Paranoia es una película con una fórmula ya vista que te hará pasar un rato ameno en el cine. Si bien entretiene y tiene un buen ritmo, la historia es demasiado básica y fácilmente deducible. No es mala, pero se la siente artificial. Tampoco ayuda mucho la poco brillante labor de su protagonista, Liam Hemsworth, ocasionando que la película parezca una...
Nomofobia En Paranoia (2013), el joven, inteligente, guapo, mujeriego, fornido y nominalmente semi-desnudo Adam (Liam Hemsworth) es un perdedor. Hace 3 años que trabaja para Wyatt Corp., y no le suben el sueldo. Vale, tiene un padre enfermo y la aseguradora le está arrancando la cabeza, pero despilfarrar 16,000 dólares en una noche de juerga tampoco ayuda. En fin, el Wyatt de Wyatt Corp. (Gary Oldman) le convoca al día siguiente: o se infiltra en la empresa rival Eikon para sabotear su nuevo producto, o se las va a ver con cargos por malversación de fondos. Lo que sigue es el relato bastante desgastado y poco sorprendente del jovencito iluso que comienza a trabajar para una compañía que le garantiza la buena vida y al final se da cuenta de lo que todos ya sabemos: las compañías no se rigen por la integridad de sus individuos, sino por un capitalismo depravado que va más allá de la ley o la moral. Adam se convierte en un peón en la guerra privada entre Wyatt y el presidente de Eikon, Jock Goddard (Harrison Ford). ¿A qué se dedican Wyatt Corp. y Eikon? Técnicamente no debería importar, pero hacen celulares. El celular es ese aparato intruso que domina nuestras vidas y que aparentemente causa nomofobia si nos lo olvidamos en casa. En Paranoia, son la causa y la solución de todos los problemas. Cuando podemos sacar un deus ex machina literalmente en cualquier momento de nuestros bolsillos, ¿dónde está el conflicto? La respuesta está en las relaciones de Adam con los demás personajes. Con su padre (Richard Dreyfuss en el papel de viejo pícaro), con su chica (Amber Heard en el papel de interés romántico que sólo tiene sexo en cámara lenta o durante una elipsis), con los “amigos del vecindario” (manga de hipsters desfachatadamente queriendo hacerse pasar por laburantes proletarios) y con la dupla Goddard/Wyatt, el prototípico combo del genio y su Salieri resentido. Harrison Ford y Gary Oldman son, sorpresa, lo mejor de la película, y comparten algunas escenas muy buenas. Pero la trama es sobre el blondo narciso Adam, su trabajada espalda y su no-relación con Emma (Amber Heard). Ellos se conocen en la noche de juerga original, pero oh casualidad que ella trabaja para Goddard cuando Adam se infiltra en la compañía. Él se enamora de ella, pero una fuerza mayor le obliga a mentirle, y cuando ella se entera él tiene que convencerle de que “no todo ha sido una mentira”. ¿Les suena? Se estarán preguntando a todo esto de dónde sale el título de la película, Paranoia. Buena pregunta. Probablemente sale de la escena en que Adam destruye su nuevo apartamento chic de Manhattan, descubriendo una decena de cámaras ocultas en el acto. Quizás les recuerde al final de La conversación (The Conversation, 1974). Excepto que allí el personaje opera por una perturbación mental fijada en una idea que jamás se esclarece. Aquí en cambio le pegan un llamado al personaje para avisarle que lo están vigilando. Sr. Director Robert Luketic, cuando la amenaza es un hecho, no es paranoia.
Débil espionaje corporativo Este thriller pone al descubierto un mundo de ambiciones desmedidas en el que se enfrentan los dos magnates tecnológicos más poderosos del planeta (Harrison Ford y Gary Oldman) y aparece en el medio a un joven prometedor (Liam Hemsworth, de Los juegos del hambre) que odia su trabajo y se convierte en un espía al infiltrarese en la empresa rival. Paranoia no rinde homenaje a su título y entrega una serie de situaciones vistas antes pero sin el nervio narrativo que le imprime el director Robert Luketic (Legalmente rubia, 21: Blackjack), quien vira el relato hacia un costado más adolescente e ingenuo. Las presencias de Oldman, Ford y Richard Dreyfuss como el padre del joven en cuestión y de la explosiva Amber Heard, no alcanzan para levantar la atmósfera de este film sobre espionaje corporativo que acumula un par de persecuciones, engaños y traiciones. Basada en la novela homónima escrita por Joseph Finder, la película examina además la vida del chico inexperto que descubre nuevas habilidades y queda atrapado en una telaraña mientras maneja un Porsche, se reencuentra con su padre y sale con la chica más hermosa. No mucho más que eso.
El topo Un pibe corre por un callejón. Una voz en off lo acompaña. Unos lens flare y varios cortes abruptos con efectos de tinte tecnológicos (algo así como una pantalla con interferencia) irrumpen abruptamente la secuencia. Así comienza de Paranoia para luego ir hacia atrás en el tiempo y contarnos cómo Adam Cassidy (Liam Hemsworth) es obligado (y acá está uno de los mayores errores del film) por el magnate de las telefonías Nicolas Wyatt (Gary Oldman) a ingresar a Eikon, su principal competidora que está presidida por su mentor Jock Goddard (Harrison Ford), y robarle el proyecto de un celular que revolucionará el mercado de las comunicaciones. Robert Luketic es el director de Paranoia. Sus óperas cumbres fueron las queribles Legalmente Rubia y 21 Blackjack y quizás este último opus sea el escalón más bajo de su filmografía. El fugaz ascenso de un muchacho inteligente, su éxito “ilegal”, su posterior caída y el accionar en contra de sus “mentores” resultan muchos puntos de contacto con 21 Blackjack. El problema es que Paranoia es mala, pero mala sin ningún vestigio de simpatía. El film con Kevin Spacey y Jim Sturgess se encuadrada en la mística de los casinos. Esa poderosa maquinaria de generar dinero que se vende como imposible de vencer terminaba por generar un irrefrenable deseo de victoria a manos de ese grupo de nerds comandados por un carismático y oscuro profesor. Lo que hacía entretenida a 21 Blackjack era su desenfado y su simple ambición por el dinero y nada más, mientras que en Paranoia todo es gravedad, subrayado y debates morales. El problema principal es que Adam comienza a cometer ilegalidades porque el contexto de su vida lo lleva a aceptar el chantaje (podría ir a prisión por un fraude con tarjetas de crédito en una noche de juerga con amigos) propiciado por Wyatt, mientras que el Ben de Sturgess entra a contar cartas lisa y llanamente por plata y diversión. Los planteos internos de Hemsworth y los que le propician los personajes secundarios son totalmente contradictorios. En ningún momento hay un disfrute de su nuevo status de vida (plata, un lujoso departamento y maneja un automóvil Fisker Karma). Al no sacar un pasaje con destino a la felicidad, se hace imposible establecer el debate existencial sobre el goce de vivir una vida ajena y los dilemas morales que quiere plantear la cinta a toda costa. Incluso también hay contradicciones narrativas. Por momentos resulta una película que brinda demasiada información (los planos innecesarios que terminan delatando a Josh “Sawyer” Holloway) y en otras secuencias uno no entiende como carajo llegó el protagonista a ciertas conclusiones (destacando a la resolución de la Dra. Judith Bolton como el más claro ejemplo). Liam Hemsworth debe cargar demasiado con el peso dramático y lamentablemente por momentos el repertorio de gestos se le queda un toque corto. Se lo puede ver más suelto y aplomado cuando intervienen actores de talla como Gary Oldman y Harrison Ford, destacando que las escenas donde estos veteranos actores participan juntos son los mejores momentos del film. Por último, cierra el elenco la cada día más hermosa Amber Heard que no puede hacer demasiado por salvar a Paranoia del desastre propiciado por la fallida dirección de su realizador.
Absurda como su título Tan decorativa resulta la presencia de la sexy Amber Heard en Paranoia como la explicación de los procesos tecnológicos que con un esmero estéril pretenden ganarse la atención del público sin la menor sospecha de que lo que pasa en pantalla no le interesa a nadie. Si repasamos que uno de los antecedentes del director Robert Luketic es la mediocre 21 BlackJack (2008) y en menor medida Legalmente rubia (2001) quizá podamos entender el por qué de un film tan torpemente narrado como éste, que al igual que aquella película contextualizada en el mundo de los casinos toma como detonante de conflictos la desmedida ambición de su protagonista. El espionaje industrial siempre es un elemento convocante para tramas complejas cuando detrás de los intereses que llevan a ejecutarlo existe algo más que la mera acumulación de dinero o su vertiente menos políticamente incorrecta: la venganza por resentimiento. Si todo gira en torno a estas motivaciones, la historia necesita de un ejecutor o chivo expiatorio como es el caso del joven Adam Cassidy (Liam Hemsworth), un ambicioso empleado de la compañía Wyatt Corpp, cuyo jefe (Gary Oldman) pretende robar a la competencia Eikon, presidida por Harrison Ford -su antiguo mentor-, el prototipo de un revolucionario celular. Para ello Adam debe ganarse la confianza de Eikon y una vez ingresado allí robar sin ser descubierto. Hasta aquí estamos en presencia del ABC de toda película elemental de este tipo y a pesar de las vueltas de tuerca necesarias para que el relato despegue de una vez por todas es tan evidente el grado de previsibilidad como los pasos en falso bajo el pretendido cambio de rumbo que nunca es tal. Si a eso se le suma el desperdicio de un elenco que cuenta con las patéticas actuaciones de Richard Dreyfuss, y los ya mencionados Oldman y Ford a la cabeza, el agravante es aún mayor porque los intentos por darle profundidad a una historia que nunca supera la medianía son vanos. Con el plus de un desenlace carente de creatividad, forzado, manipulador, engañoso y con resoluciones de situaciones sacadas de la galera en una película sin magia, Paranoia es un film tan absurdo como su título, el cual esta vez las distribuidoras locales respetaron a rajatabla.
Cuando el artista que no es genial roba En un pasaje del film de Robert Luketic el personaje de Harrison Ford enuncia meditabundo al carilindo Liam Hemsworth, mientras ambos miran una obra de arte: “El buen artista copia , el grande roba” frase acuñada en su momento por Picasso. Tal vez en esto radique la principal falencia del film Paranoia: en la pretensión de ser grande, cuando apenas se puede ser bueno. La historia basada en un guión de Jason Dean Hall nos invita a adentrarnos en el mundo de las grandes empresas de comunicaciones y su moral de doble standard. En el film la demanda de servicios de telecomunicaciones está acaparada por dos grandes gigantes que manejan los últimos adelantos tecnológicos...
Una sorpresa ver que Robert Luketic, que venía dirigiendo una serie de comedias blandas (“Legalmente Rubia”, “La cruda verdad”, entre otras), termine construyendo una película síntoma de época como lo es “Paranoia” (USA, 2013) y que llega a las salas argentinas. El director trabaja sobre las ideas posmodernistas del fin de la historia y el hombre controlado y observado por un gran hermano (el de Orwell, no el de TELEFE) con un estilizado registro de imágenes y cierto dinamismo en la puesta en escena que la hacen muy entretenida. En “Paranoia” hay un joven, Adam (Liam Hemsworth, hermano menor de Thor), que intenta triunfar en el difícil mundo de la tecnología y las innovaciones informáticas. Junto a un grupo de compañeros de trabajo desarrolla para una multinacional un accesorio que posibilitaría aún más la hiperconectividad de los sujetos (que en realidad lo aíslan todo el tiempo). Su jefe, Nicholas Wyatt (Gary Oldman) luego de la presentación del mecanismo no cree tan revolucionario el invento por lo que decide despedirlos. Adam, bien pillo, y con su conciencia de clase bien arriba (existe una impronta durante toda la película en la que se denuncia la explotación de la sociedad de trabajo) decide gastar algunos dólares de la tarjeta corporativa que tenía para gastos de desarrollo de producto, a modo de festejo final. Esto obviamente sin saber que este “gasto” lo llevará a vivir a una vorágine que lo terminará introduciendo en un juego de espionaje corporativo. Wyatt está obsesionado con su archirrival Jock Goddard (interpretado por Harrison Ford), quien si bien antes era su socio (comparaciones con JOBS/GATES surgen al instante) ahora tienen que cuidarse de evitar filtraciones por robos. Al descubrir el desfalco de la tarjeta Wyatt obliga a que Adam se incorpore a la empresa competidora con el claro objetivo de robar un nuevo modelo de Smartphone y en el medio termina enamorándose de una de las ejecutivas de esa empresa (Amber Head) antes que todo se estropee. Luketic, adaptando la novela del mismo nombre de Joseph Finder , trabaja no solo con la idea del espionaje corporativo sino sobre el espionaje en general y la paranoia de las sociedades informáticas de control, de cómo podemos estar siendo observados sin darnos cuenta a través de un celular o cámaras ubicadas estratégicamente en lugares inesperados (un baño). Cámara en mano, imágenes mediatizadas, trazos gráficos y la hiperbolización de la sociedad 3.0, además del duelo actoral de Oldman y Ford, como así también la recuperación de actores de la pantalla chica como Julian McMahon (NipTuck) o Josh Holloway (Sawyer de “Lost”), y de la pantalla grande como Richard Dreyfuss (¿hace cuánto que no trabajaba?) hacen de “Paranoia” un blockbuster con un mensaje y un análisis que lo hacen superior el promedio de este tipo de filmes. Atentos con el Ford malo.
El australiano Robert Luketic es dueño de una carrera singular. Ha hecho un puñado de comedias románticas sin vuelo (“Killers”, “Monster-in-law”, “The naked truth”) , ha tenido un par de aciertos (21: blackjack y pegó una comedia blanca simpática, “Legally blonde”) y ahora le toca su primer reparto con actores de mucha experiencia y prestigio y un guión que a priori, prometía mucho. “Paranoia” está basada en un best seller del año 2004 del escritor Joseph Finder y cuenta una historia de suspenso y engaño ambientada en las empresas de alta tecnología. La adaptación corrió por parte de Jason Hall y Barry Levy, guionistas que saben mucho de cómo generar climas trepidantes y tienen vasta experiencia en el tema. Lo primero que me pregunté al salir de sala es ¿qué falló entonces? Un gran libro, dos tipos que conocen el paño, actores con mucha experiencia, jóvenes carilindos, buen presupuesto.¿La dirección? No se si podemos caerle a Luketic tanto, si, creo que todos los recursos puestos al servicio de la historia (que fueron bastantes) no funcionaron. La trama presenta a un atlético y carismático Adam (Liam Hemsworth), quien trabaja para una empresa de telefonía celular en un puesto que no le cierra para nada. El, con su grupo de amigos hipsters, propone un proyecto nuevo para la compañía pero su arrogancia y el poco peso de su propuesta los deja a todos en la calle. Comete un error con fondos de la compañía (ya había sido despedido) y es entonces cuando Nicolas Wyatt (Gary Oldman), lo fuerza a reclutarse en sus filas para infiltrarse en la competencia y averiguar todo sobre un producto que parece, amenaza con copar el mercado y cambiar las reglas de juego de los smartphones. El objetivo entonces será volverse hombre de confianza de Jock Goddard (Harrison Ford) y hacer un fino juego de espionaje industrial. Adam aceptará y su vida dará un poderoso vuelco, aunque podrá ponerse (un poco) peligrosa cuando se aproxime a su tarea final: conseguir el prototipo de un nuevo dispositivo celular. La trama es bastante simple, no hay ninguna vuelta de tuerca y las actuaciones del elenco no aportan demasiado (Amber Heard juega a la novia de Adam y solo aporta belleza, Richard Dreyfuss parece haber olvidado su pasado glorioso cuando se suma a este tipo de proyectos y Julian McMahon hace un matón fácilmente olvidable). Podemos decir que el film presenta una estructura de diálogos y movimientos casi mecánicos, donde la tensión y la intriga están ausentes. Ese es su mayor problema. En los rubros técnicos (sólidos) y en las escenas donde Oldman se cruza con Ford, el film amaga tomar vuelo y atraer el interés. Un par de escaramuzas verbales, alguna amenaza en elegantes clubes y el oficio de semejante dúo intentan evitar que “Paranoia” naufrague. Sin embargo, los esfuerzos no alcanzan porque Hemsworth transita cansinamente entre escena y escena, desconcertado y sin la energía necesaria para hacerse cargo de su propio destino (en términos cinematográficos, por supuesto) y la construcción se apoya demasiado en lo visible, esquemático y poco en la sorpresa y los costados oscuros. “Paranoia” es un producto regular, que sólo será apreciado por los fans de Harrison Ford, quienes hace tiempo no ven nada de él (“42” y “Ender’s game” vienen pronto, no desesperen) y los que necesiten un tecno thriller livianito donde la tecnología tenga un lugar central. Esperabamos más.
Paranoicos se buscan... Una vez que termina esta película, uno se queda pensando sobre algunos temas: ¿a qué se debe el título Paranoia? ¿Liam Hemsworth no puede intentar trabajar un poco más sobre sus pobres gestos faciales? Definitivamente Harrison Ford y Gary Oldman hacía tiempo que no se veían, ¿y en vez de juntarse a tomar un café decidieron verse un rato en el set de filmación, regalarnos los pocos minutos que valen la pena de los 106 totales e irse tranquilos -y algo más adinerados- a sus casas? Y sobretodo, ¿era necesario llevar a cabo esta producción? Lo importante es que algunas respuestas tenemos, o al menos humildes presunciones: el término “paranoia” puede referirse a sensaciones angustiantes o estar siendo perseguido por fuerzas incontrolables. Algo de angustia se siente al ser testigo de un guión tan aburrido y predecible, y la única fuerza incontrolable que hallamos es la propia, orientada a no dar el brazo a torcer y levantarnos antes de la proyección. Después mucho más de “paranoia” no podemos encontrar, salvo una escena menor, donde el protagonista se da cuenta que lo están filmando en la casa que le obsequiaron sus generosos y desinteresados nuevos jefes (¡!), a lo que responde enloqueciendo y desconectando todo...
Robert Luketic no tiene suerte. Su primera película, allá lejos y hace tiempo, fue la comedia que todos ya conocemos Legally Blonde y resultó en un inesperado éxito, al que le siguió el regreso de Jane Fonda a la pantalla grande luego de un hiato de quince años en Monster-in-Law, otro éxito de público en Estados Unidos. Una tercera sorpresa vino de parte de 21 con un cierto viraje hacia un tono más sombrío y personal, que exploraba tópicos como la ambición, la codicia y el reconocimiento, temas compartidos con el estreno de esta semana, Paranoia. ¿Qué sucedió entremedio, con una carrera tan promisoria? Malas elecciones. Sus siguientes proyectos, The Ugly Truth y Killers encontraron indiferencia en el público y las hicieron un objetivo fácil para la crítica americana, que las destrozó sin piedad. ¿Habrá sido la maldición de haber sido protagonizadas por Katherine Heigl? Nunca lo sabremos, pero tres años después de esa fallida comedia de acción con la actriz de televisión llega un nuevo intento de parte de Luketic de recuperar a esa audiencia que lo acompañó en sus inicios, con un protagonista joven y de buen ver para atraer al público juvenil, y una trama alejada de la comedia, y metida más en el territorio del thriller. Desafortunadamente, el australiano olvidó que para volver a lo grande hacen falta más que dos luminarias clase A de Hollywood y su regreso se convierte rápidamente en un aburrido y extenso catálogo de situaciones revisitadas previamente en la historia del cine. De buenas a primeras, el trabajo de Luketic nunca fue para tirar manteca al techo o lanzarle flores por su construcción novedosa y dimensional de personajes, sino que su veta fue siempre lo comercial de fácil absorción y, aunque quiera jugar a ser más, evidentemente no puede lograrlo a menos que se replantee bastante sus metas. Es inentendible entonces el ensañamiento que se le tuvo al film en su país de origen, sabiendo desde el comienzo qué tipo de blanco comercial significa Paranoia, si ya desde el póster uno puede ver sus pretensiones: grandes estrellas arriba, para llamar la atención del público adulto, y promesas abajo, para que las fanáticas de Liam Hemsworth corran a las salas a ver a su ídolo adolescente favorito. La mayoría de las situaciones construidas desde el guión por Jason Dean Hall y Barry L. Levy parecen salidas del libro "Espionaje Cibernético para Tontos", ya que por poco y no insultan la inteligencia del espectador con los motivos de los personajes, el uso de tecnología avanzada para robar secretos corporativos y las traiciones solapadas, de esas tan bien cubiertas que más de un segundo de cámara delatan sin mucha exigencia. En menos de veinte minutos de duración y casi en tres escenas sucesivas, se lo puede ver a Hemsworth saliendo de la cama de su conquista de la noche anterior, para luego darse un chapuzón en una piscina y posteriormente una ducha, todo en estado semidesnudo, claro. Si alguien se pregunta si el director lo convocó por sus talentos actorales, que se repregunte porqué se sentó a ver esta película. Lo de Amber Heard es el mismo caso, una bomba sensual que tiene un poco de talento pero se encasilla fácilmente en el secundario del interés romántico del protagonista. Con una química inexistente, la coyuntura del film radica en ver a Gary Oldman y su perfecto acento británico ser el alguna vez amigo ahora vuelvo enemigo mortal de la figura casi stevejobsiana de Harrison Ford, quienes comparten poco tiempo juntos en pantalla pero el que tienen lo aprovechan para una pelea de gatas verbal que vale el precio de la entrada. De aquel majestuoso encuentro de potencias en Air Force One en 1997, apenas chispas quedan. Quien se lleva la peor parte es Richard Dreyfuss, quien interpreta al padre del protagonista y su carisma queda totalmente desperdiciado al no tener relevancia en la trama. Paranoia es una de esas películas de suspenso bien ligeras, donde la recompensa del espectador es ser más inteligente que los guionistas y adivinar lo que sucederá a continuación con facilidad. Es un ejercicio para la mente, funciona, pero se siente como uno de esos platos en un restaurante caro: de buena presentación, con un acabado impecable, pero que a la hora de valor proteínico, deja el estómago vacío y con ganas de más.
Suspenso low tech Tenemos una historia sobre dos compañías high tech de telefonía celular que son rivales, ambas son controladas por hombres maduros, casi próceres de la innovación tecnológica. Entre ellos hay un pasado de disputas que potencian la pugna, más aún, fueron socios en el negocio. Ellos representan la idea de que no hay peor enemigo que el que alguna vez fue amigo. La rivalidad tiene sentido porque cada uno necesita del otro: Wyatt es el cerebro y Goddard (sí, Goddard) es el visionario del marketing. Si hasta aquí la premisa parece interesante, la encarnación de estos personajes en las pieles de Gary Oldman (Wyatt) y Harrison Ford (Goddard) colorea un poco el armado narrativo inicial...
La película más castigada por la prensa norteamericana este año. Paranoia fue masacrada en las reseñas y encima terminó siendo el tercer gran fracaso comercial del 2013, según la revista Forbes, ya que ni siquiera logró recuperar su presupuesto. Cuando ocurre una situación de este tipo la propuesta se vuelve interesante ya que te dan ganas de saber si es tan terrible como dicen. Creo que con Paranoia hubo un odio desmedido y me parece que derraparon mal con los palos exagerados. Si bien no es para nada una película memorable que vas a salir corriendo a comprar en dvd para incorporar en tu colección, tampoco es tan terrible como para destruirla con tanto veneno como lo hicieron en otros países. En Rotten Tomatoes, por ejemplo, tiene un ridículo promedio de 4 por ciento de aprobación lo que la ubicaría al mismo nivel de las producciones de Ed Wood. Lo que ocurrió con esta producción es que no está a la altura de lo que uno hubiera esperado, si se tiene en cuenta que tres grosos del cine como Gary Oldman, Harrison Ford y Richard Dreyfuss son parte del reparto. La dirección corrió por cuenta de Robert Luketic, quien viene del palo de la comedia donde hizo cosas como Legalmente rubia y Una suegra de cuidado (Jane Fonda). En el último tiempo empezó a incursionar con filmes de suspenso donde brindó una buena película de estafadores como 21 Black Jack, con Kevin Spacey. Con Paranoia no logró concretar un thriller del mismo nivel y esto se debe en parte a que la trama es bastante trillada y ya se pudo ver en el pasado en otros filmes. Tampoco ayudó que la grandes figuras del reparto parecen haber hecho esta película para tapar algún agujero financiero. Richard Dreyfuss, que tiene un rol muy secundario, deja la sensación que pasaba por el set y como tenía tiempo lo engancharon para filmar un par de escenas. Algo similar ocurre con Harrison Ford. El caso de Gary Oldman es loco porque Paranoia demuestra una vez más que el actor tiene un esqueleto de adamantium como Wolverine y le rebotan todas la balas. Aunque la película no sea buena, Gary brinda siempre lo mejor de sí, y el empresario corrupto que interpreta en esta historia es genial. Si te gusta Oldman este es el único motivo por el que le podés dar una oportunidad a esta historia que como thriller no llega a ser precisamente apasionante. Tal vez con otro director el film hubiese funcionado un poco mejor. Al director Luketic que se especializa en comedias románticas con este proyecto sobre espionaje corporativo se lo vio un poco perdido y desde la narración es evidente que no le pudo encontrar la vuelta para hacer algo con más suspenso. Al menos para justificar el título, ya que la paranoia en este caso brilla por su ausencia. De todos modos creo que se deja ver principalmente por la presencia de Oldman y Ford que logran hacer un poco más llevadera esta propuesta.
La película de Robert Luketic tiene al principio un ritmo vertiginoso que no se sostiene a medida que avanza la trama, valiéndose de un guion forzado que ata cabos torpemente. Sin dudas, lo mejor del filme es el casting de tres grandes actores, como Gary Oldman, Harrison Ford y Richard Dreyfuss, quienes aun logran cautivar con su sola presencia. Para amantes de los thrillers tecnologicos.
Como ya se ha visto en decenas de películas -seguramente todas o casi todas más interesantes que ésta- no suele irles demasiado bien a los jóvenes ambiciosos que con tal de ascender en la escala del poder son capaces de todo, hasta de meterse en medio de una feroz lucha entre corporaciones que se disputan el dominio del mercado. Tampoco le va siempre bien al que aquí encarna Liam Hemsworth, el carilindo australiano que debe su actual notoriedad tanto a su trunco romance con Miley Cyrus como al éxito de la serie de Los juegos del hambre . Él es otro de esos genios de la tecnología al que las circunstancias colocan en el papel de héroe de thriller. Aunque en este caso se trate de un thriller con más complicaciones que intriga y más clichés que suspenso. A propósito de lugares comunes, materia en la cual el guión es considerablemente generoso, vale anotar que al frente de cada una de las empresas en guerra están ahora dos magnates (que en otro tiempo fueron socios, claro); que habrá muchos enigmas en torno del secreto proyecto de un smartphone que revolucionará el mercado y decidirá cuál de los dos triunfa en la competencia. Y que más allá de todos los riesgos que deba correr, será el ávido genio-héroe el encargado de jugar el papel de espía. Por supuesto, mientras el infiltrado avanza en su investigación, que se le facilita bastante por la torpeza ajena, también progresa en la conquista del corazón de la linda rubia que nunca falta y que en esta oportunidad es la máxima responsable del marketing de su firma. Una mujer de carácter, y por eso se dice de ella que "está decidida a triunfar en un mundo de hombres". El guión, puede inferirse, no es de lo más imaginativo; tampoco se preocupa demasiado por ser claro. Y bien puede abrigarse la sospecha de que tales flaquezas provienen de la novela original, donde quizá se deslice alguna pista de la paranoia del título, ya que apenas asoma en una escena breve que parece más que inspirada en La conversación , de Coppola. Con lo cual quizá pueda aligerarse un poco la responsabilidad del director Robert Luketic, que al menos atiende un poco a la prolijidad técnica. La presencia de Gary Oldman y Harrison Ford busca dar relieve a los personajes de los dos millonarios o quizá simplemente apuntalar un poco a la fotogénica pareja protagónica Hemsworth-Amber Heard, a la que no le sobran ni química ni carisma.
El insensible mundo corporativo Siempre tienen algo interesante las películas como Paranoia, que aprovechan aristas perversas del sistema social estadounidense para mostrar el dilema del hombre común ante la elección cotidiana entre el bien y el mal. O eso parece en principio. Es que, en apariencia, nadan contra la corriente del hiperindustrializado cine de Hollywood. No es menor mencionar el tema de las apariencias. Porque así como en los thrillers de espionaje hay cosas que terminan siendo lo contrario, en éste hay además una máscara de crítica social que oculta una mirada conservadora de la realidad. Emparentada de algún modo lejano con Enemigo público, una de las mejores películas del enorme (y desparejo) Tony Scott, Paranoia despliega un arsenal tecnológico de vigilancia en torno del protagonista, un joven aspirante a empresario, cuyas ambiciones lo empujarán a meterse en un laberinto de intereses entre dos magnates de las comunicaciones, sin hilo que lo ayude a salir. Pero el film nunca consigue crear una sensación de agobio convincente, y en eso está a años luz de la de Scott: Paranoia se extravía en escenas más próximas a las producciones fotográficas de la revista Vogue que a un thriller de espionaje. No es novedad que con el entuerto entre capitalismo y comunismo en principio resuelto, el cine de espionaje ha cambiado su eje, pasando de girar alrededor de la política para hacerlo en torno de la economía. Si hasta 1990 los que se espiaban eran los estados, en el siglo XXI la inteligencia encontró un horizonte en el mundo corporativo. Un cambio de paradigma del que el cine tomó nota. Paranoia es un ejemplo, aunque no el mejor. Aunque parece enjuiciar el carácter insensible del universo corporativo, esconde bajo el poncho del final feliz un perfil conservador que anula los impostados esbozos de crítica. Asume que la honestidad (o cualquier otro valor) es despreciable cuando no produce ganancia. Uno de los empresarios que interpretan Harrison Ford y Gary Oldman dice con claridad que no existen el bien y el mal, sino ganar o perder, por lo tanto el dilema esbozado al comienzo se vuelve ficticio y redunda en un relato sin densidad dramática. Sin bien ni mal a la vista y obligados a apostar a ganador, sólo queda elegir si ver o no la película.
Espías en thriller perezoso La nueva película del director Robert Luketic (el mismo de Legalmente rubia) cuenta con buenas actuaciones de figuras como Harrison Ford, Gary Oldman y Liam Hemsworth. Una falta, si quiere menor, convierte al joven Adam Cassidy (Liam Hemsworth) en un peón en la lucha por el poder entre dos pesos pesados de la industria tecnológica: Nicolas Wyatt (Gary Oldman) y Jock Goddard (Harrison Ford). Wyatt es el presidente y fundador de Wyatt Corporation, que luego de descubrir un pequeño desliz de Adam, lo extorsiona con mandarlo a la cárcel y dejar sin seguro médico a su padre enfermo si no accede a infiltrarse como un alto ejecutivo en Eikon, la empresa de Goddard –su rival, ex amigo y maestro–, para acceder a su nuevo proyecto, un teléfono que revolucionará el mundo de las comunicaciones. Así, el muchacho estrena departamento con todo el aparataje high tech de un alto ejecutivo del rubro tecnología, ropa cool y un historial apropiado para ser creíble ante los ojos del temible Goddard. Y como prueba de amor y valía, le ofrece un revolucionario sistema de GPS, cuestión que el cuento sea convincente y el empresario le abra el corazón y sus secretos industriales. Al igual que en Pelotón –sólo para citar un título con rumbo parecido–, el protagonista se juega el alma en cada acto, en cada decisión, entre dos personajes seductores y hábiles en lo suyo. Pero a diferencia del film de Oliver Stone, donde el ying y el yang se resolvía entre un lado más o menos bueno (Elias-Dafoe) y el otro definitivamente malo (Barnes-Berenger), Paranoia presenta a dos oponentes que cristalizan el decálogo capitalista, claramente desinteresados de cualquier alma débil y concentrados en hundir al oponente para seguir acumulando riqueza. Pero más allá del costado ideológico y del aggiornamento al estado actual de las cosas, la película de Robert Luketic (Legalmente rubia, 21: Blackjack) es un thriller perezoso que se asienta en una historia de espionaje corporativo muchas veces vista, para que supuestamente se luzcan dos intérpretes fuertes como Gary Oldman y Harrison Ford, un duelo anunciado desde el principio que llega al esperado enfrentamiento face to face recién al final, mientras el galán Liam Hemsworth (Los mercenarios 2, Los juegos del hambre) hace los mandados, le pone garra y cuerpo trabajado a su conflictivo personaje que asciende, se enamora, traiciona, duda y finalmente hace lo correcto, solo para inmolarse y que salgan a la luz los jueguitos de espías de los verdaderos y cretinos protagonistas.
El mundo de las grandes empresas, las exigencias casi inhumanas, la falta total de piedad, el afán desmedido de lucro, las competencias a muerte entre dos grandes de la industria tecnológica. En el medio, un joven ambicioso obligado al espionaje industrial. Se miden Gary Oldman y Harrison Ford. Pone su cara bonita el cotizado Liam Hemsworth. Un tanto increíble, por momentos ingenua, pero con el suspenso alcanza.
La telefonía celular ya tiene su película Como una pompa de jabón, el misterio de Paranoia (¿no tenían otro nombre mejor?) explota en segundos. Y el resto, defrauda. El director australiano Robert Luketic (21: Blackjack, Una rubia muy legal) mostró las cartas rápido y reveló con qué nos encontraremos: un talentoso desarrollador de tecnología -para teléfonos móviles- que es despedido de una compañía, junto a su equipo de trabajo. La firma es Wyatt, quien luego lo recluta a escondidas de su team para que se infiltre en la competencia y le informe de todos sus proyectos futuros. ¿Por qué? El despechado Adam Cassidy (Liam Hemsworth, cara de Los juegos del hambre) se gastó 16.000 dólares con su troupe en una noche de juerga “financiado” con créditos de la empresa que lo había echado. Entonces, a pagar, haciendo de topo. Un recurso tan ingenuo e infantil como el resto del filme. Liam -es imposible creerle algo, con su porte de carilindo y la soberbia de la juventud- conquista a Emma Jennings (Amber Heard), una chica que vive del otro lado del puente. Una noche de sexo en Nueva York y el chico se enamora. Pero ella lo miró a él, lo buscó. Así se dan las cosas en Paranoia, todo llega hacia Liam, para ello deberá cruzar ese puente que metaforiza la separación del éxito y el fracaso. Cassidy residía con su padre Frank (gran caracterización de Richard Dreyfuss) quien vive conectado a un tanque de oxígeno y, del otro lado, se establece en un lujoso departamento desde donde sus ex empleadores lo vigilan. Los papeles secundarios rescatan del desastre a este filme. Nicolas Wyatt (Gary Oldman), desde su rostro imperturbable y frialdad, se complementa con el de su ex socio, Jock Goddard (Harrison Ford), quien con gesto algo paternalista recluta a Cassidy y lo seduce con infinidad de placeres. Superficiales, claro, como lo es la estructura de este filme, que al igual que las carcasas de la telefonía (que desarrollan y promocionan) pueden cambiarse, pero el contenido no varía. En este caso es algo vacío, por más tecnología móvil que haya de por medio. Paranoia es lo más parecido a Wall Street, pero con telefonía celular de última generación, con las traiciones a flor de labios, pero sin el talento de aquel memorable cast dirigido por Oliver Stone en 1987. Con sólo un par de gestos, Oldman y Ford devoran a Hems- worth, a quien el protagónico le queda grande. A nivel números, en los EE.UU., Paranoia es el peor estreno en la carrera de Harrison Ford. Su trayectoria, y la de Gary, no se lo merecían. En llamas.
"¿Dónde está el protagonista?" Después de dos somníferas incursiones en las comedias románticas como lo fueron “La Cruda Realidad” y “Asesinos con estilo”, Robert Luketic vuelve a mostrar la cara más interesante de su filmografía en esta nueva producción. Con “21 Blackjack” el realizador había demostrado que tenia habilidad para moverse de forma genuina y entretenida por el terreno de los thrillers y el suspenso, pero se alejó de esa faceta para realizar los films mencionados anteriormente que fueron completamente irrelevantes y aburridos. “Paranoia” supone una nueva incursión de Luketic dentro de esos géneros, nuevamente de la mano de una historia que tiene adolescentes ambiciosos decididos a participar de complots y estafas sin medir las consecuencias que estas acarrean. A diferencia de “21 Blackjack” donde el protagonismo se repartía de forma equitativa entre un grupo de jóvenes actores y un par de actores de peso (Kevin Spacey y Laurence Fishburne) ofreciendo un resultado mucho más aceptable, en “Paranoia” gran parte del peso del relato cae sobre Liam Hemsworth, quien como no podía ser de otra forma, hace honor al apellido y ofrece mucho musculo y poco talento. Ese es uno de los puntos más flojos de ésta película, ya que Hemsworth que no genera empatía en ningún momento y ni hablamos de transmitir credibilidad. Su personaje pasa de ser un joven emprendedor de una importante compañía multinacional a un infiltrado que trabaja para la competencia de la noche a la mañana y en ningún momento notamos los efectos de semejante cambio ni a través de su actuación, ni por merito del film. Hemsworth, quien homenajea a Zoolander al poner la misma cara en todas las escenas, no parece ser el único responsable de esto, ya que los guionistas (Jason Hall y Barry Levy) tampoco logran justificar la mayoría de las situaciones ni mantener el buen ritmo que la película logra por momentos. Por si fuera poco en “Paranoia” hay un pobre y llamativo trabajo de edición que no se entiende demasiado. Ver algunas caras conocidas en personajes que a priori parecen interesantes pero ocupan pequeños huecos dentro de la historia (Richard Dreyfuss, Julian McMahon, Lucas Till y Josh Holloway) da a entender que a ésta película la cortaron con los dientes por motivos que no se entienden demasiado. Sucede todo lo opuesto con los roles de Gary Oldman y Harrison Ford, quienes en sus todas sus apariciones (incluso las más pequeñas) terminan siendo el foco de atención, ya sea gracias al trabajo de estos dos grandes actores o al peso de sus personajes en determinadas situaciones. De todas formas los editores se encargaron de dejar por un lado todo aquello que buscan los más jóvenes (Hemsworth y Amber Head liderando una cuadrilla de carilindos que aparecen y desaparecen del relato cada tanto) y migajas de un thriller, que recuerda a “Duplicidad” de Tony Gilroy (2009), y por momentos es interesante y llevadero. El acertado trabajo de cámaras de Luketic, una correcta fotografía, las actuaciones de Ford y Oldman sumadas a una banda sonora que le pone ritmo hasta a lo más irrelevante (muy buen trabajo de Junkie XL) hacen llevadero el camino llano y sencillo que hay que recorrer para entender, disfrutar y entretenerse sin demasiadas expectativas con una película bastante chica como lo es “Paranoia”.
Un titulo que se limita a cumplir con su función de entretener. Robert Luketic siempre fue para mí un director de películas “cumplidoras”. Esas películas que sin ser obras maestras o bazofias estrepitosas consiguen, a pulso de una narración con oficio y buenas actuaciones, que el espectador pase un buen rato en el cine. El presente titulo no es la excepción. ¿Cómo está en el papel? PARANOIAParanoia es la historia de Adam (Liam Hemsworth), quien trabaja para una compañía de telefonía celular, manteniendo así a su padre, un guardia de seguridad retirado y con un estado de salud delicado. El muchacho, un genio de la electrónica, le hace una propuesta a su jefe (Gary Oldman) la cual es rechazada. No obstante, impresionado por su ambición, decide hacerle una propuesta de trabajo: Espiar a su competidor (Harrison Ford), quien en un pasado fuera su mentor. Es una de esas películas que sabés de entrada como va a terminar, pero por cortesía no voy a entrar en detalles, lector; cuando vea el primero de los planos va a saber lo que le digo. A pesar de su predictibilidad, el guion fluye con suficiente ritmo y los conflictos ponen en suficiente jaque a los personajes para ganar así el interés del espectador. Hay un tratamiento temático sobre la codicia, no muy diferente al que vimos en otras películas, pero se aprecia que lo posea ya que nos permite empatizar con el protagonista; algo crucial para que una película funcione. ¿Cómo está en la pantalla? Por el lado de la técnica, tenemos una estética sobria, con un uso de sombras y contrastes en la fotografía, y con algún que otro énfasis futurista en la dirección de arte por elPARANOIA ambiente híper tecnológico en el que se mueven los protagonistas. En definitiva: Un desempeño técnico que no llama tanto la atención, pero crea el clima necesario para que se desarrolle el contexto de thriller al que apunta. Por el costado actoral, hay para todos los gustos: Para ellas: Liam Hemsworth, fachero como siempre. Para ellos: Amber Heard, sexy comehombres como siempre. Aunque cabe destacar que los dos hacen un logrado esfuerzo para que el espectador consiga comprar mas allá de la fachada. Para los que somos un pelín más exigentes, y este thriller no parezca tanto una publicidad, están los talentos de tres monstruos de la actuación como lo son Harrison Ford, Gary Oldman, y Richard Dreyfuss. Todos hacen un despliegue de profesionalismo impecable, aunque sabían que estaban haciendo una película que no les representaba un desafío tan grande. Destaco en particular a Harrison Ford, que entrega con una calidad y credibilidad impresionantes a un tipo de personaje que casi nunca encarna. Conclusión Peli cumplidora. Bien filmada y Bien actuada. Apunta a entretener y lo consigue. No es la mejor película del año, pero para pasar el rato esta más que bien. - See more at: http://altapeli.com/review-paranoia/#sthash.ManzUzKy.dpuf
Espionaje industrial que prometía más Una pelicula que lleva el titulo "Paranoia" deberia ser un poco más que este thriller de espionaje industrial con un tono demasiado liviano en su desarrollo pero sobre todo en su desenlace. Lima Hemsworth es un joven genio de la cibernética que comete el error de enfrentar al magnate que lo ha contratado, Gary Oldman, por lo que terminó despedido de la empresa junto a su grupo de amigos, que lo asistían en sus investigaciones y emprendimientos. Dado que al protagonista se le ocurre vengarse utilizando los fondos de la tarjeta, donde le quedaba una suma para investigación, en una juerga de despedida, el villano magnate lo chanteajea para que se dedique a tratar de entrar en la firma competidora que maneja otro potentado del rubro, Harrison Ford. Asi que de pronto tenemos a un supuesto héroe robando secretos industriales y, para colmo, enamorando a la bella ejecutiva Amber Heard, para poder echar sus garfios en su notebook mientras ella está en la ducha. En un momento, el protagonista se da cuenta de que está yendo por el mal camino y trata de negarse a seguir espiando para Oldman, y aquí es donde la película no logra convertirse en un autentico policial de ley y se limita a una pobre imitación de "La conversación" de Coppola, cuyos viejos equipo se sonido ahora son reemplazados por las múltiples posibilidades de espionaje de la tecnología del siglo XXI. A favor de la película se puede decir que nunca aburre, que el tema es original, y que se hace divertido ver enfrentados a Gary Oldman con Harrison Ford, y que en sus breves apariciones como el padre de Hemsworth, Richard Dreyfuss demuestra que sigue siendo un gran actor.
Durmiendo con el enemigo Cuesta entender cómo el director de Legalmente rubia puede haber caído tan bajo. En este thriller sobre espionaje industrial no deja fórmula y estereotipo sin gastar, sobre todo a la hora de denunciar la ambición desmedida de las grandes corporaciones y la codicia (y falta de escrúpulos) de sus despiadados ejecutivos. Tras la profunda crisis de Wall Street, las cosas ya no son fáciles para los jóvenes emprendedores. Lo sabe bien Adam (Liam Hemsworth), que se queda sin trabajo y debe pagar el tratamiento médico de su padre (Richard Dreyfuss). Así, quedará en medio de dos peces gordos del negocio de los celulares (Harrison Ford y Gary Oldman) y se enamorará de una bella experta en marketing (Amber Heard), a quien perderá por sus actividades non sanctas y, obviamente, recuperará cuando muestre su faceta más sensible. Luketic ya había trabajado en 21: Blackjack la idea de jóvenes brillantes que ponen en jaque a (y también son víctimas de) los grandes holdings. Aquí se maneja siempre a fuerza de lugares comunes, con una superficialidad pasmosa y con muy poco ingenio y creatividad (la escena casi calcada de La conversación, de Francis Ford Coppola), con dos protagonistas carilindos como Hemsworth (Los juegos del hambre) y Heard (esta semana también en Machete Kills) y actores veteranos (Ford, Oldman, Dreyfuss) en papeles secundarios que sólo tienen un par de chispazos y momentos simpáticos. Demasiado poco para semejantes talentos involucrados.
Intrascendencia 2.0 Entre la comedia y el thriller ha ido transitando la carrera de Robert Luketic, y cuando fusionó la ligereza con cierto aire de suspenso, en 21-Blackjack, logró un film festivo, que celebraba el hedonismo por sobre cualquier tipo de conducta y que estaba contado con una velocidad acorde al universo que retrataba. Pero tras una serie de irregulares -por no decir malos- devaneos con la comedia romántica, género en el que nunca regresaría al nivel de su film debut Legalmente rubia, el director vuelve al territorio del thriller hecho y derecho, un thriller generacional en muchos sentidos: en primera instancia se mete con el mundo de las corporaciones tecnológicas y el espionaje cibernético, y por otra parte tiene como protagonista a Liam Hemsworth, figurita joven y bella que el cine norteamericano quiere instalar en el estrellato. Pero Paranoia es un film tan mal cosido, tan irrelevante, tan confuso conceptualmente, que genera el peor de los sentimientos: la indiferencia. Decíamos de la confusión conceptual que padece Paranoia. El asunto es así: tanto el prólogo como el epílogo tienen la consistencia de esos thrillers para adolescentes basados en novelitas baratas, escasamente rigurosos, supuestamente críticos de la sociedad en la que están insertos pero que en verdad se revelan como un puro diseño conformista, con un antihéroe tan arriesgado como seductor. ¿Se acuerdan de Fachada, con Tom Cruise? Bueno, eso, salvo que ahora los malos no son los grandes estudios de abogados si no las corporaciones tecnológicas o, al menos, la tecnología: ya se vio en otro film similar por lo malo -aunque más coherente en cuanto al público al que apuntaba- como fue Apuesta máxima. Pero una vez sentado el conflicto, en todo su tramo medio, Paranoia se convierte en un intento de thriller paranoico y más adulto, encima con dos prestigiosos como Harrison Ford y Gary Oldman (ídolos de los padres de los pibes que van a ver la película, o esos actores importantes que aparecían en Indiana Jones o Harry Potter) haciendo sus escenitas y demostrando qué bueno son los actores viejos, aunque la estrella en verdad es el pibe. Ya esa falta de criterio para entender cuál es el tono adecuado de la película, es lo que la termina complicando. Porque si en cada escena que comparten, Oldman o Ford le roban la película a Hemsworth, difícil es que logremos tener empatía con el protagonista. Más si estamos ante un ambicioso que por más que la película se empecine en desmentirlo, es capaz de vender al padre para alcanzar el objetivo. De más está decirlo, Oldman y Ford hacen sus personajes de taquito y le aportan con su presencia toda la solidez que le falta a este desvaído film de Luketic. Digamos que hay un modelo nuevo de teléfono para robar, un joven que es introducido en una empresa por otra compañía para hacer espionaje y dos grandes popes de la industria tecnológica -suponemos dos cerebros- pugnando por ver quién manipula más al jovencito incauto, pero ambicioso. Todo está filmado con algo de pericia y profesionalismo, pero la tensión y la inteligencia para ir enredando la trama hasta justificar lo suntuoso de un título como “Paranoia” ha faltado a la cita. Paranoia es un thriller común y corriente que se quiere vestir de prestigio, pero no le alcanza ni siquiera para ser un módico entretenimiento u otra pieza más en la maquinaria de Hollywood. Si encima el final celebra el buchoneo ante el FBI, estamos ante una propuesta que hace agua por todos los lados posibles.
CAZADOR CAZADO El joven Adam Cassidy quedará en el medio de una batalla de egos implacables entre su jefe, el empresario Nicholas Wyatt (Gary Oldman) y el viejo maestro de éste, otro desalmado empresario, Jock Goddard (Harrison Ford). Adam debe robarle los a Jock los secretos de un chiche de última generación que significará un notable avance tecnológico. Pero, después de mucho transpirar, Adam se dará cuenta que, por más avispado que sea, al final, en el mundo de las súper corporaciones, todo hombre termina siendo un instrumento desechable. Eso es todo. El libro acumula un festival de lugares comunes: mucha pantalla, mucho click, muchas claves, mucho suspenso poco creíble. Ni el libro ni las actuaciones ni la realización van más allá de la chatura. Por suerte, entre tanto chantajista, entre tanto ladrón y entre tanto empresario desalmado, hay una chica linda y media docena de besos.
Combinación de baja intensidad Paranoia fue uno de los tres grandes fracasos cinematográficos del año en los Estados Unidos y, por más que suene cruel, la verdad es que se lo merecía. Hay que hacer una esfuerzo de la memoria para recordar una película tan malograda en relación con su presupuesto, su casting e incluso su tema. Todo lo que la historia prometía –nada menos que un thriller de espionaje tecnológico– se ve rápidamente reducido a un guion esquemático y a una cámara más preocupada en mostrar la bien cotizada anatomía de Liam Hemsworth (paga el precio de la entrada) que en transmitir en imágenes la tensión de las situaciones que vive su personaje. Como no puede faltar en el actual Hollywood con conciencia social post crisis, Hemsworth interpreta a un joven inteligente y ambicioso, criado en un barrio popular de Nueva York por un padre viudo y trabajador que ahora está jubilado y padece un enfisema pulmonar. Su deseo por salir de esa vida gris es el instrumento que lo va a poner en el centro de la rivalidad entre dos grandes empresas de tecnología digital. En ese punto, vale afirmar no sin ironía que lo mejor que tiene Paranoia es lo que la película no muestra: la rivalidad entre los dueños de ambas empresas, encarnados por Gary Oldman y Harrison Ford. Los pocos momentos en que se les permite compartir escena, ambos irradian una electricidad demasiado obvia, hecha de muecas y gestos que parece subrayados con resaltador, pero a la vez basta con sus presencias para hacerse una idea de lo que podría haberse sido Paranoia con un guion menos básico y un director más osado. Y más allá de este flagrante pecado de simplificación, también hay un problema de ritmo, que prácticamente divide a la película en dos partes: una primera que se demora unos 50 minutos en plantear el problema y una segunda en la que la acción se acelera sin alcanzar nunca la intensidad de un thriller ni la densidad de un drama moral.
¿Por qué le habrán puesto ese titulo? ¿Qué tiene que ver con la historia que cuenta, con el tema que trata, con el desarrollo mismo? Nada. Esta producción podría decirse que es una mala versión, eso si aggiornada, de “Wall Strett” (1987) dirigida por Oliver Stone. Todo es reconocible, identificable, y trasladable de un filme a otro, por lo cual éste termina siendo un catalogo de lugares comunes y, por acumulación de temporalidades, nefasto. Adam Cassidy (Liam Hemsworth) es un nuevo empleado de una poderosa corporación a cargo de una importante proyecto, pero sólo llega ahí por ser victima de un chantaje, acusado de un delito federal por otra empresa, tan poderosa y al mismo tiempo competidora de la primera, de la que es ex empleado. Para salvar sus deudas y pellejo, debe espiar a su nuevo su jefe Jock Goddard (Harrison Ford) para conseguirle a su antiguo patrón, Nicholas Wyatt (Gary Oldman), ex niño mimado, luego traicionado, de Jock, los datos de otro emprendimiento que revolucionara el mercado de las comunicaciones y la tecnología. Bien, ya tenemos a todos los personajes: el padre nunca santo de devoción del hijo, la madre muerta por falta de recursos económicos, los amigos abandonados por el nuevo Sultan, pero siempre listos, los nuevos amigos que se puede decir que la confianza mata al hombre, la chica 10 que queda subyugada por la personalidad del héroe, los buenos y los malos de la clase dominante, sin demasiada definiciones al respecto, sólo para que el final sea un poco más creíble y digerible. Ahora su vida es cuasi perfecta, falsa, pero se la cree, venera su labor, le dieron para manejar un Porsche y él se adueña del mismo y sale con la chica de sus sueños, pero ella se despierta. Lo único que debe hacer es traicionar a todos aquellos afectos de que siempre lo apoyaron, incluido el padre. Gary Oldman y Harrison Ford hacen lo que pueden con sus personajes, demasiado se podría decir, ya que el guión poco los ayuda. La realización de Robert Luketic presenta además muchos otros problemas, por ejemplo de construcción y el empleo montaje acelerado, sólo por que así lo pensaron, nada justifica esa elección, lo mismo sucede con la estética y el diseño de sonido, incluida la banda de música, pero el principal parecería ser que ninguno, ni actores ni guionistas, ni extras, ni técnicos, son lo suficiente “paranoico".
La primera falla de PARANOIA, es que sus personajes no tienen PARANOIA. Arrancamos mal... El elenco es de lujo, lo vas a encontrar a Harrison Ford, Gary Oldman, Richard Dreyfuss y más, que se ponen la película al hombro, y gracias que lo hacen. Muchos momentos repetitivos, líneas de texto aburridas y algún que otro giro en la historia que no termina de ayudarla para que sea una peli para ver. No sé si tenes ganas de perder el tiempo en el cine, pero realmente no vale la pena.
Una de espionaje corporativo y corrupción “Paranoia” es una de esas películas que responden a un modelo industrial ya probado y estandarizado, pero, como también suele ocurrir, el estereotipo puede dejar picando algunas cuestiones que hacen pensar. El film de Robert Luketic (“Legalmente rubia”) plantea conflictos interesantes (el guión está basado en una novela de Joseph Finder), pero el problema que presenta es que la trama sabe a fast-food, una fórmula rápida y sin personalidad definida. Se trata de la experiencia, contada en primera persona, de un joven nacido y criado en Brooklyn, pero con aspiraciones a triunfar en el mundo de los negocios, del otro lado del puente, en la seductora Nueva York. Adam (Liam Hemsworth) tiene 27 años y está al frente de un grupo de jóvenes creativos en una empresa de telecomunicaciones, pero todos son despedidos por Nic (Gary Oldman), el malvado dueño de la firma. Adam se queja de la pérdida de valores de la sociedad en la que tiene que crecer y en la que pretende triunfar. Señala la muerte del sueño americano que inspiró a sus mayores, que priorizaba la educación como la llave para triunfar. Ejemplo de esas ideas es su padre (Richard Dreyfuss), un hombre que dedicó su vida al trabajo y que ahora, ya retirado y enfermo, depende de su hijo para subsistir. Adam no quiere terminar como él. En esas circunstancias, el joven recibe una propuesta de trabajo, curiosamente proveniente del mismo empresario que lo despidió. Se trata de un trabajo altamente cualificado, pero sucio: espiar y robar datos de una empresa de la competencia, cuyo dueño fue precisamente el mentor de Nic, un tal Jock (Harrison Ford). Ellos fueron socios en algún momento, pero la relación se rompió y no de la mejor manera. Ambos han quedado resentidos. Nic le explica su plan a Adam y le ofrece mucho dinero por el trabajo que le pide, y además le promete que les conseguirá empleo a sus amigos. La película pone el foco en el tema de la tecnología de las telecomunicaciones que si bien sirve de manera masiva para conectar fácilmente a las personas distanciadas, también se emplea en redes de espionaje cada vez más sofisticadas, algunas veces con la excusa de la seguridad y otras, nada más que para controlar a individuos con intenciones criminales. Por su ambición, Adam entra en ese círculo de relaciones y cuando las exigencias lo ponen en crisis con sus principios, al punto de querer salir del proyecto, empieza a recibir presiones cada vez más violentas y cae en una vorágine que pone su vida y las de sus amigos en riesgo extremo. Con trazos gruesos y sin mucha sutileza, “Paranoia” expone los grandes temas que afectan a la sociedad norteamericana actual: la urgente necesidad de tener éxito a cualquier precio que presiona a los jóvenes, siempre acosados por altas expectativas y el temor al fracaso; la pérdida de valores como la lealtad y la búsqueda del bien, en favor de la conveniencia y la traición; y también el desapego a la ley, ante la proliferación de atajos que ofrecen las tecnologías cada vez más complejas y al alcance de las corporaciones. En la película de Luketic hay un poco de todo eso y también romance, amor filial y compañerismo. La propuesta, si bien es crítica, ofrece una salida, intenta dejar una lección moral, aunque peca de superficial. Es de destacar el calibre del elenco, un puñado de pesos pesados que se ponen el film al hombro con el profesionalismo que los caracteriza.
Enredados Adam Cassidy (Liam Hemsworth) quiere ser el próximo Mark Zuckerberg. Su software TypeX, con tecnología 3DPS (un GPS que permite unificar toda clase de mensajes) no encuentra eco en Nick Wyatt (Gary Oldman), de Wyatt Corp, quien lo echa junto a sus colaboradores. Pero después Wyatt extorsiona a Adam para usar el TypeX como herramienta de espionaje; quiere vengarse de su ex socio Jock Goddard (Harrison Ford), magnate de Eikon, y robarle el instrumento con el que dominará la comunicación del futuro. El Occura es un dispositivo slim, una especie de celular definitivo para almacenar la información completa de los usuarios. Una vez que Adam entra a Eikon, tras haberlo seducido con el 3DPS, Goddard reconoce que Occura le permitirá dominar el mundo. Goddard es (y el aspecto de Ford ayuda mucho) un ultramoderno Lex Luthor. Y sin embargo, el verdadero villano es Wyatt, con sus guardaespaldas abusivos, los asesinatos que se le atribuyen y su flemática vehemencia (otro acierto del reparto) para conseguir el Occura. El australiano Robert Luketic hace un buen despliegue del conflicto, que tras un inicio blando, una mezcla de Misión imposible con The Big Bang Theory, consigue enturbiar la antiséptica actuación de su compatriota Hemsworth (hermano de Chris) hasta hacerlo casi un héroe del suspense. Pese a su medio tono y un ritmo en piloto automático, Paranoia se permite algunas sutilezas (como el ringtone de whatsapp en la banda sonora), algún mano a mano notable de Oldman y Ford y, en el final, entrega bastante más de lo que promete.
La carrera tecnológica Otra de esas pelis que son elegidas, por alguna razón no muy objetiva, para ser destrozada por la crítica. Quizás haya sido la mala promoción y la poca recaudación que tuvo el film lo que facilitó el odio de los críticos, o quizás se ensañaron con una pareja protagonista no tan carismática... la verdad es que no entiendo porque tanta mala crítica a una película que si bien no es de las más sobresalientes del género "thriller", tampoco es un bodrio como afirman algunos. ¿Realmente se esperaban la nueva "Wall Street" cuándo vieron su trailer y la promo? Desde un principio se notaba que la trama nos iba a pasear por lugares bastante comunes y de hecho la premisa en sí no era muy original. Más allá de esto, creo que el director se las arregla para mantener entretenido al espectador, con actores de peso fuerte como Gary Oldman o Harrison Ford y los más fresquitos, Liam Hemsworth y Amber Heard. La labor de los veteranos es de hecho bastante buena y definitivamente le suben el nivel a la propuesta. Lo de Hemsworth y Heard, sin ser excepcional, es correcto y no ofrecen malas actuaciones, quizás un poco frías, pero no malas. Para los que aún piensan en darle una oportunidad, les cuento que la trama gira en torno a Adam (Liam Hemsworth), un joven talentoso y ambicioso que para escalar en la gran corporación tecnológica en la que trabaja deberá realizar algunos trabajos sucios para sus jefes. A su vez, se verá atrapado en una feroz batalla de egos entre los CEO que presiden la empresa donde trabajaba anteriormente (Oldman) y la que trabaja actualmente (Ford). Es casi inevitable hacer una comparación con lo que uno puede llegar a imaginarse que fue la tensa relación entre los genios de la tecnología, Bill Gates y Steve Jobs, obviamente con varios toques de exageración para darle el carácter de thriller. Un film de engaños y espejismos que mantienen interesado al espectador. Sin ser un producto de excelencia, el director australiano Robert Luketic saca adelante una historia poco original pero que tiene algunos condimentos que disimulan esto último. La especia más poderosa es sin dudas, la presencia de pesos pesados llenos de talento como Oldman y Ford.
Un joven, un invento, dos empresarios bastante inescrupulosos y una especie de combate sordo (bueno, no tanto: si no, no habría película) entre estos personajes por una potencial fortuna. El director Robert Luketic (el de la siempre genial, siempre subvalorada Legalmente rubia) firma un thriller efectivo y muestra que es un gran director de actores con dos tipos difíciles como Harrison Ford y Gary Oldman. Sí, claro que vale la pena verla, cómo no, especialmente por la tensión que crean estos monstruos en cada escena.
Paranoia: un thriller sobre el precio del éxito, sin tensión ni suspenso Robert Luketic es más conocido por sus comedias románticas como Legalmente Rubia y La Cruda Verdad. No sorprende entonces que su segunda incursión en otro género haya sido un fracaso tal como lo es Paranoia, un film que no le hace honor a su nombre ni por un pequeño instante. El film narra la historia de Adam Cassidy (Liam Hemsworth), un ambicioso empleado de una poderosa empresa de tecnología que se ve atrapado entre la lucha de dos de los multimillonarios más poderosos del mundo, interpretados por Gary Oldman y Harrison Ford. Oldman encarna al jefe de Cassidy, un empresario inglés con un marcado acento Cockney que hará todo lo posible por ganar la pulseada con su antiguo mentor, Harrison Ford. Pero hasta estos dos pesos pesados de Hollywood no logran salvar a este barco en hundimiento, en un mar lleno de gente linda y poco talento. El australiano Liam Hemsworth estuvo en algunos de los largometrajes más taquilleros de los últimos años. Encarnó a Gale en la saga de Los Juegos del Hambre, y trabajó junto a Stallone en la segunda parte de Los Mercenarios. Pero su cara bonita no parece ser suficiente, y sigue permaneciendo a la sombra de su hermano mayor, Chris Hemsworth (Rush, Thor). El guion de Jason Hall y Barry Levy, basado en la novela de Joseph Finder, no logra profundizar, ni en el desarrollo de los personajes ni en la creación del suspenso y "paranoia" suficiente que supuestamente tendría que ser el elemento central de esta película que se hace llamar "thriller". Pero la monotonía y el anticlímax del film no se comparan con una gran falla en la premisa principal: la de retratar a un mundo de millonarios ambiciosos que arruinan la vida de la gente y las oportunidades de mejorar. Pretende que la moraleja sea que Cassidy se dé cuenta de que el amor y la familia valen más que lo material, pero en una de las últimas escenas, el protagonista decide alquilar un coche de lujo, sólo por la ostentación en sí misma, y para no viajar en subte. Poco emocionante y alarmantemente aburrida, Paranoia es una película que ostenta ser inteligente pero termina siendo una del montón.