroe enfrentado a terribles enemigos, frente a los cuales siempre hizo lo correcto (de hecho, nunca se equivoca, todas sus acciones están justificadas), a esa grandilocuente respuesta que es el documental se le escapa la tortuga, dejando, valga la paradoja, unas cuantas preguntas: ¿qué pensaba Kirchner de Alfonsín? ¿Cómo manejó, siendo gobernador de Santa Cruz, la relación con el Gobierno nacional de Menem? ¿Dónde estuvo y qué hizo durante el 2001? ¿Cómo evolucionó su relación con Duhalde? ¿Qué pensaban de él sus rivales políticos (el film sólo presenta amigos, compañeros, aliados, y hasta se da el lujo de mostrar una breve pero innecesaria entrevista a Gioja)? ¿Y por qué no se dice nada del matrimonio igualitario? En una entrevista aquí publicada, Paula de Luque aseveró que su documental es no sólo para los kirchneristas, sino también para los no-kirchneristas, porque busca retratar al Néstor militante y su historia dentro de la Gran Historia. Debo decir que, lamentablemente, es todo lo contrario: ni siquiera es útil para los militantes K, porque jamás piensa a su líder en el contexto histórico nacional, regional y mundial. Es, a lo sumo, otro engranaje de una propaganda partidaria cada vez más encerrada en sí misma. 10-Hay dos secuencias bastante indignantes en el documental (y acá no me queda otra que meterme de lleno en lo político). Me refiero primero a una de las secuencias finales, en las que se juntan a varias personas que a lo largo del relato contaron historias personales en las que Kirchner tuvo un papel preponderante, sacándolos de la miseria y devolviéndoles las esperanzas. Ese grupo de repente mira hacia el cielo, desde donde empiezan a caer panaderos, casi como si estuviera nevando. Entendí la metáfora y la intención poética: allá, en el cielo, está Nestor, el Nestornauta, quien le cumplió al pueblo todos sus deseos…. También entiendo lo siguiente: es una idea obvia, fea, mal filmada y, principalmente, con un peligroso sentido paternalista. La otra es la peor de todas, y ya se ha dicho mucho, pero no viene mal volver a mencionarla. Me refiero al montaje de las vías de tren donde aparece sobreimpreso el rostro de Mariano Ferreyra (con la voz en off de un noticiero que informa que la muerte del militante del Partido Obrero se dio en circunstancias de enfrentamiento entre fuerzas sindicales), para luego seguir con las imágenes de la muerte de Néstor Kirchner. Las intenciones son palpables: vincular a ambos como militantes, decir (gritar más bien) que la muerte de Mariano impactó tanto en Néstor que le ocasionó la muerte. Pero no fue así. No, no, no. NO. Néstor se murió en su casa, de un ataque cardíaco, rodeado de sus seres queridos. A Mariano lo asesinaron a sangre fría, de la forma más miserable. No fue en un enfrentamiento, fue en una carnicería, donde las armas y la convicción plena de matar estaban de un solo lado. Y hay que lavarse la cara con cemento para no reconocer las enormes responsabilidades políticas (y hasta penales) del Gobierno nacional en esa muerte. Hubo un jefe de Gabinete llamado Aníbal Fernández que dijo que la policía había actuado de la forma correcta, para luego comprobarse que habían dejado la zona liberada; un ministro de Trabajo dialogando por teléfono con José Pedraza, el ideólogo principal de la masacre, para ver cómo arreglaban el asunto sin alterar los esquemas de poder; y toda una serie de fotos, reuniones y actos que prueban los estrechos vínculos entre la pata sindical y la pata política. Hay verdades que son ineludibles y que no pueden reescritas con los codos. No hay derecho. NO HAY DERECHO.
El relato del relato: los buenos No pensaba escribir para Hipercrítico sobre Néstor Kirchner, la película. El miércoles entregué una nota sobre el film para el diario chileno La Tercera. Sale mañana sábado. Cuando esté disponible, pasaré el link desde mi cuenta de Twitter: @JavierPortaFouz. Pensaba escribir, justamente, sobre un libro chileno, y ya había comenzado a hacerlo cuando ayer, jueves, me encontré con algunas críticas sobre la película de Paula de Luque. Y me pareció que había que destacar algunas cosas. Antes de eso aclaro que a mí Néstor Kirchner la película me parece mala, sin atenuantes: la tremenda chatura de su construcción y ejecución incluso puede hacer perder de vista, a fuerza de tedio, lo que uno –desde el lugar de opositor a estos gobiernos (sobre todo a estos últimos años) – le puede discutir en términos de visión de la historia del país y de ocultamiento de cuestiones básicas (sí, ya sé, “el recorte del artista”). Bueno, el recorte de la directora, y sus decisiones (o las de ella y su equipo) llegan a narrar elípticamente la muerte del ex presidente con unos planos de vías de tren, que no se dirigen narrativamente al 22 de febrero de 2012 en Once sino al asesinato de Mariano Ferreyra. Sí, es cierto, la muerte de Kirchner está cerca –en el tiempo– de la de Mariano Ferreyra y el accidente de Once ocurrió dieciséis meses después. Sin embargo, este montaje, con música y efectos visuales y que aquí calificaré de abyecto, pone de manifiesto la limitación de la mirada de una cineasta que construye una celebración –acrítica, pero sobre todo poco imaginativa– de una figura sin tener en cuenta los significados de una imagen fuerte y cercana y las heridas abiertas en mucha gente por el accidente. Néstor Kirchner, la película no es la grandiosa Perón, sinfonía del sentimiento. La sensibilidad y el talento mayores de Leonardo Favio están lejos de encontrar un heredero en el cine argentino (en ocasión de la película anterior de Paula de Luque escribí sobre el intento de conexión entre la directora y Favio acá). Tengo otros argumentos en contra del film, que están en el artículo de La Tercera, pero quiero señalar algo más, que se podría denominar “la pobreza como estética positiva”: los chicos que juegan a la pelota en un descampado, con bolsas de la basura cerca, las casas precarias. Mientras pasan esas imágenes que se pretenden alegres y llenas de esperanza, hasta beatíficas, yo pienso en que en casi diez años (casi el 5% de la historia de Argentina desde 1810) unos gobiernos en cadena que supuestamente fueron tan buenos siguen sin poder solucionar problemas básicos. Me gustaría ver un documental de propaganda en el cual hubiera imágenes reales de buenos transportes, buenas escuelas, buenas casas. Uno en el cual no se sostuviera sin más una frase de Néstor Kirchner en la que se ningunea lo hecho por el gobierno de Raúl Alfonsín en materia de memoria y derechos humanos. El cine no debería, en pos de sostener una idea, o una bandera política a rajatabla, hacerse el otario mientras se lesiona tanto el relato de la historia reciente. Pero vamos a algunas críticas sobre la película. Pauline Kael dijo alguna vez que el cine de Antonioni inspiraba una jerga especial, unas frases trilladas supuestamente profundas. ¿Qué ha inspirado Néstor Kirchner, la película? Quise enterarme: entré al sitio Todas las críticas, fui a las críticas sobre la película y me dispuse a leer la que fuera más a favor. Había una que le otorgaba la máxima calificación: 100%, excelente, diez puntos, de Hugo Sánchez en Tiempo Argentino. Leí, y me encontré con un párrafo que me sorprendió de forma negativa, alarmante. Quise creer que había algún error en la versión web del diario: salí a la calle, compré Tiempo Argentino en papel. Y estaba el mismo párrafo que en la versión on line: “En un momento donde la polarización se traslada a cada uno de los rincones de la vida cotidiana, donde el modelo kirchnerista se enfrenta al mayor y más formidable poder económico, mediático y cultural de la historia argentina, para dejarlo absolutamente claro, este cronista se ubica de este lado. El de los buenos.” Más allá de algún signo de puntuación mal estacionado, mi atención va una y otra vez a lo del lado “de los buenos”. El lado de los buenos. El lado de los buenos. El lado de los buenos. Sin comillas, sin ironías, sin indicación de que el “cronista” se sonroje o tome distancia. En “los lados” en los que se podría dividir esta Argentina que Sánchez define como polarizada en todos los rincones, él se ubica del lado de “los buenos”. Según esta lógica, entiendo, yo me tendría que ubicar del lado de “los malos”. O, para mentar a Ettore Scola, tal vez del lado de los “feos, sucios y malos”. Los buenos. Los buenos. El Chapulín Colorado decía “Síganme los buenos”. ¿Podría esa frase servir para una campaña kirchnerista? Veamos: lo de los buenos ya está bien establecido, gracias a Sánchez: los kirchneristas son los buenos. El problema es el “Síganme”, que fue slogan de campaña en 1989 de Carlos Menem, un político que, según la construcción audiovisual de la película de Paula de Luque, no sería de los buenos, aunque los líderes buenos (presidenta actual Cristina, ex presidente Néstor) de los buenos de ahora en algún momento elogiaron a Menem, y fueron parte de su proyecto político, y votaron con él, y se sacaron fotos sonriendo, y estaban en la misma boleta. ¿Menem era bueno y ahora es malo? ¿Los que ahora son de los buenos antes eran de los malos? ¿Cómo es la cosa? (¿Y Moyano? ¿Y Magnetto? ¿Y Alberto Fernández? ¿Y Pedraza? ¿Y Cirigliano?). Lamentablemente, nací sin la brújula para saber dónde están los límites movedizos del corral o del lugar o del paraíso en el que están los buenos. No sin antes hacer un puchero, me tendré que quedar con los malos, ser yo mismo malo, ver como malas a las películas que los demás ven como buenas o muy buenas, incluso como excelentes. Desde mi óptica de los malos, entonces, Néstor Kirchner, la película me parece mala. Pero como “signo menos” (película mala) por “signo menos” (yo soy malo) se convierte en “signo más”, entonces debe ser buena, o excelente. No sé en qué lugar se ubica Oscar Ranzani de Página/12, o si incluso está a favor de la caracterización del lado de los buenos que aporta Sánchez, pero las películas de las que hace la crítica le parecen todas buenas. Vean acá. Al día de hoy: once críticas listadas en el sitio, todas positivas, con calificaciones que dan un promedio de 7,5 puntos: las últimas cuatro que comentó, con 8 puntos para cada una, fueron: Néstor Kirchner, la película, Verdades verdaderas, la vida de Estela (Estela Carlotto), Eva de la Argentina y La cocina (en el medio hay una ley) (Ley de medios). En la crítica de Ranzani sobre Néstor, la película puede leerse, sobre el final: “Un párrafo aparte merece la combinación del material de archivo público con el de la vida privada del ex presidente: por ejemplo, se lo puede ver junto a Cristina cuando se casaron y compartiendo la militancia desde muy jóvenes e, incluso, en sus etapas como intendente y gobernador.” Yo no vi, en la película de Paula de Luque, imágenes de Néstor y Cristina compartiendo la militancia desde muy jóvenes. Sí vi un montaje de sucesos de la época, y vi imágenes de Néstor y Cristina en un patio, sí, jóvenes. Pero me perdí las imágenes que Ranzani vio de esa militancia compartida desde muy jóvenes. Pero mi vista y mi entendimiento, evidentemente, no cuentan con los beneficios ópticos e intelectuales que me daría estar del lado de los buenos.
La militancia al cine Paula de Luque filmó su documental sobre el ex presidente Néstor Kirchner desde la admiración y a partir de dos ejes: la defensa de los derechos humanos y la política económica del ex presidente. Utiliza en cada caso escenas icónicas como el acto del retiro de los retratos de ex presidentes militares o el discurso en el que anuncia la decisión de cancelar las relaciones con el FMI. A partir de esa decisión impulsa un relato que comienza con la asunción de Kirchner en 2003 a la que opone imágenes del caos institucional de los años anteriores y que atraviesa con imágenes de archivo de la militancia de las décadas del 60 y 70. De ese proceso dan testimonio ante la cámara o con su voz en off políticos y familiares, pero también personas a las que Kirchner ayudó de forma directa. Allí están las madres de Kirchner y de la presidenta Cristina Fernández; su hijo, Máximo, y las hermanas de Néstor. De Luque también apeló a imágenes poéticas que funcionan como alegorías o mini relatos en sí mismos, como las semillas que vuelan desde el sur a Buenos Aires y dedicó un delicado tratamiento al momento exacto de la muerte de Kirchner. Todo en un relato que recorre parte de la vida del político, desde sus inicios como intendente, luego gobernador y finalmente presidente.
El cronista se ve obligado a decir que este comentario no pretende ser ideológico o partidario (signo de estos tiempos, donde se condena moralmente de acuerdo con lo que uno piense). Afiliado al partido del cine, le resulta imposible hablar de este estreno como si realmente fuera una película. No lo es: se trata de una larguísima publicidad de campaña sin el más mínimo valor cinematográfico, y que, más allá de la manipulación de la verdad (hasta los documentales son construcciones), aburre inmediatamente.
Un homenaje a Néstor Kirchner No es un documental. No quiere serlo. Es un homenaje, más cercano al cine publicitario que al cine histórico. Su directora, Paula de Luque así lo ha querido y lo ha dicho. El filme recorre la vida privada y la vida pública de Néstor Kirchner, repasa su intimidad y su militancia y pone en la apertura y el cierre, a manera de cuidada instalación, la figura de su hijo Máximo. Desde lo ideológico, pivotea sobre cuatro temas: los derechos humanos, la deuda externa, el campo y la ley de medios. Y lo hace afirmándose en imágenes calculadamente elegidas por una directora que siente tanta admiración por su homenajeado que no plantea contrastes ni preguntas y que no le teme a la manipulación y al subrayado. Es un Kirchner sin claroscuros, arrollador y perfecto, en el centro de esta apología amable y exaltada que alterna testimonios de familiares con imágenes de noticieros y que reivindica por encima de todo a ese militante que sin duda sacudió todo. El filme va a entusiasmar a sus seguidores, pero los que no lo son se podrán sentir tocados por algunas secuencias que dejaron su marca: el rostro de Bush en Mar del Plata; la represión del 2001; la histórica bajada de cuadros del Colegio Militar. El filme vale por lo que muestra y por lo que oculta, por las caras presentes y las ausentes, por lo que evoca y por lo que proyecta. Como cine, su aporte es escaso: no investiga ni promueve debates ni aporta material inédito, pero es indudable que tiene cierto valor histórico, que invita a la reflexión y al recuerdo, que expresa una mirada parcial y respetable sobre una relevante figura política y que trata de ser también una pieza motivadora ante los grandes partidos que debe enfrentar el kirchnerismo en estos días.
Una relectura completa del ex presidente Cuál es el personaje Néstor Kirchner que construye la película de Paula de Luque debiera ser, al menos, una de las premisas desde las cuales preguntarse. En este sentido, Kirchner aparece (re)armado desde piezas varias, todas confluyentes hacia una misma historia: de vida, de política, de película. No se trata de una situación "rara"; es decir, mandatarios llevados a la gran pantalla hay y habrán muchos (sin ir tan lejos, pensar en Lula, el hijo del Brasil), lo que en todo caso sitúa a este film de una manera especial es su coyuntura, su concepción en tanto engranaje del juego político: tendiente a reforzar filas, pero también desde un cariz prospectivo. Aspecto que se distingue en la dedicatoria final ?"A las nuevas generaciones"? y en la participación, como eje vincular, de Máximo Kirchner. Un recorrido equitativo puede descubrirse en la elección de un mismo encuadre para los testimonios, sea para los nombres de relieve así como para quienes, en tanto representantes de muchos rostros anónimos, dan agradecimiento a la tarea del ex?presidente. Todo ello atravesado, pausadamente, desde un viaje de ruta solitaria, entre flores que amanecen, en un avanzar que retiene recuerdos pero que no se detiene. El rumbo será la flor abierta o todavía por abrirse; aquí, otra vez, las nuevas generaciones, junto a un porvenir que se entreteje con las imágenes de archivo de un Kirchner militante, en compañía de Cristina Fernández. Muchas situaciones podrán rastrearse en la película de Paula de Luque. No tanto en calidad de documento histórico, sino como celebración de la realizadora de la actual tarea de gobierno. Su película, por ello, puede decirse "militante" o, quizás mejor, "partidaria". Ahora bien, se trata de cine. Y en tanto cine, no es demasiado lo que aporta. Es decir, no hay un montaje pensado de manera provocadora o transgresora. Sino, antes bien, de forma calculada y efectista. Hay una predominancia de "bustos parlantes", que explican de manera sencilla lo que sucede y, con lo que no dicen (o en función del complemento de imágenes que la realizadora aporta), dan cuenta de lo que pasaría. Este potencial viene dado por la participación del "otro" político, necesario también al drama y su acción. Aparecerán, entonces, personajes que provocarán fastidios: Cobos, Moyano, Lanata; cuyas "intervenciones" serán tan precisas como para "despertar" reacciones ("traidor" fue la palabra que este cronista más veces escuchó en la sala). Destacar, también, la responsabilidad de la realizadora al omitir ?ella, y ya no Kirchner, quien de hecho se disculpó? la mención al juicio a las juntas militares del gobierno de Alfonsín, durante el discurso presidencial en la ESMA. Todo un mapa, en suma, que sintetiza la acción de gobierno, legitima su procedencia, augura su porvenir. Cuenta, también, con la sinceridad de su realizadora, quien no se esconde en segundas lecturas, y que asume un compromiso partidario.
Estampitas Néstor Kirchner… no es una película de propaganda sobre las presuntas bondades del gobierno de Néstor Kirchner. Es decir, ni siquiera funciona de ese modo: Néstor Kirchner, la película, se dirige a los convencidos, aquellos a los que no hay que ir a buscar a ningún lado porque hace rato que ya están ahí, con su catecismo rigurosamente aprendido, su verdad que no necesita ser refrendada por una película. Néstor Kirchner…, el fantasma del ex presidente, esta idea de consenso entre los creyentes que es la película, les habla a los conversos, a los militantes inveterados, que no precisan que se les explique nada, ni pretenden entender nada tampoco. En ese sentido, Néstor Kirchner… no es un artefacto de guerra. No pelea. Ni se dedica a defender posición alguna, básicamente porque no tiene argumentos para ofrecer (ni los quiere). En realidad solo se habla a sí misma. Y después, como un eco de los propios pensamientos, vuelve la vista hacia su círculo íntimo, a la matriz de los soldados, al corazón de las tinieblas, a ese rincón donde trabaja, sin parar, la máquina de producir feligreses. De Luque utiliza un dispensario escaso de recursos para su proyecto, más que nada imágenes de archivo y un puñado no muy numeroso de personas que hablan delante de cámara. Los fragmentos en Súper 8 de Néstor y Cristina de jóvenes, que pretenden certificar una temprana vida de militancia, son los mismos que se repiten desde hace rato en los programas oficialistas. Las imágenes que establecen el contexto del cual, supuestamente, serían hijos dilectos los dos futuros presidentes representan un muestrario de lugares comunes que incluye Vietnam, el rock, Cámpora, los pantalones Oxford y los dedos en V. En la película hay pocas variantes narrativas, pero además el uso que hace de ellas la directora es siempre de una torpeza manifiesta. Los contraplanos de Bush bostezando o tocándose la nariz en la Cumbre de Mar Del Plata del año 2005 mientras habla Néstor parece como si pertenecieran a otra escena y estuvieran mal pegados. Un fundido encadenado con imágenes de vías de tren, unos pocos segundos de la cara de Mariano Ferreyra en la foto que difundieron los medios y, enseguida, una serie de planos de la gente asistiendo al velorio de Néstor producen una idea incomprensible acerca de la muerte del mandatario. Los desatinados arrebatos poéticos de De Luque legitiman el costado irreflexivo de la película e impulsan la empatía exclusivamente por la vía afectiva. Algunas de las personas que hablan aparecen en cámara, otras no. No se sabe por qué no se les ve la cara a Emilio Del Guercio, Larroque, Liliana Mazure o el Chino Navarro, todas voces que no funcionan como discurso de autoridad, ya que si uno no acierta a reconocerlas de memoria, no se entiende por qué razón dicen lo que dicen ni para qué están allí. En la película no hay carteles que aclaren nada, ni que indiquen lugares ni fechas; todo fluye y se encadena como un sueño o una fantasía oficial. Después de mostrar las protestas de diciembre del 2001 –esas imágenes terribles y archisabidas en Plaza de Mayo, poetizadas otra vez sin fortuna por De Luque, que parece ofrecer el ralenti como condición sinequanon del tratamiento “artístico” del plano, y que hace que un papel arrastrado por el piso emita el sonido de una tela rasgándose y los palazos de la policía parezcan trompadas salidas de las películas de Rocky– sin transición alguna surge Néstor, como una figura milagrosa, sin ataduras coyunturales ni pasado inmediato: es el hombre que se entrega a la muchedumbre, la manifestación del toque providencial. La manipulación del tiempo que hace De Luque le proporciona a la película la armonía de los detalles que la historia con mayúsculas podría negarle. El montaje sanciona la tasa de efectividad del relato, revalida el dogma y establece el control emotivo de la narración como garante único de una verdad que ya se traía de antemano. Néstor Kirchner… tiene un leit motiv visual: una toma subjetiva desde adentro de un auto que avanza, sin sonido pero con música de fondo, por una ruta en medio del paisaje desértico, presumiblemente de la provincia de Santa Cruz. Esos momentos que funcionan para unir muchas de las secuencias de la película parecen especialmente segmentos de publicidad, una zona surcada por el énfasis de la emoción pura: Néstor se encamina hacia la salvación de los argentinos, a fundirse luego con la gente que lo quiere tocar, lo aprieta, le muestra lágrimas salidas desde un fondo de desesperación que se transforma, es de esperar, en gratitud. La película es sentimental de un modo casi inconcebible. Ni Leonardo Favio llegó tan lejos en ese terreno: sus héroes eran siempre tremendamente ambiguos, llenos de debilidades y grietas, y cuando por fin decidió dedicarse a su héroe principal con Perón, sinfonía del sentimiento, su propio padre de la patria, Favio se consideró en la obligación de que su monumental película operara, también, como ámbito de doctrina, se ocupó de ofrecer teoría aunque fuera fragmentaria e incompleta, de dar cifras, breves apuntes de filosofía política para explicar por qué Perón merecía el tributo de una película semejante. Néstor Kirchner… apela de manera directa a la ideología de su espectador ideal, entendida esta como una serie de placas cristalizadas en su cerebro, de ideas arraigadas que lo único que esperan es que se las reafirme y celebre: Néstor Kirchner… es menos una película que una operación de autoindulgencia, que emite señales hacia y desde la cabeza de ese espectador en un mismo movimiento, no solo porque se lo incluye en un abrazo común de ideales compartidos sino porque, en el esquema planteado, película y espectador, esta vez, son la misma cosa. Néstor Kirchner… canta loas a ese equívoco denominado militancia, ese territorio en el que lo que está prohibido, sobre todo, es pensar. No se piensa porque lo único que se puede hacer es sentirse en comunión con las propias convicciones, cuyo destino es el de ser representadas, repetidas y reafirmadas en un circuito de virtud candorosamente asumida. Néstor Kirchner… brinda una serie de enemigos bastante obvia, acorde con la idea militante que impulsa la película, pero lo hace de manera vaporosa y poco confrontativa. Mientras los ruralistas se comparan con Videla por contigüidad de montaje, las tapas de Clarín cuestionan al gobierno y se ponen del lado del campo. Clarín es el único diario que ocupa el de opositor en Néstor Kirchner… (o el papel de “contrera”, como se decía antes), probablemente porque, con la cercanía de su fecha de estreno con el llamado 7D, no viene mal machacar un poco en esa dirección. Pero en realidad el acento está puesto en otra parte, la película parece pensada, más bien, como un canto de amor devocional entre Néstor y sus seguidores. Los detractores del ex presidente tendrán que esperar otra película para verse aludidos. Los protagonistas en esta oportunidad son los fans de Néstor, los fanáticos a los que se les abrevia y suaviza el nombre. Paula de Luque es fan, el Chino Navarro también es fan. Aquellos que en la película dan su testimonio acerca de cómo se vieron beneficiados por Néstor son fans. Néstor Kirchner… evita la pedagogía, no enseña, no esclarece, no ilumina nada, no plantea problemas ni exhibe dudas, pero se entrega a un didactismo sentimental alentado por la obstinada idea de la correspondencia en un nivel superior entre el dirigente político desaparecido y sus partidarios. Al final, mediante el trámite de una metáfora cursi, se afirma la supervivencia del ideario de Néstor, cuya figura aparentemente se multiplica en una lluvia de panaderos digitales: la música de Santaolalla parece alcanzar un pico de éxtasis, los panaderos flotan brevemente y van a descender sobre los rostros de aquellos que contaron sus experiencias acerca de cómo Néstor los ayudó en forma personal. La película sobre Néstor Kirchner es como una vida de santos. Cada plano en el que aparece el ex presidente adquiere el valor de una estampita, un recordatorio prodigioso de su paso por el mundo. Para la película de De Luque, la política es el procedimiento mediante el cual se nos exhorta a creer contra toda evidencia.
Insoportablemente Vivo Paula de Luque intenta mostrar en formato de documental la historia del ex Presidente Néstor Kirchner, organizando el discurso en pos de un hombre que ya ha trascendido a la historia. De Luque se vale para esto de una sucesión de imágenes, videos, voces en off, fotos y material de archivo que se conjuga con una fuerte impronta poética propia de la directora. La pantalla se ve inundada de información acerca del ex mandatario fragmentando su retrato desde la mirada familiar, la cual magnifica la figura del hijo, padre y hermano. Las imágenes obtenidas en super ocho de su noviazgo y matrimonio con Cristina lo convierten en marido, contrastando siempre con su huella y estilo político. Los testimonios y hechos políticos son enlazados con postales patagónicas y una impactante banda sonora a cargo de Gustavo Santaolalla...
Un retrato incondicional En clave autocelebratoria y realización limitada, la película construye el retrato de Néstor Kirchner a partir de sus discursos más conocidos y los ensambla con filmaciones caseras, testimonios familiares y voces militantes o de puro agradecimiento. Empieza con las afirmaciones de “Vengo a construir un sueño”, pronunciado en la asunción del 2003. Esas palabras de esperanza contrastan con el caos que precedió al inicio de su gestión presidencial: la represión de diciembre de 2001, el vacío de poder, la asunción de cuatro presidentes en tiempo récord y los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Aquí el montaje pasa por los hechos sin referenciarlos, se compactan en un bloque confuso para el espectador no avisado. De Luque trabaja con material de archivo público y privado, que va intercalando a medida que avanza el relato. Su trabajo pierde rigor periodístico al no identificar las testimonios ni las voces que se escuchan en off, así como también la ausencia de fechas y lugares para ubicarse en el tiempo. Más confuso cuanto más lejos cultural y geográficamente esté el espectador. La voz en off no tiene aquí una presencia tradicional, solamente se identifica la de los discursos de NK, luego no sabemos quién habla. Se crea la sensación de una voz colectiva que cambia muchas veces, es necesario esperar los créditos finales para enterarse -por ejemplo- que hay un poema de Gelman y otro más, recitado por el actor Federico Luppi, o descubrir que el músico de rock que escuchamos sin ver, tal vez, sea León Gieco. El desarrollo pretendidamente biográfico deja capítulos vacíos en voluntarias y expresas omisiones, particularmente el tiempo transcurrido en el Sur desde 1976 hasta el regreso de la democracia. Tampoco parecen existir los años 90, que se sintetizan en un fugaz y poco favorecido pasaje de Menem. Después se abunda en glorificadas gestas políticas de los últimos años. Los momentos más disfrutables son los que muestran su entorno íntimo, allí De Luque abre una puerta hacia un registro espontáneo y creíble, donde sobresalen las entrevistas a la madre de Néstor y de Cristina. ¿Dónde está el piloto? La película tiene referentes conocidos en la música (Santaolalla) o en la fotografia (Marcelo Iaccarino) pero se nota la ausencia de un director de fuste. En realidad De Luque no era conocida hasta que Caetano (el director propuesto inicialmente) renunció por diferencias artísticas. Así, en nombre de una causa que excede lo cinematográfico la dirección es tan maleable y desdibujada como la voz en off. Sin embargo hay documentales políticos que pasaron a la historia por sus valores artísticos pero no es el caso de Paula de Luque que no consigue tampoco un efectivo film de propaganda. Es cierto que busca la emoción, pero carece de objetividad y registro poético. La cámara no tiene oportunidades de lucirse más allá de los muy bien iluminados paisajes patagónicos o las entrevistas registradas en planos limpios y certeros. También hay formalmente decisiones no justificadas estéticamente como filmar inclinado o acelerar la velocidad para indicar el paso del tiempo. También es necesario decir que a pesar de que se insiste con que es un documental hecho desde el amor, los enemigos ocupan un lugar bien destacado en la manipulación del montaje. Demasiado emparentada con la coyuntura actual, le falta tiempo y distancia a esta película hecha en un contexto k y por asesores culturales de 6-7-8. Dejo estas líneas consciente de que abundan comentarios a favor y en contra sobre lo narrado y no sobre cómo se narró y que fundamentalmente es un relato que entusiasmará sólo a los simpatizantes incondicionales del kirchnerismo que ya tuvo su premiére en el Luna Park con entrada gratuita el pasado 17 de octubre, ahora llamado Día de la Militancia. Tal vez queda la pregunta de por qué un estreno comercial en tantas salas (más de un centenar) para un filme con destino de unidad básica. Todo queda en familia. “Néstor Kirchner, la película” (Argentina/2012). Dirección: Paula de Luque. Guión: Paula de Luque, con la colaboración de Carlos Polimeni. Fotografía: Marcelo Iaccarino. Música: Gustavo Santaolalla e Iván Wiszogrod. Edición: César Custodio. Duración: 100 minutos. Calificación: apta para todo público. Más cerca de una mirada militante que artística, “Néstor Kirchner, la película” es un abordaje desde la admiración a una de las figuras políticas más importantes en la última etapa de la historia nacional. No es un documental clásico pero sus innovaciones son confusas. Foto: Archivo El Litoral.
Sin respeto por la realidad. En este momento, Argentina sufre un problema con la toma de ideologías. Es una división, impuesta por los poderes y aplicada por la mayoría del pueblo, que nubla la razón e impide la discusión civilizada: la idea de que todo lo que se dice sobre el ámbito político del país es una declaración de principios a favor o en contra del gobierno actual. Es en este contexto en el cual parece difícil hablar sobre un documental acerca del ex presidente que dió inicio a esta parte de la historia nacional, en especial cuando cada comentario positivo o negativo sobre el film, una entidad aparte, es tomado erróneamente como una decisión influenciada por una postura. Por eso, Néstor Kirchner, La Película es una prueba perfecta de la falta de profundidad, respeto y delicadeza que padece una parte del pensamiento en el país. El proyecto, originalmente a cargo de Adrián Caetano (cuánto de su versión quedó en el producto final, casi nadie sabe) pero luego pasado a Paula de Luque (directora de Juan y Eva), tiene muchos problemas, arrancando con sus intenciones. Es claro que esto fue hecho con el objetivo de ensalzar las virtudes del kirchnerismo y de su líder, fallecido en 2010. El problema con esto es como, en lugar de aprovechar el formato del documental para mostrar la dualidad de Kirchner como político y como ser humano, así como el impacto de sus ideas en los últimos tiempos, de Luque siente la necesidad de ignorar las convenciones vitales del género, introducir elementos de ficción y añadir asuntos relevantes de hoy, generando una mezcla que se aleja de la realidad y entra con todo al terreno de la propaganda. Los primeros minutos son una advertencia. Tras un texto de la directora y un testimonio algo forzado por Máximo, el hijo de Néstor, hay un collage de planos (acompañados por la música de Gustavo Santaolalla, el único buen elemento) que apuntan con todo al golpe bajo: chicos jugando y saltando en slowmotion, gente mirando directamente a la cámara de forma solemne, amplias tomas de campos, glaciares y demases marcas naturales del país. Este montaje idílico transcurre por varios minutos, hasta que se pasa a un resumen de las trágicas protestas de diciembre de 2001. El tacto y la sutileza de este fragmento van a continuar por el resto de la película. Y lo que sigue no es mejor. El film recurre a dos tipos de testimonios: por un lado, los de los seres queridos (como Máximo o la hermana Alicia; sorprendentemente, no hay declaraciones de su esposa Cristina o de su hija Florencia); por el otro, los de gente inspirada por Kirchner. ¿Cuál es el inconveniente? Es que de Luque elige no identificar las testificaciones anónimas, lo que se podría interpretar como una forma de representar al pueblo en general, pero que choca, distrae y confunde en el formato del documental. Se muestra a un puñado de gente anónima que supuestamente fue ayudada por el presidente, pero no hablan en función de un grupo de un grupo, sino por ellos mismos. Nunca hay una sensación popular, sino de rejunte haciéndose pasar por nación. Uno podría argumentar que lo mencionado recién no importa, en tanto que se profundice acerca de la figura de Kirchner. Podría ser, pero desafortunadamente este no es el caso: no entramos casi nunca a conocer al hombre detrás del poder, excepto por un par de declaraciones por parte de su madre y escasos clips. De Luque prefiere convertirlo en santo, compilando los grandes éxitos y discursos de su carrera política, y esquivando varios períodos temporales. Es en este compendio en el cual vuelve a actuar la tijera amarillista, con una edición nefasta que agrega eventos y sensaciones que nunca ocurrieron. Un ejemplo de esto es la escena en la cual se toca la recordada visita de Kirchner al Colegio Militar en marzo de 2004, en la cual mandó descolgar los cuadros de los ex presidentes de facto Jorge Rafael Videla y de Roberto Bignone. Sin dudas, un fuerte momento, que no requiere de mucho trabajo para encapsular un costado de la presidencia de Néstor, ¿verdad? Según la producción del film no, porque mediante el zoom, el montaje y la música, era necesario mostrar de forma antagónica a un par de oficiales en el fondo con expresiones de furia y descontento. ¿Ocurrió algo alrededor de eso? No. Pero de todas formas, la huella de la última dictadura es usada para la emoción fácil, en otra muestra del juego de beatificar o demonizar la historia. Este tipo de trucos baratos arruinan los eventos e intenciones reales, y desinflan los cometidos que podían haberse logrado en la realización. Ni siquiera el personaje foco del film escapa del maltrato, cuando la producción decide, durante la última parte, distanciarse de él para enfocarse en los eventos rodeando la presidencia de Cristina Fernández. Pasan videos enfocándose en responder su conflicto con el campo, su pelea contra Clarín por la Ley de Medios Audiovisuales, e incluso se frena la película para retratar el repentino cambio de ideas del periodista (hoy bastión de la oposición) Jorge Lanata. Bizarramente, Néstor Kirchner se vuelve un personaje menor en su propia película. Esto es, hasta que llega la hora de relatar su muerte, pero se elige mezclarla con otro suceso relevante de la época: la muerte de Mariano Ferreyra. La forma en la que unen ambos eventos es un símbolo de la ineptitud y la falta de tino de los responsables de este producto. Seguramente, en el futuro habrá una obra que muestre al verdadero Kirchner, con sus aciertos y errores; una producción que cautive tanto a sus seguidores como a sus opositores. Hasta entonces, solo queda esta producción, que no merece ser llamada documental. Es un comercial flaco, un panfleto incompetente, un insulto a la audiencia y al hombre que fue retratado. Un producto de su época, que con suerte será olvidado.
Un asunto de familia Un filme documental infiel a la personalidad real de Néstor Kirchner. Aferrado sin pliegues a la construcción de una imagen mítica, montado sobre recortes insulares de una praxis histórica. Néstor Kirchner, la película no tiene otra aspiración que el aporte a la narrativa de un poder actual. La tesina estudiantil de Paula de Luque, pese a someterse a ese objetivo tan instrumental y módico, tampoco alcanza a verificarse como la herramienta que imaginó. Aún el denostado género de la propaganda, puesto en cine, demanda algo más que la voluntad militante. Esta defección proviene no sólo de la reconstrucción conceptual de un Kirchner que no fue, sino también del tono estepario y opresivo con el cual se pretende concretar la beatificación. Sólo en momentos esporádicos el relato se asoma a la mínima tensión dramática esperable. La secuencia de los cuadros de los dictadores descolgados en el corazón del poder militar, impone al espectador la percepción del tipo de acontecimientos que abren una cisura histórica. Pero la narración viene propuesta con una introducción de Máximo Kirchner, cuyo balbuceo no puede estar más lejos de esa altura. A partir de allí, quedará en evidencia que De Luque prefirió que la lectura histórica se reduzca a la comodidad del álbum familiar. Un lugar donde lo más genuino que aparece es el testimonio de la madre de Néstor. Breve y sincero, conmueve más que los kilómetros de soledad patagónica matizados con música incidental. En el collage de súper 8 la albacea del legado ideológico ha borrado del testamento a otros protagonistas reales. Así, el momento de la muerte será un fundido entre la imagen del militante Mariano Ferreyra y el militante Néstor Kirchner, aunque los datos más cercanos refieran que, esa noche fatídica, habló más bien con Hugo Moyano y cenó con Lázaro Báez. Hay, de todos modos, algún aporte real. Un Máximo inesperado revela el pensamiento que le reservó su padre a los opositores de toda laya, en la noche del Bicentenario: "Los quebramos culturalmente, ahora hay que avanzar". Hablaba de otros argentinos. En esos muy patrióticos festejos. De no mediar ese aporte al registro histórico, el observador permanecería seducido por la poesía que declama el expresidente: "Quisiera que me recuerden porque canalicé su amor". Ese es el tono: esta vez Gustavo Santaolalla le ha puesto violines al Santo de la Espada. Al inicio del documental, la mirada de unos cinco testigos populares, que refieren los milagros sucedidos, se dirige a la cámara. Cuentan cómo eran oprimidos, hasta que el poder los transformó en empleados públicos. Una auténtica redención. Al final, esos rostros dolientes atienden el eco de una voz que declara la epifanía china: "Que florezcan las mil flores". Dientes de león. Panaderos que al soplido de los vientos sureños se elevan como la plumita terminal de Forrest Gump. Hasta un cielo plomizo donde una luz estalla. Los rostros observan, extasiados. A esta altura, Paula De Luque ya ensaya El Rey León. Y obtiene otro capítulo de La República Perdida.
Haciéndonos cargo del posible conflicto de intereses que puede suscitar el hecho de parir un artículo crítico sobre Nestor Kirchner – La Película, diremos que la película nos ha fastidiado en gran parte de sus pasajes, del mismo modo que nos ha conmovido en otros. No esquivaremos el sencillo deporte de merendarnos el trabajo de Paula De Luque -como han hecho muchos de nuestros prestigiosos colegas- y diremos que cuando se aparta del material de archivo, su film se convierte en un desafío para cualquiera que se sienta K. Es duro aprobar (¿sos juez vos?) a un ex–tumba que nos cuenta con orgullo que ahora trabaja para el estado. Nos jode tanto como el viento que acaricia los cabellos de la trabajadora social y el vapor que brota de cierto alto guiso en cierto comedor comunitario. Medio que nos molesta, aunque sabemos que eso también fue (es, será) kirchnerismo. Tal vez sea una acción temeraria ponchar esas pretendidas estampitas de clientela y darles sitial de privilegio en este ejercicio (ya no relato, ya no documental, ya no fenómeno, ya no película). Tiene mérito: Pensamos que hacen falta ovarios para hacer un depict semejante respecto a uno de los puntos más sensibles y reprobables para el consumidor kirchnerista pulcro y letrado. Es temerario. No está bien pero... tampoco está mal (otra vez, ¿sos juez vos?). Hubiésemos preferido más planos de tu hermana, pero igual estuviste bien. La crítica: Tal vez la profusión de planos cerrados (excepto en las escenas de masas, o sea, archivo) tenga que ver con la realidad que desborda más allá del encuadre. Cuando los frames testimoniales se abren un poquito más de la cuenta, el conceptito de deuda moral -que tan cómodamente cultivamos frente a nuestras computadoritas- brota en forma de basurales, perros, niños al borde y cascotes. Quizá por eso los planos cerrados de Paula, quizá por eso en el film soplan dos vientos: Uno libre (en el sur, en la ruta, sin seres humanos alrededor) y otro controlado (en un estudio, sobrevolando las cabelleras de los humildes que deben a Néstor sus progresos y sonrisas). Suponemos que había que controlar aquéllos vientos que soplan en cualquier lugar que no sea una ruta del sur, por que probablemente hagan volar perros, basura, cascotes, e incluso niños que continúan al borde. Si te jode el progreso veloz de la gente que pega laburo en ministerios, no te conviene ir al cine esta vez, porque se te van a atragantar los pochoclos. Va a surgirte una bronquita y un asquito semejante al que te provocan las jugadísimas investigaciones de Lanata, que hace 20 años te cuenta la misma boludez: Que un amigo de Fulano pegó laburo en el área de Fulano y ahora tiene cinco casas en Nordelta. Bueno, si te sirve de algo, el ex-tumba que ahora labura para el estado todavía no pegó cinco casas en Nordelta, y no tiene problemas en contar –dichoso- sus progresos poniendo su jeta en HD para que la disfrutes desde tu butaca. No entiendo cómo Jorge Lanata no descubrió a este chabón antes que Paula De Luque y no lo denunció en su programa. Tampoco entiendo cómo Marcelo Birmajer no le escribió algún chiste fácil para hacer al respecto. Dicho sea de paso: Lanata bardea el guión de Polimeni, pero resultaría sano recordar que su programa de denuncias tiene como guionista estrella a Birmajer, que guionó City Hunters, una serie animada patrocinada por Desodorantes Axe en la cual un geronte canoso con colita de caballo onda Jorge Glusberg le explicaba a un neófito cómo habia que hacer para cogerse muchas chicas. Entonces, por elevación y abrazando una hipérbole, Zonafreak declara (yo declaro) que Jorge Lanata no está calificado para hablar de la cualidad de ningún guión, ya sea el de Nestor Kirchner - La Película ó el de Déjala Morir Adentro. Rescatamos (*) los discursos, el material de archivo, las hordas de soldados que parecen estar en otra mientras desde la tarima se les exige otro registro, otro canto, otra vuelta. Y dos frases: Una de Néstor (emitida por él mismo) y otra de Néstor (emitida por Máximo). No vamos a reproducirlas por que tenemos ganas de que vayas al cine a enojarte y a escuchar discursos, por que necesitamos ambas cosas. Bueno, al menos yo. (*) El concepto de rescatar es horrible, por que si hablamos de rescatar tenemos que hablar de alguien (ó algo) que nos ha sido arrebatado. Quienes escribimos paja-cine solemos rescatar elementos puntuales que no exceden lo obvio: Alguna actuación, algún mérito técnico, alguna intención de denuncia medio tirada de los pelos… Nosotros no consideramos Nestor Kirchner – La película como un film. Es un ejercicio que pone a prueba tu paciencia mientras te conmueve de a ratos. Y eso no está nada mal. Viva Nestor.
Publicada en la edición digital #245 de la revista.
Un montaje para disfrazar La película que dirigió Paula de Luque (exhibida en unos 100 cines de todo el país, en lo que es una verdadera “política de Estado” para promocionarla ofensivamente –ya que las películas argentinas generalmente carecen de salas o van a pocas; tienen meses o años de espera para poder ser estrenadas, etc.–), desde lo fílmico “propiamente dicho”, no está nada lograda: es ampulosa, “exagerada”, errática; posee una extraña mezcla de imágenes: testimoniales, de archivo periodístico y familiares, que intentan articularse con algunos recursos “poéticos” (la imagen de las rutas del “desértico” sur; flores ante el sol; panaderos digitales que llueven desde el cielo a caras sonrientes), junto a la música de Gustavo Santaolalla. De conjunto, no hay nada “jugado” ni creativo. Desde el punto de vista documental, la película no cumple “las reglas mínimas” del género: es imposible acceder a la biografía de Néstor Kirchner: hay ominosos saltos históricos, y así, nada se puede saber respecto a qué hizo el ex gobernador de Santa Cruz durante la dictadura (hay una breve referencia de “se fueron al sur”), ni durante el menemismo, por poner dos (nada desdeñables) ejemplos. Apenas hay anécdotas familiares por parte de la madre y hermanas de NK, la madre de Cristina Fernández y Máximo Kirchner; algún breve testimonio como el de José Luis Gioja, además de la voz en off de varios personajes de la política y la cultura argentinas. En todo el film hay ausencia de fechas e indicación de quiénes son las personas que aparecen o hablan. Néstor Kirchner, la película tiene un único objetivo: presentar a NK como un “salvador”, un “hombre providencial” que habría llegado para, “transformar la Argentina”. El espectador se encuentra con un relato que combina imágenes de los combates callejeros (y la feroz represión, con muertos) en diciembre de 2001, la seguidilla de presidentes del PJ tras la renuncia de De la Rúa, y, finalmente, la asunción de NK. Obviando cualquier mínima honestidad histórica (y política), la película –que fue producida por dos militantes K, el “Chino” Navarro y Jorge “Topo” Devoto, y que contó con la colaboración de Carlos Polimeni y el filósofo de Carta Abierta Ricardo Forster– presenta a NK como un joven “setentista” devenido en atento receptor de las necesidades populares. Para ello se muestran escenas harto repetidas del “relato K”: el discurso de asunción de la presidencia respecto a sus “convicciones”, la bajada del cuadro de Videla, el discurso de entrega de la ESMA a organismos de DD.HH., las peleas con sus ex-socios de Clarín y las patronales rurales en 2008; todo sazonado con la “informalidad de estilo” de NK, los festejos del Bicentenario y testimonios de “plegarias escuchadas” a grandes y chicos. De conjunto, la película intenta demostrar que las grandes luchas de los ’70, derrotadas por la dictadura, así como los reclamos de 2001 (luego de varios lustros de neoliberalismo) tendrían alguna “solución” en el programa de gobierno kirchnerista. También se rememora la Cumbre de las Américas de 2005 en Mar del Plata, donde Hugo Chávez dijo que esa instancia de diplomacia burguesa era “la tumba del ALCA”. En verdad, no era una gran audacia criticar a EE.UU. y sus planes, desprestigiados: con crisis militar en Medio Oriente: Irak, Afganistán, etc.; con crisis económicas, y con un creciente odio de masas en gran parte del mundo, desgastada su hegemonía mundial…) En realidad, para pensar si realmente el kirchnerismo representó (y representa) algún cambio cualitativo (o “de época”) respecto al neoliberalismo, alcanza con señalar –además de todos los personajes de la “vieja política” que allí aparecen, sobreviviendo al 2001… gracias al kirchnerismo: Alberto Fernández, Moyano, Scioli–, cómo ilustra la película el “país en serio” de NK, con la subordinación al capital financiero internacional. Al 93% que aceptó la renegociación para que Argentina saliera del default se les pagó, puntualmente, entre 2003 y 2012, 52.000 millones de dólares, sólo en concepto de intereses. Extraña medida económica que la película presenta como “un acto de soberanía”. Una deuda que, tras la “quita” de la renegociación en 2005, de 126.000 millones de dólares pasó hoy a… 183.000 millones. Por otra parte, muchos de estos “patriotas”, la plana mayor del gobierno y diversos “jefes” provinciales, estuvieron en el pre-estreno en el Luna Park, y desarrollaron una serie de maniobras, exigiendo que los funcionarios fueran con sus familias; comprando y/o regalando entradas a diestra y siniestra; poniendo una cantidad exorbitante de salas, para inflar “artificialmente” la cantidad de espectadores… al parecer, con escaso éxito. Para finalizar, la película tiene el tupé de poner hacia el final la imagen de las vías de un tren, mientras la voz de un noticiero dice que hubo un “enfrentamiento entre bandas sindicales” y aparece ¡apenas una fracción de segundo! la imagen de Mariano Ferreyra, joven militante del PO asesinado. Sin más, se pasa a las imágenes de la muerte de NK, de simpatizantes ofrendando carteles y flores en la Casa Rosada, etc. Nada más cínico que esta burda amalgama, que además de dar lugar a toda clase de interpretaciones (y/o equívocos) omite olímpicamente que este mismo gobierno tiene responsables directos en el crimen de Mariano: desde Aníbal Fernández, jefe en ese entonces de la Federal que liberó la zona para que actuara la patota de la burocracia, hasta el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, quien a semanas del crimen charlaba amistosamente por teléfono con José Pedraza, kirchnerista y “capo” de la burocracia de la Unión Ferroviaria. Hablamos, en definitiva, de una gran operación política: intentar recubrir a un gobierno (y a un Estado) burgués, 100% capitalista, con un montaje de imágenes, para disfrazarlo de lo que no es: “transformador”. Más que “cine militante”, la película de De Luque es, en definitiva, mera (y burda) propaganda.
Se estrena la película que recrea la vida del ex-presidente argentino Néstor Kirchner. Era bastante predecible que una película sobre Kirchner iba a traer polémica en el contexto en el que se estrena, en plena pulseada política por la ley de medios audiovisuales. Hay quienes la odian, porque está realizada desde una postura ideológica muy clara, y para nada oculta. Hay quienes la aman, precisamente porque ven reflejadas sus ideas en la gran pantalla. Pero casi todos la vieron: no es un dato menor que tras una semana de su estreno se encuentre tercera en la taquilla. De Luque construye el documental de manera poco ortodoxa. En primer lugar, se escuchan voces que por lo que dicen se intuye que son personas mediáticas, pero no se las muestra, y no hay un epígrafe con sus nombres. Otro tanto sucede con aquellas personas a las que sí se muestra, pero no se dice quiénes son. Algunos, como el hijo de Kirchner, difícilmente necesiten introducción. Pero nada de esto es casual. De Luque busca construir a su personaje tanto desde su lugar público como intendente, gobernador, presidente, como desde su lugar privado como ciudadano comprometido con su entorno y como hombre de familia. El anonimato de los testimonios refuerza la idea de lo colectivo: no importa quién hable de él, porque él hablaba con todos, ayudaba a todos. Ciertas manipulaciones digitales de la imagen molestan por lo maniqueo de la propuesta: “los años oscuros” de nuestra historia se muestran en blanco y negro, mientras que la llegada de Kirchner está asociada a un campo amarillo como el sol, donde el viento mueve los pastos, bajo la música de Santaolalla y en cámara lenta. El mismo recurso del rallenti se utiliza para contraponer a las imágenes de la violencia de la crisis del 2001, la de unos niños saltando y riendo. Hacia el final, un panadero (digitalizado) sobrevuela sobre todos los personajes que intervinieron con sus testimonios, emanando una luz blanquecina. Son estos abusos los que le quitan fuerza a un planteo, que por lo demás, está muy bien realizado. Como la mayoría de los documentales, el personaje principal es el hilo conductor para mostrar una pintura más grande, la de la historia reciente de nuestro país. En este sentido, la película tiene un ritmo impecable, y logra hilvanar orgánicamente estos aspectos públicos y privados del ex presidente de la Nación. Ningún tema queda por fuera desde el 2001 en adelante. No hay que olvidar su film anterior, Juan y Eva (2011), ya que se puede leer una continuidad muy clara entre estos dos personajes (también presentados desde la tensión entre lo público y lo privado) y la dupla Néstor-Cristina. De Luque logra de manera muy efectiva, resaltar los aspectos míticos de este hombre (cosa que sólo se puede lograr post-mortem) y proponer una lectura sobre hechos que aún están en curso. Este es quizás su mayor acierto, que no es una película tibia, ni políticamente correcta, sino con una propuesta de reflexión sobre la realidad. Es por esto que, o bien encanta, o bien produce rechazo.
Un homenaje fallido La película traía un estigma de origen: fuera cual fuera su resultado, no se iba a interpretar por sus méritos artísticos o cinematográficos sino por el posicionamiento político que cada medio de comunicación (o cada espectador) tuviera sobre su protagonista, el hombre que atravesó horizontalmente a la sociedad argentina desde su asunción de la Presidencia en 2003. Contra lo que se suele pensar, la ideología no es un sustrato de ideas definidas que los hombres tienen a mano para utilizar en su lectura del mundo: más bien, se trata de una estructura en gran medida inconsciente que suele guiar secretamente los actos e interpretaciones de las personas, obstaculizando incluso su relación con la realidad. Como todos, la crítica de cine también ha sido atravesada transversalmente por el kirchnerismo, ese movimiento imprevisible que cambió la Argentina para siempre, para bien o para mal, como más le guste al lector. Y un simple repaso por las críticas de los grandes medios confirma la hipótesis: los prejuicios ideológicos se suelen imponer al contacto con la película de Paula de Luque, aún en casos de críticos experimentados. Dicho esto, el cronista -que se confiesa de izquierda y moderadamente afín al kirchnerismo- debe admitir no obstante que Néstor Kirchner, la película es efectivamente una mala película, una pieza de propaganda política como se preveía pero de una narrativa pobre en ideas, hija directa de la publicidad, aunque aún así tiene algunos méritos a rescatar, y no es el gran fiasco que otros proponen. Seguramente la historia sería diferente si los productores hubieran mantenido a su director original, el gran Israel Adrián Caetano, que llegó a terminar su película pero nunca fue aprobada, y sus imágenes fueron retomadas por de Luque, que filmó algunas semanas más y compaginó esta versión que llegó a nuestros cines. Una versión que presumiblemente debe tanto a de Luque como a los productores, como lo insinúa el plano de apertura: sobre un fondo negro, un escrito firmado por estos gerentes dedica la película a una amplia lista de destinatarios, entre ellos los jóvenes y las víctimas del terrorismo de Estado. A continuación, aparecerá el narrador central de la película, Máximo Kirchner, con una anécdota más bien insulsa sobre la relación con su padre; le seguirá un montaje acelerado de imágenes de la represión de 2001, la asunción efímera de Adolfo Rodríguez Saá y los asesinatos de Kosteki y Santillán, que funge como marco teórico para comprender la llegada de Néstor al sillón de Rivadavia: la lectura es pertinente, aunque la música en off anticipa una metodología que se repetirá en el resto de la película, la de enfatizar las interpretaciones a través de los sonidos regionales compuestos por Gustavo Santaolalla. El filme se estructurará desde allí en tres ejes: la reconstrucción del pasado íntimo del ex mandatario, a cargo de familiares de Kirchner y Cristina Fernández (aunque la actual Presidenta no aparecerá, como tampoco su hija) y el uso de material de archivo, como fotos y videos caseros de su juventud; el repaso de su actividad política y su gestión en los diferentes estamentos del Estado; y la personalización del impacto de su gestión a partir de los testimonios de personas comunes, desconocidas, que de alguna forma vieron modificadas sus vidas a partir de la ayuda directa brindada por el entonces mandatario. Sin una voz en off que articule el relato (una decisión arriesgada pero matizada por el uso de la palabra de Máximo como eje narrativo), ni textos sobreimpresos que identifiquen a los entrevistados, de Luque ostenta además cierta búsqueda poética con la inclusión inesperada de planos sobre un viaje en ruta al sur u otros que semejan verdaderas postales turísticas de esa región, cuya belleza se ve intensificada a partir del contraste de los colores de la naturaleza. La lectura del filme se transmitirá a través del montaje y la banda de sonido: cuando se repasen las consecuencias funestas de los años del neoliberalismo, la música será ominosa, pero virará a la esperanza cuando la película viaje hacia el sur. El procedimiento es convencional y contraproducente, pero el problema es que quita toda libertad al espectador al no permitir otras interpretaciones: la película termina desmereciendo así la figura del propio Kirchner, que hizo de la exposición pública su principal modo de construcción de poder (contra una tradición ya muy antigua en el país donde la política se manejaba siempre en las sombras). Por eso, lo más interesante no surge de los recuerdos íntimos del ex presidente ni de las estrategias para buscar emocionar, sino de lo que todos conocemos: el repaso de sus apariciones públicas, sus discursos, sus medidas más emblemáticas de gestión, donde la película sí recupera cierta libertad y logra captar la auténtica envergadura de un líder político como pocos, que tuvo una conciencia infrecuente sobre el momento histórico que vivía el país y el rol que debía jugar en un escenario que, vale recordarlo, era catastrófico. Quizás ése hubiera sido el mejor homenaje a Kirchner: confiar en la locuacidad de su palabra y sus acciones de gobierno, sin tanto rebusque para construir un cuento de hadas. Por lo demás, vale la pena destacar la llegada del filme cordobés El espacio entre los dos, de Nadir Medina, al circuito comercial de la ciudad con su estreno en los cines del Dinosaurio Mall: será una oportunidad de mirarnos en el espejo que propone el cine joven local, que sigue en franca expansión (y del cuál hablaremos en próximas entregas). Por Martín Iparraguirre
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